Corazon Salvaje - Juan de Diablo

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  • 7/29/2019 Corazon Salvaje - Juan de Diablo

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    J uan del Diablo

    Caridad Bravo Adams

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    "CON LA FORMAL promesa de tomar los hbitos, profesando en el Convento de las Siervas delVerbo Encarnado, tan pronto sea otorgada la nulidad del lazo matrimonial" ha ledo Renato. Y conextraeza, pregunta a su madre: Pero, qu es esto? Quieres explicarme, madre?

    Se explica por s mismo, Renato. Slo he querido darte cuenta para que te tranquilizaras.Mnica ha encontrado, por este medio, la solucin de sus problemas. Esta es la copia de su splica alSanto Padre, y ya dejamos, por peticin suya, el original debidamente firmado, en manos de la autoridadeclesistica que se encargar de remitirlo al Vaticano.

    Desesperado, trmulo, a punto de estallar, estruja Renato en su mano crispada la copia de aqueldocumento que su madre acaba de darle a leer, como aplicando un remedio heroico a su alma enferma.Estn en la amplia y destartalada biblioteca donde Renato se ha encerrado a solas durante todo el da.Sobre la mesa ms cercana estn los restos de una botella de coac que bebiera a solas, sorbo a sorbo,luchando por romper el crculo de angustia que le rodea, cerrndose ms y ms a cada instante. Ahora,este golpe es el ltimo; l mismo se sorprende al comprobar hasta qu punto le hiere, le descorazona, leenferma. Pero su dolor se cambia repentinamente en violenta clera, al exclamar:

    La idea fue de Aime, verdad?

    Que yo sepa, la idea fue de la propia Mnica.

    No, no puedo creerlo! Ella haba renunciado definitivamente a la idea de ser religiosa. Estoyseguro que no lo hizo por s misma. Alguien se encarg de hacerla... una vez ms, vctima expiatoria depecados que no ha cometido, y s perfectamente de dnde viene todo esto, s quin lo ha hecho y quinpuede atajarlo...

    Dnde vas Renato?

    Dnde he de ir, sino a hablar con ella?

    En ese mismo instante, una sombra furtiva cruza el gran patio posterior, ocultndose entre losrboles. Llega hasta la disimulada puertecilla, hace girar la llave y sonre al divisar muy cerca la gallarda

    figura que vivamente se acerca a ella, hacindole ademn de callar:Ni una palabra! Hay gente cerca. No quiero caer en los chismes de los criados.

    Lo ha tomado de la mano, arrastrndolo por la desierta calle, y cuando ya los muros de la viejamansin estn lejanos, se levanta el encaje negro de un antifaz y sonren ms prometedores que nuncasus frescos labios:

    Usted no va a olvidar jams su ltima noche en la Martinica, teniente Britton. Voy a encargarmede hacerla inolvidable...

    Creo vivir un sueo, poseer un imposible! Usted... Usted... Pero, qu hice yo para lograr...?

    A veces no es preciso hacer nada. La suerte viene sola... Digo, en el caso de que considereusted una suerte compartir conmigo las ltimas horas que le quedan en tierra martinicana...

    No encuentro palabras con qu expresarle mi gratitud. Mi emocin y mi sorpresa han sido tangrandes, que temo parecerle a usted ridculo. No acierto ni siquiera a hablarle, pero si pudiera ver micorazn...

    Tratar de imaginrmelo bromea Aime. No le parece que debemos de tratar deconseguir un coche, aunque sea de alquiler? No quisiera quedarme por ms tiempo en este odiosobarrio.

    Traje un coche conmigo, que est esperndome en la otra calle. No me atrev a hacerle llegarhasta aqu por temor a ser imprudente, a que alguien...

    Hizo perfectamente. Menos mal que se le ocurri algo con sentido comn...

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    No se ra de m... Acaso es risible decirle que la amo?

    Es prematuro... y probablemente inexacto coquetea Aime. El amor no consiste slo enpalabras...

    Le probar el mo con el sacrificio que quiera imponerme. Ninguno me parece demasiadogrande con tal de que usted mida y pese lo que me llena el alma... Ya no me pertenezco, Aime. Soysuyo... suyo en cuerpo y alma... La quiero... la quiero...!

    La ha estrechado contra s, ha hallado, sin buscarlos, los labios a la vez frescos y ardientes,hmedos y sensuales, y ha sentido que, bajo el fuego de aquel beso, todo se borra a su alrededor...

    Caramba! exclama Aime satisfecha. Besas como un maestro, no como un novato.Menos mal... Empec a temer que fueras de los que hablan demasiado...

    Ana... Ana...! Aime! Aime!

    Con gesto y ademn de ira mal contenida, Renato ha cruzado la antecmara que precede a laalcoba de Aime y sacude con rabia la recia puerta cerrada con llave. Una oleada de clera empurpurasus plidas mejillas cuando al fin asoma entre los cortinajes, ceniciento de espanto, el rostro de ladoncella nativa, que balbucea:

    Mi... amo... mi amo...

    Dnde est tu seora?

    Dnde va a estar, seor? miente Ana muerta de miedo. Ah... ah dentro del cuarto...

    Mientes! se enfurece Renato. Y sacudiendo la puerta con fuerza llama: Aime! Aime!Soy yo! breme en el acto!

    La seora dijo que no quera saber nada de usted, que no la molestaran para nada, que iba acerrar su puerta con doble llave, y ah est... Y me mand decirle a usted que no iba a abrirle la puerta,pasara lo que pasara...

    Con violento esfuerzo, Renato D'Autremont ha reaccionado. Entre las nieblas de su mente, entrela llamarada de su clera, asoma la razn de aquellas palabras y el recuerdo de su ltima escena con

    Aime en la biblioteca. Ha bebido durante toda la tarde, pero no est ebrio. Ms fuerte que el alcohol esaquel fermento de pasiones que hierve en sus entraas: odio, rencor, amor, anhelo desesperado poraquella mujer de la que todos le apartan, y una clera violenta hacia la mujer a quien dio su nombre...clera que se refrena bajo el impacto de algo parecido a remordimiento...

    La seora estaba muy brava y por eso dijo que no le iba a contestar a nadie... Ya sabe ustedcmo es...

    S, ya s cmo es. Demasiado s cmo es, pero esto... esto... Esto ha partido de ella, y poresto tiene que darme cuentas en el acto Aime! Aime! breme en seguida!

    Renato, te ruego... empieza a suplicar Sofa acercndose a su hijo.

    Soy yo quien te ruega que me dejes en este momento, madre! Es un asunto privado entre miesposa y yo!

    Por desgracia, ya no hay asuntos privados en esta casa. Se ha olvidado hasta la sombra deldecoro, se grita y se vocifera delante de los criados, y todas son huellas de fango contra el buen nombrede la casa...

    Sofa ha mirado con ira hacia los cortinajes por donde Ana acaba de desaparecer aprovechandola ocasin de quitarse de en medio. Luego, dulcificado el gesto, se acerca hasta apoyarse en el brazo desu hijo:

    Renato, deja a Aime. No creo que ella tenga arte ni parte en la resolucin de su hermana. Teruego que me escuches. Hay que detener el escndalo... Catalina estuvo de acuerdo conmigo. Cuandofuimos a decrselo a Mnica, tuvimos la grata sorpresa de que espontneamente tomase ella esa

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    resolucin. Creo que es lo mejor que puede pasar. Romper ese lazo matrimonial que es una ignominia,tomar los hbitos, y a nosotros no nos quedar sino tratar de olvidar que existe un bandido llamado Juandel Diablo...

    Yo no voy a olvidarlo ni voy a permitir que, una vez ms, sea Mnica la sacrificada. No es justoque todos la empujen, que todos se empeen en que purgue un delito que no ha cometido. Dices quehaba tomado esa resolucin voluntariamente? No lo creo, madre. Veo en todo eso la mano de Aime. Ya

    he empezado a conocerla como a hipcrita e intrigante...Es tu esposa y ser la madre de tu hijo. Si no puedes ya amarla, resptala al menos y no

    insistas en hablarle en el estado en que ests. Te aseguro que Mnica est muy conforme. Si no mecrees, habla con Catalina... Acabo de dejarla en mi alcoba. Pregntale y ya vers cmo te convences deque nadie pretende sacrificarla. Anda con Catalina... Yo procurar que Aime me abra, y no me opondra que hables con ella cuando ests ms tranquilo. Ve... Te lo ruego, Renato...

    Renato se ha alejado al ruego imperativo de su madre. Sola en la antecmara, frente a latemblorosa doncella a la que ha hecho salir de su escondite tras las cortinas, deja doa Sofa caer sumscara de severa dignidad, se crispan de clera sus labios y relampaguean sus ojos al asegurar:

    Tu ama no est en la casa, verdad?

    Cmo no, seora? Est ah dentro...

    No mientas ms! Delante de mi hijo es preciso disimular muchas cosas, pero a m no vas anegrmelo. Sali disfrazada con tu ropa... La vieron salir y pensaron que eras t... Entiendes? Mehaban dicho que t habas salido, pero al verte, me he dado cuenta de la verdad. Era ella... ella... y t,cmplice inmunda...!

    Aay! se queja la doncella. Yo no tengo la culpa de nada...

    Pues t eres la que vas a pagarlo! Maana sales para Campo Real, y Bautista te arreglar lascuentas!

    No! No, seora! clama Ana espantada. Yo no hice nada... Yo no tengo la culpa... A m memanda mi ama, y si no la obedezco, tambin dice que me enva para Campo Real...

    Es a m a quien tienes que obedecerme. Yo soy tu ama... en mi casa naciste esclava, y hascomido el pan de los D'Autremont los aos que tienes. A m sola has de servirme!

    Usted me mand que sirviera a la seora Aime, me mand que fuera su doncella... Pero nome mande a Campo Real... Yo hago lo que usted quiera...

    Ve a buscarla! Encuntrala cuanto antes... En una hora, en dos... Hazla entrar por dondemismo la sacaste, para que mi hijo la halle en esta alcoba cuando la puerta se abra. Date prisa!Consguelo Ana. Que Renato no se entere de esto, o te har desear no haber nacido! Entendiste? Nopierdas un minuto ms! Corre! Lrgate! Que est en esa alcoba antes de una hora, o sers t la quetodo lo pagues!

    Hacia la parte ms baja de la rica y populosa ciudad de Saint-Pierre, all donde es ms profundala curva de la baha, se extiende un barrio de casas pequeas y calles estrechas, cuyas estribacionesalcanzan, trepando, casi hasta la falda del Mont Pele. Barrio de tabernas y marineros, de garitos y

    mujeres perdidas... inquieto barrio de fiestas y pendencias, donde como resaca recia y amarga llega eldeshecho de la palpitacin de la ciudad. Es all donde arde un carnaval de alcohol, de broncas risotadas,de bromas salvajes... un carnaval en el que muchas veces corren juntos el ron y la sangre. Ahora, losparroquianos de uno de aquellos srdidos establecimientos han abierto un crculo de rostroscongestionados, de ojos lascivos, de manos vidas que con dificultad se contienen, y en el centro deaquel crculo, al son apagado y ancestral de las tamboras africanas, una mujer baila la ms obscena delas danzas nativas, con retorcimientos de sierpe y aullidos de lobo. Baila... baila... mientras corre el sudor,haciendo brillar su carne de bano... Apoyada en el brazo del teniente Britton, Aime de Molnar sonre,extraamente fascinada por el ritmo de aquella danza, y en voz baja y expresiva comenta:

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    Te gusta, Charles? Es una danza bruja. La primera vez que se ve bailar, pueden formularsetres deseos. Dicen que uno de los tres se logra siempre. Pero hay que pedirlo mojando dos dedos ensangre. Ahora van a degollar un cordero. Quieres probar? Quieres realizar tu mayor deseo, Charles?

