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CARLOS FUENTES GRINGO IEJO Un nuevo libro de Carlos Fuentes merece siempre ser saludado co mo un gran acontecimient o. Eso es: un gran acont e cimiento de las letras en lenguae spañola. Grin go viejo es el título de la novela que en breve ofr ecerá a los lectores el Fondo de Cultura Econ ómi- ca, de la cual adelantamos aquí estas páginas. El gringo viejo vino a México a morirse. El coronel Frutos García ordenó que rodearan el montículo de linternas y se pusieran a escarbar recio. Los soldados de torso desnudo y nucas sudo- rosas agarraron las palas y las clavaron en e! mez- quital. Gringo viejo: así le dijeron al hombre aquel que el coronel recordaba ahora mientras el niño Pedro miraba intensamente a los hombres trabajando en la noche del desierto: e! niño vio de nuevo una pis- tola cruzándose en el aire con un peso de plata. - Por puro accidente nos encontramos aquella mañana en Chihuahua y aunque él no lo dijo, to- dos entendimos que est aba aquí para que lo matá - ramos nosotros, los mexicanos. A eso vino. Por eso cruzó la frontera, en aquellas épocas en que muy pocos nos apartábamos del lugar de nuestro naci- miento. Las paletadas de tierra eran nubes rojas extra- viadas de la altura : demasiado cerca del suelo y la luz de las linternas. - Ellos, los gringos, sí -dijo el corone! Frutos García- , se pasaron la vida cru - zando fronteras, las suyas y las ajenas- y ahora el viejo la habí a cruzado ha cia e! sur porque ya no te- nía fronteras que cruzar en su propio país. - Cuidadito. (" ¿y la frontera de aquí ad ent ro ?", habí a dicho la gringa tocándose la cabeza. "¿Y la frontera de acá adentro?", habí a dicho el general Arroyo, to- cándose el corazón. "Hay una frontera que sólo nos atr evemos a cruzar de noche -h abía dicho el 3 gringo viejo- : la frontera de nuestras diferencias con los demás, de nuestros combates con nosostros . ") mismos. - El gringo viejo se murió en México. Nomás porque cruzó la frontera. ¿No era ésa razó n de sobra? - dijo e! coronel Frutos García. -¿Recuerdan cómo se ponía si se cortaba la cara al rasurarse? - dijo Inocencia Mansalva con sus angostos ojos verdes. - O e! miedo que le tenía a los perros rabiosos - añadió e! coronel. - No, no es cierto, era valiente - dijo e! niño Pe- dro .

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CARLOS FUENTES

GRINGO

IEJOUn nuevo libro de Carlos Fuentes merece siempre sersaludado como un gran acontecimiento. Eso es: ungran acontecimiento de las letras en lenguaespañola.Gringo viejo es el título de la novela que en breveofrecerá a los lectores el Fondo de Cultura Económi­ca, de la cual adelantamos aquí estas páginas.

El gringo viejo vino a México a morirse.El coronel Frutos García ordenó que rodearan

el montículo de linternas y se pusieran a escarbarrecio. Los soldados de torso desnudo y nucas sudo­rosas agarraron las palas y las clavaron en e! mez­quital.

Gringo viejo : así le dijeron al hombre aquel queel coronel recordaba ahora mientras el niño Pedromiraba intensamente a los hombres trabajando enla noche del desierto : e! niño vio de nuevo una pis­tola cruzándose en el aire con un peso de plata.

- Por puro accidente nos encontramos aquellamañana en Chihuahua y aunque él no lo dijo, to­dos entendimos que estaba aquí para que lo matá­ramos nosotros, los mexicanos. A eso vino. Por esocruzó la frontera , en aquellas épocas en que muypocos nos apartábamos del lugar de nuestro naci­miento.

La s paletadas de tierra eran nubes rojas extra­viadas de la altur a : demasiado cerca del suelo y laluz de las linternas. - Ellos, los gringos, sí -dijo elcorone! Frutos García - , se pasaron la vida cru ­zando fronteras, las suyas y las ajenas- y ahora elviejo la había cruzado ha cia e! sur porque ya no te­nía frontera s que cruzar en su propio país.

