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POESIA La poesía es un acontecimiento humano, y la puedes encontrar en cualquier parte, a cualquier hora, sorpresivamente. JAIME SABINES Leo casi sin pensar en lo que leo. Cuando me encuentro un verso triste, siento en el alma como una caricia. No es que me alivie la tristeza ajena; es que me siento menos solo. ÁNGEL GONZÁLEZ ¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas? Poesía... eres tú. GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER "Poesía eres tu" --> Igual que en la publicidad, o más bien la postpublicidad, la publicidad es lo que la gente quiere que sea, como quiera la gente interpretarlo. Cada vez más corre más a cargo del neoconsumidor. Poesía es la unión de dos palabras, que uno nunca supuso que pudieran juntarse, y que forman algo así como un misterio. FEDERICO GARCÍA LORCA En el fondo, un poema no es algo que se ve, sino la luz que nos permite ver. Y lo que vemos es la vida.

Cosas Sobre Poesia

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Poesia

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POESIA

La poesía es un acontecimiento humano,y la puedes encontrar en cualquier parte,a cualquier hora, sorpresivamente.JAIME SABINES

Leo casi sin pensar en lo que leo.

Cuando me encuentro un verso triste,

siento en el alma como una caricia.

No es que me alivie la tristeza ajena;

es que me siento menos solo.

ÁNGEL GONZÁLEZ

¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?

Poesía... eres tú.

GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER

"Poesía eres tu" --> Igual que en la publicidad, o más bien la postpublicidad, la publicidad es lo que la gente quiere que sea, como quiera la gente interpretarlo. Cada vez más corre más a cargo del neoconsumidor.

Poesía es la unión de dos palabras, que uno nunca supuso que pudieran juntarse, y que forman algo así como un misterio. FEDERICO GARCÍA LORCA 

En el fondo, un poema no es algo que se ve,

sino la luz que nos permite ver.

Y lo que vemos es la vida.

ROBERT PENN WARREN

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Ç

La poesía es la palabra esencial en el tiempo.

ANTONIO MACHADO

No digáis que, agotado su tesoro,

 de asuntos falta, enmudeció la lira:

podrá no haber poetas

pero siempre habrá poesía...

..Mientras el corazón y la cabeza

batallando prosigan;

mientras haya esperanzas y recuerdos,

¡Habrá poesía!

GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER

Los poetas son hombres que han conservado sus ojos de niño. LEÓN DAUDET

La poesía es más profunda y filosófica que la historia. ARISTÓTELES

PARA QUE LA POESÍA

Que sea como el temblor que la sostiene. Que se mantenga como un latido.

No he de proferir adornada falsedad ni poner tinta dudosa ni añadirbrillos a lo que es.Esto me obliga a oírme. Pero estamos aquí para decir verdad. Seamos reales. Quiero exactitudes aterradoras.Tiemblo cuando creo que me falsifico. Debo llevar en peso mis palabras. Me poseen tanto como yo a ellas.

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Si no veo bien, dime tú, tú que me conoces, mi mentira, señálame la impostura, restriégame la estafa. Te lo agradeceré, en serio. Enloquezco por corresponderme. Sé mi ojo, espérame en la noche y divísame, escrútame, sacúdeme.

Rafael CadenasArs poética (De Intemperie - 1977)

 

Para mantener abierta la palabra Para reinar sobre la muerte Para revivir cada día Para sentir junto con los otros Para sacar la flor de las cenizas Para vigilar mientras todos duermen Para que le sirvan Para apuntalar el sueño Para servirse Para alimento espiritual Para unir lo posible con lo imposible Para salvar del diario morir Para hacer más vivo el vivir Para la Poesía y la Verdad Para la vida Para transformar la vida Para limpiar cuando el poder corrompe Para cambiar la vida Para alentar todas las otras formas Para la fidelidad al relámpago Para la memoria de los pueblos Para la salvación del hombre Para el asombro antiguo Para un no sé qué Para descubrir los secretos del mundo Para llevar el infinito a cuestas Para salir a la percepción de la mirada Para alumbrar la maravilla Para todos y por todos Para despertar a latigazos el silencio Para defender el milagro de la vida Para amar a los otros

 

Para mantener abierta la palabra

“En la poesía el hombre se une a los fundamentos de su existencia. Ser humano es ser una conversación” (Heidegger).

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Es decir, una comunión, base de la vida humana, del vivir humanamente. Misión del poeta es conservar en custodia el poder encarnado en el lenguaje.

“Escribir poesía es un proceso de descubrimiento, de revelación de la música inherente, la música de correspondencias, la música del paisaje interior. Corre paralelo con lo que en la vida de una persona se llama individuación: la evolución de la conciencia hacia la totalidad, no un aislamiento de la percepción intelectual, sino una percepción que abarca todo el ser, un conocer, un tocar, un “estar en contacto”. (Dense Levertov).

Lo que hace pensar a W. H. Auden que “la poesía es lenguaje en el más personal, el más íntimo de los diálogos. Un poema sólo tiene vida en cuanto un lector responde a las palabras que el poeta escribió.”

“La tarea del poeta es aclarar para sí y por lo tanto para los demás las interrogantes temporales y eternas que estén activas en la época y comunidad a la que pertenece.” (Ibsen).

“Tenemos la lucha diaria, inevitable y mortalmente seria de apoderarnos de la palabra y ponerla en el contacto más directo posible con todo lo que se siente, ve, piensa, imagina, experimenta.” (Goethe).

“La tarea del poeta es mantener abierta la comunicación entre el hombre y su imaginación, el hombre y sus sentidos, el hombre y el hombre, el hombre y el bien natural, el hombre y los dioses.” (Swedenborg, Levertov).

“La palabra -así la poesía- aparece como medio necesario de la comunicación, que consagra el momento en que se funde un lenguaje nuevo, el momento en que el nosotros se realiza en la alianza del yo y el tú... El mundo en que vivimos es un mundo de la palabra... Nada es para nosotros verdadero mientras no podamos anunciarlo al mundo como a nosotros mismos... Escritura es liberación. (Saint-Beuve)

Tal es el camino del escritor: la disciplina de la expresión lo libera de los espectros que lo frecuentan... La decisión para la expresión marca el umbral que permite pasar de la pasividad de la roedura interior a la actividad creadora... El poeta es el hombre que vuelve a reconquistar, a encontrar la palabra gracias a una ascética que se la libra.” (Georges Gusdorf).

Para reinar sobre la muerte

Según Gustavo Pereira, acaso la más sagrada pretensión de la poesía sea la de “enseñar, conmover, deleitar, agradar o instruir; sobre todo iluminar, es decir, hacer visible lo oculto, develar otra realidad -o la verdadera realidad.”

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“La poesía -y el poeta- se enraízan en esos deslumbramientos tormentosos que han permitido al hombre elevarse desde las sombras de su sinuoso pasado: el asombro, el amor, la fraternidad, la dignidad, el afán de justicia, de lucidez, de libertad... Toda cosa o criatura que habite o viva en el universo sobrepuesta a su propia consumición, henchida de germinaciones, todo estallido o iluminación en un cuerpo consciente o en una solitaria y errabunda piedra espacial pueden ser también parte o esencia de esa rara melancolía y esa pródiga alegría íntima que muchos llaman poesía, pero que acaso no sea más que la desconocida e inalcanzable región de un sueño que los hombres hemos inventado para reinar sobre la muerte.” (G. Pereira).

“El objetivo de la poesía, en un mundo cada vez más reducido a la maquinización y sus falsías, es también contribuir a la rebelión colectiva... La injusticia social es, entre todos, el peor de los males humanos, puesto que permite reinar a la muerte. La poesía es, como se sabe, el reino de la vida... La verdadera poesía -escribió Eluard- no se puede vincular con lo que declina y muere.” (G. Pereira).

Para revivir cada día

Alegría, alborozo, en orden a la obra colectiva en cierne. Sociedad Poética que nos confirma que la existencia no es más que un plagio (Moravia) y que todos los poetas escriben las mismas cosas con uno que otro colorido. Poesía, Sociedad Anónima. Tal vez la única continuidad de la Poesía sea ese hormigón profundo que, de siglo en siglo, establece una solidaridad poética universal. Sólo existe un poema y un poeta y hasta una sola palabra para los hombres y los libros que existen, existieron o existirán. Un mismo hombre converge con el otro, océano de por medio, con la misma angustia, con el mismo dolor, para ver eidéticamente la misma gota de lluvia deshojada en la trinchera, en la vanguardia, en las barracas de la guerra cotidiana.

Un pedazo de pan para los pájaros. Un alarido entre la guerra. La imagen vegetal de la lechuga. Un alpargata recibiendo sol. La sílaba final del viento... Sed de viento, de maíz, de pan. Palabra, cosa, huella, sombra y pólvora. Risa loca, risa engatillada. Atropellada rabia... El paso de Mercurio adolescente. O Marte espantadísimo del hombre... Siempre sola, oculta, detrás del misterio mientras murmura alrededor la noche... Crezca en tus manos la raíz del hombre. La paz sea contigo hasta en la guerra.

"Comarca de utopía para morar". Errabundaje, trashumancia del hombre que mira hacia la estrella. Lucha al pie del hombre, diariamente, por saber para qué se hizo, para qué sirve la palabra; si sirve para algo la alegría, si creen las espigas en el hombre, si vale la palabra todavía... La palabra siempre. En la punta del tiempo navegando. Cabalga que cabalga en las tinieblas

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La medida justa del misterio humano... arma cargada de futuro... Jaula de cristal, hembra jadeante... Espuma de la noche, temblor de espuma, pie de sol enfurecido. Piedra de los dioses, sueño de la piedra, piedra de los sueños... Fecunda entraña de la luz... Lo más alto del hombre, el asombro... ¡Antes del Alma fue la Poesía!

Por sinfronismo, por el deseo de que algún día, en alguna parte, alguien reviva nuestros sueños, alegrías, pesares, arrecheras, creencias y esperanzas. Por arte y juego, por jugar al adivino y proponerle adivinanzas o prepararle trampas al tiempo que se esconde en los pañuelos. Por evasión, a pesar de tanta horripilancia en la nariz o en la bragueta. Por ansia de inmortalidad, quedando bien sembrado aquí en la tierra como nuestro perro en el jardín, donde nos oye, desde que el día amanece. Por compromiso, porque quien escribe debería ser un soldado armado para protegerse de la muerte con pistolas cargadas, capaces de hacer que cada hombre tuviese que inventar cada día su propio día, como a Sartre gustaba. (Raúl H. Castagnino).

Para sentir junto con los otros

La tarea del poeta consiste en una investigación continua desarrollada en dos planos: el del conocimiento lo más completo de cada aspecto de la realidad, en confrontación con la sensibilidad del poeta mismo y su weltanshauung o modo de interpretarla y de transformarla, y el de la expresión o creación propiamente dicha, la que antes no existía: la poesía per se, la novedad, la invención. Nace, así, el evento poético, que indaga sobre la vida, sus fases, sus afectos, problemas, relaciones, todo lo que envuelve y mancomuna a los hombres en el gran misterio de la vida: la solidaridad, la amistad y la igualdad humanas.

"Es muy difícil dar una opinión sobre el provecho de la poesía individualmente: depende de factores particulares del poeta. Puede ser la concreción de una necesidad esencial, una manera de ver y mostrar el mundo, una manera de sentir junto con los otros... Socialmente, significa incluir a los lectores y entonces tiene que ver con lo que el poema transmite, convoca. Existe, como casi todos conocemos, aquella clásica controversia sobre 'el arte por el arte o el arte para la sociedad'. Actualmente se considera ingenua la ideología que afirma que la poesía (la literatura) es un arma y puede cambiar la sociedad. El tiempo ha demostrado que la literatura no evita el hambre, la injusticia o la corrupción. Tampoco cabe cuestionar al arte -la literatura, en este caso -porque tenga como fin su propia poética, su intención estética específica (lo que se ha llamado 'torre de cristal'); el verdadero artista muestra siempre un mundo diferente y la literatura cumplirá su destino, cualquiera sea el camino con el que el artista la instrumente. La cultura, el arte, han nacido de una necesidad humana y cualquiera sea la interpretación de esa necesidad (psicológica, estética o espiritual), allí donde hay arte, hay

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un testimonio del espíritu humano, una prueba de la esencia creadora del hombre." (Graciela D. Bracaccini).

Para sacar la flor de las cenizas

Le preguntaron a Borges: ¿para qué sirve la poesía? Y él respondió: “¿y para qué sirven los amaneceres?”

A Ernesto Mejía Sánchez preguntó Jorge Bustamante sobre la utilidad de la poesía, y él a su vez respondió: "La poesía no sirve para ganarse la vida, sirve para ganarse el alma.”

Por su parte, Ludwig Zeller, le respondió: “Siempre he creído que la poesía -no sólo en las palabras- es la que da sentido a la vida. Que ella tenga una resonancia en lo inmediato o no, no tiene importancia. Yo creo que es una forma de iluminación con que los seres podemos sobrellevar lo cotidiano, acercarnos a la magia, al mundo paralelo de los sueños. ¿Qué más se puede pedir?”

A pesar de que para Kepa Murua “la poesía huye hacia la nada sin sentido ni conciencia alguna”, Jaime Sabines afirmó poéticamente: “La poesía sirve para sacar la flor de las cenizas.”

Para que le sirvan

Rafael Cadenas, consagrado poeta venezolano, ha dicho: “La poesía mora lejos del poder... lejos de fanatismos... Lejos está asimismo de grandiosidades porque ellas alejan a la gente de su realidad básica extraviándola peligrosamente. Lejos de utopías, pues por impositivas, aunque con buena intención, suelen llevar a destructividades que no se preveían, ejemplarizando la horrible paradoja del bien que se trueca en mal. Lejos de nacionalismos porque, parafraseando a un socialista francés, llevan en sí la guerra “como la nube lleva la tormenta”. Lejos de ideologías que ponen barreras entre los hombres impidiéndoles que se den la mano, como quiere Salvador Pániker, por encima de lo simbólico “a un nivel más hondo y más real”.

