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Número 166 Diciembre 2008 Examen DIRECTOR GENERAL: MIGUEL LÓPEZ AZUARA NÚMERO 166 / AÑO XIX / DICIEMBRE 2008 CRISIS FINANCIERA Carlos Salazar Francisco Suárez Dávila F. Alejandro Villagómez ESCRIBEN: John Delury Joshcka Fischer Carlos Fuentes Alfred Gusenbauer María Luisa Mendoza Luis Ortiz Monasterio Cicerón Marco Antonio Abraham Lincoln Franklin Delano Roosevelt Manuel Azaña Lázaro Cárdenas Winston Churchill Charles de Gaulle Fidel Castro Ruz John F. Kennedy Martin Luther King Salvador Allende José López Portillo Luis Donaldo Colosio Sangre, sudor y lágrimas EL DISCURSO POLÍTICO Portada.indd 1 10/31/08 5:59:45 AM

Discurso Político Sangre, Sudor Y Lágrimas

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Núm

ero 166D

iciembre 2008

Examen

DIRECTOR GENERAL: MIGUEL LÓPEZ AZUARA

NÚMERO 166 / AÑO XIX / DICIEMBRE 2008

CRISIS FINANCIERA Carlos Salazar Francisco Suárez Dávila F. Alejandro Villagómez

ESCRIBEN: John Delury Joshcka Fischer Carlos Fuentes Alfred Gusenbauer María Luisa Mendoza Luis Ortiz Monasterio

Cicerón Marco Antonio Abraham Lincoln Franklin Delano Roosevelt Manuel Azaña Lázaro Cárdenas Winston Churchill Charles de Gaulle

Fidel Castro Ruz John F. Kennedy Martin Luther King Salvador Allende José López Portillo Luis Donaldo Colosio

Cicerón Marco Antonio Abraham Lincoln Franklin Delano RooseveltManuel Azaña Lázaro Cárdenas Winston Churchill Charles de Gaulle

Fidel Castro Ruz John F. Kennedy Martin Luther King

Sangre, sudor y lágrimasEL DISCURSO POLÍTICO

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HIDALGO

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Catorce discursos políticos en dos milenios

Atribuyen a Henry Kissinger haber dicho, después de una visita a México como secre-tario de Estado, que aquí “los políticos creen que hacer po-lítica es decir discursos”... Por supuesto que generalmente no es así, pero es indudable que no se puede ejercer la política sin discurso, aunque

a veces se busque sustituirlo con la construcción de una cara, o imagen, cuya utilidad suele ser limitada.

Un buen discurso exige correcciones gramatical y lógica, pero también, y sobre todo, habilidad retórica, para que sea efectivo.

El demagogo y el populista engañan, distorsionan y manipulan. El buen orador político es capaz de es-clarecer la realidad y proponer rutas para llegar a las metas deseadas.

En el arranque de un proceso electoral clave para la sucesión presidencial, ofrecemos una selección de cator-ce de los mejores discursos pronunciados en poco más de dos milenios -en promedio, uno cada 150 años- para repaso, recreo y ejemplo de los futuros candidatos y los estudiosos y observadores de nuestra vida política, pero también como un regalo para la reflexión de nuestros lec-tores en un mes, diciembre, propicio para ello.

La selección arranca con la primera de las catili-narias de Cicerón, sigue con el discurso subversivo de Marco Antonio; llega a una de sus cumbres con la breve oración de Lincoln, en Gettysburg, y se explaya en el siglo XX con la oferta de “sangre, sudor y lágrimas”, de Chur-chill; la separación de Iglesia y Estado, de Kennedy, y el “Yo tengo un sueño”, de Martin Luther King.

Las contribuciones de nuestra región incluyen La historia me absolverá, de Fidel Castro; la Expropiación Petrolera, de Cárdenas, y el fragmento final del más cita-do de los discursos de Luis Donaldo Colosio.a

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4 Nadie aguanta un discurso de 50 mil palabras

raquel peguero

8 Cicerón: Catilinarias I y IIcicerón

17 Los idus de marzomarco antonio

20 Para el puebloabraham lincoln

21 Temer sólo al temorFranklin Delano roosevelt

23 Quien se limita a defenderse está perdido

manuel aZaÑa

25 Expropiación de las compañías petrolerasláZaro cárDenas

29 Sangre, sudor y lágrimaswinston churchill

30 Llamado a la Resistenciacharles De gaulle

31 La historia me absolveráFiDel castro ruZ

35 Separación de la Iglesia y el Estadojohn F. kenneDy

37 Yo tengo un sueño martin luther king

40 Ser jovensalvaDor allenDe

42 Integremos con todos los “yo” un nosotros

josé lópeZ portillo

45 El México que yo veoluis DonalDo colosio

166 Diciembre de 2008

especial

Partido revolucionario institucional

Beatriz Paredes rangel Presidenta del Comité Ejecutivo Nacional

Jesús Murillo Karam Secretario General del Comité Ejecutivo Nacional

Heriberto M. Galindo Quiñones Coordinador del Comité Nacional Editorial

y de Divulgación

Miguel lópez azuara Director General

Joel Hernández santiago Director General [email protected]

sergio a. ruiz carreraDirector de Arte

[email protected]

alberto salamanca Cultura

rolando Guzmán trujillo Asistente Editorial

delia caudillo Corrección

María de lourdes sánchez Franco Administración y Distribución

carlos salomo ariasAsistente

Examen, revista mensual, diciembre de 2008.Editor Responsable: Heriberto Galindo Quiñones

Comité Nacional Editorial y de Divulgación del CEN DEL PRIInsurgentes Norte 59, Edificio 2, Subsótano Col. Buenavista, México, D.F. C.P. 06359

Teléfonos: 01(55) 5729.9600 ext. 2663, 2669 y 4632e-mail [email protected]

Número de Certificado de Reserva: 04-2007-092009272900-102Número de certificado de licitud de título: 14113

Número de certificado de licitud de contenido: 11686ISSN: En trámite

Imprenta: Lito Laser, S.A. de C.V., 1° Privada de Aquiles Serdán No. 28, Col. Santo Domingo, C.P. 02160, Deleg. Azcapotzalco, México, D.F.

Distribución: Francisco Hong Pardo, Barranquilla 117, Col. Lindavista Deleg. Gustavo A. Madero, México D.F. 07300. EGESA, Bertha 45,

Col. Villa de Cortés, Deleg. Benito Juárez México, D.F. 03500El tiraje de este número de Examen es de 10,000 ejemplares

Diciembre de 2008. México

Derechos de reproducción reservados. Prohibida la reproducción parcial o total sin la previa autorización, por escrito, de la Dirección General

los artículos firmados son de la exclusiva responsabilidad de los autores y no representan

necesariamente la opinión del Pri.

Autorización como correspondencia de Segunda Clase, publicación periódica, registro No. 010-0190, características 228731209,

del Servicio Postal Mexicano

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cONTeNiDO

58 Afganistán: centro del ajedrezluis ortiZ monasterio

62 La fi ebre petrolera de Brasiljames onnig tamDjian

64 La leche del niño alFreD gusenbauer

66 China busca su oportunidad john Delury

68 Se busca un Jean Monnet árabejoschka Fischer

70 Irak: cinco años más Feisal amin al-istrabaDi

72 La opción de Norcorea han seung-soo

48 La crisis llegó a México Francisco suáreZ Dávila

52 Red de mínima protección F. alejanDro villagómeZ

55 Saldos de vida o deuda carlos salaZar

iNTeRNaciONal

ecONOMÍa

74 Las enseñanzas de Don Quijotecarlos Fuentes

78 Festival Internacional Cervantino Una desigual “fi esta del espíritu”

yanet aguilar sosa

cUlTURa

80 – Así lo viví – Las Finanzas Públicas en el Estado de Morelos

liBROs

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iciembre 2008

Examen

DiRecTOR GeNeRal: MiGUel lÓpeZ aZUaRa

NÚMeRO 166 / aÑO XiX / DicieMBRe 2008

CRISIS FINANCIERA Carlos Salazar Francisco Suárez Dávila F. Alejandro Villagómez

ESCRIBEN: John Delury Joshcka Fischer Carlos Fuentes Alfred Gusenbauer María Luisa Mendoza Luis Ortiz Monasterio

Cicerón Marco Antonio Abraham Lincoln Franklin Delano Roosevelt Manuel Azaña Lázaro Cárdenas Winston Churchill Charles de Gaulle

Fidel Castro Ruz John F. Kennedy Martin Luther King Salvador Allende José López Portillo Luis Donaldo Colosio

Cicerón Cicerón Marco Antonio Marco Antonio Abraham LincolnAbraham Lincoln Franklin Delano RooseveltFranklin Delano RooseveltManuel Azaña Lázaro Cárdenas Winston Churchill Charles de Gaulle

Fidel Castro Ruz John F. Kennedy Martin Luther King

Sangre, sudor y lágrimasEL DISCURSO POLÍTICO

76 80 de Carlos Fuentes, 50 de La Región

marÍa luisa menDoZa

PORTADA: sergio a. ruiZ carrera

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un disCursonadie aguanta

de 50 mil palabras

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De su sermón de 1966, a los Colorados y Verdes, en plena Guerra Fría, sólo hay otra parte rescatable cuando dice: “Para mí todas las ideas son respetables, aun-que sean ‘ideítas’ o ‘ideotas’, aunque no

esté de acuerdo con ellas. Lo que piense ese señor, o ese otro señor o ese de allá de bigotico que no piensa nada porque ya se nos durmió, eso no impide que todos no-sotros seamos muy buenos amigos.”

La parodia es obvia, aunque el discurso sea simi-lar a algunos existentes y se deban soplar diez minu-tos de alocución para entresacar algo de la gracia que lo hizo famoso. Sin embargo, ya en su tenor, no obsta para que conste que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

El origen del discurso político data de más dos mil años y se encuentra en la retórica, vinculado sobre todo a temas judiciales, aunque no pudo ser separado del tema político, pues se instauró en Siracusa, en el si-glo V antes de Cristo, cuando una revuelta de tipo de-mocrático derrocó a los tiranos Geleón e Hirión, que habían requisado tierras para dárselas a sus adeptos. “Cuando se instauró la libertad, se instauró la palabra pública y libre, es decir, la retórica”, documenta Aran-zazu Capdevilla Gómez en su tesis doctoral El análisis del nuevo discurso político, en el cual sostiene que Aris-tóteles fue quien sistematizó y construyó la tipología que se tomó como modelo en épocas posteriores.

Son siglos de metamorfosis en los que el ideario popular, sobre todo, lo identifi ca con quien lo dice aún más en la actualidad, quizá porque como escribió Alfonso Reyes, “la oratoria enfática es inmoral; busca la victoria. La lectura monótona es respetuosa de la libertad del auditorio; quiere la inteligencia. Mientras aturden o enferman los enfáticos, los monótonos pare-cen que predican el remedio general contra las pasiones de que nos hablaba Descartes.”

Y esa sigue siendo la percepción de la gente común a la que el discurso político le es ya totalmente ajeno. No lo escuchan porque dicen puros “disparates, siempre es lo mismo, son como los paparazzis que sólo quieren sa-ber de la vida íntima pero nunca buscan lo sustancial. Se la pasan tirándose pedradas, habladas y diciendo menti-ras. Siempre dicen que estamos bien y que esto y lo otro, para después anunciar que van a pedir préstamos para que salgamos del hoyo. ¿Y qué hacen entonces con lo que decomisan del narco, por ejemplo? ¿Para qué nos quieren endeudar más?”, dice doña Raquel Madrigal, de 83 años, quien asegura que no le llama la atención escucharlos porque “ya ni les creo, aunque eso les ha de importar mucho”, ríe. Felipe Huerta, plomero de 42 años, “ni los veo ni los oigo porque todos son iguales, puro atole con el dedo, puros engaños sea el partido que sea. No dan más que discursos, prometen lo que nun-ca cumplen”. En cambio Paula Baylón, estudiante de 21 años, sigue sobre todo el informe presidencial y a veces algún otro, “cuando surgen sucesos de relevancia y hay polémica en torno a ellos”, pero en general considera que todos “están poco enfocados en lo que deberían y no cubren los puntos importantes para la sociedad”.

De acuerdo con la tercera Encuesta Nacional so-bre Cultura, Política y Prácticas Ciudadanas (ENCUP), levantada por la Secretaría de Gobernación en 2005, a nueve de cada 10 mexicanos “poco” o “nada” les inte-resa la política. De hecho si se ven inmersos en una conversación sobre el tema, 41% sólo escucha pero no participa, 27% sí interviene y 21% deja de poner aten-ción cuando se empieza a hablar de ella. Esto, porque 65% la encuentra muy complicada y sólo uno de cada cinco opinó que no lo es tanto.

El esfuerzo de los políticos por realizar un dis-curso contundente se ve así mermado por el desinte-rés. La gente se entera de lo que pasa en ese tema so-bre todo por la televisión (62%), la radio (17%) y sólo

“Cuando se instauró la libertad, se instauró la palabra pública y libre, es decir, la retórica”, documenta Aran-zazu Capdevilla Gómez en su tesis doctoral del nuevo discurso político,tóteles fue quien sistematizó y construyó la tipología que se tomó como modelo en épocas posteriores.

popular, sobre todo, lo identifi ca con quien lo dice aún más en la actualidad, quizá porque como escribió Alfonso Reyes, “la oratoria enfática es inmoral; busca la victoria. La lectura monótona es respetuosa de la

un disCurso

“¡viva tierra y libertad! Y por primera vez el sol no se avergonzará de enviar sus rayos gloriosos a esta mustia tierra, dignifi cada por la rebelión, y una humanidad nueva, más justa, más sabia, convertirá a todas las patrias en una sola patria, grande, hermosa, buena: la patria de los seres humanos; la patria del hombre y de la mujer, con una sola bandera: la de la fraternidad universal.”

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uno de cada de diez por los periódicos, de acuerdo con la ENCUP. Lo que ha sucedido, explicaba en 2004 Javier Esteinou, investigador de la UAM-Xochimilco, es que “emergió en nuestra sociedad el fenómeno de la telepolítica ( ) se construyó la “plaza pública elec-trónica’ donde emergieron el show político, la esce-nificación, la actuación histriónica, la presentación light, el sensacionalismo de los candidatos políticos (…) como recursos de atracción y convencimiento colectivo que crearon nuevas condiciones que deter-minan el éxito electoral”.

Tomemos el caso de una casa, una nave o algo parecido, que debe basar su fuerza en su estructura; así es también en el caso de asuntos de Estado, en los que los principios y los cimientos deben ser la verdad y la justicia:

Demóstenes (Segunda Olíntica, 10).

Desde ese nacimiento libertador que tuvo el dis-curso político, no es extraño que a lo largo de los siglos haya sufrido tantas transformaciones como usos dis-tintos, pues por su misma característica de persuasión ha servido lo mismo para derrocar dictaduras que ins-taurarlas; luchar por los derechos civiles y humanos que erigir el fascismo; alentar la no violencia que exa-cerbarla hasta el holocausto.

Y ahí están Hitler y Mussolini, para demostrar cómo la oratoria enfática enloquece, o Gandhi y Mar-tin Luther King, para ostentar lo contrario con su cal-mo hablar, aunque ya sean pocos quienes recuerden sus palabras, por más que en YouTube se encuentren colgadas y tengan miles de visitas.

Los discursos de todos los tiempos se reducen sobre todo a frases que se transmiten casi de mane-ra oral. La no-violencia propugnada por Mahatma Gandhi en su discurso al Congreso Nacional Indio en 1942, se queda en “No queremos permanecer como ranas en una charca”, olvidando que alentaba una Fe-deración mundial. “Ésta solamente vendrá a través de la no-violencia. El desarme es posible sólo si ustedes utilizan la incomparable arma de la no-violencia.”

En el caso de Luther King, su fórmula se reduce a “yo tengo un sueño”, pero también hablaba de que “la violencia hace simplemente crecer el odio. Devolver el odio por el odio multiplicado al odio, añadiendo una oscuridad todavía más profunda que una noche sin es-trellas. La oscuridad no puede esconder la oscuridad: sólo la luz puede hacer esto”, decía.

Durante la Segunda Guerra Mundial, el Presi-dente Roosevelt marcó su sino al decir “una fecha que pervivirá en la infamia”, cuando hizo la declara-toria de guerra tras el ataque de Pearl Harbor. El res-to de su discurso, que incluía palabras fuertes como “las hostilidades existen. No hay parpadeo al hecho que nuestro pueblo, nuestro territorio y nuestros

intereses están en grave peligro”, quedó atrás. John F. Kennedy es otro Presidente estadounidense que dejó huella con sus palabras. En 1961, durante su discurso inaugural legó el conocido: “No preguntes lo que tu país puede hacer por ti; pregunta lo que tú puedes hacer por tu país”, que todavía se repite insistentemente.

Winston Churchill fue una fuente de inspira-ción para el pueblo británico. Su discurso de toma de posesión como primer ministro incluyó la céle-bre frase “No tengo nada que ofrecerles que no sea sangre, sudor, lágrimas y esfuerzo”. A éste le siguie-ron otros de los que sólo han quedado enunciados como: “No me quites el referéndum, que me matas la democracia.”

La fuerza y el carácter para ejercer soberanía o deponer mandatarios se han visto también en México. Y ahí está la globalizada frase de Benito Juárez “Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”, que dijo enmarcada en su célebre discurso al triunfo de la República; o la ente-reza y valentía de Belisario Domínguez, que en 1913 dijo ante la Cámara: “ La representación nacional debe deponer de la Presidencia de la República a don Victoriano Huerta, por ser él contra quien protestan, con mucha razón, todos nuestros hermanos alzados en armas y por consiguiente, por ser él quien menos puede llevar a efecto la pacificación, supremo anhelo de todos los mexicanos (…) el mundo está pendiente de vosotros, señores miembros del Congreso Nacio-nal Mexicano y la Patria espera que la honréis ante el mundo, evitándole la vergüenza de tener por Primer Mandatario a un traidor y asesino.”

Pero tampoco han faltado los inflamados discur-sos, como el de Ricardo Flores Magón, quien en 1915 auguró que cuando la revolución extienda “sus flamas bienhechoras por toda la Tierra” propiciará “un solo grito [que] subirá al espacio escapado del pecho de millones y millones de seres humanos: ¡Viva Tierra y Libertad! Y por primera vez el sol no se avergonzará de enviar sus rayos gloriosos a esta mustia Tierra, dig-nificada por la rebelión, y una humanidad nueva, más justa, más sabia, convertirá a todas las patrias en una sola patria, grande, hermosa, buena: la patria de los seres humanos; la patria del hombre y de la mujer, con una sola bandera: la de la fraternidad universal.”

Como los políticos nunca creen lo que dicen, se sorpren-den cuando alguien sí lo cree:

Charles de Gaulle

Si antes de que se construyera la “plaza pública electrónica” las grandes alocuciones quedaban en fra-ses, la irrupción de los medios electrónicos y el segui-miento de éstos a través de la mínima edición de los

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noticiarios han propiciado que el discurso político se convierta en una especie de juego chusco, merced tam-bién a que se han sumado frases inauditas y desatina-das de algunos personajes públicos.

La típica algarabía mexicana las ha retomado, y se han creado personajes que los ridiculizan, como Los pe-luches, de Televisión Azteca, o el programa El privilegio de mandar, de Televisa, donde la audiencia se divertía con frases que eran muchas veces textuales, y actual-mente en la radio El weso subió a la fama también por ello. Pero no es un fenómeno de exclusividad nacional, pues esas parodias se realizan en casi todo el mundo.

Del ideario latinoamericano se reportan frases como la del Presidente colombiano Álvaro Uribe Vélez, cuando dijo: “Les pido a los congresistas que nos han apoyado, que mientras no estén en la cárcel, voten los proyectos del Gobierno”, en el momento en que varios de ellos, de la coalición del Gobierno, estaban siendo detenidos por el escándalo de la parapolítica. O mu-

chos de los errores del argentino Carlos Menem: “Acá no se trata de sacarle a los ricos para darle a los pobres, como hacía Robinson Crusoe”, sacando al personaje de su isla y metiéndolo en el bosque de Robin Hood.

“Siempre hay que pensar que todo lo que dice un político es para construir cierta imagen de sí mismo. Todos los políticos inventan cosas, trabajan con más-caras. No es exclusivo de los mexicanos. Todo el tiempo se equivocan de contexto”, dijo la analista del Colegio de México, Daniele Zaslawsky, a Alejandro Suverza, de El Universal (febrero 19, 2006).

El novelista David Toscana ha comentado, no sin ironía, que “los escritores pasan horas trabajando una frase para que pueda ser recordada y llega un político y la suelta así como si nada en medio de un abigarrado discurso y se queda preñada en el imaginario popular”, justo, quizá, porque proviene de una figura de autoridad inalcanzable, que los humaniza como a cualquiera.

Así, las frases presidenciales son las favoritas y se han convertido en moneda de uso corriente que se uti-liza a la menor provocación, como la de Álvaro Obre-gón: “Nadie aguanta un cañonazo de 50 mil pesos.” O qué decir de la de Plutarco Elías Calles: “Si no me voy, me van”, cuando Lázaro Cárdenas lo envío al exilio; y por supuesto la de Luis Echeverría: “Ni nos beneficia ni nos perjudica... sino todo lo contrario”, sin olvidar una de las más socorridas, autoría de José López Portillo en su último informe presidencial cuando nacionalizó la banca, “defenderé el peso como perro.”

El “ni los veo ni los oigo” de Carlos Salinas de Gortari, refiriéndose a la oposición, es tan cotidiana como la que acuñó sobre “política ficción”. En el in-ventario de los cazadores de frases no se ha salvado nadie y en Internet hay páginas dedicas a ello. El “¡cá-llate chachalaca!”, de López Obrador o su “Denme por muerto”, compiten entre las más alucinadas con la del líder de la CTM, Leonardo Rodríguez Alcaine, cuando dijo: “el chiste no es orinar sino hacer espuma.”

El caso de Vicente Fox es uno de los más prolífi-cos. Comenzó desde antes de ser electo, con la tradi-cional de los 15 minutos que necesitaba para resolver el conflicto de Chiapas o esa coloquial de campaña: “Superaremos estos obstáculos y dejaremos atrás a ala-cranes, alimañas, sanguijuelas, tepocatas, víboras prie-tas y demás arácnidos que se atraviesen en el camino.”

Del ex presidente panista, incluso, se publicó un libro con sus ocurrencias inmersas en sus discursos como: “El cura Hidalgo fue un promotor de la micro y pequeña industria.” “Sí hice muchas travesuras de chi-quito y las ando haciendo también de Presidente.” Su “comes y te vas”, que le dijo a su homólogo Fidel Cas-tro, para que no se topara con Bush en la cumbre, o su colofón: “Ya hoy hablo libre, ya puedo decir cualquier tontería, ya no importa... Total, yo ya me voy.”a

Periodista

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¿QuousQue tandem abutere, Catilina, patientia rostra? ¡o tempora! ¡o mores! ¿Hasta cuándo, Catilina, has de abusar de nues-

tra paciencia? ¿Cuándo nos veremos libres de tus sediciosos intentos? ¿A qué extremos se arrojará tu desenfrenada audacia? ¿No te arredran ni la nocturna guardia del Pala tino,

ni la diurna vigilancia de la ciudad, ni las alarmas del pueblo, ni el acuerdo de los hombres honrados, ni este fortísimo lugar donde el Senado se reúne, ni las fra-ses amables y semblantes de todos los senadores? ¿No comprendes que tus designios están descubiertos? ¿No ves tu conjuración fracasada por conocerla ya todos? ¿Imaginas que alguno de nosotros ignora lo y que has hecho anoche y anteanoche, dónde estuviste, a quié-nes convocaste y qué resolviste? ¡Oh, qué tiempos, qué costumbres! ¡El Senado sabe esto, lo ve el cónsul y, sin embargo, Catilina vive! ¡Qué digo vive! Hasta viene al Senado y toma parte en sus acuerdos, mientras con la mirada anota los que de nosotros designa a la muer-te. ¡Y nosotros, varones fuertes, creemos satisfacer a la República previniendo las consecuencias de su furor y de su espada! Ha Catilina, que por orden del cón-sul debiste ser llevado al suplicio para sufrir la misma suerte que contra todos nosotros, también desde hace tiempo, maquinas.

Hubo, sí, hubo en otros tiempos en esta Repúbli-ca la virtud de que los varones esforzados impusieran mayor castigo a los ciudadanos perniciosos que a los

más acerbos enemigos. Tenemos contra ti, Catilina, un severísimo decreto del Senado; no falta a la República ni el consejo ni la autoridad de este alto cuerpo; noso-tros, francamente lo digo, nosotros los cónsules somos quienes faltamos a la República.

En pasados tiempos, decretó un día el Senado que el cónsul Opimio cuidara de la salvación de la Repúbli-ca, y antes de anochecer había sido muerto Cayo Graco por sospechas de intento sedicioso, sin que le valiese la fama de su padre, abuelo y antecesores, y había muerto también el consular M. Fulvio con sus hijos. Idéntico decreto confió a los cónsules C. Mario y L. Valerio, la salud de la República. ¿Transcurrió un solo día sin que la vindicta pública se cumpliese con la muerte de Sa-turnino, tribuno de la plebe y la del pretor C. Sevilio? ¡Y nosotros, senadores, dejamos enmohecer en nues-tras manos desde hace veinte días la espada de nuestra autoridad! Tenemos también un decreto del Senado, pero archivado, como espada metida en la vaina. Si yo cumpliera ese decreto, morirías al instante, Catilina. Vives, y no vives para renunciar a tus audaces intentos, sino para insistir en ellos. Deseo, padres conscriptos, ser clemente; deseo también, en extremo tan terrible a la República, no parecer débil; pero ya condeno mi in-acción, mi falta de energía. Hay acampado en Italia, en los desfiladeros de Etruria, un ejército dispuesto contra la República: crece por día el número de los enemigos; el general de ese ejército, el jefe de esos enemigos está dentro de la ciudad y hasta le vemos dentro del Senado maquinando sin cesar algún daño interno a la Repú-blica. Si ahora ordenara que te prendieran y mataran, Catilina, creo que nadie me tachase de cruel, y temo que los buenos ciudadanos me juzguen tardío. Pero lo que ha tiempo debí hacer, por importantes motivos no lo realizo todavía. Morirás, Catilina, cuando no se pueda encontrar ninguno tan malo, tan perverso, tan semejante a ti, que no confiese la justicia de tu castigo. Mientras quede alguien que se atreva a defenderte, vi-virás; pero vivirás como ahora vives, rodeado de mu-chos y seguros vigilantes para que no puedas moverte contra la República, y sin que lo adviertas habrá, como hasta ahora, muchos ojos que miren cuanto hagas y muchos oídos que escuchen cuanto digas.

¿A qué esperar más, Catilina, si las tinieblas de la noche no ocultan las nefandas juntas, ni las paredes de una casa particular contienen los clamores de la conju-

CiCerón(3 de enero del 106 a.C. – 7 de diciembre del 43 a.C.)

Catilinarias i y iiMarco Tulio Cicerón, escritor y estadista romano, es sobre todo, uno de los grandes oradores de la historia, tanto por su elegancia y sencillez, como por la articulación de sus argumentos, su carga emotiva y su amenidad. Los cuatro discursos para denunciar al conspirador Lucio Sergio Catilina, llamadas por ello catilinarias, son ejemplos nota-bles de la eficacia de su discurso. En la primera catilinaria, publicada ahora, logra la expulsión de Catilina (año 63 a.C.), en la segunda pide castigo para los partidarios del ambicioso conjurado, que son arrestados (tercera catilinaria). Finalmente, con la cuarta catilinaria consigue la ejecución de todos los conspiradores.

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ración? Si todo se sabe, si se publica todo. Cambia de propósito, créeme; no pienses en muertes ni en incen-dios. Cogido como estás por todos lados, tus designios son para nosotros claros como la luz del día y te lo voy a demostrar. ¿Recuerdas que el 21 de octubre dije en el Senado que en un día fijo, seis antes de las calendas de noviembre, se alzaría en armas C. Malio, secuaz y mi-nistro de tu audacia? ¿Me equivoqué, Catilina, no sólo en un hecho tan atroz, tan increíble, sino en lo que es más de admirar, en el día? Dije también en el Senado que habías fijado el quinto día antes de dichas calendas para matar a los más ilustres ciudadanos, muchos de los cuales se ausentaron de Roma, no tanto por salvar la vida como por impedir la realización de tus intentos. ¿Negarás, acaso, que aquel mismo día, cercado por las guardias que mi diligencia te había puesto, ningún mo-vimiento pudiste hacer contra la República y decías que, aun cuando los demás se habían ido, con matarme a mí que había quedado, te dabas por satisfecho? ¿Qué más? Cuando confiabas apoderarte de Preneste, sorprendién-dola con un ataque nocturno, el mismo día de las calen-das de noviembre, ¿no advertiste las precauciones por mí tomadas para asegurar aquella colonia con guardias y centinelas? Nada haces, nada intentas, nada piensas que yo no oiga o vea o sepa con certeza.

Siendo esto así, acaba, Catilina, lo que empezaste, sal por fin de la ciudad; abiertas tienes las puertas; parte. Ya hace días que tu ejército, a las órdenes de Malio, te desea como general. Llévate contigo a todos los tuyos; por lo menos al mayor número. Limpia de ellos la ciu-dad. Me librarás de gran miedo, cuando entre tú y yo estén las murallas. Ya no puedes permanecer por más tiempo entre nosotros; no lo toleraré, no lo permitiré, no lo sufriré. Mucho tenemos ya que agradecer a los dioses inmortales y a este Júpiter Stator, antiquísimo protector de Roma, por habernos librado tantas veces de tan per-niciosa, cruel y terrible calamidad. No se consentirá más que por un solo hombre peligre la República. Porque si

ordenara matarte, quedarían en la República las bandas de los demás conjurados, pero si te alejas (como no ceso de aconsejarte), saldrá contigo de la ciudad la perniciosa turbamulta que es la hez de la República. ¡Y qué, Catili-na! ¿Vacilas acaso en hacer, porque yo lo mande, lo que espontáneamente ibas a ejecutar? El cónsul ordena al enemigo salir de la ciudad. Preguntas, ¿para ir al destie-rro? No lo mando; pero si me consultas, te lo aconsejo.

Porque, Catilina, ¿qué atractivos puede tener ya para ti Roma, donde fuera de la turba de perdidos, con-jurados contigo, no queda nadie que no te tema, nadie que no te aborrezca? ¿Hay alguna clase de torpeza que no manche tu vida doméstica? ¿Hay algún género de infamia que no mancille tus negocios privados? ¿Qué impureza no contemplaron tus ojos, qué maldad no eje-cutaron tus manos? ¿Qué deshonor no envolvió todo tu cuerpo? ¿A qué jovenzuelo de los seducidos por tus halagos no facilitaste para la crueldad la espada, para la lujuria la antorcha? ¿Qué más? Cuando ha poco la muerte de tu primera esposa te permitió contraer nue-vas nupcias, ¿no acumulaste a esta maldad, otra verda-deramente increíble? Maldad que callo y de buen grado consiento quede ignorada, para que no se vea que en esta ciudad se cometió tan feroz crimen o que no fue castigado. Tampoco hablaré de la ruina de tu fortuna, de que estás amenazado para los próximos idus. Prescindo de la ignominia privada de tus vicios, de tus dificulta-des y vergüenzas domésticas, para concretarme a lo que atañe a la República entera, a la vida y conservación de todos nosotros. Y omito hablar de otros crímenes, o por sabidos, o por cometidos poco después. ¿Cuántas ve-ces intentaste matarme siendo cónsul electo y siéndolo en ejercicio? ¿Cuántos golpes, al parecer imposibles de evitar, has dirigido contra mí y yo esquivé ladeándome, o como suele decirse, hurtando el cuerpo? Nada haces, nada pretendes, nada ideas que yo no lo sepa a tiempo y, sin embargo, no desistes de tus propósitos y maquina-ciones. ¿Cuántas veces se te ha quitado ese puñal de las

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En el año 66 a.C. Catilina se presenta a las elecciones para el con-sulado de Roma, pero es borrado de las listas de candidatos al ser acusado de malversación durante el periodo en que estuvo encar-gado de la administración de África. Catilina se presenta a sí mismo como el campeón de los pobres y los oprimidos contra los cónsules y el Senado. En el 65 se defiende de la acusación de concusión y es absuelto. En

unas nuevas elecciones (64 a.C.), se une a Antonio para crear agita-ción social contra Cicerón. Asustados, senadores y caballeros se unen para elegir a Cicerón cónsul. En el 1º de Enero del 63 a.C. Cicerón toma posesión de su cargo,

combatiendo a los demócratas. En Octubre Catilina se presenta nuevamente a las elecciones, y su aliado Gayo Manlio, que había sido centurión con Sulla, recluta en Etruria un ejército de des-contentos. También Craso es amenazado. Cicerón convoca al Senado en medio

de una situación de pánico general y se emite un decreto confiriendo a los cónsules poderes dictatoriales. Catilina, furioso, decide incen-diar secretamente Roma mientras el ejército de Manlio está llegando

a las puertas de la ciudad. Los conjurados se reúnen por la noche en casa de Porcius Laeca para acabar definitivamente con Cicerón, pero éste es advertido y logra salir indemne. Cicerón convoca entonces al Senado para convencerles de la nece-

sidad de detener a Catilina (Primera Catilinaria). Estamos en el mes de Noviembre. En este discurso Cicerón alcanza su fin sólo en parte: Catilina abandona la ciudad, pero sin sus secuaces. Mientras éste llega al campamento de Manlio, Cicerón pronuncia su

Segunda Catilinaria, en la que se dirige contra los partidarios de Cati-lina y pide que sean castigados. Este discurso es pronunciado ante el pueblo. Comienza la guerra en Roma. El 3 de Diciembre Cicerón arresta a los conjurados y se dirige al

Senado. Por la tarde cuenta al pueblo lo que ha sucedido durante la sesión (Tercera Catilinaria). El 5 de Diciembre presiona al Senado para que los conjurados sean

ejecutados (Cuarta Catilinaria), como finalmente se hace, y Cicerón es llamado “Padre de la Patria”. El 5 de Enero del 62 a.C. Catilina es derrotado y muerto con sus par-

tidarios en Pistoya.

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manos? ¿Cuántas por acaso, cayó de ellas? Y, sin embar-go, apenas puedes separarlo de ti, ignorando yo la espe-cie de consagración o devoción que te obliga a estimar indispensable clavarlo en el cuerpo de un cónsul.

Y tú, que por la conciencia de tus maldades sabes el justo odio que a todos inspiras, muy merecido des-de hace tiempo, ¿vacilas en huir de la vista y presencia de aquellos cuyas ideas v sentimientos ofendes? Si tus padres te temieran y odiaran y no pudieras aplacarles de modo alguno, creo que te alejarías de su vista. Pues la patria, madre común de todos nosotros, te odia y te teme, y ha tiempo sabe que sólo piensas en su ruina. ¿No respetarás su autoridad, ni seguirás su dictamen, ni te amedrentará su fuerza? A ti se dirige, Catilina, y, cla-mando, te dice: «Ninguna maldad se ha cometido desde hace años de que tú no seas autor; ningún escándalo sin ti; libre e impunemente, tú solo mataste a muchos ciu-dadanos y vejaste y saqueaste a los aliados; tú no sólo has despreciado las leyes y los tribunales, sino los ho-llaste y violaste. Lo pasado, aunque insufrible, lo toleré como pude; pero el estar ahora amedrentado por ti solo y a cualquier ruido temer a Catilina; ver que nada pue-da intentarse contra mí que no dependa de tu aborre-cida maldad, no es tolerable. Vete, pues, y líbrame de este temor; si es fundado, para que no acabe con-migo; si inmotivado, para que al-guna vez deje de temer».

Si, como he dicho, la patria te habla en estos términos, ¿no debe-rás atender su ruego, aunque no pueda emplear contra ti la fuerza? ¿Qué significa el haberte entrega-do tú mismo para estar bajo cus-todia? ¿Qué indica el que tú mis-mo dijeras que, para evitar malas sospechas, querías habitar en casa de M. Lépido, y que por no ser recibido en ella, me pidieses te admitiera en la mía? ‘Te respondí que no podía vivir contigo dentro de los mismos muros, puesto que, no sin gran peligro mío, vivíamos en la misma ciudad, y entonces fuiste al pretor Q. Metelo; y rechazado también por éste, te fuiste a vivir con tu amigo el dignísimo M. Marcelo, que te pareció sin duda el más diligente para guardarte, el más sagaz para descubrir tus proyectos y el más enérgico para reprimirlos. Pero, ¿crees que debe estar muy lejos de la cárcel quien se ha juzgado a sí mismo digno de ser custodiado? Siendo esto así, Catilina, y no pudien-do morir aquí tranquilamente; ¿dudas en marcharte a lejanas tierras para acabar en la soledad una vida tantas veces librada de justos y merecidos castigos?

