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Sebastin Gmez, El derrotero de Los Libros (19691976) y su crtica pedaggica. La interpretacin educativa de
Antonio Gramsci a travs de Christine Buci-Glucksmann, Izquierdas 28: 292-314, Julio 2016
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El derrotero de Los Libros (19691976) y su crtica pedaggica. La
interpretacin educativa de Antonio Gramsci a travs de
Christine Buci-Glucksmann
The course of Los Libros (1969-1976) and its pedagogical critic. Educational
interpretation of Antonio Gramsci by Christine Buci-Glucksmann
Sebastin Gmez
Resumen
El artculo contribuye al abordaje de la recepcin pedaggica de Gramsci en Argentina a
travs del anlisis de una revista caracterstica de la nueva izquierda intelectual: Los Libros
(1969-1976). Fundamenta que la publicacin, en un proceso conflictivo, mantuvo la
especificidad de la crtica cultural y pedaggica. Aunque Gramsci result evocado en
distintas oportunidades, Los Libros, le dedic una interpretacin mediante la traduccin de
un escrito de C. Buci-Glucksmann. Desde una lectura althusseriana del comunista italiano,
su interpretacin responda al proyecto crtico-pedaggico de la publicacin.
Palabras clave: Los Libros, Gramsci, crtica pedaggica, Althusser; Buci-Glucksmann.
Abstract The article contributes to addressing the educational reception of Gramsci in Argentina
through the analysis of a feature magazine new intellectual left: Los Libros (1969-1976).
Founded that the publication, in a conflictive process, kept the specificity of cultural and
educational criticism. Although Gramsci was evoked on several occasions, Los Libros,
gave him an interpretation by a written translation of C. Buci-Glucksmann. From a reading
of the Italian Communist by Althusser, responding to critical interpretation-education
project of the publication.
Keywords: Los Libros, Gramsci, pedagogical critic, Althusser, Buci-Glucksmann.
Argentino. Doctor de la Universidad de Buenos Aires en Educacin. Mgr. de la Universidad de Buenos
Aires en Pedagogas Crticas y Problemticas socioeducativas. Lic. en Ciencias de la Educacin UBA.
Investigador becario del Consejo Nacional de Investigaciones Cientficas y Tcnicas (CONICET). Correo
electrnico: [email protected]
mailto:[email protected]
Sebastin Gmez, El derrotero de Los Libros (19691976) y su crtica pedaggica. La interpretacin educativa de
Antonio Gramsci a travs de Christine Buci-Glucksmann, Izquierdas 28: 292-314, Julio 2016
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Introduccin
El artculo se inscribe en una tesis doctoral en educacin realizada en la Facultad de
Filosofa y Letras Universidad de Buenos Aires (UBA): La recepcin y usos de Antonio
Gramsci en la nueva izquierda pedaggica y el nacionalismo popular pedaggico (1959
1976) (Argentina). Contribuye a la indagacin de la recepcin educativa del comunista
italiano a travs del anlisis de una publicacin caracterstica de la nueva izquierda
intelectual: Los Libros (LL, 1969 1976). Se estructura en dos momentos. Primero:
establece una racconto del derrotero de la revista, distinguiendo dos etapas. A diferencia de
las perspectivas predominantes que analizan a la publicacin en clave de una
sobrepolitizacin ascendente y asfixiante a expensas de una prdida ejercida sobre lo
especfico, argumenta que bajo un signo contradictorio y conflictivo, LL persisti en la
crtica cultural en su segunda etapa. Segundo: polemiza con una asidua interpretacin
historiogrfica que analiza el itinerario del revolucionario sardo por Argentina y Amrica
Latina en trminos de oposicin a la corriente althusseriana, ahondando la interesante veta
sugerida por Starcenbaum1.
Aunque categoras gramscianas se emplearon por distintos autores/as a lo largo de la
publicacin sin ofrecer un tratamiento particular de la obra de Gramsci, en el n 32
(octubre/noviembre de 1973) consagrado al tpico educativo, LL reprodujo un artculo de la
filsofa francesa Christine Buci-Glucksmann, Gramsci y la cuestin escolar. De manera
tensa con las claves de lectura del acervo gramsciano sugeridas por su maestro, L.
Althusser, C. Buci-Glucksmann ofreca una renovada exgesis que responda al doble
proyecto crtico educativo de LL: a) elucidar la dominacin ideolgica del aparato escolar;
b) fundamentar una intervencin poltica en la institucionalidad educativa burguesa.
El presente manuscrito expone resultados producidos a travs de un enfoque cualitativo,
esto es, un enfoque que busc reconstruir la trama y el sentido del empleo pedaggico de
Gramsci en LL. De ah que se desplegaron estrategias y tcnicas metodolgicas de corte
cualitativo para responder a este ejercicio hermenutico. Concretamente se recolectaron
datos mediante la indagacin documental, centrndose en LL y el libro de C. Buci
Glucksamnn dedicado a la obra de Gramsci2. Las revistas culturales de aquellos aos,
adems de expresar zonas conflictivas de interseccin entre la actividad editorial y la
1 Marcelo Starcenbaum, (2011), El marxismo incmodo: Althusser en la experiencia de Pasado y Presente,
Izquierdas, n 11, 2011, 35-53.
En el artculo se refiere al althusserianismo como una tendencia poltico-filosfica inaugurada por L.
Althusser a travs de una serie de escritos entrada la dcada del 60: La revolucin terica de Marx (1965),
Para Leer el Capital (1967), La filosofa como arma de la revolucin (1968) e Ideologa y aparatos
ideolgicos de Estado (1969) que se afincaron en la axiomtica global del estructuralismo lvistrasussiano.
El althusserianismo conform una escuela ntida de pensamiento en los 60 de ampla repercusin, que entr
en revisin y crisis hacia los aos 70. Ver Emilio De Ipola, Althusser, el infinito adis, Bs. As., Siglo XXI,
2007.
2 Christine Buci Glucksamnn, Gramsci et l'tat (Pour une Thorie Matrialiste de la Philosophie), Paris,
Fayard, 1975. Traducido al espaol, Gramsci y El Estado (Hacia una teora materialista de la Filosofa),
Mxico, Siglo XXI, 1978.
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intervencin poltica, se caracterizaron por trazar un crculo para sealar el lugar que
ocupaban o aspiraban a ocupar, tomando distancia, de manera ms o menos polmica, de
otras posiciones. A travs de la inclusin de ciertos escritos (como declaraciones,
manifiestos, publicidades, etc.) pretendan crear vnculos y solidaridades estables,
instaurando un nosotros y un ellos. Trasuntaban, en muchos casos, una estrategia de
grupo que se dirima en una sintaxis, aprehensible no slo en las declaraciones editoriales
sino tambin en la disposicin y contenidos de los textos. El anlisis de esta sintaxis de la
revista es decisivo para determinar sus contornos ideolgicos y estticos, su poltica (esto
es, el campo de lo deseable y lo posible de cada proyecto) y su geografa (es decir, el
espacio de circulacin y el espacio imaginario en el que se ubicaba idealmente el proyecto
de la publicacin)3. Bajo este tratamiento de la fuente documental, el empleo de Gramsci
slo es inteligible al dar cuenta de los propsitos centrales, los antagonismos y las
modificaciones de la publicacin a lo largo de su existencia. De all que, como se intentar
demostrar, el artculo de C. Buci-Glucksmann ofreca una interpretacin del legado
gramsciano inscripto en el proyecto y la demarcacin poltico-terica de la publicacin.
Como ya se dijo, tambin se indago el libro de C. Buci Gluksmann. Es sabido que mientras
la fuerza de las revistas culturales reside en la capacidad de cristalizar determinada
estrategia susceptible de adecuarse en su devenir y permanecer atenta al signo de la
coyuntura, el libro suele conservar una mayor distancia respecto de la inmediatez,
colocando el foco en la elaboracin de algn tipo de sistema conceptual4. En este sentido, el
abordaje del libro de la autora busca dar cuenta de los propsitos y nudos conceptuales que
atravesaron su artculo, iluminando coincidencias con la estrategia y el proyecto crtico-
pedaggico de LL.
En la investigacin del itinerario de la obra de autores y autoras, como Gramsci para este
caso, es indudable distinguir el campo de origen del de recepcin, dando cuenta de los
intereses especficos en pugna del ltimo como tambin de las marcaciones e
interpretaciones de los receptores. Existe un carcter productivo en la lectura y en los
usos de la obra de un autor/a5 que reclama conjugarse con su historicidad. Asimismo no se
trata de develar empleos correctos e incorrectos en referencia a una interpretacin vlida,
sino de comprender modalidades y condiciones de posibilidad socio-histricas y socio-
polticas de determinados usos6.
3 Beatriz Sarlo, El rol de las revistas culturales, Bs. As., Facultad de Filosofa y Letras Universidad de
Buenos Aires, 1992; Adriana Petra, El momento peninsular. La cultura italiana de posguerra y los
intelectuales comunistas argentinos, Izquierdas, n 8, 2010, 1-25. 4 Beatriz Sarlo y Carlos Altamirano, Ensayos argentinos. De Sarmiento a la vanguardia, Bs. As, Centro
Editor, 1983. 5 Hans-Robert, Jauss, Pour une esthtique de la rception, Pars, Gallimard, 1978.
6 Horacio Tarcus, Marx en la Argentina. Bs. As., Siglo XXI, 2007, 20-21.
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El periplo de Los Libros (19691976). La permanencia de la crtica cultural
LL fue una publicacin caracterstica de la nueva izquierda intelectual en Argentina
hacia fines de los aos 60 y principios de los 70. El primer nmero apareci en cercana al
Cordobazo, julio de 1969, y el ltimo, el n 44, en enerofebrero de 19767. Durante su
periplo estuvo atravesada por dos procesos caractersticos de los aos 60/70: la
modernizacin cultural y la radicalizacin poltica. En otras palabras, LL se dirimi entre
un discurso especializado y una pretendida intervencin poltica desde su propia esfera de
competencia.
