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CITA EN LA COLINA PARMENIA 1714 - 2014 DISTRICT DE FRANCE CITA EN LA COLINA PARMENIA 1714 - 2014 Hermano Jean-Louis SCHNEIDER

CITA EN LA COLINA

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PARMENIA 1714 - 2014 Frère Jean-Louis SCHNEIDER

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DISTRICT DE FRANCE

CITA EN LA COLINAPARMENIA 1714 - 2014

Hermano Jean-Louis SCHNEIDER

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DISTRICT DE FRANCE

CITA EN LA COLINAPARMENIA 1714 - 2014

Frère Jean-Louis SCHNEIDER

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E n este estudio sobre la carta del 1º de abril de 1714

dirigida por los “principales Hermanos” a Juan

Bautista de La Salle, trataremos de revisar uno de los

momentos críticos de nuestros orígenes, cuando La Salle se ve

envuelto en los remolinos del “pleito Clément”1. Desde París

y su entorno (Versailles y Saint-Denis) parte hacia el Sur de

Francia. Se ve tentado por “el retiro”, bajo la forma de alejarse

de los asuntos de su Instituto, abandonando el mundo: es lo que

podríamos llamar la “tentación de Parmenia”.

En efecto, un día de 1714, el Fundador tuvo una cita con el

Espíritu sobre la colina de Parmenia. Y de allí descendió. No

sucumbió a la “tentación de Parmenia”, ¡de lo contrario nosotros

no estaríamos aquí! Hoy, en 2014, si pasamos por Parmenia,

porque quizás, para nosotros, como para él, Dios se calla, también

porque un Capítulo General es “el momento favorable” por excelencia, es para ponernos a la

escucha de lo que el Espíritu tiene que decirnos, y es para luego partir, hacia la Misión, hacia los

Hermanos, los jóvenes, los pobres.

En los años 1712-1714, nos encontramos ante un periodo de crisis para el Instituto de los orígenes.

Habrá que observar los diversos aspectos, las personas involucradas, los análisis realizados por los

protagonistas, las evoluciones que se producen, las respuestas dadas, en qué medida las mismas son

(o no son) soluciones a la crisis atravesada, y finalmente ver cómo las personas y las instituciones

salen de ella transformadas, y lo que ello quiere decir para el Instituto de los Hermanos de las

Escuelas Cristianas.

La carta del 1º de abril de 1714 es uno de los textos esenciales de nuestros “relatos fundadores” como

Lasalianos2. Fue escrita en un periodo de transformación de la sociedad francesa, al final del reinado

de Luis XIV, un tiempo de cambios que no deja de tener repercusiones sobre La Salle y los Hermanos.

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Este texto es uno de los que jalonan el nacimiento del Instituto de los Hermanos: Memoria sobre el

Hábito, Voto heroico de 1691, Votos del 6 de junio de 1694 con la decisión tomada al día siguiente

por los doce Hermanos y La Salle de constituir una “Sociedad” de laicos que se gobernaría por

sí misma, la Guía de las Escuelas Cristianas, las Reglas que me he impuesto, los capítulos de la Regla y

de la Colección sobre la finalidad del Instituto, la carta de los Hermanos de 1714, las Meditaciones para el tiempo del Retiro, y también el diálogo narrado por Blain, en los principios de Reims, entre

los Maestros y La Salle, sin olvidar la memoria de 1721 dirigida por los Hermanos de Rouen a las

autoridades de esa ciudad… Algunas de esas palabras son palabras de Hermanos, otras palabras

de Juan Bautista de La Salle, otras más son palabras comunes al Fundador y a los Hermanos. Son

esas las “palabras” que moldean la conciencia que el Instituto tiene de sí mismo, que le dan su

fisonomía, su espiritualidad, su manera de ser en el designio de Dios y la vida de la Iglesia.

En ese itinerario, la carta del 1º de abril de 1714 ocupa un puesto determinante. Primero porque

es una palabra de Hermanos y no de La Salle, además es pronunciada en un momento crítico

de la fundación: después de un tiempo de crisis profunda tanto de parte del Fundador como

de los Hermanos, el Instituto reafirma con fuerza, como “cuerpo”, su vocación, sus raíces, su

espiritualidad, el sentido de su consagración, considera su futuro a partir de lo que ha vivido,

elegido y decidido veinte años antes. Después de esta carta, el Instituto se ha vuelto definitivamente

cosa de los Hermanos, en comunión estrecha con el Fundador; y los Hermanos dicen “nosotros”,

para hablar en nombre y de parte del “cuerpo de la Sociedad”.

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IUn tiempo de cambios

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7Versailles en 1668. Cuadro de Pierre Patel.

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La historia de la fundación del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cris-tianas, el relato de nuestros “mitos” fundadores, no son historias atempo-rales. Es cierto que en los escritos de Juan Bautista de La Salle la dimensión de la historia cronológica prácticamente no aparece. En una carta al Herma-no Gabriel Drolin, el Fundador hace alusión a las dificultades causadas por el cardenal de Noailles: “El asunto del señor arzobispo de París causa inquietud entre los obispos”3. Parece ser esta la única referencia a un acontecimiento contemporáneo destacable. No obstante, la obra de Juan Bautista de La Salle se inscribe indiscutiblemente en un momento de la historia de Francia, en un contexto singular y preciso que no puede dejar de tener su repercusión sobre sus opciones, sus decisiones, sus comportamientos, como sobre los de sus Hermanos y de todos aquellos que los rodean.

Una visión de la sociedad francesaEn el 3er punto de la Meditación 160, para la

fiesta de san Luis, Juan Bautista de La Salle

hace referencia al “Estado”, al hablar del celo

por el bien del Estado y el de la Iglesia:

En vuestro empleo debéis juntar al celo del bien

de la Iglesia el del Estado, del cual vuestros

discípulos comienzan a ser miembros, y un día

habrán de serlo plenamente. Procuraréis el bien

de la Iglesia haciéndolos verdaderos cristianos,

y tornándolos dóciles a las verdades de la fe y a

las máximas del Santo Evangelio. Procuraréis

el bien del Estado enseñándoles a leer y a

escribir, y todo lo que corresponde a vuestro

ministerio, en relación con el mundo exterior.

Pero hay que unir la piedad con lo externo, sin

la cual vuestro trabajo sería poco útil4.

Así pues La Salle no ignora en modo alguno

la dimensión “terrestre” del ministerio de los

Hermanos, además si así fuera, la Guía de las

Escuelas Cristianas y toda la atención que dedica

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a la adquisición de los saberes básicos no

tendría ningún sentido, al igual que Las Reglas de cortesía y urbanidad cristiana. Las meditaciones

del Fundador son textos que preparan para

la oración interior. Qué puede haber de más

normal que el “celo por el bien de la Iglesia”

encuentre en ellas un lugar. Pero ¡el “celo por

el bien del Estado”! Podemos pues afirmar que

la reflexión sobre el lugar de los jóvenes en el

Estado y la sociedad, “cuando sean grandes”5,

es una dimensión de la espiritualidad que nos

ha transmitido el Fundador.

Al final del Prefacio de las Reglas de cortesía y urbanidad cristiana (publicado en 1703),

Juan Bautista de La Salle pone en escena la

jerarquía social de su tiempo y de su país, del

rey al campesino, pasando por el señor y el

artesano6, pudiendo advertirse que no critica

absolutamente esta representación. (Exergue

page 8) La obra sirve para ayudar a los jóvenes

y a sus familias a situarse en una sociedad

urbanita, adoptando los comportamientos y

las prácticas de aquellos que cuentan en esas

ciudades, en general el medio social del que

proviene el mismo La Salle. Además sabemos,

tras los estudios del Hermano Jean Pungier7,

que esa obra pedagógica8 es la preferida de

Juan Bautista de La

Salle. Al frecuentar

las clases de las

Escuelas Cristianas,

ha descubierto una

necesidad que no

estaba cubierta por

el sistema educativo

de su tiempo: la

de la integración en la sociedad urbana. Su

respuesta fue implicarse en la redacción de

ese libro investigando en los manuales que se

usaban para la juventud noble. Eso explica

toda la carga política y cultural de las Reglas de cortesía y urbanidad cristiana, pero también

el compromiso personal del Fundador. Para

él la Escuela Cristiana tiene una función de

integración social evidente, es otro aspecto de

su espiritualidad.

Se puede advertir, no obstante, que sobre ciertos

temas “culturales” como el baile o el teatro, La

Salle no sigue a sus fuentes habituales, sino que

asume las posiciones de un pedagogo jansenista9,

muy alejadas de las prácticas populares. Su

discurso sobre el Martes de Carnaval y sobre

el Carnaval en la tercera parte de los Deberes

del Cristiano: Del culto exterior y público que

La obra sirve para ayudar

a los jóvenes y a sus familias a situarse en una sociedad

urbanita

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los cristianos deben rendir a Dios, y de los medios para tributárselo (DC), es del mismo tenor10:

una denuncia en toda regla de las prácticas

consideradas como libertinas y mundanas,

que son cosa del demonio. Sabe perfectamente

guardar las distancias con relación a las

corrientes dominantes de su mundo.

En los Deberes de cristiano para con Dios (publicado también en 1703), a propósito de

la aplicación de los mandamientos, vemos

también pasar diversos personajes: el cura,

el magistrado, el comerciante, el patrón y

sus empleados, el abogado, los padres, los

hijos…11 Toda una sociedad que se ubica y

que es presentada muy explícitamente, como

el vendedor que engaña a sus clientes o el

‘patrón’ que no respeta a sus empleados, o

también el magistrado que juzga según el

provecho que espera sacar de la situación.

Podemos pues decir que si Juan Bautista de La

Salle no desconoce la sociedad de su tiempo,

permanece (casi) completamente mudo con

relación a los hechos y a los acontecimientos

históricos o políticos de su época. Su visión

global de la sociedad es conservadora, no pone

en tela de juicio las jerarquías establecidas;

en cambio lo que resulta verdaderamente

subversivo en él, es que ofrece los medios, a los

que estaban excluidos de ella, para comprender

ese mundo y situarse en él y crecer, y también

que su juicio sobre las situaciones vividas por

los diversos protagonistas de la sociedad es

ante todo evangélica.

En esa sociedad, los notables tienen el poder,

particularmente en las ciudades. Los que acuden

a Juan Bautista de La Salle y a los Hermanos

son cristianos, sacerdotes y laicos. Esas

personas están profundamente marcadas por la

Reforma católica, pertenecen a un medio social

elevado, desean una transformación cristiana

de las costumbres de sus contemporáneos. Se

inscriben en los círculos del poder, provincial,

urbano, eclesial y pretenden desempeñar una

función. Algunos provienen de la esfera de

influencia de la “Compañía del Santísimo

Sacramento”, otros de las cofradías marianas de

los colegios jesuitas y de sus antiguos alumnos,

son llamadas las “Aa” (Asociación de amigos).

Existen rivalidades entre esas personas, pues

patrocinar una escuela, un hospital, ser un

mayordomo de la parroquia o miembro de la

Oficina de los pobres, es ejercer una influencia

que corresponde al estatus social. Carecer de

ella, es perder privilegios, es una desventaja.

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Francia en guerraCuando el joven abate Clément inicia sus

primeros contactos con Juan Bautista de La

Salle, en diciembre de 170712, Francia está en

guerra con el resto de Europa (esencialmente

Gran Bretaña, Holanda, Saboya y Austria)

desde mayo de 1702, por la sucesión del trono

de España. Tiene como aliada a España, puesto

que se trata de instalar en Madrid a uno de los

nietos de Luis XIV (Philippe de Anjou, que se

convierte en Felipe V de España). Esta guerra

finaliza en 1713, por el tratado de Utrecht que

vuelve a perfilar el mapa de Europa y pretende

promover un “equilibrio europeo” para evitar el

dominio de una sola potencia (Francia). Cabe

señalar que son los países cuyos pueblos ejercen

un cierto control sobre su modo de gobierno

(Gran Bretaña, Países Bajos) quienes han salido

ganando, a costa de las potencias absolutistas

(Francia y España), señal de que algo está

cambiando en ese inicio del siglo XVIII, incluso

en la “alta política” y el ejercicio del poder.

Otro elemento notable afecta a la política interior

francesa: las dificultades de esa guerra, las

derrotas y los fracasos sufridos, conducen a Luis

XIV a dirigirse a su pueblo para una declaración,

con fecha del 12 de junio de 1709, que es leída

en todas las parroquias de Francia durante la

misa mayor. Explica las propuestas hechas para

procurar la paz, las condiciones draconianas que

quieren imponerle los aliados13, y finalmente

solicita el apoyo de su pueblo para continuar

la guerra. Es un procedimiento completamente

inusual en el marco de la monarquía absoluta

y sagrada de la Francia del Antiguo Régimen,

donde el rey no tiene que justificarse ni

explicarse ante sus súbditos. Otro cambio más

en este principio de siglo.

Consecuencias de la revocación del Edicto de NantesOtros acontecimientos de este periodo tienen

importantes repercusiones sobre la vida de Juan

Bautista de La Salle y de los Hermanos. En julio

de 1702 comienza la revuelta de los Camisardos.

Desde 1685, la práctica pública de la religión

protestante está prohibida en Francia (revocación

del Edicto de Nantes) y se da por supuesto que

todos los franceses son católicos, pero en el

límite Sudeste del Macizo Central (las Cevenas)

existe un protestantismo popular y rural que se

mantiene más o menos secretamente. Frente a

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las persecuciones que sufren, esos protestantes se

han levantado en revuelta contra el poder real,

masacrando a algunos sacerdotes o a católicos

notables. La represión, evidentemente, es severa.

Dura hasta 1704.

A partir de 1707, en respuesta a las solicitudes

de la Iglesia católica y del poder político, Juan

Bautista de La Salle envía Hermanos a esas

regiones, para trabajar en la transformación de

los hijos de nos “Nuevos Conversos” en buenos

católicos14. Cuando los Hermanos abren sus

escuelas, la rebelión organizada ha terminado,

pero la inseguridad se mantiene, sobre todo

con relación a los ministros del culto católico.

Veremos a Juan Bautista de La Salle desplazarse

solo, en varias ocasiones, en esa región, a lo largo

del periodo 1711 – 1713, con gran preocupación

por parte de sus Hermanos y de sus amigos

(¡teniendo siempre en cuenta que hay que

guardar las distancias con respecto a Blain!):

Llegó a Aviñón hacia finales de la cuaresma de

1712. Los Hermanos de la ciudad, contentos

como los demás de poseer a su superior,

le retuvieron lo más que pudieron, Allí se

preparó a hacer la visita de todas las escuelas

que tenía en aquellos lugares. Los Hermanos

se alarmaron por ello, pues existía el peligro

de que adentrara demasiado en la zona,

donde los Camisardos dominaban la región,

y perseguían cruelmente a los eclesiásticos. Se

sabe que su mayor pasión consistía en hacerlos

víctimas de su furor, y satisfacer su odio contra

los católicos derramando la sangre de los

ministros del Señor. Fue inútil explicarle que

no debía exponerse a la cuidadosa búsqueda de

aquellos fanáticos, que sólo tenían de humano

Salida de la escuela.

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su exterior, pero que llevaban bajo la figura

de hombre el corazón de bestias feroces; nada

pudo detener su celo.15

Una manifestación de la “pequeña era glacial”16

En la noche del 6 al 7 de enero de 1709 comienza

un accidente climático catastrófico, que va

a durar varios meses: en el Norte de Francia

y en Suroeste, las temperaturas descienden

brutalmente. En París, se constatarán menos

20ºC en febrero de 1709. Evidentemente los

pobres sufren terriblemente y con ellos, los

Hermanos.

Cier tamente es ta ca tás t rofe t iene sus

repercusiones sobre la vida de los Hermanos: el

noviciado regresa de Saint-Yon a París pues se

piensa tener mayores facilidades para alimentar

a los postulantes y los novicios en la capital. Lo

cual pone en dificultades a la comunidad de París

y renueva las tensiones con el párroco de San

Sulpicio que financia realmente una comunidad

que se ha vuelto mucho más numerosa que la

que se necesitaría para tener las escuelas de su

parroquia. Algunos Hermanos reprochan a

La Salle acoger con excesiva facilidad a unos

postulantes que lo que buscan es cobijo y comida

a expensas de la comunidad y de las escuelas,

sin tener vocación de Hermano:

Los novicios… “Llegados a París incrementaron

en más de la mitad la comunidad. La casa, que

era razonablemente amplia para los Hermanos

de París, fue demasiado estrecha al acoger a los

nuevos huéspedes. Los residentes, que eran casi

cuarenta, se amontonaban unos sobre otros,

por decirlo así, tanto de día como de noche.

Como camas utilizaban jergones de paja, con

una manta delgada, y con sábanas que no eran

mejores, todo ello extendido sobre el suelo,

pero con orden, en las habitaciones, detrás de

las puertas y por todos los sitios donde se podía.

Con todo, por muy pobre que fuese esta casa de

la Providencia, estaba abierta a cualquiera que

pudiera ingresar en ella. La caridad del superior

no la cerraba a ninguno de los que mostraban

buena voluntad, y que eran inducidos por la

necesidad. Los discípulos que tenían menos fe

o menos caridad soportaban mal que su padre

compartiese con ellos y con los recién llegados

el pan que les faltaba a menudo, y del que

nunca podían saciarse en este tiempo. Con todo,

algunos de estos no comían durante mucho

tiempo pues se retiraban al cabo de uno, dos,

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tres o cuatro meses, más o menos. La Salle se

consolaba y consolaba a quienes le reprochaban

su excesiva facilidad para recibir postulantes,

con esta sensata réplica: “han hecho un buen retiro,

que les será provechoso para su salvación”.17

No es seguro que a los Hermanos les haya pare-

cido demasiado “sensata” esa respuesta, y ¡que

se hayan sentido consolados con ella! La misma

crítica sobre los recursos financieros destinados

a la comunidad de la escuela y “desviados” en

favor del noviciado la volveremos a encontrar en

Marsella en 1712:

Añadieron (se trata de los Hermanos de la es-

cuela de Marsella) además con cierta malicia,

que consideraban un deber informar a aquellos

señores que una parte del dinero de la funda-

ción iba en provecho del noviciado y que ser-

vía para el sostenimiento de los novicios; y que

como ellos no querían hacer nada contra las in-

tenciones de los fundadores, se veían obligados

a informar de ello18.

La mediocridad de las sucesivas cosechas, has-

ta la muerte de Luis XIV (septiembre de 1715),

unida a la situación económica general debida

a la prolongada guerra de once años, supondrá

una difícil recuperación para Francia.

El final de un reinadoEn 1711, Luis XIV tiene setenta y tres años,

resulta claro que su reinado está llegando a su

fin. A corto plazo, deberán ir pasando a pri-

mer plano hombres nuevos, con ideas y prác-

ticas nuevas. Los fallecimientos acaecidos

entre sus descendientes hacen que en 1712 el

heredero del trono es un niñito de dos años

(será Luis XV).

A la edad del rey se añade pues una gran in-

certidumbre en cuanto a su sucesión. El here-

dero, ¿sobrevivirá hasta la edad adulta? Es de

salud frágil, y las tres cuartas partes de los jóve-

nes morían antes de los veinte años en aquella

época, y además la muerte no presta atención

a la “condición” de la gente. Si muere, ¿quién

reinará en su lugar? Luis XIV decide entonces,

en 1714, declarar a sus hijos bastardos (los que

ha tenido con Madame de Montespan) como

legítimos y “príncipes de sangre”, es decir ap-

tos para subir al trono. Este acto contradice

abiertamente la constitución tradicional del

Reino, en efecto, es necesario haber nacido de

un matrimonio legítimo para ascender al tro-

no. Nuevo indicador de una perturbación de

las mentes y de los juicios, incluso al más alto

nivel en ese final de reinado.

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Un nuevo episodio de la querella jansenista Este periodo está también caracterizado por la

repercusión de la querella jansenista. No de-

saparecerá hasta la Revolución Francesa. El 26

de octubre de 1709, un decreto del Rey decide

dispersar a las últimas religiosas de Port-Royal-

des-Champs (una veintena, todas de avanzada

edad) en varios otros conventos, y destruir la

abadía. Esta dispersión “manu militari” ocasio-

na un escándalo: dos edificios son derribados

en 1711, el cementerio de las monjas y de los

solitarios es labrado con arado, los huesos son

arrojados en una fosa común. Con lo cual la dis-

puta recomienza: ¿cuáles son los derechos de la

conciencia cuando ‘la verdad’ y ‘la inocencia’ se

ven perseguidos?

El jansenismo no es tanto una actitud moral

estrecha marcada por san Agustín – en el siglo

XVII, toda la Iglesia Católica es agustiniana19

– sino más bien un pesimismo radical sobre el

destino del hombre y la independencia de la

conciencia frente a todos los poderes, en nombre

de la convicción orgullosa de poseer la verdad.

Además, los jansenistas se consideran como “los

amigos de la verdad”. Una parte importante de

las clases dirigentes

en Francia se reco-

noce en su proceder.

El antiguo oratoria-

no Pasquier Quesnel,

hizo aparecer en 1692

una obra titulada: El Nuevo Testamento en francés con Reflexiones morales sobre cada versículo, que retoma

y amplía trabajos de

inspiración janse-

nizante comenzados en 1671. El obispo de

Châlons (actualmente Châlons-en-Champagne),

Monseñor de Noailles, (posteriormente cardenal,

y arzobispo de París) la aprueba calurosamente.

Quesnel, refugiado en Mons (en Bélgica, en los

Países Bajos españoles), es sospechoso de janse-

nismo. Las autoridades lo hacen detener en 1703.

Logra fugarse, pero sus escritos son requisados y

muestran que se halla involucrado en toda una

red que cuestiona la autoridad real. Luis XIV, en-

tonces, no le da respiro y obtiene la condena por

el papa Clemente XI de 101 propuestas extraídas

de las Reflexiones morales, mediante la Bula Unige-nitus (8 de septiembre de 1713).

Jansenismo bien un pesimismo radical sobre el destino del hombre y la

independencia de la conciencia frente a todos los poderes.

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1514

En aquella época, en el marco de la Iglesia

galicana y de las relaciones entre Roma y

Francia, una bula papal, incluso solicitada por el

rey, no podría ser aplicada sin más. Necesitaba

seguir todo un proceso: debía ser recibida por

los obispos y registrada por los Parlamentos20

para adquirir fuerza de ley. Ahora bien, los

obispos están divididos, tratan de elaborar un

texto explicativo que es rechazado por Roma,

porque en él parece subordinarse la autoridad

del papa a la interpretación de los obispos.

La infalibilidad pontificia sigue su camino,

pero en aquella época no es más que una tesis

discutida y discutible. También es cierto que

Roma, aprovechando la solicitud del rey, hace

avanzar su posición introduciendo en su texto

elementos difícilmente aceptables por el clero

y los parlamentos galicanos, porque tienden a

afirmar la preponderancia pontificia sobre las

Iglesias locales o los concilios21.

El cardenal de Noailles, ya arzobispo de París,

cae en la trampa de sus contradicciones y de

sus compromisos de fidelidad. Tras algunas

vacilaciones, acaba por elaborar una carta

pastoral que recibe la Bula Unigenitus con tantos

rodeos que es clasificado entre los opositores.

En su oposición es seguido por una mayoría de

los curas de París, de los sacerdotes del Oratorio,

de los Benedictinos, de los canónigos, así como

por las personas que tienen fuertes relaciones

con el medio parlamentario (la familia de Juan

Bautista de La Salle es un buen ejemplo de ello,

es en buena parte jansenista). En cambio los

Sulpicianos, los Lazaristas y por supuesto los

Jesuitas no se ven afectados por esa corriente y

se oponen a ella. Los parlamentos, sobre todo el

de París, rechazan un documento que impone,

en cierto modo la infalibilidad pontificia y

Iglesia de San Sulpicio hoy..

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1716

la supremacía del Papa sobre el poder real,

valiéndose de un artículo condenado. El

parlamento pretenderá entonces defender los

derechos del rey, contra el rey mismo.

En la Francia del Antiguo Régimen, las disputas

teológicas adquieren siempre una coloración

política, a causa de la organización misma del

estado: el rey es consagrado por la Iglesia, el

clero constituye el primer Orden del reino, el

altar garantiza el Trono y recíprocamente. Al

momento de su muerte, Luis XIV no habrá

podido vencer todas estas oposiciones y

trasmitirá el problema a su sucesor, en este caso

el Regente. Más allá de la cuestión doctrinal,

es el poder real el que se ve desafiado, mientras

que la Iglesia de Francia se divide. Un cierto

número de obispos, de doctores de la Sorbona,

de sacerdotes (3.000 ó 4.000 en total) decir apelar

al Concilio, por ser considerada esta institución

como superior al Papa. El desafío es político,

gira en torno al poder absoluto, tanto el del rey

como del Papa, sobre las conciencias. ¿Es una

asamblea (de obispos) quien debe decidir en

última instancia, o el soberano (rey o Soberano

Pontífice)? Numerosos sacerdotes y dignatarios

eclesiásticos son “apelantes”22. Detrás de su

propósito está también todo el resentimiento que

han acumulado contra los obispos, los cuales

están en “manos del rey”, por la manera como se

realiza su elección; y también contra el rey, como

consecuencia de la decisión de 1695, aprobada por

la Asamblea del Clero Francés, que ha reforzado

considerablemente el poder disciplinario de

los obispos sobre los curas párrocos. En efecto,

toda una corriente pretende que si los obispos

son los sucesores de los Doce Apóstoles, los

curas párrocos, ellos, los son de los Setenta y

dos Discípulos que Jesús envía en misión, y que

necesariamente tienen algo que decir sobre las

cuestiones doctrinales y de organización de la

Iglesia, por ser su poder también de “derecho

divino”, entregado directamente por Dios (como

el papa, como los obispos, como el rey)23.

Por parte de los “apelantes”, al igual que de los

parlamentarios, se espera la muerte de Luis XIV

para relanzar el debate y la contestación. Lo cual

no dejará de producirse: para lograr la plenitud

de la Regencia, Philippe de Orleáns vuelve a

otorgar poder a los Parlamentos, mientras que su

entorno mantiene fuertes simpatías en favor de

la actitud jansenista de fondo: la autonomía de

la conciencia, reservada por supuesto a la sanior pars (la porción la más sana), a aquellos “que

saben”, y negada al pueblo, al “vil populacho”24.

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IIJuan Bautista de La Salle y los Hermanos

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1918

Generaciones diferentesOtro aspecto de las dificultades encontradas por

Juan Bautista de La Salle durante este periodo

de 1711-1714 podría ciertamente encontrarse

en las diferencias de generación entre Juan

Bautista de La Salle y los Hermanos, y entre

los mismos Hermanos.

Juan Bautista de La Salle nació en 1651,

toda su formación tuvo lugar en el contexto

de la Reforma católica triunfante y en la de

la afirmación del absolutismo sacralizado

de Luis XIV. La religión y el poder

están caracterizados por las nociones de

jerarquía, de orden obtenido de lo alto, las

organizaciones sociales funcionan según este

principio; los textos de las Reglas de cortesía y urbanidad cristiana evocada precedentemente

lo muestran bien.

La mayoría de los Hermanos, de 1711-1714,

han crecido y se han formado en otro contexto:

una monarquía que se endurece y se inmoviliza

en sus principios; una Iglesia sacudida por

luchas ideológicas y de poder a la vez que vive

un debilitamiento doctrinal preocupante; la

ascensión de la autonomía de la persona y de

su capacidad de tener sus propios juicios sin

referirse a una autoridad superior.

