David Barreras Cristina Durán - sgfm.elcorteingles.es16 david Barreras y cristina durán que sobre el catarismo no se ha rodado ninguna exitosa película pero, sin embargo, han corrido

Breve historia de los ctaros

David BarrerasCristina Durn

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Coleccin: Breve Historiawww.brevehistoria.com

Ttulo: Breve historia de los ctarosAutor: David Barreras y Cristina DurnDirector de la coleccin: Jos Luis Ibez Salas

Copyright de la presente edicin: 2011 Ediciones Nowtilus, S.L.Doa Juana I de Castilla 44, 3 C, 28027 Madridwww.nowtilus.com

Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra est protegi-do por la Ley, que establece pena de prisin y/o multas, adems de las correspondientes indemnizaciones por daos y perjuicios, para quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comunicaren pblicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artstica o cientfica, o su transfor-macin, interpretacin o ejecucin artstica fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a travs de cualquier medio, sin la preceptiva autorizacin.

ISBN-13: 978-84-9967-294-6Fecha de edicin: Febrero 2012

Impreso en EspaaImprime: Imprenta FaresoDepsito legal: M-738-2012


El catarismo presenta ciertos elementos que son comu-nes a las corrientes gnsticas y las religiones mistricas. Entre estas ltimas destaca el culto a los dioses de la an-tigua Grecia, cuyos fieles sentan especial predileccin por Athenea, la divinidad de la sabidura. Algo similar nos ocurre a nosotros, ya que poseemos un panten muy particular en el que una pequea deidad, llamada Athe-nea Barreras Durn, ocupa un lugar privilegiado, moti-vo por el cual queremos dedicarle esta obra.


AGRADECIMIENTOS

A nuestros tos Antonio y Marie-Thrse Barreras por su afecto paternal y la hospitalidad mostrada durante nuestras estancias en Pars para la realizacin de esta obra.

A nuestros amigos Ana Aznar, Jos Sanabria, Nicolas Issaly, Beatriz Casinos y Salvador Genovs por haber colaborado en la obtencin del material grfico que for-man parte de este libro.


Introduccin 15

Captulo 1. Los orgenes 19El mal y los dualismos 19Mazdesmo y zoroastrismo 21Gnosticismo y maniquesmo 28Paulicianismo y bogomilismo 49

Captulo 2. El primer contagio hertico 63Irrupcin del dualismo en Europa occidental 63La teora del origen alctono 70La teora del origen autctono 78Las primeras hogueras de la Edad Media 86

ndice


Captulo 3. El catarismo 89La hereja del siglo xii 89los Buenos homBres 104La doctrina y el ritual ctaros 109Primeras reacciones de la Iglesia catlica 116

Captulo 4. Los albigenses yla Occitania bajomedieval 143

La Occitania libre 143La guerra catalano-tolosana 163Las carencias de la Iglesia catlicade los siglos xii y xiii 166 Adhesin masiva occitana al catarismo? 172

Captulo 5. La cruzada albigense 185Tiempo de diplomacia 185Tambores de guerra 196La campaa cruzada 204La contraofensiva occitana y la batalla de Muret (1213) 216

Captulo 6. La resistencia occitano-aragonesa 245

Aragn: un reino sin rey? 245La reconquista occitana 256El Tratado de Meaux-Pars (1229) 263De Lorris (1243) a Corbeil (1258) 275


Captulo 7. El final del catarismo 297Los hermanos predicadores 297La Santa Inquisicin 302Los ltimos focos de resistencia: Montsgur y Quribus 307Los ltimos ctaros 315

Conclusin 319

Bibliografa 323


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Introduccin

Ctaros. Esta simple palabra, nada ms ser pro-nunciada o escrita, emerge rodeada por un halo de mis-terio. Cul es el motivo para que un solo vocablo ins-pire tan enigmtica curiosidad? No cabe la menor duda de que todo aquello que est relacionado con la tene-brosa Edad Media, perodo histrico considerado err-neamente oscuro, ha cobrado un ingente protagonismo en los ltimos aos, sobre todo gracias a la edicin de algunos best-seller de la literatura, en muchas ocasiones llevados tambin al cine, que ambientan sus relatos en esta interesante poca. De esta forma, los ctaros, junto a templarios, merovingios, constructores de catedrales, caballeros cruzados, miembros pertenecientes a socie-dades secretas, brujas, herejes, inquisidores, y un largo etctera de este tipo de personajes, han alcanzado una gran popularidad. Pero no slo la novela histrica y el celuloide son responsables de la enorme difusin logra-da entre lectores y espectadores por todos estos arqueti-pos medievales. Tambin las publicaciones de carcter esotrico se han encargado de acrecentar la leyenda, en muchas ocasiones leyenda negra, de los ctaros y dems personajes contemporneos a estos. Cierto es


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que sobre el catarismo no se ha rodado ninguna exitosa pelcula pero, sin embargo, han corrido autnticos ros de tinta que han intentado aproximarnos a su hereja. No obstante, las novelas son simplemente relatos de ficcin y su objetivo es nica y exclusivamente entretener al lector. Paralelamente, las publicaciones de carcter ocul-tista existentes sobre el catarismo emiten todo tipo de hiptesis relacionadas con esta religin heterodoxa, y se basan solamente en teoras especulativas que utilizan da-tos no contrastados por la arqueologa, por registros his-tricos o por evidencias cientficas. Debido a ello, tanto este tipo de conjeturas como la ficcin sirven de poco, por no decir de nada, a la hora de ayudarnos a conocer exactamente quines fueron los ctaros.

Los ctaros fueron un grupo organizado y jerar-quizado de adeptos a una religin cristiana dualista cuyos miembros fueron considerados herticos por la Iglesia catlica. Surgieron en la Europa occidental de los siglos xii y xiii, a lo que s aadimos que fueron protagonistas de una parte esencial de los aconteci-mientos que tuvieron lugar en el viejo continente a lo largo de la Baja Edad Media; llegaremos a la conclu-sin de que la historia es la disciplina que debe apor-tarnos una informacin ms veraz sobre ellos.

Pero dada la complejidad de los acontecimientos histricos relacionados con el catarismo, sucesos stos esenciales a la hora de conocer cul fue el rumbo de Francia, la Corona de Aragn y la Santa Sede cuando la Edad Moderna estaba a punto de comenzar, a veces su historia es contada de forma excesivamente espe-cializada como para ser accesible a todos los pblicos. Este es el caso de buena parte de las obras sobre los c-taros escritas por medievalistas franceses, libros muy rigurosos desde el punto de vista histrico pero, a su vez, de lectura muy complicada y poco amena; autores estos tambin que tratan los asuntos relacionados con


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esta hereja desde una perspectiva demasiado local, muy centrada en torno a Francia, motivo por el cual se descuidan aquellos aspectos sobre esta religin dua-lista que estn relacionados con la Corona de Aragn.

En ocasiones, la historia de los ctaros ha sido tambin escrita por autores espaoles que han orientado su narracin en torno a la relacin de Occitania, regin actualmente perteneciente a Francia, con Catalua. Para ello, dichos escritores pueden llegar a utilizar un punto de vista excesivamente partidista, incluso polticamente hablando, regionalista y casi podramos decir que secta-rio, de forma que existe la posibilidad de que la realidad histrica sea presentada al lector de forma muy distor-sionada.

Todo ello nos ha empujado a escribir este libro de historia desde una perspectiva ms hispnica que la utilizada por los especialistas en el catarismo, es decir, la escuela medievalista francesa, sin descuidar la rela-cin entre los adeptos a su religin dualista, la Francia medieval y el papado. Esta es una obra que narra los hechos relacionados del movimiento ctaro, una nueva religin basada en el modelo de vida apostlico de los primeros seguidores de Jesucristo, con los aconteci-mientos que tuvieron lugar a lo largo de la cruzada em-prendida por la Santa Sede y Francia para combatirlo. Un libro que se cie al espritu de la coleccin Breve Historia: acercar la historia a todos a travs de un texto rigurosamente redactado.


