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CONVIVENCIAS INTERCULTURALES Y TURISMO: LAS PAMPAS BENIANAS Javier Alejandro Barrientos Salinas Paisajes paradisíacos, personajes pluriculturales, animales salvajes, flora exótica, turismo de aventura y una ensalada de historias de vida son los elementos que componen el presente artículo; que, más que artículo, parece ser el extracto de un diario de campo en el cuál inevitablemente se imprimen acentos y signos de admiración sobre ciertos aspectos, convirtiéndolos de esta manera en anecdóticos, pero, donde también se ocultan o camuflan otros tantos aspectos. Los cuales, sin embargo, pueden ser leídos entre las líneas de un relato etnográfico basado en la propia experiencia de un viaje inolvidable por las pampas benianas. INTERCULTURAL CO-EXISTENCES AND TOURISM: THE BENIAN PAMPAS Paradisiacal landscapes, pluri-cultural characters, wild animals, exotic flora, adventure tourism, and a salad of life histories, are the elements that compose the present article. Which, more than an article, seems like a field-work diary in which inevitably accents and signs of exclamation are printed over certain aspects, shifting them, into anecdotic. But also, where other aspects are hidden or camouflaged, that, however, might be read between the lines of an ethnographical tale based in the personal experience of an unforgettable voyage through the Benian pampas. Javier Alejandro Barrientos Salinas: Carrera de Antropología, Universidad Mayor de San Andrés, La Paz. E-mail: [email protected] El viaje A las siete y cuarto de la mañana de un domingo caluroso de noviembre en la puerta de la oficina de Donato Tours, en el concurrido puerto de Rurrenabaque, sobre la rivera Este del río Beni, un par de personas sobre el techo de un jeep blanco land cruiser terminaban de acomodar algunas cajas de alimentos y provisiones para el viaje a las Pampas. Puntuales como buenos ingleses, William y James, de veintitrés y veintisiete años respectivamente, esperaban sentados en la oficina de la agencia, iban acompañados de su amiga Finn de Australia, de unos veinticinco. El grupo de viaje lo completaba Maya Benavides, paceña, de veintiún años, y yo, también de la ciudad de La Paz y con la misma edad. El conductor encargado del land cruiser era el Petacas , un camba regordete y alegrón de no más de treinta años, conocido por su alias en todas partes y por todos. Con las mochilas bien acomodadas en la parrilla del jeep y tras las últimas recomendaciones de don Donato, un colla casado con una camba y con dos hijos, dueño y administrador de la agencia Donato Tours, partimos rumbo a Santa Rosa de Yacuma. Eran las ocho de la mañana y el sol comenzaba a brillar con fuerza en la imponente atmósfera azul de la amazonía. En la tranca, a la salida de Rurrenabaque, el Petacas se encontró con un amigo, dijo que era el guía de una empresa amiga y que si no había problema en llevarlo hasta Santa Rosa. Como había un asiento vacío adelante, el amigo del Petacas subió al jeep y entre ambos de rato en rato nos fueron ilustrando el viaje. En media hora nos encontrábamos cruzando la tranquila localidad de Reyes, un hermoso paraje beniano donde el achachairú, el cacao, las toronjas y los mangos inundan las calles, los patios y los canchones de la amable población reyesana. Textos Antropológicos, 2003, Volumen 14, Número 1, pp. 199-207 Carreras de Antropología y Antropología, Universidad Mayor de San Andrés, La Paz

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TEXTOS ANTROPOLÓGICOS Vol. 14, No. 1

CONVIVENCIAS INTERCULTURALES Y TURISMO: LAS PAMPASBENIANAS

Javier Alejandro Barrientos Salinas

Paisajes paradisíacos, personajes pluriculturales, animales salvajes, flora exótica, turismode aventura y una ensalada de historias de vida son los elementos que componen elpresente artículo; que, más que artículo, parece ser el extracto de un diario de campo enel cuál inevitablemente se imprimen acentos y signos de admiración sobre ciertos aspectos,convirtiéndolos de esta manera en anecdóticos, pero, donde también se ocultan o camuflanotros tantos aspectos. Los cuales, sin embargo, pueden ser leídos entre las líneas de unrelato etnográfico basado en la propia experiencia de un viaje inolvidable por las pampasbenianas.

INTERCULTURAL CO-EXISTENCES AND TOURISM: THE BENIAN PAMPAS

Paradisiacal landscapes, pluri-cultural characters, wild animals, exotic flora, adventuretourism, and a salad of life histories, are the elements that compose the present article.Which, more than an article, seems like a field-work diary in which inevitably accentsand signs of exclamation are printed over certain aspects, shifting them, into anecdotic.But also, where other aspects are hidden or camouflaged, that, however, might be readbetween the lines of an ethnographical tale based in the personal experience of anunforgettable voyage through the Benian pampas.