“Hace años -precisa Cadenas- una poeta muy querida me hizo en una entrevista la pregunta que ya es cuasi ritual de para qué sirve la poesía, pregunta que por reiterativa nos lleva a sospechar que se trata de un quehacer enigmático, puesto que siempre está indagándose su función. Yo le contesté: “A la poesía se le sirve más bien, cuando hay suerte”. Y sus servidores son los poetas. A través de ellos hace su aparición. En ocasiones se quita su traje y se viste de prosa, entonces es ésta la que le sirve de portadora, y asoma en la novela, en el cuento, en el ensayo. Los autores le dan forma y pasa a vivir en los lectores que la recrean. Al hacerlo, en cierto modo son también poetas. A veces se ausenta y hay que salir a buscarla; esto puede ocurrirle a un poeta o a una época en un país. Ella es como una gran construcción creada por todos los poetas, y me parece

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inseparable del trabajo interior de cada uno de ellos. No la concibo separada de esa tarea. En tal sentido tiene un lado extraliterario. Machado, de nuevo Machado, la ve como un yunque de constante actividad espiritual, y también psíquica, podría agregarse.”

Para apuntalar el sueño

En su célebre Defensa de la poesía, para Shelley la teoría de la poesía -ars artium- llega a ser igualmente teoría de la actividad creadora en general, la que soporta y nutre la vida; llegando el espíritu poético a ser el verdadero motor del mundo, puesto que, en suma, el mundo nace como poesía, siendo ésta responsabilidad hacia los otros, absorbiendo el nuevo conocimiento de las ciencias, adaptándolas a las necesidades humanas, coloreándolo con la luz de la imaginación, con las pasiones, transformándolo en la sangre misma de la naturaleza humana. Puesto que, según Shelley, la poesía es “el centro y la circunferencia del conocimiento, pues comprende todas las ciencias y todas a ella se deben referir.” Ya Cervantes nos advertía que ella -la poesía- se ha de servir de todas las ciencias, mientras todas se han de autorizar con ella.

Desde otra óptica, la poesía en sentido lato si bien no tiene que ver directamente con la política, se ofrece como la práctica más eficaz de la que se puede disponer, en cuanto la capacidad del individuo de crear un mundo utópico, mediante el florecimiento de las potencialidades humanas y de la creatividad en sí, privilegiando al extremo la conciencia de sí, en detrimento de un compromiso político como tal. De una u otra forma, letras, poesía y ciencia andarán siempre de la mano apuntalando el sueño de los hombres.

Para alimento espiritual

“Si bien como alguna vez escribió Borges: No hay ejercicio intelectual que no sea finalmente inútil, en estos tiempos pragmáticos la poesía es el poco alimento espiritual con que contamos, y el que a su vez nos permite soñar que es algo que a nadie le pueden quitar.” (Juan Guillermo Ríos Becerril).

A pesar de la contundente expresión de Auden en cuanto a que “la poesía no hace que sucedan cosas... no hace que ocurra nada”, a través del diálogo que el poeta establece con el Tiempo y la Historia -como en el caso de Auden mismo-, al través justamente de esa mirada espaciotemporal, confirmamos con Joseph Brodsky que “los poetas se han puesto sobre la tierra para crear la civilización”, constituyéndose en su verdadero centro y raison d’etre humana. A pesar de que “tal vez sólo se trate de sentir la vida en nosotros. La vida, lo desconocido, el misterio, la naturaleza, el ser, el Tao, el Self o como quiera llamarse eso que no tiene nombre y sobre lo cual nada se puede decir.” (R. Cadenas).

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Para unir lo posible con lo imposible

“La poesía y su fruto, el poema, están indisolublemente unidos a la natural inconformidad humana. Mientras la filosofía requiere principios, argumentación lógica, verdad develada y desocultada; la poesía sugiere y, desde la intuición, une lo posible con lo imposible; lo real y lo irreal; los sueños y la vigilia.

El lenguaje poético se resiste a las normas de cualquier tipo. En su ímpetu deplora el sentido común... Su mayor cualidad reside en ser el centro mismo de la claridad y las aspiraciones del hombre, de su abismo y de sus sueños más altos. El ser de la palabra poética no se acomoda a las cosas que pueblan la superficie... Cuando el poeta necesita nuevos referentes, cuando el lenguaje le parece inadecuado o impropio para decir y decirse, penetra en la búsqueda azarosa de nuevas palabras. Esta búsqueda insaciable de riesgo, de sufrir condena, desde Prometeo, ha impulsado al poeta a su más formidable manifestación: el poema; el poeta se ha liberado. La más esplendorosa autonomía de lo humano reside allí, en la creación. El jamás será esclavo de la palabra. Lengua y lenguaje lo han humanizado. Es por la palabra que el hombre toma conciencia de su libertad. En la comunión con otros la palabra es el vino y por eso los hombres se purifican bebiendo y hablando.

Vivencias, sentimientos no constituyen aisladamente la gestación y culminación del poema. A lo sumo, podríamos reconocer en ellos un átomo germinal de poesía, que de no fundirse con la vida misma no podríamos alcanzar la explosión poética... Cuando la vivencia, la intuición u otra categoría personal se hace LENGUAJE, sólo en ese caso, adviene el POEMA. Nace el poema... El poema dice lo que dice. La poesía no es explicación de las cosas ni ella misma necesita explicación. El misterio del poema se resuelve en su transparencia.” (Ibar Varas).

Para salvar del diario morir

Para Sabines la poesía es un “acto gratuito, un misterio tremendo al que hemos buscado durante años en nuestra juventud, en ese encuentro tremendo de las palabras con el misterio de la vida. La poesía es un suceso, un acontecimiento, una ocurrencia de todos los días... como una maldición o como una bendición que nos salva del diario morir... Vivimos una gran soledad, y la poesía como un gesto amoroso, es un puente que tendemos entre una isla y otra isla. La isla de Sara, la isla de Jaime; un puente entre nuestras propias vidas. La poesía no es más que un puente que tendemos entre una soledad y otra”.

Deber, mandato ya del alma, de los dioses, los hombres o las cosas, la poesía, frente a todo individualismo, aboga por la libertad del

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hecho creador en busca de goce, vida y libertad para la humanidad entera.

Para hacer más vivo el vivir

El poeta moderno habla desde la inseguridad. No tiene más asidero que la vida. Seguramente una voz queda le dice en los adentros: La época de las causas ya terminó. Ya no puedes aferrarte a religiones, ideologías, movimientos, ni siquiera literarios. Se acabaron las banderas. Pero este desengaño lo libera para luchar en otra clave por lo que religiones, ideologías, movimientos dicen defender: lo religioso, lo humano, lo valedero.

Esa voz, que parece la del nihilismo, podría ser más bien la voz de la vida que desea recuperarnos.

¿Qué se espera de la poesía sino que haga más vivo el vivir?(Rafael Cadenas).

Para la Poesía y la Verdad

La indisoluble unidad que en su vida tuvieron la realidad y la poesía, la literatura y la vida, su realidad, su experiencia vital, llevaron a Goethe a componer su autobiografía bajo el nombre de Poesía y Verdad. Su poesía defínese como el resultado de una imperiosa necesidad orgánica, base de su experiencia psíquica, habiendo llegado a afirmar a modo de explicación: “Mi verdadera dicha cifróse siempre en mi pensar y crear poéticos... El fondo poético es el fondo de la propia vida... No soy yo quien hace el poema, sino ellos los que me hacen a mí.”

Para él, en fin de cuentas, el único modo de llegar a alcanzar la realidad de la vida era mediante la poesía y el arte, transformando aquello que lo alegraba o lo hacía sufrir, o de cualquier otro modo le ocupaba el ánimo, en un poema. Desde el comienzo de su vida el poetizar fue para Goethe una real necesidad: necesidad de liberarse “en una canción, en un epigrama, en una rima cualquiera, de lo que le atormentaba” íntimamente. “En todo tiempo, afirma, proporcionóme el mayor deleite la reproducción poética de cuanto percibía en mí mismo, en los demás y en la naturaleza.”

Requirióse de un poeta genial para que un binomio tan peculiar pudiera realizarse en plenitud: el de poesía-verdad. Goethe comprende que el mejor poema es vivir. Su vida-obra tórnase, así, fuente inagotable de amor a la belleza, a la naturaleza, a la Poesía y a la Verdad. Sin “prisa y sin reposo”, ciegamente feliz, su vida fue “de lo útil a lo bello, por lo verdadero.” Lo que le permitió decir: “De la naturaleza, por dondequiera se la mire, brota siempre lo infinito.”

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La poesía -ha dicho Eugenio Montejo- asume hoy, en nuestra era industrial, una condición subterránea que en su replegamiento encarna la esencia que toma el lugar de la creencia abandonada de Dios como redención de la vida. Ante una desvalorización de la conciencia en el plano público, la gente necesita verdades a las cuales aferrarse, y una de ellas es la poesía, porque le ofrece una verdad. La poesía es una verdad.

Para Montejo: “Pertenecemos más a nuestra época que a nuestro país, pues hay familias poéticas, identidades verbales que no siempre coinciden con las demarcaciones geográficas”. De ahí que nos insista en volver a los dioses profundos; en deletrear el áspero silencio; en la inmediatez y la trascendencia, en la soledad del horizonte, en el silencio redondo de la tierra, en el sonido forestal del mundo, en el rumor de alguna vieja caracola, en el canto de un gallo muerto en otro siglo, en el alumbraje, la resilencia o la “nostalgia cósmica”, “para estar a la hora en nuestra cena/ aunque las migas sean amargas.” Insistencias todas más que verdaderas.

Para la vida

“No sirve para alcanzar el poder, pero sirve para responder al poder con sentimientos cercanos. No sirve para enseñar a nadie nada, pero sirve para mostrar lo que acontece por el mundo. No sirve para matar, no sirve para morir, no sirve para rezar ni para jugar con fuego. Pero sirve para emocionar, para vivir en otros cuerpos, para vivir sintiéndose vivido, para sentir la belleza y hondura de las palabras que nos explican cómo somos. No sirve para gritar, no sirve para llorar, pero sirve para sentir el deseo, para alzar la voz en silencio, para que su tristeza te atraviese el pecho. No sirve para liberar a nadie, no sirve para juzgar a nadie. Pero sirve para hablar con libertad, para proclamar la inocencia de las cosas, para rebelarse contra la locura de la historia. No sirve para bailar, para emborracharse. Pero sirve para celebrar la vida, para embriagarse de otros sentidos, para moverse por otros lugares. Da vida a los muertos y nombra lo que a menudo no tiene nombre. No sirve para la muerte. Sirve para la vida. Es nada, pero al final sirve.” (Kepa Murua).

Sirve para llevar a Dios a misa. Para que la primavera camine al mercado entre panaderías y palomas. Para que a la mesa lleguen recién casados los sabores del mar y de la tierra. Para que las gaviotas repartan el aroma de la rosa en las arenas. Para salir a todas las calles del mundo a repartir pescado. Para saber por quién la lluvia y los pájaros del mar llorarán mañana. Sirve para esconderle los dados a los dioses. Para que hablen los pueblos por su canto. Para dar con todos los azules de la tierra hacia la luz total de nuestras cosas.

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Para darle la mano a las manos temblorosas de la lluvia e irse cantando entre la dicha y la dureza, la cólera o ternura. Sirve para saber que no tenemos más remedio que vivir, ni más recuerdo que la vida. Para decidir dónde plantar los árboles, de nuevo. Para dejar escrito en la piedra el sueño del domingo.

Sirve para medir el hambre. Para saber bien en qué lugar hay sangre, dónde queda la razón, dónde la palabra, dónde la injusticia. Sirve para que ni un hombre pase sin que reine y sigan naciendo hasta llenar el mundo, sin que nadie los divida sino el sol o la noche, la lluvia o las espigas. Para que el mundo se pueble de palomas, y el hombre recuerde las sombras que nadó, hasta que quiera saltar al agua para caer al cielo. Sirve para distribuir las flores del mañana e ir galopando en el viento sobre el caballo de la lluvia. Para abrir cajones, llenar platos, destapar versos y botellas, vigilias, madrugadas y retratos, hasta que alguna vez si ya no somos, si ya no vamos ni venimos, estemos juntos, extrañamente confundidos, sirviéndole a la vida. La poesía es siempre un acto de paz. El poeta nace de la paz como el pan nace de la harina. (Poesía, Sociedad Anónima).

Para transformar la vida

Del 14 al 21 de junio de 2003, con la presencia fervorosa y masiva del público de Medellín y con la participación de 60 poetas de 50 países, se realizará el XIII Festival Internacional de Poesía de Medellín. Convocado y organizado desde sus inicios en 1991 por la Revista Latinoamericana de Poesía Prometeo, que reúne a un grupo de poetas de Medellín, el Festival Internacional de Poesía de Medellín, demostrando que la poesía no es el privilegio de una élite sino el pan espiritual indispensable para la transformación de la vida, es un vigoroso proyecto poético, con connotaciones culturales, sociales, políticas y democráticas, en el que han participado poetas de todas las generaciones, regiones del mundo, tradiciones poéticas y tendencias expresivas, leyendo sus poemas en más de 40 lenguas, ante un público que en las doce versiones anteriores del evento pudo alcanzar casi un millón de personas. En un país donde la juventud es la víctima principal de la guerra, el Festival reúne a miles de jóvenes para escuchar el pensamiento poético, preservador de la vida, de boca de muchos de los mayores poetas de este tiempo, viajeros que llegan puntuales a la cita anual en Medellín, desde todos los confines de la tierra.

El Festival se propone, como principal objetivo, contribuir en el ascenso de la conciencia colectiva, mediante las potencias creadoras del espíritu que irradia la poesía, en un medio cultural lleno de vacíos y precariedades. Es una verdadera práctica de lucha por la paz y la coexistencia plural entre los colombianos, la convocatoria de multitudes en torno a la palabra poética en un tiempo de terror, como también lo es el debate y la presencia solidaria de los poetas del

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mundo en respaldo de una solución negociada a la guerra. Es una expresión de la resistencia cultural contra todas las formas de la muerte. Manifestación viva de la conjunción de culturas del planeta y por lo tanto contribuye poderosamente a la fundación de un ser más plural y universal; al fortalecimiento de una red universal de festivales poéticos, publicaciones y proyectos, para el desarrollo de la influencia de la poesía en el mundo.

Para limpiar cuando el poder corrompe

John Kennedy, al aludir a cierta analogía entre la poesía y el poder elaborada por el poeta Robert Frost, sostiene: "Cuando el poder conduce al hombre hacia la arrogancia, la poesía le recuerda sus limitaciones. Cuando el poder empequeñece los intereses del hombre, la poesía le recuerda la riqueza y la diversidad de su existencia. Cuando el poder corrompe, la poesía limpia. El artista que es fiel a su visión personal de la realidad se convierte en el campeón ultimo de lo individual y de la sensibilidad contra una sociedad opresiva y un estado interventor". (David de Ferranti).

