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7/13/2019 CARLA GRAS y VALERIA HERNÁNDEZ - 'Modelo Productivo y Actores Sociales en El Agro Argentino' - 2006 http://slidepdf.com/reader/full/carla-gras-y-valeria-hernandez-modelo-productivo-y-actores-sociales 1/33 227  ARTICULO  Revista Mexicana de Sociología  70, núm. 2 (abril-junio, 2008): 227-??. D. R. © 2008. Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Sociales.  Revista Mexicana de Sociología 70, núm. 2 (abril-junio, 2008): 227-259. México, D. F. ISSN: 0188-2503/08/07002-01. Modelo productivo y actores sociales en el agro argentino C  ARLA  GRAS*  Y V  ALERIA  HERNÁNDEZ**  Resumen: Este artículo aborda las transforma- ciones del paisaje social rural argentino como  resultado del cambio de modelo productivo de la década de los noventa. A partir del aná- lisis de historias de vida de productores que comparten una posición de origen similar (la  pertenencia a las franjas de familiares capita- lizados), reflexionamos sobre algunos rasgos  materiales y simbólicos centrales de los proce-  sos ligados a dichas transformaciones: el rol  del conocimiento, la relación con la tierra, y los vínculos familia-explotación.  Abstract: This article deals with the transfor-  mations expressed in the Argentinian rural  social landscape as a result of the change of the productive model in the 90’s. Taking as  a point of departure the producers’ life sto-  ries who share a similar origin position—to belong to capitalized relatives segments, we  reflect on some key material and symbolic  features in the processes linked to such trans-  formations: the role played by knowledge, the relationship with the land as well as the  family-exploitation bonds. Palabras clave: estructura agraria; innovación tecnológica; empresarios familiares; productores familiares; perfiles identitarios.  Key words: agrar ian struct ure; technological innovation; family-related entrepreneurs ; famil y-relat ed  producers; identity profiles. D urante la década de los noventa, la Argentina consolidó el proceso de liberalización político y económico iniciado con el gobierno militar en 1976. El conjunto de sus instituciones se vieron remode- ladas, y sus consecuencias se hicieron sentir en todos los niveles y esferas de intervención social. En el sector agropecuario, se eliminaron casi todos *  Doctora en Sociología de la Universidad de Buenos Aires; Investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas (Conicet). Universidad de “General Sarmiento” (UNGS) [Cramer 2240, 1º Piso/1428, Buenos Aires, Argentina. Número de teléfono y de fax: (5411) 4469-7506. Correo electrónico: <[email protected] >; <  sgras@  ungs.edu.ar >. **  Doctora en Antropología de l’École des Hautes Études en Sciences Sociales (Francia). Investigadora del Institut pour le Recherche et le Développement ( IRD), Fran- cia. Esmeralda 2043/1602, Buenos Aires, Argentina. Correos electrónicos: <  hernande@ bondy.ird.fr >; < >; < hernandez vale yahoo com  [email protected]> >.

CARLA GRAS y VALERIA HERNÁNDEZ - 'Modelo Productivo y Actores Sociales en El Agro Argentino' - 2006

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    Revista Mexicana de Sociologa 70, nm. 2 (abril-junio, 2008): 227-??.D. R. 2008. Universidad Nacional Autnoma de Mxico-Instituto de Investigaciones Sociales. Revista Mexicana de Sociologa 70, nm. 2 (abril-junio, 2008): 227-259. Mxico, D. F. ISSN: 0188-2503/08/07002-01.

    Modelo productivo y actores sociales en el agro argentino

    CARLA GRAS* Y VALERIA HERNNDEZ**

    Resumen: Este artculo aborda las transforma-ciones del paisaje social rural argentino como resultado del cambio de modelo productivo de la dcada de los noventa. A partir del an-lisis de historias de vida de productores que comparten una posicin de origen similar (la pertenencia a las franjas de familiares capita-lizados), reflexionamos sobre algunos rasgos materiales y simblicos centrales de los proce-sos ligados a dichas transformaciones: el rol del conocimiento, la relacin con la tierra, y los vnculos familia-explotacin.

    Abstract: This article deals with the transfor-mations expressed in the Argentinian rural social landscape as a result of the change of the productive model in the 90s. Taking as a point of departure the producers life sto-ries who share a similar origin positionto belong to capitalized relatives segments, we reflect on some key material and symbolic features in the processes linked to such trans-formations: the role played by knowledge, the relationship with the land as well as the family-exploitation bonds.

    Palabras clave: estructura agraria; innovacin tecnolgica; empresarios familiares; productores familiares; perfiles identitarios.

    Key words: agrarian structure; technological innovation; family-related entrepreneurs; family-related producers; identity profiles.

    Durante la dcada de los noventa, la Argentina consolid el proceso de liberalizacin poltico y econmico iniciado con el gobierno militar en 1976. El conjunto de sus instituciones se vieron remode-ladas, y sus consecuencias se hicieron sentir en todos los niveles y esferas de intervencin social. En el sector agropecuario, se eliminaron casi todos

    * Doctora en Sociologa de la Universidad de Buenos Aires; Investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Cientficas (Conicet). Universidad de General Sarmiento (UNGS) [Cramer 2240, 1 Piso/1428, Buenos Aires, Argentina. Nmero de telfono y de fax: (5411) 4469-7506. Correo electrnico: ; .

    ** Doctora en Antropologa de lcole des Hautes tudes en Sciences Sociales (Francia). Investigadora del Institut pour le Recherche et le Dveloppement (IRD), Fran-cia. Esmeralda 2043/1602, Buenos Aires, Argentina. Correos electrnicos: ; ; . >.

