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Debate del Debate 2011 España

Debate del Debate 2011

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Patronato

Alaska ProduccionesBanca CívicaMapfreRenfeIPECC

Junta Directiva

Manuel Campo VidalFernando NavarretePepe QuílezEsperanza MartínPepe CarbajoConcha García CampoyAntonio RamírezCarles Marín LladóCarlos Martín JimenoCarme BastéEnric CompanyFlorencio CarreraFrancisco MorenoIrene DomínguezJosé Antonio CercósLourdes SantanaLuis SanzMar ArteagaMiguel Ángel Oliver Miguel ToralPaco BelloRosa Díez UrrestarazuTacho de la CalleValentín Carrera

Consejo

Corporación Radiotelevisión Española (TVE)Antena 3 Televisión laSextaPrisa TV (Canal +)Mediaset EspañaONOFORTA (Federación de Organismos de Radio y Televisión Autonómicos)Compañía de Radio/Televisión de Galicia (TVG)Corporació Catalana de Mitjans Audiovisuals (TV3)Corporación Aragonesa de Radio y Televisión (Aragón Televisión)Corporación Extremeña de Medios Audiovisuales (Canal Extremadura)Ens Públic de Radiotelevisió de les Illes Balears (IB3)Ente Público Radio Televisión Madrid (Telemadrid)Ente Público de la Radio-Televisión de Castilla-La Mancha (Castilla-La Mancha Televisión)Euskal Irrati Telebista (EITB)Radiotelevisió Valenciana (Canal 9)Radiotelevisión Canaria (TVC)Radiotelevisión de la Región de Murcia (7 RM)Radio Televisión Castilla y León (Castilla y León Televisión)Radio Televisión de Andalucía (Canal Sur)Radio Televisión del Principado de Asturias (TPA)13 TVSGAE (Sociedad General de Autores y Editores) AISGE (Artistas Intérpretes Sociedad de Gestión)

Juan de Orduña, 3 Ciudad de la Imagen 28223 Pozuelo de Alarcón, Madrid

91 512 10 79 - 91 512 20 64

www.academiatv.es

academiatv

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Autores

Alan Schroeder

Carles Marín Lladó

Carlos Malo de Molina

Carlos Martín Jimeno

Fernando Navarrete

Julián Santamaría

Luis Arroyo

Luis Bassat

Mabel Sánchez

Manuel Campo Vidal

María Gallego Reguera

Mariela Gómez Ponce

Miljana Mićović

Pedro Arriola

Rafael Ansón Oliart

Ramón Font

Ricardo Vaca Berdayes

Sara Pulido García

Valentín Carrera

Xesca Vidal

Coordinadora

María Gallego Reguera

artículos

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Capítulo 1. La negociación de los debates cara a cara

13. Organizar un debate es tejer una red de confianzaManuel Campo Vidal. Presidente de la Academia de Televisión y Moderador de los Debates Electorales a la Presidencia del Gobierno en España en 1993, 2008 y 2011.

19. Los formatos de los debates televisivosAlan Schroeder. Profesor de la Escuela de Periodismo de Northeastern University (Boston) y Autor de “Presidential Debates: 50 years of high-risk TV” (Columbia University Press).

25. El debate a dos, el mejor formato para el ciudadanoLuis Bassat. Presidente de Honor del Grupo Bassat Ogilvy.

31. Ya no hay manera de parar los debatesPedro Arriola. Presidente del Instituto de Estudios Sociales y Asesor de la Presidencia del PP en los Debates Electorales a la Presidencia del Gobierno en España en 1993, 2008 y 2011.

Capítulo 2. El poder de influencia y la repercusión de los debates electorales

37. Los candidatos tratan de afirmar su propia credibilidad Julián Santamaría. Politólogo y Presidente de Noxa Consulting.

45. Es probable ganar o perder antes de empezar a debatirLuis Arroyo. Consultor de comunicación, Presidente de Asesores de Comunicación Pública y Autor de “El poder político en escena. Historia, estrategias y liturgias de la comunicación política”.

51. El debate televisivo Rubalcaba-Rajoy: 140 veces lleno el Bernabéu o el Nou CampRicardo Vaca Berdayes. Presidente Ejecutivo de Barlovento Comunicación.

57. Comunicación y repercusión mediática del Debate 2011Sara Pulido García. Jefa del Departamento de Comunicación de la Academia de Televisión y Responsable de Comunicación de los Debates Electorales a la Presidencia del Gobierno en España en 2008 y 2011.

67. El debate preelectoral Rajoy-Rubalcaba en Twitter: Políticos y ciudadanos en el Debate 2.0

Mariela Gómez Ponce. Profesora de la Universidad de Zaragoza.

77. Los debate, un gran ahorro económicoCarlos Malo de Molina. Presidente de Sigma Dos.

índice

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Capítulo 4. Reflexiones sobre el Debate 2011

99. Más allá del discurso: El lenguaje no verbal de Rajoy y Rubalcaba Carles Marín Lladó. Vocal de la Junta Directiva de la Academia de Televisión, Profesor Titular de la Universidad Rey Juan Carlos y Miembro de la Comisión de Dirección del Debate Electoral 2011.

103. Con otra miradaXesca Vidal. Doctora en Comunicación Audiovisual y Psicóloga.

111. Un debate con los papeles cambiadosRafael Ansón Oliart. Presidente de la Real Academia de Gastronomía y Experto en Comunicación Social.

Capítulo 5. El Debate 2011 desde dentro

117. Claves para realizar un debate electoralFernando Navarrete. Vicepresidente de la Academia de Televisión y Codirector de los Debates Electorales a la Presidencia del Gobierno en España en 2008 y 2011.

121. El formato y la estrategia en el Debate 2011Valentín Carrera. Vocal de la Junta Directiva de la Academia de Televisión, Responsable de Contenidos para Canal Metro y Miembro de la Comisión de Dirección del Debate Electoral 2011.

135. Al servicio del interés generalCarlos Martín Jimeno. Vocal de la Junta Directiva de la Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión y Miembro de la Comisión de Dirección del Debate Electoral 2011.

139. La Academia, una apuesta segura por la accesibilidadMabel Sánchez. Presidenta de la Fundación Audiovisual para la Normalización Social (FANS).

147. La profesión, volcada en el debateMaría Gallego Reguera. Jefa del Departamento de Estudios de la Academia de Televisión y Responsable de Protocolo de los Debates Electorales a la Presidencia del Gobierno en España en 2008 y 2011.

Capítulo 3. Una mirada internacional

83. Debates en las nuevas democracias europeas. Serbia y España cara a caraMiljana Mićović. Investigadora serbia en debates electorales, Doctoranda de la Universitat de Barcelona y Becaria MAEC-AECID Grupo de Investigación EDAP (Estudios del Discurso Académico y Profesional).

91. Debates en PortugalRamón Font. Excorresponsal de RTVE en Portugal.

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La negociación de los debates cara a cara

Capítulo 1

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Organizar un debate es tejer una red de confianza

Manuel Campo Vidal

Presidente de la Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión y Moderador de los Debates Electorales a la Presidencia del Gobierno en España en 1993, 2008 y 2011

Organizar un debate es un camino muy largo, es como tejer una red de confianza y si en esa cadena de confianza falta un eslabón, el debate no se hace. Esa confianza comienza en el candidato consigo mismo, porque si él no cree que va a ganar el de-bate, o que no le va aportar algo significativo para su carrera electoral, lógicamente, no acudirá.

Un concepto importante ligado a esta cadena de elementos que conforman el debate, tiene que ver con el miedo de los políticos a la televisión. Es un miedo es-cénico que sienten algunas personas al exponerse a los medios audiovisuales y que les impide hablar públicamente con comodidad. Los políticos, como seres humanos, no son ajenos a esta fobia y deben aprender a superarla. Han de prepararse para en-cararla y salir lo más airosamente posible. Es por este entrenamiento al que deben someterse en algunas ocasiones, que muchos candidatos declinan su participación en los debates a la Presidencia. No se sienten cómodos ante las cámaras, hay un miedo perceptible a la televisión. Es el primer paso: confianza con uno mismo.

Sin embargo, alguno de esos candidatos que contaban con una posición arriesga-da y que incluso el participar en un debate podría perjudicarle en los sondeos, han mostrado su plena disposición a asistir. Recuerdo a Manuel Fraga, el fundador del Partido Popular, que acudió al primer debate, en mayo de 1987, que organizamos en

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la Cadena Ser. Se enfrentó a Fernando Morán, candidato socialista a las elecciones europeas, y se convirtió aquel encuentro en el primer debate cara a cara en la histo-ria de España en un medio audiovisual con la participación de cabezas de cartel en unas elecciones importantes. El propio Manuel Fraga, en octubre de 1993, después del primer debate televisado entre Felipe González y José María Aznar, que se había producido unos meses antes, aceptó un debate en gallego, también ante las cámaras de Antena 3 Televisión, con el socialista Antolín Sánchez Presedo. Fue el primer de-bate entre candidatos autonómicos. Como dice, el profesor Alan Schroeder, debemos agradecer a los políticos su disposición a participar en los debates por el compro-miso que supone. Además, en el caso de los debates españoles es más arriesgada la participación por las características particulares del formato, unas condiciones más comprometidas que en el caso de los debates a la Presidencia de otros países, con la excepción de Francia, EE UU y algún caso más.

Los debates para la Presidencia suponen un reto muy importante para los políticos y no todos están dispuestos a enfrentarse a él. Es algo que podemos comprobar en las elecciones de las autonomías españolas. Sin ir más lejos, en Cataluña, Jordi Pujol, que gobernó más de veinte años, nunca aceptó un debate cara a cara. En Andalucía se celebraron entre Manuel Chaves y Javier Arenas en dos ocasiones. Pero existe ese recelo a participar en los debates de televisión y poder cometer una equivocación que les arrastre a una pérdida de votos o incluso de las elecciones. En Estados Unidos, tras los debates entre Nixon contra Kennedy en 1960, tuvieron que pasar dieciséis años, es decir cuatro elecciones, hasta que se reanudaron. Sería con la disputa entre Gerald Ford y Jimmy Carter cuando se consiguió que los debates regresaran a la pequeña pantalla. Más tarde, estuvo a punto de interrumpirse de nuevo la secuencia de debates electorales, por la reticencia de George Bush (padre), que mostraba una visible indecisión a aceptar el reto y se tomó un tiempo de espera hasta confirmar su asistencia. Para presionarlo, el equipo de campaña de Bill Clinton le enviaba un hombre disfrazado de pollo, al que apodaron en la prensa “Chicken George”, porque en Estados Unidos el pollo es el símbolo de la cobardía. Con esta broma, o mejor provocación, trataban de intimidarle y seguramente aquello hizo cambiar de opinión a George Bush y aceptar, por fin, su aparición en el ansiado debate a la Presidencia en televisión.

Otro eslabón importante en esta cadena de confianza tiene que ver con la seguri-dad que suscita en los candidatos y sus partidos la institución que lo organiza, ya sea

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una televisión, como sucedió en 1993 en España (Antena 3 y Telecinco), una univer-sidad, o la Academia de Televisión como ocurriera, en nuestro país, en 2008 y 2011. Si los políticos no piensan que existe esa ecuanimidad en la institución, creerán que se les prepara una encerrona y no se producirá el debate. Seguidamente y avanzando en esta línea sobre la organización, es importante tener en cuenta la imparcialidad que garantice el moderador del acto. Porque el moderador tiene la palabra, o admi-nistra su silencio, durante buena parte del debate y nadie lo puede detener en aquel momento si decide hacer un comentario lesivo para alguno de los candidatos. Pero, además, hay que tener el mismo grado de confianza con el realizador del evento, porque un plano de escucha mal colocado donde aparezca una expresión de cara que signifique rareza, o incluso burla, le hace mucho daño al interviniente. Por tanto, de no establecer una cadena de confianza en la que todo este bien trabado el debate no llegará a buen puerto.

Organizar un debate es un camino muy largo. Confieso que me sorprende, a ve-ces, la ligereza con que algunas personas juzgan el proceso de preparación. Cuando propuse a la Academia de la Televisión como institución que impulsara los debates, tardamos cerca de un año en llevar a cabo el proyecto. Los debates se celebraron en febrero y marzo, pero ya desde abril del año anterior empezamos a trabajar y a ponernos en contacto con los partidos políticos. Cito como testigo a José Blanco por un lado y a Ana Pastor, por el otro. Pero hubo otros personajes como Alberto Núñez Feijóo en el 2008, o María Dolores de Cospedal, en el debate de 2011. Durante esos meses ayudaron a tejer esa red de confianza. Revelo ahora estos datos que ratifican lo fundamental que resulta crear un entorno de confianza favorable si queremos que todo transcurra correctamente y sin incidentes.

Quisiera concluir refiriéndome a los formatos y a la cuestión concreta de los de-bates en el caso de España. Creo que efectivamente hay muchos modelos de debate y cada país elige el suyo. O como en Estados Unidos donde coexisten varios tipos: unos con preguntas de periodistas, o también con preguntas del público, o a su vez a través de las redes sociales, y otros sin preguntas externas. Pero es destacable que hasta 2008 no se autorizó en ese país a que los candidatos pudieran interpelarse directamente, y aun habiéndolo autorizado, ni siquiera lo hacían a pesar de que el moderador se esforzaba para que hablaran entre ellos. Claramente en el debate de España esa cuestión está superada desde el principio y, aunque haya cosas que me-jorar, podemos ver un enfrentamiento directo entre los candidatos electorales. Evi-

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dentemente, tendrá más valor que se increpen los candidatos entre ellos, antes que mantener un dialogo directo con el moderador.

En una de las primeras reuniones que concertamos para tratar el formato y el con-tenido del debate en 1993, recuerdo que estábamos en la sala de un hotel, Rodolfo Martín Villa, Javier Arenas, Txiqui Benegas, Eduardo Martín Toval y Roberto Dora-do, entre otras personas. En su primera propuesta, el debate se dividía en varias sec-ciones, una de ellas “Economía”, que a su vez quedaba desgranada en siete minutos. Un minuto para hablar de “Producto Interior Bruto”, otro para hablar de “Inflación” y así sucesivamente, sobre varios temas de la agenda económica. Con ese modelo era difícil crear un debate de calidad y peleamos por cambiar el contenido. El resultado fue fijar los grandes epígrafes (Economía, Terrorismo, Relaciones Internacionales, etc.) y dejar un tiempo abierto para que los candidatos se interpelaran con ayuda de preguntas de los moderadores.

Con ese modelo, la inclusión de la publicidad, durante el programa, también supuso una controversia en las primeras reuniones. Valerio Lararov, por entonces director general de Telecinco, quería cuatro cortes publicitarios durante el debate, algo desmesurado en opinión de los partidos, pero estaba perfectamente en su de-recho de proponerlo dado que Telecinco era un canal comercial. Algo así sucedía con Antena 3 Televisión, donde yo mismo era el director. De aquellas conversa-ciones, nació la idea de un único corte publicitario durante el debate, similar al de los partidos de fútbol. Aunque en lugar de tener 90 minutos, como se progra-mó al principio, y un corte publicitario en medio, propusimos que el debate en realidad comenzara antes y terminara después. Propusimos que se retransmitiera la llegada de los candidatos, porque también ofrece mucha información sobre cómo se comportan, cómo saludan, qué cara muestran, cómo van vestidos, etc., para después emitir un primer corte publicitario, justo antes de que empezara el debate. Después, llegaría el corte a mitad del debate y finalmente otro a su tér-mino para comenzar un programa “post” con la salida de los candidatos. De este modo, ya habíamos introducido tres cortes publicitarios para un gran debate a la Presidencia.

Curiosamente en otros países, cuando analizan el formato español valoran nues-tro modelo porque la realización es casi cinematográfica, y la llegada y salida de los candidatos, el entorno, el saludo a los anfitriones y a los periodistas allí congregados, ofrece un material de análisis realmente muy interesante.

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Cronología de los Debates Presidenciales en España.

FELIPE GONZÁLEZ y JOSÉ MARÍA AZNAR

Organiza: AntenA 3 tvMOderadOr: mAnuel CAmpo vidAlCuOta de pantalla: 61,8%espeCtadOres: 9.625.000

FELIPE GONZÁLEZ y JOSÉ MARÍA AZNAR

Organiza: teleCinCoMOderadOr: luis mAriñAsCuOta de pantalla: 75,3%espeCtadOres: 10.526.000

JOSÉ LuIS ROdRÍGuEZ ZAPAtERO y MARIANO RAJOy

Organiza: ACAdemiA de lAs CienCiAs y lAs Artes de televisiónMOderadOr: mAnuel CAmpo vidAlCuOta de pantalla: 61,7%espeCtadOres: 13.043.000

JOSÉ LuIS ROdRÍGuEZ ZAPAtERO y MARIANO RAJOy

Organiza: ACAdemiA de lAs CienCiAs y lAs Artes de televisiónMOderadOra: olgA vizACuOta de pantalla: 58,2%espeCtadOres: 11.952.000

MARIANO RAJOy y ALFREdO PÉREZ RubALcAbA

Organiza: ACAdemiA de lAs CienCiAs y lAs Artes de televisiónMOderadOr: mAnuel CAmpo vidAlCuOta de pantalla: 54,2%espeCtadOres: 12.005.000

1993

1993

2008

2008

2011

Por fin conseguimos el primer debate en 1993 en el que nos pusimos de acuerdo en la batería de temas que iban a tratarse: Economía, Políticas Sociales, Terrorismo –que en aquel momento era muy importante– y Política Exterior, como último punto. La única condición que faltaba por determinar era el control riguroso del tiempo. Y lo hicimos. Aznar habló un minuto más en total sobre los cien minutos que duró, pero la diferencia resultaba irrelevante.

En consecuencia, creo que tenemos un modelo en España que nos hace sentirnos orgullosos y lo defendemos porque es mejor que el de otros países, aunque debamos perfeccionarlo todavía. Es cierto que podría haber más debates aquí y de distintos tipos para beneficio de todos. Pero con la experiencia y con las aportaciones de las

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reuniones y negociaciones que se abren con los debates, poco a poco se irán intro-duciendo innovaciones que los hagan ser más flexibles y atractivos. Pero más allá de este perfeccionamiento, desde la visión de quien organiza los debates al frente de una serie de equipos, lo importante fue conseguir que se celebraran.

Pero créanme: sin esa red de confianza del candidato con él mismo y además con su equipo, y por supuesto con la entidad organizadora, el moderador y el realizador, no sería posible llegar a buen término.

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Los formatos de los debates televisivos

Alan Schroeder

Profesor de la Escuela de Periodismo de Northeastern University (Boston) y Autor de “Presidential Debates: 50 years of high-risk TV” (Columbia University Press)

Casi todos los aspectos de un debate electoral se negocian por anticipado, desde los detalles más importantes hasta los más triviales. En EE UU, por ejemplo, los representantes de los candidatos negocian cuestiones que francamente son ridículas, como el tamaño de los camerinos de los candidatos, la colocación de las esposas de los candidatos durante el debate o el número de asesores permitidos en el plató.

Pero en las negociaciones también se tratan cosas importantes. Lo que ocurre durante las negociaciones podría ser la parte más importante del proceso, aunque normalmente no llega al conocimiento de la prensa y del público. En mi opinión, en cualquier debate, el elemento más importante en la negociación es el formato, por-que el formato indica cómo se desarrollará el debate. Y en la selección de un formato hay tres preguntas fundamentales que responder:

• ¿Quién hace las preguntas?• ¿Cuál es el plan físico?• ¿Cómo está programado el debate?

Consideremos brevemente cada una de las tres:

primera pregunta: ¿Quién hace las preguntas? En los debates legendarios entre los políticos americanos Abraham Lincoln y Ste-phen Douglas de 1858, los candidatos se turnaron para hablar durante tres horas con

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la siguiente distribución: 60 minutos (candidato A), 90 minutos (candidato B) y 30 minutos (candidato A), sin moderador ni preguntadores externos. En España se ha desarrollado un formato que es una variación moderna del formato Lincoln-Douglas: bloques organizados temáticamente, una distribución de tiempo a reloj corrido y sin preguntadores externos.

Esto es interesante ya que este mismo formato, más o menos, fue propuesto ori-ginalmente en 1960 para los debates entre John F. Kennedy y Richard Nixon en EE UU, pero los asesores de los candidatos insistieron en la presencia de un panel de prensa para hacer las preguntas. ¿Por qué? Porque a muchos candidatos no les gusta la idea de preguntarse los unos o a los otros, no solo en EE UU sino también en el resto de países. Es más, en los debates estadounidenses, las reglas normalmente pro-híben que los candidatos hablen entre sí. Pero en 2008, por primera vez, se permitió este diálogo directo y fue entre Barack Obama y John McCain. Sin embargo, en ese caso el moderador tuvo que rogar a los candidatos que dialogaran entre ellos porque no querían hacerlo.

El formato español es bien peculiar. No conozco otro país, que no sea España, en el que la conversación directa se produzca de esta manera entre los candidatos. Me fascina que los políticos españoles prefieran un formato tan centrado en los candidatos. Este formato es el más arriesgado y exige muchísimo de los participantes, porque ofre-ce pocos momentos de descanso ya que, sin otras personas realizando preguntas, los candidatos tienen que hablar mucho más, y con más tiempo para hablar tienen mayor posibilidad de cometer errores. No obstante, este formato tiene ventajas.

• El foco del debate se centra apropiadamente en los candidatos.• Los candidatos pueden hablar directamente al público sin la mediación de la

prensa.• La interacción entre los participantes puede ser interesante y educativa para

los espectadores.Por otro lado, también hay que considerar que:

• Los políticos normalmente ejercen demasiado control sobre los temas y las preocupaciones de los votantes pueden llegar a ser olvidadas.

• Sin la participación periodística, hay poca oportunidad para repreguntas y aclaraciones y los candidatos tienen demasiada libertad para generalizar y evitar temas.

• Cuando los candidatos son aburridos, los debates son aburridos.

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En una visión global de los debates electorales en todo el mundo observamos varios formatos típicos.

debates con moderador Un moderador bien informado puede animar un debate, especialmente si tiene el derecho de formular repreguntas o pedir aclaraciones. En la práctica, el papel del moderador varía mucho de país a país y de debate a debate. Algunos moderadores no tienen restricciones en cuanto a los tiempos o los temas, otros solo hacen cumplir las reglas y los tiempos.

La acertada selección de la figura del moderador es muy importante. Sobre todo, un moderador debe aceptar que él (o ella) no es la estrella del programa, los candi-datos son las estrellas. Como ha dicho el moderador veterano americano Jim Lehrer: “Si la mañana después del debate, todo el mundo está discutiendo las preguntas mías y no las respuestas suyas, he fracasado”.

El uso de dos moderadores, normalmente periodistas de alto perfil, crea una diná-mica conversacional más compleja tal y como pudimos ver en el debate francés en-tre Nicolas Sarkozy y Ségolène Royal en 2007, moderado exitosamente por Arlette Chabot y Patrick Poivre d’Arvor.

panel de prensaHistóricamente, este es el formato original para debates televisivos, establecido en 1960 con Kennedy y Nixon. Mundialmente, este formato ha perdido importancia entre los productores de debates, aunque todavía se usa en países como Alemania, donde los debates entre los líderes de los partidos están patrocinados y producidos por las principales cadenas de televisión que desean mostrar a sus periodistas.

La ventaja es que los periodistas profesionales saben hacer preguntas de sondeo y aclarar confusiones. El problema es que un “panel de prensa” enfatiza demasiado en los periodistas que hacen preguntas y no en los candidatos. Además, hay que tener en cuenta que, con demasiada frecuencia, los periodistas hacen preguntas discurso. Y también hay que destacar que este formato deja poca oportunidad para la interacción entre candidatos.

debates por alcaldías (town hall debates) Un “debate por alcaldías” está compuesto por un moderador (o tal vez un par de

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moderadores) y un grupo de más o menos cien ciudadanos en el público. Pero de este gran grupo solo un puñado de personas tendrá la oportunidad de interrogar a los candidatos durante el programa, aunque todas estén preparadas para intervenir si el moderador se lo pide. Este formato lo encontramos con frecuencia en los países de habla inglesa, incluyendo los históricos primeros debates británicos de 2010.

“Debate por alcaldías” es el formato más democrático de todos porque las pregun-tas de los ciudadanos reflejan las prioridades de los votantes, no de los periodistas. Sin embargo, los debates por alcaldías pueden llegar a estar demasiado centrados en las preocupaciones planteadas por interlocutores específicos. Además, los miembros del público en directo normalmente no son libres de preguntar lo que desean, sus pre-guntas son evaluadas y seleccionadas de antemano, reduciendo así la espontaneidad.

Cada vez son más frecuentes los debates electorales que incluyen preguntas es-critas o grabadas directamente por el público. Este formato involucra directamente a los votantes, en particular a los jóvenes, un grupo que no siempre toma parte en la política. El sitio web de vídeo YouTube ha inspirado un formato en el que los ciuda-danos realizan preguntas en forma de vídeo amateur. Las preguntas en vídeo aportan un elemento de imprevisibilidad a una situación ya bien imprevisible, porque las preguntas vienen de cualquier persona y tratan cualquier tema. Por ejemplo, uno de los preguntadores del primer debate YouTube en EE UU en 2008 fue un muñeco de nieve que preguntó a los candidatos presidenciales del Partido Demócrata sobre el calentamiento global.

En 2011, en EE UU se realizó por primera vez un debate a través de Twitter con los candidatos republicanos respondiendo a preguntas presentadas por usuarios de Twitter. Se produjeron un montón de problemas relacionados con el reloj, ya que una tercera parte del debate se dedicó a los discursos de apertura y no se sabía exacta-mente quién estaba respondiendo las preguntas: los candidatos mismos o sus aseso-res. Aunque el “Twitter debate” fue un fracaso, fue un fracaso interesante.

segunda pregunta: ¿Cuál es el plan físico? En general, existen tres categorías de planes físicos: debates con atril, debates con los candidatos sentados en una mesa y “debates por alcaldías”.

Los debates con atril connotan la formalidad y la tradición, pero no son muy adecuados para la interacción conversacional. El uso de una mesa crea un formato menos formal que el atril ya que aporta un mayor potencial para la espontaneidad

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y para planos de cámara interesantes. Los debates por alcaldías funcionan como un hemiciclo, con los candidatos rodeados por sus interrogadores. Aquí podemos en-contrar dos variaciones principales: una requiere que los candidatos se muevan por el escenario (EE UU) y la otra no (Reino Unido).

También encontramos dos lugares tipos para la celebración de los debates: audi-torios y estudios de televisión. Los debates producidos en auditorios normalmente incluyen público, sin embargo, los producidos en estudios, normalmente no tienen público. Los debates entre Kennedy y Nixon se llevaron a cabo en estudios sin asis-tencia de público, pero todos los debates estadounidenses desde 1976 se han pro-ducido en salas frente a espectadores. Internacionalmente, la gran mayoría de los debates se han llevado a cabo frente a público. Sin embargo, el formato español no cuenta con asistencia de público en el plató.

tercera pregunta: ¿Cómo está programado el debate?¿Deben cumplir los candidatos con una serie de debates o es suficiente un único encuentro? Algunos países están a favor de múltiples debates, mientras que otros, como España, tienen solo uno, quizá dos. Esto depende en gran medida de la volun-tad de los candidatos a participar. Según la sabiduría política, el principal candidato en las encuestas desea menos debates y el candidato a la zaga desea más. No es difícil entender la reticencia de los políticos a la iniciativa de participar en debates televisivos. No obstante, una serie de debates ofrece a los candidatos una ventaja im-portante: un participante que ha realizado mal el primer debate, tiene la oportunidad de mejorar en otro debate.

¿Cuánto tiempo debe durar cada debate? A nivel internacional existe una varia-ción considerable en la duración de estos programas. Los cuatro debates originales Kennedy-Nixon duraron solo una hora cada uno. Los debates con candidatos múl-tiples pueden durar tres horas o más. Para tener una referencia, normalmente, los debates duran entre 90 minutos y dos horas.

Aunque el contenido de los debates en directo no puede estar predeterminado, es común que los organizadores designen los bloques temáticos. Hay que tener en cuenta que los “debates por alcaldías” y por YouTube son más difíciles de organizar temáticamente, debido a la amplia gama de voces que hacen las preguntas.

En los debates estadounidenses, las reglas prohíben que los candidatos porten documentos y accesorios al plató de debate. Sin embargo, los candidatos a la presi-

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dencia española entran en el plató armados con gran cantidad de papeles y gráficos. El problema es que los candidatos normalmente no saben cómo mostrar esta docu-mentación a la cámara, lo que provoca unos planos de cámara poco atractivos. Y es que es necesario recordar en todo momento que, sobre todo, los debates son progra-mas de televisión.

ConclusiónNo existe un formato de debate ideal. Cada estructura tiene sus ventajas y sus des-ventajas. Hasta los mejores formatos pueden ser socavados por reglas que son de-masiado rígidas o que favorecen los intereses de los políticos sobre los intereses de los votantes.

Es verdad que el formato es un aspecto crucial de cualquier debate, pero el resul-tado de los debates no depende de su estructura, sino de conseguir que los votantes tomen una decisión informada sobre su elección de líder de la nación. Un buen for-mato puede ayudar a facilitar la educación de los ciudadanos. Pero en última instan-cia, el éxito de un debate depende de las cualidades de aquellos hombres y aquellas mujeres lo suficientemente valientes como para participar.

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El debate a dos, el mejor formato para el ciudadano

Luis Bassat

Presidente de Honor del Grupo Bassat Ogilvy

Los debates electorales en campaña electoral son a la política como la publicidad comparativa es al mundo comercial. La publicidad comparativa, que durante muchos años ha estado prohibida en España y que es de uso absolutamente habitual en Esta-dos Unidos, existe desde hace muchísimos años. En 1975 fui a trabajar por primera vez a Nueva York y la misma noche antes de empezar en la nueva empresa vi por la televisión de mi apartamento un spot que me dejó absolutamente asombrado. En ese anuncio se mostraba la pantalla partida por la mitad, en la parte de arriba aparecía un coche de color granate y debajo otro coche idéntico. La voz del locutor comentaba: “El Mercedes que vemos arriba acelera de 0 a 60 millas en tantos segundos y el Ford Granada de abajo lo hace también en el mismo tiempo”. Durante el resto del anuncio ya no mencionó nunca más la palabra Mercedes, sino que se centró en com-parar una batería de características de ambos coches, como la capacidad del maletero o la frenada, entre otras, y siempre destacando que el Ford cumplía con todas ellas. Al final, el locutor anunció el precio de ambos coches: “El de arriba vale 30.000 dólares y el de abajo solamente 12.500 dólares, de modo que si quiere un coche que contenga todas esas características y que solo cuesta 12.500 dólares, compre el nuevo Ford Ganada”.

Al día siguiente en el despacho, donde precisamente llevábamos la publicidad de Mercedes, les comenté lo que había visto en el spot. Sin embargo, mis compañeros,

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ya enterados, fueron más lejos al enseñarme la publicidad que saldría ese mismo día en una revista. En concreto, ese anuncio mostraba en una página la fotografía solo del modelo de coche de Mercedes y debajo un titular que decía: “En los Estados Unidos no todo el mundo se puede comprar un Mercedes”. Es decir, este proceso tan normal de explicar las ventajas de un coche frente al de la competencia aquí, en España, estuvo prohibido durante muchos años. Después se permitió, más tarde se volvió a prohibir, ahora, en este momento, sí se permite, pero bajo unas condicio-nes muy particulares. En los debates y en las campañas electorales, siguiendo este paralelismo con la publicidad comparativa, es siempre el segundo candidato el que siempre tiene mayor interés en esta confrontación.

Haciendo un símil con el Campeonato Mundial de Boxeo, el vigente campeón no necesita el combate. El ganador es el que ya está allí y será el challenger –como lo llaman en Estados Unidos– quien insista continuamente en enfrentarse al campeón del Mundo, el que lo necesita perentoriamente porque sin ese combate no podrá arre-batarle el título. En los debates políticos, el que tiene las de ganar, en el caso de las elecciones celebradas en 2011, Mariano Rajoy, no necesitaba aparecer. Seguramen-te habría pensado: “Para mí, mejor que no vaya”. En cambio, para Alfredo Pérez Rubalcaba era absolutamente imprescindible asistir, porque era el retador en aquel momento, como bien reflejaban las encuestas.

