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CERVANTES Y SU SENTIDO DE LA LENGUA: TRADUCCIÓN Helena Percas de Ponseti Al Caballero del Verde Gabán, le dice don Quijote que ha «merecido andar ya en estampa en casi todas o las más naciones del mundo. Treinta mil volúme- nes se han impreso de mi historia, y lleva camino de imprimirse treinta mil veces de millares, si el cielo no lo remedia» (II, 16). 1 ¿De dónde tal convic- ción? No lo dirá Cervantes porque traducir sea fácil. Vayamos un momento a la imprenta de Barcelona (II, 62). 2 Don Quijote se encuentra con un autor —no se le llama traductor— que acaba de traducir del toscano al castellano un libro llamado Le hágatele. No se conoce libro italiano de ese título, informan Rodolfo Schevill y Adolfo Bonilla tras haber «hojeado un sinnúmero de libros italianos y españoles sin dar con el rastro de tal obra». 3 Entendemos que se trata de un caso ficticio. Coraminas nos dice, en su Diccionario critico etimológico de la lengua castellana, bajo bagatela, que la primera documentación de esta palabra es precisamente el Quijote II, capítulo 62, que estamos comentando. Pero advir- tamos que no es en español sino en toscano, hágatele, que aparece el vocablo. En el Tesoro de la lengua castellana o española de Sebastián de Covarrubias (escrito entre 1606 y 1610, dice Martín de Riquer), 4 no aparece hágatela. —Y ¿qué responde Le hágatele en nuestro castellano?— preguntó don Quijote. —Le hágatele —dijo el autor— es como si en castellano dijésemos los juguetes. El «como si» ya delata inexactitud. [...] y aunque este libro [sigue diciendo el autor] es en el nombre humilde, contiene y encierra en sí cosas muy buenas y sustanciales. 1. El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, ed. Luis Andrés Murillo, vol. II, Madrid, Clásicos Castalia, 1985 3 , p. 151. Abreviado en adelante M. 2. M, II, 518-519, de donde vienen todas las citas. 3. Don Quixote de la Mancha, vol. IV, Madrid, Gráficas Reunidas, 1928, pp. 447-448, nota 294. Referencia dada por Murillo (II, 518). 4. Impresión de 1611, con las adiciones de Benito Remigio Noydens publicadas en la de 1674. Edición preparada por Martín de Riquer, Barcelona, 1943. ACTAS II - ASOCIACIÓN CERVANTISTAS. Helena PERCAS DE PONSETI. Cervantes y su sen...

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CERVANTES Y SU SENTIDO DE LA LENGUA: TRADUCCIÓN

Helena Percas de Ponseti

Al Caballero del Verde Gabán, le dice don Quijote que ha «merecido andar ya en estampa en casi todas o las más naciones del mundo . Treinta mil volúme­nes se han impreso de mi historia, y lleva camino de imprimirse treinta mil veces de millares, si el cielo no lo remedia» (II, 16). 1 ¿De dónde tal convic­ción? No lo dirá Cervantes porque traducir sea fácil.

Vayamos un momento a la imprenta de Barcelona (II, 62). 2 Don Quijote se encuentra con un autor —no se le llama traductor— que acaba de traducir del toscano al castellano un libro l lamado Le hágatele. No se conoce libro italiano de ese título, informan Rodolfo Schevill y Adolfo Bonilla tras haber «hojeado un s innúmero de libros italianos y españoles sin dar con el rastro de tal obra». 3 Entendemos que se trata de un caso ficticio.

Coraminas nos dice, en su Diccionario critico etimológico de la lengua castellana, bajo bagatela, que la primera documentación de esta palabra es precisamente el Quijote II, capítulo 62, que estamos comentando. Pero advir­tamos que no es en español sino en toscano, hágatele, que aparece el vocablo. En el Tesoro de la lengua castellana o española de Sebastián de Covarrubias (escrito entre 1606 y 1610, dice Martín de Riquer) , 4 no aparece hágatela.

—Y ¿qué responde Le hágatele en nuestro castellano?— preguntó don Quijote. —Le hágatele —dijo el autor— es como si en castellano dijésemos los juguetes.

El «como si» ya delata inexactitud.

[...] y aunque este libro [sigue diciendo el autor] es en el nombre humilde, contiene y encierra en sí cosas muy buenas y sustanciales.

1. El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, ed. Luis Andrés Murillo, vol. II, Madrid, Clásicos Castalia, 1985 3, p. 151. Abreviado en adelante M.

2. M, II, 518-519, de donde vienen todas las citas. 3. Don Quixote de la Mancha, vol. IV, Madrid, Gráficas Reunidas, 1928, pp. 447-448, nota 294.

Referencia dada por Murillo (II, 518). 4. Impresión de 1611, con las adiciones de Benito Remigio Noydens publicadas en la de 1674.

Edición preparada por Martín de Riquer, Barcelona, 1943.

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No hace falta ir más lejos para que el lector corriente recoja la ironía de que un libro sobre juguetes pueda contener cosas muy buenas y sustanciales.