Para cambiar la vida

Octavio Paz recuerda: “La poesía ha dicho Rimbaud, quiere cambiar la vida. No piensa embellecerla como piensan los estetas y los literatos, ni hacerla más justa o buena, como sueñan los moralistas. Mediante la palabra, mediante la expresión de su experiencia, procura hacer sagrado al mundo; con la palabra consagra la experiencia de los hombres y las relaciones entre el hombre y el mundo, entre el hombre y la mujer, entre el hombre y su propia conciencia. No pretende hermosear, santificar o idealizar lo que toca, sino volverlo sagrado. Por eso no es moral o inmoral; justa o injusta; falsa o verdadera, hermosa o fea. Es simplemente poesía de soledad o de comunión. Porque la poesía que es un testimonio del éxtasis, del amor dichoso, también lo es de la desesperación. Y tanto como un ruego puede ser una blasfemia”. “El poeta, agrega Paz, tiende a participar en lo absoluto, como el místico, y tiende a expresarlo.”

“La poesía es la revelación de la inocencia que alienta en cada hombre, en cada mujer, y que todos podemos recobrar apenas el amor ilumina nuestros ojos y nos devuelve el asombro y la fertilidad. Su testimonio es la revelación de una experiencia en la que participan todos los hombres, oculta por la rutina y la diaria amargura. Los poetas han sido los primeros que han revelado que la eternidad y lo absoluto no están más allá de nuestros sentidos, sino en ellos mismos. Esta eternidad y esta reconciliación con el mundo se producen en el tiempo y dentro del tiempo, en nuestra vida mortal... la eterna vivacidad: eso es lo que importa.” (Prócoro Hernández Oropeza. F. Nietzsche).

Para alentar todas las otras formas

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Difícil arrear y arriar la Poesía. Sea porque alguien a ciegas la persiga; sea porque se la quiera institucionalizar por vía de Casas o Talleres, justamente de Poesía. Máxime si se llega a pensar que se trata de un género “en peligro de extinción” o una causa al borde del olvido. Ni género en peligro, ni causa camino del olvido, la Poesía, por el contrario, “el poema es el lugar por el que se escapa el alma de un pueblo” (Miguel Ángel Asturias). Nunca como en nuestra época, en la que la tecnología rige nuestra vida cotidiana, dejará la Poesía de ser la más alta expresión de la espiritualidad, puesto que “no hay arte sin poesía” (Eugène Delacroix), siendo el lenguaje poético el que apuntala toda y cada una de las artes.

A pesar de las tantas dificultades por amoldarla, amonestarla, amojamarla, amordazarla, amojonarla -institucionalizarla-, la Poesía se niega rotundamente a ser víctima de Decreto alguno. Voces autorizadas, como la de Washington Benavides, aseguran que “la poesía goza de buena salud”, en cuanto instrumento de toma de conciencia de pueblos, comunidades, aldeas, en compromiso con el arte y el hombre y el hambre.

Lejos de cualquier pretendida globalización del fenómeno poético o de que se llegue a calificar a la Poesía de mero “aparato ideológico”, lo que se evidencia es una gama universal, plena de lumínicas especificidades, de maravillosas posibilidades, de infinitas formas de asombro, inspiración, creación, osadía, testimonio, comunicación.

Koïchiro Matsuura, actual Director General de la UNESCO, sostiene que “la poesía ocupa, entre las diferentes formas de expresión humana, un lugar importante y particular... la poesía es algo más que un género literario establecido y codificado: alienta todas las otras formas de expresión literaria y artística... la poesía es poco exigente: una voz o una hoja de papel bastan para darle vida. La encontramos en todas las épocas y en todos los lugares, prueba de su universalidad y de su naturaleza trascendental. Una cultura se reconoce en sus poetas porque son ellos quienes consiguen dar forma concreta a sus pulsiones más secretas, a sus sueños más íntimos y a sus aspiraciones comunes... La poesía es igualmente un medio incomparable para la comprensión intercultural... dentro de su vocación universal de diversidad cultural y de paz en el mundo”.

Para la fidelidad al relámpago

“La poesía tiene como objeto inmediato, básico, producir una fractura y ésta consiste en quebrar la escala consuetudinaria, la escala repetitiva, empequeñecida de lo real. La poesía es un modo de vida o es nada: si es un modo del lenguaje, de la expresión, es por tanto un modo del ser, no del hacer. Cada poema tiene algo de relámpago. Yo no diría que el poema "es" un relámpago, sino que hay en él un relámpago. Evidentemente, la poesía, como forma de experiencia, es para mí la mayor intensidad posible.

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El poema responde a un estado de disponibilidad, es decir, de ser capaz de abrirse, de recibir o de crear en un momento dado, mediante una imagen insólita, inesperada, no repetida. ¿Qué favorece un estado de disponibilidad? Varias cosas, sobre todo un elemento que la mayor parte de la gente ha olvidado, ha desterrado de sus vidas: la capacidad de detenerse.

La poesía (como afirmaba Rilke) es experiencia. Creo además que es visión del mundo. La poesía siempre es decir de otra manera. Este "decir de otra manera" es para mí la mayor posibilidad que tiene el hombre. ¿En qué consiste el símbolo? Simplemente, en la posibilidad de decir una cosa mediante otra. La posibilidad de que algo diga otro algo. Esa otredad que radica en las cosas, pero que está en la entraña, en la médula de la poesía.

Incluso algunos poetas no entienden que la poesía es una fuerza que se impone, inevitablemente, en quien la crea. El poema no se "produce", no es un objeto de consumo. El poema se crea. Sí es una creación porque toma lo que hay y de ello hace algo que no hay. Esa es la más alta dimensión del hombre, que todos llevamos escondida en alguna parte. (

En uno de los inolvidables poemas de Las flores del mal, Baudelaire dice que el mundo es como un bosque de símbolos: hay voces que llaman y voces que responden, entrecruzándose. Aquí se podría aplicar tal mirada: un poema mueve a otro.

Todo poema viene a insertarse en un mundo de poesía, arrastra consigo ese mundo. ¿Cómo no ver esa interrelación? Y sin embargo, paradójicamente, el poema es también autónomo: hay que verlo en su propia ley interior, al mismo tiempo que es preciso verlo en toda la poesía. Es la visión de Mallarmé: escribir un solo libro entre todos. Escribimos un solo poema. Lo que entonces surge es de todos y de nadie en particular. Es el hecho poético...” (De La fidelidad al relámpago. Una conversación con Roberto Juarroz).

Para la memoria de los pueblos

“Más que una vocación, la poesía es un destino. En ella se encuentra un cincuenta o sesenta por ciento de oficio, de rigor, de disciplina. Un poeta es una gente “descarnada”, es decir, una persona que va por el mundo sin piel, con la carne viva. Por lo tanto, las cosas que suceden le afectan más que a otros. No tiene nada que lo cubra, que lo proteja, y entonces, como respuesta a la vida, se da a la poesía.

Un ejercicio impúdico, en el que el hombre se tiene que desnudar para escribir. Darse totalmente en cuerpo y alma. Hay que tener el oído bien despierto, alerta los ojos y toda la piel al descubierto. El

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instante en que usted escribe es de verdadera comunión con las personas y con la vida. Hasta con los muebles y las cosas. Escribir es el verdadero sentido de la vida.

La poesía es liberadora. Sobre todo de las tensiones humanas. Creo que uno es como una caldera que está ardiendo y que va aumentando la presión cotidianamente, hasta que explota o hasta que se le abren las válvulas. La poesía es una de las válvulas que tenemos para liberar la caldera de la presión que vivimos, tanto de la alegría como del dolor. Las palabras llegan. ¡Ellas llegan! ¡Muchas veces ellas llegan aunque no las llame, pero me doy cuenta al momento de escribir!” (Jaime Sabines).

“La poesía es una reflexión de la vida real. Es como un artículo en un periódico, una observación de lo que se vive en el mundo. Y algunos de mis poemas vienen de esa melancolía por el paraíso perdido y la tragedia de la guerra. La poesía es también un grito del corazón. (Indran Amirthanayagam).

La poesía es la memoria de los pueblos y la gran fabricante de fantasmas.” (Octavio Paz).

“Aplastado por el cosmos, el hombre se yergue y lo desafía, el poeta desafía al universo. Por la poesía se iguala o supera al cosmos. La poesía es revelación, es vida en esencia, es el universo que se pone de pie. En realidad, la poesía nos hace ver todo como nuevo, como recién nacido, porque ella es descubrimiento, iluminación del mundo.

Cuando sentimos que nos salen alas en la garganta y que todo nuestro cuerpo tiembla, estamos en presencia de la poesía. La poesía da vida a la muerte y más vida a la vida. La poesía es la vida de la vida, por eso podemos decir que es el juego de la vida y de la muerte. La poesía siente más que nada el destino del hombre, y cuando creéis que está cantando, ella está llorando la libertad que es el paraíso perdido o, mejor dicho, el paraíso nunca hallado del ser humano.” (Vicente Huidobro).

“La poesía es resistencia frente a un mundo que se vuelve cada vez más cruel, cada vez más terrible, deshumanizante, porque todo lo que pasa no está fuera de lo humano, y creo que la palabra es una forma de resistencia muy clara frente a todo esto. Lo extraordinario es cómo la poesía pese a todo, a las catástrofes de todo tipo, humanas, naturales, viene del fondo de los siglos y sigue existiendo. Ese es un gran consuelo para mí. Va a seguir existiendo hasta que el mundo se acabe si es que se acaba alguna vez.” (Juan Gelman).

Para la salvación del hombre

“Definir la poesía es una imposibilidad, una utopía, algo que no puede hacerse. Yo preguntaría: ¿se puede definir la vida? ¿Se puede definir

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la muerte, la música, el amor? No en vano... se habla de ese no sé qué.

Y no hace mucho Pedro Salinas decía: Todo comentario a una poesía se refiere a elementos circundantes a ella: estilo, lenguaje, sentimientos, aspiraciones, pero no a la poesía misma. La poesía es una aventura hacia lo absoluto.

La poesía no se explica por circunstancias exteriores. Mucho más que las vinculaciones entre poesía y biografía interesa la relación entre la poesía y la vida interior. Creo que entonces terminaríamos por comprender que toda vida, si se la vive en profundidad, puede desembocar en la poesía. La poesía no es un oficio o una profesión, sino una forma de vida. ¿Un destino? Sí, es un destino. Pero es destino si el destino comprende azar, necesidad y también libertad, lo cual es señalar de alguna manera que no hay destino en la poesía sin creación.

La poesía equivale, para el poeta, a alguna forma de salvación. En primer lugar, la de sí mismo. Esa salvación equivale a la salvación del hombre: en sí mismo y en los demás. ¿Tiene la poesía un futuro? Yo preguntaría: ¿es suplantable la muerte, el hombre, el misterio, el infinito? ¿Es suplantable la palabra en relación con todo eso? Si las respuestas son no, la poesía sí tiene un futuro. El futuro de la poesía es como su pasado: para ella no existe el tiempo. La poesía es.” (Fragmentos de: Juarroz, Roberto: "Poesía y Creación - diálogos con Guillermo Boido").

Para el asombro antiguo

Borges ante el espejo de su sombra

A veces en las tardes una cara nos mira desde el fondo de un espejo; el arte debe ser como ese espejo que nos revela nuestra propia cara. Aquí también esa desconocida y ansiosa y breve cosa que es la vida. Más allá de este afán y de este verso me aguarda inagotable el universo. Dejo que me sucedan los días, acostado en la oscuridad. Aún, siquiera parcialmente, soy Borges… no sabré quién fue Borges. ¿Quién es el mar, quién soy? Lo sabré el día ulterior que sucede a la agonía. Piensa que de algún modo ya estás muerto. Si pudiéramos comprender una sola flor sabríamos quiénes somos y qué es el mundo. Oh destino el de Borges, haber envejecido en tantos espejos, haber buscado en vano la mirada de mármol de las estatuas, haber examinado litografías, enciclopedias, atlas, haber visto las cosas que ven los hombres, la muerte, el torpe amanecer, la llanura y las delicadas estrellas, y no haber visto nada o casi nada sino el rostro de una muchacha de Buenos Aires, un rostro que no quiere que lo recuerde. Oh destino de Borges, tal vez no más extraño que el tuyo.

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Gracias quiero dar al divino laberinto de los efectos y de las causas…por el fulgor del fuego que ningún ser humano puede mirar sin un asombro antiguo… por el hecho de que el poema es inagotable y se confunde con la suma de las criaturas y no llegará jamás el último verso… por la música, misteriosa forma del tiempo.

La mano jironada de un mendigo agrava la tristeza de la tarde. La noche es una fiesta larga y sola. La calle es una herida abierta en el cielo. Ajedrez misterioso la poesía, cuyo tablero y cuyas piezas cambian como en un sueño y sobre el cual me inclinaré después de haber muerto. Los días son una red de triviales miserias, ¿y habrá suerte mejor que la ceniza de que está hecho el olvido? Qué importa el tiempo sucesivo si en él hubo una plenitud, un éxtasis, una tarde. Creo en el alba oír un atareado rumor de multitudes que se alejan; son lo que me ha querido y olvidado; espacio y tiempo y Borges ya me dejan. Dios ha creado las noches que se arman de sueños y las formas del espejo para que el hombre sienta que es reflejo y vanidad. Por eso nos alarman. Ver en la muerte el sueño, en el ocaso un triste oro, tal es la poesía que es inmortal y pobre. La poesía vuelve como la aurora y el ocaso.

Pido a mis dioses o a la suma del tiempo que mis días merezcan el olvido, que mi nombre sea Nadie como el de Ulises, pero que algún verso perdure en la noche propicia a la memoria o en las mañanas de los hombres. Yo que soy el que ahora está cantando seré mañana el misterioso, el muerto, el morador de un mágico y desierto orbe sin antes ni después ni cuándo.

Hay una línea de Verlaine que no volveré a recordar, hay una calle próxima que está vedada a mis pasos, hay un espejo que me ha visto por última vez, hay una puerta que he cerrado hasta el fin del mundo. Entre los libros de mi biblioteca (estoy viéndolos) hay alguno que ya nunca abriré. Este verano cumpliré cincuenta años; la muerte me desgasta, incesante.

Las cosas no sabrán nunca que nos hemos ido. Morir es una costumbre que sabe tener la gente. A todos, tarde o temprano, nos va entregando la vida. Los gauchos aprendieron los caminos de las estrellas. Fueron pastores de la hacienda brava. Eran sufridos, castos y pobres. La hospitalidad fue su fiesta. Alguna noche los perdió el pendenciero alcohol de los sábados. Morían y mataban con inocencia. No dieron a la historia un solo caudillo. Vivieron su destino como en un sueño, sin saber quiénes eran o qué eran. Tal vez lo mismo nos ocurre a nosotros.

