El Don de La Perseverancia

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  • DEL DON DE LA PERSEVERANCIA

    Traductor: Toribio de Castro, OSA

    CAPTULO I

    1. Puesto que en el primer libro (De la predestinacin de los santos) hemos indicado algo de laperseverancia al hablar del comienzo de la fe (el initium fidei), vamos a tratar en ste, con mayordiligencia, exactitud y espacio, de dicha perseverancia. Afirmamos en primer lugar paladinamente que laperseverancia, con la que se persevera en el amor de Dios y de Cristo hasta el fin, esto es, hasta que setermina esta vida, en la cual nicamente hay peligro de caer, es un don gratuito de Dios. Por ende, nadiesabe todava si ha recibido ya tal don mientras vive en esta vida terrena, porque si cae antes de morir, sedice que no persever, y se dice con toda verdad; cmo, pues, poda decir que recibi la perseveranciael que no persever? As, si alguno tiene la continencia y cae, hacindose incontinente, o tiene la justicia,o la paciencia, o la misma fe y las pierde, con toda verdad se dice que las tuvo, pero no las tiene; fuecontinente, fue justo, fue paciente, fue fiel mientras lo fue; empero, cuando dej de serlo, ya no es lo quefue. El que no persevera, cmo fue perseverante, si perseverando es como se demuestra que unopersevera, cosa que el tal no hizo? Y no se me venga diciendo que si desde que se hizo fiel o acept la fevivi, v. gr., diez aos, y a la mitad de este tiempo apostat, acaso no persever cinco aos? Yo no tratode la materialidad de las palabras, en virtud de lo cual a eso se llama tambin perseverancia en esetiempo; de la que yo, trato, de la perseverancia con la que se persevera en Cristo hasta el fin, de ningnmodo puede decirse que la posey quien no persever hasta el fin. Y mejor se puede decir que la tuvo elhombre que fue fiel un ao o menos, si hasta que muri vivi en conformidad con la fe, que el otro quefue fiel durante muchos aos, pero poco antes de la muerte apostat de la fe.

    CAPTULO II

    2. Esto bien establecido, veamos si la perseverancia, de la que se dice: El que perseverare hasta el fin,ser salvo1, es don gratuito de Dios. Si no lo es, cmo sera verdad lo que dice el Apstol: A vosotrosse ha dado por Cristo no solamente el que creis en El, pero tambin el que por El padezcis?2 De estasdos cosas, una pertenece al principio de la fe (al initium fidei), y la otra, al fin; mas ambas son ddivagratuita de Dios, porque se dice en el texto citado que las dos han sido dadas; y cundo msverdaderamente comienza a ser uno cristiano que cuando cree en Cristo? Y; qu fin mejor que sufrir lamuerte por El? Respecto a creer en Cristo, alguien ha pretendido que s es don de Dios el incremento oacrecentamiento de la fe, pero no el initium fidei, lo que con la ayuda del Seor hemos ya ampliamenterefutado. Y cmo es posible decir que no se le ha dado la perseverancia hasta l fin al que se le concedesufrir, o mejor, morir por Cristo? San Pedro Apstol, demostrando que esto es un don de Dios,afirma: Mejor es padecer haciendo bien, si tal es la voluntad de Dios, que padecer obrando mal3. Aldecir si tal es la voluntad de Dios, demuestra que es don de Dios el padecer por Cristo, cosa que no se daa todos los santos, y por esto no se ha de decir que no alcanzan el reino de Dios, no entran en su gloriaperseverando hasta el fin en Cristo, aquellos que no tienen la gloria de padecer por Cristo, porque Diosno lo quiere. Y quin osar sostener que no se les concede la perseverancia a los que, a causa de unaenfermedad corporal o por otro accidente cualquiera, mueren en Cristo?, pues ms difcil es perseverardonde el enemigo combate para que no se persevere, y, por ende, se lucha hasta la muerte porperseverar. Aquella perseverancia es ms difcil tenerla, sta es ms fcil, pero igualmente fcil le es daruna y otra a aquel para quien nada es difcil. Dios nuestro Seor prometi esta perseverancia,diciendo: Pondr mi temor en su corazn para que no se aparten de m4. Que es decir: Tal y tanto ser eltemor mo que yo pondr en su corazn, que se adherirn y unirn a m con perseverancia.

    3. Pero y por qu se ha de pedir a Dios esta perseverancia, si no es El quien la da? Acaso no es unairrisin el pedir a uno algo que se sabe que ni lo da ni puede darlo y que, sin darlo l, podemos tomarlocuando nos plazca? No es ms bien un insulto que accin de gracias el drselas a Dios por lo que ni nosdio ni nos hizo? Empero, lo que all dije, dgolo aqu: No os engais, dice el Apstol; de Dios nadie sere5. Oh hombre! Dios es testigo no slo de tus palabras, pero tambin de tus pensamientos. Si consinceridad y con fe pides algo a tan gran Seor, cree que lo que recibes, lo recibes de aquel a quien lopides; no quieras honrarlo de pico y anteponerte a El en tu corazn creyendo que es cosa tuya propiaaquello mismo que finges pedir. O es que no le pedimos a El esta perseverancia de que venimostratando? Al que esto diga, ya no tengo que refutarlo con mis razones, sino abrumarlo con lostestimonios y afirmaciones de los santos. Hay, acaso, alguno de stos que no pida continuamente a Diosla perseverancia, cuando al recitar la oracin dominical no se hace otra cosa que pedir dicha ddivadivina?

    4. Leed atenta y reposadamente la exposicin de la misma en el libro que el bienaventurado Ciprianomrtir compuso sobre esta materia, y cuyo ttulo es De dominica oratione, y veris cuntos aos antes ycul antdoto prepar contra este futuro veneno pelagiano. Tres cosas principalmente son, como sabis,

  • las que la santa Iglesia catlica defiende contra ellos, a saber: que, la gracia de Dios no se da segnnuestros mritos, puesto que todos, absolutamente todos los mritos de los santos son dones de Dios yse confieren por pura gracia del mismo; que nadie vive en este cuerpo corruptible, por muy justo quesea, sin algunos pecadillos, 'y que todo hombre nace sujeto al pecado del primer Adn y digno decondenacin, a no ser que el reato que se contrae por la generacin quede perdonado por la regeneracinbautismal. En el libro citado del glorioso mrtir se trata de las dos primeras con tanta perspicuidad, quedichos herejes, enemigos nuevos de la gracia de Cristo, fueron desbaratados y confundidos mucho antesde nacer. Demostrando que los mritos de los santos, lo mismo que la perseverancia, son dones gratuitosde Dios, afirma: Decimos Santificado sea tu nombre6 no porque deseemos a Dios que su nombre seasantificado por nuestras oraciones, sino que le pedimos que sea santificado en nosotros, porque la fuentede toda santidad, por quin va a ser santificada? Pero, puesto que El dijo: Sed santos, porque yo soy elsanto7, pedimos y rogamos que los que fuimos santificados en el bautismo perseveremos en aquello quecomenzamos a ser. Y un poco ms adelante, tratando del mismo asunto y ensendonos a pedir al Seorla perseverancia, lo que de ninguna manera dira veraz y sinceramente si tal perseverancia no fuese undon de Dios, afirma:Suplicamos que esta santificacin permanezca en nosotros, y puesto que el Seor yJuez nuestro conmina al que san y vivific a que no vuelva a pecar, no sea que le suceda algo peor8,nosotros a la continua, de da y de noche, hacemos esta oracin y pedimos que la santificacin yvivificacin que de su gracia hemos recibido se nos conserve mediante su proteccin. Por ende, cuando,santificados por el bautismo, decimos: Santificado sea tu nombre, este santo Doctor entiende que lepedimos la perseverancia en la santidad, esto es, que perseveremos en la santidad. Y pedir lo que yahemos recibido, qu es sino pedir que se nos conceda tambin el no dejar de poseerlo? As, pues,cuando el santo suplica al Seor que sea santo, pide ciertamente que persevere siendo santo; y lo mismoel casto, que pide ser casto; el continente, continente; el justo, justo; el piadoso, piadoso, y todo lodems que contra los pelagianos defendemos que son dones de Dios, no hay duda que piden laperseverancia en esos bienes que bien saben que han recibido. Si lo reciben, ciertamente reciben lamisma, perseverancia, que es el gran don de Dios, que conserva todas sus ddivas.

    5. Adems de esto, qu pedimos a Dios cuando decimos: Venga a nos tu reino?9 Pues que venga anosotros lo que estamos bien ciertos que ha de venir a todos sus santos. Consecuentemente, los que yason santos (o fieles) piden la perseverancia en esa santidad que ya se les ha concedido, pues no de otramanera ha de venir a ellos el remo de Dios, que solamente viene a aquellos que perseveran hasta el fin.

    CAPTULO III

    6. La tercera peticin es: hgase tu voluntad en el cielo y en la tierra10, o como se lee en muchoscdices, y es lo que ms comnmente se dice: as en la tierra como en el cielo, lo que muchos entiendende este modo: como los ngeles, as nosotros tambin hagamos tu voluntad. El santo Doctor y mrtirinterpreta por cielo y tierra nuestro espritu y nuestra carne, de tal manera que, segn l, nosotrospedimos que ambos en concordancia cumplan la voluntad de Dios. Vio, adems, en estas palabras otrosentido, de todo en todo concordante con la ms pura fe, del que ya hemos hablado, a saber: los fieles,que, como ya revestidos del Adn celestial, merecidamente son llamados cielo, ruegan por los infieles,que son an tierra, puesto que llevan slo el Adn terreno de la primera natividad. Con estoevidentemente indica y afirma que el initium fidei es don de Dios, pues la santa Iglesia ruega nosolamente por los fieles, para que Dios acreciente en ellos la fe o perseveren en ella, sino tambin por losinfieles, a fin de que empiecen a tener esa misma fe que no tenan, y contra la cual tenan predispuestossus corazones. Mas ahora no tratamos del comienzo o principio de la fe, del initium fidei, del que en ellibro anterior yahemos hablado suficientemente, sino de la perseverancia que hay que tener hasta el fin,que es lo que los fieles que hacen la voluntad de Dios piden cuando dicen: Hgase tu voluntad as en latierra como en el cielo. Si ya se ha hecho en ellos la voluntad de Dios, por qu an piden que se haga, ano ser para perseverar en lo que comenzaron a ser? Bien es verdad que se puede replicar aqu que lossantos no piden que se haga la voluntad de Dios en el cielo, sino que se haga as en la tierra como sehace en el cielo; que la tierra imite al cielo, esto es, el hombre al ngel, el infiel al fiel, y,enconsecuencia,los santos piden que se haga lo que aun no se hace, no que persevere lo que es, pues sea todo lo santoque fie quiera un hombre, todava no es igual a los ngeles de Dios y, por consiguiente, no se hace enellos la voluntad de Dios como en el cielo. De aqu que en aquella parte en que deseamos que loshombres de infieles se hagan fieles, no pedimos la perseverancia, sino el initium fidei; mas cuando nosreferimos a que los hombres se igualen a los ngeles en hacer la voluntad de Dios, cuando los santosruegan con esta intencin, bien a la clara se ve que lo que piden es la perseverancia, ya que nadie llega aaquella felicidad suma del reino celestial si no persevera hasta el fin en la santidad que adquiri en latierra.