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1Los orgenes

El mal y los dualismos

Desde tiempos muy remotos, el origen del mal ha sido un gran problema sin respuesta para todas las reli-giones. En la Antigedad encontramos un mundo cruel en el que impera la fatalidad. Los desastres naturales no solamente acaban de forma directa con las personas, sino que tambin destrozan las cosechas y provocan hambrunas. Y no slo eso, los cultivos se ven tambin afectados por una climatologa caprichosa e impredeci-ble. La enfermedad se ceba especialmente con los ms dbiles, pero esto no quiere decir que el resto de la hu-manidad se libre de las mortferas epidemias que surgen de manera inesperada y se llevan a la tumba a poblacio-nes enteras. La muerte planea sobre la faz de la Tierra, tanto en tiempos de paz como de guerra, cubrindola con su manto tenebroso de sombras. Lo cierto es que los pe-rodos de concordia entre los hombres son ms bien es-casos: el planeta se halla inmerso en un cuasi constante conflicto que parece querer desgarrar a las civilizaciones destruyndolas desde sus mismos cimientos, eliminando su esencia, es decir, al propio ser humano. Los enfrenta-mientos armados se encargan tambin de privar al hom-bre de su libertad, y hacen uso de una de las mayores la-cras que ha sufrido la humanidad en toda su historia: la esclavitud, cicatriz que ha marcado muy negativamente


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a la especie Homo sapiens a lo largo de la prctica to-talidad de su existencia y que en Occidente nicamente desapareci de forma definitiva en el siglo xix. Pero no slo se colocan grilletes sobre cuellos y extremidades de los hombres de otros pueblos que han sido vencidos en combate. Los poderosos dominan tambin a la ple-be de su misma etnia y los asfixian con las cadenas de unas pesadas cargas serviles y con abusivos impuestos o, en ciertas ocasiones, se llega incluso a condenar a los ms desfavorecidos a ser esclavos reales. Pero las des-igualdades sociales no finalizan aqu. La mayor parte de la poblacin mundial, ya sea sta sbdita del Egipto faranico, Asiria o Babilonia, viva bajo condiciones de una extrema pobreza, a pesar de que sus imperios eran poderosos y ricos.

El hombre se encuentra en muchas ocasiones al borde de la inanicin y, por diferentes motivos, est condenado a sufrir una existencia en la que se ve ro-deado de un halo de muerte y destruccin. Carece tam-bin, la mayora de las veces, de libertad. Lo peor de todo es que, como es lgico, el simple hecho de ser un ente racional hace que sea muy consciente de habitar un mundo primordialmente malo. No obstante, los hu-manos pueden ampararse al cobijo que les brinda la re-ligin. Los sacerdotes de las distintas creencias estn ah para decirle al pueblo que los dioses, principio de todo lo existente, gozan de un inmenso poder, y si se les adora, puede que nos deparen un futuro mejor. Son por lo tanto los dioses la causa de todo lo que ocurre en este mundo? Si la respuesta es afirmativa, entonces es que pueden hacer que nuestra vida sea mejor, ser la causa del bien, pero, por lo tanto, al mismo tiempo deben de ser la causa del mal. No puede ser de otra forma: los dioses son esencial y realmente crueles, no deben de ser bondadosos, ya que pueden causar el bien, pero, sin embargo, el mal predomina en el mundo. Todo puede


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quedar justificado de la siguiente forma: el ser huma-no posee una naturaleza malvada, y debido a ello los dioses lo castigan constantemente. Pregunta respondi-da? Problema resuelto? Evidentemente no, ya que el hombre, infame o no, ha sido supuestamente creado por los dioses y estos son, en consecuencia, la nica causa del mal en la Tierra. Seguimos, por lo tanto, sin hallar respuesta. Y si alguien intentara aclarar las dudas de la humanidad al respecto, tratando, por un lado, de justifi-car la procedencia del mal y, por otra parte, explicando el origen del bien? Es innegable que no basta con dar respuesta a una sola de estas dos cuestiones, ya que si contina existiendo uno de los dos interrogantes, nada se habr conseguido en la labor por resolver la duda existencial del hombre. En consecuencia, podemos afir-mar que resulta indudable que las dos respuestas consti-tuyen una dualidad, son indisolubles y se debe procurar resolver estas dos cuestiones en un mismo instante de tiempo para, de esta forma, conseguir satisfacer la in-quietud natural del ser humano por conocer cul es la base cosmognica, es decir, el origen de la creacin, del hostil entorno que habita.

En este contexto llegaron a Persia hacia el II mi-lenio a. C. las primeras ideas dualistas que trataban de diferenciar los dos principios que regan en el mundo: la bondad y la maldad.

mazdEsmo y zoroastrismo

Ahura Mazda u Ormuz era el dios supremo de Per-sia, uno de los mayores imperios de la Antigedad y de la Edad Media, cuya existencia se prolong desde el siglo vi a. C. hasta el siglo vii de nuestra era. El Aves-ta, libro sagrado del mazdesmo, describe el conflicto permanente entre las fuerzas del bien, comandadas por


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esta deidad, y las del mal, lideradas por Ahrimn o An-gra Mainyu. Para su religin, este enfrentamiento que se da desde el principio de los tiempos, no ser eterno, ya que, finalmente, Ormuz se impondr a Ahrimn y la luz vencer a las tinieblas para siempre. Por ello, podemos afirmar que la concepcin dualista, resultado del equili-brio de fuerzas entre el bien y el mal, tiene como meta un resultado final monista, en el que reine solamente el primero de ellos.

Para el mazdesmo, la vida no es otra cosa que este combate permanente, de forma que el ser humano pue-de influir en lo cerca que est el mundo de conseguir el triunfo definitivo sobre Ahrimn: los fieles solamen-te deben hacer el bien y contentar a Ormuz. Con ello conseguirn adems la salvacin el da del Juicio Final. Cuando el hombre lleva a cabo acciones malvolas, ni-camente consigue retrasar la victoria de Ahura Mazda; si su comportamiento es, sin embargo, piadoso, las fuer-zas de la luz irn ganando terreno a la oscuridad. Es la primera idea de cielo e infierno de la historia, percep-cin mazdesta-zoroastriana que ejercer una poderosa influencia sobre todos los credos posteriores, especialmen-te en las tres grandes religiones monotestas: judasmo, cristianismo e islam. Debido a la influencia mazdesta, la primera de ellas experimentar profundos cambios a partir del siglo vi a. C., y coincidir con la deportacin juda en el llamado Cautiverio de Babilonia tras la con-quista de Jerusaln por Nabuconodosor II (597 a. C.). Ello fue posible como consecuencia de la posterior ca-da de Babilonia, hacia el 539 a. C., en manos de Ciro II, rey de Persia, una poca en la que, como veremos en los prximos prrafos, la religin de Ahura Mazda estaba experimentando una amplia y decisiva mutacin. Los conceptos mazdestas de cielo, infierno, diablo, demo-nios, ngeles y Juicio Final, todos ellos recogidos en el Avesta, arraigarn con fuerza en el judasmo y sern


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ms tarde transmitidos a sus herederos cristianos y musulmanes. Del mismo modo, tras el Cautiverio de Babilonia, los profetas hebreos comenzarn a anunciar la venida del Mesas, algo indito en el Antiguo Testa-mento.

Hasta aqu todo parece ir bien: por primera vez los sacrdotes parecen tener una respuesta convincente so-bre el origen del mal. Pero el mazdesmo presentaba un pequeo fallo: sus rituales fastuosos y de gran pompa, tpicos, como estudiaremos en el siguiente epgrafe, de las religiones mistricas y orientales, nicamente esta-ban al alcance de la clase aristocrtica. El ncleo central de la doctrina irania era el sacrificio. El pueblo llano no poda permitirse el lujo de ofrecer animales a Ahura Maz da para con ello poder ir haciendo la reserva de su estancia en el Paraso. Sin embargo, un profeta nacera en el seno del Imperio persa para condenar estas prc-ticas superfluas, personaje que conseguira transformar la religin mazdesta para aproximarla a las clases ms desfavorecidas. El piadoso reformador es conocido por la historia como Zoroastro.