Entre los Hermanos activos en el Instituto25,

hacia 1711, el de mayor edad y el más antiguo es

el Hermano Gabriel Drolin que nació en 1664

en Reims, está presente desde los comienzos,

formaba parte de la comunidad de Laon en

1684. Ha sido enviado a Roma en 1702 y por

lo tanto no está presente en los acontecimientos

que nos ocupan. El Hermano Jean Partois

(Hermano Antoine) nació en 1666, entró en la

comunidad de Reims hacia 1686. Es posible que

haya sido secretario del Hermano Barthélemy,

en París, entre 1711/1712 et 1713/1714. El

Hermano Jean Jacquot o Jacot, nació en 1672,

se encuentra en la calle Nueva de Reims en

1686. De 1713 a 1715 figura en las listas de la

comunidad de Grenoble, como director26. Estos

dos Hermanos pertenecen al número de los doce

que hicieron votos para siempre, con La Salle en

1694. Participan muy de cerca en los desafíos de

la carta del 1º de abril de 1714.

Todo un grupo de Hermanos que podemos

llamar de la “segunda generación”, han entrado

en el Instituto en los últimos años del siglo

XVII, son responsables de comunidad y de

escuela, en 1711-1713, algunos son Visitadores.

Otra decena de Hermanos nacidos entre 1672

y 1684, han entrado en el Instituto en 1700, la

Page 21: CITA EN LA COLINA

2120

mayor parte de ellos están activos en 1711-1713.

Para 1701-1705, hay veinticinco Hermanos, y

una treintena para el periodo 1706-1709.

Se destacan dos figuras: el Hermano Barthélemy

y el Hermano Timothée (los dos primeros

Superiores Generales de los Hermanos).

Joseph Truffet (Hermano Barthélemy) nació

en 1678, y entró en el Instituto después de un

intento de vida monástica en La Trapa y otro

con los canónigos regulares. Hace su noviciado

en 1703, justo después de la crisis de 1702 tras

la cual La Salle fue depuesto de sus funciones

de Superior de los Hermanos por orden del

cardenal de Noailles, arzobispo de París. Emite

sus votos perpetuos en 1705 y se convierte en

director del noviciado de Saint-Yon, al que

deberá trasladar a París como consecuencia de

la hambruna de 1709. En 1711-1713, reside en

la calle Barouillère. No es responsable de las

comunidades del Sur de Francia, puesto que el

mismo La Salle parte para esa región, donde

además existe un Visitador (Hermano Ponce);

por su parte el Norte de Francia (salvo París),

tiene como Visitador al Hermano Joseph. El

Hermano Barthélemy es pues responsable del

noviciado de París y de los Hermanos de la

calle Barouillère, en una situación difícil con

relación al cura párroco de San Sulpicio y a las

autoridades eclesiásticas o civiles, después de la

condena de su Superior; además, su autoridad

sobre los Hermanos no se ve apoyada por una

manifestación positiva de Juan Bautista de

La Salle27, quien al abandonar París en 1712,

no le ha dejado delegación de poder para los

Hermanos de la región parisiense.

Guil laume Samson-Bazin (Her mano

Timothée) nació en 1682, y entró en el Instituto

en 1700 e hizo la profesión perpetua en 1703.

En 1711, es el director en Mende, luego, en

diciembre de 1712, es llamado a Marsella por

Juan Bautista de La Salle para encargarse de

la dirección del noviciado que acaba de abrir

en esa ciudad. Cuando todos los novicios lo

hayan abandonado, el Hermano Timothée se

reencontrará con La Salle en Mende. En 1714,

se encuentra en Aviñón donde recibe de parte

del Fundador, al antiguo oficial del regimiento

de Champagne, Claude-François du Lac de

Montisambert (Hermano Irénée28). Es también

Visitador de las comunidades del Sur de Francia,

en lugar del Hermano Ponce que se ha fugado29.

La ruptura generacional entre Juan Bautista

de La Salle y los Hermanos de 1711 es muy

clara, es aún más acentuada con relación a los

Page 22: CITA EN LA COLINA

2120

Hermanos presentes

en Francia. Entre

estos últimos, tan

sólo los Hermanos

Jean Partois y Jean

Jacquot hicieron el

voto de 1694 con

Juan Bautista de

La Salle y lo eligieron como Superior, el 7 de

junio de 169430. Algunos Hermanos han vivido

el crecimiento a partir de la calle Princesa, de

Vaugirard y de la Casa Grande, los combates

por su autonomía con respecto de San Sulpicio,

entre 1694 y 1702, así como con relación a la

corporación de los Maestros Calígrafos y el Gran

Chantre de París, responsable de las escuelas

elementales, hasta la partida para Saint-Yon.

¿Cómo se comparte esa memoria entre los

Hermanos? Y, ¿con el Hermano Barthélemy,

responsable de hecho de la comunidad de

París pero entrado más recientemente, con una

muy diferente experiencia humana, eclesial,

espiritual, que la mayoría de los Hermanos?

¿Cómo se tiene en cuenta esa experiencia

cuando se presentan las grandes opciones? Los

Hermanos prometen ciertamente “permanecer

en Sociedad para tener juntos y por asociación

las escuelas gratuitas”, pero, ¿qué sucede con

su memoria común, qué consecuencias extraen

de esa historia? ¿Son conscientes de la radical

novedad que han instaurado en la Iglesia al

formular así su consagración a Dios? Veremos

más adelante que la respuesta necesita ser

fuertemente matizada. Lo que se deduce de

los acontecimientos y de los comportamientos,

es que no existe unanimidad sobre este punto,

entre los Hermanos.

Los Hermanos de las Escuelas Cristianas: una Comunidad nueva Una comunidad nueva: así es como puede

aparecer la Comunidad de los Hermanos en

este momento de su existencia. En su carta del

1º de abril de 1714, los “principales Hermanos”

nombran su Sociedad como si fuese una “nueva

compañía”31. Podemos pensar en las “Nuevas

Comunidades” actuales y en sus dificultades

para organizarse y estructurarse.

El Fundador es evidentemente el Superior y el

inspirador de todos; pero poco a poco, según las

necesidades y las posibilidades, algunos hombres

van ocupando su puesto en esta organización.

Tener juntos y por asociación

las escuelas gratuitas.

Page 23: CITA EN LA COLINA

2322

Como las personas disponibles para las

tareas de formación o de acompañamiento

no son excesivamente numerosas, Juan

Bautista de La Salle se ve llevado a confiar a

determinados Hermanos responsabilidades

que les superan, sobre todo en los inicios. Con

frecuencia son muy jóvenes: 18 – 25 años.

Con bastante facilidad encuentra responsables

para las escuelas (Hermano Jean Jacot,

Hermano Ponce, Hermano Albert, Hermano

Ambroise…) o para la formación profesional

de los Hermanos (Hermano Nicolas Vuyart,

Hermano Antoine Partois), pero las cosas

resultan más complicadas para la dirección del

noviciado, y el primer Hermano elegido para

dicha tarea (Hermano Michel32) le ocasiona

muchas dificultades, como lo muestran los

acontecimientos de 1702 donde los excesos del

maestro de novicios conducen a la revocación

de La Salle por el cardenal de Noailles, y a su

remplazo por un eclesiástico.

Es porque los Hermanos no forman una

sociedad reconocida y organizada según

los criterios tradicionales de la Iglesia. Son

laicos, no hacen votos de pobreza y de castidad;

la obediencia que prometen está ordenada al

servicio de la Sociedad y de la Misión, y al

principio no tiene la coloración ascética del

voto de obediencia de los monjes. Algunos no

hacen votos en absoluto. Sus comunidades se

parecen a las comunidades femeninas, excepto

en la clausura conventual, que florecen a lo

largo de todo este periodo, para un servicio

eclesial y social: educación, salud, ayuda a

los pobres33. Estas comunidades de mujeres

están, por definición, constituidas por laicos; y

aunque cada una tiene su organización interna,

localmente tienen un seguimiento, o más bien

están dirigidas por superiores eclesiásticos

externos. Ése es el tipo de situación que Juan

Bautista de la Salle y los Hermanos habían

querido evitar desde 1694 declarando que

después de La Salle, el Superior de los Hermanos

sería un Hermano. Pero esa declaración tiene

muy poco peso dentro de la institución eclesial

como lo muestran los acontecimientos de

1702 que se concluyen con el remplazo de La

Salle por un Superior Eclesiástico externo. Ese

modelo de comunidad, es decir una comunidad

de laicos con un superior externo es el modelo

más corriente, el que está admitido socialmente

porque refleja mejor las jerarquías sociales:

una mujer está necesariamente en situación

de dependencia de un hombre, sobre todo

Page 24: CITA EN LA COLINA

2322

si es sacerdote, un laico debe estar sometido

a un clérigo.

Habitualmente los Hermanos, cuando se

establecen en una ciudad, son empleados por una

parroquia (París, Reims) o por la corporación

municipal (Rouen). Además, no vienen por su

cuenta, sino que son llamados (por un obispo,

un párroco, una oficina de los pobres). Evitan

presentarse como una comunidad religiosa con

el fin de no asustar a las municipalidades que se

niegan a cargar con un suplemento de residentes

que no pagarán impuestos y que inmovilizarán

algunos terrenos. Así, en la Mémoire rouennais de

1721, los Hermanos son descritos como ‘personas

de comunidad’, al servicio de la educación de la

juventud pobre de las ciudades, que viven bajo

una Regla, pero en ningún momento hablan

de “comunidad religiosa”. En dicho texto, se

aclara: “No pueden ser sacerdotes, ni aspirar

al estado eclesiástico. Se comprometen por

voto a la obediencia, estabilidad para tener las

escuelas por asociación y gratuitamente, sin

recibir ni dinero, ni reglaos de los padres de

los alumnos”34. En sus escritos, en particular

las Meditaciones, La Salle no dice nunca que

los Hermanos son “religiosos”35 aun cuando

a veces los compare con ellos, muy a menudo

habla de los Hermanos como de ‘personas de

comunidad’, y hace referencia al empleo36.

En 1711-1712, la Sociedad de las Escuelas

Cristianas existe ciertamente, es conocida

localmente, allí donde tiene sus escuelas,

algunos obispos y sacerdotes la conocen por su

reputación o porque han escuchado hablar de

Juan Bautista de La Salle, pero el estatuto de

esta comunidad, tanto canónico como civil, es

frágil, por no decir inexistente. Los Hermanos

lo saben y no necesariamente están al tanto de

los desafíos de esa situación, algunos pueden

considerar muy bien como deseable la práctica

de las comunidades femeninas. Un cierto

número de ellos quizás encuentran que esa

configuración de su comunidad sería menos

azarosa que la autonomía a la cual Juan Bautista

de La Salle y algunos Hermanos están apegados;

en realidad, los Hermanos se cobijan detrás de

la personalidad carismática del Fundador.

Además, el control de esta Comunidad es

también objeto de la codicia de algunos grupos

en la Iglesia (jansenista, curas párrocos, sobre

todo el de San Sulpicio), no necesariamente con

malas intenciones. “Controlar” la Comunidad

que dirige las escuelas representa un poder,

como hemos visto.

Page 25: CITA EN LA COLINA

2524

‘El pleito Clément’ y sus consecuencias: ¿una ‘crisis’ con los Hermanos?Blain expone este asunto a partir, según él, de

la memoria justificativa escrita por el mismo

La Salle:

Todavía conservamos la memoria justificativa

que el señor de La Salle escribió sobre este

asunto antes de marcharse. Será suficiente

que hagamos un extracto de la misma, no

podremos disponer de una garantía de verdad

más segura.37

Un joven abate, Jean-Charles Clément38, de

22-23 años, quiere dedicar una parte de sus

ingresos a buenas obras educativas. Su interés

y su seriedad parecen haber convencido a Juan

Bautista de La Salle quien, después de un año de

encuentros y entrevistas con él39, decide trabajar

en la puesta en marcha de un nuevo Seminario

de Maestros de Escuelas Rurales.

Tras una tentativa de instalación en el arrabal

Saint-Antoine, implantación rechazada por el

cardenal de Noailles que no quiere “se ponga

en París el Seminario de Maestros de Escuelas

Rurales”40, luego en Villiers-en-Brie donde el

cura párroco ha comprado una casa para albergar

la institución, pero ahí es el abate Clément quien

se niega41, dicho Seminario se instala finalmente

en Saint-Denis donde existe ya una comunidad

de dos Hermanos. Saint-Denis está cerca de

París, en aquella época era un pueblo grande

de algunos cientos de habitantes reagrupados

detrás de las murallas, en torno al monasterio

benedictino de Saint-Denis y de la necrópolis de

los reyes de Francia. Juan Bautista de La Salle,

como el Instituto no existe legalmente, aporta

unos fondos por medio de un testaferro: el señor

Rogier, uno de sus amigos laicos. El Seminario

arranca en 1709, tres Hermanos trabajan en la Basílica de Saint-Denis.

Page 26: CITA EN LA COLINA

2524

formación de los maestros, el abate Clément

se dedica a un internado de muchachos que

formaba parte de su proyecto; el arzobispo de

parís obtiene del duque de Maine (bastardo

legitimado de Luis XIV) la exención del

alojamiento de los miembros del ejército para la

casa de Saint-Denis. Jean-Baptiste Blain, en su

relato, subraya que el cardenal de Noailles y las

autoridades eclesiásticas de la diócesis de París,

en particular el vicario general Padre Vivant,

penitenciario mayor, estaban muy al corriente

de las gestiones de La Salle y del abate Clément,

y que parecían apoyar el emprendimiento42.

En febrero de 1711, (estando en pleno invierno),

La Salle parte hacia el Sur de Francia para realizar

la visita de las comunidades pero es llamado de

urgencia a París43, el padre del abate Clément,

que acaba de acceder a la nobleza, le plantea

un proceso acusándolo de haber sobornado

a su hijo menor de edad44 para extorsionarle

dinero. La acusación es extremadamente grave

y, ya sea porque La Salle plantea mal su defensa,

sea porque su contraparte haya recibido apoyos

ocultos, o sea también debido a que se hayan

mezclado en ello los enemigos de la obra de las

Escuelas Cristianas, los signos de una probable

condena son evidentes:

Con todo, para no exponerse al reproche

de haber abandonado la causa de Dos, y de

comprobar que le traicionaba indignamente el

mismo que era autor del proyecto, sin abrir la

boca para defenderse, puso en manos de algunas

personas de confianza y autoridad algunos

documentos, una memoria y trece cartas del

abate, que constituían su justificación, y les rogó,

por caridad, le hicieran justicia. Pero el uso que

hicieron de todo ello fue enviarlos a examinar

a algunos abogados que se relacionaban con

la parte acusadora del siervo de Dios, según

siempre se ha creído, pues en la memoria

que redactaron y que enviaron a quienes les

consultaron, procedieron no como abogados

sino como enemigos declarados del señor de

La Salle, y el resultado de la consulta fue dar

en todo la razón a la denuncia presentada al

tribunal civil. Este resultado, remitido al señor

de La Salle, le sorprendió en extremo, sobre

todo por encontrar en sus mismos abogados

censores inicuos que sentenciaban su condena

antes, incluso, que los jueces mismos.45

El biógrafo es formal: apoya su relato sobre do-

cumentos que ha leído, parece difícil poner en

duda su apreciación. De todos modos queda

uno un tanto sorprendido por los resultados,

Page 27: CITA EN LA COLINA

2726

perteneciendo La Salle por su familia al am-

biente judicial, se habría podido pensar que se

las habría arreglado mejor en ese proceso. Más

adelante, en el mismo capítulo, Blain trata de

analizar las causas de las disfunciones en la ma-

nera de manejar el asunto:

El siervo de Dios, sorprendido por un juicio tan

precipitado, aún lo fuese más por el abandono

de su causa de aquellos a quienes había enco-

mendado su protección. Está claro, que si hu-

biesen querido hacerse cargo de la defensa del

santo sacerdote, hubieran conseguido cambiar

la sentencia. Por su prestigio, al menos, le ha-

brían sacado de su tribulación, si hubieran que-

rido conseguir para él un juicio favorable…/…

¿Fue malicia o negligencia de las personas que

había escogido como defensores el que quedase

abandonado a la opresión? No nos corresponde

juzgarlo. Pero es cierto que también ellos tenían

sus prejuicios y que estaban en relación con

aquel que deseaba alejar de París al siervo de

Dios ¿Por qué, pues, cabe preguntarse, puso el

señor de La Salle su defensa en manos de ellos?

El caso es que sin contar con algún apoyo y

sin ayuda de nadie, no había quien quisiera

interesarse en su causa. Él esperaba que los

prejuicios cedieran ante la caridad, y que

aquellas personas de bien, pues así consideraba

a aquellos cuya ayuda había implorado, dejarían

de lado sus sentimientos humanos para sostener

la causa de Dios.46

Habla también de la “maldad de sus abogados”

y de la “indolencia de sus protectores”47.

Sobre todo, descubre en todo ello una maniobra

de “su secreto enemigo” quien, desde hace

tiempo, quiere excluirlo de la dirección, al

menos, de la comunidad de París, de forma

que ésta dependa completamente del párroco

de San Sulpicio y quede separada de las otras

comunidades del interior del país.

Blain se encuentra un tanto molesto por tener que

hablar de esta situación, por una parte porque

el complot es difícil de probar y desenredar,

pero también porque San Sulpicio (parroquia

y compañía) es todo menos jansenista, de ahí

todos esos circunloquios para hablar del “secreto

enemigo” que, aunque de la “parte de los

buenos” para Blain, no duda en tramar sombríos

complots contra su héroe, incluso consiguiendo

una condena infamante y deshonrosa48. Lo que

está claro, es que Juan Bautista de La Salle tiene

enemigos que quieren apoderarse de una parte

de su obra para hacerla servir a sus proyectos.

No olvidemos que es la parroquia San Sulpicio

Page 28: CITA EN LA COLINA

2726

Hermano Barthélémy.

la que financia en su mayor parte la vida de la

comunidad de París, y puede tener la sensación

de que los fondos dedicados a las escuelas

sulpicianas sirven también para hacer vivir el

noviciado y hasta el centro del Instituto.

Sobre el “pleito Clément”, Maillefer es

minimalista:

1711. Abandona sus derechos sobre una casa de

Saint-Denis en France para evitar pleitos.

Apenas comenzaba a gustar el descanso que

encontraba en la soledad de su noviciado, cuando

surgió otro asunto, a propósito de una casa que

había adquirido en Saint-Denis en France, años

antes, para abrir en ella un seminario de maestros

de escuelas rurales, como ya informé de ello en

su lugar. SE le atacó a causa de la adquisición de

esta casa, que pretendían que lo había hecho en

perjuicio de un menor y se le acusaba de haberle

sobornado, y por ello se entabló un proceso en

toda regla. Ya se ha visto, a lo largo de toda su

vida, hasta qué punto aborrecía los procesos,

por muy graves que fuesen las acusaciones que

se le imputaban, y a pesar del bien adquirido al

que tenía derecho sobre esa casa, prefirió, según

el precepto del evangelio, ceder más de lo que se

le pedía, en vez de verse traicionado en justicia

por un vil interés. No había encontrado solución

más eficaz para terminar con todos los procesos

que le promovían. Siempre se sirvió de ello

útilmente, porque jamás se dejó dominar por el

deseo de adquirir49.

¿Se ha cavado un foso entre Juan Bautista de La Salle y el Hermano Barthélemy?

Otra consecuen-

cia más de la

condena en el

“pleito Clément”,

es la salida preci-

pitada de París, de

La Salle. Retoma

la visita que había

tenido que inter-

rumpir y parte

para el Sur de

Francia durante la

primera semana

de la Cuaresma de 1712 (en febrero, por tanto

todavía invierno). Esa salida le permite escapar

a la detención que implicaba la condena. Pero

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2928

una seria torpeza del Hermano Barthélemy, al

enviar por correo el texto del juicio del tribunal

del Châtelet que le condenaba, crea un profundo

malentendido entre La Salle y los Hermanos:

Después de la partida del santo varón, los

Hermanos recibieron dos citaciones que le

enviaron a su casa, una por parte del señor

Rogier, que se había constituido en adversario,

aunque hubiera sido su amigo íntimo, y otra del

señor Clément, padre. En ambas se le trataba de

manera muy indigna, y se habían referido a él, de

forma muy especial, señalándole “como sacerdote de la diócesis de Reims y superior de los Hermanos de dicha casa, pero no de los de París y Saint-Denis”:

esta es la prueba clarísima de la relación de sus

adversarios con su gran enemigo oculto.50

Como aparentemente, el Hermano Barthélemy

no corrige ese apelativo mediante una carta de

acompañamiento, Juan Bautista de La Salle,

según la interpretación de Blain, piensa que el

Hermano ha entrado en el juego de su “enemi-

go” y que le rechaza:

La mayor pena que tuvo el Fundador fue que se

imaginaba que todos los Hermanos de París ya

estaban ganados por su enemigo. Era una idea

falsa, pues los Hermanos de París permanecieron

en su ausencia, respecto a su persona, tal

como había sido en su presencia, sumisos e

inviolablemente apegados a su persona. La

causa de esta idea ilusoria fue que el Hermano

Barthélemy, pensando que actuaba bien, le envió

las dos citaciones en las cuales el santo Fundador

era calificado superior de los Hermanos de

Reims, y no de París. Tales términos, que sólo

podían haber sido dictados por su rival, hicieron

que surgiera en él la sospecha sobre la fidelidad

de sus discípulos de París, y que llegara a pensar

que se habían prestado a las artimañas de su

enemigo. Pues se preguntaba a sí mismo, ¿por

qué le habrían enviado tales citaciones donde

se empleaban las citadas expresiones, si no era

para darle a entender que ya no le consideraban

como su superior? Pero su sospecha era falsa.

El Hermano Barthélemy le había enviado

ambas citaciones por sencillez, considerándose

obligado a informarle y ponerle al corriente de

todo lo que ocurría en su ausencia.53

Algo parece haberse roto entre La Salle y sus

Hermanos. Nos encontramos dentro del aparta-

do de lo afectivo con palabras como: “aflicción…

se imaginó… esta idea… la sospecha…”. Ceder,

sin reaccionar, “el Superior de los Hermanos de

Reims”, y no de los demás, pero sobre todo no de

los de París, es negar todo lo que se ha hecho des-

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2928

de 1688, la llegada a la calle Princesa, lo sucedido

en 1694, con los votos y la elección del Suprior

por los doce Hermanos, las opciones tomadas en

1702 luego en 1706 para defender la autonomía

de la Comunidad con relación al párroco de San

Sulpicio. Es reenviar a Juan Bautista de La Salle

y los Hermanos a la propuesta del arzobispo de

Reims Monseñor Le Tellier, en 1687, de fundar

Entre La Salle y sus Hermanos parece haberse producido una ruptura.

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3130

la joven comunidad a condición de limitarse a

su diócesis, propuesta que rechazaron52, la cual

quizás ignora el Hermano Barthélemy.

Ciertamente lo de “permanecer en sociedad” de

la fórmula de votos es lo que está siendo atacado.

La incomprensión recíproca se ve sin duda

aumentada por las diferencias de generación,

y por tanto de mentalidad, entre Juan Bautista

de La Salle y los Hermanos, como evocábamos

anteriormente. Hay toda una “vivencia” de La

Salle que se le escapa al Hermano Barthélemy.

Éste no se imagina lo que representa borrar esos

veinticinco años de la vida del Fundador.

Juan Bautista de La Salle no quiere “mantener

correspondencia con el Hermano Barthélemy,

de quien pensaba que se había pasado al su

adversario, y que solo quería recibir cartas

suyas para traicionarle bajo la apariencia de

confianza”53. Dicho de otra manera ya no

existe comunicación entre el Fundador y el

responsable de hecho de las comunidades de

París. Una situación muy desestabilizante para

el Hermano Barthélemy pero que también dice

mucho sobre la turbación en la que se encuentra

Juan Bautista de La Salle en sus relaciones con

los Hermanos, tanto más que esta situación va a

prolongarse por varios años.

JLa Salle visita una clase

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3130

IIIBúsqueda de Dios, silencio de Dios

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3332

Page 34: CITA EN LA COLINA

3332

De Mende a Marsella, otro mundo, otra culturaJuan Bautista de La Salle, sale de París durante

la primera semana de Cuaresma de 1712 y llega

a Aviñón al final de la Cuaresma. Continúa con

la visita de las comunidades de Alès y de Los

Vans, en plena región de los Camisardos54.

Va a Mende. De allí vuelve a Los Vans, luego a

Uzès – la comunidad de Los Vans depende del

obispo de esa ciudad. Vuelve a pasar por Alès55

y llega finalmente a Marsella56. Blain insiste

sobre los peligros de ese periplo, no solamente

a causa de la rebelión protestante, sino también

por la característica montañosa del país y del

clima riguroso. Por eso, para hablar de la ruta

de Los Vans a Mende, (será el mes de mayo o de

junio de 1712):

Este viaje fue peligroso e incómodo; en más de

una ocasión estuvo en peligro de perder la vida

al atravesar las difíciles montañas del Gévaudan,

bordeadas por espantosos precipicios. En estos

parajes le afectó con rigor el frío riguroso que

encontró y llegó a Mende con la salud algo

afectada.57

Juan Bautista de La Salle descubre que se trata

de un país más bien diferente del que conoce al

Norte del Loira: los paisajes, el clima, pero tam-

bién el funcionamiento de las relaciones sociales,

las mentalidades, la lengua. La Salle tendrá clara

conciencia de que podría ciertamente existir un

problema en este campo, puesto que se propone

abrir un noviciado específico para esta región:

… y abrir en ella un noviciado para formar a

sujetos de la tierra, que estarían en disposición

de trabajar en la zona mejor que los extranjeros,

que no conocían ni la forma de ser, ni las

costumbres, y cuyas inclinaciones, igual que la

lengua, eran muy distintas58.

Gracias a la implicación de un cierto número

de eclesiásticos y de notables de Marsella,

se abre un noviciado en esa ciudad, a la vez

que se impulsa la apertura de varias Escuelas

Cristianas59. Hasta aquí el viaje de Juan Bautista

de La Salle es más bien fructífero. En su relato,

Blain subraya los encuentros con los Hermanos,

las comunidades, el deseo de estar cercano a su

misión y de apoyarlos, sobre todo cuando ésta es

particularmente difícil, como en las Cevenas. Se

encuentra también con los responsables de las

Iglesias locales: obispos, párrocos, y se siente feliz

de oírles hablar muy positivamente del trabajo

de los Hermanos. La acogida en Marsella,

aunque la encuentra demasiado ditirámbica,

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3534

le ofrece no obstante la ocasión de arraigar el

Instituto en esta otra Francia. El Fundador,

cuando escribe al Hermano Gabriel Drolin a

Roma a propósito de la empresa marsellesa, se

muestra muy optimista: “Tenemos Hermanos

en Marsella, que han comenzado desde hace

poco. En una sola escuela tienen casi doscientos

alumnos. Hay escuelas en cuatro barrios, y las

tendrán todos en lo sucesivo”.60

Según el relato de Blain, parece mantener

una actitud reservada: ¿reacción cultural de

frialdad de un hombre del Norte con respecto

a la efusividad del Sur, o más profundamente:

lucidez espiritual de alguien que sabe lo que

cuesta llevar a cabo la obra de Dios y construir

para que dure?

Tan sólo el señor de La Salle, receloso ante un

éxito tan rápido, temía verlo todo sepultado bajo

las ruinas ocultas, presagiadas por tan halagüeños

comienzos. Desconfiaba de su estabilidad

porque él sólo lo veía bien asentado sobre el

Calvario. Este santo varón, tan esclarecido

en los caminos de Dios, había aprendido, por

propia experiencia y por la de los santos, que

las obras que no tienen como cimiento la cruz

y se elevan sin dificultad, o no causan excesivo

miedo al demonio o son de poca duración. Por

ello no se atrevía a dejarse llevar de la alegría,

por temor a ver desaparecer los éxitos presentes

sumidos en las desgracias de un futuro próximo.

Temía que por algún motivo secreto, escondido

en muestras engañosas de aparente devoción,

ocupara el lugar de la caridad y se convirtiera

en el freno del celo con que algunas de aquellas

personas parecían animadas. Según él, todo

esto era ya suficiente para ver fracasar todo el

proyecto. Dios no bendice en absoluto lo que no

se hace por él.61

Blain habla de ‘timidez’, de ‘temor’ (tres veces),

de ‘miedo’, ‘muestras engañosas’, ‘no se atrevía’.