Siempre en mi vida fueron demasiadas las cosas. Ahora puedo olvidarlas. Llego a mi centro, a mi álgebra y mi clave, a mi espejo. A veces en las tardes una cara nos mira desde el fondo de un espejo. Pronto sabré quién soy. Quiero ser recordado menos como poeta que como amigo. Quiero morir del todo; quiero morir con este compañero,

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mi cuerpo. Agua, te lo suplico, acuérdate de Borges, tu nadador, tu amigo.

Para un no sé qué

Me han sucedido muchas cosas, como a todos los hombres. He encontrado placer en muchas cosas: nadar, escribir, contemplar un amanecer o un atardecer, estar enamorado. Pero el hecho central de mi vida ha sido la existencia de las palabras y la posibilidad de entretejer y transformar esas palabras en poesía. (J.L.Borges).

La poesía es en mí una necesidad y escribo porque no encuentro remedio para no escribir. La sentí, como sentí mi condición de hombre, y como hombre la conllevo, procurando a cada paso dignificarme a través de sus martillerazos. Me he metido con toda ella dentro de esta tremenda España popular, de la que no sé si he salido nunca. En la guerra, la escribo como un arma, y en la paz será un arma también aunque reposada. Vivo para exaltar los valores puros del pueblo, y a su lado estoy tan dispuesto a vivir como a morir. (Miguel Hernández).

Para Aristóteles la poesía ocupa un lugar intermedio entre la historia y la filosofía. La primera reina sobre los hechos: la segunda rige el mundo de lo necesario. (Y la publicidad se basa en las necesidades) Entre ambos extremos la poesía se ofrece "como lo optativo".

"No es oficio del poeta -dice García Bacca- contar las cosas como sucedieron, sino cual desearíamos que hubiesen sucedido". Publicidad

El reino de la poesía es el "ojalá". El poeta es "varón de deseos". En efecto, la poesía es deseo. Mas ese deseo no se articula en lo posible, ni en lo verosímil. La imagen no es lo "imposible inverosímil", deseo de imposibles: la poesía es hambre de realidad. (Octavio Paz).

La ciencia propiamente dicha nada tendrá que pretender, al declararse súbitamente la poesía ciencia en sí, ciencia de las ciencias, capaz de bastarse, en posesión de reglas caprichosas, que se diferenciarán de un poeta a otro, a pesar de provenir de una ley primordial, la ley de los dioses. (Saint-Pol-Roux). La física, la infortelemática, la computopía y la teología son y seguirán siendo ramas de la poiesología, de la Poesía. (Pablo Mora).

Creo en la futura armonización de estos dos estados, aparentemente tan contradictorios, que son el sueño y la realidad, en una especie de realidad absoluta, en una sobrerrealidad o surrealidad, si así se puede llamar. Se cuenta que todos los días, en el momento de disponerse a dormir, Saint-Pol-Roux hacía colocar en la puerta de su mansión de Camaret un cartel en el que se leía: EL POETA TRABAJA. (André Bretón).

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El crepúsculo -instante transitorio- es como la morada natural del estado de espíritu que nos puede abrir el poema. El máximo poeta de los llamados «crepusculares» italianos, Sergio Corazzini, describió este estado: «Santitá delle sere / che non hanno domani», es decir, la santidad de los atardeceres que no tienen mañana. Este instante de visión nítida -el poema- tiene la claridad transitoria e inusual del poniente que luce y morirá como todos nosotros. Quietos, nos deja al borde de la plegaria ante el mundo natural. (Pere Gimferrer).

Para descubrir los secretos del mundo

“La poesía existe. Tal vez no sepamos entenderla, tal vez la vida que llevamos no nos deje sentirla, tal vez la vivamos sin darnos cuenta o dándonos cuenta, tal vez, tal vez. La poesía existe así como existe la violencia, lo mismo que existe el amor. Vivimos entre años-oscuridad y años luz y sin embargo la poesía existe y un día tendremos que comprenderla, tal vez, tal vez.” (Neftalí Beltrán).

Desciende por favor a sus entrañas. Verás que el corazón de los poetas es un injerto de desierto y luna. Amigo de la sombra y sus caudales, de la sombra difusa de la muerte, de las maneras de morir al día. Revelarás el triunfo del poeta: saberse polvo, polvo enamorado, velando a pensamiento desatados. Vive fuera de sí o muy adentro. Sabe el tamaño exacto de la pena. Conoce el lado oscuro de la rosa y la terrible majestad del pan. De lumbre en lumbre, en orfandad suprema -hijas de los trigales y las piedras- su cólera y ternura vagando andan por campos, farallones y veredas. Vigilia del asombro detenido, marchándose de prisa sin moverse, estatua en soledad, en estampida. Remontando hacia adentro de la lumbre, entre umbrales, abrojos y neblinas, subterránea fuente al descubierto.

“El poeta representa el drama angustioso que se realiza entre el mundo y el cerebro humano, entre el mundo y su representación. El que no haya sentido el drama que se juega entre la cosa y la palabra, no podrá comprenderlo.

El poeta conoce el eco de los llamados de las cosas a las palabras, ve los lazos sutiles que se tienden las cosas entre sí, oye las voces secretas que se lanzan unas a otras palabras separadas por distancias inconmensurables. Hace darse la mano a vocablos enemigos desde el principio del mundo, los agrupa y los obliga a marchar en su rebaño por rebeldes que sean, descubre las alusiones más misteriosas del verbo y las condensa en un plano superior, las entreteje en su discurso, en donde lo arbitrario pasa a tomar un rol encantatorio... (Daniel Solana Encantamiento)

El poeta os tiende la mano para conduciros más allá del último horizonte, más arriba de la punta de la pirámide, en ese campo que se extiende más allá de lo verdadero y lo falso, más allá de la vida y

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de la muerte, más allá del espacio y del tiempo, más allá de la razón y la fantasía, más allá del espíritu y la materia. Allí ha plantado el árbol de sus ojos y desde allí contempla el mundo, desde allí os habla y os descubre los secretos del mundo. Hay en su garganta un incendio inextinguible Hay además ese balanceo de mar entre dos estrellas. Y hay ese Fiat Lux que lleva clavado en su lengua.” (Vicente Huidobro).

“La poesía cruza la tierra sola,/ apoya su voz en el dolor del mundo/ y nada pide/ -ni siquiera palabras.// Llega de lejos y sin hora, nunca avisa;/ tiene la llave de la puerta./ Al entrar siempre se detiene a mirarnos./ Después abre su mano y nos entrega/ una flor o un guijarro, algo secreto,/ pero tan intenso que el corazón palpita/ demasiado veloz. Y despertamos.” (Eugenio Montejo).

“La poesía existe o no existe; eso es todo. Si es, es con tal evidencia, con tan imperial y desafectada seguridad, que se me pone por encima de toda posible defensa, innecesaria. Su delicadeza, su delgadez suma, es su grande invencible corporeidad, su resistencia y su victoria. Por eso considero la poesía como algo esencialmente indefendible. Y, claro es, en justa correlación, esencialmente inatacable. La poesía se explica sola; si no, no se explica. Todo comentario a una poesía se refiere a elementos circundantes de ella, estilo, lenguaje, sentimientos, aspiración, pero no a la poesía misma. La poesía es una aventura hacia lo absoluto. Se llega más o menos cerca, se recorre más o menos camino; eso es todo. Hay que dejar que corra la aventura, con toda esa belleza de riesgo, de probabilidad, de jugada... Cuando una poesía está escrita se termina, pero no acaba; empieza, busca otra en sí misma, en el autor, en el lector, en el silencio... Estimo en la poesía, sobre todo, la autenticidad. Luego, la belleza. Después, el ingenio.” ( Pedro Salinas).

“Antes que sucumbir, la tierra se renovará por sí sola. Pero el hombre no sabe si sobrevivirá. Dirán: la poesía no ha erradicado la miseria, no ha evitado la guerra, no salvará al mundo. No nos ha salvado la poesía de la mezquindad de unos, devenida en miseria de todos. Pero ella nos rodea y constituye, aunque tantos resisten a su acción y su espíritu. La poesía puede salvarnos de nosotros, a pesar de nosotros. Para trascender la tragedia, el hombre tendrá que ser Otro. Porque la poesía existe, la humanidad a la que la exigencia del sueño habrá hecho sobrehumana, se reconocerá a sí misma. Para abolir la matanza. Y celebrar de nuevo en hermandad y cumplida justicia la existencia.” (Revista Prometeo)

“La poesía sigue en pie... no lucha porque no está dicotomizada... no se radicaliza porque va más allá de los contrarios... no se polariza porque es TODO... todo lo unifica, todo lo abarca, todo lo existe, todo lo sabe, todo lo goza, todo lo religa...”. (Jazmín Sambrano). Visión holística

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Sabe de noche, sabe de alborada. Del supremo quejido del obrero. Del fresco amanecer de la vacada. Del llanto del turpial sin hijo y nido. Del asomo del niño en el barranco. Del manso arroyo donde el cielo ríe. Del tardo abuelo en busca de una estrella. De la triste moneda del mercado. De ninfas, girasoles y arrebatos. Del sagrado silencio de las piedras. Del grito bochornoso, el pueblo bravo. De la muerte sonora de la patria. De la palabra, el pueblo y de la pólvora. De la pobre miseria enriquecida. Del siglo que despierta ensangrentado. De la aventura, el riesgo, la emboscada. De la belleza en que se enciende el alba. Del lugar en que el grito nos religa.

Momento en el que el hombre ofrece un caudal de indicios necesarios como para que la lluvia crea en él. Manera de subir al horizonte para contemplar la humana peripecia. Fórmula de atisbar, descubrir y denunciar la locura en que galopan los insomnios. Artilugio que pretende la construcción o destrucción del mundo.

Quijotada forjadora, ingenuo sueño, orgía mística, dolor humano, alma y lo que ocurre en ella: chanza, juego, danza. Memoria universal, lugar del alumbraje, laberinto creador, agonía de recuerdos. Soledad del laberinto, doloroso trance. Noche profunda, vagabunda, lujuriosa.

Libertad. Vacío, tempestad, silencio, mar. Cita, emoción, ofrenda, elevación. Intercambio, comprensión, goce, comunión. Vínculo, amor, muerte, vida. Diálogo, reflexión, espejo, cavilación. Retrato del mundo y sus costumbres. Ágora del lirio y la tragedia... La palabra.

Para llevar el infinito a cuestas

“La poesía es la soledad de un Dios sin reposo. Es el árbol que se amotina en el bosque en busca de perspectiva. Es el rompeolas de los mares enfurecidos. Es una enfermedad que no mata pero no deja vivir a quien la sirve. La poesía jamás presenta excusas porque carece de aciertos y de errores. Es una lágrima que de alguna manera origina al mar.

La poesía es la desviación de los vientos y el acierto de las dudas. Anda por cualquier parte convencida de haber llegado a la tierra prometida, a sabiendas de su fabulada inexistencia. Le gusta viajar por los caminos sin dioses y sin voces que la obliguen a ningún itinerario.

La poesía carece de antes y de después. No encaja en ningún prólogo ni en epílogo alguno. La poesía es el ansiado encuentro consigo mismo que jamás se logra. La poesía es la bala en acción, una plomada que cae, se adentra en el cerebro y envenena con sus fuerzas gravitales a la razón.

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La poesía es asunto diferente. Muchos la intentan y pocos la logran. La hieren, la perturban, la simulan, la engañan, la venden... ¡ah!, cómo la someten a las condiciones del mercado, cómo la dilapidan y convierten en su propia caricatura. La poesía es el océano retador: poquísimos lo atraviesan y muchísimos apenas llegan a mojarse en sus orillas.

La verdad y la belleza asedian a la poesía en busca de la eternidad. Pero toda verdad es efímera y siempre está en tránsito de convertirse en equívoco y a cada instante se muere. La belleza se formaliza, se desgasta, aburre y se hace moda y también perece. La poesía y el azar mutualizan sus aciertos en medio de desesperados encuentros y ambos salen preñados de perennidad. En consecuencia la poesía no muere: nace.

La poesía es la máxima candela. Penetra y atormenta a las almas de sus devotos. Santifica la locura de quienes luchan y agonizan en sus retadores compromisos. Ilustra la sabiduría que se alcanza siguiendo los cánones del silencio. A cuestas lleva el infinito, al que suele adornar con victorias y derrotas, sin importarle el lauro o la condena. La poesía derrocha desnudez y la oscuridad, por mucho que quiera, no podrá cubrir sus formas. Es una piedra inconclusa, donde, confluye toda al paso de los ríos de la aurora.” ( Extractos de: Barrios, Jesús Enrique: “De poesías y poetas”).

Para salir a la percepción de la mirada

“Está presente en la obra poética eso llamado por Heidegger “la temporalidad”. Es el tiempo de la existencia el único paraíso conocible hecho con el drama de su naturaleza diádica, del bien y el mal, lo bello y lo feo, el goce y el dolor, lo justo y lo injusto, la libertad y la miseria, en fin. Constituye la substancia de la temporalidad la vivencia. Pero ¿qué entendemos por vivencia? Creó este vocablo José Ortega y Gasset para verter al castellano el término alemán Erlebnis. Compleja palabra cuya traducción literal sería ese extraordinario logos llamado “aventura”. Mas a su vez Erlebnis viene de leben, vivir, y de Leben, vida. Relacionase entonces vivencia con la aventura de vivir; valga decir, entender la existencia cual una andanza, un peregrinaje por este magnífico y mistérico regalo de la oportunidad de estar sobre la tierra, esta errancia donde el hombre se halla con eso mentado asombro, esos espacios del tiempo cuando se topa el humano con la excelsa sorpresa, la maravilla conmocionadora del espíritu y lo marca, deja esa huella perenne llamada memoria.

Define, pues, la vivencia vida vivida y permanece cual ventana en el recuerdo, diferente de la experiencia objetiva más bien sujeta ésta a la cotidianidad y a la rutina. Son en realidad las vivencias las verdaderas hebras estructurantes del espíritu en cuanto éste tiene de tiempo, de “advenir sido” (Heidegger).

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Las asume el hombre como su fortaleza, su armadura de existir. Hilvanan ellas la historia interior de cada vida, el resto en el olvido se pierde. Necesariamente entonces el receptáculo de las vivencias la elocución; en el caso del trovador éste al través de la kalós, la belleza, la dignifica para verterlas transformadas en poseía.” (Lubio Cardozo).