Muy poco sabemos acerca de la vida de Zoroas-tro, no obstante conocemos la importancia de su obra, ya que al parecer predic instando a los hombres a adoptar una conducta moral que los acercara a Ahura Mazda para, de esta forma, conseguir la salvacin de sus almas el da del Juicio Final, en el que las fuer-zas del bien aniquilaran definitivamente a las hordas del seor de las tinieblas, Ahrimn. Zoroastro, tam-bin conocido como Zaratustra, naci probablemente en el actual Afganistn entre los aos 650 y 600 a. C. Las enseanzas del profeta tuvieron una repercusin enorme en el rea de influencia persa, y se difundieron con celeridad por Oriente Medio, ya que Zoroastro no slo acept el tradicional dualismo iranio, sino que, adems, puso a Dios al alcance de las masas, como


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El judasmo fue la primera de las grandes religiones monotestas en surgir, remontndose sus mticos orgenes a la revelacin descrita en la Biblia que recibi Abraham. Posteriormente los adeptos de los otros dos importantes credos monotestas, es decir, el cristianismo y el islam, reconoceran tambin a este personaje nacido en la ciudad de Ur de Caldea (Mesopotamia) como patriarca de sus respectivas religiones. En la imagen, un cementerio judo.


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Fresco de la iglesia de Santa Pudenziana, Roma. Este edificio religioso, primera baslica cristiana construida, fue levantado a principios del siglo v, una poca turbulenta en la que a medida que la religin de Jesucristo iba cobrando un mayor poder, el Imperio romano se marchitaba ms y ms. El cristianismo irrumpira con fuerza en la historia gracias a que acab penetrando con xito en el seno del Imperio romano, donde los emperadores Constantino I (312-337) y Teodosio I (379-395) fueron los ms grandes impulsores de esta nueva religin.


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indic en 1962 el medievalista francs Fernand Niel. De esta manera consigui que la nueva religin crea-da por l arraigara slidamente en Persia y nicamente desapareciera de la mayor parte de aquel imperio con la invasin musulmana del siglo vii de nuestra era, resis-tiendo pequeos ncleos de fieles, como los quebros de Irn y los parsis de la India, comunidades religiosas que an perviven. Zoroastro igual ante Dios a todos los seres humanos, de forma que gentes de cualquier condicin social y nivel econmico podan practicar su credo. Esto dio el empujn definitivo al culto de Ahu-ra Mazda, lo que, unido a los doce siglos de existencia del zoroastrismo, hizo que este influyera en la mayora de las creencias que nacieron despus: las ya mencio-nadas religiones reveladas, es decir, judasmo, islam y cristianismo; y tambin otras sectas relacionadas con la ltima de ellas, como el gnosticismo, el maniquesmo y el catarismo. El poder de seduccin de las enseanzas de Zoroastro hizo posible la asimilacin de los anti-guos conceptos mazdestas de ngeles y demonios, as como los de cielo e infierno, por parte de los credos mencionados.

Gnosticismo y maniquEsmo

Entre los siglos i y iii surgi en Asia una nueva corriente filosfica y religiosa, el gnosticismo, saber mis-terioso de la naturaleza superior de Dios resultado del contacto entre el pensamiento helenstico el cual se difundi por todo el antiguo mbito persa gracias a las conquistas de Alejandro Magno (336 a. C.-323 a. C.), los cultos orientales mistricos y zoroastrismo y los credos judeocristianos. Seguramente esta religin sin-crtica tambin posea elementos hindes y budistas, e incluso astrolgicos y mgicos. Su nombre procede de la


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Baos rabes. La limpieza ritual del cuerpo o ablucin realizada en el hammam formaba una parte muy importante de la vida cotidiana de los musulmanes tanto en trminos religiosos como sociales. El ao 622 marca para el islam

el nacimiento de su religin, instante temporal en el que se produjo la hgira o huida del profeta Mahoma de la ciudad

de La Meca para refugiarse en Medina.


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Capitel persa aquemnida procedente de la ciudad de Susa. Museo del Louvre, Pars. La dinasta aquemnida de

emperadores persas se extingui tras la derrota en la batalla de Gaugamela (331 a. C.) de su ltimo representante, Daro III, a

manos de Alejandro Magno. No obstante, el Imperio persa se prolongara en las dinastas parta (247 a. C.-224) y

sasnida (224-642) hasta que la invasin rabe del siglo vii produjo su destruccin definitiva.


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palabra griega gnosis, que significa conocimiento. La gnosis implicaba la adquisicin de un conocimiento ar-cano, es decir, secreto y reservado slo a unos pocos ele-gidos. Esta religin no tardara demasiado en propagarse por toda la cuenca mediterrnea desde su lugar de origen.

El gnosticismo postulaba, al igual que el mazdes-mo y el zoroastrismo, la existencia de dos principios de diferente naturaleza: el bien y el mal. El mundo material, en el que impera la maldad, no fue creado por Dios, sino por el Demonio. Dios es, sin embargo, el hacedor del reino de los cielos, as como de las almas que habitan los cuerpos de los hombres, siendo estos ltimos la mayor obra concebida por Satn. Por esta razn, los gnsticos rechazaban los escritos del Antiguo Testamento, ya que eran incompatibles con sus creencias, entre otros moti-vos por hacer a Dios responsable de la Creacin. Asimis-mo, al igual que mazdestas y zoroastrianos, postulaban la existencia de seres con una doble naturaleza, divina y humana, los ngeles o eones, cuyos representantes ms destacados son los profetas Zoroastro y Jesucristo.

Los miembros de algunas de sus sectas practicaban un riguroso ascetismo, lo que, combinado con la aparen-te sencillez de los dogmas gnsticos, contrastaba fuerte-mente con su acusado libertinaje en este aspecto pue-den parecerse en parte a los ctaros, los cuales negaban el matrimonio, pero aceptaban el concubinato y con su gusto por los ritos fastuosos de tradicin oriental, en los que las especulaciones mgicas y astrolgicas tuvieron una especial relevancia. En ocasiones sus rituales pue-den resultar extraos e incluso repugnantes a ojos de una mentalidad occidental o contempornea. Estas religio-nes orientales, aunque de comn procedencia, griega o asitica, no tuvieron una teologa homognea, pero de-sarrollaron y conservaron ciertos cultos y rituales de la Antigedad con orgenes muy primitivos, lo que explica el carcter agrario de sus dioses.


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Dichos credos fueron denominados mistricos y tuvieron gran influencia sobre la gnosis, los cultos im-periales romanos, el cristianismo primitivo y, como podre-mos ir descubriendo, el catarismo. El encanto y poder de seduccin llegado de Oriente, no slo cuna de la civiliza-cin sino tambin lugar de nacimiento de los credos que histricamente han reunido mayor nmero de adeptos, ocupan una posicin privilegiada en el mbito religio-so en el que se fraguaron el gnosticismo y el cristia-nismo. El experto en historia antigua Maurice Crouzet nos indic en 1980 que la propia religin de Cris-to lleg desde Oriente. Esta, adems, para sobrevivir y triunfar, hubo de enfrentarse a cultos que tambin surgieron all misterios, gnosticismo, judasmo, as como tuvo que combatir a las controversias ini-ciales provocadas por las herejas antiguas que desde all se propagaron arrianismo, apolinarismo. En resumidas cuentas: Occidente se dej conquistar por atractivos credos llegados de Oriente, una tierra muy superior desde el punto de vista econmico, cultural e intelectual.