Hctor Toto Schmucler que en 1968 haba vuelto a la Argentina luego de estudiar en
Francia con Roland Barthes promovi el proyecto de LL y lo dirigi en soledad hasta el n
23 (noviembre de 1971), cuando se conform un Consejo de Redaccin. La revista asumi
como modelo de referencia la publicacin francesa La Quinzaine Littraire (fundada en
1966 por Maurice Nadeau y Franois Erva). Como sta, su propuesta original resida en
intervenir mensualmente en el mercado editorial reseando libros de distintas reas:
literatura, antropologa, comunicacin, psicoanlisis, filosofa, pedagoga. En sus inicios, el
libro fue el formato predilecto constituyndose como el objeto decisivo. Se pretenda
divulgar conceptualizaciones que hasta entonces eran patrimonio de grupos restringidos de
expertos, y desacralizar as la impronta burguesa de la literatura. La revista era vendida en
quioscos, lo cual insinuaba su ansia de popularizacin, sin por ello perder agudeza crtica.
El primer subttulo es indicativo del proyecto original de LL: Un mes de publicaciones
en Argentina y el mundo. La publicacin estaba animada por objetivos modernizadores:
poner al da, actualizar, los saberes producidos en las distintas reas de conocimiento y, con
ello, dar a conocer nuevas corrientes de pensamiento como la antropologa estructural, el
psicoanlisis lacaniano o el marxismo althusseriano. La nota editorial del primer nmero,
con el ttulo La creacin de un espacio, ilustraba los propsitos de LL y sus aires
modernizadores. En principio, buscaba llenar un vaco, sin reconocer antecedentes, ni
7 Existen una serie de trabajos que han abordado el recorrido de LL. En ellos, en general, se ha puesto el eje en
el tratamiento de la cuestin literaria, pero la faceta pedaggica y los usos de Gramsci en la publicacin han
sido inexplorados. Entre los trabajos sobre LL se encuentran:
Jorge, Panesi, La crtica argentina y el discurso de la dependencia, Panesi, J. Crticas. Bs. As., Norma, 2000
[1985], 17-48; Eva Fontdevila y Adrin Pulleiro, Los Libros. De la modernizacin a la partidizacin,
Revista Zigurat, n5, 2004, 168173; AA.VV, Los Libros: la construccin de un texto posible, entre el
Cordobazo y el Golpe. El Matadero. Revista crtica de literatura argentina, n 4, 2005, 241260; Jos Luis
De Diego, Quin de nosotros escribir el Facundo? Intelectuales y escritores en Argentina (1970 1986),
La Plata, Al Margen, 2007; Anna Popovitch, La recepcin de Althusser por la Nueva Izquierda Argentina: el
caso de Los libros (19691976). Granados Garca, A. (coord.), Las revistas en la historia intelectual de
Amrica Latina. Mxico, Universidad Autnoma Metropolitana / J. Pablos, 2012, 127-143; Patricia Somoza y
Elena Vinelli, Para una historia de Los Libros, Los Libros: edicin facsimilar. Bs. As., Biblioteca nacional,
2011, 9-19; Adrin Celentano, Insurreccin obrera y compromiso intelectual, Archivos de historia del
movimiento obrero y la izquierda, n 4, 2014, 5376.
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parentescos. Como en otras franjas de la nueva intelectualidad de la dcada del 60, se abra
camino sin recurrir a maestros8.
El proyecto era radicalmente nuevo y estaba signado por la exclusin acadmica de sus
actores. El vaco divisado no se relacionaba slo con una vacancia en el mercado editorial
sino tambin con las caractersticas de una universidad intervenida por los sectores ms
conservadores. Como es sabido, los efectos de la Revolucin Argentina (1966-1973) no
fueron uniformes en las universidades, pero la Facultad de Filosofa y Letras de la UBA se
vio particularmente afectada. Una revista como la mentada por H. Schmucler, editada en
Buenos Aires, no encontraba, para sus animadores, eco alguno en la facultad intervenida,
reacia a las nuevas tendencias intelectuales. As los parmetros de legitimacin de la
actividad intelectual transcurran entre pares y en contraposicin con sus mayores. La
revista tampoco era la expresin de alguna organizacin poltica. En suma, LL se vio
compelida a construir su propio anclaje institucional. El apoyo inaugural de la editorial
Galerna y de Guillermo Schavelzon (que apareci como editor responsable), result vital.
Ahora bien, si exista un vaco, en qu consista ese espacio a ocupar? Cules eran los
lmites de este nuevo espacio? La expresin francesa nouvelle critique nueva crtica
determinaba los parmetros. Novedad y crtica, modernizacin cultural y radicalizacin
poltica, se anudaban en el proyecto original: Se trata pues, de crear un espacio que en el
caso de Los Libros tiene un terreno preciso: la crtica, darle un objeto definirla y
establecer los instrumentos de su realizacin permitirn dibujar la materialidad con la que
se pretende llenar el vaco de la recordada expresin de circunstancia9.
Dos aspectos resaltan aqu10
. Por un lado, la crtica no se defina como una prctica sino
como un espacio, un terreno. Las huellas del influyente estructuralismo se advertan en
el proyecto original. Como en otras franjas de la nueva intelectualidad durante los aos 60,
el faro poltico intelectual se corra de J. P. Sartre para afincarse en el estructuralismo. Por
otro lado, la crtica no se adjetivaba. Ni crtica literaria, ni crtica poltica, ni crtica social.
Crtica a secas. Tambin aqu, sobrevolaban las marcas del estructuralismo. R. Barthes
ya haba proclamado la intransitividad de la escritura, su innecesario complemento. A
travs de la crtica del libro se cuestionaba y abordaba el pensamiento en su conjunto. Y en
este pasaje, la ideologa, en tanto objeto de la crtica, operaba como mediacin. Se
consideraba que en todo discurso exista un nivel de significacin que era preciso y posible
desentraar. Al permanecer el lenguaje cargado de ideologa, el objetivo se ampliaba a la
totalidad del pensamiento y no se resuma al lenguaje literario.
Si bien es improcedente reducir la influencia en este aspecto al legado althusseriano, su
ascendencia resultaba ms que evidente. Recurdese que el filsofo francs haba definido
la ideologa, en una sociedad clasista, como una falsa conciencia. Toda ideologa que
explicitaba, tambin enmascaraba. Lejos de suministrar a los hombres el conocimiento
objetivo del sistema social, daba pie a una representacin mistificada y deformante. La
8 Oscar Tern, Nuestros aos sesentas. La formacin de la nueva izquierda intelectual en la Argentina, 1956
1966, Bs. As., Puntosur, 1991, 97. 9 Editorial, Los Libros, n 1, julio de 1969, 3.
10 De Diego, op. cit, 24.
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nueva crtica estaba destinada a desenmascarar, a interrogar las ideas. El enemigo de esta
tentativa no era otro que el realismo. Los nuevos instrumentos liberaban al crtico de la
lectura ingenua. Se deba trabajar y desmenuzar, bajo la certeza de contar con los medios
adecuados, al propio texto, a su realismo. Tambin aqu soplaban los aires de un proyecto
modernizador11
que se conjug con el sitio asignado al trabajo intelectual por parte del
proyecto althusseriano12
. La prctica terica de una ciencia reclamaba cierta autonoma de
la prctica poltica, trabajaba con los hechos ideolgicos elaborados por la prctica
tericoideolgica anterior, a la que someta a crtica, y contribua decididamente a la lucha
de clases al ofrecer un conocimiento objetivo de las leyes de la dinmica social. En LL, al
igual que en L. Althusser, el trabajo terico se jerarquizaba y, paulatinamente, la
publicacin le asign, como el filsofo francs, un lugar especfico en la conflictiva escena
poltica y en la tarea de someter a crtica los desarrollos tericos e ideolgicos circundantes.
La escisin althusseriana entre ciencia e ideologa apareca como fundamento de esta
tentativa.
Existen hilos de continuidad a lo largo del trayecto de LL, pero es posible divisar dos
etapas, siendo el n 29 (marzoabril de 1973) el momento divisorio. En su recorrido, la
unidad entre modernizacin y radicalizacin persisti, aunque tuvo nfasis distintos. La
primera etapa es identificable por la presencia de H. Schmucler en la direccin, el formato
tabloide y por el rasgo sobresaliente de una revista crtica de libros que se fue extendiendo
progresivamente hacia otros objetos culturales y procesos polticos latinoamericanos. La
segunda etapa, marcada por la direccin de Carlos Altamirano, Ricardo Piglia y Beatriz
Sarlo, as como por el desplazamiento de H. Schmucler, se caracteriz por una mayor
extensin y menor cantidad de artculos. Adems de operar una mudanza del inters inicial
por los procesos regionales a la confrontacin entre China y la URSS, la Revolucin China
y la divulgacin de textos de Mao TseTung, se habilit la inclusin de anlisis de la
coyuntura y, por tanto, exigi una mayor precisin poltica. Tambin implic cambios
estticos: se abandon el formato tabloide por uno reducido y, tendencialmente,
desaparecieron las ilustraciones en la tapa, que fueron reemplazadas por los ttulos de las
notas centrales. Por ltimo, la frecuencia: pas de una publicacin mensual a rodar cada dos
meses.
Aunque el n 29 result decisivo, la publicacin estuvo atravesada por diversos puntos
de inflexin. Uno de ellos acaeci en el n 8, mayo de 1970. La nota editorial, titulada
etapa, era la segunda editorializacin de la publicacin (luego del nmero inicial) e
introduca novedades. En primer trmino, un nuevo anclaje: Amrica Latina. Reconocidas
editoriales latinoamericanas comenzaban a auspiciar la publicacin. La mentada
latinoamericanizacin, como aseguraba el editorial, responda, fundamentalmente, a
demandas financieras. La proyectada difusin, por otra parte, se alcanz en escasa medida.
