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Año X • Septiembre-Octubre de 2012 Precio: $8 / ISSN 1851-1813 Nº 68 Un ejército de presos La Cámpora en los colegios ¿La devaluación resuelve algo? Los vampiros del ajo Observatorio Marxista de Economía Taller de Estudios Sociales Laboratorio de Análisis Político Gabinete de Educación Socialista Poesía y teatro, la obra completa de Humberto Costantini Presentación EDUCACIÓN ·Reseña de La Educación Prohibida HISTORIA ·¿Walsh giró a la derecha? ·Los desvaríos de Milcíades Peña ·La Federación Agraria con Onganía CLASE OBRERA ·¿Hay campesinos en el Chaco? ·Cirujas luchadores ·El fracaso del Polo Textil POLÍTICA ·El ejército en las villas ·La Justicia contra Mariano Ferreyra ECONOMÍA ·El mito de la dependencia ·Siderurgia: ¿podemos ser Corea? DEBATE ·Malvinas, una discusión con el PTS e IS ·Iglesia y peronismo en los ‘70 Sumate a la militancia

El Aromo n° 68 - "Sumate a la militancia"

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Periódico Cultural Piquetero, Organización Razón y Revolución. El Aromo n° 68, Septiembre/Octubre de 2012

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Page 1: El Aromo n° 68 - "Sumate a la militancia"

Año X • Septiembre-Octubre de 2012Precio: $8 / ISSN 1851-1813Nº 68

Un ejército de presos

La Cámpora en los colegios

¿La devaluación resuelve algo?

Los vampiros del ajo

Observatorio Marxista de Economía

Taller de Estudios Sociales

Laboratorio de Análisis Político

Gabinete de Educación Socialista

Poesía y teatro, la obra completa

de Humberto Costantini

Presentación

EDUCACIÓN ·Reseña de La Educación Prohibida

HISTORIA ·¿Walsh giró a la derecha?·Los desvaríos de Milcíades Peña·La Federación Agraria con Onganía

CLASE OBRERA·¿Hay campesinos en el Chaco?

·Cirujas luchadores·El fracaso del Polo Textil

POLÍTICA·El ejército en las villas

·La Justicia contra Mariano Ferreyra

ECONOMÍA·El mito de la dependencia

·Siderurgia: ¿podemos ser Corea?

DEBATE·Malvinas, una discusión con el PTS e IS

·Iglesia y peronismo en los ‘70

Sumate a la militancia

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Septiembre-Octubre de 20122

La diferencia es, en realidad, el título del último documento de Carta Abierta. Precisamente, el número 12. Allí, el agrupamien-to se encarga de realizar un lamentable panegírico de la actual administración, advirtiendo –cuándo no- sobre el contraste con la situación de ajuste en Europa y sobre los peligros que acechan tras la alianza opositora. Hasta aquí, nada nuevo, nada que no esperemos de semejante rejunte intelectual. No obstante, la carta contiene un elemento particular: el pedido de reforma constitu-cional. Parece que luego de nueve años se acordaron de la “urgen-cia” de elevar ciertos “derechos sociales” al rango constitucional. Resulta francamente llamativo que, siendo parte del gobierno, no hayan volcado sus ideas cuando se elaboró el proyecto del nuevo Código Civil y Comercial. Para el caso, todavía se está tratando. Pero no, ellos quieren una modificación en la mismísima Cons-titución. Realmente curioso. Cuando intentamos averiguar qué cambios concretos proponen, se alude a abstracciones del tipo “barrera antiliberal” o “reconocimiento de la multiculturalidad”. Vaguedades que ni siquiera aluden a las necesidades de los millo-nes de trabajadores que habitan este país. La clave de todo este enigma está en la frase que alude a la necesidad de “la eventual continuidad democrática de liderazgos, cuando estos aparecen

como condición de esta inédita etapa regional”. En concreto, quieren la re reelección. Todo lo demás importa muy poco.No obstante, el documento no deja de dar cuenta de ciertos pro-blemas reales que hacen a la particularidad del proceso argenti-no: la acechanza del drástico ajuste y la continuidad del régimen. Para ponerlo en forma de pregunta, ¿por qué en países del Primer Mundo, e incluso del tercero, se descarga una andanada de ajustes mientras aquí sólo se lo hace tímidamente y en cuentagotas? Es evidente que el proceso económico es diferente, que aquí el agro parece compensar -bien que momentánea y decrecientemente- ciertas deficiencias. También parece poco discutible que las bur-guesías europeas tienen una serie de compromisos (el Euro) que obligan a políticas comunes, donde la influencia del Estado ale-mán parece determinante. La Argentina, en ese sentido, tendría un mayor margen de maniobra (habría que ver, dicho sea de paso, cómo justifican, los defensores de la dependencia, la injerencia alemana en el “imperialismo” español e italiano, frente al mayor poder de decisión de la “semicolonia” Argentina). Aunque ambas variables permiten quitar urgencia a la ofensiva más abierta, no explican por qué esta fue sistemáticamente anunciada y, sistemá-ticamente también, postergada. La respuesta está en la diferencia entre el proceso político europeo y el argentino. Justamente, los conflictos de los estatales en Córdoba, en la Provincia de Buenos Aires y en el Subte expresan ese problema: nadie quiere hacerse cargo del ajuste. Resultado: este no se produce o no se descarga con el peso previsto. Eso no quiere decir que no se haya avanzado en ese sentido. El aumento del subte, de los servicios en los ba-rrios del norte de la Capital, la suba del colectivo para los que no tienen la tarjeta SUBE (que anticipa un alza general), el impuesto a las ganancias y el tope a las asignaciones familiares, sumados a una inflación que corre más rápido que los salarios son, indiscu-tiblemente, formas en las que se manifiesta. Pero todavía subsiste toda la estructura de subsidios y de planes sociales. El presupuesto fiscal debe achicarse más todavía.El motivo más importante es que, en Argentina, una ofensiva “a la Europea” puede hacer caer a este gobierno en menos de un año. Y eso no es nada: puede volver a poner en marcha el proceso inte-rrumpido en 2003. Por ahora, todo el espectro político se dedica a discutir sobre la primera de estas dos cuestiones: la solidez del armado kirchnerista. No parece, con todo, una discusión de poca importancia. Vale hacerse la siguiente pregunta: ¿por qué Scioli, que se prestó a cuanta farsa y manoseo se le presentó (recordemos la “candidatura testimonial”), se le anima a Cristina, se reúne con cuanto opositor aparece y amenaza con prender fuego la provin-cia? Muy sencillo: percibe que hay una base importante para una alianza opositora y no quiere quedarse afuera.

Luego de reunir al conjunto de la burguesía en una especie de go-bierno de Unidad Nacional, el kirchnerismo va perdiendo progre-sivamente base social. Al alejamiento de las organizaciones de la burguesía agraria, se suma ahora gran parte de la CGT. En el Día de la Industria, Cristina entregó la doble vía de indemnización de los accidentes de trabajo (lo que le valió un caluroso aplauso de los industriales). No obstante, la presencia de De Mendiguren, CAME y las centrales adictas (CGE y CGera) disimularon mal el faltazo de Techint y Adefa (la cámara de las automotrices). La cena estuvo a punto de naufragar, con la excusa de que Moreno pretendía llevar a los puesteros de La Salada (cosa que finalmente hizo). En ese sentido, aquellos que, tal como anticipamos, queda-ron ilesos en la elección del año pasado, conforman un personal político que puede acaudillar ese descontento. Esta administración fue reemplazando figuras salidas del riñón de la burguesía argentina (Lavagna, Alberto Fernández, Redrado) por arribistas que conforman una especie de proto-burguesía ma-fiosa (Boudou, Moreno, Etchegaray, Kicilloff ). En la medida que no puede normalizar el régimen, el kirchnerismo va perdiendo base social en su propia clase y se nutre de elementos desclasados. Mientras no vuelva al redil, deberá seguir ese escarpado camino. En la medida que deba preservar la caja fiscal, crecerá el descon-tento. De allí, la necesidad de contar con una estructura particu-lar que sostenga al régimen. El avasallamiento de La Cámpora, el rejunte de delincuentes en Vatayón Militante o las patotas de Milagros Sala se perfilan como elementos que pueden desembo-car en una construcción mayor. El régimen comienza a armarse y esto debería ser un llamado de atención para la izquierda. La re reelección es la confesión de que así están las cosas. El kir-chnerismo no ha podido construir ningún otro candidato. Cual-quier otro que suba no garantiza ni siquiera que Cristina y sus más allegados no vayan presos. A diferencia de México, aquí no hay ningún PRI. El PJ es una confederación de gobernadores e intendentes sin ninguna conducción nacional. Que todo esto de-penda de la continuidad y la salud de una sola persona muestra la escasa solidez que ha logrado el bonapartismo luego de nueve años, lo que nos devuelve al segundo problema: la profundidad de la crisis del 2001.El gobierno nacional y los gobiernos provinciales tienen la mira puesta en las elecciones del 2013. Especulan con ajustar ahora para no perder una caja que el año que viene será indispensable. Con algunas medidas, dos o tres meses antes de las elecciones –suponen- podrán invertir el humor popular. Para retomar la ini-ciativa antes, el gobierno anunció el voto optativo a los menores de 16 años. Tal vez una batería de medidas pueda revertir una elección el año que viene. Es difícil de anticipar. Pero lo cierto es que la izquier-da debería tener otro horizonte. Mientras la burguesía piensa en acumular dinero, los revolucionarios deberíamos acumular adhe-siones. Las ofensivas gubernamentales son la ocasión de interve-nir en la conciencia política de los compañeros. El momento de avanzar es justamente ahora, no en la campaña electoral. Proba-blemente, cuando baje la marea, muchos se volcaran al voto ofi-cialista. Seguramente, los menos convencidos. Lo que se necesita, ahora, es ganar militantes, no simpatizantes. Esos que quedan a pesar de las concesiones. La discusión central debe ser política, no corporativa. En definitiva, hace falta un Partido, no una es-tructura laxa que no se concreta ni siquiera como frente sindical. La propuesta ya la hemos hecho, hace tiempo. Esperemos que el 2013 no nos encuentre, otra vez, camuflando una derrota. El FIT tiene la oportunidad de hacer la diferencia.

EDITORIAL

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Año X • Nº68 • Septiembre-Octubre de 2012

ISSN 1851-1813Buenos Aires

Los artículos firmados corren por exclusiva responsabilidad de los autores, asimismo las opiniones vertidas en las entrevistas corren por exclusiva responsabilidad de los entrevistados.

La verdadera diferencia

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3Septiembre-Octubre de 2012

El crecimiento de la población sobrante en Ar-gentina es una marca de los últimos 30 años, que no se ha revertido con el crecimiento económico de esta década. Las políticas específicas que el Es-tado capitalista dedica a esta población crecieron tanto en términos de la cantidad de beneficia-rios como del gasto público destinado a tal fin, tanto bajo el menemismo como en la era K. Sin embargo, esta política no ha podido sacar a esta gente de su condición de sobrante.1 La tan pu-blicitada asistencia social, además de poco efecti-va, es sólo una cara de la acción gubernamental. La represión abierta y selectiva de la población sobrante organizada es una pata clave del bona-partismo kirchnerista. En este contexto, la nue-va etapa de implementación del Plan Ahí evi-dencia la importancia de la represión preventiva, por parte de las fuerzas estatales, que se combina con la acción paraestatal de patotas y barrabra-vas, que hemos reseñado en números anteriores de El Aromo.2

El Plan Ahí

El Plan Nacional de Abordaje Integral (Ahí), de-pendiente del Consejo Nacional de Coordina-ción de Políticas Sociales, se lanzó en medio del llamado “conflicto del campo”, en abril de 2008.3 Como su nombre lo indica, se plantea como un plan integral de abordaje territorial de la pobreza que coordina acciones de distintos ministerios y de los gobiernos provinciales y municipales con la participación de “la comunidad”. En su lanzamiento, se planeaba una primera eta-pa en la que se llegaría a 9 partidos del Conurba-no Bonaerense y a las 223 localidades más pobres del país para llegar luego a mil localidades, alcan-zando a un total de 6 millones de habitantes. El tipo de actividades llevadas adelante son fundamentalmente de ayuda directa (alimen-tos, guardapolvos, equipamiento deportivo), de construcción e infraestructura (vivienda social, centros de integración comunitaria, destape de cloacas y desagües), capacitaciones (infancia, gé-nero, deporte), revisación médica y documenta-ción.4 Sin embargo, no aparece un presupuesto específico destinado a tal fin en ninguno de los ministerios convocados.En junio de este año, y según las versiones ofi-ciales, por un plazo de 90 días, el Plan comienza a implementarse en villas de la Ciudad Autóno-ma de Buenos Aires y asentamientos de la locali-dad de San Martín. Lo novedoso de la iniciativa es que fueron convocadas las Fuerzas Armadas y de Seguridad dependientes del Ministerio de Defensa, creado posteriormente a la creación del plan y cuya participación, por tanto, no estaba prevista en la formulación original. Mientras el Ejército desplegó sus fuerzas en los barrios de San Martín, la Armada lo hizo en la Villa 31 y la Fuerza Aérea en la Villa 1-11-14.La militarización de zonas de asentamiento de población sobrante por las Fuerzas Armadas, por su parte, es una tendencia que puede observarse en toda América Latina. El caso de Brasil, con la conformación de las “Unidades de Policía Pa-cificadora” es paradigmático en este sentido. La extensión del uso de drogas baratas y de las redes de narcotráfico asentadas en estos territorios dan cuenta de la importancia del proceso de descom-posición social que sufren sectores importantes de la clase obrera brasilera y de las dificultades del Estado de contener estas manifestaciones propias del sistema social en el que vivimos. Ve-nezuela, por su parte, se ha venido destacando por la fuerte presencia de las FF.AA. para la rea-lización de “tareas sociales”.El uso del ejército para tareas internas en el con-tinente ha sido legitimado en el año 2003 por la Declaración sobre Seguridad de las Américas de la Organización de Estados Americanos (OEA) con su ampliación del concepto de seguridad: “La pobreza extrema y la exclusión social de am-plios sectores de la población, que también afec-tan la estabilidad y la democracia. La pobreza extrema erosiona la cohesión social y vulnera la seguridad de los Estados”.5

En nuestro país, si bien la presencia de los

aparatos represivos es una constante en la vida cotidiana de esta población, hasta hace poco nunca se había recurrido a las FF.AA. para este tipo de tareas,6 hecho que distinguía a Argenti-na de sus pares latinoamericanos.7 Las leyes ar-gentinas de Defensa Nacional (n° 23554/88 y 727/06), de Seguridad Interior (n° 24059/92) y de Reestructuración de las FF.AA. (24948/98) las excluyen en forma explícita de tareas de se-guridad interna y no deberían cumplir tareas de asistencia social salvo en caso de “catástrofes”.

Los operativos Cinturón Sur (2.500 gendarmes y prefectos en el distrito porteño), Centinela (6 mil gendarmes en el conurbano bonaerense) y Escudo (6 mil efectivos de Gendarmería Nacio-nal y la Prefectura Naval y 800 nuevos efectivos de Fuerzas Especiales y Antidrogas de la Gendar-mería y Prefectura en zonas del NOA y NEA) in-auguran una nueva etapa en este sentido. La nueva fase del Plan Ahí, por su parte, trae como novedad la combinación de tareas de asis-tencia social con la represión preventiva de la po-blación sobrante a partir del control del territo-rio por parte de las fuerzas militares del Estado. Adelantándose a las críticas, el secretario de Se-guridad, Sergio Berni, planteó que el gobierno nunca ordenará a las fuerzas de seguridad repri-mir la protesta social, ocultando la efectiva re-presión que, como ya hemos mencionado, han sufrido los trabajadores organizados durante el kirchnerismo.

Un sistema en descomposición y la relegiti-mación de las FF.AA.

La participación de las fuerzas coercitivas en ac-ciones de asistencia social es la forma en que el Estado se adelanta a la crisis a través de la des-trucción de focos de posible conflicto social. Asistencia y represión son dos formas articuladas de solución al problema de la población sobran-te. Que la represión, por la misma naturaleza del bonapartismo, sea en muchos casos tercia-rizada, no cambia el contenido de lo que se está tratando.

Es que, como ya planteamos en otras oportu-nidades, en tanto ni la recuperación económica relativa de la última década, ni el aumento de la asistencia social, alcanza para convertir a es-tas fracciones de la clase obrera en un ejército en activo en condiciones normales, la población so-brante tendrá que salir nuevamente a pelear por su vida y su dependencia inmediata del Estado pone al sistema en su conjunto en el ojo de la tormenta. El personal de las Fuerzas Armadas y de seguri-dad, otrora convertido en “el malo de la pelícu-la”, es ahora “humanizado”. Abonan en este sen-tido, la realización de “tareas humanitarias”, y la inclusión de temas de Derechos Humanos en sus planes de estudios. Pero también se benefician de ser corridos del lugar de únicos depositarios del ejercicio de la violencia a través de la terceriza-ción de la represión. En definitiva, el gobierno intenta lavarle la cara a las fuerzas de seguridad relegitimando su rol en la sociedad. Es que los bonapartismos no son sino soluciones transitorias a procesos de avance de la lucha de la clase obrera. En tanto expresión de crisis polí-ticas, tarde o temprano deben cerrarse, sea a tra-vés de la recomposición de la plena hegemonía burguesa, sea con el triunfo de las tendencias re-volucionarias contenidas en ellas. En el caso del kirchnerismo, se trata de un período que inten-ta frenar las potencias revolucionarias contenidas en el Argentinazo, apoyado en la marcha de una economía sostenida por la soja y el aumento de la tasa de explotación. Pero el “modelo” empieza a trastabillar al calor de la crisis, dando muestras claras de sus límites y de la necesidad de recomponer las relaciones de dominación: déficit fiscal, “sintonía fina”, rup-tura con Moyano, aumento de tarifas…8 Ade-lantándose al conflicto, el gobierno empieza a desarrollar tareas de “prevención” recurriendo a las fuerzas del orden, poniendo sobre la mesa la importancia de la dependencia directa de gran-des porciones de la clase obrera del Estado y, en el mismo acto, el potencial componente explo-sivo que encierra una forma de reproducción de

acumulación de capital sostenida sobre la pro-ducción de una masa importante de población sobrante.

Notas1Véanse Seiffer, Tamara: “La máquina de subsi-dios”, en El Aromo, nº 60, Buenos Aires, 2010 y Cominiello, Sebastián: “Los planes del régimen. Presupuesto estatal y elecciones en el interior”, en El Aromo, nº 62, Buenos Aires, 2011.2Véanse Morúa, Cristian, Georgina Andrada y Santiago Ponce: “Guardianas del propio rancho. El uso de patotas contra la lucha de los terciari-zados estatales”, en El Aromo, nº 60, Buenos Ai-res, 2011 y Genera, Federico y Santiago Ponce: “Palo blanco, palo negro. Un recuento de las ac-ciones represivas en este año”, El Aromo, nº 67, Buenos Aires, 2012.3Decreto 621/2008. Disponible en www.de-sarrollosocial.gob.ar/Uploads/i1/Decreto%20621-2008%20Lineamientos%20Plan%20Ah%C3%AD.pdf.4Listado según relevamiento de obras anuncia-das en prensas de tirada nacional y en sitio web del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación.5Declaración sobre Seguridad en las Américas, OEA, Ciudad de México, 27 y 28 de octubre de 2003. Disponible en www.oas.org/csh/ces/docu-mentos/ce00339s02.doc. Resaltado nuestro.6A fines del año 2002, Chiche Duhalde plantea que el Ejército, la Gendarmería y Prefectura co-laboren con el reparto de alimentos, pero no lle-gó a materializarse. 7Similar a la de Argentina en este sentido sería la situación de Chile. 8Veánse Bil, Damián: “La estatización de la cri-sis. Los límites del gasto público en Argentina para enfrentar el colapso de la economía”, en El Aromo, nº 63, Buenos Aires, 2011 y Bil, Da-mián: “¡No renuncie! El ajuste detrás de la quita de subsidios”, en El Aromo, nº 64, Buenos Aires, 2011.

Tamara SeifferOME-CEICS

¿Usted creía que la represión era cosa del pasado, que iba a disminuir con el aumento de los planes sociales? ¿Piensa que el uso de los ejércitos para la seguridad interna es cosa de Colombia o Brasil? Lea esta nota y entérese de cómo las FF.AA. se preparan para intervenir y regimentar a la fracción más empobrecida de la clase obrera.

La militarización de la población

sobranteEl Plan Ahí y el uso de las Fuerzas Armadas para la política social

POLÍTICA

ESTUDIO JURIDICOIgnacio L. Achával & Asoc.

Derecho del Trabajador

Despidos

Trabajo mal registrado

Horas extraordinarias

ART - Accidentes

Derecho de Familia

T.E.:4811-3333 / 15-5140-4266 [email protected]

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Septiembre-Octubre de 20124

HISTORIA

San Milcíades, sus apóstoles y la cruzada contra el conocimiento

Este año fue publicado Historia del pueblo ar-gentino, de Milcíades Peña. Naturalmente, no se trata de un libro inédito, sino de la compilación de los cuadernos editados por Fichas en la déca-da de 1960, en los que el historiador trotskista recorrió nuestra historia desde la Colonia hasta mediados del siglo XX.1 La reedición de la obra de Peña estuvo a cargo de Horacio Tarcus y Fer-nando de Leonardis y fue difundida como una de las actividades culturales del año, promovida por los grandes medios de comunicación (como la revista Ñ) y presentada en medios académi-cos con la participación de intelectuales ligados al kirchnerismo (José Pablo Feinmann y Feli-pe Pigna), al progresismo opositor (Maristella Svampa, de Plataforma 2012) y a la izquierda (Eduardo Grüner, integrante de la Asamblea de Intelectuales en apoyo al Frente de Izquierda).2 Por eso, por tener toda esa pléyade de festejan-tes, es que lo hemos de llamar, merecidamente, San Milcíades. Hasta aquí, difícilmente podamos considerar a Peña un autor “prohibido” o “desmitificador”, al decir de Forster.3 La reedición de sus obras por la multinacional más poderosa de la industria edi-torial, la amplia difusión que tuvo y las pleitesías que le rinden propios y extraños, dentro y fuera de la academia, expresan que el autor “trágico” tiene más acuerdos con la historiografía acadé-mica socialdemócrata que con el materialismo histórico. Revisemos (una vez más) sus princi-pales argumentos en lo que hace al tema que nos dedicamos: el período de la formación de la Argentina.

San Capitalismo

Para San Milcíades, el capitalismo no es cosa de relaciones humanas, sino que es prácticamente eterno. Cuando explica la colonización de Amé-rica sostiene que “el objetivo […] fue eminente-mente capitalista: producir a gran escala y ven-der en el mercado para obtener una ganancia”.4 Es decir, América es capitalista desde el siglo XV. Lo cual, aunque disparatado, no es del todo ori-ginal, ya que nuestro santo repite las palabras de Sergio Bagú: no se desarrolló en nuestro conti-nente un “capitalismo industrial” (entiéndase, un “buen” capitalismo) como el europeo o el

norteamericano, sino un “capitalismo colonial”, donde el predominio de “la esclavitud en forma de salario bastardeado”5 y de una burguesía dé-bil y servil a los intereses extranjeros, reacia al fomento del mercado interno y activa en la pro-ducción a gran escala para el mercado mundial, habría detenido el desarrollo de las fuerzas pro-ductivas y la conformación de una nación plena-mente burguesa. La interpretación de San Milcíades (“interpreta-ción” en un sentido literal, dado que no apor-ta pruebas nuevas para sostener sus ideas) tiene varios problemas. En primer lugar, caracteriza a un modo de producción por las formas de la circulación comercial y no por las relaciones so-ciales de producción. Se insiste con la vieja idea (ya vieja en la década de 1960, dado que el cir-culacionismo tiene a sus primeros defensores en Henri Perenne) de que la producción en gran es-cala para el mercado mundial implica capitalis-mo. Su error se acentúa con cada nuevo trabajo que, desde la década de 1970, aporta datos para profundizar nuestro conocimiento de las socie-dades precapitalistas americanas de los siglos XV a XVIII. 6 La existencia de capital (todavía redu-cido a las grandes fortunas comerciales) no im-plica capitalismo (una relación social entre una clase propietaria de medios de producción y una desposeída de ellos, obligada a vender su mano de obra para sobrevivir). El santo de la izquierda no comprende la necesidad de un análisis histó-rico del capital mercantil o comercial, sobre todo en un período de transición: el comercio, al mis-mo tiempo que expande las relaciones feudales, las socava, al crear las premisas históricas para el surgimiento del sistema capitalista. Es cierto que, en un primer momento la conquista y el monopolio dinamizaron y desarrollaron el co-mercio y las fuerzas productivas, pero Peña de-bería explicar por qué la encomienda, la mita, el yanaconazgo y la esclavitud constituyen for-mas capitalistas. Si abandonamos la definición de capitalismo acotada a la existencia de relacio-nes sociales particulares y la extendemos a toda producción que esté destinada al mercado y a “obtener ganancias”, entonces podemos encon-trar capitalismo hasta en la Roma Antigua. Si en cambio, solo nos concentramos en “obtener ganancia” entonces nos remontamos a períodos más antiguos aún. Nuestro Santo, al igual que Pirenne, se basa en una definición neoclásica de capitalismo, que excluye a la historia y se remon-ta a la noche de los tiempos.

San Sarmiento

A pesar de que muchos izquierdistas lo reivin-dican por suscribir un marxismo “latinoameri-cano” y no “eurocentrista”, la interpretación del autor de Antes de Mayo, en vez de comprender las particularidades del desarrollo capitalista (agra-rio) americano, celebra al europeo y norteame-ricano (industrial y pujante), y subestima al de aquí, signado por “maldición de la abundancia fácil”.7 Esa idea de que, “no trabajan porque la tienen fácil”, más cercana a Carrió que a un mar-xista, estructura toda su explicación del “atraso” argentino. En términos académicos: la producti-vidad de la pampa, que multiplicaba los ganados sin necesidad de inversión y trabajo, impidió la formación de unidades de producción intensivas y obturó la aparición de una burguesía indus-trial interesada en el progreso. Esa “abundancia” redundó en la proliferación del latifundio e im-pidió la conformación de una “democracia igua-litaria” al estilo europeo. Por lo tanto, en vez de tener actualmente a los progresistas industriales de la General Motors, debimos conformarnos con la “oligarquía” de la Sociedad Rural. Esta no es más que la hipótesis que esgrimió Sarmiento cien años antes que Peña. Y con mayor maestría, la verdad sea dicha. En realidad, la campaña bonaerense, como se probó, no era un paraíso donde las vacas se re-producían ilimitadamente. Ya hacia 1720, el Ca-bildo de Buenos Aires temía por su extinción. El stock vacuno rioplatense no era, no podía ser, superior al de cualquier país europeo. Buenos Aires, hasta 1770, fue una región marginal de la economía, con ganado y todo. La ventaja no estaba en la “abundancia”, ni en las condiciones climáticas (la pampa se inundaba o se incendia-ba, y los ganados huían), sino en la capacidad de la región de producir en escala. Esa poten-cia se basaba en la inexistencia de trabas sociales a la gran producción. Un estanciero podía acu-mular ganado vacuno porque no había comuni-dad campesina que se lo impidiera. Aunque tu-viera otros límites, estos eran menores que los que se podían sufrir en otros lados. Por lo tanto, no es una atribución de la naturaleza, sino de la sociedad. En vez de explicar las particularidades del capi-talismo argentino (inserción tardía en el merca-do mundial en ramas donde no es necesaria una alta inversión), Peña le echa la culpa a la “falta de vocación nacional de la burguesía”. Los hechos

muestran que, después de la revolución, las fuer-zas productivas crecieron: triplicación de los ín-dices de población, duplicación de tierras culti-vables, expansión de la producción e ingreso a posiciones en el mercado mundial.8 Es más, el crecimiento no fue solo extensivo, ya que de la caza del ganado cimarrón se derivó a manufac-turas como el saladero, los cual llegó a ocupar importantes posiciones en el mercado mundial, apoyándose en la explotación del trabajo asala-riado. La orientación al mercado interno, exter-no, nacional o local no define las características estructurales de un sistema social. En todo caso, es una expresión de la escala de esa economía.San Milcíades, al no ver la conformación de un mercado nacional inmediato, condena a la Re-volución de Mayo y a la “Independencia” nacio-nal”. No obstante, si uno observa el proceso, este mercado se crea en tan solo 40 años (entre 1810 y 1850), por lo que difícilmente podamos ha-blar de atraso estructural. El autor no hace más que reproducir una concepción apologética del pequeño capital, al plantear que solo el desarro-llo “farmer” de agricultores puede desembocar en un verdadero “capitalismo industrial”. Sin embargo, el capital necesita de cierta escala para desenvolverse. El hecho de que en otras regio-nes las vías al capitalismo implicaron un fuerte componente de pequeños productores, oculta el desenlace de dicho proceso. En Inglaterra y en EE.UU. el desarrollo del capitalismo agrario solo fue posible cuando la diferenciación dio paso a la formación de grandes unidades productivas.9

San Alberdi

Repitiendo los dichos de Alberdi, Peña plantea que la Revolución de Mayo no fue más que un cambio de régimen político, una “revolución po-lítica”, ya que no habría tenido como objetivo la creación de una nación, sino tan solo “establecer un trato directo con Europa sin la molesta in-terposición de la Corona española”.10 Es más, la Revolución de Mayo no habría sido más que un mero efecto de la invasión napoleónica en Espa-ña (como plantea la academia).11 Por lo tanto, la burguesía no portaría en sus orígenes una po-tencialidad revolucionaria. Las guerras de inde-pendencia no se interpretan entonces como algo buscado (Halperín dixit).El proceso revolucionario, entonces, habría sido impulsado por una “burguesía intermediaria” del comercio extranjero, anti-nacional y subor-dinada al desarrollo europeo. La “tragedia”, para utilizar el concepto de Tarcus, es que el desarro-llo burgués argentino no era posible de ningu-na forma, dado que ni los burócratas españoles ni la “oligarquía criolla” permitiría el despegue

A propósito de la edición de Historia del pueblo argentino, de Milcíades Peña

Editorial Planeta acaba de publicar una compilación de los escritos de Milcíades Peña sobre historia argentina. Ni “trágico”, ni “maldito”, su trabajo fue presentado y elogiado por todo el espectro intelectual. Este autor trotskista fallecido en los ’60 parece haberse convertido en una autoridad para toda la izquierda. A continuación, le explicamos por qué lo que dijo sobre la formación de la Argentina no pasa de opiniones sin fundamento, que mal pueden servir de guía para la revolución.

Santiago Rossi DelaneyGrupo de Investigación de la Revolución de Mayo-CEICS

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5Septiembre-Octubre de 2012

Un reconocimientonacional. Tan sólo eran diferentes formas de co-lonialismo: el Río de la Plata dejó de ser colonia de España y se transformó en una semi-colonia de Inglaterra. Sí, Halperín Donghi y el trotskis-mo argentino coinciden en las características del “pacto neocolonial”.12

El concepto de “revolución política” es, fran-camente, descabellado. Una revolución es una transformación en las relaciones sociales. Si no hubo tal cosa, no hay revolución alguna, ni po-lítica ni social. ¿O el cambio de un personal po-lítico o de un régimen de gobierno implica una revolución? Lo cierto es que el trotskismo, tan dispuesto a encontrar revoluciones por todos la-dos y en todo momento, niega a la única revolu-ción triunfante en la Argentina. La investigación ha comprobado que la burgue-sía agraria integró los principales puestos en la lucha de la revolución contra el régimen, lo cual se observa en la composición social de la direc-ción del Cuerpo de Patricios (el partido que lle-vó a cabo la preparación política de la Revolu-ción de Mayo), mientras que los comerciantes monopolistas fueron los más férreos defensores del orden colonial. Nuestro trabajo muestra que la burguesía criolla barrió con el régimen feudal y reorganizó la economía bajo nuevas relaciones sociales. Claro que la generación de Mayo no pretendía la socialización de los medios de pro-ducción. En ese contexto es completamente en-tendible (y hasta necesario) que haya tejido lazos con las potencias capitalistas del período. Pero que la principal producción del país sea vendida en Inglaterra no equivale a “semicolonialismo”. Tampoco la “unidad” de intereses de la burgue-sía nativa y la “imperialista”. Análisis de ese tipo deberían considerar la posibilidad de que actual-mente seamos una colonia China…

Los divulgadores de la Palabra

El capitalismo es eterno, Argentina no tiene una verdadera burguesía y los grandes procesos socia-les no tienen contenido alguno. Tal es la visión pesimista de San Milcíades. Resultado: hace fal-ta crear cierta burguesía, hay que repartir la tie-rra y difícilmente podemos aspirar al socialismo. Sus apóstoles (NMAS, PTS, PO, IS) creen ver en este santo un ejemplo revolucionario y ter-minan enredándose con sus conclusiones. Algu-nos, plácidamente, otros sin darse cuenta. Nin-guno se pregunta por qué el nacionalismo y la academia le rinden pleitesía. Todos acompañan esa procesión sin chistar. Se niegan sistemáti-camente a llevar a cabo un estudio exhaustivo para comprender las tendencias que operan en la realidad social. Una visión pesimista, una lectu-ra religiosa de Alberdi y Sarmiento y la falta de una investigación seria llevan a Peña y al trots-kismo vernáculo detrás de la ideología burgue-sa. La realidad, no obstante, muestra otras cosas. Es cuestión de abandonar esa verdadera Armada Brancaleone que se gestó en torno a un militante con un trabajo intelectual poco riguroso y salir al encuentro con el verde árbol de la vida. Tal vez sea el momento de dejar de repetir la Palabra y convertirse en Verbo.

Notas1Peña, Milcíades: Historia del pueblo argentino, Emecé, Bs. As., 2012.2Revista Ñ, 06/07/12.3Forster, Tomás: Tiempo Argentino, 08/06/2012.4Peña, Milcíades, op.cit., p. 65.5Ibídem, p. 67.6AA.VV.: Modos de producción en América Lati-na, Siglo XXI, México, 1989.7Peña, Milcíades, op.cit., p. 77.8Harari, Fabián: La Contra. Los enemigos de la Revolución de Mayo, ayer y hoy, Ediciones ryr, Buenos Aires, 2006.9Kullikoff, Allan: “Transition to Capitalism in Rural America”, en The William and Mary Quar-terly, Tercera serie, Vol. 46, nº 1, enero, 1989.10Peña, Milcíades, op. cit., p. 84.11Ibídem, p. 89.12Tulio, Halperín Donghi: Historia contemporá-nea de América Latina, Alianza Editorial, Bs. As., 2011, p. 215.

Los compañeros del Nuevo MAS han vuelto a contestar a nuestras críticas. Allí reconocen una serie de errores. En primer lugar, que el concep-to de San Milcíades (véase nota anterior) de “re-volución política” es inconducente. En segundo, que la fuente que presentaron como única evi-dencia de la inexistencia de un proceso revolu-cionario no avala sus posiciones (es decir, que escribieron antes de revisar la fuente y no des-pués, como corresponde). No obstante, siguen obstinados en afirmar que no hubo revolución alguna. Los compañeros nos adjudican afirmaciones que jamás hemos hecho. Nunca dijimos que en la pampa rioplatense se desarrollaran relaciones feudales. No hay en Buenos Aires vasallajes ni señores y siervos de la gleba. Por el contrario, he-mos mostrado que en el agro se encuentran los gérmenes de relaciones sociales capitalistas que se despliegan en el siglo XIX. Es cuestión de leer lo que escribimos antes y no después de criticar. Sin embargo, hemos explicado que predomina en el conjunto del espacio rioplatense (incluyen-do al Alto Perú y el Paraguay) el Modo de Pro-ducción Feudal debido a que la región formaba parte de una formación económico-social hege-monizada por el Estado español, que se soste-nía gracias a relaciones feudales y que tenía en el comercio colonial, desarrollado por comercian-tes precapitalistas, su principal sostén financiero. Son estas relaciones las que se imponen frente a la enorme variedad que encontramos en nuestra América. Son también ellas las que frenan el de-sarrollo de la burguesía agraria rioplatense (y la de otros lugares de América, como Caracas).1 La minería potosina, la sesión gratuita de una renta colonial, y el monopolio comercial, sostenidos todos por medios extraeconómicos, dan cuenta de este carácter feudal. ¿Pero qué sentido tiene repetir, una vez más, y sin tener enfrente nin-gún dato nuevo, lo que venimos probando desde hace diez años?

También es falso que desestimemos el papel del mercado y el comercio. 2 Lo que no hacemos es cometer el error de caracterizar un sistema social a partir de una definición liberal que pondera las relaciones mercantiles. El NMAS afirma que el Río de la Plata sería capitalista porque, en última instancia, las mecancías terminaban en la bur-guesía inglesa. Con ese criterio, la Rusia zarista, el África subsahariana y el Oriente otomano en el siglo XVIII habrían sido regiones plenamente capitalistas, ya que el grueso de sus exportacio-nes se dirigían hacia Inglaterra.Respecto al problema de la revolución, si bien reconocen el hecho de que la burguesía rural era ajena al control estatal, ya que el feudalismo le ponía trabas a su desarrollo, no interpretan la toma del poder y la destrucción de las relaciones sociales atrasadas como tareas de la revolución burguesa. La idea de que la burguesía agraria ya dominaba en la economía, lo cual haría innece-saria la transformación social, es falsa. Por un lado, la revolución no es otra cosa que la actuali-zación en el terreno de la política de un desarro-llo contradictorio en la estructura. Sin el Estado, ninguna clase puede dominar completamente la economía. Para los compañeros, como para San Milcíades, la revolución no requeriría tomar el poder. Ahora bien, la burguesía rioplatense, si bien pu-jaba por la extensión de las relaciones capitalistas, se encontraba con obstáculos para su desarrollo. En primer lugar, en la mayor parte del territo-rio predominaban relaciones precapitalistas. En segundo, el grueso de la riqueza era apropiado por las clases subsidiarias de la nobleza españo-la o enviado a España en calidad de renta. Para eliminar estas trabas, hizo falta una revolución.El NMAS, como el resto del trotskismo verná-culo, reniega de la investigación científica y se limita a repetir a San Milcíades. Cuando criti-camos su obra y lo calificamos como ensayista, se enojaron y gritaron a los cuatro vientos que sí apelaba a fuentes históricas. Pues bien, los in-vitamos a que nos señalen cuáles son las fuentes de primera mano que el santo utilizó para escri-bir Antes de Mayo. No van a encontrar ninguna.