Propón al Senado, dices, mi destierro, y aseguras que, si a los senadores parece bien decretarlo, obede-cerás. No haré yo una propuesta contraria a mis cos-tumbres; pero sí lo necesario para que comprendas lo

que los senadores opinan de ti. Sal de la ciudad, Cati-lina; libra a la República del miedo; vete al destierro, si lo que esperas es oír pronunciar esta palabra. ¿Qué es esto, Catilina? Repara, advierte el silencio de los senadores. Consienten en lo que digo y callan. ¿A qué esperas la autoridad de sus palabras, si con el silencio te dicen su voluntad?

Si lo que te he dicho, lo dijera a este excelente jo-ven, P. Sextio, a este esforzado varón, M. Marcelo, a pesar de mi dignidad de cónsul, a pesar de la santidad de este templo, con perfecto derecho me hiciera sentir el Senado su enérgica protesta. Pero lo oye decir de ti y, permaneciendo tranquilo, lo aprueba; sufriéndolo, lo decreta; callando, lo proclama. Y no solamente te condenan éstos, cuya autoridad debe serte por cierto muy respetable cuando tan en poco tienes sus vidas, sino también aquellos ilustres y honradísimos caballe-ros romanos, y los esforzados ciudadanos que rodean el Senado, cuyo número pudiste ver hace poco y com-prender sus deseos y oír sus voces; cuyos brazos arma-dos contra ti estoy conteniendo, y a quienes induciré fácilmente para que te acompañen hasta las puertas de esta ciudad que proyectas asolar.

Pero, ¿qué estoy diciendo? ¿Haber algo que te contenga? ¿Ser tú capaz de enmienda? ¿Esperar que voluntariamente te destierres? ¡Ojalá te inspirasen los dioses in-mortales tal idea! Pero en vano se esperará que te avergüences de tus vicios, que temas el castigo de las leyes, que cedas a las necesidades de la República; porque a ti, Cati-lina, no te retrae de la vida licen-ciosa la vergüenza; ni del peligro, el miedo; ni del furor, la razón. Pero

si quieres procurarme alabanzas y gloria, sal de aquí con el molestísimo grupo de tus malvados cómplices; únete con Malio; reúne a los perdidos, apártate de los buenos; haz guerra a tu patria; proclama el impío latro-cinio para que se vea que no te he echado entre gente extraña, sino invitado a que te unas a los tuyos.

Mas ¿por qué he de invitarte, cuando sé que has enviado ya gente armada al foro Aurelio para que te aguarde; cuando sé que está ya convenido con Malio y señalado el día; cuando sé que ya has enviado el águila de plata que confío será fatal a ti y a los tuyos, y a la cual hi-ciste sagrario en tu casa para tus maldades? ¿Podrás estar mucho tiempo sin un objeto que acostumbras a venerar cuando intentas matar a alguien, pasando muchas veces tu impía diestra de su ara al asesinato de un ciudadano?

Al excluirte del consulado, logré al menos que el daño que intentaras contra la República como desterrado, no lo pudieras realizar como cónsul, y que tu alzamiento contra la patria, más que guerra se llame latrocinio.

¡ojalá te inspirasen los dioses inmortales tal idea! pero en vano se esperará

que te avergüences de tus vicios, que temas el castigo de las leyes, que cedas a las necesidades de la república

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Ahora, padres conscriptos, anticipándome a con-testar a un cargo que con justicia puede dirigirme la patria, os ruego escuchéis con atención lo que voy a de-cir, y lo fijéis en vuestra memoria y en vuestro entendi-miento. Si mi patria, que me es mucho más cara que la vida; si toda Italia, si toda la República dijera: «Marco Tulio, ¿qué haces? ¿Permitirás salir de la ciudad al que has demostrado que es enemigo, al que ves que va a ser general de los sublevados, al que sabes aguardan éstos en su campamento para que los acaudille, al autor de las maldades y cabeza de la conjuración, al que ha puesto en armas a los esclavos y a los ciudadanos perdidos, de manera que parezca, no que le has echado de Roma, sino que le has traído a ella? ¿Por qué no mandas prenderle, por qué no ordenas matarle? ¿Por qué no dispones que se le aplique el mayor suplicio? ¿Quién te lo impide? ¿Las costumbres de nuestros mayores? Pues muchas veces en esta República los particulares dieron muerte a los ciu-dadanos perniciosos. ¿Las leyes relativas a la imposición del suplicio a los ciudadanos romanos? Jamás en esta ciudad conservaron derecho de ciudadanía los que se sustrajeron a la obediencia de la República. ¿Es que te-mes acaso la censura de la posteridad? ¡Buena manera de mostrar tu agradecimiento al pueblo romano, que, siendo tú conocido únicamente por tu mérito personal, sin que te recomendase el de tus ascendientes, te confi-rió tan temprano el más elevado cargo, eligiéndote antes para todos los que le sirven de escala, será abandonar la salvación de tus conciudadanos por librarte del odio o por temor a algún peligro! Y si temes hacerte odioso, ¿es menor el odio engendrado por la severidad y la for-taleza que el producido por la flojedad y el abandono? Cuando la guerra devaste Italia y aflija a las poblaciones; cuando ardan las casas, ¿crees que no te alcanzará el in-cendio de la indignación pública?».

A estas sacratísimas voces de la patria y a los que en su conciencia opinan como ella, responderé brevemente.

Si yo entendiera, padres conscriptos, que lo mejor en este caso era condenar a muerte a Catilina, ni una hora sola de vida concediera a ese gladiador; porque si a los grandes hombres y eminentes ciudadanos la sangre de Saturnino, de los Gracos, de Flaco y de otros muchos fac-ciosos no les manchó, sino les honró, no había de temer que por la muerte de este asesino de ciudadanos me abo-rreciese la posteridad. Y aunque me amenazara esta des-dicha, siempre he opinado que el aborrecimiento por un acto de justicia, es, para el aborrecido, un título de gloria.

No faltan entre los senadores quienes no ven los peligros inminentes o, viéndolos, hacen como si no los vieran, los cuales, con sus opiniones conciliatorias, fo-mentaron las esperanzas de Catilina, y con no dar crédi-to a la conjuración naciente, le dieron fuerzas. Atraídos por la autoridad de éstos, les siguen muchos, no sólo de los malvados, sino también de los ignorantes; y si impu-siera el castigo, me acusarían éstos de cruel y tirano.

En cambio, entiendo que si éste que nos oye va a capitanear las tropas de Malio, no habrá ninguno tan necio que no vea la conjuración, ni tan perverso que viéndola, no la confiese. Creo que con matar a éste disminuiríamos el mal que amenaza a la Repú-blica, pero no lo atajaríamos para siempre; y si éste se va seguido de los suyos y reúne todos los demás náufragos recogidos de todas partes, no sólo se ex-tinguirá esta peste tan extendida en la República, sino también se extirparán los retoños y semillas de todos nuestros males.

Ha mucho tiempo, padres conscriptos, que an-damos entre estos riesgos de conjuraciones y ase-chanzas; pero no sé por qué fatalidad todas estas antiguas maldades, todos estos inveterados furores y atrevimientos han llegado a sazón en nuestro con-sulado; y si de tantos conspiradores solamente su-primimos éste, acaso nos veamos libres por algún tiempo de estos cuidados y temores; pero el peligro continuará, porque está dentro de las venas y de las entrañas de la República.

Así como, a veces, los gravemente enfermos, de-vorados por el ardor de la fiebre, si beben agua fría creen aliviarse, pero sienten después más grave la do-lencia, de igual modo la enfermedad que padece la República, aliviada por el castigo de éste, se agravará después por quedar los otros con vida.

Que se retiren, pues, padres conscriptos, los malvados, y, apartándose de los buenos, se reúnan en un lugar; sepáreles un muro de nosotros, como ya he dicho muchas veces; dejen de poner asechanzas al cónsul en su propia casa, de cercar el tribunal del pre-tor urbano, de asediar la curia armados de espadas, de reunir manojos de sarmientos para poner fuego a la ciudad. Lleve, por fin, cada ciudadano escrito en la frente su sentir respecto de la República. Os prometo, padres conscriptos, que, gracias a la activa vigilancia de los cónsules, a vuestra grande autoridad, al valor de los caballeros romanos y a la unión de todos los buenos, al salir Catilina de Roma todo lo veréis des-cubierto, claro, sujeto y castigado.

Márchate, pues, Catilina, para bien de la Repúbli-ca, para desdicha y perdición tuyas y de cuantos son tus cómplices en toda clase de maldades y en el parricidio; márchate a comenzar esta guerra impía y maldita.

Y tú, Júpiter, cuyo culto estableció Rómulo bajo los mismos auspicios que esta ciudad a quien llama-mos Stator por ser guardador de Roma y de su impe-rio, alejarás a éste y a sus cómplices de tus aras y de los otros templos, de las casas y murallas; librarás de sus atentados la vida y los bienes de todos los ciudadanos y a los perseguidores de los hombres honrados, enemi-gos de la patria, ladrones de Italia, en criminal asocia-ción unidos para realizar maldades, los condenarás en vida y muerte a eternos suplicios.a

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Catilina salió, partió, huyó, escapó… Ya no es un peligro oCulto, sino un enemigo deClarado... le haremos justísima guerra.

Por fin, ciudadanos romanos, hemos arro-jado de la ciudad o hecho salir de ella, o acompañado hasta despedirle cuando se iba, a Lucio Catilina, desatada furia anhe-losa de maldades, infame conspirador con-

tra la salud de la patria, que a vosotros y a esta ciudad amenazaba con el hierro y el fuego. Ya no fraguará aquel monstruo, prodigio de perversidad, dentro de estos muros ninguna desolación para Roma. Expulsa-do Catilina, no es un peligro oculto sino un enemigo declarado, al cual, sin que nadie lo impida, haremos justísima guerra, mientras Roma creo que se regocija de haber vomitado y arrojado de sí tanta pestilencia. Mas, si alguno de vosotros, por ser tan celoso patriota como todos debieran serlo, me censura con vehemen-cia a causa de lo que yo considero un triunfo de mi dis-curso, acusándome de haber dejado escapar tan temi-ble enemigo a quien debí prender, contestaré que no es mía la culpa, ciudadanos romanos, sino de las circunstancias.

Ha tiempo debió ser castiga-do Catilina con gravísimo supli-cio; así me lo pedían las costum-bres de nuestros antepasados, la severidad de sus leyes y el interés de la República. Pero ¿cuántos pensáis que no daban crédito a lo que yo denunciaba? ¿Cuántos, por insensatez, lo con-sideraban quimera? ¿Cuántos procuraban defender al malvado? ¿Cuántos, por perversidad, le favorecían? Y aun si juzgara que, muerto Catilina, quedabais libres de todo peligro, ha tiempo le hubiese hecho matar, no sólo exponiéndome al odio de sus parciales, sino hasta con peligro de mi vida. Pero, al ver que no para to-dos vosotros resultaba probada la conspiración, si le hubiese dado la merecida muerte, la animadversión que suscitase contra mí este hecho me impidiera per-seguir a sus cómplices. Por ello he puesto las cosas en términos de que, al verle enemigo declarado, le hagáis públicamente la guerra. Juzgad, ciudadanos, cuánto temeré a este enemigo fuera de la ciudad, al deciros que mi único pesar es que haya salido de ella tan poco acompañado. ¡Ojalá hubiese llevado consigo a todos sus parciales!

Por mi parte, contando con nuestras veteranas legiones de la Galia, las que Metelo tiene en los cam-pos Piceno y Galicano, con las fuerzas que día por día voy yo reuniendo, desprecio profundamente un ejér-

cito compuesto de viejos desesperados, de rústicos di-solutos, de aldeanos malgastadores, de hombres que han preferido faltar a su obligación de comparecer en juicio a faltar a la rebelión; de gentes, en fin, a quie-nes podría anonadar, no digo presentándoles nuestro ejército, sino un edicto del pretor. A éstos que veo revolotear por el foro, estacionarse a las puertas del Senado y aun penetrar en esta asamblea, perfumados con olorosos ungüentos, fulgurando con sus trajes de púrpura, a estos parciales suyos hubiese yo preferido que llevara consigo Catilina, porque es anuncio que la permanencia aquí de tales desertores del ejército re-belde es más temible que el mismo ejército. Y aun son más de temer, porque saben que conozco sus designios y no se asustan. Viendo estoy a quien, en la distribu-ción hecha, le ha correspondido la Apulia; a quien la Etruria; a quien el territorio de Piceno; a quien el Ga-

licano; quien pidió se le encargase de los conjurados en Roma para la matanza y el incendio de esta ciu-dad. Saben que estoy informado de todos sus acuerdos de anteano-che, acuerdos que ayer declaré en el Senado. El mismo Catilina tem-bló y huyó. ¿Qué aguardan éstos? ¡Ah, cuánto se equivocan si espe-ran que haya de ser perpetua mi anterior indulgencia!

Logré, al fin, lo que me proponía: poner de mani-fiesto a todos vosotros la existencia de una conjuración contra la República; porque no habrá quién suponga que los parecidos a Catilina dejan de obrar como él. Ya no cabe la indulgencia. Los mismos hechos reclaman el castigo. Concedo, sin embargo, a los cómplices que salgan de esta ciudad, que se ausenten; no hagan que al mísero Catilina impaciente el deseo de verles. Les diré el camino: se fue por la vía Aurelia y, si van de prisa, le alcanzarán al anochecer. ¡Oh, afortunada República si Roma logra arrojar de sí esta canalla! En verdad con sólo haber expulsado a Catilina, paréceme ya libertada y restablecida; porque, ¿cuál maldad o infamia podrá imaginarse que él no concibiera? ¿Qué envenenador, qué gladiador, qué ladrón, qué asesino, qué parricida, qué falsificador de testamentos, qué autor de fraudes, qué disoluto, qué perdido, qué adúltero, qué mujer in-fame, qué corruptor de la juventud, qué depravado y deshonrado puede encontrarse en toda Italia que no confiese haber tenido familiarísimo trato con Catili-na? ¿Qué homicidio se ha cometido en estos últimos

logré, al fin, lo que me proponía: poner de manifiesto a todos

vosotros la existencia de una conjuración contra la república

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años sin que él intervenga? ¿Qué abominable estupro sin su mediación? Nadie tuvo como él la habilidad de seducir a los jóvenes, amando a unos con amor tor-písimo; prestándose a los impúdicos deseos de otros; prometiendo a unos el goce de sus liviandades, a otros la muerte de sus padres y no sólo induciéndoles sino ayudándoles a realizarla. Así ha reclutado con tanta rapidez, no sólo en la ciudad, sino en los campos, tan numerosa turba de perdidos. Ni en Roma, ni hasta en el último rincón de Italia, hay ningún acribillado de deudas a quien no haya hecho entrar en la asociación para esta increíble maldad.

Y a fin de que podáis conocer sus varias aficiones en los más diversos asuntos, diré que cuantos en la escuela de los gladiadores se distinguen algo por la audacia de sus hechos, confiesan ser íntimos amigos de Catilina y no hay en el teatro ninguno que sobre-salga por liviano y tunante que no se precie de haber sido su asiduo compañero. Y este mismo hombre, ha-bituado en el ejercicio de estupros y maldades, a pa-sar frío, hambre, sed y falta de sueño, tenía entre tales hombres fama de bravo, malgastando en liviandades y atropellos los recursos de su ingenio y sus condi-ciones de valeroso y esforzado. Si tras de él se fueran todos sus par-ciales, si saliera de la ciudad esa turba de hombres desesperados y perversos, ¡oh, dichosos de noso-tros! ¡Oh, afortunada República! ¡Oh, glorioso consulado el mío! No piensan sino en muertes, in-cendios y robos; malgastaron su patrimonio, y a faltarles el crédi-to, pero permanecen en ellos los gustos dispendiosos de la opulencia. Si en el vino y en el juego sólo busca-ran el placer de francachelas y liviandades aun deses-perando de ellos, podrían ser tolerados. Pero ¿quién ha de sufrir las asechanzas de los cobardes contra los esforzados, de los necios contra los sensatos, de los borrachos contra los sobrios, de los perezosos contra los activos? Paréceme estarles viendo en sus orgías recostados lánguidamente, abrazando mujeres impú-dicas, debilitados por la embriaguez, hartos de manja-res, coronados de guirnaldas, inundados de perfumes, enervados por los placeres, eructando amenazas de matar a los buenos y de incendiar a Roma.

Contra el vicio, la demencia y la maldad, hemos de combatir. En esta guerra, ciudadanos, yo prometo ser vuestro jefe y echar sobre mí la malevolencia de todos los perdidos. Cuanto pueda curarse, a cualquier costa lo curaré; pero lo que sea preciso extirpar, no permitiré que continúe para daño de Roma. Así, pues, o váyanse o esténse quietos, y si continúan en Roma y persisten en sus intentos, esperen lo que merecen.

Pero hay quienes aseguran, ciudadanos, que yo he

lanzado al destierro a Catilina. Si pudiera hacer esto con mis palabras, también desterraría a los que tal di-cen. Como el hombre es tan tímido y pusilánime, no pudo resistir las frases del cónsul, y cuando le dijo que se fuera al destierro, obedeció y se fue. Ayer, después de estar en riesgo de ser asesinado en mi propia casa, con-voqué al Senado en el templo de Júpiter Stator y des-cubrí a los senadores cuanto se tramaba. Cuando llegó Catilina, ¿qué senador le dirigió la palabra? ¿Quién le saludó? ¿Quién, finalmente, dejó de mirarle no como tal ciudadano, sino como mortal enemigo? Los prin-cipales senadores abandonaron los asientos del lado a que él se acercó. Entonces fue cuando yo, el cónsul, cuyas frases se supone que bastan para desterrar a los ciudadanos, pregunté a Catilina si había estado o no en la reunión habida la noche anterior en casa de Leca. Convencido por el testimonio de su conciencia, aquel hombre audaz empezó por callar, y entonces hice pa-tente todo lo demás, explicando lo que había tratado dicha noche, dónde estuvo, lo que dispuso para la no-che inmediata y el plan de guerra que había adoptado. Viéndole vacilante y sin saber qué decir, le pregunté por qué titubeaba en ir a donde desde tiempo antes

tenía dispuesto, sabiendo yo que ya había prevenido las armas, las se-gures, las fasces, las trompetas, las banderas y hasta aquella águila de plata a la que tributaba en su casa culto criminal e infame. ¿Echaba yo al destierro al que veía ya meti-do en la guerra? ¿Será preciso creer que el centurión Malio, acampado en el territorio fesulano, ha decla-

rado por sí y ante sí la guerra al pueblo romano, que esas tropas no esperan como general a Catilina y que, desterrado éste, irá a Marsella, según se dice, y no al campamento de Malio?

Pero cuando yéndose voluntariamente Catilina, algunos hombres dicen que fue desterrado, ¿qué dirían si le hubiesen visto muerto? Verdad es que al asegurar que va a Marsella, más bien lo temen que lo lamentan. Ninguno de ellos es tan compasivo que no desee verle dirigirse al campamento de Malio en vez de ir a Marse-lla; y seguramente él, aun cuando antes no hubiera me-ditado lo que hace, preferiría vivir en sus criminales empeños a morir desterrado. Pero como hasta ahora todo le ha salido a medida de sus deseos, excepto el dejarme con vida al irse de Roma, mejor será desearle el destierro que lamentarlo.

Mas, ¿por qué hablamos tanto de un solo enemi-go, de un enemigo que ya se ha declarado por tal, y a quien no temo desde que, como deseé siempre, hay un muro entre él y nosotros, y nada decimos de los que disimulan y permanecen dentro de Roma y viven a nuestro lado?

¿Qué aguardas? ¿la guerra? ¿acaso piensas que de la

general devastación se librarán tus bienes?

¿la abolición de las deudas?

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A éstos quisiera, en verdad, si fuera posible, en vez de castigarles, convencerles y reconciliarles con la República y entiendo que esto podrá ser si quieren es-cucharme. Porque os voy a decir, ciudadanos, de qué clase de hombres se compone ese partido, y después aplicaré a cada uno de ellos, si puedo, la medicina de mi consejo y amonestación. Forman una clase los que teniendo grandes deudas, poseen, sin embargo, bie-nes de más valía, pero no queriendo desprenderse de ellos, tampoco pueden pagar las deudas. Las riquezas hacen a éstos aparecer respetables, pero su conducta es indecorosa.

¿Tú has de ser rico en tierras, en casas, en plata, en esclavos y en las demás cosas y dudas en perder algo de tu riqueza para ganarlo en crédito? ¿Qué aguardas? ¿La guerra? ¿Acaso piensas que de la general devastación se librarán tus bienes? ¿La abolición de las deudas? ¡Cómo se equivocan los que tal cosa aguardan de Catilina! Yo seré quien acabe con las deudas, pero obligando a los deudores a vender sus bienes; pues no hay otro camino para que éstos dejen a salvo su responsabilidad.

Finalmente, los dioses in-mortales protegerán contra tan violenta maldad a este invicto pueblo, a este preclaro imperio, a esta hermosa ciudad. Y aunque lograran realizar sus furiosos de-seos, ¿esperan ser cónsules, dic-tadores, o reyes en una ciudad reducida a cenizas e inundada de sangre de ciudadanos, que es lo que su mente malvada y criminal imagina? ¿No ven que el poder que desean, tendrían que darlo, si lo obtuvieran, a algún esclavo fugitivo o a algún gladiador?

Viene después otra clase de hombres de avanzada edad, pero robustecidos por el ejercicio. A dicha clase pertenece Malio, a quien Catilina sucede ahora en el mando. Son éstos de las colonias que Sila estableció en Fiésole, las cuales, consideradas en con-junto, parécenme compuestas de excelentes y fortísi-mos ciudadanos, pero hay entre ellos muchos que mal-gastaron en vanidades y locuras las riquezas con que de repente e inesperadamente se vieron. Por construir casas como los grandes señores, tener tierras, muchos esclavos y dar suntuosos banquetes, contrajeron tan-tas deudas que, para salvarles, sería preciso resucitar a Sila. Han asociado a sus criminales intentos algunas gentes del campo, impulsadas por la esperanza de la repetición de las antiguas rapiñas. A unos y otros les pongo, ciudadanos, en la misma clase de ladrones y

salteadores. Adviértoles, sin embargo, que se dejen de locuras y no piensen en proscripciones y dictaduras. Tan a lo vivo le llegó a la ciudad el dolor de lo que pasó entonces, que creo no hayan de sufrirlo nuevamente, no ya los hombres, ni siquiera los brutos.

En otra clase hay una mezcla, confusa y turbulenta de hombres que desde hace tiempo se ven abrumados de deudas, que nunca levantarán la cabeza, que par-te por holgazanería, parte por hacer malos negocios, parte por derrochadores, hace ya tiempo que andan de pie quebrado en punto a deudas; los cuales dicen que aburridos por tantas citaciones, juicios y venta de bienes, se van, lo mismo de la ciudad que del campo, al ejército enemigo. Éstos me parecen más a propósito para dilatar el pago de sus deudas que para luchar con valor. Si no pueden permanecer en pie, déjense caer, pero de tal modo, que ni la ciudad ni los vecinos más inmediatos lo sientan. Y en verdad no entiendo por

qué si no pueden vivir honrados, quieren morir con deshonra, o por qué creen que es menos do-loroso morir acompañados que morir solos.

Están también los parrici-das, los asesinos y todos los de-más criminales. No pretendo apartarlos de Catilina. Imposible sería separarlos de él, y deben perecer como malvados, porque no hay cárcel bastante capaz para encerrar a tantos como son.

La última clase de estas gen-tes, por su número, como por sus condiciones y costumbres, es la de los más amigos de Catilina, la de sus escogidos, mejor dicho, la de sus íntimos. Les reconoce-réis en lo bien peinados, elegan-tes, unos sin barba; otros con la barba muy cuidada; con túnicas talares y con mangas, que gas-

tan togas tan finas como velos, cuyas ocupaciones y asiduo trabajo son prolongar los festines hasta el amanecer. En este rebaño figuran todos los jugadores, todos los adúlteros, todos los que carecen de pudor y vergüenza. Estos mozalbetes, tan pulidos y delicados, no sólo saben enamorar y ser amados, cantar y bai-lar, sino también clavar un puñal y verter un veneno; y si no se van, si no perecen, tened entendido que, aun cuando se acabe con Catilina, serán para la Repú-blica un semillero de Catilinas. Y, sin embargo, ¿qué desean esos desdichados? ¿Qué, querrán llevarse al campamento sus mujerzuelas? ¿Cómo han de pasar sin ellas estas largas noches de invierno? ¿Cómo han de poder sufrir las escarchas y nieves del Apenino?

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especial

Acaso crean que, por saber bailar desnudos en los festines, les será más fácil soportar el frío. ¡Oh, teme-rosa guerra en la cual tales hombres serán la cohorte pretoriana, la escolta de Catilina!

Ordenad ahora, ciudadanos, contra las brillan-tes tropas de Catilina vuestras fuerzas y vuestros ejércitos, y empezad oponiendo a ese gladiador me-dio vencido vuestros cónsules y vuestros generales, y después llevad contra ese montón de náufragos, con-tra esa extenuada muchedumbre la flor y la fuerza de toda Italia. Nuestras colonias y municipios valen más que los cerros y bosques que a Catilina servirán de fortalezas, y no debo comparar las demás tropas y pertrechos y fuerzas vuestras con la escasez de recur-sos de aquel ladrón.

Aun prescindiendo de lo que tenemos y él carece, el Senado, los caballeros romanos, el pueblo, la ciudad, el tesoro público, los tributos, toda Italia, todas las pro-vincias, las naciones extranjeras; aun prescindiendo, repito, de todo esto y comparando solamente las dos causas rivales, podremos comprender el abatimiento de nuestros contrarios; porque de esta parte pelea la dignidad, de aquélla la petulancia; de ésta la hones-tidad, de aquélla las liviandades; de ésta la buena fe, de aquélla el fraude; de ésta la piedad, de aqué-lla la perversión; de ésta la calma, de aquélla el furor; de ésta la vir-tud, de aquélla el vicio; de ésta la continencia, de aquélla la lujuria; de ésta, finalmente, la equidad, la templanza, la fortaleza, la pru-dencia, todas las virtudes, y de aquélla la iniquidad, la destem-planza, la pereza, la temeridad, todos los vicios. Por último, luchan aquí la abundancia con la escasez; la razón con la sinrazón; la sensatez con la locura, y la esperanza bien fundada con la total desesperación. En tal combate, aunque falte el valor de los hombres, ¿han de permitir los dioses que tan preclaras virtudes sean vencidas por tantos y tales vicios?

Siendo esto así, lo que a vosotros toca, ciuda-danos, es defender vuestras casas, como antes dije, con guardas y vigilantes que en cuanto a la ciudad, ya he tomado las medidas y dado las órdenes necesa-rias para que, sin turbar vuestro reposo y sin alboroto alguno, esté bien guardada. Todas vuestras colonias y municipios, a quienes ya he dado cuenta de la co-rrería de Catilina, defenderán fácilmente sus pobla-ciones y territorios. Los gladiadores, con quienes Catilina proyectaba formar el cuerpo más numeroso y seguro, aunque mejor intencionado que algunos patricios, serán contenidos en nuestro poder. Quinto Metelo, a quien, en previsión de lo que pasa, envié al Piceno y a la Galia, o vencerá a ese hombre o le

atajará en sus movimientos y designios. Respecto a lo que falta ordenar, apresurar o precaver, daré cuenta al Senado que, como veis, acabo de convocar.

En cuanto a los que permanecen en la ciudad y dejó en ella Catilina para la ruina de Roma y de todos vosotros, que habitáis en ella, aunque son enemigos, como nacieron conciudadanos nuestros, quiero ha-cerles y repetirles una advertencia; mi lenidad, que acaso haya parecido excesiva, ha esperado hasta que saliera a luz lo que estaba encubierto. En lo sucesivo no puedo olvidar que esta es mi patria; que soy cón-sul de éstos, y que con ellos he de vivir o morir por ellos. Nadie guarda las puertas de la ciudad, nadie les acecha en el camino; el que quiera irse puede ponerse en salvo. Pero el que se proponga alterar el orden en Roma, el que yo sepa que ha hecho o proyecta hacer o intenta algo en daño de la patria, conocerá a costa suya que esta ciudad tiene unos cónsules vigilantes, excelentes magistrados, un Senado fuerte y valeroso, armas y, finalmente, cárcel; que para el castigo de es-tos grandes y manifiestos crímenes la establecieron nuestros antepasados.

Y todo esto se realizará, ciudadanos, haciendo las más grandes cosas con el me-nor ruido, evitando los mayores peligros sin alboroto alguno y ter-minando una guerra intestina y doméstica, la mayor y más cruel de que los hombres tienen memoria, sin más general ni jefe que yo, un hombre de toga. Y me he de go-bernar en esta guerra de tal modo, ciudadanos, que, si es posible, ni uno solo de los perversos sufra en

esta ciudad el castigo de sus crímenes. Pero si la auda-cia, acudiendo públicamente a la fuerza, o el peligro inminente de la patria me impiden continuar en la vía de clemencia a que mi corazón se inclina, haré, al menos, una cosa que en tan grande y traidora guerra apenas parece que se puede desear, y es que no muera ninguno de los buenos y que con el castigo de unos pocos se logre al fin salvar a todos vosotros. Y lo que os prometo, ciudadanos, no es fiado en mi prudencia ni en los consejos de la humana sabiduría; me han hecho formar este juicio y concebir esta esperanza las mu-chas y claras muestras que de su favor han dado los dioses inmortales, quienes ya no sólo nos protegen, como solían hacerlo, de los enemigos exteriores y le-janos, sino también demuestran su poder defendiendo sus templos y los edificios de Roma.

A ellos debéis, ciudadanos, pedir, rogar y suplicar que esta ciudad, hecha por su voluntad, hermosísima y floreciente, y vencedora en mar y tierra de todos sus numerosos enemigos, la defiendan de la maldad de al-gunos perdidos y criminales ciudadanos.a

en lo sucesivo no puedo olvidar que esta

es mi patria; que soy cónsul de éstos, y que

con ellos he de vivir o morir por ellos

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marCo antonio(83 a. C. – 1 de agosto de 30 a.C)

los idus de marzoEn los idus de marzo (15 de marzo) del año 44 a.C., un grupo de senadores encabezados por Casio y Bruto apuñalaron a César, a quien, autonombrado cónsul y dictator perpetuus (dictador vitalicio), veían como un tirano en vías de restaurar la monarquía. Para hacerlo distrajeron a Marco Antonio, tan fi el al dictador que un mes antes, durante las fi estas lupercales, le ofreció públicamente una diadema, símbolo de un rey, que César rechazó como aviso de que no asumiría el trono de Roma. Temiendo ser asesinado también, Marco Antonio huyó de la ciudad vestido como esclavo, pero regresó a Roma cuando vio que los conjurados sólo querían deshacerse del tirano. Elegido para hablar en los funerales de César, el 20 de marzo, Marco Antonio infl amó a la muchedumbre con un dramático discurso mientras mostraba la túnica ensangrentada y rasgada de César. Esa misma noche, la multitud atacó las casas de los conjurados, que huyeron de Roma para salvar sus vidas. Sin embargo, Marco Antonio no pudo heredar solo el poder de César, y se vio obligado a compartirlo en un Triunvirato. Damos la versión del discurso de William Shakespeare en Julio César.

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marco antonio se dirige al pueblo romano congrega-do en el Foro, llevando en brazos el cadáver de César, apuñalado por los libertadores, encabezados por Casio y bruto. los ciudadanos rugen de alegría por la muerte del tirano y abuchean a marco antonio, el mejor amigo de julio César.

Antonio: Amigos, romanos, compatrio-tas, escuchadme: he venido a enterrar a César, no a ensalzarlo. El mal que hacen los hombres les sobrevive; el bien suele quedar sepultado con sus huesos. Que

así ocurra con César. Bruto os ha dicho que César era ambicioso: si

lo fue, era la suya una falta grave, y gravemente la ha pagado. Por la benevolencia de Bruto y de los demás, pues Bruto es un hombre de honor, como lo son todos, he venido a hablar en el funeral de César. Fue mi ami-go, fiel y justo conmigo; pero Bruto dice que era am-bicioso. Bruto es un hombre honorable. Trajo a Roma muchos prisioneros de guerra, cuyos rescates llenaron el tesoro público. ¿Puede verse en esto la ambición de César? Cuando el pobre lloró, César lo consoló. La am-bición suele estar hecha de una aleación más dura. Pero Bruto dice que era ambicioso y Bruto es un hombre de honor.Todos vieron que, en las Lupercales, le ofrecí tres veces una corona real, y tres veces la rechazó. ¿Eso era ambición? Pero Bruto dice que era ambicioso y es indudable que Bruto es un hombre de honor. No hablo para desmentir lo que Bruto dijo, sino que estoy aquí para decir lo que sé. Todos le amaron alguna vez, y no sin razón. ¿Qué razón, entonces, les impide ahora ha-cerle el duelo? ¡Ay, raciocinio te has refugiado entre las bestias, y los hombres han perdido la razón!.. Perdón-enme. Mi corazón está ahí, en esos despojos fúnebres, con César, y he de detenerme hasta que vuelva en mí...

Primer ciudadano: Creo que hay mucha sabiduría en lo que dice. Segundo ciudadano: Si te paras a pensarlo, César co-metió un gran error. Tercer ciudadano: ¿Ah, si? Me temo que alguien peor ocupará su lugar. Cuarto ciudadano: ¿Le has prestado atención? No creo que él quisiera tomar la corona. Y por lo tanto, no era un ambicioso.

Primer ciudadano: Y si se descubriera que lo fue… algunos lo soportaríamos.

Segundo ciudadano: Pobrecillo, sus ojos están rojos como el fuego de llorar…

Tercer ciudadano: No hay nadie más noble en Roma que Antonio.

Cuarto ciudadano: Préstale atención, que empieza a hablar otra vez.

Antonio: Ayer la palabra de César hubiera prevalecido contra el mundo. Ahora yace ahí y nadie hay lo suficien-temente humilde como para reverenciarlo. ¡Oh, seño-res! Si tuviera el propósito de excitar a vuestras mentes y vuestros corazones al motín y a la cólera, sería injusto con Bruto y con Casio, quienes, como todos sabéis, son hombres de honor. No quiero ser injusto con ellos. Pre-fiero serlo con el muerto, conmigo y con ustedes, antes que con esos hombres ¡tan honorables! Pero aquí hay un pergamino con el sello de César. Lo encontré en su gabinete. Es su testamento. Si se hiciera público este tes-tamento que, perdonadme, no tengo intención de leer, irían a besar las heridas de César muerto y a empapar sus pañuelos en su sagrada sangre. Sí. ¡Suplicarían un cabello suyo como reliquia, y al morir lo mencionarían en su testamento, como un rico legado a su posteridad! Cuarto ciudadano: Queremos escuchar el testamento. Léelo, Marco Antonio. Todos los ciudadanos: ¡El testamento! ¡El testamento! Queremos escuchar el testamento del César. Antonio: Tengan paciencia, amigos. No debo leerlo. No es conveniente que sepan hasta qué extremo los amó César. No están hechos de madera, no están he-chos de piedra, son hombres, y, como hombres, si oyen el testamento de César los va a enfurecer, los va a vol-ver locos. No es bueno que sepan que son sus herede-ros, pues si lo supieran, podría ocurrir cualquier cosa. Cuarto ciudadano: Lee el testamento. Queremos es-cucharlo, Antonio: debes leernos el testamento, el tes-tamento de Cesar. Antonio: ¿Quieres tener paciencia? ¿Quieres esperar un momento? He ido demasiado lejos en decirles esto. Temo agraviar a los honorables hombres cuyos puña-les traspasaron a César. ¡Lo temo! Cuarto ciudadano: ¡Esos hombres honorables son unos traidores! Todos los ciudadanos: ¡El testamento! ¡El testamento!

Segundo ciudadano: ¡Son unos miserables asesinos! ¡El testamento! ¡Lee el testamento! Antonio: ¿Me obligan a que lea el testamento? En ese caso, formen un círculo en torno al cadáver de César, y déjenme mostrarles al que hizo el testamento. ¿Bajo? ¿Me dan permiso? Todos los ciudadanos: ¡Baja!Segundo ciudadano: ¡Baja!

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Tercer ciudadano: ¡Tienes permiso! Cuarto ciudadano: Acérquense, hagan un círculo. Primer ciudadano: Hagan sitio al cadáver. Segundo ciudadano: Hagan sitio al noble Antonio. Antonio: ¡No me empujen! ¡Aléjense! Todos: ¡Atrás, atrás! Antonio: Si tienen lágrimas, prepárense a derramarlas. Todos conocen este manto. Recuerdo la primera vez que César se lo puso. Era una tarde de verano, en su tienda, el día que venció a los nervos. ¡Miren: por aquí penetró el puñal de Casio! ¡Vean qué brecha abrió el envidioso Casca! ¡Por esta otra le apuñaló su muy amado Bruto! Y al retirar su maldito acero, observen cómo la sangre de César lo siguió, como si abriera de par en par para cerciorarse si Bruto, malignamente, la hubiera llamado. Porque Bruto, como saben, era el ángel de César. ¡Juz-guen, oh dioses, con qué ternura le amaba César! ¡Ese fue el golpe más cruel de todos, porque cuando el noble César vio que él lo apuñalaba, la ingratitud, más fuerte que las armas de los traidores, lo aniquiló completamen-te! Entonces estalló su poderoso corazón, y, cubriéndose el rostro con el manto, el gran César cayó a los pies de la estatua de Pompeyo, al pie de la cual se desangró... ¡Oh, qué funesta caída, conciudadanos! En aquel momento, yo, y ustedes, y todos, caímos, mientras la sangrienta traición nos sumergía. Ahora lloran, y me doy cuenta que empiezan a sentir piedad. Esas lágrimas son genero-sas. Almas compasivas: ¿por qué lloran, si sólo han visto la desgarrada túnica de César? Miren aquí. Aquí está, desfigurado, como ven, por los traidores.