La cantidad de ejemplares aument, promediando una tirada de 5.000, y su distribucin
alcanz gran parte de Latinoamrica, pero el destino del consumo no vari: la mayor parte
11
Panesi, op. cit, 24. 12
Popovitch, op. cit, 132
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de las ventas siguieron realizndose en Argentina13
. De todas maneras, la cuestin
latinoamericana y la problemtica de la dependencia animaron su ejercicio crtico. La
innovacin fundament el nuevo subttulo de la revista. El lugar del mundo lo ocupaba,
ahora, la regin: Un mes de publicaciones en Argentina y Amrica Latina. Adems el
editorial auguraba cambios ms profundos:
Tambin se innovar en otros aspectos. Ya se sabe que el formato libro no
privilegia ninguna escritura. Es posible que las obras ms importantes se estn
escribiendo en las noticias periodsticas o en los flashes televisivos. O en los
muros de cualquier parte del mundo. Estos textos, al igual que los libros
tradicionales, requieren una lectura que descubra su verdad. Los Libros se
ocupar, pues, cuando sea necesario, de los diarios, la televisin, el teatro, la
radio, el cine14
.
Como se ver, a los artculos de crtica literaria la revista le comenzar a aadir otros
ligados a temticas estrictamente polticas (a partir del n 1516, enerofebrero de 1971).
No obstante, entre ambas esferas, hubo una serie de textos que ocuparon una posicin
intermedia: se trataba de ensayos de crtica cultural, esto es, anlisis de objetos de la cultura
de masas15
. En rigor, el editorial n 8 abri la mirada hacia nuevos objetos que ya estaban
siendo tematizados aunque, es cierto, de una manera marginal: en el n 1 hubo un ensayo
sobre los graffitti16
mientras en el n 2 y n 7 se abord el cine17
. A partir del n 8 existi
una mayor consideracin sobre estos objetos aledaos, una suerte de extensin de las
fronteras18
. As, en el curso de la publicacin se registr una prolfica produccin sobre
distintos objetos culturales como el cine19
, la televisin20
, las historietas21
, etc. LL los
abord bajo el proyecto crtico original: cuestionar su realismo. Y, nuevamente, la
ideologa apareca como instancia mediadora. Se trataba de dar cuenta de la dinmica y de
los mecanismos ideolgicos de los aparatos o instituciones culturales que producan los
objetos populares.
13
Somoza y Vinelli, op.cit, 11. 14
Editorial, Los Libros, n 8, mayo de 1970, 3. 15
Peller, op. cit, 13. 16
Eduardo Gudio Kieffer, Graffiti, Los Libros, n 1, julio de 1969, 26. 17
Edgardo Cozarinsky, Escritura y cine: dos tiempo verbales, Los Libros, n 2, agosto de 1969, 13; Pier
Paolo Pasolini, Teorema, Los Libros, n 7, enero de 1970, 69. 18
Panesi, op. cit, 24. 19
Entre otros, Mximo Soto, San Martn, mito y consumo, Los Libros, n 8, mayo de 1970, 2425; Juan
Carlos Brasi, La captacin de una ausencia: a propsito de pequeos asesinatos, Los Libros, n 27, julio de
1972, 2425; Beatriz Sarlo, Cine argentino. De Juan Moreira a La Tregua, Los Libros, n 39, enerofebrero
de 1975, 1114; Beatriz Sarlo, Sobre Nazareno Cruz y el lobo, Los Libros, n 41, mayojunio de 1975, 24
25. 20
Entre otros, Beatriz Sarlo, Los canales del Gran acuerdo, Los Libros, n 27, julio de 1972, 37; Beatriz
Sarlo, Elecciones: cuando la televisin es escenario, Los Libros, n 29, marzoabril de 1973, 410. 21
Por ejemplo, Oscar Steimberg, El lugar de Mafalda, Los Libros, n 17, marzo de 1971, 6 7.
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Tambin sobrevolaban las huellas althusserianas en este desplazamiento del objeto. La
propuesta de L. Althusser elaborada en el famoso ensayo Ideologa y aparatos ideolgicos
de Estado, fundamentaba un anlisis ideolgico de las instituciones culturales. Trataba los
fenmenos culturales como prcticas simblicas ancladas en aparatos atravesados por
tensiones ideolgicas22
. La ideologa continuaba operando como instancia analtica
mediadora en LL, pero ya el centro no era el abordaje intratextual o la mediacin libresca,
sino su anclaje institucional. Desde luego, el antagonismo social no se subsuma al mbito
ideolgico, pero la publicacin registraba este espacio como un lugar privilegiado de la
disputa a su alcance. Como se ver, el aparato escolar resultar un objeto privilegiado en
esta reflexin. A su vez, la revelacin de estos mecanismos de produccin social de la
ideologa se ligaba con la intervencin poltica. La revista se propona desmenuzar y
evidenciar la dominacin, la dependencia cultural, para abrir, de este modo, brechas
posibles de intervencin en el terreno polticocultural. La crtica devena prospectiva23
.
Sintticamente, esta faceta crtica en LL se estructuraba en dos momentos. Primero, al
emplear la nocin de crisis abra aquello que el anlisis de la dominacin ideolgica
clausuraba: las brechas al interior de la rutina institucional. Segundo, sugera los caminos
prcticos de intervencin.
Otro punto de inflexin en el periplo de LL lo constituy el n 1516, enerofebrero de
1971 (un nmero doble especial, deca su tapa), cuando comenz el anlisis de los
procesos polticos latinoamericanos. La publicacin se comprometa con la radicalizacin
poltica en curso. Chile, el segundo faro poltico latinoamericano luego de Cuba para la
intelectualidad crtica de entonces, inaugur este nuevo momento. Nmeros siguientes se
dedicaron a otros pases de la regin. De todos modos el proyecto crtico original
permaneci. El editorial n 21 (agosto de 1971) al tiempo que anunciaba el
autofinanciamiento de LL ante la desvinculacin de Galerna y la prdida de auspicio de
importantes editoriales de Latinoamrica, reafirmaba la necesidad de abordar tambin
esos otros textos que constituyen los hechos histricos sociales a travs de decodificar el
mundo ideolgico en que se insertan24
. Adems, el editorial sugera un cambio que estaba
por llegar en la publicacin. Otra vez las metforas estructuralistas. Se trataba de un
constituir un espacio. Cul era la renovada ocupacin? Una crtica poltica de la
cultura, como sugera el editorial. El n 22 (septiembre de 1971) cristaliz el cambio a
travs de un nuevo subttulo para la publicacin: Para una crtica poltica de la cultura.
A estas innovaciones le siguieron otras. Desde el n 23 (noviembre de 1971), por
razones financieras, dej de imprimirse en color. El blanco y negro la acompaar hasta su
ocaso. En este nmero se introdujo otra modificacin: apareci un Consejo de Direccin,
integrado por H. Schmucler que prosigui, a su vez, como Director responsable, Carlos
Altamirano y Ricardo Piglia ambos de filiacin maosta. La razn principal de esta
innovacin reposaba en la voluntad pasajera del director de imprimirle una impronta
maosta a la revista. Como recuerda, R. Piglia: Toto Schmucler se vuelve maosta por
22
Popovitch, op. cit, 140. 23
AA.VV., op. cit, 248. 24
Editorial, Los Libros, n 21, agosto de 1971, 3.
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quince das ms o menos (risas). En esos quince das, como yo tambin era maosta,
decidimos darle esa orientacin a la revista. Y entonces yo digo: invitmoslo a
Altamirano, que tambin era maosta25
.
Pero la posicin poltica del director fue efmera. Al igual que sus excompaeros de ruta,
los impulsores de Pasado y Presente, H. Schmucler comenz a simpatizar con el ala
combativa del peronismo. Entonces volvi sobre su jugada: ampli el Consejo de
Direccin, recientemente creado. En el n 25 (marzo de 1972) sum a Beatriz Sarlo, por
entonces adherente al peronismo, a Germn Garca su amigo y renuente a asumir posicin
poltica alguna y a su compaera, Miriam Chorne. Pero el nuevo esquema no resolvi los
desequilibrios polticos divisados por H. Schmucler: B. Sarlo, al poco tiempo, se pas del
peronismo al maosmo, especficamente al Partido Comunista Revolucionario (PCR, que
surgi en 1968); G. Garca se desentenda de la querella poltica en la revista; M. Chorne no
asumi una actitud beligerante a la altura de los/as otros/as miembros. La relacin de
fuerzas al interior de LL no era favorable para su fundador.
El n 27 (julio de 1972) destinado a abordar el Gran Acuerdo Nacional (GAN) fue un
decisivo punto de ruptura. C. Altamirano haba sido designado como responsable para
escribir un artculo introductorio sobre el asunto. La posicin poltica del autor estaba lejos
de H. Schmucler, quien no avalaba la inclusin de un artculo tan crtico del peronismo. El
director de la revista prepar otro, pero fue rechazado por el ala maosta que apoyaba
tanto la posicin de C. Altamirano como la publicacin del artculo (que, finalmente, sali
en el n 2726
). Aunque el n 28 (septiembre de 1972) intent retomar el proyecto original,
las tensiones eran elocuentes. El n 29 (marzoabril de 1973) cristaliz el alejamiento de H.
Schmucler, G. Garca y M. Chorne. El ala maosta pas a ocupar el centro de la revista: C.
Altamirano, B. Sarlo (ambos del PCR) y R. Piglia (de Vanguardia Comunista VC-.
agrupamiento aparecido en 1965). El PCR y VC constituan las agrupaciones maostas ms
importantes en Argentina por entonces.