Entre las grandes campañas comerciales comparativas siempre han figurado las de Pepsi-Cola y Coca-Cola. Siempre es la primera la que arroja la comparación, nunca es Coca-Cola. Lo mismo que en la política, a Coca-Cola no le interesa que la comparen con nada, ella misma habla de su “chispa de la vida”, su “felicidad” y de otros conceptos que tiene frente a sus competidores. A Pepsi-Cola, sin duda, le interesa decir que ha hecho un test comparativo y que al 50,5% de las personas encuestadas, con los ojos vendados, le ha gustado más su marca que la de su rival, Coca-Cola. Recuerdo otro spot del mismo tipo en el que aparecía un grupo de perso-nas que llegaban a un lugar de la Tierra allá por el año 2025. Estas personas iban con un arqueólogo y empezaban a encontrarse con diferentes objetos a su paso por una ciudad abandonada. El científico les explicaba: “Esto es una guitarra eléctrica, con ella tocaban música”. Los visitantes preguntaban: “¿Y esto qué es profesor?” y el profesor respondía, “esto es una moto y con este vehículo la gente se trasladaba de un lugar a otro”. Así siguen por su camino, preguntándose qué eran aquellas cosas tan curiosas y obsoletas hasta que uno se topa con una botella de Coca-Cola a su paso

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y pregunta: “¿Esto qué es profesor?”, a lo que el profesor responde: “I’ve no idea” (No tengo ni idea). Con este anuncio se quería lanzar un claro mensaje: se suponía que en el año 2025 la gente ni se acordaría de lo que es la Coca-Cola. Este es uno de los spots más agresivos que yo he visto en mi vida. Pues esto es exactamente lo mismo que ocurre en la política, el candidato segundo, si no hay debate, es el que tiene las de perder, como Pepsi-Cola.

También me gustaría realizar una reflexión sobre el número de candidatos que deben asistir al debate. En las elecciones francesas, en las que hay una segunda vuelta, siempre acaba siendo uno contra uno. En España, tenemos que dar el voto a cinco o seis candidatos. No sabemos a dónde irá nuestro voto, con quién se asociará, qué acabarán haciendo o a qué partido le dará apoyo en el Parlamento. En definitiva, nuestro voto no sabemos en manos de quién va a quedar. Por lo tanto creo que, desde un punto de vista ciudadano, es una gran oportunidad que los debates sean a dos en-tre los dos candidatos mayoritarios que pueden llegar a ser presidente del Gobierno. Por eso yo soy partidario del debate a dos, del cara a cara, porque creo que es más fácil de entender por parte del espectador. Cuando hay seis personas que hablan se suele complicar el transcurso del programa y se interrumpen constantemente. Estoy muy feliz con el resultado del último debate, pienso que el periodista Manuel Campo Vidal ha hecho un gran trabajo. Hay gente que ha criticado su poca intervención, pero es que precisamente no le tocaba intervenir, sino que son los candidatos los que deben hablar en el debate. El periodista no tiene que preguntar, porque no está ha-ciendo una entrevista. En este caso tiene una posición de moderador y como tal debe conducir el debate y, si acaso, en algún momento hacer alguna indicación para que alguno pueda hablar un poco más de algún tema que pueda estar obviando.

Una anécdota personal, que explica de alguna manera la importancia de los de-bates, sucedió cuando me presenté a la candidatura para la presidencia del Fútbol Club Barcelona en los años 2000 y 2003. Dos situaciones que resultaron ser bastante desagradables y que paso a detallar. En el debate que se produjo en TV3 entre Juan Gaspart, Juan Castells y yo mismo, noté que los dos me atacaban de una manera feroz. De partida, Joan Gaspart y yo contábamos con una intención de voto parecida y Juan Castells muy inferior. Hablé entonces con Castells por si quería que fuéra-mos juntos y disponer de un plan de renovación para el Barcelona, pero me juró que jamás se asociaría con nadie. Cuando comenzó el debate, de pronto me encontré arrinconado por ambos, atacándome a la vez por la izquierda y por la derecha. No

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lograba entender por qué Castells solo argumentaba en contra mía y no atacaba a Gaspart. Durante el descanso recuerdo que se alejaron los dos hacia un lado oscuro del plató y yo mientras me fui a airear un poco por otro lado. Al poco tiempo se me acercó mi secretaria, que casualmente estaba sentada en el rincón donde fueron a descansar Gaspart y Castells, y apesadumbrada sentenció: “Se acabó”. Acababa de escuchar a mis dos oponentes que habían pactado liquidar mi candidatura. Así fue como perdí las elecciones por 3.000 votos. Si Castells se hubiera mantenido más o menos imparcial, probablemente las hubiera ganado.

La segunda candidatura, en el año 2003, fue todavía peor si cabe. Nos presenta-mos seis candidatos y en un debate en la televisión de Barcelona uno de los candi-datos se autoinmoló. Como un kamikaze se lanzó contra mí para ver si podía arras-trarme con él. Yo contaba con el 42% de intención de voto y el segundo, que era Laporta, tenía el 9%, por lo que hacía falta que pasara algo muy serio para que yo perdiera. Pues como bien marca la Ley de Murphy, aquella catástrofe acabó por llegar. Se sacrificó a sí mismo, pero consiguió su propósito de bajar la intención de voto a mi candidatura radicalmente. No se le ocurrió otra cosa que acusarme en pú-blico, delante de cientos de miles de espectadores, de ocultar mi condición de judío al no usar mi segundo apellido que es Coen. No podía entenderlo, porque yo nunca uso mi segundo apellido. Tal vez si me llamara Luis Martínez podría entender lo del segundo apellido, por aquello de la diferenciación. Pero me llamo Luis Bassat y no hay lugar a confusión. Fue tan ofensivo su comentario contra mí que me puse de pie e hice un alegato colosal que duró diez minutos. Desde la dictadura franquista no recordaba haberme encontrado en una situación tan violenta. Al salir del programa, mi hijo, que estaba allí viéndolo, me dijo lo brillante que había estado, a sabiendas de que había perdido las elecciones. La gente quería sacar a Gaspart a toda costa por los problemas que había creado pero, obviamente, no iban a votar a alguien que podía traer otros problemas consigo. Además, Laporta inmediatamente anunció que había contratado a Beckham y esto fue la gota que colmó el vaso de su victoria.

Hay un libro, que se llama Un presidente se vende como un detergente, que sos-tiene la tesis de que un presidente se ha de vender exactamente igual que un pro-ducto de consumo. Yo discrepo de este libro porque los detergentes no hablan. Los detergentes solo dicen lo que sus anunciantes quieren decir de ellos. En cambio, ya se trate de las campañas electorales o de algún programa de radio o televisión, el candidato habla y lo que dice y la forma en que lo dice es mucho más trascendente

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que lo que pueda decir una simple valla publicitaria de ese candidato. Por lo tanto, la campaña ayudará a potenciar la imagen del candidato, pero nada más. Añadirá, co-mo mucho, de un 3% a un 5% en la intención de voto de un determinado candidato. Que una persona prácticamente desconocida pase a ganar las elecciones solo sucede en Estados Unidos, donde las campañas electorales permiten comprar, por ejemplo, media hora de televisión, y eso da tiempo para convencer a los indecisos. Barack Obama, un desconocido, ganó las elecciones presidenciales, con la mejor campaña política de la historia.

Para acabar, quiero volver a resaltar la importancia que tienen los debates, ya que no hay nada mejor que un debate para que los ciudadanos decidan a quién votar.

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Ya no hay manera de parar los debates

Pedro Arriola

Presidente del Instituto de Estudios Sociales y Asesor de la Presidencia del PP en los Debates Electorales a la Presidencia del Gobierno en España en 1993, 2008 y 2011

Gracias a la experiencia que me ha aportado la participación en los debates electo-rales televisados anteriores (dos en 1993, dos en 2008 y uno en 2011), quizá pueda resultar provocativo lo que voy a explicar. Todos partimos de la idea de que los deba-tes electorales son un elemento esencial en la comunicación política, son casi un de-recho de los ciudadanos y son decisivos para la información y que, por ello, hay que preservarlos por encima de toda circunstancia. Pero cabe preguntarse por qué tras dos debates en el año 1993 con efectos, algunas veces boomerang o contradictorios, no se produjeron debates en 1996, en 2000, ni en 2004. La razón que hay detrás de esta ausencia de debates se encuentra en que a los verdaderos protagonistas, –los au-ténticos “productores” de esos programas–, es decir los políticos, no les interesaban.

También, cabe preguntarse el efecto en los votos que han tenido los debates elec-torales celebrados en España. En los debates celebrados en 1993, 2008 y 2011, quizá porque no han coincidido con unas elecciones “competitivas”, los cara a cara han transcurrido con normalidad sin que se percibieran cambios relevantes en los votos.

Déjenme que les ponga como ejemplo las encuestas que se realizaron en las Elec-ciones Legislativas del año 1993. Los que estábamos allí, sabíamos que el Partido Popular no iba a ganar las elecciones, pero tampoco las perdió por los debates. Hay una especie de acuerdo general que dice que el primer debate de 1993, celebrado en

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Antena 3 Televisión, lo ganó José María Aznar. Y, cuando se produjo el segundo, una semana más tarde, también hubo una mayoría que le daba la victoria a Felipe González. Pues bien, desde un punto de vista electoral, el más perjudicial de esos dos debates para el Partido Popular fue el primero ya que, pese a ganar Aznar contra todo pronóstico, las encuestas posteriores demostraban que quien avanzaba era el Partido Socialista. Esto se explica porque hubo una serie de ciudadanos que no pensaban votar y que lo hicieron a favor del PSOE, por miedo a que ganara el PP tras ver –o tener noticias– del debate, y que el resultado del mismo favorecía a Aznar, acudieron presurosos en auxilio de su candidato socialista. La experiencia nos permite decir que los debates electorales televisados no han tenido una gran trascendencia sobre los resultados finales de la elección. Al menos, en España.

La televisión, como he leído en algún informe del profesor Alan Schroeder, no sirve para generar un líder, pero lo puede destrozar en cinco minutos. Quizá, habría que agradecer al señor Rajoy, que con unas encuestas que le estaban dando más de 15 puntos de distancia, acudiera a un debate en el que, tal vez, tuviera más que perder que ganar.

Entonces, nos preguntamos: ¿Por qué acuden a estos debates los líderes políti-cos? Pues vamos a ser honestos. Un debate en televisión no sirve para informar ni para formar, sino para entretener, es un espectáculo. Por eso, con buen sentido, en los Estados Unidos prohibieron que hubiera preguntas. Como buenos expertos del show, trataron de crear un encuentro parecido a un combate de boxeo, con algunas reglas y un moderador. Estos debates siempre se recuerdan por alguna anécdota, co-mo aquella pregunta famosa, en el segundo debate de la campaña a las presidenciales norteamericanas de 1988, cuando el moderador Bernard Shaw preguntó al candidato demócrata Michael Dukakis: “Gobernador, si Kitty Dukakis (su esposa) fuera vio-lada y asesinada, ¿favorecería la pena de muerte irrevocable para su asesino?”. El político en cuestión argumentó lo políticamente correcto: “No, no lo haría Bernard, y creo que sabes que durante toda mi vida me he opuesto a la pena de muerte. No veo alguna evidencia de que este sea un elemento disuasorio y creo que hay mejores y efectivas formas para lidiar con el crimen violento. Es lo que hemos hecho en mi Estado”. Este candidato, como ustedes pueden entender, perdió el debate porque esa respuesta no era humana, no era creíble. Se veía construida. Por esa razón, decimos que la televisión te puede destrozar, aunque esa respuesta ahora quede como una anécdota o parezca un detalle para el recuerdo.

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Esta realidad provoca una gran presión, a la que se someten los candidatos en un debate, en el que tienen la oportunidad de lanzarse golpes como en el boxeo y acorralar contra las cuerdas a sus rivales en momentos de vulnerabilidad. Por eso se preparan para estos encuentros como auténticos gladiadores. Ese combate tiene un formato que permite al candidato atacar con un tiempo máximo, que oscila entre los tres o cuatros minutos, durante los cuales lanza frases cortas, ya que la televisión no admite periodos más prolongados. Pero el público se entretiene con este espectáculo.

Los medios de comunicación se apresuran para dar a conocer el resultado de los debates. Esa información tiene una importante repercusión, pero no para cambiar la decisión electoral sino, sobre todo, para la reafirmación de los votantes en sus pre-disposiciones iniciales. Pongo, como ejemplo, un partido de fútbol al que asistí hace poco con mi hijo “madridista” en el que se enfrentaban el Real Madrid y el Barça. Pues bien, fuimos testigos de una catástrofe de partido por parte del Real Madrid y hasta mi hijo reconocía los errores de su equipo pero, ¿dejó de ser madridista? No. Salió del campo enfadado con su equipo, pero exactamente igual de madridista. Eso es lo que sienten la inmensa mayoría de los ciudadanos que ven un debate electoral.

Creo que en España las campañas electorales empiezan la misma noche electoral de los comicios anteriores. El primer acto de campaña electoral de las elecciones próximas, tanto de Mariano Rajoy como de Alfredo Pérez Rubalcaba, es la primera intervención como Presidente del Gobierno o como líder de la oposición ante las cámaras de televisión, instantes después de conocer los resultados electorales. Y a partir de ahí se inicia una larga campaña electoral que dura cuatro años.

Esto puede parecer contradictorio con lo que nos ha explicado el profesor Alan Schroeder, pero es que los americanos tienen un sistema político radicalmente dis-tinto y los ciudadanos no conocen a la mayoría de los políticos que se presentan a las elecciones, cosa que no ocurre en España. Nosotros hemos copiado su sistema de debates electorales sin tener en cuenta que el modelo político es muy diferente. En su caso, resulta imprescindible para los candidatos mantener debates delante de las cámaras porque de no ser así, ¿cómo se iban a dar a conocer los candidatos? O se utiliza un instrumento de esta naturaleza en el caso americano o la ciudadanía está votando a ciegas.

En sentido contrario, Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba se han enfrentado en televisión cuando, según las encuestas, más del 92% de los ciudadanos los cono-cían, sabían quiénes eran y habían hecho una valoración sobre ellos. En los EE UU,

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no existe un juego parlamentario que permita el lanzamiento de sus líderes; de ahí que utilicen las “elecciones primarias” para escoger el candidato de cada uno de los dos grandes partidos. Y, dentro de esas primarias, los debates televisados constituyen un elemento importantísimo para decantar la elección.

A pesar de lo expuesto, se puede asegurar que los debates en la televisión van a continuar en España porque ya no hay manera de pararlos. El público y los medios de comunicación los piden y los políticos se someten a esta demanda. Eso lleva a que los estrategas electorales, aunque no le vean una importancia decisiva para el resultado final de los comicios, le dediquen gran atención y elaboren las agendas constituyéndolos en ejes centrales de la campaña.

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El poder de influencia y la repercusión de los debates electorales

Capítulo 2

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Los candidatos tratan de afirmar su propia credibilidad

Julián Santamaría

Politólogo y Presidente de Noxa Consulting

El Diccionario de la Real Academia da una definición muy general de lo que es un debate: controversia, contienda, lucha y combate. Obviamente, un debate no es un combate salvo si se usa este término en sentido metafórico. Un debate es, más bien, una discusión, más o menos formal y regulada, sobre un tema concreto. Una discusión que se conduce, por tanto, confrontando ideas, argumentos y datos, lo que excluye otros recursos más propios de la lucha y el combate. La Real Academia subraya más la dimensión polémica que la dimensión dialéctica del concepto y, en principio, oscurece el significado y la realidad de los debates televisados.

Solo en principio. Para empezar, tales debates no se centran en la discusión de un tema, sino que abarcan una gran variedad de cuestiones. Pero, además, su finalidad no consiste en determinar quién tiene razón respecto de cada una, sino cuál de los candidatos posee mayor capacidad o mayor credibilidad para afrontarlas con éxi-to. En ese sentido, puede ser útil la idea de contienda, una contienda en la que los candidatos se ponen a prueba mostrando al público sus trayectorias, sus ideas, sus proyectos, sus actitudes y sus recursos para llevarlas a cabo. Los espectadores harán, sobre todo, un juicio global sobre cual les parece más competente y fiable.

Se trata de una representación televisiva, en el marco de lo que algunos han lla-mado la sociedad del espectáculo y otros la democracia de audiencias, protagonizada por personajes estelares que se ofrecen para –y amenazan con– gobernar el país. Su

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espectacularidad no permite banalizar su significado, sino que le otorga un compo-nente político más profundo. Alcanzan niveles de audiencia que superan a los de cualquier otro programa o espectáculo televisivo. Millones de ciudadanos los siguen, analizan y comentan, lo que pone en entredicho, al menos en parte, la supuesta indi-ferencia política de los ciudadanos.

Además, y me interesa mucho subrayarlo, su interés trasciende la inmediatez política y la espectacularidad. Los debates constituirán en el futuro documentos de referencia para analistas e historiadores. El análisis de cada uno y la comparación entre ellos a lo largo del tiempo no solo contribuirá a perfilar mejor la imagen de los candidatos, sino a contar con un testimonio insustituible acerca de los problemas del país en cada momento, de la forma de abordarlos, de los estilos políticos, de las distintas habilidades y prioridades de quienes participaron en ellos como candidatos a presidir el Gobierno en diferentes circunstancias.

Su origen, como todo el mundo sabe, va ligado a la irrupción de la televisión en la vida política, a principios de los años 60 del siglo pasado. Los primeros debates televisados, los tres que enfrentaron a Nixon y Kennedy en 1960, expresaron el fle-chazo entre la televisión y la política. En torno a aquellos debates se creó toda una mitología. La victoria electoral de este último por una exigua diferencia se atribuyó a su mejor actuación ante las cámaras o a la peor e inquietante imagen de Nixon in-seguro y sudoroso y en el imaginario colectivo la leyenda, tantas veces repetida, ha llegado a convertirse casi en dogma de fe.

Paradójicamente, ese diagnóstico sobre la influencia del medio puede haber fre-nado la continuidad de los debates en EE UU, donde no volvieron a celebrarse hasta 1976, y su extensión a otros países. Se ponía de relieve que los debates son aconte-cimientos de riesgo, que el aspecto físico, el lenguaje corporal de los candidatos, sus reacciones insuficientes o excesivas, su capacidad o incapacidad de improvisación, y otra serie de factores de difícil control pueden condicionar la mayor o menor sintonía con la audiencia, la mayor o menor efectividad de los mensajes pudiendo, además, dañar la credibilidad de los candidatos.

La incorporación de los debates a las campañas electorales ha tropezado, por eso, con serias resistencias tanto de los candidatos como de sus respectivos partidos. Los favoritos tendían a pensar que concedían una oportunidad a sus adversarios mientras ellos tenían poco que ganar y mucho que perder si, por una u otra razón, cometían un desliz, mostraban un ángulo vulnerable o perdían pie. Esos temores se han visto

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confirmados por los hechos en más de una ocasión. Los ejemplos de Gerald Ford en 1976, Dukakis en 1988 y Bush padre en 1992 figuran en todos los anecdotarios electorales en EE UU.

Esas reticencias se han ido superando en EE UU y en muchos otros países. De un lado, la presión de la opinión pública en favor de los debates plantea a los candidatos y sus partidos la cuestión de si los riesgos de acudir al debate son mayores o menores que los de rechazarlo y verse asediados durante toda la campaña por la pregunta: “¿Por qué?”. De otro lado, la televisión, presente en todos los hogares, es, para los candidatos, un instrumento de comunicación directa y masiva y, para los ciudadanos, un instrumento cómodo y económico de acceder a la información de primera mano sin intermediarios.

En una sociedad de masas en que la inmensa mayoría de los ciudadanos se infor-ma y sigue la política a través de la televisión, sería suicida renunciar a las enormes posibilidades que ofrece. En un universo político cada vez más personalizado, donde la imagen de los líderes predomina sobre la de sus partidos, tiene poco sentido privar a la opinión pública de la posibilidad de compararlos. Los debates televisados entre candidatos a las principales magistraturas se han convertido en un ingrediente fun-damental de la campaña electoral moderna y post-moderna. Están presentes incluso cuando no se celebran.

Los debates son hoy parte de las campañas electorales. Los objetivos de las cam-pañas son, en buena medida, invariables. Basta para convencerse echar un vistazo al Breviario de campaña electoral de Quinto Tulio Cicerón aconsejando a su hermano Marco T. Cicerón cuando este aspiraba a un puesto en el Senado de Roma. Se trata de asegurarse la lealtad de los suyos, ayudar a los indecisos a decidirse a su favor y atraer votantes de otros partidos limítrofes. ¿Cómo? Informando de lo que está en juego, asentando su credibilidad y motivando a los ciudadanos con razones y datos para que si acuden a votar sea para votarnos.

Los objetivos de las campañas se mantienen, pero sus formas han evolucio-nado en función de las tecnologías y los recursos disponibles. En particular, la implantación de la televisión ha revolucionado la forma de planear y conducir las campañas electorales. Entre otros cambios que han comportado, mencionaré dos: de un lado, su creciente profesionalización con la incorporación de expertos en estudios de opinión, comunicación e imagen; de otro, la personalización de la política que, hacia el interior de sus partidos, confiere a los líderes una posición

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privilegiada y frente a la sociedad, en general, los convierte en el símbolo de sus formaciones.

Las campañas electorales son cada vez más profesionales y más personalizadas girando, sobre todo, en torno a la imagen y credibilidad de los principales candida-tos. De ahí, el peso y el atractivo de los debates. Todavía hoy son muchos los que se preguntan si las campañas sirven para algo. No puede sorprender, por tanto, que algunos se hagan esa misma pregunta en relación con los debates. Por regla general, quienes se la hacen no distinguen entre las funciones que cumplen y los efectos que generan. De hecho, la pregunta se apoya en una visión reductiva que pone en duda si las campañas y los debates contribuyen mucho, poco o nada a modificar el voto de los que lo tenían decidido de antemano.

Limitándonos a este último punto, conviene recordar que los candidatos que par-ticipan en un debate saben bien que su objetivo principal consiste en reforzar las lealtades de quienes les votaron o votaron a sus partidos en ocasiones anteriores proporcionándoles información y argumentos para ello. Son conscientes también de la dificultad de seducir a segmentos significativos de quienes, por el contrario, tienen sólidas preferencias por su adversario y, al mismo tiempo, de que casi siempre existe una parte importante del electorado que se muestra indeciso antes de pronunciarse y que, por tanto, constituye un objetivo primordial.

Por consiguiente, sus prioridades en el debate están claras desde el principio: afianzar la fidelidad de los suyos, avivar las predisposiciones favorables de los que dudan dándoles una razón más para inclinar su voluntad y evitar generar reacciones adversas entre la parte más distante del electorado y los medios que la representan. Los candidatos y los partidos ven en los debates una gran oportunidad para apuntalar esos tres objetivos que constituyen la base de toda campaña electoral. Asumen im-portantes riesgos, pero no disponen de instrumentos más económicos y eficaces para llegar al electorado.

Si admitimos que esos son los efectos que persiguen quienes debaten, está claro que se trata de algo más que de cambiar la decisión de voto de quienes ya la han tomado. Cabe añadir que ni ese es el objetivo primordial de los candidatos ni el de sus asesores, conscientes de la complejidad que ello comporta y de la dificultad de verificarlo. Los sondeos flash, hechos durante el debate o inmediata-mente después, sugieren que hay pocos cambios. Los entrevistados apenas tienen impresiones fugaces y, con independencia de a quien atribuyan la victoria, se

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mostrarán reticentes a admitir un cambio de decisión y muchos indecisos decla-rarán que siguen siéndolo.

Sobre este punto son necesarias, sin embargo, dos precisiones. En primer lugar, aunque son pocos los que reconocen haber cambiado de voto a consecuencia del debate, son más los que admiten que les ha animado a participar cuando pensaban abstenerse y viceversa. En segundo lugar, la dificultad de evaluar el volumen de los cambios en el acto no excluye que se produzcan después, una vez que se han con-trastado las propias opiniones con el juicio de los medios y con los de los amigos, familiares, vecinos y compañeros de trabajo. Es decir, a partir de la atmósfera que se vaya creando los días siguientes a favor de uno u otro de los candidatos.

En cualquier caso, no cabe establecer generalizaciones a este respecto. Hay de-bates y debates. Debates celebrados con mucha antelación o en vísperas electorales. Debates en el contexto de unas elecciones muy disputadas y resultados inciertos y debates en que uno de los partidos aparece como ganador indiscutible. Debates en que, al margen de esto, los candidatos compitan en condiciones de igualdad o de des-igualdad. Volveré sobre estos puntos. Subrayo solo que las diversas circunstancias que rodean un debate pueden generar efectos diferentes por lo que habrá que tenerlos en cuenta en cada caso concreto.

Entrando ahora en las funciones que pueden cumplir los debates, la principal, como es obvio, consiste en un mejor conocimiento de los candidatos, sus principios, sus programas y su coherencia. A este respecto, su utilidad podría ser mayor en los regímenes presidenciales que en los parlamentarios. En estos, los candidatos suelen tener una larga trayectoria, son mejor conocidos; en aquellos, los candidatos son más independientes de sus partidos que, además, suelen incluir tendencias diferenciadas. La singularidad de la magistratura presidencial, pensando, sobre todo, en EE UU, requiere un escrutinio mayor sobre la personalidad.

En términos generales, se puede estar de acuerdo. En España, por ejemplo, casi el cien por cien de los entrevistados declara conocer a los candidatos principales. Pero se trata de un conocimiento superficial. Saben identificarlos, saben algo de ellos por lo que han visto, oído o leído. Los debates los hacen más accesibles. Permiten enjui-ciarlos directamente, a la vista de sus explicaciones y sus actitudes, de su seguridad o inseguridad, de la convicción con que defienden sus planteamientos, del respeto o falta de respeto a las ideas del adversario, de su capacidad para reaccionar bajo presión ante los argumentos de su contrincante.

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Por supuesto, el tiempo que dura un debate no es suficiente para que la mayoría de quienes lo siguen se formen una idea exacta de la personalidad de los candidatos, pero sí para tener una idea más aproximada. No es lo único. Los debates cumplen una función adicional. Los candidatos se ven obligados a resumir sus principales propósitos y compromisos, a exponer, aunque sea de forma esquemática, los ejes centrales de sus proyectos y, a veces, a ocultarlos. Sea como sea, dejan un testimonio personal e indiscutible de sus ofertas que quedará ahí para contrastar luego con lo que cumplieron o no, tanto si ganaron como si perdieron las elecciones.

La experiencia de los debates televisados en España, en elecciones generales, es muy corta, aunque permite extraer algunas conclusiones. Los de 1993 han dado lugar a muchas especulaciones acerca de su influencia sobre la movilización a última hora del voto socialista. Un punto respecto del cual no hay a día de hoy investigaciones empíricas que lo confirmen. Tampoco las hay, aunque sí muchos indicios, de que ni los de 2008 ni el de 2011 alterasen las decisiones de voto adoptadas con anterioridad. Dejaron, sin embargo, algunas huellas que los analistas y los historiadores recupera-rán sin gran esfuerzo.

Señalaré dos ejemplos. Primero, Zapatero fue acusado de mentir por negarse a reconocer la existencia de la crisis hasta que explotó el caso Lehman-Brothers mien-tras Rajoy y sus portavoces la proclamaban ya en la primavera en plena campaña electoral. En uno de los debates, Zapatero, que no reconocía la crisis, prometía la creación de dos millones o dos millones y medio de empleos a lo largo de la legisla-tura. Rajoy, que decía reconocerla, prometía más nuevos empleos. ¿Quién mentía? ¿El que no creía en la crisis o el que creyendo en ella ofrecía más empleo? La res-puesta es clara y lo será para los analistas e historiadores.

El segundo ejemplo lo suministra el debate de 2011 entre Rajoy y Rubalcaba. Ga-nó Rajoy por goleada. Había ganado antes de empezar. No necesitaba establecer su credibilidad. Bastaba con minar la de su adversario responsabilizando a su gobierno por los cinco millones de parados: “Cinco millones de parados, debido a la gestión del Gobierno, requiere un cambio político ya”. La estrategia de Rubalcaba apuntaba también a poner en evidencia la falta de credibilidad de Rajoy, basándose en las am-bigüedades de su programa. Para Rajoy era fácil descalificar esas denuncias como simples juicios de intención, imposibles de probar.

Parece claro que el debate no movió ni un voto. Pero tanto los pronósticos de Rubalcaba acerca de lo que haría Rajoy si ganaba como los compromisos de éste si

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llegaba al gobierno están grabados. ¿Eran las previsiones del primero simples juicios de intención carentes de fundamento? ¿Dará el tiempo la razón a los anuncios del segundo, al afirmar que el simple cambio de gobierno restablecería la confianza de los inversores en España? ¿Era de sentido común bajar los impuestos para estimular la economía y el empleo? ¿Cumplirá sus promesas o las dejará de lado? Si no las cumple, ¿faltó a la verdad o desconocía los datos?

Por eso, acentúo tanto el interés histórico de los debates. Sabemos muy poco acerca de si contribuyen, en qué medida y a través de qué mecanismos a cambiar las decisiones de voto previamente tomadas o a persuadir a los indecisos. Cabe pensar que eso dependerá, entre otras razones, del contexto en que tienen lugar los debates, del hecho de que se trate o no de elecciones muy competitivas e igualadas, de la per-sonalidad de los candidatos y del hecho de que no cometan graves errores.

Influyan más o menos sobre las decisiones de voto, el hecho es: 1) Que facilitan una información a los ciudadanos que no podrían obtener de otro

modo.2) Que reavivan su interés por la política.3) Que ofrecen una gran oportunidad a algunos candidatos menos conocidos a

asentar su liderazgo, como ocurrió con Aznar en 1993.4) Que constituyen, de cara al futuro, un testimonio indiscutible acerca de los

compromisos contraídos por los candidatos, personalmente, frente a los que enjuiciar lo que hicieran luego, es decir, sus cumplimientos e incumplimien-tos. Un testimonio grabado que facilita la exigencia de responsabilidades.

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Es probable ganar o perder antes de empezar a debatir

Luis Arroyo

Consultor de Comunicación, Presidente de Asesores de Comunicación Pública y Autor de“El poder político en escena. Historia, estrategias y liturgias de la comunicación política”

He preparado un par de decenas de debates televisados y siento mucho decepcio-nar a los racionalistas con esta mala noticia: por muy bien que lo haga tu candi-dato, por extraordinarios que sean sus argumentos y minuciosamente preparadas sus “espontáneas” intervenciones, antes de empezar el debate ya sabemos con mucha probabilidad quién va a ganar y quién va a perder. Este hecho hunde sus raíces en el caprichoso cerebro del ser humano, la insidiosa presencia de las pre-disposiciones ideológicas en buena parte de la audiencia, y la instantánea entrada en juego de los comentaristas que dirigen la opinión de la mayoría. Vamos por partes.

Pese a lo que aún creen los teóricos de la democracia deliberativa, aún engancha-dos al mito de la Ilustración del siglo XVIII, los seres humanos no estudiamos las minucias de la realidad política para deducir de ella nuestras opiniones. No estudia-mos los argumentos de unos y otros y elaboramos nuestra propia opinión a partir de ellos. No vemos primero y luego creemos. Es más bien al contrario, primero creemos y luego, en función de nuestras creencias, así vemos. En ese sentido sí somos muy “racionales”, en lugar de estudiar todas las posibles alternativas a los infinitos pro-blemas que enfrentamos, descansamos en el criterio de los expertos, nos fiamos de lo que nos dicen los líderes de opinión que preferimos, tendemos a buscar las opiniones que refuerzan lo que ya sabemos y a despreciar las opiniones que nos contradicen, y

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nos dejamos llevar por la intuición, que requiere menor gasto de energía porque es más rápida.

Nuestra cabeza, para que la vida resulte más cómoda, desprecia lo que contradice nuestras creencias y sobrevalora lo que las confirma. Los psicólogos lo llaman des-de hace medio siglo “disonancia cognitiva.” De manera que cuando un espectador conservador ve un debate presidencial con su candidato enfrentándose al candidato progresista, todo lo que diga el primero será escuchado con extraordinaria generosi-dad, y todo lo que diga el segundo será puesto en cuestión de forma inmediata. Eso nos permite anticipar ya, a la luz de las encuestas previas, cuánta gente tenderá a decir que ha ganado uno u otro candidato o candidata, incluso antes de que el debate se produzca.