    S. Quiero pedir que esta noche no se acabe jams! Que sea tan larga como mi vida, y pasarlaa tu lado; pero...

    Aguarda... Espera... Ya degollaron al cordero, ya traen la sangre en esas jcaras. La ofrecen atodo el que la quiera. Pronto! Tienes una moneda? chala en el fondo y moja los dedos...

    Es absurdo. Como espectculo puede pasar, pero...

    Pronto! Aime ha extrado de su bolso una moneda de oro, arrojndola al fondo de la jcarallena del rojo liquido viscoso. Luego, tomando bruscamente la mano del teniente, la hunde en l, mientrasle apremia:

    Pide... Pide por m... Pide tres veces lo mismo... Que se realice lo que yo estoy pidiendo eneste momento. Pinsalo conmigo... con toda tu fuerza... con toda tu voluntad...

    Por segunda, por tercera vez, ha obligado al oficial a hundir su mano en la sangre del cordero,que en una jcara ofrece un mocetn africano. Luego, mientras l limpia con repugnancia su mano en elpauelo, ella se aleja hacia la puertecilla que da a una especie de terraza, y aspira vidamente el airesalobre que llega desde el mar...

    Aime, qu te pasa? Qu tienes?

    Nada... Respiro... No creo que tenga nada de particular...

    Desconcertado, palpando en su mueca las huellas que dejaran las uas de Aime al obligarlo amojar su mano en la sangre, el teniente Britton se acerca a aquella mujer, ms incomprensible para l acada instante, y queda largo rato en silencio, hasta que repentinamente sacude la cabeza, comoespantando las quimeras para volver a la realidad...

    Aime, por qu haces esto? Por qu ests aqu conmigo? Es despecho? Son celos?

    Qu te importa? No es bastante conque lo haga? En qu piensas?

    No s... Tienes gustos extraos... Este lugar, estas gentes...

    Un rincn tpico. Adnde queras que te llevara a ver el carnaval de la Martinica? Al baile delgobernador? Al saln de mi ilustre suegra?

    No he pretendido nunca tanto; pero, en realidad, no s lo que me pasa. Mientras ms trato deentender, menos entiendo. Hemos entrado, por lo menos, en diez tabernas. Buscabas a alguien enellas?

    Como piensas? No comprendes que una mujer ahogada entre los muros de piedra de lacasa D'Autremont quiera distraerse un rato?

    No soy yo quien pueda juzgarte, Aime. Intilmente trato de comprenderte. No te inspiran amorni tu esposo ni Juan. En forma espontnea me has otorgado el regalo de tu presencia y de tu compaa.No puedo pensar que sea yo quien te inspire ese amor... Por qu lo haces entonces? Qu pretendes?

    Basta! corta Aime malhumorada. Estoy empezando a creer que eres tonto de remate...

    Si, por aqu... Djame pasar, idiota...La voz que ha pronunciado estas palabras llega hasta ella hacindola saltar cual si fuese la

    picadura de un reptil. Rpidamente ha vuelto a ponerse el antifaz. Tiembla, retrocede, se aterra al brazodel teniente Britton, y ambos clavan los ojos en el marco de aquella puerta, por donde Juan del Diabloaparece seguido del viejo notario... Ha llegado hasta el centro de aquella especie de terraza natural queforman dos rocas lisas aladas sobre la arena de la playa, muy cerca del lugar en que el mar se estrella, yvuelve la cabeza para mirar a Noel. Slo entonces se da cuenta de la presencia de aquella pareja inmvily expectante... Aime envuelve su cuerpo en los percales de colorines del traje tpico que le prestara su

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    doncella. El teniente Britton, un poco plido pero perfectamente sereno, da un paso hacia l, permitiendoque la luna le ilumine de pies a cabeza, al saludar:

    Buenas noches, Juan...

    Teniente Britton se sorprende Juan. Es una verdadera sorpresa verle a usted por estosarrabales. Cre que ni siquiera estaba ya en la Martinica...

    Me tiene enteramente a su disposicin, por si puedo servirle en algo.Gracias, pero no faltara otra cosa. Tiene usted una ocupacin ms grata, a lo que parece. Ya

    le veo bien acompaado... Sin embargo, si quisiera, podran tomar una copa con nosotros...

    Su mirada de guila ha recorrido de cabeza a pies aquella figura femenina, de la que, a pesar deldisfraz, se desprende algo que cree reconocer, algo familiar, inquietante... En vano trata de ver susmanos o sus cabellos...

    Voy ah cerca, donde se juega fuerte, pero donde tambin sirven bebidas: Hay monte, bacarat,ruleta... Le gustara probar su suerte? La ma es perfecta. Si me siguen, se rellenarn los bolsillos. Qudice usted, hermosa? Supongo que lo es cuando el teniente se toma la molestia de acompaarla...

    Muchas gracias, Juan, pero ya nos bamos. Es muy tarde para ella... Justamente salamos, y...

    Es muda su compaera, teniente, o tiene una voz demasiado fcil de reconocer? Se ve mal la

    cara a travs de ese encaje negro...

    Cuidado, Juan del Diablo! conmina el oficial en tono ominoso.

    No se altere, teniente. Sera muy fcil para m arrancarle el antifaz aunque usted se opusiera,pero no voy a hacerlo. Para qu? All usted, y all ella... Oh, su pauelo! Juan se ha inclinadorpidamente, atrapando, antes que el teniente, el pauelo de encajes desprendido de las manos deAime, y aspira la bocanada de perfume que de l se desprende, mientras re con sarcasmo: Aroma denardos... Un olor muy conocido, demasiado conocido, aunque slo conozco una mujer que usa esteperfume siempre... Maravilloso... Maravilloso, teniente!

    Juan ha dado un paso, acercndose ms a Aime, mirando fieramente sus ojos negros a travsde los achinados agujeros del antifaz que le cubre el rostro, y comenta irnico:

    Qu fcil y terrible venganza para Juan del Diablo, verdad?

    Basta... basta! ataja el oficial britnico. Le ruego que siga su camino... Usted no tienederecho...

    Y qu importa el derecho? Tengo los medios al alcance de mi mano. Lo que usted hiciera, nohara ms que empeorar la situacin, darle alas al escndalo. Se da usted cuenta? Me bastara arrancardel rostro de esa mujer ese trapo negro para que maana todo Saint-Pierre se riera a carcajadas delcaballero D'Autremont... Claro que a usted le costara la vida, mi buen amigo, y pagara muy caro,terriblemente caro el placer que quizs crey gratuito...

    Basta... No tienes derecho...! estalla Aime sin poderse contener.

    Hablaste! Qu pronto se rompi tu consigna! comenta Juan en tono burln.

    Eso no puede ser! reta el teniente. Salga usted de aqu, seora. Vyase inmediata-mente... Yo me encargar de mostrarle a este hombre... Pronto... vyase...!

    Creo preferible que usted no intervenga aconseja Juan sonriente e impasible. Saldr muymal, desde cualquier punto de vista.

    Tendr usted que matarme antes que faltarle al respeto a esta dama en mi presencia!

    No pierda el tiempo en gestos intiles. Esta dama no desea que la respeten...

    Basta ya! Terminemos con todo esto. A usted no le interesa quin es mi compaera... Djenossalir de aqu, en el acto.

    Espera, Charles...! tercia Aime.

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    No ve que es ella la que no quiere irse? Le encanta estar aqu comenta irnico Juan.Aunque parezca mentira, ste es su ambiente... Se equivoc al cambiarlo por el oro de los D'Autremont.Ahora le molesta y le asquea todo aquello por lo que vendi su vida: vajillas de plata, pulseras debrillantes y collares de perlas...

    Estando a mi lado, no permito que le hable usted de ese modo protesta el teniente, aunquesin gran fuerza.

    No sea nio, teniente. Su posicin es desventajosa. No lo comprende? Se lo esta jugandotodo... Por qu? Por quin?

    Vas a permitir que diga eso, Charles? Se enfurece Aime.

    Y cmo har para impedirlo? A poco que razone, l mismo tiene que pensarlo. Est sirviendode juguete, de pelele, a una mujer sin escrpulos. Supongo que lo sabe, que no se ha ido ya porvergenza de caballero... Qu te propones? Qu vas a hacer con l? Hasta dnde vas a arrastrarlocon tus intrigas? No piensas que has hecho ya bastante dao?

    Tal vez a los otros les hice dao. A ti no te he hecho sino bien, y si ahora mismo ests enlibertad, a quin sino a m se lo debes? Pero eres el ltimo de los hombres, el ms ingrato, el msperverso!

    Ests exagerando. No hago sino prevenir al teniente Britton, hacerle darse cuenta de lo que

    est haciendo, y si quiere seguir, que por lo menos no marche ciego... Renato D'Autremont estbuscando alguien a quien matar, en quien vengar una ofensa que presiente, que siente flotar en tornosuyo, por muy hbilmente que su mujer se maneje... Va usted a seguir haciendo el juego a esta bellavbora? Le debo la lealtad de su declaracin, teniente, y haberme tendido la mano de amigo a travs delas rejas de una prisin. Por eso le pregunto: Va a prestarse para que ella le use a su antojo enprovecho de sus ms oscuros y tortuosos intereses?

    No sigas diciendo eso! No le oigas, Charles no le oigas! Charles! Charles!

    La esbelta figura del joven teniente Britton se pierde por el extremo de la oscura callejuela, yAime, que le haba seguido hasta la puerta de la srdida taberna, se vuelve airada y avanza sobre Juan,como una fiera:

    Ah, canalla... canalla! Mereces la horca, el presidio...! Yo no s ni lo que mereces!

    De qu lado ests? A quin te inclinas? Eres la seora D'Autremont, y quieres seguirlosiendo, pero sin dejar por eso de arrastrarte en el fango que te gusta...

    No es cuenta tuya!

    Ya lo s. Ojal y que jams lo hubiera sido. De ti s estoy curado totalmente...

    Y de quin no? De quin no? indaga Aime con repentina ansia. No vas a decirme quela quieres a ella, que te interesa ella!

    Y si as fuera?

    Antes de consentirlo, los hara matar a los dos! Prefiero que se junten el cielo y la tierra! Nole dars a otra la pasin que es ma, que me pertenece!

    Y todo eso lo afirmas cuando acabo de hallarte junto al teniente Britton sonre Juan,

    sarcstico y mordaz. Tienes un corazn muy amplio, y muy flexible.Qu me importa a m Britton, ni Renato, ni el mundo entero? Me importas t y me importo yo

    misma. Con todos los dems, puede hundirse el universo!

    Ahora s fuiste sincera... Te importas t misma...

    Pues bien, s. Me importo yo misma; pero en mi egosmo hay ms grandeza que en lagenerosidad de otra. Me importo yo misma y, por importarme yo misma, defiendo lo que eras para m, loque tendrs que ser otra vez... Porque t eres el nico amor de mi vida! Luch con todas mis fuerzas...luch contra el propio Renato, porque te vieras libre de sus cargos. A Renato le odio, le aborrezco!

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    T? Por qu?

    Por todo! Por lo que es, por como es... Ahora, adems, tambin quiere a Mnica, y por ella mehumilla y me desprecia. Se ha mordido los labios para no gritar, apretados los puos, relampagueanteslos negros ojos; pero lentamente se contiene, mientras, rotos ya todos los frenos, vierte Aime el torrentede sus pasiones:

    Tan loco est por ella, que slo se contiene porque piensa que voy a darle un hijo, heredero desu nombre, de sus tierras... Y por ese hijo, doa Sofa D'Autremont soporta mis injurias y es la mejorcmplice de todo cuanto yo haga contra l...

    T vas a darle un hijo?

