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Créditos - ele.chaco.gob.ar

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Créditos

MODERADORA

Aria

TRADUCTORAS

CORRECTORAS

Nelly Vanessa Molly Bloom

Crys Caronin85

Maye

Mimi

RECOPILACIÓN, REVISIÓN y DISEÑO

Aria

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Índice

Sinopsis Próximo libro

Steel Scars Sobre la autora

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Sinopsis

arley fue educada para ser fuerte, pero ser encomendada con la tarea de plantar las semillas de la rebelión en Norta es un trabajo

más duro de lo esperado. Mientras viaja por el territorio

reclutando comerciantes del mercado negro, contrabandistas y extremistas para su primer intento de un ataque en la capital, se topa con una conexión que puede llegar a

ser la clave de toda la operación: Mare Barrow.

F

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EL SIGUIENTE MENSAJE HA SIDO DESCODIFICADO

CONFIDENCIAL, AUTORIZACIÓN DE COMANDO REQUERIDA

Día 61 de la Operación LAKER, Fase 3.

Operativo: Coronel CLASIFICADO.

Designación: RAM.

Origen: Solmary, LL.

Destino: COMANDO en CLASIFICADO.

—Operación LAKER completada antes de lo previsto, considerada un éxito.

Canales y puntos de bloqueo de LAKES PERIUS, MISKIN y NERON bajo control

de la Guardia Escarlata.

—Operativos WHIPPER y OPTIC controlarán avance LAKER, mantener un

estrecho contacto, canales abiertos a BASE MÓVIL y COMANDO. Protocolo de

detenerse e informar, esperar órdenes de acción.

—Volver a TRIAL con LAMB hoy.

—Resumen LAKER: Muertos en acción: D. FERRON, T. MILLS, M.

PERCHER (3).

Heridos: SWIFTY, WISHBONE (2).

Número de bajas de Plateados (3): Verdino (1), Brazosfuertes (1), ¿Curandero

de piel? (1).

Número de bajas civiles: Desconocido.

NOS LEVANTAREMOS, ROJOS COMO EL AMANECER.

—Se acerca tormenta.

El coronel habla para llenar el silencio. Su único ojo fijo en una grieta en la pared del compartimento, justo sobre el horizonte. El otro ojo observa, a pesar de que apenas

puede ver a través de una película de sangre escarlata. Nada nuevo. Su ojo izquierdo ha estado así durante años.

Sigo su mirada, viendo a través de los listones de la madera ruidosa. Unas nubes

oscuras se reúnen a un par de kilómetros a lo lejos, tratando de esconderse detrás de las colinas boscosas. En la distancia, truenos. No les presto atención. Sólo espero que las

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tormentas no retrasen el tren, de modo que nos obligue a pasar un segundo más

escondidos aquí, bajo el falso suelo de un camión de carga.

No tenemos tiempo para tormentas o conversación sin sentido. No he dormido en dos días y tengo el rostro que lo demuestra. No quiero nada más que tranquilidad y

unas horas de descanso antes de volver a la base en Trial. Por suerte no hay mucho que hacer aquí, excepto estar tumbado. Soy demasiado alta como para estar de píe, como

el Coronel. Ambos tenemos que estirarnos, apoyarnos lo mejor que podamos contra la tenue partición. Se hará de noche pronto, y sólo la oscuridad nos hará compañía.

No puedo quejarme de la modalidad del transporte. En el viaje a Solmary, pasamos la mitad del recorrido en una barcaza de envío de fruta. Se estancó en el lago Nerón, y la mayor parte de la carga se pudrió. Pasé la primera semana de operaciones lavando el hedor de mi ropa. Y nunca voy a olvidar el desastre antes de que fuéramos a

Laker, en Detraon. Tres días en un vagón de ganado, sólo para descubrir que la capital Lakelander estaba totalmente fuera de alcance. Demasiado cerca de Choke y del frente

de la guerra para tener defensas de mala calidad, una verdad que pasé por alto de buen grado. Pero no era oficial entonces, y yo no era quien decidía tratar de infiltrarnos en

una capital Plateada sin la inteligencia o apoyo adecuado. Ese era el Coronel. En aquel entonces no era más que un capitán con el nombre en código de Ram y con mucho que demostrar, mucho por qué pelear. Yo sólo entré con ellos, no era nada más que

una soldado siguiendo órdenes. También tenía cosas que demostrar.

Él continúa mirando con los ojos entrecerrados hacia el paisaje. No para mirar más allá, sino para evitar mirarme a mí. Bien. Tampoco me gusta mirarlo.

Mala sangre o no, hacemos un buen equipo. El Comando lo sabe, nosotros lo sabemos, y por eso seguimos siendo enviados juntos. Detraon fue nuestro único paso en falso en una marcha sin fin por la causa. Y por ellos, por la Guardia Escarlata,

dejamos a un lado nuestras diferencias todos los días.

—¿Alguna idea de a dónde iremos ahora? —Igual que el Coronel, no soporto el pesado silencio.

Él se aleja de la pared, con el ceño fruncido, sin mirar en mi dirección.

—Sabes que no es así cómo funciona.

He pasado dos años como oficial, dos más como soldado juramentado de la Guardia, y toda una vida estando a su sombra. Por supuesto que sé cómo funciona, quiero

escupir.

Nadie sabe más de lo que debe. A nadie se le dice nada más allá de su operación, de su escuadrón, de sus superiores inmediatos. La información es más peligrosa que

cualquier arma que poseemos. Aprendimos eso pronto, después de décadas de levantamientos fallidos, todos abatidos por un Rojo capturado a manos de un Susurrador Plateado. Incluso el soldado mejor entrenado no puede resistirse a un

asalto de la mente. Siempre los descubren, sus secretos siempre quedan descubiertos. Así que mis agentes y mis soldados responden a mí, a su capitán. Yo respondo al

Coronel, y él le responde al Comando, sea quien sea. Sólo sabemos que tenemos que

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seguir adelante. Es la única razón por la que la Guardia ha durado tanto tiempo,

sobreviviendo donde ninguna otra organización clandestina lo ha hecho antes.

Pero ningún sistema es perfecto.

—Que no hayas recibido nuevas órdenes no significa que no tengas idea de lo que podrían ser —le digo.

Un músculo se le contrae en la mejilla. Para dejar salir un ceño fruncido o una sonrisa, no lo sé. Pero dudo que sea lo último. El Coronel no sonríe, no realmente. No desde hace muchos años.

—Tengo mis sospechas —responde después de un largo momento.

—¿Y son...?

—Mías.

Siseo entre dientes. Típico. Y probablemente sea lo mejor, si soy sincera conmigo

misma. He escapado con suerte varias veces de los perros de caza Plateados para saber

exactamente lo vital que es el secreto de la Guardia. Mi mente solo contiene nombres, fechas, operaciones, información suficiente para paralizar los últimos dos años de

trabajo en los Lakelands.

—Capitán Farley.

No usamos nuestros títulos o nombres en la correspondencia oficial. Yo soy Lamb, en caso de que algo sea interceptado. Otra defensa. Si alguno de nuestros

mensajes cae en las manos equivocadas, si los Plateados descifran nuestros códigos, lo tendrán difícil para buscarnos y desentrañar nuestra vasta y dedicada red.

—Coronel —respondo, y finalmente me mira.

Parpadea con su ojo bueno, sigue siendo de un familiar color azul. El resto de su cuerpo ha cambiado con los años. Es notablemente más duro, una masa muscular fibrosa, vieja, enrollada como una serpiente debajo de la ropa raída. Su cabello rubio,

más ligero que el mío, ha empezado a escasear. Hay blanco en sus sienes. No puedo creer que no me haya dado cuenta antes. Se está haciendo viejo. Pero no se detiene. No es estúpido. El Coronel es tan fuerte y peligroso como siempre.

Sigo estando bajo su observación rápida y tranquila. Todo es una prueba con él. Cuando abre la boca, sé que he pasado.

—¿Qué sabes de Norta?

Sonrío con dureza.

—Así que finalmente han decidido expandir.

—Te he hecho una pregunta, Pequeña Lamb.

El apodo es de risa. Mido casi uno noventa.

—Otra monarquía como los Lakelands —escupo—. Los Rojos deben trabajar o ser reclutados. Se centran en la costa, su capital es Archeon. Están en guerra con los Lakelands desde hace casi un siglo. Tienen una alianza con Piedmont. Su rey es

Tiberias… Tiberias el...

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—El Sexto —ofrece. Reprendiéndome como un maestro de escuela, no es que pasara mucho tiempo en la escuela. Es culpa suya—. De la Casa Calore.

Estúpidos. Ni siquiera tienen cerebro suficiente para darles a sus hijos nombres diferentes.

—Quemadores —agrego—. Reclaman la llamada Corona Ardiente. La opuesta a los reyes ninfas de los Lakelands. —Una monarquía que conozco muy bien, de toda

una vida viviendo bajo su dominio. Son tan interminables e inflexibles como las aguas de su reino.

—Ciertamente. Opuestas pero también horriblemente iguales.

—Entonces debe ser igual de fácil de infiltrarse.

Él levanta una ceja, señalando hacia el estrecho espacio que nos rodea. Casi

parece divertido.

—¿Llamas a esto fácil?

—No me han disparado hoy, así que, sí, diría que sí —le respondo—. Además, ¿Cómo de grande es Norta? ¿La mitad del tamaño de los Lakelands?

—Con poblaciones comparables. Ciudades densas, de forma más avanzada en infraestructura.

—Mucho mejor para nosotros. Las multitudes son fáciles para ocultarnos.

Él aprieta los dientes, molesto.

—¿Tienes una respuesta para todo?

—Soy buena en lo que hago.

En el exterior, el trueno retumba de nuevo, más cerca que antes.

—Así que iremos a Norta entonces. Haremos lo que hemos hecho aquí —prosigo. Mi cuerpo ya vibra con anticipación. Esto es lo que he estado esperando. Los Lakeland solamente son un radio de la rueda, una nación en un continente de muchos.

Una rebelión que se contiene contra sus fronteras finalmente fallará, erradicada por las otras naciones del continente. Pero algo más grande, una ola a través de dos reinos,

otra fundación para explotar bajo los malditos pies de los Plateados, esa es una oportunidad. Y una oportunidad es todo lo que necesito para hacer lo que debo.

El arma ilegal en mi cadera nunca se ha sentido tan reconfortante.

—No debes olvidar, Capitán. —Ahora me está mirando. Ojalá no lo hiciera. Se parece tanto a ella—. Dónde radican verdaderamente nuestras habilidades. Cómo empezamos, de dónde venimos.

Sin previo aviso, golpeo mi talón contra las tablas debajo de nosotros. Él no se inmuta. Mi ira no es una sorpresa.

—¿Cómo podría olvidarlo? —me burlo. Resisto la tentación de tirar de la larga trenza rubia encima de mi hombro—. Mi espejo me lo recuerda todos los días.

Nunca gano las discusiones con el Coronel. Pero se siente como un empate por lo menos.

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Él mira hacia otro lado, hacia la pared. La última parte de la luz del sol se refleja, iluminando la sangre de su ojo herido. Brilla rojo bajo la luz que se apaga.

Su suspiro es pesado con el recuerdo.

—El mío también.

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EL SIGUIENTE MENSAJE HA SIDO DESCODIFICADO

CONFIDENCIAL, AUTORIZACIÓN DE COMANDO REQUERIDA

Operativo: Coronel CLASIFICADO.

Designación: RAM.

Origen: Trial, LL.

Destino: COMANDO en CLASIFICADO.

—Regreso a TRIAL con LAMB.

—Informes de retroceso de LL Plateados en ADELA verificados.

—Solicitud de Permiso para despachar a HOLIDAY y a su equipo para

observar / responder.

—Solicitud de Permiso para iniciar la evaluación de la viabilidad del contacto

en NRT.

NOS LEVANTAREMOS, ROJOS COMO EL AMANECER

EL SIGUIENTE MENSAJE HA SIDO DESCODIFICADO

CONFIDENCIAL, AUTORIZACIÓN DE ALTO NIVEL REQUERIDA

Operativo: General CLASIFICADO.

Denominación: BATERÍA.

Origen: CLASIFICADO.

Destino: RAM en Trial, LL.

—Permiso para despachar a HOLIDAY concedido. Observe solamente, OJOS

EN Operación.

—Permiso para evaluar la viabilidad de contacto en NRT concedido.

—LAMB liderará la Operación RED ROJA, haciendo contacto con el

contrabando y las redes subterráneas en NRT, con énfasis en el ANILLO

WHISTLE del mercado negro. Órdenes adjuntas, solamente para que las vea ella.

Debe enviar a NRT en una semana.

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—RAM liderará la Operación SHIELDWALL. Órdenes adjuntas, solamente

para que usted las vea. Debe enviar a Ronto en una semana.

NOS LEVANTAREMOS, ROJOS COMO EL AMANECER.

Trial es la única ciudad más grande en la frontera Lakelander, sus murallas y torres recorren el lago Redbone hasta lo más profundo del corazón del campo

Norteño. El lago esconde una ciudad inundada, toda allanada y despojada por buzos ninfa. Mientras tanto, los trabajadores esclavos de los Lakelands construyeron Trial en

las costas, como una burla a las ruinas sumergidas y al desierto Norteño.

Me preguntaba qué clase de idiotas estarían luchando esta guerra de Plateados, si insisten en sostener los campos de batalla en el Choke abandonado. La frontera norte

es larga y sinuosa, justo a lo largo del río, en su mayoría con bosques a ambos lados, siempre defendida pero nunca atacada. Por supuesto, en el invierno, es una tierra

brutal de frío y nieve, pero ¿qué pasa con el final de la primavera y el verano? ¿Ahora? Si Norta y los Lakelands no hubieran estado peleando desde hace un siglo, se esperaría un asalto a la ciudad en cualquier momento. Pero no hay nada en absoluto, y nunca lo

habrá.

Porque la guerra no es una guerra en absoluto.

Es un exterminio.

Soldados Rojos reclutados, pelean y mueren de a miles, año tras año. Se les dice

que pelean por sus reyes, para defender a su país, a sus familias, que seguramente serían invadidos y derrocados si no fuera por su forzada valentía. Y los Plateados se sientan, mueven sus legiones de juguete de aquí para allá, haciéndolos tomar diferentes

turnos, pero parece que nunca cambia nada. Los Rojos son demasiado pequeños, demasiado restringidos, demasiado ignorantes para darse cuenta. Es repugnante.

Sólo es una de las mil razones por las que creo en la causa y en la Guardia Escarlata. Pero creer no hace que sea fácil recibir una bala. No como la última vez que volví a Irabelle, sangrando por el abdomen, incapaz de caminar sin la ayuda del

condenado Coronel. Al menos así me dieron una semana para descansar y sanar. Ahora dudo estar aquí mucho más tiempo que unos pocos días antes de que nos envíen de vuelta otra vez.

Irabelle es la única base de la Guardia adecuada en la región, en mi limitado conocimiento por lo menos. Hay casas de seguridad dispersas a lo largo del río y más en el bosque, pero Irabelle es sin duda el corazón de nuestra organización. Medio

metro y totalmente pasada por alto, la mayoría de nosotros llamaríamos a Irabelle nuestra casa si tuviéramos que hacerlo. Pero la mayoría de nosotros no tiene un

verdadero hogar del cual hablar, nadie más que la Guardia y los Rojos están junto a nosotros.

La estructura es mucho más grande de lo que necesitamos, fácil para que un forastero o invasor se pierda. Perfecto para buscar tranquilidad. Por no hablar de que

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la mayor parte de las entradas y pasillos están provistos de compuertas. Una orden del

Coronel y todo el lugar se hunde, ahogado como el viejo mundo antes de eso. Esto hace que el lugar sea húmedo y fresco en verano, frío en invierno, con paredes como

láminas de hielo. No importa la estación del año, me gusta caminar por los túneles, patrullando a media luz, sola, a través de los pasadizos de hormigón, olvidados por

todos menos por mí. Después del momento en el tren, evitando la mirada carmesí, acusatoria del Coronel, el aire fresco y el túnel se abren ante mí y lo siento como lo más parecido a la libertad.

Mi arma gira sin hacer nada en mi dedo, un cuidadoso equilibrio que soy buena manteniendo. No está cargada. No soy estúpida. Pero el peso letal todavía es agradable. Norta. La pistola sigue girando. Sus leyes de armas son más estrictas que las de los

Lakelands. Sólo a los cazadores registrados se les permite llevarlas. Y esos son pocos. Es sólo

otro obstáculo que estoy ansiosa por superar. Nunca he estado en Norta, pero supongo

que es igual que los Lakelands. Igual de Plateado, igual de peligrosos, igual de ignorantes. Mil verdugos, un millón a la soga.

He dejado de cuestionar hace mucho por qué se permite que esto continúe. No fui criada para aceptar la jaula de un amo, no como tantos otros. Lo que yo veo como una rendición enloquecedora es la única supervivencia para tantos otros. Supongo que

tengo que darle las gracias al Coronel por creer tan obstinadamente en la libertad. Nunca me dejó creer lo contrario. Nunca me dejó aceptar de dónde veníamos. No es que alguna vez se lo fuera a decir. Ha hecho mucho para ganarse mi agradecimiento.

Pero también lo he hecho yo. Lo que es justo, supongo. ¿Y no creo en la justicia?

Unos pasos me hacen girar la cabeza, y deslizo el arma a mi costado, cuidando de mantenerla oculta. A un compañero de guardia no le importaría el arma, pero a un

oficial Plateado sin duda sí. No es que espere que nos encuentren aquí abajo. Nunca vienen.

Indy no se molesta en saludar. Se detiene a unos centímetros de distancia, sus

tatuajes evidentes contra su piel bronceada, incluso a la escasa luz. Son espinas en su costado, desde la muñeca hasta la coronilla de su cabeza rapada, con rosas terminando en el otro brazo. Su nombre en clave es Holiday, pero Jardín hubiera sido más

apropiado. Es una capitán compañera, otra de nosotros que responde al Coronel. Hay diez en total a sus órdenes, cada uno con un destacamento más grande de soldados

juramentados a sus capitanes.

—El Coronel te quiere en su oficina. Nuevas órdenes —dice. Entonces su voz

disminuye, a pesar de que nadie nos puede escuchar al estar tan profundamente en

Irabelle—. No está contento.

Sonrío y me empujo más allá de ella. Es más baja que yo, como la mayoría de la gente, y tiene que correr para alcanzarme.

—¿Lo está alguna vez?

—Sabes a lo que me refiero. Esto es diferente.

Sus ojos oscuros parpadean, traicionándola y mostrando un miedo raro. Lo vi por última vez en la enfermería, mientras estaba de pie sobre el cuerpo de otra capitán.

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Saraline, cuyo nombre en código era Mercy, quien terminó perdiendo un riñón

durante una redada de rutina. Todavía está en recuperación. El cirujano fue un poco tembloroso, en el mejor de los casos. No es culpa tuya. No es tu trabajo, me recuerdo.

Pero hice lo que pude. La sangre no me da miedo y era el mejor médico que teníamos en ese momento. Sin embargo, era la primera vez que sostenía un órgano humano en

la mano. Al menos está viva.

—Ella está caminando —ofrece Indy, leyendo la culpa en mi rostro—. Lento, pero lo está haciendo.

—Eso es bueno —le digo, descuidando añadir que debería haber estado caminando hace semanas. No es culpa tuya me digo de nuevo.

Cuando volvemos a la central, Indy se va, en dirección a la enfermería. No ha

dejado el lado de Saraline para nada más que cumplir sus tareas y, al parecer, los

mandados del Coronel. Ellas llegaron a la Guardia al mismo tiempo, son cercanas como hermanas. Y luego, obviamente, ya no fueron más hermanas. A nadie le

importa. No hay reglas en contra de fraternizar dentro de la organización, siempre y cuando el trabajo se haga y todo el mundo vuelva vivo. Hasta el momento, nadie en Irabelle ha sido tonto o lo suficientemente sentimental para dejar que algo tan

insignificante como un sentimiento comprometa nuestra causa.