Los compañeros señalan los estudios sobre pero-nismo, pero, que sepamos, estamos discutiendo otro período histórico. No es bueno escapar del debate. En definitiva, estamos dispuestos a discutir sobre lo que decimos, no sobre lo que se nos atribu-ye. Y discutimos en base a evidencia, no sobre la palabra de tal o cual autor. Otra vez, invita-mos a los compañeros a leer nuestros trabajos y a juntar evidencia antes sostener sus afirmaciones. No está mal arrepentirse en medio del debate. Lo que es preocupante es que los errores sean el producto de groseros descuidos.

Notas1Harari, Fabián: Hacendados en Armas. El Cuerpo de Patricios de las Invasiones Inglesas a la Revolu-ción (1806-1810), Ediciones ryr, Bs. As., 2009, p. 105.2Schlez, Mariano: Dios Rey y Monopolio. Los co-merciantes monopolistas y la contrarrevolución en el Río de la Plata tardo colonial, Ediciones ryr, Bs. As., 2010, p. 51.

Respuesta al Nuevo MAS

HISTORIA

Santiago Rossi DelaneyGrupo de Investigación de la Revolución de Mayo-CEICS

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El 30 de junio de este año, en la Facultad de Fi-losofía y Letras, se presentó el libro La izquierda y la guerra de Malvinas, editado por nuestra edi-torial (Ediciones ryr), en el marco de la colección Historia Argentina de la Biblioteca Militante. La presentación consistió en un debate entre Eduar-do Sartelli (director de RyR), Cristian Castillo (por el PTS) y José Castillo (por IS). A continua-ción, presentamos un resumen de la discusión, que puede verse en forma completa en nuestra página.

Eduardo Sartelli: Para pensar el tema Malvinas hay que superar algunos obstáculos que impiden toda discusión seria. El primero es el emotivo: “yo estuve ahí”. El que estuvo allí no sabe nada por haber estado, más allá de la experiencia per-sonal. El segundo es el de “macho ofendido na-cionalista”. Lo importante es cuestionar el valor real que Malvinas tiene en nuestras vidas. El otro punto que tenemos que evitar es el del “anti im-perialista ofendido”, el tipo que cree que siempre que haya una bandera inglesa, hay que escupir-la, no importa que el gobierno que haya llevado adelante la guerra haya sido uno de los mas ul-traimperialistas de la historia. La cuestión nacional es un problema. En el capi-talismo, las sociedades se han organizado como estados nación. Marx y Engels saludaban las for-maciones estatales como la mejor forma para de-sarrollar las fuerzas productivas, dando a lugar

a la base material para una sociedad futura. De modo que la cuestión nacional es un problema real, lo que hay que preguntarse es si Malvinas forma parte de la cuestión nacional argentina. Si bien Argentina no tiene pendiente ninguna cuestión nacional, suponiendo que esto aun no se haya resuelto, Malvinas no forma parte de este problema. Porque este supone la posibili-dad de construir un Estado que organice relacio-nes sociales con algún grado de independencia y permita el desarrollo de las fuerzas producti-vas. Cuando esto se alcanza, se acaba la cuestión nacional. Lo cierto es que la Argentina ha cons-tituido un Estado Nación con cientos de años y en ningún momento de su historia ha necesi-tado de las islas. Entonces, ¿por qué luchamos? ¿Por la constitución del Estado Nación burgués o por la revolución social? Lo que debe hacer un marxista es superar estas cuestiones, preguntán-dose si, en términos marxistas, hay una cuestión nacional o no. El segundo punto es la izquierda y la cuestión Malvinas. ¿De que se la acusa en este libro? De haber claudicado ante el nacionalismo, de haber hecho un frente acompañando a la dictadura a la guerra. De haber suspendido la batalla contra esa dictadura en nombre de una supuesta supe-ración por la guerra. La izquierda demostró que no sabe de historia y no conoce el país en el que vive. La idea de que la Argentina de Galtieri su-fría una crisis de la cual iba a salir la revolución, a través de Malvinas, es no conocer la historia, es haber comprado el mito de Malvinas como cuestión nacional y es haber aceptado que Gal-tieri representó algún papel progresivo por llevar el país a la guerra. Las clases van a la guerra solo si hay un interés que se juega allí; de lo contrario, no van. No hay razones, salvo que uno confun-da explotación con dominación nacional, para pensar que la clase obrera argentina haya que-rido continuar una guerra contra el imperialis-mo en lugar de dar por tierra a la dictadura. La razón por la cual la izquierda quedó mal parada fue porque no entendió los intereses de la clase obrera que intentaba dirigir. Este es el núcleo del problema para los que pretendemos revolucio-nar el mundo.

José Castillo: El planteo de Fabián Harari “las Malvinas son de los kelpers”, el mismo que sos-tiene Allan Woods, me obligó a arrancar por aquí. ¿Es Malvinas parte del sometimiento ar-gentino al imperialismo o es una cuestión de dos rocas perdidas en medio del Atlántico Sur? Yo creo que es parte del primero, e incluso hoy lo es más de lo que era en 1982. Cuando discutimos hoy Malvinas no discutimos el gaucho Rivero, sino el petróleo, el área de pesca, el control estra-tégico de el otro pasaje que existe entre el Atlán-tico y el Pácifico por fuera del canal de Panamá. Discutimos la Antártida y sobre un capitalis-mo estratégico al cual se le agotan los recursos como el agua. Evidentemente los imperialismos piensan que esto importa. De hecho, hay bases militares que durante estos años se han ido am-pliando. No estamos discutiendo una cuestión sentimental o un cascote. Dicho esto, hay un segundo tema de debate so-bre qué significó la guerra y cuál fue la posición de la izquierda. Creo que nadie en la izquierda, en general, asumió en su momento que Galtieri representaba una posición anti imperialista y que por eso decide recuperar las islas. La posición de Gilly tiene elementos falsos. Él dice que la clase obrera se opuso a la guerra cuando no fue así. Yo estuve -y lo reivindico como lugar científi-co- junto con el activismo anti dictatorial, el cual

venía creciendo desde el año 1981. Un movi-miento sindical en asenso, que Gilly desconoce. Montones de procesos que se encadenan en ese momento, pero que venían ocurriendo de ma-nera preexistente. El conjunto de ese activismo no discutió sobre lo que significaba Malvinas, sí hubo discusiones acerca de lo que podía llegar a hacer la dictadura. Posteriormente se produjo un proceso de desmalvinizacion y el alfonsinis-mo jugó un rol importante para esto.Creo que el fondo de este libro está en leer el prólogo de Fabián [Harari], quien trae la discu-sión. Eduardo dice que Argentina no tiene una cuestión nacional y nosotros diferimos. La cues-tión nacional no significa ser colonia. Se puede ser dependiente sin ser colonia. El sometimien-to de la Argentina al imperialismo se puede ver en la balanza de pagos, mediante el intercambio desigual, la repartición de utilidades, la deuda externa, la relación con el FMI, el Banco Mun-dial, los acuerdos con la OEA, la reciente ley anti terrorista, etcétera. Ahora, hay una discu-sión más, la existencia del imperialismo como categoría en términos de cómo lo plantea Lenin. Nosotros seguimos creyendo que la lucha de la clase obrera esta indefectiblemente unida a la lu-cha anti imperialista.

Cristian Castillo: Yo creo que si aquí estuviese alguien de Inglaterra, a Eduardo lo contratan, es más los nombrarían Sir, porque en el debate in-ternacional diplomático sobre la cuestión Malvi-nas, el Comité de Descolonización de la ONU considera que Malvinas es uno de los casos de dominación colonial que hay en el mundo. Un organismo controlado por grandes potencias ha tenido que reconocer que la situación de Malvi-nas es la de un enclave internacional. Insisto, la posición de Sir Edward Sartelli está a la derecha del Comité de Descolonización de la ONU. Yo pensaba empezar por donde terminó José Castillo, entre los artículos hay dos posiciones. La de Adolfo Gilly, quien reconoce la existencia del imperialismo y la de Alberto Bonnet y Allan Woods, en donde no se reconoce la posesión im-perialista de Malvinas. Hay una primer cuestión muy importante respecto a cómo pensamos el capitalismo. El imperialismo no es una política, sino que es una estructura de relaciones sociales, económicas y políticas. Esto implica que hay po-tencias dominantes y que usan a partir de haber llegado primero al desarrollo capitalista y domi-nan al mundo. Esto se expresa mediante sus em-presas y su potencia militar. Más de 120 países tienen bases estadounidenses. Obama patina su deuda e impone condiciones al resto del mun-do sobre los pueblos oprimidos. La burguesía argentina no gira plusvalía de otros países para acá. Cualquier estudio de tasa de ganancia en EE.UU. muestra cómo la tasa de ganancia de las empresas que están en el exterior duplica la que tienen internamente. Esto lo pueden ver en los trabajos de Dúmenil y Levy. La situación de EE.UU. no se puede entender sin esa masa de plusvalía que obtiene, no solo de explotar a su clase obrera sino también de explotar a trabaja-dores de otros países. No es que hay tamaños de capitalismo, sino una estructura que opera internacionalmente, más allá de las formas nacionales. Operan internacio-nalmente a partir del monopolio. Gran Breta-ña está entre ese grupo de estados y Argentina no. La importancia que tuvo la delimitación de la III Internacional es que entre los estados hay opresores y oprimidos, y que la clase obrera en este sentido no es neutral, sino que se coloca del lado de los oprimidos. Entonces, yo no veo que

sea distinto Malvinas de otros casos. ¿Que dife-rencia tiene con las guerras del Golfo, en donde la coalición formada por EE.UU. luchó contra Saddam Hussein y, sin embargo, todos los sec-tores anti imperialistas y socialistas enfrentaron esa coalición? Lo que tienen en común los tres artículos es una enorme estrechez nacionalista. El punto era que Thatcher pudo consolidarse en el poder porque ganó la guerra de Malvinas. Si hubiese sido de-rrotada, no hubiesen sido derrotados los mine-ros ingleses dos años después. Esto era lo que se jugaba. Se plantea una visión ingenua del imperialismo, una visión cipaya que no distingue entre los na-cionalismos de pueblos opresores y oprimidos, que no ve las reivindicaciones anti imperialistas, que no ve que la clases sociales deben tomar las luchas anti imperialistas como propias y que, en definitiva, no ve cómo derrotar a las direcciones nacionales. La derrota en Malvinas creó la idea de que al imperialismo no se lo puede derrotar. Creó una idea derrotista y una visión pacifista. Hoy día sería delirante prepararnos para una lucha por Malvinas. Ahora, hay que plantear la reivindica-ción. Piensen: ¿una revolución en la Argentina, está mejor o peor con una base de la OTAN en las Malvinas? A mí me parece elemental para una revolución no tener una base enemiga ahí.

Eduardo Sartelli: Discutamos posiciones que se han dicho aquí. La Argentina ganaría posiciones en relación al petroleo, la pesca, la cordillera... Ahora bien, ¿la pesca y el petróleo serían de los argentinos o de la burguesía argentina? No pue-do creer el grado de nacionalismo que tenemos en la cabeza. Seriamente no se puede comparar Irán, Irak con Malvinas. Seriamente, si hay una base del Imperio Británico ahí ¿estamos mejor o peor? Es una pregunta tonta que no tiene nin-gún valor. Estamos discutiendo sobre la cuestión Malvinas, sobre la cuestión nacional, no esta-mos discutiendo si estamos en contra de cual-quier construcción militar capitalista. Acá los compañeros razonan como perfectos burgueses nacionalistas. La idea de que la Argentina no se apropia de plusvalía ajena: no saben lo que es la renta dife-rencial y que la Argentina vive de eso. No saben que sistemáticamente la Argentina se ha parado sobre la deuda externa y que este es el primer go-bierno que la paga. Si ganaba Galtieri, ¿quién ganaba? ¿Una posi-ción nacional? ¿Quién respaldaba a Galtieri? El mismo Cristian lo dijo: las dictaduras latinoa-mericanas llegaron de la mano de EE.UU. Ade-más, Cristian le da a Malvinas una proyección internacional del tipo “el mundo se jugó en Mal-vinas”. Y como ganó Margaret Tatcher, vino el desastre que vino. Si hay una base británica y los obreros británicos hacen la revolución, ¿nos conviene o no nos con-viene? Nos conviene. Si hay una base británica y los obreros argentinos hacen una revolución. ¿Nos conviene? No. Pero eso es hacer futurolo-gía. Además, si las Malvinas no fueran argenti-nas, pero ahí hubiese bases del Imperio Británi-co, ¿no habría que estar en contra igual? Si hay una base cuya relación social que la sostiene es

DEBATE

¿Existe una cuestión nacional en Argentina?

Mucho se ha escrito y debatido sobre la cuestión Malvinas. Aquí presentamos un debate entre Eduardo Sartelli, Cristian Castillo y José Castillo sobre el tema. La cuestión nacional, la guerra y el Imperialismo son problemas que fueron debatidos.

Debate sobre el libro La izquierda y la Guerra de Malvinas, con Eduardo Sartelli, Cristian Castillo (PTS) y José Castillo (IS)

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el capitalismo, hay que estar en contra de eso, sea argentina o no. Estamos discutiendo la cues-tión nacional, no si estamos a favor o en contra de cualquier construcción de poder capitalista. ¿No será que la mejor forma de luchar contra el imperialismo es hacer la revolución en el país de cada uno?¿Por qué el Comité de Descolonización dirá “Malvinas en un hecho colonial”? ¿Ustedes creen que Rusia y China quieren que Inglaterra esté donde está? ¿Quién se refuerza si las Malvinas pasan a ser argentinas? ¿Argentina? La Argenti-na es un país podrido por su propia estructura económica, no por Malvinas. Probablemente, las islas agreguen un problema más. ¿Quién se re-fuerza? Los EE.UU. y cualquiera que esté dispu-tando posiciones con el Imperio Británico.El imperialismo no es más que lo que correspon-de a la política de los capitales con mayor ca-pacidad de acumulación. ¿Qué política se pue-de esperar de EE.UU.? ¿Que se quede esperando sentado que algún tribunal le diga que tiene de-recho a algo? Yo diría que el problema está en el horizonte jurídico del derecho democrático bur-gués. Si yo tengo el poder, intento transformarlo en ley. Argentina lo hace con Uruguay y Para-guay. Brasil también. Reclamar todo el tiempo la cuestión del imperialismo es una forma de no abordar sobre los problemas reales. José Castillo: Nosotros tenemos un texto con nuestras posiciones durante la guerra. Hubo lla-mamientos a la clase obrera británica, menciones comunes de solidaridad. Algunas organizaciones británicas plantearon el boicot económico a la guerra. El grupo de Allan Woods, de hecho, sos-tuvo esto. La autodeterminación nacional no se aplica cuando uno define a algo como enclave. En Mal-vinas viven 2.300 personas, más de la mitad son militares que han llegado después [de la guerra]. La población de ahí es altísimamente racista con los latinos y con los argentinos en particular. Se aprovechan de los contratos de pesca. Nosotros consideramos que esto las ubica en la posición de población de enclave. Lo que nosotros estamos diciendo es que no había ninguna posición dentro de la burgue-sía nacional que estuviera interesada, o en con-diciones, de avanzar en ninguna tarea anti

imperialista, no que no existieran tareas de este tipo. En todo caso, tendríamos que volver a esas discusiones y no meter todo en una misma bolsa y decir que todo el habla de la cuestión nacional o de anti imperialismo es nacionalista. Me da la sensación de que me encuentro discutiendo con Antonio Gallo.

Cristian Castillo: Galtieri no hizo la guerra como agente norteamericano. Quien era su agente, se transformó. Lo mismo que puede ana-lizarse con el cambio de bando de Saddam Hus-sein. Este fue un agente norteamericano durante la guerra contra Irán y luego cambió de bando. Bin Laden cambió de bando, ¿o no fue un agen-te en la guerra contra Afganistán y luego se pasó de bando en las guerras del Golfo? No hay que tener una visión lineal.Tipos que se vanagloriaban de haber hecho la guerra contra el comunismo, se terminaron abrazando con países como Cuba [se refiere a Costa Méndez]. Se dieron contradicciones rea-les de acuerdo a la situación que motivaron esas peculiaridades. No entiendo por qué decir que hay una causa anti imperialista, qué el proleta-riado debe tomar esa lucha en sus manos, por-que la burguesía local es incapaz, es nacionalista burgués. Si por x cuestiones un Estado participa en una lucha anti imperialista, participamos para ganar esa dirección para los movimientos oprimidos. Y en esto me baso en Trotsky: ¿cómo no íbamos a defender la expropiación del petróleo por par-te de Cárdenas? Nosotros planteamos desde un programa integral, pero si se ataca a un país opri-mido, ¿cómo no nos vamos a colocar en contra de esa agresión? Y no es “guerra o revolución”, porque nosotros esperamos hacer una revolu-ción. La guerra no es algo que deseábamos, sino algo de la dictadura per se. Estamos discutien-do que hacemos en el transcurso de eso. Es más, la política de alinearse con la Argentina es para hacer la revolución, no para no hacerla. Noso-tros no teníamos la política de ganar la guerra y discutir la revolución después. Es un programa para hacer la revolución socialista. Esta es nues-tra concepción.

Eduardo Sartelli: Veamos la realidad concre-ta: las masas argentinas no salieron a exigir la

guerra. Esto no es Irán o Irak. Si viene Bush a bombardear Buenos Aires, es una cuestión. Eso es Afganistán o Irak. Es la invasión y la destruc-ción de un país, y entonces toda la burguesía va a desaparecer, lo cual me preocupa poco. Pero el resultado va a ser que las masas van a sentir una tasa de explotación mayor y además van a confrontar una burguesía mucho más podero-sa. Entonces, ¿cómo no nos vamos a armar para enfrentar esa situación? El problema es un he-cho concreto. A mí me llama mucho la atención cómo ciertos compañeros de la izquierda argen-tina no pueden discutir las cosas concretas. Tuvi-mos una discusión hace tres años por el proble-ma agrario y no conseguí que me dijeran nada sobre la pampa argentina, a pesar de que había dirigentes nacionales que sostenían que había que repoblar la Argentina y la pampa. ¿Las Malvinas son un problema nacional o no?, esta es la discusión. Después podemos discutir si es un enclave o no, si la población es trucha o no. No me interesa, tengo problemas más im-portantes, como el ajuste feroz que se viene. En-tonces no puedo encolumnarme detrás de Cris-tina, porque la refuerzo. Lo que tengo que decir es que ahí no hay un problema, el problema es el ajuste que se viene. La gente se da cuenta de esto, ¿o alguien se acuerda hoy del asunto? No-sotros estamos discutiendo esto porque editamos un libro, pero si fuera una cuestión nacional, se hubiera planteado con o sin Cristina. Las masas no se comieron la galletita de Cristina, sí la iz-quierda. Las masas lucharon contra la dictadura y contra Galtieri y, después, votaron al tipo que representaba exactamente lo contrario. El problema no es que la izquierda argentina tie-ne que hacerse cargo de masas irracionales. El problema argentino es que la que es irracional es la izquierda. Y acá no hago ninguna distin-ción entre la izquierda burguesa y no burguesa, ya que el grado de irracionalismo es muy similar. ¿De dónde viene ese irracionalismo? De no ver las cosas concretas. En toda la discusión se hizo mención al imperialismo. Como bien se planteó, esa no es la discusión. No existen dos tipos de países: los buenos y los malos. Los compañeros embellecen a las burguesías nacionales, a las cua-les les hacen hacer las cosas que hacen no por sus propios intereses, sino por el imperialismo. Cris-tina no aplica el ajuste porque el imperialismo

quiere, sino porque ella quiere. La burguesía na-cional es ésta y el problema es que uno se hace ilusiones con que debería ser algo distinto.

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Del al estatismo capitalista

La idea de que los problemas de América Lati-na son resultado de su carácter dependiente de los países imperialistas es casi un sentido común izquierdista (y no tanto). Se explica el menor grado de acumulación, la mayor desigualdad y el peor nivel de vida de la clase obrera por las trabas económicas o políticas implementadas por las potencias. La liberación nacional apa-rece como condición de cualquier estrategia de desarrollo económico, sea o no socialista. Para algunos, debe realizarla una alianza entre la cla-se obrera y la burguesía nacional; para otros, el sujeto es la clase obrera junto a los campesinos. Pero todos coinciden en buscar en las relaciones nacionales los problemas del capitalismo latino-americano y no en el propio capital. A partir de la discusión con Ruy Mauro Marini, uno de los autores más influyentes de la llamada teoría de la dependencia, veremos que las dificultades para analizar cómo funciona el mercado mundial lle-van a un autor, que se reivindica socialista, a pro-poner como ejemplo a seguir a los países del Este asiático, en particular Corea del Sur, que basaron su crecimiento en las condiciones de vida mise-rables de su clase obrera y en el accionar represi-vo de dictaduras sangrientas.

Giros en falso

Marini interviene en la discusión con la inten-ción de diferenciarse del planteo de autores que caracterizaban a la dependencia como resultado de la falta de capitalismo en los países periféri-cos o que atribuían a causas extraeconómicas el bloqueo a su desarrollo. Para él, el problema era explicar la dependencia como resultado del propio desarrollo de las leyes capitalistas expues-tas por Marx en El Capital y no como su nega-ción.1 Incluso señalaba que las visiones alternati-vas terminaban en una apología de la burguesía nacional y en un llamado a la conciliación de clase. Planteaba que, dado que la dependencia era expresión del desarrollo capitalista y no de una intervención extraeconómica, la lucha debía ser socialista.Sin embargo, hacia el final de su vida, el plan-teo por el socialismo fue remplazado por una nueva consigna. Según su teoría, era imposible el desarrollo de los países dependientes. Pero en

los ‘80 y principios de los ’90, se evidenció un fuerte desarrollo industrial de los países del Este asiático, en particular de Corea del Sur. Mari-ni, para explicar este proceso histórico, conside-ró que con la globalización se había producido un cambio en el modo de producción capitalis-ta. Señaló que mientras antes de 1970 no ope-raba la ley del valor a nivel mundial, a partir de la globalización la competencia permitía, ahora sí, el desarrollo de los países dependientes. Mari-ni afirmó que esta oportunidad fue aprovechada por los países del Este asiático, debido a que el Estado disciplinó a la burguesía y la obligó a in-vertir. Merced a una burocracia fuerte, logró una inserción exitosa, que produjo un crecimiento basado en el aumento de la productividad.2 Este planteo, compartido por teóricos de la llamada escuela institucionalista, se abstrae de las condi-ciones concretas de acumulación del capital asiá-tico. Coloca el elemento dinámico en el Estado y en su capacidad de disciplinar a la burguesía para invertir, sin señalar que la clave está en una serie de cambios tecnológicos que permitían incorpo-rar a una clase obrera disciplinada por la Gue-rra de Corea y sucesivas dictaduras, muy barata y descalificada, hasta entonces sobrante para el capital, a la realización de procesos productivos simplificados (véase la nota de Emiliano Mussi sobre el efecto de los bajos costos laborales en el desarrollo de la siderurgia coreana en los ‘70 en este mismo número).Al abstraerse de estas condiciones concretas, Ma-rini vio potencialidades en el Estado como un ente autónomo, factible de ser imitado en Amé-rica Latina. No obstante, marcó una diferencia: aquí no habría posibilidades de que dichas tareas las realizase la burguesía o los partidos que ma-nejaron el Estado, porque el patrón de acumula-ción dependiente -desarrollado hasta los ’70- les impedía asumir un comportamiento similar a la de sus pares surcoreanos. Por lo tanto, la tarea de la clase obrera sería realizar una revolución de-mocrática radical y, desde el control del Estado, forzar a la burguesía a invertir y competir en el mercado mundial. Es decir, se pasaba de la lucha por el socialismo a buscar una mayor presencia del Estado capitalista (eso sí, popular) sin plan-tear una centralización del capital en manos de la clase obrera. Un planteo anticipatorio de lo que luego se expresaría en Venezuela con Hugo Chávez, donde los textos de Marini son muy di-fundidos, tanto en universidades como por otros organismos estatales.

Dependencia del intercambio desigual

Pasar de defender la lucha por el socialismo, como única salida frente a la dependencia, a sos-tener la necesidad de una mayor intervención estatal dentro del marco de las relaciones capi-talistas, parece resultado de un cambio de opi-nión o un abandono de sus premisas. Pero lo in-teresante de Marini es que estas conclusiones son coherentes con sus planteos previos, lo cual es un llamado de atención a muchos partidos, en particular trotskistas, que sostienen posiciones similares a la de Marini y no ven (o no se hacen cargo) de hacia donde llevan. La dependencia surge para Marini a partir de la existencia de un intercambio desigual en el co-mercio exterior. Los países dependientes com-pran mercancías industriales a los países impe-rialistas, mientras que sólo pueden venderles materias primas. El autor sostiene que las pri-meras son pagadas por encima del precio inter-nacional. ¿Por qué? Por la existencia del poder monopólico o la intervención del Estado de las potencias. El resultado es que se produce un flu-jo de valor desde la periferia hacia el centro. Para compensar esta sangría, los países dependientes se ven obligados a pagar los salarios de los obre-ros por debajo de su valor, es decir sobreexplo-tarlos. El resultado es que la capacidad de consu-mo de los asalariados de los países dependientes se comprime. Esto implica una traba al desarro-llo de las burguesías latinoamericanas, porque el mercado interno chico no les permite alcanzar la escala necesaria para expandirse. De esta for-ma, Marini señala que la sobreexplotación otor-ga a las burguesías una compensación frente a la sangría de riqueza, en favor del imperialismo, pero genera una traba al desarrollo nacional. Si-tuación que no se revierte con el crecimiento in-dustrial en el periodo de la llamada ISI, porque la producción está destinada a las elites y no al conjunto de la clase obrera. Aunque Marini tiene la pretensión de realizar una explicación económica y diferenciarse de las teorías tradicionales del imperialismo, apela a sus mismos principios. Supone la existencia del capital monopolista y la acción estatal para expli-car el flujo de valor desde los países dependientes hacia el imperialismo. Pero, como señalamos en otras oportunidades, este es un supuesto teóri-co que corresponde a una mirada liberal de la competencia.3 Que existan capitales más pode-rosos, con el apoyo de sus Estado y bancos, no

implica que los precios se determinen en forma permanente a su voluntad o sólo limitados por la demanda. La provisión de mercancías hacia los países de América Latina se realiza desde diferen-tes países o incluso como resultado de la compe-tencia de empresas de los mismos países. Esto determina que el precio pagado al importar no implica necesariamente un sobreprecio desde los países dependientes hacia los imperialistas. En todo caso, eso debe ser investigado y no asumi-do como una norma general que surge de tomar como propia la perspectiva del pequeño capital, en su lamento frente a su impotencia para sobre-vivir ante competidores más poderosos. Sin embargo, no se acaban ahí los problemas de Marini. No sólo asume una transferencia ne-gativa hacia el imperialismo sin probarla, sino que pierde por completo de vista que existe una transferencia inversa a favor de los llamados “paí-ses dependientes”. Las materias primas que ex-porta América Latina son, en su mayor parte, producidas en mejores condiciones que en el res-to del mundo. Es decir que cuenta con ventajas no reproducibles por el capital, que dan lugar a una renta diferencial de la tierra. En efecto, la tasa de ganancia de las ramas productoras de ma-terias primas en Argentina, Venezuela y Brasil es

Debate sobre la teoría de la dependencia con Ruy Mauro Marini

Muchos de los que defienden teorías dependentistas del Imperialismo suponen que estas son el corazón de una perspectiva socialista. La crítica a uno de los autores más reconocidos de esta corriente muestra que, al partir de premisas falsas sobre cómo funciona el comercio mundial, se termina reemplazando la estrategia revolucionaria por una propuesta inviable de control de la burguesía por parte del Estado.

ECONOMÍA

Juan KornblihttOME-CEICS

Fuente: elaboración propia en base a: tasa de ganancia agraria argentina: Iñigo Carrera, J.: La formación económica de la sociedad argentina, Imago Mundi, Buenos Aires, 2007; tasa de ganancia agraria Brasil: Grinberg, N. (2011): Transformations in the Korean and Brazilian Processes of Capitalist Development between the mid-1950s and the mid-2000s: The Political Economy of Late Industrialisation, Thesis of London School of Economics; Tasa de ganancia petrolera Venezuela: OME en base a BCV; tasa de ganancia industrial EEUU: OME en base a BEA

El gráfico muestra la relación entre la tasa de ganancia de los bienes exportados por Argentina, Brasil y Venezuela (las columnas) y la de los bienes industriales de los EE.UU. (línea de referencia). Como se observa, los primeros están por encima de la segunda a lo largo de la historia. Una muestra de que las exportaciones, desde los llamados países dependientes, son pagadas con una renta por los países importadores, y un indicio de que las exportaciones de los países industriales no tienen ese plus. Estos datos ponen en duda la existencia del intercambio desigual que sostiene la teoría de la dependencia de Marini.

Intercambio desigual en duda

Proporción de las tasas de ganancia agrarias (Argentina y Brasil) y petrolera (Venezuela) vs. la tasa de ganancia industrial de los EEUU (1960-2006).

Petroleo Venvs. EE.UU. IndustrialArg. Agraria vs. EE.UU. IndustriaBrasil Agraria vs. EE.UU. Industrial EE.UU. Industrial

35

0

5

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15

20

200619991990198019701960

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9Septiembre-Octubre de 2012

muy superior a la media industrial (ver gráfico 1). En promedio, entre 1960 y 2006, la rentabi-lidad agraria argentina fue 2,5 veces superior a la de la industria en los EE.UU., la del capital agra-rio en Brasil 3,1 y la petrolera venezolana 9,6. Lo cual comprueba que los países compradores de dichas materias primas (en general los llamados países imperialistas) pagan por encima del pre-cio de producción normal que corresponde a las mercancías industriales. Es decir, hay un flujo fa-vorable desde el centro a la periferia. A la inver-sa, la tasa de ganancia de los capitales industria-les estadounidenses se toma como referencia del promedio mundial.4 Parte de esas ganancias pro-vienen de las exportaciones hacia los llamados dependientes. Al no observarse que la ganancia del capital industrial de los EE.UU. tenga nive-les extraordinarios, tenemos un indicio de que no hay un flujo permanente a través del comer-cio industrial hacia dichos países (al menos no le implica una tasa de ganancia mayor a la media).

5 En cambio, sí se demuestra un flujo hacia Amé-rica Latina, en concepto de renta de la tierra. Al asumir el monopolio como realidad domi-nante del comercio mundial en forma teórica, Marini (junto con la teoría de la dependencia) perdió de vista al monopolio realmente existen-te sobre la tierra. Como vimos, del intercambio desigual se desprendía todo su análisis de la de-pendencia. Veamos cómo del derrumbe de los

cimientos de su modelo colapsa también su es-trategia política.

Estatismo inviable

Uno de los aportes claves de Marini fue identifi-car como elemento específico de América Latina el peso de la venta de la fuerza de trabajo por de-bajo de su valor. Sin embargo, desde su modelo basado en el intercambio desigual y el dominio del capital monopolista, lo que es una ventaja para el capital terminaba siendo una traba. El problema es que al no analizar la competencia en el mercado mundial y presuponer que en los países dependientes no opera la ley del valor, no pudo dar cuenta del lugar efectivo que juega la sobreexplotación. En efecto, el pago por debajo del valor de la fuerza de trabajo le permite a los capitales locales compensar sus menores ganan-cias. Pero no se trata de menores ganancias pro-ducto del accionar de los capitales monopolistas, sino que los bajos salarios -así como la renta de la tierra- le permite sobrevivir a capitales que son poco competitivos en términos internacionales por contar con menor productividad. Es decir, que el ataque a las condiciones de vida de la clase obrera explica por qué capitales inviables (tanto los nacionales como los extranjeros que se radi-can en estos países) existen cuando no deberían.Los bajos salarios son una ventaja para el capital

radicado en América Latina, pero es una com-pensación que no es suficiente para darle compe-titividad frente a países aun mejores para el capi-tal. Esto es lo que ocurre en el Este asiático, que al ofrecer salarios mucho más bajos que los de América Latina, atrae a capitales que ya no sólo compensan su menor productividad sino que los utilizan como una plataforma para expandir sus exportaciones. Marini, al no poder ver el rol que juega la sobreexplotación (que en su teoría es la causa del atraso), explica este éxito por el Estado. Por eso ve factible trasladar la experiencia asiáti-ca hacia América Latina. Sin embargo, al obviar la clave del éxito de su ejemplo a seguir, propone una salida inviable, salvo que se plantee alcanzar los niveles de explotación que hoy tiene China. Algo incompatible con su idea de que el cambio lo realice una fuerza popular. Así, Marini pasó del socialismo a un estatismo utópico dentro de los marcos capitalistas. Como vimos, no fue re-sultado de abandonar la teoría de la dependen-cia, sino como expresión de los límites de esta forma de comprender el desarrollo mundial del capital, algo tan común en la izquierda criolla.

Notas1Marini, Ruy Mario.: “Dialéctica de la depen-dencia (1973)”, en América Latina, dependencia y globalización. Fundamentos conceptuales, R.M. Marini, Editor. 2008, Clacso: Bogotá

2Marini, Ruy Mario: “Proceso y tendencias de la globalización capitalista (1997)”, en América Latina, dependencia y globalización. Fundamentos conceptuales. , R.M. Marini, Editor. 2008, Clac-so: Bogotá, pp. 269 y 270.3Véase Kornblihtt, Juan: Crítica del marxismo li-beral. Competencia y monopolio en el capitalismo argentino, Ediciones ryr, Buenos Aires, 2008.4Por ejemplo, Iñigo Carrera muestra que la tasa de ganancia industrial argentina está al mismo nivel e incluso por arriba de la tasa de ganancia industrial promedio de los EEUU. Ver Iñigo Ca-rrera, op. cit. Lo mismo se comprueba en Brasil y en Venezuela.5Como señalamos, se trata de un indicio. Se de-bería avanzar en un análisis de los precios pa-gados por los países llamados dependientes comparados con los pagados por los países im-perialistas. Lo que no se debe hacer, como rea-liza Marini, es suponer dicha transferencia sin una investigación que la compruebe. Además, incluso de existir (por ejemplo porque los países imperialistas están a la vanguardia del desarrollo tecnológico y pueden tener ganancias extraordi-narias), para que se compruebe la teoría del in-tercambio desigual debería cuantificarse que el flujo es mayor al que se recibe en concepto de renta diferencial de la tierra.

Cuerpos en movimientoAntropología de y desde las danzasPatricia Aschieri-Silvia Citro (coordinadoras)Colección Culturalia

Yo no estoy solo en mi cuerpoCuerpos-personas múltiples entre los tobas del Chaco argentinoFlorencia Tola Colección Culturalia

Cien años de cineFernando Peña

AyahuascaMedicina del alma

Diego R. ViegasNéstor BerlandaColección Desde América

Minería argentinaLa encrucijadaElsa Bruzzone

Cien años de teatro argentinoDesde 1910 a nuestros díasJorge Dubatti

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Septiembre-Octubre de 201210

Sin lugar para el

La crisis y la relocalización de la siderurgia ex-plican, en gran medida, los cambios en la acu-mulación de capital a nivel mundial después de los ‘70 y las perspectivas de países de inserción tardía, como la Argentina. En esos años, asisti-mos a la caída de productores clásicos como los EE.UU. e Inglaterra, la consolidación de Japón y la emergencia de Corea del Sur. Este último es tomado como modelo a aplicar en la Argentina por gran parte de la intelectualidad desarrollis-ta. Como veremos, se trata de propuestas que se abstraen de las condiciones concretas en las cua-les se desarrolla la competencia a nivel mundial, que no son replicables (ni deseables). Corea del Sur pudo lograr una inserción com-petitiva de su industria siderúrgica merced a la incorporación de cambios tecnológicos que le permitieron hacer uso de una fuerza de trabajo de las más baratas del mundo en ese momento, a partir de la existencia de una gran masa de po-blación sobrante y a la fuerte represión dictato-rial. Ese elemento, específico de Corea, muestra las posibilidades que abrió la crisis, pero también sus límites. Por otro lado, el estudio de la acumu-lación de capital en la rama siderúrgica permite comprender cuán equivocadas son las teorías del capital monopolista y de la dependencia, utili-zadas por la izquierda, que plantean un mundo dominado a voluntad por el imperialismo, sin poder analizar las contradicciones generadas por el pleno desarrollo de la ley del valor.

Una crisis orgánica

La crisis de la rama siderúrgica en los ‘70 es ex-presión de la que vivió el conjunto del sistema capitalista como producto de la caída de la tasa de ganancia y la creciente sobreproducción. Al igual que con otros commodities, lo primero que se evidencia es la caída de los precios de los pro-ductos siderúrgicos. Esta caída afectaba de ma-nera directa a los productores de acero. La caída de la rentabilidad exacerbó la competencia y la necesidad de bajar costos por la vía de atacar a la clase obrera e introducir innovaciones tecnoló-gicas para desplazar a los competidores. Al revés de lo que plantea la teoría del capital monopolis-ta, la victoria no se sostuvo sobre bases políticas, sino sobre bases económicas. En esta batalla, los países clásicos fueron derrotados. De las 20 mayores empresas siderúrgicas del mundo, Estados Unidos tenía siete empresas, el Reino Unido una y Japón cinco. Este esquema no era novedoso: EE.UU. lideró la producción mundial de acero desde 1890, cuando logró des-plazar a Gran Bretaña. Mantuvo el primer pues-to hasta 1971, cuando fue desplazado por pocos años por la entonces URSS. Será Japón quien reemplace a la URSS a partir de 1979. Según la teoría del capital monopolista, habría habido un reemplazo del imperialismo yanquee por el im-perialismo nipón. Sin embargo, lo que se obser-va es que la sustitución se da por condiciones económicas que se desarrollan en la competencia capitalista y no por la predominancia de factores políticos. Este cambio coincide con la crisis que viven las empresas de cada país. En el primer grá-fico se puede ver la crisis de la rama a partir de la evolución de la tasa de ganancia de las empresas de los dos principales países. A partir de fines de la década del ‘70 las tasas de ganancia de las em-presas estadounidenses y japonesas caen de ma-nera constante, llegando incluso a niveles nega-tivos. Estos niveles contrastan con los de los ‘50 y ’60, que duplican los valores. La crisis impuso que se redujera un 10% la producción mundial de acero entre 1980 y 1982. Este detenimiento se hizo palpable en el cierre de fábricas y la ex-pulsión de mano de obra.