    No, mi Juan, no es cierto. Ese hijo no existe! Y sin embargo, he de tenerlo, he de ofrecerle unhijo a Renato, o no podr quedarme una hora ms bajo el techo de los D'Autremont. Si t hubieras sidocapaz de venir a m, de responderme... Pero eres ms ingrato y ms canalla que Renato D'Autremont... Yentonces... entonces tuve que escuchar al primero que pas cerca, echar mano del primer mueco quese puso a mi alcance... Ese teniente a quien t has hecho huir espantado, hacindome un dao slo porel gusto de hacrmelo...

    Conque era eso... eso...! re Juan con gesto sarcstico.

    Puedes acabar de perderme, vengndote de una vez! Puedes correr a decrselo a Renato! Te

    he dado el arma para que la uses contra m misma. A veces quisiera que todo acabara de una vez, quese abriera la tierra vomitando fuego, que nos tragase el mar...

    Si Satans fuera mujer, tendra tu cara, tus palabras y tu voz...

    Sin embargo, me amaste... Acaso todava me quieres... yeme, Juan... Si en este momento tme repitieras lo que un da me dijiste en Campo Real, si como entonces tomaras mi brazo paraordenarme que te siguiera, si me dijeras que tu barco aguarda muy cerca, me ira contigo donde quisierasllevarme... Lo dejara todo... todo...

    Porque ests en un callejn sin salida... Porque te has enredado en tus propias redes... Porquequieres huir del infierno que t misma te fabricaste...

    Slvame, Juan! Llvame contigo muy lejos... Si no lo haces, entonces s podrs llamarmeSatans. Si siguen acorralndome, me defender a zarpazos y a dentelladas, me vengar de ti, de

    Renato, de ella... De ella, s... Hasta ahora no quise hacerle ningn dao. El mal que le vino, se lo trajeronlas circunstancias. Pero si por ltima vez me rechazas, ser implacable. Si no me salvas, me hundir;pero hundiendo a todos los que me rodean. Me salvas, o me abandonas, Juan? Contesta! Contesta!

    Enloquecida, ciega, desesperada, habla Aime aferrada al brazo de Juan, que, inmvil, lacontempla con una sonrisa tan amarga que parece una mueca al rechazar con ira contenida:

    Quieres dejarme en paz? Cuando te casaste con otro, mientras yo me jugaba la vida paravolver por ti, debiste pensar que habamos terminado para siempre.

    Tal vez, pero entonces t no lo pensabas tampoco. No te cruzaste de brazos, no me mirastecon ese insultante desdn con que me miras ahora. Quizs te convenga saber que Mnica estgestionando la anulacin de su matrimonio.

    Mientes! Eso no es cierto...

    No te acus ante los tribunales, porque tena miedo; pero en esos documentos secretos, queya deben estar camino de Roma, no hay una infamia que no te atribuya. Su alejamiento de Renato en eltribunal era slo una farsa. Estn de acuerdo, aunque aparenten lo contrario. Y si una cosa les sale mal,no importa, emprenden otra inmediatamente. T les estorbas, pero ellos sabrn suprimirte. Yo tambinles estorbo, y slo les detiene la consideracin por ese hijo que tiene que nacer... que acaso hubiera sidoposible que naciera si t, estpidamente, no te hubieses atravesado en mi camino. Renato me rechaza,pero Britton...

    Y era de Britton de quien esperabas...?

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    De Britton slo esperaba que me trajera a un lugar a donde pudiera encontrarte a ti!

    En qu quedamos? Por qu no hablas claro de una vez?

    Eres mi ltima esperanza, Juan. No te falt razn al decir que estoy en un callejn sin salida. Aveces no s ni lo que digo, tan ciega estoy de celos, de despecho. Mnica, esa santa que pretendes, esmi sombra negra... Puso sus ojos en Renato, envenen primero mi amor por l, luego mi amor por ti... yahora... ahora... Te juro que es tu peor enemiga! Es cera blanda en manos de Renato. Slo trabajanpara tu dao, pero no a la luz del sol... Ya saldr, ya saldr lo que te preparan...

    No creo una palabra de lo que dices. Nada que salga de tu boca es verdad! No vuelvas aacercarte a m, o te arrepentirs de haberlo hecho!

    T eres el que vas a arrepentirte de... amenaza Aime; pero es interrumpida por la mestizasirvienta que acercndose exclama:

    Ay, seora... por fin la encuentro! La seora Sofa me mand que la buscara. Dice que ustedtiene que estar en el cuarto cuando el seor Renato vuelva...

    Cllate, imbcil! la ataja Aime.

    Por qu insultas a tan til sirvienta? reprocha Juan con sarcasmo. Creo que eres injusta.Se ve que ha corrido para salvarte... As paga el diablo a quien lo sirve.

    En efecto, as paga Juan del Diablo a quien ha sido lo bastante imbcil para querer sacarlo dela crcel, y lo bastante tonta para buscarlo por segunda vez advierte Aime con ira concentrada. Yvolvindose hacia Ana, ordena: Vamos ya! En qu viniste? Supongo que no saldras a buscarme apie.

    Ay, no, qu va! Ya llevamos tres horas dando rueda. Vine en el coche chiquito, con Estebande cochero, que se s es mi amigo, seora, y se se calla la boca pase lo que pase... que ni l ni yo levamos a decir a nadie que usted estaba con el seor Juan, porque entonces s que iba a arder SanPedro...

    Cllate! se enfurece Aime. Y subiendo al coche, ordena: Sigue despacio, Esteban, loms despacio que puedas...

    De dnde vienes?Para qu quieres saberlo? Te ha dejado doa Sofa la misin de vigilarme?

    Aime ha hecho un esfuerzo tratando de fingir el tono frvolo, el gesto despreocupado deencogerse de hombros bajo aquella mirada cargada de reproches, pero tambin de angustia, conqueCatalina de Molnar la envuelve. Ha llegado silenciosa hasta su alcoba del piso alto... Nadie la ha visto, nose ha cruzado con nadie en pasillos ni escaleras... Un momento, la presencia de su madre la turba,contenindola; luego, busca la llave que ha llevado consigo y abre tranquilamente aquella puerta quecomunica su alcoba con el gabinete...

    Era verdad! Todo era verdad! He tenido que verlo con mis propios ojos para convencerme clama Catalina en triste tono de desolacin.

    No te parece que el momento no es para sermones? se impacienta Aime. Ya he odo

    bastantes cosas desagradables esta noche.Te vio Renato? se alarma Catalina.

    No... Claro que no... Ni me vio ni creo que se entere que he salido, a menos que t se locuentes. De otro modo, no hay riesgo. Doa Sofa no soltar prenda, y Yanina no creo que se atreva adesobedecerla... Despus de todo, no hice nada malo. Sal a respirar, a ver el carnaval, a distraerme...Nunca pens que casarme con Renato D'Autremont fuera algo tan aburrido y tan estpido... Primero suscelos, ahora su abandono, su desdn...

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    Toda la culpa es tuya, Aime, aunque yo tambin acepto mi parte en el hecho de que seascomo eres... Fui una madre dbil, complaciente, demasiado amorosa para una hija rebelde... Tnecesitabas otra cosa... S que ahora seran intiles mis reproches, mis consejos... No voy a hablarte porm, sino en nombre de Sofa...

    Mucho tardabas en nombrarla! Te has convertido en la sombra de ella.

    En efecto, no soy ya ms que una sombra... Este es el pecado que ahora estoy purgando: el deno ser nada para nadie, el de no existir realmente ni siquiera en el corazn de mis hijas... Ambas estismuy lejos de m, ambas me sois extraas... Una, por generosa, por sublime; otra, por egosta, porperversa... Me sangran los labios al tener que decrtelo, pero es cierto: vives para el mal y para elengao...

    Quieres dejarme en paz? rechaza Aime con fastidio.

    Ya te dejo... Eso es lo que vine a decirte... Me voy, la pobre sombra que soy va adesvanecerse, pero si eres todava capaz de escuchar la ltima splica de tu madre, te ruego que salgashoy mismo para Campo Real. Es el deseo de Sofa. Ella quiere volver y que t la acompaes...

    Yo? No le sobran criados para ello?

    Est desesperada, y yo le promet convencerte. Quiere llevarte a Campo Real y cuidar en ti aese heredero que es su ltima esperanza, su ltima ilusin...

    Vaya! Ya apareci aquello!

    Tambin es el deseo de Renato. Con ello salvas lo nico que puedes ya salvar: tu posicin enesta casa, y el porvenir de ese hijo que va a nacer...

    Y si no naciera? se revuelve Aime hecha una furia.

    Qu dices, hija? se alarma Catalina, francamente asustada. No quiero pensar que hasmentido, que has sido capaz... Aime, hija...! Qu es lo que ests tratando de decirme?

    Nada, mam, tranquilzate re Aime amargamente. Te estaba gastando una broma pararesponder a tu monserga moralista que, a las cuatro de la maana, no le sienta a nadie bien...

    S que no tienes corazn, pero no creo que llegues a eso. Sin embargo, t lo has dicho poralgo... Aime... Aime, s una vez sincera!

    Aime ha apretado los labios sensuales, ha entornado los prpados, ha quedado largo ratoinmvil, como si meditara profundamente, como si urdiera un nuevo plan en su mente diablica... Luego,sonre casi burlona:

    Lo que voy a hacer, por una vez, es complacerte...

    De veras? se esperanza Catalina.

    Porque t me lo pides, mam. Ya veo que mi suegra me ha tomado miedo... Menos mal...Esperaba encontrarla aqu en lugar tuyo, aguardndome con la caja de los truenos en la mano, la vozsolemne y el aspecto siniestro. Si hubiera venido de ese modo, la habra mandado a paseo. Pero te envaa ti como embajadora, t llegas con lgrimas en los ojos, y aunque yo sea la hija malvada, la hijaperversa, la hija sin corazn, te voy a complacer. No quiero ser menos que la hija sublime que, segntengo entendido, va a tomar los hbitos. No?

    S, as es, en efecto. Mnica dijo que lo aceptaba todo y firm la solicitud que le llevamos.Cuando su lazo matrimonial est anulado, tomar los hbitos. Es triste, pero al menos quedar a salvodel escndalo, a salvo de la maldad del mundo y de ese hombre...

    Puedes garantizarme que nada de eso va a volverse atrs?

    Desde luego. Claro que puedo garantizarlo. Mnica no miente.

    Pues fiemos en la palabra de Santa Mnica... Juan y Renato han muerto para ella, verdad?

    Puesto que no va a salir del convento, como si hubiera muerto.

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    Tambin puedes garantizarme que doa Sofa no va a meterse en cuanto yo haga all, enCampo Real? Que va a dejarme en paz, salir, entrar y hacer exactamente lo que yo quiera?

    Mientras no perjudiques tu salud...

    Sin restricciones. Ya sabr yo cmo me cuido. Si promete dejarme en paz, dile que esta mismatarde salgo para Campo Real con ella... Y ahora, djame dormir mam, tengo mucho sueo...

    Le ha vuelto la espalda, ha entrado en la alcoba, hay una sonrisa de burla infinita en sus labiossensuales, y tambin un relmpago satnico en sus negros ojos...

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    NO RETIRO LA apuesta... la dejo... Treinta onzas a la reina de diamantes!

    Sobre el verde tapete, las cartas estn en cuatro mazos, y el montn de monedas, que Juan delDiablo acaba de ganar, vierte su brillante destello sobre la carta nueve veces triunfante... Poco a pocosus contrincantes se han ido retirando, y, ahora, los dos ltimos se alejan en silencio. Casi nadie juega yaen el tugurio; los que no se han ido, se agrupan alrededor de aquella mesa mirando con ojos asombradosal hombretn que sonre con gesto tan amargo a su buena suerte...