“La poesía en el poema, lo poético, nutre todas las estructuras de la composición, el léxico, los tropos, las figuras, el verso y la estrofa (si los hay), la musicalidad. La poesía comprende la belleza, la engloba, pero va más allá de ella. Incorpora el pensar, ideas, visiones, a su entidad; no obstante a todos ellos los subyuga para salir a la percepción de la mirada y del oído, a accionar la inteligencia (interpretando una frase de Plotino se podría decir en este caso, la inteligencia se hace entonces ser de la poesía y el ser de la poesía se hace a su vez inteligencia. Enéada sexta. VI, 2) a ser percibida, sentida, intuida; a ser placer, conocimiento, misterio y sobrecogimiento.” (Lubio Cardozo).

Para alumbrar la maravilla

En torno al Festival Internacional de Poesía, en la ciudad de Medellín, sostiene uno de los asiduos participantes, el poeta uruguayo Clemente Padín: ”En instantes en que toda una campaña internacional de desprestigio y desvalorización de la sociedad colombiana, llevada a cabo por los mismos que promueven el “Plan Colombia”, intenta forzar a la opinión pública mundial a aceptar una intervención militar solapada e indirecta, la poesía, mejor dicho sus cultores, los poetas, deciden con su presencia masiva forzar ese bloqueo contra la esperanza y la paz.”

Justamente sus propios promotores siempre han estado convencidos de que el Festival fue fundado en 1991, en medio de un clima de violencia y muerte, como expresión de la capacidad movilizadora de la poesía para reconstruir el tejido social lacerado por la explosiva disgregación y proponer nuevas alternativas a la vida humana. Indudablemente, una multitudinaria cita de las más diversas y desencontradas tendencias poéticas del mundo entero; “la mayor y más grande concentración de artistas de la palabra en un solo punto” en observación de Padín. El éxito rotundo del Festival, la consolidación de las organizaciones de poetas y los festivales internacionales de poesía existentes en el mundo; el surgimiento constante de nuevos proyectos similares, La Academia Mundial de la Poesía, cuyo corazón late ya en Verona, permiten prever una influencia cada vez mayor de la poesía en la sociedad humana, máxime cuando ya comienza a afirmarse que este siglo será poético o no será.

El tiempo da, así, la razón a Jorge Zalamea, autor de “La poesía ignorada y olvidada”, quien en 1966 sostenía que al menos

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cuantitativamente no había para ese entonces una crisis poética sino, por el contrario, una explosión poética, donde el público, las masas, respondían a ese fenómeno, explicando tal panorama con estos enfáticos, proféticos términos: “Ante la demanda popular de poesía, los poetas, consciente o inconscientemente, se han percatado de que su obra no puede estar ya limitada por las pastas del libro sino que tiene que retornar a sus más primitivos orígenes: la poesía comunicada al aire libre, de boca en boca, en comunión del poeta con sus oyentes.”

La poesía, que desde su primigenia madrugada fue el cauce natural del hombre para descifrar su lento asombro; la poesía, por la que paulatinamente el hombre busca afianzarse, proseguirá eternamente predicando y develando lo enigmático, lo irredimible; lo lumínico, lo inimaginable, lo asombroso, lo inaudible que reposa en la oquedad fulgente del camino. Parte de asombro, lunas y ocultamientos, en aparente complicidad, “se hermanan para alumbrar la maravilla... descubrir la dicha oculta... exultar la certeza sensible”, volver al hallazgo de estar vivos, de ser definitivamente “un gran dolor en viaje”. Asombro, misterio, lo sagrado.

Para todos y por todos

“La poesía debe ser hecha por todos”. Insistía Lautréamont, reencontrándose con afluentes de antiguos proverbios africanos como el que nos recuerda Gustavo Pereira: “El hombre se hace hombre por los otros”.

En efecto, Carlos Yusti observa que la sentencia de marras alude a un sentido más vital que literario: “La poesía como una manera de obrar y hacer (ético y estético) en la vida ordinaria”.

Juan Calzadilla, al respecto, apunta: “La poesía como actitud transmisible, como género cotidiano y como actividad pública de los sentidos necesita de la presencia de un autor anónimo que vuelva realidad el postulado según el cual la poesía debe ser hecha por todos, aunque sea UNO solo quien finalmente la haga.” 

La antigua nostalgia de una poesía hecha por todos y para todos, tal como lo enfatiza Octavio Paz, “conciencia histórica, conciencia de la separación y tentativa por reunir lo que fue separado... Poesía, momentánea reconciliación: ayer, hoy, mañana; aquí y allá; tú, yo, él, nosotros. Todo está presente: será presencia.” A modo de cuerpo místico creador, donde unos militamos ante aquellos triunfantes, gozosos o purificantes. Visión del mundo comulgatoria, dentro de una Sociedad Anónima o Comunión Poética, auténtica Poesía Colectiva o Poesía, Sociedad Anónima integrada por los poetas que fueron, que son o que vendrán.

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Si el hombre se hace y crece en comunión con los demás hombres tal como se nos ha repetido, con mayor razón los poetas en Comunidad Poética enarbolan una Conciencia Colectiva, hermanados en una tarea común de liberación: “reivindicando las potencias del arte, de la poesía, en su sinceridad, en su capacidad de cuestionar, de descubrir, de proponer, de exaltar, de sublimar a los seres humanos y de ayudarlos a vivir la vida como belleza, como don de la providencia, como obra del amor por la humanidad y del trabajo.” 

Copartícipe de una misma experiencia cósmica, de un cósmico dolor, el poeta desemboca en una convivialidad creadora; expresándose en el lenguaje de la tribu de que nos habla Albert Béguin, ligando indisolublemente su destino individual en el destino de los demás.

El poeta, en unidad cósmica, da expresión al espíritu de su pueblo, como lo aconseja Jacquetta Hawkes, porque “hubo una época en que la poesía era del pueblo. Hasta que no vuelva a ser del pueblo, la poesía no volverá a ser la poesía.” (Jaime Jaramillo Escobar).

“La poesía reafirma siempre, es su misión, la integridad, la autonomía, la dignidad del ser humano. Si la poesía lograra un día vencer su batalla, si llegara finalmente a salvar el alma humana, si un día la unidad de las creencias, la primacía del espíritu fuera aceptada por todos como regla fundamental de cada sociedad, la poesía habría ganado su batalla y las dificultades morales que siempre han dividido a la humanidad tan trágicamente al fin se resolverían... Los modos de la poesía son infinitos, tantos cuantos son los poetas del pasado, de hoy en día y del futuro.” (Giuseppe Ungaretti).

Definitivamente, aunque sea uno quien finalmente la haga, la poesía debe ser hecha por todos. (Lautréamont).

Un poema es una suma de hombres y una combinación de palabras. (Homero Aridjis).

Los unos somos otros. Solos, no somos nada, nadie; juntos, inmortales. En el interior de cada hombre están todos los hombres. (J. M. Briceño Guerrero)

El otro Borges que es y no es Borges sabía perfectamente que todas las obras son obra de un solo autor intemporal y anónimo dentro de “la utopía del libro infinito ya escrito o del libro que por otro uno escribe o por uno otro termina”.

O como se lo pregunta Mario Benedetti: “Quién hubiera dicho/ que estos poemas de otros/ iban a ser/ míos... quién hubiera dicho/ que estos poemas míos/ iban a ser/ de otros.” 

En verdad, la poesía debe ser hecha y hecha por todos y para todos.

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Para despertar a latigazos el silencio

Para recoger la rabia y la ternura de los sueños. Para escudriñarle los secretos a las piedras. Para adentrarnos en la memoria de los soles. Para recordar la vida de alguien que se llamó Fray Luis y era poeta. Para llegar al corazón del hombre que nos mira desde arriba, de la estrella. O desde abajo, nos grita, nos pide le ayudemos. Para afinarle la guitarra a alguna tarde. Para dar con el nombre esacto de las cosas. Para descifrar la semiótica de las flores, las estrellas, los temblores y los pobres. Para levantarse a las tres de la madrugada a torear la muerte, llena de una larguísima tristeza con tantos pasos para dar con uno. Para sabernos vivos todavía “bajo el granado trigal de la noche insomne, rumorosa de viento alto y de luceros”. Para templarle la cuerda a la esperanza en busca de un pedacito más de vida. Para saludar a la nieve allá en Saluggia o recordar que a veces el azul está de luto. Para sentir los taladros de la muerte, las pisadas nocturnas del labriego o los pasos de Dios sobre el planeta. Para saber que al hombre lo vigila el corazón. Para convencernos que roja será la rosa en el azul del sueño. Para llegar al mar y a tanta llamarada viva. Para caer en cuenta que, calladamente, todo, el hombre va dejando.

Para acompañar la vida a sol y sombra, donde sea preciso. Para confiar en la vida repentina o en “la dicha de vivir completamente”. Para dar con la lluvia deshojada. Para la soledad, el musgo, el conticinio. Para cobijar el soñar de la demencia. Para la verdad que sólo conocen las estrellas. Para vigilar nuestra rebelde sembradura. Para el fogonazo o la luz total de nuestras sombras. Para revelar el mundo, el hombre; para protegernos de la muerte con pistolas cargadas, capaces de hacer que cada hombre tenga que inventar cada día. Para contarle a Manuel Felipe que nadie le canta a la neblina o apenas si se ven las mariposas. Para caer en cuenta de la nada. Para que el niño de la Tierra tenga al lado de un Platero su guitarra. Para que la ancha pena dolorida se esfume diariamente en la alegría. Para entonar el sideral concierto del turpial. Para alojar en el alero a la antigua serenata. Para que a Jara lo lleve una paloma entre sus alas. Para abrirle las puertas a la noche por donde pase la ilusión del alba. Para que el arco iris vesperal al hombre de la estrella nos remonte. Para que la aurora sea capaz de convertirse en Dios. Y el canto de la alondra instaure la alegría en el viejo dividive. Para que el arma se deponga pronto y se empuñe la paz de la mañana. Para que cese el cósmico dolor de la galaxia. Para que a tantas guerras desbocadas las detenga un bordón amanecido.

Para saber que está completamente prohibido llorar sobre los vivos y menos aún sobre los muertos. Para abrazarnos a la Paz desde las barricadas de la guerra. Para prestarle al Comandante su montaña, su sierra, sus morteros; su soledad, su naufragio, sus planos, sus trincheras, sus secretos; su escondite, sus manos, sus portentos; para empuñar fusiles nuevamente. Para prestarle su mochila, su escopeta,

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su carabina, su boina, su barba, su estrella, su bandera o arrechera; su revólver, su camisa, guayabera y documentos. Sus botas, su pistola, su dolor, su ternura, su sonrisa, su tormento y recovecos; su frente, su fusil y sus morteros; su fuerza, su foco, su asma, su garganta y su pañuelo. Su morral, su memoria, sus veredas; su nobleza, su magia y suerte y comunión y poesía y espera; el tiempo que le falte para una Nueva Era.

Para respirar juntos el silencio del silencio del silencio del silencio del silencio... ¡Para aquella Gruta Clara y Luminosa! ¡Toda nosotros, toda violencia, toda muerte! Para la aspiración. Para la espiración. Para la queja, la aflicción, para el deseo. Para que sople el viento blandamente. Para respirar el aire que quedó en la infancia. Para juntar todos los pasos y oír la algazara de los sueños. Para los silencios de las sombras que esconden a su Dios. Para el azul que ennegrece en las colinas. Para la aldea sin molinos, para sus casas de cal, sus cafetales, sus veredas, sus esquinas, húmedos de llorar por dentro, de tanto ser testigos. Para el silencio de la arboleda. Para espiar cada aurora y comprobar claramente que el día no existe, que la noche se apoderó del mundo. Para enredar las trinitarias con el melindre, la harina y el azúcar del silbido penetrante de la flauta pequeña de los ángeles. Para cantarle a la fogata. Para la serena mirada de la abeja en medio de la plegaria de la violeta y el responso de la araña. Para ese párpado de hormiga que apenas somos. Para el letargo de las horas, donde yacen el alarido, la conciencia, las carnes vulneradas. Para despertar a latigazos el silencio. Para los estambres, las astillas y estallidos. Para estrenar truenos, trenos, trinos, tiros, franjas, fraguas, fragores, fogonazos...

Para defender el milagro de la vida

Para expresar asombros y nochuras. Enterrar la muerte. Inventar la vida. Abrirle los postigos a la noche. Cerrar los ojos a la luna. Dar con el árbol del primer camino. Con la vereda que nos vio salir. Tomarle el pulso al hambre. Saber del diapasón del pobre. De las creencias de Dios y sus costumbres. De los rituales del viento y sus cofrades. De la imagen horrenda del futuro. De la luciérnaga y su antiguo enigma. Saber de la escritura de las piedras. De la alta transparencia de los mudos. Del colosal silencio de los grillos. Para tantearle a los sueños sus luceros. Conocer las entrañas de las hojas. El corazón del bosque y sus vitrales. El páramo, sus cuitas y plegarias. Desenterrar el misterio de la rosa. Ahuyentar la sombra y sus reveses. Escapar del ladrido de la calle. Del hosco muñón del peregrino. Del puñal que en la acera nos espera. O del barco que acecha nuestras costas. Dar con el ámbar del primer arroyo. Traspapelar la terquedad del lunes. Aullar juntos delante de los cielos. Para escucharle al pobre su alarido. Compartir esperanzas con el árbol. Esperar a que baile el arco iris.

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Para seguir ensayando la palabra. Para creer firmemente en la insurrección como garantía de los pueblos. Para oír todos los suspiros y proteger el pueblo con palabras. Para dar la mano y enseñar el camino. Para gritar valientemente, a tiempo. Para confirmar que “la civilización no es más que una injusticia armada.” Para seguir siendo seres en marcha. Para saber que basta un lucero para que haya noche. Para vivir mientras el alma nos suene. Para morir cuando la hora nos llegue. Para que caiga la palabra en otra franja fecunda que es como decir la vida.