—Yo —dijo don Quijote— sé algún tanto de el toscano, y me precio de cantar algunas estancias del Ariosto. [Volveremos a esto más adelante.]

Pero dígame vuesa merced, señor mío, y no lo digo porque quiero examinar el ingenio de vuesa merced, sino por curiosidad no más: ¿ha hallado en su escri­tura alguna vez nombrar piñata?

—Sí, muchas veces —respondió el autor. —Y ¿cómo la traduce vuesa merced en castellano? —preguntó don Quijote. —¿Cómo la había de traducir —replicó el autor—, sino diciendo olla? —¡Cuerpo de tal —dijo don Quijote—, y qué adelante está vuesa merced en

el toscano idioma! Yo apostaré una buena apuesta que adonde diga en el tosca-no piace, dice vuesa merced en el castellano place; y donde diga piü, dice más, y el su declara con arriba, y el giü con abajo.

—Sí declaro, por cierto —dijo el autor—, porque ésas son sus propias co­rrespondencias.

Hasta aquí no hay dificultad para ningún lector. Entendemos que se trata de una traducción literal y que es mala.

La florida alabanza de don Quijote a continuación sube de punto y medio el tono burlón de Cervantes, disipando cualquier duda que pudiera quedar en el espíritu más ingenuo:

—Osaré yo jurar —dijo don Quijote— que no es vuesa merced conocido en el mundo, enemigo siempre de premiar los floridos ingenios ni los loables traba­jos. ¡Qué de habilidades hay perdidas por ahí! ¡Qué de ingenios arrinconados! ¡Qué de virtudes menospreciadas!

Y ahora viene un pasaje que ha dado bastante que pensar:

Pero, con todo esto, me parece que el traducir de una lengua en otra, como no sea de las reinas de las lenguas, griega y latina, es como quien mira los tapices flamencos por el revés, que aunque se veen las figuras, son llenas de hilos que las escurecen y no se veen con la lisura y tez de la haz; y el traducir de lenguas fáciles ni arguye ingenio ni elocución, como no le arguye el que traslada ni el que copia un papel de otro papel.

La hermosa imagen del tapiz visto por el revés no es original de Cervan­tes, como se sabe. La utilizaron, según Pellicer, don Diego de Mendoza —atri­bución equivocada— 5 y don Luis de Zapata, desprestigiando con ella la tra­ducción. La imagen de Luis de Zapata (del Prefacio a su traducción del Arte poética de Horacio, 1592) 6 es la más cercana a la de Cervantes, como se pue­de observar en la edición de Rodríguez Marín, quien la recoge de Pellicer: «los libros traducidos son "tapicería del revés, que está allí la t rama, la mate­ria y las formas, colores y figuras, como madera y piedras por labrar, faltas

5. Así lo hace notar Lora Terracini en Lingua come problema nella letteratura spagnola del Cinquecen-to: con una frangía cervantina, Turín, Stampatori, 1979, p. 300. Debo esta referencia a Monique Joly, quien tuvo la gentileza de enviarme copia del capítulo pertinente, tras escuchar la presente ponencia.

6. Rectificación hecha por Terracini (p. 298), quien explica el origen del error cometido por Clemen-cín y Rodríguez Marín. Éstos dan la fecha de 1591.

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de lustre y de pulimento"». 7 Pero nótese que Cervantes sustituye la inapropia-da imagen de Zapata, «como madera y piedras por labrar, faltas de lustre y de pulimento», por la consecuente de «son llenas de hilos que las escurecen, y no se veen con la lisura y tez de la haz»: se trata de un tapiz y no de un monu­mento o escultura.

Y no por esto [—continúa don Quijote—] quiero inferir que no sea loable este ejercicio del traducir; porque en otras cosas peores se podría ocupar el hom­bre, y que menos provecho le trujesen.

Clemencín tacha de contradictorio, y con razón, el párrafo en que mez­cla don Quijote las lenguas clásicas con las lenguas fáciles y no se sabe a cuáles ni cómo atribuir lo de las traducciones que parecen tapicerías vis­tas por el revés: «Todo lo que aquí se dice sobre el arte de traducir está equi­vocado», 8 dice Clemencín. Atribuye la equivocación a Cervantes y no a don Quijote.

¿Y el lector qué piensa de todo esto de la traducción? Si no mira en detalles y ha captado las ironías anteriores, muy posiblemente capte esta últi­ma de que peores cosas podría hacer un mal t raductor que traducir. Así lo he entendido yo en las pr imeras lecturas de este pasaje. Y constato que Antonio Martí Alanis también lo ha entendido así . 9

Cristóbal Suárez de Figueroa, sin embargo, no lo entendió así, a pesar de la alabanza que hace de él Cervantes a través de don Quijote a renglón seguido.