Es frecuente afirmar que la nueva conduccin de LL implic la acentuacin de su
politizacin y, por tanto, una prdida del proyecto original27
. Se suele suponer que esta
politizacin fue en ascenso hasta que disgreg las razones iniciales. Sin dudas, la nueva
direccin maosta introdujo modificaciones (ya apuntadas) que significaron una nueva
etapa para LL, pero se estima desacertado sostener que esta politizacin resolvi la tensin
entre modernizacin y radicalizacin a expensas de una prdida o de una represin
ejercida sobre lo especfico28
. Aqu se reedita, una vez ms, la concepcin de los aos 70
en clave de una sobrepolitizacin, incapaz de atender a las especificidades. Aplicado a LL:
la crtica cultural se habra subsumido a la poltica, ergo, se disgregaron los propsitos
25
Entrevistado por Somoza y Vinelli, op. cit, 15. No deja de llamar la atencin que el recuerdo de una
convergencia poltica se simplifique a un episodio meramente contingente y se solape con la risa, en una
suerte de ridiculizacin del derrotero de la publicacin. Tal vez el afn de abjurar de este pasado terico, sea
una de la causas de la forma que asume el recuerdo. 26
Carlos Altamirano, El Gran Acuerdo Nacional, Los Libros, n 27, julio de 1972, 1013. 27
Fontdevila y Pulleiro, op. cit, 18. 28
Panesi, op. cit, 29.
Sebastin Gmez, El derrotero de Los Libros (19691976) y su crtica pedaggica. La interpretacin educativa de
Antonio Gramsci a travs de Christine Buci-Glucksmann, Izquierdas 28: 292-314, Julio 2016
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iniciales. La politizacin se los llev consigo. Sin embargo es posible afirmar que su
proyecto de crtica cultural no fue abandonado. La propia editorial del n 29 reafirm la
orientacin de los aos previos. El objeto fundamental de anlisis prosegua: la ideologa y
su enraizamiento en las prcticas culturales de las instituciones. Y el proyecto tambin: Se
tratara de descifrar elaborando al mismo tiempo los mtodos y los instrumentos de
anlisis las formaciones ideolgicas como dimensin especfica de la poltica de las
clases sociales y cuya eficacia, si bien subordinada, es real29
.
La aspiracin del editorial abarc al conjunto de la segunda etapa de la revista. Lejos de
una prdida sobre lo especfico, LL continu con su anlisis sobre los mecanismos y
dinmicas de los aparatos culturales. Si la cuestin pedaggica haba sido tematizada hasta
el momento, su profundizacin y abordaje ocurrir, tal y como se ver, en su segunda etapa.
Varias de las esferas culturales contempladas en el primer ciclo vital de LL continuaron:
adems de la pedagoga, los anlisis sobre la salud mental30
, el problema de la urbanizacin
en las ciudades de Buenos Aires y Rosario31
, el folklore y la cultura popular32
, la
antropologa y el imperialismo33
, etc. Indicativo de la permanencia del proyecto, se
conserv la estructura de la publicacin, la que inclua su caracterstica seccin dedicada a
libros de reciente publicacin (con algunos brevsimos comentarios) en sus ltimas pginas.
Es incuestionable que, en su tramo final, la discrepancia poltica y la influencia de los
partidos marcaron a la revista. De hecho, aunque se redujo la publicidad, aparecieron
nuevos anuncios vinculados a publicaciones del PCR y VC, y la ltima crisis de LL provino
de una discordancia poltica al interior del arco maosta explicitada en el n 40 (marzo-abril
de 1975) sobre la caracterizacin del gobierno de Isabel Pern. Pero la evolucin estuvo
lejos de la linealidad34
. El proyecto, de ntida presencia althusseriana, de establecer una
relacin orgnica, aunque al mismo tiempo autnoma entre el compromiso poltico y la
produccin intelectual, entre la prctica terica y la praxis poltica, no claudic linealmente,
sino que, aun con sus tensiones y modificaciones, persisti en la segunda etapa de la
revista.
El 44 (enerofebrero de 1976) fue el ltimo nmero de LL. La irrupcin del golpe
cvicomilitar en marzo de 1976 signific la clausura y allanamiento de la publicacin. El
n 45 qued definitivamente perdido. Como otras expresiones de radicalizacin de los aos
70, la tragedia toc a su puerta con el golpe cvicomilitar.
29
Editorial, Los Libros, n 29, marzoabril de 1973, 3. 30
El n 34 (marzoabril de 1974) fue dedicado exclusivamente a este tema. Tambin, en el n 38 (noviembre
diciembre de 1974) contuvo artculos al respecto. El asunto se retom en el n 40 (mayojunio de 1975) que
adems de un artculo, le consagr parte de la portada. 31
El n 36 (julioagosto de 1974) llev como ttulo: La urbanizacin dependiente: Buenos Aires / Rosario.
La mayora de los artculos abordaron el asunto. 32
El n 39 (enerofebrero de 1975) le destin un artculo al tema. Tambin all se abarc el cine argentino, el
uso y produccin de anfetamina y la dependencia tecnolgica en Amrica Latina. 33
El n 43 (septiembreoctubre de 1975) desarroll esa temtica. 34
Celentano, op.cit, 71.
Sebastin Gmez, El derrotero de Los Libros (19691976) y su crtica pedaggica. La interpretacin educativa de
Antonio Gramsci a travs de Christine Buci-Glucksmann, Izquierdas 28: 292-314, Julio 2016
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El proyecto crticopedaggico de LL
La cuestin pedaggica result un tema frecuente. LL se ocup del asunto en al menos
siete niveles: a) reseas extensas sobre libros recientemente publicados35
; b) artculos que
tenan como objeto la obra de un escritor o corriente pedaggica o bien de autores cuyas
consideraciones impactaron en el terreno pedaggico36
; c) artculos que reflexionaron sobre
el papel y funcionamiento de la institucin educativa escolar o universitaria37
; d)
artculos que inscribieron el sistema educativo local en los problemas de la dependencia
poltica y econmica del pas. Si bien la teora y el problema de la dependencia ti a varias
de las reflexiones pedaggicas en LL, hubo algunos casos paradigmticos38
; e) artculos
polticos o reproduccin de documentos de colectivos destinados a analizar la situacin del
movimiento universitario o bien de dar cuenta de experiencias polticopedaggicas39
; f) el
abordaje de los procesos polticos en pases latinoamericanos incluy, en casi todos los
casos, reflexiones sobre el plano pedaggico; g) los brevsimos comentarios que aparecan
en el catlogo de libros publicados en las ltimas pginas de la revista a fin de actualizar
la bibliografa al lector/a. En esta parte de la publicacin, la seccin pedagoga
denominada ms tarde educacin estuvo desde un principio y se conserv en casi todos los
nmeros.
Ms all de estos niveles, el tratamiento del tpico pedaggico permaneci,
predominantemente, bajo el proyecto de la nueva crtica. Por un lado, se actualizaban y
comentaban las novedades en el rea. Por el otro, la crtica educativa contena dos ejes:
develar los mecanismos de funcionamiento del aparato escolar, en particular, su impronta
ideolgica y, a partir de ello, estructurar una crtica prospectiva. Se trataba de situar el
sistema educativo en las conflictivas relaciones de fuerzas. Ambos ejes animaron los
nmeros consagrados al tema pedaggico: el n 31, agostoseptiembre de 1973, y el n 32,
35
Ya en el n 1, Juan Carlos Torre, Estudiantes: nueva oposicin, Los Libros, n 1, julio de 1969, 223; en
el n 7, cuando apareci por primera vez la seccin Pedagoga, Diana Marzoratti, La escuela y el mundo de
trabajo, Los Libros, n 7, enerofebrero de 1970, 28; S/autor/a, Paulo Freire: pedagoga del oprimido, n
17, marzo de 1971, 2830. 36
Por ejemplo, Rafael Urzain, Frantz Fanon: Alienacin y violencia ms all del tercer mundo, Los Libros,
n 13, noviembre de 1970, 2425. 37
Justa Ezpeleta, Marta Teobaldo y Guiller Villanueva Educacin, ideologa y control social. Los Libros, n
13, noviembre de 1970, 1822; Carlos Altamirano, Universidad: cultura y dependencia, Los Libros, n 23,
noviembre de 1971, 56; Juan Carlos Tedesco, Educacin y poltica en Amrica Latina, Los Libros, n 40,
marzoabril de 1974, 1116. 38
Fernando Mateo, La enseanza tcnica en Argentina, Los Libros, n 43, septiembreoctubre 1975, 1920. 39
Ramn Cuevas y Osvaldo Reisz (seudnimos de Antonio Marimn y Horacio Crespo dos jvenes
intelectuales alineados al PCR), El movimiento estudiantil: de la Reforma al Cordobazo, Los Libros, n 21,
agosto de 1971, 1719; Adrin Caballero, Facultad de Arquitectura de Rosario: balance de seis meses de
lucha, Los Libros, n 23, noviembre de 1971, 1113; S/autores/as, Chile: La Reforma Universitaria en la
Universidad de Concepcin, Los Libros, n 23, noviembre de 1971, 1417; Agrupacin docente 29 de Mayo
de la Facultad de Filosofa y Letras de la UBA, Frente a una historia que no es la nuestra, n 24, enero de
1972, 2023; Jorge Togneri, Facultad de Arquitectura de La Plata: una experiencia, n 24, enero de 1972,
2426.