    CAPTULO IV

    7. La cuarta peticin es: El pan nuestro de cada da dnosle hoy11. El bienaventurado Cipriano nos hacever que tambin aqu lo que se pide es la perseverancia, pues entre otras cosas dice: "Pedimos que senos d cada da este pan, no sea que los que estamos en Cristo, los que somos fieles a Cristo y recibimostodos los das la Eucarista como alimento espiritual de nuestra vida, seamos separados del cuerpo de

  • Cristo si, a causa de algn grave delito, nos vemos precisados a abstenernos de comulgar este pancelestial". Claramente indican estas palabras del glorioso mrtir que los santos piden a Dios laperseverancia cuando con esta intencin pronuncian las palabras El pan nuestro de cada da dnoslehoy, para que no sean separados del cuerpo mstico de Cristo, sino que permanezcan en esta santidad,mediante la cual no cometan pecado alguno que les hiciera merecedores de tal separacin.

    CAPTULO V

    8. En quinto lugar decimos: Perdnanos nuestras deudas, as como nosotros perdonamos a nuestrosdeudores12. En esta peticin es en la nica en que no pedimos la perseverancia, pues los pecados quepedimos nos sean perdonados ya son pretritos, ya pasaron, y la perseverancia que nos hace salvos parasiempre es necesaria en esta vida, no en el tiempo pasado, sino para el que nos queda hasta el fin denuestra existencia terrena. Aqu es muy digno de tenerse en cuenta cmo, exponiendo esta peticin, e1bienaventurado San Cipriano asaeteaba con el dardo de la invicta verdad a los herejes que haban deexistir mucho tiempo despus, a estos pelagianos, que se atreven a decir que el justo ya no hace ningnpecado en esta vida y que en tales hombres se verifica que la Iglesia, ya en este tiempo presente, notiene mancha ni arruga alguna13, la cual es la nica verdadera esposa de Cristo, como si no fueseverdadera esposa de El esta Iglesia que por toda la tierra dice y canta lo que de El aprendi, asaber: Perdnanos nuestras deudas. Pero notad cmo el gloriossimo mrtir descuaja y desmenuza aestos herejes en el citado libro: "Cuan necesariamente, cuan providente y saludablemente se nosadvierte que somos pecadores cuando se nos manda rogar por nuestros pecados para que, al pedirperdn a Dios, el alma escudrie su conciencia! A fin de que nadie se pavonee de inocente y,ensoberbecindose, caiga ms profundo, se le ensea que peca cada da, cuando se le manda que todoslos das pida perdn. Finalmente el apstol San Juan, en su primera Epstola, dice: Si dijremos que notenemos pecado, nos engaamos a nosotros mismos y la verdad no est en nosotros.

    9. Por ende, cuando los santos o fieles dicen: No nos dejes caer en la tentacin, mas lbranos de mal14,qu otra cosa piden sino que perseveren en la santidad? Por tanto, concedindoseles este don de Dios (yque es don de Dios, bien salta a la vista, cuando es a El a quien se le pide), pues concedindoseles el queno caigan en la tentacin, todos los santos consiguen la perseverancia hasta el finen la santidad, ya quepara no perseverar en el camino de la santidad cristiana es necesario que primero se caiga en latentacin. Luego si se le concede que no caiga en la tentacin, ciertamente por don de Dios persiste en lasantidad que del mismo recibi.

    CAPTULO VI

    10. Pero los hermanos a cuento de los cuales me escribs, dicen que "no se debe afirmar de laperseverancia que no se pueda obtener por nuestros ruegos o perder por nuestra mala y contumazvoluntad". Qu poco se fijan en lo que dicen! Tratamos de aquella perseverancia con la que se perseverahasta el fin; pero si no se persever hasta el fin, es que no se concedi, de lo que ya hemos tratadoampliamente. No hay que decir que a alguno se le ha dado la perseverancia hasta el fin mientras nollegue ese fin y cuando se vea que ese tal persevera hasta el fin. Sin duda, llamamos casto al queconocemos ahora como tal, prescindiendo de si continuar o no continuar sindolo; y lo mismo si harecibido de Dios otra virtud cualquiera, que uno puede conservar o perder, decimos que las tiene mientraslas tiene; pero si las pierde, decimos que las tuvo; mas la perseverancia hasta el fin, como no la tienenadie si no persevera hasta el fin, pueden tenerla muchos, pero no puede perderla ninguno. Y no hay quetemer que en quien persevera hasta el fin nazca una mala voluntad de no perseverar hasta el fin.Consecuentemente, podemos alcanzar con nuestras splicas este don de Dios; pero cuando nos ha sidodado, no se puede perder, ya que perseverando hasta el fin, ni ste ni los dems dones de Dios puedenperderse, porque, en efecto, cmo se podra perder lo que hace que no pueda perderse lo perdible?

    11. Se dir quiz que, ciertamente, no se puede perder la perseverancia final cuando se ha recibido, esdecir, cuando se ha perseverado hasta el fin; pero que, en cierto modo, se pierde cuando el hombre concontumacia hace que no pueda llegar a ella, como decimos que el hombre que no persevera hasta el finpierde el reino de Dios o gloria eterna; no que ya la poseyera, sino que la poseera si hubieseperseverado. Dejmonos de cuestiones de palabras. Concedo que muchas cosas que no tenemos, peroque esperamos tener, podemos perderlas; ms quin se atreve a decirme que Dios no puede conceder loque nos manda que le pidamos? Pensar as no slo es irracional, pero tambin insensato; no es de quiensolamente chochea, sino que est rematadamente loco. Mand Dios que sus santos, orando, le digan: Nonos dejes caer en la tentacin15, y en consecuencia, quien pidiendo esto es odo, no se le deja caer enesa tentacin de contumacia, con la que perdera o se hara digno de perder la perseverancia en lasantidad.

    12. Se me replicar: "Es por propia voluntad por lo que el hombre se aparta de Dios, y as merece queDios le abandone". Y quin va a negar esto? Mas precisamente pedimos que no nos deje caer en latentacin para que eso no suceda, y si somos odos, ciertamente no sucede, porque Dios no permite quesuceda, ya que nada se hace sino lo que El hace o permite que se haga. Suficientemente poderoso esDios para doblegar las voluntades del mal al bien y a las inclinadas al mal convertirlas y dirigirlas por

  • caminos de su agrado, por lo que no en balde se dice: Oh Dios!, t que conviertes, vivifcanos16;tampoco se le dice intilmente: No permitas que vacile17; ni aquello de No me entregues a mi pecadordeseo18, y, finalmente, para no cansarnos, porque otras muchas citas se os ocurrirn a vosotros, no enbalde se le dice: No nos dejes caer en la tentacin. Pues a quien no se le deja caer en la tentacin,ciertamente no se le deja caer en la tentacin de su mala voluntad, y si no se le deja caer en sta, enninguna se le deja caer. Segn est escrito: Cada uno es tentado19, atrado y halagado por la propiaconcupiscencia20; mas Dios a nadie tienta con tentacin al mal; porque hay tentaciones tiles, que, lejosde seducirnos, sirven para probarnos, segn aquello: Oh Dios mo!, prubame y tintame21. En cuanto alas tentaciones dainas, de las que dice el Apstol: No sea que os tiente el tentador y sea nuestro trabajointil22, Dios, como dije, no tienta a nadie con ellas, es decir, a nadie induce a esa tentacin. Pues el sertentado y no caer en la tentacin no es malo; por el contrario, es un bien; esto es ser probado. Por ende,cuando decimos a Dios: No nos induzcas en tentacin, qu otra cosa pedimos sino que nonos deje caeren ella? Por esto hay quien dice y en muchos cdices est escrito, como lo pone el beatsimo Cipriano: Nopermitas que caigamos en tentacin; sin embargo, en el evangelio griego siempre vi no nos induzcas ententacin. Es mucho ms seguro el atribuirlo todo a Dios que dar una parte a El y otra para nosotros, yas lo afirma San Cipriano al exponer esta parte de la oracin dominical: "Cuando rogamos a Dios que novengamos a dar en tentacin, se nos hace ver nuestra debilidad e impotencia, para que nadie se ensalceni se adjudique algo con soberbia y arrogancia; y si ha tenido la gloria de confesar a Cristo y aun depadecer por El, no crea que le pertenece, porque el mismo Seor, dndonos lecciones de humildad,dijo: Vigilad y orad para que no entris (caigis) en la tentacin; el espritu, en verdad, est pronto, perola carne es flaca (dbil)23, a fin de que, precediendo la humilde y obediente confesin de nuestradebilidad y atribuyndolo todo a Dios, se nos conceda por su infinita piedad lo que con instantes yhumildes ruegos y con santo temor pedimos".

    CAPTULO VII

    13. Consecuencia de todo lo dicho es que, aunque no tuviramos otras autoridades y documentosprobativos, bastaranos esta oracin dominical en pro de la causa de la gracia, porque no nos ha dejadonada de qu gloriarnos como de cosa nuestra, cuando afirma que es Dios slo el que puede hacernos lagracia de que no le abandonemos y que a El se lo pidamos. Esto de ninguna manera depende de lasfuerzas del libre albedro humano en el estado actual despus de la cada. Si estaba en la potestad delhombre antes del primer pecado de Adn y cunta era la prestancia y poder de la libertad del hombre enaquel primitivo estado, se echa de ver en los ngeles buenos, que, cayendo el diablo y todos sussecuaces, permanecieron firmes en la verdad y merecieron llegar a la seguridad perpetua de no caer, dela que con toda certeza sabemos que ahora gozan. Pero despus de la cada del hombre, quiso Dios quesolo y exclusivamente a su gracia perteneciera el que el hombre vuelva a El y tambin el que no seaparte de El.

    14. Esta gracia psola en aquel por el que fuimos llamados como por suerte, habiendo sidopredestinados segn el decreto del que hace todas las cosas conforme al designio de su voluntad24; y,por ende, as como depende de l, as como obra en nosotros el que nos volvamos y acerquemos a l, lomismo realiza el no apartarnos de El. Por lo cual el profeta le dice: Manifiesta tu poder sobre tu elegido ysobre el hijo del hombre que para ti corroboraste, y ya jams nos apartaremos de ti25. Ciertamente esteelegido no es el primer Adn, en quien nos apartamos de Dios, sino el segundo, sobre el que semanifiesta su potencia para que no nos desviemos del Seor; porque Jesucristo es un todo con susmiembros respecto a la Iglesia, que es su cuerpo y su plenitud. Cuando Dios, pues, manifiesta su poder afin de que no nos apartemos de l, hasta nosotros llega la influencia de Dios, que no es ms que laoperacin por la que permanecemos unidos a Dios en Jesucristo, ya que en Adn nos habamos separadode l. En Cristo fuimos llamados como por suerte, habiendo sido predestinados segn el decreto de aquelque hace todas las cosas conforme al designio de su voluntad. De la potencia de Dios, y no de la nuestra,depende el que no nos apartemos de Dios, porque este adherirse al Seor solamente est en manos dequien dijo: Pondr mi temor en su corazn para que no se aparten de m26.