    Creo que has desbancado la mesa, Juan observa Noel. Por qu no recoges tus onzas ynos vamos ya?

    Un hombre se ha detenido en la puerta del tugurio y ha penetrado lentamente. Las cabezas sevuelven observando sus ropas de caballero, su perfil aquilino, la expresin tensa que endurece su rostro,el brillo metlico de sus ojos claros, fijos en el rostro de Juan. Poco a poco va acercndose a la mesa, yes Pedro Noel el primero en descubrirlo, ponindose de pie, agarrndose alarmado del brazo del patrndel Luzbel, sin lograr moverle, mientras implora apremiante:

    Vmonos de aqu, Juan, vmonos inmediatamente. Ya es muy tarde, las cinco por lo menos...Recoge tu dinero y vmonos! No ves que se van todos?

    No hay quien haga juego? inquiere Juan alzando la voz. No hay nadie que responda ala apuesta? Nadie quiere medir su suerte con Juan del Diablo?

    Yo! acepta Renato acercndose, Y doblo la apuesta!

    De veras?

    No estabas pidiendo un contrincante? Aqu est! Qu te pasa? No tienes bastante dinero?

    Dije treinta onzas a la dama de diamantes!

    Sesenta al rey de espadas! Echa cartas, croupier! No oste? Echa cartas!

    A Bruno le sorprende la presencia de un caballero en su casa. Por eso te mira de esa maneraobserva Juan, apagndose en sus pupilas la clera que por un momento las encendiera. Y noresponde, sencillamente porque es mudo. Pero eso s, oye muy bien. Echa las cartas, Bruno, no tengasmiedo... acepto al contrincante. Tu nuevo cliente tiene mucho dinero, y no importa que no saque lasonzas del bolsillo. Pagar, pagar hasta el ltimo centavo de todo lo que pierda, que ser mucho. Aunquenaci para ganar, ahora le ha llegado el momento de perder...

    Por favor, basta de tonteras! tercia Noel, asustadsimo y tartamudeando. Juan y yo nosbamos en este momento, Renato. El lugar se cierra precisamente al amanecer, y est ya amaneciendo.Yo creo que despus de lo que ha pasado...

    Despus de lo que ha pasado, no debera usted atreverse a dirigirme la palabra, Noel reprueba Renato con altanera. Hace un momento, este hombre desafi a todos los presentes a lucharcontra su suerte. Nadie ha respondido ms que yo. Dije sesenta onzas y aqu las tiene. Qu esperabaspara tallar, imbcil?

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    El llamado Bruno baraja rpidamente las cartas entre sus giles dedos. Los ltimos jugadores deotras mesas desaparecen. Slo dos o tres rezagados se mantienen alrededor de aquella mesa, espiandocon curiosidad la extraa pugna. Juan parece sereno, mientras Renato tiembla de clera, y Noel,resignado, baja la cabeza. Caen los naipes uno a uno en el silencio espeso de las respiracionescontenidas, hasta que...

    Rey de espadas! proclama Renato. Y satisfecho, pero sin poder ocultar la amargura,

    observa: No es imposible torcer la suerte de Juan del Diablo! Perdiste a un solo golpe!No! A un solo golpe va ahora todo lo que tengo. Todo lo que tengo contra esas noventa

    onzas! Rabiosamente, Juan ha hundido las manos en sus bolsillos, sacando puados de monedas,arrugados billetes... Hay dinero de todos los pases: las pequeas y gruesas libras esterlinas y el plidooro de Venezuela junto a arrugados billetes de cien francos y florines holandeses. Aqu hay noventaonzas, poco ms o menos. Va contra todo lo tuyo, si es que no me niegas el desquite!

    No te lo niego. Y si quieres seguir jugando, te admito como bueno hasta la mugre de tu barco.Cartas, croupier!

    Una a una han vuelto a caer las cartas en silencio, crispando a los presentes, mientras con voztensa de emocin Noel va enumerando:

    Dos de diamantes... tres de espadas... cinco de trbol... cuatro de corazn... Dama de

    diamantes!Gan! seala Juan con una mezcla de orgullo y de alegra.

    No lo toques. Van doscientas onzas contra eso! propone Renato. Y destilando irona,observa: A menos que me niegues el desquite...

    Nunca lo niego! se encrespa Juan con altivez, Cartas, croupier!

    Ay, mi ama... mi ama! Pero, de veras nos vamos para Campo Real?

    Con los gruesos labios temblorosos y las mejillas del verde color ceniciento que presta el miedo asu morena piel. Ana parece incapaz de moverse. Est parada frente a Aime, que, frunciendo el ceo,obliga a su cerebro a urdir rpidamente aquel plan cuya primera idea le dieran las palabras de su madre:

    Soy una malvada... vivo para el engao, no oste? Mi propia madre lo piensa as... Sus doshijas estn muy lejos de su corazn, una por sublime... la sublime es Mnica... la malvada... la malvadasoy yo, naturalmente. No hay infamia de la que no me considere capaz, porque no tengo corazn... LosD'Autremont me compraron... me compraron con su ilustre apellido. Soy propiedad de ellos, no te dascuenta? No entiendes?

    Yo no entiendo sino que nos vamos a donde no debemos ir. Usted no sabe cmo son las cosaspor all, cmo eran cuando el seor Renato estaba fuera. La seora dejaba que Bautista hiciera todo loque le daba la gana... Cuando la seora Sofa era quien mandaba en Campo Real...

    Ya s... pero muy pronto no mandar ella, sino yo, entendiste? Es lo nico que puedo salvarde todo esto, y voy a salvarlo.

    Pero a m el Bautista me tiene apuntada en la lista negra! se lamenta la asustada Ana.

    Estars a mi lado. Mientras me sirvas bien, no tengas miedo... Oye, Ana, antes que la seoraD'Autremont te tomara a su servicio, t vivas en la parte alta de la hacienda, verdad?

    S, mi ama, trabajaba en las plantaciones de caf. Qu malo es eso! Hay que cargar unascanastas de este tamao, aqu en la cabeza, y arrancar los granitos uno por uno. Y cuando llega unadeshecha, entonces ponerse a hacer la comida... Y en las barracas dormimos todos juntos, como perros.

    No todos viven as... Hay bailes, hay fiestas algunas veces... Y un poco ms arriba de loscafetales, en lo alto del desfiladero, vive una mujer a quien todos respetan.

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    Ah, s! Vive Chola, la bruja. Unos le llaman Carabosse. La llaman siempre cuando alguno semuere, para que le haga la mortaja, y tambin cuando un nio va a nacer. Y vende ungentos para losdolores, amuletos para los amores que no se dan, y muecos de seda que, con otras cosas, sirven paravengarse de las gentes... porque lo que se le hace al mueco le pasa a la gente que el muecorepresenta...

    Dices que la llaman cuando un nio va a nacer?

    S, mi ama, casi todas las mujeres del cafetal la llaman para eso. Cuando quieren que un nionazca, y tambin cuando no lo quieren. Ella ha curado a muchas gentes de cosas malas, pero a m meda miedo...

    Iremos a verla. No tienes que decirlo a nadie. Lo haremos sin que nadie se entere, pero esamujer va a ayudarme. Le dar ms dinero del que ha visto junto jams, y har lo que yo le ordene...

    Renato, al fin llegas! He estado mundome de angustia, hijo!

    No haba por qu, madre.

    La luz del sol baa con su lumbre cegante el patio central de la vieja morada de los D'Autremontcuando Renato, tratando de esquivar a su madre, ya a cruzado camino de la biblioteca. Pero la mano

    adelgazada y trmula de Sofa se apoya en su brazo, detenindolo con un velado reproche:No pasaste la noche en casa, Renato...

    Efectivamente confirma Renato con cierto malhumor. Estuve fuera, pero...

    No puedes concederme unos minutos, hijo? Regreso a Campo Real y me llevo a Aime. Noera eso lo que deseabas? No me pediste que lo hiciera?

    Te lo ped hace das...

    Ahora no quieres ya que nos vayamos? No te importa? Te da igual? Ests muy disgustado,ya lo veo... Y yo me siento enferma... Si entraras a mi alcoba...

    Renato se ha dejado llevar mansamente, y los ojos ansiosos de la madre leen en su rostro lashuellas de aquella horrenda tormenta interior que devasta su alma. Le ha llevado hasta el fondo de la

    gran alcoba cuyos ventanales, velados por cortinas de seda, apenas dejan penetrar la luz del da, aquellaluz que hiere las claras pupilas de Renato. Y en el aire fresco, perfumado con lavanda, en la gratapenumbra de aquella habitacin familiar, siente que se aflojan sus nervios tensos. Es como si otra vezvolviese a ser nio y buscase en la ternura maternal el escudo contra todos los males...

    Sintate, hijo, por Dios. Se ve que t tambin ests enfermo. Quieres que pida para ti unabebida refrescante, un poco de t?

    No, madre, no quiero nada... Orte, ya que lo deseas, y despus...

    Despus, dejarte en paz, ya lo s. Dejarte est en mi mano y voy a hacerlo. Si Dios quisieraque de verdad fuese en paz... Si la paz de tu alma pudiera conseguirse a cualquier precio... Sivolviramos a entendernos, hijo mo, a estar de acuerdo... si me permitieras velar un poco por tu dicha...

    Mi dicha? Nadie es dichoso, madre.

    Ya lo s... Pero hay mil formas de vivir sin sentirse desdichado... Si hicieras un esfuerzo, siaceptaras los hechos, si volvieras a tomar el viejo camino olvidado y a rehacer tu vida...

    No puedo irme, abandonando a la mujer a quien amo... No puedo irme, mientras el rival queme desafa est de pie, insultante, insolente... Ahora, yo mismo le he dado un arma ms: el dinero. Hejugado y he perdido... Mucho... mucho dinero... Ya s que no importa, ya s que somos ricos... Podemostirar el oro a manos llenas. Tir un puado, y lo recogi l... Si vieras cmo se rea hundiendo las manosentre esas monedas!

    De quin hablas? Ests trastornado, Renato!

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    Juan del Diablo no es ya un pobretn! Ha cobrado su herencia!

    Sofa D'Autremont ha enrojecido como si fuese a estallar su cabeza. Luego, cae trastornada,anonadada por el golpe de lo que acaba de escuchar...

    T has hecho eso? T has ido a buscar...?

    No fui a buscarlo. Sal como un loco... No quera chocar con Aime, no quera hacer saltar en

    pedazos su puerta... La odiaba demasiado en aquel momento... Cuando vi aquellos papeles, cuandocomprend que era ella la de la idea, cuando un todo aquello a unas palabras que me dijo al salir deltribunal, la odi furiosamente... Es ella la que tiene el empeo de ver profesar a Mnica... Est celosa demi estimacin, de mis sentimientos...

    Tendra toda la razn del mundo para estarlo afirma Sofa con gesto lleno de severidad.

    No me importa que tenga o no razn... Por no dejarme llevar de esa locura, sal de esta casa,vagu por las calles hasta cerca del amanecer, escuch las campanas del convento y me acerqu a laiglesia... Quera ver a Mnica, aunque fuese de lejos... No la vi, no asom... Yo segu mi camino y, comosonmbulo, llegu hasta los muelles... El aire cargado de salitre me azot el rostro como si meabofeteara... Y otra vez me cegaron el odio y los celos... All estaba el Luzbel, "nica propiedad de Juansin apellido"... Me pareci or otra vez las palabras del juez, me pareci ver su maldito rostro insolente yla mirada de Mnica fija en l... Acaso le ama? Es a l a quien ama ahora?

    Hijo, por Dios... clama Sofa con triste desolacin.