Primer ciudadano: ¡Penoso espectáculo! Segundo ciudadano: ¡Ay, noble César! Tercer ciudadano: ¡Funesto día! Cuarto ciudadano: ¡Traidores! ¡Miserables! Primer ciudadano: ¡Sangrienta visión! Segundo ciudadano: ¡Queremos venganza!

Todos: ¡Venganza! ¡Juntos! ¡Persíganles, quémenlos, mátenlos, degüéllenlos, no dejen un traidor vivo! Antonio: ¡Contéganse, ciudadanos!

Primer ciudadano: ¡Calma! ¡Escuchemos al noble Antonio!

Segundo ciudadano: Lo escucharemos, lo seguiremos y moriremos por él.

Antonio: Amigos, queridos amigos: que no sea yo quien los empuje al motín. Los que han consumado esta ac-ción son hombres dignos. Desconozco qué secretos agravios tenían para hacer lo que hicieron. Ellos son sabios y honorables, y no dudo que les darán razones. No he venido, amigos, a excitar su pasiones. Yo no soy orador como Bruto, sino, como todos saben, un hombre franco y sencillo, que quería a mi amigo, y eso lo saben muy bien los que me permitieron hablar de él en públi-co. Porque no tengo ni talento, ni elocuencia, ni mérito, ni estilo, ni ademanes, ni el poder de la oratoria para enardecer la sangre de los hombres. Hablo llanamente y sólo digo lo que ustedes mismos saben. Les muestro las heridas del amado César, pobres, pobres bocas mudas, y les pido que ellas hablen por mí. Pues si yo fuera Bru-to, y Bruto Antonio, ese Antonio exasperaría vuestras almas y pondría una lengua en cada herida de César ca-paz de conmover y amotinar los cimientos de Roma. Todos: Nos amotinaremos. Primer ciudadano: ¡Quemaremos la casa de Bruto! Tercer ciudadano: ¡Vamos, pues, persigamos a los conspiradores! Antonio: Escúchenme, ciudadanos. Escúchenme lo que tengo que decir. Todos: ¡Alto! Escuchemos al noble Antonio. Antonio: ¡Pero, amigos, no saben lo que van a hacer! ¿Qué ha hecho César para merecer su afecto? No lo saben. Yo se los diré. Han olvidado el testamento de que les hablé.

Todos: ¡Es verdad, el testamento! Esperemos a oír el testamento. Antonio: Aquí está, con el sello de César. A todos y cada uno de los ciudadanos de Roma, lega setenta y cinco dracmas. Ciudadano segundo: ¡Noble César! ¡Vengaremos su muerte! Tercer ciudadano: ¡Oh, magnánimo César! Antonio: Tengan paciencia y escúchenme. Todos: ¡Alto! Antonio: Lega, además, todos sus paseos, sus quintas particulares y sus jardines, recién plantados a este lado del Tíber. Los deja a perpetuidad a ustedes y a sus he-rederos, como parques públicos, para que se paséen y recréen.¡Éste sí que era un César! ¿Cuándo tendrán otro como él? a

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Hace ocho décadas y siete años, nuestros padres hicieron nacer en este continen-te una nueva nación, concebida en la Li-bertad y consagrada al principio de que todas las personas son creadas iguales.

Ahora estamos empeñados en una gran guerra civil, que pone a prueba si esta nación, o cualquier na-ción así concebida y así consagrada, puede perdurar largo tiempo.

Estamos reunidos en un gran campo de batalla de esa guerra. Hemos venido a consagrar una porción de ese campo como lugar del último reposo para aquellos que dieron aquí sus vidas para que esta nación pudiera vivir. Es absolutamente correcto y apropiado que haga-mos tal cosa.

Pero, en un sentido más amplio, no podemos de-dicar, no podemos consagrar, no podemos santificar este terreno. Los valientes hombres, vivos y muertos, que lucharon aquí, lo han consagrado muy por encima de nuestro pobre poder de añadir o restar algo.

El mundo no advertirá apenas ni recordará mucho tiempo lo que digamos aquí, pero nunca podrá olvidar lo que ellos aquí hicieron.

Somos más bien nosotros, los vivos, los que de-bemos consagrarnos aquí a la tarea inconclusa que aquellos que aquí lucharon hicieron avanzar tanto y tan noblemente.

Somos más bien nosotros los que debemos consa-grarnos aquí a la gran tarea que aún resta ante nosotros: que de estos muertos a los que honramos tomemos una devoción incrementada a la causa por la que ellos die-ron hasta la última medida colmada de la devoción; que resolvamos aquí firmemente que estos muertos no habrán muerto en vano; que esta nación, Dios median-te, tendrá un nuevo nacimiento de la libertad; y que el gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo, no perecerá en la Tierra. a

abraham linColn(12 de febrero de 1809 – 14 de abril de 1865)

para el pueblo

El discurso de Gettysburg (Pennsylvania), pronun-ciado por el Presidente Abraham Lincoln en la de-dicatoria del Cementerio Nacional de los caídos en la batalla de la Guerra Civil de los Estados Unidos librada en ese mismo sitio cuatro meses y medio an-tes, es uno de los más famosos y citados de la historia, por su precisa síntesis de lo que es la democracia.En menos de tres minutos, Lincoln pronunció diez oraciones que no suman en total 300 pala-bras, esa mañana del 19 de noviembre de 1863.La guerra logró mantener la integridad física y política de los Estados Unidos de América, ame-nazada por los secesionistas del sur, y terminó con la esclavitud de los negros.

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Presidente Hoover, Señor Presidente de la Corte de Justicia, amigos:

El de hoy es un día de consagración nacio-nal; estoy seguro de que mis conciudadanos esperan que al instalarme en la Presidencia me dirija a ellos con la sinceridad y la de-cisión que reclama la situación actual de

nuestro país.Esta hora es singularmente, la hora de decir la

verdad, la verdad total, franca y valiente. No podemos negarnos a las cosas que están sucediendo a nuestros ojos en nuestro propio suelo. Esta gran nación perdu-rará como ha perdurado, revivirá y prosperará.

Así pues, antes que otra cosa, permítanme rectifi-car mi firme creencia en que lo único que tenemos que temer es al temor; un temor desconocido, irrazonable, injustificado, que paraliza los esfuerzos necesarios para convertir la retirada en avance.

Franklin delano roosevelt(30 de enero de 1882 – 12 de abril de 1945)

temer sólo al temorFranklin Delano Roosevelt, el único Presidente de los Estados Unidos que ha servido cuatro mandatos (1933-1945), tomó posesión en Washington el 4 de marzo de 1933, en medio de la Gran Depresión iniciada en 1929, que fue superada bajo su conducción. Franklin, primo quinto del Presidente Theodore Roosevelt, estableció relaciones con la Unión Soviética y declaró la guerra a Japón en 1941, por el ataque a Pearl Harbor. Junto con Churchill, Stalin y De Gaulle derrotó en la Segunda Guerra Mundial a las potencias del Eje (Alemania, Japón e Italia), y sentó las bases para reordenar el mundo con la promoción de la Organización de las Naciones Unidas. Su discurso de toma de posesión dio aliento a su país en tiempos de crisis.

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En cada una de las horas oscuras de nuestra vida nacional, a la comprensión y el apoyo del pueblo, esen-cial para obtener la victoria, se ha sumado una orien-tación franca y decidida. Aliento la convicción de que una vez más ayudarán ustedes a dirigir el rumbo en estos días críticos.

Animado de este espíritu y confortado por el de ustedes, afrontamos nuestros problemas comunes, los cuales, gracias a Dios, son exclusivamente materiales. Los valores han mermado hasta alcanzar niveles fan-tásticos; los impuestos han aumentado; nuestra capa-cidad de pago ha disminuido; el manejo de todos los negocios confronta una seria reducción de ingresos; los medios de trueque se encuentran congelados en el tráfico comercial, hojas marchitas de la industria ya-cen por todas partes; los agricultores no encuentran mercado para sus productos; se han esfumado los ahorros que hicieron durante muchos años millares de familias.

Y, lo que es más importante, una multitud de ciu-dadanos sin empleo encara el inflexible problema de la existencia, y un número igualmente voluminoso trabaja con un salario ínfimo.

Sólo un optimista tonto puede negar la realidad os-cura del momento.

Empero, nuestra desgracia no procede de falta de empuje. No estamos asolados por una plaga de langos-tas. Si comparamos con los peligros que nuestros ante-pasados vencieron porque tenían fe y carecían de miedo, nos queda aún mucho que agradecer. La naturaleza de-para todavía su generosidad, multiplicada por los esfuer-zos humanos, y que en gran proporción encontramos en nuestro camino pero, si la tomamos con demasiada lar-gueza, la consumiremos al iniciarse apenas la provisión.

Lo anterior acontece, principalmente, porque los administradores del intercambio de bienes de consu-mo para la humanidad, debido a su propia obcecación e incompetencia, han fracasado y, al admitir su fracaso, se han retirado. Los métodos que acostumbran usar los corredores de moneda, faltos de escrúpulos, están enjui-ciados en el tribunal de la opinión pública, y son recha-zados por los corazones y las mentes de los hombres.

En verdad ellos han intentado la solución, pero sus esfuerzos están fundidos en el molde de una tradición ya muy gastada. Ante la falta de crédito, sólo se les ha ocurrido proponer más dinero en préstamo.

Despojados del cebo de la utilidad, por el cual in-ducen a nuestro pueblo a seguir su falta de orientación, han recurrido a ruegos, suplicando lastimosamente que se restablezca la confianza. Lo único que conocen son las reglas de una generación de egoístas. Carecen de visión y cuando ésta falta, el pueblo sucumbe.

Los cambistas de dinero han huido de sus altos si-tiales en el templo de nuestra civilización. Ahora pode-mos reinstalar en ese templo, las verdades antiguas.

La medida de esa restauración depende del grado en el cual apliquemos valores sociales más nobles que la simple humanidad monetaria.

Ya no deben subordinarse la felicidad y el estímu-lo moral del trabajo, a la loca persecución de beneficios que se desvanecen. Estos días lúgubres valdrán todo lo que nos cuestan si nos enseñan que nuestro verdadero destino no nos va a servir sino para administrarnos y administrar a nuestro prójimo.

Sin embargo, la restauración no sólo clama por que se hagan cambios en la moral. Este país demanda acción y acción inmediata.

Nuestra tarea primordial y máxima consiste en po-ner a la gente a trabajar. Esto no es un problema insolu-ble, si lo afrontamos con prudencia y valentía.

Esa labor puede ser auxiliada si se hacen esfuerzos definidos con el fin de elevar los precios de las cosechas agrícolas y, con esta fuerza económica, adquirir la pro-ducción total de nuestras ciudades.

Puede remediarse también impidiendo en la realidad la tragedia que significa la pérdida creciente, por remates hipotecarios, de nuestros pequeños hogares y granjas.

Se puede contribuir a ella si se insiste en que los go-biernos federal, estatal y local impongan una reducción inmediata y drástica en sus gastos.

Puede ayudárseles unificando las actividades de socorro que, a la fecha y con frecuencia, son dispersas, antieconómicas y desiguales. Puede ser auxiliada me-diante la planificación nacional y la supervisión de todas las formas de transporte y comunicaciones, así como de otros servicios de naturaleza netamente pública.

Hay muchos otros medios por los cuales puede ayudarse a esta tarea, pero jamás se le remediará con sólo hablar de ella. Debemos actuar y hacerlo con premura.

Por último, en nuestro camino hacia la reanudación del trabajo, necesitamos dos garantías para impedir que vuelvan los males anteriores: debe haber una supervisión estricta de todas las operaciones bancarias, así como de los créditos e inversiones; hay que poner término a las especulaciones que se hacen con el dinero de la gente y contar con una disposición que establezca una moneda corriente, adecuada y firme.

El pensamiento fundamental que guía estas medi-das específicas de recuperación nacional, no tiene lími-tes estrictamente nacionales.

Insistimos, como primera consideración, en la mu-tua dependencia que hay entre los diversos principios, y sus partes, que norman a los Estados Unidos; el recono-cimiento de la antigua y siempre importante manifesta-ción del espíritu explorador del norteamericano.

Ese es el camino hacia la recuperación. El camino inmediato. La seguridad más firme de que la recupe-ración perdurará.

En la esfera de la política mundial, es mi deseo que esta política de gran nación se consagre a la política de

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buen vecino -el que definitivamente se respeta a sí mismo y por ello, respeta los derechos de los demás-, el que acata sus obligaciones y la solemnidad de sus pactos en un mun-do de vecinos. Si yo estoy interpretando correctamente el estado de ánimo de nuestro pueblo, debo decir que hemos tomado conciencia, como nunca antes, de nuestra inter-dependencia de los unos con los otros. De que ya no po-demos solamente pedir, sino que debemos dar.

Sé que estamos listos y deseosos de someter nues-tras vidas y propiedades a esa disciplina, que nos orienta para lograr un bienestar más prolongado.

Propongo todos estos recursos, empeñando mi palabra para que las empresas más arduas nos obliguen a todos, como un compromiso sagrado, dentro de una unidad de deberes hasta ahora sólo evocada en tiempos de contiendas armadas.

Con esta garantía asumo sin vacilaciones la direc-ción del gran ejército de nuestro pueblo, dedicado al ata-que disciplinado de nuestros antepasados.

Nuestra Constitución es tan sencilla y práctica, que siempre es posible satisfacer necesidades extraordina-rias, haciendo cambios para subrayar lo más imperioso y disponiendo arreglos, sin que pierda su forma esencial.

Es de esperarse que el equilibrio normal que haya entre las autoridades ejecutivas y las legislativas sea total-mente adecuado para acometer la tarea sin precedentes que nos espera. Pero puede ser que la exigencia y la nece-sidad sin paralelo para emprender una acción sin demo-ras, imponga una desviación transitoria de ese equilibrio normal que debe conservar el procedimiento público.

Estoy preparado, conforme a mis deberes consti-tucionales, para proponer las medidas que un mundo herido requiere.

Estas disposiciones, o cualesquiera otras que el Con-greso pueda decretar, como producto de su experiencia y sabiduría, y dentro de mi autoridad constitucional, son las que trataré de adoptar con toda presteza.

Pero en el caso de que el Congreso no tome uno de estos dos caminos, y ante el caso de que la situación nacional sea aún crítica, no eludiré la ruta clara del deber que para entonces tendré que seguir.

Solicitaré al Congreso el instrumento que me falta para hacer frente a esta crisis, esto es, que se me otorguen amplias facultades ejecutivas para emprender una gue-rra contra las necesidades urgentes, tan grandes como las que podrían concedérseme, si en realidad estuviéramos invadidos por un enemigo extranjero.

A cambio de la confianza que en mí se ha deposita-do, ofrezco el valor y la lealtad, propias de la época. No podría hacer menos.

No desconfío del futuro de la democracia esencial. El pueblo de Estados Unidos no ha fracasado. En su ne-cesidad, ha señalado un mandato que requiere una ac-ción enérgica y directa.

Ese pueblo desea disciplina y orientación bajo una guía. Me ha constituido en instrumento actual de sus deseos. Acepto esa prenda en su mismo espíritu.

Al consagrarme a esta nación, pido humildemente la bendición de Dios. ¡Que él proteja a todos y cada uno de nosotros! ¡Que él me guíe en los días por venir! a

manuel aZaÑa(10 de enero de 1880 – 3 de noviembre de 1940)

Quien se limita a defenderse está perdidoPeriodista y político, escritor y dramaturgo (autor de Vida de don Juan Valera y de Pepita Jiménez), Manuel Azaña, Presidente del Gobierno Republi-cano Español en 1931-1933, y Presidente de la Se-gunda República Española (1936-1939) durante la Guerra Civil, fue también un orador notable. Este discurso lo pronunció el 16 de octubre de 1933 en la clausura de la asamblea del Partido Acción Re-publicana.

El primer artículo de la política nacional, de una política nacional tal como yo la he de-finido y la concibo, es la política de defensa republicana, en la inteligencia de que no se defiende uno con la inmovilidad: en la gue-

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rra quien se limita a defenderse está perdido. No hay más defensa republicana en el porvenir que la acción y la marcha hacia adelante.

No aguardemos impasiblemente a que venga el ataque para repelerlo. Eso no sería defensa republi-cana; sería resignación republi cana. Esta política na-cional, defendiendo la República, impulsándola hacia adelante, para ser nacional necesita tomar en cuenta todos los intereses permanentes y comunes del país es-pañol, y no podrá pretender nadie que el Estado repu-blicano se salga de su papel de árbitro y de su misión de fundir las discordias sociales y de ir introduciendo la paz y los cauces jurídicos en las contiendas interio-res del pueblo español.

Nadie que no esté ciego podrá negar que la socie-dad española está en trance de transformación; el que no lo vea, más vale que se de-dique a otra cosa. ¿Qué nos reserva el porvenir? Yo lo ignoro; pero si el Estado no puede entregarse al servicio exclusivo de una clase social, tampoco, como ya afirmábamos aquí hace tres años, puede entregarse al servicio de otra clase social: ha de estar en el fiel de la justicia y ha de arbitrar es-tas contiendas y ha de prestar los cau ces jurídicos y legales para que todo aquel que recurra a las vías de la democracia, del sufragio y de la libre discusión pueda llegar hasta donde sus fuerzas, lealmente desplegadas, le consientan y permitan, y pesar en el Estado con el peso a que su función específica y política le dé el dere-cho y, quizá, el deber de imponerse en la gobernación del país. Abierto está el camino a todos, sin violencias atentatorias al Estado, sin violencias del Estado, que también son deplorables y funestas; abiertos los cami-nos de la democracia, que es para lo que ha venido la República; y en la Constitución de la República hay más que suficiente, en algunos de sus preceptos, para alimentar la actividad reformadora de la sociedad es-pañola durante varios años, en la seguridad de que no la agota. De esta política nacional, justa, centrada, in-dependiente, nosotros no nos podemos apartar, y es en nombre de ella, que no es la personificada en ningún sujeto, ni siquiera en un partido, mucho menos en un Gobierno o en un grupo parlamentario, sino que nos abarca a todos, absolutamente a todos los que tenemos de la República este concepto que yo he tratado de ex-presar; es en nombre de ese concepto de la República y de esa política en el que hacemos este llamamiento, esta invitación, y creemos también que hacemos la de-finición de un deber que nos es común.

¿Quién nos oirá? Yo no voy a decir que el que nos oiga que nos siga. No; nosotros no queremos ser directores de nada, ni cabeza de nada ni mandar a nadie; nosotros nos contentamos con estar en línea con nuestros iguales y con marchar en la línea común, persiguiendo un objetivo común. ¿Quién nos oirá? Yo espero que nos oirá todo lo que es izquierda en el país

español, y espero también un poco que nos oirá la ju-ventud; la juventud, que no consiste en la edad sólo, ni se determina por la partida de nacimiento. A la ju-ventud, que dura muy poco y que tiene por títulos a la simpatía de toda la generosidad, el desinterés y el ardimiento, le falta una cosa que se adquiere con tris-teza, que es la experiencia; pero ya se encarga la vida de podar los impulsos juveniles y acendrar en el alma, con el sentimiento motor, que no se pierde nunca si se es de clase y de ley, la prudencia y el tacto, que sólo enseñan el mundo y el don de gentes. Pero la juventud nos es necesaria. No me refiero a la juventud organi-zada de este o del otro partido; yo no ahínco las cosas hasta ese extremo. Nos es necesaria la juventud en el ancho cauce del porvenir español.

Unos los denominaban los mal llamados años; otros, los años gloriosos -eso era según el partido a que se pertenecía-, y yo me preguntaba, me lo he pregun-tado repetidas veces: estos dos años, estos tres años, ¿quedarán en la historia española como uno de los in-tentos generosos que se encuentran en nuestro pasa-do, como aquel trienio del 20 al 23, como aquel bienio constituyente del 54 al 56, como los inicios de la revo-lución del 68 y de la República del 73? ¿Quedará esto así, emergiendo del mar español como un recuerdo, para algunos amable, para otros funesto, maldecido por unos, venerado por otros? Y nosotros ¿pasaremos dejando en la esterilidad toda nuestra obra, todo nues-tro trabajo y sacrificio, y lo que es peor, las esperanzas de los españoles? Esto me ha angustiado profunda-mente, y en días negros y de desesperación casi, me he preguntado si, ante el porvenir que se nos ofrecía, ante lo que veía cerca de mí, ante el peligro que yo sentía latente bajo mis manos, no estaríamos representando una vez más este drama de la regeneración imposible de la vida política española. Y yo me he hecho muchas veces esta cuenta: nuestro deber es defendernos heroi-camente hasta lo último, es mantener vivo el régimen. Quizá ahora se ha sembrado la cizaña en el campo re-publicano; quizá ahora pululan los enemigos donde menos quisiera uno encontrarlos; pero esto pasará y, si acertamos a mantener en alto el luminar que nos guía, ya vendrán otros que lo recojan de nuestras ma-nos, que no hayan conocido nuestras angustias, que no hayan conocido nuestras dificultades, y que si, como pasa con una generación respecto de la antecedente, llegan incluso a burlarse de nosotros, a despreciarnos, por lo menos habrán recibido de nosotros la herencia que tienen derecho a que les conservemos.

Por eso, amigos y correligionarios, cuando veo en peligro lo que más amamos, cuando veo en peli-gro el lleno de nuestra esperanza que es la del pueblo español y el fruto de nuestro trabajo, pienso en la ju-ventud. Ellos vendrán empujándonos, ellos vendrán con otras virtudes, con otros errores, con otros fra-

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casos; pero espero que sean ellos los que recojan de nuestras manos lo que nosotros les podemos legar, que no podrá ser sino una República pura de toda mancha, de toda responsabilidad y de toda traición. Pero, entretanto, y para que esta transmisión sucesiva de generación en generación pueda existir, es obvio que no podemos dejar perecer lo existente. Jóvenes o no. Republicanos de acción o no, todos los que sen-

timos el mismo fervor que yo he tratado de expresar ante vosotros, estamos obligados a una obra común. Mañana será el día de la lucha. ¡A vencer por enci-ma de todo! Después, ya veremos lo que pasa; pero el deber está bien claro. Republicanos, republicanos de todo lo que es revolución en España, dondequiera que estéis y a cualquier clase a la pertenezcáis ¡Arriba por la República y por la Patria! a

A la nación:

La actitud asumida por las compañías pe-troleras negándose a obedecer el mandato de la justicia nacional que por conducto de la Suprema Corte las condenó en todas sus partes a pagar a sus obreros el monto de la

demanda económica que las propias empresas lleva-ron a los tribunales judiciales por inconformidad con las resoluciones de los Tribunales del Trabajo, impone al Ejecutivo de la Unión el deber de buscar en los re-cursos de nuestra legislación un medio eficaz que evite definitivamente, para el presente y para el futuro, el que los fallos de la justicia se nulifiquen o pretendan nulificarse por la sola voluntad de las partes o de algu-na de ellas mediante una simple declaratoria de insol-vencia como se pretende hacerlo en el presente caso, no haciendo más que incidir con ello en la tesis misma de la cuestión que ha sido fallada. Hay que conside-rar que un acto semejante destruiría las normas so-ciales que regulan el equilibrio de todos los habitantes de una nación, así como el de sus actividades propias, y establecería las bases de procedimientos posterio-res a que apelarían las industrias de cualquier índole establecidas en México y que se vieran en conflictos con sus trabajadores o con la sociedad en que actúan;

láZaro Cárdenas(21 de mayo de 1895 –19 de octubre de 1970)

expropiación de las compañías petrolerasAsí como la Independencia y la Reforma marcan el siglo XIX mexicano, la Revolución de 1910 y la Expro-piación Petrolera se significan en el siglo XX.El Presidente Lázaro Cárdenas decretó la Expropiación de los bienes de las compañías petroleras extranjeras -la explotación de los recursos del subsuelo, siempre propiedad de la nación, había sido concesionada, no era de su propiedad-, fue consecuencia de la negativa patronal a una sentencia de la Suprema Corte de Justicia de la Na-ción que los obligaba a cubrir demandas económicas de los trabajadores. El suceso trascendió para convertirse en una afirmación de la soberanía sobre el petróleo, para asegurar el abasto de energéticos y propiciar la expan-sión del desarrollo de México. Repasar el discurso pronunciado por Cárdenas en el Palacio Nacional ese 18 de marzo de 1938 es muy oportuno en estos tiempos.

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si pudieran maniobrar impunemente para no cumplir con sus obligaciones ni reparar los daños que ocasio-naran con sus procedimientos y con su obstinación.

Por otra parte, las compañías petroleras, no obs-tante la actitud de serenidad del Gobierno y las consi-deraciones que les ha venido guardando, se han obs-tinado en hacer, fuera y dentro del país, una campaña sorda y hábil que el Ejecutivo Federal hizo conocer hace dos meses a uno de los gerentes de las propias compañías, y que ese no negó, y que han dado el re-sultado que las mismas compañías buscaron: lesionar seriamente los intereses económicos de la nación, pre-tendiendo por este medio hacer nulas las determina-ciones legales dictadas por las autoridades mexicanas.

Ya en estas condiciones no será suficiente, en el presente caso, conseguir los procedimientos de ejecu-ción de sentencia que señalan nuestras leyes para some-ter a la obediencia a las compañías petroleras, pues la substracción de fondos verificada por ellas con antela-ción al fallo del Alto Tribunal que las juzgó, impide que el procedimiento sea viable y eficaz; y por otra parte, el embargo sobre la producción o el de las propias insta-laciones y aun el de los fondos petroleros implicarían minuciosas diligencias que alarga-rían una situación que por deco-ro debe resolverse desde luego, e implicarían también la necesidad de solucionar los obstáculos que pondrían las mismas empresas, seguramente, para la marcha nor-mal de la producción para la co-locación inmediata de ésta y para poder coexistir la parte afectada con la que indudablemente que-daría libre y en las propias manos de las empresas.

Y en esta situación de suyo delicada, el Poder Pú-blico se vería asediado por los intereses sociales de la nación que sería la más afectada, pues una producción insuficiente de combustible para las diversas activida-des del país, entre las cuales se encuentran algunas tan importantes como las de transporte, o una producción nula o simplemente encarecida por las dificultades, ten-dría que ocasionar, en breve tiempo, una situación de crisis incompatible no sólo con nuestro progreso, sino con la paz misma de la nación; paralizaría la vida banca-ria; la vida comercial en muchísimos de sus principales aspectos; las obras públicas que son de interés general se harían poco menos que imposibles y la existencia del propio Gobierno se pondría en grave peligro, pues per-dido el poder económico por parte del Estado, se perde-ría asimismo el poder político produciéndose el caos.

Es evidente que el problema que las compañías pe-troleras plantean al Poder Ejecutivo de la nación con su negativa a cumplir la sentencia que les impuso el más Alto Tribunal Judicial, no es un simple caso de ejecución

de sentencia, sino una situación definitiva que debe re-solverse con urgencia. Es el interés social de la clase labo-rante en todas las industrias del país el que lo exige. Es el interés público de los mexicanos y aun de los extranjeros que viven en la República y que necesitan de la paz y de la dinámica de los combustibles para el trabajo. Es la misma soberanía de la nación, que quedaría expuesta a simples maniobras del capital extranjero, que olvidando que pre-viamente se ha constituido en empresas mexicanas, bajo leyes mexicanas, pretende eludir los mandatos y las obli-gaciones que le imponen autoridades del propio país.

Se trata de un caso evidente y claro que obliga al Go-bierno a aplicar la Ley de Expropiación en vigor, no sólo para someter a las empresas petroleras a la obediencia y a la sumisión, sino porque habiendo quedado rotos los contratos de trabajo entre las compañías y sus trabajado-res, por haberlo así resuelto las autoridades del trabajo, de no ocupar el Gobierno las instituciones de las compañías, vendría la paralización inmediata de la industria petro-lera, ocasionando esto males incalculables al resto de la industria y a la economía general del país.

En tal virtud se ha expedido el decreto que corres-ponde y se han mandado ejecutar sus conclusiones,

dando cuenta en este manifiesto al pueblo de mi país, de las razones que se han tenido para proceder así y demandar de la nación entera el apoyo moral y material necesarios para afrontar las consecuencias de una determinación que no hubiéra-mos deseado ni buscado por nues-tro propio criterio.

La historia del conflicto del trabajo que culminará con este

acto de emancipación económica, es la siguiente:El año de 1934, en relación con la huelga plan-

teada por los diversos sindicatos de trabajadores al servicio de la compañía de petróleo El Águila, S.A., el Ejecutivo de mi cargo aceptó intervenir con el carácter de árbitro a fin de procurar un advenimiento concilia-torio entre las partes.

En junio de 1934 se pronunció el laudo relativo y en octubre del mismo año, una sentencia aclaratoria fi-jando el procedimiento adecuado para revisar aquellas resoluciones que no hubiesen obtenido oportunamen-te la debida conformidad.

A finales de 1935 y principios de 1936 el C. [ciu-dadano] Jefe del Departamento del Trabajo, por de-legación que le conferí, dictó diversos laudos sobre nivelación, uniformidad de salarios y casos de contra-tación, tomando como base el principio constitucional de la igualdad de salarios ante igualdad de trabajo.

Con objeto de hacer desaparecer algunas anoma-lías, citó el propio Departamento, a una conferencia, a los representantes de las diversas agrupaciones sindi-

las compañías petroleras han gozado durante

muchos años, los más de su existencia, de grandes

privilegios para su desarrollo y expansión

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cales, y en ellas se llegó a un acuerdo sobre numerosos casos que se hallaban pendientes y reservándose otros por estar sujetos a investigaciones y análisis posterio-res encomendados a comisiones integradas por repre-sentantes de trabajadores y patrones.

El Sindicato de Trabajadores Petroleros convocó entonces a una asamblea extraordinaria en la que se fijaron los términos de un contrato colectivo que fue rechazado por las compañías petroleras una vez que les fue propuesto.

En atención a los deseos de las empresas y con el fin de evitar que la huelga estallara, se dieron ins-trucciones al Jefe del Departamento del Trabajo para que, con la aquiescencia de las partes, procuraran la celebración de una convención obrero patronal en-cargada de fijar de común acuerdo los términos del contrato colectivo y mediante un convenio que se fir-mó el 27 de noviembre de 1936. En tal convención, las empresas presentaron sus contraposiciones y en vista de la lentitud de los trabajos, se acordó modifi-car el estudio dividiendo las cláusulas en económicas, sociales y administrativas para iniciar desde luego el examen de las primeras.

Las contingencias de la discusión revelaron las difi-cultades existentes para lograr un acuerdo entre los tra-bajadores y las empresas cuyos puntos de vista se aleja-ban considerablemente, juzgando las compañías que las proposiciones de los obreros eran exageradas y señalan-do a su vez los trabajadores la falta de comprensión de las necesidades sociales y la intransigencia de las compañías por lo que la huelga estalló, en mayo de 1937.

Las compañías ofrecieron, entonces y en respues-ta a mis exhortaciones, aumentar los salarios y mejorar ciertas prestaciones y el Sindicato de Trabajadores, a su vez, resolvió plantear ante la Junta de Conciliación el conflicto económico y levantó la huelga el 9 de junio.

En virtud de lo anterior, la Junta de Conciliación y Arbitraje tomó conocimiento de ello y de acuerdo con las disposiciones legales relativas fue designada con el fin indicado, por el Presidente de la Junta, una comisión de peritos constituida por personas de alta calidad moral y preparación adecuada.

La comisión rindió su dictamen encontrando que las empresas podían pagar por las prestaciones que en el mismo se señalan, la cantidad de $26,332,756.00 contra la oferta que hicieron las 17 compañías petro-leras durante la huelga de mayo de 1937. Los peritos declararon, de manera especial, que las prestaciones consideradas en el dictamen quedarían satisfechas totalmente con la suma propuesta, pero las empresas argumentaron que la cantidad señalada era excesiva y podría significar una erogación mucho mayor que conceptuaron en un monto de $41,000,000.00. Ante tales aspectos de la cuestión el Ejecutivo de mi cargo auspició la posibilidad de que el sindicato de traba-

jadores de la industria petrolera y las empresas debi-damente representadas para tratar sobre el conflicto, llegaran a un arreglo, lo que no fue posible obtener en vista de la actitud negativa de las compañías.

Sin embargo de ello, deseando el Poder Público una vez más lograr un convenio extrajudicial entre las partes en conflicto, ordenó a las autoridades del trabajo que hicieran saber a las compañías petroleras su dispo-sición de intervenir para que los sindicatos de trabaja-dores aceptaran las aclaraciones que habían de hacerse en algunos puntos oscuros del laudo, y que más tarde podrían prestarse a interpretaciones indebidas y asegu-rándoles que las prestaciones señaladas no rebasarían de manera alguna los $26,332,756.00, no habiéndose logrado a pesar de la intervención directa del Ejecutivo el resultado que se perseguía.

En todas y cada una de estas diversas gestiones del Ejecutivo para llegar a una final conclusión del asunto dentro de términos conciliatorios y que abarcan pe-riodos anteriores y posteriores al juicio de amparo que produjo este estado de cosas, quedó establecida la in-transigencia de las compañías demandadas.

Es por tanto preconcebida su actitud y bien medita-da su resolución para que la dignidad del Gobierno pudie-ra encontrar medios menos definitivos, y actitudes menos severas que lo llevaran a la resolución del caso sin tener que apelar a la aplicación de la Ley de Expropiación.

Para mayor justificación del acto que se anuncia, hagamos breve historia del proceso creador de las com-pañías petroleras en México y de los elementos con que se han desarrollado sus actividades.

Se ha dicho hasta el cansancio que la industria petrolera ha traído al país cuantiosos capitales para su fomento y desarrollo.

Esta afirmación es exagerada. Las compañías pe-troleras han gozado durante muchos años, los más de su existencia, de grandes privilegios para su desarrollo y ex-pansión; de franquicias aduanales; de exenciones fiscales y de prerrogativas innumerables, y cuyos factores de privi-legio, unidos a la prodigiosa potencialidad de los mantos petrolíferos que la nación les concesionó, muchas veces contra su voluntad y contra el derecho público, significan casi la totalidad del verdadero capital de que se habla.

Riqueza potencial de la nación; trabajo nativo pagado con exiguos salarios; exención de impuestos; privilegios económicos, y tolerancia gubernamental, son los factores del auge de la industria del petróleo en México.

Examinemos la obra social de las empresas: ¿En cuántos de los pueblos cercanos a las explotaciones petroleras hay un hospital, una escuela o un centro so-cial, o una obra de aprovisionamiento o saneamiento de agua, o un campo deportivo o una planta de luz, aunque fuera a base de los muchos millones de metros cúbicos del gas que desperdician las explotaciones?

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¿En cuál centro de actividad petrolífera, en cambio, no existe una policía privada destinada a salvaguardar intereses particulares, egoístas y algunas veces ilegales? De estas agrupaciones, autorizadas o no por el Gobier-no, hay muchas historias de atropellos, de abusos y de asesinatos, siempre en beneficio de las empresas.

¿Quién no sabe o no conoce la diferencia irritante que norma la construcción de los campamentos de las com-pañías? Confort para el personal extranjero; mediocridad, miseria e insalubridad para los nacionales. Refrigeración y protección contra insectos para los primeros; indiferen-cia y abandono, médico y medicinas siempre regateadas para los segundos; salarios inferiores y trabajos rudos y agotantes para los nuestros. Abuso de una tolerancia que se creó al amparo de la ignorancia, de la prevaricación y de la debilidad de los dirigentes del país, es cierto, pero cuya urdimbre pusieron en juego los inversionistas que no su-pieron encontrar suficientes recursos morales que dar en pago de la riqueza que han venido disfrutando.

Otra contingencia, forzosa del arraigo de la indus-tria petrolera, fuertemente caracterizada por sus tenden-cias antisociales, y más dañosa que todas las enumeradas anteriormente, ha sido la persistente, aunque indebida intervención de las empresas en la política nacional.

Nadie discute ya si fue cierto o no que fueran sos-tenidas fuertes facciones de rebeldes por las empresas petroleras en la Huasteca Veracruzana y en el Istmo de Tehuantepec, durante los años 1917 a 1920 contra el Go-bierno constituido. Nadie ignora tampoco cómo en dis-tintas épocas a las que señalamos y aun contemporáneas, las compañías petroleras han alentado casi sin disimulos, ambiciones de descontentos contra el régimen del país, cada vez que ven afectados sus negocios, ya con la fijación de impuestos o con la rectificación de privilegios que dis-frutan o con el retiro de tolerancias acostumbradas. Han tenido dinero para armas y municiones para la rebelión. Dinero para la prensa antipatriótica que las defiende. Di-nero para enriquecer a sus incondicionales defensores. Pero para el progreso del país, para encontrar el equili-brio mediante una justa compensación del trabajo, para el fomento de la higiene en donde ellas mismas operan, o para salvar de la destrucción las cuantiosas riquezas que significan los gases naturales que están unidos con el petróleo en la naturaleza, no hay dinero, ni posibilida-des económicas ni voluntad para extraerlo del volumen mismo de sus ganancias. Tampoco lo hay para reconocer una responsabilidad que una sentencia les define, pues juzgan que su poder económico y su orgullo les escuda contra la dignidad y la soberanía de una nación que les ha entregado con largueza sus cuantiosos recursos naturales y que no puede obtener, mediante medidas legales, la sa-tisfacción de las más rudimentarias obligaciones.

