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LA NOVELÍSTICA DE LUIS MATEO DÍEZ: DEL VIAJE DE LA PROVINCIA A LA PERDICIÓN DEL CAMINO. MÁSCARAS, DEGRADACIÓN Y CARICATURA. UNIVERSIDAD DE MÁLAGA FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS DEPARTAMENTO DE FILOLOGÍA ESPAÑOLA I Y FILOLOGÍA ROMÁNICA TESIS DOCTORAL REALIZADA POR: MANUEL MORILLA TRUJILLO DIRECTORA: DRA. Dª. ASUNCIÓN RALLO GRUSS

DÍEZ, Luis Mateo

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Page 1: DÍEZ, Luis Mateo

LA NOVELÍSTICA DE LUIS MATEO DÍEZ:

DEL VIAJE DE LA PROVINCIA A LA PERDICIÓN

DEL CAMINO. MÁSCARAS, DEGRADACIÓN Y

CARICATURA.

UNIVERSIDAD DE MÁLAGA

FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS

DEPARTAMENTO DE FILOLOGÍA ESPAÑOLA I Y FILOLOGÍA

ROMÁNICA

TESIS DOCTORAL REALIZADA POR: MANUEL MORILLA TRUJILLO

DIRECTORA: DRA. Dª. ASUNCIÓN RALLO GRUSS

Page 2: DÍEZ, Luis Mateo

“Caminante son tus huellasel camino, y nada más;

caminante, no hay camino,se hace camino al andar.Al andar se hace camino,

y al volver la vista atrásse ve la senda que nunca

se ha de volver a pisar.Caminante, no hay camino,

sino estelas en la mar".

Antonio Machado, Campos de Castilla

Page 3: DÍEZ, Luis Mateo

A la memoria de mi abuelo, José Trujillo, hombre sabio y humilde que vive en nosotros.

Para mis padres Toñi y Manolo y mi hermana Sonia, ellos saben muy bien por qué.

A Asunción Rallo, mi maestra, por su generosidad y su confianza.

Page 4: DÍEZ, Luis Mateo

AGRADECIMIENTOS

Deseo manifestar mi más intensa gratitud a la Dra. Asunción Rallo Gruss; sus

orientaciones, su continuo apoyo y su atención han sido imprescindibles para la

elaboración de esta tesis. Igualmente agradezco a mi amiga y compañera de instituto

Marisol sus esfuerzos por conseguir una entrevista personal con el novelista, objeto

del presente estudio, donde tuve la oportunidad de comprobar cómo se aúnan la

genialidad del escritor y la humildad del ser humano. Por último, gracias infinitas a

todas aquellas personas que de una u otra manera han contribuido con su entusiasmo

y colaboración desinteresada a la consecución de este trabajo.

Page 5: DÍEZ, Luis Mateo

I. INTRODUCCIÓN.............................................................................................11

1.1. Aproximación a la vida y trayectoria literarias de Luis Mateo Díez ....... 16

II. EL MOTIVO DEL VIAJE

2.1. El viaje en Las estaciones provinciales como radiografía de una capital de

provincias ...............................................................................................................36

2.1.1. El viaje en busca de la novela .......................................................................39

2.1.2. El itinerario por la ciudad como vía de investigación y muestra de una

sociedad mezquina ..................................................................................................42

2.1.3. El periodismo y la función de Marcos Parra como periodista en una sórdida

historia. ....................................................................................................................43

2.1.4. León como estación provincial: sus calles y tabernas ..................................55

2.2. El viaje como búsqueda del mito en La fuente de la edad

2.2.1. Introducción...................................................................................................72

2.2.2. La peregrinación o aventura: modos de acceder a la verdad........................74

2.2.3. La geografía simbólico-real ..........................................................................86

2.2.4. La recreación de mitos literarios: encuentro con los pastores ......................89

2.2.4.1. Rutilio o la presencia de lo misterioso..................................................90

2.2.4.2. Manuela: locura amorosa y tiempo detenido ........................................94

2.2.4.3. El encuentro con la mujer: realidad o sueño.........................................98

2.2.4.4.El encuentro con la naturaleza: mixtura de locus amoenus y paraíso

gastronómico ......................................................................................................101

2.2.4.5. El viaje: proyección de la ciudad al campo .........................................104

2.2.4.6. Basilio o la recreación del Beatus Ille...................................................109

2.2.4.7. El tópico del Aurea mediocritas. El Museo: la huella de Gracián ......113

2.2.4.8. El episodio de Belisario.........................................................................115

Page 6: DÍEZ, Luis Mateo

2.3. El viaje: rescate del tiempo y la memoria en Las horas completas

2.3.1. La excursión dominical desde la Colegiata ..................................................118

2.3.2. El viaje como conocimiento del pasado del ser humano..............................121

2.3.3. La aparición del peregrino en el viaje ...........................................................127

2.3.4. Las historias intercaladas ..............................................................................132

2.3.4.1. El origen novelado del peregrino ..........................................................132

2.3.4.2. La confesión pública o la transgresión de los valores en la ruta ..........135

2.3.4.3. Doña Olina, anciana a medio camino entre la verdad y la mentira......141

2.3.4.4. Dalmacio o el encuentro de lo prohibido en los sueños .......................142

2.3.4.5. El final sorpresivo de la excursión: el viaje de vuelta a la Colegiata...143

2.4. El viaje como búsqueda de la poesía en El expediente del náufrago

2.4.1. Presupuestos generales..................................................................................147

2.4.2. El itinerario como búsqueda de la poesía ....................................................148

2.4.3. La búsqueda de pistas hacia Alejandro Saelices...........................................153

2.4.4. La ruta del Archivo: ¿Camino de cultura o ruta marginal? ..........................156

2.4.5. El encuentro con la poesía: el camino hacia los poetastros..........................156

2.4.6. La proximidad a Saelices: el cine Lesmes ...................................................159

2.4.7. La cripta del Lesmes......................................................................................161

2.4.8. Josefa Bobia o la resolución del enigma.......................................................167

2.5. El viaje por la provincia en Camino de perdición

2.5.1. El azar y el destino, protagonistas del viaje..................................................170

2.5.2. Lo imaginario como conducto hacia la eternidad.........................................174

2.5.3. La ruta: camino de viajeros y viajantes.........................................................178

2.5.4. El viaje: lugar de encuentros y fábulas .........................................................185

2.5.5. El hombre cautivo de la mujer: el presagio de Emilio Curto .......................188

2.5.6. Los obstáculos del viaje ................................................................................208

Page 7: DÍEZ, Luis Mateo

2.5.7. El encuentro con personajes débiles .............................................................209

2.5.8. Los personajes desorientados a la búsqueda de sus señas de identidad en

la vida......................................................................................................................212

2.5.9. La ruta por el camino: de la perdición al aprendizaje...................................220

2.5.10. El objeto de la búsqueda: Emilio Curto......................................................224

2.5.11. El tramo final: el viaje en solitario de Sebastián Odollo............................233

III. EL ESPERPENTO Y LA DEGRADACIÓN

3.1. Los episodios trágico-cómicos en las ciudades inermes y desharrapadas de

los cincuenta ...........................................................................................................237

3.1.1. Las estaciones provinciales ..........................................................................237

3.1.2. La fiesta en el casino: escenario del mundo al revés en La fuente de la

edad .........................................................................................................................241

3.1.3. Lo absurdo del viaje o las horas inacabadas ...............................................249

3.1.3.1. La infracción de la ley: la captura de truchas como pecado .................250

3.1.4. Lo deformante, lo surrealista y lo ilusorio en el naufragio del expediente ..255

3.1.4.1. El invento del malogrado pollo............................................................255

3.1.5. Los episodios caricaturescos en el camino de perdición de Sebastián ........258

3.1.5.1. El disparate y la comicidad en Camino de perdición ...........................259

3.1.5.2. El episodio del muerto alquilado ..........................................................266

3.1.5.3. El espejo como reflejo de los personajes ..............................................268

3.2. El mundo de los personajes...........................................................................269

3.2.1. La risa del ser humano en Las estaciones provinciales................................269

3.2.1.1. El antihéroe o personaje perdedor ante una realidad adversa...............274

3.2.1.2. Animalización en los personajes...........................................................279

3.2.2. El esperpento como conducto de penetración. Animalización y degradación en

los personajes de La fuente de la edad....................................................................284

3.2.2.1. Recreación valleinclanesca: espejo y muñequización ..........................291

Page 8: DÍEZ, Luis Mateo

3.2.2.2. Celenque: mito y referencia al contexto histórico ................................293

3.2.2.3. La muerte: muestra de la contingencia humana....................................294

3.2.2.4. El sueño: vía de evasión........................................................................295

3.2.3. El expresionismo y lo grotesco en los personajes de El expediente del

náufrago ..................................................................................................................298

3.2.3.1. La mediocridad del ser humano............................................................301

3.2.4. Un nuevo relato de perdedores inmersos en un camino de perdición..........306

3.2.4.1. Los personajes: héroes del fracaso........................................................310

3.2.4.2. El alcohol: la negación del cuaderno de bitácora .................................315

3.2.4.3. El mundo cotidiano y misterioso de la mujer ......................................316

3.2.4.4. La remisión a lo antiguo en el camino .................................................320

3.3. Recursos lingüísticos ......................................................................................327

3.3.1. El lenguaje en Las estaciones provinciales ..................................................327

3.3.2. Desajuste lingüístico en La fuente de la edad ..............................................330

3.3.3. Lo verbal en Las horas completas ................................................................332

3.3.4. El lenguaje del fracaso en Camino de perdición ..........................................337

IV. TRANSCRIPCIÓN DE LA ENTREVISTA MANTENIDA CON EL

NOVELISTA

4.1. Transcripción de la entrevista mantenida con el novelista..............................343

V. APÉNDICE: ARGUMENTO Y CONFRONTACIÓN DE LAS NOVELAS

5.1. Las estaciones provinciales .............................................................................347

5.2. La fuente de la edad .........................................................................................354

5.3. Las horas completas.........................................................................................362

5.4. El expediente del náufrago...............................................................................367

5.5. Camino de perdición .......................................................................................376

Page 9: DÍEZ, Luis Mateo

VI. CONCLUSIONES ..........................................................................................423

VII. BIBLIOGRAFÍA...........................................................................................428

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I. INTRODUCCIÓN

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Introducción

11

I. INTRODUCCIÓN

Lleva ya más de un cuarto de siglo en marcha la obra de Luis Mateo Díez,

desde que en 1970 publicara su primer libro de poesía en solitario, Señales de humo.

Su incursión en la novela con Las estaciones provinciales en 1982 se prolonga hasta

llegar a Camino de perdición (Alfaguara, Madrid, 1995). En ese tiempo, Luis Mateo

Díez ha dado a luz un total de seis novelas, un libro de poesía, diversas colecciones

de relatos breves, dos volúmenes de cuentos, dos novelas cortas, un libro de viaje,

un ensayo en el que reflexiona sobre la creación poética y su última creación, un

conjunto de relatos en los que rememora su infancia. Nacido en el pueblo leonés de

Villablino en 1942, lugar en el que transcurren su infancia y adolescencia, su

dedicación al género narrativo, como el mismo autor afirma, es relativamente tardía,

pues sus comienzos como escritor están vinculados al grupo poético leonés

«Claraboya», a finales de los sesenta, más concretamente, en 1968.

En todo ese tiempo la calidad de su obra literaria se ha visto subrayada con la

obtención, uno tras otro, de algunos de los premios más prestigiosos del panorama

literario español: fue finalista en la convocatoria de 1972 del Premio Novela y

Cuentos por su colección de relatos Memorial de hierbas, ganador un año más tarde

del Premio Café Gijón de Novela Corta por Apócrifo del clavel y la espina y Blasón

de muérdago, Premio Ignacio Aldecoa en la edición de 1976 por su libro de cuentos

Ceniza, Premio de la Crítica y Nacional de Literatura, por La fuente de la edad

(1987), que con dirección de Julio Sánchez Valdés ha sido llevada a la pequeña

pantalla, y el último en su haber, el Premio NH de Relatos por Días del desván.

Estos galardones no hacen más que confirmar que la trayectoria literaria de Luis

Mateo Díez goza en la actualidad de una importancia avalada por una carrera

fecunda y constante. El público lector reconoce de forma paralela el prestigio del

autor leonés- apreciado en idéntica forma por la crítica-, y que debe servir para

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Introducción

12

reafirmar el destacado puesto que en la actualidad se ha hecho Luis Mateo Díez

como narrador desde que inició el camino en la novela con Las estaciones

provinciales hasta llegar a Camino de perdición.

El interés por el estudio de su obra radica fundamentalmente en lo

trascendente que resulta el análisis de un novelista que, inscrito en un entorno

reducido de León, a través de cada una de sus publicaciones logra en la actualidad,

tras un trabajo pausado, convertirse en uno de los novelistas más apreciados de

España y a la par es capaz de mantener en toda su producción la fidelidad a su tierra

y a sus tradiciones leonesas. Creemos que nuestro estudio contribuye a dar a conocer

un autor y su literatura, ejemplo significativo de toda una generación de compañeros

que empiezan a ser igualmente conocidos. Y es que no conviene olvidar que León es

fecunda en escritores y artistas que están muy próximos al entorno de Luis Mateo

Díez, como Julio Llamazares, Antonio Gamoneda o Victoriano Crémer, entre otros.

La elaboración precisa y sencilla en cada una de sus obras en prosa no le

exime de un tono lírico, una perspectiva alejada, irónica y sarcástica de la condición

humana que le facilita una crítica mordaz de situaciones sociales, políticas y

culturales en una realidad que sabe percibir en modo riguroso. La producción

novelística de Luis Mateo Díez se enmarca en la más rica tradición narrativa

española, la que pasa por Quevedo, Cervantes, Gracián, Valle Inclán y Mihura; la

que no excluye las percepciones surrealistas de la realidad asimiladas a través de las

películas españolas y mejicanas de Buñuel, sin dejar de lado la admiración por el

costumbrismo y el realismo aprendido de los neorrealistas italianos: Bassani,

Pavese, Prattolini y Vittorini, entre otros, de los que toma ese gusto por reflejar la

diversidad provinciana, por fotografiar grandes mundos narrativos en paisajes y

ciudades que Luis Mateo Díez conoce a la perfección. A la vez se confiesa lector

aprovechado de los grandes y pioneros de la novela europea y americana

contemporánea como Joyce y Faulkner.

Tras establecer las pertinentes confrontaciones, ello deviene en el empleo de

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Introducción

13

diferentes métodos en nuestro estudio. Hemos seguido fundamentalmente aquel que

distingue en todo texto narrativo la división entre historia y discurso; esto es, de un

lado, la acción (argumento y estructura externa), personajes y ambiente (tiempo y

espacio); y del otro, la focalización o puntos de vista, la temporalidad y los modos

narrativos, sin dejar de lado el método comparativista que pone de relieve la

confrontación entre las propias novelas en su conjunto, además de situar a cada una

de ellas con sus pertinentes relaciones con la tradición literaria de la que son

deudoras.

Justificar nuestro trabajo nos lleva a las siguientes consideraciones: el

estudio que hoy presentamos tiene por finalidad llenar un vacío fundamental en los

estudios en torno a la nueva y última narrativa española a través de uno de los

escritores más significativos de este fin de siglo en el panorama de las letras

contemporáneas españolas. Asimismo se hacía necesario estudiar su obra, no de

forma aislada ni parcialmente, pues hasta ahora no había sido tratada de forma

pormenorizada o monográfica en los aspectos que para nosotros han resultado

esenciales: el viaje y la degradación de la realidad. La génesis del presente trabajo de

investigación tuvo lugar hace algunos años en el acercamiento a una de sus obras

más elogiadas, La fuente de la edad, cuyo análisis constituyó el objeto de la

memoria de licenciatura. En esa etapa de la investigación y tras la lectura de una

novela tan galardonada, movido por el interés y por las ganas de profundizar en el

análisis y la interpretación de un tema poco tratado, se hizo preciso intentar

establecer una interpretación conjunta de la producción novelística de Luis Mateo

Díez a partir de un análisis que abarca cinco novelas: Las estaciones provinciales,

La fuente de la edad, Las horas completas, El expediente del náufrago y Camino de

perdición. Se excluyen los relatos, las novelas cortas y su poesía, así como su

novela, La mirada del alma, la primera de una trilogía que abre una etapa diferente

al resto de la producción hasta ahora conocida por los lectores.

Asimismo, somos conscientes de que quedarán cabos sueltos en el análisis

de una obra que empieza a ser ingente, la de un autor vivo que escribe actualmente a

Page 14: DÍEZ, Luis Mateo

Introducción

14

un buen ritmo; así como el riesgo que contraemos al abordar la producción de un

escritor, cuyo proceso creativo es muy reciente, tanto a la hora de inscribirlo en una

generación literaria como por las afirmaciones que sostenemos, ponderables de

nuevo, una vez el fenómeno narrativo se aleje en el tiempo, y la perspectiva pueda

ser diferente a los postulados que planteamos en la actualidad.

El análisis de nuestro estudio se centra en la amplia obra narrativa del autor

leonés, vertebrada en dos ejes fundamentales en su novelística: por un lado el

motivo del viaje, como visión itinerante del hombre por los caminos del mundo y

que, en ocasiones, adquiere una dimensión simbólica, y por el otro el tratamiento del

esperpento, como instrumento estético, el humor de los personajes y las situaciones

paródicas que se suceden en sus narraciones, que no hacen más que demostrar una

confrontación marcadamente teatral en la que las situaciones inverosímiles desfilan

casi de forma continua, mostrando la decadencia y degradación de una sociedad que

vive en un estado de opresión. Sobre estos dos temas principales se vislumbran a lo

largo del presente estudio otros elementos del mundo novelesco presentes en todas

las obras que conforman el universo narrativo de Luis Mateo Díez: el interés por la

posibilidad de trascender pequeños ámbitos, la presencia y admiración por las

tradiciones orales de su tierra, vividas en su infancia y transmitidas como herencia

en el entorno leonés en el que vivió su niñez, cuyo paisaje se plasma bien como

intención documental, bien como recuperación del mito. Un esfuerzo por convertir

el contar en una obra de arte literaria, donde la invención juega un papel

fundamental en un espacio, mundo propio y personal del escritor, en el que

deambulan generalmente abundantes personajes, perdedores en su mayoría, sin

posibilidad de huir de la desgracia o del destino al que todo ser humano está

abocado, inmerso en ese mundo de la provincia española de los años cincuenta, que

adquiere dimensiones extraordinarias y en donde tras una serie de realidades que se

suman el hombre es el punto de mira, a medio camino entre la vigilia y el sueño. El

humor y la caricatura, elementos que armonizan con la sátira y que vienen a poner

de manifiesto la mezquindad y el ensimismamiento que sufren los protagonistas de

las páginas del novelista leonés.

Page 15: DÍEZ, Luis Mateo

Introducción

15

Los diferentes motivos puestos en práctica posibilitan la recreación de mitos

y tópicos, que evidencian un claro proceso literario. En líneas generales se da cabida

dentro de la trama a lo real, presentado como trágica caricatura donde se demuestra

que la condición humana está creada a base de vicios y pasiones. En este juego de lo

ilógico y lo inverosímil, la novelística del autor leonés es capaz de originar

conexiones de tipo narrativo que hacen posible que transitemos, a lo largo de

nuestro camino por las novelas, desde una perspectiva en la que el hombre no por

intervención divina, sino mediante la aplicación de sus propias capacidades innatas,

debe aprender a superar los males y penalidades.

A la vista de todo ello, el estudio del conjunto de la obra novelística de Luis

Mateo Díez intenta desentrañar en el amplio espectro de la comparación con las

diferentes tradiciones y tópicos, una obra actual significativa, a la vez que pretende

mostrar un modo de análisis basado en la proyección de la narrativa actual en la

tradición literaria y en sus lugares comunes, iluminando así simultáneamente unos

tópicos que demuestran su validez, según el contexto cultural en el que se apoyan.

Page 16: DÍEZ, Luis Mateo

Introducción

16

1. 1. Aproximación a la vida y trayectoria literarias de Luis Mateo Díez

Luis Mateo Díez nace en un pueblo de León, Villablino, en 1942. Su

infancia transcurre en un ámbito rural, al noroeste de la provincia, el valle de

Laciana y, como él mismo afirma, este entorno le sirve de génesis narrativa para,

posteriormente, sentir una gran fascinación por contar historias, por inventar

mundos. En estos lugares la transmisión de la cultura oral juega un papel

fundamental1:

«La presencia en el valle de culturas populares se filtraba desde lanoche de los tiempos y era posible por la pervivencia de unasinstituciones que tenían un carácter ritual: los Calechos y losFilandones. Eran dos tipos de reuniones, en los atardeceres y en lasnoches, que concitaban a la gente en determinadas cocinas del pueblocon una grata obligación: para consumar el día había que recalar enuna de ellas. La gente del pueblo iba a unas o a otras dependiendo dela costumbre o la amistad, lo que da una idea de ese nivel deconvivencia, un poco arcaico, que existía. Yo tengo una experienciainfantil muy intensa de esas reuniones, a las que asistíamos los niños,y que es una costumbre muy apropiada para los inviernos duros yfuertes».

En sus años de estudiante recibe la influencia que la Institución Libre de

Enseñanza había ejercido, aproximadamente en los años veinte, a través de las

enseñanzas pedagógicas de Don Paco Sierra Pambley, prócer de aquellas tierras y

prohombre:

«Que creó una fundación que se encargó de desarrollar lasexperiencias de la Institución. Eso dejó en el pueblo unaherencia cultural y liberal muy grande. En concreto, en micasa había un desván donde se guardaba todo el material quese había requisado a aquella fundación. Y yo pasé mi infancia,en buena medida, jugando en aquel desván, rodeado de lascajas donde estaban todos los libros. Este sustrato del pueblose relaciona con ciertas tradiciones de los pueblos demontaña, un poco perdidos, con inviernos largos, donde las

1 «Charla de Luis Mateo Díez», en AA.VV., Seis calas en la narrativa española contemporánea.Jornadas de narrativa española contemporánea, Fundación Colegio del Rey, Alcalá de Henares,1989, 22-27, p. 22.

Page 17: DÍEZ, Luis Mateo

Introducción

17

convivencias vecinales y familiares son intensas...»2.

En su enseñanza se combina «el aprendizaje de leer y escuchar: por las

mañanas, en la escuela, "literatura literaria", y por las noches en las cocinas,

"literatura oral". Todo aquello me ha dejado un gusto personal por contar historias,

por poder recrear mundos y, a la vez, la emoción y el encantamiento que sentía al

oírlos»3. Estudió la carrera de Derecho pero, se considera, ante todo, escritor4.

Actualmente trabaja como jefe del Departamento de Documentación del

Ayuntamiento de Madrid. De niño quería ser albañil, «por lo bien que olía la masa

cuando la hacían. Me atraía mucho la paleta, las herramientas. Aquello duró

mucho»5. En los mismos términos lo confiesa a Rosa Montero:

«Yo no he tenido en mi vida más fascinación que la de albañilería:el hacer la masa y todo eso. Además, recuerdo hasta el aroma. En fin,yo estaba obsesionado por ser albañil, y, de hecho, de chico andabasiempre con una paleta de albañil [...]. De estudios siempre tuve unproblema terrible, porque no sabía qué escoger. Acabé en Derecho unpoco por... Pues no lo sé. Por la cosa práctica, yo aborrecía launiversidad hasta extremos impíos, me parecía que todos loscatedráticos eran unos señores subnormales; en fin, todo muy injustoy muy despiadado»6.

Además establece el punto común entre la albañilería y la literatura, sus dos

2 Cf. Ángel Vivas, «Luis Mateo Díez, la literatura como amistad», Muface, núm. 63, marzo, 1985,26-27, p. 26. 3 Es curioso conocer la anécdota que el propio novelista confiesa al recordar cómo en el colegio losmaestros durante el invierno leían libros a los alumnos: «Recuerdo que la enseñanza de la literaturaque yo he recibido en la escuela rural en esos años poco propicios a hacer divagaciones pedagógicas,no tenía apenas elementos informativos o teóricos. Recuerdo no haber leído El Quijote, sino haberloescuchado. Tengo una referencia oral de la "literatura literaria". Recuerdo la fascinación del mundoimaginario literario con sus héroes y lo que se producía alrededor de ellos». Cf. «Charla de LuisMateo Díez», art. cit., p. 23. 4 El novelista leonés confiesa su afán por ser escritor desde que tenía doce años: «Yo escribía,escribía y escribía, y creo que cuando tienes una manía como ésta, que te surge con naturalidad,entonces se te hace menos problemático. Yo siempre he sido un maniático de esto. He sido un chicoescritor, un adolescente escritor, en fin, un chico que escribe. Me iba a casa y escribía. Además era unescritor infantil, paciente hasta extremos inauditos, o sea, que terminaba todos los mamotretos. Y, porotra parte, nunca escribí esa cosa que a lo mejor al comienzo suele ser más normal, no he escritodiarios. Nunca he escrito cosas que me pasaran a mí mismo, siempre me ha gustado inventar otro tipode mundos. Y eso, el escribir, nunca me problematizó. Por eso no me desesperé nunca». Cf. RosaMontero, Entrevista con Luis Mateo Díez, «El mentiroso domesticado», El País, 05/07/87, 21-28, p.22. 5 Cf. José María Marco, Entrevista con Luis Mateo Díez, «Las obsesiones de la imaginación»,Quimera, vol. 88, 1989, 40-45, p. 42.

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Introducción

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pasiones de pequeño:

«En ambas cosas se trata de la construcción. Sin llegar a lametáfora de Georges Perec, la de construir una novela que a la vez esuna casa y es un edificio y es un mundo que son veinte mil mundos yson todo el mundo... Yo siempre he pensado en la novela como unedificio»7.

En el mundo de la literatura entró gracias a su padre, que era secretario del

Ayuntamiento, situación que le favorecía no sólo para tener contacto con un

privilegiado ambiente cultural, sino que además disponía de una gran biblioteca en

aquella época:

«Sí, yo tuve esa suerte. Mi padre, que era secretario del Ayunta-miento, era y sigue siendo8 una persona muy aficionada a la literatura.Tenía una biblioteca, fundamentalmente de clásicos, españoles,latinos y extranjeros. Tal vez no estaba muy al día de lo último que sehacía en novela. Pero era en los años cincuenta y a lo mejor tampocohabía por aquí grandes maravillas que ver»9.

Antes que narrador, inició su andadura en el campo de la poesía, en cuyo

ámbito publicó un único libro. Junto a otros compañeros de generación, también

poetas, entre ellos Agustín Delgado, fue cofundador y responsable de la revista

poética Claraboya10, que se editó en León en los años 60, concretamente entre 1963

y 1968 y cuyo antecedente fue la editorial Papalaguinda Poética. Tras la separación,

su primer libro de poemas (en colaboración) es Equipo «Claraboya». Teoría y

6 Cf. Art. cit., p. 25. 7 Cf. José María Marco, ibid. 8 En una de las entrevistas que el novelista concedió, informa que perdió a su padre. A la preguntade si con su último libro, Días del desván, ha intentado a través de él una catarsis, responde en lossiguientes términos: «El libro tiene un origen anterior, pero lo cierto es que al perder a los seresqueridos más cercanos pierdes una parte sustancial de ti, de esa memoria que te avala [...]. Este librono se suscita a raíz de la muerte de mi padre, pero adquiere mucho más sentido y se encauzadefinitivamente con ese hecho, que cierra un parte sustancial de mi pasado. La muerte de un serquerido casi nunca abre etapas, las cierra». Cf. Eduardo Aguirre, Entrevista con Luis Mateo Díez, «Elpasado es nuestro único espejo», Los Libros en Castilla y León, G.E.C.Y.L., núm. 1, septiembre,1997, 21-22, p. 21. 9 Cf. José María Marco,«Las obsesiones de la imaginación», art. cit., p. 40. Este dato también lorecoge Ángel Vivas, cf. Art. cit., p. 26. 10 La revista surgió a finales del verano de 1963 y existió hasta su publicación número 19 (enero-febrero de 1968). En ella escribieron, no sólo los integrantes que fundaron el grupo, sino también JoséMiguel Ullán, Emilio Miró, Claudio Rodríguez, Gabriel Celaya, Vázquez Montalbán, Diego JesúsJiménez, Vicente Aleixandre, entre otros poetas conocidos.

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Introducción

19

poemas, que conseguía reunir poemas de los fundadores de la mencionada revista.

Su primer libro de poesía en solitario, Señales de humo, vio la luz en 1970,

«pieza clave para entender los presupuestos ideológicos del escritor: la postura

crítica y dialéctica, la ironía y el humor, presentes en sus páginas, proseguirán en el

resto de su obra»11. El autor en unas declaraciones confiesa su interés por la poesía

y muestra su admiración por determinadas figuras de la literatura:

«A mí la poesía me interesa, sobre todo, como fórmula deaprendizaje expresivo, verbal. Porque en poesía sí que hay que saberguardarse las cosas más que en otro terreno. En todo hay que serexquisitamente riguroso. La poesía es como el límite de la expresiónliteraria. Entonces, a mí me vino bien como aprendizaje. Pero sólohice Señales de humo; lo que he hecho después, y que no hepublicado, ha sido emboscado en el apócrifo. Me interesa, más que lapoesía escrita por mí, la poesía a través de alguien que la escribe,dentro de la tradición de los heterónimos de Pessoa o de Machado.Tengo cosas escritas así, con un cierto sentido novelesco. Ese es uncamino que sí me interesa»12.

Más tarde, junto a José María Merino y Agustín Delgado publica otro

conjunto de poemas, Parnasillo provincial de poetas apócrifos (1975), donde lo

metapoético y lo lúdico juegan un papel relevante.

Pronto deja de publicar poesía para dedicarse a la narrativa. En 1973 queda

finalista en la convocatoria del Premio «Novelas y Cuentos», por su colección de

relatos Memorial de hierbas, cuyo prologuista, ya entonces, auguraba que Luis

Mateo Díez, con el tiempo, se convertiría en una de las figuras que daría excelentes

obras a la narrativa española actual13. En este sentido, baste recordar que este

11 Cf. Santos Alonso, Literatura leonesa actual. Estudio y antología de 17 escritores, Consejería deEducación y Cultura, Junta de Castilla y León, 1986, 303-313, p. 305. 12 Cf. Ángel Vivas, «Luis Mateo Díez, la literatura como amistad», art. cit., p. 27. 13 Pablo Corbalán, en la presentación del libro, se encarga de definir el talento embrionario que LuisMateo Díez esconde: «Se trata de un escritor verdadero, de un creador literario y de un profundoobservador de la vida, de sus luces y de sus sombras [...]. Quiero decir que de Luis Mateo Díez hayque esperar -y hay que exigirle- la novela larga en la que el universo que lleva dentro -y que en suscuentos se concentra en tan variados y espléndidos, aunque breves, frutos- se explaye en conquistas demayor ambición. Un libro como éste -el primero que su autor da a luz, según creo-, se conviertesiempre en una responsabilidad de superaciones». Cf. Leonardo Romero Tobar, «La narrativa de Luis

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Introducción

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trabajo, «por la cercanía que guarda su publicación con el final de la dictadura del

general Franco y por mostrar una voz narrativa nueva, puede ser considerado pórtico

de narraciones de escritores mayores en edad que Luis Mateo Díez, tales como

Antonio Pereira [...]; de otros estrictamente contemporáneos, Álvaro Pombo, José

María Merino [...], y de un tercer grupo compuesto por narradores más jóvenes,

como Juan José Millás, Soledad Puértolas, Javier Marías o Antonio Muñoz

Molina»14.

En 1977, publica como libro de bolsillo15, dos novelas cortas: Apócrifo del

clavel y la espina y Blasón de muérdago. Con la primera, que da título al libro,

obtiene el Premio Café Gijón de Novela Corta en su edición de 1972. La primera

tiene como protagonista la familia de los Alcidia, cuyo origen se va perdiendo en el

tiempo, «y presenta su pasado fantástico y mítico dentro del realismo crítico que

evoca la progresiva degradación de la familia - el desenlace surge cuando el

protagonista narrador mata a su padre, de quien es hijo natural -, y la segunda cuenta

la vida del último señor en el presente que minuciosamente expresa el profundo

derrumbamiento del caciquismo y el feudalismo rural parasitario (como el

muérdago) dentro del realismo esperpéntico»16.

Cuatro años más tarde, en 1976, recibe el Premio Ignacio Aldecoa de

Cuentos por su obra Cenizas. En 1981, aparece Relatos de Babia, libro de viajes

donde se hace un recorrido por la Babia real17. Al año siguiente queda finalista en el

Mateo Díez», Estudios Humanísticos. Filología, Zaragoza, 1985, 9-20, pp. 9 y 10 respectivamente. 14 Cf. Adolfo Sotelo-Vázquez, «En torno a Memorial de hierbas, de Luis Mateo Díez», Ínsula, núm.568, abril, 1994, 16-18, p. 16. 15 No en vano, en el cuarenta aniversario de la colección de libros de bolsillo de Plaza y Janés, elescritor recordó su acercamiento a este tipo de novela corta, al subrayar junto a otros compañeros,como Antonio Muñoz Molina o Alberto Vázquez-Figueroa, el papel que han jugado los libros debolsillo para diferentes generaciones, como instrumento instrumento de aprendizaje cultural yliterario, así como por la variedad de sus contenidos y enseñanzas recogidas. Luis Mateo Díez recordó«cómo muchos escritores nos forjamos culturalmente con los libros de bolsillo, en tiempos en que lalectura no era tan accesible como ahora, y nos veíamos tentados hasta por el robo de libros». Reseñaen Sur, Cultura, 24/01/97. 16 Cf. Santos Alonso, La novela en la transición (1976-1982), Puerta del Sol, Ensayo, Madrid,1983, pp. 33-34. 17 Este lugar mítico está situado muy cerca de León y, para el novelista, significa una vuelta a suinfancia, es «una especie de reencuentro de mi memoria personal con la memoria colectiva deaquellos parajes». Cf. «Charla de Luis Mateo Díez», art. cit., p. 27.

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Introducción

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«Premio de la Crítica» con su primera novela larga, Las estaciones provinciales,

presentada también al Premio Nadal. Su importancia va creciendo pues, aparece

junto a figuras destacadas como Juan Marsé o García Hortelano. Su nombre es poco

a poco avalado por la prestigiosa crítica18, hasta que publica su segunda novela

larga, La fuente de la edad19 (1986), que le consagra al hacerle firme candidato de

los Premios «Nacional de Literatura» y «Premio de la Crítica» en 198720. Y es que

no en vano, como el mismo escritor señala, en los ochenta21 hubo una gran eclosión

literaria. Con ello consigue demostrar su valía y madurez como novelista, si bien

esta opinión no es compartida por todos los que se acercan a estudiar su obra22.

En el mismo año en que publicó La fuente de la edad, escribe El sueño y la

18 Santos Sanz Villanueva, al delimitar las diferentes generaciones que surgen a partir de 1975, sitúaa Luis Mateo Díez en la línea de otros escritores como Fernando Savater o José María Merino, y serefiere a ellos como la «nutrida nómina de más jóvenes narradores, pero de los que ya poseemosmuestras suficientes como para que deban figurar entre aquella a quienes la crítica tendrá que prestaratención». Cf. Historia de la literatura española. 6/2. Literatura actual, dirigida por R. O. Jones,Ariel, Barcelona, 1984, p. 203. 19 Esta novela se llevó a la pequeña pantalla como producción de TVE a las órdenes de JulioSánchez Valdés. Se estrenó en León el 21 de noviembre de 1991, ciudad donde se rodó, se ambientóy de donde proceden el autor, el director y el adaptador de la misma. Antonio Resines, SantiagoRamos y Agustín González son, entre otros, los que encabezan el reparto de esta historia. El proyecto,subvencionado en un principio por el Ministerio de Cultura, tras una serie de dificultades surgidas, susresponsables decidieron entonces informar del proyecto a TVE, que decidió apoyarlo comoaportación española de la serie que sobre literatura contemporánea produce la ECA. Así, se estrenócomo película para representar a España en la serie de ficción «Los europeos». Cf. María Jesús L.Monjas, reseña sobre La fuente de la edad, en Sur, Cultura, 21/11/91, p. 68. 20 Lejos quedan aquellos concursos universitarios en los que el escritor participaba y si ganaba,generalmente con composiciones creadas por sus amigos, el premio servía para pagar trampas delibros que había comprado. Cf. Rosa Montero, «El mentiroso domesticado», art. cit., p. 25. 21 “Hubo un interés creciente por la narrativa española y una serie de escritores se apuntaron aesta eclosión con más suerte que otros. En algunos existe, se percibe una herencia que había dejadola generación del 50 pero, en realidad, hay escritores de lo más variado (...). Hoy día la ficciónvuelve a tener importancia social, sobre todo si la comparamos con décadas anteriores. La novelaes imaginación y palabra bien conjugadas. Se dan ahora casos donde lo único sustancial es lapalabra, como vía de escape. En estos casos existe un uso trivializador de la palabra, con másaliño, poca potencia del lenguaje, y reconozco que esa sitación me interesa poco (...). A mí meinteresan los novelistas que tienen algo que construir”. Cf. Juan Ángel Juristo y Encarna Castejón,“Un diálogo con la incertidumbre”, El Urogallo, núms. 88-89, septiembre-octubre, 1993, 12-24,pp. 13-14. 22 Si la crítica ha aplaudido la novela por su calidad y madurez literaria, no ha faltado, en el poloopuesto quien la ha descalificado. Véase al respecto lo escrito por Jordi Costa, cuyas palabras nobrillan, precisamente, por su elogio hacia La fuente de la edad: «Luis Mateo Díez es uno de esos"nuevos narradores" al uso que unen a un total descuido del estilo su incapacidad de narrar [...]. EntreLa fuente de la edad y las burdas comedias universitarias del último cine norteamericano no hay tantadistancia [...]. Sin embargo, cabe lamentar que el autor no haya sabido dotar a los pasajes descriptivosde igual atractivo, por lo que resultan farragosos, aunque breves». Cf. Jordi Costa, reseña sobre Lafuente de la edad de Luis Mateo Díez, Quimera, núm. 61, p. 70.

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herida y más tarde, en 1989, sale a la luz una colección de cuentos en la que recoge

algunos relatos de su Memorial de hierbas y que titula Brasas de agosto. Al

respecto, precisa Fernando Valls que quizá 1973 sea «un año significativo para

tomarlo como punto de partida pues, en esa fecha, Luis Mateo Díez, uno de los

grandes cultivadores del género en estos años, publica su primer libro de cuentos:

Memorial de hierbas y Brasas de agosto [...]. En Brasas de agosto, pues reconstruye

el autor su propia historia literaria, ya que encontramos en estos relatos un cierto

patrimonio embrionario de toda su narrativa, un fuerte sustrato de realidad,

compaginable con algunas persistentes alteraciones que derivan hacia el simbolismo

y el esperpento»23. Con toda seguridad el cuento fue el punto de arranque, la génesis

que sirvió al autor leonés para enfrentarse a la novela corta pues, como él mismo

afirma, «durante muchos años - no menos de los que se sitúan en ese largo tramo en

el que uno escribe casi como quien guarda un secreto, sin otros afanes que los de

cumplir en la escritura una dedicación condenadamente insustituible y que para nada

necesita ser comunicada a nadie- tuve yo la convicción de que el cuento era mi único

destino como escritor. Convicción que yo ejercitaba y alimentaba escribiendo

exclusivamente cuentos, indagando -a la vez- en el interior de un género que

siempre me había fascinado de forma radical y al que yo me acercaba con absoluta

naturalidad, como si en él pudiera encontrar todo lo que como escritor quería

hacer»24. Lo cierto es que ante la depreciación del cuento, ya sea por las quejas

empresariales, ya por las demandas comerciales, los nuevos narradores españoles

muestran:

«Una actitud positiva frente al cuento literario al que siguenconsiderando en ocasiones como un género que entraña la máximadificultad para el escritor. Quiere ello decir que España en laactualidad [...], cuenta con un potencial de primera magnitud parasacar de sus segundona posición a la modalidad del relato o del cuentoe incluso de la narración breve, denominaciones que si bien un día sequisieron separar, andan hoy encubriendo una misma realidad

23 Cf. Fernando Valls, «El renacimiento del cuento en España (1975-1990)», Lucanor, núm. 6,1991, 27-42, p. 28. Estas páginas aparecen ampliadas como prólogo de Son cuentos. Antología delrelato breve español (1975-1993), Madrid, Espasa Calpe, 1993, pp. 9-78. 24 Cf. «Contar algo del cuento», en El porvenir de la ficción, Consejería de Educación y Cultura,Junta de Castilla y León, 1999, p. 54. Asimismo, cf. Luis Mateo Díez, «Contar algo del cuento»,Ínsula, XLIII, núm. 495, II, febrero, 1988, p. 22.

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literaria»25.

Tras su segunda novela corta, surge Las horas completas (1990), que retoma

muchos de los elementos ya puestos en práctica en sus dos anteriores narraciones. El

tema de la creación poética lo desarrolla en una de sus novelas más barrocas, El

expediente del náufrago (1992). En este mismo año aparece su libro de artículos y

ensayos titulado El porvenir de la ficción, en el que Luis Mateo Díez reflexiona

sobre determinados aspectos de la creación novelesca. Otra colección de relatos

breves la constituye Los males menores, publicada por Alfaguara en 1993. En esta

misma editorial publicó en 1995 Camino de perdición, donde pone de nuevo en

marcha el motivo del viaje, resorte vital que sirve para que su personaje protagonista

se reencuentre con un pasado mísero y destructivo a la vez que muestra cómo se

comporta y revela el ser humano. En La mirada del alma (1997), primer volumen de

una trilogía, el novelista leonés comienza una nueva etapa26. Desde una

introspección existencial “no ha perdido ni un ápice de su rico lenguaje añejamente

castellano y sigue insistiendo -con la misma tozudez enfermiza y un punto visionaria

de sus personajes- en un eterno y melancólico retorno a las estaciones provinciales

de las que procede. Este es un libro de una austeridad abrumadora, desnudo de

artificios y hasta descarnado en su fría y despiadada disección de unos seres grises

que arrastran sus vidas mediocres....”27. Sin embargo, ha regresado al panorama

literario con dos obras recién editadas; por un lado un conjunto de relatos titulado

Días del desván28 (Edilesa, León, 1997), con el que el propio autor confiesa que

mira a su infancia y cuyos ingredientes principales, la memoria y la imaginación,

25 Cf. Ramón Jiménez Madrid, «Tres generaciones frente al cuento (1975-1990)», Lucanor, núm. 6,1991, 55-66, p. 55. 26 Antes de ver la luz, el autor se refería a ella en los siguiente términos: «Es una novela corta,primer volumen de una trilogía que llevará por título, Fábulas del sentimiento. Esta producción seperfila en sentido opuesto a Camino de perdición». Cf. Juan Manuel González, reseña sobre Caminode perdición, en Sur, Cultura, 15/07/95, p. 55. 27 Cf. Toni G. Iturbe, reseña sobre La mirada del alma, en Qué leer, año 1, núm. 10, abril, 1997,p. 4. 28 «Días del desván no es una novela, ni tampoco una colección de cuentos, sino un hilván deestampas arrancadas del recuerdo y filtradas por el tiempo, que dan sustento verbal a evocaciones aveces deliberadamente brumosas [...], no se trata de una crónica -ni siquiera se habla, por ejemplo, dela familia-, sino de la reviviscencia de una serie de sensaciones y recuerdos [...], los tristes años de laposguerra en un lugar frío, aislado e inhóspito, condicionan los entretenimientos infantiles -así, laexcavación de antiguas trincheras en busca de viejas latas de conserva y casquillos de bala-...». Cf.Ricardo Senabre, reseña sobre Días del desván, en ABC literario, 31/10/97.

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Introducción

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emparentan con El espíritu del páramo (1996); del otro, el retrato de la adolescencia

a través de su última novela, El paraíso de los mortales29. En el primero, el

novelista reivindica la inocencia de la infancia en sus Días del desván, a través de

treinta relatos intimistas narrados en tercera persona junto a su hermano Antón Díez

y cuyo proyecto ha sacado Edilesa con el propósito de crear una colección de libros

de autores leoneses. Para Luis Mateo Díez, la mirada infantil regala una visión

intimista:

«Es el espejo más nítido de lo que somos, la añoranza de unafelicidad más o menos imposible. Hay una nostalgia de la inocencia ,que es el sentimiento más hermoso al que podemos aspirar y más eneste mundo terrible»30.

En lo que es su más reciente publicación, El Paraíso de los mortales (1998),

el autor cuenta el aprendizaje de la vida que adquiere un adolescente, Mino, cuando

se interna en un mundo fantástico habitado por personajes estrafalarios y donde una

pensión llamada Eternidad, cambiará el destino del protagonista.

La obra narrativa de Luis Mateo Díez y, en especial, su clasificación ha sido

objeto de estudio por parte de la crítica. Sabemos lo difícil que es analizar un

período literario fructífero tan cercano en el tiempo: parte de la crítica trata de

situarlo en la escuela “leonesa”, lo cual, además forma parte de las convicciones

expresas del novelista, a las que se ha referido, al señalar la gran amistad que une a

este grupo. Manifiesta al respecto: “La verdad es que siempre me he desenvuelto,

sin haberlo pretendido ni mucho menos calculado, en un espacio en el que el

territorio de la literatura es el de la amistad. Dios los cría y ellos se juntan, como

suele decir. Mis conexiones, cuando fui a León a estudiar allí e hice allí mis

29 La última producción responde a un deseo de no reproducir ningún aspecto concreto de larealidad. Plantea «las turbulencias interiores de Benarmino Mera, cuyo padre, don Suero, le castigasin veraneo por haber fracasado en el curso escolar [...]. Es el viaje iniciático de un adolescente que, apartir de una llamada de teléfono que le avisa de la muerte de un tío del que desconocía su existencia,cambiará su vida». Cf. Tomás García Yebra, reseña sobre El Paraíso de los mortales, en Sur, Cultura,06/03/98, p. 60. 30 Un desván que «simboliza todos aquellos lugares secretos de la infancia [...]. El de una casacolectiva, era enorme, infinito..., un mundo de recuerdos terribles de la guerra, también era el cuartooscuro, donde nos castigaban. El libro es una metáfora dura de la realidad; pero tiene, a la vez, junto aese fondo melancólico [...], un tono divertido, el de los juegos». Cf. Ana Santiago, reseña sobre Días

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primeros pinitos, fueron literarias. Hasta tal punto llega la cosa que literatura sin

amistad, o amistad sin literatura, son cosas inconcebibles para mí. Con mis amigos

yo he debatido todos mis problemas literarios, lo mismo que los amorosos o los

familiares. Después, en los años 60, hacemos la revista Claraboya. Y cuando me

vengo para Madrid crece el círculo. O sea, que no es un mundo excluyente ni

cerrado. Agustín Delgado, que ahora anda por París, o José María Merino o Juan

Pedro Aparicio..., son amigos que uno ha ido encontrando a lo largo de la vida y que

tienen una biografía un poco paralela a la mía (...). Y creo incluso que si hemos

podido mantener una amistad literaria fuerte es porque exploramos mundos

personales muy distintos. Reconozco que hay un punto de conexión, algo que

pertenece a la memoria de todos, como es la ciudad de León. Entre Merino, Aparicio

y yo hay, además, una reflexión sobre la literatura, sobre algunos problemas

estéticos y sobre cómo se hace una novela. Y hay también un personaje apócrifo

común, que hemos cultivado entre los tres”31; una generación de novelistas que,

según María Dolores de Asís Garrote, se da a conocer en torno al 6832. Estos

representantes de la joven novela española tienen en común, según la autora, «la

memoria, la remisión a la tierra y una sensibilidad diferente a la de los narradores del

Sur»33. Para otros, como Ramón Jiménez Madrid, la generación de los setenta se

encuentra todavía mal definida, si bien la «también llamada del 68 en recuerdo del

mayo parisino y bullanguero, también ha quedado asida al relato literario [...]. Casi

integrándose con ellos, podríamos citar los casos de Luis Mateo Díez, José María

Merino...»34. En términos similares se pronuncia Santos Sanz Villanueva al atribuir

ciertas huellas que el mayo francés dejó en escritores coetáneos como, por ejemplo,

Juan José Millás:«En parte, y al margen de lo que pueda haber de reacción frente a

un repetitivo estado de cosas, a la maduración personal de los jóvenes del 68, pues

varios de ellos son los que protagonizan este fenómeno. Se trata de escritores que,

del desván, en El Norte de Castilla, 26/11/97, p. 56. 31 Cf. José María Marco, «Las obsesiones de la imaginación», art. cit., p. 42. 32 Una promoción surgida durante la transición entre la época franquista y caracterizada por seguiruna corriente experimental, la indagación subjetiva, la búsqueda de vitalidad expresiva,concentrándose en sus comienzos en la novela. Cf. Introducción a Cuento español contemporáneo ,(ed. de Ángeles Encinar y Anthony Percival), Cátedra, Madrid, 1993, p. 32. 33 Cf. María Dolores de Asís Garrote, Última hora de la novela española, Eudema Universidad,Madrid, 1990, pp. 362 y sigs. 34 Cf. «Tres generaciones frente al cuento», art. cit., p. 66.

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nacidos en el decenio primero después de la guerra, andan ahora por la cuarentena y

tienen a sus espaldas un compromiso personal -que no literario- con el

antifranquismo y la experiencia del terreno posibilita en que han venido a

desembocar los proyectos revolucionarios del pasado reciente. Estos autores, que

compartieron el utopismo de la última revolución occidental, tienen ahora la

posibilidad -o la necesidad- de reflexionar de manera más distanciada sobre las

consecuencias recientes de un compromiso que, de alguna manera -al menos según

la versión literaria que dan-, ha concluido en ámbitos que van del desencanto al

fracaso»35.

En un encuentro celebrado en Oviedo en 1988, que debatía el papel de la

narrativa española contemporánea, Luis Mateo Díez al ser preguntado por su

situación cronológica en el panorama de la nueva novela, contesta en los siguientes

términos:

«Mi primer libro de narrativa aparece en el 73 y hasta el 82 noaparece mi primera novela. Soy, pues, de ese grupo de escritores queahora mismo vemos cómo se nos escurre peligrosamente lacuarentena, que hicimos nuestro aprendizaje literario hace muchísimotiempo, que hemos escrito en silencio y, con frecuencia, para nosotrosmismos, y que cuando llegó la oportunidad de publicar ya no podíacogernos desprevenidos. Una generación, o como queráis llamarlo, deaterrizaje tardío, que cuando ofrece sus obras ya las ofrece con ciertamadurez porque, en buena medida, las tenía guardadas o ya muyelaboradas. Mi situación cronológica en el panorama me parece muyfácil, la opción donde resguardarme me resulta más complicada yhabría que hablar más largo de ello, pero eso ya sería hablar de misintereses literarios. En ese frente de quienes vamos liquidando loscuarenta yo te juro que me siento muy a gusto, y me imagino que, másallá de la libertad y del mundo de cada cual, hay referencias comunesen lo que hemos visto y vivido, una sensibilidad paralela y algún tipod complicidad amistosa. Hemos llegado tarde, que es una maneracomo otra cualquiera de llegar, hemos enseñado lo que teníamos,seguimos trabajando con calma y me parece que no estamos mal desalud»36.

35 Cf. Santos Sanz Villanueva, «Una realidad en la última novela española», Ínsula, núms. 512-513,agosto-septiembre, 1989, pp. 3-4. 36 Cf. AA. VV., Narrativa 80. Los encuentros, Fundación Municipal de Cultura, Oviedo, 1988, p.23.

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Para Santos Alonso, el escritor leonés forma parte de un nuevo grupo de

novelistas que, «desde posturas y hábitos más libres, ya inclinados a la fabulación

fantástica, ya a la observación de la realidad, al lenguaje cultamente intelectual o a

modos más directos de comunicación, en todos ellos puede reconocerse, no

obstante, un serio intento por expresar su voz más personal y el rasgo común de

reafirmar el gusto por la narración que evita sistemáticamente la escritura hermética

y la experimentación mimética y gratuita anteriores»37.

Por otro lado, hay quien trata de incluirlo dentro de una generación que se

desarrolla y manifiesta entre 1975-1985, que abarcaría lo que se conoce como el

período de la transición española. Asimismo, su escritura posee una serie de claves

estéticas que, expuestas sintéticamente, serían38:

a) Protagonismo de la ciudad de provincia con sus problemas

sociales.

b) Recurrencia continua a fábulas y motivos folclóricos, haciendo

un recorrido a través de elementos populares y orales.

c) Presencia del juego ficción-realidad y del suceso soñado-vivido.

No es fácil la tarea de encerrar a un escritor en una generación literaria39 y

así las cosas, hay quien piensa que Luis Mateo Díez sigue una trayectoria diferente a

la de los novelistas de su época. Por ejemplo, en el tiempo que oscila desde

Memorial de hierbas hasta su segunda novela larga, La fuente de la edad, el autor

leonés «ha recorrido un camino que se individualiza significativamente en contraste

con el de sus compañeros de generación, ya que se propone observar la realidad

crítica e irónicamente, dando lugar al humor y la caricatura descarnada, a la sorpresa

37 Cf. Santos Alonso, «Escritores de hoy: Luis Mateo Díez, Resonancias Clásicas», El Urogallo,06/10/86, 40-41, p. 40. 38 Para una visión más detallada y enriquecida con otros dos escritores, véase Arcadio LópezCasanova, «Mito y simbolización en la novela: Claves de una escritura generacional a través de trestextos emblemáticos», Ínsula, núms. 572-573, agosto-septiembre, 1994, pp. 15-19. 39 Véase el último volumen que ha publicado José María Martínez Cachero sobre el panorama de lanarrativa española desde 1936 hasta 1995, titulado La novela española entre 1936 y el fin de siglo,Castalia, Madrid, 1997. Asimismo, cf. Darío Villanueva, reseña en ABC Literario, 08/08/97, p. 7.

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ingeniosa y la aventura cerrada por situaciones límite, al costumbrismo amargo y el

lírico sentimiento cotidiano, restringe el espacio hasta perfilar minuciosamente

pequeños ámbitos entrañables y engarza su forma de novelar con las más genuinas

raíces hispánicas (Cervantes, Quevedo o Valle Inclán, por ejemplo)»40.

Lo que sí es cierto es que en este dilatado fin de siglo que abarca los veinte

años que transcurren desde 1975, la crítica se muestra optimista en cuanto al

panorama literario en España, que dista de la preocupación de los grandes del

98:«No parece que vaya a desmerecer por la calidad de sus escritores del inmediato

[siglo] anterior que también fue largo [...], la España de hoy es una pieza más del

azaroso porvenir de un continente que ha perdido definitivamente la hegemonía

universal. Entonces, la peculiaridad histórica de España fue el tema de Unamuno,

Azorín o de Baroja y sus personajes padecieron la impotencia y la rabia de ser

españoles; ahora, y por una elección que no deja de ser significativa, los

protagonistas de El jinete polaco de Muñoz Molina y Corazón tan blanco de Marías

trabajan como traductores y viven sus conflictos entre salas de espera de aeropuertos

y sábanas extranjeras»41.

Las novelas de Luis Mateo Díez poseen, entre otros elementos, un abundante

diálogo que las vincula de modo estrecho con el sistema cervantino; en ocasiones, la

forma dialogada, como sucede en Las horas completas, muestra el perspectivismo

del pícaro frente a las historias de los canónigos. Poseen una alternancia de espacios

que, generalmente, reflejan dos modos de vida: el natural y el provinciano. Además

la acción puede ser dirigida, bien por un protagonista individual, como Marcos Parra

en Las estaciones provinciales o Sebastián Odollo en Camino de perdición, bien por

un protagonista colectivo como los cofrades en La fuente de la edad.

La obra narrativa del escritor que estudiamos goza de gran prestigio dentro

40 Cf. Santos Alonso, «Escritores de hoy: Luis Mateo Díez, Resonancias Clásicas», art. cit., p. 40. 41 Cf. Carlos Alvar, José Carlos-Mainer y Rosa Navarro, Breve historia de la literatura española,Alianza Editorial, Madrid, 1997, p. 673.

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del panorama actual42 y, hoy por hoy, es uno de los escritores que despierta más

interés en el público lector. El autor leonés muestra un mundo novelesco muy

peculiar:

«La novela es un canal de la fabulación y como género literariosigue teniendo, mientras más reivindique su naturaleza literaria ymenos se deje desnaturalizar, la misma virtualidad de siempre, ya quecontar con palabras sigue siendo una de esas actividades estéticas querecrean algo sustancial del hombre, una innata propensión a laescritura y las ficciones [...]. Escribo porque hay algo concreto quevoy a narrar, algo que, además, puede llegar a obsesionarme.Lenguaje, estilo, técnica, estructura narrativa, todo lo pongo alservicio de esa historia que es la que acumula un mundo, si con ellaacierto, para lo que me sirve todo lo que pueda mostrarlapotenciándola al máximo»43.

La referencia a la fábula y al contar como fenómeno estético son pieza clave

para entender su narración. En sus relatos predomina, ante todo, el saber contar, el

narrar historias44. A ello se suma el sabio manejo que el escritor leonés domina,

haciendo uso de métodos actuales a la par que juega con elementos narrativos

tradicionales.

Luis Mateo Díez concede en su novelística un papel relevante a la realidad

como punto de partida para iniciar su andadura por los senderos del mundo

novelesco sin dejar de lado el mundo de la fantasía. La memoria desempeña una

42 Tal es el auge de los escritores leoneses en el panorama literario actual, que la Concejalía deCultura ha propiciado que la ciudad de León, tierra fecunda en artistas de la pluma, cuente desde hacealgún tiempo con una incipiente «Aula de autores y escritores leoneses». En realidad se trata de crearun pequeño museo edificio destinado a la enseñanza de las ciencias, letras humanas y artes liberales.Existe una reseña que alude al Museo de las Letras Leonesas firmada por Eloísa Otero en el periódicoCastilla y León. 43 Cf. Leopoldo Azancot, Entrevista con Luis Mateo Díez, «La necesidad de narrar», Nuevo Índice,núm. 12, 1983. 44 Este hecho se convierte en uno de los propósitos fundamentales de la narrativa del escritor leonés.En efecto, el deleite que produce el arte de contar pequeñas historias que se entrelazan y que sustentanla narración es un leitmotiv en su producción. En su obra incorpora esos elementos y así, por ejemplo,nos lo describe el narrador de Apócrifo del clavel y la espina (Magisterio Español, Madrid, 1977):«No sólo de mi abuelo Efraín aprendí las historias que refiere esta crónica. Los inviernos de Valbarcason largos y el calecho y el filandón unen a las familias amigas en el amor de la lumbre, donde lospiornos enhebran el aroma del humo y de las brasas, mientras afuera azota la ventisca y erizan loslobos la pelambre, al tiempo que se calienta el vino y se asan las patatas en el rescoldo». Op. cit., p.54. Tomo la cita del artículo de Santos Sanz Villanueva, «Luis Mateo Díez entre la crítica y lainvención», La Página, Universidad de La Laguna, Tenerife, 1985, 1-11, p. 7.

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función de primer orden, y el escritor lo refleja desde sus inicios en la novela larga.

En efecto, al poco tiempo de publicar Las estaciones provinciales, confesaba45 su

proyecto previo a la novela del siguiente modo:

«La idea de escribir una novela sobre una base de realidad muyconcreta, integrando un mundo muy definido para mí, rescatando dela memoria muchos gestos, muchas imágenes tanto verbales comofotográficas, se acomoda bastante a lo que la novela acaba siendo.Mi proyecto se sustentaba en esa idea, y el ejercicio de la memoriavenía a cubrir como una distancia fantasmal, algo que matizaría mimirada sobre ese mundo, y que reconduciría mi fabulacióncontrastándola».

Un aspecto que caracteriza la novelística de Luis Mateo Díez es el uso de la

memoria46. Sin embargo, ello no es nuevo y como señala Gonzalo Sobejano,

refiriéndose a la novela de los setenta, la memoria alcanza una importancia

fundamental:

«El clima histórico en que las novelas [...] ven la luz, es un climade obstaculizada apertura al principio, y después, de transición, de unatransición que, eludiendo a toda costa el cambio revolucionario, se haido encauzando como reforma democrática rupturista [...]. En talclima parece haber adquirido vigor un nuevo tipo de novela cuyosrasgos determinantes, por paralelismo o en confluencia, vendrían a serla memoria en forma preferentemente dialogada, la autocrítica de laescritura, y la fantasía»47.

Sin embargo, su idea de novela responde a una visión muy concreta del

mundo: en Las estaciones provinciales o en La fuente de la edad, existen una

constante que desencadena la acción novelesca: la denuncia de una sociedad en la

que habitan inútiles y falsos señoritos, ineptos y dictadores que con su maldad

asustan, sobornan, agreden y manipulan a una parte de la humanidad, representada

45 Cf. Leopoldo Azancot, «La necesidad de narrar», art. cit. 46 «Mi territorio literario personal es la memoria. La memoria no como un elemento que me sirvepara recuperar desde la nostalgia de un tiempo perdido, sino como ese espacio indeterminado en elque a mí se me ocurren las historias y en el que asientan y toman formas mis obsesiones de narrador.Claro que esa memoria me lleva a un mundo muy concreto, casi siempre de ciudad provinciana». Cf.José María Marco, «Las obsesiones de la imaginación», art. cit., p. 43. 47 Cf. «Ante la novela de los años setenta», Ínsula, núms. 396-397, noviembre-diciembre, 1979, 1-22, p. 1.

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Introducción

31

por el hombre derrotado, que se siente inútil ante la imposibilidad de defenderse de

las injusticias sociales y personales que se cometen. La excepción a la regla parece

confirmarse en La fuente de la edad donde esa aparente clase burguesa que ostenta

sólo falsa apariencia, queda ridiculizada por el castigo de la Cofradía.

Todo ello transcurre, generalmente, en un ambiente provinciano que es

asfixiante, no sólo por el espacio, sino también por el tiempo histórico en el que se

sitúa la acción y en donde el alcohol, de manera frecuente, es la única vía de escape,

el posible salvoconducto frente al tedio y al aburrimiento. Por ello, no resulta

extraño que encontremos a personajes que griten:

«Hay que estar a las duras y a las maduras, Pacho. A veces la malauva te devuelve la ironía de un rejo clavado en la espalda. Porsupuesto que nunca podremos mantener una conversación normal. Enesta urbe emputecida están ya podridas las voces como los silencios.Aquí el mundo sí que es de veras el sueño mugriento de un diosenvilecido, que dijo Sesma»48.

Frente a esto, la única salida es la imaginación, la quimera. Por ello el

novelista recurrirá frecuentemente a estos elementos que le sirven para equilibrar el

dolor y la impiedad que, a veces, se respira en sus páginas. Estos motivos son usados

por escritores del momento. Así, por ejemplo, Antonio Muñoz Molina señala al

respecto que, «los juegos de la memoria siempre oscilan entre la verdad y la mentira.

Y tiene algo o incluso mucho de ritos propiciatorios [...], escribir una novela es

inventar y recordar y erigir la palabra contra el silencio del olvido y convertir en

mitología la propia historia y el pasado inmediato, los paraísos amargos de la

infancia, las narraciones de heroísmo y desgracia que nuestros mayores nos

legaron»49.

Con todo ello, parece que son tres los aspectos que conforman el mundo

narrativo de Luis Mateo Díez: la imaginación, la palabra y la memoria. En un

48 Luis Mateo Díez, La fuente de la edad, (que a partir de ahora citaremos por La fuente...),Alfaguara, Madrid, 1990, 8ª. reimpresión, p. 260. En lo sucesivo las citas de la novelas del autor,objeto de nuestro estudio, aparecerán en el interior del texto. 49 Cf. «Un día volverá», El Urogallo, núm. 43, diciembre, 1983, 68-71, p. 69.

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Introducción

32

encuentro de narradores leoneses que publicó la revista Ínsula50, el autor manifestó

lo siguiente:

«Hablamos de Literatura con mayúscula y nos ponemos hastasolemnes. Estamos hablando de la ficción y de lo imaginario. Pareceque hoy en día todos tenemos más conciencia que hace un siglo de loque es construir un mundo de ficción que está aquí a través de lapalabra, la imaginación y la memoria, que son los elementossustanciales con los que se construyen los relatos. Eso es unpatrimonio que ensancha la vida, la engrandece; no es sólo un espejo alo largo del camino. Ahora ya sería un espejo simbólico, metafórico,muchos espejos. No sólo eso, sino que ya puedes coger el espejo,tirarlo al suelo, romperlo y hablar de los pedazos del espejo».

Su modo de novelar queda estrechamente vinculado a mitos, leyendas y

tradiciones enraizadas con su León natal51. Sus narraciones desprenden un amor

hacia los más débiles, en especial, hacia los marginados. La deuda que el novelista

leonés tiene con los clásicos ha sido reseñada por la crítica. Sin embargo, él mismo

se ha pronunciado al respecto y coincide en adscribirse a una tradición literaria

profunda y consciente nutrida «de los mitos clásicos de la literatura universal [...],

referente cercano para todos, y que convive con otros referentes universales, porque

lo maravilloso del mundo de lo imaginario es que no tiene fronteras. Me parece

también importante destacar que todos nosotros tenemos una profunda conciencia

común del lenguaje como herencia y como experiencia en nuestras vidas y a través

de los libros de los clásicos»52. Sin embargo, el novelista ha señalado más

influencias de las apuntadas: desde su admiración por los escritores neorrealistas

italianos (Vittorini, Pavese53, Pratolini y Bassani), hasta llegar a William Faulkner,

50 Cf. Juan Pedro Aparicio, Aurelio Loureiro, Antonio Pereira, José María Merino y Luis MateoDíez, «Encuentro de narradores leoneses», Ínsula, núms. 572-573, agosto-septiembre, 1994, 3-7, p. 3. 51 En una entrevista mantenida con Dolores Morales, el escritor leonés afirma que vive enMadrid porque lo eligió y reconoce que su tierra, León, le gusta más que cuando la conoció: “Seconstata que los bienes de la libertad y la democracia han mejorado algunas cosas, como unamejor conservación del patrimonio o un progreso generalizado”. Sin embargo, su percepción de suvalle natal de Laciana, asediado por la crisis de la minería, es un poco diferente: “Ese declive delcarbón está provocando una eclosión dura de sobrellevar. Tiene mal remedio y es doloroso porqueese final del carbón conlleva sin remisión unas heridas en la naturaleza irremediables”. Cf. ElNorte de Castilla, 28/05/99, p. 19. 52 Cf. «Encuentro de narradores leoneses», art. cit., p. 6. 53 Luis Mateo Díez afirmó recientemente en una entrevista que comparte con Pavese la idea «deque la infancia es el tiempo mítico del hombre y que cada uno de nosotros ha vivido en su infancia loque la propia infancia de la Humanidad. En su territorio quedan elementos muy sustanciales de tus

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sin olvidar el surrealismo de Buñuel. Si nos referimos al humor y la ironía, el mismo

Luis Mateo Díez ha confesado su admiración por Valle Inclán:

«Si tuviera que situarme en una cierta tradición humorística, yohablaría de un cierto humor que me interesa mucho, un humor que sederiva de lo que es la distorsión. Estoy pensando, desde luego, no meimporta repetirlo otra vez, en Valle Inclán: con ninguna otra pieza mehe reído tanto como con los esperpentos. Esta distorsión es la que másme interesa. Esto y lo que pudiera relacionarse con una ciertatradición humorística surrealista»54.

Luis Mateo Díez escribe novelas porque quiere contar historias, base y

sustento de todo su proceso narrativo. En la creación de la novela establece tres

situaciones55: la primera constituye el planteamiento o la entrada en la novela.

Previamente el novelista compra un cuaderno y apunta en él muchas cosas durante

algún tiempo. Ello conforma el argumento y la historia que más tarde desarrollará. A

partir de aquí comienza la segunda fase, la escritura, empresa que según el leonés, es

laboriosa y casi impecable. En esta segunda situación ya ve el final de la novela. La

tercera, como si se tratara de un poeta romántico, una vez que llega al final, «el

escritor sale de ese ámbito, cierra la puerta y ahí está la novela. Ese mundo creado

permanece quieto hasta que el lector la despierta con su lectura. Este acto entraña

una gran fascinación porque la expresión literaria supone una experiencia

insustituible para quien la lee»56.

El narrador leonés confiesa que no le gusta verse obligado a escribir más

novelas de las que se propone. La faceta de escritor le resulta satisfactoria, si bien el

camino para llegar a serlo tiene sus dificultades57:

emociones y de tu visión del mundo». Cf. Eduardo Aguirre, Entrevista con Luis Mateo Díez, «Elpasado es nuestro único espejo», art. cit., p. 21. 54 Cf. Javier Goñi, «Luis Mateo Díez: el humor, un espejo en el camino», Ínsula, XLII, núms. 485-486, 1987, 18-19, p. 19. 55 Resumo este aspecto a partir de sus afirmaciones recogidas en «Charla de Luis Mateo Díez», enSeis calas..., art. cit., p. 25. 56 Cf. «Charla de Luis Mateo Díez», ibid.. 57 «A mí lo que me da cierta angustia es la obligación de que yo soy escritor y que eso tengo quecumplirlo. Eso me da un miedo atroz. E incluso me cuesta el propio camino hasta sentarme paraseguir escribiendo la novela que estás escribiendo». Cf. Rosa Montero, «El mentiroso domesticado»,

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Introducción

34

«Estoy condenado a ser escritor. Aunque, claro, en el fondo es algoque te satisface mucho. También sucede que yo tengo la sensación deque no debo hacer una obra muy extensa. Creo que al final da lomismo tres novelas que 27. A lo mejor porque tienes la conciencia deque todas las novelas que puedes escribir son casi la misma. Hay [uncamino] para mí vertiginoso y terrible, y es ver a esos pintores quepintan siempre el mismo cuadro; eso a mí me destruye totalmente. Yen eso yo también me tengo mucho miedo a mí mismo. Porque yoconsidero que soy dueño de un mundo literario personal, que puedeser mediano, o bueno, o lo que sea, pero que probablemente eslimitado»58.

Por otro lado, parece oportuno señalar cuál es su concepto del género novela

y cómo pone en práctica los elementos de su narración:

«Novelar es contar, decía Sabino Ordás, y en eso no hay límites nirecetas, contar con encantamiento, fascinando al que lee. La novela esun canal de la fabulación y como género literario sigue teniendo,mientras más reivindique su naturaleza literaria y menos se dejedesnaturalizar, la misma virtualidad de siempre, ya que contar conpalabras sigue siendo una de esas actividades estéticas que recreanalgo sustancial del hombre, una innata propensión a la escritura y lasficciones. Yo estoy convencido de que la novela sólo muere paraaquellos que quieren matarla, que en absoluto es un géneropericlitado. La historia a contar es siempre para mí el elementodesencadenante. Escribo porque hay algo concreto que voy a narrar,algo que, además, puede llegar a obsesionarme. Lenguaje, estilo,técnica, estructura narrativa, todo lo pongo al servicio de esa historiaque es la que acumula un mundo, si con ella acierto, para lo que mesirve todo lo que pueda mostrarla potenciándola al máximo. Lacerteza de que hay tantos modos de contar, tantas historias y tantosmundos como novelistas puedan intentarlo es la que alimenta miconfianza en la diversidad, como auténtica opción para un género quepervive por encima de modas y maleficios»59.

Luis Mateo Díez jerarquiza en la teoría y en la práctica los ingredientes que

conforman su mundo novelesco. El autor manifiesta ante la escritura una actitud

como la que poseía Antonio Machado, quien «sabía que escribir no consiste en

encontrar palabras con las que adornar ideas, sino en encontrar ideas dignas de ser

adornadas»60.

art. cit., p. 28. 58 Cf. Rosa Montero, «El mentiroso domesticado», ibid. La afirmación referida a la extensión de susobras, con el tiempo, queda desmentida con las 464 páginas que contiene Camino de perdición. 59 Cf. Leopoldo Azancot, «La necesidad de narrar», art. cit. 60 La cita es de Juan Marsé, «Adivíneme usted», Por favor 2, núm. 73, 24/11/75, p. 9. Tomo la

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Introducción

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misma de Samuel Amell, «La novela española de los ochenta: resultado de una trayectoriadefinida», Letras de Deusto, XXXVIII, 1987, 185-192, p. 192.

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II. EL MOTIVO DEL VIAJE

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II. EL MOTIVO DEL VIAJE

Uno de los elementos fundamentales que articulan la novelística de Luis

Mateo Díez es, sin lugar a dudas, el viaje. El propio autor coincide con esta idea, al

afirmar que una novela es casi siempre un viaje de la imaginación y que una

“evaluación estadística del género novelesco nos demostraría, de forma suficiente, la

persistencia y pervivencia del arquetipo viajero como elemento sustancial. El viaje

como alimento externo de la trama: lo que supone de aventura y descubrimiento, de

acumulación de vicisitudes, se trate de un exótico viaje al fin del mundo, a la vuelta

de la esquina o a ninguna parte (...). Una parte sustancial de la vigencia de la novela,

de la necesidad de la ficción literaria, descansa en la propia necesidad de los viajes

de la imaginación, que este maravilloso artefacto articula como ninguno. Los otros

mundos que están en éste, que decía Paul Eluard, se encuentran fundamentalmente

en las novelas. La experiencia de escribir y descubrir no es menos intensa que la de

leer y vivir el descubrimiento”61.

Si consideramos este motivo como elemento cronotópico, en términos de

Mijail Bajtin, el panorama resulta a todas luces esclarecedor. En efecto, para el

filólogo ruso, «en el cronotopo artístico literario tiene lugar la unión de los

elementos espaciales y temporales en un todo inteligible y concreto. El tiempo se

condensa aquí, se comprime, se convierte en visible desde el punto de vista artístico;

y el espacio, a su vez, se intensifica, penetra en el movimiento del tiempo, del

argumento, de la historia. Los elementos de tiempo se revelan en el espacio, y el

espacio es entendido y medido a través del tiempo»62.

El tópico es clásico tanto en nuestra literatura como en toda la narrativa

61 Cf. Luis Mateo Díez, “La ficción del viaje”, Leer, diciembre, 1998, núm. 98, p. 22. 62 Cf. Mijail Bajtin, Teoría y estética de la novela, Taurus, Madrid, 1989, pp. 237-238.

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El motivo del viaje

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universal. Lo original es que este ingrediente novelesco, el del viaje, se encuentra en

la génesis narrativa del escritor leonés, pues el proceso escritural de sus obras, que se

identifica con la vida, es metafóricamente un viaje que surca los mares de la ficción

y la realidad: «Ciertamente la experiencia de la escritura se amolda a la vida y, aun-

que uno circule por directrices menos explícitamente autobiográficas, más

temáticamente ajenas a su particular acontecer, ése es un viaje de descubrimiento

que le concierne con absoluta intimidad. Descubrimiento del mundo, de la realidad y

de uno mismo, en esa dimensión más o menos vagorosa en la que todo se relaciona

o contamina. La progresión del viaje suscita muy bien la indagación que entraña el

descubrimiento, la actitud de conquista que también arrastra la aventura del escribir:

ese movimiento aledaño a la vida en que la ficción puede ser un grado distinto de

conocimiento de lo que somos y de lo que nos rodea [...]. La escritura, a fin de

cuentas, se instala en tu vida como una irrefrenable y definitiva pasión que, como

toda pasión, crece y se desarrolla a través de una obsesión. En lo que esto tiene de

emoción y condena hay como un indeleble sustrato amoroso, y en la capacidad de

realimentar esa obsesión se decide el impulso de la obra»63.

Nos interesa estudiar cómo en sus novelas, Luis Mateo Díez usa el motivo

del viaje, cuya significación, lejos de ser original, constituye «el deseo de huir de una

realidad que no nos gusta mediante un viaje, ya sea real o imaginario, es algo común

a lo largo de la historia literaria»64. El motivo recurrente posee distintos tratamientos

en la novelística del escritor leonés. En ocasiones es mero soporte o guía cultural por

una región antigua, como sucede en Relatos de Babia; el viaje puede plantearse

como una ruta sencilla, en apariencia, que realiza un grupo de canónigos y que se

revela al final en algo más profundo: el rescate de un tiempo perdido en Las horas

completas. Tampoco falta el viaje concebido como itinerario en busca de la poesía

en El expediente del náufrago. De igual modo los personajes que forman una

63 Cf. Luis Mateo Díez, «Contar y encantar contando», Las Nuevas Letras, Última novela española,

núm. 5, 1986, 14-19, pp. 17-18.

64

Cf. Samuel Amell, «El motivo del viaje en tres novelas del posfranquismo», Estudios enhomenaje a Enrique Ruíz-Fornells, (ed. de Juan Fernández Jiménez, Teresa Valdivieso y CiriacoMorón Arroyo), Asociación de Licenciados y Doctores Españoles en Estados Unidos, Erie, 1990,XXVI, 12-17, p. 12. El libro contiene 706 páginas.

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El motivo del viaje

38

singular cofradía en La fuente de la edad, emprenden una quimérica empresa, en la

que el viaje se erige en símbolo de las dificultades que tiene el hombre para

sobrevivir. Frente a ello, la excursión posibilita un derroche de imaginación, única

tabla de salvación a la que los personajes se aferran con todas sus fuerzas; elementos

que permiten que el lector deambule por los caminos de la ficción, de la realidad y

de la quimera, a la par que puede adentrarse en un universo tan maravilloso como

onírico. En Camino de perdición, Sebastián Odollo, a través de una ruta comercial,

se reencuentra con toda su vida, en definitiva, con las propias virtudes y defectos del

ser humano.

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El motivo del viaje

39

2. 1. El viaje en Las estaciones provinciales como radiografía de una capital de

provincias.

2. 1. 1. El viaje en busca de la novela.

Con la aparición en 1982 de Las estaciones provinciales65, Luis Mateo Díez

irrumpe en la novela. Este hecho no excluye el abandono de los relatos cortos66

pues, como se ha señalado, el novelista leonés fundirá cuentos antiguos y nuevos en

un volumen colectivo, Brasas de agosto, que vería la luz años más tarde. Las

estaciones provinciales es el resultado de un ejercicio creativo en el que se reconoce

su labor como poeta y prosista. La novela adquiere desde el comienzo un significado

simbólico. Este hecho no sólo se revela en el propio título de la obra, sino también

en la cita con la que Luis Mateo Díez encabeza su narración. Un poema llamado

Discanto, cuyo autor, Agustín Delgado, que es compañero del novelista67 en aquel

equipo fundador de la revista Claraboya, se encarga de adelantar la línea temática

que sirve de eje a la novela:

«Pelo de cenizatu ciudad raposa.Con la luz degolladay metida en un saco».

Con ello, se adelanta el periplo urbano que desarrollará Marcos Parra por la

provincia, cuya «tortura estival de una mano demasiado caliente [...] poco a poco se

65 Luis Mateo Díez, Las estaciones provinciales, que a partir de ahora citaremos por Lasestaciones..., Alfaguara, Madrid, 1989, 4ª. ed. 66 El novelista afirma que su patrimonio embrionario es Memorial de hierbas, concebido como un«cúmulo de historias surgidas en la experiencia de la memoria y acaso mayoritariamente unidas por eldrama del tiempo, del -a veces- irremediable desajuste entre el tiempo y la vida. Historias volcadashacia el pasado, en las que se recuperan personajes perdidos en un mundo caduco». Cf. «Novela:realidad y fantasía, una reflexión», en AA.VV., Narrativa española actual, (ed. de J. M. Ruíz y E.Romero Huidobro), Primeras Jornadas de Literatura sobre realidad y fantasía en la narrativa actualespañola, Ediciones de la Universidad de Castilla la Mancha, Toledo, 1990, 13-19, pp. 16-17. 67 El mismo Luis Mateo Díez se refiere a él al hablar de su compromiso personal con la literatura através de la experiencia de Claraboya: «Ni Merino ni Aparicio tienen nada que ver con Claraboya.Aquella experiencia resume un poco el León de los años 60, que es cuando Agustín Delgado, ToñoLlamas, Ángel Fierro y yo estábamos en la universidad. En todo aquello yo iba un poco embarcado,porque era el único que no escribía poesía». Cf. José María Marco, «Las obsesiones de la

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El motivo del viaje

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cierra sobre el cuello de la ciudad dejándola sin respiración»(p. 14).

Conviene señalar que en la breve reseña biográfica que cada poeta tiene en el

libro Equipo Claraboya. Teoría y poemas, al mencionar a Luis Mateo Díez, se

recogen en su bibliografía unas «Revelaciones criminales de Marcos el empedernido

(novela)». La crítica desconoce que tal obra exista68. Sin embargo, parece más

probable que se trate del proyecto inicial, de la génesis narrativa que más tarde se

habría de convertir en Las estaciones provinciales.

Marcos Parra, periodista del Vespertino, diario católico de la provincia, está

acostumbrado a la tranquilidad cotidiana. Poco a poco descubre un repulsivo y

oscuro asunto en el que se ha originado un incendio y posteriormente conoce la

muerte de un mendigo, el Cribas, amigo suyo y habitante de la provincia. Éste es el

hecho que motiva el inicio de la investigación. Al modo detectivesco, Marquines,

como cariñosamente le llaman sus amigos, va conociendo cosas que nadie quiere

que se sepan, pues no interesa que se pongan al descubierto, ya que los implicados

en el sucio asunto son altos cargos de la sociedad provinciana.

El fraudulento negocio resulta ser una venta de carnes de burro que

enriquecerá a unos pocos. A grandes rasgos éstas son las pautas argumentales que

inician la novela. El relato es un progresivo descenso del protagonista a los infiernos

que, como narrador en primera persona, informa de los sucesos cotidianos de la

provincia leonesa en los años duros de la posguerra. El novelista se refiere al hecho

en los siguientes términos:

«Es una recreación de la vida en provincias en los años cincuenta.Es una especie de documento en el que yo pretendí mantener laintensidad de mis recuerdos, sobre todo aquellos que se referían a laforma de hablar y de expresarse de la gente. La historia tiene un

imaginación», art. cit., p. 42.

68

Cf. Leonardo Romero Tobar, «La narrativa de Luis Mateo Díez», art. cit., p.14. Al respecto deboseñalar que, en el amplio material que he consultado, no he encontrado referencia alguna a eseoriginario proyecto.

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El motivo del viaje

41

desarrollo de crónica negra»69.

En los inicios de la década de los ochenta se produce un auge de la novela

negra, que se ve reforzada por la popularidad con la que se recibe entre el público

lector. Algunos de los autores que suscitan un extraordinario interés son, entre otros,

Juan Madrid, Manuel Vázquez Montalbán o Eduardo Mendoza. En estos años, la

novela negra española «sirve de refugio para los continuadores de la desprestigiada

novela social. También es verdad que en ella se concitan otros registros, como el

político y la violencia urbana, y que admite diferentes procedimientos narrativos

que, pueden ir desde la parodia hasta el juego»70. Luis Mateo Díez, en otras

declaraciones, alude a la trayectoria de novelistas que cultivan el género de novela

negra o policíaca y manifiesta lo siguiente:

«Las estaciones provinciales es anterior a esta serie de novelas.No es deudora de esta moda, aunque sí participa del mecanismo de lanovela negra. Me interesaba esa estructura porque era la másadecuada para dar la visión del mundo físico que yo pretendía. Meinteresaban, sobre todo, las atmósferas y los personajes, y por esoescogí ese estilo»71.

El viaje de Marcos Parra pretende, en Las estaciones ..., «la búsqueda -o el

intento- de esa metáfora de lo real [...], con una especie de recreación documental

de un mundo muy concreto: el de una ciudad de provincia, en aquellos años oscuros,

intermedios entre el hambre y el despegue desarrollista. La novela pretende ser una

radiografía vital, física, callejera de esa ciudad -de ese mundo- que esconde algo así

como el sueño polvoriento de sus ancestrales esplendores, irremediablemente

perdido, consumado, en una realidad rastrera en la que sobrevivir es un oficio que

apenas tiene más aliciente que el irlo cumpliendo cada día»72. La recreación

documental a la que se refiere el novelista pone de manifiesto la profesión del

protagonista principal de la novela, Marcos Parra, pues al ser periodista, diariamente

69 Cf. «Charla de Luis Mateo Díez», art. cit., p. 27. 70 Para un estudio más detenido, véase Abraham Martín-Maestro, «La novela española en 1982 y1983», Anales de Literatura Española Contemporánea (ALEC), 9, 1-3, 1984, 149-174, p. 161. 71 Cf. Ángel Vivas, «Luis Mateo Díez, la literatura como amistad», art. cit., pp. 26-27. 72 Cf. «Novela: realidad y fantasía, una reflexión», art. cit., pp. 17-18.

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El motivo del viaje

42

publica una recreación de esa ciudad en la que habita a modo de documento.

2. 1. 2. El itinerario por la ciudad como vía de investigación: muestra de

una sociedad mezquina

El mitema73 del viaje en Las estaciones ... funciona como el conjunto de

aventuras al que el avispado periodista de provincia, debe enfrentarse y salvar, para

ello, los obstáculos de una mafia local, cuyo cabecilla -un corrupto concejal-, es el

artífice de un sucio negocio al descubierto, que consiste en fabricar embutidos

elaborados a base de carne de burro. Al abordar la trama en una época muy concreta,

los años de la posguerra, Luis Mateo Díez confiesa a Rosa Montero que no puede

escribir sobre sucesos inmediatos. Necesita mantener una distancia en el tiempo.

Así, manifiesta que escribe:

«Un poco desde el espacio de la memoria, centrándose en lasesquinas de su León natal y remitiéndome siempre mucho como a losaños cincuenta; yo no sé por qué estoy incapacitado para escribir nadaque suceda ahora. Y lo que no tengo es ningún interés en construir unespacio costumbrista y nostálgico, porque yo abomino de eso, lo quepretendo es dar a mi trabajo un tono como más simbólico. Lo queambicionas es tener un ingrediente lo más universal posible. Porqueyo estoy muy convencido de la posibilidad de ir de lo particular a louniversal, de que en un pequeño mundo están todos los mundos, y deque en una habitación, y entre dos personas o una y media, se puedandesarrollar todas las pasiones y todas las locuras»74.

Si en sus novelas posteriores, Luis Mateo Díez desarrolla el motivo del viaje,

conduciendo al protagonista, en ocasiones colectivo, por lugares naturales y por

parajes teñidos de un halo de misterio; en cambio, en el caso que nos ocupa, la

aventura de Marcos Parra se dirige generalmente en solitario por las calles y

diferentes barras de la provincia leonesa. Por tanto, en Las estaciones ..., el escritor

leonés lleva a la práctica un sistema tradicional que irá perfeccionando en el resto de

sus producciones. Marcos Parra, se convierte de rutinario periodista en un detective,

y su escenario en el mundo de tabernas y bares que transita por toda una provincia

73 Según Claude Lévi-Strauss, son los «élements qui relèvent en propre du mythe (et qui son les pluscomplexes de tous): grosses unités constitutives». Cf. Antropologie structurale, Plon, París, 1958, pp.232-233.

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El motivo del viaje

43

en la década de los años cincuenta, tal y como hará Fermín Bustarga al seguir el

rastro del poeta que enterró su obra en El expediente del náufrago.

Es en el periódico en el que Marcos trabaja, el Vespertino, donde surge

propiamente el origen de la búsqueda, pues el viaje se plantea como indagación de la

verdad sobre la muerte del Cribas. El recorrido por los distintos espacios (calles,

plazas, bares y tabernas), remite al propio título de la novela, así como las paradas o

estaciones75 en que se detiene el intrépido protagonista, que anticipan y sugieren al

lector, desde el inicio, todo lo que podrá observar: la cruda realidad que asfixia, por

culpa de una minoría que detenta el poder, a los habitantes de la provincia. León es

el núcleo urbano elegido por Luis Mateo Díez para desarrollar la incesante búsqueda

del protagonista de su novela. El viaje o la ruta que el periodista inicia abarca dos

espacios fundamentales:

a) El periódico como núcleo fundamental que articula y da forma a la

reconstrucción del crimen que se investiga.

b) Los bares y tabernas de la provincia de León que Marcos visita a lo largo

de toda su peripecia.

2. 1. 3. El periodismo y la función de Marcos Parra como periodista en

una sórdida historia

La íntima vinculación existente entre literatura y periodismo, a estas alturas,

no es nada nuevo. Es cierto que el período que conocemos como transición

española, tiempo que transcurre desde la muerte de Franco y los inicios de la

democracia, ha beneficiado a escritores que cuentan con mayor libertad de expresión

74 Cf. «El mentiroso domesticado», art. cit., p. 28. 75 Tanto el término estaciones como lo que éste implica es un elemento que Luis Mateo Díez recreaen sus narraciones. Así, por ejemplo, en Camino de perdición, (Alfaguara, Madrid, 1995, 2ª. ed), laresaca que provoca el alcohol al día siguiente de Sebastián estar junto a Valdivia, aquél echa en faltasu coche y se pregunta preocupado al no recordar las paradas en los diferentes bares en que estuvieronen la noche pasada: «No era fácil reconstruir el rastro de la noche en sus estaciones completas, aunquesobresalían las manos de Valdivia manejando los billetes de la cartera [...]. La Oruga también estabaen ese rastro». Cf. Ed. cit., p. 193.

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El motivo del viaje

44

a la hora de exponer sus ideas. En el año 1981, en una entrevista a Gabriel García

Márquez76, respecto a su novela Crónica de una muerte anunciada, el Nobel de

Literatura manifestó la indisoluble unión que existe entre periodismo y literatura:«El

periodismo ayuda a mantener el contacto con la realidad, lo que es esencial para

trabajar en literatura. Y viceversa, la literatura te enseña a escribir, lo que también es

esencial para el periodismo. En mi caso, el periodismo fue el trampolín para la

literatura y aprendí a hacer periodismo haciendo buena literatura».

Lo interesante es descubrir cómo en la novela de Luis Mateo Díez tienen

cabida el periodismo y el periodista pues no le ocurre como a otros autores actuales

que, a diferencia del que nos ocupa, son periodistas y su oficio les hace nutrirse de

experiencias profesionales que usan posteriormente para escribir novelas. Son, entre

otros, Vidal-Foch con No se lo digas a nadie, ¡Oh, es Él! de Maruja Torres, o Rosa

Montero con Crónica del desamor77. En Las estaciones..., Marcos Parra, periodista

del diario católico de León, microcosmos de la estructura social de la provincia,

trabaja junto a sus compañeros en medio de la indolencia del verano y de la

cotidianeidad provinciana. La muerte de un mendigo sirve para poner en marcha un

proceso detectivesco78 en el que Marquines va a encontrarse con no pocos

problemas. El periodista-investigador descubre junto a su compañero de trabajo

Benito Calamidades, que el Cribas fue asesinado al descubrir un fraudulento

negocio de carnes de burro y la única salida para callarle la boca fue golpearle y

quemar la casona en la que dormía:

«Como si estuviera viendo la escena. Los matarifes están en plenalabor -dije pensativo- [Benito]. El Cribas anda paseando la curda y semete a dormir en el caserón por alguna gatera de las que sólo él

76 Cf. Adelaida López Martínez, reseña sobre Crónica de una muerte anunciada, Chasqui, núm. 10,2-3, febrero-mayo, 1981, pp. 70-72. La misma se encuentra recogida en Robert L. Sims, «Periodismo,ficción, espacio carnavalesco y opiniones literarias: la creación de la infraestructura novelística deGabriel García Márquez», Hispania, vol. 71, núm. 1, marzo, 1988, 50-60, p. 50. 77 Cf. Samuel Amell, «El periodismo: su influencia e importancia en la novela del posfranquismo»,Castilla, Estudios de Literatura, Universidad de Valladolid, núm. 14, 1989, 7-14, p. 11. 78 Creo que Luis Mateo Díez compartiría por entero la reflexión de Francisco Ayala, quienrefiriéndose a su obra, El fondo del vaso, opina que «el periodista suele actuar a la manera dedetective, investigando por su cuenta y contribuyendo así muchas veces a constituir los hechosmismos». Cf. La retórica del periodismo, Espasa-Calpe, Madrid, 1984, p. 28.

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conoce. Les pilla con las manos en la masa. Se ponen nerviosos y leatizan un golpe en la cabeza. Cuando quieren darse cuenta tienen uncadáver entre los burros degollados. ¿Y cuál es el remedio para salirlo más rápidamente del apuro? Prenderle fuego al caserón. La historiaes tan burda que puede ser cierta» (p. 53).

Inmediatamente desde el Gobierno Civil, se avisa a la redacción del

periódico, para que los hechos no cobren protagonismo79:

«Don Higinio sugiere que no demos excesiva importancia alincendio. No conviene para el orden público. El barrio está alterado yhay que contribuir a calmar los ánimos. Baja a talleres y prepara unacosa más sencilla. En vez de pavoroso incendio, poner sólo incendio,y subtitular con una mención al esforzado trabajo de los bomberos»(p. 31).

Se trata de atribuir méritos y medallas al Cuerpo de Bomberos que, según su

jefe Julián Centeno, «es heroico y abnegado, derrocha amor propio, se lo digo yo.

Por eso nos duele más el juicio apresurado e injusto de los profanos» (p. 21). Al

preguntar sobre los desgarradores rebuznos de los animales, la respuesta se evita con

diplomacia:

«Perdone que me remita en exclusiva a la parte técnica delsiniestro, que es la única que me compete. Nuestra misión era apagarel fuego, efectuar los salvamentos, si los hubiera, y activar losdispositivos de seguridad» (p. 22).

Frente al sigilo y al estricto mensaje de un funcionario que no quiere

«mojarse ni la punta de los pies», el periódico el Vespertino se enfrenta en dura

competencia con el diario Afán80, prensa

del Movimiento, que resta importancia al suceso en favor de la gran hazaña

realizada por los bomberos y cambia el pie de la foto por «el de una cercana del

79 Francisco Umbral afirma que la censura«es un problema de estilo, de modo que las cosas sepueden decir todas porque en literatura no importa tanto lo que se dice, importa lo que no se dice, loque se sugiere». Cf. Antonio Beneyto, Censura y política en los escritores españoles, Euros,Barcelona, 1975, p. 43. 80 Este periódico aparece en el Bar Minero, en una mesa «arrugado por las huellas de los pocillosque lo habían ocupado a lo lago del día como un mantel. "Afán", nuestra competencia delMovimiento, daba el incendio en una esquina de la primera con la fotografía de un bombero y la mano

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Papa recibiendo en audiencia a una peregrinación» (p. 74).

Marcos y Benito empiezan a husmear en exceso y, ante el temor de los

caciques, le tienden una trampa. Es el momento en el que Marcos Parra se encuentra

con Claudia Vergel para más tarde consumar su amor en una caseta alejada que

guarda Belisario. Pero la policía cerca el recinto y con burdos métodos81 los detienen

para conducirlos hasta la comisaría. Como si se tratara de un descenso a los

Infiernos, bajan a Marcos a una celda subterránea, lo apartan de Claudia y allí,

privado de la libertad y de la individualidad que todo ser humano posee, se siente

alienado. Es la sociedad que gobierna la provincia la que les ha conducido por la

fuerza a la prisión:

«Entré en la celda del fondo. Los cerrojos se corrieron con unestrépito sordo. Por un momento intenté situarme en la oscuridad. Lacelda era pequeña. La atmósfera resultaba más cargada. Un diminutoventanuco enrejado, que sin duda daba a un patio interior, podíadistinguirse casi pegado al techo» (p. 84).

Más tarde, al mantener la conversación con el inspector Valero todo queda

más claro: han sido detenidos82 y a Marcos se le amenaza con destruir su carrera de

periodista. Tendrá libertad a cambio de un precio tan alto como la contundente

advertencia que le hace saber:

«Aprenda a callarse la boca y dedique sus indudables cualidades aese periódico sano que tanto necesitamos. Deje de meter el morrodonde no tiene nada que ganar y mucho que perder. ¿Le gusta más asíde claro?» (p. 86).

enhiesta». Cf. Las estaciones..., ed. cit., p. 74. 81 Valga el siguiente testimonio como muestra de la prepotencia de la policía: «Vamos, señorita,salga ya. Usted está acostumbrada a enseñar lo que sea, no disimule con nosotros [...]. ¿Por qué noempiezan ustedes por identificarse? -pedí [Marcos] tras lograr sujetar los pantalones y meter lacamisa. Un sordo bofetón en la mejilla me hizo virar hasta casi perder el equilibrio. No te pongasgallo. Aquí sólo vais a identificaros vosotros, mamón. Y vete derecho [...]. Mira, Rendueles, la tía sedeja aquí un cacho de vergüenza [se refiere al sujetador de Claudia]». Cf. Las estaciones..., ed. cit., p.82. 82 Marcos sospecha que la captura se había preparado a conciencia: «Los estremecimientos deClaudia afilaban la indignación de mi impotencia y en mi mejilla ardía la rabia de la bofetada. Meresultaba difícil ordenar las cosas, aunque la sensación de algo premeditado alimentaba una ciertasospecha». Cf. Las estaciones..., ed. cit., p. 83.

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Marcos y Claudia, asustados y temerosos, salen de la comisaría mientras,

paradójicamente, contemplan «el techo de rescoldos lunares bajo cuyos destellos

calurosos la ciudad debía dormir entre imperceptibles sobresaltos» (p.89). Un poco

más tarde conocemos que a Benito, compañero de Marcos en la tarea detectivesca,

le han propinado una fuerte paliza. Ello sirve para dejar bien sentado que el mensaje

del inspector no ofrece dudas de ningún tipo83. Es el momento en que se cierra el

tercer capítulo de la primera parte, de las tres en las que se divide la novela.

Conscientes de quienes han sido los autores del suceso, así como de que el sistema

judicial no ofrece garantías de ningún tipo, al menos para ellos, comenta Marcos a

Benito:

«-Venga no te pongas así.-Me pisaron los riñones -dijo gimiendo.-Pero tuviste que verlos.-No. Te juro que no. Fue una somanta a traición. ¿Y para qué quieresque los viera? Con la cogorza y el miedo iba servido. ¿O no suponesde dónde vinieron los palos? [...].-Había que ir al juzgado.-Para que me vuelvan a hinchar los morros84.Comenzamos a caminar.-¿Estás mejor?-Mañana cuando escampe será lo malo. La cogorza no hace deanestesia» (p. 94).

No hay posibilidad de hacer nada. O se intenta rebelar ante una sociedad que

pretende hundir al que no calle o, por el contrario, frente a esa opción lo mejor es

vivir en un estado de impasividad donde el olvido de todos los problemas tiene su

refugio en el alcohol y las distintas estaciones o bares que recorren a lo largo de la

novela. Y esto es un leitmotiv en la novelística de Luis Mateo Díez, es decir, en la

mayoría de sus producciones el personaje o personajes protagonistas se inscriben en

el prototipo de antihéroe derrotado. En unas declaraciones que el escritor leonés

hace a El Independiente se pronuncia al respecto:

83 El inspector amenaza en varias ocasiones a Marcos: «Las cosas, desde luego, nunca son fáciles.Irse por una debilidad a la bancarrota es penoso, y supongo que absurdo, para una persona inteligente.¿Estamos de acuerdo? [...]. Conozco sus pasos y ya vé cómo los tropiezos superan con creces acualquier otra cosa. No me diga que no soy generoso. ¿No le decían a usted de crío que cuando seanda con fuego se acaba uno meando?». Cf. Las estaciones..., ed. cit., pp. 86 y 87 respectivamente.

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«Mis personajes son siempre perdedores, aborrezco a los héroes ycreo que no hay nada más noble en el ser humano que ser unperdedor, ya que es la desgracia a la que estamos abocados»85.

Conviene poner de relieve que la figura del periodista en su recorrido por la

provincia se convierte, más que en la de detective, en la de defensor utópico de una

sociedad provinciana que soporta resignada el estado corrosivo al que la someten los

caciques locales. Asistimos a una crónica, a un documento de lo que se conoce

como la España negra. Así lo ha manifestado Santos Alonso, quien señala que

Marcos Parra investiga «en los años de la posguerra española de una ciudad de

provincias gobernada por la corrupción administrativa, las pasiones, la falta de

libertad -de palabra y de acción- y la sumisión de los ciudadanos a las estrategias

oficiales»86. Por ello no resulta extraño que casi al final de la novela, Marcos Parra,

a medio camino entre la soledad y el pesimismo, y atrapado por el sistema corrosivo

que permite que los caciques vuelvan a ser amigos, deje paso al flujo de su

conciencia de periodista y se lamente diciendo:

«Vas viendo que, como ella [la ciudad] te quedas más solo que launa, en la intemperie de lo que son sus rincones, a los que amas tantocomo aborreces, porque es dura y cruel y hermosa la condenada. Todoen la medida en que tú quieras comprenderla o rehusarla. Esehoradado navío de piedra vieja, tallada al pairo de los siglos como porun cincel de glorias y de miserias. Cascajal de recintos que hieden yperfuman, tan entrañables y tan siniestros. La mansedumbre a que unose liga por estos lugares habitados en el tiempo hasta no se sabecuándo, como si al echar a volar la imaginación, bajo la nevada, sequedase uno de faro mortecino en la memoria de esto que fue, y bienlo saben los rancios cronistas, después de espacio libre en lasventiscas y en las primaveras de las más remota antigüedad,campamento de invasores, cuartel y guarida de alzados murosinexpugnables» (pp. 243-244).

En La novela en la transición87, Santos Alonso ha señalado que desde el año

1976 se han escrito novelas sobre la guerra civil, la posguerra y el exilio porque,

«aunque la mayoría de los españoles prefiera olvidar hechos tan dolorosos para la

84 Los subrayados son míos. 85 Cf. Fernando Valls, «Las fábulas provinciales de Luis Mateo Díez», La Página, Universidad deLa Laguna, Tenerife, 1989, 25-36, p. 36. 86 Cf. Santos Alonso, Literatura leonesa actual. Estudio y antología de 17 escritores, op. cit., p.312.

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nación como fue la guerra de 1936, lo cierto es que se percibe una curiosidad por la

evocación de estos acontecimientos trascendentales desde nuevos puntos de vista

que no hicieron posibles la censura imperante y la autorepresión durante el

franquismo. Los treinta y seis años de gobierno franquista han estado presentes

siempre en nuestros novelistas».

Por otro lado, y dejando consideraciones negativas a un lado, el narrador usa

el periódico como medio para declarar su amor a Claudia Vergel. En efecto, «era el

tercer año que venía con el elenco de Rosita Yen y yo había provocado nuestro

encuentro a través de un artículo, especie de vaga declaración cifrada88 que

Afrodisio no olió, un mensaje con más literatura que periodismo, halagador en sus

subterráneas admiraciones, punto de partida de una amistad, rápidamente

amorosa...» (p. 73). Luis Mateo Díez en una entrevista opina que la prensa, hoy por

hoy, no tiene cabida en su mundo imaginario:

«El periodismo en este fin de siglo está cumpliendo unaimportante función como investigación. No me gusta el aspecto de laprensa predicadora, como púlpito. Yo creo que este país está lleno deespléndidos periodistas puros y de estúpidos periodistas impuros»89.

La sociedad opresora se deja sentir a todos los niveles. Junto a la presencia

de la policía, existe una falta de libertad, ajustada a los tiempos en que se desarrolla

la acción. En su periplo, Marcos Parra encuentra mecanismos opresivos que se

hallan presentes en la novela, entre ellos, la censura cultural, la represión90 y las

severas leyes sobre la moralidad. Este hecho viene a reflejar cómo en otros lugares,

87 Cf. Op. cit., p. 23. 88 Ese sigilo en el mensaje es tema recurrente en otras producciones, por ejemplo, en el lenguajecifrado del canónigo don José María Lumajo en La fuente de la edad o el texto de Saelices en Elexpediente del náufrago. En esta última novela es el mismo periódico, El Vespertino, el que publica aSaelices algunos versos. Este hecho se lo comenta a Julio Venero en los siguientes términos:«[Recuerdo] siempre versos premiados que se publicaban en el Vespertino. De juegos florales, decelebraciones. Fue muy sonado un poema heroico con motivo del milenario de la ciudad. Saelicesganó con él un segundo premio y todo el mundo lo consideró una injusticia porque era el mejor».También conocemos que Saelices al quedar viudo, se volvió distante e introvertido y ya «no le dabanpremios, ni sus poemas aparecían en el Vespertino». Cf. Luis Mateo Díez, El expediente del náufrago,Alfaguara, Madrid, 1992, 2ª. ed., pp. 61 y 63 respectivamente. 89 Cf. J. Asua, Entrevista con Luis Mateo Díez, en El Norte de Castilla, 12/08/95, p. 47. 90 Para un estudio detallado sobre la actuación de la censura en la novela social española de los añoscincuenta, véase el artículo de Jeroen Oskam, «Novela social y prensa crítica: revisión de hipótesis»,

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no lejanos de España, la censura es más blanda. Así, por ejemplo, no se permite ni

en vallas ni en altavoces la publicidad de las vedettes del circo de Rosita Yen:

« -¿Va o no va el negocio?-Menos de lo que debiera. Si todas las plazas fuesen como ésta mejorera disolver la compañía.-Hacéis poca propaganda.-La que dejan. Permiso para tres días [...]. Y encima en la prensa nimentarnos. Como si no estuviésemos.-Los del bonete, Evaristo, tenemos las alas cortadas.-Un reportaje con Rosita ya podías haber hecho.-Ya le dije a ella que mentarla en el periódico es como mentar aldiablo con pololos. Sólo con ver el espectáculo se peca mortalmente.-Aquí lo que hay es mucho meapilas suelto.-Dicen que metéis demasiada pierna en el espectáculo. Y aquí la únicapierna que se permite es la de la cecina.-Toda la que de deja la censura. Ninguna chica enseña las bragas másde lo estipulado. Si diéramos aquí la función que ponemos en Larachey Tetuán ya veríais lo que son de veras las variedades internacionales»(p. 68).

Asimismo, la censura se manifiesta en el periódico cuando Marcos relata a

Tina la verdad sobre la muerte de su padre:

«La noticia tal y como salió en los periódicos no era cierta. Nomurió accidentalmente. Pero esto es un secreto, Tina, algo que no hatrascendido, que muy pocos sabemos [...]. Un compañero delperiódico y yo teníamos pistas sobre lo del concejal. El concejal tienemuchos asuntos y buenas conexiones por lo alto, hasta en el GobiernoCivil. Le echaron tierra a lo de tu padre, y del matadero ni siquiera seinsinuó nada en los periódicos. Ya sabes cómo son esas cosas...» (p.156).

El protagonista central de la narración, trasunto del novelista, pretende

incorporar al periódico un hecho que puede suceder en la realidad y a ello une

ingredientes como la censura, la coacción y presión de un grupo dominante sobre

otro que no pasan de ser sufridores, sujetos pacientes y dolientes de la situación en

que se ven inmersos. El medio en el que se desenvuelve Marcos es fundamental: el

hábitat del periódico, «conlleva todo un sistema de relaciones humanas, de

distribuciones ocupacionales y de anecdotario circunstancial que define claramente

en Anuario de Estudios Filológicos, Universidad de Extremadura, Cáceres, XIV, 1991, pp. 335-344.

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tanto el entramado social como el simbolismo narrativo en su dimensión más

ontológica.

El periódico es también una puerta abierta al mundo para poder llegar al

contacto con otros personajes por la propia dinámica de la profesión periodística, y

que funciona además como un espacio provocador en sí mismo del desarrollo de la

novela. La acción central, de carácter policial, sólo puede ser llevada adelante desde

esa profesión y desde ese medio»91.

Marcos Parra lucha por tratar de desentrañar la trama, de castigar o intentar

poner al descubierto el sucio negocio y la corrupción que encierran los poderes

locales, pero se convierte paradójicamente en un fracasado, en un antihéroe. Tal vez

porque, como ha confesado el propio novelista, «siempre he considerado que lo

mejor de la vida es participar en ese disimulo que da la mediocridad»92.

Gabriel García Márquez que trabajó en la redacción del periódico

cartagenero El Universal y lo abandonó porque no le daba para vivir, confiesa, a

pesar de todo, su admiración por el oficio de periodista y señala que «el reportaje es

el cuento de lo que pasó. Es un género esclavizado a la realidad. Hay que hacer

campaña para resucitarlo porque es lo único que les queda a los periódicos para

competir en la radio y la televisión: interesar a la gente con el cuento»93.

En menor medida, en su segunda novela larga, La fuente de la edad, Luis

Mateo Díez sitúa a sus personajes en una curiosa y extraña cofradía o grupo de

amigos a la búsqueda de un manantial de agua que les proporcione la eterna

juventud. Ello no es más que un engaño preparado, en este caso, por los miembros

que forman parte del Casino y que se consideran los respetables e importantes

personalidades dentro de la provincia. Son lo que envían a los cofrades hacia una

91 Cf. Juan Francisco Peña Martín, «De la memoria a la imaginación», en Seis calas en la narrativaespañola contemporánea, op. cit., 30-45, p. 34. 92 Cf. José María Marco, «Las obsesiones de la imaginación», art. cit., p. 42. 93 Cf. Jon Agiriano, «Gabriel García Márquez, el oficio de contar», reseña en Sur, Cultura,10/09/95, 5-7, p. 7.

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quimérica excursión por las tierras de la Omañona. Es el periódico el Afán, el que

publica un artículo titulado «Galopines pasados por agua». De nuevo, el autor se

sirve del género literario periodístico e informa a sus lectores, con una sutil carga

irónica, en los siguientes términos:

«Toda esta jarca, anda estos días por la Omañona -atención,paisanos, que no hay tiña buena- en pos, no me lo van a creer ustedes,de una milagrosa fuente, que de carcamales los devuelva adolescentes,y, sobre todo, les cure el hígado, y les remedie el flato y la casiimposible diarrea mental»94.

No resulta extraño que cultivando Luis Mateo Díez un subgénero de gran

aceptación en la España de la transición, sin ser periodista, sea capaz de plasmar la

presencia del periodismo y del periodista como protagonistas y eje central en la

novela española actual. A ello se ha referido Samuel Amell, al afirmar que «Hay que

destacar una novela de uno de los narradores más importantes de los años ochenta.

Me estoy refiriendo a Las Estaciones Provinciales, primera novela de Luis Mateo

Díez. El título de la obra se refiere al de una sección del periódico católico de una

capital de provincia española (León). En esta novela, a través del mundo del

periodismo y de la figura del periodista, Luis Mateo Díez nos ofrece una visión, de

un costumbrismo trascendido, de la sociedad española de los años cincuenta»95.

Sin embargo, para Marcos Parra y los compañeros del periódico la

fraudulenta noticia no causa mayor sorpresa, pues el año anterior había sucedido

algo parecido:

«Una bella historia de carne fraudulenta, industriales rodados enlas canchas de estraperlo, un bonito asunto al que Calamidades y yohabíamos prestado atención y que el siniestro volvió a ponernos en elplato» (pp. 19-20).

Nuevamente se alude a la ruptura de lo cotidiano: «Buen tema para dejar de

aburrirnos como ostras en un agosto tan parco en noticias que ni siquiera la

94 Cf. La fuente..., ed. cit., p. 215. 95 Cf. Samuell Amell, «El periodismo: su influencia e importancia en la novela española del

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Deportiva fichaba a nadie» (p. 20). Esa misma rutina, esa indolencia queda patente

en el propio medio en el que se desenvuelven los personajes. Así, en la redacción del

periódico pasaban las horas «entre el crucigrama y la cabezada, la hora del postparto

[cuando sale el periódico de máquinas] pintaba un cuadro de relajada burocracia,

como cuando en las delegaciones provinciales cierran la ventanilla y el personal

aguarda mirándose las uñas a que den la hora» (p. 33). En medio de la dejadez, sólo

puede nacer un «hijo sucio» que llena de tinta las manos del que lo toma:

«El Vespertino iría asomando su triste cabeza en ese papel morenoy frágil que tenía una rara habilidad para manchar las manos de loslectores» (p. 36).

El papel no sólo es débil, sino que además, se alude a él con los mismos

adjetivos con los que Valle Inclán presenta en sus Sonatas al marqués de Bradomín:

«feo, católico y sentimental, [si] no tuviera la divisa del bonete, lo que equivale a un

estricto cinturón de castidad, sería grato dedicarle mi columna a Claudia»96. No sólo

estamos frente a una censura de tipo moral sino ante un guiño que le interesa mucho

a Luis Mateo Díez, que se convierte en lugar común en todas sus novelas y que más

tarde analizaremos: la distorsión de la realidad y la conocida alusión a Valle Inclán a

quien toma en muchos casos como su inspirador más directo.

Y como antihéroe debe soportar que su profesión resulte, en ocasiones, una

tarea ingrata y no recompensada cuando las noticias tienen que ser manipuladas o en

otros caso aún peor: hay que hacerlas desaparecer. Cuando tienen que restar

importancia al incendio, Marcos le dice a Afrodisio que están en «una profesión de

ovejas» (p. 32) e incluso todos los cambios inesperados hacen que el propio

Afrodisio desorientado quede «sumido en ese mar de incertidumbres y frustraciones

que a modo de ducha fría castiga las playas tranquilas» (ibid). El trabajo de cambiar

todo lo hecho no se reduce a este grupo, sino que además también afecta al amplio

grupo de personas que trabaja en los talleres de la redacción y que rehace

continuamente, ante la opresión y el temor, las noticias:

posfranquismo», art. cit., p. 11. 96 Cf. Las estaciones..., ed. cit., p. 29.

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«En talleres el calor concentraba una neblina de ambiguashumedades, vapor de crudos sudores igual que en la sala de máquinasde un trasatlántico. Paco el regente y Benito trabajaban en la jaula decristalera. Dionisio el linotipista estaba en camiseta montado en suhembra, aporreándole las teclas. Llamazares, Sinesio, Teodomiro yAngelín lo disponían todo para comenzar a tirar» (p. 32).

Una de las cosas que servirían para endulzar el periódico sería «el oropel

poético para zafarse un tanto de la costra cotidiana» (p. 142). Es decir, la poesía es el

alma liberadora, el refugio para evadirse en ella y olvidar las otras noticias que

aparecen en la sección de las Estaciones97:

«Las cuartetas rezuman un goteo pétreo, tal que las propias torrescatedralicias, y los tercetos expanden el mismísimo incienso de lasmajestuosas naves góticas» (p. 142).

La poesía se hace presente en toda la novelística de Luis Mateo Díez: las

baladas del Cautivo (el mulo de La fuente de la edad ), o la Oda al orujo que

aparece en El expediente del náufrago, entre muchas otras. Periódico que languidece

en medio de un mundo miserable, que nace cada día entre la penuria, el caciquismo

y la opresión y que se anuncia del siguiente modo por sus vendedores, mensaje en el

que no se excluye un tono irónico:

«Vespertino, noticias frescas. Diario católico y regional, que dicelo que pasa y no se pasa en lo que dice. La Deportiva ficha a Felines.La cabaña caprina está menguando. Declaraciones del entrenador ydel Decano de la Veterinaria. ¿Nos quedaremos sin cabras y sincabritos?» (pp. 167-168).

O el periódico diario el Afán, cuyo director Lebrija, junto a Mariano

Olmedilla y a Ursicino Lesmes, palmea a Marcos Parra la espalda «con esa

camaradería montaraz que sólo se aprende en el Frente de Juventudes» (p. 244). E

incluso se alude a que el diario católico tiene que tener alguna falda más que la de

97 El inspector Valero dice a Marcos: «Le sigo en el periódico. No me pierdo ni un día lasEstaciones. Y esos artículos sobre ferias y mercados me gustaron de veras. Tiene usted pluma». Cf.Las estaciones..., ed. cit., pp. 173-174.

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don Baudilio. Sin embargo, tanto uno como otro no parecen destacar por algo en

concreto. A la propuesta de Lebrija de abandonar a los del bonete y marcharse al

Afán, Marcos sentencia:

«Con Afán y el Vespertino ni chicha, ni pan, ni vino. ¿Salir deMálaga para meterme en Malagón?» (p. 244).

Con todo ello, junto a la ya citada recreación documental que reúne hechos

de una época como el hambre, el oscurantismo, la falta de avance y desarrollo, etc;

parece que Marcos Parra no deja de luchar sin descanso, en palabras de Fernando

Valls, «contra la mezquindad y el ensimismamiento de la vida provinciana de la

España de los cincuenta, contra ciertas gentes de ayer, hoy y siempre que,

desgraciadamente, han campado por sus respetos en este país»98.

2. 1. 4. León como estación provincial: sus calles y tabernas

Llama la atención el amplio callejero de la ciudad, identificado en las

reiteradas ocasiones en las que se refieren numerosas calles que evidencian la

realidad de un espacio muy concreto; es decir, no nos encontramos ante un lugar

inventado ni recreado en la memoria del escritor. Así, el novelista consigue rescatar

un microcosmos que le es muy familiar, escenario provinciano que se repetirá a lo

largo de sus narraciones. Al respecto, manifiesta un deseo de recrear en sus novelas

espacios que conoce muy bien:

«En esos pequeños mundos está la experiencia personal y lahistoria de cada día. Si eso se cuenta de una forma directa y pequeña,se queda uno en algo de andar por casa, en un costumbrismo que novale gran cosa. Pero si, a través de lo pequeño, se consigue hacer unasvaloraciones más universales, que puedan encontrar una respuesta encualquier latitud, creo que se acierta. Muchos grandes escritores sonescritores de su ciudad. Yo creo que el Ulises, que es una novelauniversal y de ruptura y muchas cosas, es, antes que nada, una novelade Dublín [...]. Además, España es un país lleno de esos pequeñosmundos, la mayoría absolutamente inéditos. Creo que ése es unarsenal que tenemos y está muy desaprovechado»99.

98 Cf. «Las fábulas provinciales de Luis Mateo Díez», art. cit., p. 36.

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56

La propia construcción del viaje nos obliga a tener en cuenta como

coordenadas básicas las del tiempo y las del espacio, cuyos principios generales

pueden resumirse, siguiendo la formulación de Enrique Miralles, en una búsqueda

que «cifra el concepto con el que queremos determinar la naturaleza de una acción a

través de las dos categorías que se simultaneizan: la del tiempo y la del espacio, en

otras palabras, porque es el estímulo que provoca la movilidad de un héroe y, por lo

tanto, activa una historia»100. Hecha esta salvedad que hacemos extensible al resto

de las novelas, estamos en condiciones de señalar que en Las estaciones ... se narra

una búsqueda eminentemente urbana. Una de las constantes en la narrativa de Luis

Mateo Díez es la selección de un espacio novelesco, generalmente capital de

provincia, que remite a un contexto -como tal- provinciano, lejos de la gran capital,

apartado de lugares cosmopolitas que fascinan la imaginación de grandes escritores,

próximos a su generación. Este hecho significativo le aleja de novelistas igualmente

reconocidos por la crítica como, por ejemplo, Juan José Millás y Eduardo Mendoza,

narradores que ubican sus espacios novelescos101 en Madrid o Barcelona, foco de

fracasos y sonoros éxitos, de disputas políticas y de intrigas profesionales. Sin

embargo, el hecho de situar la acción en Madrid, no quiere decir que la ciudad sea

real. Así lo ha manifestado Juan José Millás102, si bien la intención de Luis Mateo

Díez es diferente:

«Yo quería recrear ese pequeño mundo tan poco contemplado ennuestra novela contemporánea, el mundo provincial en unos añosespecialmente oscuros y empobrecidos, aquellos cincuenta interme-dios entre el hambre y el despegue desarrollista. León es mi referenciavital y ejemplifica, sin sustanciales variaciones, ese mundo, esa

99 Cf. Ángel Vivas, «La literatura como amistad», art. cit., p. 27. 100 Cf. Enrique Miralles, «La búsqueda: tema para una lectura de la narrativa actual», Anuari deFilología, vol. XVI, núm. 4, 1993, 71-87, p. 71. 101 En una entrevista el novelista explica cómo se ha adaptado a vivir en Madrid: «Es una ciudadmuy vitalista. La idea machadiana de Madrid como rompeolas es tremendamente acertada. Te da lalección de que todos venimos de ninguna parte para habitar un sitio que es de todos. Eso me gustaporque puedes conservar tus huellas, aunque hay que reconocer que es una ciudad que sólo lasoportamos los que vivimos allí instalados en nuestros búnkeres». Cf. J. Asua, art. cit., p. 47. 102 «Madrid, para mí, lo he dicho en más de una ocasión, es un espacio mítico; Madrid no tieneninguna realidad [...]. Es cierto que yo estoy trabajando desde hace años sobre un barrio (el barrio deProsperidad y adyacentes) que es el barrio de mi infancia». Cf. Fabián Gutiérrez Flórez, Cómo leer a

Juan José Millás, Ediciones Júcar, Madrid, 1992, pp. 102-103.