El Reino Unido cerró siete acerías y Francia, 19. En Alemania, cerraron 31 fábricas y en EE.UU. cerraron un total de 85.1 Se perdieron casi un millón de empleos. La crisis fue brutal. En este contexto, solo los capitales más competitivos po-dían sobrevivir.La innovación tecnológica fue el arma necesaria para defenderse en un contexto de agudización de la competencia capitalista mundial. Como en Marx, la competencia es la forma que adopta la valorización de los capitales. En tanto la compe-tencia no es un pacto entre caballeros sino una “guerra feroz”, aquel que tenga las mejores ar-mas estará en mejores condiciones de derrotar al otro. En la medida en que lo logre, se apro-piará de un mayor plusvalor bajo la forma de ganancia extraordinaria, que redundará en una mayor valorización del capital invertido. No se trata, como pretende la teoría del capital mono-polista, de que los países imperialistas saqueen “el excedente” a los países dependientes. Solo la innovación tecnológica y el aumento de la tasa de explotación redundarán en la elevación de la productividad y la eficiencia que logrará obtener costos unitarios menores, al mismo tiempo que aumentará la calidad de los productos. En el ca-pitalismo, ningún imperialismo escapa a la ley de valor. Para permanecer en el mercado mun-dial era necesario adoptar la nueva tecnología.

La innovación tecnológica como salida a la crisis

Hubo tres cambios tecnológicos principales en el

sector siderúrgico. El primero de estos cambios fue el pasaje del tradicional Alto Horno al Hor-no de Oxígeno para la producción de arrabio. El horno de oxígeno implicaba la sustitución del aire atmosférico por el oxígeno, con el fin de mejorar los rendimientos y la calidad de salida. De 100 minutos que llevaba producir acero en el Alto Horno, el horno de oxígeno lo reducía a 60 o menos.2 Por otro lado, era menos costoso que un Alto Horno en términos energéticos y de inversión. El segundo cambio importante fue la utilización de la colada continua para la transformación del arrabio en acero. Este cambio fue un paso im-portante en la automatización del proceso de producción de acero, ya que permitía que la co-lada de acero fuera moldeada directamente desde el Horno. Ya no era necesario enfriar el acero en forma de lingotes antes de su transformación en productos semi-acabados.3 El tercer gran cambio será la utilización del hor-no eléctrico. Lo distintivo de esta innovación tecnológica será la fundición y la purificación de la chatarra usada. Los mayores incorporadores de hornos de oxígeno y eléctricos fueron Japón y Corea del Sur. Ya para 1970, cuando aún no se había desatado lo peor de la crisis, Japón te-nía casi todo su parque siderúrgico con hornos eléctricos. Corea del Sur, en 1975, contaba con el 93,5% de hornos eléctricos. Situación muy distinta ocurría en Estados Unidos, quien recién llegará a esos niveles en 1990. Cifras similares se observan con la colada continua.¿Por qué Corea del Sur pudo aprovechar la

incorporación de esta tecnología? Porque tenía condiciones para hacerlo. Las nuevas condicio-nes tecnológicas resultaron en la simplificación de varias tareas, produciendo un cambio en la composición de la fuerza de trabajo y los atribu-tos productivos requeridos. Una simplificación y una estandarización del proceso de trabajo se tradujo en que esas tareas podían ser realizadas por una fuerza de trabajo menos calificada y, por lo tanto, más barata. Eso redundaba en una ven-taja para aquellos países que contaban con cos-tos laborales menores y una clase obrera discipli-nada. Como resultado de la Guerra de Corea, sucedida por una dictadura feroz que limitó el accionar político y sindical, y de una gran so-brepoblación latente en el sector agrario, Corea del Sur tenía para 1980 uno de los más bajos del mundo. La hora en dólares en Corea costaba 1,5 mientras que en EE.UU. ascendía a 17,5. En el segundo gráfico se ve la alta productividad que logró POSCO, la principal empresa siderúrgica de Corea. Estados Unidos no pudo incorporar la nueva tecnología que estaba disponible. No porque no lo haya intentado, sino porque lo más racional económicamente era no utilizarla. Ocurre que Estados Unidos, impulsado por el fuerte empu-je de la demanda mundial de acero luego de la segunda guerra mundial, había invertido de ma-nera constante en Altos Hornos. Había instalado 77 nuevos hornos durante 1940-1953. Todo ese parque industrial aún no había sido amortizado. Cuando el capitalista compra una máquina, es difícil que la renueve si ese capital constante fijo no terminó aún de transmitir todo el valor que contiene. Eso le ocurrió a Estados Unidos. Otro elemento en la que la teoría del capital monopo-lista hace agua.¿Argentina está en una situación similar a la de Corea del Sur? Ciertamente no. Nuestro país cuenta con una productividad del trabajo muy por debajo a la media mundial, costos labora-les más caros que Brasil y México y un mercado interno chico. En las condiciones en la que está el país, haría falta, por lo menos, otra Guerra de Corea, otra masacre sobre los trabajadores. Con todo, puede ser que ni siquiera con eso alcance. Por más exageraciones que se hagan, al estilo 6, 7, 8, la salida no está bajo estas relaciones socia-les. Es hora de animarse a pensar diferente.

Notas1González Chávez, Gerardo: El Estado y la globa-lización en la industria siderúrgica mexicana, Mé-xico, UNAM, 2008, p. 158.2D´Costa, Anthony: The Global restructuring of the steel industry, Londres, Routledge, 1999, p. 35.3Grinberg, Nicolas: Transformations in the Ko-rean and Brazilian Processes of Capitalist., Lon-dres, 2011, p. 111.

Todos los gobiernos prometen que, de aplicarse políticas adecuadas, podríamos tener una industria capitalista exitosa. Esta nota muestra, a partir del caso de la crisis siderúrgica de los ’70, que eso no es así. En realidad, los países que lograron vencer en la competencia lo hicieron a base de bajos salarios y represión. Una receta que, además de indeseable, es casi imposible aplicar en la Argentina.

Emiliano MussiOME-CEICS

Fuente: Elaboración propia en base a datos proporcionados por Marvin Liberman* En base a balances de Kawasaki, Kobe, Nippon, Nishin, Nkk, Sumitono. ** En base a balances de Bethlehem, Inland, National, Republic, Wheeling-Pitt, Nucor, Usx.

En este gráfico se observa cómo la crisis de la década del ´70 impacta en la tasa de ganancia de los principales productores de acero del mundo: de valores en torno al 20% cae a alrededor del 5%.

Aquí se ve el secreto de POSCO, la empresa siderúrgica de Corea del Sur. En comparación con el resto de las siderúrgicas, presenta la mejor relación de explotación, haciendo uso de uno de los costos laborales más bajos del mundo.

Tasa de ganancia general de empresas seleccionadas de EE.UU. y Japón 1950-2004

Relación entre ganancias obtenidas y costos laborales de empresas seleccionadas, 1943-2003

-5

0

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25

TG General Empresas Siderúrgicas EE.UU.** TG General Empresas Siderúrgicas Japonesas*

2000-20041995-19991990-19941985-19891980-19841975-19791970-19741965-19691960-19641955-19591950-1954

-1012345678

POSCO Promedio Empresas Japón* Promedio Empresas EEUU**

2003199019801970196019501943

ECONOMÍA

Lecciones de la crisis siderúrgica de los '70

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11Septiembre-Octubre de 2012

En los últimos años, el incremento de la pro-ducción de calzado nacional y su incursión en el mercado mundial han sido motivo reiterado de propaganda política. Se habla de récords histó-ricos de exportación. En 2011, Débora Giorgi, Ministra de Industria, afirmaba:

“El modelo productivo se ve reflejado claramen-te en la industria del calzado, que pudo recupe-rarse pese a haber sido devastado en la década del ´90 y hoy no sólo abastece al mercado inter-no, sino que también conquista a otros países. El cuero argentino es una marca internacional y la creación de un consorcio para exportar es parte de lo que se inició en 2003” 1

La misma presidenta ha hecho campaña con el desarrollo de esta industria. En 2008, visitó una planta que la firma Grimoldi abrió en Arroyo Seco, Santa Fé y, recientemente, inauguró una otro establecimiento de la misma firma en Pi-lar. En ambas ocasiones, cubrió de alabanzas al titular de la empresa, otrora Secretario de Indus-tria de Martinez de Hoz y actual beneficiario de los créditos bicentenario. También este año, en el marco de la controvertida misión comercial a Angola, se anunciaron exportaciones al país africano.En 2011 se publicitaron datos de exportaciones nacionales a China y otros países asiáticos. El anuncio tenía mucho de simbólico: luego que el calzado de aquel país inundara el mercado local, que empresarios locales colocaran allí su produc-ción parecía, a simple vista, una muestra de una transformación asombrosa. Sin embargo, apenas se profundiza en el asunto, tropezamos con otra realidad.

Los records kirchneristas en el espejo de la historia

El examen de las cifras de producción y expor-tación muestran que, efectivamente, luego del 2001 se produce una recuperación de la produc-ción local y vuelve a colocarse calzado argentino en el exterior. Sin embargo, y pese a las condi-ciones favorables generadas tanto por la devalua-ción como por las políticas públicas tendientes a promover las exportaciones, la recuperación del sector obedece principalmente al mercado inter-no (que ha sido objeto de nuevas medidas pro-tectoras) y no al desarrollo de las exportaciones.La recuperación económica conjugada con me-didas que restringen la importación – como aquellas que buscan contrarrestar las políticas de dumping de los países competidores-, ha motori-zado el incremento de la producción. Los capita-les que han arribado recientemente a la rama lo han hecho con la intención de conquistar posi-ciones en el mercado interno y no con el objeti-vo de crear plataformas exportadoras. Lo mismo ocurre con las inversiones de los capitales nacio-nales que buscan ampliar su producción como el caso de la nueva planta que Grimoldi estableció en la Provincia de Santa Fe. Como consecuencia, si bien se observa un im-portante crecimiento relativo de las exportacio-nes, las mismas no alcanzan a representar un porcentaje sustantivo de la producción total: du-rante 2010 se exportaron 2 millones de pares de zapatos, sobre una producción total anual esti-mada en 115 millones de pares. Es decir, la ex-portación se ubicó por debajo del 2% de la pro-ducción nacional. Estos valores, si bien muestran una evolución positiva respecto de los guarismos de la década del '90, son muy bajos y no repre-sentan en términos históricos un caso realmente excepcional. Tanto a inicios de la década del '40 como del '70, el sector creó expectativas respecto de su potencial en el mercado mundial, pero en

ambos casos el proceso exportador fue aborta-do rápidamente. Los años que concentraron ma-yores volúmenes de exportación fueron 1946 y 1973. Comparemos los guarismos actuales con el desempeño de las exportaciones de calzado en esos dos momentosEl volumen absoluto de la exportación del año 2010 medido en pares de calzado (dos millones) es levemente superior al volumen exportado en 1946 (cerca de 1,700.000 pares), pero resulta in-ferior a la exportación correspondiente a 1973 (superior a 2.700.000 pares de calzado). Si se compara el peso que la exportación tuvo en cada uno de estos momentos en relación con la pro-ducción local, el resultado es aún más conclu-yente: mientras que la exportación representó en 1946 el 8,95% de la producción local de calzado y el 13, 57%, en 1973, este valor se reduce a tan sólo el 1,7% en la actualidad. La composición de las exportaciones del sector en los tres momentos que se comparan ha sido básicamente la misma, predominando claramente lo que actualmente se denomina “calzado de alta gama”, elaborado con capellada de cuero. En cuanto al destino de la exportación, tanto en 1946 como en 1973, Estados Unidos se destaca-ba como destino privilegiado que aparentemente ofrecía amplias potencialidades a los fabricantes argentinos. En cambio, en la actualidad las ex-portaciones de calzado argentino se distribuyen entre un mayor número de países destinatarios, que no tienen la misma centralidad ni potencia-lidad que el mercado norteamericano. En parti-cular, las exportaciones a países asiáticos se han concentrado en nichos muy específicos, cuyas posibilidades de expansión son limitadas, tal el caso de la exportación de calzados de polo o tan-go destinados a Tokio. Por más éxito que tenga la música porteña y el deporte cajetilla en Japón, no es éste el tipo de comercio capaz de sostener una industria.

Sin competencia, somos muy competitivos

Claramente, las cifras de exportación actuales son pobres comparadas con las de 1946 o las de 1973. ¿Significa esto que existe una potenciali-dad que aun no se ha aprovechado o debemos considerar aquellos hitos más bien como excep-ciones difíciles de reproducir? El examen del

proceso de exportaciones y del mercado mun-dial en cada una de estas coyunturas indica lo segundo. En 1946, los principales competidores mundia-les estaban fuera de combate como producto de la Segunda Guerra. Italia, tradicional exportado-ra de calzado de calidad, rubro en el que podía competir la Argentina, momentáneamente no podía abastecer al mercado norteamericano que salió a buscar nuevos proveedores. Lo mismo su-cedía con Checoslovaquia, el principal país ex-portador de calzado económico, cuyas principa-les fábricas fueron expropiadas y estatizadas, con la llegada del comunismo. El principal destino de las exportaciones argen-tinas en 1946 era Estados Unidos. Pero, para Estados Unidos, Argentina representaba, en ese año, el tercer proveedor. La presencia argentina era más significativa en el rubro de calzado fe-menino que en otros renglones. En 1946 una cifra cercana al 60% del calzado de mujer que importó Estados Unidos provenía de Argentina.2 Sin embargo, la Argentina estuvo lejos de alcan-zar volúmenes de exportación comparables con la de los principales competidores. La Argentina en su mejor año exporta 617.436 pares a Estados Unidos, que no llegan a representar ni la séptima parte de lo que Checoslovaquia había introduci-do en aquel mercado en 1929.3 El auge de las exportaciones fue breve y la Argen-tina no logró sostener precios competitivos, que hubieran requerido un férreo cepo a las preten-siones obreras. Pero la Argentina tuvo su repe-chaje en 1973. Ese año también se conjugó una situación particular. Además de la depreciación de la moneda nacional, de la política de promo-ción de exportaciones no tradicionales impulsa-da por el Estado, en el excepcional desempeño de las exportaciones de calzado durante el año 1973, jugó un rol crucial la coyuntura del mer-cado internacional y las políticas del estado nor-teamericano con relación a las importaciones latinoamericanas.En abril de 1970 el senado norteamericano co-mienza a discutir una ley que restringiría las im-portaciones de calzado que habían crecido expo-nencialmente durante la década del sesenta. El paquete de medidas finalmente aprobado bajo la administración de Nixon incluye un diez por ciento de recargo a importaciones industriales y

un diez por ciento de rebaja de impuestos in-ternos. Desde un principio, existe preocupación sobre el impacto de estas medidas sobre los paí-ses latinoamericanos. Por ello, la administración de Nixon pide que se intensifique el intercambio con ellos. Algunas firmas importadoras estaban dispuestas a abrir oficinas de compras en Bue-nos Aires. Por su parte, la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial, ONUDI, toma diferentes medidas tendientes a la promoción de las exportaciones industria-les latinoamericanas. En el caso argentino, de-sarrolla acciones concretas para favorecer las ex-portaciones de calzado, por ejemplo, financia un estudio técnico realizado por un especialista en la fabricación y comercialización internacional para que asesore a los empresarios argentinos y facilite el proceso de exportaciones. La ONUDI también financia viajes de estudio y de negocios de empresarios argentinos a Estados Unidos. Pero la medida más importante que favorece las exportaciones argentinas -y también las latinoa-mericanas- es la eliminación en Estados Unidos del impuesto del 10% a la importación prove-niente de los países latinoamericanos. En conse-cuencia, por una decisión política del gobierno norteamericano, el calzado de procedencia lati-noamericana costaba al importador de aquel país un diez por ciento menos que igual producto de procedencia europea o asiática. Esta etapa tam-bién coincide con un período en que las mone-das europeas se valorizan frente al dólar, lo que se traduce en una pérdida adicional de la competi-tividad de los países que tradicionalmente expor-taban calzado a Estados Unidos como Italia y Es-paña. Estos factores no solo contribuyen al éxito de las exportaciones de calzado argentino, sino también de otros países como Brasil o México que comienzan a exportar por estos años. Esta conjunción de factores favorables no volvió a re-petirse, lo que explica, en parte, que los récords de exportación correspondientes a 1973 no ha-yan podido ser replicados hasta la actualidad. De esta manera, en materia de exportación de calzado, los “grandes logros” del kirchnerismo solo se sostienen si nos abstraemos de una mira-da de más largo plazo y sus “records históricos”, solo pueden considerarse tales en comparación con el menemismo. De otro modo, se debiera reconocer que perdimos terreno en el mercado mundial y que no logramos reproducir el des-empeño comercial logrado más de medio siglo atrás.

Notas1Véase www.tomamateyavivate.com.ar/expor-taciones/llegan-zapatos-argentinos-al-merca-do-japones.2Foreign Commerce and Navigation of the United States, Calendar Year 1946, Vol. I, Foreign Trade Statistics, Part A, U.S. Government Printing Of-fice, Washington, 1950.3Ese año Checoslovaquia exportó cerca de 4 millones y medios de pares a Estados Unidos (4499.000 pares). United States Department of Commerce: Commerce Yearbook 1930, Washington Government Printing Office, 1930, tomo I, p. 528.

El sueño incumplido de la exportación de calzadoVoceros oficialistas afirman que la Argentina se estaría perfilando como un país exportador de calzado, capaz de introducir su producción hasta en los mercados asiáticos. Si usted no lo termina de creer, aquí encontrará los datos que avalan su desconfianza.

De Juan Domingo a CristinaMarina KabatTES-CEICS

ECONOMÍA

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Septiembre-Octubre de 201212

El golpe de Onganía constituyó un nuevo inten-to de la burguesía de poner fin a una serie de dificultades que se arrastraba desde mediados de los ’50. Una crisis de acumulación cuyas raíces se encontraban en los límites de la renta agraria para seguir empujando el desarrollo de las fuer-zas productivas. Las divisiones en el seno de la clase dominante, y la resistencia de los explota-dos a convertirse en variable de ajuste, comen-zaron a minar las bases de la dominación social, y eso se manifestó en la sucesión de crisis, a ni-vel de gobierno y de régimen. La presidencia de Illia, surgida de la crisis, no pudo imponer una salida y rápidamente se vio flanqueada por las fuerzas enfrentadas, que comenzaron a operar a favor del golpe. Por un lado, una clase obre-ra, organizada en torno a la CGT y dispuesta a defender sus conquistas. Por el otro, las corpo-raciones empresarias que demandaban orden y disciplina, pero sobre todo, poner en caja a los sindicatos. Illia osciló entre una y otras sin con-formar a nadie.La CGT recibió al nuevo gobierno poniendo de relieve su ilegitimidad, emanada de la proscrip-ción del partido mayoritario, y desplegando la segunda etapa de su Plan de Lucha, votado en

1963. Éste contemplaba la toma escalonada de establecimientos fabriles, que se desplegó en-tre mayo y junio de 1964, movilizando a casi 4 millones de obreros. A pesar de condenar viru-lentamente las acciones, el gobierno no dispu-so el desalojo por la fuerza, sino que recurrió a la poco efectiva vía judicial, lo que encrespó los ánimos de la burguesía. Los conflictos continua-ron a lo largo de 1965 y 1966, con paros par-ciales y generales, ocupaciones aisladas y algu-nos enfrentamientos localizados con fuerzas del orden. El presidente intentó minar las bases del poder sindical atacando su organización, a tra-vés de dos medidas: el intento frustrado de crear una central paralela y la reglamentación de la Ley de Asociaciones Profesionales, que facilitaba la creación de sindicatos por empresa, quitaba poder a la cúpula para regimentar las disidencias y prohibía a los sindicatos realizar “actividades políticas partidarias”. Poco tardaron los dirigen-tes gremiales peronistas en comenzar a coquetear con los militares que preparaban el golpe.Por su parte, las cámaras empresarias presencia-ron alarmadas, no solo el despliegue de poder sindical, sino la actitud del gobierno, que juzga-ban permisiva. Demandaron abiertamente que doblegara a los sindicatos y garantizara condi-ciones estables de acumulación. Más allá de que las demandas gremiales no superaran los límites capitalistas, su presencia constituía una amena-za. La necesidad de sanear la economía exigía disciplinar a la clase obrera organizada. A su vez, existía el temor a que las bases desbordaran por izquierda a la dirigencia reformista. El contexto internacional, con la Revolución Cubana y las guerras de descolonización, no hacía más que agitar un fantasma cada vez más palpable: el co-munismo. A los reclamos puntuales en materia económica, se sumaba la demanda imperiosa de resolver la crisis de acumulación y la crisis po-lítica planteada por la presencia del peronismo. Todo confluía en un único reclamo: restablecer el orden. En ese contexto, eran los elencos mili-tares los depositarios de semejante demanda.

Los reclamos agrarios

A mediados de los ’60, una serie de conflictos enfrentaban a las diferentes capas de la burguesía agropecuaria. En primer lugar, la segmentación de la carga impositiva: los más chicos preten-dían, mediante una serie de instrumentos como

el impuesto a la renta potencial, que los gran-des pagaran proporcionalmente más impuestos. En segundo lugar, la cuestión de los contratos de arrendamientos, congelados desde principios de los ’40. Este último problema se encontraba en el centro del debate desde el golpe del ’55, mo-mento en el que comenzó a discutirse la libera-ción del mercado de arriendos, que, según como se la instrumentara, podía derivar en el acceso a la tierra o el desalojo masivo de los arrendatarios. De estos conflictos se nutría una división que ubicaba, de un lado, a la burguesía terrateniente de mayor tamaño, representada por CARBAP y la Sociedad Rural Argentina (SRA). Del otro, a la burguesía pequeña, propietaria y no propieta-ria, y al cooperativismo, todos representados por Federación Agraria (FAA) y CONINAGRO.Sin embargo, en los meses previos al golpe del ’66, tendieron a primar los acuerdos y las coin-cidencias entre ambos bloques. Algunos elemen-tos estructurales habilitaban la confluencia: el acceso a la tierra de buena parte de los socios de FAA y el aumento de la escala merced a la unión en cooperativas. Como sea, lo cierto es que la coyuntura encontró a la Sociedad Rural y a Fe-deración Agraria actuando juntas. Uno de los reclamos en los que coincidieron fue la disminu-ción de la presión gubernamental sobre la renta agraria. Los ruralistas, de conjunto, exigieron la disminución de los impuestos sobre el sector y una devaluación que restableciera sus ingresos. Consecuentemente, exigieron un recorte en los gastos estatales, que se financiaban con las trans-ferencias de renta, lo que implicaba despidos en la administración pública, menor gasto social y menos concesiones a la burguesía industrial, lo que redundaría en cierre de plantas y aumento del desempleo. Estas demandas, profundamente impopulares, no sorprenden en boca de CAR-BAP o SRA, pero pocos saben que FAA compar-tía estas posiciones asociadas al “liberalismo”. Así lo expresaba una editorial de su periódico oficial, a comienzos de 1966:

“Se continúa cargando al agro con el peso de presupuestos siderales para seguir mantenien-do una burocracia frondosa e inoperante, que se aferra a su permanencia en cargos oficiosos e in-útiles para la comunidad y que aumenta en nú-mero cada vez que se aproxima una contienda electoral, sin percatarnos del tremendo mal que le ocasionamos a la democracia.”1

Pero no era esta la única demanda con que FAA y sus aliados de la “oligarquía” pretendían avan-zar sobre los intereses de la clase obrera. El pro-blema de los “bajos” ingresos del sector rural fue relacionado también con la política laboral de Illia, que las entidades rurales juzgaron “popu-lista” y “permisiva”. Una serie de huelgas en el sur santafesino, a comienzos de 1966 (que reco-nocían antecedentes en las cosechas de 1964 y 1965), pusieron de manifiesto la posición anti-obrera de FAA. Ante la aparición de los primeros conflictos, el presidente de FAA se reunió con el gobernador de Santa Fe para demandar una solución al “proceso de distorsión que se viene advirtiendo en las relaciones laborales que […] se genera en las explotaciones agropecuarias en oportunidad de las cosechas.” Reclamaron de las autoridades locales “una actitud firme fren-te a los alzamientos que contra las disposiciones [oficiales] se vienen sucediendo en los departa-mentos del sur de la provincia”. Es decir, en un reclamo que poco tenía de “popular”, exigieron reprimir las huelgas de peones. En respuesta, el gobernador se comprometió a hacer cumplir lo dispuesto, impidiendo “la actividad de perturba-dores”.2 FAA cargó con fuerza contra los obreros rurales y sus dirigentes sindicales, para finalizar demandando una respuesta represiva del Estado. No se privaron de agitar el fantasma del comu-nismo, que estaría detrás de las huelgas, ni de denunciar la “pasividad” oficial, que permitiría tales desbordes:

“Allí, un falso sindicalismo obrero en el que es-cudan algunos conocidos extremistas de izquier-da, al servicio de intereses internacionales que pretenden subvertir el orden y la paz en el mun-do, aprovechan la pasividad asombrosa de las au-toridades para, con sus pretensiones desmedidas y en el momento más propicio, repartir el re-sultado de una explotación agraria entre quienes no tuvieron ninguna participación anterior y por ende no corrieron ningún riesgo.Así como suena: un grupo de malos obreros ru-rales viene repartiendo un botín que no les perte-nece, a vista y paciencia de las autoridades nacio-nales y provinciales, pese a todas las denuncias que […] se han venido y se viene realizando”3

La nota continuaba con la descalificación a la organización sindical: un puñado de “agitado-res profesionales” que vivían “a expensas de los mismos obreros o, a lo mejor, pagados por al-gún comité internacional”. Detrás de lo que se presentaba como demandas legítimas, ocultarían “sus oscuros designios de confundir y engendrar el caos, para desencadenar el desorden institu-cional y así servir a sus amos foráneos, materia-listas y ateos”. A su vez, el reclamo sería desme-dido: los peones exigirían “salarios abusivos” y “disparatados”. Aunque era cierto que los sala-rios habían comenzado a ascender con las huel-gas en 1964, no habían hecho más que recuperar la caída que experimentaron con el Plan de Es-tabilización, implementado en 1958 por Fron-dizi no sin una fuerte represión. La posición de FAA poco tenía para envidiar a la de SRA, que se expresó en una nota remitida al Ministerio del

Gonzalo Sanz CerbinoGrupo de Investigación de la Historia de la Burguesía Argentina-CEICS

LUCHA DE CLASES

El progresismo suele separar a “oligarquía” de los “pequeños productores”. En realidad, ambos son explotadores. La historia muestra justamente una unidad burguesa de larga data. Aquí presentamos la actitud de patrones chicos y grandes frente al golpe de 1966.

Un corazónLa burguesía agraria y el golpe de Onganía

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Page 13: El Aromo n° 68 - "Sumate a la militancia"

13Septiembre-Octubre de 2012

Interior demandando la intervención de las fuer-zas del orden para aplacar el conflicto:

“Tenemos el agrado de dirigirnos a V.E. solici-tándole disponga con la mayor urgencia y ener-gía la intervención de la fuerza pública nacional, dependiente de ese Ministerio, como el único medio viable para poner fin de inmediato a la gravísima situación que se vive en los estableci-mientos rurales del sur de la provincia de Santa Fe, a raíz de los delitos cometidos por obreros afiliados al Sindicato Único de Trabajadores Ru-rales para obtener salarios exorbitantes […] Es público y notorio que obreros y dirigentes gre-miales han invadido las chacras, y en actitud y con procedimientos intimidatorios, emplean-do armas y secuestrando personas, […] parali-zan los trabajos rurales e impiden recoger la co-secha amenazando malograr sus resultados […] A ello se agrega la pasividad de las autoridades provinciales”4

Cabe aclarar que estos hechos, denunciados por SRA y otras corporaciones, fueron negados ro-tundamente por el gobernador de Santa Fe, que acusó a esa entidad de promover “los rumores más descabellados tendientes a lesionar la esta-bilidad institucional de la República”.5 Fue res-paldado por la dirigencia de FATRE, que señaló que las corporaciones empresarias “magnifica-ban” el conflicto para exigir una “enérgica repre-sión”.6 La nota de SRA continuaba su diatriba contra los sindicatos, situando el conflicto en el contexto más general de la ofensiva de la CGT, a la que calificaban como el resultado de un “plan subversivo”:

“La situación imperante en el sur de Santa Fe se suma así, a la ola de paros, huelgas, delitos y otros hechos similares que afectan a todo el país y tuvieron comienzo con el ‘Plan de Lucha’ eje-cutado por la CGT con el objeto extragremial de lograr un ‘cambio de estructuras’ […] La indis-ciplina y la negación de las jerarquías se ha en-tronizado en todos los lugares de trabajo, como consecuencia de la debilidad con que se procede y de la pérdida del principio de autoridad, que es imprescindible restablecer para que impere nue-vamente el orden, sin el cual la República no po-drá recuperarse de la crisis moral y material que la afecta.Este estado de cosas cada día más alarmante por su creciente gravedad, es el resultado de un plan subversivo que pretende sumir en el caos al país, para imponernos un régimen extremista, contra-rio a la idiosincrasia y el sentir nacional.”7

Pero esta no fue la única muestra de fervor anti-obrero. FAA y el resto de las corporaciones rura-les se sumaron también a un reclamo en contra de la reforma de la ley de indemnizaciones, que apuntaba a elevar los montos devorados por la inflación. La burguesía en su conjunto (desde la CGE hasta la UIA, pasando por las patronales agrarias) exigió, una vez aprobada la reforma en el Parlamento, que el Ejecutivo la vetara. Y así lo consiguió, frente a un gobierno completamente debilitado. Así, se imponía el reclamo de orden

en las filas de la clase dominante, que la inter-vención militar vino a aplacar. No es extraño, entonces, que los patrones recibieran a Onganía de la mejor manera.

Todos con la dictadura

Luego del golpe, las primeras medidas de Onga-nía comulgaron con el objetivo de reestablecer el orden: se disolvieron los partidos políticos y el parlamento, y se intervinieron las universida-des, único foco opositor. Las corporaciones em-presarias respaldaron abiertamente al gobierno que habían impulsado. A nadie sorprende esta actitud de parte de SRA o CARBAP, pero sí de FAA, a la que a algunos autores adjudican una inexistente “vocación democrática”. Esta cor-poración respaldó la racionalización estatal y el despido de empleados públicos, y si filtró alguna crítica fue que no se avanzaba a fondo en este sentido. Alentó la represión que siguió a la huel-ga portuaria (una reacción a la reestructuración que avanzaba sobre el régimen laboral) y saludó también la pax militar que disuadió, por prime-ra vez en tres años, los conflictos sindicales en la cosecha santafesina. No solo eso: exigió que se profundizase el “saneamiento” de las finanzas públicas y criticó por “populista” toda disposi-ción, por mínima que sea, en favor de los obre-ros. Incluso apoyó, de la mano con la Sociedad Rural y CARBAP, el arribo de Krieger Vasena, precedido por un fuerte avance represivo contra la CGT y el vandorismo. Aunque con reticen-cias, se aceptó el restablecimiento de las reten-ciones a las exportaciones agropecuarias, pero se exigió que ese “sacrificio” fuera puesto al servi-cio de una reestructuración de la estructura pro-ductiva. Para ello, había que avanzar con mayor fuerza en la eliminación de las “industrias artifi-ciales” subvencionadas por el erario público, re-ducir el déficit fiscal, eliminar a la “burocracia” de la administración pública y al “personal so-brante” en las empresas estatales. Y al que no le guste, represión. De esta manera, se aseguraban que a mediano plazo la exacción estatal de ren-ta fuera disminuyendo para “restablecer el ingre-so agropecuario”. Pidieron más despidos y más ajuste, lo que se consiguió mediante la represión militar sobre los trabajadores. Como vemos, más allá de las diferencias, los patrones del agro, chi-cos o grandes, coincidían en lo fundamental: de la crisis se salía eliminando capital sobrante y disciplinando a la clase obrera para disminuir el precio de la fuerza de trabajo. Nada tenía de po-pular la propuesta de FAA, más cerca de la “oli-garquía” que del reformismo peronista.

Notas1La Tierra, 25/1/1966.2La Tierra, 4/3/1966.3Ídem.4SRA: Memoria de la Sociedad Rural Argentina 1965-1966, p. 72.5Ídem, p. 74.6La Nación, 11/4/1966.7SRA: Memoria de la Sociedad Rural Argentina 1965-1966, p. 72.

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Septiembre-Octubre de 201214

El 25 de marzo de 1977, un grupo de tareas ase-sinó al escritor y militante montonero Rodolfo Walsh. El acontecimiento que desencadenó su muerte fue la famosa carta que dirigió a la Junta Militar denunciando el accionar de la dictadura. Desde entonces, el autor de Operación Masacre y ¿Quién Mato a Rosendo? paso a ser reconoci-do, no solo por su valentía como militante frente a los militares, sino también por su cuestiona-miento al accionar de la Conducción Nacional (CN) montonera, ubicándose como el referente del peronismo de izquierda de la oposición a las tendencias burocráticas de dicha dirección. Esta visión de su figura es compartida por la mayo-ría del espectro militante de izquierda y centroiz-quierda. Sin embargo, un análisis de sus últimos escritos muestra que la realidad es muy diferente.

Construyendo una figura

La vida, escritos y militancia de Rodolfo Walsh ocupan cientos de páginas. Todas reproducen en mayor o menor medida la idea general sostenida más arriba. Pero aquí nos interesa detenernos en tres posiciones que sintetizan el abanico de estas interpretaciones. En primer lugar, una posición vinculada al auto-nomismo, representada por la revista Sudestada. Esta cuestiona la existencia de partidos políticos de izquierda y revaloriza el “accionar autónomo” de los bases. En realidad, esta publicación pasó de la “neutralidad” en el 2001, al apoyo a Duhal-de y al kirchnerismo. Luego del 2008, comenzó su crítica al gobierno (sin realizar balance algu-no de su trayectoria anterior). En este caso, Su-destada dedicó un número, en el 2007, al aná-lisis de los “Papeles de Walsh”, con el objetivo de reivindicar su “coherencia militante”1 (con ese criterio, habría que reivindicar también a Vide-la). Se señala que Walsh “decía lo que pensaba” (¿qué otra cosa iba a decir?) y planteaba sus di-sidencias a la CN, incitando un debate en un momento en donde éste estaría completamente vedado. Rescatando su práctica política y abstra-yéndose del programa, Sudestada afirma que las críticas de Walsh a la CN no tenían un carác-ter rupturista, pero sí fuertemente crítico de su “aparatismo”, “militarismo” y particularmente su “internismo”. Desde sus páginas, se remarca que cuestionaba el “personalismo” expresado en la consigna “Fir-menich conduce la Resistencia”, con el que se planteaba la dirección de la etapa. Asimismo, re-saltan su crítica al diálogo entre Montoneros y la izquierda y sus planteos en torno a la retirada de la organización, retornando a las bases del mo-vimiento peronista. En este sentido, no habría

estado de acuerdo con la construcción del Parti-do Montonero como sustitución de la estructura peronista. Como dijimos, la perspectiva política de Sudestada es la defensa de la “iniciativa prácti-ca” de Walsh, al propiciar el debate y criticar a la CN, disintiendo con la mirada de aquellos que intentan ver un Walsh rupturista o demócrata.En segundo lugar, una posición que asume como propios los planteos de Walsh y reivindica el pe-ronismo de la resistencia del ‘55, cuestionando también las estructuras partidarias y subrayando el accionar de las bases, representada por Ernes-to Salas en sus diferentes publicaciones y, parti-cularmente, en sus artículos en la revista Lucha Armada en la Argentina. Salas parte de una po-sición similar a la de Sudestada pero más dura. En su artículo reitera los puntos donde Walsh cuestionaba a la CN y se señala que “Rodolfo Walsh fue una voz solitaria que cuestionó la lí-nea impuesta”.2 De esta manera, condena las posiciones de la conducción montonera, parti-cularmente la forma en qué se estructuró la or-ganización en la etapa, así como también la ca-racterización y elaboración de los medios para la resistencia. Finalmente, discute que la CN haya asumido el rol de vanguardia abandonando el movimiento peronista y construyendo el Partido Montonero como elemento superador de aquél.3 La última de las interpretaciones está vinculada a una posición socialdemócrata personificada en Eduardo Jozami.4 El intelectual de Carta Abier-ta sostiene que las posturas que aparecen el “Los Papeles de Walsh” representan un cambio en las posiciones revolucionarias del escritor para asu-mir el parlamentarismo, adelantando lo que fue la apertura democrática y la instauración del go-bierno alfonsinista. Como vimos hasta aquí, todas las posiciones asumen que Walsh discrepaba profundamente con la CN y veía en ella características “milita-ristas”, “aparatistas” e “internistas”, ya sea por su postura democrática o por su propuesta de retor-nar a la lucha de la resistencia peronista. Todas estas posiciones revalorizan a Walsh por su va-lentía y coraje como escritor y militante, pero no asumen la tarea de analizar el elemento del cen-tral del problema. Lo que se debe debatir es si, en primer lugar, Walsh tenía diferencias progra-máticas y estratégicas con la CN y si, en segun-do, esa discrepancias permiten ubicarlo como el referente de la resistencia a la burocratización y militarización de la organización y lo convierten en la figura más representativa del peronismo “de izquierda”. Para responder estos interrogantes no hay otra alternativa que analizar los puntos más significativos de sus escritos.

Hacia la otra trinchera

El 7 de septiembre de 1976, la CN llevó adelante la reunión del Consejo Nacional de Montoneros.

