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Cultura Imperio Said Cap1

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I. TERRITORIOS SUPERPUESTOS, HISTORIAS

ENTRECRUZADAS

Acerca de este problema, y desde su interior tambien,

s610el silencio estaba al orden del dia. Algunos de esos

mutismos se estaban rompiendo. Los escritores que ac-

tuaban segun una estrategia politica, 0 dentro de una,

mantenian, a la vez, otros silencios. Lo que a mi me inte-

resa son las estrategias para romperlos.

TONI MORRISON, Playing in the Dark

La historia, en otras palabras, no es una maquina de

calcular. Brota en el pensamiento y en la imaginaci6n y

toma cuerpo en las respuestas de la cultura de un pueblo,

a su vez resultado de la infinitamente sutil mediaci6n de

realidades materiales, de hechos de base economica, de

pequefiisimas objetividades.

BASIL DAVIDSON, Africa in Modern History

1. IMPERIO,. GEOGRAFIA Y CULTURA

Entre las estrategias mas corrientes de interpretaci6n del

presente se encuentra Ia invocaci6n del pasado. Lo que sos-

tiene esa invocaci6n no es s610el desacuerdo acerca de 10que

sucedi6, acerca de 10 que realmente fue ese pasado, sino la in-

certidumbre acerca de si el pasado realmente 10 es, si esta con-

cluido 0 si continua vivo, quiza bajo distintas formas. Este pro-

blema alienta toda clase de discusiones: acerca de la influen-

cia, acerca de la culpa y los juicios, acerca de la realidad

presente y las prioridades futuras.En uno de sus mas famosos ensayos tempranos, T. S. Eliot

abord6 una similar constelacion de problemas. Apesar de que

tanto la ocasi6n como la intenci6n del ensayo es casi pura-

mente estetica, podemos utilizar sus formulaciones para ilumi-

nar otros nucleos de experiencia. Dice Eliot que aunque el

poeta sea, evidentemente, un talento individual, se desen-

vuelve dentro de una tradici6n que no puede meramente here-

darse sino que ha de ganarse con «gran esfuerzo». La tradi-

cion, continua:

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·supone, en primer lugar, el sentido historico, que podemos

considerar casi indispensable para cualquiera que siga sien-

dopoeta despues de los veinticinco afios; y el sentido histo-

rico implica percibir no solo 10 acabado del pasado sino su

presencia; el sentido historico obliga a un hombre a escri-

bir no meramente con su propia generacion en los huesos

sino con el sentirniento de la totalidad de la literatura euro-

pea desde Romero. Y dentro de ella la totalidad de la litera-

tura de su propio pais posee una existencia simultanea y

compone un orden simultaneo, Este sentido historico, que

pertenece tanto a 10 intemporal como a 10 temporal, y

que supone la union de 10 intemporal con 10 temporal, es

10 que convierte al escritor en tradicionaL Y, ala vez, es 10

que hace al escritor mas agudamente consciente de su lu-

gar en el tiempo, de su propia contemporaneidad.

Ningun poeta, ningun artista del arte que sea, tiene sen-

tido completo por si solo. L

La intenci6n de estos comentarios se dirige igualmente a

los poetas que ejercen la critic a y a los criticos cuyo trabajo su-

pone una rigurosa consideraci6n del proceso poetico, La idea

principal es que aunque debamos abarcar en su totalidad 10

concluido del pasado, no existe un modo suficiente en que el

pasado pueda ser aislado del presente. El pasado y el presente

se informan mutuamente; cada uno irnplica al otro, en el sen-

tido ideal y totalizador al que aspira Eliot: cada uno en coexis-

tencia con el otro. Lo que Eliot propone, en suma, es una vi-

sion de la tradici6n literaria que, aunque respete la sucesi6n

temporal, no se encuentre completamente dominado por esta,

Ni el pasado ni el presente, ni mucho menos un poeta 0 artista

cualquiera, poseera por si solo un sentido completo.

No obstante, la sintesis eliotiana de pasado, presente y fu-

turo es idealista y, en algunos aspectos, constituye una funcionde su propia y peculiar historia.' Asfrnismo, su concepcion del

tiempo no toma en cuenta labeligerancia con la que los indivi-

duos y las instituciones deciden 10 que es tradicion y 10 que no

10 es, 10 que es relevante y 10 que no 10 es. Pero su idea central

es valida: el modo en que formulamos 0 nos representamos el

1. T. S. Eliot , Critical Essays (Londres : Faber and Faber, 1932) , pp. 14-15.

2 . Ver Lyndall Gordon, Eliot 's Early Years (Oxford y Nueva York: Oxford

University Press, 1977), pp. 49-54.

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pasado modela nuestra comprension y perspectiva del pre-

sente. Dare un ejemplo. Durante la guerra del Golfo

(1990-91), la colision entre Irak y Estados Vnidos resulto de la

funci6n de dos historias fundamentalmente opuestas, cada

una utilizada en beneficio de «establishment» oficial de cada

pais. Segun la version del partido iraqui Baath, la historia mo.

~erna arabe hace patente la promesa no curnplida, no rea-

hzada de la independencia arabe, una prornesa traicionada

por «Occidente» y tambien por el completo conjunto de ene-migos mas recientes, como el sionismo y la reacci6n arabe,

~a ~angrienta ocupaci6n de Kuwait por Irak estaba por tanto

justificada no solamente en terminos bismarckianos sino tam-

bien por la conviccion de que los arabes tienen derecho a

e?d.erezar los males que han sufrido y a arrebatar al impe-

nahsmo uno de sus mayores trofeos. Sirnultaneamente, segun

la perspectiva norteamericana del pasado, Estados Unidos no

son la clasica potencia imperialista, sino quienes deshacen

los entuertos de este mundo, persiguen las tiranias y defien-

den la libertad no importa d6nde y a que precio. Inevitable-

mente, la guerra enfrent6 estas dos versiones del pasado una

con otra.

Las ideas de Eliot sobre la complejidad de la relaci6n en-

tre el pasado y el presente son particularmente sugerentes

dentro de la discusion acerca del significado de «imperia-

lismo», un terrnino y una idea hoy tan controvertidos, tan car-

gad?s de,t?do tipo de preguntas, dudas, polernicas y supues-

tos ideologicos que hacen casi imposible su utilizaci6n. Hasta

cierto punto el debate supone, desde luego, definiciones e in-

tentos de delimitaci6n de la noci6n misma: lera el imperia-

lismo principalmente econ6mico? (hasta donde se extendi6?

lcuales fueron sus causas? (era sistematico? (cuando acabo, si

es que acab6? La ristra de nombres de quienes han contri-buido a la discusion en Europa y Norteamerica es irnpresio-

nante: Kautsky, Hilferding, Luxemburgo, Hobson, Lenin,

Schumpeter, Arendt, Magdoff, Paul Kennedy. Y, en afios re-

cientes, The Rise and Fall of the Great Powers de Paul Ken-

nedy, publicado en Estados Unidos, asi como la historia revi-

sionista de William Appleman Williams, Gabriel Kolko, Noam

Chomsky,Howard Zinn y Walter Lefeber, y las apologias eru-

ditas 0 explicaciones de la politica norteamericana como no

imperialista, pergefiadas por varios especialistas en estrategia,

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por teoricos y por sabios. Todo ella ha mantenido muy viva la

cuestion del imperialismo y la aplieabilidad (0 no) del ealifi-

cativo de tal a Estados Unidos, potencia principal del mo-

mento.

Estos eruditos debaten problemas fundamentalmente eco-

nornicos y politicos. Apenas sepresta atencion, en cambia, a 10

que conforma, segun mi opinion, el papel privilegiado de la

cultura en la experiencia imperial moderna. Y poco se tiene

en cuenta el hecho de que el extraordinario logro planetario

del imperialismo clasico europeo del siglo XIX y principios del

xx todavia proyecta considerable sombra sobre nuestra propia

epoca. Dificilmente exista aun hoy algun norteamericano, afri-

cano, europeo, latinoamericano, indio, caribefio 0 australiano

cuya vida individual no se haya visto afectada por los imperios

del pasado. Entre Francia y Gran Bretafia controlaban territo-

rios inmensos: Canada, Australia, Nueva Zelanda, las colonias

en America del Norte y del Sur y el Caribe, extensas zonas de

Africa, el Medio Oriente, el Lejano Oriente (Gran Bretafia re-

tendra como colonia Hong Kong hasta 1997) y el subconti-

nente indio en su totalidad. Todo estos territorios cayeron bajo

la egida imperialista y a su tiempo se liberaron del dominicfrances 0del britanico, Adernas, Estados Unidos, Rusia y otros

paises europeos mas pequefios, para no decir nada de Japon y

Turquia, fueron tambien potencias imperiales durante parte

del siglo XIX 0 en la totalidad de este, Este esquema de do-

minios y posesiones sento las bases para 10 que hoy eonsti-

tuye en efeeto un mundo completamente global. Las comuni-

caciones electroriicas, la extension planetaria del comercio, la

dispoibilidad de recursos, de viajes y de informacion acerca

del clima y el cambio ecologico han unido hasta los rincones

mas distantes del mundo. Creo que los estados modernos fue-

ron quienes establecieron e hicieron posible este estado decosas.

Sin embargo, yo me considero temperamental y filosofica-

mente contrario a las vastas sistematizaciones 0 teorias totali-

zantes de la historia de los hombres. Aun asi, debe decir que

luego de haber estudiado y, de hecho vivido, entre los imperios

modernos, me impresiona hasta que punto han estado cons-

tantemente en expansion y cuan inexorablemente integradores

. han sido. Ya en Marx, ya en obras conservadoras como las de

J. R. Seeley, ya en analisis modernos como los de D. K. Field-

I, '!

; ;

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house yC.C.Eldrigde (cuya England's Mission es obra capital) I

nos vemos obligados a aceptar que el imperio britanico inte-

gro y fusiono las cosas de su propio ambito, y que junto a otros

hizo que el mundo fuese uno solo. Pero ningun individuo

-ciertamente tampoco yo- sera capaz de ver 0de vislumbrar

en su conjunto la totalidad del mundo imperial.

Podemos leer el debate entre los historiadores contempora-

neos Patrick O'Brien- y Davis y Huttenback (cuyo importante

libro Mammon and the Pursuit of Empire trata de cuantifiear

los beneficios reales de las actividades imperiales).' Podemos

tambien considerar polemicas anteriores, como la controver-

sia entre Robinson y Gallagher," a los trabajos sobre dependen-

cia y acumulaci6n mundial de los econornistas Andre Gunder

Frank y Samir Amin." Si 10 hacemos desde el punto de vista de

la historia literaria y de la cultura, nos veremos obligados a

preguntarnos que utilidad tiene todo ello cuando, par ejemplo,

debemos interpretar la novela victoriana, la historiografia fran-

cesa, la gran opera italiana a la metafisica alemana del pe-

riodo. Hemos llegado a un punto en el que ya no podemos ig-

norar, en nuestro trabajo, la importancia de los imperios y de

su contexto. Cuando alguien, como 10 hace O'Brien, habla de«la propaganda del imperio en expansion (que) creaba ilusio-

nes de seguridad y falsas esperanzas acerca de las enorrnes ga-

nancias que percibirian los que invirtieran mas alla de sus

fronteras»," a 10 que en efecto se refiere es a un clima gene-

rado tanto par el imperio. como por las novelas, por las teorias

de las razas y la especulacion geografica, por el concepto de

identidad nacional y par los habitos urbanos (0 rurales), Una

de sus frases (efalsas esperanzas») evoca Grandes esperanzas;

1. C. C. Eldridge, England 's Mission; The Imperial Idea in the Age of Glads-

tone and Disraeli, 1868-1880 (Chapel Hi ll: Universi ty of North Carol ina Press ,

1974).2. Patr ick O'Brien, «The Costs and Benefit s of Brit ish Imperiali sm», Past

and Present, n." 120, 1988.

3 . Lance E. Davis y Robert A.Hut tenback, Mammon and the Pursui t o f Em-

pire: The Political Economy of British Imperialism, 1860-1920 (Cambridge: Cam-

bridge University Press, 1986).

4. Ver William Roger Louis, ed., Imperialism; The Robinson and Gallagher

Controversy (Nueva York: New Viewpoint s, 1976) .

S . Por ejemplo , Andre Gunder Frank, Dependent Accumulation and Under-

development (Nueva York: Monthly Review, 1979), y Samir Amin, L'accumula-

lion a l'echelle mondiale (Paris: Antrophos, 1970).

6 . O'Brien , «Costs and Benefits», pp. 180-181.

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!

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IL

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otra (elos que invirtieran mas alla de sus fronteras») a Joseph

Sedley y Becky Sharp; «creaba ilusiones» a Ilusiones perdidas:

los cruces entre cultura e imperialismo son obligados,

Es dificil conectar los diferentes campos, mostrar los com-

promisos dela cultura con los imperios en expansion, y formu-

lar acerca del arte observaciones que preserven sus cualidades

unicas y al mismo tiempo establezcan el mapa de sus afiliacio-

nes. Admito sin embargo que debemos intentarlo, y situar el

arte en su contexto global y terreno. Lo que esta en juego es el

problema de los territorios y las posesiones, de la geografia y el

poder. Todo 1 0 que tiene que ver con lahistoria humana esta en-

raizado en la tierra, 10 cual quiere decir que debemos pensar en

el habitat, pero tambien en que hay pueblos que planean poseer

mas territorio ypor 10 tanto deben hacer algo con los residentes

indigenas. En un plano muy primario, irnperialismo supone

pensar en establecerse y controlar tierras que no seposeen, que

son lejanas, que estan habitadas y que pertenecen a otros. Por

muy diversas razones esto atrae a algunos pueblos y supone in-

contables sufrimientos para otros. No obstante, los historiado-

res de la literatura que estudian por ejemplo al gran poeta Ingles

del siglo XVI Edmund Spenser, casi nunca relacionan sus planes

sedientos de sangre para Irlanda, en los que imaginaba un ejer-

cito britanico virtualmente exterminador de los nativos, con sus

logros poeticos 0con lahistoria del dominic Ingles sobre la isla,

dominic que continua hasta hoy.

Para los fines de este libra, he mantenido la perspectiva

centrada en discusiones reales acerca de la tierra y los pueblos

de la tierra. Lo que he intentado hacer es una suerte de inquisi-

cion geografica de Ia experiencia historica, siempre con la idea

de que la tierra es en efecto un solo mundo, en el cuallos es-

pacios vacios 0 deshabitados virtualmente no existen. Asi

como ninguno de nosotros esta fuera 0mas alla de la sujeciongeografica, ninguno de nosotros se encuentra completamente

libre del combate con la geografia. Ese combate es complejo e

interesante, porque trata no solo de soldados y de canones

sino tambien de ideas, formas, imagenes e imaginarios.

Gran cantidad de personas del as! llamado mundo occiden-

tal 0 metropolitano, como de sus equivalentes del Tercer

Mundo 0del antiguo mundo colonizado, comparte la sensa-

cion de que la era del imperialismo clasico 0 alto -que llego

a su apogeo durante 1 0 que Eric Hobsbawm ha llamado, de

40

modo tan interesante, «la era del imperio» y que mas 0menos

acabo con el desmantelamiento de las grandes estructuras co-

loniales tras la Segunda Guerra Mundial- ha seguido ejer-

ciendo, de una y otra manera, una considerable influencia cul-

tural hasta nuestros dias. Por toda clase de razones, estas

personas sienten una nueva urgencia acerca de la necesidad

de cornprension de 10 concluido 0 no del pasado, y esta urgen-

cia se traslada a las percepciones mismas del presente y del

futuro.En el centro de tales percepciones esta el hecho, casi indis-

cutible, de que el poder sin precedentes del siglo XIX -compa-

rado con el cual fueron mucho menos formidables los anterio-

res de Roma, Espana, Bagdad, 0Constantinopla- se concentr6

en Gran Bretafia y Francia, y mas tarde en otros paises occi-

dentales, especialmente en Estados Unidos. Este siglo presen-

ci6 «el apogeo de Occidente»: el poder occidental permiti6 a

los centros imperiales metropolitanos adquirir y acumular te-

rritorios y sujetos en una escala verdaderamente asombrosa.

Hayque considerar que en 1800 los poderes occidentales afir-

maban poseer el 55 por ciento -aunque en realidad controla-

ban aproximadamente el 35 por ciento- de la superficie de la

tierra, mientras que en 1878 la proporci6n era del 67 por

ciento, con un tasa de crecimiento de 83.000 millas cuadradas

por ano. Hacia 1914, esa tasa anual habia crecido hasta la im-

presionante cantidad de 240.000 millas cuadradas, y Europa

poseia una cantidad total de casi el 85 por ciento de la tierra

en forma de colonias, protectorados, dependencies, dominios

y «commonwealths». t Ningun conjunto 0 asociaci6n anterior

de colonias fue tan grande, ninguna tan homogeneamente do-

minada, ninguna comparable en poder a las metropolis de Oc-

cidente, EI resultado, afirma William McNeill en The Pursuit of

Power, fue «que el mundo lIeg6 a constituir una totalidad deinteracci6n como nunca antes».' En Europa misma, a finales

del siglo XIX, casi ningun aspecto de lavida qued6 fuera de lain-

fIuencia de las actuaciones imperiales, Las economias estaban

hambrientas de los mercados ultramarinos, las materias pri-

1. Harry Magdoff, Imperialism: From the Colonial Age to the Present, (Nueva

York: Monthly Review, 1978) pp. 29 Y 35.

2. William H.McNeill, The Pursuit ofPower: Technology, Armed Forces and

Society Since 1000 AD, (Chicago: University of Chicago Press, 1983).

pp. 260·261.

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mas, la mana de obra barata, y las tierras productivas, de

modo que la defensa y consolidacion de las politicas exteriores

se comprometieron cada vezmas en el mantenimiento de vas-

tas extensiones de territorios y de gran cantidad de pueblos so-

metidos. Cuando los poderes occidentales no se hallaban com-

pitiendo en dura y estrecha lucha con otros +porque segun

dice V.G. Kiernan' todos los imperios modemos se imitan-, se

encontraban denodadamente dedicados a asentar, vigilar, estu-

diar y por supuesto gobernar los territories bajo sus juridisc-

ciones.

La experiencia norteamericana, como 1 0 pone en evidencia

Richard Van Alstyne en The Rising American Empire, se baso

desde el principio en la idea de «un imperium, un dominio, un

estado soberano que se extiende en poblacion y territorio y

crece en fuerza y poder».' Se proclamo que habia que cons-

truir el territorio norteamericano y se cornbatio por el con

asombroso exito: habia pueblos nativos a los que habia que so-

juzgar y, en muchos casos, exterminar 0desterrar. Y despues,

mientras la republica crecia en el tiempo y en poder hemisfe-

rico, aparecieron esas tierras lejanas que se proclamarian vita-

les para los intereses norteamericanos, en las que habia que in-tervenir y luchar: Filipinas, Caribe, America Central, la «costa

barbara», partes de Europa y de Oriente Medio, Vietnam 0Co-

rea. Curiosamente, sin embargo, tan influyente habia sido el

discurso que insistia en la idiosincracia norteamericana, en su

acierto y en su altruismo, que el «imperialismo», como palabra

o como ideologia, se convirtio en algo raro en los textos de la

cultura estadounidense, en su politica 0 en su historia. Pero la

relacion entre la politica imperialista y la cultura es asombro-

samente directa. Las actitudes norteamericanas hacia su pro-

pia «grandeza», hacia las jerarquias raciales, hacia los peligros

de«otras»

revoluciones +puesto que la revolucion norteame-ricana se considera unica y de alguna manera irrepetible en

cualquier otro lugar del mundo-< han sido constantes, han

1. V. G.Kiernan, Marxism and Imperialism (Nueva York: StMartin's Press,

1974), p. 111.

2. Richard W.Van Alstyne, The Rising American Empire (Nueva York Nor-

ton, 1974) p. 1.Ver tambien Walter LaFeber, The New Empire: An Interpretation

of American Expansion (Ithaca: Cornell University Press, 1963).

3. Ver Michael H.Hunt, Ideology and U.S. Foreign Policy (New Haven: Yale

University Press, 1987).

42

IL

oscurecido y tambien dictado las realidades imperiales, mien-

tras que los apologistas de los intereses norteamericanos en el

exterior insistian en el bien hacer, en la lucha por la libertad,

en la inocencia norteamericana. «Pyle», el personaje de Gra-

ham Greene en El americana impasible, encarna tal estereo-

tipo cultural con inmisericorde agudeza.

En cambio, para los ciudadanos de la Gran Bretaiia y la

Francia del siglo XIX el imperio era un asunto principal que

atraia una atencion cultural completamente desenfadada. La

India britanica 0el norte de Africa dominado por los franeeses

jugaban por sf solos papeles de inestimable valor en la imagi-

nacion, la economia, la vida politica y el quehacer de las socie-

dades britanicas y francesas. Si mencionamos los nombres de

Delacroix, Edmund Burke, Ruskin, Carlyle, James y John

Stuart Mill,Kipling, Balzac, Nerval, Flaubert 0Conrad tan solo

estaremos cubriendo un pequefiisimo sector de una realidad

mucho mas amplia que la alcanzada por sus talentos, incluso

tornados colectivamente. Habia eruditos, administradores, via-

jeres, comerciantes, visionarios, poetas y toda la variedad de

fracasados y marginales en las remotas posesiones de estos dos

poderes imperiales, cada uno de los cuales eontribuia a la for-macion de la realidad colonial existente en el corazon mismo

de la vida metropolitana.

Usare el termino «imperialismo» como definicion de la

practica, la teoria y las actitudes de un centro metropolitano

dominante que rige un territorio distante; «colonialismo»,

casi siempre consecuencia del imperialismo, como la implan-

tacion de asentamientos en esos territorios distantes. Como

dice Michael Doyle: «El imperio es una relacion, formal 0 in-

formal, en la eual un estado controla la efectiva soberania po-

Iitica de otra sociedad politica, Puede lograrse por la fuerza,

por la colaboracion politica, por la dependencia economic a,social 0 cultural. El imperialismo es, sencillamente, el pro-

ceso 0 politica de establecer 0 mantener un imperio».' En

nuestra epoca, el colonialismo directo esta ya ampliamente

perimido; en cambio, el imperialismo persiste en uno de sus

ambitos de siempre, en una suerte de esfera general cultural,

asi como en practicas sociales especificas, politicas, ideologi-

cas y economic as.

1. Michael Doyle, Empires (Ithaca: Cornell University Press, 1986), p. 45.

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Ni el imperialismo ni el colonialismo son simples actua-

, clones de acumulaci6n y adquisicion, Ambos se encuentran

soportados y a veces apoyados por impresionantes formacio-

nes ideol6gicas que incluyen la conviccion de que ciertos te-

rritorios y pueblos necesitan y ruegan ser dominados, asi

como nociones que son formas de conocirniento ligadas a tal

dominaci6n: el vocabulario de Ia cultura imperialista clasica

esta cuajada de palabras y conceptos como «inferior», «razas

sornetidas», «pueblos subordinados», «dependencia», «expan-si6n» y «autoridad». A partir de las experiencias imperiales,

las nociones acerca de Ia cultura fueron clarificadas, reforza-

das, criticadas '0 rechazadas. En cuanto a la curiosa, pero

quiza logica idea propagada hace un siglo por J. R. Seeley

acerca de que algunos de los imperios europe os de ultramar

fueron en su origen adquiridos casi sin darse cuenta, no se

necesita un gran esfuerzo de imaginaci6n para comprender la

causa de su enorme difusion. Como ha dicho DavidLandes en

The Unbound Prometheus: «La decisi6n de ciertas potencias

europeas ...de establecer "plantaciones", es decir, de tratar sus

colonias como empresas permanentes, era, mas alla de consi-

deraciones morales, una innovaci6n del momento.»! Este es

el problema que me preocupa aqui: dados los motivos inicia-

les, oscuros y quiza secundarios de la tendencia del dominic

de Europa sobre el resto del mundo, lc6mo ganaron, tanto la

idea como su practica, la consistencia y la densidad de una

empresa permanente, que culminaria en el ultimo tramo del

siglo XIX?

Laprimacia de los iniperios britanico y frances en este ana-

lisis no quiere oscurecer la bastante notable expansi6n mo-

derna de Espana, Portugal, Rolanda, Belgica, Alemania, Italia

y, de un modo diferente, de Rusia y Estados Unidos, Rusia, no

obstante, adquiri6 sus territorios imperiales exclusivamentepor vecindad. Al reves de Gran Bretatia y Francia, que saltaron

miles de millas mas alla de sus propias fronteras hacia otros

continentes, Rusia se movi6 absorbiendo no importa que tie-

rras 0 pueblos que estuviesen al otro lado de sus fronteras,

que, en el proceso, se extendieron cada vez mas hacia el este y

1. David Landes, The Unbound Prometheus: Technological Change and In-

dus tr ial Development f rom 1750 to the Present (Cambridge: Cambridge Univer-

sity Press) p. 37.