Fuera de esta cuenta van los dos famosos traductores: el uno, el doctor Cris­tóbal de Figueroa, en su Pastor Fido,10 y el otro, don Juan de Jáuregui, en su Aminta, donde felizmente ponen en duda cuál es la traducción o cuál el ori­ginal. 1 1

Informa Rodríguez Marín que Cristóbal Suárez de Figueroa contestó a Cer­vantes «por boca del Doctor (que es él mismo)» que traduciendo «se lisongea a la lengua natural , con hazerle propias las buenas razones agenas. Y aunque muchos ignorantes [Cervantes] menosprecian esta ocupación, es, con todo, digna de cualquier honra» . 1 2 ¿Tomaría la alabanza por ironía reconociéndose en el «autor»? Su traducción, en efecto, tuvo poca celebridad según Clemen-

7. El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, nueva edición crítica, VIII, 88 n. 11; en adelante abreviado RM. El contexto entero está reproducido por Terracini, pp. 301-302.

8. El ingeriioso hidalgo don Quijote de la Mancha, ed. IV centenario, Madrid, Castilla, 1966, IV, 1877 n. 60.

9. «La función epistemológica del traductor de El Quijote», Anales Cervantinos, 23 (1985), 43. John C. Weiger ve la contradicción como típico reverso de Cervantes, consistente con sus ideas de que la originalidad en sentido cronológico puede ir subordinada a su propia reexposición («may be subordinat-ed to its own restatement»), The Substance of Cervantes, Cambridge, Cambridge University Press, 1985, p. 43.

10. Obra de Giovanni Battista Guarini (1537-1612). La traducción de Suárez de Figueroa se publicó en Ñapóles en 1602 y en Valencia en 1609 (M, 519, n. 24).

11. Don Juan de Jáuregui (1583-1641), poeta y pintor sevillano, publicó su versión de la Aminta de Torquato Tasso (1544-1595) en Roma en 1607 (M, 519, n. 25).

12. VIII, 89, n. 4.

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cín . 1 3 Cervantes siguió alabando a Suárez de Figueroa en Viaje del Parnaso, aparentemente en serio.

Si podemos deslindar aquí (como sugieren Murillo y otros) a don Quijote, quien se expresa confusamente, de Cervantes, quien piensa con claridad, po­demos entender lo siguiente: para t raducir de las lenguas griega y latina, que, como decía Valdés, en el Diálogo de la lengua (1535), eran «necesarias» por estar escrito en ellas «todo quanto bueno ay que pertenezca assí a religión como a ciencia», 1 4 se necesita ingenio y elocución. Pero también se necesita ingenio y elocución —pese a lo que dice don Quijote-— para t raducir de len­guas fáciles, sobre todo si el contenido es familiar y proverbial, pues va arrai­gado en las costumbres y en la tradición de un pueblo, y la literalidad puede desvirtuar el original más allá de lo reconocible. De esto ya nos hemos perca­tado a través de la conversación entre don Quijote y el autor.

Juan de Valdés explicaba que cada lengua tiene «sus vocablos propios y sus propias maneras de dezir». Y atribuía «la dificultad en el t raduzir bien de una lengua en otra» no sólo en verso sino en prosa y no ya sólo del griego, latín y hebreo, sino del toscano, no a una falta «de la lengua en que se tradu-ze, sino a la abundancia de aquélla de que se traduze» (p. 140). Añadía que puede resultar un tono como de «burla». (Lo decía a raíz de Nebrija, por escribir su vocabulario en castellano siendo él andaluz, p. 9.)

Volvamos ahora a la traducción de Le hágatele, los juguetes y piñata, olla. Lo pr imero que nos preguntamos es qué tienen que ver los juguetes con las ollas; aunque puede que tengan que ver los juegos con las piñatas.

Veamos primero bagattélla. El sentido corriente es «cosa di poco contó», de poca monta; antiguamente, «di poco prezzo». Franco Sacchétti (s. xrv-xv) dice: «Mo ti nasca il vermocan: sonó io cosi dappoco ch'io non vaglia piú che una pignatta?» (Cuando se apodera de ti el demonio: ¿soy yo tan poca cosa que no valgo más que un cacharro viejo?, Gd, 462, 2. a). En el siglo xvi, bagattini, dimi­nutivo de bagattélla, es «moneta vilissima», 1 5 «picciolissima», 1 6 «minuta», dice Boccaccio. 1 7 Pero cuando se dice con ironía es antitético, nos dice Tommaseo-Rigutini: «Una bagattélla! Bagattelle», para decir que se trata no de cosa de poca monta sino de todo lo contrario, que es de maravillar. 1 8 ¿Ya tenía este sentido en el siglo xvi? ¿Pudiera ser antitético el título Le hágatele y que no se hubiera apercibido el traductor de que no trata de juguetes sino de maravillas?

Antiguamente, bagatella era un «gioco di prestigio, di bussolotti», juego de m a n o s . 1 9 Con este sentido de destreza lo emplea, entre otros escritores,

13. IV, 1878, n. 63. 14. Ed. de José Montesinos, Madrid, La Lectura, 1928, pp. 140-141. De esto y de las analogías

lingüísticas entre Valdés y Cervantes traté más extensamente en mi libro Cervantes y su concepto del arte, Madrid, Gredos, 1975, pp. 58, 105-107, 110, 113-114, 439 y 566.