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vida»103.

Algunos años atrás, el novelista dibuja la capital de España contrastándola

con el lugar del que proviene. El artículo se subtitula Desde las autonomías y lleva

por título «Desde el viejo reino». La impresión de Luis Mateo Díez al incorporarse a

la vida madrileña es la siguiente:

«Madrid siempre estuvo al final de un largo viaje, que no sólotenía que ver con los kilómetros que separaban la capital de lasdiversas provincias del rompeolas machadiano, sino con esa otradistancia de las ilusiones migratorias y la aventura de un más alládonde, a lo mejor, podía lograrse hacer un poco posible lo imposible[...].El mito de la gran urbe, espesa y anómala irradiaba la suficientefascinación para que uno se decidiera a perder las precarias huellas desu estrecho pasado, en pos de ese incierto porvenir [...]: esa libertad dequien puede perderse sin ser observado, de quien administra sus pasosen el vacío [...].Madrid nos descubría, ya desde la llegada su solvencia de ciudad sincomplejos ni pruritos, de ciudad de ciudades abierta a la invasión delque venía, predispuesta a hacerlo suyo»104.

La provincia de León es el núcleo urbano elegido por el novelista para

desarrollar el viaje o itinerario detectivesco del protagonista de su narración.

Preguntado Luis Mateo Díez por el espacio provinciano como eje que atraviesa toda

su narrativa, alude a la realidad en su producción en los siguientes términos105:

«Así, a una subyacente línea de realismo -que sin duda recorretoda mi invención, como acabo de confesar- me gusta superponerdeterminadas distorsiones, que ni radicalizan la caricatura niexasperan el dibujo hasta trastocarlo, pero que invaden esaperspectiva, como si mi mirada eligiese las zonas y las acciones pordonde el camino de lo real puede hallar una franja más liberada, másdespojada de sí mismo, pero no por ello menos cierta y verdadera. Eseterritorio que alumbra -a modo de espejo significativo- un ciertofulgor de surrealidad, un límite que se integra en lo imaginario, peroque proviene de lo real y no lo abandona».

103 Cf. Leopoldo Azancot, “La necesidad de narrar”, art. cit. 104 Cf. La Capital, núm. 6, junio, 1992, p. 80. Existe una edición del mismo artículo en inglés,titulado «From the Old Kingdom», p. 81. 105 Cf. «Narrativa española actual», art. cit., p. 17.

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Este espacio sirve para que Marcos Parra inicie su difícil camino en la

investigación sobre la corrupción que tiñe toda la ciudad. En su andadura, tal y como

si llevara en sus manos un rico itinerario, cuyas plazas y callejuelas unas veces,

abrigan al inexperto investigador; y otras lo llevan casi al extremo de la

desesperación. Valgan los siguientes ejemplos como muestra de ese exhaustivo

recorrido:

«Por Escalerilla y Plegaria llegué a la plaza de las Tiendas. El corode Educación y Descanso derramaba las polifónicas repeticiones de laBarca de Oro por los balcones abiertos de la Casa de las Carnicerías»(p. 51).

«Sorteamos por las aceras algunas terrazas, cruzamos SantoDomingo y subimos por Ramón y Cajal. En las carteleras deAlfageme nos detuvimos un momento» (p. 62).

En ocasiones, la visión de las calles es un breve preludio al amor que

mantienen los protagonistas:

«Esta vez dará señales de vida, te lo prometo.Cruzamos Santo Domingo y fuimos por Ramón y Cajal hasta Era delMoro. Los besos adelantaban ese desaliento último de la despedida...»(p. 88).

A veces, la provincia se dibuja a través de otros lugares en los que se

suceden encuentros, bien por la conexión entre los diversos personajes. Así, por

ejemplo, Gamallo y Juanín le piden a Marcos que les acompañe a la Casa de

Asturias y para llegar hasta allí, enfilan «Gil y Carrasco y Ordoño» (p. 62). Hay que

hacer notar que en los intervalos entre bar y bar o entre una taberna y las pocas veces

que Marcos acude a su casa o al periódico, puede comprobarse a lo largo de toda la

novela la sucesión climático-temporal manifestada en modo muy preciso. Así, para

llegar del periódico al bar Curruqueño, el calor calcina con ahogo la ciudad. Y es

que la encomienda que Marcos Parra se propone, se desarrolla a lo largo de las

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diferentes estaciones climáticas. En efecto, al comienzo nos encontramos ante una

cronología muy precisa, el mes de agosto, ambiente asfixiante que se ve reforzado

por la presencia de adjetivos que se dan cita en la descripción de una jornada

agotadora de calor:

«Cuando a eso de las tres y media Benito y yo entrábamos en elCuruqueño con el estómago vacío, la zarpa del sol arrasaba las calles[...]. El camino desde el periódico, al arrimo de la sombra intermitentede alguna fachada, acribilló nuestros pasos, vencidos entre el sueñoatormentado de Benito, que no había visto la cama desde el díaanterior...» (p. 37).

«Toda la inquina de agosto estaba en las calles. La luz agotadoraque desde las primeras horas bruñe los pavimentos, el sol que cuartealos tejados y las fachadas, las calinas del secaño como algodonesetéreos o nubes de polvo que no se mueven. La tortura estival de unamano demasiado caliente que poco a poco se cierra sobre el cuello dela ciudad dejándola sin respiración» (p. 14).

Luis Mateo Díez quien, desde el principio, ha cuidado los materiales

indispensables para su narración, quiere subrayar la presencia climática que queda

manifiesta en la propia sensación que sufre el protagonista:

«Tuve la intención de dejar que la chicharra siguiese cantandohasta aburrirse, pero estaba bañado en sudor, las sábanas meaprisionaban las piernas como trapos mojados y la humedad de laalmohada me hizo pensar en un llanto ajeno» (p. 13).

En el camino entre el Curuqueño y el bar Isma la estampa que se contempla

es la de un “desierto sin palmeras. La Rúa triturada por el ardor inclemente, la Plaza

de San Marcelo convertida en una sartén con el pavimento refrito [...]. El cielo se iba

encapotando con una canícula rara, sobre el sol enfermo y desesperado que

contagiaba a la ciudad su fiebre de locura” (p. 40).

La evolución espacio-temporal, lineal y simbiótica, muestra la inexistencia

de desorden cronológico y en cada parte o capítulo en los que el novelista divide el

relato, se sucede una estación climática que se acentúa de manera especial en la

primera y tercera parte. Frente a una ciudad, cuyo camino está plagado de fuentes

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secas, plazas asoladas y cuyo olor se aproxima a la chamusquina, paradójicamente

en las dos últimas partes la situación climática dista de ser asfixiante y se torna

adversa; ello se insinúa desde la primera parte del segundo capítulo. Así, al entrar

Marcos en el coche de Gabriel Llanos que les llevará a una fiesta, se abotona el

abrigo, pues «el viento soplaba por el bulevar. Los castaños se mecían abatidos» (p.

99). La lluvia contribuye a definir la estación climática:

«Salíamos del bulevar hacia la Plaza del Espolón. El atardecer seprecipitaba arrastrado por las nubes oscuras. El viento traía gotas delluvia que se estrellaban en el parabrisas» (p. 99).

A medida que la novela avanza, el calor y la lluvia dejan paso al invierno

más crudo:

«Continuaba el implacable menudeo de la lluvia, y la humedaddaba al asfalto ese brillo nocturno de cristal líquido que refleja lucesfantasmales.Bajé por Gil y Carrasco hasta Burgo Nuevo» (p. 178).

“[Marcos] A las ocho y media estaba en la redacción.Las calles cubiertas habían amanecido como si la nieve más que caerlas brotase [...]. A lo largo de la noche había nevado con esaconstancia que agranda el silencio del frío, con esa espesura quetransforma el firmamento en una campana de cristal opaco de la quese desprenden blancas y blandas esquirlas” (p. 187).

Si en La fuente de la edad, los cofrades se reúnen en la taberna del Capudre,

el itinerario o las estaciones, como recorrido habitual de los bebedores)106, sirve a

Marcos Parra en su travesía por la ciudad para guarecerse del frío, descansar y

aliviar un mal día con unas copas de más y así configurar el «verdadero núcleo de

muchos acontecimientos importantes y, sobre todo, lugar para la reflexión y la

búsqueda de un calor humano que unas veces se diluye entre los vahos del humo y el

106 «En la viña H cantaban Gildo, Verín, y otros aficionados, el improvisado orfeón que hacía lasestaciones desde La Esponja, para aterrizar a última hora en las bodegas del Húmedo, afianzadas lasgargantas en la pesada exaltación del cancionero, afinado entre el vino y el humo del caldo degallina». Cf. Las estaciones ..., ed. cit., p. 240.

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alcohol y otras se conforma en una conversación entre amigos»107.

Y en esa búsqueda de afectividad, de trato humano en una ciudad plagada de

inmundicia y miseria, va conformándose lo que el narrador pretende: transmitir la

realidad mediante sensaciones y olores, que consigue presentar a través del ambiente

que se respira en los diferentes bares con ese retablo de variopintos personajes108;

en definitiva el duro mosaico, la cruda realidad de una urbe mísera en los años

difíciles del medio siglo. La focalización del narrador protagonista en primera

persona hace que el mundo de ficción se pueda observar a través de la conciencia

del periodista. A ello hay que añadir que la forma narrativa en primera persona,

«hace más libre la relación entre narrador y lector porque siempre se puede disentir

de lo que no es más que la apreciación, la visión personal de unos acontecimientos.

Por el contrario, al narrador omnisciente no es posible objetarle nada: todo lo sabe y

narra desde la posesión de la verdad de los hechos»109.

Más de veinte bares y tabernas se pueden seguir en el periplo de Marcos por

la provincia. Así, por ejemplo, del bar Curuqueño destaca la bodega de su dueño

Restituto:

«Un espacio de la bodega que Restituto reserva para los amigos,entre pipas y pellejos que exhalan el fresco aroma de la pez y lashumedades etílicas, [acomodados] fuimos recomponiendo los ánimosdespedazados, aplicándonos al porrón con gaseosa y a la ensalada dechicharro» (p. 37).

Del Curuqueño se dirigen al bar Isma, lugar en el que las relaciones

fraternales se establecen por medio del juego:

107 Cf. Juan Francisco Peña Martín, «Las obsesiones de la imaginación», art. cit., p. 34. 108 Todos sus personajes poseen un estrecho lazo que los une con el mundo real: «De alguna manerarepiten el esquema de cómo yo veo la vida y lo que me hubiera gustado ser. Entre mis personajes y yohay un cierto juego de espejos personales. Su imaginación desatada y sin arraigos en la realidad lesconduce a la locura, extremo en el que también están la inocencia y la sabiduría». Cf. El Urogallo,núm. 18, p. 37. 109 Cf. María Isabel de Castro y Lucía Montejo Gurruchaga, Tendencias y procedimientos de lanovela española actual (1975-1988), Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED),Madrid, 1990, p. 73.

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«Las partidas del Isma estaban mudas entre el humo, sin envites niarrastres, las peñas desintegradas y los escasos jugadores aturdidospor el calor...» (p. 40).

Suele ocurrir que en las cantinas se retraten similares paisajes: personajes

que dormitan, sombras y humo que producen confusión y suciedad o muestra del

calor existente en estos espacios cerrados. Es lo que ocurre cuando Marcos visita el

poblado de la Nava:

«Las persianas bajas mantenían una agradable penumbra. En latira de papel matamoscas que colgaba del cable de la bombilla lasvíctimas podían contarse a cientos» (p. 47)110.

Los bares sirven para que el héroe se contemple en el espejo como su

antítesis. Así sucede cuando Marcos en el bar Isma, tras una noche asfixiante, toma

un café y una ensaimada a la vez que contempla su rostro en el espejo de las

estanterías, entre el anís de las Cadenas y el licor de Lima:

«He ahí la novedad de un rostro tocado por los malos pasos. Ni el rasuradoni la colonia podían ahuyentar la pérfida blancura azuladoamarillenta, pálidocolor suspiros de parranda» (p. 15).

El bar Palomo es otro punto de referencia en el que se encuentran Marcos y

Benito para hablar, una vez Marcos ha hablado con Fernandito Bedoya. Bajo ese

retazo de vida anodina, hay todavía lugar para el juego irónico que, de forma

subliminal, hace salir al exterior el narrador:

«Nos sentamos en una mesa apartada. El Palomo languidecía en lapenumbra del atardecer con sus paredes taurinas dominadas por lasmoscas. Bajo la cornamenta de la cabeza disecada del sementalYerberito pendía el cartelillo con la broma de la casa: quien los hayaolvidado puede reclamarlos» (p. 52).

110 El mismo aspecto repulsivo se respira en los bares de Venecia, en La isla inaudita de EduardoMendoza (Seix Barral, Barcelona, 1990, 11ª. ed), que no guardan para nada la buena imagen frente alturismo que los invade. Así, por ejemplo se puede oler el humo aceitoso y el ruido de platos que salende bares y cafés. El propio Fábregas y Don Pimpom entran en uno de ellos, donde «flotaba un olor

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En ese deambular por los bares y calles, como si no mereciera la pena, más

que la pobre y diaria subsistencia, cobran protagonismo las sensaciones olfativas:

«Había un clamor de anochecer por Zapaterías y don Gutierre, elmismo olor de frituras en toda la demarcación del Barrio Húmedo, untriste maullar de gatos bajo el corredor de la Concepción y trescamiones aparcados al final de San Francisco, en la gasolinera» (p.59).

Si bien en otras ocasiones, se tornan agradables ante la presencia de Claudia.

Justo en el momento en que recorre el Paseo, Marcos sale del bar Minero a su

encuentro y al besarla, «el aroma de la colonia de hierbas me llenó con el recuerdo

de todas las horas que se sucedían a su lado» (p. 76).

En todos estos bares hay una característica que los une y es el hecho de

agrupar en ellos una variada representación de los diferentes gremios que pululan

por la ciudad, generalmente caracterizados los que conforman la clase social baja.

Así, por ejemplo, el bar Minero es el lugar donde «recalaban los ferroviarios,

apostados en la barra con la tartera envuelta en la servilleta anudada y los ojos

escocidos por el humo y la carbonilla» (p. 74). O el Yucatán, lugar que frecuenta

Marcos, al ser el bar preferido por Benito para aburrir a las chicas que allí se

concitaban. este espacio es receptor de otro variado abanico de público:

«El Yucatán tenía un luminoso verde con dos letras fundidas. Erauna cuña triangular de tejado plano incrustada a un lado del puente dela estación, con pista de verano bajo los álamos del río, un bar decamioneros y ferroviarios madrugadores y una sala de fiestas de pistadiminuta, barra acolchada y secretos veladores de luz rojiza» (p. 89).

La Casa de Asturias es el refugio donde los paisanos se encuentran en medio

de un «agrio olor de chigre, serrín y sidra fermentada, llenaba la dependencia del

ambigú, donde Elías servía a la clientela calzando siempre las galochas» (p. 62). Al

final del capítulo segundo cuando baja hasta Burgo Nuevo le salpica en la nariz el

humo desagradable de la taberna Casa Llanos:

ocre y penetrante, mezcla de cerveza, vinagre y pis [...]. El espejo que cubría enteramente una de lasparedes laterales aparecía tachonado de moscas». Cf. Ed. cit., p. 127.

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«Un aroma de la estufa de serrín mezclado con el vino, el sudor, eltabaco y la grifa. El Legionario y sus compañeros descargadores, queno me vieron, habían ajustado sin duda un avío y se iban a reconocerla mercancía en los cercanos solares de Santa Nonia...» (p. 178).

En algunos ambientes que recorre Marcos Parra se atisba la presencia de un

ambiente anquilosado y anodino, una atmósfera irrespirable donde lo caduco, lo

ominoso y lo monótono cobran protagonismo:

«El caserón está al final del barrio, como a doscientos metros delbloque de Regiones Devastadas. Un viejo chisme que fue fábrica dealpargatas. Estaba declarado en ruina, desmantelado» (p. 19).

La realidad con este tipo de adjetivación puede subvertirse de un modo

calculado y preciso:

«Aventurarse hasta la Nava era como meterse por la embocadurade un horno en el pelado panorama donde apenas se destacaban cuatrochopos [...]. El poblado, de adobes y cañizas, se extiende irregular enun amasijo de grumos pardos, que el polvo salpicaba como en uncuadro de burdos brochazos rescatado del desván» (p. 42).

«Desde los altos de Las Eras la mancha urbana parecía un aluviónde cascotes calcinados. Las puntas de la catedral sumergidas en laneblina ardiente, las torres de San Marcelo y San Isidoro con lasveletas muertas, las choperas de Papalaguinda enrarecidas en la líneadel horizonte, entre negros penachos de las chimeneas de laAzucarera. Un cristal opaco se extendía en la superficie de las suciasaguas del Bernesga...» (p. 49).

Y esa sensación se obtiene en invierno, en el momento en que se describe el

manto blanco de nieve del El Ejido:

«En el horizonte, hacia la dirección del río, sólo destacabanalgunos chopos, desnudos como helados esqueletos. El firmamentoparecía aplastar el paisaje en la longitud abierta, como si las nubes yla nieve se aprisionaran, mezcladas, al perderse la línea que pudiesedelimitarlas» (p. 203).

La Casa de Asturias, situada al final del Camino tras pasar la calle Gil y

Carrasco y Ordoño, no sólo presentaba un aspecto similar, pues era «un piso

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destartalado [donde] el abrazo mortal de Favila y el oso se compaginaba por las

paredes con fotografías de Pajares, Covadonga y una vista aérea de Oviedo» (p. 62),

sino que además deja paso a los rasgos autóctonos del bable como variedad

lingüística de los contertulios: «Del puertu para abajo la sidra cuando pasa ya yo ye

la misma...» (p. 62)., «¿Cómo ye aquella que diz: al pasar por el Puertu, Puertu

Payares, la que canta el Presi? [...]. Me alcontré con un vieyu, llindando vaques» (p.

63).

Puede que en el Bambú o en El Astorgano más que al amparo del vino, sea

el rincón apropiado para tomar un café, y es el aroma de éste el que percibe Marcos

Parra en la segunda parte, en medio de unas condiciones climatológicas adversas

donde el verdadero protagonista es el viento. Tras cruzar por la Plaza de la Catedral

a Generalísimo, volvemos a obtener la impresión de un ambiente decadente y

rutinario:

«El Nacional despedía un aroma de cafés matinales en el vacío dela mañana, un aroma que surgía como de la pátina de los divanesrojos, macilentos y ajados, y de las superficies de las mesas demármol donde el círculo oscuro y diminuto de los pocillos era unaseñal de imperturbables constancias» (pp. 135-136).

En el Bambú, el olor que impregna la atmósfera es la del chocolate con

churros, «donde muchas mesas todavía conservaban los manteles de las meriendas,

y donde algún grupo de solteras otoñales alargaba la conversación, como en un

intento de quedar allí sumidas para la eternidad» (p. 172). Este mismo espacio es el

lugar de encuentro con su antagonista -el inspector Valero- , el que preparó la

encerrona ese mismo verano para detenerlo junto a Claudia. Esa rutina se manifiesta

no sólo en espacios artificiales, sino también en espacios abiertos, como el retrato de

la urbe desolada, infestada por los males que aquejan a sus habitantes:

«La carretera ascendía en cortos repechos y la ciudad se desdibuja-ba entre las luces enmohecidas, quieta entre los humos y la frondaparda de las sombras, apelmazados los edificios como puñados detrapos sucios, el río apenas presentido en sus camino desde las vegasaledañas, las choperas tiznadas en el horizonte, un viento agreste» (p.

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101).

Y al ambiente que se respira en la ciudad tiene su correlación presente,

semejante mímesis:

«El Victoria languidecía entre la luz miserable de sus altaslámparas, que alumbraban con penuria el irregular y amplio local, enel que los zócalos, de verde oscuro, y los divanes que se articulabancomo una espina dorsal a dos bandas tapizados también de un verdeque acumulaba la suciedad de muchos años, ayudaba a enmohecer esaatmósfera destartalada [...]. La escasa clientela dormitaba en laanticipada penumbra de la tarde invernal, que los globos de luzamarillenta intentaban horadar con las mismas dificultades con quecarcome el polvo la madera antigua» (pp. 167 y 228 respectivamente).

En el tercer capítulo, Marcos Parra entre visita y visita a la redacción del

periódico, acude al Victoria en compañía de Tina Robles. Es aquí donde el dueño

Mino Perales cobra a Marcos «surcando las nieblas del Victoria como una gabarra a

punto de hundirse» (p. 230). En este sentido existe cierto paralelismo con la taberna

del Capudre en La fuente de la edad, aludida como «Nieblas del Capudre», en la que

se muestra el ambiente de misterio y de conspiración de la cofradía:

«El humo del Capudre, una arcana emanación de cenicientosvolcanes, contagia la atmósfera externa como un escape de enfermizasvolutas, deparadoras de algún riesgo mortal al que sólo sobreviven loscontumaces. Se presiente el fragor de las nieblas que cubren lasespesas superficies de los lagos, un instante de turbada vacilaciónigual que el que acompaña a los desconocidos, el tránsito desnortadopor el vientre ruinoso, donde poco a poco florecerán las bombillas yadquirirán su apilado volumen las cajas de escabeche, los bocoyes, ylos sacos de legumbres» 111.

A pesar de todo, el refugio en algunos bares sirve para demostrar que entre

compañeros existe una actitud solidaria. Así sucede cuando Marcos corre ante una

lluvia intensa por la zona del Capitol y se encuentra con Toño Mirantes, quien le

reclama para que le ayude en un reportaje que no ha podido cubrir. Juntos corren por

111 Cf. Ed. cit., p. 29.

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Legio VII, atravesando la plaza de San Marcelo para llegar al bar Victoria, donde a

las tres y media se concentraban los médicos y los contratistas para iniciar la tertulia

diaria:

«Un humo de farias, caldo de gallina y Peninsulares, saturaba ellocal, tomado en su mayor parte por los paisanos de los pueblos quehabían venido al mercado, en grupos de compradores y vendedores oen familia, pero todos congregados por vecindad en las mesas delVictoria, ante el café y la copa» (p. 147).

Y es que Las estaciones ... es, sobre todo, la novela de una provincia, una

ciudad muy conocida por el novelista, quien con esos guiños gremiales no hace más

que develar un mundo, «un ámbito que todo lo envuelve, testigo y parte de lo que en

él ocurre [...]. Es como un mundo mínimo y precario que va construyendo ese otro

mundo, quizá también precario, que a través de una escritura tan amorosa como

llena de vigor va adquiriendo una entidad como de épica menor, de compendio vital

y minucioso de una aventura que probablemente sólo podía acabar así»112. Un lugar

en el que el vapor etílico, coprotagonista en Las estaciones..., lejos de poseer una

carga mítica y más cerca de una huida del ambiente que rodea la dura realidad, es

caldo de cultivo en cada una de estas paradas o estaciones que forman parte del

itinerario del periodista; sólo el azote del fuerte viento es capaz de aliviar el vaivén

que provoca el alcohol en su cabeza:

«Comencé a beber la ginebra a pequeños sorbos. Un lento soporempezaba a inundarme. La atmósfera del Victoria me cercaba comouna frazada que fuese a cubrirme mientras cerraba los ojos [...]. Laginebra remansaba en mis venas un cierto fluido alcohólico, como eldisolvente preciso que mezcla y esparce las cantidades diferenciadas.Del sopor pasaba a una benigna exaltación con ese fervor festivo quealimenta la locuacidad y expande la camaradería» (p. 148).

Aún podemos enumerar otras tabernas: el Palomo, donde los viejos juegan al

dominó en medio de una penumbra aliviada por sucias bombillas; el Exprés, el

112 Cf. Luis Suñén, reseña sobre Las estaciones provinciales, El País, Libros, 29/08/82, p. 5.

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Benito, el Mansilla, etc. A partir del tercer capítulo, el propio nombre de la novela

vuelve a señalar la trascendencia de la climatología como elemento que determina y

va poniendo fin a la trama y a los acontecimientos humanos que se suceden. En

efecto, del calor asfixiante y pegajoso de la primera parte, se avanza a un otoño

cargado de lluvia y viento. Ahora la nieve y el invierno113 son los protagonistas que

abren el último tramo de la peripecia del periodista de provincia:

«A las ocho y media estaba en la redacción.Las calles cubiertas habían amanecido como si la nieve más que caerles brotase: una esponjosa melena que la helada fraguaba hastapetrificar.A lo largo de la noche había nevado con esa constancia que agranda elsilencio del frío, con esa espesura que transforma el firmamento enuna campana de cristal opaco de la que se desprenden blancas yblandas esquirlas» (p. 187).

El frío invita a tomar los pocillos de caldos y las copas de vino en el

Cabrillanes o en el Lancia, cuya atmósfera abrigada «se matizaba con el aroma de

los leves escapes de la estufa, un trasto de hierro terroso del que surgía una

alambicada chimenea que sacaba el humo al exterior por el hueco recortado del

cristal de una ventana» (p. 192). Además este último les coge cerca de un colegio

electoral donde pueden cubrir las elecciones y retratar nuevamente esa decadencia

en los tiempos que corren, esa ruina que invade a todos:

«Encima de la mesa la urna, armada con varillas de metal negro,expandía una desagradable reminiscencia de calvario y funeraria. Losdos hombres abufandados que fumaban cerca de la ventana semantenían a una religiosa distancia, como invadidos del respeto queimponen los túmulos y los tribunales» (p. 194).

Uno de los espacios que visita Marcos Parra, y que está vinculado de forma

estrecha con el título de la novela, es la estación de ferrocarril de la provincia,

concretamente al final de los capítulos primero y segundo. En ambos casos sirve

113 Véanse, entre otros, ejemplos similares en La fuente de la edad, cuyo devenir temporal se iniciaen junio y cerrándose en una noche de invierno; o el ciclo cronológico de las diversas estaciones de unaño que conocemos a través de la similitud existente entre esa climatología y la vida de Don Senén,protagonista de Blasón de muérdago.

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para señalar que el camino de Marcos paulatinamente se irá convirtiendo en un

tramo en solitario, una travesía donde aumenta la sensación de soledad y la

fragilidad del héroe ante los acontecimientos que tomarán un curso irreversible. En

el primero Marquines se dirige a la búsqueda de Benito en la cantina y tras no

encontrarlo en los retretes lo divisa en el tope de una vía muerta:

«Benito Calamidades se incorporaba tras un vómito seco. Sujetabaun pañuelo manchado de sangre en la ceja izquierda. Sus ojosenrojecidos me miraron con un temblor de vidrios rotos» (p. 92).

Al principio para no intranquilizar a su compañero, justifica el golpe a la

borrachera, pero Marcos descubre el verdadero motivo: tres o cuatro individuos le

habían dado una paliza en la que le golpearon los riñones:

«Con saña, Marquines, como el lobo a la oveja. Una camada dehostias y en menos que canta el gallo. Por aquí, por allí, por arriba,por abajo. Para lisiarme» (p. 96).

Benito abandona la investigación, dolorido por los golpes de la paliza, a la

vez que «un rastro de indecisa claridad presagiaba el despegue del amanecer por el

horizonte de las choperas y el Camino» (p. 95). Y el mismo espacio reaparece al

final del segundo capítulo cuando Marcos se dirige a la estación para despedir a Tina

Robles, (lo que conlleva otra pérdida y el abandono afectivo de la mujer), hija del

mendigo muerto en extrañas circunstancias, y obligada a marcharse por el inspector

Valero para evitar problemas en la ciudad. En su paseo la voz de Luis Mateo Díez y

la del narrador suenan a la vez donde ambas conciencias fluyen114:

«Hasta la estación me quedaba un largo paseo.

114 Esta técnica, aplicada desde el Ulysses de James Joyce provoca «un descenso en la concienciaque se realiza sin intención de análisis u ordenamiento racional, es decir, que reproduce fielmente sudevenir (en lo que tiene de espontáneo, irracional y caótico), conservando todos sus elementos en unmismo nivel; segundo -y fundamental-, porque su verdadera realidad está dada en el plano de laexpresión, mediante la intoducción de un discurso que rompe definitivamente con los caracterespeculiares que el análisis introspectivo (causalidad, simplicidad, claridad) había consagrado en elmonólogo o soliloquio tradicional». Cf. Óscar Tacca, Las voces de la novela, Gredos, Madrid, 1973,p. 100.

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La ciudad se evade como si la noche lluviosa fuese limando susmatices y todo es un túnel de azotada intemperie.Te sumerges por el desierto de las calles como el náufrago a la deriva,en un mar proceloso: cortinas de agua y perdidos rincones donde unperro te ve pasar sin atreverse a seguirte y un gato erizado aguarda lapresa que no aparece» (p. 181).

Tras comprobar cómo el tren gallego comenzaba su trayecto con los quintos

pelados, que gritaban en tropel, vislumbra la imagen solitaria de Tina sentada en un

banco y escoltada por un policía. Es el escenario en el que Marcos le hace saber que

el inspector con el que ella habló está comprometido en los negocios del concejal y

le ayuda como tapadera. Asustada por su pasado y por el chantaje del que formaba

parte, pues conocían su vida pasada a través de una ficha completa que habían

enviado desde Barcelona, la pareja no puede evitar la rabia y la impaciencia ante la

marcha. Fuman en silencio a la espera de que llegue el tren asturiano. Marcos le pide

que le escriba al periódico, mientras «la noche se rompía bajo la luz de las farolas

gigantes en los extremos de la estación, unos puntos amarillos y altos, como faros

perdidos en el abismo» (p. 184).

Junto a la travesía por las diferentes tabernas, calles, plazas y estaciones,

verdaderas protagonistas de la aventura, Marcos ha demostrado lo unido que está a

esa gente que a veces lo contempla con pasividad, otras veces como compañeros que

le ayudan con datos y que van conformando ese entorno ciudadano en el que toda

esa galería de personajes, como colectividad demuestran ser al igual que su

protagonista, seres «grises, encerrados por su propio destino de irreversible fracaso,

habituados a la inercia y al sinsentido vital, zarandeados por la impotencia y las

circunstancias sociopolíticas del anterior régimen»115.

Tras comprobar cómo los culpables de los asesinatos quedan impunes y

cómo tras el amaño en las elecciones municipales que proclaman a Isauro Abascal

como concejal ya nada puede cambiar, resulta paradójico lo que la vida provoca: en

la celebración de la comida para conmemorar el triunfo de Isaurín, su padre don

115 Cf. Santos Alonso, «Escritores de hoy: Luis Mateo Díez, Resonancias Clásicas...», art. cit., p. 40.

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Paciano muere, estrellándose en una tarta, que salpica con el merengue al resto de

los invitados. Marcos es el encargado de escribir en el periódico una necrológica

seria y sentida. Es el antihéroe sometido, al dominio de los demás, lo que le

confunde la realidad:

«Todo parecía confundirse en la misma dimensión invernal, lanoche y la nieve saturadas en el abrazo sobre la ciudad, relegada conla misma resignación con que uno se queda viendo desde el suelo alos que pasan por encima» (p. 264).

No debe resultar extraño que, ante una realidad que le impide conseguir el

sueño y el deseo de justicia, el final de su travesía culmine y se identifique con la de

un perro o la de un ratón, o la de aquellos cochinillos que intentaban huir

desesperados por la caza de los furtivos, ahora al final cómplices en la desgracia y en

la soledad:

«Cuando llegué al bulevar tuve esa lastimosa sensación del perrocallejero en la inhóspita intemperie, como el náufrago de un innobleviaje en un mar de miserias en el que no queda más remedio queintentar sobrevivir [...]. [En la redacción del periódico] Descubrí al ratón fugitivo encara-mado sobre las teclas de mi máquina. La luz parecía desconcertarle ypor unos instantes, antes de emprender la huida, se me quedómirando, y pensé que ambos lo hacíamos con esa desalentadacomplicidad con que se miran los que se sienten desgraciados» (pp.264-265).

La investigación frustrada de un incendio se ha convertido en un

injustificado y vil asesinato, que «pone de relieve una sociedad mezquina basada en

unas estructuras injustas, que asfixia toda libertad individual, y el protagonista que

resulta el clásico perdedor, ya que al final de la novela todos sus intentos de cambio

son fútiles»116. El viaje ha convertido a Marcos Parra, antihéroe dispuesto a develar

el fraude y la corrupción, en un ser resignado que comprueba en su itinerario la triste

certeza de una provincia que termina por implantar su presencia de un modo

implacable.

116 Cf. Samuel Amell, «Hacia un nuevo realismo: las novelas de Luis Mateo Díez», Boletín de laBiblioteca Menéndez Pelayo (BBMP), Santander, LXIX, 1993, 245-254, p. 251.

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72

2. 2. El viaje como búsqueda del mito en La fuente de la edad

2. 2. 1. Introducción

El viaje en La fuente de la edad117, posee una estructura lineal y meditada

hasta en sus más mínimos detalles. La progresión espacial es más amplia e intensa

que la sucesión temporal, que no llega a cubrir cuatro días completos de aventura. Es

una novela construida a base de pinceladas realistas e instalada en un antiguo mito,

cuya distribución guarda estrecha relación con el esquema teatral de planteamiento-

nudo-desenlace. El texto se divide en tres grandes partes tituladas, así como los

capítulos que, a su vez, los integra. Cada división remite a géneros diferentes. El

primer bloque, tratado en clave de humor, viene a ser la búsqueda de pistas que

encaminan a lograr el objetivo deseado. Culmina con el encuentro del baúl del

canónigo don José María Lumajo, que guarda el Diario de la Omañona y que, en el

diseño editorial de la obra, comprende los cinco primeros capítulos. La segunda

parte, cuerpo principal de la novela, por su estructura y acumulación de peripecias,

sigue el esquema de la novela tradicional de aventuras118: el viaje por distinto

pueblos; itinerario que encamina al protagonista colectivo en éxodo voluntario de la

ciudad al campo, escenario habitado por seres positivos y negativos

respectivamente, y que le mueve no para ganar fama, como sucede en las novelas de

caballerías, sino para buscar el mito. En este caso, existe una estrecha conexión con

la novela de aventuras-alegórica, ya que el recorrido no es mera transición por la

toponimia leonesa, sino un encuentro con un ideal, con una fantasía histórica, que

supone un desbordamiento de la imaginación para ir más allá de los límites de la

117 Que a partir de ahora citaremos por La fuente... 118 Este tipo de viajes «sorprenden por lo insólito del recorrido, por el carácter extraordinario oatípico de los viajeros, y por las dificultades que encuentran para alcanzar su destino». Asimismo, elitinerario «es una fantasía que se sitúa en lugares que el autor, por lo general, no ha visto, excepto conlos ojos de la imaginación. Esos viajes van íntimamente asociados a la aventura, es decir, a lasuperación de peligros y dificultades, hasta el punto que el viaje y la aventura son una cosa y lomismo». Cf. Pablo Gil Casado, La novela deshumanizada (1958-1988), Anthropos, Barcelona, 1990,

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realidad. Esta parte finaliza con la noticia de la muerte del novicio Julio Linaza, que

conocemos a través de la carta que recibe su amigo Benjamín. La parte final posee

una confrontación marcadamente teatral. Se desarrolla en un mismo escenario en el

que se describen múltiples situaciones inverosímiles. En este último bloque, en el

que el diálogo cobra una importancia fundamental, el protagonista colectivo regresa

al espacio inicial de la acción y se cumple el envenenamiento masivo de los

miembros del Casino. El relato se cierra con la muerte de Dorina.

El tema central de la narración, el encuentro con el mito119 de las aguas que

garantizan una juventud eterna, está motivado directamente por sucesos en el relato

del marco, es decir, el Diario del canónigo don José María que describe el itinerario

de las fuentes. Por tanto, la narración posee un marco que queda enlazado a un

referente. El lector descubre al final de la primera parte el baúl, en el que se esconde

el diario. Y será éste, el punto de aranque para buscar y conocer el verdadero

mito120.

La acción narrativa puede simplificarse aún más. Existen dos grandes

divisiones: una novela que conjuga acción dinámica y estática. La primera parte

queda reflejada en el viaje que los cofrades realizan y la segunda (tercer bloque

según el diseño editorial de la obra), en la que asistimos a una representación teatral

de claro influjo valleinclanesco y donde el lector percibe el tipo de sociedad que

impera en la provincia. De esta forma, el armazón sobre el que se construye la

novela surge de una doble vertiente metafórica: la vida como viaje de aventuras

donde es posible la recuperación del mito y la vida como diversión que desemboca

en la imagen de un mundo al revés.

p. 358. 119 «El mito es la apariencia engañosa de una verdad que es el logos. He aquí la concepción ilustradadel mito, que lo concibe como el oponente dialéctico del saber. Reconocer las falsas apariencias comoel engaño de una visión científica [...], es la manera de constituir una verdad». Cf. Blas Matamoro,«Historia, mito y personaje», en Cuadernos Hispanoamericanos, núm. 467, mayo, 1989, 41-56, p. 43. 120 «Las manos de don Florín aceleraban la búsqueda [...], desesperadas ante los libros, que caíanalrededor del baúl como secos cadáveres [...]. Fue el grito de don Florín [...], lo que les hizo [...]descubrir allí, como el útimo resto de un extraviado patrimonio, un pequeño cuaderno, que una letra

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El motivo del viaje

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El novelista dibuja, a través de la aventura, el humor, la intriga y la sátira, la

sociedad de una pequeña provincia española que vive anclada en los años cincuenta.

En ella se cuenta la historia de una peculiar Cofradía que come repulsivas ancas de

rana y que se dedica a la vida nocturna, al esoterismo y al alcohol. Este grupo, que

consume grandes cantidades de alcohol, busca un hecho insólito y paradójico:

encontrar un misterioso y oculto venero que les proporcione la juventud perpetua. El

uso del tema mágico, constituye una reflexión sobre la novela. Es una indagación en

el arte novelesco, una vuelta constante sobre mitos, a la vez que una recreación de

viejos valores. Ello encierra una contradicción, pues la segunda parte de la obra es la

que muestra de manera más intensa esa búsqueda, y en la que además, la presencia

del alcohol es constante. Todo ello es motivo desencadenante para introducirnos en

una esfera atemporal. El escritor se sirve de este recurso para mostrar un rico

itinerario de lugares de la tópica literaria a través de los tiempos. Mediante los

personajes que habitan este espacio, no sujeto a límites cronológicos, la literatura es

tratada de modo artificioso, permitiendo así crear y recrear modelos de distintas

épocas.

2. 2. 2. La peregrinación o aventura: modos de acceder a la verdad

La búsqueda del agua es motivo que sirve a Luis Mateo Díez para crear una

fantasía histórica, cuyo cimiento básico se monta sobre un significado alegórico. El

novelista, inmerso en la realidad121 , parte de ella para crear una ficción; prepara un

viaje en el que da cabida al mito de la existencia del agua eterna, que se convierte en

fantasía histórica de la humanidad. En todo el proceso sobresale una búsqueda y

deseo del goce lúdico: La fuente..., actualiza la clásica idea del juego antitético entre

el tiempo humano y el de la naturaleza. El agua, desde siempre, ha sido una imagen

superficial bajo la cual existen imágenes cada vez más profundas122. La novela

menuda signaba en la portada con el título de Diario de la Omañona». Cf. La fuente..., ed. cit., p. 110. 121 «Yo suelo confesar con facilidad que es en la realidad y en la memoria donde se encuentran mismás evidentes fuentes de inspiración, por llamarlas de alguna manera. En una cierta o inciertacompaginación de ambas. Y esto me lleva a constatar mi condición de escritor realista, algo quetengo muy asumido cuyo mundo literario suele fluir desde ese poso de las cosas vividas que el tiemposiembra en la memoria». Cf. «Novela: realidad y fantasía, una reflexión», art. cit., p. 16. 122 En este sentido, Gaston Bachelard afirma que el agua se concibe como la metamorfosis

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presenta más que una peregrinación por zonas naturales, una ruta o un viaje de

aventuras. La precisión reside en el valor semántico de la palabra «expedición», cuya

clave se encuentra en la segunda parte, capítulo siete, titulado La expedición. La

acción se sitúa en las zona de la Omañona y es Benjamín, uno de los protagonistas,

quien la nombra como tal: «La luz salpicaba las hojas del nogal gigante, vencía la

verde penumbra y llegaba al ventanal del comedor de la casona, con ese brillo de

perlas veraniegas que florecen en la escarcha temprana [...]. Recordó la última carta

de su antiguo compañero de noviciado Julio Linaza, que había recibido dos días

antes de que la expedición123 partiera hacia la Omañona» (p. 113).

En este binomio peregrinación-expedición, La fuente ..., representa, en el

panorama de la literatura española contemporánea, una profunda renovación: el

autor da un paso decisivo al tratar de manera muy personal el mito de la eterna

juventud. Mientras que, por ejemplo, se cultiva un género que empieza a cobrar

auge durante estos años y que Luis Mateo Díez ya pone en práctica en Las

estaciones..., la novela policíaca, Santos Sanz Villanueva señala que existe un abuso

de lo intrascendente y de la metatextualidad en la novela actual. Según el crítico,

este hecho se compensa gracias a la aparición de novelas como La fuente..., de Luis

Mateo Díez quien «sigue en su lúdico empeño de recrear la mediocridad provinciana

del medio siglo y a ello ha dedicado su bien realista y a la vez metafórica La fuente

de la edad (1986). El tema de la guerra y la oscura posguerra vuelven a ocupar

páginas significativas y notables, y asunto de tanta trascendencia bien merece una

parrafada. Algunos de los más jóvenes novelistas han dado una visión de la guerra

que para mí tengo que es el último estado de los diferentes tratamientos que ha

obtenido. En ellos (...), ya no se trata de un conflicto atravesado por la ideología,

sino que es una referencia que pertenece al campo de las vivencias o de los

enjuiciamientos, sino al de los mitos»124.

ontológica entre el fuego y la tierra. Además, recuerda la idea expuesta por Heráclito: no nos bañamosdos veces en el mismo río, porque en su profundidad, el ser humano tiene el destino del agua quecorre. El agua es realmente el elemento transitorio. Cf. El agua y los sueños: ensayo sobre laimaginación de la materia, Fondo de Cultura Económica, México, 1978. 123 El subrayado es mío. 124 Cf. «Una realidad en la última novela española», art. cit., p. 3.

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76

La fuente..., en este sentido, dista considerablemente de una novela barroca

como El Criticón125, en que la peregrinación126, vía de aprendizaje y sabiduría, se

convierte, en errante camino de dos viajeros que aspiran a conseguir la Inmortalidad,

meta que se consigue lograr mediante la práctica y el ejercicio de la virtud. Fernando

Lázaro Carreter apunta que para Baltasar Gracián la Odisea fue un relato apto como

modelo para su proyecto127. En efecto, el anciano Critilo, que ha naufragado128 es

salvado por Andrenio quien vive en una isla en estado salvaje. Rescatados por unas

naves que les conducen a España, comienzan una larga peregrinación en busca de

Felisinda. A lo largo de ella, Critilo, que personifica la virtud y la sabiduría, instruye

poco a poco a Andrenio129, que simboliza el vicio, sobre los engaños del mundo,

que le parece lleno de imperfecciones. Es precisamente la superación de los vicios y

la conservación de las virtudes, lo que posibilita que sean admitidos en la Isla de la

Inmortalidad.

125 Baltasar Gracián, El Criticón, (ed. de Antonio Prieto), Planeta, Barcelona, 1985. 126 El motivo clásico de la peregrinación cuenta con distintos ejemplos y tratamientos diferentes a lolargo de la historia de la literatura universal. Piénsese, por ejemplo, entre otros, en La historia etiópicade Heliodoro, La Odisea de Homero o La Selva de Aventuras de Jerónimo de Contreras. 127 “Gracián va a tener muy en cuenta el ejemplo del poema homérico, muy remoto, como unfondo de escenario, al que se anteponen decoraciones, pero presente allá atrás”. Cf. “El géneroliterario de El Criticón”, en AA. VV., I Actas de Filólogos Aragoneses, Institución Fernando ElCatólico, Zaragoza, 1985, 67-87, p. 72. 128

Existe un paralelismo entre la imagen simbólica del náufrago de Gracián y el que Góngoraretrata en sus Soledades, (ed. de John Beverly), Cátedra, Madrid, 1989. En efecto, Critilo es arrojadoal agua y se salva gracias a una tabla, «sagrada áncora» (ed. cit., p. 79). Además, al llegar a tierra«selló sus labios en el suelo, logrando seguridades, y fijó sus ojos en el cielo, rindiendoagradecimientos» (ed. cit., p. 9). El peregrino de Góngora, abandonado en soledad en una granextensión de mar, se aferra a una «breve tabla» (Sol. I, v. 29), y tras llegar a tierra, «besa la arena»,ritual, que según Pellicer (anotado en propia edición) describe como «Ceremonias de los huéspedesquando escapan del naufragio». De manera esquemática, el paralelismo se muestra del siguientemodo: en Gracián el juego es «sagrada áncora» y «selló sus labios en la arena»; en Góngora es «brevetabla» y «besa la arena». Para una visión más detallada sobre otros aspectos de la vida y obra deBaltasar Gracián, véase Ricardo Senabre, Gracián y El Criticón, Universidad de Salamanca, 1982.Asimismo, para entender el prototipo de peregrino en distintos géneros novelescos, véase AntonioVilanova, «El peregrino andante en El Persiles de Cervantes», en Erasmo y Cervantes, Lumen,Barcelona, 1989, p. 331 y sigs. El citado artículo se encuentra también recogido en el Boletín de laReal Academia de Buenas Letras de Barcelona, XXII, 1949, pp. 97-159.

129

Como ha señalado Juergen Hahn, «he learns that the world wich he thought to be a beautiful andharmonious construct, an unblemished mundo, as indeed it was originally, had been spoiled by manand had become inmundo [...]. Andrenio's peregrinatio, then, is a peripatetic apprenticeship inprudencia. "Step by step" his geographical displacement is accompanied by a spiritual displacementof a gradual desengaño, the change of attitude that is at the heart of the Christian peregrinatio». Cf.The origins of the baroque concept of "peregrinatio", University of North Carolina Press, ChapelHill, number 131, 1973, p. 49.

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En La fuente..., los cofrades tratan de llegar a ser personajes satisfechos por

la naturaleza pues, en ese mundo natural, a diferencia de todo lo demás, tienen la

oportunidad de recorrer libremente un camino, de vivir una aventura. Una aventura

intensa, extraordinaria e imprevisible, una fantasía histórica que se repite a través de

los siglos desde los inicios de la humanidad. Pero se distancia de aquella en que la

meta que pretenden lograr no se consigue, es decir, no encuentran al final lo soñado

y además, no se hallan presentes valores morales o éticos que permitan transformar a

los aventureros en «ángeles candidatos de la eterna felicidad»130.

Luis Mateo Díez elige para La fuente..., una materia novelesca. Ésta es, por

un lado, una historia envuelta de misterio y magia sobre un tópico tan ancestral

como el origen del hombre y, por el otro, la naturaleza como material de su acción

novelesca. La novela se inscribe en un género narrativo claramente definido: la

novela de aventuras, en la que el viaje es su elemento primordial. El propio objetivo

queda fijado en la excursión para buscar un venero que posee virtudes milagrosas,

hecho que, obviamente, se sale de lo cotidiano. El juego desarrollado es el del

viajero múltiple, ese homo viator, claro influjo cervantino (El Quijote131 y Los

Trabajos de Persiles y Sigismunda), también tratado en las Soledades 132

gongorinas o en El Criticón, si bien, en La fuente..., aparece el personaje arquetipo

que conocemos por peregrino. El factor principal de la aventura (marcha del grupo

desde su zona habitual de residencia a otra de inseguridad) y su relato es el viaje,

que no se ajusta a la estructura del viaje, según, por ejemplo, las etapas de la vida

130 Cf. El Criticón, ed. cit., II, crisi X, p. 347.

131 «No hay duda, por ejemplo, y para remontarnos a nuestros clásicos, que si El Quijote es la

novela realista por excelencia, El Criticón podría pasar por la novela "intelectual" también porexcelencia: dos autores sin duda del novelar universal, pero dos cumbres esencialmente diferentes, laprimera representa el punto más alto alcanzado por la novela, la segunda el punto, más alto también,alcanzado por una decadencia literaria». Cf. Juan Ignacio Ferreras, Tendencias de la novela españolaactual, 1931-1969, Ed. Hispanoamericanas, París, 1970, p. 195.

132

Para Jurges Hahn, el significado del viaje «is likewise included in the more inclusivemeaning-cluster of peregrinatio. The plot of the poem describes the fate of shipwrecked youth, known only asel peregrino. He arrives in a bucolic world and his early contact with its habitants reveal them to be apeople of the simple virtues reminiscent of the Golden Age from wich they are not far removed. Thiscondition of the integral rural life of the pastoral comunity closely resembles the commonplace idyllicof the sixteenth and seventeeth century that embody and escape from reality». Cf. The origins of the

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78

humana, si bien es el método empleado para unir una secuencia de episodios. El

objeto es la búsqueda de un sugestivo tesoro, en el caso que nos ocupa, una fuente

que ofrezca al ser humano la juventud perpetua. El carácter de la aventura lo

conforman una serie de circunstancias que oscilan desde el aspecto lúdico al

existencial, pasando por el amoroso o el gastronómico, situaciones en las que los

personajes se desenvuelven, en ocasiones, de forma airosa y otras no tanto.

El itinerario por las tierras leonesas es hilo conductor para unir secuencias

que se viven en esa aventura y que son pretexto en el que la propia excursión se

encuentra salpicada de obstáculos hasta el final. Aventura en la que el contacto con

las fuerzas naturales es la propia Naturaleza en acción, imagen que recuerda el ideal

barroco de Naturaleza como potencia viva. Para ello, el autor se sirve de un espacio

natural: el paisaje leonés y también de un protagonista colectivo, la cofradía,

miembros profanos en el tema aventurero. Este hecho incidirá más tarde en la

reacción sorpresiva de todos ellos a lo largo de la ruta. Al igual que Andrenio y

Critilo buscan por el mundo a Felisinda (alegoría de la Felicidad y madre de

Andrenio) partiendo de la Isla de Santa Helena hacia Francia, España, Alemania y

Roma, lugar éste último en el que comprueban que Felisinda ya habita en el Cielo;

del mismo modo el protagonista colectivo de La fuente..., busca un elemento

utópico en un ambiente, en ocasiones, alegórico, si bien en la base de todo ello

existe un sentido escapista que en aquella se excluye.

Antonio Vilanova en su estudio sobre Erasmo y Cervantes133, dedica un

amplio capítulo al peregrino andante y en él se define el concepto de peregrino, que

«extrae su nombre de la errante peregrinación que constituye su vida, sembrada de

viajes, trabajos y aventuras. Su trayectoria vital y su condición humana no tienen

relación alguna con la de peregrino medieval, ni con la institución cristiana del

peregrinaje, arriesgada aventura a tierras lejanas en cumplimiento de un voto, por un

simple anhelo piadoso, en redención de una culpa o expiación de un pecado. Al

baroque concept of "peregrinatio", op. cit., p. 45.

133

Cf. Antonio Vilanova, op. cit., p. 331.

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79

designar con el nombre de peregrino al héroe de la narración novelesca, no se alude,

como diría Covarrubias, al "que sale de su tierra en romería a visitar alguna casa

santa o lugar santo", sino al que vaga errante fuera de su patria».

En efecto, Sebastián de Covarrubias134 define "peregrino" a "aquel que sale

de su tierra en romería a visitar alguna casa o lugar santo. Díxose en latín peregrinus

[...], por andar largo camino. Peregrinar, andar en romería o fuera de su tierra.

Peregrinación, la romería. Cosa peregrina, cosa rara". Sin embargo, esta definición

no cobra verdadero sentido en La fuente..., pues los cofrades, si visitan algún lugar

santo es en modo involuntario (como sucede en el episodio del fraile tronado),

donde además son encerrados. Sin embargo, sí emprenden un itinerario alegórico-

real, lleno de aventuras, que pone de relieve una idea: la vida del hombre es un ir y

venir por lugares desconocidos, es un deseo de encontrar respuestas a enigmas que

escapan a su conocimiento humano. Por tanto, no se proponen aprender y extraer

consecuencias del itinerario, como sucede en la peregrinación barroca. Sí existe una

trayectoria alegórica y, cómo señala el propio Luis Mateo Díez, «pudiera ser una

fábula sobre el destino sublimador de la imaginación o sobre el ideal que corona -en

la meta de lo imposible- los nobles afanes de quienes quieren transformar el barro

cotidiano en esa otra materia de la que dicen que están hechos los sueños»135.

El término «peregrinación» no puede adoptarse en La fuente..., en un sentido

preciso, al carecer la empresa que acometen los cofrades de una intencionalidad

moral. Ricardo Senabre, en su estudio sobre El Criticón, señala que la peregrinación

se convierte «en consecuencia, en una imagen idónea y de considerable rendimiento

que ilustra una y otra vez [...], la idea de que la vida humana es un itinerario que

debe conducir al cristiano a la salvación eterna»136. Sin embargo, en ningún

momento la cofradía anhela la salvación eterna del cristiano, no es la imagen del

134 Sebastián de Covarrubias, Tesoro de la Lengua Castellana o Española según la impresión de

1611 con las adiciones de Benito Remigio Noydens publicadas en la de 1674. Edición preparada porEdiciones Turner, Madrid, 1977.

135

Cf. «Novela: realidad y fantasía, una reflexión», art. cit., p. 19.

136

Cf. Ricardo Senabre, op. cit., p. 34.

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80

hombre peregrino, desterrado y desdeñado (como ocurre, por ejemplo, en Góngora);

por el contrario desea la perpetuidad de la vida terrena, la que le permita disfrutar de

todos los placeres del «más acá», frente a la negación del «más allá». Y por ello, el

objetivo se basa fundamentalmente en la búsqueda de lo permanente, de lo primero,

de aquello que está siempre. Se trata de alcanzar este mundo eterno, que sólo existe

en la naturaleza, capaz de poseer ese prestigio de virginidad para mantener o

alimentar mitos y que, por tanto, es lugar propicio para poder recrear numerosas

leyendas. El primer paso de la vida del cristiano en busca de la perfección, el

vencimiento del propio cuerpo, a través de un proceso de ascesis no se consigue. La

idea del camino cristiano para llegar a ser inmortal, es algo que se niega en toda la

novela y además lo constata el propio novelista, quien conocedor de lo inviable de

esta empresa mítica, propone los ideales como mentiras y disparates:

«De este tipo de mitos viejos como el mundo yo no puedo tenerotra perspectiva que no sea la paródica, porque son mitos en sí yabastante paródicos, es decir, que recrean los grandes imposibles, lasgrandes mentiras en las que el hombre tiene que creer a la fuerza yesas grandes mentiras que son las que consolidan los grandes mitospertenecen a algo tan disparatado: quizás sea éste el mayor atractivoque todavía conservan. Además estamos cada vez más alejados de loque son esos conocimientos originarios del ser humano, que sefraguan en los de verlos más desnudos, así que de un modo u otro losacabas viendo más risibles, más paródicos»137.

Excluido el aspecto moral, resulta más acertada la acepción de expedición,

que recoge el sentido de "excursión o viaje colectivo para realizar una empresa".

Valgan los siguientes testimonios:

«Ésta es una expedición de pesquisa y reconocimiento» (p. 126).«Ésta, no lo dudeis, ha de ser una empresa nocturna, urgente...» (p.69).«Yo he hecho correr la noticia de que sois un grupo [...], y que vais deexcursión» (p. 121).

Asimismo, se alude a los miembros que integran el grupo, usando la misma

expresión:

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81

«A la sombra de la garganta, entre las piedras desmoronadas queformaban un desordenado corredor encontraron los expedicionarios elalivio de la media mañana»

Si bien no se deja a un lado la noción de peregrino:

«No perdamos la conciencia de lo que esta aventura tiene deperegrinación -dijo Benuza- [...]. La Ruta que llevamos en ella mismatiene su meta sublimadora» (p. 166).

Al hablar del canónigo don José María Lumajo, difunto canónigo alejado de

la ortodoxia y, conocedor del secreto de las virtuosas aguas, es descrito como «un

peregrino ambicioso [que] no cejaría hasta enredarse en la mismísima senda del

laberinto» (p. 167). Paco Bodes, Chon Orallo o los demás cofrades no son

arquetipos de virtud y heroicidad ejemplar, a diferencia de Andrenio y Critilo

quienes debían reunir todas las virtudes para alcanzar la Inmortalidad. Gracián, en

boca de sus personajes, señala en la última crisi de El Criticón un mensaje que

apunta en el mismo sentido: «Sé eminente en la virtud, sé heroico y serás eterno,

vive a la fama y serás inmortal»138.

La expedición pretende cambiar el destino del hombre pero, no sigue el

modelo de peregrinación-expedición como aprendizaje; mas al contrario, es

paliativo para el goce, el escape y la diversión, como únicas salidas frente a una

sociedad opresora y un mundo provinciano asfixiantes. Por tanto, el viaje simboliza,

ante todo, una búsqueda de libertad. Resulta evidente que si la práctica de la virtud

garantizaba el preciado galardón que desean, en La fuente..., este proceso se niega

continuamente.

La fuente..., de Luis Mateo Díez es una novela en la que se ataca desde su

base la idea de la Contrarreforma, donde la vida humana no era más que una

desgraciada y desoladora peregrinación que comienza en la cuna y acaba en la

tumba, un camino de penurias y fatigas, en definitiva, un lacrimarum valle, cuya

137 Cf. Javier Goñi, «Luis Mateo Díez: el humor, un espejo en el camino», art. cit., p. 19.

138 Cf. El Criticón, ed. cit., III, crisi XII, p. 588.

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meta era la otra vida. En este sentido, señala Asunción Rallo el reflejo pesimista del

hombre del XVII en una prosa que muestra en su consecuencia, una falta «de

confianza en su propia capacidad y en las de la sociedad en general [...], la hiriente

realidad de un mundo al revés sin posible solución terrenal (Quevedo) o el sendero

para la salvación personal del discreto acomodado a las circunstancias (Gracián)»139.

Una idea similar refleja el estudio de Antonio Prieto sobre la obra del jesuita

aragonés, puntualizando que «en esta trayectoria medular del sujeto, de individuo

(como suma de contrarios) a persona (como culminación humana), se concentran

aquellos elementos de soledad, discreción, desengaño, prudencia y pesimismo

forjados en sistema en la individualidad de Gracián como oposición experimentada

entre su mundo y su carácter humano»140.

El objetivo de la aventura queda ligado al tópico bíblico de la pérdida del

Paraíso. Precisamente el hombre pierde la Inmortalidad y, en este caso, los cofrades

no pueden alcanzarla porque durante la excursión ni aprenden ni hacen nada por

conseguirla. Sencillamente los personajes de La fuente..., son sujetos reales y ello les

hace adoptar acciones tan «humanas» como el comer, beber, dormir la siesta, etc. Su

meta son los bienes terrenos y, por tanto, aspiran a una felicidad terrenal141, en la

que queda fuera toda filosofía trascendental142. No hay, por tanto, ese deseo del

conocimiento en la unión con Dios. Aquí se vuelve a distanciar de El Criticón,

donde la peregrinación de la vida del hombre se experimenta «como educación, y

como evolución, como búsqueda de la felicidad a través de la experiencia y de la

139 Cf. La prosa didáctica en el siglo XVII, Taurus, Madrid, 1988, p. 12.

140

Cf. «El sujeto narrativo en El Criticón», en Ensayo semiológico de sistemas literarios, Planeta,Barcelona, 1972, 191-253, p. 235.

141

«Corral y bodega para eso están -confirmó Aquilino encantado-. Y conviene repostar a fondo,porque las trochas y los senderos [...], son de cuidado por estos montes» [...]. «Chamín -aconsejó a susobrino-, ya sabes que una buena siesta vale lo que no vale una medicina. No hay que perder lasbuenas costumbres» (Cf. La fuente..., ed. cit., pp. 115 y 121 respectivamente).

142

De nuevo, esta postura se aleja de lo que Gracián defiende. En La fuente..., el ideal no esreligioso, sino humano, frente a lo que el jesuita apunta en el aforismo 300 del Oráculo manual y artede prudencia, para quien «la capacidad y grandeza se han de medir por la virtud, no por la fortuna:ella se basta así misma:vivo el hombre, le hace amable, y muerto, memorable». Cf. El Héroe, ElPolítico, El Discreto y Oráculo manual y arte de prudencia, (ed. de Arturo del Hoyo Martínez),Clásicos Plaza y Janés, Barcelona, 1986, p. 479.

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sabiduría»143. De un modo irónico, la Cofradía demuestra que el Paraíso está situado

en la tierra, un Paraíso gastronómico, de descanso, en medio de una ciudad de los

años cincuenta en que viven asfixiados. Peregrinación y expedición constituyen dos

visiones del mundo, dos caminos que intentan alcanzar la verdad. Es el contrapunto

que mantiene el relato, es la oposición entre lo maravilloso y lo real, entre lo

fantástico y lo evidente. Por cualquiera de las vías se trata de acceder a ese lugar

capaz de poseer mitos, de engendrar hechos y acciones utópicas.

La clave para discernir entre una y otra visión del mundo depende del modo

de ver la vida y de la meta que se quiere alcanzar en ella. La influencia que ejerce

sobre la vida real cada una de estas actitudes es distinta. Los personajes de El

Criticón se dirigen hacia una vida fructífera en el más allá, que se consigue

alejándose de todo lo terreno144. Sin embargo, los cofrades se aferran a los bienes

terrenales, lo que automáticamente anula cualquier posibilidad de salvación, según

la primera actitud anotada.

Estos últimos se encaminan hacia un mundo a través de los sueños (tercera

vía propuesta por el autor para conseguir un mundo más bello, en nuestro caso para

escapar de ese mismo mundo). Ante la realidad que les ha tocado vivir, optan por

dar «a la vida un bello colorido ilusorio en el país de los ensueños y de las fantasías

que velan la realidad con el éxtasis del ideal [...], basta dirigir los ojos a la dicha

soñada de un pasado más bello [...], a la jubilosa claridad de la vida y del goce de la

naturaleza»145. El sueño, empleado como vía para encontrar algo mejor en la vida, es

un medio de unión entre lo tangible y lo intangible; el mundo se manifiesta como la

imagen magnífica y extraordinaria que desean conseguir. Sin olvidar que en ese

143 Cf. Antonio Vilanova, Erasmo y Cervantes, op. cit., p. 402.

144

Johan Huizinga ha señalado cómo, ante la nostalgia de una vida mejor, el hombre medievalpuede recorrer tres caminos que conducen a la meta: el primero es la vía que niega el mundo. La vidaplacentera se consigue tras abandonar lo terrenal. Es decir, es el camino que el cristianismo impone.El segundo conduce a una perfección del mundo y la Edad Media apenas lo conoció. La terceraopción es la de los sueños: si la realidad es tan negativa que la negación del mundo es ardua; lossueños y la ilusión, en contrapartida, transportan hacia un pasado más hermoso en el que se permitegozar de lo natural de la vida. Cf. El otoño de la Edad Media, Revista de Occidente, Madrid, 1973,9ª. ed., pp. 58 y sigs.

145

Cf. El otoño de la Edad Media, op. cit., p. 60.

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viaje, el grupo representa la humanización del ser terrenal en grado sumo; si

aplicamos las palabras de Antonio Vilanova, La fuente..., representa, al igual que el

Persiles de Cervantes, «el retorno al mundo maravilloso de la fantasía, manteniendo

en la figura del héroe [colectivo] una verosimilitud real y humana»146.

La diversidad significativa147 que ofrecen las acepciones de peregrino y

peregrinación148, nos lleva a un terreno delicado. Podemos pensar que la excursión

de La fuente..., es un viaje, una ruta hacia un lugar extraño y desconocido donde

creen que existe una quimera, un ideal (representado por las aguas virtuosas).

Asimismo, en los episodios de Manuela Mirandolina, la cabra Berrenda, o el «fraile

tronado», encontramos que son raras, extrañas, especial en su línea, o pocas veces

visto. Cuando el grupo de cofrades conoce lo difícil que resulta la vida, los disgustos

y adversidades que debe recorrer como ser humano149, sabe también que en esas

paradas que realiza para tomar información acerca del agua, se produce el

enfrentamiento del ser humano con la Naturaleza y por ello, no resulta extraño que

exista un respeto hacia los elementos naturales pues, conocen los de allí, que la

madre tierra puede castigar en cualquier momento a los que osen develar sus

secretos más profundos. El itinerario depara al grupo de aventureros un efecto

sorpresivo en cada encuentro con los pastores, pues el modo de tratar con cada uno

146 Cf. Erasmo y Cervantes, op. cit., p. 330.

147

El Diccionario de Autoridades, (1ª ed. facsímil de 1726), 3ª. reimpresión, Gredos, Madrid,1976, ofrece varios significados en torno a las acepciones de peregrinación y peregrino. Sólo vamos atener en cuenta aquellas que se aproximan a nuestro objeto de estudio: peregrinación: (Acep. 1) 'Setoma particularmente por el viaje que se hace a algún santuario por devoción u por otro voto'. / (Acep.2) 'En sentido mítico se llama el tiempo de esta vida, en que se está de paso para la eterna'. / (Acep. 3)'Andar por tierras lejos de la propia patria. Es formado de la voz peregrino. Lat. Peregrinari'.Peregrino: (Acep. 1) 'Que se aplica al que anda por tierras extrañas o lejos de su patria'. / (Acep. 2)'Por extensión se toma algunas veces por extraño, raro, especial en su línea, o pocas veces visto'. /(Acep. 3) 'Por extensión y en sentido místico, se llama al que esté en esta vida mortal, y camina a laeterna'.

148

Antonio Vilanova señala que el término peregrinación en latín clásico, «tiene el sentido deviajar por lejanas tierras, recorrer países extranjeros o morar en tierras extranjeras, y peregrinus estanto el viajero, que recorre remotas tierras como el extranjero que está fuera de su patria». Cf.Erasmo y Cervantes, op. cit., p. 331.

149

Manuela Mirandolina habla de la vida y refiriéndose al tiempo, dice a los cofrades:«No haypájaro que no vuele más de lo debido ni enredadera que no crezca más de la cuenta». Cf. La fuente...,ed. cit., p. 152.

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de ellos es muy diferente al de los seres que habitan la ciudad150. Hay que hacer

notar que para Jurges Hahn, el concepto de peregrinatio abarca un completo abanico

de posibilidades significativas; argumento, vida y estilo, que juntas constituyen una

totalidad conceptual151. Cada vez nos distanciamos más de esa idea de peregrinar

para lograr un perfeccionamiento en la virtud, pues bien los cofrades pretenden

alcanzar todo aquello que la vida ofrece como bienes materiales y, por tanto, desde

aquella postura, olvidan el fin esencial152. Sin embargo, aunque no se parezcan en

nada, los personajes de ambas novelas sí van a conocer el desengaño o el engaño al

final de ese viaje. En El Criticón sí aparece una llamada de atención constante:

«Varias y grandes son las monstruosidades que se van descu-briendo de nuevo cada día en la arriesgada peregrinación de la vidahumana. Entre todas, la más portentosa es el estar el Engaño en laentrada del mundo y el Desengaño en la salida»153.

La fuente..., es una novela inscrita en la rica tradición narrativa que tiene

como maestro indiscutible a Cervantes por varios motivos. La acción es itinerante:

Don Quijote también peregrina en busca de aventuras y, debido a su locura,

emprende un viaje de aventuras en que intenta recuperar sus ideales de caballería. Es

esta novela cervantina, asimismo, por la interpolación de relatos y por el uso de

personajes extraños, seres locos e inocentes que deambulan por toda la narración.

También es cervantina la búsqueda quimérica del ideal, por su contraste con la

realidad y por el juego entre lo vivido y lo soñado. En La fuente..., no hay ideal

caballeresco, sino ideal del encuentro, a través del escape, de la evasión y de la

150 «Ya estamos en el mundo -dijo el sagaz Critilo al incauto Andrenio, al saltar juntos en tierra-.

Pésame que entres en él con tanto conocimiento, porque sé que te ha de desagradar mucho [...]. -Vistohas, hasta ahora, las obras de la naturaleza y admirándolas con razón; verás de hoy en adelante las delartificio, que te han de espantar. Contemplado has las obras de Dios; notarás las de los hombres yverás la diferencia. ¡Oh, cuán otro te ha de parecer el mundo civil del natural y el humano del divino!Ve prevenido en este punto, para que ni te admires de cuanto vieres ni te desconsueles de cuantoexperimentares». Cf. El Criticón, ed. cit., I, crisi V, p. 45.

151

Así, la peregrinatio «consists of a process of moral exploration of the world whose ultimatepurpose is the attainment of desengaño, a wisdom of disillusionment». Cf. The origins of the baroqueconcept of "peregrinatio", op. cit., p. 169.

152

Baste sólo recordar la cantidad de comidas y cenas que aparecen en esta novela y lo frecuentedel motivo gastronómico en todas sus narraciones.

153

Cf. El Criticón, ed. cit., III, crisi V, p. 461. Los subrayados son míos.

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eternidad. De cualquier modo, «el relato de un viaje, desde los primeros libros de

caballería hasta las últimas realizaciones del nouveau roman francés, es la estructura

primordial de toda la narrativa europea, la fórmula alegórica del devenir del hombre

en este mundo»154.

No debemos perder de vista, sin embargo, que el viaje en La fuente..., nos

proporciona un material de incalculable valor literario, pues nos sitúa ante dos

elementos que contribuyen a enriquecer el soporte estrucutral de la novela, y que

son, por un lado, una geografía teñida de un excelso simbolismo que se mezcla con

la propia realidad, y del otro, la posibilidad del encuentro con los pastores,

posibilitando así la recuperación de mitos literarios que pasean a lo largo de toda la

narración.

2. 2. 3. La geografía simbólico-real

Los lugares concretos por los que deambulan los aventureros en la zona de la

Omañona155 -Cueva del Raposo, campar de la Garueña, Brañina del Garueño, Valle

Manjarino, Castrocandín, Monte de los Faisanes, Campar del Candín, etc-, dejan

paso a una toponimia nítida, simbólica y real, a la vez que alegórica y precisa156. En

efecto, es preciso aclarar en este sentido, que La fuente..., es en el espacio

154 Cf. Ramón Buckley, Raíces tradicionales de la novela contemporánea en España, Ed.

Península, Barcelona, 1982, p. 193. 155 El novelista, junto a su padre y hermano, escriben unas memorias sobre los valles del nortepeninsular. En un momento describen y delimitan el paisaje físico de la Omaña en los siguientestérminos: “Los relieves orográficos que lo delimitan y a la vez lo acogen, siempre con muchahambre de belleza en la mirada, vamos anotando y confrontando: hacia el Sur, una loma larga ygruesa sin relieves bruscos, divide la Omaña de Valdesamario, cuyo valle presentimos, pero novemos (...). Cambia ahora la perspectiva. Miramos al Norte. El cierre de la Omaña por ese lado esdiferente; aquí no es ya el monte más o menos grave, solemne o altanero, aquí es la serranía brava,imponente. Las Babias y la Omaña se amurallan aquí, a lo largo de esta línea de sierras y cordales,entre los que se hunden las profundas fracturas de los valles estrechos y los pasos cuasi ocultos,pero que han sido y son pasos frecuentados por la afinidad fraterna”. Cf. Florentino Agustín Díez,Luis Mateo y Antón Díez, Valles de Leyenda, Edilesa, León, 1994, pp. 107 y 108 respectivamente.

156

«Por tres caminos [...] vamos a buscar [...], los tres lugares en cuyo contorno don José Maríapudo hacer el hallazgo. Esos lugares son la Peña Candín, la Cueva del Raposo y el Pando de laMustiniella. No están demasiado lejos unos de otros, pero hay mucho que subir y mucho que bajar».Cf. La fuente..., ed. cit., p. 120.

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geográfico157, una excepción frente a otras novelas de aventuras pues, discurre sobre

una geografía continua y bastante exacta, que puede funcionar como alegoría y

como viaje real. Con ello se deja paso a la verosimilitud en medio de una clara

coherencia cronológica. La peregrinación de los personajes en busca de las distintas

fuentes, las constantes aventuras en las que toman parte, así como los encuentros,

recuerdan especialmente la novela de aventuras, más concretamente el romance

griego. Cada encuentro que tiene la Cofradía con los pastores, sirve a Luis Mateo

Díez para reinventar una anécdota mítica, cuyo espacio mítico-legendario se sitúa en

la Omañona.

Itinerario por los montes de la Omañona:

Peña Candín, Cueva del Raposo, Pando de la Mustinella

Noche del primer día: Castrocandín.

Primera jornada: Valduera y Lutarieto. Pernoctan en Castrocandín.

Montes de los Faisanes y Cueva del Raposo a la derecha.

Subida a Brañina del Garueño y al Pando de la Mustiniella.

Arturo del Hoyo Martínez en el estudio preliminar que hace a los cuatro

tratados de Baltasar Gracián, afirma que «la peregrinación de Critilo y Andrenio se

caracteriza por ser mundana y alegórica, y su objeto no es otro que prudencial»158.

Claro reflejo de ello es la acumulación de elementos simbólicos y alegóricos que

constituyen su peregrinar: visita a Corte de Falimundo, Feria del Mundo, Prisión en

Cárcel de Oro, palacio de Virtelia, Alpes de Vejecia, descanso en Mesón de la Vida,

etc. Esta afirmación cobra aún más sentido, si tenemos en cuenta, como apunta

Ricardo Senabre159, el viaje de Critilo y Andrenio es «un relato de un itinerario

intelectual», bebido de las fuentes bíblicas y de Homero en su Odisea. Gracián,

157 En efecto, el detallismo en el ámbito leonés es nota constante en el novelista. Quizás sea una

seña de identidad que le apega fuertemente a su tierra. Leonardo Romero Tobar afirma que, en suobra en prosa, el lector encuentra «tal adensamiento de referencias locales que se ve llevado aadelantar la observación leonesista al primer plano de la caracterización de su obra [...], la denotacióngeográfica en la obra de Luis Mateo Díez es artificio de largo alcance que fascina tanto al conaisseurcomo al ignaro de las tierras leonesas». Cf. «La narrativa de Luis Mateo Díez», art. cit., p. 9. 158 Cf. Ed. cit., p. 45. 159 Cf. Gracián y El Criticón, op. cit., p. 30.

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admirado por todo lo que el Creador ha dispuesto en la Naturaleza, pone en boca de

Critilo:

«Gran traza suya fue la firmeza de la tierra en el medio, comofundamento estable y seguro de todo el edificio [...], la hermosuraprovechosa de los montes, firmes costillas del cuerpo muelle de latierra, aumentando su hermosa variedad: en ellos se recogen lostesoros de las nieves, se forjan los metales, se detienen las nubes, seoriginan las fuentes, anidan las fieras, se empinan los árboles para lasnaves y edificios y donde se guarecen las gentes de las avenidas de losríos, se fortalece contra los enemigos y gozan de salud y de vida»160.

La segunda parte de La fuente..., se monta sobre un espacio mixto pues, es

real a la vez que mítico, en cuanto al poder de engendrar y prolongar para siempre el

fiel reflejo del ámbito mítico. La Naturaleza161 es el espacio en que está la Fuente de

la Eterna Juventud. Permite un reencuentro con lo que jamás perece, con lo eterno y

maravilloso. Mediante este acercamiento de la ciudad al campo, los cofrades

intentan preservar ese mundo eterno y, en consecuencia, el lector puede apreciar

cómo ese tipo de vida sólo existe en el prado, en esa Arcadia que posee el prestigio

de alimentar las leyendas que a lo largo de la excursión se suceden. El tiempo no es

fugaz, no posee historia ni cronología concreta; todo queda supeditado a ese espacio

arcádico y estático, propio o característico del mundo pastoril, que en este caso se

centra en la Omañona y sus alrededores.

No debemos perder de vista que el espacio es descrito como locus amoenus.

La fuente, según Aquilino, mana «del suelo, en un ameno lugar, aunque hay una

referencia a la umbría de una roca, que bien pudiera ser el umbral de una cueva»

(p.118). El propio presbítero, en su Diario, la nombra como Fons Virtutis Nemorosa.

Este locus nemoroso que les espera posee «un brillo diminuto de manantial pureza

entre tan hermosas fragosidades» (p. 126). Es aquí donde la descripción juega un

160 Cf. El Criticón, ed. cit., I, crisi III, p. 29. 161 En Gracián constituye “no sólo el apoyo ineludible y la estructura originaria del ingenio -ypor lo tanto del conocimiento, de la estética y de la moral-, sino que además ella misma ofrece alhombre los materiales, los ejemplos y los instrumentos necesarios para ejercitar su triple facultadingeniosa y creativa. Naturaleza e ingenio hacen posible que el hombre se acerque a la verdad y ala belleza”. Cf. Emilio Hidalgo-Serna, “Fenomenología del hombre y su relación con lanaturaleza”, en El pensamiento ingenioso en Baltasar Gracián. El “concepto” y su función lógica,

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papel fundamental. Al atardecer, el lugar en que habitan los pastores se muestra

como «ese vértigo de luces que declinan, fijando en las estancias del monte la

soledad que deshace la madeja de los senderos, que anuda el ovillo de las veredas,

entre la aletargada maleza donde anidan las primeras sombras» (p. 124).

2. 2. 4. La recreación de mitos literarios: encuentro con los pastores

Los cofrades tienen un guía principal en la ruta -Aquilino-162, y una serie de

acompañantes que aparecen y desaparecen. Los excursionistas, a lo largo del

trayecto, van a encontrarse con diferentes personajes, pintorescos en su mayoría,

quienes, a su vez, sirven para extender y dilatar, como si se trataran de guías

turísticos, la acción principal con el fin de ayudar a encontrar ese oculto y preciado

galardón que buscan ansiosamente. Los encuentros propician amplificatios de tipo

intelectual, mitológico, histórico, etc. Ellos poseen el verdadero cuaderno de

bitácora163 que les llevará a develar el alucinante y sorprendente final. Son todos

ellos seres poseedores de un conocimiento profundo de las cosas, perciben la vida

desde un prisma distinto: un mundo que ofrece, en estrecha conexión, concordia,

felicidad y sosiego. Son, al igual que los personajes del jesuita aragonés, «los

expertos conocedores de un nuevo aspecto del mundo, en el que no interviene ni la

teología ni la metafísica [...], que siempre ofrece nuevas aventuras a los afanosos y

se desenvuelve en una contradicción permanente»164. En cada encuentro, el

novelista nos introduce de lleno en un nuevo espacio, maravilloso y desconocido,

que impacta al profano lector. La Omañona no tiene nada que ver con la ciudad, y a

través de ese viaje por el mundo literario tenemos la oportunidad, no sólo de conocer

la vida rural y pastoril, sino también los placeres de una vida que posee

Anthropos, Barcelona, 1993, 75-119, p. 77. 162 Dentro de la geografía mítica de la comarca de la Omañona, «la casona de Aquilino Rabanal, enel punto y límite de partida, representa en este peculiar viaje iniciático -sueño de la juventud, lainmortalidad y el conocimiento- el cruce del umbral, esto es, dejar atrás el mundo familiar y conocido(la vacía vida de provincias viciada de convencionalismos) y abrirse a los enigmas de lo desconocido,al mundo nuevo (con esos tres lugares [se entienden la Peña Candia, la Cueva del Raposo, el Pandode la Mustiniella]- precisamente tres, número que se repite- como focos cargados de incitadormisterio)». Cf. Arcadio López Casanova, «Mito y simbolización en la novela: Claves de una escriturageneracional a través de tres textos emblemáticos», art. cit., p.16. 163 Expresión tomada de su novela posterior, Camino de perdición.

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connotaciones arcádicas. En ese viaje por el mundo literario, cada encuentro

representa un tópico, un modus vivendi, que encarna los aspectos más sobresalientes

«de muy diverso signo, propiciadores ya de ayudas o de consejos, ya de inquietud o

de malos agüeros. Siempre en contraluz irónico, o incluso con un expresionismo,

son esa función actorial de auxiliares, y bajo disfraz heroico o máscara mistérica, va

apareciendo una amplia y genial galería de contrafiguras míticas que se ensartan, a

cada paso y lugar, en la jocosaprocesionaria [...], siempre al acecho en cualquier

recodo del camino...»165.

2. 2. 4. 1. Rutilio o la presencia de lo misterioso

Aquilino, guía durante la excursión que emprende la cofradía, describe al

pastor Rutilio. Sabemos de él, que «a pesar de que ya le quedan cortos los setenta y

cinco no se jubila de pastor [...]. Fue zagal desde temprana edad para ayudar a su

madre viuda» (p. 127). Aquí comienza la excursión, viaje lleno de intrigas y

sorpresas, elementos que propician una serie de peripecias que mantienen al lector

en un suspense constante a lo largo de toda la novela. Benjamín, el más joven de los

aventureros y sobrino de Don Florín, aprecia de él «el agrietado rostro en el que los

ojos parecían dos brasas a punto de extinguirse» (p. 127) y un caminar «inseguro,

con ese paso desorientado de quien se está quedando ciego». Las visiones

legendario-fantásticas recreadas por Luis Mateo Díez en la segunda parte de la

novela, aprovechan un bagaje cultural, con referencias clásicas muy acusadas, sobre

todo, en un contexto atemporal, pero con apariencia radicada en los años cincuenta,

los inmediatos de la posguerra.

Rutilio cuenta la historia del canónigo don José María quien, en el verano de

1928, fue a la Omañona a buscar el agua virtuosa cuando contaba setenta años. El

pastor comenta que vio a «un hombre distinto, una persona a la que se le habían

caído los años y estaba lozana tal como en la mocedad podía haberlo estado» (p.

132). Todo ello gracias a un lugar secreto, un «manatial virtuoso» del que no habló y

164 Werner Krauss, La doctrina de la vida según Baltasar Gracián, Rialp, Madrid, 1962, p. 75.

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del que sólo Rutilio recibió un frasco de agua para eliminar el olor de pies. En

efecto, agua que surtió milagro, pues, «nunca más, y ustedes me perdonen, me

cantaron, yo que tenía la desgracia de que hasta los corderos me huyeran» (pp. 132-

133). La fuente y los distintos manantiales aparecen como símbolos de un contexto

natural que recuerda con la historia del canónigo don José María Lumajo un pasado,

una historia y son elementos que remiten a numerosas leyendas. De nuevo, Chamín

descubre en los ojos del anciano pastor «una nublada llama de melancolía, la velada

huella que atesora la vejez del solitario y que se enciende con los más intensos

recuerdos» (p. 131). El personaje desarrolla un símil, basado en la identificación

vida=monte:

«-En el monte hay variedad como en la vida- afirmó, aunque la delpastor sea toda una, y casi siempre la misma. De parideras, raboteos,esquilas, herraderos y enfardas está hecha, con las rastras y laimpedimenta para arriba y para abajo. Cordel y paciencia y todasuerte de penalidades» (p. 128).

En Gracián, la imagen vida=monte es suplido por vida=agua:

«Acertadamente discurría quien comparaba el vivir del hombre alcorrer del agua, cuando todos morimos y como ella nos vamosdeslizando. Es la niñez fuente risueña: nace entre menudas arenas, quede los polvos de la nada se hacen los lodos del cuerpo [...]. Precipítase ya la mocedad en un impetuoso torrente, corre, salta, se arroja y sedespeña, tropezando con las guijas, rifando con las flores, va echandoespumas, se enturbia y se enfurece. Sosiégase , ya río, en la varoniledad, va pasando tan callado cuan profundo [...]. Mas, !ay!, que alcabo viene a parar en el amargo mar de la vejez, abismo de achaques,sin que le falte una gota».

Como apunta Ricardo Senabre166, esta imagen tiene su base literaria en el

recuerdo metafórico de Jorge Manrique, en clara alusión a los famosos versos de sus

Coplas «Nuestras vidas son los ríos / que van a dar en el mar / que es el morir». De

nuevo, esta imagen tiene su correlato en La fuente..., en el episodio del mulo

Celenque, que más tarde analizaremos y, en donde, la descomposición, las cenizas y

165 Cf. Arcadio López Casanova, art. cit., p. 15.

166

Cf. Gracián y El Criticón, op. cit., p. 74.

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la aniquilación total quedan también burlados en la muerte del mulo, narrada como

la de un personaje excepcional y tenido por todos como simbólico. Tras morir, la

gente que lo ha querido comenta: «Debajo, en lo que ya es sepultura, no hay nada

que rascar, sólo ceniza» (p. 56)167.

Volviendo a Rutilio, es el encargado de narrar a los aventureros tres

historias, enlazadas entre sí por el carácter sobrenatural y misterioso presente en

ellas. Son los episodios de la culebra Gamona, el de Eliseo Ariego y el del difunto

Elpidio, hermano de Rutilio. La primera historia pone de manifiesto el respeto que

posee la zona de la Omañona, en especial, determinados parajes. Así, la Cueva del

Raposo es un lugar respetado, porque una culebra Gamona «le mamó los pechos a

una joven casada, que en la siega dormía la siesta con su hijo recién nacido» (p.

128). La madre con sus pechos dio al pequeño de mamar y, tras dos días de fuerte

fiebre, el pequeño murió envenenado168. Este pasaje sirve para aportar otra idea

fundamental que se recoge a lo largo de la aventura: el respeto que se ha de tener a

los lugares que forman parte de la Naturaleza. Ello es algo constante en todos los

encuentros. Así, por ejemplo, comenta Aquilino que la Cueva del Raposo «es un

lugar que a la gente de estos pueblos no le gusta nada» (p. 115). El consejo que les

da a los cofrades es de no «andar sueltos por esos serrijones, y miren bien dónde

pisan y que no los pille la noche solos» (p. 133). Más tarde, otra anciana, Manuela

Mirandolina, aconseja sobre los caminos diciendo «estos parajes [...], una vez que

167 En este caso se produce la mención de la ceniza=polvo, viculación favorecida por un recuerdo

gongorino del soneto «Mientras por competir con tu cabello», que prevé la vida convertida en«tierra, en polvo, en sombra, en nada». Además, se pone de manifiesto que la vida es impasible antecualquier ser que habita en la Tierra. Un pasaje de la primera parte de El Criticón, insite de nuevo enla suerte que corre el ser humano arrojado a la sepultura: «la Muerte lo coge, la Sepultura le traga, laTierra le cubre, la Pudrición le deshace, el Olvido le aniquila; y el que ayer fue hombre hoy es polvo,y mañana nada». Cf. El Criticón , ed. cit., I, crisi VII, pp. 88-89.

168

La imagen pone de manifiesto un antiguo mito que recoge Pierre Grimal en sus versionespositiva y negativa. En efecto, Heracles, hijo de Anfitrión y Alcmena, cuenta la leyenda que «cuandoHeracles tuvo ocho meses [...], Hera intentó perderlo. Un atardecer, Alcmena había acostado a los dosgemelos, Heracles e Ificles, en su cuna, y se había dormido. Hacia medianoche, la diosa introdujo enla habitación dos enormes serpientes, que se enroscaron en el cuerpo de los niños. Ificles se puso allorar, pero Heracles, intrépido, agarró los reptiles por la garganta, uno en cada mano, y los ahogó.Anfitrión acudió, espada en mano, a los gritos de Ificles, pero no tuvo necesidad de intervenir. Se dioperfecta cuenta de que Heracles era hijo de un dios». Ello contrasta con el mito de Evadne, cuyamadre «avergonzada de haber sido seducida [por Apolo], expuso al niño, pero dos serpientesacudieron a alimentarlo con miel. La madre lo encontró un día salvado de este modo milagroso,tendido en un lecho de violetas en flor; por eso le dio por nombre Yamo...». Cf. Pierre Grimal,Diccionario de mitología griega y romana, Paidós, Barcelona, 1991, pp. 240 y 539 respectivamente.

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oscurece no son buenos para quienes no los conocen. El monte es un animal

dormido que se despierta por la noche» (p. 145). La naturaleza se muestra como una

potencia viva, capaz de amenazar de modo violento si sufre agresiones externas.

Es general la advertencia de los pastores a los visitantes de los peligros de la

zona, de aquellos lugares que deben ser respetados y de los que son vedados. Así se

le confiere a lo inanimado, una potencia de vida; la Naturaleza engendra un poder de

vivificación y provoca que, en ocasiones, adopte un carácter sobrenatural, al afirmar

por ejemplo Rutilio, buen conocedor de la zona, que Elpidio, desde la otra vida fue

quien «de los sitios peores me dio a mí cabal conocimiento» (p. 128). Para dar

mayor verosimilitud a la narración, el pastor cuenta lo que le ocurrió a otro anciano

que vive todavía en Valduera. Es Eliseo Ariego y se refiere a él, como un anciano

que perdió la cabeza tras comprobar cómo cincuenta ovejas de su corral aparecieron

degolladas sin saber cómo ni por qué. Ello produjo tal reacción en su persona que su

pelo se volvió cano y nunca habló sobre lo sucedido. Todo en medio de un secreto

pues los parajes esconden zonas desconocidas a los aventureros. El lugar en el que el

canónigo don José María Lumajo encuentra el agua es velado y además, Eliseo no

descubrió jamás qué vio para encanecer de repente. El último episodio, el de

Elpidio, mantiene las mismas características: Rutilio cuenta que su hermano murió

bajo la rueda de un carro; más tarde, la leña que su madre dejaba por la noche en el

fuego desaparecía por la mañana. Observaban como noche tras noche, un pardal

tropezaba en la ventana y dejaba una gota de sangre. Una mañana, Rutilio lo cogió y

fue entonces cuando escuchó la voz de su difunto hermano169 «que andaba en pena,

desnudo entre el frío y la nieve de los montes, que así tenía que pagar una culpa muy

grande que era el secreto de su vida y que, en tanto no la pagara, no hallaría paz en

su muerte» (p. 129). En los relatos de Rutilio se fusionan mito y realidad, técnica

aprendida de la oralidad y los filandones anteriormente citados, ya que destaca en

todos ellos «un rasgo inequívocamente romántico de recuperar un tiempo y un

169 Luis Mateo Díez confiesa a Rosa Montero que en los filandones era donde «se comentaba laactualidad del pueblo, aunque fuera más bien parca; se hablaba de las nevadas y todos eso. Peroademás, luego se contaban muchas historias. Siempre había algún paisano o alguna paisana conespecial propensión a contar historias. De difuntos, y fantásticas, de todo tipo». Cf. «El mentirosodomesticado», art. cit., p. 25.

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94

espacio perdidos»170. Estos episodios representan la recuperación de una tradición

local, un intento de recuperar el espíritu que hay detrás de las cosas, a la vez que

mostrar hechos que no tienen explicación lógica, cuyo elemento básico lo constituye

la atmósfera (juego entre realidad y misterio) y la descripción de un mundo de

ensueño, en el que hay un intento de recuperar el pasado. Podemos clasificar La

fuente..., como novela mítica pues, en palabras de Santos Alonso, sigue «una forma

novelesca que intenta rastrear en los orígenes míticos o legendarios de la propia

cultura»171 . Todo ello evoca un ambiente creado, en donde la descripción de lo

sobrenatural, lo extraño y, por otro lado, lo popular, cobran verdadero significado.

La Naturaleza posee ese cierto misterio que recuerda y alerta sobre la existencia de

lugares que no pueden ser atravesados. La experiencia y el conocimiento previos

cobran valor. Así, Rutilio recuerda sobre los caminos que «sólo el que los anduvo,

los conoce, y por eso no volvería a andarlos. Aunque a uno lo avisaron a tiempo» (p.

128). De nuevo encontramos la idea de que lo inerte, en el medio natural, cobra

vida. El episodio de la Culebra queda estrechamente ligado a unas referencias en que

se apoya Manuela Mirandolina, al hablar de una venero desconocido, que «tiene

fama de fuente mineral, pero venenosa, porque en su venero dice que se juntaban

ciertas ponzoñas de piritas y cinabrios» (p. 151).

2. 2. 4. 2. Manuela: locura amorosa y tiempo detenido

Todas estas historias172 junto a los comentarios incluidos en la acción

principal, evidencian el interés que el escritor leonés siente por los relatos desde sus

inicios literarios. Si la naturaleza es lo que se desea conquistar, el novelista

complementa la visión de este mundo insertando en la novela estos pequeños

cuentecillos. Quizás, uno de los encuentros más enriquecedores sea el de Manuela

Mirandolina, quien sorprende a Paco Bodes, otro integrante de la aventura, «en la

170 Cf. Santos Alonso, Literatura leonesa actual. Estudio y antología de 17 escritores, op. cit., p.71. 171 Santos Alonso incluye dentro de esta clasificación una amplia nómina de novelistas como JoséMaría Merino, Fernández Santos, Leopoldo Azancot, etc. Cf. Op. cit., p. 133. 172 Al referirse a la Cueva del Raposo, Aquilino dice a los cofrades «Ése es un lugar que a la gentede estos pueblos no le gusta nada. Luego, cuando hablemos con Rutilio el pastor, ya le sonsacaré yoalguna historia». Cf. La fuente..., ed. cit., p. 125.

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única postura en donde todos somos iguales». Una anciana que poseía:

«Desplegando su amplio faldamento, en la beatífica actitud de quienya no tiene tiempo que robarle al tiempo [...]. La anciana llevabacolgado a la espalda un abultado fardel y fumaba un tosco cigarro convisible delectación» (p. 148).

En el encuentro con Manuela interesan dos motivos fundamentales: la

recreación del mito romántico y la idea del tiempo detenido. En efecto, la pastora se

muestra ajena ante los logros que desean alcanzar los cofrades. No le preocupa para

nada el destino del hombre, ni la huida del tiempo. El mundo en que vive es

atemporal, inmóvil y no pasajero. Es el mundo idílico de esa Arcadia en donde el

cuerpo se presta a la contemplación de la vida. Disfruta de ese ámbito arcádico,

opuesto al tiempo fugitivo de Paco, Chon, Ángel, etc; que, paradójicamente, buscan

la edad eterna. Manuela «con más de ochenta castañas» es quien define, esa

inmovilidad del tiempo, ese tiempo detenido, del siguiente modo:

«De vieja el tiempo se te queda tan quieto y, a lo mejor, hastaquieres pensar más de la cuenta, pero esa calma es el engaño delinstante fugitivo. No esperes encontrar en la vejez los mejorespensamientos, mancebo, lo que de ti no sepas ya no vas a saberlo, y, siel ánimo te falla, cosa que no puedo decir, ahogarte de penas ytemores, que de eso es lo que de veras se muere cuando uno tienetantas castañas que ya ni hay conciencia173 para saber contarlas» (p.149).

La anciana, pese a sus quejas, ha alcanzado un estado de perfección en la

edad, posibilitando un ciclo completo de vida. Algo parecido escribe Gracián, en El

Discreto174, al referirse al tiempo como vía de madurez: «En la mayor edad son ya

mayores y más levantados los pensamientos, reálzase el gusto, purifícase el ingenio,

sazónase el juicio, defécase la voluntad». La cita evoca el tópico del carpe diem, el

173 Chon Orallo, en la excursión por la naturaleza, en el monte de los Faisanes, antes de descubrir

las tres fuentes, experimenta un mismo sentimiento de atemporalidad: «Tuvo la sensación de que elbosque se había convertido en una campana de cristal esmeralda. Los irisados fulgores del cristalllameaban, como luminosos barrotes de una cárcel arrancada del sueño. Se vio abandonada en aquelinterior, perdida en la profundidad radiante donde nadie podría encontrarle [...]. En el rostro de Ángel[...], reencontró Chon el lastre de algunos de esos sueños que se olvidan en el pudor de la mañana, queenvuelven un ácido y secreto placer, donde la vida discurre fuera de voluntad y tiempo». Cf. Lafuente..., ed. cit., pp. 168 y 169 respectivamente.

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aprovechar el instante fugaz, que recuerda los famosos sonetos de Garcilaso y

Góngora en los que se recrean el topos literario de la fugacidad del tiempo y del ser

humano. Y aquí, en su forma actualizada, se transforma en una denuncia de la cual

deriva el tema fundamental de la novela: la persistencia de las aguas que vencen a

ese tiempo pasajero del hombre. Desde una perspectiva histórica-literaria, existe una

confluencia entre la imagen rosa=vida, típica no sólo del Renacimiento, sino

también del Barroco175. Fernando Valls176 opina que con estas lecciones de la

anciana, el novelista no sólo pretende «encarnar las grandes cuestiones del hombre,

sus pesares e ilusiones, en unos personajes, en un paisaje, en un lenguaje y en una

historia local, que acaba trascendiéndose siempre», sino que también Luis Mateo

Díez completa una rica tradición de crítica a la vida provinciana de la que son

ejemplos suficientes, entre otros, Galdós, Clarín y Mihura. Mediante otro episodio,

Manuela es capaz de recrear el mito romántico en perfecta conjunción con el tema

barroco del engaño a los ojos. Es el momento en el que Paco Bodes y Ángel Benuza

van a conocer a una moza. Paco y Ángel se encuentran a Manuela y ésta les invita a

visitar su casa. Allí les entregará unas hierbas para no quedar solteros y además, les

mostrará el «prodigio de una moza triscadora» (p. 150). Los invitados, tras

descansar, se dirigen hacia la casa de Manuela, donde esperan hasta la media noche,

momento en que aparecerá la moza trisca, «justo cuando la luna está encima del

pradín de la vega, que es donde le gusta» (p. 155). Desde el primer momento, este

episodio queda ligado de manera unívoca a la tradición becqueriana. Tiene su

referente en dos famosas leyendas: la de Rayo de luna y la leyenda soriana de Ojos

verdes, que presenta a un noble, Manrique, amante de la soledad y que busca, en los

alrededores de un asolado convento donde habitaban los Templarios, la mujer

soñada. Ello sucede a medianoche, cuando «la luna, que se había ido remontando

lentamente, estaba ya en lo más alto del cielo»177. Además, enlaza con el mundo

174 Cf. Ed. cit., p. 331.

175

Destaco, por su belleza, el poema que Francisco de Rioja dedica a la rosa:«Pura, encendidarosa / émula de la llama, / que sale con el día / ¿Cómo naces tan llena de alegría, / si sabes que laedad que te da el cielo / es apenas un breve y veloz vuelo? / Y no valdrán las puntas de tu rama / ni tupúrpura hermosa / a detener un punto / la ejecución del hado presurosa». Cf. Francisco de Rioja,Poesía, (ed. de Begoña López Bueno), Cátedra, Madrid, 1984, pp. 221-222. 176 Cf. «Las fábulas provinciales de Luis Mateo Díez», art. cit., p.30.

177

Gustavo Adolfo Bécquer, Rimas, Leyendas y Cartas desde mi celda, (ed. de María del Pilar

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reflejado en El Crótalon178. La moza cristalina posee -según Manuela Mirandolina-

una sola vestimenta: sus cabellos de oro. Además, su piel es de plata, producto del

reflejo que la luna obra en ella en las noches de primavera y verano. Manrique

distingue una forma blanca y esbelta de mujer que cruza por el sendero y se oculta

en el bosque. La luz de la luna es la única que muestra la falsa apariencia. Ello

representa una visión alegórica, en la cual la amada se dibuja dentro de la oscuridad.

Al respecto, señala Wayne C. Booth que el lector debe unir al significado que

reconstruye la lectura literal y sólo así será capaz de captar el mensaje. No debe caer

en las trampas de la ironía y la alegoría o la fábula179.

Sin embargo, La fuente..., adolece en este episodio, de sensaciones más

directas, de una percepción más viva e intensa de los sentidos, que en Bécquer está

presente y, que en el caso que nos ocupa, es mutada por pasajes descriptivos, donde

los elementos naturales conforman de modo singular el episodio narrativo. Aún así,

en ambas ocasiones, lo natural cobra vida. He aquí dos fragmentos representativos,

que de no ser reseñados, se haría casi imperceptible su diferenciación:

«El viento, que suspira entre las ramas; las hojas, que parece querezan en voz baja [...]. Y tornó a correr en sus seguimientos. Afáninútil. Unas veces creyendo verla, otras pensando oírla; ya notandoque las ramas por entre las cuales había desaparecido se movían...»(Rayo de luna, ed. cit., p. 84).

«Ardía la luna entre las ramas, esparcida la helada llama por elcuenco nocturno y se escuchaba, palpitante, el silencio de la vega conel pausado discurrir de la presa. La brisa movía las hojas del castaño,que temblaban como si el blanco fuego las consumiera...» (La

Palomo), Planeta, Barcelona, 1989, p. 84.

178

El Gallo cuenta a Miçilo en el canto quinto «los hechizos, engaños y encantamientos de que lasmalas mugeres usan por gozar de sus laçivos deleites por satisfazer a sola su sensualidad» (p. 161). Serelata cómo el Gallo, en aquel tiempo, «muy apuesto y agraçiado mancebo cortesano», se dirige haciaun castillo para conocer a «una donzella que en hermosura y valor exçede a cuantas en el mundo hay»(p. 167) [...]. «Era toda de florida y bella edad, y sola entre todas venía aquella mi bella diosarelumbrando somo el sol entre todas las estrellas...» (p. 171). El paralelismo con la joven moza de Lafuente..., es evidente, si bien, la tradición en Villalón conecta con Ariosto. En este sentido, apuntaAsunción Rallo en el estudio preliminar que, «de los dos polos que se han combatido armoniosamenteen la composición del Crótalon, imitatio lucianesca y narratio ariostesca, vence aparentemente éstaen símbolo de la mujer corrupta y generadora de enredos y desórdenes mundanos». Cf. Cristóbal deVillalón, El Crótalon, (ed. de Asunción Rallo), Cátedra, Madrid, 1982, p. 39.

179 Cf. Retórica de la ficción, Taurus, Madrid, 1986, p. 54 y sigs.

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fuente..., ed. cit., p. 156).

2. 2. 4. 3. El encuentro con la mujer: realidad o sueño

Los cofrades y Manrique buscan algo prodigioso en la Naturaleza. En ambos

casos, el amor y su contemplación se transforman en rayo de luna. Mediante éste,

han querido buscar el ideal de mujer a la que se le puede atribuir todo aquello que

uno quiere y, el narrador trata de mostrar al lector lo que sus personajes no son

capaces de ver: que ese tipo de mujer que buscan no existe. Paco y Ángel ven un

rayo que Manuela ha transformado en una mujer. Han querido ver pues, lo que

realmente no había: éste es el engaño a los ojos. La moraleja que se extrae del

episodio es intentar conformarse con lo que se tiene y no desear lo imposible, pues

ello puede hacer que el hombre ciegue sus sentidos y su razón. Ese momento de

visión de la amada puede ser tan intenso como efímero y dota al protagonista de un

poder en el que, llevado por la emoción, llega a confundir la realidad con el sueño.

Realmente, no sabemos si el personaje se encuentra en un estado de letargo180, de

ensoñación permanente; notas que refuerzan la idea de lo real frente a lo

sobrenatural, de lo evidente frente a lo maravilloso, en definitiva, el ideal. Si bien no

debemos olvidar que el amor, al margen que sea producto de una sensación onírica o

no, produce un sentimiento en el interior del hombre, que le convierte en emoción

no sometida a la razón181.

180 Manrique pasa años de soledad y desiste en buscar el amor de una mujer, pues el amor es un

rayo de luna, «Mujeres,... glorias..., felicidad..., mentiras todo, fantasmas vanos que formamos ennuestra imaginación y vestimos a nuestro antojo, y los amamos y corremos tras de ellos, ¿Para qué?Para encontrar un rayo de luna». Cf. Rimas, Leyendas y Cartas desde mi celda, ed. cit., p. 90.Manuela viene a decirle algo parecido a los jóvenes, «no vayáis a cegaros queriendo ver más de loque se puede y se debe. Es cierto que el prodigio es como un sueño que almenta el deseo de lo que acada uno le queda de su juventud» Cf. La fuente..., ed. cit., p. 157.

181

La poesía es medio en que el poeta también experimenta sensaciones capaces de confundir sueñoy realidad. Es singular el comienzo de la rima LXXI: «No dormía; vagaba en ese limbo/ en quecambian de forma los objetos,/ misteriosos espacios que separan/ la vigilia del sueño...». El poetatiene un sueño de sensaciones encadenadas. Cf. Rimas, Leyendas y Cartas desde mi celda, ed. cit., p.48.

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La mujer es motivo que sirve a los personajes para exteriorizar esos

sentimientos, para «exprimir» (en el sentido latino de 'apretar hacia afuera') o dar

todo lo que tienen de sí y de igual modo le sucede al poeta. Así, por ejemplo, Byron

decía que la poesía es la lava de la imaginación cuya erupción proviene de un

terremoto. Y junto a todo ello la naturaleza: “Todos los poetas románticos

encuentran en la naturaleza su inspiración inicial. La naturaleza no lo era todo para

ellos, pero ellos no hubieran sido nada sin ella, porque sólo a través de ella

encontraban esos momentos de exaltación que les hacían pasar del espectáculo a la

visión, para penetrar -según creían- en los secretos del universo”182. Y los cofrades,

al igual que el poeta romántico, desean aprehender la verdad y la belleza. A su vez,

no olvidan un desarrollo de los elementos pasionales y sentimentales. La mujer se

identifica con la poesía pues, contiene una carga de sentimientos que el hombre es

capaz de recrear como espejo de emociones: se conjugan alma y poesía. Si el amor

es el centro del mundo, éste guía al poeta por el camino humano hacia la mujer

amada y por el superior al terrenal hacia Dios183. En ocasiones captar la realidad se

relaciona con la propia realidad poética. Una vinculación de este tipo se produce en

un pasaje en el que la expedición, junto a Aquilino, encuentra un venero que mana

entre espinos y retamas. Antes de beber, deben efectuar un paso previo consistente

en tomar la muestra, sellar el frasco y anotar la zona geográfica de la fuente. Sin

embargo, el orden científico quiere ser alterado por la propia emoción de los

viandantes. Algo semejante ocurre con el hecho poético. Nos describe el símil Paco

Bodes mientras degusta el agua:

«Especular coordinando la mente con la fáctica experimentaciónde los sentimientos y de las palabras [...], ése es el pulso de mi líricalibertaria, propicia a las palpitaciones del abismo, de las que hablabael maestro Wiliam Blake. Luego, consumado el desorden en el fierovendaval del verso, conviene apaciguarse, para corroborar si aquellotiene la enjundia y la belleza necesaria. No hay poetas más malos queaquellos que no aprendieron a leerse a sí mismos» (p. 146).

Sin duda alguna, esta cita pone de manifiesto la idea que tenían los poetas

182 Cf. C. M. Bowra, La imaginación romántica, Taurus, Madrid, 1972, p. 24.

183

Cf. Jorge Guillén, «Lenguaje insuficiente. Bécquer o lo inefable soñado», en Lenguaje y poesía,

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románticos sobre el momento de la inspiración y, más tarde, el de la razón. En

efecto, la cuestión que aborda el hecho de conocer al poeta que posee inspiración,

tiene su base en saber si éste nace o se hace. Recordemos que, en general, la

inspiración poética se caracteriza, en el Romanticismo, por una composición creada

desde una intensa excitación con forma autónoma; es decir, no sujeta a límites, y

creada de manera espontánea184. El fenómeno ha sido explicado por especialistas de

muy diversas maneras. Así se dice que la inspiración se puede comparar con la visita

de un ser sobrenatural que presta su voz y su palabra. Esta presencia explica, por

ejemplo, que la escritura se conciba como acto espontáneo, involuntario y ajeno al

creador. El poeta escribe en momentos de inspiración, de intensidad, que en un

sobresalto le lleva a la escritura. Esa intensidad es sensación interior, viva de la

producción becqueriana185. No debemos perder de vista el hecho de que la

inspiración y, posteriormente, la razón, forman parte de un proceso de creación

poética186. Gabriel Celaya señala que «el poema escrito no va a ser la transcripción

al minuto del himno inefable, sino su evocación. Bécquer no nos lo podría

comunicar si nosotros como él, no lo hubiésemos captado en cualquier momento».

Además, insiste sobre lo fantástico, al apuntar que «el reino de la fantasía no es un

mundo ilusorio sino la realidad -la realidad real- que la mayoría no registra, pero el

poeta, con un raro poder, nos hace patente»187. En este sentido, cabe apuntar que

mediante la búsqueda de la belleza se alcanza el éxtasis. Los poetas románticos

ingleses del siglo XVIII, conceden una especial importancia a las cosas visibles. Por

Alianza Editorial, Madrid, 1969, 113-141, p. 119.

184

En Bécquer, el principio de inspiración y razón crean un fantasma. La razón se convierte enprimera medida necesaria para controlar la inspiración. Ambos conceptos se definen a grandes rasgosen la rima III:«Sacudimiento extraño/ que agita las ideas/ como huracán que empuja/ las olas entropel [...]/ Memorias y deseos/ de cosas que no existen;/ accesos de alegría, / impulsos de llorar[...]. / Locura que el espíritu/ exalta y desfallece; / embriaguez divina/ del genio creador. / Tal es lainspiración. / Inteligente mano/ que en un collar de perlas/ consigue las indóciles/ palabras reunir[...]. / Tal es nuestra la razón». Cf. Rimas, Leyendas y Cartas desde mi celda, ed. cit., p. 25.

185

En este sentido, María del Pilar Palomo apunta en el estudio preliminar, que en el mundo de lasLeyendas, Manrique crea la belleza al originarse la realidad en su interior, «y lo hace dentro de la luzy en un espacio aéreo: el rayo de luna. La identificación Manrique-poeta es clara. Pero el poeta en elestado preforma de la poética becqueriana [...], que es incapaz de lograr la fusión amado-amada opoesía-poema [...], hasta construir el sueño de una mujer-luz, creada dentro de sí y que se deposita enla visión de un rayo de luna». Cf. Ed. cit., p. 21.

186

El tema de la creación poética es abordado por Luis Mateo Díez en El expediente del náufrago.

187

Cf. «La metapoesía en Gustavo Adolfo Bécquer», en Exploración de la poesía, Seix Barral,Barcelona, 1971, 81-151, pp. 89-90.

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101

ejemplo, Keats abarca en la imaginación todas las actividades que crean la vida y la

imaginación posibilita, en algunos casos, salir del mundo exterior y vagar por el

camino de la fantasía. Pasamos de lo inanimado a lo real, a lo vivo. Si Paco y Ángel

contemplan una visión imaginativa mostrada por la «razón» [Manuela]; ello viene a

coincidir con lo que Shelley postuló, al señalar que la tarea de la razón consistía en

analizar las cosas para usarlas como medios para acercarnos a lo imaginario. Los

cofrades, llevados de una peculiar intuición para percibir la realidad de la naturaleza,

ven la belleza de una moza, que no deja de ser más que un simple reflejo, una

imagen que pertenece al mundo de las apariencias. En el mismo sentido, apunta la

teoría romántica de Abrams, para quien «feelings project a light -especially a colored

light- on object of sense, so that things [...], are arranged in the colours and seen

through the medium of the imagination set in action by the feelings»188. No puede

olvidarse que el viaje propicia un encuentro en el que se combina ese deseado locus

amoenus que contrasta, en primer momento, con el deleite gastronómico presente a

lo largo de toda la trayectoria novelesca de Luis Mateo Díez.

2. 2. 4. 4. El encuentro con la naturaleza: mixtura entre locus amoenus y

paraíso gastronómico

Los pastores pasan a ser el primer plano de los episodios que constituyen el

núcleo narrativo. Son espectadores que comparten con el grupo la ruta pero, que

desde su sabiduría, advierten a los expedicionarios. La naturaleza posee, en el

escenario de la novela, un poder sobrenatural que aproxima al lector a lo que

perdura, a lo alegórico y simbólico. Así, Castrocandín es un lugar cuyos tejados

aparecen «encendidos de plata y oro». Los pastores viven al igual que en la Edad de

Oro, en un escenario idílico189, mundo transido de historias como las que Manuela,

Rutilio, Belisario o el pastor Basilio narran. Esta ruta que emprenden , y en la que

188 M. H. Abrams, The mirror and the lamp. Romantic Theory and the critical tradition, OxfordUniversity Press, 1971, p. 54. 189 Don Florín emocionado, describe el espacio. Nótese que las características que lo conforman soncomunes a cualquier ámbito pastoril: «Desde este promontorio, ahora mismo, estamos dominando elLocus Nemoroso, que al arrimo de nuestros ojos, en su escondida umbría, nos aguarda y, acaso,también nos contempla: un brillo diminuto de manantial pureza entre tan hermosas fragosidades». Cf.La fuente..., ed. cit., p. 126.

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encuentran a los personajes, es en sí motivo de goce, descanso y regocijo para los

cofrades.

En efecto, el campo les ofrece ese «Paraíso terreno», que se erige, ante todo,

como paraíso gastronómico y de descanso190. Lo natural se impone al propio

objetivo marcado en el inicio: «Todas las deudas las ha saldado sobradamente

Nuestro Benéfico y Alcohólico Padre -afirmó Ángel Benuza-, descuartizando su

tercer pichón con el hallazgo postrero que hace más dichosa esta convocatoria [...].

Hallaremos o no hallaremos el Mágico Venero, pero como decía Decencio

Libelático, ya gozamos bien gozadas de las glorias del Palomar» (p. 144).

Es interesante destacar la cantidad de pinceladas que, en el aspecto

gastronómico, el autor ofrece a lo largo de la novela. El modo realista de narrar llega

al límite. Así, en la discusión que se establece entre la dicotomía hombre de campo y

hombre de ciudad. Al respecto, Paco comenta: «A los vates del asfalto la inspiración

nos la disipan las praderas, muy atareado con el segundo pichón que volaba del

palomar de la bandeja a su plato» (pp. 113-114). Pero el comer y el beber no es

suficiente. También hay que descansar y así, lo certifica Aquilino:«Corral y bodega

para eso están. Y conviene repostar a fondo, porque las trochas y los senderos, ya lo

veréis mañana, son de cuidado por estos montes» (p. 115). El detallismo llega a

alcanzar, hasta en la descripción de los postres, notas de realismo en su sentido más

puro:

«Balbina y Jesusa despejaron los restos de la prolongada batida,en la que tantos pichones habían sucumbido, y fueron depositando enlos platos y las fuentes del postre, un doble juego de arroz con leche,bien espolvoreado de canela, y tarta de pastores, con el rezumanteefluvio de la mantequilla, las yemas y las migas recién horneadas» (p.117).

El lector puede observar cómo se ofrece a los cofrades, de manera

desinteresada, todo lo bien hecho, lo elaborado de manera artesanal, sin prisas, fruto

190 «Chamín -aconsejó don Florín a su sobrino-, ya sabes que una buena siesta vale lo que no valeuna medicina. No hay por qué perder las buenas costumbres». Cf. La fuente..., ed. cit., p. 121.

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de una vida pacífica y de primitiva sencillez. Como ha afirmado Santos Sanz

Villanueva al respecto, «casi se diría que a expedición más que intentar su histórica

meta es un pretexto para dar placer al paladar a tal punto que llevan buena provisión

de champagne francés, puesto a refrescar en las rumorosas aguas de la fuente de la

montaña»191. El episodio, como si se tratara de un cuadro192, representa un escenario

cargado de deleite, en que la vida adopta plenitud, si se sabe gozar de los verdaderos

manjares que la austeridad pastoril posee. Al igual ocurre en diversos episodios que

se suceden en El Quijote193. El espacio ha de aspirar, como Clark define en pintura,

a la percepción vista como «expresión de nuestras emociones [...], a enriquecer

nuestras mentes con imágenes nuevas y hermosas»194. Insiste además, en que lo

natural debe ser aportado, al igual que en el paisaje virgiliano, donde todo «es

esencialmente una evocación del mundo antiguo, con toda su plenitud de vida [en

que] las figuras respiran el aire de un cálido atardecer de verano»195. Y es en ese

atardecer donde no se olvidan de tomar el café y el licor:«Balbina recogía los platos

y las fuentes y recomponía el mantel, mientras Jesusa preparaba los servicios del

café. Aquilino alcanzó del aparador dos viejas botellas y una caja de puros» (p. 120).

La meta que desean alcanzar no implica, sin embargo, una idealización total

y uniforme. Lo real y lo sobrenatural se aúnan como un todo. De ahí que la mención

insistente de la bebida, la comida, etc; hagan olvidar esa intención idealizadora,

insistiendo en la presentación de elementos realistas y alejándolos, en consecuencia,

de esa Arcadia. De nuevo, se apartan de lo que Gracián postulaba en el aforismo 90

191 Cf. Santos Sanz Villanueva, «Luis Mateo Díez, entre la crítica y la invención», art. cit., p. 3.Asimismo, el presente artículo está recogido en Francisco Rico/Darío Villanueva (eds.), en Historia ycrítica de la literatura española. Los nuevos nombres: 1975-1990 , Barcelona, Crítica, 1992, bajo eltítulo «En la provincia de Luis Mateo Díez», pp. 335-341. 192 La imagen queda estrechamente ligada a los bodegones barrocos. Para una visión más detallada,véase Miguel Orozco Díaz, Temas del Barroco de poesía y pintura, (ed. de Antonio SánchezTrigueros), Universidad de Granada, 1989. 193 En efecto, el capítulo LII de la I parte, recrea el triángulo amoroso de los pastores Anselmo yEugenio con Leandra, pone de manifiesto al final un paralelismo semejante, «Ésta es la historia queprometí contaros; si he sido en el contarla prolijo, no seré en serviros corto: cerca de aquí tengo mimajada, y en ella tengo fresca leche y muy sabrosísimo queso, con otras varias y sazonadas frutas, nomenos a la vista que al gusto agradables». Cf. Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, (ed.de Martín de Riquer), Planeta, Barcelona, 1994, p. 598. 194 Cf. K. Clark, El arte del paisaje, Seix Barral, Barcelona, 1971. 195 Cf. Op. cit., p. 84.

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del Oráculo manual y arte de prudencia: «Quien vive aprisa en la virtud, nunca

muere»196.

Desde la negación de esta visión, los personajes no aprenden nada de lo que

la naturaleza les va mostrando. En ellos no se asientan los conocimientos ni las

vivencias. Por ello, se insiste en esa visión alejada del ejercicio de la virtud. Así

pues, la búsqueda emprendida está condenada desde el principio. Se busca lo

hallado y perdido por el propio hombre197. Se ha perdido el Paraíso, motivo de larga

tradición literaria. Sin embargo, encontramos manifestaciones narrativas antiguas

que desarrollan el mismo tema que La fuente...

H. Patch198 refiere un relato literario italiano, que guarda una visible

semejanza con la búsqueda de veneros de nuestros protagonistas. El texto del siglo

XIV, desarrolla una historia en que unos monjes visitan el Paraíso, situado en la

zona oriental del mundo terrestre. Tras cinco días y cinco noches fueron admitidos y

encontraron a Enoch y a Elías; además vieron la fuente viva, que quien de ella bebe

no puede envejecer, y quien ya es viejo vuelve a la edad de treinta años.

2. 2. 4. 5. El viaje: proyección de la ciudad al campo

Los pastores conforman un retablo de sabios, cuya cultura y entendimiento

hacen ver al grupo lo provechoso de la vida, pues realmente logran reunir las «cosas

en su punto, en su sazón»199. Los encuentros, en ese «camino de perfección»,

196 Cf. Ed. cit., p. 396. 197 En su forma actualizada, los cofrades emprenden la búsqueda del agua eterna, que les hagainmortales. El agua de vida, imagen de vida eterna (Apoc, 22, 1), aguas de la vida eterna que riegan elárbol de la vida (Gen, 2, 10). El error es que todos somos pecadores en Adán (Rom, 3, 23). Esaimperfección humana es lo que imposibilita adquirir la gloria, la inmortalidad. Algo similar comentanlos cofrades, antes de iniciar la expedición, delante de un Caño surgido del Lagar del Edén, el cualposeía «el caudal dorado, del sueño enamorado, del oro de la vida [...], que el bardo clásico enarbola,el oro de la vida, es la perfecta figuración de nuestro sueño y de nuestro empeño». Cf. La fuente..., ed.cit., p. 44. 198 Cf. El otro mundo en la literatura medieval, Fondo de Cultura Económica, Madrid, 1983. 199 Gracián señala en el aforismo 29 del Oráculo manual y arte de purdencia, que «las obras de lanaturaleza todas llegan al complemento de su perfección [...]. Es eminencia de un buen gusto gozar decada cosa en su complemento. No todos pueden, ni los que pueden saben. Hasta en los frutos delentendimiento hay ese punto de madurez; importa conocerla para la estimación y el ejercicio». Cf. Ed.