Sebastin Gmez, El derrotero de Los Libros (19691976) y su crtica pedaggica. La interpretacin educativa de
Antonio Gramsci a travs de Christine Buci-Glucksmann, Izquierdas 28: 292-314, Julio 2016
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octubrenoviembre de 1973, titulados respectivamente Argentina: educacin e ideologa
y Educacin en Argentina (II). Aparecieron en el marco del proceso de movilizacin y
organizacin sindical que culmin en la fundacin de la Confederacin de Trabajadores de
la Educacin de la Repblica Argentina (CTERA). Con ellos, LL pretendi tanto evidenciar
la dominacin ideolgica40
, como ponderar las disputas y posibilidades en el aparato
escolar41
, por ejemplo, a travs de la reproduccin de documentos de sindicatos docentes42
.
Con todo, al n 31, consagrado a desmenuzar los mecanismos ideolgicos dominantes del
aparato escolar, le prosigui el n 32, ms atento a la elaboracin de propuestas o a la
intervencin polticopedaggica.
La iniciativa crtica inicial de LL, esto es, su afn revelador de la ideologa intratextual,
expresado ntidamente en el terreno de la literatura, abarc tambin al mbito educativo. En
la materialidad escolar, donde la ideologa se arraigaba y produca sus efectos deformantes,
los manuales escolares resultaron un objeto privilegiado de estudio. As, por ejemplo, J.
Delgado, C. Martnez y J. Schwartzman, en el n 38 de LL (noviembrediciembre de 1974),
analizaron los manuales de literatura de la escuela secundaria en Argentina, para evidenciar
su funcionalidad enmascaradora y los desplazamientos de otras manifestaciones literarias43
.
Los/as autores/as refirieron a Gramsci, concretamente a una cita del libro Los intelectuales
y la organizacin de la cultura44
. La literatura escolar replicaba la distincin de diversos
grados en la actividad intelectual observada por el comunista italiano. En la cspide, los
creadores de las diversas ciencias, de la filosofa, del arte; en la parte inferior, los ms
humildes administradores y divulgadores de la riqueza intelectual ya existente.
Anclados/as, en sintona con L Althusser, en la crtica a la materialidad del dominio
ideolgico, asuman esta observacin gramsciana para analizar la institucin educativa,
especficamente, a travs de los manuales escolares.
Al igual que en el periplo de LL, los textos no fueron los nicos objetos. Se
contemplaron otros bajo el mismo proyecto crtico. Es decir, el anlisis de los textos
escolares estuvo acompaado por otros objetos del espacio educativo pero siempre bajo la
40
Del n 31: Horacio Cuello y Fernando Mateo, Un discurso ideolgico transaccional: los objetivos de la
poltica educacional de la Revolucin Argentina, Los Libros, agostoseptiembre de 1973, 1319; Juan
Carlos Tedesco, Educacin e ideologa en Argentina. Notas para una investigacin, Ibid, 412. 41
Reina Cheja y Beatriz Grego, Apuntes para una teora de la insercin en el proceso educativo, Los Libros,
n 31, agostoseptiembre de 1973, 2427. Con un evidente filn althusseriano condensado en la nocin de
problemtica y el trabajo terico, proponan intervenciones prcticas fundamentadas en conocimientos
cientficos. Otras artculos que sealaban los quiebres en el sistema educativo en el n32, fueron: Horacio
Cuello y Fernando Mateo, Crisis ideolgica y sindicalizacin: el magisterio del Gran Buenos Aires, Ibid,
1017; Leandro Leiva, Argentina 1973: Movimiento docente, Ibid, 1820; Horacio Cuello y Fernando
Mateo, Algunos datos cronolgicos acerca del proceso de sindicalizacin de la docente (19711973), Ibid,
2426. 42
S/autores/as. Declaracin del Congreso de la Central nica de Trabajadores de la Educacin de la
Repblica Argentina y de la Agrupacin 18 de noviembre, Los Libros, n 32, octubrenoviembre de 1973,
2123. 43
Josefina Delgado, Carlos Martnez, Julio Schwartzman La enseanza en los textos de la escuela
secundaria, Los Libros, n 38, noviembrediciembre de 1974, 815. 44
Ibid, 11.
Sebastin Gmez, El derrotero de Los Libros (19691976) y su crtica pedaggica. La interpretacin educativa de
Antonio Gramsci a travs de Christine Buci-Glucksmann, Izquierdas 28: 292-314, Julio 2016
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perspectiva de elucidar la dominacin ideolgica en su seno. En definitiva, se trataba de
leer no slo los textos escolares sino tambin el aparato ideolgico escolar como un texto a
develar. En esta empresa la ideologa fue la instancia mediadora privilegiada.
El tratamiento de la cuestin educativa supuso su delimitacin respecto de corrientes
pedaggicas del perodo. Un blanco recurrente fue P. Freire, tan en boga por entonces, y
apropiado, en el plano local, por el nacionalismo popular pedaggico. LL abordaba en dos
claves las obras de P. Freire: en una clave modernizadora y otra radicalizada. Por un lado,
daba cuenta de las apariciones de sus libros. Por otro, lo someta a severos
cuestionamientos. El editorial n 21 (agosto de 1971) explicitaba un criterio que no siempre
fue respetado. All se deca: Ms de una vez, numerosos temas dejaron de considerarse en
las pginas de la revista porque no se encontr la persona adecuada para un adecuado
tratamiento. Por otra parte, nos negamos sistemticamente a repetir comentarios meramente
descriptivos o valoraciones cargadas de adjetivos45
.
Aplicable a los artculos, los breves comentarios que en algunos casos acompaaban a
los libros recientemente publicados en la ltima seccin, desmentan esta preocupacin por
no desembocar en valoraciones cargadas de adjetivos. Si bien eran comentarios al paso
que no despertaban mayor inters ni siquiera haba firma, estaban signados por un
abandono del rigor de la escritura crtica y caan en descalificaciones contra escritores de
quienes la revista se diferenciaba ostensiblemente46
. En el apartado sobre los libros
distribuidos del n 33 (enerofebrero de 1974) se incluy una obra de P. Freire Extensin
o comunicacin? La concientizacin del medio rural, acompaado de un brevsimo
comentario que introduca una afirmacin autocrtica del autor: Paulo Freire, en las
palabras que abren el volumen, dice haber preferido mantenerlo casi como lo escrib, con
sus omisiones y sus puntos ingenuos. Los postulados freirianos por una educacin
concientizadora eran reiteradamente impugnados y tildados por parte de la nueva izquierda
pedaggica de idealistas o ingenuos al no centrarse en la lucha de clases. Pero, si la propia
cita del autor no era suficiente para alertar al lector/a, el brevsimo comentario remataba:
El debate est abierto sobre la teora de la educacin que, al parecer, Freire est
cuestionando ms rpidamente que sus epgonos.
El tratamiento crtico a P. Freire tambin se registr en distintos artculos, aunque sin
una adjetivacin tan elocuente. Existen varios escritos en esta lnea, pero el trabajo de
Guillermo Garca es uno de los ms ilustrativos47
. En el n 31 (agostoseptiembre de 1973)
el autor reflexion sobre la pedagoga y su papel en los procesos revolucionarios que se
venan gestando en nuestras sociedades dependientes. Una de sus responsabilidades
45
Editorial, Los Libros, n 21, agosto de 1971, 3. 46
De Diego, op. cit, 36. 47
Guillermo Garca, Pedagoga y revolucin, Los Libros, n 31, agostoseptiembre de 1972, 2022. Otros
artculos que contuvieron crticas a los planteos de P. Freire en LL fueron: Leandro Leiva Argentina 1973:
movimiento docente, Los Libros, n 32, octubrenoviembre de 1973, 1820; Carlos Mallo, Educacin
popular Concientizacin o prctica revolucionaria?, Los Libros, n 38, noviembrediciembre de 1974, 27
29; Carlos Mallo, Paulo Freire y la pedagoga de la concientizacin, Los Libros, n 40, marzoabril de
1975, 1723.
Sebastin Gmez, El derrotero de Los Libros (19691976) y su crtica pedaggica. La interpretacin educativa de
Antonio Gramsci a travs de Christine Buci-Glucksmann, Izquierdas 28: 292-314, Julio 2016
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resida en efectuar una accin de esclarecimiento y difusin ideolgica48
. Aclaraba que
esta accin de propaganda ideolgica, en su interior, no era revolucionaria sino que
dependa del marco histrico. En ese sentido consideraba confusos ciertos planteos de P.
Freire49
. El hecho de insistir en evitar toda accin pedaggica en trminos de propaganda
o sloganizacin dado que en s mismos eran recursos reaccionarios, conduca a una
concepcin pedagogista de la revolucin. Esto quiere decir que se imponan criterios
pedaggicos a una teoraaccin revolucionaria cuando su definicin deba pasar o
considerar otras instancias econmicas, polticas, etc. que desbordaban la presunta
normatividad pedaggica.
G. Garca le endilgaba un sesgo ingenuo a P. Freire que se asentaba en la crtica
althusseriana al humanismo. Para el filsofo francs, el humanismo era tributario de una
ideologa burguesa, e inscriba al hombre en el principio de toda teora, desgajndolo de sus
condiciones reales. La lucha de clases se opacaba en pos de una teora basada en algn
ideal de tipo moral, religioso o filosfico sobre el hombre. Lejos de cualquier tentativa
humanista, G. Garca reclamaba una crtica pedaggica atada a las condiciones materiales
de existencia, a la contienda clasista.
Ilustrativo de la incompatibilidad entre P. Freire y L. Althusser resulta la seleccin
bibliogrfica sobre la cuestin educativa incluida en el n 31, preparada por Horacio Cuello
y Fernando Mateo. All se agrupaba la bibliografa en tres tems: a) educacin y poltica
educacional; b) educacin y economa; c) educacin e ideologa. Dentro de cada tem se
distingua entre producciones ligadas a una concepcin y una ejecucin orientada a la
conservacin y reproduccin del sistema y aquellas animadas por una perspectiva crtica.