    15. Por esto es por lo que Dios nuestro Seor ha querido que le pidamos que no nos induzca (no nosdeje caer), porque si no somos inducidos, expuestos a tentacin, de ningn modo nos separaremos du El.No hay que dudar que poda darnos esto sin pedrselo, pero quiso que nuestra misma oracin nosrevelara a quin debamos estos beneficios. De quin sino de aquel a quien se nos mand que se lopidamos? Por consiguiente, no tiene la Iglesia en esta cuestin que hacer difciles indagaciones y ssolamente atender a sus oraciones. Ora la Iglesia a fin de que los incrdulos crean, y Dios los convierte ala fe; ora para que los fieles creyentes perseveren, y Dios da la perseverancia final. Diospreconoci (presupo, si se puede decir) desde toda la eternidad que haba de suceder esto, y estapresciencia constituye la predestinacin de los santos, a los que eligi en Cristo antes de la fundacin delmundo para que sean santos e inmaculados en su acatamiento en caridad, predestinndolos a laadopcin de hijos para El por Jesucristo segn el beneplcito de su voluntad, para alabanza de gloria desu gracia, con la cual los agraci en el amado Hijo suyo; en quien tienen la redencin por su sangre, el

  • perdn de los pecados, segn la riqueza de su gracia, la cual abundantemente les comunic con todasabidura y sentido, notificndoles el arcano de su voluntad conforme al beneplcito suyo, que se propusoen s para dispensarle en el cumplimiento de los tiempos, de recapitular (instaurar) en Cristo todas lascosas, las que en los cielos y las que en la tierra, en El. En el cual tambin fuimos por suerte elegidos,como quienes habamos sido predestinados segn el propsito de aquel que todas las cosas obranconforme a la determinacin de su voluntad27. Quin de fe sana y vigilante admitir cualesquieraclamores humanos contra este tan claro alta voz de la verdad?

    CAPTULO VIII

    16. Pero se objeta: "Por qu la gracia de Dios no se da segn los mritos de los hombres?" Respondo:Porque Dios es misericordioso. "Y por qu no a todos?" Porque Dios es Juez justo; y por estojustamente, precisamente, da su gracia gratis y por justo juicio de Dios se manifiesta en otros qu es loque confiere la gracia a aquellos a quienes se la concede. No seamos, por ende, ingratos si, segn subeneplcito y para la gloriosa alabanza de su gracia, quiere Dios misericordioso librar de bien merecidaperdicin a tantos, cuando, aunque no librase a nadie, no por eso sera injusto, ya que por uno fueroncondenados todos, no por injusta, sino por justa y equitativa sentencia. Consecuentemente, el indultadoame la gracia y la agradezca; y el que no es indultado, reconozca su deuda y que merecidamente sufre lacondena. Si la bondad se manifiesta perdonando la deuda, la equidad resplandece al exigirla; pero nuncapuede verse injusticia alguna en Dios nuestro Seor.

    17. Pero se dice: "Por qu no solamente en los prvulos, sino mismamente en dos gemelos, una mismacausa se resuelve con tan distinta sentencia?" Esta pregunta viene a ser lo mismo que esta otra: "Porqu en causas diversas la misma sentencia?" Recordemos la parbola de aquellos obreros viadores quetrabajaron durante todo el da y los que lo hicieron slo durante una hora28; el trabajo prestado era biendiferente, el salario, sin embargo, fue exactamente el mismo; y acaso los refunfuantes ymurmuradores oyeron del padre de familia otra cosa que "Yo lo quiero as?, y qu?; si a m me da lagana hacer esto, a vosotros qu?" Fue el padre de familias de tal manera liberal para con unos, que noquebrant en lo ms mnimo la justicia para con los otros. Dems de esto, es de notar que all se tratabade recompensas acordadas por el Seor, pero en lo tocante a justicia y gracia, puede decrsele al reo queno se le indulta del reo indultado:Toma lo que es tuyo y vete; a este otro quiero darle lo que no se ledebe; acaso no me es permitido hacer lo que quiera, o ha de ser tu ojo malo porque yo soy bueno?29 Siste replicase: "Y por qu no a m?", merecidamente oira: O homo!, tu quies es qui respondeas Deo?30 (Hombre!, quin eres t para controvertir con Dios?) Reconoce en lo que hace con el primero sumunfica liberalidad; en lo que hace contigo, a un justsimo ejecutor; injusto para con nadie, pues si auncastigando a los dos sera justo, el perdonado tiene por qu darle gracias infinitas, y el castigado, nadatiene que reprocharle.

    18. Se insiste en la objecin y dicen: "Pero; si convena que Dios, para manifestar lo que se deba hacercon todos los hombres, condenara a algunos a fin de que as apareciese ms graciosa su gracia en losvasos de misericordia, por qu en la misma causa me ha de condenar a m antes que al otro, o al otro loha de indultar mejor que a m?" Me preguntas el porqu? A esto no respondo, pues confieso que noencuentro qu responder, y si aun insiste que por qu, en este caso concreto te digo que as como esjusta su ira, como es grande su misericordia, tan inescrutables son sus juicios.

    19. Supongamos que aun insiste: "Y por qu a algunos servidores suyos de buena fe no les concede elperseverar hasta el fin?" Por qu crees t que es sino porque no miente el que dijo: De entre nosotrossalieron, pero no eran de nosotros; porque si de nosotros fueran, hubieran permanecido con nosotros?31 Pero acaso hay dos naturalezas de hombres? De ninguna manera. Si existieran dos naturalezas, nohabra gracia, puesto que nadie sera gratuitamente liberado si se le daba lo que se le deba. Creen loshombres que todos los que parecen buenos y fieles deben recibir la perseverancia final; pero Dios hajuzgado mejor mezclar con sus santos a algunos que no han de perseverar, a fin de que no se creanseguros aquellos a quienes no les conviene la seguridad en las tentaciones de esta vida. De estaperniciosa soberbia retrae a muchos lo que dice el Apstol: Por ende, el que piensa estar firme, mire nocaiga32. Por su propia voluntad cae el que cae y por voluntad de Dios permanece firme el que permanecefirme, pues poderoso es Dios para sostenerlo33; y, por consiguiente, no l a s mismo, sino Dios, y as,bueno es no engrerse,antes bien vivir con temor34. La cada o estabilidad de cada uno es siempre,debida a algn pensamiento, y el Apstol dice, segn recordaba en el libro anterior: No somos capacespor nosotros mismos para concebir algn pensamiento bueno como de nosotros mismos, sino quenuestra suficiencia o capacidad viene de Dios35; y siguiendo al mismo, el bienaventurado Ambrosio seatreve y dice: No estn en nuestra mano (no dependen de nosotros) nuestro corazn ni nuestrospensamientos"; lo que todo el que es humilde y sinceramente piadoso tiene por certsimamenteverdadero.

    20. San Ambrosio, en el libro que escribi titulado De fuga saeculi (De la huida del mundo), desarrollaeste pensamiento, y nos ensea que debemos huir de l, no con el cuerpo, pero con el corazn, lo cual

  • afirma que sin el auxilio de Dios no podemos hacerlo. Dice el captulo 1: "Con frecuencia afirmamos quetenemos que huir del mundo, y ojal fuese el afecto tan cauto y solcito como fcil es el discurso"; pero,desgraciadamente, los halagos engaosos de los terrenales deseos se introducen furtivamente ennosotros y la ofuscacin producida por las vanidades obnubila nuestra mente de tal manera, que estsdndole vueltas en tu magn a aquello mismo que deseas evitar. Es difcil al hombre precaverse contraesto, el evitarlo en absoluto es totalmente imposible; y que es ms un buen deseo que verdaderarealidad, lo atestigua el profeta diciendo: Inclina mi corazn a tus prescripciones y no a la avaricia36. Noestn en nuestra mano ni nuestro corazn ni nuestros pensamientos, que de improviso ofuscan nuestroespritu y lo arrastran a donde no te habas propuesto: a cosas vanas, mundanas, terrenales,voluptuosas, halagadoras; y en el mismo tiempo que intentamos elevar nuestra mente a las cosas delcielo, asaltados por multitud de vanos pensamientos, volvemos a caer, las ms de las veces, en cosas dela tierra". Por consiguiente, no est en la mano del hombre el que los hombres tengan poder para serhechos hijos de Dios37, sino que la reciben de aquel que inspira los buenos pensamientos, por los quealcanzan la fe, que obra por la caridad38; y para adquirir un tan gran bien, conservarlo y progresarperseverantemente hasta el fin no somos capaces por nosotros mismos de concebir ni un buenpensamiento como de nosotros mismos, sino nuestra suficiencia proviene de Dios39, que dispone a suvoluntad de nuestros corazones y de nuestros pensamientos.

    CAPTULO IX

    21. Por qu, entre dos nios, igualmente sujetos al pecado original, se tome a ste y se abandone aaqul, y de dos adultos ya grandevos, impos, se llame a ste de tal modo, que siga al llamante, y alotro, o no se le llame o no se le llame como al primero? Inescrutables son los juicios de Dios. Por qu,entre dos fieles piadosos, a ste se le d la perseverancia final y al otro no? Ms inescrutables todavason los juicios de Dios. Mas lo que los fieles deben tener como cierto de toda certeza es que aqul es delos predestinados, y el otro, no; porque si fuese de los nuestrosdice uno de los predestinados que hababebido el secreto en el mismo corazn de Jess, ciertamente hubiese perseverado con nosotros40. Qusignifica esto de No eran de los nuestros, porque, si fuesen, hubieran perseverado con nosotros?Qusignifica esto, repito? Acaso no fueron ambos creados por Dios? No eran ambos hijos de Adn? Nofueron ambos hechos de tierra y no haban recibido de quien dijo: Yo he hecho todo estado41, almas deexactamente la misma naturaleza?; y, finalmente, no fueron igualmente llamados e igualmentesiguieron la llamada divina, y ambos justificados, y ambos renovados por el bautismo de la regeneracin?A estas preguntas respondera quien no hay duda que saba muy bien lo que deca: "Todas esas cosasson verdad, y, segn ellas, eran de entre los nuestros; sin embargo, segn otra cierta diferencia, no erande los nuestros; porque si fuesen de los nuestros, ambos perseveraran con nosotros". Y cul es, por fin,esta diferencia? Abramos los santos libros de Dios, no apartemos nuestra mirada; la sagrada Escrituraclama, apliquemos nuestro odo: No eran de stos, porque no haban sido elegidos en Cristo antes de laconstitucin y creacin del mundo; no haban conseguido en El esa suerte; no haban sido predestinadossegn el propsito del que lo hace todo, pues si fuesen todo eso, seran de stos y con ellos hubieranperseverado.