Javier Alejandro Barrientos Salinas: Carrera de Antropología, Universidad Mayor deSan Andrés, La Paz. E-mail: [email protected]

El viaje

A las siete y cuarto de la mañana de undomingo caluroso de noviembre en la puertade la oficina de Donato Tours, en el concurridopuerto de Rurrenabaque, sobre la rivera Estedel río Beni, un par de personas sobre el techode un jeep blanco land cruiser terminaban deacomodar algunas cajas de alimentos yprovisiones para el viaje a las Pampas.

Puntuales como buenos ingleses, William yJames, de veintitrés y veintisiete añosrespectivamente, esperaban sentados en laoficina de la agencia, iban acompañados desu amiga Finn de Australia, de unosveinticinco. El grupo de viaje lo completabaMaya Benavides, paceña, de veintiún años,y yo, también de la ciudad de La Paz y conla misma edad. El conductor encargado delland cruiser era el Petacas, un cambaregordete y alegrón de no más de treinta años,conocido por su alias en todas partes y portodos.

Con las mochilas bien acomodadas en laparrilla del jeep y tras las últimasrecomendaciones de don Donato, un collacasado con una camba y con dos hijos, dueñoy administrador de la agencia Donato Tours,partimos rumbo a Santa Rosa de Yacuma.Eran las ocho de la mañana y el sol comenzabaa brillar con fuerza en la imponente atmósferaazul de la amazonía.

En la tranca, a la salida de Rurrenabaque, elPetacas se encontró con un amigo, dijo queera el guía de una empresa amiga y que si nohabía problema en llevarlo hasta Santa Rosa.Como había un asiento vacío adelante, elamigo del Petacas subió al jeep y entre ambosde rato en rato nos fueron ilustrando el viaje.

En media hora nos encontrábamos cruzandola tranquila localidad de Reyes, un hermosoparaje beniano donde el achachairú, el cacao,las toronjas y los mangos inundan las calles,los patios y los canchones de la amablepoblación reyesana.

Textos Antropológicos, 2003, Volumen 14, Número 1, pp. 199-207Carreras de Antropología y Antropología, Universidad Mayor de San Andrés, La Paz

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No mucho rato después de haber pasado porReyes, el Petacas detuvo el jeep y se bajó paradar un vistazo al coche, su amigo le acompañó.Pasaron unos minutos revisando por debajo dela carrocería y comprobaron que uno de losmuelles delanteros estaba a punto de romperse.Tan infortunado acontecimiento no trascendió amayores, todo gracias a que entre ambos seencargaron de dar solución al problema eimprovisaron un repuesto en base a un cordónde goma, un pedazo de madera y unos amarrosde hojas que recogieron del camino. Tal repuesto,aunque precario, increíblemente soportó el restodel viaje.

La temperatura se incrementaba a medida quetranscurría la mañana y el sol se hacia cada vezmás insoportable al mismo tiempo que nosinsertábamos en las pampas benianas, esasinmensas llanuras verdes que se proyectan en elhorizonte, estepas interminables donde la vistase pierde. Eran ya como las diez de la mañanay sobre estas inmensas pampas comenzaron adibujarse miles de cebúes blancos, negros, cafésy toda una variedad de ganado vacuno que seestampaba en el paisaje.

Las miles de cabezas de ganado que pastean alo largo de estas praderas están principalmentedestinadas al mercado de la carne, no sólo aescala regional sino especialmente a nivelnacional, siendo justamente éstas tierras benianaslas que más aportan en tan importante rubroeconómico, a decir en las propias palabras delos benianos: somo nosotro los que damo decomer a toda Bolivia.

La carretera a esa hora de la mañana se habíaconvertido en una plancha quemante, losneumáticos literalmente se cocinaban y el frenohumeaba permanentemente. Fue necesario haceruna pausa y esperar que las llantas enfríen unpoco, dejándolas reposar sobre unos charcos deagua que aún no se había evaporado en los bachesy deformaciones del camino. Estas pausas huboque repetirlas un par de veces más, de lo contrariose le hacía difícil al Petacas controlar lamovilidad, pues a ratos el freno dejaba defuncionar por el exceso de calor queexperimentaba.

Al mediodía llegamos a la tranca de Santa Rosa,allí un par de policías refugiados en un retén demadera eran los encargados de controlar elingreso de los visitantes, a la par que combatíanel calor con un par de cervezas. El amigo delPetacas bajó del jeep para avisar que viajabantres extranjeros y dos collas, tuvo que pagar algopor los extranjeros y no así por los nacionales

pues son estos últimos los que menos visitan lazona, a pesar de los descuentos en la tarifasturísticas y la cercanía en relación a los quevienen de otros países. No tardó en volver y fuepara despedirse de todos y para agradecer alPetacas por haberle llevado.