Allí se analizaron los resultados planteados en una reunión del mes de abril y se marcaron los puntos a seguir por los militantes en sus frentes de trabajo. También, se dio lugar a una respues-ta hacia los planteos disidentes que manifestaron columnas dentro de la organización y se resolvió aplazar la realización del congreso donde debían debatirse estas desavenencias. Como respuesta al balance desarrollado en esa reunión, Rodolfo Walsh escribió un conjunto de cartas dirigidas a la CN, haciéndole llegar unas propuestas es-tratégicas alternativas. Walsh no obtuvo respues-ta oficial por parte de la CN hasta un mes des-pués de su asesinato, donde se desestimaron sus planteos. Por un lado, Walsh criticaba el “optimismo” de Montoneros, que parecía sostener que se halla-ría en una especie de guerra nacional contra un ejército de ocupación, donde la lucha sería entre el pueblo y las Fuerzas Armadas. Las observacio-nes del escritor, encargado de tareas de inteligen-cia dentro del aparato montonero, señalaban los éxitos políticos y sociales del régimen militar, su capacidad de realizar propaganda ideológica, sus contactos con los partidos del régimen, con las centrales sindicales y con la Iglesia y su acepta-ción en el plano internacional. Por lo tanto, concluía, Montoneros había sido derrotado y debía planificar la retirada. En ese sentido, la crítica al militarismo se refería a la ne-cesidad de comprender que la lucha en el terre-no militar contra la dictadura era inconducente y que hacía falta una perspectiva política, porque los errores habían sido políticos. Hasta aquí, la crítica parece correcta y denota un lúcido análisis de las relaciones de fuerza en el país. No obstan-te, se trata de discrepancias tácticas, es decir, que hacen alusión a tareas inmediatas. Por otro lado, hay otra serie de cuestionamien-tos, más estratégicos, que no han merecido hasta ahora la suficiente atención. Walsh se oponía a la concepción leninista de la vanguardia. Explicaba que ésta no podía dirigir al pueblo, sino que la línea política debía salir de él mismo, contraria-mente a lo que afirma el marxismo. Sobre esta base, señalaba que la crisis de comienzos de los ‘70 no auguraba el final del capitalismo y, por lo tanto, no correspondía proponer la superación del peronismo. Mucho menos, el socialismo:

“Otra línea de análisis que concurrió para de-cretar el agotamiento del peronismo es la que, también a priori, ha resuelto que en la Argen-tina asistimos a la ‘crisis definitiva del capita-lismo’. Afirmaciones desmesuradas de este tipo proceden, a mi juicio, de una falta de formación histórica. [...] Naturalmente, si nosotros pensa-mos que la crisis del capitalismo es definitiva, no nos queda otra propuesta que no sea el socialis-mo más o menos inmediato, acolchado en un

período de transición, y esa propuesta contribu-ye a relegar el peronismo al museo. Todos desea-ríamos que fuera así, pero en la práctica sucede que nuestra teoría ha galopado kilómetros delan-te de la realidad.”5

De acuerdo a este párrafo, un error de Montone-ros, en 1975, habría sido creer que el peronismo había agotado todas sus potencias y proponer la superación mediante la constitución del Partido Montonero. Walsh, por el contrario, creía en la plena vigencia política del peronismo:

“Mi opinión, compartida por el ámbito subor-dinado, es que se ha hecho un pronunciamiento prematuro sobre el agotamiento del peronismo y que de ese pronunciamiento derivaron decisio-nes de importancia capital que hoy están some-tidas a prueba”.6

En consecuencia, Walsh criticaba la línea polí-tica que había llevado a la conducción a buscar acercarse a los partidos de izquierda, antes que a los del régimen:

“Después del 24-3-76, cuando las condiciones eran inmejorables para esa lucha, desistimos de ella y en vez de hacer política, de hablar con todo el mundo, en todos los niveles en nombre del pe-ronismo, decidimos que las armas principales del enfrentamiento eran militares y dedicamos nues-tra atención a profundizar acuerdos ideológicos con la ultraizquierda”7

Reafirmaba esta idea cuando indica que los mi-litares “hablan con todos los que nosotros deja-mos de lado para irnos a discutir con el ERP y el PC”.8 Es decir, Walsh se oponía al alejamiento de las estructuras peronistas y al acercamiento a

Julieta PachecoGrupo de investigación de la lucha de clases en los '70-CEICS

LUCHA DE CLASES

Rodolfo Walsh, su giro a la derecha y el debate con Montoneros

¿Qué tipo de discusión tuvo Rodolfo Walsh con la dirección de Montoneros? ¿Representaba el escritor una posición “autonomista”? ¿Se oponía a la lucha armada? Nada de eso. Luego de analizar sus escritos, la conclusión es bastante evidente: Walsh proponía integrarse al PJ y dialogar con el régimen. Es decir, propició un giro a la derecha. La derrota había calado profundamente en este notable intelectual. En este artículo, le mostramos sus últimas posiciones.

El segundo

Opción psicológicaExperiencia y confidencialidad

Coordinación:Lic. Silvia WeitzmanLic. Saul JelenDocentes UBA

Teléfono: 4861-6355Los honorarios los convenís con tu profesional [email protected]

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15Septiembre-Octubre de 2012

partidos que, como el PRT, se plantearon como alternativa política de izquierda a dicha estructu-ra. Además, podemos observar la profunda con-fusión política de Walsh que no diferenciaba al PC del PRT, no solo por el carácter estratégico de ambas (pacifismo contra vía armada), ni de su programa político (reforma con revolución), sino porque el PC mantuvo posiciones siniestras frente a la política de la dictadura militar.9 En realidad, esa “confusión” era una forma despec-tiva de hacer alusión a todo lo que se acercara al marxismo. Rodolfo Walsh criticaba el “aparatismo” de la di-rección. Ahora bien, ¿a qué se refería con ese tér-mino? ¿A una burocratización del movimiento? ¿A un distanciamiento de la dirección con res-pecto a las bases? Veamos, en qué contexto utili-zaba el término:

“Nuestras formas organizativas deben ser la or-ganización o el Partido Montoneros –que inclu-ye a todo lo que genéricamente llamamos fuer-za propia- y el Movimiento Peronista. Eso es lo que existe y a partir de ahí debemos construir. De otro modo, invertimos enormes esfuerzos poniendo todo el Partido a la tarea de inventar el Movimiento Montonero, que no tendrá exis-tencia real. En esa idea de que podemos inven-tar una forma organizativa y una identidad po-lítica y luego aplicarlos sobre la realidad, en vez de trabajar a partir de los elementos de la reali-dad para transformarlo reside a nuestro juicio el aparatismo.”10

Y reiteraba:

“no estamos de acuerdo en volcar esfuerzos para crear el inexistente Movimiento Montonero, en vez de invitar a esa resistencia al existente Par-tido Peronista, que en el transcurso de esa lu-cha irá cambiando y encontrando nuevas formas organizativas.”11

En este mismo sentido, Walsh en su carta fecha-da el 2 de enero de 1977, proponía “el pasaje a la resistencia […] precedido de un ofrecimiento de paz”12 que girara en un “reconocimiento por ambas partes [Montoneros y los militares] de la Declaración Universal de los Derechos Huma-nos [y de] que el futuro del país debe resolverse por vías democráticas”.13 Claramente, no renie-ga de las estructuras partidarias, sino que defien-de una en particular: el PJ. El partido que había sido el responsable de la contrarrevolución. Más

aún, explica que el conflicto no se resuelve por la lucha de clases, sino por la democracia (a secas).

Una defensa del enemigo

En contra de los presupuestos de Sudestada y de Salas, no observamos aquí ninguna crítica “ho-rizontalista” ni ninguna impugnación a los me-canismos partidarios. “Aparatismo” sería, para Walsh, la creación de una estructura innecesa-ria (Partido Montoneros) y la pretensión de no comulgar con la conciencia de las masas. Wal-sh no se oponía a la existencia de una dirección, ni de organismos burocráticos. Más aún, suge-ría incorporarse a los existentes en el PJ, que no habían dado muestras de apertura ni garantía de disenso alguno. La principal divergencia era estratégica: el movimiento no debió haber roto con el PJ, que sería el instrumento de la trans-formación; el movimiento debía adaptarse a la conciencia de las masas. Estas críticas podrían tener cierto componente programático, en la medida que implicasen una incorporación a es-tructuras ligadas a la contrarrevolución y en la medida en que pedía la adaptación a los partidos del régimen y el abandono del ambicioso refor-mismo que implicaba el programa de liberación nacional.La posición frente al “militarismo” era solamen-te un cuestionamiento táctico. Es decir, frente a la caracterización de la etapa, para Walsh corres-pondía pasar a la resistencia peronista repitiendo la experiencia del ‘55. En este sentido, no recha-zaba la construcción de la estructura militar, sino que consideraba que la etapa iniciada con el gol-pe de estado no era la adecuada para desarrollar este tipo de tarea. Jozami, por su parte, acierta en el punto que observa un desplazamiento desde el campo del enfrentamiento con el régimen hacia un acerca-miento a él. Claro que lo que para un revolu-cionario es una claudicación, para el intelectual kirchnerista es un acierto, una maduración. De todas maneras, se trata de una apreciación su-perficial: Montoneros formó parte de la fuerza revolucionaria, pero nunca fue un partido revo-lucionario. Tuvo, más bien, una buena vocación democrática y ese fue, justamente, uno de sus errores. Es llamativo que ninguno de los artífices del mito “Walsh póstumo” haya tenido en cuenta que la posición estratégica de Montoneros has-ta 1976 fue priorizar la salida electoral. En tal sentido, promovió la construcción del Partido

Auténtico y, si bien Montoneros caracterizó que la forma de enfrentar la etapa iniciada con el gol-pe era la vía exclusivamente militar, en el exilio sus cuadros continuaron militando por la imple-mentación de la salida democrática. Quienes se empecinan en ver en Walsh una al-ternativa por izquierda de la CN no hacen sino construir una fantasía para salvar al notable es-critor y militante de los efectos que produjo la derrota en su conciencia. Walsh, hacia el final de su vida, sostuvo posiciones más conserva-doras que Montoneros, más parecidas a las de cualquier operador del PJ. Esas claudicaciones también fueron propiciadas por un programa reformista, el de la liberación nacional. Al igual que muchos otros, la profunda derrota material y moral del movimiento obrero, de las masas y de sus respectivas organizaciones políticas y gre-miales, Walsh termina convencido de que la úni-ca salida era la democracia burguesa. Del cam-po de la revolución a la defensa del PJ, Walsh había dicho adiós antes de haber muerto. ¿Qué hubiera hecho en caso de no haber desaparecido? ¿Habría sido parte del Nunca Más? ¿Habría se-guido los pasos de la mayoría de los montoneros en democracia? No podemos saberlo, ni vale la pena especular. No se trata de desprestigiar a un importante cuadro y a uno de los mejores escri-tores que dio el país. Se trata de comprender el efecto de la derrota sobre los militantes y los se-rios problemas que puede acarrear el reformismo en momentos claves, incluso sobre intelectuales tan preparados.

Notas1Montero, Hugo y Portela, Ignacio: “‘Ya no me callo más’. Walsh y Montoneros”, en Sudestada n° 65, diciembre de 2007, p. 4-13. 2Salas, Ernesto: “El debate entre Walsh y la con-ducción montonera”, en Lucha Armada en la Ar-gentina n° 5, febrero-marzo-abril de 2006, p. 4.3Estas posiciones de Salas puede verse también en: Salas, Ernesto: “Del foco a la infección”, en III Jornada Académica “Partidos Armados en la Argentina de los Setenta”, 24 de abril de 2009. Centro de Estudios de Historia Política, Escuela de Política y Gobierno, Universidad Nacional de San Martín y Salas, Ernesto: “El errático rumbo de la vanguardia montonera”, en Lucha Armada en la Argentina nº 7, Buenos Aires, 2007.4Jozami, Eduardo: La palabra y la acción, Edito-rial Norma, Buenos Aires, 2007. 5“Aporte a la discusión del informe del Consejo”, 23 de noviembre de 1976, en Los papeles…, op. cit., p. 13.6Ídem, p. 12.7“Observaciones sobre el documento del Conse-jo”, en Los papeles…, op. cit, p. 4.8Ídem, p. 8. 9Nadra, Fernando: Reflexiones sobre el terrorismo, Aporte Ediciones, Buenos Aires, 1976. 10Ídem, p. 6.11Ídem, p. 10.12“Aporte a una hipótesis de resistencia”, en Los papeles…, op. cit., p. 16. 13Ídem.

Más información en: www.ulisesbarreiro.com.ar

LA TRANSFORMACIÓN SOCIAL A TRAVÉS DEL ARTE Y LA PEDAGOGÍADominique Lucia GROMEZ y Ulises BARREIRO

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Septiembre-Octubre de 201216

Es de sobras conocida la vinculación de la Igle-sia católica argentina con la dictadura militar, a la que contribuyó a legitimar, presentando a los militares como defensores del cristianismo y la civilización. Se sabe que numerosos sacerdo-tes prestaron asistencia espiritual a los verdugos, asegurándoles que lo suyo no era un crimen sino una acción justa. El obispo Baseotto, por ejem-plo, se refirió a los “vuelos de la muerte” como una forma de defender la vida. El hecho de que el presidente de la Conferencia Episcopal, el in-tegrista Tortolo, fuera el vicario castrense, favo-reció la identificación entre la cruz y las casernas. Pero, junto a esta Iglesia cómplice de la barba-rie, existió otra, menos conocida, que permane-ció del lado del pueblo. Muchos militantes de las fuerzas de izquierda y extrema izquierda, inclui-das organizaciones guerrilleras, procedían de las filas católicas. Para explicar su radicalización, hay que partir de la legitimación religiosa esgrimida por Juan Domingo Perón, en la que Jesucristo, defensor de los humildes, aparece como el pri-mer justicialista. La lucha de los descamisados equivaldría, desde esta óptica, a la aplicación de principios cristianos. “El verdadero cristianismo es el peronismo”, se afirma. Estas premisas favorecen la convergencia con la causa de los trabajadores de determinados secto-res católicos, en la línea aperturista del Conci-lio. Dentro de esta tendencia destacan podero-samente los Sacerdotes por el Tercer Mundo, un grupo surgido en 1965, a raíz del encuentro de un grupo de curas con dos obispos para reflexio-nar sobre su misión, a la luz del Vaticano II. Tres años después, la primera reunión nacional inau-guró una dinámica de crecimiento. Llegaron a contarse hasta ochocientos miembros, el 16 % del clero argentino. Mientras tanto, por toda América Latina surgían movimientos similares, como el colectivo ONIS de Perú o el grupo de los “ochenta” en Chile. Todos ellos parten de una fuerte crítica a la Iglesia institucional, a la que pretenden impulsar hacia un compromiso más activo en la lucha contra la injusticia. Desde una visión cristiana, Sacerdotes por el Tercer Mundo rechazaba categóricamente el ca-pitalismo y se decantaba por un socialismo la-tinoamericano. Si Jesús había venido al mundo

para liberar a todos los pueblos de la servidum-bre, la Iglesia debía luchar por “un cambio ur-gente y radical de las estructuras existentes”. La revolución, por tanto, equivalía a un deber para el creyente, obligado a trabajar por la llegada del “Hombre Nuevo”1. No obstante, el anticapitalis-mo de los tercermundistas pecaba muchas veces de emotivo, ya que el sentimiento de indigna-ción ética primaba sobre el análisis científico de la realidad. Por otra parte, pese a su izquierdis-mo, no es difícil detectar en sus textos ecos de la ideología conservadora de la que provenían por orígenes familiares. Cuando critican a la oligar-quía por extranjerizante y antinacional, se per-cibe el típico discurso nacionalista de las élites, sólo que vuelto contra ellas. Sin duda, dentro del grupo sobresale la figura ca-rismática de Carlos Mugica, en la que se mezcla el perfil mediático con la intensa dedicación a la evangelización de los humildes. Guapo, con cier-to aire de rebelde hollywoodiense, comprensivo y exigente a la vez, atrajo a muchos cristianos con inquietudes, a los que inculcó su profundo idealismo (“el que no es idealista es un cadáver viviente”). En el terreno político, propugnó un acercamiento entre peronismo y cristianismo que recuerda, en cierto modo, el intento del es-pañol Alfonso Carlos Comín por ser cristiano en el Partido y comunista en la Iglesia. No apro-baba, por principio, la lucha armada, pero tenía muy presente que Pablo VI hacía una excepción, la existencia de una tiranía evidente. En su opi-nión, si no se daban elecciones libres, iba a ser imposible impedir la continua incorporación de jóvenes a grupos guerrilleros. Eso fue lo que acabó sucediendo. No es cau-sal que sea un antiguo seminarista, Juan García Elorrio, el que funde Cristianismo y Revolución. Entre 1966 y 1971, esta revista se convierte en un referente para la militancia radical.2 No en vano, se inspira en figuras como el Che Guevara o el colombiano Camilo Torres, el célebre cura guerrillero. Como se ha señalado, muchos de los vinculados a este grupo acabaron en organizacio-nes armadas. A principios de los setenta, el de-bate sobre este paso no podía ser más candente. ¿Se debía o no recurrir a la violencia en un caso extremo? La guerrilla aparecerá entonces como una vía valida para alcanzar la transformación social, por lo que ciertos católicos acabaran in-corporándose a los Montoneros. Entre ellos, el que será su controvertido jefe, Mario Firmenich,

al que todos recuerdan como un creyente devo-to, tan estricto que se proponía llegar virgen al matrimonio. El suyo es el típico caso de evolu-ción desde la derecha a la izquierda. Comienza su andadura en la JEC (Juventud Estudiante Católica), donde coincide con Cargos Mugica, y descubre la situación de pobreza de su país. Evoluciona entonces hacia el peronismo de iz-quierdas, integrándose en el Comando Camilo Torres, auspiciado por el grupo de Cristianismo y Revolución, con lo que inicia su preparación guerrillera.3

Dotados de una ingenuidad más que notable, es-tos jóvenes se dejaron manipular por su ídolo, Perón, quién desde su exilio en España les uti-lizó como fuerza de choque para desestabilizar al gobierno argentino. Desde la distancia apro-bó su actuación y les prodigó elogios como el de “juventud maravillosa”. A su vez, con los sacer-dotes tercermundistas, el viejo caudillo se sirvió de la misma táctica. En una carta de apoyo les halaga hábilmente, con todas sus artes de pres-tidigitador demagógico, afirmando que ellos son la Iglesia con la que siempre ha soñado, activa de la lucha por los desheredados.4 Por desgracia, unos y otros le creyeron, sin preveer que, una vez reconquistado el poder, su líder les dejaría en la estacada en favor del ala conservadora de su movimiento. En una trágica confirmación de que, si algo pue-de salir mal, saldrá mal, los militares toman en el poder en 1976, con lo que el país entra en una dinámica de violencia imparable. El 4 de julio caen asesinados cinco religiosos de la comuni-dad palotina. Junto a los cadáveres aparece una tira de la popular Mafalda, con la leyenda “este es el palito de abollar ideologías”.5 Antes de la masacre, las víctimas recibieron anónimos res-pecto a sus predicaciones y fueron sometidas a vigilancia. El ejército culpó a grupos subversivos, pero no engañó a nadie que no quisiera dejarse engañar. La situación se había envenenado tanto que ni siquiera un obispo estaba a salvo, como se comprobó en agosto, cuando el de La Rioja, Monseñor Angelelli, murió en un supuesto ac-cidente de tráfico. Se había distinguido por su gran sensibilidad social, dispuesto a promover los sindicatos de mineros, campesinos y emplea-das de hogar, con lo que se había ganado la ani-madversión de la extrema derecha, hasta el pun-to de que en cierta ocasión le apedrearon. Poco antes de morir, sabía perfectamente que podía

convertirse en otra víctima de la “guerra sucia” patrocinada por los militares. Los ejemplos pue-den multiplicarse. Mónica Mignone, asistenta social en la parroquia de Santa María del Pueblo, fue una de las desaparecidas. La tragedia marcó a fuego a su padre, Emilio, un destacado católico que a partir de ese momento se entregaría a la lucha por los derechos humanos.Ante la falta de democracia, sólo la Iglesia cuenta con capacidad para vehicular cierta protesta. Así, la tradicional peregrinación a Luján permite a las Madres de la Plaza de Mayo pedir por sus hijos desaparecidos. Lucen un pañuelo en la cabeza, para reconocerse entre la multitud. La Iglesia de Santa Cruz, en el barrio bonaeren-se de San Cristóbal, alcanzó un relieve interna-cional por su lucha contra los abusos del poder. Declarada sitio histórico en la actualidad, sirvió de lugar de encuentro y refugio para las Madres y Abuelas de la Plaza de Mayo. En esta parro-quia, regentada por una comunidad de misione-ros pasionistas6, colaboraban dos monjas france-sas, Léoni Duquet y Alice Domon, asesinadas en 1977 por su compromiso a favor de los pobres y su denuncia de los crímenes de Estado. No puede decirse que, en tales circunstancias, la jerarquía defendiera con energía a los suyos. Su actitud fue, más bien, justo la contraria. Era una situación muy conflictiva desde los valores tradi-cionales, al producirse la paradoja de que uno de los dos supuestos pilares de la nación, el ejército, actuaba contra el otro, la Iglesia. Pero ésta no constituía un colectivo homogéneo, al recoger también sensibilidades progresistas. Igual que en el resto de América Latina, donde se alzaron múltiples voces creyentes contra las dictaduras, voces dispuestas a demostrar que se puede tener fe y ser decente. Sin que faltaran, a veces, miem-bros de la jerarquía como Oscar Romero en El Salvador, Helder Cámara en Brasil o Raúl Silva Henríquez en Chile.

Notas1Smith, Christian: La teología de la liberación. Barcelona. Paidós, 1994, p. 184. 2Morello, Gustavo: Cristianismo y Revolución. Los orígenes intelectuales de la guerrilla en la Ar-gentina. Córdoba. Universidad Católica, 2003. 3Celesia, Felipe, Waisberg, Pablo: Firmenich. La historia jamás contada del jefe montonero. Buenos Aires, 2010. 4La carta de Perón, de marzo de 1969, en Onru-bia Revuelta, Javier: El movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo y el origen de la teología de la liberación en la Argentina (1967-1976). Madrid. Ed.Popular, 1992, pp. 38-39. 5Véase el documental 4 de julio, de Juan Pablo Young y Pablo Zubizarreta. 6Saracini, Carlos: Encuentros, refugio y cambios. Dentro de www.madres.org

Francisco Martínez Hoyos

LUCHA DE CLASES

A continuación, iniciamos una serie de debates sobre el lugar de la ideología cristiana en los '70. En este número, Martínez Hoyos nos presenta su particular visión sobre las contradicciones que atravesaron a la comunidad católica y a la jerarquía eclesiástica durante el proceso revolucionario en los '70 y su lugar en la formación de Montoneros. La discusión está abierta y, en próximas entregas, el lector podrá apreciar nuestra propia posición.

Peronistas y cristianosIglesia y lucha de clases en los '70

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17Septiembre-Octubre de 2012

No es ninguna novedad que el kirchnerismo uti-liza la historia para difundir su programa polí-tico. Intelectuales, historiadores y divulgadores ofrecen una historiografía “nacional y popular”. El último gladiador nacionalista que ha salido a dar batalla es León Pomer.1 En el marco de la colección “Ensayo argentino”, dirigida por Nor-berto Galasso, el viejo militante comunista ensa-ya una versión bien peronista de la Revolución de Mayo. El prestigio que el docente universi-tario, exiliado en Brasil, aún posee en amplios sectores progresistas y de la izquierda nos obliga a señalar los límites de su obra.

Una teoría vieja y caduca

Fiel al estilo “revisionista”, Pomer no investiga, es decir, no se preocupa por demostrar lo que dice. Más bien, se limita a repetir ideas viejas. En esta oportunidad, busca presentarse como progresista filiando sus ideas con las del “depen-dentismo” (tan caro a la izquierda argentina). Es así que caracteriza el funcionamiento del régi-men colonial a partir de las teorías de Immanuel Wallerstein y Henri Pirenne. No viene al caso in-sistir aquí, una vez más, en los límites del circu-lacionismo para explicar el proceso histórico.2 Sí vale la pena señalar que Pomer no sólo elige una teoría inservible, sino que ni siquiera se toma el trabajo de explicitar por qué sigue citando libros escritos a principios del siglo pasado, eludiendo cientos de investigaciones más pertinentes. Los nacionalistas no sólo acrecientan su afición por el ensayismo, sino que desconocen, desechan u ocultan (tal vez por inconveniencia, tal vez por pereza) debates fundamentales como el que se desarrolló en la década de 1970 sobre los modos de producción en América Latina. Con semejante teoría, Pomer no podría hacer otra cosa que decir barbaridades sobre 1810. Las mismas que repite buena parte de la izquierda criolla. En primer lugar, caracterizar al proceso de Mayo como una revolución incompleta, rea-lizada por la misma clase que ya tenía el poder en América, los hacendados y los comerciantes. Lo que no se entiende es para qué alguien hace una revolución si ya tiene el poder. Pero esto es un pequeño detalle lógico para quien asegura que los “meros cambios en el poder no honran a la palabra revolución”3, afirma que en Mayo se re-dujo a modificar sólo algunos aspectos del poder político, pero insiste igualmente en que estamos frente a una revolución. El problema de los nacionalistas es que intentan ocultar los antagonismos objetivos entre las cla-ses con cuestiones sentimentales. Así como por “amor a la Patria” los obreros debieran abando-nar la lucha por sus intereses, la historia es expli-cada por cuestiones morales. Traiciones y egoís-mos explican el derrotero de una nación. Por ejemplo, Pomer considera que había una clase de comerciantes sin “pruritos éticos”: para ellos “la patria no cuenta, cuenta el dinero”.4 Como son “cipayos”, el comercio porteño “subordina al in-terés personal” los intereses nacionales. Aquí lle-gamos al nudo de la trampa ideológica burgue-sa: los comerciantes cabalgaron la Revolución de

Mayo, la domaron y la pusieron al servicio del capital inglés. La “dependencia”, el “imperialis-mo” y el “librecambio” habrían inhibido la capa-cidad de la Argentina de producir una industria con mayor “valor agregado”. Aliados a estos comerciantes “vende patria”, so-juzgaron también al país los “dueños de la tie-rra”, los “latifundistas”, la tan mentada “oligar-quía”, que perpetúa su poder desde los tiempos coloniales, condenando al país al “atraso”.5

Las ilusiones del nacionalismo

Para los revisionistas, las jerarquías sociales ori-ginadas por el orden colonial persistieron tras la revolución. Pomer intenta probar esta idea ase-gurando que antes y después de 1810 existió la papeleta de conchabo. Señala, además, los lími-tes a los avances de la “inclusión democrática” de las clases subalternas en la nueva nación. La idea central se resume, por tanto, de la siguiente manera: el gobierno revolucionario siguió obli-gando a los peones a trabajar por medio de la violencia política y no los incorporó en su sis-tema político. Por lo tanto, el proceso de Mayo no habría sido ni popular ni revolucionario,

contrariamente a lo que habían querido More-no, Castelli y Artigas. No obstante, todo esto es falso por donde se lo mire. En primer lugar debemos abandonar el pla-no moral de los revisionistas, y analizar los he-chos científicamente. Como hemos sostenido en otras ocasiones, una nación burguesa no es ni una “pasión” ni un “sentimiento”: se trata del coto de caza de una determinada clase dominan-te, en donde funcionan las leyes que le permiten acumular capital.6 Es decir, no se debe confun-dir un régimen político (la democracia), con la tarea histórica que le cabe a la burguesía en la construcción de Estado Nación plenamente ca-pitalista. Si no queremos quedar presos de las apariencias, no debemos caracterizar el éxito de un determinado proceso revolucionario a partir del régimen que provoca (democracia, dictadu-ra, monarquía parlamentaria). Su forma obedece más bien a la correlación de fuerzas en el plano de la lucha de clases y no hace a la completitud de las tareas nacionales de una burguesía. Por ejemplo, España es tan capitalista como Francia y los países árabes. Lo que debemos analizar, el verdadero nudo gordiano de todo proceso revolucionario, son las relaciones sociales por las cuales las clases se organizan y las riquezas se producen. Debe ob-servarse, entonces, si existe una clase poseedo-ra de los medios y bienes de producción y otra carente de ellos, que se ve obligada por medios económicos a vender su fuerza de trabajo a los propietarios. Asimismo, debemos verificar que se haya construido un mercado nacional unifica-do, así como que se hayan destruido todo tipo de relación precapitalistas y todas las trabas inter-nas para la libre circulación de mercancías. Estas son las cuestiones que hay que tener en cuenta a la hora de analizar las relaciones objetivas que existen en entre las clases fundamentales del sis-tema capitalista. Lo que nos permite abandonar otra de las ilusiones del nacionalismo: que existe una forma de integrar los intereses obreros y los burgueses.Con respecto a que la clase dominante no bus-có incorporar a las clases explotadas en el proce-so, dicha afirmación consiste, sin embargo, en un error lógico, un contrasentido. Una nación

implica un vínculo orgánico entre la burguesía y las clases explotadas. Ningún movimiento nacio-nal puede sostenerse sin este vínculo. La misma construcción del Estado Nacional argentino y la consolidación de la burguesía como clase domi-nante implican por necesidad la generación de la conciencia nacional en las masas. Ello no puede hacerse sin realizar algunas concesiones. El siglo XIX está repleto de ejemplos sobre la misma pro-ducción simbólica y ritual del Estado-Nación. Al parecer Pomer confunde la generación de una conciencia y de una identidad nacional común entre las clases con las nociones de igualdad y de-mocracia, conceptos que utilizados de tal modo sólo reflejan la contradictoria pretensión de su-perar la igualdad formal bajo el mismo orden burgués. En efecto, la burguesía sí busca integrar al proletariado a la nación, pero lo hace bajo sus propias condiciones.

Argentinos, pero no idiotas

¿Cuál es la operación política que subyace tras esta visión de la Revolución de Mayo? Encolum-nar a las masas tras un proyecto que se reconoz-ca “nacional y popular”, que ejecute el progra-ma abortado de Mayo de 1810. Es decir, que “integre” las demandas de las masas a la política nacional y, por ende, a la nación en sí misma; que dé por tierra con el atraso al que nos conde-naría el viejo y obtuso latifundio; que desarrolle la gran industria argentina y que complete el de-sarrollo nacional frenado por las “cipayas” clases dominantes que nos gobiernan desde la colonia. Pomer, en nombre de la historia de “los de aba-jo”, escribe al servicio del poder político. De la colonia a Mayo, expresa, sin embargo, que el Ar-gentinazo no está muerto, y que los intelectuales kirchneristas deben seguir apelando a la revolu-ción para encausar a las masas en un proyecto que ya ha dado sobradas muestras de privilegiar la defensa de la propiedad privada por sobre las necesidades de la clase obrera. Un antagonismo que, pese a los historiadores revisionistas, no deja de hacerse ver.

Notas1Pomer, León “Continuidades y Rupturas. De la colonia a Mayo”, Buenos Aires, Ediciones Co-lihue, 2012. 2Para una crítica más detallada del circulacionis-mo, véase el artículo de Santiago Rossi, en este mismo ejemplar.3Pomer, op. cit., p. 84Idem, p. 595Para una crítica de esta concepción de las re-laciones sociales en la Argentina véase Sartelli, Eduardo (comp). Patrones en la Ruta, Ediciones ryr, Bs. As., 2008.6Véanse Harari, Fabián: “Un síntoma recurren-te, ¿es Malvinas una cuestión nacional?”, en El Aromo, nº65, marzo-abril, 2012 y “Socialismo o liberación nacional. Una respuesta al PTS so-bre el caso Malvinas”, en El Aromo, nº66, mayo-junio, 2012.

Juan FloresGrupo de Investigación de la Revolución de Mayo-CEICS

León Pomer es un historiador sumamente reconocido en el campo nacionalista y en la izquierda argentina. Ha marcado el paso de lo que debía decirse sobre todo el siglo XIX y, en especial, sobre la Guerra del Paraguay. Este año, editó un libro sobre el proceso de 1810, en una colección dirigida por Norberto Galasso. A continuación, una crítica a su obra.

Una fantasía

HISTORIA

El revisionismo de León Pomer

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18 Septiembre-Octubre de 2012

A partir de la publicación de Poesía y Teatro-Obra completa, de Humberto Costantini, Edi-ciones ryr realizó una presentación en la Sala “Juan L. Ortiz” de la Biblioteca Nacional. Allí se dio cita Jorge Dubatti, quien comentó el sentido de la obra de Humberto, Luis Brizuela y Miriam Berkowsky, que presentaron un adelanto del do-cumental Che mundo cosa gente, que trata sobre la vida y obra de Costantitni y, por último, el actor Arturo Bonin, quien asistió para deleitar-nos con la lectura de poemas de Humberto. Le ofrecemos un extracto de la presentación, donde podemos apreciar la necesidad de reivindicar un fenómeno poco conocido de la historia de la li-teratura argentina.

Jorge Dubatti: Realmente fue una gran alegría ver el teatro completo de Humberto Costanti-ni publicado nuevamente y en una edición muy cuidada, muy valiosa. Ustedes saben que yo me especializo en teatro. Soy profesor de Historia Universal del Teatro, en la UBA. Soy investiga-dor de teatro, así que me voy a concentrar en la parte específicamente teatral, pese a que hay una gran unidad con la poesía. Lo primero es esta reunión de siete obras: cuatro monólogos y tres piezas más largas. Estas obras habían sido reunidas en una edición anterior, por Galerna, en el año 1986, que se encuentra agotada. Por ende, era indispensable que salie-ra una nueva edición. Pero, además, la edición de Galerna no tenía prácticamente información, no tenía un prólogo, como es el de Rosana Ló-pez Rodríguez, y le faltaba un elemento, para mí, muy importante que es el ordenamiento crono-lógico de los materiales. Sabemos que los tres monólogos iniciales de la producción teatral de Humberto son de 1964 y se publican en un to-mito de la editorial Falgo: Estimado prócer, La llave y Un señor, alto, rubio, de bigotes. Sabemos que en el año 1967 aparece dentro de la edición de Una vieja historia de caminantes, otro monó-logo que es ¿De qué te reís? Luego, están las tres piezas largas que se escribieron durante el exilio y que reenvían a otro formato, otra manera de escribir, que son: La traición de Viborg, Una pipa larga, larga con cabeza de jabalí, que es una obra de teatro para niños, y ¡Chau, Pericles! Estas se van a publicar por primera vez en el volumen de Galerna. Pero lo que es sumamente interesante, es como se reorganiza el tomo en las ediciones de Razón y Revolución, siguiendo ese orden cro-nológico en el que fue escrita la producción de Costantini. Por otro lado, yo creo que es una enorme ale-gría que haya salido este libro, porque el autor es una suerte de “gran ausente” en la historia del teatro argentino. Si uno consulta las historias del llamado teatro del '60 para acá, no aparece, no se lo menciona y realmente es muy importante. Incluso se comete, en los pocos lugares donde se lo menciona, el error de llamarlo Constantini. Si ustedes buscan en el diccionario que publicó el Instituto Nacional del Teatro, Costantini no lo van a encontrar, pero sí van a “Constantini”.Yo creo que estamos ante un capitulo pendiente de la historia del teatro argentino. Por un lado, estudiar el teatro de Humberto, pero también incluirlo en esa especie de pléyade de dramatur-gos y escritores que vivieron experiencias en el mismo período y que tienen muchos puntos de contacto. Estoy pensando en David Viñas, Or-gambide, Rodolfo Walsh, Paco Urondo, Harol-do Conti, Manuel Puig y Abelardo Castillo. Es un grupo de grandes escritores de teatro y dra-maturgos que no están todavía incluidos dentro de la historia del teatro nacional. En ese sentido creo que este libro es un gran estímulo para esa justa inclusión. Una de las cosas que tienen en común estos escritores dramaturgos es el interés por el monólogo. Es muy llamativo que buena parte de ellos escriban monólogos. El monólo-go se parece mucho al cuento. De hecho se ha-bla, en estudios realizados, sobre el tema de la complementariedad semiótica que hay entre el monólogo y el cuento. Fíjense que esto es algo sumamente interesante. Uno de los monólogos, Un señor, alto, rubio, de bigotes, se publica como tal en el año 1964 y también se incluye, luego, dándole título al libro como cuento, con cam-bios estilísticos de la estructura de escritura del texto. El otro ejemplo es ¿De qué te reís?, por-que está incluido en el volumen de cuentos Una

vieja historia de caminantes, de 1967. Entonces, se da la interesantísima situación de que ¿De qué te reís? está en los cuentos completos y en el tea-tro completo, simultáneamente. En ese sentido, es muy interesante preguntarse por la atracción que tiene el monólogo como es-tructura teatral. Es una de las formas más lite-rarias que tiene el teatro. Es una forma que se aparta del realismo. Los grandes autores realistas negaron los monólogos. Casa de muñecas de Ib-sen, ese gran texto realista donde Ibsen anula los monólogos para producir y lucir otra realidad. O lo que dice Strindberg, en el prólogo de La señorita Julia, en 1888, cuando dice que noso-tros en la vida cotidiana no hablamos solos, sal-vo en situaciones muy concretas. Por lo tanto, Strindberg define al monólogo como un género anti-realista. Yo creo que tenemos una pista muy interesante de por qué el gusto de Costantini por los monólogos y es, por un lado, por su cercanía con la literatura y, por otro lado, creo yo, por la cercanía con el expresionismo. Es decir, con el problema de la representación de la subjetividad, la representación de la conciencia. Pensemos que el monólogo no es sino la expresión de la palabra interna de los personajes. Yo quiero poner el acento en que esta preocupa-ción por el expresionismo y esta preocupación por el estatuto literario del teatro son, creo yo, algunos de los rasgos que vinculan la obra de Costantini con el teatro independiente. Me pa-rece que tenemos una gran deuda. Además de escribir un libro, una tesis, un ensayo de investi-gación sobre el teatro de Costantini, la otra gran deuda es hacer el rastreo de las puestas en esce-na que se han hecho de sus obras. Sin duda son obras muy complementarias con lo que sería el circuito del teatro independiente. Ustedes recor-daran que el teatro independiente nace en la Ar-gentina a finales de 1930. El punto de partida es el famosísimo Teatro del Pueblo, fundado por Leonidas Barletta y que, a lo largo de las décadas siguientes, van cambiando muchos de sus rasgos

a tal punto que hoy tenemos una Ley Nacional de Teatro Independiente, que es la que mantiene al Instituto Nacional de Teatro. Pero, ¿qué ras-gos tendría de deuda con el teatro independien-te, con su concepción, el teatro de Humberto? Yo creo que, por un lado, este afán por elevar el teatro a su estatuto literario. Por otro lado, el modernizar el teatro, ligándolo con poéticas del más alto teatro europeo, por ejemplo el expresio-nismo. Por otro parte, algo fundamental de rela-ciones entre teatro y macropolítica. El objetivo fundamental, que ya desde el comienzo mismo de la producción de Barletta, de hacer un teatro que cumpla con la formación de conciencia so-cial. Es un teatro muy ligado a la pedagogía. Si ustedes van por ejemplo al teatro IFT, en la calle Boulogne Sur Mer, van a ver al entrar que hay un gran friso de mármol que dice: “El teatro, es-cuela de los adultos” esta idea de el teatro como la gran institución pedagógica de occidente. Lo que Strindberg va a llamar la Biblia pauperum [La Biblia de los pobres]. La idea del teatrista ilustrado es una idea muy importante en la historia del teatro argentino. El teatrista ilustrado sería el teatrista que asume el rol de mostrarle a los espectadores el camino a seguir, los problemas a enfrentar, que vean lo que no quieren ver o no pueden ver. Es decir, que el teatro asume en ese sentido una misión utópica, que está ya en Barletta cuando en el año 1964 (el mismo año en que se presenta el libro, de Edi-ciones Falgo, de los tres monólogos de Costan-tini) da un discurso en la apertura del teatro del Encuentro Nacional de Teatros Independientes, en Rosario, y dice justamente que el teatro inde-pendiente es la forma más alta que puede llegar a tener el teatro. Y dice que una de las grandes funciones del artista es la de ser rector de la so-ciedad. En una palabra: la conexión con la idea de utopía que está vinculada con el teatro inde-pendiente. Mostrar lo que es la vida en el pre-sente y lo que podría llegar a ser en su proyec-ción futura. Por otro lado, esta base intelectual,

una conducción de sentido, una cierta tendencia a lo que llamaríamos el teatro de exposición de ideas. En ese sentido, coincido totalmente con lo que dice Rosana López Rodríguez, en el ex-celente prólogo que escribe para la edición. Ella dice que hay dos grandes grupos de textos: los es-critos en la década del '60 y los textos del exilio. Ella dice, muy bien, que los textos de la década del '60 son los textos de confianza en un cam-bio político, que buscan mostrar cómo son las cosas, y buscan mostrar también cómo deberían ser las cosas. Los textos del exilio son los textos de lo que podríamos llamar la experiencia de la derrota. En el medio de esos textos está ¿De qué te reís?, el cual se puede leer a dos aguas, porque es un texto donde, si pensamos la relación con la confianza en el futuro político que tiene la dé-cada del '60, podemos verlo como un texto que muestra lo malo que estaba sucediendo, pero también confía en que se puede revertir esa si-tuación. Si lo leemos desde la experiencia, como dice Rosana, “de la derrota”, por el contrario, es la gran pregunta que profundiza este sentimien-to tan doloroso de “¿en qué nos convertimos?”. Si yo tuviera que quedarme con tres textos me quedaría con Estimado prócer, ¿De qué te reís? y ¡Chau, Pericles!. Estimado prócer es la historia de un proveedor, un muchacho que anda con su va-lija de vendedor, de negocio en negocio, llevan-do ofertas para los comercios y, como tiene que esperar media hora para entrar a un comercio, se sienta en la plaza y se pone a hablar con la esta-tua de un prócer. Costantini no dice qué prócer es, pero evidentemente la imagen que se cons-truye es de un contraste entre un gran hombre que representaría el aparato ideológico del Esta-do, la idea de nación tal como se viene constru-yendo hasta ese momento, y el hombre común en una situación absolutamente insatisfactoria. El hombre común es un hombre joven atrapado en un estado de soledad, como muy bien dice Rosana. Es un hombre que espera, que además no tiene muy clara conciencia de lo que podría ser la salida. No es un personaje positivo, en el sentido del realismo socialista. Por el contrario, es alguien que sí sabe que la situación no es co-rrecta, lo que está sucediendo, y que de alguna manera empieza a imaginar que debería estar en el lugar de lo que está en la realidad. Una suerte de principio de sustitución que a mí me encanta llamarlo “un grado 0 de la utopía”. Porque, al no mostrar lo que debería estar en lugar de lo que está, uno empieza a imaginar cómo la realidad está sustituyendo lo que debería estar en el lugar de la realidad. En ese sentido, el diagnóstico que hace el personaje dice así: “porque Buenos Aires es así, estimado prócer, rostros malhumorados, cansancio, empujones, preocupación, apuro, ca-lor, malabarismos con el sueldos, qué se yo. Eso es Buenos Aires, esa es la ciudad en donde us-ted está olímpicamente sentado elucubrando sus altos pensamientos”. Esta es la sociedad legada por esos padres, por esos próceres. Por lo tanto, algo que es interesante mostrar es el diagnostico negativo como voluntad de generar en el espec-tador la necesidad de una sustitución utópica de

Un capítulo pendiente

PRESENTACIÓN

Presentación de la obra completa de poesía y teatro de Humberto Costantitni

El 21 de agosto, se presentó Poesía y Teatro-Obra completa, de Humberto Costantini (Ediciones ryr, Buenos Aires, 2012) en la Sala “Juan L. Ortiz” de la Biblioteca Nacional. Estuvieron allí Jorge Dubatti, docente e investigador de la UBA, y Luis Brizuela y Miriam Berkowsky, directores del documental Che mundo cosa gente, sobre la vida del escritor. A continuación, lo mejor de la charla.