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    los impuestos a las exportaciones (lo cual favoreci la produccin orien-tada al mercado internacional), los aranceles a la importacin de bienes de capital (lo que impuls la renovacin del parque de maquina rias) y una serie de organismos pblicos reguladores del sector que haban per-mitido la coexistencia de actores econmica y socialmente heterogneos. La competencia intrasectorial adquiri entonces una nueva lgica, donde el peso de las reglas del mercado internacional result determinante. Por otro lado, el Estado se retir del mercado financiero; asimismo, dej a los sectores ms frgiles sin crditos blandos y como nico recurso el mercado de capital privado: bancos, cooperativas.

    Tales cambios fueron acompaados por otros de tipo tecnolgico, ligados fundamentalmente a dos factores: tanto la introduccin de culti-vos transgnicos como la incorporacin de las nuevas tecnologas de la informacin y la comunicacin como instrumento de una agricultura de precisin (los sistemas de GPS, internet y otros). La biotecnologa moder-na entra en el paisaje rural argentino en 1996, de la mano de la soja resistente al glifosato (soja RR de Monsanto, comercializada inicialmente por la semillera Nidera). En ese momento, buena parte de los pequeos y medianos agricultores se encontraban fuertemente endeudados y con una oferta crediticia escasa. La estrategia de las semilleras fue financiar la compra del paquete (soja RG/glifosato). Por un lado, ello facilit el acceso de los productores a estas tecnologas; por el otro, trajo consi-go una dependencia cada vez mayor respecto de dichos proveedores (Hernndez, 2007).

    Al modificar los umbrales tecnolgicos mnimos para permanecer en la produccin, el nuevo modelo impuls la intensificacin en el uso del capital en los procesos productivos. Ello sumado a la apertura externa, con la consecuente exposicin de los productores a las oscilaciones en los precios internacionales y a las transformaciones en los precios relativos reorganiz la estructura de costos de las explotaciones agropecuarias y llev a la configuracin de nuevas escalas de rentabilidad. As, durante toda la dcada se observara un incremento sostenido del tamao m-nimo para una explotacin rentable. Estos cambios repercutiran sobre la estructura agraria: entre 1988 y 2002 la cantidad total de unidades productivas pas de 421 mil a 331 mil, lo cual significa una disminucin de alrededor de 88 mil explotaciones, que en trminos relativos alcanza 21%. Conjuntamente, el tamao promedio de las mismas aument 25%, para alcanzar 587 hectreas en 2002.

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    El panorama general del campo argentino presenta, as, procesos propios del capitalismo contemporneo,1 que acarrearon el fortalecimien-to del gran capital y el empobrecimiento de campesinos y trabajadores rurales. No obstante, como sealara Murmis (1998) en un artculo que tempranamente conceptualizaba las transformaciones ligadas a la globa-lizacin capitalista, junto con el proceso de concentracin coexisten otros movimientos. Por un lado, la produccin de cortes entre quienes logran mantener un ritmo de cambio y quienes no; tal movimiento entraa una mayor diversidad vertical, lo cual profundiza la clsica hete-rogeneidad del agro argentino. Por el otro, la existencia de constantes movimientos de diferenciacin social que traen consigo la ampliacin de la diversidad dentro de capas anteriormente homogneas. En definitiva, una concentracin que acenta la diversidad vertical y la heterogeneizacin dentro de cada categora social.

    La consideracin de estos tres movimientos constituye un soporte terico bsico para nuestro anlisis. Los casos etnogrficos que presen-ta mos pertenecen a un sector de productores anteriormente incluido en los procesos de modernizacin capitalista y que haban participado de la modernizacin tecnolgica operada en las dcadas de los setenta y los ochenta. Nos referimos a los productores familiares capitalizados, cuya presencia caracteriz el desarrollo agrario de la Argentina en la rica regin pampeana, pero tambin en las llamadas reas extrapampeanas.2 El rasgo caracterstico de dichos sujetos ha sido la presencia de la familia en la gestin de la unidad agropecuaria, la propiedad de la tierra, y la interconexin entre acumulacin de capital y bienestar familiar.

    Entre tales productores se verifica un fuerte proceso de heterogenei-zacin que trajo consigo la ampliacin de la diversidad en relacin con los niveles de mecanizacin y de incorporacin de trabajo asalariado, el grado de compromiso de la familia con las tareas de la explotacin (entre el trabajo fsico y el de gestin), la expansin de superficie, el acceso a

    1 Concentracin de la produccin (fenmeno que no fue seguido en la misma pro-porcin por una concentracin de la propiedad de la tierra); expansin de la frontera agrcola; tercerizacin de servicios y transnacionalizacin de la oferta de insumos y maquinarias; y, finalmente, resignificacin del mapa institucional (roles y representacin de las asociaciones tradicionales y aparicin de otras).

    2 Referencias sobre este tipo de productores en las zonas caeras y tabacaleras del noroeste argentino pueden consultarse en Giarracca y Aparicio (1992); Aparicio y Gras (1995) y Gras (2005).

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    insumos o financiamiento.3 Y ms importante: en ellos se puede obser-var la medida en que la heterogeneizacin culmina en la expulsin de productores. En este sentido, en el presente artculo nos centraremos en productores que habiendo compartido una posicin de origen simi-lar (la pertenencia a las franjas de productores familiares capitalizados), recorrieron trayectorias sociales divergentes, cuyos puntos de llegada los ubican en categoras sociales diferentes; ellas mismas manifestaciones de aquel proceso de diferenciacin social al que hicimos referencia. As, con-sideraremos tanto los perfiles que se dinamizaron como los que se vieron debilitados, incluso excluidos por las nuevas coordenadas productivas, situaciones contrastantes que nos permitirn rastrear trazos centrales de los procesos de descomposicin y recomposicin de la produccin fami-liar capitalizada en el agro argentino. Como veremos, la relacin entre la familia, la organizacin-gestin de la unidad productiva y la propiedad de la tierra se transforma de variadas maneras, proceso que no puede ser analizado como mero reflejo de las tendencias estructurales. Al con-trario, para comprenderlo en toda su complejidad resulta fundamental restituir el protagonismo de los sujetos, as como estudiar sus lgicas de accin y sus consecuencias materiales y simblicas en la constitucin de categoras diferenciales. La propia autodefinicin de los sujetos: unos como empresarios familiares, otros como chacareros4 o productores familiares, son en s mismos indicativos del proceso que han atravesado y de las consecuencias que han acarreado en la produccin de identidades.