Después de avanzar lentamente por algunascalles de tierra llegamos a una pequeña pensión,el Petacas preguntó si aún quedaban almuerzos,al recibir la respuesta afirmativa estacionó eljeep al lado de la puerta de ingreso, justo detrásde otro land cruiser blanco, en el cuál viajabaun grupo de judíos, hombres y mujeres, quienesal parecer habían terminado de almorzar. Comoiban de salida, mientras nosotros entrábamos,intercambiamos algunos saludos, un ¡hola! perocon distintos acentos.

En el jardín que precedía la pensión se encontrabauna pileta donde pudimos asearnos y refrescarnosdel infernal calor. Muy cerca se alzaba una antenaparabólica que al parecer era bastante nueva.Colgando a un lado de la pensión se distinguíaun letrero, que en letras de colores anunciaban:Santa Ana, Riberalta, Guayaramerín. Todos ellosdestinos a donde se dirigen las flotas que saleno que pasan por allí.

A esa hora del día Santa Rosa de Yacuma seencontraba sumergida en el silencio y la calma,típico de los parajes del oriente, gracias a latemperatura que en esos momentos fácilmentealcanzaba los treinta y cinco grados.

A manera de esperar, mientras sirviesen elalmuerzo, aproveché de dar una pequeña vueltapor el pueblo en busca de cigarros, mi caminatase prolongó más de lo pensado pues las tiendasse encontraban cerradas. Después de caminarvarias cuadras por un lado y por otro encontréun pequeño puesto en la calle refugiado bajo lasombra de la pared de una casa. La vendedoraera una mujer colla, una de las pocas que vivíaen el lugar. Como buena comerciante no cerrabapor nada su puesto de venta, vigilándolo desdeel interior de una casa en frente, cómodamentesentada, con la puerta abierta y conversando conuna de sus hermanas.

Casino y Derby blanco eran las únicas dosopciones en cigarros, me decidí por los Casino:son más baratos, duran más, son más fuertes ysupuestamente espantan a los mosquitos. Ya queestaba ahí aproveché de llevar algunos dulces ychicles, desde luego brasileros, como casi todolo que se comercia por la zona.

Luego de conseguir los cigarrillos me dirigí

rápidamente de vuelta a la pensión, allí todos yase encontraban reunidos en la misma mesa,charlando en inglés, tomando un jugo detamarindo y viendo televisión en portugués.

Almorzamos una especie de ajiaco de sopa, unplato de majao de segundo y gelatina con frutade postre. La dueña de la pensión era una cambarelativamente joven, le colaboraban sus primas,hermanas y cuñadas, pues además de la comidatambién vendía pasajes de flota y trabajaba congiros de dinero.

Una vez concluido el almuerzo, considerandoque llevábamos cierto atraso, nos apresuramosen subir al jeep y retomamos de inmediato lamarcha. Pasaron unos cuarenta minutos hastaque encontramos un desvío en el camino, a cuyoingreso se alzaba un cartel de aproximadamentedos metros cuadrados, que anunciaba: ReservaEcológica: Laguna del Bravo..

El escenario y los personajes

Santa Rosa de Yacuma es un pueblo pequeño ycaluroso, se encuentra cerca del río Yacuma, enplena pampa beniana. Gran parte de quienesviven allí son hacendados, poseedores de vastasextensiones de tierra y miles de cabezas deganado, con una buena cantidad de capitalesacumulados y vinculados a partidos políticosque monopolizan las esferas gubernamentales.Es conocida su fama por la manera de resolverlos pleitos, generalmente metiendo bala, comolo sucedido algunos meses antes, cuando losdirigentes regionales de dos partidos políticosprotagonizaron una confronta armada en disputapor la alcaldía, acontecimiento muy fresco en lamemoria de los pobladores.

La actividad ganadera, entonces, constituye elprincipal eje económico de la región y atrae, oatrajo en algún momento, la atención de casitoda la población. Capataces, vaqueros, peones,pastores, cazadores, matarifes y hacendadoscomponen ésta sociedad en particular de tierrasbajas.

Recientemente una parte de las población se havinculado al turismo, actividad que en SantaRosa ha comenzado a florecer hace unos cincoaños atrás. La fama internacional del ParqueNacional Madidi y la declaración del Pilón Lajascomo Reserva de Biosfera han beneficiadodirectamente al turismo de Santa Rosa deYacuma, considerando que se ha convertido enuna alternativa al monte, la selva y la jungla. Deesta manera, con el denominativo de las pampas,estas tierras han sido ampliamente difundidas

en Rurrenabaque, eje turístico de la zona.