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19Septiembre-Octubre de 2012

esa situación, de ese presente, sin decirle cómo producir esa sustitución ni en qué consistiría.Lo mismo pasa en el cuento Un señor, alto, ru-bio, de bigotes con una vuelta de tuerca final que lleva más hacia el expresionismo del relato y que les pido que lo lean, porque el final del cuento es realmente, como pedía Poe, la clave para en-tender la totalidad del sujeto. Del otro lado está ¿De qué te reís?, ese monologo que se publica en 1967, en el que otro hombre joven recuerda a un amigo y recuerda su primera juventud en re-lación a ese amigo. Cuando eran jóvenes el ami-go murió por un accidente y entonces recordar al amigo en la esquina en la que murió implica recordar la propia juventud. Vuelve a aparecer esta pregunta tan conmovedora y es “¿Qué nos pasó? ¿En qué nos convertimos?”. Otra vez, el expresionismo, la mirada del otro está ausente y sin embargo está presente: la mirada desnuda la propia vergüenza. Leído desde la década del ‘60 volvemos a este mecanismo de toma de con-ciencia social y de reacción a tiempo. Pero leído desde los ‘80, como dice Rosana, es en realidad la anticipación de la derrota, de la dificultad de producir el cambio, de la tremenda profundiza-ción de esa derrota con el paso de los años. Finalmente, ¡Chau, Pericles! es una obra larga, tiene un acto, pero son cuatro escenas. Es una obra más extensa que los monólogos, que co-mienza como un texto cómico y termina como uno trágico. El 25 de mayo no sabemos de qué año, en el club social y deportivo de Guatraleu-fú, que queda en el sur de la provincia de Buenos Aires, viene a dar una conferencia sobre Pericles un ignoto a quien nadie conoce. Como nadie lo conoce, lo están esperando para sondear de qué viene la mano: si es comunista, de qué va a hablar, si conviene que hable o no. Y cuando empiezan a sondearlo, se dan cuenta de que no es un historiador sino que es un jubilado del fe-rrocarril, que dice que trae una profecía, que no va a dar una conferencia sino que va a dar una profecía. Cita todo el tiempo el libro de Jeremías y las Lamentaciones y finalmente no le dejan dar la conferencia, porque viene a hablar de un tema tremendo: la muerte de la Argentina. Este texto ha sido escrito en el exilio. Según dicen, lo termi-na días antes de la victoria de Alfonsín. Fíjense que el texto es sumamente interesante: va a ex-poner esta tesis en las páginas 503-505 y lo que va a decir es: “No sé por qué no quieren enten-der. De pronto, en una piojosa ciudad del Pelo-poneso... ¡ñacate!, un milagro, bueno, ¿me quie-re decir qué queda de ese milagro hoy? Sí, sí, sí,

no me diga: las estatuas, los templos, Esquilo y la mar en coche...No, no, pero yo le pregunto qué queda en serio de ese país, del piantado pueblo que hizo todo eso... ¿sabe qué queda? ¡Filipópu-los queda! Filopópulos, el que vende billetes de lotería, el cornudo. Eso queda. [...] Y de la Ar-gentina, lo mismo, exactamente lo mismo. ¿Qué queda de la Argentina? ¿Qué queda en serio de la Argentina? ‘La cachila’ queda- se refiere a la com-posición musical- ‘La nochera’ queda, un cuento de Borges queda. ‘Adiós nonino’. Eso queda. ¿Y qué más? A ver, ¿qué más? [...] Porque los mi-lagros no se construyen, los milagros vienen...como el amor [...] condiciones económicas. Imagínese este despelote de país, latifundios por todos lados, matanzas de indios, tanos y gallegos inmigrantes...los niños bien tirando manteca al techo en Paris...Y los cafishios de la migdal...Y la tuberculosis que limpiaba familias enteras...no me lo va a decir a mí...Y los desocupados de Puerto Nuevo, y los linyeras, y la cabeza al frapé del italiano que un tiro se pegó en el almacén...Y de pronto... ‘La cachila’. Y de pronto Falú, y el ‘Hombre de la esquina rosada’, y ‘Adiós noni-no’... ¡Ma qué condiciones económicas! [...] lo cierto es que el milagro se acabó. [...] Y ahora, chau milagro, chau todo, ahora viene otra cosa. Otro país”. Está nombrando la muerte de la Ar-gentina. Después de la dictadura, la Argentina no puede ser otra cosa, ya no es la misma. Dice: “¿Qué tiene que ver conmigo? [...] chau Pericles, chau Italia del renacimiento, chau país. [...] No está mal, no está simplemente. ¡Pffff! Desapare-ció”. Es una idea fortísima que tiene mucho que ver con la postdictadura. Entendiéndola como lo que viene después de la dictadura y lo que es consecuencia de la misma. Es el deterioro, la muerte del país tal como lo entendíamos antes. A mí me estremeció la coincidencia con la obra de Ricardo Bartis, Postales argentinas. Postales es el relato de unos inmigrantes argentinos en Eu-ropa que, en el año 3000, cuentan la historia de un país que ya no existe, que desapareció en el 2054, que se llamaba Argentina. El relato está hecho con unos papiros que se encontraron en-rollados en los márgenes secos del Río de la Pla-ta. Es decir, la muerte de la Argentina. Los ar-gentinos siguen existiendo, pero la Argentina ya no es la misma. Entonces, yo creo, que ¡Chau, Pericles! es uno de los textos claves para poder comprender el trauma y la difícil salida de la cul-tura argentina de la dictadura. Ojalá con estas palabras se entusiasmen para releer el teatro de Costantini, porque me parece sinceramente que

es una joya que, gracias a esta edición, termina-mos de recuperar.

Luis Brizuela: Es un honor hablar de Humber-to Costantini, de lo que significa. Nosotros con Miriam Bercovsky, después de que conocimos su existencia, tratamos de paliar una deuda que creemos que tiene la sociedad desde el cine. Los dos lo conocimos a través de la poesía. Llega-mos por diferentes lugares. Hicimos con Miriam y Jorge Boccanera un programa de radio y ahí tomé contacto con Cacho Costantini. Y con una entrevista que le hicieron a Horacio Salas suma-da a la carnadura de lo que él hablaba de Cacho. La poesía de Humberto a mí, sinceramente, me conmovió, me enamoró.

Miriam Bercovsky: Yo también llego a tra-vés de la poesía. Yo escribo poesía y a través de una beca del Fondo Nacional de las Artes es que conozco la obra de Costantini. Un poco tam-bién tiene que ver Ediciones ryr con esto, ya que cuando nos encontramos los dos en la presen-tación del libro Cuentos Completos 1945-1987, de la reedición de los cuentos, decidimos hacer

un documental. Lo que veíamos por un lado era la calidad literaria tanto de su poesía, cuentos como obras de teatro, trasluciéndose una reali-dad argentina, una historia de los militantes que no habíamos encontrado, de esa manera, en otro escritor, y que se había perdido. No llegamos a una buena conclusión de por qué. Creemos que tiene que ver su militancia, el exilio, y decidimos sacarlo a la luz, darlo a conocer y con esto gene-rar, como decía Dubatti, ganas de leerlo. Creo que vamos a estar un poco más contentos.

Luis Brizuela: Quizás sea pretencioso decir eso, pero por lo menos esperamos aportar un grani-to de arena para que se conozca quién fue. Otra cosa que nos decidió, en esa misma presentación del otro libro por Ediciones ryr, a hacer el docu-mental, fue la voz de las personas que lo habían conocido. La manera de hablar de Cacho y el vínculo entre su persona y su manera de hablar. Su honestidad como persona, en su militancia, en su vínculo con sus amigos, con las perso-nas. Una serie de cosas que no pueden dejar de contarse.

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Septiembre-Octubre de 201220

Industria argentina es una ficción que se ubica luego de la crisis del 2001. El relato tiene como escenario principal Alurmar, una fábrica de au-topartes. Su dueño pretende vender el estable-cimiento para la construcción de un Shopping, pero se encuentra con la resistencia de los tra-bajadores, no más de diez, quienes se organizan para formar una cooperativa. La propuesta del director es interesante, ya que no hay películas ficcionales sobre las fábricas recuperadas. El film está bien realizado, con meritorias interpretacio-nes y diálogos dinámicos.No obstante, hay que advertir que el film deja afuera varios elementos propios de un proce-so de toma de fábrica y se centra, básicamente, en las relaciones horizontales que se generaron entre los compañeros de trabajo durante la ex-periencia. El director, Iacopini, confirma esta apreciación cuando afirma: “apunté a la trans-formación de los obreros como grupo: de pasar a estar desunidos, al principio, a estar unidos y llevar adelante la fábrica. Yo quería tratar de des-politizar. Expresar más una historia de vida y de lucha, pero traté de estar afuera de lo que es po-lítica”. Sin embargo, sus intenciones son difíciles de cumplir, ya que las tomas de las fábricas tu-vieron mucho que ver con la política, y con las organizaciones de izquierda. Precisamente, es la acción política lo que permite la unidad de los obreros. Al intentar esquivar las “cuestiones po-líticas”, el film se aparta de su objetivo. ¿Cómo se transforman esos obreros aislados en un grupo con capacidad de acción colectiva? El film no lo revela, pues de antemano se ha decidido dejar en sordina el móvil que podría explicarlo. Con la acción política en segundo plano, los cambios de los personajes y de actores colectivos no logran ser explicados. El soplón de la fábrica, los jueces, el que abandonó la lucha, su mujer individua-lista, los vecinos, todos cambian repentinamen-te de actitud. Pero, prácticamente en ninguno de estos casos hay nada que lo explique. Simple-mente, de repente, parecen tocados por una va-rita mágica que logra modificar sus emociones, conmoverlos y cambiar su conducta.

Amor al overol

Alumbar es presentado como un establecimien-to pequeño, donde reinan máquinas obsoletas y la falta de instrumentos de trabajo. Las prime-ras escenas se centran en la vida de Juan Raldes

(Carlos Portaluppi), trabajador de una metalúr-gica. Tras meses de no cobrar el sueldo entero, soportar horas extras y las peores condiciones de trabajo, Juan y sus compañeros deciden iniciar una huelga en respuesta a la suspensión de Da-niel (Eduardo Cutuli) reprendido por reclamar frente a lo insostenible de la situación. Juan Car-los (Manuel Vicente), el patrón, cierra el taller alegando la suspensión temporal de tareas. Juan Carlos caracteriza a un hombre sin escrúpulos que lleva a quiebra a la empresa con sus malas decisiones. El giro en la historia comienza cuando los traba-jadores descubren que la empresa está en proceso de vaciamiento. En ese momento, resuelven to-mar la fábrica para formar una cooperativa. To-dos se unen, excepto un trabajador, que es so-plón del jefe. Este obrero, en el transcurso del film, pasa de ayudar al patrón a vaciar la empresa a confrontarlo junto a sus compañeros. Además de ser un cambio poco verosímil, no hay nin-gún desarrollo del personaje que acompañe esta transformación que parece surgir por arte de ma-gia. No hay una discusión de ideas que pueda representar el motor de cambio en las personas. En la película se indica sólo cómo de forma im-provisada van llegando al camino legal hacia la toma. El único asesor que tienen los obreros es un abogado, que está inserto en el movimiento de las cooperativas. La historia se desarrolla en dos escenarios: la fá-brica y el hogar. En ambos se retratan posicio-nes políticas antagónicas frente al problema de la quiebra y de la reproducción material de los trabajadores, en especial de Juan. Implícitamen-te, se deja entrever la pregunta que éste se hace a sí mismo: ¿Qué hacer? ¿Organizarse y luchar o resignarse y claudicar frente a las necesidades in-mediatas de su familia? Dos escenas en particular ejemplifican esta ten-sión permanente sobre la que se lleva a cabo la trama. Por un lado, Juan discute con su esposa intentándole explicar las razones de su lucha. Él siempre ha trabajado de metalúrgico. Por lo tan-to, no quiere ni siente que pueda trabajar de otra cosa. Este sentimiento se ve reflejado durante la escena en la que debe completar un currículum para otro empleo y se da cuenta de que no ha ter-minado el secundario y que tampoco sabe inglés.En cambio, Daniel, el promotor de la huelga y el más interesado por emprender el proyecto, no tiene nada que perder, ya que no tiene hijos, ni mujer. Esta caracterización del personaje repre-senta un cliché: los militantes lanzan despreocu-padamente consignas porque no arriesgan nada. En cambio, los sensatos hombres de familia, van

de casa al trabajo y del trabajo a casa. Este es-tereotipo según el cual los activistas carecen de pareja e hijos y no están acosados por los mis-mos problemas que el resto de sus compañeros es reaccionario. Sin embargo, no opera necesaria-mente de ese modo en este film, pues Juan, cuya situación familiar es la más acuciante de todas, finalmente vuelve a la lucha.Juan Ralde en un principio se suma al proceso, sin embargo se arrepiente al estar acosado por el banco frente a una deuda hipotecaria y al te-ner una mujer embarazada y una hija a las cua-les mantener. Laura (Aymará Rovera), mujer de Juan, presiona en todo momento para que su marido abandone el proyecto de la cooperativa y se decida a buscar empleo. Está caracterizada como una persona fría e individualista que teme sobre las perspectivas del proyecto y quiere que su marido traiga un sueldo fijo a la casa. Esta ambición de Laura es en realidad una aspiración obrera legítima. No por nada el movimiento de fábricas ocupadas en la Argentina se debatió en-tre la opción cooperativa y la demanda de estati-zación bajo control obrero. Al presentar el coo-perativismo como única opción, quienes dudan sobre el futuro que éste ofrece a los trabajadores son vistos como gente poco dispuesta a la lucha, tal como ocurre con el personaje de Laura.Con los consejos insistentes de Laura, Juan acep-ta el trabajo que le ofrece su cuñado en un vi-vero. Pero manifiesta angustia, reflejada en un dialogo que mantiene con una clienta. Ésta le cuestiona sus desconocimientos sobre jardine-ría. Él le responde que sólo sabe de tornos y tor-nillos. En otra escena, Juan mantiene una con-versación con su pequeña hija que le pregunta “¿Papá cuando vas a trabajar?”, él le responde: “Ya estoy trabajando”, y la niña sentencia: “No, un trabajo en serio como el que hacías antes”. El diálogo no resulta creíble, ¿por qué una niña que ve todos los días a su padre salir para el trabajo va a decirle que el nuevo no es un verdadero trabajo? En su inverosimilitud, el guion muestra la mira-da del director: el verdadero trabajo es el trabajo fabril. Seguramente éste es un film que podría gustarle al PTS, al menos por este sesgo. Juan resuelve poner punto final a su infelicidad y no vacila, esta vez, en tomar partido por sus compañeros, cuando observa, en la televisión, que los están reprimiendo. Éste es el único caso donde el móvil del cambio aparece explicado. Significativamente, es la única referencia al con-texto político mayor que vemos en toda la obra. La idea de la dignidad del trabajo aborda casi la totalidad del film y conforma su mensaje prin-cipal. Los obreros comparan la fábrica con su

casa. Los trabajadores exclaman “no queremos planes ni beneficencia, queremos trabajar”. De este modo se refuerza la “cultura del trabajo”, es decir, la cultura de la explotación. Si bien puede decirse que se muestra la situación de los obre-ros antes de la toma, ésta se presenta como re-sultado de las particularidades del patrón y no como norma. Además, hay varios elementos que muestran que la particular visión del trabajo del director tiene elementos un tanto anacrónicos y potencialmente reaccionarios. Por una parte, esta concepción del trabajo fabril como verdade-ro trabajo. Por otra, la visión del mundo laboral como un universo masculino. Así, lo peor que hace Laura para presionar a Juan a que acepte un empleo alternativo es amenazarlo con ir ella a trabajar. Feministas abstenerse.

Luna de Avellaneda pero con final “feliz”

El Estado está presente en la película, se lo ob-serva reprimiendo la toma y a través de las tra-bas burocráticas que impone. Aquí la villana es la fiscal (Soledad Silveira) quien no hace más que ponerse del lado del patrón para que éste recu-pere el establecimiento y declare la quiebra. Pero en una audiencia judicial es vencida por el abo-gado de los trabajadores, que convence a los jue-ces, con un conmovedor discurso, de autorizar el proyecto de la cooperativa. Ni marchas, ni mo-vilizaciones: los jueces mudan su parecer al escu-char el alegato que llama a “recuperar al obrero”. A decir verdad, ésta es la parte menos creíble de la película. También resulta problemática la escena en don-de, sobre el final, aparece el barrio que acude con velas, frente a un corte de luz, para que se realice el pase judicial de la empresa a los trabajadores. No se entienden qué hacen los vecinos ahí, lue-go de permanecer ausentes en toda la película y, más allá de que el guion lo justifique, la escena de la procesión con velas posee connotaciones religiosas, bien alejadas de la lucha de clases en torno al Argentinazo.La solidaridad de los vecinos no es algo espon-táneo, en la vida real se construye en asambleas y reuniones, algo que sí muestra por ejemplo, Luna de Avellaneda, aunque con un final más pe-simista. La historia de las fábricas ocupadas está plagada de ejemplos: en Chilabert, el cerco poli-cial que sitiaba a los obreros fue sorteado pasan-do víveres e insumos productivos a través de un agujero hecho en la pared de la casa un vecino lindante con la fábrica. En Sasetru, los vecinos instalaron una campana en la fábrica para que los obreros de guardia pudieran convocarlos en caso de intento de desalojo. Pero en todos hubo participación y organización. En cambio, en In-dustria Argentina los obreros aparecen solos y aislados durante casi toda la trama. La película concluye en medios de los festejos y eso es un buen cierre para una ficción. En la realidad, la conformación de la cooperativa es solo una pri-mera batalla, el preludio de otras que vendrán, para las cuales los obreros deben desembarazarse de muchos prejuicios, varios de ellos presentes en este film.

Rocío FernándezTES-CEICS

CLASE OBRERA

¿Cómo y por qué los obreros más reacios a la organización llegan a unirse a sus compañeros? La ópera prima de de Ricardo Díaz Iacoponi, estrenada en abril de este año, trata sobre este problema. Aquí, explicamos los aciertos y los límites de la obra.

Un elogio a las cooperativasReseña del film Industria Argentina. La fábrica es para los que trabajan

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21Septiembre-Octubre de 2012

Durante la segunda mitad de la década del no-venta, la provincia de Chaco experimentó una excepcional expansión de la producción algo-donera, cultivo sobre el que se basó la econo-mía provincial a lo largo del siglo XX. La misma implicó la profundización del proceso de con-centración y centralización del capital a partir de la introducción de sistemas mecanizados de cosecha y de nuevas variedades de mayor ren-dimiento. La euforia algodonera, sin embargo, duró poco. Luego de haber alcanzado la mayor cosecha en la historia de la provincia, la caída de los precios internacionales, combinada con las inundaciones de 1997 y 1998, destruyó la producción y facilitó su reemplazo por la soja transgénica. Mientras que la superficie implan-tada con algodón pasó de 712 mil hectáreas en 1997/98 a sólo 89 mil en 2002/2003, la oleagi-nosa creció de 115 mil a 768 mil hectáreas en el mismo período. En términos de la estructu-ra social agraria, esto significó una reducción del 21% en el número de explotaciones agropecua-rias durante el período intercensal 1988-2002, siendo el estrato de 25,1 a 100 hectáreas el más perjudicado, con alrededor de 45% menos de explotaciones y 25% menos de superficie. Junto con el desplazamiento de productores, ocurre la expulsión de importantes contingentes de pobla-ción sobrante que, debido a la reducida deman-da de fuerza de trabajo que requiere la soja en comparación con el algodón, sale de su estado latente y se hace visible al instalarse en las peri-ferias de las ciudades de la misma provincia así como también en Rosario y Buenos Aires, entre otras. De esta forma, se acelera la tendencia his-tórica al éxodo rural: en el período intercensal 1991-2001, la provincia pierde 60 mil habitan-tes rurales. Actualmente, Resistencia tiene una población de 360 mil personas, 100 mil de las cuales viven en alguno de los 184 asentamientos que abarcan 25 kilómetros de la periferia de la ciudad. De esos 100 mil, se estima que alrededor de la mitad son migrantes recientes del interior de la provincia.1

Programa y acciones de las organizaciones “campesinas”

Si bien la tendencia dominante es la expulsión de población, la provincia aún presenta uno de los porcentajes más altos de habitantes con re-sidencia rural del país, alcanzando aproximada-mente el 20% en 2001. En relación con esto, el avance de la llamada pampeanización sobre el espacio agrario chaqueño se dio no sólo so-bre antiguas explotaciones algodoneras, sino que también forzó la expansión de la frontera agrí-cola hacia áreas no tradicionales, tanto en el sur como en el noroeste provincial, con procesos de desmontes, ventas fraudulentas de tierras fiscales y arrendamientos temporarios. Así, entre 1994 y 2007, el 80% de las tierras fiscales pasaron a manos privadas y, al mismo tiempo, algo menos de 300 mil hectáreas fueron deforestadas.2 En este marco, se observa una creciente conflictivi-dad en el campo chaqueño, protagonizada por aquellos que se resisten a ser expulsados. Encua-drados en una miríada de organizaciones que se reivindican campesinas o indígenas, la mayo-ría tiene su base social precisamente en la zona que señalamos más arriba, como la más afectada por la incorporación de tierras nuevas a la pro-ducción agrícola, en las localidades y parajes de Pampa del Indio, Villa Río Bermejito, El Sauza-lito, Nueva Pompeya, etc. Algunas de estas orga-nizaciones surgen hacia fines de los ´80 o princi-pios de los ´90, como por ejemplo la Unión de Pequeños Productores de Chaco (Unpeproch). Otras, en cambio, nacen con el cambio de siglo.

Entre estas últimas se destaca, por su nivel de movilización y su articulación con otras organi-zaciones, la Unión Campesina de Chaco (UCC) que agrupa alrededor de 600 familias (la mayoría perteneciente a la comunidad aborigen toba), y que tiene la particularidad de adjudicarse la re-presentación conjunta de campesinos e indíge-nas. Sus dirigentes son, a la vez, militantes del Partido Comunista Revolucionario.La UCC hace su aparición pública en el año 2003, a partir de una asamblea en un paraje de Pampa del Indio. En su documento fundacional, declara su intención de organizar a los “campesi-nos pobres” -en especial las comunidades aborí-genes-, pero también “a los que fueron expulsa-dos del campo por falta de tierra, de semillas, de precio y de trabajo”. En este sentido, en sus bases programáticas dicen luchar por la recuperación de las tierras de los aborígenes como reparación histórica, por una profunda e integral Reforma Agraria para que la tierra sea del que la trabaja y quiera trabajarla (ampliando los campos chicos y consiguiendo tierra para los jóvenes y los sin tierra), “para que florezcan miles de chacras y se termine con los latifundios de los terratenientes, para lograr los medios para producir, como las semillas, semilleros, herramientas, equipo y ani-males y la comercialización de los productos con precios compensatorios”. A la vez, convoca a “la unidad de la lucha campesina, obrera, estudian-til y popular para lograr una Argentina indepen-diente de toda potencia extranjera, libre de todo vendepatria y de todo terrateniente que siempre se enriquecieron a costillas de nuestro pueblo”.3 A lo largo de la década del 2000, esta organización

ha llevado adelante numerosas acciones directas. En 2005, acamparon 34 días en la plaza princi-pal de la ciudad de Resistencia y confluyeron en una Multisectorial con empleados estatales y do-centes. Exigían un subsidio ante la mala cosecha de algodón y precio sostén compensatorio para “los campesinos pobres y medios”. Levantaron el acampe al recibir del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación $ 1000 y 600 kg de alimen-tos por familia en tres cuotas mensuales alter-nadas (un mes dinero y otro mes mercaderías).4 En 2006, vuelven a instalarse en la plaza para demandar mayor presupuesto para el IDACH (Instituto del Aborigen del Chaco), educación bilingüe e intercultural, vivienda, salud y la pro-piedad sobre sus tierras.5 En 2008 realizaron un corte de ruta de 10 días en Pampa del Indio, donde se sumaron más de 1.000 personas con delegaciones solidarias de Castelli y San Martín. Levantaron el corte cuando Capitanich firmó un compromiso de alimentos para más de 600 fa-milias hasta el mes de octubre de ese año, para luego poder depender de su producción de au-toconsumo subsidiada por el gobierno. A su vez, se acordó hacer un relevamiento en la zona para determinar los beneficiarios de un subsidio al-godonero de emergencia, ante el fracaso de las semillas entregadas por el gobierno anterior, que no germinaron, herramientas y maquinarias, gasoil y semilla para la próxima siembra, en-tre otras cosas.6 En 2009, integrando una Mesa Coordinadora junto a las organizaciones Comi-sión Zonal de Tierras de Pampa del Indio, Aso-ciación Cacique Taigoyic y Corriente Clasista y Combativa del Chaco (CCC) marcharon a pie

desde distintas localidades hasta Resistencia re-clamando que se cumpla el acuerdo firmado con el gobernador. Nuevamente, realizaron un acam-pe que duró algo más de un mes. Finalmente, firmaron un convenio con el gobierno provin-cial, que incluyó la promesa de entrega de semi-llas y gasoil para la siembra de 2500 hectáreas y un tractor. Además, se estipuló un plan de vi-viendas, la renovación de 600 puestos de traba-jo en la construcción y la entrega de 350 planes adicionales del Programa de Empleo Comunita-rio (PEC). Acciones similares se repitieron en los años siguientes. En diciembre de 2011, se llevó adelante, por primera vez, una toma de tierras. Se ocupó un predio privado de mil hectáreas, en el Paraje Cancha Larga, a 40 kilómetros de Pam-pa del Indio. Hasta aquí una primera aproximación a las ac-ciones de una organización supuestamente cam-pesina e indígena. Se dicen “campesinos”, pero muchos de ellos no tienen tierras y en caso de tenerla, no les permite garantizar su subsisten-cia. Se dicen “campesinos”, pero reclaman planes de empleo y alimentos. Se llaman “indígenas”, pero según el censo de 2010, el 86% de los “in-dígenas” mayores de 65 años que viven en Chaco percibe un ingreso obrero: la jubilación. Es decir, no son campesinos, sino que constituyen una de las fracciones más pauperizadas de la clase obrera chaqueña. Desde las ciencias sociales, se mistifi-ca esta situación atribuyéndoles supuestos valo-res ancestrales, con una lógica de “habitar el te-rritorio” diferente a la de la economía capitalista. Se descarta el análisis de sus formas concretas de reproducción y se presta atención a la cultura. Parece que no asistimos al enfrentamiento en-tre clases sociales, sino al de “racionalidades con-trapuestas”.7 Lejos de estos delirios religiosos, la breve síntesis de las acciones pone a la vista la predisposición a la lucha de los compañeros. Ya tienen los métodos, les falta un programa que exprese lo que son (obreros) y los junte con otros (obreros) como ellos.

Notas1Página/12, 20/07/2008.2Unidad de Manejo del Sistema de Evaluación Forestal de la Dirección de Bosques, 2004.3Véase www.argentina.indymedia.org/news/2003/08/128169.php.4Véase www.prensadefrente.org/pdfb2/index.php/a/2005/07/11/p283.5Véase www.pagina12.com.ar/diario/elpais/sub-notas/68682-22317-2006-06-19.html 6Véase www.pcr.org.ar/nota/se-eligi%C3%B3-la-nueva-conducci%C3%B3n-de-la-uni%C3%B3n-campesina7Véase “Territorialidades en disputa. Un acer-camiento a las transformaciones agrarias en la provincia del Chaco”, Grupo de Estudios so-bre Ecología Política, Comunidades y Derechos. Instituto de Investigaciones Gino Germani.

Roberto MuñozTES-CEICS

CLASE OBRERA

En los últimos 20 años, el Chaco ha sido protagonista de un proceso de expulsión y pauperización de la población. La soja reemplazó al algodón. No obstante, los afectados no han dejado de luchar por sus condiciones. ¿Quiénes son realmente estos “pobres” del campo? ¿Son campesinos? ¿Indígenas? Si quiere entender el problema y a las principales organizaciones que lideran los combates, lea esta nota.

Vamos corteReestructuración agraria y organizaciones campesinas en Chaco

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Septiembre-Octubre de 201222

Los cartoneros son una fuerza de trabajo explo-tada por dos empleadores. En primer lugar, por las empresas que utilizan el material recogido como insumo para la producción de otros bie-nes. En segundo término, por el Estado. La tarea de los cartoneros disminuye la cantidad de basu-ra enviada y tratada en el CEAMSE, por la que los municipios pagan cuantiosas sumas. En el 2008, el macrismo reconoció esta segunda fun-ción de los cartoneros y su mayor productividad respecto de las empresas privadas de reciclado. Hasta ese año, las contratistas efectuaban la reco-lección “diferenciada” en ámbitos generadores de material reciclable y lo enviaban a los centros de clasificación. Por esta tarea, el gobierno porteño destinó, solo en el 2007, un monto de 53 millo-nes de pesos por el traslado de 280 toneladas en todo el año. En cambio, los cartoneros juntaban de la calle unas 600 toneladas por día. Por este motivo, una parte del presupuesto a la política de reciclado fue reasignada a subsidiar la activi-dad de los recuperadores, lo que abarató el costo del reciclado. En los años 2009 y 2010, el actual gobierno porteño destinó a los cartoneros en for-ma de subsidios poco más del 60% (36.519.363 pesos) de lo que gastaba en un solo año por el servicio de recolección diferenciada. Es decir, los cartoneros realizan la misma tarea que antes ha-cían para el Estado las empresas de recolección diferenciada, por solo un tercio de la paga.En los últimos meses, se desató una disputa en-tre el gobierno provincial y el porteño por ver quién se hace cargo de la basura depositada en el relleno. Como el predio del CEAMSE de José León Suárez está por colapsar, el gobierno pro-vincial le exigió a Macri un incremento del ca-non por tonelada de basura tratada y que cum-pliera con la ley de “Basura Cero”. Esta última propone tomar medidas para disminuir el envío de residuos para su entierro. En este contexto, los cirujas del relleno de Suárez, también llama-dos “quemeros”, impulsaron un plan de lucha. Ellos también reclaman un pago por tonelada re-ciclada. De este modo, intentan ser reconocidos por su trabajo al igual que los cartoneros de las cooperativas porteñas. Aunque se encuentra te-ñida por una disputa más general, la exigencia actual de los recuperadores de Suárez tiene una historia de varios años de lucha. En este artículo analizaremos este proceso.

Entrar al relleno

Los “quemeros” provienen fundamentalmen-te de los asentamientos ubicados en las cerca-nías del basural, como por ejemplo La Cárcova, UTA, 8 de Mayo, Villa Hidalgo, Libertador, In-dependencia y Loma Hermosa. La mayoría de sus residentes obtienen ingresos de changas y del cartoneo. Según ellos, la cantidad de cirujas que ingresan diariamente a la quema no paró de crecer desde el 2001 y, actualmente, se calcula entre 2.000 y 3.000 personas. Para los cirujas, la “quema” es todo. De allí recogen materiales reciclables para su venta. Además, es habitual que extraigan alimentos del basural, ya sea para consumo propio o reventa, desechados por estar vencidos o a poco de vencer. Es decir, el relleno sanitario es su fuente de reproducción material.El cirujeo en el basural fue históricamente repri-mido por la fuerza policial y el personal de segu-ridad del CEAMSE. Muchos testimonios reve-lan que el personal de vigilancia utilizaba todos los medios para impedir la recolección de pro-ductos. Desde disparos al aire y desalojo de ciru-jas, hasta los golpes. En ocasiones, la policía llegó a detener cartoneros y trasladarlos a sitios lejanos

de sus residencias, como San Miguel, para que aquéllos volvieran caminando. Por esta razón, la actividad se desarrollaba de manera clandestina y en horario nocturno.A partir del año 2002, los cartoneros efectuaron cortes en la Autopista del Buen Ayre (lindante con el relleno) para obtener el permiso de in-greso a la quema. Las acciones fueron motori-zadas por los recuperadores del ex Tren Blanco, en conjunto con los quemeros del CEAMSE. También recibieron el apoyo de las Asambleas Populares de Palermo y Saavedra de la ciudad porteña. Los manifestantes denunciaban que un plan Jefes y Jefas de Hogar no alcanzaba para vi-vir, como tampoco la asistencia alimentaria que consistía en el suministro de un litro de leche por cada dos hijos, tres veces por semana. En ese entonces, se exigía el ingreso a la quema en cua-drillas por cada barrio. En ese primer momento, no se logró lo esperado, pero se creó un siste-ma de ingresos al relleno por intermedio de coi-mas y “peajes” de diferentes tipos, avalado por el personal de seguridad y por punteros políticos. No obstante, los intentos del personal de vigi-lancia por impedir el ingreso masivo al relleno se mantuvieron.