Por supuesto, puesto que no todo el mundo es conservador o progresista y sue-le haber en torno a un 20 por ciento de la población (el porcentaje es poco fiable, depende mucho del momento y el lugar, pero sirve para hacerse una idea) que anda realmente indecisa sobre su participación en las elecciones, un debate puede resultar decisivo en algunos casos en el resultado electoral. Pero que un debate sea decisivo no quiere decir que haya producido un vuelco de opinión repentino. Tal cosa no ha sucedido nunca hasta la fecha. Quizá algún día descubramos gra-cias a un debate que un candidato es un pederasta y veamos cómo el candidato lo reconoce en directo y eso cambie de pronto la intención de voto en 180 grados, pero eso, ya digo, no ha sucedido nunca hasta donde a mí me alcanza la memoria. Si un candidato se atreve a agredir por sorpresa a su contrincante sobre un asunto revelador, lo que suele suceder es que los seguidores de éste último reaccionan victimizándose y reforzando su apoyo al “agredido”. Algo parecido le sucedió al candidato al Ayuntamiento de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, cuando el candi-dato socialista apeló implícitamente a una relación personal extramatrimonial. Lo que sí puede pasar es que estando los dos candidatos muy parejos en sus expecta-tivas de voto, el debate pueda decantar a un pequeño porcentaje de la población, quizá un uno o un dos por ciento, y eso sea suficiente para generar un resultado electoral dudoso o incluso imprevisto. Así pasó con el famoso debate primigenio Nixon y Kennedy, gracias al cual este obtuvo el puñado de votos que le permitió ganar. O así pudo suceder con el segundo debate González y Aznar, que el por entonces presidente ganó impidiendo probablemente una victoria del segundo que parecía inevitable.

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Un debate electoral televisado, en fin, no es una comparecencia de dos o más candidatos ante una audiencia que juzga con neutralidad y asepsia. Es un espectáculo televisivo ofrecido a gente que se planta frente a la televisión con su mochila llena de prejuicios, creencias previas y sesgos de todo tipo, y sin ninguna intención de des-pojarse de esa pesada carga que tanto altera el juicio frío sobre lo que se ve1. Curio-samente, además, cuanto más politizado está uno, más tiende a gustarle reconfirmar sus posiciones, para decepción de los defensores de la democracia deliberativa, una suerte de mito que prevé la existencia de un paraíso de ciudadanos muy informados. Resulta que cuanto más informado está el ciudadano o ciudadana, más se polariza, de forma que quienes tienden a ver el debate en su integridad y a comentarlo y a cir-cular opiniones sobre él, suelen ser los ciudadanos más radicales en sus opiniones. Cosas de la condición humana real, no la que dibujan los idealistas de una democra-cia de personas equilibradas y racionales en el sentido clásico.

En segundo lugar, la evaluación de un debate por parte de la opinión pública es resultado de poderosas corrientes de opinión previas a su celebración. En un debate se confirman, matizan, y muy pocas veces se refutan, narrativas ya fuertemente asenta-das en una sociedad. Los contendientes representan papeles ya conocidos, son perso-najes en un drama más o menos familiar para la ciudadanía. Las grandes sorpresas en algunos debates proceden precisamente de la refutación de narrativas ya existentes, del giro que a veces se produce con respecto a la dirección que hasta entonces habían tomado los acontecimientos. Por ejemplo, Sarah Palin, en el debate más visto de la historia, aquel de los candidatos a la vicepresidencia de Estados Unidos en el que se enfrentó con Joe Biden, dio la sorpresa al presentarse como una mujer más o menos solvente, rompiendo el arquetipo que la identificaba como una gobernadora muy ig-norante y poco preparada. Interpretando con desparpajo las fichas que su equipo le había preparado para cada una de las intervenciones, memorizándolas sin salir del guión establecido cada uno de los textos. Palin estuvo muy por encima de las expecta-tivas bajísimas que los americanos y el resto del mundo tenían sobre ella2. Un debate tiene un resultado determinado en función de las expectativas del público. Otro buen

1 Sobre los caprichos del cerebro en la percepción de la realidad, y la fuerza de las emociones y los prejuicios, es altamente recomendable el libro del premio Nobel Daniel Kahneman, (2012) Pensar rápido, pensar despacio. Debate.

2 El episodio está contado con detalle en El juego del cambio, el magnífico libro de John Heilemann y Mark Halperin. Planeta, (2010).

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ejemplo lo proporcionaron el primer ministro Brown, el favorito David Cameron y el tercer candidato Clegg, en el primer debate “presidencial” de la historia de Gran Bre-taña, en 2010. Puesto que ya existía una desafección muy importante por parte de la población con los dos candidatos de las opciones clásicas del país, los conservadores y los laboristas, una muy buena estrategia del tercero en discordia, que constantemen-te se ponía al margen de la pelea de los dos favoritos, permitió que el público evaluara la actuación de Clegg como la mejor de las tres. En una situación como la que España tenía en 2011, con una desconfianza abrumadora en los dos grandes partidos, PP y PSOE, si Rosa Díez hubiera tenido la oportunidad de debatir con Rajoy y Rubalca-ba, es seguro que habría ganado el debate, solo por representar una tercera opción distinta de las mayoritarias, mucho más cómoda de representar en ese momento. Por supuesto, por ganar o perder un debate no se ganan o pierden unas elecciones. Clegg no ganó las elecciones como Rosa Díez no habría ganado en España por mucho que hubiera destacado en ese muy improbable encuentro con los dos grandes candidatos.

Las expectativas que la audiencia deposita en los contendientes tienen por tanto una influencia trascendental en la recepción del debate. Por eso los equipos suelen rebajar las expectativas sobre la previsible actuación de su candidato, y elevarlas con respecto a la actuación del contrario. Suelen exagerar, por ejemplo, el tiempo de preparación del propio candidato, como forma de explicar lo dura que será la batalla y con frecuencia conceden que su contrario es un gran debatiente. Lo hizo incluso Obama con McCain. Lograr que la gente espere mucho de tu contrario es importante si quieres que finalmente obtenga de él o de ella menos de lo esperado.

Y, tercero, el resultado está muy marcado por lo que digan los opinantes en quie-nes la gente confía. Hoy esa opinión, por primera vez en la historia de los debates electorales, es simultánea. Se produce al mismo tiempo que el propio debate, gracias a Twitter y la cobertura en tiempo real por parte de los medios de comunicación di-gitales. Hace solo una década o dos, había que confiar en la opinión de unos pocos expertos, que, además, tardaba un cierto tiempo, quizá unas horas o incluso un día, en llegar al público. Hoy tienes que contar con una pequeña brigada de intervención que apoye a tu candidato, que cante sus éxitos, que desmonte los argumentos del contrario. No es fácil, porque si los miembros de esa brigada (el equivalente ciberné-tico de los coros de la tragedia griega, que cantaban las victorias del héroe), no se lo creen, no estarán suficientemente motivados, y sus opiniones se verán inverosímiles, impostadas. De cualquier forma, si antes bastaba con “calentar la oreja” de una de-

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cena de opinantes cualificados, hoy es importante también calentar las pantallas de los blogueros y los seguidores en Twitter3 .

El mismo día del debate entre los dos candidatos presidenciales españoles, Alfre-do Pérez Rubalcaba y Mariano Rajoy, publiqué que muy probablemente el debate lo ganaría Rajoy4. No, decía, porque lo hiciera mejor Rajoy, que de hecho lo hizo mucho peor, sino porque todos estos factores que aquí cito conspiraban para hacer a Rajoy ganador del debate, por muy mediocre que fuera su actuación. En efecto: una población alineada mayoritariamente con los conservadores de Rajoy; unas expecta-tivas muy altas con respecto a la capacidad argumentativa de Rubalcaba, que resul-taban fáciles de decepcionar en ausencia de una narrativa poderosa; dos personajes ya construidos: el “presidente” Rajoy con el “aspirante resistente” Rubalcaba; un contexto informativo muy favorable para quien sería pocos días después, de forma inevitable, presidente del Gobierno; y un ejército de animados seguidores conserva-dores que ya se veían ganadores de las elecciones.

No siempre es así. La casuística es inmensa y las circunstancias muy variables, pero ya antes de empezar un debate, con frecuencia sabemos si un candidato tiene o no probabilidades de ganarlo, haga lo que haga delante de las cámaras.

En un recomendable libro sobre liderazgo, el prestigioso politólogo Joseph Nye señala bien la importancia del contexto en el ejercicio político, que tanto afecta tam-bién al momento sublime de un debate televisado. Termino con sus propias palabras: “Además de saber discernir tendencias en la complejidad, la inteligencia contex-tual también supone adaptabilidad para intentar determinar los acontecimientos. Bismarck la definió en una ocasión diciendo que era la capacidad de intuir los mo-vimientos de Dios en la Historia y agarrarse al borde de su túnica mientras pasa raudo sin detenerse. Un experto en Ciencias Políticas estadounidense describe el proceso de gobierno diciendo que líderes y empresarios políticos ‘hacen más que presionar, presionar y presionar en favor de sus propuestas o de su concepción de los problemas. También están al acecho de que se presente una oportunidad’ . Como los surfistas, ‘su presteza, combinada con su destreza para subirse a la ola y usar unas fuerzas que escapan a su control, contribuyen al éxito’. En situaciones no es-

3 Sobre estos paralelismos históricos, sobre la puesta en escena en los debates y en la política en ge-neral y sobre los fenómenos de contagio de opiniones puede leerse en el libro El poder político en escena: Historia, estrategias y liturgias de la comunicación política. RBA, (2012).

4 www.luisarroyo.com: “Apuntes sobre el debate de hoy”, 7 de noviembre de 2011.

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tructuradas suele ser más difícil plantear las preguntas adecuadas que obtener la respuesta correcta. Los líderes con inteligencia contextual tienen la capacidad de ofrecer un significado o de fijar una ruta definiendo el problema al que se enfrenta el grupo. Entienden la tensión entre los diferentes valores que inciden en una cuestión y saben hallar el equilibrio entre lo deseable y lo factible”5.

5 Joseph Nye, Jr. (2011) Las cualidades del líder. Paidós, pp. 100 y 101.

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El debate televisivo Rubalcaba-Rajoy: 140 veces lleno el Bernabéu o el Nou Camp

Ricardo Vaca Berdayes

Presidente Ejecutivo de Barlovento Comunicación

Antes que nada, vaya por delante que el concepto de la “audiencia televisiva” preside la actividad de la industria audiovisual. Y que, por mucho que pueda molestarnos o re-sultar redundante, rige los destinos –vidas y haciendas– de los profesionales de “la caja lista”, y ahora más que nunca, pues la competencia actual es de tal grosor que destacar en el seguimiento de espectadores con cualquier programa es una tarea titánica.

Y ahora, también, conviene señalar rápidamente que “el éxito en televisión es una verdadera excepción”, y que cualquier espacio que obtenga plusvalías de audiencia sobre su propia cadena de emisión constituye un hecho a destacar de modo sobresa-liente por más que la incertidumbre y la ansiedad al recibir las audiencias televisivas cada mañana sean una interrogación permanente para los responsables de programas y cadenas.

Por tanto, urge significar que nuestro oficio televisivo se sustenta en una actividad con una extraordinaria volatilidad y de enorme riesgo; obtener excelentes registros de audiencia, y éste es un negocio que contiene un más que difícil retorno de la in-versión generada: producir, “hacer” televisión, necesita de un sobresaliente músculo financiero para sustentar la permanencia en las parrillas de cualquier programa o cadena. Y si pensamos en el contexto de la asfixiante crisis económica en la que nos envolvemos a diario, mucho más.

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Otro apunte más: la acción de las empresas y de los profesionales de la televi-sión presenta otra más que singular característica de nuestro oficio y que no regis-tra ninguna otra actividad mercantil: entre las 8 y 8:30 de la mañana conocemos pormenorizadamente el resultado del trabajo del día anterior, que siempre es una labor coral. Qué pasó con nuestro programa, si ha tenido mucha audiencia o no, si ha conseguido que el grupo de televidentes al que iba dirigido haya sido afín a nuestra propuesta, si ha habido muchas inserciones publicitarias, si ha sido renta-ble económicamente, cómo ha quedado la competencia…, pues al repartirse 100 puntos cada décima o punto que se gana o pierde representa en realidad ganar o perder el doble.

Pues bien, como indicaba con anterioridad, la televisión tiene una realidad –la tan vituperada “audiencia”– que modifica el estado de ánimo y decisiones futuras de los profesionales y de las cadenas, pues al recibirse cada día el resultado del trabajo coral antes indicado, y siempre en función de haberse logrado las expectativas de audiencia, transforma radicalmente las decisiones estratégicas y tácticas de los ca-nales. En función de los resultados de audiencia, cada competidor altera o modifica su parrilla de programas, siendo este hecho un verdadero suplicio diario: qué hace o cambia la competencia en sus cadenas y qué hacemos o cambiamos nosotros en el canal a tenor de los resultados de los movimientos de más cuarenta emisoras en competencia. Recordar: cada ganancia o pérdida tiene un valor doble.

Y este hecho, la recepción de las audiencias de cada día con el resultado de pro-gramas y cadenas, transforma a la propia empresa, pues no existe como comentaba previamente ningún otro trabajo en el que sepas (a las 8 de la mañana del día si-guiente) no solo lo que ha hecho tu cadena, sino que conoces con profundidad qué hizo la competencia, y, por supuesto al mismo tiempo, todo el sector televisivo. ¿Qué sucedería si los responsables de los grandes almacenes o las grandes corporaciones financieras, por solo citar dos gremios de capital importancia para nuestra economía, supieran como en el caso del mercado televisivo a las 8 de la mañana la información completa de su competencia…?

En España, las grandes audiencias o los programas más vistos cada año han sido casi siempre las transmisiones de los partidos de fútbol, básicamente de Real Madrid o Barça y últimamente los registros de televidentes de los encuentros jugados por la selección nacional de fútbol con sus éxitos en la Eurocopa o el Mundial. Se han producido algunas excepciones cuando, por ejemplo, Farmacia de Guardia fue en

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su programa de despedida la emisión más vista del año al recaudar 11,6 millones de fieles. Y cuando relacionamos el análisis de los debates políticos por las elecciones, tanto en 1993 como en 2008 o el último en noviembre de 2011, fútbol y política se dan la mano y beben de millones y millones de espectadores en una proporción más homogénea de la que en un principio pudiera pensarse. De ahí el título de este artí-culo: 140 veces lleno el estadio madridista o culé, porque esta ha sido realmente la recaudación de audiencia de los últimos tres debates entre los candidatos de los dos principales partidos de nuestro país.

Transformar la audiencia televisiva en espectadores de fútbol –los que acuden al estadio– parece una buena metáfora para, en primer lugar, poner de relieve la inmen-sa fortaleza de un debate electoral, con el trasfondo de la Presidencia del Gobierno, semejante a lo que sucede cuando se juegan un campeonato Barça y Real Madrid. Existe un paralelismo evidente en la capacidad de convocatoria del fútbol y la políti-ca, cuando se juegan un título muy importante los equipos blaugrana y blanco o los candidatos a dirigir al país. Y, ¿por qué?

Pues por una sencilla razón: es ganar o perder –pero de una forma abrumadora y total– la Copa del Rey, la Liga o la Champios League… El mismo partido entre Barça-Real Madrid en un encuentro amistoso donde no se jueguen nada, la audiencia no “siente el interés desmedido” –lo que conocemos habitualmente como “morbo”– por sintonizar con el evento. Y en política, también.

Para hacer más sencillo el análisis de audiencia de los debates electorales o el más reciente entre Rubalcaba y Rajoy, baste señalar que en los últimos meses de 2011 el programa más visto por los televidentes, si se exceptúan los partidos de fútbol, fue Águila Roja, en La1 de TVE, con algo más de 6 millones de audiencia media y una cuota que ronda el 30 por ciento. Pues bien, si el espacio más seguido por la audien-cia logra los índices indicados, el último debate electoral ha sumado 12 millones de espectadores, el doble de audiencia que el programa (ordinario) más visto por los españoles en la actualidad.

La pregunta es obvia: ¿Interesa la política? O si prefieren: ¿Interesa el fútbol? Porque los resultados más habituales de los últimos Barça-Real Madrid han conse-guido alrededor de los 11 ó 12 millones de seguidores, aunque el 3 de mayo de 2011 sumó más de 14,1 millones o el del 10 de diciembre ha consechado 12,1 millones de futboleros. Cifras millonarias en cualquier caso, muy semejantes y que significan doblar la audiencia del programa más visto.

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El minuto de oro se produjo a las 22.31 horas con 13.728.000 espectadores.

Fuente: Barlovento Comunicación

Minuto a minuto Debate 2011- Suma de cadenas

Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero, Mariano Ra-joy o Alfredo Pérez Rubalcaba, nuestros protagonistas principales en los debates electorales celebrados desde 1993, por solo citar aquellos que se han televisado con dos formaciones políticas, son de algún modo, y las audiencias dan fe de ello, los Barcelona y Real Madrid de la política.

Y una simple ojeada a los resultados históricos de audiencia de los debates electo-rales así lo indican: los primeros celebrados en la historia de la televisión en nuestro país entre González y Aznar reunieron a 9.625.000 espectadores (61,8% de cuota) en Antena 3 el 24 de mayo de 1993 y 10.526.000 (75,3%) en Telecinco, una semana más tarde. Los Zapatero-Rajoy en febrero y marzo de 2008 obtuvieron 13.043.000 y 61,7% y 11.952.000 y 58,2%, respectivamente. Y el último, el pasado 7 de noviem-bre de este año, Rubalcaba y Rajoy alcanzaban una audiencia media de 12.005.000 espectadores y 54,2% de cuota de pantalla.

Los tres últimos debates con la autoría de la propia Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión y con cuya señal institucional fue posible que emitieran dicho acontecimiento más de 20 cadenas de televisión de nuestro país, aparte de la

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propia transmisión e incidencia del seguimiento de otras emisoras en otros soportes tecnológicos.

Un detalle más: es verdad que desde 1993 hasta 2011 el censo de audiencia se ha incrementado en ocho millones de personas. De 35,9 millones de audiencia potencial hace veinte años hasta alcanzar los 44 millones de personas como audiencia en la actualidad. Y pudiera deducirse que los 9 ó 10 millones logrados por Antena 3 y Te-lecinco en 1993 tendrían que haberse aumentado considerablemente en los últimos debates de 2008 y 2011, pero también es necesario y urgente argumentar que la com-petencia televisiva en 1993 era muy escasa en relación con la plétora de canales que compiten en la actualidad y que en aquel momento se iniciaba la “fragmentación de la audiencia”, concepto que hoy preside nuestra actividad y que es verdaderamente excepcional.

Y las recaudaciones millonarias de espectadores están regidas por el concepto de la audiencia media: es decir, el promedio de televidentes constantes minuto a minuto durante todo el metraje del debate electoral, porque si el registro hubiera sido por audiencia acumulada –es decir, el número de espectadores individualmente conside-rados y que al menos han sintonizado con el programa durante un minuto, lo que en términos de publicidad podríamos calificar como los contactos, los debates electora-les, como el seguimiento del fútbol de alta competición y con Copa de por medio–, los índices son verdaderamente excepcionales: más de 22,3 millones de personas (siempre consideradas individualmente) vieron en algún momento el debate electo-ral entre Rubalcaba y Rajoy. En los celebrados entre Zapatero y Rajoy cifras muy similares: 22,5 millones el primero y 21,7 millones el segundo. En esta oportunidad, trasladar los contactos, la audiencia acumulada, a número de veces lleno el Nou Camp o el Bernabéu ya tiene otra dimensión. En este caso y siguiendo el lenguaje del fútbol, galáctico: alrededor de 250 veces lleno cada estadio.

El análisis cualitativo y sociodemográfico de los espectadores que han visto los últimos debates electorales, y es una constante en todos ellos, mantienen un segui-miento mayor a medida que avanza la edad de los espectadores. Es preciso señalar que la primera cualidad de segregación o segmentación en la preferencia televisiva, la cualidad más importante para reunir o no reunir audiencia, es la variable socioló-gica de la edad. Pues bien, por citar la cuota de pantalla de los principales grupos de edad del último Rubalcaba-Rajoy los niños, de 4 a 12 años, tuvieron una cuota de pantalla del 27%; los jóvenes, de 13 a 24 años, el 42%; los adultos jóvenes, de 25 a

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44 años, el 50%; los maduros, de 45 a 64 años, el 55%; y los mayores de 65 años la cuota se elevó hasta el 67%.

Otras de las constantes sociológicas del perfil de audiencia de los debates electo-rales tienen que ver el sexo y la clase social, también sucede en el fútbol: los hombres presentan prevalencia de afinidad (56% de cuota) en este tipo de eventos respecto del grupo mujeres (53%), si bien como hay un mayor número de mujeres que hombres en el universo de consumo que mide la audiencia de televisión, en las personas de 4 o más años de edad, hombres y mujeres representan el 50% en peso estadístico, otra de las novedades a reseñar en el presente análisis. Como se aprecia, la mujer es pro-tagonista del cambio social. De igual forma, y también es una permanente cualidad del programa, la clase alta (62% de cuota) tiene en porcentaje mayor adscripción que la clase media (50%) y baja (53%).

En cuanto al seguimiento por las diferentes comunidades, las regiones que re-gistraron un mayor seguimiento con Rubalcaba y Rajoy fueron Castilla-La Mancha (64%), Castilla y León, Galicia y Madrid (61%), Murcia (60%), mientras que País Vasco (48%) y Cataluña (37%) fueron las menores.

Otra de las variables que se puede comentar es cómo se siguió el debate, que en términos del lenguaje del análisis de audiencia se denomina por “constelaciones”, si se vio el programa solo, en “dual” o en grupo. La mitad de la audiencia lo siguió en pareja, mientras que individualmente y en grupo, tres o más personas, representaron una cuarta parte cada una de ellas.

Ante la dificultad de que los dos principales partidos se pusieran de acuerdo res-pecto a la cadena que debía emitir los debates electorales, el papel de la Academia de Televisión en 2008 resultó fundamental para la recuperación de este imprescindible acontecimiento político, pues llevábamos 15 años, desde 1993, sin que se celebrara ninguno. La Academia ha sido el punto de encuentro y de diálogo para el acuerdo entre los dos partidos mayoritarios. Felicidades para la Institución que representa a todos los profesionales de nuestra industria.

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Comunicación y repercusión mediática del Debate 2011

Sara Pulido García

Jefa del Departamento de Comunicación de la Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión y Responsable de Comunicación de los Debates Electorales a la Presidencia del Gobierno en

España en 2008 y 2011

“Sin la Academia de Televisión probablemente no hubiera habido debate entre los principales candidatos a la presidencia del Gobierno en estas elecciones”6. Con esta reflexión comenzaba la portavoz de la Institución, Concha García Campoy, su aná-lisis y valoración del Debate 2011 entre Alfredo Pérez Rubalcaba y Mariano Rajoy para el especial que realizó la revista Academiatv en su número 125. Y efectivamen-te, como ya ocurrió en los debates electorales de 2008 entre los entonces candidatos José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy, sin la solvencia y neutralidad que garantizaba la Academia la democracia española, probablemente, no habría sumado un nuevo cara a cara presidencial a su historia.

Los principales partidos políticos volvieron a depositar su confianza en una ins-titución de la sociedad civil, la de los profesionales de la televisión, que generó una señal neutral para todos los medios de comunicación multiplicando con ello el inte-rés informativo y su impacto mediático.

La audiencia obtenida por el Debate 2011, el segundo más visto de la historia de la televisión en España con más de 12 millones de espectadores y más de 300.000 internautas, avala que los debates interesan y mucho. Además, y eso merece un capí-tulo aparte en las páginas de este libro, el encuentro Rajoy-Rubalcaba se convirtió en

6 Revista Academiatv. Número 125. Pág 3.

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el primer debate presidencial 2.0 de la historia de la democracia española llegando a ser trending topic mundial en Twitter.

El profesor americano Alan Schroeder, experto analista de debates presidencia-les por todo el mundo y defensor de la fórmula utilizada en España las dos últimas elecciones para la realización de los debates, compara los cara a cara televisados con programas estrella de la televisión en EE UU como la SuperBowl o la cere-monia de los Oscars: “En ambos casos el formato está basado en la competición, la sorpresa, el riesgo y la implicación de los participantes a los que les va mucho en el juego. Esta combinación de ingredientes crea para la audiencia un ambiente atractivo y apasionante. Nunca se sabe lo que va a pasar durante un debate y eso crea expectación”7.

Esta expectación radica, a pesar de que los expertos coinciden en que los debates no tienen excesiva influencia en la intención de voto, en que es el único momento de la campaña que permite a la audiencia ver a los candidatos juntos y evaluarlos como futuros líderes al margen de los tradicionales mítines electorales.

En declaraciones a la revista de la Academia de Televisión, Elena Valenciano, directora de la campaña electoral del PSOE y negociadora del Debate 2011, opinaba que los debates presidenciales tendrían que ser una obligación para los candidatos y que la importancia de este último fue superior a la que reflejaron los medios de comunicación: “Nos permitió dirigirnos a todos los votantes del PSOE indecisos, que en esta ocasión eran un porcentaje muy importante, y dejar claro que había dos proyectos alternativos para salir de la crisis”.

Por su parte, Ana Mato, entonces directora de la campaña electoral del PP y nego-ciadora del Debate 2011, valoraba como positivo en las mismas páginas la celebra-ción del cara a cara presidencial: “Espero que se vaya consolidando esta tradición que, al final, no es otra cosa que un derecho de los ciudadanos para tener la opor-tunidad de confrontar proyectos e ideas”.

En el Debate 2011 la expectación se vio respaldada por una espectacular repercu-sión mediática en prensa, radio, televisión e Internet, a nivel nacional e internacional. Desde su oficina de prensa y a través de sus portavoces, la Academia de Televisión siguió una estrategia informativa de “puertas abiertas” que contribuyó a centrar la atención periodística en el cara a cara presidencial.

7 Conferencia de Alan Schroeder. Técnicas y estrategias de los Debates. Universidad Pontificia de Salamanca. Marzo, 2011.

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la comunicación del debate 2011En 2008 llevábamos 15 años sin celebrar debates en España y esta circunstancia aumentó el interés por los dos encuentros televisados Zapatero-Rajoy. Más de 450 profesionales de la prensa nacional e internacional se acreditaron entonces para cu-brirlos. En las elecciones presidenciales de 2011, el único debate televisado entre Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba logró reunir in situ a casi 700 informado-res de 80 medios diferentes, nacionales e internacionales.

El Debate 2011 fue emitido y personalizado por más de 20 televisiones.

La expectación mediática no cesó hasta el último minuto y la política comuni-cativa seguida por la Academia fue de neutralidad y transparencia informativa. El plan de comunicación se diseñó para distribuir a los medios información detallada y puntual según se iban confirmando los detalles del cara a cara. Se enviaron notas de prensa con datos sobre la señal institucional ofrecida por la Academia a todos los medios, el equipo de voluntarios académicos, las audiencias millonarias o el presu-puesto auditado. Uno de los temas que despertó mayor curiosidad periodística, como

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ya ocurrió en 2008, fue la elección del moderador. En el Debate 2011, el acuerdo de los partidos políticos sobre este asunto no llegó hasta cuatro días antes de la celebra-ción del cara a cara Rajoy-Rubalcaba. El presidente de la Academia de Televisión, Manuel Campo Vidal, lograba la confianza de los negociadores y repetía por tercera vez en España su papel de árbitro neutral.

Cronograma de las notas de prensa enviadas por el departamento de Comunicación de la academia de televisión sobre el debate 2011:

• 17/10/2011. La Academia de Televisión ofrece a todos los medios de comu-nicación el Debate Electoral 2011. Acepta la organización del Debate Elec-toral 2011 y agradece que los Partidos Políticos hayan confiado de nuevo en la Institución que ofrecerá, como en el 2008, una señal neutral a todos los medios interesados en emitirla.

• 01/11/2011. Expectación internacional ante el debate televisado Rajoy-Rubal-caba. Agencias y televisiones internacionales cubrirán para todo el mundo el cara a cara organizado por la Academia de Televisión. La cadena italiana Sky TG 24 horas se plantea emitir el debate en directo en uno de sus canales.

• 03/11/2011. La Academia de Televisión ultima los detalles del cara a cara televisado. Manuel Campo Vidal moderará el encuentro el próximo 7 de noviembre.

• 05/11/2011. Más de 20 televisiones emitirán en directo el Debate 2011. El cara a cara español atrae a 650 informadores de 80 medios nacionales e interna-cionales.

• 06/11/2011. Todo listo para el #debate2011. Manuel Campo Vidal: “El capital profesional acumulado estos días me hace sentir como si estuviésemos con la ´selección española´ de la televisión”.

• 08/11/2011. El Debate organizado por la Academia alcanza una cuota de pantalla del 54,2%. Más de 12 millones de espectadores lo siguieron a través de las televisiones que lo emitieron y más de 300.000 a través de Internet desde 150 países diferentes.

• 23/11/2011. El Debate costó 80.000 euros menos de lo presupuestado. La Academia de Televisión encarga una auditoría de cuentas del cara a cara televi-sado para garantizar la transparencia. El ahorro se ha visto incrementado gracias al capital humano que ha colaborado voluntariamente con la Institución.

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Siguiendo las líneas de esta estrategia informativa de “puertas abiertas”, los días previos al debate se organizaron dos ruedas de prensa y se realizaron tres visitas con los medios al plató para que pudiesen cubrir todos los detalles del montaje y entre-vistar a los responsables de las diferentes áreas de trabajo.

Concha García Campoy y Manuel Campo Vidal, principales portavoces de la Academia de Televisión, atendieron incesantemente a todos los medios sobre dife-rentes aspectos de la organización. El presidente de la Academia y moderador del debate conectó la mañana del 7 de noviembre, a pocas horas de la celebración del encuentro Rajoy-Rubalcaba, con más de diez emisoras de radio y televisión, una de ellas italiana. El objetivo fue siempre ofrecer la máxima información.

Los Centros de Prensa del Debate 2011: el corazón de la información.

los Centros de prensaEl 7 de noviembre de 2011 la realización por parte de la Academia de Televisión de un “debate para todos”, emitido simultáneamente por más de 20 televisiones, con-vocó en el Palacio Municipal de Congresos de Madrid a cientos de profesionales de la información que quisieron vivirlo en primera persona y contarlo para sus medios.

La Academia facilitó la labor de los periodistas acreditados elaborando un exhausti-vo plan de cobertura que ofrecía, días antes de la celebración del Debate, información

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detallada de todos los puntos de interés informativo desde la llegada de los candida-tos al recinto del debate. Este documento incluía especificaciones y contactos para la ubicación de las unidades móviles y los sets personalizados de las televisiones emisoras; información sobre la contratación de la señal del Debate y la obtención de las coordenadas del satélite; indicaciones sobre la recogida de acreditaciones; un cronograma con todos los horarios; información sobre las diferentes posiciones habilitadas para los gráficos en el interior y el exterior del recinto y una descripción del equipamiento de los centros de prensa.

Se habilitaron dos salas de prensa equipadas con pantallas de televisión, líneas ADSL, RDSI y Wi-Fi para que los profesionales de la prensa escrita, los gráficos, las televisiones, las radios e incluso los periodistas que acompañaban a los candidatos en la caravana electoral pudiesen seguir en directo el momento cumbre de la campaña. Conexiones en directo, set de televisión para diferentes cadenas, envío de fotografías en tiempo real, crónicas radiofónicas del minuto a minuto, análisis y tertulia fueron las diferentes piezas informativas del gran puzzle mediático realizado para la ocasión.

la foto de portadaEl cronograma distribuido entre la prensa también in-cluía instrucciones específicas para la realización de la foto del plató: la imagen de los candidatos y el mode-rador los minutos previos al encuentro. La primera y única imagen de los candidatos juntos en la campaña electoral.

Ese fue, sin duda, el momento más complicado de la cobertura periodística. Solo disponíamos de unos minutos para que los casi 60 gráficos autorizados, uno por medio, entrasen al plató, hiciesen las fotos y salie-sen antes de que comenzase la emisión del programa en directo.

Santi Burgos, fotógrafo de la Academia y autor de la foto de portada de EL PAÍS el 8 de noviembre de 2011 lo resume así : “Todo se queda en esos segundos que se hacen eternos hasta que se abre la puerta y aparecen los dos candidatos y el mode-rador. Sus gestos, sus miradas, sus movimientos iniciales serán portada de todos los periódicos al día siguiente”.

Los candidatos y el moderador del Debate 2011 en la portada de la revista Academiatv.

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la repercusión mediáticaEl Debate 2011 logró gran repercusión en los medios de comunicación nacionales e internacionales. Según datos de Kantar Media, en España, se realizaron casi 900 piezas informativas en diferentes televisiones nacionales, autonómicas y locales; más de 1200 en radios y más de 800 en prensa escrita. En este sentido, Carlos Hernández, entonces director de Comunicación del PSOE, opina que “fue muy gratificante ver las cifras de audiencia del debate. Sobre todo porque volvieron a echar por tierra el ‘topicazo’ de que los ciudadanos ‘pasan’ de la política”. Por su parte, la entonces directora de comunicación del PP, Carmen Martínez de Castro asegura que “el hecho de que fuese el único debate de la campaña añadió interés y expectación. Es como una final de la Champions: es mucho más emocionante porque no hay partido de vuelta”.