    Tuve un ansia feroz de encontrarme con l a solas, frente a frente, y corr hacia el barrioinmundo donde ya le haba encontrado una vez... Atraves la taberna, llegu hasta el ltimo cubil, y allestaba l, estpidamente satisfecho... Jugaba y ganaba... Tena la racha buena... Nueve veces se le diola misma carta: la dama de diamantes... Y por una horrible asociacin de ideas, cada vez que l gritaba:"La dama de diamantes"... era para m como si escupiera el nombre de ella.

    Con jactancia estpida, desafi a todo el mundo: "Quin quiere medir su suerte con Juan delDiablo?" Era para m su reto... Fingi no haberme visto, pero estoy bien seguro que me llevaba a pelearall, a su mundo abyecto... Me haba vencido en el mo, el tribunal le haba declarado absuelto, y yo quisevencerle a l en el suyo... Entonces, tir una bolsa de dinero sobre la mesa...

    La primera mano fue ma, pero l me pidi la revancha, arrojando sobre la mesa cuanto llevabaen sus bolsillos. Enloqueci de clera al perder, y yo quera ganrselo todo... todo... hasta esebarquichuelo inmundo en el que un da se atrevi a llevarla a ella, con todos los derechos que le dio milocura. Quera jugarlo todo... hasta la vida... a una ltima carta... y jugu como un loco, perdiendo...perdiendo... Perd cuanto llevaba encima. Despus, firm papeles... Luego, quise arrojarme sobre l, perome detuvieron, me sujetaron, me sacaron de all... Perros inmundos se atrevieron a hacerlo, mientras lse rea hundiendo las manos en aquel dinero! Si vieras qu horriblemente parecido a mi padre estaba enese momento!

    Hijo! Qu dices? exclama Sofa, con el espanto reflejado en su plido rostro.

    Por eso me dej arrastrar... No hubiera podido alzar mi mano contra l... Y ya en la puerta, megrit como un loco: "Gracias, Renato. Es parte de mi herencia".

    Oh! Oh...! barbotea Sofa ahogndose, al tiempo que se desploma inconsciente sobre elsuelo.

    Mam! Mam! Qu te pasa? se alarma Renato.

    Seor Renato...! exclama Yanina llegando presurosa, como brotada por encanto de latierra. Es el accidente... Hay que llevarla a la cama...

    Yo la llevo... Prepara pronto el cordial... el ter... Mam! Mam!

    Renato ha llevado el frgil cuerpo de su madre hasta el ancho lecho antiguo, de labrada caoba,depositndolo blandamente en l, mientras Yanina, diligente, pone a su alcance el frasco de sales, elter, y corre a preparar el cordial...

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    Mam, mam de mi alma...! Soy un estpido... No deb hablarte de eso... Hice mal, muy mal...

    Renato, hijo... murmura Sofa con esfuerzo, abriendo apenas los ojos.

    Aqu est el cordial ofrece Yanina, acercndose obsequiosa. Hgaselo beber...

    S... si... Toma esto, mam, te sentirs mejor inmediatamente... Por favor, bbelo todo... Cierralos ojos y qudate un momento... Quieta, lo ms quieta que puedas... Yo estar cerca...

    Sofa cierra los ojos y queda inmvil. Renato se aleja unos pasos, tambalendose como ebrio,mientras la ardiente mirada de Yanina le sigue por la alcoba, y, cuando traspone la puerta, va tras l...

    Seor Renato... Voy a mandar por el mdico... El doctor dijo que la seora poda quedarse enuno de estos accidentes, que darle un disgusto era lo mismo que clavarle un pual, y acaso seraconveniente que usted supiera que ltimamente tiene disgustos a todas horas...

    Lamento en el alma haberme dejado llevar...

    Perdn, seor, no lo deca por usted. Hay alguien que parece preparar disgustos para laseora, drselos deliberadamente... No quisiera que el seor me obligara a nombrar a nadie, ni creo quesea necesario. A poco que lo piense, sabr dnde est la fuente del veneno en esta casa... Con supermiso, seor...

    Se ha ido como si se desvaneciera. Profundamente preocupado, Renato da unos pasos como sin

    rumbo. Ha llegado hasta aquella habitacin abrumada por los grandes estantes, repleta de librospolvorientos, y se deja caer en una butaca, hundiendo entre las manos la frente, mientras murmura:

    Tu herencia, Juan... S... Tendrs toda tu herencia!

    No es una cantidad fantstica de dinero Noel?,

    Si, hijo, es como un sueo. Qu racha de suerte, qu locura de suerte! Nunca pens quepudieran hacerse as las cosas. Aqu hay, por lo menos, cien mil francos, una pequea fortuna, te dascuenta? Con esto puedes emprender cualquier negocio, lo que se te antoje... hacer aquella casa de queme hablaste, en el Cabo del Diablo... Si yo estuviera en tu pellejo, me daba un bao inmediatamente, meafeitaba esas barbas de filibustero, me vesta como las personas decentes y tomaba el camino delConvento de las Siervas del Verbo Encarnado...

    Por qu? Para qu?

    No me lo preguntes en ese tono. Para qu va a ser? Para decirle a esa a la que no quisisteinvitar a seguirte a un hospedaje de taberna, que puedes ofrecerle ya un hogar decente y digno, que lavida comienza, o puede comenzar, en cualquier momento, y que vas a empezarla de nuevo a losveintisis aos, por ella, para ella... porque es tu esposa y porque la quieres...

    Juan del Diablo se ha puesto de pie, apartando la pequea mesa de aquel cuarto destartalado,en la que se amontonan billetes y monedas. Es un tugurio ms entre tantos de los que abundan en lascallejuelas de aquel barrio, un cuartucho con honores de habitacin de fonda...

    Por qu pretende usted convertirme en lo que no soy ni jams ser? Si yo pensara que esteinmundo puado de billetes, ganados por un golpe de azar, era capaz de cambiar los sentimientos deMnica, pensara, al mismo tiempo, que no vale la pena...

    Hijo, no es por el dinero. Comprndelo... Es que con esto puedes cambiar totalmente de actitudy de vida... Quin te asegura que Mnica no te quiere?

    Noel, mi buen Noel, no se esfuerce aconseja Juan con amargura. S perfectamente a quatenerme con respecto a ese punto... Pase lo que pase, lo quiere a l... Estoy bien seguro...

    Pues si ests tan seguro rebate Noel con cierta ira, por qu no la dejas en libertad y tevas bien lejos?

    No soy yo quien la ata ni quien la esclaviza. Sin una palabra la dej en el convento, y ella,desde all, solicita la anulacin de nuestro matrimonio...

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    No lo creo!

    Por qu no lo cree? Quien me lo dijo est segura...

    Segura... Luego, fue una mujer... Fue la otra, verdad? Y sin poderse contener, el viejo Noelestalla: El diablo cargue con ella! Y luego no quieres que te diga que algunas veces eres un nio, oque te comportas como tal? Cmo es posible que creas nada que salga de esa boca?

    No me crea tan nio, Noel. Esa boca engaa, intriga, miente, fabrica mundos diablicos parasu capricho, pero en eso no minti. S muy bien cmo siente Mnica... Un momento pude engaarme,pero nada ms que un momento. Mientras sea mi esposa, su deber la ata a m, y ser leal, aun contratodos sus sentimientos. Su escrupulosa conciencia de novicia la estremece, la hace pensar que pecahasta con acariciar un sueo... No siendo mi esposa, podr soar sin que se lo reproche su conciencia,sin que la atormenten sus escrpulos...

    Para el caso sera igual, tratndose de quien t crees que se trata. Casada o no, es unimposible para ella.

    Y qu? Puede soar a sus anchas... Soando con l pas su vida entera... Soando con lquerr esperar la muerte! Y l... Se ha interrumpido un instante, y en seguida rechaza con rencor:No... En l son ms que sueos... l est ya en el despeadero de todas las pasiones y no se detendrante nada. l es un D'Autremont de pies a cabeza...

    Y acaso no lo eres t tambin?

    Yo...? Tal vez... Pero no quisiera serlo... Quisiera ser, de verdad, un hijo de nadie, ignorar qusangre corre por mis venas. Le juro que podra respirar ms a mis anchas si lo ignorase todo... Pero juntocon ese nombre, vuelve a m todo el horror de mi infancia: la cabaa de Bertolozi, la crueldad de aquelhombre que vengaba en mi carne inocente todo el dolor de sus ofensas... Y ni siquiera puedo traer a mimemoria lo nico que podra dulcificarlo todo: la imagen de mi madre, la conciencia de haberla vistoalguna vez. La vio usted, Noel? Puede decirme cmo era?

    La vi, s... Pero, para qu vamos a hablar de eso? murmura el viejo, conmovido, luchandopor serenarse. Es intil hacer horrible el presente a fuerza de verter el pasado sobre l. Tu madre eradesdichada y hermosa. Tambin puedo decirte otra cosa: no hubo inters ni codicia en ella... Pec poramor, y pag su pecado con lgrimas y sangre... Yo la vi algunas veces, y no podra decirte cmo era susonrisa, pero s que sus lgrimas corrieron a raudales...

    Entonces he de odiarlo an ms a l... a ese Francisco D'Autremont que me dio el ser de esamanera!

    l la quiso tambin, hijo. La quiso honda y sinceramente. Aunque t no lo creas, lata uncorazn debajo de su orgullo, de su orgullo enorme, inmenso... Por eso quiero refrenar el tuyo. El primerpecado del mundo fue la soberbia. No caigas t en l...

    Mi pobre Noel, no diga tonteras. Si un hombre como yo no tuviese orgullo, sera un gusano, yyo prefiero ser una sierpe llena de veneno para que no sigan pisotendome...

    Gusano naciste, pero ya no lo eres. Porque s que puedes volar, te muestro el camino delcielo. Por que no levantarte, haciendo dignidad fecunda de lo que slo es orgullo estril? Quieres quesea yo quien vaya al convento, quien le diga a tu esposa...?

    No, Noel... Mi esposa! A sarcasmo me suena esa palabra. No le diga nada. Yo ser quien

    vaya a verla, quien le hable, aunque creo que nada va a cambiar con eso... Hablar yo, pero no le dir loque usted pretende... Aun tengo algo que preguntarle a Mnica de Molnar, y mi vida ser lo que resultede esa respuesta...

    Muy despacio, con un paso tan leve que apenas rozan sus pies los gastados escalones depiedra, baja Mnica de su celda rumbo a aquel gran patio interior que es jardn y huerta en el Conventode las Siervas del Verbo Encarnado... Otra vez las campanas llaman a los fieles, ahora con el blandotaido sooliento que invita a la oracin de la tarde... Otra vez, religiosas y novicias van a la iglesia en

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    apretadas filas, mas Mnica marcha en direccin contraria. Ha salido de su celda, sintiendo que se ahogaentre aquellas paredes, pero, como por instinto, huye de todas las presencias... Lo nico que su almaanhela es silencio, soledad... Aun en el claustro le parece estar demasiado cerca del mundo. Ha dejadolos arcos que limitan el claustro, queriendo llegar hasta un rincn donde slo pueda ver los rboles y elcielo, pero algo se agita entre las ramas de los arbustos al verla aparecer... Una redonda cabeza oscuraasoma, dos grandes ojos negros brillan sobre la piel color de bano, un cuerpecillo menudo y gil saltaacercndose a ella...

    Ay, mi ama! Menos mal que se asom usted. Yo no s ni el tiempo que llevo agachadoesperndola, y me iba a trepar otra vez por la tapia para irme, pero la verdad es que no queramarcharme sin verla...

    Te dije que no volvieras, Colibr. Es una verdadera imprudencia. Est prohibido. Noentiendes?

    Yo no vengo para nada malo, mi ama. Usted sabe que yo no vengo ms que a verla... Noquiere ya nada conmigo, mi ama? Ya no me quiere?