15. Nos lo dice Francesco Alunno (da Ferrara) en Della fabrica del mondo, Venecia, 1557. 16. Vocabulario, grammatica et orthographia de la lingua volgare, d'Alberto Acharísio dacento con

ispositio con privilegio di N.S. U d'altri [...], 1543. 17. Ver Francesco Alunno, Le ricchezze de la lingua volgare sopra il Boccaccio, Venecia, 1557, p. 37. 18. Citado por Salvatore Battaglia. Referencia en la nota siguiente. 19. Salvatore Battaglia, Grande dizionario della lingua italiana, voi. 1, Turin, Unione Tipografico-Edi-

trice Torinese, 1986, 942, 1.a. Abreviado Gd.

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precisamente Ariosto: «il più netto e il più bel giuoco di bagattelle ch'altro maestro giocasse mai» (Gd, 942, 1.a) (el más perfecto y diestro juego de ma­nos, de prestidigitación, que j amás haya ejecutado maestro alguno). En su comedia La cassarla, Ariosto le hace hablar a Vulpino de «un gioco apparec-chioli di bagattelle, il più bello e mirabile che si vedesse m a i » 2 0 (el más ágil, el más hermoso y admirable truco de manos que se haya visto jamás) .

Algunas de las maravillas que contiene Le. hágatele bien pudieran ser dies­tros juegos de manos y, por extensión maliciosa, aludir a hur to .

En italiano antiguo, bagattella también significaba astuzia, frode, inganno (astucia, fraude, engaño). Masuccio Salernitano (pseudónimo de Tommaso Guardati , 1410-1475?), autor de Novellino, y escritor polémico-satírico, habla de «quanti inganni e bagattelle avea adoperate tutto'1 suo vivente» (cuántos engaños y fraudes había realizado toda su vida, Gd, 942, 1.a). Luigi Pulci (1432?-1484?), autor de una épica caballeresca, Morgante, y de cartas y sone­tos llenos de crítica mordaz, escribe: «Pensa, lettor, che il traditor rasseti tutte sue bagattelle e sue bugie» (Piensa, lector, que el t raidor puso en obra todos sus fraudes y mentiras , Gd, 942, 1.a). Pietro Aretino (1492-1556), escritor de lenguaje nada convencional, dice: «Mi verria voglia d'interrogarvi del come sia possibile che voi sappiate tante bagatelle» (Me entran ganas de preguntarle cómo es posible que usted sepa tantos engaños, Gd, 942, 1.a). He aquí otros posibles indicios de los trucos, fraudes, estafas y engaños de que trata este libro de «nombre humilde».

En cuanto a pignatta, ¿qué significa además de olla en su sentido genérico de recipiente, contenitore, barattolo} Es el juego conocido con este nombre y que consiste en colgar una olla de barro de baja calidad para que quiebre con facilidad, llena de castañas u otras cosas, que debe romper con un palo uno de los jugadores que lleva los ojos vendados. Éste es el juego l lamado en España domingo de piñata (primer domingo de Cuaresma). Está documentado desde 1517, según Corominas, en su Diccionario etimológico de la lengua castellana, bajo pino. (En Hispanoamérica se juega en cualquier ocasión festiva.)

Veamos ahora lo que dice el Grande dizionario della lingua italiana de Salvatore Battaglia sobre pignatta Spegnata, pegnatta, pignata, pigniacta, pig-niata, pigniatta, voi. 13, pp. 462-463). Le consagra casi dos páginas de tres columnas —¿la abundancia de la lengua de la cual se traduce, como decía Juan de Valdés?; ¿«Le richezze della lingua volgare» como la considera Fran­cesco Alunno en el siglo xvi? Fluyen de la palabra pignatta y de sus sinónimos y derivados, pentola y pentolaccia, «usata n e l gioco omonimo», variedad de sentidos familiares y jergales, relativos a gordura, sepultura, partes púdicas de la anatomía humana , y otras cosas más . Con el vocablo pignatta se hacía referencia a una «persona di corporatura tozza e sgraciata, con i fianchi trop­po larghi» (persona de corporatura gruesa, baja, desmañada, y de caderas demasiado anchas, Gd, 462, 3. a).

También se aludía con este vocablo al hombre glotón «avvezzo a pignatte

20. Opere Minori, ed. de Aldo Vallone, voi. 4, Milàn, Rizzoli Editore, 1964, p. 260.

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e a boccali» (dado a comer y a beber [a la olla y a la jarra]): «grossolano» (burdo), «rozzo» (ignorante), «di bassa estrazione sociale» (de baja extracción social, Gd, 462, 2. a). En ese sentido, lo emplea Francesco Beccuti detto il Copetta (s. xvi): «Uomini dozzinali / mille e più punte false han date a vui, / gente avvezza a pignatte ed a boccali» (Hombres del montón / mil y más veces os han embaucado, / gente dada a excesos de comer y beber [dada a la olla y a la jarra] , Gd, 462, 2. a).