- Cuidadito.(" ¿y la frontera de aquí adentro ?", habí a dicho

la gringa tocándose la cabeza. " ¿Y la frontera deacá ad entro ?", había dicho el general Arroyo, to­

cándose el corazón. " Hay un a frontera que sólonos atrevemos a cruza r de noche -había dicho el

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gringo viejo- : la frontera de nuestras diferenciascon los demás, de nuestros combates con nosostros

. " )mismos.- El gringo viejo se murió en México. Nomás

porque cruzó la frontera. ¿No era ésa razó n desobra ? - dijo e! coronel Frutos García .

- ¿Recuerdan cómo se ponía si se cortaba lacara al rasurarse ? - dijo Inocencia Mansalva consus angostos ojos verdes.

- O e! miedo que le tenía a los perros rabiosos- añadió e! coronel.

- No, no es cierto, era valiente - dijo e! niño Pe-dro .

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- Pues para mí que era un santo -se rió la Gar­duña.

- No, simplemente quería ser recordado siem­pre como fue -:-dijo Harriett Winslow.

-Cuidadito, cuidadito.- Mucho más tarde, todos nos fuimos enteran-

do a pedacitos de su vida y entendimos por quévino a México e! gringo viejo. Tenía razón, supon­go. Desde que llegó dio a entender que se sentía fa­tigado; las cosas ya no marchaban como antes, ynosotros lo respetábamos porque aquí nunca p~re­

ció cansado y se mostró tan valiente como e! quemás. Tienes razón, muchacho. Demasiado valien­te para su propio bien.

-Cuidadito.Las palas pegaron contra la madera y los solda­

dos se detuvieron un instante, limpiándose e! su­dor de las frentes .

Bromeaba e! gringo viejo: " Q uiero ir a ver siesos mexicanos saben disparar derecho. Mi traba­jo ha terminado y yo también. Me gusta el juego,me gusta la pelea, quiero verla. "

-Claro, tenía ojos de despedida.- No tenía familia .-Se había retirado y andaba recorriendo los lu-

gares de' su juventud, California donde trabajó deperiodista, e! sur de los Estados Unidos donde pe­leó durante la guerra civil, Nueva Orleáns dondele gustaba beber y mujerear y sentirse el mero dia­blo.

-Ah que mi coronel tan sabedor.-Cuidadito con e! coronel; parece que ya se le

subieron y nomás está oyendo.- y ahora México: un~ memoria de su familia,

un lugar adonde su padre había venido, de solda­do también, cuando nos invadieron hace más demedio siglo.

"Fueunsoldado, luchó contra salvajes desnudos y siguióla bandera de supaíshasta la capital de una ra~a cunlira­da, muy al sur."

Bromeaba el gringo viejo: "Quiero ver si esosmexicanos saben disparar derecho. Mi trabajo haterminado y yo también."

- Esto no lo entendíamos porque lo vimos llegartan girito al viejo, tan derechito y sin que las ma­nos le temblaran. Si entró a la tropa de mi generalArroyo fue porque tú mismo, Pedrito, le diste laoportunidad y él se la ganó con una Colt 44.

Los hombres se hincaron alrededor de la fosaabierta y arañaron los ángulos de la caja de pino.

- Pero también decía que morir despedazadodelante de un paredón mexicano no era una malamanera de despedirse del mundo. Sonreía: "Es

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mejor que morirse de anciano, de enfermedades oporque se cayó uno por la escalera. "

El corone! se quedó callado un instante : tuvo laclara sensación de oír una gota que caía en mediode! desierto. Miró al cielo seco. El rumor del océa­no se apagó.

- Nunca supimos cómo se llamaba de verda d ­añadió mirando a Inocencio Mansalvo, desnudo ysudoroso, de rodillas ante la caja pesada y tenaz ­mente atada al desierto, como si en tan poco tiem­po hubiera echado raíces - ; los nombres gringosno cuestan mucho trabajo, igual que las carasgringas, que todas nos parecen igualitas; hablanen chino los gringos -se carcajeó la Garduña, quepor nada de este mundo se perdía un entierro,cuantimenos un desentierro-r ; sus caras son enchino, deslavadas, todititas igualitas para noso­tros.