Dejo a Indy con sus preocupaciones y me dirijo en la dirección opuesta, hacia donde sé que el Coronel espera.

Su oficina sería una maravillosa tumba. No hay ventanas, las paredes son de hormigón, y hay una lámpara que siempre parece agotarse precisamente en el momento equivocado. Hay lugares mucho mejores en Irabelle para hacer negocios,

pero le gusta la tranquilidad y el espacio cerrado. Él es lo suficientemente alto y el techo bajo lo hace parecer como un gigante. Probablemente ese sea por qué le gusta

tanto el cuarto.

Su cabeza roza el techo cuando se levanta para saludarme cuando entro.

—¿Nuevas órdenes? —pregunto, ya conociendo la respuesta. Hemos estado aquí dos días. Sé perfectamente que no debería esperar cualquier tipo de vacaciones, incluso

después del gran éxito de la Operación Laker. Los pasajes centrales de los tres lagos, cada uno clave para entrar a los Lakelands, ahora nos pertenece a nosotros, y nadie lo

sabe. Cuál es el gran propósito, no lo sé. Eso es para que se preocupe el Comando, no yo.

El Coronel desliza un papel doblado sobre la mesa hacia mí. Los bordes están

sellados. Lo abro con un dedo. Extraño. Nunca he recibido órdenes selladas antes.

Mis ojos observan la página, ampliándose con cada palabra que repaso. Órdenes de Comando. Directas de arriba, pasando por alto al Coronel, directamente a mí.

—Estas son...

Levanta una mano, deteniéndome en seco.

—El Comando dice que sólo lo leas tú. —Su voz es controlada, pero oigo la ira de todos modos—. Es tu operación.

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Tengo que apretar un puño para mantener la calma. Mi propia operación. La

sangre va a mis oídos, aumentando con cada latido. Aprieto la mandíbula, rechinando los dientes para no sonreír. Miro las órdenes de nuevo para asegurarme de que son

reales. Operación Red Roja.

Después de un momento, me doy cuenta de que falta algo.

—No hay ninguna mención de usted, señor.

Él levanta la ceja de su ojo malo.

—¿Esperas que la haya? No soy tu niñera, Capitán. —Se eriza. La máscara de control amenaza con deslizarse y se pone a limpiar su escritorio ya prístino, alejando un pedazo de polvo que no existe.

Me encojo de hombros por el insulto.

—Muy bien. Supongo que tiene órdenes propias.

—Así es —dice rápidamente.

—Entonces una pequeña celebración está en orden.

El Coronel es de todo menos burlón.

—¿Quieres celebrar ser una chica de poster? ¿O prefieres animar una misión suicida?

Ahora sonrío de verdad.

—No lo veo de esa manera. —Poco a poco, doblo las órdenes de nuevo y las deslizo en el bolsillo de mi chaqueta—. Esta noche, brindaré por mi primer trabajo independiente. Y mañana, me dirigiré a Norta.

—Solo usted puede leer las órdenes, Capitán.

Cuando llego a la puerta, miro por encima del hombro.

—Como si usted no lo supiera ya.

Su silencio es admisión suficiente.

—Además, todavía estaré informándole, para que puede pasar mis impresiones al Comando —agrego. No puedo evitar molestarlo un poco. Se lo merece por el

comentario de la niñera—. ¿Qué es eso? Oh sí. Un intermediario.

—Cuidado, Capitán.

Asiento, sonriendo mientras abro la puerta de la oficina.

—Siempre, señor.

Afortunadamente, él no se queda en otro silencio incómodo.

—Tu equipo de difusión está esperando en tus cuarteles. Será mejor que sigas adelante.

—Espero estar lista para la cámara. —Me río falsamente, fingiendo acicalarme.

Él agita una mano, despidiéndome oficialmente de su vista. Me voy de buen grado, atravesando los pasillos de Irabelle con entusiasmo.

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Para mi sorpresa, la emoción palpitante a través de mí no dura mucho tiempo. Empiezo a recorrer el cuartel, con la intención de encontrar a mi equipo de soldados juramentados y contarles las buenas noticias. Pero mi ritmo pronto desacelera, mi

deleite da paso a la renuencia. Y al miedo.

Hay una razón por la que nos llaman Ram y Lamb, aparte de lo obvio. Nunca me han enviado a ninguna parte sin el Coronel siguiéndome. Siempre ha estado ahí,

una red de seguridad que nunca he querido, pero con la que me he vuelto demasiado familiar. Él me ha salvado la vida demasiadas veces para contarlas. Y es sin duda por

eso que estoy aquí en lugar de en una aldea congelada, perdiendo dedos cada invierno y amigos en cada ronda de reclutamiento. No nos miramos mucho a los ojos, pero siempre hacemos el trabajo, y siempre permanecemos vivos. Tenemos éxito donde

otros no pueden. Sobrevivimos. Ahora tengo que hacer lo mismo sola. Ahora tengo

que proteger a los demás, cargando sus vidas, y sus muertes, en mis hombros.

Mi ritmo se detiene, lo que me permite tomarme unos minutos más para recuperarme. Las sombras frías son calmantes, invitadoras. Me presiono contra el muro de hormigón pulido, dejando que el frío se filtre a través de mí. Tengo que ser como

el Coronel cuando reúna a mi equipo. Soy su capitán, su comandante, y tengo que ser perfecta. No hay espacio para errores ni dudas. Adelante a toda costa. Nos levantaremos, rojos como el amanecer.

El Coronel puede no ser una buena persona, pero es un líder brillante. Eso siempre ha sido suficiente. Y ahora voy a hacer mi mejor esfuerzo para ser igual.

Pienso mejor en mi plan. Dejo que el resto descanse durante unos minutos más.

Entro en mis cuarteles por mi cuenta, con la barbilla levantada. No sé por qué me han elegido para esto, por qué el Comando quiere que sea la que grite nuestras

palabras. Pero estoy segura de que hay una buena razón. Una joven sosteniendo una bandera es una figura bastante llamativa pero también un ser desconcertante. Los Plateados podrían enviar a hombres y mujeres a morir a las líneas en la misma medida,

pero un grupo rebelde liderado por una mujer es fácil de subestimar. Justo lo quiere el Comando. O simplemente prefieren que sea yo a quien finalmente identifiquen y

ejecuten, en lugar de a uno de los suyos.

El primer miembro del equipo, un fugitivo de algún tugurio a juzgar por su cuello tatuado, me hace señas a la cámara ya esperando. Otro me da una bufanda roja y un

mensaje escrito, uno que no será escuchado por muchos meses.

Pero cuando lo sea, cuando suene por toda Norta y los Lakelands, aterrizará con la fuerza de la caída de un martillo.

Me enfrento a las cámaras sola, mi rostro oculto, mis palabras de acero.

—Nos levantaremos, rojos como el amanecer.

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EL SIGUIENTE MENSAJE HA SIDO DESCODIFICADO

CONFIDENCIAL, AUTORIZACIÓN DE COMANDO REQUERIDA

Operativo: Coronel CLASIFICADO.

Designación: RAM.

Origen: Trial, LL.

Destino: COMANDO en CLASIFICADO.

—OJOS EN en equipo dirigido por HOLIDAY encontrado oposición en

ADELA.

—Casa franca de ADELA destruida.

—OJOS EN resumen: Muertos en combate: R. INDY, N. CAWRALL, T.

TREALLER, E. Keyne (4).

Número de bajas de Plateados: cero (0).

Número de bajas civiles: Desconocido.

NOS LEVANTAREMOS, ROJOS COMO EL AMANECER.

EL SIGUIENTE MENSAJE HA SIDO DESCODIFICADO

CONFIDENCIAL, AUTORIZACIÓN DE COMANDO REQUERIDA

Día 4 de la Operación Red Roja, Fase 1.

Operativo: Capitán CLASIFICADO.

Designación: LAMB.

Origen: Harbor Bay, NRT.

Destino: RAM en CLASIFICADO.

—Tránsito tranquilo a través de las regiones de ADERONACK,

GREATWOODS y MARSH COAST.

—Región BEACON tránsito difícil, fuerte presencia militar NRT.

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—Contacto con MARINOS hecho. Entramos en HARBOR BAY con su

ayuda.

—Reunión con EGAN, jefe de los MARINOS. A evaluar.

NOS LEVANTAREMOS, ROJOS COMO EL AMANECER.

Como cualquier buen cocinero puede decir, siempre hay ratas en la cocina.

El Reino de Norta no es diferente. Sus grietas y hendiduras están llenas de lo que la élite Plateada llamaría alimañas. Ladrones rojos, contrabandistas, desertores del

ejército, adolescentes que huyen del reclutamiento o ancianos débiles tratando de

escapar el castigo por el “delito” de la inactividad de envejecer. En el campo, más al

norte, hacia la frontera Lakeland, se mantienen en los bosques y pequeños pueblos, encontrando seguridad en los lugares en lo que los Plateados jamás vivirían. Pero en ciudades como Harbor Bay, donde los Plateados mantienen buenas casas y leyes feas,

los Rojos recurren a medidas más desesperadas. Y así debo hacerlo yo.

No es fácil llegar al jefe Egan. Sus llamados asociados me llevan a mí y a mi teniente, Tristán, a través de un laberinto de túneles bajo las murallas de la ciudad

costera. Doblamos más de una vez, para confundirme, así como a cualquier persona que pudiera tratar de seguirnos. Casi esperaba que Melody, la ladrona de voz suave y

afilados ojos que lideraba el camino nos vendara. En cambio, deja que la oscuridad haga su trabajo, y para cuando salimos, apenas puedo encontrar el verdadero norte,

por no hablar de cómo salir de la ciudad.

Tristán no es un hombre de confianza, después de haber aprendido bien a manos de la Guardia Escarlata. Se asoma a mi lado, con una mano dentro de su chaqueta, siempre agarrando el cuchillo largo que guarda estrechamente. Melody y sus hombres

se ríen de la obvia amenaza, quitándose sus abrigos y chales para revelar armas blancas propias.

—No te preocupes, Stretch —dice, levantando una ceja a la altura de Tristán—. Estarás bien protegido.

Se sonroja, enfadado, pero no afloja su agarre. Y todavía soy muy consciente de la navaja en mi bota, por no hablar de la pistola metida en la parte de atrás de mis

pantalones.

Melody sigue caminando, conduciéndonos a través de un mercado lleno de ruido y fuerte olor a pescado. Su cuerpo grueso corta a través de la multitud, que se abre para

dejarla pasar. El tatuaje en la parte superior de su brazo, un ancla azul rodeada de rojo, con una cuerda atada, es advertencia suficiente. Ella es una Marinera, miembro de la

operación de contrabando que el Comando me asignó para comprobar. Y a juzgar por la forma en que ordena su propio desapego, por los tres hombres siguiéndola, veo que

está altamente clasificada y es bien respetada.

Siento que me evalúa, a pesar de que sus ojos están hacia adelante. Por esta razón, he decidido no llevar al resto de mi equipo a la ciudad para reunirme con su

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jefe. Tristán y yo somos suficientes para evaluar su funcionamiento, juzgar sus

motivos, e informar.

Egan, al parecer, toma el camino contrario.

Espero una fortaleza subterránea tanto como la nuestra en Irabelle, pero Melody nos lleva a un antiguo faro, sus paredes erosionadas por la edad y el aire salado. Un

faro que una vez fue utilizado para guiar a los barcos a puerto; ahora está demasiado lejos del agua, ya que la ciudad se expandió hacia el puerto. Desde el exterior, parece

abandonado, sus ventanas cerradas y las puertas selladas. Los Marinos no le prestan ninguna atención. Ni siquiera se molestan en ocultarlo, aunque cada instinto que tengo

grita por ser discretos. En cambio, Melody nos lleva a través del mercado abierto, con la cabeza alta.

La multitud se mueve con nosotros como un banco de peces. Proporcionándonos

camuflaje. Nos escolta hasta el faro y a una puerta maltratada cerrada con llave. Parpadeo, notando lo bien organizados que los Marinos parecen estar. Imponen respeto, eso es obvio, por no hablar de lealtad. Ambos premios valiosos para la

Guardia Escarlata, cosas que no pueden realmente ser compradas con dinero o intimidación. Mi corazón salta en mi pecho. Los Marinos parecen ser aliados viables

en verdad.

Una vez a salvo en el interior del faro, a los pies de una escalera en espiral sin fin, siento que la tensión se libera en mi pecho. No me resulta extraño infiltrarme en

ciudades Plateadas, rondando las calles con mala intención, pero ciertamente no lo disfruto. Sobre todo sin el Coronel a mi lado, un escudo brusco pero eficaz contra

cualquier cosa que pudiera suceder con nosotros.

—¿No tienen miedo de los oficiales? —pregunto en voz alta, mirando como uno de los Marinos cierra la puerta detrás de nosotros—. ¿No saben que están aquí?

Una vez más, Melody se ríe. Ya ha subido unos cuantos escalones y sigue

subiendo.

—Oh, saben que estamos aquí.

Los ojos de Tristán casi se salen de su cabeza.

—¿Qué? —Palidece, reflejando mis pensamientos.

—He dicho que Seguridad sabe que estamos aquí —repite. Su voz hace eco.

Cuando pongo un pie en el primer escalón, Tristán agarra mi muñeca.

—No deberíamos estar aquí, Cap —murmura, olvidándose de todo. No le doy la oportunidad de decir mi nombre, va en contra de las normas y protocolos que nos han protegido durante tanto tiempo. En su lugar atasco mi antebrazo en su tráquea, empujándolo hacia atrás contra las escaleras con todas mis fuerzas. Él se extiende,

cayendo, su longitud atravesando varios escalones.

Mi rostro se pone rojo del calor. Esto no es algo que quiero hacer, ya sea frente a extraños o no. Tristán es un buen teniente, pero sobreprotector. No sé qué es más

dañino: mostrar a los Marinos la disensión en nuestras filas o mostrarles temor. Espero

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que sea la última. Encogiéndome de hombros, doy un paso atrás y le ofrezco mi mano

a Tristán, pero ninguna disculpa. Sabe por qué lo he hecho.

Y sin decir nada más, me sigue por las escaleras.

Melody nos permite pasar y siento sus ojos a cada paso. Sin duda me está mirando ahora. Y la dejo, mi rostro y gestos impasibles. Lo hago lo mejor que puedo,

como el Coronel, ilegible e inquebrantable.

En la corona del faro, las ventanas tapiadas dan paso a una amplia vista de Harbor Bay. Literalmente construida sobre otra antigua ciudad, la Bahía es antigua.

Los carriles y giros estrechos se adaptan mejor a los caballos en vez de a los medios de transporte, y hemos tenido que ir por callejones para evitar ser atropellados. Desde esta

vista, puedo ver todo alrededor del famoso puerto, tiene demasiados callejones, túneles y rincones olvidados para ser patrullado totalmente. En combinación con una alta

concentración de Rojos, Harbor Bay es un lugar perfecto para que la Guardia Escarlata empiece. Nuestra inteligencia identificó la ciudad como la raíz más viable de la rebelión Roja en Norta, cuando llegue un levantamiento. A diferencia de la capital,

Archeon, donde la sede del gobierno exige mando absoluto, Harbor Bay no está tan controlado.

Pero no está indefenso. Hay una base militar construida en el agua, dividiendo el semicírculo perfecto de la tierra y las olas en dos. Fort Patriot. Un centro para el ejército, la marina y la fuerza aérea Norteña, el único de su tipo que sirve a las tres

ramas de las fuerzas armadas Plateadas. Igual que el resto de la ciudad, sus murallas y edificios están pintados de blanco, con punta de techos azules y agujas plateadas en

alto. Trato de memorizarlo desde esta vista. ¿Quién sabe cuándo puede ser útil el conocimiento? Y gracias a la inútil guerra que se está librando actualmente en el norte, Fort Patriot es totalmente ciego a la ciudad alrededor de ella. Los soldados confían en

sus murallas, mientras que Seguridad mantiene a la ciudad en línea. Según los informes, protegen a los suyos, a los ciudadanos Plateados, pero los Rojos de la Bahía

en gran medida se gobiernan a sí mismos, con los grupos y bandas separados manteniendo su propio tipo de orden. Tres en particular.

La Guardia Roja tiene una fuerza policial particular que preserva la justicia de los Rojos como puede, y que protege y hace cumplir leyes en las que no interviene la Seguridad Plateada. Arreglan disputas Rojas y crímenes cometidos contra nuestra

propia gente para evitar más abusos a mano de los Plateados, manos despiadadas y llenas de sangre. Su trabajo es reconocido y tolerado, incluso por los oficiales de la

ciudad, y por esa razón, no voy a acudir a ellos. Por muy noble que sea su causa, están

demasiado cerca de los Plateados para mi gusto.

Pero los Seaskulls, una banda glorificada, me preocupan de igual manera. Son definitivamente violentos, un rasgo que normalmente admiro. Su negocio es la sangre,

y se comportan como perros rabiosos. Viciosos, implacables y estúpidos, sus miembros a menudo son ejecutados y reemplazados rápidamente. Ejercen el control de su sector

de la ciudad mediante el asesinato y el chantaje, y se encuentran, a menudo, en desacuerdo con sus rivales, los Marinos.

A quiénes debo juzgar yo misma.

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—Eres Lamb, supongo.

Me vuelvo sobre mis talones, lejos del horizonte que se extiende en todas direcciones.

El hombre que supongo es Egan está apoyado en las ventanas de enfrente, ya sea porque no se da cuenta o porque no tiene miedo de que no haya nada más que un

vidrio viejo entre él y una larga caída. Igual que yo, está fingiendo, mostrando las cartas que quiere mientras oculta el resto.

He venido aquí solamente con Tristán para mostrar una determinada imagen. Egan, flanqueado por Melody y una tropa de Marinos, opta por mostrar su fuerza. Para impresionarme. Bien.

Se cruza de brazos, mostrando dos antebrazos musculosos y con cicatrices,

ambos tienen tatuajes de anclas. Me recuerda al Coronel, aunque no se parecen en nada. Egan es bajo, rechoncho, fornido, con la piel dañada por el sol y el cabello largo

y canoso en una trenza enredada. No dudo que haya pasado la mitad de su vida en un barco.

—O al menos, ese es el nombre en clave que te han puesto. —Egan sigue sonriendo. Le faltan unos cuantos dientes—. ¿Estoy en lo cierto?

Me encojo de hombros, sin comprometerme.

—¿Importa mi nombre?

—De ningún modo. Sólo tus intenciones. ¿Y esas son…?

Coincidiendo con su sonrisa, cruzo el centro de la habitación, procurando evitar el círculo hundido donde solía estar la luz del faro.

—Creo que eso ya lo sabes. —Mis órdenes eran hacer contacto, pero no cuánto. Una omisión necesaria para asegurarme de que los extraños no puedan usar nuestra correspondencia en contra de nosotros.

—Sí, bueno, sé lo suficiente sobre los objetivos y tácticas de tu gente, pero estoy hablando contigo. ¿Para qué estás tú aquí?

Tu gente. Las palabras punzan, tirando de mi cerebro. Lo descifraré más tarde.

Deseo mucho tener una pelea a puñetazos, en lugar de este juego nauseabundo de idas y vueltas. Prefiero un ojo morado antes que acertijos.

—Mi objetivo es establecer líneas abiertas de comunicación. Ustedes son una

operación de contrabando y tengo amigos a través de la frontera que nos beneficiarían a los dos. —Con otra sonrisa ganadora, paso mis dedos por mi cabello trenzado—. Sólo soy una mensajera, señor.

—Oh, no creo que nunca llame a un Capitán de la Guardia Escarlata sólo un mensajero.