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el sur. Pero en los casos Ingles y frances, la sola lejania de los

atractivos territorios favorecia tambien la proyecci6n de ex-

tensos intereses. Ese es mipunto de interes aqui, en parte

porque me interesa examinar el juego de formas culturales y

estructuras de sentimiento que produce, en parte porque el

mundo de la dominaci6n de ultramar es el mundo en que

yo creci y en el que todavia vivo. EI estatuto paralelo de Ru-

sia y Estados Unidos como superpotencias, prevaleciente du-

rante poco mas de medio siglo, proviene de historias ytrayectorias imperialistas bien distintas. Existen abundantes

variedades de dominic y de respuestas a este, pero mi libro

se ocupa s610 del dominic «occidental», junto a las resisten-

cias que ha provocado.

En la expansi6n de los grandes imperios occidentales, el

. beneficio y la esperanza de acrecentarlo eran desde luego tre-

mendamente importantes, como 10 testimonian, can abundan-

ciay durante siglos, la atracci6n por las especias, el azucar, los

esclavos, el caucho, el algod6n, el opio, el estafio, el oro y la

plata. Tambien 10 eran la inercia, la inversi6n en empresas ya

agotadas, la tradici6n y el trapicheo de las fuerzas instituciona-

les que hacian que marchara la empresa. Pero se necesita mas

para que funcionen el imperialismo y el colonialismo. Existia

un compromiso mas alla del beneficio, un compromiso en

constante circulaci6n y recirculaci6n, 10 cual, por un lade per-

mitia que hombres y mujeres decentes aceptaran la idea de

que territorios distantes con sus pueblos nativos debian ser

subyugados y, por el otro, alimentaban las energfas metropoli-

tanas de modo que esamisma gente decente pudiese pensar en

el imperium como una prolongada y casi metafisica obligaci6n

de gobernar pueblos subordinados, inferiores 0menos avanza-

dos. No debemos olvidar que existio muy poca resistencia a

esos imperios, a pesar de que fueron muy frecuentemente esta-blecidos y mantenidos en condiciones adversas y hasta desven-

tajosas. Los colonizadores no s610sufrieron durisimas pruebas,

sino que existia siempre la disparidad fisica, tremendamente

arriesgada, entre un pequefio numero de europeos a gran dis-

tancia de su patria y un numero mucho mayor de nativos en su

propio territorio. En India, por ejemplo, hacia 1930 «apenas

unos 4.000 funcionarios britanicos asistidos par 60.000 solda-

dos y 90.000 civiles (en su mayoria hombres de negocios y cle-

rigos) se habian establecido sobre un pais de 300 millones de

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. ~ . ,

habitantes».' Apenas somos eapaces de c~librar la ~oluntad la

c~:m~anzay hasta la arrogancia necesarias para .rnantener 'tal

'e~~adode co~aspero,eomo veremos en fragmentos de Un pa-

sate a la India y de Kim, estas aetitudes eran tan importantes

como el nurnero de personas del ejercito 0 del funcionariado

0, los millones de libras que Inglaterra saco de India. '

Porque la empresa del imperio depende de la idea de tener

un imperio, como Conrad parece haber captado con tanta cla-

ridad. Y, dentro de una cultura, toda clase de rnecanismos han

~e funcion~r para que esto. suceda: Iuego, a su vez, el imperia-lismo adquiere una suerte de coherencia, forma un conjunto

de experiencias y exhibe el talante de un dirigente que tam-

bien gobierne dentro de la cultura, Como 10 ha formulado un

sagaz estudioso moderno del imperialismo: .

EI imperialismo moderno ha sido una acumulacion de

. elementos, no todos' de igual peso.rque "jwdem6s rastrear a

16largo de cada epoca deIahistoria. Qui~~:·d~bamos·bus-

car sus causas ultimas, ·como l:isde Iaguerra; menos en ne-

cesidades materiales tangibles que en las inc6modas tensio-

, ,I)es, de sociedades distorsionadas por las di~isiones de

clase, con su reflejo en ideas distorsionadas en la mente delos hombres."

Una certera indicaci6n de quepapel central ocupaba el re-

.flejoy elaboracion de las tensiones, desigualdades e injusticias

~e sus patrias 0 sociedades metropolitanas en la cultura impe-

rial nos la da un distinguido historiador del imperio, eI conser-

v~dor D..K : Fieldhouse: «La base de la autoridad imperial»,

dice, «residia en la actitud mental del colonizado. Su acepta-

cion de la subordinaci6n -ya a traves del sentimiento positivo

d.el.i.nteres comun con el estado padre, ya a traves de su impo-

sibilidad de·concebir otra alternativa-: hizo que el imperio du-

rara».' Aqui, Fieldhouse esta hablando acerca de los coloniza-

dos blancos en las Americas, pero su idea va mas alla: la

permanencia del imperio estaba sostenida por ambos lados,

1. Tony Smith, The Pattern of Imperialism: The United States, Great Britain

a.nd the Late Industrializing World Since 1815. (Cambridge: Cambridge Univer-

sity Pres~, 1981) p. 52. Smith cita a Gandhi con respecto a esta cuesti6n.2. Kiernan. Marxism and Imperialism, p. 111.

. 3. D. K.Fieldhouse, The Colonia l Empires: A Comparat ive Survey from The

Eighteenth Century (1965, reeditada en Houndsmi lIs: Macmi llan, 1991), p . 103.

46

L

l'.,

.tantodellado de los dirigentes como 'del d~ los dirigidos a dis-

.tancia y a la vez ambos poseian un juego de.interpretaciones

. deja historiacomun a su propia perspectiva, sentido .de la his-

.toria, emociones y tradiciones. Lo que un intelectual argelino

recuerda hoy del pasado colonial de su patria esta rigurosa-

mente dirigidohacia ciertos. acontecimientos, como los ata-

ques militares franceses a las aldeaso la tortura de Ips prisio-

neros durante la guerra de liberacion 0 la alegria de la

independencia en 1962. Para su contraparte francesa, que

pudo habersidoparticipe de los asuntos argelinos 0cuya fami-lia pudo .haber vivido s m . hay en cambio el dolor' de haber

«perdido» Argelia, una actitud maspositiva hacia la mision co-

lonizadora francesa +con sus escuelas, sus ciudades bien pla-

neadasy s u v~da place~tera-:-. ·ejncl.ti~c:iel,sentimiento de que

los «agitadores» y los comunistas alteraron la relaci6n idilica

entre «elloss y «nosotros», .

..En gran medida la .era. del gran. imperialismo decimono-

. nieo·ha:terminado; FranciayGran Bretafia entregaron sus mas

esplendidas posesiones despues de la Segunda Guerra Mun-

dial, y las potencias men ores tambien se han deshecho de 10

mas extenso de sus dominios. No obstante, recordando· denuevo las palabras deT. S. Eliot, a pesar de que esa era tuviese

claramente rasgos de identidad propios, el sentido del pasado

imperial reside no solo en ella, sino que ha penetrado la reali-

dad de centenares de millones de personas: su existencia como

memoria compartida y como tejido altamente conflictivo de

cultura, ideologia y politica ejerce todavia una fuerza tre-

menda. Dice Frantz Fanon: «Podemos rechazar de plano la si-

tuacion a Ia cual nos quieren condenar los paises occidentales.

Al retirar sus banderas y sus policias de nuestros territorios, el

colonialismo y el imperialismo todavia no han pagado sus cuen-

tas. Durante siglos los capitalistas (extranjeros) se han compor-

tado can el mundo subdesarrollado nada mas que como crimi-

nales.»!Debemos sopesar la nostalgia por el imperio, y tambien

la ira y el resentimiento que provoca en aquellos que estuvie-

ron sometidos y, al mismo tiempo, tratar de considerar con

:-.: .

~~

"

1. Frantz Fanon, The Wretched of the Ear th , tr aducci6n de Constance Fa-

rrington (1961; reeditada en Nueva York: Grove 1968) , p . 101. Hay t raduccion

castellana: Los condenados de la tierra (Mexico: Fonda de Cultura Econ6mica,

primera edici6n, 1965) .

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cuidado e integramente la cultura que aliment6 el senti-

miento, I~ raz6n y .sobre todo la imaginaci6n del imperio ..

Creo que existe una fractura preocupante en nuestra con-

ciencia critica actual, que nos permite pasar mucho tiempo

elaborando las teorias esteticas de Carlyle a de Ruskin, par

ejemplo, sin prestar atencion alprestigio que sus ideas ofrecie-

ron simultaneameJ?te al sometimiento de pueblos inferiores y

territorios coloniales. Para tomar otro ejemplo, erraremos en

la comprensi6n tanto de la irnportancia de la cultura como de

su.resonancia en, el imperio, entonces' y ahora, a m~n~s que

podarnos comp,render de que modo la gran novela realista

europea cumpli6 uno de sus principales propositos: el casi irn-

percept~bl,e reforzamiento del consenso de sus sociedades en

torno ~Ja exp~n~.i6n:de.ult~am:ar; un coosecso en el cu~l, en

palabras de J. A. Hobson, «las fuerzas egoistas que dirigen el

imperio deben utilizar los colores protectores de los movi-

mientos desinteresadoss, Itales como la filantropia, la religion,

la ciencia y el arte,

No se trata, al hacerlo, de arrojar epitetos criticos sobre el

arte europeo 0, en general, de condenar universalmente el

arte y la cultura occidentales. De ninguna manera. Lo quequiero es examinar de que manera los procesos del imperia-

Iismo se producen mas alla de las leyes econ6micas y las deci-

siones politicas. Y c6mo se manifiestan -por predisposicion,

por la autoridad emanada de formaciones culturales reconoci-

bles y por sucontinua consolidaci6n dentro de la educaci6n

la literatura y las artes visuales y musicales- en otro plano

muy significativo, el de la cultura nacionaI, que hemos tendido

a purificar aI considerarlo reducto de monumentos intelectua-

les inmutables, exentos de contubernios mundanos. En este

punto, William Blake es explicito: «Losfundamentos del Impe-

rio», afirma en sus notas a los Discourses de Reynolds, «son elArte y la Ciencia, Si los eliminamos 0 los degradamos eI Impe-

rio desaparece. El Imperio sigue al Arte y no viceversa, como

los ingleses suponen.s-

1. 1. A. Hobson, Imperialism: A Study (1902; reedi tada en Ann Arbor: Uni-versity of Michigan Press, 1972), p. 197.

2. Selected Poetry and Prose ofBlake, ed. Northrop Frye (Nueva York: Ran-

dom House, 1953), p. 447. Una de los escasas obras en las que se aborda el an-

t iimperiali smo de Blake es la de David V. Erdman, Blake: Prophet Against Em-pire (Nueva York: Dover , 1991) .

48

(_Cuales, entonces, la conexion entre la realizacion de los'

fines nacionales jmperiales y la cultura nacional en general? El

discurso intelectual y. academico reciente ha tendido a sepa-

rarlos y dividirlos: muchos de los academicos son especialis-

tas, por 10 cual la destreza de que esta dotado el experto se

vuelca 'sobre temascon grandes dosis de autonomia: la novela

victoriana industrial, ·la politica colonial francesa en el norte

de Africa, y cosas por el estilo. La tendencia a subdividirse y

proliferar en diversos campos y especializaciones es, comovengo.sosteniendo desd~ hace tiempo, contraria ala cornpren-

sian del conjunto,donde debemos discutir el caracter, la inter-

pretacion y las tendencias de la experiencia de la cultura, Per-

der de vistao dejar.de lado el contexte nacional e internacio-

.nal de las' representacioneadtckensianas de los hombres de

.. negocios victorianos y centrarse unicamente enla coherencia

interna de sus papeles en las novelas, supone no captar una de

las conexiones esenciales entre' sus obras de ficcion y su

mundo hist6rico. Al centrarnos en esta relacion no reducimos

o disminuimos el valor de las novelas como obras de arte: al

contrario, a causa de su mundanidad, a causa de sus complejas

vinculaciones con su coritexto real, se vuelven mas interesan-

tes y mas valiosas.

Al principio de Dombey e hijo, Dickens quiere subrayar la

importancia del nacimiento del hijo para el senor Dombey:

La tierra habia sido creada para que Dombey y su hijo

comerciaran, y el sol y la luna para darles luz. Rios y mares

creados para que sus barcos flotaran; los arcos iris les pro-

metian bonanza: los vientos soplaban a favor 0en contra de

sus empresas, las estrellas y los planetas giraban en sus or-

bitas para preservar, inviolado, un sistema del cual ellos

eran el centro. Abreviaturas corrientes adquirian nuevo

sentido a sus ojos y s610 a ellos se referian: A. D. no tenia

nadaque ver con anno Domini, sino que queria decir anna

Dombey ..., e hijo.'

El pasaje cumple claramente su funcion como descripcion

del narcisismo desdefioso y la presuntuosa arrogancia de Dom-

bey, de su actitud coercitiva respecto de su hijo recien nacido,

1. Charles Dickens, Dombey and Son (1848: reeditada en Hannondsworth:

Penguin, 1970) p . 50 .

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Pero tambien podemos preguntarnos, icomO podia Dombey

pensar que el universe, yel tiempo en su totalidad, eran suyos

para comerciar? Podemos ver este pasaje, que no es en modo

alguno central dentro de Ia novela, tambien como rasgo de

conciencia propio de un novelista britanico hacia 1840. Como

dijera Raymond Williams, ese fue ({eIperiodo decisivo en el

cualla conciencia de una nueva fase de la civilizacion fue mo-

delada y expresada». Pero si es asi, ipor que describe el mismo

Williams esta «era desafiante, transformadora y liberadoras 1

sin referencia a India, Africa, Oriente Medio y Asia,puesto quefue alIi donde la vida britanica se expandio y se Ilev6 a cabo,

como Dickens soterradamente indica?

Williams es un gran critico del cual he aprendido mucho

y cuya obra admiro, pero considero Iimitadora su conviccion

de que la literatura inglesa trata sobre todo de Inglaterra,

idea central en su producci6n y en la de Ia mayoria de los

estudiosos y criticos. Mas aun, a pesar de que Williams no 10

haga, los eruditos que escriben sobre Ia novela tratan casi

exclusivamente de los textos mismos. Esos habitos parecen

gobernados por una poderosa aunque imprecisa nocion de

que las obras de arte son autonomas, mientras que, comotrato de demostrar a 10 largo de este libro, la Iiteratura emite

constantes referencias a sfmisma como participante en la ex-

pansion ultramarina de Europa y por tanto como parte de la

creacion de 10 que el mismo Williams llama «estructuras de

sentimiento» que soportan, elaboran y consolidan la practica

imperiaL Es verdad que Dombey no es Dickens ni representa

el conjunto de la Iiteratura inglesa, pero el modo en que Dic-

kens expresa el egoismo de Dombey evoca, se burla, y por ul-

timo depende, de los autenticos, verdaderos discursos del li-

bre comercio imperialista, del ethos britanico mercantil y de

su conviccion respecto a las oportunidades ilimitadas para el

progreso comercial en el extranjero. No debemos separar es-

tos aspectos de nuestra cornprension de la novela decimon6-

nica, de la misma manera que no separaremos la literatura de

la historia y de la sociedad. Creo que la supuesta autono-

mia de las obras de arte forma una suerte de separacion

que supone una absurda limitacion ya que, claramente, las

1. Raymond Williams, «Introduction», en Dickens, Dombey and Son,

pp. 11-12.

50

obras rriismas no la imponen. Sin embargo, me he abstenido a

prop6sito de adelantar una teoria completamente acabada de

la conexion entre literatura y cultura por un lado e imperia-

lismo por el otro. Al reves, espero que las conexiones surjan de

lugares especificos en los varios textos, y que el marco que los

rodea -el imperio- establezca los vinculos, los .desarrolle, ela-

bore, extienda 0 critique. Ni la cultura ni el imperialismo estan

inertes, y asi las conexiones entre ellos en tanto que experien-

cias historicas son dinamicas y complejas. Mi principal come-

tido no es separar sino vincular, 10 cual sobre todo me interesapar una razon: metodologica y filos6ficamente las formas de la

cultura son hibridas, mezcladas, impuras, y ha llegado el mo-

mento, para el analisisde la cultura, de volver a ligarsus anali-

sis con sus realidades.

2. rMAGENES DEL FASADO, PURAS E IMPURAS

Mientras se acerca el final del siglo xx, se va configurando

una creciente conciencia, en casi todos los ambitos, de las re-

Iaciones entre culturas, de las divisiones y diferencias que nos610nos permitan diferenciar una cultura de otra sino que nos

hagan captar la medida en que las culturas son estructuras

-humanamente producidas- de autoridad y participaci6n a la

Nez, benevolentes respecto a 10 que incluyen, incorporan y va-

loran y menos benevolentes respecto a 10 que excluyen y des-

defian.

;:, Creo que existe, en todas las culturas que se definen nacio-

.nalmente, una aspiracion a la soberania, a la absorci6n, a la

dominaci6n. En este aspecto coinciden la cultura francesa, Ia

britanica, la india 0 Ia japonesa. Almismo tiernpo, paradojica-

mente, nunca hemos sido tan conscientes de cuan extrafia-

mente hib~idas son las experiencias hist6ricas yculturales, de

cuanto tierien en comun las muchas y muchas veces contradic-

torias experiencias y campos, de c6mo cruzan las fronteras na-

·'donales, desafiando la acci6n policial del dogma puro y del

grosero patriotismo. Lejos de constituir entes unitarios, aut6-

nomos 0monoliticos, las culturas en realidad adoptan mas ele-

mentos «foraneos», mas alteridades 0 diferencias de las que

conscientemente excluyen. iQuien, en India 0 en Argelia,

puede separar con solvencia los componentes britanicos 0

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franceses preterites de la realidad presente, 0 quien, en Ingla-

terra 0Francia, puede trazar un circulo alrededor del Londres

ingles 0 del Paris frances que exeluya el efecto de India 0 de

Argelia sobre esas dos ciudade~ i~periales? " . ,

No son estas preguntas nostalglcamente academicas 0 teo- ,

ricas: segun 10 veremos tras uno 0 dos breves excursos, conlle-.

van importantes consecuencias sociales y politicas. Tanto Lon-

dres como Paris tienen gran cantidad de inmigrantes prove-

nientes de las antiguas colonias. Esta poblacion conserva en su

vida cotidiana amplios vestigios de las culturas britanica y

francesa. Eso es evidente. Consideremos, como ejemplo mas

complejo, las bien conocidas cuestiones de la imagen de laAn-

tiguedad clasica 0 de la tradicion como determinant~ de la

identidad nacional. Los estudios Blaqk Athena de Martm Ber-

nal 0The Invention of Tradition, de Eric Hobsbawm y Terence

Ranger, han enfatizado la extraordinaria influencia de las preo-

cupaciones y puntos de conflicto actuales en las imageries ~~-

ras (y hasta purgadas) que nos construimos de un pasado ~nvl-

legiado, genealogicamente util, un pasado del que excluimos

elementos relatos 0 vestigios incomodos. Asi, segun Bernal,

aunque sesabe que la civilizacion griega hunde sus raices en

varias culturas del sur y del este, semiticas y egipcias, durante

el curso del siglo XIX fue calificada como «aria», al tiempo que

sus rakes semiticas 0africanas era metodicamente purgadas y

ocultadas. A pesar de que los escritores griegos reconocieron

abiertamente el pasado hibrido de su cultura, los filologos

europeos adquirieron el habito ideologico d~ pasa~ de l,argo

sobre esos embarazosos pasajes sin comentanos, en mteres de

la pureza atica.' (Debemos recordar que solo a partir del siglo

XIX los historiadores europeos de las cruzadas empezaron a no

aludir a la practica del canibalismo entre los caballeros france-

ses, a pesar de que his cronicas contemporaneas d.elas Cruza-das mencionan el comer carne human a sm mnguna ver-

giienza),

, No menos que la imagen de Grecia todos losemblemas de

la autoridad europea fueron moldeados y reforzados durante el

siglo XIX. Y (_dondepodia tener lugar esto, ~ino en la fabrica-

cion de rituales, ceremonias y tradiciones? Esa es la idea que

1. Martin Bernal, Black Athena: The Afroasiatic Roots of Classical Civil iza-

tion, vol. 1 (New Brunswick: Rutgers University press, 1987) pp. 280-336.