Un t iempo, se preparaban en pignattas de barro «remedi empirichi» (re­medios medicinales empíricos, Gd, 462, 2. a), y por extensión jergal se aludía a la muerte y a la sepultura, a convertirse en carne de olla: «Andare a fare terra da pignatte» (Gd, 463, 1.a). No faltan los significados sexuales, porque figura­tivamente pignatta, pignatta, significa «organo sessuale femminile» («rompere la pignatta a una donna»), ni homosexuales («Chi subisce l'atto sessuale»). Tales sentidos se encuentran en Lorenzo de Mèdici (s. xv), Gian Francesco Loredano (s. xvi), en la Commedia chiamata Aristippia (Roma, 1524) (Gd, 463, 3. a ; 462, 3. a), y en otros más . Y también significa bomba cuando la pignatta va llena de material explosivo. Pompeio Giustiniani (s. xvi) dice: «Non solamente si combatteva col ferro, ma con fuoco lavorato e pignatte articiali» (No sola­mente se combatía con el hierro, sino con proyectiles de fuego y con bombas improvisadas, Gd, 462, 3. a). Hay, además, numerosas locuciones a base de la palabra pignatta relacionadas con la falsa amistad, la política, la solución de una situación difícil, el restablecimiento del orden, el éxito de un negocio. La palabra piñata, que tradujo por olla el autor, bien pudiera pertenecer a la lengua hablada, y tener sentido figurativo, familiar o jergal, que hace de Le hágatele una maravilla.

Uno de los sentidos figurativos de pignatta, por ejemplo, es «guadagno an­che non onesto» (Fagiuoli), y bajo su sinónimo más moderno, pentola (ya docu­mentado por Francesco Alunno en el siglo xvi), encontramos el siguiente: «Fon-te da cui si ricevono guadagni illeciti» (Fuente de la que se reciben ganancias ilícitas, fraudulentas, Gd, 1.064, 2. a). Le pregunta don Quijote al autor:

[...] este libro [Le hágatele] ¿imprímese por su cuenta, o tiene ya vendido el privilegio a algún librero?

—Por mi cuenta lo imprimo —respondió el autor—, y pienso ganar mil du­cados, por lo menos, con esta primera impresión, que ha de ser de dos mil cuerpos, y se han de despachar a seis reales cada uno, en daca las pajas.

He aquí una ganancia ilícita —y de provecho como se dijo antes— para t raductor tan malo. Nos preguntamos, pues, si algunas de esas muchas veces que el t raductor de Le hágatele ha encontrado la palabra piñata y ha puesto olla, no se trataría de operaciones ilícitas y deshonestas como parece sugerir Cervantes por detrás de la candidez de don Quijote y la ignorancia del autor. En este caso, el libro contendría, en efecto, «cosas muy buenas y sustancia­les». Este sentido de «ganancia ilícita» está documentado en el diccionario de Battaglia desde el siglo xrx. Pero, a juzgar por el pasaje del Quijote arriba comentado, ya debió existir en el siglo xvi.

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A las dudas que hemos tenido sobre lo que quiso decir Cervantes con el contradictorio juicio de don Quijote sobre traducciones de lenguas clásicas y lenguas fáciles, nos ha respondido tácitamente que no es fácil t raducir bien de ninguna lengua difícil ni fácil sin ingenio ni elocución. Entre la ola de alaban­zas que hace el narrador-editor dentro del Quijote del pr imer autor Cide Fía­mete Benengeli, en el capítulo cuarenta de la segunda parte, dice que Cide Fíamete «aclara las dudas» y «responde a las tácitas». Así, táci tamente, es como ha respondido Cervantes a nuestras dudas por detrás de Cide Fíamete al contar la conversación entre don Quijote y el autor.

No es Cervantes quien anda equivocado «sobre el arte de traducir», como cree Clemencín. Es don Quijote quien, a diferencia de Cervantes, sólo sabe «algún tanto de el toscano» (lo cual también observa Clemencín en una nota anterior, la 55) y se precia «de cantar algunas estancias del Ariosto». ¿Del Orlando furioso, escrito en octavas endecasílabas como las estancias españo­las? Objeta Clemencín —equivocadamente según Carlos Romero— 2 1 que «las estancias del Ariosto, como que no son del género lírico, tampoco pertenecen a las poesías cantables». 2 2 Rodríguez Marín, siguiendo la objeción de Clemen­cín, cree que no se trataría de estancias sino de «sonetos, madrigales, cancio­nes, e tcétera, 2 3 que sin duda se cantarían» como se cantaban en España los sonetos, según se comprueba —dice— «en nuestras antiguas antologías musi­cales». 2 4 Pese a que las observaciones de Rodríguez Marín puedan parecer fuera de lugar aquí, ya que se trata de Italia y no de España, conviene seguir­las porque son pertinentes en el presente trabajo, como se verá más adelante.