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105

representan un escenario configurado como «Edén terreno», en el que los personajes

se mueven en un campo neutral y libre de intereses. Y es que no se debe perder de

vista el resorte que origina la novela200: una parte de la sociedad, marginada y

aburrida, que trata de revivir la constante visión de la humanidad, en que la vida se

reafirma como cuadro que refleja la fugacidad del presente, frente al agua eterna que

buscan los excursionistas en la naturaleza, conjunción de elementos que

contraponen aquel paso del tiempo en oposición a lo eterno.

El Teso del Espino, Castrocandín o el Monte de los Faisanes, son parte del

marco en que se sitúa la excursión; zonas rurales que simbolizan el eterno fluir de

las cosas. Es el lugar en que se halla presente el agua201 y donde se posibilita la

confluencia del tiempo eterno con el tiempo humano, es decir, el de los tres días

aproximados que dura la excursión. El viaje se proyecta de la civilización o urbe al

campo, hacia el contacto con la «Próvida Naturaleza»202. El juego establecido

(sistema que sirve para integrar en la novela distintas interpretaciones de vida y

pensamiento) es el siguiente:

Caos = Civilización Cosmos = Naturaleza

El enfrentamiento se manifiesta a través de una dicotomía que adquiere una

variada modulación en la novela. Es la oposición entre el homo rusticus y el homo

urbanus:

cit., p. 375. 200 Chamín, personaje fundamental en toda la novela, lo describe con total precisión. En una cartadirigida a Julio le cuenta «el destino de aquella expedición que peregrinaba por el monte [...], un idealen el que no hay ánimo ni pretensión evangelizadora, sino la búsqueda de una especie de Santo Grial,tan hermosa como imposible». Cf. La fuente..., ed. cit., p. 154. 201 Los excursionistas observan, antes de llegar a las Fuentes del Cirueña, entre las praderas, un aguaque corre como «brazos manantiales que cavaban unos surcos líquidos, zigzagueantes y caprichosos».Más adelante, mientras Ángel y Chon hablan, escuchan de pronto «un delicado discurrir, una líquidacaricia que parecía rozar alguna secreta turgencia [...], un venero que manaba dulcemente, como unhilillo de agua que iba vertiéndose sobre el surco fraguado en la caliza». Cf. La fuente..., ed. cit., pp.143 y 302 respectivamente. 202 «Sale uno de la urbe -decía Benuza- contemplando la copa recién vaciada y se le expandenpeligrosamente las necesidades naturales. No estoy con Paco en lo de la munificencia privativa delasfalto. El campo, como la nieve, inclinan al regocijo». Cf. La fuente..., ed. cit., p. 116.

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«Y Paco con eso de que siempre se mantiene en sus trece de homourbanus, irrecuperable para el placer de la Naturaleza» (p. 113).

«Yo no lo niego -dijo Bodes-, ni se me ocurre meterme en esoscaducos pleitos de la alabanza de aldea y menosprecio de corte. Diosme libre. Sólo digo que entre el homo rusticus y el urbanus203 mequedé con el segundo, y defiendo mi derecho de tal. La belleza de unárbol, por otra parte, jamás me pareció mayor que la de una farola,para qué voy a engañaros» (p. 116).

Los detalles alcanzan una importancia fundamental en el campo de las

sensaciones. Dos aspectos contrapuestos merecen nuestra consideración en el

siguiente fragmento. Nótese, en una situación tan trivial como el despertar, la técnica

del contrapunto que presenta la felicidad de Aquilino, hombre que vive en paz y

sosiego, frente a la vida del hombre de ciudad:

«Don Florín se despertó con ese sobresalto que rasga el sueño,como si una cuchilla lo seccionara desde el interior de su propioabismo. En la cama de al lado dormía Aquilino, con el beatífico gestode quien no se ha movido en toda la noche» (p. 158).

En este pasaje, haciéndonos eco de la palabras de Ramón Buckley204 al

referirse a Marcelo, protagonista de la novela de Pereda, Peñas Arriba, don Florín

encarna al hombre que contempla «el mundo desde la penumbra artificial de las

ciudades, pero siempre desde la "penumbra", o sea la "caverna" de Platón»; mientras

que Aquilino contempla las cosas «en plena luz y sin estorbos». Mientras que a

aquél «se percataba de las cosas » a «éste se le revela en esencia», o sea, pasamos de

una interpretación realista a una interpretación de la vida. El novelista introduce,

mediante estos pasajes, la descripción de escenas que remiten al ámbito pastoril y

que exigen, por parte de aquél, una artificiosidad y una estética magistralmente

conseguida. Aquilino está adaptado en ese lugar ameno, provisto de un «paraje

hermoso y umbrío; sus elementos son un árbol, un prado y una fuente o un arroyo; a

ello pueden añadirse un canto de aves, unas flores, y aún más, el soplo de la

203 Los subrayados son míos. 204 Las citas están recogidas en Ramón Buckley, Raíces tradicionales de la novela contemporáneaen España, op. cit., p. 151.

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brisa»205. Esta imagen tiene su correlato en numerosos pasajes206 de La fuente..., en

la que se ofrece un modelo de realismo en la descripción y en el comportamiento de

los distintos arquetipos, que ya apunta el autor al proponer:

«Mis personajes son lo que yo hubiera querido ser y no he podido[...], y al inventarlos reflejo lo que me gusta hacer, con todas lasdistancias que quieras establecer»207.

En la novela existe un empleo frecuente de pasajes referidos a sensaciones,

evocadas fundamentalmente por Benjamín. En efecto, Chamín presenta y observa de

manera minuciosa, situaciones, el aspecto físico de los pastores, etc. Quizás es

elegido por ser el más ingenuo y natural, desprovisto de toda malicia; en

consecuencia, el que posee una sensibilidad extraordinaria dentro del grupo. En la

novela abundan las sensaciones olfativas, sin descuidar las auditivas y visuales que,

simbólicamente, vienen precedidas por momentos de luz:«La luz salpicaba las hojas

del nogal gigante [...], un efímero resplandor metálico y vegetal, sobre el hilo y los

bordados del mantel [...]. Recordó entonces la última carta de su antiguo compañero

de noviciado Julio Linaza...» (p. 113).

Más que sensación es evocación. Sin embargo es, más tarde, la luz del

comedor donde la cofradía come, «la que le llevaba a Benjamín al recuerdo de

aquellos días finales con su amigo de la enfermería del noviciado» (p. 114). El

motivo obsesivo que llena su mente de evocaciones es la imagen enfermiza de su

amigo novicio Julio Linaza. Despierta en él un recuerdo, una imagen nostálgica, que

se acentúa cuando conocemos al final de la segunda parte su muerte. Sin embargo,

no se omiten sensaciones agradables, como la del sabor a canela, que le traslada a su

infancia, o el agradable aroma de Chon:

205 Cf. Ernst Robert Curtius, «El paisaje ideal», en Literatura europea y Edad Media Latina, Fondode Cultura Económica, Madrid, 1955, 263-289, p. 279. 206 La acumulación de elementos descriptivos son sorprendentes. Conforman ese locus amoenuspermanente e invariable, que magnifica la vida campestre: «Por la vega se arremolinaban las sombrasdel oscurecer, movidas por la brisa que se alzaba del río, cuando los cofrades regresaron a la casona,entretenidos en el suave camino que bajaba hacia los huertos del pueblo, merodeando alrededor de loscorrales. Todavía pasaba alguna vaca rezagada, alguna oveja perdida en la desorientación de loslinderos. La casona cedía sus relieves entre el verde oscuro de la vega y la sombra gigante del nogalque la escoltaba, como si sus sillares se diluyesen en un espesor de cenizas pétreas que la brisa tal vezlograra esparcer». Cf. La fuente..., ed. cit., p. 126.

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«Era el sabor de la canela lo que arrastraba su memoria, con másnitidez, hacia algún rincón festivo» (p. 119).

«Cerró Benjamín los ojos y el aroma del perfume de Chon Orallo[...], cierta rara fragancia de menta y romero, llegó a su nariz, como ellejano efluvio de un sueño...» (p. 147).

Pero llega aún más lejos. Su mente es capaz de reproducir una situación en la

que se asocia el recuerdo dentro del recuerdo208, visionando lo que pasaba en aquel

momento por su mente, jugando metafóricamente con ambos planos, el actual y el

pasado, y donde el lamento por el sufrimiento de su amigo queda patente, antes y

después de su muerte. Comiendo en casa de Aquilino:

«Vio a Julio con los ojos alumbrados por la fiebre, la rapadacabeza depositada en la almohada como la de un desplomado gorrión»(p. 114).

Cuando conoce la fatal noticia, los tonos descriptivos son fríos, sin

abandonar esa luz que, ahora, acompaña la visión del difunto: «El rostro de Julio

tomó la claridad de la mañana invernal en las heladas galerías [...]. Una luz [...], en

la que Julio caminaba iluminado, como entre el sueño...» (p. 218).

Pero no pasemos por alto la identificación metafórica de la vida de los

pastores en Benjamín. En un momento siente ese tipo de vida, tumbado en la

pradera y mirando al cielo. Si tenemos en cuenta lo citado anteriormente sobre lo

que opina el autor de sus personajes, parece que Luis Mateo Díez se contemple a sí

mismo en Chamín, sirviéndole este motivo para cantar reiteradamente las alabanzas

de la sencillez natural y de la vida placentera. El escenario natural es una

representación simbólica en donde la vida adquiere plenitud si se vive de manera

simple y austera. Valga el siguiente testimonio:

207 Cf. Javier Goñi, «Luis Mateo Díez: el humor, un espejo en el camino», art. cit., pp. 18-19. 208 Efecto semejante produce este tipo de sensaciones en las Sonatas de Valle-Inclán, cuya «funciónconsiste en dar profundidad al primer plano [...], creando siempre un espacio imaginativo, un fondo,dentro del cual se puedan dilatar sus impresiones». Cf. Georges Güntert, «La fuente en el laberinto: lasSonatas de Valle-Inclán», Boletín de la Real Academia Española (BRAE), LIII, septiembre-

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[Chamín] «Cerró los ojos y sintió el pacífico regalo de unalibertad, que borraba todo lo que en la conciencia pudiese atar elcompromiso y la norma, la ciega obediencia, el rigor y la disciplina.Una libertad que le sumía en el reverberante ensueño del monte, en lafelicidad del paisaje, donde todo eran lejanías y acallados placeres...»(p. 170).

2. 2. 4. 6. Basilio o la recreación del Beatus Ille

Tras descansar, los excursionistas se dirigen a casa de don Basilio. Son

recibidos por la hermana de éste, Quina Candemuela. En todo el episodio cabe

destacar la amabilidad y simpleza de los personajes, cuya actitud encarna el tópico

del Beatus Ille horaciano, que indica la felicidad del campo209:

«Yo lo que quería es que hubieras cenado en casa con estosseñores amigos tuyos [...]. No saben ustedes el gusto que tengo enconocerles» (p. 159).

De inmediato, Basilio que se encuentra en el fondo de la cuadra, hace traer

unos taburetes y leche, pues «aquí hay que probar la leche cruda, luego ya pueden

echar millas por esos caminos» (p. 159). Aquilino nos informa que don Basilio

desde pequeño padecía un enfriamiento que le hacía vivir en la cuadra, bajo el

abrigo natural de las vacas. Así se presenta al pastor con «un continuo temblor [que]

estremecía su esquilmado cuerpo, un temblor que alcanzaba también su mandíbula,

que se movía inquieta» (p. 160). La enfermedad era fruto de un accidente en una

mina, en que estuvo sepultado durante cinco días y en donde continuamente caía

sobre él, agua helada de un manantial. De nuevo se hace patente la intercalación de

relatos, fórmula usada por Cervantes como distensión narrativa. En Luis Mateo

diciembre, 1973, 543-567, p. 548. 209 En este momento queda muy clara la idea que los pastores tienen sobre la visión del mundo:alaban la pobreza y menosprecian lo material. Son personajes que «han alcanzado en un mediosemiarcádico una grata y simplísima felicidad», alejados de una vida en la ciudad, «absurda einnecesariamente trabada en rígidas normas y enojosos convencionalismos». Cf. Gustavo Agrait, ElBeatus Ille en la poesía lírica del Siglo de Oro, Ed. Universitaria, Universidad de Puerto Rico, 1971,p. 21.

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Díez, es evidente el interés que siente por los relatos. El cuento y la metahistoria

camina por el mismo sendero que la novela. Así, el autor cultiva formas literarias

similares y en ellas complementa la visión que desea conquistar210. Don Basilio

encarna el personaje que vive sin aspiraciones, invadido por una paz dichosa,

contento y feliz en un espacio humilde. El animal, sin interés y exento de lo que el

hombre busca, es capaz de aliviar el frío constante del pastor, mientras lame la sal de

sus pies en el pesebre:

«Ay, Morico, qué bueno y generoso eres [...]. ¿Qué haré sin ti,cuando de novillo tengas que abandonar esta cuadra? Fíjense ustedesa lo que puede llegar la querencia de un animal. No hay nada quealivie tanto» (p. 161).

Basilio aseguró a los excursionistas que el canónigo don José María Lumajo,

según contaban su padre y su tío Alipio, había hecho tal milagro en su persona que

se comentaba, entre habladurías, «que en la capital había colgado la sotana, que

vivía con una y con otra, que lo había suspendido el obispo...» (p. 162). El novelista,

inmerso en ese juego de distanciamiento, de perspectiva irónica ante tal hecho, pone

en boca del pastor que «aquella fuente virtuosa manaba unas aguas que, a quien las

bebiera, le devolvían la juventud. Ya me dirán si la ocurrencia no era disparatada y

mucho más en boca de un clérigo» (p. 168). Así, el efecto de suspense y de

dilatación del pasaje se intensifica. Cada vez que se acercan a una pista certera,

surge el obstáculo:

«¿Tiene usted la seguridad -preguntó Chon Orallo, adelantándosehacia el pastor- de que de veras la encontró? En el corro de loscofrades hubo un común estremecimiento. Todos miraron a Chon ytornaron los ojos hacia Rutilio [...]. -Señora- dijo, al cabo de unossegundos-, sólo don José María podría contestarle» (p. 131).

«La curiosidad ya no podrán satisfacerla -dijo el anciano-. De estoque les cuento ya ni se sabe los años que hace, yo no pasaba de

210 Fernando Gómez Redondo, en el estudio preliminar, clasifica a Luis Mateo Díez en la segundatendencia, de las tres que señala, en el período que oscila de 1988-1991, que define como «una comúnorientación que subyace en novelistas ya consagrados por la crítica y el público y que, desde esaatalaya se han decidido a publicar sus incursiones [...]. Actúan estos relatos a modo de concisos signosen los que el autor puede explicarse [y explayarse] en alguna de las actitudes desveladas en susnovelas». Cf. Cuentos Contemporáneos, Clásico Edelvives, Zaragoza, 1991, p. 37.

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diecisiete» (p. 164).

Ese lugar entre el Monte de los Faisanes y la Cueva del Raposo, entre ortigas

y zarzales, es ya una zona irreconocible. Han pasado casi treinta años y el tiempo ha

pasado tanto en el camino como en los personajes. En este sentido es curioso señalar

que a lo largo de la novela, existe un repaso a todas las edades. La juventud queda

encarnada fundamentalmente por seres melancólicos, enfermizos y trastornados. La

presencia de la muerte de dos de los jóvenes, evidencia el fatalismo temporal y la

personificación del tiempo. Ambos personajes encarnan el ser humano, sujeto a unas

leyes naturales, que viven ajenos a ese tiempo eterno de la naturaleza.

Paradójicamente no asistimos a muerte entre ningún pastor. Es más, todos

ellos muestran una situación, un estado de persona en que se cobra el seso, la

gravedad, el sosiego, la espera y la atención»; en definitiva, de la juventud se pasa a

esa edad, próxima a la vejez. No es nada anormal, que los pastores evidencien

rasgos físicos que acentúen esa madurez, llevada con gran sabiduría:

[Pidio] «De su figura, exageradamente bamboleante, destacaba lablanca cresta del pelo» (p. 136).

[Manuela] «Tenían sus ojos un brillo oscuro y movía la brisa sumelena blanca desordenadamente sujeto con algunas horquillas» (p.149).

[Basilio] «El anciano se inmovilizaba relajado, relajado sobre laesquina del pesebre,como si la húmeda y cálida lengua, lograse, al fin,borrar el pálpito helado que invadía su cuerpo» (p. 163).

El campo es escenario donde uno se aparta del mundanal ruido, un albergue;

es la manifestación de la vida sencilla, que se muestra en la bondad del pastor en sus

actos: ofrecen comida, pernoctan, etc. Encarnan el conocimiento de los valores

esenciales de la vida, satisfechos y desconocedores de la ambición, la vanidad, la

envidia o la palabrería. La imagen del pastor Basilio, hombre muy mayor y muy

mirado para sus costumbres, se muestra en un espacio absolutamente simbólico:

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«Era un amplio local sumido en una benigna penumbre, con unlargo pesebre en el centro a cuyos lados rumiaban una docena devacas y algunos terneros. Al fondo [...], pudieron distinguir la yacentefigura de un hombre, arrebujado entre la hierba y las mantas. Pendíandel techo, entre las vigas requemadas y los desiguales tablones,melenas de hierbas y telarañas, polvorientos racimos del viejo pajar».(p. 158).

La imagen, cargada de tópico y simbolismo, es motivo para traer hasta aquí

otros ejemplos. Así, por ejemplo, Antonio de Guevara211 nos detalló un ámbito

natural, como locus en el que «los que viven [...] son más sanos y menos enfermos,

lo cual no es así en las grandes ciudades donde [...], se corrompen más aún los aires

y enferman más presto los hombres. ¡Oh Bendita tú, aldea!, donde la casa es más

ancha, la gente más sincera, el aire más limpio, el sol más claro [...], la compañía

más segura, la fiesta más festejada y, sobre todo, los cuidados muy menores y los

pasatiempos mucho mayores». La visión idílica de la vida, es compartida por autores

de nuestro siglo, como Miguel Delibes212 o Josep Pla213. Este último reitera que

siente «que la vida del pueblo me acerca a la realidad, a la corporeidad». E incluso,

aporta algo de lo que en nuestra novela se hace posible. Es esa naturaleza, que evoca

«los hechos pasados más nimios [donde], se sienten unos celos mal curados, se ve el

rostro de un amigo que está lejos, etc».

Los placeres de la vida retirada en el campo: el ordeño de las vacas, el

pastoreo; en definitiva, ese tipo de vida humilde que garantiza la felicidad del

hombre, alejándolo de valores abstractos que desmitificarían esa vida que preside

ante todo una despreocupación por el devenir. Basilio es el pastor rústico en

211 Cf. Antonio de Guevara, Menosprecio de corte y alabanza de aldea, (ed. de Asunción Rallo),Cátedra, Madrid, 1984, pp. 170-171. 212 Valgan dos testimonios de sus novelas La hoja roja y Las ratas, en que Miguel Delibes muestra,de modo antitético, la visión del ciudad y del pueblo respectivamente: «Al quinto día de temporal, laDesi se asomó a la ventana con él. La ciudad, aletargada bajo la nieve, apenas dejaba trascender suvitalidad por las bocas de las chimeneas. El mundo era un enrarecido silencio...» (La hoja roja, Destino, Barcelona, 1992, 3ª. ed., p. 93). «Tiempo atrás, el Nini solía subir al campanario cadaprimavera, por la fiesta de la Pascuilla, y desde lo alto de la torre, bajo los palitroques del nido,contemplaba fascinado la transformación de la tierra. Por estas fechas, el pueblo resurgía de la nada, yal desplegar su vitalidad decadente asumía una falaz apariencia de feracidad. Los trigos componíanuna alfombra verde que se diluía en el infinito acotada por la cadena de cerros, cuyas crestas agónicasse suavizaban por el verde mate del tomillo y la aliaga, el azul aguado del espliego y el moradoprofundo de la salvia» (Las ratas, Destino, Barcelona, 1978, p. 102).

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saludable convivencia con los elementos naturales. El hombre en sí mismo es capaz

de encontrar, con tan poco, su bienestar espiritual, su propio yo que le hace ser feliz

con el destino que él mismo ha elegido.

2. 2. 4. 7. El tópico del Aurea mediocritas. El Museo: la huella de

Gracián

Un miembro de la peculiar excursión, Don Florín, encarna un aspecto del

mito pastoril, el del aurea mediocritas, dorada medianía que todos desean alcanzar.

En un momento dice:

«El equilibrio [...] consiste en saber congraciarse con cada cosa ensu sitio y en su momento, verdad Aquilino?» (p. 116).

La idea queda expuesta por Gracián en El Discreto, refiriéndose al equilibrio

entre los hombres, «entre estos dos extremos de imprudencia se halla el seguro

medio de cordura, y consiste en una audacia discreta, muy asistida de la dicha»214.

Así, tras descubrir Aquilino un venero en la vereda de los Faisanes, don Florín

recomienda dos virtudes para llegar a la ansiada fuente: «Firmeza, cofrades -les dijo-

, firmeza y paciencia» (p. 168). El tópico refleja un tipo de actitud en la que el

hombre debe acomodarse a las circunstancias. El sosiego, la paz y la felicidad se

logran al renunciar a todo aquello que traiga desgracias y, en consecuencia, se debe

buscar el contento en los placeres de una vida tranquila y sin ambiciones.

Otro tema que aparece en La fuente..., es el del miles gloriosus. Así, cuando

los cofrades, junto a Aquilino, visitan a Domingo y éste les invita a ver su Museo.

Ángel Benuza se dirige diciéndole:

213 Cf. Madrid 1921. Un dietario, Alianza Editorial, Madrid, 1986, pp. 236 y 239 respectivamente. 214 Cf. Ed. cit., p. 244.

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«-Por Dios-, otra cosa podremos pasar por alto pero no lo que nosofrece aquí este buen amigo, haciendo honor a su hidalguía.

¿Va usted armado a modo de defensa personal o en cumplimientode alguna leyenda heráldica?» (p. 138).

En efecto, Domingo (cuya descripción física es objeto de la última parte del

presente estudio) tiene una casona en la corona del pueblo. Aquí parece adecuado

plantear que el modelo es visible, salvando los tonos y la evidente anacronía, en El

Criticón. Concretamente aparece un Museo que posee una colección de objetos

alegóricos. Es una casa situada en el camino de la edad varonil, «con todo género de

armas antiguas y modernas pertenecientes a los más valientes hombres de la

historia»215. Este personaje había hecho un museo familiar, caracterizado por ser

misceláneo y verídico -según Ángel y Domingo respectivamente-, que poseía «el

escudo de armas del linaje [...]. Dos cabezas afrontadas, cuatro serpientes, dos

leones también afrontados, los nueves escaques y la leyenda»216. A continuación, les

enseña el lugar de manera detenida:

«Ahí ven fíbulas del castro del otero del pueblo, y cerámicas, todosacado por mí con la azada. Esa daga a un caudillo árabe, de los quevinieron con Almanzor [...], ya ven el mérito de la guarnición y losgavilanes, que son de plata pura. El valor ni se sabe. Y en vaso tandelicado, de cristal de roca, fue el lacrimatorio de doña Eudosia [...],que allá por el mil setecientos noventa y pico mató a su marido de ungolpe desgraciado, en los embelecos de la coyunda nupcial» (p. 141).

La descripción de los objetos es singular y curiosa. Se juega de un modo

irónico al que se añaden otros objetos análogos como rizos de barba o la pañoleta de

una mujer condenada a no salir de la cocina por haber puesto a su marido la sopa

fría. En El Criticón esta manifestación se torna en sobriedad y didactismo. Además,

el Museo visitado por Critilo y Andrenio es sobre todo una «armería general de

todas armas antiguas y modernas, calificadas por la experiencia y a prueba de

esforzados brazos, de los más valientes hombres que siguieron los pendones

215 Cf. Miguel Romera Navarro, «Las alegorías del Criticón», Hispanic Review, vol. IX, 1941, 151-175, pp. 163-164. 216 Cf. La fuente..., ed. cit., p. 139.

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115

marciales»217. Entre los objetos destacan las espadas de don Fernando el Católico, la

de Carlos V, etc. Aunque no le falta una copa, escudos de cristal o una oreja de

elefante. Conviene poner de relieve que en El Criticón todos estos episodios quedan

disfrazados por un tono alegórico que tiende «a encuadrar el mundo caótico y

fluctuante de los fenómenos en un sistema rígido de representaciones»218, y que se

muestran «como un método de sugerir la verdad o representarla

imaginativamente»219.

El museo de Domingo contenía además diversas armaduras y colecciones de

periódicos. En este sentido, visitamos en la obra del jesuita el Museo del Discreto

donde «permanecen los inmortales escritos de los sabios que entonces

florecieron»220. La crítica ha visto en la descripción de este espacio, el fiel reflejo de

la biblioteca personal que poseía su mecenas, Lastanosa. Como acertadamente

afirma Aurora Egido, con «el Museo, Lastanosa [...], lo mismo que en el

microcosmos de su palacio oscense, las arquimesas de metal donde guardaba las

medallas no andaban lejos de los anaqueles donde descansaban una completísima

biblioteca; así, en el texto las monedas antiguas se ilustraban con fragmentos

poéticos y otras fuentes literarias...»221. No deja de sorprender el hecho de que la

obra escrita concede un grado de atemporalidad. Los poemas y las baladas que se

escriben al mulo Celenque (motivo inspirador de poesía) durante su vida y tras su

muerte, le hacen ser inmortal. Así, la carta que empieza a escribir Chamín a su

amigo difunto Julio, quien una vez desaparecido, lo único que perdura, (salvando el

sentimiento interior del ser humano) es un recuerdo de aquello que fijó en un papel

un determinado día. No debemos perder de vista, asimismo, el hecho de que la

cofradía emprende la Ruta, guiados por un texto escrito (el Diario del canónigo don

José María Lumajo) y que entre sus integrantes, Paco se confiesa poeta y es el que

lee un poema premiado en las justas poéticas y florales del gran Casino.

217 Cf. El Criticón, ed. cit., I, crisi XII, p. 312. 218 Cf. J. García López, Antología de Baltasar Gracián, Labor, Barcelona, 1974, p. 56. 219 Cf. Miguel Romera Navarro, «Estudios sobre Gracián», Hispanic Studies, vol. II, 1950, p. 71. 220 Cf. El Criticón, ed. cit., II, crisi IV, p. 242. 221 Cf. «Numismática y literatura de los diálogos de Agustín al Museo de Lastanosa», en Estudiossobre el Siglo de Oro, Ed. Nacional, Madrid, 1984, 211-227, p. 212.

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El motivo del viaje

116

2. 2. 4. 8. El episodio de Belisario

Belisario Madruga, «hombre de corta estatura, extremadamente delgado

[que] vestía con una mezcla de harapos, estameñas y melotas y llevaba al cuello una

arrugada chalina» (p. 171). El personaje recrea dos tópicos ya señalados: el primero

es el del aurea mediocritas, ya que vive retirado en una pequeña cueva (su particular

Filosoferio) uno de cada seis días. Es el hombre feliz en la naturaleza, pastor222

alejado «del mundo y de su irrisoria sociedad. En estos parajes vivo feliz, ya para

seis años, con mi esposa y mis nueve hijas» (p. 171). Su modo de ver la vida

adquiere una perspectiva estoica en que se vive, según la naturaleza a fin de alcanzar

el ideal de lo eterno, de lo imperturbable. En la siguiente cita define con claridad esa

dorada medianía, ese vivir feliz con lo imprescindible: «Mi pretensión es alcanzar

[...] un paréntesis luminario presidido por la inteligencia, para que este tránsito

biológico, que es la vida, obtenga su plenitud en esa ecuánime medida de la razón y

el sentido» (p. 172).

Belisario rechaza café y licores, señalando que lo mejor es beber un vaso de

agua virtuosa que mana de su Filosoferio, «manantial que depura el organismo,

reactiva las glándulas y, lo que es mejor, elimina las mismísimas legañas de la

memoria» (p. 174). El segundo tópico lo descubrimos al llegar a casa de Belisario.

Podemos comprobar que la mujer y las hijas son cabritillas. Nuevamente estamos

222 Cervantes desarrolla el concepto de felicidad, conseguido en una época en que gobernaban labondad y la virtud en el mundo. Así, en su famoso discurso con los cabreros, pone de manifiesto losverdaderos valores de la Edad de Oro: «Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguospusieron nombre de dorados [...]. Eran en aquella santa edad todas las cosas comunes; a nadie le eranecesario para alcanzar su ordinario sustento tomar otro trabajo que alzar la mano y alcanzarle de lasrobustas encinas [...]. Todo era paz entonces, todo amistad, todo concordia...» (Cf. Don Quijote de laMancha, ed. cit., I, cap. II, p. 180). A lo largo de toda la novela de Luis Mateo Díez se buscan y semuestran mucho de estos valores. Así, don Quijote, al igual que el pastor Belisario (salvando la claraanacronía) quiere llevar una vida de verdadero pastor, y se lo comunica a su escudero: «Si es que a tite parece bien, querría, ¡Oh Sancho¡, que nos convirtiésemos en pastores [...]. Yo compraré algunasovejas, y todas las demás cosas que al pastoral ejercicio son necesarias, y llamándome yo el pastorQuijótiz, y tú el pastor Pancino, nos andaremos por los montes, por las selvas y por los prados,cantando allí, bebiendo de los líquidos cristales de las fuentes, o ya de los limpios arroyuelos, o de loscaudalosos ríos...» (Cf. Don Quijote de la Mancha, ed. cit ., II, cap. LXVII, pp. 1120-1121).

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El motivo del viaje

117

ante el topos del engaño a los ojos. La cabra Berrenda es comparada con la perfecta

casada de Fray Luis:

«Soy un esposo feliz y un padre orgulloso, no puedo negarlo [...].Berrenda se asemeja, a aquella perfecta casada de Fray Luis. Es unacompañera discreta y modesta y una madre ejemplar. Y mis hijitas, yalo ven, me adoran, las pobrecinas» (p. 176).

La escena en que Belisario llama a su «esposa» es aún más sorprendente y

pone de relieve un fuerte juego de contrastes:

«Berrenda [...], traigo unos invitados, ¿Dónde están las niñas? Untropel de cabritillas saltó el sendero y Belisario alcanzó a acariciarlas.Quietas, quietas, mocitas, ¿Qué van a decir estos señores?» (p. 176).

El lector puede comprobar por sí mismo que el hombre del campo vive feliz

y lleno de gozo cuidando a sus cabritillas y terneros, imagen opuesta al hombre de la

ciudad, en la que los seres son peores que fieras entre sí, consiguiendo poner de

manifiesto el conocido «homo homini lupus».

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El motivo del viaje

118

2. 3. El viaje como rescate del tiempo y la memoria en Las horas completas

2. 3. 1. La excursión dominical desde la Colegiata

El motivo del viaje reaparece en su siguiente novela, Las horas completas223,

ambientada en un espacio natural leonés y envuelto, al igual que La fuente..., en un

mundo provinciano. En esta ocasión, el fin que se pretende alcanzar es tan cotidiano

como la excursión o la visita que un grupo de dos curas y tres canónigos que decide

emprender a un pueblo cercano del noroeste peninsular para merendar allí y ver a su

amigo don Mero. La estructura de la novela se basa en un viaje; una excursión

iniciada un domingo a las cuatro de la tarde, que promete pocos kilómetros y

ambientada en la carretera que sigue la ruta del Camino de Santiago, lugar común de

peregrinos. Don Ignacio, don Benito y don Fidel salen de la Colegiata conducidos

por Manolo y su acompañante Ángel. Se dirigen hasta el pueblo: «Hacia el paseo de

castaños y chopos canadienses, giró el coche, después de cruzar la plaza donde se

erguía la estatua de un rey cojo, salpicada de verdines. La brisa batía las crestas

vegetales paralelas. Se remansaban las aguas del río en las pilastras del puente

romano» (p. 11).

Los primeros datos que revela esta excursión son, por un lado, la sensación

de desorientación pues, «trepaba el coche como un insecto ciego, y el momentáneo

silencio de sus ocupantes [que] parecía alertar la expectativa de su renqueante

esfuerzo» (p. 13). A ello se suma la idea de inmovilidad temporal y espacial,

momento de quietud, como si se tratara de una estampa o foto que fija su imagen y

de la que sólo se percibe la estación climática:

«Amansaba el coche el ritmo de su ascenso hasta una desahogadalentitud y lo ciñó Manolo a la derecha de la carretera. Los ocupantesparecían haberse acompasado a ese ritmo, como distendidos en unviaje sin movimiento perceptible, en el que el espacio y el tiempo dela tarde se cobijaban en el grato sopor otoñal» (p. 13).

223 Luis Mateo Díez, Las horas completas, que a partir de ahora citaremos por Las horas...,

Alfaguara, Madrid, 1990, 1ª. ed.

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119

Este viaje tiene además la peculiaridad de ser circular, en el sentido de que la

novela empieza y acaba con la alusión a un mismo objeto. Don Ignacio deja

encendido el infiernillo de la Colegiata y ello trae terribles consecuencias:

«Ay, Dios -exclamó preocupado don Ignacio, que con don Benitoescoltaba en el asiento trasero a don Fidel- me parece que dejéencendido el infiernillo. ¿Por qué no volvemos, Manolín? [...]. Nopodemos andar perdiendo el tiempo y haciendo esperar a Mero» (p.11).

«Es la Colegiata -dijo una mujer que arrastraba a dos niños-.Lleva ardiendo desde las ocho de la tarde [...]. Dios mío -exclamó donIgnacio consternado-, el infiernillo» (p. 212)224.

Y es que el propio título de la novela, Las horas completas hace alusión al

rezo diario y divino que los clérigos hacen y que se distribuye en las diferentes horas

del día en maitines, laudes, vísperas y completas.

La trama es aparentemente sencilla y el viaje promete ser una simple salida

rutinaria. Los canónigos dialogan sobre distintos cargos que ocupan personas de

poca monta en el pueblo, aluden al Cristo de Velilla, el motor del coche se calienta,

se detienen, etc. El camino que recorren es aburrido y solitario225, no se cruzan con

nadie pero, en medio de esta paz y sosiego, un extraño personaje rompe esa quietud

y tranquilidad: Manolo divisa a lo lejos un bulto, una extraña figura en la carretera:

«El coche se fue acercando con lentitud, mientras el bulto se

224 Este fenómeno se denomina recurso terminativo, que es “todo fenómeno textual que aparece enel cierre o cerca del cierre y que por sus características intrínsecas mantiene una relación especial conel final. Se trata en primer lugar de alusiones metatextuales manifiestas al final cercano, pero ademásde una amplia gama de elementos que se relacionan semánticamente con el final o de procedimientosestilísticos y rítmicos que confieren al cierre un grado superior de elaboración retórica, subrayando asísu importancia y atrayendo la atención del lector hacia el último segmento del texto”. Cf. MarcoKunz, El final de la novela. Teoría, técnica y análisis del cierre en la literatura moderna en lenguaespañola, Gredos, Madrid, 1997, p. 130. Asimismo, véase el análisis esbozado del cierre en La fuentede la edad , en pp. 132-142 y 168-169.

225

«El silencio alineaba a los pasajeros en esa ensimismada presencia que perdura porque nadieparece tener conciencia de ella. La soledad del paisaje favorecía los gestos abstraídos de su monótonacontemplación. Casi como una huella lejana se adivinaba en el horizonte la azulada suciedad de lacordillera». Cf. Las horas..., ed. cit., p. 20.

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El motivo del viaje

120

incorporaba Dios mío, qué locura -exclamó don Benito-. Para que loatropellasen.Era un hombre relativamente joven, alto y barbudo.Llevaba una pequeña mochila. Manolo detuvo el coche.No se asusten,amigos -dijo, corriendo hacia ellos-. Es Dios quien guía las sandaliasdel peregrino» (p. 30).

El viaje como soporte estructural en la novela cumple distintas funciones:

permite el encuentro con personajes de ámbitos diferentes; esto, a su vez, origina el

conocimiento de fábulas, historias o cuentos y como ocurre en la novela que

analizamos, las distintas perspectivas obtenidas por el diálogo que mantienen los

clérigos, ponen al descubierto la técnica del contrapunto. Como acertadamente

señala Mariano Baquero Goyanes, el motivo del viaje queda vinculado al tema

novelesco «del ir y venir de un personaje o personajes que, según van haciendo su

camino, van entrando en contacto con nuevas gentes, con nuevas posibilidades

novelescas, con seres que suponen otras tantas historias; bien porque las contengan

sus respectivas peripecias vitales, bien simplemente porque sean capaces de contar

cuentos o de poseer manuscritos que los contienen»226.

El viaje pretende ser una evasión sencilla de la realidad, la novela adquiere

así su significado: el de una huida de una ciudad muerta, un escape de la monotonía

cotidiana, algo que no se conseguirá. Pero al hablar de la estructura tradicional del

viaje y de la realidad evasiva, hay que tener en cuenta que desde el primer capítulo

esto funciona mediante elementos que inciden en todo el discurso narrativo. En

efecto, desde la página número catorce advertimos un sueño de don Fidel

recuperado a través de la memoria. Será el primero de los que aparecerán en la

novela y que constituirán parte de esa salida de lo real, de ese ensimismamiento en

otra esfera temporal y espacial que configura el cronotopo. En las horas..., hay una

recuperación de la memoria, que llevará a entender los entresijos y el laberinto que

todo ser humano posee en su interior.

226 Cf. Estructuras de la novela actual, Planeta, Barcelona, 1975, 3ª. ed., p. 30. Afirmación que se

hace extensiva a su anterior novela La fuente...

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El motivo del viaje

121

2. 3. 2. El viaje como conocimiento del pasado del ser humano

En esa excursión que dura apenas cinco horas, existe un rescate de la

memoria. Don Fidel recuerda y presiente su sueño tan real y cercano, que sus

imágenes se robustecen con «la decisión de recrearlas de nuevo como un pájaro al

que se desea acariciar las alas» (p. 14). Trae a su memoria un hecho repetido y

entonces se produce una situación similar y repetida: en numerosas ocasiones a lo

largo de toda la narración, su boca toma un amargo sabor que deja el efluvio de la

nicotina del carro. Las primeras imágenes que obtenemos provienen de un campo de

trigo en el que el color es el protagonista fundamental:

«Brillaban las espigas como los dorados de un retablo. El azulrampante amenazaba a diluirse entre morados y amarillos227

sobresaltos, como si un arcoiris de imprevistos brochazos fuese arasgar el cielo» (p. 14).

El recuerdo de don Fidel es la imagen de un segador que tiene en la mano

una hoz y cuyos ojos parecen dos lunas empañadas. Ve cómo él mismo se acerca a

este hombre y echa agua en sus manos laceradas. Comprueba entonces que se

mezclan sudor, sangre y agua. De pronto, don Fidel vuelve a la realidad pero no de

un modo total. Lo evocado ha sido tan intenso que,

«La imagen del sueño se desprendía como una hoja que fuera aperderse en el viento, y por un instante la memoria de don Fidel quedóvacía, apenas iluminada por el rescoldo de las espigas» (pp. 14-15).

En la excursión tienen que hacer una parada porque el coche se calienta y es

entonces cuando contemplan la ciudad que parece atemporal:

«Está ahí, quieta como perdida, y da la impresión de que nadievive en ella. Es cierto -coincidió don Ignacio-. La misma impresiónque esos mausoleos abandonados, que nunca guardaron a los muertosni pueden ya esperar a los vivos» (p. 19).

227 Los subrayados son míos.

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122

La idea de soledad, de muerte o de abandono se identifica con la ciudad, con

la provincia en otras ocasiones. Así, porque en La fuente..., la novela acaba en el

momento en que Dorina, con un grito apocalíptico228, cae al vacío desde el tejado de

su casa. Pocas líneas después se cierra la narración, al tiempo que los cofrades

«vieron cómo en su caída volaba Dorina como un copo vivo sobre aquella ciudad

muerta»229. La ciudad también puede reflejar el tiempo histórico, la opresión en la

que se ven envueltos sus habitantes. Cerca de un hontanar, los cofrades, en tono

declamatorio, dialogan sobre el oro de la vida que se han propuesto encontrar. Ya

apuntábamos en la introducción un fragmento de lo que grita Ángel Benuza en La

fuente...:

«Estos tiempos emputecidos que nos tocó vivir son hijos de laignonimia y del desastre [...]. Y yo me pregunto cómo podremossobrellevarlos, quién tiene la receta para, al menos, hacerlospasaderos, disimulando su terquedad y oprobio» (pp. 44-45).

No tarda demasiado en definir el estado en el que se encuentra la ciudad, y

cómo sus habitantes sufren las consecuencias de los tiempos que corren. En tono

declamatorio el mismo personaje manifiesta con tono declamatorio:

«Tiempos emputecidos, sí, señor tiempos de buitres y de comadre-jas, donde la intransigencia y el desprecio muerden el corazón de laciudad, el aire público se contamina con el hedor de los sicarios, conla ponzoña de las huestes del hisopo y de la soflama nacional-sindicalista» (p. 45).

Al igual que cada personaje, en Las horas..., evoca el pasado de sus vidas, la

ciudad posee una memoria, una «imagen que remite al pasado, que devuelve la

aureola de su edad heroica [...]. La imagen que guarda el esplendor de su memoria,

liberada de quienes la habitamos, ajena a la vida, entregada a la quietud de la

muerte» (p. 19). Pero el viaje que hacen los canónigos en Las horas..., es un viaje

humano, un camino o excursión de unas pocas horas. La ciudad y el ser humano

poseen un pasado aunque el tiempo, las horas, pasan para ellos de modo diferente.

228 «Oíd, hermanitos/ la hora es llegada,/ el mundo se acaba/ según está escrito». Cf. La fuente...,

ed. cit., p. 298.

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El motivo del viaje

123

Se contraponen el tiempo humano-fugitivo y el tiempo que posee la provincia:

«El tiempo lo detenta ella entre sus mejores pertenencias, a favorde su memoria y de su belleza [...]. Es el tiempo el que contribuye ahacerla cada día más hermosa y secreta, mientras a nosotros nosdespedaza [...]. A nosotros nos barre y a ella la sustenta. Ambospertenecemos al pasado, pero la nuestra no es precisamente unamemoria enaltecida en la piedra. Aunque para sobrevivir, acaso másallá de lo vivido, nos hayamos agenciado una guarida románica» (pp.19-20).

Metafóricamente la excursión es una ruta, un camino en el que se desciende

a las obsesiones de cada personaje, en el caso que nos ocupa, de cada canónigo. Al

seguir el coche su marcha, el paisaje es solitario. En el viaje, que es viaje de

conocimiento de la vida del hombre y de su pasado, sabemos que don Ignacio tuvo

unos clavos en sus manos, y aunque ya curadas, fue este hecho el que le hizo

renunciar a dirigir el coro de la Colegiata y a no celebrar misa en horas concurridas:

“El suplicio de las moradas protuberancias, que habían deformado sus manos como

llagas de escoria, hasta hundirle en un complejo (...), alimentaba en su memoria un

rastro de temor” (p. 21). Este suceso nos adentra en su historia particular: un día fue

a visitar a un señor, del que sólo sabemos que tenía una visera y un diente de oro en

la encía superior. Era un curandero que podía sanar sus heridas. El hombre recibió a

don Ignacio, no vestido como cura, y le ordenó lo siguiente:

«Vaya a la pradera, detrás de la casa, y coja catorce hierbas, lasprimeras que encuentre. Luego me las trae» (p. 21).

Suponemos que sanó pero, sin embargo, el sentimiento de humillación que

posee cada vez que toca la piel de sus manos es inevitable y ello le trae a la

memoria, «ese recuerdo de su enfermiza situación, avergonzado, impotente, como

un niño reducido por el castigo injusto» (p. 22). La imagen del sacerdote que recurre

a medios, precisamente no bien vistos en la ortodoxia cristiana, aparece con

anterioridad en La fuente..., en la persona del canónigo don José María Lumajo,

sorprendido por el pastor Rutilio totalmente desnudo, entre matas en un campar

229 Cf. La fuente..., ed. cit., ibid. El subrayado es mío.

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El motivo del viaje

124

donde cerca se había bañado y había bebido aguas de un manantial. Desde ese

momento, Rutilio cuenta que vio «un hombre distinto, una persona a la que se le

habían caído los años y estaba lozana tal como en la mocedad podía haberlo estado»

(p. 132). El canónigo cambió de actitud y pidió al pastor que jamás contara a nadie

lo que había visto. Le regaló un frasco de agua para ahuyentar el mal olor de sus pies

y nunca se volvió a saber más nada de él. En Las horas..., don Ignacio va más allá

pues aunque cree en el mismo Dios que el sanador, invoca al diablo en las palabras

que, a modo de conjuro, tiene que pronunciar. Es una receta de sal y fuego en la que

tiene que creer de manera convencida para que surta efecto y tiene que invocar tres

veces al diablo con las siguientes palabras:«Esta sal y estas verrugas, el diablo las

disminuya» (p. 22).

En su memoria estas palabras quedaron grabadas, de modo «que habían

hundido en su conciencia la desazón de la cizaña, el malestar que dejan los sueños

sucios en la madrugada inocente» (ibid). La presencia de las brujas o curanderos

aparece también en La fuente... Baste recordar la anciana Manuela Mirandolina

cuando invita a Ángel Benuza y a Paco Bodes a su casa para practicar un remedio

que ponga fin a su soltería, mostrándoles el prodigio de una moza triscadora que

resulta ser la luna.

Las historias intercaladas que dilatan la acción principal y que, en ocasiones,

no se subordinan a la anécdota que narra la novela, juegan un papel fundamental.

Rara es la ocasión en que estos pequeños relatos aparecen de forma gratuita. En Las

horas..., por ejemplo, don Benito recuerda su primera misión como párroco en los

cerros nevados de Espinareda. Sitúa la acción en mil novecientos veintiséis. En el

pueblo habitaban cuatro familias. El primer día que don Benito llegó, una mujer

había fallecido. Preparó el funeral y en la iglesia, “allí me vierais con el cadáver

tirado en el suelo de la iglesia donde unos y otros, por esto o por aquello, acabaron

dejándome. Así me estrené” (p. 17). En ese trance tuvo que cargar el cuerpo de la

difunta y darle cristiana sepultura en un paisaje solitario y nevado. Comprendió

entonces la soledad y la miseria que puede llevar escondida el ser humano: “¿Qué le

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125

tienta a uno, después de una cosa así, cuando se es joven y se alimenta la ilusión

para que la melancolía y el despamparo no hagan mella, sino la amargura, y el

desánimo?” (p. 18). El sentido funesto recuerda la rima LXXIII de Gustavo Adolfo

Bécquer230, que expresa esa misma soledad que tiene los muertos enterrados en el

cementerio. En el caso que nos ocupa, este hecho es aún más significativo por estar

este sentimiento en boca del canónigo don Benito. Para éste, en aquellos cerros de

Espinareda sólo existían “eriales, yermos, rastrojeras, cuatro norias ahí perdidas en

el polvo del páramo” (p. 15). Para él, la tierra es un animal que Dios nos ofrece y su

actividad en el confesionario, a lo largo de cuarenta años, le ha enseñado que todos

los hombres son el mismo: “Porque todo lo invade la misma enfermedad, y el propio

mundo es quien la contagia. Un animal enfermo que echa su mal aliento, el veneno

de sus entrañas revueltas y pertinaces...” (ibid).

La reflexión es continua y, en ocasiones, los personajes recurren al

procedimiento de intertextualidad -en este caso con una alusión al místico carmelita-

: “Se lee poco a San Juan, muy poco. Del mundo cada cual tiene su rasero y el que

quiere fácilmente se engaña. Una sima de la que mana los acordes desesperados dice

el santo. Este animal que nos lleva con sus vanidades, sus pompas y sus miserias.

Así metidos, dentro de él, como ahora vamos en el coche. Y esa es nuestra

condición si no la mudamos” (p. 16). Según él, todo ha cambiado: “La moda es

ahora el aspaviento y la justificación (...). Y una moral tan laxa, tan amplia y tan

discrecional como la imaginación de quien se la quiere apropiar” (ibid).

Cuando don Benito recuerda las dificultades para llegar a los cerros en sus

inicios como sacerdore, podemos conocer realmente cuando se sitúa la acción: llegó

a Espinareda un catorce de enero de 1926. Lleva cuarenta años de confesionario, por

tanto ello nos lleva a una historia ambientada en los años sesenta, concretamente

hacia 1966. De nuevo es el recuerdo, el que reaviva su memoria y el color231 dibuja

230 El final de la rima es el que sigue: “¿Vuelve el polvo al polvo?/ ¿Vuela el alma al cielo?/¿Todo es, sin espíritu, / podredumbre y cieno? / No sé; pero hay algo/ que explicar no puedo, / algoque repugna/ aunque es fuerza hacerlo/ a dejar tan tristes, / ¡tan solos los muertos!”. Cf. Ed. cit., p.45. 231 “Un fulgor gris abría en la memoria de don Benito la constancia de ese rastro donde surgía la

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126

la melancolía de la evocación: “El rastro del recuerdo le llevaba en el apacible sopor

a la sombra helada de aquellas cuatro casas, huérfanas en el ribazo” (p. 17).

Pero el yo interior de cada cura trae consecuencias no tan cotidianas como

las de don Benito, en sus difíciles inicios; también conocemos las obsesiones y

angustias de Manolo por sus sueños232 y cartas recibidas de una admiradora, Luisa

Peña, la cual en el confesionario manifestó su amor hacia él, ante su propio

asombro. Para éste todo transita entre la realidad y la ficción, a medio camino entre

lo aparente y lo real, una evocación recuperada en la mayoría de las ocasiones a

través del sueño, único aliado del secreto que guarda a voces: “Manolo hizo un

instantáneo repaso de rostros conocidos, de referencias posibles. El aliento

convocaba otra vez las imágenes del viejo sueño. Un recuerdo de arenas turgentes en

los espacios furtivos de aquellas tardes con las primas, que ni en el seminario, en los

tiempos más melancólicos de su vocación maltrecha, se decidía a confesar al padre

espiritual” (p. 50). Todo ello viene a demostrar, como el propio novelista afirma,

que los “canónigos son como unos apacibles dinosaurios que han salido de la

guarida a dar un paseo, que tienen la conciencia del tiempo a que pertenecen, en un

mundo que acaso ya no sienten suyo pero donde viven amparados por lo que son.

Sus creencias, su experiencia, avalan la seguridad de lo que representan: una

concepción cerrada de la existencia humana y de su destino trascendente, más allá

de las particulares e íntimas desazones que, como cualquiera, sobrellevan”233. Se

podría decir que todos estos elementos forman parte de relatos semifantásticos, de

pequeños cuentecillos insertados en la acción principal, teñidos de leyenda y

ficción234.

iglesia desvencijada en la cima del pequño otero, las dormidas paredes del cementerio aledaño”.Cf. Las horas..., ed. cit., pp. 17-18. 232 El autor se refiere a esta dimensión de los sueños en los siguientes términos: “La pretendidaaureola de lo onírico, que envolvería el viaje, era ya una decisión tomada antes de emprenderlo y,si he de ser sincero, el gusto de inventarlo, de contarlo, se relacionaba estrechamente con esadecisión, nacida casi seguro de mi experiencia personal sobre cómo también hay infinitas cosas dela vida -de mi vida, al menos- que ya no sé decir si definitivamente pertenecen al sueño o a lavigilia. Entre ellas la misma imagen de la que nació la novela, una de esas imágenes que yo puedorecordar, al igual que alguna otra idea en parecida disposición, como ostentadoras de un embriónnarrativo, como nutridas de una misteriosa sugerencia para segregar una historia”. Cf. “DeVísperas a completas”, en El porvenir de la ficción, op. cit., 90-94, p. 93. 233 Cf. “De Vísperas a completas”, en El porvenir de la ficción, op. cit., p. 92.

234

J. Molino piensa que son relatos fantásticos aquellos en los que se hacen presentes temas comoel diablo, la brujería... Es una clasificación reducida sobre la que ya hizo Caillois. Véase su aportación

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El motivo del viaje

127

2. 3. 3. La aparición del peregrino en el viaje

El personaje hace su aparición del modo más sorpresivo, en medio de la

carretera, a punto de ser confundido con un bulto. Desde el comienzo no sabemos si

es un peregrino o un vagabundo, si bien se emplean los dos conceptos, pues al ser

atendido, él mismo comenta: “Llevo una jornada muy dura y cualquier alivio sería

bueno. El peregrino obtiene su recompensa con el sufrimiento, pero también se

santifica en la misericordia” (p. 31); e inmediatamente rectifica y al recapacitar sobre

su actitud alocada afirma que esto “de tirarse a la carretera es más cosa de

vagabundos que de peregrinos” (ibid).

Sin embargo, desde el primer momento se comporta más como un pícaro.

Ante la observación de Ángel de que se dirigen a San Martín, a unos pocos

kilómetros, este hombre barbudo235 intenta conseguir su propósito mediante un

mensaje lastimero donde no se aparta la retórica:“Mi vida no es más preciosa que la

del saltamontes y la lagartija, padre. ¿Cuánto vale un grano en la inmensidad del

granero? Les agradecería mucho que me llevasen, si no es molestia. Tengo una llaga

en un pie” (ibid).

El pícaro, como Lázaro de Tormes, cuenta su origen al relatar que intenta

hacer la peregrinación movido por el cumplimiento de la revelación de un sueño que

tuvo. Qiere a raíz de ese recuerdo que asemeja a una especie de revelación sus

treinta y tres años de existencia: “La verdad es que mi peregrinación (...) está

motivada por un sueño. Uno de esos sueños adolescentes que quedan grabados en el

recuerdo con mayor intensidad que lo que se ha vivido (...). Yo siempre fui un

adolescente muy sensible y solitario, huérfano para mi desgracia desde la niñez. Mis

padres fallecieron en un accidente de automóvil cuando apenas contaba seis años”

(p. 32).

recogida en el artículo de Ana Gómez Salvador, «De lo fantástico y de la literatura fantástica»,Anuario de Estudios Filológicos, Universidad de Extremadura, Cáceres, VII, 1984, pp. 209-226. 235 “Un corto silencio llenó el vehículo con esa zozobra que irradian los desconocidos. DonBenito, don Ignacio y don Fidel observaron los frondosos cabellos castaños, las barbas derramadasde aquel hombre que se volvía hacia ellos sin dejar de sonreír”. Cf. Las horas..., ed. cit., p. 31.

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128

Las características de su peregrinación hacia el Camino236de Santiago están

marcadas por una desorientación absoluta donde el espacio y el tiempo son

coordenadas ajenas a él, un recorrido “donde de veras voy a encontrar la mayor paz,

el equilibrio perfecto. ¿Habrá modo mejor de celebrar esos treinta y tres años que

queramos o no, le acercan a uno a la mitad de la vida” (p. 33). La vida le hizo vivir y

disfrutar, frente a una desgraciada infancia, de una juventud llena de compensación

con lo que se demuestra que la vida, en cocasiones, es caprichosa: “De lo que un día

no tienes al día siguiente te resarces. ¿O no opinan ustedes lo mismo? (ibid).

Peregrinación donde la comida escasea, “la mía es la peregrinación de los pobres.

No se crean que cuando llegue a Santiago me voy a poder atracar de mariscos” (p.

43).

El peregrino-pícaro se distancia de los canónigos que son viajeros237, pero no

sólo en este sentido. El mismo intruso, al exponer cómo su tío Argimiro lo echó de

casa cuando contaba dieciocho años, cree conveniente que los sacerdotes conozcan

su vida, pues ellos “andan necesitados del conocimiento de todo lo que se relaciona

con la condición humana y sus humores secretos, saber lo que pasa por un corazón

juvenil, agraviado de esa manera, en un trance tan duro” (pp. 33-34), si bien al

contar en qué modos su tío lo apeleó, les advierte que “desde un punto de vista

estrictamente moral, que es al que ustedes les compete (...) el asunto deja mucho que

desear. No hace falta que me lo echen en cara. Pero ¿dónde sitúan ustedes a la

Naturaleza con sus impulsos irreflexivos, tratándose como se trataba de un joven

huérfano, tan solitario como vigoroso? (pp. 36-37).

236 “Para mí el Camino, qué quieren que les diga, está resultando una liberación, un espejo dondereencontrarme, perdido en esta soledad itinerante a la que, como ustedes recordarán, ya se referíael Códex Calixtinus”. Cf. Las horas..., ed. cit., p. 32. Conviene recordar que el Códex Calixtinus oCódice Calíxtino es un pergamino de fines del siglo XII, dividido en cinco libros que contiene lasnoticias referentes al camino que debían hacer los peregrinos. Es el libro de Santiago, monumentoliterario de las peregrinaciones a Santiago de Compostela, en el que no faltan páginas como las querelatan una histotria de amor entre una mujer y su amante y cómo le cortó a éste la cabeza. 237 “Los viajeros del asiento trasero hicieron un gesto común, indeciso, ante el requerimiento deaquel hombre que, por un instante, les miraba con fijeza como aguantando sus palabras”. Cf. Lashoras..., ed. cit., p. 33.

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El motivo del viaje

129

Otro de los motivos que lo aparta de ellos y se expone en el camino o viaje

es la perspectiva que tiene sobre la religión. A pesar de hacer el Camino se considera

no creyente, piensa que los canónigos viven de Dios, que es a su vez una fábula,

porque de algo tiene que virvir, reafirmando la misma idea al exponer el suceso que

le ocurrió cuando en una ocasión que pasaba por un pueblo fue a un entierro: “Yo

les puedo jurar a ustedes que la muerte es un tránsito a la nada238, se lo puedo jurar

por lo que más quieran. Se respiraba la nada en aquel cementerio lleno de ortigas. Es

que atufaba. Y daba gusto. Porque, a fin de cuentas, qué mayor consuelo que el que

la nada proporciona. Te echas en ella como en un lecho de nubes y ahí te quedas, sin

conciencia, sin memoria, para el resto de la eternidad. La muerte, no lo duden, es el

salvaconducto para una siesta infinita. Yo me apuntaba ahora mismo, porque desde

luego no hay idea mejor para un vago que esa de la eternidad” (pp. 38-39).

Esta idea vuelve a repetirse cuando Manolo por descuido y al mirar hacia

atrás, enfila la curva y atropella a una perrita, la Mica; al bajarse comprueban cómo

la perra aullando intenta arrastrar su herido cuerpo. Al coche sólo le provoca una

abolladura leve. La reflexión del peregrino sobre la vida vuelve a hacerse presente:

“Nada, ni preocuparse (...). Un can menos en este mundo de perros donde casi todos

sobramos” (p. 47).

Es en este episodio cuando demuestra que es un auténtico pícaro, pues sabe y

conoce de las artimañas precisas que la vida le ha enseñado para afrontar de forma

victoriosa tan mal trance. Cuando la niña, dueña de la perrita sale de su casa

gritándole a su abuela cómo la Mica está agonizando, el peregrino en este momento

para salvar la situación, les aconseja que lo mejor es que vuelvan al coche y

dispongan todo para irse. Él se encarga de solucionarlo todo; en efecto, tras una

charla con la abuela que lo miraba limpiándose las lágrimas con su delantal, se

acerca a la ventanilla del coche a tranquilizar a los que han provocado en su vida y

en la de su nieta una auténtica desgracia. Y ¿gracias a qué? A la mentira que pone

en práctica el pícaro. Uno de los trucos que usa es valerse de la credulidad de los

238Recuérdese la misma idea que surge en La fuente..., cuando al morir el mulo Celenque surge

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labriegos que habitan esas tierras. Ante la sorpresa de los canónigos, el intruso

cuenta a Manolo lo que le dijo a la mujer: “Lo que más podía apaciguarla. Que en

este coche viajaba su Eminencia. Y también que no hay canon que permita bendecir

la muerte de un perro. Igual le atropellamos a la nieta y no lo siente tanto” (p. 48).

La crítica que surge es muy clara: el hombre es capaz, aunque se le mienta

tratándose del clero, de confiar en Dios y desconfiar en los hombres. Sin embargo,

este accidente ocurrido en el inicio de la excursión, desde el punto de vista de los

canónigos puede tener otra posible lectura: las pocas horas de evasión que se

disponen a pasar comienzan a ser nefastas. Puede que desde el comienzo ello tenga

conexiones con el Salmo latino con el que se abre la novela y que corresponde al

XC del Officium Divinum in Completorium: “Non timebis a timore nocturno, a

sagitta volante in die, a negotio per ambulante in tenebris, ab incurso et daemonio

meridiano” 239. Es como si se les empezara a escapar de las manos algo tan

cotidiano como una excursión dominical, cuyo fin es merendar en un pueblo a

cercanos kilómetros. En este sentido, el propio novelista deja claro que a partir del

encuentro con el peregrino, la dimensión del viaje es absolutamente diferente: “El

encuentro con un peregrino, extrañamente tirado en medio de la carretera, será la

circunstancia que trastoque el destino de esa tarde anodina. Todo lo que sucede, o

puede suceder a partir de ese momento, está más allá de lo previsible (...),

evidenciando lo frágil que es la realidad, el delgado límite que separa lo trivial y lo

extraordinario, lo indefensos que andamos por los páramos de esta vida donde

cualquier encuentro casual, cualquier inquietud, cualquier sueño mal digerido o el

rastro de un obsesivo recuerdo, pueden alterar o transgredir nuestra existencia”240.

La crítica a la Iglesia es continua. Al referirse a la Mica, el peregrino se

pregunta qué ocurriría si los bichos tuvieran alma. La risa surge al afirmar que

entonces no habría en todo el mundo mayor negocio que el de la Iglesia, donde no se

un incontable número de poesías que giran en torno a su muerte. 239 El propio título de la novela tiene un significado puramente metafórico, cuya traducciónaproximada sería: “No tendrás miedo del temor que provoca la noche, de la flecha que vuela en eldía, ni de la dificultad que avanza en las tinieblas, ni de la asechanza del demonio meridiano”. 240 Cf. “De Vísperas a completas”, en El porvenir de la ficción, op. cit., p. 90.

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131

excluye la transgresión de las normas: “La Santa Madre Iglesia necesitaría, por lo

menos, un Vaticano para cada espacio. Sería cojonudo pensar que Cristo también

murió para salvar a los gatos y a los perros. Y que un conejo, peca mortalmente con

los conejos de la conejera que no es suya” (p. 51).

El viaje sigue su marcha pero se detienen para estirar las piernas un poco, a

causa de la continua molestia de don Fidel. El peregrino se había quedado medio

dormido, si bien rápidamente vuelve a la realidad. Manolo observa de él sus

temblorosas manos que registraban el interior de la mochila: “El hombre había

extraído otra lata como la de sus cigarros y la abría con dificultad, desalentado al

comprobar que estaba casi vacía. Esto es lo que queda de mi dieta -dijo, mostrando

un higo seco-. No les digo si gustan porque me da vergüenza. ni el último ermitaño

se apretaba más el cinto” (p. 53).

Tras esto conocemos otro episodio trágico en la vida del pícaro. Ahora

sabemos por su llanto desconsolado y por sus gestos, al mirar su cartera con

desesperación y tras besarla, que tiene dos hijos abandonados. Provoca la lástima y

la desesperación pues grita y se lamenta de que las criaturasa tengan por padre a un

degenerado, a un hombre que ha caído en lo más bajo. Al intentar ser consolado241

por don Ignacio, el padre desalentado exclamaba: “¿Que no me ponga, que no me

ponga, dice? -reaccionó excitado el hombre, enarbolando las fotografías de la

cartera-, Mire, mire, dos inocentes que no tienen quién haga vida de ellos.

Huérfanos o peor, abandonados. Con un padre que no merece ese nombre, y una

madre de la que más vale no acordarse. Y entre los dos no suman los diez años” (p.

55).

El peregrino cumple con la función de ser un perfecto embaucador, de ir

fantaseando con historias que no son ciertas. Así de peregrino se convierte en pícaro;

tiene que mentir, causar lástima para ir sobreviviendo. Él mismo confiesa que

241 La autocompasión es uno de los recursos habituales del peregrino para conmover a loscanónigos durante el viaje: “Hijos de mis entrañas, hijos míos -gritaba el peregrino-. Qué culpatendréis vosotros de un padre como éste. Qué culpa tendréis, pobrecines”. Cf. Las horas..., ed. cit.,

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132

miente más que habla: “Les cuento la novela de mi tío Argimiro y mi tía Hortensia y

me quedo tan pancho. Que más quisiera yo que haber visto aquel culo de Emérita en

la noche de autos. Esos culos sólo existen en los sueños, no nos engañemos. Nunca

estuve en cama ajena, puedo jurarlo. Y de mujeres, apenas si puedo hablar de la

mía” (p. 57).

2. 3. 4. Las historias intercaladas

El viaje posibilita que con la llegada del peregrino, entre en el mundo de los

canónigos todo aquello que por obligación abandonan o dejan al margen. En esta

estructura del viaje, en general, queda vertebrada por los cuentos, leyendas y fábulas

que se suceden a lo largo de toda la novela. Así se posibilita una doble visión, la del

mundo marginal que genera literatura, casi de forma más acertada, la que pone en

funcionamiento los engranajes para que se monten verdaderos cuentos

absolutamente independientes; y del otro lado, el mundo de los sacerdotes que irán

observando por sí solos lo alejados del mundo real que están y su falta de

compromiso con todos y con todo.

2. 3. 4. 1. El origen novelado del peregrino

El pícaro cuando irrumpe en el camino de los canónigos va a deparar un

número de sorpresas a través de las historias que va desarrollando. De él destacan

“sus dedos temblorosos, sus ojos salpicados por el brillo de un cristal húmedo” (p.

34). Es un ser miserable que ha experimentado cómo la vida se le derrumba y su

propia ruina se convierte en una impotente humillación, desamparo, a veces

venganza, etc. La desgracia le sobrevino cuando fue expulsado por su tío de su casa.

Quizá lo más característico del hecho no sea éste en sí, sino el modo de contarlo, o

mejor de novelarlo, está novelando la anécdota de su expulsión del ambiente

familiar en tono absoluto de narración literaria: “Van a permitirme cierta licencia

narrativa, porque hay cosas que conviene contarlas con la ambientación precisa para

p. 55.

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133

que, al rememorarlas, alcancen la potencia que tuvieron al suceder. Yo no puedo

contarles lo que pasó, ni ustedes entenderlo en toda su trascendencia, si me remito al

dato frío, al hecho escueto. Se lo voy a novelar un poco, si les parece bien. Igual

hasta les entretengo un rato” (p. 34).

El propio escritor confiesa que escribir la vida de alguien o la propia es más

que pasarla a papel, vivirla y lo considera una manía peligrosa, “porque escribir la

vida ofrece la irónica contrapartida de verse abocado, por algún sutil y deslizante

conducto, a vivir la novela. Una especie de radical contradicción de tal, porque no

acaba de aclarar el delito cometido. Esa contradicción, expuesta someramente, daría

más o menos este resultado: la vida ya no la vivo, la escribo, y la novela ya no la

escribo, la vivo”242.

Cuenta cómo su tío lo sorprendió con su amante, Emérita Valdosín, una

vecina de cincuenta años que odiaba a su tía; todo ambientado en medio de una

tormenta, “o mejor, la pérfida tormenta, que es más expresivo, arrebataba las calles

de Carrión de los Condes” (p. 35). En esta narración no se excluyen paralelismos

como los que siguen: “Llovía con ese clamor nocturno que rescata el pavor de los

muertos. Un rayo hirió el friso de la portada del monasterio de San Zoilo. Una riada

anegaba los muros de la iglesia del Nogal de las Huertas. Y yo, yo estaba yaciendo

inmerso hasta los tuétanos en la impudicia de mi vigor juvenil, en el lecho estéril de

mis tíos, que se habían ido a Frómista a una boda y no regresaban hasta el día

siguiente” (ibid).

Fue el destino quien no permitió la boda e hizo volver a los tíos antes de

tiempo, a pesar de la tormenta. En pleno acto sexual fueron sorprendidos y el

peregrino, en este setido, conviene apuntar que transgrede las normas y parece

olvidar a las personas que lo acompañan. Al describir el momento en que son

descubiertos pone a Dios como testigo de sus gritos: “Y yo seguía chillando, Dios es

testigo de ello: traspuesto en el límite de mi juvenil quimera, con esa reconfortante

242 Cf. “La condena del mentiroso”, en El porvenir de la ficción, op. cit., 18-21, p. 20.

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134

inocencia con que chillan las liebres apareadas” (p. 36). Y es que como verdadero

mentiroso, como fabulador es un absoluto maestro, pues las diferentes historias, que

ayudan al entretenimiento de la imaginación, le sirven para vivir apartado de la

realidad, para ser un auténtico soñador243. Y llega a tal punto que se permite añadir,

reformar o trastocar la moraleja o enseñanza de una fábula como la del sapo

campanero, que relataba cómo un sapo cantaba con cierto privilegio y un día una

rata al oírlo se enamoró del canto queriéndose casar con él. Al verlo, le sorprendió lo

feo y panzudo que era: “Entonces comprendió, el pobre, que aquel don musical

nacía de la irremediable soledad de su alma, que únicamente en la soledad podía

ejercitarlo” (p. 40). Pero a continuación, se permite apostillar: “Su hermosa flauta no

era otra cosa que el lamento de su fealdad irremediable. Bueno, esto último no lo

dice el fabulista, lo añado yo por mi cuenta” (ibid).

El camino sigue su curso y el paisaje , en ocasiones, provoca que las

coordenadas espacio-temporales sean imprecisas. Por ejemplo, cuando se baja una

de las veces del coche y le sigue don Ignacio, “avanzaban hacia la arboleda de un

pinar ceracano. Las sombras rociaban las crestas de los pinos, su apretada masa de

vegetación perdida como un islote en la llanura (...). Un aire quieto parecía manar de

la propia tierra, alzando el hedor de su abandono” (p. 74). Al no volver y pasar un

rato, se hace el silencio en el coche y la sensación veleve a ser la misma: “Nada

parecía vivir en el páramo anegado por el vacío de la tarde. Se escurría el tiempo

como una corriente incierta” (p. 76).

Estas historias no sólo se ponen en boca del peregrino, sino que también

conocemos el fabular desde el otro lado de la orilla; esto es, desde el punto de vista

de los canónigos a través de dos vertientes principales:

a) Los pecados que cada uno cuenta y que son secretos de confesión.

243“Yo a veces me transporto a esos olimpos de hadas y princesas casquivanas y sublimo mislacras y mis malos humores. Recuerdo que de adolescente, cuando tan turbado anda uno con losardores corporales, siempre me masturbaba con el pensamiento puesto en las hadas malísimas. Lasactrices y las mujeres de los calendarios me resultaban demasiado evidentes y groseras”. Cf. Lashoras..., ed. cit., p. 39.

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El motivo del viaje

135

b) El propio mundo de cada canónigo y sus historias personales.

2. 3. 4. 2. La confesión pública o la transgresión de los valores en

la ruta

El peregrino ha roto los esquemas de la vida cotidiana de unos sacerdotes y

canónigos cuando saca de su mochila una pistola y amedrantándolos, obliga a

contar a cada uno de ellos un secreto escuchado en confesión. Paradójicamente ello

surge por un deseo de confesarse. El nuevo viajero no ha dejado de hablar en todo el

camino y ahora deja paso a los sacerdotes, tras hablar de forma continuada. En todo

caso, hay que señalar que el no dejar de hablar implica o genera la forma teatral o, si

se quiere, dialogada de la novela. Es el mismo peregrino quien lo expone: “Están

muy equivocados si piensan que se van a quedar mudos. En una cosa tienen razón:

he hablado mucho, me he soltado la lengua más de la cuenta. Ahora soy yo el que va

a callarse. Les toca hablar a ustedes” (p. 80).

El peregrino quiere ser ilustrado y aunque conoce del secreto que deben

guardar los que se dedican al mester religioso, quiere conocer sólo los pecados

anónimos, pero los más grandes que en sus años de confesionario hayan oído. Los

sacerdotes argumentan que ellos no guardan memoria voluntaria de confesión. Tras

lanzar un disparo al aire, enfurecido el peregrino provoca que Ángel, en tono

resignado y doliente, comience a contar uno de los suyos: refiere el de un hombre

que vivió maritalmente con su hija durante algunos años. Ésta, transcurrido el

tiempo, se casó y fue obligada a ser amante del padre. El matrimonio murió en un

accidente.

El pecado de don Benito rememoraba el desvarío de una madre que se acusó

de golpear a su hijo de un año hasta dejarlo en estado de inconsciencia. Aquí se

demuestra cómo el sacerdote, en ocasiones, casi cumple la función de policía o

psicólogo que se limita a escuchar a los pecadores, pues “Dios escucha y habla por

nosostros” (p. 83).

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136

El relato de Manolo gira en torno a un viejo que habitaba en un asilo que vio

cómo en el patio una noche cayó desmayado un compañero al que odiaba y tras

verlo desplomarse, se acostó sin hacer nada por él. Todas estas historias no

demuestran más que Las horas..., se caracteriza por ser un relato donde el viaje se

convierte en continua conversación, “una novela plagada de alegorías de más o

menos secereta significación. Todos los personajes hablan y cuentan sin desmayo,

recurriendo a las más variadas formas de la narración: la anécdota, el cuento, la

leyenda, la fábula, como si la metáfora global del viaje se escindiera en múltiples

figuraciones entrelazadas en un mar de fondo lleno de contaminaciones y

sorpresas”244.

Y es que efectivamente lo que pasa a contar don Fidel no es un pecado, sino

una historia que escuchó y que le contó 245 un moribundo al que puso en paz con

Dios. Se trataba de este mismo que de joven en viaje a Méjico conoció a una joven

que viajaba sola. Se enamoró de ella pero en el barco una noche de tormenta se la

llevó el mar246. Su recuerdo se hizo obsesivo y enfermizo; el amor se fortaleció de

tal modo que veinte años después de lo sucedido, el mismo hombre se subió a un

barco y creyó reconocer el rostro de la misma joven en el agua. Aseguraba que no se

trataba de una alucinación. Gestionó en ese momento todo para que la recuperasen y

la enterraron en el mismo panteón al que dos días después darían a él sepultura.

Esta historia es motivo de polémica, pues mientras el peregrino asegura que

puede ser creíble, don Benito afirma que puede tratarse todo de un sueño, no como

último delirio antes de la muerte, sino “hacer el tránsito en esa lejanía. O bajo la

estela de un sueño muy intenso, que transforma y envuelve muchos de nuestros

244 Cf. Luis Mateo Díez, El porvenir de la ficción, op. cit., p. 94. 245 En el novelista este motivo se convierte en un auténtico leitmotiv. Él cuenta cómo alrededorde una estufa de serrín, en su infancia escuchaba literatura transmitda de forma oral, una voznarrativa “entre ceremoniosa y cálida de uno de aquellos maestros que con muchas dificultadespudieron obviar o paliar la amenaza de la depuración, comprometidos como habían estado conalguna Fundación conectada con la Institución Libre. Años perdidos de un tiempo malo, de uninvierno perpetuo”. Cf. “Don Quijote cuando nieva”, en El porvenir de la ficción, op. cit., 74-75,p. 74. 246 Es el único momento en que el mar propicia una situación trágica, pues las alusionesmarítimas evocan en toda su narrativa imágenes sensuales de personajes femeninos en situaciones

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137

recuerdos, de nuestras obsesiones. Al pie de la muerte hay con frecuencia una suerte

de lucidez onírica” (p. 88). Con ello, a lo que se pretende llegar es a lo que afirma el

peregrino que le gustaría hacer con su vida, inventarla en ese camino a medias entre

el mito y la realidad “como el que inventa una fábula. Andar enredando entre la

verdad y la mentira, sin discernir y sin que nada, en el fondo te importe un pito” (p.

89); que no es más que mostrar la aportación de un escritor, la de un novelista que

intenta con todo ello “recrear ámbitos imaginarios que no están en ningún otro sitio,

sino en su mente. El escritor crea un mundo especial de fabulación para sus novelas.

Es una posibilidad de ofrecerle a la sociedad un espejo de la propia vida, un reflejo

simbólico y metafórico de cada día”247.De algún modo viene a planteatrse un duro

combate, una lucha entre una realidad asumida tal y como se plasma; una desilusión

patente ante la misma que no responde a los deseos ni a los propios ideales del

pícaro. Lo auténtico en esta historia no parece existir y la postura del hombre en el

barco es el intento desesperado de lucha por un imposible, está creyendo una

apariencia que, como tal, es engañosa.

No conviene, sin embargo, pasar por alto que antes de contar la historia, don

Fidel, ante la insistencia del peregrino, le increpa asegurándole que dinero no tienen.

El presunto instigador saca entonces de su mochila un fajo de billetes y

zarandeándolos dice que no necesita dinero: “No soy rico, como bien puede verse

(...). Les juro que pocas veces vi tanta pasta junta. Pero no es por dinero, ni

muchísimo menos. El dinero se coge y se tira con la misma facilidad. Corrompido

estaré, pero materializado ni hablar” (p. 85). Todo ello nos hace ver que el personaje

reúne las características que lo aproximan a protagonista de una novela picaresca,

tanto por sus elementos temáticos como constructivos, pues en palabras de Alfonso

Rey, lo distintivo de ese tipo de narración son elementos psicológicos como “la

intención satírica, comicidad, moralidad, y protagonista humilde”248.

De cualquier modo, el peregrino intenta acercarse al mundo de los canónigos

amoroso-carnales. 247 Cf. Juana Romero, “El mundo particular del escritor”, Crítica, mayo, 1994, 30-33, p. 31. 248 Cf. “El género picaresco y la novela”, en Anuario de Estudios Filológicos, Cáceres, X, 1987,

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a través de diferentes situaciones que les una como, por ejemplo, la narración de su

matrimonio: unos jóvenes, él a punto de ir al servicio militar y ella de colgar el

uniforme de las monjas. Cree que el casamiento fue un engaño y, sin embargo, es

capaz, guardando las evidentes diferencias, de compararse con Santo Tomás: “Dos

pipiolos que de la vida propiamente dicha lo único que sabíamos era lo que

habíamos aprendido juntos (...). Andábamos obsesionados y consumidos porque yo,

que para esto soy de ideas fijas, no me conformaba sólo con ver lo que ella quería

enseñarme, ya me entienden. Yo soy como Santo Tomás, guardando las distancias

que se quieran” (p. 59).

Tras confirmar que las mieles del matrimonio no fueron muy duraderas,

cuenta que los hijos llegaron uno tras otro culpando en cierto modo, no sólo a los

placeres íntimos de unos jóvenes, sino al método de dudosa fiabilidad que impone la

Iglesia: “Yo que no me contengo y ella que siempre echaba las cuentas al revés. Los

tuvimos de Ogino como manda la Santa Madre Iglesia, que entre apreturas

económicas, la familia de uñas, el pequeño que nos pilla la polio, todo patas arriba”

(p. 60).

Pero ser mentiroso le hace cambiar la idea respecto a Dios, no sólo en el

propio hecho de pedir confesión, sino en su propia creencia: “Creo que hay un Ser

Supremo allá arriba, y que en su misericordia es en lo único que podemos confiar”

(p. 70). Se considera un pecador mísero, pero creyente con la misma dignidad que

cualquier otro. Ello contrasta con la imagen de desesperación que contemplamos al

ver, cómo de forma sacrílega, autoriza a don Ignacio a revelar alguno de los pecados

que él mismo le ha confesado un rato antes. En esos minutos de esas horas, cuyo

título sugiere ambigüedad, pues desde el comienzo no sabemos si realmente el

espacio y el tiempo, especialmente este último, el de las horas viene referido, desde

el punto de vista de los clérigos, a las horas fraccionadas en las que siempre hay que

hacer multitud de cosas; o por el contrario, desde la otra orilla, para la visión del

peregrino no reperesenta más que unas horas en las que hay que vivir al día como

309-332, p. 328.

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todos y cada uno de sus días de mísera existencia.

Es ocasión para que don Ignacio cuente una historia acaecida ya hacía años

cuando fue destinado a su segunda parroquia. Representa la lucha de Caín y Abel a

través de un personaje muy querido en aquel pueblo, Aurelio, quien tenía un

hermano mayor muy distinto a él. Un día en una discusión Aurelio mató a su

hermano de un golpe en la cabeza tras haberle agredido con una piedra249. El

parricida estuvo a punto de enloquecer y tras varios años de cárcel volvió a su

pueblo rehaciendo su vida y casándose con una joven con la que tuvo dos hijos. Lo

increíble es que siendo sus hijos mozos, una mañana fueron a segar y al llegar la

noche viendo que no llegaban, su padre empezó a preocuparse. Al llegar al centenal

no los encontraron; la búsqueda resultó infructuosa hasta transcurridos diez años en

que una carta fechada en la pampa argentina rememoraba nuevamente la desgracia:

un fraile informaba cómo antes de morir el hijo, allí refugiado, confesó el lugar en el

que se encontraba su hermano mayor Aurelio asesinado por él, junto a la hoz que le

dio muerte. La herencia de la desgracia se había hecho nuevamente presente.

Ha llegado el momento de que el peregrino abandone a sus acompañantes,

aunque momentáneamente, pues como peregrino cree que su condición es “andar el

Camino como se anda la Vida. No voy a despedirme de ustedes, aunque les ruego

que me olviden y que me prometan no comentar a nadie que me encontraron. Ya

tengo bastantes problemas” (p. 94). Cuenta la fábula del perro perdiguero al que un

mal paso de su amo le provocó un disparo condenándolo para toda su vida a tener

una pata malherida. El amo le prometió fidelidad y no olvidarse de él jamás ni

abandonarlo. Ello encierra una moraleja o enseñanza que se debe extraer y es que es

muy común: la desgracia revela en “no muy distante proporción, piedad y

desagradecimiento, porque el corazón humano es así de contradictorio. Y también es

frecuente que la piedad sea corta e intensa, y el desagradecimiento frío y duradero”

(p. 94). Todas estas enseñanzas que reflejan una atracción de realidad por la que se

249El paralelismo con el final del matrimonio del peregrino guarda conexiones similares. Unanoche caldeada se pegaron y aun con respeto va “la muy burra y me rompe una botella de coñac enla cabeza. Traumatismo craneal se llama la figura. Si no llevase el pelo tan largo les enseñaba las

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ha sentido muy interesado Luis Mateo Díez, pretende sólo poner al personaje y a su

historia que cuenta, en el centro de un periscopio donde lo que prima es el relato

oral, que el novelista leonés “comparte por entero y mediante el cual emparenta sus

labores con un mundo mítico, que nace de la indagación de lo cotidiano, a la que se

insunfla alcance universal. Es difícil dar un paso por la obra de Luis Mateo Díez sin

sentir cómo se amasa la memoria para emular el encantamiento de la palabra en la

narración oral, su fulgor primigenio, su fragua de los mitos, como espejos del oscuro

territorio del corazón del hombre”250. Todo ello puede devenir en un deseo del

novelista de identificarse con Faulkner, escritor admirado por el leonés, quien le

pareció siempre dueño de un paraíso oscuro. Estas fábulas o cuentos sin dilatación

encierran la larga “parentela de los cabales detentadores de tales paraísos: del fondo

oscuro del ser humano que irradia, entre la locura, la maldad, la decrepitud, un no

menos largo misterio envuelto entre pasiones y ruinas, abocado al desánimo, al

crimen, a la desesperación”251.

Camino de San Martín llegan al pueblo de doña Olina donde el color y la

sensación de lo pasado y caduco se dejan sentir: “En las estribaciones de los

viñedos, que mostraban las cepas desnudas y retorcidas sobre la reseca tierra,

asomaban las casas del pueblo emparentadas en el adobe, como una masa compacta

y parda que supuraba un oro sucio y pajizo en el reverbero del oscurecer” (p. 100).

En el encuentro con doña Olina no sólo llama la atención el derroche

gastronómico252 que vuelve a hacerse presente y que constituye un leitmotiv repetido

en todas sus novelas; más allá todo este episodio permite mostrar el ser y el sentir de

los antiguos peregrinos que hacían el Camino cumpliendo un ofrecimiento. Valga el

siguiente testimonio como ejemplo de dicha definición: “(Los peregrinos) iban casi

como penitentes. A veces hasta trabajo costaba socorrerles, porque nada querían ni

pedían. No había que confundirlos con los mendigos, ni muchísimo menos con esos

huellas del regalito”. Cf. Las horas..., ed. cit., p. 61. 250Cf. Adolfo Sotelo Vázquez, “En torno a Memorial de hierbas”, art. cit., p. 17. 251Cf. Luis Mateo Díez, “Paraísos oscuros”, en ABC, 06/07/87. Asimismo, cf. El porvenir de laficción, op. cit., 40-42, p. 40. 252“El aroma de las mollejas manaba esparciendo los crepitantes efluvios del guiso, y loscomensales quedaron un instante sustraídos en la inminencia de aquel sabor, que era difícil resignarse a aplazar”. Cf. Las horas..., ed. cit., p. 105.

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El motivo del viaje

141

otros maleantes, que van a sacar lo que pueden y, si te descuidas, te dan un garrotazo

y te dejan aviado. A cuántos atracarían por esos escobios” (p. 103). Es la anciana

que con ochenta y cuatro años está en una edad en la que practica la vida

contemplativa y se dedica a la gastronomía: “ A estas edades (...) no hay cosa peor

que quedarse quieta. Yo todo el día mangoneo lo que puedo. Tiempo de sentarme

voy a tener el que quiera, cuando el Señor me lleve con mi Elicio, a prepararles las

sopas a ambos”(p. 108).

2. 3. 4. 3. Doña Olina, anciana a medio camino entre la verdad y

la mentira

Cuando toman el café de puchero y el orujo, doña Olina se dispone a

contarles un cuento, cuyo escenario es un castillo antiguo construido por un tal don

Beltrán en tiempos de la Reconquista. Casado con Lidia, tuvieron una hija única

llamada Otilia. Una noche el padre al volver encontró a un desvalido mendigo y lo

condujo al castillo. Lo sanaron y atendieron. Al saber sobre su pasado, el mendigo

era el vivo retrato de la vida desgraciada del hijo de don Beltrán tenido en primeras

nupcias. Como en la historia analizada anteriormente de Caín y Abel, la imagen de

la desgracia vuelve a repetirse de forma idéntica como si se tratara de un espejo. En

doña Lidia, la mujer de don Beltrán, produjo un embargo a causa de la similar

ternura que sintió antaño por un joven galán. La hija Otilia fue la única que no habló

con el mendigo ni conoció la vida, aunque no lo podía apartar de su pensamiento. El

padre de la joven se cayó de un caballo y le pidió a su mujer que se casara con el

mendigo. Tras diez años de matrimonio murió doña Lidia y prendió éste fuego al

castillo. Nunca más se supo del mendigo. Sin embargo, el fuego como causante de la

historia y como premonición del suceso que abre y cierra en modo circular la propia

narración ya está presente y se avisa de un modo claro: “Otros pensaron que en el

fuego había sucumbido (el mendigo). Por estos pueblos no es frecuente la caridad de

recoger a nadie en el camino para auxiliarlo. Y al fuego se le teme como a la mayor

de las maldiciones” (p. 107). Esta historia que cuenta doña Olina y que no cuenta en

absoluto con mensaje subyacente, se caracteriza por un final desgraciado,

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El motivo del viaje

142

demostrando una vez más que la vida “es siempre más frágil y misteriosa de lo que a

primera vista pudiera parecer. Todo en la condición humana es así” (p. 115). Así es

admisible que el guarda de la casa de doña Olina, Serapio, comulgue con el sentir de

la naturaleza, “considerando que lo que vive, vive por la divinidad que tiene, y que

no hay más vida que la que procuran estos dioses efímeros, finitos, que en nosotros,

y en el barbo y en la pulga y en la lechuga, habitan” (p. 119). Vuelve así a ponerse

de manifiesto la contraposición entre cuerpo y alma, “ésa que tanto mentan es

difusa, no hay quién la atrope. Donde haya carne y metal que se quiten los hervores”

(p. 120).

Doña Olina, al referirse al cuento, parece hablar por boca del propio

novelista, pues comenta que éste como todos los que se cuentan tiene su parte de

verdad y de mentira253, “porque de estas cosas antiguas nadie puede dar ya razón

cierta, y el que cuenta siempre tiene el afán de mentir, pues del gusto de la mentira

proviene la manía de contar” (p. 113). Y es que resulta prácticamente concebir una

literatura no abocada al conflicto entre la realidad y la ficción, entre una dualidad

donde el lector es importantísimo, pues “real o no el mito despierta en el receptor

oral o en el lector tanto la nostalgia como la viva presentificación de un antiguo

deseo. Vive en un proceso cuasicatártico las aventuras o las decisiones tomadas por

el héroe. Sea en el relato tradicional, el cuento de hadas, el cómic contemporáneo o

la imagen televisada, quien se entrega al magnético proceder de tal arquetipo asume

una necesidad y una historia no gratuitas desde luego”254.

2. 3. 4. 4. Dalmacio o el encuentro de lo prohibido en los sueños

Dalmacio en el mismo tono a medias entre el sueño y la realidad, entre la

253“Siempre fui, y de ello me vanagloriaba, un embustero pertinaz con el único agravante deintentar llegar a ser un embustero divertido (...). De la frugalidad de mentir se pasa a laprodigialidad de inventar, de lo real en seguida a lo imaginario y de lo oral a lo literario, por eseconducto tan pretendidamente enaltecedor como engañoso”. Cf. Luis Mateo Díez, “La condena delmentiroso”, en El porvenir de la ficción, op. cit., pp. 18-19. 254Cf. Mariano Arias, “Mito, realidad, novela”, en AA.VV., Mito y realidad en la novela actual.VII Encuentro de escritores y críticos de las letras españolas, Cátedra y Ministerio de Cultura,Madrid, 1992, 27-36, p. 31.

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El motivo del viaje

143

ficción y lo imaginario relata, un sueño privado, prohibido y secreto. Un día, ya

viudo soñó con una joven del pueblo. El sueño era lascivo y de un placer íntimo y

secreto. Lo curioso es que cuando en la realidad la vio, ella no puedo mirarlo y le

notó nerviosismo, somo si entre ellos existiera una avergonzada complicidad. Don

Benito afirmó que los sueños al no ser imágenes voluntarias, en sí mismos no

condenan, aunque otra cosa “sería el provecho pecaminoso que de ellos sacara

luego, pero es en la vigilia, cuando únicamente el ser humano es consciente y

responsable” (p. 136). El contacto carnal con las mujeres con el paso del tiempo lo

convirtieron en un náufrago: “La vida empezó a imponérseme como una tabla de

salvación, tal vez porque el sueño también me había mostrado el vértigo de sentirla,

de apreciarla...” (p. 141).

Tras quedarse encerrados y conseguir salir continúan el viaje y vuelven a

encontrarse con el peregrino tirado nuevamente en la carretera. Pararon y lo

depositaron al lado de la cuneta. Como le ocurría a Lázaro de Tormes, su situación

ha sido indeseable. Como si de amos se tratara tiene rasguños y se siente

abandonado como un perro: “Un camionero soplado estuvo a punto de llevarme por

delante. El mundo está perdido, ya no hay quien salga de casa” (p. 182). Si bien el

peregrino siente que le deben estar agradecidos pues han encontrado a una persona

capaz de entretenerles toda la tarde y la noche. Don Benito enfurece porque el trato

al que habían llegado era no hablar para no tener que escuchar, pero el diálogo en

Las horas..., es un recurso que sostiene toda la novela, pues como el propio

novelista confiesa: “El diálogo comunica acaso mejor que nada la tensión viva de lo

que sucede en lo que se cuenta y establece, además, ya que hablando se entiende la

gente, el mejor y más natural cauce para la relajación de los personajes, con la

evidencia de lo que dicen. Evidencia que implica especial cuidado y selectividad,

pues los riesgos son mayores que cuando se divaga o inquiere desde la voz narrativa,

siempre más propicia a la coartada que su propia retórica promueve, ya que en ella

el autor es más dueño y señor y se la puede administrar a su gusto, con menos

compromiso, aunque para acertar, como para casi todo, no queda más remedio que

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El motivo del viaje

144

administrarla con mucho”255.

2. 3. 4. 5. El final sorpresivo de la excursión: el viaje de vuelta a

la Colegiata

El viaje llega a su fin pero antes se inserta un elemento sorpresivo: el

peregrino se dispara en la pierna de forma fortuita. Ello ocurre momentos antes de

asegurar que conoce el Museo de la Colegiata y que sabe que se guarda allí un cáliz

de oro y esmeraldas, demostrando no ser un peregrino ignorante. Sin embargo,

creyendo que la pistola no tenía balas se disparó. Ahora los clérigos, convertidos en

socorristas en pos del auxilio del peregrino, tienen que intentar salvar a un intruso

que les ha alterado su vida por unas horas, en medio de una noche donde parecía

haberse detenido el tiempo: “El coche fue tomando velocidad por la recta que

marcaba su línea monótona en la noche, y en seguida todos tuvieron la sensación de

estar detenidos en el calmado oleaje de las sombras, quietos en algún punto

extraviado del mar oscuro” (p. 209).

Está seguro de su final y de su próxima desgracia. Cree que lo van a conducir

a Santiago metido en un “pijama de madera”. Parece que al final no va a poder

concluir la peregrinación surgida a raíz de aquella revelación de un sueño.

Irónicamente comenta que aunque no cree en la Iglesia, curas no le van a faltar y se

ríe de lo caprichosa que es la existencia humana en ocasiones: “Yo que la última

iglesia la pisé el día de mi boda, que ni al bautizo de mis hijos quise asistir. Cuántos

cristianos se quedan sin que les echen las bendiciones postreras” (p. 210). Al cerrar

los ojos y volver a abrirlos, se permite en tono jocoso aleccionar o advertir a quienes

creen en el más allá: “Aquí no hay nada256 -musitó-. De este lado no hay nada que

rascar. Aprovechen lo que les queda, no sean tontos” (p. 211).

255 Cf. “Una voz y muchas voces”, en El porvenir de la ficción, op. cit., 58-66, p. 59. 256Recuérdense las reflexiones semipoéticas que surgen a raíz de la muerte del mulo Celenque enLa fuente..., que guardan evidentemente un paralelismo absoluto con esta misma idea. Valga elsiguiente testimonio: “La nada es la misma para todos (...). La nada es lo que brota de la muerte(...). ¿Qué mayor esperanza que la de alcanzar ese páramo originario y definitivo que es la nada?Sólo a los espíritus pusilánimes y gregarios les puede interesar ese coñazo de la eternidad”. Cf. Lafuente..., ed. cit., p. 55.

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El motivo del viaje

145

Justo cuando vuelven convencidos de que el peregrino se muere, como si se

tratara de un cuento, una historia premonitoria, una mujer les avisa del incendio que

se ha originado; lo peor, que proviene de la Colegiata. Todo lo que el peregrino

quería robar se ha quemado: “La iglesia, el panteón, el claustro. Dicen que ni

siquiera pudieron salvar las tablas románicas ni los objetos del Museo ni el

Santísimo Sacramento. Todo achicharrado”(p. 212). Es entonces cuando viene a la

memoria de don Ignacio la idea que enlaza con el comienzo de la novela: se olvidó

dejar apagado el infernillo.

¿Qué sentido tiene pues el viaje? Con la visita o intrusión del peregrino ha

entrado en sus vidas la fábula, la leyenda, etc; vertebradas todas ellas en el viaje.

También éste ha supuesto que lo que se presentaba como una cotidiana y habitual

tarde de merienda, esas mínimas horas de evasión han resultado absolutamente

nefastas. Ello debe entenderse en el contexto del aviso inicial: “No tendréis miedo al

temor nocturno”; de noche se incendia la Colegiata como castigo demoníaco hacia

la figura de esos canónigos que han alterado su vida por unas horas, que han dejado

de cumplir con los preceptos de sus cotidianas horas completas.

El viaje les ha servido para conocer a un personaje que ha ejercido con una

violencia vital en sus existencias impasibles; un ser afectado o no tan afectado de la

cabeza que aparece tumbado en la carretera, un ser desconcertante que no tiene nada

que perder en la vida, porque todo lo perdió hace tiempo, y que recuerda al pícaro en

el modo de supervivencia como intento de conseguir todo aquello que se propone,

sea lícito o no, a través de insospechadas actitudes como trucos, mentiras, etc. La

ruta ha puesto igualmente de manifiesto un contrapunto entre la vida de los clérigos

que se opone a la vida de aventura y libertad de la que participa el peregrino. Tanto

piensan en Dios y esta vida se puede escapar o puede ocurrir algo tan sorprendente

en cuestión de horas, minutos o segundos, como al final sucede con el pícaro y con

el incendio en la Colegiata. Tanto los canónigos como el peregrino tienen que vivir

al día. El intruso ha servido como conciencia del otro grupo, como una voz de la

conciencia que grita la verdadera realidad que hasta ahora no han sido capaces de

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El motivo del viaje

146

experimentar, aunque no sea la que quieren ver o admitir y el propio encuentro con

el destino y el azar, una vez más a la vuelta de la esquina. El viaje en Las horas..., ha

mostrado cómo corren parejos un desafío a lo desconocido y un anhelo de

iniciación y tránsito hacia lo espiritual en contacto con lo material. También existe

una lucha contra el tiempo cronológico. El viaje en el coche proporciona

sensaciones muy intensas, en un espacio muy pequeño y muy nutrido por personajes

tan dispares; a su vez el coche genera a través de las historias que en él se cuentan,

aprendizajes varios y conocimientos diversos, a la vez que todo va cambiando sobre

la marcha de modo sorpresivo según se cubre el trayecto. Tal vez lo más importante

sea que se llega a intuir que es en la memoria del pícaro, de los canónigos y del

lector donde termina por vivir el viaje de esa colectividad humana; en definitiva, “a

la confianza de un más allá, donde arribar tras el incierto viaje de la vida, opone el

peregrino la confusión de no saber a dónde vamos: la fatalidad de la incertidumbre,

la desgracia de un ir tirando que no tiene remedio. Aunque, eso sí, con la certeza,

quizá también precaria, de saber que sólo en la vida se encuentran los bienes y los

goces de la vida, los únicos tangibles para quien sabe o puede alcanzarlos”257.

257 Cf. Luis Mateo Díez, El porvenir de la ficción, op. cit., p. 93.

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El motivo del viaje

147

2. 4. El viaje en El expediente del náufrago

2. 4. 1. Presupuestos generales

En El expediente del náufrago258, el motivo del viaje se revela de un modo

significativo. La aventura tiene una clara y obsesiva finalidad, que no es más que

algo tan constantemente buscado, como el encuentro con la poesía. Para lograr el

fin, Fermín Bustarga, personaje protagonista y narrador en primera persona, inicia

un recorrido, un itinerario poético-marginal por una ciudad inconcreta en pos de una

búsqueda cuasi metafórica: la del poeta y la poesía. Para ello, Luis Mateo Díez elige

unos elementos o ingredientes novelescos: un antiguo Archivo que cuenta con años

de historia, un personal que trabaja en esas oficinas y que conoce mínimos datos que

ayudan, parcialmente, a la búsqueda y un poeta interesado en conocer, a partir de un

hecho fortuito y azaroso (el encuentro de una carta) el pasado vital y literario de su

remitente. De estos pilares básicos surge el punto de arranque para iniciar el objeto

de la búsqueda, el camino de pistas que conduce el viaje que guía al protagonista.

Fermín Bustarga trabaja desde hace seis meses en un Archivo en el que, de repente,

Ángel Rodiezmo, compañero de trabajo, trae una encomienda del jefe don Eladio,

que es a su vez otra búsqueda. Ésta desde el comienzo está abocada al fracaso. Se

trata de localizar un expediente de una finca en la que unas viviendas se habían

desalojado. El obstáculo fundamental es el caos existente:

«Una de esas búsquedas improbables en la descabalada Secciónde Fomento, donde los legajos yacían sin orden ni concierto comocadáveres abandonados de una batalla antigua» (p. 9).

Resulta curioso comprobar el paralelismo que existe entre esta novela y Las

estaciones..., si tenemos en cuenta el inicio de ambos relatos. En El expediente...,

Ángel Rodiezmo, de modo tajante y sin excusas, ordena que el expediente sea

258 Que a partir de ahora citaremos por El expediente...

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El motivo del viaje

148

localizado al reclamarlo el jefe don Eladio. En Las estaciones..., es Benito

Calamidades quien, con voz nerviosa, telefonea a Marcos Parra, porque el director,

Afrodisio, está, en palabras de Benito, que se sube por las paredes. Dejando a un

lado episodios similares, la búsqueda que se pretende en el Archivo es la de unos

legajos de la Sección de Fomento que no podían en momento alguno manchar el

nombre de la Alcaldía. Sin éxito y tras una caída aparatosa, Celso, don Eladio y los

legajos acaban por los suelos. Fermín que se encarga de poner orden en todo esto,

tiene el presentimiento de que en un vértice de la estantería se encuentra el

expediente que se está buscando. Y así sucede: «Una letra gótica detallaba en la

carpeta la propuesta de Declaración de Roma, la calle, el número de la finca. El Pez

esparció su polvo de escamas sepia sobre la mesa» (p. 14).

2. 4. 2. El itinerario como búsqueda de la poesía

El mismo Fermín confiesa que no le volvió a suceder en ninguna ocasión

este hecho insólito y atribuye el encuentro a la pura casualidad259. Pero el momento

crucial surge cuando, tras varios días, se dispone a anudar los balduques de los

legajos y del interior de uno de ellos cae un sobre amarillento al suelo. La direción

dice textualmente:

«A quien lo hallare. No había ninguna otra indicación, sólo esafrase escrita como un reclamo, mecanografiada con alguna viejamáquina de tipos desgastados y cinta color azul» (p. 15).

La carta la escribe un náufrago. Está fechada en mil novecientos cuarenta y

siete. Desea tan sólo que en la posteridad alguien escuche «la confidencia de este

poeta floral que supo compaginar con resignación y apremio, la lírica y la

burocracia, atestiguando que en un mismo sueño fatal y postrero ambas se

consumen, ya que por ninguno de los dos conductos medré con la notoriedad

precisa» (p. 18).

259 «Aquella rara inspiración permanece como ese hallazgo ocasional de una mañana que no separece a las otras y que por variadas circunstancias detalla en la memoria de su particulariluminación» Cf. El expediente..., ed. cit., p. 15

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El motivo del viaje

149

Se llama Alejandro Saelices Cordal y está a punto de jubilarse como Oficial

Tercero, tras pasar, en el momento de redacción de la carta, cuarenta años sin pena

ni gloria. Asimismo, informa que es poeta: «Poeta soy [...]. Poeta de la perdición y

del olvido, si me atengo a lo que de mi voz queda en estas horas crepusculares,

cuando ya las nieves de antaño doblegaron todo esplendor y es otro invierno,

ruidoso y desolado, el que sucede» (p. 20).

Fermín Bustarga, receptor del mensaje, es el encargado de descubrir una

inmensa obra poética secreta que descansa esparcida por todo el Archivo. Saelices

elige este lugar porque es capaz de conservar eternamente la poesía, espacio pacífico

y atemporal, locus idóneo, «cuyo eco retumba en el vacío donde acecha la nada, que

es la eternidad en cuyo regazo me agradaría morar. Con cuidadosa cautela, en las

solitarias tardes que alargan las horas extraordinarias, he ido dejando mis poemas,

uno a uno, entre las hojas de los infinitos expedientes que aquí duermen sus sueños

[...], que en su entrega irredenta para ella se cumple esa pureza extrema de la

postergación, a la que aspiro» (p. 22).

El encuentro de la carta, inicio de ese viaje metafórico a través de los

papeles, causa una fuerte impresión a Fermín, no sólo por el efecto sorpresivo que

en sí tiene, sino también porque el descubrimiento de aquel archivero es el punto de

inflexión, es más, es su propio reflejo, guardando la distancia temporal que los

separa: «La invisible rapiña de los años [...], la sentí con la misma desolación con

que él la nombraba, igual que si asintiera a la herencia de un paralelo e irremediable

naufragio» (p. 25).

El efecto del mensaje produce algo así como un «hecho en cadena», ya que

el escrito, al final, incita a que si se desea buscar más información sobre el poeta

Alejandro Saelices, se deben seguir sus pistas buscando de la siguiente manera:

«La mano que me mató yace escondida en la Sección de Actas,galería segunda, estantería dieciséis, compartimento doscientos trece,legajo mil seiscientos veinticuatro. Alea jacta est» (p. 24).

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El motivo del viaje

150

Ante la indecisión, recurre en numerosas ocasiones al teléfono. Así lo hace y

le dice que quiere saber de Saelices porque está escribiendo recuerdos del pasado

municipal. Cuando le pregunta por la obra poética del archivero, Julio Venero

permanece en silencio y, tras una larga pausa, de nuevo recita sin que el lector llegue

a conocer ni un solo verso: «La voz de don Julio regresó con un tono pausado y,

antes de darme cuenta de lo que decía, comprendí que estaba recitando la primera

estrofa de un poema» (p. 58).

Julio dice a Fermín que recuerda que él trataba con una mujer llamada

Obdulia Renedo pero al visitarla, la respuesta de la señora fue que conservaba un

poema aunque tendría que revolver toda la casa para encontrarlo. La única

información que le aporta es que Saelices tenía una hija de la que Obdulia

desconocía todos sus datos. Sin embargo, en un intento de encontrar el poema en

unos cajones, al volver al sillón, evoca recostada los versos que, de nuevo, el lector

no llega a conocer. Éste sólo puede obtener la emoción del narrador que se deleita

ante el recital de Obdulia:

«Creo que lo recuerdo -dijo entonces Obdulia- [...].Verás, decía así -afirmó.Los versos nacieron de sus labios entrelazados en el susurro de unaletanía amorosa y yo me sentí alcanzado por aquella voz que era unreguero abierto, donde el madrigal fluía con las imágenes de sudeclaración: la sosegada metáfora de la dicha y el lamento, del recadode amor que se rinde ante el encuentro añorado» (p. 74).

El viaje, que aquí toma su pleno significado en la búsqueda, continúa en el

almacén de Acopios, al ser informado Fermín por Lauro Llánaves que ha encontrado

el escritorio y otros utensilios del archivero suicidado Belarmino Yebra. Esta

búsqueda, al convertirse en rastreo de su propia existencia, llega a obsesionar en

repetidas veces a Femín Bustarga. El interés se centra ahora en los enseres del

difunto: «La idea de hallar su huella, de descubrir el perchero y la gabardina,

continuaba obsesionándome como si el sueño que la había segregado mantuviese la

sugerencia de una misteriosa intuición» (p. 77).

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El motivo del viaje

151

Tras serias dificultades consigue hacerse con la gabardina y se la lleva a casa,

pero es tal la inquietud que siente Fermín, que por la calle registra los bolsillos

encontrándose con migas de pan hecha bolitas, «los inquietos insectos del maniático

fabricante que dejaba ese rastro, como en algún cuento infantil, acaso para no

extraviarse del todo en los ominosos caminos de la vida» (p. 85). De cualquier

modo, la gabardina de Belarmino lo pone sobre la pista de Saelices.

La búsqueda y el rastreo en sus fichas del Archivo se suceden en los días

siguientes. Fermín «seguía disfrutando [...], resolviendo modestas búsquedas [...],

convencido de que esta táctica ofrecía alguna posibilidad, aunque remota, de nuevos

hallazgos» (p. 87). Empeñado en su tarea, habla con Obdulia para pedir información

sobre la hija de Saelices, si bien ésta, más concisa que la vez anterior, sólo le dice

que cree que vive en el barrio de la Estación. Nuevamente Fermín siente la

inseguridad al acercarse a este espacio: «Mi acercamiento al barrio de la Estación se

produjo en sucesivos e indecisos merodeos, algunas tardes desapercibidas, cuando

salía a pasear sin rumbo fijo» (pp. 90-91).

Fermín conoce las dificultades de su empeño y sus ánimos «se afianzaban en

la búsqueda o se enfriaban, definitivamente» (p. 92). Tiene que indagar en el barrio

la vida de Saelices y la forma más directa y personal es introducirse en el ambiente

de las tabernas, motivo recurrente en las novelas de Luis Mateo Díez260:

«Las opciones para seguir su rastro por el barrio de La Estaciónno eran muchas y la más atinada, aunque problemática, podría resultarel de las tabernas [...]. Dejé a un lado los establecimientos que meparecían más nuevos y fui eligiendo por los meandros del barrioaquellos que evidenciaban la pátina de su decoración añeja» (p. 92).

260 «En el Cabrillanes, Venancio y Albina ajetreaban tras el mostrador [...]. La atmósfera abrigadadel Cabrillanes se matizaba con el aroma de los leves escapes de la estufa, un trasto de hierro terrosodel que surgía una alambicada chimenea que sacaba el humo al exterior por el hueco recortado delcristal de una ventana». Cf. Las estaciones..., ed. cit., p. 192. «En el aroma del Capudre el vinoderramado al abrir y cerrar las espitas, que iba formando un barro espesao con el serrín del suelo,fundía el agror con las variadas emanaciones de las tinajas y de la cocin». Cf. La fuente..., ed. cit., p.30.

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El motivo del viaje

152

El nuevo espacio sirve como soporte para guiar a Fermín Bustarga en su

búsqueda que se torna laberíntica:

«El barrio me iba ganando con esa atracción del laberinto dondeuno descubre espacios que parece recordar, sendas de las que teadueñas porque debieron ser tuyas, el tramo fraccionado de unviaje261 a los lugares que ya presentías y donde, al fin, alguien teestaba esperando» (p. 93).

Según la formulación de Enrique Miralles, el cronotopo de la búsqueda en El

expediente del náufrago se reduce «al deseo de descubrir la identidad del autor de un

extraño mensaje ("A quien lo hallare"), que casualmente cae en manos de Fermín

Bustarga, el protagonista y narrador. La invitación activa y la vida adormecida del

personaje genera paralelamente el discurso narrativo»262.

Toda búsqueda puede contraer una pérdida, por ejemplo, la de los poemas de

Fermín, que arrancados de su libreta por Néstor, ahora le hacía sentir mal a su

creador, pues la pérdida se efectúa en doble sentido, pérdida material y pérdida de la

memoria: «El recuerdo concreto de los poemas me resultaba imposible y los intentos

de reconstruirlos fueron desastrosos [...], entre los olvidos irremediables, el sentido

de los versos, cómo ese olvido [...], era una niebla aferrada a la ruina, una sombra

que perpetuaba sin remedio la demolición» (p. 127).

261 El subrayado es mío.

262 Cf. «La búsqueda: tema para una lectura de la narrativa actual», art. cit., p. 71.

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El motivo del viaje

153

2. 4. 3. La búsqueda de pistas hacia Alejandro Saelices

El motivo de la búsqueda es ahora develar la desgracia de Saelices,

suponiendo que al encontrar más datos, finalmente le revelaría quien le había dado

muerte. Y ello se convierte en una tarea laberíntica por lo absurdo del Archivo, las

zonas tan fragmentadas, así como la desorganización de los cubículos. Consigue

encontrar el legajo y se lo lleva a casa, pero no halla el número que Saelices

menciona. Al día siguiente, busca de nuevo hasta encontrar una botella,«dentro

había un papel enrollado del tamaño de una cuartilla. Estaba atado con un hilo.

Volqué la botella y el papel cayó sobre la mesa. Las manos me temblaban263 [...].

Alcanzar ese secreto que la voz de Saelices prometía, era como desvelar algo muy

hondo de su existencia, algo que iba a implicarme sin remedio en su destino final

[...]. No era un mensaje que comunicara algo concreto sino un poema. El título

destacaba con unas estiradas letras mayúsculas subrayadas por una doble línea: "Oda

al Orujo"» (p. 31).

Fermín en su afán de continuar en la tarea, le mueve, sobre todo, un deseo de

que en el futuro los demás comprendan su desgracia: «Yo comprendía a Saelices. Lo

comprendía con la conciencia de ser el único que pudiese hacerlo y con la

complicidad de sentirle próximo, en la distancia de aquel abismo de legajos, de

aquel clausurado interior donde se hermanaba el tiempo en la servidumbre de una

misma memoria» (p. 34). La indagación posee algunas características que el mismo

Fermín traza: quiere mantener a toda costa en secreto el fortuito hallazgo de Saelices

y, además se propone llegar a él en dos direcciones: su persona y su obra. Para

profundizar en su persona deberá viajar en el tiempo unos veinte años atrás, los

transcurridos desde la fecha de la carta. De ese dato deducimos el tiempo en el que

se desarrolla la historia. Si Saelices escribe en una «tarde helada de enero de mil

263 Una imagen semejante percibimos en don Florín, uno de los expedicionarios de La fuente..., alencontrar el Diario de la Omañona, que pertenecía al canónigo don José María Lumajo: «Sostuvo donFlorín el cuaderno en las manos temblorosas y lo abrió como quien abre una jaula para liberar el vuelode quien, por mucho tiempo, estuvo prisionero entre el secreto de sus barrotes. -Fons aetatis, fonsvitae, fons eternitatis- leyó emocionado, como si pronunciara una letanía». Cf. Ed. cit., p. 110.

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novecientos cuarenta y siete» (p. 18), y hay que sumar los veinte años de distancia,

la acción se desarrolla aproximadamente en mil novecientos sesenta y siete. El

hallazgo de su obra es una lenta y sorpresiva búsqueda que traerá sorpresas y

decepciones:

«Su obra, tan esparcida en los infinitos expedientes, podía habervuelto a la superficie en alguna ocasional circunstancia, en lacasualidad de alguna búsqueda264, pues siendo tan extensa comovaticinaba, su generosa siembra habría auspiciado esasprobabilidades» (p. 34).

La mejor táctica es sonsacar algún dato a Ángel Rodiezmo, el cual había

permanecido tres años en el Archivo hasta que lo trasladaron de lugar aquel día de la

aparatosa caída. Ángel es capaz de recordar tan sólo siete años de historia del

Archivo, pero le informa de un dato importante: hubo un archivero llamado

Belarmino Yebra que se suicidó dejando su gabardina en un perchero y una lista de

expedientes tirados por el suelo desde su mesa hasta el lugar en el que se ahorcó.

Ángel Rodiezmo le aconseja que hable con Celso Llamas que tiene más memoria y

recuerda muchos detalles sobre los hechos acaecidos. Fermín le enseña la Oda a

Celso y tras leerla, no puede evitar que su memoria le traiga recuerdos pasados. Así,

señala: «Nunca encontraremos el Pez de Oro pero nos seguirán llegando mensajes

de los náufragos, aunque ellos ya no existan» (p. 42).

En cada eslabón de la cadena, Fermín va a obtener algún dato sobre la vida y

obra de Saelices, pero también surge inmediatamente un obstáculo. En este caso,

Celso había encontrado una Oda dos años atrás y se la enseñó a Rodiezmo, quien

horrorizado le ordenó destruirla. Celso se arrepintió de no hacerle copia pero se la

había mostrado a su mujer y como le gustó, recordaba de vez en cuando algunos

versos. En este sentido, conviene señalar que el narrador en ningún momento ofrece

al lector una pequeña muestra de la poca poesía a la que accede. Así, el enigma

264 El subrayado es mío. Además de las dos direcciones que se propone Fermín en su viaje parallegar hasta la figura de Saelices, conviene no olvidar que la propia ruta se debe entende desde unadoble vertiente: la burocrática y la poética.

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155

resulta casi imposible de conocer. Sí sabemos que se titulaba «Oda al Vergel de

Ariana» y su temática giraba en torno a lo que «en el matrimonio se llaman

costumbres de alcoba, señales que la desgracia de la vida que uno lleva ya no te

permite atender. Porque yo, Fermín, estoy de capa caída en todos los sentidos. Desde

que me confinaron aquí ya no soy el mismo» (p. 45).

Celso siguió el rastro de dos Odas que habían aparecido años atrás. Una la

había encontrado un ordenanza de Obras y otra un auxiliar de Acopios. En esta

ocasión, es Agapito el de la Tercena, el que bebiendo recuerda algunos versos

sueltos: «parece que ambas anduvieron por ahí, de mano en mano, y despertaron

algunas suspicacias porque nadie se creía que hubiesen aparecido casualmente de

ese modo» (p. 44). El siguiente enlace era la persona con la que Celso Llamas había

hablado de su hallazgo: Benigno Venero, un chico joven que aprobó oposiciones al

Estado y sobrino de un viejo funcionario, don Julio Venero, Jefe de la Sección de

Arbitrios. La forma de localizar a este viejo funcionario fue contactar con Josefa

Bobia, un antiguo amor fracasado de Celso Llamas. Antes de hablar con ella, y tras

un sueño repetido en que a Fermín se le aparecía la imagen del suicida Belarmino

Yebra, intenta localizar a Lauro Llánaves, hombre de pocas preguntas, para el que

no incitaba interés alguno la búsqueda. Sin embargo, Josefa se presenta en el

Archivo y le ayuda sin ningún problema. Se trata de Julio Venero Matadeón, un

jubilado de la Sección de Arbitrios que vivía en la ciudad. En los ficheros que

maneja Josefa, de forma eficiente y rápida, Alejandro Saelices no aparecía ni como

activo ni como pasivo, tampoco cobraba pensiones. Nuevamente surge el obstáculo

ante la búsqueda:

«Tendría que mirar en Óbitos, pero eso es más complicado. A losfallecidos que no devengan se les da carpetazo. El muerto solitario nodeja huella burocrática, Fermín» (p. 56).

El contratiempo no siempre lo origina un personaje con el que entra en

contacto el protagonista de la búsqueda, sino el propio Fermín quien, ante sus dudas

o la incapacidad para buscar disculpas razonables, titubea en acercarse a diferentes

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El motivo del viaje

156

personajes. Esto ocurre cuando, por ejemplo, decide conocer a don Julio Venero:

«La idea de acogerme a la pretendida amistad de su sobrino, aquien había mencionado Celso, no acababa de convencerme y, entrela confusión y las indecisiones, mis merodeos alcanzaron esasituación absurda del furtivo temeroso» (p. 57).

2. 4. 4. La ruta del Archivo: ¿Camino de cultura o ruta

marginal?

El bar que regenta Lázaro será el lugar que Fermín visitará de manera

continua. Allí encuentra a un poeta, Néstor Villada, que es capaz de recitar un

poema de Fermín, que llevaba en una libreta, y además se atreve a eliminar los

poemas que, según él, no poseen calidad, ante el asombro del propio Fermín. Con

Néstor Villada pasará toda una noche en la que conocerá el ambiente sórdido de otro

bar, el Mediavilla, y las apuestas que se traen allí los amigos de Néstor y él mismo

en torno a una mujer mora llamada Doraida. En este recorrido se inicia una ruta

marginal, en la que habitan igualmente seres anodinos y anónimos como, por

ejemplo, Orencio Oblomov de procedencia rusa, quien le aconseja a Fermín que no

se fíe de Néstor Villada, pues cree que no sabe nada de Saelices y argumenta que le

mueve sólo la envidia. Orencio Oblomov emplaza a Fermín para charlar en El

Rublo, «una tienda modesta y honrada de libros de lance. Medias y pololos allí no

encontrará, pero un Turqueniev o un Tolstoi seguro que sí» (p. 113). El camino o la

ruta que emprende Fermín le lleva por el mundo del Archivo, del encuentro con

personajes que conocieron la vida y obra de Saelices y en el último caso con el

camino de la cultura, algo tan paradójico como el itinerario que hacen juntos Néstor

y Fermín hasta llegar a casa del primero a las cinco y media de la madrugada, donde

aquél es capaz de llamar a su mujer para que les haga unos riñones al jerez y una

tortilla.