52

sostienen Hobsbawm, Ranger y otros colaboradores de The

."Invention of Tradition. En la era en que los antiguos nexos y

"brganizaciones que sostenian las sociedades premodernas ha-

bian"empezado a desestructurarse por dentro, cuando a la

vez'aumentaban las presiones sociales derivadas de la admi-

nistracion de numerosos territorios de ultramar y del creci-

'mi~nto de las circunscripciones domesticas, las elites diri-

- gentes europeas vieron claramente la necesidad de proyectar

/sf, poder hacia atras en el tiempo, otorgandole esa historia y

'I~,~filegitimidad que solo tradicion y Iongevidad pueden dis-

';P,rpsar. Asi, en 1876 la reina Victoria fue proclamada Empe-

'r.~triz de la India y su Virrey Lord Lytton, enviado en visita,

. fue recibido y agasajado en ceremonias y fastos «tradiciona-

~~~>~a 1 0 largo del pais y tambien en la gran Asamblea Impe-

"qal de Delhi, como si el gobierno de la reina no se asentara

sobre todo en el poder Ingles y en su afirmacion unilateral,

:sino en una costumbre nativa ancestral.'

Del lade opuesto, los «natives» insurgentes han perge-

fiado similares construcciones acerca de su pasado precolo-

nial, como en el caso de Argelia durante la guerra de inde-

pendencia (entre 1954 y 1962) cuando la descolonizacion

'impuls6 a argelinos y musulmanes a crear imageries de 10

que supuestamente ellos habian sido antes de la coloniza-

don francesa. Tal estrategia forma parte de los mecanismos

'que muchos poetas y gentes de letras ponen en march a du-

rante las luchas de independencia 0 liberacion en cualquier

sector del mundo colonial. Quiero subrayar el poder movili-

zador de las imageries y tradiciones asi construidas y su cua-

lidad fantastica, sino ficticia al menos rornanticamente colo-

reada. Baste pensar en 10 que hizo Yeats por el pasado

irlandes, con sus Cuchulains y sus grandes dinastias, que

ofrecieron a la lucha nacionalista algo que admirar y que re-sucitar. En los estados postcoloniales, los riesgos de esencias

tales como el espiritu celta, la negritude, 0 el islam son ela-

ros: tieneri que ver no unicarnente con los manipuladores

, nativos, q los utilizan para enmascarar sus defectos actua-

les, sino con los contextos imperiales a los que atacaron, de

1. Bernard S. Cohn, «Representing Authority in Victorian India», en Eric

Hobsbawm yTerence Ranger, eds., The Invention of Tradit ion (Cambridge:

Cambridge University Press, 1983), 185-207.

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los cuales surgieron y dentro de los cuales se los consideraba

necesarios.

Apesar de que la mayor parte de las colonias ha ganado su

independencia, muchas de las actitudes imperialistas subya-

centes a la conquista colonial continuan vigentes. En 1910 Ju-

les Harmand, un defensor del colonialismo, afirmo:

Es necesario, entonces, adoptar como principio y punta

de partida el hecho de que existe una jerarquia de razas yde

civilizaciones y de que nosotros pertenemos a la raza y la ci-vilizacion superiores, aun reconociendo que, al mismo

tiempo que la superioridad confiere derechos, impone tam-

bien estrictas obligaciones. La legitirnacion basica de la con-

quista de los pueblos nativos es la conviccion de nuestra su-

perioridad, no solo mecanica, economica, y militar sino

moral. Nuestra dignidad descansa en esa cualidad, y subyace

a nuestro derecho a dirigir el resto de la humanidad. El po-

der material es unicarnente un media para ese fin.'

Como precursor de la polemic a actual acerca de la superio-

ridad de la civilizacion occidental sobre las otras, segun la

exaltan filosofos conservadores como Allan Bloom, y de laesencial inferioridad (yamenaza) de los no occidentales, segun

la proclaman los denostadores de Japan, los orientalistas ideo-

logicos y los criticos de la regresion «nativa» en Africa y en

Asia, la declaracion de Harmand posee una sorprendente clari-

videncia.

Por 1 0 tanto, mas importante que el pasado en si, es el peso

que este ejerce sobre actitudes cuIturales actuales. Por razones

debidas en parte a Ia experiencia imperial, las viejas divisiones

entre colonizador y colonizado han resurgido en 1 0 que habi-

tualmente conocemos como relaciones Norte-Sur, 1 0 cual su-

pone varias especies distintas de combate ideologico y reto-

rico, actitudes defensivas y esa hostilidad siempre a punto de

estallar que alimenta guerras devastadoras, como ya ha suce-

dido. iExistir~n maneras de reconsiderar Ia experiencia impe-

rial en terrninos no compartimentados, de modo que transfor-

men nuestra idea del pasado y del presente y tambien nuestra

actitud respecto al futuro?

1. Citado por Phil ip D.Curtin , ed. .Imperialism (Nueva York: Walker, 1971),

pp. 294·95.

54

I Debemos empezar por describir las forrnas mas corrientes

en que la gente se enfrenta con el legado variopinto y poliface-

tico del imperialismo; no solo aquellos que hayan abandonado

las colonias, sino tambien quienes estaban alIi antes y alli que-

daron: los nativos. Muchas personas en Inglaterra sienten pro-

bablemente cierto remordimiento 0vergtienza por la expe-

riencia india de su pais; pero otros muchos afioran aquellos

buenos dias del pasado, aun cuando los valores de entonces, la

razon que perseguian y sus propias actitudes frente al naciona-

lismo de los nativos constituyen aun delicados problemas sin~esolver. Precisamente esto es 10 que esta en juego cuando hay

conflictos raciales. Por ejernplo durante la crisis abierta por la

publicacion de Los versos satdnicos de Salman Rushdie y la

subsiguiente fatwa exigiendo la muerte del escritor por parte

de l ayatollah Jomeini.

Al mismo tiempo.. en el Tercer Mundo los debates acerca

de la ideologia imperialista y las practicas coloniales que los

sustentan son extremadamente vivos y diversos. Numerosos

grupos creen que la amargura y humillacion de la experiencia

que virtualmente los esclavizo produjo no obstante beneficios

-;-ideasliberales, conciencia nacional y bienes tecnicos-: quecon el tiempo han contribuido a hacer menos desagradable la

~ision del imperialismo. Otros, en esta era poscolonial, utilizan

eLimperialismo para reflexionar alli, retrospectivamente, so-

bre las mejores maneras de entender los conflictos de los esta-

dos hoy independientes. De la autenticidad de los problemas

de democracia, desarrollo y destino dan testimonio las perse-

cuciones de intelectuales que desarrollan su pensamiento y ac-

tividades de manera tan publica como valerosa. Eqbal Ahmad

y.FaizAhmad Faiz en Pakistan, Ngugi wa Thiongo en Kenia, 0

Abdelrahman el Munif en el mundo arabe son 'algunos de los

grandes pensadores y artistas cuyos sufrimientos no han debili-

dado la intransigencia de sus posiciones 0 inhibido la severi-

dad de sus castigos.

. Tanto Munif como Ngugi 0 Faiz a cualquier otro en su

caso se han mostrado incansables en su rechazo del colonia-

Iismo implantado 0 del imperialismo que le dio continuidad.

Ironicamente, apenasse les hizo caso, ya en Occidente, ya par

parte de las autoridades de sus propios paises. Por un Iado, los

intelectuales occidentales tendian a considerarlos Jeremias re-

trospectivos que denunciaban los males del colonialismo pre-

55

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terito; por otro, sus gobiernos los trataban, en Arabia Saudi,

Kenia 0Pakistan, como agentes de potencias extranjeras mere-

cedores de prision 0 exilio. La tragedia de su experiencia, y de

muchas experiencias poscoloniales, emana de laimposibilidad

de enfrentarse con relaciones que se recuerdan de diferentes

maneras, polarizadas y radicalmente desiguaIes. Los ambitos,

las circunscripciones, los puntos de intensidad y las urgencias

de los mundos metropolitanos y excolonizados tienden a su-

perponerse solo parcialmente. Ademas, esa pequena Zonaper-

cibida como comun unicamente les brinda 10 que podriamosHamar una ret6rica de la culpa. .

Quiero considerar en primer Iugar la realidad de los terre-

nos int~lectuales que ambos comparten y en los que discrepan

e~ el dlscurso publico posimperialista, concentnindome espe-

cialmente en 10 que, dentro de ese discurso, hace surgir y ali-

~enta la :etorica y Ia politica de Ia culpa. Luego, con perspec-:

tivas y metodos de 10 que podriamos considerar como litera-

tura c.o~parada.del. imperialismo, estudiara los modos en que

la r~~slOn 0 reconsideracte-, de una actitud intelectual posim-

perialista sea capaz de contribuir al ensanchamiento de ese

sector cornun superpuesto entre las sociedades antes coloniza-das y los centres metropolitanos. Mediante el analisis en con-

t~apunto de las diferentes experiencias, desplegando el escena-

~o de 1 0, que he Hamada historias entrelazadas y superpuestas,

intentare ,formular una alternativa tanto a la politica de la

culpa como a Ia aun mas destructiva politica del enfrenta-

miento y la hostilidad. Puede que asi surja un tipo mas intere-

sante de interpretacion secular, tambien mas enriquecedora

que la mera denuncia del pasado, que ellamento par su final 0

que .la tajante beligerancia -todavia mas cruel porque su vio-

lericia corre pareja a su facilidad y atractivo- que lleva a las

gran des crisis entre Occidente y las culturas no occidentales.

El.~undo es demasiado pequeno e interdependiente para per-mitir que esto suceda sin reaccionar.

,j

i3. DOS VISIONES EN EL CORAZON DE LAS TINIEBLAS

La dominacion y las desigualdades de riqueza y poder son

hechos perrnanentes de las sociedades humanaS. Pero en el es-

cenario global de la actualidad estos hechos son tambien inter-

56

pretables por 10 que tienen que ver con el imperialisrno, sus

nuevas formas y su nueva historia. Las naciones de Asia,Ame-

rica Latina y Africa conternporaneas, hoy politicamente inde-

pendientes, son todavia de muchas maneras tan dependientes .

y estan tan dominadas como cuando eran directamente gober-

nadas por los poderes europeos. Por un lado, hay criticos,

ComoV. S·.Naipaul, que se sienten obligados a proclamar que

esto es consecuencia de heridas autoinfligidas: elIos (todo el

.mundo sabe que {{elIas»son los negros, los de color, los wogs)tienen la culpa de ser quienes son, y es absurdo esgrimir otra

,ve'zla excusa del legado del imperialismo. Por otro lado, es

cierto que culpar dramaticamente a los europeos de las des-

venturas del presente no supone ninguna altemativa. Lo que

necesitamos es considerar estos problemas como una red de

.historlas interdependientes: seria torpe e insensato reprimir-

las, y, en cambio, es util e interesante comprenderlas.

~I.i El asunto aqui en juego no es complicado. Si desde los si-

llones de Oxford, Paris 0Nueva York se les dice a arabes a afri-

canos que perteneeen a una cultura fundamentalmente en-

ferma 0 incapaz de regeneracion, sera imposible convencerlos.

Aun cuando se los domine, no estaran dispuestos a admitir la

esencial superioridad occidental 0 el derecho de otros a sojuz-

garlos a pesar de la riqueza y el poder superiores. Los efectos

de'esta retieencia se manifiestan a 10 largo de esas colonias de

Ias que se echo a los senores blancos una vez todopoderosos. A

c ia vez, los nativos triunfantes muy pronto descubrieron que ne-

cesitaban a Occidente y que la idea de la independencia total

era una fieci6n nacionalista proyectada sobre todo por 10 que

Fanon denomino «burguesia nacionalista», que, a la vez, se

hizo con los nuevas paises y los ha gobernado mediante tira-

nias rapaces y explotadoras que recuerdan a las de los senores

ausentes.Asi, a finales del siglo xx el cicIo imperial del siglo anterior

de alguna manera se reproduce a si mismo, a pesar de que hoy

no existen en realidad grandes espacios vacios, ni fronteras en

.expansion, ni nuevas y emocionantes asentamientos que

proyectar. Vivimos en un medio ambiente planetario con

enorme numero de presiones ecologicas, economicas, sociales

y politieas que operan sabre su funcionamiento, apenas perci-

bido, esencialmente ineomprendido y aun sin interpretar, Cual-

quiera que posea una vaga eonciencia de tal unidad se sentira

57

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alarmado ante la contumacia de los intereses egoistas y estre-

chos +patriotismo, chauvinismo, odios raciales, religiosos y et-

nicos- que pueden de hecho Ilevamos a la destruccion ma-

siva. Sencillamente el mundo no puede permitirse esto de

nuevo.

No podemos fingir que disponemos ya de modelos para un

orden mundial armonioso, y seria igualmente torpe suponer

que las ideas de paz y comunidad gocen de muchas oportuni-

dades de crecimiento mientras las potencias actuen guiadas

por la percepcion agresiva de «intereses nacionales vitales» a

soberanias ilimitadas. El enfrentamiento de Estados Unidos

con Irak y el ataque de este a Kuwait a causa del petr6leo son

ejemplos evidentes. Lo sorprendente es que la difusi6n de es-

quemas de pensamiento y acci6n tan provincianos sigue preva-

leciendo en las escuelas, jamas son puestos en discusion, se los

acepta sin criticas en la educaci6n y generaci6n tras genera-

cion se repiten recurrentemente. Se nos ensefia a venerar

nuestras naciones y a admirar nuestras tradiciones, a lograr

nuestras metas con violencia y sin tener en cuenta a otras so-

ciedades. Un tribalismo nuevo, y en mi opinion deplorable,

fractura sociedades, separa pueblos, promueve conflictos mez-

quinos y sangrientos y se sustenta en afirmaciones de minorias

etnicas 0 particularidades grupales muy poco estimularites.

Dedicamos demasiado poco tiempo «aaprender de otras cultu-

ras» -Ia frase posee una vaguedad inane- y mucho menos aun

a estudiar el mapa de interacciones, el trafico real, cotidiano y

productivo casi minuto a minuto entre los estados, las socieda-

des, los grupos y las identidades.

Nadie puede abarcar este mapa completo: por eso debemos

considerar -la geografia del imperio y la caleidoscopica cuali-

dad de la experiencia imperial que ha creado su textura basica,

en terminos de unas cuantas configuraciones predominantes.

Para apreciar en parte 1 0 que esto significa propongo conside-rar un juego especifico de ricos documentos culturales en los

cuales la interaccion entre Europa y Norteamerica por un lado

y 'el mundo sometido al imperio por otra, estan animadas, in-

formadas, explicitadas como experiencia para los dos protago-

nistas del encuentro. Pero antes de entrar en esto, historic a y

sistematicamente, servira de util preparacion considerar 10

que aun queda de imperialismo en la discusion cultural re-

ciente. Ello constituye el residuo de una historia tan densa

i

58

f'f'l'

V

rL, ,

como interesante, paradojicarnente mundial y local a la vez,

que es tambien sintoma de c6mo continua vivo el pasado irn-

perialista, c6mo suscita discusiones y replicas can sorpren-

dente intensidad. Puesto que son contemporaneas y de facil

acceso, estas huellas del pasado nos ensefian en el presente la

manera de estudiar las historias -aqui el plural es intenciona-

do- creadas por el imperio, no solo las historias de los hom-

bres y las mujeres blancos sino tambien las de los no blancos

cuyas tierras y cuya misma esencia se encontraban en cues-

tion, aunque sus reclamos fuesen desoidos 0 despreciados.Undebate significativo acerca del residuo del imperialismo

-el problema de como aparecen los «natives» en los medios

de comunicaci6n occidentales- ilustra la persistencia de la in"

terconexion y la superposicion, no solo en el contenido del de-

bate sino tarnbien en sus formas, no solo en 10 que se dice sino

tarnbien en como, par quien y para quien se dice. Vale la pena

analizar este aspecto, aun cuando requiera una autodisciplina

no fadl de conseguir, ya que las estrategias con que se en-

frenta son tentadoras, faciles y se encuentran bien desarrolla-

das. En 1984, tiempo antes de la publicacion de Los versos sa-

tanicos, Salman Rushdie analiza la profusion de peliculas 0

articulos sobre la dominaci6n britanica de India, incluyendo

series televisivas como «L a joya de la corona», a versiones de

novelas, como la pelicula de David Lean sobre la obra de E. M.

Forster Pasaje a la India. Rushdie sefialaba que la nostalgia

activada en estas emocionadas reconstrucciones del dominio

ingles en India coincidian con la guerra de las Malvinas y

que «el aumento del revisionismo del dominio imperial in-

gles en India, ejemplificado por el notable exito de tales re-

latos, es la contrapartida artistic a del crecimiento de ideolo-

gias conservadoras en la Inglaterra moderna». Muchos se

lanzaron al ataque de 10 que calificaron de exhibicionismo

recriminatorio y autoflagelaclon publica de Rushdie y pare-cieron asi dejar de lado su principal afirmacion, Rushdie in-

tentaba exponer una perspectiva mas amplia, que presumible-

.mente habia atraido tarnbien a otros intelectuales, para quie-

nes ya no tiene vigencia la conocida descripci6n de George

Orwell sobre el lugar que ocupa el intelectual en la sociedad,

a caballo entre dentro y fuera del cuerpo de la ballena, En

terminos de Rushdie, la realidad actual puede en efecto care-

cer de «ballenas; este mundo sin rincones tranquilos (en el

59

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que) no existen huidas faciles de la historia, del ruido, del te-

rrible, desasosegante lio».1 Pero nadie se paro a discutir el

punto principal del discurso de Rushdie. En cambio, se es-

peculo sobre todo acerca de si el Tercer Mundo no habia en-

trado en decadencia tras la enmancipacion, si no era mejor

escuchar a esos intelectuales del Tercer Mundo +escasos,

debo afiadir, por suerte extremadamente escasos- que abier-

tamente atribuyen la mayor parte de sus actual barbarie, de-

gradacion y dictaduras asus propias historias nativas, histo-

rias ya deplorables antes del colonialismo y que volvieron aese punto tras su caida. Por 1 0 tanto, siguen estos pensadores,

mejor un duro y honesto V. S. Naipaul que un absurdamenteposturista Rushdie.

Podriamos llegar a la conclusion, ante las emociones sus-

citadas por el propio caso Rushdie, en ese momento y des-

pues, de que muchas personas en Occidente sienten que ha

Ilegado el momento de decir basta. Vietnam e Iran son em-

blemas empleados ambos para evocar tanto los traumas. de la

politica interior norteamericana -las insurrecciones estudian-

tiles de los afios sesenta: Ia angustia del publico en torno a la

crisis de los rehenes en los setenta- como el confIicto inter-nacional y la «perdida» de Vietnam y de Iran a manos del na-

cionalismo radical. Y despues de Vietnam y de Iran se dice

hay ciertas cosas que deben ser defendidas. La democracia

occidental habia sufrido un vapuleo, y a pesar de que los

dafios fisicos hubiesen tenido lugar en el extranjero, surgio en-

tonces un sentimiento, segun 10 formulo bien incomodamen-

te Jimmy Carter, de «destrucci6n mutua». Ala vez, este senti-

miento llevo a los occidentales a pensar de nuevo el total pro-

ceso de descolonizacion. (Acaso no era verdad, discurrio la

nueva postura, que «nosotros» «Ies» dimos modernizacion y ...

progreso? (Acaso no les dimos orden y cierta clase de estabi- .::'.

lidad que desde entonces ellos no han sido capaces de conse- ..

guir por SI mismos? i,Acasono fue un atroz exceso de confian-

za creer en su capacidad para la independencia, puesto que

Ilevo al poder a los Bokassa y a los Idi Amin, cuyos correlatos

intelectuales eran gentes como el propio Rushdie? (No debe-

riamos haber conservado las colonias, controlando las razas

I '

1. ~~l~an Rushdie, «Outside the Whale», en Imaginary Homelands: Essaysand Criticism, 1981·1991 (Londres: Viking/Granta. 1991), pp. 92, 101.

60

sometidas 0 inferiores y manteniendolos fieles a nuestras res-

ponsabilidades civilizadoras? .

Se que esta pintura no es exactamente fiel, sino una especie

de caricatura. Sin embargo guarda una incomoda semejanza

.con 1 0 que afirman muchas de las personas que hablan en

nombre de Occidente. Hay demasiada conviccion en la creen-

.cia en un «Occidente» monolitico, la misma que hallamos en

la descripcion del entero mundo colonial mediante el recurso

depasar de una generalizacion a otra. Estos saltos a generaliza-

ciones y esencialismos estan acompafiados por la invocacion

de una historia imaginaria de las magnanimidades y generosi-

dades d~Occidente, seguidos siemprede una represensible se-

cuencia de desagradecidos golpes en su mana grandiosamente

dadivosa. «i.Por que no nos aprecian, despues de todo 1 0 que

hemos hecho por ellos?»'

[Con que facilidad se comprime todo ello en la simple for-

mula de esa supuesta magnanimidad mal apreciada! Despre-

ciados y olvidados pueblos enteros resultan asi ultrajados, pue-

blos que durante siglos soportaron justicia sumaria, una

interminable opresion economica, la distorsion de sus vidas in-

timas y sociales y una recurrente obediencia directamente enfuncion de la inmutable superioridad europea. Baste recordar

los millones de africanos sacrificados al trafico de esclavos

para darse cuenta del inimaginable coste del mantenimiento

de tal superioridad. Sin embargo, con mas asiduidad aun deja-

mos de lado el infinito nurnero de huellas visibles en la vio-

lenta e inmensamente detallada historia de la intervencion co-

lonial-minuto a minuto, hora a hora- en la vida de individuos

y colectividades a ambos lados de la divisoria colonial.

Lo notable en esta clase de discurso contemporaneo, que

acepta la primacia y hasta la completa centralidad de Occi-

dente, es cuan totalizadora es su forma, cuan envolventes sus

actitudes y gestos, cuanto deja fuera aun cuando incluya, com-

prima y consolide. De repente nos encontramos retrocediendo

en el tiempo hacia finales del siglo XIX.

Semejante actitud imperial se encuentra bellamente reco-

gida, segun creo, en la complicaday rica forma narrativa de la

gran nouvelle de Conrad, El corazon de las tinieblas, escrita en-

1. Este es el mensaje de Conor Cruise O'Brien en «Whythe Wailing Ought

to Stop», The Observer, 3 de junio de 1984.

61

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tre 1898 Y1899. Por un lado el narrador Marlow admite la pre-

destinacion tragica de todo discurso: es «imposible dar cuenta

del sentirniento de la vida en cada epoca de la propia existen-

cia, eso que la hace verdadera, 1 0 que Ie da sentido, su sutil y

penetrante perfume ... Vivimos como sofiamos; solos».' Pero

aun asf se las arregla para concentrar el enorme poder de la

experiencia africana de Kurtz a traves del control del relato de

su viaje por el interior africano hacia el, A su vez este relato se

conecta directamente con la fuerza redentora y al mismo

tiempo horrorosamente devastadora de la mision europea enel continente oscuro. Todo aquello que se pierde, que es elu-

dido 0sencillamente maquillado en el recitado inmensamems

convicente de Marlow encuentra su compensaci6n en el im-

petu puramente historico, en el progreso del movimiento tern.

poral, con sus digresiones, sus descripciones, sus inquietantes

encuentros y dernas efectos. Dentro del relato de como viaja

hacia la Estacion Interior de Kurtz, de la que ha llegado a ser

origen y autoridad, Marlow se mueve materialmente hacia

atras y hacia adelante en pequefias y grandes espirales, simila-

res en su movimiento a los episodios a 10 largo de la trayecto-

ria rio arriba, hacia 10 que el llama «el corazon de Africa».

Asi, el encuentro de Marlow con el improbable funcionario

de traje blanco en medio de lajungla permite a Conrad el ejer-

cicio de cuantiosos parrafos digresivos, y 10 mismo sucede du-

rante el encuentro posterior con el semidemente ruso con as-

pecto de arlequin que se muestra tan impresionado por los

regalos de Kurtz. Sin embargo, bajo la falta de conviccion de

Marlow, bajo sus evasivas, bajo el arabesco de las cavilaciones

acerca de sus propios pensamientos e ideas, subyace el impa-

rable curso del viaje en sf mismo que, a pesar de los muchos

obstaculos, transcurre a traves de Iajungla, del tiempo, de las

privaciones, hasta el autentico corazon de todo, el imperio de

trafico de marfil de Kurtz. Conrad quiere mostrarnos c6mo lagran aventura economica de Kurtz, 0 el viajede Marlow rio

arriba 0 el relato mismo tienen 1.:111 asunto en cornun: el de los

europeos capaces de realizar actos de voluntad y de dominic

imperial en (0 acerca de) Africa.

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I i :,I

I', :

I ' , "

ii'

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1. Joseph Conrad, «Heart of Darkness», en Youth and Two Other Storie s

(Garden City: Doubleday, Page, 1925), p. 82. Hay traduccion castellana: El cora.zo n de las tinieblas (Lumen: Barcelona, 1992).

62

I .: ! :

" ' . Lo que hace a Conrad tan diferente de los otros escritores

coloriiales contemporaneos suyos es que era extremadamente

.consciente de 10 que hacia, por causas en parte debidas al

:hi'ismocolonialismo que 10 habia convertido a el, un expa-

trhl.dopolaco, en empleado del sistema imperial. Por 10tanto,

como muchos de sus relatos, El corazon de las tinieblas no

constituye tan s610 el repertorio directo de las aventuras de

" ·Marlow.Es tambien una dramatizacion del mismo Marlow, an-

.tiguo.vagabundo de las regiones coloniales, que cuenta su his-

.toria a un grupo de oyentes britanicos en un tiempo particular, y'un espacio especifico. Que ese grupo de gente provenga del

mundo empresarial es la manera conradiana de enfatizar el he-