Sobre todo, sus relaciones con los Hermanos

de París no están armonizadas. Según parece,

mantiene correspondencia con el Hermano

Joseph, Visitador encargado de las casas del

arco Reims - Rouen62, pero guarda silencio con

respecto a los Hermanos de París:

…no se manifestaba a nadie, y dejaba sin

respuesta todas las cartas que le llegaban

de todas partes enviadas por sus discípulos.

Actuaba de ese modo por la idea que tenía de

que el interés del Instituto exigía esta suspensión

de cualquier trato, con el fin de que sus enemigos

no volviesen contra los suyos la cólera que no

podían descargar sobre él. Por otro lado, y de

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3534

acuerdo con la idea que

se había formado que los

Hermanos de París no le

habían sido fieles, no sabía

ya en quien confiar.63

Por eso para explicar

este silencio de Juan

Bautista de La Salle, Blain habla nuevamente

de prudencia, para no excitar a sus enemigos

contra los Hermanos, pero también de

prevención con respecto a los Hermanos de

París que “no le habían sido fieles”. Por tanto

existe un vínculo personal entre él y ciertos

Hermanos, (pero Hermanos que cuentan

para él), que se mantiene como en suspenso.

“No sabía ya en quien confiar” concluye el

biógrafo. Finalmente pues, aunque el recorrido

aparentemente es brillante, nos encontramos

en la misma situación que a la salida de París,

al final de la primera semana de Cuaresma

de 1712: la ruptura entre él y los Hermanos

persiste, Juan Bautista de La Salle no ha

recuperado la confianza con los “asociados”,

quizás porque no quiere encontrarla. Es lo que

indican su silencio y su rechazo a mantener

correspondencia con los Hermanos de París; y

la cosas van a complicarse con los de Provenza.

“No había venido a Provenza más que para destruir…”Sin poder verdaderamente establecer el orden

de los acontecimientos, ni la duración de las

transformaciones, una primera dificultad se

produce en las relaciones entre los dos Hermanos

que tienen a su cargo la escuela de Marsella y

el noviciado. En efecto, una vez establecido el

noviciado en Marsella, Juan Bautista de La Salle

pide a los dos Hermanos asistir “diariamente

a los ejercicios del noviciado”64. Quizás ese

“diariamente” sea una amplificación de parte

de los dos maestros (o del mismo Blain), con

el fin de poner de su parte a los fundadores de

la escuela, pues anteriormente Blain ha escrito:

“que acudían los días señalados al noviciado”65.

Sea como sea, los dos Hermanos viven mal esa

imposición. Sin embargo, así era como las cosas

sucedían en Vaugirard y en la Casa Grande, para

los Hermanos de París, al igual que en Saint-

Yon, para los Hermanos de Rouen. Blain puede

explayarse a su gusto sobre la maldad, la tibieza,

la cobardía, etc., de esos Hermanos (señalados

como “dos hijos de Belial”66), nos encontramos

según parece, frente a un conflicto generacional.

No sabía ya en quien

confiar.

Page 37: CITA EN LA COLINA

3736

Juan Bautista de La Salle seguramente no ha

percibido las evoluciones en las mentalidades

de sus Hermanos: lo que era aceptable para los

hombres de su generación o para los Hermanos

de los principios de Reims o de París, ya no lo

es para estas personas que pertenecen al nuevo

siglo. Estos Hermanos ya no se reconocen en lo

que se practicaba anteriormente.

Cosa más sorprendente aún para alguien que

está habituado a ejercer una fuerte autoridad,

los dos Hermanos obtienen lo que quieren

gracias al apoyo de los fundadores de su escuela.

Una cierta concepción de la obediencia y de la

autoridad es puesta en tela de juicio. Es también

la primera señal evidente del desfase que existe

entre la práctica de la Regla en el noviciado y

la que se vive en las comunidades de escuela,

manifestando una especie de esquizofrenia

entre la vida en las casas de formación y la vida

real de los Hermanos.

La lectura que hace Blain de la situación

religiosa e intelectual de Marsella, en términos

de conflicto entre jansenistas y “ortodoxos”,

aunque ofrece una justificación radical para

las dificultades y finalmente para la partida

de Juan Bautista de La Salle, no hace justicia

a la complejidad de la situación marsellesa. Se

trata en efecto de un juego de influencias y de

poderes en el cual La Salle queda rápidamente

marginado. El obispo, Monseñor de Belsunce67,

ha sido recientemente nombrado (1709), se

halla muy bien dispuesto hacia el señor de La

Salle, los Hermanos y las Escuelas Cristianas,

pero “aún no había tenido tiempo suficiente

para conocer a la gente”68. Finalmente los

fundadores de la segunda escuela en proyecto

eligieron acudir a unos eclesiásticos que

pudieran servir igualmente a la parroquia69.

A continuación, Juan Bautista de La Salle

es acusado de ser excesivamente severo con

los novicios, se desaprueban sus prácticas de

piedad, las penitencias que impone. Poco a

poco los donantes cierran sus bolsas, algunos

novicios se ven incitados por su entorno a salir

y se quejan de la austeridad, que encuentran

excesiva, del superior. Se hace circular un

panfleto difamatorio en su contra. El Fundador

trata de responder, pero sin éxito70.

Los Hermanos del Sur de Francia se ven

desestabilizados por estos ataques. El noviciado,

se cierra por falta de candidatos, el Hermano

Ponce, Visitador de las comunidades del Sur,

abandona el Instituto. Los dos Hermanos de

Marsella dicen a La Salle “que no había venido

Page 38: CITA EN LA COLINA

3736

a la Provenza sino para destruir el Instituto, en

vez de edificar”71.

En este contexto es donde hay que situar la

tentativa de partir hacia Roma72, y la respuesta

bien conocida de Juan Bautista de La Salle a los

Hermanos que lo ver regresar a casa, cuando

lo creían en el mar: “Bendito sea Dios; heme aquí vuelto de Roma. No es su voluntad que vaya allí. Quiere que me dedique a otro asunto”73. Sus

motivos son religiosos y espirituales: visita al

centro de la cristiandad, expresar su fidelidad

al papa, reunirse con el Hermano Gabriel

Drolin, el compañero de los primeros días con

el cual había emitido el Voto Heroico el 21 de

noviembre de 1691:

Nosotros,… desde ahora y para siempre,

y hasta el último que sobreviva, o hasta la

completa consumación del establecimiento de

dicha Sociedad, hacemos voto de asociación

y de unión, para procurar y mantener dicho

establecimiento sin podernos marchar, incluso si

no quedáramos más que nosotros tres en dicha

Sociedad, y aunque nos viéramos obligados a

pedir limosna y a vivir de solo pan74.

En el contexto de la Francia galicana del Antiguo

Régimen, esta visita es también un gesto político.

Pero podemos descubrir en este viaje, un deseo

de huida de la realidad marsellesa, la cual se le

escapa y parece incluso volverse en contra suya.

La acumulación de rechazos, las difíciles

relaciones con varios Hermanos, los proyectos

que fracasan, hacen que “comience a dudar si

su empresa venía de Dios, y si su obra que todo

Vidriera: Voto heroico.

Page 39: CITA EN LA COLINA

3938

el mundo contradecía no era acaso la obra de

su propio espíritu”75. Ahí tenemos pues a un

hombre que llega al crepúsculo de su vida (tiene

62 años, que era la vejez en aquella época), que

ha emprendido grandes cosas, que se implicó

totalmente en ellas, incluida su reputación y sus

lazos familiares, que ha arrastrado a decenas

de hombres tras de sí, ha visto morir a varios

en la tarea, que ha luchado contra los poderes

eclesiásticos, civiles, corporativos, para hacer

avanzar lo que piensa ser la obra de Dios para

la salvación de los hijos de los artesanos y los

pobres, y que se pregunta si ¡no habrá dejado

pasar su vida! Estas reflexiones son dolorosas

y muy desestabilizadoras. Surgen tras casi dos

años de dificultades que finalizan en fracasos.

Sobre todo, la comunión con numerosos

Hermanos parece rota. ¿Con quién permanece

en Sociedad ahora? ¿Cuál es el alcance del Voto

de 1691? ¿Y el de 1964?

Ciertamente, sabe bien que querer emprender

un nuevo comienzo, “recomenzar su vida”,

carece de sentido. La fe en sí mimo, la fe en los

otros, en sus Hermanos, la fe en el Otro, se ha

apagado. Dicho de otro modo la espiritualidad,

lo que da sentido y coherencia a la vida, se han

visto afectados.

“Dios ya no le decía nada”En su desamparo existencial, “Dios ya no

le decía nada”76. Es posible entender esta

expresión de dos maneras: Dios ya no le habla,

y ya no tiene gusto por estar con Dios. Juan

Bautista de La Salle se ve acorralado a la pura

fe, a la confianza absoluta. Pero ¿es posible

mantenerse así cuando Dios guarda silencio?77

Elige alejarse, pensando que su presencia física

es, en el fondo, la causa de las dificultades

encontradas en Marsella78. Se va al convento

de San Maximino (un convento de Dominicos),

cerca de la Sainte-Baume, célebre ermita y lugar

de peregrinación que habría servido de refugio a

María Magdalena:

Se retiró, en efecto, a una ermita distante unas

diez o doce leguas de la ciudad. Allí, elevado

por encima de sí mismo y de todo lo creado, se

encontró como sobre la cima de las montañas,

donde los vientos y las tormentas ya no hacen

ruido, en un descanso profundo y en dulce

tranquilidad. Allí, dedicado sólo a Dios, olvidaba

todo lo demás. Si sus pensamientos le recordaban

a sus hijos o a sus perseguidores, era para rogar a

Dios por ellos, y suplicar a la divina Majestad que

Page 40: CITA EN LA COLINA

3938

sostuviera a unos

y convirtiera a los

otros. Las injurias y

los ultrajes no habían

dejado en su espíritu

otras trazas que las

que deja la perfecta

car idad respec to

de los enemigos,

amados en Dios y

por Dios. Ya estaba

el santo varón a punto de encontrar su Tabor,

en medio de aquel desierto, y decía como san

Pedro: ¡Señor, qué bueno es estar aquí…!

Gozaba de tal paz y de tal calma que le llevaban

a desear terminar allí sus días, desconocido de

los hombres; pero no había llegado al fin de sus

trabajos. Dios le destinaba para otros nuevos

durante el resto de su vida.79

Huir de los hombresSe considera incapaz de gobernar, al menos eso

es lo que dice al Hermano Timothée que viene

a encontrarse con él para anunciarle que el

noviciado de Marsella ha sido abandonado por

todos sus integrantes, y pedirle nuevas órdenes.

Blain coloca este episodio en Mende80, mientras

que Maillefer lo sitúa en la Sainte-Baume81. Pero

sea cual sea el lugar, los autores citan las palabras

de La Salle que muestran bien su desconcierto y

su desaliento. En la versión de Blain, el resultado

es: “Dios sea bendito, mi querido Hermano.

¡Vaya! ¿Por qué piensa usted en dirigirse a mí?

¿No conoce usted mi incapacidad para mandar

a los otros? ¿No sabe que varios entre ustedes no

quieren saber nada de mí, y que estas palabras

del Evangelios parecen dichas para mí: Nolumus hunc regnare super nos. Ya no lo queremos de superior. Tienen mucha razón, añadió, pues soy incapaz de

serlo”. Se podría decir también, en cierto modo,

que sus Hermanos ya no le dicen nada. Juan

Bautista de La Salle atraviesa por un desierto

espiritual, pero su cuestionamiento interior hace

referencia también a su capacidad para gobernar

la Sociedad de los Hermanos y establecer una

verdadera comunicación con los Hermanos.

Tres o cuatro veces más, el Fundador sentirá

esta tentación del retiro, lejos del mundo,

lejos de las contrariedades de la vida, lejos de

la preocupación de guiar un Instituto, de los

Hermanos, de enfrentarse a sus antagonistas.

En Mende, unas Damas piadosas dirigen una

institución para las hijas de los Reformados y le

Tentación del retiro lejos de las contrariedades

de la vida, lejos de la

preocupación de guiar un Instituto.

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4140

proponen quedarse con ellas, como su capellán.

Blain dice que el Hermano Timothée “encontró

al santo Fundador en un alojamiento que le

había hecho preparar la Señorita de Saint-Denis,

donde vivía como en un verdadero desierto”82.

Estando en Grenoble, hace una visita de tres

días a la Gran Cartuja83:

Edificado por el silencio y el recogimiento que

reinaban entre aquellos solitarios, su inclina-

ción por el retiro se enardecía, y deseaba termi-

nar sus días entre ellos…

Entre todos los lugares de devoción de ese san-

to eremitorio, que visitó el señor de La Salle,

su corazón quedó prendado de la cueva de san

Bruno. La relación que él tenía con el santo le

conmovió, y si se hubiera dejado llevar de su

atracción, hubiera escondido entre los escondri-

jos de aquellas rocas a un segundo canónigo de

Reims. Tuvo que forzar a su piedad para salir

de allí; pero retiró solo su cuerpo, porque su

espíritu se quedó allí.

Se puede mencionar también, pero con

una tonalidad muy diferente, el refugio que

encuentra en “la parte más alejada y elevada

de la casa” de Grenoble, donde se entrega a la

meditación, en una “oración que duraba tanto

como la jornada”84. El contexto es entonces el La Salle en clase.

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4140

de la vida comunitaria. Resulta cierto, también,

que a lo largo de toda su vida este gusto por el

retiro conduce a La Salle a procurarse espacios

y tiempos de oración solitaria: el jardín en

Reims, oración nocturna en San Remigio,

oratorio de la casa de Vaugirard, oración

mientras camina…

Finalmente, después de haber soportado

un tratamiento radical y violento contra el

reumatismo que le aquejaba, va a descansar

a casa de un amigo sacerdote, Jean d’Yse de

Saléon85, en Tullins86, pueblecito donde está

situado, aislado sobre la colina de Parmenia

(Permeigne), la ermita de Sor Luisa87. Ésta debe

desviarle de la tentación de la vida eremítica:

El santo sacerdote le confesó que sentía un

inmenso deseo de pasar el resto de sus días en

la soledad, que tanto atractivo tenía para él, y

de no pensar sino en Dios y en sí mismo. No es ésa la voluntad de Dios, replicó Sor Luisa. No debe en absoluto, abandonar la familia de la que Dios le ha constituido padre. El trabajo es su herencia, y tiene que perseverar hasta el fin de sus días, uniendo, tal como lo ha comenzado, la vida de Magdalena con la de Marta”88.

Esta conversación con Sor Luisa parece situarse

antes de la recepción de la carta de los Hermanos

del 1º de abril de 1714. Juan Bautista de La Salle

busca su vocación, lejos de los Hermanos, en la

soledad, o bien dedicándose “a la conversión

de los pecadores”89. Sor Luisa le hace tomar

conciencia que ya la ha encontrado: su lugar

está entre sus Hermanos90.

Comunidad y Misión, o el Dios reencontrado Será en la comunidad de Grenoble donde Juan

Bautista de La Salle reencuentre el sentido de

su vida. Parece ser que se trata de una comuni-

dad donde da gusto vivir:

De Mende se marchó a Grenoble, donde creyó

encontrar otro cielo y otra tierra, donde reinaba

una calma profunda. Los Hermanos que

estaban allí supieron apreciar el tesoro que les

llegaba y disfrutar de él. Encantado por poseer

a su padre, perseguido en la Provenza por más

de uno de sus hijos, sin hablar de los extraños,

con su afecto y atenciones supieron reparar las

tristezas que le habían hecho aquellos ingratos.

Como recompensa, él determinó prolongar su

estancia en medio de ellos lo más que pudiera.

Todo le invitaba a ello: el buen corazón de los

Hermanos, la paz que reinaba entre ellos, la

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4342

soledad de la casa y la vida oculta y retirada

que llevaba allí.91

El Hermano director de esta comunidad es

quizás el Hermano Jean Jacquot, uno de los

doce firmantes de los votos de 1694 y del acta de

elección del 7 de junio de 1694, uno de los fieles

de los comienzos de Reims y de París. Esto lo

explica todo. Juan Bautista de La Salle rempla-

za en su clase a un Hermano enviado en misión

a las comunidades del Norte de Francia. Es la

oportunidad para un contacto directo con los

hijos de los artesanos y de los pobres y con la

misión específica del Instituto:

Se podía ver a este doctor, antiguo canónigo de

Reims y cabeza de la congregación considerar

un honor tenerlo como placer y constante de-

ber enseñar a los niños; a los más pequeños les

enseñaba el abecé; a otros a leer y escribir, y a

todos, las primeras lecciones de la doctrina cris-

tiana. El modo como desempeñaba este oficio

permitía ver el gusto que ponía en él y el cuidado

para practicar las diferentes virtudes que a cada

momento se presentan en la escuela.

Si hacía alguna distinción con los alumnos, era

en favor de los más pobres. Su dedicación a ellos

se notaba por el esfuerzo que hacía para lograr

que avanzasen en la lectura y en la escritura,

porque, decía, esto es muy necesario. De este

modo su humildad sabía ocultar su caridad; y si

entre todos ellos algunos tenían su preferencia,

eran los más ignorantes. Como por lo común és-

tos son abandonados a su ignorancia natural o

a su ligereza mental, por maestros poco celosos

o poco caritativos, ellos se convertían en objeto

de su predilección y en ejercicio de su paciencia.

Dios quiso bendecir sus cuidados y hacer ver que

un celo dulce y paciente llega a todo y consigue

hacer milagros en las mentes más atrasadas o

más ignorantes, pues les enseñó las verdades de

la religión y les hizo avanzar mucho en la lectu-

ra y la escritura. Excelente ejemplo que pueden

imitar todas las personas encargadas del cuida-

do de la juventud.92

Un cierto número de los comentarios del biógra-

fo sobre las actitudes del maestro provienen di-

rectamente de la Guía de las Escuelas Cristianas:

celo, paciencia, mansedumbre del maestro, su

atención a los más pobres, a los más ignorantes,

a los más estúpidos, el cuidado aportado a la

formación cristiana de los niños, la importancia

de los saberes básicos: lectura, escritura, “todo

eso es muy necesario”. Pero la conclusión de

Blain, sobre las características específicas de una

escuela verdaderamente cristiana (o lasaliana:

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4342

Mapa del Instituto en 1719.

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4544

¡aunque no se podía emplear ese adjetivo en su

época!): “Si no se tiene cuidado, el amor propio

se contenta en una escuela, como en cualquier

otro sitio, y en ella domina el espíritu natural. Se

deja abandonados a los pobres, a los más cortos

de inteligencia, y a todos aquellos que por na-

turaleza producen disgusto, y solo se tiene celo

por aquellos que gustan”93, ¡sigue siendo válida

para todos nuestros centros educativos actuales!

La oración continua del Fundador le conduce

también a un trabajo al servicio de los Her-

manos, mediante la composición o la revisión

de obras:

La única distracción que se permitió fue la

composición de varias obras de piedad, tanto

para instrucción de la juventud como para la

utilidad de sus discípulos. También reviso el

libro de los Deberes del cristiano, del que dio una

tercera edición más exacta.94

Blain concluye este pasaje señalando que la

calma volvió a las comunidades de Provenza;

que La Salle acompaña a los Hermanos

mediante el envío de cartas y gracias a las

visitas del nuevo Hermano Visitador, el

Hermano Timothée.

Una comunidad equilibrada, que vive bien

su misión en favor de los niños de Grenoble,

un Hermano Director que comparte, desde

hace tiempo, el proceso de Juan Bautista de

La Salle, una misión muy precisa (y puntual)

con los niños de la escuela de la parroquia

san Lorenzo pero que le permite entrar en

contacto directo con la realidad del empleo

de los Hermanos, el servicio al conjunto del

Instituto y a su misión mediante la redacción

de obras espirituales o prácticas: he ahí cómo

La Salle puede nuevamente conversar con

ese Dios que, algún tiempo antes, ya no le

decía nada; así es también como puede de

nuevo recibir la palabra de esos Hermanos

que parecieron tan alejados de él durante

algún tiempo.

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4544

IVLos jalones de un relato

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4746

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4746

Hasta aquí, hemos observado sobre todo la crisis vivida por Juan Bautista de La Salle, en sus relaciones con un cierto número de autoridades civiles o eclesiásticas, en sus relaciones con los Hermanos, o también a un La Salle que se interroga sobre su papel y su lugar en la Sociedad de las Escuelas Cristianas. Nos queda por analizar la otra crisis, quizás más esencial para nosotros Hermanos y asociados de hoy: la que viven las comunidades de París y de su región, con la nueva forma de “unirse y permanecer en Socie-dad” que se está tratando de establecer.

“Prometo y hago voto de unirme y permanecer en Sociedad con… para…” “(Yo…) Prometo y hago voto de unirme y

permanecer en Sociedad con los Hermanos

de las Escuelas Cristianas que se han asociado

para tener juntos y por asociación las escuelas

gratuitas…”: esta frase de la fórmula de votos

de 1694, nosotros la seguimos pronunciando

siempre. Cabe señalar tres aspectos:

- es un “yo” quien habla, una persona singular

quien se comprometer. Pero es también alguien

que se dirige a un “nosotros”: la Santísima

Trinidad, por una parte, y los Hermanos que se

han asociado por otra;

- esta persona quiere “unirse y permanecer”, lo

que se explicita son acciones, y no un estatuto

que se ratificaría después de haber participado a

la asamblea general constitutiva;

- se trata de “permanecer en Sociedad”, lo cual

indica a la vez la permanencia en una especie

de vida común y compartida en esa Sociedad

que se define mediante personas: “con los

Hermanos que se han asociado”; y con una

finalidad: “para tener juntos y por asociación las

escuelas gratuitas”.

Desde 1964, es desde esta base que el Instituto,

Juan Bautista de La Salle y los Hermanos,

construyen el futuro de los “asociados para

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4948

tener las escuelas gratuitas”. La asociación es

una palabra abstracta, cargada de connotaciones

jurídica, “asociados” remite a personas, a

seres vivos. En realidad, más allá de la crisis

“institucional”, con la iniciativa del Hermano

Barthélemy de solicitar a los obispos superiores

eclesiásticos para las comunidades locales, los

Hermanos intuyen que es su proyecto singular de

consagración al Dios Trinidad asociándose para

tener las escuelas gratuitas lo que está puesto en

tela de juicio. Son reconducidos a una práctica

eclesial, teñida de clericalismo, en la cual todo

su proceso corre el riesgo de verse disuelto.

En París, el replanteamiento de la AsociaciónEl origen de la crisis vivida por Juan Bautista de

La Salle y el Instituto desde 1712, se encuentra

en París. Blain dedica un capítulo entero a “Lo

que ocurrió en Francia durante la ausencia del

señor de La Salle”95. De hecho, subraya, más

allá del ‘pleito Clément’, los desafíos de este

periodo de la historia del Instituto, y muestra

cómo éste saldrá de él con su rostro definitivo96.

La precipitada partida de Juan Bautista de La

Salle hacia el Sur de Francia durante la primera

semana de Cuaresma de 1712 deja a los Hermanos

de París sin dirección y sin orientación. Blain lo

señala, a la vez que manifiesta su perplejidad

ante semejante actitud, al principio del Capítulo

XII del Libro 3 de su biografía:

Si fuera sensato juzgar las acciones de los san-

tos, que tienen principios de comportamiento

muy distintos a los demás hombres y que, a

menudo, actúan contra las reglas ordinarias de

la prudencia humana siguiendo el impulso del

Espíritu Santo, se estaría tentado de censurar la

huida tan precipitada y tan oculta del señor de

La Salle a la Provenza, pues fue causa de serios

desórdenes en su Instituto y lo acercó a la ruina.

En efecto, parece que el santo sacerdote, antes

de poner en práctica su decisión, o antes de la

salida de París, o al menos después de su llegada

a la Provenza, hubiera debido advertírselo a los

Hermanos, indicarles el lugar a donde deberían

escribirle, darles respuesta y dirigirles por corres-

pondencia desde el lugar de su retiro, En fin pa-

rece que también hubiera sido conveniente que

hubiera nombrado al que consideraba adecuado

para ocupar su puesto en París, y al que debían

honrar durante su ausencia como superior.

El siervo de Dios no hizo nada de eso. Fue a

ocultarse a las provincias alejadas, sin querer

decir a nadie a dónde iba. Se mantuvo desco-

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4948

nocido, y dejó sin respuesta las cartas que re-

cibía enviadas por los Hermanos; no designó a

nadie para sustituirle durante su ausencia. En

fin, en relación con los Hermanos de Francia

permaneció sin vida y sin movimiento, como

un hombre muerto.97

Sabemos también que las incomprensiones

entre él y el Hermano Bathélemy condujeron

a una pérdida de confianza (provisional) de La

Salle con relación a este Hermano. Blain señala

cuatro inconvenientes negativos del comporta-

miento del Fundador:

El primero fue que, aunque no hubo disputas

entre los Hermanos, como ocurrió entre los

apóstoles, sobre quién era o debería ser el prime-

ro, sí hubo duda sobre a quien se debería obe-

decer. Como el señor de La Salle no se explicó

sobre ello, tampoco había un criterio seguro

sobre el asunto.

El segundo inconveniente, que se derivó como

consecuencia del primero, fue que la falta de un

superior cierto, dejó impunes muchas faltas y

puso a los indóciles a cubierto de la corrección.

El tercer inconveniente fue que algunos Her-

manos de poca virtud y vacilantes en su voca-

ción, considerando su estado como inseguro

y flotante, lo abandonaron, y otros que sos-

pechaban que el mismo fundador había aban-

donado el Instituto, se creyeron con derecho a

imitar su ejemplo98.

La cuarta consecuencia fue aún más funesta,

pues dio lugar a otra forma de gobierno, que el

rival del señor de La Salle, de quien se ha habla-

do, supo introducir sutilmente en la nueva socie-

dad. El Instituto estaba perdido. Sacudido hasta

en sus cimientos, amenazaba ruina. Su destruc-

ción ya había comenzado, y es una especie de

milagro que se haya podido reconstruir con más

resplandor y con más éxito que nunca.99

¿El establecimiento de otro Instituto?Los tres primeros ‘inconvenientes’ afectan a la

vida interna de la comunidad y a las relaciones

entre sus miembros. Pero el cuarto recae sobre

el fondo: ¿no se está promoviendo una Sociedad

diferente de la establecida mediante las elec-

ciones de 1694 (votos y elección del Superior)?

Más adelante, Blain hace precisar por ‘el rival’

los contornos de la organización que él propone:

De acuerdo con ese pretendido sistema: 1. Los

Hermanos deberían tener un superior extraño

para dirigirlos, al modo de las religiosas, que

tienen un superior externo; 2. La casa de París

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5150

debería formar una

Sociedad distinta

y dependiente por

completo de este

superior eclesiástico;

3. El noviciado

debía suprimirse,

por ser inútil y

demasiado costoso,

pues resultaba caro

formar y alimentar a

los novicios; además

no era necesario

para París, puesto que los Hermanos de las

escuelas deberían ser estables como voy a decir;

4. Todos los Hermanos tenían que permanecer

en su puesto, de forma estable, sin poder ser

cambiados; 5. Para reparar las pérdidas de

quienes muriesen, o de quienes se retirasen, o

de los que hubiera que despedir en caso de mala

conducta, se proponía tener uno, dos o tres

novicios, más o menos, en cada casa, según sus

rentas y necesidades100.

Este sistema conduce al repliegue de cada comu-

nidad sobre la obra a la cual se halla vinculada…

y hace de ella un agente al servicio exclusivo

de la parroquia (o de la ciudad) que la emplea.

Se llega a la fragmentación de la Sociedad de

las Escuelas Cristianas en tantas pequeñas en-

tidades como comunidades hay. El análisis de

Blain lo explicita claramente:

De la Sociedad de los Hermanos se quería

hacer pequeños cuerpos desmembrados, sin

subordinación a un jefe común, y sin otra

dependencia que a un superior local, más

o menos como numerosas comunidades de

maestras de escuela, que se multiplican hoy en

Francia, y que cada obispo establece o deja que

se establezcan para su diócesis particular10!.