Esta vez, Tristán se queda quieto. Es mi turno de reaccionar, a pesar de mi entrenamiento. A Egan no se le escapa el modo en que se abren mis ojos y me sonrojo.

Sus oficiales, Melody especialmente, tienen la audacia de sonreír entre sí.

Tu gente. La Guardia Escarlata. Nos ha conocido antes.

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—No soy la primera, entonces.

Otra sonrisa maníaca.

—Ni por asomo. Hemos estado intercambiando mercancía con ustedes desde... —Mira a Melody, haciendo una pausa para el efecto—… Desde hace dos años, ¿verdad?

— Desde septiembre del 300, jefe —responde.

—Ah, sí. Supongo que no sabes nada de eso, Oveja.

Lucho contra el impulso de apretar los dientes y gruñir. Discreción, decían las órdenes. Dudo que tumbar a un criminal de su torre se considere discreto.

—No es nuestro asunto. —Y esa es la única explicación que ofrezco. Porque

mientras Egan piensa que él es más que yo, que está mucho más informado que yo, está equivocado. No tiene idea de lo que somos, lo que hemos hecho, y cuánto más

tenemos la intención de hacer. Ni siquiera puede comprenderlo.

—Bueno, tus camaradas pagan bien, eso es seguro. —Hace sonar una pulsera, muy bien elaborada de plata, trenzada como cuerda—. Espero que hagas lo mismo.

—Si haces lo que se te pide, sí.

—Entonces haré lo que me pidan.

Un asentimiento a Tristán hace que sus ruedas empiecen a girar. Se acerca a mi lado con dos pasos largos, tan rápido y desgarbado que Egan se ríe.

—¡Estrellas! Eres muy flaco —dice Egan—. ¿Cómo te llaman? ¿Larguirucho?

Frunzo los labios, pero no sonrío. Por el amor de Tristán. No importa lo mucho que coma o entrene, parece que no puede ganar ningún tipo de músculo. No es que eso

haga una gran diferencia en lo que a él respecta. Tristán es un hombre de armas, un francotirador, no un luchador. Es más valioso a cien metros con un buen rifle. No le

voy a decir a Egan que su nombre en código es Bones.

—Requerimos visión general e introducción a la llamada red Whistle —dice Tristán, haciendo las exigencias por mí. Otra táctica del Coronel que he adaptado—.

Estamos buscando contactos viables en estas áreas claves.

Él repasa un mapa marcado; simple, pero con puntos rojos en las ciudades y los cruces importantes de todo el país. Lo conozco sin siquiera mirarlo. Los barrios

industriales de Ciudad Gris y Nueva Ciudad; la capital, Archeon; Delphie; la ciudad

militar, Corvium; y muchos pequeños pueblos y aldeas en el medio. Egan no mira el

papel, pero asiente de todos modos, una imagen de confianza.

—¿Algo más? —dice serio.

Tristán me mira y me da una última oportunidad de rechazar esta orden final del Comando. Pero no lo hago.

—Vamos requerir usar su red de contrabando pronto.

—Suficientemente fácil. Con los Whistles, todo el país se abre a ti. Puedes enviar bombillas de aquí a Corvium y volverlas a traer si quieres.

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No puedo evitar sonreír, mostrando mis dientes.

Pero la sonrisa de Egan se desvanece un poco. Sabe que hay más.

—¿Cuál es el cargamento?

Con manos rápidas, dejo caer una pequeña bolsa de monedas tetrarcas a sus pies. Todas de plata. Lo suficiente como para convencerlo.

—La gente correcta.

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EL SIGUIENTE MENSAJE HA SIDO DESCODIFICADO

CONFIDENCIAL, AUTORIZACIÓN DE ALTO NIVEL REQUERIDA

Día 6 de la Operación RED ROJA, Fase 1.

Operativo: Capitán CLASIFICADO.

Designación: LAMB.

Origen: Harbor Bay, NRT.

Destino: RAM en CLASIFICADO.

—MARINERS, dirigidos por Egan, llegan a un acuerdo. Proveerán transporte

de la región BEACON con el fin de llegar y tomar RED ROJA Fase 2.

—Se les advierte: los MARINERS son conscientes de la organización GE.

Otras células activas en NRT. ¿Necesitan aclaración?

NOS LEVANTAREMOS, ROJO COMO EL AMANECER.

EL SIGUIENTE MENSAJE HA SIDO DESCODIFICADO

CONFIDENCIAL, AUTORIZACIÓN DE ALTO NIVEL REQUERIDA

Operativo: Coronel CLASIFICADO.

Designación: RAM.

Origen: CLASIFICADO.

Destino: LAMB en Harbor Bay, NRT.

—Despreocuparse. Concentrarse en RED ROJA.

NOS LEVANTAREMOS, ROJO COMO EL AMANECER.

EL SIGUIENTE MENSAJE HA SIDO DESCODIFICADO

CONFIDENCIAL, AUTORIZACIÓN DE ALTO NIVEL REQUERIDA

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Día 10 de la Operación RED ROJA, Fase 1.

Operativo: Capitán CLASIFICADO.

Designación: LAMB.

Origen: Albanus, NRT.

Destino: RAM en CLASIFICADO.

—Contactos hechos en la red WHISTLE en toda la región BEACON / dentro

de CAPITAL VALLEY, toda la Etapa 2 dispuesta.

—Abriendo camino hasta CAPITAL RIVER.

—El pueblo de ALBANUS es el centro Rojo más cercano a Summerton (sede

temporal del rey Tiberias + su gobernante).

—¿Valioso? Se evaluará.

NOS LEVANTAREMOS, ROJO COMO EL AMANECER.

Los lugareños lo llaman Los Pilares. Puedo ver por qué. El río todavía está alto, inundado por la primavera, y gran parte de la ciudad estaría bajo el agua si no fuera

por las altas torres de sus estructuras construidas sobre ellas. Se ve un estadio sobre la cima de una colina. Un recordatorio firme de quién es dueño de este lugar y quién

gobierna este reino.

A diferencia de las ciudades más grandes de Harbor Bay o Haven, no hay murallas, no hay puertas, y no hay controles de sangre. Mis soldados y yo entramos

por la mañana con el resto de los comerciantes que se desplazan a lo largo del Camino Real. Un oficial Plateado comprueba nuestras tarjetas de identificación falsas con un desinteresado parpadeo antes de dejarnos pasar, dejando entrar a una manada de lobos

en su pueblo de ovejas. Si no fuera por la ubicación y la proximidad de Albanus al palacio de verano del rey, no le hubiera dado otra mirada a este lugar. Aquí no hay

nada útil. Sólo leñadores con exceso de trabajo y sus familias que apenas sobreviven lo suficiente como para comer, no podrían rebelarse contra un régimen Plateado. Pero

Summerton está a pocos kilómetros río arriba, haciendo que Albanus sea digno de mi atención.

Tristán ha memorizado la ciudad antes de entrar, o al menos lo ha intentado. No

sería bueno abrir nuestros mapas para consultar dónde estamos y dejarles a todos saber que no pertenecemos aquí. Gira a la izquierda rápidamente. El resto de nosotros lo sigue, yendo del Camino Real pavimentado a la avenida fangosa, llena de baches que

corre a lo largo de la orilla del hinchado río. Nuestras botas se hunden, pero nadie se resbala.

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Las casas en pilares se alzan a la izquierda, trazando lo que creo que es el Camino Marcher. Unos niños sucios nos ven pasar, con los brazos cruzados tirando piedras al río. Más lejos, los pescadores en sus barcos sostienen redes brillantes,

llenando sus pequeños barcos con la pesca del día. Se ríen entre ellos, felices de trabajar. Felices de tener empleos que les impiden el reclutamiento y la guerra sin

sentido.

La Whistle en Orienpratis, una ciudad de cantera en la orilla de Beacon, es la razón por la que estamos aquí. Ella nos aseguró que otro de su especie operaba en

Albanus, como una valla para los ladrones de la ciudad y para aquellos tratos no tan legales. Pero solo nos dijo que existía un Whistle, no dónde encontrarlo o encontrarla. No porque no confiara en mí, sino porque no sabía quién operaba en Albanus. Igual

que en la Guardia Escarlata, los Whistles utilizan sus propios secretos como escudo.

Así que mantengo los ojos abiertos y busco.

El mercado de Los Pilares está lleno de actividad. Va a llover pronto, y todo el mundo quiere terminar sus diligencias antes del aguacero. Paso mi trenza por encima de mi hombro izquierdo. Una señal. Sin mirar, sé que mis guardias se han separado,

moviéndose de dos en dos, como siempre. Sus órdenes son claras. Cubrir el mercado. Encontrar líderes potenciales. Encontrar el Whistle si se puede. Con sus paquetes de contrabando inofensivos, perlas, pilas, café rancio, intentarán comerciar o vender de

todo en su camino a la valla. Yo también. Mi propia bolsa cuelga en mi cadera, pesada,

pero pequeña, oculta por el dobladillo de la camisa fuera del pantalón de algodón.

Dentro tengo las balas. Todas distintas, de diferentes calibres, aparentemente robadas. De hecho, han venido de nuestra propio caché en nuestra nueva casa de seguridad

Norteña, una glorificada cueva escondida en la región Greatwoods. Pero nadie en la ciudad puede saber eso.

Como siempre, Tristán se mantiene cerca. Pero está más relajado aquí. Los pueblos y las aldeas más pequeñas no son peligrosos, no para lo que estamos acostumbrados. A pesar de que los oficiales de Seguridad Plateados patrullan el mercado, son pocos, y desinteresados. No les importa mucho si los Rojos roban uno

del otro. Sus castigos son reservados para los audaces, los que se atreven a mirar a un Plateado a los ojos, o los que causan bastantes problemas y entonces deben mover el

trasero e ir a resolverlo.

—Tengo hambre —digo, girándome a un puesto de venta de pan integral. Los precios son astronómicos en comparación con lo que estamos acostumbrados en los

Lakelands, pero por otro lado, en Norta no hay buenos cultivos de cereales. Su suelo es demasiado rocoso para tener mucho éxito en la agricultura. Cómo este hombre se

mantiene de la venta de pan que nadie puede comprar es un misterio. O lo sería, para otra persona.

El panadero, un hombre demasiado delgado para su ocupación, apenas nos mira.

No parecemos clientes prometedores. Hago sonar las monedas en mi bolsillo para llamar su atención.

Finalmente, mira hacia arriba, con los ojos llorosos y anchos. El sonido de

monedas tan lejos de las ciudades lo sorprende.

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—Lo que ves es lo que tengo.

Sin tonterías. Me cae bien ya.

—Estos dos —respondo, señalando los mejores panes horneados que tiene. No muy grandes.

Aun así, sus cejas se levantan. Agarra el pan y envuelve las dos barras en papel

viejo con una eficiencia practicada. Cuando saco las monedas de cobre sin regatear por un precio menor, su sorpresa se profundiza. Igual que su sospecha.

—No te conozco —murmura. Mira hacia otro lado, a la derecha, donde un

oficial se afana en reprender a varios niños desnutridos.

—Somos comerciantes —dice Tristán. Se inclina hacia adelante, apoyándose en

la desvencijada estructura del puesto de pan. Una manga se le levanta, mostrando algo en su muñeca. Una banda de color rojo dando vueltas en todos sentidos, la marca de

los Whistles, como hemos llegado a averiguar. Es un tatuaje, falso. Pero el panadero no lo sabe.

Los ojos del hombre permanecen en Tristán sólo por un momento, antes de que se arrastren de nuevo a mí. No es tan tonto como parece, entonces.

—¿Y qué estás buscando comerciar? —dice, empujando uno de los panes en mis manos. El otro se lo queda. Esperando.

—Un poco de todo —respondo. Y entonces silbo, suave y bajo, pero inconfundible. Las dos notas sintonizadas que el último Whistle me enseñó. Inofensivo para las personas que no saben nada.

El panadero no sonríe ni inclina la cabeza. Su rostro no revela nada.

—Encontrarás un mejor negocio en la oscuridad.

—Siempre es así.

—Derecho por la Calle Mill, alrededor de la curva. Un vagón —añade el panadero—. Después de la puesta del sol, pero antes de medianoche.

Tristán asiente. Conoce el lugar.

Muevo mi cabeza también, en un pequeño gesto de agradecimiento. El panadero no me ofrece el suyo. En cambio, sus dedos se doblan alrededor de mi otra hogaza de pan, que pone de nuevo en el mostrador del puesto. En un solo movimiento, arranca su envoltorio de papel y toma un bocado, burlándose. Las migas se quedan en su

escasa barba, cada una es un mensaje. Mi moneda ha sido cambiada por algo más valioso que pan.

Calle Mill, alrededor de la curva.

Luchando para no sonreír, tiro de mi trenza por encima de mi hombro derecho.

Por todo el mercado, mis soldados abandonan sus actividades. Se mueven como uno solo, un banco de peces detrás de su líder. A medida que salimos del mercado, trato de ignorar los murmullos de dos guardias. Al parecer, alguien les ha robado de

los bolsillos.

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—Todas esas pilas, se han ido en un segundo. Ni se han dado cuenta —refunfuña Cara, buscando en su bolso.

Echo un vistazo hacia ella.

—¿Tu comunicador? —Si su emisora, una pequeña radio que pasa nuestros mensajes en pitidos y clics, ha desaparecido, vamos a estar en serios problemas.

Afortunadamente, niega y acaricia un lugar en su camisa.

—Todavía aquí —dice. Asiento, haciendo un gran esfuerzo, tragando mi suspiro de alivio.

—Oye, ¡me faltan algunas monedas! —murmura otra soldado de la guardia, la musculosa Tye. Mete las manos, llenas de cicatrices, en los bolsillos.

Esta vez, casi me río. Entramos en el mercado en busca de un experto ladrón, y, en cambio, mis soldados han caído presas de un carterista. Cualquier otro día, podría

haberme enfadado, pero hoy me importa poco. Algunas monedas perdidas no son de ninguna importancia en el esquema de las cosas. Después de todo, el Coronel dijo que nuestro esfuerzo era una misión suicida hace sólo unas semanas.

Pero estamos teniendo éxito. Y todavía estamos muy vivos.

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EL SIGUIENTE MENSAJE HA SIDO DESCODIFICADO

CONFIDENCIAL, AUTORIZACIÓN DE ALTO NIVEL REQUERIDA

Día 11 de la Operación RED ROJA, Fase 1.

Operativo: Capitán CLASIFICADO.

Denominación: LAMB.

Origen: Albanus, NRT.

Destino: RAM en CLASIFICADO.

—ALBANUS / LOS PILARES WHISTLE dispuesto a colaborar c/Fase 2.

—Tiene ojos dentro de Summerton / palacio de temporada del Rey.

—También mencionó contactos dentro del Ejército Rojo en CORVIUM. Se

perseguirá.

NOS LEVANTAREMOS, ROJOS COMO EL AMANECER.

EL SIGUIENTE MENSAJE HA SIDO DESCODIFICADO.

CONFIDENCIAL, AUTORIZACIÓN DE ALTO NIVEL REQUERIDA

Operativo: Coronel CLASIFICADO.

Designación: RAM.

Origen: CLASIFICADO.

Destino: LAMB en Albanus.

—Sin órdenes, demasiado peligroso. Continúe con RED ROJA.

NOS LEVANTAREMOS, ROJOS COMO EL AMANECER.

EL SIGUIENTE MENSAJE HA SIDO DESCODIFICADO

CONFIDENCIAL, AUTORIZACIÓN DE ALTO NIVEL REQUERIDA

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Día 12 de la Operación RED ROJA, Fase 1.

Operativo: Capitán CLASIFICADO.

Denominación: LAMB.

Origen: Siracas, NRT.

Destino: RAM en CLASIFICADO.

—Intento de RED ROJA Fase 1 es la introducción de GE en NRT a través de

las redes existentes. Ejército dentro de las órdenes.

—Contactos del Ejército Rojo invaluables. Se perseguirá. Pasar el mensaje a

COMANDO.

—En ruta a CORVIUM.

NOS LEVANTAREMOS, ROJOS COMO EL AMANECER.

EL SIGUIENTE MENSAJE HA SIDO DESCODIFICADO

CONFIDENCIAL, AUTORIZACIÓN DE ALTO NIVEL REQUERIDA

Operativo: Coronel CLASIFICADO.

Designación: RAM.

Origen: CLASIFICADO.

Destino: LAMB en Siracas.

—Retirarse. No proceder a CORVIUM.

NOS LEVANTAREMOS, ROJOS COMO EL AMANECER.

EL SIGUIENTE MENSAJE HA SIDO DESCODIFICADO

CONFIDENCIAL, AUTORIZACIÓN DE ALTO NIVEL REQUERIDA

Operativo: General CLASIFICADO.

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Denominación: DRUMMER.

Origen: CLASIFICADO.

Destino: LAMB en Siracas, RAM en CLASIFICADO.

—Proceder a CORVIUM. Evaluar los contactos del Ejército Rojo para

información y la Fase 2 / Extracción de activos.

NOS LEVANTAREMOS, ROJOS COMO EL AMANECER.

EL SIGUIENTE MENSAJE HA SIDO DESCODIFICADO

CONFIDENCIAL, AUTORIZACIÓN DE COMANDO REQUERIDA

Día 12 de la Operación RED ROJA.

Operativo: Capitán CLASIFICADO.

Denominación: LAMB.

Origen: Corvium, NRT.

Destino: COMANDO en CLASIFICADO, RAM en CLASIFICADO.

—Reconocido.

—Claramente no demasiado peligroso.

NOS LEVANTAREMOS, ROJOS COMO EL AMANECER.

EL SIGUIENTE MENSAJE HA SIDO DESCODIFICADO

CONFIDENCIAL, AUTORIZACIÓN DE COMANDO REQUERIDA

Operativo: Coronel CLASIFICADO.

Designación: RAM.

Origen: CLASIFICADO.

Destino: COMANDO en CLASIFICADO.

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—Por favor, tenga en cuenta mi fuerte oposición a la evolución de RED

ROJA. LAMB necesita correa corta.

NOS LEVANTAREMOS, ROJOS COMO EL AMANECER.

EL SIGUIENTE MENSAJE HA SIDO DESCODIFICADO

CONFIDENCIAL, AUTORIZACIÓN DE ALTO NIVEL REQUERIDA

Operativo: General CLASIFICADO.

Denominación: DRUMMER.

Origen: CLASIFICADO.

Destino: RAM en CLASIFICADO.

—Anotado.

NOS LEVANTAREMOS, ROJOS COMO EL AMANECER.

Puedo oler el Choke desde aquí. La ceniza, el humo, los cadáveres.

—Es un día lento. Aún no hay bombas. —Tye fija sus ojos en el horizonte noroeste, y en la bruma oscura en la distancia que solo puede ser el frente de esta

guerra sin sentido. Sirvió en las líneas ella misma, aunque ahora nos encontramos en el lado opuesto. Luchó por los maestros Lakelander y perdió una oreja congelada en un

invierno en zanjas. No oculta la deformidad. Su cabello rubio está echado hacia atrás con fuerza, dejando que todo el mundo vea el muñón arruinado que su supuesta lealtad le consiguió.

Tristán explora el paisaje, por tercera vez, entrecerrando los ojos a través del alcance de su largo rifle. Se encuentra sobre el vientre, medio oculto por la hierba de

primavera. Sus movimientos son lentos y metódicos, practicados en el campo de tiro

en Irabelle, así como en los profundos bosques de los Lakelands. Las muescas en el cañón, pequeños arañazos en el metal, se destacan brillantemente a la luz del día.

Veintidós en total, uno por cada Plateado asesinado con esa misma arma. A pesar de su ansiosa paranoia, Tristán tiene un dedo en el gatillo sorprendentemente estable.