El debate fue, además, muy seguido en Internet y en las redes sociales. El strea-ming de la Academia de Televisión, según datos de Lixesa, la empresa que lo realizó, recibió casi 300.000 visitas durante el cara a cara, de las cuales más de 10.000 se realizaron desde dispositivos móviles. Además, más de 150 países conectaron con la señal en Internet de la Academia. Las estadísticas arrojan datos tan específicos como que 1.800 personas conectaron desde Londres, 1.500 desde Ciudad de México, 592 desde Nueva York, 14 desde Filipinas, 10 desde Líbano, 8 desde Jamaica e incluso algún internauta en Namibia o Madagascar.

El Debate 2011 alcanzó gran repercusión internacional y lo más relevante fue que la televisión italiana Sky TG 24 horas, propiedad de Rupert Murdoch, emitió en Italia el cara a cara español. El canal de noticias se puso en contacto con la Academia de Te-levisión en España para solicitar la señal porque querían afianzar en Italia la cultura del enfrentamiento televisivo entre los líderes políticos. “El objetivo fue mostrar el debate como un derecho de los ciudadanos y un deber de la política”, aseguraba entonces el periodista italiano Roberto Benini8. Italia es uno de los países europeos que no celebra cara a cara entre sus candidatos presidenciales después de que Silvio Berlusconi cerra-se la posibilidad tras mantener el último con Romano Prodi en 2006.

También gracias a la señal de la Academia las pantallas de Televisión Española Internacional y Antena 3 Internacional pudieron emitir, en las dos últimas elecciones presidenciales, los debates españoles fuera de nuestras fronteras. Millones de espec-tadores de Iberoamérica, EE UU y Europa pudieron así seguirlos en directo.

8 Revista Academiatv. Número 125. Pág 39.

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ecos en la prensa internacionalEl último cara a cara presidencial español dio la vuelta al mundo gracias a las cró-nicas y fotografías de los medios internacionales que se acreditaron. Agencias como Associated Press (EE UU), France Press (Francia), Reuters (Reino Unido), Notimex (México) e incluso la agencia de noticias China Xinhua; Periódicos como Liberatión o Linkiesta.it; Televisiones como RTPA de Portugal y agencias internacionales de fotografía como Ipa Press, News Photo Press o Demotix, enviaron corresponsales a nuestros centros de prensa.

Gracias a los agregados de prensa de diferentes embajadas hemos tenido cons-tancia de las menciones en la prensa de Portugal, Francia, Reino Unido, Alemania, Bélgica, República Checa, Grecia, EE UU e incluso Japón y China. En este último país el teletipo firmado por Feng Junwei y Xie Yuzhi destacaba: “Este debate ha sido la única confrontación cara a cara de los principales candidatos desde el inicio de la campaña electoral”.

En Turquía el diario Taraf señalaba en su edición del 9 de noviembre de 2011: “Se celebró un debate televisado entre Alfredo Pérez Rubalcaba, del PSOE, y Ma-riano Rajoy, del PP. Fue el primero y único programa televisivo celebrado entre los dos candidatos”.

Otras crónicas y editoriales internacionales a los que hemos tenidos acceso hacen referencia a temas como las encuestas, la crisis, los bloques tratados en el duelo tele-visado por los candidatos, sus gestos o su indumentaria. En países latinoamericanos como Venezuela o México el debate tuvo especial relevancia y una amplia repercusión.

en primera personaRescato, a modo de cierre, las declaraciones9 de algunos periodistas que fueron tes-tigos directos la noche del 7 de noviembre de 2011 del cara a cara televisado entre Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba:

pepa Bueno. periodista y presentadora del telediario en tve“El debate entre los dos candidatos a la presidencia del gobierno, el cuerpo a cuerpo de quienes se juegan el poder, es el acontecimiento por excelencia de una campaña electoral. Un reto para los periodis-

9 Revista Academiatv. Número 125. Págs 10-11.

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tas, con un formato muy encorsetado todavía en España, pero interesante en cual-quier caso. A mí me tocó seguirlo desde el set que se montó en los exteriores del Palacio de Congresos, conduciendo el Especial Informativo de TVE. Fueron cuatro horas en directo”.

María rey. periodista y corresponsal parlamentaria de Antena 3 tv “Para los periodistas de información política una noche electoral viene a ser como la final de un mundial de fútbol y un debate electoral, nos hace vibrar lo mismo que a los de deportes un final de liga incier-

to. Son esos grandes momentos en los que puede pasar cualquier cosa, programas que comienzan con una ‘escaleta’ y a partir del minuto uno… ya es otra”.

Javier Bosque. periodista. Cuatro“Cuatro años después el Debate aparecía de nuevo como uno de los hitos fundamentales de una campaña electoral devaluada por la dis-tancia que marcaban los sondeos. Si algo podía poner una pizca de

emoción era el cara a cara, un combate singular a partido único. En Cuatro apos-tamos por un programa especial. Plató, invitados, dos puntos de directo. Un modelo clásico en el que, sin embargo, algo cambió. Tras el saludo de Campo Vidal, cuando las programaciones televisivas confluyeron en las imágenes del cara a cara, fue la web de Cuatro la que cobró vida propia y diferenciada a golpe de tweet. A través de Twitter comentamos el Debate en directo, casi a ritmo de narrador deportivo, mien-tras los espectadores, que seguían en la web o en la red social nuestra cascada de comentarios, nos respondían. La televisión se hizo realmente interactiva”.

Helena resano. periodista y presentadora de lasexta noticias“Ir al Palacio de Congresos de Madrid para reenviar cuál era el am-biente, antes y después del debate, fue volver a sentir la adrenalina de contar la noticia en directo. Y es curioso, porque cuando estás allí, lo

que te piden, lo que más interesa, no es el contenido sino los detalles. Cómo han lle-gado, cómo les has visto, cuánto tiempo han estado saludando, de qué color es su cor-bata o qué han dicho (si es que han dicho algo). Fue una noche larga, es verdad, pero la disfruté. Mi enhorabuena para la Academia porque la mejor noticia que pudimos contar aquella noche es que el debate (uno solo, sí, pero al menos uno) se produjo”.

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El debate preelectoral Rajoy-Rubalcaba en Twitter: Políticos y ciudadanos en el Debate 2.0

Mariela Gómez Ponce

Profesora de la Universidad de Zaragoza

Internet se ha convertido, sin lugar a dudas, en el más democrático de todos los me-dios. Y Twitter, la red social de mensajes cortos, es la representación de un cambio de escenario que ha influido directamente sobre algunos sectores como el Audiovisual, la Empresa y con mucha más fuerza, si cabe, la Política.

La repercusión que el debate entre Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba ha tenido en la Red, no se había observado en ningún otro evento político o periodístico en España hasta el momento.

Los ciudadanos han hecho de Twitter un ágora donde han reclamado participa-ción, han dejado comentarios e incluso donde periodistas y políticos han participado activamente. Incluso la confirmación de la realización de los debates se realizó a través de Twitter.

Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba prepararon el debate al detalle. Sus equipos trabajaron en sus discursos, en su gestualidad, en su documentación, pero también en su presencia e impacto en la Red. La estrategia trazada y no fue casual, Twitter es un canal con más 500 millones de usuarios, uno de los más activos en España y su relación entre contenidos y televisión es algo que cualquier experto en medios conoce a la perfección. Preparar el discurso en la Red es prepararlo para ciudadanos, pero también para otros medios de comunicación. Prácticamente, no

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hay medio de comunicación, programa o periodista de renombre que no tenga una cuenta en Twitter10.

La prueba de esa planificación al detalle, se vio en que el anuncio del acuerdo entre PSOE y PP para realizar el debate se dio a conocer antes en Twitter que en la prensa tradicional. ¿Casualidad? Claro que no.

Twitter, la red de microblogging, es un servicio que permite enviar y publicar mensajes breves y constituye una red social a través de seguidores y seguidos donde el usuario escoge a quién seguir según los temas de su interés o el perfil de la persona a la que sigue. Twitter se ha convertido en un referente para periodistas, políticos y buena parte de la ciudadanía que quiere estar informada. Solo en España en 2011 hay un registro en activo con más de tres millones de usuarios en esta red. Quizá por eso, por la representatividad y la influencia de Twitter, se sabía que el debate tendría gran trascendencia en Internet. Sería el primer debate 2.0 de España.

La estrategia en Twitter es clara. La información circula en este canal de forma viral a partir de la creación de un mensaje y su posterior difusión por la red de in-fluencia de la persona que lo emite, y las redes de los que la reciben y deciden reemi-tirlo. Hablamos de una cuestión de influencia y de poder a la hora de hacer llegar un mensaje en Internet y por tanto a los medios de comunicación y a los ciudadanos. Y en este caso, la influencia se traduce en la capacidad de hacer llegar el mensaje al mayor número posible de individuos, lo que clásicamente en la prensa o televisión se llama el número de impresiones, y que es objetivo principal del marketing de cual-quier entidad, sea empresa, partido político o administración pública.

El cara a cara entre Rajoy y Rubalcaba multiplicó por 50 el tráfico en Twitter, según un análisis del Barcelona Media (barcelonamedia.org). La investigación cons-tató que el volumen de tweets sobre la campaña electoral pasó de una media de 3.600 tweets por hora a cerca de 180.000 por hora durante la transmisión televisiva.

Twitter se convirtió en el escenario político en el que cada gesto, cada palabra de los candidatos o el presentador, se analizaba a gran velocidad en la Red.

los políticos conocen las ventajas de la red y prepararon bien la nueva arena políticaEn la campaña de elecciones 2011 se recopilaron según la “escucha activa” reali-

10 El profesor de la Universidad de Navarra José Luis Orihuela ha confeccionado una lista de perio-distas españoles con cuenta en Twitter.

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zada por la empresa Autóritas Consulting, un total de 941.801 tweets emitidos por 207.867 usuarios únicos. Algunos de los usuarios y representantes políticos analiza-dos fueron:

@Conrubalcaba (psOe) @Marianorajoy (pp)

@Cayo_lara (iu) @Ciuduran2011 (Ciu)

@Jerkoreka (pnV) @alfredBosch (erC)

@upyd (upyd) @Juralde (eQuO)

@Foroasturias (Foroasturias) @amaiurinfo (aMaiur)

Cuentas públicas de candidatos y partidos vigentes en el Debate 2011

Los máximos representantes de uno y otro partido avanzaron más información a través de Twitter que en rueda de prensa o declaraciones. Por ejemplo, Elena Valen-ciano (@ElenaValenciano), la directora de Campaña Electoral del Partido Socialista, fue la primera en hablar del evento de forma oficial en la Red. Anunció a través de Twitter que se había cerrado el acuerdo con la directora de Campaña Electoral del Partido Popular, Ana Mato, casi en directo: “Acuerdo cerrado, ahora mismo con Ana Mato, para el debate entre Rubalcaba y Rajoy el próximo lunes”.

Incluso los temas de los que se habla-rían en el Debate 2011 y el formato del mismo, se dieron a conocer a través de esta red social difundidos por los mis-mos protagonistas políticos, por ejem-plo, por el vicesecretario de Comuni-cación del PP, Esteban González Pons (@gonzalezpons).

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Hasta los propios can-didatos a través de sus propias cuentas @Con-Rubalcaba y @marianora-joy, respectivamente, fue-ron anunciando cada uno de sus pasos antes de que comenzara el cara a cara. Gracias a ellos se supo, por ejemplo, que ambos habían elegido el color azul para sus corbatas; o que el tiempo que les que-daba para llegar al Palacio Municipal de Congresos de Madrid o incluso que el candidato del Partido Po-pular preparó los últimos detalles del debate acom-pañado de un buen plato de jamón serrano.

En sus cuentas difun-dieron etiquetas o has-

htags, palabras precedidas por una # que sirven para encontrar temas en Twitter como #caraacara, #alfredonotecreo, y #estoyconRajoy o #contigopodemos y #Rub-alcabavenceyconvence desde la cuenta socialista. Durante el debate, fueron los equi-pos de ambos bandos los que apoyaban a su candidato directamente a través de Twit-ter. Entre los más activos: @partidopopular, @gonzalezpons o @EsperanzAguirre. Y desde el Partido Socialista @pedro_zerolo, @psoe y @ElenaValenciano.

Sin embargo, y a pesar de la cuidada estrategia, el debate consensuado en casi to-dos los aspectos para el plató, no escapó a la mordacidad, la creatividad y el cinismo en las redes sociales. Por ejemplo, las cifras han dejado algunos datos inconfundibles como el trending topic de Manuel Campo Vidal (#CampoVidal) o el de #rajoygana en cuyo posicionamiento se aplicó el equipo de Comunicación del Partido Popular

El Debate en Twitter

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en pleno. Y es que estos dos ejemplos son paradigmáticos porque uno de ellos res-ponde a la espontaneidad y libertad en la red (#CampoVidal), mientras que el otro se corresponde con el ejercicio de posicionar la información.

Se puede representar la influencia de la conversación durante las elecciones según lo indica un estudio de la herramienta COSMOS11. Por ejemplo cuantos más lazos en común tienen dos comunidades (por ejemplo la de @MarianoRajoy con la de Medios de Comunicación en general), más cercanía tendrán dentro del entorno de redes. Otro punto de análisis es observar la estructura y tamaño de las diferen-tes comunidades ya que cuanto más compacta es, mayor número de relaciones coexisten entre sus miembros. Eso significa que los usuarios destacados de estas comunidades, seguramente conseguirán mayor feedback para sus publicaciones, ya que su comunidad actuará como una caja de resonancia. Por otro lado, aquellas que tienen menor densidad de relaciones entre sus miembros generarán menos respuesta que las más densas.

Observando este análisis podemos concluir que Twitter se convierte en otro canal más dentro de los medios tradicionales de Comunicación. Los medios tradicionales han acaparado fuerza y seguidores así como también influencia y repercusión en la Red y se han convertido en potentes referentes de la información en su sector. La campaña de las elecciones del 20-N ha sido la más difundida a través de Twitter de la historia en España, con un volumen de más de 2,7 millones de tweets, lo que representa un ritmo de 110 tweets por minuto. Y los mayores picos de actividad en la red de microblogging se registraron durante el día del debate entre el líder del PP, Mariano Rajoy, y del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, con más de 500.000 tweets, y el día de las elecciones, con más de 400.000 tweets, según un estudio realizado por Barcelona Media12.

etiquetas, medición y ganadores en la redEl análisis de tweets, perfiles, influencia e impacto, evidencia que el PP concentró sus mensajes utilizando pocos hashtags, de forma que en un 50% de sus tweets se utilizaron alguno de los tres siguientes: #caraacara, #rajoygana y #alfredonotecreo. Esa coordinación a la hora de “trabajar” en la red, les llevó a posicionar uno de ellos

11 Se puede consultar online en http://bit.ly/sJE4Cn.

12 Informe Anual de los Contenidos Digitales en España 2011. Observatorio Nacional de las Teleco-municaciones y de las SI. Publicación en línea http://bit.ly/Ms2EdV, Red.es.

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como trending topic. En cambio, el PSOE diversificó el uso de hashtags y únicamen-te consiguió un 32% de concentración con los tres más utilizados: #contigopodemos, #undebatedecisivo y #debate.

Así, según Barcelona Media, desde el punto de vista estratégico esto puso de relieve que en el debate se confrontaron dos estrategias: por un lado la red centraliza-da, por parte del PP, y la red distribuida, por parte del PSOE. Comparativamente, se podría observar que los políticos del PP y del PSOE tendieron a interactuar, en más de un 80% de las menciones que realizaron, con integrantes de su propio partido.

En la coordinación entre el discurso televisivo y de las redes sociales, las palabras más utilizadas por cada candidato fueron: en el caso de Alfredo Rubalcaba, “progra-ma” y “sanidad”, y en el caso de Mariano Rajoy, “empleo” y “España” ¿Casualidad? Claro que no.

Fueron casi setecientos profesionales de la comunicación los acreditados por la Academia de Televisión para cubrir el debate y los políticos sabían que sus comenta-rios, tweets y tags iban a ser monitoreados de cerca por los medios de comunicación tradicionales en la Red. Para realizar ese seguimiento, diferentes medios de comu-

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nicación, instituciones y colectivos crearon sus propios hashtags para conversar y analizar las reacciones sobre el debate. La Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión también propuso el suyo: #debate2011.

El debate podía generarse a través de la propuesta de diferentes medios de comu-nicación como La Vanguardia que propuso el hashtag #20nlv. Otros, como RTVE o Heraldo de Aragón anunciaron los suyos, #caracaratve y #heraldo7n respectiva-mente. Aunque otros medios como TV3 ni siquiera emitieron el debate entre Rajoy y Rubalcaba en directo.

En contra también, algunos grupos de protesta como Anonymous (@Anon_Cen-tral), el 15-M (@movimiento15) o algún partido político como Equo (@Proyec-toEquo) que animaron a los internautas a participar en Twitter y expresar su opinión acerca del debate generando gran cantidad de tráfico e incluso inconvenientes en momentos concretos por saturación en la red social. El mensaje del partido político Equo por ejemplo, animaba a sus simpatizantes y a todos aquellos ciudadanos que se sintieran “indignados” con el sistema político, a seguir el debate a través del has-htag “#reiniciaeldebate”. El grupo Anonymous propuso seguir el debate a través del hashtag “#ocupaeldebate”.

La participación masiva en momentos concretos ocasionó la breve interrupción del servicio de microblogging con el famoso cartel de “Twitter está saturado”.

los números de ganadores y perdedoresEl interés suscitado por el más mediático de los debates alcanzó los más de 250

mil internautas siguiendo el debate online con puntas de hasta casi 300 mil visitas a lo largo del debate, de las cuales más de 10 mil se conectaron desde dispositivos móviles a la señal de la Academia desde más de 150 países diferentes.

En la carrera por el posicionamiento en Internet, Alfredo Pérez Rubalcaba alcan-zó las 35.915 menciones mientras que Mariano Rajoy llegó a 54.252 menciones. Y en cuanto a los tweets, el PP realizó 3.938 tweets a sus seguidores y el Partido Socia-lista realizó 6.621 tweets a sus seguidores. Es decir, que realizó el doble de esfuerzo para comunicar a menos usuarios.

Desde el punto de vista cualitativo, el Partido Popular apostó por una fórmula más per-sonal y cercana a la hora de presentar a su candidato en su perfil de Twitter (que contaba con 172.861 seguidores): “Soy presidente del Partido Popular y ganador de las Eleccio-nes Generales de 2011. Bienvenidos a mi Twitter, donde me acompaña mi equipo”.

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Mientras que en el PSOE se cerraron a una fórmula ya presente en otros perfiles políticos como el de Esperanza Aguirre (@esperanzaguirre): “Bienvenido a mi Twitter (y al de mi equipo)”.

En el perfil de Alfredo Pérez Rubalcaba, con unos 86.260 seguidores, la pre-sentación era menos original y se alejaba de su lector utilizando la tercera persona: “Bienvenido al Twitter de Alfredo Pérez Rubalcaba y su equipo”.

Respecto a las menciones recibidas en Twitter, Mariano Rajoy obtuvo un 16% del total, similar al 15% logrado por Pérez Rubalcaba.

A pesar de los esfuerzos de PSOE y PP, un análisis profundo demuestra que el usuario más “retuiteado” (que se mencionó más veces) durante el debate fue @democraciareal, con más de 7.500 retweets, seguido por @marianorajoy (más de 5.000), @UpyD (más de 3.000) y @ppopular, @conrubalcaba y @iunida (más de 2.000).

También es importante rescatar que partidos como UPyD (@upyd) sacaron pro-vecho a la oportunidad, ya que aprovecharon la discusión en Twitter para lanzar los contenidos de su programa: “Rubalcaba habla de eliminar duplicidades y eliminar las diputaciones provinciales. Propuestas ambas de UPyD”.

ConclusionesPeriodistas y medios de comunicación tradicionales ocupan el centro gravitatorio del espectro político español en Twitter, la red social de contenidos y de influencia más importante en España. La distancia entre Twitter y otras redes sociales como Face-book que tiene una influencia limitada en el ámbito político o Tuenti, la siguiente red con mayor número de usuarios en nuestro país, no es comparable. Esto implica un trabajo planificado en argumentos, contenidos, noticias, partners y un cronograma muy estricto que incluye días y horarios.

En este aspecto, la coordinación entre la estrategia digital y off line (publicidad integrada) así como también la de mensajes en Twitter y Facebook estuvo mejor preparada desde el Partido Popular, con mayor precisión.

La campaña de las elecciones del 20-N ha sido la más difundida a través de las redes sociales, especialmente a través de Twitter, de la historia en España: más de 2,7 millones de tweets, con picos de actividad y crecimiento durante el día del debate entre el líder del PP, Mariano Rajoy, y del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba con más de 500.000 tweets, y el día de las elecciones, con más de 400.000 tweets.

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Desde el punto de vista cualitativo, el PP apostó por una fórmula más personal y cercana mientras que en el PSOE se cerró a una fórmula defensiva ya presente en otros perfiles políticos, en la que la identificación personal recae sobre el equipo de comunicación casi completamente. Es así que, a pesar de los esfuerzos de PSOE y PP, hubo un tercer partido que entró de lleno en la conversación 2.0 y se llevó el protagonismo con más siete mil RT (retweets): @democraciareal.

Como conclusión es importante resaltar que partidos como UPyD (@upyd) sa-caron provecho a la oportunidad ya que aprovecharon la discusión para lanzar los contenidos de su programa.

En definitiva, conocer los entresijos técnicos de los nuevos medios puede signi-ficar, en este nuevo escenario global, la diferencia a la hora de que los ciudadanos perciban de manera correcta nuestros objetivos.

El debate, aquí analizado desde su campaña en la Red, es un claro ejemplo del futuro de las campañas de comunicación y visibilidad de la política en España.

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Los debates, un gran ahorro económico

Carlos Malo de Molina

Presidente de Sigma Dos

Los debates son fundamentales para la sociedad democrática en la que afortunada-mente vivimos. Son la fiesta de la democracia, claves para ayudar al elector a decidir su voto y se alinean directamente con el artículo 10 de la Constitución Española sobre la “Libertad de Expresión e Información”. Los debates facilitan a la sociedad conocer a los candidatos que se presentan a las elecciones y que sus argumentos lleguen a muchas personas que de otra manera no sería posible.

En esa difusión de los debates para la Presidencia del Gobierno intervienen dos efectos estudiados por los sociólogos como el “Efecto Bandwagon” y el “Efecto Un-derdog”. El primero se refiere a todas aquellas personas que ven la causa ganadora y triunfalista como la suya propia y, por el contrario, el segundo corresponde con el convencimiento de una derrota, lo que provoca un apoyo de votos hacia el supuesto perdedor para que, entre otras razones, no gane el supuesto vencedor.

Cuando votamos, lo hacemos movidos por demasiadas razones. Votamos porque al abuelo lo mataron en la Guerra Civil, si eres de izquierdas históricamente o no, por ideología, por religión, porque eres empresario u obrero, por si acudimos a misa los domingos o no, porque tu familia piensa de una manera, etc. Es decir, son tantos los factores que condicionan nuestro voto que es difícil que el debate lo vaya a poner en tela de juicio. Además, hay muchas personas que mantienen su voto a lo largo de toda su vida.

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La importancia del debate radica en su permanencia en la historia de la demo-cracia. Quedarán para la posteridad esas tres elecciones de once en las cuales hubo debate en televisión. Quedará a su vez en la memoria de todos quién ganó cada uno y quedará también qué papel tuvo cada uno de los intervinientes. En esta línea, quiero hacer un análisis de los elementos que convierten este acontecimiento en un hecho histórico.

El primero se refiere a la necesidad perentoria de la democracia. Va en línea con la revolución de la comunicación y el entorno de la comunicación. Es clave que el candidato se siente, analice y exponga su postura en plena libertad. Es una exigencia de la democracia y de la libertad.

Segundo y muy importante en la actual situación de crisis, es que los debates suponen un gran ahorro económico. Como dicen los líderes políticos, irse a Canarias para hacer un mitin es gastar dinero. Recuerdo las críticas que recibió el último deba-te por gastar unos seiscientos mil euros. Pero hay que darse cuenta de que organizar un mitin es todavía más caro y, sobre todo, que el debate no lo pagan los políticos, ya que corre a cuenta de las televisiones que lo emiten. Por lo tanto, realizar un debate entre los candidatos a la Presidencia es un ahorro necesario para los partidos políti-cos y ayuda a evitar la corrupción, que tiene su raíz en la necesidad de financiación para sufragar los altos costes de las campañas electorales.

Tercero, tenemos la obligación moral de celebrar debates electorales, no solo por la democracia. Como se demostró en las elecciones presidenciales de 2004, la negativa a celebrar un debate entre los candidatos puede perjudicar al partido que se niega, porque demuestra su miedo al contrincante. Eso le ocurrió al Partido Popular, que empezó a perder las elecciones de 2004 cuando se negó a participar en el debate. Después, su derrota se remató con una mala gestión de comunicación en el atentado terrorista sucedido el 11M, reaccionó mal y le pasó factura. Pero esa derrota se co-menzó a fraguar durante la campaña y uno de los elementos clave, desde mi punto de vista siempre subjetivo, radica en rechazar el debate porque solo demostró su miedo.

El cuarto lo van a entender perfectamente los seguidores de fútbol. Yo creo en las dobles vueltas porque el doble partido es un juego más democrático. Primero se presentan, luego la sociedad dialoga con su círculo de amistades, y después viene esa segunda vuelta en la que se resuelve o compensa el resultado.

Como quinto elemento destacaré la peculiaridad del cara a cara. Se ha planteado muy bien en el modelo español y ha funcionado magníficamente. Creo en el formato

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del debate a dos pero también creo que se puede complementar con otros muchos de-bates y entrevistas. Es decir, que cada candidato pase por cuatro o cinco periodistas bien seleccionados de un amplio abanico, complementaría perfectamente los debates y ofrecería una gama de formatos televisivos muy interesante para profundizar en los asuntos públicos.

El sexto punto trata sobre el temario que abarcan los debates. Hasta el momento, consensuado por los partidos políticos, pero creo que la sociedad civil debería in-tervenir en la selección del temario a tratar para intentar alcanzar un máximo grado de objetividad. En otros países existe la figura del tribunal electoral, formado por un grupo de sabios que deciden los temas a tratar. Esto evitaría saltarse temas muy importantes como ocurrió con el terrorismo durante el último debate.

El séptimo se refiere a la necesidad de igualdad de condiciones entre los candi-datos. Es decir, los planos deben ser los mismos, los tiempos de intervención, todo debe estar exhaustivamente estudiado. En este caso, la figura del moderador y su profesionalidad es fundamental.

En octavo lugar se encuentra la búsqueda de la pugna dialéctica. En un marco de educación y cordialidad evidente, los candidatos deben pegarse los golpes más duros e incitar al contrario a decir aquello que intenta omitir, tal y como ocurre en un combate de boxeo.

El penúltimo elemento revela el compromiso del candidato, que debe mojarse y dejar claro en su discurso las medidas que va a tomar de una forma clara y concisa. En mi opinión debería ser un discurso vinculante, que le comprometa durante su legislatura.

Por último, los debates deben ser pedagógicos, educativos, informativos y for-mativos. Es decir, los políticos deben utilizar su dialéctica para transmitir, para decir lo que son y lo que representan para el país.

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Una mirada internacional

Capítulo 3

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Debates en las nuevas democracias europeas. Serbia y España cara a cara13

Miljana Mićović

Investigadora serbia en debates electorales, Doctoranda de la Universitat de Barcelona y Becaria MAEC-AECID Grupo de Investigación EDAP

(Estudios del Discurso Académico y Profesional)

En los últimos años, la investigación sobre Comunicación Política presenta una ten-dencia creciente a realizar, cada vez más, estudios comparativos entre diferentes paí-ses sobre determinados aspectos de las campañas electorales actuales. Se considera que, comparando diversos fenómenos, pueden extraerse conclusiones muy útiles las cuales, posteriormente, podrían servir para mejorar las diversas actividades y herra-mientas de las campañas, haciéndolas aplicables en otros contextos, esto es, en otras culturas democráticas.

Los debates presidenciales, efectivamente, se consideran una de las herramientas más importantes en una campaña electoral. Desde mi experiencia como lingüista, me dedico a investigar sobre los debates cara a cara en España y Serbia, comparándolos en varios de sus aspectos, pero, principalmente, en las estrategias argumentativas y mecanismos lingüísticos utilizados por los candidatos en ambos países. Parto de la hipótesis de que, pese a que se trata de dos lenguas muy diferentes, una románica y otra eslava, las estrategias argumentativas utilizadas por los candidatos en los deba-

13 Este trabajo se enmarca en el proyecto Estrategias de textualidad del discurso profesional en so-portes multimodales. Análisis y propuestas de mejora (Referencia: FFI2011-28933), financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad, así como por los fondos FEDER.

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tes presentan ciertas similitudes. Además, dado que se trata de debates de máximo nivel y de un contexto de gran tensión antes de las elecciones, existe un comporta-miento verbal similar entre los candidatos. Por tanto, considero que la investigación comparativa entre los debates presidenciales en un país con casi cuatro décadas de democracia y en otro en transición, además de ser novedosa, puede proporcionar unos resultados interesantes y útiles, quizá, para ambos contextos.

En las próximas líneas, se ofrecerá un resumen de la tradición de los cara a cara serbios y de los debates en los países de la ex Yugoslavia, esto es, en Montenegro, Croacia, Bosnia y Herzegovina, Eslovenia y Macedonia. Lo primero que hay que resaltar es que, en todos los países, pese a que se trata de unas democracias jóvenes o, más bien, de países en transición a la democracia, se han organizado debates pre-sidenciales cara a cara titulados “Enfrentamiento” o “Duelo”, por lo menos una vez desde la desintegración de Yugoslavia.

En primer lugar, Serbia es el país de la ex Yugoslavia con más tradición de de-bates. En este país, desde los años noventa, ese género televisivo se considera una forma apropiada y atractiva de conocer a los candidatos presidenciales. Antes de la campaña de 2000, los programas informativos tenían más audiencia que los debates y, a partir de ese año, los debates han conseguido, durante el período de elecciones presidenciales, igual popularidad que los programas informativos diarios. Los po-líticos serbios, en general, son considerados buenos oradores y no tienen miedo a la televisión, por lo que, con frecuencia, participan en enfrentamientos televisivos, pero no solo durante las campañas electorales. En nuestras cadenas televisivas abun-dan los programas de enfrentamientos entre políticos que, curiosamente, se llaman “Trampa”, “Ratonera”, “Cuadrilátero”, etc.

Además, algunos programas fuera de los períodos electorales tienen el formato de un verdadero cara a cara. Por ejemplo, en 1998 se hizo una grabación pública para un programa de radio entre los dos mejores oradores de aquel momento y los dos representantes más fuertes de la oposición: Seselj y Djindjic. Al comienzo del programa, el mismo presentador señaló que, aunque no se trataba de un programa preelectoral, habría un debate con reloj de arena para medir tiempos. Además, los políticos estaban sentados uno frente al otro, mirándose y manteniendo una conver-sación intensa.

Sin embargo, debo subrayar que en Serbia aún no tenemos un formato único de debate cara a cara, todavía estamos buscando el más apropiado, estamos experimen-

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tando. A continuación, se aportarán ejemplos de varios formatos que se han intenta-do establecer como modelo para el debate presidencial.

Los comienzos de los debates televisados serbios se sitúan en los años noventa. Ya en el año 1990 hubo debates, pero no fueron organizados por la Televisión Na-cional, sino por las televisiones locales de Belgrado. De ahí que las audiencias no fueran muy amplias y que la repercusión no fuera muy grande. Las elecciones de 1990 las ganó Milosevic, que nunca aceptó participar en un debate. En la campaña de 1992 no se organizó el cara a cara, pero los candidatos que expresaron el deseo de participar en el debate tuvieron la oportunidad de hacerlo. Ese año se organizaron muchos enfrentamientos; en concreto, la Televisión Nacional de Serbia (RTS) orga-nizó cuatro programas de 45 minutos, con cuatro candidatos y diferentes temas. En uno de esos programas, uno de los candidatos incluso llegó a afirmar que, “se sabe que el debate es una farsa” y que, “en realidad, ya se sabe quién será el presidente”, aludiendo a Milosevic. El mismo candidato señaló que el programa se emitía a las 4:00 horas de la tarde, cuando poca gente lo podía ver y que la suma de todo ello era una humillación.