:chb de que durante la decada de 1890 el negocio del imperio,

antes una empresa individualista y de aventureros, se habia

convertido en el imperio del negocio. Hemos de subrayar que,

por la misma epoca, Halford Mackinder, explorador, geografo

y-Iiberal imperialista, ofreei6 una serie de conferencias sobre

:eiimperialismo en el London Institute of Bankers:' quiza Con-

.rad 10 supiese. A pesar de que Ia intensidad easi opresiva del

-relatode Marlow nos deja la sensaci6n muy aguda de que no

haymanera de escapar a la fuerza historica soberana del impe-

.rialismo, que posee el poder de un sistema eapaz de hablar por

todos y por todo dentro de sus dominios, Conrad nos muestra

.tambien que 1 0 que Marlow haee es contingente, impulsado

por una serie de oyentes britanicos de mentalidad semejante a

.lasuya y limitados a esa situacicn.

;:: . Pues ni Conrad ni Marlow nos ofreeen una vision eom-

pleta de 10 que se encuentra fuera de las aetitudes de con-

quistadores del mundo enearnadas por Kurtz, Marlow, el

clrculo de oyentes en la cubierta del Nellie y el propio Con-

rad. Quiero decir que El corazon de las tinieblas es una obra

.tan persuasiva precisamente porque tanto su politica como

su estetica son, por as! decirlo, imperialistas, 10 cual, en los

afios finales del siglo XIX, parecian constituir a Ia vez una es-

tetica, una politica y hasta una epistemologia inevitables e

, insoslayables. Si de veras no podemos entender la experien-

1. Para Mackinder, ver Nei l Smith, Uneven Development: Nature, Capital

'~nd the Production of Space (Oxford: Blackwell , 1984). pp. 102-3. Conrad y la

'geografia triunfalista forman el nucleo del trabajo de Felix Driver, «Geography's'

Empire: Histories of Geographical Knowledge», Society and Space, 1991,

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cia de otro y dependemos por 10 tanto de la autoridad aser-

tiva del tipo de poder que Kurtz detenta como hombre blanco

en la jungla a que Marlow, otro blanco, detenta como narra-

dor, es inutil buscar alternativas distintas, no imperialistas. El

sistema las ha eliminado del todo y las ha hecho impensables.

La circularidad, Ia perfecta conclusion de todo el circulo es

insuperable no solo estetica sino mentalmente. Conrad es tan

consciente de como situar el relata de Marlow en el curso na-

rrativo, que nos permite simultaneamente comprender que el

imperialismo, lejos de absorber su propia historia, estaba vivo

en ese instante y a su vez circunscrito por una historia mas

grande, fuera del estrecho y restringido circulo de europeos

de la cubierta del Nellie. No obstante, nadie parecia habi-

tar entonces esa regi6n mas amplia, y el mismo Conrad la

deja vacia,

Conrad nunca hubiese podido utilizar a Marlow para pre-

sentar otra cosa distinta .que un punto de vista imperialista,

dado 10que podian efectivamente ver del mundo no europeo

de su tiempo tanto Conrad como Marlow. La independencia

era cosa de blancos y eurapeos. A los pueblos inferiores 0 so-

metidos se los gobemaba: la ciencia, el conocimiento y la his-toria venian de Occidente. Aunque Conrad escrupulosamente

nos recuerde las desgraciadas diferencias emanadas de las acti-

tudes coloniales diversas de belgas e ingleses, el s610era capaz

de irnaginar un mundo ajustado a una u otra esfera del domi-

nio occidental. Pero porque Conrad tambien poseia un sentido

residual extraordinariamente persistente de su propia margi-

nalidad de exiliado, con mucho cuidado (algunos dirian que

con cuidado de demente) otorga al relato de Marlow la provi-

sionalidad caracteristica de su situaci6n en el limite exacto en-

tre uno y otro rnundos, neutro pero diferente. Ciertamente,

Conrad no era un gran imperialista como Cecil Rhodes 0 Fre-

derick Lugard, a pesar de que fuese capaz de entenderlos per-

fectamente, de comprender, en palabras de Hannah Arendt,

como para entrar en «el torbellino de un interminable proceso

de expansion, debia, de alguna forma, cesar en 10que era para

obedecer las leyes del proceso, identiflcandose con las fuerzas

anonimas que se suponia que debia servir para que el proceso

siguiera en movimiento, pensando en si mismo como mera

funcion y eventualmente considerando esa funcion, esa encar-

nacion de una linea dinamica, como su posible y mas alto 10-

64

"

J.

gro».' La conclusi6n de Conrad es que si el imperialismo,

como el relato, ha monopolizado el sistema completo de re-

presentacion -10 cual en el caso de El corazon de las tinieblas

kpermite ser el portavoz de los africanos, el.de Kurtz,. y el_de

los otros aventureros, incluyendo a Marlow y a su audiencia+

suconciencia como outsider 10faculta, al contrario, para com-

prender de modo activo como funciona la maquina, dado que

la sincronia a correspondencia entre el y la rnaquina no es del

todo perfecta, Al no llegar a ser jarnas un Ingles completa-

mente integrado y del todo aculturado, Conrad pudo preservaruna distancia ironica en cada una de sus obras.

'",La forma narrativa de Conrad hace posible extraer asi dos

posibles posiciones, dos visiones opuestas del mundo ~~scolo-

nial que sucedio al suyo. La primera supone que la vieja em-

presa imperial dominaba el espacio de modo tal que podia des-

plegarse convencionalmente para dar cuenta del mundo tal

como el imperialismo europeo u occidental 10 vieron, y que

pudo consolidarse tras la Segunda Guerra MundiaL Los oc.ci-

dentales pueden haber abandonado fisicamente sus colonias

enAfricay Asia,pero las han conservado no solo como merca-

dos sino como puntas de un mapa ideologico sobre el cual si-

.guen gobernando moral e intelectualmente. C~mo 10 form,u-

lara recientemente un intelectual norteamencano: «Mues-

trenrne el Tolstoi zulu», La falta de corrviccion asertiva y

'soberana de esta posicion atraviesa hoy los discursos de quienes

hablan no s610por Occidente 0por 10que Occidente hizo, sino

par 10que el resto del mundo es, fue y sera. Esta afirmacion ex-

c1uye10que otros suelen representar como «perdido», yafirma

en cambia que el mundo colonial estaba de alguna forma y ha-

blando ontologicamente «perdido» desde el principia, que era

irredimible e innegablemente inferior. Mas aun, tal discurso se

centraba no en 10 compartido de la experiencia colonial, sino

en10que nunea debio ser cornpartido, es decir, en la autoridady la rectitud derivadas de un poder y un desarrollo superiores.

Retoricamente, podemos definir los terrninos de esta afirma-

'cion en terrninos de la definicion de la critica de los in-

. 1. Hannah Arendt, The Origins of Totalitarianistn (1951; nueva edi~!6n en

Nueva York: Harcourt and Brace Jovanovich, 1973), p. 215_HaytraduccIOTI.cas-

tellana: Los origenes del totalitarisrno, Madrid: Taurus, 1974. yer ta~bie~ Fre-dric Jameson, The Polit ical Unconscious: Narrat ive as a Social ly Simbol ic Art

(Ithaca: Cornell University Press, 1981), pp. 206·81.

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telectuales modernos de Julien Benda: como organizacion de

las pasiones politicas. Y esos terminos, como el mismo Benda

era suficientemente sensible para comprender, llevan al sacri-

ficio de las masas. Si no al literal, ciertamente si al retorico.

La segunda posicion es considerablemente menos objeta.:

ble. Se ve a sf misma como Conrad veia sus propias narracio-

nes, propias de un tiempo y un lugar, ni incondicionalmente

verdaderas ni ciertas sin matizaciones, Como he dicho, Conrad

no nos da la sensacion de que pueda imaginar una alternativacompleta al imperialismo: los natives de Africa,Asia0 America

de los que escribe son incapaces de independencia: puesto que

el parecia imaginar que el tutelaje europeo era un don, no po-

dia prever que pasaria cuando el tutelaje llegase a su fin. Pero

si percibia que llegaria a su fin, aunque s610 fuera porque,

como todo esfuerzo humano, incluida la palabra, tendria su

momento y luego se extinguiria. Que Conrad date su imperia-

Iismo, muestre su contingencia, registre sus ilusiones, su tre-

menda violencia y despilfarro (como en Nostromo), nos per-

mite a los Iectores posteriores imaginar algo distinto a un

continente africano dividido en decenas de colonias europeasaun cuando, por su parte, el apenas pudieseimaginar en que

se convertiria Africa.

Pero volviendo a las primeras lineas de reflexion que salen

de Conrad, el discurso del imperio hoy resurgente prueba que

el encuentro imperialista del siglo XIX continua trazando divi-

sorias y tendiendo barreras. Es extrafio, pero persiste tarnbien

en el intercambio, enormemente complejo, y a la vez intere-

sante, entre antiguas partes coloniales: Gran Bretafia e India

por un lado, 0 Francia y los paises franc6fonos africanos por

otro. Estos intercambios apacibles suelen estar oscurecidos

por los estridentes antagonismos del debate polarizado entre

pro y antiimperialistas, que hablan enfaticamente de destino

nacional, intereses de ultramar, neoimperialismo y cosas se-

mejantes, apartando a sus simpatizantes -occidentales agresi-

vos 0, ironicamente, no occidentales en cuyo nombre hablan

los nuevos y renovados nacionalismos de los ayatollahs- del

permanente intercambio anterior. Dentro de cada uno de estos

campos lamentablemente constrefiidos estan los puros, los jus-

tos, los fieles, guiados por los omnicompetentes, por esos que

conocen la verdad acerca de si mismos y acerca de los dernas.

Afuera pulula el ramillete variopinto de intelectuales belige-

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I·I

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I

66

rantes 0 escepticos y tibios que, con poco provecho, siguen

quejandose del pasado.

ii " Durante los afios setenta y ochenta de este siglo tuvo lugar

jun.importante giro, acompafiando ese estrechamiento de hori-

zontes en el que he estado situando una 0 dos de las lineas de-

.rivadas de El corazon de las tinieblas. Podemos detectar el

giro, por ejemplo, en el dramatico cambio de acento y, literal-

. mente, de direccion, entre pensadores notorios por su radica-

lismo. Jean-Francois Lyotard y Michel Foucault, eminentes fi-losofos franceses que surgieron en los sesenta como apostoles

del .radicalismo y de la insurgencia intelectuales, describen

una nueva ysorprendente falta de fe en 10que el mismo Lyo-

Jo/d llama grandes relatos legitimadores de emancipacion e

ilustracion, Nuestra epoca, afirrno Lyotard en los ochenta, es

posmoderna: se preocupa solo de cuestiones aisladas; no de la

Historia sino de problemas a resolver; no de grandes realida-

des sino de juegos. j Tambien Foucault se apart6 de aquellas

fuerzas de oposicion dentro de la sociedad moderna que habia

estudiado precisamente por su inagotable resistencia a la ex-

elusion y al confinamiento -delincuentes, poetas, margina-

dos- y decidio, dada la omnipresencia del poder, que quiza

era mejor concentrarse en su microfisica local, en el poder

que rodea a cada individuo. Por 10tanto, el yo debra ser estu-

diado, cultivado y, en caso necesario, remodelado y consti-

tuido.' Tanto en Lyotard como en Foucault encontramos la

misma figura empleada para explicar el desencanto sobre las

politicas de liberacion: los relatos existentes, que proponen un

punto de partida posible y una meta vindicativa, ya no son ade-

cuados para tramar la trayectoria del hombre en la sociedad.

No existe nada hacia 10 cual dirigirse: estamos encerrados en

~iUestropropio circulo, Ahora aquella linea se cierra sobre

simisma. Tras afios de apoyo a las luchas anticoloniales en

.'I 1. Jean-F~anc;:oisLyotard, The Pos tmodem Condi tion: A Repor t on Know-

!~dge, tra.ducclon de Geoff Bennington y Brian Massumi (Minneapolis: Univer-

sity ofMinnesota Press, 1984), p. 37, Hay traducci6n castellana: La condicion

postmoderna, Madrid: Catedra, 1989.

c, 2. Ver especialmente la ultima ohm deFoucault, Le souci de soi, Paris: Ga-

llimard, 1984_Hay traducci6n castellana Madrid: Siglo XXI, 1987.En The Pas-

sion of Michel Foucault (Nueva York: Simon & Schuster, 1993), James Miller

pra~one una nueva y arriesgada interpretacion, en la que sostiene que, en su

conjunto, la oetlvre de Foucault estaria por entero dedicada al yo en particular

al del mismo Foucault. '

67

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Argelia, Cuba, Vietnam, Palestina 0 Iran, que vinieron a repre-

sentar para much os intelectuales occidentales su mas pro-

fundo compromiso con la politica y la filosofia de la descoloni-

zacion antiimperialista, se Ilego a un momenta de desencanto

y agotamiento.' Empezamos entonces a oir y a leer cuan futil

habia sido apoyar revoluciones, que barbaros eran los nuevas

regimenes que llegaban al poder, como -en algunos casos ex-

tremos- la descolonizacion habia beneficiado al «mundo co-:munista». i

Llegamos a la invocacion del terrorismo y de la barbarie"

Llegamostambien a esos expertos de las ex colonias cuyo bien "

difundido mensaje consistia en que tales pueblos unicamente '.

merecian el colonialismo, 0 que, puesto que «habiamos» side.,'

tan tontos como para abandonar Aden, Argelia, Indochinay

otros sitios, seria una buena idea volver a invadirlos. Llegamos ,

a los numerosos expertos y teoricos de la relacion entre los ',.

movimientos de Iiberaclon, el terrorismo y la KGB. Asi se da,

un movimiento de renovada simpatia por 10 que Jeane Kirkpa--:

trick llamo regimenes autoritarios (como opuestos a totalita-

rios) que eran aliados de Occidente. Con el auge del reaga'j

nisrno, del thatcherismo y de movimientos afines, comenz6 '

una nueva fuse de Ia historia.

Aun cuando todo esto sea historicamente comprensible, la

retirada drastica del pensamiento de «Occidente» respecto de

sus propias experiencias del mundo periferico ciertamente no

constituyo y no constituye una actividad atractiva 0 edificante

para un intelectual de hoy. Le cierra la posibilidad de conocer

y descubrir que significa estar fuera de la ballena. Volvamos aRushdie para otra observacion:

Vemos que es tan falso crear un universo ficticio librede la politica como crear otro en el que nadie necesite tra-

bajar, 0 comer, u odiar 0 amar 0 dormir, Fuera de la ba-

llena se hace necesario, y a veces es hasta divertido, enfren-

tarse con los problemas especiales creados por la incorpo-

racion del material politico. porque la politica es a ratos

farsa y a ratos tragedia, y a veces ambas cosas a Iavez: basta

ver el Pakistan de Zia, Fuera de la ballena el escritor esta

1. Ver. por ejemplo, Gerard Chaliand, Revolution in the Third World (Har-

mondsworth: Penguin, 1978).

68

"',,obligado a aceptar que el 0 ella es parte de la multitud,

i,:.:parte del oceano, parte de la tormenta, de manera que la

.-objetividad se convierte en un gran suefio, como la perfecc-

p; don: una meta inalcanzable por Ia que luchar a pesar de la

,,'l,imposibilidad del exito, Fuera de la ballena esta el mundo

rdela famosa formula de Samuel Beckett: «No puedo se-

!,""guir. Voy a seguir.»"

,;'1£osterminos de la descripcion de Rushdie, a pesar de que

'recoja de Orwell, parecen resonar de manera mucho mas

, en relacion con Conrad. Porque aqui estamos ante

H~~"'6,U."'U...consecuencia, siguiendo ahora la segunda linea que

de la forma narrativa de Conrad. En sus referencias ex-

al exterior, apunta a una perspectiva situada fuera de

representaciones fundamentalmente imperialistas ofrecidas

,jMarlowy sus oyentes. Se trata de una perspectiva profun-

secular, no lastrada por ninguna de las nociones

del destino historico y del esencialismo que la idea de

parece entrafiar siempre, ni tampoco por la indiferen-

historica y la resignacion, Puesto que al estar dentro del;:>''','~''''''''carecemos de la experiencia completa del imperia-

,",organizada y subordinada a la dominacion de una op-

, y totalizadora, esta segunda optica sugiere el

, de un campo sin privilegios historic os para ninguna

,las partes.

"No quisiera interpretar abusivamente a Rushdie, 0 poner

bnsu texto ideas que puede no haber tenido presentes. En su

~~ntroversia con los medios de comunicacion britanicos -an-

f~'~!;deque Los versos satdnicos 1 0 obligara a esconderse-

~rmo que era incapaz de reconocer la verdad de su propia ex-

peJ;'ienciaen las imagenes de esos mismos medios acerca deIndia. Ahora yo ire mas lejos y afirrnareque esta es una de las

~irtudes del encuentro de la politica con la cultura y con la es-

t6tica: permite el descubrimiento de un terreno cornun oscu-

~~cidopor la controversia. Quiza sea duro. en especial para los

combatientes directamente envueltos en la lucha, considerar

~~eterrenocornun en el momento en que mas que pensando,

est~n luchando. Puedo perfectamente entender la furia latente

~n el discurso de Rushdie porque como el me he sentido des-~

L Rushdie .» Outside the Whale», pp. 100-101.

69

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!.

plazado y fuera de foco a causa del consenso occidental

nante, que ha llegado a considerar el Tercer Mundo como

molestia atroz, como un sitio cultural y politicamente ....~.""':

Mientras que Rushdie y yo escribimos y hablamos como

bros de una pequefia minoria de voces marginales,

criticos, periodistas y academic os pertenecen a un

sistema de fuentes academicas e informativas vinculadas

peri6dicos, cadenas de television, revistas de opinion e 'n':Tll1,_

tos a su disposicion. Muchos de elIos forman ahora un coro

tridente y derechista de condena, en la que apartan 10

blanco, no occidental y no judeocristiano respecto de

esencia occide~tal aceptable y predeterminada. Una vez

rado unen 10 rechazado bajo los calificativos de

marginal, de segunda fila 0 sin importancia. Atacar todo 10

globado en esta categoria supone defender el espiritu dedente.

Volvamos a Conrad y a 10 que me he estado refiriendo;

COmo la segunda y menos imperialista de las posibilidade~·.

asertivas ofrecidas por El corazon de las tinieblas.': ...

Recordernos una vez mas que Conrad situa su relato en ia •cubierta de un barco anclado en el Tamesis; mientras Marlo~ •

habla el sol se pone y al final el corazon de las tinieblas se h~instalado en ese momento en Inglaterra; fuera del grupo de loJ :

oyentes de Marlow espera un mundo oscuro e indefinido. nivez en cuando Conrad parece querer plegar ese mundo en sii

conjunto, al discurso imperial metropolitano representado par

Marlow, pero en virtud de su propia y dislocada subjetividad se

resiste a esa tendencia y prevalece en esa resistencia, siempre

10 he creido, sobre todo a traves de recursos formales. La

forma narrativa circular y autorreflexiva de Conrad llama Ia

atenci~n haci~ su pror:ia cualidad de construe cion artificial, y

nos amma asi a expenmentar con el potencial de la realidad

que se presentaba como inaccesible al imperialismo, fuera de

su control, y que solo adquiri6 una presencia sustancial mu-

cho despues de 1924, el afio de la muerte .de Conrad.

Este punto necesita mayores explicaciones. A pesar de sus

nombres europeos y sus costumbres, los narradores de Conrad

no Son testigos corrientes y poco reflexivos del imperialismo

europeo. No aceptan de un modo simple 10 que sucede en

nombre de la idea imperial; reflexionan muchisimo acerca de

ello, se preocupan por ello y se sienten muy ansiosos por de-

"que se trata de algo rutinario. Pero nunca 10 es. La

ide Conrad de mostrar esta discrepancia entre 10orto-

propia vision del imperio es atrayendo la atencion

_ _ se construyen y deconstruyen las ideas y valores, a

, -de las dislocaciones dellenguaje del narrador. Ademas,

'C':T"'-'rl-r>l estan meticulosamente escenificados; el narrador

_ _~rador cuya audiencia, la razon que los reune, la calidad

-'.suvozy el efecto de 10que dice son todos elementos impor-

_. yaspectos incluso insistentes de 10 que el relato cuenta.

- Marlow nunca es directo. Se mueve entre la gro-

' -yola p~smosa elocuencia, y raramente se resiste a hacer

Has.cosas raras parezcan aun mas peculiares a traves de

:-,c/,,,,",r,,,' ndentes inexactitudes 0 descripciones vagas y contra-

Por ejemplo, nos dice, un barco de guerra frances

-"'uv.. ibardea «el corazon del continente»: la elocuencia de

es iluminadora a la vez que fraudulenta; y as! sucesiva-

'lTlel1l!e.Su discurso esta tan lleno de estas extrafias contradic-

_u.'v ••u~ (bien analizadas por Ian Watt como «descodificacion

.cr:etardada))) que el clarisimo efecto tanto sobre su audiencia

;proxima como sobre ellector es un agudo sentimiento de que

;ld.que presenta Conrad no es ni como debe ni como aparenta

.ser..'

~.l·-,Noobstante, la cuestion sabre la que Kurtz y Marlow ha-

:bl~n es de hecho el dominio imperial: el de los blancos euro-

;peqs sobre los negros africanos y sobre su marfil, el de la civili-

..zacion sobre el continente oscuro y primitivo. Acentuando la

;discrepancia entre la «idea) oficial del imperio y la realidad

.:n~tablemente desorientadora de Africa, Marlow altera el sen-

.tido no solo de la idea misma de imperio sino de algo aim mas

.basico, la realidad misma. Si Conrad puede mostrar que toda

;actividad humana depende del control de una realidad radical-

.mente inestable respecto de la cuallas palabras se aproximan

-s610por voluntad 0 par comprensi6n, 10mismo es verdad delimperio, de la veneracion de la idea del imperio y de todo 10

.que de alli se sigue. Ante Conrad, nos encontramos frente a un

-mundo que alternativamente se hace y se deshace. Todo 10 que

se nos presenta estable 0 indiscutible -por ejemplo, el policia

de la esquina- es apenas un poco mas seguro que el hombre

1. Ian Watt, Conrad in the Nineteenth Century (Berkeley: University ofCali-

fornia Press, 1979) pp. 175-79.

70

71

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blanco en la jungla, y exige el mismo y continuado (pero pre-

cario) triunfo sobre la omnipresente oscuridad, que,,al final de

la historia, se nos muestra igual en Londres y en Africa.

El genio de Conrad le permitio comprender que las tinie-

blas del presente eterno podian ser colonizadas 0 iluminadas:

El corazon de las tinieblas esta lleno de referencias a lamission.

civilisatrice, a estereotipos tan crueles como benevolentes des-.

tinados a llevar luz a los sitios y los pueblos oscuros de ese

mundo por medio de actos de dominio y despliegues de poder.

Pero ese mundo tambien debia ser reconocido como indepen-diente. Kurtz, Marlow (y, desde luego, Conrad) se adelantan a

su tiempo en 1acornprension de que 1 0 que Haman «tinieblas»

posee autonomia, puede invadir y reclamar aquello de 10que

el imperialismo se habia apropiado. Pero Marlow y Kurtz son

criaturas de su tiempo, incapaces de dar el paso siguiente: de

reconocer que 10 que vis1umbraban, aun mutilado y deni-

grante, de las «tinieblas» no europeas, era parte de un mundo

no europeo que se resistia al imperialismo y ganaria algun dia

soberania e independencia en lugar de reinstaurar las tinie-

blas, como Conrad afirma de manera reduccionista. La tragica

limitacion de Conrad es que, a pesar de que en un plano podiaver claramente que en esencia el imperialismo era pura dorni-

nacion y rapifia de tierras, en otro era incapaz de llegar a 1a

conclusion de que se debia acabar con el para que los «nati-

vas» pudieran llevar vidas libres de la dorninacion europea.

Hijo de su epoca, Conrad no podia garantizar a los nativos su

libertad, a pesar de criticar severamente el imperialismo que

los esclavizaba.

La evidencia ideol6gica y cultural de que Conrad estaba

equivocado en su optica eurocentrica es, al tiempo, rica e im-

presionante. Existe hoy un completo movimiento, de literatura

y de teoria de la resistencia y de contestacion a1 imperio

+terna del capitulo 3 de este libro-: y en grandes y dispares re-

giones poscoloriiales se realizan esfuerzos tremendamente

energicos para comprometerse con el mundo metropolitano

en un debate de iguales en el que dar cuenta de la diversidad y

diferencias del mundo no europeo, de sus propios programas,

necesidades e historia. EI prop6sito de este testimonio es ins-

cribir, reinterpretar y extender las areas de compromiso y tam-

bien e1terreno en discusi6n con Europa. A1gunasde estas acti-

vidades -par ejemplo, en la obra de intelectuales iranies

72

importantes y activos, Ali Shariati y Jalal Ali i-Ahmed, quienes

par medio de sus discursos, libros, grabaciones y panfletos

prepararon el camino de la revoluci6n irani- interpretan el

colonialismo afirmando la absoluta oposici6n de la cultura

nativa: Occidente es un enemigo, una enfermedad, el mal.

Pero, hay novelistas, como el keniata Ngugi y el sudanes

Tayeb Salih, que se apropian para sus obras de grandes topi-

cos de Ia cultura colonial, como la busqueda y el viaje hacia

10 desconocido, utilizandolos para sus propios pron6sticos

poscoloniales. El heroe de Salih en Season of Migration to theNorth hace (yes) e1reverso de 10 que Kurtz hace (yes): un

'hombre negro que viaja hacia el norte y se interna en territo-

rib blanco.

Entre el imperialismo clasico del siglo XIX y 10que dio lu-

'gar a la resistencia en las culturas nativas existe asi una obce-

cada confrontacion y un cruce, materializado en discusiones y

debates que toma prestado de uno y otro lado. Muchos de los

mas interesantes escritores poscoloniales llevan incorporado

'stlpasado, como cicatrices de heridas humillantes, como esti-

'mulospara practicas diferentes, como visiones potencialmente

.revisadas del pasado que tienden a un futuro nuevo lleno deexperiencias urgentemente reinterpretables y reforrnulables,