Desde nuestro lugar en la cima, tenemos una imponente vista de los bosques de los alrededores. El Choke a algunos kilómetros al noroeste, empañado incluso bajo el sol de la mañana, y Corvium a otro kilometro al este. No hay más pueblos aquí, o

siquiera animales. Demasiado cerca de las líneas de trinchera para cualquier cosa menos soldados. Pero siguen el Camino de Hierro, la calle principal que pasa por

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Corvium y termina en las líneas del frente. En los últimos días, hemos aprendido

mucho sobre las legiones Rojas en constante movimiento, sustituyendo los soldados derrotados en las líneas, sólo para marchar hacia atrás con sus muertos y heridos una

semana después. Marchan al amanecer y al atardecer. Mantenemos nuestra distancia de la carretera, pero todavía podemos oírlos cuando se van. Cinco mil en cada legión,

cinco mil de nuestros hermanos y hermanas Rojos convertidos en objetivos vivos. Los convoyes de suministros son más difíciles de predecir, moviéndose cuando es necesario, y no en cualquier horario. También están a cargo de soldados Rojos y

oficiales Plateados, aunque los oficiales de su especie son inútiles. No hay honor en mandar un transporte lleno de comida rancia y vendajes desgastados. Los convoyes de

suministros son un castigo para los Plateados, y un respiro para los Rojos. Y lo mejor de todo es que están mal vigilados. Después de todo, el enemigo Lakelander está

firmemente al otro lado de Choke, separado por miles de páramos, trincheras, y artillería estallando. Nadie mira los árboles a su paso. Nadie sospecha de otro enemigo ya dentro de sus paredes con cristal de diamante.

No puedo ver el Camino de Hierro desde esta cresta, los árboles están llenos de hojas, oscureciendo la avenida pavimentada, pero hoy no vigilaremos el camino. No estamos reuniendo información sobre los movimientos de las tropas. Vamos a hablar

con las propias tropas.

Mi reloj interno me dice que llegan tarde.

—Podría ser una trampa —murmura Tristán, siempre deseoso de expresar su opinión de pánico. Mantiene su ojo presionado firmemente en la mira, alerta. Ha

estado esperando una trampa desde el momento en que Will Whistle nos habló de sus contactos militares. Y ahora que vamos a su encuentro, ha estado más tenso de lo

normal, si eso es posible. No es un mal instinto a tener, pero no es uno útil en este momento. El riesgo es parte del juego. No vamos a llegar a ninguna parte si pensamos

sólo en nosotros mismos.

Pero hay una razón por la que sólo tres de nosotros estamos esperando.

—Si es una trampa, saldremos de ella —le respondo—. Hemos salido de peores.

No es una mentira. Todos tenemos cicatrices y fantasmas propios. Algunos nos llevaron a la Guardia Escarlata, y algunos fueron a causa de ella. Conozco el aguijón

de ambos.

Mis palabras son más para Tye que para Tristán. Igual que todos los que

escaparon de las trincheras, no está nada contenta de estar de regreso, incluso si no

lleva el uniforme azul de una Lakelander. No es que vaya a quejarse en voz alta. Pero me doy cuenta.

—Movimiento.

Tye y yo nos agachamos, moviéndonos en la dirección de la mirada de Tristán. La nariz del rifle rastrea con lentitud, siguiendo algo en los árboles. Cuatro sombras. Superados en número.

Aparecen con las palmas hacia fuera, mostrando las manos vacías. A diferencia de los soldados en el camino, estos cuatro tienen sus uniformes al revés, lo que

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favorece la guarnición marrón y negra manchada sobre sus colores habituales de

óxido. Mejor camuflaje para el bosque. Por no mencionar sus nombres y rangos. No puedo ver ninguna insignia o condecoraciones de ningún tipo. No tengo ni idea de

quiénes que son.

Una suave brisa hace susurrar la hierba. Ondula como un estanque perturbado por una sola piedra, sus olas verdes rompen contra los cuatro cuando nos acercamos

en fila india. Entrecierro mis ojos a sus pies. Son cuidadosos al pasar sobre las huellas del líder. Cualquier seguidor pensaría que sólo una persona ha venido en esta

dirección, no cuatro. Inteligente.

Una mujer lidera, su mandíbula como un yunque. Ha perdido sus dos dedos índices. Incapaz de disparar, pero sigue siendo un soldado, a juzgar por las señales de

cansancio en su rostro. Igual que la chica esbelta, de piel cobriza sobre sus talones, con la cabeza rapada hasta el cuero cabelludo.

Dos hombres en la retaguardia. Son jóvenes, probablemente en su primer año de servicio militar obligatorio. Sin cicatrices o visiblemente dañados, por lo que no

pueden estar disfrazados de heridos como en Corvium. Soldados de suministros, lo más probable. Con suerte listos para transportar cajas de municiones y comida.

Aunque el segundo, el que está en la parte de atrás, parece demasiado pequeño para el trabajo manual.

La mujer calva se detiene a diez metros de distancia, con sus palmas aún levantadas. Demasiado cerca, para nuestro gusto. Me obligo a caminar por la hierba y cerrar la distancia entre nosotros. Tye y Tristán siguen quietos, no se ocultan, pero

tampoco se mueven.

—Somos los únicos —dice ella.

Mantengo mis manos en mis caderas, mis dedos a centímetros de la pistola atada al cinturón que atraviesa mi cintura. Una amenaza desnuda.

—¿Quién nos ha enviado? —le pregunto probándola. Detrás de mí, Tristán se tensa como una serpiente. La mujer tiene la valentía de quitar los ojos de su rifle, pero los demás detrás de ella no lo hacen.

—Will Whistle de Los Pilares —responde. No se detiene allí, aunque es suficiente por el momento—. Los niños separados de sus madres, los soldados enviados al matadero, incontables generaciones de esclavitud. Todos y cada uno de

ellos los han enviado.

Mis dedos tamborilean en silencio. La ira es un arma de doble filo, y esta mujer se ha desangrado por ambos bordes.

—Con Whistle es suficiente. ¿Y tú eres?

—Cabo Eastree, de la Legión Torre, como el resto. —Hace un gesto a sus espaldas, los otros tres siguen mirando a Tristán. Asiento hacia él, y su dedo en el gatillo se relaja un poco. Pero no mucho—. Somos tropas de apoyo, reclutados para

Corvium.

—Will me dijo eso —miento rápidamente—. ¿Y qué te dijo de mí?

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—Suficiente para traernos aquí. Suficiente como para arriesgar el cuello. —La voz proviene del joven delgado en la parte posterior de la fila. Se mueve hacia delante, alrededor de su camarada, su sonrisa torcida, de burla, y fría. Sus ojos brillan—. Sabes

que nos ejecutarán si somos atrapados aquí, ¿verdad?

Otra brisa, más aguda que la anterior. Fuerzo mi propia sonrisa vacía.

—Oh, ¿eso es todo?

—Mejor hacemos esto rápido —dice Eastree—. Quizás tu gente protege sus nombres, pero nosotros no necesitamos este tipo de cosas. Tienen nuestra sangre,

nuestros rostros. Este es el Soldado Florins, Soldado Reese, y…

El de la sonrisa torcida sale de la fila antes de que ella pueda decir su nombre. Cruza la brecha entre nosotros, a pesar de que no extiende una mano para que se la

estreche.

—Soy Barrow. Shade Barrow. Y será mejor que no hagas que me maten.

Mis ojos se estrechan hacia él.

—No te prometo nada.

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EL SIGUIENTE MENSAJE HA SIDO DESCODIFICADO

CONFIDENCIAL, AUTORIZACIÓN DE ALTO NIVEL REQUERIDA

Día 23 de Operación RED ROJA, Fase 1.

Operativo: Capitán CLASIFICADO.

Denominación: LAMB.

Origen: Corvium, NRT.

Destino: RAM en CLASIFICADO.

—Inteligencia CORVIUM incluida: estadísticas de los fuertes, mapa de la

ciudad, superposición de túneles, horarios del ejército / agendas.

—Evaluación temprana: más prometedores son los Corp E (ansiosos,

enfadados, arriesgado) y Cabo B (conectado, ¿ayudante de oficiales recientemente

colocados en CORVIUM?). Posible para el reclutamiento de la Fase 2.

—Ambos parecen dispuestos a comprometerse, pero son de otra manera

ignorantes a la presencia SG en NRT, LL. Invaluables para tener dos agentes dentro

CORVIUM. Se continuará con el progreso, ¿solicitud de contratación por la vía

rápida?

NOS LEVANTAREMOS, ROJOS COMO EL AMANECER.

EL SIGUIENTE MENSAJE HA SIDO DESCODIFICADO

CONFIDENCIAL, AUTORIZACIÓN DE ALTO NIVEL REQUERIDA

Operativo: Coronel CLASIFICADO.

Designación: RAM.

Origen: CLASIFICADO.

Destino: LAMB en Corvium.

—Solicitud rechazada. Corp E y Cabo B no esenciales.

—Moverse de CORVIUM. Continuar la evaluación de los contactos

WHISTLE / RED ROJA activos de la Fase 2.

NOS LEVANTAREMOS, ROJOS COMO EL AMANECER.

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EL SIGUIENTE MENSAJE HA SIDO DESCODIFICADO

CONFIDENCIAL, BORRADO DE COMANDO REQUERIDO

Operativo: Capitán CLASIFICADO.

Denominación: LAMB.

Origen: Corvium, NRT.

Destino: RAM en CLASIFICADO.

—Inteligencia CORVIUM vital para la causa GE en general. Solicitar más

tiempo en el lugar. Pasar al COMANDO.

—Firmemente creo que Corp E y Cabo B son candidatos fuertes.

NOS LEVANTAREMOS, ROJOS COMO EL AMANECER.

EL SIGUIENTE MENSAJE HA SIDO DESCODIFICADO

CONFIDENCIAL, AUTORIZACIÓN DE ALTO NIVEL REQUERIDA

Operativo: General CLASIFICADO.

Denominación: DRUMMER.

Origen: CLASIFICADO.

Destino: LAMB en Corvium, RAM en CLASIFICADO.

—Solicitud rechazada. Las órdenes son continuar Fase 1 de evaluación para la

Fase 2 / Extracción activos.

NOS LEVANTAREMOS, ROJOS COMO EL AMANECER.

EL SIGUIENTE MENSAJE HA SIDO DESCODIFICADO

CONFIDENCIAL, AUTORIZACIÓN DE COMANDO REQUERIDA

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Operativo: Capitán CLASIFICADO.

Denominación: LAMB.

Origen: Corvium, NRT.

Destino: DRUMMER en CLASIFICADO.

—Fuerte oposición. Muchos activos militares presentes en CORVIUM, deben

ser evaluados para la Fase 2 de extracción.

—Se solicita más tiempo en el lugar.

NOS LEVANTAREMOS, ROJOS COMO EL AMANECER.

EL SIGUIENTE MENSAJE HA SIDO DESCODIFICADO

CONFIDENCIAL, AUTORIZACIÓN DE ALTO NIVEL REQUERIDA

Operativo: General CLASIFICADO.

Denominación: DRUMMER.

Origen: CLASIFICADO.

Destino: LAMB en Corvium.

—Solicitud rechazada. Salid de ahí.

NOS LEVANTAREMOS, ROJOS COMO EL AMANECER.

Siguiendo el protocolo, quemo la delgada tira de papel de la carta. Los puntos y rayas que detallan las órdenes del Comando se difuminan hasta desaparecer,

consumidas por las llamas. Conozco la sensación. La ira caliente lame mi interior, pero mantengo mi rostro inmóvil, por el bien de Cara.

Ella observa, sus gruesas gafas están posadas en su nariz. Sus dedos pican, listos para teclear mi respuesta a órdenes que no puede leer.

—No hace falta —le digo, haciéndole señas. La mentira se sienta en mi boca por un momento—.El Comando ha cedido. Nos quedamos.

Apuesto a que el maldito ojo rojo del Coronel ha rodado a la parte posterior de su cráneo ahora. Sin embargo, sus órdenes son estúpidas, de mente estrecha, y ahora el

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Comando piensa lo mismo. Deben ser desobedecidas, por la causa, por la Guardia

Escarlata. Los Cabos Eastree y Barrow serían de gran valor para nosotros, por no decir que ambos están arriesgando sus vidas para conseguir la información que necesito. La

Guardia les debe prestar juramento, sino es la evacuación en la Fase 2.

No están aquí, en el meollo de las cosas, me digo. Eso ayuda a aliviar el aguijón de

desobediencia. El Coronel y el Comando no entienden lo que significa Corvium para

los militares Norteños, o lo importante que se volverá nuestra información. El sistema de túneles por sí solo vale mi tiempo, conecta cada parte de la ciudad fortaleza, lo que

permite no sólo el movimiento clandestino de las tropas sino la fácil infiltración en Corvium. Y gracias a la posición de Barrow, como ayudante de un alto rango Plateado, también sabemos información escandalosa. Qué funcionarios prefieren la

compañía de soldados Rojos menos dispuestos. Que el General Osanos, el gobernador

ninfa de la región Westlakes y comandante de la ciudad, continúa en una disputa

familiar con el Señor General Laris, comandante de toda la Flota Aérea Norteña. Quién es esencial para los militares y quién lleva el rango como fachada. La lista es

interminable. Rivalidades y debilidades para ser aprovechadas. Hay lugares de podredumbre que podemos presionar.

Si el Comando no ve esto, entonces debe estar ciego.

Pero yo no lo estoy.

Y hoy es el día en que pongo yo mismo el pie dentro de las paredes y veo lo peor

de lo que Norta tiene que ofrecer a la revolución del mañana.

Cara dobla su trasmisor y lo reajusta al cordón alrededor de su cuello. Siempre se queda con ella, cerca de su corazón.

—¿Ni siquiera al coronel? —pregunta—. ¿Para presumir?

—Hoy no. —Fuerzo mi mejor sonrisa para apaciguarla.

Y me convence. Las últimas dos semanas han sido una mina de oro en información. Las próximas dos, seguramente van a ser igual.

Me obligo a salir del aburrido, cerrado compartimento que usamos para las transmisiones, la única parte, de la casa abandonada, con cuatro paredes y un tejado

intacto. El resto de la estructura hace bien su trabajo, sirviéndonos como refugio para nuestras operaciones en Corvium. La habitación principal, tan larga como ancha, tiene

paredes de ladrillo, a pesar que una está derrumbada a lo largo con el oxidado techo de

metal. Y la habitación más pequeña, probablemente un dormitorio, no tiene techo. No es que nos importe. La Guardia Escarlata ha sufrido peor y las noches han sido

inusualmente calurosas, aunque con humedad. El verano se acerca a Norta. Nuestras carpas de plástico nos protegen de la lluvia, pero no de la humedad del aire. No es nada,

me digo. Una leve molestia. Pero el sudor gotea por mi cuello de todos modos. Y ni

siquiera es mediodía.

Tratando de ignorar la sensación pegajosa que viene con la humedad ascendente, amontono mi trenza en lo alto de mi cabeza, envolviéndola como una corona. Si este tiempo sigue así, puede que la corte.

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—Está tardando —dice Tristán desde su escondite en una ventana de cristal. Sus ojos nunca paran, siempre en movimiento, buscando.

—Estaría preocupada si no lo hiciera. —Barrow no ha sido puntual ni una vez en las últimas dos semanas, en ninguno de nuestros encuentros.

Cara se une a Tye en la esquina, dejándose caer con una voltereta contenta. Se pone a limpiar sus gafas tan atentamente como Tye limpia las pistolas. Las dos comparten el mismo aspecto, Lakelanders de cabello claro. Igual que yo, no están

acostumbradas al calor de mayo y se protegen juntas en la sombra.

Tristán no está tan afectado. Es un chico originario de Piedmont, un hijo del invierno suave y pantanoso verano. El calor no le molesta. De hecho, el único

indicador del cambio de estación, son sus pecas, las cuales parecen multiplicarse. Salpican sus brazos y rostro, cada día más. Y su cabello también es más largo, una

pelambrera roja oscura que se riza con la humedad.

—Ya le he dicho eso —dice Rasha desde la esquina opuesta. Se ocupa trenzando su cabello para apartarlo del rostro moreno, teniendo cuidado en separar sus oscuras

mechas rizadas en más. Su propio rifle, no tan largo como el de Tristán pero igual de bueno para usar, está apoyado en la pared al lado de ella—. Estoy empezando a pensar que no duermen en Piemont.

—Si quieres saber más de mis hábitos de dormir, todo lo que tienes que hacer es preguntar, Rasha —replica Tristán. Esta vez se gira por encima de su hombro, sólo por un segundo, para encontrar su oscura mirada. Comparten una mirada cómplice.

Lucho con el deseo de burlarme.

—Concéntrense en el bosque los dos —murmuro. Bastante difícil dormir en el suelo

sin escuchar crujir la tienda de campaña—. ¿Los exploradores siguen fuera?

—Tarry y Shore están subiendo la montaña, no regresarán hasta el anochecer, lo

mismo que Big Coop y Martenson. —Tristán cuenta al resto de nuestro equipo con los dedos—. Cristobel y Little Coop están a kilómetro y medio fuera, en los árboles. Esperando a tu chico Barrow y mirando esperar un rato.

Asiento. Entonces, todo está en orden.

—¿El Comando feliz hasta ahora?

—Tan feliz como pueden estar —miento tan diplomáticamente como puedo. Por suerte, Tristán no se aparta de su reloj. No se da cuenta del rubor que siento crepitar en

mi cuello—. Les damos buena información. Vale la pena nuestro tiempo, seguro.

—¿Están buscando hacer jurar a Eastree o Barrow?

—¿Qué te hace pensar eso?

Él se encoje de hombros.

—Parece demasiado tiempo para invertir en un par que no queremos reclutar. ¿O vas a para sugerirlos para la segunda fase?

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Tristán no tiene la intención de fisgonear. Es un buen teniente, el mejor que alguna vez he visto, leal hasta los huesos. No sabe en qué se está metiendo, pero duele igual.

—Sigue vigilando fuera —murmuro, haciendo lo mejor que puedo para caminar lento mientras escapo de sus preguntas—. Voy a dar una vuelta alrededor de la finca. Avísame si Barrow aparece.

—Lo haremos jefa. —Hacen eco desde la sala.

Incluso continuar mis pasos es una disputa, y parece que pasa una eternidad antes de estar segura entre los árboles verdes. Exhalo un solo respiro, obligándome a calmarme. Es lo mejor. Mentirles, desobedeciendo las órdenes, es lo mejor. No es culpa tuya que

el coronel no lo entienda. No es culpa tuya. El viejo refrán me estabiliza, tan reconfortante

como un buen trago. Todo lo que he hecho y todo lo que haré es para la causa. Nadie

puede decir lo contrario. Nadie va a cuestionar mi lealtad, no una vez que les entregue Norta en bandeja de plata.

Una sonrisa reemplaza lentamente mi ceño habitual. Mi equipo no sabe lo que viene. Ni siquiera Tristán. Ellos no saben lo que han planeado para este reino en las próximas semanas, o lo que hemos hecho para poner las cosas en movimiento. Sonriendo, me acuerdo de la videocámara. Las palabras que dije en frente de ella.

Pronto, el mundo las va a escuchar.

No me gustan los bosques aquí. Son demasiado silenciosos, demasiado tranquilos, con el olor de las cenizas todavía aferrando el aire. A pesar de los árboles

vivos, es un lugar muerto.

—Bonito tiempo para un paseo.

Mi pistola salta contra su sien antes de tener tiempo para pensar. De alguna manera, Barrow no se resiste. Solo levanta sus manos en modo de rendición.

—Eres algo estúpido —digo.

Se ríe.

—Tengo que serlo, ya que sigo deambulando de vuelta a tu penoso grupo de rebeldes.

—Y llegas tarde.

—Prefiero desafiado cronológicamente.

Con una burla malhumorada, bajo la pistola, pero sigo teniendo una mano en ella. Entrecierro mis ojos hacia él. Normalmente su uniforme está al revés para camuflarse, pero ésta vez no se ha molestado. Su chaqueta es roja como la sangre,

oscura y gastada. Destaca contra la naturaleza verde.