En 1997, por primera vez, se enfrentaron dos candidatos a presidencia, Seselj y Lilic, después de la primera ronda de las elecciones. En la introducción, el moderador destaca que se trata del primer debate presidencial cara a cara y él, también, expone al principio del programa las reglas del debate, que, al mismo tiempo, aparecen escritas en pantalla. Algunos ejemplos de estas reglas son: están prohibidas las interrupciones, la cámara solo graba al candidato que habla, la escenografía puede ser solo la bandera de Serbia y el nombre del programa, etc. En cuanto al plató, no había público en el estudio, los candidatos estaban sentados uno frente al otro en dos sillas con una mesa pequeña que servía como decoración. Se desconoce si el primer debate presidencial tuvo alguna influencia o no, ya que no se llevaron a cabo estudios al respecto, pero el candidato Seselj, aunque no ganara las elecciones, obtuvo en la segunda ronda 600.000 votos más que en la primera. Las elecciones de 1997 se repitieron y se organizó otro debate entre Seselj y Draskovic, dos líderes de la oposición, mientras que el candidato favorito, Milutinovic, que pertenecía al partido de Milosevic, también evitó el debate; sin embargo, ganó las elecciones. Este debate terminó en pelea, incluso uno de los candidatos pedía más tiempo y no dejaba que terminara el programa.

Los cambios en la política serbia se produjeron en el año 2000, cuando acabó el régimen de Milosevic y llegó al gobierno la liga de los demócratas (DOS). El primer

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debate de la transición se organizó en 2002 entre los candidatos Labus y Kostunica. El duelo tuvo lugar en el Media Center (Asociación de Periodistas Independientes), a pe-tición de uno de los candidatos que consideraba que las televisiones no eran neutrales, ni siquiera la nacional. El formato fue el siguiente: en el estudio hubo periodistas, los candidatos estuvieron sentados en la misma mesa y el enfrentamiento duró 120 minu-tos, de los que 40 minutos estaban dedicados a las preguntas de los periodistas. Este debate tuvo mucha audiencia y está considerado como el mejor debate serbio hasta el momento por la verdadera conversación civilizada que tuvo lugar en él, viva y con momentos muy intensos, con críticas agudas, pero civilizada al fin y al cabo.

El siguiente debate se llevó a cabo en 2004 entre Tadic y Nikolic, dos candidatos que ya tres veces han coincidido en tales enfrentamientos, a saber: en 2004, 2008 y 2012. Por primera vez, se enfrentaron en 2004 en el cara a cara organizado por la Televisión Nacional Serbia (RTS). Este debate tuvo un formato diferente al de 2002: duró también 120 minutos, pero hubo solo cuatro periodistas en el estudio; los candi-datos se sentaron en la misma mesa pero, durante las intervenciones finales, estuvie-ron de pie, detrás de los atriles. Este debate, además, fue interesante porque el can-didato Nikolic se dirigía a su oponente llamándole “el segundo en las elecciones” y “el subcampeón”, ya que en la primera ronda Nikolic obtuvo más votos. Lo repetirá como argumento en el debate de 2008 entre los mismos candidatos, llamándole “ex presidente”, argumento que utilizará también en el último debate, celebrado el 16 de mayo de 2012. Además, el mismo candidato utilizó más argumentos no habituales en los debates y algunos de estos fueron caracterizados como violentos. Nikolic in-tentaba reforzar sus argumentos verbales con argumentos visuales, llevando al plató una cesta con varios productos, por ejemplo, lechugas, frambuesas, azúcar, cemento, etc., criticando las gestiones en la economía, la liberalización de la importación de productos extranjeros y la venta de las fábricas nacionales. Lo repitió en el debate de 2008 y, en aquella ocasión, solo llevó al plató una manzana, que, en su primera in-tervención, regaló a su oponente con las palabras: “Esta manzana, señor Tadic, es el producto de un pueblerino serbio. En cada fruto tiene su corazón. Y le quiero decir que esa es la manera en la que quiero gobernar Serbia”. Pero no fue solo la man-zana lo que se trasladó al debate de 2008, también lo fueron los atriles. Parece que a los políticos les gustó exponer sus programas de esta manera, así que para el debate de 2008 se propuso nuevo formato: 85 minutos y los candidatos de pie, incluido el moderador. En el plató no hubo ni público ni periodistas. Este debate se caracteriza

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por su rigidez, falta de diálogo y de interrupciones. Además, uno de los candidatos se dirige todo el tiempo a los ciudadanos, “olvidando” que el otro está presente y hablando de él en ocasiones en tercera persona, mientras que su oponente le mira fijamente y se dirige a él con sus ataques y acusaciones, que, salvo en dos ocasiones, nunca obtienen respuesta. Este debate lo caracterizaría como el más estéril de todos.

Ahora bien, puede que exista una explicación, una razón por la que dicho pro-grama tuvo tal formato: la tensión por la situación en la que se encontraba Serbia en ese momento, frente a la amenaza de la autoproclamación de la independencia de Kosovo, que, de hecho, se realizó dos semanas después de las elecciones y la incer-tidumbre, hasta el último momento, de quién iba a ganar esas elecciones; todo ello provocó que las reglas del debate 2008 fueran tan estrictas. No se arriesgaba nada. Por ello, lo esperable era que los candidatos fueran muy preparados y entrenados para ese enfrentamiento. Curiosamente, el candidato Nikolic afirmó, al principio del “duelo”, que acababa de volver de una visita a Rusia, por lo que el programa empezó con retraso, que no iba preparado y que tuvo conocimiento de los temas en ese mo-mento mientras que su oponente lo tenía “todo preparado”.

El último debate presidencial en Serbia, en la campaña 2012, formaba parte de una serie de programas titulados Palabra sobre palabra. Según afirma Zoran Sta-nojevic, el moderador y uno de los organizadores de todos los debates, en este año se han seguido los modelos estadounidenses y se ha colaborado con la Comisión de Debates Presidenciales de EE UU. Dado que las elecciones parlamentarias y las pre-sidenciales serbias se celebraron el mismo día, la serie de debates consistió en tres programas con siete participantes de diferentes partidos con más representación para las elecciones parlamentarias; los siguieron dos entrevistas a los dos candidatos, Ta-dic y Nikolic, día tras día, antes de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Finalmente, cuatro días antes de las elecciones presidenciales, se emitió un cara a cara denominado Palabra sobre palabra: el debate entre los candidatos a presiden-cia de Serbia 2012. Las reglas de este debate fueron casi iguales a las del 2008: los candidatos estuvieron de pie, detrás de los atriles, el debate duró 90 minutos, incluso los temas fueron muy parecidos, pero el comportamiento de los candidatos fue di-ferente. Esta vez, los políticos mantuvieron una conversación, no ignoraron las pre-guntas y los argumentos del otro y, en gran medida, intentaron desmontarlos. Si bien el candidato Tadic, considerado más convincente en el debate, perdió las elecciones, por lo que se cree que el debate no influyó mucho en el voto de los ciudadanos, la

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celebración del enfrentamiento dialéctico entre estos dos candidatos contribuyó a que diéramos un paso adelante en la tradición de los cara a cara serbios y a que dicha práctica se percibiera como la parte ineludible de las campañas presidenciales.

El siguiente país al que quiero referirme es Montenegro. En los años noventa, cuando Montenegro era parte de Yugoslavia, ya hubo debates en las elecciones a presidente de la República. En 1997, se llevó a cabo el primer cara a cara entre Bu-latovic y Djukanovic, líderes de dos partidos que, hoy en día, también siguen siendo los dos partidos más poderosos del país. En el estudio hubo dos mesas para los candidatos y una tercera para la moderadora. Lo curioso de este debate fue que los candidatos se pasaban los turnos uno al otro y la moderadora no tuvo casi ninguna función. En 2006, Montenegro se separa de Serbia y, en las próximas elecciones, en 2008, hubo un debate a cuatro en la Televisión Nacional de Montenegro (RTCG), sin público ni periodistas. En la última década, en Montenegro no han sido frecuentes estos enfrentamientos.

En cuanto a Bosnia y Herzegovina, la situación política y el sistema del gobierno no son propicios para los debates cara a cara, ya que hay tres presidentes de los tres pueblos que constituyen el país: los serbios, los croatas y los musulmanes bosnios, así que se trata de una lucha más partidista que entre los líderes. Sin embargo, hubo debates en 2006 y 2010, organizados por la Televisión Federal, entre los candidatos bosnios y croatas más importantes. No hubo público en el estudio, solo moderador y periodistas.

Respecto a otros países, en Macedonia hubo un debate a siete en 2009, emitido por varias cadenas de televisión en la primera ronda y, antes de la segunda, hubo un debate cara a cara entre los candidatos Ivanov y Frckovski, organizado por la Tele-visión Nacional (MTV-1). Me parece digno de destacar que los propios ciudadanos pedían un debate a través de la red social Facebook. El formato del debate macedo-nio fue parecido a los ya mencionados: los candidatos estuvieron sentados uno frente a otro, con una mesita al lado para apoyar los papeles, pero con la diferencia de que hubo dos moderadores.

El primer debate cara a cara en Croacia se organizó en 2005. Se siguieron, según afirmaban los organizadores, los formatos y modelos estadounidenses. Hubo tres debates entre los candidatos Mesic y Kosor, antes de la segunda ronda de las elec-ciones. Fueron organizados en tres televisiones nacionales (HRT, RTL y NovaTV) con tres escenografías y tres moderadores diferentes. Tuvieron grandes audiencias.

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Se afirma que a los candidatos les resultó difícil aceptar participar en los debates, pero los ciudadanos, por su parte, lo exigían en los foros de Internet, quejándose, por ejemplo, de que todavía no lo habían tenido, mientras que Ucrania lo tuvo ese año. En las elecciones presidenciales croatas en 2009, hubo un debate a cuatro, uno a diez y, finalmente, antes de la segunda ronda, un cara a cara entre Josipovic y Bandic, organizado por la Televisión Nacional (HTV).

Por último, en Eslovenia se llevó a cabo un debate en 2007 entre Türk y Peterle, antes de la segunda ronda de las elecciones, emitido por la Televisión Nacional (RTV Slovenija).

A partir del breve resumen de la tradición de debates en los países de la ex Yugo-slavia, me gustaría hacer hincapié en un aspecto concreto de la comparación entre los cara a cara españoles y serbios –el formato–. Tener más éxito en un enfrenta-miento y que se produzca un debate intenso depende, en gran medida, de su formato. Este puede afectar al desarrollo del debate, pero también a la imagen del candidato. He podido comprobar que en todos los debates españoles, donde los candidatos están sentados, uno frente al otro y mirándose, es más probable que se produzca un diá-logo más intenso y más vivo que, por ejemplo, en el caso de los debates serbios de 2008 y 2012, en los que los políticos estaban de pie detrás de los atriles. De eso no cabe ninguna duda: la clave está en mirar al oponente. Desde mi punto de vista, los debates españoles tienen buen formato porque, en principio, los candidatos se ven “obligados” a llevar una conversación con su oponente y a reaccionar frente a los ataques del interlocutor. Se dan unas condiciones propicias para que se produzca un diálogo vivo, para que a un argumento se responda con un contraargumento. Ade-más, las interrupciones, prohibidas en los debates serbios y permitidas en los cara a cara españoles, controladas por parte del moderador, como una de las reglas del de-bate incentivan el diálogo, siempre y cuando no invadan el turno de palabra del otro.

Por otro lado, los negociadores y los organizadores de los debates en Serbia du-dan entre un formato libre y uno más controlado, ya que una u otra opción han llevado, en ocasiones, a situaciones extremas, como la del debate serbio de 2008, denominado “diálogo de sordos”. Por ello, los debates españoles podrían ser un re-ferente para los cara a cara serbios, es decir, deberíamos adoptar, en mi opinión, ese modelo más interactivo, más intenso y menos riguroso.

Otro aspecto relacionado con el formato, discutido en ambos países, ha sido el pa-pel del moderador. En España se ha criticado su pasividad y se ha propuesto en varias

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ocasiones que debería formular preguntas. En este sentido, se han esgrimido varias razones en contra de que el moderador sea más activo, ya que los protagonistas son los dos candidatos que participan en el enfrentamiento y, para plantear preguntas, ya existe el género televisivo de la entrevista. Por otro lado, si lo comparamos con Serbia, se observa que el rol del moderador en los debates serbios es mínimo. Por ejemplo, en los últimos programas de 2008 y 2012, su papel podría definirse como el de “ser invisible”; además, fue grabado de espalda. Sin embargo, eso ha ido cam-biando con los años porque, en los primeros debates, los moderadores tenían derecho a hacer observaciones e interrumpir al candidato, no solo para distribuir tiempos, sino para hacer comentarios, ofrecer aclaraciones, formular preguntas, etc. Sea como fuere, tanto el moderador de los debates españoles como el de los enfrentamientos televisados serbios defienden su papel menos activo y con menos protagonismo y se sienten halagados por el hecho de que, después del programa, se hablara más de la actuación de los candidatos que de cómo lo hizo el moderador.

Para concluir, debo subrayar que, en todas las nuevas democracias de la ex Yu-goslavia, se han introducido los debates en las campañas presidenciales. Si bien en Serbia tenemos más tradición que en otros países y, por tanto, bastante experiencia en la organización de tales eventos, todavía estamos buscando el formato apropiado, que encaje con nuestra cultura y con nuestra mentalidad.

Finalmente, esperemos que, tanto en España como en Serbia, ya no haya elec-ciones sin debates cara a cara, con un formato que favorezca el diálogo y en el que, verdaderamente, podamos asistir a una lucha dialéctica, que es la esencia de la lucha política.

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Debates en Portugal

Ramón Font

Excorresponsal de RTVE en Portugal

Una de las consecuencias inmediatas de la Revolución de los Claveles, la del 25 de abril del 74, fue la exaltación del debate político como práctica habitual durante y fuera de las campañas electorales. El paso directo de la dictadura a la libertad sin transiciones ni períodos de preparación, derivó en la introducción del “híper-debate” en los medios de comunicación, práctica que lejos de provocar la saturación de las audiencias se ha transformado en el eje de las programaciones de los actuales canales de información permanente.

La prolongada y oscura noche del salazarismo despertó más deprisa la necesidad de los líderes en someterse al debate que la de los profesionales locales en promover-los. De esta forma se entiende que la primera confrontación entre Mário Soares y Ál-varo Cunhal, los pilares de la construcción del nuevo regímen, se hiciera en francés y no en portugués, en junio de 1975, en el punto álgido del proceso revolucionario. No fue entre derecha e izquierda, pero sí entre dos visiones antagónicas de la izquierda.

Aquel primer cara a cara fue realizado en Portugal, pero en francés para ser transmitido por la ORTF, el ente público de la radiotelevisión gala. Portugal se había convertido en un laboratorio de experiencias políticas y medio mundo te-nía la vista puesta en su singular revolución y, en particular, en el choque de alto voltaje entre dos pesos pesados que representaban dos modelos opuestos de so-ciedad. Soares, defensor del socialismo democratico, alineado com Olof Palme, Willy Brandt y François Miterrand. En el otro margen del Tajo, Álvaro Cunhal,

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aparentemente empeñado en el socialismo real, comunista, como fiel aliado de la Unión Soviética.

Los medios franceses a gran escala y los españoles, en la medida de lo posible, se movilizaron para transmitir la revolución que cambiaba constantemente. Por eso no fue extraño que primer debate portugués tuviera como objetivo la audiencia externa, en este caso la televisión francesa, cultura que tanto para Soares como para Cunhal resultaba familiar al haber sido París su retaguardia durante el exilio.

Los dos monstuos civiles de la revolución se enfrentaron de nuevo cuatro meses después, pero en esta ocasión, ya en portugués, en un debate organizado por la televi-sión pública nacional. En la noche del 6 de noviemnbtre de 1975, con la discreta pero eficaz moderación del prestigioso periodista Joaquim Letria, recién regresado de la BBC, Soares y Cunhal paralizaron el país durante cuatro horas de gran tensión que los portugueses recuerdan todavía como el gran momento que inclinó decisivamente el proceso revolucionario hacia la democracia representativa. Ambos líderes sostu-vieron un combate de alta intensidad argumental con constantes ataques y contraata-ques verbales, pero siempre en un tono cordial que contrastaba con la radicalización que se había apoderado de las calles de Portugal.

Este debate, que en ocasiones especiales la RTP repite y algunas universidades estudian, sigue siendo considerado como el enfrentamento más determinante de la democracia portuguesa por haber sido el primer duelo entre titanes de la política transmitido por una televisión, también por el tono elevado en el combate acalorado y por la inteligencia política evidenciada. Cabe recordar que, dos semanas después del debate, los militares favorables a la implantación de un regímen constitucional frenaron el intento golpista de la extrema izquierda. Desde entonces, los cara a cara han sido constantes con algunos paréntesis.

Aquel debate modeló todos los demás que se han celebrado en casi cuadro déca-das de vivencia democrática. Desde aquel exótico primer debate en francés hasta la fecha ya se han celebrado en Portugal decenas de debates entre aspirantes a la Presi-dencia de la República, a la Jefatura del Gobierno o a las alcaldías más importantes. La práctica del debate es tan común que las televisiones hace tiempo que ensayan artificios y pirotecnia antes y después de los debates. Debatir fue todo un aconte-cimento hace casi cuatro décadas, hoy es una rutina tan incorporada en la práctica democrátrica que sería impensable una regresión, ni siquiera una reformulación para encorsetar el formato.

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La tradición del debate político se ha generalizado de tal forma, especialmente desde la irrupción de la televisión privada, que cada noche, fines de semana inclui-dos e incluso en pleno agosto, pública y privadas compiten en los canales temáticos de actualidad tres horas diarias con debates políticos, económicos o deportivos que cuentan con la presencia de diputados, grandes figuras de la sociedad civil, alcaldes, profesores universitarios y comentaristas políticos. Muy pocos rechazan las constan-tes propuestas de los medios.

Mário Soares, en varias candidaturas a las legislativas y en tres elecciones presi-denciales o sin elecciones a la vista, encabeza el ranking de participación en este tipo de programas. El veterano socialista y ex jefe del Estado durante una década, cultiva el debate con gran maestría y mal disimulado placer. A sus 87 años mantiene perió-dicas presencias en televisión, incluso en debates con personajes no necesariamente de la cuota política o de su mismo nivel. No impone condiciones, jamás ha solicitado un cronómetro y no comparece rodeado de asesores.

El primer debate presidencial tuvo lugar en junio de 1976 entre tres oficiales de las Fuerzas Armadas y un comunista. El general Ramalho Eanes, el almirante Pinheiro de Azevedo, el comandante Otelo Saraiva de Carvalho y “el camarada” Octávio Pato.

Eanes ganó aquellas primeras elecciones presidenciales, pero no por su empatía televisiva en donde se le notaba tenso y distante, sino por la confianza que suscitaba entre la mayoría de la población, asustada todavía por el período revolucionario que precedió a la campaña.

Un lustro después, el general ganó de nuevo la reelección pero evitó el debate con otro gran general que contaba con el apoyo del centro derecha. En aquella ocasión no hubo duelo militar ante las cámaras. El país estaba fracturado entre derecha e izquierda y ambos militares, por razones distintas, optaron por no enfrentarse públi-camente.

El primer cara a cara presidencial tuvo lugar en 1986 entre Soares y Freitas do Amaral. En aquel envite, con Portugal recién incorporado a las instituciones euro-peas, el frente a frente ya fue entre izquierda y derecha sin complejos ni amagos. Se le atribuye a dicho episodio la recuperación de la normalidad democrática tras un período revolucionario y de tutela militar que frenaba el desarrollo constitucional. Para los analistas, gracias al cara a cara televisivo, Soares conquistó la Presidencia de la República en una campaña en la que había partido como el peor candidato de

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cuatro aspirantes. Desde aquel enfrentamiento, ambos estadistas labraron una since-ra amistad con positivos reflejos en la imagen de la política.

El actual presidente Cavaco Silva, otra gran figura de la política portuguesa de las últimas cuatro décadas, es la cara opuesta de Soares en materia de debates. Rehúye la confrontación verbal y teme la observación de las cámaras, pero ha ganado más elecciones que nadie.

Como líder del liberal PSD, Cavaco fue primer ministro de Portugal entre 1985 y 1995. En aquella década, Soares era presidente de la República. En dicho período tuvieron lugar tres elecciones legislativas, las tres ganadas por Cavaco. Excepto en la primera ocasión, Cavaco se libró de los debates. En la primera elección trató de hacerse representar por su número dos, pero la RTP no aceptó la sustitución y el debate se celebró sin representante del PSD. Cavaco asistió al debate en su modesto apartamento del barrio lisboeta de Estrela acompañado de su esposa María y de un periodista del semanario Expresso que publicó en crónica del 7 de septiembre de 1985 un espontáneo desahogo del candidato ante la pantalla: “Hay quien defiende que debería estar en el plató, pero esto de la tele me descoloca. Sería mejor que estuvieras –replicó la esposa–, así no te machacarían”. Cinco días después Cavaco participó en el debate de clausura de la campaña, del que salió claramente derrota-do, pero el domingo ganó las elecciones con amplia mayoría. Las dos elecciones siguientes las ganó con mayoría absoluta pero sin debates en una televisión muy cuestionada por su alineamiento con el gobierno.

La alergia de Cavaco a los debates fue contagiada a su sucesor al frente del PSD, Fernando Nogueira. Fueron largas y laboriosas las negociaciones para los debates entre Nogueira y el nuevo líder socialista António Guterres, actual Comisionado de Naciones Unidas para los refugiados. Algunos estrategas del PSD defendieron la aplicación de las reglas adoptadas en España para el debate entre Aznar y González, el 24 de mayo de 1993. Pretendían que los candidatos no pudieran interpelarse. Ape-nas 15 preguntas formuladas por los moderadores para respuestas que no excedieran los tres minutos y otros dos para el turno de réplica.

Durante dos semanas, Portugal asistió a grandes discusiones y varias conferen-cias de prensa en la batalla por los debates electorales. EL PS rechazaba que fuera la televisión pública la que organizara el debate, sospechosa de favorecer al guberna-mental PSD. Por su parte, los nuevos dirigentes del PSD se negaban a que la convo-catoria tuviera lugar en los platós de la privada TVI.

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La polémica derivó en siete enfrentamietos cara a cara con los líderes de los cua-tro principales partidos (PSD-PS-CDS y PCP) y un debate clásico entre los cuatro. El líder socialista, reconocido tribuno y notable comunicador, ganó los debates y las elecciones.

Los especialistas en comunicación televisiva atribuyen gran importancia a otro gran fenómeno registrado en las municipales de 1997, en las que por primera vez fueron transmitidos veinte debates entre alcaldables de las grandes ciudades. Las municipales adquirían rango de acontecimiento televisivo, a pesar de la histórica tradición municipalista de Portugal.

El culto a los debates televisivos proliferó de tal forma que en algún momento ha rozado la banalidad en el siempre agitado paisaje político portugués. Tal vez por esta razón en los círculos políticos, periodísticos y universitarios del país se contempla con alguna perplejidad la dimensión de excepcionalidad que adquieren los debates en España.

En las legislativas de 2002 fue introducido como nuevo modelo los debates temá-ticos (educación, sanidad, economía) entre ministrables, antes del cara a cara Durão Barroso (PSD) y Ferro Rodrigues (PS).

Tres años después la política portuguesa tuvo como nuevos protagonistas a dos personajes que habían protagonizado cada semana un duelo a cara de perro en un suplemento del telediario de la televisión pública, siempre con grandes audiencias. Santana Lopes se convirtió en líder del PSD porque Durão Barroso aceptó presidir la Comisión Europea y José Sócrates conquistó el congreso del Partido Socialista con la esperanza de recuperar el poder, aprovechando su notable capacidad de comunica-ción. Los protagonistas de un frente a frente semanal se convirtieron en adversarios políticos en las legislativas más televisivas de siempre.

Santana, muy influyente y con mucha experiencia en debates, apostó en la reali-zación de varios debates temáticos con su adversario, pero Sócrates, menos dispues-to a las improvisaciones, apenas aceptó dos debates: un cara a cara y uno a cinco bandas con el resto de líderes de partidos parlamentarios.

El primero fue organizado por el Club de Periodistas y abierto a los operadores que quisieran transmitirlo. Fue calcado del modelo americano, con tiempos cortos para respuestas y réplicas. Sócrates ganó las eleciones con mayoría absoluta.

En 2009, el cansancio en torno a los modelos clásicos llevó a la privada SIC, pro-piedad de Pinto Balsemão a ensayar una fórmula que permitiera reconquistar audien-

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cias. Invitó a un joven humorista de gran talento y sorprendente aceptación popular, Ricardo Araujo, para entrevistar a los candidatos y otros protagonistas políticos en un programa titulado Desentrañar la política que fue campeón de audiencias.

En las últimas legislativas de 2011 los políticos, incluido el primer ministro socia-lista del momento y poco favorito para la victoria, José Sócrates, aceptaron de nuevo el formato de todos contra todos. Las tres televisiones, la pública y las dos privadas, se repartieron diez debates entre cinco candidatos. Fueron tan o más interesantes los careos entre los tres que claramente no aspiraban al cargo de primer ministro como por ejemplo los duelos entre dirigentes de los partidos más alejados del espectro o entre los dos de la izquierda ortodoxa.

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Reflexiones sobre el Debate 2011

Capítulo 4

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Más allá del discurso: El lenguaje no verbal de Rajoy y Rubalcaba

Carles Marín Lladó

Vocal de la Junta Directiva de la Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión, Profesor Titular de la Universidad Rey Juan Carlos y Miembro de la Comisión de Dirección del Debate Electoral 2011

En los últimos años, los asesores integrales en comunicación se han convertido en los auténticos maquiavelos de los políticos. La conocida obra del precursor de ana-lista político del siglo XVI, El Príncipe de Nicolás Maquiavelo, propició y acuñó la frase posterior: “El fin justifica los medios”, aunque nunca la dijera. Este libro de 1513 es concebido como un texto clásico sobre el liderazgo y el uso de poder para estos profesionales de la comunicación. Saben que el fin es colocar a sus líderes en lo más alto. Saben, además, que los medios utilizados deben conformar una globalidad que empieza por la palabra, sigue por el lenguaje no verbal y termina por la imagen e indumentaria.

Estos maquiavelos del siglo XXI trabajan a corto plazo, porque el impacto de los medios de comunicación social, sobre todo la radio, la televisión e Internet, exigen esa inmediatez. Para que sus representados consigan convertirse en líderes políticos construidos y moldeados con una única intención: lograr ser aceptados y votados por el mayor espectro posible de la población, deben trabajar a contrarreloj y asegurarse un resultado instantáneo. Por ello, deben conseguir que sus candidatos tengan una gran capacidad para improvisar, una buena dicción al hablar, elocuencia en la pro-nunciación de sus discursos, buena voz y entonación, y la sensación real de que el líder construido será de largo recorrido. Entre los defectos que tendrán que corregir

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encontramos los siguientes: una expresión verbal endeble, inseguridad a la hora de improvisar y un lenguaje no verbal deficiente o casi inexistente, esto es, una forma de comportarse y de gesticular todavía por definir, además de un aspecto físico no agraciado del todo. Estos defectos pueden mejorarse e incluso lograr que desaparezcan.

La credibilidad fue la principal baza a la que se enfrentaron los candidatos a la Presidencia del Gobierno de los dos partidos mayoritarios de este país a las eleccio-nes del 20-N de 2011: Alfredo Pérez Rubalcaba y Mariano Rajoy. Y esa credibilidad se puso sobre la mesa en el debate o cara a cara que ofreció la Academia de Televi-sión y que siguieron más de 12 millones de telespectadores en España a través de la amalgama de operadores auspiciados bajo el nombre de TDT. Los candidatos del Partido Popular y del Partido Socialista tenían claro que los televidentes les creerían por la percepción de sus exposiciones, más que por la realidad misma. Por ello, tanto Rajoy como Rubalcaba debían intentar, de entrada, dar una imagen creíble y positiva de sí mismos, así como de sus propuestas, con la finalidad de que el receptor lo per-cibiera en clave positiva, y no de otra manera.

El debate moderado por el periodista Manuel Campo Vidal fue un espectáculo televisado. Los candidatos se mostraron algo nerviosos, seguramente por la respon-sabilidad adquirida y por la expectación generada que, sin duda, no defraudó a na-die, al menos en la construcción, disposición y emisión del debate –en directo– por televisión, radio e Internet.

Los dos candidatos a presidir España se enfrentaban a ese difícil reto con una crisis global económica y con una población desanimada ante la imposibilidad de encontrar esa ansiada luz al final del túnel. Los puntos fuertes de Rubalcaba y Rajoy eran, sin duda, su gran experiencia en política y gestión; los débiles, en cambio, descansaban en la idea de que el haber estado en el Gobierno antes, o mucho antes, debilitaba su imagen como políticos y restaba esa posibilidad de sorprender al telespectador con nuevas propuestas e innovación discursiva.

Mariano Rajoy tenía mucho que perder asistiendo al debate. Las encuestas le daban como ganador con una holgada mayoría, en el mejor de los casos. Por eso fue más conservador. Alfredo Pérez Rubalcaba tenía mucho que ganar: las encuestas le eran desfavorables, por eso arriesgó más.

El líder del PP leyó más sus anotaciones. El del PSOE resultó ser más fresco e incluso logró sacar de sus casillas a su oponente. Mariano Rajoy demostró, en

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cambio, saber debatir y ser un buen comunicador oral. Alfredo Pérez Rubalcaba se mostró más defensivo y provocador, interrumpiendo a su rival constantemente. Con todo, asistieron al Debate 2011 con la lección aprendida, bajo la supervisión de sus asesores expertos. Mostraron, los dos, una profundidad del timbre de voz, variando la textura emocional de su tono vocal en cada estudiada ocasión. Se mostraron nos-tálgicos, afectuosos e indignados cuando el momento lo exigía. Sus ademanes fueron conservadores; en televisión hay que evitar expresarse demasiado con las manos, porque el más mínimo gesto se magnifica y puede incluso resultar agresivo para el telespectador. Rubalcaba y Rajoy se mostraron también contundentes ante las cáma-ras, con esa chispa de seguridad en sus ojos. Sus mensajes fueron cortos, propios de un telediario. Con esa idea, consiguieron subrayar el mensaje que querían transmitir, repitiendo palabras clave para que el mensaje hiciera poso.

Por último, la puesta en escena de su indumentaria fue una fuente importante del mensaje no verbal que pretendían transmitir: trajes oscuros, azules (los que mejor dan por televisión), mostrando al telespectador su austeridad, naturalidad y seriedad, sin duda ideales en esta época de crisis tan convulsa.

Precisamente, en este tiempo complicado, en el que nuestros políticos deben uti-lizar un vocabulario lo más explícito y claro posible para hacerse entender y no ener-var, más si cabe, a la población, la incursión televisiva en el Debate 2011 en el que participaron tanto Rubalcaba como Rajoy demostró, en este caso, que una imagen vale tanto que mil palabras, e hizo honor a aquella manida frase que dice: “Además de honrado, hay que parecerlo”. Los dos candidatos, sin duda, superaron el reto que conlleva hoy en día la comunicación integral.

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Con otra mirada

Xesca Vidal

Doctora en Comunicación Audiovisual y Psicóloga

Voy a tratar de reivindicar un aspecto concreto de los debates cara a cara, la comu-nicación no verbal. Y digo expresamente “reivindicar” porque pienso que algunos análisis periodísticos, previos y posteriores a este tipo de debates televisados, desvirtúan en alta medida el calado y la trascendencia de esta comunicación es-pecífica. La reducen a cuestiones no significantes como el color de una corbata o la vestimenta, a si los candidatos están de pie o sentados, la altura de una mesa o unas sillas, o una mirada furtiva a un cronómetro.

Por citar tan solo un ejemplo representativo de esta situación, recordaremos un reportaje televisivo, sobre el debate, emitido horas antes del esperado encuentro Rajoy-Rubalcaba. En él pudo escucharse “(…) importa todo, el mensaje, pero también las formas, el tono de voz y hasta el de la corbata”. Este reportaje estaba muy bien elaborado periodísticamente, se ilustró con secuencias de anteriores de-bates y con informaciones de interés. El problema radicó y radica habitualmente, en que el espectador se está acostumbrando a creer que el mensaje es “una cosa”, la de mayor interés: la palabra. Y “la otra”, muy distinta, la gesticulación, la mi-rada, las formas y el tono de la voz.

Pienso que los especialistas en telegenia tenemos una tarea ardua consistente en dar a conocer que esos gestos, esas miradas, las formas, la ansiedad explícita o no, el énfasis puesto en las palabras, el tono y los distintos usos de la voz, son algunos de los elementos determinantes para dar el sentido exacto a la palabra. Y

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ese sentido, suma de la palabra y de la expresión total de la palabra, es el mensaje. Ese mensaje que, impregnado de emotividad, evidencia el ánimo, el carácter y, en definitiva, la credibilidad del candidato. La comunicación no verbal, o dicho de otro modo –más acertado según mi criterio–, la comunicación emocional, es indisociable de la palabra. Y… evidentemente, no es el color de una corbata.