-dentro de las cuales el antiguo silencio nativo habla y aetna en

un territorio arrancado al imperio. Encontramos estos rasgos

.en Rushdie, en Derek Walcott, en Aime Cesaire, en Chinua

Achebe,en Pablo Neruda, en Brian FrieL Estos escritores pue-

den ahora enfrentarse de verdad con las grandes obras maes-

'tras coloniales, que no solo los representaban erroneamente

.sino que los consideraban incapaces de leer y de responder di-

'rectamerite a 10 escrito sobre ellos: la etnografia europea los

suponian incapaces de intervenir en el discurso cientifico

.acerca de ellos mismos. Deberemos revisar a fondo esta nueva

.situacion.fl

'4 ; EXPERIENCIAS DISCREPANTES

Empecemos aceptando Ia nocion de que, a pesar de' que

"existaun nucleo subjetivo irreductible de la experiencia hu-

'mana, esta experiencia es tambien hist6rica y secular, accesi-

bleal analisis y a la interpretacion y -10 cual tiene enorme im-

73

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portancia- no se agota en teorias totalizantes, no esta marcada

o limitada por lineas doctrinales 0 nacionalistas, ni confinada

de una vez para siempre en construcciones analiticas. Si se

cree, con Gramsci, que una vocaci6n intelectual es social-

mente posible y tambien deseable, entonces constituye una

inadmisible contradicci6n defender a la vez analisis de la expe-:

riencia hist6rica basados en exclusiones que estipulen, par

ejemplo, que s610las mujeres pueden comprender la experie~-

cia femenina, los judios el sufrimiento de los judios 0 los anti-

guos subditos coloniales la experiencia colonial.No quiero con esto abonar ese lugar cornun acerca de que

siempre hay dos 6pticas para cada problema. Ladificultad con

las teorias esencialistas y con la exclusividad, 0 con las barre-

ras y bandos, es que dan lugar a polarizaciones que absuelven

o perdonan la ignorancia y la demagogia en lugar de promover

el conocimiento. Aun la mirada mas superficial sobre las re-

cientes teorias del estado, de la raza y del nacionalismo moder-

nos abonaria esta triste verdad. Si admitimos desde antes que

la experiencia africana, irani, china, judia 0 alemana es fun?a-

mentalmente integral, coherente, separada y por 10tanto solo

comprensible para africanos, iranies, chinos, judios 0 alema-nes, 10 que hacemos es afirmar como esencial algo que, al re-

ves, yo supongo hist6ricamente creado y tam~ien res~lta~o de

una interpretacion: la existencia de la africanidad, la Jud~ldad,

o la germanidad, 0, en terminos mas generales, del onenta-

lismo y el occidentalismo. Adernas, como consecuencia, defen-

deriamos en aquel caso la esencialidad de la experiencia en lu-

gar de promover su completo conocimiento, incluidos sus

vinculos y dependencias con otros campos. Como resultado, la

experiencia diferente de los otros resultaria rebajada a un

plano inferior. . .En cambio, si desde el principio reconocemos la existencia

de historias masivamente entrecruzadas y complejas pero no

por eso menos superpuestas e interconectadas -de mujeres, de

occidentales, de blancos, de estados nacionales y de culturas-

no existiria una raz6n particular para conferir a cada una de

ellas un estatuto ideal y esencialmente separado. No obstante,

queremos preservar 10que es unico en cada una de ellas si al

tiempo podemos guardar el sentido de la comunidad human~

y la lucha real que contribuye a su formaci6n: de esa comu_m-

dad todas son parte. Un ejemplo excelente de esta perspectiva

,I.

74

son los ensayos de The Invention of Tradition, que analizan tra-

diciones inventadas altamente especializadas y locales (como

los indios durbars' y el futbol europeo) que, a pesar de las dife-

rencias, comparten similares caracteristicas. El libro afirma

que estas practicas tan variadas pueden ser leidas y entendidas

al unisono, puesto que pertenecen a campos comparables de

Ia experiencia humana, que Hobsbawn describe como tentati-

vasde «establecer una continuidad con un pasado que hist6ri-

camente les convenga».'

Requeririamos una perspectiva semejante y en contra-punto para considerar la conexi6n entre los rituales de coro-

nacion en Inglaterra y los durbars indios de finales del siglo

XIX. Esto es: debemos ser capaces de relacionar e interpretar

esas experiencias discrepantes: cada una con su secuencia

particular y su ritmo de desarrollo, sus propias formaciones

internas, su coherencia interna y su sistema de relaciones

externas, todas ellas coexistiendo e interrelacionadas con las

otras, Por ejemplo, Kim, la novela de Kipling, ocupa un lu-

gar rouy especial en el desarrollo de la novela inglesa y en

la sociedad victoriana tardia, pero su pintura de la India

existe en una relaci6n profundamente antitetica con el desa-rrollo del movimiento de la independencia india. Tanto la

. novela como el movimiento politico representados 0 inter-I!I~

pretados sin la otra parte carecerian de la perspectiva de esa

discrepancla crucial que les otorga la experiencia real del

imperio.

.I. Hayun aspecto que necesita mas explicacicn. La noci6n de

{;~'xperienciasdiscrepantes» no intenta evadirse del problema

~'e'la ideologia. No podemos entender de inmediato ninguna

experiencia que necesite de interpretacion 0 reflexion, del

mismomodo que no podriamos creer a ningun critico 0 inter-

prete que afirme haber alcanzado una perspectiva deArquirne-

des,mas alla de la historia 0 del entorno sociaL Alyuxtaponer·',r··

L;1. Los ingleses tomaron el termino indi DARBAR, del persa «corte», para reu-

nir asambleas de notables nativos convocados por la autoridad imperiaL Se dijo,

enla primera convocatoria (1877), que se trataba de una «costumbre ances-

tral», pero en realidad era un recurso recien inventado can motive deLaprocla-

rnacion de la reina Victoria de Inglaterra como emperatriz de India, en 1876.

(N. de fa T.)

., 2. Eric Hobsbawm, «Introduction», en Hobsbawn y Ranger, Invent ion of

Tradition, p. 1.

75

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experiencias, al dejar que jueguen unas con otras, mi meta

politica interpretativa (en el mas amplio sentido) es hacer

concurrentes esas visiones y experiencias ideologic a y cultu-

ralmente cercanas unas a otras, que pugnan por suprimir 0 .:

alejar otras perpectivas y experiencias. En lugar de reducir la

irnportancia de la ideologia, la exposicion y dramatizaci6n de

la discrepancia aumenta su importancia cultural: esto nos

permite apreciar su podery comprender la continuidad de su

influencia.

Contrastaremos asi dos textos casi contemporaneos de'.principios del siglo XIX (ambos datan de alrededor de 1820 )1

la Description de l 'Egypte, en toda su masiva e impresionantei

coherencia, y un volumen comparativamente menos volumi.

noso: 'Aja'ib al-Athar, de 'Abd al-Rahrnan al-Jabarti. La Des»

cription consiste en veinticuatro volurnenes del relato de la:

expedici6n de Napoleon a Egipto, elaborados por el equipo

de cientificos franceses que Napoleon llevara consigo. Por su

parte, Abd al-Rahrnan al-Jabarti era un notable egipcio y'alim"

o lider religioso que fue testigo y vivio el curso de la expedi,.

ci6n francesa, Consideremos primero el siguiente pasaje de la

introducci6n general a laDescription,

escrita por Jean-Baptis,

te-Joseph Fourier:

Situado entre Africa y Asia, en facil comunicacion coli,:

Europa, Egipto ocupa el centro del antiguo continentelj

Este pais brinda hoy unicamente grandiosas memorias: e s ' ;la patria de las artes y conserva innumerables monurnen- ...•

tos; sus principales templos y los palacios habitados por

sus reyes existen todavia, a [cesar de que edificios menos-i

antiguos encontraron su destruccion en tiempos de las

guerras de Troya. Romero, Licurgo, Solon, Pitagoras yPlat6n viajaron a Egipto para estudiar las ciencias, la reIi2

gi6n y las leyes. Alejandro fundo alIi una ciudad opuilenta, que por mucho tiempo disfruto de supremacia co:

mercial y que via a Pompeyo, Cesar, Marco Antonio s :

Augusto decidir entre eIlos el destino de Roma y del .

mundo entero. Es por. 10 tanto Iogico que esta tierra

atraiga la atencion de los principes ilustres que gobier-

nan el destino de las naciones. .;

Cualquier otra nacion en trance de amasar un poder se-

mejante, en Occidente 0 en Asia, se ve obligada a vol-

76

verse hacia Egipto, considerado asi, hasta cierto punto,

como su medida natural. 1

Fourier habla como portavoz racionalizador de la invasion

deEgipto por Napoleon en 1798. La resonancia de los grandes

nornbres enumerados, el situar, basar y normalizar la con-

quistade paises extrafios dentro de la orbita cultural de la exis-

rencia europea, hace que esto transforme la conquista en otra

'cosa, De ser un choque entre ejercito conquistador y ejercito

'derrotado, se convierte en un proceso mucho mas extenso y

:prolongacio, evidentemente mucho mas aceptable para la sen-

.sibilidad europea, mas arropada en sus propias coordenadas

"E41turalesde 10 que 10 estaba un egipcio para la terrible expe-

-iiencia de soportar la conquista.

"":,Casi al rnisrno tiernpo, Jabarti registra en su libro una serie

: d e . angustiadas y agudas reflexiones sabre la conquista. Escribe

·".thino un notable religioso acorralado que registra la invasion

"~~~u pais y la destrucci6n de su sociedad:" ~ " ' I

Este afio es el principio de un periodo marcado por

grandes batallas: de repente se produjeron severos reveses

de un modo aterrador; las miserias se muItiplicaron sin fin;el curso de las cosas se altero: el sentido comun de la vida

se corrompio y la destruccion goberno todo hasta que la

devastaci6n fue general. (Despues, como buen musulman,

,,·:.i reflexiona sobre si mismo y sobre su gente.) Dios, dice el

Coran (xi, 9), no destruye injustamente las ciudades cuyos

.habitantes son justos.'

i La expedicion frances a estaba acompafiada de un equipo

'c~mpleto de cientificos cuya tarea era investigar Egipto como

, nunca habia side investigado; el resultado fue la gigantesca

Description misma. Pero Jabarti solo tenia ojos, solo podia

apreciar, los hechos de poder, cuyo significado sentia comocastigo para Egipto. El poder frances peso sobre su existencia

'tomo egipcio conquistado, una existencia para el comprimida

.enla de una particula subyugada, incapaz de otra cosa que no

fuese registrar las idas y venidas del ejercito frances, sus deere-

1. Jean-Baptiste-Joseph Fourier, Preface historique, vol I deDescription de

l 'Egypte (Paris: Imprimerie royale, 1809-1828), p. 1.

2. 'Abd al-Rahrnan al-Jabarti, 'Aia'ib al-Athar Ii al-Tarajum wa al-Akhbar,

vol. 4 (Cairo: Lajnat al-Bayan al-Arabl, 1958-1967), p. 284.

77

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tos imperiales, sus medidas de insoportable dureza, su fasci-

nante y casi todopoderosa capacidad para hacer 10 que de-

seaba, de acuerdo con imperativos en los que los cornpatriotas

de Jabarti no podian influir. Hay una completa discrepancia

entre la politica que produjo laDescription -yla de la inmediata

respuesta de Jabarti, y esto ilumina el terreno que con tanta

desigualdad se disputaba.

Noes diftcil, adernas, rastrear la huella de los resultados de-

la actitud de Jabarti, y generaciones de historiadores la han se-

guido: yo mismo 10voy a hacer hasta cierto punto en este li-

bro. Su experiencia produjo un antioccidentalismo profunda-

mente asentado, cuesti6n persistente de la historia egipcia,

arabe, islamica y del Tercer Mundo. Podemos encontrar en Ja-

barti las semillas del reformismo islamico que, promulgado

mas tarde par el gran clerigo Azhar, por el reformador Mu-

hammad 'Abdu y por su notable contemporaneo Jamal al-Din

aI-Afghani, sostuvo que 0 bien el islam se modernizaba para

poder competir con Occidente 0 bien volvia a sus raices de La

Meca para combatirlo mejor, Ademas, Jabarti ya habla, en ese

momento temprano en la historia, de la inmensa ola de con-

ciencia nacional que luego culminaria con la independenciaegipcia, con la teoria y la practica de Nasser y de los movi-

mientos conternporaneos del asi llamado fundamentalismo is-

lamico,

Sin embargo, los historiadores del otro lado no han leido

con la misma presteza el desarrollo de la cultura y de la histo-

ria francesas en terminos de la expedici6n egipcia de Napo-

le6n. Lo mismo sucede dentro del reino britanico de la India,

un reino de tan inmenso rango y riqueza que acab6 convirtien-

dose en un hecho natural para los miembros de la cultura im-

perial. Es interesante constatar que 10que mas tarde los acade-

micos y criticos han postulado de aquellos textos europeos

nacidos, desde el punto de vista literario, de la consolidaci6n

de la conquista de Oriente realizada en la Description es una

funci6n hasta cierto punto atenuada y altamente irnplicita de

aquella primera impugnaci6n de Jabarti. Aunque afirmando

esto reincida en la discrepancia simb61ica entre Fourier y Ja-

barti, he de decir que escribir hoy acerca de Nerval y de Flau-

bert, cuya obra depende tan masivamente de Oriente, es traba-

jar en un territorio originalmente fijado por la victoria impe-

rial francesa, seguir sus pasos y extenderlos a ciento cincuenta

" i

78

afios de experiencia europea. La conquista imperial no consis-

tio en la rasgadura del velo de una vez por todas, sino en una

presencia continua, institucionalizada y reincidente en la vida

francesa, en la que la respuesta a la silenciosa e interna dispa-

ridad entre Francia y las culturas subyugadas adopto una varie-

dad de formas.

La sirnetria es llamativa. Por un lado, se ha postulado que

lomas edificante de la historia en los territorios coloniales era

resultado de la intervencion imperial. Por otro, existe una

creencia igualmente obstinada de que las tareas coloniales de

lasmetr6polis eran marginales y quiza hasta ajenas a las activi-

dades culturales de las grandes culturas metropolitanas. Asi, la

tendencia en antropologia, historia y estudios culturales en

Europa y Estados Unidos es tratar el conjunto de la historia

mundial como objetivo de una especie de metatema propio de

Occidente, cuyo rigor disciplinario e historico 0 bien sustrae la

historia de los pueblos y las culturas «sin» historia 0bien, en el

periodo poscoionial, se las devuelve. Muypocos estudios criti-

cos del conjunto se han centrado en la relacion entre el impe-

rialismo occidental moderno y su propia cultura: la oclusion

de esta relaci6n profundamente simbiotica es resultado de larelacion misma. Mas particularmente, la extraordinaria depen-

dencia formal e ideologies de las grandes novelas realistas

francesas e inglesas respecto de los hechos del imperio no ha

sido nunca estudiada desde un punto de vista te6rico general.

Todas estas elisiones y negaciones se encuentran reproduci-

das, creo, en los estridentes debates periodisticos sobre la des-

colonizacion, en los cuales el imperialismo aparece una y otra

vez diciendo: «vosotros sois 10 que sois a causa nuestra:

cuando nos retiramos, volvisteis a vuestro deplorable estado:

debeis comprender esto a riesgo de no comprender nada por-

que, de verdad, en el presente existe muy poco que valga la

. pena saber sobre el imperialismo, muy poco que nos sirva de

ayuda a vosotros 0 a nosotros».

., Si este cuestionado valor de la comprension del irnperia-

lismo fuese una mera controversia acerca de la metodologia 0

lasperspectivas acadernicas en la historia de la cultura, estaria-

mos justificados al considerarlo susceptible de cierto interes,

aunque no del todo serio. Sin embargo. de hecho estamos ha-

blando de una configuracion de interesante y hasta obligato-

ria importancia en el mundo del poder y de las naciones. Por

79

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ejemplo, en la decada pasada ninguna otra cuesti6n acornpafio

con tanta asiduidad el retorno extraordinariamente intense ha-

cia sentimientos religiosos y tribales en todo el mundo, re-

torno caracteristico de la mayor parte de las discrepancias

acerca de las politicas seguidas,si no realmente creadas, desde

el periodo del gran imperialismo europeo. Mas aun, las abun-.'

dantes luchas por la dominacion entre estados, nacionalismos,

grupos etnicos, regiones y entidades culturales han sido las

responsables del control y endurecimiento de la manipulaci6n

de la opinion y de los discursos, de la producccion y consumode las representaciones ideologicas de los medios de comuni-

cacion, de la simplificacion y reduccion de vastas cornplejida-

des a cliches faciles, mas faciles todavia cuando se usan para

desplegarlos y explotarlos en interes de la politica de los esta-

dos, Los intelectuales han jugado en esto un importante papel,

y en ningun sitio mas crucial y comprometido que en esa zona

superpuesta de experiencia y cultura que constituye el colonia,

lismo, donde la politica de la interpretacion secular se lleva a

cabo movida por enormes intereses. Naturalmente, el poder

mas fuerte ha estado del lade de las autoconstuitidas socieda-

des «occidentales»: y de los intelectuales publicos que les sir-

yen de apologistas e ideologos.

Pero en muchos estados antes colonizados ha habido res-

puestas interesantes a esta supremacia. En India y Pakistan en

particular, recientes estudios (p. e., Subaltern Studies) des-

cubren las complicidades entre la seguridad poscolonial del

estado y las elites intelectuales nacionalistas: los intelectuales

de la oposicion de Arabia, Africa 0Latinoamerica han produ-

cido similares estudios criticos. Aqui me centrare mucho mas

estrechamente en la desafortunada convergencia que acritica-

mente apoya los poderes occidentales en sus acciones contra

pueblos que antes fueron colonias. Durante el periodo en que

escribi este libro, se desarrollo plenamente la crisis causadapor la invasion y anexion de Kuwait por Irak: cientos de miles

de soldados de Estados Unidos, aviones, barcos, tanques y mi-

siles llegaron a Arabia Saudi: Irak apelo al mundo arabe, la-

mentablemente dividido entre los que apoyaban a Estados Uni-

dos, como Mubarak en Egipto, la familia real saudi, el resto de

los jeques del Golfo y los marroquies contra sus oponentes, Li -

bia y Sudan 0las potencias atrapadas en media: Jordan y Pa-

lestina. Las Naciones Unidas se dividieron entre los que pro-

80

movian unicamente sanciones contra Irak 0 el bloque de

EstadosUnidos. Alfinal prevalecio la posicion estadounidense

y tuvo lugar una devastadora guerra. Del pasado emergieron

dos ideas centrales que siguieron vigentes a 10 largo del pro-

ceso: una, la del derecho de la gran potencia a salvaguardar

susintereses distantes aun hasta el punto de ordenar una inter-

vencion militar. Otra, la de que los pueblos menos poderosos

eran inferiores y gozaban de menos derechos, exigencias y

moral.

, Aquijugaron un papel significativo las percepciones y acti-. tudes politicas moldeadas y manipuladas por los medias de co-

municaciori. Desde la guerra de 1967,las imageries del mundo

arabe difundidas en Occidente han sido crudas, reduccionistas,

abiertamente racistas, como 10 ha afirmado y probado mucha

literatura criticaen Europa y Estados Unidos. Sin embargo, si-

guen teniendo vigencia las peliculas y series de television que

muestran a los arabes como ociosos jockeys de camellos, te-

rroristas a jeques ofensivamente ricos. Cuando los medias de

comunicacion se movilizaron tras el presidente Bush alen-

tando a preservar el modo de vida norteamericano y a obligar

a Irak a retroceder, poco se dijo 0 semostro acerca de las rea-

lidades politicas, sociales y culturales del mundo arabe. Mu-

chas de ellas, algunas bajo la profunda influencia de Estados

Unidos, han hecho posible tanto la deplorable figura de Sadam

Husein como, al mismo tiempo, un juego complejo de configu-

raciones diferentes y completamente distintas; la novela arabe

-cuyo mas eminente representante, Naguib Mahfuz, gano el

premio Nobel en 1988- y las muchas instituciones que sobre-

viven entre los restos de sociedad civil. Aunque sea cierto que

los medios de comunicacion estan naturalmente mejor prepa-

rados para la caricatura y el sensacionalismo que para la

comprension de procesos mas lentos de la cultura y la socie-

dad, no obstante la razon mas profunda para la difusion deconcepciones erroneas es la dinamica imperial y sobre todo

sus tendencias dominantes, reactivas, separadoras y esenciali-

zadoras.

Todas las culturas practican la autodefinici6n: se trata de

una retorica, un juego de ocasiones y autoridades -fiestas na-

cionales, por ejemplo, a tiempos de crisis, padres fundadores,

textos basicos, etcetera- y un tipo de vinculos familiares que

les es del todo propio. No obstante, en este mundo nuestro, li-

81

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gado por lazos tan estrechos como nunca antes a causa de las'

exigencias de la comunicacion electronica, el cornercio, los'

viajes, los conflictos de medio ambiente y de regiones capaces

de extenderse con tremenda velocidad, la afirmacion de Ia

identidad de ninguna manera es unicarnente un problema ri-

tual. La que me impresiona como especialmente peligroso es-

que puede movilizar pasiones atavicas, hacienda retroceder a

los pueblos a tiempos del primer irnperialismo, cuando Occi-

dente y sus enemigos se jactaban de ser la encarnacion de vir-

tudes que solo constituyen virtudes, por asi decirlo, en elcampo de la guerra.

Un ejemplo quiza trivial de semejante atavismo aparecio en'

una columna de The Wall Street Journal del 2 de mayo de

1989, escrita por Bernard Lewis, una de las autoridades del:

orientalismo en Estados Unidos. Lewis intervenia en un debate!

sobre cambios en el «canon occidental» tal como se imparte

en las universidades. Se pronunciaba contra los estudiantesy

profesores de la Universidad de Stanford que habian votado

para modificar los programas de estudio e incluir mas textos

no europeos, de mujeres y de otros grupos, En su caracter de

autoridad en el islam, Lewis adopto una posicion extrema: «Si'

la cultura occidental debe desaparecer, muchas otras cosas de-

sapareceran can ella y otras ocuparan su lugar.s Nadie habia .

afirmado algo tan disparatado como que «la cultura occidental·.

debe desaparecer», pero la posicion de Lewis, que apuntaba a ."

problemas mas amplios que 1 0 estrictamente pertinente al.

asunto tratado, llegaba a la notable conclusion de que, puesto .

que las modificaciones en la lista de lecturas obligatorias equi- ;

valdrian al abandono de la cultura occidental, las seguirian

otros habitos (concretamente enumerados) como la restaura-

cion de la esclavitud, la poligamia, y los matrimonios arregla-

dos desde la infancia. A esta sorprendente tesis Lewis afiadia

que as! Ilegaria tambien a su extincion «Ia curiosidad acereade las otras culturass que el atribuye a Oecidente.

Semejante posicion, sintornatica y hasta un poco comica,

indica no solo el sentimiento en exceso exagerado de la exclu-

sividad en los logros eulturales, sino tambien un antagonismo

tremendamente limitado y hasta histericarnente hostil respecto

al resto del mundo. Afirmar que sin Oecidente volverian la es-

clavitud y la poligamia es negar la posibilidad de que, fuera de

Oecidente, se de algun tipo de progreso respeeto de la tirania y

82

labarbarie. La posicion de Lewis tiene el efecto de encolerizar

al no occidental 0 con consecuencias igualmente poco edifi-

cantes, obligarlo a exagerar los logros de las eulturas no oeci-

dentales. En lugar de afirmar la interdependencia de las socie-

clades contemporaneas una sabre la otra y la interaccion

neeesaria de las sociedades una can la otra, la separacion reto-

rica de las culturas alimenta el sangriento eonflicto imperial

entre elIas: la deplorable historia repetida una y otra vez.

: Otro ejemplo es el episodio que tuvo lugar a finales de

1986, durante la ernision y siguiente discusion de un documen-tal de television titulado Los africanos. Originalmente enear-

gada y easi del todo financiada par la BBC, esta serie fue es-

crita y narrada por un prestigioso erudito y profesor de

ciencias politicas de la universidad de Michigan, Ali Mazrui,

keniata y musulman, cuya competencia y credibilidad como

autoridad academica de primer rango es incuestionable. La se-

riede Mazrui se basa en dos supuestos: primero, que por pri-

;rnera vez en una historia dominada por las representaeiones

occidentales de Africa (por un discurso que es completamente

africanista en eada inflexion y caso, para utilizar una frase de

Christopher Miller en su libro Blank Dorknessy un africano se

presentaba y presentaba Africa ante una audiencia occidental,

precisamente la audiencia cuyas sociedades habian pillado, co-

lonizado y esclavizado durante siglos ese continente; segundo,

quela historia africana estaba compuesta por tres elementos 0,

en el lenguaje de Mazrui, en circulos coricentricos: la expe-

·riencia africana, la del islam, y la del imperialismo.

Para empezar, el National Endowment for the Humanities

retire su apoyo financiero para la emisi6n, aunque la serie

sepaso igualmente por PBS. Luego The New York Times, el

mas influyente periodico norteamericano, la ataco consecuti-

vamente en tres articulos (el 4 de septiembre, y el 9 y 26

·de octubre de 1986) fruto del por entonces corresponsal de

·television John Corry. No seria exagerado describir los

textos de Corry como insensatos y semihistericos. Corry

-recrimino personalmente a Mazrui sus enfasis y exclusiones