2. 4. 5. El encuentro con la poesía: el camino hacia los poetastros

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El motivo del viaje

157

La búsqueda de pistas para conocer la vida y obra de Saelices le lleva ahora a

encontrar otro sobre amarillento, al entregar un expediente a Emilio Sosas,

ordenanza de vías públicas. El nerviosismo le invade. Era, en efecto, «un sobre

amarillento allí depositado como un cuerpo extraño: un mensaje ajeno que

disimulaba su envío entre la marea de los informes, las certificaciones y las

propuestas de resolución» (p. 129). Conoce que dentro del sobre se guarda una

cuartilla que contiene una Oda «al Algar de Clodia». Nuevamente la emoción le

embarga, sin dar a conocer verso alguno de la composición: «De la oscura belleza de

aquellos versos manaba, una vez más, el símbolo de la copa sagrada en cuyos bordes

de cristal partido debería uno herirse los labios sin remedio» (p. 130). Igualmente

quedan ocultos los versos265 que escribe Orencio Oblomov. Fermín desea conocer

su poética y éste le dice que los tiene Irina Moldava, una mujer paralítica que está a

su cargo y que es la que los guarda. La empresa que intenta acometer es, en sí

misma, un hecho ilusorio, tal como lo expresa la mujer de Néstor Villada, doña Sira

Lumbreras, quien estaba convencida de que todos los que integran el «gremio» de

los poetas llevaban una vida sin descanso: «Es [...] esa quimera que no les da

sosiego [...]. Porque la quimera le puede y, por lo que veo, a todos les pasa lo

mismo...» (p. 119). Doña Sira destaca de todos estos personajes el egocentrismo y la

falta de generosidad. Asimismo, opina que Saelices no tuvo otro imitador que le

superara: «La quimera a todos los hace muy pagados de sí mismos porque, por lo

que llevo visto, nadie cree más en lo que hacen los otros que en lo que hace él [...],

de todos éstos, que cada vez son menos, ninguno supo estar a la altura de las

circunstancias [...]. Todos citan a Saelices pero ninguno logró emularlo más allá de

su perdición o de su desastre» (p. 120).

Dos días después, Fermín se encuentra con Celso Llamas y éste le informa

que un tal Enebro el de la Sección de Gastos, conserva un poema. En realidad lo

265 En este sentido, manifiesta Enrique Miralles, que la búsqueda de Fermín Bustarga «se dirige alencuentro con la Poesía de "la isla lejana en el Municipio". Sin embargo, estos versos, que serán unconstante punto de referencia, nunca llegarán a alcanzar carta de naturaleza textual. Es cierto que elpersonaje [...], tendrá acceso a algunos despojos líricos que sobreviven entre los legajos líricos quesobreviven entre los legajos o en la memoria de los amigos del poeta, pero no los transmite al lectoren su calidad de narrador». Cf. Art. cit., p. 76.

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El motivo del viaje

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había encontrado una chica joven, Ernestina Moruelo266 y, en este caso, sí existía

fotocopia del original. Tampoco hay que olvidar que Orencio Oblomov va a poner al

protagonista de la búsqueda en contacto con un poeta de procedencia eslava, Sento

Sentines, a quien visitan en un ruinoso caserón, regentado por la cancerbera doña

Eredia. Este poeta, según Orencio Oblomov, es el más puro del gremio y se ha

apartado del mundo, recluyéndose en un ergástulo, especie de claraboya junto a una

chimenea. En el momento de sacarlo de aquel lugar, mediante una especie de

balbuceo, más cercano al sueño que a la realidad, recita algunos versos sueltos:

«-Fúnebre herencia de la noche...- [...]. -Fúnebre resplandor queme hiere el alma...- [...]. -Sombra antigua que atenazaste mi cuello,que sorbiste mi aliento y mi mirada...» (pp. 157 y 158respectivamente).

Al preguntar por Ernestina, Fermín supo que Sento podía saber algo pero lo

dejaron reposar. Un día, no poco después, decidió ir a visitarlo y doña Eredia le

contó que todo se debía a que Sento, al no poder olvidar un amor que tuvo, se había

llegado a convertir en su obsesión y perdición. Mantuvo un encuentro con Sento,

quien le enseñó un poema cuyo tema se reducía a que «la derrota conlleva la

desgracia pero es el único medio para que, al fin, la vida no se interponga en la obra,

quede relegada, sometida a su servicio» (p. 167). El poema estaba dedicado a

Saelices y se titulaba Lira Letal. En esta ocasión no conocemos el contenido de la

obra porque, según él mismo, Sento no es capaz de recitar. De nuevo es Saelices,

protagonista principal y narrador, el único que lee para sí el poema si bien, en este

caso, el silencio de su contenido queda plenamente justificado respecto a casos

anteriores, porque el mismo Sento Sentines estaba convencido de que la obra

poética conseguía un mayor estado de pureza cuanto más secreta era: «Yo me voy

convenciendo de que la obra adquiere su sentido más puro, más propicio, como acto

secreto y, al fin, el mayor secreto de la misma se alcanza en el extremo no ya de la

266 La composición lírica es obscena, a juzgar por su comportamiento: «El día que ErnestinaMoruelo lo encontró -dijo Enebro-, sufrió un vahído y hubo que llevarla al botiquín. Bien es verdadque Ernestina era Hija de María [...]. Nadie hizo nunca la más leve insinuación de ser autor deaquellos versos escandalosos. Enebro se quedó con la copia y el original sucumbió en manos del jefede Ernestina, que le aplicó la llama de su mechero afirmando [...], que para las mentes sucias el fuego

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voz sino del corazón de quien lo hace. Sabiendo que esto es una quimera y que la

belleza es lo único que justifica la vida, y la posteridad algo siempre indigno» (p.

166).

En la lectura del cuadernillo que Sento encuentra y le deja ver a Fermín,

comprueban los diversos tonos líricos. En el manuscrito encontró un «poema de

amor y de ausencia» (p. 168). Fermín había leído algunos versos manteniendo, «ante

mis ojos aquellas palabras entretejidas en el rastro deforme del lapicero, que se

amontonaban extraviadas en la más absoluta confusión» (p. 168). El poema de amor,

referido anteriormente, estaba dedicado a Eloína, la hija de Saelices, «la araña que

asciende por la pared [...]. La araña que llega al techo y lanza su hilo al vacío para

descolgarse y emprender otra vez el mismo camino» (p. 169).

2. 4. 6. La proximidad a Saelices: el cine Lesmes

Cuenta el eremita Sento que conoció a la hija de Saelices como sirvienta y

que él mismo, junto a Orencio Oblomov, la incluyeron en el gremio de los poetas:

«Había algo raro en todo aquello, porque la sombra de Saelicesnos cautivaba en la imagen de su hija y su amor, en mi caso, seextraviaba con una misteriosa e innecesaria veneración» (p. 170).

El camino que debe emprender Fermín no son esas bolitas de miga de pan,

anteriormente encontradas, sino el hilo de la araña, conducido por Sento Sentines, a

través de diversos espacios del barrio en el que vive Eloína, el barrio de Vulcano y

de manera más precisa, el cine Lesmes. El protagonista de la búsqueda debe dirigirse

a la búsqueda, no del poeta que vive en los legajos del Archivo, sino de su hija

Eloína. La desorientación y el extravío surgen de nuevo al encaminarse hacia el

barrio de Vulcano:

«Mis primeras incursiones estuvieron llenas de temor y más de unatarde volví sobre mis pasos acobardado [...]. Después, con la

era el edicto de la depuración». Cf. El expediente..., ed. cit., pp. 133 y 134 respectivamente.

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insistencia, el temor perdió su cota absurda [...], como si al afianzar lacostumbre de recorrerlo fuese reconquistando una melancólicacordialidad...» (p. 174).

Por fin Fermín encontró el cine Lesmes, un lugar abandonado y casi ruinoso,

en el que las parejas que iban a ver una película, durante la proyección salían y

entraban de manera ininterrumpida. Fermín sospecha que la taquillera y la persona

que portaba la linterna eran la misma: Eloína. Debido a su falta de táctica y a su

titubeo durante estos nuevos encuentros, lo único que puede hacer es espiar, a

sabiendas que su actitud entorpece la búsqueda:

«Me daba cuenta [...], de que aquella actitud indecisa se me volvíaen contra. Lo razonable hubiera sido preguntar por ella, seguir uncriterio paralelo a aquel con que me venía moviendo desde el inicio demi indagación» (p. 179).

En este momento la búsqueda de Saelices comporta, de manera espontánea,

un encuentro principal sobre aquel que queda en un plano secundario: el de Eloína,

la hija de Saelices. Conviene precisar aquí la opinión de Enrique Miralles, quien se

refiere a este encuentro. Para el crítico el hallazgo de Eloína es «el contacto decisivo

para arribar al centro de su ansiada búsqueda, [la de Fermín] vital (por el

manteniminto de las relaciones sexuales con la joven) y literaria (por la

aproximación al feliz desenlace discursivo) [...]. La experiencia amorosa con Eloína

y los posteriores encuentros con otros discípulos de Saelices completan el recorrido

iniciático del personaje, al tiempo que lo acercan a la meta de su búsqueda»267.

En un bar cercano al Lesmes, el Astilla268, Fermín tomó un café. El dueño le

dijo que Eloína vivía en el cine con un hombre dueño del local, que se encontraba

267Cf. «La búsqueda: tema para una lectura de la narrativa actual», art. cit., pp. 78 y 79respectivamente. 268La visita a los bares constituye, sin duda, un leitmotiv en la obra narrativa de Luis Mateo Díez. EnEl expediente..., esta imagen ya vista, toma el sentido simbólico de estaciones, que ya aparecía en lanovela del mismo nombre. Cuenta Orencio Oblomov cómo se formó el gremio de poetas: «Todosandábamos por ahí sueltos y, sin que nadie lo dispusiese, nos encontramos juntos, arropados por laleyenda oscura de ese hombre [...]. Seguimos su senda por los establecimientos donde hacía lasestaciones, del Ramales al Sotero, del Valdosín al Brito y al Millares...» Cf. El expediente..., ed. cit.,p. 144.

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encerrado allí hacía tres años. Tras dos intentos para ver a la mujer que vendía en

taquilla las entradas, su búsqueda de información oscila «del ánimo al desconsuelo,

cada vez más convencido de la necesidad de hablar con ella, de abandonar el

problemático acercamiento que me convertía en un sospechoso merodeador y

recobrar el sentido de mis decisiones más espontáneas» (p. 186).

Un mensaje en el reverso de la entrada, «Escalera Izquierda», lo condujo

hasta el mensaje del hombre manco del bar. Bajó las escaleras apoyado en la pared y

cuando decidió volver, encuentró uno de los objetos más interesantes a lo largo de la

novela, una cinta cinematográfica:

«Era una caja redonda, metálica, plana, que tenía un peso encimapara inmovilizarla. La fui palpando y toqué algo parecido a unalengüeta que salía de la caja, firmemente trabada en ella, y extendidapor el suelo» (p. 188).

Aquella araña que Sento Sentines refirió al protagonista ha extendido su hilo

y los pasos que, como las migas de pan o las hojas, dejó Belarmino Yebra, conducen

casi hasta el final a Femín Bustarga:

«Aquello era como el hilo de Ariadna dispuesto para ser seguidoen el interior del laberinto, entre las sombras arcanas de las zahúrdasdel Lesmes» (p. 188).

La cinta es el rastro que conduce sus pasos hasta el lugar de la cita. Poco a

poco llegaba su fin. Metafóricamente no quería «ceder ese cordón umbilical que

garantizaba mi regreso. Del sueño volvía a la vigilia temerosa, de la realidad al

extravío» (pp. 189-190). Fermín se encontró con Tolibio, dueño de El Lesmes, que

confundió a aquel con un tal Beruelo. Le pidió que lo acompañara. Llegaron hasta el

final del pasillo y temerosos de un gato que quería copular, bajaron unos peldaños

que al bajar se podían comprobar unas zahúrdas con restos de la civilización

romana. Hasta el momento, «el reclamo de la cinta empezaba a parecerme un

extraño equívoco pero no tenía alternativa. Tolibio era la única continuación del

absurdo hilo de Ariadna» (p. 192).

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2. 4. 7. La cripta del Lesmes

Finalmente entraron en la cripta del Lesmes. Este momento es uno de los

más intensos de El expediente..., pues Luis Mateo Díez juega con una simbología en

la que la realidad queda totalmente transfigurada, tanto por la condición del propio

personaje, Tolibio; así como por la propia realidad-irrealidad representada. Fermín

contempla el Cielo de los Malos Poetas, una representación simbólica que intentaba

divisar, asombrado, entre el bamboleo de las bombillas:

«Todo eran figuras humanas encadenadas, casi amontonadas,puestas en fila en un intento inútil de pasarse unas a otras, creciendohacia ese límite cenital donde la precaria luz sólo dejaba adivinar unafigura más hierática, inmovilizada como un raro emblema» (p. 196).

Se trataba de una bóveda269 en la que una pintura mostraba unos poetas en el

cielo que corrían hacia Dios empujándose entre ellos. Pero la poca calidad de la

poesía, del verso produce que exista un Parnaso Perverso. Los malos poetas, según

Tolibio, merecían un cielo peor:

«Un cielo menor y caduco [...]. Un cielo menesteroso para coronarla macilenta inspiración que les embarga, un cielo de tres al cuartoque abrigue su puñetera gloria» (p. 197).

Los poetas en su intento de acercarse a Dios, se dividían en la pintura, según

su calidad, en tres círculos en los que se encontraban poetas gloriosos, poetas bardos

y poetas desgraciados. Arriba se situaba Dios, una especie de Pantocrátor. En medio

de todo esto se produce un chispazo que hace caer a Tolibio y golpea a Fermín. Tras

una semana en el Archivo sin que sucediera nada especial, un día Arsenio Abelgas,

el cancerbero de los despachos, le dijo que una mujer lo había llamado días atrás.

269 «De acuerdo con el tono anti-heroico de las aventuras de Fermín, éste se limita a escuchar lasrazones del pseudo-Vulcano contra el quehacer artístico y a contemplar la imagen secuestrada de laPoesía, bajo la forma de pintura en una bóveda [...]. Esta referencia pictórica, donde se remeda lamisma ficción, localizada además en ese santuario mítico, por muy infernal que sea, simboliza elsigno artístico que se nutre de su propia textualidad a medida que se aleja de la realidad originaria»

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Era Eloína, quien tras una larga indecisión, accedió a verlo en el cine Degaña, en la

localidad que él acostumbraba a usar en el Lesmes. Allí se encontraron y antes de

acabar la película pasearon hasta llegar a un bar donde Fermín le cuenta sus

propósitos:

“Es la obra de tu padre lo que me interesa -afirmé- y también sufigura... Te parecerá absurdo pero esta coincidencia de estar en elArchivo, y los poemas que he podido ver, me han llegado aobsesionar. Saelices merece que alguien rescate su memoria. A mípersonalmente me importa mucho» (p. 222).

Eloína no quiere saber nada sobre el asunto pero, como ya ha sucedido en

reiteradas ocasiones, este eslabón del hilo de Ariadna, le pone en contacto con un

amigo de su padre: Miguel Beruelo, hombre que había escuchado a Tolibio en los

bajos del Lesmes. El encuentro que Eloína y Fermín realizan para encontrar a

Tolibio les sirve para iniciar su propio encuentro amoroso. Fermín al despertarse

comprobó cómo, pacientemente, y en su propia casa lo aguardaba Tolibio, personaje

que secuestra a unos santos para que Dios venga a rescatarlos. Se dirigen a un bar y

allí le devela otro secreto: el Parnaso Perverso, presidido por un Pantocrátor, cuya

réplica era Alejandro Saelices:

«Un retrato sólo aproximado, porque de esa mano no es posibleesperar ninguna fidelidad [de la de Tolibio]. De toda la broma es loque a Alejandro menos molestaría. Un Dios sardónico en lo alto de uncielo furtivo» (p. 237).

La crítica ha insistido en que uno de los capítulos fundamentales que

muestran con más énfasis la distorsión de la realidad es la del disparatado recorrido

por los sótanos del Lesmes y la escena final: «la contemplación del "Parnaso

perverso", "Cielo de los malos poetas" que un pintor loco le muestra [a Fermín], es

la síntesis de toda la novela que aquí alcanza su clímax simbólico»270. Conviene no

olvidar que a lo largo de esta empresa se va conociendo la figura externa e interna de

Cf. Enrique Miralles, «La búsqueda: tema para una lectura de la narrativa actual», art. cit., pp. 78-79. 270 Cf. Asunción Castro Díez, «El expediente del náufrago, de Luis Mateo Díez», Barcarola,Revista de Creación Literaria, núm. 41, 1993, 200-201, p. 200.

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Saelices, su obra y su vida, así como historias intercaladas que, en ocasiones,

parecen descolgarse de la historia principal. Sobre el primero de los datos, es ahora

don Fernando Villarente quien le habla a Fermín de Saelices, ya que Néstor Villada

lo había citado en El Casco (en medio de esto se intercala una interesante historia

entre Fermín y el yerno de Néstor Villada, Glicerio). Como no se encontraba allí

buscaron a don Fernando en la Estación Pecuaria, una serie de edificios con establos

que desprendían un olor desagradable. La sorpresa llega cuando don Fernando no

los puede atender y se ven en medio de la captura de un «Pullus Trépidus» (p. 253)

con lo cual dentro de la gran búsqueda, existe otra y no menos disparatada:

«Habíamos invertido más de una hora en aquella búsqueda que a mí me parecía

completamente desorientada porque ni Néstor sabía por dónde íbamos ni yo lo que

buscábamos» (ibid).

Ahora no se trata de pasos tras las bolitas de migas de pan, las hojas de

papel, o la cinta cinematográfica hallada en el cine. El objeto de la búsqueda es

desconocido y por tanto casi infructuoso: «La noche enredaba el ovillo absurdo de

nuestros pasos que contaban, además con el desaliento de Villada» (p. 253). El

carácter de la aventura se proponía algo tan disparatado como cazar a un pollastrón,

especie de avestruz enana, malformada por los experimentos de la ciencia, que

poseía «una sola pata, abriendo y cerrando con extrema torpeza las alas cortas,

enlazando el impulso de sus saltos con el empuje de su emplumado cuerpo» (p.

257).

Néstor gritaba desesperadamente que se alejara y de un modo más tranquilo,

ya en el Traviesas, Fernando Villarente, trataba de encontrar semejanzas entre estos

fenómenos atípicos de la ciencia y el propio arte. El capítulo se dilata narrando todas

las venturas y desventuras de semejante animal. De hecho, para Fernando Villarante

el poeta lleva en sus entrañas una especie de pollastrón:

«Todo gran poeta lleva dentro, escondido en algún lugar oscuro,un poetastro, y es casi imposible no detectar en el total de su obra, porexcelsa que sea, la mano de ese ser inferior. Con frecuencia a esa

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mano se debe parte importante de la obra, aunque luego lo excelsoexima el resto» (p. 265).

El fragmento presentado se incluye en una amplia cita que concluye con la

misma idea expuesta una y otra vez debido a la melancolía y a las copas de ponche

que beben los contertulios. Los encuentros con Eloína se suceden en este viaje y por

segunda vez, al rastrear los bolsillos de la gabardina de Belarmino Yebra, leyó un

trozo de papel amarillo que encontró en los bajos del forro. En tono suplicante, la

nota decía: «Ven a verme» (p. 271). Anteriormente lee el apurado mensaje y le

preocupa no saber entenderlo:

«Ven a verme [...], y algo que no sabía descifrar me abocaba alpresentimiento de que aquellas palabras no eran ajenas al contenidode mi indagación, que en el obsesivo rastro del sueño se orientabanalgunos eslabones que convendría dilucidar» (p. 162).

El encuentro con Eloína se produce nuevamente y Fermín comprueba que

existen rasgos muy similares entre la nota amarilla de Belarmino y la que le escribía

Eloína a él en la entrada del cine. Al quedar más tarde con ella en la cafetería y no

encontrarse allí, Fermín la busca por las estaciones hasta llegar a una donde

encuentra a Miguel Beruelo. Tenemos aquí la oportunidad de conocer algunos

broches líricos dirigidos a Fermín, en forma de versos:

«Centinela nocturno es la locura [...], porque está vigilando. Cadahora se detiene, y va riendo, y a la noche la busca su nombre, y lallama» (p. 275).

Fermín pregunta a Miguel Beruelo sobre la identidad de Belarmino Yebra

que le cuenta que murió a causa de una historia de amor desgraciada. Sobre esta

indagación, sí le pide a Fermín que no la haga más dura pues, «a pesar del tiempo, el

dolor impregna la memoria» (p. 281). En ese viaje que está a punto de acabar, de

llegar a su fin, se encuentra la duda, la sorpresa, la locura y el paralelismo entre

algunos acontecimientos, «en esa mugre invernal del barrio viejo mis pasos van

desconcertados y el corto camino hacia ese mundo [...], está lleno de dudas y

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suspicacias, y dominado por la sensación de que en las simetrías y en las intuiciones

de mis hallazgos hay un impulso inexorable que no logro controlar» (p. 283).

Eloína es agredida frecuentemente por Tolibio y en uno de los encuentros

con Fermín, ésta se lo devela a causa de los moratones que tiene por todo el cuerpo.

También le confiesa que Belarmino se suicidó por ella y que Tolibio no la retiene

pero que no lo puede abandonar. La poesía no sólo es ilusión, también lo son los

sentimientos: «Tengo la sensación -le dije- [habla Fermín a Eloína] de que también

has hecho del amor una quimera y, al fin, ella es más importante que el amor

mismo» (p. 291).

Ella piensa que los golpes que recibe son una manera de expiar sus culpas y

de aliviar sus traiciones. Ahora comprendemos la historia que anteriormente se

narra: Saelices, de algún modo, no aprobando el amor de Belarmino, quien era casi

como un padre para Eloína, hizo que éste se suicidara. Eloína por ello le dice a

Fermín que se olvide de su padre, que no lo busque más: «He aborrecido mucho a

mi padre -confesó-, pero en una noche como ésta, en la que se cumple el aniversario

de una muerte muy penosa y culpable para mí, [la de Belarmino Yebra] ese aborreci-

miento está más cerca que nunca del odio» (p. 292).

Eloína no devela si su padre ha muerto o no. Sólo le dice a Fermín que le

pregunte a Beruelo sobre «ese hombre al que esta noche no quiero volver a

nombrar» (p. 292). Sento Sentines ha muerto y Fermín habla con Irina quien,

deprimida, cuenta que Orencio va a dejar de escribir versos. Llega éste y le cuenta a

Fermín que Sento, antes de perder la lucidez, le prometió al difunto que recogería

todos los cuadernos y los destruiría con el fin de que su obra no sobreviviera a su

propio creador. Orencio Oblomov no quiere seguir escribiendo porque piensa que a

Irina no les agrada como antes. Suben a la buhardilla y toman los cuadernos y

lapiceros. Los rompen en un monte, llevados en parte por el viento y surge una

pregunta inevitable y de marcado carácter existencial:

«¿Qué somos, Fermín -dijo- [Orencio], qué mierda somos y en

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167

qué mierda de mundo nos tocó vivir?» (p. 300).

Tras estos malos trances, Fermín volvió al Archivo y emprendió nuevamente

su tarea de escribir poemas que, como poeta verdadero, según era la idea de los del

gremio, debían ser secretos. Así, sus sentimientos amorosos se convertían en «una

especie de refugio más allá de las contingencias cotidianas, y debo reconocer que en

esa disposición es cuando mi obra fluye con mayor coherencia y soltura» (p. 301).

2. 4. 8. Josefa Bobia o la resolución del enigma

La penúltima cadena del eslabón en este viaje es Josefa Bobia quien informó

a Fermín sobre Alejandro Saelices. Ella al mirar en unos ficheros, recordó el nombre

y observó su historial administrativo, contándole su degeneración. Fermín seguía

trabajando en el Archivo y un día Miguel Beruelo fue a buscarlo y comentaron la

triste y tormentosa relación de Eloína con Tolibio. Entraron en el Astilla y allí

conocieron, a través del camarero, que el fin de semana pasado el cine Lesmes

permaneció cerrado. Sin embargo, Beruelo sabía cómo acceder a la sala y al entrar

escuchó el fantasma de Tolibio, quien pensaba quemar el cine y sí prendió el cuerpo

de Melicio. Como si fuera el fantasma de la ópera, Tolibio se quita el abrigo y el

pasamontañas. Eloína se había marchado y él, despojado de sus ropas, se disponía a

tomar unas copas con Fermín y Beruelo. Recorrieron distintos bares y estaciones por

el barrio viejo, en un camino que está a punto de finalizar, en el cual el alcohol

forma parte de la rutina diaria, «no ya hermanados con la eternidad de los bebedores

habituales sino integrados en ella, como habitantes de ese reino imperturbable que es

un más allá donde nada brilla ni se mueve» (p. 324). Tras un largo sueño, Miguel

Beruelo da a conocer a Fermín: «El secreto que detentaba como el atributo casi

extremo de una amistad que sumaba muchos años e infinitos avatares escindidos»

(p. 327).

Tras la resaca y sentados, Fermín y Beruelo, tenían mensajes secretos que

sólo ellos detentaban. Fermín lo develó todo y entonces Beruelo lo condujo a la

búsqueda de lo que sobrevive de la historia de Saelices. Lo llevó hasta un edificio, lo

esperó y le dijo que se encaminara hacia el primer piso, habitación doce, donde el

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propio Fermín presentía «que ese círculo que atenazaba la figura de Saelices se

cerraba» (p. 329). La meta a la cual llega finalmente Fermín, una especie de

convento-residencia, objeto de búsqueda a lo largo de toda la novela, conlleva, tal

como señala la contraportada de la novela, «una obsesiva indagación, que irá

desvelando todo un oscuro mundo de seres alucinados y sus quimeras irremediables

[...], un conocimiento, tan patético como sardónico, de la vida y el destino de los

perdedores, de la mediocridad y la melancolía extrema del olvido». Y es

precisamente allí, retirado en el limbo, donde encuentra Fermín a Alejandro Saelices

Cordal: «Se volvió hacia mí y pude ver su rostro, la barba crecida de varios días, el

pelo encanecido muy desordenado. Entonces me fijé en su mano derecha, que

asomaba temblorosa y cerrada bajo la manta. La mano se abrió y algo cayó al suelo

[...]. Era una bola diminuta hecha de miga de pan [...]. Volvió la cabeza, vencido

pero sonriente, y yo estreché la mano cerrada sobre la bola de miga de pan entre las

mías» (p. 331).

Así acaba la búsqueda y el viaje que emprende Fermín y que, de modo

laberíntico, ha servido para encontrar la vana ilusión de la poesía y lo poético, pero

el viaje, lejos de descubrir sólo eso, muestra además las miserias y locuras de unos

personajes que sufren por amor y por odio en una vida que no entienden, pero que

les resulta totalmente miserable. Fermín ha encontrado por fin a Alejandro Saelices

con sus bolas de migas de pan en las manos, «el eslabón emblemático hacia la feliz

solución del recorrido, y [así] escucha de sus labios el último mensaje que clausura

evangélicamente el texto. "El mundo es una isla triste271"»272. El final que elige el

novelista para concluir la novela es simbólico por ser reflejo del sentido existencial y

271 Conocemos el final de Fermín a través de la charla que mantienen Marcos Parra y ÁngelBenuza, refiriéndose a éste en los siguientes términos: “Veo que no va a darme más sosiego y quemás que de hilo conductor me quiere usar de lazarillo. Ése es más complicado porque en elArchivo que yo sepa ya no trabaja: la obsesión de los expedientes con la obra de Saelices en ellosenterrada le hizo enfermar y, tres años después de la muerte del poeta en el asilo, dejó aquello. Elmundo es una isla triste, dicen que le dijo Alejandro Saelices cuando lo descubrió, y esa isla es elmundo de Fermín, una isla misteriosa, rara, donde las tabernas contienen la eternidad y algunosborrachos, como Miguel Beruelo, hacen discursos sobre la desdicha y recitan versos de este jaez:“Amo de mi existencia las horas tenebrosas, en que se profundizan mis sentidos, en ellas hehallado, como en cartas antiguas, mi vida cotidiana ya vivida, lejana y superada como viejaleyenda....”. Usted debe saber que la historia de Bustarga tiene mucho que ver con la desgracia. Cf.Luis Mateo Díez, La línea del espejo (Un relato de personajes), Alfaguara, Madrid, 1998,

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pesimista que impregna los corazones de los personajes que habitan las páginas.

Saelices, objeto de la búsqueda, comparte protagonismo con Fermín, y la indagación

de aquél supone que el encuentro final sea «símbolo de la pregunta existencial en

busca de unas huellas borrosas [que], llevará al narrador, a través de las distintas

historias de los personajes, a un aprendizaje existencial: el de la desolación y el de la

vida como un naufragio»273. La búsqueda y el posterior hallazgo en el viaje ha

mostrado claramente una existencia del hombre, cuyo olvido puede recuperarse, sin

demasiada fortuna, a la par que aquella indagación permite, asimismo, que la novela

se haga a sí misma, construyéndose el viaje como metáfora del laberinto que resulta

ser el camino del ser humano.

272 Cf. Enrique Miralles, «La búsqueda: tema para una lectura de la narrativa actual», art. cit., p. 79. 273 Cf. María Dolores de Asís Garrote, reseña sobre El expediente del náufrago de Luis MateoDíez, Crítica, mayo, 1994, p. 32.

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2. 5. El viaje por la provincia en Camino de perdición.

2. 5. 1. El azar y el destino, protagonistas del viaje.

Encabeza la azarosa historia de Sebastián Odollo una cita de Sartoris de

William Faulkner274:«Las esquinas275 todavía por doblar del destino de un hombre».

Desde el principio, en Camino de perdición276, Luis Mateo Díez recurre a la frase

de Faulkner para ilustrar plenamente las intenciones que ha llevado a cabo en la

novela, a la vez que el autor nos adelanta con ello la línea temática que sirve de eje

al relato: la ruta que reemprende Sebastián Odollo, viajante de comercio, hacia un

destino insospechado en el que, en la mayoría de las ocasiones, el protagonista no

puede prever todo aquello que sucede de forma vertiginosa.

Precisamente es el destino, cuyos hilos mueve inicialmente el jefe de

Sebastián, don Birlo277, el que posibilita que la ruta se altere de forma imprevisible

con el fin de aclarar la sospechosa situación278 en la que se encuentra Emilio Curto,

otro compañero del ramo, desaparecido una semana antes en circunstancias extrañas

y del que no se tienen noticias al respecto. Don Birlo justifica su encomienda a

274 Sobre la influencia de Faulkner, Luis Mateo Díez afirma que «la mayoría de los grandesuniversos literarios están construidos sobre la pequeña realidad cercana. Mi experiencia de cuando yoera un lector ingenuo y leía a Faulkner era la sorpresa de encontrarme con los mejores retratos depersonajes que yo reconocía en mi pueblo. Lo que yo leía era la vida de mi pueblo. Cf. «Encuentro denarradores leoneses», art. cit., p. 7. 275 El escritor leonés asegura que se ha pasado media vida confesando que todas sus novelas cuentanaventuras a la vuelta de la esquina. Luis Mateo Díez explica que «en esas esquinas todavía por doblaracecha el destino, la incertidumbre de lo que puede suceder al doblarlas». Cf. Reseña sobre Caminode perdición, El País, 05/04/95. Resulta, igualmente, anecdótico el hecho de que la primera parte desu publicación inmediatamente anterior, el libro de cuentos Los males menores, (Alfaguara, Madrid,1993), se titule Álbum de esquinas. 276 A partir de ahora citaremos por Camino... 277 Este motivo es semejante al comienzo de El expediente ... Es el momento en el que el rostroalterado de Ángel Rodiezmo, al bajar de Secretaría, ponía «al tanto de la complicada encomienda dedon Eladio: una de esas búsquedas improbables de la descabalada Sección de Fomento [...] [donde],había que localizar el expediente de una finca ruinosa en la que se había efectuado un desalojo deviviendas en su día recurrido por algunos inquilinos». Cf. Ed. cit., p. 9. 278 Emilio Curto está en apuros debido a las cuentas de la empresa y a este hecho alude el camarerodel bar Oasis, Azuario, cuando se dirige a Sebastián sentenciando:«Lo malo de los mercaderes es queno lográis libraros de las contabilidades, no sabéis dar carrete a los misterios de la vida, estáiscuadriculados, Odollo». Cf. Camino..., ed. cit., p. 229.

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Sebastián del siguiente modo:

«Precisamente por eso, Odollo, porque sois amigos y porque hayconfianza. Si los gastos de Emilio no están claros porque, como ya teconté hace tiempo, es fácil sospechar que trabuca las justificaciones,hay que verificarlo pero con discreción antes de tomar cualquiermedida» (p. 16).

El viaje sirve, una vez más, como eje conductor de toda la narración. Sin

embargo, la ruta parece tener, desde el principio, un punto de inflexión, si se

compara con el resto de los viajes que construye Luis Mateo Díez en sus anteriores

novelas; en el caso que nos ocupa, Sebastián Odollo, por su propia condición de

comerciante, recorre una geografía conocida previamente, pero que desea olvidar y

de la que quiere huir continuamente:

«Cuando don Birlo lo llamó ya había sospechado que se trataba dealguna ingrata encomienda. El cambio de ruta trastornaba sus planes yel regreso a la de la Campiña, pocas semanas después, lo llenaba dezozobra. Por el tránsito del noroeste las plazas eran complejas y eldestino acarreaba la memoria de muchas cosas que prefería olvidar o,al menos, rehuir» (p. 17).

Desde el primer momento, quedan unidos junto al viaje279 dos elementos

que cobran protagonismo a lo largo de la novela: el pasado y la memoria de

Sebastián Odollo. En numerosas ocasiones, el protagonista se queja de que sus

planes se hayan alterado y achaca esta situación a su propia personalidad. Así lo

manifiesta cuando habla con Pablo Llantas en la barra del bar Solares:

«Soy el único que debe sentirlo [...], porque, a fin de cuentas, melo tengo merecido. Cuando se va por la vida, como yo voy, de eternoliado, lo propio es que te enreden en cualquier esquina. Don Birlo mepone en el disparadero con la dichosa confianza y, ya se sabe, a bailarcon la más fea» (p. 18).

279 El autor explicó en la presentación de Camino ..., que ésta tiene mucho que ver con susanteriores novelas, porque «el elemento arquetípico del viaje siempre me ha fascinado y me hanutrido». Luis Mateo Díez, quien aseguró ser un perfecto conocedor de las pensiones y de la vida delos viajantes, definió Camino ..., como una novela de carretera: «He conocido a muchos viajantes yles tengo gran cariño y respeto». Cf. Amelia Castilla, reseña sobre Camino de perdición, El País,05/04/95.

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Y de forma incesante se quejará a lo largo de toda la ruta a causa de su

azaroso e incierto destino. Le ocurre, por ejemplo, cuando don Birlo, en el

significativo capítulo de la tercera parte, Ir y venir, se queja ante la pérdida de

tiempo de Sebastián en Borela. Éste al dialogar con Teyo y Tubal, cansado de los

problemas del viaje, insiste en la misma idea:

«Yo donde debía estar ahora mismo es en la ruta de Alivio,durmiendo la mañana en la hospedería de Pano a ser posible con suhija, con la mitad de los clientes ya visitados y la otra mitad con lospedidos hechos. Pero me tiene encomendado un favor, ya veis quéguasa, y encima se pone nervioso [...], lo que haría, si pudiese, escortarme la coleta como Llantas. De tanto viajar se pierde la brújula»(p. 295).

La presencia de Pablo Llantas, al principio de la novela, resulta muy

significativa, pues se revela como alter ego de Sebastián Odollo. Pablo Llantas,

salvando la anacronía temporal que les separa, el personaje que Luis Mateo Díez

sitúa frente al espejo para que Sebastián contemple el camino que todavía le queda

por recorrer, el resultado de ir doblando cada una de las esquinas en su propia vida.

Con ello se pone de manifiesto el principio de simetría y la técnica narrativa de los

espejos que el novelista establece, con el consecuente juego de paralelismos y

correspondencias, que hacen de la novela un relato íntegro y unitario. Pablo Llantas,

de vuelta del camino que aún tiene que reemprender Sebastián, afirma ya desde la

otra orilla:

«Me corto la coleta y dejo esto [...], y le hago caso de una vez aOlina y me olvido de todos los líos que tengo por ahí esparcidos280

[...]. Tú [dirigiéndose a Sebastián] todavía eres joven pero yo ya notengo años para seguir rodando por el Secano y la Ribera y laCampiña y el Litoral, tirado por las rutas como un perro abandonado»(pp. 19-20).

La visión opuesta de los dos viajeros tiene en la imagen del espejo, que es

280 Este hecho acontece a Sebastián Odollo en términos semejantes:«Me viene fatal la [ruta] de laCampiña -confesó quejoso- . Tiene uno tantos compromisos y componendas por esas plazas. Mehacían falta unos meses lo más lejos posible, por el Secano y la Ribera ya que la de Alivio no puedeser». Cf. Camino..., ed. cit., p. 21. Más tarde, Sebastián se arrepentirá de ese viaje cuando, porejemplo, Argila le invite a marcharse de su casa y no volver, al comprobar él mismo que ya no esimprescindible. Derrotado por no poder estar con ella, se lamentará de aquel viaje que nunca deseórealizar: «La peor ruta [...] es aquella a la que uno no quiso venir». Cf. Ed. cit., p. 210.

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Pablo Llantas, el similar futuro que le espera a Sebastián. Es entonces cuando surge

la voz del narrador, quien sentencia:

«Sebastián sonrió compasivo dándole una palmada con lasensación de que también se la daba a sí mismo. Las mismas palabrasregresaban a su memoria con la insistencia de tantas situacionesparecidas, en la misma barra o en los infinitos lugares compartidospor las jornadas de la ruta» (p. 20).

Resulta verosímil que el camino que inicia Sebastián Odollo, viajante cuya

ruta está llena de trampas281, a lo que hay que sumar su falta de voluntad, que

provoca estar enredado en continuos líos, sea como el de uno más entre tantos, un

itinerario con idéntico inicio y con destino desconocido:

«Todas las rutas tenían un arranque parecido282, la misma disposi-ción de los kilómetros iniciales por las sendas bifurcadas que partíande la ciudad siguiendo la huella de los barrios extremos, lóbregos ydiseminados. Unos tramos que coincidían en la geografía ocre ydesolada del generoso arrabal, de los ejidos que extendían la fronteracomo una tierra de nadie por donde la ciudad podría seguir urdiendosu imprevisible destino» (p. 32).

El hecho queda probado cuando en Solba, en el prostíbulo de Leonila,

Sebastián y Tubal Dorego tienen que salir a media noche a buscar al obispo don

Dimas para que auxilie, en sus últimos momentos, a Emeterio quien en el momento

de hacer el amor con una chica le da un presunto ataque al corazón. Sebastián y

Tubal lamentan todo lo que se les ha venido encima sin preverlo en ningún

momento:

«No era éste el plan -se quejaba Tubal Dorego-. Como hay Diosque en otra igual no me pillan. Nadie nos mandó meternos donde nonos llamaban -dijo Sebastián-. Lo peor de Leonila es que tarde otemprano te pasa la factura. Todo es fiado hasta que se acaba el

281 Es frecuente que el camino esté lleno de trampas. Así, por ejemplo, conocemos al respecto losanónimos que recibe Argila, provocados por los líos en los que Sebastián está metido. Odollo estáconvencido de que ella tiene razón y piensa que todo es obra de una desaprensiva que se la estájugando, «porque es demasiada coincidencia. En estos asuntos lo que más funciona es el resentimientoy con tantas trampas como uno acarrea alguna resentida habrá». Cf. Camino..., ed. cit., p. 321. 282 Las rutas son idénticas a las muertes. Sebastián en su charla con Olivio reflexionan sobre esteasunto: «Todas las muertes, las verdaderas y las falsas -le escuchó musitar-, vienen de la mismacondición y acaban siendo lo mismo». Cf. Camino..., ed. cit., p. 354.

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crédito y cuanto antes se acaba es cuando hay una emergencia» (p.73).

Más adelante, ya en Bituana, Sebastián entabla nuevamente una

conversación con Pablo Llantas, quien se encuentra acompañado por otro viajante

llamado Santos Termil. A la pregunta de cómo va el asunto de Emilio Curto,

Sebastián se queja aludiendo a los líos que acechan su vida de comerciante:

«Es el último lío en que me meten, te lo juro. Don Birlo está quese sube por las paredes y yo no tengo ganas de hacer nada. Esta rutaestaba equivocada desde el principio, Llantas, no porque fuera tuyasino porque no era mía. Donde yo quería estar era aburriéndome en lade Alivio, con las chinches incluidas» (p. 368).

Sin embargo, al final de la novela, Sebastián ha podido comprobar el

significado de esa ruta y está en disposición de admitirla en tono reflexivo:

«Las rutas [...], son el tramo de la vida que repetimos como unacondena, pero en buena medida todo el mundo hace lo mismo, porvariados que sean los tramos la condena es igual» (p. 445).

Y es que no debemos perder de vista, tal y como señala el novelista, que los

tipos como Sebastián Odollo son los que «viajan sus rutas entre la rutina y lo

desconocido, son antihéroes, personas que nunca llegarán a nada, figuras

secundarias que tienen la voluntad cautiva, que cumplen su misión profesional, pero

que el resto del día son hombres a la deriva»283.

2. 5. 2. Lo imaginario como conducto hacia la eternidad.

El motivo del viaje sirve a Luis Mateo Díez como conducto a través del cual,

por ejemplo, la realidad puede quedar trascendida fuera de límites normales, a través

de la imaginación o de la pura metáfora. El novelista opina al respecto284 que esto

283 Cf. Amelia Castilla, reseña sobre Camino de perdición, art. cit.

284 Cf. Juan Ángel Juristo, Entrevista con Luis Mateo Díez, Leer, magazine literario, núm. 77, 1995,

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sucede en toda su obra, pero quizás sea Camino de perdición:

«La novela que he escrito con más libertad, con una libertad casiabsoluta y con una absoluta seguridad y mucho trabajo porque es en laque me he sentido más dueño de la materia imaginaria con la queestaba trabajando. En ella conseguí esa conciencia de que en la novelano hay tiempo o que éste puede romperse o de que sólo hay un tiempoo que lo imaginario es el único conducto que tenemos los humanos deadquirir eternidad».

No resulta extraño entonces que Olivio, el muerto alquilado que debía

suplantar a un tal Otano, tras no conseguirlo, pues la abuela de éste descubre que

todo es un montaje en el camino que recorre hacia Bituana junto a Sebastián, le

confiese lo que para él es la eternidad y cómo se consigue: «La nostalgia de una paz

que dura siempre y, sobre todo, de una sensación que es la que mejor expresa eso

que llamamos eternidad: una falta absoluta de movimiento, de memoria, de deseo.

La eternidad sólo se alcanza estando quieto, por eso sólo se llega a ella desde la

muerte» (p. 353).

De ese «viaje definitivo» regresa aludiendo en dos ocasiones los conocidos

versos de Santa Teresa: Vivo sin vivir en mí... La desorientación también se hace

presente en el «difunto». Así sucede cuando Sebastián lo recoge en la carretera tras

el incidente de la avispa. A la pregunta de aquél sobre si viene del más allá o es que

no acabó de irse, le responde Olivio:

«Al final -dijo intentando abrir la puerta sin conseguirlo hasta queSebastián le ayudó- me dejaron tirado entre este mundo y el otro. Nosé si vivo sin vivir en mí o si muero porque no muero. Palmo me laacabó jugando y ahora mismo no soy otra cosa que un difunto sinrumbo» (p. 349).

El fracaso del último viaje ha servido a Olivio para darse cuenta cómo la

vida puede verse desde distintos puntos de vista. Tras haber perdido

momentáneamente la pérdida de ésta en el ataúd, revela lo insignificante que, en

44-48, p. 46.

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176

definitiva, es el ser humano, inmerso en una vida que se vuelve engañosa:

«Lo poco que es uno y lo malo que resulta no ser nada. Lo raraque es la vida y lo engañados que con ella estamos. Lo fácil que esresignarse a estar quieto, como si estarlo fuese lo propio de lacondición humana. En fin, bastantes y curiosos. Ahí dentro el únicoentretenimiento es ése» (p. 329).

Desde este presupuesto, queda entonces plenamente justificado el hecho de

que al poco de iniciar Sebastián el viaje, se reencuentre con el pasado, en una de

esas esquinas, en una curva donde lo pretérito sale a su encuentro. Es un recorrido

por su conciencia que le trae a la memoria, en varias ocasiones, seres queridos

difuntos: su madre y sus compañeros de trabajo muertos en accidentes de tráfico. En

el curso del viaje, el pasado emerge con toda su fuerza. La presencia fantasmal de su

difunta madre, Luisa Albares, ajena al tiempo cronológico que marca el curso de la

vida y, por tanto, inmersa en el tiempo eterno, aparece a la vuelta de la primera

curva por la que transita Sebastián Odollo:

«Estaba sentada al pie de la carretera, con la toquilla sobre loshombros y el gesto vencido de la resignación y de la edad. Manteníalos dedos de las manos entrelazados sobre el regazo y la mismadisposición de sus horas de espera, del tiempo que multiplicaba laeterna vigilia del regreso» (p. 34).

Sebastián antes de verla la presiente y es su confesora. Igualmente se insiste

en la desorientación de sus pasos:«Voy perdido [...], voy sin rumbo como siempre.

Me embarcaron otra vez, madre, nunca supe negarme a esta suerte engañosa» (p.

35). Posiblemente la presencia de la madre de Sebastián sirva para acallar su

conciencia, pues conocemos por los reproches que la hermana de Sebastián le hace ,

que hizo sufrir mucho a su madre mientras vivió y que además, en el momento de su

muerte, en el pasillo de la casa que ahora habitaban los dos hijos, no tuvo su ayuda.

Además este hecho posibilita que el autor integre una de las pequeñas e infinitas

historias que se intercalan y que iremos analizando.

De igual modo ocurre en el capítulo de la primera parte, llamado Curva del

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Doral. Sebastián sube lentamente con su Oruga285 en medio del sopor que invade su

cuerpo. De repente entabla una conversación con unos acompañantes un tanto

especiales: Osorio, Emisario y Botines, seres del más allá, antiguos compañeros del

ramo de Sebastián que encontraron su final en esas rutas que ahora Odollo recorre y

que usaron para aquellas encomiendas el viejo Ford que ahora él conduce. En el

mencionado capitulo aparece el sueño como elemento negativo de los conductores,

sujetos a muchas horas de volante, tal y como le sucedió a Emisario al estrellarse en

una recta contra un chopo: «El sueño o esa sensación de eternidad que se alcanza en

tantas horas invertidas por las carreteras y que te hace perder toda conciencia y toda

sensibilidad» (p. 149).

En términos semejantes relata Osorio su curiosa muerte286, consciente de su

condición de difunto y de suicida reincidente:

«Yo me maté en el barranco de Sandela y lo que no sabe nadie esque antes de hacerlo ya lo había intentado tres veces, ninguna en elcoche. ¿Qué te lleva a eso cuando, como en mi caso, vas a dejar unamujer y tres hijos?» (p. 150).

Es el claxon de la Oruga el que hace recobrar la conciencia a Sebastián,

retornándolo a la realidad, a esa realidad que Luis Mateo Díez conoce a la

perfección, a aquella «que se compagina con una inconsciencia de la diferencia entre

la vigilia y el sueño. No se delimitan éstos, y eso, sí ha funcionado, se debe a que he

tenido libertad para hacerlo así. En otras ocasiones no he tenido consciencia ni

libertad para hacerlo»287.

2. 5. 3. La ruta: camino de viajeros y viajantes

285 La Oruga es el coche que le acompaña en toda la ruta y con el que mantiene el diálogo a lo largode toda la novela. Por su condición de viajante de tejidos y telas, novedades y prendas de vestir,Sebastián, refiriéndose al coche, afirma al mago Ernesto Valdivia: «No sé si es mi herramienta o miguarida. Contabilizando horas y kilómetros probablemente más lo segundo que lo primero». Cf.Camino..., ed. cit., p. 190. 286 Resultan igualmente significativas las muertes de otros personajes, pertenecientes a un ramodiferente al de Sebastián. Así, por ejemplo, los camareros Monodio y Zapico, amigos y compañerosde Mallea, quien todavía regenta el bar, pasaron respectivamente a mejor vida, «de una herniaestrangulada, ya ve qué contingencia tan poco heroica, y una copa de aguardiente que, según loscálculos de los amigos más íntimos sumaba la novecientas mil sesenta y seis». Cf. Camino..., ed. cit.,p. 281. 287 Cf. Ángel Juristo, Entrevista con Luis Mateo Díez, art. cit., p. 46.

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178

Si en La fuente ..., se establecían las diferencias entre los conceptos de

peregrinación, peregrino y excursionista, en Camino ..., la dicotomía surge entre las

acepciones de viajero y viajante. En el capítulo de la primera parte titulado El

viajero, como si la Oruga le llevara inconscientemente, Sebastián se acerca hasta el

caserón de Diseo Racimal sin que éste aparezca en su lista de clientes. Ante la queja

de las pocas visitas de clientes que recibe Diseo, Sebastián le dice: «Los viajantes de

don Birlo picamos muy alto» (p. 38). Algo que contrasta con el episodio en el cual,

el cliente de Sebastián, dueño de Almacenes Paciencia, ensalzado en una discusión,

increpándole también alude a su profesión como la de viajante: «-Si te vas no

vuelvas -amenazó el cojo, que de nuevo blandía la vara del metro tras el mostrador-.

A mí no me hace un feo un viajante de mierda» (p. 253). De igual modo sucede

cuando Odollo usa sus encantos personales para atraer a cualquier joven que lo

espera en un mostrador de los almacenes que visita. Esto le ocurre al visitar a Inés,

la sobrina de Ángel y Elvira:

«Lo que sueña el viajante es que todos sus tejidos, los más ricos ylos más pobres, acaben en unas manos como éstas que se adueñan deellos con codicia [...]. No hay viajante [...], que entre sus tejidos notenga su preferencia. El algodón fino y tupido de la muselina es paramí la carne» (p. 362).

La razón fundamental para que Sebastián sea viajante estriba fundamental-

mente en que éste se mueve con unas visitas concertadas previamente:

«Yo viajo con el listín y los duplicados, Diseo: las visitas previstasy el registro de cada pedido y de cada cliente. Esta casa se hizo muyformal y muy mirada. Cuando iba por libre era más feliz y menossensato» (p. 38).

Y así sucede, salvo en ocasiones donde el destino, en el caso que nos ocupa,

la diosa fortuna cambia la vida con el premio de la lotería a uno de sus clientes

llamado Podambre. Al llegar a vender a su comercio no lo encuentra. Los ancianos

que se encuentran en la puerta de su casa, con sarcasmo, cuentan la nueva situación

al observar cómo Sebastián alude a su oficio:

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179

«Es a vender a lo que vengo -informó Odollo- [...]. ¿Venderle aPodambre? -inquirió- [uno de los ancianos]. Todo lo que quieracomprar lo comprará donde le dé la gana. Aquí iba a esperar sentado aque alguien viniera a vendérselo. Llevo bastante tiempoproporcionándole buena parte del género que vende -aseguró Odollomolesto-. Soy viajante» (p. 258).

Esta imagen de Sebastián contrasta con la de Diseo quien, en términos muy

similares a Pablo Llantas, tras hacerse mayor vuelve a la localidad de Racimal y se

ata288, según sus propias palabras, a su mujer Penela con la que tiene seis hijos.

Sebastián parece estar atado a algo más que al volante de su coche, unido a un

pasado que ahora tiene que revivir. No es un viajero, sino un viajante:

«Yo soy viajante, Diseo -dijo alzando el vaso vacío-, no viajero[...]. Estoy atado a demasiadas cosas -reconoció- y algunas muydifíciles de soltar. Si yo te contara» (p. 39).

Sebastián confiesa a su Oruga la idea de estar atado, de encontrarse sin

libertad, camino de Borela y tras un día en que había recibido tres llamadas de

mujeres cargadas de reproches. Refiriéndose a la última, la de Argila, monologa

sobre los inconvenientes de la ruta y sopesa la libertad que poseen viajero y viajante:

«Lo que faltaba para que el día fuese completo. Y lo que unonecesita para ayudarse también a salir pitando, porque es verdad,querida Oruga, que la ruta es la ruta y que eso de huir hacia delante nocuenta mucho en esta profesión. Aquí siempre hay que seguir porqueel que se demora incumple. El viajante no tiene la misma libertad delviajero» (p. 319).

Este camino que sigue en única dirección, se aleja de la concepción del

288 La desorientación es consecuencia, en la mayoría de los casos, del desorden o de la libertad conla que los personajes de la novela caminan por la vida. Valgan los testimonios de Diseo o Macrino.Diseo es un personaje sin voluntad, cuya juventud, al igual que la de Sebastián, consisitió en un ir yvenir por caminos donde lo que hacía no era más que errar continuamente: «Por libre fui yo siempre[...], porque para andar por el mundo de otro modo no compensa [...]. No podía arrimarme a nada,atarme a ninguna cosa. Luego con tanto ir y venir, con tanto viaje y tanta vuelta [...], empecé apercatarme de que no era dueño de nada, ni de mí mismo [...]. Fue cuando decidí volver, y eso mecostó Dios y ayuda, porque cuando se ha ído tan lejos es muy difícil hacerlo». Cf. Camino..., ed. cit.,p. 38. De Macrino obtenemos la misma impresión: «Siempre que pude anduve suelto porque me gustair por ahí y que lo que pase sea lo que haga y que lo mismo pueda uno sentarse a ver una mosca en elcristal de una ventana que un gato agazapado o el tren que cruza el puente y la locomotora que pita».Cf. Ed. cit., p. 305.

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camino hecho vida, como vida del ser humano, camino que a veces se hace al revés.

Así le ocurría a Valdivia, quien refiriéndose a Macrino le cuenta a Sebastián:

«Con lo que yo había visto y sabía a su edad también podíahacerlo si hubiese querido. Hay gente que se hace vieja después dehaber sido joven y madura y la hay que hace el camino al revés. Yovoy perdiendo de todo con los años, menos velocidad e intención» (p.242).

Los términos de viajero y viajante no quedan tan claramente delimitados

desde otros puntos de vista. Así sucede cuando Azuario intenta que Sebastián le

venda prendas para su prima. Ante la negativa de aquél, Azuario define el ramo de

Sebastián como mercaderes: «Así sois los mercaderes [...]. Altivos, egoístas,

imponentes. Ni la dicha ni la desgracia ni la prosperidad ni la indigencia, son puntos

que toméis en consideración» (p. 238). O en tono irónico y quijotesco, como si se

tratara del amo de don Rino, el rey de Viñales, la dueña y prostituta Luciana abre la

puerta de su garito a Sebastián, refiriéndose a él en términos de escudero:

«Rino, Rey de Viñales -dijo asombrada- con un escudero del ramode la confección, el mundo ya no es mundo y tener abierta a estasalturas de siglo una casa de putas es como encender velas cuandosopla el siroco» (p. 338).

En el bar de Sicario, su hija Pino se interesa por las aventuras de Buceta,

viajante de efectos religiosos y máquinas de coser y bordar. Para él, este tipo de

viajero se enfrenta a un destino fijado, atado única y exclusivamente al itinerario

marcado; ello le aleja de las aventuras y desventuras por las que atraviesa Sebastián,

el cual, a pesar de llevar su ruta fijada de antemano, seguramente no estaría de

acuerdo con semejante afirmación, a juzgar por todo lo que le ocurre, pues el propio

destino ha querido que conseguida la ruta de Alivio, le encomienden la búsqueda de

su compañero desaparecido. Es Buceta el que ahora define el término viajante:

«El viajante es un viajero profesional, amiga mía -dijocomplacido- , lo que supone que en sus viajes no hay aventura porqueno hay ningún destino incierto. El profesional del viaje llevanumerada la ruta y no va a otra cosa que a cumplir los débitos de suprofesión. Viajas los objetos que vendes, las prendas, los utensilios, la

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maquinaria, lo que quiere decir que transportas lo que comercias, quellevas lo que ofreces para que lo vean y lo compren. Es de todos losviajes, el más rutinario. ¿Cuál pudo ser el mejor? Sería muy difícildistinguir entre lo que casi siempre es lo mismo» (p. 132).

Algo semejante sucede a Tubal Dorego, comerciante del ramo ferretero,

quien pone de manifiesto nuevamente que todas las rutas son idénticas:

«Viajes lo que viajes la encomienda es la misma y las plazas y losclientes tampoco se diferencian, pero arrastrar un muestrario como elmío no es igual» (p. 68).

Y todas esas rutas, esos viajes deben poseer unos ingredientes vitales, que no

son otros que un camino, un destino y un amor:

«Pobre del viajante que ya no tiene ni ruta ni destino, y más pobresi el amor perdió en el camino -canturreó con el espontáneoacompañamiento de palmas uno de los reclutas que había alzado lacabeza y quería incorporarse sin conseguirlo» (p. 420).

Insiste en esta misma idea la madre de Sebastián, quien ante la desesperación

de su hijo, y tras concederle unos dones para que no la olvide, le consuela

diciéndole:

«La suerte de seguir es la suerte de volver a intentarlo, la suerte deestar vivo. Todas las rutas tienen el designio de un único viaje» (p.323).

Esa falta de libertad se opone a la concepción que tiene Ernesto Valdivia

sobre sus compromisos cuando manifiesta: «No es mi estilo andar con la vida

programada ni las intenciones manifiestas, es mucho más andar a verlas venir y sin

hacer demasiado gasto en previsiones y reservas. Cuesta mucho pensar lo que se

quiere y es mejor improvisarlo» (p. 189). En ocasiones, el término viajante llega a

molestar a Sebastián. Así sucede cuando, por ejemplo, Sebastián y Sirio se dirigen al

comercio de Alcestes Salterio y Sirio presenta a Sebastián:

«Es Odollo -gritó Sirio-, el viajante que se entiende con mihermana. La voz volvió a musitar en las alturas algo parecido a unajaculatoria y Sebastián, que acababa de hacer un gesto de disgusto

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ante la presentación de Sirio, alzó los ojos mientras el aroma delsándalo ascendía en aquella dirección» (p. 181).

El viaje conlleva un riesgo en ese destino desconocido. Cuando, por

ejemplo, Sebastián vuelve a la realidad, gracias al claxon de la Oruga en la Curva

del Doral, afirma que todas sus cuentas con el pasado no le importan y que la vida se

puede ver, tras el susto, desde otros puntos de vista. El riesgo de la carretera hace

que «la vida del que viaja no [sea] tan clara como la del que está quieto» (p. 153).

Por ello en cualquier sitio se agradece un refugio. La vida del viajante transcurre en

un ir y venir sin descanso y, según Isora, la mujer que tiene preso a Emilio, «los que

tanto van y vienen generalmente no se contentan con nada y sólo se dedican a

quejarse» (p. 432). Es preciso señalar que el que hace una ruta debe cumplir una

serie de mandamientos o preceptos, entre los que cabe destacar las tres columnas

vertebrales de la vida del viajante: hospedajes, clientes y gasolina; tres aspectos que

configuraban las notas de cantidades en cada una de las hojas de la libreta de Emilio

Curto, la cual Sebastián observaba con curiosidad:

«La libreta era apaisada y tenía las cubiertas de hule negro [...].Cada hoja contenía una anotación detallada de cantidades, cuyas trescolumnas se iban sumando en sus respectivos totales [...]. Erananotaciones hechas con claridad y cuidado, apenas retocadas encontadas ocasiones» (pp. 50 y 51 respectivamente).

Otra de las reglas que nunca debe pasar por alto un viajante es algo que

Tubal Dorego recuerda a Sebastián, tras éste haber perdido su Oruga289 cargada con

el muestrario en el interior:

«Ni fiar ni confiar, dice la cartilla del viajante [...], aunque con elpeso de lo que yo llevo el riesgo se reduce. La ferretería daña losriñones pero atrae menos que las prendas delicadas. Para sustraerclavos, barbiquíes y guadañas hay que estar en forma o muydesesperado» (p. 316).

289 Sebastián vuelve a ganarse el descrédito profesional al rastrear la ciudad de Borela buscando laOruga: «Una denuncia resultaba la mejor forma de poner en evidencia la conducta negligente deSebastián [...]. La desaparición del vehículo, con el muestrario incluido, derivaba en un descuidoimperdonable y contravenía la primera norma del viajante». Cf. Camino..., ed. cit., p. 296.

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Y es que si la amistad es un valor importantísimo, su coche, su Oruga es el

amigo más fiel que posee en todo el camino. Le sirve de confesor y además el

proceso de identificación de ambos es similar. El viejo coche conoce perfectamente

todas las rutas290 de los viajantes que antecedieron a Sebastián y además no sólo ha

conocido las historias de todos ellos, de los que pasaron a mejor vida, sino que es

ahora el que guarda todos sus secretos. En ocasiones, sufre los mismos

acontecimientos que le ocurren a Sebastián. Así, por ejemplo, cuando la Oruga

desaparece y Sebastián no la encuentra, aparece golpeada porque Valdivia hizo un

envío para llevar unos bidones a una localidad próxima y sufrió un accidente. Ante

los desperfectos de la aleta, el faro y el olor a gasolina, Sebastián intenta consolarla

equiparando su daño al sufrido por el propio Odollo:

«Nos han jodido amiga mía [...]. Estamos tocados del ala y lo peores que no soy capaz de preocuparme todo lo que debiera.Llevó la mano izquierda a la frente después de corregir el espejoretrovisor y repasó la yema de los dedos el bulto que se amorataba enel lado izquierdo. Después comprobó el golpe de la cabeza [...]. No séquien de los dos ha llevado la peor parte -dijo-. Lo que está claro esque tú, querida Oruga, eres inocente. A mí me las suelen dar siempredel mismo lado» (p. 300).

Teyo era conocedor de sucesos ocurridos y contaba con experiencia, no en el

extravío, pero sí en el apostar género:

«Como bien sabes, dos veces me lo subastaron [el muestrario] ysólo en el límite de unas jugadas casi imposibles lo recuperé. Ahoraya va para tres años que no» (p. 315).

En relación a la pérdida de cosas valiosas, cuando Sebastián se dirige a la

estación de ferrocarril en busca de Cilicia, es capaz de diferenciar lo que es un

viajero de un viajante. La diferencia estriba en que aquél frente a éste, no tiene nada

290 En dirección al almacén de Elmiro Podambre, Sebastián y Macrino escuchan el motor de laOruga apurado por Odollo, quien afirma: «Que no, chaval, que aunque lo oigas así va desahogado.Todas las curvas y los escobios de cien kilómetros a la redonda se los sabe de carretilla, mejor que yomismo. ¿Cuántos años crees que lleva haciéndolos? Bastantes más de los que tú tienes». Cf.Camino..., ed. cit., p. 257.

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que perder. Sebastián puede perder la oportunidad de salvar la vida a Cilicia que

amenaza con suicidarse por los líos que Odollo mantiene con otras mujeres:

«-¿Ha pasado algo?-inquirió Sebastián con la respiración alteradaacercándose a ellos [...].-El de las veintidós cuarenta y tres hace exactamente seis minutos-dijocomplaciente consultando su reloj.-¿La cantina está abierta?-inquirió Sebastián administrando el últimosuspiro.-Toda la noche -informó el ferroviario- y después de un tren siempreviene otro, no hay que preocuparse, los viajeros nunca pierden deltodo la oportunidad.-Los viajantes -farfulló Sebastián-, sí» (p. 414).

Y es que a veces entre ellos se reprochan el no atender la profesión como es

debido. Así ocurre cuando Teyo Centeno y Tubal Dorego sorprenden en la pensión

de la Borelana a Sebastián dormido, tras ser golpeado la noche anterior. Odollo ha

dormido junto a Lía. La irresponsabilidad del viajante y la camaradería se hacen

presentes en el siguiente fragmento:

«¿Qué hacéis aquí? -inquirió extrañado- [Sebastián]. Son casi lasonce de la mañana, una hora muy propia para que cualquier esmeradoviajante de comercio haya visitado ya uno o dos clientes -dijo Tubal-pero, dadas las circunstancias, hemos querido echarte una mano. Adon Birlo le salimos al quite dos veces, lo tienes que se sube por lasparedes» (p. 292).

La profesión del viajante es dura y los comerciantes se resienten de dolores

de riñones291, pues viajan de forma incansable. Los continuos achaques de los

viajantes, permiten que Luis Mateo Díez se acerque a la vida de ellos con dosis de

humor y cuente, por ejemplo, lo que sucedió a Esmerildo, un viajante del ramo

ferretero, a quien le creció una chepa y un día, cuando dormía con una prostituta, sus

amigos Buceta y Elirio se la pincharon y comprobaron cómo le salía un líquido de

olor desagradable. El contrapunto, frente a esta vida proclive a enfermedades de

291 Tubal Dorego, que viaja con productos de ferretería se lamenta diciendo:«Esta profesión estállena de hernias discales y desviaciones de columnas. Los listos la dejan, los tontos somos los que novalemos para otra cosa». Cf. Camino..., ed. cit., p. 69.

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columnas, entre otras muchas, lo ofrece el prestidigitador que Sebastián está a punto

de atropellar en el camino, Ernesto Valdivia, quien sube al coche y lejos de pensar

que la profesión de Sebastián es aburrida, ofrece su punto de vista, tras acariciar el

salpicadero de la Oruga:

«Eso quiere decir que aquí hace la vida. Una manera extraña deandar de la ceca a la meca y, a la vez, no dejar de ser un sedentario. Leenvidio, le juro que le envidio. Poder estar todo el santo día de un ladopara otro y, al mismo tiempo, disponer de la propia guarida [la Oruga]con su correspondiente periscopio para no extrañarse. El mundo setiene que ver con más confianza» (p. 190).

Además obtenemos el contrapunto físico entre la imagen de Sebastián y la

de Valdivia tras la noche de copas que pasan. A la mañana siguiente, en medio de

una profunda resaca, es el espejo del bar en el que toman café donde Sebastián

reconoció «el rostro aseado de Valdivia, la raya perfecta de su pelo, un brillo de

lociones en la piel perfectamente rasurada y el contraste [....] [Sebastián], con la

sombra terrosa de su resaca, los ojos enrojecidos, las orejas crecidas [...]. La cara es

el espejo del alma, pero algunas mañanas es mejor pensar que el alma es una

patraña» (p. 195). Una singladura la del viaje que «apenas da para enumerar las

vicisitudes que reflejan sus listines y cuadernos, sus puertos con sus pensiones y las

rutas de su navegación apenas alcanzan, en el mejor de los casos, un modesto

exotismo comarcal» (p. 396).

2. 5. 4. El viaje: lugar de encuentros y de fábulas.

El viaje que Sebastián emprende no sólo se identifica con el rescate de la

memoria, sino que además, este recurso permite, al igual que ya ocurría en Las

estaciones ..., o en La fuente ..., una serie de encuentros que salen al paso de

Sebastián, entre los que cabe resaltar aquéllos que se producen con colegas de la

profesión en los distintos bares o casas que recorre a través de la ruta; los

atormentados tropiezos con diferentes mujeres y los múltiples obstáculos que debe

sortear del mejor modo posible a lo largo del viaje. El recorrido de Sebastián

Odollo, considerado como trozo de vida pasada hecha presente, en Camino ...,

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186

conlleva junto al viaje, el motivo del encuentro. En cada una de esas esquinas, en

cada curva que atraviesa Sebastián se tropieza con diferentes personajes que salen a

su encuentro. El primero con el que mantiene una conversación es Diseo Racimal y

es entonces cuando Luis Mateo Díez aprovecha para dar rienda suelta a su faceta de

cuentista. Cuando el narrador transmite al lector el recuerdo de las palabras que

vienen a la memoria de Sebastián, en boca de Diseo, seguramente nos encontramos

ante una de las facetas de la realidad por las que el escritor leonés tiene mayor

querencia, algo a lo que estaba acostumbrado desde muy joven: la tradición de la

narración oral292, en este caso, trasladada al papel, como si Diseo hubiera «recurrido

a un libro de pastas grasientas para leerlas» (p. 40). De todo lo que cuenta Diseo

podemos extraer, no sólo que fue un peregrino más en el mundo, pues sufrió «la

consecuencia del penoso naufragio, un mal golpe de mar que vino a colmar aquella

desgracia de ni siquiera saberme dueño de mí mismo» (p. 40), sino que además fue,

según Sebastián, uno de los mayores viajeros que existieron, aunque sufrió mucho.

Otro de los capítulos que sirven para que el novelista intercale un

metarrelato se encuentra también en la primera parte, el titulado El Rey Casto. Es el

momento en el que el obispo don Dimas, tras dar la extremaunción a Emeterio y

asegurar que aún no ha llegado su hora, se sienta a tomar unas tazas de caldo que le

sirve Severina. La historia que va a contar don Dimas se anuncia previamente, pues

al acompañar Sebastián y Dorego a éste desde su palacio hasta el prostíbulo, el

obispo, refiriéndose al camino del hombre como camino del pecador, sentencia

sobre el talante de Emeterio:

«Malos pasos traía [...]. Malos de veras. Por estos recodos matóDorbila al Rey Casto y dice la leyenda que lo mató después dequitarle lo que su nombre pregonaba» (p. 79).

292 «Mi aprendizaje de lo imaginario está en lo oral y, junto al fulgor de esa palabra secreta quedeposita su huella en los paisajes de la realidad y de la invención, hay otras muchas palabrasescuchadas antes que leídas, ceñidas a la costumbre de la voz que cuenta, anónima y efímera, perolastrada por la herencia de una tradición imperturbable, en las noches vecinales de mi mundo másremoto, cuando la fascinación de oír una historia, de escuchar un romance, promueve acaso elencantamiento de hacerlo». Cf. Adolfo Sotelo-Vázquez, «En torno a Memorial de Hierbas, de LuisMateo Díez», art. cit., p. 17.

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Aunque resulte paradójico, don Dimas confiesa a Leonila sobre la arrogancia

del pecador, que tras muchos años administrando el sacramento de la penitencia «da

mucho más gusto perdonar al que pecó con todas las de la ley que al que lo hizo

lleno de reticencias y pejigueras» (p. 70). En semejantes términos se expresa

Manuela Mirandolina en La fuente ..., cuando reflexiona sobre la felicidad y la

conciencia:

«Puede que sea verdad, mancebos, pero la mayor desgracia meparece a mí ese limbo en el que viven los inocentes. Yo prefiero alsabio pendón que al tonto santificado» (p. 152).

La situación de Emeterio propicia que, entre taza y taza de caldo, don Dimas

cuente una leyenda, cuya base reside en la invención293, pues la leyenda es como

«casi todas [...], triste y acaba con esos resultados fatales de las cosas que se

inventan, ya saben que la imaginación es mucho menos compasiva que la realidad»

(p. 85). El asunto de la leyenda, que recuerda a la novela morisca, es el siguiente: el

Rey fue prisionero de los encantos de Dorbila, una mujer mestiza de gran belleza

que consiguió, no sólo despojar al Rey de su castidad, sino que además le clavó un

puñal en el corazón. Cuando la morisma conquistó la ciudad, Dorbila pidió que se

eximieran a perpetuidad las alcabalas que tenían que pagar sus lupanares. Ese deseo

por contar queda claramente expreso en las propias palabras de Sebastián: «He oído

contar294 [...], que además del lamento el Rey percibía un aroma que contribuyó a

trastornar sus sentidos» (p. 86). Don Dimas, quien sigue tomando caldo, le contesta

afirmativamente a la par que las chicas del prostíbulo se acercan a la sala y se

sientan alrededor de don Dimas. Esta imagen recuerda de forma casi paralela las ya

citadas reuniones nocturnas invernales leonesas, en las que el novelista pasaba horas

y horas escuchando historias que evoca295:

293 En el largo camino recorrido desde Memorial de hierbas hasta su última novela publicada, ElParaíso de los mortales, el novelista opina que su trabajo «ha sido muy literario desde sus comienzosen los que, por un lado afianzaba y, por otro, definía una cierta conciencia de lo imaginario que, creo,es lo fundamental en un escritor, eso de delimitar su propio imaginario narrativa [...]. Afianzar eseimaginario me ha dado más complejidad y autonomía». Cf. Juan Ángel Juristo, Entrevista con LuisMateo Díez, art. cit., p. 45. 294 El subrayado es mío. 295 Cf. Luis Mateo Díez, Relato de Babia, (ed. de Ángel G. Loureiro), Espasa Calpe, Madrid, 1991,

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«Algunas veces recuerdo la noble voz de mis viejos paisanos, enaquellos momentos de apacible confidencia al amor de la lumbre. Lequeda a uno la escenografía de un tiempo en repaso en el quehacerdiario, horas descolgadas del anochecer, cocinas templadas, laatmósfera de humo y de leña, y el invierno agazapado allí fuera, comodormido en la honda respiración de la ventisca. Eran las horas delcontar que venían de muy atrás, de una herencia acaso tan larga comola que había transmitido la sabiduría de todos los valores».

En este capítulo también hay lugar para conseguir el efecto irónico que Luis

Mateo Díez introduce en todas sus novelas. En casa de Leonila hay unas chicas

prostitutas, quienes tiempo atrás fueron monjas y tras pasar por el convento colgaron

posteriormente los hábitos. Ese camino de perfección que recuerda a Santa Teresa,

se convierte en camino de perdición para ellas y el guiño que hace el novelista desde

el principio no hace más que insistir en la idea de que nada es lo que parece y que,

nuevamente, el destino conduce al ser humano a seguir un camino en la vida que no

esconde más que fracasos. Esos caminos han posibilitado el cambio de identidad de

la hermana Eumenia en Valeria Tahoces y asimismo, la imprevisible casualidad ha

querido que don Dimas se una con sus antiguas monjas, hoy mujeres del mundo,

como ellas se autodenominan, haciendo del mundo un pañuelo:

«[Don Dimas] Por lo que voy viendo mi ministerio no dio en sudía los mejores resultados. Pero así es la vida, hija, y el consuelo quenos queda no es otro que la misericordia de Dios que, como biensabemos es infinita. De eso sí que podemos estar seguros» (p. 84).

2. 5. 5. El hombre cautivo de la mujer: el presagio de Emilio Curto.

En cada una de esas esquinas296 asaltan a Sebastián los encuentros con las

mujeres, vistas bajo un prisma negativo en el que éstas dominan y se apoderan de la

voluntad del hombre hasta que consiguen dominarlos y tenerlos bajo su dominio. El

p. 81.

296 También sirven para que a la vuelta de éstas, la mujer convierta a don Rino en un cero a laizquierda, en el rey de la nada. Así sucede al visitar el prostíbulo de Luciana junto a Sebastián: «Hastaen la boca de las pelanduscas surge el menosprecio y el monarca se reviste de bufón, en el olvido de laprimera esquina». Cf. Camino..., ed. cit., p. 340.

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mismo Diseo fue embrujado por una mujer llamada Birce. Ésta lo cautivó durante

dos años y fue la causante de que lo perdiera todo: «Quiero decir que hasta la última

gota de mi hombría la fue sorbiendo y, al menos por otros dos, quedé seco y sin

sustancia, hecho un guiñapo» (p. 40).

La ruta que atraviesa Sebastián, casi siempre en soledad, encuentra alguna

vez a compañeros de la competencia. Le ocurre con Teyo Centeno, quien trabaja

para Confecciones Bengala y le reta a una carrera hasta llegar a Almacenes Centella.

Teyo pierde la apuesta al cruzarse en el camino con un perro llamado el Pulgas.

Cuando llegan al comercio descubren que el matrimonio no se encuentra en la casa y

que todo permanece abierto. Todo indica, a juzgar por el desorden existente en la

habitación, que Nilda y Pindio han tenido una de sus frecuentes discusiones, y la

imagen de la habitación en que se encuentran resulta desoladora:

«Un auténtico campo de batalla en el que todo lo que fueronilusiones son destrozos. La bruja cogió la escoba y el ogro se defendiócomo pudo [...]. A esos dos hace tiempo que los perdió el no sabersolventar los problemas en casa -decía Pentateuco en la barra del barde la gasolinera-. No se puede uno pasar la vida yendo y viniendo alcuartelillo entre denuncias y atestados» (pp. 103 y 104respectivamente).

La mujer aparece descrita con rasgos poco halagadores, si bien Nilda tiene

un don a su favor: la fama de excelente cocinera que posee. En el paseo por la casa

huelen a potaje y sin dudarlo Teyo y Sebastián se sientan a comerlo: «La mala uva

que tiene Nilda en la vida es una bendición en la cocina. Esta mujer acabará

envenenando con su carácter a ese desgraciado de Pindio, pero siempre lo resucitará

con sus guisos» (p. 100).

Al igual que el alcohol, la gastronomía juega un papel muy importante. Son

los únicos placeres que junto al sexo les evaden a la vez que endulzan los agrios

momentos y los malos pasos, los tropiezos de la vida que surgen a cada momento en

la ruta de Sebastián y los demás viajantes. El periplo tiene al menos algún aliciente:

«De vez en cuando hay una casa solitaria de una bruja en medio de la Campiña, y los

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estómagos agradecidos caemos satisfechos en la tentación. Generalmente las brujas

cocinan como nadie» (ibid).

Por ello no debe resultar extraño el hecho de que cuando el destino permite

que Podambre sea afortunado con la lotería, éste abandone su cautiverio y se marche

bien lejos de su mujer Evangelina. Su situación se asemeja a la de un gallo, fábula

que uno de los ancianos que se encuentra en la puerta del establecimiento del

prófugo le cuenta a Sebastián, el cual «toda la vida iba a ser leal a las mismas

gallinas y sin embargo, a la primera de cambio puso pies en polvorosa, y se hizo un

gallo aventurero» (p. 258).

El contrapunto puede observarse cuando, en ocasiones, es el hombre el que

maltrata a la mujer y no está dispuesta a regresar con él por haberla vejado

físicamente. Así sucede con el camarero del bar de Sermil, cuando Sebastián musita

en soledad pensando que Onelia se merece que alguien le eche una mano. El

camarero le dice arrepentido:

«Todas la merecen [...], pero la mía más que ninguna porque lejuro que con ella me porté como un cabrón. Hasta que me dejó le hicelo imposible para que se fuera y cuando se fue no hubo desgraciadomayor» (p. 186).

Antes de comer en casa de Nilda llama la atención el hecho de que Sebastián

distinga en la escalera del piso de arriba un dedal y unos alfileres297, señales a las

que Luis Mateo Díez nos tiene acostumbrados; por ejemplo, las migas de pan o la

cinta de vídeo como hilo de Ariadna en El expediente ...; las migas de pan de

Dídimo como en el cuento de Pulgarcito o la simbólica miga de pan que Luisa

Albares da a su hijo al inicio del viaje en Camino ... Estos elementos simbólicos son

la brújula del hombre para no perderse por los sinuosos caminos que surca.

Sebastián se dispone a recorrer los ovillos de hilo de distintos colores por los

297 Haciendo uso del significado simbólico que la madre de Sebastián da, en sus encuentrosfantasmagóricos con su hijo, al alfiler de su bata, podríamos entender que estos alfileres en el sueloque encuentran Teyo y Sebastián, en casa de Nilda y Pindio y, tras la discusión que han tenido, vienena ser la metáfora de que en el camino de la vida existe en idéntica proporción la felicidad y ladesdicha.

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escalones y llega a una de las tres habitaciones que se encuentran cerradas. Tras

llamar a la primera y segunda habitación, en esta última la ventana permitía que

entrara una luz que iluminó un telar blanco desplegado en una mesa junto a una caja

de costura con hilos y agujas:

«El telar de Nilda -dijo Teyo-. Me parece que esta bruja más quecosturera es bordadora.Sebastián abrió un poco más las contraventanas. La luz acarició elbrillo de los hilos en el bordado, las recamadas filigranas que ibantrenzando el dibujo sobre el lino, la finura de los incipientes calados.En la habitación había un aroma de paños antiguos y delicadospasamanerías» (p. 102).

Esta cita remite a la imagen de las «hilandoiras» o viejas criadas que

contaban cuentos. El pasaje anterior tiene cierto paralelismo con la imagen que

describe Valle-Inclán en el prefacio de Jardín Umbrío (1903)298:

«Tenía mi abuela una doncella muy vieja que se llamaba Micaelala Galana. Murió siendo yo todavía niño. Recuerdo que pasaba lashoras hilando en el hueco de una ventana, y que sabía muchashistorias de santos, de almas en pena, de duendes y de ladrones. Ahorayo cuento las que ella me contaba, mientras sus dedos arrugadosdaban vueltas al huso»299.

En la ruta que Sebastián también mantiene numerosos líos con varias

mujeres. Antes de emprender el viaje y ante la angustiada voz de Onelia que llama al

almacén preguntando por Sebastián, es Lali, la compañera que preparaba las prendas

junto a Liria, quien le desea malos presagios, como si de una maldición se tratara:

«Eres un canalla, Odollo -le dijo conteniéndose- y lo que de veraste deseo es que alguna vez te pillen con las manos en la masa conalguna de esas desgraciadas» (p. 29).

298 Cf. Adolfo Sotelo-Vázquez, «En torno a Memorial de hierbas de Luis Mateo Díez», art. cit., p.17. 299 Ramón del Valle Inclán, Jardín Umbrío, (ed. de Luis T. González del Valle), Círculo deLectores, Barcelona, 1992, p. 37. Véase también en la edición citada, cómo aparece descrita la figurade la doncella vieja de Concha que hila en Sonata de otoño.

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Los devaneos amorosos que Sebastián mantiene a la vez300 con las dos

hermanas gemelas, María Luisa y María Antonia, quienes según don Parco, uno de

los huéspedes que come sopa todos los días, este hecho no responde más que a «la

puñetera penitencia a que nos someten las matronas que gobiernan esta pensión» (p.

44). El motivo de las hermanas gemelas que regentan establecimientos ya apareció

en El expediente ... Al final de la novela, Fermín, Beruelo y Tolibio en pleno estado

de embriaguez y tras recorrer diversos bares, llegan a uno de ellos, cuyas encargadas

son dos hermanas gemelas. El olvido de que eran dos provoca en Fermín,

convencido de que esa dualidad la produce el efecto del alcohol, un juego entre lo

aparente y lo real:

«Poco a poco la duplicada imagen de las dos hermanas comenzó acrearme un extraño desasosiego, y hubo un momento a partir del cualsentí que ellas eran las causantes de que la realidad seresquebrajara...» (p. 322).

El encuentro con las hermanas María Luisa y María Antonia propicia que

cuando Sebastián se acueste con las dos, mientras las acaricia alternativamente en el

capítulo denominado El lunar, aparece nuevamente otra historia. En esta ocasión, la

de un rey que tenía dos hijas mellizas. El rey no podía distinguirlas y su sirviente le

dijo que existía un modo: el lunar que una de ellas, Dorina, tenía en la rabadilla. Así

fue como el propio criado se delató ante su majestad. Este hecho revela nuevamente

el interés por la oralidad301 en la narrativa de Luis Mateo Díez, recurso que pone

bien en boca del protagonista o de los distintos personajes que desfilan por la

novela. El sexo sirve como vía de escape frente al tedio que impone la ruta. Son los

300 El motivo del hombre enredado con varias mujeres a la vez es un leitmotiv que se repite no sóloen Las estaciones ... Del mismo modo reaparece en su libro de relatos, Brasas de agosto (Alfaguara,Madrid, 1989). Léase, por ejemplo, el cuento titulado Mi tío César, en el que César, bajo unaidentidad oculta, resulta ser un tal Arsenio Gaitán Flórez, quien «en los últimos años hay, al menos,noticia de siete matrimonios por él contraídos en cinco provincias». Cf. Cuento españolcontemporáneo, ed. cit., p. 105. 301 Una fascinación convertida en «herencia que yo viví en una infancia con la intensidad de lo quepertenece a lo cotidiano, al entorno vecinal de un valle -en el noroeste leonés- donde esas tradicionestenían fuerte pervivencia y una notable riqueza legendaria. Es una fascinación que se relaciona con elarte de contar, con el encantamiento de hacerlo, y que -en la memoria- retiene ese poder primigenio delo imaginario, relacionado todavía con la voz antes que con la palabra escrita». Cf. Luis Mateo Díez,“Creación Literaria”, Revista de Occidente, núms. 98-99, julio-agosto, 1989, p. 89. También lo recogeSamuel Amell, «Hacia un nuevo realismo: las novelas de Luis Mateo Díez», art. cit., pp. 249-250.

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193

momentos en que uno puede sentirse verdaderamente feliz. Sebastián no podía ser

menos y tal y como le ocurre en otros aspectos de su vida302, se entrega a lo que las

mujeres quieren:

«Uno [...], se deja llevar por la costumbre que ellas mismas dictany, por encima de todo, le gusta cumplir, quedar bien, hacerlas felicesrecobrando ese poco de felicidad que le pertenece, lo que has ganadoy te tienes merecido, si es que en estos asuntos puede hacerse algunacontabilidad» (p. 48).

Lali, Liria, María Antonia, María Luisa, Onelia, Belda, Marina, Lía, Argila,

y Cilicia representan en ese vivir itinerante de Sebastián Odollo la imposibilidad de

poder encontrar un lugar feliz en el que establecerse y ordenar su vida303, tal y como

le dicen la mayoría de los personajes masculinos con los que dialoga304. Convertido

en un don Juan de medio pelo, o en un anti-donjuán que no logra más que

involucrarse en esas carreteras en diversas aventuras que no le conducen a nada y

verse envuelto en continuos líos de faldas. En estos mismos términos se expresa

Odollo, en el momento de hablar con Valdivia sobre la adivina doña Armunia, pues

hace tiempo realizó una consulta, pero no recuerda si visitó a ella o a su hija,

también vidente y ahora difunta. Lo que sí evoca con una sonrisa condescendiente

son los augurios de la pitonisa:

«Andaba metido en un lío de faldas, uno no sale de lo mismo [...],y quería saber si la interesada había recibido y leído una carta que lehabía mandado. Me dijo que sí pero que no iba a contestarme y que

302 La indecisión es la consigna en la vida de Sebastián. En otros aspectos de su vida aparecerá casicontinuamente y serán innumerables las ocasiones en que dude ante el itinerario o a visitar o no adeterminados clientes. Así, por ejemplo, dubita entre quedarse en Sermil o dirigirse a Borela. Nisiquiera el beber unas cuantas copas le hacen decidirse. Parece que la Oruga es la que toma el trayectoante la vaga idea que marcaba la indiferencia de Sebastián: «La indecisión acarreaba el desánimo y elefluvio de las copas contribuía a que el sopor fuera amortiguando cualquier pensamiento. Las manosde Sebastián sujetaban el volante con una falsa firmeza y la lentitud de la marcha llegaba a presentirque era el volante quien las retenía encauzando su voluntad». Cf. Camino..., ed. cit., p. 188. 303 «Yo -reconoció Sebastián- sólo sé que si me cortan las alas me desgracian. Siempre me gustaronmás los pájaros de cuenta que las aves de corral». Algo parecido corrobora un poco más tarde Velicio,al sentenciar sobre la vida matrimonial: «Para novias sí, para casado ni hablar. Yo no quierocompromisos, no duran nada. Mañana voy a estar mejor que ayer y si llueve a lo mejor me mojo». Cf.Camino..., ed. cit., p. 54 y 60 respectivamente. 304 Cuando Teyo Centeno y Sebastián comprueban el desorden en la habitación de Centella y Nildatras una de sus frecuentes peleas, aquél comenta con tono sarcástico ante el revuelo: «Esto, Odollo, túque eres soltero no convenía que lo hubieras visto -dijo Teyo reparando en la bacinilla que rodaba porel suelo y en las molduras saltadas de la mesilla de noche-. No es nada edificante contemplar la ruinade un sacramento». Cf. Camino..., ed. cit., p. 102.

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194

desde que la había recibido sólo había hecho llorar» (p. 213).

Recorre un camino rutinario que, a veces, se vuelve contra él. En el

encuentro frustrado con Argila, quien le da calabazas por tener ya una nueva pareja,

Sebastián se queja de lo poco voluntarioso que es y piensa que es esta situación la

que provoca que su futuro sea desconocido:

«Soy un hombre sin voluntad -dijo Sebastián apoyando lasmanos en las rodillas, consciente de que su figura abatida seperfilaba en la penumbra como la de una estatua arrumbada- y losque no la tenemos somos más dueños que nadie de un destino incierto.La vida nos lleva y nos trae a su antojo» (p. 219).

En contrapartida, el viaje alcanza una dimensión humana y como tal, como

la vida misma, esa ruta está llena de trampas, unas que acechan en el camino, pero

otras que Sebastián provoca con su actitud. Entonces le toca recoger los frutos que

ahora rechaza, acciones que se produjeron en sus anteriores viajes, siembras que

hizo en las diferentes ocasiones en que estuvo por la misma ruta. Es el momento en

el que la reflexión surge de manera forzosa y debe asumir las consecuencias de

todos sus actos, aunque no se quiera enfrentar a ellos: «Con la prima de Onelia me da

no sé qué hablar, a Onelia no puedo echarle una mano o no sé como echársela que es casi lo

mismo, y si la prima llama no puede ser para otra cosa que para decirme que el marido la

mata. Esa falta de iniciativa, de decisión305, de responsabilidad ante unos deberes

concretos y determinados, hacen que Sebastián se sitúe en una actitud ante la vida en

la que recibe todo lo que le llega y también actúa con las mujeres:

“Marina llama para lo mismo, el encargo que tenga también seráde la prima o de la misma Onelia. Sólo me faltaba que Argila mehubiese mandado a la porra y volviera a darme la tabarra con los

305 Indecisión patente incluso a la hora de escoger una ruta concreta en el camino, o en los mismospedidos que anotaba al llegar a las pensiones. Valgan los siguientes ejemplos: «El último cliente deIzagra tenía la tienda al sur de la villa [...], y Sebastián dudó en visitarlo o anticipar la marcha haciaBituana donde pretendía dormir». Cf. Camino..., ed. cit., p. 359. «Sebastián llegó a la Pensión Coral amedia tarde [...], en el libro de duplicados había tenido que repetir varias veces las notas porque lasindecisiones motivaban siempre algún cambio final cuando ya estaba todo cerrado». Cf. Ed. cit., p.398.

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dichosos anónimos” (p. 255).

«Yo, querida Oruga, siempre seguí la norma de no perturbar aninguna por mi propia voluntad, quiero decirte que en esto, como encasi todas las cosas de la vida, he ido aceptando lo que venía,cogiendo lo que se me iba ofreciendo. Ganándomelo, eso sí, porquetampoco voy a dármelas de galán, Dios me libre con este juego deorejas y el tabique nasal que heredé de mi abuelo Constantino» (p.48).

Sebastián presenta, por su físico306, las características que lo separan de un

donjuán, lo que no le exime de numerosos encuentros sexuales con múltiples

mujeres en la ruta. Se muestra ante Marina, tras pasar la noche junto a ella:

«Se sentó en la cama con las manos apoyadas en el colchón. Viosus piernas blanquecinas y peludas, los brazos, los dedos tembloro-sos» (p. 291).

En su periplo, Sebastián recibe una moraleja entre popelines, vichis y

muselinas, al visitar a Enio y Evelia, dueños de Tejidos Henares. Según Enio, su

mujer tiene tanto poder sobre él, que «con mujeres de este gas307 lo tiene uno todo

solucionado, hasta la decisión de gobernar la propia sombra [...]. La vida la tienes

secuestrada a cambio de tenerla resuelta» (p. 53). Sebastián, en su presunta

condición de hombre libre, evoca un sensual viaje por el cuerpo de Lía, cargado de

provocación y erotismo; un recorrido metafórico por los placeres del sexo, cercano a

una peregrinación:

«Entre las sábanas todos los misterios se fueron desvelando y eldiscurrir de la noche, con las alteraciones de aquella larga peregri-nación que, como siempre, surcaba la línea sinuosa de las barras,derivaba en una placidez [...], como si no fuera preciso para alcanzar

306 «Pero, ¿Qué las das, cacho cabrón? -quiso saber Tubal Dorego- si no hay nada más difícil dedisimular que unas orejas como las que gastas». Cf. Camino..., ed. cit., p. 291. 307 En Las horas..., Dalmacio expone idéntica situación: “ Y también mi hermana, con las tundasque me mete, porque mi desgracia de viudo la comparto con una hermana soltera, que tiene muymal gas. Soy hombre de muchas perdiciones, no voy a negarlo. Cuando enviudé, apenas tres mesesdespués de casado, me di al alcohol que era un vicio que yo no conocía, desperdicié el poco capitalque me quedaba, y le hundí el negocio a un pobre hombre de aquí, de San Martín, que habíaabierto, con muchos sacrificios, una taberna...” . Cf. Ed. cit., p. 133.

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ese sosiego que sostiene todas las emociones a flor de piel sin ningúntrabajo, esa dicha que relaja el cuerpo y la voluntad extendiendo elplacer como un susurro» (p. 245).

Y es que la ruta que emprende por las diferentes comarcas de la campiña,

trasciende al terreno sexual, hecho metáfora, donde la pasión y el erotismo se

desatan en grado máximo. Así ocurre en uno de los pasajes en que Sebastián

recuerda uno de los numerosos encuentros con Argila:

«Sebastián quiso retener el tacto de aquel musgo que poblaba lafuente, en el rincón más secreto de Argila, donde todos los viajesculminaban en la lucha jocosa del dormitorio, entre el estrépito de losfloreros y los adornos que nunca llegan sanos al amanecer» (p. 224).

Sebastián aprende que en ese trozo de vida que ha presenciado, el hombre

puede ser un animal de costumbres, y existen algunos que se sienten enajenados y

presos como Enio, secuestrado sin remisión «en esta inopia y vamos y venimos con

la engañosa conciencia de que hacemos lo que nos da la gana. Pero no es más feliz

el que por ahí anda a salto de mata y tú bien lo sabes» (p. 54). El viaje es metáfora

del camino que el hombre tiene que recorrer en la vida; a veces las situaciones pasan

de un extremo a otro. Por ejemplo, de hombre casado-secuestrado (caso de Enio)

hay también otros seres humanos que por recorrer malos pasos en ese camino se

convierten en hombre fugitivo. Es el caso de Niseno, quien había dejado a su futura

mujer en la misma boda, porque al preguntarle el sacerdote si había algún

impedimento, apareció una de sus trampas contraídas en la vida anteriormente: una

mujer embarazada y con dos hijos más en su casa, frutos también de Niseno. Éste

huye en plena ceremonia ante la búsqueda de la familia de su novia que lo persigue

para vengarse. Sebastián se ve reflejado de forma simétrica en el temor de la

persecución de Niseno, pues Odollo aunque no huye de lo mismo, sí intenta eludir

sus líos amorosos:

«El fugitivo [Niseno] estaba perdido en la noche. Sebastián lo viocorrer desorientado. Sintió su angustia, la desazón de una huida queno iba a tener fin [...]. [Sebastián] pensó que si en algún momentotuviese que huir lo haría intentando vaciar la conciencia y la

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memoria308, haciendo lo posible por recobrar la velocidad que eltemor de la huida proporciona en los sueños» (p. 127).

Esta cita cobra sentido desde el principio, pues Sebastián será otro

fugitivo309 en similares circunstancias. La razón de todo es Olina, quien lo llama de

forma desesperada en diversas ocasiones y desde el comienzo de la novela. Ya antes

de salir de la ruta, hemos visto cómo Lali y Liria recogen diferentes mensajes y

aquélla informa a Sebastián sobre una mujer que lo ha llamado en varias ocasiones,

hecho que sucede poco después, en el capítulo de la primera parte, titulado La llave,

donde María Antonia, una de las propietarias de la Pensión Troje, vuelve a recibir el

recado de una mujer llorando que solicitaba la presencia de Sebastián. Un poco

después vuelve a tener noticias de ella cuando llega a casa Amurio, cuya dueña,

doña Mirna despierta a Sebastián del sueño, porque Olina ya lo había telefoneado en

varias ocasiones. Desea verlo inmediatamente en Val Gusán. Esta llamada se vuelve

a producir cuando Sebastián llega a otra pensión, en este caso la de Huéspedes

Bardón, y Viro, su dueño, le da un número de teléfono de contacto que ella ha

dejado. Sebastián la llama y quedan citados para reunirse al día siguiente en un

merendero de la Pérgola, donde son sorprendidos por el marido de Onelia, el cual

sospechaba algo desde hacía tiempo. Esto sucede al comienzo de la segunda parte,

significativamente titulada Los malos pasos. En este sentido, hay que señalar que es

308 Uno de los textos literarios que sirve a Luis Mateo Díez para explicar su poética personal, suindagación particular sobre el arte de narrar, se refiere a esa memoria, territorio misterioso que invadetodos los caminos del escritor. La memoria «como caldo de cultivo donde se cuece aquello que puedellegar a adquirir encarnadura literaria. Como si ella concentrara un misterioso espacio donde lapalabra se alimenta, desde donde la invención se despega y se recrea». Cf. Luis Mateo Díez, «Contary encantar contando», art. cit., pp. 15-16. Recientemente, el escritor leonés se refería a la memoria, laimaginación y la palabra como motores de la invención en un doble plano externo-interno: “Lanovela se alimenta en igual medida de esos tres elementos sustanciales y el estallido de la invención,por decirlo con cierta fogosidad, se produce siempre en el punto de confluencia de los mismos. Yoaseguraría que la palabra, la palabra narrativa, requiere de la imaginación y de la memoria para ser talpalabra, sin ellas sería otra cosa, y la imaginación y la memoria jamás podrían alimentar una novelasin esa misma palabra narrativa mediadora. Cf. “Cuerpo de novela”, en AA. VV., Escritores ante elespejo. Estudio de la creatividad literaria, (ed. de Anthony Percival) , Lumen, Barcelona, 1997, 215-221, p. 217. 309 Las trampas en las que se ve envuelto Sebastián y otros tantos personajes son provocadas por supropia mediocridad. En semejantes términos habla Otano, refiriéndose a él mismo, pero es algo que sepodría aplicar de forma simétrica a la mayoría de los personajes que desfilan por las páginas de lanovela: «Los menos listos, los que no valemos para nada, corremos el riesgo de caer en igualproporción, en manos de los bondadosos o de los malignos. Yo sé de sobra que no tengo remedio yque moralmente sólo merezco los mayores reproches, pero otra cosa no logro hacer en la vida queperjudicar, empezando por mí mismo». Cf. Camino..., ed. cit., p. 385.

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frecuente a lo largo de la novela, la mención al hecho de errar un camino o de

caminar con malos pasos. Por ejemplo, los pasos del sonámbulo Sirio habían

logrado colmar una imprevista obsesión en Sebastián:

«Como si tras ellos pudiera desvelar la suerte de aquelpensamiento que le sugería el destino de tantos otros malos pasos pordonde llegar a perderse sin la conciencia prevista de lo que en talpérdida pudiera llegar a influir» (p. 179).

La referencia a los malos pasos reaparecen al hablar Sebastián con su

interlocutora a lo largo del viaje, esto es, su Oruga, sobre los diferentes rumbos y los

problemas de las cuentas que hay que hacer en las rutas para no meter la pata a la

primera de cambio. Mientras se desviaba por las intrincadas callejas que

completaban su dédalo por distintos puntos de la urbe, manifiesta:

«No hay rumbo bueno -musitó Odollo acariciando el volante-cuando te cuentan los malos pasos. Ni Emilio ni yo ni nadie, queridaOruga, podemos ir a ningún sitio sin que esa cuenta nos haga perderalgo que no hubiéramos querido perder jamás» (p. 178).

Sebastián y Onelia mantienen una conversación en la que ella le hace saber

que su marido lo ha descubierto todo. De repente y en ese instante, éste se baja de un

coche y es cuando Sebastián cambia de identidad: pasa de ser viajante a fugitivo. El

capítulo segundo de la segunda parte, de homónimo título, recuerda de modo

parecido la estampa de Niseno, reflejado como si se tratara de un espejo, ahora en la

persona de Sebastián, quien se esconde en el baño de señoras:

«La velocidad que el temor de la huida proporciona en los sueñosera lo que quería alcanzar Sebastián cuando, después de la angustiosaespera en el absurdo refugio al que lo había conducido el miedo y laurgencia, pudo salir al campo libre y correr como alma que lleva eldiablo» (p. 160).

Es el mismo Sebastián el que se ve reflejado de forma simétrica en Niseno,

al que sale a buscar la noche anterior, junto a otros compañeros:

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«[Sebastián] recordaba ese deseo en la noche anterior [...], ycomenzó a sentir la desazón de su huida como un presentimiento ouna simetría, en la que coincidía el mismo temor de la persecución yla figura del fugitivo se despojaba de un rostro reconocible» (p. 161).

Pero no es sólo Sebastián el que debe huir. En parecidas circunstancias se

encuentra el hombre que más tarde hace negocios con Lía, el personaje de las

patillas desiguales. En el momento en que parece que el marido de aquélla, Bustillo,

está cerca, Sebastián sorprende al fugitivo que aguardaba escondido en el baño del

bar, ante el guiño de ojo que Lía le había hecho momentos antes. Asustado, éste

confiesa a Sebastián:

«Hay que cuidar el físico y hay que velar por el pequeño patrimo-nio que uno lleva encima -indicó volviendo a acariciar el bolsillo de lachaqueta- y también la compostura, qué quiere que le diga, algunosvestimos a medida porque somos así de caprichosos. De las contadasocasiones en que Bustillo me pilló, ni una pude hacer después vida deltraje que llevaba» (p. 275).

Conocemos los términos de la huida del marido de Olina poco después. Es el

momento en que Sebastián hace el amor con Marina y recuerda cómo el cornudo

marido empezó a insultarle. En la persecución le llevaba demasiada ventaja al

marido burlado310, aunque Sebastián rodó por el monte. Entonces vuelve otra vez a

quejarse del tipo de vida que lleva como viajante:

«Pero, ya sabes lo que pasa, [habla con Marina] de tanto errar seyerra, que era lo que decía Valeriano Zavala, un viajante honorableque escribió las memorias» (p. 165).

El destino se volverá en su contra y Sebastián tendrá oportunidad de

comprobar qué se siente como hombre burlado. Ello le sucederá cuando visite a

Argila, una mujer que ahora mantiene relaciones con otro hombre. Sebastián los

310 Algo parecido le sucede a Onero con su mujer, la cual «se la tiran los que repostan en la siesta,qué mundo de mierda es éste donde todo las clavamos ciegos». Cf. Camino..., ed. cit., p. 423. Ademássi como mujer tiene la peor reputación, como madre es despreciable, pues tiene cinco hijos «y desdehace dos días sólo veo tres pero cargo de conciencia ninguno, tampoco la gallina se amarga por lospollos». Cf. Ed. cit., p. 424.

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sorprende y saca sus conclusiones al respecto:

«Cuando un hombre sale de debajo de la cama de una mujer [...],dos cosas como poco quedan claras: la ofensa demuestra que ya noeres el que eras y el engaño es la penosa comprobación de queprobablemente nunca lo fuiste. Lo peor de ver salir a un hombre dedebajo de la cama de una mujer que quieres [...], es que de prontosospechas con toda la razón del mundo, que siempre estuvo allí» (pp.221-222).

Tras este suceso, Onelia vendrá en diferentes momentos a la conciencia de

Sebastián, quien se siente cobarde por haberla abandonado y sin poder localizarla,

pues en la agenda de Emilio Curto no figuraba el número de teléfono de su prima

Elvira, aunque más tarde cuando lo tiene, duda siempre en llamarla. Ante esta

situación, la opción más cómoda es la de esperar a que los acontecimientos

evolucionen por sí mismos. Así cobra plena significación el hecho de que en la ruta

exista un lugar para la espera, que exista un tiempo detenido:

«La espera resultaba la única alternativa, aunque cuando Sebastiánbebió la segunda copa de coñac comenzó a sentir con mayorprofundidad la desazón de esa espera que, en el fondo, disimulaba suincapacidad para una decisión resolutiva» (p. 185).

Los encuentros en el camino resultan ser tropiezos u obstáculos desagrada-

bles del viajante que tiene que reencontrarse nuevamente con los líos de los que

pretende huir. Si hasta ahora hemos visto cómo en el devenir continuo del camino,

la mujer tiene un papel negativo, de modo diferente aparecen dos mujeres en toda la

novela: Sigi Bardón y Belda, cuyo recuerdo de esta última para Sebastián constituye

el «mejor consuelo del que va y viene [...], cuando se tiene la suerte de unos brazos

hospitalarios» (p. 64). Sigi es una amiga de Sebastián con la que no mantiene ningún

tipo de relación sexual. Ella le cuenta la multitud de achaques que tiene y su marido

opina que sería mejor contarle, para acabar antes, en vez de lo que le duele, lo que

no le duele. Es el único momento en que Sigi se exalta arremetiendo contra Viro, en

términos que recuerdan a Genia311, la hermana de Sebastián, cuando de limpieza,

311 No en vano, la madre de Sebastián, Luisa Albares, en las dos ocasiones en las que se aparece,

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explica las razones por las que ha amontonado los muebles de la casa en el

dormitorio de su hermano Sebastián. Valgan los siguientes testimonios como

muestra del paralelismo existente entre ambas posturas:

«[Sigi a Viro] Tú calla la boca y saca de aquí esos chismes, que enla vida quiero volver a verlos -ordenó Sigi-. Ya me parece absurdoque un hombre hecho y derecho se dedique a coleccionar sellos ymonedas, cuanto más que pierda el tiempo almacenando aldabas yllamadores» (p. 113).

«-Me lo dices y desaparezco -aseguró Sebastián-, pero a lo que noestoy dispuesto es a que me eches de esta manera.-¿De qué manera? -quiso saber Genia-.-Convirtiéndome la habitación en un trastero.-Vamos a pintar -dijo conteniéndose-. Vamos a adecentar la casa y aponer un poco de orden porque este piso es un desastre» (p. 24).

Pero quizá sea de entre la infinita sucesión de cortos relatos que componen

la novela, las breves historias intercaladas que se insertan en la tercera parte tituladas

Los tres amigos, El benjamín y El hermano lego, (pp. 380-397) las que adquieren

plena autonomía; esto es, que por su independencia total en el planteamiento, nudo y

desenlace de la historia que se cuenta en cada uno de ellos, podrían ser considerados

relatos breves que el propio Luis Mateo Díez podía haber incluido en un libro de

cuentos. En su visión de conjunto, estos capitulitos antes mencionados, cobran plena

significación si los analizamos según el esquema que planteamos a continuación:

ruega que se reconcilie con su hermana Genia. Achaca al botarate del marido con el que se casó comoel principal causante del agrio carácter que ésta posee.

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PARTE III:

LA NOCHE DEL VIAJANTE

Capítulo 128 Capítulos 129, 130 y 131 Capítulos 132 y 133

La noche y la niebla Los tres amigos El lamento

El benjamín El huerto El hermano lego

INTRODUCCIÓN NUDO DESENLACE

Sebastián se dirige al puerto de la Lucerna y, de repente, pincha una de las

ruedas traseras de su Oruga. En un intento por sacar el coche de la carretera lo

consigue aparcar en una explanada en medio de una gran niebla. Es ahí donde

observa la presencia de otros vehículos e inmediatamente se acerca hasta él un

hombre con un farol, quien se ofrece voluntarioso a ayudarle a cambiar la rueda. La

impresión que obtenemos de este nuevo personaje es la siguiente: «Era muy alto y

vestía un andrajoso chaquetón que no disimulaba los harapos que llevaba debajo.

Tenía el rostro prácticamente oculto por un pasamontañas y una boina [...].

Sebastián pudo apreciar el húmedo hedor de su cuerpo y las resecas descarnaduras

de sus manos torpemente vendadas y en las que los dedos mostraban la deformidad

de los sabañones» (p. 380).

A continuación le ofrece un caldo de berza y un mendrugo de pan en la

estancia destartalada hacia donde se dirigen. En el lugar la «leña no falta y una

hoguera es lo que más se precisa para que la noche, por mala que sea, resulte

benigna» (p. 380). Ante el razonable ofrecimiento del hombre y debido a la situación

atmosférica que se avecina, Sebastián acepta hospedarse allí durante la noche. En la

estancia desolada había una hoguera y Sebastián se encontró con tres hombres

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alrededor de ella. Tras saludar a los presentes, Otano trató de tranquilizarlos

invitándolos a contar la historia que cada uno quisiera, intentando que

experimentaran al hacerlo, la libertad que produce la idea de perderse momentá-

neamente en las alturas de Lucerna312:

«Háganse a la idea de que se perdieron y de que en su perdiciónacaban de encontrar la mayor libertad que puede hallarse en el mundo,que no es otra que ésta de estar desaparecidos en un tiempo y en unlugar que cualquier persona con dos dedos de frente podríaperfectamente decir que no existen. No hay mejor ocasión paracontar313 lo que quieran y para comprobar la complicidad de quienesse unen en una vida extraviada. A ninguno de los que llevoescuchados en tantos años le recuerdo, pero lo poco que sé del mundolo aprendí de sus historias» (pp. 382-383).

Alrededor de la hoguera participaban todos de una anónima complicidad, en

la que el azar nuevamente posibilitó que la noche eligiera a estos tres hombres en

este punto, al igual que podía haberlos cogido en cualquier otro lugar de la ruta; una

vez más es el destino el que guía los pasos. La reunión se basa fundamentalmente en

no señalar nombres ni lugares. Otano es el encargado de señalar las reglas: «La

reunión es anónima. Somos cómplices pero no nos conocemos ni nos interesa otra

cosa que el relato de nuestro destino» (p. 389).

Las fábulas se caracterizan por tener como protagonistas a personas que, al

igual que Emilio Curto o Sebastián Odollo, son seres humanos fugitivos, antihéroes

que aceptan los hechos que se les avecinan con resignación, ante las desdichas de la

misma vida. Por ejemplo, la historia del primer hombre (Los tres amigos), versa

sobre los tres mejores amigos que había tenido en su vida y que además había

conseguido mantenerlos desde la infancia. Este hombre tenía fama de ser el más

312 «Fue un pueblo honrado, con su caserío, su capilla y su camposanto. Buenos corrales y mejorespastos. Ahora es ese montón de piedra que indica que el olvido es el fermento de la destrucción. Encada piedra está escrito el nombre de un vecino antiguo [...]. Había que declararlo monumento paraque quedase constancia de la ingratitud y la desidia». Cf. Camino..., ed. cit., p. 381. 313 El propio Luis Mateo Díez reivindica este hecho: «A mí me interesa cada vez más profundizar enun mundo concreto y encontrar un estilo preciso que sostenga las cosas que yo quiero contar [...]. Miúnico instrumento es el de mis ficciones. Sería absurdo que yo estuviera dando doctrina desde laprensa o desde la radio, porque yo no tengo nada que decir a nadie, sólo tengo muchas historias quecontar». Cf. J. Asua, Entrevista con Luis Mateo Díez, art. cit., p. 47.

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débil de ellos, de modo que sus amigos velaron por sus negocios y por él, sacándole

en numerosas ocasiones de graves apuros. Sin embargo, cuando lo integraron en un

negocio inmobiliario, éste se aprovechó del siguiente modo: «Se trataba lisa y

llanamente de la extorsión y el abuso de confianza, que era a lo que yo estaba

abocado, porque en mi persistente y bien merecida mala racha lo que sí había tenido

era ocasión de conocer a otros como yo, pero más taimados y sinvergüenzas» (p.

384). Ahora por su culpa llevaban seis días encerrados, que correspondían a los

mismos que él llevaba fugitivo, «seis días yendo al azar y sin intención de volver»

(p. 385). La historia que acabamos de conocer podría ser la fábula de la amistad

traicionada, cuya moraleja o consejo viene de la mano de Otano, aunque se exime de

toda responsabilidad:

«Hay un término para la perdición que es el de la muerte [...], perolo peor que podría hacerse con usted es aconsejárselo. Dios me librede tener responsabilidades suyas en el más allá. Acepte la soledad desu viaje y piérdase en el mundo lo más lejos posible que pueda» (p.385).

Estas historias atrapan con igual encanto al que narra como a los que prestan

atención a ellas en silencio, y además provocan una alternancia o mezcla de tiempos,

es decir, por un lado el tiempo pasado que evoca el narrador en el momento de

contar su historia y, a la vez, el tiempo futuro que no es más que el buen o mal

término al que cada hombre llevará su historia, esto es, su propia lucha en la vida. La

segunda historia es la de otra traición, cuya huida está motivada no por la amistad,

como en el primer caso, sino por el amor. El benjamín, título del capítulo, es el

hombre que cuenta su historia ante el fuego: era el más pequeño de cinco hermanos,

cuyo padre ya anciano murió y fue entonces cuando sus hermanos se

comprometieron a tenerlo en cada casa tres meses. Ahora huía de la vergüenza de un

amor más comprometido que el habitual: sus cuatro cuñadas se habían enamorado

de él:«De tres en tres meses ocurrieron los mismos sucesos y el orden de las miradas

y de las caricias inadvertidas y de los encuentros silenciosos era el mismo [...]. Ese

amor secreto y prohibido, que compaginaba a un tiempo la infelicidad y la

deslealtad, contribuía del mismo modo a mi placer y desventura» (p. 388).Fue

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205

pasando de casa en casa hasta que sus sobrinos crecieron y todos empezaron a

parecerse a él:

«Poco a poco comenzaron a hacérseme insoportables las miradascon que todos ellos, hermanos, hijos, cuñadas, observaban mi tristezasin entender del todo de qué solapada desdicha provenía la suya» (p.388).

En esta fábula no hay consejo, si bien el benjamín señala que su perdición le

hace estar totalmente desorientado y solo. La paradoja de la vida le ha hecho obtener

como amante culpable los mejores placeres, «mayor intensidad en su gozo que los

inocentes porque la culpabilidad no proporciona sosiego y el desasosiego es el

auténtico tributo de la pasión» (p. 388).

La tercera fábula es la de un hermano lego que ejerció en un convento

durante veintiséis años. Esta historia era la del hombre ausente que vuelve, una

ausencia entendida como pérdida de la memoria, como extravío de la conciencia. En

ese largo tiempo se dedicó a cultivar la huerta del convento. Transcurridos trece

años, una tarde se sintió inquieto, una inquietud en la memoria que se «fue

consolidando entre el desasosiego y la turbación, y el mal humor agrió mi carácter y

una profunda amargura me llevó a maldecir mi existencia» (p. 390). Tras recuperar

sus recuerdos, conoció que veintiséis años atrás llegó un hombre al convento sin

identidad, con visos de haber sido secuestrado y golpeado, al que impusieron un

hábito: ese hombre era él. Gracias a la ayuda de un doctor, ahora había recuperado

completamente la memoria y se encaminaba a la búsqueda de su identidad perdida,

al encuentro con su familia, pues había dejado abandonados en el camino a su mujer

y a sus dos hijos. Prefiere olvidar los recuerdos de la paliza porque le resultan muy

familiares los rostros que ve, y opta por obviar piadosamente aquel hecho, señalando

el carácter que ha marcado su existencia en el convento. Otano apunta al respecto:

«Es el mejor destino de una fábula314 que demuestra lo costoso que resulta perderse

314 Camino de perdición «es un universo que debe ser entendido y aceptado en sus propios términosde fábula poética, imaginativa, poliédrica, donde la realidad está trascendida en un complejo procesodesrealizador, metafórico, de cuarto o quinto grado». Cf. Miguel García Posada, reseña sobre Caminode perdición, El País, Babelia, Revista de Cultura, núm. 184, 29/04/95.

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totalmente» (p. 392).

Cuando terminan de contar sus historias, Sebastián contempla un helado

resplandor que no es más que un lago en el que se refleja la luna. El lago se

convertía en el refugio de los suicidas que eran comidos por las truchas que en él

habitaban. Este lago guarda su propia memoria al conservar con él la de los hombres

que han perdido allí su vida:

«Todos los suicidas de estos contornos buscaron en estas aguas lasolución, y ya sabe usted que estas aguas no devuelven nada.Cristianamente no se puede hablar de un cementerio porque el suicidano merece la bendición ni el reposo y porque el agua no guarda elcuerpo como la tierra» (p. 393).

Las imágenes recuerdan al Unamuno de San Manuel Bueno, mártir315, frente

al lago, el del puerto de Lucerna en Camino ..., donde «todo lo que está sumergido

es doblemente misterioso y Dios nos libre de intentar entenderlo» (p. 392), y donde

al tratar el tema de la creencia o no en Dios, concluyen que la fe es la excusa del

miedo. Tras dejar Otano a Sebastián que descanse, mientras aquél prefiere hacerlo al

amanecer dando alguna que otra cabezada, acompaña a Sebastián hasta una estancia

vacía en la que aún quedan las brasas de una hoguera. Estas fábulas narradas o

contadas al fuego de una hoguera y en medio de una noche helada, recuerdan los

calechos y filandones que Luis Mateo Díez conoce perfectamente desde niño,

cuando era testigo infantil de esas tradiciones en un pueblo, en un valle, donde la

nieve hacía acto de presencia en bastantes ocasiones a lo largo del invierno. Es ahí

donde surge su poética personal, donde arranca su modo de narrar y contar, de

encantar contando. En un artículo que lleva por título el mismo nombre316, revela la

fascinación que siente por lo que acabamos de tratar, por esa experiencia del contar

que:

«Me sumerge en el doble juego del que cuenta y el que escucha,en la fascinación de algo muy intenso y primitivo: el acomodo de unas

315 Recuérdese que el pueblo en el que se desarrolla la acción se llama Valverde de Lucerna como elpuerto en el que ahora se encuentra Sebastián. 316 Cf. Luis Mateo Díez, «Contar y encantar contando», art. cit., p. 14.

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horas en las que, huyendo de la longitud del invierno, se acude a eselugar donde se conserva el rescoldo de la hoguera [...]. Es el momentode contar, de escuchar, de remover esa memoria vecinal que parece elviejo arcón donde fueron guardándose todos los sucesos, todos loscuentos, todos los romances, todas las canciones, todas las sabidurías[...]. Allí encuentro mi más originaria experiencia, la más lejana yrenovada emoción de la palabra como instrumento narrador [...]: esaembargada atracción de la narración oral, que enlaza con igualintensidad al que cuenta y al que escucha».

En el último capítulo de nuestro esquema, El huerto, Sebastián cuenta a la

Oruga su historia, aquélla que nadie le pidió que contase, al igual que le ocurrió al

cancerbero Otano, del cual no se despidió a la mañana siguiente, al observarlo en la

lejanía caminando por un huerto en el que habían berzas y sepulturas. A juicio de

Sebastián posiblemente la historia de Otano hubiera sido la más interesante.

Conscientes de la amplitud de la cita que exponemos a continuación, pero

igualmente convencidos de la utilidad que puede tener para acercarse, de modo

conciso a la vez que completo, al conjunto de hazañas y aventuras que constituyen la

travesía de Sebastián Odollo en Camino..., narrada por él mismo, he aquí su fábula

que revela a la Oruga:

«Había una vez, hubiera dicho, un viajante de tejidos y novedadesque tenía señaladas en su destino cinco rutas, por las que llevabamuchos años invirtiendo su vida. En todas tenía sus problemas y laslógicas trampas de quien va y viene y en el azar encuentra la fortuna yla desgracia de sus andanzas. Pero en una de esas rutas las trampas sele habían levantado con mayor peligro y, tal como estaban las cosas,el mejor destino era cubrir las otras cuatro para dar tiempo al tiempo yrecabar el mayor sosiego posible, ese sosiego que vuelve cuando lascosas se enfrían y la distancia las templa. Y a esa ruta, que además nole correspondía, le obligaron a ir, en ella se vio metido como sila perdición fuese el precio de su pasado, el porvenir de sus débitosy de sus enredos. Este pobre hombre hizo lo que pudo y como pudo,fue poniendo pies en polvorosa, temeroso, perseguido, asediado, y unamañana de primavera, tras una noche rara e inquieta, bajaba por elpuerto de Lucerna camino de Balbar y pensó que lo más sabio hubiesesido volver, convertir definitivamente la huida en un regreso,haciendo constar ante el don Birlo de turno que a nadie se le debeobligar ni suplicar que asuma el destino que no le corresponde» (p.395).