La creación de plantas y el permiso para cirujear

En uno de los reclamos, la represión en el relleno provocó la desaparición de un niño y la herida a un ciruja. No obstante, los cartoneros retomaron su plan de lucha por el permiso para recolectar en el CEAMSE, durante el 2004. El primer caso ocurrió durante el mes de marzo de ese año. Die-go Duarte, de 15 años, había ingresado al relle-no de noche. Al ver que se aproximaba personal de seguridad y acostumbrado a las represalias, se escondió debajo de unos cartones. Una máqui-na retroexcavadora le arrojó toneladas de basura encima. Duarte desapareció y su cuerpo nunca fue hallado.En agosto de 2004, la policía bonaerense hirió de un disparo a un cartonero en el predio del CEAMSE. Un grupo de personas había ingre-sado al relleno para obtener restos de comida, luego de la llegada de un camión proveniente de un supermercado. Los cirujas entraron con el consentimiento de la guardia del predio, bajo la condición de abandonarlo a las dos horas. Antes de culminar el tiempo previsto, el personal de seguridad llamó a la policía para frenar el ingre-so de cartoneros. Por su parte, un oficial disparó al montón para amedrentarlos. Omar Viaggi, de 16 años, resultó herido.Este hecho, agravado por la desaparición de Duarte, generó la reacción de los cartoneros, quienes se concentraron en la puerta de ingreso del basural. Allí quemaron máquinas, quinchos y se enfrentaron a piedrazos con la policía y el Cuerpo de Infantería. El enfrentamiento duró seis horas. El saldo fue la detención de más de 50 cartoneros. Al día siguiente, los manifestantes volvieron a reclamar en la puerta del CEAMSE.La acción de los cartoneros tuvo un resultado inmediato. No sólo se habilitó el ingreso de los cirujas al relleno durante una hora diaria, de lu-nes a sábado, sino que también se implementó un proyecto desde el gobierno provincial con el objetivo de crear plantas de reciclado, que serían gestionadas por los cartoneros de la zona. La creación de estos centros comenzó a ejecutarse a partir de diciembre de 2004. Fue una concesión en el marco de un problema más general y un in-tento de contener la protesta. Sin embargo, este beneficio tuvo serias limitaciones. El proyecto no incorporó a todos los quemeros. Muchos de ellos mantienen su actividad en las montañas de ba-sura sin poder conseguir un lugar en los centros de reciclado. También se crearon mecanismos de

cooptación. Algunas organizaciones han denun-ciado que ciertos grupos de cartoneros deben acordar horarios y lugares para cirujear con pun-teros y con el personal de seguridad del CEAM-SE. Incluso, mencionan que la policía tiene lista-dos confeccionados para permitir el cirujeo sólo a quienes se encuentren inscriptos en ellos, en zonas donde se depositan mejores productos.1

Condiciones de trabajo en los centros de reciclado

Las plantas de reciclado gestionadas por los car-toneros son nueve y se ubican dentro del com-plejo del CEAMSE. Cada centro es operado por una asociación civil. Ellas son: La Esperanza del Rey, SOTRACOM, Las Piletas, Tren Blanco, 3 de Mayo, La Esperanza, Independencia, Los Pi-bes de la Montaña y Ecomayo. Se estima la pre-sencia de 600 a 700 recuperadores distribuidos en esos galpones. Sin embargo, no eran las úni-cas. Entre los años 2006 y 2007 se crearon para-lelamente cuarto plantas de clasificación de resi-duos de gestión privada, con capacidad para 100 operarios cada una.Las plantas privadas surgieron a partir de acuer-dos entre las empresas y la Subsecretaría de Em-pleo del gobierno provincial. Uno de esos con-venios fue firmado por Moraschi S.A., mediante el decreto 2.911 en octubre de 2007. La empresa debía admitir hasta 100 “becarios”, de los cua-les un 40% sería seleccionado de las asociaciones civiles de cartoneros. La jornada de trabajo (de “práctica” según el convenio) no podría exceder las 48 horas semanales. El pago de la “beca” se-ría de 600 pesos no remunerativos. Por su par-te, el gobierno complementaría con 200 pesos y se haría cargo de la ART por el plazo de sólo seis meses que duraría la capacitación. En ese en-tonces, 800 pesos constituían el 82% del sala-rio mínimo, vital y móvil. Además se entregaría ropa de trabajo y elementos de protección. A su vez, el acuerdo obligaba a la empresa a incorpo-rar en forma efectiva el 80% de los “beneficia-rios” que aprobaran el proceso de capacitación “siempre y cuando no se produzcan cambios en las condiciones macroeconómicas que impac-ten negativamente en el volumen de producción planificado”.Estas plantas de gestión privada no prospera-ron. Actualmente, se encuentran cerradas debi-do a los costos fijos que no pudieron afrontar (luz, agua y servicios de transporte de material a procesar y sus desechos).2 Costos que, en el caso de las plantas sociales, corren por cuenta del CEAMSE. Según una funcionaria del relle-no sanitario, algunas de esas plantas privadas ce-rraron, porque sólo obtenían ingresos para pagar los sueldos de los operarios, sin más beneficios.3 La baja del precio de los materiales reciclables entre fines de 2008 y 2009 probablemente haya influido en el cierre de los centros.La Asociación Civil Tren Blanco, presidida por Lidia Quinteros, gestiona una de las plantas so-ciales. Allí operan 65 cartoneros. El trabajo se divide en dos turnos de 8 horas diarias, de lu-nes a viernes. Los días sábados se trabaja por la mañana. Cada cartonero trabaja 44 horas sema-nales en promedio. La planta vende de manera centralizada a los intermediarios que se acercan en camiones al predio. Mensualmente, el gal-pón vende entre 140 y 180 toneladas aproxima-damente. Cada operario obtiene entre 1.200 y 1.600 pesos de ingresos mensuales (el promedio representa un 60% del salario mínimo, vital y móvil). Los pagos se establecen quincenalmente. Algunos cartoneros piden adelantos antes del día de cobro, puesto que no llegan a abastecerse con el ingreso anterior.Los operarios no poseen guantes ni barbijos. En caso de accidente no disponen de ningún medio

de atención inmediata. Tampoco tienen seguri-dad social ni cobertura médica. Cabe destacar que el porcentaje de recuperación es bajo com-parado con el conjunto de basura procesada. Es decir, los cartoneros están en contacto con una elevada cantidad de residuos que no son reci-clables. Sólo en el año 2009, en el conjunto de las plantas de reciclado ingresaron para proce-sar 119.270 toneladas de basura, de las cuales se recuperaron sólo el 9,2%.4 Por este motivo, los cartoneros incorporaron dentro de sus consignas el reclamo del envío de camiones con una mejor calidad de basura.Las pésimas condiciones de trabajo generan una elevada rotación de operarios. Algunos han abandonado las plantas y retomado el cirujeo ya sea en la quema o en las calles porteñas. A su vez, el cierre de las plantas privadas abona la idea de que el reciclado es viable sólo bajo estas condi-ciones y realizable por una mano de obra extre-madamente barata.

De los subsidios al pago por tonelada recuperada

El pago a destajo hace que cualquier modifica-ción en los precios de los productos reciclables altere el salario mensual de los cartoneros. En-tre fines de 2008 y principios de 2009, los in-gresos disminuyeron por la caída de los precios. Por este motivo, los cartoneros de las plantas del CEAMSE se movilizaron en noviembre de 2008 y repudiaron la disminución de los precios. El piquete fue reprimido por el accionar policial y se detuvo a 12 cartoneros. Un año después, en diciembre de 2009, los cartoneros volvieron a manifestarse. En el marco de la implementación de los planes Argentina Trabaja, los cirujas de los alrededores de la quema y de las plantas so-ciales exigieron subsidios y bolsones de alimen-tos realizaron un corte en la Autopista del Buen Ayre que duró 31 horas y complicó el ingreso de camiones recolectores al relleno. En estas mani-festaciones participó el Partido Obrero, junto a otras organizaciones barriales.Por su parte, el gobierno otorgó subsidios, pero no abarcaron a la totalidad de los cartoneros de las plantas. Por ejemplo, de la Asociación Civil del Tren Blanco, sólo 20 personas reciben los planes de un total de 65 operarios. Quinteros denunció que muchos de esos planes fueron des-tinados a punteros políticos vinculados con el kirchnerismo.5

Hacia fines de 2011, los cartoneros de las plan-tas impulsaron un nuevo plan de lucha. Las ma-las condiciones de trabajo, la falta de manteni-miento y deterioro de la maquinaria que utilizan para procesar los residuos y la incertidumbre so-bre la continuidad del convenio de sus centros llevó a los recuperadores a ejercer medidas de acción directa. En enero de 2012, los manifes-tantes cortaron la autopista del Buen Ayre. Lue-go, entre los meses de mayo y julio, realizaron un piquete en el mismo lugar e impidieron el

CLASE OBRERA

Lucha basural ¿Hasta dónde llega el sistema de punteros? Lea esta nota y entérese cómo cobran peajes a los cirujas por ingresar al CEAMSE y confeccionan listas de quiénes tienen el privilegio de urgar en los residuos o de hacerlo en las montañas más productivas. Los “quemeros” han tenido que organizarse para enfrentar estos mecanismos, pues hasta en la basura la burguesía hace de las suyas.

La recolección y la organización de los cirujas del CEAMSE

Nicolás VillanovaTES-CEICS

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23Septiembre-Octubre de 2012

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normal funcionamiento de ingreso de camiones al CEAMSE. Todas estas medidas de fuerza se efectuaron contra los gobiernos de la provincia y la ciudad de Buenos Aires. No obstante, algunos dirigentes, como por ejemplo Quinteros, tam-bién responsabilizan al gobierno nacional por la situación precaria en la que se encuentran los cirujas.Las convocatorias y comunicados enviados al go-bierno porteño, al provincial y al nacional son firmadas de conjunto por los presidentes de las nueve plantas sociales. Este aspecto resulta posi-tivo para los cartoneros en la medida en que el reclamo se encuentra unificado. Muy a pesar de las autoridades del CEAMSE quienes, sistemáti-camente, han intentado crear una división en el seno de los cartoneros por distintos mecanismos, por ejemplo, enviando una mayor cantidad de residuos a unas plantas, en detrimento de otras. Algunos dirigentes pertenecen a organizaciones territoriales. Una de las voceras del reclamo es Lorena Pastoriza, presidenta de la cooperativa 8 de Mayo, del barrio homónimo. La dirigente fue Secretaria General Adjunta de la CTA de San Martín y Tres de Febrero y está vinculada con la Federación Tierra y Vivienda, liderada por Luis D´Elía.6

En el avance de la contienda, los manifestantes especificaron sus reclamos. En sus comunicados, exigen la renovación de la maquinaria, la gestión transparente de camiones para el envío de ma-teriales reciclables, el acceso a la seguridad so-cial, la reapertura de plantas que se encuentran cerradas (las privadas) para ser gestionadas por cartoneros. El eje del conflicto actual es salarial: los cartoneros exigen al estado el pago de 500 pesos por tonelada recuperada y estiman la recu-peración de 250 toneladas mensuales por planta. Conscientes de que no todas las plantas obtienen esa cantidad de material, como el caso de la Aso-ciación Civil del Tren Blanco, los recuperadores reclaman que el piso sea por un monto equi-valente a 150 toneladas. Estimativamente, los

ingresos mensuales oscilarían, a un promedio de 60 operarios por planta, entre los 1.100 a 2.000 pesos. De este modo, los operarios obtendrían este monto mensual, sumado a lo percibido por la venta de los productos reciclables a los acopia-dores. Es decir, de 2.600 a 3.400 pesos, aproxi-madamente. Por su parte, el gobierno porteño y el provincial ofrecen 330 pesos por tonelada, es decir, un piso promedio de 707 pesos a un total aproximado de 1.375 pesos.El conflicto sigue abierto y las partes aún no acor-daron. Por esta razón, los cartoneros volvieron a reunirse para discutir nuevas medidas de acción directa. Cabe destacar que los manifestantes se niegan a percibir planes sociales. Defienden, en cambio un pago por tonelada recuperada. Este acuerdo implicaría un reconocimiento del vín-culo laboral por parte del Estado, que estable-cería un pago a destajo a los cartoneros, quienes pasarían a ser trabajadores estatales. Aunque pre-carizados, para ellos, lograr que el Estado reco-nozca su trabajo y les pague por él es una victoria que corona toda una lucha, y es la precondición para nuevas demandas.Todo este proceso muestra, a su vez, el carácter reaccionario de concepciones de la sociología burguesa, como la noción de “cuentapropismo”, que solo sirven para velar los vínculos laborales – es decir la explotación- de estas fracciones de la sobrepoblación relativa por parte de la bur-guesía y, de esta manera, frenar la lucha de la clase obrera.

Independencia de clase

A fuerza de acciones directas, los cartoneros de José León Suárez obtuvieron un permiso para ci-rujear en el CEAMSE y, algunos de ellos, una planta para poder reciclar. Estas conquistas ga-rantizaron parcialmente su reproducción ma-terial. No obstante, se trata de una fracción de la sobrepoblación relativa sistemáticamente re-primida. En efecto, las plantas de reciclado se

crearon con el objetivo de contener la protes-ta, luego de que la represión policial causara la muerte de Duarte. Estos centros reproducen una precariedad absoluta en las condiciones de tra-bajo de los cartoneros, aunque para muchos de ellos significa su único sustento. Paralelamente, se creó un sistema de clientelismo político, am-parado por punteros. Estos últimos responden a diferentes variantes del PJ y son quienes ma-nejan los planes sociales. Incluso, se encuen-tran vinculados con el personal de seguridad del CEAMSE. Este último decide quiénes ingresan al relleno y quiénes no. A pesar del sistema pun-teril y los intentos divisionistas por parte de las autoridades del CEAMSE, los cartoneros de las plantas sociales lograron la unidad en la lucha.En cada una de estas manifestaciones, los carto-neros sacaron sus propias conclusiones. Hoy lu-chan por ser reconocidos como trabajadores del Estado. En esa batalla, el Estado está dispuesto a pagar un canon por tonelada recuperada, aun-que las partes no acuerdan el monto sugerido. No obstante, este es un primer paso para la for-malización de esa dependencia laboral respecto del Estado. De aquí en más, deberán exigir me-jores condiciones de trabajo, salario por tiempo, jornada de 6 horas por trabajo insalubre, obra social, jubilación, etc.El ejemplo de los quemeros de José León Suárez no es un hecho aislado. Los cartoneros asocia-dos en cooperativas de la ciudad porteña tam-bién reciben un monto fijo que paga el Estado por su labor. Incluso, una de esas organizacio-nes, el Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), convocó en julio de este año a una mo-vilización en reclamo de un Plan Nacional de Reciclado. En sus consignas, el MTE intenta ex-tender su demanda al conjunto de los cartone-ros del país que, según estima, serían 150.000. Por ello, marchó hasta el Ministerio de Desarro-llo Social del gobierno nacional.7 Sin embargo, no se trata de un reclamo unificado. De hecho, las otras cooperativas cartoneras de la Capital

Federal vinculadas a la CTA no participaron de esa convocatoria. El movimiento se encuentra fragmentado, debido a distintos alineamientos y alianzas con diferentes partidos o referentes de la burguesía. La profundización de los reclamos y una mayor unidad sólo será posible por interme-dio de la acción con independencia de clase. Por eso, no alcanza con que la izquierda se solidarice y apoye las medidas de lucha de los cartoneros, debe organizarlos y no dejar el terreno abierto a la intervención burguesa.

Notas1Periódico Hoy, 11/05/2011.2Entrevista a Lidia Quinteros (11/08/2012).3Véase www.cempre.org.uy.4CEAMSE: Memoria y estados contables. Ejerci-cio n° 33, año 2009.5Periódico Hoy, 11/05/2011.6Véase www.suteba.org.ar.7Véase www.ctep-argentina.blogspot.com.ar.

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Septiembre-Octubre de 201224

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El Polo Textil Barracas, también conocido como Centro Demos-trativo de Indumentaria (CDI), es un espacio destinado al desarrollo de la industria de la confección de indumentaria y a la capacitación de costureros provenientes de empre-sas informales o clausuradas por malas condiciones de trabajo. En este sentido, uno de sus objetivos es la promoción de un salario jus-to y una jornada laboral legal. El CDI cuenta con una nave indus-trial de 1.200 metros cuadrados, dividida en nueve unidades de 80 metros que albergan un máximo de 15 trabajadores cada una.1 Es decir, en el espacio podrían emplearse un máximo de 135 trabajadores. En-tre los responsables de su emplaza-miento se encuentran el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) -encargado del diseño del proyecto-, la administración de las instalaciones y la capacitación de los trabajadores, el ex Ministe-rio de Producción de la Ciudad de Buenos Aires (gestión Telerman, 2006-2007) y la Corporación Bue-nos Aires Sur (a cargo de Cristian Ritondo, del PRO) que han adqui-rido y acondicionado el inmueble. El Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, que opera como pro-veedor de la maquinaria y del ca-pital de trabajo. Por último, encon-tramos a la Fundación La Alameda junto con la Unión de Trabajadores Costureros, quienes incentivaron y acompañaron la realización de este proyecto.2

Una gota en el océano

Desde un principio, el CDI estuvo involucrado en reclamos por parte de trabajadores y organizaciones sociales. En 2008, antes de ser in-augurado, La Alameda denunció el retraso de las obras que se habían iniciado un año atrás. La ceremo-nia oficial de apertura tuvo lugar en agosto de 2009, pero fue puesto en funcionamiento efectivo un tiem-po después. Durante este año, el Movimiento de Trabajadores Ex-cluidos (MTE) señaló el carácter aislado de la experiencia del CDI. Considera que debería extenderse y convertirse en política de Estado para combatir el “trabajo esclavo”.A mayo de 2011, en el CDI desa-rrollaban sus actividades cinco coo-perativas: Cooperativa Cildañez 6 (producción en Denim y ropa de trabajo), Cooperativa Deán Funes (tejeduría de punto y confección de

prendas finas), Cooperativa 1º de Julio (confección en tejido de pun-to y plano), Cooperativa Hilvanan-do Ideas (confección en tejido de punto) y la Asociación “Yo no Fui”, compuesta por mujeres privadas de su libertad. Entre todos, suma-ban unos 60 costureros estables en el predio. Hay que tener en cuen-ta que el número aproximado de trabajadores de la rama para 2011 asciende a 170.000, de los cuales aproximadamente 120.000 no se encuentran registrados.3 Además, los salarios de convenio son tan ba-jos que en el mismo se señala que cualquiera sea el resultante de las escalas salariales establecidas, la re-muneración no podrá ser inferior al salario mínimo, vital y móvil vigen-te (CCT 626/11). Otras cuatro cooperativas se en-contraban realizando los trámites para participar en el proyecto, en-tre ellas la integrada por los traba-jadores de Lacar. Lacar fue vaciada en 2011, dejando 250 trabajadores en la calle, quienes desde entonces están luchando por la expropiación de las máquinas y de las herramien-tas, así como de la marca de la em-presa. Sin embargo, las posibili-dades de incorporación de nuevas cooperativas al proyecto son limi-tadas, ya que el “Polo Textil” apenas tenía espacio para que se emplearan 135 costureros y, de estas plazas, 65 ya están cubiertas.

El Estado como empleador

Las prendas confeccionadas tu-vieron como principal destino di-ferentes dependencias del Estado. En el marco del Programa Guarda-polvos, del Ministerio de Desarro-llo Social, se realizó el corte de más de 30.000 guardapolvos y se con-feccionaron gran parte de ellos. Por otra parte, se diseñó una línea de ropa de trabajo mediante la adhe-sión al Programa Compromiso So-cial Compartido del INTI, el cual también permitió la participación en licitaciones y compras de distin-tos organismos nacionales (INTI, Ejército Argentino y Ministerio de Ambiente y Espacio Público del GCBA, entre otros).4 Sin embargo, la creciente crisis fi-nanciera del Estado comienza a dificultar el desarrollo de esta ex-periencia, incluso en los términos precarios en los que estaba plan-teada. La Confederación de Tra-bajadores de la Economía Popular (CTEP) denunció hace pocos me-ses que se han cortado los ingresos del CDI y que no se puede reti-rar la caja chica desde abril de es-te año. Debido a esta situación, los

cooperativistas y los técnicos del INTI debieron juntar dinero de sus salarios para pagar servicios varios (teléfono, luz e internet). Además, desde marzo dejó de brindarse el desayuno a los trabajadores. Tam-bién denuncian que las cooperati-vas no reciben ningún tipo de sub-sidio para competir con las grandes marcas y los talleres y que se ha eli-minado la línea 1 del Programa de Trabajo Auto-gestionado (PTA).5 Este programa consiste en 600 pe-sos mensuales que perciben los tra-bajadores de empresas autogestio-nadas o cooperativas cuyos sueldos aún no alcanzan el salario mínimo, vital y móvil. Hasta diciembre de 2011, la línea 1 beneficiaba aproxi-madamente a 19 mil trabajadores. Fue creado a partir del reclamo de los obreros del sector, que exigían el mismo trato que los trabajado-res privados que percibían el Pro-grama de Recuperación Productiva (RePro). Para obtener este último, las empresas deben lograr acredi-tar una situación de crisis y, a cam-bio, no realizar despidos. Mientras la línea 1 fue eliminada durante el transcurso del año, el RePro repre-senta actualmente $1.000 del sa-lario de convenio de 139 mil tra-bajadores de todo el país. De esos, 14.319 subsidios corresponden al rubro textil.6 Ante el recorte de la línea 1 del PTA, el Encuentro Amplio Nacional de Cooperati-vas Autogestionadas anunció cor-tes y movilizaciones a nivel nacio-nal para el miércoles 7 de marzo.

Los reclamos incluían la defensa y aumento a $1.200 de la línea 1 del Programa, una ley de expropiación nacional (sin costo para los traba-jadores y bajo gestión obrera), el rechazo a los vetos provinciales y la formulación de políticas de fon-do para las empresas recuperadas y otras autogestionadas.7 Sin embar-go, hasta ahora, el recorte no ha si-do revertido. Un paso más

Como hemos visto, la acción del CDI de Barracas no aporta los ele-mentos necesarios para mejorar la situación de los trabajadores que ocupa. Sin la presencia del Estado (su principal cliente y financista), las cooperativas no podrían subsis-tir. Además, como mencionamos otras veces, la propia asociación cooperativa despoja a los trabaja-dores de sus derechos elementa-les. Tal como estaba planteado, el proyecto estaba destinado a fraca-sar. Es necesario que los compañe-ros salgan de la telaraña cooperati-vista en la que están entrampados y luchen para ser reconocidos co-mo empleados directos del Estado, registrados bajo convenio. De esta manera, no sólo se cumpliría con el blanqueamiento si no también con la finalización de la tercerización de los obreros que proveen al Estado. Con todo, esta alternativa -que re-sulta útil y viable para estos traba-jadores- no resuelve la situación del conjunto de los obreros de la rama.

La misma es apremiante y debe ser resuelta. Además, las diferencias vi-gentes para el sector estatal y pri-vado aumentarían la competencia entre ellos, debido a los menores costos que presentan las empresas que no respetan las condiciones de trabajo. Tal es así que la misma Gendarmería y la Policía Federal se proveen de talleres ilegales pa-ra disminuir sus gastos.8 Exigir el cumplimiento de la ley de trabajo a domicilio y, donde sea posible, la concentración fabril resulta cla-ve para romper con la atomización que impone el trabajo en los talleres y encarar la organización y la lucha por mejores condiciones laborales.

Notas1Véase www.buenosaires.gob.ar/noticias/?modulo=ver&item_id=6&contenido_id=19593&idioma=es2Véase www.inti.gov.ar/sabercomo/sc79/inti7.php.3Véase www.inti.gov.ar/textiles/in-dumentaria/info_economica_del_inti.htm4Véase www.inti.gob.ar/saberco-mo/sc100/inti2.php.5Véase http://ctep-argentina.blogspot.com.ar/2012/05/los-tra-bajadores-de-la-economia-popu-lar.html6Véase www.agemep.com/Lectura.asp?id=150.7Véase www.8300.com.ar/2012/03/28/petitorio-del-en-cuentro-amplio-nacional-de-coo-perativas-autogestionadas.8Véase www.clarin.com/zona/compra-ropa-ilegal-iletruce-gal_0_573542725.html.

Promesas …Julia EganTES - CEICS

La experiencia del Polo Textil Barracas

Centro Demostrativo de Indumentaria, un nombre rimbombante para una experiencia que llevó más tiempo de planeamiento y propaganda que de implementación real: cuatro años para que funcionara y dos de actividad efectiva. Participaron allí el kirchnerismo y el macrismo. Hoy, recurre al ajuste y a la amenaza de cierre. Aquí le contamos su historia.

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Con la estaca en la mano…

El ajo es la principal hortaliza fres-ca de exportación de nuestro país, y Mendoza es la provincia que con-centra la mayor producción. En la campaña 2009-2010, se estimaron cerca de 11.200 hectáreas cultiva-das en las principales provincias productoras, de las cuales 8.727 pertenecen a Mendoza. Es decir, la provincia concentra el 78% de las hectáreas cultivadas. En la última campaña, 2011-2012, se registra un aumento del 37% de la super-ficie cultivada respecto de la an-terior y un 17% más de toneladas producidas.1

Algunos de los principales depar-tamentos productores son Tupun-gato, San Carlos, Tunuyán (Valle de Uco), Maipú, Luján de Cuyo, Lavalle. La producción se desti-na sobre todo al mercado externo y, hasta la campaña pasada, Brasil era uno de los principales compra-dores. Sin embargo, la competencia China parece haberse impuesto: a principios del 2012 se había vendi-do en Brasil solo el 20% de la pro-ducción colocada el año pasado.2 Esta caída probablemente haya in-fluido sobre la perdida de algunas de las conquistas ganadas en la lu-chas del 2007.Tanto para la siembra, la cosecha y el empaque se requieren grandes contingentes de mano de obra. La demanda de brazos se abastece so-bre todo con mujeres, la mayoría migrantes que provienen del norte del país y, fundamentalmente, con población boliviana que reside en la provincia o que viene a emplear-se temporalmente en esa actividad. Las cooperativas de trabajo se en-cargan de proveer a las empresas la mano de obra necesaria. También realizan esta tarea los llamados “cuadrilleros”. Como en casi todas las actividades rurales, las condicio-nes de trabajo son pésimas. Sin em-bargo, a raíz de un conflicto ocurri-do en el 2007 en el departamento de Maipú, en la localidad de Rodeo del Medio, y que motivó la forma-ción del SI.TRA.AJ (Sindicato de Trabajadores del Ajo y Afines) al-gunas cosas han cambiado. Por su-puesto, eso fue posible gracias a la lucha y organización de los trabaja-dores y a la intervención de los par-tidos de izquierda.

De la finca al galpón El trabajo en el ajo se compone de dos momentos principales. El pri-mero se lleva a cabo en el campo, donde el ajo es sembrado y cose-chado. El segundo, en los galpones, donde se selecciona y se empaca. La siembra, que inicia en marzo, y la cosecha, que se realiza entre octu-bre y enero, se hacen manualmente. Aunque para llevar a cabo esta úl-tima se utiliza primero un tractor que hace las veces de arado y arran-ca la hortaliza de raíz. Luego, los obreros juntan los ajos y los colocan en los surcos. Allí se dejan colgados en estibas triangulares hasta que se secan. Este paso es muy importan-te, ya que si el ajo queda húmedo, se pudre. Una vez seco, el producto es transportado a los galpones, que se ubican, la mayoría de las veces, fuera de la finca:

“en el galpón, el trabajo consiste en otra cosa: tienen que cortarle las hojas secas y cortarle con una ti-jera las raíces. Y pelarlo, sacarle las chalas (tiene capas, como la cebo-lla). Se le saca la parte de afuera y queda peladito. Después, va a una máquina que lo tamaña y después va a cajones”3

En los galpones trabajan, sobre to-do, mujeres. Allí se dividen en gru-pos de trabajo. Algunas cortan con tijeras tallo y raíz; otras pelan, uti-lizando únicamente las manos. La población empleada proviene, fun-damentalmente, de Bolivia: “Mu-chísima gente, por todos lados. Te vas a Ugarteche y la mayoría son paisanos [bolivianos]. Y acá en el barrio el 90% o más son bolivia-nos.”4 También trabajan argenti-nos, que vienen de las provincias de Salta y Jujuy. Los bolivianos su-fren discriminación y peor trato, inclusive por parte de patrones de su misma nacionalidad. Es decir, el factor que determina el mal trato es la clase. Luego, el lugar de origen y el género también intervienen, pero en segunda instancia:

“la gente paisana es muy discrimi-nada. Más por los patrones, por los encargados […] También hay cua-drilleros bolivianos y mano dura con los mismos paisanos. Es tre-mendo […] Hay cuadrilleros que tienen su chalet, su camioneta úl-timo modelo y a los pobres traba-jadores les pagan una miseria. […] En el galpón de Rodeo del Medio,

tienen un encargado que trata pe-ro de lo último a las mujeres, y a los paisanos más. Y ahí está el tipo. Agarra el Raid y les echa a las mu-jeres así por atrás, porque dice que son hediondas.”5

El trabajo infantil y el traslado al galpón y a la finca con niños peque-ños son comunes en la actividad:

“Hay mucho trabajo infantil. Y aunque lo esconda el gobierno, la gente sigue llevando a los chicos a trabajar y los patrones lo permiten […] De 7, 8, 9 años. De 10 años […] Y el gobierno no hace nada […] Hay muchos chicos que van solos a trabajar […] Ves subir a los camiones las mamás con los chicos de pecho, que los llevan así a traba-jar. En la chacra todo el día el ni-ño llora porque hay unos solazos, no hay sombra. Si hay un arbus-to ahí, ponen al niñito y lo dejan mientras trabajan. Esas cosas no deberían existir. Nosotros pedimos guarderías en los mismos lugares de trabajo.”6

En el campo se paga por surco y, en el galpón, por caja. Es decir, a destajo. Hasta enero de este año, la caja de 10 kg se estaba pagando $4,50. El tiempo que se demoran en llenar una caja depende del es-tado y tamaño del ajo, pero un tra-bajador rápido puede hacer 6 cajas por hora. Actualmente trabajan 8 hs diarias, pero llegaron a trabajar 16, y trabajan también los sábados (medio día). Es decir, en el mejor de los caso, el sueldo rondaría los $4700 por mes trabajado. Sin em-bargo, los cuadrilleros se quedan con una parte y el obrero solo per-cibe $3,50 por caja, así que el sala-rio óptimo recibido sería de $3700 aproximadamente. Tal como nos informan los mismos trabajadores:

“El trato acá es con los cuadrilleros. Los cuadrilleros van, hablan con el patrón y les dan un porcentaje y después le saca al obrero otro por-centaje. Entonces, si la caja de ajo está 4 pesos, 4.50, te pagan 3.50 ó 3 pesos y lo demás se lo queda el cuadrillero [...]. La gente va donde pagan más […]. Es una miseria lo que pagan y ¿a quién le reclamás?”7

Los cuadrilleros trasladan grupos de 30, 35 trabajadores a las fincas o galpones que se encuentran ale-jados del barrio. La gente es trans-portada en camiones, donde van

hacinados y sin las mínimas con-diciones de seguridad: “[Los trasla-dan] en camión, en camioneta, col-gados, porque ya no cabían más. Si vieras eso, te morís de la angustia, porque se llega a caer una persona, porque choca o cualquier cosa, esa gente vuela. Son muy inhumanos, no tienen consideración con nada”8

¡Basta!

Los trabajadores son contratados por cooperativas de trabajo, la ma-yoría truchas, que no cumplen con las normas laborales vigentes y que hacen de intermediarias entre los trabajadores y las fincas o galpo-nes.9 En noviembre del 2007, los obreros de Campo Grande, una de las empacadoras más grandes de Mendoza, ubicado en el departa-mento de Maipú en la localidad de Rodeo del Medio, decidieron parar sus actividades para hacer frente a los atropellos que venían sufrien-do desde hacía años. El conflicto se desató cuando constataron que, si bien se les hacían los descuentos correspondientes, éstos no eran de-positados en la AFIP. La gota que rebalsó el vaso fue la decisión de los directivos de la Cooperativa Co-lonia Barraquero de cambiarle el nombre. Esto implicaba descono-cer a los obreros los años trabaja-dos hasta entonces o, mejor dicho, se pretendía barrer bajo la alfom-bra las irregularidades sistemáticas. Significaba empezar de cero. Los trabajadores se negaron a firmar los nuevos contratos. En noviembre, a poco de haber comenzado la tem-porada, los peones bloquearon el ingreso al galpón y cortaron la ruta 50, impidiendo el ingreso y egreso de camiones. Mantuvieron el gal-pón parado por una semana, hasta que el día 29 fueron reprimidos por la policía mendocina. Producto de esa represión, meses después, mue-re Juan Carlos Erazo, quien había sido golpeado brutalmente. Ade-más, cerca de 50 trabajadores re-sultaron heridos y varios despedi-dos. El Sindicato de Frutas Frescas y Hortalizas de Cuyo no intervino a favor de los trabajadores. Por el contrario, fue fiel a la patronal. Sin embargo, a partir de lo sucedido y gracias a la intervención de los par-tidos de izquierda (el PTS en este caso) los obreros ajeros cosecharon una organización genuina. Asimis-mo, uno de los logros más impor-tantes fue la reducción de la jorna-da laboral, que de 16 horas pasó a

8, de lunes a viernes, y los sábados se redujo a medio día:

“Nosotros trabajábamos 16 hs. Mi vida era el galpón, porque yo me iba a las 6, a las 5 y media y volvía a las 11 de la noche. Toda mi vi-da estaba siempre trabajando. Y así mucha gente. Por el conflicto este, logramos que se trabajaran 8 horas, que en algunos galpones reconocie-ran los días de enfermos, por algu-na enfermedad o algún accidente”10

La Cooperativa Colonia Barra-quero dejó de ser intermediaria y ese es otro de los importantes lo-gros de los trabajadores de Campo Grande. Sin embargo, algunas de las conquistas de ese momento, co-mo el traslado de los trabajadores a las fincas en vehículos adecuados, se fueron perdiendo. Asimismo, las condiciones de trabajo son defi-cientes, pues muchas veces carecen, por ejemplo, de baños y comedores dignos. Tampoco se han dispuesto guarderías en los sitios de trabajo donde las trabajadoras puedan de-jar a sus hijos mientras desarrollan sus tareas. Por otro lado, los cuadri-lleros deciden quienes trabajan y quiénes no y se quedan con parte del salario. Es decir, la relación la-boral sigue estando tercerizada. No obstante esto y pese a la pérdida sufrida, los trabajadores ajeros no son los mismos que antes del 2007. Ahora cuentan con una organiza-ción genuina y con la experiencia ganada. Ese es el camino.

Notas1 Véase www.idr.org.ar.2Véase www.losandes.com.ar/no-tas/2012/1/21/sigue-frenada-ex-portacion-ajos-619198.asp3Entrevista a Ricardo Bagini, inge-niero agrónomo. Mendoza-Men-doza, 28-07-2012.4Entrevista a Antonia Trigo, Secre-taria General SI.TRA.AJ. Men-doza-Maipú-Rodeo del Medio, 28-07-2012.5Ídem.6Ídem.7Ídem.8Ídem.9Véase Egan, Julia: “Por las tierras de Cleto. Cooperativas y trabajo en negro en las cooperativas ajeras de Mendoza”, en El Aromo, n° 55, 2010.10Entrevista a Antonia Trigo, Se-cretaria General SI.TRA.AJ. Men-doza-Maipú-Rodeo del Medio, 28-07-2012.

Según la leyenda, los vampiros temen al ajo. Sin embargo, no parece ser el caso de Mendoza, donde la cosecha atrae a los peores chupasangres. Para combatirlos de nada sirven crucifijos. Mejor, apelar a los métodos piqueteros. Vea, si no…

Las condiciones de trabajo en el ajo mendocino

Agustina Desalvo

TES - CEICS

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Laboratorio de Análisis Político

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Laboratoriode Análisis

Políticowww.ceics.org/lap - [email protected]

Desde el 6 de agosto, se viene de-sarrollando el juicio oral y públi-co contra los acusados de asesinar a Mariano Ferreyra. El juicio mis-mo es una victoria política, ya que es la primera vez que el secretario general de un sindicato es lleva-do al banquillo por dirigir un ata-que a trabajadores de su gremio. En este caso, con posibilidades de ser sentenciado a cadena perpetua. La querella es llevada adelante por APEL y CORREPI, que deben enfrentarse a un sistema judicial y a un Estado poco propensos a develar la trama que llevó a la muerte del compañero. Para realizar un balance del juicio, entrevistamos a María del Carmen Verdú, una de las abogadas por la querella. Aquí, nos responde sobre la actuación de la fiscalía, los antecedentes del tribunal y la estra-tegia de la defensa.

¿Cuál es la actitud del Estado ante la causa? ¿Ha colaborado o ha obs-taculizado la investigación?

Desde un principio, la Justicia tam-bién trató de esconder bajo la al-fombra la participación de la Policía Federal el día del asesinato, abrien-do una causa paralela para distraer-nos. Aunque estaba probado que no se trató de una simple “zona libe-rada” por omisión, sino que la po-licía hizo un aporte fundamental al plan criminal (custodiando a la pa-tota, abriéndole el paso para que ac-tuara) garantizando su escape se-guro y destruyendo pruebas de su accionar, los policías fueron proce-sados sólo por abandono de perso-na agravado, por haber resultado la muerte y graves daños en el cuerpo y la salud de las víctimas, y por in-cumplimiento de sus deberes como funcionarios públicos, delitos que, sumados, apenas si superan los 15 años de prisión.El fiscal y la jueza desoyeron el planteo que hicimos los querellan-tes, reclamando que los comisarios Lompizano, Mansilla y Ferreyra, el subcomisario Garay y los oficiales Echavarría y Conti y el suboficial Villalba, fueran procesados como

partícipes necesarios en la ejecución del homicidio calificado y homi-cidios calificados en grado de ten-tativa, delito penado con prisión perpetua.La decisión de separar el hecho principal de la investigación de la conducta policial mostró claramen-te que, cuando fracasaron en el in-tento de sepultar el ataque bajo la máscara de la “pelea entre facciones opuestas de sindicalistas”, al estilo del “se mataron entre ellos” del día siguiente al Puente Pueyrredón, el plan B fue preservar al aparato re-presivo estatal.Para el gobierno nacional, los poli-cías que facilitaron el ataque y ga-rantizaron la impunidad de sus ejecutores no cometieron ningún delito. Por eso, el Ministerio de Se-guridad resolvió defenderlos, a tra-vés de los abogados de su Direc-ción de Asuntos Jurídicos. Cuando salimos a denunciarlo, les ordena-ron renunciar a la defensa, porque el tiro les salió por la culata y com-prometía la imagen “progre” del mi-nisterio. Pero sólo los retiraron en la causa Ferreyra, porque son los mis-mos funcionarios oficiales que cru-zamos a diario, cuando los mandan a defender policías torturadores y de gatillo fácil. La trampa de la “causa paralela” pa-recía funcionar, a tal punto que su ejecutora, la fiscal Camaño, fue pre-miada por su eficiencia con la de-signación como segunda línea en el Ministerio de Seguridad. El nuevo fiscal y la jueza López procesaron a seis jefes policiales por abando-no de persona agravado, por haber resultado la muerte, mientras desde la querella acusábamos a los comi-sarios Lompizano, Mansilla y Fe-rreyra, el subcomisario Garay, los oficiales Echavarría y Conti y el agente Villalba como partícipes ne-cesarios en la ejecución del homici-dio calificado y homicidios califica-dos en grado de tentativa.A fin del año pasado, la Cámara de Apelaciones en lo Criminal y Co-rreccional no tuvo más remedio que admitir que se trataba de un mismo hecho, en el que habían intervenido dos grupos de personas, patoteros y policía. Luego, el tribunal oral que recibió la causa de los policías tuvo

que reconocer que había indudable conexión con la causa de Pedraza y sus matones, y la mandó a trami-tar al mismo Tribunal Oral Nº 21, al que, al mismo tiempo, las quere-llas exigimos que se unificaran am-bos expedientes, lo que finalmente logramos. ¿Quiénes son los todos los impu-tados que se encuentran siendo juzgados en la actualidad?