Dentro del tercer tem, y como parte de las producciones asociadas a la conservacin, se
ubicaba a Pedagoga del Oprimido, mientras que Ideologa y aparatos ideolgicos se
integraba a la perspectiva educativa crtica.
En este marco, no llama la atencin que la apelacin pedaggica de Gramsci en LL haya
permanecido desapegada del legado de P. Freire y se encuentre en tensin o articulacin
con la obra althusseriana. Para asir esta clave de lectura del comunista italiano, es preciso
distanciarse de un consenso historiogrfico, ahondando la interesante veta abierta por
Starcenbaum50
al reflexionar sobre la experiencia del colectivo de intelectuales argentinos
nucleados en la revista Pasado y Presente. El consenso historiogrfico supone que el auge
del marxismo estructuralista en la dcada del 60 contrajo un conocimiento de Gramsci a
travs de la obra de L. Althusser y, por tanto, de una forma difusa, siendo un obstculo para
su recepcin creativa y productiva. Esta tesis, compartida en nuestro pas por algunos
autores51
, tambin se encuentra en los estudios sobre la recepcin de Gramsci en Amrica
48
Garca, op. cit, 20. 49
En La educacin como prctica de la libertad y Pedagoga del oprimido, ambos editados por Siglo XXI. 50
Op. cit. 51
En su investigacin del colectivo Pasado y Presente, Ral Burgos, Los gramscianos argentinos, Bs. As.,
siglo XXI, 2004, 191, califica la identidad althusseriana en trminos de contingencia, mientras Horacio
Crespo, En torno a Cuadernos de Pasado y Presente, 19681983, Claudia Hilb (comp.), El poltico y el
cientfico. Ensayos en homenaje a Juan Carlos Portantiero, Bs. As., Siglo XXI, 2009, 193, habla de la
Sebastin Gmez, El derrotero de Los Libros (19691976) y su crtica pedaggica. La interpretacin educativa de
Antonio Gramsci a travs de Christine Buci-Glucksmann, Izquierdas 28: 292-314, Julio 2016
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Latina en las dcadas del 60 y 70 como apunt Starcenbaum52
: Nogueira (1988) plantea que
la obra de Gramsci se encontr con una intelectualidad inundada de estructuralismo y del
efecto Althusser53
; Coutinho sostiene que el privilegio alcanzado por la supuestamente
radical obra althusseriana releg la produccin gramsciana54
; Crdova (1991) apunta como
lamentable el hecho de que la figura de Gramsci fuera conocida a travs de las crticas
althusserianas55
; Massardo considera que la legitimidad alcanzada por el althusserianismo
conllev una postergacin de la recepcin de Gramsci, impidiendo una valoracin de la
productividad de su obra56
. En el terreno educativo, Torres y Morrow han sealado la
lectura problemtica de Gramsci por parte del estructuralismo althusseriano en la dcada
del 60, que tild su obra de humanista e historicista57
. Seguramente, el marcado tono
antialthusseriano de algunas de estas interpretaciones est atravesado por el balance crtico
de la izquierda latinoamericana respecto al derrotero terico de los aos 60 y 70. Por el
contrario, el gramscismo descubierto entrados los 70, vendra a dar respuesta a cuestiones
obturadas por el althusserianismo.
Una exgesis de Gramsci en LL desde el ngulo pedaggico
Aunque Gramsci fue evocado en general y, en particular, en el plano educativo a lo largo
de la publicacin, un caso emblemtico aconteci a travs de la traduccin de un artculo de
Christine BuciGlucksmann, Gramsci y la cuestin escolar58
en el n 32 (octubre
noviembre de 1973), abocado al mbito pedaggico. No sera procedente asumir el artculo
como una oficial expresin del tratamiento de Gramsci por parte de LL, pero es cierto que
result el nico manuscrito consagrado al pensamiento gramsciano por parte de la
publicacin, lo que le asigna relevancia.
contaminacin althusseriana de J. Aric al fundamentar el propsito de los Cuadernos de Pasado y Presente.
Ver Marcelo Starcenbuam, Ms all del principio de exclusin: Gramsci y Althusser en Pasado y Presente,
Prismas, n 2, 2014, 199-203. Estas interpretaciones son solidarias del cannico estudio de Tern, op. cit.,
105 que al analizar la primera poca de la revista Pasado y presente (1963-1965) le endilga un marxismo
humanista y, explcitamente, lo aleja de la posterior propuesta althusseriana sobre el marxismo. 52
Op. cit., 36-7. 53
Marcos Aurlio Nogueira, Gramsci, a questo democrtica e a esquerda no Brasil, en Carlos Nelson
Coutinho y Marcos Aurlio Nogueira (org), Gramsci e a Amrica Latina, Rio de Janeiro, Paz e Terra, 1988,
130-152. 54
Carlos Nelson Coutinho, Brasil y Gramsci: variadas lecturas de un pensamiento. Nueva Sociedad.
Democracia y poltica en Amrica Latina, n 115, 1991, 104-113. 55
Arnaldo Crdova, Gramsci y la izquierda mexicana. Nueva Sociedad. Democracia y poltica en Amrica
Latina, n 115, 1991, 160-63. 56
Jaime Massardo, Gramsci in America Latina. Questioni di ordine teorico e poltico, Alberto Burgio y
Antonio A. Santucci, Gramsci e la rivoluzione in Occidente. Roma, Eds. Riuniti, 1990, 324-355. 57
Carlos Torres y Raymond Morrow, Las Teoras de la Reproduccin Social y Cultural. Manual Crtico.
Madrid, Editorial Popular, 2002. 58
Christine BuciGlucksmann, Gramsci y la cuestin escolar, Los Libros, n 32, octubrenoviembre de
1973, 48. El artculo haba aparecido en Literature/science/idologique, n 34, 1972, 4-10.
Sebastin Gmez, El derrotero de Los Libros (19691976) y su crtica pedaggica. La interpretacin educativa de
Antonio Gramsci a travs de Christine Buci-Glucksmann, Izquierdas 28: 292-314, Julio 2016
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Vale puntualizar que Gramsci no fue en ningn momento presentado en LL, ni existieron
reseas de sus libros. Tampoco se registraron discrepancias o rechazos a su obra. Ms bien
existieron algunos elocuentes reconocimientos por parte de los animadores principales. R.
Piglia aseguraba: La publicacin de los tres tomos de escritos de B. Brecht sobre arte y
literatura es sin duda el acontecimiento ms importante de la esttica marxista desde la
aparicin de los Cuadernos de Antonio Gramsci59
.
Por qu LL incluy este artculo de C. BuciGlucksmann? Cules fueron sus mviles
para traducirlo? El texto condensaba los dos ejes del proyecto crticopedaggico de la
revista: a) desmenuzar los mecanismos de la dominacin ideolgica escolar; b)
fundamentar una crtica educativa prospectiva. Asimismo, el manuscrito presentaba una
relacin tensa con el legado althusseriano y, especficamente, su interpretacin de la obra
gramsciana sin caer, por ello, en abordajes de corte voluntaristas o idealistas. El escrito de
C. BuciGlucksmann incluido en LL fue contemporneo a un libro de la autora que realiz
entre 1973-1974 y que fue publicado en 1975 en Francia donde abord el conjunto de la
produccin gramsciana (Idem)60
. Adems de trabajar con la edicin cronolgica e ntegra
de los Cuadernos que conoci de primera mano en sus visitas al Instituto Gramsci en
Roma contempl los escritos gramscianos precarcelarios. Una ardua tarea de exgesis de
casi 500 pginas. Su artculo, incluido en LL, slo gana inteligibilidad al situarlo en este
proyecto ambicioso de la autora.
C. BuciGlucksmann, militante del Partido Comunista Francs (al que ingres en 1966),
permaneci bajo las influencias de su maestro, L. Althusser. En su lectura de Gramsci, se
registraban los propsitos del althusserianismo: volver a las fuentes del marxismo,
distancindose tanto de las versiones mecanicistas como de las nuevas tentativas
revisionistas de cuo humanista o historicista. Adems, la filsofa francesa se apoy en los
cdigos althusserianos para leer a Gramsci, aunque, a partir de la autocrtica de su maestro
(ante todo, en 1974 cuando se public en Pars lments dautocritique), se diferenci de L.
Althusser e inaugur un nuevo camino. No obstante, esta distancia fue slo parcial.
Reiteradamente, el legado althusseriano anim su exgesis sobre el revolucionario sardo.
Como haba sugerido L. Althusser y, luego, desarroll Nicos Poulantzas, C. Buci
Glucksmann emprendi una lectura sintomtica de Gramsci. Citaba a su maestro, cuando
sostena que Leer es practicar una problemtica61
.
59
Ricardo Piglia, Mao TseTung Prctica esttica y lucha de clases, Los Libros, n 25, marzo de 1972, 25. 60
Otro escrito de la autora contemporneo al artculo y homogneo en su fundamentacin de la lectura de
Gramsci, se encuentra en su introduccin al libro de Lucio Colletti, From Rousseau to Lenin: Studies in
Ideology and Society, London, New Left Books, 1972, 3-10, consagrado a la discusin del historicismo y de
su interpretacin por L. Althusser. Tambin en Christine Buci-Glucksmann, Mode de production, Formation
conomique et sociale, Thorie de la Transition. A propos de Lnine, La Pense, n 159, septiembre-octubre
de 1971, 50-58, la autora reivindic el andamiaje y cdigos althusserianos para trabajar con el legado
marxista. 61
BuciGlucksmann, op. cit., 1978 [1975], 29.
Sebastin Gmez, El derrotero de Los Libros (19691976) y su crtica pedaggica. La interpretacin educativa de
Antonio Gramsci a travs de Christine Buci-Glucksmann, Izquierdas 28: 292-314, Julio 2016
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La filsofa francesa inscriba al revolucionario sardo en la problemtica del Estado62
.