    22. Sin hablar de lo fcil que es a Dios el traer a su fe las voluntades apartadas y aun las adversas ocontrarias de los hombres y el obrar en sus corazones de ellos para que resistan y no cedan antecualquier adversidad y no se aparten de l, vencidos por alguna tentacin, puesto que, como dice elApstol, puede no permitir que sean tentados sobre sus fuerzas42, sin hablar de esta omnipotencia delSeor, ciertamente, sabiendo Dios en su presciencia que haban de caer, poda antes de que estosucediera sacarlos de esta vida. Naturalmente, no vamos a tener que dilucidar otra vez y evidenciarcuan absurdo es afirmar que los difuntos son juzgados tambin de los pecados que Dios en su prescienciasabe que haban de cometer si viviesen? Esto es tan contrario y horrendo al sentir cristiano y aun alhumano, que hasta el tener que refutarlo causa rubor. Por qu no decir tambin que la predicacin delEvangelio, que tantos trabajos, sudores y dolores cuesta a los santos, ha sido totalmente intil, ya quelos hombres podan ser juzgados aun no oyendo el Evangelio, en conformidad con la contumacia uobediencia que Dios, mediante su presciencia, preconoci (presupo) que haban de ofrecer los hombresque lo oyesen? Si as fuera, no habran sido condenados los de Tiro y Sidn (aunque sern juzgados conms clemencia que las ciudades no creyentes, en las que Cristo tantos portentos realiz)43, porque sihubieran sido hechos en ellas, hubieran hecho penitencia en cilicio y ceniza, segn palabras de la mismaVerdad, en las cuales Cristo nuestro Seor nos hace ver la profundidad del misterio de la predestinacin.

    23. Si se me pregunta que por qu fueron hechos tantos milagros ante aquellos que vindolos no habande creer y no ante los que creeran si los viesen, qu responder? Acaso lo dicho en cierto librorespondiendo a seis preguntas de los paganos, sin perjuicio, naturalmente, de considerar otras razonesque los prudentes y eruditos pueden investigar? Sabis que preguntndoseme por qu Cristo tard tantoen venir, deca yo en aquel libro: "Jesucristo saba que en los tiempos y lugares en que no se predic suEvangelio, los tiempos haban de ser como fueron muchos do los que tuvieron el privilegio de verlocorporalmente, que ni aun resucitando muertos creyeron en El". Adems de esto, en el mismo libro, unpoco ms adelante, contestando a la misma pregunta, digo: "Qu de particular tiene que Cristo,

  • sabiendo que el mundo en los primeros tiempos haba de estar lleno de gente infiel, no quisiese que suEvangelio fuese predicado a quienes ni a las palabras ni a los portentos haban de creer?" Pero,evidentemente, esto no podemos decirlo de Tiro y Sidn, que, por el contrario, son un ejemplo de losocultos juicios de Dios en las secretas causas de la predestinacin, a la que por entonces no querareferirme. Cosa obvia es acusar de voluntaria infidelidad a los judos, que no quisieron creer ni ante losgrandes milagros hechos a vista de ellos, y el Seor mismo se lo reprocha speramente diciendo: Ay deti, Corozan! Ay de ti, Betsaida!, porque si en Tiro y Sidn se hubiesen hecho los milagros que se hanhecho en vosotros, tiempo ha que hubiesen hecho penitencia cubiertas de cilicio y yaciendo sobreceniza44; pero no podemos decir que los tirios y sidonios no haban de creer a la vista de los milagros yhechos maravillosos si ante ellos se hiciesen, pues Cristo nuestro Seor asegura que hartan penitenciahumilde y sincera si en ellas se hubieren realizado todos aquellos portentos. Sin embargo, el da deljuicio, Tiro y Sidn sern castigadas, aunque bastante menos que esotras ciudades que, a despecho ypesar de tantos prodigios, se mantuvieron ternes en su incredulidad, porque Cristo contina y dice: Portanto, os digo que Tiro y Sidn sern menos rigurosamente castigadas en el da del juicio que vosotras45.En consecuencia, ms severamente sern tratados los judos, ms benignamente los tirios y sidonios;pero todos sern castigados. Ahora bien: si Dios ha de juzgar a los hombres despus de muertos por lospecados que cometeran si hubiesen vivido ms tiempo, luego tambin, porque stos habran sido fieles ybuenos si se les hubiera anunciado el Evangelio con tantas seales y prodigios como a los judos, nosern castigados. No obstante, lo sern; por ende, es falso de toda falsedad que los hombres seanjuzgados despus de muertos por lo que haran si se les hubiese anunciado el Evangelio. Y si esto esfalso, falso tambin es que los nios que mueren sin el bautismo mueren as en castigo de lo que Diosprev, esto es, que aunque viviesen y se les predicase el Evangelio, habran de permanecer en suinfidelidad. No resta ms que el pecado original, por el que son culpables y merecedores de condenacin.Vemos en otros que, teniendo la misma causa, solamente por gracia de Dios totalmente gratuita se lesperdona con la regeneracin (o bautismo), y por oculto, pero justo juicio de Dios (pues en Dios no hayinjusticia)46, a algunos que perecern viviendo psimamente despus del bautismo se les conserva lavida hasta que perezcan, les cuales no pereceran si se hubiera anticipado la muerte a su cada. Enresumen: nadie es juzgado por lo que despus de muerto hara de bueno o de malo si no hubiesemuerto; de lo contrario, los tirios y sidonios no estaran padeciendo ahora por lo que en realidad hicieran,sino que por lo que habran hecho, si se les hubiesen anunciado el Evangelio acompaado de seales yprodigios, hubieran conseguido la salvacin por su gran penitencia y por su fe en Cristo.

    CAPTULO X

    24. Cierto autor catlico bastante notable ha explicado este pasaje del Evangelio de la siguiente forma:"Precisamente, Dios nuestro Seor haba previsto que los tirios y sidonios apostataran de la fe despusde haber hecho en sus ciudades aquellos milagros, y por esto, movido por su misericordia, no los hizoall, para que no fueran merecedores de mayor pena al apostatar de la fe que no habindola tenidonunca". Qu sacaremos de provecho, para la cuestin de que ahora tratamos, de esta opinin de autortan docto y perspicaz? Pues si por su misericordia no quiso nuestro Seor Jesucristo hacer all losportentos mediante los cuales se hubieran convertido a la fe, para que as no sufrieran ms terriblecastigo a causa de la apostasa prevista, claramente se demuestra que nadie es condenado por lospecados previstos, pero no realizados, si precisamente se le ayuda de cualquier manera que sea para queno los cometa, como se dice, si es verdadera la mencionada opinin, que ayud Cristo a los tirios ysidonios, ya que, antes de que apostataran de la fe segn lo previsto, prefiri que nunca la tuvieran. Peroquiz alguno diga: "Y por qu no hizo Dios que adquirieran la fe y se les hiciese la gracia de la muerteantes de perderla de nuevo?" Pues... no s qu hay que responder! Desde luego, quien dice que a losque haban de apostatar y perder la fe se les hizo el gran beneficio de que no la tuviesen nunca, a fin deque no fuesen reos de mayor impiedad, manifiesta bien a la clara que los hombres no son juzgados delos pecados que Dios previo que cometeran si mediante un nuevo beneficio evit que no los hicieran;como pas con aquel de quien dice la sagrada Escritura: Fue arrebatado para que la malicia no echara aperder su entendimiento47. Y por qu no se vel as por los tirios y sidonios: que creyesen y fuesenarrebatados para que la malicia no cambiara su entendimiento, quiz podra responder el patrocinador deesta opinin; pero yo, en cuanto atae a la cuestin de que en este libro tratamos, me doy por satisfechoviendo que, aun en esa sentencia, claramente se demuestra que los hombres ni son juzgados nicondenados por pecados que no hicieron aunque se previera que los habran hecho. Ciertamente, comoya tengo dicho, me da vergenza y me repugna tener que refutar tal aserto, no sea que alguien vaya acreer que le damos alguna importancia; pero antes que callarlo, hemos preferido hacerlo tanbrevemente.

    CAPTULO XI

    25. Todo depende, por tanto, como dice el Apstol, no del que quiere ni del corre, sino de Dios, que usade misericordia48; que as como subviene a los prvulos que l quiere, aun cuando ellos no quieran nicorran, a aquellos que eligi en Cristo antes de la creacin del mundo para darles gratuitamente sugracia, esto es, sin mrito ninguno antecedente ni por su fe ni por sus obras, as tambin a los adultos,

  • aun a aquellos que previ que haban de creer a sus milagros si los hiciera ante ellos, a los que no quieresubvenir y ayudar, no subviene ni socorre, de los cuales en su predestinacin juzg otra cosa por modooculto, incomprensible ciertamente, pero justo, pues no cabe injusticia en Dios,49 sino que inapelablesson sus juicios e ininvestigables sus caminos50; pero todos los caminos de Dios son misericordia yverdad51. Ininvestigable es su misericordia, por la cual del que quiere se compadece52, sin ningunosmritos antecedentes del mismo; e ininvestigable es su verdad (fidelidad), por la que a quien a El bien leparece endurcele el corazn, precediendo desde luego sus mritos malos, pero que a las veces soniguales a los de aquel de quien tiene misericordia. As, entre dos gemelos de los cuales uno es elegido yel otro abandonado, los mritos son iguales, pero su suerte totalmente diferente; en lo que como uno esliberado por la gran bondad de Dios, as el otro es condenado, sin ninguna injusticia de parte suya,porque acaso cabe injusticia en Dios? De ningn modo, sino ininvestigables son sus caminos.Reconozcamos, en consecuencia, su misericordia en aquellos que son liberados y su verdad en aquellosque castiga, y no intentemos investigar lo no investigable ni escrutar lo inescrutable, comprender loincomprensible. De la boca de los nios y de los que maman saca perfecta alabanza53, a fin de que nodudemos ni lo ms mnimo de que lo que vemos en los nios, cuya liberacin no es precedida por ningnmrito bueno suyo, y en aquellos cuya condenacin es precedida por el solo demrito original, comn aambos, tambin sucede en los mayores, es decir, que no creamos que se da la gracia a alguien conformea sus mritos ni que se castiga a nadie sino por sus mritos, aunque los liberados y los castigados tenganiguales o desiguales motivos, a fin de que el que piensa estar firme54, mire no caiga y que el que seglora, glorese en el Seor55.

    26. No veo yo por qu esos hermanos que han motivado vuestra carta no les gusta que se aplique a lacuestin sobre los adultos lo que pasa con los nios. Reconocen y no dudan, contra los pelagianos, laexistencia del pecado original, que entr en el mundo por un hombre, en el cual todos pecaron56, lo queno admiten los maniqueos, que no slo no reconocen autoridad alguna al Antiguo Testamento, perotambin el Nuevo lo aceptan con el privilegio, mejor, con el sacrilegio, de admitir lo que quieran y derechazar lo que no les convenga. Contra estos herejes escrib los libros De libero arbitrio (Sobre lalibertad), que son los que me oponen esas personas todas de que me escribs. Entonces no quise resolverciertas cuestiones incidentales sumamente difciles para no hacer demasiado prolija aquella obra, en laque, contra tan perversos enemigos de la sagrada Escritura, no poda valerme de testimonios de lamisma. Poda contentarme, como entonces lo hice, con proponer varias soluciones, sin decidirme porninguna, y deducir lgica y apodcticamente, cualquiera que fuese la verdadera, que Dios tiene que seralabado siempre y en todas las cosas, sin necesidad ninguna de creer, como ellos creen, en los dosprincipios, del bien y del mal, mezclados y coeternos.