Inocencio Mansalvo arrancó un tablón mediopodrido de la caja y apareció la cara del gringo vie­jo, devorada por la noche más que por la muerte:

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devorada, pensó e! corone! Frutos García, por lanaturaleza. Esto le daba al rostro curtido, verdosoextrañamente sonriente porque e! rictus de la bocahabía dejado al descubierto las encías y los dienteslargos, dientes de caballo y de gringo, un aire deburla permanente.

Todos se quedaron mirando un minuto lo que.las luces de la noche dejaban ver , que eran las lu­ces gemelas de los ojos hundidos pero abiertos de!cadáver. Al niño lo que más le llamó la atenciónfue que el gringo apareciera peinado en la muerte,e! pelo blanco aplacado como si allá abajo andu­viera un diablito peinador encargado de humede­cerles e! pelo a los muertos para que se vieran bienal encontrarse con la pelona.

- La pelona - exclamó a carcajadas la Gardu­fía.

-Apúrenle, apúrenle- dio la orden FrutosGarcía - , sáquenlo de prisa que mañana mismodebe estar en Camargo e! cabrón viejo este -dijocon la voz medio atorada el corone!- apúrense

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que ya va camino de! polvo y si viniera un viento,se nos va para siempre el gringo viejo ...

y la verdad es que casi sucedió así , soplando elviento entre tierras abandonadas, barriales y sali­nas, tierras de indios insumisos y españoles rene­gados, cuatreros azarosos y minas dejadas a la os­cura inundación de! infierno : la verdad es que casise va el cadáver del gringo viejo a unirse al vientodel desierto, como si la frontera que un día cruzófuera de aire y no de tierra y abarcara todos lostiempos que ellos podían recordar detenidos allí,con un muerto desenterrado entre los brazos (laGarduña quitándole la tierra del cuerpo al gringoviejo, gimiente, apresurada ; el niño sin atreverse atocar a un muerto) : los demás recordando a ciegaslos largos tiempos y los vastos espacios de un ladoy otro de la herida que al norte se abría como e! ríomismo desde los cañones despeñados: islas en losdesiertos de! norte, viejas tierras de los pueblos, losnavajos y los apaches, cazadores y campesinos so­metidos a medias a las furias aventureras de Espa­ña en América : las tierras de Chihuahua y el RíoGrande venían misteriosamente a morir aquí, eneste páramo donde ellos un grupo de soldados,mantenían por unos segundos la postura de la pie­dad, azorados ante su propio acto y la compasiónhermana del acto, hasta que e! coronel dijo de pri­sa , rompió e! instante, de prisa, muchachos, hayque devolver al gringo a su tierra, son órdenes demi general.

y luego miró los ojos azules hundidos del muer­to y se asustó porque los vio perder por un momen­to la lejanía que necesitamos darle a la muerte. Aesos ojos les dijo porque parecían vivos aún:

-¿Nunca piensan ustedes que toda esta tierrafue nuestra?- Ah, nuestro rencor' y nuestra me­moria van juntos.

Inocencia Mansalva miró duro a su coronel Fru­tos Garda y se puso el sombrero tejano cubierto detierra. Se fue hacia su caballo regando tierra desdela cabeza y luego todo se precipitó, acciones, órde­nes, movimientos: una sola escena, cada vez máslejana, más apagada, hasta que ya no fue posiblever al grupo del coronel Frutos García y el niño Pe­dro, la carcajeante Garduña y el rendido Inocen­cia Mansalva: los soldados y e! cadáver del gringoviejo, envuelto en una frazada y amarrado, tieso,a un trineo del desierto : una camilla de acote ycuerdas de cuero arrastrada por dos caballosCIegos.

-Ah -sonrió e! coronel- , ser un gringo en Mé­xico . Eso es mejor que suicidarse. Eso decía elgringo viejo.O