—Tenía dos observadores esperándote.

—No deben ser muy buenos. —Otra vez esa sonrisa. Otra habría pensado que

Shade Barrow era sexi, abierto, siempre riendo. Pero hay frio bajo todo esto. Un hierro frio—. He venido de la forma habitual.

Burlándome, palmeo su chaqueta.

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—¿Lo has hecho?

Ahí está. Sus ojos destellan, llamas de rojo helado. Shade Barrow tiene sus

propios secretos. Igual que todos los demás.

—Déjame decirle a mi gente que estás aquí —presiono, dando un paso atrás del

cuerpo delgado de Barrow. Sus ojos siguen mis movimientos, evaluando silenciosamente. Solo tiene diecinueve años, un poco más de un año en el servicio militar, pero su entrenamiento seguramente atascado.

—Quieres decir a tu perro vigilante.

Una comisura de mi boca se eleva.

—Su nombre es Tristán.

—Tristán, correcto. Pelirrojo, permanente pegado a su rifle. —Barrow me deja espacio, pero sigue igual mientras vuelvo hacia la casa—. Gracioso, nunca esperé

encontrar un Sureño involucrado contigo.

—¿Sureño? —mi voz no tiembla, a pesar del no tan vago interrogatorio de Barrow.

Su ritmo se acelera, hasta que casi me está pisando los talones.

—Es de Piemont. Tiene que serlo, con su hablar arrastrado. No es que sea un secreto. Igual que el resto de tu grupo. Todos Lakelanders, ¿sí?

Miro por encima del hombro.

—¿Qué te ha dado esa idea?

—Y tú, eres del interior del norte supongo. Más lejos de lo que nuestros mapas van —presiona. Tengo la sensación de que disfruta esto, como a un rompecabezas—.

Estás en esto por alguna diversión real en verano, cuando los días son largos y pesados con el calor. Nada como una semana de nubes de tormenta que nunca rompen y el aire

amenaza ahogar.

—No me extraña que no seas un soldado de trincheras —digo mientras llegamos a la puerta—. No se necesitan poetas en las primeras líneas.

El cabrón sorprendentemente me guiña.

—Bueno, no todos podemos ser brutos.

A pesar de las muchas advertencias de Tristán, sigo a Barrow desarmada. Si me

atrapan en Corvium, puedo declararme como un simple Rojo Norteño en el sitio

equivocado, en el momento equivocado. Pero no, si llevo mi pistola Lakelander o un muy usado cuchillo de caza. Probablemente me pondrían frente a un Susurrador por buenas medidas y este es el peor destino de todo.

Mientras la mayoría de las ciudades se expanden, con pueblos y barrios más pequeños, rodeando sus muros y fronteras, Corvium permanece solo. Barrow se detiene justo antes del final de la línea de árboles, mirando hacia el norte al despejado

paisaje alrededor de una colina. Mis ojos exploran la fortaleza, sin observar nada útil.

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He estudiado minuciosamente los mapas robados de Corvium, pero verlo con mis

propios ojos es algo completamente distinto.

Paredes de granito negro clavadas con hierro brillante, así como otras "armas" para ser aprovechadas con las habilidades de los Plateados. Vides verdes gruesas como

columnas enrollan la docena, más o menos de torres de vigilancia, una fosa de agua oscura alimenta toda la ciudad por anillos de tuberías y espejos extraños salpican entre

los dientes de metal de los parapetos. Para las Sombras Plateadas, supongo, concentren su capacidad para aprovechar la luz. Y, por supuesto, hay más armas tradicionales

para estudiar la situación. Las torres de vigilancia de aceite oscuro repletas con armas pesadas ancladas, artillería lista para disparar a todo en los alrededores. Y detrás de las paredes, los edificios se elevan grandes, hechos altos por el estrecho espacio. También

son negros, con techos de oro y plata, una sombra bajo la luz del sol brillante. De

acuerdo a los mapas, la ciudad misma está organizada como una rueda, con caminos

como radios, todos ramificándose desde la plaza central, utilizada para reunir los ejércitos y las ejecuciones de escena.

El Camino de Hierro va directamente a través de la ciudad, de este a oeste. El Camino Occidental es tranquilo. Sin procesión al final de esta tarde. Pero el Camino del Este es un bullicio de transportes, la mayoría de ellos de los Plateados, transportando nobles azul-sonrojando y oficiales desde la fortaleza. El último, el más

lento, es un convoy de proveedores Rojos regresando a los mercados de Rocasta, la ciudad de suministro más cercana. Se compone de sirvientes en medios de transporte

con ruedas, en carros tirados por caballos, incluso a pie, todos haciendo el viaje de veinticinco kilómetros sólo para regresar de nuevo en unos días. Busco el catalejo en

mi chaqueta y lo sostengo en mi ojo, siguiendo el convoy irregular.

Una docena de transportes, y unas tantas carretillas, quizás treinta Rojos caminando. Todo lento, manteniendo el paso con los demás. Les tomará por lo menos

nueve horas para llegar a donde van. Una pérdida de mano de obra, pero dudo que importe. Entregar los uniformes es más seguro que usarlos. Mientras observo, el último convoy sale por la puerta oriental.

—La Puerta de Rezar —murmura Barrow.

—¿Ehh?

Toca mi catalejo y después señala.

—La llamamos la Puerta de Rezar. Cuando entras, rezas por salir. Cuando sales,

rezas para nunca volver.

No puedo evitar resoplar.

—No sabía que Norta hubiera encontrado la religión. —Sólo sacude su cabeza—. ¿Entonces a quién le rezas?

—A nadie, supongo. Solo palabras, al final de todo.

De alguna forma, en la sombra de Corvium, la mirada de Shade Barrow

encuentra un poco de calor.

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—Hazme entrar por esa puerta y te enseñaré un rezo de los míos. —Nos

levantaremos, Rojos como el amanecer. Irritante como Barrow podía ser, tenía una

sensación furtiva que iba a ser Escarlata bastante pronto.

Él inclina su cabeza, mirándome de manera intensa como lo miro yo.

—Trato.

—Aunque no veo cómo planeas hacerlo. Nuestra mejor oportunidad era aquel convoy, pero desafortunadamente has estado… ¿Cómo lo has dicho? ¿Desafiado

cronológicamente?

—Nadie es perfecto, ni siquiera yo —replica con una sonrisa de idiota—. Pero dije que te llevaría dentro hoy y lo dije en serio. Con el tiempo.

Lo miro de arriba a abajo, evaluando sus modales. No confío en Barrow. No está

en mí confiar realmente en alguien. Pero el riesgo es parte del juego.

—¿Vas a conseguir que me disparen?

Su sonrisa se amplia.

—¿Supongo que deberás averiguarlo?

—Está bien entonces, ¿Cómo vamos a hacer esto?

Para mi sorpresa extiende su mano de largos dedos. La miro, confusa. ¿Quiere

decir saltar hasta las puertas como un par de niños riéndose? Frunciendo el ceño, cruzo mis

brazos y me doy la vuelta.

—Bueno, vamos a movernos…

Una cortina negra bloquea mi vista cuando Barrow desliza un pañuelo encima de mis ojos.

Gritaría si pudiera, señalándole a Tristán seguirnos desde el puesto alejado. Pero de repente, el aire sale de golpe de mis pulmones y todo parece contraerse. No siento

nada más que el mundo apretando y el cálido, corpulento pecho de Barrow contra mi espalda. El tiempo gira, todo se cae. El suelo se inclina bajo mis pies.

Caigo fuerte en el cemento, suficiente para hacer ruido en un ya ruidoso cerebro. La venda desaparece, sin que esto mejore mi estado. Mi visión tiene manchas, negras contra algo más oscuro, todo ello sigue girando. Tengo que cerrar los ojos otra vez para convencerme de que no estoy girando con ello.

Mis manos arañan contra algo resbaladizo y frío, con suerte agua, mientras trato de esforzarme en volver en sí. En vez de eso, caigo hacia atrás y obligo a mis ojos a abrirse para encontrar una oscuridad azul húmeda. Las manchas se retiran, lento al

principio, luego todas a la vez.

—¡Que demon…!

Me pongo de rodillas, devolviendo todo en mis entrañas.

La mano de Barrow encuentra mi espalda, frotando lo que él asume, son círculos

relajantes. Pero su tacto me pone la piel de gallina. Escupo, unas arcadas finales y me obligo a levantarme insegura, sólo para alejarme de él.

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Pone la mano para estabilizarme pero la alejo de un golpe, deseando haber mantenido mi cuchillo.

—No me toques —gruño—. ¿Qué ha sido eso? ¿Qué ha pasado? ¿Dónde estoy?

—Cuidado, te estás volviendo filósofa.

Escupo acido biliar a sus pies.

—¡Barrow! —espeto.

Suspira, enfadado como un maestro de escuela.

—Te he llevado a través de los túneles de tuberías. Hay unos cuantos en la línea de árboles. He tenido que mantenerte inconsciente, por supuesto. No puedo dejar que todos mis secretos salgan gratis.

—Tubería, una mierda. Estábamos fuera hace un minuto. Nada se mueve tan rápido.

Barrow intenta todo lo que puede para relajar una sonrisa.

—Te has golpeado la cabeza —dice después de un largo momento—. Te has desmayado al caer.

Eso explicaría el vómito. Contusión cerebral. Aunque nunca me he sentido tan en

alerta. Todo el dolor y la náusea de los últimos segundos de repente desaparecen. Con cuidado, palpo mi cráneo, buscando algún bulto o un lugar sensible. Pero no hay nada.

Observa mi evaluación con una extraña atención concentrada.

—¿O crees que has terminado un kilómetro más lejos, debajo de la fortaleza de Corvium, de otra manera?

—No, supongo que no.

Cuando mis ojos se adaptan a la penumbra, me doy cuenta de que estamos en un almacén. Abandonado u olvidado, a juzgar por el polvo en los estantes vacíos y el agua estancada en el suelo.

Evito mirar el vómito.

—Toma, ponte esto.

Pesca un sucio paquete de ropa de alguna parte de la oscuridad, cuidadosamente escondida pero fácil de encontrar. Me lo pasa, golpeando mi pecho en una ráfaga de polvo y olor fuerte.

—Maravilloso —murmuro, desenvolviéndolo para encontrar un uniforme. Está bastante gastado, con parches y manchado con quien sabe qué. La insignia es simple, una sola barra blanca subrayada en negro. Un soldado de infantería, enlistado. Un

cadáver andante.

—¿Del cuerpo de quién has robado esto?

El aturdimiento como un jarrón de agua fría chisporrotea en él de nuevo, pero sólo por un instante.

—Te quedará bien. Es de lo único que tienes que preocuparte.

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—Muy bien.

Me encojo de hombros, me quito mi chaqueta sin mucho espectáculo, después me quito los pantalones y la camisa a continuación. Mi ropa interior no es nada especial, mal emparejada y afortunadamente limpia, pero Barrow me mira fijamente

de todos modos, con la boca un poco abierta.

—¿Pillando moscas Barrow? —me burlo mientras me pongo los pantalones del uniforme. Con la tenue luz, parecen rojos y maltrechos como tubos oxidados.

—Lo siento —murmura, girando su cabeza, después el cuerpo. Como si me importara mi privacidad. Sonrío con malicia ante el sonrojo que se extiende por su cuello.

—No creí que los soldados estuvieran tan avergonzados por las formas femeninas

—presiono mientras paso la cremallera de la parte de arriba del uniforme. Es ceñido pero me queda bastante bien. Obviamente fue hecho para alguien más pequeño, con

hombros menos anchos.

Se vuelve rápidamente. El rubor ha alcanzado sus mejillas. Lo hace parecer más joven. No, me doy cuenta. Lo hace parecer de su edad.

—No sabía que los Lakelanders fueran tan libres con ellos.

Le doy una rápida sonrisa tan fría como su mirada.

—Soy de la Guardia Escarlata, chico. Tenemos peores cosas por las que preocuparnos que la desnudez.

Algo tiembla entre nosotros. Una corriente de aire quizás, o tal vez el dolor por la herida en mi cabeza regresando. Eso debe ser.

Entonces Barrow se ríe.

—¿Qué?

—Me recuerdas a mi hermana.

Es mi turno de sonreír.

—La has espiado mucho, ¿verdad?

No reacciona a la pulla, dejándola pasar.

—Por tu actitud, Farley. Tu forma de ser. Piensas igual.

—Debe ser una chica lista.

—Ella con seguridad piensa que sí.

—Muy gracioso.

—Creo que ustedes dos podrían ser buenas amigas. —Entonces se toca la cabeza, haciendo una pausa un segundo—. O podrían matarse la una a la otra.

Por segunda vez en varios minutos, a regañadientes toco a Barrow. No tan suave

como sus manos en mi espalda. En vez de eso, le pego ligeramente en el brazo.

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—Vamos a movernos —le digo—. No me apetece estar con la ropa de una mujer muerta.

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EL SIGUIENTE MENSAJE HA SIDO DESCODIFICADO

CONFIDENCIAL, AUTORIZACIÓN DE ALTO RANGO REQUERIDA

—Capitán, regresa a órdenes. El COMANDO no aguantará esto. —RAM—

EL SIGUIENTE MENSAJE HA SIDO DESCODIFICADO

CONFIDENCIAL, AUTORIZACIÓN DE COMANDO REQUERIDA

Día 29 Operación SHIELDWALL, Fase 2.

Operativo: Coronel CLASIFICADO

Designación: RAM

Origen: CLASIFICADO

Destino: DRUMMER en CLASIFICADO

—Sin contacto de LAMB en 2 días.

—Solicito permiso para interceptar.

—SHIEDWALL antes de lo programado. Isla #3 operacional pero con

problemas de tránsito. Se necesitan más barcos de lo previamente pensado.

NOS LEVANTAREMOS, ROJOS COMO EL AMANECER

EL SIGUIENTE MENSAJE HA SIDO DESCODIFICADO

CONFIDENCIAL, AUTORIZACIÓN DE ALTO RANGO REQUERIDA

Operativo: General CLASIFICADO.

Designación: DRUMMER.

Origen: COMANDO en CLASIFICADO.

Destino: RAM en CLASIFICADO.

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—Autorización para interceptar concedido, enviaremos más lejos información

para relocalizarla.

—Usen fuerza si es necesario. Ella fue su recomendación y su error si las cosas

continúan.

—Lleve RED ROJA a la Fase 2. Colaboren con otros equipos para comenzar

traslado.

—Examinaremos otras opciones de tránsito para #3.

NOS LEVANTAREMOS, ROJOS COMO EL AMANECER

EL SIGUIENTE MENSAJE HA SIDO DESCODIFICADO

CONFIDENCIAL, AUTORIZACIÓN DE ALTO RANGO REQUERIDA

—LAMB pon tu culo en línea, o será tu cabeza. —RAM—

Otro mensaje al fuego.

—Encantador —murmuro observando arder las palabras del Coronel.

Esta vez, Cara no se molesta en preguntar. Pero sus labios se aprietan en una fina

línea, aguantando un torrente de preguntas. Cinco días desde que he respondido a cualquier mensaje, sea oficial u otra cosa. Obviamente ella sabe que algo pasa.

—Cara… —empiezo, pero ella levanta una mano.

—No tengo permiso —replica. Su mirada encuentra la mía con alarmante ferocidad—. Y no me importa saber por qué camino nos diriges, siempre y cuando creas que es el correcto.

Una calidez llena mis entrañas. Hago lo mejor que puedo para esconderlo, pero

una pequeña sonrisa sale de todas formas. Mi mano encuentra su hombro, ofreciéndole el toque más pequeño como agradecimiento.

—No te pongas sensible conmigo ahora, Capitán. —Se ríe, escondiendo el

transmisor.

—Está bien. —Me enderezo, dándome la vuelta para enfrentar al resto de mi equipo. Se agrupan en el extremo del callejón húmedo, a una distancia respetuosa para permitir mis correspondencias privadas. Para ocultar nuestra presencia, Tristán y

Rasha están sentados en la acera del callejón, de cara a la calle más allá. Sostienen sus manos tendidas y sus capuchas puestas, pidiendo comida o dinero. Todo el mundo los

evita, mirando a otra parte.

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50

—Tye, Big Coop. —El par en cuestión da un paso adelante. Tye inclina su cabeza, señalando su buen oído hacia mí, mientras Big Coop está a la altura de su apodo. Con un pecho como un barril y casi dos metros de puro musculo, es casi dos

veces el tamaño de su hermano, Little Coop—. Permanece con Cara, ten a mano la segunda radio.

Ella extiende una mano, casi muriéndose de ganas por sostener nuestro nuevo premio. Una de las tres modernas, seguras radio de largo alcance, todas robadas de las tiendas de Corvium por los dedos agiles de Barrow. Entrego la radio, aunque me

quedo con la segunda escondida cerca. Barrow se quedó la tercera. Por si tiene que ponerse en contacto. No es que la haya usado aún. No es que lleve un recuento de sus comunicaciones. Normalmente, Barrow sólo aparece cuando quiere intercambiar

información, siempre sin previo aviso, eludiendo a cada centinela que pongo alrededor

de la granja. Pero hoy estamos incluso más allá de su astuto alcance. Veinticinco

kilómetros al este, en medio de Rocasta.

—En cuanto al resto. Cristobel, Little Coop, vigilen. Vayan más alto, escóndanse. Señales habituales.

Cris sonríe, mostrando una boca sin dientes. El castigo por "sonreír" a su ama Plateada, cuando era una niña de doce años, en una mansión Trial. Little Coop está tan ansioso. Su tamaño y su tímido comportamiento, sin mencionar a la pared de

ladrillos de su hermano, esconde una unidad hábil con una espina de acero. Sin necesitar nada más, se ponen con su trabajo. Little Coop escoge un tubo de desagüe, trepando por las paredes de ladrillo del callejón, mientras que Cris se apresura a una

valla, utilizándola para impulsarse a sí misma a una estrecha cornisa de la ventana. Ambos desaparecen en segundos, para seguirnos desde los tejados de Rocasta.

—El resto de ustedes, rastreen sus marcas. Mantengan sus oídos en alerta. Memoricen movimientos. Quiero saberlo todo, desde días de nacimiento hasta el número de zapato. Reúnan todo lo que puedan en el máximo de tiempo que puedan.

—Las palabras me son familiares. Todos saben por qué he pedido esta exploración. Pero sirve como un grito de guerra, un último hilo para juntarnos. Atarles a tu

desobediencia, querrás decir.

Mis manos se hacen puños, clavándome las uñas en las palmas donde nadie puede verlas. El escozor borra el pensamiento bastante bien. Como lo hace la brisa que sopla por el callejón. Apesta a basura pero por lo menos es fresca, soplando desde el

Lago Eris hacia el norte.

—Cuanto más sepamos sobre el convoy de suministros de Corvium, más fácil será infiltrarnos. —Tan buen motivo como cualquiera para estar aquí, para permanecer cuando

todo lo que el Coronel hace es decirme que me vaya—. Las puertas cierran al atardecer.

Vuelvan al punto de reunión dentro de una hora. ¿Entendido?

Sus cabezas se mueven de arriba a abajo al unísono, sus ojos vivos, brillantes y entusiastas.

A pocas manzanas de distancia, una torre de reloj repica nueve veces. Me muevo sin pensar, pasando a mis guardias, mientras ellos quedan en fila detrás de mí. Tristán

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y Rasha son los últimos en ponerse de pie. Mi teniente parece desnudo sin su rifle, pero

sé que tiene una pistola encima en alguna parte, probablemente recogiendo sudor en la parte baja de su espalda.