    27. En fin, en el primer libro de mis Revisiones (Retractaciones), obra que vosotros aun no habis ledo,cuando llego a la revisin del De libero arbitrio, digo lo siguiente57: "En estos libros se tratan muchascosas de tal manera, que algunas cuestiones incidentales que yo no poda explicar, o que exiganentonces un muy largo discurso, las difer para mejor ocasin; mas siempre hice ver que, de cualquiermanera que se interpretasen tales cuestiones y que desde cualquier, lado que estuviese la verdad,siempre se demostrase o a lo menos se creyese que Dios ha de ser siempre alabado. Aquella disertacinse compuso contra los que niegan que el libre albedro es el origen del mal, y, por ende, afirman que hayque echar a Dios la culpa, como Creador de todas las naturalezas, queriendo de este modo introducir a lachita callando un principio del mal inmutable y coeterno con Dios, segn su impo y blasfemo error". Y enotro pasaje posterior, pongo de manifiesto "la gran miseria justsimamente infligida a los pecadores, de lacual slo la gracia de Dios libra, pues el hombre, por su libre albedro, espontneamente y por suspropias fuerzas puede caer en pecado, pero no levantarse. A esta miseria, a la cual justamente ha sidocondenado el hombre, pertenecen la ignorancia y las dificultades de todo gnero que padece desde elinicio de su vida, y de este mal nadie se libra sino por la gracia de Dios. Los pelagianos, que niegan elpecado original, no quieren reconocer que la susodicha miseria y pena proceden de la justa condenacininfligida a la naturaleza humana, aunque la ignorancia y las dificultades para el bien son inherentes alestado de pura naturaleza, y por ello, no hay que acusar a Dios, antes habamos de alabarlo, comodemostr en el mismo libro III, captulo 20. All se trata de refutar la hereja maniquea, que, como hemosdicho, no admite las sagradas Escrituras del Antiguo Testamento donde se narra el pecado original, y conimpudicicia detestable afirma que todo lo que en el mismo sentido se lee en los escritos apostlicos hasido interpolado por los corruptores de la sagrada Escritura y no dicho por los apstoles. Por el contrario,contra los pelagianos, que admiten los dos Testamentos, hay que defender la verdad establecida enambos". Hasta aqu lo dicho en el primer libro de mis Revisiones (Retractaciones) al revisar los libros Delibero arbitrio. Y no slo dije esto de tales libros, pero tambin otras muchas cosas que considero prolijoe innecesario insertar aqu, como vosotros mismos supongo que juzgaris cuando leis toda mi obra.Ahora bien: aunque en el libro III De libero arbitrio, al disputar sobre la cuestin de los prvulos, hice verque, aun supuesto que fuese verdad lo que afirman los pelagianos, a saber, la ignorancia y lasdificultades para el bien, sin las que ningn hombre viene a este mundo, no son castigos, sino cosaspropias de la naturaleza humana, quedara refutada la hereja maniquea, que establece dos principios, eldel mal y el del bien, iguales y coeternos; o acaso para refutarla hay que abandonar la fe que contra los

  • pelagianos defiende la Iglesia catlica, afirmando la existencia del pecado original, el reato del cual, ascomo se contrae por la generacin, ha de ser borrado por la regeneracin espiritual? Y si miscomunicantes reconocen con nosotros esta verdad para destruir el error de los pelagianos, por quponen en tela de juicio que Dios nuestro Seor, aun a los prvulos, a quienes da su gracia por medio delbautismo, arrebate del poder de las tinieblas y los traslade al reino del Hijo de su amor?58 Por qu noquieren cantar la piedad y justicia del Seor59 al ver que a unos les da su gracia y a otros no se la da? Ypor qu a unos s y a otros no? Quin conoce los designios, las razones de obrar de Dios?60 Quinpuede escrutar lo inescrutable, investigar lo ininvestigable?

    CAPTULO XII

    28. Dedcese, por lo tanto, que la gracia de Dios se da no segn los mritos de los que la reciben, sinosegn su beneplcito61, para alabanza y gloria de su gracia, a fin de que el que se glora, no se glore ens mismo, sino en el Seor62, que la da a los hombres que quiere, porque es misericordioso, y si no la da,no por eso deja de ser justo, y no la da a los que no quiere, para dar a conocer las riquezas de su gloriaen los vasos de misericordia63 y piedad. Dndola a algunos aunque no la merecen, quiso que fuesegratuita ciertamente y, por ende, verdadera gracia; no dndola a todos, claramente manifiesta y hace verqu es lo que todos merecen. Con esto se muestra Dios bueno al conceder a algunos sus beneficios yjusto en el castigo de los dems; y bueno en todas las cosas, porque es bueno cuando da lo debido ytambin justo cuando, sin perjuicio de nadie, otorga lo no debido.

    29. Es indudable que la gracia de Dios es verdadera gracia, esto es, que se da sin mrito algunoprecedente, aunque los nios bautizados no sean (como sostienen los pelagianos) sacados de la potestadde las tinieblas, porque, segn dichos herejes, no son reos de pecado alguno, sino que solamente sontrasplantados al reino de Dios, pues aun as, sin ningunos mritos buenos, se les da el reino de Dios a losque se les da, y sin ningunos mritos malos, no se les da a los que no se les da. Esto ordinariamenteoponemos a los pelagianos cuando nos objetan que atribuimos la gracia de Dios a la fatalidad, al hado, aldecir que no se nos da segn nuestros mritos. Ellos s que lo hacen depender de la fatalidad en los nioscuando dicen: "Si no hay mrito, el hado lo determina", pues reconocen que en los prvulos no puedehaber mrito alguno por el que unos sean trasplantados al reino de Dios y otros sean excluidos oabandonados. Ahora bien: as como para demostrar que la gracia de Dios no se nos da segn nuestrosmritos he preferido defenderlo en los dos supuestos, a saber, en conformidad con la doctrina de los queafirmamos que los prvulos son reos del pecado original y tambin en la falsa opinin de los pelagianos,que niegan este pecado original, sin que por esto me quepa la menor duda de que tambin los prvulostienen pecado, del que ha de perdonarles aquel que libra a mi pueblo de sus pecados64, as tambin, enel libro III, captulos 20 y 23 de la Obra Sobre el libre albedro, me opuse a los maniqueos, tanto si laignorancia y la dificultad para el bien, sin las que ningn hombre viene a este mundo, eran consideradascual castigos, como si se consideraban como el primer estado de la naturaleza humana; y, sin embargo,sostengo y defiendo solamente una de ellas (la primera).

    30. En balde, pues, se me echa en cara la anterioridad de aquel libro mo a fin de impedir que me ocupe,como debo, de este asunto de los prvulos y de probar con la luz de la transparente verdad que la graciade Dios no se da segn los mritos de los hombres, porque si, cuando siendo del estado laical, empecaquellos libros que termin cuando, ya sacerdote, tena algunas dudas sobre la condenacin de losprvulos que mueren sin el bautismo, y la salvacin de los que reciben ese sacramento, me parece quenadie ser tan injusto y envidioso para conmigo que me prohba progresar en el conocimiento de laverdad y me obligue a permanecer en la duda. Por tanto, pudiendo con ms exactitud entenderse que yonunca dud de estas verdades, aunque para refutar a los maniqueos lo considerara desde distintospuntos de vista, bien que la ignorancia y las dificultades para el bien sean pena del pecado original en losprvulos (como afirma la Verdad), bien que no lo sean, como erradamente dicen algunos, siempre quedaen claro que no hay que admitir el error maniqueo de la existencia de dos principios mezclados, elprincipio del bien y el principio del mal. Lejos de nosotros el que dejemos esta cuestin de los prvuloscomo si dudramos an de que los regenerados en Cristo, si mueren antes del uso de la razn, pasan a lavida eterna, y los no regenerados caen en la muerte segunda, puesto que no se puede entenderrectamente de otra manera lo que est escrito: Por un hombre entr el pecado en el mundo, y por elpecado la muerte, y as se propag a todos los hombres65; y de la muerte eterna, que es justsimasancin del pecado, nadie libra, ni a los pequeos ni a los grandes, sino aquel que por perdonar lospecados originales y nuestros pecados propios muri sin ningn pecado, ni original ni propio. Pero porqu a unos s y a otros no? Una y otra vez repetimos sin pizca de vergenza: Oh hombre!, t quineres para controvertir con Dios?66 Inescrutables son sus juicios e ininvestigables sus caminos...67; yahora aadimos esto: No preguntes cosas ms altas que t y no escrutes cosas que te sobrepujan68.

    31. Veis, pues, carsimos, cuan absurdo es y cun contrario a la sana fe y a la verdad sincera decir quelos prvulos muertos antes del uso de la razn sern juzgados segn lo que Dios preconoci que habande hacer si vivieran? Esta opinin, que ciertamente causa horror a todo espritu humano dotado de una

  • partecica de razn, y especialmente a todo espritu cristiano, se han visto obligados a abrazar todosaquellos que por horror al error pelagiano sostienen que la gracia de Dios por Jesucristo, con la quenicamente nos socorre despus de la cada del primer hombre, en quien todos camos, se nos da segnnuestros mritos. El mismo Pelagio conden y rechaz dicha opinin ante los obispos de Oriente portemor de su misma condena. Luego si no se puede sostener que los hombres sern juzgados de las obrasbuenas o malas que habran hecho si ms hubiesen vivido, puesto que tales obras no son nada y en lamisma presciencia divina futuramente inexistentes; si esto no se puede sostener sin grave error, quresta sino confesar paladinamente lo que defiende la Iglesia catlica contra la hereja pelagiana, a saber:la gracia de Dios no se da segn nuestros mritos, como ms evidentemente se ve en los prvulos?Porque el hado no obliga a Dios a socorrer a unos s y a otros no, siendo la causa comn; ni se puedecreer que las cosas humanas, en lo que se refiere a los nios, no son dirigidas por la Providencia divina,sino por el destino ciego, el ciego acaso, tratndose de salvar o condenar almas racionales, cuando ni unpajarillo cae sobre la tierra sin que lo disponga nuestro Padre celestial69. Ni tampoco hay que atribuir a lanegligencia de los padres el que los prvulos mueran sin el bautismo, de tal manera que para nadaintervengan los juicios divinos, como si los que de esta manera malmueren hubiesen elegido por propiavoluntad los negligentes padres de que nacieron. Y qu diremos del nio que expira antes de que puedaser socorrido y lavado con el bautismo? Bien sabis que a las veces, apresurndose los padres ypreparados los ministros para administrar el bautismo, no se le administra, porque no lo quiere Dios, queno le concedi un poco ms de vida para que se le administrase. Y de qu procede el que Dios salve dela perdicin eterna a los nios de los infieles dndoles lugar a que se les socorra con el bautismo y a loshijos de los fieles no se lo concede? Con todo esto se demuestra con evidencia que Dios no es aceptadorde personas70, pues de otra manera librara Dios antes a los hijos de sus servidores que a los de susenemigos de l.

    CAPTULO XIII

    32. Ms, puesto que aqu tratamos del don de la perseverancia, por qu Dios presta su ayuda a un nobautizado que va a morir, a fin de que no muera sin el bautismo, y a un bautizado que va a caer enpecado no se le socorre, para que muera antes de caer? A no ser que tengamos que escuchar de nuevola absurda respuesta de que nada aprovecha el morir antes de caer, porque hemos de ser juzgados enconformidad con aquellos actos que la presciencia divina prev que haramos si vivisemos. Quin podror esta perversidad tan contraria a la santa fe? Quin lo aguantar? Y, sin embargo, esto se venprecisados a decir los que no confiesan que la gracia de Dios no se da segn nuestros mritos. Los que,por el contrario, la rechazan en vista de su absurdidad y manifiesta falsedad, no les queda otro remedioque condenar lo que la Iglesia conden en los pelagianos e hizo que el mismo Pelagio condenara, asaber: la gracia de Dios no se nos da en consecuencia de nuestros mritos, pues todos los das estnviendo que entre los nios, unos mueren sin ser regenerados por el bautismo y son condenados a muerteeterna, y otros, despus de ser regenerados, salen de esta vida para la eterna; que entre losregenerados adultos, unos perseveran hasta el fin, otros continan viviendo y llegan a caer, los queciertamente no caeran si hubiesen sido librados de esta vida antes de caer; y, por fin, que algunos quehan cado en pecado, se les prolonga la vida hasta que se arrepienten, los cuales en verdad pereceran sihubiesen muerto antes de arrepentirse.