    S te quiero. Pero cuando se traspasan estas rejas, hay que renunciar a cuanto se amaba en elmundo... T no puedes entenderme, pobrecito, pero no sufras por eso, no te pongas triste. Acaso noeras feliz antes de conocerme?

    Feliz? Qu cosa es ser feliz, mi ama? Estar contento?Bueno... en cierta forma... No estabas t contento? No estaba tambin contento tu patrn?

    l, no s... l se rea, y cuando llegbamos al puerto... se iba de fiesta. Cuando l no bajaba,las mujeres iban a buscarlo al muelle. El patrn siempre les traa regalos, y ellas lo besaban y decan queera ms rumboso que un rey, y ms guapo que nadie... Porque el patrn...

    Calla! le ataja Mnica, apretando los labios.

    Se enoj, mi ama? se extraa ingenuamente el pequeo Colibr.

    No. Qu puede importarme lo que has dicho? Vuelve con tu amo! Vuelve al barco de Juan, aparticipar de sus fiestas! Seguramente, ahora estar all, divirtindose...

    No, mi ama, l no ha vuelto al barco. Anda con el seor Noel... Pero dice Segundo que anochegan mucho dinero, y que ahora todas las cosas van a ser diferentes. Que el amo va a volverse uncaballero, todo un caballero, con casa propia y barcos que vayan a pescar... Y tambin me dijo otra cosa:que el amo iba a venir a buscarla, y que usted vendra otra vez con nosotros; no al barco, sino a la casaque va a hacer el amo. Es verdad eso?

    No, no es verdad. No saldr jams del convento, ni tampoco l desea que salga. Estoy segurade ello. Le basta con esas mujeres que iban a esperarlo a los muelles. Ahora le querrn ms, porquepodr hacerles mejores regalos...

    Chist! Viene una monja advierte Colibr en voz baja y asustada. Yo me escondo...

    Mnica... Mnica, hija ma... llama la madre abadesa, l legando junt a la novicia, y leexplica: Vengo de tu celda. Te han buscado intilmente por todo el convento. Hay un visitante que teespera en el locutorio...

    Juan! se alboroza Mnica sin poder ocultar su turbacin.

    No. Es el seor Renato D'Autremont, hija ma, que te ruega, que te suplica no te niegues ahablar con l...

    Mnica ha sentido como si algo se helara en sus venas. Renato D'Autremont... Cada una de susletras la ha traspasado como una fina flecha de angustia, mientras una amarga desilusin la vainvadiendo, porque es l y no el otro. Las palabras de Colibr hicieron aletear en su alma una esperanzaque, a pesar suyo, la encendi de locas ilusiones. Ahora, es como si se cerrara de repente la puerta queviera entreabierta, como si de un golpe se apagara la ltima estrella de su oscuro cielo...

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    Yo tambin me atrevo a rogarte que no le rechaces prosigue la abadesa. Hace mucho ratoque te espera. Parece tan angustiado, tan inquieto, que su empeo me hace pensar que tiene algoimportante que decirte, acaso algo relacionado con la solicitud de esa anulacin de matrimonio quefirmaste para enviar al Santo Padre. Al fin y al cabo, creo que con orlo nada pierdes...

    Mnica ha mirado a todas partes... A la aparicin de la abadesa, ha desaparecido Colibr. Sinduda, est escondido muy cerca, o acaso ha aprovechado el momento para huir, llevndose con l

    aquella bocanada de aire salobre, aquel desesperado anhelo que el solo nombre de Juan enciende enella. La voz de la abadesa le llega como desde muy lejos, obligndola a volver a la realidad:

    Los D'Autremont son tus iguales, tus parientes... No pueden desearte ningn mal. Vamos,hija... Ven...

    3

    ENTRE USTED CONMIGO, Noel. Quiero decir, si lo desea...

    Naturalmente que lo deseo, y que entro contigo. Pero no tengas cuidado, porque s serdiscreto. Cuando los matrimonios mal habidos se encuentran delante de un tercero, se vuelvendemasiado quisquillosos, y dignos. La mujer gusta del apoyo y del dominio del hombre...

    No las mujeres como ella, que es dura como el diamante. Puede parecer frgil como el cristal,pero no lo es. Frente a ella, no soy yo el ms fuerte... Pero no me quiere, Noel, no me quiere!

    Tal vez no te quiere, pero puede quererte. Te considero hombre capaz de robarle el corazn sino lo has hecho ya. No te llaman pirata? No tienes fama de domar las olas y los vientos? Acaso tedas por vencido antes de comenzar la batalla?

    Por mi desgracia, s. Pero no importa... Entremos... Si se negara a recibirme...

    Clmate... Djame a mi hablar con la hermana tornera...

    Mnica... Al fin apareces... Por fin accediste...

    No me lo agradezcas, Renato. Mi intencin, mi deseo, era no ver a nadie en mucho tiempo.Vine aqu para buscar la paz...

    Bueno, ustedes necesitan hablar, ponerse de acuerdo, limar todas esas pequeas asperezasque surgen de las circunstancias, pero que no deben existir entre parientes aconseja la abadesainterviniendo en forma conciliadora. Como es su deseo, seor D'Autremont, voy a dejarles a solas. Ycomo le rogu a ella que accediera a esta entrevista, le ruego a usted que perturbe lo menos posible sualma con los cuidados de fuera del convento. Estos claustros deben ser un dique contra el mundo, y elremanso de paz que necesitan las almas atormentadas como la de Mnica en estos momentos. Y ahora,con permiso de ustedes...

    La madre abadesa se ha excusado y con pasos suaves y silenciosos se aleja dejando solos aMnica y a Renato, que guardan silencio durante un breve instante, hasta que de pronto la voz fra deMnica, indaga:

    Dime... Queras hablarme...Quera, es cierto. Y si vieras a solas, entre las cuatro paredes de mi biblioteca, cmo y cunto

    te hablo, Mnica... Son razonamientos a los que no hay nada que replicar, donde toda palabra es intil,porque es apenas un plido reflejo del sentimiento. Renato se ha acercado a ella tembloroso, peroMnica retrocede y aparta la mirada de su rostro demudado, donde los ojos arden con destellos defiebre. Si yo pudiera hablarte libremente de mis sentimientos...

    Hay sentimientos que no tienen derecho a existir, Renato.

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    S que una equivocacin, como la que yo comet, se paga con la felicidad, y no aspiro a serfeliz. Renuncio a la dicha; pero si he de seguir viviendo, si he de seguir respirando, necesito algo por quhacerlo.

    Tienes tu esposa, tendrs un hijo, y hay muchos ms, Renato... Cientos, miles de seres quedependen de ti. Tu posicin y tu riqueza, que te dan derecho de rey, pero tambin deberes. Hay muchascosas con las que puedes llenar tu vida y olvidarte de que, en la celda de un convento, hay una mujer a

    quien quisiste amar demasiado tarde...Mnica, veo tus razones, las mido, las peso; pero djame un rayo de luz, un rayo de

    esperanza... No te encierres en el convento! No levantes otra muralla ms! Es lo nico que te pido.Cuando se haya roto el lazo que te une a Juan del Diablo...

    Mnica se ha estremecido como si el nombre le doliera, como si slo al aludir a l se tocase unallaga en carne viva; pero junta las manos y aprieta los labios. Slo su mirada azul se alza para clavarseen la de Renato, con un gris destello de acero:

    Por qu no dejarlo a l fuera de esto?

    Por desgracia, no es posible. Djame terminar... Cuando hayas roto el lazo aciago que te une aJuan, sers libre y duea de tus actos. Podrs vivir en el mundo, a la luz del sol... Tambin hay mil cosascon las que puedes llenar tu vida mientras esperas...

    El qu he de esperar?

    No s... Un milagro, que la piedad de Dios nos favorezca, que un da caiga tambin miscadenas, cadenas que no merezco soportar... S que no dirs una palabra, que no lanzars una solaacusacin contra ella. T eres tan noble, como ella, mezquina. T sabes que traicion a mi corazn comomujer, que me enga, que mat mis ilusiones, que fue contigo egosta y cruel, que no piensa sino en smisma. No puedo decir que me traicione como esposa; pero, sin embargo, estoy atado a ella y por ellame niegas hasta la luz de tu mirada...

    Largo rato ha permanecido inmvil Renato D'Autremont, baja la frente, apartado de ella, mientrasMnica, en medio de la estancia, pregunta con espanto a su corazn por qu aquellas palabras de amorle suenan fras, huecas; por qu mientras el hombre a quien un da amara, dice cerca de su odo lasfrases que soara orle decir tantas veces, no hay una sola fibra en ella que se conmueva... Por quhasta su dolor parece apagarse y, como una respuesta, otra imagen, otro nombre, otra forma se va

    alzando alma adentro, y es entonces una oleada de compasin la que se desborda para el hombre quesufre por ella...

    Sufro hasta morirme, Mnica! Por qu no me dices que t tambin sufriste por mintilmente? Por qu no te recreas en mi dolor, que es tu desquite?

    Sera tonto y cruel...

    Seras cruel, pero no dejara la esperanza de que cuando estuviese saciado tu rencor...

    No te guardo rencor...

    Ni eso! se queja Renato con infinita amargura. Tan muerto est lo que fue tu amor porm?

    S, Renato, tan muerto... tan irremisiblemente muerto... Pero, por qu has de desear que sea

    de otro modo?Porque no soy un santo, Mnica! Porque soy un hombre que ama y sufre, y sera una especie

    de consuelo desesperado pensar que sufrimos a la vez, que te hiere mi misma herida, que te amarga mimisma pena, que mientras yo devoro las horas en silencio, pronunciando tu nombre, es el mo el quesube a tus labios cuando parece que meditas o rezas... Porque por el ciego egosmo del amor, sera unconsuelo saber que agonizamos juntos. Comprendes? No voy a pedirte nada, no voy a exigirte nada...Slo eso, si lo tienes en el alma. Dime que sufres por m, que lloras por m, y te juro alejarme sin quererenjugar tus lgrimas con mis besos. Dame ese consuelo, Mnica!

    No puedo, Renato, no puedo!

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    Perdn si me atrevo a interrumpirles se disculpa la madre abadesa irrumpiendosorpresivamente. Han sido intiles mis esfuerzos por convencer a un nuevo visitante. Es un seor quealega sus derechos legales, y...

    Juan! exclama Mnica en un grito semiahogado.

    Juan! repite Renato con ira y sorpresa a la vez.

    En efecto, Juan ha aparecido tras las blancas tocas de la priora. Jams fue ms dura, msdesdeosa, ms cargada de sarcasmo la mirada de sus ojos oscuros... Jams fue ms amargo elsoberbio pliegue de su boca. Renato ha dado un paso hacia l, plido de ira, y Mnica tiembla, sintiendoque le faltan las fuerzas, que va a desplomarse, mientras, comprensiva y piadosa, la monja acude asostenerla... Toda la fuerza que le queda est en la mirada, clavada en Juan como si bebiera su imagen.Cunto ha deseado, durante las pasadas horas, verle otra vez, tenerle cerca! Qu amargo consuelo escontemplarlo, aunque slo salgan de sus labios palabras de hiel!

    Creo que llego a tiempo... al menos para m mismo. A ustedes, supongo que mi visita lesresultar altamente desagradable, pero, qu vamos a hacer? Terminaste tu conferencia con elcaballero D'Autremont, Mnica? Puedes concederle un minuto de audiencia al hombre a quien jurasteseguir y respetar, al pie de los altares? Vas a escucharme? No es demasiado sacrificio? No esdemasiado esfuerzo?

    Pens que todo estaba dicho ya entre nosotros replica Mnica en un dbil hilo de voz.En cierta forma, no te falta razn. Vena por una pregunta que casi responde por s sola la

    presencia de Renato. Pero, de cualquier modo, quiero hacrtela...