EE UU es el país con mayor tradición en la celebración de debates cara a cara entre presidenciables. Y también lo es en investigaciones universitarias sobre este tipo de debates. Como es lógico, hay múltiples líneas de investigación abiertas. Voy a referirme, solo un instante, a una de ellas, coincidente con lo expresado hasta aquí. Es una teoría publicada ya con anterioridad al primer cara a cara que tuvo lugar en España en el año 1993 entre Felipe González y José María Aznar. Su máximo exponente es Edward Hinck y fue publicada en el libro Enacting the Presidency. Sostiene la tesis de la importancia del “carácter presidencial” mostrado por los candidatos durante el debate. Ese carácter, dice, se demuestra durante el enfrentamiento ante su oponente, a través de los atributos personales, el ánimo y la capacidad mostrados para resolver las situaciones más conflictivas. Los candidatos enseñan a los electores, a través de ese “carácter”, su mayor o menor capacidad para sacar a un país adelante ante los retos que se le planteen a la presidencia de su país. Aquí encontramos de nuevo la conjunción indisoluble entre emotividad y mensaje.

Los mismos estudiosos analizan cómo, en un debate cara a cara, en la medida que un candidato se gana la confianza de los espectadores, baja proporcionalmen-te esa confianza en el otro candidato y viceversa. Esa impresión variable, esa alte-ración emotiva, actúa como los vasos comunicantes. A lo largo de todo el debate va oscilando hasta finalizar en los niveles percibidos por cada espectador, por cada votante y de ahí la reafirmación del voto o el cambio de opinión, fluctuante en cada debate.

Revisemos ahora, minuciosamente, tan solo algunos de los momentos más es-perados del programa del debate y del cara a cara entre Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba. Veamos el carácter mostrado por cada uno de los oponentes des-de el inicio. El carácter expresado en los niveles de ansiedad que se dedujeron de sus actuaciones. Y veámoslo desde la óptica no verbal de la seguridad mostrada ante los telespectadores, extrayendo de este rápido análisis pequeñas recomenda-ciones útiles para que los espectadores vean más allá de las palabras.

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A las 21:02, un minuto antes de lo previsto, llegó Mariano Rajoy al Palacio Municipal de Congresos de Madrid, lugar de celebración del debate organizado por la Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión. Desde el momento en que puso el pie derecho sobre la acera se mostró seguro, correcto, dicharachero, hablando con el presidente de la Academia y el realizador del debate. Le vimos solo, sin necesidad de ser acompañado por asesor alguno. Se acercó al lugar don-de estaban ubicados los medios, sonriendo, posando con naturalidad. Su sonrisa aparecía sincera a la vista de los espectadores, su mirada así lo demostraba.

Mariano Rajoy entrando al Palacio Municipal de Congresos de Madrid para acudir al Debate 2011

Seguro y con naturalidad. ¿Por qué esa impresión? Básicamente por dos moti-vos. El primero: se sabía ganador, las encuestas así lo confirmaban. Aun perdiendo el debate, tenía ganadas las elecciones. El nivel de ansiedad que podía generar el tener que cubrir unas altas expectativas ante el resultado, tenía un grado mínimo. El segundo motivo sí dependía directamente de él. También lo tenía superado, en

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gran parte, en lo que respecta a la medida de ansiedad que le podía generar una situación novedosa. Es el relativo a la alteración que puede suponer llegar a un espacio o, mejor dicho, a un escenario desconocido. El hecho de haber asistido ya a dos debates cara a cara de características muy similares, implicaba repetir una situación vivida. Repetía escenario, repetía modelo de debate, incluso repetía moderador. El nerviosismo desciende enormemente ante situaciones repetidas y escenarios reconocidos.

El hecho de llegar con un minuto de antelación nunca sabremos si fue pre-visto o imprevisto por Rajoy o por sus asesores, en todo caso jugaba a su favor. Su llegada anticipada podía desconcertar a los otros, nunca a él, que aparecería dominando la situación ante la posible confusión de su entorno. Y, además, era el primero en llegar.

Solo tres microgestos denotaron un cierto grado de inquietud, aunque peque-ño: un “refriegue de manos” inicial, un intento de coger el borde de la manga derecha de la camisa y un intento de meter la misma mano derecha inquieta en el bolsillo de la americana. Todo casi imperceptible. Las palabras que escucharon los medios y publicaron al momento fueron: “Estoy bien”. El resultado de esta primera impresión, en su conjunto, fue impecable.

La llegada de Alfredo Pérez Rubalcaba, distó enormemente de la anterior. Era “nuevo en estas lides” y llevaba sobre él la carga de tratar de aminorar la distancia en la intención de voto entre los dos partidos mayoritarios que se presentaban a las elecciones del 20-N. En un cara a cara la responsabilidad de los líderes es ele-vadísima. Y el riesgo también. De su actuación en solitario depende la posibilidad del cambio de voto de un cierto número de electores. Esas expectativas para el candidato que sale como perdedor son inmensas y la exigencia de sus militantes y seguidores es altísima. Rubalcaba era consciente de ello y su nerviosismo se hizo patente.

En el momento de los saludos a los organizadores-anfitriones del debate, Ma-nuel Campo Vidal y Fernando Navarrete, vimos al candidato socialista durante siete segundos intentar siete veces meter las manos en sus bolsillos derecho e iz-quierdo de la americana, para quedar al final dentro del bolsillo izquierdo del pan-talón. Momentos después, llegando ya ante los medios de comunicación, situados en la entrada del Palacio Municipal de Congresos, hizo un ademán de mueca antes de lanzar una sonrisa que se evidenció forzada en varias ocasiones.

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Alfredo Pérez Rubalcaba entrando en el Palacio Municipal de Congresos para acudir al Debate 2011

Empezó el debate Rajoy. Llevaba perfectamente preparado el inicio en el que introdujo unas palabras dirigidas a los familiares del soldado español muerto en Afganistán el día anterior. Rubalcaba inició su intervención con una referencia al mismo tema. La diferencia radicó en su forma de expresarlo. Denotó que no lo llevaba previsto. Vimos que improvisaba y, como consecuencia, se sintió inseguro por su falta de previsión. Su oponente empezaba sorprendiéndole.

A renglón seguido, en la introducción, ya quedó prácticamente determinada la “nueva” imagen de cercanía del candidato popular. La razón consiste en la identificación del candidato con quienes le escuchan. En la primera intervención de Mariano Rajoy pudimos escuchar: “No se debate si un candidato u otro, una política u otra, es si queremos seguir por la misma senda o cambiar el rumbo”. Siguió diciendo en otro momento: “Si queremos seguir como hasta ahora o si queremos ver la luz al final de túnel”. Cuando utilizaba la primera persona lo

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hacía de la siguiente manera: “Yo creo, como muchos, que no debemos prolongar ni un minuto más esta situación. Nos jugamos mucho”. Y acaba su intervención con un: “Lo vamos a conseguir”, refiriéndose a todos los españoles.

En cambio el tratamiento de Rubalcaba a los espectadores fue de distancia desde el primer momento: “(…) probablemente es que nosotros –refiriéndose a Rajoy y a él mismo– compartamos con ustedes”. Abría una brecha, separaba dos mundos, una la de los políticos, otra la de los ciudadanos. Tras eso, pasó a hablar de sí mismo de una forma que ya le habíamos escuchado en otras ocasiones, auto atribuyéndose la razón por anticipado: “Y créanme… no es lo mismo que sea de una manera u otra”. Y en la misma introducción le escuchamos decir: “Pretendo establecer esta noche frente a ustedes…”.

En la intervención de introducción de Rajoy todo estaba medido. Todo fue leído, sí, pero antes ensayado y aprendido. De tal forma que aun leyendo miraba a cámara, con mirada segura y certera. Rubalcaba en cambio, no leyó ningún pa-pel escrito. Algo que en principio agradece la audiencia porque se supone que se dirigirá a ellos de forma directa y sincera. Lo tenía memorizado y miró a cámara, pero eso no fue suficiente, su parpadeo nervioso llegó a unos límites impensables. Al pronunciar la frase: “España está sufriendo una crisis profunda. Este vera-no… una recaída que exige nuevas medidas”. Tardó 22 segundos en citar la frase completa y parpadeó 55 veces en ese mismo tiempo. La mirada directa, limpia y segura solo apareció brevemente en la introducción. La mirada, el contacto vi-sual, es la comunicación más intensa entre las personas. La ansiedad la impidió.

No en todo el debate se dio un dominio claro y abierto del candidato popular. A medida que avanzó el debate, Alfredo Pérez Rubalcaba ganó confianza en su propia actuación, descendieron sus niveles de ansiedad y se empeñó a fondo. Fue entonces cuando lanzó retos a su oponente, tratando de demostrar la ocultación de programa por parte del líder popular. Avanzó y superó en muchos momentos a su contrincante. Los vasos comunicantes, en lo relativo a la percepción del carácter de los dos candidatos presidenciables, fueron variando de medida a lo largo del programa. Los protagonistas eran personajes muy conocidos y la mirada del es-pectador se complacía viendo la actuación de su líder preferido.

De partida la mayoría reconocía que Rubalcaba era mejor comunicador que Rajoy. La imagen del hoy presidente del Gobierno era la de una persona más parca en palabras que su oponente y parecía más distante y hermético que su

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contrincante. Una vez más quedó demostrado que, en el enfrentamiento entre un buen comunicador y un peor comunicador, las diferencias desaparecen si aquel que está en inferioridad de condiciones comunicativas conoce y cree en las técni-cas de comunicación, toma la decisión sobre qué imagen desea proyectar, prepara su intervención milimétricamente de acuerdo con la decisión anterior, prevé los imprevistos y entrena, entrena y vuelve a entrenar.

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Un debate con los papeles cambiados

Rafael Ansón Oliart

Presidente de la Real Academia de Gastronomía y Experto en Comunicación Social

El único debate televisivo entre los dos candidatos a la Presidencia del Gobierno en las elecciones del 20 de noviembre de 2011 presentó una gran singularidad: el representante del partido en el Gobierno actuó como si fuera el líder de la oposición mientras que el aspirante a la sucesión ejerció como presidente “in péctore”. La es-casa emoción de los comicios justificó este intercambio de papeles.

En efecto, los avatares de la legislatura más dramática de la democracia española, con un incremento en progresión geométrica de las cifras del paro, habían dejado las cosas totalmente claras y las elecciones legislativas del 20-N carecieron (casi por pri-mera vez en la corta historia de nuestra democracia) de emoción y de incertidumbre.

Tan claro estaba el triunfo del Partido Popular que, acaso más pensando en el futuro que en el presente, el candidato socialista asumió un papel mezcla de perio-dista de información política interrogando al presidente del Gobierno y de líder de la oposición pidiendo cuentas sobre políticas todavía no realizadas. Y Rajoy aceptó sin problemas y sin muchas dificultades esta condición que le otorgaba el rival.

A pesar de las distancias ideológicas, el debate mantuvo siempre un tono de “guante blanco” sin dejar de traslucir cierta sensación de trámite asumido por ambos candidatos previo a un traspaso de poderes que se antojaba, para casi todos los espa-ñoles, tan fundamental como urgente, en vista de las circunstancias. Y que, de hecho, entre todos habían pactado acelerar.

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entre la inconcreción y la críticaMariano Rajoy, en esa tesitura, respondió a las exigencias de alguien que había sido considerado ganador por todos muchos antes de las elecciones y navegó, sin proble-mas, entre la inconcreción y unas críticas al gobierno anterior mucho más suaves de las que vertió a lo largo de la legislatura, puesto que, investido ya de la condición de hombre de Estado, se envolvió en moderación y en cierta consideración, incluso paternalista, hacia un oponente rendido de antemano.

Solo manteniendo la permanente vinculación entre el aspirante y las políticas emprendidas por el Gobierno de Rodríguez Zapatero en el que Rubalcaba ejerció, entre otras funciones, la de vicepresidente, el “caballo ganador” sabía que estaría siempre pisando terreno seguro.

Mientras, Pérez Rubalcaba tuvo al programa electoral del PP como su referencia a la hora de intentar extraer de Rajoy una serie de concreciones que el presidente “in péctore”, sensibilizado en esa línea por sus asesores de campaña, quería evitar. Por ello, en ocasiones el debate se convirtió en una suerte de “diálogo de sordos”, a pesar de lo cual gozó, como corresponde a estos encuentros siempre excepcionales, de grandes cifras de seguimiento y mostró que ambos aspirantes han sido y seguirán siendo dos estupendos parlamentarios, entre los mejores de la última generación.

evitar un error de proporciones bíblicasDe hecho, la mayor expectación en este tipo de cara a cara residía en la posibilidad de que el futuro presidente del Gobierno cometiera un error, de proporciones casi bíblicas, que pusiera en cuestión su anticipada victoria. Rajoy evitó cualquier riesgo, quitándose de encima todo atisbo de polémica o de anuncio que pudiera movilizar a determinados colectivos. En cambio, optó por tenues mensajes de esperanza, llama-das constantes al desastre anterior y, por encima de todo, intentando transmitir una imagen de hombre de Estado que nunca fue capaz de mostrar Zapatero, su predece-sor en La Moncloa.

Horizonte de privatizaciones y recortes Sanidad y educación fueron los caballos de batalla de Rubalcaba con el horizonte de privatizaciones y recortes como principal amenaza sugerida por sus asesores en la anunciada llegada de la derecha a La Moncloa. Pero Rajoy mantuvo el tipo y prác-ticamente todos los sondeos posteriores al debate le dieron como ganador, lo que

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demostró que su apuesta por el “quietismo” no solo le había permitido no caer en fangos programáticos sino que la actuación de Rubalcaba como inquisidor no había despertado las conciencias ni siquiera de sus más firmes votantes.

A pesar de la sensación de cierta inutilidad del debate, derivada del hecho de que “todo el pescado estaba vendido” de antemano, este cara a cara electoral volvió a demostrar el interés de estos encuentros televisivos durante las campañas, el amplio seguimiento por parte de la audiencia y la seguridad de que, sobre todo en esos casos en los que la batalla está reñida, como ocurrió en los debates de los años noventa entre José María Aznar y Felipe González, pueden mover las intenciones de los in-decisos y clarificar el panorama.

Que un claro ganador previo como Rajoy aceptara el envite (aunque solo fue-ra uno el debate pactado por sus equipos de campaña) garantiza el futuro de estos enfrentamientos dialécticos puesto que, a partir de ahora, ningún líder encontrará argumentos suficientes para evitarlos y su realización se convertirá en un elemento clave en las campañas electorales españolas, como lo ha sido, por ejemplo, en Esta-dos Unidos desde el famoso y decisivo encuentro entre Kennedy y Nixon sometido a análisis por equipos de campaña de todo el mundo, acaso el debate político y tele-visivo más importante de la historia.

el debate a dos, fórmula de éxito Y, en mi opinión y a pesar de las razonables protestas de los demás partidos, la fór-mula de éxito es el debate a dos, es decir solo entre los aspirantes reales a gobernar, que concita mucho más la atención y el interés mediático y colectivo que esos deba-tes multitudinarios en los que se confunden las voces y las presencias y solo pueden generar (y eso cuando el formato lo permite) mucho más barullo que claridad.

En el debate, la Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión demostró una equidistancia impecable y el moderador, su presidente, Manuel Campo Vidal, no hizo sino trasladar a los contendientes las condiciones pactadas con anterioridad, dando lugar a un temario que dio bastante juego (a pesar, insistimos, de la sensa-ción general de que esta vez todas las cartas estaban marcadas) y en el que, como las circunstancias del país exigían y siguen exigiendo, la economía lo protagonizó prácticamente todo.

Porque desde siempre sabemos que, más allá de las visiones sobre el país y su ne-cesaria cohesión de los aspectos relativos a la defensa o la seguridad, la clave electoral

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está siempre en el bolsillo de los ciudadanos y en la posibilidad que tengan de acceder a condiciones de trabajo dignas y razonablemente remuneradas. El deterioro produ-cido en este aspecto durante la anterior legislatura convirtió el debate entre Rajoy y Rubalcaba del 7 de noviembre en un trámite.

Pero un trámite vivo e interesante, en el que dos de los grandes personajes de la política española del último cuarto de siglo (con trayectorias incluso similares) intercambiaron sus papeles, dando por descontada una alternancia que es acaso el alma de la democracia junto al intercambio de ideas y al debate, siempre razonable y sereno, entre visiones que, a la hora de llegar al poder, resultan siempre mucho más cercanas de lo que parecían en campaña.

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El Debate 2011 desde dentro

Capítulo 5

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Claves para realizar un debate electoral

Fernando Navarrete

Vicepresidente de la Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión y Codirector de los Debates Electorales a la Presidencia del Gobierno en España en 2008 y 2011

El del año 2011 ha sido el tercer debate electoral que he tenido el honor de realizar y codirigir. De los dos primeros, celebrados en el año 2008, saqué muy interesantes experiencias que aproveché, como es natural, en este último. Yo siempre he sido un convencido del trabajo en equipo y en esta ocasión me he vuelto a ratificar en ese convencimiento. Porque para llevar a cabo la puesta en marcha de algo que aparen-temente es tan sencillo –como que dos personas debatan sobre algo y otra persona modere este debate–, algo tan sencillo, repito, se convierte en un gran show cuando de lo que se debate es el porvenir del país bajo el punto de vista de cada uno de los candidatos a dirigirlo. Y para organizar todo lo que conlleva este acto, es necesario contar con un verdadero equipo. Y yo lo he tenido.

Ahora voy a referirme específicamente a la realización del debate desde algunos aspectos más técnicos. Algunas personas creen que la realización consiste en “pinchar” unas cámaras que “sacan” cosas. Pero no es así. La realización es ni más ni menos que la “puesta” en imágenes y sonidos de un acontecimiento o de una idea con la mayor fidelidad posible y de la forma más comprensible para el espectador. Esto presupone en el realizador un dominio de la situación que tiene estar derivado del conocimiento de lo que va a suceder en el estudio… O en el campo de fútbol… O donde sea.

Yo creo que lo más importante para poder realizar con éxito un debate electoral es imaginar, preferiblemente con el suficiente tiempo por delante, lo que pasará en

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el momento siguiente al que tú digas: “Dentro cabecera”. Si eres capaz de imaginar ese momento y después añadirle a esa imaginación 100 minutos más de programa, también serás capaz de preparar todo lo que necesitas para que todo eso que has imaginado lo puedas “realizar”, es decir, lo puedas trasladar a los espectadores con la máxima fidelidad posible y la menor subjetividad de la que seas capaz.

La realización de un debate electoral para unas elecciones generales, tiene mu-chas similitudes y algunas diferencias con otros debates y programas en directo que yo haya podido realizar a lo largo de mi vida.

entre las similitudes: • Hay que preparar un entorno adecuado para lo que se va a hacer.• Hay que iluminar ese entorno de manera que no moleste a las personas que

van a debatir.• Hay que pensar desde qué ángulos vas a tomar las imágenes y colocar allí

cámaras con la óptica más adecuada.• Hay que estudiar el desarrollo del guión para adelantar posibles acciones e

introducir los medios técnicos necesarios e imprescindibles… y muchas más.

entre las diferencias:• La elección del lugar donde se va a celebrar el debate es muy delicada ya que

debemos contar con: - Medidas externas e internas de seguridad adecuadas al acto que se va a

celebrar.- Espacio interno para construir el entorno necesario y colocar la infraestruc-

tura imprescindible. - Idoneidad para que cerca de 700 profesionales de la comunicación puedan

trabajar y transmitir sus crónicas.- Terreno acotado para la colocación de Unidades Móviles de todo tipo (so-

nido, satélites, grabación, etc.). - Precio.- Aprobación de ambos partidos políticos.

• No es un debate cualquiera: El realizador, por medio de la cadencia o el sen-tido de los planos, puede actuar decisivamente para que uno de los candidatos

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salga beneficiado o lo que es más fácil aún, salga perjudicado al final del acto. Es decir, el realizador puede intervenir en el resultado de las elecciones ge-nerales. Por lo tanto, tienes que eliminar tu subjetividad. Y no es que en otros debates no haya que ser subjetivo sino que aquí, en este caso, hay que llevar esto al último extremo.

• Eltratamientodelaseguridad: En una transmisión “en directo” el realiza-dor siempre tiene en cuenta los posibles fallos y cuenta con soluciones ade-cuadas. Todos estamos cansados de escuchar la manida frase: “Son las cosas del directo”, que es el bálsamo del presentador cuando pasa lo irremediable (no se oye o no se ve). Pero nadie se imagina a Manuel Campo Vidal diciendo esa frase en un debate electoral. Por eso se opta por doblar los micrófonos, las luces, las cámaras, los satélites, los cronómetros, los circuitos, en fin, todo aquello que acostumbra a fallar en los momentos más decisivos. Este doblaje de una parte importante de los medios técnicos encarece sin duda el precio final del producto, pero lo considero indispensable. El ahorro hay que efec-tuarlo siempre en temas prescindibles.

• La rigidez de las normas de un debate electoral es otra de las diferencias que marcan la realización del mismo. Esta rigidez formal tiene que estar contrarres-tada por el buen hacer del moderador. Yo he tenido la suerte de contar con Olga Viza y con Manuel Campo Vidal en “mis” debates. Es sabido que los temas es-tán decididos y los tiempos de cada tema también, lo cual encorseta y “enfría” el producto. Pero lo cierto es que la rigidez de las normas políticas que envuelven el debate ayudan al realizador porque ordenan y clarifican las intervenciones aunque restan creatividad al realizador. El número de planos “de escucha”, en esta ocasión, quedaron a mi libre elección, siempre que hubiese una igualdad de trato. Esta confianza en la Academia de Televisión es de agradecer. En realidad, en este Debate 2011, hubo réplicas y contrarréplicas que no estaban previstas y con las que lidió estupendamente Campo Vidal. Estas “salidas de tono” dieron mucha más vida al debate y el resultado final fue muy positivo.

• Másdiferencias:En ningún otro debate el realizador tiene que explicar en múltiple ruedas de prensa la colocación de las cámaras, la posición de los

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candidatos, el color de la mesa o la temperatura del estudio, entre otras cues-tiones. El gran decorador Paco Bello ha estado personalmente en casa de los candidatos para asegurarse de que la altura de sus sillas era la adecuada. Ma-nuel Campo y yo, como codirectores del evento, hemos visitado varias veces las sedes de los partidos para terminar de coser lo hilvanado. Junto a Pepe Car-bajo, Valentín Carrera y Tacho de la Calle, académicos y primerísimas figuras de la producción y la realización, hemos estado en reuniones con el cuchillo entre los dientes con los responsables de TODAS las televisiones que iban a emitir nuestra señal y cada una de ellas tenía sus propios intereses de horario tanto de comienzo y fin como de publicidad.

• Tampoco es usual tener que preparar dos iluminaciones diferentes porque, hasta 24 horas antes del comienzo, no esté decidido si los candidatos van a estar sentados o de pie, pero esto es así y hay que aceptarlo porque es parte del juego político de los partidos y el acto que se celebra va a influir fuertemente en el gobierno de los próximos años. El realizador (yo en este caso) debe tener previsto que las cámaras puedan estar en dos alturas diferentes y tomar las medidas oportunas. Todo hay que ensayarlo a dos niveles.

Por último quiero destacar que entre las diferencias más notables está el hecho de que en esta ocasión y desgraciadamente solamente para esta, he contado con una ayuda impagable. Mis ayudantes y mis regidores han sido importantísimos directores-rea-lizadores, guionistas y productores de grandes programas que han trabajado gratis y a muerte para que el resultado fuera bueno. ¡Y qué decir de los cámaras (los mejores que han existido en la historia de la tele)! Y en este apartado de colaboradores indis-pensables para el éxito no voy a poner nombres porque son muchos y no quiero que alguno se me quede fuera. Gracias de corazón a todos ellos. Hacer un programa con la Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión supone siempre estar rodeado de grandes y míticas figuras a las que ayudas o te ayudan según la ocasión.

Espero que el siguiente debate lo coordine y produzca también la Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión. Para nosotros, los académicos, es un servicio a la sociedad pero al mismo tiempo, un honor. Y espero también estar ayudando en lo que pueda desde el puesto en que la Academia me coloque.

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El formato y la estrategia en el Debate 2011

Valentín Carrera Boleas

Vocal de la Junta Directiva de la Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión, Responsable de Contenidos para Canal Metro y Miembro de la Comisión de Dirección del Debate Electoral 2011

La complejidad de un ideario político y de un programa electoral sometida al esque-matismo del formato de un cara a cara. Este es el punto de partida de este trabajo que ha tomado como referencia, por una parte, el debate electoral entre Alfredo Pérez Rubalcaba y Mariano Rajoy organizado por la Academia de Televisión el 7 de no-viembre de 2011. Y por la otra, la conocida y multipremiada serie de televisión El Ala Oeste de la Casa Blanca.

El objetivo es analizar el formato pactado para ese debate por los equipos de cam-paña de ambos candidatos. Las ventajas e inconvenientes que presentaba dicho for-mato para los candidatos y para los electores. Cómo prepararon y afrontaron ambos candidatos el debate a la luz del desarrollo del mismo. Qué estrategias desarrollaron durante los 100 minutos de ese cara a cara. Por qué utilizaron esas estrategias. Y cuál fue el resultado de cada uno de esos planteamientos.

Con esos datos, la experiencia de los debates electorales en España y fuera de España y el modelo televisivo de El Ala Oeste de la Casa Blanca, buscamos hacia dónde tendríamos que encaminarnos con la vista puesta en consolidar los debates como parte indisoluble de toda campaña electoral. Pero, sobre todo, cómo tendría que ser un debate que fuese útil para los candidatos y útil para los electores. En de-finitiva, cómo avanzar en la mejora de un elemento de las campañas electorales que es, además, un programa de televisión. O viceversa.

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7 de noviembre de 2011. 21:20 horas. Alfredo Pérez Rubalcaba y Mariano Rajoy, separados por poco más de 10 metros dan los últimos retoques a sus estrategias ante el de-bate que les enfrentará, 20 minutos después, ante millones de espectadores. Saben, como sabemos todos, que tendrán que confrontar sus propuestas durante 100 minutos divididos en 3 bloques temáticos: economía-empleo, políticas sociales y calidad democrática. Sa-ben, como sabemos todos, que tendrán 20, 15 y 10 minutos, respectivamente, por bloque y que tendrán que repartirse esos minutos en 5, 4 y 3 intervenciones respectivamente. Sa-ben, como sabemos todos, que con 11 días de campaña por delante y con más de 10 puntos de diferencia entre ellos, según las encuestas, el debate va a fijar si hay o no hay margen para cambiar la tendencia que marcan los sondeos desde hace algo más de un año 14.

En las últimas semanas, ellos y sus equipos han fijado las reglas del cara a cara. Han preparado y ensayado estrategias para sacarles el máximo partido. Han buscado la mejor forma de exponer sus argumentos y desmontar los del contrario. Han dise-ñado cómo repartir sus minutos y cómo estructurar sus intervenciones. Han ensaya-do diferentes escenarios posibles. Han preparado diferentes vías de persuasión que pondrán en marcha durante el cara a cara15. La persuasión, como veremos, será uno de los elementos clave de esa noche.

sometidos a los minutosEl formato acordado entre el PP y el PSOE era sencillo. Tres bloques temáticos, 20

14 Dice el exdiputado federal mexicano Miguel Ángel García García que “los debates electorales en México no definen el rumbo de una elección y difícilmente cambian las tendencias de los llamados votos duros o de partido, quizá algunos ciudadanos indecisos puedan dudar de sus preferencias o reforzarlas al conocer la capacidad intelectual o discursiva de un determinado candidato pero, sin duda, son una ventana para evidenciar las incongruencias de las propuestas de los otros y resaltar los conceptos que nos interesan, así como aclarar los conceptos que se nos atribuyan y sean infun-dados”. (García García, Miguel Ángel. (2003) Cómo realizar campañas exitosas. México. Edito-rial Redes de Conocimiento. Página 85). Algo parecido se podía afirmar de la inmensa mayoría de los países occidentales, incluida España.

15 El capítulo 6º de la cuarta temporada de El Ala Oeste de la Casa Blanca arranca con los momentos previos al debate decisivo de la campaña de la reelección de Joshia Bartlet. En ese último repaso no solo se terminan de perfilar los mensajes que se van a utilizar durante el debate y la forma que van a tener esos mensajes sino las condiciones internas en las que afronta el debate el candidato. En uno de los mejores arranques de toda la serie (y hay muchos en siete temporadas) Toby Ziegler, director de Comunicaciones de la Casa Blanca, termina sentenciando: “Está preparado”. Esas dos palabras dibujan uno de los elementos más importantes de cualquier debate electoral. Que el candidato esté preparado. Puede haber mensajes, puede haber estrategia, pero si el candidato no está preparado, no hay nada que hacer. Y si no, que se lo digan a Richard Nixon.

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minutos para cada candidato en el primer bloque, 15 minutos por candidato para el segundo bloque y 10 minutos en el tercero. Para garantizar que cada uno de los blo-ques lo empezaba un candidato y lo terminaba el otro, ambas partes decidieron fijar un número de intervenciones por candidato para cada bloque. El reparto quedó en cinco turnos de palabra por cabeza para el primer bloque, cuatro turnos en el segundo y tres en el tercero.

La flexibilidad que se buscaba al dar libertad a cada candidato para repartir sus minutos se veía limitada por ese número fijo de turnos de palabra. Para que los candi-datos mantuviesen bajo control sus intervenciones, lo más razonable era que dividie-sen los minutos por los turnos que tenían asignados en cada bloque. Así, dispondrían de 4 minutos en el primero, 3 minutos y 45 segundos en el segundo y 3 minutos y 20 segundos por intervención en el tercero16. La libertad de palabra volvía a quedar sometida a la tiranía de los minutos.

Existían dos riesgos. Primero, que en las primeras intervenciones se consumiese demasiado tiempo y, como consecuencia, los turnos finales fuesen demasiado tele-gráficos. Segundo, que los primeros resultasen algo esquemáticos y en los últimos so-brasen segundos o minutos. Los candidatos y sus asesores decidieron correr el riesgo.

Acabado el Debate, podemos concluir que Mariano Rajoy controló mejor los tiempos que Alfredo Pérez Rubalcaba.

En el bloque económico, el candidato popular hizo dos primeras intervenciones en torno a los 5 minutos. El exceso de tiempo lo compensó con su tercer turno de palabra, de poco más de 2 minutos. Con lo que pudo hacer los dos últimos en 4 minutos. En el bloque de políticas sociales controló mejor los tiempos. Rozó los 4 minutos en los tres primeros turnos y se reservó otros 3 minutos para su última inter-vención. En el bloque sobre calidad democrática fue todavía más estricto. En la in-tervención inicial utilizó 3 segundos de más y en la final se quedó 23 segundos corto.

Alfredo Pérez Rubalcaba se pasó 8 segundos17 en su intervención introductoria y finalizó 7 segundos antes de que terminase su tiempo en su último turno de palabra. Pero en los tres bloques temáticos hizo un uso menos controlado de sus minutos. Comenzó el bloque económico con sendas intervenciones de 4 minutos y medio y 3

16 El tiempo consumido por cada uno de los candidatos en cada uno de sus 14 turnos de palabra se puede consultar en el cuadro del Anexo I.

17 Es cierto que ambos hicieron, en sus intervenciones iniciales, referencia a la muerte, en Afganistán, del sargento Joaquín Moya y que esa referencia alargó unos segundos los dos turnos de palabra.

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minutos y medio. Pero a continuación empleó 2 minutos y 19 segundos, en el tercer turno y 2 minutos exactos en el cuarto turno. Para la última intervención disponía de 7 minutos y medio18.

Esa última exposición de Rubalcaba en el bloque económico resultó repetitiva. Dio la sensación de que todo lo que tenía que decir ya lo había dicho. Pese a todo, pa-recía decidido a no dejarse segundos en el reloj. El formato y su estrategia le habían jugado una mala pasada a las primeras de cambio. Justo en el bloque temático que todos sabían (sabíamos) que iba a marcar el discurrir y el resultado del debate. En los dos bloques siguientes estuvo mucho más atinado. Es cierto que fue más “elástico” en el reparto de sus tiempos, tanto en el segundo como en el tercer bloque, pero el resultado fue más ajustado.