    33. Todo esto nos hace ver con toda claridad que la gracia de comenzar el bien (el initium fidei) y la deperseverar hasta el fin no se nos dan a consecuencia de nuestros mritos, sino segn la secretsima y almismo tiempo justsima, sapientsima y misericordiossima voluntad de Dios, porque a los quepredestin, a sos llam71con la vocacin de la que se ha dicho: Los dones y vocacin de Dios soninmutables72, y a la cual vocacin no se puede afirmar con certeza que pertenezca ningn hombremientras no salga de este mundo. Mas en esta vida humana, que es continua tentacin sobre la tierra73,el que cree estar en pie, vea no caiga74. Por ende, como dijimos en el captulo 875, por la providentsimavoluntad de Dios, los que no han de perseverar estn mezclados con los que perseverarn, para queaprendamos a no presumir, sino a acomodarnos a lo que sea ms humilde76, y con temor y temblortrabajar en nuestra salvacin, pues es Dios el que hace en nosotros el querer y el obrar segn su buenavoluntad77. Por consiguiente, nosotros queremos, pero es Dios el que obra en nosotros el querer;nosotros obramos, pero es Dios quien hace que obremos segn su buena voluntad. Creer y confesar estonos es necesario; esto es lo piadoso, esto es lo verdadero, para que nuestra confesin sea humilde ysumisa y se reconozca que todo viene de Dios. Pensando creemos, pensando hablamos, pensandohacemos todo lo que hacemos; mas en lo referente a las obras de piedad y al culto verdadero deDios, no somos capaces por nosotros mismos ni de un buen pensamiento como de nosotros mismos, sinoque nuestra capacidad viene de Dios78. "No estn en nuestra mano ni nuestro corazn ni nuestrospensamientos", dice San Ambrosio. Y en otro prrafo aade: "Quin hay tan feliz que tenga siempre sucorazn puesto en Dios? Y esto, quin puede hacerlo sin auxilio de la divina gracia?" Nadie ciertamente,y por esto exclama David: Feliz, Seor, aquel a quien vos auxiliis; su corazn se eleva hacia vos79. Paradecir esto no solamente lo lea en las sagradas Escrituras, pero tambin, sin gnero de duda, lo senta en

  • su corazn. As, lo que decimos en el prefacio de la santa misa: Que elevemos los corazones a Dios, esun don del Todopoderoso por el que al mismo Seor Dios nuestro debemos dar gracias, segn nosamonesta el sacerdote, a lo que responden los fieles: Digno y justo es. No estando nuestro corazn ennuestro poder y siendo la gracia divina la que lo eleva para que guste no las cosas de la tierra, sino lasdel cielo, donde est Cristo sentado a la diestra del Padre80, a quin hemos de dar las ms rendidasgracias sino al Seor nuestro Dios, que, librndonos mediante tal beneficio del pilago de este mundo,nos eligi y nos predestin antes de la creacin y constitucin del mismo?

    CAPTULO XIV

    34. Mas algunos dicen: "La doctrina de la predestinacin, segn se acaba de definir, es perjudicial, haceintil la predicacin". Como si esta doctrina hubiera sido perjudicial a las predicaciones de San Pablo!...Acaso este Doctor de las Gentes en la fe y en la verdad, que tantas veces recuerda la doctrina de lapredestinacin, dej de predicar la palabra de Dios? Porque dijo que Dios obra en nosotros el querer y elobrar segn su beneplcito81, dej quiz de exhortarnos a querer las cosas que agradan a Dios y apracticarlas? O porque dijo: Quien empez en vosotros la obra buena, la perfeccionar y completarhasta el da de nuestro Seor Jesucristo82, no aconsej instantemente a comenzar y perseverar hasta elfin? Nuestro mismo Seor Jesucristo nos mand que creysemos diciendo: Creed en Dios y creed enm83, y por esto no son falsas aquellas palabras: Nadie viene a m, es decir, nadie cree en m, si no lo dami Padre84. Ni porque esta afirmacin es verdadera es vano aquel precepto. Por qu, pues, hemos dejuzgar la doctrina de la predestinacin, que la sagrada Escritura tantas veces nos recuerda, comocontraria y perjudicial a la predicacin, a los mandatos, a las exhortaciones, a las correcciones, tanfrecuentes tambin en la sagrada Escritura?

    35. Naturalmente, nadie se atrever a decir que Dios no conoci previamente a aquellos a quienes habade darles la gracia de creer o a los que haba de entregar a su Hijo para que ninguno se perdiera85; y silo previo (lo presupo), necesariamente previo los beneficios por los cuales se digna librarnos. Por ende,la predestinacin de los santos no es otra cosa que la presciencia de Dios y la preparacin de susbeneficios, por los cuales certsimamente se salva todo el que se salva; los qu no, son abandonados porjusto juicio de Dios en la masa de perdicin, donde quedaron aquellos tirios y sidonios, que hubierancredo si hubiesen visto las maravillosas obras de Cristo Jess. Pero como no se les dio aquello por lo quehubieran credo, tambin se les neg el creer. De esto se deduce que algunos reciben de Dios el donnatural de la inteligencia, que les llevara a la fe si oyesen la conveniente palabra de Dios o viesen losmilagros a propsito, y, sin embargo, si por ms altos juicios de Dios no son separados, por lapredestinacin de su gracia, de la masa de perdicin, ni oirn las palabras divinas ni vern los hechos porlos cuales vendran a la fe si oyesen o viesen tales cosas. En esa misma masa de perdicin han quedadolos judos que no pudieron creer ante tan grandes y claras maravillas hechas en su presencia. Y por quno pudieron creer, nos lo dice el Evangelio: Con haber hecho Jess tantos milagros delante de ellos, nocrean en El, para que se cumpliesen las palabras que dijo el profeta Isaas86: "Oh Seor!, quin hacredo a lo que oy de nosotros?87; y por esto no podan creer, pues ya dijo tambin Isaas: Ceg susojos y endureci su corazn para que con los ojos no vean y no perciban en su corazn por temor deconvertirse y de que yo los cure88. No estaba as cegada la vista y endurecido el corazn de los tirios ysidonios, porque hubiesen credo si los milagros que los judos vieron hubiranlos visto ellos. Ms de nadales vali el que podan creer, porque no estaban predestinados por aquel cuyos juicios son inescrutables einapelables sus caminos89. Y ni a los judos perjudicara el que no pudieran creer si fueran predestinadosde tal manera, que Dios iluminase a los ciegos, y a los endurecidos de corazn quisiera quitarles aquel"corazn de piedra". No obstante, lo que el Seor dijo de los de Tiro y Sidn, puede interpretarse de otromodo, a saber: "Nadie viene a Cristo sino aquel a quien se le concede", y se concede a quienes han sidoelegidos en El antes de la constitucin del mundo; lo que, sin duda, confesar quien no tenga cerradoslos odos del corazn a la palabra divina, que penetra por los odos de la carne. Esta predestinacin, quebien claramente est expuesta en el Evangelio, no impide que el Seor diga por lo que se refiere alcomienzo de la fe, o initium fidei: Creed en Dios y creed en m90; y respecto a la perseverancia: Esnecesario orar perseverantemente y no desfallecer, pues oyen estas cosas y las hacen aquellos a quienesse les da; pero no las hacen, iganlas o no las oigan, los que no reciben ese don; porque, dice, avosotros se os ha dado el conocer el misterio del reino de los cielos; a ellos no se les ha dado91. De lascuales dos cosas, una pertenece a la misericordia, otra a la justicia de aquel a quien decimos: Yo, Seor,ensalzar tu misericordia y tu justicia92.

    36. La enseanza del misterio de la predicacin no impide el que se predique y se exhorte a perseveraren la fe y a que se hagan continuos progresos en la misma, para que a quienes se ha concedido obedeceroigan lo que les conviene, porque cmo oirn si no hay quien les predique?93 Dems de esto, el predicary exhortar a ello y a que se persevere hasta el fin no va en contra del misterio de la predestinacin, puesas, el que vive y obedece fielmente, no se engreir de su obediencia como si no fuese un don recibido,

  • sino que quien se glore, glorese en el Seor94. "De nada debemos gloriarnos, cuando nada es nuestro",como fidelsimamente y con toda seguridad ense San Cipriano, estableciendo as de manera inconcusael dogma de la predestinacin, pues si "de nada debemos gloriarnos, cuando nada es nuestro",ciertamente que no debemos gloriarnos de nuestra perseverante obediencia, porque no es nuestra, demanera que no lo hayamos recibido. Esta obediencia es un don de Dios, que El previo que haba de dar atodo fiel cristiano de los llamados con aquella vocacin de la que se dice: Los dones y vocacin de Diosson inmutables95. Esta es la predestinacin que leal y humildemente predicamos. Y, sin embargo, estesanto Doctor y mrtir, que crey en Cristo y persever en su santa obediencia hasta la muerte, no poresto ces de predicar el Evangelio, de exhortar a la fe, a las buenas costumbres y a la perseveranciahasta el fin, aunque haba dicho: "De nada debemos gloriarnos, cuando nada es nuestro"; con lo cual sinambigedad ninguna declar y ense que era verdadera gracia de Dios, es decir, que no se da segnnuestros mritos, y, por ende, tambin la misma predestinacin que Dios previo que haba de conceder asus elegidos. Consecuentemente, si la enseanza del misterio de la predestinacin no impidi a SanCipriano el predicar la obediencia, tampoco a nosotros debe impedrnosla.