    Nuestro material de anlisis sern las historias de vida registradas durante dos trabajos de campo realizados en las provincias de Entre Ros y Santa Fe, entre 2005 y 2006. La primera integra un rea histricamente marginal de la regin pampeana; la segunda se halla en el ncleo agrcola de dicha regin, tempranamente integrada al mercado capitalista mun-dial. Si bien el valor y la productividad de las tierras en Santa Fe es muy superior al de Entre Ros,5 a partir de la adopcin del nuevo paquete

    3 Vase Murmis (1998).4 El trmino chacarero remite al proceso histrico de conformacin de la agricultu-

    ra familiar en la regin pampeana argentina, signado por las luchas por el acceso a la tierra, que tienen un punto de inflexin con el llamado Grito de Alcorta en 1912. Aquella huelga agraria seala el pasaje de la identidad de arrendatario a la de chacarero ( Bidaseca, 2005). Desde entonces, esa categora identific a los pequeos y medianos propietarios familiares que basaban su organizacin productiva en el trabajo de la familia.

    5 Ambas provincias estn ubicadas en zonas con diferencias agroecolgicas; ello determina que los rendimientos por hectrea en el sur de Santa Fe sean significativa-mente superiores que en Entre Ros. En consecuencia, el valor de mercado de las tierras

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    tecnolgico el perfil productivo entrerriano se ha visto profundamente afectado: de ser una provincia tradicionalmente ganadera, es hoy un ejemplo del proceso de agriculturizacin del pas.

    Focalizando as nuestra atencin por un lado en los actores que se apropiaron con xito del nuevo modelo de explotacin agropecuaria, y por el otro en quienes se vieron desplazados de la actividad, nos proponemos reflexionar sobre ciertos rasgos que comienzan a ser evoca-dos de manera recurrente por los entrevistados como singularidades de una determinada identidad social, rasgos que dan lugar a la dinmica ellos/nosotros, lo cual muestra la presencia de un proceso de reformulacin del mapa simblico rural. Con el objetivo de dar cuenta de este proce-so de produccin de alteridades, presentaremos, en primer lugar, a quie-nes se reconocen como empresarios y subrayan la evolucin de su propio mtier y del sector agropecuario hacia un nuevo tipo de concepcin de lo rural. Se trata de un grupo de productores entrerrianos que han logra-do consolidar el pasaje de la explotacin familiar a una empresa exitosa.

    En el segundo apartado, recurriremos a las trayectorias de quienes vendieron sus campos en los aos noventa como consecuencia de una situa cin de crisis que no pudo ser superada. Observaremos los procesos generados en las unidades familiares que hicieron frente a las mayores dificultades para insertarse en la expansin agrcola reciente, y cmo en ese proceso significan sus modos de practicar la actividad agropecuaria. La estrategia metodolgica que utilizamos consiste en contrastar modos de apropiacin de los distintos elementos que componen el nuevo mode-lo socioproductivo, lo cual no supone proponer un anlisis comparativo entre quienes ganaron/perdieron, sino que intenta subrayar las disposiciones subjetivas y objetivas (as como sus interrelaciones) que habran operado positiva o negativamente en el proceso de apropiacin de dicho modelo. Construiremos as una suerte de dilogo imaginario entre estos actores, en el que unos y otros expondrn mediante sus trayectorias los dis-positivos materiales y simblicos con los que hicieron frente al cambio de modelo.

    Concluiremos con algunos conceptos en torno al horizonte de accin en el que se sitan (o aspiran a situarse) los distintos perfiles identifica-dos, el estatus otorgado al conocimiento como factor fundamental para la gestin de la explotacin, las formas de construir su autonoma respecto

    en una y otra provincia difiere sustancialmente. De all que la escala de las explotacio-nes en uno y otro caso no pueda ser comparada sin tener en cuenta tales elementos.

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    de los sistemas autorregulados (lo poltico, econmico, y otros), las redes de relaciones en las que se inscriben (familiares, asociativas. . .), as como la condicin de testigos que poseen todos ellos al experimentar de modo directo el reemplazo de un modelo socioproductivo por otro.

    I. EL MANEJO MODERNO DE LA ACTIVIDAD AGROPECUARIA: HACIA UN PERFIL EMPRESARIAL

    En Entre Ros seguimos la actividad del Grupo Cristbal, constituido por ocho miembros permanentes ms una decena de invitados que se renen mensualmente para compartir informacin, conocimientos y experiencias en la gestin de sus respectivas explotaciones (entre 500 y 2 600 hectreas). La economa familiar de estos productores depende en porcentajes variables de la renta agropecuaria y en todos los casos diversifican su actividad econmica.

    Todos nuestros interlocutores son varones, responsables de la gestin de las explotaciones (sean familiares o personales); tienen entre 55 y 65 aos; y corresponden a la tercera o cuarta generacin de productores. De las entrevistas individuales surge la referencia ms o menos explcita a un pasado chacarero, y mencionan una figura promotora (generalmente un abuelo italiano), quien de la nada logr construir un patrimonio, el campo. Dicho patrimonio no se reduce a su sola dimensin econmica; por medio de la tierra, el individuo logra inscribirse en la dinmica fami-liar: el campo se recibe de y se entrega a un pariente. No se trata de un mero espacio productivo: constituye tambin un lugar de construccin simblica colectiva e individual. Por todo ello, estamos frente a un patri-monio econmico, social y afectivo esencial que cristaliza la pertenencia a un linaje. Es un capital que entraa diferentes dimensiones, cuya articu-lacin est ligada de manera directa en las estrategias socio-productivas elaboradas por estos productores.