Por otra parte, si los Hermanos estuviesen vin-

culados a un lugar, “sin poder ser cambiados”,

la dimensión universal y misionera vivida en

la Sociedad desaparececía. Es el final del “allá

donde sea enviado”. Es cierto que ese modelo

de funcionamiento es ciertamente uno de los po-

sibles, en el sistema eclesial y social de la época.

Pero no es lo que los Hermanos y el Fundador

habían elegido en 1694.

Cambio de Superior y cambio de ReglaEn 1699, cuando La Salle recibe la petición del

obispo Godet des Marets102 para que le envíe

Hermanos a Chartres, por tanto fuera del radio

Repliegue de cada comunidad sobre la obra a la cual se halla vinculada… Se llega a la

fragmentación de la Sociedad de las Escuelas

Cristianas.

Page 52: CITA EN LA COLINA

5150

de acción de la joven comunidad (Reims, París),

es verdaderamente “en asociación” como deci-

den dar ese paso decisivo, que compromete la

continuidad del funcionamiento de la Sociedad:

El humilde superior, antes de prometer sujetos

al señor obispo de Chartres, quiso contar con el

consentimiento de los Hermanos. En la asamblea

que celebró, les expuso la propuesta del ilustre

prelado, y después de ponderar su eminente

piedad y el celo ardiente para la religión, les

dejó que decidieran lo que creyeran mejor. Los

Hermanos, atendiendo al honor que les hacía un

santo obispo a quien los celadores de la doctrina

sana y antigua honraban como adalid de la fe

en Francia, se ofrecieron voluntariamente a su

superior para recibir su misión103.

Mucho más que una manifestación de humil-

dad de parte del Superior que se sometía al

parecer de sus inferiores (siempre la tendencia

moralizante de Blain), se trata de hecho de un

buen ejemplo de aplicación de la Asociación.

Este procedimiento de la asamblea comunitaria

para abrir una nueva comunidad es excepcional;

no vuelve a aparecer a continuación, al menos

en los relatos de los biógrafos104. Ciertamente,

Juan Bautista de La Salle, tuvo conciencia de

la novedad que representaba, para un cierto

número de Hermanos, la salida de los terrenos

apostólicos familiares (Reims, Champagne,

Laon, París). Aprendían así a reconocerse Her-

manos universales más que Hermanos de las Es-

cuelas Parroquiales.

Volviendo a la situación creada en París bajo la

presión de las autoridades eclesiásticas locales

esa elección de un superior eclesiástico, multipli-

Catedral de Reims.

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5352

cada por cada Casa, contradice la decisión de

los doce, del 7 de junio de 1694:

También declaramos que queremos que la pre-

sente elección no tenga ninguna consecuencia

en el futuro. Y que nuestra intención es que des-

pués del citado señor De La Salle, en el futuro

y para siempre, no haya ninguno, ni admitido

entre nosotros ni escogido como superior, que

sea sacerdote, o que haya recibido las órdenes

sagradas; que no tendremos ni admitiremos

ningún superior que no esté asociado, y que no

haya hecho voto como nosotros y como todos

los demás que se nos asocien en el futuro.

Blain comenta con mucho acierto, sobre los

cambios impuestos por el ‘rival’ del señor de La

Salle:

Como el señor de La Salle, penetrando en

el futuro, había previsto que este caso podía

ocurrir, había comprometido a los Hermanos,

como ya vimos anteriormente, a establecer que

no elegirían después de su muerte como superior

sino a uno de ellos. Había tenido siempre

presente esta decisión en las diversas ocasiones

en que quiso desprenderse de la superioridad,

y obligar a los Hermanos a escoger uno de su

mismo cuerpo para sucederle. Este punto, que le

parecía esencial, quería verlo aplicado durante

su vida, para que después de su muerte no

hubiera dificultad105.

Los Hermanos más veteranos, que conocían

mejor que el Hermano Barthélemy el itinerario

de la comunidad, tratan de evitar los sucesivos

ataques del ‘rival’. Se contentan primero con el

statu quo, por el hecho de que aquel que pre-

tende ser su ‘superior’ no realiza ningún acto de

autoridad. Pero este último, como consecuencia

de la debilidad del Hermano Barthélemy o de su

falta de visión o también porque no le resulta po-

sible actuar de otro modo, logra hacer inscribir

en el registro de la comunidad la realidad de su

poder de “superior”:

“Vosotros me llamáis vuestro superior, dijo un día, y sería preciso dar señales de lo mismo”. Y temiendo que

los Hermanos no entendiesen adecuadamente

sus palabras, añadió, “que deseaba que se levantase acta, y que después de firmarla todos los Hermanos, se añadiese al Registro de la Casa”. Este artículo era

importante y afectaba a la esencia del Instituto.

Por tanto, era importante no escuchar la

propuesta que hacía el eclesiástico, y no se puede

excusar la debilidad del Hermano Barthélemy

por haberlo aceptado106.

Recordemos que el Hermano Barthélemy había

entrado en el Instituto en 1703, a la edad de 25

Page 54: CITA EN LA COLINA

5352

años. No ha vivido los años decisivos y ricos

de 1691-1702, cuando la Comunidad se dio

a sí misma una fisonomía original y fecunda

mediante la consagración a Dios y la búsqueda

de la santidad, por y en la misión, permaneciendo

“asociados para tener las escuelas gratuitas”.

Como el “superior” eclesiástico pretende hacer

cambios importantes en la organización del

Instituto (con el fin de preservar su espacio

parisino, por estar las otras Casas, en otras

diócesis, fuera de su alcance), los Hermanos

veteranos reaccionan solicitando una consulta

a todos los Hermanos107. Protestan igualmente

sobre el fondo mismo de estas nuevas

orientaciones, señalando que eso es contrario a

lo que habían elegido vivir:

Algunos de los principales Hermanos108 más

esclarecidos que los otros, y más al corriente del

Instituto y del modo de gobernarlo, lo criticaron

públicamente y lamentaron que el servicio

que se le había pretendido hacer era el golpe

mortal a su Sociedad. ¿Cuál es el objetivo de

la nueva forma de gobierno que se introduce?

preguntaban. ¿Se quiere despojar al fundador

del derecho a gobernar su Instituto, y cerrarle,

cuando regrese, las puertas de todas las casas

que él mismo ha establecido? ¿Se pretende

simplemente sostener, durante su ausencia, a

los Hermanos en su primer espíritu, y conservar

como en depósito a su Instituto, para que él lo

vuelva a encontrar, cuando regrese, tal como lo

dejó? ¿Se quiere dar a su obra una forma mejor,

corregir los defectos y reparar sus cimientos, o

crear una sociedad nueva sobre las ruinas de la

primera? Cualquiera que sea el aspecto que se

quiera dar al cambio que se introduce, sólo se

puede ver como una novedad perjudicial, nacida

de la malicia o, al menos de un falso celo109.

La mayor parte de los superiores locales

nombrados según lo indica una carta circular

del Hermano Barthélemy (Jean-Baptiste Blain

es uno de ellos, en Rouen) trabajan en dejar las

cosas tal como están y contribuyen a evitar la

fragmentación del Instituto110.

No obstante, el peligro permanece, pues los

personajes cambian, los fallecimientos pueden

producirse, modificando así el frágil equilibrio.

En tal situación, algunos Hermanos ya no se

reconocen y se sienten molestos. Algunos deben

ser expulsados de la Sociedad por la asamblea

de los “principales Hermanos”:

Los Hermanos principales quisieron dar un

escarmiento, para que el escándalo no llegase

más lejos. Se reunieron y expulsaron de su seno a

Page 55: CITA EN LA COLINA

5554

estos soberbios, que hubieran podido comunicar

a los otros, en lo sucesivo, su veneno mortal de

independencia, y causar mayores desórdenes11!.

Pero las cosas fueron más allá de lo que deja

entrever este relato del Libro 3, capítulo XII

de Blain. Se llegó incluso hasta una revisión de

la Regla, por una asamblea de Hermanos, que

habría tenido en cuenta los cambios evocados

anteriormente. El Vicario Mayor de París, en-

cargado de estudiar el dossier, al cado de siete u

ocho meses, remite el texto el 4 de abril de 1714,

solicitando a los Hermanos (y al superior ecle-

siástico), que no se cambie nada:

Los guardó de siete a ocho meses, y durante

ese tiempo surgieron en París las discusiones

sobre la bula Unigenitus, y la negativa de Su

Eminencia para aceptarla. Pasado este tiempo,

el Padre Vivant remitió al abate De Brou la

documentación que habían presentado, con

una carta del 4 de abril de 1714, donde se decía:

“Su Eminencia considera conveniente que no se

decida ni se firma nada en su nombre sobre los

reglamentos ni sobre los cambios que se quisiera

introducir en ellos. Confía en su prudencia

de buen director de escuelas, de las que tiene

cuidado, y espera que bajo una prudente

dirección florezcan la piedad y la paz112.

Podemos pensar que varios Hermanos

comprendieron entonces que se los estaba

llevando demasiado lejos del proyecto que

habían construido con el señor de La Salle,

y que tan sólo éste, con su presencia, sería

capaz de poner freno a esos comportamientos

reprochables.

Finalmente, ¿qué fisonomía adquirirá la Comunidad de las Escuelas Cristianas?Este periodo de 1712-1714 es determinante

para el futuro de la Sociedad de las Escuelas

Cristianas. Los Hermanos aprenden a vivir sin

Juan Bautista de La Salle, aprenden a formar

cuerpo, experimentan también las formas

institucionales posibles para el Instituto. Uno de

esos posibles modelos es el de comunidades de

laicos, dirigidos desde el exterior por un superior

eclesiástico. Tiene la ventaja de estar reconocido

socialmente, un aspecto cultural importante en

una sociedad que rechaza la confusión de los

géneros y que quiere reconocer explícitamente

“el estado” de cada uno de sus miembros, incluso

por su hábito. Es el modelo más evidente.

Este modelo entra en conflicto con el que ha

surgido de las opciones y compromisos de

Page 56: CITA EN LA COLINA

5554

los Hermanos y de Juan Bautista de La Salle.

Un modelo carismático, centrado sobre la

consagración a Dios mediante la asociación

para tener las escuelas gratuitas, y universal:

da respuesta a las necesidades del pueblo de

Dios, sin vincular las personas a una parroquia

o a una diócesis particular.

El apoyo institucional de este modelo no es

evidente. Lo descubrimos al releer el itinerario

de los primeros Hermanos con La Salle, a través

de los gestos que han realizado juntos: voto de

obediencia en Reims, voto heroico en 1961,

votos de 1694, en Vaugirard, declaración “en el

futuro y para siempre” relativa a la elección del

superior entre los Hermanos, decisión que han

tomado juntos de dar respuesta a la solicitud

del obispo de Chartres en 1699, crisis de 1702

sobre el Superior, opción de alejarse de París

y de San Sulpicio estableciéndose en Rouen e

instalándose en Saint-Yon.

Es también aquí donde la Memoria sobre el hábito fechada en 1689, es decir algunos

meses después de la llegada de los Hermanos

a la parroquia de San Sulpicio, adquiere toda

su importancia. Es un primer conflicto con

el cura de esa parroquia, con relación a la

identidad de la Comunidad. Al defender el

hábito de los Hermanos, Juan Bautista de La

Salle defiende también la singularidad de su

comunidad. No quiere que se la confunda, ni

siquiera exteriormente, con el clero. Tampoco

desea que cada autoridad local pueda dictar a

los Hermanos el uniforme que deberían llevar,

en la parroquia o en la diócesis.

Podemos añadir a esta descripción de la

Comunidad, la gran flexibilidad vivida en el

campo de los votos: los Hermanos no emiten

los votos tradicionales de pobreza, castidad

y obediencia, algunos Hermanos no hacen

votos, otros los hacen por tres años, renovables

indefinidamente, otros los hacen para siempre.

Esta práctica se mantendrá, a pesar de la Bula

de Aprobación y mal que les pese a ciertos

superiores, hasta los años 1920.

Este modelo, y eso constituye también uno

de los elementos de la crisis que atraviesa el

Instituto en 1712-1714, se mantiene gracias a

la presencia carismática del Fundador. Será

necesario que los Hermanos lo asuman como

cosa propia para que se transforme en la matriz

fundadora del Instituto en el futuro. Los desafíos

van mucho más allá de un apego sentimental a

la persona a La Salle. Se trata en verdad de una

tensión entre lo carismático y lo institucional.

Page 57: CITA EN LA COLINA

5756

El Instituto, ¿existe para el carisma: la misión

de enseñar y de educar a los hijos de los

artesanos y de los pobres? O el Instituto ¿existe

para la santificación de sus miembros, en una

organización llamada “vida religiosa”, tal como

era posible vivirla en aquella época? En estas

preguntas está subyacente la problemática de las

dos finalidades de la vida religiosa, que gustaba

mucho a los teólogos anteriores al Concilio

Vaticano II (incluso a algunos después).

La fisonomía que ha tomado el Instituto, tras

el regreso de La Salle, después con la elección

del Hermano Barthélemy como primer Superior

General de la Sociedad, no resulta tan clara

como parece para muchos Hermanos. Las

vacilaciones sobre la manera en que la naciente

sociedad debía o podía situarse en la Iglesia de

ese tiempo han sido permanentes.

Treinta años antes: cuando los maestros de Reims toman la palabra Dos intervenciones enmarcan la fundación

del Instituto de los Hermanos. La primera,

en Reims: los primeros maestros, después de

haber escuchado el discurso que les ha hecho

La Salle sobre el abandono en la Providencia,

ponen en tela de juicio su homilía y le incitan

al compromiso. La segunda, es esta carta de los

“principales Hermanos” que remiten a Juan

Bautista de La Salle a lo que han prometido

La Salle reparte sus bienes.

Page 58: CITA EN LA COLINA

5756

juntos, en 1694. Treinta años separan estas

dos intervenciones, treinta años que ponen en

evidencia la madurez del pensamiento y de

la espiritualidad de esos maestros que se han

convertido en Hermanos.

El cuestionamiento de los maestros en ReimsHacia 1682 o 1683113, en Reims, los intentos

de vida regular que Juan Bautista de La Salle

propone a los maestros, han conducido no

sólo a una ruptura con su familia sino también

supuesto el abandono de varios maestros que

no se sentían llamados a ese género de vida.

Hay que advertir que el joven sacerdote sigue

siendo siempre canónigo y beneficiario de las

rentas familiares y de su herencia. El grupo que

lleva consigo a la calle Nueva está constituido

por hombres jóvenes mejor formados que

sus predecesores y que tienen un ideal de

servicio educativo. Este nuevo grupo, a su

vez, ha experimentado dudas y cuestiona a su

responsable. Juan Bautista de La Salle se da

cuenta que, en estas situaciones concretas, con

estas personas específicas, Dios le exige elegir.

En realidad, los maestros cuestionan sus

solidaridades. Desafiados por la novedad del

proyecto que se pone en marcha, se inquietan

por su futuro:

Manifestaron con franqueza que su inquietud

provenía de la incertidumbre y de la poca

seguridad de su estado. Le dijeron que su

situación no tenía nada de fija ni de estable;

que él mismo podía ver el fracaso de su obra,

y que para ellos resultaba triste sacrificar su

juventud al servicio de un público que los

olvidaría, sin tener la certeza de encontrar, en

una edad avanzada, un refugio para descansar

de sus trabajos pasados, y de terminar sus días

al abrigo de la indigencia 114.

En este discurso, un solo pasaje cuestiona a

La Salle: “él mismo podía ver el fracaso de su

obra”. Las otras observaciones tienen que ver

con la realidad de su situación. Los maestros

tienen la sensación de estar a merced de los

acontecimientos, del interés inestable del público,

en particular de los notables, de aquellos que

pertenecen al mundo de Juan Bautista de La Salle.

Por el momento “los” aceptan, ¿pero mañana?

Nada de verdaderamente consistente los retiene

en las funciones escolares que los ocupan, no

existe solidaridad entre ellos ni con aquellos que

los emplean. ¿Cuál será su futuro cuando lleguen

a viejos o estén enfermos? ¿Quién se hará cargo

Page 59: CITA EN LA COLINA

5958

de ellos? Aparece ahí todo el planteamiento

(moderno) de la jubilación profesional y del

seguro de enfermedad. Pero esa es exactamente

la situación de los pobres de aquel tiempo y su

horizonte. A su inquietud sobre el futuro, Juan

Bautista de La Salle responde con un discurso

que podemos calificar de piadoso y totalmente

clásico sobre el abandono en la Providencia115.

Al leer ese discurso se tiene la impresión de que

esos hombres no tienen más lazo entre ellos que

el hecho de trabajar en la misma tarea. Cuando

La Salle les dice: “¿Aquel a quien consagráis

vuestra juventud y a quien dedicáis vuestro

trabajo os abandonará en vuestra vejez…?”, no

existe alusión a ninguna forma de Sociedad.

En todo caso, Juan Bautista de La Salle, no

forma parte de ella, a lo más es consejero o

protector. Ve ese grupo como desde el exterior;

los compromisos, si los hay, no conciernen

más que a los maestros. Les habla como lo

haría un predicador, sin dar la impresión de

verse particularmente implicado116. Como

la respuesta tranquilizadora de La Salle no

les satisface, los maestros lo interpelan con

mayor fuerza:

Resultaba fácil hablar de abandono perfecto a

la divina Providencia cuando él no tenía nada

que temer, y cuando ella le había provisto con

tanta abundancia de lo necesario, e incluso de lo

superfluo […] Los maestros, cansados de pensar

todo esto, se atrevieron, por fin, a decírselo, y a

darle una de esas respuestas bruscas e ingenuas

que el sentimiento del corazón considera que

no pueden tener réplica: “Usted habla muy a

gusto – le dijeron - mientras no le falta de nada.

Está dotado con una buena canonjía y con unos

bienes patrimoniales parecidos, y está a cubierto

Le resultaba fácil hablar del abandono en la Providencia.

Page 60: CITA EN LA COLINA

5958

de la indigencia. Si nuestras escuelas se hunden,

usted permanece en pie, y la ruina de nuestro

estado no afecta para nada al suyo. Somos

personas sin fortuna, sin ingresos e incluso sin

oficio, ¿y a dónde iríamos, que haríamos, si

las escuelas desaparecen, o si la gente se cansa

de nosotros? La pobreza será nuestra única

herencia y la mendicidad el único medio para

aliviarla” 117.

La respuesta de los maestros quizás no es “ni

educada ni graciosa”118, pero subraya bien

las relaciones que existen entre las personas

implicadas: “usted habla muy a gusto…, no

carece de nada…, dotado con una buena canonjía

y de unos bienes patrimoniales parecidos…, está

usted seguro y a cubierto de la indigencia…,

usted permanecerá en pie, la ruina de nuestro

estado no afecta al suyo”. Es la descripción de

un rico que está al abrigo de las dificultades

económicas. Los maestros consideran a

continuación su situación: “personas sin fortuna,

sin ingresos, e incluso sin oficio, ¿dónde iremos,

qué haremos...?… Si las escuelas se hunden o si

la gente se cansa de nosotros…”. Hemos vuelto

a la situación precedente, el posible fracaso

de la acción emprendida y la manera en los

actores están vinculados a la misma. Concluyen:

“La pobreza será nuestra única herencia y la

mendicidad el único medio para aliviarla”.

Escenifican las situaciones sociales de la época,

la diferencia entre aquellos que dominan, y los

que deben ejercer un empleo, en el día a día, sin

estar seguros de mantenerse. Y si no lo logran,

será su supervivencia lo que esté en juego.

Finalmente, cuestionan a Juan Bautista de La

Salle sobre la realidad de su solidaridad con ellos

y con el proyecto de escuela para los pobres: “Si

nuestras escuelas se hunden, usted permanece en

pie, y la ruina de nuestro estado no afecta para

nada al suyo”.

La respuesta de Juan Bautista de La Salle: un compromiso Conviene observar, en este momento del diálo-

go entre Juan Bautista de La Salle y los maes-

tros, que el estado de sus relaciones permite

este cuestionamiento directo. Entre los prota-

gonistas de esta historia existen relaciones ba-

sadas en la verdad:

La respuesta de los Maestros dio mucho que

pensar al señor de La Salle, y le sumió en

profunda dificultad… los diversos pensamientos

que preocupaban al señor de La Salle le llevaron

a una profunda perplejidad”119.

Page 61: CITA EN LA COLINA

6160

“Profunda dificultad… diversos pensamientos

que preocupaban… profunda perplejidad”,

expresiones todas ellas que indican que el

canónigo se enfrenta a un momento crucial

de su vida; los encontramos por ejemplo en el

momento del fallecimiento de los padres del

joven seminarista, a propósito de la elección

del sacerdocio. Para decidirse, Juan Bautista

de La Salle realiza un discernimiento: ¿cuál es

ahora su vocación? Sabe que el fracaso de los

maestros supondrá el fracaso de las escuelas

para los pobres.

“Tengo la respuesta en el fondo de mi

conciencia…” 120. Juan Bautista de La Salle recorre

todo un itinerario: del discurso sobre la pobreza

evangélica, sobre el abandono en la Providencia,

dirigido como desde el exterior, ha llegado a una

decisión: decidirme, entregarme a otro estado, y

finalmente a un compromiso preciso: el cuidado

de las escuelas, la educación e los maestros. Su

proyecto de vida está claramente dirigido. Tanto

en la lucidez sobre sí mismo y sobre los demás: “lo

que yo soy y lo que ellos son”, como en la lucidez

sobre la obra de Dios: el destino de “la institución

de las escuelas cristianas y gratuitas”. Pasa del

discurso al compromiso esencial: del “Tengo la

boca cerrada…” a… “dedicarme al cuidado de

las escuelas…” Pasa

de un estado al otro,

reconociendo que en

ello es guiado por

Dios. Se enfrenta

a una opción de

vida: “Si esos dos

deberes no pueden

compaginarse, habrá

que tomar partido

por uno o por otro”.

Para facilitar la

Comunidad de las

Escuelas Cristianas,

primero hay que

entrar en ella y hacerse solidario de esos hombres

que arriesgan sus vidas en la aventura de las

escuelas al servicio de los pobres; de hombres

que tienen un rostro, unas aspiraciones; hombres

que ya tienen una historia común entre ellos

y con La Salle, que tienen una cierta forma de

“formar cuerpo”: dicen “nosotros”, al igual que

sus sucesores de 1714. La existencia de (Exergue

Page 60) La Comunidad de los Hermanos pasa

por una pasión personal del Fundador, por la

inmersión radical en un mundo diferente, por la

nueva manera de vivir y de ser.

La Comunidad de los Hermanos

pasa por una pasión personal del Fundador,

por la inmersión radical en un mundo

diferente, por la nueva manera

de vivir y de ser.

Page 62: CITA EN LA COLINA

6160

El nombre de ‘Hermano’En el paso de “Maestros” a “Hermanos”

vivido en Reims, la actuación de Juan Bautista

de La Salle evidentemente es determinante.

Los gestos proféticos personales –renuncia a

la canonjía, desprendimiento de sus bienes,

decisión de vivir con los maestros – que efectúa,

al interior de sus relaciones con ellos, edifican

la “Comunidad de las Escuelas Cristianas”. El

“movimiento lasaliano” no nace únicamente

de la buena voluntad espontánea de algunos

jóvenes maestros generosos, está como

cristalizado por la personalidad y el compromiso

de Juan Bautista de La Salle. Sigue siendo muy

significativo para hoy: la asociación lasaliana

para el servicio educativo de los pobres se apoya

siempre sobre el carisma y la persona de Juan

Bautista de La Salle, sean cuales sean sus formas

y sus denominaciones: Fraternidad Educativa,

Asociación, Familia Lasaliana, Instituto de los

Hermanos de las Escuelas Cristianas…

El nombre de “Hermano” adoptado por

los maestros de Reims tiene a su vez una

dimensión evangélica: en la comunidad

cristiana de los orígenes, cada uno es

‘Hermano’ o ‘Hermana’, es decir al mismo

nivel que los demás; y una dimensión pastoral

y pedagógica: el apelativo ‘Hermano’ significa

también un cierto tipo de relaciones humanas

y espirituales con los demás. Blain desarrollará

este aspecto designando a los Hermanos como

los “Hermanos mayores” de los jóvenes que les

están confiados 121. Aunque son ‘mayores’, son

también sus ‘Hermanos’, hechos de la misma

pasta que aquellos a quienes enseñan. Además

Juan Bautista de La Salle lo recuerda en varias

ocasiones en sus Meditaciones:

• Los niños… igual que vosotros, desde su

bautismo, están consagrados a la Santísima

Trinidad… (MD 46,3,1).

• … cumplir bien vuestra función, de la que

él mismo os encargó al haceros deposita-

rios y guías de los niños que le pertenecen,

sobre los cuales ostenta el título de padre,

no solo por creación, sino también por el

santo bautismo, en cuya virtud todos le es-

tán consagrados (MR 205,1,2).

Así pues, la palabra “Hermano” no tiene pri-

meramente una carga religiosa o monástica

sino más bien antropológica: los Hermanos

expresan el tipo de relaciones que quieren

instaurar y vivir, entre ellos y con los niños y

los jóvenes, así como con sus familias.

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6362

Una de las características de la profecía, es que

la misma es encarnada: no es una teoría, una

utopía o una visión del futuro procedente quién

sabe de dónde, desconectada del contexto cultu-

ral, económico, social… Los compromisos de

Juan Bautista de La Salle están profundamente

enraizados en su historia personal, la de su fa-

milia, las costumbres del medio, de su Iglesia y

de su mundo122. Esa es la razón por la que es-

tos gestos cuestionan e impresionan a aquellos

que son a la vez sus testigos, sus actores y sus

destinatarios. La urgencia, en el caso presente,

no es tanto una escuela más, sino es hacer que

estos hombres prosigan su camino, que descu-

bran que ese oficio es una vocación, un don de

Dios, que su empleo es un Ministerio. A eso es

a lo que va a aplicarse La Salle al renunciar a

su canonjía, al romper con el mundo para ca-

minar con los maestros, con el fin de que se

conviertan en Hermanos.

Si el estado de las relaciones entre La Salle y

sus primeros maestros, permite semejante fran-

queza en los intercambios, podemos pensar,

con mayor razón cuando se trata de personas,

como en 1714, que han vivido una experiencia

fuerte de fundación y de creación juntos desde

hace treinta años, que será posible ir aún más

allá de un intercambio directo y provocador. Se

tratará ahora de compartir un proyecto, de una

proyección hacia el futuro, siempre juntos…

Page 64: CITA EN LA COLINA

6362

V“En nombre y de parte del cuerpo de la Sociedad…”

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656464

Page 66: CITA EN LA COLINA

6564

Señor, nuestro muy querido padre: Nosotros, principales Hermanos de las Escuelas Cristianas, preocupados por la mayor gloria de Dios y el mayor bien de la Iglesia y de nuestra Sociedad, re-conocemos que es de capital importancia el que vuelva a tomar las riendas y el cuidado de esta obra de Dios, que lo es también suya, puesto que ha sido del agrado del Señor el servirse de usted para fundarla y guiarla desde hace tanto tiempo.Todos estamos convencidos de que Dios le ha dado y le da las gracias y los talentos necesarios para gobernar esta nueva Compañía, que es tan útil a la Iglesia; y es de justicia testifi car ahora que usted la ha guiado siempre con mu-cho éxito y edifi cación.Por todo ello, señor, le rogamos muy humildemente, y le ordenamos en nombre y de parte del Cuerpo de la Sociedad, al que usted ha prometido obediencia, que vuelva a asumir de inmediato el gobierno general de nuestra Sociedad.En fe de lo cual fi rmamos, en París, a 1 de abril de 1714, y nos repetimos muy respetuosamente, señor y querido padre nuestro, sus humildes y obe-dientes inferiores.