1. Ver Cristopher Miller, Blank Darkness: Africanjsl Discourse in French

(Chicago: University ofChicago Press, 1985); tambien Arnold Temu y Bonaven-

ture Swai, Historians and Alricanist History: A Critique (Westport: Lawrence

Hill, 1981).

83

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«ideologicas»: por ejernplo, no haber mencionado Israel (aun-

que en un programa sobre la historia africana Israel le pudo

haber parecido irrelevante a Mazrui) y exagerar enormemente

los males del imperialismo occidentaL Corry atac6 en especial

las «coordenadas morales y politicas» de Mazrui, eufemismo

peculiar mediante el cuallo calificaba de apenas algomas que,

un propagandista inescrupuloso. Con ella pretendia refutar las

cifras de Mazrui acerca de cosas tales como el numero de per-

sonas que murieron durante las obras del canal de Suez, 0du-

rante la guerra de liberaci6n de Argelia. Tras la turbulenta ydesordenada superficie de la prosa de Corry acechaba la in- ..

quietante e inaceptable realidad de la actuaci6n del propio

Mazrui. Aqui en Occidente y en las horas punta de television

aparecia, por fin, un africano que se atrevia a acusar a Occi-

dente de 10 que habia hecho, yasi reabria un expediente que

se consideraba cerrado. Que Mazrui hablara bien del islam,

que mostrara su dominic de la metodologia de los historiado-

res occidentales y de su ret6rica de la politica, que, en suma,

se presentara como un modelo convincente de autentico ser

humano constituia una refutaci6n de la ideologia imperial re-

constituida en cuyo portavoz sehabia transformado Corry, qui-zas inadvertidamente. En el fondo latia el axioma de que los no

europeos no deben desarrollar sus propias perspectivas de la

historia europea y norteamericana, puesto que ella esta conta-

minada por la de las colonias. Si 10hacen, hay que rechazar tal

vision,

Resulta asi desastroso el entero legado de 10que metafori-

camente podemos denominar la tension entre Kipling -que fi -

nalmente s610 tenia en cuenta la politica del imperio- y Fa-

non, que intentaba ir mas alla de las afirmaciones nacionalis-

tas que triunfaron sobre el imperialismo clasico, Aceptemos

que, dada la discrepancia entre el poder colonial europeo y el

de las sociedades colonizadas, se dio una suerte de necesidad

hist6rica por la cual la presion colonial creaba la resistencia

anticolonial.

Lo que me interesa es la manera en que, generaciones mas

tarde, el conflicto continua manifestandose en formas empo-

brecidas y por ella mas peligrosas, gracias al alineamiento

acritico de los intelectuales e instituciones de poder que repro-

ducen el modele de la historia imperialista anterior. Esto da

por resultado, como he apuntado mas arriba, la practica de

IiI~!

84

. unapolitica intelectual de la culpa y una drastica reduccion de

i a calidad del material propuesto a la atenci6n y la controver-

siapor estudiosos e historiadores de la cultura can resonancia

publica.

. ',leual es el inventario de las variadas estrategias que po-

drian emplearse para profundizar, ampliar y enriquecer nues-

ira comprensi6n acerca del modo en que interactuan las dos

,partes del encuentro imperial, tanto en el pasado como en el

.presente? Ese me parece un aspecto importante en 10 inrne-

.diatoy ademas explica la idea que subyace a la empresa de,,_e~teibro. Voya ilustrar mi idea con dos ejemplos en forma de

.utiles anecdotas. Luego presentare un relato mas formal y me-

.'todol6gico de los problemas y las interpretaciones culturales y

,politicas que de ellos se deducen.

',,_ .Hace unos afios tuve la oportunidad de entrevistarrne con

unarabe que era sacerdote cristiano y que habia venido a Esta-

dos Unidos en misi6n tan enormemente urgente como desa-

gradable. Como sucede que yo tambien soy miembro, por na-

cimiento, de la pequeiia pero significativa minoria a la que el

pertenecia -los arabes cristianos protestantes=, me senti muy

interesado por 10 que tenia que deck Desde J 860 ha existido"una comunidad protestante dividida en varias sectas a 10 largo

dela costa arabe mediterranea, sobre todo como resultado de

'la Iucha imperial por la conversion dentro del Imperio Oto-

,mano,principalmente en Siria, Libano y Palestina. Con el paso

.del tiempo todas estas congregaciones -presbiterianas, evan-

.gelicas, episcopales y baptistas entre otras-« adquirieron sus

.propias identidades y tradiciones y todas ellas sin excepcion

.cumplieron un papel honorable durante el periodo del renaci-

miento arabe.

Pero unos ciento diez afios despues, los mismos sinodos e

iglesiasque habian autorizado y hasta sostenido esos primeros

esfuerzos misioneros empezaron, casi sin aviso previo, a re-

.considerar el asunto, Se habian convencido de que la cristian-

.dad del Cercano Oriente estaba formada por la Iglesia orto-

-doxa griega, de la cual, dicho sea de paso, provenia la

abrumadora mayoria de los convertidos al protestantismo en

lazona: los misioneros cristianos del siglo XIX fueron por com-

pleto incapaces de convertir a musulmanes 0 judios. '

Ahora, alrededor de 1980, la jerarquia de las comunidades

cristianas arabes se dedica a anirnar a sus ac6litos a volver al

85

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seno de la Iglesia ortodoxa. Aparentemente, un siglo antes, las .

autoridades misioneras habian cometido un error al separar a

los cristianos arabes de su Iglesia principal. Ahora deberian

volver a ella.

Para mi amigo esta era una posibilidad demasiado drastica.

De no haber sido por sus sentimientos autenticamente ultraja-

dos, podriamos considerarlo como una broma cruel. Por eso

se encontraba el ahora en Norteamerica. Debia decir a sus SUA.

periores eclesiasticos que se sentia capaz de comprender la

nueva perspectiva ecumenica, en la cual se tiende a disolver

las pequefias sectas y a preservar la comunidad dominante,

mas que a animar a esas sectas a seguir independientes de la

iglesia principal. Eso podia discutirse. Pero 10 que le parecia

horrendamente imperialista y por completo dependiente de la

politica de las potencias era el total desprecio con el cual un

siglo de experiencia arabe protestante era sencillamente bo-

rrada, como si nunca hubiera existido. No parecen darse

cuenta, me confio mi amigo profundamente dolido, que si an-

tes fuimos sus discipulos y conversos, despues, durante casi un

siglo, hernos sido sus socios. Hemos confiado en ellos y en

nuestra propia experiencia. Hemos desarrollado nuestra inte-

gridad y vivido nuestra identidad de arabes protestantes dentrode nuestra propia esfera, pero espiritualmente tambien dentro

de la suya. lComo pretenden que suprimamos nuestra historia

moderna, que es autonorna? lComo pueden proclamar que ese

error cometido hace cien afios deba rectificarse hoy de un plu-

mazo en Nueva York 0 en Londres?

Debemos entender que esta conmovedora historia tiene

que ver con una experiencia del imperialismo que es esencial-

mente de simpatia y acuerdo, no de antagonismo, resenti-

miento 0 resistencia. El reclamo de una de las partes tenia que

ver con el valor de la experiencia mutua. Sibien es verdad que

habia existido entre la comunidad arabe protestante y las jerar-quias metropolitanas una relacion de superior y subordinado,

tambien se habian dado el dialogo y la cornunicacion, Pode-

mos ademas ver en esta historia la importancia del poder de

dar 0 retener la atencion, un poder absolutamente esencial a

la interpretacion y ala politica. El argumento implicito de las

autoridades misioneras occidentales era que los arabes habian

extraido algo valioso de aquello que se les habia dado, pero

que, en esta relacion de dependencia historica y subordina-

86

.....' ..el provecho habia sido solo para ellado arabe, Laje~ar-

..qriiahabia llegado a considerar la reciprocidad como esencial-

..mente imposible de lograr .

.f:,<Estas una parabola acerca del tipo de conflictos -amplios

6reducidos en tamafio+ pero siempre mas 0menos similares

,eiFvalory calidad, que requiere la interpretacion de las situa-

ciones posimperiales.Quiero tratar el segundo aspecto tambien por medlo de un

ejernplo.Uno de los lugares comunes canonic os de la historia

illtblectual moderna ha sido el desarrollo de los discursos do-

niinantes y de las tradiciones de las diversas disciplinas en los

pfindpales campos de la investigacion cientifica,. social y cul-

tural, Sin excepciones que yo conozca, los paradlgmas se han

extraido siempre de 10 que se considera exclusivamente como

mentes occidentales. Un ejemplo es la obra de Foucault y, en

otrocampo, la de Raymond Williams. En general siento consi-

derable simpatia hacia los descubrimientos genealogicos de es-

tos dos formidables estudiosos y estoy grandemente en deuda

oonambos. No obstante, para los dos la experiencia imperial

Jscasi irrelevante; y ese desden teorico es norma en las disci-

plinas culturales y cientificas de Occidente, excepto en estu-

dios ocasionales de historia de la antropologia -como Timeand the Other de Johannes Fabian yAnthropology and the Colo-

n iM Encounter de Talal Asad- 0 del desarrollo de la sociolo-

gia,como Marx and the End of Orientalism, de Brian !urner.1

Loque en parte me llevo a escribir Orientalismo fue el impulso

de mostrar la dependencia de esas disciplinas que se postula-

ban como desinteresadas, apoliticas y par encima de la sordida

historia de la ideologia imperialista y la practica colonial.

, Pero debo confesar que tambien estaba tratando, conscien-

temente, de expresar mi insatisfacci6n ante las solidas mura-

n a s de negacion erigidas alrededor de estudios politicos que

pretendian ser empresas academic as ausentes de beligerancia

y esencialmente pragmaticas, Cualquiera que sea la r~sonancla

quehaya logrado mi libra, no existiria de no haber sido por la

. 1. Johannes Fabian, Time and the Other: How Anthropology Makes Its Object

(Nueva York: Columbia University Press, 1983); Talal Asa~ ed., Anthropology

and the Colonial Encounter (Londres: Ithaca Press, 1975); Brian S.Turner, Marx

and the End of Orientalism (Londres: Allen & Unwin, 1978). Para una discusi6~

acerca de algunos de estos trabajos, ver Edward W.Said, «Orientalism Reconsi-

dered», Race and Class 27, n.? 2 (otono de 1985), pp. 1-15.

87

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disposicion favorable de una generacion mas joven de estudio-,

sos, en Occidente y tambien en las antiguas colonias, avida de,'

considerar de modo distinto sus historias colectivas. A pesar, .

de la hostilidad y los reproches que suscitaron sus esfuerzos,

desde entonces han aparecido muchos e importantes trabajos.

revisionistas. (Dehecho, ese tipo de obras ya habia empezado a,'

aparecer unos cien aiios antes, durante la resistencia a los im-

perios a 10 largo de todo el mundo no occidental). Varias de

las obras mas recientes, que trato en otra seccion de este libro,

son valiosas precisamente porque se evaden de las cosificadaspolaridades de Oriente contra Occidente y de una manera inte-,

ligentey coricreta quieren comprender los desarrollos hetero-"

geneos y muchas veces incornodos que los Ilamados historia-:

dores mundiales y los orientalistas coloniales trataban de .

eludir, ocultando inmensas cantidades dematerial bajo catego-

rias simples y que todo 10 abarcaban. Vale la pena mencionar,

en este aspecto, el estudio de Peter Gran sobre las raices isla-

micas del capitalismo moderno en Egipto, la investigacion de

Judith Tucker acerca de la estructura de la familia y el poblado.:

egipcios bajo la infuencia del imperialismo, la monumental

obra de Hanna Batatu sobre la forrnacion de las instituciones

estatales modernas en el mundo arabe y el excelente estudio

de S. H. Alatas, The Myth of the Lazy Native,'

Sin embargo, pocos trabajos se enfrentan con la mucho

mas compleja genealogia de la cultura y la ideologia contern-

poraneas, Entre ellos, la reciente publicacion de una tesis doc- .

toral de un investigador indio de la universidad de Columbia,

profesor de literatura inglesa y competente investigador, cuya

tarea historica y cultural ha descubierto, segun creo, los orige-

nes politicos de los planes de estudios ingleses modernos y ha

situado su fuente, en considerable medida, en el sistema de

educacion colonial impuesto a los nativos de la India del siglo

XIX. Muchas otras cosas de The Masks of Conquests, de Gauri

i.j

!

1. Peter Gran, The Islamic Roots of Capitalism: Egypt, 1760-1840 (Austin:

University of Texas Press, 1979); Judith Tucker, Women in Nineteenth Century

Egypt (Cairo: American University in Cairo Press, 1986); Hanna Batatu, The Old

Social Classes and The Revolut ionary Movements of Iraq (Princeton: Princeton

University Press, 1978); Syed Hussein Alatas, The Myth of the Lazy Native: A

Study of the Image of the Malays, Fi lip inos and Javanese f rom the Sixteenth to the

Twentieth Century and Its Function in the ideology of Colonial Capitalism (Lon-

dres: Frank Cass, 1977).

88

i.

Viswanathan, tienen un interes poco comun, pero aun aislado,

su principal argumento es importante: afirma que 10 que hasta

ahora se habia considerado como una disciplina creada entera-

mente para y por la juventud britanica habia sido en cambio

inventada por los administradores coloniales de los primeros

afios del siglo XIX para la pacificacion ideologica y la reeduca-

cion de una poblacion india potencialmente rebelde; y luego

habia side importada a Inglaterra para una utilizacion dife-

rente pero vinculada a la primera.' Creo que este libro posee

una incontrovertible evidencia, libre de todo «nativismo», de-fecto dominante de la mayoria de las obras poscoloniales.

"- 'Pero 10 mas importantees que este tipo de investigaciones

pone de relieve la arqueologia de un conocimiento variado e

interconectado, cuyas realidades se encuentran a buena dis-

. tancia de esa superficie habitualmente considerada como

autentica sede textual de 10 que estudiamos como literatura,

historia, cultura y filosofia. Las implicaciones son vastas Y nos

Uevanmuy lejos de las rutinarias polemicas acerca de la supe-

rioridad de los modelos occidentales sobre los no occiden-

tales.No podemos ocultar la verdad: el presente rnornento ideo-

Iogico y politico presenta dificultades para la consolidacion de

normas alternativas de trabajo intelectual, como las que yo

.propongo en este Iibro. Tampoco hay modo de evadirse de los

requerimientos urgentes y las exigencias que muchos de noso-

tros debemos responder en relacion con campos beligerantes

y turbulentos. Los que particularmente me atafien como arabe

.son, ay, ejemplos perfectos de 10 que digo, exacerbados por las

presiones que recibo como norteamericano. Aun asi, la sede

Ide la energia para oponerse a elIas se encuentra, para mi, en el

-componente subjetivo y resistente originado en la vocacion in-

.telectual 0 critica. Hay que sostenerse en ella, sobre todo

Icuando las pasiones colectivas se muestran mas orientadas ha-cia la dominacion patriotica y la coercion nacionalista, incluso

en los estudios y disciplinas que se afirmanhumanistas. Al en-

frentarse y desafiar su poder, deberiamos ser capaces de defen-

der 10 que podemos verdaderamente comprender de otras cul-

-turas y periodos.

L Gauri Viswanathan, The Masks ofthe Conquest: Literary Study and British

Rille ill India (Nueva York: Columbia University Press, 1989).

89

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El erudito especializado en la literatura comparada, campo

~uyo origen y prop6sitos son eludir el insularismo y provincia:'

lismo y considerar varias culturas y literaturas al unisono, em

contrapunto, encuentra un gran apoyo precisamente en esta,

especie de antidoto ai nacionalismo reductivo y al dogma acn-'

tico. Despues de todo, la constituci6n y los primeros nh·,,,,h,,,,"

del comparatismo tendian al dominic de una perspectiva por

enc~ma de 1 0 nacional, al manejo de una suerte de unidad Par.

encima de la pequefia zona defensiva de la propia cultura, lite-

ratura e historia. Sugiero que consideremos primero 10 que

fue en su origen la «Iiteratura comparada»,como visiony

como practica. Ironicamente, descubriremos que esos estu-

dios surgieron durante eI periodo del gran imperialismo y es-

tim innegablemente ligados a el, Entonces podremos extraer'

de la subsecuente trayectoria del comparatismo una mayor .

cornprension de 1 0 que hoy este puede realizar dentro de la

cultura y la politica modern as, sobre las que el imperialismosigue influyendo. '

5. VINCULAcr6N DEL IMPERIO CON LA INTERPRETACI6N SECULAR

I;

Desde mucho antes de la Segunda Guerra Mundial y hasta

los prirneros afios de la decada del setenta la tradicion princi-.

pal de los estudios comparatistas en Europa y en Estados Uni-

dos estuvo vigorosamente dominada por un estilo de erudici6n·

que hoy casi ha desaparecido del todo. EI rasgo dominante de

este tipo de estudios era su academicismo y no 10 que hoy IIa-

mamas critica. Nadie tiene en la actualidad la preparacion de

un Erich Auerbach 0 un Leo Spitzer, dos de los grandes com-.

paratistas alemanes que se refugiaron en Estados Unidos como

consecuencia del fascismo. Los comparatistas actuales a 10

sumo deben acreditar su especializacion en el Romanticismo

entre 1795 y 1830 en Francia, Inglaterra y Alemania, mientras

que los de ayer casi siempre eran, en primer lugar, estudiosos

de un periodo mas temprano; segundo, habian realizado un

extenso aprendizaje can expertos filologos y acadernicos en va-

rias universidades y campos durante muchos afios; y, por ul-

timo, dominaban todas 0 casi todas las lenguas clasicas, ade-

mas de las primitivas vernaculas europeas y sus literaturas. El

comparatista de principios del siglo xx era un philolog, que,

90

Francis Fergusson afirma en su comentario de Mimesis

.Auerbach, era tan sabio y tenia tanta energia que a su lade

. ' m a s intransigentes acadernicos -esos que se jactan

te de su rigor cientifico y su exhaustividad- (pare-

timidos y poco series».'

.Detras de tales eruditos se encontraba una todavia mas ex-

... tradicion de estudios humanistas derivada del floreci-

;miento de la antropologia secular -incluyendo una revoluci6n

.en-lasdisciplinas filo16gicas- que asociamos con el final del si-

-gloXVIII y con las figuras de Vico, Herder, Rousseau y los her-

.···,••.UCUJViO> Schlegel. Y subyacente a sus obras latia la creencia de

,Ique lahumanidad formaba una totalidad maravillosa y casi

sinfonica, cuyo progreso y expresiones, otra vez como totali-

.dad, podian estudiarse exclusivamente en tanto que experien-

•cia hist6rica concertada y secular, no en tanto que ejemplifica-

icion de 10 divino. Ya que el «hombre» habia hecho la historia,

-,~ebiaexistir una manera hermeneutica del estudio de la histo-

iria que difiriese en proyecto y en metoda de las ciencias natu-

Jales. Estas grandes visiones iluministas se extendieron y fue-

ron aceptadas en Alemania, Francia, Italia, Rusia, Suiza, y,

.subsecuentemente, Inglaterra..No constituye una vulgarizaci6n de la historia sefialar que

·.JfI,:principal raz6n porIa cual semejante vision de la cultura

rhumana se hizo corriente en Europa y en America del Norte

, r de , muchas y diversas maneras, durante los dcis siglos com-

prendidos entre 1745 y 1945, fue el asombroso surgimiento del

macionalismo .durante el mismo periodo. Las interrelaciones

.entre erudici6n (0 literatura, tanto da) e instituciones naciona-

.Iistas no han sido hasta ahora estudiadas de modo suficiente,

lperode cualquier manera es claro que cuando much os pensa-

-dores europeos celebraban la humanidad ola cultura, se refe-

'rian principalmente a ideas 0 valores adscritos a sus propias

culturas nacionales, 0 a una Europa distinta de Oriente, de

Africa a incluso de las Americas. Lo que, en parte, animo mi

estudio del orientalismo fue mi critica de la forma en que el

.sedicente universalismo de esferas como las de los clasicos

(para no mencionar la historiografia, la antropologia y la so-

ciologia) seguia siendo extremadamente eurocentrico, como si

. : 1 . Francis Fergusson, The Human Image ill Dramatic Literature (Nueva

York:Doubleday, Anchor, 1957), pp. 205-6.

91

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las otras literaturas 0sociedades poseyeran valores inferiores 'o:

superados, (Rasta los comparatistas entrenados en la dignl-

sima tradicion que produjo a Curtius 0 Auerbach muestran

poco interes por textos asiaticos, africanos 0 latinoamerica- '

nos). Al tiernpo que durante el siglo XIX crecia la cornpetencia

internacional y nacional entre los paises europeos, tambien 1 0

hacia eI nivel de intensidad de la confrontacion entre unas y

otras tradiciones nacionales academicas, En este aspecto, las

polernicas de Ernest Renan acerca de Alemania y de la tradi-:

cion judia son un ejernplo bien conocido. .

No obstante, este nacionalismo estrecho y muchas veces es- "

tridente estaba de hecho equilibrado por una mas generosa vi" ,

sion cultural representada por los antecesores intelectuales de '

Curtius y Auerbach, eruditos cuyas ideas surgieron en Ia Ale"

mania preimperial +quiza como cornpensacion por una unifi-

cacion politica que habia eludido la cuestion de la tierra- y;'

un poco mas tarde, en Francia. Estos pensadores consideraban

transitorio el nacionalismo, como una cuestion finalmente se-

cundaria: mucho mas importaba el concierto de pueblos y es-

piritus que trascendian la vii esfera politica de burocracia,

ejercitos, barreras aduaneras y xenofobia, De esta tradici6n ca.tolica a la que los pensadores europeos (por oposicion a los

nacionalistas) recurrian en epocas de conflictos serios, surgi6

la idea de que el estudio comparado de Ia literatura podria

proveer una perspectiva transnacional, hasta transhumana,

respecto del hecho literario. Asi, la idea del comparatismo no

solo expresaba la universalidad y el misrno tipo de compren-

sion que los filologos poseian de las families de lenguas, sino

que tambien simbolizaba la serenidad ausente de conflictos de

una esfera casi ideal. Muy por encima de los mezquinos asun-

tos politicos existian tanto esa suerte de Eden antropologico

en el cual hombres y rnujeres producian felizmente algo lla-

mado literatura, como aquel mundo que Matthew Arnold y sus

discipulos designaban como el de la «cultura» donde solo se

podia admitir « 1 0 mejor que se haya pensado y conocido»,

Para los eruditos profesionales del cornparatismo de princi-

pios del siglo XX fue muy importante la idea goetheana de

We ltliteratur: un concepto que vacilaba entre la noci6n de

«grandes obras» y una vaga sintesis de tadas las literaturas del

mundo. Aun asi, como he sugerido antes, su significado prac-

tico y su ideologia operante consistian en que, al menos en 10

92

! r :

a.Iiteratura y cultura concernia, Europa estaba a la cabeza

iconstitufa el principal asunto de interes, En el mundo de

academic os como Karl Vossler y De Sanctis, 10 que

inteligible y brindaba un centra para la enorme agrupa-

•de literaturas del mundo era la Romania. La Romania

,cjJ,LU1,«1,«V« Europa, as! como (de manera curiosamente regre-

"siva), la Iglesia y eI Sacro Imperio Romano garantizaban la in-

tegridad de las literaturas europeas. En un nivel todavia mas

V1LJU,.I,V, la literatura realista occidental tal como la conoce-

.mos surge de la Encarnacion de Cristo. La tenaz defensa de

estatesis explica lasuprema importancia de Dante para Auer-

bach, Curtius, Vossler y Spitzer.

~;;)-Hablarde comparatismo significa, por ende, referirse a la

-interaccion de las Iiteraturas del mundo entre si, pero con el

campo organizado epistemoI6gicamente como una suerte de

jerarquia, con Europa y sus literaturas cristiano-latinas en el

'centro y en la cuspide, En un ensayo justamente famoso titu-

lido sPhiloiogie der Weltliteratun>, escrito despues de la Se-

.gunda Guerra Mundial, cuando toma nota de las muehas

'~(otras»literaturas y lenguajes literarios que parecian haber

emergido entonees (como de la nada: sin mencionar ni el eo-lonialismo ni Ia descolonizacion) Erich Auerbach expresa mas

angustiay temor que placer ante la vision de aquello que con

tanta reticencia debe admitir. La Romania se encuentra ame-

rtazada.1

:;,;,Ciertamente, los departamentos acadernicos y los profeso-·1',

r~s'norteamericanos encontraron que este modelo europeo

, ~raafin y facil de emular. El primer departamento estadouni-

,aense de literatura eomparada se creo en la universidad de Co-

i~inbia en 1891, como tambien la primera revista sobre el

mismo tema, Veamos 1 0 que tenia que decir George Edward

Wqodberry, profesor de la primera catedra comparatista:T ; f .

I r , Ahora que las partes del mundo se unen, y con elIas los

sectores del conocimiento, entretejiendose lentamente en

una sola nacion intelectual, que por encima de la esfera de

los politicos, y sin mas maquinaria institucional que los tri-

1. Erich Auerbach, «Phi lology and Wel tli teratur» t raduccion de M.y E. W.

Said, Centennial Review 13 (invierno de 1969); ver mi analisis de su obra en The

World , the Text, and the Criti c (Cambridge, Massachusetts: Harvard University

Press, 1983), pp. 1-9.

93

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bunales de juristas y los congresos de caballeros, sera por

fin el autentico vinculo. El erudito modemo se beneficia,

mas que cualquier otro ciudadano, de las bondades de tal