    Al mismo tiempo y a pesar de lo paradjico que pueda parecer a primera vista, la mayora de nuestros interlocutores elige iniciar su relato mostrando sus credenciales profesionales y no tanto su adscrip-cin parental. As, la trayectoria comienza situando al protagonista en un universo social amplio; adems, informa acerca del modo como fue construyendo su formacin actual. Se establece entonces una dialctica particular entre por un lado la pertenencia familiar y por otro la voluntad de demarcarse en tanto individuo con su profesin; a la

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    imagen tradicional del grupo familiar opone su propia identidad moderna, que expone como portadora de saberes nuevos. Retomaremos en nuestro anlisis tal ambivalencia entre ruptura con lo viejo y construccin de una continuidad simblica, bajo la idea de generacin testigo.

    II. TEMPORALIDAD Y ESPACIOS DE ACCIN

    El ritmo cotidiano de estos productores se organiza en parte en fun-cin del calendario agrcola-ganadero. La mayora es capaz de programar dos ciclos anuales con antelacin, as como incorporar el conocimiento cientfico para realizar una previsin eficaz. La adopcin de la siembra directa (SD) y del paquete biotecnolgico a ella relacionado no slo permi-ti que campos ganaderos se transformaran en agrcolas, sino que adems posibilit el doble cultivo pues permiti el control ms ajustado de los pe-riodos de siembra. Por otra parte, la agenda de actividades tambin in-corpora variables novedosas. Un tiempo considerable se dedica a eventos de formacin/informacin de diverso tipo (ferias agropecuarias, semi-narios de capacitacin, congresos), mediante los cuales esperan obtener saberes certificados, inputs preciosos para la organizacin de su trabajo. As adems de la experiencia y de los saberes heredados, la capacidad de previsin que hoy detentan estos productores se nutre de la informacin y de los sistemas expertos a los que procuran acceder en sus recorridos por los sitios de circulacin del conocimiento.

    Tambin es de subrayar la presencia cotidiana de las nuevas tecnolo-gas de la informacin y de la comunicacin (NTIC), tanto en su versin instrumento de gestin (programas de informtica para llevar adelante la contabilidad, el control del stock, el seguimiento de la utilizacin de agro-qumicos, fertilizantes, y otros) como en su faceta interactiva y productora de informacin (internet, correo electrnico, red, y as por el estilo).

    En sntesis, el campo (la explotacin) es slo uno de los mltiples mbitos en los que ellos participan; para algunos, incluso ni siquiera es el referente principal. Se trata de productores cuyo dinamismo e inters por el conocimiento cientfico y tcnico es notable. A la imagen ms bien tradicional del agricultor cuyo saber deriva de su relacin prctica con la Naturaleza, viene a yuxtaponerse una segunda: la del experto, preocupado por actualizar sus conocimientos sobre el agro por todos los medios a su alcance.

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    En este plano, las asociaciones tcnicas desempean un rol fundamen-tal, desplazando a otras centradas en la accin sindical o corporativa. Tal es el caso de la Asociacin Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid), la cual pasara de ser en los aos ochenta una pequea aso-ciacin que promocionaba la siembra directa, a un referente ideolgico a finales de los noventa.6

    Los miembros del Grupo Cristbal valorizan particularmente el aporte en conocimientos tcnicos, agronmicos y de gestin brindado por este tipo de asociaciones, aspecto que resulta de capital importancia para la caracterizacin del perfil identitario al que aspiran: de empresarios rurales innovadores. Este modelo (promovido fundamentalmente por Aapresid) supone una plasticidad comercial que sumada al manejo de los saberes expertos aplicados a la produccin permite una apropiacin ultramoderna de los diversos recursos (materiales, cognitivos, naturales, humanos) y lleva a maximizar la relacin costos/beneficios, lo cual hace viable en tr-minos del mercado una determinada explotacin. Dicha capacidad de gestionar factores de diverso orden, cuenta como uno de los elementos importantes del cambio socio-productivo que se dio en los aos noventa. Que esta gestin sea eficaz pasa fundamentalmente por incorporar un nuevo marco interpretativo que anuda diferentemente factores que ya estaban presentes y otros que hacen su entrada al sector de la mano de las biotecnologas y de las NTIC. Por ejemplo, ese nuevo marco inter-pretativo supone saber hacer nmeros, saber que los nmeros dicen cosas y que es necesario escucharlos.

    Tomemos ahora la trayectoria de dos integrantes del Grupo Cristbal (Sebastin y Cacho), mediante la cual podremos dimensionar prcticas relacionadas con el nuevo modelo.

    III. FLEXIBILIDAD PRODUCTIVA Y POLIVALENCIA COGNITIVA

    Sebastin (61 aos) comenz su presentacin personal situndose en un dispositivo de trayectoria profesional: Yo comienzo en el 69, cuando voy a Crdoba a estudiar agronoma. Dado que con su ttulo de tcnico agrnomo le bastaba para su proyecto laboral (entrar a trabajar en la explotacin familiar), decidi finalizar su carrera antes de recibirse de

    6 Aapresid fue la primera organizacin del sector que promovi sin ambages los cultivos transgnicos; representa los intereses de un sector no menor de productores, semilleras nacionales e internacionales y empresas de agroqumicos.

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    ingeniero (dos aos ms de estudio). No obstante, Sebastin slo dur un ao como empleado en la sociedad de familia pues sus tos paternos (los administradores) eran gente de campo por tradicin y por historia, que tenan su propia concepcin acerca de cmo deba administrarse la explotacin, y no haba cabida para las ideas que pudiera aportar la nueva generacin, dotada de formaciones profesionales.