Muy poco conocemos en la actualidad de los cultos mistricos como consecuencia del celo de sus adeptos por preservar el secreto de sus rituales de iniciacin, que lo salvaguardan as de la profanacin, pero s podemos afirmar, como ocurra con los sistemas dualistas gnsti-cos, que tenan una visin pesimista de la vida terrenal. Ante la escasez de fuentes escritas, la mayor parte de la informacin que poseemos sobre las religiones del misterio procede de datos arqueolgicos de difcil in-terpretacin: inscripciones, relieves, pinturas y obje-tos relacionados con los rituales que practicaban. Otro punto comn entre todos los cultos mistricos fue la tendencia hacia el monotesmo y la promesa de inmor-talidad que se haca a sus adeptos, siempre y cuando llevaran a la prctica un determinado rito de iniciacin.


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Este impresionante y fastuoso ritual se caracterizaba principalmente por incluir un acto de purificacin ini-cial que permita al nefito continuar con la ceremonia principal del culto, sin estar exenta esta de toda la pa-rafernalia correspondiente, llena de simbologa, actos y artculos sagrados. El boato mistrico casi siempre incorporaba un simulacro de muerte y resurreccin.

Ejemplos de prcticas mistricas de procedencia griega son los ritos desarrollados por las sectas pitagri-cas y los seguidores de los cultos de Eleusis.

Los primeros adoraban al dios Apolo en encuentros celebrados durante cada puesta de sol; algunos de sus ri-tos recuerdan bastante a los practicados por los catlicos de la actualidad: la purificacin con agua, as como el consumo de pan y las libaciones con vino, fundamen-tales en la eucarista. Tambin, como en el mazdesmo prezoroastriano, sacrificaban animales. Segn sabemos desde el siglo I por el filsofo romano de origen hisp-nico Sneca, la secta pitagrica no tena adeptos entre el pueblo llano, quienes tampoco la miraban con buenos ojos ante el desconocimiento que suscitaban sus activi-dades, dado su fuerte carcter esotrico, tpico de las re-ligiones mistricas.

Los cultos de Eleusis, ciudad griega muy prxima a Atenas, se basaban en el mito de Persfone, diosa que fue secuestrada por Hades, seor de los muertos, quien qued prendado de su belleza. Dmeter, madre de Per-sfone y diosa de la agricultura, finalmente rescat a su hija, con lo que florecieron de nuevo las plantas en una primavera primordial, tras la esterilidad provocada por el primer invierno, consecuencia de la tristeza que pro-voc sobre la tierra la ausencia de la joven y hermosa deidad.

En cuando a los ritos mistricos orientales, debemos hacer especial mencin sobre los que tuvieron una im-portante propagacin en el Imperio romano, como son


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los procedentes de Egipto adoracin de los dioses Isis, Serapis y Anubis, los de Anatolia y los de Persia. Cabe destacar el xito cosechado por la deidad anatolia Cibe-les, diosa madre de la tierra y primer culto oriental que se introdujo en Roma en poca muy temprana, hacia el siglo iii a. C. Pero sobre todo es preciso hacer especial mencin de la importancia que tuvo la adoracin a la divinidad irania Mitra. El dios Mitra, identificado con el Sol y relacionado con la deidad suprema de los persas, Ahura Mazda, poseda un carcter guerrero, justiciero y, cmo no, rural, ya que la sangre de los sacrificios de toros que se ofrecan en su honor, animales relacionados con esta divinidad, fecundaba la tierra. La adoracin a Mitra fue perdiendo influencia en Persia tras las reformas aplicadas por Zoroastro, por lo que este dios pas a un segundo plano en detrimento de Ahura Mazda, pero, no obstante, esto no impidi que a travs de Frigia, regin de Asia Menor sometida al Imperio iranio, su culto fuera transmitido a los romanos y cosechara grandes xitos a partir del siglo iii, triunfo que se prolonga incluso hasta la cuarta centuria. En esta poca, patricios y emperado-res romanos practicaron esta religin oriental. Destaca en este contexto la adhesin de los augustos Dioclecia-no (284-305) y Juliano (361-363), soberano este ltimo que tambin se inici en la adoracin de Isis, adems de hacerse rociar con sangre de toro en honor a Mitra, un ejemplo ms de lo extraos y repugnantes, aunque no por ello exentos de un atractivo morbo, que podan resultar los cultos orientales, prcticas stas habituales de las religiones mistricas o de las distintas corrientes gnsticas.

Es preciso destacar que hablamos de corrientes gnsticas y no solamente de una nica gnosis. Existieron tres tipos de sectas que siguieron esta senda: gnsticos paganos, gnsticos judos y gnsticos cristianos. Por lo tanto, en su origen, la gnosis no puede ser considerada


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cristiana, ya que su nacimiento precede en el tiempo a la religin de Jesucristo. Las distintas corrientes gnsti-cas, a pesar de todas sus diferencias internas, tienen en comn, como ya hemos mencionado, una base dualista en sus creencias, en la que, fundamentalmente, el bien se opone al mal y lo material a lo espiritual. La meta gnstica es llegar a Dios mediante el conocimiento, que ser alcanzado a travs de la revelacin dada por los eo-nes, ngeles, mensajeros de la Providencia que adoptan forma humana para as bajar del cielo y poder transmitir la gnosis. A Jesucristo se encomend esta tarea funda-mental, al igual que antes se hiciera con Zoroastro. Esta es la nica forma de salvacin para el hombre, la libe-racin de su alma de la jaula que lo encierra a lo largo de la vida, es decir, del cuerpo material. No obstante, la tradicin secreta y esotrica no era revelada a todos los creyentes, sino slo a unos pocos elegidos.

El camino del creyente implica, por lo tanto, cono-cerse a s mismo, su verdadera naturaleza, para, de esta manera, poder llegar a conocer al mismo Dios, divini-dad que dio origen a los ngeles y a las almas, pero que es imposible que sea el creador del mundo. La materia, sustancia que habita un mundo cruel y donde reina la maldad, no ha podido ser obra de un dios bondadoso. Eso incluye tambin la creacin de los cuerpos huma-nos. Por lo tanto, los gnsticos rechazan al Yahveh b-blico, el Creador. Los gnsticos odiaban este mundo y adjudicaron su creacin a un dios malvolo, un demiur-go, Satans en definitiva. Las dos deidades abanderan a los ejrcitos enfrentados en este dualismo, aunque en algunos sistemas gnsticos, podramos decir que menos dualistas, el demiurgo sera una entidad divina inferior, al igual que el Lucifer cristiano, emanacin del Todo-poderoso.

Debido a todo ello, para la gnosis cristiana, Jesu-cristo nicamente posee carcter divino; es imposible


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Detalle del sarcfago del faran Ramss III. Museo del Louvre, Pars. El culto de Isis, deidad que aparece en

la imagen, fue uno de los ms importantes en el Egipto faranico, lugar a partir del cual se extendi por Oriente

Prximo y el Imperio romano.


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Constancio II se alzar en el ao 351 con el trono imperial romano gracias al apoyo recibido por los brbaros alamanes. Pero una vez que esta etnia germnica penetr en territorio

romano, no fue fcil convencer a sus miembros para abandonarlo. El orden nicamente podr ser restablecido

por Juliano, el nuevo defensor de Roma, motivo por el cual se alz finalmente con el ttulo imperial en el ao 361. En la imagen, inscripcin dedicada al emperador pagano Juliano

(361-363) hallada en la ciudad turca de Ankara.