Esa doble variable (minutos asignados y número de intervenciones) actuaban en sentidos opuestos y demostraron no ser la mejor combinación para un debate de estas características. La experiencia parece indicarnos que el mejor camino para lograr un cara a cara fluido, interesante y dinámico es marcar pocas reglas y que no sean con-tradictorias entre sí. Y aprovechar la figura del moderador para evitar desmanes de los candidatos. Ese debe de ser, en nuestra opinión, el verdadero papel del modera-dor. Moderar las intervenciones y los tiempos para mantener el debate en los cauces mínimos acordados.

rubalcaba: la pregunta como estrategiaUna de las críticas más repetidas, en los días previos al debate, era la del papel ex-cesivamente “pasivo” que se le reservaba al moderador19. También fueron muchos

18 Cuando el moderador del debate, Manuel Campo Vidal, le hizo ver esta situación, la sorpresa del candidato socialista fue evidente: “Perdón, ¿me quedan 7 minutos?”, fueron sus palabras antes de iniciar su turno de palabra propiamente dicho.

19 Como recoge el profesor Antonio Casado Ruiz en su trabajo Debates electorales en televisión: nue-vos contenidos para nuevos formatos. www.aeic2012tarragona.org/comunicacions_cd/ok/350.pdf, “El papel del periodista en las campañas electorales ha vivido en España unos momentos de máxima polémica en las dos últimas campañas”. El profesor Casado lo desarrolla en las páginas 6 y 7 de dicho trabajo. Por nuestra parte, nos limitamos a señalar que los periodistas tienen cierta tendencia, al menos en España, a querer una cuota de protagonismo que no se justifica y que tiene en los debates su plasmación más clara. Pero un papel excesivo de los periodistas, o del moderador, en los cara a cara es contraproducente como bien ha señalado Manuel Campo Vidal, moderador de 3 de los 5 debates que ha habido en España en Elecciones Generales.

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los que reclamaron la presencia de más periodistas que pudieran formular preguntas para introducir temas en el debate. Incluso hubo quienes plantearon la necesidad de abrir esa misma posibilidad a los espectadores aprovechando las redes sociales y las nuevas tecnologías20.

Lo cierto es que la experiencia demuestra que en un debate de este tipo se tratan los temas que los candidatos quieren abordar. Pero podemos pensar en alternativas para que tengan menos vías de escape. Vamos a tomar como referencia una serie de ficción muy apreciada por los políticos y por los periodistas, El Ala Oeste de la Casa Blanca21.

Discutiendo sobre el formato de los dos debates que la Comisión había autoriza-do entre el candidato demócrata, Josiah Bartlet, y el republicano, Robert Ritchie, el presidente Bartlet asegura: “Una respuesta de 2 minutos seguida de una réplica de 1 minuto nunca es un debate. Es una conferencia. No hace falta que estemos siquiera en la misma habitación”. Josiah Bartlet apuntaba una posible alternativa para animar el debate: “Estaría bien una respuesta y luego hacerle una pregunta al contrario. Y que el moderador tuviese capacidad para exigir una respuesta al candidato”22.

Podemos suponer que los asesores de Alfredo Pérez Rubalcaba tenían en mente estas palabras cuando se pusieron a preparar el debate de 2011. Según los términos pactados, cada candidato tenía 14 turnos de palabra asignados23. Si descontamos el primero y el último, ya que no podían hacer alusiones al otro candidato, disponían ambos de 12 turnos de palabra. Pues bien, el candidato socialista finalizó 10 de esos 12 turnos con una pregunta lanzada al candidato popular.

20 El profesor Antonio Casado Ruiz ha analizado la importancia de las redes sociales y las nuevas tecnologías en el Debate del 7 de noviembre de 2011. Debates electorales en televisión: nuevos contenidos para nuevos formatos. www.aeic2012tarragona.org/comunicacions_cd/ok/350.pdf.

21 Las citas que se incluyen a continuación pertenecen a la cuarta temporada de esta serie emitida en España por diferentes canales y editada en DVD.

22 No puede ser casual que este episodio se emitiese, en EE UU, en el año 2001 y tuviesen que pa-sar 7 años hasta que algo parecido sucedió en una campaña electoral real para las presidenciales estadounidenses. De hecho, como recuerda en el trabajo citado el profesor Antonio Casado, “en la campaña de 2008 las normas permitieron por primera vez a los candidatos dirigirse el uno al otro. La conversación indirecta ha sido la costumbre de pasados debates y así se evitaba la confrontación para no parecer excesivamente agresivos”. Op. Citada. Página 15.

23 Uno inicial de situación, cinco en el primer bloque, cuatro en el segundo, tres en el tercero y uno para finalizar.

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Solo traicionó esta estrategia en las dos últimas intervenciones. En la penúltima, Rubalcaba no formuló directamente una pregunta pero sí que le instó a tratar diversos temas: igualdad, horarios, conciliación… Vamos, que en el fondo también le estaba preguntando. Además, había iniciado ese turno volviendo a formularle la misma cues-tión que en el turno anterior: “¿Va a retirar el recurso que tiene planteado el PP ante el Tribunal Constitucional contra la Ley del Matrimonio Homosexual?”.

En su última intervención, Rubalcaba no preguntó, pero casi. Cerraba sus pala-bras hablando de ETA y de la coincidencia de ambos en que parecía que el tema del terrorismo estaba encauzado y que podían felicitarse por ello al tiempo que insistía en la necesidad de acordarse de las víctimas. Pero las últimas palabras fueron para ofrecerle su colaboración en esta materia “estuviese en el Gobierno o en la oposi-ción”. Y remató, “espero que usted haga lo mismo”24.

Con esta estrategia, el candidato socialista buscaba marcar la pauta del debate desde el inicio. El primer turno de palabra del bloque económico era suyo y debió pensar que si “fijaba sus reglas del juego” desde el principio podría llevar el agua a su molino. Se equivocó. Ese modelo, de cerrar las intervenciones con una pregunta, no había sido pactado con el candidato popular y Mariano Rajoy ignoró la “propues-ta”. El candidato popular no respondió ninguna de las 10 preguntas de Rubalcaba. Por su parte solo remató dos de sus 12 turnos de palabra con preguntas. Las dos veces, en el bloque dedicado a políticas sociales.

Pero en ambos casos se trataba más de preguntas retóricas. En un caso, des-pués de dar una serie de datos de Eurostat sobre el aumento de la desigualdad en-tre ricos y pobres en España en los últimos años, Rajoy le preguntó a Rubalcaba: “¿Puede explicárnoslo?”. En el otro caso, tras criticar la política educativa de to-dos los gobiernos del PSOE (y no podemos olvidar que Alfredo Pérez Rubalcaba fue Secretario de Estado y Ministro de Educación), en especial de los presididos por José Luis Rodríguez Zapatero, el candidato popular concluyó diciendo “¿No creen que después de 20 años con su ley, que no funciona, es bueno probar otros modelos?”.

24 En su análisis sobre los debates de las elecciones de 2008, el profesor Alan Schroeder ya destacaba, como una de las mejores características de los debates en España, el hecho de que “los candidatos hablaran directamente uno al otro con una mínima intervención del moderador”, cosa que en Esta-dos Unidos, pese a su larga tradición en este campo, solo se introdujo, precisamente, en los cara a cara de las presidenciales de 2008 entre Barack Obama y John McCain.

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La insistencia de Rubalcaba en preguntar produjo un efecto perverso para sus aspiraciones25. Dio la sensación de que estaba ejerciendo de periodista ante Mariano Rajoy, o que asumía su papel de opositor frente al presidente del Gobierno “in pec-tore”. Al menos, así lo apreciaron la mayoría de analistas.

Alfredo Pérez Rubalcaba transmitió una cierta sensación de inferioridad. Durante los 12 minutos de publicidad, en el cuartel general del PSOE ya tenían claro que las cosas no habían comenzado bien. Vieron que no estaban aprovechando las posibi-lidades del modelo pactado y vieron que su estrategia no estaba funcionando como esperaban. Y la corrigieron.

El primer paso fue multiplicar las interrupciones cuando interviniese Mariano Rajoy. En los cinco turnos del primer bloque solo le interrumpió en un par de oca-siones. En los cuatro turnos del segundo bloque hizo hasta cuatro interrupciones. Mucho más insistentes, más sostenidas.

Esta vez sí, el candidato popular entró al juego. Él, que apenas había interrum-pido a Rubalcaba en el primer bloque, también hizo uso de esa arma. Y con insis-tencia. Las interrupciones estaban contempladas en los acuerdos entre ambas partes y ambos candidatos hicieron buen uso de ellas en esa segunda mitad del debate. La principal consecuencia es que el debate fue más debate.

Pero, en este punto, debemos prestar atención a un elemento esencial no solo en los debates electorales, sino también en toda campaña y en el proceso de toma de decisiones en el poder. Ese elemento es la persuasión26.

La persuasión nunca es única y uniforme. Tiene múltiples caras, formas y expre-siones. De hecho, no podemos caer en el error de pensar que cuando un político es persuasivo lo va a ser, indistintamente, en el poder y en la oposición. Un candidato tiene que persuadir a una masa de ciudadanos que es igual para él y para todos los demás candidatos. Por lo tanto tiene que aplicar la persuasión pensando en ganar apoyos, a la vez que se los resta a sus competidores y, antes que nada, tiene que persuadir a los ciudadanos de que voten. Él y todos los candidatos, claro. Estamos hablando, pues, de una persuasión competitiva, plural y en todas direcciones. Lo

25 Para ver un uso más apropiado de esta estrategia de preguntas en un debate electoral, ver el capítulo 5º de la cuarta temporada de El Ala Oeste de la Casa Blanca.

26 A este respecto es interesante leer el trabajo de Ezra Klein para The New Yorker, The Unpersuaded. Who Listens to a President? El experto en comunicación política Luis Arroyo nos ofrece, en su blog, una traducción al español.

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que un candidato suma se lo resta a los demás. Y lo que suma un tercero te lo está restando a ti, pero también a tus competidores.

Por contra, la persuasión que ejerce un presidente es binaria. O gana apoyos o no los gana. No hay competición posible. Es el modelo “solo ante el peligro”, o tengo éxito o fracaso. Sin punto medio. Por eso, el mensaje, los objetivos y las estrategias son necesariamente diferentes en ambos casos. En el artículo citado de Ezra Klein se hace referencia al trabajo del profesor George Edwards de la Universidad de Texas sobre retórica presidencial. Edwards asegura que “ser presidente no es lo mismo que competir por ser presidente. Cuando peleas por ser presidente, dar un buen discurso te ayuda a lograr tus objetivos. Cuando eres presidente, dar un buen discurso puede alejarte de ellos”27.

Si hablamos de persuasión podemos decir cosas parecidas. Un buen discurso de un candidato puede ayudar a persuadir al electorado para que le vote y puede generar la sensación de que el aspirante tiene proyectos interesantes pero un pre-sidente tiene que tomar decisiones y hacer ver, persuadir, a los ciudadanos que esas decisiones son las correctas. Estamos, por lo tanto, hablando de dos niveles diferentes de realidad.

Cuando un político es candidato tiene que tener claro que se dirige a electores y que la persuasión funciona en un sentido. Un presidente tiene que tener claro que se dirige a ciudadanos y que la persuasión funciona en un sentido radicalmente distinto.

Probablemente, el candidato Alfredo Pérez Rubalcaba equivocó su estrategia en el debate en dos sentidos. No utilizó la persuasión pensando en los electo-res y adoptó un papel demasiado inquisitorial frente a Mariano Rajoy dándole ventaja en ese sentido. Y ese doble error, muy probablemente, le llevó a perder el debate.

rajoy: la estrategia de no salirse del guiónMariano Rajoy, candidato del PP por tercera vez consecutiva, conocía bien el valor simbólico de los debates. En 2004, con las encuestas a su favor, prefirió no debatir con el candidato socialista. En 2008, cuando iba por detrás en los sondeos, hizo ban-dera de la necesidad de debatir con José Luis Rodríguez Zapatero. Y en 2011, con

27 Ezra Klein en The New Yorker, The Unpersuaded. Who Listens to a President? Traducción al espa-ñol de Luis Arroyo en su blog.

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una distancia de más de 10 puntos en los estudios de opinión, llegó a la conclusión de que un debate le podía hacer menos daño que un no debate28.

A partir de ese análisis, su estrategia era clara. Solo tenía que salir entero del en-cuentro con Rubalcaba. Solo tenía que demostrar que era algo más que un candidato. Solo tenía que conseguir no perder el debate. Quizá por eso, armó dos intervencio-nes cuidadosas para arrancar y cerrar el debate. Intervenciones que leyó con cierta soltura. Quizá por eso, desplegó toda la batería de datos económicos en la primera parte del debate. Quizá por eso no contestó a las preguntas que le lanzaba Alfredo Pérez Rubalcaba. En varias ocasiones hizo afirmaciones como “Yo no haré lo que ustedes me piden”, “Usted es dado a juicios de intenciones sobre lo que usted dice que voy a hacer”, o “Usted se empeña en decir lo que voy a hacer y déjeme que sea yo quién lo diga”.

Rajoy jugó la baza de hacer un discurso que ilusionase a los ciudadanos29. Quiso implicar a todos desde el primer momento. Su intervención inicial la remató ape-lando a que la salida de la difícil situación en la que se encontraba España “se iba a conseguir con la ayuda de todos”. Un planteamiento que redondeó en la interven-ción final con expresiones como: “Les propongo trabajar juntos”, “Trabajar juntos para ganar el futuro”, “No será fácil. Será difícil y necesitamos un gran esfuerzo de todos” o “Nadie nos va a regalar el futuro pero nadie lo puede impedir”30. Mariano Rajoy había apostado su estrategia a mirar hacia el futuro, a unir a todos los ciudada-nos y a trabajar duro. Y por ahí logró cumplir las expectativas sin necesidad de llegar al conocido “sangre, sudor y lágrimas” de Winston Churchill.

De alguna forma, los asesores de Mariano Rajoy aplicaron los principios funda-mentales de lo que Bernard Manin ha bautizado como “democracia de audiencia”31.

28 Sobre los riesgos y consecuencias de no acudir a un debate electoral ver http://lasnotasdevalentin.wordpress.com/2012/03/27/arenas-a-debate-24/ en donde se analiza el caso de las Elecciones Autonómicas Andaluzas de marzo de 2012.

29 Jugando la baza de la persuasión del candidato hacia los electores, en la línea de los expuesto en el punto anterior.

30 “El candidato debe mostrarse proactivo, con actitud de líder, con fortaleza, conocimiento de causa, carácter positivo, seguro de sí mismo y de que va a ganar la elección”. Esta es la descripción que hacen Carlos Fernández Collado y Roberto Hernández Sampieri al hablar de un candidato. Marke-ting Electoral e Imagen de Gobierno en funciones. Mc Graw Hill, México, (2000).

31 Manin, Bemard. (2006) Los principios del Gobierno representativo. Alianza Editorial, Colección Ciencias Sociales. Madrid.

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Según el profesor Manin, “la confianza personal que inspiran los candidatos es un criterio más adecuado para la selección que la evaluación de los planes de acción futuros”. La tesis de Bernard Manin es, esencialmente, que en el modelo actual de democracia (que él ha bautizado como “de audiencia”) ya no tienen cabida las pro-mesas electorales para ganar apoyos de cara a las elecciones tal y como ocurría en la democracia de partidos.

Asegura Manin que “los votantes contemporáneos han de conceder a sus repre-sentantes una cierta discrecionalidad (…) que no significa poder irresponsable”, más bien se trata de que “los gobiernos contemporáneos precisan poderes discre-cionales respecto de los programas políticos, ya que aumenta la dificultad de prever todos los acontecimientos a los que el gobierno ha de dar respuestas”32.

Las palabras del profesor Manin parecen pensadas para el escenario en el que se desarrollaron las elecciones generales en España en noviembre de 2011. Y, sobre todo, para las distintas situaciones que se han ido sucediendo desde la formación del actual Gobierno. De hecho, el ejecutivo de Mariano Rajoy ha ido adoptando medidas que, en ningún caso se encontraban en su ideario tradicional o en los discursos pro-nunciados por sus dirigentes durante el periodo pre electoral. Han tenido que acudir a esa cierta discrecionalidad de la que habla Manin.

En su descripción de la “democracia de audiencia”, Bernard Manin hace otras observaciones que encajan como un guante en el debate que estamos analizando. Habla el profesor Manin de que, actualmente, “predomina la dimensión reactiva del voto” frente al comportamiento precedente de los políticos, se entiende. E incide en la misma línea cuando asegura que: “Los políticos necesitan diferencias que puedan resaltar para movilizar a sus seguidores”. “Un candidato, por lo tanto, no tiene solo que definirse a sí mismo, ha de definir también a su adversario” 33.

En estas dos líneas trabajaron Alfredo Pérez Rubalcaba y su equipo. Por una par-te, en tratar de justificar y explicar su comportamiento durante sus años en el Gobier-no de Rodríguez Zapatero. Por otra, en tratar de marcar a fuego las diferencias entre él y el otro candidato para movilizar a sus seguidores que, según todas las encuestas (y los resultados del 20 de noviembre de 2011) estaban claramente desmovilizados por las elecciones y desencantados con las propuestas del Partido Socialista.

32 Op. Citada. Página 270.

33 Op. Citada. Página 272.

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Alfredo Pérez Rubalcaba lo tenía difícil. Tenía que justificar lo hecho en los últi-mos años y su participación en el Gobierno que lo había hecho. Y apostó por cargar, sobre sus espaldas, todo el peso. “Yo” fue la expresión más utilizada en la interven-ción inicial y ese “yo” volvió a ser el eje sobre el que pivotó la intervención de des-pedida. “No tengo todas las soluciones, pero no me arrugo y sé reaccionar”. “Creo en la España que puede salir de la crisis”, fue una de sus últimas frases. Una de las pocas en las que ese “yo” no era el eje de sus afirmaciones.

Menos reglas, más debateRubalcaba salió a tratar de ganar el debate y se quedó corto. Rajoy salió a no perderlo y casi no llega. Pero en esa dicotomía, las reglas del debate y las estrategias de cada uno favorecieron al que menos tenía que perder. Volvemos, en este punto, al trabajo del profesor Bernard Manin. En la descripción que realiza de su modelo de “demo-cracia de audiencia” se refiere a uno de los elementos más cuestionados sobre los actuales modelos de campañas electorales, la simplificación de los mensajes.

Dice Manin que “generalmente, se reconoce que los representantes actuales son elegidos por su ‘imagen’, tanto la imagen personal del candidato como la de la organización o partido al que pertenecen (…) Votar a partir de una imagen se sue-le contrastar con votar sobre la base de propuestas políticas detalladas”34. Manin ahonda en esta idea un poco más adelante al asegurar que “una campaña electoral es un proceso de careo, contrapone varias imágenes. Tomar aisladamente cada imagen puede significar casi cualquier cosa, pero el error estriba precisamente en conside-rarlas aisladamente (…) Una campaña electoral crea un ‘sistema de diferencias’: hay una cosa al menos que la imagen de un candidato no puede determinar, la imagen de su competidor”35. Esta última afirmación es, cuanto menos, cuestionable. Todos los candidatos tratan, casi a la par, de determinar tanto su propia imagen como la de su oponente (u oponentes). De hecho, en la campaña para las elecciones gene-rales del 20 de noviembre de 2011 vivimos una intensa actividad en este sentido. Y, desde luego, en el debate del 7 de noviembre, también. Rubalcaba trató de generar, en la audiencia, la imagen de un Mariano Rajoy que ocultaba elementos esenciales

34 Esta idea se relaciona con la teoría del ‘frame’ desarrollada por George Lakoff en su obra No pien-ses en un elefante. Lenguaje y debate político editada en España por Editorial Complutense en su Colección Foro Complutense, en el año 2007.

35 Op. Citada. Páginas 277 y 278.

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de sus intenciones políticas a los ciudadanos. Y Rajoy trató de asociar la imagen de Rubalcaba con la del grupo de políticos que habían llevado a España (por acción y/o por omisión) a la situación económica en la que se encontraba.

Desde este punto de vista, y a juzgar por los resultados, Rajoy tuvo más éxito que Rubalcaba. Ganó el debate y ganó las elecciones. Pero no es menos cierto que la tarea de determinar y condicionar la imagen de su oponente, en el sentido que más le interesaba, era más sencilla en el caso de Rajoy que en el caso de Rubalcaba. Y eso también cuenta a la hora de definir las estrategias a seguir. Cuanto más sencillo es un objetivo, más fácil es diseñar la estrategia que te lleve al éxito.

En todo caso, no estaría mal que los candidatos del próximo debate y sus aseso-res volvieran a ver El Ala Oeste de la Casa Blanca para inspirarse. En la séptima temporada, Mathew Santos es el candidato del partido demócrata y Arnold Vinick el del partido republicano. Ambos aspiran a suceder a Josiah Bartlet en el despacho Oval y ambos se enfrentan en un debate electoral atípico. Sin tiempos tasados, sin bloques temáticos, sin limitaciones. Un debate de verdad36. A ese formato podríamos y deberíamos aspirar.

ConclusionesLa experiencia del Debate 2011 nos sirve para extraer algunas conclusiones:• Los futuros candidatos se han quedado sin argumentos para no querer debatir

en próximas elecciones. Los debates deben ser parte indisoluble de cualquier campaña electoral. Entre otras cosas porque rechazar un debate, como hizo Javier Arenas en las Elecciones Autonómicas Andaluzas de marzo de 2012 tiene sus consecuencias, como hemos visto.

• A mayor flexibilidad en el formato, mayor margen para que los candidatos debatan de verdad y no se limiten a exponer sus argumentos como si de un mitin se tratase. Las interrupciones son un arma dialéctica en manos de los candidatos.

• Más flexibilidad no supone más riesgo para los candidatos. Ni más reglas supo-nen un mejor control del resultado final del debate.

• Un debate electoral no es un debate parlamentario. Por lo tanto, si los candidatos tienen un tiempo tasado, dejémosles que lo administren sin limitar el número de intervenciones. Está fijado quién empieza y quién acaba. No hace falta más.

36 Capítulo séptimo de la 7ª temporada. “El Debate”.

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• Para preparar el Debate no solo hay que tener en cuenta la estrategia del candida-to propio, si no la del otro. Es mucho mejor tener una estrategia flexible que trate de aprovechar la del contrario.

• El papel del moderador es el de moderar el debate, no el de condicionarlo, orientar-lo o tutelarlo. Esa es, también, parte de la labor de los propios candidatos.

• Un debate es más debate cuantos menos elementos condicionantes tenga. Y, en este sentido, la presencia de varios periodistas (pregunten o no, intervengan más o menos en el planteamiento de temas a tratar, traten o no de poner en dificultades a los candidatos) no supone un enriquecimiento del propio debate. Solo añaden “ruido” al desarrollo del mismo.

• El único, los únicos elementos esenciales en el debate son los candidatos y sobre ellos descansa el resultado final, del debate y de las elecciones en curso. Cuanto mayor sea el margen de actuación y la libertad de movimientos de los candidatos, mejor será el debate.

anexo iCuadro resumen del tiempo consumido por cada uno de los candidatos durante el debate del 7 de noviembre de 2011.

tuRNOS RubALcAbA MEdIA RAJOy

inicial 2 min 8 seg 2 min 2 min 3 seg

Bloque eco 1 4 min 28 seg 4 min 4 min 55 seg

Bloque eco 2 3 min 33 seg 4 min 5 min 07 seg

Bloque eco 3 2 min 19 seg 4 min 2 min 05 seg

Bloque eco 4 2 min 4 min 4 min 10 seg

Bloque eco 5 7 min 33 seg 4 min 4 min 01 seg

Bloque social 1 3 min 06 seg 3 min 45 seg 3 min 55 seg

Bloque social 2 4 min 39 seg 3 min 45 seg 3 min 51 seg

Bloque social 3 2 min 04 seg 3 min 45 seg 3 min 58 seg

Bloque social 4 4 min 21 seg 3 min 45 seg 3 min 03 seg

Bloque Varios 1 2 min 28 seg 3 min 20 seg 3 min 58 seg

Bloque Varios 2 3 min 56 seg 3 min 20 seg 3 min 07 seg

Bloque Varios 3 3 min 37 seg 3 min 20 seg 3 min 25 seg

Final 2 min 53 seg 3 min 2 min 37 seg

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Al servicio del interés general

Carlos Martín Jimeno

Vocal de la Junta Directiva de la Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión y Miembro de la Comisión de Dirección del Debate Electoral 2011

El Consejo de Europa, cuando hace recomendaciones sobre la aplicación del derecho audiovisual, siempre apunta a que “se refleje la pluralidad social y se eviten polémi-cas sobre la posible politización de dichas actuaciones”.

Podría decirse que Europa apuesta por establecer mecanismos jurídicos y espe-cialmente éticos indispensables para “garantizar el pluralismo político, religioso, social, cultural y lingüístico”. A su vez, nuestra constitución de 1978 contiene prin-cipios, valores y derechos plenamente identificados con esta línea europea de reco-mendaciones.

La forma de garantizar estos principios viene siendo a través de instituciones reguladores independientes que hagan del servicio público un instrumento eficaz y veraz al servicio del ciudadano.

El encargo a la Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión de los debates entre candidatos en las dos últimas campañas electorales de ámbito nacional no es por-que tenga “patente de corso” para garantizar la veracidad o la calidad de los mismos, pues sin duda cualquiera de las televisiones existentes, tanto públicas como privadas, pueden acometer la misión igualmente. Aquí se trata de crear una señal institucional, con alcance de servicio universal, de tal forma que se facilite a todos los medios la posibilidad de emitir bajo un precio directamente proporcional a sus capacidades y, además, que los ciudadanos puedan seguir los debates desde su canal favorito.

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La normativa reguladora del periodo electoral en cualquier estado con legislación democrática y moderna, establece un especial régimen de intervención justificado en virtud del interés público general que puede tener, tanto en sentido positivo como negativo, para los ciudadanos. Este mecanismo de planificación en periodos electo-rales no tiene otro fin, por tanto, que amparar muy especialmente los derechos de los ciudadanos en el momento donde son más protagonistas que nunca: en el ejercicio de su derecho al voto. Por ello, también se encuentra especialmente reforzado el acceso de los candidatos a los medios de comunicación.

Es mí parecer que el acontecimiento mas importante de una campaña electoral es el encuentro para el debate de los líderes políticos y hoy, sin duda, las formas más democráticas de llevarlos a término, con el fin de alcanzar su máxima difusión, son la televisión y la radio, auxiliadas decididamente desde Internet.

Encargar la señal institucional a un solo emisor, bien de carácter público o pri-vado, podría significar un conflicto entre medios y posiblemente hacer que los con-tendientes no se sintieran cómodos cualquiera que pudiera ser el medio elegido, no por inmerecido, sino porque los excluidos también serían dignos de tal privilegio, y además el fin legítimo del negocio en la televisión no debe ser el único principio a proteger en un acto como los debates, en la medida que no lo es en la prestación del servicio público en general.

Para superar este conflicto, la decisión ideal es la dada, es decir, que la señal la produzca una institución neutral, sin intereses de emisión, pero capaz de producir, realizar y distribuir una señal institucional de alto nivel profesional a la que puedan acceder los medios de comunicación según sus posibilidades, repartiendo los costes en virtud de su respectiva audiencia.

Esta fórmula arbitrada por la Academia de Televisión hace que la emisión de los debates parezca y sea aún mas plural pues, como he dicho, cada ciudadano podrá seguirlos en el medio del que habitualmente es usuario, evitando que sea obligado a sintonizarlos en un medio que no le es afín. También hace posible que las televi-siones, las radios y los portales de Internet puedan hacer un seguimiento del debate en directo y organizar, de forma inmediata antes, durante y al finalizar el mismo, un esquema de programación acorde con su línea editorial.

Estamos hablando, nada menos, de la protección de los ciudadanos como con-sumidores en la forma que ampara el Tratado de Amsterdam y la propia legislación española.

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En el alma de esta protección está la concurrencia empresarial como fórmula de protección de los usuarios, porque es comúnmente aceptado desde el punto de vista del consumidor que exista una verdadera competencia empresarial, abierta y gene-ral, pues la situaciones de oligopolio (no digamos ya los monopolios, claro) generan una serie de imposiciones comerciales que, a la postre, resultan insuperables para los ciudadanos, perjudicando de manera irremediable sus intereses y expectativas. Principio de ineludible protección (legítima y suficiente) en una economía social de mercado como la nuestra.

Pero de cara al propio sector empresarial de lo audiovisual, dar el monopolio de la emisión de los debates a una sola entidad o a dos, podría ser un atentado contra las normas comunitarias y españolas de la libre competencia. En concreto, si la or-ganización de los debates se entrega en exclusiva a la televisión pública de ámbito nacional, se estaría privando al resto de su cuota considerable de publicidad antes y después del debate. Por el contrario, dar tal privilegio de exclusividad a uno o dos canales privados, significaría someter a la misma privación al resto de la iniciativa comercial, y dejar a la televisión pública nacional sin una de sus tareas más significa-tivas: ser el vehículo principal de comunicación entre las instituciones y la sociedad en general.

La fórmula ideada supera estas dificultades haciendo que la gran mayoría de las empresas del sector puedan ejercer el derecho que las ampara a “comunicar… li-bremente información veraz” por su medio de difusión y a los ciudadanos se les garantiza el poder recibirla de la misma manera en su medio preferido (Artículo 20,1-d-Constitución Española).

Esta filosofía jurídica está igualmente implantada en el Artículo II-71. 1 y 2 de la Constitución Europea que prevé tanto el derecho a difundir (empresas) como a recibir (ciudadanía) información, ideas y opiniones.

Por tanto, la organización de los debates por la Academia de Televisión hace que las normas citadas, para este caso, no sean meras expresiones ontológicas y sí una realidad plural que facilita, a cuantos agentes están implicados, el desempeño de esta hermosa tarea: el ejercicio democrático del derecho y de la obligación a debatir en campaña lectoral.

Alguien podrá pensar que esta visión del servicio público es trasnochada. Nada más lejos de la realidad, pues la Comisión Europea, cuando ha señalado los princi-pios y directrices de la era digital, dice que las nuevas técnicas no ponen en entre-

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dicho “la necesidad de que la política audiovisual determine los intereses generales pertinentes y, cuando proceda, los proteja a través de la legislación”.

Reitero que unos de los momentos más trascendentes de una democracia es el debate y en mayor medida el sostenido por los líderes políticos que contienden por la Presidencia del Gobierno. Abogo desde aquí, por todo ello y amparado en lo di-cho, para que los poderes públicos declaren los debates de interés general y regulen su celebración estableciendo que las señales de televisión, de radio y de Internet de los mismos en campaña electoral la produzca, realice y ponga a disposición de los medios audiovisuales en general, con carácter de servicio universal, una institución de reconocido prestigio en el sector y declarada de utilidad pública, de tal forma que se garantice la continuidad del acto más importante de cualquier campaña electoral. Ello solo se consigue en virtud de la seguridad jurídica que comporta una norma justa y necesaria a tales fines, que regule “el servidor de la señal institucional de los debates”.

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La Academia, una apuesta segura por la accesibilidad

Mabel Sánchez

Presidenta de la Fundación Audiovisual para la Normalización Social (FANS)

El entusiasmo es el motor principal en la consecución de los proyectos. Tienes en-tusiasmo cuando crees en lo que haces y, al estar realizándolo, el ánimo se exalta. Si además la causa es coherente, resulta contagioso para las personas que te rodean y muchas de ellas se harán cómplices y aliadas tuyas, ayudándote en el cumplimiento del sueño; algunas de ellas incluso lo asumirán como propio y lo defenderán con el mismo empeño que tú.

Sobre el entusiasmo es seguro que sabe bastante el presidente de la Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión, Manuel Campo Vidal, pues cuando trabajaba en Antena 3 Televisión, allá por el año 1993, se propuso conseguir la retransmisión del primer gran debate electoral nacional televisado. Lo persiguió y luchó hasta que, finalmente, lo consiguió para la cadena en la que trabajaba. No contento con eso, ha seguido las negociaciones durante estos años con la ayuda de compañeros “conta-giados”, y así la entidad que él preside, la Academia de Televisión, ha retransmitido los tres últimos debates a la Presidencia del Gobierno, dos en el año 2008 y el último en el 2011.

Las instituciones que nos dedicamos a las minorías nos alimentamos de ingre-dientes tales como saber y sentir que lo que haces es lo correcto, la asertividad, la sensación placentera que se siente cuando has podido ayudar a otra persona que estaba en desventaja social y, sobre todo, la ilusión de contribuir a que el mundo sea

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un poquito mejor. Estos elementos los aderezas con una buena dosis de entusiasmo y puedes conseguir grandes cosas. En algunas ocasiones la desesperanza se adueña de ti porque el día a día no es nada fácil. Consiste generalmente en hacer grandes esfuerzos para conseguir un grano de arena, pero al día siguiente consigues sacar fuerzas de flaqueza y sigues adelante.