Los imputados son Cristián Daniel Favale (barra brava reclutado por la UF), Pablo Marcelo Díaz (recluta-dor y jefe de la patota en el lugar), Jorge Daniel González (de la UF), José Ángel Pedraza (dirigente de la UF), Juan Carlos Fernández (se-gundo de Pedraza), Claudio Gus-tavo Alcorcel, Juan Carlos Pérez, Francisco Salvador Pipitó, Gabriel Fernando Sánchez, Guillermo Ar-mando Uño. Todos, salvo Favale, de la UF. También están imputado, por las fuerzas policiales, Luis Osvaldo Mansilla (comisario), Jorge Raúl Ferreyra (comisario), Hugo Ernes-to Lompizano (comisario), Ro-lando César Garay (subcomisario), David Ismael Villalba (cabo), Luis Alberto Echavarría (oficial) y Gas-tón Maximiliano Ezequiel Conti (oficial). Desde la querella APEL-CORREPI acusamos a todos por homicidio calificado (en grado de tentativa, respecto de los heridos) como coautores y partícipes necesa-rios, según el caso. La pena para ese delito, en cualquiera de ambos ca-sos es prisión perpetua. La fiscalía, en cambio, acusa a los policías por abandono de persona agravado (es decir, un delito cometido con pos-terioridad al hecho). ¿Cuál es la estrategia de la defensa?

La culpabilización de las víctimas. Sostienen que, como hubo iniciati-va de autodefensa, devolviendo pe-dradas, o usando palos y gomeras, se trató de una riña. Paralelamente, sostiene que la patota intentó im-pedir un delito (el corte de vías), por lo que fue legítima defensa o, a lo sumo, un exceso de esa legítima defensa.

¿Quiénes son los jueces? ¿Cuáles son sus antecedentes?

El Tribunal Oral en lo Criminal nº 21 (TOC 21) está integrado por los doctores, Díaz, Barroetaveña y Bos-si, que no se diferencian demasia-do de la media habitual de cualquier instancia del aparato judicial. La úl-tima vez que CORREPI intervino en un juicio ante este tribunal fue hace apenas unos meses, cuando ese tribunal y la fiscal María Luz Jalbert tuvieron a su cargo el juicio contra el policía federal Alberto Alejandro Segovia, que fusiló con un tiro en la nuca a Mauricio Vega, en el barrio de Colegiales. Llegamos al juicio oral después de impedir que el juez Daffis Nikilson cerrara la causa con el argumento de que un tiro en la nuca a quemarropa, a un pibe des-armado con ambos brazos del otro lado de un portón, era una legítima defensa.La defensa del asesino fue tomada orgánicamente por la Dirección de Asuntos Penales del Ministerio de Seguridad, cuyo decano, Federico Luis María Hierro, intentó nego-ciar una probation, es decir, que el verdugo pagara el asesinato de un joven con tareas comunitarias, al mismo tiempo que el tribunal sus-pendía el inminente juicio alegan-do problemas organizativos que, de todos modos, no impidieron la tur-bia negociación que tuvo la causa en suspenso, entre la Cámara de Casa-ción y la Corte Suprema , por más de un año.A pesar de todo eso, en 2012 llega-mos al juicio. En el ínterin, había-mos denunciado la presencia de los abogados ministeriales en la defen-sa de los policías de la causa por el asesinato de Mariano Ferreyra, de la que, ni corta ni perezosa, la mi-nistra Garré los retiró para cuidar la imagen del gobierno. También Se-govia se quedó sin su defensa ins-titucional oficial, que fue reempla-zada por la Dra. Valeria Corbacho, experimentada defensora policial. Fue la abogada del ex subcomisa-rio Luis Abelardo Patti en la cau-sa por el asesinato de los militantes Cambiasso y Pereyra Rossi. Tam-bién de los represores Samuel Mia-ra, Roberto Sosa y Eufemio Uballes

en la causa por el Centro Clandesti-no de Detención El Atlético. Ade-más, defendió al espía metro-fede-ral Ciro James, y al policía David Villalba, el que se quedó sin bate-ría para filmar justo en el momento que la patota atacó a los trabajado-res ferroviarios y las organizaciones que los acompañaban.En la sentencia por el caso Segovia, los jueces dieron como válida la teo-ría del “accidente” y siguieron el pe-dido de la fiscalía, a pesar de todas las pruebas que demostraron que el arma no se disparó sola, que el poli-cía disparó a matar y, como es habi-tual por su cobardía, además, dispa-ró por la espalda. Lo condenaron a tres años de prisión efectiva. La causa de Mariano Ferreyra, ¿fue elevada a juicio en su totali-dad o quedan tramos pendientes (en particular, referentes a las res-ponsabilidades políticas)?

No hay tramos pendientes. Pese a nuestros esfuerzos, no hay ninguna actuación respecto de los funciona-rios del gobierno nacional (Schiavi, Tomada, de Vido, Luna, Rial, etc.) ni contra los directivos de UGOFE. Lo replantearemos a la hora de ale-gar en el juicio. ¿La acusación de las querellas coincide con la formulada por el Ministerio Público Fiscal? En caso negativo, ¿cuáles son las diferencias?

Respecto de Pedraza y su patota, por ahora coincide (aunque la fis-calía puede modificar su posición al formular acusación en los alegatos). La gran diferencia se advierte res-pecto de los policías, a los que la fis-calía no acusa por homicidio, sino por negligentes, desprolijos, distraí-dos y descuidados.

“La Justicia trató de esconder la actuación policial”

Entrevista a María del Carmen Verdú, abogada por la querella en el juicio por el crimen de Mariano Ferreyra y miembro de CORREPI

Valeria SleimanLAP-CEICS

El 6 de agosto, comenzó el juico oral contra los acusados de asesinar a Mariano Ferreyra. ¿Qué ha hecho el Estado para develar la trama de complicidades en el crimen? ¿Qué tipo de tribunal está juzgando a los asesinos? ¿Cómo actuó la fiscalía? A continuación, una entrevista a una de las abogadas por la querella, María del Carmen Verdú, que responde a estos interrogantes.

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Laboratorio de Análisis Político

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A simple vista, el Vatayón Militan-te es una agrupación política que se desenvuelve en el ámbito de los pe-nales, reclutando personas privadas de su libertad para participar –teó-ricamente- en eventos culturales que promueven la reinserción so-cial de los presos. Los medios, es-pecialmente los oficialistas, trataron el tema en torno a una disputa entre la posición que promueve la vindic-ta contra la teoría correccionalista. Más allá de lo que tengamos para decir al respecto (ambas son posi-ciones que procuran mantener el orden burgués), surge con claridad que ésta no es una discusión sobre doctrina de Derecho Penal. El Va-tayón Militante no se armó para in-tentar una “corrección” de los presos y, por lo tanto, la discusión es otra.

Hay equipo

Ante todo, para entender la fun-ción de esta agrupación, es necesa-rio echar una mirada sobre aquellos que la dirigen. El Vatayón Militan-te tiene como principal referen-te a Juan Soriano, conocido como “Hank”, un blogero K a quien se lo relacionó íntimamente con La Cámpora. Schocklender, luego de ser excarcelado, señaló que el Vata-yón es una fuerza de choque contro-lada por el diputado Andrés “Cuer-vo” Larroque, hipótesis que Soriano desmintió. Sin embargo, expresó que, aunque el Vatayón no recluta militantes en los penales, sí es una agrupación política kirchnerista.1

Diana Pinasco es la coordinadora de las actividades del Vatayón Mi-litante. Reconoció su pertenencia a la organización y la identificó como una agrupación política peronista y kirchnerista. Agregó que tienen de-sarrollo territorial y trabajo en los penales, como cursos de formación política, de los que por cierto no hubo noticia alguna. Víctor Hortel es el Jefe del Servi-cio Penitenciario Federal (SPF) y si bien no ha sido señalado como miembro de la agrupación, apo-yó públicamente el proyecto, ex-poniendo los beneficios de las teo-rías re, es decir, la “resocialización y reinserción social” de los presos. Cumplió diversas funciones dentro del Estado: en la Defensoría Gene-ral de la CABA y de la Nación, en el Senado de la Nación y en la Cá-mara Nacional de Casación Penal. También se desempeñó como jefe de gabinete de la subsecretaría de DD.HH, a cargo de Luis Duhalde.También hay dirigentes dentro de los penales, como Miguel Ángel “mameluco” Villalba, quien orga-nizó varias de las actividades que motivaron las salidas de los presos. Villalba tiene relación con Gastón Granados, hijo del intendente de Ezeiza, que habría cooperado en la organización de algunas de las sali-das. Villalba fue acusado por tráfico de drogas. En el 2010, el kirchne-rismo lo presentó como candidato a intendente de San Martín. Es decir,

este hombre del narcotráfico y del bajo mundo parece ocupar un lugar de dirección en el municipio. No obstante, en medio de la campa-ña, tuvo que volver a la cárcel, des-de donde sigue influyendo en el PJ del partido y, como vemos, también a nivel provincial.2 Por el momen-to, estos son los dirigentes más visi-bles, ya que la agrupación hace poco tiempo que se dio a conocer.En el blog de la agrupación, sus máximos referentes afirmaron que el Vatayón no decide quiénes parti-cipan, sino que cada interno se ano-ta en el evento del que desea par-ticipar y luego debe ser autorizado por cada juez en particular.3 En rea-lidad, como veremos, esto no fun-ciona así.La calidad de los “militantes” reclu-tados muestra el verdadero objeti-vo de la agrupación. En primer lu-gar, Eduardo Vázquez, ex baterista de Callejeros, condenado por haber quemado viva a su esposa, Wanda Tadei. Vázquez, con todo lo abe-rrante de su homicidio, es el más “cándido” de los integrantes. Com-parémoslo, por ejemplo, con Rubén “Oveja” Pintos, barrabrava de Ri-ver y sicario al servicio del líder de la barra. Fue condenado porque en uno de sus “trabajos” le disparó a un integrante de otra facción, Gonzalo Acro, con poder de presión. Tam-bién “militan” en la agrupación, los hermanos Díaz, miembros de una banda que se dedicaba al secues-tro extorsivo con cobertura poli-cial. Ambos fueron condenados por el secuestro y homicidio de Axel Blumberg. Otro de los “cuadros” es Esteban Marín, un delincuente más sofisticado: formaba parte de una banda dedicada al robo de ban-cos. Marín fue detenido por el robo en el Banco Provincia del barrio de Belgrano, en enero de 2011. La fru-tilla del postre es la última adquisi-ción del Vatayón: Cristian Favale, el barrabrava que le disparó a Maria-no Ferreyra.Obsérvese que la selección de los presos no es casual. Ninguno de ellos se encuentra condenado o im-putado por delitos insignificantes. No encontramos presos con vo-luntad de estudiar o con inquietu-des honestamente militantes. Por el contrario, el Vatayón se compo-ne de elementos descompuestos, asociados a delitos graves y en con-tacto con alguna mafia. Es decir, la selección del personal no parece ha-cerse en función de una pretendida

“resocialización”, sino teniendo en cuenta las capacidades “militares” de los sujetos en cuestión. Vázquez comenzó sus salidas antes de estar condenado. O sea, antes de tener que ser “corregido”. El caso de Favale es otra descarada confe-sión de que no estamos ante ningún intento de ejecutar ninguna teoría, por errónea que fuese: el sicario no está condenado aun; jurídicamente, no es culpable. Por lo tanto, todavía -y tomando la teoría correcciona-lista- no necesita ninguna “reinser-ción”. ¿A cuento de qué lo incorpo-ran? Cuando sucedió el crimen de Ferreyra, se acusó al kirchnerismo por la patota. La respuesta no tar-dó en llegar: no fue el gobierno, fue Pedraza. Y Pedraza no era el go-bierno. Pues bien, el Vatayón no es Pedraza. No es una herencia de los ’90. No es de Duhalde, ni de Scioli, ni del PJ. Nace del riñón del kirch-nerismo. Lo defendió la mismísima Cristina. La verdad es que lo reclu-taron entonces, lo reclutan ahora y lo van a seguir reclutando.Según algunas fuentes, todos los re-clusos cobran un ingreso extra por asistir a los actos políticos que or-ganiza la agrupación Vatayón Mili-tante.4 Además, Villalba, sumó va-rios beneficios por la organización de los eventos, como el armado de su oficina personal en el módulo en el que se aloja en el penal de Ezei-za, por mencionar alguno. No pue-de descartarse que Villalba consiga “retribuciones” para los presos que decidan integrar la agrupación (o “correctivos” a quienes se nieguen). Todo el mundo sabe lo dura que es la vida en las cárceles y el valor de ciertos beneficios, aunque sean in-significantes. Es decir, no estamos ante una agrupación puramente “voluntaria”.

Soldados K

Ahora bien, según la agrupación las actividades son culturales, pues su finalidad sería “resocializado-ra” (como si no formaran parte de la sociedad). Sin embargo, el pri-mer caso en salir a la luz fue el de Eduardo Vázquez, quien fue saca-do de su lugar de detención al me-nos dos veces. La primera fue en noviembre de 2011, cuando parti-cipó de un acto político en un lo-cal en Chacarita, ubicado en la ca-lle Corrientes al 6000, presentado como un evento cultural kirchne-rista, en una suerte de bunker de la

agrupación. Diez días después de ser condenado, repitió la experien-cia. Tocó los timbales al aire libre en San Telmo, acompañado de otros presos. Aparentemente, colocaron una feria al aire libre para que los reclusos vendiesen sus artesanías y manualidades. No hay afán educa-tivo alguno. En realidad, no vale la pena discutir estas cuestiones. To-das las actividades registradas, salvo la murga, consisten en oficiar como público en los actos políticos del gobierno. Al menos por ahora… La agrupación dijo que todas las salidas fueron autorizadas por los jueces de cada caso. Sin embargo, el abogado querellante de la fami-lia de Wanda Tadei recordó haber consultado el expediente y no ha-ber encontrado ninguna autoriza-ción concedida a Vázquez para sa-lir del penal. Tampoco su abogado estaba enterado de la situación,5 lo que resulta aun más extraño, ya que debía ser él el encargado de solicitar y tramitar ese permiso. En el caso de Favale, el tema fue planteado en una audiencia del juicio y el tribu-nal expresó desconocer por comple-to las salidas.6

La ley de Ejecución Penal – 24.660- establece un sistema progresivo en el que ingresa el condenado con el dictado de la sentencia de condena (o más bien con su firmeza) y que, a medida que avanza en él, de acuer-do a distintos parámetros y al tiem-po de cumplimiento de la condena, logra beneficios como la libertad condicional, las salidas transitorias y la sujeción a otros regímenes de semi libertad. Claro que reclusos deben pasar obstáculos como el ga-binete psicológico de profesionales que pertenecen al SPF, calificacio-nes que el propio Servicio coloca y que en todos los casos tienen pocas –sino nulas- posibilidades de revi-sión judicial. Aun así, es evidente que la mayo-ría de los integrantes del Vatayón que fueron beneficiados con las sa-lidas, no se encuentran en el perío-do correspondiente al acceso a la semi libertad, pues todos ellos fue-ron recientemente condenados o se encuentran siendo juzgados, como es el caso de Favale. Además no existieron peticiones de los letra-dos defensores de los condenados -o imputados, en su caso- ni auto-rizaciones judiciales de por medio. Recordemos que todas las salidas siempre son peticionadas por los in-ternos con la representación letrada de sus defensores, extremo que en estos casos no existió. Es decir, es-tamos ante salidas completamente irregulares en el mejor de los casos e ilegales en el peor. Todo consenti-do por el Jefe del Servicio Peniten-ciario. Otra vez, si no pidieron salir, ¿para qué los sacan?El ingreso de la política en las cár-celes sería una iniciativa oportuna, pero eso no es lo que está plantea-do. En primer lugar, si hay política en los penales, tiene que permitir-se el ingreso de todos los partidos, en especial los de izquierda. En se-gundo, se debe permitir la posibi-lidad de una organización política de aquellos privados de su libertad,

con un espacio de poder a disputar. En concreto: un sindicato que abo-gue por las condiciones de vida de los reclusos, algo que en la actuali-dad no existe y que no está proyec-tado. Cristina confunde hacer polí-tica con ser mano de obra al servicio del mejor postor.El proyecto no se encarga de desar-mar a las mafias, sino que más bien coopera con ellas y requiere de su desarrollo. Los “militantes” tienen un vínculo fuerte con alguna banda y ninguna actividad de la que parti-ciparon tiene carácter educativo. En ese contexto, las opiniones de Za-ffaroni sobre la pertinencia del régi-men penal son una forma de ocultar la verdadera discusión.Tengo para mí un recuerdo de una escena de la película argentina El secreto de sus ojos en que el asesino, luego de estar condenado, apare-ce al servicio del régimen político. Había sido reclutado para la Triple A, y los funcionarios judiciales que habían participado en la investiga-ción del caso se sorprendían al ver-lo en los ascensores de tribunales. Primero son utilizados para activi-dades más inocentes, como un acto partidario o una murga, pero luego serán quienes arremetan contra los trabajadores como fuerza de cho-que al servicio del Estado. Recor-demos que, desde el 2008, viene au-mentando significativamente el uso de patotas para reprimir a la clase obrera. Ésta debe ser una denuncia de primer orden para la izquierda, como lo es la lucha constante contra las patotas que atacan a los trabaja-dores. Tenemos enfrente las prime-ras advertencias.

Notas1Véase www.clarin.com/zona/Vata-yon-Militante-entrada-libre-carce-les_0_745725579.html.2Véase www.clarin.com/politica/afiliado-Vatayon-Militante-ofici-na-propia_0_761324115.html.3Véase http://sumateacristina.net.4La Nación, "Denuncian que los presos cobran un extra por ir a ac-tos" del 24/8/2012.5Véase www.ellitoral.com/index.php/diarios/2012/08/21/politica/POLI-07.html.6Véase http://juiciomarianoferre-yra.blogspot.com.ar.

¿Hacia una Triple K?La naturaleza del Vatayón Militante

¿Lo vio a Vázquez, el que quemó a su mujer, tocando los timbales afuera de la cárcel, a poco de haber sido condenado? ¿Y a Favale, el asesino de Mariano Ferreyra, paseándose alegremente en un acto kirchnerista, a pesar de habérsele negado la excarcelación? Seguramente, se preguntó qué es todo esto y para qué se convoca a semejantes personajes. Bueno, si quiere enterarse, pase y lea…

Valeria SleimanLAP-CEICS

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ObservatorioMarxista de

Economíawww.ceics.org/ome - [email protected]

Las discusiones acerca de la posi-bilidad de recurrir a la devaluación como mecanismo para paliar la des-aceleración económica, el estanca-miento en la generación de empleo y aumento de los niveles de conflic-tividad social aparecen una vez más. Según los apologistas de un dólar caro, el manejo del tipo de cambio posibilitaría la inserción internacio-nal de los bienes producidos en el país, mediante la reducción de los costos. Aunque el gobierno asegura que se niega a devaluar y mantie-ne al peso oficial sobrevaluado, en realidad a través de la aparición del dólar blue se realizó una devaluación parcial “no oficial” cediendo ante las presiones de sectores de la UIA y el campo. De alguna forma u otra, todos con-fían que un cambio en el valor de la moneda tendrá un efecto posi-tivo en la acumulación de capital. Sin embargo, este debate esconde la incapacidad de los capitales radica-dos en el país para volverse compe-titivos y poder sostener al conjunto de la sociedad, incluido al Estado. Históricamente, compensaron su ineficiencia a través de la toma de deuda, el re-encauzamiento de la renta de la tierra y el abaratamien-to de la fuerza de trabajo. Ante la imposibilidad de este gobierno de recurrir a la toma de deuda, quedan las otras dos modalidades de com-pensación mencionadas. Pese a los precios récord de la commodities, las dificultades continúan. El centrar la discusión sobre el tipo de cambio como causa de los problemas oculta que, sea con la moneda sobrevalua-da o subvaluada, al capital local ya no le alcanza la soja y necesita au-mentar la tasa de explotación para sobrevivir.

Malabares

El fin de la Convertibilidad trajo aparejado una fuerte devaluación del peso y se pasó de la sobrevalua-ción (el 1 a 1) sostenida con deuda a la subvaluación, gracias a que el Estado se quedaba con los dólares vía retenciones y la compra en el mercado que iban a parar al aumen-to de reservas. Pero hacia 2007-08 se invertiría la tendencia. El lími-te al aumento de las retenciones se tradujo en que la moneda local comenzó a sobrevaluarse. Es decir, el peso al tipo de cambio nominal empezó a tener un valor superior al que efectivamente le corresponde por la diferencia de productividad

del trabajo entre la Argentina y los EEUU. Por ejemplo, para 2011 el tipo de cambio nominal se ubicó en promedio en torno a los 4,11 pesos por dólar, mientras que la paridad indicaba una equivalencia de 6,17 pesos por dólar.1

El tipo de cambio afecta a la dis-tribución de los ingresos de las exportaciones e importaciones. Es decir, tiene un rol fundamental en la transferencia de la renta agraria de las principales mercancías ex-portadas. Cuando la moneda está subvaluada, el gobierno debe aplicar impuestos al comercio exterior para apropiarse de renta que luego trans-fiere a otros sectores. Cuando está sobrevaluada, la renta fluye hacia los capitales que importan mercancías porque gracias a la renta agraria que reciben se amplía su capacidad de compra en el extranjero. Pero tam-bién favorece la fuga de capital, ya que se vuelve barato comprar dóla-res en el mercado interno. Con lo cual una parte de la renta agraria se va del país.Una situación intermedia es el des-doblamiento del tipo de cambio y el establecimiento de mecanismos de control. Al hacerlo, el gobierno obliga a los exportadores a liquidar sus divisas a un tipo de cambio so-brevaluado, es decir, obtienen menos pesos por cada tonelada vendida. Mediante esa apreciación, logra ha-cerse de mayores niveles de la renta de la tierra y desacelerar levemente el ritmo de la inflación; mediante, el tipo de cambio en negro (devalua-do) descomprime el uso de divisas acumuladas no invertidas en el mer-cado interno, abaratando los costos en dólares de los bienes producidos en el país, a la vez que permite li-quidarlos en caso de necesidad. Sin

embargo, la desaceleración de la economía, pese a los altos precios de la soja, muestra que el manejo de la moneda no es el problema principal.

Acerca de lo que no es y no puede ser

Hasta aquí lo que ha venido suce-diendo con el tipo de cambio, sin embargo, ¿de dónde sale la idea de que su manipulación puede remo-ver los obstáculos que presenta la acumulación de capital en el país? Y más importante aún, ¿funciona?Los defensores de la idea de la ma-nipulación del tipo de cambio como forma de potenciar la acumulación de capital en el país se nutren de la matriz desarrollada por Diamand,2 que ha suscitado adherentes de di-verso orden, según la coyuntura es-pecífica.3 Su hipótesis es que, dado que el tipo de cambio se ajustaría a la productividad agraria, y dada la menor productividad del sec-tor industrial, este último no logra competir internacionalmente de manera exitosa. Por ello, los límites de la industria serían el resultado no deseado de las ventajas en el agro.4 Detrás está la suposición de que los capitales nacionales tienen poten-cialidades para desarrollarse y que, si se removiese el obstáculo del peso sobrevaluado, podrían competir internacionalmente. Sin embargo, en primer lugar, es fal-sa la idea de que todo aumento en el ingreso de dinero por la exportación de materias primas derive en una sobrevaluación de la moneda. Eso dependerá, entre otras cosas, de la circulación que tengan esas divisas. Segundo, es falso que la sobrevalua-ción por sí misma constituya una traba para el desarrollo industrial, ya

que permite que el poder del peso se incremente por encima del que le corresponde a la productividad del trabajo nacional. Esto implica acceder al mercado mundial con un mayor poder de compra. De hecho, hubo aumento de la inversión por la sobrevaluación, al menos hasta fines de 2011. La pregunta central es, entonces, por qué se vuelve tan necesario captar esta parte de la renta. La respuesta es que de otro modo, la Argentina no podría funcionar. Diamand y sus seguidores creen que el capital industrial en el país es capaz de re-lanzar la acumulación en un nuevo nivel, si se remueven los obstáculos asociados al tipo de cambio. Sin embargo, lo que se identifica como obstáculo es lo que en realidad permite la supervivencia de estos capitales: esto es, la renta de la tierra que se apropian a través de distintos tipos de subsidios. Entre otros, mediante la sobrevaluación del peso.La devaluación o la propuesta de un “tipo de cambio competitivo sostenido en el tiempo”5 no pue-den, por sí mismas, eliminar la baja productividad de la industria local, con una escala pequeña, dado el tamaño de su mercado doméstico. Tampoco pueden afectar de manera perdurable el salario, a pesar de ser uno de sus objetivos la reducción de los costos laborales en dólares. Esto es así porque lo que define el valor de la fuerza de trabajo son las condiciones de reproducción y la lucha de clases. La burguesía no es capaz de promover la concentra-ción y centralización completa del capital, movimiento necesario para que la producción local alcance es-calas mayores, porque implicaría la

desaparición de buena parte de la misma. Por eso, aquellos que creen que la manipulación del tipo de cambio relanzará a las industrias del país, deberían preguntarse en realidad, si es realmente posible en este régimen social, el avance de las fuerzas productivas más allá de sus límites, o si para hacerlo, no resulta necesario un cambio de sistema.

Notas1En base a cálculos de OME.2Diamand, Marcelo: “La estructura productiva desequilibrada argen-tina y el tipo de cambio”, Revista Desarrollo Económico Vol. 12 N° 45. 1972. Para ver una crítica remitirse a Dachevsky, Fernando: “Échale la culpa al yuyo. La Enfermedad Ho-landesa y los límites de la industria argentina”, en El Aromo n° 60, 2011. 3El campo ha salido a propiciar una devaluación (véase Miradas al Sur 08/07/12), la UIA, que ahora la relativiza, fue una de sus mayo-res impulsores en 2001/2 (véase La Nación 05/12/02).4Esta idea es sostenida, incluso, por sectores de izquierda, que, después de afirmar que los capitales en el país acumulan gracias a la renta, afirman que “la existencia de la ren-ta diferencial actuó históricamente, y sigue actuando en la actualidad, como un elemento que agrava la incapacidad del capital que se va-loriza en el espacio nacional para competir a nivel internacional” (véase www.ips.org.ar/wp-content/uploads/2011/03/Renta-agraria-y-desarrollo-capitalista-en-Argenti-na.pdf ). Resulta un tanto contra-dictorio, aseverar que los capitales se sostienen en base a la renta y, a continuación, afirmar que la renta constituye una traba al desarrollo.5Véase Curia, Eduardo: El Modelo de Desarrollo en Argentina. Los ries-gos de una dinámica pendular, Fondo de Cultura Económica, mayo de 2011.

Como a fines de los ‘90, un amplio sector patronal pide la devaluación del peso. No se deje engañar: el problema no es monetario, sino de la ineficiencia de la industria (local y extranjera). Ni la soja les alcanza. Lo que ocultan es que necesitan aumentar la explotación.

Viviana Rodríguez Cybulski

OME-CEICS

MitosLos debates sobre la utilidad de la devaluación

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La economía bonapartista en su apogeo

Por caminos a veces convencionales y a veces grotescos, este gobierno apos-tó a sostener la expansión de la de-manda agregada, determinante en el corto plazo del nivel de empleo. Ese camino alentó el empleo y frenó un potencial desbarranco del salario real, que hubiera devuelto la situación so-cial a fojas cero y al “que se vayan to-dos”. Con los más y los menos de las marchas atrás de este esquema, como el tarifazo en la energía y los trans-portes, Cristina y Moreno siguen sos-teniendo el sesgo expansivo de su in-tervención en el mercado.Para eso aplicaron, por un lado, re-cursos estándar de política económi-ca, tales como gastar y subsidiar más que lo que se recauda por impuestos. Y, como está agotado el acceso nor-mal del Estado al crédito privado, cubren ese déficit presupuestario con emisión monetaria para que no su-ban las tasas de interés. Pero también tuvieron que hacer retoques legales, como la reforma de la carta orgáni-ca del BCRA, por un lado, y groseras jugadas burocráticas, más o menos ilegales. Es el caso del improvisado corralito para frenar la fuga del peso a monedas extranjeras ante expecta-tivas de una devaluación mayor, las trabas “telefónicas” a la importación y a la remarcación, forzar a ciertas empresas a la sustitución de impor-taciones por producción local, la in-tervención en la dirección de otras, la sanción a las “rebeldías” median-te inspecciones de AFIP, la malversa-ción de los fondos de ANSES, la des-trucción del sistema estadístico y el periodismo opositor, etc., etc. El Es-tado burgués en decadencia se hace bonapartista para soslayar su propio sistema institucional que, de cum-plirse, acotaría su poder en la crisis.Pero la oposición política no tiene a mano mejores alternativas de poder, salvo esperar que, lo que hoy “fun-ciona”, mañana entre en crisis. Hoy se conforman con sus cargos, las res-pectivas cuotas del presupuesto es-tatal y poder negociar alguna yapita cada tanto. Así, los economistas opo-sitores centran sus críticas al kirchne-rismo en el expansivismo del déficit público, en sus efectos inflacionarios y en el desaliento a la inversión que ocasiona la discrecionalidad de los funcionarios, las cambiantes reglas de juego en los negocios, la corrupción de alto nivel y el financiamiento par-tidario ilegal, cada vez más públicos, e impune, etc.En el ámbito empresario, más allá del desagrado, los temores y la mofa de sobremesa, siempre obligados a vivir del presente, parecen ir adaptando sus fuentes de ingreso al nuevo estilo de gestión y a las nuevas oportunida-des que les abren estos funcionarios. Con los “estatistas” también se hacen buenos negocios.Mientras tanto, los hados del comer-cio mundial apadrinaron, sin querer-lo, la movida K con una valorización de las exportaciones de Argentina muy superior a la de sus importacio-nes. Su relación, medida por el Índi-ce de los términos (precios) del in-tercambio, mejoró 30% entre 2003 y 2011. Este beneficio reforzó los in-gresos internos agregándoles, como

maná caído del cielo, 5,5 puntos por-centuales al PBI entre 2008 y 2011 (ver tabla).

Mayores ingresos del país por la suba en el precio de las exportacio-nes primariasLos avances electorales de Cristi-na, después de Kirchner, no fueron ajenos al efecto positivo del comer-cio exterior y de la política expansi-va sobre la producción, el consumo y el empleo. Así, desde 2003 se re-dujo sustancialmente el elevadísi-mo desempleo del 21,5% en mayo de 2002 por el hundimiento de la Convertibilidad y la brutal devalua-ción posterior. Sin embargo, a pesar de crecer la demanda agregada a ta-sas “chinas” durante casi una déca-da, el desempleo no pudo bajar del 7% (siempre versión INDEK).1 Y, en el nuevo contexto recesivo, ya tien-de a subir según diversos indicado-res. Con la pobreza pasa algo similar: mejoró, pero queda en niveles altos a pesar de la prolongada bonanza pro-ductiva y exportadora. Una parte de

los sucesores del antiguo proletariado industrial argentino quedó atrapado en un proceso estructural de empo-brecimiento, clientelismo y lumpeni-zación. Las estimaciones de la UCA dan 22% de personas bajo la línea de pobreza a fines de 2011.

Coyuntura adversa

Más allá de que entre abril y junio se registró caída del producto indus-trial contra un año atrás, la vocación “industrialista” del kirchnerismo no puede festejar por el empleo, aun-que sí por el producto físico de la producción manufacturera de largo plazo, que está 54% arriba de 1997 (y un 107% contando desde la cri-sis del 2002). A pesar de crecer, y de que su porción del ingreso total me-joró, la manufactura argentina nunca hasta ahora recuperó el nivel de ocu-pación obrera que tenía en 1997.La clase obrera industrial no pudo supe-rar todavía las cifras del empleo ni de horas trabajadas alcanzadas duran-te la Convertibilidad (ver gráfico El

proletariado...).La coyuntura actual está caracteriza-da por un ritmo alto de inflación a la par de una fuerte desaceleración del buen ritmo que traía la demanda agregada (excepción hecha del bajón ocurrido en 2009). Paralelamente, la inversión productiva, que anduvo muy bien en los últimos años, hoy está siendo mezquinada por las em-presas: la demanda de equipo pro-ductivo se frenó fuerte en el primer trimestre (bajó su tasa anual al 2,8%) y su importación bajó en nivel ab-soluto un significativo 21% compa-rando los primeros 6 meses del año pasado hasta igual período de 2012.En este primer semestre anduvieron mal algunas ramas importantes de actividad. Las automotrices sufrieron una caída importante de la produc-ción y, en menor medida, cayeron también otras metal-mecánicas, la si-derurgia y la construcción. Medido por el estimador mensual del PBI, el ritmo de crecimiento general de la economía se desaceleró mucho entre abril y junio, con tasas anuales cer-canas a cero y en mayo negativa (ver gráfico Ritmo de crecimiento).Dado el contexto reciente de estanca-miento, los pronosticadores de dife-rentes orientaciones ranquean para este año un crecimiento de la deman-da agregada entre 2% y 5%, cifras buenas comparadas con el primer mundo desarrollado hoy estancado, pero sustancialmente menores que la tendencia desde 2003, promediando 7,7% anual durante 9 años.El notorio y sostenido proceso infla-cionario merece una reflexión, más allá de sus efectos sobre el bolsillo de los trabajadores. Podría decirse que, lejos de ser un “fracaso” de la economía K, la inflación de julio a ritmo del 24% anual -según cifra de consultoras y Cámara de Diputa-dos - resulta un fenómeno necesario al esquema de política económica en curso. En efecto, la degradación de la moneda facilita la licuación de los salarios reales, principalmente para la porción más débil de una fuerza de trabajo ultrasegmentada. Además,

contribuye a financiar el déficit gu-bernamental: al aumentar la necesi-dad comercial de tener más efectivo y depósitos cuando suben los precios, se convalida la correspondiente emis-ión de dinero del BCRA.El riesgo de que se dispare una hip-erinflación no está a la vista en tanto que una crisis política no desborde el esquema vigente de controles buro-cráticos o bien que se los reemplace por otro esquema de mayor inflación (ajuste a la baja de los ingresos reales mediante una fuerte devaluación).La clave del kirchnerismo es que tri-unfó en imponer a la burguesía un disciplinamiento general y creciente al servicio de los objetivos políticos post 2002 para recuperar el control social. Este grado de sometimiento del empresariado al Estado no es algo aislado, como tampoco lo fue la tu-tela del Estado peronista sobre la vida económica en los años 40, sino que participa de una tendencia histórica general del capitalismo moderno que se acentúa en el subdesarrollo. Dado su alcance hoy factible, sienta en el país un precedente importantísimo en cuanto a la capacidad estatal de arbitraje entre las clases, cualquiera sea la coloración partidaria futura del Poder Ejecutivo.

Notas1 El uso de las cifras del INDEC en este artículo no supone válidos sus niveles pero sí el signo de la tenden-cia que, para las variables analizadas, resultan consistentes con la evolución según fuentes no oficiales.

En este artículo, nuestro colaborador analiza las fortalezas y debilidades de la economía actual y asegura que, más allá de la innegable tendencia a la crisis, el gobierno ha recuperado la capacidad del Estado de arbitrar entre las clases.

Osvaldo Regina

Colaborador externo

2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011

Índice de los Términos del Intercambio 114,6 116,4 114 121 126,5 140,9 140,8 140,4 149

Exportaciones a precios '93 35.108 37.957 43.083 46.242 50.446 51.030 47.761 54.734 57.064

PBI a precios '93 256.023 279.141 304.764 330.565 359.170 383.444 386.704 422.130 459.571

Ganancia por suba precios exportación en % PBI

2,00% 2,20% 2,00% 2,90% 3,70% 5,40% 5,00% 5,20% 6,10%

Mayores ingresos del país por la suba en el precio de las exportaciones primarias

Fuente: INDEC

El proletariado industrial cesó de crecer

Indices base 1997 = 100 Fente: INDEC

60

70

80

90

100

Horas trabajadas Obreros industriales ocupados

2012201120102009200820072006200520042003

Ritmo de crecimiento K en baja

-3

0

3

6

9

12

15

Ritmo de crecimiento K / tasa anual

2012201120102009200820072006200520042003

Fuente: INDEC

Desaceleración, inflación y arbitraje del Estado

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Julio-Agosto de 2012

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El pasado 12 de agosto, el diario La Nación y el programa Periodismo para Todos (PPT), de Jorge Lana-ta, difundieron sendos informes en donde denunciaban la intervención de La Cámpora en las escuelas. La agrupación, con la excusa de orga-nizar “talleres”, se dedicaba a reali-zar proselitismo político en espacios que deberían ser “libres” de activi-dades partidarias. La oposición, por su parte, defendió un supuesto pu-rismo escolar y, en el colmo de la histeria, el macrismo habilitó un teléfono 0800 para denuncias anó-nimas sobre cualquier tipo de ac-tividad política en las escuelas. Al mismo tiempo, se hicieron pedidos de informes varios y querellas judi-ciales a los principales dirigentes de La Cámpora. El kirchnerismo pen-duló entre acusaciones de psicosis colectiva, hacer partícipe al INADI aludiendo discriminación hacia el grupete de militantes K y minimi-zar los hechos. Mientras unos y otros cargan las tintas sobre las cuestiones mencio-nadas, eluden un debate serio sobre política y escuelas. También sobre la diferencia entre política y manipu-lación. Dicho de otra manera, ¿qué hace La Cámpora en las escuelas?

Sé lo que hicieron el verano pasado….