Desde esa perspectiva indag en la originalidad gramsciana y en sus diferentes conceptos.
Gramsci, anclado en la tradicin marxistaleninista, haba introducido una novedad a travs
de su concepto de Estado ampliado o pleno y operado un desdoblamiento del concepto de
hegemona, reparando ya no slo en la constitucin de la clase proletaria sino tambin en el
anlisis del Estado a travs de la nocin de aparatos de hegemona. Mediante la
problemtica sealada, la autora, como fiel althusseriana, albergaba vastas expectativas.
Del abordaje del tratamiento gramsciano del Estado se derivaban cuestiones de ndole
filosficas. Su teora del aparato hegemnico se traduca en una teora del aparato de
hegemona filosfico (AHF) y, por tanto, estableca una nueva relacin entre filosofa,
cultura y poltica, esto es, una gnoseologa de la poltica. En resumidas cuentas, C. Buci
Glucksmann, siguiendo una lectura sintomtica, rastreaba la filosofa gramsciana no en sus
enunciados filosficos explcitos, sino en su abordaje del Estado. Subyaca aqu, en su
poltica, una filosofa implcita que cualquier lectura literal evada y slo era asequible a
travs del desplazamiento que operaba la inscripcin de la problemtica del Estado en la
obra gramsciana. La poltica realizaba a la filosofa, le otorgaba un contenido real, material.
La autora daba cuenta de esta conjuncin de la poltica y la filosofa que denominaba
gnoseologa de la poltica tanto al analizar la filosofa en su inscripcin superestructural
teora del aparato de hegemona filosfico, como al derivar conceptos a partir de la nueva
estrategia poltica gramsciana la guerra de posiciones para los pases capitalistas
avanzados. Con su teora del AHF y su gnoseologa de la poltica, bregaba por elucidar los
elementos de una filosofa materialista en Gramsci y, as, ajustar cuentas con la dialctica
idealista63
. Despus de todo, prosegua el combate de L. Althusser contra la hegelianizacin
de Gramsci.
Esta lectura sintomtica de Gramsci, tension a L. Althusser en varios niveles. C. Buci
Glucksmann emprendi una nueva aproximacin al comunista italiano, distante de la
realizada por su maestro. Bsicamente, la crtica al historicismo gramsciano por el
althusserianismo, partiendo de una matriz comn a todo historicismo de J.P. Sartre a G.
Lukcs, a pesar de que haba arrojado luz sobre la presencia hegeliana en el marxismo, era
insostenible e inaplicable a Gramsci. La autora demostr que, atendiendo al abordaje
gramsciano del Estado, se desprenda una filosofa que lejos estaba de abrevar en el
historicismo hegeliano o crociano. El mote historicista endosado por L. Althusser a G.
Lukcs o K. Korsch no se ajustaba a Gramsci. El revolucionario sardo haba emprendido
una delimitacin tanto del mecanicismo como del revisionismo idealista64
. Si para L.
Althusser deba desgajarse la filosofa historicista gramsciana, para la autora, la filosofa
gramsciana tena un filn, no historicista, sino ms bien materialista, tangible slo a travs
de la problemtica del Estado. Esta lnea inexplorada por L. Althusser fue desarrollada por
C. BuciGlucksmann. Asever que la ampliacin del Estado a travs de los aparatos de
62
Tambin en BuciGlucksmann, op. cit., 1973, 5. Aqu la autora centr su interpretacin de la obra de
Gramsci a partir de la refundacin que ste efectu del concepto de Estado. 63
BuciGlucksmann, op. cit., 1978 [1975], 1429, 404419. 64
Op. cit., 1978 [1975], 2056, 278.
Sebastin Gmez, El derrotero de Los Libros (19691976) y su crtica pedaggica. La interpretacin educativa de
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hegemona supona atender a contradicciones secundarias o especficas. As un modelo
expresivo del todo social de origen hegeliano, conforme a la matriz terica de todo
historicismo tal y como propona L. Althusser en Para leer el Capital, no aplicaba a
Gramsci. Segn la autora, la unidad social en el comunista italiano no se resuma en la
praxis sino que presentaba momentos desiguales, heterogneos. Asimismo, intent
desandar un punto cardinal de la crtica althusseriana: la acusacin de historicista a Gramsci
que se asentaba, entre otros puntos, en su homologacin de ciencia o filosofa con
ideologa. En otras palabras, la comprensin de Gramsci de la ciencia como superestructura
desechaba, segn L. Althusser, la tarea terica o la reduca a un mero empirismo a una
contrastacin constante con la prctica, con las cambiantes coyunturas. Anclaba los
conceptos marxistas, los conceptos cientficos en la situacin histrica, al tiempo que
identificaba filosofa e historia. Bsicamente, C. Buci Glucksmann respondi a esta crtica
trabajando el filn materialista de la filosofa de Gramsci e interpretando la tesis
gramsciana de la ciencia como superestructura, no en trminos de un subjetivismo de
clase del tipo ciencia burguesa/ciencia proletaria, sino como parte de la bsqueda del
conocimiento objetivo.
Igualmente, en este camino original, la filsofa francesa repar reiteradamente en
preceptos althusserianos. Trabaj la ligazn de la filosofa con la lucha de clases. El
estatuto de la filosofa gramsciana se dirima en la disputa clasista, por lo que le haba
demandado ajustes perpetuos al revolucionario sardo. De ah que la autora distingui entre
historizacin legtima e historicismo. Era preciso situar a Gramsci en la historia, para
desideologizar los anlisis y medir mejor la validez real de sus conceptos. En otras
palabras, se requera una historizacin legtima, pero que jams deba derivar en un
historicismo sustituyente de la tarea terica gramsciana65
. En ltima instancia, como su
maestro, jerarquizaba y sostena la autonoma de la prctica terica. Adems, la autora se
apoyaba en aquellas intuiciones productivas divisadas por L. Althusser en el comunista
italiano, entre ellas las relaciones entre filosofa y poltica, la ampliacin del Estado, el
carcter material de la ideologa. Dbil en el terreno filosfico, en el plano del materialismo
histrico Gramsci presentaba apuntes dignos de consideracin, segn el filsofo francs. C.
BuciGlucksmann66
profundiz y enriqueci estas intuiciones registradas por su maestro,
pero en lugar de escindirlas del mbito filosfico, las trabaj como parte de la filosofa
materialista gramsciana a la luz de la problemtica del Estado67
. En definitiva, mediante el
empleo del mtodo de lectura althusseriano y la incorporacin de algunas de las
observaciones de su maestro, pero distancindose de otras, la autora emprendi una
renovada lectura de la obra del comunista italiano.
La introduccin de un artculo de C. BuciGlucksmann por LL, adems de expresar la
familiaridad de la publicacin con elaboraciones francesas, guardaba un tono coherente con
la revista, al postular una clave de lectura de Gramsci alejada del humanismo. Esta
afinidad, este registro compartido fue un nivel que justific la opcin por el artculo. Hay
65
BuciGlucksmann, op. cit, 1973, 4; BuciGlucksmann, op. cit., 1978 [1975], 24 66
BuciGlucksmann, op. cit., 1978 [1975], 417. 67
Op. cit., 1978 [1975], 91.
Sebastin Gmez, El derrotero de Los Libros (19691976) y su crtica pedaggica. La interpretacin educativa de
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otro pegado a ste que tambin contribuy y, presumiblemente, result ms palpable para
los protagonistas de la publicacin: el manuscrito de C. BuciGlucksmann responda
orgnicamente al proyecto crtico de LL en el plano pedaggico. En principio, la autora
ofreca una interpretacin materialista de Gramsci y, especficamente, de su tratamiento de
la cultura. El comunista italiano, en la versin de C. BuciGlucksmann, no abogaba por un
culturalismo idealista que desplazara al marxismoleninismo del terreno de la lucha de
clases hacia la cultura, sino que abordaba la cultura en su encarnacin conflictiva y
material, en su enraizamiento en los aparatos hegemnicos.
Adems de la ms que evidente distancia con el economicismo, esta lectura de Gramsci
coincida con el proyecto de LL, Una crtica poltica de la cultura, y con su demarcacin
de las tentativas humanistas, manifestadas por el nacionalismo popular. stas jerarquizaban
el discurso fanoniano o freiriano y, por tanto, las posibilidades de transformacin a travs
de la voluntad. Para C. BuciGlucksmann, como para LL, la disputa cultural deba
centrarse, no en la voluntad, sino en la lucha de clases y, desde esa posicin, asir la
dominacin, las opciones populares y el papel de los intelectuales. Especficamente, se
trataba de aprehender la ampliacin del Estado y la dinmica de los aparatos culturales,
tema tan reiterado en LL, en base al enfrentamiento clasista. De hecho, para C. Buci
Glucksmann la ocultacin del concepto de aparatos de hegemona en la exgesis sobre
Gramsci, haba conducido a una preeminencia de lo ideolgico sobre el anlisis de las
superestructuras, a una preeminencia de la problemtica del bloque histrico sobre la de
relaciones de fuerza y del Estado, en suma, a una desviacin cultural idealista en la
interpretacin del comunista italiano68
.
La nocin gramsciana de aparatos hegemnicos empleada por la autora, contribua a una
de las aristas del proyecto de LL: evidenciar los mecanismos ideolgicos de dominacin
arraigados materialmente en los aparatos culturales, entre ellos, el educativo. C. Buci
Glucksmann trabajaba sobre la ampliacin del Estado divisada por L. Althusser en
Gramsci. Tanto los aparatos de hegemona como los Aparatos Ideolgicos de Estado (AIE)
evidenciaban las formas de persuasin, de construccin de consenso de las clases
dominantes. Ubicaban, pues, el lugar, las funciones y las eficacias diferenciales de los
aparatos en el conjunto social.