    As las cosas, Sebastin opt por la va comercial, mientras esperaba que le llegara el turno de recibir, administrar y hacer perdurar la he-rencia familiar. Junto con un amigo, abri una agronoma7 en el pueblo ms cercano al campo familiar. Ello no impidi que aliado a un primo (hijo de uno de los tos administradores) fueran insistiendo frente a sus respectivos padres para que la sociedad de familia se disolviera y se repartiera, a cada rama, la parte que le tocaba de la tierra acumulada originalmente por el abuelo comn. En 1978 lo consiguieron, y Sebastin se hizo cargo (a los 33 aos) de la herencia de su grupo familiar (actual-mente compuesto por l, dos hermanos, una hermana y su madre). Pasa a administrar 600 cabezas de ganado, 550 hectreas en donde funciona un tambo. Asimismo, arrienda otras 200 hectreas de regular calidad a unos colonos de la zona.

    A partir de 1978, no slo llev adelante la administracin del campo, sino que continu con la agronoma, ahora como nico patrn. Un ao ms tarde, abri una segunda agronoma y dej la otra al cuidado de un empleado. De all en ms, la articulacin entre la actividad productiva primaria y la comercial ir pulindose, hasta instalar una dinmica de complementacin bien aceitada. En la primera etapa hubo que rearmar la infraestructura del campo, lo cual consumi todas las ganancias obte-nidas con la explotacin. La veta comercial fue entonces central para la subsistencia familiar. Luego, a partir de los aos noventa, la relacin se invirti: el campo empez a rendir un usufructo relativamente ms impor-tante que la agronoma, lo cual llev a Sebastin a dedicarse cada vez ms a la produccin agropecuaria. Sostener en el tiempo ambas actividades de manera exitosa no es dato menor, pues supone una polivalencia cog-nitiva por parte del agente. Sebastin ha logrado en efecto superar los periodos de crisis, que son casi un continuum, sin que ninguno de los dos negocios quedara en el camino:

    7 Suerte de negocio de ramos generales para el sector agropecuario (venta de agro-qumicos, semillas, herramientas).

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    Cuando empez ese problema de la bendita crisis [fundamentalmente, desde 1998 hasta el quiebre de 2001], los bancos empezaron a cerrar las puertas al productor agropecuario [...] [no hubo ms] crdito [...] porque pas a ser gente no confiable, gente despreciable dentro del banco [...]. [Entonces], quin financi todo eso? Las multinacionales. A travs de quin? De las cooperativas, de las agronomas, de los acopios. Entonces nosotros pasamos a ser los bancos del sector agropecuario.

    Frente a esta reacomodacin de roles, Sebastin decidi cambiar su perfil comercial pues ello le permita conservar su autonoma respecto de las multinacionales:

    ENTREVISTADORA: Entonces, usted no tiene contratos de distribucin con las multinacionales?

    SEBASTIN: No, con las multinacionales no. S tengo la distribucin de otras empresas nacionales, ms chicas, que me vinieron a ver y cul es la condicin? La condicin es que si usted viene a verme a m, es porque cree en m y yo creo en usted. Entonces ac no hay ningn tipo de aval de por medio ni ningn tipo de garantas ni nada por el estilo: [...] si ustedes confan en eso [entonces s] [...].

    La complementariedad entre ambas actividades no viene dada solamente por la alternancia en la funcin de sostn que acabamos de subrayar: tambin se construye en torno a las redes sociales que cada una de ellas entraa, lo cual da cuenta de la flexibilidad social necesaria para integrar-las, pues cada tipo de red supone modos de comunicacin especficos. En tanto productor agropecuario, forma parte de la cooperadora del Instituto Nacional de Tecnologa Agropecuaria (INTA),8 integra el Grupo Cristbal y accede a la informacin-conocimiento que circula en los mbitos del sector (seminarios del INTA, de Aapresid, y de otros). En tanto comerciante, participa en la direccin de la Bolsa de Cereales de Entre Ros; ello habla de una posicin relativamente reconocida en el mbito local.

    Tal pluralidad de inserciones le ha permitido cultivar un contacto cotidiano con actores que intervienen localmente en el juego del mer-cado: la oferta y la demanda. Obtuvo as beneficios indiscutibles. Por ejemplo, sus compaeros del Grupo Cristbal no slo le permiten enri-quecer la informacin, conocimiento, experiencia, para mejorar su ges-tin de la explotacin familiar sino que, adems, le permiten tener una

    8 Una suerte de fundacin que permite colectar fondos para el Instituto Nacional de Tecnologa Agropecuaria.

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    llegada directa a los oferentes de semillas en el mercado local. As explica que, entre su propia produccin y la que le venden estos productores, tiene garantizado el abastecimiento de su agronoma en todo lo que se refiere a semillas: trigo, soja, maz, lino, forrajeras. Sebastin resume esta situacin de intercambio con una frase: Todos me deben, les debo, nos debemos [...]. As, mantiene las relaciones mercantiles dentro de un marco de interconocimiento personal, en donde la confianza sigue siendo un factor que crea lazos sociales; incluso constituye una base para transacciones comerciales exitosas a escala local. Esta capacidad de nego-ciacin que se puede permitir Sebastin en el mbito de su agronoma no est desconectada de su otra actividad: la gestin agropecuaria; se verifica nuevamente la complementariedad del sistema integral que fue construyendo, basado en la flexibilidad social y la polivalencia cogni-tiva. Se hace frente a las crisis de otro modo cuando los distintos rubros se hallan interconectados bajo una gestin empresarial que los asocia mutuamente como reaseguro.

    En la actualidad, Sebastin evala su recorrido con un prisma re-sueltamente optimista: ha recibido un bien de su padre que no slo ha sabido conservar, sino que ha logrado articular con eficacia un circuito comercial ms amplio. No obstante, tal unidad sistmica est compuesta por elementos que Sebastin significa de modo diferencial: si la agrono-ma es suya, el campo es un patrimonio familiar, cuya posesin individual es transitoria. Si bien ambas contribuyen a la reproduccin material de la unidad domstica, slo el campo tiene una funcin de reproduccin simblica de la familia en sentido amplio (ascendentes y descendientes), lo cual asegura el eslabonamiento temporal entre generaciones: [...] el campo es de mi hijo; y as como yo lo recib, se lo tengo que dar a mi hijo; y espero que mis hijos tambin hagan lo mismo. Con la prioridad que no debe faltarle a mis hermanos el arriendo.