Nos dirigimos a la calle, una avenida principal que atraviesa el sector Rojo de la ciudad. Seguro por ahora, rodeado de nada más que casas y negocios Rojos, con pocos o ningún oficial Plateado que nos vea pasar. Igual que en Harbor Bay, Rocasta

mantiene su propia Guardia Roja, para proteger lo que los Plateados no. A pesar de que nos dirigimos hacia el mismo lugar, mi equipo se divide en parejas, dejando

espacio entre nosotros. No se puede vagar exactamente por el centro de la ciudad luciendo como un escuadrón de asalto puesto en marcha, por no hablar de una pandilla. Tristán se mantiene cerca otra vez, permitiéndome guiarnos a nuestro

destino: el Camino de Hierro. Como en Corvium, el Camino divide en dos Rocasta,

llevándonos justo por su corazón como un río a través del valle. A medida que nos

acercamos a la calle principal, el tráfico mejora. Sirvientes retrasados apresurándose a las casas de sus amos, vigilantes voluntarios regresando de sus puestos nocturnos,

padres presionando a sus hijos a colegios en ruinas.

Y por supuesto, más oficiales con cada calle que pasa. Sus uniformes, negros con adornos en plata, son graves en el duro sol de finales de primavera, igual que las armas relucientes y porras en sus cinturas. Curioso, sienten la necesidad de usar los

uniformes, como si estuvieran en riesgo de ser confundidos con Rojos. Uno de nosotros. De ninguna manera. Su piel salpicada con azul y gris, drenada de todo lo vivo,

es suficiente distintivo. No hay Rojo en el mundo tan frío como un Plateado.

Diez metros por delante de nosotros, Rasha detiene tan rápidamente a su pareja, Martenson, que casi tropieza con ella. Una hazaña, teniendo en cuenta que se elevan

unos quince centímetros sobre el envejecido Little Papa. A mi lado, Tristán se tensa, pero no rompe la formación. Conoce las reglas. Nada está por encima de la Guardia,

ni siquiera el afecto.

Los legionarios Plateados arrastran a un chico por los brazos. Sus pies dan patadas al aire. Es pequeño, pareciendo joven de unos dieciocho años. Dudo que tenga

que afeitarse. Hago todo lo posible para bloquear el sonido de sus súplicas, pero los lamentos de su madre no pueden ser ignorados. Ella los sigue, con dos hijos más en sus talones, con un padre arrastrándose detrás. Sus manos se aferran a la camisa de su hijo,

ofreciendo un último ataque de resistencia a su reclutamiento.

La calle parece contener la respiración en una sola, viendo la tragedia familiar.

Un golpe se hace eco y ella cae hacia atrás, agarrándose una mejilla magullada.

El legionario ni siquiera levanta un dedo o incluso levanta la vista de su obra sombría. Debe ser un telkie y habrá usado sus habilidades para golpear a la mujer.

—¿Quieres peor? —gruñe cuando ella se mueve para ponerse de pie.

—¡No lo hagas! —dice el chico, usando sus últimas palabras para implorar.

Esto no va durar. Esto no va continuar. Por esto estoy aquí.

Aun así, me hace sentir enferma saber que no puedo hacer nada por este chico y

su madre. Nuestros planes están poniéndose en su lugar pero no tan rápido para él. Tal

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vez sobreviva, me digo a mí misma. Pero una mirada a sus delgados brazos y las gafas

pisoteadas por los pies de los legionarios me dicen lo contrario. El chico va a morir al igual que tantos otros. En una trinchera o en tierra, solo en su final.

—No puedo ver esto —murmuro y doy la vuelta por otro callejón.

Después de un largo momento de vacilar, Tristán me sigue.

Sólo puedo tener la esperanza de que Rasha permanezca en el trayecto tan bien como lo ha hecho. Pero entiendo. Ha perdido dos hermanas en los reclutamientos Lakelander y huyó de su casa antes de encontrarse con la misma suerte.

Rocasta no es una ciudad amurallada y no tiene puertas para bloquear los extremos del Camino de Hierro. Un lugar fácil para entrar, pero hace nuestra tarea un poco más difícil. El elemento principal del convoy de suministros, que regresaba, viene

a lo largo de la avenida, pero algunos de los escoltas a pie se retiran, tomando diferentes atajos hacia el mismo destino. En otra ocasión, mi equipo habría pasado

horas rastreándolos a todos a sus casas, sólo para verlos dormir el largo viaje. Ahora no es así. Debido a que es el primer viernes. Hoy es el Hito de Julio.

Una ridícula tradición Norteña, aunque muy eficaz, si la información es creíble. Arenas en casi cada pueblo y ciudad, repartiendo largas sombras y escupiendo sangre una vez al mes. Los Rojos están obligados a asistir para sentarse y ver a los campeones

Plateados intercambiando golpes y habilidades con el júbilo de los que actúan en el escenario. No tenemos tal cosa en los Lakelands. Los Plateados no sienten la necesidad de presumir ante nosotros y la historia de amenaza de Norta es suficiente

para mantener a todos aterrorizados.

—También lo hacen en Piemont —murmura Tristán. Se inclina contra la derretida valla de cemento bordeando el paseo alrededor de la entrada de la arena.

Nuestras miradas se mueven rápido al unísono, uno de nosotros mirando siempre nuestro rastro, el otro mirando siempre el grupo de oficiales dirigiendo la gente en la

enorme boca de la entrada a la Arena Rocasta.

—Llámalos Actuaciones no Hitos. Y no debíamos sólo mirar. A veces, hacen luchar a los Rojos también. —Escucho el temblor en su voz, incluso por encima del

caos organizado del espectáculo de hoy.

Empujo su hombro tan suave como puedo.

—¿Luchan uno contra el otro? —¿Matar Rojos o ser asesinado por los Plateados? No

sé lo que es peor.

—Los objetivos se están moviendo —gruñe simplemente.

Una mirada más a los oficiales, ahora ocupados con un grupo de miserables niños parando el tráfico peatonal.

—Vamos. —Y deja que está herida supure con el resto.

Me aparto de la pared junto a él y me deslizo en la multitud, con los ojos fijos en

los cuatro uniformes Rojos de delante. No es fácil. Así de cerca de Corvium, hay una gran cantidad de militares Rojos, ya sea marchando por tomar sus lugares en el Choke o unidos a diferentes convoyes como el que estamos siguiendo. Pero los cuatro

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hombres, tres broceados, uno de piel oscura, con todos los huesos cansados, se

mantienen cerca uno del otro. Perseguimos sus pasos. Llevan una carreta con caballos en el convoy, llevando no estoy segura qué. Estaba vacía cuando regresaron con el

resto. Pero a juzgar por la falta de seguridad y Plateados, sé que la carreta de suministros no es para armamento o munición. Los tres hombres broceados son

hermanos, supongo, a juzgar por sus rostros y gestos similares. Es casi cómico verlos escupiendo y rascándose el trasero al unísono. El cuarto, un hombre corpulento con los ojos vívidamente azules, es sumiso en sus ganas, aunque sonríe más que el resto.

Crance, creo que es su nombre, basado en lo que he escuchado a escondidas.

Entramos por los arcos de la entrada de la arena como gatos merodeando, lo suficientemente cerca para oír nuestras señales, pero no para notarse. Por encima de

nuestras cabezas, las luces eléctricas parpadean, iluminando la sala de techo alto que

conecta el paseo exterior al interior. La multitud se espesa a nuestra izquierda, donde

una variedad de Rojos esperan para colocar sus apuestas en la siguiente pelea. Por encima de ellos, los tableros anuncian los Plateados para luchar y sus posibilidades de

victoria.

Flora Lerolan, Olvido, 1/3

Maddux Thany, Pieldepiedra, 10/1

—Espera un momento —dice Crance, deteniéndose en el tablón de apuestas. Con una sonrisa, uno de los hombres de bronce se le une. El par busca en sus bolsillos

por algo para apostar.

Bajo el pretexto de hacer lo mismo, Tristán y yo nos detenemos a nada más que unos pasos de distancia, escondidos en la multitud en aumento. El tablón de apuestas

es popular entre los Rojos de Rocasta, donde una próspera economía militar mantiene a salvo a la mayoría de pasar hambre. Hay varios adinerados entre la multitud, comerciantes y dueños de negocios con orgullosas ropas limpias. Ellos hacen sus

apuestas y entregan monedas sin brillo, incluso algunos tetrarcas de plata. Apuesto que la caja de la Arena Rocasta no es nada para mirar con desprecio y tomo nota para

transmitir esa información al Comando. Si aún van a hacerme caso.

—Vamos, mira las posibilidades, ¡es dinero fácil! —Todavía sonriendo contagiosamente, Crance señala entre el tablón y la ventanilla de apuestas. Los otros

dos no lucen tan convencidos.

—¿Sabes algo sobre los Pieldepiedra que nosotros no sepamos? —dice el más

alto—. Explotará en pedazos por la olvido.

—Haz lo que quieras, Horner. Pero no he venido todo el arduo camino desde Corvium para sentarme aburrido en la tribuna. —Billete en mano, Crance se aleja con su amigo en sus talones, dejando a Horner y el otro hombre a la espera. De alguna

manera, a pesar del tamaño de Crance, es sorprendentemente bueno atajando entre la multitud. Demasiado bueno.

—Vigílalos —murmuro con un toque en el codo de Tristán. Y después estoy serpenteando también, con cuidado de tener mi cabeza inclinada hacia el suelo. Hay

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cámaras aquí, suficientes para ser cautelosa. Si las siguientes semanas van como está

planeado, podría querer empezar a esconder mi rostro.

Lo veo mientras Crance pasa su papel por la ventanilla. Sus mangas se levantan cuando rozan la repisa de apuestas, subiéndose para revelar un tatuaje. Casi se mezcla

con su oscura piel, pero la forma es inconfundible. Lo he visto antes. Ancla azul. Cuerda roja.

No somos el único grupo trabajando en este convoy. Los Marinos ya tienen un hombre dentro.

Esto es bueno. Podemos trabajar con esto. Mi mente se dispara mientras lucho por

regresar. Pagar por su información. Menos involucración de la Guardia, pero el mismo

resultado. Y las probabilidades son que el Marino está solo, trabajando solo. Podríamos intentar

hacerlo cambiar, conseguir nuestros propios ojos dentro de los Marinos. Usar nuestra influencia

para absorber el grupo en la Guardia.

Tristán está de pie una cabeza por encima de la multitud, todavía vigilando a los otros dos blancos. Lucho contra el impulso de correr a su lado y revelarle todo.

Pero un obstáculo brota entre nosotros. Un hombre calvo y un brillo familiar de sudor en su frente. Lakelander. Antes de que pueda correr o gritar, una mano se cierra

alrededor de mi garganta desde atrás. Lo bastante apretada para mantenerme callada, lo suficientemente floja como para dejarme respirar y, sin duda, lo bastante para

arrastrarme a través de la multitud con Calvito manteniéndose cerca.

Otra podría patalear o luchar, pero lo sé mejor. Los oficiales Plateados están en todas partes aquí y su "ayuda" no es algo a lo que quiera arriesgarme. En cambio,

pongo mi confianza en mí y en Tristán. Debe vigilar y yo debo liberarme.

La multitud nos lleva con la corriente y aún no puedo ver quién me hace atravesarla. El volumen de Calvito esconde la mayor parte de mí, igual que el pañuelo

que mi captor arroja alrededor de mi cuello. Curioso, es de color escarlata. Y luego subimos. Por los escalones, por encima del suelo de la arena, a los asientos de losas largas que están en su mayoría abandonados.

Solo entonces soy liberada, me empujan para que me siente.

Me giro con furia, los puños apretados y lista, solo para encontrar al Coronel mirándome, muy preparado para mi rabia.

—¿Quieres que añada golpear a tu comandante a tu lista de infracciones? —dice. Es casi un ronroneo.

No, no lo quiero. Con tristeza, dejo caer mis puños. Incluso si pudiera pelear para

pasar a Calvito, no quiero probarme con el coronel y su áspera fuerza. Levanto una

mano a mi cuello en su lugar, masajeando la piel ahora sensible bajo el pañuelo rojo.

—No saldrán moretones —continúa.

—Tu error. Creía que querías enviar un mensaje. Nada dice “trae tu culo de vuelta a la línea” como un cuello amoratado.

Su ojo rojo destella.

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—¿Dejas de responder y piensas que dejaré esto ir? Ninguna probabilidad, Capitán. Ahora dime qué está pasando aquí. ¿Qué hay de tu equipo? ¿Se han vuelto renegados todos o han huido?

—Nadie ha huido —fuerzo entre los dientes apretados—. Ninguno de ellos. Nadie se ha vuelto renegado tampoco. Aún siguen órdenes.

—Al menos alguien lo hace.

—Todavía estoy en la operación, independientemente de si quieres verlo o no. Todo lo que estoy haciendo es para la causa, por la Guardia. Como dijiste, esto no es

Lakelands. Y mientras tomar la red Whistle es prioritario, también lo es Corvium. —Tengo que sisear para ser escuchada por encima de la rebosante arena—. No podemos

confiar en el lento movimiento de aquí. Las cosas están demasiado centralizadas. La gente se va dar cuenta y van a dar con nosotros antes de estar preparados. Tenemos

que dar un golpe fuerte, grande, donde los Plateados no nos puedan esconder.

Estoy ganando terreno, pero no mucho. Aun así, es suficiente para que su voz deje de temblar. Está furioso, pero no lívido. Aún se puede razonar con él.

—Eso es precisamente para lo que fuiste grabada —dice—. Asumo que lo recuerdas.

Una cámara y una bufanda roja cruzando la mitad de mi rostro. Una pistola en una mano, una bandera recién hecha en la otra, recitando palabras memorizadas como

un rezo. Y nos levantaremos, Rojos como el amanecer.

—Farley, así es como operamos. Nadie mantiene todas las cartas. Nadie sabe la jugada. Es la única manera en la que seguimos adelante y con vida —presiona. De

otro, podría sonar como una súplica. Pero no del Coronel. No pide las cosas. Solo ordena—. Pero créeme cuando digo que tenemos planes para Norta. Y no están muy lejos de lo que quieres.

Debajo de nosotros, los campeones del Hito caminan en la extraña arena gris. Uno, el Thany Pieldepiedra, tiene un vientre de piedra y es casi tan ancho como alto. No tiene ninguna necesidad de armadura y está desnudo hasta la cintura. Por su parte,

la Olvido enseña cada milímetro de su capacidad. Vestida con entrelazadas láminas de color rojo y naranja, baila como una ágil llama.

—¿E incluyen estos planes a Corvium? —susurro, dándome la vuelta de nuevo hacia el Coronel. Debo hacerle entender—. ¿Me crees tan ciega que no notaría si hay

otra misión en esta ciudad? Porque no hay. No hay nadie más que yo. A nadie más

parece importarle aquella fortaleza donde cada Rojo está condenado a morir con el paso del tiempo. Cada uno. ¿Y piensas que ese lugar no es importante?

La Cabo Eastree destella en mi cabeza. Su rostro y ojos grises, su rígida determinación. Ella hablaba de esclavitud porque eso es lo que este mundo es. Nadie se atreve a decirlo, pero eso es lo que los Rojos son. Esclavos y tumbas.

Por una vez, el Coronel se muerde la lengua. Bien, o de otra manera podría cortarlo.

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—Vuelve al Comando y dile a otra persona que continúe con la Red Roja. Oh, y déjales saber que los Marinos están también aquí. No son tan cortos de vista como el resto de nosotros.

Una parte de mí espera ser golpeada por insubordinación. En todos nuestros años, nunca le he hablado así. Ni siquiera… ni siquiera en el norte. En el frío lugar que todos solíamos llamar hogar. Pero era una niña entonces. Una niña fingiendo ser un

cazador, destripando conejos y poniendo malas trampas para sentirse importante. Ya no soy ella. Tengo veintidós años, soy capitán de la Guardia Escarlata y nadie, ni

siquiera el Coronel, me puede decir que estoy equivocada ahora.

—¿Bien?

Después de un largo y convulso momento, abre su boca.

—No.

Una explosión abajo coincide con mi rabia. La multitud jadea a momentos con la pelea, mirando como la fina Olvido intenta igualar sus posibilidades. Pero el Marino

tenía razón. El Pieldepiedra ganará. Es una montaña contra su fuego y va a sobrevivir.

—Mi equipo se quedará conmigo —advierto—. Vas a perder diez buenos soldados y un capitán por tu orgullo, Coronel.

—No, Capitán, otra persona no se va a hacer cargo de la Red Roja por ti —dice—. Pero voy a pedir al Comando una misión para Corvium y cuando aseguren un equipo, tomará tu lugar.

Cuando. No si. Apenas puedo creer lo que está diciendo.

—Hasta ese momento, vas a permanecer en Corvium y continuar trabajando con tus contactos. Transmite toda la información pertinente por los canales habituales.

—Pero el Comando…

—El Comando es más abierto de mente de lo que sabes. Y por cualquier motivo,

piensan que eres lo máximo.

—No puedo decir si mientes.

Apenas levanta un hombro, encogiéndose. Sus ojos recorren de nuevo la arena, para observar al Pieldepiedra desgarrar a la inexperta Olvido en partes.

De alguna manera, sus razones me molestan más que nada. Es difícil odiarle en momentos como este, cuando recuerdo quién solía ser. Y después, por supuesto,

recuerdo el resto. Lo que hizo por nosotros, por nuestra familia. Por mi madre y

hermana, quienes no eran tan horribles como éramos nosotros, quienes no podrían haber sobrevivido al monstruo que creó.

Desearía que no fuese mi padre. Lo había deseado tantas veces.

—¿Cómo va Shieldwall? —murmuro para mantener mis pensamientos a raya.

—Antes de lo programado. —Ni un indicio de orgullo, solo un hecho sobrio—. Pero el transporte podría ser un problema, una vez que establezcamos el traslado.

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Supuestamente la segunda fase de mi operación. El traslado y transporte de los bienes se consideraba útil para la Guardia Escarlata. No solo los Rojos se

comprometerían con la causa, sino aquellos que pueden disparar un arma, conducir un

medio de transporte, leer, luchar.

—No debería saber… —empiezo, pero me corta. Tengo la sensación de que no tiene a nadie para hablar, si Calvito es algún indicio. Ahora que me he ido.

—El Comando me ha dado tres barcos. Tres. Piensan que tres barcos podrían

popular toda una isla y ponerla a trabajar.

En algún lugar de mi cerebro, una campana suena. Y abajo, el Pieldepiedra levanta sus rocosos brazos victorioso. Los curanderos atienden a la chica Olvido,

colocándole la mandíbula rota y los hombros destrozados con rápidos toques. Crance

estará feliz.

—¿Menciona el Comando alguna vez a los pilotos? —pregunto en voz alta.

El Coronel se gira, con una ceja levantada.

—¿Pilotos? ¿Para qué?

—Creo que mi hombre dentro de Corvium puede conseguirnos algo mejor que barcos, o al menos, una manera para robar algo mejor que barcos.

Otro hombre hubiera sonreído, pero el Coronel simplemente asiente.

—Hazlo.

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EL SIGUIENTE MENSAJE HA SIDO DESCODIFICADO

CONFIDENCIAL, AUTORIZACIÓN DE COMANDO REQUERIDA

Operativo: Coronel CLASIFICADO

Denominación: RAM

Origen: Rocasta, NRT

Destino: COMANDO en CLASIFICADO

—Contacto con LAMB. Su equipo todavía operativo, sin pérdidas.

—Evaluación: CORVIUM vale la pena un equipo de operación. Sugiero

CONSIDERACIÓN. Sugiero prisa. LAMB va a rechazar y volver a RED ROJA.

—LAMB transmitiendo información confidencial a SHIELDWALL y

extracción/tránsito.

—Volviendo al puesto.

NOS LEVANTAREMOS, ROJOS COMO EL AMANECER.

EL SIGUIENTE MENSAJE HA SIDO DESCODIFICADO

CONFIDENCIAL, AUTORIZACIÓN DE ALTO RANGO REQUERIDA

Operativo: General CLASIFICADO

Denominación: DRUMMER.