Según Blain, el texto que leemos es la segunda

versión de la carta escrita por los Hermanos. El

biógrafo se explica así en el Abrégé de la vie du

Frère Barthélemi, Premier Supérieur Général de la

Société des Frères 123 :

El señor de La Salle, a quien la carta de los

Hermanos de París, de Saint-Denis y de

Versailles había llamado de vuelta a París,

seguía negándose a retomar el gobierno de

la Sociedad y decía que para obligarle a ello,

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6766

era necesario que los Hermanos de Provenza

manifestasen por escrito que estaban de

acuerdo; el Hermano Barthélemy escribió a

dichos Hermanos para informarles del asunto

y puso en su carta una copia de la de los

Hermanos de París, que había hecho regresar

al señor de La Salle, con el fin de que todos

los Hermanos de esas comarcas la firmasen.

Solamente había algunas palabras cambiadas.

En lugar de “le rogamos que vuelva”, había

“le rogamos que retome la dirección de

la sociedad”. Los Hermanos de Provenza

en cuanto recibieron la carta enseguida la

enviaron de vuelta firmada a París 124.

Así pues la carta original decía sencillamente “le

rogamos que vuelva”, en lugar de “le rogamos

que vuelva a asumir el gobierno general de

nuestra Sociedad”. Esta formulación permite

comprender la reacción de Juan Bautista de La

Salle cuando llega el 10 de agosto de 1714 a

la comunidad de la calle Barouillère, de París:

“Ya estoy aquí, ¿qué deseáis de mí?”: ciertamente

ha vuelto y lo que entonces se le pide es retomar

la dirección de la Sociedad. Blain precisa: “Los

Hermanos llenos de extrañeza, sólo tuvieron

palabras para rogarle que asumiera el gobierno

general del Instituto”125.

Igualmente, se comprende mejor, que los

amigos de La Salle, en Grenoble, entre ellos

el Padre de Saléon, se sintiesen ofendidos por

la orden recibida por ese sacerdote, antiguo

canónigo de la catedral de Reims, de parte de

unos simples Hermanos126. Efectivamente,

“que vuelva” era una orden que podía hacer

dudar de su calidad de superior.

Blain y Maillefer coinciden en hacer recibir ese

correo en Grenoble, en vez de en Parmenia127.

Esa carta está cargada con toda la vivencia de

los Hermanos, desde los comienzos, como

vamos a ver. Debieron hacer una relectura de

su itinerario para poder dirigir tal mensaje al

Fundador.

La carta del 1º de abril de 1714. Lectura retórica128

A Señor nuestro muy querido Padre, No-

sotros, principales Hermanos de las Es-

cuelas Cristianas,

B preocupados por la mayor gloria de Dios,

C el mayor bien de la Iglesia y de nuestra

Sociedad, reconocemos que es de capi-

tal importancia el que vuelva a tomar las

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6766

riendas y el cuidado de esta obra de Dios,

que lo es también suya

D puesto que ha sido del agrado del Señor

el servirse de usted para fundarla y guiar-

la desde hace tanto tiempo.

Todos estamos convencidos

D’ que Dios le ha dado y le da las gracias y

los talentos necesarios para gobernar

C’ esta nueva Compañía, que es tan útil a

la Iglesia, y es de justicia testificar ahora

que usted la ha guiado siempre con mu-

cho éxito y edificación.

B’ Por todo ello, señor, le rogamos muy hu-

mildemente, y le ordenamos en nombre

y de parte del Cuerpo de la Sociedad, al

que usted ha prometido obediencia, que

vuelva a asumir de inmediato el gobierno

general de nuestra Sociedad.

A’. En fe de lo cual lo firmamos. En Paris

este primero de abril de mil setecientos

catorce, y nos repetimos muy respetuo-

samente, señor, y querido padre nuestro,

sus humildes y obedientes inferiores.

Nosotros, principales Hermanos… y obedientes inferioresSeñor, nuestro muy querido padre, nosotros

principales Hermanos de las Escuelas

Cristianas,…/

/… En fe de lo cual firmamos, en París, este

primero de abril de mil setecientos catorce, y

nos repetimos, muy respetuosamente, señor

y querido padre nuestro, sus humildes y

obedientes inferiores.

Al principio y al final de la carta, nos

encontramos “Señor, nuestro muy querido

padre”. Estamos en un contexto de relaciones

humanas y al interior de las mismas.

Los que se dirigen a Juan Bautista de La Salle

son “los principales Hermanos”129. Una

categoría que no existe formalmente pero que

al menos todos los Hermanos son capaces de

identificar. Los “principales Hermanos” pueden

aparecer como autoproclamados e instalarse

por sí mismos en una posición dominante, no

obstante son también los “obedientes inferiores”

en virtud del voto y de las opciones de 1684; esta

tensión entre las dos posiciones se resuelve en

el voto de asociación que les da la facultad de

Page 69: CITA EN LA COLINA

6968

hablar así. En efecto, ellos también están tan

vinculados como Juan Bautista de La Salle a

la “santa obra de Dios” que consiste en “tener

las escuelas gratuitas”, que fue para lo que se

asociaron.

Volveremos a encontrar a esos “principales

Hermanos”, o grupos de Hermanos del mismo

tipo, en el discernimiento a propósito de la

celebración del Capítulo General de 1717, un

grupo que enviará al Hermano Barthélemy

en misión para encontrarse con todas las

comunidades y todos los Hermanos, dándole

una obediencia colectiva, la cual es ratificada por

La Salle, el canónigo Blain y dos notarios130. El

mismo Hermano Barthélemy, una vez elegido

superior General sabrá rodearse de tales grupos,

además de sus dos Asistentes. A veces, Blain los

llama “los Hermanos veteranos”. Es un modo de

funcionamiento que, al parecer, desaparece con

el establecimiento de estructuras de autoridad

y de consejo más “religiosas”, tras la Bula de

Aprobación.

“Nosotros”, recuerda el voto de 1691, que emplea

el “nosotros” para dirigirse a Dios. Sin embargo,

ninguno de estos “principales Hermanos” ha

hecho ese voto: el Hermano Nicolas Vuyart se

ha salido, Gabriel Drolin está en Roma y La

Salle es el destinatario

de la carta. Los

Hermanos habían

empleado también

ese “nosotros”, el

7 de junio de 1694

durante la elección

de La Salle como

superior. A lo largo de toda su carta, el aspecto

‘asociado’ se recuerda mediante el empleo

sistemático de la primera persona del plural:

nueve veces “nosotros” o “nuestro”. Pero

también “Sociedad”: dos veces, ‘compañía,

cuerpo de la Sociedad’. La palabra ‘Comunidad’

no es empleada. Es un ‘nosotros’ quien habla,

un enfoque significativo que muestra que los

Hermanos comienzan a asumir la espiritualidad

y el itinerario de su Instituto.

Nos encontramos aquí una síntesis de las

relaciones entre los Hermanos y Juan Bautista

de La Salle: una relación afectuosa, la conciencia

de formar cuerpo, de estar comprometidos,

responsables del futuro de esa comunidad; una

relación de jerárquica también (los ‘obedientes

inferiores’), fundada en la fe y la confianza en

aquel que es el “Padre”. Todo ello porque se han

asociado para la Misión. Hay que recordar que

Una relación afectuosa, la conciencia de

formar cuerpo.

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6968

las fórmulas de votos de 1694 enumeraban los

nombres de cada uno de los asociados.

La carta de los Hermanos: una renovación de la Alianza de 1694 Preocupados por la mayor gloria de Dios,…/

/… Por todo ello, señor, le rogamos muy

humildemente, y le ordenamos en nombre y

de parte del Cuerpo de la Sociedad, al que

usted ha prometido obediencia, que vuelva a

asumir de inmediato el gobierno general de

nuestra Sociedad.

La evocación de “la mayor gloria de Dios”

remite a la Misión: la ‘gloria de Dios’ no es

nuestra gloria o nuestras realizaciones educativas

o nuestros éxitos, sino las victorias de Dios en

la vida de los jóvenes que nos son confiados.

La ‘gloria de Dios’ precedía al pueblo de Israel

durante el Éxodo y descansaba encima del

Arca de la Alianza en el Templo de Salomón.

Hoy, también, la ‘gloria de Dios’ nos precede,

porque el futuro de los jóvenes está delante de

ellos. Esa ‘gloria de Dios’ descansa también en

nuestras clases, nuestros centros educativos,

en las relaciones que vivimos, y la ‘gloria de

Dios’ continúa habitando entre los pobres.

Esto no sólo se aplica a los Hermanos, sino a

todos los Lasalianos.

Sabemos también hasta qué punto ‘la gloria

de Dios’ suscita numerosos harmónicos en

la espiritualidad y la expresión del proyecto

lasaliano. La gloria de Dios, es que todos los

hombres se salven, que sean santos, que sean

totalmente de Dios, que accedan al conocimiento

de la verdad sobre Dios, al conocimiento de sus

misterios, en particular al don que Dios nos hace

en Jesucristo. Por ejemplo en las Meditaciones para el tiempo del retiro131:

• Debéis (...) tener como fin únicamente el

amor y la gloria de Dios (MR 201,2,1).

• Procurad, por medio de vuestro celo, dar

muestras sensibles de que amáis a los que

Dios os ha confiado, como Jesucristo amó

a su Iglesia; haced que entren realmente en

la estructura de este edificio y que estén en

condiciones de comparecer un día ante Je-

sucristo, llenos de gloria, sin tacha, sin ar-

ruga y sin mancha, para manifestar a los si-

glos venideros, las abundantes riquezas de

la gracia que les hizo dándoles el auxilio de

Page 71: CITA EN LA COLINA

7170

la instrucción; y a vosotros, la de instruirlos

y educarlos, para ser un día los herederos

del Reino de Dios y de Jesucristo Nuestro

Señor (MR 201,2,2).

• Para procurarles en este mundo la vida de

la gracia, y en el otro, la vida eterna. (MR

201,3,2).

La gloria de Dios se muestra y se realiza (“pro-

curarla”) en el transcurso de las existencias hu-

manas que son los lugares de la Historia de la

Salvación hoy. Se muestra y se realiza particu-

larmente en las Escuelas Cristianas, por el mi-

nisterio de aquellos que Dios ha elegido para

hacer su obra:

Saint-Maclou Rouen.

Page 72: CITA EN LA COLINA

7170

• Dios ha tenido la bondad de poner remedio

a tan grave inconveniente con el estableci-

miento de las Escuelas Cristianas, en las

que se enseña gratuitamente y sólo por la

gloria de Dios. (MR 194,1,2).

La gloria de Dios está asociada a la gratuidad

(“donde se enseña gratuitamente”), pues el don

de la fe es gratuito. Los Hermanos han integrado

a su visión de la vocación, los términos y el

espíritu de la fórmula de votos: son palabras

que acuden a ellos cuando quieren expresar su

relación con Juan Bautista de La Salle, y situar

su relación con él.

Expresiones como: “La mayor gloria de Dios,

en nombre y de parte del Cuerpo de la Sociedad

al que usted ha prometido obediencia”,

constituyen una lectura interiorizada de la

Fórmula de los Votos, emitidos juntos desde

1694132. También La Salle es remitido a ellas.

El voto conforma a los “asociados”, como un

cuerpo social de consagrados. Detrás de eso,

hay toda una historia vivida juntos, lo que

han discernido, luego compartido a lo largo

de los años, primero en Reims y sobre todo en

París y Rouen; los avances y los fracasos, los

interrogantes planteados por las estructuras

sociales, judiciales, corporativistas, eclesiales;

las respuesta aportadas con sus consecuencias

para los Hermanos, el Fundador, la obra de

Dios, el servicio de los pobres. Su palabra brota

de la historia de su consagración comunitaria y

de la experiencia compartida del ministerio de

salvación vivido por la Sociedad. Pues ‘Sociedad’

remite evidentemente a “asociados para…”, así

es como viven, así se han consagrado, para tener

las escuelas, para hacer la obra de Dios, para

corresponder con su designio de salvación para

los jóvenes.

Es significativo ver aplicada explícitamente

esta noción de ‘cuerpo de la Sociedad’, que la

Colección de diversos trataditos de 1711, define así

en el capítulo titulado “A qué obligan los votos

de los Hermanos de las Escuelas Cristianas”, a

propósito del voto de obediencia:

El voto obliga: “A obedecer: primero, al Superior

de la Sociedad, anteriormente elegido, y a aquel

o aquellos que lo sean en lo sucesivo.

Segundo, a los Directores particulares, que son o

serán nombrados en lo sucesivo por el Superior

de la Sociedad.

Tercero, al Cuerpo de esta Sociedad, cuando

dicho Cuerpo esté representado por varios,

sean Superiores u otros, reunidos en nombre

Page 73: CITA EN LA COLINA

7372

de la misma133. Hay obligación de obedecer a

todos los arriba citados bajo pena de pecado

mortal, cuantas veces manden en virtud de los

votos”. (CT 2,4).

En un texto escrito en el dorso de su fórmula de

votos en 1717, el Hermano Irénée134, que entró

en el Instituto en 1714 en Grenoble, presenta su

comprensión de los votos. Titula su reflexión:

“A qué obligan los votos de obediencia y de

estabilidad y de tener por asociación las escuelas

gratuitamente”135. Mientras la Colección

comienza por el voto de asociación, él pone a la

cabeza el voto de obediencia, la sensibilidad de

los Hermanos ha evolucionado y el mundo ha

cambiado, la Iglesia está a la defensiva, hay que

cerrar filas, de ahí la prioridad de la obediencia:

Por el Voto de obediencia uno se compromete a

obedecer:

1° al Superior de la Sociedad, y a aquel o aquellos

que lo serán a continuación.

2° a los directores particulares de la Sociedad.

3° al Cuerpo de esa Sociedad, ya sea que el

Cuerpo esté representado por varios, sean

directores, sean otros en dicho nombre136,

uno está obligado a obedecer a todos estos

bajo pena de pecado mortal cuando ordenen

en virtud de los votos.

4° a estar bien sumisos y unidos a los Hermanos

Inspectores y al Primer Maestro de las

Escuelas según está indicado en un capítulo

de la Regla común del Instituto que trata del

Inspector de las Escuelas.

A la lista de la Colección, añade la obediencia

al Inspector de las escuelas137 y a los Primeros

Maestros, lo cual hace referencia al campo

puramente escolar; por lo demás su formulación

sobre el ‘cuerpo de las Sociedad’ es la misma.

Se trata pues de una concepción compartida por

los Hermanos. No obstante, cabe señalar que ni

la Regla ni otros escritos de Juan Bautista de La

Salle precisan este punto.

Así pues, según la Colección, confirmada por el

Hermano Irénée, el ‘cuerpo de la Sociedad está

“representado por varios”, tanto “superiores”:

¿los Hermanos superiores, directores?, como

“otros reunidos en su nombre”: puede ser

un Capítulo, una asamblea representativa,

o también una asamblea motivada por el

“cuerpo”. Con los “principales Hermanos”

de la carta del 1º de abril de 1714, nos

encontramos, de hecho en los casos que figuran

en la Colección: son (probablemente) directores,

y están reunidos en nombre del ‘cuerpo de la

Sociedad’. Podemos estar seguros, también,

Page 74: CITA EN LA COLINA

7372

de que escriben a Juan Bautista de La Salle

después de haber consultado las asambleas

de Hermanos que se celebran en esa época en

París, quizás bajo sus instrucciones138.

Además, hablando de ‘cuerpo’ para nombrar

su Sociedad, los Hermanos – y La Salle – están

en estrecha consonancia con los modelos de

funcionamiento de su mundo. Bajo el Antiguo

Régimen el individuo se esfuma siempre detrás

del cuerpo social al que pertenece: familia,

oficio, parroquia, barrio, cofradía… En el siglo

XVII y principio del XVIII, ¡imposible existir

solo! Socialmente, el solitario es una anomalía,

y está en peligro. El Individuo, desligado de su

contexto o de sus raíces, solo ante el Estado,

es una invención de la Revolución Francesa.

La Sociedad del Antiguo Régimen es una

sociedad de corporaciones y no una sociedad de

individuos independientes. Los Hermanos han

inscrito esta forma de ser propia de su mundo

en su fórmula de consagración a Dios cuando

prometen obedecer al “cuerpo de la Sociedad”.

En la fórmula de votos, los Hermanos dicen: “yo

me consagro enteramente a vos para procurar

vuestra gloria…”, en la segunda parte, en

1694139, continúan: “por lo cual, prometo y hago

voto de vivir y permanecer en Sociedad con los

Hermanos… para tener las escuelas gratuitas”.

Es decir que para ellos ‘procurar la gloria de

Dios’ se realiza viviendo y permaneciendo

con los Hermanos, para tener las escuelas

gratuitas. Ahí es donde se encuentra el aspecto

carismático de los votos de los Hermanos

Page 75: CITA EN LA COLINA

7574

de las Escuelas Cristianas, lo que intentaron

vivir con Juan Bautista de La Salle desde los

comienzos en Reims, y que expresaron en 1694

en sus primeros votos perpetuos.

La Colección de diversos trataditos da una indicación

sobre el contenido del voto de asociación para

tener las Escuelas Gratuitas, el cual tampoco

está explicitado en la Regla:

Los votos obligan…

1. A tener las escuelas por asociación, con

aquellos que se han asociado en la Sociedad,

y que se asociarán en el futuro, en cualquier

lugar al que puedan ser enviados; o para

hacer cualquier otra cosa en que puedan ser

empleados por los superiores.

El Hermano Irénée pone estas consideraciones

en segunda posición en su texto. Expresa

claramente que existe un “voto de asociación”,

pero añade un “voto de enseñar gratuitamente”.

Conviene observar que será este voto el que se

conservará en 1725, con la Bula de Aprobación

y que el voto de asociación ya no será explícito:

Por el voto de asociación con los Hermanos que se han asociado para tener las Escuelas uno

se compromete:

1° a tener las Escuelas por asociación con los

Hermanos que se han asociado con esa

finalidad en cualquier lugar al que uno

pueda ser enviado.

2° a ser empleado por los superiores al servicio

de los Hermanos que se encargan de dichas

Escuelas Gratuitas tal como se expresa en la

fórmula de votos.

Por el voto de enseñar gratuitamente a los

niños uno se compromete:

1° a poner todo su empeño para instruir bien a

los niños y para educarlos cristianamente y a

emplear el tiempo destinado a esa tarea tanto

en la casa como en la escuela.

2° a no exigir nada y no recibir nada de los

alumnos o des sus padres como retribución

sea como regalo sea por cualquier otra razón

que pueda existir.

3° a no emplear a los alumnos ni a sus padres en

cualquier trabajo con la esperanza de que lo

harán sin pedir su recompensa.

4° no comprar productos a los padres de los

alumnos con la esperanza de que la venderán

a mejor precio que los demás 140.

La ‘gloria de Dios’ lleva a un compromiso

concreto: tener, estando asociado a sus

Hermanos, las escuelas gratuitas. Los

‘principales Hermanos’ asumen esta perspectiva

profundamente lasaliana: la relación entre el

Page 76: CITA EN LA COLINA

7574

impulso hacia Dios y proveniente de Dios,

con su realización en el entramado de la

vida cotidiana, en la historia de las Escuelas

Cristianas, en su experiencia comunitaria.

Al servicio de la IglesiaEl mayor bien de la Iglesia y de nuestra

sociedad, reconocemos que es de capital

importancia el que vuelva a tomar las riendas

y el cuidado de esta obra de Dios, que lo es

también suya…/

/… Que es tan útil a la Iglesia, y es de justicia

testificar ahora que usted la ha guiado siempre

con mucho éxito y edificación.

Los Hermanos subrayan el puesto de su Sociedad

en el ministerio de la Iglesia: “El mayor bien de

la Iglesia y de nuestra Sociedad”, (esta nueva

compañía) “que es tan útil a la Iglesia”. La

Comunidad de las Escuelas Cristianas no está

aislada de la Iglesia: tiene su lugar en la obra

común de la salvación. La Iglesia es el lugar y

manera como Dios ha querido seguir presente

entre los hombres permaneciendo allí mediante

su Espíritu. El bien de la Iglesia es otro de los

temas lasalianos esenciales, como lo indican las

Meditaciones para el tiempo de retiro:

• Que el cuidado de instruir a la juventud

constituye uno de los empleos más necesa-

rios en la Iglesia (MR 199, Título).

• De lo que debe hacerse para lograr que

vuestro ministerio sea útil a la Iglesia (MR

200, Título).

El empleo, el ministerio útil a la Iglesia, el

mayor bien: es el cuidado de instruir a la

juventud, tal y como esta Sociedad, esta “nue-

va compañía” lo ha practicado, bajo la guía

de Juan Bautista de La Salle. Pues la ‘santa

obra de Dios’, más allá de la dirección de la

compañía, consiste en instruir a la juventud.

Obsérvese nuevamente que “tomar las riendas

y el cuidado de esta obra de Dios, que lo es

también suya”, son expresiones características

del vocabulario lasaliano. “La gran utilidad

para la Iglesia, el mayor bien de la Iglesia”,

son descritos a lo largo de las MR 199 & 200:

• Echar los cimientos del edificio de la Igle-

sia, instruir a los niños en el misterio de la

Santísima Trinidad, y en los que Jesucristo

realizó cuando estaba sobre la tierra…

Estar destinados por ella (la Iglesia) a un empleo

tan santo y elevado y os ha escogido para trans-

mitir a los niños el conocimiento de nuestra reli-

gión y el espíritu del cristianismo (MR 199,1,2).

Page 77: CITA EN LA COLINA

7776

• Es para eso (anunciar el Evangelio del Reino

de Dios) para lo que Jesucristo os ha enviado

y que la Iglesia, cuyos ministros sois, os em-

plea. (MR 199,2,2).

• Eso es también lo que debe impulsaros a es-

timar muy particularmente la instrucción y

la educación cristiana de los niños, porque es

un medio para lograr que lleguen a ser verda-

deros hijos de Dios y ciudadanos del cielo, y

constituye, propiamente, la base y el apoyo de

su piedad y de todos los demás bienes que se

realizan en la Iglesia (MR 199,3,2).

• En vuestro empleo tenéis que trabajar en el

edificio de la Iglesia, sobre el cimiento que

pusieron los santos apóstoles, instruyendo

a los niños que Dios ha confiado a vuestros

cuidados, de modo que formen parte de la es-

tructura de ese edificio (MR 200,1,1).

• Así, pues, vosotros, que habéis sucedido a

los apóstoles en su empleo de catequizar e

instruir a los pobres, si queréis que vuestro

ministerio sea tan útil a la Iglesia como pue-

de serlo, debéis darles el catecismo todos los

días, enseñándoles las verdades fundamen-

tales de nuestra religión (MR 200,1,2).

Juan Bautista de La Salle y los Hermanos sin

duda tuvieron que sufrir a causa del clericalismo

de la institución eclesial, pero la Iglesia

sobrepasa ampliamente esas peripecias. Para el

Fundador, “La Iglesia en general es la sociedad

de todos los fieles tanto vivos como difuntos que

están unidos en Jesucristo (DA 105,1,5). Está

enraizada en Jesucristo, recibida del Espíritu

Santo, y fundada sobre los Apóstoles 141. La

Salle y los Hermanos serían incapaces de actuar

fuera de la Iglesia.

Un don de Dios: guiar y gobernarPuesto que ha sido del agrado del Señor el

servirse de usted para fundarla y guiarla desde

hace tanto tiempo…/

/… que Dios le ha dado y le da las gracias y

los talentos necesarios para gobernar bien esta

nueva compañía.

Lo vivido por Juan Bautista de La Salle es

comprendido como “la santa obra de Dios”.

Dios se ha implicado en ello, está en su origen

y en su final: “la mayor gloria de Dios, la santa

obra de Dios, ha sido del agrado del Señor

servirse de usted, Dios le ha dado y le sigue

dando…”, Dios está presente en esta obra, en

esta Historia, en esta “nueva compañía”.

Page 78: CITA EN LA COLINA

7776

“Fundar, gobernar desde hace tanto tiempo,

los talentos necesarios para gobernarla

bien”: he ahí los dones que Dios ha hecho

a Juan Bautista de La Salle para que realice

su obra en la Iglesia, para “esta nueva

compañía”, para la utilidad y el bien de su

Iglesia. Los Hermanos subrayan la duración

y la permanencia de ese don de Dios: “Desde

hace tanto tiempo, Dios le ha dado y le da las

gracias”. Debemos acudir nuevamente a las

Meditaciones para el tiempo del retiro con el fin de

ver cómo y por qué Dios actúa:

• Dios quiere que sean instruidos todos los

hombres, para que sus mentes sean ilumina-

das con las luces de la fe. (MR 193,1,1).

• Corresponde pues a la Providencia de

Dios... vosotros a quienes Dios ha llamado

a este ministerio... (MR 193,2,2).

• Dios... os ha constituido ministros suyos...

(MR 193,3,1); “Dios os lo exige…” (MR

193,3,2).

• Dios ha tenido la bondad de poner remedio

a tan grave inconveniente con el estableci-

miento de las Escuelas Cristianas… Dios

que ha tenido la bondad de servirse de vo-

sotros para procurar a los niños tan grandes

beneficios. (MR 194,1,2).

• Como sois los embajadores y los ministros

de Jesucristo en el empleo que ejercéis, te-

néis que desempeñarlo como representando

al mismo Jesucristo. (MR 195,2,1).

• Vosotros, a quienes Jesucristo escogió entre

otros muchos para ser sus cooperadores en

la salvación de las almas... (MR 196,2,1).

• Un gran don de Dios, la gracia que os ha

hecho al encargaros de instruir a los niños,

anunciarles el Evangelio y educarlos en el

espíritu de religión (...) pues se trata de la

obra de Dios. (MR 201,1,1).

Esta vinculación establecida por Juan Bautista

de La Salle, en sus Meditaciones, entre el ministe-

rio del Hermano y la presencia activa de Dios en

su obra, los Hermanos la reconocen en la vida

de su Fundador. La fundación de la Sociedad de

los Hermanos es entendida como un acto salví-

fico en el cual Dios habla y se deja ver.

Todo el mundo está convencidoEn lo fondo de esta carta: la Comunidad (todo

el mundo), reitera su confianza fundamental

en la presencia de Dios en la obra realizada

por el señor de La Salle, desde hace tanto

Page 79: CITA EN LA COLINA

7978

tiempo: a causa de lo que han vivido juntos,

por lo que queda por vivir, considerando que

la Comunidad es parte de la Iglesia, que sirve a

la construcción del Reino. ¡Todo el mundo está

convencido de ello!

Los Hermanos reconocen que Juan Bautista

de La Salle ha respondido fielmente a lo que

Dios le pedía. Ha sabido escuchar, reconocer

sus llamadas en la situación de los pobres,

escuchar su voz en las de sus Hermanos y de los

hijos de los artesanos y de los pobres, encontrar

las respuestas adaptadas y coherentes para tal

propósito. Ha respondido en la fe, discerniendo

las huellas de Dios en esta historia comunitaria

de las Escuelas Cristianas, con unos hombres que

se han afeccionado a él y a la misión específica

de educación cristiana.

A lo largo de toda esta carta, los Hermanos

muestran que han interiorizado la enseñanza

espiritual y la visión de su Padre, así como

el proceso vivido con él, desde hace más de

treinta años. Frecuentemente, su expresión

está muy cercana a las Meditaciones para el retiro y a las diversas fórmulas de votos. Si

los Hermanos tienen ese lenguaje, es porque

están en comunión íntima, de pensamiento

y de corazón, con Juan Bautista de La

Salle, porque es el mismo lenguaje que han

practicado a lo largo de todo su itinerario y

de sus intercambios comunitarios. Por eso La

Salle puede continuar reconociéndose en su

manera de vivir, de hablar, de rezar, de pensar,

de comprender y de releer la acción de Dios en

las Escuelas Cristianas y en su Sociedad.