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que tenga carcter humano, ya que slo posee un cuer-po aparente. Tampoco, por lo tanto, puede morir. De esta forma los gnsticos, al igual que, como podremos comprobar prximamente, los ctaros, destruan uno de los pilares del dogma cristiano: la muerte y resu-rreccin de Jess, lo que constituye una hereja. Cris-to, sin embargo, s que es un profeta enviado por Dios para transmitir la gnosis a los fieles. Con todo ello podemos afirmar que el dualismo de la gnosis distor-sionaba de tal forma los dogmas de las religiones ju-da y cristiana que, para ambos credos, constitua una hereja arriesgada. Peligrosa pero con un alto poder de sugestin, ya que acercaba a los creyentes a la gnosis y, en definitiva, a Dios, y se les ofreca, por lo tanto, la liberacin del mundo material y la vida eterna. Todo ello haca muy atractivos los cultos gnsticos, cuyas creencias sincrticas, producto de la fusin ya men-cionada con otras religiones y pensamientos filosfi-cos, no resultaban del todo incompatibles con el cris-tianismo. En consecuencia, podemos afirmar que no sera demasiado complicado que un creyente cristiano acabara incorporndose a una secta gnstica cristiana. Es ms, la primigenia Iglesia cristiana se enfrentaba, all por el siglo ii, ya no slo a la persecucin de los emperadores romanos, sino tambin a la posibilidad de que, debido a la influencia de las corrientes gnsti-cas, acabara por transformarse en una religin mistri-ca, uno ms entre los innumerables y fastuosos cultos orientales que cosecharon un xito pasajero en el seno del Imperio romano. Ante cualquiera de estas dos po-sibilidades, el resultado podra haber sido el mismo: la desaparicin definitiva del cristianismo. La represin y persecucin por parte de las autoridades romanas puede parecer a priori, debido a su extrema violencia, la principal amenaza de muerte para el cristianismo. No obstante, sin ningn gnero de dudas, fue el riesgo


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de asimilacin gnstica lo que mayor peligro repre-sentara para el cristianismo en este sentido. En pala-bras del catedrtico de Historia Antigua Jos Manuel Roldn, en el gnosticismo, el cristianismo se dilua en un sincretismo y el misticismo era parecido al de las religiones mistricas y al paganismo. Pero como ya sabemos todos, ni la persecucin ni el gnosticismo acabaron con la religin de Jesucristo: el cristianismo acab siendo la religin oficial del Imperio romano, as como la de los reinos brbaros que de l surgieron en la Edad Media; en la actualidad es adems uno de los credos con ms practicantes del mundo.

Entre los pensadores gnsticos cristianos, es pre-ciso destacar la figura de Marcin, cuyas ideas triunfa-ron en Roma durante el Siglo de Oro de la gnosis, es decir, la segunda centuria de nuestra era. Marcin re-chazaba el Antiguo Testamento, ya que en sus textos se describe cmo Yahveh, un dios cruel no slo con sus enemigos sino tambin con sus seguidores, haba crea-do el mundo. Esta obra deficiente no poda proceder de una deidad todopoderosa y benvola. Las enseanzas de Marcin nicamente aceptaban el Evangelio de Lu-cas, en el que se revelaba la verdad sobre Jesucristo, el enviado de Dios. La influencia marcionista queda demostrada por la supervivencia de sus creencias hasta los albores de la Edad Media y con la creacin de una Iglesia muy organizada en la que la mujer posea un papel de gran trascendencia en la jerarqua de su sa-cerdocio, algo inusual en la Antigedad y la Edad Me-dia y que, como estudiaremos prximamente, recuerda bastante a la relevancia que en este sentido tuvieron las fminas ctaras.

Para algunos autores, caso del ya citado Maurice Crouzet, Marcin no fue un gnstico al uso, se trataba ms bien de un cristiano con fuertes influencias recibidas de la gnosis. Del mismo modo, algunos historiadores,


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como el medievalista Fernand Niel, prefieren no in-cluir entre los gnsticos cristianos a uno de los profe-tas dualistas ms influyentes: Manes.

Manes, o Mani, naci en el ao 216 en la misma rea geogrfica de la cual surgieron los dualismos ma-zdesta, zoroastriano y gnstico, la cuna de las religio-nes monotestas: Oriente Prximo. Manes fue criado en el seno de una familia gnstica, perteneciente a la secta de los mandeos, en su Babilonia natal, tierra a la que su padre emigr procedente de Persia, por lo que parece claro que el joven iranio recibi una educacin con influencias zoroastrianas y gnsticas. No nos extraa por lo tanto que a los doce aos de edad afirmara haber recibido un mensaje divino por-tado por un ngel que le anunciaba que, llegado el da indicado, abandonara su vida tal como haba sido hasta entonces y llevara a cabo la misin para la cual haba sido enviado a este mundo: predicar un nuevo credo. Doce aos despus, Manes recibi una segunda visita del mensajero de Dios, quien en esta ocasin le indic que haba llegado el momento de proclamar la nueva doctrina. El profeta emprendi entonces un viaje de peregrinacin de dos aos de duracin que lo llevara a recorrer el sur de Asia central, donde entr en contacto con el hinduismo y el budismo, religiones de las que el maniquesmo tom ciertos elementos. Hacia el 242, Manes alcanz Persia, donde fue bien acogido en la corte del emperador Shappuhr. Manes se declar sucesor de Buda, Zoroastro y Jesucristo y con ello consigui convertir a ciertos personajes de relevancia del entorno del soberano sasnida. Puede que incluso el mismo Shappuhr se contara entre sus adeptos, no obstante, lo que ms nos importa es que el profeta alcanz una notable influencia, lo que le lle-v a obtener la autorizacin imperial para predicar en tierras persas. El Mesas aprovech bien el tiempo del


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La etnia juda ha experimentado a lo largo de su historia una continua migracin, conocida como dispora, que se inici con el Cautiverio de Babilonia en el siglo vi a. C. y

que acab por asentar a sus miembros en buena parte de las ciudades europeas medievales. En la imagen, judera de una

ciudad de la Edad Media.


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que dispuso y en treinta y un aos el maniquesmo se difundi ampliamente por el rea en la que el zo-roastrismo era religin oficial. En ese perodo incluso traspas sus fronteras hacia Asia central, la India, Pa-lestina, Egipto e incluso Roma. Ningn gnstico ha-ba llegado tan lejos.

Sin embargo, Sappuhr morira en el 273 y a par-tir de ese momento el respaldo que Manes reciba de las autoridades persas poda empezar a flaquear. El trono fue ocupado por Hormurzd, hijo de Sappuhr, y por suerte para Manes el nuevo soberano continu brindndole apoyo. Pero para desgracia del profeta, el flamante emperador solamente permaneci en el tro-no durante un ao, ya que la muerte provoc que su lugar fuera ocupado por su hermano Bahram. A partir de entonces, Bahram, fiel defensor del zoroastrismo, no slo retir todo el respaldo que la dinasta sas-nida, a la que l mismo perteneca, le haba brindado a Manes, sino que, adems, orden la detencin del profeta. Su captura se logr en el 277. Tras casi un mes de permanecer encerrado y de estar sometido a tortura, Manes muri. No contento con eso, el emperador hizo colgar su cadver a las puertas de la ciudad, segura-mente para que sirviera de ejemplo a sus seguidores y para animarlos a abandonar su credo. Los sacerdotes zoroastrianos haban conseguido su objetivo, ya que acabaron con la seria amenaza que poda suponer la presencia de Manes, profeta de un nuevo y atractivo credo que empezaba a competir con la adoracin de Ahura Mazda.

Manes haba desaparecido, pero su doctrina con-tinu expandindose por Asia central, donde su mayor xito fue cosechado en el Turkestn, llegando a con-vertirse all en religin oficial. A partir de esta regin, alcanz incluso China. Tambin parti hacia Asia Menor y el norte de frica, donde penetr a travs de


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Egipto, y continu por Hispania, Galia e Italia, lugares donde el nmero de adeptos quedaba restringido ni-camente a pequeas comunidades de fieles. No obs-tante, el camino fuera del mbito de influencia persa tampoco fue sencillo, ya que, en la mayora de oca-siones, all por donde pas, el maniquesmo despert el recelo de las autoridades religiosas: su atractivo y sencillo credo haca peligrar la influencia que posean las dems doctrinas. Si a ello le sumamos la actitud aptica mostrada por sus seguidores ante la vida, pode-mos comprender por qu las autoridades seculares de las regiones por donde pas el maniquesmo se sumaron a su persecucin. Destaca en este contexto la represin a la que fue sometido por los emperadores romanos, ya fueran stos paganos Diocleciano inici la caza en 297 o cristianos Valentiniano orden su persecu-cin en el 372 y Teodosio en el 382 y el 389 Estos ltimos nunca dejaron de incluir la doctrina de Manes entre las herejas cristianas, a pesar de que no pertene-ca a las sectas de origen cristiano, ya que constitua en s misma una nueva religin, algo parecido al caso del catarismo, como podremos comprobar prximamente. Esta actitud de las autoridades romanas pudo deberse a la notable influencia que el maniquesmo posea de las enseanzas de Jesucristo, motivo por el cual captaba constantemente adeptos procedentes de esta comuni-dad religiosa.