crecimiento e intercomunicacicn, de tal epoca de expan-

sion y a la vez de concentracion en una vasta eseala, de tal

conglomerado infinitamente extendido e intimo de nacio-

nes, unas con las otras y todas can el pasado. Su experien-

cia mental corriente incluye un acopio mayor de la memo-

ria de la raza y de la imaginacion que la que disponian sus

antepasados, y su perspectiva, hacia adelante y hacia atras,domina horizontes mas amplios. Vive .en un mundo mas

grande: ha nacido, de heche, no miembro de una ciudad li-

bre, 0 hasta noble, sino ciudadano de ese estado surgente

que -como oscura 0brillantemente han sonado los sabios

desde Platen hasta Goethe- no conoce fronteras de raza a

de fuerza, sino solo las de la suprema razon, La emergencia

y crecimiento de este nuevo campo conocido como de las

Literaturas Comparadas ha dependido del advenimiento de

este mundo mayor y de la dedicacion de los eruditos a su

obra, El estudio seguira su curso yjunto a otros elementos

convergentes marchara hacia la consecucion de la unidadde los hombres, basada en las unidades espirituales de la

cieneia, el arte y el amor.'

Ingenua y sin vericuetos, esta prosa resuena con la influen-

cia de Croce y De Sanctis, y tarnbien con las primeras formula-

ciones de Wilhelm von Humboldt. Pero hay una cierta excentri-

cidad en los «tribunales de juristas y congresos de caballeros»

de Woodberry, en buena parte desmentidos por las groseras

realidades de la vida de ese «mundo mayor» al que se refiere. En

la epoca de la mayor hegemonia occidental de la Historia,

Woodberry se las arregla para soslayar esa autentica forma do-

minante de la unidad politica y celebra en cambio una unidadmas alta, un ideal estrictamente ideaL No sabe muy bien como

armonizar estas «unidades espirituales de la ciencia, el arte y

1. George E.Woodberry, «Editorial" (1903), en Comparative Literature: The

Early Years, An Anthology of Essays, eds. Hans Joachim Schulz y Phillip K. Rein

(Chapel Hill:University ofNorth Carolina Press, 1973),p. 211.Ver tambien Harry

Levin, Grounds for Comparison (Cambridge, Massachusetts: Harvard University

Press, 1972),pp. 57-130; Claudio Guillen,Entre 10uno y 10diverso: Introduccion ala

literatura comparada (Barcelona: Editorial Critica, 1985), pp. 54-121.

94

el amor» con realidades no tan placenteras, y menos aun

como haran esas «unidades espirituales» para triunfar por en-

cima de los hechos materiales, el poder y la division politica.

En el comparatismo, el trabajo academico se lleva a cabo

sobre la base de que Europa y Estados Unidos constituyen el

centro del mundo, no unicamente en virtud de su posicion

politica sino tambien porque sus literaturas son las mas inte-

resantes como objetos de estudio. Cuando Europa sucumbio

al fascismo y Estados Unidos se beneficio en tan gran medida

del flujo de eruditos exiliados, incomprensiblemente muy...pocode su experiencia de la crisis arraign en Norteamerica.

Tomemos par ejemplo Mimesis, escrito cuando Auerbach,

huyendo de los nazis, se encontraba refugiado en Estambul:

.no era sencillamente un ejercicio de explicacion textual sino

..-como 10 afirrna el mismo en el ensayo de 1952 al que me he

referido antes- un acto de supervivencia de la civilizacion,

Auerbach creyo que su mision como comparatista era presen-

.tar, quiza por ultima vez, la evolucion completa de la litera-

Jura europea desde Homero a Virginia Woolf. La obra de Cur-

.tius acerca de la Edad Media Latina surgio de un similar

.impulso de 'temor. Sin embargo, [que poco de ese espiritu

.permanece en los miles de trabajos acadernicos que recibie-

ron la influencia de uno y de otrol Se alabo Mimesis por su

.caracter de obra de riqueza analitica, pero el sentido de su

mision se extinguio con el usa trivial que se hizo de ella.' Por

iultimo, a finales de los afios cincuenta, cuando apareci6 el

.Sputnik, el estudio de las Ienguas extranjeras y de la literatura

.comparada se convirtio en materia que afectaba directamente

a la seguridad nacional. La National Defense Education Act'

.financiaba estas actividades y con esta promocion, ay, apoyaba

.un etnocentrismo y un soterrado espiritu de guerra fria aun mas

1. Erich Auerbach, Mimesis: The Representation of Reali ty in Western Lite-

irall!re, traducci6n de Willard Trask (Princeton: Princeton University Press,

,_1953). Hay traducci6n castellana: Mimesis: La representacion de fa realidad ell

-Ialiteratura occidental, (Mexico: Fondo de Cultura Econornica, 1948). Ver tam-

'bien Said, «Secular Criticism». en The World, the Text and the Crit ic , pp. 31-53 Y

,,t4S-49.

"',',' 2. TheNational Defense Education Act (NDEA).En 1958el Congreso de Es -

tadosUnidos aprobo un decreto por cl cual autorizaba la cantidad dedoscientos

"noventa ycinco millones de dolares para presupuesto de ciencias y lenguas, am-

bas consideradas importantes para la seguridad nacional. Los Departamentos

.de Literatura Cornparada estaban entre los beneficiarios de tal resolucion.

95

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complacientes que todo 10 que Woodberry hubiese side capaz

de imaginar.

Como Mimesis revela inmediatamente, la idea de literatura

occidental que se encuentra en el corazon del comparatismo

ilumina centralmente, a la vez que dramatiza y celebra, una

idea determinada de la Historia, y, al mismo tiempo, oscurece

las realidades fundamentales, tanto geograficas como politicas,

que la alimentan. Pues la idea subyacente a la historia literaria

europea u occidental 0a otras producciones de literatura com'

parada es esencialmente idealista y, de un modo asistematico,

hegeliana. De ahi que el principio de desarrollo por el cualla .

Romania parece haberse hecho dominante sea incorporativo y

sintetico, Cada vez se va incorporando mas Ymas realidad a

esta literatura, que expande y elabora desde las cronic as me"

dievales hasta los grandes edificios de la narrativa del siglo

XIX: Stendhal, Balzac, Zola, Dickens, Proust. En esa progre-

sian, cada obra representa una sintesis de elementos proble-

maticos que distorsionan el orden cristiano basico tan admira-

blemente plasmado en La divina comedia. Levantamientos

politicos, cIases sociales, desajustes en los modelos y en la or-

ganizacion economic a, guerras: todos estos asuntos, tanto engrandes autores como Cervantes, Shakespeare 0 Montaigne;

como en escritores de menor importancia, estan envueltos

dentro de estructuras en constante renovaci6n, de visiones, de

movimientos de estabilizacion: todo ella confirmando el per-

manente orden dialectico representado por Europa rnisma,

La saludable perspectiva de una «Iiteratura mundial», que

en el siglo XX adquiriera caracteres redencionistas, coincide

con 10 que, al mismo tiempo, articulan los teoricos de la geo-

grafia colonial. En las obras de Halford Mackinder, George .

Chisolm, Georges Hardy, Leroy-Beaulieu y Lucien Fevre se

constata una comprension mucho mas abierta del sistema pla-

netario, igualmente imperial y dependiente de las metropolis.

Pero en lugar de la Historia aislada, alli el imperio y la geogra-

fia reales colaboran para producir un «imperio mundial» presi-

dido por Europa. En esta vision geograficamente articulada

-que, como indica Paul Carter en The Road to Botany Bay, se

basa, en gran medida, en los resultados cartograficos de la ex-

ploracion y las conquistas reales de los territorios- existe iden-

tica conviccion de que la preeminencia de Europa es natural,

de que constituye la culrninacion de 10 que Chisolm denomina

96

I:I '

.lasvarias «ventajashistoricas» que permitieron a Europa dorni-

.narlas «ventajas naturales» de las regiones mas fertiles, ricas y ,

accesibles que Ilego a controlar.' Por otra parte, en La terre et

il'evolution hurnaine (1922), Fevre iguala a Woodberry tanto en

.la perspectiva como en el utopismo.

,, Para su audiencia de finales del siglo XIX y comienzos del

xx, estos grandes sintetizadores geograficos ofrecian explica-

ciones tecnicas respecto de las evidentes realidades politicas.

Europa verdaderamente dominaba el mundo: el mapa imperial

verdaderamente facilitaba la visi6n cultural. Un siglo mastarde, esta coincidencia 0 similitudentre la.vision del sistema

:mundialy la perspectiva que une geografia e historia literaria,

',nos parece interesante pero problernatica, lComo debemos en-

tender tal semejanza?

,':, Creo que antes que nada, se requiere ante ella articulaci6n

'Y''activaci6n: esto solo podra llevarse a cabo si tomarnos muy

seriamente en cuenta el presente, sobre todo el desmantela-

miento de los imperios clasicos y la nueva independencia de

decenas de pueblos y territorios antes colonizados. Debemos

comprender que el actual modele planetario -territorios su-

.perpuestos, historias entrecruzadas- estaba ya prefigurado einscrito en las coincidencias y convergencias entre geografia,

cultura e Historia que tan importantes fueron para los pione-

.rosdel comparatismo. Asi podremos captar de manera mas di-

namica el modo en que el idealismo historicista alimentaba a

Ia'vez,exactamente en el mismo momento, el esquema cornpa-

ratista de la «Iiteratura mundial» y el mapa efectivamente im-

perial del planeta.

,'[;'Pero esto no puede llevarse a cabo sin aceptar que 10 co-

rnun a ambos es la elaboracion del poder. La erudicion genui-

namente profundade los que cretan y practicaban la Weltlite-

raiur implicaba gozar del extraordinario privilegio del observa-

dor que, desde Occidente, pudiese verdaderamente vigilar la

produccion mundial de la literatura con una especie de sobe-

rano desinteres, Los orientalistas y los otros estudiosos del

.mundono europeo =antropologos, historiadores y filologos-

ostentaban ese poder, como he tratado de demostrar en otra

parte: muchas veces eran el guante que viste la mana de una

~~presa imperial conscientemente aceptada.I ~

:; 1. Citado par Smith, Uneven Development, pp, 101·2.

97

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En el ensayo de Antonio Gramsci, Algunos aspectos de la

cuestion sureiia, tenernos un modele explicitamente geogra-

fico. Poco leido y poco analizado, este estudio es la (mica pieza

sustancial de analisis politico y cultural que Gramsci escribio

(aunque nunca 10 acabara); se refiere al acertijo geografico

planteado a la accion y al analisis por sus camaradas, y a como,

pensar sobre el sur de Italia, como planificarlo y estudiarlo,

dado que su desintegracion social 10 hacia incomprensible y

no obstante paradojicamente crucial para la comprension del

norte. EI valor del brillante analisis de Gramsci va mas alla,

creo, de su importancia tactica en 1926: brinda una culmina-

cion a su obra periodistica y hace de preludio de susCuader-"

nos de la cdrcel, en los cuales ofrecio -al reves del monumen-

tal Lukacs- excelentes aproximaciones a los fundamentos

territoriales, espaciales y geograficos de la vida social.

Lukacs pertenece a la tradicion del marxismo hegeliano;

Gramsci a una linea que une el marxismo con Vico y Croce.

Para Lukacs el problema central en su obra mas importante,

Historia y conciencia de clase, (1923) es la temporalidad; para

Gramsci, como 10 revela hasta la mas ligera ojeada a su voca-

bulario conceptual, la historia social y la realidad estan com,

prendidas en terrninos geograficos: predominan terminoscomo «terrene», «territorio», «bloques» y «regiones», En La

cuestion meridional, Gramsci no solo se preocupa por demos-

trar que la divisi6n entre la Italia del norte y la del sur es ba-

sica ante el desafio de que hacer can la clase obrera nacional

en un momenta de impasse, tambien describe con detalle la

peculiar topografia del sur, curiosa, segun dice, por el asom~,

broso contraste entre la gran masa indiferenciada de campesi-

nos y la presencia de los «grandes» terratenientes, las editoria-

les importantes y los notables grupos culturales. El mismo

Croce, figura de gran autoridad y prestigio en Italia, es visto.

por Gramsci, con su perspicacia caracteristica, como el filo-.sofo surefio que encuentra mas facil vincularse con Europa y .

con Platen que con su propio entorno tambaleante.

Asi, el problema es como conectar el sur, cuya pobreza y

vasta reserva laboral son, en su inercia, vulnerables a la poll-

tica econ6mica y el poder del norte, con ese norte que a suvez

deperide de aquel, Gramsci formula su respuesta de una rna.

nera que preanuncia sus conocidos ataques a los intelectuales

en los Quaderni: estudia a Piero Gobetti, quien, como intelec-

98

.tual, entendia la necesidad de conectar el proletariado del

norte con el campesinado del sur, cuya estrategia contrastaba

abiertamente can la tendencia de Croce a de Giustino Fortu-

nato, y cuyo fin era unir norte y sur en virtud de sus capacida-

des para organizar la cultura. Su obra «planteaba la cuestion

surefia en un terreno diferente del tradicional (que conside-

raba el sur simplemente como el patio trasero de Italia) intro-

duciendo alli el proletariado del norte.»! Pero esta introduc-

Cionno podria tener lugar, prosigue Gramsci, a menos que

recordasemos que el trabajo intelectual es mas lento y se desa-

rrolla de acuerdo con una cronologia mucho mas extensa que

lade cualquier otro grupo social. En la cultura no debemos fi-

.jarnos en el hecho inmediato sino -como afirmaria mas ade-

lante en los Ouaderni- sub specie aeternitatis. Debe pasar mu-

eho tiempo para que surja una nueva formaci6n cultural y los

inteleetuales, que se forjan en largos afios de preparacion, ac-

tuacion y tradicion, son necesarios para este proceso.

;_..Grarnsci entiende tambien que en el extenso lapso durante

H eual se forma una cultura, a sernejanza de la formaci6n de

unarrecife de coral, se necesitan «rupturas de tipo organico».

Gobetti representa ese tipo de ruptura: una fisura que se abre

dentro de las estructuras culturales que habian soportado y en-

cerrado durante tanto tiempo la discrepancia entre el norte y

el sur de Italia. Gramsci considera a Gobetti, como individuo,

'con evidente simpatia, aprecio y cordialidad, pero su significa-

cionpolitica y social dentro del analisis de Ia cuesti6n surefia

~(es'adecuadoque el ensayo inconcluso se interrumpa abrupta-

mente durante la consideracion acerca de Gobetti) se debe a

que acentua la necesidad de que exista una formaci6n social

quese desarrolle, elabore y construya sobre la fisura de su pro-

pia obra y de su propia insistencia en que el esfuerzo intelec-

tual deba vincular los vacios entre regiones aparentemente

autonomas y separadas de la Historia de los hombres., La que podriamos Ilamar el factor Gobetti funciona como

1. Antonio Gramsci, «La cuestion meridional», en Selections from Political

Writings, 1921-1926, traducci6n Yed. de Quintin Hoare (Londres: Lawrence and

Wishart, 1978), p. 461. Hay traduccion en castellano, La cuestion meridional,

,M~drid:Penthalon, 1978. Para una explicaci6n poco corriente de las teorias

' \ i b Gramsci acerca de «10 surefio», vease Timothy Brennan, «Literary Criticism

'and the Southern Question», Cultural Critique, n," 11 (invierno de 1988-89),

pp, 89·114.

99

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100

-elimperialismo como un proceso que forma parte de la

metropolitana, que a veces admite y otras oculta el sus-

negocio del imperio mismo. La cuestion importante

gramsciana- es como las culturas nacionales inglesa,

'"U~U_~~~ 0norteamericana mantienen su hegemonia sobre las

(Como se logra, en el interior de cada una de ellas,

consenso, continuamente refrendado, para el gobierno dis-

de pueblos y territorios nativos?

Si recurrimos al archivo cultural, empezaremos a releerlo,

demodo univoco sino en contrapunto, con una sirnultanea. . , de la historia metropolitana y a la vez de las otras

contra las cuales el discurso dominante actua mien-

a la vez, permanece a su lado. En el contrapunto de la

,,lllLl:>ll,..<l clasica occidental, varios temas se enfrentan y disfru-

.solode un privilegio provisional. No obstante, en la polifo-

resultante hay orden y concierto, un interjuego organizado

se extrae de los ternas y no de una melodia rigurosa 0 de

principia formal externo a la obra. Creo que, del mismo

podemos leer e interpretar las novelas inglesas cuyo

(casi siempre suprimido) con las Indias Occiden-

o la India esta modelado, ° quiza hasta determinado, porespecifica de la colonizacion, de la resistencia y fi- .

del nacionalismo nativo, Al llegar a este punto erner-

nuevas u opuestas narrativas, y se convierten en entidades

o discursivamente establecidas,

'.,;Deberia ser evidente que no existe un principio teorico su-

que gobierne el conjunto imperialista y tambien -inter-

.pretando libremente al critico africano Chinweizu- que una fi-

recorre el interior del principio de dominacion y resisten-

, .que se basa en la division entre Occidente y el resto del

.mundo. La fisura afecta cada situacion local, cada superposi-

cada relacion de interdependencia, cada diferencia, to-

con su propio entramado de asociaciones y formas, sus

propios motivos, obras, instituciones y -10 que es mas irnpor-

tante desde el punto de vista de nuestras relecturas- sus pro-

piasposibilidades y condiciones de conocimiento. En cada si-

'Jiq donde esta situacion se produce, donde se desmonta el

modele imperialista, donde se vuelven ineficientes e inaplica-

blessus codigos incorporativos, universalizadores y totalizado-

res, se empieza a construir un nuevo tipo de investigacion y de

conocimiento.

una conexion que anima y por tanto expresa y representa lare'.'·

lacion entre el desarrollo de la literatura comparada y la er ner - .

gencia de la geografia imperial; y 10 realiza, ademas, de modo.I

dinamico y organico. Afirmar de ambos discursos que sonim-

perialistas es decir muy poco acerca de donde y como tienen

lugar. Sobre todo, porque deja fuera 10 que hace posible q u . ' e . '

los articulemos unidos, como un conjunto, como si mantuvie.:'.

sen una relacion que sea mas que una coincidencia, utia·coyuntura 0 un puro mecanicismo. Para ello, debemos consl' .,

derar la dorninacion del mundo no europeo desde una pers-pectiva de alternativa y resistencia cada vez mas desafianteuj

Casi sin excepcion, los discursos universalizadores de

Europa moderna y de Estados Unidos presuponen el ""'_U',lV,'-'

voluntario 0 no, del mundo no europeo. Silencio; ya sea a

ves de la incorporacion, la inclusion, el gobierno directo a

coercion. Pero es infrecuente que se reconozca que los pue-'

bIos colonizados deben ser oidos y sus ideas conocidas.

Esposible argtiir que la produccion y la interpretacion con-;'

tinua de la propia cultura occidental mantuvo exactamente '

conviccion hasta muy entrada el siglo xx, aun cuando en;

mundo «periferico» crecia la resistencia al poder oc ,Precisarnente a causa de esto (ya causa de adonde condujo) c i s .

ahora posible interpretar el archivo cultural de Occidente:

como si se hubiese fracturado geograficamente par la gran die

visoria imperial, y asi realizar lecturas e interpretaciones

rentes, En primer lugar, podemos considerar la historia de

disciplinas del comparatismo, los estudios ingleses, el analisisi

cultural y la antropologia como aliadas del imperio y, de a I - i .guna manera, casi contribuyendo con sus metodos a .

la ascendencia occidental sobre los nativos no occidentalesi'

especialmente si tomamos en cuenta la coriciencia espacial~,"

ejemplificada en la «cuestion surefia» de Grarnsci. Y, ense-."

gundo termino, nuestro cambio de optica interpretativa n o sperrnite desafiar la autoridad soberana e indiscutible del obser-

vador occidental, supuestamente desinteresado,

Las formas de la cultura occidental pueden asi ser extraidas'

de las capsulas autonornas en que se las encierra y situadas en

el entorno de Ia dinamica planetaria creada par el Imperia;"

lismo, a su vez continuamente puesto en entredicho por,~l:

ininterrumpido enfrentamiento entre norte y sur, metropoliy .

periferia, blancos y nativos. De este modo podriamos conside- ,<

101

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102

;gobierno, control, beneficio, crecimiento eidoneidad- que

mcrementan con asombrosa fuerza desde el siglo XVII hasta

del XIX. Estas estructuras no surgen de un plan preexis-

(semiconspiratorio) que los escritores manipularian, sino

estan unidas al desarrollo de la identidad cultural brita-

segun esta identidad se imagina en un mundo concebido

.terminos geograficos. Podriamos descubrir estructuras si-

en las culturas francesa y norteamericana, desarrollan-

por diferentes razones y, desde luego, de diferentes mane-

No hemos Ilegado todavia al punto en que se pueda. si estas estructuras planetariamente integrales consti-

preparativos para el control y la conquista imperiales, si

..."',nu+'~u~" a tales empresas 0 si, de alguna manera, refleja 0

son resultado del imperio. Por ahora solo pode-

comprobar la asombrosa frecuencia de las articulaciones

Jge~ograrlc~LSn las tres culturas occidentales que han domi-

la rnayoria de los territorios remotos. En el segundo capi-

de este libro profundizo en el problema y sugiero varias

El estudio del orientalismo y del africanismo (y de sus ra-s

mas afines, 10 Ingles y 10 frances) es un ejemplo de esas

disciplinas. Hoy estudiamos estas identidades no como

cias otorgadas por una divinidad sino como resultados

colaboracion entre la historia de Africa y el estudio de

en Inglaterra, por ejemplo, 0 entre la historia de Francia

reorganizacion del saber durante el Primer Imperio. Enun im,:

portante sentido, nos encontramos ante la formacion de__~'....,'_

dades culturales, entendidas no como esencializaciones (a

sar de que parte de su permanente atractivo viene de quevistas asi), sino como conjuntos contrapuntisticos: sucede

ninguna identidad puede existir en si misma y sin un juego

terrninos opuestos, negaciones y oposiciones. Los griegos

cesitaban a los barbaros, y los europeos a los africanos,

tales, etc. Tambien 10 opuesto es verdad. Aun las mas gl~~arLte!;::;

cas adhesiones de nuestra epoca a esencializaciones

como «islam», «Occidente», «Oriente», «Japon», 0 . .

pueden describir de acuerdo con un conocimiento particular;

como estructuras de actitud y referencia, y como tales exigen

detallada investigacion y analisis.

Si se estudian algunas de las mayores culturas metropclita-••nas +por ejemplo la de Inglaterra, Francia, 0Estados Unidos:';··

en el contexto geografico de sus luchas por (yentre) los impe- .

rios, se vuelve visible una topografia cultural distintiva.

presente esta topografia cuando utilizo los terminos «estructui ..•••

ras de actitud y referencia», como tambien la formula'

de Raymond Williams, «estructuras de sentimiento»,

fiero al modo en que las estructuras de Iocalizacion y de

rencia geografica aparecen en los lenguajes de la Iiteratura-la .

historia, la etnografia, a veces de manera alusiva y otras cuida-

dosamente tramadas, a 10 largo de abundantes obras individua-

les, que solo muestran ese modo de conexion entre elIas 0cart

la ideologia oficial del «imperio». .

En la cultura britanica, por ejemplo, se puede descubriren '"

Spenser, Shakespeare, Defoe y Austen cierta permanente preo-

cupacion respecto del espacio empobrecido pero socialmente <deseable, que es siempre la Inglaterra metropolitana 0Europa:.

conectada por disefio, motivo, y desarrollo a mundos periferi-

cos 0 distantes (Irlanda, Venecia, Africa, Jamaica) concebidos '"

como apetecibles pero subordinados. Junto con estas referen-

cias meticulosamente sostenidas se dan unas actitudes -acerca

;.';Segunmi modesto y leal saber y entender, tras haber leido

.Y"COmlJnm(llClO esas «estructuras de actitud y referencia», casiexistio disenso, discrepancia 0 reticencia respecto a elIas:

una virtual unanimidad en cuanto a que las razas sorneti-

debian ser gobernadas, en cuanto ala existencia de razas

res, en cuanto a que una raza en particular merecia, y se

ganado totalmente, el derecho a ser considerada como

..""11........... <& cuya mision principal era extenderse fuera de sus pro-

piosdominios. (De hecho, segun 10 formularia Seeley en 1883

...reSPl~CIOlos ingleses -Francia y Estados Unidos tenian sus

·nr,n",rn<: teoricos- Gran Bretafia solo podia ser entendida en

terminos.) Quiza sea embarazoso que ciertos sectores de

culturas metropolitanas que desde entonces se han conver-

.tido en vanguardia de la protesta social de nuestra epoca, fue-

.senmiembros satisfechos del consenso imperialista. Can pocas

.excepciones,tanto las rnujeres como el movimiento obrero fue-

.ronproimperialistas. Siempre pasamos por grandes dificultades

.cuandointentamos demostrar la participacion de diferentes

-lrnaginaciones, sensibilidades, ideas y filosofias en una obra, 0

convencer de que cada obra literaria 0artistica es especial. En

cambio, en este aspecto se dabauna virtual unidad deproposito:

habia que mantener el imperio; y el imperio se mantuvo.

103

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104

de conectar lasexperiencias de uno y otro lado de la di-

imperial, de reexaminar las grandes tradiciones 0 de

10 que, en efecto, constituye una literatura critica no

ser cooptado (yen general no 10 ha sido) por los nacio-

.nausiuus resurgentes, los despotismos y las ideologias mezqui-

'.. que traicionan el ideal de Iiberacion en aras de la realidad

independiente.

aun: debemos considerar sus obras en Ia medida en