Es por lo tanto ineludible, como lógica consecuencia de este breve análisis, dictar una medida definitiva y legal para acabar con este estado de cosas permanente en el que

el país se debate sintiendo frenado su progreso industrial por quienes tienen en sus manos el poder de todos los obs-táculos y la fuerza dinámica de toda actividad, usando de ella no con miras altas y nobles, sino abusando frecuente-mente de ese poderío económico hasta el grado de poner en riesgo la vida misma de la nación, que busca elevar a su pueblo mediante sus propias leyes aprovechando sus propios recursos y dirigiendo libremente sus destinos.

Planteada así la única solución que tiene este pro-blema, pido a la nación entera un respaldo moral y material suficiente para llevar a cabo una resolución tan justificada, tan trascendente y tan indispensable.

El Gobierno ha tomado ya las medidas convenien-tes para que no disminuyan las actividades constructivas que se realizan en toda la República y para ello, pido al pueblo, confianza plena y respaldo absoluto en las dis-posiciones que el propio Gobierno tuviere que dictar.

Sin embargo, si fuere necesario, haremos el sacrificio de todas las actividades constructivas en las que la nación ha entrado durante este periodo de Gobierno para afrontar los compromisos económicos que la aplicación de la Ley de Expropiación sobre intereses tan vastos nos demanda y aunque el subsuelo mismo de la Patria nos dará cuan-tiosos recursos económicos para saldar el compromiso de indemnización que hemos contraído, debemos aceptar que nuestra economía individual sufra también los indis-pensables reajustes, llegándose, si el Banco de México lo juzga necesario, hasta la modificación del tipo actual de cambio de nuestra moneda, para que el país entero cuente con numerario y elementos que consoliden este acto de esencial y profunda liberación económica de México.

Es preciso que todos los sectores de la nación se revistan de un franco optimismo y que cada uno de los ciudadanos, ya en sus trabajos agrícolas, industriales, comerciales, de transporte, etc., desarrollen a partir de este momento una mayor actividad para crear nue-vos recursos que vengan a revelar cómo el espíritu de nuestro pueblo es capaz de salvar la economía del país por el propio esfuerzo de sus ciudadanos.

Y como pudiera ser que los intereses que se debaten en forma acalorada en el ambiente internacional, pudie-ran tener de este acto de exclusiva soberanía y dignidad nacional que consumamos, una desviación de materias primas, primordiales para la lucha en que están empe-ñadas las más poderosas naciones, queremos decir que nuestra explotación petrolífera no se apartará un solo ápice de la solidaridad moral que nuestro país mantiene con las naciones de tendencia democrática y a quienes deseamos asegurar que la expropiación decretada sólo se dirige a eliminar obstáculos de grupos que no sienten la necesidad evolucionista de los pueblos, ni les dolería ser ellos mismos quienes entregaran el petróleo mexica-no al mejor postor, sin tomar en cuenta las consecuen-cias que tienen que reportar las masas populares y las naciones en conflicto. a

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Situación: El viernes por la noche re-cibí de Su Majestad la mi-sión de formar un nuevo gobierno. Era la evidente

voluntad del Parlamento y de la na-ción el que fuera concebido sobre unas bases lo más amplias posibles y que incluyera a todos los partidos. Ya he completado la parte más im-portante de esta tarea. Se ha forma-do un gabinete de guerra de cinco miembros, representando, con la oposición Laborista y los Liberales, la unión de la nación. Fue necesario hacerlo en un día, debido a la extre-ma urgencia y rigor de los eventos. Otras posiciones claves fueron cu-biertas ayer. Esta noche le presento al rey una lista más amplia. Espero poder completar el nombramiento de los principales ministros en el día de mañana.

Normalmente, el nombramiento de ministros lle-va mayor tiempo. Confío en que cuando el Parlamento se reúna nuevamente se complete esta parte de mi ta-rea y que el Gobierno se halle, en todos sus aspectos, completo.

Consideré para el bien público el sugerirle al Pre-sidente que el Parlamento se debería reunir hoy día. Al final de los procedimientos de hoy, se propondrá el cese del parlamento hasta el 21 de mayo, hecha la previsión de reuniones previas si fueran necesarias. En cuyo caso se notificará a los miembros del Parlamento lo más pronto posible.

Ahora, invito al Parlamento que con una resolu-ción archive la aprobación de los pasos que han toma-do y declare su confianza en el Gobierno. La resolución “este Parlamento le da la bienvenida a la formación de un gobierno que represente la unida e inflexible resolu-ción de la nación de proseguir la guerra con Alemania hasta su victoriosa conclusión”. Formar un gobierno de

esta complejidad y en esta escala es una responsabili-dad seria en sí misma.

Debemos recordar que estamos en las fases pre-liminares de una de las grandes batallas de la historia, que nosotros estamos actuando en muchos puntos de Noruega y Holanda, que estamos preparados en el Me-diterráneo, que la batalla aérea es continua y que muchos

preparativos tienen que hacerse aquí y en el exterior. En esta crisis, espe-ro que pueda perdonárseme si no me extiendo mucho al dirigirme a la Cámara hoy. Espero que cualquiera de mis amigos y colegas, o antiguos colegas, que están preocupados por la reconstrucción política, se harán cargo, y plenamente, de la falta total de ceremonial con la que ha sido ne-cesario actuar. Yo diría a la Cámara, como dije a todos los que se han in-corporado a este Gobierno: «No ten-go nada más que ofrecer que sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor».

Tenemos ante nosotros una prueba de la más penosa naturale-za. Tenemos ante nosotros muchos, muchos, largos meses de combate

y sufrimiento. Me preguntan: ¿Cuál es nuestra polí-tica? Se los diré: Hacer la guerra por mar, por tierra y por aire, con toda nuestra potencia y con toda la fuerza que Dios nos pueda dar; hacer la guerra contra una tiranía monstruosa, nunca superada en el oscuro y lamentable catálogo de crímenes humanos. Esta es nuestra política.

Me preguntan: ¿Cuál es nuestra aspiración? Pue-do responder con una palabra: Victoria, victoria a toda costa, victoria a pesar de todo el terror; victoria por largo y duro que pueda ser su camino; porque sin vic-toria no hay supervivencia. Tengan esto por cierto; no habrá supervivencia para todo aquello que el Imperio Británico ha defendido, no habrá supervivencia para el estímulo y el impulso de todas las generaciones, para que la humanidad avance hacia su objetivo. Pero yo asumo mi tarea con ánimo y esperanza.

Estoy seguro de que no se tolerará que nuestra causa se malogre en medio de los hombres. En este tiempo me siento autorizado para reclamar la ayuda de todas las personas y decir: «Venid, pues, y vayamos juntos adelante con nuestras fuerzas unidas».a

winston ChurChill(30 de noviembre de 1874 – 24 de enero de 1965)

“sangre, sudor y lágrimas”El 13 de mayo de 1940, iniciada la Guerra con la Alemania nazi, el primer ministro británico Wins-ton Churchill se dirigió al Parlamento para trazar las urgentes medidas que había que emprender para alcanzar la victoria, cinco años después, con enormes sacrificios y heroísmo.

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Los jefes que, desde hace varios años, están al mando del Ejército francés, han formado un gobierno. Ese gobierno, alegando la derrota del Ejército, estableció comunicación con el enemigo para cesar los combates.

Por supuesto, hemos estado y estamos hundidos por la fuerza mecánica, terrestre y aérea del enemigo.

Infinitamente, más que su número, son los tan-ques, los aviones, la táctica de los alemanes lo que nos hace retroceder. Son los tanques, los aviones, la tácti-ca de los alemanes los que han sorprendido a nuestros mandos, al grado de llevarlos a la situación en la que hoy se encuentran.

Pero, ¿se ha dicho la última palabra? ¿La esperan-za debe desaparecer? ¿La derrota es definitiva? ¡No!

Créanme, a mí que les hablo con conocimiento de causa y les digo que nada está perdido para Francia. Los mismos medios que nos han vencido pueden dar-nos un día la victoria.

¡Pues Francia no está sola! ¡No está sola! Tiene un vasto imperio de su lado. Puede formar bloque con el Imperio Británico, que domina el mar y continúa la lucha. Puede, como Inglaterra, utilizar sin límites la in-mensa industria de Estados Unidos.

Esta guerra no se limita al triste territorio de nuestro país. Esta guerra no se decidió en la Batalla de Francia. Esta guerra es una guerra mundial. Todos los errores, todos los retrasos, todos los sufrimientos no impiden que haya, en el universo, todos los medios necesarios para aplastar un día a nuestros enemigos. Aplastados hoy por la fuerza mecánica, podemos ven-cer en el futuro con una fuerza mecánica superior. El destino del mundo está ahí.

Yo, el General De Gaulle, actualmente en Londres, invito a los oficiales y a los soldados franceses que se encuentren en territorio británico, o que ahí vinieran a encontrarse, con sus armas o sin ellas; invito a los ingenieros y obreros especialistas de la industria de ar-mamento que se encuentren en territorio británico, a ponerse en contacto conmigo.

Pase lo que pase, la llama de la Resistencia France-sa no debe apagarse y no se apagará.

Mañana, igual que hoy, hablaré en la Radio de Londres.a

Charles de gaulle(22 de noviembre de 1890 – 9 de noviembre de 1970)

llamado a la resistenciaAl día siguiente de que el mariscal Henri-Philipe Petain, jefe del gobierno colaboracionista de Vichy, propuso un armisticio con la Alemania nazi, cu-yas tropas ocupaban Francia, el general Charles de Gaulle, por la BBC de Londres, hizo un llamamien-to radiofónico a la Resistencia de la Francia Libre, el 18 de junio de 1940. Durante toda la guerra, a través de la radio, se mantuvo en alto la moral combativa de los franceses y también le transmitieron men-sajes cifrados para las acciones de sabotaje, en que principalmente consistió la Resistencia, junto con el apoyo a los soldados aliados en suelo francés. He aquí el Llamamiento del 18 de junio.

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No podréis negarme que el régimen de go-bierno que se le ha impuesto a la nación es indigno de su tradición y de su his-toria. En su libro El espíritu de las leyes, que sirvió de fundamento a la moderna

división de poderes, Montesquieu distingue por su na-turaleza tres tipos de gobierno: “el Republicano, en que el pueblo entero o una parte del pueblo tiene el poder soberano; el Monárquico, en que uno solo gobierna pero con arreglo a Leyes fijas y determinadas; y el Des-pótico, en que uno solo, sin Ley y sin regla, lo hace todo sin más que su voluntad y su capricho.” Luego añade: “Un hombre al que sus cinco sentidos le dicen sin cesar que lo es todo, y que los demás no son nada, es natural-mente ignorante, perezoso, voluptuoso.” “Así como es necesaria la virtud en una democracia, el honor en una monarquía, hace falta el temor en un gobierno despó-tico; en cuanto a la virtud, no es necesaria, y en cuanto al honor, sería peligroso.”

El derecho de rebelión contra el despotismo, seño-res magistrados, ha sido reconocido, desde la más leja-na antigüedad hasta el presente, por hombres de todas las doctrinas, de todas las ideas y todas las creencias.

En las monarquías teocráticas de la más remo-ta antigüedad china, era prácticamente un principio constitucional que cuando el rey gobernase torpe y despóticamente, fuese depuesto y reemplazado por un príncipe virtuoso.

Los pensadores de la antigua India ampararon la resistencia activa frente a las arbitrariedades de la au-toridad. Justificaron la revolución y llevaron muchas veces sus teorías a la práctica. Uno de sus guías espiri-

tuales decía que “una opinión sostenida por muchos es más fuerte que el mismo rey. La soga tejida por muchas fibras es suficiente para arrastrar a un león.”

Las ciudades estados de Grecia y la República Romana, no sólo admitían sino que apologetizaban la muerte violenta de los tiranos.

En la Edad Media, Juan de Salisbury, en su libro de Hombre de Estado, dice que cuando un príncipe no gobierna con arreglo a derecho y degenera en tirano, es lícita y está justificada su deposición violenta. Reco-mienda que contra el tirano se use el puñal aunque no el veneno.

Santo Tomás de Aquino, en la Summa Theologi-ca, rechazó la doctrina del tiranicidio, pero sostuvo, sin embargo, la tesis de que los tiranos debían ser depues-tos por el pueblo.

Martín Lutero proclamó que cuando un gobierno degenera en tirano vulnerando las leyes, los súbditos quedaban librados del deber de obediencia. Su discí-pulo Felipe Melanchton sostiene el derecho de resis-tencia cuando los gobiernos se convierten en tiranos. Calvino, el pensador más notable de la Reforma desde el punto de vista de las ideas políticas, postula que el pueblo tiene derecho a tomar las armas para oponerse a cualquier usurpación.

Nada menos que un jesuita español de la época de Felipe II, Juan Mariana, en su libro De Rege et Regis Institutione, afirma que cuando el gobernante usurpa el poder, o cuando, elegido, rige la vida pública de manera tiránica, es lícito el asesinato por un simple particular, directamente, o valiéndose del engaño, con el menor disturbio posible.

Fidel Castro ruZ(13 de agosto de 1926)

la historia me absolverá

El 18 de octubre de 1953, Fidel Castro formula la autodefensa por los asaltos a los cuarteles Moncada, de Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo, en el que hace un descarnado relato de la dic-tadura de Fulgencio Batista y se refiere a los graves problemas de salud, educación, vivienda y desempleo, así como a las empresas cubanas, pertenecientes en su mayoría a corporaciones transnacionales norteame-ricanas. Del extenso documento tomamos la parte final, referida al derecho de los pueblos a sacudirse a los despotismos, sustentado en opiniones ya clásicas.

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¡Cuba, qué sería de ti si hubieras dejado morir a tu apóstol!

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El escritor francés Francisco Hotman sostuvo que entre gobernantes y súbditos existe el vínculo de un contrato, y que el pueblo puede alzarse en rebelión frente a la tiranía de los gobiernos cuando éstos violan aquel pacto.

Por esa misma época aparece también un folleto que fue muy leído, titulado

Vindiciae Contra Tyrannos, firmado bajo el seudó-nimo de Stephanus Junius Brutus, donde se proclama abiertamente que es legítima la resistencia a los gobier-nos cuando oprimen al pueblo y que era deber de los magistrados honorables encabezar la lucha.

Los reformadores escoceses Juan Knox y Juan Poynet sostuvieron este mismo punto de vista, y en el libro más importante de ese movimiento, escrito por Jorge Buchnam, se dice que si el gobierno logra el po-der sin contar con el consentimiento del pueblo o rige los destinos de éste de una manera injusta y arbitraria, se convierte en tirano y puede ser destituido o privado de la vida en el último caso.

Juan Altusio, jurista alemán de principios del siglo XVII, en su Tratado de política, dice que la soberanía en cuanto autoridad suprema del Estado nace del con-curso voluntario de todos sus miembros; que la autori-dad suprema del Estado nace del concurso voluntario del gobierno, arranca del pueblo y que su ejercicio in-justo, extralegal o tiránico exime al pueblo del deber de obediencia y justifica la resistencia y la rebelión.

Hasta aquí, señores magistrados, he menciona-do ejemplos de la Antigüedad, la Edad Media y de los primeros tiempos de la Edad Moderna: escritores de todas las ideas y todas las creencias. Mas, como veréis, este derecho está en la raíz misma de nuestra existencia política, gracias a él vosotros podéis vestir hoy esas togas de magistrados cubanos que ojalá fue-ran para la justicia.

Sabido es que en Inglaterra, en el siglo XVII, fue-ron destronados dos reyes, Carlos I y Jacobo II, por actos de despotismo. Estos hechos coincidieron con el nacimiento de la filosofía política liberal, esencia ideo-lógica de una nueva clase social que pugnaba entonces por romper las cadenas del feudalismo. Frente a las ti-ranías de derecho divino esa filosofía opuso el principio del contrato social y el consentimiento de los gober-nados, y sirvió de fundamento a la revolución inglesa de 1688, y a las revoluciones americana y francesa de 1775 y 1789. Estos grandes acontecimientos revolucio-narios abrieron el proceso de liberación de las colonias españolas en América, cuyo último eslabón fue Cuba. En esta filosofía se alimentó nuestro pensamiento po-lítico y constitucional que fue desarrollándose desde la primera Constitución de Guáimaro hasta la de 1940, influida esta última ya por las corrientes socialistas del mundo actual que consagraron en ella el principio de la función social de la propiedad y el derecho inaliena-

ble del hombre a una existencia decorosa, cuya plena vigencia han impedido los grandes intereses creados.

El derecho de insurrección contra la tiranía reci-bió entonces su consagración definitiva y se convirtió en postulado esencial de la libertad política.

Ya en 1649 Juan Milton escribe que el poder polí-tico reside en el pueblo, quien puede nombrar y desti-tuir reyes, y tiene el deber de separar a los tiranos.

Juan Locke en su Tratado de gobierno sostiene que cuando se violan los derechos naturales del hombre, el pueblo tiene el derecho y el deber de suprimir o cam-biar de gobierno. “El único remedio contra la fuerza sin autoridad está en oponerle la fuerza.”

Juan Jacobo Rousseau dice con mucha elocuencia en su Contrato Social: “Mientras un pueblo se ve forzado a obedecer y obedece, hace bien; tan pronto como puede sacudir el yugo y lo sacude, hace mejor, recuperando su libertad por el mismo derecho que se la han quitado.” “El más fuerte no es nunca suficientemente fuerte para ser siempre el amo, si no transforma la fuerza en derecho y la obediencia en deber. [...] La fuerza es un poder físico; no veo qué moralidad pueda derivarse de sus efectos. Ceder a la fuerza es un acto de necesidad, no de voluntad; todo lo más es un de prudencia. ¿En qué sentido podrá ser esto un deber?” “Renunciar a la libertad es renunciar a la calidad del hombre, a los derechos de la Humanidad, incluso a sus deberes. No hay recompensa posible para aquel que renuncia a todo. Tal renuncia es incomparable con la naturaleza del hombre, y quitar toda la libertad a la voluntad es quitar toda la moralidad a las acciones. En fin, es una convicción vana y contradictoria estipular por una parte con una autoridad absoluta y por otra con una obediencia sin límites...”

Thomas Paine dijo que “un hombre justo es más digno de respeto que un rufián coronado.”

Sólo escritores reaccionarios se opusieron a este derecho de los pueblos, como aquel clérigo de Virgi-nia, Jonathan Boucher, quien dijo que “El derecho a la revolución era una doctrina condenable derivada de Lucifer, el padre de las rebeliones.”

La Declaración de Independencia del Congreso de Filadelfia, el 4 de julio de 1776, consagró este de-recho en un hermoso párrafo que dice: “Sostenemos como verdades evidentes que todos los hombres na-cen iguales; que a todos les confiere su Creador cier-tos derechos inalienables entre los cuales se cuentan la vida, la libertad y la consecución de la felicidad; que para asegurar estos derechos se instituyen entre los hombres gobiernos cuyos justos poderes derivan del consentimiento de los gobernados; que siempre que una forma de gobierno tienda a destruir esos fines, el pueblo tiene derecho a reformarla o abolirla, e instituir un nuevo gobierno que se funde en dichos principios y organice sus poderes en la forma que a su juicio garan-tice mejor su seguridad y felicidad.”

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La famosa Declaración Francesa de los Dere-chos del Hombre legó a las generaciones venideras este principio: “Cuando el gobierno viola los dere-chos del pueblo, la insurrección es para éste el más sagrado de los derechos y el más imperioso de los deberes.” “Cuando una persona se apodera de la so-beranía debe ser condenada a muerte por los hom-bres libres.”

Creo haber justificado suficientemente mi punto de vista: son más razones que las que esgrimió el señor fiscal para pedir que se me condene a veintiséis años de cárcel; todas asisten a los hombres que luchan por la libertad y la felicidad de un pueblo; ninguna a los que lo oprimen, envilecen y saquean despiadadamen-te; por eso yo he tenido que exponer muchas y él no pudo exponer una sola. ¿Cómo justificar la presencia de Batista en el poder, al que llegó contra la voluntad del pueblo y violando por la traición y por la fuerza las leyes de la Revolución? ¿Cómo llamar revolucionario un gobierno donde se han conjugado los hombres, las ideas y los métodos más retrógrados de la vida públi-ca? ¿Cómo considerar jurídicamente válida la alta trai-ción de un tribunal cuya misión era defender nuestra Constitución?

¿Con qué derecho enviar a la cárcel a ciudadanos que vinieron a dar por el decoro de su patria su sangre y su vida? ¡Eso es monstruoso ante los ojos de la na-ción y los principios de la verdadera justicia!

Pero hay una razón que nos asiste más poderosa que todas las demás: somos cubanos, y ser cubano implica un deber, no cumplirlo es un crimen y es traición. Vivimos orgullosos de la historia de nuestra patria; la aprendimos en la escuela y hemos crecido oyendo hablar de libertad, de justicia y de derechos. Se nos enseñó a venerar desde temprano el ejemplo glorioso de nuestros héroes y de nuestros mártires. Céspedes, Agramonte, Maceo, Gómez y Martí fue-ron los primeros nombres que se grabaron en nues-tro cerebro; se nos enseñó que el Titán había dicho que la libertad no se mendiga, sino que se conquista con el filo del machete; se nos enseñó que para la educación de los ciudadanos en la patria libre, escri-bió el Apóstol en su libro La Edad de Oro: “Un hom-bre que se conforma con obedecer a leyes injustas, y permite que pisen el país en que nació los hombres que se lo maltratan, no es un hombre honrado. [...] En el mundo ha de haber cierta cantidad de decoro, como ha de haber cierta cantidad de luz. Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres. Esos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a los pueblos su libertad, que es robarles a los hombres su decoro. En esos hombres van mi-les de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana...” Se nos enseñó que el 10 de octubre y el

24 de febrero son efemérides gloriosas y de regocijo patrio porque marcan los días en que los cubanos se rebelaron contra el yugo de la infame tiranía; se nos enseñó a querer y defender la hermosa bandera de la estrella solitaria y a cantar todas las tardes un himno cuyos versos dicen que vivir en cadenas es vivir en afrenta y oprobio sumidos, y que morir por la patria es vivir. Todo eso aprendimos y no lo olvidaremos aunque hoy en nuestra patria se esté asesinando y encarcelando a los hombres por practicar las ideas que les enseñaron desde la cuna. Nacimos en un país libre que nos legaron nuestros padres, y primero se hundirá la Isla en el mar antes que consintamos en ser esclavos de nadie.

Parecía que el Apóstol iba a morir en el año de su centenario, que su memoria se extinguiría para siem-pre, ¡tanta era la afrenta! Pero vive, no ha muerto, su pueblo es rebelde, su pueblo es digno, su pueblo es fiel a su recuerdo; hay cubanos que han caído defendiendo sus doctrinas, hay jóvenes que en magnífico desagravio vinieron a morir junto a su tumba, a darle su sangre y su vida para que él siga viviendo en el alma de la pa-tria. ¡Cuba, qué sería de ti si hubieras dejado morir a tu Apóstol!

Termino mi defensa, no lo haré como hacen siem-pre todos los letrados, pidiendo la libertad del defen-dido; no puedo pedirla cuando mis compañeros están sufriendo ya en Isla de Pinos ignominiosa prisión. Enviadme junto a ellos a compartir su suerte, es in-concebible que los hombres honrados estén muertos o presos en una República donde está de Presidente un criminal y un ladrón.

A los señores magistrados, mi sincera gratitud por haberme permitido expresarme libremente, sin mezquinas coacciones; no os guardo rencor, reconozco que en ciertos aspectos habéis sido humanos y sé que el presidente de este tribunal, hombre de limpia vida, no puede disimular su repugnancia por el estado de cosas reinantes que lo obliga a dictar un fallo injusto. Queda todavía a la Audiencia un problema más grave; ahí están las causas iniciadas por los setenta asesina-tos, es decir, la mayor masacre que hemos conocido; los culpables siguen libres con un arma en la mano que es amenaza perenne para la vida de los ciudadanos; si no cae sobre ellos todo el peso de la ley, por cobardía o porque se lo impidan, y no renuncien en pleno todos los magistrados, me apiado de vuestras honras y com-padezco la mancha sin precedentes que caerá sobre el Poder Judicial.

En cuanto a mí, sé que la cárcel será dura como no la ha sido nunca para nadie, preñada de amenazas, de ruin y cobarde ensañamiento, pero no la temo, como no temo la furia del tirano miserable que arrancó la vida a setenta hermanos míos. Condenadme, no im-porta, la historia me absolverá.a

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Pero debido a que soy católico, y que ningún católico ha sido elegido nunca presidente, los temas reales de esta campaña se han vis-to oscurecidos -tal vez deliberadamente- en algunos sectores menos responsables que

éste. De modo que parece ser necesario que yo declare una vez más, no en qué clase de iglesia creo, porque eso sería importante solamente para mí, sino en qué clase de Estados Unidos de América creo.

Creo en un Estados Unidos de América en el que la separación de la Iglesia y el Estado es absoluta, don-de ningún prelado católico le diga al Presidente (si fue-ra católico) cómo actuar y ningún ministro protestante les diga a sus feligreses por quién votar; donde a nin-guna iglesia ni escuela religiosa se le entreguen fondos públicos o preferencias políticas, y donde a nadie se le niegue un cargo público simplemente porque su reli-gión difiere de la del Presidente que pueda nombrarlo o del pueblo que pueda elegirlo.

Creo en un Estados Unidos de América que ofi-cialmente no es católico, ni protestante ni judío, donde ningún funcionario público pide o acepta del Papa, del Consejo Nacional de Iglesias o de cualquier otra fuente eclesiástica instrucciones sobre política pública; donde ningún cuerpo religioso trate de imponerle su volun-tad, directa o indirectamente, al pueblo en general o los actos públicos de sus funcionarios, y donde la liber-tad religiosa sea tan indivisible que un acto contra una iglesia se considera un acto contra todas ellas.

john F. kennedY (29 de mayo de 1917 – 22 de noviembre de 1963)

separación de la iglesia y el estado

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Kennedy fue el primer Presidente católico de los Estados Unidos (1961-1963), pese a que hubo ca-tólicos entre los primeros colonizadores, y la reli-gión fue tema de su campaña electoral, al grado de que llegó a insinuarse que podría “recibir órdenes” del Papa. En 1960, durante una reunión con líde-res bautistas del sur, Kennedy hizo una declaración fundamental sobre la separación entre la religión y el Gobierno en las democracias liberales. Ofrece-mos un fragmento de ese discurso.

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Porque, aunque este año el dedo de la sospecha apunta a un católico, en otros años ha sido y puede algún día serlo otra vez un judío, un cuáquero, un unitario o un bautista. Fue el acoso de los predica-dores bautistas en Virginia, por ejemplo, lo que lle-vó a la ley de libertad religiosa de Jefferson. Hoy yo puedo ser la víctima, pero mañana puede ser usted, hasta que todo el tejido de nuestra armoniosa so-ciedad quede desgarrado en un momento de grave peligro nacional.

Finalmente, creo en un Estados Unidos de Amé-rica donde la intolerancia religiosa termine algún día, donde todos los hombres y todas las iglesias sean tra-tados como iguales, donde cada hombre tenga el mis-mo derecho de asistir o no asistir a la iglesia de su elec-ción, donde no haya votos católicos ni anticatólicos, ni bloques de votación de ninguna clase; donde católicos, protestantes y judíos, tanto a nivel seglar como pasto-ral, se abstengan de esas actitudes de desdén y división que tan a menudo han estropeado su obra en el pasa-do, y promuevan en cambio el ideal estadounidense de la hermandad.

Esa es la clase de Estados Unidos en la que creo. Y representa la clase de Presiden-cia en la que creo, un gran car-go que no debe ni ser rebajado, convirtiéndolo en el instrumento de cualquier grupo religioso, ni empañado al negarles arbitraria-mente a los miembros de cual-quier grupo religioso el derecho de ocuparlo. Creo en un presi-dente cuyas opiniones en materia de religión son un asunto perso-nal suyo, ni impuestas a él por la nación o impuestas por la nación a él como condición para ocupar ese cargo.

Yo no vería con buenos ojos a un Presidente que proceda para subvertir las garantías de la Primera En-mienda sobre Libertad Religiosa (ni nuestro sistema de equilibrios y contrapesos le permitiría hacerlo así). Y tampoco vería con buenos ojos a aquellos que actúan para subvertir el artículo VI de la Constitución, al re-querir una prueba religiosa, incluso indirecta, porque si están en desacuerdo con esa salvaguardia, deberían trabajar abiertamente para derogarla.

Quiero un Ejecutivo en jefe cuyos actos públicos sean responsables ante todos y obligatorios para nin-guno, que pueda asistir a cualquier ceremonia, servicio o cena que su cargo pueda apropiadamente requerirle que lo haga, y cuyo cumplimiento del cargo presiden-cial no esté limitado ni condicionado por ningún jura-mento, ritual u obligación religiosa.

Y, de hecho, esta es la clase de Estados Unidos de América por la que nuestros predecesores murieron,

cuando rehusaron aceptar los juramentos probatorios que les negaban los cargos a los miembros de las igle-sias menos favorecidas; cuando lucharon por la Cons-titución, la Declaración de Derechos, por la Ley de Libertad Religiosa de Virginia y cuando lucharon en el santuario que hoy visité, el Álamo. Porque hombro a hombro con Bowie y Crochet murieron Fuentes y Mc-Cafferty y Bailey y Bedillio y Carey -pero nadie sabe si eran o no católicos. Porque allí no tuvieron que probar su religión.

Me opongo totalmente a que cualquier grupo re-ligioso, católico o protestante, use al Estado para obli-gar, prohibir o perseguir el libre ejercicio de cualquier otra religión. Y eso vale para cualquier persecución, en cualquier momento, en cualquier país.

Pero permítanme recalcar una vez más que estas son mis opiniones -porque, al contrario del habitual modo de decir en los periódicos, yo no soy el candida-to católico a la Presidencia, sino el candidato que por coincidencia también es católico.

Yo no hablo por mi iglesia en asuntos públicos, ni la iglesia habla por mí.

Pero si llegara el momento -y no acepto que conflicto alguno sea remotamen-te posible- en que mi cargo me requiriese violar mi conciencia o violar el interés nacional, enton-ces renunciaría al cargo, y espero que cualquier otro servidor públi-co consciente haga lo mismo.

Pero no me propongo discul-parme por estas opiniones ante mis críticos de la fe católica o pro-testante, ni me propongo rene-gar ni de mis opiniones ni de mi iglesia para ganar esta elección. Si

perdiera en razón de los temas reales, regresaría a mi banca en el Senado satisfecho de haber hecho mi me-jor intento y de haber sido juzgado imparcialmente.

Pero si esta elección se decide, basándose en que 40 millones de estadounidenses perdieron su opor-tunidad de ser presidentes el día que los bautizaron, entonces será toda la nación la perdedora ante los ojos de católicos y no católicos de todo el mundo, y ante los ojos de la historia y ante los ojos de nuestro propio pueblo.

Pero, en cambio, si yo ganara esta elección, de-dicaré cada esfuerzo de mi mente y espíritu a cumplir con el juramento de la Presidencia, prácticamente idéntico, podría añadir, al que he prestado durante ca-torce años en el Congreso. Porque, sin reservas, puedo decir, y cito, que “juro solemnemente que desempeña-ré fielmente el cargo de Presidente de Estados Unidos y que preservaré, protegeré y defenderé la Constitu-ción, con la ayuda de Dios”. a

me opongo totalmente a que cualquier grupo

religioso, católico o protestante, use al estado

para obligar, prohibir o perseguir el libre ejercicio de cualquier otra religión

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martin luther king(15 de enero de 1929 – 4 de abril de 1968)

Yo tengo un sueño

Estoy feliz de unirme a ustedes hoy en lo que que-dará en la historia como la mayor demostración por la libertad en la historia de nuestra nación.

Hace años, un gran americano, bajo cuya sombra simbólica nos paramos, firmó

la Proclama de Emancipación. Este importante de-creto se convirtió en un gran faro de esperanza para millones de esclavos negros que fueron cocinados en las llamas de la injusticia. Llegó como un amanecer de alegría para terminar la larga noche del cautiverio.

Pero 100 años después, debemos enfrentar el he-cho trágico de que el negro todavía no es libre. Cien años después, la vida del negro es todavía minada por los grilletes de la discriminación. Cien años después, el negro vive en una solitaria isla de pobreza en medio de un vasto océano de prosperidad material. Cien años después el negro todavía languidece en los rincones de la sociedad estadounidense y se encuentra a sí mismo exiliado en su propia tierra.

Y así hemos venido aquí hoy para dramatizar una condición extrema. En un sentido llegamos a la capital de nuestra nación para cobrar un cheque. Cuando los arquitectos de nuestra república escri-bieron las magníficas palabras de la Constitución y la Declaratoria de la Independencia, firmaban una promisoria nota de la que todo estadounidense sería el heredero. Esta nota era una promesa de que to-dos los hombres tendrían garantizados los derechos inalienables de “vida, libertad y la búsqueda de la Felicidad”.

En la escalinata del monumento a Abraham Lincoln, en Washington, el reverendo Martin Luther King pronunció el 28 de agosto de 1963 ante una multitud su discurso “Yo tengo un sueño…” en un electrizan-te episodio del histórico movimiento que culminó con el reconocimiento de los derechos civiles de los afroamericanos en los Estados Unidos de América.

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Es obvio hoy que Estados Unidos ha fallado en su promesa en lo que respecta a sus ciudadanos de color. En vez de honrar su obligación sagrada, Estados Unidos dio al negro un cheque sin valor que fue devuelto mar-cado “fondos insuficientes”. Pero nos rehusamos a creer que el banco de la justicia está quebrado. Nos rehusa-mos a creer que no hay fondos en los grandes depósitos de oportunidad en esta nación. Entonces hemos venido a cobrar este cheque, un cheque que nos dará las rique-zas de la libertad y la seguridad de la justicia.

sofocante verano del descontento También vinimos a este punto para recordarle de Es-tados Unidos de la feroz urgencia del ahora. Este no es tiempo para entrar en el lujo del enfriamiento o para tomar la droga tranquilizadora del gradualismo. Ahora es el tiempo de elevarnos del oscuro y desolado valle de la segregación hacia el iluminado camino de la justicia racial. Ahora es el tiempo de elevar nuestra nación de las arenas movedizas de la injusticia racial hacia la sóli-da roca de la hermandad. Ahora es el tiempo de hacer de la justicia una realidad para todos los hijos de Dios.

Sería fatal para la nación el no percatar la urgen-cia del momento. Este sofocante verano del legítimo descontento del negro no terminará hasta que venga un otoño revitalizador de libertad e igualdad. 1963 no es un fin, sino un principio. Aquellos que piensan que el negro sólo necesita evacuar frustración y que ahora permanecerá contento, tendrán un rudo despertar si la nación regresa a su rutina habitual.

No habrá ni descanso ni tranquilidad en Estados Unidos hasta que el negro tenga garantizados sus dere-chos de ciudadano. Los remolinos de la revuelta con-tinuarán sacudiendo los cimientos de nuestra nación hasta que emerja el esplendoroso día de la justicia.

Pero hay algo que debo decir a mi gente, que aguarda en el cálido umbral que lleva al palacio de la justicia: en el proceso de ganar nuestro justo lugar no deberemos ser culpables de hechos erróneos. No saciemos nuestra sed de libertad tomando de la copa de la amargura y el odio. Siem-pre debemos conducir nuestra lucha en el elevado plano de la dignidad y la disciplina. No debemos permitir que nues-tra protesta creativa degenere en la violencia física. Una y otra vez debemos elevarnos a las majestuosas alturas de la resistencia a la fuerza física con la fuerza del alma.

Esta nueva militancia maravillosa que ha abraza-do a la comunidad negra no debe conducir a la des-confianza de los blancos, ya que muchos de nuestros hermanos blancos, como lo demuestra su presencia aquí hoy, se han dado cuenta de que su destino está atado a nuestro destino. Se han dado cuenta de que su libertad está ligada inextricablemente a nuestra liber-tad. No podemos caminar solos. Y a medida que cami-nemos, debemos hacernos la promesa de que marcha-remos hacia el frente. No podemos volver atrás.

pruebas y tribulaciones Existen aquellos que preguntan a quienes apoyan la lucha por derechos civiles: “¿Cuándo quedarán satisfe-chos?” Nunca estaremos satisfechos en tanto el negro sea víctima de los inimaginables horrores de la brutali-dad policial. Nunca estaremos satisfechos en tanto nues-tros cuerpos, pesados con la fatiga del viaje, no puedan acceder a alojamiento en los moteles de las carreteras y los hoteles de las ciudades. No estaremos satisfechos en tanto la movilidad básica del negro sea de un gueto pe-queño a uno más grande. Nunca estaremos satisfechos en tanto a nuestros hijos les sea arrancado su ser y roba-da su dignidad por carteles que rezan: “Solamente para blancos”. No podemos estar satisfechos y no estaremos satisfechos en tanto un negro de Mississippi no pueda votar y un negro en Nueva York crea que no tiene nada por qué votar. No, no estamos satisfechos, y no estare-mos satisfechos hasta que la justicia nos caiga como una catarata y el bien como un torrente.