Paulatinamente el turismo va concentrando laatención de todos quienes llegado el momentose encuentran en este exótico lugar de la amazoníasur. Es decir, tanto habitantes y visitantes quevinculados mediante el turismo se encuentra enun paraje único del planeta sumergidos en unaconvivencia inevitablemente intercultural.

El Petacas estacionó el land cruiser a las sombrade unos árboles a pocos metros de la orilla de laLaguna del Bravo. Allí nos esperaban algunaspersonas que se acercaron para ayudar a llevarlas provisiones. Estaba nuestro guía, conocidocomo el Chivo, Lula, cocinera del primercampamento, el conductor del bote y su hijo.

El Chivo, un hombre risueño, de piel bronceaday ojos achinados, oriundo de Santa Rosa deYacuma, casado con Lula y padre de dos niños.Desde su infancia, como la infancia de muchosniños de estas tierras, se la pasó caminando,explorando y jugando a lo largo de las pampas.Posteriormente entro en el mercado de las pielesy los cueros silvestres, él específicamente seencargaba de la caza de caimanes, actividad conla cuál pudo financiarse algunas tierras y algunascabezas de ganado. Al momento de conocerlo,el Chivo ya llevaba alrededor de tres años comoguía turístico.

El Chivo, con sus treinta y cinco años, siemprecon el machete a la mano, era conocedor de cadaparaje y cada recoveco de esas llanuras, expertoimitador de los sonidos de la naturaleza, capazde imitar el sonido emitido por el caimán, cosapoco creíble a no ser por el hecho de que trasemitir este sonido, flotando sobre un pantanalaparecieron seis pares de ojos de caimanes bebés,que creyeron reconocer el llamado de la madre,la cuál aparentemente dormía enterrada en lasprofundidades del fango. Así mismo los sonidosde aves y de monos los conocía a la perfección,logrando que un pequeño mono amarillo se leacercase de tal manera que terminó llevándoseun plátano pelado de su propia mano. Le erantambién conocidas las plantas, los frutos y cada detalle que compone la biodiversidad del lugar.E incluso, en el último tiempo, había logradoperfeccionar interesantes e ingeniosas artesanías,como ser adornos de motacú, pendientes decolmillos de caimán, pipas de palo de diablo ytutumas decoradas.

Lula, una mujer de cabello largo y teñido, madrede dos niños y esposa del Chivo. Su primer hijolo tuvo a los quince años y el otro a los diecisiete,a la fecha había cumplido los diecinueve. Ella

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ocasionalmente era la encargada de cocinar en elprimer campamento y también, en caso de habermayor afluencia de visitantes, se encargaba deayudar en la cocina del otro campamento. Éstaera una forma de ayudarse económicamenteaprovechando sus conocimientos gastronómicos,especialmente en la preparación de la comidatradicional de la región, como las crocantespalometas que cocinó la primera noche en elcampamento de la laguna. Lula era de Santa Rosade Yacuma y en su infancia había viajado por

algunos de los principales ríos de la región,llegando a conocer de esta manera una buenaparte del territorio beniano. Lula añoraba bastantepoder conocer algún día la ciudad de La Paz y ellago Titikaka, dos lugares que llamabanespecialmente su atención.

Con las mochilas cargadas y portando cada quienuna botella de dos litros de agua Clarita, nosdirigimos hacia el bote, una embarcación similara los otros botes que usualmente navegan los ríos

benianos, esos troncos partidos a la mitad de unoscinco metros de longitud, con una seguidilla depequeñas tablas transversales como asientos ycon un motor a gasolina.

Antes de llegar a la embarcación caminamossobre una suave capa de fango tibio, el agua dela laguna estaba caliente y llegaba hasta lasrodillas. Las mochilas y las cajas de víveres fueronacomodadas en las parte de adelante del bote ytodos nos distribuimos a lo largo de laembarcación.

La laguna del Bravo es una increíble extensiónde agua en medio de las pampas benianas,originada gracias a las condiciones de drenajeque caracteriza éstos llanos, lo que permiteconcentrar el agua y formar una inmensa laguna,cuya mayor profundidad en esa época no superabalos dos metros del alto y con un promedioaproximado de un metro, es decir que se trata deaguas estancadas por lo plano del terreno, lo quesignifica que en época de lluvias tiende aextenderse más, llegando a provocar seriasinundaciones de espacios habitables o camposganaderos, incrementando considerablemente suprofundidad en uno o dos metros.

La laguna del Bravo hace varios años poseía uncolor azul verdoso, gracias a la vegetación acuáticaque actualmente ha desaparecido producto undesequilibrio ecológico, a partir de la sobreexplotación de la pesca con materiales explosivos.El colorido que posee hoy es similar al de losgrandes ríos amazónicos, como tierra descolorida.