    Este estatus simblico diferencial que atribuye a cada mbito econmi-co (el campo/la agronoma) tambin repercute en la organizacin familiar del trabajo: su hijo no ha sido incorporado a la agronoma (creacin individual de Sebastin), sino que secunda a su padre en la conduccin de la explotacin como un modo de garantizar la continuidad familiar del patrimonio heredado. As, padre e hijo, ms un encargado y un pen, llevan adelante la explotacin. Se corrobora aqu nuevamente la imbricacin de dimensiones que contiene y estructura este espacio-objeto particular que es el campo: en l se realiza no slo la capacidad de gerencia-miento, el conocimiento del medio agropecuario y la formacin

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    individual recibida (agrnomo, veterinario, y de otro tipo), sino que tam-bin se pone en juego la competencia/solidaridad intergeneracional; en ello queda ntima y afectivamente comprometida la propia subjetividad: [] si mi abuelo y mi padre lo lograron, yo debo lograrlo; as como tambin mis hijos y sus hijos.

    En suma, por ser la administracin del campo objetiva y subjetiva-mente comprometedora para nuestros interlocutores, no debe extraar el hincapi puesto por ellos durante las entrevistas en la problemtica de la gestin. Slo reconociendo la presencia de esta doble dimensin resulta posible dar sentido a las largas meditaciones sobre las inversiones necesa-rias para mejorar la explotacin, garantizar su rentabilidad, conservar la empresa familiar, distribuyendo equitativamente las ganancias. Podemos volver, por ejemplo, sobre la importancia acordada a la siembra directa: al incorporar esta tcnica, logran una simplificacin sustancial del manejo financiero y productivo del campo, con lo que al mismo tiempo dan continuidad al compromiso subjetivo implicado en estos factores; queda as asegurada la reproduccin simblica tanto de la identidad familiar como la personal.

    IV. PARADIGMA DEL EMPOWERMENT: UN NUEVO SELF-MADE MAN

    Cacho (60 aos, casado, tres hijos) es el nico del Grupo Cristbal que comienza su presentacin personal inscribindose en una lnea familiar: Nosotros somos familia de campo; quiz porque sus credenciales profe-sionales son frgiles o atpicas. En efecto, a los 15 aos decidi abandonar sus estudios secundarios y emplearse en una cooperativa agropecuaria. Estamos pues frente al nico miembro del Grupo que no ha completado su formacin escolar y como veremos esta caracterstica jugar a lo largo de todo su relato. Subrayar, por ejemplo, que sus capacidades y habilidades las ha aprendido en la universidad de la calle y de la vida; o, al compararse con sus colegas, dir que debi suplir muchas cosas con esfuerzo personal, haciendo alusin a los saberes ausentes por la falta de estudios formales.

    Luego de este inicio familiar, se concentrar en explicar su carrera en la cooperativa, donde ocupar sucesivamente todos los puestos: desde cadete hasta subgerente. A los 45 aos, ya tena detrs de s una importantsima experiencia en casi todos los rubros que debe manejar un administrador moderno en una explotacin agrcola. En ese momento,

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    su suegro decidi transmitir en vida la herencia a sus hijos. Siguiendo el ejemplo, su propio padre hizo lo mismo. De resultas, Cacho se inici como productor trabajando 573 hectreas de su esposa (en Entre Ros) y 650 hectreas heredadas junto con su hermano (en Crdoba).

    Una vez recibida la herencia y renunciado a la cooperativa, no le fue difcil adaptarse al nuevo mtier. Durante los ocho primeros aos, con-servaron la residencia familiar en la provincia de Crdoba; luego para concentrar sus esfuerzos deleg en su hermano la administracin del campo cordobs, radic definitivamente en Entre Ros con su esposa y sus tres hijos y se dedic exclusivamente a dicha explotacin. Al pri-mer cmulo de tierras heredadas (573 hectreas), Cacho sum otras 350 compradas entre 1989 y 1997, ms 1 400 que tom en alquiler; total: unas 2 323 hectreas bajo su gestin. Al contar cmo oper este proceso, la adopcin de la siembra directa aparece como el hito explicativo:

    En 1988 [...] empezamos a sembrar 100 hectreas [el resto era ganadera]. Y cuando vino la siembra directa, hubo una explosin que como me pas a m le pas a casi todos los productores. Empezamos a sembrar cada vez ms. [...] pero yo tena la experiencia de la cooperativa: mucha gente [...] por querer agrandarse dejaba de ser eficiente en su campo. Vos tens que agrandarte a medida de que las cosechadoras que tens te sirvan: que no tengas que salir a comprarlas, que no tengas que ir a comprar tractores. [...] Cuando ya ests en deficiencia, me parece que habra que parar. Y nosotros creo que estamos ah [...].