No olvido que muchos de ustedes están aquí tras pasar por grandes pruebas y tribulaciones. Algunos de ustedes apenas salieron de celdas angostas. Algunos de ustedes llegaron desde zonas donde su búsqueda de li-bertad los ha dejado golpeados por las tormentas de la persecución y sacudidos por los vientos de la brutali-dad policial. Ustedes son los veteranos del sufrimiento creativo. Continúen su trabajo con la fe de que el sufri-miento sin recompensa asegura la redención.

Vuelvan a Mississippi, vuelvan a Alabama, regre-sen a Georgia, a Louisiana, a las zonas pobres y guetos de las ciudades norteñas, con la sabiduría de que de al-guna forma esta situación puede ser y será cambiada.

No nos deleitemos en el valle de la desesperación. Les digo a ustedes hoy, mis amigos, que pese a todas las dificultades y frustraciones del momento, yo toda-vía tengo un sueño. Es un sueño arraigado profunda-mente en el sueño americano.

el sueño Yo tengo un sueño, que un día esta nación se elevará y vivirá el verdadero significado de su credo, creemos que estas verdades son evidentes: que todos los hom-bres son creados iguales.

Yo tengo un sueño, que un día en las coloradas colinas de Georgia los hijos de los ex esclavos y los hi-jos de los ex propietarios de esclavos serán capaces de sentarse juntos en la mesa de la hermandad.

Yo tengo un sueño, que un día incluso el estado de Mississippi, un estado desierto, sofocado por el ca-lor de la injusticia y la opresión, será transformado en un oasis de libertad y justicia.

Yo tengo un sueño, que mis cuatro hijos peque-ños vivirán un día en una nación donde no serán juz-gados por el color de su piel sino por el contenido de su carácter.

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¡Yo tengo un sueño hoy! Yo tengo un sueño, que un día, allá en Alabama, con sus racistas despiadados, con un gobernador cuyos labios gotean con las palabras de la interpo-sición y la anulación; un día allí mismo en Alaba-ma pequeños niños negros y pequeñas niñas ne-gras serán capaces de unir sus manos con peque-ños niños blancos y niñas blancas como hermanos y hermanas.

¡Yo tengo un sueño hoy! Yo tengo un sueño, que un día cada valle será

exaltado, cada colina y montaña será bajada, los si-tios escarpados serán aplanados y los sitios sinuo-sos serán enderezados, y que la gloria del Señor será revelada, y toda la carne la verá al unísono.

Esta es nuestra esperanza. Esta es la fe con la que regresaré al sur. Con esta fe seremos capaces de escul-pir de la montaña de la desesperación una piedra de esperanza.

Con esta fe seremos capaces de transformar las discordancias de nuestra nación en una hermo-sa sinfonía de hermandad. Con esta fe seremos ca-paces de trabajar juntos, de rezar juntos, de luchar juntos, de ir a prisión juntos, de luchar por nuestra libertad juntos, con la certeza de que un día sere-mos libres.

Este será el día, este será el día en que todos los niños de Dios serán capaces de cantar con un nuevo significado: “Mi país, dulce tierra de libertad, sobre ti canto. Tierra donde mis padres murieron, tierra del orgullo del peregrino, desde cada ladera, dejen reso-nar la libertad”. Y si Estados Unidos va a convertirse en una gran nación, esto debe convertirse en realidad.

Entonces dejen resonar la libertad desde las prodigiosas cumbres de Nueva Hampshire. De-jen resonar la libertad desde las grandes montañas de Nueva York. Dejen resonar la libertad desde los Alleghenies de Pennsylvania! Dejen resonar la liber-tad desde los picos nevados de Colorado. Dejen re-sonar la libertad desde los curvados picos de Califor-nia. Dejen resonar la libertad desde las montañas de

piedra de Georgia. Dejen resonar la libertad de la mon-taña Lookout de Tennessee. Dejen resonar la libertad desde cada colina y cada topera de Mississippi, desde cada ladera, dejen resonar la libertad!

Y cuando esto ocurra, cuando dejemos resonar la libertad, cuando la dejemos resonar desde cada pueblo y cada caserío, desde cada estado y cada ciudad, sere-mos capaces de apresurar la llegada de ese día cuando todos los hijos de Dios, hombres negros y hombres blancos, judíos y gentiles, protestantes y católicos, se-rán capaces de unir sus manos y cantar las palabras de un viejo spiritual negro: “¡Por fin somos libres! ¡Por fin somos libres! Gracias a Dios Todopoderoso, ¡por fin somos libres!” a

“es obvio hoy que estados unidos ha fallado en su promesa en lo que respecta a sus ciudadanos de color “ “Yo tengo un sueño, que un día en las coloradas colinas de georgia los hijos de los ex esclavos y los hijos de los ex propietarios de esclavos serán capaces de sentarse juntos en la mesa de la hermandad”

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Hay jóvenes viejos que comprenden que ser universitario es un privilegio ex-traordinario en la inmensa mayoría de los países de nuestro continente. Esos jóvenes viejos creen que la universidad

se ha levantado como una necesidad para preparar téc-nicos y que ellos deben estar satisfechos con adquirir un título profesional. Les da rango social y el arribismo social, caramba, qué dramáticamente peligroso, les da un instrumento que les permite ganarse la vida en con-diciones de ingresos superiores a la mayoría del resto de los conciudadanos.

Y estos jóvenes viejos, si son arquitectos, por ejemplo, no se preguntan cuántas viviendas faltan en nuestros países y, a veces, ni en su propio país. Hay estudiantes que con un criterio estrictamente liberal, hacen de su profesión el medio honesto para ganarse la vida, pero básicamente en función de sus propios intereses.

Allá hay muchos médicos -y yo soy médico- que no comprenden o no quieren comprender que la sa-lud se compra, y que hay miles y miles de hombres y mujeres en América Latina que no pueden comprar la salud; que no quieren entender, por ejemplo, que a ma-yor pobreza mayor enfermedad, y a mayor enfermedad mayor pobreza y que, por tanto, si bien cumplen aten-diendo al enfermo que demanda sus conocimientos sobre la base de los honorarios, no piensan en que hay miles de personas que no pueden ir a sus consultorios y son pocos los que luchan por que se estructuren los organismos estatales para llevar la salud ampliamente al pueblo.

De igual manera que hay maestros que no se in-quietan en que haya también cientos y miles de niños y de jóvenes que no pueden ingresar a las escuelas. Y el panorama de América Latina es un panorama dramá-tico en las cifras, de su realidad dolorosa.

Llevamos, casi todos los pueblos nuestros, más de un siglo y medio de independencia política, y ¿cuáles son los datos que marcan nuestra dependencia y nues-tra explotación? Siendo países potencialmente ricos, la inmensa mayoría somos pueblos pobres…

Pero ningún gobierno de este continente -demo-cráticos los hay pocos, seudodemocráticos hay más, dictatoriales también los hay-, ningún gobierno ha sido capaz de superar los grandes déficit, reconocien-do, por cierto, que han hecho esfuerzos indiscutible-mente laudatorios por gobierno, y especialmente por los gobiernos democráticos, porque escuchan la voz, la protesta, el anhelo de los pueblos mismos para avanzar en la tentativa frustrada y hacer posible que estos défi-cit no sigan pesando sobre nuestra existencia…

salvador allende(26 de junio de 1908 – 11 de septiembre de 1973)

ser jovenMenos de un año antes de su muerte, ocurrida du-rante el golpe militar del 11 de septiembre de 1973, el Presidente de Chile, Salvador Allende, hizo una visita de Estado a México. En la Universidad de Guadalajara, Jalisco, habló largamente con los jó-venes, sobre todo de su concepción de un mundo socialista. Del discurso escogimos la parte en la que habla de los deberes de la juventud, sobre todo de la privilegiada que puede acceder a estudios su-periores. Allí dijo que “ser joven y no ser revolu-cionario es una contradicción hasta biológica”.

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Por eso, ser joven en esta época implica una gran res-ponsabilidad, ser joven de México o de Chile; ser joven de América Latina, sobre todo en este continente que, como he dicho, está marcado por un promedio que señala que somos un continente joven. Y la juventud tiene que en-tender que no hay lucha de generaciones, como lo dijera hace un instante; que hay un enfrentamiento social, que es muy distinto, y que pueden estar en la misma barrica-da de ese enfrentamiento los que hemos pasado…

No hay querella de generaciones, y eso es impor-tante que yo lo diga. La juventud debe entender su obligación de ser joven, y si es estudiante, darse cuenta que hay otros jóvenes que, como él, tienen los mismos años, pero que no son estudiantes. Y si es universitario con mayor razón mirar al joven campesino o al joven obrero, y tener un lenguaje de juventud, no un lengua-je sólo de estudiante universitario, para universitarios.

Pero el que es estudiante tiene una obligación porque tiene más posibilidades de comprender los fenómenos económicos y sociales y las realidades del mundo; tiene la obligación de ser un factor dinámico del proceso de cam-bio, pero sin perder los perfiles, también, de la realidad.

La revolución no pasa por la universidad, y esto hay que entenderlo; la revolución pasa por las grandes masas; la revolución la hacen los pueblos; la revolu-ción la hacen, esencialmente, los trabajadores…

De allí, entonces, que es útil que la juventud, y sobre todo la juventud universitaria, que no puede pasar por la universidad al margen de los problemas de su pueblo, entienda que no puede hacerse del balbuceo doctrinario la enseñanza doctrinaria, de entender que el denso pen-samiento de los teóricos de las corrientes sociológicas o económicas requieren un serio estudio; que si es cierto que no hay acción revolucionaria sin teoría revoluciona-ria, no puede haber la aplicación voluntaria o la interpre-tación de la teoría adecuándola a lo que la juventud o el joven quiere. Que tiene que mirar lo que pasa dentro de su país y más allá de la frontera, y comprender que hay realidades que deben ser meditadas y analizadas…

Entonces, uno se encuentra a veces con jóvenes, y los que han leído el Manifiesto Comunista, o lo han lleva-do largo rato debajo del brazo, creen que lo han asimilado y dictan cátedra y exigen actitudes y critican a hombres, que por lo menos, tienen consecuencia en su vida. Y ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica; pero ir avanzando en los caminos de la vida y mantenerse como revolucionario, en una sociedad bur-guesa, es difícil.

Por eso, el dogmatismo, el sectarismo, debe ser combatido; la lucha ideológica debe llevarse a niveles su-periores, pero la discusión para esclarecer, no para im-poner determinadas posiciones. Y, además, el estudiante universitario tiene una postura doctrinaria y política, tie-ne, fundamentalmente, no olvidarse que precisamente la revolución necesita los técnicos y los profesionales…

Yo no le he aceptado jamás a un compañero jo-ven que justifique su fracaso porque tiene que hacer trabajos políticos: tiene que darse el tiempo necesario para hacer los trabajos políticos, pero primero están los trabajos obligatorios que debe cumplir como estu-diante de la universidad. Ser agitador universitario y mal estudiante, es fácil; ser dirigente revolucionario y buen estudiante, es más difícil. Pero el maestro univer-sitario respeta al buen alumno, y tendrá que respetar sus ideas, cualesquiera que sean.

Por eso es que la juventud contemporánea, y sobre todo la juventud de Latinoamérica, tienen una obliga-ción contraída con la historia, con su pueblo, con el pa-sado de su patria. La juventud no puede ser sectaria: la juventud tiene que entender, y nosotros en Chile hemos dado un paso trascendente: la base política de mi gobier-no está formada por marxistas, por laicos y cristianos, y respetamos el pensamiento cristiano; interpreta el verbo de Cristo, que echó a los mercaderes del templo…

Porque un obrero sin trabajo, no importa que sea o no sea marxista, no importa que sea o no sea cristiano, que no tenga ideología política, es un hombre que tiene derecho al trabajo y debemos dárselo nosotros; por eso el sectarismo, el dogmatismo, el burocratismo, que con-gela las revoluciones, y ese es un proceso de concienti-zación que es muy profundo y que debe comenzar con la juventud: pero la juventud está frente a problemas que no son sólo económicos, sino son problemas que lamentablemente se manifiestan con mayor violencia destructiva en el mundo contemporáneo...

¿Cuántos son los miles de jóvenes que egresan de los politécnicos o de las universidades que no encuen-tran trabajo? Los jóvenes tienen que entender, enton-ces, que están enfrentados a estos hechos y que deben contribuir a que se modifiquen las condiciones mate-riales, para que no haya cesantes ilustrados, profesio-nales con títulos de arquitectos sin construir casas, y médicos sin atender enfermos, porque no tienen los enfermos con qué pagarles, cuando lo único que faltan son médicos para defender el capital humano, que es lo que más vale en nuestros países.

… Soy un hombre que pasó por la universidad, he aprendido mucho más de la universidad de la vida: he aprendido de la madre proletaria en las barriadas marginales; he aprendido del campesino, que sin ha-blarme, me dijo la explotación más que centenaria de su padre, de su abuelo o de su tatarabuelo; he aprendi-do del obrero, que en la industria es un número o era un número y que nada significaba como ser humano, y he aprendido de las densas multitudes que han tenido paciencia para esperar.

Pero la injusticia no puede seguir marcando, ce-rrando las posibilidades del futuro a los pueblos pe-queños de éste y de otros continentes. Para nosotros, las fronteras deben estar abolidas y la solidaridad debe

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Compatriotas:Ahora, como cada seis años, se renuevan los principios, las responsabilidades, las tareas y expectativas legítimas de nuestro pacto democrático. Es un privilegio en los

difíciles tiempos de crisis, servir a mi Patria. Entrego para ello toda mi voluntad.

De los mexicanos, de todos, solicito que crean en mi buena fe. Mi capacidad y mi razón tendré que acreditarlas con mi servicio. Para ello necesito tiempo. Concédanmelo.

Ningún Régimen de la Revolución se ha pro-puesto la injusticia como meta. Simplemente hemos vivido épocas en las que la circunstancia económica

ha venido postergando las soluciones que nuestro sistema sociopolítico ha intentado: satisfacción de necesidades colectivas, desarrollo regional equili-brado, control de la inflación y menor déficit de la balanza de pagos. La coyuntura ha ido por delan-te de la estructura y las deformaciones de nuestro desarrollo se han visto agudizadas por las tensio-nes de la transición y el aumento desbordado de la población, constituida por mayorías juveniles que demandan capacitación y trabajo, y que además, se transforma precipitadamente de rural a urbana con todas las insuficiencias y deficiencias que ello entra-ña. Esa es la historia del subdesarrollo en un mundo desordenado como el nuestro, donde la necesidad de actuar en la contingencia ha impedido programar y ha obstaculizado la acción en el mediano y largo plazos.

No podemos negar el trance que con el mun-do estamos viviendo. Hemos dejado de lado las consideraciones de la economía ficción y tenido que adoptar una actitud realista que sustente só-lidamente nuestro optimismo, para avanzar en la concepción de país que Morelos planteó al sentir de la Nación.

josé lópeZ portillo(16 de junio de 1920 – 17 de febrero de 2004)

integremos con todos los “yo” un nosotros

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expresarse con respeto a la autodeterminación y la no intervención, entendiendo que puede haber concep-ciones filosóficas y formas de gobierno distintas, pero que hay un mandato que nace de nuestra propia rea-lidad que nos obliga -en el caso de este continente- a unirnos; pero mirar más allá, inclusive de América La-tina y comprender que nacer en África en donde hay todavía millones y millones de seres humanos que lle-van una vida inferior a la que tienen los más posterga-dos y preferidos seres de nuestro continente.

Hay que entender que la lucha es solidaria en esca-la mundial, que frente a la insolencia imperialista sólo cabe la respuesta agresiva de los países explotados.

Por eso, sin decir que la juventud será la causa revolucionaria y el factor esencial de las revoluciones, yo pienso que la juventud por ser joven, por tener una concepción más diáfana, por no haberse incor-

porado a los vicios que traen los años de convivencia burguesa, porque la juventud debe entender que debe ser estudiante y trabajadora; porque el joven debe ir a la empresa, a la industria o a la tierra. Porque uste-des deben hacer trabajos voluntarios; porque es bue-no que sepa el estudiante de medicina cuánto pesa un fardo que se echa a la espalda el campesino que tiene que llevarlo a veces, a largas distancias; porque es bueno que el que va a ser ingeniero se meta en el calor de la máquina, donde el obrero a veces, en una atmósfera inhóspita, pasa largos y largos años de su oscura existencia; porque la juventud debe estudiar y debe trabajar -porque el trabajo voluntario vincula, amarra, acerca, hace que se compenetre el que va a ser profesional con aquel que tuvo por herencia las manos callosas de los que, por generaciones, trabaja-ron la tierra.a

En su mensaje de toma de posesión como Presidente de la República, el primero de diciembre de 1976 en el Auditorio Nacional, José López Portillo hizo un análisis desusado de las particularidades nacionales y planteó una convocatoria a la atención de las responsabilidades de cada quien para confluir en el merecimiento de nuestros derechos. Aquí un fragmento.

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Ofrezco un proyecto racional y razonable de es-fuerzo compartido. No puedo prometer milagros. Sólo realismo y congruencia entre lo que creemos y deci-mos y lo que haremos.

Tenemos un gran país. Superar los problemas actua-les en buena medida depende sólo de nosotros mismos, de nuestro trabajo, responsabilidad, disciplina, seguridad y prudencia, empezando por el propio Gobierno y por las clases que tienen recursos. Cada quien tiene algo que hacer. Me corresponde señalarlo. Que cada quien des-empeñe el esfuerzo en la proporción que le corresponda, empezando por desechar el temor irracional.

Conviene tomar conciencia de que vamos en la misma barca. En uso de la libertad garantizada por el Régimen, muchos pudieron evitar los perjuicios en-trañados por la devaluación; otros lucraron al especu-lar con nuestra moneda, perjudicando al país; pero la gran mayoría, la que no tenía con qué ejercer su liber-tad, se la jugó con México y corre el riesgo de quedar seriamente dañada.

La grave cuestión que someto a su consideración es la de decidir no sólo quiénes nos vamos a respon-sabilizar por la solución del problema, sino quiénes vamos a pagar por el ajuste. Si todos colaboramos de modo tal que el que más pueda más haga en un empu-je parejo, la carga será soportable.

Esta decisión lógica, sin embargo, es de difícil ins-titucionalización si no hay plena

conciencia, aceptación y apoyo, que por tanto de-mando como actitud.

De otra suerte, cada individuo, cada grupo, cada gremio, cada clase, cada factor y todas las disidencias, rescatarán su egoísmo y sin razones, y el país se sumirá en un vórtice de desorden en cuyo fondo están sólo la pérdida de la libertad y el espectro de la injusticia.

Y eso no lo quiero para mi Patria. En cambio, si cada quien en su posición da lo que pueda, aunque sólo sea comprensión y serenidad, el país volverá a acelerar su paso y se convertirá en ventaja competitiva lo que hoy es desconcierto y daño.

Ahora, más que nunca, respetémonos como per-sonas libres, responsables y dignas, con nuestras fa-cultades y exigencias. Luchemos por dar fin al odio, al rencor, al miedo y a la impaciencia.

Recordemos que lo útil es encontrar antes que culpables, responsables, no tanto a quién eliminar o de quién vengarnos vana y obstinadamente por lo pasa-do, sino hallar a quién responda en el presente por las soluciones de ahora y del porvenir.

A los factores de la producción, obreros y empresa-rios, les preciso que el problema principal no se da en-tre ellos, sino en todo el aparato productivo de la Nación como tal y el exterior. Sería necio suponer que la respues-ta es el enfrentamiento que reduce o hasta cancela nues-tra capacidad de producción y competencia como país.

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Ello -que quede claro- no soslaya el conflicto so-cial ni impide el arreglo equilibrado entre factores; pero el simple ajuste entre ellos no resolverá el pro-blema, que exige una solución totalizadora.

Con los mismos argumentos les digo a todos que las estructuras deformadas, los abusos egoístas y las inmoralidades por todos propiciados, tendrán que co-rregirse y que con jaloneos entre los sectores no saldre-mos de la asechanza. Ello está demostrado hasta la sa-ciedad, esa absurda carrera suicida entre devaluación-precios-salarios-devaluación, que expropia y exporta la riqueza nacional y no lleva a lugar alguno. Es como mover la barca y si entra agua nos hundimos todos. Si queremos seguir sin naufragar, lo primero es calmar el movimiento nervioso, lleno de pánico. De éste sí hay que temer. Rechacémoslo.

Hagamos una tregua inteligente para recuperar serenidad y no perder el rumbo. Tregua que no sea re-nuncia o claudicación, sino oportunidad de reencuen-tro y reconciliación.

Jamás olvidemos que aquí existieron nuestros pa-dres, estamos nosotros y vivirán nuestros hijos. Que no nos podemos ir, si acaso unos cuantos ricos, expor-tadores de capital y unos cuantos pobres, exportadores de trabajo. Los demás nos quedamos y po-demos hacer de nuestra Patria o un infierno o un país donde la vida sea buena. En nuestras ma-nos está.

Por ello: Al pueblo todo, pido fuerza,

sabiduría, tenacidad y lucidez:A las mujeres de mi Patria

les pido su entereza, su intuición de lo que es justo, que avancen a nuestro lado y que nos impulsen a ser mejores;

A la juventud le pido el mérito de la esperanza que significa y que me comprometo a transformar en confianza; le pido la audacia de su voluntad y que man-tenga y engrandezca la libertad para poder inventar su futuro;

A los pesimistas, que depongan sus resentimien-tos y su cólera para no viciar su inteligencia;

A los extremistas les pido que posterguen la vio-lencia que engendra su vocación de justicia y den fértil destino a su desesperación por transformar la realidad, conmovedora pasión por la impotencia;

A los que critican y procuran una sociedad mejor, les pido que nos ayuden a luchar en favor de las gran-des causas más que en contra de sus semejantes;

A los trabajadores del campo y de la ciudad les pido la nobleza y dignidad de su trabajo, sin el cual no se puede construir la Patria;

A los empresarios y a los que tienen, les pido su

capacidad para organizar y crear empleos para generar prosperidad compartida; para darle función social a la riqueza y para tener derecho de pedirles a todos que trabajen, tanto a los ricos como a los pobres;

A los que reclaman seguridad les pido que no sea pretexto para ocultar injusticia, pasividad, ineficiencia, testaferrismo o abandono de los principios y los inte-reses comunes;

A los que como por la flauta mágica se dejan arrastrar de rumores y chismes, les pido que mediten tranquilamente en el turbio interés que se oculta, pues detrás de lo anónimo e informe está la cobardía, la maldad y el daño sin fronteras;

A los intelectuales les pido que avengan su in-dependencia con la necesidad de servir a las causas populares, sin humillar su talento frente al poder, sin someterlo al odio ni sacrificarlo al prestigio de la so-berbia o hacerlo estéril por egoísmo;

A mis colaboradores y funcionarios públicos les pido que sientan conmigo el privilegio de servir y ha-cerlo con plena validez e inmaculada honestidad;

A los soldados de la Nación les pido hombría y lealtad para salvaguardarla en su integridad. Jamás

pediré apoyo para arbitrariedad, encubrimiento o abuso. Estarán orgullosos de significar la majes-tad de la fuerza institucional, el honor de México que el pueblo les ha confiado;

A los desnacionalizados les pido que al abandonar los esfuer-zos solidarios por México, no nos estorben. Así nos ayudarán;

A los desposeídos y margina-dos si algo pudiera pedirles, sería perdón por no haber acertado todavía a sacarlos de su postración; pero les expresé que todo el país tiene conciencia y vergüen-za del rezago, y que precisamente por eso nos aliamos para conquistar por el derecho la justicia;

A todos les pido que participen ahora y siempre.Que nadie se sienta solo. Hagamos de nuestra so-

lidaridad, nuestra fortaleza; de nuestro amor a la Pa-tria, baluarte de nuestra conciencia nacional.

Integremos con todos los “yo” un “nosotros”. Esta es la solución. Que la alegría y el ánimo de la lucha lleguen a cada hogar mexicano. Con nuestras institu-ciones, con nuestra inteligencia, con nuestra voluntad, con nuestra emoción y con nuestro entusiasmo, cons-truyamos jubilosamente nuestro México.

Cumplamos cada día nuestro deber. Merezcamos cada vez nuestros derechos. Aceptemos el reto y asu-mamos el compromiso.

Renovemos constantemente en la libertad, nues-tra voluntad perpetua de justicia para seguir haciendo la Revolución en la Revolución.a

los demás nos quedamos y podemos hacer de nuestra

patria o un infierno o un país donde la vida sea buena. en nuestras

manos está

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luis donaldo Colosio (10 de febrero de 1950 – 23 de marzo de 1994)

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los indígenas

Veo un México de comunidades indíge-nas, que no pueden esperar más a las exigencias de justicia, de dignidad y de progreso; de comunidades indígenas que tienen la gran fortaleza de su cohesión,

de su cultura y que están dispuestos a creer, a partici-par, a construir nuevos horizontes.los campesinosVeo un México de campesinos que aún no tienen las respuestas que merecen. He visto un campo empo-brecido, endeudado, pero también he visto un campo con capacidad de reaccionar, de rendir frutos si se establecen y se arraigan los incenti-vos adecuados. Veo un cambio en el campo: un campo con una gran vocación productiva, un campo que está llamado a jugar un papel deci-sivo en la nueva etapa de progreso para nuestro país.los trabajadoresVeo un México de trabajadores que no encuentran los empleos ni los salarios que demanda; pero tam-bién veo un México de trabajado-res que se han sumado decidida-mente al esfuerzo productivo, y a los que hay que responderles con puestos de trabajo, con adiestramiento, con capacitación y con mejores salarios. los jóvenesVeo un México de jóvenes que enfrentan todos los días la difícil realidad de la falta de empleo, que no siempre tienen a su alcance las oportunidades de educación y de preparación. Jóvenes que muchas veces se ven ori-

llados a la delincuencia, a la drogadicción; pero tam-bién veo jóvenes que cuando cuentan con los apoyos, que cuando cuentan con las oportunidades que de-mandan, participan con su energía de manera decisiva en el progreso de la Nación.las mujeresVeo un México de mujeres que aún no cuentan con las

oportunidades que les pertenecen, mujeres con una gran capacidad para enriquecer nuestra vida eco-nómica, política y social. Mujeres en suma que reclaman una partici-pación más plena, más justa, en el México de nuestros días.los empresariosVeo un México de empresarios, de la pequeña y la mediana empresas, a veces desalentados por el buro-cratismo, por el mar de trámites, por la discrecionalidad en las auto-ridades. Son gente creativa y entre-gada, dispuesta al trabajo, dispues-ta a arriesgar, que quieren oportu-nidades y que demandan una eco-nomía que les ofrezca condiciones más favorables.los profesionistas e intelectualesVeo un México de profesionistas que no encuentran los empleos

que los ayuden a desarrollar sus aptitudes y sus destrezas.

Un México de maestras y de maestros, de uni-versitarios, de investigadores, que piden reconoci-miento a su vida profesional, que piden la elevación de sus ingresos y condiciones más favorables para el rendimiento de sus frutos académicos; técnicos que buscan las oportunidades para aportar su mejor es-

El asesinato del candidato presidencial del PRI, Luis Donaldo Colosio Murrieta, el 23 de marzo de 1994, en Tijuana, privó a una vigorosa generación de jóvenes políticos de una figura que tenía para un sexenio de la vida nacional un proyecto que hoy sólo podemos imaginar, pero a cambio reanimó la convicción de que “la vía del cambio corre en igual sentido y en igual intensidad y urgencia por el campo de la política, por el campo de la economía y del bienestar social”. Hoy damos el fragmento final del discurso que pronunció en el monumento a la Revolución en el aniversario 65 del Partido Revolucionario Institucional, el 6 de marzo de 1994, a menos de tres semanas de su muerte.

el méxico que yo veo

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fuerzo. Todos ellos son las mujeres y los hombres que mucho han contribuido a la construcción del país en que vivimos y a quienes habremos de responderles.el méxico con hambre y con sed de justiciaVeo un México con hambre y con sed de justicia. Un México de gente agraviada por las distorsiones que im-ponen a la ley quienes deberían de servirla. De mujeres y hombres afligidos por abuso de las autoridades o por la arrogancia de las oficinas gubernamentales.Ciudadanos que merecen gobiernos que les cumplanVeo a ciudadanos angustiados por la falta de seguridad, ciudadanos que merecen mejores servicios y gobiernos que les cumplan. Ciudadanos que aún no tienen finca-da en el futuro la derrota; son ciudadanos que tienen esperanza y que están dispuestos a sumar su esfuerzo para alcanzar el progreso.

Veo un México convencido de que esta es la hora de la respuesta a un México que exige soluciones; los problemas que enfrentamos los podemos superar.responderle a Chiapas, a todos los mexicanosMe propongo encabezar un gobierno para responder-le a todos los mexicanos. El cambio con rumbo y con responsabilidad no puede esperar.

Manifiesto mi más profundo compromiso con Chiapas. Por eso debemos escuchar todas las voces, no debemos admitir que nadie monopolice el senti-miento de los chiapanecos. Expreso mi solidaridad a todos aquellos chiapanecos que aún no han dicho su verdad, a todos aquellos que tienen una voz que transmitir y a todos aquellos que tienen una palabra que expresar.

Debemos de asumir y debemos decidir. Debemos decidir si nos asumimos plenamente como una socie-dad plural o si concesionamos sólo a algunos la inter-locución de nuestros intereses.

Chiapas es un llamado a la conciencia de todos los mexicanos. Pero nuestra propuesta de cambio, no se limi-ta a responderle solamente a Chiapas. Le queremos res-ponder a todos los mexicanos, a los de todos los pueblos, a los de todos los barrios, a los de todas las comunidades.

Nuestras instituciones probaron su legitimidad y su eficacia. De la solución del conflicto, han salido fortalecidas.

Desde aquí, por su patriotismo, lealtad y entrega en la defensa del interés y la unidad nacional, manifies-to mi reconocimiento al Ejército Mexicano.

Frente a Chiapas los priístas debemos de reflexio-nar. Como partido de la estabilidad y la justicia social, nos avergüenza advertir que no fuimos sensibles a los grandes reclamos de nuestras comunidades; que no estuvimos al lado de ellas en sus aspiraciones; que no estuvimos a la altura del compromiso que ellas esperaban de nosotros. en el pri: autocrítica, recuperación de valoresTenemos que asumir esta autocrítica y romper con las prácticas que nos hicieron una organización rígida.

Tenemos que superar las actitudes que debilitan nues-tra capacidad de innovación y cambio.

Recuperemos nuestra iniciativa, nuestra fuerza, para representar las mejores causas, para ofrecer los caminos de la paz, para responder ante las injusticias. Recuperemos esos valores. Hagámoslo en esta campa-ña. Empecemos por afirmar nuestra identidad, nuestro orgullo militante y afirmemos nuestra independencia del Gobierno.reforma económicaEs la hora de un nuevo impulso económico; es la hora de crecer sin perder la estabilidad financiera ni la de precios. La economía, más allá de las metas técnicas, tiene que estar al servicio de los mexicanos. Por eso, el nuevo crecimiento económico tiene que ser distri-buido con mayor equidad, con empleos crecientes, con ingresos suficientes que no nos quepa la menor duda: México cerrará este siglo con una economía mucho más fuerte. Existen las condiciones para hacerlo, la so-ciedad lo demanda.

La tarea del crecimiento con estabilidad será de to-dos los mexicanos. Es la hora de la confianza para todos, la de traducir las buenas finanzas nacionales, en buenas finanzas familiares; es la hora de convertir la estabilidad económica en mejores ingresos para el obrero, para el campesino, para el ganadero, el comerciante, el emplea-do, el oficinista, el artesano, el profesionista, el intelec-tual y para las maestras y maestros de México.

Es la hora de los apoyos efectivos y del impulso al esfuerzo que realizan las mujeres y hombres al fren-te de micro, pequeñas y medianas empresas. Que se les lleve a superar sus dificultades, que se les apoye a ampliar sus negocios con mejores tecnologías para que sean más competitivos en los mercados.reforma social y combate a la desigualdad Es la hora del gran combate a la desigualdad, de la su-peración de la pobreza extrema, de la garantía para to-dos de educación, de salud, de vivienda digna. Esa es la reforma social de la que hablé en Huejutla.

Es la hora de hacer justicia a nuestros indígenas, de superar sus rezagos y carencias; de respetar su dig-nidad. Como lo dije en San Pablo Guelatao, Oaxaca: es la hora de celebrar un nuevo pacto del Estado mexica-no con las comunidades indígenas. hora de la reforma agraria para nuestro tiempoEs el momento de nuevas oportunidades para el campo de México, como lo comprometí en Anenecuilco, Morelos.

Es la hora de enfrentar con decisión y firmeza la po-breza, y mejorar los niveles de vida de los campesinos.

Es tiempo de que el Artículo 27 de la Constitu-ción se exprese en bienestar, justicia y libertad para los hombres del campo. Y es la hora de acabar para siempre con todo vestigio de latifundio; es la hora de dar certidumbre al ejido, a las tierras comunales y a la pequeña propiedad.

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Es el momento de impulsar la reforma agraria para nuestro tiempo; de promover más y mejor in-versión en el campo; de alentar de manera mejor y más eficaz con libertad, la participación de los cam-pesinos; de dar solución a los problemas de la car-tera vencida en el campo, del crédito escaso y caro; de asociar los esfuerzos de los productores; de cons-tituir más cajas de ahorro, más uniones de crédito y de poner en marcha nuevos mecanismos de comer-cialización.hora de las regiones y el nuevo federalismoEs la hora de las regiones de México, para aprovechar mejor los recursos, para aprovechar mejor la capaci-dad y el talento de cada una de las comunidades del país, de cada ciudad de nuestro país, de cada estado de la República; un desarrollo regional que abra las espe-ranzas de cada rincón de México, que canalice recursos para mantener la infraestructura carretera, ferroviaria, portuaria, hidráulica y energética.

Es la hora de superar la soberbia del centralismo como lo dije en Jalisco, de apoyar decididamente al municipio; es la hora de un nuevo Federalismo; es la hora de dotar de mayor poder político y financiero, a nuestros estados como lo dije en Tabasco; es la hora de garantizar plenamente la conservación de nuestros recursos naturales, de nuestro medio ambiente, de nuestra ecología.hora de la educación nacionalista y de calidad Es la hora de una educación nacionalista y de ca-lidad; es la hora de educación para la competencia; es la hora de nuestras escuelas, de nuestros tec-nológicos; es la hora de la Universidad Pública en México; es la hora de la gran infraestructura para la capacitación de todos los mexicanos que quie-ran progresar. La educación es nuestra más grande batalla para el futuro. A ella destinaremos mayores recursos. hora de reformar el poder Es la hora de reformar el poder, de construir un nue-vo equilibrio en la vida de la República; es la hora del poder del ciudadano; es la hora de la democracia en México; es la hora de hacer de la buena aplicación de la justicia el gran instrumento para combatir el cacicazgo, para combatir los templos de poder y el abandono de nuestras comunidades. ¡Es la hora de cerrarle el paso al influyentismo, a la corrupción y a la impunidad!la hora del cambioEs la hora de la nación. Es la hora de ser fuertes todos haciendo fuerte a México. Es la hora de reafir-mar valores que nos unen. Es la hora del cambio con rumbo seguro para garantizar paz y tranquilidad a nuestros hijos.

La única continuidad que propongo es la del cam-bio; la del cambio que conserve lo valioso. Queremos

un cambio con responsabilidad en el que no se olvide ningún ámbito de la vida nacional; queremos un cam-bio democrático para una mejor economía, para un mayor desarrollo social. Y hoy existen las condiciones para lograrlo; la sociedad lo demanda.

Hoy queda claro que los cambios no pueden ser ni marginales ni aislados. La vía del cambio corre en igual sentido y en igual intensidad y urgencia por el campo de la política, por el campo de la economía y del bienestar social.

Con firmeza, convicción y plena confianza, decla-ro: ¡quiero ser Presidente de México para encabezar esta nueva etapa de cambio en México! méxico unido y soberano Amigas y amigos:Asumo el compromiso de una conducción política para la confianza; una conducción política responsa-ble, para llevar a cabo los cambios que requerimos, para cerrarle el paso a toda intención desestabilizado-ra, de provocación, de crisis, de enfrentamiento.

Haremos de nuestra capacidad de cambio el mejor argumento para convocar a la confianza de los mexi-canos, para garantizar la paz, para fortalecer nuestra unidad.

Somos una gran nación porque nos hemos mantenido básicamente unidos, pero con respeto a la pluralidad.

Queremos un México unido, queremos un Méxi-co fuerte, queremos un México soberano; un México de libertades, un México de paz, porque son amplios los cauces de la democracia y de la justicia.