Aduce Rodríguez Marín, como prueba de que se cantaban los sonetos en España, que el Caballero del Bosque, Sansón Carrasco, cantó uno . Sansón Carrasco improvisó ni con «muy mala ni muy buena» voz música para un soneto que no se nos dice ni si lo compuso él. ¿No estaría aludiendo Cervan­tes con lo de la voz del Caballero del Bosque a la impropiedad y torpeza de cantar sonetos, que hubiera o no precedentes en li teratura?

Creo que Cervantes casi nos confirma en otra parte, de una manera muy suya, que los sonetos no son propios para la improvisación ni para ser can­tados. En su comedia La Entretenida, Cervantes hace que un personaje, To­rrente, ponga su dolor de amor en un soneto (endecasílabo claro) que está entrecortado por una conversación entre otros tres personajes en octosíla­bos, que es como se dividen muchas frases de la lengua hablada. En octosíla­bos, o metro menor, se componen e improvisan romances y canciones sin forzar la lengua. Reproduzco a continuación el soneto entrecortado de octosí­labos.

TORRENTE: Pluguiera a Dios, que nunca aqui viniera, o ya que viene aqui, que nunca amara,

21. Carlos Romero, quien se hallaba presente durante la lectura de este trabajo, me asegura que en Italia se cantaban las estancias y, en general, las poesías de arte mayor.

22. TV, 1877, n. 56. 23. VIII, 87, n. 13. 24. TV, 264, n. 2. Lope de Vega habla de cantar sonetos en la Gatomaquia (RM, IV, 264).

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o ya que amé, que amor se me mostrara, de azero no, sino de blanda cera.

CARDENIO: Depositario fue el mar I de tus cartas y presentes. OCAÑA: El alma tengo en los dientes, I casi estoy para espirar. TORRENTE: O que de aquesta fregonil guerrera,

de los dos Soles de su hermosa cara, no tan agudas flechas me arrojara, o menos linda, y mas humana fuera.

MARCELA: Entrad, señor, do podays I mudar vestido decente. CARDENIO: Mi promesa no consiente / que essa merced me hagays. TORRENTE: Estas si son borrascas no fingidas,

de quien no espero verdadera calma, sino naufragios de mas duro aprieto.

CARDENIO: NO puedo mudar de trage /por vn tiempo limitado, que esta pobreza ha causado / la tormenta del viage.

TORRENTE: O tú, reparador de nuestras vidas, amor, cura las ansias de mi alma, que no pueden caber en vn Soneto.25

Pero volvamos a don Quijote y a su jactancia de saber «algún tanto de el toscano» y de cantar «algunas estancias del Ariosto». No serían las octavas del Orlando con la letra auténtica, como parece sugerírsenos con la inmediata pregunta al autor de si ha topado con la palabra piñata. ¿No aprendería don Quijote a cantar alguna estancia (octava) del Orlando en chunga con palabras cambiadas como se hacía a veces por el Mediterráneo, y que una de las pala­bras cambiadas fuera piñata? (Creo haber leído que se cantaban los sonetos de Petrarca cambiando la letra.) No he podido encontrar concordancias del Orlando para verificar si la palabra piñata aparece en él. Sospecho que no. No la he encontrado repasando la obra.

Cervantes juega con equívocos que tienen un propósito asequible en el contexto más amplio de otros episodios. Observamos que, en el capítulo 46 de la Segunda Parte, don Quijote canta, aunque con «voz ronquilla» (M, 384), un romance compuesto por él mismo —se nos dice. Más tarde, en el capítulo 68 (seis capítulos más allá del que comentamos) , cuando se siente derrotado, le dice a Sancho que piensa desfogarse con «un madrigalete» que ha compuesto durante la noche «en la memoria» (M, 554). Apoyado contra el tronco «de una haya o de un alcornoque —que Cide Hamete no distingue el árbol que era—» (pese a la gran diferencia entre sus troncos: el del haya es liso y el del

25. Obras completas de Miguel de Cervantes Saavedra, edición de la Real Academia Española, facsí­mile de las primitivas impresiones, vol. V, Madrid, Archivos Bibliotecas y Museos, 1917, p. 178. Sobre la ironía y el tono paródico que supone la fragmentación del soneto de Torrente, y cuyo blanco es Lope de Vega, véase Stanislav Zimic, «Observaciones sobre La Entretenida», Anales Cervantinos, 15 (1976), 19-119, específicamente 60-61. Debo esta referencia a Francisco Márquez Villanueva, quien escuchó la presente ponencia. Sobre la abundancia de sonetos en La Entretenida (seis, uno de pie quebrado) y la intención paródica en imitación burlesca del teatro de Lope de Vega y del soneto de Torrente, véase Juan Bautista Avalle-Arce, «On La Entretenida de Cervantes», Modem Language Notes, 74 (1959), 418-419. Más reciente­mente, Adriana Lewis Galanes menciona de pasada la intención burlesca del «soneto disperso» de To­rrente en Cervantes. Su obra y su mundo, Madrid, 1981, pp. 162 y 176. Referencia suministrada por Monique Joly.