importantes preocupaciones con las minorias

las voces «suprirnidas» dentro de la misma metropoli:

escritores afronorteamericanos, intelectuales y ar-

entre otros, Aqui la vigilancia y la autocritica son funda-

Ht;IH~J.<;;:;. porque existe el peligro inherente de que la volun-

de oposicion se institucionalice, la marginalidad se tome

y la resistencia se vuelva dogrnatica. Seguramente

que alimenta y reformula los desafios politicos de

Vidaintelectual esta a salvo de la ortodoxia, pero siempre es

impedir que 10 comunitario se vueIva coercitivo,

er la critica por encima de la mera solidaridad y guar-

actitud vigilante sobre el mero asentimiento.

Puesto que los asuntos que trato aqui constituyen una es-de secuela de Orientalismo, y que escribi ambos libros

Unidos, se imponen ciertas consideraciones acerca

"entorno cultural y politico norteamericano. Estados Uni-

.no es simplemente un pais muy grande. Es la ultima su-

una potencia enormemente influyente y que con

interviene en casi cualquier sitio del planeta. Los

U1UU<t\.1~1.1U:; e intelectuales norteamericanos tienen una parti-

responsabilidad, por la relacion entre su pais y el resto

.mundo, responsabilidad que de ninguna manera se ve

o satisfecha arguyendo que la Union Sovietica,

Bretafia, Francia 0 China han sido 0 son peores. El he-es que nosotros somos verdaderamente responsables y,

, 1 0 tanto, nos encontramos mas capacitados para influir

este pais de 10 que 10 estuvieron los ciudadanos de la

Sovietica anterior a Gorbachov 0 los de otros paises.

U:::.'lllVUU que deberemos tomar escrupulosa nota de como Es-

Unidos ha reemplazado al resto de los anteriores impe-

"y se ha convertido en la fuerza exterior dominante en

'.'/l.lU,,",U"'''' Central y America del Sur, en el Cercano Oriente 0

en!Africay Asia.

No hubiera sido posible leer e interpretar los textos

res de la cultura metropolitana, de este modo retormulados

nuevamente activados, sin los movimientos de resistencia

tra el imperio que tuvieron lugar en toda la periferia. En el

cer capitulo sostengo que hoy una nueva conciencia

conecta los varios escenarios locales de la contestacion antlirn»

perialista. Actualmente los escritores y eruditos provenientes:

del mundo antes 'colonizado han impuesto sus historias diver-:

sas 0han trazado sus geografias locales sobre los grandes tex.

tos centrales y canonicos europeos, De esas interacciones su s

perpuestas pero discrepantes surgen las nuevas lecturas.v'

saberes. Basta pensar en los movimientos tremendamente

gorosos de finales de los ochenta -la ruptura de barreras,

Ievantamientos populares, los saltos por encima de las

ras, los sangrantes problemas de la inmigracion, los

y los derechos de las minorias en Occidente- para cornprenv

der cuan obsoletas estan las viejas categorias, las senaraciones'

estrechas y las autonomias confortables.

Por ello es muy importante comprobar sobre que basesse:

construyeron estas entidades, y comprender con que p~JI:;UUU-:

nia adquiri6 autoridad y poder, para imponerse allende losres, la idea de que existia una cultura britanica lU,'U~JCl"'Ul"'''

Para un individuo esta es una tremenda tarea, pero hoy:

aboca a ello una nueva generacion entera de estudiosos e inte- ,.

lectuales del Tercer Mundo.

Aqui es precisa una palabra de cautela y de prudencia.

de los problemas es la inc6moda relaci6n entre nacionalismo-

y liberaci6n, dos ideales 0metas para aquellos comprornetidos

en Ia lucha contra el imperialismo. Es cierto que, en general,

la creaci6n de muchas nuevas naciones-estado en el m

poscolonial ha logrado devolver la primacia a 10 que se hac.

dado en Hamar comunidades imaginadas, parodiadas y satirizau'das por escritores como V. S. Naipaul y Conor Cruise O'Brien)

y dominadas por decenas de dictadorzuelos y pequefios despo-i

tas enclaustrados en multitud de naciones-estado. No obstante;

existe casi siempre, frente a ellos, una suerte de autentico sen-

timiento de oposicion en la conciencia demuchos investigador-

res e intelectuales del Tercer Mundo, particularmente (pen) .:

no solo) en los exiliados, expatriados, refugiados 0 inmigrantes

en Occidente, herederos de la obra de desterrados de princi-

pios de siglo, como C. L. R. James y George Antonius. Sus in!.

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106

l(n~sl:,ortde:rla,ni una posicion ventajosa, fuera de la reali-

ilos vinculos entre las culturas, 0 entre las potencias de

It::!!ill);UicU poder, imperialistas y no imperialistas. Nadie detent a

epistemologico de juzgar, evaluar 0interpretar, de

manera, el mundo libre de la acumulacion de intereses

r.~c(Hhl)romisose las relaciones mismas. Somes, por decirlo

)algun modo, parte de las conexiones, no estamos fuera ni

.encima de ellas. Y nos incumbe, como intelectuales, hu-

rnanistas 0 criticos seculares, el comprender desde dentro de

""'J.","","U«U, el papel de Estados Unidos en un mundo de nacio-potencias. Comoparticipantes de esa realidad, no como

,1;::>lJ:>:)I'-'-")jJU"'V.U.'O~ observadores que, segun dijera Yeats en su

descripcion de Oliver Goldsmith, deliberadamente

..WlUjJ""U del panal de nuestras mentes.

. · · · 'H . ' ' ' ' ' ' ' '' ' trabajos conternporaneos, en la reciente antropologia

LU"""""' , ." y norteamericana, reflejan esos acertijos y correspon-

U"!!L..!(~ de modo tan sintornatico como interesante. La prac-

del antropologo trae aparejada, como principal

constitutive, una relacion de fuerza desigual entre el

. observador occidental y el no europeo 0no occiden-

"primitivo0

al menos indiferente, y, ciertamente, mas debil..' desarrollado. En el extraordinariamente rico texto de

.....' . Kipling extrapola el significado politico de tal relacion y

'Io.,encarna en la figura del coronel Creighton, un etnografo a

cargodel Survey of India, que es tarnbien jefe de los servicios

britanicos de inteligencia en la colonia, ese «Gran Juego» al

'cu~Lpertenece Kim. La moderna antropologia occidental ha

repetido con frecuencia esta problematica relacion, y en obras

.recientes un buen numero de teoricos se ha enfrentado con 1a

casiinsuperable contradiccion entre una realidad politica ba-

sada en la fuerza, y el deseo cientifico y humane de entender al

.Otroa traves de la sirnpatia y de la hermeneutica, no por me-

dios condicionados por la fuerza.

... , In ,E I hecho de que tales esfuerzos triunfen 0 fracasen es me-

'nos interesante que aquello que los hace caracteristicos y tam-

bien posibles: una aguda y a la vez desconcertada conciencia

.'del,escenario imperial, insoslayable y omnipresente. De hecho,

noconozco ningun modo de aprehender el mundo desde den-

tro de la cultura norteamericana (con toda su historia de exter-

minaci6n e incorporacion) que no asimile ala vez la oposicion

antiimperialista. Diria que este es un hecho cultural de ex-

Si se 10 considera honestamente, no se se trata de un

historial. Desde la Segunda Guerra Mundial, las in

militares de Estados Unidos han tenido lugar (ysiguen

dolo) en casi todos los continentes, y algunas han side de

complejidad y extension, con tremendas inversiones uaciunac

les, como ahora estamos apenas empezando a descubrir,

ello constituye, segun 10 formulara William Appleman

Iliams, el imperio como forma de vida. Las continuas

ciones acerca de la guerra de Vietnam, del apoyo "':>lldU.uUU1".

dense a los «contras» en Nicaragua 0 en la crisis delPersico, son solo una parte de este. complejo de actuaciones

tervencionistas. Se presta insuficiente atencion al caracter

bien podriamos describir como imperialista de las politicas

norteamericanas para Oriente Medio y America Central, ya ex"

plotando la apertura geopolitic a entre los «asi Ilamados» rna"

derados de Iran, ya ayudando a los «asi llamados» Luchadorss-

de la Libertad de laContra nicaraguense a derribar el gobiernd

constitucional y elegido de Nicaragua, ya acudiendo a sostener

a las familias reales de Arabia Saudi y Kuwait. .

Aun cuando estuviesernos dispuestos a admitir, como

chos 10 hacen, que la politica exterior norteamericana es, sa-

bre todo, altruista y esta dedicada a metas tan indiscutibles.

como la libertad y la dernocracia, quedaria en pie una buen~

dosis de escepticismo. La vigencia de las afirmaciones de T. S;,.

Eliot en «Tradition and the Individual Talent» acerca del sen,

tido historico, son evidentemente importantes. iAcaso no esta,...•

mos repitiendo, como nacion, 10 que Francia, Gran Bretafiaj .

Espana, Portugal, Holanda y Alemania hicieron antes que no,

sotros? Apesar de ello, ino tendemos a considerarnos de algun.

modo eximidos de responsabilidad con respecto a esas aventu-

ras irnperiales, aun mas sordidas que las que precedieron la

nuestra? !

Ademas, ina existe entre nosotros la nunca discutida con-viccion de que nuestro destino es dirigir y gobernar el mundo,

un destino que nos hemos asignado como parte de nuestra tra-vesia del desierto? J .

Brevemente, dire que como nacion nos enfrentamos a la

cuestion, profundamente complicada y perturbadora, de nues-

tra relacion con los otros: con otras culturas, estados, histo,

rias, experiencias, tradiciones, pueblos y destines. Por encirna

de esta cuestion no existe un principio de Arquimedes desde el

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lraord~naria importancia, tanto desde el punto de vi .como Illterpretativo a p d e VIsta

, ,esar e que no h id . 'asi en Ia teoria literaria y d I I aya SI 0 reconodi e a cu tura y a pe dIScursos culturales habit 1 ,sar e que en :Cuando leemos a la rnaIu~ ~ente se 10 el~de 0 se 1 0 blo

xistas 0 representantes % 0 7 a e Iosh~eco~struccionistas,ant' e a nueva tstoria nosse c

ee~cntores cuyo,horizonte politico y lo~alizaci6non na a una socledad y u It --..,~,...c

sas en la dominaci6n im ,~apcu ura ~rofundamenteh ' periaj. ero CaSIno taman e

ese onzonte, ni reconocen los limites d I ' n,ten, casi, Ia existeneia del en torn ' e ~sc~nano, illcambio se tie , I '" " 0 lmpenahstamismo.

, ne a ImpreslOn de I'culturas, 0 textos 0 pueblo _ q~~ a Interpretaci6n detratan de s en e LOndolas 1nl''''r,.._~+_,_

. eso- se dan en un vacio si ti '~~"VJ",' =ciente y permisivo c n lempo, tan,mente dent d omo para volcar su interpretaci6n' ,•

ro e un contexto univers Ii t'afecto, de toda inhibici6 d d ',a ISa: exento de todo

p "n, e to 0vmculo mteresado, or supuesto, VIVImosen un mundo '1 .'

teriales sino tambien d . no so 0 de bienes rna,, e represen taciones Y Ia ' "

-su producci6n circulacl" hi . . repreSentaclOn,, on, IStona e interpret "

tuye el autentico elemento d 1 I acion-. consti.:

ciente el problema de I e a cu :~ra, En mucha teoria re: ,a representaclOn se ha vu It I'pesar de que raramente se la 't' leo centra, aIftico, un contexto que no d ~l~a en e c~mpleto contexto po~

rial. En lugar de esto t eja e ser pnmordialmente irnpe-',, enernos por un lado u £ 1

supuestamente libre y abierta sin di na es er~ cu tural, ,culaci6n te6rica y a la invest" "can iciones ala eterea espe-' ,

litica degradada do d rgacion, y, por otro, una esferapo-

l ' n e se Supone que tiene 1 I ' ', ucha entre distintos interes PI' ugar a autentica '.Ia cultura -el hUmanista el eS"t'ara e

lestudioso.profesional de "

f' , cn ICOe academico 'Ilera es relevante' mas ' ' - so a una es-

, aun, se acepta que las d fseparadas, Pero no s6I' os es eras estaninstancia Son 10 . 0 se encuentran conectadas: en ultima

, mlsmd,En esta separaci6n ha tenido Iu .

Se vacfa la cultura de cu I' ,gar una radica] falsificaci6n.id a quier VInculocon el podSI eran las representacI'O '1 er y se con-

nes so 0 como image l''que deben ser analizadas y di nes apo iticas,

manca del intercambio, Ent~~uest7 ~omo,cualquier otra gra-

pecto del pasado se SUponeco cesi dlVorclO.del presente res-

paraci6n de esferas un 1 m~,eto. Pero Iejos de ser esta se-

autentico sentido es un a~toe;ee~lOn I~e~dtrdal0 accidental, suomp ICI a , a elecci6n hurna-

108

,-, .. .. - -- -- -- = - -- -- -- ,. . ; "; : "' : : -' - :- -' ' _ '" _ " _ ' _ ' ' _ '

de un modelo textual sistematicamente purgado, disfra-

despojado, cuyos principales rasgos inevitablemente se

fnf'nT1nnr<u';'o a Ia continua discusi6n acerca del problema del

mismo.

:,c,Loformulare de otra manera, can ejernplos familiares para

AImenos durante la ultima decada ha tenido lugar

EstadosUnidos un debate abierto y franco sobre los signifi-

los contenidos y los objetivos de la educaci6n liberal.

nL<'''''''''' de los terrninos del debate se vieron estimulados por

rebeliones universitarias de los sesenta, cuando pareci6

,por primera vez en este siglo, la estructura, ,la autoridad y

tradicion de la educaci6n norteamericana se veia desafiada

.fuerzas indeseables, surgidas de la provocaci6n de tipo so-

e intelectual, Adquirieron prestigio e interes una serie de

"nn..", .., corrientes acadernicas y se fortaleci6 10 que hoy deno-

minamos teoria (termino bajo el cual agrupamos nuevas disci-

,plinas,como el psicoanalisis, hi Iinguistica, 0 la filosofia nietzs-

.cheana, desalojadas de los terrenos tradicionales de la filolo-

gia,la filosofiamoral y las ciencias naturales). Estas corrientes

parecian socavar la autoridad y estabilidad de los canones esta-

blecidos, los campos bien demilitados, los procedimientos'asentados de acreditaci6n, investigacion y divisi6n del trabajo

intelectual. Que esto ocurriera en elmodesto y circunscrito te-

, rreno de las actividades academic as y culturales simultanea-

mente a la gran ola de protesta antibelicista y antiimperialista

no fue un hecho fortuito, sino, mas bien, una genuina coyun-

tura politica e intelectual.

Se da una considerable ironia en el hecho de que nuestra

busqueda metropolitana de una nueva y mas vigorosa tradi-

cion siguiese al agotamiento de las vanguardias y se expresase,

devariadas maneras, como posmodernismo, 0, como he dicho

antes citando a Lyotard, que esto tenga lugar cuando se pierdeel poder legitimador de los relatos de la emancipaci6n y de la

Ilustraci6n de Occidente, Simultaneamente, las vanguardias y

el proyecto moderno son redescubiertos en el mundo perife-

rico antes colonizado, donde el tono 1 0 da la resistencia, la 16-

gica de Ia osadia y las multliples investigaciones respecto a la

vieja tradici6n (al-Turath en el mundo islamico),

Ante estasnuevas coyunturas, Occidente ofrece una primera

respuesta profundamente reaccionaria: se esfuerza por reafir-

mar las antiguas autoridades y canones, se esfuerza por reinsta-

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lar en la tradici6n .prescindibles para ~=o:/emt~, 0 treinta librosEst?s esfuerzos se envuucacion de un miembrooCCdHejejltalf'~!N

beligerante, elven en 1a retorica de unPero pod ' " n~tri'~:"

, ria exrsnr otraqui porque ofrece una ~ respuesta, que vale la pena

;:,.:.~ra tan radical como :,orm~te oportunidad

d~::":~~:d~e~ho.Io es cuaIq~:~~af~r~::e:eDcia .

:.sIar las esrera:":~;:,';.:ie~ant. la. tendenda'1::ra

. S, en

itos del mundo h y esteticas separand I dgun punto de " ~ra es de volverlas a p 0as e los

I

VIstaeste es oner en el B 'a esencia de 1a ' un asunto sencill . ajo

xvm, ha sido Ia,;;,penen~ia occidental. al m~ pordquesu h . e apropiarse de d .. nos esde el

:;:,';"::~:;~n~:p~~:n~::~":;;: de:::;~~::~~: ~e

ese~ci:s :r::ini?n'l ~ntidades a:l::o~:!~ren temente, , 0mg es 0 el . razas y

CIOncomo el asiatic o~entalismo, 0modo d

de una ideoIogia cu 0y el occidental, atesti uan s e

pliamente ala yos correlates culturale g la existencatodo el I acumulaci6n actual d's precedieron

p aneta. e terntorios

Muchos historiadperialista em ez: ores del periodo afirma .parto de Afri P 0 formalmente alreded d n que Ia etapa .. ,

ca», Una mi d or e 1878 . .rales revelara . ~ a mas atenta a I .' con el •funda fi que exisuan perspe ti ~s realidades .:

y rmemente C rvas mas te ..Hacia finales del ' Isentadas, sobre 1a hege mp_ranas, pro-

de ideas coherent~g 0 xvnr podemos describi',"oma europea,

J,:,ego de desarroll y. completamente activo ya un .slstema :

sistematicas bai N O S mtegrales, como las : A esto sigue un-ajo apoleo 1 pnmeras co .

mos y los estados- .. n, a emergencia de ,,:qurstas··

dustrializacion a nacion europeos, el adveni los nacionalis-

t~~:~::::;:::,~~~:I:{p:r;:~:~~de';"iO~:?~:!r I~:~

en 01cual se c:.:arraclOD historica se tom~ua a forma nove-jetividad en reI p.rende claramente la im n preemmentes, ,y

No obstante acion hcon ~l tiempo hist6J~:ancia de la sub-;:

m ' muc os hist . d .ente todos los e .. ona ores de la 1 '

en cuenta Ia not SP~ClallStas en Iiteratura h cu ;n.ra, y cierta-del territorio acion geografica, el alzad an 0vidado tornar

que subyace en 1a fi ' , 0 y trazado teoricoCClOnoccid 1

110 ental, en 10 es·

...de la I:listoria y el discurso filos6fico de la epoca. pd-

la autoridad del observador europeo: viajerO, corner-

; erudito, historiador, 0 novelista. Luego viene la lerar-

los espaGins a causa de los cuales el ceDt'" ",etropoli·

graduolroeote

la economia metropolit,ura SCconsideran

del. sistema de control territorial, explotaci6n

IUI.UJL.<.L y vision sociocultural de ultraIllar, Sin esta se-

.instancia, la prosperidad Y estabilidad en casa -«casal>

paIabra de reson.ncias extremadaroente potentes

- noPara 1 0 que intento deIllostrar el ejempl0 per-

'seencuentta en Man;field park. de Jane Austen. en lapIanta

cibnde esclavos de la isla de Antig

c r a . propiedadBertram, es misteriosamente neces

ariapara 1a

y belleza de Mansfield Park, un sitio descrito en

morales y esteticos mucho antes de que tuviera lugar

de Africa, 0 sea, antes de que empezara la era de los

[llJt:l1

U

'::;'Como 10formulara John Stuart Mil l en sUSPrinciples

l/'n:Jn~lt,;al Economy:. Estas (Iejan

osposesiones nuestras) dificilme

ntcpueden

consideradas como paises .., sino, con roucha mas pro-

como estados agricultores 0 manufacturer os que

':perteDecen a una con,unidad mayor. NuestraS colo

nias

de

' l a s Indios occidentales. por ejernplo. no pueden conside-

,, como paises con un capital productivo propio ... (sino

mas bien son) el lugar que Inglaterra ha designad

O

'corno conveniente para lIevar a cabo I. produccion de .,;u·

car, cafe u otros bienes tropicales.1

.".Si se lee este exITaordinario pasaje juntO con la nMela de

Austen. surge un cuadro mucho menos benigno que el

habitual cuando

se consideran las fonnacioDes culturales

en la

era preilDPoriaiista. En Mills nos encontnunos con el tono im-

placable del propietario y sonor hlanco. acOswnbrado a .en·Eren

tarse

con la realidad. las labores Y los sumlniontos de roi·

liones de esclavOs. transportados de un continente a oITO.

reducidos {rnicaIDente

al estado de piezas 'para beneficio de los

propietariOS" ComOdice Mills. estaS colonias deb!.n ser consi-

deradas apenas algomas que una conveniencia. Actitud que con·

1. John Swart Mil\, Prindp'" of po""'" E,on"'" vo\. 3. ed.d.J. M. Rob-

son (Toronto: University of Toronto Press, 1965), p. 693.111

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n~-maJane ~usten _cu~ndo en Mansfield Park sublima las ago'

mas de la vida canbena en una media docena de pasajes refe-

re?te~ a Antigua. Casi el mismo proceso tiene lugar en los

pnncipales escntores de Inglaterra y de Francia. Brevemenrs,

la metropoli adquiere su autoridad, en una considerable me:

dida, mediante la devaluacion y tambien la explotacion de las

remotas posesiones coloniales. (No par nada titulo Walter

Rodney su gran tratado acerca de la descolonizaci6n, en 1972;How Europe Underdeveloped Airica.y

Finalmente la autoridad del observador y de la centralidad

geografica europea es reforzada por un discurso cultural que

relega y confina 10 no europeo a un rango secundario racial;

cultural y ontologico. Paradojicamente este caracter secunda-

rio es esencial para la primacia de 10 europeo; 10 cual consti-

tuye, d~sde luego, la paradoja estudiada por Cesaire, Fanon y

~emml. Una de las muchas ironias de la moderna teorta litera-

ria es que los buscadores de aporias y de imposibilidades de

lectura rara vez han investigado esta contradiccion. Ouiza esto

s~ debe a ~ue aqui se ~one el enfasis, no tanto en como leer,

smo en que se lee y que se escribe y representa. Uno de los in.

mensos mer~to~de Conr~d es haber dado a tan compleja y ricaprosa la autentica nota Imperialista. El proveyo a la vez a las

fuerzas de la acumulaci6n planetaria y del dominio mundial de

u.nm?tor ideologico autosuficiente -10 que Marlow llama efi-

crencia y d:voci6n a la idea que esta detras de «eso», siendo

«e~o»despoJar ~e sus ,territorios a los de piel mas negra 0 nariz

mas chata- y slmultaneamente tendi6 una pantalla sobre el

proceso, proclamando que el arte y la cultura nada tienen quever COn«eso»,

Que leer y que hacer COn10 que se lee: esa es la completa

formulaci6n del problema. A pesar de todas las energias volca-

das en la teoria critica, en pnicticas nuevas y desmitificadoras

como eI nuevo hi~toricismo, la deconstruccion 0 el marxismo

tOd~.el,las han evitado el hOrizonte politico de mayor alcanc~

:-yo ~r;~determinante_ de la cultura occidental moderna' elImpen.~ isrno, Esta masiva elusion sostiene la inclu ., .IexclUsIon canonicas. Por un lado e' sion y alos Nietzsche los Wo d hIs mcluye a los ROusseau'

, r swort os D' k I I

cetera, y par otro Se exclu e 1; .~c ens, os Flaubert, et-

co~ l~ extensa, COmplejay ~stria~:l~~~~ndd~.cada ~no de elIosque tiene esto que ver con ue 1 e lmpeno. Pero Wor

q eer y acerca de q , _.ue SlilO?112

Muy sencillamente, porque el discurso critico no ha toma?o

encuenta la literatura poscolonial en su variedad y enorme in-

teres: una literatura producida durante el proceso de resisten-

cia ala expansion imperialista de Europa y de Estados Unidos

en los dos ultimos siglos, Leer a Austen sin leer al mismo

tiempo a Fanon y a Cabral =etcetera, etcetera- es despojar a la

cultura modema de sus compromisos y sus afinidades. Se trata

de un proceso que debera invertirse.

, Pero se pueden hacer mas cosas. La teoria critica y los estu-dios de historia literaria han reinterpretado y revalorizado ya

algunos nucleos mayores de la literatura, el.arte y la filosofia

occidenta1es. En general se trata de obras estimulantes y pode-

rosas, a pesar de que muchas veces se siente que se ha ~?lcado

maspasion en la refinada elaboraci6n de la interp~etac~~n que

en un compromiso estrecho con 10 que yo llamana crrtica se-

cular y comprometida, Una critic a as! no puede ll:va,rs~ a cabo

sin la autentica convicci6n de que los mode1os historicos que

·se eligen son relevantes para el cambio social e intelectual. Sin

embargo, si 1eemos e interpretarnos la cultura moderna e~ro-

pea y norteamericana como si tuviese algo que :rer con el im-perialismo, se vue1ve al mismo tiempo necesario, pa:a n~s,o-

tros, reinterpretar la tradicion a la luz de textos _cuyasrtuacion

·dentro de ella ha side insuficientemente relacionada y sope-

sada con respecto a Ia expansion de Europa. En otras palabras,

este procedimiento' supone la lectura de la tradicion como un

·acornpafiamiento polif6nico de la expansion de E~ropa, y por

·ella atribuye una diferente direccion y valor a escntores como

Conrad y Kipling, siempre considerados como ca~aller~s ~ no

como escritores cuyos temas manifiestarnente imperialistas

poseen largas, subterraneas e implicitas conexiones vitales

!previas con la producci6n anterior de Austen 0 de Chateau-

.briand, por ejemplo. . ,' Ademas la teoria debe ernpezar a reformular la relacion en-

·tre imperio y cultura, Existen ya algunosjalones_que marcan el

, camino, como 1a obra de Kiernan 0 la de Martin Green, pe:o

-lapreocupacion por estos problema.s no ha sido in!ensa. Sin

embargo, las cosas empiezan a cambIar~ C?~O he senal,ado an-

teriormente. Muchas obras de otras disciplinas +aqui, en eI

Tercer Mundo, a en Europa- comienzan a embarcarse en es-

tas ernpresas te6ricas e historicas, y muchas de ellas parec~n

<converger, de una u otra manera, hacia los problemas del dIS-

113

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curso imperialista, de la practica colonialista, etcetera. Desde

el punto de vista te6rico estamos en el momenta de hacer el

inventario de la interpelaciort de la cultura por parte del anti-

guo imperio, y los esfuerzos hasta ahora desplegados son ape-

nas mas que rudimentarios. Y como el estudio de la cultura se

extiende hacia los medios de comunicaci6n de masas, la cul-

tura popular, la micropolitica, etcetera, las visiones respecto

del poder y de la hegernonia se vuelven mucho mas agudas.

En tercer Iugar, debemos sostener ante nosotros las necesi-

dades del presente como sefiales y paradigmas para el estudiodel pasado. Si he insistido en la integracion y la conexi6n entre .

el pasado y el presente, no ha sido para atenuar 0 reequilibrar .

las diferencias, sino mas bien para provocar un sentimiento

mas urgente de Iainterdependencia entre tales cosas. EIimpe-

rialismo es una experiencia tan vasta y a la vez tan detaIlada

respecto a dimensiones culturales decisivas, que debemos refe-

rirnos a territorios superpuestos, a historias entrecruzadas co-

munes a hombres y a mujeres, a blancos y no blancos, a habi-

tantes de las metropolis y de las periferias, al pasado tanto

como al presente y al futuro. Estos territorios e historias solo

pueden ser contempladas desde la perspectiva del conjunto dela historia humana secular.

114

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