Esta expresión “todo el mundo está convencido”

domina esta carta. “Todo el mundo”: son los

‘principales Hermanos’, la Iglesia… Este “todo

el mundo” hace la relectura, en algunas frases,

de toda la Historia de las Escuelas Cristianas,

de Juan Bautista de La Salle y de los Hermanos,

juntos. En esta relectura, está Dios y su ‘santa

obra’, está la Iglesia que recibe esta ‘nueva

compañía’ para servir a los niños pobres y

alejados de la salvación, están los Hermanos que

se encuentran desamparados por la ausencia y

el silencio de Juan Bautista de La Salle y que

no saben cómo continuar sin él; está también el

Fundador mismo que está llamado a completar

la obra de Dios comenzada con los Hermanos.

Está también todo el peso del camino recorrido

juntos, de los compromisos asumidos juntos:

de la gloria de Dios que hay que procurar

obedeciendo al cuerpo de la Sociedad; de los

compromisos para el servicio de la Iglesia:

Page 80: CITA EN LA COLINA

7978

Juan Bautista de La

Salle en el servicio

del gobierno de la

‘nueva compañía’,

la sociedad de las

Escuelas Cristianas,

en el servicio a los

jóvenes.

Dios condujo a Juan

Bautista de La Salle

al desierto, y La

Salle encontró a su

Señor en la Tierra Prometida de la Comunidad:

Grenoble, la carta de los Hermanos de París.

La palabra de la Comunidad devuelve la luz a

su vida. Al hacerlo, los papeles se han, en cierto

modo, invertido: aquellos que recibían de él la

luz en sus existencias, la proporcionan ahora

en la vida del Fundador, hasta tal punto han

asimilado el proyecto de salvación vivido con

él que su palabra puede convertirse en signo.

Juan Bautista de La Salle había dudado de sí

mismo viendo que los esfuerzos de toda su vida

para fundar el Instituto parecían desembocar

en el vacío. Ellos habían tratado de hacer existir

el Cuerpo y éste parecía haberse dislocado, en

la ausencia, los silencios, los malentendidos,

las presiones del contexto social y político. Se

habían consagrado a la asociación y estallaba

en comunidades aisladas, la opción de 1694

de constituir una comunidad autónoma

al servicio de la misión, quedaba como

suspendida, frente a otras posibles opciones

tanto institucionales: la parroquia, la diócesis

o la Iglesia entera, como carismáticas: inventar

una nueva forma de vida consagrada o plegarse

a los modelos existentes.

Aún más profundamente, algo parecía haberse

roto en las relaciones entre Juan Bautista de

La Salle y varios Hermanos, así como en la

obra realizada juntos. Había tratado de ser

un verdadero Padre, y se vio llevado a creerse

incapaz de gobernar, rechazado por sus hijos.

Pero he ahí que el Instituto existe por sí mismo:

sus miembros se reúnen por su propia iniciativa,

el Cuerpo está vivo, quiere hacer frente a los

problemas que padece, se manifiesta tomando la

palabra. La asociación aguanta: los Hermanos

se reúnen en su nombre; se apoyan en ella para

llamar a su Fundador. La comunidad es capaz

de releer y comprender su historia, con él, y de

repetírsela. Es capaz de comprender su propio

compromiso, y el, especial, del Fundador,

como un ministerio dado por Dios.

El Instituto existe por sí mismo: sus miembros se reúnen por su propia

iniciativa, el Cuerpo está

vivo.

Page 81: CITA EN LA COLINA

8180

No está solo. Sigue siendo uno de ellos. Los

Hermanos, siguiendo a Juan Bautista de La

Salle, hacen una lectura mística de su Historia:

Dios, su proyecto, su actuación, su voluntad.

Reconocen cómo el Fundador le ha dado

respuesta: su proyecto, su actuación, su manera

de discernir la voluntad de Dios y de estar

disponible para ella. Dicen que concretamente,

la obra de Dios, se realiza en esta Sociedad, por

Juan Bautista de La Salle, por lo que han vivido

con él y que quieren seguir viviendo. Dios está

en su historia personal como en la historia de su

Sociedad. Esta historia es también Historia de

salvación, en la Iglesia.

El ministerio de FundadorEl ministerio específico de Juan Bautista de

La Salle no es idéntico al de los Hermanos: su

ministerio concierne a la animación y la vida

de la Comunidad o de la Sociedad; para ellos,

como para nosotros hoy, es la escuela cristiana

o la educación cristiana, ministerio de salvación

integrado en el de la Iglesia. El punto de

encuentro, es en la convivencia de la Asociación

para tener las escuelas gratuitas.

Situando la obra de Dios, el ministerio de Juan

Bautista de La Salle, en la Iglesia, los Hermanos

realizan una lectura del lugar de su ministerio

de su existencia como Sociedad: están en la

Iglesia, lugar y momento de la Historia de la

Salvación de Dios que continúa realizándose.

Dicen a La Salle que para él como para ellos, la

existencia de su Comunidad es indisociable de

la misión eclesial. Se reconocen como porción

de la Iglesia, como lugar donde, en la fe, Dios

habla, actúa, abraza la causa de su pueblo, se

constituye un Pueblo de rescatados.

Es esta obra la que es “la santa obra de Dios”: a

la vez el carisma y el ministerio de Juan Bautista

de La Salle, para la Comunidad, y los carismas

y los ministerios que los Hermanos actuan a

partir del reconocimiento de las necesidades de

los jóvenes, de la Iglesia y de su Comunidad.

Los Hermanos, contemplan su recorrido juntos,

ven y dicen el lugar de Juan Bautista de La

Salle así como su papel determinante como

realizador del proyecto de Dios: “esta santa

obra de Dios que es también la suya, usted la ha

guiado siempre con mucho éxito y edificación”.

Reconocen plenamente la vocación de Fundador,

de institutor de los Hermanos, y la manera como

la ha vivido con ellos y para ellos.

Page 82: CITA EN LA COLINA

8180

La carta del 1º de abril de 1714: una relectura de los votos (según el Hermano Michel Sauvage) 142

Señor, nuestro muy querido padre, nosotros,

principales Hermanos de las Escuelas Cristia-

nas, preocupados por la mayor gloria de Dios y

el mayor bien de la Iglesia y de nuestra Socie-

dad, reconocemos que es de capital importancia

el que vuelva a tomar las riendas y el cuidado de

esta obra de Dios, que lo es también suya, puesto

que ha sido del agrado del Señor el servirse de

usted para fundarla y guiarla desde hace tanto

tiempo.

Voto del 21 de noviembre 1691

Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu San-

to, postrados con profundo respeto ante vuestra

infinita y adorable majestad, nos consagramos en-

teramente a Vos, para procurar con todas nuestras

fuerzas y todo nuestro interés, el establecimiento de

la Sociedad de las Escuelas Cristianas, del modo

que nos parezca seros más agradable y más ven-

tajoso para dicha Sociedad

Voto del 6 de junio de 1694

Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, postrado con el más profundo respeto ante vuestra in-finita y adorable Majestad, me consagro enteramente a Vos para procurar vuestra gloria tanto como me fuere posible y lo exigiereis de mí.

Todos estamos convencidos de que Dios le ha dado y le da las gracias y los talentos necesarios para gobernar esta nueva Compañía, que es tan útil a la Iglesia; y es de justicia testificar ahora que usted la ha guiado siempre con mucho éxito y edificación.Voto del 21 de noviembre 1691

Y a este fin, yo Juan Bautista de La Salle, sacerdote, yo Nicolas Wiart, y yo Gabriel Drolin; nosotros, desde ahora y para siempre, hasta el último super-viviente o hasta el total establecimiento de dicha So-ciedad, hacemos voto de asociación y de unión para procurar y mantener el citado establecimiento, sin podernos marchar del mismo ni siguiera en caso de que quedáramos los tres solos en la dicha Sociedad, y que nos viéramos obligados a pedir limosna y vivir de solo pan. Voto del 6 de junio de 1694

Y a este fin, Yo, Juan Bautista de La Salle, sacerdote, prometo y hago voto de unirme y permanecer en so-

Page 83: CITA EN LA COLINA

8382

ciedad con los Hermanos Nicolas Vuyart, Gabriel Drolin, Jean Partois, Gabriel-Charles Rasigade, Jean Henry, Jacques Compain, Jean Jacquot, Jean-Louis de Marcheville, Michel-Barthélémy Jacquinot, Edme Leguillon, Gilles Pierre y Claude Roussel, para tener juntos y por asociación las es-cuelas gratuitas en cualquier lugar a que sea en-viado aunque me viera obligado, para ello, a pedir limosna y vivir de solo pan o para desempeñar en dicha Sociedad aquello a que fuere destinado, ya por el cuerpo de la Sociedad ya por los Superiores que tengan su gobierno.

Por todo ello, señor, le rogamos muy humilde-mente, y le ordenamos en nombre y de parte del Cuerpo de la Sociedad, al que usted ha prometi-do obediencia, que vuelva a asumir de inmediato el gobierno general de nuestra Sociedad.Voto del 21 de noviembre 1691

Por lo cual prometemos hacer, por unanimidad y por consentimiento común, todo lo que creamos, en conciencia y sin consideración humana alguna, que contribuye al mayor bien de la Sociedad.

Voto del 6 de junio de 1694

Por eso prometo y hago voto de obediencia tanto al cuerpo de la sociedad como a los superiores, cuyos votos tanto de asociación como de estabilidad en dicha socie-dad y de obediencia, prometo guardar inviolablemente toda mi vida.

En fe de lo cual fi rmamos, en París, este primero de abril de mil setecientos catorce, y nos repetimos muy respetuosamente, señor y querido padre nues-tro, sus humildes y obedientes inferiores.Voto del 21 de noviembre 1691

Hecho el 21 de noviembre, día de la Presentación de la Santísima Virgen, de 1691. En fe de lo cual, hemos firmado.Voto del 6 de junio de 1694

En fe de los cual he firmado, en Vaugirard, a seis de junio, fiesta de la Santísima Trinidad, del año 1694. De La Salle.

Los textos hablan por sí mismos, los

paralelismos son sorprendentes, la tonalidad es

la misma. Nos encontramos en el tono de un

compromiso renovado.

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VIRema mar adentro

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La crisis que atraviesa el Instituto a lo largo de este periodo afecta a la per-sona misma de La Salle, en sus relaciones consigo mismo, con los Herma-nos, con Dios; y a las relaciones de los Hermanos entre sí. Pone igualmente en tela de juicio el lugar de esta comunidad nueva en el paisaje pastoral de la Iglesia de aquel momento así como en la sociedad contemporánea.

Llevar a término “la santa obra de Dios” A lo largo de estos tres años, Juan Bautista de La

Salle aprende a “ir aflojando”: se rinde cuenta

del contraste que existe en las mentalidades,

entre él y varios Hermanos; debe aceptar

que el Instituto no sea “cosa suya”, que esta

Sociedad pueda vivir sin él, y aprender a vivir

todo eso en paz. Sale de la prueba habiendo

encontrado su puesto y el estilo de relaciones

consigo mismo, con los demás y con el Otro,

lo cual le permitirá llevar a término la obra de

Dios que le ha sido confiada.

Los Hermanos, para dar el último paso que

les conduzca a la autonomía, a asumirse a

sí mismos, pero sin ruptura con su historia

común, le dicen y le repiten que lo necesitan

para gobernar, guiar, cuidar… en estos últimos

procesos que los conduzcan hacia ellos mismos.

Con su prudencia habitual, la actitud de

La Salle presenta varias caras: primero, con

relación a los Hermanos de Provenza, solicita

su aprobación y su llamada a París como

Superior; luego, con relación a París, por una

parte, incitando a los Hermanos a recurrir al

Hermano Barthélemy, le deja que solucione

la mayor parte de los asuntos (para enseñar a

los Hermanos a pasar de la asociación con La

Salle a la asociación sin él); por otra parte, no

responde a la cuestión del superior eclesiástico

sobre la manera cómo quedará asegurada su

sucesión, pero se siente muy aliviado cuando

un Hermano responde a su cargo de forma

perfectamente conveniente143. La Salle temía

seguramente que un superior eclesiástico, que

no esté asociado como los demás Hermanos, se

arrogue el cargo de superior.

Él mismo se presenta cada vez más como el

capellán de los Hermanos: cuando el superior

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eclesiástico le pregunta cuáles son sus poderes

para confesar, descubre con estupefacción

que no los ha recibido tan amplios de parte

del cardenal de Noailles.

Dos años más tarde, cuando el Hermano

Barthélemy emprende una gira por Francia

para recoger el consentimiento de todos los

Hermanos para celebrar un Capítulo General,

Juan Bautista de La Salle retoma la pluma para

escribir al Hermano Gabriel Drolin, siempre

solo en Roma, anunciándole la próxima

celebración del Capítulo en 1717 y solicitándole

su consentimiento para las decisiones que en él

se tomen 144. Él por su parte, rechazará ocupar

una sede en el Capítulo, contentándose con

suministrarle un reglamento y componer una

oración que, según Blain145, será incorporada a

la oración de la noche de los Hermanos146.

Es también seguro que las heridas íntimas que

ha sentido y que han podido manifestarse en su

silencio con respecto a varios Hermanos, no están

curadas. Cuando Blain escribe su biografía, más

de veinte años después de los acontecimientos

y cuando pregunta a los Hermanos, obtiene el

eco de lo que ellos sintieron durante ese periodo.

Y se constata que sus interrogantes subsisten:

Sin duda que una persona tan prudente y

esclarecida como

él, tuvo importantes

razones para actuar

de esa manera,

pero no podemos

adivinarlas. Tal vez

quiso acostumbrar a

los Hermanos a prescindir de él, y obligarles a

que eligieran a uno de entre ellos como superior,

lo que nunca quisieron hacer en su presencia.

Tal vez, personalmente llevó su humildad y bajo

aprecio que tenía de sí mismo, hasta considerarse

como objeto de maldición y como causa de

todas las desgracias que estaban afligiendo a su

Congregación. Incluso, quizás, llegó a pensar

que algunos de sus propios discípulos estaban de

acuerdo con sus enemigos, y que no podía fiarse

más de unos que de otros. Y, en fin, pudiera

ser que intentara persuadir a sus adversarios de

que ya no se mezclaba más en el gobierno de su

Instituto, con la mira de desarmarlos. Sea como

fuere, ya que nosotros sólo podemos hablar por

suposiciones, ya que el señor de La Salle nunca

quiso explicarse sobre este asunto, aunque con

frecuencia se le insistió para que lo hiciera, su

huida tan oculta y tan precipitada ocasionó los

inconvenientes que siguen.147

Tal vez quiso acostumbrar a los Hermanos a prescindir de él.

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“Nunca quiso explicarse sobre este asunto”: por

tanto se fue con su herida y su misterio.

Con los Hermanos, incluidos aquellos de

quienes había sospechado que pactaron con

“su enemigo”, las relaciones han vuelto a ser de

confianza. La carta del 1º de abril de 1714 es –

como hemos visto – un verdadero espejo de su

experiencia de Dios, ahora sabe que la misma

ha pasado a sus Hermanos.

Hay que subrayar la importancia de la Comunidad

(la de Grenoble, pero también la de París, con

esa carta de los “principales Hermanos”) en

la recuperación de equilibrio vivida por Juan

Bautista de La Salle. La dimensión ministerial

de sus compromisos en favor de los jóvenes de

Grenoble, de los Hermanos, de su trabajo de

escritura dirigida hacia ellos (la revisión de los

Deberes del Cristiano), es también esencial.

Los Hermanos de generaciones y de

experiencias diferentes, por las circunstancias,

han aprendido a trabajar juntos, a imaginar su

futuro, cometiendo evidentemente errores en

sus intentos. Es sorprendente descubrir cuan a

menudo en la biografía de Blain, éste nos dice

que los Hermanos de París se reunieron para

decidir, evaluar, dialogar, escribir, o incluso

para despedir a algunos perturbadores… Han

ratificado y tomado a su cargo, los compromisos

de 1691 y de 1694.

La figura del Hermano Barthélemy aparece

más firme, y más lúcida sobre los desafíos

de las decisiones a tomar con el fin de

proporcionar todas sus dimensiones al Instituto

de los Hermanos de las Escuelas Cristianas.

También él, ha integrado a su experiencia de

Dios toda la novedad de “unirme y permanecer

en Sociedad, con… para…”

Sor Luisa aparece como una figura carismática

que, antes incluso de la recepción de la carta del 1º

de abril de 1714 si coincidimos con los biógrafos

(Blain y Maillefer), sitúa al Fundador frente a

sus responsabilidades (el texto ha sido citado

Sor Louise aparece como una figura carismática.

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anteriormente). En los comienzos de Reims,

fue el Padre Barré quien desempeñó ese papel

provocador, aquí es una humilde pastora, pero

en ambos casos, el Padre Barré y Sor Luisa son

las voces mediante las cuales el Espíritu se da a

conocer y se hace oír por Juan Bautista de La Salle.

El “cuerpo de la Sociedad” ha comprendido

que “unirse y permanecer en Sociedad” era la

clave de su futuro, profundizando y viviendo

esta dimensión de sus compromisos será como

encuentre su salvación. El Instituto está listo

ahora para aplicar la decisión del 7 de junio de

1694: elegirse un Superior entre sus miembros,

uno que “sea asociado y que haya hecho voto

como ellos”. En 1717, así se hará. Está listo

también para asumir toda la espiritualidad

singular que anima a Juan Bautista de La

Salle y que éste les ha transmitido y continúa

transmitiéndoles, a lo largo de toda su vida. Esta

experiencia de Dios, se ha hecho la suya, se ha

hecho nuestra, finalmente.

Líneas de fuerza Leyendo la carta de los Hermanos, dirigida al

Fundador, vemos aparecer algunas líneas de

fuerza, características del estilo lasaliano:

Es Dios quien conduce la Historia La Historia es en primer lugar una Historia de la

Salvación, y la Historia de las Escuelas Cristianas

es un capítulo de esa Historia de la Salvación

donde se desarrolla el designio de Dios. Las

Meditaciones para el tiempo del Retiro no hablan

de otro modo situándonos de inmediato en ese

designio de Dios, desde la primera Meditación:

• Dios es tan bueno que, una vez creados por Él

los hombres, quiere que lleguen al conocimiento de la verdad148. Esta verdad es Dios mismo

y cuanto Él ha tenido a bien revelarnos, ya

sea por Jesucristo, por los santos apóstoles o

por su Iglesia. De ello quiere Dios que sean

instruidos todos los hombres, para que sus

mentes sean iluminadas con las luces de la

fe (MR 193,1,1).

• Corresponde, pues, a la providencia de Dios

y a su vigilancia sobre la conducta de los

hombres, sustituir a los padres y a las madres

con personas que tengan luces suficientes

y celo para lograr que los niños lleguen al

conocimiento de Dios y de sus misterios; y

que se impongan todo el cuidado y toda la

aplicación posible para asentar en el corazón

de los niños, muchos de los cuales quedarían

abandonados, el cimiento de la religión y de

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la piedad cristiana, como buenos arquitectos, según la gracia (de Jesucristo) que Dios les ha dado149 (MR 193,2,1).

• Dios no sólo quiere que todos los hombres lleguen al conocimiento de la verdad, sino que quiere que to-dos se salven150, pero no puede quererlo verda-

deramente si no les da los medios para ello y,

en consecuencia, si no proporciona a los niños

maestros que contribuyan a la realización de

tal designio para con ellos (MR 193,3,1).

El Hermano Miguel Campos ha hecho también

notar151 que las Meditaciones para el tiempo del retiro comienzan con una evocación del Dios

creador, es decir el Génesis, a través de una

cita de san Pablo152, y terminan con una cita

del Apocalipsis de san Juan, en el último punto

de la última meditación153. Es en este espacio

de tiempo de la Historia Sagrada donde se

inscribe la historia de las Escuelas Cristianas.

La vocación de aquellos que se asocian para

tener las Escuelas Cristianas pertenece a la

Historia de la Salvación; y para los Hermanos

que escriben al Fundador el 1º de abril de 1714,

la evocación de Juan Bautista de La Salle, la

vocación de su Comunidad, participan de la

misma Historia. Dios se encarga de guiar a

los hombres para que realicen su designio.

Así es como ha guiado al señor de La Salle.

Corresponde a los cristianos estar atentos a lo

que les pide, de ahí la importancia de la oración

interior, lugar privilegiado donde Dios se da

a conocer; así como da a conocer su voluntad

cuando los Hermanos se reúnen para escucharle

en la realidad de su ministerio, y discernir.

Dios está presente en su obra: nos encontramos

cerca del sentido de la presencia de Dios. Esta

comprensión de la Historia de la Sociedad de

las Escuelas Cristianas y de nuestros propios

itinerarios espirituales, como Historia de

Salvación, es una de las claves del espíritu de

fe en Juan Bautista de La Salle, una dimensión

esencial de la espiritualidad que nos ha legado.

En la Colección de varios trataditos, Juan Bautista

de La Salle parte de esta visión para explicar a

los Hermanos lo que es el espíritu de fe:

La fe debe servir de luz y guía a todos los

cristianos, para conducirlos y dirigirlos por el

camino de la salvación; por lo cual dice san

Pablo154 que “el justo », esto es, el verdadero

cristiano, “vive de fe”; porque se guía y obra

en todo por miras y motivos de fe; Por lo cual

importa sobremanera que los Hermanos de las

Escuelas Cristianas, que tienen como fin de

su Instituto educar a los niños encomendados

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9190

a su solicitud en el espíritu del cristianismo, y

procurar inculcárselo, estén tan penetrados y

tan llenos del espíritu de fe, que consideren los

sentimientos y máximas de fe como regla de sus

obras y de toda su conducta, y el espíritu de fe

como el espíritu de su Instituto (CT 11,1,1).

Conviene señalar también que para La Salle

“la fe” es la regla de conducta para “todos los

cristianos”; y que para los Hermanos de las

Escuelas Cristianas, el espíritu de fe se articula

sobre el fin del Instituto: “educar a los niños que

son confiados a sus cuidados en el espíritu del

cristianismo”, “los sentimientos y las máximas

de fe” se convierten en “la regla de sus acciones

y de toda su conducta”.

Más adelante, la Colección al igual que la Regla

de los Hermanos ponen el Nuevo Testamento

leído, meditado, llevado consigo, como regla

de juicio:

Para adquirir este espíritu: Primero, los Hermanos

de esta Sociedad tendrán profundísimo respeto a

la Sagrada Escritura; y para manifestarlo, llevarán

siempre consigo el Nuevo Testamento, y no pasarán

ningún día sin leer algo en él, por sentimiento de

fe, de respeto y de veneración a las divinas palabras

que contiene (CT 11,1,3 et RC 2,3).

Semejante comprensión de la Historia no

nos es dada completamente elaborada, pasa

por el encuentro con Dios, con su Verbo,

con su Espíritu, pasa por el compartir con los

Hermanos. El espíritu de fe es primeramente

una búsqueda, sino un combate.

La obra de Dios es el lugar de la salvaciónLa obra de Dios confiada a Juan Bautista de

La Salle, la que se confía a los Hermanos es el

lugar privilegiado de su santificación. Es inútil

buscar en otro sitio que no sea “en los deberes

de vuestro estado” trabajando en la obra de

Dios, cumpliendo su voluntad, el camino para

llegar a ser santos, es decir cumplir la propia

Diálogo con Dios, en la oración, en la meditación.

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9190

vocación cristiana.

También aquí nos

encontramos con

las Meditaciones para el tiempo del retiro así

como con Las reglas que me he impuesto o

la Colección de varios trataditos:• Y la verdadera

razón de esto es que, si cumplen bien la fun-

ción de guías y conductores de las almas de

quienes les están confiados, cumplirán igual-

mente bien sus obligaciones para con Dios;

y Dios los colmará de tantas gracias, que se

santificarán ellos mismos en la medida en

que contribuyan todo lo que puedan a la sal-

vación de los demás.

• ¿Habéis considerado hasta ahora la salvación

de vuestros alumnos como asunto propio

vuestro, durante todo el tiempo en que es-

tuvieron bajo vuestra guía? Pues tenéis ejer-

cicios que se han establecido para vuestra

propia santificación; con todo, si sentís celo

ardiente de la salvación de los que estáis en-

cargados de instruir, no dejaréis de hacerlos y

de referirlos a esta intención.

Haciéndolo así, atraeréis sobre ellos las gracias

necesarias para contribuir a su salvación, tenien-

do la certeza de que, si procedéis de ese modo,

Dios mismo se encargará de la vuestra. En lo

sucesivo, manteneos en estas disposiciones.

(MR 205,2,2).

• 3. Es buena norma de conducta no hacer dis-

tinción entre los asuntos propios de su estado

y el negocio de la salvación y perfección pro-

pias, y convencerse de que nunca se asegura

mejor la salvación ni se adquiere mayor per-

fección que cumpliendo los deberes del pro-

pio cargo, con tal de que se cumplan con la

mira puesta en la voluntad de Dios. Intentaré

tener esto siempre presente. (RP 3,0,3).

• 8. Consideraré siempre la obra de mi salva-

ción y del establecimiento y guía de nuestra

Comunidad como la obra de Dios: por eso le

dejaré a Él el cuidado de la misma, para no

hacer lo que me corresponda en ella, sino por

orden suya; y le consultaré mucho sobre todo

lo que deba hacer tanto en una cosa como en

la otra; y le diré a menudo estas palabras del

profeta Habacuc: Domine, opus tuum. 155

(RP 3,0,8).

• IV. No hagáis diferencia entre los deberes pro-

pios de vuestro estado y el negocio de vuestra

¿Habéis considerado

hasta ahora la salvación de

vuestros alumnos como asunto

propio vuestro.

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salvación y perfección. Tened por cierto que

nunca obraréis mejor vuestra salvación, ni

adelantaréis tanto en la perfección, como cu-

mpliendo bien los deberes de vuestro estado,

con tal que lo hagáis con el fin de obedecer a

Dios. (CT 16,1,4).

Para entrar plenamente en la identificación de

los “deberes de vuestro estado” y de “los de

vuestra salvación” evidentemente es necesario el

diálogo con Dios en la oración, la meditación, el

intercambio con las hermanas y hermanos que

comparten nuestro itinerario.

Trabajar para la IglesiaLa carta de los Hermanos del 1º de abril de 1714

subraya la relación entre su compromiso, el del

Fundador y la Iglesia. Lo que dicen de la Iglesia

hace eco a la relación estrecha que Juan Bautista

de La Salle presenta en las Meditaciones para el tiempo del retiro, entre las Escuelas Cristiana y la

Iglesia, lo vimos anteriormente.

Lo que podemos subrayar es que los Hermanos,

aun cuando interpretan el papel de La Salle

como el de hacer nacer y gobernar su Sociedad,

afirman claramente que ésta está al servicio

de la Iglesia, y que ese servicio es su razón de

existir.

La cuestión de la asociaciónEs otro de los grandes temas subyacentes en

esta carta. Hemos visto que los Hermanos se

encuentran, al menos, ante dos opciones en

relación con su futuro.

Según el canónigo Blain, en el caso de los

Hermanos, cada comunidad local se ha vuelto

autónoma y se auto-recluta, ya no existe

noviciado común, la comunidad de París queda

separada de las otras. La asociación ya no existe

más que a nivel local. El “en cualquier lugar a

que sea enviado o para desempeñar aquello

a que fuere destinado” pierde especialmente

mucha de su fuerza. Leyendo a Blain sabemos ya

que todos los intentos de las autoridades locales

(párroco de Versailles, corporación municipal

de Mende) para reservarse en exclusiva un

Hermano y quererlo mantener en su puesto, en

contradicción con el Fundador, terminaron en

catástrofes: pérdida de vocación, conflicto con

La Salle, salida del Hermano.

La otra opción es la que está en funcionamiento

desde al menos 1694, con un compromiso

votal singular: asociarse para tener las escuelas

gratuitas, obedecer a los superiores y al “cuerpo

de la sociedad” para cumplir la misión de la

Sociedad, la estabilidad en esa misma misión;

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9392

sin voto de castidad, de obediencia o de pobreza

en el sentido tradicional de estos procesos.