En unos quince minutos, a buena velocidad ycontra el oleaje, atravesamos la laguna hasta llegara una isla donde se encontraba el primercampamento. La isla era un extenso playón queen época húmeda permanecía inundado y que enotras ocasiones, como era el caso, producto delexcesivo calor cobraba mayor terreno, toda vezque las aguas bajaban, dejando tierras fangosaspobladas de palmeras de motacú. El campamentose encontraba sobre tierra compacta y lisa,protegido por unos diez perros, rodeado de tutumasy lleno de una variedad de frutas tropicales:mangos, papayas, mango-uva, cacao, mangojaponés, cocos y mangas.

Las camas estaban dispersas en un refugio deadobe con un techo a base de hojas de palmeray algunos troncos atravesados. Cada cama ibacubierta por su respectivo mosquitero, más quenecesario, indispensable, considerando, entre otrascosas, que entre el techo y la pared del refugioexistía un vació por donde se filtraban todo tipode bichos.

Después de acomodar las cosas en el refugio,pudimos lavarnos, ayudados con una tutuma, conel agua de un pozo en medio del campamento,para luego proceder a rosearnos de pies a cabezacon el muy poco eficiente repelente, no por sumala calidad, sino porque los mosquitos de laspampas son supermosquitos acostumbrados ya atodo tipo de repelentes. A manera de descansar,degustamos la sabrosa variedad de mangos ypaseamos por el campamento, por allí había unestablo relativamente grande, también algo queparecía un corral y una gran extensión de palmerasde papayas.

El calor había bajado unos grados, el Chivo alistoalgunos hilos, anzuelos y carnadas, y nos pusimosen marcha hacia la laguna, aquella era una tardeexcelente para ir de pesca, considerando ademásque la cena dependería del resultado de ésta.

En el camino hacia la laguna nos detuvimos unmomento a la sombra de las palmeras de motacú,cuyo tronco es el lugar predilecto para el reposode las tarántulas. El Chivo recogió algunosmotacús que habían caído al suelo, con suinfaltable machete procedió a abrirlos y seleccionóunos cuantos, de los cuales extrajo unas pequeñaslarvas blanquecinas para luego comerse una deellas. Después nos invitó uno por uno, y, aunquedubitativos pero intrigados, todos probamos elgusano del motacú, mucho más apetecido que elmotacú como tal.

En la laguna del Bravo nos esperaba el mismobote que nos había traído. El conductor era uncamba, robusto, de bigote espeso y un poco mayor,experto pescador y conocedor de ríos y lagunasbenianas; su hijo era un adolescente de buencarácter y fiel seguidor a sus pasos.

No muy cerca de la orilla un grupo de chiquillosjugueteaban, chapoteaban y nadaban a su gustoen las tibias aguas de la laguna, en la mismadonde pescaríamos palometas, más conocidascomo pirañas, las cuáles al contrario de lo que secree sólo atacan a quienes tengan alguna heridaen la piel, pues es el olor a sangre lo que las atrae.La prueba clara de esto eran justamente esos niñosbañándose de lo más tranquilos en sus aguas, algocotidiano para ellos que se crian en estas indómitastierras benianas.

En medio de la maravillosa laguna del Bravo, elconductor apagó el motor, remo un poco con laayuda de su hijo y luego detuvo el bote dejandocaer el ancla. El Chivo nos entregó a todos quienesíbamos en el bote, un hilo de pescar, un anzueloy unos cuantos pedacitos de carne cruda. Entre

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él y el conductor nos enseñaron la manera decolocar la carnada, la forma de aventar el hilo yotras estrategias.

Toda aquella tarde de domingo la dedicamosexclusivamente a la pesca. Cuando no habíamucha suerte en un lado, se recogía el ancla ycon motor o bien remando íbamos en busca deotro lugar, disfrutando de un paisaje impregnadode aves, algunas que voloteaban de árbol en árboly otras que cruzaban lentamente sobrevolando lalaguna. A veces ocurría que debido a la bajaprofundidad de la laguna el motor encallaba, yera el Chivo el encargado de bajarse para destrabarla embarcación.

Al final del día, cuando el sol caía lentamentepor el horizonte y sus rayos comenzaba asumergirse en la laguna, entre el conductor y suhijo habían pescado como unas ocho palometasblancas, tres palometas rojas, un pez gato y unpar de pececillos más, el Chivo había pescadomedia docena de palometas blancas y del resto,sólo James, había pescado una palometa roja.

James era del área rural de Inglaterra, de padresiciliano y madre inglesa. Su padre pertenecía auna familia tradicional de la mafia siciliana, razónpor la cuál, la familia inglesa no consentían elcasamiento de la madre, ante tal acontecimiento,colaborado por su familia, el padre de Jamesresolvió robársela desde Inglaterra y llevársela aItalia. Este hecho derivó en el inevitableconsentimiento de la familia inglesa, quienescomo protestantes, además, tuvieron que asentiral matrimonio católico, toda vez que éste eraindispensable en las costumbres de la familiasiciliana.