Origen: COMANDO en CLASIFICADO

Destino: RAM en CLASIFICADO, LAMB en Corvium, NRT

—Sugerencia CORVIUM en consideración.

—Capitán Farley volverá a RED ROJA en dos días.

—Comando informará sanción tal cual.

—Esperando inteligencia.

NOS LEVANTAREMOS, ROJOS COMO EL AMANECER.

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EL SIGUIENTE MENSAJE HA SIDO DESCODIFICADO

CONFIDENCIAL, AUTORIZACIÓN DE ALTO RANGO REQUERIDA

Operativo: Capitán CLASIFICADO

Designación: LAMB

Origen: Corvium, NRT.

Destino: RAM en CLASIFICADO, COMANDO en CLASIFICADO

—Solicito una semana.

NOS LEVANTAREMOS, ROJOS COMO EL AMANECER.

—¿Eres estúpida, niña? —RAM—

EL SIGUIENTE MENSAJE HA SIDO DESCODIFICADO

CONFIDENCIAL, AUTORIZACIÓN DE ALTO RANGO REQUERIDA.

Operativo: General CLASIFICADO

Designación: DRUMMER

Origen: Comando en CLASIFICADO

Destino: RAM en CLASIFICADO, LAMB en CORVIUM, NRT.

—Cinco días. Sin más negociaciones.

NOS LEVANTAREMOS, ROJOS COMO EL AMANECER.

De alguna manera, la granja ha empezado a sentirse como una casa.

Incluso con el techo caído, la tienda de campaña arruinada con la humedad y el silencio del bosque. Es lo más prolongado que he estado en un lugar desde Irabelle, pero eso siempre fue la base. Y mientras los soldados de allí son lo más cercano que

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tengo a una familia, nunca he podido ver el cemento frío y los laberínticos caminos

como otra cosa más que una estación de paso. Un lugar para entrenar y esperar para la siguiente asignación.

No tanto con la ruina cerca de las zonas de matanza, próximas a una ciudad peligrosa.

—Ya está —le digo a Cara y me apoyo contra la pared.

Asiente y pliega la emisora.

—Es bueno verlos a todos charlar de nuevo.

Antes de que me pueda reír, el toque claro de Tristán hace temblar la contrapuerta usada como puerta.

—Tenemos compañía.

Barrow.

—El deber me llama —gruño mientras me muevo rápidamente pasando a Cara, chocando con ella en el espacio cerrado. Abriendo rápidamente la puerta, me

sorprende encontrar a Tristán tan cerca, su habitual energía nerviosa a tope.

—Los observadores lo han visto esta vez, finalmente —dice. Cualquier otro día, podría haberse sentido orgulloso, pero algo sobre esto le pone en alerta. Sé por qué.

Nunca vemos a Barrow venir. Entonces, ¿por qué hoy?—. Señalado es importan…

Detrás de él, la puerta de la casa se abre con brusquedad, revelando a un enrojecido Barrow flanqueado por Cris y Little Coop.

Una mirada a su aterrorizado rostro es suficiente.

—Dispérsense —espeto.

Entienden lo que quiere decir. Saben a dónde ir.

Un huracán pasa por la casa, tomando todo con él. Las armas, provisiones, nuestras cosas desaparecen en prácticamente un latido, metidas en bolsas y paquetes. Cris y Little Coop ya han desaparecido en los árboles, para llegar tan alto como

puedan. Sus espejos y cantos de pájaros llevaran el mensaje a los otros en los bosques. Tristán vigila al resto, todo mientras carga su largo rifle.

—¡No hay tiempo, vienen ahora! —espeta Barrow, de repente a mi lado. Toma mi

codo y no de manera gentil—. ¡Tienen que irse!

Chasqueo los dedos dos veces. El equipo obedece, dejando caer todo lo que no ha sido empacado. Supongo que tendremos que robar algunas tiendas de campaña en

el futuro, pero es la última de mis preocupaciones. Otro chasquido y salen volando como balas de una pistola. Cara, Tye, Rasha y el resto pasando por la puerta y la pared

derrumbada, en todas direcciones con la velocidad del rayo. El bosque se los traga a todos.

Tristán me espera porque es su trabajo. Barrow espera porque… no sé por qué.

—Farley —sisea. Otro tirón en mi brazo.

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Echo un último vistazo, asegurándome de que tenemos todo antes de escapar en la línea de árboles. Los hombres me siguen, manteniendo el ritmo conmigo a través de raíces enredadas y matorrales. Mi corazón palpita en mis oídos, latiendo con un

precipitado golpeteo. Lo hemos tenido peor. Lo hemos tenido peor.

Entonces oigo los perros.

Sabuesos controlados por Animos. Nos olerán, nos perseguirán y los Veloces nos derribarán. Si somos afortunados, pensarán que somos desertores y nos matarán en el

bosque. Si no… no quiero pensar en los horrores que esconde la ciudad oscura de Corvium.

—Vayan al agua —me esfuerzo por decir—. ¡Perderán el rastro!

Pero el río está a medio kilómetro distancia.

Solo espero que se tomen su tiempo buscando en la granja, dándonos la ventaja que necesitamos para escapar. Al menos, los otros están más lejos, en terreno amplio. Ninguna manada nos puede seguir a todos. ¿Pero a mí, a nosotros, el olor más fresco,

más cercano? Presa fácil.

A pesar de la protesta de mis músculos, me esfuerzo más y corro más rápido que nunca antes. Pero después de solo un minuto, solo un minuto, empiezo a cansarme. Si

solo pudiera correr tan rápido como mi estruendoso corazón.

Tristán ralentiza conmigo, a pesar de que no lo necesita.

—Ahí hay un arroyo —sisea, señalando al sur—. Está más cerca que el río. Dirígete allí.

—¿De qué estás hablando?

—Puedo correr hasta el río. Tú no puedes. Y no nos pueden seguir a los dos.

Mis ojos se amplían. Casi tropiezo en mi confusión, pero Barrow me atrapa antes de que pueda, ayudándome pasar por encima de una nudosa raíz.

—Tristán…

Mi teniente solo sonríe y palmea el rifle colgado en su espalda. Después me señala.

—Por ahí, jefa.

Antes de que pueda detenerlo, antes de que pueda ordenarle que no lo haga, salta por entre los árboles, usando sus largas piernas y las ramas inferiores para saltar por

encima del deteriorado terreno. No puedo gritarle. De alguna manera, ni siquiera consigo una buena mirada de su rostro. Solo una mata de cabello rojo resaltando entre

el verde.

Barrow prácticamente me empuja. Creo que parece aliviado, pero eso no puede ser correcto. Especialmente cuando un perro aúlla a menos de cien metros de

distancia. Y los árboles por encima de nosotros parecen inclinarse, sus ramas estirándose como dedos empalagosos. Verdinos. Animos. Veloces. Los Plateados nos

atraparán a los dos.

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—Farley. —De repente, sus dos manos están en mi mandíbula, obligándome a mirar a su sorprendentemente tranquilo rostro. Hay miedo, por supuesto, destellando en sus dorados ojos. Pero apenas lo suficiente para la situación. No como yo. Estoy

aterrorizada—. Tienes que prometerme no gritar.

—¿Que…?

—Prométemelo.

Veo al primer perro. Un sabueso del tamaño de un pony con los colmillos goteando. Y junto a él, un borrón gris como el humo haciéndose carne. Veloz.

De nuevo, siento el apretón del cuerpo de Shade contra el mío y después algo menos placentero. El endurecimiento de la tierra, el girar, el inclinarse adelante a través del vacío. Todo ello mezclado y contraído y creo que veo estrellas verdes. O tal

vez árboles. Primero siento una oleada familiar de náuseas. Esta vez aterrizo en el lecho de un arroyo en vez de cemento.

Escupo, echando agua y líquido biliar, luchando con la necesidad de gritar o vomitar o las dos cosas.

Barrow se agacha sobre mí, con una mano alzada.

—Ah, no grites.

Vomitar entonces.

—Supongo que es preferible en este momento —murmura, mirando amablemente a cualquier lugar, menos a mi rostro verde—. Lo siento, creo que necesito más práctica. O tal vez solo eres sensible.

El gorgoteo del riachuelo limpia lo que yo no puedo y el agua fría hace más por mí que una taza de café. Recupero la atención, mirando alrededor a los árboles inclinados sobre nosotros. Sauces, no robles como en donde estábamos hace apenas unos segundos. No se están moviendo, me doy cuenta con una oleada de alivio. No hay

verdinos aquí. Tampoco perros. Pero entonces… ¿dónde estamos?

—¿Cómo? —susurro con mi voz entrecortada—. No digas túneles.

El practicado escudo de Shade Barrow cae un poco. Da un par de pasos hacia atrás, alejándose de mí para poder sentarse en una piedra encima del arroyo, posándose como una gárgola.

—No tengo una explicación clara —dice como si estuviera admitiendo un

delito—. Lo mejor… lo mejor que puedo hacer es enseñártelo. Y, de nuevo, tendrás que prometerme no gritar.

Asiento débilmente. Mi cabeza flota, todavía sin equilibrio. Apenas puedo

sentarme en el arroyo, mucho menos gritar.

Suelta un suspiro, sus dedos agarran la piedra hasta que sus nudillos se vuelven blancos.

—De acuerdo.

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Y después desaparece. No… no huye o se oculta ni siquiera se cae de la roca. Simplemente no está. Parpadeo, sin poder creer lo que veo.

—Aquí.

Mi cabeza gira tan rápido que casi vomito de nuevo.

Ahí está, de pie en la orilla opuesta. Entonces, lo hace de nuevo, volviendo a la piedra, tomando asiento lentamente una vez más. Fuerza una tentativa sonrisa sin ninguna alegría detrás de ella. Y sus ojos están amplios, muy amplios. Si tenía miedo hace unos minutos, él está completamente petrificado. Y debería estarlo.

Porque Shade Barrow es Plateado.

La memoria motriz me permite sacar mi arma e inclinar el percutor sin

pestañear.

—Puedo no ser capaz de gritar, pero puedo dispararte.

Se sonroja, de alguna manera, su rostro y cuello enrojecen. Una ilusión, un truco. Su sangre no es de ese color.

—Hay unas cuantas razones por las que no va a funcionar —dice, atreviéndose a apartar la mirada de mi pistola—. La primera es que tu cañón está lleno de agua.

Segundo, en caso de que no te hayas dado cuenta…

De repente está junto a mi oído, agachándose a mi lado en el arroyo. La sorpresa provoca un grito, o, al menos, lo sería si él no hubiese puesto una mano sobre mi boca.

—… Soy bastante rápido.

Estoy soñando. Esto no es real.

Levanta mi aturdido cuerpo, obligándome a ponerme de pie. Trato de empujarlo

pero incluso eso me hace marearme.

—Y tercero, los perros pueden no ser capaces de olernos, pero seguramente pueden escuchar un disparo. —Sus manos no dejan mis hombros, agarrando fuerte

cada uno—. Así que, ¿vas a reconsiderar tu pequeña estrategia, Capitán?

—¿Eres Plateado? —exhalo, girándome en su agarre. Esta vez me enderezo yo misma antes de caer. Igual que en Corvium, las náuseas se están pasando rápido. Una

faceta de su habilidad. Su habilidad Plateada. Ha hecho esto conmigo antes y ni siquiera me he

dado cuenta. La idea quema en mi cerebro—. ¿Todo este tiempo?

—No, no. Soy Rojo como la cosa del amanecer que no paras de decir.

—No me mientas. —Aún tengo la pistola en la mano—. Esto ha sido todo una trampa así podrías capturarnos. Apuesto que llevaste a esos cazadores directamente

hacia mi equipo…

—He dicho sin gritar. —Su boca está abierta, respiraciones irregulares pasando

por sus dientes. Está tan cerca que puedo ver los vasos sanguíneos en el blanco de sus

ojos. Son rojos. Una ilusión, un truco, repito otra vez. Pero recuerdos de él aparecen con

la advertencia. ¿Cuántas veces nos hemos encontrado solos? ¿Cuántas semanas ha

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trabajado con nosotros, pasando información, apoyándose con la Cabo Eastree de

sangre Roja? ¿Cuántas veces ha tenido la oportunidad de tendernos una trampa?

No puedo. No puedo darle sentido a esto.

—Y nadie me ha seguido. Obviamente, nadie me puede seguir. Han sabido de ti

por su propia cuenta. Algo sobre espías en Rocasta, no lo he entendido todo.

—Así que, ¿aún estás seguro en Corvium, todavía trabajando para ellos? ¿Cómo

uno de ellos?

Su paciencia se rompe como una pequeña rama.

—¡Te he dicho que no soy Plateado! —gruñe, como un animal en ese

estremecedor momento. Quiero dar un paso atrás pero me obligo a permanecer firme, sin moverme, sin temerle. A pesar de que tengo todo el derecho a hacerlo.

Entonces extiende el brazo, subiéndose la manga con dedos temblorosos.

—Córtame. —Asiente, contestando a mi pregunta antes de que pueda hacerla—. Córtame.

Para mi sorpresa, mis dedos tiemblan igual que los suyos cuando desenvaino el cuchillo de mi bota. Se encoge cuando lo presiono contra su piel. Al menos siente dolor.

Mi corazón se salta un latido cuando la sangre sale bajo el cuchillo. Rojo como el amanecer.

—¿Cómo es posible?

Levanto la mirada para encontrarlo estudiando mi rostro, buscando algo. Por la forma en que sus ojos destellan, creo que lo ha encontrado.

—Sinceramente no lo sé. No sé lo que es o lo que soy. Solo sé que no soy uno de ellos. Que soy uno de los vuestros.

Por un feroz momento, me olvido de mi equipo, del bosque, de mi misión e incluso del mismo Shade de pie delante de mí. Otra vez, el mundo gira, pero no por

algo que él pueda hacer. Esto es algo más. Un movimiento. Un cambio. Y un arma

para ser usada. No, un arma que ya he usado muchas veces. Para conseguir información, para

infiltrarnos en Corvium. Con Shade Barrow, la Guardia Escarlata puede llegar a cualquier sitio. A todas partes.

Pensarás que con todas mis violaciones del protocolo, intentaría alejarme de romper más reglas. Pero al mismo tiempo, ¿qué es una más?

Lentamente, cierro mis dedos alrededor de su muñeca. Aún sangra, pero no me importa. Es apropiado.

—¿Prestarás juramento a la Guardia Escarlata?

Espero que sonría. En cambio, su rostro se vuelve de piedra.

—Con una condición.

Mi ceja se levanta tan alto que podría desaparecer bajo mi flequillo.

—La Guardia no negocia.

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—No es un requerimiento para la Guardia, sino para ti —contesta. Para un hombre que puede moverse más rápido que un parpadeo, de alguna manera se las arregla para dar el paso más lento del mundo hacia adelante. Permanecemos ojo con

ojo, azul encontrando dorado.

La curiosidad saca lo mejor de mí.

—¿Y eso es?

—¿Cuál es tu nombre?

Mi nombre. No me importa que los otros usen los suyos, pero para mí, no hay tal

cosa. Mi nombre carece de importancia. Solo el rango y la asignación importan realmente. Cómo me llamaba mi madre no le incumbe a nadie, al menos para mí. Es una carga más que otra cosa, un punzante recuerdo de su voz y la vida que tuvimos

años atrás. Cuando el Coronel era llamado papá y la Guardia Escarlata era el mero sueño de cazadores, granjeros y soldados despreocupados. Mi nombre es mi madre, mi

hermana Madeline y sus tumbas cavadas en el helado terreno de un pueblo en el cual ya nadie vive.

Shade observa, impaciente. Me doy cuenta de que está sosteniendo mi mano, sin importarle la sangre coagulándose bajo mis dedos.

—Mi nombre es Diana.

Por una vez, su sonrisa es verdadera. Sin bromas, sin máscaras.

—¿Estás con nosotros, Shade Barrow?

—Estoy contigo Diana.

—Entonces nos levantaremos.

Su voz se une a la mía.

—Rojos como el amanecer.

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EL SIGUIENTE MENSAJE HA SIDO DESCODIFICADO

CONFIDENCIAL, AUTORIZACIÓN DE ALTO RANGO REQUERIDA

Día 34 de la Operación RED ROJA, Fase 1

Operativo: Capitán CLASIFICADO

Designación: LAMB

Origen: En movimiento

Destino: RAM en CLASIFICADO, COMANDO en CLASIFICADO

—Dejando CORVIUM, dirigiéndome a DELPHIE. Deteniéndome en puntos

WHISTLE a lo largo de la ruta.

—Plan para estar en la Fase 2 dentro de dos semanas

—Aviso para operación CORVIUM los oficiales de CORVIUM creen que hay

bandidos y desertores en los bosques.

—Adjunto información detallada sobre la Flota Aérea con base en DELPHIE,

obtenida por el recién reclutado agente Cabo B (designación: SHADOW) aún en

CORVIUM.

—Sugiero que el Corp E sea reclutado también.

—Estoy y permaneceré el contacto con SHADOW con GE.

—SHADOW va ser extraditado desde CORVIUM a mi discreción.

—Resumen de CORVIUM: Muertos en acción: G.TYE, W.TARRY,

R.SHORE, C.ELSON, H.BIG COOPER (5).

Desaparecidos en misión: T.BOREEVE, R.BINLI (2).

Pérdidas de Plateados: Cero (0).

EL SIGUIENTE MENSAJE HA SIDO DESCODIFICADO

CONFIDENCIAL, AUTORIZACIÓN DE ALTO RANGO REQUERIDA

Operativo: General CLASIFICADO.

Designación: DRUMMER.

Origen: COMANDO en CLASIFICADO.

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Destino: RAM en CLASIFICADO.

—La información sobre Fuerzas Aéreas buena. Operación DELPHIE en

marcha.

—El tránsito de convoy entre ARCHEON y Ciudad#1 operativo.

—Comienzan 3 semanas de cuenta atrás para la Operación DAYBREAK.

NOS LEVANTAREMOS, ROJOS COMO EL AMANECER.

—Tu hija tiene cojones. —DRUMMER—

—La chica hace que nuestra gente muera. —RAM—

—Merece por los resultados. Pero su actitud deja algo que desear. —

DRUMMER—

EL SIGUIENTE MENSAJE HA SIDO DESCODIFICADO

CONFIDENCIAL, AUTORIZACIÓN DE ALTO RANGO REQUERIDA

Día 54 de la Operación RED ROJA, Fase 2.

Operativo: Capitán CLASIFICADO.

Designación: LAMB

Origen: Albanus, NRT.

Destino: Ram en CLASIFICADO.

—Los WHISTLES de CAPITAL VALLEY en línea. En ALBANUS para abrir

la extracción con al operativo WHISTLE reclutado WILL.

—30 activos extraídos en 2 semanas.

—SHADOW aún operando fuera de CORVIUM. Info: Los militares están

siendo rotados fuera de la línea de trincheras, dejando huecos.

NOS LEVANTAREMOS, ROJOS COMO EL AMANECER

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Odio este apestoso vagón.

El tirador, el viejo Will, quema una vela, como si esto pudiera hacer algo con el olor. Sólo hace más calor aquí, más asfixiante, si eso es posible. Aparte del hedor, sin embargo, me siento a gusto.

Los Pilares es un pueblo tranquilo, sin mucho motivo de preocupación. De hecho, por casualidad es el lugar de nacimiento de Shade. No es que él hable de casa mucho, aparte de su hermana. Sé que les escribe, sin embargo. He enviado su última

carta yo misma, dejándola en correos esta mañana. Más rápido que confiar en el ejército para hacer llegar una carta, dijo y tenía razón. Sólo dos semanas más o menos desde que la escribió, mejor que el mes que de lo normal cuesta para cualquier tipo de

correo de los Rojos para que el correo llegue a alguna parte.