Hay sitio para todos en el México por el que lu-chamos afanosamente.Quién soySoy un mexicano de raíces populares. Soy un mexi-cano que he recorrido en muchas ocasiones nuestro país, que no cesa de maravillarse ante la gran variedad y riqueza humana de nuestra patria y que no cesa tam-poco de advertir carencias y dolores.

Me apasiona convivir, compartir, escuchar y comprender al pueblo al que pertenezco. Aprendo diariamente de sus actitudes francas, de sus actitu-des sencillas.

Reitero que prevengo de una cultura del esfuer-zo y no del privilegio. Como mis padres, como mis abuelos, soy un hombre de trabajo que confía más en los hechos que en las palabras; pero por eso, soy un hombre de palabra, un hombre de palabra que la empeño ahora mismo para comprometerme al cam-bio que he propuesto: un cambio con rumbo y con responsabilidad.el reclamo y la respuestaEl gran reclamo de México es la democracia. El país quiere ejercerla a cabalidad. México exige, nosotros responderemos.a

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Ya se ha vuelto un lugar común, que el mundo se enfrenta a la más seria crisis fi-nanciera y económica, desde la Gran De-presión de 1929. Sólo nuestras autoridades expresaron inicialmente que se trataba de

un “catarrito”, que nuestra economía estaba blindada. Siguieron la política del avestruz, hasta que la realidad se impuso sobre la ilusión. Ya no hay duda que la crisis, la recesión, comoquiera que se le llame, será profunda y, sobre todo, de larga duración. Afectará a México de manera severa. Paradójicamente, los gobiernos de dos países anglosajones, eminentemente neoliberales, el de Bush y el de Gordon Brown, dieron una gran lec-ción de pragmatismo, rompiendo “telarañas” teológi-cas y adoptando políticas necesarias que iban contra sus credos. Adoptaron políticas de rescate típicamente keynesianas y llegaron al extremo impensable de na-cionalizar algunas instituciones financieras, aunque en algunos casos sea temporal y parcial.

En México, esta es una gran oportunidad para que, pensando en grande, con visión de largo plazo, cambiemos de mentalidad y reorientemos nuestra po-lítica económica. Los antiguos paradigmas se están desmoronando en el mundo. Podemos salir de la crisis y retomar una senda de progreso de largo plazo. Ello requerirá un nuevo consenso nacional.

Primero, analizaremos los principales rasgos de la crisis internacional; luego, ¿cómo puede afectar a México? y, finalmente, algunas pistas para reorientar la política económica.

I. LA GRAN CRISIS FINANCIERA Y ECONÓMICA DE 2008Tenemos el privilegio de ser testigos -y la tragedia de sufrir- de una gran crisis histórica, como dijo Greens-pan: “un evento que ocurre sólo una vez en el siglo”.

1. La crisis financiera más grave desde la Gran DepresiónAsí lo atestigua el número de instituciones de primera línea que han sido rescatadas o se han hundido; la vir-tual parálisis del crédito, aparejada, con una seria crisis de confianza y aun pánico. Ha habido expresiones un

tanto dramáticas: para Sarkozy “el todo poderoso mer-cado se acabó”. Los altos funcionarios franceses y ale-manes hablan del “fin del capitalismo anglosajón”.

Los editorialistas del Financial Times dicen: “pasa-rá una generación para que la tesis de los defensores del libre mercado, de que el Estado nunca debe intervenir, sea tomada en serio.” “Estamos presenciando la desinte-gración del sistema financiero.” El Premio Nobel, Stiglitz, señala “la crisis de Wall Street es para el mercado lo que la caída del muro de Berlín fue para el comunismo.”

2. El sistema financiero que conocimos está profundamente transformadoa) El fin de los grandes bancos de inversión, como Lehman y Bear Sterns.b) La banca comercial tradicional, con base en depósi-tos, regresa por sus fueros. Aumentará el tamaño medio de las instituciones, desaparecerán los más pequeños.c) El sistema regulatorio fracasó, vendrá una nueva regulación. Se endurecerá, será más intervencionista.d) Renovada atención al riesgo; necesidad de resta-blecer niveles adecuados reales de capital y liquidez: ¡esto tomará tiempo!

3. El cáncer financiero se extendió a la economía real: recesión o contracción general

Fuente: FMI

FRANCISCO SUÁREZ DÁVILA

La crisisllegó a México

1. Economía mundial 5.0% 3.9% 3.0%2. Estados Unidos 2.0% 1.6% 0.1%3. Alemania 2.5% 1.8% ____4. Francia 2.2% 0.8% 0.2%5. Japón 2.1% 0.7% 0.5%6. España 3.7% 1.4% -0.2%7. Rusia 8.1% 7.0% 5.5%8. China 11.9% 9.7% 9.3%9. India 9.3% 7.9% 6.9%10. Brasil 5.4% 5.2% 3.5%México 3.2% 2.1% 1.8%

Crecimiento del PIB2007 2008 2009

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Hay serios problemas de fondo: las familias y los bancos están altamente apalancados y endeudados. Han sufrido una caída del valor de su capital y su pa-trimonio. La capitalización y el desapalancamiento to-marán tiempo en corregirse. La recesión será larga. Es sólo el principio.

4. Las políticas de los países avanzados contra la crisisEl debate ideológico ha sido interesante. Los con-servadores republicanos querían evitar el socialismo financiero. Los demócratas quieren recuperar el di-nero de los causantes, que no se rescaten a los ricos banqueros. Ello recuerda el debate de López Obrador sobre el Fobaproa.

Se discutió entre soluciones, “caso por caso o “sis-témicas” y entre soluciones nacionales o globales.

Estados Unidos experimentó todo: bajas perió-dicas de tasas de interés; inyecciones de capital de grandes bancos por países emergentes; dejar que el mercado castigara al inepto, para evitar el “riesgo moral”, lo cual significó no apo-yar a Lehman, un serio error; compra de instituciones priva-das por otras privadas; el pa-quete integral (TARP), inicial-mente orientado hacia compra de cartera tóxica, muy comple-jo de operar -como lo demos-tró Fobaproa- ¿a qué precio se compran los activos? El Premio Nobel, Krugman, lo llamó “cash for trash”. Fue ganando terreno la solución sueca de Soros, de Gordon Brown, de dar capitalización temporal del Estado de instituciones financieras (nacionalización). Se aplica al proceso la frase de Churchill: “Los americanos invariablemente llegan a la solución correcta, después de haber proba-do todas las equivocadas.”

Finalmente, triunfa la solución sistémica y coordi-nada globalmente de la Unión Europea, adoptando una gama de políticas y aceptando diferencias nacionales:

a) Inyección de liquidez por bancos centrales a sus bancos, instituciones financieras no bancarias y empresas.b) Baja coordinada de tasas de interés.c) Capitalización por el Estado: nacionalización temporal, parcial o total. d) Garantía de depósitos, total y temporal o au-mentando la cobertura.e) Nuevas reglas de valoración de activos (contables).f) Correr funcionarios responsables, limitar compensaciones.

¡Al fin impactaron mercado! Pero llegamos al borde del precipicio.

Falta la etapa de reforma de las instituciones na-cionales e internacionales… y de los sistemas regulato-rios y prudenciales.

II. CONSECUENCIAS PARA MÉXICOHabrá un efecto diferido, severo y de larga duración sobre México. Nuestro país tiene grandes vulnerabili-dades y riesgos, no sólo caída del PIB y de las exporta-ciones por efecto de la recesión de EUA, sino también por la caída del precio del petróleo y las dudas sobre la plataforma de producción. Se podrá compensar caí-da de Cantarell, finanzas públicas petrolizadas en los 3 niveles de Gobierno, caída de remesas, mayor freno a flujo de trabajadores emigrantes y repatriación, turis-mo e inversión extranjera a la baja.

El sistema bancario central está sólido, capitaliza-do: lo continuará siendo tanto como sus clientes. Hay el riesgo del cierre de las válvulas del crédito inter-

nacional a grandes empresas mexi-canas y transnacionales en México. Ya hay cancelación de grandes pro-yectos de infraestructura. ¿Cuánta deuda externa privada tenemos, cómo están las posiciones deu-doras por derivados? El caso de Comercial Mexicana. Esto genera presión sobre mercado cambiario (y bancos).

Hay un hecho insólito: ahora que algunas matrices bancarias o

industriales de las entidades mexicanas están en pro-blemas, ¿cuántos recursos se congelarán aquí para transferírselas al exterior? El sistema financiero peri-férico mexicano es vulnerable, mal diseñado, orienta-do al consumo. Existe proliferación de instituciones: cajas de ahorro, uniones de crédito, Sofoles, Sofomes, dependen del fondeo. Hay bancos demasiado subordi-nados al negocio principal. Los bancos pequeños su-frirán por falta de fondeo.

Existe vulnerabilidad política, debido a la “com-posición del gabinete”. Hemos pasado del sistema de Estado moderno meritocrático, al tribal de favorito. Hay problemas de gobernabilidad.

III. POLÍTICAS DE GOBIERNO ANTE LA CRISIS: EL PRO-GRAMA PARA IMPULSAR EL CRECIMIENTO Y EL EMPLEOIncreíblemente el PEF de agosto se envió “prendido con alfileres”… Se cayeron todos, a 4 semanas de ha-berlo enviado. Se tuvo que rehacer el marco macro. El crecimiento previsto para México en 2009 era de 3%; se rectificó a sólo 1.8%. Con un PIB estimado para EUA de 0.1%. Algunos analistas ya han reducido la es-

Esta es una gran oportunidad para que, pensando en grande,

con visión de largo plazo, cambiemos de mentalidad

y reorientemos nuestra política económica

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timación para nuestro país a rango menor de 1%. Ello significa creación de empleo insuficiente. La fórmula presupuestal para el precio del petróleo se redujo de US80 a $70 y ya ha alcanzado menos de $60. El tipo de cambio presupuestado de $11.70 ya ha alcanzado $14.00. La tasa de interés de 8% es incierta. La infla-ción de 5% con recesión mundial y baja de precios de alimentos y materias primas es sostenible, si no hay mayores presiones sobre el tipo de cambio.

El presupuesto se eleva de $2,846 MM a $3,045 MM, sustentado en un aumento del financiamiento interno del Gobierno Federal y un déficit de 1.7% del PIB.

Los elementos básicos del programa son aumento del gasto en infraestructura de $90,000 M (0.7% del PIB), incluyendo una refinería ($12,000) y un apoyo financiero, pero la Banca de Desarrollo de $130,000 M, incluyendo un Programa de Apoyo Federal de Trans-porte masivo ($17,500).

Hay dos reformas a Pemex que fueron parte de la reforma energética, que significó concesiones a partidos de oposición. Eliminar los Piridegas, que se convierta en deuda presupuestaria de Pemex y excluir inversión de Pemex del balance presupuestal.

La política cambiaria inició subastas de dólares de reserva para amortiguar la fuerte depreciación.

Hay elementos positivos: los cambios en la visión de política económica. Ya hay política anticíclica real; se reconoce la necesidad en la recesión de tener déficit fiscal, orientado a la inversión (infraestructura). Se usa a la banca de desarrollo como instrumento anticíclico, frente a las limitaciones de la banca comercial.

Como aspectos negativos son la visión parcial y reactiva, los problemas múltiples de capacidad de eje-cución, las posiciones contradictorias entre Hacienda y Banco de México, sobre política de tasas de interés. Falta visión integral del problema, incluyendo lo eco-nómico, social, seguridad y político.

IV. OPORTUNIDAD PARA SALIR DE LA CRISIS, REORIENTANDO LA POLÍTICA ECONÓMICACambió el paradigma mundial, lo cual es una gran oportunidad para México. Renace Keynes y el desa-rrollismo. Se requiere un cambio de mentalidad de nuestra política económica, excesivamente orientada a las finanzas públicas sanas (pero petrolizadas) y ha-cia la excesiva estabilidad de precios, con un pesado anclaje cambiario. Hay un sesgo anticrecimiento, que condujo al “estancamiento estabilizador” y a un cre-cimiento mediocre.

Se requiere de visión de largo plazo y un pro-grama integral. Hemos vivido el desgaste de pro-gramas y acuerdos apresurados, mercadotécnicos.

¿Quién recuerda el PAE? No se requieren tantas re-formas estructurales y legales, tenemos un país muy “subadministrado”.

Los temas que debemos debatir:a) Política Monetaria y Cambiaria. La banca cen-tral debe mantener su mono-objetivo: combatir la in-flación, con un tipo de cambio ancla apreciándose o un objetivo dual, como la Reserva Federal de EUA: con-trolar la inflación e impulsar el crecimiento-empleo, salvaguardando el sistema financiero.

b) Sistema financiero privado. El sistema bancario ex-tranjerizado está desregulado, salvo por normas pruden-ciales de capitalización. Tiene una autorregulación extre-ma, ya que no cotizan en bolsa. Está orientada al rentable crédito al consumo (e hipotecario), concede préstamos a la actividad productiva en forma muy limitada.

Una alternativa sería introducir cambios en la orientación de la política económica del crédito a sec-tores y regiones que contribuyan al desarrollo.

En Afores hay inversión más o menos libre en papel gubernamental, empresas y, también, autorizan inversión en activos extranjeros.

Otra alternativa sería una orientación clara para incluir proyectos rentables: infraestructura, energía.

Puede haber una ocasión propicia de organizar un grupo mexicano privado que compre Banamex.

c) La situación actual de la Banca de Desarrollo. La Fi-nanciera Rural tiene recursos modestos; FIRA, uso in-suficiente por bancos comerciales; Banobras tiene una razonable actividad para apoyar la infraestructura. En cambio, Nafin se convirtió en Nacional Factoraje, S.A., y Bancomext se desmanteló. La Subsecretaría de Eco-nomía opera como un “banco” de desarrollo clientelar. ¡Aberración institucional!

Se requiere fortalecer toda la banca de desarrollo con funciones más amplias, que capital de trabajo. En Bancomext reintegrar la promoción con el financia-miento, no en Proméxico. Integrar a Nafin los fondos que tiene la Secretaría de Economía para el apoyo efi-caz a Pyme’s.

d) Impulsar al sector energético como palanca de desarrollo. Requiere instrumentos adicionales, no sólo buenas intenciones. Faltan ingenieros, evalua-dores de proyectos, apoyo financiero a proveedores nacionales.

e) El tema de monopolios y oligopolios. Se trata de destruir las pocas empresas nacionales mexicanas exi-

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tosas que quedan, para abrirle el campo a las extran-jeras o mejorar la regulación para evitar excesos. ¿No debemos apoyar a los campeones nacionales frente a competencia extranjera?

f) Políticas eficaces de competitividad, política indus-trial y tecnológica de desarrollo y regional.

g) Política fiscal con finanzas públicas equilibradas a ultranza, como dogma o permitir política fiscal con-tracíclica, con énfasis en la inversión pública e infra-estructura.

h) Reforma del gasto público (insuficiente y deficiente).

i) Un probable fondo soberano de inversión.

j) Reorientar el “feudalismo fiscal”, promoviendo transparencia y rendición de cuentas en estados; pro-moviendo el gasto de inversión y fortaleciendo ingre-sos municipales propios (predial y servicios).

k) Preparar reforma fiscal integral ante baja de ingre-sos petroleros.

Hay muchos temas no estrictamente económicos, como la gobernabilidad, la seguridad, la política edu-cativa, la política social integral, no de “parches” que no puede cubrirse aquí.

V. CONCLUSIÓN: LA GRAN CRISIS NO ES SÓLO FINANCIERA ECONÓMICAFukuyama, el autor del “Fin de la historia” dice que esta situación “no es el fin del capitalismo, pero sí del modelo americano del capitalismo de los últimos 20 años”. Esta-dos Unidos hizo todo lo contrario de lo que predica: po-lítica monetaria laxa; política fiscal irresponsable, deuda excesiva, “nacionalizaciones”. Tenemos el mundo al re-vés: los países emergentes al rescate financiero de los in-dustriales y son los que sustentan el crecimiento global. Hay una nueva estructura económica mundial.

Esta será, sin duda, una severa crisis mundial. Es, al mismo tiempo, una oportunidad para que México salga de la “recesión mental” en la que se encuentra. Tal parece que necesitamos una crisis para sacudirnos y hacernos actuar.

Keynes escribió, en 1926, en su ensayo: El fin del “Laissez Faire”:

“La principal tarea del economista, en esta hora, es distinguir con mente fresca, entre la agenda de gobierno, frente a la “no agenda” y la tarea complementaria de la po-lítica es encontrar formas de gobierno, dentro de una demo-cracia que nos haga capaces de cumplir con esa agenda…”

En México no hay agenda verdadera, no hay rum-bo claro de largo plazo, vamos a la deriva, conforme “sopla el viento” o las “tormentas”. Se requiere renova-do liderazgo para reconstruir una agenda con la socie-dad mexicana.a

Economista

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En el mundo económico y financiero, los eventos se suceden de manera dramática-mente acelerada. Hemos visto desaparecer a importantes intermediarios financieros que hace poco gozaban de enorme reputación y

fortaleza y observado cómo los gobiernos han entrado a rescatar a múltiples jugadores en todo el mundo y cómo los bancos centrales han tenido que tomar accio-nes antes nunca pensadas, para evitar el colapso de sus sistemas financieros y recuperar la liquidez y actividad crediticia en los mercados. Finalmente, estamos vien-do ya los efectos en la economía real. En suma, es pro-bable que estemos hablando de la peor crisis financiera en la historia mundial, sólo equiparable con la Gran Depresión de los años treinta del siglo pasado.

El origen de esta situación se encuentra en el mercado inmobiliario norteamericano, cuyos precios aumentaron de forma desmedida desde mediados de los años noventa creando una burbuja que reventó a mediados de 2006. Este proceso fue acompañado de una importante expansión crediticia, pero se ex-tendió a individuos de alto riesgo y/o mal historial crediticio, dando paso a la generación de un mercado “subprime”.

Estos individuos obtuvieron créditos, dejando como garantía el inmueble adquirido, y con la pers-pectiva de adquirir nuevos créditos en menos de dos años para cubrir la deuda anterior. Al iniciar el des-censo de los precios de las casas, pierden el acceso a nuevos préstamos y se declaran insolventes.

Simultáneamente, los generadores de estos crédi-tos los transfieren a su vez a otros intermediarios (ban-ca de inversión), quienes estructuran instrumentos sofisticados que les permiten bursatilizarlos. Pero esto provoca que en sus balances presenten activos de lar-go plazo (hipotecas) con pasivos de corto plazo (papel comercial), lo que genera un alto riesgo que eventual-mente terminó por estallar. La insolvencia de los ma-los deudores significó pérdidas para los intermediarios financieros, devaluando sus activos, dificultándoles obtener recursos inmediatos en el mercado y generan-do un problema de liquidez. A pesar de que las auto-ridades monetarias inyectaron recursos al mercado, la creciente incertidumbre conduce a que sea difícil rea-lizar una valuación de diversos activos, por lo que se produce una paralización del mercado crediticio inter-bancario, lo que acelera y profundiza el deterioro de las condiciones financieras de distintos intermediarios.

En marzo de 2008, la Reserva Federal decide sa-lir al rescate de Bear Stearns, que fue adquirido por JP Morgan. En septiembre, la situación se complica y el Gobierno norteamericano decide rescatar a las en-tidades hipotecarias Fannie Mae y Freddy Mac; apo-ya al gigante asegurador AIG, pero deja que quiebre Lehman Brothers. Sólo en cuestión de semanas se generalizan los problemas en intermediarios de todo el mundo, produciéndose una escalada de rescates, particularmente en el Reino Unido, Islandia y Ale-mania. En estas circunstancias, y ante la posibilidad de una crisis sistémica, el Gobierno norteamericano

F. ALEJANDRO VILLAGÓMEZ

de mínima protecciónRed

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propone un programa de rescate generalizado por un monto de 700 mil millones de dólares (5% de su PIB), que es rechazado inicialmente por el Congreso, pero finalmente aprobado el 3 de octubre. En el pro-ceso de este debate, y ante la oleada de insolvencias financieras, se profundiza la crisis de confianza en todos los mercados, por lo que inicia un declive ace-lerado en las bolsas de todo el mundo. No obstante las acciones emprendidas por los distintos gobier-nos, la mayor parte de octubre se caracterizaría por la profundización de la incertidumbre, desconfianza y volatilidad. El deterioro en los activos se extiende a otras entidades no financieras y los inversionistas buscan refugio seguro en los bonos del Tesoro y en el dólar, por lo que esto termina afectando también los mercados de divisas.

¿Cuál ha sido el impacto de esta crisis en Méxi-co? Lo que se reconoció en un primer momento fue el impacto sobre nuestra economía real a partir del canal del sector externo. La desaceleración de la economía norteamericana irremediablemente provocaría una contracción en nuestras exportaciones, y en conse-cuencia un menor crecimiento para 2008, por lo que se reajustaron las proyecciones oficiales a principios de este año y se anunció un programa emergente que incluía algunos estímulos fiscales, pero en particular descansaba en un amplio programa de inversión en in-

fraestructura, que por cierto ha tardado en iniciar, en gran parte por las propias inercias de nuestra estructu-ra presupuestal.

Sin embargo, los acontecimientos desde septiem-bre, y en particular durante octubre han conducido a una mayor complejidad de la situación. Nuestros mer-cados financieros se están contagiando de manera ace-lerada de esta alta volatilidad e incertidumbre. Como era natural, nuestra bolsa ha sido arrastrada por Wall Street, pero adicionalmente estamos enfrentando una alta volatilidad en nuestro mercado cambiario, de tal suerte que el Banco de México ha intervenido, buscan-do estabilizar el tipo de cambio, lo que ha significado una reducción de más de 10% en las reservas interna-cionales. Debe quedar claro que esto no ha sido resul-tado sólo de acciones erróneas por parte de algunos corporativos, sino que también responden a la propia dinámica actual en los mercados.

Adicionalmente, el deterioro en diversos activos está afectando negativamente la posición de diversos fondos de inversión, así como los balances de algunas empresas no financieras. En la medida que éstas en-frenten crecientes dificultades para cubrir sus deudas, esto repercutirá en los intermediarios financieros que les prestaron. Un ejemplo de esta situación han sido los problemas de Comerci y su impacto sobre las valo-raciones de Banorte.

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Para entender qué viene y cuál podría ser el efec-to sobre nuestro país es importante subrayar, en pri-mer lugar, que en la medida que el origen de esta crisis es el descenso de los precios inmobiliarios en Estados Unidos, estamos frente a un proceso muy lento, debido a la propia dinámica de ese mercado. Esto significa que aún continuará un progresivo deterioro en el mercado crediticio norteamericano y en diversos intermedia-rios financieros, y posiblemente se requiera de apoyos adicionales a los ya otorgados con el rescate aprobado.

En segundo lugar, mientras no se restablezca la confianza en los mercados, la volatilidad e incertidum-bre continuarán, y esto continuará seguramente por varias semanas más.

En tercer lugar, habrá que esperar a ver si las me-didas tomadas por diversas autoridades en los prin-cipales países industrializados para evitar el colapso de sus sistemas bancarios han sido suficientes, o si se requiere de apoyos adicionales. Mientras esto no ocurra, no se resolverá el problema de confianza y di-ficultad de valoración de los acti-vos en los mercados.

Cuarto, es urgente restablecer la actividad crediticia en los merca-dos. Por el momento esto depende de las acciones tomadas por las au-toridades financieras y los bancos centrales buscan inyectar liquidez mediante múltiples mecanismos, pero en última instancia se requie-re de la recuperación del sistema bancario y financiero en general, lo cual de nueva cuenta llevará tiempo. La astringen-cia crediticia es un grave problema, pues significa una importante contracción en el consumo e inversión pri-vados, en la demanda agregada y en consecuencia en la actividad económica y el empleo. Es claro que el pano-rama para nuestra economía se mueve en este entorno y en ambos frentes; el financiero y la economía real. Mientras se mantenga la volatilidad en las bolsas mun-diales, la nuestra seguirá dichos vaivenes. Uno de los riesgos relevantes es el efecto en algunos corporativos y entre los inversionistas en fondos, que en México está más limitado respecto a los países industrializados. El otro riesgo se deriva del comportamiento de mercado cambiario. En lo inmediato afectará a los tenedores de deudas en moneda extranjera, así como a los importa-dores. Si la depreciación se acelera y no se revierte en parte, aunque esto favorece a los exportadores, necesa-riamente generará presiones inflacionarias en nuestra economía por su alto contenido importado. No obs-tante, eventualmente los mercados tenderán a estabili-zarse conforme se cristalicen los efectos de las acciones de las autoridades.

Por el lado de la economía real los efectos son más prolongados y lentos. Queda claro que la desace-leración de la economía del Norte, y en general en el resto del mundo, significa una importante contrac-ción en el sector externo, que no podrá ser contra-rrestado por el mercado interno. La decisión guber-namental de no reducir el gasto propuesto para 2009, de manera significativa ayudará a mitigar los impac-tos negativos, pero no será suficiente para eliminar-los. La mayor inversión en infraestructura propuesta para el próximo año es otra decisión importante, no porque esto elimine el menor crecimiento, sino por-que sus efectos positivos en el mediano y largo plazos reducen el costo de la crisis actual. Pero habrá que te-ner presente que los mercados de las materias primas, como el petróleo, se verán afectados, por lo que estos ingresos disminuirán.

En conjunto, se espera un bajo crecimiento para 2009, reflejándose necesariamente en menor generación de empleos. Esto nos lleva al tema del

deterioro del bienestar de la población. Es conocido que las crisis económicas afectan de ma-nera importante las condiciones de pobreza y distribución del in-greso. Los programas actuales de apoyo significan una red mínima de protección, pero no se puede hablar de estar blindados.

En particular habrá una afección importante en la deno-minada población de exposición

vulnerable. Esto es, los hogares que en la actualidad no califican para los programas de apoyo, pero que al encontrarse en un estrato inmediato superior, en con-diciones de deterioro del ingreso, descenderán a con-diciones de pobreza en los términos definidos por las propias autoridades. Habrá que considerar a la pobla-ción y regiones que están viendo un menor flujo de ingresos por concepto de remesas.

Si bien, el mercado informal se presenta como una salida (y seguramente crecerá en estas condiciones), no se ve como una solución, pues habrá una presión laborar que terminará por reducir las percepciones en este mercado. En conjunto, se espera un deterioro en el bienestar de la población, aunque probablemente será en menor grado, debido a los programas existentes, a las acciones contra cíclicas de la autoridad y a la mejor posición macroeconómica de nuestro país en la actua-lidad. No obstante, aún es difícil precisar el impacto final de esta crisis, ya que todavía está en proceso y es difícil determinar si ya ha tocado fondo. a

Investigador de la División de Economía del CIDE y de la EGAP-ITESM-CCM

economía

En suma, es probable que estemos hablando de la peor crisis financiera en la historia mundial, sólo equiparable con la Gran

Depresión de los años treinta del siglo pasado

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Cercano, porque la crisis financiera que vivi-mos en estos días se desdobla ante nuestros ojos y ante el bolsillo de familias, empresas y gobiernos, ¿por qué? la crisis financiera cuyo origen se encuentra en los préstamos

hipotecarios llamados “subprime” en Estados Unidos se ha extendido debido a la internacionalización de las fi-nanzas, las economías, la interdependencia tecnológica, los flujos migratorios y culturales, a prácticamente todo el mundo.

¿Pero cómo es que algo tan localizado en los Es-tados Unidos ha desencadenado tales fuerzas que cada vez afectan más nuestra vida diaria? En otras palabras, ¿cómo es que hemos llegado hasta aquí? y más allá, ¿qué falta, qué puede verse en las entretelas de este mare mág-num como fenómenos en curso e inminentes?

En el futuro se hablará de antes y después del mes de septiembre 2008, el mundo cambió profundamente. Pero hagamos un poco de historia: desde el año 2000 el mundo experimentó crecimiento, desarrollo tecnoló-gico e internacionalización creciente. Las tasas de inte-rés fueron muy bajas en los países desarrollados (prin-cipalmente Estados Unidos y Gran Bretaña); dinero barato creó entre otras cosas liquidez, la cual había que colocar de alguna manera. Como se sabe, la tarea principal de los sistemas financieros es precisamente canalizar ahorro (aquellos que tienen excedentes de efectivo derivado de sus actividades, como son indi-viduos, gobiernos, tesorerías, fondos de inversión o de pensiones, aseguradoras, etc.) a la inversión (es decir, a quien necesita recursos para invertir o consumir, com-pañías en expansión, gobiernos, individuos, etc.), estas transferencias se realizan mediante una infinidad de mercados e instrumentos, plazos y condiciones, a lo largo y ancho de todo el mundo (principalmente me-diante bancos y bolsas de valores).

En los Estados Unidos en particular, un vehículo de ahorro-inversión se convirtió en un gigante, en una burbuja, y luego en un huracán categoría 5: el merca-do inmobiliario, de hipotecas y productos financieros

concatenados a éstos. Las instituciones financieras y en particular los bancos comenzaron no sólo a colocar préstamos hipotecarios tradicionales de hasta 30 años con tasa fija, sino con las bajas tasas de interés en este periodo, otorgaron préstamos a tasas ajustables. Las fa-milias no sólo tuvieron la posibilidad de acceder a una casa, sino a veces una segunda, en el sobrentendido que la propiedad raíz sólo tendería a apreciar su valor en el tiempo (plusvalía). Tal fue el éxito de esta primera ola de préstamos, que los bancos e instituciones financie-ras comenzaron a canalizar préstamos ajustables a fa-milias que en ese momento no comprobaban ingresos suficientes para hacer frente a las obligaciones de pago requeridas. ¡Claro! ambas partes aceptaron irrespon-sablemente, con la expectativa que el bien raíz subiera de precio a la vez de los ingresos del cliente. En pocas palabras, se relajaron las reglas para otorgar y aceptar créditos: fíjese, no fue crédito al consumo, sino crédito para adquirir bienes de alto valor, con muchos ceros a la derecha: casas, departamentos, propiedades… existir se convirtió en “un caso de vida o deuda”.

Los bancos e instituciones que otorgaron los cré-ditos, luego los “empaquetaron”, los colocaron en gran-des carteras -clasificadas con múltiples criterios-. Estas carteras las convirtieron en instrumentos de inversión bursátil, es decir, los bancos o instituciones financieras las vendieron a alguien más, ya sea en los mercados de valores (bolsas) o bien en mercados que se denominan sobre el mostrador (OTC), a inversionistas: llámense éstos otros bancos, individuos, fondos de pensiones, que buscaban invertir en el magnífico negocio de bienes raíces por medio de compra de certificados o acciones amparados a la luz de los bienes raíces de precio crecien-te y de los pagos regulares de los tomadores del présta-mo hipotecario… ahhh, pero la calidad de estas carteras la han certificado entidades independientes, llamadas compañías calificadoras, que a la luz de datos “duros”, emiten una calificación que va de pobre o insolvente, reprobado, a rico, muy solvente, “niño 10” -como se dice en el argot, cartera triple A-; es decir, hecha de muy

CARLOS SALAZAR

de vida o deudaSaldos

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buenos pagadores… la calificación de “niño 10” abre la posibilidad a susodicha cartera de ser adquirida por in-versionistas de bolsillos bien provistos, a buen precio. El “empaquetar” préstamos hipotecarios de todo tipo se volvió un magnífico negocio.

Muchos bancos e instituciones financieras a lo lar-go y ancho del mundo no sólo repitieron el modelo en menor o mayor escala, pero no sólo eso, sino que com-praron carteras de hipotecas estadounidenses como in-versión… y sólo por si las dudas, en EUA y afuera, todo tipo de instituciones compraron una suerte de seguros, que los protegen en caso de incumplimiento de pago a cambio de una módica prima. Estos “seguros” son un tipo de producto derivado, porque literalmente se “deri-van” de otro producto, en este caso de un “subyacente” llamado aquí “carteras hipotecarias”: si la cartera cae en incumplimiento, la institución que vendió “la protec-ción” se obliga a pagar de su bolsillo lo que falte: este mercado se denomina en inglés “credit default swaps” (CDS), que se calcula que tiene un tamaño (amount outstanding) de 60 millones de millones de dólares; es decir, casi se iguala el GNP del mundo y lo más increí-ble: no está explícitamente regula-do, ni el uso de estos instrumentos está explícitamente registrado en las hojas de balance de las institu-ciones… esto nos da el sabor de los ingredientes explosivos involucra-dos en la debacle.

Todo lo que pudo ir mal fue: muchos de los bienes raíces “empa-quetados” no sólo no subieron de precio -en algunos ca-sos por estar sobrevaluados-, sino que comenzaron a ba-jar… también algunos de los que recibieron los créditos no pudieron pagar con puntualidad, otros más al darse cuenta que la casa perdía valor y que el valor contratado de la hipoteca era mayor que el valor de la propiedad en ese momento… decidieron entregarle las llaves al banco y no pagar, y el banco sin remedio de quedarse entrampado… y a su vez, al no pagarse a los tenedores de las carteras, éstos transmitirían las pérdidas a sus in-versionistas y a las bolsas de valores. Entonces, ante el incumplimiento, se comenzaron a ejercer los “seguros” contratados -sí, los derivados, los CDS mencionados-, resultado: desfalcos por todos lados y a todos niveles, en una reacción en cadena de posibles quiebras de ins-tituciones financieras ante la falta de fondos para hacer frente a tantas obligaciones… una institución estado-unidense centenaria -Lehman Brothers- fue la aguja que reventó la burbuja, al declararse en quiebra... Todo esto creó una crisis de confianza general: si pudo caer Leh-man cualquiera puede caer… y en un segundo ya nadie confió en nadie: las bolsas de valores -que son el pulso de la confianza- cayeron de manera no vista en décadas

alimentadas por la baja de los precios de las acciones de las compañías financieras involucradas en estos líos, arrastrando literalmente a todos los demás. Había que salvar rápido al sistema financiero de EUA y luego al de Asia y Europa de catástrofes mayores: se tenía que evi-tar el colapso total de los sistemas financieros, pero más que eso, se tenía que evitar el colapso de los sistemas de pagos; es decir, el colapso de la capacidad de todo el mundo de poder utilizar el dinero de sus depósitos como medio de pago.

En esta debacle en el sector financiero, el Gobier-no de EUA trató de medio contenerla, al ser los únicos con el dinero suficiente para prestarle a sus bancos (me-diante la Reserva Federal, FED, es decir, el Banco de los Bancos) para que a su vez pudieran hacer frente a sus obligaciones… no fue suficiente… además, les bajaron la tasa de interés cobrada… no fue suficiente… hubo que pensar en que el Gobierno comprara sus “carteras patito” y no fue suficiente… entonces decidieron com-prar parte del banco; es decir, que el Gobierno les com-prara acciones… no fue suficiente. Este esquema se im-plantó de manera similar también en Europa -que tenía

carteras propias y había comprado “carteras” estadounidenses- y par-cialmente en Asia: luego ante la gravedad de la situación, los princi-pales gobiernos y bancos centrales se pusieron de acuerdo para actuar de manera coordinada. Las bolsas de valores, que han sido el termó-metro del tratamiento aplicado, ca-

yeron estrepitosamente a pesar de las medidas, y luego se recuperaron parcialmente ante la acción coordinada, para de nuevo caer y volver a subir, siempre muy por debajo de sus rendimientos máximos históricos… al 22 de octubre, los principales mercados habían perdido en promedio más de 40% de su valor… esa inestabilidad de sube y baja se llama volatilidad y lo que refleja es in-certidumbre, a mayor volatilidad, significa que nadie en realidad confía y no pueden estimar qué tan profunda es la crisis y cuánto tardará la recuperación…pero ¿por qué las medidas no fueron suficientes?

Porque el daño es mayúsculo y la pérdida de con-fianza comenzó a ir más allá del sector financiero. Los bancos, que de manera usual se prestan entre sí, dejaron de hacerlo, por miedo a que de repente el banco Y toma-ra un préstamo del banco X, quebrara y dejara al ban-co X “colgado”. Los bancos que prestaban a sus clientes corporativos, ya sea que no les prestaron, o bien el costo de hacerlo aumentó. Esos mismos clientes corporativos también podían financiarse mediante los mercados de capital a corto plazo (papel comercial) y no pudieron hacerlo… nadie ha querido prestarle a nadie como an-tes y eso ha afectado al sector no financiero que necesita

Nadie en realidad confía y no pueden estimar

qué tan profunda es la crisis y cuánto tardará

la recuperación

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de esos servicios de crédito para sobrevivir; es lo que en el argot se llama un “Credit Crunch” o colapso de crédito… imaginen la presión sobre sectores que viven del crédito, como la industria automotriz. Por lo tanto, las expectativas de desempeño del sector no financiero bajaron, la actividad económica en EUA ha venido dis-minuyendo aceleradamente y también los despidos han ido en aumento. El consumidor ha perdido confianza -y poder adquisitivo-, lo cual profundiza aún más los problemas en conjunto: los elementos para que el hura-cán financiero, paliado en alguna medida por la acción conjunta de los gobiernos, se convierta más y más en un huracán económico grado cinco: una recesión profunda en EUA, con las implicaciones que esto conlleva para todo y para todos y cada uno de los mexicanos.