La opresin romana se hizo especialmente dura hacia la segunda mitad del siglo v, momento tras el cual el maniquesmo pareci desaparecer de Occiden-te. No obstante, existen autores que opinan que las enseanzas de Manes perduraron en la Europa occi-dental hasta que se alcanz la Edad Media y volvieron a manifestarse de forma notable a partir del ao 1000, llegando incluso a ser transmitidas a los ctaros del siglo xii.


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Como es lgico pensar, el maniquesmo posea elementos muy importantes del zoroastrismo, el gnos-ticismo y el cristianismo. La base de partida es su con-cepcin dualista del mundo, tomada a partir del zo-roastrismo pero, al contrario de este credo, resulta en este caso ser una dualidad absoluta: existe un dios del bien y un dios del mal, sin ser ninguno superior al otro. Del mismo modo que zoroastrianos y gnsticos, los maniqueos creen en un universo dividido en dos par-tes: el reino de la luz, el cielo o mundo espiritual donde moran las almas; y el imperio de las tinieblas, el infier-no o mundo terrenal donde habitan los hombres. Entre ellos dos se sitan los eones, los mensajeros de Dios. Para Manes, las almas son de origen divino, han sido creadas por Dios; sin embargo, los cuerpos materiales de los seres humanos son obra del Demonio. El alma permanece ligada al cuerpo, su prisin, de forma tan estrecha que el ser humano ha perdido la conciencia de la procedencia divina de su esencia. El hombre vive por lo tanto en la ignorancia, no posee el conocimiento necesario para entender que puede liberarse de todo lo material y, de esta forma, encontrarse a s mismo, co-nocer su doble naturaleza, que es dual, y, en definitiva, hallar a Dios. Es en este momento en el que entra en accin la gnosis: el conocimiento es el camino que nos lleva a Dios. La gnosis nicamente puede ser transmi-tida por los eones, los ngeles que como Jesucristo o el propio Manes han sido enviados por el Todopoderoso para liberar al hombre y conseguir que este logre la salvacin alcanzando el nirvana. Esto ltimo consti-tuye una clara muestra de la influencia hinduista y bu-dista que posee el maniquesmo. Habr tambin un da del Juicio Final en el que el triunfo de Dios supondr la destruccin del mundo, el infierno en definitiva, en una devastadora aniquilacin, propia de las fastuosas y extravagantes ideas orientales tpicas de las religiones


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Diocleciano (284-305), uno de los mltiples emperadores romanos coronados durante la denominada Crisis del siglo iii, en principio, no pareca que correra mejor suerte que sus antecesores, la mayora de los cuales fueron asesinados. Sin embargo, este militar de pura raza inici una poltica de reformas que consigui sacar al Imperio romano del

abismo en el que haba cado y que le permiti experimentar un nuevo perodo de bonanza. Relieve del emperador

Diocleciano. Museo della Civilit Romana, Roma.


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mistricas y la gnosis. Esta visin apocalptica haca que los maniqueos mostraran una actitud pasiva ante la vida, con lo que su apata resultaba intil e incluso perjudicial para el Estado.

Pero a pesar de su estrambtica visin sobre el ori-gen y el fin del mundo, es preciso destacar que la doctri-na maniquea en s puede considerarse bastante sencilla, de forma que su culto, al parecer, no posea sacramentos y se reduca nicamente al ritual de imposicin de ma-nos, unas pocas plegarias y cnticos, frecuentes y pro-longados ayunos, confesiones pblicas y el desarrollo de la prctica de la predicacin. La discrecin maniquea en este aspecto difiere de los dems credos orientales y de las religiones mistricas.

La imposicin de manos era un ritual de inicia-cin en el que un creyente pasaba a la categora de ele-gido, y de esta forma se le transmita el espritu. Este ce-remonial era muy similar a la tambin denominada im-posicin de manos que practicarn los ctaros. Otro aspecto compartido entre los seguidores de Manes y los herejes ctaros fue lo muy organizadas que estaban sus Iglesias y la acusada jerarqua en la que se estructuraba su clero. En ambos casos se haca la siguiente distincin entre sus adeptos: los simples creyentes (tambin llama-dos oyentes, eran los fieles no iniciados) y los elegidos; o puros, a los que se transmita la gnosis. Los elegidos se podan clasificar a su vez en el bajo clero (sacerdotes) y el alto clero (obispos, apstoles y un lder supremo cabeza de su Iglesia).

El primer deber del maniqueo era practicar un es-tricto ascetismo, por lo que sobra decir que el ayuno y la castidad formaban una parte muy importante de la vida de sus devotos. Los ayunos eran obligatorios para los creyentes todos los domingos, da en el que tam-bin el contacto sexual estaba prohibido. La religin de Manes, adems de abogar por la castidad, negaba


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el matrimonio, otra muestra ms de la actitud pasiva de este credo frente a la vida en s misma. El ideal maniqueo sera poder liberar cuanto antes el alma de su envoltura corprea, pero cabe destacar al respecto que no se posee ningn dato que demuestre que Ma-nes alentara a sus devotos a practicar el suicidio. Esta apata podra haber conducido a los maniqueos a una pronta aniquilacin si hubieran llevado al extremo los principios que postulaban sus creencias. Por ello, el maniquesmo era especialmente peligroso para los Estados, ya que adems de ser un credo muy atractivo, la indiferencia de sus seguidores poda llegar a conse-guir que estos se mostraran improductivos: no podan procrear, edificar, sembrar, cosechar, criar animales y un largo etctera. No obstante, los maniqueos supie-ron adaptarse a la realidad y estas prohibiciones no se aplicaban de forma completa a los creyentes. Los no iniciados podan llevar una vida normal, eran los productores que la sociedad maniquea necesitaba para poder sobrevivir, incluso podan casarse. Pero como contrapartida, no alcanzaran de forma directa el reino de los cielos, ya que no haban llegado a la gnosis. A cambio, podan reencarnarse en otra persona o inclu-so en un animal, en funcin de cul hubiera sido su comportamiento en la vida terrenal. Sin duda esta idea fue tomada por Manes directamente de las religiones hinduista y budista, a partir del viaje inicitico que realiz a la India antes de comenzar su peregrinacin por tierras persas. Al morir, los oyentes bondadosos podan incluso encarnarse en un elegido e indirecta-mente alcanzar algn da la vida eterna. nicamente los elegidos tenan la oportunidad de alcanzar el nir-vana y permanecer, una vez fallecidos, eternamente junto a Dios.

Slo los puros tenan la obligacin de someterse a un riguroso ascetismo. Deban privarse del consumo de


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alimentos no slo los domingos, tambin los lunes. En ocasiones especiales llegaban incluso a ayunar durante un mes entero.

Los creyentes realizaban cada lunes las confesiones pblicas frente a los elegidos, y estos ltimos entre s.

Un detalle nos llama especialmente la atencin: en ningn momento hemos mencionado si estas ceremonias se llevaban a cabo en algn edificio construido expresa-mente para estos fines. No se posee informacin sufi-ciente como para confirmar si los maniqueos construye-ron y usaron templos o no. A favor del s, cabe decir que Agustn de Hipona, un maniqueo renegado que acab abrazando el cristianismo hasta llegar a convertirse en san Agustn, afirmaba hacia el siglo v que los seguidores de Manes tenan templos. A favor del no, podemos des-tacar dos aspectos. Por un lado, no se conservan restos de edificios maniqueos. Por otra parte, la persecucin a la que se vio sometido su credo all por donde pas pro-voc que en la mayora de ocasiones su Iglesia sobrevi-viera en la clandestinidad a duras penas, lo cual conduca de forma inevitable a que sus fieles no se planteasen la construccin de ningn edificio importante y/o a la des-truccin de los templos que pudieran existir por parte de los perseguidores.