Si bien la existencia de La Cámpo-ra puede remontarse al año 2006, la consolidación de esa agrupación, como aparato político propio del kirchnerismo, se reforzó luego de la disputa agraria inter-burguesa, en el año 2008. Un segundo envión en el crecimiento de la influencia políti-ca del “brazo joven” se inició luego de la muerte de Néstor Kirchner, en octubre de 2010. Sólo unos meses antes, a fines de agosto, habían ele-gido como uno de los emblemas de la organización la figura del “Nes-tornauta” (o “Eternéstor”): el clási-co dibujo de Oesterheld personifi-cando a Juan Salvo, figura principal de la historieta El Eternauta, con el rostro del ex presidente. No será casual, entonces, que La Cámpora utilice la realización de homenajes al ex presidente o la entrega de li-bros, como puerta de entrada en su desembarco en los colegios. Si bien no generó escándalo mediá-tico de relevancia, ya en el verano de 2011 el accionar de la agrupación en las escuelas argentinas resultaba nu-trido. La excusa fue el lanzamiento del Programa “Florecen 1.000 flo-res, pintamos 1.000 escuelas”. El evento, como iniciativa conjunta de

los Ministerios de Educación, De-sarrollo Social y de Trabajo, invita-ba a distintas organizaciones juve-niles políticas, sociales, sindicales, estudiantiles y territoriales a reparar escuelas, entre el 14 y el 19 de fe-brero de ese año. A decir suyo, se trataba de consolidar el compromi-so de un Estado presente en la co-munidad. Claro está, a sus ideólo-gos no les resultaba preocupante la contradicción entre su afirmación y el recurrir a ONG’s para acondicio-nar escuelas, previo al inicio del ci-clo lectivo. El programa se enmarcó en lo que se denominaron “Primeras Jorna-das Nacionales Néstor Kirchner” y, según los datos oficiales, promo-vió la participación de 25.050 jóve-nes, de más de 70 organizaciones, que acondicionaron 1.117 escuelas. Ellas se repartieron entre la Ciudad de Buenos Aires y las provincias de Buenos Aires, Chaco, Tucumán, Misiones, La Rioja, La Pampa, Entre Ríos, Salta, Jujuy, San Juan y Córdoba. El laboreo fue acom-pañado de encuentros culturales y de espacios de formación política, abiertos a la comunidad. Según de-nuncias periodísticas, el grueso de los jóvenes formaba parte de las fi-las camporistas. La movida fue re-plicada meses más tarde, entre el 11 y el 29 de julio de 2011, en las “Se-gundas Jornadas Nacionales Néstor Kirchner”. Distintas universidades nacionales oficiaron de propagandistas y ar-ticuladoras de las Jornadas. Entre otras participaron las Universidades de Moreno, Lanús, Avellaneda, San Martín, General Sarmiento, Tres de Febrero, de la Matanza, de La Pla-ta, La Pampa y Tucumán. Fue en

ese contexto en el que, por lo me-nos, en la provincia de Santa Cruz, se denunció que La Cámpora des-plegaba sus banderas en las escue-las mientras realizaban las tareas de voluntariado.1

Sin embargo, ese no fue el único programa oficial capitalizado por la nueva “juventud maravillosa”. También, se encargó de repartir li-bros del Plan Nacional de Lectura, del Ministerio de Educación de la Nación. Del conjunto de textos, los militantes eligieron aquel que, por razones obvias, convenía a sus inte-reses más mezquinos: El Eternauta. Utilizaron, además, las redes de la Subsecretaría para la Reforma Ins-titucional y el Fortalecimiento de la Democracia, dependiente de la Je-fatura de Gabinete de Ministros de la Presidencia de la Nación. Gracias a ello, los camporistas organizaron talleres de “debate democrático”, con el juego “El héroe colectivo”. Usufructuando un programa oficial, no les resultó difícil obtener per-misos para el ingreso a las escuelas. Una vez destapada la olla, se multi-plicaron las denuncias sobre el ac-cionar de los jóvenes K en Rosario, Córdoba, Mendoza, Entre Ríos, Buenos Aires, CABA, Chubut y La Pampa, entre otros.Como si ello fuera poco, La Cám-pora también se dio el lujo de inau-gurar escuelas, tal como ocurrió con el Jardín de Infantes “Monigotes de Colores”, en el barrio Müller de Córdoba. La actividad contó con la presencia del Secretario General de La Cámpora, Andrés "Cuervo" La-rroque, de Wado de Pedro, Gabrie-la Estévez, Julián Álvarez y Martín Fresneda, entre otros.2 Tal como ve-mos, la instalación de la agrupación

contó con un patrocinio estatal que no está a disposición de ningún otro partido político.

Homo politikus

Desde el campo de los especialis-tas de la educación, Guillermina Tiramonti (FLACSO) subrayó, en el informe de PPT, que el accionar de La Cámpora constituía una cla-ra violación del principio de “neu-tralidad partidaria en las escuelas”. El Ministro de Educación porte-ño, Estaban Bullrich, destacó que la consecuencia del accionar de la ju-ventud K implicaba que “la escuela deja de ser la escuela de todos para transformarse en un comité políti-co”.3 Similares declaraciones for-muló la Ministra de Educación de Santa Fe, Letizia Mengarelli y sus pares de Mendoza, Salta y Chaco, entre otras provincias. Por su par-te, los directores de las escuelas vi-sitadas por La Cámpora adujeron desconocer que los chicos K mili-taban repartiendo insignias parti-darias. Acorde con quien se sien-te bajo sospecha, defendieron que bajo sus gestiones sólo autorizaron “talleres”. Cabe destacar que en la provincia de Buenos Aires existe una norma específica que impide la colocación de símbolos partidarios en las es-cuelas. En efecto, durante el 2011, se sancionó el Decreto 2.299, que impide la colocación de símbolos religiosos y/o partidarios.4 Si bien no se trata de una reglamentación generalizada para todo el país, fue recuperada por todos los críticos. La oposición ha defendido la idea de una escuela para todos. Sin em-bargo, esa neutralidad de lo común,

en realidad, no existe. La conforma-ción de la escuela, tal como la cono-cemos y la hemos naturalizado, se efectuó al calor de un programa po-lítico: el de la burguesía. Su visión del mundo y sus necesidades son las que han ordenado el proceso edu-cativo y se han presentado como “el bien de todos”. Claro está, se trata de un espacio en el que se puede dar una disputa ideológica y programá-tica. Pero esa batalla depende de la toma de conciencia de la aparen-te neutralidad como un construc-to. Ese proceso tiene como primer punto de partida el reconocimiento de la ideología escolar dominante, que presenta la parte como el todo y a los docentes como seres carentes de ideología. El kirchnerismo, entonces, bajo el supuesto de recuperar la dimensión política de la educación, batalla-ría contra la neutralidad. Su accio-nar tendería a la defensa del Es-tado como actor central de la vida social. Sin embargo, ambas máxi-mas resultan falsas. El accionar de La Cámpora evidencia la confusión kirchnerista entre Estado y Partido y en la utilización del Estado para la construcción de un aparato parti-dario asentado sobre un andamiaje punteril. Dicho de otra manera: el gobierno, mientras defiende al Es-tado como agente, “terceriza” ta-reas (reparto de bibliografía oficial, actividades de limpieza y mante-nimiento, etc.) que le son propias, renuncia a ellas, para satisfacer ne-cesidades políticas del elenco en el poder. Mientras dice reconstruir el Estado, su propio crecimiento pre-supone su desmantelamiento de una “confederación” de punteros. Si tal como sostiene el kirchnerismo buscara promover la politización en las escuelas, debería utilizar los ca-nales normales de las instituciones educativas para propiciar el debate. Debate que debería convocar, ade-más, a todas las fuerzas políticas y, al mismo tiempo, ser organizados

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Gabinete de Educación Socialista

El ( ) sutil arte de la manipulaciónLa intervención de La Cámpora en las escuelas argentinas

Jóvenes muchachos peronistas en los colegios han desatado gran revuelo. Y el debate se inicia: ¿pueden ser las escuelas espacios libres de política? ¿Estamos ante un giro fascista? Lea esta nota para entender qué es lo que en realidad hacen los jóvenes K.

Romina De LucaGrupo de Investigación de Educación Argentina - CEICS

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El pasado 13 de agosto se estrenó La Educación Prohibida, un docu-mental independiente realizado por un grupo de jóvenes -de los cuales sabemos poco y nada, ya que pro-curan no “definirse” por sus títu-los- que intenta retratar las formas “alternativas” de educación que se desarrollan en distintos lugares del mundo. La película hilvana una historia ficticia, protagonizada por Gastón Pauls, con una serie de en-trevistas realizadas a educadores y especialistas en formas “novedosas” de educación. En teoría, una in-vestigación “informal” en la que se entrevistó a más de noventa educa-dores de 45 propuestas educativas “alternativas” que se desarrollan en distintos países (Argentina, Chile, Uruguay, Ecuador, Perú, Colombia, México, Bolivia, Francia, España y Alemania). En la primera semana, el film ya había sido visto por miles de per-sonas -incluyendo proyecciones en escuelas y universidades- y su re-producción en internet rondaba los dos millones. Tal recepción pone en evidencia que la película recoge y expone un problema innegable: la crisis del sistema educativo. Sin embargo -anticipándonos algo a la crítica que sigue- la salida propuesta es sumamente reaccionaria. Lo tris-te del asunto es que, una vez más, un programa burgués intenta hacer-se pasar por revolucionario y se de-sarrolla a partir del trabajo de gen-te honesta que, sencillamente, no comprende bien lo que hace.

Blues de la libertad

Al comienzo, el documental inten-ta resumir el contenido de la críti-ca al sistema escolar a través de dos reflexiones filosóficas. Por un lado,

se presenta la alegoría de la caver-na, de Platón. En ella, un grupo de prisioneros se encuentran encade-nados dentro de una caverna desde su nacimiento, de tal forma que no pueden moverse ni girar sus cabezas y sólo pueden ver una pared. Detrás de ellos, una hoguera proyecta, en forma distorsionada, las sombras de otros hombres que transportan dis-tintos objetos a través de la cueva. Según Platón, si uno de ellos fue-ra liberado podría ver una nueva realidad, más profunda y comple-ta que la proyectada por la hogue-ra. El film traslada esta metáfora, sin mediaciones, a la situación en la que se encontrarían los estudian-tes -equivalentes a los prisioneros- dentro de las escuelas. Para acceder a una educación “libre”, éstos debe-rían romper sus cadenas ligadas al paradigma pedagógico tradicional. De ese modo, podrían “conocer” la realidad, accediendo directamente a ella en lugar de aceptar pasivamente la transmisión falseada que les ofre-ce la enseñanza escolar. El resulta-do sería la generación de sujetos au-tónomos, capaces de cuestionar las “verdades” -siempre subjetivas y re-lativas al punto de vista adoptado- que sostiene la escuela pero que, co-mo en la alegoría de Platón, no son más que sombras de una realidad distinta y cambiante.Por su parte, en la ficción, el pro-fesor Javier –el personaje de Gas-tón Pauls- le explica a sus alumnos la conocida -y, frecuentemente, mal entendida- Tesis XI de Marx y los invita a transformar el mundo.1 El resultado de la mixtura de alegoría y tesis, más allá de lo que pretendan los directores del documental, es un simple rechazo de la importancia del conocimiento real del mundo, de la ciencia y de la educación.En efecto, como conclusión de am-bas metáforas, La educación prohibi-da defiende la idea aparentemente correcta de aprender a partir de la

acción y el juego. En ese sentido, el docente sólo debería facilitar al-gunas herramientas para que el ni-ño descubra por sí mismo las reglas científicas. Según los especialis-tas consultados, los niños “son ge-nios” autosuficientes por lo que los maestros deberían limitarse a abrir las “puertas para que descienda el conocimiento”. Es decir, se supo-ne que el niño puede resolver por sí mismo las operaciones algebrai-cas, el teorema de Pitágoras o en-tender la generación de electricidad, el funcionamiento de la física cuán-tica, etc. Esta perspectiva esconde detrás de las palabras opciones pe-dagógicas criticables. En particular “acción”. ¿Qué es “acción”? Eviden-temente, interactuar con los objetos en un laboratorio es “acción”, igual que el caminar por un jardín. Pe-ro también es acción escuchar una conferencia o prestar atención al docente que explica un tema de-terminado. Salvo que se suponga que cuando eso sucede el cerebro de una persona está desconectado, no está “actuando”. El privilegio de las operaciones manuales sobre las mentales que otorga el concepto de “acción” que promueve el documen-tal, es arbitrario y desconoce uno de los basamentos del conocimiento: la acumulación a través del tiempo. Si cada niño tuviera que descubrir por sí mismo y por medio de ope-raciones manuales el conjunto del conocimiento humano no sinteti-zado por la enseñanza de un docen-te, terminaría por no aprender nada importante. Todos los ejemplos que pueden darse no sólo han sido el producto de científicos que dedica-ron su vida entera a las ciencias, sino que han supuesto miles de años de experimentación y descubrimientos previos. Salvo que uno crea en la ge-nialidad espontánea, al estilo Good Will Hunting,2 todo acto educativo real contiene buena parte de lo que se llama “educación tradicional”,

que no debe ser tan mala si ha per-mitido a la humanidad llegar hasta donde llegó. Por otro lado, una y otra vez el do-cumental enfatiza sobre la idea de cómo los niños aprenden sin nin-gún esfuerzo a través del juego. Sin embargo, la idea de que podemos conocer el mundo en forma placen-tera, sin esforzarnos, resulta cómo-da aunque falsa. Contiene, además, un supuesto erróneo: que la realidad se nos presenta en forma directa y transparente. Precisamente, como la realidad no es inmediatamente per-ceptible es que se requiere del au-xilio de la ciencia para develar las leyes que gobiernan la vida social. Suponer que el conocer es una ta-rea placentera y no requiere esfuer-zo alguno, agotador y muchas veces aburrido, es propio de quien nun-ca se dio la tarea seria de conocer nada. El proceso de aprendizaje re-quiere trabajo, tesón y constancia. La gratificación, las más de las ve-ces, se encuentra en el resultado fi-nal, no necesariamente en el medio. Peor aún, nuestros documentalistas plantean que los niños sólo deben aprender aquello que les divierte y que los motiva espontáneamente. Por supuesto, olvidan que ese inte-rés y esa motivación no tienen nada de espontáneo sino que, por el con-trario, se encuentran determinados por las posibilidades de acceso a la cultura que brinda la clase social de pertenencia. En el mismo sentido, los “especia-listas” consultados en el film sostie-nen que una de las falencias de la escuela sería el transmitir conteni-dos que no se corresponderían con las necesidades inmediatas de los estudiantes. En ese marco, se es-tarían impartiendo conocimientos de carácter “preventivo”, es decir, que pueden no utilizarse nunca en la vida y que, por lo tanto, suelen quedar en el olvido. Así las cosas, sostienen que “podemos vivir sin

saber logaritmos” pero no sin sa-ber relacionarnos o emplear herra-mientas. Es decir, la educación de-bería estar estrechamente limitada a las necesidades concretas de los niños y jóvenes. Lo que no se po-ne en cuestión es, precisamente, el núcleo del problema: ¿quién impo-ne esas necesidades? En tanto y en cuanto se piensa en abstracción de las condiciones materiales que de-terminan la vida de los educandos, nuestros pedagogos “libertarios” no logran comprender que esas nece-sidades son impuestas a cada ni-ño en función de la clase social a la que pertenecen. En calidad de fu-turos obreros, que se desempeñarán en procesos de trabajo cada día más simplificados, la mayor parte de la población puede prescindir de ca-da vez más conocimientos. Salta a la vista el flaco favor que le hace es-ta perspectiva educativa a los traba-jadores, contribuyendo a su aliena-ción con respecto al conocimiento y, por lo tanto, a la mutilación de todas sus potencialidades. ¿Será necesario aclarar a qué programa político re-sulta funcional esta perspectiva? Esta posición hunde sus raíces en el posmodernismo, cuya esencia no es más que la negación de la posi-bilidad de conocer la realidad, si no su negación lisa y llana. Así, el do-cumental afirma la inexistencia de “verdades” y, en consecuencia, la veloz caducidad del conocimiento y la imposibilidad de dar respuesta a ninguna pregunta. Por supuesto, todo ello, afortunadamente, se lleva de patadas con la tradición escolar.

Educando alUna crítica al documental La Educación Prohibida

¿Vio el documental “La Educación Prohibida”? Si lo hizo, no se pierda esta nota en la que le contamos por qué allí hay gato encerrado. Si no, también léanos, no sea cosa que después diga que no le avisamos.

Natalia Alvarez PrietoGrupo de Investigación de Educación Argentina - CEICS

por directivos y docentes. Finalmente, con el episodio de La Cámpora el gobierno no hace más que replicar el esquema que viene utilizando en otras esferas de la vi-da social (“Sueños Compartidos” de Madres, la Tupac Amaru de Mila-gro Sala, los bachilleratos “popula-res” de Barrios de Pie, por dar un par de ejemplos conocidos). Esta contradicción entre la consolida-ción política a través de la jibari-zación del Estado y una ideología que dice defender su rol central, es el producto de las necesidades de la restauración de la hegemonía post-2001, es decir, post-Argen-tinazo. El kirchnerismo expropió ese movimiento comprando orga-nismos y personajes que ganaron su prestigio en las luchas anterio-res. Para eso fue necesaria una am-plia utilización de fondos públicos, que transformaron a los hasta en-tonces combativos en paniaguados del gobierno, al que ahora sirven de punteros y arreavotos a cambio de elevados sueldos. Al mismo tiem-po, el episodio revela tanto la de-bilidad del kirchnerismo, que para

construirse debe desarrollarse por fuera de las instituciones sociales históricas (los sindicatos, por ejem-plo), como de la clase obrera, cu-yo eje estructural de organización (el movimiento obrero) ha dejado afuera a buena parte de una clase a la que ya no puede acaudillar. Esas masas por fuera del movimiento obrero organizado, ese mundo de desocupados, trabajadores en negro, precarizados, etc., ese amplio cam-po de la población sobrante, es el cal-do de cultivo del poder K al que se apela con esa “tercerización” de las funciones del Estado.

¿En qué quedamos?

El kirchnerismo aduce que la mili-tancia de La Cámpora en las escue-las responde a una demanda social: los jóvenes participan en política y quieren que la política ingrese a sus escuelas. Esa necesidad se corres-pondería con un proceso de politi-zación promovido por el nuevo mo-delo kirchnerista del “país en serio”. Ese cambio de mentalidad del que ellos serían artífices les molestaría a

“los viejos”. Ahora bien, el proce-so de politización del que se vana-glorian, en realidad, es previo. Los jóvenes que hoy concurren al se-cundario han nacido a fines de la década del noventa. Como hijos del Argentinazo aprendieron que la lu-cha paga. El kirchnerismo pretende adueñarse de un proceso que lo pre-cede y que, además, intentó e inten-ta sepultar. Para ello no duda en re-primir movilizaciones utilizando su propio brazo armado o recurriendo a la represión paraestatal a través de patotas. Los militantes K han reducido la política a un espacio vil. En lugar de generar espacios de confrontación y de debate de ideas, lo han ocupado para hacer burda propaganda oficial y generar imágenes falsas del pasa-do. El uso del juego “El héroe co-lectivo” se ha destinado a ello. Lo que sería la reivindicación de la lu-cha contra el imperialismo, eso es El Eternauta, termina siendo la ideolo-gía con la se justifica el riguroso pa-go de la deuda externa, expropian-do a jubilados, negando conquistas históricas del movimiento obrero

(como las asignaciones familiares a trabajadores que ganan más de 5 mil pesos) cobrando impuesto a las “ganancias” a maestros y colective-ros, sometiendo al país a situaciones ridículas y bochornosas con el único fin de capturar cuanto billete verde pase por ahí. Lo que sería el símbo-lo de la lucha colectiva, el personaje encarnado por Juan Salvo, termina siendo el soporte gráfico-ideológi-co de un enriquecido con la circular 1.050, cuyo genio político “colecti-vo” consiste en construir un capita-lismo “de amigos”, timba, casinos y tragamonedas mediante. Cuesta ver entre los amigos del protagonista creado por Oesterheld a arribistas como Boudou o Kicillof. Más que reivindicación de los ’70, el kirchne-rismo es su negación estricta. El problema más grave, sin embar-go, con este episodio de La Cámpo-ra, es la gran mentira que pretende instalar en la cabeza de los jóvenes, con la machacona insistencia de las “cadenas nacionales”, sin abrir el juego a un verdadero debate políti-co, sencillamente porque no podrían sostener ninguna de las “verdades”

del relato nac&pop. No nos extraña entonces que el juego utilizado para ello se guardara bajo siete llaves. La autora de esta nota se contactó con el Programa de Fortalecimiento de la Democracia para solicitar un jue-go “heroico”, a los efectos de escri-bir este artículo. La respuesta oficial fue un tanto curiosa: no resulta po-sible disponer del juego para uso in-dividual en tanto forma parte de un programa institucional... Tampoco hemos encontrado información so-bre la iniciativa en la página oficial del Programa. Estamos convenci-dos que el juego nos proporcionaría un sinnúmero de ejemplos de cómo manipular la historia para que ella resulte amable a la propaganda ofi-cial. Su ocultamiento es revelador.

Notas1Véase www.opisantacruz.com.ar, 13/8/2012. 2Diario Perfil, 15/8/2012.3Véase http://tn.com.ar/politi-ca/000266784 .4Página/12, 21/1/2012.

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Con trampa

El documental plantea un conjun-to de críticas al sistema escolar que son correctas y que dan cuenta de una serie de problemas reales: hoy en día la mayor parte de las escue-las se han convertido en espacios de contención en los que los chicos se aburren y no aprenden nada. Tam-bién observan adecuadamente la segmentación del sistema: hay es-cuelas de élite y otras para obreros. Sin embargo, en tanto ese cuestio-namiento es realizado desde una perspectiva que se abstrae de las condiciones concretas en las cuales la escuela se encuentra inmersa, las conclusiones a las que llegan resul-tan sumamente regresivas. Veamos algunos ejemplos.Durante toda la película los docen-tes son responsabilizados por todos los males educativos, demonizados, imponiendo silencio, enseñando cosas sin ninguna utilidad, obligan-do a sus alumnos a repetir como lo-ros, no dejándolos expresarse, insul-tándolos, etc. Si bien aclaran que no es que los docentes sean malos, sino que son hijos de un sistema que los formateó de ese modo, conociendo las condiciones en las que éstos tra-bajan, el ángulo de la crítica mueve a la indignación. ¿Cuál sería la ra-zón de que los maestros sean así? Sencillamente, que no aman lo que hacen porque no son libres. Nada de hablar de salarios miserables, edifi-cios que se caen a pedazos, aulas su-perpobladas, horas extras no pagas, trabajo adicional en la escuela como asistentes sociales, psicopedagogos o psicólogos de facto, etc. Todo eso sería minucia si comprendieran su rol privilegiado y amaran su labor; no saldrían de la escuela agotados sino felices y reconfortados. A esta altura uno se pregunta quién educó a estos “genios” de la pedagogía de avanzada…Otro de los problemas que detectan es la ausencia de las familias en el desarrollo de los procesos educati-vos. ¿Por qué sucedería esto? Mu-chas familias no se tendrían con-fianza y supondrían que criar un hijo es una actividad profesional y,

obnubilados por las apariencias y el dinero, les dedicarían muy poco tiempo de sus vidas. Como puede verse, se trata de una vieja crítica de la “derecha”: la culpa es de la fami-lia. No se les ocurre que, probable-mente, la mayor parte de esos pa-dres que cuestionan de esa manera tan superficial se encuentran traba-jando durante todo el día para lle-gar a fin de mes. Por el contrario, sostienen que, producto de nuestro libre albedrío, creamos una sociedad en la que la gente trabaja en cosas que no le gustan sólo para acumu-lar dinero. El enajenamiento de los realizadores del documental llega al ridículo al hacer de miseria virtud y confundir la falta de recursos con un proyecto educativo innovador: las escuelas rurales son presentadas como un buen ejemplo de las bon-dades que ofrecería una institución en la que los niños y jóvenes no son divididos en función de sus edades sino amontonados en un mismo es-pacio y tiempo.Por otro lado, desde una perspectiva foucaultiana, el documental iguala la escuela con la cárcel y la fábrica por constituir dispositivos de encie-rro destinados al disciplinamiento de los sujetos. A partir de esa pers-pectiva, concluyen que el surgi-miento de la institución escolar ha-bría supuesto un jalón regresivo en la historia de la humanidad. Es cier-to que el surgimiento de la escuela moderna, en el contexto del ascenso del capitalismo, estuvo determina-do por la necesidad de la burguesía de formar trabajadores dóciles, por un lado, y cuadros técnicos y polí-ticos por el otro. Sin embargo, con su masificación, posibilitó el acceso de la clase obrera al conocimiento (con todas sus limitaciones, dado el carácter ideológico de la educación burguesa). Hasta ese momento, los saberes habían sido históricamente vedados para las clases explotadas a lo largo de la historia. ¿Es posible que tal progreso sea entendido co-mo lo contrario? Por otra parte, la escuela no es igual a la fábrica ni a la cárcel. En una fábrica, los obreros entregan algo; en una escuela, los ni-ños reciben algo. La diferencia entre

una y otra cosa salta a la vista a poco se le pregunte a cualquier obrero si prefiere que lo mantengan para es-tudiar o ir a trabajar. En cuanto a la cárcel, está claro que nunca fue y, tal como la conocemos, nunca po-drá ser un espacio de transmisión y generación de conocimiento ni, mucho menos, de disciplinamiento social. Lamentablemente, los com-pañeros foucaultianos suelen con-fundirse la forma con el contenido. En ese marco, no pueden ver que la escuela es un espacio de disputa de la burguesía y el proletariado y que, por lo tanto, allí hay que dar una batalla.

¿Para la libertad?

Ahora bien, luego de todas esas crí-ticas a la educación “tradicional”, ¿qué propuesta superadora nos ha-cen? Experiencias educativas “alter-nativas” a partir de las perspectivas de los entrevistados, sin explicar ni desarrollar en profundidad su con-tenido concreto. El abanico es am-plio, anárquico y, por momentos, desopilante. Va desde la enigmática pedagogía “logosófica” hasta la su-puesta “educación popular”. Otras nos hacen acordar del documental Jesus Camp.3 Se reúne en el mis-mo campo a experiencias privadas,

como la Escuela de la Nueva Cul-tura “La Cecilia”, de Santa Fe o el Instituto González Pecotche con sedes en Buenos Aires, Entre Ríos, Montevideo y distintas ciudades de Brasil, y públicas, como las escue-las experimentales “La Bahía”, “Las Lengas” y “Caramelos Surtidos”, dependientes de la Municipalidad de Tierra del Fuego. Por cierto, algunas de las prácticas educativas “no convencionales” re-tratadas en el documental son ile-gales en distintos países. Si bien es cierto que ello no es un indicador de su ilegitimidad, lo cierto es que deberían ser presentadas sobre la base de una investigación un tanto más rigurosa. Uno de los ejemplos más claros es el caso del “Programa de Educación Evolutiva”, que posee todas las características de una sec-ta, hecha y derecha. En su página de internet, los creadores del pro-grama sostienen que a principios de los años noventa comenzaron un “viaje”, ligado a la necesidad de modificar el paradigma educativo y preparar a los niños para el nuevo milenio. En ese marco, en 1991. in-auguraron en Argentina una comu-nidad llamada “Sambala”, en la que cuentan con un proyecto de “terapia holística para el desarrollo humano y elevación de conciencia planeta-ria”. En 1994 crearon una escuela piloto en Uruguay dentro de otra comunidad propia llamada “Irdin-ave”. Actualmente, ambas residen juntas en un nuevo emprendimien-to -comunidad “Amatreya”- y die-ron origen a la “Universidad de la Luz Iluí Amaní”. Como más de una secta religiosa, conviven en las sie-rras cordobesas, aunque hoy tienen también centros en Colombia, Chi-le, México y España. En septiembre de este año realizarán un “Encuen-tro de Integración hacia la Gran Familia del Nuevo Tiempo”. El pri-mer día, mientras que la gente que no pertenece a la “hermandad” ar-me sus carpas para estar allí duran-te tres días, los miembros de la co-munidad trabajarán su “conciencia del desarrollo de la Ciudad de Luz y Siembra de Florecimiento”. Por la tarde, realizarán sanación grupal…Como puede verse, el documental promueve experiencias educativas absolutamente reaccionarias (más allá de algunas que podrían ser con-sideradas, si fueran objeto de un análisis más serio). Un ejemplo de ello es la promoción de la educación en el hogar. De acuerdo a los reali-zadores, se trataría de una alterna-tiva a la escuela que considera que el mejor ambiente para la educación

es la casa familiar. La cuna de esas experiencias, Estados Unidos, da prueba de su carácter regresivo. Allí, cerca de un millón y medio de niños son “educados” de esa forma en el seno de grupos evangélicos.4 Esa concepción de la familia como un espacio libre de violencia y opre-sión es, no sólo falsa, sino estúpida y reaccionaria.

La educación en ruinas

Como hemos visto, La educación prohibida, aclamada por todo el ar-co progresista, intenta hacer pasar gato por liebre. Su desdén hacia la ciencia, su recelo contra los traba-jadores de la educación, así como la falta de una investigación seria, la lleva a proponer una salida reac-cionaria a un problema real. Por un lado, ayuda al enemigo -la burgue-sía- a hacer pasar por progresista su poco interés en educar seriamente a los hijos de la clase obrera. En lugar de reclamarle al Estado una educa-ción pública de calidad para los tra-bajadores, que ponga en juego más contenidos y más saberes, nos ofre-cen la educación más degradada: aquella que espera que la “sabidu-ría” emane espontáneamente del ni-ño, sin tener en cuenta su condición de origen ni las necesidades reales de todo proceso cognitivo. También nos proponen que la educación no sea controlada por nadie, abriendo la posibilidad de que sea impartida por cualquier secta o religión que ande dando vueltas por ahí, reto-mando así lo peor de la enseñanza oficial y del individualismo burgués.

Notas1“Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distintos modos, pero de lo que se trata es de transformarlo”.2Good Will Hunting (1997), pelícu-la protagonizada por Matt Damon y Robin Williams, relata la historia de un joven prodigio que trabaja co-mo empleado de mantenimiento de una universidad estadounidense. A pesar de no haber tenido una ins-trucción sistemática, éste logra re-solver por sí mismo problemas ma-temáticos de gran complejidad.3Jesus Camp (Soldados de Dios) es un documental estadounidense rea-lizado en 2006 sobre un campa-mento evangelista para niños que durante el verano “aprenden” sus “dotes proféticas” para ser “soldados de Dios”. 4Ibídem.

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Julio-Agosto de 2012

El reflejo de la realidad*

CLÁSICO PIQUETERO

El reflejo de la realidad en el arte procede de

las mismas oposiciones que cualquier otro re-

flejo de la realidad. Su nota específica consis-

te en que él, para la abolición de dichas opo-

siciones, ensaya un método distinto al de las

ciencias. Este carácter específico del reflejo de

la realidad en el arte podemos caracterizarlo

de la mejor manera si partimos teóricamente

del objeto logrado, para dilucidar desde allí los

presupuestos de su logro. Este objetivo consis-

te, en todo gran arte, en dar una imagen de la

realidad en la cual la oposición entre fenóme-

no y esencia, entre lo individual y la ley, en-

tre inmediatez y concepto, etc., se suprime de

tal modo que ambos elementos concurran, en

una impresión inmediata suscitada por la obra

de arte, a formar una unidad espontánea, que

dichos elementos constituyan para el recepti-

vo una indisoluble unidad. Lo general aparece

como propiedad de lo individual y de lo es-

pecial. La esencia se hace visible y experimen-

table en el fenómeno, la ley se muestra como

causa específicamente determinante de lo in-

dividual, especialmente representado. Con

mucha claridad expresa Engels esta manera de

ser de la creación artística, cuando dice de las

características de los personajes de la novela:

“Cada figura es un tipo, pero también, a la vez,

un determinado individuo, un ‘éste’, como se

expresa el viejo Hegel. Y así tiene que ser.” De

aquí se sigue que toda obra de arte debe ofre-

cer una coherencia unitaria, redondeada en sí

misma, en sí misma acabada. Y por cierto, una

coherencia tal que su movimiento y estructura

sean inmediatamente evidentes. La necesidad

de esta evidencia inmediata se pone de ma-

nifiesto de la manera más clara precisamente

en la literatura. Las conexiones reales y más

profundas de una novela, por ejemplo, o de

un drama pueden revelarse sólo al final. A la

esencia de su estructura y de sus efectos perte-

nece el que sólo el final nos dé una explicación

real y completa del comienzo. Y, con todo, su

composición fuera completamente equivoca-

da y sin efecto, si el camino que conduce a este

final en que ella remata no fuera en todas sus

etapas de una evidencia inmediata.

Las determinaciones esenciales de ese mundo

que nos presenta una obra literaria se revelan,

pues, en una sucesión y gradación artísticas.

Pero esta gradación debe realizarse dentro de

la unidad de fenómeno y esencia, existentes

desde el comienzo en forma inmediata e in-

destructible. Ella debe hacer, dentro de la con-

cretización progresiva de ambos momentos,

cada vez más íntima y evidente la unidad de

éstos.

[…]

La aparente unidad de la obra de arte, su apa-

rente incomparabilidad con la realidad, des-

cansa precisamente en el hecho del reflejo de

la realidad en el arte. Pues esta incomparabi-

lidad es, en efecto, apenas una apariencia, si

bien necesaria y propia de la esencia del arte.

[…]

La unidad de la obra de arte es, pues, el reflejo

de la vida en su movimiento y en su concreta

y vivaz coherencia. La ciencia, naturalmente,

se propone también este objetivo. Ella logra la

concreción dialéctica penetrando cada vez más

profundamente en las leyes del movimiento.

Engels dice: “La ley general del cambio de for-

ma es mucho más concreta que todo ejemplo

particular ‘concreto’ de éste.” Este proceso del

conocimiento científico de la realidad es infi-

nito. Esto es, en todo auténtico conocimiento

científico se refleja fielmente la realidad obje-

tiva. En cuanto esto acontece, es dicho cono-

cimiento absoluto. Pero como la realidad mis-

ma es siempre más rica y variada que toda ley,

pertenece a la esencia del conocimiento que se

le continúe perfeccionando, enriqueciendo y

agudizando, que lo absoluto aparezca siempre

en la forma de lo relativo, de lo sólo aproxima-

damente auténtico. También la concreción ar-

tística es una unidad de lo absoluto y lo relati-

vo. Pero una unidad que, dentro del marco de

la obra de arte, no se puede sobrepasar. El de-

sarrollo ulterior objetivo del proceso histórico,

la evolución ulterior de nuestro conocimiento

de este proceso no suprime el valor artístico,

la importancia y efecto de las grandes obras

de arte, que configuraban certera y profunda-

mente su época.

A esto se agrega, como segunda diferencia in-

teresante entre el reflejo artístico y el científico

de la realidad, que los conocimientos científi-

cos particulares (ley, etc.) no existen indepen-

dientemente unos de otros, sino que formas

un sistema coherente. Y esta coherencia es tan-

to más estrecha cuanto más desarrollada lle-

ga a ser la ciencia. Sin embargo, toda obra de

arte debe existir para sí misma. Naturalmen-

te, hay una evolución del arte. Naturalmente

también, tiene esta evolución una coherencia

objetiva, y se le puede conocer con todas sus

leyes. Pero esta coherencia objetiva de la evo-

lución del arte, como de una parte de la evo-

lución general de la sociedad, no desvirtúa el

hecho de que la obra de arte sólo llega a ser

obra de arte porque posee esta unidad, esta ca-

pacidad de actuar para sí únicamente.

La obra de arte debe, pues, reflejar, en una

coherencia certera y certeramente propor-

cionada, todas las propiedades esenciales

que determinan objetivamente la porción de

vida configurada por ella. Ella debe reflejar-

las de tal modo, que esta porción de vida lle-

gue a ser en sí y desde sí comprensible, revi-

vible, que aparezca como una totalidad de la

vida. Esto no significa que toda obra de arte

ha de proponerse como meta reflejar la tota-

lidad objetiva, extensiva de la vida. Todo lo

contrario, la totalidad extensiva de la realidad

sobrepasa necesariamente los límites posibles

de toda creación artística. Ella puede sólo ser

reproducida teóricamente por el proceso in-

finito de la ciencia en total, en aproximación

siempre creciente. La totalidad de la obra de

arte es, más bien, una totalidad intensiva: la

coherencia redondeada y en sí conclusa de

aquellas determinaciones, que son –objetiva-

mente-de importancia definitiva para la por-

ción de vida configurada, que determinan su

existencia y su acción, su cualidad específica

y su posición en el todo del proceso vital. En

este sentido la canción más breve no es menos

una totalidad intensiva que el poema épico

majestuoso. El carácter objetivo de la porción

de vida configurada, en acción recíproca con

leyes específicas del género adecuado a su con-

figuración, decide sobre la cantidad, cualidad,

proporción, etc., de las determinaciones que

se ponen de manifiesto.[…]

El hecho de ignorar la necesidad objetiva en el

reflejo de la realidad se pone también de ma-

nifiesto como supresión de la objetividad en el

activismo del arte que crea en tal forma. Tuvi-

mos ya ocasión de ver en Lenin y Engels que el

partidarismo es también en la obra de arte un

elemento de la realidad objetiva y de su reflejo

objetivo artísticamente justo. La tendencia de

la obra de arte habla por boca de la conexión

objetiva del mundo plasmado en la obra de

arte; es el lenguaje de ésta, y así –transmitido

por el reflejo artístico de la realidad- es el len-

guaje de la realidad misma, y no la opinión

subjetiva del autor, la cual se pone de mani-

fiesto clara y francamente. Así pues, la concep-

ción en el arte como propaganda directa, con-

cepción sustentada en el arte contemporáneo

sobre todo por Upton Sinclair, pasa inadverti-

damente por alto las posibilidades de propa-

ganda más profundas y objetivas del arte, pasa

por alto el sentido leniniano del concepto del

partidismo y pone en su lugar una propaganda

puramente subjetivista que no surge orgánica-

mente de la lógica de los mismo hechos plas-

mados, sino que queda en mera manifestación

subjetiva de la opinión del autor.

*Extraído de Georg Lukács: “Arte y verdad

objetiva”, en Problemas del realismo, Fondo de

Cultura Económica, 1966, México.

35

Georg Lukács(1885-1971)

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