En México se comenzaron a sentir las primeras llu-vias y truenos desde el primer día de la crisis, aunque se trató como siempre, de minimizar. Pero los hechos ha-blan: las remesas comenzaron a caer por primera vez en muchos años, el tipo de cambio sufrió presiones inusita-das y fue necesario utilizar parte de las reservas interna-

cionales para sostener el tipo de cambio y por ende las expectativas inflacionarias… según esto la presión cam-biaria ha venido principalmente de operaciones de espe-culación en el mercado de cambios por parte de compa-ñías mexicanas involucradas en la operación de derivados cambiarios OTC, pero muy probablemente también por expatriación de capitales, tanto de inversiones extranje-ras en cartera, como del sector real y de transferencias de recursos de bancos mexicanos de propiedad extranjera a sus matrices… además, países de la región -como Argen-tina- comenzaron a pasar agua salpicándonos… aumen-tando el riesgo país de toda Latinoamérica.

El Gobierno mexicano reaccionó, más que haber-se anticipado: se ha elaborado un plan anticíclico y de mayor gasto público, principalmente en infraestructu-ra para proteger el empleo; sin embargo, a mi juicio, no se ha dimensionado, cuantificado y anticipado en una suerte de coordinación nacional, las medidas a to-marse ante la magnitud del huracán mundial en la eco-nomía y en la vida mexicanas: nulo crecimiento, pre-sión cambiaria, caída de remesas, desempleo, caída del valor de las Afores, repatriación de connacionales que trabajaban en el sector construcción y manufacturero en EUA, los cientos de miles de jóvenes que pensaban emigrar y que no lo harán, la caída de las exportacio-nes a EUA, la elevación del riesgo país, la repatriación de capitales extranjeros, la caída de inversiones y con-versiones en el sector real de la economía, caída de los precios de las materias primas, en particular del petró-leo, que podría poner en jaque el plan anticíclico y de paso las finanzas públicas, bastión que nos ha salvado de caer en los primeros rounds…

En suma: la debacle externa que sube de tono e im-pacta al sector real de la economía mundial y por ende a la mexicana. Se entrevé un cambio sustancial del peso entre la actividad gubernamental y del Estado con res-pecto a la del sector privado: los estados al erguirse como salvadores del desastre, de las finanzas y la economía de gran parte del mundo, tendrán que demostrar su capa-cidad de no favorecer intereses creados sobre generales, de no favorecer el proteccionismo per se, de no caer en la discrecionalidad a ultranza con el pretexto de la crisis, de no proponer más regulación, sino de buscar una mejor, de no anular la acción del sector privado, sino acortar-la para aprovechar su gran potencialidad de creación de valor. Tener cuidado, México no se ha caracterizado por su eficiencia y transparencia gubernamental… induda-blemente los acontecimientos apuntan a una depresión mundial profunda y a un horizonte de años para recupe-rar la confianza y el crecimiento. Nuestra tarea individual como mexicanos: buscar activamente oportunidades -y también el mejor resguardo posible.a

Maestro en Administración Pública y Finanzas Internacionales, Columbia University, trabaja para la Bolsa Mexicana de Valores

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centro del ajedrezAfganistán:

A diferencia de la espectacularidad me-diática de la guerra en Irak, en las áridas tierras del Sur de Asia, en Afganistán, se desarrolla un capítulo más de las inter-minables luchas por el control del centro

del tablero de ajedrez euroasiático.Su ubicación geográfica le ha permitido a ese te-

rritorio ser el puente, paso y punto de encuentro de imperios y civilizaciones. Por su suelo cruzan impor-tantes rutas históricas y comerciales. De la ruta de la seda en el pasado, a las rutas del narcotráfico en el pre-sente, hasta la red de gasoductos en el futuro.

Esta fatalidad geográfica ha favorecido el enrique-cimiento de la diversidad cultural de los afganos y los ha hecho víctimas de ambiciones imperiales. Persas, griegos, mongoles, rusos, ingleses y ahora norteame-ricanos, han querido controlar sin éxito, este espacio territorial ubicado en el centro del tablero, rodeado de sólidas culturas como las de Irán, las ex repúblicas so-viéticas, la India, Pakistán y China.

Afganistán es el otro nombre del Gran Juego, ese que en el siglo XIX nos describiera el culto colonialis-ta, el sexto Lord Byron, la lucha entre rusos e ingleses por controlar Afganistán, Asia Central, la India y sus riquezas, y dotar a los zares de la compulsión rusa por excelencia, acceso a las tibias aguas del Océano Índico, del Mar de Omán y del Golfo Pérsico.

A diferencia de su vecino persa, el cual conserva celosamente una identidad nacional multimilenaria, Afganistán no es una nación como tal. Por su historia, su geografía y por múltiples invasiones y conquistas, Afganistán es una confederación de tribus, muy a me-

nudo enfrentadas entre sí. Irónicamente lo único que las mantiene unidas y victoriosas es la presencia de tro-pas invasoras. Así sucedió dos veces con los ingleses, los rusos y los soviéticos. Al parecer ese podría ser el destino hoy, de las tropas norteamericanas, británicas y de la OTAN.

Afganistán y la guerra contra el terrorLa identificación de Afganistán como la base de los ata-ques del 11 de septiembre, permitió que los bombar-deos aéreos primero, la invasión por tierra después, no fueran objetados por la comunidad internacional. En octubre de 2001, a un mes de los atentados en Nueva York, se inició una guerra que cumple ya siete años.

Los resultados, a la fecha, son más que desalen-tadores para sus impulsores. Los presuntos responsa-bles de los ataques terroristas, en especial Osama bin Laden, se mantienen prófugos, desde sus refugios que se extienden de Peshawar hasta los Pamir en Asia Cen-tral, el Talibán, cuyo régimen fue expulsado del poder en Kabul por la coalición Estados Unidos-Reino Uni-do y la OTAN, no sólo no ha sido derrotado, sino que aprovechando la legendaria capacidad táctica de sus combatientes de dios (muyajaidines), amenazan con retomar la capital.

La fuerza del Talibán se basa, además del an-cestral dominio del territorio, de sus envalentonados guerrilleros por su triunfo contra el Ejército Rojo, las técnicas y equipos militares provistos por sus antiguos aliados Estados Unidos, Arabia Saudita y Pakistán, contando con el apoyo de combatientes islámicos de casi todos los países musulmanes, atraídos a Afganis-

LUIS ORTIZ MONASTERIO

Todo es un tablero de ajedrez de noche y día. Donde el destino, con hombres como piezas, juega

acá y acullá mueve y da jaque mate y mata y uno por uno vuelve a ponerlos en la caja

Umar Khayyám, poeta y científico persa del siglo XI

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tán y Pakistán por los mismos antiguos aliados y ahora enemigos y sobre todo son los beneficiarios del sentido crecientemente nacionalista del afgano medio, que re-siente la altanería de las tropas extranjeras y su fauna de acompañamiento, los contratistas.

Los motivos del fiasco son abundantes y van más allá de simples cálculos militares.

Una guerra preventiva contra Kabul como un paso inicial en la Guerra contra el Terror no puede darse sin tomar en cuenta que tanto el Talibán como Al-Qaeda fueron antiguos aliados de Estados Unidos en la Guerra Fría. Hoy todavía se debate el grado de responsabilidad de la administración Carter, de Arabia Saudita y de los servicios de inteligencia paquistaní, en la creación o por lo menos fortalecimiento del Talibán y de Al-Qaeda, aliados de privilegio en la guerra con-tra la invasión soviética en Afganistán.

Para Zbigniew Brzinski, consejero de Seguridad Nacional, del presidente James Carter, la clave era, pro-vocar a Leonid Breznev a una aventura equivalente a la derrota norteamericana en Vietnam, dándole así un golpe existencial al Imperio Soviético.

La operación tuvo el éxito esperado: propició el envío de 120 mil activos del Ejército Rojo sobre Kabul, el apoyo económico y logístico de Estados Unidos a los militantes islámicos radicalizados en las madrassas (escuelas coránicas) en Pakistán, terminaron expulsan-do sin honor, con altísimas bajas y a un descomunal e inoportuno costo financiero, a las tropas de Moscú, a meses de la implosión, que no capitulación de la Unión Soviética.

El triunfo de la operación fue especialmente ren-table para Estados Unidos con la derrota terminal de su archienemigo estratégico, Pakistán se benefició con un régimen en Kabul enormemente comprometido con sus líneas estratégicas y para las monarquías sun-nitas del Golfo Pérsico, el fortalecimiento del Talibán para así neutralizar a la teocracia shíia de Irán, enemi-go existencial del Talibán y de Al-Qaeda sunnitas.

Las consecuencias prevalecen hasta nuestros días:

Afganistán fue el Vietnam de los soviéticos, pero de seguir las actuales tendencias de esta guerra de siete años, tal vez termine siendo el segundo Viet-nam de Estados Unidos y el Primero de la OTAN.

Al ser abandonados por Estados Unidos, sus an-tiguos aliados del Talibán y Al-Qaeda se apodera-ron de Kabul, prosiguieron y expandieron su lógica fundamentalista, ahora contra sus creadores.

Al-Qaeda consolida su teología antioccidental, se nutre de la intransigencia de los wahhabís de Arabia Saudita, se capitaliza de los combatientes islámicos atraídos por los invasores infieles en territorio is-lámico (soviéticos primero y occidentales hoy), de

los egresados de las escuelas coránicas fundadas en Pakistán para inspirar a los muyajaidines contra el invasor soviético ateo, y al final retaron en 2001 a sus propios nutriólogos.

Cuando Estados Unidos expulsa de Kabul pri-mero y de Kandahar después al Talibán (término pashtún en plural que proviene del árabe Talib o estudiante) beneficia indirectamente al régimen de los ayatollah en Teherán, ya que George Bush les elimina casi de manera simultánea a sus dos enemi-gos vecinos, Sadam Hussein y el Talibán.

Las fuerzas de ocupaciónPocas coaliciones en la historia han contado con el beneplácito inicial de la comunidad internacional. Siete años después la fuerza internacional de asis-tencia en Afganistán (ISAF) bajo el comando de la OTAN con cerca de 50 mil tropas, da muestras in-equívocas de fatiga.

Las fuerzas norteamericanas están menos inte-resadas en la reconstrucción del país arrasado y más obsesionadas en la búsqueda de sus antiguos aliados que se han desplazado hacia Pakistán y a los Pamir de Asia Central (donde se afanan en fundar un Ca-lifato), mientras que mantienen viva su lucha prois-lámica, ya sea en Cachemira, Chechenia y Kosovo. Más aún, esas fuerzas combinadas Talibán Al-Qaeda han expandido sus operaciones más allá de la línea

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Durand, amenazando la precaria estabilidad de Pa-kistán, cuyo gobierno reconoció diplomáticamente a la administración Talibán, y que enfrenta su propia guerra contra el integrismo islámico, siendo el pri-mer país musulmán con ojivas nucleares. Este reflujo contra sus antiguos sostenes en Islamabad, ha causa-do inestabilidad adicional en esta estratégica región del planeta en la que convergen intereses directos de Rusia, China, la India y Pakistán.

La intensiva utilización de la guerra aérea, indis-criminada por naturaleza, ha causado daños colatera-les que incluyen innumerables bajas civiles e incluso a tropas del ejército regular de Pakistán, lo que ha propi-ciado el aumento y no la disminución de los islámicos dispuestos a enfrentarse al Occidente.

Consecuencias extrarregionalesLa guerra en Afganistán ha provocado consecuencias inesperadas en el ámbito macroestratégico. El com-prometer a las tropas de la OTAN en Asia Central, mucho más allá del teatro de operaciones europeo, no sólo ha debilitado la cohesión interna de los alia-dos de Estados Unidos (la mayor parte de las fuerzas emplazadas no pueden participar en acciones milita-res, sólo de reconstrucción), sino que a esta expan-sión territorial se ha venido a sumar la tendencia de la OTAN de rodear a Rusia y de seguir sus operacio-nes, y sus expansiones en Asia Central, amenace a la misma China.

Así, la desangelada participación de la OTAN en Afganistán, la falta de consenso entre sus objetivos, ha resaltado las diferencias de fondo a nivel noratlántico entre Washington y Bruselas.

Es desde luego Rusia la que percibe como provo-cativa la expansión de la OTAN a sus antiguos satélites, ya sea en el Cáucaso, Europa Oriental o Asia Central, muy especialmente por la ostensible desaparición de la razón de ser de la OTAN como contrapeso del extinto Pacto de Varsovia desde hace más de tres lustros.

Rusia y China por su parte han empezado una nueva coordinación económica, política y militar. El SCO, el Organismo de Cooperación de Shanghai, aún en forma germinal podría en su tiempo evolucionar hacia un bloque que se oponga tanto al unilateralis-mo norteamericano como a la expansión agresiva de la OTAN mucho más allá de su mandato original.

China, Rusia, e incluso Irán, aprecian que la pre-sencia norteamericana en Afganistán fue más allá del cambio de régimen (el gobierno del Talibán cayó de inmediato), de la lucha contra el terrorismo y la des-trucción de Al-Qaeda, sino que la guerra fue un pre-texto para consolidar la presencia militar de Estados Unidos en Asia Central; de utilizar a la OTAN como su brazo armado, monitorear desde su misma fronte-

ra a tres potencias nucleares (China, India y Pakistán), amenazar las fronteras de Irán y acercarse a la sensitiva región autónoma de Xinjiang en China; y sobre todo el control de los poliductos del Mar Caspio.

En otras palabras, las implicaciones de Afganistán están altamente vinculadas al proyecto de una nueva Asia Central, a la contención de Rusia y a la expansión de la OTAN. Afganistán en efecto es el centro del ta-blero en el ajedrez de la historia que Fukuyama dio por muerta y la que sin duda, apenas empieza.

¿Fin de una era?La falta de apoyo tanto de los electores norteameri-canos como el desprestigio internacional por las con-secuencias de las guerras en Afganistán y en Irak, el convencimiento de que la presencia de tropas extran-jeras atrae y exacerba en lugar de reducir a los mili-tantes islámicos, la crisis financiera en Wall Street y su aún impredecible desenlace, han hecho revalorar en Washington la diplomacia del realismo frente al fundamentalismo neoconservador, en franca y afor-tunada retirada.

El dato frío de que en el verano de 2008 se regis-traron más bajas norteamericanas en Afganistán que en Irak, parecen anticipar la aparición de una estrate-gia de salida en Afganistán a partir de negociaciones directas nada menos que con el antiguo aliado y re-ciente enemigo expulsado del poder: el Talibán.

Coincidiendo con el fin de la administración Bush y reconociendo implícitamente la futilidad de crear un modelo para Asia Central (como fue el afán ini-cial de remodelar el Gran Medio Oriente a partir de una democracia pujante en Irak), en los días recientes se ha hecho público el fantasma del retiro, a partir de negociaciones con el mismísimo Talibán. Los invaso-res, convencidos por la terca realidad, por el creciente control territorial del Talibán, acercándose ominosa-mente a Kabul, habrían decidido cambiar de camello a la mitad del desierto.

¿Será esto el fin de la guerra preventiva y el principio de la diplomacia, el multilateralismo y la negociación?

¿Importará más hoy el tendido de gasoductos de energía del Mar Caspio que la llamada Guerra Con-tra el Terror y sus horrores de Kandahar, Abu Gabri y Guantánamo?

La negociación con el Talibán, propuesta, mane-jada y financiada por Arabia Saudita, será la medida de una aventura que nunca se debió iniciar sin antes revisar la historia, repasar los mapas y leer el Corán.

Pequeñas naciones, modestos combatientes escri-ben a menudo los titulares de la historia. a

Ex embajador de México en las repúblicas islámicas de Irán, Pakistán y Afganistán

Estado de MéxicoCráter del Nevado de Toluca

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Estado de MéxicoCráter del Nevado de Toluca

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La fiebre petrolera de

BrasilBrasil está por ocupar un lugar entre las po-

tencias petroleras del mundo. Los cálculos de sus reservas recién descubiertas lo colo-can en el octavo lugar de las naciones pro-ductoras de crudo, por delante de Nigeria

y del país que es su rival por la influencia en América Latina, Venezuela. Una riqueza así es generalmente fuente de celebración. Pero el Presidente Luiz Inácio Lula da Silva, tal vez temeroso de la tristemente célebre “maldición de los recursos” que ha afectado el desa-rrollo de tantos países dotados con riquezas minerales, está decidido a que la nueva riqueza petrolera no se convierta en “tonterías”.

En 2007 se descubrieron enormes depósitos de petróleo en las costas de Brasil. Según cálculos modestos, esas reservas son de alrededor de 30 mil millones de barriles. Credit Suisse y otros bancos de inversión afirman que hay 50 mil millones de barri-les disponibles.

El descubrimiento es resultado de una política es-tratégica que se ha mantenido a lo largo de varias ad-ministraciones brasileñas, algo poco común en Amé-rica Latina. En 1989, cuando la guerra Irán-Irak puso a temblar a los países consumidores de petróleo, Brasil comenzó a realizar exploraciones tanto dentro como fuera de su zona protegida de 200 millas náuticas. El tamaño de las áreas oceánicas era inmenso, lo que les valió el nombre de “la Amazonia azul”.

Se trata de las reservas de petróleo más grandes descubiertas en el océano en años recientes. Durante un tiempo Estados Unidos intentó cuestionar el de-recho de propiedad de Brasil mediante una discusión sobre la “internacionalización” de los océanos y sus re-cursos minerales, pero la ONU no estuvo de acuerdo y se reconoció el derecho de Brasil.

El gobierno de Lula ha meditado mucho sobre la forma de administrar la riqueza petrolera y ha dise-

ñado un programa único. En primer lugar, pretende distribuir la riqueza utilizando la energía y la infraes-tructura como elementos de un nuevo modelo de in-tegración regional. Planea crear un fondo, respaldado en 70% por los recursos financieros de Brasil, que se dedicará a proyectos como la rehabilitación de cami-nos en Uruguay y Paraguay, a fin de mejorar las ca-pacidades de sus vecinos y corregir los desequilibrios económicos.

El desarrollo económico equilibrado -nacional y regional- es esencial para Brasil. En efecto, el go-bierno de Lula está buscando formas de asegurar que los beneficios obtenidos por el petróleo y el gas no se limiten a Sao Paulo, Río de Janeiro, Minas Gerais,

JAMES ONNIG TAMDJIAN © Project Syndicate 2008

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Paraná y otras regiones de la costa desarrollada. A su juicio, es esencial instalar refi nerías, industrias y uni-dades generadoras de energía adicionales en zonas del país que son adecuadas para ese desarrollo y que lo necesitan. Un benefi cio adicional de distribuir es-tos recursos productivos será una mayor interacción con los socios sudamericanos de Brasil.

Las nuevas reservas petroleras de Brasil cierta-mente afectarán la geopolítica regional. Los campos petroleros de México están disminuyendo, lo que sig-nifi ca que ese país tal vez necesitará buscar suministros del extranjero. Las tensiones en el Medio Oriente y la creciente rivalidad entre Estados Unidos y Venezuela harán de Brasil un proveedor atractivo.

Brasil ya está poniendo a prueba su capacidad de atracción como potencia petrolera mediante las ac-ciones de su poderosa empresa estatal de energía, Pe-trobras, que ahora está tan activa en África como en Argentina. En efecto, actualmente Petrobras produce 100,000 barriles diarios tanto en Angola como en Ni-geria y comercializa el petróleo a nivel local.

Pero los descubrimientos ponen a Brasil en una encrucijada. El Estado puede controlar los ingresos de-rivados del petróleo y utilizarlos en parte en programas sociales, como en Venezuela. O se le puede dar una ma-yor participación al capital privado y confi ar en que el mercado se ocupe de las necesidades de la sociedad.

Este debate que sigue en curso ha impedido que se tomen decisiones sobre el futuro de los pozos pro-fundos en “la Amazonia azul”. La administración de Lula se ha planteado la creación de una nueva empresa petrolera nacional que se ocupe exclusivamente de los nuevos campos. Pero esta idea ha creado confusión en-tre los socios comerciales de Brasil y los inversionistas y no ha avanzado.

Hay una cuestión aún más compleja. El creci-miento de Brasil pronto se basará en un producto que es la fuente principal del calentamiento global. En efecto, al aceptar un futuro impulsado por el pe-tróleo, Brasil da marcha atrás a la política de recurrir a los biocombustibles que ha aplicado desde hace mucho tiempo.

Así pues, Brasil se dirige a un choque contra el fu-turo. La magnitud de las nuevas reservas petroleras da más peso aún a la creciente infl uencia global del país. Pero ya no podrá condenar a Estados Unidos por no fi rmar los acuerdos ambientales o acusar a China por su enorme generación de contaminación. Mucho me-nos podrá Brasil exigir a sus vecinos un compromiso con el desarrollo sostenible. Parece que el petróleo no sólo transformará la economía brasileña, sino su mis-mo papel en el mundo. a

Geógrafo y profesor del Instituto Albert Sabin en Ribeirao Preto y del Instituto Clio

CHIHUAHUA

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La leche del niño

Los apologistas del neoliberalismo no sólo suponen que los estados deberían ser ad-ministrados como empresas, sino también que, en la medida de lo posible, no deberían intervenir en la economía. El mercado, in-

sisten, se regula solo. Pero, hace más de 50 años, el Pre-mio Nobel, Paul Samuelson, contradijo esta idealiza-ción de los mercados en términos gráficos: la absoluta libertad para el mercado conducirá a que el perro de Rockefeller se tome la leche que un niño pobre necesi-ta para un desarrollo saludable, no por un fracaso del mercado, sino porque “los bienes van a parar a manos de quienes pagan más por ellos”.

Este dilema distributivo reside en el corazón del sistema capitalista, que consiste en una competencia infinita alimentada por el deseo de maximizar las ga-nancias. En un mundo así, no hay espacio para una conciencia social.

Es el Estado el que, en algunas sociedades más que en otras, debe llenar la brecha. Nada supera a la econo-mía de mercado como sistema para crear riqueza, pero sólo la compensación social asegura que esta riqueza se distribuya de manera justa. Las economías de mercado social de Europa, mucho más que el modelo neoliberal anglosajón, consideran que mitigar las desigualdades creadas por los mercados es la obligación del Estado.

ALFRED GUSENBAUER © Project Syndicate 2008

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De hecho, la economía de mercado puede funcio-nar sólo si el Estado sí interviene. La crisis financiera norteamericana demuestra lo que sucede cuando a los mercados se les da rienda suelta. Más que regularse a sí mismos, los actores del mercado se destruyen, por más que los hayan admirado como becerros de oro.

Por cierto, los banqueros de inversión transforma-ron los mercados bursátiles en un circo surrealista. En su mayoría, se parecían a artistas en la cuerda floja hacien-do malabares con dinero ajeno sin una red de seguridad. Amenazaron con caerse -hasta que intervino el Estado-. En la película “La Strada” de Fellini, los artistas de circo vivían en los márgenes de la sociedad; en el “Circo de Wall Street”, vivían como dioses y ganaban millones.

Eso se terminó por un tiempo. Wall Street colap-só. La crisis actual, la caída de Wall Street, es al neoli-beralismo lo que la caída del Muro de Berlín en 1989 fue al comunismo.

La dimensión global de esta crisis sorprenden-temente también tiene un costado positivo. Ahora se acusa a la comunidad internacional de pensar en cómo reorganizar el sector financiero y minimizar el riesgo de una catástrofe similar en el futuro. Hasta ahora, una par-te importante del problema fue la falta de voluntad de los países para cooperar. Las demandas pre-vias de regulaciones más estrictas quedaron en la nada, debido a la oposición del sector financiero. ¿Cuándo ha de cambiar esta pos-tura si no es ahora?

Es necesario dar un primer paso en la reunión de jefes de Estado y de Gobierno del Consejo Europeo en Bruselas, a mediados de octubre. Es crucial que la Unión Europea acepte el desafío de la crisis financiera al más alto nivel, extraiga las conclusiones apropiadas y dé los próximos pasos lógicos.

Entonces, ¿qué lecciones han de aprenderse del fracaso del modelo económico neoliberal?

Primero, los mercados necesitan reglas claras. Una regulación más fuerte implica reglas y normas vinculantes legalmente y aplicables a nivel global. Si bien áreas importantes de la política económica son objeto de reglas que permiten sanciones penales, el sector financiero tiene un status especial que ya no es aceptable.

Aquellas áreas del sector financiero que sufrieron el mayor daño a la reputación son las que menos se ajustan a la regulación y la supervisión: el mercado de derivados, los fondos de cobertura y fondos de capi-tal privado, y las agencias de calificación. Los códigos voluntarios de buena conducta han sido un fracaso té-trico. Necesitamos urgentemente estándares mínimos

aplicables a nivel global similares a los que existen, di-gamos, dentro de la OMC.

Necesitamos una organización de finanzas mun-dial legitimada democráticamente, que esté equipada con los instrumentos regulatorios necesarios para su-pervisar a las instituciones financieras globales de re-levancia. Esta organización también debería tener au-toridad para crear condiciones para una mayor trans-parencia e implantar mejores sistemas de advertencia temprana e instrumentos para la gestión de crisis.

La regulación recientemente creada no tiene por qué aplicarse a todos. Pero sólo aquellas instituciones financieras que se sometan a estas reglas podrían con-tar con el respaldo de las autoridades públicas en caso de una crisis. Esto aseguraría tanto una estabilidad fis-cal como una innovación fiscal -en contraste con la si-tuación actual, en la que nadie obedecía ninguna regla y cuando estalló la crisis, los contribuyentes tuvieron que salir al rescate.

Segundo, debería fortalecerse a las instituciones del Estado benefactor. La crisis dejó en claro que sa-tisfacer las necesidades elementales de la gente no

debe depender de la especulación y las curvas del mercado bursátil. La expansión del financiamiento público para pensiones, atención médica y seguro de salud es, por lo tanto, crucial.

Finalmente, necesitamos un programa de estímulo económico europeo -una “gran negociación”- y

lo necesitamos ahora. La crisis en los mercados finan-cieros internacionales ha tenido un impacto notable en la economía real de Europa. Algunos países grandes de la UE están al borde de la recesión. Japón, a principios de los años 1990, esperó demasiado tiempo para actuar y se perdió la oportunidad correcta de implantar con-tramedidas, razón por la cual todavía no se ha recupe-rado de su largo estancamiento.

Será necesaria la inversión pública en infraestruc-tura (como por ejemplo, una expansión masiva de la red ferroviaria europea), así como en tecnología de protección climática y ambiental. Para fortalecer el po-der adquisitivo y estimular el consumo, será esencial llevar a cabo recortes tributarios para los hogares de ingresos bajos y medios.

Por supuesto, los estados miembro de la UE de-berían determinar la forma concreta que adopten este tipo de programas de estabilización económica. Pero eso no debería impedir que los gobiernos europeos trabajen en estrecha colaboración. Para ser efectivo, cualquier programa de estímulo necesitará que las na-ciones de Europa actúen en concierto. a

Canciller federal de Austria

La caída de Wall Street es al neoliberalismo

lo que la caída del Muro de Berlín en 1989 fue al comunismo

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internacional

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En sus esfuerzos por que se aprobara un plan de rescate del sistema financiero estadouni-dense, la administración Bush y sus auto-ridades invocaron el espectro de la Gran Depresión de 1930. Sin embargo, para la

mayoría de los asiáticos el Armagedón económico es mucho más reciente.

La crisis financiera asiática de hace una década puso de rodillas a bancos, corporaciones y gobiernos. La chispa que encendió la hoguera fue el colapso del baht tailandés en el verano de 1997. Pronto el con-tagio barrió el Este asiático y los efectos perniciosos de las devaluaciones en serie llegaron a países tan le-janos como Rusia y Brasil. Fue el punto final de los prolongados “milagros económicos” de Corea del Sur y Hong Kong, así como del fuerte crecimiento en In-donesia y Tailandia.

La lección central que dejó esa crisis fue mantener grandes reservas en moneda extranjera, que se convir-tió en un virtual artículo de fe entre los gobiernos del Este asiático. En los años 90, las economías de rápido crecimiento de Asia mantenían pequeñas reservas, a pesar de las crecientes exportaciones y la inversión ex-tranjera. Una vez que comenzó la caída en espiral en 1997, la falta de reservas de los gobiernos limitó su ca-pacidad de rescatar los bancos afectados, obligándolos a recurrir a instituciones internacionales.

Sin embargo, el rescate del Fondo Monetario In-ternacional (FMI) llegó con condiciones, como exi-gencias de una más rápida liberalización del merca-do de capitales que produjo la crisis en primer lugar. De hecho, lo que Occidente llama la “crisis financiera asiática” se conoce en Asia como la “crisis del FMI”. La humillación política y la frustración económica de en-frentar los imperativos del FMI confirmó la importan-

cia central de mantener grandes reservas, como asunto no sólo de estabilidad de la moneda, sino de soberanía económica.

Una economía asiática salió relativamente inerme de la crisis de 1997-1998: China. Esto se explica por varias razones, pero las más importantes son el hecho de que ya había amasado más de 100 mil millones de dólares en reservas y que se negó a revaluar su moneda cuando la crisis estalló.

Desde entonces, China ha impulsado un diná-mico modelo de desarrollo económico caracterizado por un rápido crecimiento, exportaciones y un fuerte nivel de inversiones. Al poner límite al tipo de cambio y producir mucho más de lo que consume, las reservas de China crecieron enormemente, llegando a la marca del billón de dólares en 2005. Incluso después de que China (bajo presión de las autoridades del Tesoro de EE.UU.) dejara que el yuan flotara parcialmente en 2005, las reservas siguieron creciendo cerca de 200 mil millones al año. A lo largo del último año y medio lle-garon al 1.8 billón de dólares, con mucho las mayores del mundo.

Probablemente el Estado chino no ha poseído tan-tas riquezas desde los dorados días del Imperio Qing, cuando la insaciable demanda europea de porcelana, te y seda inundaron los cofres del Gobierno central de Beijing con lingotes de plata. Sin embargo, la paradoja es que las reservas de hoy no son riquezas reales que se puedan utilizar para estimular la economía local. En lugar de ello, principalmente garantizan la deuda es-tadounidense.

Incluso antes de que Wall Street comenzara a perder el rumbo, había consenso en China de que sus reservas habían crecido mucho más de lo necesario para evitar otra crisis al estilo de 1997. Se intensifi-

JOHN DELURY © Project Syndicate 2008

China busca su oportunidad

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caron los llamados a que se implantara una estra-tegia de inversiones más diversificada. Después de todo, invertir en bonos del Tesoro de EE.UU. era una manera segura de sufrir pérdidas, considerando la brecha entre su modesto rendimiento y la constante apreciación del yuan.

Con la creación hace un año de un fondo so-berano de inversión de 200 millones de dólares, la China Investment Corporation, Beijing se posicionó para una mayor inversión en acciones (aunque sus primeras inversiones, el Blackstone Group y Morgan Stanley, fueron muy criticadas). El economista Andy Xie, que había trabajado en Morgan Stanley, propuso la semana última que China cambiara sus activos en dólares por acciones en compañías estadounidenses a gran escala, desafiando a Estados Unidos a que su-perara su xenofobia financiera para evitar un desastre por insuficiencia de capital.

Sin embargo, muchos en China, desde blogue-ros nacionalistas hasta activistas por la justicia social, hacen una crítica más profunda a la enorme acumu-lación de reservas. ¿Por qué vincular así el capital chino a la economía de deuda y consumo de Estados Unidos, cuando en el país hay tantas necesidades a las que todavía hay que dar respuesta? Hasta 1985, China era una de las sociedades más igualitarias del mundo. Hoy sufre de una de las mayores brechas entre quie-nes tienen y quienes no. El capitalismo al estilo chino muestra hoy su distancia con respecto a una de las en-señanzas básicas de Confucio: no te preocupes de la pobreza, advirtió, sino de la desigualdad.

La infraestructura física china en las ciudades centrales en auge está sufriendo una radical moderni-zación, pero la infraestructura social y ambiental está cayendo a pedazos, especialmente en el interior y para la enorme población rural. Durante años, el Gobierno central ha hablado de crear “armonía social”, con un nuevo tipo de sistema de servicios médicos cooperati-vos para áreas rurales, destinando 4% del PGB a edu-cación y eliminando costes de matrícula en las escue-las e implantando modelos de “desarrollo sostenible”.

Las promesas son grandilocuentes, pero las ac-ciones aún no llegan a su altura. Y los costes econó-micos de un acceso más limitado a la salud y la edu-cación, además de la escasez de aire limpio y agua potable, afectarán el desarrollo económico de medio y largo plazos.

En los años venideros, el desafío para China será ir retirando su inversión en la deuda estadounidense y comenzar a invertir en la salud, la educación y el bienestar de su propio pueblo. A fin de cuentas, ha-cer crecer la economía a un índice promedio anual de 10% parece haber sido la parte fácil.aDirector del China Boom Project en la Asia Society, Nueva York

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No hay duda de que el Oriente Próximo es una de las regiones en crisis más pe-ligrosas del mundo. La próxima guerra, ataque terrorista o iniciativa de paz fa-llida, puede acechar a la vuelta de la es-

quina. En comparación con los altibajos políticos de esta región, subir a una montaña rusa es una experien-cia sedante.

Y, sin embargo, el Oriente Próximo es una región que, con todos sus innumerables conflictos, apenas ha cambiado, languideciendo en una extraña especie de punto muerto. Debe haber una correlación intrínseca entre la falta de dinamismo para el desarrollo de la ma-yoría de las sociedades del Oriente Próximo y el hecho de que la región tenga una tendencia tan acusada a su-frir una crisis tras otra.

El conflicto entre Israel y los palestinos destaca como ejemplo de la naturaleza estática de esta región geopolítica clave, porque parece ser completamente impermeable a los acontecimientos internacionales. Los otomanos, los británicos, la descolonización, la Guerra Fría, numerosos presidentes estadounidenses y una cantidad todavía mayor de mediadores interna-cionales han pasado por esas tierras, pero los paráme-tros del conflicto y la incapacidad de encontrar una solución nunca parecen cambiar.

No obstante, esta impresión -que es correcta con respecto al pasado- podría resultar engañosa en el fu-turo, porque dos megatendencias globales someterán a la región a cambios más profundos que todo lo que las crisis políticas y guerras previas pudieron producir.

La primera es la globalización, que influirá, si bien lentamente, en lo económico y cultural sobre áreas cada vez más amplias del mundo árabe, comen-zando con el Golfo Pérsico y los países productores de petróleo.

JOSCHKA FISCHER © Project Syndicate 2008

Se busca un

árabeJean Monnet

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Con el paso de la riqueza y el poder desde Occi-dente a Oriente, las presiones de la globalización ven-drán cada vez más desde el Este. Por ejemplo, en Ma-rruecos la inversión de los países petroleros árabes ya ha reducido notablemente la importancia de Europa.

En consecuencia, la contradicción inherente en-tre una estructura de gobierno incapaz de cambiar y la modernización económica, entre el conservadurismo religioso y cultural, y la transformación normativa, au-mentará y generará fricciones nuevas y adicionales si no se logra dar con respuestas positivas a estos cam-bios fundamentales.

La segunda megatendencia es la crisis climática global. Además de los países que se ven amenazados -completamente o en parte- por el aumento del nivel del mar, el ca-lentamiento global afectará prin-cipalmente los cinturones desér-ticos y su disponibilidad de agua, que ya es precaria. Y si bien los conflictos en el Oriente Próximo giran principalmente en torno al territorio, esto incluye los escasos recursos hídricos tan esenciales para sobrevivir.

El rápido crecimiento de la población, el drástico aumento del consumo de agua debido al crecimiento industrial, agrícola y turístico, y los crecientes están-dares de vida harán que el problema del agua adquiera una importancia para la estabilidad política de la re-gión cada vez mayor de la que ya tiene ahora.

Una respuesta sostenible a preguntas de tal im-portancia para el Oriente Próximo, sólo tendrá senti-do si tiene un carácter regional. Lo mismo vale para la creciente demanda de energía: aunque la región como un todo es rica en recursos energéticos, su desigual distribución geográfica sugiere que cualquier solución viable debe pasar por la colaboración.

Por supuesto, solucionar las crisis y conflictos po-líticos sigue siendo la principal prioridad. Sin embargo, para hacer posible la estabilidad y la paz en la región, su población, que es muy joven y aumenta rápidamente, necesita una perspectiva económica que haga posible su participación en la globalización, de manera digna y fundada en sus propias cultura e historia.

Por sí solos e individualmente, los estados del Oriente Próximo no podrán manejar esto sin partici-par en instancias de cooperación regional, por lo que el exitoso historial de la Unión Europea podría conver-tirse en un modelo casi perfecto.

De hecho, las precondiciones para una coopera-ción intrarregional -hasta la integración parcial de los intereses de los países participantes- parecen más aus-piciosas que en la Europa Occidental de principios de los 50. Europa no tenía un idioma común ni era tan homogénea en lo religioso y cultural como el Oriente Próximo.

Para Europa, el punto de partida fue la exis-tencia de líderes visionarios como Jean Monnet y la

creación de nuevas instituciones, como la Comunidad del Carbón y el Acero. En el Oriente Próximo, el proceso de integración regio-nal podría comenzar con el agua y la energía, tras lo que surgiría un mercado común de bienes y servicios, junto con un sistema de seguridad regional.