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2. 5. 6. Los obstáculos del viaje

A veces son esas esquinas todavía por doblar de Sebastián las que propician

nuevas aventuras y encuentros sorpresivos317. Así, por ejemplo, ante la indecisión

sobre el sentido de la ruta, ante la duda de elegir un camino u otro, se produce el

atropello sin importancia del mago Ernesto Valdivia:

«Fue al girar una esquina, en la todavía indecisa dirección quepodría conducirle hacia la salida de la carretera comarcal, cuandosintió el golpe en el capó, un golpe imprevisto que más que unatropello parecía producido por el cuerpo de alguien que caía» (p.188).

El viaje, en ocasiones, encuentra obstáculos en la venta, pues son muchos los

que viajan y la competencia resulta feroz. Esto sucede a Sebastián en Val Gusán con

sus clientes. Tras vender sólo cuatro trapos, quejoso, cuenta a su Oruga cómo los

clientes no guardan fidelidad alguna a la confianza de sus proveedores, sino que les

interesa aquél que mejor precio les lleve, aunque la calidad sea ínfima y no les

importe que el viajante para llegar hasta allí se deje la piel en el camino:

«Viajas y te matas viajando, querida Oruga -repetía Sebastiáncontemplando su gesto contrariado en el espejo retrovisor- y lareputación que te has ganado haciendo de la formalidad la contraseñade lo que eres, no te la respeta ni el último comerciante de este pueblode urracas» (p. 108).

Por eso el vendedor debe poseer unas buenas dotes de psicología para poder

vender a aquellos que se muestran algo desconfiados o indecisos a la hora de hacer

los pedidos. Esto le ocurre en la plaza de Balbar donde Sebastián solía invertir el

doble de tiempo. Su táctica para vender en esta zona era jugar con los géneros a la

contra, pues «los clientes de Balbar buscaban la orientación sobre las prendas y los

géneros [...], determinando sus intereses al revés, señalando lo que necesitaban con

317 Como el encuentro con Olivio, el muerto alquilado, que sirve para incluir el cuento de la avispa yel muerto que hace mención a su desafortunada actuación. Cf. Camino..., ed. cit., pp. 352 y sigs.

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desprecio» (p. 397). Y si Sebastián quería hacer rápida su visita, aunque los pedidos

fuesen menores, su táctica era entonces la de sitiarlos, «acorralando la decisión de

los clientes que huían desconfiados de lo que más encomiaba [...] [esa táctica], solía

conducirles al nerviosismo y al desconcierto...» (p. 398). Aunque es cierto que no

corren buenos tiempos para nadie y los negocios van mal a muchos comerciantes.

Este hecho queda probado en la conversación que mantiene Sebastián con dos

clientes, a los que visita en la desviación de Morera, los cuales se «quejaban de la

competencia que suponía la feria, donde de año en año era mayor el número de los

quincalleros que ampliaban la mercancía ofreciendo prendas y zapatos» (p. 200). Lo

mismo sucede cuando Sebastián, próximo a la localidad de Izagra, llega al garaje de

Piris y el suegro de éste, además de increparle, insiste en la poca fidelidad de los

clientes:

«No todos viajáis con la misma intención porque casi ninguno lohacéis como se debe. Si los almacenes os atasen más corto [...]. Losque viajáis estáis muy resabiados y ponerse en vuestras manos noreporta ningún beneficio [...]. Ahora para liar los trapicheos os salenmejor las cuentas en Balbar. Aquí recalan cuatro bobos que todavíason capaces de tomarme el pelo» (p. 357).

2. 5. 7. El encuentro con personajes débiles

Estos tropiezos en el camino, obstáculos que debe ir salvando el viajante en

su devenir continuo por el mundo, quedan contrarrestados por otros encuentros,

episodios donde el lector siente una cercanía, un cariño, donde puede demostrar que

es un lector cómplice: cómplice de esa ternura, de esa desprotección que sufren

determinados personajes en la novela. Nos referimos, por ejemplo, a los encuentros

de Sebastián, en la primera parte de la novela, con Melina y Dídimo. La primera es

una niña que Odollo encuentra en su viaje recorriendo la ruta en las cercanías de

Solba. Va acompañada por su perro Oriente. Aunque en principio la niña parece

tener todos los rasgos que la convierten en princesa de cuento de hadas, rápidamente

llama la atención su aspecto físico: «La niña le mostró la palma de la mano

izquierda. Sobre la suciedad de los dedos dos hierbas cortadas formaban una masa

verde y húmeda» (p. 56).

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Melina sabía, como en otras ocasiones, que Sebastián estaba a punto de

llegar, porque Velicio se lo había dicho. Pero existía una forma mágica para que eso

ocurriera: ella debía recoger treinta y tres hierbas en la orilla y cuando las tuviera,

estaba segura de que Sebastián aparecería. Enternece igualmente el cariño que

Sebastián tiene con la niña al regalarle una rebeca amarilla, o el modo en que ésta

contesta a la pregunta del viajante, con la inocencia de una niña de pocos años:

«-¿Cuántas hierbas llevabas recogidas cuando llegué?-preguntóSebastián.-Eran treinta y tres pero sólo sé contar hasta veinticinco- dijo Melina»(p. 58).

O la sensación de desprotección que sufre Macrino, el guía de Sebastián por

las calles de Borela, quien nervioso tras ser rapado, habla con él en el interior de la

Oruga: «Entre la afrenta y los harapos la vergüenza del muchacho permanecía

sepultado en el malestar que alertaban sus ojos, el brillo enfermizo que Sebastián no

tardó en comparar al efecto de un delirio» (p. 304). Del mismo modo surgen en su

camino personajes ausentes, como Velicio, quien se encuentra con Odollo en un

palomar abandonado portando en sus bolsillos unas plumas de palomas, a la espera

de que éstas vuelvan y cuyos ojos acuosos delataban una mirada «como la de alguien

que no gobierna el sentido de lo que ve [...]. Nada modificaba la sombra huida de

sus ojos ni el gesto hierático que parecía haber estrangulado en su día el nacimiento

de una sonrisa» (p. 59). Dídimo encarna el personaje que ha perdido el juicio, un

viajante en otros tiempos, mantenido ahora por la cooperativa que forman Sebastián,

Ulpiano, Renedo y los del ramo. Su comportamiento empeora por días en el lugar en

el que reside, la pensión Huéspedes Bardón, donde es atendido por sus dueños Sigi y

Viro. Cuando Sebastián llega a pasar la noche es informado de la situación de

Dídimo, metido todo el día en su habitación mirando fijamente las cuatro paredes318

318 Este tipo de personaje encerrado en un espacio reducido y sin querer salir de su habitación,cuenta en la novela española contemporánea con algunos ejemplos cercanos. Así, por ejemplo, en laedición citada de La isla inaudita, su protagonista, Fábregas, recurre a una habitación del hotel enVenecia, donde envuelto en pesadillas permanece en un compás de espera. Para Fábregas, lahabitación era un lugar «en el que se aburría, pero no encontraba ninguna razón para salir a la calle

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y junto a una maleta de la que no se separa ni un solo instante por si en cualquier

momento, como él mismo dice, hay que irse. Es el futuro, el porvenir de otro

viajante que se ve abocado a convertirse para el resto de su vida en un ser inmerso

en esa atemporalidad y limbo que provoca la falta de conciencia, y que espera

refugiado en la resignación, el momento en que tenga que irse a cualquier otro lugar

en que lo puedan acoger, pues Sigi Bardón no sabe el tiempo que va a poder

aguantar el estado mental de Dídimo319. Sebastián expone su propia impresión al

observarlo de refilón, quien ve más que a una persona a un objeto, un ser que «había

llegado también a ese exilio de los trasteros, donde la inutilidad se amontona y se

confunde con el olvido» (p. 144). También hay que destacar el encuentro de

Sebastián con la viuda de Calo Benavides, Luisa, quien recuerda en los términos en

que Calo, perdido el juicio, se lanzó con su paraguas desde lo alto del mercado de

Abastos suicidándose:

«La figura de Calo Benavides subida en el pináculo del mercadode Abastos se veía disminuida en la altura, como un monigote detamaño reducido [...], caía arrastrando el peso de la absurda fatalidadmientras sus brazos alzados sujetaban el paraguas abierto cuya telaenseguida se había dado la vuelta sobre las varillas encrespadas» (p.263).

Este suceso trae a la memoria otro semejante, el del fatal destino de Dorina,

quien al final de La fuente ..., se lanza al vacío desde las alturas de un tejado en

presencia de los cofrades y ante la mirada asombrada de Ángel Benuza:

«Es esa inocente -afirmó alarmado- [...]. Y entonces escucharonlos cofrades un leve ruido en las alturas y, en un instante, percibieronel cuerpo menudo de Dorina, volcado hacia el abismo, y de nuevocreyeron escuchar su voz como un último suspiro musical» (p. 298).

[...], sin él saberlo iba adquiriendo en la ciudad fama de raro, peligroso y atontolinado», (ed. cit., pp.177-178). Su misantropía le llevaba «al extremo de hacerse avisar por teléfonos momentos antes deque el personal de limpieza se dispusiera a entrar en la habitación para asearla: entonces se encerrabaen el armario y permanecía allí hasta que ya no había nadie en la habitación», (ed. cit., p. 66). 319 Sigi confiesa desesperada: «Como él no ponga algo de su parte, es imposible. Yo cada vez lo veopeor y habrá que llevarlo a un sitio donde lo cuiden y le den el tratamiento que necesite. Aquellaschifladuras remiten al principio, pero ahora las manías cada día son peores». Cf. Camino..., ed. cit., p.114.

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O la tragedia de Dídimo, quien al final también corre semejante suerte,

suicidándose tras arrojarse a la carretera:

«En la carretera de los Bayos, ya ves qué inclinación -informó- nomuy lejos del lugar del accidente. Se tiró a las ruedas de un camión yno hubo nada que hacer» (p. 455).

No conviene olvidar que otros personajes hacen un viaje muy especial. Más

que recorrer rutas o rescatar un pasado, Palmo, a quien presenta Valdivia habla con

éste y con Sebastián y les cuenta una vida llena de quimeras, que se parecía más que

a la propia vida a una muerte. Según Palmo su vida es igual a la del resto de los

hombres, una vida «no mucho más que la que tú llevas o que todas las otras de los

que de ella tiran sin muchos miramientos [...]. Vivir de morirse no mata a nadie,

puedo jurarlo, aunque a veces se arriesga la salud» (p. 232). Incluso en una ocasión,

comprobó cómo preparaban sus funerales y el viaje que hacía era hacia el más allá,

el viaje definitivo, que tal y como lo cuenta no estuvo exento de sorpresa y alegría:

«El viaje que hice en el ataúd, a hombros de los parientes, de lacasa al cementerio, es el más emocionante de mi vida. El miedo semezclaba con una felicidad extraña y hubo un instante en que dudéquedarme de muerto y permitir el enterramiento [...], daba gustoaquella quietud y era como si el destino ordenara las cosas paraconformarse con la fatalidad y la desgracia» (p. 234).

2. 5. 8. Los personajes desorientados a la búsqueda de sus señas en la

vida

El destino inesperado ha hecho que Sebastián, manejado como una

marioneta, vuelva a recapacitar sobre su indeseada encomienda:

«-¿A quién puñetas se le habrá ocurrido meternos en este lío?- sepreguntó devolviendo la agenda a la guantera, y por un instanteconstató el desánimo que suponía desechar cualquier sospecha, elvacío que dejaban las cosas perdidas sin remedio por el peorderrotero» (p. 177).

Ese destino que irremediablemente ha tenido que asumir y del que pretende

huir, en ocasiones, le hace ser tan preso de las circunstancias como su compañero

perdido al que busca. La vidente doña Armunia se lo confirma: «El que buscas está

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cautivo pero tú también lo estás por la voluntad que te falta» (p. 309). Es lógico que

a tal búsqueda y a tales personajes perdidos, corresponda igualmente un espacio en

el que, por ejemplo, la desorientación es total. Así ocurre cuando la ruta de

Sebastián discurre por Borela, espacio que en consonancia con el personaje

protagonista se caracteriza por ser un lugar abandonado, antiguo y desolado donde la

desidia y el desorden imperan desde antaño320, un «continuo contraste de naves

derruidas, casas a medio alzar, bloques desmarcados en la distancia, vertederos y

solitarias farolas que jamás alumbran nada» (p. 207). Un lugar en el que era fácil

perderse, cuyas pilastras de un puente romano señalaban los escombros acumulados

desde hacía siglos. Sólo el luminoso del bar Candil con dos letras fundidas era la

señal en la desorientación del barrio. Una zona en la que de noche la oscuridad era

total y se confirmaban los pasos perdidos del viajante:

«Borela estaba sumida en ese abismo híbrido y confuso quedesamparaba a sus habitantes con el riesgo de la desorientación másabsoluta» (p. 266).

A esto se suma el hecho de que Sebastián percibiera siempre algo nuevo en

el lugar que modificaba el recuerdo de aquel lugar:

«Las calles estiraban la senda sinuosa de la noche en un extravíoque difuminaba cualquier orientación. De Borela tenía Sebastián unaimagen confusa porque era una ciudad que restituía el desordenincrementando la sensación de que nada estaba definitivamente en susitio» (p. 216).

Esta imagen queda estrechamente ligada a otro espacio que Sebastián conoce

a la perfección, esto es, su habitación, cuya disposición, al principio de la novela,

aparece una vez más alterada, a causa de su hermana Genia, quien había arrinconado

320 Sin embargo, no todas las plazas que recorre Sebastián tienen semejantes características. El viaje,en ocasiones, se convierte en un periplo netamente urbano en el que aparecen hasta semáforos. Así,por ejemplo, sucede en Sermil, en el barrio de la Enseña, cuando Sebastián observando nuevamente laguantera donde se encontraba la libreta de Emilio Curto, cruzaba los extremos de la ciudad: «En elinterior de Sermil los campanarios iban indicando una ruta urbana entretejida en la maraña de suscallejas y rota por una avenida transversal que había asentado su dirección sin ninguna piedad». Cf.Camino..., ed. cit., p. 176.

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su armario y fue entonces cuando pudo detectar cómo una mañana «los muebles que

se acumulaban en su habitación [...], lo invadían como un absurdo asedio dispuesto

por su hermana, sin consultarlo. La luz temprana tamizaba aquellas presencias

extrañas: la cómoda, el destartalado bargueño, el perchero, la alacena» (p. 22).

Aunque Sebastián no es el único que deambula en un camino sin destino

fijo. El hermano de Marina, Sirio, que es sonámbulo, se dedica a recorrer el dédalo

de las callejas y es entonces Sebastián quien se convierte en perseguidor «de aquel

durmiente que viajaba con la brújula de su privación [que] pertenecía a ese

inmediato más allá del que todavía no habían regresado [Marina y Sebastián]» (p.

170). Todos los que habitan el mundo, según Sirio, se encuentran perdidos, caminan

por las calles como si les faltara una brújula. Una de las razones que justifica el

extravío de los personajes está en que el propio mundo ya no tiene centro. A esta

conclusión llegan tras visitar Sebastián junto a Sirio el local de Alcestes Salterio en

Sermil. La gente siempre había pensado que el barrio en el que se encontraba el

almacén era el centro del mundo. Ahora el desorden facilita que impere en el

mundo, según las propias palabras de Alcestes, la perdición y el desorden:

«Ahora sólo hay que andar por ahí para darse cuenta de que ya nolo tiene [el centro]. El mundo se descentró y quienes lo habitamos notenemos orientación posible, ni física ni moral. El desorden y laperdición son los resultados más aparentes. Por donde va el mundo[...], es por donde a mí menos me gustaría andar» (p. 182).

Además este antiquísimo barrio de Sermil, levantado primitivamente por los

árabes, justo en el sitio donde se situaban los cuatro puntos cardinales, que tan bien

recorre Sirio321, recuerda al barrio de Vulcano en El expediente ..., último tramo de

la búsqueda de Fermín Bustarga en el que vive Eloína, la hija del poeta Alejandro

Saelices. La imagen laberíntica de este barrio322, que en Camino ..., recorre

Sebastián, tiene su equivalente en el que se dibuja en El expediente ...:

321 Sus pasos se adentraban «por el laberinto de las correderas, entre el espesor de la noche quellenaba de zozobra aquella desolación del barrio bombardeado». Cf. Camino..., ed. cit., p. 178. 322 Sebastián encuentra en la pensión de la Borelana a Lía y le dice:«Estuve buscándote con Visedo -dijo sin convencimiento-, perdida la imaginación en los tramos de aquellas sombras que se espesaban

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«El barrio de Vulcano era una mancha gris al este de la ciudad. Unterritorio apiñado sobre el rastro deforme de un pueblo que habíasucumbido en el asedio de la frontera urbana y del que apenas podíaadivinarse la huella de su maltrecha fisonomía [...]. Era muy difícilorientarse en su interior porque todo parecía contribuir a un desordenencadenado y no existían referencias que detallaran algunaindicación» (p. 173).

Incluso cuando en el capítulo El centro del mundo, Sirio se encuentra con

Sebastián y, las ironías de la propia vida, permiten que le pregunte a aquél si anda

perdido por el barrio que primitivamente fue el centro del mundo; el destino del

viajante perdido, el de Odollo, es comparable al indecible futuro de los animales que

habitan ese barrio. Se establece así una similar correspondencia donde se insiste en

esa perdición que invade al mundo:

«Ése no -dijo Sirio-, ése es de aquí. Son los gatos que vienen deotros sitios y que se quedan extrañados, poco a poco enloquecen yatacan a las personas. Los de aquí los mantienen a raya. Es fácildistinguirlos porque están tuertos y no tienen rabo. El barrio losasilvestra» (p. 180).

Queda constancia de la falta de valores morales, de desgobierno y de

desacato, apostrofa don Rino, mostrando el retrato de la plaza de Viñales:

«Los tiempos que corren323 en Viñales son los de la impudicia y eldesacato. El desgobierno favorece la coartada de los protervos. Seríaimprescindible, al menos, una regencia restauradora porque, eso sípuedo jurártelo, el Rey no vuelve del exilio para sacarle las castañasdel fuego a esta villa desnortada [...]. Que reine el oprobio y que lesden muy mucho por el culo» (p. 343).

El límite entre la vigilia y el sueño o entre la realidad y lo ficiticio no se

encuentran delimitados y así a los habitantes del barrio, hoy destruido por los

en el laberinto». Cf. Camino..., ed. cit., p. 287. 323 Véanse similares declaraciones de Ángel Benuza y Marcos Parra en La fuente ..., y en Lasestaciones ..., respectivamente.

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escombros que el tiempo echó sobre los cimientos, el cambio ha provocado un

efecto, pasado el tiempo histórico, como si «variáramos del sueño a la vigilia sin

ningún rastro. A los que vivimos en el barrio nos patina la realidad» (p. 183).

Entonces cobra plena significación el hecho de que en la ciudad de Borela lo real y

lo aparente se confundan, todo puede ser un espejismo. En uno de los bares, Visedo

le dice a Sebastián, tras oír durante algún rato un piano:

«Ni por un momento piense que en este antro hay un pianista [...].Lo que suena como una carraca es una pianola descompuesta. Si ustedse fija, acabará percatándose de que en Borela todo es defectuoso» (p.276).

La desorientación se convierte en algo común en otros personajes. La

mayoría se sienten perdidos y extraviados. Valgan los siguientes ejemplos:

«[Valdivia] La verdad es que tampoco yo, si soy sincero, tengo muy claro a dónde

ir» (p. 189). «[Macrino] ¿A qué te dedicas? [habla con Valdivia] A ir por ahí. En

casa decían que era muy inquieto y que sólo me gustaba mover el culo. Yo voy

donde buenamente se puede» (p. 198). Y al mismo Sebastián le sucede en

numerosas ocasiones. Cuando desanimado en las proximidades del mercado de

Abastos, no es capaz de salir del barrio y se encuentra con Macrino, éste se convierte

en su cuaderno de bitácora, le sirve de brújula, manifestando:

«No es mi día. Me acaban de llamar viajante de mierda y meparece que no estoy muy seguro de por dónde salir de este barrio.Ahora me hace más falta un guía que un guardián» (p. 253).

Esta misma idea reaparece en espacios reducidos, como el bar de Mallea,

donde la sensación olfativa invade el ambiente por completo:

«Era un agujero excavado como un sótano al que se accedíabajando media docena de peldaños. Resultaba imposible identificaralguna referencia en su interior, sólo la sensación de que el techoaplastaba a la posible clientela y el aroma agrio del vino derramadoque, afinando el olfato, podía conducir hacia la barra» (p. 279).

También afecta por extensión a los habitantes de Borela, cuyo apagón por la

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noche hacía que la ciudad permaneciera en una oscuridad total, «sumida en ese

abismo híbrido y confuso que desamparaba a sus habitantes con el riesgo de la

desorientación más absoluta, mientras la desconfianza de los sueños seguiría

recabando su ansiedad» (p. 266). Tan sólo el luminoso del bar Candil, con dos letras

fundidas, para Sebastián «seguía siendo la única señal en la desorientación del barrio

donde no había ninguna otra luz encendida» (p. 211). Sin embargo, la ciudad de

Borela atrapa e imprime a todos sus habitantes, ya sean fijos o de paso, esa misma

sensación de desorientación. Muestra de ello es lo que sucede cuando Sebastián

inicia la búsqueda de Lía por los distintos bares en medio de la noche de Borela y

tras llegar a la pensión de la Borelana, golpeado por dos extraños, la encuentra

metida en su cama. Tras hacer el amor, Sebastián confiesa a Lía que Visedo le ayudó

a buscarla, si bien ella cree que no se buscó precisamente al guía más adecuado. El

alcohol junto a los golpes recibidos provocan, en medio de un fuerte cansancio, que

Sebastián afirme: «Me parece que también a mí me comienza a patinar la realidad»

(p. 289). Esa misma ansiedad, convertida en excitación en la persona de don Rino, al

querer jugar a las cartas, provoca que éste y Sebastián se pierdan, deambulando por

los caminos tras ser rechazados en casa de Luciana:

«Había que regresar a la estación de ferrocarril y don Rinopropuso el atajo que cruzaba los huertos y por el que terminaronperdiendo la orientación. La humedad seguía calando las sombras y elanciano comenzó a extraviar las estocadas que se compaginaban conlos escalofríos y en dos o tres ocasiones Sebastián tuvo que rescatarloentre las berzas» (p. 341).

A veces el alcohol es el causante de que Sebastián pierda el norte en la

ciudad de Borela. Así le sucede cuando recorre las barras de los distintos bares: «Ya

no tenía la brújula [...], esa línea que seguía el destino de las copas como un rastro

milimetrado que impedía el desamparo, mientras el rumbo se difuminaba entre las

notas dispersas o el bostezo de los durmientes» (p. 287). No sólo es Emilio Curto el

perdido o el que sufre cautiverio. Sebastián inicia la búsqueda de Lía, quien

mantiene negocios con el personaje de las patillas desiguales. Odollo le pregunta a

Lía en los siguientes términos: «¿Lo buscas o te persigue?» (p. 245). Cuando ésta

desaparece y Sebastián decide buscarla, tras seguir unos pasos junto a Valdivia, llega

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El motivo del viaje

218

hasta la capilla del Cristo Redentor, lugar donde es enviado por Mallea a quien le

había dejado un ovillo de hilo comprado en una mercería. Una voz le pregunta en el

confesionario:

«-¿De qué se acusa mayormente?-Sebastián carraspeó.-De andar detrás de ella... -dijo indeciso-. De querer saber dónde se hametido.-¿Con qué intenciones la sigues? Quiero decir si tienes o no tienespensamientos torpes, si vas detrás como un perro en celo o como unamigo que quiere ayudarla.-La busco sin otra intención que encontrarla. Estaba conmigo y depronto desapareció» (p. 283).

Además Lía es un obstáculo en la voluntad de Sebastián, pues cuando la

Oruga es también objeto de búsqueda por parte de Odollo y sus amigos, aquél tras

merodear por las calles de Borela y recorrer las correderas de arriba a abajo, llega al

hostal Borelana. Al tumbarse en la cama es el aroma del polen, que compara con el

sexo de Lía junto a la nostalgia física de la mujer lo que provocan que se olvide del

objetivo fundamental en ese momento:

«Aquella atribulada huida que le hacía volver con intención deesconderse, desprendido de las responsabilidades que no teníavoluntad de asumir, casi dispuesto a olvidar el robo o el secuestro dela Oruga, la absurda decisión que hubiera tomado Macrino para ir aestrellarse en cualquier esquina» (p. 297).

Su recuerdo sirve como salvoconducto para escapar momentáneamente al

final del día de la pesarosa rutina del viajante que «había cumplido la jornada que

llenaba de melancolía sus nostalgias [...]. El recuerdo de Lía iba persistiendo como

una huella indolente en el vacío que, en algún momento, precipitaba la intensidad de

la caricia más secreta» (p. 232).

El propio Sebastián es buscado por don Birlo y por un desconocido que

habla con Marina, con su hermano Sirio y con la madre de ambos. Parece, según

Sirio, un hombre de negocios que intenta saber el paradero de Odollo y que

chantajea al muchacho con cincuenta duros. Y es que Sebastián aunque sigue la

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El motivo del viaje

219

pista de Emilio en algunas habitaciones por las que pasa, encuentra señas, huellas,

rastros de los destinos de otros compañeros que han pasado en algún momento por

allí. Así, por ejemplo, en la habitación de la pensión de Huéspedes Toreno en

Bituana, en las proximidades de Balbar, tras efectuar un reconocimiento exhaustivo,

Sebastián encuentra un orinal casi lleno hasta el borde. Las necesidades que marcan

los mismos destinos y acciones del ser humano: «No puede ser...-se prometió a sí

mismo-, porque como hay Dios que lo mato [...]. ¡Cabrón...! -gritó Sebastián

desesperado-» (p. 366).

En la habitación del hostal Borelana, tras soñar con Argila, Sebastián se

despierta con una fuerte resaca y encuentra otra muestra del rastro de Celerio: «-

¡Maldito Celerio...! -musitó al recoger los anónimos y descubrir en el cajón de la

mesilla un pañuelo sucio» (p. 226).

Cilicia también es objeto de la búsqueda de Sebastián. Ésta provoca en

Odollo una preocupación considerable, pues amenaza con suicidarse a través de un

mensaje cifrado que interpreta su amiga de toda la vida Mara. Tras seis años de

devaneos amorosos, Cilicia no aguanta más y Sebastián para encontrarla recorre los

alrededores de la taquilla, el vestíbulo y la sala del cine Platino, lugar habitual en el

que se consumaban los encuentros de la pareja tiempo atrás: «Los datos que podían

extraerse de las emborronadas indicaciones marcaban una orientación de los pasos

de Cilicia que no dejaba de ser chocante: en la desesperación elegía el camino de la

costumbre, su laberinto no se inventaba ninguna estratagema para ocultar el rastro y

hacer más angustiosa la búsqueda» (p. 405).

La presencia del cine Platino en la búsqueda de Cilicia vuelve a enlazar con

un espacio similar en El expediente ... Se trata del tramo final de la búsqueda de

Fermín Bustarga en pos de Alejandro Saelices que, como hemos visto

anteriormente, se centra en el barrio de Vulcano donde se sitúa el cine Lesmes, lugar

en el que vive y trabaja Eloína, la hija del poeta Saelices. Ese mismo laberinto al que

se refería la cita anteriormente expuesta sobre la búsqueda de Cilicia, podemos

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El motivo del viaje

220

encontrarla de forma tangencial en El expediente ..., cuando obtenemos la reflexión

de Fermín al entrar en el barrio donde se encuentra el cine Lesmes:

«Yo tuve desde mi primera visita la rara impresión de un entrama-do circular, de un imperceptible torbellino que atenazaba aquellassendas interiores por donde uno iba sin la conciencia precisa de suspasos hacia el centro nunca seguro, de lo que pudo haber sido unaplaza» (p. 173).

2. 5. 9. La ruta por el camino: de la perdición al aprendizaje

El camino que recorre Sebastián Odollo a lo largo de su viaje por la ruta que

le ha tocado, es un encuentro, a veces, con el conocimiento. Así, por ejemplo, sobre

los bienes materiales como el dinero, Sebastián obtiene una doble idea. Cuando Lía

junto al hombre de las patillas hacen negocios en el baño de señoras y Sebastián los

sorprende a la búsqueda de aquélla, le dice:

«El dinero es la mayor miseria porque la desgracia de no tenerlo escasi tan grande como la de tenerlo. Ése, [refiriéndose al hombre de laspatillas] puede sentarse ahora en la taza y estar dos horas contando losmismos billetes» (p. 249).

Sin embargo, la otra cara de la moneda puede observarse cuando es el dinero

que toca en la lotería, el que posibilita que Podambre se escape abandonando a su

mujer Evangelina y dejándole el peor reintegro. Los ancianos sentados en la puerta

de su local le explican a Sebastián su propia teoría: la fortuna es la que hace olvidar

la existencia pasada de cada cual y el comienzo de una mejor y más provechosa, a la

vez que posibilita «que a uno le llegue ese día en que de veras pueda cagarse en todo

lo que fue» (p. 260). La nueva situación de Podambre que se marcha sin avisar, es

como la de un gallo, «sólo que a la cazuela donde acabe también yo me apuntaba. A

Evangelina, eso sí [...], cuatro letras para decirle que si te he visto no me acuerdo»

(p. 259).

También en los sorprendentes encuentros con su madre, que actúa como

conciencia del protagonista, Sebastián aprende que la vida se compone de paciencia,

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El motivo del viaje

221

astucia y sufrimiento, y que si bien no orientan la conciencia de extravío y pérdida

que sufre Sebastián a lo largo de toda la ruta, sí hacen ver, cómo su difunta madre

Luisa Albares sentencia, que:

«La vida es el sustento de lo que debes ganar, la justificación detodo lo que tienes y lo que quieres. La vida es la distancia del únicoviaje posible y para andar por ella es bueno que sepas el significadode las prendas que te di» (p. 322).

En una perfecta sincronía de imágenes, la madre de Sebastián vuelve a

aparecer en la ruta de Sebastián, significativamente en el capítulo anterior en el que

éste observa el crucifijo del ataúd de Olivio. Es curioso que la novela, caracterizada

por presentarse fragmentada en ciento sesenta capítulos titulados324, que guardan

referencia en todos los casos con el título que los encabeza, es el referido a su madre

el que se repite de forma simétrica al principio y casi al final de la narración. Luisa

Albares reaparece en el capitulito titulado Las prendas y, tanto la desorientación

confesada por Sebastián a su madre como las citas de consuelo y consejos de la

madre325 a su hijo son idénticas, salvo el hecho de que en este capítulo, Luisa

Albares da un significado simbólico a las tres prendas que le ofreció a su hijo al

principio de la novela en su encuentro y que eran una piedra, un alfiler de su bata y

una miga de pan sacada del bolsillo del pantalón que llevaba el padre de Sebastián

cuando murió. Estos dones representan respectivamente la paciencia, el

sufrimiento326 y la astucia, armas que existen en la vida y que tendrá que poner a

prueba a lo largo del camino de su vida:

324 Sobre los numerosos capítulos, Juan Cruz, director de Alfaguara, calificó Camino de perdicióncomo un «ejercicio de estilo que servirá para rastrear la lengua que se habla. Está dividido encapítulos minúsculos que se leen de un tirón todos seguidos, pero si hacemos un esfuerzo porsepararlos se lee como una Rayuela de este tiempo». Cf. Amelia Castilla, reseña sobre Camino deperdición , art. cit. 325 La madre de Sebastián le aconseja que «vaya por el buen camino», frase que significativamenteemplea Sebastián con Lía, cuando se marcha una de las mañanas de la pensión tras pasar la nochejuntos. Odollo musita: «Vete por el buen camino [...], y estuvo seguro de que el brillo de fiebre queauspiciaba la profundidad de la mirada de Lía era más viva que en los alrededores de los ojos quedestacaban las huellas de una cercana violencia». Cf. Camino..., ed. cit., p. 298. 326 El alfiler y su significado simbólico comparable al sufrimiento, vienen a la memoria de Sebastiánal pasar la noche junto a Isora. Resignado, pensó que aquel sufrimiento no sería inocuo, unsufrimiento unido a lo sexual donde el dolor «comportaba un grado imprescindible de resistencia y lavoracidad del sexo de Isora exigía resistir sobre el abismo y la sima de aquel delirio que borraba la

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«La piedra que cogí en el camino es la paciencia -dijo ella- y conla paciencia hasta el viaje más largo se hace corto. El alfiler queestaba prendido en la solapa de mi bata es el sufrimiento, porque sinél todo el camino será mentira [...]. Nada es bueno sin la maldad quelo salvaguarda. Y esa miga de pan que recogí en un bolsillo delpantalón de tu padre antes de enterrarlo es la astucia que cualquierhombre necesita para sobrevivir en las vicisitudes del viaje» (p. 322).

Pero la vida y con ella el destino humano de cada hombre dejan en la novela

escaso lugar al optimismo. La visión existencial de la vida en la que no hay espacio

para la felicidad la certifica don Rino:

«Esta vida que llevamos sin voluntad ni destino -le dijo aSebastián cuando llegó a su lado- no podrá conducirnos a la felicidad,pero ésa sólo la persiguen los ilusos» (p. 348).

La consecuencia directa de todo ello es la soledad del ser humano. Así le

sucede a uno de los hombres que cuenta su historia junto al fuego en el puerto de

Lucerna, el cual viviendo inmerso en una vida de perdición y desconcierto, siendo

amante de todas sus cuñadas, paga en la vida el alto precio de conocer al final la

soledad del ser humano, y se presenta como tal: «Padre y tío de sus propios hijos,

cuñado de sus hermanos, esposo de sus cuñadas y también cuñado de las mismas. Y

siendo a la vez tantas cosas es ya definitivamente el mayor huérfano del mundo» (p.

388).

Si Luisa Albares concedía a su hijo unos dones que debía tener presentes a lo

largo del viaje, también debe conocer las direcciones del mundo que recorre todo ser

humano. Es Azuario, el dueño del bar Oasis, quien le da una explicación simbólica,

llamando su atención sobre la necesidad de no confundir estos puntos cardinales con

las virtudes que en la vida necesita el hombre para poder orientarse y que son, «para

que te enteres de una vez, el norte de la dicha, el sur de la desgracia, el este de la

prosperidad y el oeste de la indigencia» (p. 321).

voracidad de todos los sexos anteriores». Cf. Camino..., ed. cit., p. 435.

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Sebastián aprende que en el camino el destino puede volverse contra él de la

forma más insospechada, pero en similares términos. Así le ocurre cuando irritado

agrede con una tremenda bofetada a uno de sus clientes, un hombre cojo que

regentaba Almacenes Paciencia327. Lo que no puede imaginar Odollo es que más

tarde, una noche en Borela, el destino que le espera a la vuelta de la esquina328

provoca un encuentro con dos desconocidos que le devuelven la misma ración:

«[Sebastián] alcanzó la calle y comenzó a caminar pegado a lapared, primero con pasos muy cortos y enseguida con largas zancadas,dispuesto a correr al doblar la primera esquina. Pero fue al doblarlacuando chocó con alguien» (p. 285).

Los desconocidos que pegan a Sebastián, tras interrogarle sobre lo que había

hecho esa noche, dejan que el azar y la suerte de una moneda decidan el castigo de

Odollo:

«Cara son cuatro hostias aquí mismo. Cruz algunas más encomisaría [...]. Antes de que pudiese hacer el mínimo gesto defensivorecibió dos tremendas bofetadas que le impulsaron contra la pared, ycuando intentó incorporar la cabeza recibió otras dos y se dejó caer enel suelo» (p. 286).

Una vez más, la prepotencia de la policía cobra protagonismo en las páginas

que escribe Luis Mateo Díez. El incidente recuerda la trampa que la policía tiende a

Marcos Parra y a Claudia Vergel en Las estaciones ..., al ser sorprendidos en la

caseta de Belisario haciendo el amor; o más tarde cómo amenazan a Tina Robles

327 Sebastián musita al ver cómo el cojo reculaba desequilibrado hacia el mostrador: «Ten paciencia,cabrón [...]. Hoy ya cobraste y mañana cualquier viajante de mierda podrá seguir dándote para elgasto». Cf. Camino..., ed. cit., p. 254. 328 El futuro es incierto y lo que el destino alberga a la vuelta de cada rincón nadie puede saberlo.Por ello, Sebastián en su recorrido nocturno por las calles de Borela junto a Visedo, seguía de cercalos pasos de éste, quien «caminaba sin titubeos y renovaba la precaución a cada esquina. La nocheestaba intoxicada por el apagón que coleaba las tinieblas entre los desperdicios». Cf. Camino..., ed.cit., p. 276. O la madre de Sebastián, quien aparece en las dos ocasiones tras una esquina: «Ella loesperaba a la vuelta de la primera curva». Cf. Ed. cit., p. 34 y 321 respectivamente. «Una imagenquieta como la estatua descolgada del retablo que había cruzado los viñedos desde la línea difuminadadel pasillo». Cf. Ed. cit., p. 321.

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para que salga de la ciudad o los golpes que ésta recibe y que son descubiertos por

Marcos.

2. 5. 10. El objeto de la búsqueda: Emilio Curto

Es significativo que en toda la ruta que Sebastián recorre a lo largo de la

Campiña: Doreba, Acibes, Solba, Val Gusán, Sermil y las vegas de Borela329, el

motivo fundamental que le lleva a recorrer las diversas zonas, esto es, la búsqueda

de Emilio Curto, sólo sea referida en la primera parte de la novela en una ocasión, en

el capítulo titulado La libreta, cuando pregunta a María Antonia por el paradero de

Curto y ésta le da una libreta que dejó olvidada con la detallada anotación en cada

una de sus hojas de datos como hospedajes, clientes y gastos de gasolina. Esto

provoca el consiguiente efecto en el lector: ante tal número de episodios, personajes

y aventuras que transitan las páginas de la novela, aquél olvida cuál es el objetivo de

la aventura. Todo lo que ocurre es más importante que aquel suceso mínimo que

desborde tal cantidad de peripecias. No será hasta la segunda parte, en el capítulo

denominado La póliza, cuando tras hablar Sebastián con su jefe don Birlo, pregunte

a Marina si tiene noticias de Emilio Curto. Entonces ésta le hace saber que Emilio se

había hecho un seguro de vida. Incluso ese desinterés es patente en la persona de

Sebastián. Así sucede cuando al visitar el último cliente de la mañana en Borela, su

cliente le cuenta los despistes que sufre Emilio dejando cubetas sin recoger con

muestras de prendas y tejidos. Sebastián más que atender la explicación del cliente,

verdadero centro de interés que le mueve por la ruta, no deja de observar a la hija de

este hombre, fijándose especialmente en el brillo que desprenden sus medias de

cristal. Valga el siguiente ejemplo como muestra de que el objetivo de la búsqueda

no es más que un pretexto :

«[Se queja el cliente] La nota que me dejó está equivocada y ya esla tercera vez que pasa lo mismo. Así nunca llega la mercancía que

329 Sobre el apego por zonas geográficas muy concretas, desde los maestros italianos Vittorini oBassani pasando por Faulkner, «el mundo narrativo de Luis Mateo Díez ha sido el de una labor porquintaesenciar un espacio geográfico que a muchos les parecía provincial pero que, poco a poco, se haconvertido en patrimonio de lo humano, sin distingo de fronteras porque habla de lo que nos acontece,único modo por otro lado y el más digno de ser universalista, no cosmopolita». Cf. Juan Ángel Juristo,reseña sobre Camino de perdición, El Mundo, Suplemento Cultural, 13/05/95, p. 7

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uno quiere [...]. La muchacha recogía del suelo unos botones ySebastián percibió el brillo de cristal de las rodillas que asomaron uninstante bajo la falda [...]. Trabajando tiene un aire que no dan muchasganas de apostar por él. Luego tarda ocho días en llamar parareclamarlas.

Sebastián intentaba adivinar el rastro de aquel brillo a lo largo de laspiernas de la muchacha que no permanecía ajena a su mirada» (p. 226).

El paradero de Emilio Curto es desconocido y toda la información que

Sebastián recibe a lo largo de la ruta la consigue a través de los encuentros con los

diferentes personajes con los que tiene relación. Sin embargo, hasta que no se

avanzan trescientas páginas en la novela, no tenemos una información completa

sobre la situación y paradero de Emilio. Según parece está cautivo y la búsqueda

para encontrarlo, debe estar precedida de un curisoso ritual que se encarga de

planear la vidente doña Armunia, quien recuerda a Manuela Mirandolina, la bruja de

La fuente ..., quien también le proporciona a Ángel Benuza unas hierbas para

conseguir una moza:

«Cuando pases Sandela no olvides el último camino que sube almonte, pero tampoco pienses que sin olvidarlo ya encontraste al quebuscas. Entre tanto ni comas caldo de gallina ni muslo de pollo ycuando estés con alguna mujer procura que tenga contigo el mayorbeneficio, quiero decir que al montarla no derrames nada fuera» (p.309).

Estos consejos no los sigue al pie de la letra, pues a la mañana siguiente de

estar con Isora, la mujer que tiene cautivo a Emilio, es el mismo Sebastián el que

encuentra entre las sábanas, cómo «el lino tenía manchas, ronchas amarillentas que

contrastaban en su blancura, y el espesor arrugado de otras huellas de sudor y

semen» (p. 437). La situación de cautiverio la sufre el marido de Evelia, Enio, el

dueño de Tejidos Henares, quien también se siente secuestrado bajo el mandato de

su esposa miope. Doña Mirna, la dueña de Casa Amurio, se refiere a Belda en los

mismos términos. Cuando Sebastián llega a Solba y echa de menos la presencia de

la mujer con la que compartió numerosos encuentros, doña Mirna pone al tanto a

Sebastián de la extraña y desconocida enfermedad que provoca su cautiverio:

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«Belda, Belda... -la oyó rezongar mientras se alejaba-. Se ha idocautiva, ya ves qué mala suerte [...]. Digo cautiva y mento la malasuerte -le informó llorosa- porque la de Belda es una enfermedad queno se cura en casa, que la pobre tiene que hospitalizarse. Ella ya no esuna jovencita y no puede andar haciéndose la valiente» (p. 68).

Es en la tercera parte de la novela cuando el objeto fundamental de la

búsqueda cobra verdadero protagonismo. Según don Rino, la situación de Emilio

Curto, perteneciente a la grey de la Triste Figura, es una vida llena de deudas, cuyos

años «están llenos de deudas y en su lucha por la vida el tesón intenta imponerse a la

desgracia sin que ningún heroísmo pueda reconocérsele» (p. 346). La presencia de

don Rino, por su sabiduría330, es para Sebastián muy importante, pues aquél actúa

como confesor del viajante, es el que consigue desahogar la inquietud y el

remordimiento de conciencia que, a veces, sacude a Sebastián. Don Rino tiene

presente que Emilio es un perdedor que «necesitaba las rupias con mayor urgencia

que un cristiano moribundo la extremaunción» (p. 346). Don Rino enseña a

Sebastián que el que pierde se convierte más que en un pobre perdedor, esto es, que

nunca gana el que pierde:

«Nunca gana el que pierde -dijo don Rino-, por mucho quedigamos que moralmente el perdedor triunfa en la medida en que losantihéroes derrotan a los héroes, porque no existe heroicidad entre losseres humanos verdaderos. Sólo las gestas de los héroes inventadosmerecen la pena de ser contadas, ya que todas las batallas sonmiserables» (p. 337).

Además comprueba la fuerza vital que posee el anciano, pues tras pasear

junto a él, se pone de manifiesto un paralelismo entre don Rino y Manuela

Mirandolina de La fuente ..., con el consabido juego de opositos del cuerpo y alma.

Tras bailar en el Dancing Vaselina, don Rino se sienta en un banco tras una noche

agotadora:

330 La vejez de don Rino, como la de Manuela de La fuente ..., es admirada por Sebastián, quienhabla sobre él con Oceja en uno de los bares: «Llegas a viejo [...], y la propia celda es la de los añosque ya no cumplirás. Viñales le debe un homenaje porque esos años los desprecia tanto como los queya cumplió. Las hijas que lo declararon pródigo denigran en igual medida al padre y a la villa». Cf.Camino..., ed. cit., p. 337.

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«Ya lo ves, noble y majo Caballero -dijo al sentarse mientras seestremecía-. Es el cuerpo el que al fin se rinde, no él ánimo el quedecae. La materia siempre queda por debajo del espíritu. Es estafuerza, este azogue, este ímpetu el que me lleva y sostiene mucho másallá de donde puedo. Por eso me destruye la prisión, porque la vidame revienta. Y ésa quiero que sea mi leyenda cuando las diñe» (p.345).

De igual modo sentencia Manuela Mirandolina, quien distingue las razones

que mueven el mundo en dos: las que pertenecen al entendimiento que procede del

alma y la del placer que habita en el cuerpo del hombre, cuando no existe en éste

malestar ni enfermedad. Valga como ejemplo el siguiente fragmento331:

«-De todo lo que yo tengo vivido, mancebo -dijo la ancianaexpulsando unos perfectas arandelas de humo [...], lo que yo pasépensando es lo que a este menester corresponde, ni un minuto más niun minuto menos-. Y esto es moneda corriente en nuestra condición,pues somos muy dados a ir y a venir, a no tener sosiego para hacernosuna idea certera de nosotros mismos» (pp. 148-149).

Sebastián se siente traidor y cobarde ante su tarea y es don Rino, al igual que

don Birlo y la vidente, quien anima y guía los pasos de Sebastián hacia Emilio

Curto:«Puede estar necesitado de que alguien le eche una mano. Entre Caballeros de

la misma Orden la lealtad es sagrada. Búscale y obra en consecuencia, olvídate de la

encomienda» (p. 347). Tras esto sigue la pista de Santos Termil, otro viajante que le

informa que dos semanas atrás se encontró con Emilio y viajó con él unos

kilómetros. A Sebastián le sorprendió un dato sobre el paradero de Curto: se

encontraba en las proximidades de la Encimera, una zona lejana de la Campiña en la

que Emilio no tenía clientes. Santos Termil describe al prófugo en los siguientes

términos: «Un hombre de trato poco expansivo y al que se veía muy preocupado.

Lleva un Fiat bastante descompuesto con una tapicería marrón y un claxon de

bocina [...]. Hablar no hablamos mucho» (p. 374).

En la localidad de Balbar, Sebastián obtiene información en la pensión de

331 Junto a las citas ya referidas en el apartado en el que se analiza el viaje en La fuente ...

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Adelma, la cual le pone nuevamente al tanto de los problemas económicos que

sufría Emilio. Había estado dos días hospedado allí y se fue sin que se supiera nada

más sobre él: «Esa información dimos al almacén porque cualquier otra más

personal no había razón para darla. A ti sí te lo puedo decir porque la confianza es

distinta. Los problemas de Emilio eran o son, en muy buena medida, económicos»

(p. 401).

En efecto, Emilio le pidió dinero a Adelma, como parte de un préstamo. Ella

no le preguntó para qué lo quería. Le ofreció la mitad y él aceptó. Ahora Sebastián

debía tratar de encontrarlo para que los problemas no aumentaran, si bien Adelma

está convencida que se encuentra con graves apuros económicos, «aunque aquí

nunca hizo ninguna insinuación porque sabe que en esta casa no es posible. Emilio

está pillado en sus propias trampas y te va a ser difícil encontrarle» (p. 402).

En lo referente a las trampas, ya Sebastián había dialogado con Pablo

Llantas cuando repasaban la libreta de hule negro de Curto y Pablo, en tono

moralista y planteaba la posibilidad de que Emilio hubiera trabucado las

justificaciones:

«Lo peor son las trampas, Sebas, no nos confundamos. Laprofesión se sustenta en la honradez como casi todo en la vida, conuna sisa organizada echas a perder la consideración porque, al margende la cuantía, te pierdes el respeto a ti mismo» (p. 370).

Las trampas comportan un riesgo, porque saltan y con tantas como existen es

imposible no caer en alguna. El viajante construye sus trampas, las cuales no se

improvisan:

«Yo tengo puestas las trampas por todas las rutas porque desdeque elegí como profesión no estarme quieto me voy asomando con lamisma idea donde no me llaman y donde me llaman. Las trampas dela vida forman una parte imprescindible del compromiso de vivirla y[...], es condición del vividor vivir entrampado» (p. 378).

Sin embargo, Sebastián justifica la acción de Emilio intentando echarle un

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cuarto de espadas. Al respecto, sentencia en tono despreciativo:

«Todas las rutas de nuestra puta vida están saturadas del respetoque nos tenemos. Yo lo que te digo es que Emilio Curto tiene todo elderecho del mundo a sacarle punta a la mierda de cada viaje, porque sies para hacerse un seguro es que tiene miedo de matarse por ahí en laprimera curva» (p. 370).

Cuando Sebastián viaja hacia Sandela y se detiene en el garaje de Onero

vuelve a pedir información sobre Emilio. Onero se encargó de arreglarle el

kilometraje y una cubierta cuando aquél pasó por allí. Además le encargó que le

guardara el muestrario y ya no supo nada sobre él. Sebastián le confiesa a Onero

estar al tanto de los líos pero, pasado tanto tiempo, le preocupa que la policía tome

cartas en el asunto:

«Yo lo ando buscando antes de que las cosas se compliquen y elalmacén dé parte a la policía. Con la policía por el medio el negociose te puede poner más feo de lo que está, que ya es decir» (p. 425).

Sorprende que el muestrario no se halle en casa de Onero, pues según él

mismo, dos días después de abandonar Emilio el muestrario, llegó una mujer con el

coche de Curto y tras darle seis bofetadas a Onero se llevó las muestras. La única

pista que pueden ofrecerle Onero y su mujer es que se trataba de una bruja que daba

la impresión de tener con Emilio una confianza de bastante tiempo, una mujer «con

un gas y una mala leche de aúpa -dijo Esmirna alejándose-. No sabemos nada de

ella, sólo lo que todo el mundo sabe de las brujas: que viven en el monte o en el

bosque» (p. 427).

El último tramo por el que discurre la búsqueda de Sebastián en pos de

Emilio se acerca al lugar vaticinado por la vidente doña Armunia. Pasada la

localidad de Sandela, Sebastián se dirige al último camino que sube al monte.

Entonces recordó que existía una venta en el monte del Vosgo que podía ser una

guarida perfecta para la cancerbera de Emilio, si bien el lugar sólo podía ser el

destino de un viajante sin norte que decide pasar la noche en la venta del fin del

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mundo:

«El Vosgo era un monte escueto, pelado que, a la salida deSandela elevaba el cuerno de algunas peñas negras que desmoronabansus lajas por la ladera. De la hoya se ascendía en pocos kilómetros porlas estribaciones que demarcaban su profundidad en la dirección deValdino, donde la Campiña iría diluyéndose en la definitiva fronteradel desierto de Oricio» (p. 428).

Una vez alcanza la casona destartalada, Sebastián actúa con la misma

discreción332 con que lo hacían los excursionistas que integraban la cofradía en La

fuente ..., a la hora de acometer su búsqueda. Sebastián es recibido por Isora, una

mujer de edad imprecisa, ante la que el viajero se disculpa del siguiente modo:

«La ruta no la domino y la noche se me echaba encima... -volvió areconocer Sebastián- exagerando el tono del inexperto» (p. 431).

Tras ofrecer a Sebastián una sopa fría, Isora habla con él del camino que

cada cual elige en la vida y surge entonces en la conversación el contrapunto:

«-En cualquier sitio se agradece un refugio -dijo [Sebastián]-.Sobre todo si la vida que se lleva es la de ir y venir sin demasiadososiego.-Cada uno la elige -comentó Isora incorporándose con esfuerzo ycaminando enseguida por la cocina con mucha agilidad-. Los quetanto van y vienen generalmente no se contentan con nada y sólo sededican a quejarse» (p. 432).

Tras mantener relaciones con Isora, Sebastián se levanta a la mañana

siguiente preso de una gran resaca y la divisa a lo lejos junto a Vulpo, mitad perro y

mitad zorro, cómo se dirigen hacia el monte. La puerta estaba cerrada y Sebastián

sale por una ventana. Desde una peña los observa caminando hacia una especie de

gallinero o establo, donde parecía encontrarse el calabozo de Emilio. Es entonces

332 «Lo que sí he procurado -informó Aquilino, reponiendo licor en las copas- es mantener ciertadiscreción, porque ya sabéis cómo son en los pueblos. Aquí sobre la Fuente Virtuosa, ya lo veréis,nadie habla, nadie dice nada, ni siquiera conviene sacar directamente el tema». Cf. Camino..., ed. cit.,p. 120.

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El motivo del viaje

231

cuando viene a la mente de Sebastián las palabras de doña Armunia sobre el

cautiverio, unas palabras que evocaban y «presagiaban el destino de un viajante que

probablemente tenía hipotecada la dignidad pero que lo que de veras había perdido

era la libertad imprescindible para defenderla» (p. 438).

Cuando Sebastián tuvo la certeza de que Isora se alejaba en la dirección de la

venta, circundó la construcción y observó un gallinero. La paciencia de la prenda

que su madre le había entregado se había acabado y buscó una piedra con la que

golpear los candados, para así conseguir abrir la puerta del gallinero. El escenario

que contempla es desolador:

«El hedor hacía casi imposible respirar en aquella atmósfera ymientras caminaba hacia el fondo de la nave donde había otra puertatambién clausurada con candados llamó a Emilio, gritó su nombre conla convicción de quien sabe que no puede equivocarse, que el cautivorecobra la identidad al escuchar la llamada» (p. 440).

Los indicios y las pistas han llevado finalmente a localizar el paradero del

cautivo Emilio, retenido contra su voluntad:

«Sebastián volvió a golpear los candados de la puerta con lapiedra, y la voz de Emilio Curto surgió en la penumbra que limaba laclaridad cenital de una teja rota.-Dios se lo pague, Dios se lo pague -escuchó Sebastián como unpenoso murmullo-, por el bien de un viajante prisionero y de lospajarines que tanto le necesitan» (p. 441).

La desprotección, el miedo y la emoción invaden a Emilio:

«El cautivo asomó a la luz y volvió a refugiarse en el gallinero[...]. Tardó unos minutos en recobrarse y entonces Sebastián vio lanariz de Emilio Curto más afilada que nunca, la vivacidad de sus ojossaltones que velaban las lágrimas y acentuaban su condición de pájaroextraño» (p. 441).

Vuelve a aparecer el tema ya tratado del hombre cautivo de una mujer.

Emilio es prisionero de Isora por las deudas que tiene con ella. La conoció hace siete

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El motivo del viaje

232

años. La forma de saldar la deuda era adueñarse del coche y del muestrario. Así se

lamenta Emilio consciente de su condición de cautivo y de los lugares diversos por

los que había pasado en los distintos apresamientos:

«Le da derecho a tenerme pillado y a encerrarme para que no mevaya cuando ella no quiere que lo haga. Aquí no es la primera vez queme veo metido, también en la bodega de la venta y en el armario de suhabitación cuando se pone furiosa. Soy un reo, Odollo, ésa es la tristeverdad. A don Birlo va a ser mejor que le digas que no meencontraste» (p. 422).

Una vez que Isora descubre que Sebastián ha liberado a Emilio, Odollo le

hace saber que intentó cumplir los consejos de doña Armunia y que se lleva a Emilio

consigo. Isora le advierte que está en deuda y que el muestrario se lo queda como

prenda. Sebastián ha sido en boca de Isora, también un viajante, pero que traía

consigo como carta de presentación el engaño. Valga el siguiente texto como

muestra del profundo rencor de Isora:

«Nada más verte llegar [...], supe quién eras y a qué venías. Todoslos viajantes del engaño traéis el mismo patrimonio, iguales cautelas yparecida disposición. Las rutas os han envilecido y quien os acoge conhospitalidad se arriesga al pago más ruin» (p. 444-445).

Sebastián no va a poder cumplir su tarea tal y como don Birlo se lo había

ordenado, pues Emilio no se dirige con él a Sandela, sino a Boreno. La causa viene

provocada por tres hijos, nacidos en diferentes rutas, que tenía en un internado:

«Tú sabes tan bien como yo cómo son los inviernos de las rutas[...]. Cada uno nació en una de ellas y la desgracia es que el pequeñotiene asma» (p. 448).

Sebastián ha demostrado ser un amigo333 y Emilio, parco en palabras, no

sabe cómo agradecérselo. Quiere no cometer más errores y desea que don Birlo sepa

333 Esta novela que se podría definir como relato de carretera y pensiones, adquiere en su conjunto,«un complejo sentido en el que el sexo, el cariño, la camaradería y las ganas de vivir en un medioadverso, se convierten en los motores de la vida de estos solitarios personajes». Cf. Fernando Valls,reseña sobre Camino de perdición, El Mundo, Suplemento Cultural, 13/05/95, p. 7.

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El motivo del viaje

233

la verdad:

«Cuando resuelva mis asuntos volveré al almacén y aclararé todolo que haya que aclarar. Dile que me encontraste y que le estoy muyagradecido de mandarte a buscarme» (p. 446).

En este momento se separan y Sebastián ha cumplido parte de su

encomienda: encontrar y aclarar la situación de Emilio334. Prevalece el compañeris-

mo335 en medio de esas rutas donde todo está liado tal y como ocurre en la vida

misma. La totalidad de los pensamientos que le habían llevado a la fuga se podía

resumir en un estribillo repetido en varias ocasiones: la miseria, la puta miseria.

2. 5. 11. El tramo final: el viaje en solitario de Sebastián

El último tramo por el que transcurre la ruta de Sebastián se caracteriza por

la existencia de una atemporalidad, a la vez que por la ingestión masiva de alcohol

que le lleva a deambular por los terrenos de lo aparente y de lo real. La próxima

parada que hace Sebastián es una zona oscura en la ruta, la Fonda Ciena, lugar

además al que los viajeros llegaban con el miedo de que la leyenda que la envolvía,

se produjera nuevamente: según contaban un viajero tocó la aldaba con la cabeza de

un animal marino. De repente, éste revivió y mordió tres dedos dejando el rastro del

viajero, sangre que no podía cubrir la pintura. Aquí el tiempo no posee una medida

lógica, «y el pasado y el presente acumulaban una misma orientación en la sima de

sus habitaciones, que prometían el sueño más antiguo y desolado a los huéspedes»

(p. 449). Sebastián recuerda las palabras de Alcestes Salterio que musita en la

bodega del Bucanero: «Aquí nunca se sabe a ciencia cierta donde se pisa y el tiempo

corre de otra manera» (p. 456).

334 En todo ese viaje Sebastián Odollo se ha reencontrado «con su ayer, con las miserias de su vida,una vida aparentemente normal y cotidiana pero en el fondo absolutamente miserable, de pensión enpensión, de taberna en taberna, inmerso en los más vulgares bajos fondos de pueblecitos perdidosdonde desgraciados como él viven tambien sus miserias». Cf. José Castro, reseña sobre Camino deperdición, en Sur, Suplemento Cultural, 10/06/95, p. 7. 335 «No sé las molestias que te habré causado -dijo titubeando-. Ya sabes que soy hombre de pocas

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El motivo del viaje

234

Se acuesta en la cama y el sueño provocado por un atroz cansancio hace que

Sebastián recorra los laberintos de su vida. El interior de la Fonda ejerce al igual que

su propio interior, ese territorio personal «de las desazones y los secretos que guarda

el sueño cuando se la alcanza» (p. 450). Y es en este sueño en el que Sebastián

recorre, en medio de la oscuridad, las diferentes trampas contraídas a lo largo de

toda su ruta, sueña la visita a diferentes habitaciones donde surgen las imágenes de

las hermanas mellizas, de Belda, se tropieza con dos sombras a lo largo del pasillo,

que resultan ser Dídimo y Siro. En otra puerta, Marina le hacía señas mientras Teyo

le besaba todo el cuerpo. Recorre la ruta de todos esos líos en medio de una

oscuridad paliada «por una luz gaseosa, blanquecina, que orientaba esa dirección

con la misma voluntad con el vapor de una locomotora orienta la dirección de un

túnel» (ibid).

A partir de aquí recorre distintas estaciones, las barras de los bares de

Sandela, donde ingiere grandes cantidades de coñac. El alcohol como las rutas

tienen un similar destino:

«Todas las copas que vaciaba Sebastián cubrían el mismo destinoen la demolición de su ánimo. La conciencia se le iba desdibujando yel primer indicio de que la noche forjaba un camino subterráneo quealcanzaría su más extrema profundidad lo tuvo cuando completó elprimer círculo» (p. 456).

Sebastián presiente que alguien lo sigue y ya no recibe avisos ni llamadas

telefónicas de ninguna clase. El final de la ruta, en soledad, la recorre por la barra del

Tirio, segundo círculo o estación, y al regresar al Bucanero, sí hay una persona que

lo busca: Bustillo, quien trataba de cazar a Lía, pues pensaba que traficaba con

droga. La actitud prepotente de este personaje no provoca que Sebastián se amilane,

sino al contrario al mostrarse como un auténtico héroe:

«-Los corderos -aseguró Sebastián-, nunca nos enteramos de latostada pero nos gusta que nos muerda la Loba [alusión a Lía]. Ella

palabras. Eres un amigo, Odollo, y a lo mejor ni eso merezco». Cf. Camino..., ed. cit., p. 447.

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El motivo del viaje

235

huele a polen y usted se pasará toda su puta vida oliendo a mierda» (p.460).

La ruta continúa y poco a poco Sebastián va perdiendo la lucidez en Sandela,

la última plaza, en compañía de un hombre que viste un traje marrón, que resulta ser

el marido de Onelia, y que junto a él va a medir su voluntad con una apuesta en la

que el licor de café es el protagonista. Sebastián es consciente de que todo lo que

empieza debe acabar y está en juego su honor, pues el «del viajante está en llegar al

fin de la ruta» (p. 461). Sebastián recorre como ya hiciera Marcos en Las estaciones

..., los tramos de los distintos círculos que formaban la ronda de las estaciones de

Sandela y junto al hombre del traje marrón nuevamente surge la desorientación336

que provoca el alcohol ingerido: «Por las calles destartaladas no era posible

orientarse. Sólo la línea del río marcaba una distancia que conservaba el amparo

hacia el estertor de la noche» (p. 462).

En el último mostrador habían seis botellas de licor y debían jugar a lo

siguiente: comenzar cada uno por un extremo y beber lo más rápido posible tres de

las que le correspondían. La razón ilógica que les había conducido a ingerir

semejante cantidad de alcohol metílico era ahogarse en ese mismo alcohol por

Onelia. Es en el último y circular capítulo, denominado La memoria, donde

Sebastián retoma el espacio en el que se encontraba en el capítulo inicial de la

primera parte, titulado Destellos. Todo ha sido un sueño. Ahora por fin los

acontecimientos cobran significación a medida que el lector ha acompañado a

Sebastián por ese sueño, por ese laberinto de la memoria y de la eternidad, en ese

periplo personal del viajante en el que se han podido contemplar imágenes, historias

y sucesos enlazados y en donde los kilómetros, las cunetas, las pensiones, los

arcenes y las distintas plazas junto a los secretos humanos que esconden, son los

ingredientes que sirven a Luis Mateo Díez para construir una historia tan peculiar

336 Tras mojar la cabeza y tratar de incorporarse todo se movía alrededor de Sebastián: «El intentode orientarse era imposible, pero el muro del paseo no estaba lejos y las riberas indicaban un tramoque acabaría reconociendo». De igual modo el camarero del Bucanero, Plinio, intenta echarle el alto yle suplica. «No te pierdas, Odollo [...]. Donde ése te lleva es difícil volver, vete a dormirla y olvídatede los funerales». Cf. Camino..., ed. cit., pp. 465 y 462 respectivamente.

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El motivo del viaje

236

como dilatada y rica337, que si bien no alcanza un feliz desenlace discursivo338,

prevalece por encima de todo la memoria del viajante, que «envolvía el torbellino de

las rutas en la alucinación de aquel destino que mezclaba todas las distancias y

donde no existía nada parecido a la eternidad» (p. 465).

337 Al respecto, el propio novelista se expresa en los siguientes términos: «Creo haber condensadotanto mi técnica como las pasiones y personajes que reflejo mediante ésta, bajo la idea de lograr ungrado límite de naturalidad y un grado límite de complejidad, entrelazando ambos». Cf. Juan ManuelGonzález, reseña sobre Camino de perdición, art. cit., p. 55. 338 Este hecho ya lo anticipa Sebastián antes de concluir su periplo. Es en Borela al hablar conMarina por teléfono sobre la ruta cuando sentencia: «Éste no es mi mejor viaje -reconoció Sebastián-.No sé si salí con mal pie o si me persigue la desgracia». Cf. Camino..., ed. cit., p. 317.

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Esperpento y degradación

237

III. EL ESPERPENTO Y LA DEGRADACIÓN

3. 1. Los episodios trágico-cómicos en las ciudades inermes y desharrapadas de

los cincuenta

3. 1. 1. Las estaciones provinciales

Constituye el arma con el que Luis Mateo Díez intenta situar al lector ante

una postura activa frente a lo que se le cuenta. Sirve además para enseñar la cara

oculta de la vida diaria y cotidiana. Así es posible asistir a un espectáculo degradante

en el que conocemos cómo el ser humano es capaz de sacar de sus entrañas el

instinto animal que lleva dentro: por ejemplo el episodio de la cena en la finca de

don Paciano Abascal, al principio del capítulo segundo. El humor llega a ser tan

negro y despiadado como el macabro juego que se va a poner en marcha a

continuación y que es conocido por todos los invitados salvo por Marcos. Como

todo juego que se precie, éste tiene sus reglas: en una mesa se disponían seis

cuchillos con seis cintas de diferentes colores atadas a ellos. Estas armas servían

para cazar a unos cochinillos que portaban una cinta de color idéntica a la de los

cuchillos. Cada agresor debía elegir el color del lazo, y, en consecuencia, capturar al

cochinillo que llevara el mismo color. Tras la captura: «Una vez en su poder,

querido Parra, no hay más remedio que proceder a la degollación. Aquí todos somos

Herodes. Gana el primero que lo caza y lo ventila [...]. Es un juego divertido y, a

veces, bastante difícil. Los cochinillos disponen de toda la bodega, dijo don

Paciano» (p. 111).

Todo es confusión al principio. Mariano, don Paciano y Ursicino se arrastran

por el suelo buscando a los animales. Marcos, menos macabro que sus compañeros,

transmite al observar a uno de los bichos su impresión:«Dejé el cuchillo en el suelo

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Esperpento y degradación

238

y me lancé sobre el mío con las dos manos» (p. 113). El espectáculo resulta

lamentable y aterrador: Mariano con «el cabello revuelto y plagado de telarañas, las

manos negras y la camisa salpicada de porquería» (p. 114). Resulta curioso

comprobar la similitud o equivalencia que se establece entre el sufrimiento que

Marcos Parra padece a lo largo de toda la novela y «el gruñido chillón del cochinillo

fugitivo [...], un ruido de voces y disputas [que] acompañó enseguida los lastimeros

chillidos» (p. 115). La misma suerte corre Marcos Parra al sufrir una persecución de

la que no logra escapar, y en la que se convierte en auténtico perdedor, apaleado

como ahora hacen los demás y él mismo. Los papeles parecen invertirse para

demostrar, una vez más, que no existe posible solución en un tipo de sociedad como

la que se presenta: sin valores, mísera y egocéntrica.

Tras la captura, el ganador recibe un trofeo: una copa, premio no exento de

disputa, pues Ursicino y don Cosme pelean por la misma tras haberla ganado el

canónigo. Los cochinillos llegan ya cocinados un poco más tarde. Don Paciano

mientras comen, define lo que es el ser humano, el hombre, en la que como se puede

ver falta cualquier nota de ternura:

«Somos, ante todo [...], barro de aquí abajo. Y con agujeros paralas llamadas funciones capitales. A saber: tragar, descomer y el otroasunto. Así nos parieron. Qué condición la nuestra» (p. 119).

El banquete es repulsivo. Las imágenes que se perciben recuerdan las

grandes bacanales en las que se come y bebe sin límites:

«Don Paciano daba fin a su cochinillo y vaciaba de un trago elvaso. El resto de los comensales llegaba a la meta salpicados de unsudor sangriento, como si la transpiración nutriese directamente deaquella carne mantecosa. Un hondo suspiro acompañaba el final,como si en el límite las respiraciones buscasen alivio bajo el peso delos cuerpos abotargados y de los estómagos rellenos» (p. 121).

Posiblemente la descripción de escenas pantagruélicas es un motivo

constante en la novelística del escritor leonés, si bien en Las estaciones ..., se

consigue una menor presentación y elegancia. El derroche gastronómico es evidente

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Esperpento y degradación

239

en la última cena de don Paciano poco antes de morir:

“Variaban las salsas sobre la lubina como si cada cual se hubiesehecho promesa de probarlo todo, y al disimulado gesto de liberaciónde las corbatas sucedía el de los cinturones, uno o dos ojales para laholgada comodidad que la cena iba pidiendo, habida cuenta de que elaroma sustancioso del lechazo asado en las doradas perigüelas conuna ciencia exacta de tomillos y cebollas, llegaba como esasemanaciones pecaminosas que deciden la caída de los virtuosos en lasestampas del santoral” (p. 255).

En este sentido hay que afirmar con Georg Lukács, que el tacto y el gusto

son «categorías que pertenecen enteramente a la esfera de la vida y no tienen

importancia aún con relación a un mundo ético esencial, constitutiva: es únicamente

gracias a ellos [...], desde el principio al fin de esa totalidad que forma la novela,

[por lo que] la subjetividad consigue conservar su equilibrio, presentándose como

objetividad épica normativa y, por eso mismo, superando la abstracción, es decir, el

peligro propio a ese género literario»339.

El final de la noche promete ser agresiva. Tras llenar en un balde las botellas

de champán para abrevar, Ursicino hunde la cabeza de don Cosme, consiguiendo

soltarse con gran dificultad y dando arcadas, mientras aquél moría de la risa. Sin

embargo, el episodio acaba con una patética lucha de jamones protagonizada por

don Cosme, quien con ira cogió uno de ellos y le atizó a Ursicino un golpe en la

espalda, haciéndole caer como un muñeco roto al chocar contra la pared. Hasta el

canónigo, en vista de que su cuerpo permanecía inmóvil, se decide a actuar dándole

la absolución, si bien reacciona y todo queda en un susto. Como acertadamente

afirma Santos Sanz Villanueva, «la cena en casa de don Paciano Abascal es un

espectáculo denigrante, una degradación de la condición humana, mucho más

llamativa por la categoría social de los protagonistas. Los selectos invitados

protagonizan un proceso de animalización [...], y pierden toda dignidad»340.

339 Cf. Teoría de la novela, Edhasa, Barcelona, 1971, p. 77. 340 Cf. «Luis Mateo Díez, entre la crítica y la invención», art. cit., p. 3.

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Otro episodio caricaturesco es el del teatrillo, falsa apariencia, que se

encontraba situado en un improvisado ferial en el que, en ocasiones, el recalenta-

miento de la carpa reunía una atmósfera difícil de respirar; «una limitada

concentración veraniega, se expandía entre el humo de las frituras con un aroma de

aceite y azúcar requemado, los puestos formando un círculo anárquico de tenderetes,

tiros al blanco, y alguna cantina sostenida con cuatro postes, una lona y dos tablas de

mostrador» (p. 67).

Marcos entra al teatrillo, verdadero teatro del mundo, donde los espectadores

coreaban la última canción de la tonadillera Manolita de Palma:

«Peineta, mantilla, y una cola arrastrada que, junto con el taconeo,levantaba del escenario el polvo y los pulmones, la pelusilla diaria deun vestuario maltratado en el trasiego de los baúles y los percheros»(p. 69).

Elementos que invitan a la risa son, entre otros, «el disimulado estornudo del

trompetista, los pañuelos morados al cuello, un trago a la botella de cerveza siempre

a mano, las chaquetas de rojos fulgores ajados [que], daban la impresión de un

conjunto sufrido, sin paliativos, condenado al sudor y al polvo como recargo de su

desdicha profesional» (ibid). También la presencia del batería al que se le escapan

los palillos o el presentador de los números humorísticos, Jesús Ferias:

«Un tipo esquelético cuya voz y ademanes provenían de la viejaescuela del charlatán, edulcorado con cierta labia de café cantante yun innegable ramalazo de vendedor a domicilio» (ibid).

El dúo formado por Nena Nazario y Paquito Morito es la simpática pareja de

contorsionistas humorísticos que, como si fueran marionetas, muestran en su

actuación el doble juego de aparente y lo real:

«Paquito y Nena hicieron el número como dos sonámbulos querepiten algunos movimientos de cuando están despiertos, contaronvarios chistes parodiando una conversación telefónica jugando con ladoble intención del aparato: ¿De qué color es el suyo?, yo lo tengoblanco, a su edad quién lo dijera, véngase a mi piso si quiere verlo,

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¿De veras me lo enseña?, y remataron la actuación cantando una coplaratonera con el estribillo: cuando suena el aparato, cosas de la te-le-fo-ma-nía, yo me pico y me desato, ¿No será una picardía?» (ibid).

El teatro de Rosita Yen acogía a Virgilio Mantecón, que se encargaba de

cargar y de montar el espectáculo, cuyo aspecto se presenta en los siguientes

términos:

«Tras los mostachos y el rostro y el torso embadurnado el tic delojo izquierdo ponía en evidencia a Virgilio Mantecón [...]. Cuandoalguien del público le reconocía Virgilio alzaba el látigo desafiante ysu apresurado mutis era el más aplaudido de la función» (p. 70).

Componen además este peculiar mosaico los Hermanos Carlinga, dos

gemelos perchistas, y Míster Calvo, un mago que vuelve a enseñar en su número

que lo real es mera apariencia, pues «el malabarista en vez de palomas y conejos

sacaba una gallina y la hipnotizaba» (p. 70).

Sin embargo, es la actuación de Claudia Vergel la que provoca en Marcos

Parra un efecto distinto, una presencia a la que podía enaltecer, más que de una triste

y cercana realidad, la de un espectáculo de barraca; la de su pasado remoto, casi

llegando a producirse un efecto catártico:

«Claudia tenía en sus números la capacidad de remover esamemoria enterrada que a mí me hacía rememorar rostros y cuerpossoñados en tantas aventuras imposibles. El asado de aquellas vigiliassecretas me inundaba como una tromba de frustadas devocionesamorosas que ahora podía cumplir y paladear con ella, como eseregalo final que de alguna manera colma lo que uno tantas veces quisoy nunca pudo conseguir» (p. 71).

3. 1. 2. La fiesta en el casino: escenario del mundo al revés en La fuente

de la edad

Luis Mateo Díez emplea en sus novelas uno de los procedimientos más ricos

de la creación literaria: el humor y el esperpento. El novelista surca por los caminos

de la parodia, del humor y del esperpento. En la tercera parte de La fuente...,

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denominada por el propio novelista como traca final, se da rienda suelta a una

situación de catástrofe y pánico colectivo, que se consigue mediante un

distanciamiento, en que quedan reflejados la sociedad y los habitantes de la pequeña

provincia que asiste al certamen literario y a su baile. La hipocresía, la apariencia y

el decadentismo adquieren verdadero protagonismo en el grupo del Casino. Existe

un ataque mordaz hacia ese estrato de la sociedad que sufrirá las consecuencias de

engañar a los cofrades con la quimérica excursión a la Omañona. Si alternamos los

conocidos planos de lo real y lo trascendente, tenemos:

En este último nivel representa la alegoría de la vida humana. Los cofrades

son enviados (engañados) por el grupo del Casino a la búsqueda de las aguas

inmortales, un hecho insólito, inexistente y utópico. Cuando comprueban que todo

es un engaño, una mentira341, planean la venganza final: elaboran una pócima, con

ayuda de don Florín, que distribuyen en las bebidas de la fiesta. Ello provocará un

envenenamiento masivo. El mensaje parece más esclarecedor: no hay salvación ni

para los valores culturales ni para los morales. Queda manifiesta la crueldad de la

341 Gracián dibuja la Mentira como «la primera en todo, [que] arrastra necios por vulgaridadcontinuada. La Verdad siempre llega la última». Cf. Oráculo manual y Arte de prudencia, ed. cit., p.

A.-Nivel real

-Sociedad española de mediados de siglo XX.

-Crítica a la sociedad, a diversas instituciones (cultural, religiosa,

socio-económica como el Casino, etc)

-Jerarquía social y literaria (Casino/Cofrades).

B.-Nivel trascendente

-Viaje de la Cofradía

-Engaño

-Visión del mundo opresivo y degradado

-Venganza.

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misma condición humana, la lucha donde lo principal es imponer el poder de un

grupo sobre el otro. Como Valle Inclán, Luis Mateo Díez se distancia y, desde

arriba, maneja los hilos que darán acción y movimiento342 a sus personajes. Los

miembros de la fiesta son los más esperpénticos y la transformación es inmediata: se

descomponen, se desinflan y corrompen en cuestión de segundos. No queda nada

bajo esa pompa y suntuosidad aparente del inicio. Todo ocurre momentos después

de entregar a Paco Bodes el premio «Flor de Invierno» por su poema, presentado

bajo el seudónimo de Aldebarán. Pepín ha mediado en la decisión del jurado y el

premio servirá a Paco para empeñarlo en un abrigo. Don Florín, aficionado a las

pomadas y emplastes, confecciona una pócima, derramada en los caps que se sirven

durante la fiesta. Ello se calcula minuciosamente y tras el descanso de la orquesta, se

vierte el líquido venenoso. Todo está tan preparado que creen el desmayo de Paco

cuando no es más que un perfecto montaje. La fiesta se presenta como un desfile

carnavalesco donde la caricatura y la tragedia comparten protagonismo junto a los

personajes.

El ambiente que reina durante la fiesta es ostentoso y de gran lujo. Las siete

damas poseían «belleza, simpatía y juventud [...], con su gracia iluminaban la noche

poética y floral» (p. 249). Paco Bodes recita un madrigal a la reina de la fiesta, Tina

Robla, y baila con ella. Más tarde lo hace Ángel Benuza pues Paco se ha

desmoronado poniendo a prueba al grupo del Casino que le es hostil. Aquí el

diálogo hace su mejor gala: es el momento en que Ángel Benuza le cuenta a Tina

que no puede bailar como él quisiera a causa de una hernia inguinal que «semeja la

más indecente protuberancia» (p. 272). Mientras tanto, «una nube de veneno

revienta en los estómagos de la Sociedad» (p. 270). Véase a continuación el

siguiente fragmento como muestra excepcional del diálogo que, aunque extenso,

manifiesta la burla y sutil ironía:

417. 342«Me concedo todas las libertades del mundo y la novela me la invento según la voy escribiendo.Pero hay un punto de enganche que yo necesito. No me puedo mover en la ignorancia. Necesito serDios, según escribo, aunque sea un Dios pordiosero que no conoce todas sus potestades». Cf. JoséMaría Marco, “Las obsesiones de la imaginación”, art. cit., p. 44.

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«-Dios se lo pague. Suelo pasar muy malos ratos, porque cuandomi pareja no está advertida puede pensar que me agarro condesfachatez, cosa totalmente incierta. Necesito bailar, si a esto mío sele puede llamar así, muy agarrado, en prevención de que la hernia seme salga.

-¿Y cómo no se la opera?-El temor a la castración. Perdone usted que sea tan burdo [...].

Vivo bajo la amenaza de este apéndice que, en cualquier instante,puede consumar un estrangulamiento fatal. Pero ese temor heredadode los ancestros me tiene cohibido.

-Son cosas que convienen superar.-Imagínese usted, querida señora, el filo vertiginoso del bisturí a

medio milímetro de las pudendas [...].-Disculpe, pero tengo cierto sofoco.-¿No me irá a decir que la llevo demasiado agarrada?-Hombre, lo que se dice suelta no me lleva usted.-Bailo mal y encima quedo como no debo.-La pieza se acaba y preferiría que lo dejásemos.-Un momento señora, por favor. El tiempo de ajustar la hebilla del

braguero, que se me descolocó» (pp. 272-273).

La hipocresía se revela de igual modo al decirle que baila divinamente en

medio de la vergonzosa alusión sexual a su hernia. Así el tipo de sociedad queda

ridiculizada cuando la bailarina, tras sufrir un bochorno, le propone que dejen de

bailar. La venganza es un hecho:

«Un caballero se había desplomado en el vestíbulo y una señoraera socorrida por sus amigas, aquejada de unas escandalosas arcadasque hacían difícil atenderla» (p. 275).

La animalización de lo humano, como recurso, abarca no sólo los aspectos

físicos, sino también los gestos, actitudes, etc. La visión jocosa es a la vez visión de

ese dolor humano, cuya única finalidad es conseguir una degradación caricaturesca,

que conlleva el ridículo y desemboca en lo grotesco. La verdadera muestra de la

sociedad son, según Pepe Villamañán, los fuegos de artificio encubriendo la

carcoma y la náusea. Todos se revuelven y la ironía se convierte en trágica

caricatura:

«Ya son varias las moscas espatarradas en la miel» (p. 279).

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Bajo la aparente sobriedad y equilibrio de los miembros del Casino, se

esconde la farsa esperpéntica que ahora todos contemplan y el novelista deja paso a

la venganza y la frivolidad343. Con todo, la crítica y la desilusión, resorte que

muestra ese mundo infernal, se proyectan sobre los educados y compuestos jóvenes

que vomitan sobre sus damas:

«Mira, el chico de los Gómez Parejo acaba de cubrirse de gloriavaciando el estómago sobre su jovial damita, que me parece que es lapequeña de Alipio Mocasines» (p. 275).

El orden social queda invertido; los que estaban arriba pasan abajo. Al

respecto, ha señalado Fernando Valls que este orden en que la sociedad queda

trastocada «recuerda por sus dimensiones e importancia dentro de la narración,

aunque sus características y significado sean distintos, el de El Gatopardo o el de

Fanny y Alexander, la película de Bergman»344.

Imagen semejante a la anterior cita, podemos encontrar en Las estaciones...

Por ejemplo, en la cena que ofrece don Paciano a sus invitados, Ursicino bebe un

mal trago de jerez y en el momento justo del brindis,

«Con el rostro cianótico, comenzó a hipar abriendo la boca yescupiendo el jerez en un chorro de aspersión que alcanzó directa-mente la sotana del canónigo [...]. Don Cosme abrió los brazos entreofuscado y sorprendido» (p. 105).

Ángel Benuza baila con su pareja, mientras ella se siente mareada. Y es que

Garfín reconoce que el cap «lo han puesto muy subido de tono» (p. 281). En La

fuente..., el arte de lo aparente se desmorona y las máscaras que cubren los rostros,

no esconden más que vacío pues «de repente todo el mundo parece desinflado» (p.

282). Mediante esta técnica, los que antes dominaban la situación han pasado al

343«El panorama es ilustrativo [...]. Podríamos decir que una mano química barniza el estómago dela sociedad [...]. Esquilmados y esquilados, así se titularía el artículo que a mí me gustaría escribir estanoche, como crónica de esas sonadas justas del floripondio». Cf. La fuente..., ed. cit., p. 276. 344Cf. «Las fábulas provinciales de Luis Mateo Díez», art. cit., p. 34.

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plano de lo deforme345.

La luz se apaga y la mayoría de los invitados se revuelcan. En medio de la

confusión, Jacinto sigue bailando comprobando que «todo lo que alcanzaba [su]

mirada era un desolado paisaje» (p. 284). Es entonces cuando llega el grito

apocalíptico de venganza346:

«Oíd bribones -gritó Jacinto alzando el brazo derecho con gestoadmonitorio-. Todos están perdidos. El que más y el que menos tieneel veneno en el hígado» (p. 284).

El fin de la empresa se conoce a la salida del Casino. Los cofrades quieren,

ante todo, realizar una hazaña de carácter lúdico:

«Vamos al Rucayo -propuso Bodes-. En su histórico veneropodemos solazarnos, evocando el misterio de las aguas virtuosas. Lavenganza se merece esa ablución» (p. 295).

Se han cumplido, en palabras de Pablo Gil Casado, las reglas de la novela de

aventura, ya que «el viaje y la aventura supone abandonar la rutina establecida, el

inmovilismo impuesto por las obligaciones cotidianas, pasar a la acción [...], y

vencer los obstáculos, ya sea llegar al fin del viaje, derrotar al enemigo, o vivir en

cualquier otro bravo mundo donde no sea necesario hacer lo que se debe hacer por

imposición de las circunstancias. ¿Escape? Naturalmente»347.

Todo se concibe como un proceso de desmontaje, de lucha por y hacia la

búsqueda erudita, una liberación donde existe una total implicación. El tiempo y los

acontecimientos enseñan que hoy en día, no existe la tradicional fórmula mágica del

agua (sustituida en ocasiones por el alcohol). Esa fuente de la edad, es aprovechar la

vida, aprender a pasarlo bien, idea que quedó esbozada en los consejos que

345 Además son avergonzados, al ser encontrada la reina de la fiesta, Tina Robla, junto a Paco Bodesquien, representando una verdadera escena, provoca que su padre la abofetee y las señoras la llamenperdida. 346 Jacinto Sariegos le dice borracho a Paco Bodes: «La Fuente no la hallamos, pero el puñal de lavenganza debe ser como el cipote de la obsidiana de los indios motilones». Cf. La fuente..., ed. cit., p.271. 347 Cf. La novela deshumanizada (1958-1988), op. cit., p. 362.

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247

recomendó Manuela Mirandolina. El engaño, además, les ha hecho ver que ellos no

pueden pertenecer de manera alguna a esa rutina, asfixia y cotidianeidad que impone

la ciudad.

La libertad se ha transformado al final, en una combinación de tramoya y

juego. Se han puesto de manifiesto dos grupos formados por personajes urbanos, sin

imaginación, seres anodinos, que sólo intentan dar en la cresta el uno al otro. El

resultado es, en palabras de Jordi Costa, «el escatológico triunfo del grupo

protagonista como afirmación de la superioridad de un quimérico idealismo sobre lo

mediocre [...], un supremo acto de ingenuidad»348.

Cumplida la hazaña, los cofrades gritan en la calle proclamando que, «-no

hay salud como la de los muertos -fue lo primero que gritó Paco Bodes, saltando a la

acera, doblando apenas la primera esquina» (p. 294). Y además prometen continuar

la aventura:

«Éste es el lugar propicio, hermanos cofrades -dijo don Florín-para que otra vez nos juramentemos proseguir nuestra empresa» (p.296).

Encontramos en uno de los poemas, que años atrás escribiera el propio Luis

Mateo Díez, la visión de una ciudad muy parecida y con una fuerte carga simbólica,

semejante a la que percibimos en esta narración:

«La ciudad se nos quedaarrasada en su paz de torpes edificios, viejassendas de aliento acostumbradoque ayudaron la historia de ajenos corazones.Envejecemos con esta soledad. La juventudha perdido su brote y crecen las nostalgiasen bosque de ceniza»349.

La ciudad, por instantes, se ha quedado sin vida. Es el momento en el que

reaparece Dorina, la chica que anda por los tejados y que mostró su presencia en el

348 Cf. Reseña sobre La fuente de la edad de Luis Mateo Díez, art. cit., p. 70.

349

Cf. Leonardo Romero Tobar, “La narrativa de Luis Mateo Díez”, art. cit., p. 17.

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capítulo primero. Ahora se lanza al vacío y el desenlace de la novela concluye de

forma trágica. Los cofrades, tras beber y oír el susurro de las aguas, «vieron cómo en

su caída volaba Dorina como un copo vivo sobre aquella ciudad muerta» (p. 298).

Dorina, al igual que los cofrades y que la ciudad, viven atrapados en la ilusión, en lo

imposible, en un estado de inocencia que alcanza su mayor simbolismo350. La urbe

desolada refleja como Dorina, ruina y muerte. Poco antes de concluir la narración,

Paco Bodes declama:

«Nadie va a tener contigo [con la ciudad] la piedad de separar unapunta del sudario para mirar tu rostro, ajado en los siglos que sellan elpergamino de tus piedras fundacionales. Yaces sin gloria entre lapodredumbre de quienes te quisieron invicta. Mueres en la tribulaciónde aquellos pendencieros que te llamaron heroica. Buena no eres,porque jamás reconociste la bondad de tus hijos mejores» (p. 295).

La fuente..., envuelve a sus personajes en un juego en el que participan seres

absurdos, dormidos en la mentira e inmersos en la trágica caricatura. Una vez más el

esperpento de Valle Inclán, al que recurre frecuentemente Luis Mateo Díez, pone de

manifiesto que todo ha sido «una farsa cruel, provinciana, desesperada y miserable.

Una ópera bufa. Todo saldrá bien, pero ésa es precisamente la mejor manera de

corroborar el fracaso. Se acaban los mitos, se desvanecen las esperanzas, y todo se

resuelve al final en el simulacro de una pequeña y provinciana danza de la muerte.

Las muertes son simuladas, como corresponde a todo simulacro que se precie; la

pólvora sólo llega al río de los retretes, y la poesía se devora a sí misma, como en

cualquier provincia que se enorgullezca de serlo»351.

La venganza es signo de la imposibilidad de curar los males que existen en el

ser humano. La fiesta no es más que un baile de máscaras. El mundo aparece

350 Luis Mateo Díez se refiere al final de su novela, que viene dado por la muerte brutal y repentina,así como al estado de locura-inocencia de los personajes , estableciendo así una estrecha vinculacióncon Cervantes: «Era una forma de rematar aquel capítulo, pero también era el eje simbólico de la obra[...]. Su muerte [la de Dorina], al final, cierra esa historia de un grupo de amigos que persiguen unaquimera que ellos mismos se han inventado, la del mito de la eterna juventud, que es el mito de lavitalidad. La locura es la inocencia extrema, aquello a lo que se llega un poco cuando se emprende esecamino. Cuando se vive en la imaginación se alcanza ese territorio perdido en la inocencia absolutaque es el que simboliza, en la novela, el personaje de Dorina». Cf. José María Marco, “Las obsesionesde la imaginación”, art. cit., p. 44. 351 Cf. Rafael Conte, reseña sobre La fuente de la edad, «El humor del fracaso», El País, 04/12/86.

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degradado e incoherente. Los miembros del Casino se mueven por la codicia y el

interés. La ironía, la sátira y el juego en el que participan cofrades-miembros del

casino-narrador-lector, son elementos, ingredientes que conforman el relato para

denotar un mundo degradado e incoherente en que, al igual que en la fiesta352, todo

se reduce a un baile de máscaras que se amplía al día a día de la vida del hombre.

El novelista que participa tan de cerca, en ocasiones, como por ejemplo en el

episodio del Casino, muestra el interior de cada ser humano con sus dudas,

mostrando su propia complejidad. A través del momento en que se celebran las

Justas o Juegos Florales de Invierno se presenta de manera «metonímica y simbólica

[...]. La fiesta de gala [que], humilla y escarnece en chanza tan divertida como

hiriente. Aquí, sí; aquí los motivos típicos del sistema carnavalesco de imágenes

irrumpen sin ambages: el orden social es vuelto del revés, y los dominadores para a

ser, transitoriamente, los dominados, en unos capítulos inolvidables en movimiento

y humor»353. Todo ello es fruto de una técnica que ha sabido manejar con maestría

Luis Mateo Díez en La fuente de la edad.

3. 1. 3. Lo absurdo del viaje o las horas inacabadas

Los episodios cómicos vienen dados, en la mayoría de los casos, por el

propio peregrino; por ejemplo, cuando se siente mal en una ocasión, tras pedir

disculpas y a mitad del camino, su indisposición provoca que se baje del coche, y

camine encogido dando traspiés carretera adelante. La desesperación entre los

canónigos es evidente:

“-Pero ¿qué le pasa? -preguntó don Ignacio. -Parece un cólico -dijo Ángel. El hombre se inclinó sobre la cuneta. -¿Lo va a hacer ahí mismo? -exclamó don Benito. Es el colmo” (p.

352

El episodio de la fiesta junto a otros de similar apariencia, revelan la clave paródica que LuisMateo Díez toma de Valle Inclán, «el peculiar humor de sus personajes, la esperpentización de lassituaciones y esa concepción de la realidad compleja mediante la cual nos va mostrando tanto lo quede extraordinario hay en lo cotidiano, cuanto la riqueza fantástica que atesora la vida normal». Cf.Fernando Valls, «Las fábulas provinciales de Luis Mateo Díez», art. cit., pp. 35-36. 353 Cf. Miguel García Posada, reseña sobre La fuente de la edad, ABC Literario, 13/12/86. Véase enla misma reseña, la interesante vinculación que establece el crítico entre el episodio del baile en elCasino y ciertas películas de los hermanos Marx.

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41).

Manolo propone que lo mejor sería desaparecer y dejarlo abandonado. La

idea no parece agradar al resto y, de repente, surge un elemento sorpresivo: el

peregrino fuera de sí salta al otro lado de la cuneta dando alaridos y con los

pantalones entre las piernas: “Cayó al suelo gritando, se incorporó y comenzó a

correr por el pedregal sujetando a duras penas los pantalones. Sus voces parecían

mezclar el dolor y el pánico” (p. 42). Lo sorprendente es que ante la angustia de qué

puede haberle ocurrido, angustiados comprueban como los gritos cesan y:

“Le vieron arrodillarse e incorporarse del suelo, bajar lospantalones y palparse las nalgas. Regresaba cojeando. Manolo yÁngel fueron hacia él.-Un bicho -decía excitado-. Un bicho infecto que me ha inyectado suponzoña. Maldita sea la hora en que nací. Me cago en la Cortecelestial” (ibid).

Tras pasar el susto, el propio afectado se disculpa por ser excesivamente

aprensivo e histérico, si bien argumenta que su vientre lo tiene perdido a causa de las

tres latas de sardinas que sólo ha consumido en más de una semana. Ello no

conmueve en absoluto la conciencia de los sacerdotes, quienes empiezan a cansarse

y hasta incluso a ignorar al personaje que ha descentrado su existencia por unas

horas:

“Don Benito contenía su progresivo malestar ante aquel viajeroimpertinente. Vio a su lado el gesto abstraído de don Ignacio, quemovía rítmicamente el dedo índice de la mano derecha sobre elrespaldo del asiento delantero, y la mueca dolorida de don Fidel, queacababa de tirar el cigarro por la ventanilla, e intentó distenderse,ajeno a la presencia de aquel hombre que le parecía uno de esosmolestos visitantes que se te meten en casa y si no los echas te laacaban poniendo patas arrriba” (p. 43).

3. 1. 3. 1. La infracción de la ley: la captura de truchas como pecado

Quizá uno de los episodios más significativos es el encuentro de los

canónigos con la madre de Mero, doña Olina. Al llegar a la bodega, ésta los recibe y

desde el principio la intención de la visita sirve para demostrar una vez más sus artes

culinarias. Esta mujer, a sus ochenta y cuatro años, desea que se sienten a la lumbre

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y que tomen unas sopas bien caladas con truchas que su hijo ha pescado a pesar de

estar en veda. La irritación ya desde el comienzo es manifiesta: “Las truchas están

para que las coja el que quiera mojarse las nalgas. Con tal de no hacer estropicios en

el río” (p. 99). La sorpresa llega cuando nada más entrar, se acerca una furgoneta

con tres hombres que bajan de ella un féretro. Mero no tenía entierro pero se lo

temía: habían encontrado a un personaje, ni creyente ni practicante, llamado el

Cirria, colgado desde el día anterior de una viga en una cuadra. Sólo tenía un hijo

del que nadie sabía nada, pues lo había echado de su casa hacía diez años cuando lo

sorprendió junto a la mujer con la que cohabitaba. Este hecho aislado no interrumpe

el motivo que los ha llevado hasta allí: disfrutar de una merienda pantagruélica

donde el jamón, los pimientos, la sopa, el lomo, el vino y el arroz con leche no

escasean.

Al enterarse doña Olina de la muerte del Cirria y Manolo preguntar por este

personaje, la madre de Mero se refiere a él y glosa brevemente su vida: era un ser

que no hablaba con nadie en el pueblo, estaba enfrentado a todos, pero la sorpresa es

que dejó antes de morir dieciocho cartas escritas para cada uno de los habitantes del

pueblo. Lo peor es que resultaba ser una especie de espía de todos y en ellas, pese al

disgusto e indignación de todos, los vecinos veían denuncias, insidias y acusaciones

que sólo cada uno de ellos o sus más cercanos conocían: Bueno -dijo Mero- es que

es una cosa horrible, que puede poner patas arriba la convivencia del pueblo (...). Ni

el demonio inventa algo parecido -aseguró doña Olina, que había regresado a sus

cazuelas- (...). Esta misma tarde me contaba una chica que casó aquí hará tres meses,

llorando la pobre como una Magdalena, que ese diablo los espió la noche de bodas.

Ya hay que tener torcido el pensamiento” (pp. 106-107).

En el transcurso de la comida golpean a la puerta y es Dalmacio, quien entra

a pesar del disgusto que le causa a doña Olina. Viene para avisar que doña Eugenia

está a punto de expirar, y pide que le lleve los Santos Óleos a Lodinos que se

encuentra a cinco kilómetros. Mero ante el ofrecimiento de los demás se niega y

quiere que sus amigos terminen de merendar plácidamente. Estos lo acompañan y es

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el momento en que Mero confiesa su temor por las cartas que ha dejado el Cirria y

que desde que se enteró de este hecho no puede conciliar el sueño. Los emplaza a

una charla que tendrán posteriormente cuando él vuelva, aunque les da una carta

para que la lean. Lo único que le tranquiliza es que no ha llegado esa información a

oídos de su madre. En esto la madre de Mero sale para que regresen a tomar las

sopas antes de que se enfríen. Cuando acaba de contar la leyenda de don Beltrán y

el mendigo que éste recogió, vuelven a llamar a la puerta. En este caso se trata de

Serapio, el guarda del río que viene preguntando por don Mero. Trae una denuncia

contra el hijo de doña Olina, quien preguntándole enloquecida y armada con una

cazuela con las dos manos le preguntaba: “¿Estás gastándonos una broma o, además

de disparates, te dedicas a levantar infundios y falsos testimonios?” (p. 121). La

irritación de doña Olina crecía por segundos y la ofuscación de Serapio se hacía

notar cada vez más: “De las aficiones de don Mero al río sé yo tanto como usted

misma, y de los años que llevo haciendo la vista gorda para que vamos a hablar (...).

Las artes de don Mero en el río, señora (...) son todas furtivas. Barrederas,

trasmallos, morgas, arpones. No tiene miramientos ni respeta vedas. Y vele ahí.

Tanta afición convertida en vicio, tenía que acabar trayéndonos un disgusto a todos”

(p. 121). La risa la provoca el gesto altivo de doña Olina, quien con una fortaleza

casi sobrenatural, ya sin poder contenerse, tira la cazuela al suelo y cogiendo a

Serapio por las solapas exclama:

“Maldito barbián, que eres un guarda de pacotilla y un protestanteperdido. ¿Quién te llenó la cabeza de pájaros con esas maldades, quédenunciante te llevó al huerto, pobre iluso? ¿Vicios vas a achacar tú aun sacerdote? Tú, que eres un infiel, que ni tienes bautizada a lapequeña, y que cuando empinas el codo hay que sacarte del río contiradera” (p. 121).

Don Fidel y los demás tratan de tranquilizar la situación y Serapio da a

conocer que la fuente de la que procede el aviso es la carta que le envió el Cirria.

Doña Olina sigue enfurecida y lo echa de su casa repitiéndole el mensaje sobre lo

que deben ser sus tareas: “Cumple, cumple con tu deber (...), pero en el río donde

tienes la responsabilidad. No en la taberna, de merendolas y dimes y diretes. Y

quítate de mi vista, que no sé como me contengo. Ahora el mayor criminal del

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pueblo es el que todo lo pone patas arriba, con la complicidad y la confianza de

todos, incluso de los que dicen que tienen la autoridad conferida para andar por ahí,

a culetazos. Vete, Serapio, que te abro al medio” (p. 123). El viaje revela una vez

más que para conseguir el objetivo alcanzado, ni siquiera ese rato de merienda

plácida que se proponían a disfrutar puede suceder de forma normal; entre otras

cosas porque Mero infringe la ley para dar de comer a sus amigos, si bien la

situación de las truchas robadas o la aparición repentina del féretro del Cirria ya por

sí son absurdas.

A la escena regresa nuevamente Dalmacio que viene a avisar del retraso de

don Mero pues además de doña Eugenia que andaba en las últimas, en igual

situación se encontraba la hija de Evencio, que había sido atropellada por un

camión. Lo dejan entrar a la casa porque lo han herido en la cabeza: según parece se

ha aficionado con su perro a arrimarse a escondidas a todas las parejas que por la

noche se encontraban, fueran solteros, casados, novios, parientes o forasteros, en la

huerta o en el campo. El perro se había acostumbrado y él le reía siempre la gracia,

aunque en esta ocasión habían salido mal parados. No quería seguir los pasos del

Cirria, aunque doña Olina, según observa, reúne todos los requisitos para convertirse

en su heredero. Ésta comienza de repente empieza a roncar y el sacristán junto a los

canónigos empiezan a hablar delante del fuego de los sueños y de cómo Serapio se

convirtió en pecador, si bien distingue y opone los dos caminos que en la vida

existen, el de la perfección y el de la perdición:

“Y es que esta vida, amilanada y terca, que uno lleva, es una vidatan baldía y tan menor que con los sueños no tiene comparaciónposible. Qué les diría yo: la una es como la del reguero que va, lento ycabal, con más o menos agua por su conducto de siempre, y la otracomo un arroyo que te arrastra y te revuelca. Ésta te mantiene yaquélla te pierde. Aquí estás seguro y allí vendido” (p. 135).

Dalmacio cuenta a los canónigos, que prestan mucha atención, sus amores

con Balbina y cómo todos los caprichos que en sus sueños había tenido con ella, ya

hoy confesados y absueltos, fueron trasladados en idéntico modo a la realidad. El

sueño aquí es compartido y a la vez lo real parece sueño y viceversa: “La única

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diferencia es que el sueño resultó más duradero porque, al final, del mismo modo

quedamos rendidos, casi sin poder respirar, y lloramos felices las lágrimas más

gordas de nuestra existencia” (p. 145). La conversación sigue durante un buen rato

provocando en Dalmacio un estado de ebriedad difícil de disimular, debido sobre

todo al abundante orujo que había tomado sin llenar el estómago. Lo peor de todo es

que cuando van a abrir la puerta no pueden hacerlo pues parece que alguien desde

fuera la ha trancado. No contaban con ninguna llave porque el único que tenía era

don Mero. Ante la situación lo único que se le ocurre decir a Dalmacio es que no

pueden hacer otra cosa que esperar a que los saquen. Apunta igualmente la idea de

que fuera existía alguien aguardándolo, si bien la broma, comprensible en su estado,

aparece de forma implícita:

“Lo que no me perdonaría es que también, por mi culpa, salieranustedes perjudicados, que de noche la sotana es el peor camuflaje quepuede existir, porque todos los gatos son pardos. He visto una sombrapara ese lado del cementerio, y todavía es pronto para que el Cirriavuelva del más allá, pues apenas le dio tiempo a llegar” (p. 149).

Encuentran a Mero, mientras transportan el cuerpo de su madre dormida a la

casa. Éste les da noticia de una mujer que se han tropezado en el camino, Irene

Albares, una mujer extraña, de luto que rezaba en una tumba. Según el propio

Merines es una mujer que estaba unida a la desgracia. Mero se dirige ahora en su

moto a por el herrero para que arregle la cerradura de la puerta. En lo que se refiere a

sus deberes eclesiásticos, el día no le ha deparado una jornada satisfactoria, pues a

pesar de atender algunos días a cinco enfermos graves en diversos pueblos, una vez

más el destino le ha impedido dar la extremaunción a ninguna de las dos

moribundas: “Esa mujer que fui a atender a Lodinos, llevaba años muriéndose y me

traía mártir entre confesiones y santos óleos. Tanto decir que viene el lobo, decía mi

madre. Al final ni recibió mi último consuelo ni se fue en paz. Se fue con un

berrinche de categoría” (p. 165). Lo cómico reside en que en el momento de la

agonía, tuvieron que desprenderlo de doña Eugenia con la ayuda de la hermana y el

cuñado de ésta, al enterarse que debía atender a la otra joven accidentada, mientras

su hermano desconsolado lo pedía: “Se puso como una fiera, como si el capricho de

tenerme allí con ella en su agonía fuese superior a todo” (p. 165). Y todo porque los

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habitantes de la otra casa donde se encontraba la moribunda no eran creyentes. Y es

que el pueblo en contraste con la capital no sólo es lugar de placer en el que la

evasión ha posibilitado una buena merienda, paradójicamente en el pueblo el oficio

de sacerdote es más difícil, si bien la religión posee la misma visión irónica en los

dos lugares. Baste recordar el comienzo de la narración donde es notorio el desorden

público que ha provocado el Cristo de Velilla por su traslado, con un alcalde ateo

recalcitrante al frente, o el caso de Emilio que se niega a abandonar la parroquia en

la que trabaja.

3. 1. 4. Lo deformante, lo surrealista y lo ilusorio en el naufragio del

expediente

Las escenas cómicas aparecen en la narración desde el comienzo. Ya en el

Archivo ante el gesto de estupor del narrador protagonista, Celso cae sobre don

Eladio quienes yacen entre los legajos en una actitud casi ridícula: «Aquellos dos

bultos polvorientos, que tan precariamente se sostenían en sus manos, cayeron como

una lluvia de plomo sobre las cabezas» (p. 13).

El distanciamiento del narrador le lleva a la posición de espectador pasivo

que contempla la auténtica batalla campal que tiene ante sus ojos, erigiéndose así en

una especie de visionario, «que iba a quedarse allí, en el trance de la mañana partida

al medio, predestinado a contemplar los desolados restos de la batalla. uno de esos

reclutas que sobreviven en el olvido tras el fragor y la devastación» (p. 14).

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3. 1. 4. 1. El invento del malogrado pollo

Este episodio que constituye un verdadero metarrelato, constituye desde el

comienzo una aberración, una irracionalidad descomunal. Cuando Fermín y Néstor,

el suegro de Glicerio, llegan a El Casco, éste no se puede encontrar por su

impuntualidad con Don Fernando quien se había marchado ya hacia la Estación

Pecuaria.

La pequeña historia de entidad propia sitúa la acción en el bar Traviesas

donde se hallan Fermín con Glicerio, el yerno de Néstor Villada, quien al entrar

propone a Fermín que visiten El Casco porque había quedado con don Fernando allí.

Al llegar es tarde y estos, informados por el camarero, conocen que el científico se

ha marchado a la Estación Pecuaria. La inquietud se suma a las ganas por llegar,

actitudes patentes en Néstor. Las sensaciones olfativas cobran especial importancia.

Antes de llegar se pierden confundiendo su verdadero destino con el criadero de

canes de los hijos de don Cirilo Mendaña. Tras las prisas, la claridad lunar es

invocada por Néstor bajo el nombre propio de Catalina: Al llegar a la Estación

Pecuaria y llamar dos veces abrió Apronio. Don Fernando muy irritado por el retraso

se disponía a comenzar una inefable y misteriosa expedición veterinaria, cuya

estrategia era la siguiente: los integrantes de la expedición, en calidad de ojedadores,

se debían armar con palos y Fermín al sentir curiosidad, Villada le responde del

siguiente modo: Un éxito triste, lamentable, como el que ocurría en la lucha de

cohinillos en Las estaciones...; si bien aquí los cochinillos con lazos de colores son

sustituidos por un extraño animal que científicamente es bautizado con el nombre de

Pullus Trepidus. La búsqueda duró más de una hora y la luna se mantiene quieta. En

medio de la noche lunar y entre las ramas de una chopera, Fermín se adentraba en la

búsqueda. Al intentar mojarse la cara, escuchó un ruido poco usual, que presagiaba

la figura de un raro cuerpo:

«Sostenido en una desequilibrada extremidad que en la distanciade la misma orilla no podía percibir con exactitud, o tal vez laextravagancia de su forma y de su volumen contribuían a que noajustara una idea razonable sobre aquella figura cuya cabeza, si era

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eso, bajaba hacia el agua y luego subía para sorberla en un ruidosomovimiento» (p. 255).

El nombre científico esconde a un pollastrón, ser extraño poseedor de un

graznido truncado en el que los expedicionarios se contemplan a su imagen y

semejanza354 en lo que aquél tiene de desgraciado: «Me miro en su desgracia... -

volvía a escucharle, como si me hubiese seguido y aquellas palabras revelaran la

mayor amargura, sus sentimientos más íntimos» (p. 256). Cuando el bicho asustado

se mete en el agua, Néstor le confirma este hecho a Fermín: «Déjalo, déjalo, no tiene

otra salida... Lo que pierda la ciencia, Fermín, lo vamos a ganar los que nos miramos

en su desgracia, en su deformidad» (p. 257). Finalmente el animal se ahoga y

ninguno hace nada por salvarlo. La desgracia científica se torna en absoluta miseria,

que es compartida por el «arte o cualquier otra expresión humana, con el

contratiempo añadido de que la ciencia, sea la de más altura o la más modesta

ciencia veterinaria, que es en la que uno ejerce, necesita especiales estipendios, está

gravada por su condición más onerosa» (p. 259). Y es que el Pullus había sido una

especie de experimento secreto en el que se combinaba, al igual que ocurría con la

creación de la extraña personalidad del Padre Gerónides en La fuente..., una absurda

fantasía y una maligna imaginación. De repente, el experimento se volvió en contra

de sus creadores y les sobrevino una vicisitud:

«Un día el Pullus, que siempre fue un bicho triste y torpe, como nopodía ser menos, habida cuenta de sus dimensionesdesproporcionadas y de ese aire atolondrado de las gallináceas,comenzó a temblar. Un temblor desaforado, continuo, efecto de unabsoluto descontrol que nos fue imposible paliar. El temblor

354 «Te he dicho más de una vez, Villada, que todo gran poeta lleva dentro, escondido en algún lugaroscuro, un poetastro, y es casi imposible no detectar en el total de su obra, por excelsa que sea, lamano de ese ser inferior. Con frecuencia, a esa mano se debe parte importante de la obra, aunqueluego lo excelso exima el resto. Pollastrones hay siempre en el interior de nosotros mismos, no sé sien el fondo de nuestra alma, pero no hay que obsesionarse porque, al fin, la materia deforme puedetransformarse. Del vil metal se puede, con inspiración y talento, lograr el oro que sublima nuestraprecaria condición... No lo acabas de entender, Villada, y te lo tengo dicho muchas veces. Del mismomodo que todo gran poeta alberga un poetastro, ¿Por qué no vamos a pensar en la posibilidad de queen cualquier poetastro, tal vez también escondido en algún lugar oscuro, haya un poeta eximio...? [...].Somos pollastrones, Villarente -dijo Néstor con los ojos nublados-. Seres anómalos, tanto cuandohacemos versos, sean buenos, malos, evidentes o secretos, como cuando ejercemos la ciencia, sea éstainfusa o difusa o confusa». Cf. Camino..., ed. cit., pp. 265-266.

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Esperpento y degradación

258

provocaba un erizamiento bastante espectacular de sus plumas yespolones y, lo que fue peor porque quedaba sometido a undebilitamiento radical, la deyección incontrolada de excremento ygalladura...» (pp. 260-261).

Más tarde conocemos que al animal deforme le fue seccionado su muslo

izquierdo para ser probado en un guiso celebrado en un restaurante. Estos seres

degenerados que permitieron semejante tropelía y malograron la vida de un animal,

provocaron que el ser quedara disminuido del aparato locomotor, «lisiado sin

remedio y sin posibilidades ortopédicas. Esa misma minusvalía enseguida comenzó

a hacer efecto. Las dificultades para moverse le fueron adocenando y el proceso de

engorde previsto hubo que modificarlo» (p. 264). Ante sí tenían su obra, su

creación, un invento no logrado por su propia irracionalidad. No logran alcanzar su

creación, sus actos son incontrolados y como no son hombres preparados para

asumir ese tipo de criatura, en cierto modo queda justificado el trágico final del

pollastrón ahogado en el río. El fracaso queda representado desde el punto en que ni

cojo lo alcanzan. Al igual que a ellos les ocurre como poetastros por perseguir la

quimera poética.

Una vez más, el escritor desde su postura nos viene a revelar el secreto final,

que se encuentra no en la meta sino en el camino recorrido, en el que a través de la

desdicha, lo irónico y lo trágico, «Fermín Bustarga ha aprendido lo que de quimérico

hay en la existencia, pero también a conocer los resortes, los mecanismos de

supervivencia de que se valen los perdedores. La resolución del misterio no se halla

en el Archivo, sino en la calle, en la vida»355.

3. 1. 5. Los episodios caricaturescos en el camino de perdición de

Sebastián

A pesar de ser una novela extensa no abundan situaciones cómicas. Algunas

sí de forma aislada como el comentario al que aluden Tubal Dorego y Sebastián

355 Cf. Fernando Valls, «Una fábula sobre la maravillosa mediocridad: El expediente del náufrago,de Luis Mateo Díez», Ínsula, núms. 572-573, agosto-septiembre, 1994, 24-25, p. 25.

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259

Odollo al referirse a un compañero jorobado del ramo de la ferretería, Esmerildo,

cuya chepa fue pinchada una noche por dos amigos en un burdel:

«Siempre me acordaré -dijo Dorego- de aquella chepa rara que lefue creciendo a Esmerildo cuando dejó los coloniales y se metió eneste puto ramo. La chepa del que arrastra lo que no puede, la chepadel vencido. Ya sabes que Elirio y Buceta se la pincharon una noche,cuando estaba durmiendo en Ventosa con una fulana» (p. 69).

Lo sorprendente del caso es que a este trabajador del ramo de la ferretería

con su agriado carácter, al pincharle la joroba, «lo peor no fueron los gritos de

Esmerildo, lo peor fue lo que salió: un líquido herrumbroso. Esa chepa tan rara

almacenaba el sudor de las herramientas» (p. 70). Si bien el tema recurrente de la

situación burlesca en la que interviene una prostituta vuelve a repetirse

inmediatamente después en el capitulito titulado El rosario. Es justo el momento en

que Tubal y Sebastián se dirigen a casa de Leonila y comprueban desde que

accionan el llamador de la puerta que algo extraño ocurre. Al entrar en la casa,

Valeria y Leonila se mostraron muy agitadas por la situación que se les había

avecinado: a Emeterio, cliente habitual cada tres meses, mientras estaba acostado

con Arcola, con la que ya habían muerto tres clientes en la misma situación, le había

dado un ataque. Lo ridículo y gracioso reside en que ante situación tan extrema no

podían llamar a un médico porque el cliente se oponía:

«Eso hemos querido hacer desde que le dio el ataque, pero no haymedio, se niega en redondo, y la discreción con los clientes essagrada.

-¿Quién estaba con él? -quiso saber Dorego.-Estaba Arcola y se le quedó clavado encima -dijo Severina-. Esa

chica no sale de pobre. De los últimos clientes, a tres se les fundieronlos plomos» (p. 72).

3. 1. 5. 1. El disparate y la comicidad en Camino de perdición

Lo patético era comprobar no sólo el cuerpo del hombre metido en la cama,

recostado sobre la almohada, cuya respiración era dificultosa; sino que además

destacaba de su cara de enfermo cardíaco sus ojos que alzaba «con la mirada

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260

extraviada, [y] la cabeza se le caía hacia adelante» (p. 73). Y en este trance, lo único

que le interesa al cliente es mover sus labios esforzándose en hablar a Sebastián:

«Los ojos del moribundo miraban a Sebastián desde un incierto más allá pero sin

perder del todo la vivacidad» (p. 74). El momento de incertidumbre y de suspense es

cada vez mayor al acercarse al oído del enfermo, mientras el resto guarda silencio:

«Dejad que Odollo le escuche, a ver si de una puñetera vez nosenteramos de lo que quiere.

El esfuerzo para articular una palabra le resultaba extremadamentedifícil, como si no lograra contener el jadeo, sujetar la pesadez de larespiración, pero Sebastián percibía que lo estaba intentando y que lesolicitaba un poco de paciencia hasta que pudiese conseguirlo.

Confesión... -pronunció al cabo de un rato, y en la humedad de susojos detectó Sebastián el alivio que le producía aquella palabra» (pp.74-75).

En esta situación no queda más remedio que ir a buscar al obispo don Dimas.

El hombre que los atendió, al abrir «observó el exterior con el gesto iluso y

desorientado de los miopes» (p. 76). Según Sebastián, distinguió en las sombras del

zaguán, cómo el ayudante parecía una «figura menuda de [un] hombre que avanzaba

con pasos dubitativos. Al fondo había una escalera a la que llegaba la luz de una

bombilla de poco voltaje. El hombre iba vestido con un pijama morado y llevaba los

pies descalzos» (pp. 76-77). Dorego se siente abochornado ante tal situación, ya que

ni es la hora, ni el momento ni una casa decente la que tiene que visitar don Dimas.

Sin embargo, es tranquilizado por Sebastián quien piensa que «pecando se ha ido

haciendo este puñetero mundo y el día que la gente deje de pecar estaremos en la

inopia, o sea, definitivamente en el reino de los bobos» (p. 77). Una vez más ante

esta situación podemos comprobar cómo la situación de antihéroe es compartida por

Tubal, pues se mueven como marionetas en algo que ni les va ni les viene. Así

sentencia Tubal Dorego que del reino de los bobos no salen ninguno de los dos, «por

muy listos que nos creamos, ya ves la noche que nos cayó encima. Y mañana a

seguir rompiéndonos el espinazo por esas plazas sin la misericordia de Dios ni el

perdón de nadie» (p. 77). Don Dimas es descrito con rasgos nada deformantes: «A

don Dimas se le seguían viendo los pantalones morados del pijama debajo de la

sotana. Se había echado un abrigo negro encima y calzaba los zapatos sin calcetines.

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Sus ojos miopes no resultaban muy propicios para orientarlo en la noche y, antes de

comenzar a caminar, se aseguró la escolta de Sebastián y Dorego apoyándose en sus

brazos» (p. 77). Sin embargo, es una de las pocas ocasiones en las que el aire

nocturno que se respira es refrescante:

«Qué gusto esta atmósfera tan fresca -comentó-, cómo huelen layedra y el musgo. Hay situaciones así, no deben extrañarse. Elcorazón humano es dueño de las mayores abnegaciones y de las másgrandes ignominias. Somos de barro, ésa es una gran servidumbre» (p.78).

Un episodio que se inserta dentro de la primera parte y que podría constituir

un pequeño cuentecillo independiente, lo forman los capitulitos denominados

Claveles y El novio. Es el momento en que Renedo, Ulpiano y Sebastián son

interceptados en medio del camino por unos personajes que parecen matones a

sueldo. Al detenerse y casi ser registrados, tras comprobar que no encontraban lo

que parecían buscar, Sebastián y el resto de viajeros empiezan a comprender la

situación cuando uno de los agresores les dice:

«Dejadlos -ordenó el hombre, que comprobaba el número de lamatrícula-. Con ellos está claro que no viene.

Le vieron alejarse hacia el vehículo aparcado.A ese cabrón -dijo el que estaba más cerca de Sebastián- le

advertís que lo vamos a pillar haga lo que haga...» (p. 122).

A Ulpiano le llamó la atención lo bien trajeados que iban estos tres

personajes, el tío y los dos primos del novio, como si hubiesen salido de una fiesta.

Tras un largo silencio, Renedo cayó en la cuenta de que Niseno se casaba ese mismo

día. Pero en ese instante encuentran en la cuneta a dos hombres, los dos testigos en

la boda de Niseno, el presunto novio356 fugitivo. Sebastián los reconoció

rápidamente: eran Elirio y Buceta, a éste último se le había dislocado un pie. A

Niseno no había forma de encontrarlo y se dirigía al Sicario. Habían tenido que dejar

356 Las alusiones sobre la mujer y el matrimonio vuelven a aparecer, esta vez en boca de Buceta:«Casarse no es tan fácil -comentó cuando lo acomodaron en el asiento de atrás, con el pie izquierdoreposado en la rodilla de Ulpiano-. Éste y yo le hemos visto más de una vez las orejas al lobo pero lode esta tarde fueron las fauces. Una boda de tal categoría te quita las ganas para la eternidad». Cf.Camino..., ed. cit., pp. 123-124.