    La presencia de Renato no significa nada rebate Mnica vivamente, y haras muy malinterpretando...

    Caramba, qu duro est eso para l! comenta Juan con manifiesta irona. Por lo dems,yo no interpreto... Demasiado s a qu atenerme... Y no te esfuerces, reconozco tu rectitud, tu entereza.T no sucumbes... Puede o no puede ser que se nos deje solos un instante?

    No me mover de junto a Mnica! rechaza Renato con gesto decidido. Si quieres hablar,hazlo en mi presencia!

    Podra hacerlo, pero quisiera saber qu cdigo religioso o civil te da derecho a interponerte

    entre los que Dios ha unido, segn ustedes... Dios y los hombres, podra yo aadir... Recuerdo haberfirmado tambin ppeles delante de un notario, y que tu firma, como testigo del acontecimiento, fuepuesta al pie de esos documentos legales, de los que por cierto he mandado sacar una copia... No escosa de que se me acuse de salteador de conventos cuando quiero hablar con mi esposa...

    Eres un canalla! se enfurece Renato. Maldito...!

    Por Dios! clama Mnica, asustada.

    No te asustes, Mnica aconseja Juan en tono burln. No pasar nada absolutamente... almenos, aqu. Este es uno de los lugares que ustedes respetan; los decentes, los bien nacidos, los denombre ilustre, saben perfectamente que el locutorio de un convento no se presta a discusiones de ciertogenero... Tampoco pens yo que se prestaba a toda clase de visitas... No estoy culpndote, Mnica, peroconfieso que pens encontrarte en un poco ms en retiro.

    Renato se ha mordido los labios, contenindose con esfuerzo; ha vuelto nerviosamente la cabezahacia el lugar en que espera hallar a la abadesa, pero sta ha desaparecido tras las cortinas de unapuerta lateral, y l deja escapar a medias la bocanada de clera que le ahoga:

    No vas a seguir abusando de ese matrimonio absurdo. No vas a seguir imponindole a Mnicatu presencia. Ella no quiere verte ni orte. Ya hizo bastante defendindote. Por ella, y slo por ella, estsen libertad, en vez de haber pagado tus culpas. No fue bastante para que la dejaras en paz? Djala ya!Est enferma, ha llegado al lmite de sus fuerzas!

    Sin embargo, no le han faltado para firmar cierta solicitud de anulacin de matrimonio... No escierto?

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    Quin te dijo...? quiere saber Renato.

    No te preocupes por mis fuentes de informacin. Ya veo que son exactas.

    Sal de aqu, deja tranquila a Mnica! Y no soy yo quien te lo ordena, sino ella quien lo imploracon la actitud, con la mirada, ya que las palabras no pueden salir de sus labios!

    No, Renato refuta Mnica haciendo un titnico esfuerzo. Eso no... Por Dios... Djame a

    solas con Juan. Te lo ruego...Muchas gracias agradece Juan con glacial indiferencia. No esperaba menos de tu nunca

    desmentida gentileza...

    Juan ha seguido con la mirada irnica a la furiosa figura que se aleja. Luego, contempla a laplida mujer: como desplomada en la ancha butaca de cuero... Es como si, en efecto, Mnica hubierallegado al lmite de sus fuerzas. Ahora llora, llora, el pauelo sobre el rostro, en ahogados sollozos quellegan al corazn de Juan como flechas mojadas de veneno... Largo rato calla, contemplndola,contenida un momento su amargura, transformado el gesto altanero por el de una piedad que esabandono y desaliento...

    Est bien, Mnica... No es mi deseo atormentarte. Supongo que lloras todas esas lgrimas portu amor imposible... Imposible para tu modo de pensar... Pero, al menos, te queda un consuelo: ladedicacin y la fidelidad de Renato...

    Basta! chilla Mnica reaccionando con ira. Si todo lo que queras decirme era eso...

    Oh, no! En absoluto... Cualquier cosa pens, menos tropezarme con el caballero D'Autremontaqu, en el convento... Al fin y al cabo, a veces resulto ingenuo, creo que son sinceros los que hablan desu respeto y de su religin, con la mano en el pecho: los caballeros, los bien nacidos... La conciencia deustedes es tan complicada, que no la entiendo. Soy como el sapo que croa al borde de su charca...

    A qu viene todo eso, Juan?

    A nada... Son cosas que trato de explicarme a m mismo... Es extrao cmo me gira lacabeza... Ahora no recuerdo lo que vena a decirte...

    Te burlas de m?

    Quisiera poder burlarme, Mnica asegura Juan con sinceridad. Quisiera poder rerme a

    carcajadas, como me re siempre de todas las mujeres... Quisiera poder apartarte de un manotazo, comoapart siempre de mi vida aventurera cuanto significaba un estorbo... Pero, qu te importa a ti nada deeso? Qu puede importarle a nadie lo que haya en el corazn de Juan del Diablo?

    Mnica ha secado sus lgrimas, ha alzado la cabeza... Apoyadas las manos en los brazos de labutaca, lo mira frente a frente... Otra vez las cosas tienen para ella un sentido extrao, otra vez todoparece borrarse, menos las pupilas de aquel hombre, menos el inconfesado encanto de su presencia...Quisiera retenerle all hora tras hora, con ese deseo ardiente, nica luz en el torbellino de sussentimientos desbordados, de su mente enloquecida de sufrir y pensar... pero ya de nuevo florece lairona amarga en los labios de Juan:

    Supongo que ser la influencia de las bendiciones nupciales, pero no puedo desentendermetotalmente de ti, al menos mientras no tengas la respuesta satisfactoria a esa solicitud de anulacin quepretendes... La enviaste ayer? Esas cosas tardan, sabes?

    Quin te habl de eso? Aime! Aime! afirma Mnica con angustia, adivinando depronto. Hablas con ella? La ves?

    La vi anoche, y me trajo buena suerte...

    Cmo? Qu ests diciendo?

    Tu caballero D'Autremont perdi ms de cien mil francos, y fui yo quien se los gan. Porsupuesto, se trata de dinero, y eso no le afecta mucho. Tiene demasiado...

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    Jugaste t con Renato, y estaba Aime con ustedes? inquiere Mnica en el colmo delasombr.

    Oh, no! Qu ocurrencia! Ellos no van juntos al lugar en el que nos encontramos. Ambosfrecuentan garitos y tabernas, pero no juntos, claro est. Eso es lo que se llama correccin, decencia...Yo, desde luego, no saba cmo eran esas cosas, pero ya voy aprendiendo...

    No, no es posible, no ha ocurrido nada de eso! Lo dices para burlarte de m, para poner enridculo a Renato, para...

    Nada de eso. Puedo ensearte los billetes, si no crees en mi palabra. Ahora tengo lo bastantepara empezar a ser lo que ustedes llaman un hombre de bien. El notario Noel me ha convencido que esoes cuestin de tener un poco de dinero y de emplearlo productivamente. No importa que el dinero vengade la mesa de juego. Si tengo casa propia, si hallo una forma de que los dems trabajen para m, en vezde hacerlo yo personalmente, empezar a resultar menos indigno para esposo de una Molnar...

    Adnde vas a llegar, Juan?

    A la nica pregunta que en realidad tengo que hacerte. Tambin ha solicitado anulacin de sumatrimonio el caballero D'Autremont? Tambin l va a romper sus cadenas? Respndeme a eso,Mnica. Me importa demasiado tu respuesta!

    Mnica se ha puesto de pi temblando, mientras Juan va hacia ella, tomndola por las muecas

    en un impulso irresistible. Ahora s, decidido y fiero, quiere sondear un alma a travs de la azul mirada deMnica. Su vida entera est pendiente de aquella palabra, pero Mnica est demasiado ciega, sucorazn est sordo a fuerza de sufrir, y no llega hasta ella, no percibe el grito desesperado de otrocorazn asomado al fondo de las falsamente irnicas palabras de Juan. Tambin ella se revuelveenvenenada, tambin ella siente en los labios la amarga bocanada de los celos, cuando pregunta a suvez:

    Quieres saber si Aime queda libre? Ella es la que te interesa, no es cierto?

    Aime...? desprecia Juan con sarcstica risa.

    Por qu te res? Por qu pretendes hipcritamente aparentar que no te importa? Anoche fuea buscarte... todava anoche estuviste con ella, y por ella espas y hurgas en mi vida. La quieres, laquisiste siempre... Pero no me importa, puedes estar seguro!

    De eso s lo estoy, Mnica; ya s que te importa l.No me importa nadie... ya no me importa nadie!

    No te esfuerces. Conmigo puedes ser sincera. Ya lo fuiste una vez, en otro ambiente, en unlugar en el que poda hablarse claro, en el que hubieras podido llorar a gritos y proclamar tus penas. Allfuiste sincera, all me hablaste de tu amor, all confesaste lo que ahora pretendes negarme...

    Tambin t una vez fuiste sincero; tambin una vez desnudaste tu alma. Ya no lo recuerdas?No hablabas de amor, no... t nunca hablas de amor. Hablabas de venganza, y tu mirada hera comohubiese podido herir un pual. La amabas, la amabas desesperadamente, aunque slo injurias salan detus labios, para ella, y hablabas de matarla cuando soabas con sus besos, y maldecas su nombremientras pretendas llevrtela por la fuerza, saltando por todo con tal de conseguirla... No lo niegues, nolo niegues ahora! Piensas que no s que tu barco esperaba en la costa para llevarla a ella? Teatrevers a negar...

    No niego nunca nada de lo que hago! S, as fue. Quise llevrmela de Campo Real. Era mivenganza... yo ya no senta amor por ella! Quera llevrmela porque estaba loco, porque pensaba queslo con sangre se saciara mi sed. Quera matarla con mis propias manos!

    Eso... eso... queras matarla con tus manos, pero cuando su vida estuvo en peligro, cuandootro y no t era el que iba a matarla, preferiste bajar la cabeza frente a Renato y aceptarlo todo... todo!

    Tambin t lo aceptaste todo, y fue por amor a l! Vas a negarlo? Vas a atreverte anegarlo?

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    No lo niego! Ahora mis sentimientos no te interesan. Ni ahora ni nunca te interesaron. SiRenato va a romper sus cadenas, no lo s, ni me importa. No tiene ella otra forma de enterarse ms quepreguntndomelo a m? Pues, entonces, busca t a Renato y pregntaselo cara a cara.

    Es justamente lo que voy a hacer!

    Juan! lo detiene Mnica con un grito. No... no vayas a l de esa manera... No choquescon l...

    Otra vez tienes miedo. Otra vez lo aceptas todo, como entonces...

    Como entonces, no. Entonces lo acept todo, ahora lo rechazo todo, pero no quiero que mispalabras te empujen a buscarlo, no quiero enloquecerte. Habl como si yo tambin estuviese demente.Soy la ltima carroa, el ltimo gusano a quien las pasiones arrastran y ciegan. Por eso Dios no tienepiedad de m!

    Se ha desplomado sollozante otra vez, y Juan la mira apagndose lentamente en sus pupilas lallama que la clera encendiera, sintiendo que su ira se transforma en hondo dolor, que sutilmente lepenetra mientras se abren sus brazos en la triste actitud del que nada puede.

    Clmate, Mnica, te lo ruego. No har nada. Un momento me dej llevar por la clera, pero nolo buscar si l no me busca; no lo buscar, porque hay algo que s no podra prometerte: respetar suvida. Cien veces me contuve frente a l, cien veces, al ir a extender las manos, al ir a alzar los puos,

    pens que, al fin y al cabo, renegado y proscrito, es tambin sangre suya la que me corre por las venas...Tampoco yo quiero derramarla, Mnica. Hay algo que me paraliza, que me detiene: no quiero verter lasangre de mi hermano. Pero que no siga por ese camino, que no sea l quien cada instante me salga alencuentro, porque no mirare nada, puedes creer que no mirar nada la prxima vez... Si quieres queviva, dile que se aparte de mi sendero, que se olvide de m, como yo voy a olvidarme de l!