Eso daría finalmente a esta región, pobre en cre-cimiento y rica en conflictos, una identidad definida, convirtiéndola en un actor relevante también en tér-minos económicos globales, y permitiéndole así con-vertirse en arquitecto de su propio futuro.

Europa, que una vez era el continente de las gue-rras, ha mostrado que esto es posible. Y puede ayudar al Oriente Próximo -su región vecina- a lograr este ob-jetivo estratégico. Ya existe un instrumento para ello: la nueva Unión para el Mediterráneo.

En cualquier caso, la época de inmovilidad en el Oriente Próximo está llegando a su fin, y las conse-cuencias de ello serán malas o buenas, dependiendo de si la región puede reunir de manera activa la pru-dencia y la fortaleza que precisa para dar forma a este proceso. Serán necesarias imaginación, visión y una perseverancia llena de pragmatismo. Lo que ahora se necesita es un Jean Monnet árabe.aEx ministro de Relaciones Exteriores y vicecanciller de Alemania entre 1998 y 2005. Destacado líder del Partido Verde de Alema-

nia durante casi 20 años

En comparación con los altibajos políticos

de esta región, subir a una montaña rusa es

una experiencia sedante

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Winston Churchill una vez dijo que, en tiempos de guerra, la verdad era tan preciosa que necesitaba estar rodea-da por un “guardaespaldas de men-tiras”. En la campaña presidencial de

Estados Unidos -y, tristemente, dentro del propio Irak, hoy- la guerra iraquí puede no estar rodeada por un guardaespaldas de mentiras, pero ciertamente se rodeó de un vasto entorno de medias verdades partidarias, in-diferencia cínica y testarudez desinformada.

Los demócratas de Estados Unidos siguen ma-nifestándose a favor de un retiro completo de las fuerzas estadounidenses de Irak, en un lapso de 18 meses, a pesar del hecho de que ningún observador racional cree que las fuerzas iraquíes podrán, para entonces, asegurar las fronteras de Irak y enfrentar a las numerosas milicias del país, que siguen armadas hasta los dientes.

Por cierto, el plan demócrata (si se le puede llamar plan) ignora la subversión en curso por parte de Irán

Cinco años más

Irak:

FEISAL AMIN AL-ISTRABADI © Project Syndicate 2008

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de las instituciones estatales iraquíes, que seguirán a menos y hasta que se vuelvan lo suficientemente fuer-tes como para resistir estas maquinaciones. Es más, la insistencia por parte de Barack Obama en decir que Irak nunca constituyó un frente central en la guerra contra el terrorismo insulta la memoria de decenas de miles -tal vez cientos de miles- de civiles iraquíes y tro-pas estadounidenses asesinadas por los atacantes sui-cidas de Al-Qaeda desde 2003. De hecho, en 2004, los propios terroristas consideraban a Irak como el frente central de su campaña.

Tampoco podemos dejarnos animar por los repe-tidos llamados de Joseph Biden a una “partición suave” de Irak, aunque toda la clase política iraquí haya recha-zado la idea.

En cuanto a los republicanos, dejando de lado los comentarios de Sarah Palin, de la misión divina de Estados Unidos en la guerra contra el terrorismo, es inconcebible que John McCain verdaderamente crea que una presencia estadounidense sea sostenible en Irak en un futuro indefinido. Para ser justos, McCain nunca sugirió que las tropas estadounidenses enta-blaran 100 años de guerra, como sostienen algunos de sus críticos. A lo que McCain hacía referencia era a una presencia pacífica de las fuerzas estadounidenses en el país por un periodo prolongado, un poco como su presencia con-tinuada en Japón desde 1945.

Aun así, suponiendo que el pueblo norteamericano toleraría una presencia de estas caracte-rísticas, el pueblo iraquí no lo haría. Estados Unidos cometió demasiados errores en materia de políticas, las fuerzas estadounidenses están demasiado asocia-das con una ocupación impopular e incompetente y, hasta hace poco, sus tácticas fueron demasiado agre-sivas como para que se pueda hablar de una presencia permanente.

Si bien la mayoría de los iraquíes entiende la ne-cesidad de que haya fuerzas estadounidenses en su país en un corto plazo, no tolerará un despliegue perma-nente. Los asesores de McCain harían bien en conside-rar un precedente histórico: el fallido intento británico al final de la Primera Guerra Mundial de mantener una presencia militar prolongada en Irak.

Los políticos iraquíes no han estado exentos de adoptar una postura para obtener un rédito político. El Gobierno cometió una cantidad de desatinos en sus negociaciones sobre la presencia continua de las tropas estadounidenses. De hecho, este verano se inyectó en las elecciones estadounidenses al respaldar aparente-mente el plan de Obama de un retiro temprano. Luego

nuevamente, durante tres años consecutivos, el asesor de seguridad nacional de Irak -un médico sin creden-cial alguna para el trabajo cuando fue nombrado por la autoridad de ocupación estadounidense, excepto que hablaba un inglés tolerable- insistió en que el año si-guiente sería el último en el que se necesitarían tropas estadounidenses.

El Gobierno de Irak exige un cronograma de reti-ro por parte de Estados Unidos, no porque crea que las fuerzas iraquíes vayan a estar listas para asumir el con-trol pronto, sino para sacarles brillo a sus credenciales nacionalistas en vista de las elecciones parlamentarias del año próximo. Por lo tanto, espera desviar la aten-ción pública de otros temas como servicios básicos todavía inexistentes, un continuo sectarismo, una pro-ducción petrolera débil, una escasa inversión en infra-estructura y un nivel de corrupción y cronismo ram-pante. Todavía está por verse si esta estrategia logrará o no opacar el historial de fracasos del Gobierno en la mente de los votantes.

El problema ahora para los políticos iraquíes y estadounidenses es que, para actuar racionalmente,

necesitarán enfrentar elementos dentro de sus propios electora-dos. Deben reconocer que una presencia a largo plazo de las tro-pas estadounidenses está fuera de discusión, pero que serán in-dispensables fuerzas de combate estadounidenses en Irak -aunque sea con un papel más reducido- en los próximos cinco años. Sólo una presencia semejante puede

consolidar los réditos palpables, pero aún reversibles, obtenidos en el último año.

Una fuerza de esas características es necesaria para continuar persiguiendo a Al-Qaeda y para con-trarrestar las actividades pro-iraníes. Poner fin a la participación estadounidense antes de que los ira-quíes puedan lograr estos objetivos por su cuenta, sería desastroso para los intereses tanto de Estados Unidos como de Irak. Mientras tanto, las fuerzas es-tadounidenses deben respaldar los esfuerzos iraquíes para fortalecer a las propias fuerzas militares y de se-guridad del país, desmantelando simultáneamente a todas las milicias.

Las milicias de Irak no tendrán una actitud pací-fica, pero su disolución es esencial para la estabilidad a largo plazo, en sí misma una condición sine qua non para la estabilidad en la región. Cuando se logren estas misiones -pero no antes- las fuerzas estadounidenses deberán retirarse de Irak.a

Ex embajador de Irak y representante permanente adjunto ante la ONU entre 2004 y 2007.

Los demócratas de EU siguen manifestándose

a favor de un retiro completo de las fuerzas

estadounidenses de Irak, en un lapso de 18 meses

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Cuando se estableció la República de Corea en 1948, era uno de los países más pobres del mundo. En 1953, inmediatamente después de la Guerra de Corea, el PIB per cápita era de 67 dólares y en 1960 había

aumentado solamente a 79 dólares. En ese entonces, la economía de Corea del Norte era mucho más fuerte que la del Sur. Los recursos naturales abundaban en la del Norte, e incluso la electricidad se suministraba desde la del Norte a la del Sur. La mayor parte de las industrias estaba en la del Norte, mientras que en la del Sur predominaba la actividad agrícola.

Actualmente, el PIB de Corea del Sur es 40 veces más grande que el de Corea del Norte. Resulta inútil comparar las dos economías coreanas.

Tales disparidades no son resultado de experien-cias históricas distintas, ya que durante miles de años los coreanos han compartido una misma historia con una misma nación. La brecha, en cambio, refleja deci-siones históricas recientes.

Corea del Norte está atrapada en un círculo vicio-so, debido a que se ha apegado persistentemente a una economía planificada y a una ideología obsoleta, por lo que sufre de un suministro inestable de alimentos y de un crecimiento económico bajo, y en ocasiones negati-vo. No obstante, se muestra poco interesada en realizar reformas. En cambio, ha desarrollado un programa de armas nucleares que amenaza la estabilidad de la re-gión y significa una gran carga para su economía.

Corea del Sur, que disfruta de una prosperidad sin precedentes, se siente cada vez más incómoda con la desesperada situación económica de los norcorea-nos. Probablemente no existan dos países vecinos que tengan tal brecha económica, y no se diga países que comparten los mismos orígenes étnicos e históricos. El riesgo es que esa diferencia se pueda convertir en fuente de inestabilidad y conflicto.

Para superar sus fallas económicas y lograr una estabilidad social, Corea del Norte no tiene más re-medio que abandonar su programa de armas nuclea-

res y avanzar por el camino de las reformas y de una mayor apertura. Corea del Sur está tratando de per-suadir a Corea del Norte para que tome esta decisión estratégica.

Estamos más que dispuestos a ayudar a Corea del Norte a crecer económicamente, lo que casi siempre ha sido fuente de paz y seguridad. Como tal, la recupera-ción económica de Corea del Norte es de importancia vital para una paz duradera en la península coreana.

Así pues, de conformidad con las conversaciones entre las seis partes (las Coreas, del Norte y del Sur, Estados Unidos, Rusia, China y Japón), mi gobierno desea crear una comunidad económica coreana en colaboración con Corea del Norte. A través de una cooperación con la comunidad internacional, ayuda-remos a Corea del Norte a elevar su ingreso per cápita anual a 3,000 dólares. Con este fin, llevaremos a cabo proyectos conjuntos en cinco áreas clave: educación, finanzas, infraestructura industrial, calidad de vida y desarrollo económico. Sin embargo, se requiere un mecanismo institucional para llevar a cabo esta inicia-tiva, algo así como un órgano consultivo intercoreano.

HAN SEUNG-SOO © Project Syndicate 2008

La opción de

Norcorea

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Por supuesto, la inversión o la asistencia económica no serán suficientes por sí solas para que el país logre sa-lir del círculo vicioso del subdesarrollo y la pobreza. La economía nacional podrá despegar únicamente cuando exista la infraestructura necesaria, un nivel adecuado de competitividad y políticas gubernamentales razonables. Ahora sabemos cuán difícil es lograr esas condiciones porque nosotros tuvimos que hacerlo. Nuestra idea de una comunidad económica intercoreana se basa en compartir nuestras experiencias con el Norte.

Es cierto que las relaciones intercoreanas ya se han ampliado. Pero esta expansión no ha dado lugar a un cam-bio fundamental en las relaciones de las dos Coreas. Un incidente que sucedió en julio pasado en el Monte Geum-gang demostró la vulnerabilidad de esas relaciones. Una turista surcoreana de mediana edad murió tras recibir un disparo mientras caminaba por la playa, tras haber cruza-do sin darse cuenta el límite de la zona turística. No se ha iniciado un diálogo entre el Norte y el Sur para investigar el incidente, o evitar que vuelva a ocurrir.

Ante esas circunstancias, en Corea del Sur se exige cada vez más un nuevo enfoque hacia el Norte. Creemos que las relaciones entre las dos Coreas deben acatar los principios y normas que cualquier miembro de la comunidad internacional debe respetar.

Otro asunto clave que hay que considerar es la consolidación de una estructura de paz sostenible en la península coreana. No puede tratarse simplemente de una situación como la actual, sin hostilidades. Se trata de una paz duradera que no sea víctima fácil de inci-dentes o accidentes, y que sea capaz de prevenir crisis político-militares como la causada por el programa

nuclear de Corea del Norte. La única manera de lograr esa paz es por medio del cumplimiento del programa de desnuclearización de Corea del Norte y el estableci-miento de un régimen de paz en la península coreana.

Hasta el momento, las negociaciones entre las seis partes representan el marco principal para construir el futuro del Norte. Se lograrán muchos beneficios si el Norte abandona su programa de armas nucleares. Las relaciones entre el Norte y sus vecinos pueden mejorar, y las probabilidades de que se establezca un mecanismo de seguridad y paz del noreste asiático pueden aumentar.

Afortunadamente, el que Estados Unidos haya excluido a Corea del Norte de su lista de países que apoyan el terrorismo, ha reiniciado el proceso de des-nuclearización. Pero la amenaza previa de Corea del Norte, de reanudar actividades en las instalaciones, in-dica que tal vez este proceso será irregular.

Además, desde que el nuevo gobierno de Corea del Sur entró en funciones este año, no han evolucionado las relaciones entre las dos Coreas. Sin embargo, nuestra visión terminará por crear soluciones para los proble-mas de Corea del Norte que le ofrecerán un mejor futu-ro y harán de la península coreana una puerta de acceso a la paz y la prosperidad en el noreste asiático.

Los líderes norcoreanos creen erróneamente que pueden eludir o ganarle la partida a Corea del Sur -es-trategia de crear tensiones entre la República de Corea y Estados Unidos. Pero al final, Corea del Sur es el ve-cino al que Norcorea puede recurrir, y en el que más puede depositar su confianza. Corea del Norte debería darse cuenta de ello y elegir inteligentemente.a

Primer Ministro de Corea del Sur

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cultura

Don QuijoteLas enseñanzas de

carlos fuentes¿Por qué es tan actual Cervantes? ¿Por qué Don Quijote? Cruzando el Atlántico la víspera de la II Guerra Mundial, Thomas Mann escogió el Quijote como la lectura que le permitiría, a un tiempo, despedirse de Europa y asegurarse a sí

mismo el regreso a un continente devastado pero sal-vado, acaso, por la permanencia de unas cuantas obras de arte.

Thomas Mann le decía no a un mundo que en sí mismo era una negación. Pero le decía sí al mundo de Don Quijote.

Imagino que Thomas Mann rescató un ejemplar -uno solo- del Quijote a punto de incendiarse para siempre en la fogata con la que el régimen totalitario quería convertir en cenizas cuanto negase su poder.

¿Y por qué sería Don Quijote el libro a rescatar de las llamas?

Acaso porque a partir del Quijote se puede recrear el mundo. Como si el mundo estuviese siempre a un paso de la catástrofe y sólo la palabra pudiese salvarlo, la imaginación sostenerlo y la acción proyectarlo.

Toda gran obra literaria nos propone la salvación mínima de la palabra.

Toda gran obra literaria nos propone imaginar. Tenemos un pasado que debemos recordar. Tenemos un porvenir que podemos desear.

Pero sólo recordamos y deseamos en el presen-te: aquí y ahora, en el tiempo que nos es concedido por vivir.

Por eso, toda gran obra es un llamado a la acción: hablamos, imaginamos y actuamos. No sólo por el gusto de actuar, sino porque queremos una acción que nos permita decir y nos permita imaginar.

Pensemos en las obras literarias que conjugan pa-labra, imaginación y acción. Son muchas. Pero ningu-na reúne las tres -palabra, imaginación y acción- con la intensidad del Quijote.

Por algo, cuando la Academia Noruega consultó hace poco a 100 escritores de todo el mundo sobre la mejor novela de todos los tiempos, 50 contestaron: Don Quijote de la Mancha. La competencia no era menor. Los tres autores siguientes eran Dostoievski, Faulkner y García Márquez. Y en sus obras encontraremos las virtudes que Cervantes nos ofrece: la creación de una realidad paralela a la del mundo existente.

Una realidad que no existía previa a la publica-ción del libro y que ahora existe, no porque el novelista la haya creado, sino porque el escritor nos ha permiti-do ver lo que ya estaba, y no lo veíamos, o lo que aún faltaba, y no lo imaginábamos.

El mal es el precio de la libertad, nos dice Dostoievski en Crimen y castigo: lo es porque el mal nos revela lo que podemos ser siendo libres y le otorga a la libertad un pre-cio superior, más allá del peligro latente en el ser humano.

Todo es presente, nos advierte William Faulkner en Absalón, Absalón. Recordamos hoy, deseamos hoy, por-que la unidad de todos los tiempos es la única respuesta posible a la división de la tierra, de la comunidad y del alma. Y sumamos genealogías, nos recuerda Gabriel García Márquez en Cien años de soledad: somos lo que hacemos a partir de lo que heredamos. Nadie escapa a la servidumbre y a la gloria de su ascendencia.

Puedo pensar que Dostoievski, Faulkner y García Márquez escriben porque Cervantes fundó la novela moderna y nos dio a todos -autores y lectores- una ma-nera nueva de ver el mundo.

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Cervantes nos enseñó a recordar y a desear a par-tir de una libertad nueva, la del renacimiento europeo, y a pesar de antiguas opresiones, la del dogma autori-tario. Cervantes unió todos los géneros literarios pre-vios -épica, picaresca, novela de amor, relato pastoral, novela morisca- para crear un género de géneros abar-cador, incluyente, en el que tuviesen cabida todos los sueños, las memorias, los deseos, las imaginaciones, las debilidades y las fortalezas del ser humano. No un ser humano liberado a la anarquía, sino capaz de ejer-cer la libertad contra el orden de ser necesario -y eso sería lo más fácil- o en el orden -para ser más difícil.

Cervantes nos dio una voz, es la voz que nos une a todos los hispanoparlantes. Pero Cervantes también nos dio una imaginación. Una imaginación del mun-do, en la que se reconocen autores y lectores de todos los países y de todas las lenguas.

Prueba suficiente es la obra del más grande nove-lista latinoamericano del siglo XIX, el brasileño Joa-quim Machado de Assis. Machado de la Mancha le lla-mo yo, el fabulador de un mundo manchado, impuro, sincrético, barroco, que es el nuestro.

Manchar con tal de ser, contagiar con tal de asi-milar, multiplicar las apariencias a fin de multiplicar los sentidos: tal es el signo de Machado. Machado, el brasileño milagroso, nos sigue descifrando porque nos sigue imaginando, y nos imagina para recordarnos que nuestra verdadera identidad iberoamericana se llama imaginación literaria y política, social y artística, indi-vidual y colectiva. Imaginamos para crear.

Machado es el milagro de la literatura decimonó-nica de Latinoamérica. Y los milagros, le dice Quijote a Sancho, son cosas que rara vez suceden.

No obstante, milagro dado, ni Dios lo quita.Celebremos juntos el milagro manchego y el mila-

gro carioca: de Cervantes a Machado, celebremos todo lo que nos une a los pueblos de Iberia, de América Latina, Portugal y España, agradeciéndole al Presidente de Brasil que haya incorporado la lengua castellana a los estudios escolares en su país, uniendo de una manera fehaciente la heredad común de Cervantes y Machado. Pero también la política de mutuo reconocimiento entre los pueblos de Iberia y de una América tan diversificada como la ge-nealogía del Quijote: euro, afro, indo, ibero, Iberoamérica mestiza y mulata como la literatura gloriosamente man-chada y manchega de Don Quijote de la Mancha. a

Discurso que el escritor leyó en Toledo al recibir el Premio Internacional Don Quijote de la Manchafo

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¡Qué trabajo me ha costado entrar a las palabras que debo dedicarle a Carlos Fuentes con todo el amor cargando, y tanta juventud! El alud de pen-samientos ajenos se me viene encima, nieva sobre mi cuerpo, es agobiante. Ha de ser porque siem-

pre he estado con él al borde de un precipicio, en el es-fuerzo desmedido para subir a la cresta o bajar al valle por un té caliente, riéndome frente a su rostro amado para que me vea ¡mi Dios! y descubra cuán inteligente, culta y a su altura estoy. Tengo un mes entero aducien-do estos papelitos sin llegar en verdad a empezarlos porque no doy con el comienzo. Yo sí tengo mucho por contar de él, porque no han sido sólo reuniones de una tarde en Copenhague, o los finales del verano en Cal-cuta, sino la vida entera de la juventud, desde mi estan-cia entregada a la luminaria en la Facultad de Filosofía y Letras, todos en bola recién parida a la mesa del café de las Polveaditas, pobres como románticos bohemios, descubriendo la vida y discutiendo de Proust, Wagner y La Biblia o esperando la llegada de Carlos Fuentes, quien estaba en Ginebra, en Nueva York, en Londres, a saber, y ya iba a venir a pasar un tiempo en México.

Luego llegó. No recuerdo cómo ni dónde nos vimos por primera vez, pero nunca ha dejado de estar entram-bos un abrazo tan cálido como cuando bajas de un avión al puerto de vacaciones. Carlos es tan afectuoso, tal vez sólo cumpliendo con su deber de capturar y devolver la admiración producida por su elegante persona. Eterna-mente propio, de ojos brillantes, pulcritud a flor de piel quemada por el sol, sus suéteres nuevecitos, pantalones de franela gris, zapatos boleados o de ante, manos perfec-tas con dedos acharamuscados de tanto escribir.

Empezó la fiesta. Íbamos al cine y Carlos cami-naba delante de nosotros con su peculiar manera de llevar los brazos en curva hacia atrás, la cabeza bien erguida y declarando su entrega al cine del mundo del cual sabe todo lo sabible, sin titubeos, y declaró una vez, cuando vimos una película de robos y lujos, su ad-miración al ladrón-santo, aquel noble vestido de frac quitándole a la duquesa sus diamantes del cuello. Una

vez nos vimos en París y Carlos nos citó en un café por el barrio de Saint-Germaine-des-Prés, el de Sartre y la Beauvoir, al que llegamos aterrados los pueblerinos de no dar pie con bola. En la noche nos llevó a un ca-baret de mala muerte a ver a la desnudista encuerarse ante nuestros admirados ojos y hacerlo casi dedicado a Fuentes, a quien le regaló una media recién salida de la estruendosa pierna.

En otro viaje Fuentes ya tenía a su hijita Natacha, a la que acuné en mis brazos, y felicité con lágrimas, como sé hacerlo a veces, a Silvia por tan fresco, rosa-do, límpido fruto de su amor con Carlos. Nos enca-minamos a cenar a un restaurante donde una joven se columpiaba al aire como actriz de Fellini y en mucho distraía los apetitos varoniles

Poco tiempo después Carlos residía ya en Vir-ginia y tomamos el tren en Nueva York a la 6 de la mañana y comimos en su casa fabulosa en medio de enormes sembradíos. Todavía, por supuesto, vivía su mamá, quien pasaba una temporada con él y Silvia. Yo me acababa de casar y Edmundo no podrá negar la felicidad de esa travesía en tren de novela, con em-pleados ejecutivos rumbo a Washington a trabajar, y el regreso con ellos en el mismo ferrocarril veloz (más que el ultrarrápido de Tokio a Kioto). Pero no quiero ni debo desviarme de mis visitas a Fuentes de nuevo en París, ya era entonces el embajador de México, donde nos recibió en aquel mítico tercer piso de la embajada con balcones prodigiosos proustianos mirando eter-namente a la torre Eiffel. Regresábamos de Polonia, traíamos un hambre mítica como quien dice y yo creo en un olvido impar en Carlos quien nos recibió ater-nurante como de costumbre, pero no había nada de comer. Una manzana para mí. Estaba allí también el cineasta chileno Miguel Littin, al lado de quien salimos a media noche a buscar un restaurante… inútil, pero éramos tan jóvenes que no veo ni imagino el hambre o el cansancio. Sólo es una recordancia.

Recuerdo así las fabulosas fiestas de Fuentes en su casa de San Ángel, recibía como un embajador a la

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cultura

María luisa Mendoza

80 de Carlos Fuentes, 50 de La Región

Sólo soy tu espectador -respondió Ixca.La Región más Transparente. Carlos Fuentes

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puerta del salón acompañado de su invitado de honor, qué digo, Styron, el director de cine francés Louis Ma-llé, el dramaturgo Arthur Miller, Kundera, etc. Nunca podré olvidar aquellas soirées, como diría Proust, Rita Macedo bellísima, entonces su esposa, preparaba exqui-siteces sin igual y bebíamos tal náufragos. Las fiestas de “La Región más Transparente” apenas se acercaban a nuestra plenitud compartida. Para ese entonces Fuentes estaba considerado el más importante escritor joven de aquellos tiempos, y lo merecía porque día a día, hoy y mañana, sin falta, Carlos escribe. Con dos chuecos de-dos, llueva, truene o relampaguee, Carlos escribe. Es sin duda alguna el escritor sereno, reflexivo, internacional, culto, prosista barroco quien encabeza nuestra Repú-blica de las Letras. Su celebridad es vasta y la envidia, la enemistad no pueden mellarla. Es la propia figura de Carlos Fuentes la dadora de esa fama real, no inventada ni snob, cursi o pedante, la apoyadora irredenta de su buena fama en el mundo, porque habla además un exce-lentísimo inglés y un francés de alta sociedad, también digamos, ambos idiomas con un vocabulario impecable y basto, amén de sus conocimientos en cualquier tópico subrayadamente en literatura y en política. A Fuentes lo invitan los presidentes del mundo entero a sentarse a sus mesas y él lo hace con la naturalidad de quien así creció al lado de su padre don Rafael Fuentes Boettiger, elevado personaje de la diplomacia mexicana, con quien se crió y trató, escuchó, fue querido, a los intelectuales más celebérrimos en todos los idiomas.

Fuentes no tiene par en la primacía con la que na-ció y la que se ha labrado tal escritor. Su éxito, sus pre-mios sin fin, uno a otro (el Rómulo Gallegos, el Prín-cipe de Asturias, el Don Quijote, etc., etc.), las grandes amistades a su vera, la calidad humana, el suave roce de la buena educación, no le han privado a él y a Silvia de aterrorizantes inclementes dolores. Mas él –y ella como periodista- no ha cejado en su vocación de hie-rro candente -sólido-. He tocado su rostro quebrado por la pena y he atestiguado la continuación del cami-no trazado desde “El Chac Mool”, y nunca jamás ha de-jado de aromatizar nuestra amistad el olor anaranjado y viajero de los narajos.

Y así como cuento el olvido por los manjares gra-cias al meneo rítmico de la muchacha penduleando el aire del buen yantar parisino, creo que la brillantez en la conversación de Fuentes, la asombrosa memoria de nombres, datos, fechas, hechos históricos, aleja al oyente en sí por admirar solamente el ritmo, la entonación, la fuerza indomable de lo contado; eso lo noto en las gra-baciones televisivas de las entrevistas concedidas por él a mi ejercicio profesional del periodismo (precisamen-te por una de ellas se me otorgó el Premio Nacional de Periodismo e Información en 1984, presea fundamental para cualquier periodista mexicano dado el origen ofi-

cial del mismo, no poca cosa después de los sangrientos hechos del 68 en la olímpica metrópoli); quiero decir que no he topado con nadie de brillantez equiparable, como un reflejo intacto de su prosa larga, repleta “que-ma, dura, madura”, para mal citar a Villaurrutia.

Fuentes no es piadoso con sus retratados, los per-sonajes de sus novelas reconocibles en el inicuo empe-ño de “saber más”, crueldad aún mayor si deja flotar los nombres propios. Su ferocidad literaria responde sólo a lo pretendido, al redondeo de la ideas en sí, no se ami-lana por “lo que vaya a decir” el individuo lacerado, él tiene que escribir, describir y punto. Por eso en carne viva y propia, he aceptado cierto escarnecimiento, aun-que me haya costado esfuerzo y bondad, respuesta del amor por él en nuestros devenires, y por comprender mi fuerza personal como hálito para dibujarme. No creo que él se haya reconocido en el personaje con el cual lo describo, en partes, claro, una ceja, un movimiento del cuello, un empecinamiento amoroso, qué sé yo. No me lo hubiera dicho, tal yo no se lo he dicho.

¿Cómo romper las concatenaciones humanas de ambos?.. nuestros desgarramientos, mi boda de la que fue testigo; parece que fue ayer… después de la ceremonia en el Palacio Municipal de Atlixco, Puebla, donde fungie-ron como testigos personajes de veras de gran categoría en la literatura y en la política, como, por citar a los dos Premios Nobel: Gabriel García Márquez y Octavio Paz u Horacio Flores de la Peña, todos en mi corazón entre tus manos, Héctor Azar, quien actuó como mi padre y nunca podré agradecérselo tanto, tan fraternalmente, tan filialmente, Carlos corrió a subirse de copiloto en el auto donde un chofer nos llevaba, a mi esposo y a mí a la huer-ta “La Apassionata”, de Héctor, por supuesto, donde él, su familia entera, dio la comida tradicional sopa de letras esa vez, como corresponde a la unión de dos escritores.

O aquel amargo café con ajenjo -digo, es un de-cir- en el Café de Flore, el día en que los periódicos del mundo entero traían la noticia y las electrizantes fotos del Che Guevara asesinado; Carlos estaba en la con-moción, igual a nosotros, aun así nos tradujo muchas oraciones, escapadas de mi magín de niña del Colegio Francés, y calificó el retrato como el de un Cristo. Fue crispante el atardecer, muy distinto al chisporroteo de la otra reunión iluminada por la perspectiva de culmi-nar la noche en los misterios de París y la mujer qui-tándose la ropa nada más para mi amigo.

La obra allí está, en las librerías y los estantes de todas las universidades del planeta, traducida a los idiomas correspondientes (Carlos tiene en su cabeza la lengua de fuego de San Pentecostés).

Y la sencillez de estupor al pie de sus artículos pe-riodísticos sólo:

Carlos Fuentes es escritor mexicano.aEscritora y Periodista

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cultura

“fiesta del espíritu” Una desigual

Yanet aGuilar sosa

Las sorpresas de la XXXVI celebración del Festival Internacional Cervantino fueron pocas. Ni ofertó una propuesta para el pú-blico joven, porque no le interesa “etique-tar” a los espectadores, ni tampoco se abrió

a los grandes públicos. A los guanajuatenses que an-tes participaban de las manifestaciones masivas en los pastitos, sólo tuvieron acceso a dos espectáculos gra-tuitos de calle.

El encuentro realizado entre el 8 y 26 de octubre, con Cataluña y Campeche como invitados de honor, se mantuvo en los 19 días de duración que ha tenido el festival a partir de 2001; incluso, fue similar en la asistencia de artistas con respec-to a la edición pasada. Acudie-ron 2 mil 300 artistas de 24 na-ciones, frente a los 2 mil 400 de 27 países en la presentación 35.

La variante principal está en el presupuesto. En 2007 se ejercieron 64 millones de pe-sos frente a los poco más de 40 millones de este año y que es-tán etiquetados por la Cámara de Diputados; pero no se com-paran con los más de 70 millo-nes utilizados en 2006, cuando 30 millones de pesos fueron “aportaciones y donativos” de instituciones públicas y privadas.

Sin embargo, el sello de la llamada “fiesta del es-píritu” no estuvo en la programación -cuya inaugura-ción corrió a cargo del cantautor catalán Joan Manuel Serrat-, sino en el despliegue de seguridad realizado por el gobierno del estado de Guanajuato, que encabe-za el otrora periodista Juan Manuel Oliva.

Las medidas de seguridad que incluyeron cinco re-tenes en las cuatro entradas a la ciudad -dos del lado de Dolores Hidalgo-; patrullajes por la ciudad con perros entrenados en la búsqueda de droga y armas; así como

detectores de bombas, armamento y sustancias enervan-tes con los que revisaban autos y camiones, sin olvidar los arcos detectores de metales que instalaron en recin-tos como el Teatro Juárez y la Alhóndiga de Granaditas. En el encuentro 36 que desde 2001 tiene invitados de honor -un país y un estado mexicanos-, Cataluña dio cuenta de su riqueza artística y cultural de gran re-conocimiento como el músico Jordi Savall, o de gran propuesta contemporánea como las agrupaciones Bar-celona 216, Els Pets y la Troba Kung-Fu.

De gran atractivo fue el teatro provocador, salvaje y sen-sual de Calixto Bieitio, que con-virtió al Auditorio del estado en una gran pasarela que a muchos guanajuatenses no les gustó por sus escenas eróticas; la bailari-na Marta Carrasco, la Gelabert-Azzopardi Companyia de Dansa y los cantantes Ana Belén y Joan Manuel Serrat.

El festival cumplió al ofrecer “La Orestiada” en versión san-grienta de la Deutsches Theater de Berlín, que bajo la dirección de Michael Thalheimer convirtió la trilogía de Esquilo en una orgía de sangre y canto que provocaba amor o repulsión; pero desilusio-nó al anunciar la cancelación del

“Hamlet” de la agrupación lituana Meno Fortas, por razones de salud de la estrella de rock Andrius Ma-montovas, protagonista de la adaptación.

La programación fue desigual. Si el primer fin de semana resultó atractivo por las puestas de “La ores-tiada”, “Tirant lo blanc” y la actuación del grupo israelí The Aluminum Show o la actuación de Omar Faruk; el segundo fin de semana deslució sin “Hamlet” y el gran atractivo del encuentro fue la clausura a cargo de Café Tacuba, el espectáculo de calle Sarruga y la actuación de Pilobolus Dance Theatre. a

Periodista

Festival Internacional Cervantino

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DURANGO

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libros

así lo vivíluis carlos ugalde

las finanzas Públicas en el estado de Morelosrodolfo Becerril straffon

Las horas dramáticas que México vivió entre las 8 y las 12 de la noche del 2 de julio de 2006 son narradas por Luis Carlos Ugalde, ex presidente del IFE, en su libro de reciente aparición en el mercado: Así lo viví, testimo-

nio de la elección presidencial de 2006, la más competi-da en la historia moderna de México.

A través de una crónica política “que buena par-te ella no ha sido contada, porque ocurrió fuera de la mirada pública: tras bambalinas, mediante las líneas telefónicas y los encuentros privados”, el autor cuenta esa historia desconocida de 2006. “Tan sólo una parte, porque es la que conozco de primera mano”, indica en la obra quien fuera consejero presidente del Instituto Federal Electoral entre 2003 y 2007, cargo al que re-nunció el 14 de diciembre de ese año luego de que el Congreso aprobara una reforma electoral que lo desti-tuiría al entrar en vigor.

“Hemos oído todo sobre Ugalde y su presidencia del IFE. Es hora de oírlo a él. Así lo viví cuenta una historia dura y fascinante: la de una democracia sin demócratas” comenta el periodista y escritor Héctor Aguilar Camín.

En la obra, puesta en circulación por Random House Mondadori, Ugalde, doctor en ciencia política, afirma que “describe en ella cómo se comportaron los principales actores políticos del país en la situación -límite e inesperada- de una elección tan cerrada que impedía saber quién había ganado”.

Así lo viví es un recuento de la historia reciente de México comenzada en enero de 2006 y concluida tres años después en Boston, lugar en donde reside Ugalde actualmente y al que fue invitado este año como profe-sor en la Universidad de Harvard.

En Así lo viví, Ugalde critica la actitud de López Obrador, posterior a las elecciones, y reconoce que Fe-lipe Calderón es Presidente de México, porque fue el candidato que obtuvo más votos el 2 de julio.

López Obrador construyó la historia de un fraude que no existió. Tergiversó la realidad y mintió en varios momentos del periodo postelectoral. Su impugnación ante el Tribunal Electoral estuvo plagada de omisiones, imprecisiones y falta de pruebas, afirma Ugalde.

Considerado como un tema de actualidad ante la enorme relevancia que el estudio de las fi-nanzas públicas ha adquirido en los últimos años y en respuesta a la exigencia de la so-ciedad para que el manejo de los recursos de

apropiación pública sean objeto de una cada vez mayor y mejor rendición de cuentas, fue publicado recientemen-te Las Finanzas Públicas en el Estado de Morelos (Análisis del proceso hacendario de la Federación al municipio), del doctor en economía Rodolfo Becerril Straffon.

El estudio no pretende ser un tratado de política fiscal. Está pensado como guía para entender mejor el proceso de lo hacendario desde la Federación hasta el municipio, señala Becerril Straffon, quien ha tenido una trayectoria destacada en la administración pública, ade-más de haber sido representante popular en el Congreso de la Unión, en el que representó a su estado natal, Mo-relos, como diputado federal y senador de la República.

A partir de una explicación de lo que es el fede-ralismo fiscal y hacendario, y del sistema de coordi-nación fiscal, el autor analiza cómo se integran los re-cursos que la Federación le transfiere a las entidades federativas, la naturaleza de los diversos fondos que integran las aportaciones y los criterios y normas para elaborar la Ley de Ingresos y el Presupuesto, tanto fe-derales como locales. De manera particular analiza la evolución de las finanzas estatales y municipales del estado de Morelos entre 2000 y 2008.

La lectura será de enorme utilidad para los estudio-sos de la administración pública y del derecho, así como de funcionarios de los diferentes niveles de gobierno, diputados locales y sus equipos de apoyo, señalan Jorge Arturo García Rubí y Carlos Pastrana Gómez, directores, respectivamente, de las facultades de Derecho y Ciencias Sociales; y Contaduría, Administración e Informática, de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos. Ambas instituciones auspiciaron la publicación del estudio.

Becerril Straffon nos introduce faceta por faceta en el examen serio, bien informado y consistente de las finanzas de la entidad, sostiene Fernando de Jesús Bilbao Marcos, rector de la UAEM.a

(Rolando Guzmán Trujillo)

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SINALOAmazatlán

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$30ISSN: En trámite

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