James trabajaba a través del Internet en un empresaencargada de distribución y asignación de empleos,este trabajo podía realizarlo desde cualquier partedonde hubiese una computadora conectada a lared, Rurrenabaque por ejemplo, y recibir un salariopor ello que le permitía financiar su gran viaje.Él, junto a su amigo William, con quien se conocióa través del Internet, habían emprendido un viajeque duraría alrededor de dos años, el cual habíacomenzado de Londres a Buenos Aires para luegoir subiendo poco a poco hasta México, de ahídirigirse rumbo al lejano Oriente y posteriormentea Egipto, para finalmente retornar a Inglaterra.

El cielo poco a poco se fue oscureciendo, losson idos de l a na tu ra l eza rodea ronestereofónicamente el ambiente y las estrellascomenzaron a tatuarse en el firmamento. En elcampamento Lula había cocinado arroz, plátanofrito y ensalada. En una cacerola grande vertió

una buena cantidad de aceite, dejando que secaliente lo suficiente antes de ir colocando una auna las palometas; los demás esperábamoshambrientos y sentados alrededor de una mesade madera iluminada por algunas velas,conversando en inglés y en español, para eseentonces Maya ya había asumido el papel detraductora toda vez que el Chivo no habla másque unas cuantas palabras en inglés y por elcontrario la australiana y los ingleses entendíanmuy poco el español, de todas maneras hay cosas que superan las fronteras lingüísticas y son lasque permiten entendernos entre todos más alládel idioma que hablemos, permitiendo compartirinterculturalmente ciertos lazos que nos unencomo especie de este gran ecosistema. Aquellafue una noche pesada, extremadamente caliente,densa y sin brisa alguna.

Despertamos temprano por la mañana.Desayunamos. Alistamos nuestras cosas y cadaquien, con mochila al hombro, se montó en uncaballo. El cuidador del establo era un cambaflaco y alto, su hijo de unos nueve años era elencargado de llevarnos hasta el otro campamentoa orillas del río Yacuma. El niño se llamaba René,ni siquiera llegaba a los estribos del caballo peroera el mejor jinete, con razón su padre le habíaencomendado dicha tarea.

Cabalgamos toda la mañana, una cosa de cincohoras, sólo descansamos una vez y fue a la sombrade el único árbol que encontramos en nuestrocamino. Durante el recorrido nos dedicamos aver anacondas, cuyo habitad son aguas estancadasa lo largo de las pampas. Descansan enroscadasy son muy lentas, comen capibaras, roedores yserpientes más pequeñas, la única que el Chivoconsideró peligrosa fue la anaconda-cobra,reconocida por sus jaspes atigrados y sumamenteágil, contraria a la anterior, por lo que preferimosalejarnos de su camino. Las serpientes son tancomunes a lo largo de estas tierras que ni loscaballos se asustan cuando se pasa cerca de alguna.

En medio de las tierras fangosas se extiendenverdes estepas de tierra firme, fue allí dondeWilliam aprovechó para retar al Chivo a unacarrera de caballos, la cuál terminó, según ambos,en un empate, pero que de todas maneras parecíacontentar más al inglés.

William vivía en Londres, hablaba un inglésperfecto, aspecto destacado por su propio amigoJames, que a pesar de ser inglés reconocía nohablar de la misma manera e incluso no entenderalgunas expresiones. William había estudiadoalgo relacionado con leyes, más específicamentese interesaba en la problemática de las cárceles

y el penalismo, motivado a partir de su propiaexperiencia tras haber permanecido recluidodurante algún tiempo.

William financiaba el viaje de dos años, queemprendía junto a James, con el alquiler de sucasa en Londres. Él hace algunos años atrás habíavisitado parte de Latinoamérica, debido a que supadre residía en Costa Rica, un país turístico porexcelencia que consigue encandilar sobre todo avisitantes europeos, quienes suelen quedarsedurante años o toda la vida. Por lo que habíalogrado conocer antes y por lo que estabaconociendo en lo que iba de su viaje, Williamconsideraba que el lugar más barato al que habíaviajado era Bolivia, donde podía conseguir unacajetilla de cigarros Casino a dos bolivianos encomparación a las ocho libras que le costaba unacajetilla de Benson & Hedges en Londres. Williamvenía de un lugar donde recientemente se habíadado paso a la legalización de algunas sustanciascontroladas y donde paradójicamente estáprohibida la difusión de certámenes de belleza,como miss universo, razón por la cuál le habíallamado especial atención el miss piernas que serealizó en el Oasis, la discoteca de moda enRurrenabaque, donde las candidatas, para sorpresadel inglés, entraban con el rostro cubierto.