    El equilibrio (entre inversin y eficiencia) al que alude Cacho no es fcil de lograr ni est presente en todos los productores agropecuarios. La capacidad de anticipacin sobre la que reflexiona es un rasgo especfico del nuevo perfil socio-productivo que dichos actores encarnan y que, ade-ms, reivindican como parte del perfil identitario moderno e innovador, diferencindose as de otros productores ms tradicionales. Nos referimos a la importancia que otorgan a los nmeros o de un modo ms gene-ral a la gestin. Por ejemplo, cuando Sebastin nos explic durante una de las reuniones mensuales del grupo cmo se evaluaba la opor-tunidad (o no) de invertir en infraestructura, nos comunic una serie de criterios compartidos por todos sus colegas:

    [...] hacer por administracin es una expresin que usamos en el sector agro-pecuario y significa que vos tens un costo por administracin y otro por terceros. Entonces, cmo manejamos la gestin? La gestin hace que a la

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    maquinaria agrcola [vos la toms] como si fuera contratada, de tercero; eso te permite saber si tu maquinaria agrcola es rentable o no, si econmicamente te conviene tenerla o contratarla. Por supuesto, eso en los nmeros fros. Ahora, si lo llevas a la parte productiva en s, tens que tener en cuenta el momento oportuno de uso y disponibilidad de la m-quina. Por ejemplo: por qu no tengo trilladora? Porque si yo la llevo a la parte numrica, me da negativa; me dice que me conviene contratarla y no tenerla yo, en mi campo. [] Eso es otra cosa que te muestra la gestin [...]: los nmeros dicen que no puedo tener camin propio [para transportar la produccin] y, entonces, se contrata.

    Para estos productores, los nmeros hablan; y ellos deben estar atentos para poder descifrar el mensaje, interpretarlo correctamente para asegu-rar un buen manejo, una gestin empresarial correcta. Entonces, la gestin, los nmeros y la siembra directa (SD) aparecen en estos relatos como mar-cadores de una particularidad, la que los diferencia de otros productores: la introduccin del conocimiento tecnocientfico y relacional para lograr un manejo racional y eficiente de los campos.

    Si bien todos los miembros del Grupo Cristbal convocan a la SD para explicar el cambio del perfil productivo de su explotacin, quiz sea Cacho quien ilustre de manera ms radical el rol detonador otorgado. En su caso, el relato adopta el tono de una saga, donde la lucha por sos-tener la SD lo enfrenta al saber oficial y legtimo (representado por los universitarios y cientficos), mostrando una vez ms que no todo pasa por los estudios formales:

    Y el tema de la Directa que es un tema bastante puntual y lgicamente es un desafo grande porque prcticamente nosotros [l y su hijo Juan] tenamos la Facultad y el INTA de Paran en contra. [Nos decan] que eso no andaba y en el caso nuestro por ms que yo tuviera alguna experiencia de mis amigos de que eso andaba, si yo me funda [...], me funda! [] Mario, un amigo nuestro, haba escuchado en Estados Unidos a un chileno que hablaba de la Siembra Directa, un enloquecido del sistema. [...] Ah se hizo una reunin; habremos ido 30 o 35 personas, de los cuales los cinco o seis pioneros de la SD estaban en esa reunin.

    Cacho se posiciona como un pionero de la SD en un medio hostil. Su combate por defender esta tcnica ante los otros productores y los colegas universitarios ser al mismo tiempo el que le permitir encontrar su propio lugar en el escenario social. Al integrar la asociacin que pro-mueve la SD: Aapresid, Cacho se convierte en un productor con perfil de

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    innovador, identificado con la ciencia y la tcnica; aunque su diploma ms alto certifique estudios primarios. Como miembro del Consejo Directivo y primer presidente de la regional Paran de dicha Asociacin, pasa a ocupar un papel importante en el medio local: participa en conferen-cias y seminarios, tanto en mbitos acadmicos como productivos. As, adoptar la SD signific integrar una red social y econmica no menor, cuyas repercusiones tanto materiales como simblicas en su vida cotidiana sern considerables.

    En su presentacin personal, este rasgo de innovador aparece regu-larmente. Dicho perfil de innovador viene relacionado con el de empre -sario, tal como se promociona desde su asociacin de pertenencia: Aapresid. En su relato, adems de hacer jugar factores agropecuarios, expresa la necesidad de articularlos tanto con los derivados de la lgica financiero-mercantil como con la observacin de los comportamientos de la competencia (supervisar los sucesivos cambios de los competidores para estar siempre en una posicin de ventaja comparativa).

    Sin embargo, cuando utiliza una categora para definirse a s mismo, no apela a la de empresario rural ni habla de empresa familiar, sino que se describe como un productor agropecuario. La figura promocionada por Aapresid de la empresa rural innovadora supera la tradicional empresa familiar, pues el nuevo modelo productivo incorpora en la administracin las relaciones salariales, la tercerizacin y la contratacin de servicios.

    Para Cacho como para sus colegas del Grupo Cristbal, el modelo propuesto por Aapresid constituye en ese sentido un horizonte al cual tienden, ms que una realidad definitivamente instalada en su presente. La figura de empresario innovador tiene la funcin digamos de alter ego: un ejemplo para emularse. Esta posicin de aspirantes se relaciona con el carcter de generacin testigo que comparten tanto los productores entrerrianos como los santafecinos, que veremos en breve: todos estn ha-ciendo la experiencia de reemplazar el modelo productivo tipificado como agricultura familiar por el que hemos calificado de nuevo modelo empresarial innovador, relacionado por una parte con las transformaciones ma-cro-econmicas y por la otra con el cambio que trajeron consigo las biotecnologas y las nuevas tecnologas de la informacin y de la comuni-cacin. Para unos, tal experiencia supuso una promocin hacia la franja social superior; para otros, signific perder su condicin de propietarios y su inscripcin como productores agropecuarios.

    Como cierre de su presentacin, Cacho se explaya sobre el modo de gestin que utiliza actualmente en su campo. Su estrategia empresarial

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    muestra cmo se combinan diversos elementos ya observados: articulacin con otras actividades; inversin en infraestructura; alquiler de tierras; prestacin/contratacin de servicios. En su caso, no ha desarrollado en paralelo una actividad comercial (como Sebastin) o profesional (tipo consultor o administrador de campos ajenos), sino que ha optado por fortalecer su posicin mediante la ampliacin de la escala productiva. Cacho trabaja ms, proporcionalmente, sobre tierra alquilada (1 400 hectreas) que propia (900 hectreas), poniendo en prctica el nuevo modelo promovido por Aapresid (Hernndez, 2007). Para llevar adelante dicha estrategia, Cacho ha ido modernizando su parque automotor, su estructura edilicia, su sistema informtico de gestin. Actualmente posee tres tractores, dos sembradoras, una cosechadora, una fumigadora, dos camiones, una embolsadora y varios lugares de almacenamiento (silos y otros). Tambin dispone (desde 2002) del sistema de control por GPS y (desde 2000) de una antena parablica que le permite tener conexin a internet propia y una instalacin de tres computadoras en red: la suya, la de su hijo y la de su nuera (esposa del otro hijo, quien es la contadora de la empresa). Con este dispositivo tcnico e informtico, ha logrado organizar no slo su propia produccin sino que, adems, puede prestar servicios a terceros.