—Entonces, ¿tiene esto algo que ver con el nuevo cargamento que has tenido con

mis compatriotas del ferry rio abajo y arriba? Para Harbor Bay, ¿sí? — Will me mira

fijamente, con ojos tan radiantes para alguien de su edad. Pero su barba luce más escasa de lo que lo hacia el mes pasado, igual que su cuerpo parece más delgado. Aun

así, se pone una taza de té con las manos sin temblar como de cirujano.

Delicadamente, declino la oferta de té caliente en un aún más caliente vagón. ¿Cómo lleva puestos guantes largos?

—¿Qué has oído?

—Esto y lo otro.

Astutos hasta el rabo, estos Whistles.

—Es verdad. Hemos empezado a mover gente y la red Whistle ha sido integrada en la operación. Estoy deseando que estés de acuerdo con unirte.

—Ahora, ¿por qué sería lo suficiente estúpido para hacer esto?

—Bueno, eres lo suficiente estúpido para jurar lealtad a la Guardia Escarlata. Pero si necesitas convencerte más… —Con una sonrisa saco cinco monedas plateadas

de mi bolsillo. Apenas tocan la mesa antes de que se los lleve de golpe. Desaparecen entre sus dedos—. Más para cada cosa.

Inmóvil, no dice estar de acuerdo. Actuando como los otros Whistles hicieron antes de que al final gane sus argumentos.

—Serías el primero en negarte —le digo con una hábil sonrisa—. Y nuestra relación va a dejar de existir.

Ondea una mano, despreocupado.

—Estoy muy bien sin vosotros, de todas formas.

—¿De verdad? —Mi sonrisa se amplía. Will no es bueno para farolear—. Muy bien

entonces, me iré y nunca apareceré por tu… vagón de nuevo.

Antes de que pueda siquiera levantarme, se levanta para detenerme.

—¿A quién están planeando mover?

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Te tengo.

—Activos. Gente que va a ser valiosa para nuestra causa.

Mientras le observo, el brillo de sus ojos oscurece. Un truco de la luz.

—¿Y quién toma esta decisión?

A pesar del calor, un escalofrío baja por mi espalda. Llegamos al habitual punto de apego.

—Hay operativos por todo el país buscando mucha gente, incluyéndome. Evaluamos, proponemos nuestros candidatos y esperamos la aprobación.

—Doy por hecho que los mayores, los enfermos y los niños a reclutar no forman parte de ninguna de sus propuestas. Sin uso salvo los que verdaderamente se necesitan.

—Si ellos tienen habilidades valiosas…

—¡Pff! —escupe Will, sus mejillas volviéndose rojas. Traga su té con jadeos, dejando seca la taza. El líquido parece calmarlo sin embargo. Cuando coloca en la mesa la taza vacía, apoya su barbilla en sus manos, pensativo—. Supongo que es lo

mejor que podemos esperar.

Otro canal abierto.

—Por el momento.

—Muy bien.

—Oh, y lo más probable es que esto no sea un problema aquí, pero yo permanecería lejos de cualquier Plateado que pueda verte mañana. No estarán felices.

Mañana. Pensar en ello enciende mi sangre. No sé lo que el Coronel y el

Comando han decidido, sólo que incluye mi emisión y algo por lo que vale mover nuestra bandera.

—¿Quiero saberlo? —pregunta Will con una sonrisa sabelotodo—. ¿Siquiera tú lo

sabes?

Tengo que reír abiertamente.

—¿Tienes algo más fuerte que el té?

No tiene tiempo para contestar ya que alguien empieza a golpetear en la puerta

de la caravana. Pega un salto, casi rompiendo la taza. La agarro hábilmente, pero mis ojos están pegados a él. Una antigua sacudida de temor me atraviesa y nos sentamos

quietos, esperando. Entonces lo recuerdo. Los oficiales no tocan.

—¡Will Whistle! —dice una voz de chica. Will prácticamente se desmaya de alivio y la tensión en mí se libera también. Con una mano, me hace una señal para entrar detrás de la cortina que divide la caravana.

Hago como me pide, escondiéndome segundos antes de que ella abra la puerta.

—Señorita Barrow —le oigo decir.

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Mil coronas. Maldigo entre los dientes mientras camino de nuevo hacia la taberna

de la acera. Por cada uno. Por qué escogí tan extravagante número no podría decir.

Porque siquiera estuve de acuerdo en ver a la chica —la hermana de Shade, porque debe

ser ella—, es menos desconcertante. ¿Pero decirle que ayudaría? ¿Salvar a su amigo,

salvarla del reclutamiento? ¿Dos adolescentes que no conozco, ladrones que más que

nada acabarían muertos? Pero en mis adentros sé por qué. Recuerdo el chico en Rocasta, arrastrado lejos de su madre. Lo mismo le pasó a Shade y a sus dos hermanos

mayores delante de esta chica que me rogaba anoche. Mare, su nombre es Mare. Me

suplicaba por ella y otra persona, su novio lo más probable. En su voz, escuché y vi

tantas personas. La madre de Rocasta. Rasha, deteniéndose para mirar. Tye, muriendo tan cerca del sitio de donde quería escapar. Cara, Tarry, Shore, Big Coop. Todos desaparecidos, arriesgando sus vidas y pagando el precio que la Guardia Escarlata

siempre parece cobrar.

No es que Mare vaya a conseguir el dinero. Era una tarea imposible. Aun así, le debo a Shade mucho y más por sus servicios. Supongo que conseguir alejar a su

hermana del reclutamiento va ser un pequeño precio para pagar sus informaciones. E independientemente de lo que ella me traiga va a ir directamente para la causa.

Tristán se me une a mitad de camino entre Los Pilares y la taberna de la carretera. Medio esperaba que estuviera ahí, esperando con Rasha, Little Coop y Cristobel, los únicos miembros que han quedado de nuestro condenado equipo.

—¿Ha habido éxito? —pregunta, ajustando cuidadosamente su abrigo para esconder la pistola en su cadera.

—Mucho éxito —respondo. La palabra es sorprendentemente fuerte para obligarla salir.

Tristán me conoce bastante bien para no curiosear. En vez de esto, cambia el tema y me entrega la radio de Corvium.

—Barrow ha estado llamando durante la última hora.

Aburrido otra vez. No sé cuántas veces le he dicho a Shade que la radio es para

asuntos oficiales y cosas urgentes, no para molestarme. Aun así, no puedo contener

una sonrisa. Hago todo lo que puedo para mantener mis labios quietos, el menos delante de Tristán y comienzo a tocar la radio.

Toco el receptor, enviando un pulso aparentemente aleatorio morse.

Estoy aquí, dice.

Su respuesta viene tan rápido que casi dejo caer la radio.

—Farley, tengo que salir. —Su voz se rompe, con interferencias a través del pequeño altavoz—. ¿Farley? Tengo que salir de Corvium.

El pánico atraviesa mi columna hacia abajo.

—Vale —respondo, mi mente volando a mil por hora—. Tú… ¿puedes conseguir salir por tu cuenta? —Si no fuera por Tristán, le hubiera preguntando abiertamente. ¿Por qué no puede saltar lejos de esta pesadilla de fortaleza?

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—Encuéntrame en Rocasta.

—Hecho.

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EL MENSAJE SIGUIENTE HA SIDO DESCODIFICADO

CONFIDENCIAL, AUTORIZACIÓN DE ALTO RANGO REQUERIDA

Día 56 de la Operación RED ROJA, Fase 2.

Operativo: CAPITAN CLASIFICADO.

Designación: LAMB.

Origen: Rocasta, NRT.

Destino: RAM en CLASIFICADO.

—Enhorabuena por el bombardeo en ARCHEON

—En Rocasta para extraer a SHADOW

NOS LEVATAREMOS, ROJOS COMO EL AMANECER

EL SIGUIENTE MENSAJE HA SIDO DESCODIFICADO

CONFIDENCIAL, AUTORIZACIÓN DE ALTO RANGO REQUERIDA

Día 60 de la Operación SHIELDWALL, Fase 2

Operativo: Coronel CLASIFICADO

Designación: RAM

Origen: LAMB en Rocasta

—Procede. Envíalo al TRIAL. Vuelve al RED ROJA tan pronto como puedas.

NOS LEVANTAREMOS, ROJOS COMO EL AMANECER

Ha costado más llegar aquí de lo que había anticipado. Sin mencionar el hecho de que he venido sola.

Después del bombardeo en Archeon, viajar es difícil, incluso a través de nuestras vías habituales. Es más difícil encontrar los barcos de carga de Whistle y el transporte.

Y conseguir entrar en las ciudades, incluyendo Rocasta, no es cosa fácil. Los Rojos

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deben presentar tarjetas de identificación o incluso su sangre en los diferentes puntos

de control entrando en la ciudad, puntos de control que debo evitar a toda costa. A pesar de que mi rostro estaba enmascarado, escondido durante los videos en los que

anunciaba la presencia de la Guardia Escarlata al país entero, no puedo correr el riesgo.

Incluso me he afeitado la cabeza, cortando la larga melena rubia claramente visible en aquella transmisión.

Crance, el Marino trabajando en el convoy de provisiones, tuvo que meterme a escondidas dentro y costó una gran cantidad de sobornó conseguir que aceptara. Aun

así, me las he arreglado para entrar en la ciudad de una pieza, mi radio firmemente metida en mi cintura.

Sector Rojo. Mercadillo.

Ahí es donde Shade quiere que lo encuentre y ahí es donde debo llegar. No me atrevo a cubrir mi cabeza o esconder mi rostro, lo cual le daría a cualquiera una mejor

pista hacia mi identidad. En vez de esto, visto gafas de sol, escondiendo la única parte de mi rostro que alguien haya visto en el video. Aun así, siento el riesgo en cada paso.

El riesgo es parte del juego. Pero de alguna manera, mi miedo no es por mí misma. He

hecho mi parte, más que mi parte, para la Guardia Escarlata. Podría morir ahora y ser

considerada una misión exitosa. Mi nombre iría en la correspondencia de alguien, probablemente Tristán, tecleado en morse para que el Coronel lo lea.

Me pregunto si lloraría.

Está nublado hoy y la atmósfera en la ciudad entera refleja el tiempo. Y el bombardeo está en los labios de todo el mundo, en la mirada de todos. Los Rojos son una extraña mezcla de esperanza y desconsuelo, algunos susurros sobre la así llamada

Guardia Escarlata. Pero la mayoría, los mayores en especial, fruncen el ceño a sus hijos, regañándoles por creer en cosas sin sentido, diciéndoles que va a traer más problemas a su gente. No soy lo bastante estúpida para detenerme y argumentar.

El mercadillo está muy adentro del sector Rojo, pero aun así rodeado de oficiales de seguridad Plateados. Hoy ellos parecen lobos merodeando, sus pistolas en sus manos más que en la pistolera. Escucho noticias sobre disturbios en la mayoría de las

ciudades, Plateados yendo tras cualquier Rojo al que puedan echarle mano, echándole la culpa a cualquiera por los actos de la Guardia Escarlata. Pero algo me dice que estos

oficiales no están aquí para proteger a mi gente. Sólo quieren transmitir miedo y

mantenernos quietos.

Pero incluso ellos no pueden detener los murmullos.

—¿Quiénes son?

—La Guardia Escarlata.

—Nunca he oído algo así.

—¿Has visto? El oeste de Archeon en llamas…

—… pero nadie ha sido herido…

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—… traerán más problemas…

—… cada vez peores tiempos…

—… culpándonos a nosotros por ello…

—Quiero encontrarlos.

—Farley.

El último es un cálido aliento contra mi oreja, su voz tan familiar como mi propio rostro. Me giro instintivamente y me lanzo en un abrazo a Shade,

sorprendiéndonos a los dos.

—Es bueno verte también —murmura.

—Vamos a sacarte de aquí —susurro mientras me echó atrás. Cuando lo miro apropiadamente, me doy cuenta de que las últimas semanas no han sido buenas. Su

rostro está pálido, su expresión demacrada y unas ojeras oscuras rodean sus ojos—. ¿Qué ha pasado?

Coloco mi mano en la suya y le dejo llevarme entre la multitud caminando obediente por el mercadillo. Lucimos como cualquiera.

—Una transferencia, a la Legión Tormenta, al frente.

—¿Castigo?

Pero Shade sacude su cabeza.

—No por pasar información. Siguen sin saber que soy el infiltrado o que estoy

transmitiendo todo a la Guardia Escarlata. No, esta orden es extraña.

—¿Extraña cómo?

—Solicitud de un general. Alto cargo. Para mí, un cabo. No tiene sentido. Como

otra cosa que no tiene sentido. —Sus ojos se entrecierran enfáticamente y asiento—.

Creo que ellos lo saben y creo que van a deshacerse de mí.

Trago saliva y tengo la esperanza de que no lo haya notado. Mi miedo por él no puede ser infundido por otra cosa que no sea profesional.

—Entonces, te ejecutaremos primero, diremos que has huido y te han disparado y desertando. Eastree puede falsificar los documentos como lo ha hecho con otros activos. Y además, es hora de que te mudemos de todas formas.

—¿Tienes alguna idea de dónde podría ser?

—Vas a ir al Trial, cruzando la frontera. Esto no debería ser tan difícil para alguien con tus habilidades.

—No soy invencible. No puedo saltar cientos de kilómetros, o incluso, bueno, navegar yo mismo tan lejos. ¿Tú puedes? —murmura.

Tengo que sonreír. Crance debería funcionar.

—Creo que puedo asegurarte un mapa y una guía.

—¿Tú no vienes?

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Me digo que me estoy imaginando la decepción en su voz.

—Tengo otros asuntos que manejar primero. Cuidado —añado, observando un grupo de oficiales delante. El brazo de Shade se tensa en mí, trayéndome más cerca. Saltará conmigo si tiene que hacerlo y vomitaré sobre mis botas otra vez.

—Intenta no hacerme vomitar otra vez —refunfuño, provocando su sonrisa torcida.

Pero no hay necesitas de inquietud. Los oficiales están concentrados en otra parte, en una agrietada pantalla de video, parece que es la única en el mercadillo.

Utilizada para las transmisiones oficiales, pero ahí no hay nada oficial en lo que están mirando.

—Me había olvidado que la Prueba de la Reina era hoy —dice uno de ellos,

dirigiéndose hacia delante para dar un vistazo a la imagen. Es borrosa a veces—. No pueden conseguir un mejor equipo para nosotros, ¿eh? Marcos

Marcos se sonroja gris, molesto.

—Este es el sector Rojo, ¿qué te esperabas? ¡Eres bienvenido para volver a las rondas si esto no te satisface!

La Prueba de la Reina. Recuerdo algo sobre esto. En la reunión de instrucción

sobre Norta, el paquete improvisado de información que el Coronel me hizo leer antes

de ser enviada aquí. Algo sobre príncipes, eligiendo novias, tal vez. Arrugo la nariz ante la idea, pero de alguna manera no puedo despegar mis ojos de la pantalla

mientras nos acercamos cada vez más.

En ella, una chica en cuero negro demuestra sus habilidades. Magnetron, me doy

cuenta cuando ella manipula los metales en la arena en la que se ha dejado caer.

Luego un destello rojo cae encima de la arena, aterrizando fuerte contra el escudo eléctrico separando la chica Magnetron del resto de la élite plateada viendo su demostración.

Los oficiales jadean al unísono. Uno de ellos incluso se da la vuelta.

—No quiero ver esto —gruñe, como si estuviera a punto de vomitar.

Shade está clavado con la vista en el lugar, su mirada intensa en la pantalla, mirando la mancha roja. Su agarre se aprieta en mí, obligándome a mirar. La mancha roja tiene un rostro. Su hermana.

Mare Barrow.

Se queda inmóvil contra mí cuando el relámpago se la traga entera.

—Debería haberla matado.

La mano de Shade está temblando y tiene que agacharse en el callejón para evitar que el resto de él siga su el ejemplo. Me dejo caer sobre mis rodillas junto a él, con una mano en su brazo temblando.

—Debería haberla matado —dice otra vez, sus ojos ampliamente abiertos y mirada al vacío.

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No necesito preguntar para saber que está repitiendo la escena en su cabeza una y otra vez. Su joven hermana cayendo en la arena de la Prueba de la Reina. A su muerte de todas las circunstancias. Pero Mare no ha muerto. Ha sido electrocutada en la

cámara pero no ha muerto.

—Está viva, Shade —le digo, girando su rostro hacia mí—. Lo has visto tú mismo, se ha levantado y ha corrido.

—¿Cómo es posible?

Ahora no es tiempo para apreciar la broma.

—Te pregunté lo mismo una vez.

—Entonces ella también es diferente. —Su mirada se oscurece, alejándose de mi

rostro—. Y está con ellos. Tengo que ayudarla.

Intenta ponerse de pie pero la conmoción no ha desaparecido. Le ayudo a bajar de nuevo tan suavemente que puedo, dejándole apoyarse en mí.

—Ellos la matarán, Diana —susurra. Su voz rompe mi corazón—. Podrían estar haciéndolo ahora mismo.

—Por alguna razón, no creo que lo hagan. No pueden. No después de que todos la hayan visto, una chica Roja sobreviviendo al relámpago. —Tendrán que explicarlo primero. Inventarse una historia. Igual que las historias que solían usar para engañarnos hasta

que nos aseguramos que no pudieran hacerlo más—. Ella ha clavado una bandera por sí

misma hoy.

De repente el callejón se siente demasiado pequeño. Shade levanta una mirada, una que solo un soldado podría exhibir.

—No dejaré a mi hermana ahí sola.

—No lo va a estar. Me aseguraré de ello.

Su mirada se endurece, reflejando la resolución que siento dentro.

—Yo también.

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EL SIGUIENTE MENSAJE HA SIDO DESCODIFICADO

CONFIDENCIAL, AUTORIZACIÓN DE COMANDO REQUERIDA

Día 2 de la Operación RAYO.

Operativo: Capitán CLASIFICADO.

Designación: LAMB

Origen: Summerton, LL.

Destino: COMMANDO en CLASIFICADO

—Operación en marcha. MARE BARROW ha hecho contacto con WHISTLE

WILL y BONES en ALBANUS, jurada a la GE. Ventaja de SHADOW exitosa.

—Agente MAIDEN actuará como su contacto dentro del SALÓN DEL SOL.

—Agente STEWARD ha hecho contacto contemplando nuevos activos para

reclutamiento dentro del SALÓN DEL SOL, exploraré más a fondo.

NOS LEVANTAREMOS, ROJOS COMO EL AMANECER.

Fin

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78

Próximamente

Glass Sword Si hay algo que Mare Barrow sabe, es que es

diferente.

La sangre de Mare Barrow es roja —el color de la gente común— pero su habilidad de

Plateada, el poder de controlar el rayo, se ha convertido en un arma que la corte real intenta controlar.

La corona la llama una imposibilidad, una farsa, pero cuando escapa de Maven, el príncipe —el amigo— que la traicionó, Mare descubre algo

sorprendente: ella no es la única de su especie.

Perseguida por Maven, ahora un rey vengativo, Mare se propone encontrar y reclutar

otros combatientes Rojos y Plateados para que se unan a la lucha contra sus opresores.

Pero Mare se encuentra en un camino mortal, en riesgo de convertirse en exactamente el

tipo de monstruo que está intentando derrotar.

¿Se romperá bajo el peso de las vidas que son el coste de la rebelión? ¿O es que la traición y la deslealtad la han endurecido para siempre?

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Sobre la autora

Victoria Aveyard

Victoria Aveyard nació y creció en East Longmeadow, Massachusetts, un pequeño pueblo conocido solo por el peor tráfico rotativo en todo el territorio continental de Estados Unidos. Se mudó a Los Ángeles para conseguir un grado de Artes en escritura de guiones en la Universidad del Sur de California, y se quedó ahí a pesar de la falta de estaciones. Actualmente es autora y guionista, y usa su carrera como excusa para leer demasiados libros y ver demasiadas películas. Puedes visitarla online en www.victoriaaveyard.com.