Pasado el medio día, los jinetes estábamosexhaustos, a esa hora el calor se habíaincrementado demasiado, las pocas nubes quenos acompañaron en el recorrido matutino paraese momento habían abandonado por completoel cielo limpio y radiante. Finalmente, despuésde varias horas de cabalgata, llegamos a un lugarlleno de árboles, nos refugiamos en su sombra,desmontamos y amarramos los caballos.

El Chivo saludo a un hombre de gorra, ojosrasgados y bigote ralo que apareció de pronto deentre los árboles, era el guía de otro grupo, ledecían el Chino. Junto a él venía el papá de Renéquien se hizo cargo de los caballos. René montóen su caballo y le dijo a su padre que se iba a laescuela; a todo galope, con una mano en sumochila de jean y con la otra en la rienda, seperdió en la gran estepa verde. El Chivo conversópor unos segundos con el Chino y fue éste últimoel que nos llevó caminando entre la arboleda hastallegar al campamento.

El segundo campamento constaba de unas cuatrocabañas construidas de madera y mallasmilimétricas y los techos de plástico grueso yazul. Todo el campamento se encontraba a unmetro y medio de altura, reposando sobre pilaresde madera, esto para evitar se inunde en épocade lluvias, considerando que el río Yacuma pasaba

a tan solo unos metros.

El río Yacuma es una extensa franja que atraviesalas pampas de occidente a oriente con una ligerainclinación al norte, comienza en las estribacionesde la cordillera al sur del Pilón Lajas, poco a pocova incrementando su volumen a medida que vaacogiendo aguas tributarias de otras corrientes,hasta llegar a Santa Ana de Yacuma paraposteriormente ir a formar parte del gran ríoMamoré. En el río Yacuma existen algunosaccidentes geográficos que originan pozasnaturales sobre las ligeras curvaturas que sufre;los niveles del torrente son sumamente variables,en noviembre el calor había hecho que bajen lasaguas considerablemente, quedando una profundahuella, no así en meses como febrero cuando elrío fácilmente tiende a desbordarse de su causee inundar las llanuras del sur beniano.

En una de las cabañas del campamento seencontraba un gran comedor, allí almorzamosjunto al otro grupo, que estaba compuesto porcuatro madrileñas y dos catalanes, ellos hacíanel recorrido a la inversa que nosotros. Lasprovisiones que este grupo traía consigo estabanprincipalmente compuestas de botellas de ronbrasilero, singani camargueño y vino en caja. Enla mesa conversamos entre todos, en distintosidiomas y con distintos acentos, los máscharlatanes y bullangueros eran los españoles, lamás callada y silenciosa, la australiana.

Finn, de cabello corto e intensamente amarillo,había estudiado arquitectura en su país, hablabafrancés e inglés, recientemente había concluidoun complejo habitacional, sus regalías más susahorros le permitían cubrir los gastos de tanesperado viaje, considerando que Finn hace alguntiempo atrás había recibido un libro de turismomundial, que fue regalo de quien era su novio.El cuál se lo leyó de principio a fin, conantidepresivos de por medio, cuando rompió larelación entre ambos. Fue precisamente en aquellaspáginas donde nació su interés de conocer estaparte del planeta. Finn hace varios años atráshabía vivido por un corto tiempo en Dinamarca,lo que le había permitido conocer una buena partedel viejo continente.

Finn se había conocido con los ingleses en BuenosAires y entre los tres continuaron juntos el viaje,ella los acompañaría al Cuzco y después hastaLima. De allí se iría ella sola hasta la India, otrolugar que añoraba conocer, para luego retornar asu país por razones laborales.

Un suculento almuerzo acompañado de chichamorada fue lo que disfrutamos ese lunes en el

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TEXTOS ANTROPOLÓGICOS Vol. 14, No. 1

expuesto también por el Chivo, por Lula y porlos demás personajes del relato.

En la tarde dimos un largo paseo en bote por elrío Yacuma, allí pudimos ver cadenas de petasque se dejaban caer de troncos flotantes al agua,una a una, cual valet acuático. Vimos grupos decapibaras, compuestos por un macho y variashembras, que se bañaban en las orillas, pues elintenso calor solía quebrajarles el cuero y la capade grasa que las recubre. Así mismo tuvimos elgusto de ver caimanes, o como se los llama enla coba turística: aligaitors, los cuales suelenreposar bajo la sombra de arbustos o bien, cuandoya no soportan el calor, permanecen sumergidosen el río, en cambio si les hace frío se quedanestáticos tomando sol, con la boca abierta ymostrando sus puntiagudos dientes. En estasaguas también se encuentran los delfines de río,o bufeos, de color rosa, son muy traviesos yalgunas veces se los logra ver saliendo por unossegundos a la superficie, principalmente en laspozas naturales que se forman en el río. Entornoa las hembras se trazan una serie de mitos ycreencias, pues son consideradas algo así comolas sirenas del Yacuma.