Esta dura represin hizo que el maniquesmo se fuera diluyendo poco a poco con el transcurso del tiem-po. Desapareci totalmente de la faz de la tierra? Al menos, en nuestra opinin, es muy probable que sucum-biera en Occidente, ya que la dura represin a la que se vio sometido, especialmente por parte de las autorida-des romanas, provoc que su presencia e influencia se fueran atenuando hasta la extincin completa. A pesar de ello, los seguidores de Manes vivieron an mucho tiempo en Europa occidental, en la clandestinidad, bajo pequeas agrupaciones dispersas, las cuales, llegado el momento, comenzaron a perder los vnculos que pudiera


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haber entre ellas. Estas pequeas comunidades evolu-cionaron de forma independiente, de manera que su culto comenz a diferenciarse del rito original de los mani-queos y lo ms probable es que acabaran extinguindo-se absorbidas por el pujante catolicismo de los nuevos Estados brbaros de Europa. Algunos autores, como el citado medievalista Fernand Niel o el divulgador Isaac Asimov en su obra de 1982, afirman que a pesar de los duros golpes sufridos, el maniquesmo nunca lleg a desaparecer totalmente de Europa y Asia occidental. No obstante, Niel reconoce que se antoja complicado esta-blecer una relacin directa de filiacin entre los ctaros y los maniqueos, ya que, como hemos comentado, la existencia clandestina de los ltimos provoc que sur-gieran distintas escuelas dualistas, procedentes de una Iglesia madre maniquea, que poco o nada tenan ya que ver unas con otras. Nosotros no tenemos tan claro que esto sea as, ya que, tras las persecuciones del siglo v, Euro-pa vio cmo la doctrina de Manes se iba apagando poco a poco, y no se encuentran fuentes que nos hablen de la presencia de ideas dualistas en Occidente hasta que se alcanz el siglo xi, como estudiaremos en la segunda parte de esta obra.

En cambio, no podemos decir lo mismo en cuanto a la presencia de ideas maniqueas en Oriente Prximo, donde, como veremos en el siguiente punto, dos nuevas sectas dualistas, la de los paulicianos y la de los bogo-milos, irrumpieron con fuerza en el rea de influencia bizantina en los siglos viii y x, respectivamente.

Paulicianismo y boGomilismo

Hacia el ao 272, el patriarca de Antioqua, Pablo de Samotasa, fue depuesto de su cargo por sus opositores con el respaldo del pagano emperador romano Aureliano.


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El motivo no fue otro que sus ideas con respecto a la hu-manidad de Jesucristo, la cual era negada por este obispo, percepcin considerada hertica. A pesar de ser contem-porneo de Manes, no podemos afirmar que el obispo Pablo fuera seguidor suyo, pero sin duda comparta con l muchas ideas. La mejor fuente disponible sobre la secta fundada por Pablo de Samotasa la encontramos en unos escritos que datan del siglo x, cuya autora se adjudica a Pedro de Sicilia. Al igual que otros contemporneos, cuando este historiador habla de los seguidores de Pablo de Samotasa, o paulicianos, afirma que se trataba de ma-niqueos y que estos se autodenominaban cristianos. La denominacin maniqueo sera utilizada a lo largo de la Edad Media de forma incorrecta para hacer referencia a cualquier disidencia religiosa cristiana. El motivo de este inadecuado uso por parte los cronistas medievales se de-ba a que estos nicamente conocan la hereja de Manes, o bien fue consecuencia de que se tratara del heresiarca cristiano que mayor relevancia tuvo.

Los paulicianos vivan ocultos entre las comuni-dades catlicas, por lo que podan pasar inadvertidos. Es probable que debiera transcurrir mucho tiempo has-ta que se descubriera que entre los miembros de estas agrupaciones cristianas haba maniqueos. A partir de ese momento, los paulicianos comenzaban a ser perse-guidos y expulsados de la comunidad de Cristo.

Al igual que los maniqueos, los paulicianos tenan una concepcin dualista del mundo, as como tambin rechazaban el Antiguo Testamento. Su profundo punto de vista dual hacia que, adems, estuvieran en contra de todo lo material, por lo que no le daban ningn va-lor a las reliquias partes del cuerpo u objetos perte-necientes a santos que eran venerados por los cristia-nos y a los que estos tanta importancia le daban, las imgenes o iconos, la eucarista; y, por supuesto, tam-bin rechazaban el principal smbolo cristiano, la cruz


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a su juicio, un elemento de suplicio, un simple trozo de madera, algo material y, como todo lo tangible, en definitiva, un objeto sin ninguna significacin El re-chazo a los iconos sin duda permiti a los paulicianos contar con el apoyo de los emperadores bizantinos ico-noclastas de los siglos viii y ix para ms informa-cin, vase nuestro trabajo titulado Breve Historia del Imperio bizantino, editado por Nowtilus en 2010, al igual que ellos destructores de imgenes, lo que se-guramente tuvo bastante que ver con el hecho de que su secta sobreviviera durante tantos aos. A ello debe-mos sumar las particularidades de la regin en la que se desarroll su hereja, es decir, Armenia, poseedora de unas caractersticas especiales que cuando estemos tratando el cuarto captulo nos resultarn muy simila-res a las singularidades que posea la Occitania de los siglos xii y xiii, donde triunf el catarismo.

Armenia era una regin fronteriza situada entre dos poderosos imperios: Bizancio y Persia. Esa es-pecial localizacin geogrfica haca que su posesin fuera estratgica y, por tanto, que se convirtiera en objeto de deseo de ambas potencias. El litigio dio lu-gar a una larga guerra entre Persia y el Imperio bizan-tino a partir del siglo v, contienda que nunca lleg a resolverse completamente hasta que la invasin rabe acab con el Imperio persa en el siglo vii. Situada en-tre dos imperios, a caballo de Europa y Asia, entre dos mundos distintos, entre dos religiones tan influyentes como la cristiana y la zoroastriana, Armenia, como es lgico pensar, tom elementos de uno y otro lado. Y dado adems que se encontraba ubicada en lo que haba sido el rea de influencia del maniquesmo, no es de extraar que las ideas dualistas no fueran algo nuevo para los armenios. La anarqua derivada de la eterna disputa por Armenia, el vaco de poder reinan-te, abon el terreno en este Estado semiindependiente


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Ilustracin de la Ciudad de Dios. En esta obra, Agustn de Hipona da muestras de su influencia y pasado maniqueos cuando describe la naturaleza del bien y el mal, a pesar de

que el manuscrito en cuestin data de comienzos del siglo v, poca en la que el futuro santo cristiano ya haba renegado

de esta religin hertica.


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para que la hereja pauliciana, heredera de las religio-nes mazdesta, cristiana y maniquea, acabara triunfan-do en este pas.

En siglos anteriores, los paulicianos se haban visto sometidos a una feroz persecucin por parte de las au-toridades eclesisticas y laicas de aquellos lugares de Asia occidental por los que pasaron. Por contra, una vez iniciado el siglo viii, el nmero de adeptos a las ense-anzas de Pablo de Samotasa era lo suficientemente ele-vado en Armenia como para que su secta comenzara a ser tenida en cuenta. A partir de ese momento, el Estado pauliciano pudo hacer frente incluso al Imperio bizanti-no, cuyos disciplinados y poderosos ejrcitos sufrieron algn que otro revs militar. Nos llama poderosamente la atencin la belicosidad de los paulicianos, una pro-piedad nica entre las diferentes religiones dualistas, caracterizadas por su pacifismo especialmente mani-queos y ctaros, consecuencia en parte de su actitud pasiva ante la vida y su rechazo del mundo material.