    37. As, pues, aunque digamos que la obediencia es un don de Dios, exhortamos a todos los hombres apracticarla; empero, el que lo oigan obedientemente (de manera que obedezcan) es tambin un don deDios dado a aquellos que oyen la exhortacin de la verdad con obediencia, que no es concedido a los queno lo oyen de esta manera, pues no ha sido un cualquiera, sino el mismo Cristo, quien ha dicho: Nadieviene a mi si mi Padre no se lo concede, y a vosotros se os ha dado el conocer el misterio del reino de loscielos, pero\ a ellos no se les ha dado96; y de la continencia dice: No todos alcanzan esta palabra, sinoaquellos a quienes se les ha dado97. Y el Apstol, exhortando a los esposos a la pudicicia conyugal,dice: Quisiera que todos fueseis como yo mismo; mas cada uno tiene su don de Dios, quin de unamanera, quin de otra98. En las cuales palabras bien a la clara ensea que no slo la continencia es undon de Dios, pero tambin la castidad de los casados. Siendo todo esto verdadero, exhortamos, noobstante, a estas cosas en cuanto se nos ha dado que podamos exhortar, pues tambin esto es un donde Dios, en cuyas manos estamos nosotros y todas nuestras palabras99, a lo que dice el Apstol: Segnla gracia que se me ha dado, puse el fundamento cual sabio arquitecto100; y en otro lugar: A cada cualsegn le dio Dios101: Yo plant, Apolo reg, pero Dios dio el incremento. Por ende, ni el que planta ni elque riega son algo, sino Dios, que da el incremento102. As, pues, como exhorta y predica justamente elque ha recibido ese don, del mismo modo, oye sumisamente y obedece al que exhorta y predica quienrecibi ciertamente ste; y de aqu lo que deca nuestro Seor hablando a los que tenan abiertos losodos carnales: El que tenga odos de or, que oiga103, porque en verdad saba El que no todos lo tenan.Mas de quin lo tenan todos los que lo tenan sino de aquel que dice: Les dar corazn paraconocermey odospara or?104 En donde se ve que odos de or es el don de obediencia, para que quienlos tuviere venga a l, a quien nadie puede venir si no se le ha dado por su mismo Padre105. Enconsecuencia, exhortamos y predicamos; pero quien tiene odos de or, oye con sumisin, y el que no lostiene, le pasa lo que est escrito: que oyendo, no oyen106, esto es, que oyen con los odos corporales,pero no prestan asentimiento en su corazn. El porqu unos tienen odos para or y otros no, es decir, porqu el Padre da el que unos vengan a su Hijo y otros no; quin conoce los designios de Dios o quin fuesu consejero?107 T, oh hombre!, quin eres para contender y controvertir con Dios?108 Acaso se hade negar una cosa clara porque no se puede comprender algo que se nos oculta? Tendremos que decirque no es as lo que vemos que as es porque no descubrimos el porqu de que as sea?

    CAPTULO XV

    38. Mas, segn me lo decs en vuestra carta, replican los adversarios: "La correccin y las advertenciassern totalmente ineficaces si pblicamente se les predica a los fieles". La sentencia definida, loestablecido por la voluntad de Dios respecto a la predestinacin es de tal manera, que algunos devosotros, recibida la voluntad de obedecer, vinieseis de la infidelidad a la fe, o recibida la perseverancia,permanezcis hasta el fin en la fe; otros que an permanecen apegados a sus pecados no salen de ellostodava, porque todava no han recibido la ayuda de la misericordiosa gracia de Dios. Sin embargo, sialgunos a los que su gracia predestin para elegidos aun no han sido llamados, recibirn, no obstante, lagracia mediante la cual querris y seris elegidos; y si algunos que ahora obedecis estis predestinadospara ser rechazados, se os quitarn las fuerzas para obedecer, a fin de que cesis de hacerlo. Estasobjeciones no deben asustarnos ni impedirnos confesar y proclamar la verdadera gracia de Dios, a saber,que la gracia se nos concede no segn nuestros mritos; ni de reconocer, en conformidad con la misma,la predestinacin de los santos, lo mismo que no nos asusta el confesar la presciencia de Dios porquealguno hable al pueblo de esta manera: "Ora al presente vivis bien, ora vivis mal, despus seris talescuales Dios ha previsto que seris en lo futuro: ya buenos, si sois buenos; ya malos, si sois malos".Acaso porque algunos al or esto se entreguen a la molicie y a la pereza y se deslicen por la pendientede sus libidinosas concupiscencias hemos de tener por falso lo que de la presciencia de Dios decimos?Qu? Si Dios prev que en lo futuro han de ser buenos, no han de ser buenos aunque ahora sean todo

  • lo malos que quieran? Y si Dios prev que han de ser malos, no sern malos aunque ahora sean buenosa carta cabal? En nuestro monasterio hubo un religioso que, al corregirle los hermanos porque unasveces haca lo que no deba y otras no haca lo que deba, tena por costumbre de responder: "Sea comosea al presente, ser despus tal como Dios ha previsto que ser". Ciertamente deca la verdad; peronada le aprovechaba para adelantar en el bien, sino que avanz tanto en el mal, que, abandonado elmonasterio, se hizo como perro que vuelve al vmito, y, sin embargo, aun no sabemos qu habr de serde l. Acaso por todo esto hemos de callar o de negar lo que con toda certeza se dice de la prescienciadivina? Sobre todo cuando, al no predicar esto, se cae en errores mayores.

    CAPTULO XVI

    39. Hay algunos que no rezan o rezan sin fervor, porque saben, segn dijo nuestro Seor Jesucristo, queDios conoce perfectamente lo que nos es necesario antes de que se lo pidamos109; habr entonces queabandonar esa verdad o borrarla del Evangelio? Todo lo contrario!, pues nos consta que Dios nuestroSeor da unas cosas sin que se las pidamos, como el initium fidei, y otras solamente las da a los que selas piden, como la perseverancia final. Ahora que el que cree que la perseverancia es de su propiacosecha, naturalmente no reza para que se la den. Por consiguiente, hay que tener mucho cuidado, nosea que por temor a que la exhortacin induzca a la tibieza se apague la oracin y se encienda lapresuncin y la soberbia.

    40. Prediquemos, pues, siempre la verdad, sobre todo cuando las circunstancias lo exigenimperiosamente, y que lo entiendan los que puedan, no sea que por callar, a causa de los que no puedenentenderlo, no solamente se les escamotee la verdad a quienes puedan entenderla y aun prevenirsecontra la falsedad, pero tambin se les induzca a error. Fcil cosa es, y a las veces til, callar algoverdadero a causa de los incapaces, como se deduce de aquellas palabras del Seor: Tengo an muchascosas que deciros, pero ahora no las podis comprender110; y lo del Apstol: Yo no he podido hablaroscomo a hombres espirituales, sino como a personas carnales. Como nios an en Cristo, os healimentado con leche y no con manjares ms slidos, porque no erais todava capaces de ellos y ni ahoralo sois111; si bien pudieran decirse algunas cosas de tal modo, que fueran leche para los nios y alimentoslido para los grandes; como, v. gr., estas palabras de San Juan: En el principio era el Verbo, y el Verboestaba en Dios, y el Verbo era Dios112. Qu cristiano puede callar tal verdad y quin comprenderla?Qu verdad ms sublime puede encontrarse en la doctrina cristiana? Y, sin embargo, se les ensea lomismo a los grandes que a los pequeos y aqullos no se la ocultan a stos. Ms si hay circunstancias enque se debe callar la verdad, hay tambin ocasiones en las que es necesario proclamarla a todos losvientos. Prolijo en demasa sera el citar y enumerar aqu todas las causas que, a veces, puedenimpelirnos a callar la verdad. Una de las principales es la de no hacer peores a los que no la entienden,mientras queremos hacer ms doctos a los inteligentes, los cuales al callarnos no se hacen ms doctos,pero tampoco se hacen peores. Y qu haremos ante el dilema de que, si callamos la verdad, seperjudica a los que pueden entenderla, y si la decimos, se hacen peores los que no la entienden? No esmejor decirla, y el que pueda entender, que entienda, que callarla, con lo que ninguno la entiende, peroprecisamente el ms inteligente se hace peor? Tanto ms que oyndola y entendindola puede ensearlaa otros muchos, pues cuanto uno es ms capaz de entender una cosa, tanto ms apto es paraensersela a los dems. Los enemigos de la gracia instan y urgen de todos los modos posibles a fin deconseguir que se crea que se nos da conforme a nuestros mritos, y as, la gracia ya no sea gracia113. Yvamos nosotros a callar lo que la sagrada Escritura nos prescribe que digamos? Temeremos ofender conla verdad a quien no puede comprenderla y no temeremos exponer al error y a la falsedad a quienes lapueden comprender?

    41. Luego o se admite y reconoce la doctrina de la predestinacin tal como nos la ensean las sagradasEscrituras, es decir, que en los predestinados los dones y vocacin son inmutables, o hay que admitir quela gracia se nos da conforme a los mritos, como afirma la hereja pelagiana. Si bien esta sentencia,como ya muchas veces hemos dicho, haya sido condenada por el mismsimo Pelagio, a tenor de las actasde los obispos orientales. Pero aquellos por los que escribimos estas pginas distan tanto de la hereja dePelagio, que, si bien no confiesan an que los predestinados son los que por la gracia de Dios se sometena la fe y perseveran en ella hasta el fin, admiten, sin embargo, que la gracia previene a la voluntad deaquellos a quienes es dada; por ende, en realidad de verdad no creen que la gracia se d gratuitamente,como afirma la eterna Verdad, sino conforme a los mritos de la voluntad precedente, segn defiende elerror pelagiano. La gracia precede a la fe, pues de otra manera, si la fe precede a la gracia, no hay dudaque tambin la voluntad la precede, ya que no puede haber fe sin voluntad de creer; y si la graciaprecede a la fe, porque precede a la voluntad, ciertamente precede a toda obediencia y a toda caridad,con la que nicamente se obedece a Dios sincera y suavemente. Y todas estas cosas las realiza la graciaen aquel a quien se da, y que precede a todas las dems cosas.

    CAPTULO XVII

    Permanecer en estos bienes depende de la perseverancia hasta el fin, que en vano se pide a Dios nuestroSeor si no es l quien por su gracia la produce en aquel cuyas oraciones oye. Ved, pues, cuan contrario

  • a la verdad es el negar que la perseverancia hasta el fin de esta vida es un don de Dios, puesto que Elpone fin a la vida cuando le place, y a quien enva la muerte antes de una grave cada, hcelo perseverarhasta el fin. Pero an ms admirable y evidente es para los fieles la bondadosa largueza de Dios cuandoda esa gracia a los nios que aun no son capaces de obediencia o desobediencia. Y cuando da Dios estosdones a cualesquiera que los d, no hay duda que previo que haba de darlos y los prepar en supresciencia. A los que predestin, a los mismos llam114 con aquella vocacin que no me canso derecordar, y de la que dice la sagrada Escritura: Los dones de Dios son inmutables115, pues disponer yordenar en su presciencia, que ni mudar ni salir fallida puede, sus operaciones futuras es en lo queesencialmente consiste el predestinar, y no es otra cosa. As, lo mismo que aquel del cual Dios hapresabido (previsto) que ser casto trabaja por serlo, aunque l no sabe si Dios lo ha previsto (opresabido), as tambin el que Dios ha predestinado para ser casto, aunque l no lo sepa, no por eso hade regatear sus esfuerzos para serlo, no obstante or que es don de Dios el ser como ha de ser, esto es,casto, y su caridad se enciende ms y ms y no se infla ni enorgullece como si no lo hubiera recibido116.Por tanto, la enseanza de la doctrina de la predestinacin no slo no aminora sus esfuerzos, perotambin le ayuda, y as, cuando se glora, glorase en el Seor.