Volvimos al campamento al final de la tarde,descansamos y aprovechamos para charlar ycompartir las más diversas experiencias. Luego,más tarde, cenamos el mejor spaguetti a labolognesa que he podido probar. Después de lacena, el Chivo nos invito una pequeña rama,parecida a la canela, algo picante y que hacíasalivar, luego nos invitó un poco de bicarbonatopara mezclarlo con la rama triturada y finalmenteunas hojas de coca, y como dijo el Chivo: asípijcheamo en la pampa.

Era una noche extraordinaria, salimos delcampamento pasada las diez de la noche y nosdirigimos hacia el río, volvimos a hacer elrecorrido de la tarde pero esta vez a remo,principalmente para ver y diferenciar los ojosrojos de los caimanes y los azules verdosos delos lagartos.

Al día siguiente despertamos muy temprano, alamanecer fuimos a dar un pequeño paseo en elbote escuchando los misteriosos gritos simiescosque resonaban como un eco permanente y elconcierto de aves y pájaros que a esa hora setrasladan de sus nichos en busca de alimentos,principalmente de frutas. Cuando salen losprimeros rayos solares sobre la superficie delrío aparecen volando escuadrones de libélulasque desayunaran cuanto mosquito encuentren.Volvimos al campamento y era nuestro turno dedesayunar, para luego emprender una caminata

durante el resto de la mañana, conociendo yadmirando la exuberante flora de la zona.

Al medio día regresamos al campamento yprocedimos a alistar todas nuestras cosas y aacomodarlas en el bote. Poco después, a buenavelocidad, nos dirigíamos con rumbo al puertode Santa Rosa. En el trayecto hicimos una paradapara nadar en una de las pozas que se habíaformado en la curvatura del río. Retomamos lamarcha y después de un rato llegamos hasta elpuerto, allí bajamos y dejamos nuestras cosas alpie de un árbol para poder caminar hasta dondese encuentra la llamada Reina Victoria, conocidatambién como Reina Amazonas, impresionanteshojas flotantes, circulares y con pequeñaselevaciones que las hacen ver como verdes yorgánicas coronas.

Por un camino de tierra seca caminamoslentamente de regreso hasta donde se encontrabannuestras mochilas, allí esperamos a que llegueel Petacas en su jeep land cruiser para llevarnosde retorno a Rurre. No tardó en llegar, traía unpar de noruegas y un holandés. Lo último quehicimos antes de subirnos a la movilidad fuedespedimos del Chivo y de Lula que debían irsecon el nuevo grupo, y ambos, en un gesto muyamable, nos ofrecieron llegar a su casa, en SantaRosa de Yacuma, cuando nosotros quisiéramos.

Epílogo

A las seis de la tarde, cansados y sedientos,llegamos finalmente a la agencia de DonatoTours en Rurrenabaque. Extrañamente el viajeparecía no concluir aún.

Esa misma noche en el Tacuara, un bar de Rurre,los cinco viajeros festejamos la tan extraordinariaaventura por las pampas benianas y culminamosel viaje sentados cómodamente bajo la delicadallovizna tropical de la noche amazónica,escuchando Portishead y tomando unas latas decerveza paceña, entre el jardín y la cabaña númeronueve del hotel Santa Clara.

Las pampas benianas son parajes únicos dondeel turismo, inevitablemente de aventura, a dadopie a la consolidación de espacios interculturales,sobre formas de vida, costumbres y biodiversidad.

Agradecimientos

El presente artículo no hubiera sido posible sinla colaboración de Maya Benavides del Carpio,compañera de la Carrera de Antropología,traductora y fotógrafa.

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campamento del río Yacuma. El cocinero era uncolla, don Manuel, él era de la ciudad de La Pazy sus padres de Huatajata, lugar dóndeanteriormente se había relacionado con la actividadturística. Don Manuel llevaba casi dos años comococinero, para él la vida en las pampas no era tansencilla, las picaduras de insectos a las cuáles aúnno se acostumbraba y las condiciones en las quevivía en el campamento, le amedrentaban bastante.Al momento de conocerlo llevaba tres días deconstantes hemorragias, según él mismo debido

a la fiebre de un resfriado mal curado y al intensocalor del ambiente.

Don Manuel se sorprendió bastante al ver que enel grupo viajábamos dos collas, pues era enrealidad la primera vez que el conocía a alguiende su misma ciudad visitando el campamentodonde cocinaba, razón por la cuál se acercóespecialmente para conversarnos y comentarnosde paso que es sumamente extraño ver la visitade turistas nacionales, comentario anteriormente