Sera necesario alcanzar las postrimeras del siglo ix para que el emperador bizantino Basilio I derrotara definitivamente, en el ao 872, a los paulicianos en la batalla de Batyrhax. Fue a partir de entonces cuando nuevas violencias, ordenadas por las autoridades bizan-tinas en esta ocasin, aniquilaron casi por completo a los paulicianos. Asimismo, buena parte de los pocos adeptos que quedaron de esta secta fueron deportados a los Balcanes.

Es muy probable que los paulicianos que llegaron a Armenia entraran all en contacto con descendientes de los seguidores de las enseanzas de Manes y, a causa de la fusin entre ambos, surgiera el pensamiento herti-co que, como ya hemos comentado, encontramos en la regin, sobre todo a partir del siglo viii. Recordemos que el antiguo patriarca de Antioquia, Pablo de Samo-tasa, tambin era partidario de la concepcin dualista


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Len V (813-820) fue uno de los emperadores bizantinos iconoclastas ms enrgicos, postura impopular esta que

finalmente le costara el trono y la vida, ya que fue asesinado y sustituido por uno de sus generales, coronado como

Miguel II (820-829). En la imagen, fresco que representa a Len V mientras presencia la destruccin de un icono que es

cubierto por sus sbditos con cal.


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del universo. A favor de esta tesis hay que mencionar que Armenia no dista demasiado de Persia, el rea de nacimiento del maniquesmo.

Tras el destierro de los paulicianos armenios a tierras griegas, nuevos brotes dualistas eclosionaron all. Estos fermentos neomaniqueos se sumaron a los elementos preexistentes que ya haba en la regin tras las misiones de los seguidores de Manes en siglos ante-riores. Es lgico, pues, que sea a partir de la presencia balcnica de estos deportados cuando comencemos a ver de nuevo cmo un grupo de ascetas vuelve a predi-car la existencia de los principios del bien y del mal en Europa. En este contexto surgi en los Balcanes la sec-ta de los bogomilos a mediados del siglo x, cuyo nom-bre procede de Bogomil, personaje real o legendario.

Las crnicas griegas y eslavas describen en qu for-ma la secta de los bogomilos se extenda por toda Bul-garia y buena parte de Bizancio. Destacan al respecto los escritos de un sacerdote cristiano, llamado Cosmas, que hacia el 970 deca: se denominan a s mismos simple-mente cristianos, seducen a las almas dbiles simulando la piedad ms exagerada y el modo de vida ms ascti-co; se burlan de las prcticas supersticiosas de la gran Iglesia, su culto a las imgenes, las cruces, las reliquias y su credulidad ante los milagros; niegan todo valor a sus sacramentos y pretenden redimir ellos mismos los peca-dos; entre ellos incluso hay mujeres. Queda muy claro con ello que sus ideas no diferan demasiado de las de los paulicianos. Los bogomilos practicaban adems una lectura dualista de las Sagradas Escrituras, y rechazaban el Antiguo Testamento. Su dualismo posea una tenden-cia ms marcadamente maniquea que el paulicianismo, lo que podra sugerirnos que es probable que las ideas de Manes no hubieran muerto en tierras bizantinas. Cosmas describe su secta como dualista, acusndola de otorgar al demonio la autora de la creacin del mundo. La prctica


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del ascetismo desarrollada por sus seguidores los llevaba a ayunar y a ser clibes, por lo que vivan rodeados de continuas privaciones. Tenan tambin prohibido beber vino y consumir carne.

Otro cronista cristiano, Eutymo Zigabeo, indica en sus escritos que las escuelas bogomilas, al igual que las dems religiones dualistas surgidas tras el maniquesmo, tenan dos categoras de fieles: los creyentes y los elegi-dos. Del mismo modo que los maniqueos, los creyentes bogomilos podan ingresar en la categora de los elegi-dos si se sometan a un ritual de iniciacin, una especie de sacramento, el nico que practicaban, en el que re-ciban la gnosis que los conduca al Espritu Santo. La ceremonia desarrollada para tal menester era muy senci-lla: sobre la cabeza del nefito se colocaban las Sagradas Escrituras y se recitaba el padrenuestro, los dems asis-tentes cantaban luego himnos cogidos de las manos. No obstante, no era tan fcil llegar a participar en este rito, ya que para ello era necesario que el creyente recibiera una prolongada preparacin.

Por qu triunf con relativa facilidad el bogomilis-mo en Bulgaria? Hacia finales del siglo vii, tribus eslavas fusionadas con poblaciones de invasores de origen asi-tico acabaron asentndose en Mesia, provincia bizantina al norte de Constantinopla, y a la larga fundaron un reino independiente aprovechando los innumerables perodos de crisis experimentados por los Gobiernos imperiales. Sus sbditos eran unos nmadas paganos con un nivel de civilizacin muy inferior al de sus vecinos catlicos y bizantinos, por lo que resulta sencillo concluir que los misioneros cristianos enviados por el papa de Roma y el patriarca de Constantinopla empezaran pronto a tener xito en sus labores de evangelizacin de Bulgaria hacia mediados del siglo ix. El hecho de que dos Iglesias com-pitieran por conquistar las almas de todo un pas provoc que ninguna de ellas se estableciera de forma definitiva


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La presencia en el trono de Constantinopla de Basilio II (963-1025) supuso el ltimo perodo de esplendor para el Imperio bizantino, gracias sobre todo a la conquista del reino de Bulgaria que finaliz en el ao 1018. En la imagen, fresco que nos muestra a un grupo de prncipes blgaros postrndose a los pies del triunfante emperador Basilio II.


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en la regin, por lo que a comienzos del siglo x tambin est documentada la presencia de dualistas en Bulgaria. Una tercera Iglesia estaba compitiendo por sembrar sus ideas en esta tierra de paganos: predicadores paulicia-nos procedentes del destierro armenio se haban sumado tambin a la disputa por evangelizar a los infieles recin instalados.

Bulgaria era un pas receptivo a nuevas ideas reli-giosas, ya que all el poder era detentado por una mino-ra aristocrtica duea de la tierra, los boyardos, mien-tras que el resto de la poblacin constitua la mano de obra del reino. Estos campesinos, sometidos a una dura servidumbre, vivan en condiciones de extrema pobre-za y, como es lgico, se lamentaran constantemente de sus desgracias, sin obtener ninguna respuesta acerca de cul era la causa de sus miserias. Las creencias catlica romana, ortodoxa bizantina y pauliciana les ofrecieron la salvacin eterna, pero nicamente la ltima de ellas resolvi sus dudas existenciales con la ayuda de ideas dualistas. Debido a esto, es normal que, en el siglo xi, su secta adquiriera una mayor presencia en Europa orien-tal: evangelizaron a las poblaciones rurales, extendieron comunidades de hombres y mujeres por los Balcanes e incluso se confirma su presencia en la capital imperial bizantina, es decir, en la opulenta Constantinopla. All, a orillas del Bsforo, a medio camino entre Europa y Asia, consiguieron beneficiarse del apoyo de algunas de las grandes familias pertenecientes a la aristocracia del funcionariado de la metrpoli, algo muy similar a lo que ocurrir en el siglo xii en Occitania, donde, como po-dremos estudiar en breve, el catarismo recibi el respal-do de la nobleza local. El enorme xito cosechado por el bogomilismo en el siglo xi se debi tambin, en bue-na medida, a la reaccin contraria del pueblo blgaro frente a la religin que los bizantinos, ahora invasores y no misioneros; intentaron imponer por la fuerza a estos


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brbaros a partir de la conquista que sufrieron a manos del emperador Basilio II (963-1025), soberano que no en vano portaba el sobrenombre griego de Bulgarocto-no, que significa asesino de blgaros.


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David Barreras Cristina Durán - sgfm.elcorteingles.es16 david Barreras y cristina durán que sobre el catarismo no se ha rodado ninguna exitosa película pero, sin embargo, han corrido