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alcornoque nudoso y duro), «al son de sus mesmos suspiros cantó» don Qui­jote su madrigalete, nos dice Cide Hamete . ¿Distingue Cide Hamete entre can­tar y suspirar, suspirar y sollozar, sollozar y cantar? ¿Está desorientado al aplicar el sentido de la inflexión del arábigo a la inflexión de la voz de don Quijote, y no sabe bien lo que oye?

Lo que cantó o más bien sollozó don Quijote en su madrigalete («Cada verso déstos acompañaba con muchos suspiros y no pocas lágrimas», M, 555), es una traducción de otro madrigal sacado de Gli Asolarli de Pietro Bembo (1470-1547) sobre el tema tradicional del «muero porque no muero» . 2 6 ¿Qué pretendía Cervantes con el madrigalete de don Quijote? ¿Hacer ver lo inapro-piado de cantar el dolor de amor y de ausencia con juegos conceptuales y en metros clásicos de formas precisas? Está compuesto de doce versos heptasíla-bos y endecasílabos alternados. No es fácil componerlo «en la memoria», aun­que posiblemente sí reconstruirlo inconscientemente a base de un recuerdo. Si don Quijote habla de su madrigalete «sin intención despectiva», como cree Rodríguez Marín, no podemos decir lo mismo de Cervantes, quien tiene clara intención paródica por lo que a cantar se refiere. Éste es caso análogo al del soneto antes aludido cantado por Sansón Carrasco. Se trata ahora también de una composición que responde a reglas métricas fijas al estilo italiano de los siglos xv y xvi, tal como la cultivó con singular acierto Gutierre de Cetina. Por otra parte, la traducción cervantina del madrigal de Bembo es fiel al original tanto en el contenido como lingüística y r í tmicamente. Dejando de lado el valor poético de ambas composiciones, hemos de concluir que la traducción de Cervantes es buena, y que así la considera el traductor. Juzgúese:

MADRIGAL DE BEMBO

Quand'io penso al martire, Amor, che tu mi dai gravoso e forte, Corro per gir a morte, Così sperando i miei danni finire.

Ma poi ch'io giungo al passo Ch'è porto in questo mar d'ogni tormento, Tanto piacer ne sento, Che l'alma si rinforza, ond'io noi passo.

Così il viver m'ancide: Così la morte mi ritorna in vita. O miseria infinita, Che l'uno apporta e l'altra non recide.

[RM, X, 116-117]

MADRIGALETE DE DON QUIJOTE

—Amor, cuando yo pienso en el mal que me das, terrible y fuerte, voy corriendo a la muerte, pensando así acabar mi mal inmenso;

26. «El madrigalete de don Quijote», RM, X, 116-121.

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mas en llegando al paso que es puerto en este mar de mi tormento, tanta alegría siento, que la vida se esfuerza y no le paso.

Así el vivir me mata, que la muerte me torna a dar la vida. ¡Oh condición no oída la que conmigo muerte y vida trata!

[M, 555]

En retrospecto, y análogamente a la confusión de Cide Hamete sobre el cantar o sollozar de don Quijote, ¿no pudo confundirse don Quijote y creer que cantaba al aprender a leer o a recitar estancias en toscano, lengua de gran melodía como la más cercana del latín medieval que es de gran inflexión debido a que los tonos altos toman el lugar del acento tónico? ¿Y qué pensa­ría Cervantes sobre la propiedad de cantar épica heroica aunque se cantara en Italia? Todos estos comentarios implícitos de Cervantes sobre lengua, tra­ducción, sentido y aplicación, forman parte del tema recurrente a través de ambas partes del Qidjote. Merece un estudio especial que aclare la actitud crítica de Cervantes frente a poetas y poes ía 2 7 como de una manera más for­mal hizo en Viaje del Parnaso.2*

Creo que en el contexto de la conversación entre don Quijote y el autor, y de los implícitos lingüísticos que abundan en ella, tanto le hágatele como piña­ta son eufemismos para todo lo que hay de color subido en el original pero que ha sido suavizado o desvirtuado en la traducción del autor. Y como ad­vierte don Quijote, «si el libro es un poco avieso y no nada picante»...

¿Qué es lo que nos ha dicho táci tamente Cervantes en la conversación entre don Quijote y el autor en la imprenta de Barcelona?

En pr imer lugar, que el autor de Le hágatele oculta a Jerónimo de Urrea, traductor del Orlando furioso de Ariosto, como creen Hurtado de Mendoza, Clemencín y Rodríguez Marín, lo cual es lógico, puesto que se menciona a Ariosto, y por las correspondencias cavaglieri, caballeros; arme, armas; amori, amores —vocablos frecuentes en el Orlando furioso—, que traducía Urrea, con lo cual había ganado fama y d inero . 2 9

En segundo lugar, que Urrea tradujo mal, quitando y poniendo de su cosecha lo que le pareció. Máxime Chevalier nos da amplios detalles en L'Arioste en Espagne, a raíz del comentario del cura sobre el Orlando furioso en el episodio del escrutinio, capítulo 6 de la Primera Parte del Quijote, de cómo altera Urrea el texto del Orlando utilizando un estilo más casto, menos burlón y familiar, esforzándose por poner a salvo de la ironía de Ariosto la

27. Lo ha hecho Adriana Lewis Galanes sobre la totalidad de la obra cervantina en «Cervantes: el poeta en su tiempo», en Cervantes. Su obra y su mundo, Madrid, Editorial 6, 1981, pp. 159-178. Referen­cia de Monique Joly.