    42. Lo que acabamos de decir de la castidad, de todo en todo puede decirse de la fe, de la piedad, de lacaridad, de la perseverancia y, en una palabra, de toda obediencia con que debemos obedecer a Dios.Ahora bien: los que dicen que todos los dones nos los da Dios cuando con fe se los pedimos, a excepcindel initium fidei y la perseverancia final, que las hacen depender de nuestra potestad, sin considerarlasdones de Dios, y adems afirman que para obtenerlas y conservarlas no es necesario el influjo divino ennuestros pensamientos y voluntades, por qu no temen que la predicacin del misterio de esapredestinacin haga intiles sus exhortaciones? O es que tampoco creen en la predestinacin de todasesas cosas? Entonces o es que no son concedidas, dadas por Dios, o El no saba que iba a darlas; porquesi las da y saba que iba a darlas, ciertamente las haba predestinado. Por consiguiente, puesto que ellosmismos exhortan a la castidad, a la piedad, a la caridad y a las dems virtudes, las cuales creen ser donde Dios y previstas y presabidas por Dios, luego no pueden negar que son predestinadas y que lapresciencia de Dios no impide ni hace intiles sus exhortaciones. Vean, por tanto, que tampoco debe serobstculo a las exhortaciones la presciencia divina delinitium fidei y de la perseverancia final, si ambas,como es la verdad, son dones de Dios preconocidos, o sea predestinados. Lo que s impide la enseanzade esta doctrina de la predestinacin y lo refuta apodcticamente es el perniciossimo error de quienesafirman que la gracia se nos da conforme a nuestros mritos, para que quien se glora, se glore no enDios, sino en s mismo117.

    43. Para explicar todo esto con mayor claridad a los ms atrasadillos, ruego a los de ms elevado ingenioperdonen mi machaconera. Dice el apstol Santiago: Si alguno de vosotros tiene falta de sabidura,pdasela a Dios, que a todos da copiosamente y a nadie zahiere, y le ser concedida118. Y en losProverbios de Salomn: Dios da la sabidura119; de la castidad se lee en el libro de laSabidura: Sabiendo yo que nadie puede ser continente o casto si Dios no lo da; y propio de la Sabiduraes el saber de quin es ese don120. En consecuencia, tanto la sabidura como la continencia son dones deDios. A lo que asienten estos nuestros contradictores y ni los mismsimos pelagianos, en su dura yhertica perversidad, se atreven a negar verdad tan evidente y perspicua. Mas dicen: "El que nos d Diosestos dones lo alcanza la fe, que empieza por nosotros"; es decir, que es cosa de nuestra cosecha tantoel inicio de la fe como la perseverancia final, y, por ende, estas dos cosas no las recibimos de Dios. Con locual bien a la clara contradicen al Apstol, quien dice: Qu tienes que no lo hayas recibido?121; y almrtir San Cipriano, que afirma: "De nada podemos gloriarnos, cuando nada es nuestro". Pero habiendoya citado estos pasajes y otros muchos que ya da fastidio el repetir, y habiendo demostrado que tantoel initium fidei como la perseverancia final son dones de Dios, y que El no puede no saber previamentequ dones futuros y a quines los ha de dar en el futuro, y, por consiguiente, por El son predestinadostodos aquellos a quienes libra y corona, creen que es una gran objecin esta respuesta: "La doctrina dela predestinacin es contraria a la utilidad de la predicacin, porque, oyendo esa doctrina, nadie seexcitar ante los estmulos de la correccin. Por esto no quieren predicar que es un don de Dios lo mismoel llegar a creer que el permanecer en la fe, no sea que en vez de animar, se descorazone a los oyentes alver cun imposible es a la ignorancia humana saber a quin dar Dios esos dones o a quin se losnegar". Pero entonces, por qu estos hermanos ensean, como nosotros, que la castidad y la sabidurason tambin dones de Dios?; pues si el predicar esto no obsta para que seamos exhortados a ser castos ysabios, cul es la razn que impide la exhortacin a abrazar la fe y permanecer en ella hasta el fin, si seafirma que stos son dones del Seor, como paladinamente lo dice la sagrada Escritura?

    44. Dejando aparte lo de la continencia, veamos qu nos dicen las sagradas letras respecto a lasabidura. El ya citado apstol Santiago afirma: La sabidura que desciende de arriba, adems de serhonesta y llena de pudor, es pacfica, moderada, dcil, suasible, llena de misericordia y de excelentesfrutos, que no se mete a juzgar y es ajena a toda hipocresa122. No veis de qu abundancia de donesperfectos est grvida la sabidura que desciende del Padre de las luces? Todo don perfecto y toda ddiva

  • preciosa, dice, viene de arriba, como que desciende del Padre de las luces123. Por qu, pues, corregimosa los impdicos y pendencieros (por no hablar de otras cosas), a quienes, no obstante, predicamos queesa sabidura honesta y pacfica es un don de Dios, y no tememos que, no conocedores de la voluntad deDios, encuentren en nuestra predicacin ms motivos de desesperacin que de alientos a la virtud, y que,lejos de airarse contra s mismos ante nuestra correccin, se vuelvan contra nosotras al reprenderlos,porque no tienen lo que no depende de su voluntad, sino de la liberalidad divina? En fin, por qu lapredicacin de esta gracia no impidi al apstol Santiago el reprender a los inquietos y turbulentos ydecirles: Si tenis un celo amargo y el espritu de discordia en vuestros corazones, no hay para qugloriaros y levantar mentiras contra la verdad, que esa sabidura no es la que desciende de arriba, sinoms bien una sabidura terrena, animal y diablica; porque donde hay tal celo y discordia, all reina eldesorden y todo gnero de vicios?124 Por ende, as como hay que reprender a los pendencieros, segndice la sagrada Escritura y como lo hacen con nosotros los hermanos a quienes nos dirigimos, sin que aestas reprimendas se oponga nuestra afirmacin de que esta "sabidura pacfica", mediante la que sanany se corrigen los inquietos y turbulentos, es un don de Dios, as tambin hay que corregir a los infieles ya los que no permanecen en la fe, sin que obste la doctrina de que tanto el principio o initium de la fecomo su perseverancia en ella son dones gratuitos de Dios. La sabidura se obtiene por la fe, porquehabiendo dicho Santiago: Si alguno de vosotros tiene falta de sabidura, pdasela a Dios, que a todos dacopiosamente y no zahiere y le ser concedida125, inmediatamente aade: pero pdala con fe, sinsombra de duda; pero porque d Dios la fe antes de que se le pida, no hay que decir que no es dondivino y s cosa de nuestra cosecha. El Apstol dice bien claramente: Paz a los hermanos y caridad y fede parte de Dios Padre y del Seor Jesucristo126; por consiguiente, de aquel de quien proceden la paz yla caridad, del mismo viene la fe, por lo cual no solamente le pedimos que la aumente a los que ya laposeen, pero tambin que se la d a los que no la tienen.

    45. Ms an; los mismos para quienes escribimos esto, y que vociferan que la doctrina de lapredestinacin y de la gracia impide la correccin, no se limitan a exhortar a aquellos dones que nodependen de Dios, segn ellos, sino de nosotros solos; v. gr., el initium fidei y la perseverancia final, yciertamente deban concretarse a lo siguiente: exhortar a los infieles a creer y a los fieles a perseverar enla fe; pero todo lo dems, que es don de Dios (segn lo admiten para evitar el error pelagiano), como lapureza, la continencia, la paciencia, etc., etc., virtudes por las cuales uno es justo, y que se obtiene deDios por la fe, deban ensear que haba que pedirlas al Seor para s o para otros, pero no exhortar aadquirirlas y conservarlas. Empero, cuando exhortan y confiesan que hay que exhortar a los hombres a laprctica de estas virtudes, bien paladinamente manifiestan que nuestras exhortaciones a la fe y a laperseverancia final no son intiles porque digamos que ambas son dones de Dios.

    46. Pero dicen: "Por culpa propia abandona uno la fe cuando cede y consiente en la tentacin deabandonarla". Quin lo va a negar? Pero y por esto vamos a decir que la perseverancia no es don deDios? Todos los das la pide el que reza: No nos dejes caer en la tentacin127; y si su oracin es oda, larecibe, y al pedirla todos los das, ciertamente no pone la esperanza de su perseverancia en s mismo,sino en Dios. Finalmente, para no ser pesado y machacn en demasa, dejles a solas con aquellas suslamentables palabras: "La doctrina de la predestinacin es para los oyentes, ms que una exhortacin ala virtud, motivo de desesperacin". Lo que en lenguaje corriente quiere decir: el hombre tiene quedesesperar de su salvacin cuando pone la esperanza de la misma no en s mismo, sino en Dios, y a estodice el profeta: Maldito quien pone su esperanza en el hombre128.

    47. Los dones, pues, que se dan a los elegidos, llamados segn el designio de Dios, entre los cuales estel empezar a creer y el perseverar en la fe hasta el ltimo instante de la vida, como con tal balumba derazones y autoridades hemos probado, estos dones, digo, no son previstos (presabidos) por Dios si ladoctrina de la predestinacin que defendemos no es verdadera; pero ciertamente, con toda certeza, sonpresabidos, previstos por Dios (y esto es la predestinacin), luego la doctrina que defendemos esverdadera.

    CAPTULO XVIII

    A las veces, la predestinacin se designa con el nombre de presciencia; as dice el Apstol: No rechazDios a su pueblo, que conoci en su presciencia129. Esta palabra"praescivit", previo (presupo), no tieneotro significado que predestinar, como se ve por el contexto. Tratbase de las reliquias de los judos, quehaban sido salvas, dejando perecer a los dems, pues poco antes haba dicho lo que el profeta deca aIsrael: Todo el da tuve mis manos extendidas a ese pueblo incrdulo y rebelde130; y como si alguienhubiese respondido: "Dnde quedan entonces las promesas de Dios a Israel?", el Apstol aade alpunto: Y digo yo ahora: Por ventura ha desechado Dios a su pueblo? No por cierto, porque yo mismosoy israelita, del linaje de Abrahn y de la tribu de Benjamn131; como si dijera: "Yo soy de esa mismaplebe"; y por fin, aade la frase de que aqu tratamos: No rechaz Dios a su pueblo, que conoci en supresciencia132. Y para demostrar que la salvacin de aquel pequeo nmero de israelitas fue gracia deDios y no mrito de sus obras aade: No sabis lo que de Elas refiere la Escritura, de qu modo dirige

  • la Dios sus quejas contra Israel133, etc., etc. Mas qu le responde el orculo divino? Heme reservadosiete mil hombres, que no han doblado su rodilla ante Baal. Donde es de notar que no dice: "Me hanreservado" o "Se me reservaron", sino Heme reservado134. As, pues, en este tiempo, por eleccin degracia, por eleccin gratuita, se ha salvado ese pequeo nmero residuo. Ms si por gracia, es decir,gratuitamente, luego no por sus Obras; de otra manera, la gracia no sera gracia135. Y como conclusinde todo lo que acabamos de referir:Qu, pues?, dice respondiendo a esta interrogacin: Que Israel noha hallado lo que buscaba (la justificacin), pero la han hallado los escogidos, habindose cegado todoslos dems136. Por estos escogidos y por este pequeo nmero de israelitas salvados por la eleccin de sugracia designa San Pablo al pueblo, que no rechaz, porque lo previo. Esta es aquella eleccin mediantela cual a los que quiso, escogi en Cristo antes de la creacin del mundo para ser santos y sin mcula ensu presencia, por caridad, habindolos predestinado a ser hijos suyos adoptivos137. Por consiguiente, anadie que entienda estas cosas le est permitido dudar o negar que donde dice el Apstol: No rechazDios al pueblo suyo, al cual conoci en su presciencia, quiso significar la predestinacin. Conocipreviamente el pequeo nmero de israelitas que por eleccin de su gracia se haba de salvar, esto es,los predestin. S