    Juan... Juan...! Mnica ha alzado la cabeza, se ha puesto de pie tambaleante, pero esta vezJuan no se detiene. Ha salido del locutorio, ha cruzado los claustros como si un vendaval le arrastrase, yva como un rayo hacia las altas rejas que cierran la entrada principal, mientras intilmente Mnica lellama: Juan... Juan...!

    Mnica! Qu te pasa? Qu tienes? indaga Renato acercndose a ella. Qu te hahecho? Qu ha osado contra ti...?

    Detenlo, Renato, haz que vuelva!

    Ya sali. Le vi cruzar como un relmpago. Es un canalla, no debiste recibirle a solas, pero voya buscarle donde quiera que se encuentre. Te dej porque me lo pediste, porque no tengo ningnderecho, porque mi amor se estrella contra tu rencor; pero, aunque no me quieras, aunque no meperdones nunca, siempre estar a tu lado... Y l tendr que aprender a respetarte...

    Nada hizo contra m. Es que no entiendes? Nada me ha hecho. Ningn mal quiere hacer anadie... Es noble, es generoso, es bueno...

    Por qu llega hasta aqu a atormentarte? No es necesario que me lo digas... el verdaderoculpable no es l, soy yo. Por eso a l le perdonas y a m me desprecias.

    No, no, Renato no te desprecio. Te comprendo ms de lo que crees. Ya s lo que es sentirseenloquecer y cegar de celos. Pero, aun comprendindote, aun perdonndote de todo corazn, el mal quehiciste est hecho.

    Ya lo s. Pero hay algo que no puedes negarme, un derecho que a nadie se le niega: lucharpara reparar mi locura, remediar ese mal, aunque para hacerlo derrame la ltima gota de sangre que mequede en las venas...

    Ni con sangre, ni con dinero, ni con nada puede volverse el tiempo atrs, Renato. Olvdate dem, olvdate de l... vuelve a tu Campo Real, sigue tu vida. Si algo puedo pedirte, si algo puede darme tuamor, que sea eso...

    Me pides lo nico que no puedo darte, lo nico que no podr hacer. Mi vida no me pertenece,es tuya, aunque tu no la quieras.

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    Mnica ha ido a replicar, pero las cercanas cortinas se han entreabierto y por ellas asoman lasblancas tocas de la abadesa. Muy despacio se acerca a Mnica, mientras en la alta torre de la iglesia, lascampanas llaman para la oracin de la tarde. Silenciosamente fija la Madre una mirada elocuente en elplido rostro de Renato, que parece volver al mundo, refrenando sus desbordados sentimientos:

    Perdneme, Madre; mi visita ha sido larga e inconveniente. Debo retirarme en el acto, y lohar. Slo me resta rogarte, Mnica, que no me condenes definitivamente sin orme otra vez. En mi casa,

    en casa de tu madre, donde t lo desees...Te dije mi ltima palabra, Renato: olvdate de todo esto, vuelve a tu Campo Real. Si el Santo

    Padre accede a mis deseos, no saldr jams de este convento. Vamos, Madre, seguramente que en laiglesia la esperan. Perdneme, y sostngame...

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    JUAN CRUZA A LARGAS ZANCADAS la plazuela en declive... Ha seguido calle abajo como sicruzara un mundo nuevo, y apenas refrena un poco el paso cuando la voz fatigada de su nico amigo,suplica doliente:

    Quieres matarme? No puedo correr de esta manera! Eres un desconsiderado... Piensas

    que tengo tus aos y tus piernas? No puedo correr as!

    Con no venir detrs de m, se ahorra la carrera... Quiere dejarme en paz, Noel?

    Despus de todo, creo que es lo que tengo que hacer. No te interesa mi amistad, te molestatenerme al lado tuyo... Eres como el mendigo ciego, lo bastante loco para echar a palos al perro que lesirve de lazarillo.

    No soy ningn mendigo!

    Ni yo ningn perro! se indigna el viejo notario. Diablo de muchacho! Estoy hablando ensentido figurado... Pero no te preocupes, si quieres de verdad que te deje en paz, definitivamente te dejo.

    Estese quieto suplica Juan con afectuosa autoridad. No me atormente ms. Es que no seda cuenta?

    Saliste como un rayo, me pasaste por delante como si no me vieras... Supongo que olvidasteque habas ido conmigo al convento. Por qu no me invitas a un jarro de cerveza? Mira qu buen lugarhay en aquella esquina para que refresquemos.

    Juan ha bajado la cabeza para mirar el rostro del anciano, la redonda cabeza ya casi calva, lospequeos ojuelos claros, a la vez maliciosos e ingenuos, aquel conjunto humilde de inteligencia y debondad que repentinamente le conmueve al extremo de hacerle echar el brazo sobre los hombros delnotario y disculparse:

    S, Noel... Usted no tiene la culpa de nada. Su consejo fue bueno, pero su buena voluntad y miimpulso sincero chocaron contra la eterna muralla en la que todo lo mo se estrella. No soy nadie para sucorazn, no significo nada para ella...

    Le hablaste de verdad, sinceramente?

    Empec a hacerlo, pero apenas me dio tiempo. Es muy avara de sus minutos, los necesitatodos para sufrir por l, para llorar por l. Tiene voluntad para rechazarle, mientras legalmente sea unimposible para ella; pero l la ronda con terquedad, lucha con todas sus fuerzas para separarla de m yquiz para ser libre l tambin... No es que yo lo sepa, pero, qu otro camino les queda?

    Bueno, t y yo sabemos la verdad con respecto a la que es su esposa. Sabemos cosas que desaberlas l...

    Le haran matarla, no por amor, que ya no la quiere, sino porque es todo un caballero, unD'Autremont-Valois... Y me buscara a m tambin... S i viera cmo lo deseo, qu placer sera!

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    Ests loco?

    No tenga miedo. No ser si l no me desafa, si l no me ofende. Lo he prometido a Mnica. Selo promet, y me alej, hu, no pude soportar ver en sus ojos lgrimas de gratitud. Me alej por noenloquecer, por no ver asomada a sus pupilas la imagen de otro nombre y sentir el deseo de apretartambin su cuello... Se acab todo, ahora si que termin todo. Esta misma noche zarpar el Luzbel, y enl me alejar para siempre... Pero no hablemos ms de eso. Quiere todava su jarro de cerveza?

    Entremos!Dime antes una sola cosa. Me dijiste que tenas que hacerle una pregunta, de la que dependa

    tu vida futura... Llegaste a hacerla?

    No, Noel. Para qu? Todo me dio la respuesta... Quera invitarla a un viaje, llevrmela estamisma noche, arrancarla de aqu, sacarla de esa tumba donde agoniza por un amor que es imposiblepara ella, mirar sus ojos bajo otra luz, bajo otros cielos, arrancarle como a un dolo las mil tnicas falsasen que su alma se envuelve, y volver a sentir su corazn entre mis manos... Escuchar el latido de susangre bajo las estrellas, y entonces, slo entonces, preguntarle si el amor de Juan del Diablo es algopara ella... De otro modo, no lo har, no lo har aunque me muera...

    Eres terco, Juan... Bueno, bebamos ese jarro de cerveza...

    Colibr! Pero, ests aqu todava?

    No me quera marchar sin verla otra vez ya que usted me dijo que no poda volver a entrar. Poreso me escond y me qued esperndola. El patrn me dijo que yo tena que estar con usted paraatenderla, para servirla, pero si usted me echa...

    Dolorosamente, Mnica se ha acercado al nio negro, atrayndole a s. Es ya casi de noche, lassombras del crepsculo envuelven aquel jardn cercado de altas tapias donde Colibr ha aguardado,escondido entre los arbustos, el momento de verla otra vez. Y con el muchachuelo de ojos ingenuos,parece llegar de nuevo hasta Mnica una oleada de aquel mundo distinto, extrao, con el que intilmentese ha propuesto romper.

    Que Dios te bendiga por haberme esperado. Colibr. Pienso que es l quien te dio la idea deaguardarme.

    De veras, mi ama? No se pone brava porque antes no la obedec? Hablar conmigosiempre que yo me cuele por arriba de las tapias?

    Hablar contigo ahora; y tendr que agradecerte un ltimo favor. Si no fueras tan nio, tal vezte hablara... Pero es demasiado para ti.

    Y me va a dejar estar a su lado siempre?

    No, Colibr, tendrs que irte. Tu lugar est junto a Juan, a l se lo debes todo... lo que l hizopor ti, sera una ingratitud que lo olvidaras. Volvers junto a l y le llevars una carta ma. Esta tarde nosseparamos de un modo violento. Lo llam, le grit que se detuviera. No quiso escucharme. Supongo quefue culpa ma, pues lo exasper, lo enfurec, le hice perder la paciencia. En realidad, no tengo derecho aforzar sus confidencias, a asomarme al fondo de su corazn. l nunca dijo que su corazn era mo...Hablo tonteras. No pretendo que entiendas, Colibr, pero tengo que decirlo, porque los sentimientos, aqudentro, llegan a pudrirse cuando se calla y se calla. Por eso hablo y hablo, y t debes pensar que me he

    vuelto loca... Me vas a esperar aqu. No ser mucho rato. Bajar en seguida... Son slo unas lneas...

    Si es una carta para el patrn, se la llevo en seguida. A todo lo que me den los pies, corro.

    No se la entregars sino cuando ests a solas con l. No importa que pasen las horas ni losdas; no importa que se haya hecho a la mar el Luzbel y que ya no se distinga la tierra de la Martinica...Hasta entonces, si antes no puedes, se la entregars t. Tal vez no le importe, tal vez mi carta le hagasonrer, tal vez la arroje al mar sin acabar de leerla; pero quiero que se la lleves. Esprame... esprame...

    Profundamente conmovida, Mnica ha estrechado contra su corazn al nio negro y ha besadosu frente; luego, se aparta de l y marcha muy de prisa escaleras arriba...

  • 7/29/2019 Corazon Salvaje - Juan de Diablo

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    Los dedos nerviosos han roto por tercera vez la carta apenas comenzada, y otra vez emprende,con pluma vacilante, la difcil tarea: hablar al que ama, sin hablar de su amor... Pasar como una esponjade suavidad sobre las escenas de su ltima entrevista, mientras su corazn apasionado destila la hiel y elfuego de los celos... Extender las palabras como un blsamo sobre el rencor, mientras siente girar, comoun torbellino, ideas y sentimientos... Firmar con una frase amable y fra, mientras las lgrimas caenardientes, como si desmintieran cada falsa palabra de serenidad... Y al fin, cubrir de besos aquellaspalabras heladas, slo porque los ojos de l han de leerlas...

    Colibr, qu haces aqu? No es ste el lugar a donde me gusta que entres! Te lo he dicho milveces...

    Los brillantes ojos de Colibr han girado con expresin de susto, pero no retrocede. Est frente ala mesa desnuda de un cafetn del puerto, donde Juan ha apurado copa tras copa. Es ms demedianoche, y, en el lugar casi desierto, los pocos parroquianos que quedan estn lejos, junto alfongrafo que desgrana las notas picarescas del ltimo can can, enfrascados unos en sus juegos denaipes y otros en sus vasos de ajenjo...

    Juan sacude la cabeza, mirando con fijeza al muchacho. Ahora, sus ojos estn turbios, su raznhundida como en un letargo; pero, a travs de todo eso, contempla los ojazos vivos, el rostro oscuro deexpresin inteligente, la actitud a la vez tmida y decidida del muchachuelo, y lo amenaza:

    Si no sabes obedecerme, le dar orden a