Sin embargo, esta crtica de la cultura reclamaba, para la publicacin, otro costado: una
crtica prospectiva. El artculo de C. BuciGlucksmann avanzaba y cuestionaba el legado
althusseriano y poulantziano sobre Gramsci en un punto sensible: el atravesamiento de la
lucha de clases en el Estado produca grietas. El aparato de hegemona gramsciano no se
reduca a los AIE69
. stos ltimos, y aqu la autora se apoyaba en la autocrtica de L.
Althusser, resultaban un obstculo cuando se quera determinar polticamente los nexos
entre la base, la superestructura y la lucha de clases. Es decir, el concepto de reproduccin
se mostraba insuficiente para asegurar la riqueza del Estado ampliado gramsciano al
escindirlo de la concreta contienda clasista.
68
BuciGlucksmann, op. cit., 1978 [1975], 38. 69
BuciGlucksmann, op. cit, 1973, 7.
Sebastin Gmez, El derrotero de Los Libros (19691976) y su crtica pedaggica. La interpretacin educativa de
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Para la autora, las parejas tericas y metodolgicas de Gramsci eran bipolares: no haba
una teora de la hegemona sin una teora de la crisis de hegemona; no haba una anlisis
de la integracin de las clases subalternas por una clase dominante sin la teora de los
modos de autonomizacin de los sectores populares; no haba una ampliacin del concepto
de Estado sin la redefinicin de una perspectiva estratgica nueva la guerra de posiciones
que posibilitaba a las clases subalternas luchar por un nuevo Estado. De ah el error de N.
Poulantzas: reducir la utilizacin del concepto de hegemona solamente a las prcticas de la
clase dominante, convirtiendo de este modo la hegemona en sinnimo de ideologa
dominante. Al conjugar los aparatos de hegemona con la problemtica del Estado
gramsciano y la estructuracin de una estrategia de nuevo tipo para los pases capitalistas
avanzados, C. BuciGlucksmann conclua que al consenso dominante le continuaba, en
Gramsci, una impugnacin de las clases subalternas y, por tanto, una disputa en los
aparatos culturales. Los efectos de la hegemona devenan ms que contradictorios. En su
artculo, incluido en LL, marcaba las diferencias entre el Estado ampliado gramsciano y los
AIE althusserianos: Lo que interesa a Gramsci es la dialctica que permite que una clase
subalterna se convierta en hegemnica. De all la profundizacin de conceptos como el de
crisis y del modo mismo segn el cual se organiza la nueva hegemona (teora del partido y
reforma intelectual y moral) en sus relaciones con la clase y el conjunto de la sociedad70
.
Por ello, C. BuciGlucksmann coloc como nudo del pensamiento gramsciano el
carcter pedaggico de cada relacin hegemnica. Expresada de manera neurlgica en el
aparato escolar, este vnculo no se reduca, sin embargo, a las relaciones especficamente
escolares sino que atravesaba al conjunto social. La impronta vincular, pedaggica, de la
hegemona permita asir tanto la dominacin como las impugnaciones en los aparatos
hegemnicos. De all que, en su artculo, la autora repar, siguiendo a Gramsci, en las
opciones subalternas a la hegemona burguesa.
La propia editorial del n 32, se haca eco de este asunto cardinal: Toda relacin de
hegemona es, a la vez y por su funcin pedaggica, aseguraba71
. La jerarqua de este tema
gramsciano se explicaba por la doble respuesta que el artculo de C. BuciGlucksmann
ofreca al proyecto crtico de LL. En otras palabras, adems de analizar la dominacin en
las instituciones burguesas, fundamentaba una arista principal para la publicacin: la lucha
especfica en los aparatos culturales, a fin de desagregar todas las reservas organizativas de
la clase dominante. Asimismo, la perspectiva de la autora fundamentaba la crisis del
sistema educativo y, por tanto, las bases de la crtica prospectiva. LL sola aludir a la crisis
orgnica o hegemnica que atravesaban las instituciones educativas como parte de una
crisis social ms vasta, jerarquizando una instancia mediadora: la ideologa. Espacio
propicio, en consecuencia, para categoras gramscianas atentas al papel de la ideologa y su
arraigo social, como crisis orgnica. El editorial del n 31 comenzaba de la siguiente
manera: La cuestin educativa. Crisis es, sin duda, la palabra que aparece casi
inmediatamente si se quiere definir hoy el problema de la escuela en la Argentina72
.
70
BuciGlucksmann, op. cit., 1973, 7. 71
Editorial, Los Libros, n 32, Octubrenoviembre de 1973, p. 3. 72
Editorial, Los Libros, n 31, agostoseptiembre de 1973, p.3.
Sebastin Gmez, El derrotero de Los Libros (19691976) y su crtica pedaggica. La interpretacin educativa de
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La nocin de crisis orgnica, extendida y diseminada en las pginas de la publicacin,
tena en el artculo de C. BuciGlucksmann un tratamiento particular, denso. La autora
profundizaba en las caractersticas de la crisis orgnica observadas por Gramsci y
enfatizaba que no se reduca al mbito educativo, sino que era una crisis global, una crisis
de hegemona de la clase dirigente, una crisis que comprenda al Estado y a sus aparatos de
hegemona al Estado ampliado, a la capacidad de direccin ideolgica y cultural de la
clase dominante73
. Es sabido que bajo la nocin de crisis orgnica, se jugaba un dilema
traumtico en Gramsci: o comenzaba a operar un poder apoyado en fuerzas ilegales y
cmplices de la burguesa y se preparaba una forma extrema de coercin estatal, o bien, se
opona una fuerza popular organizada y estratgica.
Desde ya, la autora, como LL, bregaba por la segunda opcin. As, y nuevamente
emerga la crtica prospectiva, C. BuciGlucksmann recopilaba las reflexiones de Gramsci
como solucin ante la crisis. Por un lado, y en lnea con M. Manacorda, sugera en su
artculo dos alternativas especficamente educativas: la alternativa escolar y la alternativa
pedaggica. La primera supona el acceso de la clase obrera a una escuela nica, general,
desinteresada, lejos pues de la mera especializacin que propona la burguesa. La segunda,
indicaba una pedagoga de la promocin, una pedagoga activa, pero que no deba
desembocar en un mero espontanesmo. Instaba a un abordaje agudo y productivo de la
cultura subalterna que encerraba tanto elementos crticos como elementos importados de las
ideologas dominantes. A fin de valorar la cultura popular y tejer un vnculo democrtico,
no paternalista, la autora recordaba la III tesis sobre Feuerbach de Marx, tantas veces
aludida por Gramsci: el educador debe ser educado.
La lucha de clases atravesaba al ejercicio crtico de la autora, por lo que cualquier
alternativa postulada no poda afincarse slo en el plano educativo o escolar. La suerte que
corriesen las soluciones propuestas en el mbito educativo era indisoluble de la lucha
global por la constitucin del nuevo bloque histrico. Con ciertos aires maostas74
afines a
los principales animadores de LL, C. BuciGlucksmann se centraba en Gramsci, y
especialmente en sus consideraciones sobre la cuestin meridional, para bregar por la
conformacin de una alianza entre el proletariado y la gran masa campesina, capaz de
romper el bloque agrario conducido por los propietarios terratenientes y sus intelectuales.
La inclusin del artculo de C. BuciGlucksmann, por tanto, no result fortuita.
Responda de forma orgnica y coherente a una serie de singularidades de LL. Al dilogo
con el legado althusseriano y a la demarcacin con las tentativas humanistas, le segua un
Gramsci capaz tanto de criticar la materialidad del dominio escolar como de sugerir vetas
de transformacin social y educativa.
73
BuciGlucksmann, op. cit., 1973, 7. 74
BuciGlucksmann, op. cit., 1973, 5.
Sebastin Gmez, El derrotero de Los Libros (19691976) y su crtica pedaggica. La interpretacin educativa de
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Conclusin
Se ha intentado dar cuenta del derrotero de LL, atendiendo al doble proceso que la
anim: la modernizacin cultural y la radicalizacin poltica. Afirmando la persistencia de
la crtica cultural en la segunda etapa de la revista, se indag en su proyecto crtico
pedaggico signado por develar los mecanismos ideolgicos del aparato escolar y
estructurar una crtica prospectiva. Aunque en distintas oportunidades conceptos
gramscianos fueron esgrimidos en esta lnea, la traduccin del artculo de la filsofa
francesa C. BuciGlucksmann le permiti a la publicacin fundamentar su crtica
pedaggica a travs de una lectura del acervo gramsciano desapegado de las vertientes
humanistas. Lejos de una mera oposicin entre el althusserianismo y el gramscismo, la
autora ofreca zonas de compatibilidad e intercambio coherentes con la tonalidad del
proyecto crtico-pedaggico de LL. De todas maneras, permanece pendiente un estudio
capaz de desmenuzar los mltiples usos de Gramsci por parte de la revista, siendo el
presente artculo tan slo una contribucin.
Sabido resulta que a partir de los aos 80, Gramsci se volver gravitante en la teora
educativa. Sin embargo, es preciso advertir que hacia principios de los 70, el revolucionario
sardo ya animaba a la pedagoga crtica. El althusserianismo no fue apropiado linealmente
para pensar el tpico educativo por parte de la nueva izquierda en los aos 60/70 sino que
estuvo atravesado por ciertas incomodidades. En el caso de LL, el legado gramsciano
permiti desandar una de esas incomodidades a travs de fundamentar una veta suturada
por el filsofo francs: la intervencin poltico-pedaggica. De alguna manera si L.
Althusser permita limar los costados subjetivistas y voluntaristas de Gramsci, la obra
gramsciana fundamentaba la crtica prospectiva.
Recibido: 8 abril 2016 Aceptado: 6 junio 2016
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