Para registrar ventoleras, arrebatos y miserias. Expulsar el despojo mutilado. Ser libres así el fuego nos cercene. Quitar algunas comas al crepúsculo. Ver la noche sin que nadie contradiga. Para morir de pie a pesar de los milagros. Eludir la risa ensangrentada. Salvar la luz, sin la cual la tierra gemiría de espanto. Dar con una migaja de soledad marina. Con el grano de arena que a las costas de la divina antigüedad nos ata. Para atravesar, siempre a la intemperie, incertidumbres, agonías, interrogantes y tragedias. Dar forma al vacío de modo que éste sea posible; ojos al poema para que pueda cruzar la calle; alas a Dios para que pueda llegar al hombre. Para robarle sin que sepa una sonrisa al sol en la arboleda. Mirar el cielo solamente en el momento necesario. Cruzar, no la aurora, sino el alma en que ampara su soñar. Para ventilar, aupar, asolear la eternidad cada día. Verse en el cielo gris, en la trémula víspera del júbilo. Escuchar a la soledad y dirigirle la palabra. Llegar con los ojos abiertos a la mirada final.

A punta de hombre, tempestad y grito. Por obra y gracia del asombro a secas. Por el relámpago final del hambre. Por la luciérnaga y su insomne lumbre. Contar con la vigilia para el día. Con porvenir para fraguar enigmas. Defender el milagro de la vida. La fogata que lleve al alumbraje. A tiro limpio, la bondad del hombre.

Para “que cada palabra lleve lo que dice.” (R. Cadenas).

La poesía es comunicación y comunión con la humanidad.(Publi)

“Si hay una cosa de contornos indefinidos, de definición imposible, es la poesía. Sin embargo, es instantáneamente reconocible porque es comunicación al estado puro, libertad absoluta de lenguaje, lugar donde se confunden lo real, lo posible y lo necesario. La poesía acompaña a la humanidad desde la noche de los tiempos. Es practicada y apreciada en todas las edades, en todos los contextos culturales. Mientras ilustra la vida y la historia de los pueblos y se nutre de las modas y preocupaciones del momento, aporta en sí un elemento universal más allá de las fronteras de tiempo y de espacio. Así podemos sentir una emoción inmensa al escuchar un poema escrito en otras latitudes de las que ignoramos todo pero que refleja sin embargo la humanidad de nuestra propia existencia... Que se

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abran las puertas a este supremo y esencial arte. Puesto que amar la poesía nos ayuda a amar a los otros.” (Koïchiro Matsuura).

“La Poesía es un elemento que no tiene contornos definidos; no le conocemos longitud, altura, ciclo molecular, peso específico. Má

s le conocemos su sabor exacto: es un sabor a trigo, a leche y miel, a rosas, a durazno, que como un corazón recién nacido palpita entre los dedos de las hojas por su sola dulzura sostenido.” (Tiberio León)

 

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© Pablo Mora 2002Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid

El URL de este documento es http://www.ucm.es/info/especulo/numero22/paraque.htmlQue cada palabra lleve lo que dice.

FUNCION DE LA POESIA

La relación entre la poesía y la publicidad, es un asunto bien conocido, que incluso ha llegado a ser objeto de estudio. Su evidencia, por otra parte, salta una y otra vez a la vista a nuestro alrededor.Lo que empareja a la poesía con la publicidad es el uso de un mecanismo basado en el hallazgo intuitivo inesperado; ésa es, de hecho, la característica más importante de la poesía.No se trata, por lo demás, de revelaciones o epifanías recónditas u oscuras, sino de percepciones que se nos comunican a través de la realidad de todos los días.

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Se ha dicho que no hay nada más profundo que la superficie, y en ese sentido la poesía no consiste en otra cosa que en ver lo que ya estaba ahí, pero que hasta el momento en que se nos desvela no habíamos sabido percibir.La poesía es la otra cara de la cotidianidad, y guarda relación con esa magia oculta que subyace en todo lo que nos rodea, pero que por incapacidad, o por falta de estados propicios para la reflexión en la vorágine de nuestras ocupaciones diarias, no solemos captar.La poesía cumple una función de sintonización con lo infinito en lo mundano, e incluso en lo banal; de misteriosa conexión con esos momentos en que según los budistas nos ponemos en contacto con la «verdadera naturaleza de la mente»: un estado alternativo o complementario, que nos permite una visión más profunda y real de nuestra auténtica condición.La bondad de una determinada obra de arte se basa para mí en la intensidad de sus hallazgos, de sus revelaciones, de sus epifanías; el gran arte, como saben los más avispados publicistas y los humoristas inspirados, nos ayuda a familiarizarnos más íntimamente con nosotros mismos, estimula nuestra capacidad para la empatía, nos concilia y reconcilia con nuestras alegrías, nuestros sufrimientos y nuestras contradicciones, y nos convierte en definitiva en mejores personas.Extracto de Siéntate y escribe, de Roger Wolfe

Siempre he tenido conciencia de que, para mí, la poesía se extendía por toda la vida. La prisa, pues, no ha formado parte de mi relación con el poema. El juicio final lo hará el tiempo y, al contrario de los juicios finales de las religiones, yo no sabré el resultado. A mí me corresponde sólo -y no es poco- el día a día con los poemas sin más justificación, placer o compensación que buscarlos, componerlos y escribirlos. Ninguno de nosotros contamos mucho, incluso los que parecen contar mucho, pero nos puede salvar lo mismo que, curiosamente, también puede salvar el poema: su honesta intensidad.

Joan Margarit(Del prólogo a la primera edición de Tots els poemes 1975-2011, Grupo 62, labutxaca)

Cuando un verso alcanza a decirnos lo que parecía inefable, es que las palabras han ocupado un lugar que ya habían tenido en la edad de oro de los lenguajes, de donde comenzaron a ser desplazadas en episodios como el de Babel, al iniciarse una larga destrucción que culminaría en los diccionarios, las academias y otras miserias. A la poesía le ha correspondido ejercer la nostalgia por aquella edad de oro en una infinita tentativa para recuperar el sentido y la fuerza de las palabras. La poesía no trataría, pues, de la construcción de espacios de la lengua que no hayan existido nunca, sino que en el milagro probabilístico de un poema se encontraría la reproducción de un orden perdido. En estas circunstancias, el lector de poesía tiene más que ver -haciendo un paralelismo con la música- con el intérprete que con los que se han de limitar a escuchar un concierto. Por esto hay tan pocos lectores de poesía, y por esto son tan fieles. Los que han hecho el

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esfuerzo de aprender a interpretar un poema, de aprender a escuchar el orden fundamental de las palabras, han accedido a un mundo al cual difícilmente renunciarán.

Joan Margarit(Del Epílogo a Edad Roja, dentro de El primer frío, poesía 1975-1995, Visor libros, Madrid, 2004)

Hay muchos tipos de memoria, o quizá sólo son aspectos diferentes de una sola, pero me refiero a esta zona de nosotros mismos donde guardamos los sentimientos que nos han ido atravesando y transformando. Este es el lugar donde he buscado mis poemas.…Por este motivo suele haber una música y una poesía que permanecen muy cercanas, no sólo a circunstancias concretas, sino a largas épocas de nuestra vida. Son los poemas que, al ser releídos, hablan con la misma intensidad y con nuevos matices, es la música que acerca el pasado hasta tocar este instante, dejándolo separado de nosotros sólo por un velo de tiempo, finísimo pero impenetrable.…Me siento encerrado, no dentro de una casa, sino dentro de cada uno de estos lectores, imprescindibles, porque los poemas no existen sin ellos. Dentro de nosotros, en el lugar donde somos más solitarios, hay unos poemas y una música cerca de una chimenea encendida que sólo se apagará con la muerte. Mientras tanto, en medio del hielo y la niebla, rodeado por la inclemencia de la intemperie, este amparo siempre nos está esperando.

JoanMargarit(Del Epílogo a Aguafuertes, dentro de El primer frío, poesía 1975-1995, Visor libros, Madrid, 2004)

Mientras escribía Estación de Francia fui consciente de que no se tiene como pista de despegue hacia el poema más que el pasado y la inteligencia. Esta operación conlleva una destilación que es lo que más distingue a cada poeta de los otros poetas: una destilación que elimina lo que sólo le pertenece a él y que no tendría ningún interés para los lectores . Es decir, fui consciente de que lo que hacía al escribir un poema era, ante todo, buscar los universales de mi pasado. Todo el mundo es muy parecido, por eso un artista puede conmover a alguien lejano al que no conoce. Lo que nos diferencia ante un hecho cualquiera, pongamos por ejemplo una desgracia personal, no es lo que nos sucede, sino la capacidad para explicarlo. Hacen mal algunos intelectuales elitistas de confundir las dos cosas y pensar que a ellos les suceden cosas muy especiales.

Joan Margarit(Del Prólogo para la edición de Estació de França en la primera edición de Tots els poemes 1975-2011, Grup 62, 2011, Labutxaca).

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Cantamos al propio misterio. Queda por decidir desde dónde cantar, y esa es la búsqueda que cada poeta realiza a su manera. En esto consiste el estilo, la voz propia, esa voz que hay que encontrar si se quiere ser escuchado. El lugar desde el cual yo lo intento es un lugar en el tiempo. Es el instante durante el cual se conecta el mundo con el sentimiento. El instante del fogonazo, cuando se ilumina lo que es opaco y oscuro. Intento ejercer una inteligencia sentimental a través de la poesía, a la cual no pienso que le quede más característica para identificarse respecto de la prosa que la concisión y la exactitud. Es la más exacta de las letras en el mismo sentido que las matemáticas son la más exacta de las ciencias. Y si se trata de un mal poema, ensuciará el mundo, como una bolsa de basura dejada en medio de la calle. Porque un mal poema no es neutral, sino que contribuye a ensuciar, a desordenar el mundo, igual que un buen poema contribuye de algún modo al orden y la higiene del mundo. Aunque sepamos que al fin predominará la basura: así lo asevera el segundo principio de la Termodinámica, que es un principio serio y terrible, que también establece la relación entre vejez, gloria y muerte.Dejar constancia de lo que se ha sentido en un momento dado, o sea, intentar conservarlo contra el desgaste del tiempo, es una de las defensas más elementales contra la angustia por el carácter efímero de nuestra vida. Darwin escribió que «el deseo de señalar un acontecimiento cualquiera con un montón de piedras en el punto más alto de los alrededores parece ser una pasión inherente a la humanidad». Cada poema señala un hecho en mi vida, pero la intención al escribirlo va más allá. Su finalidad última es que haya alguien en algún lugar que, al leerlo, se dé cuenta de que también es él o ella quien ha puesto un montón de piedras en algún lugar elevado de su propia vida para señalar algún episodio interior.

Joan Margarit(Del prólogo a El primer frío, poesía 1975-1995, Visor libros, Madrid, 2004)

Sobre la concisión, diría que un poema es como la estructura de un edificio muy particular a la que no le puede faltar ni sobrar ni un pilar, ni una viga: si sacásemos una sola pieza, se desplomaría. Si en un poema se saca una sola palabra, o se cambia por otra y no pasa nada, es que no era un poema. O todavía no era un poema. Sólo llega a serlo cuando no se puede sacar o cambiar pieza alguna de la estructura. Pero entonces tampoco será necesariamente un buen poema: esto es otro tema que tiene más que ver con la otra característica a la que yo me refería: la exactitud. Un poema ha de decir justo lo que necesita (la mayor parte de las veces sin saberlo) su lector o lectora. De esta exactitud viene el poder de consolación de la poesía, porque la poesía sirve para introducir en la soledad de las personas algún cambio que proporcione un mayor orden interior frente al desorden de la vida. A la angustia por este desorden a veces se intenta hacerle frente con los entretenimientos, pero la diferencia es que de un entretenimiento se sale tal como se ha entrado. Sólo se ha pasado un rato. En cambio, al acabar de leer un poema ya no somos los mismos porque ha aumentado nuestro orden interior.

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Joan Margarit

Es necesaria una cierta franqueza, una cierta despreocupación a la hora de escribir un poema. Uno no puede dejarse agobiar por el pasado. Qué puedo decir yo después de Homero, o de Baudelaire? puede ser una pregunta que, según como se plantee, inutilice a priori la posibilidad de escribir nada. De esto fue víctima con frecuencia un excelente poeta y buen amigo, Segimon Serrallonga, y esta es una de las dos contradicciones principales con las cuales pienso que hay que vivir para escribir poesía. Porque esta osadía fundamental no vale nada si no va acompañada de la correspondiente humildad, que todos los grandes poetas han tenido. Diría que hay que ser osado a la hora de escribir el poema y humilde antes y después de escribirlo. La otra contradicción con la cual hemos de vivir quienes escribimos poesía es que, de un lado, solemos tener una cierta tendencia a la soledad, con el inevitable trasfondo de menosprecio que esto puede significar para los demás, de los cuales, por otra parte, necesitamos el reconocimiento, a veces con una intensidad vergonzante, porque sin ellos el poema no existiría.

Hay una cuestión primordial, la identificación de la poesía con la vida, que cada poeta tiene que decidir por sí mismo y que, como he dicho, el Romanticismo resolvió adaptando la vida a un cierto concepto el romántico. Esta insensatez, que desemboca en una poesía a la cual “ha de imitar la vida”, la reemprenden siempre las Vanguardias. Pero en nuestro interior todo acostumbra a estar siempre muy revuelto, y es necesario tener presente como se entrecruzan en la vida las clarividencias con las ofuscaciones y las atracciones con las repulsiones.Es probable que la poesía sea tan sólo una cuestión de intensidad. Y la intensidad, ¿a qué podemos asociarla, si no es a un sentimiento? Pero, para poder hablar de intensidad, el sentimiento ha de precipitar con la razón como catalizador. Y allá donde hay intensidad, puede haber poesía. Por esto pienso que la poesía ha de ser exacta y concisa. Intensidad quiere decir concentración. Pero esto no excluye, sino todo lo contrario, que el poema deba entenderse. Tota la clave es qué quiere decir entender. Ferrater hace trampa cuando dice que un poema ha de entenderse como una carta comercial. La frase es muy ingeniosa y todos entendemos lo que quiere decir, pero creo que hace trampa porque entender el poema es más complejo que esto. Yo sólo puedo aproximarme al concepto de entender un poema diciendo que es un proceso de entrada y salida. Lo que en teoría de la información se conoce como una caja negra. Entra una información y sale otra: la información de entrada es una persona con un determinado estado interior, que yo llamaría, continuando dentro de la terminología de la teoría de la información, un grado de desorden. Un grado de desorden es el miedo, los malentendidos, las tristezas… Factores que continuamente están amenazando el equilibrio interior. La información de salida es esta persona que, después de leer el poema, tiene un menor grado de desorden o, si se quiere, se siente más ordenada. Entender un poema es un proceso de entrada y salida de una caja negra.

