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”EL AMOR AL - BND: Biblioteca Nacional Digital de Chile

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”EL AMOR AL DESNUDO”, DE EUGENIA WEINSTEIN

Raúl Zurita, Jose Antonio Viera-Gallo, Agustín Squella, Hernán Felipe Errázuriz, Aldo Schiappacasse y Cristián Garcia-Huidobro, figuran entre los fanáticos lectores de nuestra columnista, la que vuelve a recopilar sus columnas de “El Sábado” en un libro. No son

los únicos, porque ya sabíamos que eran cientos los hombres que se sentían desvestidos emocionalmente por ella.

\i POR PAOLA LEYTON Y MARCELA ESCOBAR

US hombres ya no estáii e11

Marte, lugar donde los situó el best seller de John Gray hace varios años. Tampoco es que hayan emigrado en masa

a Venus -planeta de donde hipotéticamen- te provienen las mujeres. Ambos mundos parecen acercarse. Y una prueba es que los artículos de nuestra columnista Eugenia Weinstein son leídos, cada vez más, por hombres. Machos recios sin vergüenza de reconocer que a veces no tienen armas para entender al sexo opuesto. Que tampo- co quieren verse caricaturizados. Que no son los únicos culpables de que una rela- ción se vaya a pique.

Eugenia Weinstein aventuró retratos en sus artículos. Semblanzas de personajes no evidentes, seres sin nombre, por cierto, y sin sexo. Por lo mismo, universales. Veamos: “Voraces, acumulan amores y conquistas como si fueran estampillas, mariposas o cuadros. Discapacitados emocionales, pasan por la vida sin detenerse nunca en ellos mismos ni en nadie. Los coleccionistas son expertos en halagar, vender ilusiones y tocar el talón de Aquiles afectivo de sus víc- timas (...). Enamoran, acompañan, dan la mano, comparten. Después se van”. Esos eran los coleccionistas, según Weinstein. También estuvieron los negadores: “Sin

darnos cuenta, escondemos y apartamos de nuestra conciencia aquello que nos estorba. Nos negamos a reconocer defectos de mal augurio en el ser amado, evitamos percibir señales de desamor, nos defendemos de la frialdad emocional congelando las lágri- mas”. Interpelación directa al hueso, sin anestesia, y sin destinatario fijo.

Por eso es que no nos sorprende cuando un soltero nos confiesa: “Tengo recortados todos sus artículos”. Él, como otros, es de los hombres que persiguió el primer libro con que “El Sábado” recopiló, el año pasado, las columnas que hicieron debutar a Eugenia Weinstein como articulista, el exitoso El amor en los tiempos del cambio. También es uno de sus “viudos”, los que extrañan su forma de escribir y la sensación de que aque- llo que aparece en el papel “es como si lo hubiera escrito para mí”.

Ad portas de una nueva recopilación de los escritos de Eugenia Weinstein en “El Sábado”, ahora en un libro que llevará por título El amor al desnudo y aparecerá bajo el sello El Mercurio-Aguilar, le pregunta- mos a hombres lectores qué les parecían las palabras de la psicóloga. Cuál fibra íntima tocaban sus consejos. Si había res- puestas a sus inquietudes. Si , a fin de cuentas, se encontraban allí, retratados. Esto fue lo que nos contestaron.

EL SABADO

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Raúl Zurita:

“Recorrer juntos otra vez la infancia de las cosas...”. Esa frase -acuñada por nuestra columnista- resuena en la cabeza del poeta Raúl Zurita. Se le quedó grabada. Las pala- bras se referían al inicio de una nueva relación después de una ruptura. Así la sintió el vate: “Creo que, en esa frase, Eugenia Weinstein ha sintetizado, en una época parado- jalmente triste, la maravilla, el hondor y la sensibilidad de lo que se le puede proponer a un otro”.

A él lo emocionan sus artículos. Lo remecen. “Es esa mezcla superior de inteligencia y bondad -tan extraña hoy, tan difícil de encontrar-, y que toca siempre lo más entumi- do, importante y frágil, parafraseando al viejo Marx, del corazón de un mundo sin cora- zón”, considera Zurita, con su alma poética evidentemente conmovida. Un lector devo- to, como él mismo se define.

A este parlamentario socialista le interesa “todo aquello que sea capaz de pesquisar los misterios del alma humana”. Y las columnas de Eugenia Weinstein sacian, de algu- na manera, esa búsqueda suya. A ella la conoce, pero no es eso lo que pesa a la hora de evaluar las líneas con las que la psicóloga intenta guiar en estos tiempos de amores cambiantes. Así la ve Viera-Gallo:

-Ella indaga en los sentimientos, las pasiones y todo lo que ocurre en el alma de las personas. Combina muy bien el ser terapeuta con esa buena pluma pzriodística, de manera que lo que expresa lo hace de una manera sencilla y comprensible para todo el mundo.

No es cosa que el senador recurra a sus columnas que publica “El Sábado” como un remedio para sus propias dolencias de alma. Él no se identifica particularmente -lo ase- gura fuerte y claro-, pero sí le gusta quedarse pensando en lo planteado por la psicólo- ga. Reflexionar, a fin de cuentas. “Cada columna motiva a desarrollar un pensamiento más profundo en este mundo vertiginoso que está cada día más consumista, por eso creo que sus artículos son un aporte”, precisa Viera-Gallo.