28. Libro que, según Francisco Márquez Villanueva, «no ha sido aún estudiado en cuanto obra maestra de una literatura "académica" en su más noble sentido». Véase «El mundo literario de los académicos de la Argamasilla», La Torre, 1 (1987), 17.

29. RM, VTII, 87, n. 26, 88, n. 13.

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nobleza y el clero, suprimiendo lo irreverente, añadiendo lo que le parece moral o lo que le gusta, etc., sin seguir criterio a lguno. 3 0 Por eso se le l lama autor y no traductor.

En tercer lugar, mediante las exageradas alabanzas que hace don Quijote del autor de Le hágatele, el engreído, el «pedante» don Quijote, como le enjui­cia Maxime Chevalier en este pasaje (pp. 449-450), denunciaría Cervantes a los críticos entusiastas de Urrea. Maxime Chevalier nos da sus nombres: Juan Aguilón y Serafín Centellas, amigos del traductor, Alonso de Ulloa, Millis Go-dínez, Hernando de Hozes, Juan de Mal Lara. Estos dos últ imos, según Che­valier, lo alabarían no por particular interés sino s inceramente (p. 75).

En cuarto lugar, habría dado a entender Cervantes a quienes conocen el toscano que el traductor de Le hágatele, aunque no lo ha traducido bien, cree que contiene cosas muy buenas y sustanciales, las que él ha puesto, y no las sustanciales que había en el original.

En quinto lugar, ha demostrado Cervantes que conoce bien no sólo el toscano hablado (sobre todo pignata) sino también el escrito (sobre todo ba-gattelle) a través de los autores clásicos italianos. Franco Meregalli nos lo ase­gura en su artículo «La literatura italiana en la obra de Cervantes». 3 1

En sexto lugar, Cervantes, que no menciona visiblemente lo bajo, lo obs­ceno, o lo indecoroso en sus escritos, ha mantenido aquí también sus princi­pios de sugerir pero no nombrar .

Finalmente, si Urrea fue el modelo vivo que motivó el pasaje sobre la traducción, tras la alusión a Urrea, aludiría Cervantes a otros traductores, a Diego de Salazar, por ejemplo, quien tradujo el Filocolo de Boccaccio (pigneta es palabra del vocabulario de Boccaccio, como observamos en Le ricchezze de la lingua volgare sopra il Boccaccio) y la Arcadia de Sannazaro junto con otros dos t raductores . 3 2 Pero, en general, se referiría Cervantes a los numerosos traductores del siglo XVI, quienes, como dice Jean Canavaggio, «no sólo no respetaban el espíritu de los originales, sino que desfiguraban y violentaban el castellano rebajándolo a un mero plagio del i tal iano». 3 3 En otras palabras, se referiría Cervantes a los defectos sin nombra r a las personas.

En el diálogo entre el autor y don Quijote, en la imprenta de Barcelona, plantea Cervantes una vez más el dificilísimo problema de la traducción ya tratado en otras ocasiones. Sólo que ahora nos da un ejemplo concreto de la naturaleza del problema, y de cómo ha sabido circunvenirlo en su propia obra. Hay un nivel narrativo, claro, sencillo, en el que entendemos lo esencial, que nos hace reír y mantiene vivo el interés. No presenta mayor dificultad de tra­ducción. El otro nivel, el alusivo, cargado de implícitos y contenido elíptico, el fundamental, se dirige a otro público y rebasa el problema de la traducción.

30. Burdeos, Bibliothèque de l'École des Hautes Études Hispaniques, 1966, principalmente pp. 71-84, 85, 100, 101 y 102.

31. Arcadia, 6 (1971), 1-15. También lo creyó Clemencín, 1877, n. 55. 32. Diccionario de literatura española, Madrid, Revista de Occidente, 1972, p. 817. 33. «Alonso López Pinciano y la estética literaria de Cervantes en el Quijote», Anales Cervantinos, 7

(1958), 42.

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Cervantes mismo nos señala esos dos niveles cuando declara, en el capí­tulo 44 de la Segunda Parte, que «los sucesos de don Quijote o se han de celebrar con admiración o con risa». La risa es de quienes se divierten con las gracias y equívocos de don Quijote. La admiración es de quienes entienden los implícitos e inequívocos de Cervantes.

Ent rando en el Quijote por la puerta principal, la de la t rama, Reading for the plot, como dice Peter Brooks (Nueva York, Random House, 1984), y de­muestra Edward C. Riley en Don Quixote (Londres, Alien & Unwin, 1986), no se desorienta ningún lector.

El Quijote es perfectamente asequible para todos en su nivel narrativo, hasta en traducción. De ahí la gran confianza de Cervantes en que no habrá lengua en el mundo a que no se t raduzca el Quijote.

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