Joan Margarit(Del Epílogo a Casa de Misericordia, Visor libros, Madrid 2007)

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La poesía que más sigue interesándome se mueve en un territorio que yo llamaría sensato, evitando, en su relación con el misterio, los dos extremos en los que la falacia de la originalidad siempre intenta arrinconarla. Por un lado está la devaluación del misterio, que ha convertido ya a una parte de las artes plásticas y de la música contemporáneas en algo ajeno al riesgo y a la emoción y, por tanto, a la verdad. El otro extremo consiste en enfatizarlo de una manera exagerada, es decir, ignorar que hasta el misterio, o más que nada el misterio, debe ser tratado con sensatez. Que se desconozca el sentido o la explicación de algo, no implica que sea aceptable cualquier explicación, por descabellada que sea. La poesía, a pesar de su exactitud y concisión, no puede ser nunca un atajo.Mi tiempo ha huido y me ha dejado solo en otro tiempo, pero mi soledad es una soledad de lujo. Me hace pensar en el exilio final de Maquiavelo en el mundo rural de su infancia, en aquellas tabernas donde, como explica en sus memorias, sólo hablaba con los rudos e incultos campesinos. Pero por la noche ponía una gran mesa con los mejores y más finos manteles, vajillas y cristalerías, que había traído de Florencia, y cenaba y conversaba con los sabios de la Antigüedad.Por lo que a mí respecta, en este otro exilio que es, por su propia naturaleza, la etapa final larga o corta de la vida, siento que yo soy mi propio interlocutor. Ahora, ya no se está a tiempo de improvisar, debo haber hablado ya, desde hace mucho tiempo, con los sabios antiguos o modernos para que, efectivamente, y en muchas ocasiones a través de mis propios poemas, pueda reencontrarme conmigo mismo en el territorio de la dignidad. La dignidad de no asustarme de mi destino.

Joan Margarit(Del Epílogo a No estaba lejos, no era difícil, Visor libros, col. Palabra de honor, Madrid, 2011)

Un día el pasado pide un orden y, por tanto, una atención especial a este hecho misterioso que son los recuerdos. Porque el pasado y el mañana se borran a la vez, como si se tratara de una ley de la física, y aumenta en mí la sensación de que lo que la mente ha guardado no son fragmentos aleatorios, sino la esencia del pasado. Es decir, que lo que se recuerda, aunque no sea cierto, es, en cambio, la verdad. Y la verdad creo que es esto lo Josep Pla plantea cuando habla de la poesía y las biografías es el objetivo profundo de la poesía. Por esto, la poesía que se ha leído, como la música que se ha escuchado, son algunos de los elementos, y seguramente no los menos importantes, de los que intervienen para conformar esta esencia. Porque la poesía es una herramienta para gestionar el dolor y la felicidad y, sobre todo sus vertientes ya domésticas, la tristeza y la alegría, una gestión de la que depende lo que se guarda de la vida pasada.Pero me doy cuenta de que, para comprender el recuerdo, hay que poder conectar principios con finales, que para comprender lo que representó mi abuela al comienzo de mi vida he tenido que poderlo comparar con lo que representó mucho más tarde para mí la vida de mi hija Joana y su muerte. Necesito conectar el tiempo durante el que he escrito mis últimos libros de poemas con el tiempo que pasé solo con mi madre en aquel pueblo del cual era maestra. Y también tengo que ligar mi idea actual de lo que es la poesía con el

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maestro que me enseñó a escribir sin gramática, en directo. Tardé años en distinguir una preposición de un adverbio, pero desde el primer momento me enseñó a escribir correctamente. De ello ha vivido el poeta que soy. Claro que nos lo enseñó en castellano, porque yo no pude escuchar nunca el catalán en la escuela. Esta represión llevada a cabo mediante la amputación del habla es de las más duraderas y crueles. Ahora sé que moriré con ese miedo y esa fragilidad en torno a la percepción de mi lengua, que quiere decir, también, de mi vida.Algo clama en los primeros recuerdos. Su austera nitidez, como el primer vuelo de un pájaro. Son lo único primigenio que nos queda. Una alegría feroz a pesar de haber nacido en medio del horror de un país asesino. El niño sabía lo mismo que el viejo ahora puede corroborar: que hay que saber utilizar la soledad como una manera de hacer frente al dolor y al infortunio, a la crueldad con la que siempre este país ha impuesto el olvido. Todo esto ahora forma parte de mi orden, de mi sensatez.Sé que no es prudente que busque los lugares del recuerdo si no quiero que peligre el sentido, débil y lejano, que aún tienen aquellos días. No he de buscar nunca en el mundo real los lugares de la memoria. Hay una relación con las propias falsedades que no resistiría ningún tipo de existencia más allá de la mental. Miro el cielo, veo las nubes avanzando como trenes silenciosos. El cielo es lo único que a pesar de Heráclito puedo pensar que es igual que en la infancia. La ilusión es la fuerza del cielo. Desconfío del recuerdo, como del sexo, pero los dos me atan a la vida. Siempre se desconfía de lo más importante, esa es nuestra cobardía.

  "Escribir poesía es una operación que trata de reunir en un solo

flash -el poema- sensaciones, sentimientos, experiencias de sentimientos e intuiciones que se combinan mostrando un reflejo de la verdad.  

Mi posición es que estamos rodeados de poemas, no de poesía. Están en el mundo pero has de encontrarlos. No se trata de ponerse delante de una puesta de sol y escribir sobre ella. El poema está a tu alrededor como un espejo roto, y un poeta ha de recomponerlo de trozos, porque estaba oculto. Y dárselo al lector que lo tenía ante sus ojos sin verlo, para que al leerlo sea feliz, aunque llore. Esa es la famosa catarsis. 

Básicamente entretenerte significa, que entras en aquello que te entretiene, pasas un tiempo y sales exactamente igual que has entrado. En cambio lo que es más que un entretenimiento, sería algo que a la salida te hiciese no ser el mismo que al entrar, si no un poco mejor. Una cosa que me distraiga y me deje igual nunca la buscaría en la poesía. Joan Margaritte 

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El poema es, en sí mismo, una realidad inefable: se limita a situar su límite en la emoción, en la felicidad que produce el poema que nos lleva a ser mejores personas, sin dejar a un lado aspectos más técnicos como la rima, el ritmo o la métrica, pero al mismo tiempo valorándolos en su justa medida.  

Que el poema no deba ser un búnker inaccesible no significa tampoco que caiga en una ingenua espontaneidad. La clave está en una intensidad que de nada sirve si no se sabe dosificar, si no se maneja la técnica para darle forma al cauce de pensamientos y emociones.

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Yves Bonnefoy: El poeta, ensayista y traductor francés, recuerda a los 90 años su descubrimiento del lenguaje como creador de la realidad. Literatura y arte conviven en este hombre que asegura que “la sociedad sucumbirá si la poesía se extingue”

- Los poemas no tienen significado. Cuando se lee uno hay que preguntar a la propia experiencia, a la memoria. Y a partir de ahí buscarle la interpretación”.

- La poesía debe decir: ‘Existe una Realidad’. La poesía es aquello que exige la existencia del mundo.

- La palabra, las palabras, están en el centro de todo. Son el embrión que no solo describe y señala y nombra el mundo sino que lo ordena y puede salvarlo, reordenarlo. La palabra es nuestra principal conexión con la realidad y la poesía su mejor vía.

- “La poesía está para recordarnos que todas las palabras, incluidas las que usamos automáticamente, o tanto que parecen gastadas y poco relevantes, son las responsables de la realidad.

Cualquiera pensaría que los cientos de jóvenes que lo escuchaban atentos le habían impregnado energía, más ganas de vivir; pero fue al revés. Fue él, Yves Bonnefoy, con sus 90 años, quien irradiaba fervor por la vida y la realidad. Hablaba de poesía, hablaba de palabras, del aliento vivificador que hay en ellas y de su capacidad de crear el mundo. De cambiarlo, incluso.

Los poemas no tienen significado. Cuando se lee uno hay que preguntar a la propia experiencia, a la memoria. Y a partir de ahí buscarle la interpretación”.

Yves Bonnefoy, sin pretenderlo, había creado el mejor escenario y ejemplo de lo que siempre ha dicho y pensado respecto a la función y cometido de las palabras y la poesía. Y su influjo en la vida de cada uno como lo cuenta en su libro de ensayo El territorio interior (Sexto Piso). Palabra oral y escrita donde se celebra el derrumbe de la Torre de Babel que permitió la proliferación de las lenguas y con ellas el caleidoscopio de la realidad, de que cada cosa tiene

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un nombre y ese nombre es multiforme porque suena distinto en cada lengua y a su vez su historia varía en cada individuo de acuerdo con la biografía y huella que haya dejado en cada persona.

“En una conversación cotidiana, las palabras sirven para que nos entendamos, pero desaparecen. En cambio, en la poesía esas mismas palabras reaparecen en su verdadera realidad y son nombres propios que señalan o designan las cosas como son para mostrarnos la realidad”.

“¡Espléndido!”. Así recordaría Bonnefoy la experiencia con los mil muchachos, al día siguiente, en el estand de EL PAÍS en la FIL, sentado en una silla, delante de una portada de Babelia titulada: ‘Verdi. Maestro de la vida’. Ahora está bajo la mirada de la Aída verdiana este poeta de obras como Las tablas curvas, Principio y fin de la nieve y Del movimiento y la inmovilidad de Douve; de los ensayos La nube roja, La traducción de la poesía, Donde la flecha cae o El artista del último día; traductor de maestros como Shakespeare y explorador de mitos como se refleja en su Diccionario de las mitologías. Serio y con sus cabellos blancos, menos alborotados que el día anterior, la voz del autor suena baja en medio del rumor de la feria.

“La palabra, las palabras, están en el centro de todo. Son el embrión que no solo describe y señala y nombra el mundo sino que lo ordena y puede salvarlo, reordenarlo. La palabra es nuestra principal conexión con la realidad y la poesía su mejor vía. Por eso es necesario que las liberemos de ese yugo en el cual las hemos metido”.

Con las manos entrecruzadas sobre la mesa de cristal, Bonnefoy deja claro que el poeta no deja nada al azar. Se esmera por buscar el término preciso que se aproxime a la realidad física o no que quiere contar, transmitir. Lo atisbó desde muy niño cuando empezó a leer y notó la intensidad de las palabras y supo lo que quería escribir.

“Yo no he elegido la literatura, sino la poesía. No son la misma cosa. La literatura es una posibilidad de la lengua, la poesía es una manera de despertar la palabra. Y debemos hacer una distinción fundamental entre la lengua y la palabra. La lengua es un conjunto de nociones que nos permiten encontrar diferentes aspectos de la realidad, la literatura es la construcción que hacemos de ella por medio del lenguaje. Todas las experiencias están aquí permitidas, todas las distracciones e irresponsabilidades. La poesía es la respuesta que se lanza en dirección a la lengua, cuando nos preguntamos acerca de nuestras necesidades fundamentales. No es un lugar para divertimentos, ni de la experimentación existencial: es el lugar de la exigencia de la responsabilidad”.

“Recuerdo que fui golpeado profundamente por la relación que aparecía entre la palabra y la cosa. Tenía la sensación de que la palabra era la embajadora de la cosa, su representante entre nosotros. Es mi primer recuerdo sobre la experiencia del lenguaje. En ese momento comprendí que la poesía ejercía esta relación con la palabra. Después encontré, en los poemas que nos hacían leer, que existía un ritmo, una música dentro de los poemas, que no era inherente a las conversaciones, sino que existía solo en la poesía. Así consideré que mi destino era practicar ese ritmo que hacía que las palabras entraran en contacto con el mundo”.

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Convencido y emocionado, Bonnefoy dice que la palabra tiene vida; es un mundo, y crea un universo. Y su encadenamiento con otras palabras, su combinación para crear frases transforma y altera su esencia, su significado. Para él las palabras cotidianas se usan sin darles el valor que merecen.

“La poesía está para recordarnos que todas las palabras, incluidas las que usamos automáticamente, o tanto que parecen gastadas y poco relevantes, son las responsables de la realidad. Para nosotros es importante la existencia de una tierra, suficiente, benéfica, que nos permita dar un sentido a nuestra existencia, que nos permita estar unidos en un lugar donde exista la vida, aunque por momentos resulte surreal. Diría que la poesía habla solo acerca de eso, en esencia. Fundamentalmente la poesía debe decir: ‘Existe una Realidad’, debemos ser parte del mundo, no debemos dejarnos llevar por esa distracción que nos hace aceptar nuestras existencias como algo abstracto, o resignado a la irrealidad. ¡La poesía es aquello que exige la existencia del mundo!”.

“El medio ambiente de la Tierra vive amenazado. La lectura de poesía nos regresa a la capacidad fundamental, una apertura si se puede llamar así, de recentrar nuestra atención sobre el lugar terrestre como tal. Ahora en que muchas de las especies desaparecen, en que el aire está contaminado, en que la población es tan numerosa que no hay suficientes recursos, es necesario tomar conciencia de nuestro papel, y el papel de la poesía es facilitar esta toma de conciencias. Necesitamos una voz profética que anuncie los desastres y despierte la conciencia”.

Lo dice con una sombra de tristeza y esperanza. Como cuando habla de la falta de motivación de las instituciones para que la gente lea poesía. Algunas personas que pasan por ahí se detienen a escucharlo.

“Lo que ha ocurrido es que el sistema educativo ha tenido una preocupación sociológica, científica y psicológica que ha desviado la atención de esta relación que la palabra poética establece con el mundo. Se ha cambiado la experiencia poética directa por la explicación del poema y esa reflexión académica ha dado paso a una situación en la cual la poesía no puede respirar. He ahí el problema con la recepción de la poesía”.

Sentir. Sin temor. Expresar, sin miedo. Dar rienda suelta a la memoria para poder interpretar los versos que cobran nueva vida en cada lector. Algunas personas siguen ahí, asomadas en silencio a lo que dice él, ahora entre lo finito y lo infinito. Pastorea el Tiempo donde está inmerso el ser humano y con el que debe aprender a relacionarse.

“La poesía hace acercamientos más profundos a la condición humana, a lo que sabemos y está detrás. Las grandes obras de la poesía se han arriesgado mucho antes por los laberintos de la conciencia nuestra. En las dudas de Hamlet es donde la modernidad encontró su suelo más fértil”.