Hay un noviciado común, una preparación

profesional, un superior que no solamente

acompaña a las comunidades sino que las

modifica según las exigencias de la Misión de

educar, unos Hermanos que son cambiables

de una comunidad a otra, de una obra a otra.

Sobre todo existe una espiritualidad común

construida en torno a la Misión y a algunos

textos fundadores: Regla, Guía de las Escuelas Cristianas, Meditaciones para el tiempo del retiro, con encuentros regulares entre los asociados:

los retiros, y con el Superior: la rendición de

conducta, a los que habrá que añadir los pasos

del Superior o de los Visitadores designados

por él… Todo ello con una objetivo pensado

desde los comienzos: que un día el Superior

sea un Hermano, alguien que “sea asociado

y que haya hecho voto como nosotros y

como todos los demás que se nos asociarán a

continuación”156.

Al pedir a La Salle que vuelva (a París) para

“asumir de inmediato el gobierno general de

nuestra Sociedad”, los Hermanos eligen la

segunda opción. La presencia de Juan Bautista

de La Salle entre ellos, con ellos, es necesaria

para dar al proyecto carismático que les es

propio, la forma que habían ideado en 1694.

La cuestión del gobiernoCuando observamos más de cerca esta carta

del 1º de abril de 1714 nos damos cuenta que

la cuestión del “gobierno” de dicha Sociedad y

el puesto que en ella debe ocupar Juan Bautista

de La Salle es esencial. Casi toda la carta gira

Page 95: CITA EN LA COLINA

9594

en torno a este tema. Ya lo hemos dicho, esta

‘nueva compañía’ carece aún de estatus, tanto en

la Iglesia como en la sociedad civil, es aceptada

y reconocida a causa de los servicios que presta;

además los Hermanos, su entorno eclesiástico,

no sin segundas intenciones por parte de

algunos, se hacen preguntas sobre su futuro. Por

eso no resulta sorprendente encontrar tantas

alusiones al ‘gobierno’ en la carta:

Es de capital importancia el que vuelva a retomar

las riendas y el cuidado de esta obra de Dios…

… ha sido del agrado del Señor el servirse de

usted para fundarla y guiarla desde hace tanto

tiempo.

Dios le ha dado y le da las gracias y los talentos

necesarios para gobernar esta nueva compañía…

Usted la ha guiado siempre con mucho éxito y

edificación.

… Le rogamos… asumir de inmediato el

gobierno general de nuestra Sociedad.

La importancia del verbo “guiar” y de la

expresión “tomar las riendas” es evidente.

Finalmente, la conclusión de la carta, al menos

en la versión difundida entre las comunidades,

hace alusión explícitamente a esta cuestión del

‘gobierno’: “asumir de inmediato el gobierno

general”.

Detrás de todo ello, está naturalmente la persona

y hasta la personalidad de Juan Bautista de La

Salle. Los Hermanos han comprendido que

para completar el paso de una sociedad dirigida

y animada por un personaje carismático, a una

sociedad animada por un Hermano, apoyándose

en “los principales Hermanos” conforme a

la elección de 1694, la presencia activa y el

compromiso del Fundador son indispensables

para preservar el futuro evitando una forma

de institucionalización demasiado precoz,

centrada en la parroquia, y para que el carácter

carismático de la empresa se mantenga.

La pregunta implícita a la que intenta dar

respuesta la carta del 1º de abril de 1714 podría

ser esta: ¿Cuál es la articulación del “Cuerpo de

la Sociedad” con el Fundador que actualmente

responde mejor a la realización de la misión de

la Sociedad de las Escuelas Cristianas?

¿Por qué es necesario, para los Hermanos, que el

señor de La Salle vuelva a “asumir de inmediato

el gobierno general de nuestra Sociedad”?

Los Hermanos se han dado cuenta que las

soluciones tomadas sin él, conducen a una

parcelación excesiva de la Sociedad en pequeñas

células aisladas, la universalidad del proyecto

desaparece; el dinamismo que procura el mismo

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9594

noviciado para todos y el impulso central de

los responsables, al desaparecer, cambian la

naturaleza y el estilo de vida de la Comunidad.

Para recuperar la esencia de su misión y de su

identidad: tener por asociación las escuelas

gratuitas, la Sociedad de las Escuelas Cristianas

necesita a Juan Bautista de La Salle, al menos

para hacerle realizar y llevar a término su

novedad en la Iglesia y en el mundo.

Y este tema del “paso” es igualmente candente

hoy día: ¿Cómo pasar del Instituto volcado

hacia la Misión de educar a los “hijos de los

artesanos y de los pobres”, pero caracterizado

también por la “vida religiosa” y sus estructuras,

Patio de la escuela de París.

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9796

a una Fraternidad de Hermanos y de Laicos al

servicio de la misma Misión, que sea portadora

del carisma lasaliano y signo en la Iglesia, para

el mundo, especialmente para los jóvenes y

los pobres alejados de la salvación? Todo ello

manteniendo la fidelidad a nuestros orígenes.

En cierto modo, estas preguntas son siempre de actualidad en la vida de los Lasalianos ¿Qué relectura hacemos de nuestras historias

personales, locales, de Instituto? ¿Vemos en

ellas la mano de Dios?

¿Qué lugar ocupa la fe en esa relectura?

¿Cuál es el lugar de la palabra de los ‘hermanos’,

de la Palabra de Dios, de la comunión fraterna,

en estos procesos?

¿Qué enfoque tenemos sobre el designio de

Dios? ¿Sabemos reconocerlo y cómo conocerlo?

¿Sabemos hablar de él con los demás?

La obra en la cual estamos implicados, ¿es

nuestra obra o la obra de Dios? ¿Cuáles son

los signos que nos muestran que es ciertamente

la obra de Dios?

¿Dialogamos con Dios sobre la manera en que

se realiza su obra?

Por ejemplo sobre la cuestión candente de las

vocaciones de Hermanos, ¿Seguimos esperando

vocaciones para reproducir “los momentos

gloriosos” de nuestro Instituto, ¡suponiendo

que los haya habido!, o para dar respuesta a las

necesidades de la Misión de educar hoy?

Dicho de otra manera, ¿estamos convencidos,

en la fe, que Dios continúa dándonos las

vocaciones de Hermanos que necesitamos

para nuestro tiempo? ¿Y que esta sobriedad

que sentimos tan dolorosamente es quizás

su voluntad, con el fin de llevarnos hacia los

tiempos nuevos de la presencia lasaliana en el

mundo?

¿Sabemos hablar de ello con los demás?

¿Y la Iglesia? ¿Cuál es su lugar en nuestros

proyectos, en nuestros compromisos?

¿Construimos la Iglesia, o vamos por cuenta

propia?

¿En qué medida somos también nosotros

profetas, con el fin de hacer que la Iglesia se

mueva, que cambien las orientaciones de la

Iglesia?

La Iglesia, son hombres y mujeres, una jerarquía

ordenada… ¿Qué nos inspira la actitud de Juan

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9796

Bautista de La Salle, de los Hermanos, en las

situaciones conflictuales encontradas?

¿Sabemos hablar de ella con los demás?

La Asociación hoy, ¿de quién depende? ¿De los

religiosos Hermanos que hacen votos, de aquellos

que están implicados en la Misión Lasaliana?

¿Quién detenta el carisma lasaliano de la Misión

de educar a los jóvenes y los pobres, siguiendo y

a la manera de Juan Bautista de La Salle, en el

mundo, en la Iglesia?

Si “la Asociación para la Misión” constituye el

núcleo de nuestro carisma, ¿cómo darle vida,

cómo manifestarlo?

¿Sabemos hablar de ello con los demás?

Las cuestiones de gobierno actualmente están

estrechamente vinculadas a las de la asociación

para la Misión de educar, asociación vivida por

los Hermanos y los Laicos, juntos.

¿Qué figura, qué lugar tomará la ‘Fraternidad

Educativa La Salle’ en la Iglesia de Francia,

pero también en el Instituto de los Hermanos, en

Francia, y en el Instituto internacional?

Y puesto que, en algún momento, el proceso

carismático tendrá que institucionalizarse,

¿qué combates estamos dispuestos a librar,

qué gestiones tendremos que cumplir, qué

sacrificios deberemos hacer para que esta

Fraternidad exista para lo que quiere ser:

portadora del carisma lasaliano?

¿Hermanos y Laicos Lasalianos juntos, ¿cómo

volver a encontrar el carisma de los orígenes,

transmitirlo y hacerlo vivir por aquellos o

aquellas, Hermanos y Laicos, asociados para la

Misión, que quieren compartirlo?

¿Qué rostro vamos a dar a este proceso?

¿Sabemos hablar de ello con los demás?

Finalmente, ¿con el fin de inventar juntos

nuestro futuro, sabremos hablar, para los

jóvenes, para los pobres, para el Evangelio?

¿Sabremos estar presentes en la “cita de

Parmenia”, con el fin de escuchar lo que el

Espíritu nos dice, y continuar la historia de

Salvación que se nos confía?

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9998

¿DEBEMOS CONCLUIR?

La carta del 1º de abril de 1714 se halla

asociada a la evolución de las relaciones entre

los Hermanos y Juan Bautista de La Salle. No

es sólo la manifestación de una reacción de

los Hermanos frente a una situación que les

escapa o que les parece difícil controlar. La

ausencia de La Salle, su prolongado silencio,

las dudas que pueda tener sobre la lealtad de

ciertos Hermanos con respecto él, han puesto

en marcha una presión renovada por parte

de aquellos que, desde el exterior, quieren

hacerse con el control de la nueva Sociedad.

En realidad en esta carta, los Hermanos

manifiestan la calidad y la profundidad de

las relaciones que existen entre ellos y con el

Fundador. Ya no es sólo el reconocimiento

de la capacidad carismática de La Salle, sino

un testimonio: están como en sintonía con

él, más allá de las distancias, más allá de los

malentendidos.

En 1684, los maestros supieron interpelar a La

Salle sobre el talante de sus solidaridades con

ellos y con la obra de Dios, al servicio de los

pobres. En 1714, van mucho más lejos: le dan

una orden en nombre de la obediencia que

han profesado juntos, porque está en juego el

futuro de la obra de Dios y su coherencia.

Este momento es importante en nuestra

Historia la cual, recordémoslo una vez más,

es Historia de Salvación: es el momento en el

que los Hermanos indican al Fundador que

son capaces de hacerse cargo de su futuro

como Sociedad, como Comunidad al servicio

de una misión singular en la Iglesia; y no es

jactancia, Juan Bautista de La Salle puede

calibrar, por el contenido de su misiva, la

profundidad de su adhesión al proyecto que

juntos llevan adelante.

La carta del 1º de abril de 1714 marca una

etapa decisiva en el proceso de autonomía de

los Hermanos, con respecto al Fundador, una

autonomía, no para separarse, sino para tomar

a su cargo un proyecto: el de la Sociedad de

las Escuelas Cristianas, y llevarlo a buen

fin. Al pedir con tanta fuerza al Fundador

que vuelva para asumir el gobierno de su

Sociedad, alejan a aquellos que buscaban

apropiarse de la obra común y confirman

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sus opciones originales: “En el futuro y para

siempre…”. Están en comunión espiritual

con el Fundador. Se han vuelto hacia él. Y

realizan ese proceso volviendo a sumergirse

en sus orígenes, puesto que recurren a lo que

les ha constituido como cuerpo al servicio de

la obra de las Escuelas Cristianas, en 1694, el

6 de junio con los votos para siempre – entre

ellos el voto de obediencia al “cuerpo de la

Sociedad” – y el 7 de junio con la elección de

Juan Bautista de La Salle como superior, y la

cláusula de que después de él, el Superior será

un Hermano.

Han sabido llevar a buen término el diálogo

que mantenían con Juan Bautista de La

Salle sobre el futuro de la Sociedad, sobre el

futuro de la Asociación para tener las escuelas

gratuitas, no mediante argumentos jurídicos,

estableciendo estatutos, sino compartiendo y

renovando en profundidad los lazos humanos

y los lazos espirituales que los unen. Su futuro

estará en continuidad con lo que han vivido

hasta entonces.

La carta del 1º de abril de 1714 pone en

marcha al “Cuerpo del Instituto”; es, en sí

misma, acción de dicho Cuerpo. Es expresión

de la Asociación para tener las escuelas

gratuitas pues es ciertamente gracias a que

los Hermanos y Juan Bautista de La Salle se

han asociado para hacer llegar el Reino de

Dios entre “los hijos de los artesanos y de

Vista sobre la cruz de Parmenia.

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los pobres”, que pueden hablar, que pueden

hablarse y reconocerse.

Entonces, ¿debemos concluir? Ciertamente

no, pues esta historia de nuestros orígenes es

también nuestra historia actual y la estamos

continuando, no se detiene en 1714 o en

1719 o en 1725 o en 1904 o en 1966… Nos

corresponde a nosotros vivirla y escribirla en

2014, con aquellos o aquellas que comparten

el carisma que nos legó Juan Bautista de La

Salle: la Fraternidad para cumplir la obra de

Dios con los jóvenes, en favor de los pobres.

Nuestros Hermanos del siglo XVIII nos han

dado una oración que se ha dicho en nuestras

comunidades hasta 1966, uno podría pensar

que este texto también se hizo eco de la

oración que el Fundador dio a los Capitulares

del Primer Capítulo General (1717). Esta

oración dirigida al Espíritu Santo hace de la

asociación, un enfoque universal:

Espíritu Santo, desciende sobre nosotros para santificarnos, llena nuestros corazones de tu santa gracia y enciende en nosotros el fuego de tu divino amor; y así como has uni-do un gran número de diferentes naciones en una misma fe, confírmanos también en la fe y en la unión que nos has dado y que no podemos conservar más que gracias a ti.

Hermano Jean-Louis SCHNEIDERCaluire, Navidad 2013.

Traducción: Hno. José Martínez Ramos

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NOTAS

1 Sobre este personaje, ver más adelante, ‘El pleito Clé-ment’ y sus consecuencias: ¿una crisis con los Herma-nos?, p. 13-16.

2 Para lo esencial de mi objetivo me apoyaré sobre el re-lato de Blain (CL 8. Capítulos IX a XIII del Libro terce-ro de su biografía; así como sobre el texto del Hermano Henri Bedel, ORÍGENES. 1651 – 1726. Un tiempo de incertidumbres, p.142 a 151. La biografía del canónigo Jean Baptiste Blain es la más detallada y la más circuns-tanciada. No obstante sus opciones religiosas y hagio-gráficas así como su eclesiología y su dramatización de los hechos no dejan de plantear algunos interrogantes. El recurso a la biografía escrita por el sobrino de Juan Bautista de La Salle, dom François-Élie Maillefer (edi-ción de 1980) ( JM Valladolid, Tomo I.) , será útil para equilibrar el texto de Blain.

3 Carta al Hermano Gabriel Drolin del 5 de diciembre de 1716, LA 32,6.

4 MF 160,3,2.

5 MR 207,3,1.

6 Lo que escribió: Hay cosas, incluso, que la cortesía exige en unos sitios particulares y que en otros lugares están totalmente prohi-bidas; pues lo que se debe hacer en la casa del rey o in-cluso en su cámara, no se debe hacer en otros lugares, ya que el respeto que se debe profesar a la persona del rey exige que en su casa se tengan ciertas atenciones que no es necesario observar en la de un particular. (RU 0,0,12).También hay que comportarse de manera distinta en la casa propia que en las casas de los otros; y en casa de per-

sona conocida que en la del que no se conoce (RU 0,0,13).Puesto que la urbanidad exige que se tenga y manifieste con unos cierto respeto particular que no se debe, y hasta podría ser descortés, manifestarlo a otros; cuando se en-cuentra o conversa con alguien, hay que prestar atención a su calidad, para tratarlo y actuar con él de acuerdo con lo que pide su calidad. (RU 0,0,13).También hay que considerarse a sí mismo y lo que uno es, pues quien es inferior a otros tiene obligación de mostrar sumisión a los que le son superiores, ya por su nacimien-to, o por su empleo, ya por su calidad, y manifestarles mucho más respeto que el que les mostraría otro que fuera igual que ellos. (RU 0,0,14).Por ejemplo, un campesino debe mostrar externamente más reverencia a su señor, que un artesano que no depen-da de él; y este artesano debe mostrar mucho más respeto a dicho señor que un gentilhombre que fuera a visitarlo. (RU 0,0,14).

7 Frère Jean Pungier, Cahiers Lasalliens 58, 59, 60, La Civilité de Jean-Baptiste de La Salle, Ses sources. Son Message. Roma 1996, 1997, 2000.

8 Es un libro de lectura para los alumnos ya avanzados en ese campo, es decir que dominan la lectura corriente.

9 Ver Frère Jean Pungier, CL 58, « De l’éducation chré-tienne des enfants », de l’abbé Alexandre Varet, p. 270 a 284; en CL 59, p. 209 – 211.

10 DC 30,4. Instrucción 4, Para el tiempo de carnaval.

11 Ver DC 1, 205,0, 9-11 ; 206,0,11-15 ; 206,0,2-9 ; 207,0,7 ; 209,0,8-9 ; 210,0,3.

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12 Blain, CL 8, p. 72.

13 Entre otros, declarar la guerra a su nieto, el rey Fe-lipe V, para expulsarlo del trono de España, Luis XIV dice que son “condiciones contrarias tanto a la justicia como al honor del nombre francés”.

14 Frère Henri Bédel, ORIGINES. 1651 – 1726: Les écoles pour les enfants des « Nouveaux convertis », p. 137 à 141.

15 Blain, CL 8, p. 81-82.

16 Según la expresión de Emmanuel Le Roy Ladurie en Histoire du climat depuis l’an Mil, Primer volumen, p. 156, Champs / Flammarion, 1996.

17 Blain, CL 8, p. 59-60.

18 Blain, CL 8, p. 86.

19 Notemos que los luteranos como los calvinistas son tanto, sino más agustinianos. Por tanto no es una excep-ción católica.

20 Recordemos que los “Parlamentos” bajo el Antiguo Régimen son ante todo tribunales de justicia civil y pe-nal, sus miembros no son elegidos, sino que compran su cargo de juez, el cual puede transmitirse de padre a hijo. Están también encargados de registrar las leyes o los edictos emitidos por el rey, y de verificar que no entren en contradicción con otras leyes, en cuyo caso pueden emitir ‘remontrances’ (recriminaciones). Era sobre esta disposición sobre la que se apoyaban para oponerse al poder real. El Parlamento más importante es el de París, su jurisdicción abarca los 3/5 del reino.

21 Por eso, hasta cuando se trata de cuestiones teoló-gicas, el pequeño juego político continúa; el hecho de estar animado por el papado no por ello realza el nivel.

22 Así sucede con Jean-Louis de La Salle, canónigo de Reims, hermano del Fundador, o con Dom François-Élie Maillefer, benedictino, su sobrino y su biógrafo.

23 Estas posiciones se volverán a encontrar en las divi-siones de la Orden del Clero durante los Estados Gene-rales de 1789, y sobre todo en la Constitución Civil del Clero en 1790.

24 Ver las Memorias de la corte de Luis XIV del duque de Saint-Simon.

25 Ver Frère Augustine Loes, The First De La Salle Brothers 1681-1719, (USA, 1999), traducción al fran-cés, Frère Jean-Louis Schneider, Les premiers Frères de Jean-Baptiste de La Salle, 1681-1719, en la página Web de los Archives del Distrito de Francia, 2013.

26 Ver Frère Félix-Paul. FSC. LES LETTRES DE SAINT JEAN-BAPTISTE DE LA SALLE. Edición crítica. Procure Générale. París.1954, p. 218. Nota 3.

27 Ver más adelante, p. 27-34: “Prometo y hago voto de unirme y permanecer en Sociedad con… para...”

28 Ver más adelante, p. 43-45, algunos elementos de in-formación sobre el Hermano Irénée.

29 Para cualquier información sobre los primeros Her-manos, ver: Augustine Loes FSC. The First De La Salle Brothers. 1681-1719. 1999. Christian Brothers Confe-rence. USA, sobre el Hermano Barthélemy: p. 167 a 200 de la traducción en francés.

30 El Hermano Gabriel Drolin está en Roma.

31 “Compañía” hace pensar también a la “Compañía de Jesús”, familiarmente los “Jesuitas”.

32 Ver Frère Augustine Loes, The First…, traducción en francés: sobre el Frère Michel, p. 74-76.

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33 San Vicente de Paúl dirá a sus Hijas de la Caridad, para caracterizar su modo de vida: “No teniendo más monasterio que la casa de los enfermos, por celda una habitación de alquiler, por capilla la iglesia parroquial, por claustro las calles de la ciudad, por clausura la obe-diencia, no teniendo que ir más que a las casas de los enfermos o a los lugares necesarios para su servicio, por reja el temor de Dios, por velo la santa modestia… deben tener mucha más virtud que si fuesen profesas en una orden religiosa”. (Citado por Bernard HOURS, en L’Église et la vie religieuse dans la France moderne, XVIe – XVIIIe siècle, p. 193, PUF, 2000). Nicolas Barré tiene una posición semejante cuando es-cribe en los Estatutos y Reglamentos de las Escuelas Cristianas y de caridad del Santísimo Niño Jesús: “Vi-virán en comunidad, sin hacer votos ni guardar clau-sura, bajo la guía de un superior o superiora, al cual estarán obligados a obedecer con puro y santo amor, y con la resolución de permanecer en unión de espíritu, de corazón y de empleo, con todas las personas de esas escuelas de caridad, donde nadie será admitido ni re-cibido, si no tiene estas santas disposiciones” (Nicolas Barré, Œuvres Complètes, p. 172-173, Cerf, 1994). Ni-colas Barré se dirige aquí tanto a los Hermanos como a las Hermanas que ha fundado. Ahora bien, Barré es uno de los principales inspiradores de La Salle, en particular en los comienzos de Reims. Vivir así, en comunidad, con un proyecto común, con las apariencias exteriores de la vida religiosa pero sin hacer los votos de religión era ciertamente una manera de existir para las “comunidades nuevas”, de hombres y mujeres, de la época. La sociedad civil y la Iglesia aceptaban estas modalidades, sin tratar de legislar para ellos, pero siempre bajo la supervisión de un clérigo. Obsérvese también que las “comunidades nuevas”

masculinas son habitualmente clericales, aun cuando contengan también “hermanos”. La “Comunidad de las Escuelas Cristianas”, con su exclusividad de laicos y su opción ‘universal’, es pues una excepción en la época.Ver Hermano Maurice-Auguste, Cahiers Lasalliens 11, L’Institut des Frères des Écoles chrétiennes à la re-cherche de son statut canonique : des origines (1679) à la bulle de Benoît XIII (1725), Capítulo VIII, Las pri-meras coordenadas jurídicas de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, p. 102-107 ; Roma, 1962.

34 Ver CL 11, p. 128 a 130. El Hermano Maurice-Au-guste cita el texto de los Hermanos de Rouen in-extenso.

35 Ver Hermano Maurice-Auguste, Cahiers Lasalliens 11. Ver también Hermano Michel Sauvage, Cahiers La-salliens 55, Jean-Baptiste de La Salle et la Fondation de son Institut. Frères consacrés en Église pour le Monde, La consagración de los votos en los orígenes, p. 155 à 193. Roma, 2001.

36 Ver MF 60, Para el 7º domingo después de Pentecos-tés. Que la santidad no consiste en el hábito, sino en las acciones.

37 Blain, CL 8, p. 72. Desafortunadamente esta memo-ria no ha llegado hasta nosotros.

38 El abate Jean-Charles Clément es hijo de Julien Clé-ment, cirujano de Louis XIV y ennoblecido por haber logrado llevar a buen fin los partos de varias princesas reales. Jean-Charles Clément no es sacerdote, sino cléri-go tonsurado con el fin de cobrar las rentas de la abadía de Saint-Calais (en el departamento de la Sarthe; en el siglo XVII: la provincia del Maine). Posteriormente, el abate Clément acabará mal, implicado en asuntos de falsificación de moneda en la época de Law, será desti-tuido de la nobleza y condenado a muerte, conmután-

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dosele la pena por encarcelamiento en una fortaleza (Pierrecize, en la salida norte de Lyon).

39 Blain, CL 8, p. 72 à 76.

40 Ver Blain, CL 8, p. 74.

41 Ver Blain, CL 8, p. 74.

42 Ver Blain, CL 8, p. 73-74.

43 Ver Blain, CL 8, p. 76.

44 Durante el Antiguo Régimen, la autoridad paterna se ejerce hasta los veinticinco años para las hijas y trein-ta años para los varones. La mayoría de edad es a los veinticinco. Ver el artículo « MAJORITÉ » en el Dic-tionnaire du Grand Siècle, Fayard, 1990, p. 946, artícu-lo firmado por François BLUCHE.

45 Blain, CL 8, p. 77. En aquella época, en este tipo de asuntos, los procedimientos son siempre escritos, y no existe alegato, los jueces deciden sobre los documentos.

46 Blain, CL 8, p. 78.

47 Blain, CL 8, p. 79.

48 A lo largo de todo su escrito, a propósito del “enemi-go del santo”, Jean-Baptiste Blain embarulla las cosas a placer, con el fin de no dar a conocer la identidad de este personaje a sus lectores, hasta el punto que a veces podemos preguntarnos si no se trata de una figura li-teraria cómoda para explicar los fracasos y las dificul-tades del Fundador.

49 Maillefer, (1980), p. 251-252. Maillefer ni siquiera da el nombre del principal protagonista, el abate Clément, mientras que Blain dedica a esta historia todo el capítu-lo IX de su tercer libro (p. 72 à 81).

50 Blain, CL 8, p. 79.

51 Blain, CL 8, p. 79. Una vez más, Blain se coloca en el papel de su héroe y le hace hablar. Maillefer, por su parte, no habla en modo alguno de esas circunstancias y del malentendido. Pero Blain está ciertamente mejor documentado que el benedictino.

52 Blain, CL 7, p. 284-285.

53 Blain, CL 8, p. 80.

54 Maillefer no sitúa en absoluto este viaje en un clima de tensión o de huida: “Estaba tan poco preocupado por sus negocios temporales, que en el mismo tiempo en que se le perseguía con más calor para hacerle dejar esa casa, se marchó para visitar sus nuevas escuelas en Provenza”. (Maillefer, 1980, p. 252). JM Valladolid, Tomo I, p. 551.

55 Sobre el tema de los peligros corridos por el Fun-dador durante estos viajes, Maillefer es tan alarmista como Blain, aunque sea menos explícito. Ver Maillefer, 1980, p. 252. JM Valladolid, Tomo I, p. 551.

56 Blain, CL 8, p. 81 à 83.

57 Blain, CL 8, p. 82.

58 Blain, CL 8, p. 84. El comentario de Maillefer es interesante: “Establece un noviciado en Marsella. La disposición favorable que encontró en estas personas en apoyo de su Instituto, le llevó a pensar en estable-cer también un noviciado en Marsella. Se sintió más inclinado a la idea al ver que este establecimiento le facilitaría el medio para formar sujetos salidos del país mismo, que podrían estar en mejores condiciones de producir fruto que aquellos a quienes pudiera enviar, que no se adaptaban al aire y a las costumbres de la Provenza”. (Maillefer, 1980, p. 255) JM Valladolid, Tomo I, p. 553. El biógrafo subraya bien las diferencias

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culturales. También se extiende bastante más que Blain sobre este noviciado. (Maillefer, 1980, p. 255 et 256). JM Valladolid, Tomo I, p. 553 y 554.