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el coche en la Venta de Oruro y a Niseno «todavía le dieron allí media somanta. Los

últimos kilómetros lo hemos hecho por el monte. Esperemos que ese pobre llegue al

Sicario. Son dos palizas y media las que lleva encima. Nosotros sólo cobramos la

propina» (p. 124). Lo tragicómico reside en que para ser testigos no se sienten mal,

pues se consideran satisfechos con las siete u ocho bofetadas que el padrino les

había dado de propina. Sin embargo, creen que Niseno, a pesar de la paliza, va a

salir ganando. La familia del novio no existía, tenía una escasa representación. La

estampa es lamentable si se le compara con lo numerosa que resultaba la de la novia;

ello viene a mostrar lo mal repartido que está el mundo en algunos aspectos:

«La única familia del huérfano es la propia estima y los amigosincondicionales -convino Buceta-. Era bastante triste ver a esedesgraciado en la ceremonia, con el único amparo de don Guindo ydoña Berta representando al Almacén» (pp. 124-125).

Niseno no se casó porque tenía un gran impedimento: su verdadera mujer se

presentaba en la iglesia embarazada. Lo cómico reside, al igual que ocurría con la

fiesta frustrada de los Juegos Florales en La fuente..., en imaginar el banquete

fallido:

«Vete sumando lo que ves y saca conclusiones -dijo Elirio-. Elnovio y sus testigos huidos y descalabrados, los parientes de la noviatomándose la justicia por su mano, la ceremonia echada a perder y elbanquete sin comensales. Llevas media vida viajando coloniales ytodavía no te enteras de la tostada» (p. 125).

La situación dejaba mucho que desear en el interior del coche, pues

Sebastián al reposar su mano izquierda en la hombrera del traje de Elirio, mostraba

las huellas de la adversa situación en la que una vez más se habían visto inmersos:

«Enseguida notó el arranque de la manga descosida y un roto en el inicio de la

espalda. Los dedos se le llenaron de polvo» (ibid). Sebastián, fugitivo de sus propias

trampas, huyendo un día y otro de las diferentes historias que dejó y que vuelve a

encontrar ahora en el camino, se identifica con la desorientación que en ese

momento tiene que sentir Niseno y como si tuviera un espejo delante de sí y

contemplara su imagen con rostro de Niseno,

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«Sintió su angustia, la desazón de una huida que no iba a tener fin.No era Niseno, era alguien que en la oscuridad se había despojado deun rostro reconocible. Tampoco huía de lo mismo pero coincidía elmismo temor de la persecución. Pensó que si en algún momentotuviese que huir lo haría intentando vaciar la conciencia y la memoria,haciendo lo posible por recobrar la velocidad que el terror de la huidaproporciona en los sueños» (p. 127).

Tubal Dorego y Teyo Centeno se dirigen a buscar a Niseno, pero vuelven al

bar de Marcelino el Sicario sin éxito alguno y totalmente derrotados. La idea de

buscar al novio era evidente que no había surtido el efecto deseado: «Derrumbados

sobre la mesa los viajantes mostraron los resultados del mal encuentro y Buceta y el

Sicario estuvieron de acuerdo en que la salida no había sido una buena idea» (p.

135). Los malos encuentros servirán de advertencia para evitar de aquí en adelante

cualquier situación que suponga un mínimo riesgo. Sin embargo, una vez más han

sido derrotados, ahora el grupo puede ser considerado como una colectividad que

encarna al antihéroe por excelencia, retratado en un comedor muy pequeño, donde

Ángel Colunga y Odollo pueden respirar «las nieblas de los viajantes [que] volvían a

contagiar la atmósfera de la cercana cocina, el gesto compungido de la concurrencia

quedó suspendido un instante. Ángel y Odollo vieron a los heridos y supieron que

habían hecho una salida desafortunada, y los heridos no tardaron ni un segundo en

comprender que los jugadores bajaban derrotados» (pp. 136-137).

Similares características tiene el capitulito El fugitivo de la segunda parte. Es

la consecuencia de uno de los tantos líos de faldas que Sebastián arrastra a lo largo

de su ruta. El episodio con su presentación, nudo y desenlace, tiene su génesis en el

capítulo anterior, denominado La mariposa, y en él se cuenta cómo Sebastián y

Onelia mantienen un encuentro en la Pérgola. Ella se siente muy nerviosa, pues su

marido, de forma indirecta, le reconoció la noche anterior que conocía la aventura

que ya mantenían desde hacía dos años357, y que tan sólo restaba saber la identidad

357

Rosa, la dueña de una de las casas donde Sebastián y Onelia mantenían sus encuentrosamorosos, le avisa del peligro que corren, pidiéndole que no vuelvan a ese lugar, pues el marido habíallamado por teléfono amenazándola con fuertes acusaciones: «Le dijo que iba a denunciar aquellacasa como una casa de citas, que se atuviera a las consecuencias. Y también estuvo donde Palmira,

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de su amante:

«Una denuncia, Sebas, una denuncia -dijo conteniendo laslágrimas a duras penas-. Indirectamente me lo reconoció anoche.Tengo constancia de ello, me aseguró insultándome, constancia deltiempo que lleváis juntos y de los sitios que frecuentáis, sólo me faltasaber quién es él» (p. 158).

Tal y como le ocurría a Buceta con las manos de Alteria, en Sebastián las de

Onelia muestran su malestar y nerviosismo; además son el símbolo de unión a través

del anillo de nácar con mariposa que une la relación de ambos, aunque esas mismas

manos muestran, como contrapunto, el reflejo de un matrimonio que se desmorona,

la huella que deja su alianza matrimonial de la que Onelia se ha deshecho y pone

pues el fin de una situación matrimonial que no va a tardar en ceder:

«Las manos de Onelia volvían a moverse por la mesa, huidizas ytemblorosas. Había guardado el pañuelo en el bolso. Sebastián vio queen el dedo anular no llevaba la alianza, la marca blanquecina indicabael vacío. Acercó su mano y acarició la huella [...]. Sebastián buscó denuevo las manos huidizas y acercó la yema de su dedo índice a laúnica sortija que Onelia llevaba. Era una diminuta mariposa con lasalas de nácar abiertas. Se la había regalado hacía dos años y ella lallevaba siempre cuando se veían. Habían establecido un juego decomplicidad privada sobre el vuelo amoroso de aquella mariposa de laque Sebastián nunca confesó su procedencia...» (pp. 158 y 159-160respectivamente).

Cuando llegan a la conclusión de que no es bueno dejar su relación, sino

simplemente aplazarla a la espera de los acontecimientos, Onelia se siente

angustiada de repente y Sebastián la comprende mientras observa cómo un hombre

se baja de un coche y se dirige hacia ellos desde la explanada hasta el edificio donde

se encuentran. Aquí el marido se convierte en viajante-detective de poca monta al

acecho de la mujer burladora con el único fin de capturarlos juntos. El episodio pone

de manifiesto la "pseudo metamorfosis" que sufre Odollo, viajante de comercio, que

se convierte por circunstancias meramente vitales en fugitivo, mientras que el

marido de Onelia adopta el papel de marido burlado o cornudo358. En semejantes

haciéndose pasar por policía secreta, preguntando por una pareja, dando mis datos. Sabe los sitios yalguien se los ha tenido que decir». Cf. Camino..., ed. cit., p. 158.

358

Similar correspondencia encontramos en Onero. Sebastián llega a su garaje y se acercan tres de

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265

términos, el narrador casi de forma vertiginosa y en tercera persona, cuenta cómo

Sebastián huye hacia los servicios359, mientras Onelia suplica al camarero que les

atiende que por nada del mundo diga a aquel hombre que venía acompañada:

«Sebastián se encerró en el servicio de señoras. El primer alivio lotuvo al comprobar que había un pasador que aseguraba la puerta y elsegundo al percatarse de que la ventana, bastante alta, parecíasuficiente para poder salir por ella. Lo único que podía hacer eraesperar, aguzando el oído y manteniéndose alerta, y confiar en queaquel chico, que parecía diligente, le hiciera caso y le avisara cuandohubiese pasado el peligro» (p. 161).

Tras mantenerse encerrado y pensar en huir por la ventana, «comenzó a

pensar que lo peor de todo sería continuar aislado en aquel absurdo refugio donde

nada podía predecir y donde estaba dependiendo del teórico aviso de aquel chico

con el que no había establecido ningún acuerdo expreso» (p. 162). Sale tras

permanecer en el servicio algo más de una hora y el camarero que los había

atendido, en un tono despectivo y seco, le informa de la situación: Onelia había sido

conducida hasta el coche por el marido y éste parecía esperarlo fuera sin ganas de

irse. Lo mejor es que huyera por la puerta de atrás360. Cuando Sebastián le pide

ayuda361, comprendemos el carácter agrio y seco del empleado. El episodio que

sus seis hijos intentando ganar una perra gorda que va al que que encuentre a su padre. En un tono deautocompasión, asumida también por él mismo, por ser como la mayoría de los seres humanos, adoptael papel de narrador omnisciente y afirma que «la infancia es la parte más débil de la inocencia y delengaño -comentó viéndolos correr-. Onero no engendra desde hace diez años por lo menos y ningunode ellos cumple seis. A Esmirna se la tiran los que repostan en la siesta, qué mundo de mierda es éstedonde todos la clavamos ciego». Cf. Camino..., ed. cit., p. 423.

359

Idéntico motivo encontramos, un poco más adelante, cuando Sebastián es apaleado al llegar acasa de Lía sin tener culpa de nada. Bustillo es el que se encierra en el baño del bar para no sergolpeado por el marido burlado de Lía, al que la indignación y el desconcierto no le hacencomprender nada: «Hay que cuidar el físico y hay que velar por el pequeño patrimonio que lleva unoencima [...]. De las contadas ocasiones en que Bustillo me pilló, ni una pude hacer después vida deltraje que llevaba». En el lado opuesto, Sebastián, antihéroe sin culpa alguna, asiste como «actor sinpapel en una trama no ensayada [donde] el absurdo le hizo permanecer tembloroso, extraviado en unescenario al que posiblemente no debía haber asomado». Cf. Camino..., ed. cit., pp. 275 y 272respectivamente. 360 «Lo mejor es que salga por atrás porque tener no tiene pinta de irse. Aquí dentro no va a armarla,ya le dijimos que lo que fuese a hacer que lo hiciese fuera y lo más lejos posible». Cf. Camino..., ed.cit., p. 163.

361

En el episodio de La fuente..., en que Olegario y su cuñada Herminia son cazados por suhermana Toribia, Floro y Benuza juegan el papel de intermediarios en semejantes circunstancias, sibien se pronuncian sobre este difícil trance: «Estos desastres pasionales son a veces peligrosos para laintegridad de terceros -consideró Benuza-. Acordaros de Verdiales el farmacéutico, lisiado en lareyerta matrimonial de su mancebo. Yo, Floro, no me veo de juez de paz en estas escaramuzas de

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acaba de contemplar le ha hecho recordar la simetría que tiene en su propia vida,

viéndose reflejado en el papel del ahora marido burlado. Con tono despectivo le

increpa:

«[Sebastián] Tiene que echarme una mano [...].Al cuello se la iba a echar -dijo [el camarero] volviendo sobre sus

pasos-. La misma que no pude al cabrón que me hizo lo mismo. Salgacorriendo porque lo único que le salva es que en esta casa noqueremos líos de ninguna especie» (p. 163).

Esto recuerda a un pasaje de La fuente..., aunque la situación se agrava más

de la cuenta y aquí es la mujer la burlada, si bien armada de un fuerte carácter está

dispuesta a acabar con la historia de cuernos que tiene delante de sí, si es necesario,

con sangre o con un asesinato. Es el momento en que don Florín y Paco Bodes

llegan a casa de Olegario el Lentes y encuentran de repente a la mujer de éste «con

las greñas esparcidas, los ojos abrasados por el odio y las lágrimas, y la badila en la

mano» (p. 58). Ella los quiere utilizar de testigos y está decidida a dejar a su marido

y a su hermana encerrados en el cuarto de baño en el que los ha sorprendido y donde

se han perdido hasta que se pudran. Don Florín intenta quitar importancia al asunto,

haciéndole ver que pueden ser falsas y raras sus suposiciones, a causa de sus propios

nervios:

«¿Raras? -dijo Toribia, quebrando el llanto y blandiendo de nuevola badila-. ¿Raras me las voy a hacer? ¿Es que estos ojos que tengo enla cara son de adorno? Ya de un tiempo a esta parte, me lo olí, porqueesa bruja hasta la última vergüenza tiene perdida, y a un degeneradotarde o temprano se le cala. En el retrete los he sorprendido, ahíencerrados como dos guarros, cayendo más bajo que lo bajo [...].

Ese rijoso tiene que morir con su compinche -dijo Toribia, alzandola badila y corriendo por el pasillo-. A pudriros, vais a pudridros-gritó-. Nadie podrá sacaros si no es pisando mi cadáver» (p. 59).

Tras mediar don Florín y Benuza, a la vez que impedir que Toribia en su

desesperación se intentara tragar la llave del cuarto de baño, los amantes salen del

cuarto de baño, del mismo espacio en el que Sebastián en Camino..., aguardaba la

orden del camarero, si bien en el caso que nos ocupa, la imagen de la pareja es

verdaderamente penosa:

amor mostrenco». Cf. La fuente..., ed. cit., p. 60.

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«Olegario y Herminia salieron del retrete como dos náufragosrescatados en la perdida isla a la que les condujo su excesivaarrogancia aventurera, intentando disimular el bochorno de la trampa,exagerando la indignación de los inocentes prisioneros. Ella corrió aguarecerse en su habitación, evitando la curiosidad de losrescatadores, que apenas vislumbraron el rápido vuelo de sus livianasropas, esa huella desharrapada de las heroínas sobrevivientes» (p. 62).

Contrasta la actitud altiva de Olegario, el cual en todo momento mientras se

encuentra cautivo, no sólo insulta a su mujer, sino que además, culpando a la

hembra como la causa de todos los males que le ocurren al hombre, le dice a Paco

Bodes: «La desgracia de uno es ésta -reconoció, ajustándose el cinturón-. Tener que

alimentarlas y tener que darlas candela. Y avizor con una y otra. Maldita sea mi

estampa» (p. 63).

3. 1. 5. 2. El episodio del muerto alquilado

En otras ocasiones, la situación se acerca a lo surrealista, como en el caso de

la furgoneta destartalada que Sebastián encuentra a su paso y que resulta llevar un

ataúd. Hasta aquí la situación es absolutamente normal. Sin embargo, el elemento

sorpresa llega cuando tras los baches y tumbos que la carretera propicia, de repente

Odollo se asusta al percatarse de que «dos bultos se desprendían de la caja y caían a

la carretera rodando hacia los lados y que, tras ellos, aquel ominoso volumen iba

resbalando peligrosamente igual que una barca oscura dispuesta para ser botada»

(pp. 324-325). La camioneta acelera y ante el nerviosismo de Sebastián, éste

comprueba cómo:

«El féretro caía sobre el asfalto con un golpe seco que removía elsilencio y hacía estallar el vuelo asustado de algunos pájaros querevoloteaban por las viñas. Frenó casi en seco, vencido sobre elvolante, sin apartar los ojos de aquel objeto desvencijado que brillabamás que nunca, a unos metros en el centro de la carretera. Lacamioneta se alejaba y fue incapaz de tocar el claxon para alertarla»(p. 325).

En este episodio narrativo titulado La valija, el lector desconoce el

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significado verdadero de lo narrado hasta que el dato oculto no es explícitamente

revelado362. El hecho es tan absurdo que se pone al descubierto la sinrazón de

determinadas actitudes humanas que son capaces de cometer verdaderas atrocidades,

pues cuando Sebastián, falto de serenidad y temeroso, se sitúa delante del féretro en

la carretera e intenta dar marcha atrás, de repente un temblor invade su cuerpo al

contemplar cómo «el crucifijo se movía porque la tapa del féretro comenzaba a

alzarse y no era difícil predecir que lo hacía con tanta facilidad como torpeza» (ibid).

Odollo hace un esfuerzo para autoconvencerse de que está viviendo un sueño, de

que «la mañana no pertenecía a la realidad y que no debía consentir que la estupidez

de un sueño, de un sueño tan vulgar y miserable, lograra abatirle» (pp. 325-326). La

sorpresa de Sebastián es compartida por la del lector cuando tienen ante sí a un

muerto resucitado363:

«El cuerpo se había izado pesadamente y, con notable torpeza,lograba salir del féretro y permanecía de pie. No era fácil controlar aldetalle aquella presencia siniestra que rompía el sosiego de la mañanacon la misma intemperancia con que la bandera pirata rompe la calmamarina. El traje negro era excesivo para las carnes mortales quealbergaba y en el cuello de la blanca camisa la corbata mostraba unaflojedad descuidada. En los puños, que asomaban con dificultad alfinal de las mangas, había dos gemelos dorados. Era el brillo de losgemelos, un destello fugaz, la única señal que Sebastián apreciabacomo derivada de algún inadvertido movimiento mientras el cuerpopermanecía quieto, alzado entre la brisa que sepultaba laincertidumbre de la mañana» (p. 326).

Lo que más llama la atención en Sebastián es su somnolencia, parece como

si el muerto viviente estuviese mareado, pues caminaba con torpeza. De él se

podía apreciar su rostro«lívido, extremadamente amarillento, perfectamente

afeitado. Cuando dio los primeros pasos estuvo a punto de caer...» (ibid).Ante tal

362 Podría ser considerada, en palabras de Jorge Bartrina aplicadas a La fuente..., una ironíaescondida.

363

El tratamiento ante lo que podía ser una misma situación es focalizada de forma radical, cuando,por ejemplo, el lector es informado del accidente que Dídimo tuvo con su Fiat y se describe el cuerpodel niño abatido sobre la carretera en el día de su primera comunión: «Era un niño vestido de blanco,una criatura de once años con su traje de primera comunión que cruzaba la carretera corriendo detrásde un pájaro [...]. [El cuerpo del niño] boca arriba, sin ninguna señal exterior que mostrara losdestrozos del terrible golpe, más allá de un hilo de sangre que manaba de las fosas nasales. Tampocoel traje se había ensuciado. Los brazos extendidos, la cabeza ladeada y los ojos cerrados parecíanindicar un reposo apacible más propio del sueño que de la muerte». Cf. Camino..., ed. cit., pp. 147-

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situación, la situación amarga de una persona que trabaja como muerto alquilado,

se compensa mediante un fino humor, una nota o situación irónica-burlesca, que

se pone en marcha cuando Odollo observa cómo el muerto se acerca a la cuneta y

se desabrocha la bragueta:

«-Dios, Oruga -dijo Sebastián-, ahora comprendo que los muertosno se diferencian en nada de los vivos. Mear sigue siendo unanecesidad en este barrio y en el otro...» (p. 327).

El recurso irónico es utilizado para presentar a este y otros tantos personajes

que invitan a que el lector sienta por ellos y por su modo de vida y existencia cariño,

ternura y comprensión hacia sus vidas.

3. 1. 5. 3. El espejo como reflejo de los personajes

A veces los personajes se muestran a través de un espejo, como el retrovisor

de la Oruga que conduce Sebastián: «En el espejo del retrovisor divisó Sebastián un

rostro fugaz, una sombra humana con el gesto de una sonrisa que fácilmente podía

derivar en el gesto de una mueca, acaso un gesto postrero lleno de resignación y

fatalidad. Se volvió inquieto, antes de que Vento lo requiriera para ir a tomar algo.

Los mozos del almacén habían comenzado a cargar los baúles del muestrario.

Reconoció a Primo, el sobrino de Botines» (p. 31).

A través de este espejo la memoria permite evocar imágenes fugaces en la

vida de Sebastián364, que inmediatamente desaparecen: «En el espejo retrovisor otra

sombra fugaz llegó a dibujar el gesto de una mirada atónita. El recuerdo de Osorio

llenó un instante la memoria quieta de Sebastián: un rostro terroso, lúgubre, que

contrastaba con la alegría de unos ojos diminutos [...]. En el espejo la sombra

humana se había desvanecido y el rastro de la carretera se reflejaba como otra

148.

364

Justo antes de este momento Sebastián hace referencia, al dialogar con su Oruga, a las diferentesmujeres con las que tiene algún débito por aquellas plazas: «Unas son mansas y comprensivas y otrasinquietas y duras como el pedernal. A nadie con dos dedos de frente se le ocurriría volver a verlas,antes de que el tiempo lime algunas contrariedades. Ni las más mansas evitarían echarme los perros».Cf. Camino..., ed. cit., p. 34.

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sombra más oscura de breas y baches calcinados» (pp. 33 y 34 respectivamente).

También es posible no ver ninguna presencia ante un espejo en el que se sitúan

personajes como Sebastián o Isora. En el caso del primero en el espejo del armario

de la habitación de Isora, no conseguía reflejar «su propia imagen al intentar verse ni

ninguno de los objetos que había en la habitación alrededor de la cama. El armario

estaba al fondo y el espejo enfrentaba directamente su posición pero todo se diluía

en la penumbra, y en el fulgor esmerilado se amontonaban otras imágenes que más

parecían del sueño o de la pesadilla...» (434). Sin embargo, sí es capaz de ver sobre

el cristal el cuerpo desnudo de Isora, eso sí, a través de su imaginación «que la

rescataba del sueño como si se tratara de una estela desprendida o de un resplandor

suelto que adquiría la intensidad de lo verdadero y se apoderaba de sus sensaciones

más reales. La nada del espejo se confabulaba con la densidad de la carne de

Isora...» (pp. 434-435).

3. 2. El mundo de los personajes

3. 2. 1. La risa del ser humano en Las estaciones provinciales

La visión degradada de la realidad provinciana viene dada por una selección

de personajes que muestran mediante recursos sutiles una muestra de los aspectos

sobre los que el novelista quiere incidir. Sólo así es posible entender los brochazos,

las pinturas que rayan lo surrealista en cuanto al comportamiento o actitud de

determinados personajes.

Es comprensible observar a Venceslao el cerillas, «un manco perpicaz que

tiene la mala costumbre de poner la zancadilla a los clientes o sorprenderles con un

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ambiguo corte de mangas, que él considera como una deferencia muy propia de su

condición de caballero mutilado» (p. 159). Parecido similar tiene con Gerónides, el

cerillas, quien «cerraba el candado de la caja de tabaco dispuesto a irse a cenar. Salió

delante de nosotros tranqueando en las muletas. Los caballeros mutilados se

arrastran por la vida» (p. 172).

Cuando Marcos Parra entra al periódico El Vespertino, le saluda un bedel en

funciones llamado Argüello, cuya impresión obtenemos a través de la focalización

del propio Marquines, quien se permite con un sutil juego irónico reír sobre su

lengua:

«Tardé un momento en reaccionar ante este surrealista manco yperspicaz [...]. Tener a un sordomudo en funciones de conserje puederesultar chocante para las la personas ajenas a casa [...]. En épocasnormales ejerce de sacristán en la colegiata. El latín es una lenguamuerta, la suya también, tal vez ayuda a misa con el sentimiento» (pp.15-16).

Lo sorprendente es cómo Argüello maneja un código lingüístico, el lenguaje

de señales, que Marcos y otros clientes pueden descifrar en el bar Astorgano:

«Un dedo en alto un tinto, dos dedos una cerveza, tres dedos unacopa de aguardiente, guiñar el ojo derecho tres veces seguidas sírvemerápido que tengo mucha prisa. El que falle la lengua no quiere decirque el cerebro no funcione» (p. 49).

El narrador nos informa sobre la falta de complejos que el sordomudo tiene,

es decir, no siente ese defecto o anomalía como cortapisas en su vida diaria. Ello es

algo constante en los personajes de Luis Mateo Díez, pues la gran mayoría de los

que deambulan en sus novelas intentan demostrar que esas limitaciones físicas

forman parte de una realidad365. Así, por ejemplo, en su posterior novela, La

fuente..., Feito pinta un personaje que reúne los atributos que le falta a un

365 Todos forman un amplio abanico en el que Afrodisio se consuela formando parte del grupohumano al que aquejan diferentes males: «La verdad, de tuertos y cojos está el mundo lleno y no pasanada. A mí, ya ves, me trae frito la úlcera y a otros, pues les duelen las muelas. Qué sé yo». Cf. Lasestaciones..., ed. cit., p. 198.

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determinado grupo social; Jacinto Sariegos es comparado a una sabandija, o la

descripción del manco Avelino, representan un mundo incompleto, con sus taras,

muestra de una colectividad humana real. Aunque la crítica mordaz ataca a todas las

capas de la sociedad en idéntico modo. Marcos Parra comprueba al entrar en el

periódico cómo, en medio de la indolencia veraniega, «Afrodisio sudaba ante la

máquina y los papeles derramados. De su nariz de pájaro pendía una gota. En los

ojos le brillaban las heridas de la úlcera»366 (p. 17).

La descripción no es tan cruel, sino más al contrario, es la posición del

narrador, su punto de vista, el que invita a posicionarnos en una actitud que se

aproxima a la compasión al comprobar, por ejemplo, el recuerdo del Cribas en la

mente de Marcos Parra, una vez ha sido identificado:

«La estampa del Cribas con la lata del vino y los mendrugos en lamano, la zamarra costrosa, las barbas amarillas, las polainas y lasabarcas que, daban a sus pasos un andar más lento que el de laslocomotoras en maniobra, me llenó los ojos y recordé su vozsalmodiando la limosna con el pareado: para un cuartillo y para uncuarterón, para un librillo y para un porrón» (pp. 26-27).

«Fumaba [Marcos] en silencio sin poder borrar aquella sombraparsimoniosa del Cribas tan habitual en las esquinas, en las tabernas yen las callejas, un espectro de mugre que emitía la monótona cantinelacomo quien reza el rosario de la aurora sin haberse despertado deltodo» (p. 27).

En un afán de no dejar títeres con cabeza, en el remanso inalterado que se

respira en la redacción del Vespertino, es ahora el retrato del fundador don Etelvino

el que muestra sus rasgos fisonómicos:

«La cana reverberación hasta el declive de las patillas, la verrugadel pómulo izquierdo, los ojos coronados por las cejas de negraespesura, la nariz cepedana más protuberante y heladora que uncarámbano. Adusto y señorial, pero como lastrado por la hipertrofiade esa dudosa enfermedad367 que aqueja a aquellos que nunca

366 Véanse las descripciones de Pipe Bolas con su «exceso de brillantina [que] apelmazaba sucabello cuidadosamente peinado con una raya perfecta»; o Virgilio Mantecón, cuyo «tic del ojoizquierdo parecía forzar la inmovilidad del derecho, desmesurado en su órbita como para nocontagiarse». Cf. Las estaciones..., ed. cit., pp. 64 y 71 respectivamente. 367 La enfermedad es uno de los motivos fundamentales que gira en torno a su novela La mirada del

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tuvieron juventud, don Etelvino daba la impresión de no haber sidonunca una persona de carne y hueso, sino un retrato vivo en su día,como esos olvidados tatarabuelos de los álbumes familiares de cuyalejana existencia uno puede llegar a dudar» (p. 30).

La figura de don Etelvino Alfageme daba la impresión de no haber sido

nunca real y por eso, algunos de sus trabajadores, de los que hoy empleaban su

tiempo en la empresa que fundó, optaban por reunir memoria, «muchas veces

escarnecida por los simbólicos cortes de manga de Benito [o bien], destacaba la

íntima reverencia de don Baudilio, incapaz de sentarse nunca dando la espalda al

retrato y a quien, en más de una ocasión, (Marcos) yo descubrí quitándose la teja con

un disimulado saludo y una leve cabezada de veneración» (p. 30).

Otro de los personajes que forman parte del elenco pintoresco de Las

estaciones..., es el decano de los vendedores del periódico, Pistolo:“Arrumbado en

la enorme chaqueta de pana y los desproporcionados pantalones, permanecía

sentado en la acera con el manojo de periódicos bajo el brazo fumando un cigarro”

(p. 51). Destacan igualmente de su figura sus ojos:

«Tomó el vaso y bebió un trago. Las gafas de pasta amarillasujetas por las patillas a la nuca con un hilo de tanza se le iban narizabajo. Los ojos de Pistolo surgían como dos faros apagados entre laniebla de las legañas» (p. 57).

Este personaje, que recuerda por la descripción de sus harapos a Domingo de

La fuente..., tiene relación con otros personajes como el ciego Molina en Las

estaciones..., que vienen a conformar el mosaico de menesteres, ocupaciones o

profesiones que se mueven como hilos de un telar en la vida provinciana de León.

Así, si se visita el Barrio Húmedo podemos observar entre un triste maullar de gatos

y un fuerte olor de frituras al «ciego Molina [quien] aguardaba nervioso a que su hija

le recogiera, dando golpes con el bastón en el bordillo» (p. 59). Y Marcos apostilla a

continuación: «No sé si los ciegos encuentran algún consuelo cuando el oscurecer se

reparte para todos» (ibid). Este personaje débil y que representa uno de los gremios

sociales, en medio de una sociedad que oprime y que ejerce su prepotencia del modo

alma, Alfaguara, Madrid, 1997, 1ª. ed.

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más implacable (como se ha visto ya, por ejemplo, en el incidente de Marcos y Tina

con la policía, o la propia moralidad severa que distancian la Península de Ceuta),

tiene como referente a otros compañeros ciegos que venden de igual modo; como,

por ejemplo, Oliva, un pobre al que «la sangre no le riega toda la pelota y así se deja

gastarlas el desgraciado» (p. 246). Lo degradante es comprobar cómo Pistolo le quita

cinco ejemplares y la muestra de violencia que a continuación se describe en

términos jocosos, como si nada sucediera:

«Embadurnó las páginas centrales en el retrete y se los volvió aponer sin que se enterase. El primer cliente picó allí mismo, en elCantábrico, y ya os lo podéis imaginar» (p. 246).

La tara física hace nuevamente acto de presencia, por ejemplo, en el guarda

que abre la puerta de la casa de don Paciano cuando Gabriel Llanos y Marcos Parra

asisten a su fiesta:

«La puerta principal se abrió y un muchacho cojo seguido de unperro lobo vinieron hacia nosotros [...]. El muchacho cojo entrabahaciendo equilibrios con una caja demasiado pesada en las manos. Lince [el perro] intentaba colarse entre sus piernas» (p. 102).

Es precisamente el marco social, la impotencia, el amaño y las relaciones de

conveniencia, las fuerzas que toleran ese tipo de actitudes en ese mundo

provinciano.

Otros personajes que aparecen son los que intercalan pequeñas historias, como Pipe

Bolas, personaje que hacía honor a su apodo, pues «con las manos en los bolsillos de

los pantalones, la boquilla de carey bailándole en los labios al ritmo de su abusiva

locuacidad, dándome golpes con el codo mientras caminábamos» (p. 65).

Pipe Bolas encarna el héroe o su antítesis, el antihéroe de pacotilla que tenía

como característica contar una mediana aventura que transformaba «para él en un

peligroso safari por las selvas africanas». Su gusto por inventar368 y mentir contando

historias muestra el alter ego del escritor leonés. Al respecto, el propio novelista

368 El escritor confiesa que su condición de mentiroso le hizo percatarse «que la mentira puedeperpetuarse por una técnica: la escritura. De mentiroso me convertí en perpetuador de mentiras, y elmodo más noble que hallé fue la narrativa, la novela». Cf. «Charla de Luis Mateo Díez», art. cit., p.24.

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afirma que:

«El ejercicio beneficioso de la mentira, tan saludable en elcotidiano compás de la vida que uno lleva -con tanta frecuenciaarrastrada-, corre sus riesgos y peligros cuando la autofascinación quela misma provoca le lleva a uno a más ambiciosas pretensiones [...]. Elintento de perpetuarla se corresponde con un intento de más altocopete: de la prodigialidad de inventar; de lo real, enseguida a loimaginario, y de lo oral, a lo literario, por ese conducto tanpretendidamente enaltecedor como engañoso»369.

Las limitaciones físicas también se hallan presentes en los miembros que

integran el Teatro de Rosita Yen. El foro de supervariedades estaba compuesto por

Evaristo el Sietemesino o Jesús Ferias el que anunciaba los espectáculos y las rifas

en los descansos.

El alcohol, elemento recurrente en todas las producciones del novelista

leonés, y en la presente novela de modo intrínseco aparece en los ambientes por los

que Marcos pulula a lo largo de su investigación, y a su vez también se muestran los

efectos que producen las copas de más en algunos personajes, pues a tales espacios,

tales dueños de bares. Por ejemplo, el bar al que solían acudir los ferroviarios, el Bar

Minero, es regentado por su dueño Domingo370:

«Un minero silicótico y viudo, atendía el negocio sirviendo ybebiendo a partes iguales, moviéndose con la torpeza del sonámbuloalcohólico, señalado el rostro por las cicatrices de sus años depicador» (p. 74).

3. 2. 1. 1. El antihéroe o personaje perdedor ante una realidad adversa

El alcohol puede servir como refugio ante una situación real inadmisible.

Ello conecta con el papel del personaje o personajes como antihéroes, arrastrados

del reverso al anverso de la moneda para mostrar una vez más la dualidad de la vida

humana y lo dura que resulta de digerir. Ocurre cuando Marcos busca en la cantina

de la estación a Benito Calamidades, quien hace gala de su apellido a lo largo de la

369 Cf. Luis Mateo Díez, «La condena del mentiroso», El País, 25 y 26/12/86, p. 11. 370 «Los ojos de Domingo destilaban un humor acuoso. El alcohol parecía brotarle de sus pupilas».

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primera parte de la novela. En la tercera parte del primer capítulo Marcos busca a

Benito en el bar Yucatán y al salir sin encontrar rastro de él, observa su cuerpo

tumbado y malherido en el andén de la estación. El alcohol371 evidencia su estado y

propicia que recuerde a su mujer:

«Apoyado en el tope de una vía muerta Benito Calamidades seincorporaba tras un vómito seco. Sujetaba un pañuelo manchado desangre en la ceja izquierda. Sus ojos enrojecidos me miraron con untemblor de vidrios rotos [...]. Un orujo traidor encima de la cerveza. Marquines, amigo, ya ves lo que somos: un saco de mierda» (p. 93).

«La mi Lola que se fue ya para seis años. Pero el luto se lleva en elalma, como la cartera en el bolsillo. Dios la tiene allí arriba,Marquines, pero a mí me dejó más solo que al civil que le mataron lapareja» (ibid).

Desde este momento Benito abandona la investigación y más tarde la policía

del inspector Valero cumple la amenaza que le hace saber a Marcos en la caseta de

Belisario cuando es detenido junto a Claudia. Al final Marquines junto con el propio

Benito, ante la frustración que ha supuesto toda la aventura, al conocerse que Isaurín

va a ser nombrado concejal del ayuntamiento, la desilusión se apodera del ambiente

en que se encuentran atrapados:

«Vámonos, de buenas maneras, quiero decir, y por arriba, a logrande, en plan démonos todos la mano que a la hora de repartir todosqueremos que nos toque. Y es que te digo yo una cosa, Marquines,todos son iguales, y a la hora de la verdad se entienden, vaya que si seentienden. Vamos, que a la fuerza ahorcan y quien más y quienmenos lo que de veras mira es por su carro» (p. 242).

Los vapores etílicos se dejan notar en la mañana posterior a la cena-cacería

en casa de don Paciano. Marcos experimenta una fuerte resaca tras una noche con

sueños inquietos:

Cf. Las estaciones..., ed. cit., p. 75. 371 «De todas las resacas que Sebastián podría recordar en su vida de viajante aquélla era la másdolorosa. Toda la sequedad del cuerpo derivaba en una aspereza interior que contagiaba la concienciacon la sensación de que su espíritu había sido exprimido, que hasta las últimas reservas siempreprecarias de la voluntad y el entendimiento habían sido succionadas hasta dejar las escamas frías dealgún sentimiento extraviado, lo poco que lograría recobrarse de un abandono absoluto, de unauténtico espejo». Cf. Camino..., ed. cit., p. 436.

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«Al secaño de la resaca, lejanas vaguedades del vino tricentenarioy un eco de alcoholes espumosos convertidos en humo como fuegosde artificio, se añadía la externa humedad que podía ser un alivio, y elcafé cumplió su misión dándome las fuerzas necesarias parallegar al periódico limpio de telarañas» (p. 128).

El alcohol puede provocar una distorsión de la realidad. Así sucede en la

celebración de la inauguración de las nuevas oficinas de don Paciano a la que asiste

Marcos Parra en calidad de invitado, o en la cena que aquél organiza para celebrar el

puesto de Isaurín en el ayuntamiento. Tras brindar sucesivamente:

«Las figuras erectas alrededor de la mesa me pareció que virabanhacia los lados. El champán francés tenía ese paladar de hormigueantereliquia» (p. 122)

«La intensidad etílica podía medirse en las miradas, en el alteradocompadreo que procuraba alrededor de la mesa una especie de vaivén,como el que mueve las barcas amarradas en el puerto» (p. 259).

La impresión de inmovilidad se suma a la percepción dudosa y vaga entre la

realidad y el sueño:

«La brillante nebulosa de burbujas había dado paso en mi cabeza aun humo deshilachado e intoxicador. De cuando en cuando cerrabalos ojos y la oscuridad comenzaba a moverse. Era una borracheradensa, pertinaz como una niebla casi sólida» (ibid).

En medio del calor que la chimenea despide, el efecto que se respira en la

atmósfera de los comensales es la de un intenso sopor que provoca un efecto casi

hipnótico:

«Embebecidos en un gesto de ausencia, como si un mago invisiblehubiera ejecutado el número de la hipnosis colectiva. Don Pacianocabeceaba manteniendo el puro apagado en la boca, derramando laceniza sobre la entrepierna» (ibid).

El alcohol manifiesta sus efectos en un periodista que come poco: «Bebí un

sorbo y por unos instantes sentí el vago y agradable vértigo del alcohol. El vino con

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el estómago vacío comenzaba a hacerme efecto» (p. 146). En otros casos propicia

que la ingestión de ginebra evoque recuerdos agradables de sus encuentros

amorosos: Valga el siguiente ejemplo como muestra de ello:

«Comencé a beber la ginebra a pequeños sorbos. Un lento soporempezaba a inundarme. La atmósfera del Victoria me cercaba comouna brazada que fuese a cubrirnme mientras cerraba los ojos [...].

Por unos instantes el sopor se transformó en un dulce sosiegoinspirado en vagas querencias, y el rostro de Tina navegó fundido enla grata memoria» (p. 148).

Asimismo, sirve para contrarrestar su temperatura corporal frente a la que se

respira en la atmósfera:

«Por la Rúa silbaba el viento. Su azote parecía aliviar un ligerovaivén en mi cabeza. La ginebra remansaba en mis venas un ciertofluido alcohólico como el disolvente preciso que mezcla y esparce lascantidades diferenciadas. Del sopor pasaba a una benigna estacióncon ese fervor festivo que alimenta la locuacidad y expande lacamaradería. Di un salto y una zapatada sobre el mojón de la Rúa» (p.149).

En otra ocasión, cuando Marcos entra en el bar Palomo, observa de su

compañero en la tarea detectivesca, Benito, sus ojos «enrojecidos y brillantes [que]

denotaban el efecto del alcohol. Cuando me zurro deprisa se me enciende la linterna,

acostumbraba a decir. Estaba claro que aquella tarde se había zurrado» (p. 51). Este

hecho no es puntual, pues el comienzo de la novela muestra el amanecer de Marcos

Parra tras una noche «gloriosa», en la que para llegar al periódico debe pasar por una

especie de "recuperación":

«Una ducha de agua fría; la búsqueda de ropa limpia, dificultadapor la ausencia de doña Chelo, que se había ido a su pueblo a SanRoque; el peligroso afeitado con la barbera mellada, y ese arpegio decolonias que infunden cierta laxitud refrescante. El tono presentabledel ciudadano de medio pelo que ha sabido desprenderse a tiempo delpolvo de sus ratoneras» (p. 14).

Es una vez más el espejo, el del bar Isma, en el que Marcos contempla su

rostro reflejado al mojar la ensaimada en el café, el que muestra entre las estanterías:

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«La novedad de un rostro tocado por los malos pasos. Ni elrasurado ni la colonia podían ahuyentar la pérfida blancuraazuladoamarillenta, pálido color suspiros de parranda» (p. 15).

En el citado encuentro de narradores leoneses de 1994, uno de los

contertulios y compañeros de Luis Mateo Díez, opinaba que la mayoría de ellos

llevan el realismo más lejos, haciendo expresionismo de la realidad. Ángel G.

Loureiro manifiesta lo siguiente al respecto:

«Tú, como narrador, no buscas describir lo que pasa; vas más lejosy te imaginas lo que pasa. Por otra parte yo no descartaría lo delespejo. El espejo no te devuelve la realidad como es. La literatura estácargada de espejos, y no voy a Borges, ni mucho menos. Creo quecuanto tú te miras al espejo o miras la realidad a través de él, tedevuelve una realidad distinta. Por otra parte, a mí me da la impresiónde que lo que la literatura hace no es buscar la realidad, sino huir deella»372.

La condición de antihéroe de Marcos Parra también se muestra claramente

cuando es capturado junto a Tina en la caseta de Belisario. Marcos confiesa ante los

estremecimientos de la mujer su impotencia, o cómo tiene que ceder ante el

inspector Valero al cuestionar su carrera de periodista:

«Irse por una debilidad a la bancarrota es penoso, y supongo queabsurdo, para un persona inteligente. ¿Estamos de acuerdo? [...]. Deacuerdo» (pp. 86-87).

El modo en que el inspector Valero invita a Marcos a dejar de «meter el

morro» donde no le interesa, es una señal de la degradación a la que es sometido el

héroe-antihéroe donde se deja paso al cinismo por parte del inspector. Lo peor es

que este tipo de comportamiento se proyecta en actitud frente a la vida. Así, cuando

Claudia y Marcos pasan su última noche antes de que ella parta a la mañana

siguiente, a la pregunta de si a éste nunca se le había ocurrido irse de la provincia, la

respuesta resulta exenta de base y poco convincente:

«Crecen donde los plantan, envejecen donde crecen y cascan 372 Cf. «Encuentro de narradores leoneses», art. cit., p. 4.

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donde envejecen. Mi abuelo Veremundo hablaba de los árboles comode las personas.

¿Era un sabio?Me parece que no, pero sí es cierto que tuvo la suerte o la

desgracia de nacer y morir en la misma cama.Ya me contarás más cosas de él» (p. 89).

Y es que como Luis Mateo Díez ha declarado a Concha Vargas373:

«Mis personajes son siempre perdedores, aborrezco a los héroes ycreo que no hay nada más noble en el ser humano que ser unperdedor, ya que es la desgracia a la que estamos abocados».

3. 2. 1. 2. Animalización en los personajes

La crítica es mordaz en el defile de los personajes de Las estaciones... De

Cayetano destaca la impresión de su ojo de cristal, que «era un faro muerto y su

bigote canoso se teñía de nicotina como si el labio superior le supurara» (p. 130).

Cuando discuten el dudoso éxito del Vespertino por su anquilosado mecanismo, don

Cayetano mira a Marcos Parra ordenándole que será, a partir de ese momento, el

encargado de mejorar la publicidad del periódico. En estos casos siempre se repetía

el mismo gesto:

«El faro del director se [clavaba] en mí como si descubriera unsalvavidas en las aguas turbias. Le vi las intenciones con esa claridaddesazonadora con que ve el reo avanzar al verdugo por el pasilllo» (p.131).

El faro es el ojo de cristal que Marcos conoce por desgracia, pues un día tras

hacer éste unas fotos en los colegios electorales, regresa al periódico y al entrar en el

despacho de Cayetano, éste junto a Afrodisio buscaban el ojo de cristal del primero.

En el mismo instante, bajo la suela del zapato derecho de Marquines se deshacía a

causa del propio peso374, «un diminuto corpúsculo que chirriaba sobre la madera del

373 Cf. Declaraciones de Luis Mateo Díez a Concha Vargas en El Independiente, 17/10/87, p. 21.Este dato lo recoge también Fernando Valls en «Las fábulas provinciales de Luis Mateo Díez», art.cit., p. 36. 374 Este pasaje contrasta con otro episodio irónico, en la cena que organiza don Paciano. Se alude aque hay que andar con "buen ojo" con los integrantes del Matadero, pues no son "trigo limpio". Eneste momento, Marcos mira el rostro de Cayetano, cuyos ojos aparecían como si «dos faros muertoshubiesen resucitado en una vaga hermandad». Cf. Las estaciones..., ed. cit., p. 254.

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suelo y se deshacía [...]. Sobre un nudo enquistado de la madera quedaba un

diminuto montón de cristal» (p. 197). La compasión que siente el lector por don

Cayetano es provocada por la actitud exenta de indignación que muestra éste, ante el

hecho consabido del aplastamiento de su ojo:

«-El ojo de Cayetano- dijo Afrodisio indignado. Instintivamentevolví a mirar el montoncito de cristal. Cayetano, claramentecompungido, asentía con la cabeza, con esa resignación dramática conque los bueyes se dejan poner el yugo» (p. 197).

En el momento en que le da el ataque al corazón a don Paciano, lo primero

que percibimos es la expresión de sus ojos: «Los camareros ayudaron a levantar al

anfitrión, cuyos ojos vidriados, abiertos como lunas, tenían esa inquietante señal de

los faros sin bombilla, de las miradas vacías» (p. 260). Su cuerpo, ya sin vida, parece

una marioneta:

«El cuerpo de don Paciano, desinflado como un muñeco roto, fuetransportado por Lorenzo, Cayetano, Olmedilla y dos camareros. Losdemás le seguimos, atendiendo las vagas explicaciones del médico,que detallaba algunos datos técnicos demasiados prolijos paraexplicar lo irremediable» (p. 261).

A partir de aquí surge inevitablemente la cuestión existencial sobre el

sentido de la vida:

«-Ya veis lo que es la vida- dijo Lebrija.-Un día alegre que hace una noche triste- comentó Cayetano.-Y ahora que todo le iba a ir sobre ruedas -indicó Lorenzo-. Qué

castigo este valle» (p. 261).

Hasta en esta circunstancia en la que se demuestra que la muerte es un hecho

irremediable, surge el humor. El grupo de invitados refiere el hecho de que, al

menos, don Paciano ha muerto "con las botas puestas"; es decir, justo tras comer en

el banquete, que es mejor que morir en la cama con una enfermedad. Sin embargo,

el contrapunto irónico surge en un momento tan delicado:

«Hombre, en la cama hay maneras y algunas tampoco son mancas-opinó Lebrija sonriente-. Acordaros del Piti, el de la chocolatería, uncolapso cuando estaba encima de su señora, en el hotel, la mismanoche de la boda.

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-Las segundas nupcias son así de peligrosas- certificó Lorenzo» (p.262).

El humor encierra para el novelista leonés en toda su novelística, en el caso

concreto de Las estaciones..., algo más que situaciones cómicas y ridículas:

«El humor tiene en mi novela -donde hay desde chistes verbales aauténticos gags casi representables- ese tono de mueca redentora, dedescarga a la que uno se agarra para ir tirando375, en línea con esa vidadesabrigada, sometida y subterránea que se describe. Es un humor quese expande en la cordialidad como un refugio, que llena lasconversaciones de sobreentendidos [...]. He intentado un tono delenguaje lo más rico posible, y hasta si quieres documental y, habidacuenta que la novela es profusamente dialogada, lo coloquial seacerca continuamente a ese toque de parodia, de juego verbal, que a lapostre, cubre como puede el rostro oscuro y cotidiano de esa realidad,la penuria de una vida asfixiante»376.

Y es que como el mismo don Paciano afirma en la novela, sin conocer su

trágico final, afirma en la novela a propósito de lo poco que se oyen los chistes en la

calle:

«Si perdemos el humor perdemos la vida [...]. Yo de joven eraaficionado a las verdulerías, me gustaban los chistes picantes y loscuplés con retranca, y usted don Cosme me perdone. Esas cosas quedespués de todo son inocentes y más sanas que la murmuración, paramí el más grave de los vicios» (pp. 103-104).

Aunque no es sólo el ojo de cristal del director del periódico, también a don

Baudilio le molesta a menudo su hernia. Casi al final de la novela y tras volver

Marcos, Celedonio y Afrodisio de la visita por las mesas electorales escucharon un

grito de auxilio para comprobar que, «Don Baudilio estaba inmovilizado en la silla,

rígido, con el cuerpo caído hacia atrás. Benito intentaba incorporarlo y Alipio les

observaba asustado sin desprenderse de su tebeo [...]. Se me ha salido [...] la hernia,

hombre, la hernia, ¿Qué va a ser? [...]. Una hernia que se estrangula te puede dar un

disgusto de muerte» (pp. 234 y 235 respectivamente).

375 Así entendemos que Lebrija traiga a su mente a un compañero llamado Polilla, por usar unamisma americana llena de agujeros, según él, de balas que le habían disparado a un hermano suyo porlos rojos; o Tarsicio que a los quince días de quedarse viudo decidió usar las bragas de su mujer, envez de sus calzoncillos. Cf. Las estaciones.., ed. cit., p. 258. 376 Cf. Leopoldo Azancot, «La necesidad de narrar», art. cit.

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El lector se compadece ante la postura de don Baudilio, quien en tan

desagradable trance, lo único que le preocupa es no molestar:

«¿Es que no se puso el braguero?¿Porque no me diga que estando usted así no usa braguero?-Ayer se me rompió un tirante y esta mañana lo llevé a la

guardicionería.-Pues hombre, se hubiese quedado en casa.Lo que siento es daros la preocupación» (p. 235).

Contrasta, frente a este proceso continuo de distorsión de la realidad, que

algunos personajes que aparecen en Las estaciones..., se caractericen por la ausencia

de rasgos deformantes. Por ejemplo, la abuela de Bedoya que Marcos encuentra a su

paso por el poblado de La Nava, recuerda a Manuela Mirandolina de La fuente... La

abuela cuenta con la sabiduría que le han dado los años, cómo ha sido su vida, y qué

opinión tiene sobre la misma:

«Una gitana centenaria [...], estaba sentada al pie de la primeracasa del poblado, cubierta la cabeza por una pañoleta y desgranandoguisantes en una tartera [...].

De doce hijos me quedan tres. El Cagancho, la Dolores y la Quica[...]. Me casé a los dieciséis y a los veintiocho ya no tenía hombre encasa. Una lo ha hecho sola todo en la vida [...].

Un día llueve y se atormenta el arroyo y otro día pica que amuelala solana, pero la vida, galán, es siempre la misma» (p. 43)377.

Tina es otro personaje en el que escasean descripciones pintorescas, más al

contrario se presenta como una de las imágenes más optimistas que trasiegan la

narración:

«Una sonrisa cordial y franca emanaba de un rostro dominado porlos ojos, azules sin el menor atisbo de timidez. La sonrisa parecía queiba a estallar en un divertido desahogo» (p. 136).

Destacan de Tina sus ojos cuando Marcos le habla de la muerte de su padre,

377Esta imagen recuerda el conocido episodio de La colmena de Camilo José Cela, en la que el

novelista, ante la imagen de un gitanillo de seis años apaleado por una golfa borracha, sin contenersu ira y rabia sentencia, en un tono tremendista, sin esperanzas de que la situación varíe en elfuturo: “Detrás de los días vienen las noches, detrás de las noches vienen los días. El año tienecuatro estaciones: primavera, verano, otoño, invierno. Hay verdades que se sienten dentro delcuerpo, como el hambre o las ganas de orinar”. Cf. Op. cit ., (ed. de Darío Villanueva), Noguer,

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283

haciéndole saber que su muerte no fue accidental:

«El rostro de Tina se puso tenso. Los ojos flotaron como mecidosen un mar de incertidumbre» (p. 156).

Pero los ojos delatan a veces el dolor, la impotencia y el cansancio del

fugitivo. Es el caso de Fernandito Bedoya cuando se cita con Marcos para contarle

su creencia de que a su padre lo habían metido en un buen lío:

«El rostro de Fernandito con la barba cerrada, el pelo revuelto ylos ojos levemente desorbitados, delataba [...] ese sello de anhelanteausencia que parece preceder a la entrega o a la desesperación» (p.163).

Tras la charla, Fernandito ha contado a Marcos que a sus familiares Lolo,

Emiliano y a su padre los tienen en la cárcel. Se siente vendido y traicionado;

nuevamente «un resplandor de rabia encendía los ojos aguados de Fernandito» (p.

166). Tampoco es degradado el mundo al que pertenece Fernandito Bedoya, el de

los gitanos. Sólo conocemos el trabajo cotidiano de ese grupo social:

«Dos gitanas tejían cestas sentadas en el poyo de una casa y ungitano viejo remachaba una perola. Los chavales de Fernanditocomieron descalzos a mi lado hasta que su madre los llamó» (p. 47).

Todos estos seres anónimos van ensamblando un mosaico, pieza a pieza,

caracterizados por ser «grises, encerrados por su propio destino de irreversible

fracaso, habituados a la inercia y al sinsentido vital, zarandeados por la impotencia y

las circunstancias sociopolíticas del anterior régimen»378. Esto cobra su pleno

sentido al comprobar cómo, por ejemplo, Isaurín Abascal consigue el puesto de

concejal por el amaño realizado en las elecciones379. Ahora todo lo referente al

asesinato del Cribas ha quedado en una pura presunción y parece arriesgado hablar

de homicidio.Todo ello ha cambiado y hasta en el intento ha perdido la vida

Fernandito, cuyo cuerpo es sacado de un colector, en una secuencia que recuerda

Barcelona, 1983, 40ª. ed., p. 177. 378 Cf. Santos Alonso, «Escritores de hoy: Luis Mateo Díez, Resonancias Clásicas», art. cit., p. 40. 379 «No me tomes el pelo, Parra. Los resultados están aquí desde antes de que se abrieran esta

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mucho a la que se produce en El Jarama380, al encontrarse el cuerpo de Lucita:

«Me acerqué. sobre el negro brillante del plástico el cuerpoarrebujado parecía haberse convertido en un cadáver infantil [...]. Unamaraña de restos terrosos, sucios, con algunas sugerencias quegolpearon nítidamente mi memoria» (Las estaciones..., ed. cit., p.205).

Y en absoluta sintonía la ciudad, en su plenitud invernal, siente la

resignación humana de sus habitantes:

«La misma nieve como las mismas aguas del mismo río, la mismamonodia, la misma brisa, nada convierte más a mi noble y odioso ybello recinto en un lugar de encantadas transparencias, sutiles yhorrorosas y llenas de peligros para la vana lírica que uno despachacon la necesidad del que vomita, revuelto y perdedor, que esainquietante paz de la nieve que nos cae como una imposiblepurificación» (p. 244).

Podemos concluir con Santos Alonso que en Las estaciones provinciales, los

personajes humanos se animalizan y cosifican constituyendo un retablo, «un cuadro

paródico de las apariencias fenomenológicas de la realidad [...]. Se mueven por

reflejos primarios, por resortes y acicates varados en la alucinación y en los vapores

etílicos, y no por convicciones o sentimientos íntimos»381.

3. 2. 2. El esperpento como conducto de penetración. Animalización

y degradación en los personajes de La fuente de la edad

Sin duda, Valle Inclán sirve de inspiración al novelista a lo largo de toda su

trayectoria novelesca, pero quizás sea en La fuente..., sea más patente a la hora de

narrar la andadura de la peculiar cofradía. Los excursionistas sufren un doble

itinerario: el natural que busca la meta infructuosa de la eterna juventud; y el

mañana y no van a variar ni en medio apellido». Cf. Las estaciones..., ed. cit., pp. 232-233.

380

“(El Secretario) ya se inclinaba hacia el cuerpo y retiró el vestido y la toalla que lo cubrían.La piel tenía una blancura azulada, junto a lo negro del traje de baño. Ahora el Juez se agachó, y sumirada recorría todo el cuerpo, examinándolo de cerca”. Cf. Rafael Sánchez Ferlosio, op. cit.,Destino, Barcelona, Colección Premios Nadal, 1999, p. 360. 381 Cf. «Escritores de hoy: Luis Mateo Díez, Resonancias Clásicas», art. cit., p. 41.

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segundo, el marginal, que incluye el recorrido o itinerario por todos los bares de la

ciudad. Lugar común de citas es la taberna del Capudre, espacio frecuentado

asiduamente por la «Peña de los Lisiados». Rasgos relevantes son la sensación de

suspense y posterior sorpresa, si atendemos fundamentalmente a la lentitud en la

descripción:

«Hacia la Peña de los Lisiados [...] cruzaron los cofrades surcandolas nieblas del Capudre, entre los amotinados jugadores y losimpasibles dientes del portón, esparcidos en los taburetes y losescanios» (p. 29).

En oposición al ámbito natural que ofrece el campo, aquí observamos seres

inmersos, refugiados en la bebida y el juego, lugar cargado de niebla. Chamín,

atento observador, contempla el nirvana de la libación y la brisca, que demuestra la

búsqueda de anular todo deseo que no sea el que se encuentra en ese recinto. En la

taberna, como si se tratara de un templo sagrado, todos veneran al Padre Gerónides,

al que ofrecerán todas las almas de los envenenados. Sabemos por Chon Orallo que

ese tipo curioso era un «guarniciero carcamal» (p.16).

La parada o estación en el bar, confirma un leitmotiv en la novelística del

leonés. Y como ha señalado Juan Francisco Peña Martín: «La taberna es el lugar de

encuentro, de protección de las inclemencias del tiempo, de degustación de ciertos

platos que incitan a beber, de costumbrismo. Todos sus moradores buscan en el vino

una musa inspiradora que les permita una lengua más fácil y un análisis de su propia

circunstancia vital a través de la palabra o un olvido de la misma. Y cuando la

realidad se transforma en palabra surge inevitablemente el esperpento»382.

En Las estaciones ..., el símbolo estaciones, en palabras de Leonardo

Romero Tobar, sugiere «un término coloquial para aludir al recorrido habitual de los

bebedores [...]. Ahora bien, en la estructura del texto narrativo, la palabra clave

estación tiene una doble dimensión de carácter temporal y de índole espacial»383.

382 Cf. “ De la memoria a la imaginación”, art. cit., p. 34. 383 «En la viña H cantaban Gildo, Verín y otros aficionados el improvisado orfeón que hacía lasestaciones desde La Esponja, para aterrizar a última hora en las bodegas del Húmedo...» Cf. “La

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La Peña de los Lisiados, condenada a lo largo de la narración a la

desaparición, es un ejemplo de esperpentización múltiple. Se crea así un efecto

acumulativo en la descripción de un personaje tras otro, y que produce en Chamín

un efecto insólito:

«Benjamín Otero que se había sentado al lado de su tío, observabacon esa ingenua fascinación, que se abre a la extrañeza de las cosasmás vulgares como insólitos descubrimientos, la manga de la chaquetade Avelino el Manco, pegada al costado como la piel abandonada deuna culebra» (p. 30).

En todos ellos hay una metáfora degradadora que se vuelve total

animalización. A Nazario le faltan dedos, sólo tiene dos, al igual que la pinza de un

escorpión. Eloy Sesma es la nariz y Feíto el ojo. Todos ellos son seres lisiados,

deformados. Pero fabulan la idea de adjudicar a un nuevo miembro, todo aquello

que ellos no poseen: Orestes Enebro, ser esperpéntico, nombre cargado de

simbolismo, creado como juego.

Es lo que Antonio Risco, al referirse a los esperpentos en Valle Inclán, denomina

fábula invertida, como procedimiento que convierte “a los hombres en animales para

mostrar expresivamente la mezquindad de ambos en su condición y conducta (...).

Para expresar la irracionalidad del hombre Valle se sirve de dos procedimientos: o la

comparación de un animal concreto con una profesión, clase social o carácter típico

humanos, al igual que en la fábula, pero con significación inversa, -la fábula tiende

siempre a afirmar la libertad del hombre-, o la comparación de una persona

determinada con una especie animal. Para conseguir el efecto buscado, casi siempre

la relación se limita a los rasgos físicos, visuales. Es muy raro que haya alguna

alusión de orden psicológico”384.

El novelista, define el humor, de modo similar a Valle. Es instrumento y lo

que hay detrás, lo aparente, oculta lo más hondo. Produce risa y, a su vez, conecta

narrativa de Luis Mateo Díez”, art. cit., p. 15.

384

Cf. “La deformación esperpéntica”, en La estética de Valle-Inclán en los esperpentos y en“El Ruedo Ibérico”, Gredos, Madrid, 1966, 225-269, p. 247.

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con lo absurdo y lo ridículo :

«La idea que yo tengo del humor es que es como ese espejo quesirve para mirar el mundo desde perspectivas menos serias ytrascendentes, esto es evidente, pero sirve para mirar en un doblejuego, en el que lo fácil oculta lo difícil, lo aparente oculta lo máshondo. Es como un cristal en que las cosas se reflejan de una maneradistorsionada, estrambótica, en el que las cosas se establecen como lacaricatura de sí mismas. El humor, además, es un conducto depenetración en la realidad. Lo que te da es una cierta miradadistanciada, y, consiguientemente, te da también un punto de mayorlucidez [...]. A mí la perspectiva del humor me conduce siempre aperspectivas de lucidez, con lo cual se da el contraste de que el uso delhumor, de la ironía, sería el empleo de esa técnica en la que estáshaciendo un uso utilitario de la mirada que estableces a través deél»385.

Así Max Estrella en Luces de bohemia386 habla de los héroes, como

caricatura, al referirse al Callejón del Gato, «la tragedia nuestra no es tragedia, es el

Esperpento [...]. El esperpentismo lo ha inventado Goya. Los héroes antiguos han

ido a pasearse en el Callejón del Gato [...]. Los héroes clásicos en los espejos

cóncavos reflejados dan el Esperpento. El sentido trágico de la vida española sólo

puede darse con una estética deformada [...]. España es una deformación grotesca de

la civilización europea [...]. Las imágenes más bellas en un espejo cóncavo son

absurdas»387.

Ver el fondo de las cosas se hace mediante situaciones ridículas. Así, se

parte de una realidad concreta y vemos cómo en La fuente..., Luis Mateo Díez

escribe partiendo de un estudio minucioso y detallado de las cosas. Al igual que en

la primera parte consigue parodiar el mito del Beatus Ille, aquí demuestra que

cualquier visión, cualquier cosa que cree un mito es una gran mentira, algo que, por

otro lado, ya habían defendido, entre otros, Cervantes y Valle Inclán. En efecto, en

El Quijote, la ficción tiene que ser aceptada desde el comienzo. Lo fantástico

depende de la locura de don Quijote. Al igual en La fuente..., se inventan episodios,

385 Cf. Javier Goñi, “Luis Mateo Díez: el humor, un espejo en el camino”, art. cit., pp. 18-19. 386 Ramón María del Valle Inclán, Luces de bohemia, Espasa Calpe, Madrid, 1984, 16ª. ed. 387 Cf. Ramón María del Valle Inclán, ed. cit., p. 106 y sigs.

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en los que el novelista, a través de un distanciamiento, (diálogo con los personajes)

juega con distintas posibilidades.

Eso es lo que consigue relatar en la novela, la parodia y recreación de mitos,

pues el autor se propone que lleguen a su lector «esos conocimientos originarios del

ser humano [...], el intento del de recuperación de los mismos [como] intento de

verlos más desnudos, así que de un modo u otro los acabas viendo más risibles, más

paródicos»388.

Frente a la deformación, los seres que visitan el Capudre, no se sienten

amargados, sino que se autocritican y ríen de sí mismos. A este fenómeno lo

denomina Jorge Bartrina autoironía, es decir, la Peña de los Lisiados y la Cofradía,

“ambos grupos están compuestos por seres marginados que son rechazados por la

sociedad. Los primeros están obligados a vivir en su propio mundo a causa de su

condición de disminuidos físicos. Los cofrades se encierran en su mundo marginal

ya que su visión del mundo y sus ideales están en permanente oposición con los que

sustentan los grupos en el poder. La ironía “amable” y la autoironía son dos recursos

que el autor utiliza para presentarlos; ironías cargadas de ternura y comprensión

hacia estas dos constelaciones de personajes”389.

Pues bien, si en Valle, uno de los rasgos fundamentales de su esperpento

consiste en la deformación sistemática de la realidad -que pone de relieve los rasgos

más destacados de la sociedad, desordenándolos en un intento de resaltar los

comportamientos desorbitados de esa capa social-, en Luis Mateo Díez el efecto

conseguido es similar. Por ejemplo, sabemos que Feíto había hecho un retrato de

Orestes, y Chamín recuerda la imagen surgida del retrato:

«Aquellos dedos crecidos igual de espinos desde la basecercenada, y la hinchada manga cobijando un brazo monstruoso quellegaba al suelo» (p. 35).

388 Cf. Javier Goñi, art. cit., pp. 18-19.

389

Cf. “La ironía en La fuente de la edad de Luis Mateo Díez”, Anales del Instituto Ibero-Americano, vol. 1, 1989, pp. 109-116.

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La deformidad es una lacra que recae sobre numerosos personajes. Incluso

en algunos encuentros en el campo, aparecen diversas imágenes como la de Pidio

Legaña, quien poseía «una figura bailarina, que parecía celebrar el que se percatasen

de su existencia» (p. 135). Domingo tiene «las carnes gotosas [que] se movían fofas,

en su cuerpo desmoronado, como derramadas en el holgado interior de la camisona»

(p. 136); o el incesante temblor de don Basilio que le hacía mover continuamente la

mandíbula. Todo ello indica que el novelista persigue, no sólo seleccionar su

materia novelesca, sino que además pone en práctica el efecto acumulativo, en

palabras de Ramón Buckley, que consiste en «causar una impresión en el ánimo del

lector o [que para] transmitirle una idea, no le proporciona un solo dato, sino una

serie de datos similares que el lector va acumulando en su mente»390.

La descripción incide sobre cualquier gesto, el rostro o la indumentaria.

Valgan los ejemplos de Belisario Madruga y el fraile tronado, respectivamente:

«Hombre de corta estatura, extremadamente delgado. Lasdesmesuradas barbas y el alborotado cabello invadían su rostro, en elque apenas resaltaban unos ojos ocultos en la maleza. Vestía con unamezcla de harapos, estameñas y melotas y llevaba al cuello unaarrugada chalina» (p. 171).

«Más que consumido por el deterioro del uso, parecía devoradopor los ratones, y calzaba unas sandalias que no lograba comparar losdeformes dedos [...]. La barba le bajaba por el pecho como una curtidatelaraña» (p. 184).

Podemos observar a través del doble itinerario, antes aludido, la muestra de

un mundo degradado en el que la miseria aflora y en el cual encontramos personajes

opresivos, esperpentizados. De los cofrades, sobresale por su esperpentización,

Jacinto Sariegos, pelele plasmado como tal desde la primera página de la novela. Es

rechazado por el grupo que le espera para digerir las ancas de rana. El personaje en

cuestión trabaja en un archivo, en el que «los siglos apilaban sus sentenciosas

efemérides entre las ruinas de las pilas consistoriales». Es objeto de menosprecio por

390 Cf. Problemas formales en la novela española contemporánea, Ed. Península, Barcelona, 1973,2ª. ed., p. 126.

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parte de Chon y de todo el grupo: «Los reunidos rechazaron el saludo exculpatorio

del mensajero, que abrió cohibido una silla de tijeras para acercarse a la mesa» (p.

15).

Jacinto Sariegos posee una posible identificación con Zaratustra de Luces de

bohemia. Ambos sufren un proceso similar de muñequización y degradación:

«La cueva de Zaratustra en el Pretil de los Consejos. Rimeros delibros hacen sombras y cubren las paredes [...]. Abichado y giboso -lacara de tocino rancio y la bufanda de verde serpiente-, promueve, consu caracterización de fantoche, una aguda y dolorosa disonancia muyemotiva y muy moderna»391.

«Jacinto atesora en un instante ese aroma fluido que le libera de lasalpicadura de los legajos, del polvoriento goteo de los expedientes,amordazados por los balduques en las destartaladas estanterías [...].Por el túnel del Archivo, donde se respira el vaho cotidiano de lasapolilladas singladuras administrativas y los siglos apilan suscontenciosas efemérides entre las ruinas de las pilastras consistoriales,la sabandija era una ameba, cuyos seudópodos rastreaban cansados yciegos el informe laberinto» (p. 13).

No faltan episodios cómicos como el traslado del baúl, en el que Turcia se

orinaba bamboleándose y adopta tonos poéticos en relación con un tema

escatológico:

«No hay mejor regomello que el de sentirse escurrir en estasolvencia del aspecto humano. Ah, gota culminante de mi finiquito, yallegas presurosa» (p. 91).

O Publio Andarraso, el cual surge «de la oscuridad [con] un enorme y

bamboleante abrigo [del que], sobresalían dos monstruosos zapatos abiertos,

desparramados, que hacían más evidente la mareada línea de flotación de los pies

planos» (p. 98).

Todo ello es reflejo de un proceso en el que «no sólo cosas y sucesos

desbordan y dominan por completo a las personas, sino que las personas mismas se

391 Cf. Ed. cit., p. 16.

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cosifican, se ven siempre como objetos. Máscaras, fantoches -mudos o parlantes- ;

nunca seres humanos [...]. Todo, lo animado y lo inanimado, lo inhumano y lo

humano, se uniformiza en su misma variedad heteróclita, en ese clima especial de

feria carnavalesca que tienen los objetos y los sujetos esperpénticos»392.

Si hasta el momento hemos observado una exageración deformadora

(incluso cómica, en episodios que dejamos a un lado como el de Olegario el Lentes

con su cuñada, encerrados en el baño), fruto de un enorme juego de contraste, se une

al proceso de cosificación, el efecto de igualación prosopopéyica. Si lo humano llega

a su grado más exagerado de deformación, en compensación, los animales que

aparecen en la novela adquieren un rango superior, elevados a categoría simbólica

extraordinaria. Merecen ser reseñados el episodio del pastor Basilio, cuyo ternero le

protege de un constante temblor o las hijas de Belisario que se nos presentan como

un tropel de cabritillas.

3. 2. 2. 1. Recreación valleinclanesca: espejo y muñequización

Por otro lado, el juego de espejos está presente en numerosos episodios. La

taberna Capudre se integra en ese juego metafórico:

«Cuando la puerta bate sus hojas moviendo el juego duplicado delos espejos, que desorientan la imagen de los que van llegando» (p.29).

Recordemos que Valle Inclán393 se sirve de unos espejos394 especiales que

poseen la virtud de reflejar en su superficie, no la copia fiel de la realidad, sino la

392 Cf. Eugenio de Nora, “Valle Inclán como novelista”, en La novela española contemporánea,volumen I, Gredos, Madrid, 1973, 49-96, p. 86. 393 Para una visión enriquecida y detallada sobre la vida y obra de Valle Inclán, véase el volumenque agrupa una selección de artículos publicados en revistas y titulado Ramón del Valle Inclán, (ed.de Ricardo Doménech), Taurus, Madrid, 1988. 394 J. Baltrusaitis apunta una idea semejante: «Le cristal est une figure de l'air : tout ce qui aparaîtdans l'air mobile apparaît aussi dans le mirorir ou le cristal, comme une vague. Car en ce qui concerneles visions, l'air, l'eau et le cristal, c'est comme un tout -un miroir dans lequel l'on voit des refletsinversés d'un objet». Cf. Le miroir. Révélations, science-fiction et fallacies, París, 1978. Existe unatraducción española del original , titulada Ensayo sobre una leyenda científica. El espejo.Revelaciones, ciencia-ficción y falacias, Ed. Polifemo, Madrid, 1988.

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imagen deformante de ella, imagen que refleja la cruda y dura realidad. Los espejos,

junto al juego de luces y sombras, combinados en perfecta armonía, sirven para

mostrar ese mundo degradado.

El espejo puede servir también de interlocutor mudo de los personajes. Éste

es un medio que pone de manifiesto la conciencia del personaje. A veces, puede o

no identificarse con la imagen que ante sí ve reflejada. En Chon Orallo sobresale,

por encima de todo, el tema de la contingencia del ser humano:

«Chon Orallo se miraba en el espejo del aparador, en la furtivadistancia de la vajilla y las botellas acumuladas como relegadostrofeos, y observaba complacida la estricta línea de su peinado, elperfecto dibujo del moño, que aireaba su rostro con esa juvenillimpidez de las estatuas, en las que el mármol suplanta cualquiercontingencia» (p. 116).

El espejo, en sus sentido más superficial, refleja la verdad, la sinceridad y la

conciencia. Este elemento aparece en los cuentos de Occidente, en Novalis o en

algunos poemas de Mallarmé, entre otros. Una de sus acepciones es que el espejo da

de la realidad una imagen invertida: “Lo que está arriba es como lo que está abajo,

dice la Tabla Esmeraldina hermética, pero en sentido inverso. La manifestación es

el reflejo invertido del Principio”395.

Sin embargo, la visión deformada de Orestes representa «un espejo común

donde mirar nuestras carencias recreadas, una fantasía para aceptar y derrotar a la

vez el recuerdo y la penuria» (p. 31). Espejo del que Valle Inclán se sirve en Luces

de bohemia para mostrar una «estética sistemáticamente deformada [...], al

transformar con matemática de espejo cóncavo las normas clásicas [...]. Deforma-

mos la expresión en el mismo espejo que nos deforma las caras y toda la vida

miserable de España»396.

395 Véanse las diferentes acepciones en Jean Chevalier, Diccionario de los símbolos, Herder,

Barcelona, 1988, 2ª. ed.

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Pero el espejo puede ser espejo de aguas que evoca una atemporalidad

opuesta a lo fugitivo. Así, Ángel Benuza cree que «la vida eterna sólo puede ser la

muerte eterna, un engaño nacido en el mentecato sentimiento de los mentirosos», y a

continuación Jacinto bebe agua en un caño, observando su rostro «en el espejo de las

aguas desbordadas, como si se mezclase con el sueño» (p. 56).

Incluso, si nos remontamos a la constante alusión del jesuita aragonés, existe

en El Criticón un pasaje en el cual el Prudente sube con Andrenio a ver el palacio de

Falimundo, y allí le entrega un espejo397 procurado por Artemia. Con el espejo,

Andrenio realizará su deseo de ver a Falimundo pero, vuelto de espaldas al palacio,

ya que «las cosas del mundo se han de mirar al revés para verlas al derecho». Es

decir, se juega desde una contemplación invertida para poder ver lo real398.

3. 2. 2. 2. Celenque: mito y referencia al contexto histórico

Es preciso detenerse en el episodio del mulo Celenque, vinculado a una

guerra, escenario de una situación que remite como eco a otro tiempo contrapuesto.

Las secuencias que lo conforman poseen una base histórica, en la que se conoce la

infeliz existencia del mulo, condenado durante quince años por matar de una coz al

comandante Pardiña. El animal, ciego y con las orejas cortadas, sufre la condena de

vivir atado hasta la muerte. Cuando se acerca su fin y, por tanto, su «inmortalidad» ,

queda dignificado no sólo mediante el cariño de la gente, sino también mediante el

uso de la pluma. Son innumerables los poemas: «La Balada del Cautivo» de Paco

Bodes, «El lamento de Celenque», de Atanasio Ribera o «La Pavana del Mulo

ciego», de Marujina Costales.

396 Cf. Ramón del Valle Inclán, ed. cit., pp. 106 y 107 respectivamente. 397 El espejo como elemento mágico posibilita, según Jorge Checa, «reminiscencias diferentes y serelaciona con objetos destinados a provocar en el espectador una imagen inédita, pero sustancialmenteverdadera de las cosas». El espejo que se vincula al tópico del mundo al revés, «expresa la necesidadde ajustarse a las condiciones de una realidad moralmente invertida, la cual es menester descifrar deforma oblicua o, como la propia técnica del Criticón ilustra, indirecta». Cf. «Gracián lector deAriosto: Huellas del Orlando furioso en el Criticón», Hispania, núm. 4, diciembre, 1988, 743-751, p.748. Para un estudio más detallado sobre los espacios alegóricos en El Criticón, véase del mismoautor, Gracián y la imaginación arquitectónica: espacio y alegoría de la Edad Media al Barroco,Scripta Humanistica, Potomac, 1986. 398 Cf. Ed. cit., I, crisi VIII, pp. 96-97.

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Pero, además, Celenque399 es testimonio de una provincia que ha sufrido las

consecuencias de la guerra civil, población asustada en donde «sale uno a enmendar

pacíficamente la noche, y, a la primera de cambio, te sacan una escopeta. Estos son

los tiempos que corren y no los que dicen en radio falange» (p. 97). Una ciudad

desdichada400, en la que viven asfixiados hasta el final de la novela:

«Ahora pisamos tu entraña, urbe maldita [...]. El fanal de tumezquina memoria. Ahora que eres un cadáver perdido a merced de lainclemencia y el invierno [...]. Urbe desolada que albergas lasmaldades de los que cada día te matan con su injuria y su cebadorencor [...]. Yaces sin gloria entre la podredumbre de quienes tequisieron invicta. Mueres en la tribulación de aquellos pendencio-neros que te llamaron heroica. Buena no eres, porque jamásreconociste la bondad de tus hijos mejores» (p. 295)401.

3. 2. 2. 3. La muerte: muestra de la contingencia humana

El novelista va configurando ese doble juego al que se refiere en la entrevista

que, en definitiva, corre de modo paralelo al código doble de Valle, ese cajón de

doble fondo en que se observa la cruda realidad, que posee en su interior la pura

desgracia.

En todo esperpento existe la presencia de la muerte. La novela revela a lo

399El mulo representa un ejemplo de ironía escondida: “La sorpresa del lector es indescriptible al

descubrir que Celenque, el Cautivo, era un mulo condenado primero a muerte y, posteriormente, acautiverio perpetuo por haber matado de una coz a un oficial del ejército franquista. Su figura llegaa tomar un valor simbólico, la injusticia de la que ha sido objeto toma tintes esperpénticos, hechoque es comentado por don Florín”. Cf. “La ironía en La fuente de la edad de Luis Mateo Díez”,art. cit., p.112. 400 Gracián vive una época cargada de pesimismo y, asimismo, denuncia una nación en plenadecadencia: «Les deux personnages principaux du Criticón évoluent, par conséquent, dans un mondequi se montre sous des traits antithétiques ou dont les aspects s'inversent suivant le regard qu'ils jettentsur lui. L'Univers qu'ils parcourent est ainsi peuplé de monstrueuses allégories [...] qui engendre desmonstres, comme Goya l'illustrera» (p. 85). Cf. Agustín Redondo, Colloque International sur l'imagedu monde renversé et ses representations litteraires et para littéraires de la fin du XVI siècle aumilieu du XVII, París, 1979. Véase, con más detalle, el episodio de Las estaciones..., (ed. cit., p. 82 ysigs. ), estudiado ya en que Marcos Parra y Claudia Vergel son detenidos, que refleja la represiónexistente en la vida provinciana en los años cincuenta. 401 De igual modo, Valle denunciará a voces con el esperpento «las injusticias de una sociedadparticular -el Madrid y la España toda de los primeros años del siglo XX, por ejemplo en Luces debohemia [...]. Armado de su esperpento, Valle derriba mitos, pone cargas explosivas a los paredonesberroqueños de tanto falso castillo de valores y virtudes (que vendría encarnado por los miembros delCasino) nacionales que el español de nuestro siglo miraba todavía con bobalicona admiración...» Cf.Manuel Bermejo Marcos, Valle Inclán. Introducción a su obra , Anaya, Madrid, 1971, p. 17.

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Esperpento y degradación

295

largo de la acción dos óbitos: Julio Linaza y Dorina Guisatecha, que muestran, a la

vez que evidencian, el fatalismo temporal, la personificación del tiempo. Encarnan

el ser humano sujeto a leyes naturales, inmersos en una vida natural pero, que se

aleja del esperpento de Valle Inclán en el sentido de que no son reducidos a la nada,

no son presentados como los valleinclanescos en que la muerte viene a apresurar la

degradación de lo humano. La muerte es condición precisa para cualquier

esperpento. El grito con el que culmina la obra se pone en boca de la joven Dorina,

quien antes de lanzarse al vacío, adopta un tono apocalíptico. Recordemos que la

misma cita se encuentra al principio de la novela:

“Oíd, hermanitosla hora es llegada,el mundo se acaba,

según está escrito”

3. 2. 2. 4. El sueño: vía de evasión

Hasta el último momento podemos ir observando como en La fuente..., Luis

Mateo Díez ha asimilado los fundamentos del arte valleinclanesco para quien la

técnica del esperpento, según Montesinos, «no es una inmersión en la vida o en un

cierto medio, sino todo lo contrario; es nuevamente una evasión. Valle va a ese

medio acorazado de un rencor previo de raíz antes estética que moral»402.

Luis Mateo Díez parte de una realidad concreta en la que hay una relación

continua con Valle Inclán: construcción de la novela como diálogo, cortado por

pequeñas descripciones, a modo de acotación esperpéntica. Existen además un uso

de frases hechas o muletillas con doble sentido. Al principio se alude al laurel de

Baco, la saya de Afrodita o el mito de Isis y Osiris. El autor reconoce en su novela el

barroquismo en dos sentidos: en el lenguaje y en el modo de narrar. Usa la tercera

persona como forma de novela barroca, e incluso hace un seguimiento del

protagonista colectivo que, en definitiva, es el héroe. El narrador, al final, comparte

402 Cf. José F. Montesinos, “Modernismo, esperpentismo o las dos evasiones”, en Ensayos yestudios de literatura española, (ed. de Joseph H. Silverman), Revista de Occidente, Madrid, 1970,275-303, p. 291.

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Esperpento y degradación

296

la postura de los cofrades con los cofrades (protagonista y cómplice del modo de

entender la realidad). La voz es barroca pero esperpéntica. El barroquismo es el

modo de expresión de sus protagonistas, seres literaturizados (salvo excepciones)

que no responden a comportamientos fijados por un modelo, como por ejemplo

ocurría en la novela realista.

La fuente..., desde esta perspectiva, es un drama en tres actos, en donde la

tercera parte es capaz de destruir cualquier posible ilusión. Hay un reparto muy

calculado aunque cada parte constituya un todo independiente, si bien remiten entre

sí. Algunos títulos de los capítulos recuerdan ese doble juego de lo mítico y la

parodia. El capítulo «La caza del gamusino» es la pérdida del tiempo. El título del

capítulo ocho «Saepe levi somnum inire susurro», un verso virgiliano, que conecta

la idea de que el sueño es mito propio de la edad. En todo caso se atisba una evasión

de la realidad. La función del sueño queda descrita en los siguientes términos por

Paco Bodes:

«Cuando se sueña es cuando más intensamente se vive. Es el únicotrance en el que no hay límites para las emociones. Como bien decíaEutimio Gavela, el sueño es el secreto desván de las secretasintenciones humanas» (p. 135).

La expedición es un sueño403. Mediante éste, el lector se encuentra con un

mundo imaginario y sobrenatural, que contrasta con el despertar (mundo absurdo de

la realidad provinciana).

El final, por tanto, invita a dos lecturas, ambas verdaderas y que contienen

elementos coherentes. Una es la evasión de la realidad cotidiana; la otra, la

recreación literaria y onírica. Todo ello remite a la creación barroca. El propio

novelista se refiere a ello en los siguientes términos404:

403 Efectivamente, en la tercera parte se informa al lector de la relación entre Chon y Ángel. Todo seha desvanecido: «Más allá de la amistad, en este caso no hay nada. Llegué a pensar que aquella nocheen la cueva no había sido un sueño, dijo Ángel Benuza. Fue un sueño aquella noche y fueron un sueñolas tres veces que aquí te me colaste en la cama, concluyó Chon Orallo». Cf. La fuente..., ed. cit., p.

239. 404 Cf. Javier Goñi, “Luis Mateo Díez: el humor, un espejo en el camino”, art. cit., p. 19.

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Esperpento y degradación

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«Propendo un poco a lo barroco, es verdad; en lo que puedes tener,a estas alturas de la vida, como un estilo consolidado hay un trasfondobastante barroco, aun en los momentos en que intento hacerlo másescueto. En este caso en concreto, en La fuente de la edad, hay untrabajo muy consciente: yo quería que la voz narrativa, la tercerapersona, fuese una voz muy cómplice con la de los cofrades y sumanera de hablar quería que fuese una voz paralela a la de ellos. Erala mía, desde luego, pero al quererla hacer cómplice, me salía una vozpeligrosamente barroca».

Podemos repetir con María Dolores de Asís que «en las distintas ocasiones

en las que se ha hablado de su poética, a la hora de vincularse a una tradición

literaria, se sitúa en la española y, más en concreto, en la cervantina en esa línea

imaginaria [...], de la pluralidad de realidades y universos del Quijote, del

contraste entre realidad e imaginación, de la novela como aventura de la vida con

la metáfora del sueño y la quimera, con el simbolismo que la relata y la revela más

allá de sus apariencias, con otras significaciones. Esa línea que tiene en Valle

Inclán, después de tantos meandros inolvidables, una especie de punto límite vertido

en la estética del esperpento»405.

El narrador es una tercera persona, concebida por el novelista, en la

entrevista citada como «voz muy cómplice con la de los cofrades y su manera de

hablar quería que fuese una voz paralela a la de ellos. Era la mía, desde luego, pero

al quererla hacer cómplice me salía una voz peligrosamente barroca; porque ellos,

los protagonistas de mi novela, se mueven en un estilo de coloquialismo un poco

retórico, ellos lo son y no sólo por las citas, más o menos apócrifas que hacen, sino

que se ve que ellos le conceden a la forma de hablar una especial importancia y

hablan como se escribe»406.

Ese narrador da pie a que los personajes puedan hablar por sí mismos,

mediante un continuo diálogo. Pero aquél «en lugar de acordarse de un punto de

vista privilegiado para su información se ciñe a la que pueden tener los personajes;

si renunciando a la mirada omnisciente opta por ver el mundo con los ojos de ellos,

405 Cf. Última hora de la novela española, op. cit., p. 296 .

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la narración gana en vibración humana [...]. El narrador no decreta, sino que muestra

el mundo como lo ven sus héroes [...]. Esta forma exige, naturalmente, una mayor

participación del lector, que debe estar alerta: lo que se dice no es lo que es [...], sino

lo que los personajes creen que es»407.

3. 2. 3. El expresionismo y lo grotesco en los personajes de El expediente

del náufrago.

Fermín Bustarga en su periplo desde el Archivo a los barrios de Vulcano y la

Estación, se encuentra con personajes estrafalarios como ya lo hiciera Marcos Parra

en Las estaciones... Estos personajes tienen la misma identidad que el protagonista,

pues son los que le sirven a Fermín-testigo para unir, gracias a ellos, los eslabones

en el intento de rescatar la obra y vida del gran archivero y poeta Alejandro Saelices.

Baste recordar a Néstor Villada, uno de los que lee los poemas de Fermín y le

convence para que tire su obra poética:

«Hay que cortar por lo sano, Fermín -me dijo, mientras las hojasvolvían a circular entre sus dedos-. Cuanto más impío seas con tuobra, más llegarás a santificarla. Casi es la única lección que puedodarte.

Sin previo aviso comenzó a rasgar las hojas y a dejarlas caer. Miprimer impulso fue contenerle. Luego volví otra vez a sentirmeabochornado, y después moví la cabeza con resignación y no sé sicondescendiendo [...].

Así me gusta [...]. ¿A que te sientes más ligero? Sólo quien notiene seguridad de escribir algo mejor se aferra a lo que ha hecho. Haymucho poeta rata, mucho poeta hurón por ahí suelto, pero el artenunca puede ser cosa de urracas» (pp. 101 y 102 respectivamente).

La esterilidad poética se acrecienta y su casi nula inspiración vuelve a su

conciencia poco más tarde en el Archivo en medio de una jornada donde el tedio es

406 Cf. Javier Goñi, art. cit., p. 19.

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el protagonista. El recuerdo de los poemas perdidos y su intento de reconstruirlos se

obstaculiza a causa del olvido: «Esos baldíos intentos incrementaron mi desasosiego

hasta que decidí no seguir alimentando la obsesión de esa pérdida, acomodarme a la

idea de la beneficiosa higiene que propugnaba Néstor como medida de aquel

desprendimiento, de la confianza de que escribir otros poemas era el reto

imprescindible, sabiendo que sólo quien no tiene seguridad de escribir algo mejor

se aferra a lo que ha hecho408»409.

Los personajes inmersos en una mediocridad de la que son fiel reflejo, tienen

sus máximos exponentes en algunos como, por ejemplo, el librero ruso Orencio

Oblomov, conocedor de la vida y obra de Saelices. Al conocer a Fermín se ofrece

para cualquier cosa que necesite y le emplaza en su tienda de libros de lance, El

Rublo, donde encontrará los grandes poetas rusos. El contrapunto viene dado por

Néstor Villada al desaparecer Orencio:«Rusos falsos, poetas menores que no se

resignan a reconocerlo, y la mala uva habitual de quienes se debaten entre el quiero

y no puedo [...]. La mediocridad es el condimento más amargo de la existencia, y

comer hay que comer» (p. 113).

En el camino quimérico que recorre Fermín Bustarga, a medias entre la

ilusión-quimera poéticas y la imposibilidad del vivir, encuentra una serie de

personajes, cuyo denominador común es la miseria humana que los envuelve. Así,

por ejemplo, Orencio Oblomov recuerda a Olegario el Lentes de La fuente..., por su

aspecto físico. Ante Fermín se presenta con dificultad, pues «era difícil distinguir

sus ojos tras los gruesos cristales de las gafas» (p. 108). De Celso, funcionario del

registro de Industrias y Actividades, destacan su sonrisa y sus ojos: «Tenía la sonrisa

desfallecida del prisionero a quien confinaron en el último calabozo [...]. Las huellas

del confinamiento eran perceptibles en los ojos somnolientos de Celso, sobre todo

en el párpado izquierdo, que iba consumando su caída como un músculo muerto» (p.

41).

407 Cf. Óscar Tacca, op. cit., 64-112, p. 77. 408 El subrayado es mío. 409 Cf. Ed. cit., pp. 127-128.

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En ocasiones, la simetría de la desgracia llega a ser tan grotesca y absurda

que se extiende de igual modo en el ser humano. Valentín Enebro tenía un tic en el

ojo izquierdo, justo el que Celso poseía cerrado, si bien este hecho «marcaba entre

ellos una complicidad no menos extraña, acaso porque aquella casual apariencia de

la misma escondía otras correspondencias menos visibles. Enseguida comprobé que

así era. Valentín se rascaba la calva con fruición y nada más vernos aparecer, casi

sin saludarme, hizo un gesto desolado sin dar sosiego a la calva» (p. 132).

Mientras don Julio inútilmente intenta recordar unas estrofas, Fermín

observa en qué prendas se refugiaba: «Su figura parecía progresivamente encogida y

que ese efecto tenía mucho que ver con la desproporción de su abrigo. La tela gruesa

le cubría con excesiva generosidad y las mangas eran muy anchas, las hombreras

caídas, el cuello y las solapas enormes» (p. 62).

Algunos personajes llegan a tal grado de miseria que mueren en vida. Así

ocurre con Sento Sentines, el poeta eremita que vive en una especie de ergástulo o

habitación con dimensiones de nicho en el tejado de una casa. Cuando Orencio

Oblomov y Fermín se disponen a sacarlo en estado cadavérico, la operación resulta

costosa: «Sento Sentines era un ser escuálido, semidesnudo, al que el viento parecía

haber arrancado de algún cobijo para clavarle en aquel lecho mortal [...]. A la vejez

extrema de su cuerpo se unía la incapacidad de Orencio para echar una mano. Le

arrastramos como pudimos y ya desde la azotea yo logré sujetarlo mientras Orencio

lo descolgaba a punto de caer tras él» (pp. 156-157).

El funcionariado queda en tela de juicio cuando, por ejemplo, se resaltan

cualidades de Celso como la actitud pretenciosa y su mal humor, causas que

provocan que las instancias nunca encuentren su verdadero destino. Asomado a su

ventanilla, «parecía una sabandija que confiase su enfado a la prepotencia de la

mampara, dispuesto a increpar a quien se acercase, decidido a repartir su desgracia

entre los contribuyentes» (p. 41). En el momento en el que conmina a Fermín a que

visite a Josefa Bobia, es aquél quien informa acerca de la relación funcionario-

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contribuyente:

«Celso atendía [...]. El contribuyente se retiraba con gesto dederrota. Celso asomó en la ventanilla. Vi su rostro contrito desabandija en la diminuta embocadura de la mampara.

-Fermín- me llamó.Me acerqué. El párpado del ojo izquierdo se le cerraba con

nerviosa vibración, como dominado por un extraño hormigueo [...].Un polifemo al que le quitaron hasta el entretenimiento de buscar elPez de Oro» (p. 47).

A este respecto, hay que hacer notar que en ocasiones, cuando llega la vejez

y con ella el momento de la jubilación, la conciencia del que trabaja en la función

pública se vacía y la sensación que se llega a sentir es como la de don Julio, la del

«lisiado, la del desposeído y, a la vez, de olvido y de derrota. Ése es el sentimiento

que ahora cubre mi ánimo» (p. 62).

En los sueños de Fermín aparece la figura del suicida Belarmino Yebra, de

quien le había hablado Rodiezmo. Al recordar la gabardina, el cuerpo de Belarmino

carecía de manos, pies y rostro en el sueño. Lo único que resalta de él es una

sensación, la de su cuerpo, «allí colgado, [que] quedaba como un objeto más del

polvoriento patrimonio del Archivo» (p. 49).

3. 2. 3. 1. La mediocridad del ser humano

Toda la narrativa de Luis Mateo Díez tiene como rasgo común presentar a

un grupo de tarados y lisiados que desfilan por diferentes bares y que conforman ese

nido de personajes, ya clientes, ya trabajadores; en definitiva mosaico humano de la

vida misma, siempre vistos desde una perspectiva donde la risa del propio individuo

es la protagonista. Así, en un bar escueto en el barrio de la Estación como El Astilla,

puede encontrarse a un camarero sin complejos y que saca de todo lo negativo su

visión optimista. Esta imagen recuerda la actitud vital que mantenía el benemérito

Argüello, trabajador en el Vespertino y que frecuentaba El Astorgano en Las

estaciones... En el caso que nos ocupa se muestra del siguiente modo: «El hombre

que me atendió era uno de esos mancos habilidosos que han hecho de su carencia un

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alarde de virtuosismo. La mano sana tenía la vivacidad de un extraordinario

adiestramiento y uno no podía sustraerse al hechizo de su juego, que el dueño

ejercitaba con voluntad circense. No pude por menos que decírselo, deslumbrado al

observar la pila de platos y pocillos que se alzaba con perfecto equilibrio sobre el

fregadero. El día que me quedé lisiado -contestó con aire satisfecho- me di cuenta de

que me había quitado de encima un estorbo. Las personas tenemos dos cosas de lo

que con la mitad sería suficiente410 y sólo una de lo más importante» (p. 181).A este

respecto conviene señalar que en su posterior novela, Camino de perdición, el

protagonista visita un bar regentado por el dueño llamado Mallea, que simula ser

tuero, que en definitiva es usar la mitad de la visión. Sentencia a Sebastián: «La vida

que más me interesa la vi siempre por el izquierdo. El mundo no es el mismo

mirado por uno u otro. Ahora me conformo, pero no voy a decirle cuál me queda»

(ed. cit., p. 280). Y es que el ambiente que reina en las tabernas de El expediente...,

son el refugio de la helada que reina en las calles y que contrasta con la temperatura

interior de algunos bares que Fermín frecuenta con asiduidad: «Estaba sentado ante

una mesa, en un rincón del local, y es probable que me hubiese observado más de

una vez, pues aquel bar se había convertido en mi centro de operaciones, el lugar

donde recalaba al inicio o al final de mis pesquisas, ya que la atmósfera caldeada del

mismo y la bonhomía del dueño me lo hacían especialmente grato» (p. 95).

Igualmente en la taberna de Arístides Sotero, su dueño «dormitaba sobre el

mostrador, me saludó como si recordase mi cara» (p. 102). Y a tales actitudes vitales

corresponden semejantes ambientes; en general, la tiniebla, la falta de oscuridad y de

luz son generalizadas. Así ocurre cuando Fermín encuentra, no sin dificultad, el

Mediavilla: «En la tiniebla tembló una luz y corrí hacia ella. El cliente que salía

quedó paralizado al pie del portón que acababa de cerrar tras él, sin duda temeroso

de que viniera persiguiéndole. Alzó la mano izquierda en son de paz o para

contenerme con un saludo, y se fue también corriendo. Un número trece campeaba

al revés sobre los cuarterones. Empujé el portón disgustado por no disculparme de

410 Sebastián, el viajante de Camino..., estaría de acuerdo con esa afirmación, pues en cierta ocasiónsentencia: «Dos ojos para ver al mismo tiempo el mundo de dos maneras distintas -musitó Sebastián-y pasarse toda la puñetera existencia dudando de con cuál de ellas quedarse, con lo duro que yaresulta aceptar la única que vemos». Cf. Camino..., ed. cit,., p. 377.

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con el huido. La oscuridad se rompía bajo el aliento de una bombilla en el zaguán, y

luego volvía a espesarse en el tramo de la embocadura de la cueva que, tras media

docena de peligrosos escalones, se abría a la amplia bodega que era el vientre del

Mediavilla. La luz escaseaba en el interior y alcancé la barra con cierta dificultad,

sin distinguir el grado de concurrencia» (p. 106). El ambiente que se respira en la

cantina de la Estación es semejante. En este momento Fermín se siente cansado y

con una conciencia nublada en medio de la noche. Es el desagradable aguanieve el

que provoca la búsqueda de un café caliente en un espacio en el que habitan seres

somnolientos:

«La atmósfera de la cantina se adensaba con ese lastre del sueño ylos hedores que multiplican la incomodidad de la noche, el signodesvariado de las horas interminables de vigilia y desazón. Distinguíalgunos bultos derrotados sobre las mesas, alguna mirada sonámbulaque parpadeaba como si una brizna de carbonilla se le hubieseenquistado. El café me calentó el estómago y en la banqueta, ante labarra, sentí deseos de apoyar la cabeza sobre las manos y unirme aldesigual concierto de aquellos durmientes que no lograban llegar alsueño ni regresar de él» (p. 124).

El mismo símbolo estaciones411 recobra su primitivo sentido, el que ya

aparecía en la novela de homónimo título. En El expediente..., cuando Néstor

Villada habla a Fermín del poeta Saelices, también alude a la peregrinación412 por

los bares de la provincia:

«Allí se sentaba -dijo- [...]. Dos de orujo en cada establecimiento.Ramales, Sotero, Valdosín, Mediavilla, El Casco, Brito, Casa Millaresy Traviesas. La jornada comenzaba al oscurecer y a la medianocheestaba concluida, salvo los días que se extraviaba» (p. 103).

411 «Arrastrar a Néstor el resto de la noche fue bastante complicado. La media de sus copas estabarebasada desde que salimos del Traviesas y en las sucesivas estaciones, por el Millares, el Brito y elSotero, iba perdiendo la brújula y hundiéndose en aquella rara aflicción que, por primera vez desdeque le conocía, lastraba sus palabras, abocándole a un intermitente mutismo». Cf. El expediente..., ed.cit., p. 268. 412 Al referirse Orencio al gremio de los libreros y escritores, explica cómo éste se fraguó bajo laestela de la figura de Alejandro Saelices a través de las estaciones que recorría: «Todos andábamospor ahí sueltos y, sin que nadie lo dispusiese, nos encontramos juntos, arropados por la leyenda oscurade ese hombre al que probablemente ninguno había visto. Seguimos su senda por los establecimientosdonde hacía las estaciones, del Ramales al Sotero, del Valdosín al Brito y al Millares, y en el fondo esuna historia absurda porque es como una peregrinación sin causa ni destino a la que nos fuimosacostumbrando, remisos al comienzo a mostrarnos nuestros versos y más dispuestos luego a hacerlo».Cf. El expediente..., ed. cit., p. 144.

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Resulta al menos sorprendente el encuentro de Fermín Bustarga con Miguel

Beruelo. En su acercamiento a la figura de Alejandro Saelices, asistimos al discurso

de la desgracia y la desdicha. Como otros tantos personajes, Miguel Beruelo vive a

medio camino entre la locura y la lucidez. Fermín que despierta de un sueño en el

que ha estado con Eloína en casa de aquél, un extravagante personaje acostumbrado

a saquear santos de las sacristías a quienes creía tener secuestrados e incluso osaba

de forma sacrílega a hacerse novio de una virgen. Este personaje recuerda al fraile

tronado que aparecía en La fuente... En esta ocasión, en vez de secuestrar a los

cofrades, retiene y castiga a santos y vírgenes, haciendo a estas últimas sus novias

por semanas:

«Fíese de Santa Eulalia, esta virgen gloriosa que hay sobre laalacena, al lado del espejo isabelino [...]. Cada equis tiempo cambiode prometida y de mayordomo. Mire, éste que ve aquí con la bayeta yel plumero, es San Severino, a él le han caído en suerte las labores delhogar [...]. Los tengo secuestrados -dijo sonriendo-. A la gloriacelestial le faltan estos santos varones y estas hembras virginales querapté» (p. 231).

Las santas imágenes le sirven de apoyo en el pasillo como verdaderos

báculos en su caminar torpe por el pasillo al que siempre accedía con dificultad. La

imagen de Miguel Beruelo que yace en un diván es lamentable413 y hasta en esta

situación la ironía surge como contrapunto a su frágil salud cuando junto a Fermín

se disponen a tomar en un bar cercano unas copas de aguardiente:

«Le seguí por la senda menos congestionada. Se movía condificultad. Hasta alcanzar la puerta se apoyó dos o tres veces en lasimágenes más pesadas que parecían los guardianes de su camino.

-San Bartolo acógeme en tu seno, San Benito no me abandones,San Sinesio échame una mano -iba diciéndoles como una letanía-. Ytú, San Serenín -se encaró a la última dándole un capón-, no te meatravieses que de noche todos los gatos son pardos y no hay modo dedistinguir a un presbítero de un seglar...» (p. 234).

Como acertadamente apunta Fernando Lázaro Carreter, la originalidad de la

413 «Me dio la impresión de que debía llevar varios días y varias noches sin desvestirse. Sus ojosestaban enrojecidos cuando me miraron y la barba salpicaba su rostro con una cerrada cortina de púas

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305

construcción de la novela reside en esa “ciudad sin nombres (...), que el narrador

recorre como en una exploración del infierno. Todo y todos allí están rotos por el

desengaño, a veces sin que el porqué esté claro. Ningún puente perceptible permite

salir del ámbito novelesco, porque ha sido creado para sólo acontecimientos

fictivos”414. Quizás en esa búsqueda de la existencia del poeta Saelices, obsesión

humana reflejada en la misma deformidad del espejo valleinclanesco415, que no es

más que el encuentro con la existencia lamentable de todos los seres humanos416, se

halle presente la desgracia417:

«Quien se acerca a la desgracia, que es el atributo de losdesgraciados, corre el riesgo de contagiarse -citó Beruelo-. Ladesgracia es como la tiña, amigo mío, pero de ella ya hablaremosluego si le place. Con Saelices todas mis deudas son de amistad yalgunas guardan secretos que sólo a nosotros nos pertenecen. Peroseguro que a usted, como es lógico, le interesa más el poeta que elhombre...» (p. 235).

Esa obsesión humana no refleja más que la vida es un engaño. En Camino...,

Sebastián se encuentra en su camino a un extraño personaje al que le han encargado

blancas». Cf. El expediente..., ed. cit., p. 231.

414

Cf. Reseña sobre El expediente del náufrago, ABC Cultural, 14/02/92, p. 7. 415 Cuando Miguel Beruelo habla a Fermín de la tortuosa relación de la hija de Saelices con eltrastornado Tolibio Cifuentes a quien había visto, cual alma en pena, en alguna ocasión en la criptadel cine Lesmes, se refiere a él en los siguientes términos: «Una obsesión -reconoció [Beruelo]-. Elpeor pintor de la historia de la humanidad dedica un mural a los malos poetas... Es el espejo deformede sí mismo, de ese impulso frustrado y sórdido con que se expresan los mediocres... Cuando no haygrandeza para emprender cosas grandes, ajenas a la miseria de lo que somos, se conforma uno conesas inquinas y malevolencias... ¿Ya viste por quién estaba presidido el Parnaso Perverso...?». Cf. Elexpediente..., ed. cit., p. 237. 416 La desgracia se hace omnipresente en su posterior novela Camino... Azuario es el encargado dehablarle a Sebastián Odollo de los puntos cardinales de la vida: «El norte de la dicha, el sur de ladesgracia, el este de la prosperidad y el oeste de la indigencia. No me los confundas con las virtudesque con ésas no hay modo de orientarlas ni en el desierto de la vida ni en el de Moravines». Cf. Ed. cit., p. 231. 417 Este motivo es recurrente en Camino..., cuando, por ejemplo, Teyo Centeno y Tubal Dorego songolpeados por los primos y el tío del novio fugitivo Niseno. Con los pómulos inflamados, aseguróBuceta que las desgracias «a veces vienen sin que las llames y a veces se sale a por ellas. En el primercaso no hay nada que decir, en el segundo cada cual es el dueño de sus descalabros». De igual modo,un poco más tarde, Sebastián al recordar la desgracia que provocó el accidente de Dídimo, al dialogarcon su Oruga señala: «Dicen que las desgracias se te echan encima con la misma facilidad con queuno las encuentra -reconoció moviendo la cabeza resignado- pero tú y yo, amiga Oruga, sabemos queno todo está de la mano del destino, que algo se puede hacer en muchas ocasiones para bien o paramal. La carretera tiene este riesgo al que tanto ayuda la confianza de quienes por ella hacemos la vida,este mismo riesgo que ahora, sin ir más lejos, alienta el sopor, la inconsciencia que sólo un instante

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que finja ser un muerto de alquiler. Éste confiesa a Odollo: «Lo rara que es la vida y

lo engañados que con ella estamos. Lo fácil que es resignarse a estar quieto, como si

estarlo fuese lo propio de la condición humana. En fin, bastantes y curiosos» (p.

329). Y es que como dice don Rino, «esta vida que llevamos sin voluntad ni destino

[...], no podrá conducirnos a la felicidad, pero ésa sólo la persiguen los ilusos...»418.

Volviendo a El expediente..., este episodio conecta con el sorprendente de la

cripta del Lesmes y el Pantocrátor. Esta afirmación cobra pleno sentido cuando el

aguardiente que beben Beruelo y Fermín les hace tan cómplices que resulta

indiferente que cada cual beba en la copa del otro, hermanándose en ellos un

profundo sentimiento de amargura:

«Te dije que la desgracia es como la tiña, y es verdad. Se te pega ala vida como una maldición y te persigue hasta que te hace suyo.Entonces te entregas, qué remedio, la aceptas y hasta puedes llegar acuidarla como si fuese una hija enferma. La desgracia es un donamargo pero muy entrañable, ya ves qué extraña mezcla. Pertenece alo más profundo del ser humano, a ese temblor que está en lo másbajo y en lo más digno y oscuro de su condición. Porque de ellaestamos hechos y sin su contraste la felicidad es una excusa. Lo maloes cuando se nos convierte en una hija única. La desgracia, al fin, es elextremo de nuestra fragilidad» (p. 235).

Sólo se extrae de la figura del poeta Saelices que mató a su mujer a

disgustos. Es el alcohol el que provoca de forma inesperada, pues iba a dejarlo para

otro día, que Beruelo también recite el discurso de la desdicha. En este caso parece

que asistimos a parecido consejo que ya exponía Manuela Mirandolina en La

fuente... a Paco Bodes y a Ángel Benuza. La idea es la misma: la vida se muestra

como un proceso, como una cadena de eslabones o sucesos que no provocan más

que dolor, bajo cuyo mensaje se esconde un terrible miedo a la verdadera realidad:

«Nunca podremos alcanzar la fortuna de la vida los que para ellano estamos preparados. No busquéis la felicidad quienes sabéis que elinfortunio por todas partes os acecha, porque erraréis haciéndolo y

me deja sin voluntad en tus manos». Cf. Ed. cit., pp. 136 y 146 respectivamente. 418 Cf. Camino..., ed. cit., p. 348.

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viviréis en la desazón. Haced vuestra la desventura, amadla como unaflor humilde, ya os dijeron que también de los desventurados es elreino de los cielos... Fin de la primera parte del discurso de ladesdicha» (p. 238).

3. 2. 4. Un nuevo relato de perdedores inmersos en un camino de

perdición

El desfile de personajes inmersos en la derrota cotidiana419 vuelven a

emerger en esta novela, donde no queda excluida una rancia onomástica420. Así, por

ejemplo, en uno de los primeros encuentros que Sebastián Odollo mantiene en el bar

Solares con su amigo Pablo Llantas, el protagonista puede comprobar el temblor y el

desequilibrio del pulso de Pablo, provocados por el alcohol421, mientras sujetaba una

taza de café:

«Hasta aquí hemos llegado, Sebas -indicaba apesadumbradomientras la taza bailaba descontrolada para alcanzar con dificultad loslabios. Esto no es parkinson ni se cura con pastillas. Todas las rutas demi vida, y lo que conllevan suman veintitrés años y muchos miles dekilómetros [...].

Sebastián observó la mano de Pablo Llantas depositando segura lacopa vacía y enseguida el temblor que la dominaba cuando aún no lahabía retirado de la barra» (pp. 18-19 y 21 respectivamente).

419 En la presentación de la novela, el propio escritor afirmaba que «los Sebastianes Odollos viajan

sus rutas entre la rutina y los desconocido, son antihéroes, personas que nunca llegarán a nada, figurassecundarias que tienen la voluntad cautiva, que cumplen su misión profesional, pero que el resto deldía son hombres a la deriva». Cf. Amelia Castilla, reseña sobre Camino ..., art. cit. 420 Diseo en conversación con Sebastián cuenta cómo con su cuñada Penela había tenido seis hijos:«Al mayor le pusimos Eserio, a la segunda Penela, al tercero Telemo, al cuarto Casirio, a la quintaMelita y al sexto Getino como el abuelo. Ninguno se llama como yo y en ninguno llevo visto, hasta eldía de hoy, aquel azogue que me hizo marchar». En Visedo podemos observar la gran variedad denombres que puede adoptar y así «puede llamarme Melgar, Toreno, Decenio o Miravito. Yo no soysino lo que me conviene ser, porque no hay pretensión más superflua que la de querer ser unomismo». Cf. Camino..., ed. cit ., pp. 39 y 276 respectivamente. 421 El contrapunto surge al presentar el narrador las manos de un prestidigitador, Valdivia, y lastemblorosas de un viajante, Pablo Llantas, que ya ha llegado al final de su carrera. Nótese asimismo elmiedo que siente Sebastián al recordar la imagen de Pablo, alter ego, espejo donde puede contemplarsu propia imagen reflejada en cuanto pasen unos pocos años: «Las manos veloces de Valdiviamostraban la seguridad y decisión de quien las controla, eran dos instrumentos de precisión casiinquietante. El recuerdo de las manos temblorosas de Pablo Llantas vino a sobreponerse sobre ellas ySebastián sintió el temor de aquellas manos indecisas que el alcohol desajustaba, el falso movimientocon que a veces se desplazaban por los mandos del coche, la voluntad imprecisa con que se aferrabanal volante». Cf. Camino..., ed. cit., p. 215.

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Ni el propio protagonista puede presumir de héroe422, contrariamente se

dibuja como un perfecto anti Don Juan, que necesita de los cuidados particulares de

Marina: «No es la primera vez que vienes así. Hace tres meses te curé una brecha y

el año pasado esta pobre -indicó presionando con suavidad el glande del sexo de

Sebastián- se ganó un grano donde menos le convenía. Lo peor es el traje, de ése no

vamos a poder hacer vida, ya te puedes ir encargando otro» (p. 165). En otra

ocasión, Marina se encarga de recordarle lo mal que anda. Sentado en la cama con

las manos apoyadas en el colchón la estampa resulta desoladora: «Vio sus piernas

blanquecinas y peludas, los brazos, los dedos temblorosos. Intentó alzar la cabeza.

El extremo amargor de la boca se compaginaba con el ardor que sobrevolaba el

desánimo del estómago. Comenzó a calcular los pasos para cruzar la habitación,

atravesar el pasillo, llegar al cuarto de baño. La ducha fría, el café , el bicarbonato,

eran las únicas armas para sobrevivir, pero si ella no le echaba una mano no podría

hacerlo»423 (p. 192). Otros aspectos pueden ser una simple sonrisa como la de

Salterio que puede luchar «en su rostro contra el labio leporino y no lograba vencer

más allá de una mueca indecisa» (p. 183); o el rostro de un hombre anónimo que

Odollo encuentra en su camino indeciso entre Sermil o Borela: «Sebastián observó

de refilón el rostro afilado del hombre, la huella vivaz de su mirada que concentraba

un extraño poder de fijación, como si en ella confluyese todo el fluido de su

personalidad. También le llamaron la atención sus manos que guardaban una rara

simetría con el rostro, finas e inquietas, los dedos largos y las venas marcadas como

el cauce azulado de algunos afluentes vertiginosos» (p. 189). La desgracia alcanza a

los personajes de esas pequeñas historias que se entrelazan dentro de la acción

principal; de las peripecias que se cuentan los personajes y que, sin duda, por sí solas

422 En una ocasión, cuando con Bustillo, quien piensa que Sebastián es un ingenuo que no se hadado cuenta de que Evelia en realidad es Lía la Loba, tras asegurarle que aunque haya huido la va acapturar y que lo mejor será que le diga donde se halla, la respuesta de Sebastián no deja lugar adudas una actitud decididamente valiente: «Los corderos... -aseguró Sebastián-, nunca nos enteramosde la tostada pero nos gusta que nos muerda la Loba. Ella huele a polen y usted se pasará toda su putavida oliendo a mierda...». Cf. Camino..., ed. cit., p. 460. 423 Marcos Parra pasa por similar experiencia. Aquí Marina es sustituida por los consejos sabios dela casera doña Chelo, que convierten a Marquines en un nuevo ser en cuya descripción no se excluyenreminiscencias mitológicas: «Después de lavarme, cambiar de pantalones y rematar el aliño congenerosas ráfagas de colonia, sentí la complacencia seguridad del ícaro que estrena alas nuevas, esemodesto y elocuente regalo de ver la vida y sus cosas inmediatas desde una altura satisfecha quepermite ir a posarse donde a uno le da la gana». Cf. Las estaciones..., ed. cit., p. 60.

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pueden constituir la génesis de verdaderos cuentecillos independientes. Así, por

ejemplo, cuando en el bar de Azuario, Sebastián y Valdivia escuchan cómo Palmo

relata su vida de muerto de alquiler, conocen que en una ocasión tuvo que ir a

suplantar la muerte de un enfermo de fiebre tropical, secretario, mulato y zambo,

que trabajaba en el circo Ergueta tirando puñales y como saxo de una orquesta. Lo

cómico reside en que «el último puñal que se le recuerda se le fue de las manos y se

lo clavó a un espectador. El circo Ergueta424 tuvo que disolverse. Y en la Orquesta

Palestrina estuvo seriamente amenazado porque al parecer le gustaba mucho más

soplar la caja que el saxo» (p. 233). Incluso queda invertido cualquier elemento,

aunque sea religioso. Lo humorístico reside en que Sebastián al buscar una capilla,

debe seguir la orientación de una escalinata y llegar a palpar «una columna en la que

hay un santo al que le falta el dedo gordo. Es San Chispa, el dedo se lo comieron

unos jenízaros» (p. 282).

El objeto de la búsqueda, Emilio Curto, es evocado por Sebastián en

absolutos términos de animalización, cuando le explica a Pablo el motivo de su

vuelta a las rutas que hacía tiempo había abandonado. Al hablar del carácter sin

fortaleza del fugitivo, su rostro es evocado de forma semejante al de un ave425:

«Sebastián recordó la nariz de Curto, aquel apéndice extremadamente afilado que

daba a su rostro una vivacidad de pájaro extraño. Sus ojos saltones parecían

incapaces de unificar la mirada, escindidos sin paliativos» (p. 21). Y es que aquel

que provoca que de nuevo se enfrente a un pasado que quiere evitar a toda costa, no

puede ser contemplado desde otra perspectiva que no sea la negativa. Así, por

ejemplo, cuando llega con su Oruga a Sermil, al dialogar con ésta, resume la

personalidad de Emilio Curto en los siguientes términos: «Un hombre solitario se

hace un seguro de vida. Una persona vulgar, más bien astrosa, que no mantiene muy

buenas relaciones con nadie, que no tiene familia426 ni especiales dependencias con

424 Este episodio recuerda los personajes que trabajaban en el circo-teatro de Rosita Yen en Lasestaciones... 425 Cuando Adelma madre le habla a Sebastián del préstamo que quiso contraer Emilio Curto conella, Odollo percibió en su imaginación, «las torpes alas del pájaro que alzaban vuelo avergonzadas.Los ojos saltones de Emilio esquivaban la mirada muerta de Adelma madre y huían presurosos». Cf.Camino..., ed. cit., p. 402. 426 Esto no es del todo cierto, porque al final conocemos que el pájaro sí cuenta con una familia

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nada, más allá de la relación laboral con el almacén. No lo entiendo, Oruga, te lo

juro que no lo entiendo. Un seguro de ésos suele hacerse contando con algún posible

beneficiario. Imagínate que me lo hiciese yo, sería estúpido, y eso que, al menos,

tengo a la arpía de mi hermana y a las sabandijas de mis sobrinos que lo que más me

jode es que heredaron mis orejas» (p. 177). Esta imagen no es aislada; un poco más

tarde, en plena ruta, Sebastián, al ver cómo unos pájaros cruzaban la carretera,

recuerda la mirada de Curto «entre el trino agudo de los perseguidores. Aquellos

ojos saltones, escindidos sin paliativos, a ambos lados de la afilada nariz, el gesto de

una elevada vivacidad, de una tristeza de pájaro raro» (p. 51). Cuando al fin es

liberado de su cautiverio y se dirige a su Fiat, Sebastián percibe que «el pájaro

extraño no miraba como un pájaro de cuenta. En el rostro de Emilio los ojos

escindidos remarcaban la preocupación y una húmeda melancolía [...]. El polvo del

camino alzaba una cortina parda en la que la figura de aquel hombre cansado parecía

diluirse, como si todo contribuyera a borrarlo del mundo o, como poco, a

desplazarlo de la costumbre en que podría labrar una razonable supervivencia, el

vuelo menos arriesgado de un pájaro extraño al que las circunstancias habían

convertido en un pobre pájaro» (pp. 446 y 447 respectivamente). Celerio es

comparado con un despojo humano, pues «ninguna de las prendas que llevaba

encima resultaba la adecuada y el desaliño reforzaba la impresión de que su

condición de gafe estaba acabando con las pocas reservas que hacían posible su

subsistencia» (p. 454).

Doña Mirna, la dueña de Casa Amurio, que necesitaba una muleta era

comparada con un «carcelero que no para, que arrastra los pies y las llaves día y

noche para atormentar al preso» (p. 67). Además es también comparada con un

pájaro: «Se iba pasillo adelante dando pequeños saltos y la muleta movía las

baldosas. Volvía con la misma inquietud, como un pájaro herido que no encuentra

sosiego en la jaula» (p. 66). De Lía destacan los ojos en los que generalmente existía

«un brillo de fiebre que auspiciaba la profundidad de la mirada [...]. Eran unos ojos

formada por tres hijos o gorriones: «[Emilio] extrajo una cartera, la abrió y le mostró a Sebastián unaamarillenta fotografía en la que tres niños miraban asustados desde el banco de un mismo pupitre [...].-No sabía que tuvieses familia...- dijo Sebastián observando los ojos escindidos de los tres gorriones,

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inquietos y tenaces en los que Sebastián presintió el destino de las infinitas noches

que los colmaban, la suerte de haberlos acompañado» (p. 243). De don Dimas se

observa la percepción que tiene de la realidad a través de sus gafas de miope. Al

preguntarle Valeria si se acuerda de ella, «el obispo alzó los ojos miopes. Entre las

luces rosadas percibía con cierta inseguridad un extraño aleteo de mariposas y

papagayos, un vuelo raro de pájaros exóticos e insectos que se posaban en las

paredes» (p. 83).

3. 2. 4. 1. Los personajes: héroes del fracaso

Sebastián Odollo a lo largo de su aventura encuentra a personajes con vidas

pasadas desastradas como la de Pindio Centella, cuya condición tenía mucho que ver

con su juventud legionaria: «Ese aire arriscado del que cedió la licencia por la

bandera no acaba de perderse y, por lo que cuentan, los sirocos de aquellos

campamentos hacen mella hasta en los espíritus más bizarros. La legión te come el

alma y te desequilibra el temperamento y el que militó en ella raramente se libra,

aunque quiera olvidarla» (p. 104).