Jaime Sabines: el son de la vida

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La poesía es un acontecimiento humano,y la puedes encontrar en cualquier parte,a cualquier hora, sorpresivamente.JAIME SABINES

En 1951, Sabines escribió para la revista La Patria Chica: "¡Afuera! ¡Lejos, la función trivial, la musiquita, la rima! […] Hay que libertarse. El poeta no es un animal de adorno, ni la poesía un arete o un abanico. Somos hombres, antes que poetas. Y lo hondo, lo profundo, lo oscuro, como lo claro y lo concreto del hombre, debe ir al poema, debe hacerlo, construirlo con su mundo aparte […] Y es que hacer un poema es llorar. Llora o ríe el poema, nosotros sangramos, parimos, cumplimos una función vital" (Zarebska, 1994: 77).

Para entonces, Sabines había publicado sólo su primer libro; sin embargo, deja muy clara su postura ante la creación y su relación estrecha con la vida, pues para el chiapaneco la poesía no se hace de los ritmos vacíos aprendidos.

Al igual que Dolores Castro, Sabines ve la poesía como producto de la experiencia emotiva. Es una entrega al mundo, comunicación vital con el universo. Pero esa comunicación no se da como una transparencia, más bien se revela en su estado confuso y clava al poeta en la necesidad de expresar su lucha con la palabra, pues "la palabra es un puente mediante el cual el hombre trata de salvar la distancia que lo separa de la realidad exterior", como lo enuncia Octavio Paz en El arco y la lira (Paz, 1979: 36).

La entrega del poeta al mundo a través de la palabra tiene también un proceso por el que muchos lectores se preguntan, ¿cómo escribe Jaime Sabines? ¿Cómo puede corregir el dolor en el poema, los raspones de la vida? El hecho de saberse hombre antes que creador no impide su oficio: "creo que no hay gran poesía sin gran técnica. Nada más que en mi caso, y creo que en el caso de cualquier otro que se considere buen poeta, la técnica debe pasar totalmente inadvertida" (Zarebska, 1994: 233).

El oficio es parte de la perfección en tanto tiene que ver no sólo con una disciplina sino con un orden interior. En este proceso hay que darles la vuelta a las palabras, dejarlas que se acomoden a gusto en el enjambre que traemos dentro para que, al vaciarse, estén en una convivencia natural. Sólo entonces se despliega ese instante de revelación. Pero ésta no debe ser identificada con el estereotipado concepto de inspiración. Más que estar inspirados es necesario sentir la vida, palparla y palparnos por encima de la técnica. Que el oficio y la técnica sean nuestras alas y no la cárcel de la palabra.

Sabines lo manifiesta así: "cuando escribo, lo único que sé es que sufro de dolor, de esperanza, de alegría; sé que estoy sufriendo y que necesito decirlo" ( Ibid.: 104). Y si el dolor no se dice, de cualquier modo se sufre, pues "el poeta escribe por necesidad fisiológica, por necesidad ontológica, por fatalismo. La poesía, más que una vocación, es un destino" (Ibid.: 256) o una misión en la que todo lo vivido se transfigura, como lo reconoce Enriqueta Ochoa. Hay que vivir, saber triunfar y sufrir como ser humano para que

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venga la poesía de todos lados, de cualquier parte. Con este advenimiento se condensa la memoria y se convierte en el pulso de todos los tiempos.

Para Jaime Sabines, la poesía debe ser producto de una manera de vivir. Todo completa el proceso. Alfonso Reyes lo reconoció en su ensayo "Las etapas de la creación", cuando habla del marasmo, la irritabilidad y las alternativas de alegría y tortura que acompañan y suceden a la creación. Reyes dice que el poeta parece un despistado, pero anda en marasmo, pone en barbecho el alma. Es decir, se prepara, está en vigilia, abona su memoria como la tierra se abona con los huizaches restregados, amontonados o quemados. Como en la tierra, en el alma se arrastra la hierba, se quema, se corta para sembrar la semilla que dará el fruto. Así le ocurre al poeta; la sangre se le seca y se desgarra en su inocencia, hurga sin saber en sus recuerdos y de allí, de lo más doloroso, saca sus mejores poemas, pues, como decía Paul Valéry, sólo el poeta es un cirujano que corta en carne viva.

En esta disposición de circunstancias, el poeta es un contemplador, se gusta, se reclama, se apropia. Separar la inspiración de la técnica es algo infructuoso y va en contra de esa fuerza vital que emerge para transformar lo que la conciencia arroja, pues inspirar es aspirar y, al mismo tiempo, soplar, infundir como lo hace ver Xavier Villaurrutia.

Enriqueta Ochoa habla de inspiración unida a la curiosidad y a lo auténtico. Nos hace ver cómo la curiosidad planta al poeta ante el asombro, "lo enseña a viajar a sus adentros, a conciliar el paisaje del mundo interno con el del mundo externo, fundirlo, recrearlo y transformarlo en poesía" (Quintero, 1996: 49). La autenticidad que busca Jaime Sabines tiene que ver con la entrega emotiva que el poema requiere y el oficio nos da el poder de sugerencia con cada palabra que llevamos al espacio de la escritura.

Rosario Castellanos, en el ensayo "El escritor y su público" afirma que el acto de escribir tiene que ver con una disposición de la naturaleza en la que opera el hábito de la voluntad. Y este hábito, dice, es resultado del trabajo, de la paciencia "detrás de cada página tersa, de cada texto ordenado, deleitoso, nítido, se ocultan las infinitas tachaduras, los borrones inconformes, los cestos llenos de papeles desechados" (Castellanos, 1984: 190).

Para José Gorostiza, las ideas del poeta son tan precisas como las que tiene el artesano sobre sus materiales y herramientas. Sin articulación, sin método se disolverían como impresiones personales, pues "la poesía es una especulación, un juego de espejos en el que las palabras, puestas unas frente a otras, se reflejan hasta lo infinito y se recomponen en un mundo de puras imágenes donde el poeta se adueña de los poderes escondidos del hombre y establece contacto con aquél o aquello que está más allá" (Gorostiza, 1988: 68).

Pero cuando se es completo ya no se escribe, dice Jaime Sabines, porque entonces se alcanza a Dios y Dios es silencioso. En este sentido, el arte siempre está en camino de perfección. Si fuera perfecto, afirma el poeta, no nos serviría de nada porque no podríamos reconocernos en él. Jaime Sabines ve la necesidad de ese reconocimiento en el ejemplo

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de otro gran escritor: "Una vez le criticaron a Faulkner sus novelas; decían que había mucha paja. Él contestó que no sólo había paja, sino lodo y tierra y hojas secas; y huesos rotos como los hay en la vida misma. ¿Para qué queremos un arte perfecto, puro, autónomo, si nosotros no somos así, si no nos vamos a reconocer en él?" (Zarebska, 1994: 188).

El arte es el rescoldo de la vida. El poeta aprende de ésta y "a través de la metáfora descubre conexiones no vistas en la realidad" (Bernárdez, 1996: 17). El hecho de tener conciencia de lo más burdo de la vida, de las ruinas, como lo reconoce Dolores Castro, nos abre la puerta a la experiencia de lo sagrado. Porque una función esencial de la poesía es mostrarnos el otro lado de las cosas, la prodigiosa realidad del mundo, como dice Octavio Paz.

El poeta es el condenado a vivir, el escribano a sueldo de la vida; no tiene privilegios, no tiene una estrella en la frente, es un peatón. Había dicho en 1951: "somos hombres antes que poetas" y, en 1959, cuando recibe el Premio Chiapas, habla de su experiencia tras el mostrador y dice: "entonces comprendí que no se debe vivir a lo poeta, sino a lo hombre".

Por ello, para Sabines, la poesía necesita también de un orden interior, de una fuerza, de una manera de vivir que nos ayude a crecer en humildad: "Cada vez que me siento crecer en comprensión y en humildad, me siento crecer en la poesía" (Ibid.: 109).

Este tono de Sabines nos acerca de nuevo a Dolores Castro cuando ella encuentra un sentido de orden en la palabra poética. El orden de la palabra, dice, nos da un lugar en el cosmos. "Ese lugar para mí tiene un horizonte que siempre coloca con humildad, es decir, con los pies puestos en la tierra" (Bernárdez, 1996: 16). Tomando ese lugar, al poeta le queda ser el portavoz de su tribu, como enuncia Alfonso Reyes. Es decir, la consumación literaria es, en esencia, un acto de carácter colectivo. Así lo nota Jaime Sabines cuando ve al poeta como testigo del hombre, de las cosas. El poeta es sobreviviente de la poesía. Es un payaso, un maniquí, "oficiante de todos los oficios, actor de todos los dramas, las tragedias y las comedias del mundo" (Zarebska, 1994: 114).

El destino lo pone en la soledad de cada ser viviente. Desde su soledad, desde su intento por frustrarla, el poeta eleva su canto, "sale desnudo por las calles y por la vida". Y esa desnudez es la que le exige ser auténtico, pues el acto mismo de la escritura implica, según Paz, un desprendimiento del mundo que equivale a arrojarse al vacío. 

Sabines dice: "si tienes una propensión mística, por qué no escribirla; si vives solo y atormentado en la soledad, ¿por qué no hablar de lo tuyo? La poesía debe ser el testimonio de nuestra cotidianidad" (Ibid.: 158). Sólo en esta medida la poesía es revelación y camino de la verdad. El poeta "escribe sobre sus experiencias, que son sensaciones y pensar iluminado; está cantando el destino humano" (Bernárdez, 1996: 17).

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En este sentido, Dolores Castro reconoce que la función de la poesía radica en señalar lo sagrado y, a la vez, reafirmar la importancia de la vida. Hay cosas que no entendemos, pero que atrapamos a veces en su lado más oscuro, porque "escribir es un acto de fe. La palabra nos ubica, nos constituye, nos permite crear un orden que devela un sentido que subyace" (Ibid.).

Estas intuiciones primarias entran en el poema, permitiendo que se dé la circularidad iluminada que para la poeta consiste en la redificación de la ruinas como imágenes primarias de la relación con la tierra, con el origen. Esta redificación es lo que nos da un lugar en el mundo y nos hace intuir la arquitectura de la palabra.

Así, la poesía se convierte en una forma de conocimiento y logra, como afirma Sabines, que todo vuelva a ser nuevo: las palabras, las cosas. El poeta no debe perder el asombro frente al mundo, frente a lo que le rodea; sólo así lo vivido se transfigura, se vuelve poesía. Sólo entonces la poesía es descubrimiento, resplandor de vida, verdad del hombre.

Porque "la poesía es una droga que se tomó una vez, un cocimiento de brujas, un veneno vital que le puso otros ojos al hombre y otras manos, y le quitó la piel para que sintiera el peso de una pluma", dice Sabines, en 1983, al recibir el Premio Nacional de Ciencias y Artes en Lingüística y Literatura.

Si la poesía se nos da por necesidad, "el poeta no debe esperar a ser un consagrado, porque ese día se momifica: que estudie, que lea, que aprenda, que abra los ojos para mirar la vida y ahí encontrará miles de estímulos vitales" (Zarebska, 1994: 140).

El poema tiene como medida la autenticidad, y ésta no puede darse con actitudes mediocres. Sabines no cree en las juntas de los intelectuales, en los grupos, en las asociaciones. El poeta debe estar alejado de modas y vanguardias; debe entregarse a la tarea de escribir. Es necesario salirse de toda esa envoltura de las pretensiones sociales; la vida no está allí. Para Sabines, la poesía se encuentra en cualquier lugar: la calle, los hospitales, los establos, los burdeles, las escuelas, los parques; la poesía es un acontecimiento humano y se le "puede encontrar en cualquier parte, a cualquier hora, sorpresivamente". El poeta sabe que la vida no es un concurso. De ahí que aconseje a los jóvenes que vivan y escriban. "En ese orden, absolutamente. Si no se escribe de la vida, ¿de qué se puede escribir entonces? Hablar de las cosas que tocamos y que nos rodean. Yo, por eso, hablo de mi cuarto, de mi cama, de mis zapatos, de mi cigarro" (Ibid.: 181). En esto radica la aportación de Jaime Sabines a la poesía mexicana. "Le di carne y poco de aire, libertad", dice, pensando tal vez en los poetas que critica por su "acartonamiento" en la expresión poética y su papel social de clubes y grupos. LC

Bibliografía

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Bernárdez, Mariana (1996), "Crecer entre ruinas. Dolores Castro: La sencillez y las velas", (Entrevista con Dolores Castro), Periódico de poesía 15, Otoño, México. Castellanos, Rosario (1984), Juicios sumarios II. Ensayos sobre literatura, México, FCE/CREA.Gorostiza, José (1988), Cauces de la poesía mexicana y otros textos, México, UNAM/Universidad de Colima.Paz, Octavio (1979), El arco y la lira, 3a. ed., México, Fondo de Cultura Económica.Quintero, Alfredo E. (1996), "Enriqueta Ochoa: poética y creación", Periódico de poesía 15, Otoño, México.Zarebska, Karla [editora] (1994), Jaime Sabines (Algo sobre su vida), México.

Alejandra Pizarnik

“Y yo pensé que tal vez la poesía sirve para esto, para que en una noche lluviosa y helada alguien vea escrito en unas líneas su confusión inenarrable y su dolor.”

“Entre otras cosas, escribo para que no suceda lo que temo; para que lo que me hiere no sea; para alejar al malo. Se ha dicho que el poeta es el gran terapeuta. En este sentido, el quehacer poético implicaría exorcizar, conjurar y, además, reparar. Escribir un poema es reparar la herida fundamental, la desgarradura. Porque todos estamos heridos ¨

“Escribes poemasporque necesitasun lugaren donde sea lo que no es”

“Creo que la melancolía es, en suma, un problema musical: una disonancia, un ritmo trastornado. Mientras afuera todo sucede con un ritmo vertiginoso de cascada, adentro hay una lentitud exhausta de gota de agua cayendo de tanto en tanto

“Algo que no puedo nunca hacer es leer de una sola vez un libro de poemas. Un solo poema o dos y ya siento que no puedo más de tanta verdad dolorosa.”

Proceso de memetica:

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“Cuando escribo mis pensamientos individuales, luego los relaciono con imágenes, novelas, poesías. Siempre marco las páginas de los libros. A veces las letras salen naturalmente y otras veces robo ideas. Hay que robar, robar de los mejores. Los grandes compositores son los que roban, los compositores menores solo piden prestado. Cuando robas dejas tus huellas dactilares y haces que las cosas cambien.

“Cada poema es único. En cada obra late, con mayor o menor grado, toda la poesía. Cada lector busca algo en el poema. Y no es insólito que lo encuentre: Ya lo llevaba dentro.”

Enamorate de tu existencia, Jack Kerouac

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BENJAMIN PRADOS