89 Blain, CL 8, p. 85. Según Maillefer: “Las escuelas se multiplican en Marsella. Sin embargo su noviciado se aumentaba todos los días y tenía razón para prome-terse un éxito mayor que lo imaginado. Quienes habían sido los primeros impulsores no descuidaban nada para sostenerlo y ellos mismos trabajaban en extender y mul-tiplicar las escuelas gratuitas en la ciudad, donde habían tenido cuidado de dotarlas de fondos, cuyo único fin era poner en ellas a los Hermanos. Es cierto que aún quedaron varias parroquias desprovistas de esta ayuda. Se convino establecerlas en ellas. Se comprometió con este fin a un padre jesuita que predicaba en la parroquia de San Martín, para que exhortara a su auditorio a cola-borar con tan buena empresa. Le escucharon favorable-mente y todos quisieron contribuir, de manera que muy pronto los fondos fueron suficientes para comenzar”. (Maillefer, 1980, p. 256) JM Valladolid, Tomo I, p. 553.

60 LA 22,9, al Hermano Gabriel Drolin, en una carta con fecha del 16 de abril de 1706. Sin embargo, habrá que esperar a 1723 para que esa previsión se realice.

61 Blain, CL 8, p. 84.

62 He aquí el texto de su obediencia: “El que suscribe, sacerdote, doctor en Teología, Superior de los Herma-nos de las Escuelas Cristianas, declara a todos aquellos a quienes corresponda, que envía a nuestro carísimo Hermano Joseph, de la citada Sociedad, a visitar las casas de Moulins, de Dijon, de Troyes, de Reims, de Rethel, de Laon, de Guise, de Calais, de Boulogne, de Rouen, de Saint-Yon, de Darnétal, de Chartres, de Ver-sailles et de Saint-Denis, dependientes de la citada So-

ciedad de las Escuelas Cristianas. En fe de lo cual firma las presentes. Dado en París, el dieciséis de noviembre de mil setecientos once. De La Salle. (LA 137).

El Hermano Augustine Loes comenta así este docu-mento: “El Fundador, probablemente, preparaba en-tonces su viaje hacia Marsella y las demás comunidades de Provenza. Otorga una muy amplia autoridad al Her-mano Joseph sobre las comunidades al Norte del Loira, con excepción de París, donde el Hermano Barthélemy residía con los Novicios. Muestra así la grandísima confianza que tenía en este Hermano”. (The First…, p. 81 de la traducción francesa).

63 Blain, CL 8, p. 85.

64 Blain, CL 8, p. 87.

65 Blain, CL 8, p. 86. Maillefer relata acontecimientos semejantes bajo el título: “Relajación de varios Herma-nos » (Maillefer, 1980, p. 257). JM Valladolid, Tomo I, p. 554.

66 Blain, CL 8, p. 87.

67 En 1720, este obispo será uno de los héroes de la úl-tima epidemia de peste conocida en Francia, epidemia que se desarrollará a partir de Marsella.

68 Blain, CL 8, p. 88. Para Maillefer, las razones de la retirada de Monseñor de Belsunce son las mismas que las presentadas por Blain: “Se indispone al señor obispo de Marsella sobre este asunto” (Maillefer, 1980, p. 259). JM Valladolid, Tomo I, p. 555.

69 Según Maillefer, sería el párroco de San Martín quien estaría en el origen de tales dificultades: ver Maillefer, 1980, p. 258-260 JM Valladolid, Tomo I, p. 555-557.: “El señor cura de esta parroquia… no gus-

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taba de muchas de las prácticas que se usaban entre los Hermanos, para la instrucción de los niños, obstaculizó secretamente este proyecto (p. 258). Pero ¿de dónde ob-tuvo Maillefer esta información?

70 Ver Maillefer, 1980, p. 261 (sobre el noviciado y los famosos panfletos difamatorios).

71 Blain, CL 8, p. 93. Maillefer califica a estos Herma-nos de “temerarios” (Maillefer, 1980, p. 261-262).

72 Blain, CL 8, p. 93 – 94. Ver también Maillefer, 1980, p. 266-267.

73 Blain, CL 8, p. 94.

74 VH 1,0,2.

75 Blain, CL 8, p. 96.

76 Blain, CL 8, p. 96. Maillefer escribe: “Comenzó a pensar si su empresa venía de Dios. Recurrió a la ora-ción, pero no experimentaba ya aquellos favores que solían suavizar sus penas en medio de la tentación”. (Maillefer, 1980, p. 263). JM Valladolid, Tomo I, p. 557.

77 Ver la Meditación 20, para el 4º domingo de Cua-resma: “Del abandono a Dios en las penas y las seque-dades” y la Meditación 71 para el 18º domingo después de Pentecostés: “De los medios con que pueden curarse las enfermedades espirituales, tanto voluntarias como involuntarias”.

78 Más adelante, descubriremos que piensa lo mismo con respecto de París: es su misma persona la causa de las dificultades encontradas por el Instituto y más vale desaparecer. No volverá a París hasta que sus “enemi-gos” hayan fallecido.

79 Blain, CL 8, p. 97. Ver Maillefer, 1980, p. 262-263. JM Valladolid, Tomo I, p. 557-558: “El señor de La

Salle cede a la tormenta y se retira a la ermita de San Maximino” y “Desea terminar allí sus días”.

80 Blain, CL 8, p. 98.

81 Maillefer, 1980, p. 264. JM Valladolid, Tomo I, p. 558.

82 Blain, CL 8, p. 98 – 99. Maillefer no hace mención del segundo paso por Mende. Según él, Juan Bautista de La Salle va directamente de Marsella (la Sainte-Baume) a Grenoble. Ver Maillefer, 1980, p. 268: “1714. Se retira a Grenoble”. JM Valladolid, Tomo I, p. 560.

83 Blain, CL 8, p. 100. Ver también Maillefer, 1980, p. 269-270.

84 Blain, CL 8, p. 99. Lo cual hace aparecer este tiempo de Grenoble como una “refundación”: en Reims, en los comienzos el señor de La Salle vivía de la misma forma. Ver Blain, CL 7, p. 182, 229-230.

85 Ver Blain, CL 8, p. 104. Según Blain, CL 8, p. 54, Juan Bautista de La Salle habría conocido a Jean d’Yse de Saléon en San Sulpicio. No puede haber sido en el seminario pues Yse de Saléon nació en 1671 y La Salle fue estudiante allí de 1670 a 1672 (Hermano Saturnino Gallego, Vida y Pensamiento de San Juan-Bautista de La Salle, p. 76, nota 86).

86 Maillefer, 1980, p. 274, hace del “Señor cura de Sa-léon, el señor del lugar”.

87 Blain, CL 8, p. 103 – 105. Ver también Maillefer, 1980, p. 273 à 276. En su relato, Maillefer no admite más que quince días de presencia de Juan Bautista de La Salle en la colina de Parmenia: “Y después de ha-berse ayudado mutuamente con sus saludables conse-jos, durante los quince días que pasó en aquella soledad,

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regresó a Grenoble…” (p. 275). JM Valladolid, Tomo I, p. 564. Ver también Cahiers Lasalliens 57, p. 80. La ermita de Parmenia tenía un capellán, el padre Joachim Bottu que residía allí desde 1712.

88 En aquella época se solía confundir a María Mag-dalena con María, la Hermana de Marta y de Lázaro. No obstante en la meditación 144 de Juan Bautista de La Salle, “sobre María Magdalena”, esta confusión no aparece. María Magdalena es una de las santas mujeres sobre cuya vida le gusta meditar a la Escuela Francesa de espiritualidad, el cardenal Bérulle escribió una Ele-vación sobre santa Magdalena que figura en sus Obras Completas, tomo 8, p. 411 a 494, Cerf, 1996. La Me-ditación 147, de Juan Bautista de La Salle trata sobre santa Marta.

89 Blain, CL 8, p. 97; Maillefer, 1980, p. 265 JM Val-ladolid, Tomo I, p. 559: “Es cierto que durante el tiem-po en que sintió mayor agitación, con pensamientos contradictorios por los asuntos que le suscitaban sin descanso, tuvo varias veces la idea de retirarse a al-guna parroquia de París para dedicarse únicamente a la conversión de los pecadores, hacia los cuales sentía mu-cha inclinación, y abandonar enteramente su Instituto en manos de la Providencia.

90 Sorprendente, este diálogo, reconstruido por Blain, con esta pastora que no sabía leer y que, evidentemente, no hablaba el francés del Norte sino una patois cercano al latín.

91 Blain, CL 8, p. 99. Ver también Maillefer, 1980, p. 268, 270. « Se retiró a Grenoble, donde encontró a los Hermanos en gran paz, y resolvió permanecer con ellos el mayor tiempo que fuera posible. Escogió el lugar más

retirado de la casa y el menos cómodo, para dedicarse en él a la oración. Permaneció así varios meses, desco-nocido y como olvidado, sin recibir a nadie y sin hacer visitas, saliendo de él sólo para asistir a los ejercicios regulares, a las horas señaladas”» (Maillefer, 1980, p. 268). JM Valladolid, Tomo I, p. 560.“Regresa a Grenoble donde vive escondido. Volvió a su soledad, repleta su mente de las cosas edificantes que acababa de dejar, y redobló su amor por el recogimiento y el silencio, del cual acababa de ver ejemplos tan sen-sibles. Dejaba de lado todo lo que podía distraerle de la oración. Empleaba en ella la mayor parte de su tiempo, de manera que se tenía la certeza de encontrarle en el oratorio. Y aunque tuviera algún asunto urgente, no se dispensaba de dedicar a la oración la mayor parte del día” (Maillefer, 1980, p. 270). JM Valladolid, Tomo I, p. 561.

92 Blain, CL 8, p. 101. Maillefer (1980, p. 270) JM Val-ladolid, Tomo I, p. 561. es mucho más sucinto sobre este episodio: “Da clase en Grenoble. Sin embargo, se vio obligado a ceder durante algún tiempo, por la nece-sidad de la escuela. El Hermano que estaba encargado de la escuela de la parroquia de san Lorenzo empren-dió, por orden suya, un viaje largo por asuntos del Insti-tuto; él se vio obligado a reemplazarle durante la ausen-cia y le sustituyó en la clase. Se aplicó a instruir a los niños con una atención y una caridad que se podía dejar de admirar. Los padres quedaron muy edificados por ello, y concibieron tan alta idea de su virtud que desde entonces sólo le llamaban el santo sacerdote”. Según él, se trata de un episodio educativo molesto (“se vio obligado…”) que distrae al Fundador de sus actividades ascéticas o intelectuales.

93 Blain, CL 8, p. 101.

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94 Blain, CL 8, p. 102. Esta edición corregida fue recha-zada por el impresor (en el contexto de la crisis jansenis-ta con la promulgación de la bula Unigenitus, sería por temor a los problemas) y no ha llegado hasta nosotros. Ver Maillefer, 1980, p. 271. Por lo demás no sabemos demasiado cuales serían “las otras obras” en las que ha-bría trabajado La Salle. Sobre esta edición rechazada, ver Cahiers Lasalliens 20, p. V-VIII.

95 Blain, CL 8, Capítulo XII.

96 Maillefer es muy discreto sobre esta crisis institu-cional de París y sus repercusiones: Maillefer, 1980, p. 277 à 280. JM Valladolid, Tomo I, p. 564-567. Señala que las casas “de París y de las otras provincias sufrían mucho por su prolongada ausencia” (p. 277) (p. 564), la gestión del Hermano Barthélemy para establecer un sistema de superiores eclesiásticos “podía tener conse-cuencias perjudiciales para el Instituto” (p. 278) (p. 565). A diferencia del canónigo Blain, Maillefer no habla en parte alguna de ningún “enemigo oculto del santo” que hubiese querido adueñarse de su obra y dejar de lado, al menos en las obras sulpicianas, al señor de La Salle.

97 Blain, CL 8, p. 107-108. Maillefer confirma implíci-tamente que Juan Bautista de La Salle no otorgó ningún poder particular al Hermano Barthélemy al partir en 1712: “El Hermano Barthélemy, a quien el señor de La Salle había encargado del cuidado de su noviciado de París en su ausencia…” (Maillefer, 1980, p. 277) JM Valladolid, Tomo I, p. 565. No obstante, el biógrafo familiar no se extiende mucho sobre este hecho, estan-do globalmente de acuerdo con Blain sobre los incon-venientes de esa ausencia de precisión a propósito del superior de los Hermanos de París.

98 Maillefer lo confirma al hablar de “algunos sujetos

díscolos” que el Barthélemy, apoyado por los Hermanos más acreditados, tuvo que despedir (Maillefer, 1980, p. 277-278) JM Valladolid, Tomo I, p. 565.

99 Blain, CL 8, p. 108. El análisis del biógrafo, aunque dramatiza los hechos, finalmente es muy justo: Blain subraya los desafíos y los riesgos de la situación que la ausencia y el silencio prolongados del señor de La Salle están provocando.

100 Blain, CL 8, p. 111. El biógrafo utiliza muy bien la comparación con las comunidades femeninas.

101 Blain, CL 8, p. 112.

102 Recordemos que Godet des Marets es pariente de Madame de Maintenon y uno de los que le ayudaron a establecer la Casa de Educación de Saint-Cyr para las jóvenes de la nobleza pobre.

103 Blain, CL 7, p. 370.

104 Según toda probabilidad, Juan Bautista de La Salle consultaba antes de aceptar la apertura de una nueva comunidad: a eclesiásticos amigos, a los Hermanos. Podía también enviar a un Hermano como avanzadilla: Mende, Brest… aún a riesgo de tener que retirarlo si las cosas no funcionaban, como en Guipavas (Brest). El Hermano Barthélemy procede de la misma manera, reúne a los Hermanos veteranos más cercanos: Blain, CL 8, p. 111 (los “principales de entre los Hermanos”; Maillefer, 1980, p. 278 JM Valladolid, Tomo I, p. 565 (los “más acreditados de la comunidad”).

105 Blain, CL 8, p. 113. Eso es afortunadamente lo que sucederá con la elección del Hermano Barthélemy como Superior General de los Hermanos en 1717, pero fue posible gracias a la presencia del Fundador entre los Hermanos.

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106 Blain, CL 8, p. 113. Blain parece aquí muy críti-co y hasta bastante duro con el Hermano Barthélemy: “no se puede excusar la debilidad” (la debilidad no es una excusa). Más tarde hará su elogio en su Abrégé de la vie du Frère Barthélemy, premier Supérieur Général de la Société des Frères (CL 8). Después de la elección del Hermano Barthélemy y la muerte de La Salle, Blain continuará siendo el superior eclesiástico de los Herma-nos de Rouen y de Saint-Yon, y será a él a quien acuda el Hermano Timothée para escribir una biografía oficial del Fundador.

107 Blain, CL 8, p. 114.

108 Estos “principales Hermanos” aparecen nueva-mente en la carta del 1º de abril de 1714 y en diversas otras ocasiones a partir de este episodio.

109 Blain, CL 8, p. 115 - 116. Evidentemente nos pode-mos preguntar sobre la historicidad de esta reconstruc-ción de Blain, no estaba en París y escribía veinte años después de los acontecimientos.

110 Maillefer, 1980, p. 279, JM Valladolid, Tomo I, p. 566 habla de este asunto como de un “éxito”.

111 Blain, CL 8, p. 111.

112 Blain, CL 8, p. 149. Si se sigue la cronología de Blain, esta carta del abate Vivant, con fecha del 4 de abril de 1714, que mantiene el statu quo antes en lo concerniente a la Regla, es posterior en algunos días al correo que los principales Hermanos dirigen a La Salle.

113 Ver en Cahiers Lasalliens 57, p. 178-181, el estudio del Hermano Michel Sauvage que sitúa en paralelo el relato de Blain y el texto de la carta de los Hermanos del 1º de abril de 714.

114 Blain, CL 7, p. 186

115 Blain, CL 7, p. 187; ver también la Meditación 67, para el 14º domingo después de Pentecostés: “Del aban-dono en la Providencia”.

116 Blain pone comillas a lo largo de todo este pasaje, y hace hablar directamente a su personaje, pero Juan Bautista de La Salle, ¿habrá dejado algún documento escrito de esas reflexiones o es una reconstrucción ima-ginada por el biógrafo?

117 Blain, CL 7, p. 187-188. También aquí, Blain hace hablar a los maestros, cuando no dispone de ningún testimonio directo sobre el cual pudiera apoyarse para defender tales opiniones. A menos que los mismos per-tenezcan a alguna ‘memoria’ (la ¿memoria de los co-mienzos?) dejada por Juan Bautista de La Salle.

118 Según los términos de Blain, CL 7, p. 188.

119 Blain, CL 7, p. 188-189.

120 Blain, CL 7, p. 191-192.

121 Ver la Regla de los Hermanos de 1987, n° 53; Blain, CL 7, p. 240-241.

122 Al comportarse de ese modo, Juan Bautista de La Salle se desmarca radicalmente de las costumbres sociales de su tiempo: el oficio, el estado de vida son vividos como hereditarios. Se debe seguir el camino tra-zado por la familia. De ahí el apego de los artesanos y de los comerciantes a las corporaciones: así se facilita al máximo el acceso del hijo a la profesión del padre. Lo mismo sucede en la Iglesia con la transmisión de benefi-cios o cargas pastorales de tío a sobrino (obispado, par-roquia). Así sucedió ciertamente con la renuncia de la canonjía del canónigo Dozet en favor de Juan Bautista

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de La Salle, su primo segundo. Y el Fundador al renun-ciar a esa misma canonjía en favor del abate Faubert y no de su hermano Jean-Louis, rompe uno de los víncu-los mejor establecidos en la sociedad del siglo XVII. No debe pues sorprendernos la violencia de las reacciones familiares, y de su medio social en general. Es un pa-trimonio que se escapa, es un poderoso indicador de identidad que sale de la familia, es un empobrecimiento simbólico.

123 Blain. Abrégé, CL 8, p. 19.

124 Maillefer, en sus dos biografías, cita este texto en los términos de la versión que ha circulado entre las comunidades, pero poniéndole fecha del 1º de abril de 1715. Por lo demás todo su relato sobre este tema suce-de en 1715, ahora bien sabemos con certeza que Juan Bautista de La Salle estaba de regreso en París entre el 17 de julio de 1714 (carta del Hermano Barthélemy al Padre Martineau, párroco de Mende que habla del paso del Señor de La Salle por Mende) y el 5 de octubre d 1714 (carta del señor de Brou al señor Martineau que le dice que el señor de La Salle ha vuelto a París); ver Hermano José-María Valladolid, LASALLIANA N° 31, CHRONOLOGIE LASALLIENNE, Roma, 1994, p. 199 et 200.

125 Blain, CL 8, p. 120.

126 Blain, CL 8, p. 119.

127 El Hermano Leo Burkhard estaba convencido que La Salle había recibido la carta de los “principales Her-manos de París, Versailles y Saint-Denis” en Parme-nia. Hizo grabar y poner una placa en Parmenia para conmemorar la opción que salvó al Instituto. No hay obligación de seguir esta opción.

128 Esta lectura parte de la intuición que los Herma-nos, al igual que el Fundador, sabían utilizar los recur-sos de la retórica para presentar su argumentación. El aprendizaje de la retórica se impartía en los colegios, y varios Hermanos, habiendo seguido esa materia esco-lar, estaban capacitados para utilizarla. El estudio de los textos de La Salle con las técnicas de los estudios literarios no tiene nada de fútil y los resultados pueden resultar muy fecundos para comprender e interpretar su pensamiento.

129 Ver en Cahiers Lasalliens 57, p. 142-145, un estudio del Hermano Michel Sauvage sobre las eventuales iden-tidades de esos “principales Hermanos”.

130 “Nosotros los infrascritos, Hermanos de las Escuelas Cristianas, reunidos en la casa de Saint-Yon, para ocu-parnos de lo que es más urgente con respecto al bien de nuestro Instituto, viendo que, desde hace casi un año, el señor de La Salle, nuestro Fundador, a causa de sus achaques no está en condiciones de ocuparse de ello, he-mos juzgado conveniente y hasta creído necesario que el Hermano Barthélemy, encargado del gobierno de nuestra Sociedad desde hace varios años, vaya cuanto antes a visi-tar todas las casas que dependen de ella para conocer todo lo sucede y la manera como se vive, con el fin de que se pueda a continuación ver, con los principales Hermanos, los medios de establecer la unión y la uniformidad entre nosotros, de decidir y fijar nuestro gobierno, y estable-cer, al mismo tiempo, un reglamento general de nuestro Instituto, en una asamblea que según él indicará deberá celebrarse, en la casa de Saint-Yon, desde de la fiesta de la Ascensión, hasta Pentecostés. En fe de lo cual hemos firmado. Hecho en Saint-Yon, el 4 de diciembre de 1716. Firmantes: Hermano François, Hermano Dosithée, Her-mano Charles, Hermano Ambroise, Hermano Étienne.

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Me parece oportuno lo que los Hermanos han resuelto aquí. Firmado: de La Salle.Nos, superior de las Escuelas Cristianas, nombrado por el señor arzobispo de Rouen, permitimos al Hermano Barthélemy ausentarse durante algunos meses, para hacer lo el señor de La Salle y los Hermanos, arriba indicados, han juzgado necesario, lo cual nosotros mis-mos, al igual que ellos, creemos necesario. Firmado: J-B Blain”. Y el documento está ratificado por dos nota-rios, Luce y Sanadon. (Frère Lucard, Vie du vénérable Jean-Baptiste de La Salle, 2, p. 162-163).

131 Para comentar esta carta del 1º de abril de 1714 recurriremos ampliamente a las Meditaciones para el tiempo del retiro de Juan Bautista de La Salle. Estas meditaciones son una relectura del itinerario de las Es-cuelas Cristianas y de la Historia de la Salvación que tiene lugar en ellas, también pueden ser leídas como un tratado de ‘espiritualidad del educador’ y también como un tratado de ‘la consagración del Hermano a Dios’

132 Ver más adelante la puesta en paralelo por el Her-mano Michel Sauvage del texto de la carta del 1º de abril de 1714 y de las fórmulas de votos de 1691 y de 1694.

133 El subrayado es nuestro.

134 El Hermano Irénée (Claude-François du Lac de Montisambert) nació en Tigy (departamento del Loi-ret), en la diócesis de Orleáns, el 30 de octubre de 1691, entró en el Instituto el 6 de mayo de 1714, o hacia esa fecha. Proviene de una familia de la nobleza de espada. Teniente del regimiento de Champagne, fue herido en la batalla de Malplaquet en 1709. En 1713, abandona el ejército. Finalmente se encuentra con Juan Bautista de La Salle en Grenoble y entra en el Instituto. Rápida-

mente se convierte en auxiliar del Hermano Barthélemy en el Noviciado de Saint-Yon, lo remplaza cuando éste es elegido Superior General. Es elegido Asistente del Hermano Timothée, siendo a la vez Director del No-viciado. Como Asistente, el Hermano Irénée hizo va-rias visitas a todas las comunidades. Con esas visitas, ejerce una gran influencia sobre los Hermanos, a causa particularmente de la profundidad de su espiritualidad. Numerosos Hermanos además eran sus antiguos Novi-cios, le debían su formación en el espíritu del Fundador. Desde 1717, cuando se convirtió en Director de los no-vicios, y a lo largo de todo su tiempo como Asistente, de 1725 a 1747, el Hermano Irénée fue seguramente un personaje determinante para la formación de los Her-manos. (Ver Frère Augustine Loes, The First…, traduc-ción francesa, p. 148 à 155).

135 CL 3, p. 20-21.

136 El subrayado es nuestro.

137 Ver RC 11.

138 Blain, CL 8, p. 111, 116, 118, 149.

139 Sustancialmente, la formulación actual no ha cam-biado, incluso se ha reforzado: “Y a este fin yo, prometo y hago voto de unirme y permanecer en sociedad con los Hermanos de las Escuelas Cristianas, que se han reunido para tener juntos y por asociación las escuelas al servicio de los pobres”. (Fórmula de votos de 2007).

140 Estas consideraciones sobre el contenido de la gra-tuidad se encuentran también en la Regla de 1725, en el capítulo XVIII: “A qué obligan los Votos” (CL 25, p. 69), un capítulo nuevo que no figura en la Regla de 1718.

141 Ver DC1 105, 1: “Qué es la Iglesia y qué señales la dan a conocer”.

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142 El Hermano Michel Sauvage ha hecho un comen-tario exhaustivo de esta carta del 1º de abril de 1714 en Cahiers Lasalliens 57, p. 137-191. Dicha presentación de la carta con las diversas fórmulas de votos, se en-cuentra en p. 176-177.

143 Ver Blain, CL 8, p. 124.

144 LA 32,11. Es posible pensar que el recuerdo del Voto Heroico de 1691 entre La Salle, Nicolas Vuyard y Gabriel Drolin, no se haya perdido, el Hermano Gabriel Drolin debe ser asociado a ese acto decisivo en el cual el proyecto de los comienzos va a adquirir una fisonomía (casi) decisiva.

145 Blain, CL 8, p. 134.

146 Ver al final de esta obra.

147 Blain, CL 8, p. 108.

148 1Tim. 2:4.

149 1Co. 3:10.

150 1Tim. 2:4.

151 En su Presentación de la edición de las Medita-ciones para el tiempo del retiro propuesta al XL Capí-tulo General, p. 43.

152 1 Tim. 2: 4 en MR 193,1,1.

153 Ap. 7: 14, en MR 208,3,2.

154 Rm. 1: 17.

155 Hab. 3: 2.

156 Acta de elección de Juan Bautista de La Salle, 7 de junio de 1694. CL 3, p. 10, f° 18.

157 Ver anteriormente, página 56.

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ÍNDICE Juan Bautista de La Salle y los Hermanos 1714-2014

I. Un tiempo de cambios 5

Una visión de la sociedad francesa 7

Francia en guerra 10

Consecuencias de la revocación del Edicto de Nantes 10

Una manifestación de la “pequeña era glacial” 12

El final de un reinado 13

Un nuevo episodio de la querella jansenista 14

II. Juan Bautista de La Salle y los Hermanos 17

Generaciones diferentes 19

Los Hermanos de las Escuelas Cristianas: una Comunidad nueva 21

‘El pleito Clément’ y sus consecuencias: ¿una ‘crisis’ con los Hermanos? 24

¿Se ha cavado un foso entre Juan Bautista de La Salle y el Hermano Barthélemy? 27

III. Búsqueda de Dios, silencio de Dios 31

De Mende a Marsella, otro mundo, otra cultura 33

“No había venido a Provenza más que para destruir…” 35

“Dios ya no le decía nada” 38

Huir de los hombres 39

Comunidad y Misión, o el Dios reencontrado 41

IV. Los jalones de un relato 45

“Prometo y hago voto de unirme y permanecer en Sociedad con… para…” 47

En París, el replanteamiento de la Asociación 48

¿El establecimiento de otro Instituto? 49

Cambio de Superior y cambio de Regla 50

Finalmente, ¿qué fisonomía adquirirá la Comunidad de las Escuelas Cristianas? 54

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Treinta años antes: cuando los maestros de Reims toman la palabra 56

El cuestionamiento de los maestros en Reims 57

La respuesta de Juan Bautista de La Salle: un compromiso 59

El nombre de ‘Hermano’ 61

V. “En nombre y de parte del cuerpo de la Sociedad…” 63

Señor, nuestro muy querido padre: 65

La carta del 1º de abril de 1714. Lectura retórica 66

Nosotros, principales Hermanos… y obedientes inferiores 67

La carta de los Hermanos: una renovación de la Alianza de 1694 69

Al servicio de la Iglesia 75

Un don de Dios: guiar y gobernar 76

Todo el mundo está convencido 77

El ministerio de Fundador 80

La carta del 1º de abril de 1714: una relectura de los votos 81

VI. Rema mar adentro 83

Llevar a término “la santa obra de Dios” 85

Líneas de fuerza 88

Es Dios quien conduce la Historia 88

La obra de Dios es el lugar de la salvación 90

Trabajar para la Iglesia 92

La cuestión de la asociación 92

La cuestión del gobierno 93

En cierto modo, estas preguntas son siempre de actualidad en la vida de los lasalianos. 96

¿Debemos concluir? 98

Notas 101

Bibliografía 113

Índice 115

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Muestra - Erel EditionsImpresión - Navis

Impreso en Francia Abril 2014

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