Quizá llame la atención por encima de todo la descripción de dos personajes

aunados por un denominador común: ambos se encuentran a medio camino entre la

locura y la cordura y a su vez combinan rasgos que los convierten en personajes

sacados de cualquier esperpento, además por su locura se acercan a lo puramente

cervantino. Uno de ellos es Dídimo427:

«Dídimo estaba sentado en la cama y a su lado tenía la maleta.Vestía un traje marrón que le caía un poco grande, tal vez porque se lohabían hecho cuando pesaba bastante más, y se había anudado unacorbata verdosa en la que se podían distinguir algunos lamparones. Elcuello y los puños de la camisa mostraban la huella raída de suantigüedad y los zapatos llevaban sueltas las lengüetas y los cordones.En el pelo espeso de su cabeza se dibujaba una raya mal orientada»(p. 115).

la nariz que arrancaba como un pico alzado». Cf. Camino..., ed. cit., p. 448. 427 En su afán de no abandonar la maleta consigo, sus ojos «permanecían abiertos, fijos, como si lamirada se coagulase para alcanzar el vacío del sueño». Cf. Camino..., ed. cit., p. 145.

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Un ser que vive en un mundo absolutamente desolado y que forma parte de

un conjunto, en palabras de Miguel García Posada, «de criaturas de vida desastrada,

desvalidas o anormales, expresiones turbadoras de un mundo en descomposición y

enfrentado a un destino cruel. Tal es la formidable parábola que emerge de estas

páginas sobreabundantes de invención verbal y narrativa, donde la nada de las

derrotas asoma su rostro oscuro, trágico, tras la máscara de la risa»428. Y tan cruel es

la vida que le ha tocado vivir, que su final no es mejor. Sebastián, casi al final de la

narración, se entera por Celerio que Dídimo se ha suicidado, poniendo fin a una vida

marcada por el trastorno mental que provocó en él el accidente en que mató a un

niño vestido en su día de primera comunión. La vida, simétrica en sus desgracias,

como ya hemos visto, le ha permitido hermanarse con aquella víctima, muriendo de

forma tan fatídica y trágica como él hizo tiempo atrás con la criatura: «En la

carretera de Los Bayos, ya ves qué inclinación -informó-, no muy lejos del lugar del

accidente. Se tiró a las ruedas de un camión y no hubo nada que hacer» (p. 455).

Recuerda la imagen de Dídimo a la de Sirio, el hermano de Marina, al que

ésta junto a Sebastián persiguen hasta descubrir que, sonámbulo, en una ocasión

echa en el sombrero de un hombre que tocaba el acordeón en medio de una plaza su

collar y sus pendientes:

«El acordeón se abría y cerraba en sus manos mientrastodo su cuerpo se movía con un ritmo descoyuntado, como si en laejecución de su música precisase alterar los músculos de todos elcuerpo.

Algunas sombras parsimoniosas iban saliendo de distintospuntos de la plaza como atraídas por el reclamo musical de aquelhombre que vestía como un mendigo y en cuyos ojos desorbitados y enel movimiento brusco de la cabeza era fácil apreciar la desorientaciónde la ceguera.

La primera sombra que llegó ante él fue Sirio. Del bolsilloizquierdo del batín extrajo el collar y los pendientes y los dejó caer enel sombrero que el hombre tenía en el suelo. Tras Sirio se fueronacercando los demás, repitiendo la misma operación en un ritoperfectamente aprendido» (p. 172).

428 Cf. Reseña sobre Camino de perdición, El País, Babelia, Revista de Cultura, núm. 184,29/04/95.

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Posiblemente la personalidad de Sirio encaje con lo que el propio Luis

Mateo Díez ha venido en llamar personaje esquivo, como aquel cuya dedicación

«más obvia es la de propagar el desorden, alterando o poniendo en cuestión los

esquemas previstos. Lo que argumentalmente encajaba sufre de pronto una fisura.

La escena cerrada se va al garete porque promueve imperdonables contradicciones

que, a la vez, pudieran abrir otros cauces más sorprendentes, por donde convendría

navegar eliminando lo establecido, replanteando lo hecho y aceptado [...]. El

personaje esquivo flota incólume, como el secreto aventurero que sobrevivió a las

inclemencias del desierto o el avezado náufrago capaz de salvar, además de la vida,

lo más preciado de sus pertenencias» 429. En realidad más parece un personaje que

vaga como si se tratara de un alma en pena:

«Sirio iba por la acera con los brazos caídos y la cabeza inclinada,sus pasos mantenían el mismo ritmo pesado y lento, pero parecíandirigidos con misteriosa determinación a pesar de orientarse bajo lamirada ausente del sonámbulo.

Vestía un batín de cuadros marrones anudado a la cintura con uncordón y en los bajos asomaban el pantalón del pijama y los piesdesnudos en las zapatillas de felpa» (p. 169).

Quien había traspasado los límites de la locura y había puesto fin a su vida

había sido Calo Benavides, lanzándose desde el mercado de Abastos en pleno salto

al vacío con la única ayuda de un paraguas abierto. Si Dorina se lanza al final de La

fuente..., envuelta en su blanco camisón y vuela como un copo vivo, Calo hace lo

propio subiendo al pináculo del mercado, donde «no era difícil distinguir su traje

perfectamente planchado, la camisa blanca, la corbata. Las posibles arrugas

derivadas de las dificultades de la ascensión no se percibían [...]. El cuerpo de Calo

Benavides caía arrastrando el peso de la absurda fatalidad mientras sus brazos

alzados sujetaban el paraguas abierto cuya tela enseguida se había dado la vuelta

sobre las varillas encrespadas» (pp. 263 y 265 respectivamente). Pero éste no es el

único caso, pues conocemos un poco después que las habitaciones de Huéspedes

Toreno son testigo mudo de una terrible historia ocurrida años atrás. La pensión

429 Cf. Luis Mateo Díez, «El personaje esquivo», El País, 29/04/87, p. 11.

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«contaba con una docena de habitaciones, la mitad de ellas asomadas a un patio

interior al que ni la mediana altura evitaba su impresión de desfiladero y en cuya

incierta profundidad había fallecido, trece años atrás, la mujer de Suso Hervás, nadie

sabía si desplomada casualmente desde la ventana del dormitorio del matrimonio o

presa de una desvariada decisión» (p. 364).

Las descripciones de los rostros aúnan a Olivio y a Otano. Del primero

percibimos una cara que «conservaba la suciedad amarillenta430 que acentuaba el

gesto desencajado y el estupor que alteraba la vivacidad de los ojos. En uno de ellos

creyó distinguir Sebastián la huella de un golpe que también señalaba la ceja y la

frente» (p. 350). En Otano su rostro se perfilaba sobre la luz de las llamas «y en el

contraluz podían adivinarse algunas secas descarnaduras parecidas a las de sus

manos. Destacaba la viveza lejana de los ojos, el fulgor vidriado de una mirada que

surgía remota, intentando mantener su ocultación para pasar desapercibida» (p. 382).

El rostro de Isora delata una juventud marchita y una madurez no definida del todo:

«Le fue muy difícil a Sebastián descubrir el rostro de Isora, los rasgos que

delimitaban aquellas líneas pronunciadas de su nariz y de su barbilla, el cabello

cuidadosamente recogido en el moño con los brillos levemente plateados de algunas

canas que contrastaban entre el fulgor del ébano» (pp. 430-431).

De don Parco no sólo destacan sus pupilas en las que «había una humedad

vidriada. Sus ojos destilaban una masa blanquecina, como si el polvo de la tiza allí

acumulada al pie de los encerados se le comenzase a derretir. Parpadeaba sin

sosiego» (p. 45); sino que además se atacan las condiciones míseras en las que

queda ya, transcurrido el tiempo, como trabajador pasivo que ha dedicado toda su

vida al Magisterio Español y que ahora abocado a la desgracia, tenía que soportar la

comida que le servían en la Pensión Troje las matronas que gobernaban dicha casa:

«La penitencia le ha llevado a uno a esta expiación fatal. Sólo sopa para cenar los

430 Se insiste en ese detalle cuando Olivio regresa a la Oruga tras parar en la cuneta para hacer sus

necesidades: «Venía abrochándose la bragueta y moviendo la cabeza para despejar el aturdimiento.Las sombras amarillentas del rostro acentuaban el gesto desencajado, el rictus que dibujaba en loslabios la huella del estertor. En sus ojos quedaba un círculo legañoso que lastraba la mirada con lahumedad enfermiza de la agonía». Cf. Camino..., ed. cit., p. 327.

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doce últimos días de cada mes, ya que el estipendio no da para otra cosa» (p. 45).

De Velicio conocemos por sus ojos una mirada ausente, «una mirada

sumergida, como la de alguien que no gobierna el sentido de lo que ve. La comisura

de sus labios conservaba el roce calcinado de la saliva, una persistente acumulación

que ya no lograba agrietarlos [...]. Nada modificaba la sombra huida de sus ojos ni el

gesto ligeramente hierático que parecía haber estrangulado en su día el nacimiento

de una sonrisa. Sentado en el poyo extendía las manos sobre las rodillas y clavaba la

mirada en el suelo» (p. 59). Los ojos de Macrino y su mirada son igualmente

expresivos y diferente a la de los demás: «Los ojos de Macrino tenían un brillo

enfermizo y no expresaban ningún indicio de temor o sorpresa, sólo la resignación

de un cierto abandono o la indolencia del sueño» (p. 301). Llama poderosamente la

atención las cicatrices o marcas que se perciben en la cabeza rapada de este joven

inocente que conseguían «despojarle de cualquier candor, para convertirlo en el

gesto de un perdido que no podría alcanzar la conciencia precisa de su abandono y

que en su inocencia hallaba el destino de su perdición» (p. 302).

3. 2. 4. 2. El alcohol: la negación del cuaderno de bitácora

Los bares que aparecen en Camino..., son semejantes a las rutas que

atraviesan los viajantes. En todos ellos la oscuridad431 y la tiniebla432 son rasgos

comunes: «Una barra larga y sinuosa enlazaba los bares de Borela y al final de la

misma había una lamparilla encendida y en la recóndita penumbra sonaban las notas

dispersas de un piano» (p. 214). O las barras de los bares de Sandela que formaban

«una línea casi tan destartalada como sus calles. Los fulgores eléctricos de la

tormenta señalaban una lejanía de fuegos fatuos, encendían la noche con el mudo

431 «[Sebastián] entró en la bodega del Bucanero. El humo del local ofrecía muy poca visibilidadpero no tardó en percatarse de que ni en las mesas ni en la barra había nadie conocido. Hasta Sandelano sólo confluían los viajantes de la Campiña, también bajaban con frecuencia los del Litoral que seatrevían a cruzar del desierto de Oricio, sobre todo en el inicio de las temporadas». Cf. Camino..., ed.cit., pp. 453-454. 432 En el Sicario se respira una niebla semejante a la del Capudre en La fuente...: «Se movía entre losviajantes cada vez que alguien abría la puerta. Era una niebla cálida que mezclaba las emanaciones ylos vapores de la cocina inmediata y el humo persistente de los cigarrillos». Cf. Camino..., ed. cit., p.

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resplandor que estallaba en sus indecisas fronteras» (p. 455). Esta atmósfera tediosa

puede verse totalmente alterada por la presencia de una mujer, como ocurre cuando

irrumpe en uno de ellos Lía, permitiendo ver esa visión de contrapunto: «Sebastián

había girado la cabeza hacia el tramo más cercano de la barra. En la atmósfera

polvorienta del local el perfume de la mujer anunciaba sus pasos y la incipiente

carcajada que quedó estrangulada por una tos seca que logró contener con mucho

esfuerzo» (p. 242). El garito de la Venus es un lugar donde los borrachos intentan

ganarse algún que otro beso, inmersos en una oscuridad asfixiante: «Las luces

estaban apagadas y desde fuera apenas podía distinguirse el resplandor azulado de

una lámpara. El rumor del agua en el río cercano salpicaba el sosiego de la noche, la

brisa aliviaba la quietud de las hojas del negrillo, que casi cubría la fachada de las

casas» (pp. 139-140).

El alcohol, como en otras tantas veces ya visto, contribuye a ese ambiente de

somnolencia en el que se describen a los personajes que se refugian en las diferentes

tabernas que aparecen en Camino... El coñac, la ginebra o el whisky provocan un

sentido extraviado y distorsionado de la propia realidad. Valga el siguiente

testimonio como prueba del torpor, la desgana y la inmovilidad que se respiran en

algunos bares, donde las coordenadas y límites del espacio y del tiempo se han roto:

«También había algunos durmientes recostados sobre las mesas ylos petates que los acompañaban avalaban su condición de reclutas. Elsueño le pareció a Sebastián el bien más preciado y cuando se movióde un lado a otro de la barra con la pesadez de las copasdesmoronando lo poco que en su cuerpo quedaba en pie tras tantascarreras y emociones, se acercó indeciso a una de las mesas vacíaspara imitar a los durmientes.

Esos tres -dijo el hombre de la barra con escepticismo- llevanperdidos todos los trenes de ayer y de hoy, yo creo que ya se les puedeconsiderar desertores. Y si le digo la verdad, no pienso que el Terciovaya a resentirse» (p. 418).

El estado de ebriedad provoca que hasta se entonen las primeras letras de

alguna cancioncilla popular como la que dice: «Pobre del viajante que ya no tiene

130.

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ruta ni destino, y más pobre si el amor perdió en el camino» (p. 420). Y es que lejos

de ese estado impasible de inmovilidad, surge la figura de Rino, quien, una vez más,

haciendo el itinerario de las diversas estaciones, busca la fortuna en diferentes

tabernas como en el Varillas o en el Dancing Vaselina donde «menearemos el

esqueleto hasta que amanezca. Me pide el cuerpo guerra» (p. 341).

3. 2. 4. 3. El mundo cotidiano y misterioso de la mujer

El papel de la mujer, ya tratado en el capítulo del viaje, como en las novelas

restantes, más que aproximarse a la degradación, su presencia es motivo para que el

hombre se convierta en un ser desgraciado, pase a situarse en un segundo plano o

que maniatado por la voluntad femenina, anule simplemente su completa voluntad,

como por ejemplo le ocurre a don Rino con sus hijas. En el caso de Genia, la

hermana de Sebastián, a éste le irrita que tenga su habitación convertida en trastero a

causa de la limpieza que va a emprender en su piso. Se siente mal porque ella invade

su pequeño territorio sin consultárselo. Es cuando se siente como una vil marioneta:

«Me llevan donde no quiero y me quitan lo poco que tengo -se quejó en un susurro,

y la sensación de laxitud se hizo más intensa al ampliarse la conciencia de su

extravío y de su despojo» (p. 22). Sólo en ese momento le proporciona una

sensación agradable el cerrar los ojos mientras en su cabeza escucha el rumor

tranquilo del viento en la Campiña. Experimenta el mismo sosiego cuando al

comienzo de la novela, intenta volver a la realidad, inmerso en una inconsciencia

provocada por el alcohol, donde el juego de contrastes se halla presente: «La

sensación de que su cuerpo caído pesaba como plomo se compaginaba en un

instante con la impresión de que todos sus miembros estaban vacíos y el viento

podía arrastrarlo» (p. 13). En este estado lo real y lo aparente llegan a confundirse y

así el diamante de afiladas aristas que cree ver, muestra su verdadera realidad al ser

rozado con la yema de su dedo, sintiendo «a la vez, el dolor de la herida en el corte

limpio y el calor de la sangre que fluía con suavidad, supo que no era un diamante,

que era un cristal roto esparcido con sus peligrosos fragmentos sobre un charco

pegajoso» (p. 14). Y como esta situación de regreso del más allá, provocada por el

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licor de café le hace regresar a una resaca que en absoluto quiere admitir por el dolor

que conlleva, quiere ceder al sueño, pues éste implica libertad, abandono a su propia

suerte: «Lo más razonable, después de todos aquellos avatares de la ruta que

certificaban su perdición, era recobrar, a ser posible para siempre, esa otra parcela de

la vida que es el sueño, donde todos somos más libres y más inocentes. La sangre

seguía fluyendo en la yema de su dedo índice y cuando se lo llevó a la boca sintió

que sabía a licor café» (p. 15).

Pero no sólo Sebastián experimenta el fuerte carácter de su hermana. Enio,

dueño del almacén Tejidos Henares, está casado con su mujer Evelia, quien con su

forjada personalidad es capaz de gobernar hasta a su propia sombra433. Con una

actitud totalmente resignada, Enio asegura que el hombre es «un animal de

costumbres y la mujer la mejor de todas. A mí, a estas alturas, me dejas aquí solo

siete días y muero de inanición e incapacidad. Los secuestrados no decidimos

porque nos enajenaron la libertad de hacerlo, estamos presos en esta inopia y vamos

y venimos con la engañosa conciencia de que hacemos lo que nos da la gana. Pero

no es más feliz el que por ahí anda a salto de mata y tú bien lo sabes» (pp. 53-54).

Don Dimas, el obispo, al dar su auxilio espiritual a un moribundo, es preguntado por

Severina si todavía vivía su hermana, a lo que contesta: «Vive -confirmó don

Dimas-. Y manda más que nunca» (p. 81). Si bien, algunas como Nilda contrarrestan

su mal genio con otras cualidades de agradecer como las habilidades culinarias que

posee y que comprueban gustosamente Sebastián y Teyo: «Vas a tener suerte,

Odollo -comentó aspirando el aroma del potaje-. Te vas a librar de invitarme a

comer. La mala uva que tiene Nilda en la vida es una bendición en la cocina. Esta

mujer acabará envenenando con su carácter a ese desgraciado de Pindio, pero

siempre lo resucitará con sus guisos» (p. 100). Las relaciones matrimoniales

posibilitan que en ocasiones la escena de discusiones y desavenencias muestren un

paisaje desolador y dantesco como el que nuevamente Odollo y Teyo contemplan:

433 Así puede entenderse la situación en la que queda Evangelina cuando a su marido Podambre letoca la lotería y la abandona marchándose lo más lejos del barrio: «A Evangalina, eso sí, el peorreintegro, cuatro letras para decirle que si te he visto no me acuerdo. El negocio -señaló hacia la

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«Un auténtico campo de batalla en el que todo lo que fueronilusiones son destrozos. La bruja cogió la escoba y el ogro se defendiócomo pudo. Supongo que las contusiones se habrán repartidoequitativamente. Un ruido que enseguida se convirtió en estrépitovino a romper el silencio que había continuado acrecentando lasensación de abandono. Era el ruido de un desprendimiento, un golpede tablas rasgadas que se desploman arrastrando los caducos soportes,que arañan la superficie en su caída decapitando todo lo queencuentran.-Damocles- gritó Teyo Centeno asustado.

Corrieron escaleras abajo sin preocuparse de cerrar la puerta de laalcoba.El seco estrépito en la fachada de la casa había conmocionadotodo el edificio y en el interior del dormitorio se desprendieronalgunos cristales de la luna del armario, el crucifijo se estrelló en elsuelo y el retrato de bodas quedó colgado sobre uno de sus clavos,bailando los novios en el balanceo de un vals que también losderribaría en su última vuelta» (p. 103).

Igualmente ocurre con Buceta, antiguo viajante434 de bisutería, cuando en el

bar del Sicario se encuentra con su hija Pino. Le cuenta lo difícil que a los viajantes

les cuesta mucho trabajo llegar a cualquier lugar. Le explica su mejor viaje435 donde

conoció a una viuda llamada Alteria, cuyas manos436 le hicieron prisionero, le

obsesionaban y les ponía continuamente muestras de anillos. Aquella historia no

llegó a buen término: «Me tuvo prisionero el tiempo que me duró aquella ruta, luego

cambié de ramo y de almacén» (p. 133).

Como ya se ha anotado anteriormente es Sigi Bardón una de las pocas

mujeres tratadas donde no se observa por parte del narrador ninguna apreciación

negativa. Llama la atención a Sebastián «su figura enlutada en la que contrastaba el

puerta- ni quiere mirarlo. Ésta, ya lo ve, es la casa de la fortuna». Cf. Camino..., ed. cit., p. 259. 434 «Viajas los objetos que vendes, las prendas, los utensilios, la maquinaria, lo que quiere decir quetransportas lo que comercias, que llevas lo que ofreces para que lo vean y lo compren. Es de todos losviajes el más rutinario. ¿Cuál pudo ser el mejor? Sería muy difícil distinguir entre lo que casi siemprees lo mismo». Cf. Camino..., ed. cit., p. 132. 435 Viaje o aventura que puede ser comparado con un cuento: «[Buceta] Los cuentos que yo tecuento, amiga mía, nunca terminan del todo porque son cuentos de la vida, de la vida de un viajante aquien nunca se debe confundir con un viajero. Lo único que los viajantes rematamos son los tratoscomerciales, si la ocasión es buena. La vida la llevamos pendiente». Cf. Camino..., ed. cit., p. 134. 436 Las manos pueden delatar también el paso de los años, como le ocurre a Isora. Sebastián «estuvoconvencido de que era la madurez la que sobrepasaba los años más generosos y en el movimientoreumático de su mano derecha percibió esa torpeza que anuncia la frontera de otra edad menospiadosa». Cf. Camino..., ed. cit., p. 431.

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cabello brillante y plateado, un contraste que también podía apreciarse entre la

delgadez extrema y la vitalidad nerviosa de los miembros de su cuerpo, incluida la

mirada en la que no había ningún rastro de languidez enfermiza» (p. 112). Sin

embargo, a pesar de que los ojos le lloren sin que encuentre colirio que valga, sus

ojos «no perdían el brillo bajo la humedad que los llenaba. Con el pañuelo parecía

recoger unas lágrimas frías que no venían del llanto pero que lo simulaban» (p. 114).

La mujer muestra su actitud pretenciosa y superior hasta en situaciones como

el episodio en el que Niseno huye de su propia boda cuando su verdadera mujer y

además embarazada se presenta en el pasillo central de la iglesia para impedir la

ceremonia: «Aquella mujer [...] caminando arrogante y airada, mostrando con

orgullo su embarazo. Llegó al pie del altar, sin que nadie todavía pudiese reaccionar,

y le dijo al cura con la misma voz virulenta con que antes había irrumpido que

aquello era el impedimento, aquello y otros dos que estaban en casa» (p. 127).

3. 2. 4. 4. La remisión a lo antiguo en el camino

Lo antiguo preside la casa de Sebastián, quien «abrió el grifo del lavabo y,

antes de que manara el agua, se escuchó un ruido de cañerías atrofiadas, de motores

renqueantes» (p. 23). Pero no son sólo las condiciones de una casa o cualquier otro

espacio, sino que además en determinados lugares como, por ejemplo, el almacén en

el que trabajan Lali y Liria ofrece un ambiente de acumulación de polvo y de

absoluto olvido, que recuerda al Archivo en el que trabajaba Fermín Bustarga en El

expediente... La diferencia estriba en que aquí los viejos legajos han sido sustituidos

por rancias telas amontonadas: «Aquella zona extrema del almacén era la más

ominosa, la peor iluminada [...]. El aroma de las telas acantonadas en las estanterías,

con el impreciso orden de los restos de las temporadas vencidas, era un aroma de

antigüedad que supuraba algo parecido al agror de una descomposición seca, y todos

los dependientes del almacén sabían que entre los viejos mahones y cutís podían

encontrarse cadáveres de roedores» (p. 28). En similares términos se describe el

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punto de venta que regenta Sirio donde se suman los aromas437 de una tienda

especializada en santos:

«Bajo el soportal más vencido había un escaparate con un misalabierto sobre un atril. Sirio cruzó bajo el dintel de la tienda ySebastián observó por encima de la piedra oscura que lo coronaba losrestos de un letrero en el que algún antiguo apellido se habíadesconchado.

Medio mostrador dividía el escueto espacio del establecimientodonde era complicado aventurar lo que contenían los pesados estantesque cubrían las paredes. En la suave penumbra lo primero que podíandistinguirse eran los aromas superpuestos que formaban sucesivascapas en la atmósfera hibernada, como si cada uno hubiese logradosubsistir sin mezclarse. Sebastián los fue delimitando poco a poco:cera de velas, incienso, óleo, sándalo...» (pp. 180-181).

El aspecto de cada una de las poblaciones en las que se detiene Sebastián

ofrece similares características. La ruina y la antigüedad son leitmotiv en todas ellas

y, en ocasiones, se unen otros ingredientes como lo desagradable, la podredumbre de

la villa o el delirio de los personajes que la habitan. El garaje de Onero a la entrada

de Sandela daba:

«La impresión de que el tiempo y la desidia habían reconvertido elnegocio en un galpón mugriento en el que era casi imposible adivinarlos restos deformados de alguna antigua alquería. La ruina de loscobertizos y los tendejones se aliaba con la chatarra y el olor delcaucho y los lubricantes, y un humo negro se mezclaba con el polvoque envolvía las pajuelas y los desperdicios» (p. 423).

Así, por ejemplo, lo caduco y lo sombrío hacen acto de presencia en Viñales,

en cuyo paseo desde la estación de ferrocarril al barrio antiguo, su noche «se movía

entre las sombras perezosas que iban destilando una humedad de nubes bajas y frías

que don Rino pinchaba con sus ilusas estocadas, y cuando llegaron a la encrucijada

437 Muy diferentes son los olores que se respiran en la feria de ganado de Puente Alcey. Tanreducido es el espacio en el que se mueven los compradores como donde pace el ganado: «Lamuchedumbre se movía con lentitud y le costó trabajo cruzar por los puestos y los templetes hastaasomar al campo donde el ganado aguardaba paciente el destino final de las transacciones. Entre lospostes y las maromas se podían contabilizar por cientos los ejemplares que emparejaban sumansedumbre bajo las voces alteradas o irónicas de los tratantes, que iban y venían alrededor de ellosaplazando hasta el límite su decisión. Se respiraba una actitud sudorosa en el recinto, un olor queconcentraba, entre la brisa cereal del campo, una supuración de excrementos y fermentaciones, decostras que exhalaban el dulzor de su inminente podredumbre». Cf. Camino..., ed. cit., p. 201.

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de los cuarteles, donde Viñales tenía la antigüedad diluida entre las ruinas

clandestinas de unos soportales que habitaban las ratas, el anciano comenzó a

desvariar y el cansancio le hizo reconocer el desánimo» (p. 338).

Conocemos los arrabales de Borela, ciudad salpicada por unas luces de color

amarillo y cuyos semáforos emitían siempre una luz lánguida, en su oscurecer y

donde concluían los cultivos «se afianzaba una franja de tierra abandonada en la que

las edificaciones y los solares compaginaban el desorden y la desidia. Había un

continuo contraste de naves derruidas, casas a medio alzar, bloques desmarcados en

la distancia, vertederos y solitarias farolas que jamás alumbrarían nada» (p. 207).

Además esta ciudad en desequilibrio y oscuridad438 casi permanentes, metáfora de la

propia desorientación de sus habitantes y por extensión de los foráneos, provoca en

Odollo un fuerte extravío en el que la desorientación es la protagonista en una

ciudad que continuamente cambia: «De Borela tenía Sebastián una imagen confusa

porque era una ciudad que restituía el desorden incrementando la sensación de que

nada estaba definitivamente en su sitio. En todos los regresos percibía alguna

novedad que trastocaba el recuerdo y ni siquiera los límites urbanos se mantenían

fieles» (p. 216). Y es que lo verdadero se convierte en este lugar en mera apariencia,

nada es real. Así, por ejemplo, cuando Sebastián se encuentra junto a Visedo y

escuchan las notas de un piano, éste le hace saber que «ni por un momento piense

que en este antro hay un pianista -aseguró Visedo despectivo-. Lo que suena como

una carraca es una pianola descompuesta» (p. 276). Sin embargo, es una ciudad que

a pesar de ser descrita como una ciudad en la que «la noche es más negra y más

sucia. Si te descuidas te untas de mierda con ella» (p. 240). Lo positivo reside en la

posibilidad que Sebastián tiene al volver a escuchar en boca de Macrino un cuento

que relata sobre su pueblo: el de tres árboles, un cerezo, un peral y un manzano, que

habían sido plantado por tres niñas muy amigas que nacieron el mismo día. Estos se

secaron al nacer el primogénito de cada una de ellas, interpretándose que el

438 La descripción de la Borela diurna sigue marcando ese halo de antigüedad y ocaso: «Borelaasomaba en el bastión de la última colina simulando un penacho de piedra apergaminada. La luz de lamañana iluminaba la atalaya que enseguida marcaría su frontera en la distancia del horizonte, unafranja de antigüedad y ruina entre las calinas polvorientas que en la lejanía era imposible distinguir sisupuraban de la tierra o del firmamento». Cf. Camino..., ed. cit., p. 319.

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comienzo de la vida de esos infantes había estado marcada por la desgracia. No debe

resultar extraño pues que en un espacio que remite a lo aparente y al ocaso pueda

existir un tiempo vencido, detenido, muerto y simétrico como el que aparece en los

relojes de la estación de Balbar: «[Sebastián] se detuvo unos instantes para recobrar

la respiración. Nada delataba una tragedia en aquella imagen ferroviaria y vulgar que

se repetía en la soledad nocturna. Las manecillas del reloj indicaban paralizadas una

hora imposible. Curiosamente, y no se había dado cuenta hasta ese instante, era la

misma en las manecillas paralizadas de todos los relojes de la línea, lo que hacía

suponer que había un tiempo muerto para igualar todos los destinos» (p. 413). Y es

que como Ricardo Senabre afirma, sus obras son “divertidas –entiéndase este

adjetivo con un matiz ennoblecedor-, y de cada una de ellas podrían otros escritores

extraer material para docenas de narraciones. En algunas ocasiones se ha inclinado

con exceso el autor leonés hacia la vertiente grotesca de la historia, pero en Camino

de perdición todo está más equilibrado, y la faceta grave de estas vidas solitarias y

mortecinas en un escenario hosco y difícil no se ve menoscabada por los ribetes

caricaturescos de muchos pasajes. Estamos, en fin, ante una excelente novela”439.

Una de las características que suele repetirse es que junto a ese gusto por lo

rancio440, por lo pretérito441, se suma la abundancia de lugares reducidos, de

espacios asfixiantes442, como el lugar donde despacha Diseo, en cuyo mostrador

439Cf. Reseña sobre Camino de perdición, ABC Cultural, 21/04/95, p. 11.

440 «Algunos pueblos sobrevivían diezmados en los límites adustos del páramo, con los harapos deladobe petrificados en la ruina. Su incierta fisonomía era una mancha más oscura y grumosa sobre lasuciedad del yermo. Racimal atraía el escueto comercio de la zona, las transacciones de lasubsistencia». Cf. Camino..., ed. cit., pp. 36-37. 441 «Sebastián aceleró en la salida del arrabal que confluía hacia la carretera. Las ruinas del recintoamurallado mostraban los vetustos espigones, las moles desmoronadas, por la curva que las bordeabahasta el arco oriental de Borela donde se alzaba la figura del guerrero en el frontispicio». Cf.Camino..., ed. cit., p. 311. 442 Esto contrasta con el orden y la limpieza que existían en casa de Adelma madre donde «todoguardaba un equilibrio tan cálido como cuidadoso sin que el exceso llevara a la asepsia. En la PensiónCoral los viajantes recibían un trato esmerado que los reconciliaba de la penosa desidia de otrosdestinos». Cf. Camino ..., ed. cit., p. 399. Y es que no es cosa común encontrar esta higiene yorganización, pues, por ejemplo, la mayoría de los lugares donde recalar ofrecían una atmósferasemejante a la de la Fonda Ciena, que en Sebastián «alentó el desasosiego que acumulaban todas lasllegadas, el recuerdo de aquella desolación que pertenecía, como una condena irremediable, a lamemoria de todos los viajantes que hacían la ruta de la Campiña con la conciencia de que Ciena era ellugar más oscuro del viaje y, a la vez, un punto de irresistible atracción del que se sentíanmisteriosamente deudores [...]. Los huéspedes estaban acostumbrados al silencio y a las sombras, a la

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«comprobaba algunas mercancías, [donde] se apreciaba un entramado de estantes

profundos que almacenaban, con igual incoherencia, ropas y comestibles envasados,

útiles de labranza y bebidas. Las sombras disimulaban el caos de la abacería por

donde el precario instinto comercial de Diseo navegaba sin rumbo» (p. 37); o al

detenerse en Almacenes Paciencia, «un local lúgubre y enorme que, a lo largo del

tiempo, había compaginado los paños y la abacería» (p. 253). La misma sensación

se obtiene cuando Sebastián en Borela entra en el bar El Candil:

«Era un túnel que alcanzaba una extraña profundidad en lahúmeda penumbra. Algunas lámparas mineras iluminabanprecariamente los zócalos y la bóveda corrida en la que podíandistinguirse los desconchados que la cuarteaban para mostrar las rojasteselas de un vientre colgado. Al fondo había un brillo de sílices quedestellaban en lo más oscuro, sobre el asiento macizo del mostrador, yque, al acercarse, tomaban la variedad del vidrio de las botellas. Dosbrazos se abrían a los lados en un espacio más estrecho donde lasmesas y los bancos continuaban la línea que hacía un recorridocompleto por todo el local» (p. 208).

Parece como si esa oscuridad pretendiera de algún modo guardar el secreto

de una existencia generalizada que no es más que basura y podredumbre. En el

Oasis existe una atmósfera muy similar a la que se respiraba en el Capudre de La

fuente...: «La luz parpadeó en las lámparas del Oasis y los parroquianos acogieron el

final del apagón con un murmullo perezoso sin que nadie se decidiese todavía a

soplar las candelas. La atmósfera había alcanzado una densidad lechosa y azucarada

que se difundía como una neblina disolviendo la levedad de los gestos y las

miradas» (p. 235).

A veces, la presentación del local que va a visitar, permite una descripción

generalizadora de la urbe que divisa a lo lejos: «El almacén de Elmiro Podambre

estaba al pie de la carretera, a la vuelta de la última curva. En el límite del recuesto

se abría un mirador desde donde era más perceptible que desde ningún otro sitio la

decrepitud que humedecía y resecaba las paredes, a la atmósfera infectada de una acritud de sopas ypotajes que manaba de la abandonada cocina. A veces un vapor inocuo fluía por la juntura de lasbaldosas. En ocasiones era un humo delgado y fino que se agarraba a las paredes componiendoextrañas volutas». Cf. Ed. cit., pp. 428 y 449 respectivamente.

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huella esquilmada del río dividiendo los barrios de la destartalada corteza urbana»

(p. 257).

En otras ocasiones, en la travesía que recorre Sebastián encuentra a su paso

espacios que cobran la apariencia del desuso443, del olvido444, del arrinconamiento

de aquello que ya no sirve para nada; así ocurre con el palomar de Velicio que

«estaba al fondo de la pradera, en la encrucijada de tres caminos que marcaban las

lindes y las servidumbres. Era una construcción circular que tenía un doble techo

ordenado en distintas alturas y cubierto de tejas que el tiempo abarquillaba. Daba la

impresión de que las palomas hacía mucho que lo habían abandonado» (p. 58).

Pindio Centella proclama que el día que caiga el letrero de su negocio lo cierra y

esto no lo entiende más que como un aviso para jubilarse: «El letrero que anunciaba

los Almacenes Centella tenía las letras desteñidas y se iba deslizando

peligrosamente bajo los balcones de la fachada, desnivelando sobre los corroídos

soportes» (p. 98). Incluso posteriormente el recuerdo de Sebastián de ese mismo

letrero gana en precisión, «hecho astillas entre el polvo, la marca decrépita de su

recuadro en la fachada, una huella de humedad que desfiguraba las letras más

antiguas que habían pervivido en el temple como absurdas señales de un negocio

anterior» (p. 104). A veces, en sintonía con la personalidad del personaje se

encuentra el espacio que le rodea; así, por ejemplo, la habitación de Dídimo «tenía

un ventano que servía de respiradero. La cama y el desvencijado armario la llenaban

por completo haciendo casi imposible moverse en ella. La bombilla encendida

asomaba bajo un aplique roto» (p. 115). Esta alusión de adjetivos que remiten a lo

ominoso aluden por extensión a toda la provincia445 y así cuando Sebastián junto a

443 El telar de Nilda descubierto por Teyo pone de manifiesto la obra de una excelente bordadora,cuyo lugar de trabajo al abrir las contraventanas, permite que la luz acaricie «el brillo de los hilos enel bordado, las recamadas filigranas que iban trenzando el dibujo sobre el lino, la finura de losincipientes calados. En la habitación había un aroma de taller recóndito un poco polvoriento, de pañosantiguos y delicadas pasamanerías». Cf. Camino..., ed. cit., p. 102. 444 «El silencio de la casa se afianzaba acrecentando la sensación de abandono, como si fuera unsilencio que lentamente establece su posesión, que va ganando a cada minuto la extrañeza de lo queya no parece razonable». Cf. Camino..., ed. cit., p. 101. 445 La ruta urbana en el interior de Sermil deja entrever cómo sus viejas casas «se agazapaban aambos lados, como si se hubieran retirado a una distancia prudente o se mantuviesen acobardadas poraquella incursión en la que muchas ya habían perecido [...]. El yermo mostraba las llagas calcinadas,un resplandor cárdeno en las suturas polvorientas que indicaban la huella de una vieja torrentera, de

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Marina persiguen en su loca huida a Sirio, entre la claridad lunar a través de las

diferentes correderas de la provincia, llegan a los arcos de una plaza:

«En la que las piedras porticadas se sostenían en el airesobrevolando la curva de su derrumbe, sino el resplandor de un espejolunar que concentraba su lumbre en el agujero de aquellas ruinas.

Según se fueron acercando percibieron con mayor insistencia elperfil de las casas derruidas, los espigones que perpetuaban el resto deuna pared donde, a veces, todavía permanecía el ojo vacío de laventana o el herraje desamparado del balcón. Las estribaciones deaquellas definitivas confluencias, donde los hundimientos y loscascotes amontonados recordaban el abandono de un barriobombardeado, formaban un anillo de devastación en el que sóloquedaba exento el limitado interior de la plaza que brillaba como unespejo» (p. 171).

Y a tales espacios, tales personajes y tales animales. En Sermil, en su barrio,

antiguo centro del mundo hecho primitivamente por los árabes donde se situaban los

cuatro puntos cardinales, viven gatos propios y foráneos, llegan de «otros sitios y se

quedan extraviados, poco a poco enloquecen y atacan a las personas. Los de aquí los

mantienen a raya. Es fácil distinguirlos porque están tuertos y no tienen rabo. El

barrio los asilvestra» (p. 180). No debe resultar extraño la condición deformante de

Vulpo, el perro de Isora, que recuerda, aunque lejanamente al engendro científico

del pollastrón en El expediente...Valga el siguiente fragmento como muestra de un

mestizaje absolutamente contradictorio y deformante entre zorro y perro:

«La cabeza ancha del perro se alargaba demasiado en el hocico,una oreja se alzaba empinada y la otra caída, en las patas había unacortedad desnivelada y la cola recta y gruesa del zorro colgaba uncuerpo de muy escaso pelaje [...]. Vulpo había alzado la cabezacon la alerta de una sinuosa sagacidad, como si su condición dezorro conectara con un sexto sentido para la sospecha» (pp. 438-439).

un camino borrado. La carretera se estrechaba en su interior como si la podredumbre la fuese royendoen sus cunetas, deshilachando el apósito entre la brea y la gravilla». Cf. Camino..., ed. cit., pp. 177 y198 respectivamente.

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3. 3. Recursos lingüísticos

3. 3. 1. El lenguaje en Las estaciones provinciales

En numerosas escenas de la vida de provincia que estructuran Las

estaciones..., surgen numerosas imágenes verbales, como juegos de palabras:

“Don Higinio Peralta o el nepotismo iletrado” (p. 32). También se recurre al

empleo de refranes como el que pronuncia Fernando Bedoya: “A la burra que pica

el celo sólo el burro le quita el velo” (p. 44); “Pero allí . así somos, y para prender

la mecha apenas hace falta arrimar el misto» (p. 173); dichos populares, sentencias

que se acercan al lenguaje coloquial empleado también por el propio círculo de

Bedoya: «Los hijos me salieron demasiado listos, Parra. Saben del negocio más que

uno. Vienen cuando quieren, se van cuando les da la gana, y si te descuidas te llevan

hasta la albarda» (p. 45).

Las expresiones de un lenguaje social muy en contacto con la realidad lo

evidencia el hecho de usar por ejemplo algunas del tipo: «Hay que ir liando el petate

[...]. Todos son de la misma reata [...]. ¿Has visto la murria que tiene?» (p. 46); «El

pobre desgraciado se tiró tres o cuatro veces en la trena» (p. 55).

Y en ese contacto conviven cancioncillas populares como las que Pistolo

había oído en el baño del bar en boca de una moza445, al tiempo que ésta se

desnudaba y que decía así:

«Ni con jabón ni con paño, con tu amor me lavaría. Y el mozo quela miraba, atento a la cerradura: por lavar yo te lavaba, con mi propiacorredura. ¿Qué?» (p. 57).

El juego del aparato que los contorsionistas ponen en funcionamiento en el

Teatro de Rosita Yen, se aproxima a la historia que se cuenta sobre lo que le ocurrió

445 Juanín y Marquines refieren algo parecido al sentenciar: «Una pera cada quince días, Marquines.Eso es lo menos que se le puede pedir a la vida [...]. El cuerpo lo pide». Cf. Las estaciones..., ed. cit.,p. 63.

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al vicario de Cedinos, que tenía ladillas y liendres y dos beatas se le ofrecieron para

hacerle una limpieza. Como sentían vergüenza, usaron una llama para limpiarle y a

raíz del incidente, el propio Pistolo sacó una especie de cancioncilla:

«La vela, la vela, no me la suelten que con la mecha yo mismo lasanego. Para este caso se me ocurrió la siguiente: Al vicario deCedinos, le picaban las ladillas, y dos beatas pardillas, cazaban susgamusinos. Y hay que ver, señor vicario, qué gusto da tal calvario» (p.57).

Otros rasgos pertenecientes a variantes dialectales no escasean y así aparecen

la pérdida de -d- intervocálica: «El año pasao cuando estuve en Roma, que había ido

con mi madre a ganar el jubileo» (p. 66); la anteposición de un artículo ante un

posesivo y un nombre propio, rasgos recogidos de forma frecuente en León y

alrededores: «Siempre le digo a la mi Julia que nací pagano» (p. 57); «La mi Lola se

fue ya va para seis años» (p. 93); «Tiene un hijo pendenciero que el otro día le dio

un corte a la mi Pacita en el Casino» (p. 64). También se hallan presentes

peculiaridades lingüísticas del bable, empleadas por los moradores que habitan la

Casa de Asturias. Por ejemplo, uno de los paisanos comenta: «Del puertu para abajo

la sidra cuando pasa yo no ye la misma» (p. 62); «Sin el Principado este país no sería

lo que ye, quiá» (p. 63); «España lo que ye es una, grande y libre, que así lo dice el

parte» (p. 63). Pero además también el folclore asturiano deja paso, no sólo al himno

de Asturias, sino también a otras canciones:

«¿Cómo ye aquella que diz: al pasar por el Puertu, Puertu Payares,la que canta el Presi?

Elías entonó con desgana:Me alcontré con un vieyu, llindando vagues» (p. 63).

Tampoco faltan ni en esta novela ni en la posterior, La fuente..., o en Las

horas..., expresiones del latín clásico. En el caso que nos ocupa, una bendición de

las que hacen los sacerdotes con agua, pero con evidente gusto macarrónico:

«Arpegui cum aqua bendita et vinum per la propia espita. Era unsanto varón [don Fabián] que se pitorreaba hasta de su sombra» (p.106).

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El lenguaje poético se hace presente en las páginas de Las estaciones...

Se da cabida a versos del poeta Buchaca:

«Ellas tienen los ojos sediciosos de andar a la que salta, y semuerden los labios codiciosos por el amor que le falta» (p. 172).

Junto a la poesía también coexiste un lenguaje elaborado que roza lo barroco

en sus expresiones sintagmáticas. Valga el siguiente ejemplo:

«Dificultoso parlamentar con el venerado y eximio CayetanoRodríguez Polvazares. Remitiré copia del ebúrneo soneto a laecuménica y episcopal redacción» (p. 144).

Vuelven a oponerse frente a este lenguaje elaborado un lenguaje popular

como el que Chumilla emplea ante el frío que sufre: «A pelechar con la pelona» (p.

187). Y el lenguaje llega a adquirir connotaciones eróticas y sensuales. Es el

momento en que el apetito sexual de Marcos por Tina supera las barreras

estomacales:

«No te hagas ilusiones, la puntilla soy yo quien te la va a dar, te lojuro por lo más sagrado.

-Te veo perdido.-Oh, dioses, cuán bajo caen los humanos con el zarpazo de la

lujuria. Palpa aquí someramente y verás hasta qué miseria mearrastran las mollejas.

-Dios, Marcos, eso da miedo.-Disimula, disimula, Tina, así, solapadamente.

-Oye, ¿No pretenderás aquí un numerito?-No, no, qué va, lejos de mí tamaño oprobio.-Anda, anda, tranquilízate.-Como decía Estrabón, los asturcones pacían en las riberas del

Astura y se acoplaban codiciosos según rumiaban» (p. 221).

En ocasiones, la transcripción del lenguaje coloquial llega a ser tan marginal,

que roza el aspecto zafio que determinadas expresiones conllevan cuando Marcos y

Tina se despiden. Lo malsonante sobresale:

«Bueno, Tina, pues aquí se despide el duelo.Aunque voy a procurar ir a la estación.

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Esperpento y degradación

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-No vengas, no seas zoquete.-Me haces la faena no quedándote.-Anda, dame un beso y esfúmate.-Me has hecho tilín, cacho cabrona.-Si no fueras tan pendón.-Escríbeme nada más llegar. Y cuídate» (p. 231).

El diálogo no es sólo el medio para aludir a un tipo de relación amorosa-

sexual. Cuando Mariano cuenta la historia de Anita, que quedó embarazada,

comenta al respecto: «Para echar un cohete no hay que pasar por la vicaría, ni

siquiera hace falta estar bautizado» (p. 252).

También el lenguaje sirve para dotar de humanidad a una puerta «maciza y

desvencijada del despacho [que] chilló como un alma en pena» (p. 237); o el paso de

un camión «con las cadenas puestas, estornudando como un enfermo del pecho» (p.

207). Se da cabida igualmente a alusiones mitológicas. Así es comparado Marcos, tras

asearse, cambiarse de ropa y ponerse colonia:

«Sentí la complaciente seguridad del ícaro que estrena alas nuevas,ese modesto y elocuente regalo de ver la vida y sus cosas inmediatasdesde una altura satisfecha que permite ir a posarse donde a uno le dala gana» (p. 60).

3. 3. 2. Desajuste lingüístico en La fuente de la edad

En el nivel lingüístico hay un desajuste entre el nivel culto y marginal. Así se

oponen las citas latinas de Virgilio o las meditadas reflexiones sobre la vida o el

sueño, que chocan con alusiones escatológicas o descripciones surrealistas. Es lo

que en la técnica esperpéntica se conoce como desgarro lingüístico o deformación

idiomática446, recurso caracterizador de personajes en su habla popular, culta o

446 Nótense acciones tan contrapuestas en el uso lingüístico:

-O hacemos algo o nos vamos- decidió don Florín.-Abre , histérica, abre -pedía Olegario. Abre antes de que de veras nos perdamos.-Perdidos, más que perdidos -clamaba Toribia, en pleno arrebato.-La llave, Tori, la llave -le urgió don Florín.-Me la trago, me la trago [...].-Por el rabo, hay que trincarla por el rabo -aconsejaba Olegario a voces». Cf. La

fuente..., ed. cit., p. 62. “Coincidía el ánimo exaltado de los cofrades con ese florecientenacimiento de la mañana veraniega, instaurada en su esplendor, como una brillante primicia del

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Esperpento y degradación

331

achulada, como sucede en Luces de bohemia.

La fuente que aparece en la novela objeto de nuestro análisis no es la de

Valle Inclán. Es fácil recordar dos de los pasajes más significativos, que conectan

con Sonata de Otoño. La primera imagen es esa fuente que,

«En el fondo del laberinto murmuraba rodeada de cipreses, y elarrullo del agua, parecía difundir por el jardín un sueño pacífico devejez, de recogimiento y de abandono»447.

El deseo está en beber de ese venero que Bradomín y Concha evocan,

cercana la muerte de ésta:

«¡Quién fuese como aquella fuente, que en el fondo del laberintoaún ríe con su risa de cristal, sin alma y sin edad!»448.

Laberinto y fuente: dos elementos artísticos y atemporales. Por ello mismo

también se pueden actualizar en cualquier instante, mundo inanimado, capaz de

permanecer intacto para siempre. Tal como afirma Georges Güntert, «la fuente que

canta en medio del laberinto no pertenece, pues, a la realidad humana y temporal. Su

murmullo no sufre ninguna modificación en el tiempo, porque su voz es de cristal

sin alma y sin edad»449.

En este juego de lo ilógico y lo inverosímil, la inventiva que Luis Mateo Díez

establece es capaz de originar conexiones de tipo narrativo que hacen que

transitemos a lo largo de nuestra andadura en la novela, desde una perspectiva en la

que «el hombre no por intervención divina sino mediante la aplicación de sus

propias capacidades innatas [debe aprender] a superar los males y las penalida-

tiempo que se detiene en los radiantes derroteros del mediodía”. Cf. Ed. cit., p. 134.

447 Cf. Ramón María del Valle Inclán, ed. cit., p. 55.

448

Cf. Ramón María del Valle Inclán, Sonata de otoño, (ed. de Leda Schiavo), Espasa Calpe,Madrid, 1989, 14ª. ed., p. 74. 449 Cf. “La fuente en el laberinto: las Sonatas de Valle-Inclán”, art. cit., p. 562.

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des»450, hasta llegar a proclamar con un tremendo grito el deseo de una voz sin alma

y sin edad.

3. 3. 3. Lo verbal en Las horas completas

En ocasiones, la comparación se establece con elementos que aluden al

campo semántico del mar y todo lo que éste engloba. El cementerio del pueblo,

contemplado en el camino, provoca que su pared frontal sobresalga “como una

quilla dominando el desmonte, detenida en el amansado rebullir de las aguas

lunares” (p. 153); y la cruz divisada por Ángel se asemeja a “un olvidado gallardete

en la soledad nocturna de la navegación” (ibid). En este viaje por tierra donde para

una vez que salen de la Colegiata, parece que salen con mal pie, en ese mal día

donde matan a un perro, sufren un reventón con el coche y surge en su camino el

peregrino, es éste el que controla la situación en la mayoría de las ocasiones y, en el

trayecto, comenta que él posee la autoridad cuando apunta con una pistola a los

canónigos y piensa “que el timón lo llevo mejor mientras mantenga esto en la mano”

(p. 90). En otros casos la comparación viene dada por un grado de afectividad, como

cuando doña Olina se refiere a don Ignacio y a sus dotes musicales: “Que siempre

fue un jilguerín bien compuesto. No sé lo que daría yo por oírle unos motetes, de

aquellos tan guapos que usted mismo compone y canta” (p. 99); otras muestran

aspectos corporales o físicos como el brillo de la calva del peregrino que era “como

una calavera mojada” (p. 36); incluso algunas establecen sugerencias animalizadoras

como la visión de uno de los ocupantes del coche que se compara con un ave:

“Revoloteaba a su lado Ángel, que seguía moviendo incansable la cabeza como el

pájaro carpintero que picotea una rama” (p. 25).

Y es que aunque en ese viaje iniciático, al principio, se asoman a comprobar

la vista de la ciudad con la impresión de que está perdida y descolgada del tiempo, a

la vez que absolutamente deshabitada, el balcón desde el que la contemplan se sitúa

450 Cf. E. Panofsky, Renacimiento y renacimientos en el arte occidental, Alianza Editorial, Madrid,

1975, p. 259.

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“tendido al viento, como el morro de una proa encarada al mar urbano (....). El mar

de arbolados edificios se esparcía derramándose hacia las vegas desde el techo del

barrio viejo, que coronaban los dardos blancos de la catedral” (p.19).

En este viaje en el que a la vuelta de la esquina han encontrado a un

peregrino, a medio camino entre sableador y santero, proporciona a los curas una

reflexión en ese viaje que trae a primer plano la oposición entre lo real y lo aparente

a través de la imagen del espejo. Éste es para el peregrino la cara oculta de la vida, el

peligro, los temores que se esconden al otro lado que, paradójicamente y como

contrapunto, es el que ellos predican en sus homilías451:

“Hablo de ese flujo extraño que se apodera del corazón y delánimo, haciendo crecer en ellos la sospecha y el miedo. A la vuelta deuna curva de éstas, de una cualquiera, de la próxima acaso, está lamuerte como un abismo que nos lleva a la otra vida, no sean ingenuos,sino a la otra orilla” (p. 194).

Una vez más, en boca del pícaro, se pone en entredicho esa eternidad, que

para el pícaro no es más que desolación, incertidumbre y pudrición, opuesta

radicalmente a la vida real que es la que tienen que aprovechar de ella en sí y de sus

placeres. El peregrino está convencido de que la nada es la felicidad de los pobres y

que al plantearse la vida para ellos como un auténtico valle de lágrimas, le da igual

quedarse en este barrio que ir en cualquier momento a comprobar lo que hay en el

otro. Aún cabe, en medio de la reflexión desesperanzada, lugar para la ironía: “Dios

es de los que tiran la piedra y esconden la mano. A mí me tiene descalabrado y hace

ya tiempo que estoy hasta el moño” (p. 186).

Y es que este viaje les permite constatar que están haciendo una ruta mítica,

de carácter legendario, que por momentos evoca la que antaño originó la leyenda de

451

Curiosamente al comienzo de la novela los canónigos aluden a una idea parecida, referida altiempo y a la memoria: “No nos engañemos -dijo don Ignacio-. La vieja urbe existe si nosotros lamiramos. No es un sueño, por muy esplendoroso que sea, quien la sostiene. Este juego deapariencias es más nuestro que suyo. Pero el tiempo no -dijo don Fidel, escupiendo una brizna detabaco-. El tiempo lo detenta ella entre sus mejores pertenencias, a favor de su memoria y de subelleza, como si en él ambas cosas se alimentasen. Es el tiempo el que contribuye a hacerla cada

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Caronte: en un coche medio averiado, con faros rotos452; como si se tratara de un

viaje marítimo, de “una barca ciega, por este mar que hiela la luna con su mano

blanca, mortal (...). Esta noche no se parece a ninguna otra” (p. 194). Y a partir de

aquí surge la premonición, el aviso del temor nocturno como señal:

“Cada vez estoy más convencido de que se aproxima algoimprevisto y probablemente extraordinario. Escuchen, escuchen ciertocrepitar extraño. Afinen el oído” (ibid).

Probablemente los curas no sean capaces de escuchar con otros oídos que el

destino les está preparando, por cuenta propia para el final, un sorpresivo e

inesperado desenlace a los dos bandos, un fuego simbólico que puede representar a

ese Diablo encerrado en sus propias miserias humanas, un fuego que los va a

consumir a todos por igual453, ya que los sacerdotes se van a ver obligados a

contemplar la realidad desde otra perspectiva, y que a esta altura sólo es falsa e

ignota apariencia. Pero en ocasiones, de entre las voces de la novela, surge con

fuerza la propia voz del novelista, quien a través del peregrino, como si fuera su

alter ego, manifiesta:

“Ciegos y sordos -constató el peregrino-. Incapaces de atender lasmás obvias señales. Mucho sentido de la otra vida, muchoconvencimiento de la salvación eterna y del eterno castigo, y nada querascar para los misterios inmediatos, los que nos reclaman en estastesituras cotidianas, que hasta algún Santo Padre ha mencionado. Lasantenas averiadas para detectar lo que nos acecha a la vuelta de esacurva. Viven ustedes de la fe, que es lo que está más lejos de la razón,y no tienen una pizca de sensibilidad para lo irracional. La vida estámucho más cerca siempre de esa otra cara del espejo, no lo duden”(pp. 193-194).

La imagen del espejo provoca a lo largo de la novela sensaciones de quietud

día más hermosa y secreta, mientras a nosotros nos despedaza”. Cf. Las horas..., ed. cit., p. 19.

452

“Trepaba el coche como un insecto ciego, y el momentáneo silencio de sus ocupantesparecía alertar la expectativa de su renqueante esfuerzo”. Cf. Las horas..., ed. cit., p. 13.

453

“Sólo digo que yo puedo pasarme toda la vida siendo un vaina, y de ello llevo camino, malque me pese, y acabar en la gloria de Dios, en esa verbena infinita de los justos y de las almascándidas. Y usted pringado toda su existencia, sin darle al cuerpo el menor capricho, y verse luegoen las mismísimas calderas de Pedro Botero, achicharrándose toda la eternidad”. Cf. Las horas...,ed. cit., p. 202.

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e inmovilidad; así las figuras de los canónigos vistas por Manolo a través del espejo

retrovisor es la de tres personajes inmóviles, “detenidas en la aplacada

contemplación del viaje, juntas y, a la vez, separadas como islotes en una lejanía de

absortos abismos, de hectáreas sumergidas en el desamparo de los eriales” (p. 25).

De ahí que al no querer abrir los ojos vivan en un sueño perpetuo pues “soñando

todo es más duradero, tanto que el abismo del placer puede dejarte por mucho

tiempo maltrecho, obsesionado por la imagen y el sentimiento del sueño, cuya traza

es como un rastro de emoción misteriosa que sólo a tu soledad atañe, y sólo en ella

puedes seguir alimentándola. Ya que soñar, como dijo aquel pensador de la

antigüedad, es el más extremo acto de soledad que existe” (p. 138).

Igualmente el color se hace presente en la novela y así a la hora de describir

las casas del pueblo en contraste con las cepas retorcidas de los viñedos, asomaban

“emparentadas en el adobe, como una masa compacta y parda que supuraba un oro

sucio y pajizo en el reverbero del oscurecer” (p. 100); la atmósfera de la vieja ciudad

despedía “una luz de oros viejos (que) matizaba el hervor polvoriento de la

atmósfera, como si ocultos vitrales reflejasen su color antiguo. Apenas el río

serpenteaba como una lengua de plata sucia, que se mecía cansina bajo el frondoso

racimo de las choperas otoñales” (pp. 18-19). En la travesía el resplandor quemado

de la tarde en medio de un paisaje yermo, provoca en la vista de don Ignacio “un

brillo dorado e hiriente (que) le hizo entornar los ojos. Sobre la encía descarnada del

hombre de la visera colgaba el pedazo de metal, como una pepita que se hubiese

prendido al morder un tesoro” (p. 26); o al salir Ángel, Mero y Manolo de la bodega

de doña Olina la noche “caía cernida sobre el desmonte como una nieve negra que

horadaba la claridad de la luna” (p. 110).

No se excluyen sentencias firmes como la referencia a la utilidad del cuento

que narra doña Olina y que hace referencia al paso del hombre por una vida llena de

lágrimas, porque “no hay cuento bueno que no sea útil ni desgracia que no pueda

advertirse, si partimos de la idea de que el ser humano para la desgracia nació” (p.

117). Y es que a veces “la suerte con frecuencia tiene poco que ver con el

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336

merecimiento” (p. 24). Otras aluden al hecho de que nadie está más indefenso que

quien yace en el amor o en el sueño; si bien en algunos casos se apartan de

consideraciones filosóficas y se centran en el buen yantar como la que confirma don

Ignacio al comer los platos que ha preparado doña Olina: “Así son las cocineras de

postín (...). Sabias para hacer lo que hacen y orgullosas de saber cómo lo hicieron”

(p. 107).

Junto a esto, expresiones coloquiales o registros vulgares como la

autolamentación del pícaro cuando se considera una inmundicia humana y exclama:

“Me cago en mí mismo, me cago en mi puta estrella” (p. 64), o al picarle un insecto

en el trasero en el momento en que va a hacer sus necesidades en medio del campo,

increpa en el mismo sentido: “Maldita sea la hora en que nací. Me cago en la Corte

celestial” (p. 42). Todo porque vive en una mísera existencia donde sus oficios no

son más que la perdición y la desgracia:

“Qué puta vida -exclamó-, qué puta vida la que me ha caído ensuerte. Un día atracando una botica de pueblo y otro una sucursal debarrio, en la que el cajero resulta ser el padre de una antigua novia”(p. 184).

En ocasiones, los elementos naturales parecen cobrar vida, capaces de llegar

a personificarse como los árboles que encuentran a su paso por el camino desierto,

“tres chopos envejecidos escoltaban la reseca lengua de brea, que limitaba con las

esquilmadas vides, esparcidas como arañas sarmentosas” (p. 97).

La reflexión que surge en conversaciones con Doña Olina, tras ésta contar el

cuento de don Beltrán y el mendigo que recogió, pone de manifiesto un tipo de

filosofía en que la vida ,“cualquiera que sea y corresponda a quien corresponda, es

siempre más frágil y misteriosa de lo que a primera vista pudiera parecer. Todo en la

condición humana es así” (p. 115); ello le sirve para poner en su boca los versos que

ya dijo algún poeta: “Qué hondo y desguarnecido nuestro abrazo, amor, que hasta el

batir de las alas de un avecilla puede separarnos” (p. 116). No escasean ejemplos de

intertextualidad como los que aluden a reminiscencias cultas sobre la escasa lectura

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337

del místico San Juan de la Cruz o alusiones, en mitad de una noche perdida como si

se viviera un auténtico naufragio, al In medio Oblivium de Cátulo: “Es, además, una

sensación de que algo fatal debe estar sucediendo por ahí, mientras nosotros nos

vemos atrapados, en esta especie de balsa. Por muy novelero que uno sea, y yo

confieso serlo, estas figuraciones tienen su hormiguillo, no me lo niegue” (p. 193).

El latín, lengua emparentada con el ministerio de los sacerdotes aparece en letanías o

en momentos como cuando se refiere la muerte del Cirria. Don Ignacio y los demás

le contestan en latín mientras se santiguan por la desgracia del difunto:

“Los hombres subían por el pendiente tramo hacia el cementerio,guardando un equilibrio difícil bajo el peso del féretro. Les vierondesaparecer en la revuelta.-Requiem aeterna dona eis Domine -musitó don Ignacio,santiguándose de nuevo.-Et lux perpetua luceat eis -le contestaron, imitándole, y luego todosse recogieron en un largo y devoto silencio” (p. 101).

3. 3. 4. El lenguaje del fracaso en Camino de perdición

Apoyado en unos diálogos no exentos de humor, aparecen desde las

primeras páginas juegos de contrastes que el propio Sebastián experimenta en una

resaca a cuyos efectos no quiere enfrentarse: «La sensación de que su cuerpo caído

pesaba como plomo se compaginaba en un instante con la impresión de que todos

sus miembros estaban vacíos y el viento podría arrastrarlo» (p. 13). A esto se suman

recursos tan dispares que conviven en la narración como extranjerismos454 o

expresiones latinas como las que pone en boca don Dimas, quien se muestra

asombrado por tomar una taza de caldo que jamás pensó en volver a beber. Al ser

ofrecida por Severina afirma:

«Nunca pensé que volvería a probarlo -confesó alborozadodespués de un primer sorbo que llegó a quemarle los labios-. Qui tollispeccata mundi -musitó-, miserere nobis. Siempre tuviste las mejoresmanos, hija, nunca vi otra más sabia ni más dispuesta» (p. 84).

454

«El traje de boda [de Niseno] mantenía el apresto más allá de los lamparones y las desgarradurasy el nudo wilson de la corbata no había terminado de deshacerse y era un dogal caído, como la sogadel ahorcado que logró huir». Cf. Camino..., ed. cit., p. 142.

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338

Los dichos populares o reflexiones que se acercan a breves sentencias

también se hallan presentes en la narración. Algunas referidas a bienes materiales

como el dinero y que ponen con relación a éste con la suerte o la desdicha: «El

dinero es la mayor miseria porque la desgracia de no tenerlo es casi tan grande como

la de tenerlo» (p. 249).

Cuando se alude a la huida de Niseno en su boda, se achaca la situación al

resultado de haber dedicado su vida no precisamente a establecer un orden riguroso

en ella, le hubiese ido mejor si se hubiese centrado «más [en] los fosfatos y menos

[en] cantar por las esquinas [y] mejor le iría» (p. 127); de ahí que al final se diga:

«Hay que ver lo que es la vida -comentó consternado Ulpiano-. Lo que haces y lo

que escondes siempre se te echa encima cuando menos quieres» (ibid).

La intertextualidad es un elemento recurrente en sus novelas, ya sea con cita

explícita o implícita. Las variantes se encuentran desde la modalidad que muestra la

cita como inclusión explícita de una frase de un autor célebre o de una obra; y así,

por ejemplo la cita inicial de W. Faulkner de su novela Sartoris, que «sugerirá,

anunciará o hará mención al contenido del relato o al espíritu que lo ha inspirado,

además de revelar que hay un nexo entre el autor que cita y el citado»455. También es

normal acudir a otras citas dentro de la propia narración, incluso a versos tan

conocidos como el famoso de Santa Teresa Vivo sin vivir en mí456, que cobra

retazos de comicidad en la persona de Olivio, el muerto alquilado encontrado en la

carretera por Sebastián. Cuando éste abre la puerta de su coche se encuentra con la

siguiente situación:

«Al final -dijo intentando abrir la puerta sin conseguirlo hasta queSebastián le ayudó- me dejaron tirado entre este mundo y el otro. Nosé si vivo sin vivir en mí o si muero porque no muero. Palmo me la

455

Cf. Tendencias y procedimientos de la novela española, op. cit., p. 93.

456

Sebastián en diálogo con su Oruga recuerda cómo vio que Olivio se tendía en el ataúd como undifunto convencido y además cómo Palmo se encargó de atarlo bien con una soga de la camioneta. Esentonces cuando evoca la voz del muerto: «Para que no se caiga y para que no se escape, dijo, queéste es un muerto muy inquieto. Todavía escuché la voz de Olivio resignada que musitaba allí dentro:vivo sin vivir en mí...» Cf. Camino..., ed. cit., p. 331.

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acabó jugando y ahora mismo no soy otra cosa que un difunto sinrumbo» (p. 349).

Y es que la intertextualidad debe entenderse como «el conjunto de relaciones

que mantiene un texto457 tanto con los de otros autores (intertextualidad general o

externa), como con sus propios textos (intertextualidad restringida o interna). Este

término procede de las teorías de Bajtín, que plantea la novela como un cruce de

varios lenguajes, como una "heteroglosia", y lo difunde Julia Kristeva458».

Asimismo, tienen cabida expresiones populares, malsonantes459 y escatológicas

como ya hemos señalado en otras ocasiones. Así, cuando Sebastián abre el armario

de la habitación de Huéspedes Bardón, al encontrar el calcetín sucio del pie

izquierdo de Celerio, quien meses atrás lo había visto sin el mismo que ahora tenía

delante de sí, exclama:

«-¡Su puta madre...! -maldijo Odollo-, y recordó a Celerio mesesatrás por la carretera de Mucientes, en la ruta de Ribera, con la cámarapinchada del coche en las manos, el traje sucio y arrugado, la caratiznada, el pantalón dos tallas más corto de lo debido, los zapatosllenos de polvo y un único calcetín en el pie izquierdo» (p. 111).

Lo escatológico hace acto de presencia en el momento en que a Sebastián le

domina un gran remordimiento de conciencia después de haber pasado la noche

junto a Marina y no haber respondido como un verdadero hombre, aunque en otros

pasajes el lenguaje se vea intensificado por fuertes dosis de erotismo460 y

sensualidad. Aquella frustración, conocida por Odollo, no era sólo física, provenía

de un desánimo general. El contrapunto que Marina facilita permite que la

457

Cf. Op. cit., p. 92.

458

Lo define con estas palabras: «Todo texto se construye como un mosaico de citaciones, todotexto es absorción y transformación de otros textos». Cf. Semiótica, Fundamentos, Madrid, 1981,tomo I, 2ª. ed., p. 190.

459

Al entrar Sebastián a la venta en la que estaba secuestrado Emilio, se encuentra desnortado yante la oscuridad protesta diciendo: «-Maldita sea mi estampa...- se quejó Sebastián sumido en eltemor y el desconcierto mientras intentaba moverse entre las sombras y palpaba algo con la manoderecha». Cf. Camino..., ed. cit., p. 430.

460

«El aroma del sexo de Lía se hizo más intenso. El polen se fundía con el humo del cigarro quehabía alcanzado una mezcla más honda de dulzor y acritud. -Te voy a morder las orejas...- musitóSebastián cuando sintió bajo él la espalda enderezada, las nalgas que se arqueaban con su volumenfirme y rotundo, la delgadez de la cintura donde sus manos iban a apoyarse para hacer fuerza cuando,si era posible, lograra acertar de nuevo con aquel interior palpitante». Cf. Camino..., ed. cit., p. 246.

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momentánea seriedad se torne en comicidad al referirse a su virilidad:

«Ya la vi triste -dijo Marina sonriendo mientras lograba estrecharley depositaba la mano izquierda sobre el sexo de Sebastián- pero, hijo,yo te tenía las ganas de siempre y tampoco te creas que me has dejadoa medias. ¿No será que la pobre está muy trabajada?» (p. 164).

Esto se contrapone a descripciones complejas que se aproximan a un locus

barroco en Val Gusán: «El perfil de la muralla se había alzado como una amenaza

según descendían y el ceño acorazado desafiaba la noche con el filo mellado de las

almenas. El clamor de las huestes regresaba a los oídos de Sebastián. Un rumor de

élitros y antenas, de patas largas y espinosas, el rumor de un enjambre de blátidos

que avanzan ordenadamente por la Campiña hasta el asiento de la barbacana» (pp.

119-120).

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IV. TRANSCRIPCION DE LA ENTREVISTA

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IV. Transcripción de la entrevista

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IV. TRASNCRIPCIÓN DE LA ENTREVISTA MANTENIDA CON EL AUTOR EN

MADRID EL DÍA 9 DE ABRIL DE 1999 EN LA CASA DE LA PANADERÍA

4.1. Entrevista mantenida con el novelista

¿Qué nueva historia ha empezado a soñar?

Últimamente he escrito bastante. Lo último es una novela que se titula La

ruina del cielo, y es la más larga que escribo hasta ahora. Tiene cerca de

seiscientas páginas. Es un intento de metáfora sobre la liquidación de las culturas

rurales, pero he ido mucho más lejos. Me he quedado una novela muy

desprendida de sociología, economía y deambula en un territorio más onírico, más

extraño y está lleno de cosas...

¿Qué sentimiento tiene al concluir una novela?

Una sensación de vacío porque cuando la experiencia es tan intensa y tan

larga... Me cuesta marcharme y salir. A la vez se experimente también una

sensación de haber culminado un reto muy grande. Las ambiciones del arte son

nobles y esa sensación, sin duda, nivela el vacío.

¿Recuerda el ambiente de las tabernas en sus novelas al Quevedo de los

Sueños...?

Yo no he sido un tabernario virulento. Siempre he tenido la sensación

personal de la taberna como espacio literario: el vino, los amigos, la vertiente de la

vitalidad. Algo más por haber vivido ese tipo de taberna clásica, provinciana. De

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IV. Transcripción de la entrevista

344

joven siempre me atraía mucho. Yo pienso que ese territorio, más allá de su

calidad de establecimiento puramente comercial, es un verdadero espacio de

vitalidad. Y yo tenía también ciertas sensaciones de que la eternidad también está

en la taberna como refugio del tiempo. Esa teoría sobre las tabernas de los

personajes de El expediente... Detrás de todo esto hay, sin duda, una tradición

clásica, sin idealización, muy real. En mi última novela, La ruina del cielo, en una

parte importantísima al final, el personaje que cuenta la historia, un médico del

páramo, vuelve a la ciudad de provincia donde estudió y vivió y recorre un poco un

cierto laberinto de identidad personal de algo que él anda buscando por las

tabernas. Esa teoría de la eternidad, de cómo el tiempo está depositado en las

tabernas, de viejos que allí están y que heredaron a viejos que ya estaban

sentados cuando él era joven. Repito una vez más esa idea de eternidad.

¿Es más fácil pasar de lo onírico a lo real o viceversa?

Cada vez más de lo que me convenzo es de que he podido empezar a hacer

literatura cuando he podido conquistar sensaciones literarias y de escritura. Al fin

me he podido sentir dueño de un territorio donde ya no hay fronteras especiales.

Yo puedo estar describiendo algo que está pasando donde se mezcla la realidad

con el sueño o cierto sonambulismo, cierto visionarismo y eso me ha dado una

gran libertad, que conseguí en el momento en el que yo salté del necesario marco

estricto y documental que fue la León de Las estaciones provinciales, donde hay

ahora más bancos que tabernas. Ahora conquista literaria en lo mío significa

fundamentalmente que existen otras ciudades que ya no están en la realidad, que

están estrictamente en lo imaginario y por las que yo puedo andar como anda

Sebastián Odollo en Camino de perdición. De pronto entra en un bar con una

barra muy larga donde el interior es el exterior, el día la noche, etc. Algo de esto

ya pasaba en El expediente del náufrago. Entonces, ahora no me cuesta nada ir

de lo onírico a lo real y al revés; es más, tengo la sensación de haber derrotado

esos márgenes y ahí creo que está mi mundo. Recuerdo críticas lejanas

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IV. Transcripción de la entrevista

345

absolutamente positivas, tituladas “Nocturnidad y extravagancia”. El crítico

percibía una masa extraña de personajes, espacios invadidos por una nube que

se llevaba todo. Son modestas conquistas que se consiguen desde que escribes

una novela realista como Las estaciones provinciales. Yo sabía que era el camino

que me iba a abrir otras puertas que estaban después. Yo quería pisar terreno

firme y no tenía prisas. Ahora Las estaciones provinciales, con el tiempo, que da

como una novela ingenua y, por eso, tiene tanto encanto. Posee unos personajes

entrañables y hay un tono común de vivencias que no la distancia, a pesar de

situarse en un espacio del noroeste peninsular, de cualquier otro sitio común

donde haga calor o frío. Le tengo el cariño de una primera cosa que hice con

mucho detenimiento, le dediqué muchísimo tiempo. Es una novela con cierto tono

espontáneo pero está muy elaborada. Sin embargo, La fuente de la edad es un

artefacto más complicado.

¿Existen personajes misóginos en sus novelas?

Mis personajes masculinos son unos amadores desaforados, gente por ahí

desvariada en ese grado de vitalidad. Lo que sí es cierto es que estos personajes

siempre están por debajo de las mujeres, hasta Sebastián Odollo de Camino de

perdición, que es un Don Juan de medio pelo. Puede haber un poco de misoginia

o también un grado grande de admiración al mundo de la mujer. Son hombres que

se sienten segundos de a bordo de las mujeres. Más que misoginia es como una

aceptación, es decir, la voz de mando en la vida son las mujeres. Ellos son el

sentido de la quimera y ellas el sentido de la realidad. El la fuente de la edad,

Chon Orallo entiende el sentido de las cosas y los demás están pirados. En El

expediente del náufrago sí hay mujeres que tienen mayor sentido de la realidad.

Son mujeres mayores como Irina, que está impedida. Oblomov vive la poesía

como la pudo vivir Rilke. Manuela es una mujer mítica, se sitúa por encima del

bien y del mal, con una filosofía de la vida muy real. Esto parte de una vivencia, yo

he conocido a muchas Manuelas, porque hay un personaje en mi vida que se

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IV. Transcripción de la entrevista

346

llamaba Manuela y que exteriormente guardaba mucho parecido con ella. De

todos mis personajes. Chon Orallo es el personaje que más me gusta y que tiene

un interior que nunca confesará a los demás.

Al margen de la crítica, ¿en qué generación literaria se sitúa actualmente?

Esto es un lío... Siento una lógica cercanía de referencias ante gente y

amigos cercanos a mi que tienen la misma edad: José María Merino, Juan Pedro

Aparicio, Julio Llamazares, aunque es más joven que nosotros. En esta edad de

cincuenta en que yo estoy, obviamente hay una generación de novela española

que Santos Sanz Villanueva llamó generación del 68. No tengo mucho que ver con

Álvaro Pombo y con Juan José Millás, pero has vivido una misma universidad, etc.

No hay un talante común, pero he compartido cosas parecidas. Lo más

interesante de este tipo de escritores es que somos una generación muy

interesante y variada. El mundo novelístico de Álvaro Pombo, Juan José Millás y el

mío son evidentemente diferentes y no poseen comunes tratamientos. No me

siento cómodo ni a disgusto por ello, hemos tenido la suerte de que después de la

muerte de Franco, en los setenta y muchos, se nos vea como gente que no acaba

de aterrizar, sino con un grado previo de madurez.

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Argumento y confrontación de las novelas

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V. APÉNDICE: ARGUMENTO Y CONFRONTACIÓN DE LAS NOVELAS

5. 1. Las estaciones provinciales

Capítulo Primero

Parte 1

Primer día: [agosto, 9 de la mañana]. Benito Calamidades despierta a

Marcos Parra ante la irritación de su jefe Afrodisio. Se levanta y se asea. Sale a la

calle. Llega al bar Isma donde toma una ensaimada y un café. Acude al periódico el

Vespertino. Benito le informa, de manera resumida, sobre el suceso acaecido en un

viejo caserón. Marcos habla con Afrodisio. Más tarde, se pone al habla por teléfono

con el jefe de Bomberos, Julián Centeno. Entretanto se produce la discusión de dos

compañeros del periódico: Rovira y Benito. El oficial Corsino recibe una llamada

del juzgado y se informa de la muerte de un mendigo: Arsenio Valderas García, El

Cribas. Recuerdo del difunto evocado por Marcos al conocer la noticia. Benito y

Marcos intentan «tirar de la manta» y piden ayuda a Afrodisio para recoger

información. El jefe pide absoluta discreción y ningún paso comprometedor para el

periódico. Marcos recibe la llamada de la secretaria de don Higinio Peralta

procedente del Gobierno Civil. Afrodisio habla con él. Los titulares del periódico

deben ser cambiados. Salen a tomar una cerveza y se dirigen al bar el Astorgano.

Parte 2

Primer día: [3:30 de la tarde]. Bar Curruqueño. Marcos y Benito deciden

visitar al gitano Bedoya. Luego se desplazan al bar Isma. Marcos pide la guzzi a

Chumilla para ir a casa de Bedoya. Llega al pueblo de la Nava. Habla allí con

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Argumento y confrontación de las novelas

348

Fernando y su hijo Fernandito. Éste le cuenta a Marcos que algunas personas les

deben dinero. Marcos regresa y toma un refresco en la Venta de Amada. Llega al

periódico a las siete y media de la tarde. Benito lo llama para citarlo en el bar El

Palomo. Allí le cuenta todo lo referente al turbio asunto que ha conducido al

asesinato del mendigo: el Cribas no murió a causa del incendio [explicación

detallada en pp. 52-53]. Ahora comprenden los motivos de la visita de Obdulio el

Mechas y Rosendo Cachafeiro a casa de Fernando. Antes de abandonar el bar se

encuentran con Pistolo. Benito sale hacia el bar El Yucatán.

Parte 3

Anochecer del primer día. Encuentro con el ciego Molina. Marcos llega a su

casa. Baja a cenar al bar El Mayoral. Queda citado con Claudia a la una de la

madrugada en el bar El Minero. Piensa pasar a las diez y media de la noche por el

teatro de Rosita Yen. Al salir se encuentra con Gamallo y Juanín. Juntos se dirigen a

la Casa de Asturias donde beben sidra. Se marcha y se encuentra con un personaje

rocambolesco: Pipe Bolas. Llega al teatro de Rosita Yen y observa la actuación.

Habla con alguno de los trabajadores (por ejemplo, con Virgilio, quien en otros

tiempos, trabajó en el matadero). Marcos pasea y recuerda a Claudia. Llega al bar de

los ferroviarios: el Bar Minero. Ve pasar por la calle a Claudia, la llama y pasean.

Llegan a la caseta de Belisario donde pasan la noche juntos. Son capturados por la

policía. Los conducen a comisaría. Amenazados y tras un chantaje consiguen la

libertad. Claudia se despide de él. Marcos se dirige al bar Yucatán. Allí ve al hijo de

Don Paciano, Isauro Abascal, con una chica. Al salir se marcha a la cantina de la

estación. Marcos encuentra allí en los retretes a Benito Calamidades, que ha recibido

una paliza. Benito ya no quiere participar en la investigación. Marcos acompaña a

Benito a su casa. Comienza a amanecer.

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Argumento y confrontación de las novelas

349

Capítulo Segundo

Parte 1

Por los fenómenos climáticos, la acción se sitúa aproximadamente en otoño].

Gabriel Llanos espera con el pato, el coche de don Paciano, a Marcos en la puerta

del periódico. Se van a inaugurar unas oficinas. Se dirigen hacia la casa de don

Paciano. [Atardecer] Toman una copa antes de la comida. Se propone matar a unos

cochinillos para después degustarlos. Todos se ponen a la captura de los animales

junto al canónigo don Cosme. Beben y comen de forma exagerada. Con los efectos

del alcohol, don Paciano quiere tener a su lado a Marcos, pues conoce que Higinio y

Sebastián no son leales. Desea que su hijo Isauro entre como concejal en el

Ayuntamiento. Mientras tanto, Ursicino despierta al canónigo al rociarle con

champán. Don Cosme irritado le golpea con un jamón y Ursicino cae al suelo

desmayado [noche].

Parte 2

[9:30 de la mañana del día siguiente, redacción del Vespertino]. No hay

demasiado trabajo. Llueve y hace viento. Ernestina, la hija del Cribas llama por

teléfono a Marcos para hablar con él. Se encuentran en el bar café Nacional. Sale

mientras los otros van al bar Astorgano. Hace viento y recorren algunas calles hasta

llegar al Nacional [media mañana]. Encuentro con Tina, quien habla de su triste

historia familiar. Se despiden y Marcos se dirige a cubrir la información de la

inauguración de las nuevas oficinas [12:15-12:30]. Plantel de damas y señores

engalanados presiden el acto. Más tarde, todos asisten a una recepción. Se discute la

posibilidad de apalabrar la elección de Isauro, el hijo de don Paciano. Marcos le dice

a Gabriel que la hija del Cribas está en la ciudad. Marcos se marcha. Encuentro de

éste con Toño Mirantes. Se encaminan hasta el bar Victoria [son casi las 3:00 de la

tarde]. Llueve mucho y hace viento. Marcos le cuenta lo que pasó en la fiesta, pero

el alcohol le produce sueño y recuerda la imagen de Tina. Se marchan y Marcos

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Argumento y confrontación de las novelas

350

llega al Montañés donde encuentra a Tina [3:30]. Llueve mucho y hace viento. El

alcohol es protagonista en este episodio. Se acuestan juntos.

Parte 3

En la calle hace mucho viento. Marcos y Tina caminan por la ciudad. Entran

en el bar el Palomo. Marcos le cuenta el verdadero motivo de la muerte de su padre,

así como las circunstancias que rodearon el asunto. Hay dinero por medio y ella

accede a desenterrar todo [son las 6:00 de la tarde]. Se despiden. Marcos va al

periódico y quedan para cenar a las nueve en el Nacional. Cuando llega a la

redacción, le informan que un gitano, Vilorio, ha ido a buscarlo y que le espera en el

Astorgano. Hace mucho viento. Baja a verlo. Lo había mandado Fernandito Bedoya

porque había sido herido en el brazo. Sube a por el abrigo y se marcha a verlo al

Ejido. Toman una copa en el Exprés. En su camino, se detienen a beber vino en el

bar Benito. Llegan al Ejido [oscurecer]. Llueve y Marcos observa a Fernandito y éste

le cuenta que se llevaron a su padre. Marcos le da algo de dinero y se marcha.

Vilorio le acompaña. Marcos llega a la Plaza Mayor [7:45]. Entra en el Exprés y

llama a Gabriel Llanos y lo cita en el bar Victoria inmediatamente. Marcos pretende

que le ayude con sus amigos que han sido encarcelados. Gabriel no le da

importancia y se marcha. Marcos sale y se dirige al bar Madrid. Llama desde allí al

Inspector Valero. Se citan media hora más tarde en el bar el Bambú [en este

momento son las 8:50]. Tina lo espera en el Nacional. Marcos le dice que va a ir a la

pensión para cambiarse y que los planes se han alterado. Piensan cenar en el bar el

Besugo cuando él termine con todo. Acompaña a Tina y se dirige hacia el Bambú.

Sigue lloviendo. Llega al Bambú y Marcos refiere la encerrona que le hizo Valero en

verano. Habla con el inspector sobre la detención de los gitanos y Valero le dice que

desconoce los hechos. Marcos pretende que dejen en libertad a Bedoya y a su

sobrino y que dejen en paz a Fernandito. Valero le dice que lo llame más tarde a la

comisaría. Sigue lloviendo. Son casi las diez de la noche. Sube al Montañés y

pregunta por Tina pero ésta se ha marchado con su maleta. Le informan que por la

tarde estuvieron dos policías visitándola. Marcos se dirige al bar Mansilla y llama a

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Argumento y confrontación de las novelas

351

la comisaría. Valero le dice que la chica va camino de la estación. Se dirige hacia el

lugar aunque entra en el Yucatán a tomar vino y pastas. Son las once de la noche y

Marcos llega al andén y encuentra a Tina sentada en un banco. Cerca hay un policía

que la visita para asegurar que se marcha. La han chantajeado con hablar de su

turbio pasado. Ella se marcha a Oviedo. Marcos y Tina se besan y éste le pide que le

escriba al periódico. El tren parte más tarde.

Capítulo Tercero

Parte 1

Redacción del periódico [8:30 de la mañana del día siguiente]. La noche

pasada llovió [La acción se sitúa en una estación climática diferente]. Marcos y

Chumilla ven un ratón y tratan de matarlo con una escoba. Salen a la calle para

dirigirse a un colegio electoral y así cubrir la información sobre las elecciones

municipales. Antes toman un caldo en el bar Lancia, aunque proponen ir también al

Cabrillanes. Llegan a este último y piden caldo y vino. El fuerte viento barre la nieve

de la ciudad. Se dirigen al Lancia y no tienen preparado el caldo. Salen de allí y van

al bar Oviedo. Más tarde llegan a las Graduadas hasta llegar a las mesas electorales

donde hacen algunas fotos. Regresan al periódico y el cristal del ojo de Cayetano es

aplastado. Este último se pone el abrigo y unas gafas de sol para ir al médico.

Marcos elabora su columna «Las Estaciones» sobre la nevada de las once y cuarto de

la mañana. Benito le propone ir a Marcos a tomar un café al Astorgano, pero llama

Corsino del Juzgado. Han encontrado un cadáver en el colector del Ejido. Marcos y

Benito no dudan en ir, si bien temen lo peor. Marcos comenta a Benito que fue a ver

al hijo de Fernando hace veinte días. También es consciente de que al día siguiente

de verlo, Fernandito desapareció. Cruzan por la plaza nevada y llegan al Ejido.

Observan el furgón del Juzgado en la Avícola. El difunto es Fernandito. Regresan y

repostan en Casa Sandalio. Corren por el camino para quitarse un poco el frío.

Marcos debe ir a los colegios restantes y se despide de Benito, que regresa al

periódico. Marcos se encamina hacia unas chabolas y pregunta a una mujer por

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Argumento y confrontación de las novelas

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Vilorio. Van juntos al Bar Tropezón. Marcos le cuenta lo del cadáver del colector

del Ejido. Vilorio se lamenta de haber dejado solo a Fernandito; cree que si lo

hubiera acompañado nada de eso hubiera ocurrido. Después Marcos pasa por las

oficinas de don Paciano para ver a Gabriel Llanos. Sin embargo, lo llama por

teléfono desde el Isma. Gabriel baja al bar. Las cosas cambian y todo lo que

hablaron se ha desvanecido pues Isaurín, el hijo de don Paciano, tiene un pie en el

Ayuntamiento como concejal. [Han pasado veinte días desde entonces]. Gabriel

Llanos cita a Marcos para cenar ese mismo día a las nueve y media en el Aperitivo y

así celebrar la concejalía. Marcos regresa al periódico a las dos y media de la

madrugada. Afrodisio le dice a Marcos que lo habían llamado por teléfono. Se

encuentra con Benito y quedan para comer. Marcos recibe la llamada de Tina

[segundo encuentro]. Está en la estación. Quedan para verse en el Nacional. Marcos

le dice a Benito que no puede comer con él y que pueden bajar juntos un tramo de la

calle.

Parte 2

El tiempo vuelve a ser tormentoso. Marcos ve a Tina, que está de paso y se

marcha a Madrid. Marcos le pide que se quede con él. Salen del bar y pasean. Entran

al bar los Bayos. Comen mollejas y morcillas. Marcos le confiesa que no ha

olvidado el último encuentro de ambos. Marcos toma café y copa de orujo. Marcos

desea llevarla a su casa. Hace mucho viento. Llegan a casa de Marcos y doña Chelo,

la casera, permanece allí, ya que no quiere compañía femenina en su casa. Tina se

desnuda y Marcos descubre unos hematomas en sus muslos. Doña Chelo los

sorprende cuando están juntos. Marcos se disculpa ante su casera que está muy

enfurecida. Se marchan y con aguanieve en la calle van a tomar algo al bar Victoria.

Tina le cuenta que le fue muy mal en Oviedo y que un inspector le pegó una paliza.

Tina pide a Marcos que la visite cuando ella se instale en Madrid. Ahora son las seis

de la tarde. Tina salía por la noche y Marcos tiene que ir al periódico. El oscurecer

llega. Ella piensa ir al cine porque el tren no parte hasta las once. Marcos llega al

periódico y el director don Cayetano le advierte que debe decir cada vez que se va

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Argumento y confrontación de las novelas

353

por dónde se encuentra. El jefe le pide una buena entrevista y fotos de Isauro

Abascal. Afrodisio sigue enfadado porque no lo han invitado a la cena que va a

ofrecer don Paciano. Benito grita pidiendo auxilio. No quieren llamar al médico

pero lo que ocurre es que a don Baudilio se le ha salido la hernia. Marcos y Benito lo

acompañan a su casa que se encuentra llena de gallinas. Don Baudilio descorcha una

botella de licor que su hermana hace. Toman una copa del licor hecho con yemas de

huevo. Más tarde se marchan.

Parte 3

[Es de noche]. Benito y Marcos entran en la Viña H. Se enteran que Isauro

Abascal ya ha sido colocado en el Ayuntamiento. Comentan que todos los hombres

son siempre iguales. Marcos se marcha y Benito se queda. Marcos recorre la ciudad

durante la noche. Ve el reloj [aunque no conocemos la hora]. Llega a los aperitivos

de don Paciano. Se encuentra allí con compañeros de la competencia, el periódico el

Afán. Todos saben que Isauro no da la talla como concejal. Don Paciano da las

gracias a los invitados por su asistencia. La cena es abundante. Allí se cuentas

distintas historias sobre algunas jóvenes de la provincia. Mientras, los mariscos y las

lubinas se comen en abundancia. Marcos no habla demasiado en la cena, pero sí

escucha las diferentes historias. Toman tartas de merengue. De pronto, don Paciano

cae al suelo y su hijo Isauro comienza a llorar. Su padre ha muerto de un infarto tras

conseguir lo que se propuso. Lo llevan a su casa y hasta allí llegan los amigos del

difunto en estado ebrio para dar el pésame a su mujer doña Fermina. Cayetano le

ordena a Marcos que escriba la necrológica de don Paciano. La nieve continúa

cayendo. Marcos cruza varias calles hasta llegar al periódico. Al entrar en la

redacción se encuentra con el ratón fugitivo que había visto en una ocasión y de

repente siente una mirada de complicidad.

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Argumento y confrontación de las novelas

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5. 2. La fuente de la edad

Parte 1 (seis capítulos))

Capítulo 1:

Jacinto Sariegos trabaja en un Archivo ajeno al tiempo externo. Está

invitado a una sopa de ancas de rana en casa de Chon y Ovidio Orallo, lugar en que

la cofradía se reúne para programar un viaje. Llega tarde y todos se lo reprochan.

Hablan de Isis y Osiris a la vez que degustan las ranas. Jacinto y don Florín refieren

la historia de un presbítero y de un manuscrito de la Omañona en el que se habla de

una fuente. La excursión que preparan se realizará en la segunda semana de julio.

Contemplan cómo Dorina, una chica joven, pasea por los tejados de su casa.

Capítulo 2:

Los cofrades se dirigen a la taberna que habitualmente conocen como «las

nieblas del Capudre». Allí se reúne la Peña de los Lisiados, juegan a las cartas,

beben y veneran al Padre Gerónides. Mencionan un ser al que atribuyen los defectos

que los demás poseen llamado Orestes Enebro. Ángel Benuza intenta conseguir

información de Melendres sobre unas cartas que tienen Pacho Robla y Olegario el

Lentes, que hacen referencia al canónigo don José María Lumajo.

Capítulo 3:

Se dirigen a la guarida de Olegario el Lentes y en el camino contemplan el

caño Rucayo donde beben. [Es de noche]. Se critica la ciudad y los tiempos que

corren. Cuentan la historia del mulo Celenque, que está en su última agonía. Acaba

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Argumento y confrontación de las novelas

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el capítulo con la imagen de Jacinto que bebe agua en el caño. La presencia de la

luna es reiterada en este capítulo.

Capítulo 4:

Al llegar a casa de Olegario el Lentes, los cofrades presencian el episodio

cómico en que su mujer Toribia ha sorprendido a su marido y a su hermana juntos.

Pensaba dejarlos encerrados. Tras tranquilizarse y liberarlos, Olegario les habla de

un baúl lleno de papeles, cuya dueña se niega a venderlo.

Capítulo 5:

Llevan a Olegario hasta la casa donde está el baúl. Intentan abrir con una

ganzúa la puerta de la casa. Don Florín y Jacinto se asoman y observan a un

matrimonio durmiendo. Se han equivocado de casa. Van a otra y encuentran el

pesado baúl, pero en una habitación próxima hay una pareja de enamorados que,

alertados por el ruido, hacen que en la primera planta un hombre les dispare con una

escopeta.

Capítulo 6:

Paco Bodes pide ayuda a don Florín desde dentro. Tienen que despejar el

camino. Al salir, encuentran a Cirilo y Turcia borrachos y les piden ayuda para

transportar el baúl, a la vez que dos disparos alcanzan el culo de Jacinto Sariegos y

Paco Bodes. El baúl queda en medio de la calle. Más tarde, es conducido por Turcia

y Cirilo, quienes tambaleándose chocan con una farola. En medio de todo esto

aparece otro personaje, Publio Andarraso. Se dirigen los heridos hasta la casa de

citas de Emilia donde son curados. En el bar, Catalina la Joderica, cuenta algunas

historias en el transcurso de la noche. Retiran el baúl de un poyo de piedra donde lo

habían guardado. Al abrirlo encuentran entre los volúmenes un cuaderno que se

titula Diario de la Omañona.

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Argumento y confrontación de las novelas

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Parte 2 (cinco capítulos)

Capítulo 7:

La acción se sitúa en la Omañona y Benjamín recuerda la última carta de su amigo

novicio Julio. Los recibe Aquilino Rabanal [Encuentro 1] y comen en su casa los

platos que cocinan Balbina y Jesusa. Hablan de varios temas que recrean el juego de

opositos campo-ciudad, el papel de la mujer, el topos del menosprecio de corte y

alabanza de aldea. Tras descansar, suben al Teso del Espino. Por la noche también

pasaría por allí el pastor Rutilio. Hablan de la fuente que mana del suelo y del propio

diario, cuyo escrito encierra elementos simbólicos. Deciden que la excursión

transcurrirá durante tres días y tres noches con regreso al mediodía de la cuarta

jornada [tiempo: 3 días y medio; espacio: Peña Candín, cueva del Raposo, Pando de

la Mustuniella, Castrocandín, etc.]. Comentan la discreción con la que deben actuar

en la zona, pues para los de allí son estudiosos que han llegado con el fin de llevar a

cabo diversas investigaciones. Benjamín tiene intención de escribir un diario en los

días que dure la expedición. La primera jornada la pasarán en los pueblos de

Valduera y Lutarieto y dormirán en Castrocandín. Recorrerán el Monte de los

Faisanes hasta llegar a la Cueva del Raposo. Aquilino, gran conocedor del relieve y

recovecos del paisaje, es guía durante el camino. Se produce el encuentro con el

pastor Rutilio [Encuentro 2], quien cuenta una historia sobre una culebra gamona y

la historia de su hermano difunto Elpidio. Conoció a don José María Lumajo, quien

le dio un frasco milagroso de agua con el que desapareció su mal olor de pies. El

pastor les avisa sobre los temores que esconde la naturaleza.

Capítulo 8:

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Argumento y confrontación de las novelas

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[Mañana del primer día]. Los cofrades se encuentran muy ilusionados, se narra el

sueño de Ángel y la importancia de los mismos [Encuentro 3]. En el camino se

encuentran con la presencia de Pidio Legaña. Divisan el primer manantial y todos

beben. El pueblo lo corona una casa y los cofrades ven a un hombre escondido:

Domingo [Encuentro 4], dueño de una casa en la que había hecho un museo

familiar. Toman unas copas y pastas. Éste invita a los cofrades a almorzar. Caminan

hasta llegar a las fuentes del Cirueña en las faldas del Candín. Las observan entre las

praderas. Entran en el bosque y comprueban cómo fluye el agua de las fuentes.

Toman muestra de las aguas. Cuando Paco Bodes hace sus necesidades es

observado por una anciana [Encuentro 5] llamada Manuela Mirandolina, quien le

habla del tiempo humano e intenta ayudar con unas hierbas de amor a éste y a Ángel

Benuza. Llega la noche y visitan la casa de Aquilino. Paco duerme junto a Ángel

Benuza, y Jacinto con Benjamín, quien escribe una carta a su amigo Julio que está

enfermo. A media noche, Ángel y Paco se dirigen más tarde, a media noche, a casa

de Manuela y allí creen ver a una moza que no es otra cosa que la luna.

Capítulo 9:

[Amanecer del segundo día]. Se contraponen la vida rústica y la urbana en los

amaneceres de don Florín y Aquilino. Se dirigen a visitar a don Basilio [Encuentro

6] y los recibe su hermana doña Quina Candemuela en el corral de su casa. Les

invita a probar leche cruda. Aquilino le dice a don Basilio, pastor que tiembla

continuamente desde su juventud, que los cofrades son estudiosos de la obra de don

José María Lumajo. Basilio sabe que todo son habladurías tal y como lo sabían su

padre y su tío Alipio. Pero la historia es tan antigua, que hace más de treinta años

que su tío y su padre probaron un hilillo de agua entre el monte de los Faisanes y la

Cueva del Raposo. Castrocandín es descrita. Vuelven a encontrarse con Pidio

Legaña, mientras Aquilino contabiliza seis fuentes en el Monte de los Faisanes. Don

Florín recomienda paciencia y firmeza para encontrar la verdadera fuente. Aquilino

descubre tres fuentes en la vereda de los Faisanes. Quedan otras tres por buscar. Se

encaminan a explorar la Cueva del Raposo. Se encuentran con Belisario Madruga

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Argumento y confrontación de las novelas

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[Encuentro 7] que tiene nueve hijas que resultan ser nueve cabritillas. Vive alejado

de la vida urbana, retirado en la naturaleza y este pastor desarrolla el topos del aurea

mediocritas. Les invita a beber agua de su manantial o filosoferio. Se bañan en las

aguas virtuosas y Chon grita al secarse , pues alguien la ha observado, al tiempo que

Ángel Benuza la contempla desnuda.

Capítulo 10:

Benjamín despierta [mañana del tercer día]. Tras desayunar continúan el camino.

Llegan a una ermita [Encuentro 8] en la que hay un fraile loco que obliga a

confesarse a Ángel y a taparse la cabeza a Chon. El resto de los cofrades se habían

encontrado con dos pastores que les prepararon de comer [Encuentro 9]. Se dirigen a

la ermita donde el fraile los tiene encerrados. Es un ser extraño que celebra la misa

con leche. Consiguen salir del lugar y Pidio, conocedor de la atracción existente

entre Ángel y Chon, les dice que puede llevarlos a un lugar. Comen y toman

champán. Eulogio, uno de los dos pastores, junto a Benito, les informa al grupo de la

existencia de seis fontainas y la fontaniecha, siete veneros que discurren cerca del

Pando. Mientras los demás echan la siesta, Ángel y Chon siguen a Pidio, que tras

perderlo y llegar el oscurecer, se refugian en una cueva ante la llovizna. Allí discurre

un pequeño venero de agua y pasan la noche y tras probar el agua, pasan juntos la

noche.

Capítulo 11:

[Amanecer del cuarto día]. Ángel y Chon se despiertan en la Cueva de las

Cristalinas. Han aparecido Eulogio, Paco, don Florín y Chamín. Eulogio cuenta una

leyenda de refugio en la misma cueva y se niega a probar cualquier agua que brotara

de aquella gruta. Tras contar la historia, el ánimo de los excursionistas es cada vez

más pesimista. Paco y Chon no desean alargar la expedición. Jacinto se ha resfriado

y siguen el camino. Se detienen en las Médulas de Rosales y ya por la tarde alcanzan

la ribera del Manjarino donde se encuentran con Pidio. Al llegar a casa de Aquilino,

Chon divisa la bicicleta de su hermano. Ovidio les ha llevado un artículo aparecido

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Argumento y confrontación de las novelas

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en el periódico el Afán, el cual refiere que todos los miembros de la cofradía han

sido engañados, convirtiéndose en unos «galopines pasados por agua», según una

noticia firmada por Pacho Robla. Los cofrades declaran la guerra a la junta directiva

del Casino. Melendres y Olegario el Lentes fueron cómplices al poner como cebo el

baúl. Ante la situación, Aquilino propone cenar. Es el momento en que Chamín

conoce la muerte de su amigo Julio a través de Ovidio. La atmósfera de la noche es

apacible.

Parte 3 (cuatro capítulos)

Capítulo 12:

La expedición formada por los cofrades ha regresado a la provincia. Esa noche se

celebrará una fiesta para fallar un certamen literario. Tras el baile del Casino se va a

entregar el premio de los Juegos Florales o Poéticos de Invierno. Aparecen

personajes como Lino Ferreras o Eloína Puente. Paco va al Capudre y encuentra allí

a Ángel Benuza. Pepín ha convencido al jurado. En este momento son las cinco de

la tarde y la fiesta se celebra a las once. Paco no ha sido invitado a la fiesta. Mientras

don Florín prepara la pócima venenosa que Ovidio tiene que probar para que de

verdad sepan que va a ser efectiva. Tras esto tienen que llevarlo a su casa enfermo a

la diez de la noche. De Chon no se sabe nada desde hace días. En la Peña de los

Lisiados, con desánimo, se debaten las diferencias entre un mutilado y un lisiado.

Eloy Sesma se ha suicidado. Ángel llega a casa de Chon tiritando. El tiempo

atmosférico empeora. Todos deben entrar a la fiesta por separado. Portan ocho

frascos para distribuirlos. Chon accede a derramar uno de ellos si, al día siguiente,

Floro y Angelín se toman la misma muestra que ha provocado un terrible mal a su

hermano.

Capítulo 13:

En la Sociedad Recreativa del Casino festejan la llegada del invierno. El Secretario

agradece a los asistentes, en especial a siete damas, su presencia. Llaman al ganador

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Argumento y confrontación de las novelas

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de las Justas, Paco Bodes, quien lee un poema a la reina de la fiesta. A continuación

le es entregada la insignia literaria, una flor, puesta en la chaqueta. El vals da

comienzo. Los invitados se animan y disponen en grupo, mientras Ángel merodea

por el recinto y encuentra a una antigua amiga, Bea. Don Florín habla en otro salón

con un directivo del Casino: Pascual Llombera. Ahora se baila un chachachá.

Jacinto bebe más de la cuenta. Garfín, Juanito y Pacho están intranquilos y discuten

tras tomar un poco de alcohol. La orquesta toma un respiro y todos los invitados

quieren tomar una copa. Un músico descubre a Jacinto en la fiesta. Don Florín está a

punto de dar la orden en el momento en el que todos vuelvan a bailar y repongan las

fuentes. Ángel Benuza, Jacinto y don Florín derraman la pócima sobre las bebidas a

la una menos cuarto de la madrugada. A continuación se dirigen a la otra sala para

derramar la parte sobrante.

Capítulo 14:

Los cofrades bailan en el lujoso salón del Casino. De pronto en las parejas se

escuchan gritos de desesperación y auxilio, a la vez que Paco Bodes se agarra con

fuerza a la reina de la fiesta, Tina Robla. Éste simula un dolor para despistar. Garfín

sospecha algo porque él se siente tan mal como Paco. Se produce un gran revuelo:

señoras socorridas por sus amigas, caballeros desplomados y jóvenes que vomitan

sobre sus señoritas acompañantes. Todos se revuelcan de dolor. Don Florín, para

que no sospechen, exige a Pacho una explicación de lo que está ocurriendo. Éste le

dice que ha recibido una llamada de una mujer que le había amenazado con ser

envenenados todos los asistentes a la fiesta. El panorama es desolador: todos

parecen desinflados. Los más desesperados piden que vuelva la luz en medio del

caos y la confusión.

Capítulo 15:

Jacinto Sariegos contempla la venganza humana que han producido y grita que

todos han sido envenenados. La orquesta toca en ese momento un tango. Chamín y

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Argumento y confrontación de las novelas

361

Jacinto llegan al salón y ordenan a todos que bailen la conga. Don Florín pregunta a

Pacho por Paco. Mientras llega un médico las señoras de los directivos se reúnen en

la sala de lectura. Llegan al despacho y la llave ha desaparecido. Debe abrirse la

puerta para ver si se halla muerto el poeta galardonado [todo es un montaje]. Al abrir

encuentran a la hija de Pacho, la reina, con la llave junto a él. Su padre la abofetea y

el momento se convierte en un acto vergonzoso para los presentes de la fiesta. Sacan

a Paco haciendo creer a todos que está moribundo. Al salir a la calle Paco se ríe.

Todo ha sido una farsa y celebran haber cumplido con rotundo éxito la venganza

que se habían propuesto. Frente al caño Rucayo prometen continuar con la aventura.

Antes de volver a sus casas piensan despertar a Chon para informarla de todo lo

sucedido. En ese momento, observan una voz desde los tejados que canta y

comprueban cómo Dorina, que se pasea por los tejados, finalmente se lanza al vacío

anunciando un grito apocalíptico.

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Argumento y confrontación de las novelas

362

5. 3. Las horas completas

(1) [Domingo, 4 de la tarde]. Don Ignacio, don Benito, don Fidel, Manolo y Ángel

se dirigen desde la Colegiata hasta un pueblo cercano a merendar. Dialogan entre

ellos sobre problemas triviales. Don Fidel recuerda un sueño a través de la memoria.

Don Benito evoca sus inicios en los cerros de Espinareda, lugar al que llegó un

catorce de enero de 1926 [al llevar cuarenta años de confesionario, el tiempo de la

narración se sitúa en torno a 1966]. El coche se calienta y, desde lo alto, contemplan

la ciudad. Prosiguen el camino en soledad. Conocemos unas cartas que Manolo

recibe y unas llamadas telefónicas de una voz femenina. Mientras siguen el camino

observan un bulto, que resulta ser un herido en el centro de la carretera.

(2) Es un peregrino y establece un diálogo sobre las diferencias entre vagabundo y

peregrino. Posee un tipo especial de filosofía. Se introduce en el coche. Su

peregrinación la provoca un sueño. Cuenta que es ajeno al tiempo y al espacio.

Narra su adolescencia y juventud a los canónigos. El sueño lo cuenta como una

especie de novelita corta en la que se permite alguna que otra licencia poética.

Recuerda sus avatares amorosos, proclama su no creencia en Dios y su idea de la

vida como camino penoso. También relata un cuento sobre el sapo campanero,

mientras don Fidel recuerda a su padre y la muerte de su madre. El peregrino decide

salir del coche de forma rápida, motivado por sus necesidades fisiológicas. Le pica

un insecto. Mientras don Fidel recordaba el lugar en el que cumplía su ministerio, en

el camino encuentran un segundo obstáculo: Manolo atropella a una perrita, la Mica,

y la situación se salva gracias a la picaresca del peregrino.

(3) El peregrino fuma dentro del coche a la vez que Manolo recuerda la voz de

Luisa. Hay una visión irónica de la Iglesia, pues el peregrino se ríe de ella al pensar

que Cristo murió para salvar a perros y gatos. El camino parece solitario y de pronto

al peregrino se le cae la cartera al suelo. Comienza a llorar al ver las fotos de sus

hijos. Pide ser perdonado y se confiesa mentiroso. Cuenta su casamiento mientras

don Fidel recuerda la figura de un segador y don Benito la cara del director de una

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Argumento y confrontación de las novelas

363

agencia bancaria, que lo llamó para algo relacionado con Nistal, el marido de su

sobrina. Se insiste en el aroma del tabaco del peregrino. El coche avanza lentamente.

El peregrino se culpa por todo lo que le sucede. El coche sufre una avería y mientras

lo arreglan, don Benito reza recordando el episodio de su sobrina. Don Ignacio entra

en los arbustos y ve llorar al peregrino que se confiesa un hombre de carne y hueso

como cualquier otro.

(4) El camino prosigue. Don Fidel sigue con su dolor de estómago. No se cruzan a

nadie por la ruta. El peregrino sigue afirmando que es pecador, que miente y pide

confesión inmediatamente. Tras seguir autoculpándose, pide el sacramento y

asegura que si no lo confiesan, se lanzará del coche. Manolo recuerda a Luisa.

Hablan de la úlcera de don Fidel. El coche se detiene. Don Ignacio habla con el

peregrino. Más tarde vuelve junto al peregrino, aquél con las manos en alto, pues el

pecador tenía en su mochila un fajo de billetes de mil pesetas y una pistola. Los

obliga a subir al coche y les ordena que cada uno de ellos cuente un pecado oído en

confesión. Ante la impaciencia dispara un tiro al aire. Cada uno cuenta una historia.

En este capítulo surgen elementos como el misterio, el sueño, el mito y la realidad.

Don Ignacio no debe contar pecado oído en confesión, sino alguno de los que el

peregrino le ha confesado anteriormente. Ante su negativa, el peregrino mete la

pistola en su boca y le informa que no ha sido sincero en la confesión. Don Ignacio

cuenta una historia que le sucedió en su segunda parroquia. El peregrino cuenta la

fábula del perro perdiguero y en el viaje hacia San Martín, decide abandonarlos y

pide que no cuenten ga nadie que lo han visto. Lo dejan en el camino y continúan su

viaje.

(5) Se describen unas bodegas y los canónigos se encuentran en el camino a Mero

con su motocicleta. En una de las puertas de las bodegas divisan a doña Olina,

madre de don Mero. En este capítulo surge nuevamente una exhibición

gastronómica, motivo frecuente en todas las narraciones. Ven una furgoneta con

cuatro hombres que sacan un féretro con un paisano, el Cirria, el cual se suicidó [lo

llevan a hacerle la autopsia a un pueblo llamado Lodinos]. El camino hacia el

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Argumento y confrontación de las novelas

364

cementerio es oscuro y desolado. Los canónigos entran en la bodega y observan todo

lo que doña Olina ha preparado. Cuentan lo sucedido con el peregrino. La madre de

Mero, con ochenta y cuatro años, habla de cómo los peregrinos eran en otros

tiempos, de su vida y de su difunto marido. Se cuenta a continuación la historia del

Cirria, hombre malvado, según parece, quien dejó dieciocho cartas comprometidas

a los vecinos del pueblo. Más tarde llega el sacristán de don Mero, Dalmacio, con un

perro cojo. Reclama a aquél para dar la extremaunción a doña Eugenia en Lodinos,

que está a cinco kilómetros. Antes de irse, Mero cuenta a los sacerdotes que el

Cirria le había escrito también a él, e incluso les da la carta a Ángel y a Manolo para

que la lean. Mero se marcha, llegan los postres y doña Olina cuenta una historia

ambientada en otro pueblo: Ancines. Cuando termina la narración llega el guarda

Serapio que busca a don Mero. Trae una denuncia contra él por pescar truchas de

modo furtivo en el río. El capítulo termina de forma violenta cuando doña Olina lo

echa de su casa.

(6) La madre de don Mero se queda dormida frente a las brasas. Su hijo va a tardar,

pues a la hija de un tal Evencio la ha atropellado un camión. Es el sacristán el que

trae la información. Dalmacio les cuenta que era viudo y vivía con su hermana.

También que le gustaba el alcohol. Habla con los canónigos sobre los sueños y sobre

los caminos de la vida. Refugiándose en la condición de sacerdote, Dalmacio le

cuenta sus secretos, cómo comenzó su «vida de perdición». En todo este episodio

los sueños juegan un papel fundamental. Sin darse cuenta, Dalmacio que seguía

bebiendo orujo, había cerrado la puerta de tal modo que estaba trancada y no podían

salir. Mientras tanto Ángel y Manolo se habían llevado en el coche a doña Olina

para que descansara en su casa. Con Dalmacio están los otros canónigos.

(7) Ángel y Manolo se disponen a leer la carta de don Mero y buscan un lugar

tranquilo. Ángel piensa que lo mejor es quemarla. Es de noche y la luna aparece en

reiteradas ocasiones. Están cerca del cementerio y parece que todos necesitan

confesión, porque Manolo quiere contarle algo a Ángel cuando éste se aleja. De

pronto se escucha llorar a una mujer enlutada ante la tumba del Cirria. Vaga como

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Argumento y confrontación de las novelas

365

alma en pena, siente lástima por el difunto y cuenta una historia desgraciada y

misteriosa. Les pide oración para ella y para el suicida. Se marcha y aparece don

Mero. Pregunta por su madre, que ya descansaba y cuenta que no ha llegado a

tiempo para dar a ninguno de los dos difuntos la extremaunción. Como no han leído

su carta, decide quemarla. Retoman la historia de la mujer enlutada y Mero cuenta

algo más sobre ella. También dice que las cartas del Cirria, en extrañas ocasiones,

producían efectos positivos. Al llegar a casa, la puerta sigue trancada. Mero decide

buscar a Herminio el herrero y coge la moto.

(8) Recorren el camino en el coche entre la claridad lunar. Tras una curva don

Ignacio tiene un presentimiento: ha sentido que se quedaban sin cobijo. De pronto,

contemplan nuevamente un bulto en la carretera: es el peregrino de nuevo, el cual se

encontraba encogido en el suelo. Lo sitúan en la cuneta y al rato saca de su mochila

una pistola y efectúa un disparo. Les apunta y todos salen a esconderse en el campo.

El peregrino se monta en el coche y se va solo. Se detiene y cuando Ángel se acerca

lo ve orinando en un árbol. El peregrino acusa a Ángel de ladrón por tomar sus

cigarrillos. Hablan de la comida que han tenido y el peregrino se queja de su tipo de

vida: le da igual vivir que morir. El peregrino vuelve a disparar y les cuenta que

atracó una mercería. Manolo y don Fidel vuelven al coche. Todos entran finalmente

con el peregrino. La última bala la dispara al vacío en medio de la noche.

(9) El peregrino piensa que ha entretenido la tarde a los canónigos y que deben por

ello estar agradecidos. Don Fidel sigue con su dolor de estómago. A los curas les

sorprende que hable del viaje como ruta final y el peregrino alude a Cátulo. Critica

duramente a los canónigos por ser «sordos y ciegos», por no entender determinadas

señales en la vida. El peregrino quiere pagar los desperfectos del coche. Manolo se

enfurece y le dice que si no guarda el dinero lo echa del coche. Don Fidel sigue con

su dolor de estómago y recuerda nuevamente la imagen del segador. El peregrino

percibe la futura desgracia que se les avecina a los canónigos. Manolo no puede

aguantar la situación y le ruega que se baje. Se calman y prosiguen el camino. Ahora

el peregrino habla de su viaje como peregrinación, según las recomendaciones

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Argumento y confrontación de las novelas

366

rigurosas del Códex Catilinus. Ángel se siente mal y pide a Manolo que se detenga.

Intentan que el peregrino los abandone pero no lo consiguen. Don Fidel recuerda

ahora el cadáver de su madre y el rostro de su padre. La situación tensa reaparece.

Regresan de la excursión y el peregrino apunta con su última bala a Ángel para que

le dé todo lo que en la Colegiata exista de valor. Salen del coche y Ángel vomita. De

pronto se escucha un disparo. Es el peregrino que se ha herido. Lo acomodan en el

asiento trasero de forma rápida. El tiempo en el coche parece detenerse. Con ironía

comenta el peregrino que no le van a faltar curas que lo asistan en su última hora. Su

respiración empeora. De pronto una señora advierte que hay fuego y que éste se

había originado en la Colegiata hacia las ocho de la noche. Todo lo que el peregrino

pretendía robar ha quedado calcinado. La novela acaba como empieza: la idea de

don Ignacio sobre el infiernillo que presumiblemente había dejado encendido.

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Argumento y confrontación de las novelas

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5. 4. El expediente del náufrago

(1) El protagonista, cuyo nombre se desconoce por el momento, trabaja desde hace

seis meses en un archivo en el que los días son interminables. Un compañero, Ángel

Rodiezmo, ordena al protagonista y a Celso Llamas que busquen urgentemente un

expediente, a requerimiento del jefe don Eladio. Tras media hora de rastreo, éste

resulta infructuoso. El jefe llega con dos trabajadores, Olmeda y Evaristo. Celso en

las alturas, atareado en la búsqueda, cae al vacío con los legajos que golpean a don

Eladio y a Ángel. Tras el caos, el protagonista pone orden en todo aquello y

encuentra en el suelo un sobre que ha salido de uno de los expedientes.

(2) El sobre contiene unas cuantas hojas escritas en el año mil novecientos cuarenta

y siete por un archivero y poeta llamado Alejandro Saelices Cordal, quien informa

que su obra poética secreta se halla esparcida por todo el archivo. Una serie de pistas

que conducen a la búsqueda de más información sobre Saelices es el hecho que

impulsa al protagonista a continuar el hallazgo.

(3) En este capítulo se conoce el nombre del protagonista, Fermín Bustarga, quien

continúa su búsqueda hasta encontrar en una botella una «Oda al Orujo», primer

poema de la obra secreta de Saelices.

(4) Desde este momento, Fermín vivió una larga temporada en soledad y, tras pasar

algunos meses, llegaron al archivo dos nuevos compañeros trasladados, Genaro

Reyes y Eloy Cerezo, que venían a cubrir las vacantes de Rodiezmo y Celso tras el

incidente ocurrido. Fermín siente que la voz de Saelices lo requiere y planea su

táctica: será una búsqueda secreta así como lo ha sido el hallazgo. Su indagación se

encamina hacia la vida y obra de Saelices. Lo primero que hace es hablar con Ángel

Rodiezmo, quien tras varios cafés le informa acerca de un tal Belarmino Yebra, que

se terminó suicidando en el archivo y dejó su gabardina en el perchero. Ángel

Rodiezmo le aconseja que hable con Celso Llamas.

(5) Fermín se dirige al registro de Industrias y Actividades donde trabaja Celso, que

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Argumento y confrontación de las novelas

368

había desarrollado su labor en el archivo. Celso le cuenta que encontró una Oda,

destruida dos años atrás, a causa de su contenido por Ángel Rodiezmo. Igualmente

menciona que años atrás habían aparecido dos odas, de las que algunos versos se le

oían a Agapito el de la Tercena cuando éste bebía. Celso informa a Fermín de un

jefe de la Sección de Arbitrios, Julio Venero, que citaba de vez en cuando alguna

oda. El modo de localizar a este hombre era contactar con Josefa Bobia, la

encargada del fichero.

(6) Las imágenes del suicida Belarmino Yebra persiguen a Fermín en sueños. Llama

a Lauro Llánaves, el encargado de custodiar el mobiliario en desuso del archivo con

el fin de encontrar la gabardina del suicida. Josefa Bobia acude una mañana al

archivo y cita a Fermín en su despacho. Le informa de la dirección de Julio Venero

aunque en sus ficheros no aparece ninguna información referida a Alejandro

Saelices.