Nuestra entidad, la Fundación Audiovisual para la Normalización Social (FANS), se ocupa de integrar dos mundos que, a simple vista, son completamente distintos: el mundo de la discapacidad por un lado y el de los medios de comu-nicación por el otro. En ocasiones resulta complicado para ambas partes llegar a entenderse, pues los fines que persiguen suelen ser distintos. A las entidades relacionadas con la discapacidad les interesa sobre todo el mensaje, el fondo del asunto y que este se comunique en toda su extensión. Sin embargo, lo que suele in-teresar a los medios de comunicación es la forma, el cómo se ofrece transmitido el mensaje para que sea entretenido por el espectador y que todo esto se realice en el menor tiempo posible. Habitualmente los temas de discapacidad son algo densos y profundos, se necesita tiempo y reflexión para su exposición y hasta la fecha pocos han sido los profesionales de la comunicación que han buscado caminos innova-dores, adecuados y entretenidos de “contar”. En ese momento es cuando surge el conflicto entre ambas partes.

En las elecciones del 2008 se decidió que iba a ser la Academia de Televisión quien transmitiera el cara a cara entre Zapatero y Rajoy, y se hizo con muy pocos días de antelación. El vicepresidente de la Academia, Fernando Navarrete, convocó una reunión a la que asistieron varias entidades de discapacidad y, entre ellas, FANS. El motivo de dicha reunión era que la Academia tenía mucho interés en saber qué técnica se necesitaría para que el debate fuera accesible a las personas con disca-pacidad, pues tenían la intención de intentarlo, aunque tuvieran muy poco tiempo para la organización. Dos cuestiones se plantearon allí como las más importantes: los subtítulos y la Lengua de Signos. Todavía no se había producido en España el apagón analógico, que como recordaremos se produjo el 2 de abril de 2010, por lo que el subtitulado se dispuso en el Teletexto, que era la manera de hacerlo en aquel momento. La Lengua de Signos se realizó a través de un canal de Internet y esa misma señal se cedió a las cadenas que lo desearan para que lo incorporaran en una ventana de su emisión. Así se hizo y las personas con discapacidad auditiva pudieron seguir de una manera adecuada las explicaciones de los candidatos a la Presidencia.

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Sin embargo, nos dimos cuenta de dos cuestiones: en primer lugar no todo el mundo en nuestro país tiene conexión a Internet, por lo tanto la accesibilidad no estaba ase-gurada para todos y, en segundo lugar, que la emisión de la señal con la traducción de la Lengua de Signos se producía con un moderado retraso al hacerse a través de la Red. Con la premura del tiempo poco más se pudo hacer, pero fue un primer paso, un primer “gesto”.

Pasaron los años y se volvieron a convocar elecciones, otro cara a cara iba a acontecer, en esta ocasión entre los candidatos a la Presidencia del Gobierno Rajoy y Rubalcaba. Habían pasado casi cuatro años y en España se emitía ya a través de TDT. Esto significaba un avance tecnológico que iba a ayudar a que la televisión fuera más accesible. El siguiente paso, que será en un futuro no muy lejano, es que a través de los menús de navegación, guías de programa y otros productos sea tam-bién una televisión interactiva, con las consiguientes ventajas para las personas con discapacidad.

Las salas de los invitados también fueron diseñadas para la accesibilidad. En la foto, la intérprete de la Lengua de Signos traduce el debate en directo.

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Las entidades relacionadas con la discapacidad que participamos ayudando a la Academia de Televisión en la accesibilidad de este segundo debate fuimos las siguien-tes: la Universidad Carlos III, el Real Patronato sobre Discapacidad a través del Centro Español del Subtitulado y Audiodescripción (CESyA), la Confederación Estatal de personas Sordas (CNSE), el Centro de Normalización Lingüística de la Lengua de Signos Española (CNLSE), la Confederación Española de Familias de Personas Sor-das (FIAPAS) y, por supuesto, la Fundación Audiovisual para la Normalización Social (FANS), la cual se encargó de la coordinación. En las reuniones previas se expusieron las cuestiones que serían deseables para conseguir la accesibilidad.

Para las personas con discapacidad visual se propuso que se hiciera audiodes-cripción, que consiste en que una persona preparada para ello, va narrando oral-mente una adecuada información, relata y describe el entorno para que el disca-pacitado visual perciba el mensaje lo más parecido posible a la persona que lo ve. La audiodescripción no se pudo conseguir en esta ocasión pues suponía un gran esfuerzo técnico y un importante gasto extra para retransmitir una pequeña parte del evento como la entrada y la salida de los candidatos del Palacio o cómo iban vestidos, ya que el debate en sí no necesitaba mayor descripción. Aún así, en la mente de todos quedó como asignatura pendiente para el próximo debate y se vol-verá a exponer cuando llegue la ocasión.

El subtitulado era parte fundamental para la accesibilidad. Gracias a la Televisión Digital Terrestre este es un proceso mucho más sencillo. Recordamos que en el deba-te anterior, cuando la televisión era analógica, se hacía mediante el Teletexto, ahora en la mayoría de los mandos a distancia existe una tecla para activar o desactivar los subtítulos y basta con pulsarla para cambiar de una condición a otra. Incluso cam-biando de canal se mantiene la opción elegida hasta que vuelves a pulsar la tecla. La Academia ofreció este servicio a todos los operadores de televisión. El CESyA se encargó de llevar el equipo técnico y los profesionales que se necesitaban. Una anéc-dota bonita y curiosa fue que la persona que se encargó de transcribir el mensaje para las personas sordas era una persona con discapacidad visual. Esta persona estuvo concentrada durante los noventa minutos que duró el debate, y sin más descanso que el de la desconexión para publicidad, para escribir las palabras de los dos candidatos y del moderador. En todo ese tiempo no existía para ella más mundo que las voces que le llegaban a través de unos cascos y sus dedos veloces presionando las teclas adecuadas para formar las palabras.

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Se habilitó un plató para la traducción simultánea del Debate 2011 a la Lengua de Signos y se ofreció la señal a las cadenas de televisión.

El CNLSE puso a disposición de la Academia dos intérpretes de la Lengua de Signos Española. Estas dos mujeres vestidas de negro fueron desgranando palabra a palabra el programa de los candidatos. Sus manos volaban raudas, dibujando en el aire los mensajes del futuro que proclamaban Rajoy y Rubalcaba. Eran únicamente dos personas y se alternaban en la pantalla. Podríamos pensar que la otra estaba des-cansando, pues no, se la veía pendiente de su compañera, como si la traducción fuera hecha solo para ella. No cabía en sus mentes la distracción.

Con gran esfuerzo, la Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión reservó una señal de satélite única y exclusivamente para emitir las imágenes de las intérpre-tes de Lengua de Signos Española. Todas las televisiones que lo quisieron pudieron disponer de ella gratuitamente.

En las reuniones previas al día de la emisión, una de las personas presentes dijo lo siguiente: “Si la gran mayoría y principales cadenas de televisión de España van

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a retransmitir el cara a cara en directo y con la señal común que envía la Academia, ¿no podría haber una que retransmitiera la Lengua de Signos de manera inversa?”. Ante la cara de asombro de los presentes siguió con la explicación: “Bueno, nor-malmente se emite el debate a plena pantalla con una ventanita con la intérprete de la Lengua de Signos. Ahora poneros en el lugar de una persona sorda que, para enterarse de lo que allí se dice, va a tener que estar los noventa minutos con la mi-rada fija en algo tan pequeño. Puesto que todas las cadenas van a emitir la misma señal con el mismo contenido, ¿no podría una de ellas dar a pantalla completa a la intérprete de la Lengua de Signos y en una ventanita el debate? Era una buena idea, solo faltaba trasladarla a las televisiones. Doy fe de que este tema se peleó en las reuniones que la Academia tuvo con las cadenas, pero en esta ocasión no pudo ser. Creo que para las televisiones fue algo demasiado novedoso como para decidirlo en unas pocas horas. Además de entre todas las cadenas, ¿quién le po-nía el cascabel al gato?, ¿quién iba a ser la valiente que emitiera a la inversa? Ya tenemos otra asignatura pendiente para el próximo debate. Poco a poco, sin prisa, pero sin pausa.

Tengo que resaltar la manera en la que la Academia nos escuchó, la paciencia que demostró ante las peticiones y cómo, después de recapacitar sobre lo que se les había expuesto, hacía suyas nuestras ilusiones. Gracias por este segundo gran “gesto”.

Para acceder al Palacio Municipal de Congresos, lugar escogido para realizar el debate, había varios tipos de pases: invitados, prensa, producción y organización, etc. Cada uno te permitía acceder a según qué sitios. Había tres puntos calientes denominados de “emisión” y a los que solo accedían las personas autorizadas pa-ra ello. En primer lugar el plató en el que se resolvió el debate, muy poca gente podía estar allí: los candidatos, el moderador, los operadores de cámara, un re-gidor y poco más. Las largas hileras de butacas estaban totalmente vacías. Otro punto caliente y también rodeado de una gran seguridad era la Unidad Móvil, hasta allí llegaban todas las señales y desde allí, bajo la realización de Fernando Navarrete, se emitía la señal de televisión para todo el mundo. Y por último, en una sala al final de un pasillo, se encontraba la habitación de la discapacidad (así la llamaban los profesionales que llevaron la técnica televisiva hasta ese lugar). Dada su ubicación, poca gente pasaba por allí. Unos días antes solo era una sala grande cubierta de mármol gris y blanco en el suelo y paredes, era una sala fría e

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inhóspita. Después se empezó a trasladar allí aparataje: los focos de iluminación, varios monitores para seguir la emisión, dos cámaras (por si acaso fallaba una), los ordenadores para los subtítulos, etc. Seguía siendo una sala fría, pero de repente ocurrió el milagro. He sido testigo de lo que aconteció decenas y decenas de veces, era la magia de la televisión. Unas horas antes de la emisión empezaron a llegar las personas, los profesionales que íbamos a estar allí, cada uno con su cometido específico y dispar; nos conocíamos poco, pero no importaba, teníamos el mismo fin. Ahora, en nuestras manos, estaba conseguir que el debate fuera comprensible para las personas con discapacidad auditiva que lo estaban esperando. Momentos antes de salir al aire, aquella sala se convirtió en el tercer punto caliente por hecho y por derecho.

Pasaron los noventa minutos sin ningún contratiempo. Cuando Manuel Campo Vidal dijo para terminar: “Buenas noches. Muchas gracias”, respiramos aliviados y satisfechos. Se había conseguido que alrededor de tres millones de personas sordas hubieran podido seguir el debate exactamente igual que los demás. En el comuni-cado que hicimos posteriormente a los medios de comunicación se recoge nuestro sentir: “La satisfacción de muchos usuarios se reflejó en numerosas entradas en las redes sociales y en el reconocimiento de las asociaciones de representantes de las personas con discapacidad. Para todas las personas que están en riesgo de ex-clusión en eventos audiovisuales en directo, el debate electoral accesible fue un importante paso más que consolida un camino por el que nuestra sociedad no puede permitirse dar un solo paso atrás. La colaboración de la Academia de Televisión fue un buen ejemplo de aprovechamiento de los recursos en beneficio de todos”.

Pasaron algunos meses y los miembros de Fundación FANS sentíamos la nece-sidad de reconocer de alguna manera el esfuerzo que había hecho la Academia de Televisión. Realmente lo merecía. Así lo explicamos al resto de entidades que habían participado y pocas veces he visto a tanta gente estar más de acuerdo que en esa ocasión. Lo que en principio era un reconocimiento pasó a convertirse en un Premio y así, con la ayuda desinteresada de colaboradores de Fundación FANS, se realizó el diseño, se buscó un nombre y se sentaron las bases.

La Academia había realizado varios buenos “gestos” hacia el mundo de la dis-capacidad. Por ello, las personas con discapacidad y sus representantes queremos expresar nuestro agradecimiento a la Academia de las Ciencias y las Artes de la Televisión otorgándole el Premio Gesto 2012. ¡Gracias compañeros!

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La profesión, volcada en el debate

María Gallego

Jefa del Departamento de Estudios de la Academia de la Ciencias y las Artes de Televisión y Responsable de Protocolo de los Debates Electorales a la Presidencia del Gobierno

en España en 2008 y 2011

Está claro que la Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión ha sido la Institución elegida para organizar y trasmitir la señal de los debates electorales en 2008 y en 2011 por su neutralidad, pero también por su garantía de profesionali-dad. Y es que se puede decir bien alto y claro que en la Academia se encuentran los titanes de la televisión, aquellos que han alcanzado la excelencia y el recono-cimiento, aquellos que han dedicado su vida a esta profesión. Entonces, ¿en qué mejores manos podría estar la emisión en directo de un evento televisivo histórico como un debate electoral?

Cuando la Academia de Televisión comunicó públicamente que aceptaba la orga-nización del Debate 2011, el 17 de octubre de ese año, los profesionales del sector no dudaron en apoyar a la Institución con su experiencia, talento y entusiasmo. Así, en pocos días se había conformado un grupo de más de 125 personas, entre académicos y otros colaboradores, que de forma voluntaria iban a hacer posible el debate, iban a hacer historia.

Para coordinar los diferentes equipos, la Junta Directiva de la Institución designó una Comisión de Dirección liderada por Manuel Campo Vidal y Fernando Navarrete y compuesta por profesionales y académicos como Pepe Carbajo, Concha García Campoy, Valentín Carrera, Carlos Martín, Tacho de la Calle, Carles Marín, Miguel Ángel Oliver, Paco Bello, Enric Company, Javier Bonilla y Jacinto García.

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La Institución disponía de tres semanas para organizar el gran evento televisivo. Pronto la Comisión de Dirección se encontró con uno de los principales retos: loca-lizar el lugar idóneo para celebrar un programa en directo, disponer un gran Centro de Prensa y acoger a los invitados al debate. Y todo ello, con las mayores medidas de seguridad, por supuesto. Después de varios días de incertidumbre, la organización se decantó por el Palacio Municipal de Congresos de Madrid, lugar en el que se había celebrado el segundo de los debates en 2008, el moderado por Olga Viza. El terreno era conocido y cumplía las necesidades de seguridad. Ese momento fue decisivo para poner en marcha a los equipos de Producción. “El principal reto al que nos enfrentamos fue determinar el lugar donde se iba a celebrar el encuentro, ya que ese dato es imprescindible para la logística y la producción”, rememora el productor y vicepresidente del Patronato de la Academia de Televisión, Pepe Carbajo.

Mientras tanto, las cadenas de televisión y los medios digitales se ponían en con-tacto con la Academia de Televisión para gestionar la transmisión de la señal del gran evento político de la campaña electoral 2011. Las primeras televisiones en confirmar su emisión fueron TVE, Antena 3 TV, laSexta y varias cadenas autonómicas como Canal Sur, Telemadrid y Televisión de Castilla y León. Más tarde se sumaría también el grupo Mediaset, a través de Cuatro y así hasta llegar a las 20 cadenas que lo emi-tieron. El debate despertó interés internacional y fue seguido en otros países a través de TVE Internacional, Antena 3 Internacional y la italiana Sky TG24 horas. Todas estas gestiones con los medios de comunicación interesados en la emisión del debate estuvieron coordinadas por Carlos Martín, abogado y vocal de la Junta Directiva de la Academia de Televisión. Para ofrecer una cobertura total con la mayor seguridad, la Institución subió tres señales al satélite: la principal, la destinada a la Lengua de Signos y otra más para garantizar la emisión en caso de fallo en la principal. Además, se dispuso una señal de servicio streaming a través de fibra óptica para aquellos me-dios que emitían el debate por Internet.

A la vez que los medios solicitaban a la Academia de Televisión su señal institu-cional, sus propios servicios informativos también demandaban acreditación de prensa para realizar la cobertura del debate in situ. En los días previos, el Departamento de Comunicación de la Academia gestionó las casi 700 acreditaciones de profesionales que acudieron al debate y sus respectivas necesidades técnicas para informar desde el propio Palacio Municipal de Congresos. Pero hay que tener en cuenta que desde el mismo día que se anunció la celebración del debate, los periodistas también soli-

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citaban información a la Academia sobre los detalles del debate y el progreso de las negociaciones con los partidos políticos. “Teníamos que mantener una buena relación con ellos y darles la máxima información de todo aquello que íbamos sabiendo y así no defraudar sus expectativas”, recuerda la portavoz de la Academia Concha García Campoy. Para atender las necesidades informativas de los medios de comunicación en los días previos, se organizaron dos ruedas de prensa y tres visitas al plató.

Fernando Navarrete, Concha García Campoy y Pepe Carbajo durante una de las visitas de los medios al plató del Debate 2011.

El debate presidencial era noticia y todo el mundo quería conseguir una invita-ción para este evento político y, también, social. El Departamento de Protocolo de la Academia se encargó de gestionar la asistencia de los más de 250 invitados que acudieron, como espectadores de excepción desde salas cercanas al plató, al Debate 2011. Allí se dieron cita personalidades del mundo de la política, la universidad, la empresa y los medios de comunicación. Se elaboró una ruta especial para que los in-vitados pudieran ver todo el dispositivo que se había organizado para la emisión del debate, desde el Centro de Prensa, con centenares de periodistas trabajando, hasta el

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plató, donde muchos quisieron realizar una fotografía para el recuerdo. Momentos antes de la emisión en directo, Concha García Campoy y Miguel Ángel Oliver, como miembros de la Comisión de Dirección del Debate 2011 y de la Junta Directiva de la Academia, recibieron a los invitados con unas calurosas palabras de bienveni-da. “Teníamos la obligación de ser buenos anfitriones y todos los invitados se sintie-ron muy satisfechos porque estuviéramos pendientes de ellos. Algunos reaccionaron con simpática sorpresa cuando les invitamos a fotografiarse en el photocall, ya que pensaban que algo así era solo para las celebrities”, recuerda Miguel Ángel Oliver. Al finalizar el debate, los candidatos a la Presidencia del Gobierno, Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba, posaron para los medios junto a los representantes de las televisiones emisoras del evento y los miembros de la Junta Directiva, el Patronato y en Consejo de la Academia de Televisión. “El objetivo, además de que los invitados siguieran en directo el propio debate, era mostrar de facto la organización interna y externa de una Institución como es la Academia de Televisión, que engloba a más de un millar de profesionales de distintas áreas de la televisión de nuestro país”, ex-plica Carles Marín, miembro de la Comisión de Dirección del Debate 2011 y vocal de la Junta Directiva de la Academia.

No hay que olvidar que, al fin y al cabo, el debate es un programa de televisión en directo y la realización debe ser exquisita. Y así lo fue. Gracias al realizador de reconocido prestigio, vicepresidente de la Academia de Televisión y codirector de los debates en 2008 y 2011, Fernando Navarrete. Él mismo reconoce la responsabili-dad que supone un programa de estas características: “Hay que ser diplomático para conseguir el fin último, que es transmitir un debate de la forma más objetiva y neutral posible. En cuanto a la realización, un cara a cara es un programa sencillo desde el punto de vista televisivo, pero con una gran responsabilidad para el realizador, quien puede cambiar los planos para cambiar el sentido de una discusión”. Pero Navarrete no estaba solo en esta labor, el realizador y miembro de la Junta Directiva de la Aca-demia, Tacho de la Calle, resultó imprescindible. Fue él quien se encargó, igual que lo había hecho en los debates en 2008, de llevar a cabo el diseño de realización del programa, es decir, pensar desde la posición de las cámaras hasta el tipo de planos. Así explica su labor: “Tuvimos que tener en cuenta que la altura de las cámaras no beneficiara ni perjudicara a nadie y, muy importante, que no se produjeran saltos de eje, de forma que el candidato del Partido Popular apareciera siempre a la derecha del espectador y el candidato del Partido Socialista a la izquierda. Medimos con

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cinta métrica convencional y con láser las alturas entre las cámaras y las alturas de óptica para que no hubiera ningún problema. Lo más importante es conseguir que toda parezca natural ya que un buen diseño de realización es aquel que no se nota”.

Para la realización del programa se utilizaron 18 cámaras: 11 en el set central de mesa, de las cuales 8 grababan el máster del debate y las otras 3, de reserva para casos de emergencia; 2 se destinaron a la grabación de la Lengua de Signos y las otras 5 se ubicaron en la periferia del plató para realizar el seguimiento de las llega-das y salidas de los candidatos al Palacio Municipal de Congresos de Madrid. Estas cámaras enviaban su señal a dos unidades móviles HD –la primera con Fernando Navarrete al mando para el plató principal y la segunda, con Tacho de la Calle, para realizar la llegada y los recorridos de los candidatos– que, a su vez, transmitían la señal vía satélite.

El plató del debate electoral también fue diseñado para la ocasión. El director responsable de escenografía y miembro de la Comisión de Dirección Paco Bello

La señal del debate se emitió desde dos unidades móviles, la primera (en la foto) estaba dedicada al plató y comandada por el codirector del debate Fernando Navarrete, y la segunda, que captaba los exteriores del plató, dirigida por el realizador Tacho de la Calle.

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explica que, “el diseño del decorado estaba inspirado en la neutralidad. Partimos de la mesa central como eje y a partir de ella se construyó todo el perímetro. La in-tención era conseguir un espacio no lineal y se logró utilizando troncos piramidales para realizar la forma de semicírculo”.

El director de Iluminación y miembro de la Comisión de Dirección Jacinto García tuvo que diseñar dos tipos de iluminación para el plató, ya que los partidos políticos acordaron que los candidatos debatieran sentados en día anterior al deba-te. El propio iluminador explica la esencia de su labor: “En cualquier programa de televisión, la misión del iluminador es analizar a la persona que vas a enfocar para favorecer un poco sus rasgos, pero en este caso no es así. En un debate de estas características, la luz debe ser totalmente equitativa tanto para un candidato

Nada más aceptar la organización del Debate 2011, la Junta Directiva de la Academia de las Cien-cias y las Artes de Televisión designó una Comisión de Dirección compuesta por académicos. En la foto de izquierda a derecha y en la primera fila: Pepe Carbajo (Productor), Fernando Navarrete y Manuel Campo Vidal (Codirectores), y Concha García Campoy (Portavoz). En la segunda fila: Va-lentín Carrera (Coordinador), María Gallego (Responsable de Protocolo), Çarles Marín (Comisión de Dirección), Sara Pulido (Responsable de Comunicación) y Tacho de la Calle (Realizador).

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como para el otro, sin hacer ninguna distinción. De hecho, cualquiera se podía sentar a ambos lados de la mesa”.

Por otra parte, en un evento de estas características se debe garantizar la seguri-dad, y la Academia de Televisión así lo hizo. Encargó esta misión a Javier Bonilla, responsable de Seguridad y miembro de la Comisión de Dirección, quién diseñó y coordinó el dispositivo de control junto a la Comisaría General de Seguridad Ciu-dadana, la Jefatura Superior de Policía de Madrid, el Ayuntamiento de Madrid, la Policía Municipal, Protección Civil y los equipos de seguridad de los candidatos. Según el propio Bonilla, “la organización de los espacios y la circulación por ellos resultó ser uno de los puntos más críticos”. Y es que a medida que se acerca-ba el día del debate, el 7 de noviembre, más y más profesionales circulaban por los pasillos del Palacio Municipal de Congresos, desde los asesores de los políticos, pasando por los equipos de realización, iluminación, protocolo, prensa, escenogra-fía… Para atender y organizar las necesidades de cada equipo resultó fundamental la figura del Coordinador y miembro de la Comisión de Dirección Valentín Carre-ra. Y para dejar constancia de todo el talento y la dedicación de los profesionales que participaron en la organización del Debate 2011, Enric Company, reportero y miembro de la Comisión de Dirección, grabó un mini documental de 13 minu-tos que quedará como archivo audiovisual del momento histórico televisivo, pero “desde dentro”.

En la pantalla del televisor todo el mundo pudo ver a los candidatos y al modera-dor, pero detrás de esa imagen histórica, se encuentra el esfuerzo, la experiencia, la dedicación y la pasión de un gran equipo de profesionales.

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Imagen del ensayo general previo al Debate 2011

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El Debate 2011 enimágenes

Anexo Fotográfico

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156 • lA llegAdA de los CAndidAtos

Llegada de Mariano Rajoy al Palacio Municipal de Congresos de Madrid el 7 de noviembre de 2011 y recepción oficial de los miembros de la Junta Directiva de la Academia de Televisión.

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Llegada de Alfredo Pérez Rubalcaba al Palacio Municipal de Congresos de Madrid el 7 de noviembre de 2011 y recepción oficial de los miembros de la Junta Directiva de la Academia de Televisión.

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158 • lA entrAdA Al plAtó

Los candidatos accedieron juntos al plató, acompañados por el moderador Manuel Campo Vidal. Allí les esperaban los 60 fotógrafos y cámaras acreditados (uno por medio) para sacar la imagen del día. Tras breves minutos, el plató fue desalojado para que diera comienzo el programa en directo.

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EL DEBATE EN IMÁGENES • 159

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El Debate 2011 contó con más de 250 invitados del mundo de los medios, la política, la univer-sidad y la empresa. Se diseñó una ruta especial para que pudieran visitar el Centro de Prensa y el plató del debate.

160 • los invitAdos

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Primera fila (de izquierda a derecha): Manuel Campo Vidal, Concha García Campoy, Javier Bonilla (abajo, en segunda posición), Pepe Carbajo, Luis Sanz, Carlos Martín, Jesús Andreu Ardura, Pablo Carrasco, Juan Braña, Fernando Moral, Rosario López Miralles, Manuel Esteve Ulloa, Mariano Rajoy (arriba) y Alfredo Pérez Rubalcaba (abajo), Carles Marín, Jesús López Cabeza, Francisco José Men-chén, Rosa Díez Urrestarazu, Antonio Ramírez, Paco López Bello, Jacinto García, Ángel Peláez (solo arriba), Rafael Galán (solo abajo), Pepe Quílez y Fernando Navarrete.

Segunda fila (de izquierda a derecha): Magdalena Bodelón, Enrique Laucirica, José López Jaraba, Jacobo Palazón, Eduardo Álvarez, Javier Blanco, Enric Company, Fernando de Miguel Lázaro, Floren-cio Carrera, Miguel Ángel Oliver, Lourdes Santana, Francisco Moreno, Irene Domínguez, Fernando Peña, Fernando Aranguren, Valentín Carrera y Manuel Téllez.

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Para organizar el debate la Institución designó una Comisión de Dirección compuesta por académicos y miembros de la Junta Directiva. De izquierda a derecha: María Gallego, Javier Bonilla, Jacinto Gar-cía, Valentín Carrera, Fernando Navarrete, Carles Marín, Carlos Martín, Manuel Campo Vidal, Miguel Ángel Oliver, Concha García Campoy, Tacho de la Calle, Enric Company, Sara Pulido y Paco Bello.

La Academia comunicó públicamente en rueda de prensa que aceptaba la organización del Debate 2011 el 17 de octubre de 2011. De izquierda a derecha: Pepe Carbajo, Concha García Campoy, Manuel Campo Vidal y Fernando Navarrete.

162 • lA orgAnizACión y los Asesores

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EL DEBATE EN IMÁGENES • 163

Conversación en los días previos al debate entre el moderador y los negociadores del Debate 2011: Óscar López, miembro del Comité Electoral del PSOE y Esteban González Pons, vicesecretario de Comunicación del PP.

Esteban González Pons, vicesecretario de Comunicación del PP, Ana Mato, directora de Campaña Electoral del PP, y el realizador Tacho de la Calle, momentos antes del inicio del debate.

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EQUIPO DEBATE 2011 (de izquierda a derecha y de la primera fila a la última):

FILA 1: Tacho De la Calle, Concha García Campoy, Fernando Navarrete, Manuel Campo Vidal, Pepe Carbajo y Valentín Carrera.

FILA 2: Miguel Ángel Oliver, Pedro Martín Lorenzo, Manuel Julián Téllez, Jacinto García, Paco Bello, Carlos Martín, Carles Marín, Sara Pulido, María Gallego, Javier Bonilla, Enric Company y Fernando Aranguren.

FILA 3: Francisco Castilla, Julio García, Jorge Horacio, Francisco Amescua, Blanca González Irureta-Goyena, Inma Ríos, Elsa Moya, Rafael Galán, Sergio Granero, Evaristo Canete, Ángel Peláez, Rafael Gómez de Marcos y Manuel Morillo.

FILA 4: Natalia Román, Nuria Abad, Marta Lamas, Fredy Reategui, Javier Arbeteta, Carlos León, Antonio Gómez Carrascal, Miguel Cañada Santiago, Sol García Sánchez, Lucía González Lamadrid, Fina Ruiz, Miguel Ángel López (Manchego), Manuel Santiago y Simón Stern.

FILA 5: Julián Andrada Sánchez, Rocío Carbajo Asensio, Virginia Martínez González, Alejandro Cascón Benedicto, José Luis Pozuelo Nicolás, David Expósito, Ángel Hernández Rodríguez, José Rodríguez Benítez, Pablo Arribas Martínez, Eduardo Velázquez González, José Manuel Álvarez Gallego, Víctor M. Casares, Jorge Martín y Manuel Carrasco.

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FILA 6: Irene Sanz Ramos, Francisco Javier Perea Tejero, Rafael Rey Cáceres, Aaron Camino Baz, David Celemín García, Javier de Amescua, Santiago Royo Aranda, Lucía Mateos Pérez, Luigi González Irureta-Goyena, Beatriz Barreda Jaén, Anna Alonso Pardo, Carmen Rodríguez del Valle, Lucía Dalmau e Isabel Martínez.

FILA 7: Víctor Checa Jiménez, Javier Martos Soriano, Horacio Arias Terrón, Jonás Cuadrado, Cristina Palomo, Belén Santiago Turrión, Daniel García Díaz, Isabel Moreno Almansa, Leticia Gómez Benlloch, Alejandra García Gómez, Virginia García Sánchez, Laura Salamanca Blázquez, Juan Gautier, Víctor García y Martín Cappelletti.

FILA 8: Rubén Gómez Ramos, Rubén Moreno Rincón, Luis Alfonso Hurtado de Mendoza Rubio, Alberto Marín de Blas, Pipo Cilga, Javier Salazar Moraleda, Marian Morales Zurita, Israel García Moreno, Ricardo Marcos Pana, Paula Fernández Crespo, Patricia Andújar Maté, Jesús Ismael Reyes, Patricia Cotón Dapena, Daniel Ayas Gallego y Noelia Martínez Navarrete.

FILA 9: Israel Sánchez Frutos, María Cristina Nodal Gutiérrez y Daniel Rodríguez Sánchez.FILA 10: Diana Fernández Peña, Alexandra García del Campo, Loreto Durán Varela, Reyes Fernández

Guerrero, Álvaro García Ruíz, Ramón De Santiago, Juan Manuel López, Jaime Pascual Álvaro, José María Toledo Reyes, Teresa Racionero Loreto, Alfonso García y Daniel Rodríguez González.

FILA 11: Amparo Jaén, Irene Tomé y Juan Matías Ramos.

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El plató fue diseñado para la ocasión y estaba inspirado en la neutralidad. Para conseguir un espacio no lineal se utilizaron troncos piramidales dispuestos en semicírculo.

1. La superficie: La zona donde se levantó el decorado tenía unas medidas de 15x8 metros y una altura de 4 metros.

2. La mesa: Situada en el centro del escenario sobre una tarima de 9x5 metros, fue diseñada en forma de cuadrado dividido en cuatro piezas iguales de color crema, que pretendía contrastar con el gris del fondo. Delante de cada candidato se dispuso un espacio para albergar los monitores, que indicaban el tiempo y la señal de salida, con forma trape-zoidal y aristas redondeadas. Para el moderador se instalaron tres monitores, dos con los tiempos de cada candidato y el tercero para la señal de salida.

3. Las sillas: Se ajustaron a la altura de cada candidato y se dejaron ancladas para que no giraran.

4. Paneles: Se dispusieron dos filas de trece paneles, los superiores con una altura de 180 centíme-tros y los inferiores de 90, creando un semicírculo de 15 metros de diámetro inclinado hacia el centro del plató.

5. Pantalla led: En el frontal de la mesa se incrustó una pantalla led de 250 x 50 cm.

6. Eje central y logo: Entre los paneles se dispuso una franja central de 150 centímetros de altura con el logotipo del Debate 2011.

7. Para la realización del programa se utilizaron 18 cámaras: 11 en el set central de la mesa (8 graba-ban el máster y las otras 3 de reserva); 2 destinadas a la grabación de la Lengua de Signos en un plató anexo y 5 se ubicaron en la periferia del plató para realizar el seguimiento de las llegadas y salidas de los candidatos.

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166 • el plAtó

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La Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión

recopila en esta obra las reflexiones de un grupo de

expertos en comunicación, analistas políticos, periodistas

e investigadores sobre los debates electorales a la

Presidencia del Gobierno, después del cara a cara celebrado

en España el 7 de noviembre de 2011 entre los entonces

candidatos: Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba.

Es una publicación de la Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión con la colaboración de la Universidad Rey Juan Carlos.