Él es otro de los muchos que extrañan sus columnas. De los muchos que las encuen- tran “excelentes”. Así, calificadas con nota máxima. “Ayudan a la casi impoiible tarea de entender a las mujeres en sus relaciones afectivas”, asegura el abogado. Él quiere comprenderlas, ser más sensible frente a ellas, y agradece que nuestra columnista no centre su análisis en la exageración de aspectos sexuales. Que no haya esa polarización radical hombres versus mujeres, Marte versus Venus, razón versus sentimiento. También tiene sus reparos: “Me sorprende cuando a veces caricaturiza a los hombres y aconseja con precipitación la ruptura, injustamente”. Y aventura una competencia para Eugenia- Weinstein: “Me encantaría que hubiera un columnista hombre que de vez en cuando defendiera nuestros puntos de vista”. Que no le quepa duda de que en eso estamos.

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Squella parte rayando la cancha: que no digan que a él le gustan las columnas de psicología que hablan sobre la pareja. Nada más lejano a los intereses de este hombre que asesora al presidente en temas culturales. Hay un divorcio irreconciliable entre él y el género, pero cuando llegó “El Sábado” a sus manos, con las columnas de Eugenia Weinstein, no pudo evitar leerlas y convertirse en adepto. Una suerte de placer culpa- ble. Una lamentable -o afortunada- jugarreta de las letras. Y Squella lo reconoce:

-Eugenia, con su inteligencia, buena pluma y suave sentido del humor, ha conseguido que yo me transforme en un lector habitual de su columna. Lo que me atrae es que la autora no parece estar dando lecciones a nadie, ni interesada tampoco en desarrollar mala conciencia en los lectores, que puedan verse a sí mismos como encarnación de alguna de las debilidades humanas que analiza regularmente.

A Squella le molesta “la cháchara” que hay sobre las relaciones de pareja. Expresión, esta Última, que cree siútica, incómoda. Le molesta la falta de pudor de algunos a la hora de compartir esos sentimientos ínti- mos. Pero es la forma en que Eugenia Weinstein saca a colación esos temas, una manera “amable, discreta, coloquial y nada pontificante” -como la describe-, lo que ha hecho que las considere un aporte. Y que confiese que, pese a sus reparos frente a este discurrir sobre la intimidad, la seguirá leyendo, ahora recopilada en un nuevo libro y, en los próximos meses, de nuevo en estas páginas.

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Este periodista conoció las columnas de Eugenia Weinstein gracias a algunas amigas. Fueron ellas quienes le presentaron las reflexiones de la psicóloga, y él valora que el contenido de sus artículos se basen en lo que ha conocido cuando ha diagnosticado a sus pacientes.

-Sus columnas hablan sobre dos misterios para mí. Las mujeres y su naturaleza, y las difíciles relaciones de pareja y cómo resolverlas -opina. A juicio suyo, las mujeres a las que apelan los artículos de la psicóloga son modernas-. María Eugenia Weinstein toca teclas importantes de las necesidades de las mujeres. De una profesional, inteligente, atractiva y con necesidades más allá de las básicas. En este sentido, sus artículos pre- sentan un plus.

Y más que certezas, Schiappacasse encuentra interrogantes en las palabras de Weins- tein: “Interrogantes que no busco cerrar, sino que abrir”.

El actor Cristián García-Huidobro hace un mea culpa masculino. Reconoce que los hombres en Chile no tienen una buena educación sexual. No como las mujeres, al menos, las que según él son más llanas a hablar de sus problemas. Y si bien no se ha leído todas las columnas de Eugenia Weinstein -imposible tarea, de no ser un fanáti- co-, conoce las suficientes como para saber lo que la psicóloga ha dicho sobre sexuali- dad y pareja.

“Eugenia no interpela a los hombres en particular, su visión es más amplia. Y tiene muy buena imagen. Tiene credibilidad, nunca la he visto cambiar de posición”, asegu- ra. Lo que más agradece, en todo caso, es la forma en que se ha abordado la escondida intimidad de los chilenos. Dice García-Huidobro:

-No habla en difícil. Su lenguaje es muy cercano, lo que es bueno en un país como el nuestro, que es tan moralista. Toca temas complicados, especialmente para los hom- bres, que tenemos tanto pudor frente a esas cosas. Y aun así, sus columnas no tienen esa estética feminista tan terrible.

Álvaro Fischer sorprende. No solo porque es de los empresarios que le gusta dar opi- niones sin temerle a la prensa, sino porque también cada frase suya está fundamentada. Porque lo leyó aquí o lo comprobó acá. Eso pasa cuando evalúa los artículos de Eugenia Weinstein: sin temor a ser el “políticamente incorrecto” de los entrevistados -la Única voz disidente, por lo demás-, fundamenta tal opinión citando a la psicóloga Leda Cos- mides y al libro de David Buss, La evolución del deseo. Parte diciendo que los textos de la columnista de “El Sábado” le parecen bien escritos, hechos “por una persona inteli- gente y conocedora del tema”. Pero se lanza con su análisis descarnado después de advertir que la pareja y sus conflictos es uno de sus temas favoritos:

-Siento que sus artículos no logran establecer un cordón umbilical que les dé cohe- rencia. No parecen organizarse de acuerdo a un modelo general de los patrones conduc- tuales que ambos sexos presentan. Por eso toman la forma de relatos sueltos, sin una estructura que los ordene. Observar solamente las conductas de las personas no es una manera muy iluminadora de encontrar las regularidades de su comportamiento, porque las variabilidades que exhiben son demasiado grandes.

Fischer cree que para entender la vida en pareja y tópicos relacionados, como el compro- miso, se debe aceptar “que nuestra mente fue diseñada por selección natural para resolver adaptativamente los problemas de sobrevivencia y reproducción que el entorno le impuso”.

Todos nuestros respetos para Fischer y su crítica tan bien fundamentada. Y también para todos aquellos lectores masculinos anónimos, esos que no aparecen aquí con nom- bre y apellido, pero que estarán más que contentos al encontrarse de nuevo, en libro y en “El Sábado”, con las reflexiones de Eugenia Weinstein. W