(7) Fermín titubea antes de acercarse a don Julio Venero pero finalmente lo llama

por teléfono. Se entrevistan en numerosas ocasiones y le habla del vicio de

Alejandro Saelices: la bebida. Don Julio recuerda versos sueltos del poeta. Éste

señala que Obdulia Renedo había trabajado con Alejandro Saelices.

(8) Fermín habla con Obdulia Renedo, quien guardó una estrecha amistad con

Saelices, aunque tras conocer su personalidad se separó cada vez más de él. Obdulia

sabe que tenía una hija y durante la conversación recita algunos versos, ante su

propia sorpresa por lo lejano de sus recuerdos.

(9) Lauro Llánaves llama a Fermín y le comunica que el mobiliario de Belarmino ha

sido localizado. Fermín se dirige al lugar y se lleva la gabardina a su casa. En el

camino encuentra en sus bolsillos unas bolas de migas de pan.

(10) La acción se desarrolla ahora en el archivo. Los días continúan apacibles y

solitarios. De vez en cuando, Fermín busca entre los legajos para ver si tiene suerte.

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Argumento y confrontación de las novelas

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Llama a don Julio para recabar información sobre la hija de Saelices. No tiene éxito

y contacta con Obdulia, quien por teléfono se muestra más reticente que en la

ocasión anterior. Ya no sabe nada de la hija del poeta y tan sólo le informa que vivía

en el barrio de la Estación. Una tarde Fermín se acercó hasta el barrio que era, a su

vez, el escenario de la vida de Saelices. La tarea que debía emprender en ese

momento era recorrer las tabernas del barrio.

(11) Durante diez días investiga y se adentra en el ambiente de las tabernas y bares

del barrio de la Estación. En el bar de Lázaro se encuentra con Néstor Villada, quien

destruyó los versos que Bustarga componía y que reunía hasta hace poco en un

cuadernillo. Caminan hasta llegar a la taberna de Arístides Sotero y después al

Mediavilla. Néstor abandona a Fermín a las doce menos diez de la noche. Le dice

que lo quiere invitar a cenar más tarde.

(12) Es la primera vez que Fermín llega al archivo sin descansar en la pensión.

Cuenta la peripecia de la noche pasada: llegó al Mediavilla y allí conoció a Orencio

Oblomov cuando, de repente, trajeron a Néstor en volandas y éste le presentó a una

mujer llamada Doraida. Orencio, tras un enfado, le dijo a Fermín que si deseaba

algún tipo de información sobre Alejandro Saelices, debía visitarlo en su librería, El

Rublo. Más tarde Néstor junto a Fermín recorrieron juntos las calles hasta llegar a

casa de aquél donde cenaron sobre las cinco y media de la madrugada.

(13) La acción se desarrolla al llegar el amanecer, pero Fermín cuenta que pasaría,

desde ese momento, muchas noches en casa de Néstor junto a la mujer de éste, doña

Sira Lumbreras. La mujer de Villada le dice que Saelices vivió la quimera de la

poesía hasta límites insospechados. De repente, aparece Glicerio, el yerno de doña

Sira. Este hecho sirve para contar la historia familiar. Tras salir de casa de Néstor,

Fermín se dirige al bar de la Estación y toma un café muy cargado para despejarse.

(14) Fermín pasa muchos días de aburrimiento en el archivo y piensa en la

destrucción de sus poemas a manos de Néstor. La rutina se rompe al atender la

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Argumento y confrontación de las novelas

370

petición de un expediente, encargada por Emilio Sosas, ordenanza de Vías Públicas.

Fermín encuentra, casualmente, otro sobre amarillo, una Oda al Algar de Clodia.

Dos días más tarde, Celso Llamas telefonea a Fermín: Enebro el de Gastos había

encontrado un poema como el que él descubrió y que le hizo romper Ángel

Rodiezmo. En esta ocasión no lo descubrió Enebro, sino una chica de Intervención

tres años atrás. Enebro antes de quemar el original hizo una copia. Valentín Enebro

les dice que Ernestina Morales, la chica que encontró la oda, hubo que llevarla al

botiquín por el contenido bochornoso que encerraba el poema. Enebro les da una

copia.

(15) Fermín se dirige hacia El Rublo. Allí encuentra a una mujer, Irina Moldava, que

vive con Orencio Oblomov quien la cuida y mima. Llega Orencio e informa a

Fermín sobre la vida que llevaba el gremio de poetas y de las estaciones que solían

frecuentar. Habla en especial de Sento Sentines quien conocía a Eloína Saelices.

Orencio le va a presentar a Sento.

(16) Llega el anochecer y Fermín conversa con Orencio, mientras llegan a la casa de

Sento Sentines custodiada por doña Eredia. Sento se había retirado del mundo hacía

tres años al conocer a Eloína Saelices. Se produce el encuentro con el escuálido

poeta y lo colocan en una colchoneta. Sento le dice a Fermín que lo visite para

contarle la desgracia que envolvió la vida de Saelices.

(17) Fermín visita a Sento tres días después. El caserón en que vivía no era del todo

desconocido para Fermín. Más tarde recuerda que tenía la misma dirección de aquel

expediente que intentaron buscar sin éxito al principio de la narración. En el

encuentro con Sento Sentines al atardecer, éste le habla de Alejandro Saelices y le

enseña unos cuadernos en que Sento conserva los poemas que escribe. Uno de ellos,

amoroso, está dedicado a Eloína Saelices. Fermín se interesa por encontrarla y Sento

le informa que vive en el barrio de Vulcano. Entre sollozos lo encamina con mayor

seguridad hacia el cine Lesmes.

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Argumento y confrontación de las novelas

371

(18) El barrio de Vulcano es un espacio desorientador para Fermín. Visita esta zona

durante algunas tardes hasta que decide entrar al cine, una sala con pocas parejas.

Observa a una mujer con una linterna que resulta ser Eloína Saelices. Tras salir del

cine, Fermín se dirige al bar El Astilla, cuyo camarero le informa sobre la identidad

de la taquillera, una chica a la que conocía pero no trataba. Sí le dice que se llama

Eloína y que vive con un hombre semejante a un fantasma.

(19) Consciente de los fuertes lazos que unen a ese hombre con Eloína, Fermín se

acerca nuevamente al cine Lesmes al segundo sábado. Sale contrariado y no visita el

bar. Al sábado siguiente vuelve y en la taquilla observa que el reverso de la entrada

contiene un mensaje que dice: «Escalera Izquierda». Llega hasta allí, baja por un

vestíbulo oscuro sin separarse de la pared. Encuentra una bobina de una película

cinematográfica. La coge y sigue su pista avanzando hasta llegar donde se

encontraba Tolibio, sobrino de Baldomero, su tío y que le había dejado en herencia

el cine Lesmes. Al final del pasillo hay dos puertas. Tras abrir una de ellas, bajan

unos peldaños hasta llegar a otra puerta. Al chirriar llegan a la cripta del Lesmes

donde se encuentra la obra de Tolibio.

(20) En medio de un laberinto, Tolibio muestra a Fermín el mural que representaba

el Cielo de los Malos Poetas y el Parnaso Perverso, varias pinturas de poetas que se

enfrentaban por llegar al Padre, especie de Pantocrátor, que representaba la imagen

de Alejandro Saelices. Un chispazo produce la caída de Tolibio desde la escalera y

éste golpea a Fermín. Tolibio piensa que Fermín ha llegado hasta allí enviado por

Beruelo. Tolibio le ofrece un candil y le enseña el camino para salir.

(21) Todo ha sido una equivocación: el manco del bar informa a Fermín que la

escalera izquierda es la que sube a la cabina donde Eloína pone las películas y no la

que se dirige a los sótanos del Lesmes. Eloína le había dejado un mensaje para que

cambiaran el lugar del encuentro. Fermín dejó el número de teléfono del archivo.

Los días pasan hasta concluir la semana. Poco después, en medio de la monotonía,

Eloína lo llama y se citan en el cine Degaña al que ella iba los viernes en su primera

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Argumento y confrontación de las novelas

372

sesión. Fermín cuelga y continúa leyendo aquel poema de amor que había

encontrado y lo devuelve finalmente al legajo de donde había salido.

(22) El viernes por la tarde, el protagonista acude al cine Degaña, más moderno que

El Lesmes. Eloína se sienta en la butaca que está a su lado. Salen del cine y visitan

un bar donde ella le presenta, tras buscarlo anteriormente por distintos bares, a

Miguel Beruelo, el único amigo superviviente de su padre y hombre al que ésta

aprecia mucho. Eloína se marcha a casa de Beruelo. Allí lo espera junto a Fermín

que tiene fiebre. Debido a su estado se tiende en un catre junto a Eloína. Más tarde

se besan.

(23) La fiebre y la confusión entre el sueño y la realidad aparecen como

protagonistas en este capítulo. Fermín despierta y se encuentra con Miguel Beruelo.

El señor lo trata con total normalidad. Beruelo le dice que salgan a tomar algo para

charlar. Al día siguiente por la mañana, Fermín llama al archivo para informar que

va a llegar un poco tarde. Hablan de Saelices, de Eloína y de Tolibio a la vez que

toman unas copas de aguardiente.

(24) Durante las semanas que Fermín pasea por el barrio de la Estación recuerda sus

versos destrozados por Néstor y asimila este hecho con resignación. Éste lo requería

desde hacía algunos días para mantener un encuentro con don Fernando Villarente,

quien pensaba que Saelices era un poeta lisiado. Fermín busca a Néstor en el bar

Traviesas y se encuentra con el yerno de éste, Glicerio, quien le relata una historia de

tono burlesco-amoroso, a la par que toman unas copas. Néstor llega al bar y a la vez

se había citado con don Fernando en el Casco [conocemos que es invierno y de

noche]. No lo encuentran allí, pues se ha marchado a la Estación Pecuaria donde el

estiércol y las bestias se sienten por el olor. Estaban en el criadero de canes de los

hijos de don Cirilo Mendaña. Llaman a la puerta y les abre Apronio. Sale don

Fernando muy irritado por la impuntualidad. De repente, Fermín y Néstor son

requeridos para una expedición veterinaria.

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Argumento y confrontación de las novelas

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(25) Es de noche y todos se dirigen a la captura de algo que, por el momento, se

desconoce. Fermín está metido en un lío en el que don Fernando apuesta por el

futuro de la ciencia veterinaria. La presencia de la luna y las aguas aparecen

reiteradamente. Se dirigen a la caza del «pollastrón», mientras éste batía las alas y

graznaba entre las aguas.

(26) En el bar Traviesas don Fernando trata de comparar su experimento de la

ciencia con el del arte. El Pullus, como le llaman, es una especie de pollo hinchado

que se escapó de una jaula donde lo tenían encerrado. El animal había sido

amputado para ser degustado y finalmente falleció. Al hablar de Saelices, don

Fernando insinúa que todo poeta lleva consigo un poetastro y que todos los poetas o

científicos son pollastrones o seres anómalos. Don Fernando está dispuesto a hablar

de Saelices. Durante la noche recorren varias tabernas: Traviesas, Millares, Brito,

Sotero, etc. Al llegar a la puerta de la casa de Néstor, éste confiesa a Fermín que

comió de aquella carne y se puso enfermo. Por eso todos eran pollastrones.

(27) Fermín narra que pasó muchos viernes con Eloína en casa de Miguel Beruelo.

Uno de esos días rastreó en los bolsillos y de nuevo leyó el mensaje manuscrito de

Belarmino Yebra que decía: «Ven a verme». El mensaje del cine Lesmes era el

mismo que el de Belarmino. Se encuentra con Eloína en el cine Degaña. Ella sale y

lo espera en la cafetería. Fermín sale a su encuentro y, como en otras ocasiones, no

está allí. [Oscurecer en el barrio viejo]. En uno de los bares en que busca Fermín,

encuentra a Miguel Beruelo. Le pregunta sobre la identidad de Belarmino Yebra. [Es

un día doce de diciembre]. Beruelo le informa que Belarmino encontró la muerte por

culpa del amor. [Le cuenta una historia que después tomará sentido pleno]. Le pide

que no indague nada más sobre ese asunto.

(28) Fermín no es capaz de ordenar los recuerdos de aquella noche. Evoca sus

encuentros con Eloína en esa noche, especialmente en un momento triste para ella.

Conocemos que Belarmino Yebra se mató por ella años atrás. Realidad y fantasía

confluyen en este capítulo. Fermín cuenta que salían del barrio viejo como todas las

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noches que se veían. No consigue entender las razones que mueven a Eloína a vivir

junto a Tolibio. En el bar en el que permanecen, Eloína le confiesa el odio que ha

sentido siempre hacia su padre y tras esto se marcha. Antes le dice que para saber

algo de él visite a Beruelo.

(29) [Mañana fría del día siguiente en el archivo]. Fermín decide ir al Rublo para

visitar a Orencio. En el camino recuerda imágenes de Sento Sentines. Llega y se

entera que Sento murió el día anterior. Es Irina la que le da noticia de los detalles.

Ella se encuentra mal. Orencio llega un poco más tarde y le pide ayuda: tienen que

recoger toda la obra de Sento y romperla, ya que debían cumplir su última voluntad.

Como Orencio se lo había prometido, se dirigen por la mañana hacia la casa del

desaparecido, toman los cuadernos y los rompen mientras entierran algunos trozos y

otros se los lleva el viento helado.

(30) Fermín cuenta que en sus ratos en el archivo volvió a escribir poemas. Algunos

días bajaba a tomar café con Celso Llamas o Ángel Rodiezmo. Una mañana, junto a

Celso en una cafetería, se acerca Josefa Bobia. Tras visitarla en su sección, ésta le

cuenta que ha encontrado en su fichero algunos datos de Saelices, clasificado como

«persona depurada», es decir, como alguien que debía permanecer en el olvido. Fue

expedientado y no tenía buena reputación a causa del alcohol. Fermín vuelve al

archivo confuso ante la desgracia de Saelices. También sigue escribiendo versos

pero esta vez no los enseñará a Néstor Villada.

(31) Fermín intenta ver a Miguel Beruelo durante algunos días sin obtener éxito

alguno. Una tarde al salir del archivo lo ve en la puerta de un bar. Éste le pregunta

por Eloína. Se dirigen hacia el barrio de Vulcano y Miguel le cuenta la historia de

Tolibio con una mujer cuando Eloína era sirvienta de ambos. Por el camino entran,

en medio de una tarde invernal, al bar Astilla. El camarero les dice que el cine ha

permanecido cerrado. Salen del bar y ya es de noche. Beruelo conoce un lugar donde

hay una llave que les permite entrar al cine. Se encuentran con Tolibio, cubierto con

las bobinas de las películas. Pretende incendiar el cine Lesmes para así purificarlo.

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Argumento y confrontación de las novelas

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Se dirigen hasta la cripta y huelen el celuloide quemado. Encuentran al gato Melicio

carbonizado. Eloína no estaba allí porque se fue antes de empezar el incendio.

Finalmente convencen a Tolibio para ir a tomar unas copas juntos.

(32) Aquella noche le pareció a Fermín interminable. Recorrieron muchas estaciones

donde conocían a Tolibio por el apellido Cifuentes. Deambularon hasta el amanecer.

Tolibio decidió esconderse en un bar porque, como le sucede a los fantasmas,

admiraba la noche pero detestaba la luz del día. Permanecieron en el bar la siguiente

jornada bebiendo sin descanso hasta que llegó el anochecer. Volvieron a salir a la

calle y se perdieron en varias ocasiones por el barrio [es la segunda noche]. De

repente en un bar observaron que Tolibio ha desaparecido. El alcohol, el sueño y la

realidad son protagonistas en este capítulo y además se confunden respectivamente.

Fermín se recupera en casa de Beruelo con varias tazas de café y sin la presencia de

Eloína. Observan cómo Tolibio duerme de pie al igual que una figura inmóvil. Es el

momento en que Beruelo y Fermín, como dos cómplices, se cuentan sus secretos:

Beruelo decide llevar a Fermín por un largo camino, en una mañana invernal, desde

el barrio hasta una especie de convento. Beruelo espera en un bar y le dice a Fermín

que suba al primer piso, habitación doce. Una monja saluda a Fermín que observa a

varios ancianos. Al entrar en la habitación divisa a uno de ellos sentado en un sillón

de mimbre al que se le cae una bolita de miga de pan. Le dice a Fermín sonriente:

«El mundo es una isla triste». Por fin ha encontrado a Alejandro Saelices.

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Argumento y confrontación de las novelas

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5. 5. Camino de perdición

1. Bitácora de la campiña

(Destellos): Sebastián Odollo trata de volver a la realidad tras una gran borrachera.

Caído en el suelo y observando el bosque, trata de ponerse en pie, aunque quiere

seguir durmiendo. Se hiere con una botella de licor de café la yema de su dedo

índice.

(El favor): Don Birlo, jefe de Sebastián Odollo, informa a éste que su ruta por las

diferentes plazas ha sido modificada y tendrá que regresar nuevamente a la

Campiña. Su tarea será comprobar qué ocurre con un compañero de trabajo, Emilio

Curto, quien ha desaparecido una semana atrás y parece que sus cuentas con la

empresa no están claras. Sebastián se dedica a llevar telas y géneros de diferentes

temporadas.

(La coleta): Pablo Llantas y Sebastián hablan en la barra del bar Solares sobre la

fortuna del viajante. Este último se queja del cambio de itinerario y aquél está a

punto de volver al almacén y dejar, a causa de su edad, la carretera. Dialogan sobre

el asunto de Emilio Curto y quedan en reunirse nuevamente en el pueblo de Bituana.

(Laxitud): Sebastián se despierta en su habitación. De repente observa que hay

muebles extraños allí dentro. Todo se debe a que su hermana, de limpieza, ha

alterado el lugar de todas las cosas. Sueña el viaje tendido en la cama y le da la paz

que en aquella revuelta realidad no encontraba. Tras incorporarse, Sebastián pensó

en el coche que le iba a tocar en la ruta: la Oruga.

(El pasillo): Sebastián y su hermana Genia discuten a consecuencia de los muebles

metidos en su habitación. Su hermana le informa que va a pintar y él le grita

amenazando con marcharse en cuanto encuentre un alojamiento. Sebastián trae a su

memoria a la madre de ambos, la cual murió en el pasillo de aquella casa, y cuya

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Argumento y confrontación de las novelas

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última voluntad fue que los dos hermanos vivieran juntos. Genia, casada y con hijos,

le reprocha el tipo de vida que lleva y el sufrimiento que su hermano hizo pasar a su

madre.

(El muestrario): Lali y Liria doblaban las prendas en su trabajo y las ponían en el

mostrador, mientras que Sebastián sigue quejándose por el cambio de planes en su

ruta. Lali habla de los líos con mujeres que tiene Sebastián por aquellos pueblos a

los que ahora le toca volver, y alude al hecho de la llamada que, en tres ocasiones, ha

hecho una mujer angustiada que preguntaba por él.

(La Oruga): su intuición sobre el coche que la acompañaría en la ruta se confirma.

Su compañero Vento lo aparcó y le mostró el buen estado en que se encontraba, con

sus más de trescientos mil kilómetros y varias desgracias de otros tantos

comerciantes a sus espaldas.

(La barca de oro): las rutas suelen ser casi todas similares y, en ocasiones,

Sebastián alteraba su dirección, de modo que debía volver al punto inicial. Odollo

entabla un diálogo con la Oruga, lamentándose de la mala suerte que ha tenido al

tener que hacer la ruta que no quiere. Toda su irritación se debe al temor que tiene a

algunas mujeres que abandonó tiempo atrás por aquellas plazas que ahora le toca

volver a visitar.

(La imagen): Sebastián tras presentir a su madre, la ve en una curva. [Habla la voz

de su conciencia]. Tras abrirle la puerta a la difunta, ésta le cuenta una historia sobre

un pañuelo que le regalaron en su niñez con sus iniciales: L. A., de Luisa Albares. A

continuación, da a su hijo tres prendas: una piedra recogida en el camino, un alfiler

que se quita de su bata y una miga de pan que recogió del bolsillo del pantalón de su

padre antes de enterrarlo. Le aconseja igualmente que cuide sus pasos y que perdone

a su hermana.

(El viajero): la Oruga se dirige hacia la frontera de la Campiña para llegar a la casa

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destartalada de Diseo Racimal, quien se queja del abandono por parte de los

viajeros. Toman varias copas y Diseo comprueba el material que Sebastián le

presenta. Aquél le cuenta cómo volvió tras ver el mundo y se refiere a sus seis hijos.

Sebastián, al hablar de sus ataduras, le dice que él no es un viajero, sino un viajante.

(Volver): Diseo Racimal comenta sus dificultades para volver como si hubiera

extraído su historia de un libro impreso: sufrió un naufragio, el embrujo de una

mujer y sintió miedo al regresar a su casa y no encontrar en su pueblo lo que él

esperaba. Sebastián conoce a estas alturas al mejor náufrago y viajero.

(La llave): Sebastián llega a la pensión en la que habitualmente se hospedaba. Las

dueñas eran dos hermanas gemelas: María Luisa y María Antonia. Ambas le tienen

gran aprecio. Sebastián observa cómo el paso del tiempo en ellas provoca

diferencias considerables que las alejan en el parecido físico que poseen ambas.

Mientras tanto, María Antonia vuelve a informarle sobre la misma mujer, que

llorosa, había telefoneado para preguntar por él.

(El consuelo): toman una sopa de fideos en compañía de otro huésped: don Parco,

persona fija en la Pensión Troje. Este cliente se queja de la penitencia que supone

comer lo que aquellas mujeres ordenaban cocinar: durante los últimos doce días del

mes habían degustado la misma sopa.

(Incidencias): María Antonia se queja de la poca afluencia de viajantes del ramo.

Muchos habían optado por hospedarse en Acibes, Solba o Val Gusán y preferían el

Hostal Riera. María Antonia se desnuda y se acuesta con Sebastián, quien aprovecha

para preguntar por Emilio Curto, el cual había estado allí hacía tres semanas y olvidó

una libreta. Llamó muy preocupado por si la habían encontrado, hecho que sucedió

días más tarde. Sebastián se la pidió cuando en ese instante llaman a la puerta.

(El lunar): Sebastián conversa con su Oruga sobre las mujeres. Le explica cómo se

entrega a ellas y cómo lo que ellas le ofrecen, al igual que le ocurre con el resto de

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Argumento y confrontación de las novelas

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las cosas de su vida, lo acepta. Ahora recuerda las caderas de María Antonia a la que

acariciaba con la mano derecha, mientras que con la izquierda lo hacía con el

costado de su hermana María Luisa. En esos instantes, Sebastián les relataba la

historia de un rey que tenía dos hijas mellizas a las que no conseguía distinguir,

hasta que su chambelán se delató diciéndole que una de ellas tenía un lunar en la

rabadilla. En este caso, tenían las dos el lunar. Sebastián sonríe y le dice a su Oruga

que, siempre que se pueda, hay que dejarse querer.

(La libreta): María Antonia y Sebastián leen la libreta de Emilio Curto, ordenada y

con una detallada anotación en cada una de sus hojas, algo que parecía no

corresponder con su personalidad, un tanto desastrosa. En aquella libreta los

conceptos no se indicaban, si bien Sebastián identificó las cinco rutas diferentes: las

comarcas del Secano, la de la Ribera, la de la Campiña, la del Litoral y la de Asueto.

(Secuestros): Sebastián ahora se encuentra en el almacén de Tejidos Henares donde

Enio y su mujer Evelia pedían diferentes retales: otomanes, popelines, esmelton,

satines, cutís, mahones y sargas. Mientras Evelia, que era miope, atendía a unos

clientes, su marido Enio habla con Sebastián sobre ella y reconoce que se encuentra

secuestrado bajo su mandato.

(El listín): Sebastián sigue consultando la libreta de Emilio Curto en la que había

puntuaciones sobre los diferentes clientes de su cartera. Según las indicaciones de

don Birlo, no se podía bajar de la media de los pedidos indicada en la puntuación.

Las hojas de aquella libreta, cuyas cubiertas eran de hule negro, se dividían en tres

columnas: hospedajes, clientes y gasolina. Sebastián pensó el modo de devolverle a

Emilio Curto su libreta perdida.

(La princesa): en su viaje, Odollo vio a lo lejos a una niña y a un perro en las

proximidades de Solba. Eran Melina y su perro Oriente. La niña sabía que Sebastián

no tardaría en llegar y para ello había recogido treinta y tres hierbas junto a su perro

en el que habitaban pulgas y garrapatas. Ambos entran en el coche y Sebastián pudo

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Argumento y confrontación de las novelas

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comprobar la suciedad de los dos. Éste le dice a Melina que no se puede permitir

que ella sea una princesa sucia. Sebastián guardaba un regalo bajo el asiento para la

niña. A continuación se dirige hacia el palomar donde lo espera Velicio.

(El inocente): el palomar abandonado apestaba y Sebastián encuentra a Velicio con

rostro impasible. Hablan de las mujeres como novias y también refiriéndose a ellas,

Velicio las compara con salamanquesas, perdices y liebres. Se dirigen a la cantina

donde toman unos vasos de vino, mientras Velicio le enseña a Sebastián un puñado

de plumas y saca de su bolsillo derecho unos papelillos con garabatos.

(El pájaro jilguero): un pájaro se posa en el dedo de Velicio y, según él, a través de

esos papelillos que picotea le informa sobre la vida de Ovidio, Alciria y Melina.

Sobre la vida de Sebastián no dice nada.

(La siesta): en la conversación que Sebastián mantiene con su coche, la Oruga,

recuerda el cuerpo de Belda con quien mantenía relaciones desde hacía dos años.

Llega al indicador de la carretera que anuncia la ciudad de Solba.

(La mazmorra): Sebastián acude a Casa Amurio, cuya dueña es doña Mirna y en la

que no está Belda. Odollo habla con Tubal Dorego y doña Mirna. Esta última

informa a Sebastián que han vuelto a llamarlo. Él piensa que se puede tratar de

Onelia desde el pueblo de Sermil. Al preguntar por el paradero de Belda, doña

Mirna le cuenta que se fue cautiva a causa de una enfermedad. Mientras, él en su

habitación recuerda las palabras que aquella mujer siempre le decía.

(Riñones): Tubal Dorego, comerciante del ramo de la ferretería, dialoga con

Sebastián sobre los inconvenientes de la profesión del viajante, la mayoría con

hernias discales y columnas desviadas. Tubal cuenta la historia de la chepa de

Esmerildo y cómo una noche sus amigos Elirio y Buceta se la pincharon cuando

dormía con una prostituta.

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(El rosario): Sebastián y Tubal se dirigen a casa de Leonila, pero se encuentran con

una sorpresa: Emeterio había ido al prostíbulo y en el momento en que hacía el amor

con una chica le había dado un ataque al corazón. Sebastián y Dorego entran en la

habitación y comprueban cómo el hombre los miraba con ojos extrañados y

moribundos.

(El moribundo): ante el compromiso con Leonila, los dos viajantes permanecen en

la habitación. El moribundo no quiere que avisen a un médico. De repente, intenta

hablar y Odollo se acerca para ver qué desea. Pide confesión por lo que en medio de

la noche tienen que avisar a un sacerdote.

(Pecadores): Dorego y Sebastián se dirigen a casa del obispo. Tras golpear durante

diez minutos en la aldaba de la puerta, sale un hombre que informa que el señor

obispo no tardará en bajar.

(El ordinario): el obispo don Dimas baja con los pantalones morados del pijama

debajo de la sotana. Se disculpa por el sueño tan profundo que tiene. Cuando se

acerca a casa de Leonila, don Dimas comenta que seguramente al pecador lo han

conducido hasta allí sus malos pasos. A continuación refiere la leyenda del rey

Casto.

(La confesión): al entrar en el prostíbulo, el lugar permanece despejado, pues

Valeria había recogido a todas las chicas. El cuerpo del moribundo sigue en la

misma posición. Severina sale de la habitación y deja a solas a don Dimas con

Emeterio. Cuando todos bajan, Sebastián piensa que es el mejor momento para

desaparecer, a la par que hablaban del curioso caso acaecido y de lo mal que va el

negocio en casa de Leonila.

(El rey casto): don Dimas sale de la habitación asegurando que Emeterio no va a

morir, pero que sus auxilios le han reconfortado. Sólo deben dejarlo en reposo. El

obispo se sienta junto a Severina y los demás a tomar un caldo. Don Dimas sufre

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miopía y al principio no reconoce a Valeria, antigua monja que había colgado los

hábitos de religiosa por los de prostituta. Toman el exquisito caldo preparado por

Severina, la antigua sacristana de don Dimas, mientras éste cuenta la leyenda del

Rey Casto. Todas las jóvenes se sientan alrededor del obispo, incluida Alcorla, la

muchacha que permanecía junto a Emeterio en el momento del presunto ataque al

corazón y que también le pide confesión. Todas empiezan a solicitar lo mismo y don

Dimas comenta que no pretende estropear el negocio, aunque confiesa a Dorego y

espera al día siguiente en la catedral a las muchachas que quieran confesión.

(El saco): Sebastián cuenta a la Oruga cómo finalmente Emeterio fue confesado,

inmerso en una emoción que no podía contener. El camino seguía en medio de la

mañana, mientras Sebastián recordaba cómo don Dimas prefería confesar a un

pecador con todas las de la ley que a uno lleno de reticencias.

(La recta): mientras continúa el camino, Sebastián recuerda el cuerpo de Belda.

Doña Mirna golpea la habitación de Sebastián porque la mujer que lo llama

continuamente, había vuelto a hacerlo.

(La caja de bombones): el camino que recorre Sebastián se dirige hacia Doreba,

Val Gusán, Sermil y las vegas de Borela. En la recta que marca el camino, Odollo

nuevamente saca de la guantera la libreta de Emilio Curto y la repasa. El claxon le

hizo soltarla. Era Teyo Centeno de Confecciones Bengala, quien conducía un Buick

haiga. Entre los dos disputan una pequeña carrera.

(Can de caminero): la distancia hasta los Almacenes Centella era de seis

kilómetros. Sebastián cuenta a su Oruga que Teyo tiene miedo de dos cosas: los

perros y las bicicletas. Quinientos metros antes de la curva, Sebastián suponía que

aparecería en la casilla del Pentateuco un perro ratonero, el Pulgas, que le facilitaría

ganar la carrera. Así fue: el coche de Teyo derrapó y Sebastián ganó el pedido que

Teyo debía hacer en aquella plaza.

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Argumento y confrontación de las novelas

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(Las brujas cocineras): Sebastián y Teyo llegan a los Almacenes Centella, cuyo

dueño Pindio está a punto de jubilarse. La gente de Doreba prefiere comprar en Val

Gusán y Sermil. Al entrar en el almacén y en la vivienda comprueban que ni Pidio ni

su mujer se encuentran. Todo permanece abierto, huelen a potaje y se sientan a

comerlo.

(Damocles): tras el potaje comen natillas en medio de aquel espacio vacío. En la

escalera Sebastián divisa un brillo plateado, que resulta ser un dedal y algunos

alfileres. Recoge algunos ovillos por los escalones y llega hasta tres habitaciones. En

una de ellas hay muebles amontonados, en la otra surge un telar junto a una caja de

costura. Se trata del telar de Nilda. En la tercera habitación, la del matrimonio, el

desorden propio de una pelea ocurrida poco antes. En medio del silencio, salen

rápidamente al escuchar que alguien llega a la casa.

(Los alfileres): Pentateuco habla con Teyo y Sebastián en el bar de la gasolinera

sobre el matrimonio Centella. Generalmente se pasan el tiempo en el cuartelillo

poniendo denuncias y atestados. Pentateuco cuenta la historia de Centella cuando de

joven fue legionario y tuvo algunos líos con la droga. Tras esto, quedan para cenar

en Val Gusán, en el bar El Sicario.

(Competencia): la visita de Sebastián a sus clientes por la tarde es poco productiva.

A Sebastián no le gustan abaratar los precios y su teoría de viajante, trabajador que

pertenece al almacén de don Birlo, se ciñe a la calidad del género. Aquella tarde

carga con las cubetas muy enfadado, a la vez que señala en el libro de duplicados los

pocos trapos que ha conseguido vender.

(El calcetín): Sebastián llega a la pensión Huéspedes Bardón y Viro, su dueño, le

informa que ha recibido una llamada para él y le da a continuación un número de

teléfono. Aún tiene tiempo de hacer la llamada. La hace y comprueba que se trata de

la voz angustiada de Onelia, la cual se encontraba en casa de su prima Elvira. Le

advierte que no se vaya al bar Secales. Se verán al día siguiente en la Pérgola fuera

de la localidad de Sermil. El marido de Onelia parece que conoce desde hace tiempo

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todos sus devaneos amorosos con Sebastián. A éste, según Viro, lo esperaban

Ulpiano y Renedo en el Regio a las diez. Además Sigi quería verlo porque tenía

problemas con Dídimo. Sebastián deshace su maleta y encuentra bajo la colcha un

calcetín sucio de otro viajante llamado Celerio.

(Dolencias): Sigi Bardón le cuenta a Sebastián todas sus enfermedades, aunque le

preocupa especialmente la situación de Dídimo, encerrado todo el día en su

habitación, sin bajar a comer y en condiciones inhumanas. Ella quiere que Sebastián

hable con él para tratar de remediar su situación.

(La maleta): Dídimo permanece sentado en su cama junto a su maleta por si hay

que marcharse. Sebastián trata de aconsejarle y advertirle de buenas formas que si

no cambia su actitud no podrá permanecer allí. Parece que Dídimo entra en razones

y piensa poner remedio a su estado.

(Las huestes): Ulpiano, Sebastián y Renedo caminan en el coche de este último.

Dialogan sobre el caso de Dídimo, viajante que ha perdido el juicio. Hablan de las

pensiones de confianza en que ha estado e incluso Renedo sugirió que lo mejor sería

tirarle la maleta.

(Claveles): en la ruta y en medio de la noche descubren a la altura del puente un

coche que los intercepta. De él bajan tres hombres y tras rodear el Chevrolet,

registran el coche con una linterna. Buscaban a alguien y los habían confundido.

Sebastián y Renedo se irritaron. De los individuos les llamó su atención el que

vistieran como si hubieran salido de una fiesta. Entonces se acordaron entonces de la

boda de Niseno y de su despedida de soltero una semana atrás. De repente, en el

camino se encuentra con dos hombres: Elirio, quien en un estado nervioso

permanecía junto a Buceta, el cual tenía dislocado uno de sus pies. Niseno intentaba

llegar al bar Sicario.

(El novio): tras recoger a Buceta y Ulpiano, Renedo volvió a arrancar el coche. Los

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nuevos acompañantes comentan que todo lo ocurrido se debe a que Niseno en el

momento de casarse y el cura pronunciar si había algún impedimento, apareció una

mujer embarazada de él y con dos hijos suyos en casa. Por ello, la familia de su

futura mujer lo buscaba por los caminos para darle un escarmiento.

(Autoridades): llegaron hasta casa de Marcelino el Sicario donde tomaban unas

copas dispuestos en una mesa, según el ramo al que cada viajante pertenecía. Había

gente del Gobierno y de la Secretaría Provincial del Movimiento jugando a las

cartas. Los viajeros propusieron que Ángel Colunga y Sebastián jugasen para poder

sufragar los gastos de Dídimo, pues se acercaba el momento en que debían sacarlo

de Huéspedes Bardón. Mientras tanto esperaban la llegada de Niseno, que tardaba

más de la cuenta. Entonces decidieron que los que no jugaran, debían salir a

buscarlo.

(Los anillos): Pino, la hija del Sicario, limpia la mesa tras servir la cena y Buceta le

cuenta a la joven sus andanzas de viajero y cómo se enamoró en una ocasión de una

viuda a la que le probaba los anillos que llevaba como representación. Todo acabó

cuando tuvo que dedicarse a cambiar el ramo y vender otro tipo de género.

(El mal encuentro): Teyo y Tubal regresan al bar del Sicario. Se derrumbaron sobre

la mesa a causa de los fuertes golpes que le propinaron los familiares de la joven que

se iba a casar con Niseno. En este momento, Sebastián y Ángel Colunga bajan de

jugar a las cartas habiendo perdido todo lo que habían apostado. La desgracia se

había adueñado de todos.

(La jaula): es de noche y Ángel Colunga con sus acompañantes salen a la búsqueda

de Niseno, mientras hablan de lo poco que habían congeniado con los jugadores de

cartas del Gobierno. Deciden acercarse al Espigón para tomar unas copas en casa de

la Venus. Ángel, al mirar su entrepierna, se lamenta de su estado actual, cuando en

otros tiempos hubiera batido numerosas marcas.

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Argumento y confrontación de las novelas

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(Los fuegos): Ángel Colunga piensa que lo conveniente es alejar a Niseno y

conducirlo a un sitio seguro hasta que se tranquilicen las cosas. Regresan a

Huéspedes Bardón y Sebastián decide subir a ver a Dídimo, quien sigue en la misma

posición en que lo había dejado: sentado en la cama junto a su maleta. Sebastián

recuerda entonces el momento en que con su Fiat por la ruta del Secano, Dídimo

pisaba a fondo el acelerador de su coche.

(La palma): Sebastián cuenta a su Oruga cómo Dídimo tuvo un accidente con su

Fiat que le hizo salir de la carretera y dar dos vueltas. De la juerga que mantuvieron

la noche pasada los seis viajantes reunidos de diferentes almacenes, sólo Sebastián

fue capaz de coger el coche a la mañana siguiente. Se dirigió a Los Bayos, otra plaza

en la ruta. El alcohol fue el causante de que Dídimo matara a un niño de once años

que vestía su traje de primera comunión.

(Curva del Doral): mientras subía la curva del Doral, Sebastián se dejaba ir entre el

sopor y la placidez de la ruta. Así consiguió conciliar un sueño en el que vio a

compañeros de ruta que habían muerto en el interior de la Oruga. Entre ellos se

encontraban Osorio y Emisario. La Oruga bajaba las curvas, coronado el puerto y,

gracias al claxon, pudo recobrar la consciencia y frenó al tiempo que veía a

Berberide en la curva próxima al barranco.

(Desazones): Sebastián llega hasta la Pérgola, zona cercana a Sermil para

encontrarse con Onelia. Antes pasa por Los Losares para hacer algunas visitas y

confirma la reserva de habitación en la Fonda Cepeda. La encargada de la Fonda,

Marina, le dijo que había llamado don Birlo y que en cuanto llegara le tenía que

contar una cosa. Sebastián se dirige a Sermil reflexionando sobre el susto que ha

pasado y agradeciendo al claxon de la Oruga su vuelta a la vida.

2. Los malos pasos

(La mariposa): Sebastián llega a la Pérgola y se sienta en el merendero en el que se

citó con Onelia. Ésta llega nerviosa y avisa a Sebastián que su marido, la noche

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Argumento y confrontación de las novelas

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anterior, le dijo que lo sabía todo y que tan sólo restaba conocer quién era él. En el

encuentro, Sebastián comprueba cómo Onelia no tenía su alianza de matrimonio,

pero sí la que él le había regalado dos años atrás. De repente, Odollo observa un

coche que se detiene y del que desciende el marido de Onelia que la ha seguido.

(El fugitivo): Sebastián huye hacia el baño de señoras y divisa una ventana a través

de la que puede escapar. Tras hora y media escondido, se asoma nuevamente y el

camarero le cuenta que Onelia está en el coche y que su marido no tiene intención de

marcharse. Sebastián no cuenta con el apoyo del dueño, pues él también había sido

burlado por su mujer. El dueño le invita a salir, porque no quiere líos dentro del

merendero.

(El pájaro triste): Marina y Sebastián consuman su amor, aunque Sebastián no ha

respondido como debe, porque había llegado hasta allí dolorido al caer por el primer

desmonte, al ser perseguido por el marido de Onelia. Sebastián le promete a Marina

estar en mejor forma a la mañana siguiente si se tranquiliza tras lo ocurrido.

(El extraño visitante): los dos amantes siguen abrazados en medio del sueño,

cuando Sebastián observa en la habitación una persona que se acerca a la cómoda y

coge algo del cajón. Marina le pide caricias a Sebastián y es entonces cuando se da

cuenta que es su hermano Sirio, el caso del que Marina le quería hablar. Ésta se dio

cuenta de que faltaban los pendientes del cajón y el collar y entonces cuenta a

Sebastián que su hermano es sonámbulo y que ya había dado varios sustos a los

huéspedes de la pensión en medio de la noche.

(Hamelín): Sebastián y Marina siguen a Sirio por las callejuelas. Tras recorrer las

casas derruidas, los cascotes arruinados del barrio, de pronto escuchan música a lo

lejos. Se trata de un ciego que tocaba el acordeón en medio de una plaza y recogía en

su sombrero el collar y los pendientes que su hermano Sirio, junto a otros

sonámbulos como él, depositaba como premio. Marina, entristecida ante la imagen,

quiere volver a su casa.

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(La póliza): Sebastián llama a su jefe don Birlo para informarle a la mañana

siguiente, contándole verdades a medias, que no había obtenido información sobre el

paradero de Emilio Curto y que la encomienda exigía, ante todo, discreción. Tras

colgar le pide información a Marina sobre el paradero del prófugo y ella le cuenta

que Fajina, el de Seguros Occidentales, había hecho a Emilio un seguro de vida.

(Cantidades): Sebastián vuelve a recordar la libreta de Emilio. Visita los primeros

clientes en la zona urbana del barrio de la Enseña en Sermil. Sebastián piensa ahora

en los motivos que han llevado a Emilio Curto a hacerse la póliza. También

recuerda a Onelia mientras recorría aquellas calles en la ciudad urbana llena de

señalizaciones.

(El centro del mundo): Sebastián sigue recorriendo la ciudad en su coche y se

tropieza con Sirio al que sigue. Aparca su Oruga y sigue los pasos de aquél. Al

cruzar una plaza, Sirio habla con Sebastián y éste descubre que Sirio tiene pies

planos. El sonámbulo cuenta a Sebastián las características del barrio, un lugar en el

que cualquier persona puede perderse y en el que los gatos enloquecidos atacan a las

personas.

(El refugio): Sirio y Sebastián visitan el comercio de Alcestes Salterio. Este cliente

se dedica a la venta de productos que heredó: cera de velas, óleo, sándalo, incienso,

etc. Mientras toman una copa hablan nuevamente del barrio y de la cacería de gatos

que hacen de vez en cuando por la noche. Salterio confiesa a Sebastián que desde

hace tiempo se siente enamorado de Marina.

(Coñac): Sebastián duda en marcharse esa tarde hacia Borela o no . Recuerda a

Onelia y tras tomar varias copas de coñac en un bar de Sermil y dialogar con un

camarero que intentaba volver con su mujer, se decide a llamar a Onelia, si bien

cuelga y vuelve nuevamente a la barra del bar.

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(Las manos): con cuatro copas de coñac sigue con la duda de quedarse en Sermil o

viajar hasta Borela. Al girar una esquina con su Oruga, siente un golpe en el capó

del coche. Se trata de un hombre que se ha caído y pide que Sebastián le deje entrar

en el coche. Este nuevo acompañante no tiene muy claro hacia dónde se dirige y

envidia el coche y la vida de Sebastián. Se trata de un mago llamado Ernesto

Valdivia, quien en el trayecto consigue quitarle la corbata y el reloj, si bien le

devuelve todo. El prestidigitador quiere pagarle algo de dinero por los kilómetros

recorridos y también desea invitar a Sebastián a tomar unas copas.

(Reptiles): Sebastián es requerido por Marina tras la borrachera. Éste tarda en

despertar y su conciencia no le permite distinguir el sueño de la realidad. En su

estado recuerda pesaroso que ha cometido la torpeza de abandonar a su Oruga con

todo el material. Marina vuelve a darle noticia sobre una llamada de otra mujer de

Borela, Argila, quien angustiada intentaba localizarlo.

(Tres árboles): tras tomar café y bicarbonato, Sebastián sale a la calle y se encuentra

con Valdivia quien se había encargado de salvaguardar la Oruga. Al acercarse a ella

para comprobar que todo el material permanece intacto, un muchacho la observa

fascinado. Valdivia lo invita a subir para dar una vuelta. El joven se llama Macrino.

(La corneja): abandonan la carretera de Borela y divisan a lo lejos la comarca de

Sermil. Ahora se dirigen a la feria de ganado de Puente Alcey. Dialogan con el joven

en medio de un camino yermo. De repente, Macrino se baja del coche a recoger un

pájaro jilguero muerto que está en medio de la carretera.

(Los ojos del buey): en las primeras horas de la tarde, la feria de Puente Alcey está

muy animada. Los tratantes iban y venían entre voces y en medio de todo aquel

murmullo se hacían negocios de diversos ejemplares. Sebastián entra en una cantina

y comprueba cómo Macrino sale apresurado del bar, al observar que un hombre se

dispone a pagar su cuenta y le ha desaparecido la cartera.

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(La casilla): el viaje sigue su marcha en medio de una carretera solitaria. Un

indicador señala la dirección de Borela. Valdivia necesita llegar a una casa al borde

de la carretera, mientras Macrino guarda en una de sus manos dos moscas verdes.

Valdivia regresa al momento con un hombre, Licinio Peralta, que se dirigía a Borela.

Valdivia pide a Sebastián si puede acompañarlos. El hombre finalmente entra en la

Oruga.

(La serpiente): llega la noche en los arrabales de Borela. Peralta indica a Sebastián

el camino hacia el Candil donde se dirige éste y donde tomarán unas copas además

de conocer a una vieja amiga de Peralta. Entran en el Candil y tras comer y beber

hablan con una vidente llamada doña Armunia.

(El bolso): Macrino se encarga de custodiar la Oruga en la calle. Inmerso en su

fantasía, decía que iba por el desierto de Moravines. Ahora todos en el coche, a la

vez que intentan retomar una dirección razonable, hablan de lo que contenía el bolso

de doña Armunia. Sebastián recuerda consultar un lío de faldas a una mujer más

joven, a su hija Sibi, según Valdivia. Doña Armunia no es capaz de presentir que su

propio marido la abandonaría y ahora se dedicaba a hablar con su hija, también

fallecida, sobre dos temas: los guisos y la costura.

(La lamparilla): en uno de los bares toman varias copas de whisky y es aquí donde

Sebastián comprueba cómo las manos veloces de Valdivia le permiten robar carteras

cuando quiere. Tras salir del último bar, Valdivia siente la presencia de Bustillo, un

personaje del que no se sabe nada más.

(Tinieblas): Sebastián visita a Argila. Mientras sube las escaleras piensa qué le va a

decir. Ella se muestra distante. Está cansada de esperar a un hombre que hace, según

ella, lo que le da la gana. Argila, que era viuda, había recibido últimamente unos

anónimos que provocaban que en el pueblo la gente hablara sobre ella. Esto lo

achaca a Sebastián y tras la conversación, no permite que Sebastián pase la noche en

su casa, pues se encontraba acompañada por otro hombre.

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Argumento y confrontación de las novelas

391

(El guardián): la conversación que entablan con Macrino se centra ahora en las

mujeres o en si el chico ha visto algún hombre salir de debajo de la cama de una

mujer. Sebastián está muy enfadado porque vio salir a uno debajo de la cama de

Argila. Macrino define en este capítulo lo que para él es la ciudad de Borela.

(La bata): Sebastián sueña con la bata y el cuerpo de Argila, mientras duerme en

una habitación del Hostal Borelana. Se despierta e incluso es capaz de recordar el

perfume de hierbas que ella solía usar.

(Cristal): el último cliente de la mañana que visita Sebastián le habló de Emilio

Curto. Aquél se queja de los continuos despistes de Emilio, mientras Sebastián

observa a Lira, la muchacha que despachaba tras el mostrador, a quien le regala unas

medias de platino. Según parece, Emilio había llamado desde Balbar. Sebastián

también obtiene información sobre Emilio a través del último cliente de la tarde,

Meco quien le cuenta que, sin tener confianza, le pidió un préstamo.

(Los durmientes): llegan a las dunas del Oasis, un bar en el que dialogan con su

dueño Azuario. En medio de la oscuridad Sebastián, tropieza con una mujer. El

dueño del bar le cuenta a Odollo cuáles son los puntos cardinales de la vida.

Valdivia se acerca a presentarle otro amigo llamado Palmo.

(Las muertes): toman copas en el Oasis y es ahora Palmo el que se encarga de

contar su vida azarosa en la que estuvo a punto de ser enterrado vivo.

(La patena): Valdivia intenta ligar con una de las chicas que trabaja en el bar.

Sebastián le cuenta a Palmo el caso del obispo don Dimas y todo lo que sucedió en

casa de Leonila.

(Los primogénitos): Azuario intenta comprar material del que lleva Sebastián, pero

éste no se lo puede vender. Tras increparle hablan de la ciudad de Borela. Macrino,

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Argumento y confrontación de las novelas

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el chico que cuidaba de la Oruga, les cuenta una historia sobre los tres árboles que

había en su pueblo y cómo, según la creencia de las gentes de allí, produjeron un

mal augurio sobre tres niñas que nacieron allí.

(La odalisca): Sebastián, Macrino y Ernesto siguen en la barra del bar en medio de

una gran penumbra. Odollo podía oler el perfume de Lía, una mujer que le presentó

Ernesto apodada la Loba en su pueblo, localidad curiosa en la que los mozos morían

jóvenes al volver del servicio militar.

(Polen): Sebastián y Lía se acuestan y ésta le habla de un tipo muy trajeado y con

una pierna más larga que la otra. Ella quiere saber si Sebastián lo ve que la tenga

informada, pues tiene que rematar con él un negocio. El encuentro amoroso se

describe con altas dosis de erotismo.

(Dinero): Sebastián observa en el bar al tipo que Lía le refirió. Le hizo notar su

presencia y ésta se acercó para hablar con él de negocios. Más tarde Sebastián los

vio alejarse en medio de las sombras del bar. Tras tomar unas copas, Odollo decide

buscarla en el baño de señoras donde los dos hacían negocios.

(El secreto): Sebastián y Lía vuelven a acostarse. Lía le cuenta la historia de seis

mozos que murieron en su pueblo al volver del servicio militar. La causa procedía

de un especial misterio que una mujer poseía en sus entrañas.

(La vara): Sebastián llega a la tienda de uno de sus clientes, el de Almacenes

Paciencia. Discuten por no existir un acuerdo en el número de pedidos que uno y

otro tenían concertados. Sebastián sale del local irritado e insulta a su cliente

aludiendo a su cojera. Sebastián lo espera en la puerta y le propina una bofetada.

(La cuneta): Sebastián tiene que visitar algunos clientes de la zona del mercado de

Abastos, aunque prefiere hacer el recorrido por los extrarradios del barrio. Llega al

hostal y le dan el aviso de tres llamadas. Confiesa a su Oruga que ya no está tan en

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Argumento y confrontación de las novelas

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forma como antes, refiriéndose al incidente con su cliente cojo. Al hablar de todo

esto, Macrino golpeaba la chapa del coche. Se sienta junto a él y ahora es su guía

para encontrar el barrio del Bondal, en la dirección de Balbar. Macrino había dejado

en el camino a Ernesto.

(La fortuna): Sebastián tiene que visitar cuatro clientes repartidos entre el Bandal y

la salida de Balbar. Al pie de la carretera está el almacén de Emilio Podambre.

Sebastián al llegar a la casa se encuentra con dos ancianos, quienes le informan que

Elmiro no está desde hace mes y medio y que lo mejor que puede hacer es olvidar al

cliente. Según le cuentan, a Elmiro le tocó la lotería y se fugó abandonando a su

mujer Evangelina. Sebastián se lamenta al tener deudas contraídas con el almacén.

(El paraguas): Sebastián pasa el resto de la tarde visitando los clientes de los

alrededores del mercado de Abastos. Le toca el turno a Luisa, la viuda de

Confecciones Benavides, con quien discute sobre la finura y el cuerpo de los paños

de Béjar. Sebastián toma nota del pedido: viscosas, viscosillas, esmeltones y

yacares. Sebastián recuerda al difunto Calo Benavides, quien se suicidó tirándose

con un paraguas desde lo alto de una torre. Tras siete meses de luto, Luisa le

consulta a Sebastián si es correcto que rehaga su vida teniendo en cuenta que su

marido tenía perdido el juicio.

(Cirineo): Sebastián y Macrino hablan de Calo, mientras aquél lo recuerda el día de

su muerte subido en el pináculo del mercado de Abastos con su traje planchado.

Macrino tras preguntar por algunos detalles sobre aquel suceso, le cuenta a

Sebastián que fue el mismo hombre con el que Ernesto subió, a cambio de dinero,

para cometer semejante locura. Lo acompañó como si fuera su Cirineo en el

momento de la muerte.

(El portal): es de noche en Borela. Lía se queja de lo mal que andan los negocios y

cita a Sebastián a las doce y media de la noche. Ésta recordaba la casa, aunque era

difícil caminar con poca luz por la noche en Borela. Al llegar al portal, alguien le

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Argumento y confrontación de las novelas

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preguntó dónde se dirigía. Sebastián se equivocó de portal. Tras entrar en el

siguiente llega a la puerta y recoge la llave que estaba debajo del felpudo. En medio

de la oscuridad del pasillo, sólo una puerta tenía algo de claridad. Sebastián avanzó

y al llegar a la puerta, escuchó los jadeos de Lía.

(La bujía): Lía trata de curar a Sebastián los golpes en la cabeza y en el costado. Lía

quiere salir del lugar cuanto antes. A Sebastián le habían pegado una paliza. Ella

consigue ayudar a Sebastián y salen a la calle en medio de la noche.

(La carne): en la barra del bar a Sebastián le desaparece el dolor de la nuca y le

aumenta el del costado. Lía le trae dos copas de coñac. Sebastián le pregunta quién

ha sido el que le ha golpeado. Él piensa que fue el hombre que le echó el alto en el

portal. Sin embargo, parece que quien le propinó los golpes fue quien estaba

acostado con Lía en el momento en que Sebastián llegó, creyendo ella que Sebastián

era su marido.

(El traje): el costado le duele bastante a Sebastián y se impacienta en la barra del

bar al no haber rastro de Lía. Las notas del piano siguen sonando y Sebastián baja a

los servicios. Vuelve a encontrar al hombre de las piernas desiguales que en este

instante contaba un fajo de billetes. Sebastián le pregunta por el paradero de Lía. Él

la había visto pero permanecía escondido allí porque el marido de Lía, Bustillo, se

encontraba cerca y él no quería líos con nadie. Tras esto suben a tomar unas copas.

(El ovillo): el hombre de las piernas desiguales cambia continuamente de identidad.

Le dice a Sebastián que puede llamarlo Visedo, Melgar, etc. Cuenta que Lía huyó

hacia algún lugar que él suponía. Se asomaron a la calle y Visedo explicó que lo de

sus patillas era una táctica de camuflaje para que la policía no lo detuviera. Visedo

para encontrar a Lía, envía a Sebastián a una mercería con la siguiente contraseña:

tiene que pedir un ovillo de color blanco. Él le esperaría en una esquina. Sebastián

se dirige hasta allí y lo vuelven a mandar al bar de Mallea.

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Argumento y confrontación de las novelas

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(El parche): Sebastián y Visedo se dirigen hacia el bar de Mallea con su ovillo.

Visedo tampoco puede entrar al bar porque tiene unas deudas pendientes con el

dueño. El dolor del costado aumenta y al entrar en aquel bar oscuro y pequeño,

Sebastián pide un vaso de vino tinto. El dueño, al ver el ovillo, le dice que allí ni se

bordaba ni se cosía. Mallea, que tenía un parche y se lo cambiaba del ojo derecho al

izquierdo, le indica que se encamine hacia una capilla en la que se reza al Cristo

Redentor y allí se debe confesar.

(La norma clandestina): Visedo acompaña a Sebastián hasta la capilla, mientras le

habla de Mallea y de otros que pasaron a mejor vida, como Monodio y Zapico.

Visedo no quiere acompañar a Sebastián porque es ateo. Sigue las instrucciones de

Visedo y se dirige al confesionario. Le piden el ovillo, pero Sebastián se lo ha

entregado a Mallea. Le dicen que se marche a su casa porque Bustillo está en

guardia y Lía no tiene sólo ese problema. Sin embargo, el que le hablaba no le indica

el lugar en el se halla la prófuga.

(Cara o cruz): Visedo se enfada porque el paseo no ha servido. A Sebastián le duele

cada vez más el costado. Piensa invitar a Visedo a una copa, pero desaparece.

Sebastián lo encuentra con el fajo de billetes, si bien Visedo le dice que lo deje en

paz y que sobre él no refiera nada a ningún conocido. Sebastián sale a la calle y, de

repente, dos hombres le cachean y, tras interrogarle, le dan cuatro bofetadas

dejándolo en el suelo en medio de la noche de Borela.

(La boca): Sebastián llega al hostal la Borelana con mucha dificultad. En su

habitación encuentra a Lía y se acuesta junto a ella. Como si se tratara de un sueño,

siente cómo Lía lo ama con todas sus fuerzas, quejándose de que Visedo le hubiera

servido de guía en su búsqueda. Sebastián no se acuerda de nada y en su mente

comienza a desdibujarse la realidad.

(El negocio): tras recobrar un poco la consciencia, Sebastián requiere a Lía para que

le explique que se trate entre manos. Se sabe que alguien importante al que habían

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Argumento y confrontación de las novelas

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desplumado, buscó a un acompañante y fueron los que pegaron a Sebastián. Éstos

debieron pensar que Sebastián era el marido de Lía.

(Ir y venir): Sebastián habla con don Birlo y con Lali. Don Birlo no se explica qué

retiene a Sebastián todavía en Borela. Más tarde, Sebastián se acuerda de su Oruga,

abandonada al cuidado de Macrino. Entretanto, Teyo le invita a cambiar de almacén.

Sebastián se dirige a buscar su Oruga y ve cómo no se encuentra ni ésta ni su

ocupante en el lugar en el que debía estar aparcada.

(Viento fresco): Tubal, Teyo y Sebastián buscan el coche por la ciudad antes de

denunciar en comisaría. Al llegar al hostal recuerda a Lía y su aroma le hace olvidar

la responsabilidad de la pérdida de la Oruga. Se queda dormido sobre la cama de su

habitación y el conserje lo despierta para pasarle una llamada de Tubal, quien había

encontrado a su Oruga en el Burgo.

(Aceite): lo peor de todo era tener que llamar al almacén. La Oruga tenía una serie

de desperfectos y tenía añadido más de cien kilómetros. Al cogerla, Sebastián nota

cierta extrañeza. Tanto Sebastián como su coche han sido golpeados. Al pisar el

acelerador, Sebastián cierra los ojos y, de repente, observa sentado a Macrino en la

acera.

(La cabeza): Macrino no huye ante los gritos de Sebastián. Al verlo, Sebastián

comprueba que el joven tiene la cabeza rapada de forma violenta. Entre dos lo

raparon y él finalmente consiguió huir. Macrino le cuenta que puede ser que él

mismo, dormido, hubiera llevado el coche durante el viaje. Ante la pregunta de si

había visto a Ernesto, Macrino se calla y le dice a Sebastián que Ernesto se va a

morir pronto.

(Las cosas de la vida): Sebastián monta en el coche y quiere llevar a Macrino a una

Casa de Socorro. El muchacho se siente avergonzado por todo lo ocurrido. Macrino

desea morir cada vez que le rapan la cabeza. Sebastián comprueba cómo, a veces,

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Argumento y confrontación de las novelas

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Macrino delira. El muchacho le recuerda a Sebastián que Licinio Peralta lo esperaba

en el bar Candil.

(El cautivo): el hombre que hay en el mostrador indica a Sebastián que la suegra de

Peralta vive en el número veintiséis donde él debe dirigirse. Sebastián se presenta

ante doña Armunia para hablar con Licinio. Doña Armunia le da todas las cubetas

que mantenía recogidas y ordenadas. La vidente le dice que Ernesto se muere de los

pulmones. Sebastián aprovecha para consultarle sobre el paradero de Emilio Curto.

Ella le asegura que lo tienen cautivo. Le indica una serie de curiosos consejos y

orienta sus pasos hacia la localidad de Sandela.

(Hormigas): Macrino le ayuda a recoger el muestrario que se encuentra en el

interior de la Oruga. No se aprecia ningún desperfecto. El chico le cuenta que

aunque él dormía, el accidente del coche se debió a un transporte de bidones que

Ernesto llevó hasta Valpino, aunque le echaron el alto. Macrino se baja para hacer

sus necesidades y decide quedarse en la cuneta. Sebastián cierra la puerta y sigue en

solitario su camino por la ruta.

3. La noche del viajante

(Llamadas): Sebastián recoge el recado de tres llamadas que le preocupaban cada

vez más. Recoge el coche y por la tarde recorre las calles de Borela. Se encuentra

con Dorego y Centeno antes de irse a descansar al hostal Borelana. Las llamadas

procedían de Elvira, Marina y Argila. Elvira le habló de Onelia y Marina pretendía

que Sebastián volviera a la fonda Cepeda; allí lo escondería de un hombre que no

dejaba de preguntar por él tanto a Sirio como a ella.

(El resentimiento): ya por la mañana, Sebastián decide excluir sus clientes de

Bandal y continúa hacia Viñales. Ahora recuerda cómo, tras haberlo echado de su

casa, a causa de cinco anónimos recibidos, le pedía ayuda Argila.

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Argumento y confrontación de las novelas

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(Las prendas): Sebastián tras girar por una curva presiente a su madre como una

imagen quieta. La observa sentada a su lado. Su madre le explica en qué consiste la

vida y a continuación da un significado simbólico a cada uno de los objetos que al

principio del viaje le ofreció. Vuelve a insistirle en que velará por él y que debe

perdonar a su hermana Genia.

(La valija): en el camino hacia Viñales, una camioneta le adelanta en una curva

muy pronunciada. Tras frenar y volver a la recta, la Oruga consigue alcanzarla y

Sebastián en ese momento se sorprende al ver que lo que transportaba era un féretro

que, de repente, cayó sobre la carretera produciendo un golpe seco. Quiso salir

asustado de allí, pero le llamó la atención que una imagen que había observado

fijamente durante un rato, la de un crucifijo, empezaba a moverse, pues la tapa del

féretro comenzaba a levantarse. Sebastián pensó que se trataba de un sueño, pero

comprobó cómo salía de él un cuerpo, cuyo rostro no podía ver con claridad. Lo vio

cruzar la cuneta y pudo observar cómo el supuesto muerto hacía sus necesidades.

(Pensamientos): Sebastián ve cómo el muerto se acerca hasta él. Le pregunta si se

encamina a Viñales. El moribundo le explica a Sebastián que iba a vender un

entierro alquilado a un caserío a seis kilómetros de Viñales. Sebastián ayuda a quitar

de la carretera el féretro y conversan sobre lo poco que es el ser humano. En este

momento ven cómo regresa la camioneta de la que bajó Palmo, quien perseguía a

Olivio, el supuesto muerto, que corría huyendo por las viñas.

(La resurrección de la carne): Sebastián confiesa a su Oruga que jugar con ese tipo

de muerte no le parece tan mal. Le cuenta cómo Palmo requería la ayuda de

Sebastián para conseguir convencer a Olivio que volviera a su tarea. Necesitaba

nuevamente ponerlo en la caja para llevarlo a las exequias donde los alquilaron.

Finalmente Olivio regresa y Sebastián va detrás en su Oruga para que no vuelva a

suceder otro accidente. El muerto se tiende en el ataúd evocando unos famosos

versos de Santa Teresa.

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(Caballeros): Sebastián vuelve a prescindir del último cliente de Viñales antes de

que llegue la noche. Algunas nubes aparecen en los montes de Balbar. En medio de

una indolencia absoluta recuerda ahora a Lía. Llega a la Pensión Amío y le reciben

Albina y Leda como si llegara a un palacio, con el baño dispuesto con luz y toallas

limpias. A su puerta acude el padre de las jóvenes, don Rino, supuesto rey de

Viñales, quien trata a Sebastián como si fuera un Caballero y le reclama para salir

por las calles del pueblo.

(El rey pródigo): tras maldecir don Rino a sus hijas por tenerlo cautivo, le pide

quinientas pesetas, rupias como él mismo dice, para jugar a las cartas. Piensan ir al

Varillas, aunque se dirigen a un bar próximo a la estación de ferrocarriles, al Ferrero

donde Oceja los deja pasar.

(Las alegrías de la vida): don Rino pierde y le habla a Sebastián de los héroes y

antihéroes. A pesar de todo, don Rino cree que Luciana los dejará entrar en su

prostíbulo. Recorren el barrio antiguo y Luciana se niega a abrirle a los dos, mientras

las chicas se asoman a las ventanas.

(Cinco minutos): don Rino se queja de que hasta las prostitutas le menosprecien.

Recorren unos campos cultivados de berzas. Sebastián ya no tiene dinero y se

dirigen al Varillas. Abre Rita, la hija que sólo deja entrar a uno de los dos. Sebastián

se queda fuera observando la estación de ferrocarril y ve pasar una locomotora en

cuyo interior, por una de las ventanillas, divisa a la hija del Varillas, la cual le dijo

que fuera a sacar a don Rino del bar.

(La leyenda): don Rino pretende ahora mover el esqueleto en el Dancing Vaselina.

Sebastián no tiene un duro y don Rino piensa que pueden correr con los gastos el

compadre de Sebastián y su hija, o sea, Colunga y Leda respectivamente, asiduos del

local. El bar está vacío y su encargada, Vestera, baila algunas piezas con don Rino,

mientras Sebastián toma una copa. Tras una hora de baile salen y sentados en un

banco don Rino le habla de la dicotomía entre el cansancio del cuerpo frente al

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ánimo del espíritu.

(Las sombras): por lo que cuenta ahora don Rino, Emilio Curto perdió dinero

jugando a las cartas. Sebastián se lamenta de tener que buscarlo y don Rino le invita

a que abandone esa orden y actúe de acuerdo con su conciencia. De pronto ven

acercarse a una figura, Winocio, un ciego mendigo que abraza a don Rino.

(La avispa): Sebastián habla con su Oruga de estos dos personajes inmersos en un

mundo imaginario y quimérico donde lo único que importa es el juego y el sableo

del dinero a los que encuentran a su paso. A media mañana Sebastián continúa la

ruta y divisa un punto negro en la recta. Es nuevamente Olivio, el presunto muerto.

Se sube a la Oruga y le cuenta a Sebastián cómo la abuela del que debía suplantar

como difunto, un tal Quino, le hace cosquillas, al estar él de cuerpo presente, si bien

no es descubierto por esa razón, sino por una avispa que captura la abuela y

descubre en ese momento cómo sale una lágrima del ojo.

(La eternidad): Sebastián se acerca a la localidad de Izagra donde tiene cuatro

clientes para proseguir ya por la tarde hacia Bituana. Sebastián y Olivio dialogan

sobre la muerte y la eternidad. En la recta y tras pasar una curva, Sebastián divisa en

la carretera un perro muerto y un vehículo que se había salido de la carretera. Era el

Buick de Teyo Centeno. Sebastián se dirige rápidamente hacia el coche y allí no hay

nadie. Olivio lo divisa sentado sobre un mojón en la carretera. Teyo cree encontrarse

en el más allá y no puede explicar lo que le ha sucedido. Ahora tienen que llamar a

la grúa de Piris para que puedan recoger el coche que transportaba el material de

Confecciones Bengala.

(Trapicheos): Sebastián se dirige al garaje de Piris, a dos kilómetros de Izagra. Tras

irse la grúa, Sebastián limpia su Oruga mientras soporta al desagradable suegro de

Piris, que se quejaba de los viajantes. Sebastián se irritó mucho y al marcharse, con

gran cinismo, el viejo le da recuerdos para Emilio Curto.

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(Tacto): ya es media tarde y el tiempo empeora. Visita al último cliente de Izagra,

pero comprueba que no están sus dueños Ángel o Elvira. Tras el mostrador,

Sebastián divisa una mujer, Inés, la sobrina de los dueños, quien informa que sus

tíos estaban en Sandela y no volvían hasta pasada la noche. Sebastián quedó

admirado de ella y le enseñó todo su muestrario. Sebastián, una vez más, ha

conquistado a la joven, la cual cae rendida ante él.

(La mala conciencia): Sebastián llega a Bituana y ya de noche se encuentra con

Suso Hervás en el portal de Huéspedes Toreno. Le da la llave y le deja apuntado

unos avisos a Sebastián. Tiene dos llamadas de Lali y el número de Elvira, la prima

de Onelia. La llama y desafortunadamente habla con el marido. También llama a

Marina pero no estaba y pudo entonces conversar con su hermano Sirio sobre el

hombre que andaba buscándolo ya desde hacía algún tiempo .

(El doblón de oro): Sebastián se encuentra con Pablo Llantas, tal y como quedaron

tiempo atrás en el bar Colirio. A Pablo le acompañaba Santos Termil, un viajante de

bisutería y varios, que incluía hasta preservativos. Dialogan sobre las diferentes rutas

y sobre el paradero de Emilio Curto. Pablo Llantas quería ver la libreta de Emilio,

pues presentía que tenía problemas.

(Una contabilidad particular): sentados en la cama de Sebastián, revisan las

cuentas que guardaba cuidadosamente la libreta de Emilio Curto. Hablan sobre las

trampas de las rutas y defienden la acción de Emilio, la de tomar el dinero si ha sido

para hacerse un seguro. Lo que no hizo Sebastián en ningún momento en que revisó

la libreta de Emilio fue llamar a unos números de teléfono que figuraban en la

misma. Sebastián se niega a hacerlo, pero Pablo llama a algunos.

(Centellas): Pablo y Sebastián vuelve al bar Colirio. Tiene que hacerse cargo de la

maleta de Termil y hablan sobre la suerte de los productos que cada viajante vende.

En este sentido, ellos se sienten privilegiados. Santos Termil regresa al bar y bebe

con ellos varias copas de anís. Santos estuvo dos semanas atrás con Emilio Curto y

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Argumento y confrontación de las novelas

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lo encontró por una zona poco habitual en la que no tenía ningún cliente que visitar.

(La caja de piedra): Sebastián se dirige hacia Balbar a la tarde siguiente y sube la

carretera entre la llovizna, dirigiéndose hacia el puerto para llegar por la noche.

Ahora recuerda la voz de Lali cuando la llamó desde Bituana y ésta le cuenta que

una mujer llamó al almacén y muy interesada en dañarle, habló con la dueña doña

Marita.

(Las trampas de la vida): la niebla y la llovizna se hacen presentes en la subida al

puerto de la Lucerna. Alcanzar este lugar para los viajantes es como sentirse en un

grado extremo de fragilidad. Ello propicia que Sebastián dialogue con su Oruga

sobre las trampas que la vida y la ruta del viajante poseen. Ya de noche, Sebastián

tiene un problema: en medio de la oscuridad una rueda se pincha. Se acerca al arcén

para cambiarla y en la explanada descubre la presencia de otros vehículos.

(La noche y la niebla): un hombre con aspecto andrajoso, llamado Otano, se acerca

a Sebastián para ofrecerle su ayuda. Le indica que puede comer algo y permanecer al

fuego de una hoguera en una casa destartalada del pueblo junto a tres hombres que

allí se encontraban. En las circunstancias en que Sebastián se halla, poco puede

hacer, así que se acerca y saluda a los presentes. Perdidos y fuera de un espacio y

tiempo concretos, Otano les invita a contar historias.

(Los tres amigos): uno de los tres hombres empieza a contar la historia de su vida,

que giraba en torno a tres amigos que mantenía desde su infancia. Cuenta las

hazañas de su vida entre la bancarrota y la mediocridad. Actualmente huía sin saber

cuál iba a ser su destino y dudaba en volver o no de donde procedía.

(El benjamín): el otro hombre cuenta que era el menor de cinco hermanos y que

tras morir sus padres, vivió con cada unos de ellos en períodos de tres meses. Lo

terrible aconteció cuando se enamoraron de él todas sus cuñadas. Huía de todo esto

en medio de una tremenda soledad que ahora se cernía sobre él.

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(El hermano lego): el tercer hombre narra la fábula de su vida. Tras un accidente

del que no se acordaba, se ve convertido en hermano lego durante veintiséis años, si

bien, había descubierto que en su pasado había tenido mujer y dos hijos. Ahora

debía buscarlos para reconstruir su antigua vida.

(El lamento): en medio de la noche contemplan el lago que parecía nevado. Estaba

lleno de truchas que habían comido a los suicidas que decidieron terminar con su

vida. Hablan sobre las creencias de Sebastián. Tras esto, Otano acompaña a

Sebastián hasta una habitación en la que puede dormir. Los otros hombres ya se

habían marchado.

(El huerto): Sebastián cuenta ahora a su Oruga que a él no le tocó contar su historia.

El coche recorría las curvas del puerto de la Lucerna. Ya es de día y tras haber

dormido y despertarse, puede comprobar que Otano permanecía como vigía de los

perdidos sin pegar ojo en toda la noche. No se despide de él y lo deja en un huerto

en el que se pase entre berzas y tumbas. Tampoco Otano cuenta su historia, que

según Sebastián, hubiera sido la más interesante de todas.

(El faisán): Sebastián llega a Balbar donde la clientela es de los más desconfiada y

hay que armarse de mucha paciencia para que compren. A media tarde llega a la

Pensión Coral, donde habla con la hija de Adelma, y ocupa una habitación en la que

Emilio Curto estuvo tiempo atrás.

(El cuarto oscuro): Sebastián encontró el cordón del zapato de Celerio en la

habitación. Entonces le recordó en la carretera con la rueda en las manos. Después

habló con Adelma madre quien planchaba en un cuarto oscuro. La mujer le confiesa

que Emilio Curto debía tener problemas porque le pidió dinero. También le advirtió

de lo difícil que sería encontrarlo. Adelma madre pide ayuda a Sebastián para que

trate de quitarle de la cabeza a su hija Adelma los amores de un holandés que había

alquilado por un mes la habitación en la que habitualmente Sebastián solía

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Argumento y confrontación de las novelas

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hospedarse.

(Aspirinas): Adelma hija informa a Sebastián de las llamadas y le deja en su

habitación un paquete que llegó. Al abrirlo comprueba que contenía un tubo vacío

de pastillas con un papel dentro. Se trataba del mensaje de una mujer, Cilicia, que le

amenazaba con suicidarse por culpa de sus traiciones amorosas.

(El callejón): Sebastián hace unas cuantas llamadas para encontrar a la mujer

suicida y se dirige a sitios que habitualmente solía frecuentar con ella. El bar Cefiro

y el cine Platino donde Mara, la amiga de Cilicia, lo sorprendió y le puso al tanto de

la situación de su amiga, entre los disparos que Glenn Ford efectuaba en la película

que visionaban.

(Disparates): la amiga de Cilicia, Mara, informa a Sebastián que aquélla puede que

se haya puesto en contacto con el padre Lezama, un capuchino del convento de la

Espina. Sebastián busca en la guía telefónica el número, pero al hablar con él no le

saca de ninguna duda.

(La fatalidad): Sebastián bebe unas copas y lee nuevamente el mensaje de Cilicia.

Más tarde, llama a Mara por si tiene noticias al respecto. Sebastián le detalla las

rayas y el dibujo que hay en el mensaje y Mara le confirma que se trata de un

lenguaje secreto que ellas utilizaban cuando eran niñas. El mensaje indicaba que se

había ido en tren huyendo de algo. Sebastián se dirige hacia la estación de tren de

Balbar. Había pasado el tren de las diez y cuarenta y tres y ahora Sebastián se

encamina hacia la cantina a tomar unas copas.

(El alma en vilo): tras salir de la cantina, Sebastián mira por los andenes de la

estación. En uno de los bancos de la sala de espera divisa a Cilicia. Tras hablar con

ella en tono desagradable, Sebastián le quita el bolso a Cilicia para que no cometa

ninguna locura.

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(El colmo): un tren pasa y Cilicia se dirige hacia las vías. Sebastián se asusta, pero

finalmente se serena tras comprobar que al pasar el ferrocarril no hay rastro de

Cilicia. Vuelve a la cantina y habla con el dueño, quien cuenta su historia a

Sebastián: en dieciocho años que regentaba la cantina no había montado nunca en un

tren y en los tres intentos que realizó se produjeron tres catástrofes. De repente, el

cantinero llamó la atención de Sebastián, pues Cilicia lo reclamaba en la puerta del

bar. Cilicia pudo comprobar en la conversación que mantuvo con Odollo que éste

había tomado unas cuantas copas de coñac.

(El mando): Sebastián ahora se encuentra con Buceta en el Crespo, el bar donde

solía comer, situado a la salida de Balbar tal y como le indicó Adelma. Sebastián se

entera que anteriormente Dídimo se había escapado dejando su maleta en la pensión.

Marimba y Renedo lo están buscando. Sebastián queda en encontrarse con ellos más

tarde y les dice que él va a parar en Sandela en la Fonda Ciena por si lo necesitan.

En el ánimo de todos está la idea de reunirse para encontrar una solución al caso de

Dídimo.

(La chatarra): a la entrada de Sandela se encuentra el garaje de Onero, un local

destartalado en el que habita Esmirna y sus hijos. Sebastián pregunta por el paradero

de Emilio Curto y Onero le informa que guardó el muestrario de Emilio, si bien más

tarde llegó a recogerlo una mujer que le pegó seis bofetadas a Onero y se lo llevó.

(El último camino): Sebastián recuerda las palabras de doña Armunia sobre el

paradero de Emilio Curto, mientras recorre la vega de Sandela en el atardecer.

Sebastián se dirige ahora hacia una venta en el monte del Vosgo, donde vivía, según

todos los indicios, la bruja que había recogido los muestrarios de Emilio Curto.

Sebastián duda en hacer noche en Sandela o seguir su ruta. Se decide por la última

opción. Llega hasta el monte y se encuentra con una mujer y un animal llamado

Vulpo.

(El fruto de una venganza): el rostro que Sebastián no consigue ver es el de Isora,

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Argumento y confrontación de las novelas

406

cuya edad trataba de averiguar. Sebastián se excusa con el pretexto de desconocer la

ruta. Ella le ofrece un plato de sopa fría y el viajante comprueba que Vulpo es un

animal especial mitad perro y mitad zorro. Ella le cuenta la vida de aquella casa,

construida por su marido, el cual murió al colocar la última piedra que le partió la

columna vertebral.

(El perro y la zorra): entre el sueño, la imaginación y el sopor que invaden a

Sebastián a consecuencia del licor de hierbas ingerido, éste recuerda el cuerpo de

Isora.

(La espina): Sebastián padece la peor resaca de todas las de su vida de viajante. En

la habitación no quería mirarse a la luna del armario. Tras lavarse y asomarse a la

ventana, divisa a lo lejos cómo Isora y Vulpo salían de la casa dirigiéndose hacia un

establo o gallinero que se encontraba al fondo de la vaguada.

(La celda): Sebastián avanza y ve a Vulpo; se esconde tras una peña para no ser

descubierto. Dentro de la construcción había un gallinero. Sebastián abre el candado

de la puerta con una piedra. Empieza a gritar el nombre de Emilio Curto y, de

pronto, su voz surge en medio de la oscuridad.

(El reo): Emilio sale a la luz y se recluye nuevamente en el gallinero. Su aspecto es

sucio y dejado con una barba crecida. No podía asegurar los días que había estado

apresado. Quiere marcharse rápidamente y le asegura a Sebastián que le gustaría

matar a Isora, pues además le había requisado el muestrario y el coche. Emilio Curto

se confiesa preso de Isora con quien había mantenido relaciones durante siete años.

(El tributo): Vulpo está dormido y Sebastián pisa la cola para que huya. Sebastián

habla con Isora y ésta ya sabe que Sebastián ha liberado a Emilio. Odollo le cuenta

que todos los indicios que la adivina doña Armunia le refirió se habían cumplido,

incluso el hecho de acostarse con ella. Isora sabe desde el principio el tipo de

encomienda que Sebastián lleva y respecto a Emilio Curto le enseña unos papeles de

préstamos que le debe. Isora le advierte que la deuda no queda saldada y que le

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Argumento y confrontación de las novelas

407

duele el engaño de Emilio. Lo único que hizo fue quedarse con el muestrario como

prenda.

(Gorriones): Sebastián consigue las llaves del Fiat de Emilio Curto. Éste no se

dirige con Sebastián a Sandela, sino a Boreno. Sebastián ahora debe decirle a don

Birlo que lo ha encontrado y que volverá en cuanto resuelva unos asuntos. Sebastián

le devuelve también su libreta y se disculpa por haberla revisado. Emilio saca su

cartera y le enseña una foto amarilla con tres niños en un pupitre. Son sus tres hijos

nacidos en tres rutas diferentes y se dirigen a visitarlos en el internado de los

palotinos en Boreno.

(La aldaba): Sebastián se hospeda en la Fonda Ciena donde parece no existir el

tiempo. Allí duerme y en las horas en que el sueño duró pudo hacer un repaso a todo

lo acontecido. Ve en sueños cómo sus amigos se acuestan con las hermanas mellizas

y con Marina. También divisa en algunas habitaciones a Sirio, a Dídimo y a su

madre entre otros muchos personajes que forman parte de su vida.

(El camión): Sebastián tras dormir sale de la Fonda Ciena y se dirige hacia la

bodega del Bucanero. En su recorrido por las calles de Sandela, presiente que

alguien lo sigue. Ya en la bodega se encuentra con Celerio, a quien le han robado la

cartera. Mientras Plinio le sirve unas copas, Celerio le informa del suceso que le

ocurrió a Dídimo: se había tirado a las ruedas de un camión muriendo en la carretera

de Los Bayos.

(El primer círculo): Sebastián sale a la calle y vuelve a la bodega donde sigue

tomando unas copas de coñac. Plinio no tiene ningún aviso para él. Ahora el que lo

ha seguido es Bustillo, quien le advierte que fuera con cuidado.

(El segundo círculo): Sebastián está ahora en la barra del bar Tirio. Las copas que

bebe se las paga un hombre que viste un traje marrón. Después se dirigen a la barra

del Bucanero. Allí Bustillo lo espera. Al día siguiente vuelve a Borela y quiere que

Sebastián le de la información que tenga sobre Lía, llamada también la Loba. Le

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Argumento y confrontación de las novelas

408

asegura que Ernesto está en la cárcel y que es el marido de ella, así como el sobrino

de ambos, el joven que les acompañaba. Bustillo está dispuesto a capturarla y le

recuerda que la paliza que le dieron en Borela fue un aviso.

(El tercer círculo): Sebastián ha perdido la lucidez a consecuencia del alcohol

ingerido. Es de noche en Sandela y el hombre de traje marrón le propone en el

Bucanero que fueran a un lugar donde midan su voluntad a través del alcohol. Al

establecimiento al que llegan, Sebastián oye que al hombre de marrón le llaman

Emiliano. Se disponen a beber seis botellas de licor de café. Cada uno empezaría por

un extremo y deberían beber tres de las seis.

(La memoria): este último capítulo retoma la situación inicial en que Sebastián se

encontraba al principio de la novela, mostrando así que todo lo narrado ha sido

producto del sueño que provoca la resaca del alcohol. Sumerge la cabeza en el río y

no consigue orientarse. Comprueba el cristal de la botella rota. Mete su mano en el

bolsillo y palpa una sortija, la que le había regalado dos años atrás a Onelia. Ahora

recuerda que el hombre del traje marrón, el marido de Onelia, la había puesto sobre

el mostrador del bar. También evoca las palabras de aquel hombre, quien le había

perseguido anteriormente y en esta ocasión se trataba de zanjar el asunto, o sea, se

estaban ahogando en alcohol por ella. Sebastián quiere ponerse el anillo sin

conseguirlo y cae de rodillas. Se incorpora con mucho esfuerzo y se dice: «habría

que volver...».

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Argumento y confrontación de las novelas

409

LAS ESTACIONES PROVINCIALESCapítulos primero, segundo y tercero

PARTE ESPACIO TIEMPO ENCUENTRO CONPERSONAJES

1 Casa de Marcos Parra,bares: Isma y Astorgano; periódico el Vespertino.

Agosto. De nueve dela mañana hasta elmediodía.

Marcos Parra, BenitoCalamidades, Afrodisio, JuliánCenteno, Rovira, Corsino, ElCribas e Higinio Peralta.

2 Bares: Curruqueño, Isma, elPalomo y Yucatán; pobladode la Nava, venta deAmada, periódico yprostíbulo.

Desde las tres y mediade la tarde hasta elanochecer.

Marcos, Benito, el gitanoBedoya, Chumilla, Fernando,Fernandito, Obdulio, Rosendo yPistolo.

3 Casa de Marcos, bares:Mayoral, Casa de Asturias,Minero, Yucatán; teatro deRosita Yen, campo, caseta,comisaría y estación de tren.

Diez y media de lanoche hasta lamadrugada del primerdía.

Marcos, el ciego Molina, Rosita,Claudia, Gamallo, Juanín, PipeBolas, Virgilio, Belisario, IsauroAbascal y Benito.

PARTE ESPACIO TIEMPO ENCUENTRO CONPERSONAJES

1 Periódico, oficinas y casade don Paciano.

Otoño. Gabriel Llanos, Marcos, donPaciano, don Cosme, Higinio yUrsiciano.

2 Periódico, bares: Nacional,Astorgano, Victoria yMontañés; calles y oficinas.

Nueve y media de lamañana del díasiguiente hasta las tresy media de la tarde.Llueve y hace frío.

Marcos, Ernestina, IsauroAbascal, varias damas, Gabriel yToño Mirantes.

3 Periódico, bares: Palomo,Nacional, Astorgano, Ejido,Exprés, Victoria, Madrid,Bambú, Montañés, Besugoy Yucatán; Plaza Mayor yandén de la estación.

Desde las seis de latarde hastaaproximadamentehasta las doce.

Marcos, Tina Robles, Vilorio,Fernandito, Gabriel Llanos,inspector Valero y policías.

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Argumento y confrontación de las novelas

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PARTE ESPACIO TIEMPO ENCUENTRO CONPERSONAJES

1 Periódico, colegio electoral,bares: Lancia, Cabrillanes,Oviedo, Astorgano y Tropezón; colegio de lasGraduadas, Ejido, casaSandalio, chabolas, oficinasde don Paciano, periódico,estación y calles de laciudad.

Mañana siguiente,desde las ocho de lamañana hastaaproximadamente lasdos y media delmediodía.

Marcos, Benito, Chumilla,Emeterio, Fernandito, GabrielLlanos, Afrodisio, Benito yTina.

2 Casa de Marcos, bares:Nacional y Victoria,periódico y casa de donBaudilio.

De tres a seis de latarde.

Marcos, Tina, doña Chelo,Cayetano y don Baudilio.

3 Bar Viña H, lugar donde secelebra la cena de donPaciano, su casa, periódicoy ciudad.

Noche. Marcos, Benito, Isauro, donPaciano, compañeros delperiódico Afán, doña Fermina yCayetano.

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Argumento y confrontación de las novelas

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LA FUENTE DE LA EDADPartes 1, 2 y 3

CAPÍTULO

ESPACIO TIEMPO ENCUENTRO CONPERSONAJES

1 Archivo y casa de ChonOrallo.

Impreciso. Laexcursión seprograma para el mesde julio.

Jacinto Sariegos, Chon yOvidio Orallo, don Florín yDorina.

2 Bar Capudre. Noche. Ángel Benuza, Orestes Enebro,Pacho Roblas, Olegario elLentes . Alusión a don JoséMaría Lumajo.

3 Caño Rucayo, calles yciudad.

Noche. Ángel, Jacinto. Se alude almulo Celenque.

4 Piso de Olegario. Noche. Cofrades, Olegario y su mujerToribia.

5 Casa de unos desconocidosy piso de Olegario.

Noche. Olegario, don Florín, Jacinto,matrimonio, pareja deenamorados y hombredesconocido.

6 Calles y bar de Catalina. Noche. Paco Bodes, don Florín, Cirilo,Turcia, Jacinto, PublioAndarraso y Catalina laJoderica.

CAPÍTULO ESPACIO TIEMPO ENCUENTRO CONPERSONAJES

7 Omañona, casa deAquilino, Teso delEspino y otros lugaresque visitarán: PeñaCandín, Cueva delRaposo, Pando de laMustiniella yCastrocandín.

La excursión durarátres días y medio.Probablemente esjulio. Primer día.

Cofradía, Julio, AquilinoRabanal, Benjamín, Rutilio.Alusión a Elpidio y a don JoséMaría Lumajo.

8 Camino, casa, fuentesdel Cirueña en Candín,paraje natural, casas deAquilino y de Manuela.

Mañana del primerdía hasta la noche.

Sueño de Ángel, Pidio Legañay Manuela Mirandolina.

9 Corral de Quina,Castrocandín, vereda delos Faisanes, cueva delRaposo y manantial deBelisario.

Amanecer delsegundo día.

Cofrades, Aquilino, donBasilio, Quina Candemuela,Pidio Legaña, Aquilino yBelisario Madruga.

10 Ermita y Pando de laMustiniella.

Mañana del tercerdía.

Fraile, Pidio, Eulogio y unpastor.

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Argumento y confrontación de las novelas

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11 Cueva de las Cristalinas,Médulas de Rosales,ribera del Manjarino ycasa de Aquilino.

Amanecer del cuartodía hasta la hora decenar. Noche.

Ángel, Chon, Eulogio, Paco,don Florín, Chamín y Jacinto.Alusión a Pacho Roblas.Chamín conoce la muerte deJulio por Ovidio.

CAPÍTULO ESPACIO TIEMPO ENCUENTRO CONPERSONAJES

12 Provincia, Casino,Capudre, casa de Chony lugar donde se celebrala fiesta.

Desde las cinco de latarde hasta la noche(a las once darácomienzo la fiesta).Tiempo atmosféricomuy desagradable.

Cofrades, Lino Ferreras, EloínaPuente, Pepín, Ovidio, Floro yÁngel.

13 Sociedad Recreativa delCasino.

Se festeja la llegadadel invierno. Desdelas once de la nochehasta la una menoscuarto, momento enque se derrama lapócima.

Secretario, damas, Paco, Bea,Pascual Llombera, Garfín,Juanito, Pacho y músicos.

14 Salones de baile en elCasino.

La madrugadaavanza.

Varias parejas, Tina Robles,Garfín, Paco, señoras, señores yjóvenes.

15 Salones de baile, sala delectura, despacho, calle,caño Rucayo y tejadosde casa de Dorina.

Madrugada. Músicos, Jacinto, Chamín, donFlorín, Pacho, Paco, médico,Tina, resto de cofrades yDorina.

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Argumento y confrontación de las novelas

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LAS HORAS COMPLETAS

CAPÍTULO ESPACIO TIEMPO ENCUENTRO CONPERSONAJES

1 Ruta en coche desde laColegiata hasta unpueblo cercano.

Domingo a las cuatrode la tarde.

Don Ignacio, don Fidel, donBenito, Manolo y Ángel.

2 Ruta. Tarde. Peregrino, canónigos y laperrita Mica.

3 Ruta y parada poravería.

Tarde. Manolo y don Fidel recuerdan aLuisa y la figura de un segadorrespectivamente.

4 El camino prosigue.Parada y viaje hacia SanMartín.

Tarde. Don Fidel y peregrino. El restode los canónigos cuenta unahistoria en la que aluden adiversos personajes.

5 Casa y bodegas de doñaOlina y don Mero. Éstese dirige al pueblo deLodinos.

Noche. Don Mero, doña Olina, cuatrohombres, el difunto Cirria,Dalmacio y un perro cojo.Alusión a Serapio.

6 Casa de doña Olina ydon Mero.

Noche. Doña Olina, Evencio,Dalmacio, Manolo y canónigos.

7 Camino cercano alcementerio y casa dedoña Olina.

Noche. Ángel, Manolo, mujer delCirria, don Mero y Herminio elherrero.

8 Camino en cohe yparada.

Noche. Don Ignacio, el peregrino,Ángel, Manolo y don Fidel.

9 Camino de regreso haciala Colegiata.

Noche. Peregrino, alusión a Cátulo yseñora que advierte del fuegode la Colegiata.

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Argumento y confrontación de las novelas

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EL EXPEDIENTE DEL NÁUFRAGO

CAPÍTULO ESPACIO TIEMPO ENCUENTRO CONPERSONAJES

1 Archivo. Impreciso. Elprotagonista trabajadesde hace seismeses.

Fermín, Ángel Rodiezmo,Celso Llamas, Don Eladio,Olmeda y Evaristo.

2 Archivo. Lineal. Alejandro Saelices.3 Archivo. Lineal. Alejandro Saelices.4 Archivo. Impreciso, si bien han

pasado algunosmeses.

Genaro Reyes, Eloy Cerezo,Ángel Rodiezmo y BelarminoYebra.

5 Archivo y Sección deIndustrias y Actividades.

Lineal. Celso Llamas. Alusión a JulioVenero y a Josefa Bobia.

6 Casa de FermínBustarga y Sección delarchivo donde trabajaJosefa Bobia.

Lineal. Lauro Llánaves y Josefa Bobia.

7 Bares. Lineal. Julio Venero. Alusión aObdulia Renedo.

8 Casa de ObduliaRenedo.

lineal. Obdulia Renedo. Ésta nombra ala hija de Alejandro Saelices.

9 Archivo y barrio deSaelices.

Lineal. Lauro Llánaves.

10 Archivo y bares del Barrio de la Estación.

Transcurren algunosdías.

Llamada a don Julio y aObdulia.

11 Bares y tabernas delBarrio de la Estación: elde Lázaro, el Arístides yel Mediavilla.

Pasan diez días deinvestigación. Finalde la jornada.

Néstor Villada y ArístidesSotero.

12 Archivo, bar Mediavilla,calles y casa de NéstorVillada.

Amanecer del díasiguiente.Narran laperipecia de la nocheanterior. Cenan a lascinco y media de lamadrugada.

Néstor Villada, OrencioOblomov y Doraida.

13 Casa de Néstor y bar. Amanecer de ese día. Sira Lumbreras y su yernoGlicerio.

14 Archivo y bar. Pasan algunos días.Dos días más tarde.

Emilio Sosas, Celso Llamas,Valentín Enebro y ErnestinaMoruelo.

15 Librería El Rublo. Impreciso. Irina Moldava y OrencioOblomov.

16 Casa de Sento Sentines. Anochecer. Sento Sentines y doña Eredia.17 Casa de Sento. Tres días después. Sento habla de Saelices y de su

hija.18 Barrio de Vulcano, cine

Lesmes y bar Astilla.Visita durantealgunas tardes.

Eloína Saelices y camarero delbar.

19 Cine Lesmes y Cripta. Dos sábados después. Eloína y Tolibio, el sobrino delcamarero.

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Argumento y confrontación de las novelas

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20 Cripta del Lesmes: Cielode los Malos Poetas yParnaso Perverso.

Lineal. Tolibio.

2121

Bar, archivo y cineDegaña.

Pasan algunos días. Manco del bar, Fermín yEloína.

22 Cine, varios bares y casade Miguel Beruelo.

Viernes tarde. Eloína y Miguel Beruelo.

23 Casa de Miguel Beruelo. Mañana del díasiguiente (sábado).

Miguel Beruelo.

24 Barrio de la Estación ybares: el Traviesas y elCasco. EstaciónPecuaria y criadero decarnes.

Fermín pasa durantedistintas semanas porel barrio de laEstación. Es inviernoy de noche

Néstor, Glicerio, Fernando yApronio.

25 Naturaleza. Noche. Néstor, Glicerio, Fernando yApronio.

26 Casa de Néstor y bares:el Traviesas, el Millares,el Brito y el Sotero.

Tiempo lineal. Fermín y don Fernando .

27 Casa de Fermín, CineDegaña y diferentesbares del barrio Viejo.

Fermín refiere elhecho de pasar encasa de MiguelBeruelo muchosviernes. Oscurecerdel viernes doce dediciembre.

Eloína y Miguel Beruelo.

28 Bar. Distancia temporal.Fermín no puedeordenar los recuerdosde aquella noche.

Eloína.

29 Archivo, librería elRublo, calles, casa deSento y escampadocerca de las vías.

Día siguiente.Mañana fría.

Orencio e Irina. Alusión a lamuerte de Sento y su casera.

30 Cafetería del archivo ySección de JosefaBobia.

Impreciso. Celso, Ángel y Josefa Bobia.

31 Archivo, bar, barrio deVulcano, cine Lesmes yvarios bares, entre ellos,el Astilla.

Tras pasar variosdías, Fermín ve aMiguel Beruelo.Tarde-noche invernal.

Miguel Beruelo, camarero delAstilla y Tolibio. Muerte delgato Melicio.

32 Barrio, distintos bares,casa de Miguel Berueloy residencia dondehabita AlejandroSaelices.

Noche y madrugadainterminables. Entotal suman dosnoches y dos días.

Fermín, Tolibio, gemelas,Miguel Beruelo y encuentro deFermín con Alejandro Saelices.

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Argumento y confrontación de las novelas

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CAMINO DE PERDICIÓN1. Bitácora de la Campiña

CAPÍTULO ESPACIO TIEMPO ENCUENTRO CON PERSONAJES

Destellos Arcén y paraje natural. Impreciso. Sebastián Odollo.El favor Almacén. Impreciso. Don Birlo y Emilio Curto.La coleta Bar Solares. Impreciso. Pablo Llantas.Laxitud Casa de Genia. Impreciso. Genia.

El pasillo Casa de Genia. Impreciso. Genia.El muestrario Almacén. Impreciso. Lali y Liria.

La Oruga Impreciso. Impreciso. Vento.La barca de oro Impreciso. Impreciso. Oruga, el coche de Sebastián.

La imagen Ruta. Impreciso. Luisa Albares.El viajero Frontera de la Campiña. Impreciso. Diseo Racimal.

Volver Casa de Diseo. Impreciso. Diseo Racimal.La llave Casa de Diseo. Impreciso. Mª Antonia y Mª Luisa.

El consuelo Pensión Troje. Impreciso. Don Parco.Incidencias Pensión Troje. Impreciso. Mª Antonia .

El lunar Pensión Troje. Impreciso. Mª Antonia y Mª Luisa.La libreta Pensión Troje. Impreciso. Mª Antonia y Mª Luisa.

Secuestros Pensión Troje. Impreciso. Enio y Evelia.El listín Ruta. Impreciso. Sebastián.

La princesa Cercanías de Solba. Impreciso. Melina y su perro Oriente.El inocente Palomar. Impreciso. Velicio.

El pájaro y eljilguero

Palomar. Impreciso. Velicio.

La siesta Ruta. Impreciso. Recuerdo de Belda.La mazmorra Casa Amurio (Solba). Impreciso. Doña Mirna y Tubal Dorego. Llamada de

Onelia.Riñones Impreciso. Impreciso. Tubal, Esmerildo, Elirio y Buceta.

El rosario Casa de Leonila. Noche. Emeterio.El moribundo Casa de Leonila. Noche. Emeterio.

Pecadores Casa de don Dimas. Noche. Don Dimas.El ordinario Casa de don Dimas. Noche. Don Dimas.La confesión Casa de Leonila. Noche. Severina y Leonila.El rey casto Casa de Leonila. Noche. Emeterio, Severina, don Dimas, Tubal y

Sebastián.El saco Ruta. Impreciso. Emeterio y don Dimas.La recta Ruta. Impreciso. Recuerdo de Belda y doña Mirna.

La caja debombones

Ruta hacia Doreba. Impreciso. Teyo Centeno.

Can decaminero

Almacenes Centella. Impreciso. Teyo Centeno y el Pulgas.

Las brujascocineras

Doreba. Impreciso. Pindio, Teyo y Sebastián.

Damocles Casa de Pindio. Impreciso. Pindio y Nilda.Los alfileres Bar de una gasolinera. Impreciso. Pentateuco.Competencia Doreba. Tarde. Visita a varios clientes.

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Argumento y confrontación de las novelas

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El calcetín Pensión HuéspedesBardón.

Impreciso. Viro, Elvira, Ulpiano, Renedo y Celerio.

Dolencias Pensión Huéspedes Bardón. Impreciso. Sigi . Alusión a Dídimo.La maleta Habitación de Dídimo. Impreciso. Dídimo.

Las huestes Ruta en el coche deRenedo.

Impreciso. Ulpiano, Sebastián y Renedo.

Claveles Ruta. Noche. Sebastián, Renedo, Ulpiano, Elirio yBuceta.. Búsqueda de Niseno.

El novio Ruta. Noche. Buceta, Ulpiano, Renedo y Niseno.Autoridades Casa de Marcelino el

Sicario.Noche. Ángel Colunga y Sebastián.

Los anillos Bar del Sicario. Noche. Pino y Buceta.El mal

encuentroBar del Sicario. Noche. Teyo, Tubal, Sebastián y Ángel.

La jaula Calles, espigón y casa deVenus.

Noche. Teyo, Tubal, Sebastián y Ángel.

Los fuegos Huéspedes Bardón. Noche. Ángel, Niseno, Sebastián y Dídimo.La palma Ruta (Los Bayos). Mañana. Sebastián.Curva del

DoralCurva del Doral. Mañana. Osorio, Emisario y Berberide.

Desazones Los Losares, FondaCepeda y la Pérgola(próximo a Sermil).

Impreciso. Onelia y Marina. Llamada de don Birlo.

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Argumento y confrontación de las novelas

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CAMINO DE PERDICIÓN2. Los malos pasos

CAPÍTULO ESPACIO TIEMPO ENCUENTRO CONPERSONAJES

La mariposa La Pérgola. Impreciso. Sebastián y Onelia.El fugitivo Baño de señoras. Impreciso. Sebastián, Onelia, su

marido y el dueño del bar.El pájaro

tristeHabitación de Marina. Impreciso. Marina y Sebastián.

El extrañovisitante

Habitación de Marina. Impreciso. Marina, Sebastián y Sirio.

Hamelín Calles. Noche. Marina, Sebastián, Sirio yun ciego.

La póliza Pensión de Marina. Mañanasiguiente.

Sebastián, don Birlo yMarina. Alusión a EmilioCurto.

Cantidades Barrio de la Enseña en Sermil. Mañanasiguiente.

Visita de Sebastián adiversos clientes.Recuerdo de Onelia.

El centro delmundo

Recorrido por la ciudad. Mañanasiguiente.

Sebastián y Sirio.

El refugio Comercio de Alcestes Salterio. Mañanasiguiente.

Sebastián, Sirio yAlcestes.

Coñac Duda en el recorrido hacia Borela. Baren Sermil.

Tarde. Recuerdo de Onelia ycamarero.

Las manos Paseo en coche. Tarde. Sebastián y ErnestoValdivia.

Reptiles Habitación de la pensión de Marina. Mañanasiguiente.

Sebastián y Marina.Llamada de Argila.

Tres árboles Calles de Sermil. Mañanasiguiente.

Sebastián, Valdivia yMacrino.

La corneja De Borela hacia Sermil y Puente Alcey. Mañanasiguiente.

Sebastián y Macrino.

Los ojos delbuey

Puente Alcey. Primerashoras de latarde.

Sebastián y Macrino.

La casilla Viaje hacia Borela. Primerashoras de latarde.

Sebastián, Valdivia,Macrino y LicinioPeralta.

La serpiente Arrabales de Borela y bar Candil. Noche. Sebastián, Valdivia,Macrino, Licinio y doñaArmunia.

El bolso Calles. Noche. Macrino, Sebastián, doña Armunia y Sibi.

La lamparilla Bar. Noche. Sebastián, Valdivia yBustillo.

Tinieblas Casa de Argila. Noche. Sebastián y Argila.El guardián Ruta. Impreciso. Sebastián y Macrino.

La bata Hostal Borelana. Impreciso. Sebastián. Sueño conArgila.

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Argumento y confrontación de las novelas

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Cristal Visita a varios clientes. Última horade lamañana yde la tarde.

Sebastián , Lira y Meco.Alusión a Emilio Curto.

Los durmientes Dunas del bar Oasis. Noche. Sebastián, Azuario,Valdivia y Palmo.Alusión a don Dimas.

Las muertes Bar Oasis. Noche. Sebastián, Azuario,Valdivia y Palmo.

La patena Bar Oasis. Noche. Sebastián, Azuario, Valdivia,Palmo y referencia a donDimas.

Los primogénitos Bar Oasis. Noche. Sebastián, Azuario,Valdivia y Palmo.

La odalisca Bar Oasis. Noche. Sebastián, Azuario,Valdivia, Palmo y Lía.

Polen Habitación. Impreciso. Sebastián y Lía.Dinero Bar. Impreciso. Sebastián, Lía y un

desconocido hombre denegocio.

El secreto Habitación. Impreciso. Sebastián y Lía.La vara Tienda de Almacenes Paciencia. Impreciso. Sebastián y cliente cojo.

La cuneta Mercado de Abastos, hostal y barrio delBondal, próximo a Balbar.

Impreciso. Sebastián, clientes,Macrino y Ernesto.

La fortuna Bandal y salida de Balbar. Tarde. Clientes, ElmiroPodambre, ancianos yEvangelina.

El paraguas Mercado de Abastos y ConfeccionesBenavides.

Tarde. Clientes y Luisa Albares.Alusión a CaloBenavides.

Cirineo Ruta en coche. Impreciso. Sebastián y Macrino.El portal Borela y casa de Lía. Noche. Lía, Sebastián y hombre

extraño.La bujía Casa de Lía y calles. Noche. Lía y Sebastián.La carne Bar. Noche. Lía y Sebastián.El traje Bar. Noche. Lía , Sebastián, hombre

de patillas desiguales yBustillo.

El ovillo Bar y calles. Noche. Lía, Sebastián y Visedo.El parche Bar de Mallea. Noche. Sebastián y Visedo.La norma

clandestinaCapilla del Cristo Redentor. Noche. Sebastián y Visedo.

Cara o cruz Bar y calles. Noche. Sebastián, Visedo y doshombres.

La boca Hostal Borelana. Noche. Sebastián y Lía.El negocio Hostal Borelana. Impreciso. Sebastián y Lía.Ir y venir Borela. Impreciso. Sebastián, don Birlo, Lali

y Teyo.Viento fresco Calles de Borela y hostal. Impreciso. Sebastián, Tubal y Teyo.

Alusión a Lía.

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Argumento y confrontación de las novelas

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CAMINO DE PERDICIÓN

3. La noche del viajante

CAPÍTULO ESPACIO TIEMPO ENCUENTRO CON PERSONAJES

Llamadas Calles de Borela. Tarde. Sebastián, Dorego y Centeno.Llamadas de Elvira, Marina y Argila.

Elresentimiento

Desde Bondal haciaViñales.

Mañana. Sebastián recuerda a Argila.

Las prendas Ruta y curvas. Mañana. Sebastián y su madre.La valija Ruta hacia Viñales. Impreciso. Sebastián.

Pensamientos Ruta hacia Viñales. Impreciso. Sebastián, Olivio y Palmo.La

resurrecciónde la carne

Ruta hacia Viñales. Impreciso. Sebastián, Olivio y Palmo.

Caballeros Ruta por los montes deBalbar y pensión deAmío.

Llega lanoche.

Sebastián, Albina, Leda y don Rino.

El reypródigo

Bar Varillas, estación deferrocarriles y barFerrero.

Noche. Sebastián, don Rino y Oceja.

Las alegríasde la vida

Calles, barrio antiguo yprostíbulo de Luciana.

Noche. Sebastián, don Rino y Luciana.

Cincominutos

Bar Varillas y estación deferrocarril.

Noche. Sebastián, don Rino y Rita.

La leyenda Dancing Vaselina y bancode la calle.

Noche. Sebastián, don Rino, Colunga, Leda yVestera.

Las sombras Calles. Noche. Sebastián, don Rino y Winocio.La avispa Ruta. Media

mañana.Sebastián y Olivio.

La eternidad Proximidades de Izagrahacia Bituana.

Mediamañana.

Sebastián, Olivio y Teyo.

Trapicheos Garaje de Piris a doskilómetros de Izagra.

Mediamañana.

Sebastián y Piris.

Tacto Izagra. Media tarde. Sebastián, Ángel, Inés y Elvira.La mala

concienciaBituana y HuéspedesToreno.

Noche. Sebastián, Suso Hervás y llamadas deLali , Elvira, Marina y Sirio.

El doblón deoro

Bar Colirio. Noche. Sebastián, Pablo Llantas y SantosTermil.

Unacontabilidad

particular

Habitación de Sebastián. Noche. Sebastián y Pablo .

Centellas Bar Colirio. Noche. Sebastián y Pablo.La caja de

piedraRuta hacia Balbar. Tarde

siguiente.Recuerdo de Lali.

Las trampasde la vida

Subida al puerto deLucerna.

Noche. Sebastián y la Oruga.

La noche y laniebla

Casa de Otano. Noche. Sebastián y Otano.

Los tresamigos

Casa de Otano. Noche. Sebastián, Otano y tres desconocidos.

El benjamín Casa de Otano. Noche. Sebastián, Otano y tres desconocidos.

Page 423: DÍEZ, Luis Mateo

Argumento y confrontación de las novelas

421

El hermanolego

Casa de Otano. Noche. Sebastián, Otano y tres desconocidos.

El lamento Casa de Otano. Noche. Sebastián y Otano.El huerto Curvas del puerto de

Lucerna.Día. Sebastián y Otano.

El faisán Balbar y pensión Coral. Mañana ymedia tarde.

Sebastián y Adelma hija.

El cuartooscuro

Habitación de Sebastián. Impreciso. Sebastián y Adelma madre. Alusión aEmilio Curto.

Aspirinas Habitación de la pensión. Impreciso. Sebastián y Adelma hija.El callejón Bar Cefiro y cine Platino. Impreciso. Sebastián, Cilicia y Mara.Disparates Convento. Impreciso. Sebastián, Mara y el padre Lezama.

La fatalidad Bar, estación de Balbar ycantina de la estación.

Noche. Sebastián y Mara.

El alma envilo

Cantina, andenes y bar dela estación.

Noche. Sebastián y Cilicia.

El colmo Vías del tren, cantina ytren.

Noche. Sebastián, el dueño de la cantina yCilicia.

El mando Bar de Crespo y salida deBalbar.

Noche. Sebastián, Buceta, Dídimo, Marimba yRenedo.

La chatarra Sandela y garaje deOnero.

Mañana. Sebastián, Onero, Esmirna y sus hijos.

El últimocamino

Vega de Sandela y Montedel Vosgo.

Atardecer. Sebastián, Dª Armunia, Isora y su perroVulpo.

El fruto de lavenganza

Casa en el monte. Noche. Isora y Sebastián.

El perro y lazorra

Casa en el monte. Noche. Isora y Sebastián.

La espina Habitación de la casa deIsora y gallinero.

Mañana. Sebastián, Isora y Vulpo.

La celda Casa de Isora y gallinero. Mañana. Sebastián, Isora y Vulpo.El reo Gallinero. Mañana. Sebastián, Isora y Emilio Curto.

El tributo Casa de Isora. Mañana. Sebastián, Emilio, Isora y Vulpo.Gorriones Subida hacia Sandela. Impreciso. Sebastián y Emilio.La aldaba Fonda Ciena. Impreciso. Sebastián y todos los personajes

presentes a través de un sueño.El camión Sandela y bodega del Buca Impreciso. Sebastián, Plinio y Celerio. el primercírculo

Calles de Sandela ybodega del Bucanero.

Noche. Sebastián, Plinio y Bustillo.

el segundocírculo

Bar Tirio y bodega delBucanero.

Noche. Sebastián y Bustillo. Alusión a Lía.

El tercercírculo

Sandela, bodega delBucanero y otro bar.

Noche. Sebastián y hombre son traje marrónllamado Emiliano.

La memoria Arcén y paraje natural. Mañana. Sebastián.

Page 424: DÍEZ, Luis Mateo

Conclusiones

422

VI. CONCLUSIONES

De acuerdo con el análisis que hemos realizado en torno a las

cinco narraciones seleccionadas como representativas del sentido que la

presencia del viaje y la deformación-deshumanización tienen en la novela

de Luis Mateo Díez, pueden observarse una serie de características

similares en el tratamiento de los motivos que se han investigado, fruto de

la trayectoria narrativa del propio autor, que responden a un complejo

trabajo y a una técnica que ha ido perfeccionando novela a novela.

Su obra, lenta y progresiva, a la vista del presente análisis, puede

hoy situarse en el panorama de la literatura española contemporánea

como una de las producciones que más interés despierta entre lectores y

críticos; si bien hemos de destacar que la cercanía de una producción

novelística reciente y amplia conlleva dificultades como los criterios para

ensamblar condiciones de la sociología de la lectura, las propias normas

del sistema literario y el gusto del público. Salvando estos escollos,

hemos intentado demostrar que su trabajo literario está claramente

encaminado a forjar un mundo personal, por el que siempre transcurre su

literatura -rica en matices y hondura-, estrechamente vinculada a la vieja

escuela de narradores al más puro estilo literario.

El estudio que consta de cinco capítulos, incluidos introducción y

conclusiones, pretende acercarse en el primero a la personalidad del

escritor en sus dos facetas, la vital y la literaria, para establecer a partir de

estos presupuestos, con el mayor rigor, la génesis y desarrollo posterior

de su singularidad literaria. En el segundo hemos establecido una breve

sinopsis o argumento de cada una de las novelas analizadas, que

permitan en todo momento la posterior confrontación de determinados

Page 425: DÍEZ, Luis Mateo

Conclusiones

423

aspectos que han sido tratados en conjunto.en la obra en general han

sido tratados.

Sin embargo, en los capítulos tercero y cuarto, hemos orientado

nuestro trabajo en dos direcciones fundamentales: el tratamiento del viaje

en cada una de sus novelas y el esperpento como deformación de una

sociedad muy concreta. En todo momento, somos conscientes de que

quedan muchos aspectos no tratados en este estudio y que pueden ser

motivo de posteriores trabajos de investigación.

En una primera dirección, hemos intentado demostrar que sus

narraciones poseen un denominador común, parten de un mismo eje que

Luis Mateo Díez pone en marcha: el viaje, bien como búsqueda, bien

como indagación que en última instancia da sentido o aclara la existencia

cotidiana de los personajes que habitan en las páginas del autor. Elige

para ello el motivo tradicional en literatura de enmarcar sus obras en la

literatura itinerante, siendo capaz de alejarse del libro clásico de viajes y

dirigirse a una narración literaria. Así, hemos podido comprobar cómo los

motivos, los temas y las estructuras parecen trenzarse y reiterarse una y

otra vez, adquiriendo variantes diversas en sus novelas, ya sea a través

del método de indagación al modo detectivesco que emplea Marcos Parra

de Las estaciones provinciales, para seguir las pistas e indicios que lo

llevan a la solución del caso en que descubre el sucio y corrupto negocio

de los concejales; ya los miembros de la particular cofradía de La fuente

de la edad, a través de un viaje de aventuras donde el fin es conseguir la

fuente de la eterna juventud, a medio camino entre la peregrinación y la

evasión lúdica; ya en tranquila visita dominical como hacen los canónigos

de Las horas completas, excursión que se torna en peripecia continua al

encontrar en el camino a un pícaro-peregrino que les aleccionará sobre la

vida mundana; ya a través del itinerario poético que Fermín Bustarga

recorre en El expediente del náufrago, a la búsqueda del poeta y antiguo

compañero del Archivo municipal Alejandro Saelices; o en idéntico modo

Page 426: DÍEZ, Luis Mateo

Conclusiones

424

Sebastián Odollo en Camino de perdición, quien sale de su almacén, tras

las huellas de Emilio Curto, compañero del gremio desaparecido, pretexto

que le vale para el reencuentro con su antigua ruta ya casi olvidada a la

par que con sus miserias humanas. Ese viaje iniciático pone de

manifiesto a unos personajes mediocres, inocentes en su fondo,

incapaces de conseguir la felicidad, porque ésta no existe de forma

absoluta. En esa misma vía hemos estudiado cómo en ese viaje, (que

permite a su vez se pueda insertar en los diferentes relatos una multitud

de historias, contadas por los propios personajes para mostrar el

contraste entre la invención y la realidad) se suceden un espacio y un

tiempo que generalmente están perfectamente delimitados.

Habitualmente las narraciones se ambientan en un espacio geográfico del

noroeste español -que el escritor ama y conoce muy bien-, posibilitando

así la remisión del novelista que desde su memoria lejana lleva a las

páginas de sus historias, situándose en la mayoría en zonas cercanas a

León en un deseo de recuperar aquel tiempo y espacio perdidos cuando

de pequeño oía contar aquellas historias legendarias en el valle de

Laciana a través de los calechos y filandones. Espacio rememorado de

forma insistente por el narrador, León y su rica toponimia; mientras que el

tiempo suele situarse con frecuencia en los duros años de la posguerra

española, motivo que justifica el hecho de que la mayoría de las

aventuras emprendidas desemboquen en una anodina existencia donde

se respira la cruda mediocridad. En esos escenarios cobran fuerza la

nostalgia, la ternura, la humillación y la ironía; en igual medida lo

extraordinario y lo desconocido. Los personajes, extravagantes y

antihéroes de lo cotidiano, perdidos en el espacio y tiempo en el que

viven, buscan desesperadamente un mundo habitable desde la

imaginación; en ocasiones, viven la realidad o su propia realidad

imaginada. Sus nombres procedentes de una rancia onomástica les

imprime carácter, demostrando que no son más que fiel reflejo del mundo

imaginario de Luis Mateo Díez, quien los conduce a veces por un destino

imprevisto hacia un desenlace donde la sorpresa es el elemento

Page 427: DÍEZ, Luis Mateo

Conclusiones

425

desencadenante y asimismo, les hace moverse por coordenadas creadas

a su medida y alejadas del mundo actual.

Tras el análisis de la visión itinerante del ser humano por los

caminos del mundo, en una segunda dirección, hemos tratado de

acercarnos a la visión irónica y humorística que presiden las novelas de

Luis Mateo Díez. Una ironía que a veces tiene por función la

caracterización personal y física de unos personajes mediocres y

ridiculizados, antihéroes del fracaso y maniatados para poder cambiar el

curso de su destino; una ironía, cuya particularidad reside en el elemento

sorpresivo canalizado a través de personajes marginados, rechazados

por la sociedad y obligados a vivir en su propio mundo a causa de su

condición física. También la obra del novelista leonés está plagada de

situaciones cómicas y surrealistas en las que hemos podido ver cómo los

personajes, al estilo valleinclanesco, se encierran en su mundo marginal,

el del alcohol y el de una frontera borrosa entre el sueño y la realidad, que

posibilita momentos de tensión, de risa, de diversión y de contrastes, que

a veces rozan la locura, y que tienen el marcado propósito de llamar la

atención del lector para demostrarle que la visión del mundo y de los

ideales de estos seres están en permanente oposición con aquellos

grupos que suelen ostentar el poder. El humor permite asimismo que

algunos pasajes se tornen en burlescos y sardónicos, bajo cuya

supervisión se encuentra la perspectiva solapada del autor que no duda

en lanzar, cada vez que lo estima oportuno, una crítica desalmada y

mordaz hacia los fuertes y poderosos, mostrando dos mundos

irreconciliables y posicionándose de manera clara en favor de los que

tienen que soportar las injusticias del poder establecido. A todo ello se

suma un lenguaje rico, coloquial, que se acerca a la parodia para

combatir una vida urbana y cotidiana donde impera la penuria y la asfixia

vital. Un lenguaje en el que el novelista refleja, en ocasiones, la realidad

fonética de un grupo de personajes o el habla de una región particular.

Junto a estos tipos distintos de expresiones coexisten expresiones

Page 428: DÍEZ, Luis Mateo

Conclusiones

426

coloquiales, abundancia de adjetivación, presencia de cultismos, un tono

pausado en las descripciones, elementos que contrastan con otros

registros lingüísticos como el de los chistes o muletillas con

reminiscencias clásicas o ejemplos de intertextualidad; todo ello

sabiamente combinado con un diálogo vivo y sutil que agiliza la trama en

cada una de sus novelas. Con ello creemos que se ha pretendido

conseguir un tono narrativo absolutamente natural, que sin dejar de ser

literario reduzca al máximo el artificio; un mundo imaginario creado a

imagen y semejanza del novelista y elaborado a su justa medida.

El estudio nos lleva a concluir que los motivos del viaje y el humor

nos han permitido rastrear desde la novela española contemporánea

actual en un modelo de análisis basado en la indagación de un pasado

literario, mítico y anhelado, en el que la revisión de determinados tópicos

literarios tienen su razón de ser dependiendo de la situación en la que se

apoyan.

Page 429: DÍEZ, Luis Mateo

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