    En fin, notemos que Cacho ha invertido parte de la ganancia obte-nida en su explotacin en los dos emprendimientos biotecnolgicos que promueve Aapresid: Bioceres SA e Indear. Al igual que otro miembro del Grupo Cristbal, se ha convertido en accionario de estas empresas, cuyo objetivo es lograr patentar productos biotecnolgicos para el mercado agrcola regional. Los argumentos para explicar la decisin de invertir 15 mil dlares (entre ambos proyectos) son los mismos para ambos casos: fundamentalmente, se trata de participar en un proyecto innovador pro-metedor y de apoyar la ciencia nacional. No tenemos espacio para profundizar aqu sobre tales procesos, pero nos parece una decisin sig-nificativa que ilustra nuevamente el espritu empresarial que este tipo de actor encarna en el escenario agrario emergente.

    V. LOS DESPLAZADOS: EX ACTORES O NUEVOS ACTORES DEL SECTOR RURAL?

    El segundo trabajo de campo tiene como epicentro un pueblo del sur santafecino. Se trata de una zona agrcola con fuerte presencia histrica

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    de la produccin familiar, y una de las ms importantes de produc-cin de soja del pas. Estas franjas de productores han estado histrica-mente integradas a la economa de exportacin pampeana y aunque heterogneos han tenido vnculos con los mercados financieros, de tie-rras, compra de insumos y comercializacin. Se los conoce como chacareros para aludir no slo a su ubicacin en los estratos de menor superficie o al aporte decisivo del trabajo familiar, sino tambin para referir a sus identidades sociales y polticas, vinculadas con la defensa tanto de la propiedad familiar como de la accin reguladora del Estado.

    Entrevistamos a 16 ex propietarios, quienes vendieron sus campos durante los aos noventa. Entre ellos, una parte (cinco) se dedic poste-riormente a actividades no agrarias; otros (cuatro) pasaron de ser produc-tores a contratistas de servicios; finalmente, un tercer grupo (siete) reingres a la actividad agropecuaria mediante el arriendo de tierras o tomando parcelas bajo esquemas de contratos de produccin.

    Ms all de tal diversidad, la venta de la tierra familiar apareci como elemento comn a todas estas trayectorias; ello nos llev a enfocar el problema de la expulsin como problema de desplazamiento de una forma de agricultura familiar a otra donde la propiedad pasa a ser secundaria. Los entrevistados vendieron sus campos como consecuencia de un deno-minador comn: las deudas contradas con bancos y cooperativas. Como observamos, la deuda es el hito que condensa ciertos requisitos de las nue-vas coordenadas productivas: la ampliacin de la escala, la incorporacin de tecnologas. Frente a ellas, los relatos hablan de estrategias recurrentes con las que buscaron encontrar un nuevo punto de equilibrio para seguir produciendo: la reduccin de la superficie operada (dejando de tomar tierras a terceros y concentrndose en las propias); el despliegue de otras actividades laborales para desligar el funcionamiento de la explotacin agropecuaria del sostenimiento del hogar; la venta de maquinarias y herramientas.

    No aparecen, sin embargo, entre dichas estrategias la consulta a los organismos tcnicos pblicos, las cooperativas o asesores privados, para ensayar otras opciones productivas; ello s sucede entre los entrerrianos. Por el contrario, los productores santafecinos persistieron en la idea de un conocimiento tcnico fundado en la experiencia. Las dificultades que observaban eran de otra ndole (precios, tasas de inters), causadas exclusivamente por variables macroeconmicas. La puesta en duda de su saber hacer slo aparece como reflexin posterior, muchas veces producto del espacio reflexivo que propone la entrevista. Ello nos invit a abordar

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    los procesos de expulsin no slo como producto de problemas de escala o de incorporacin tecnolgica, sino a abordar los elementos que infor-man acerca de la transformacin de identidades y de las prcticas a ellas vinculadas, en particular en relacin con el vnculo con la tierra y con los saberes necesarios al trabajo y a la gestin de la explotacin.

    VI. REDEFINICIN DEL HACER Y DEL SER AGRICULTOR

    Nuestros interlocutores son varones; la mayora tiene menos de 65 aos y son hijos o nietos de productores, de aquellos primeros gringos que se instalaron en la zona a principios del siglo XX. La mayora eran propieta-rios de explotaciones de menos de 200 hectreas (herencias familiares) y en distinta medida trabajaban tambin tierras alquiladas. Las diferencias relativas al tamao de las explotaciones as como tambin a la magnitud de otros recursos controlados (el capital disponible tanto en ganado como en maquinarias), son indicativos de los distintos grados de capitalizacin alcanzados por nuestros entrevistados. Partiendo de esquemas productivos mixtos (agricultura-ganadera), en los aos noventa adoptaron el doble cultivo (trigo-soja), con una tendencia al monocultivo sojero. Tal estrategia los dejara sin opciones productivas, peligrosamente dependientes de la soja y las multinacionales.

    A lo largo de las entrevistas, evocaron los cambios en su actividad; en especial la mayor necesidad de capital para sostener la explotacin derivada de nuevas demandas: el pago de semillas e insumos, de rentas cuando se tomaban tierras, la contratacin de servicios, los nuevos con-sumos familiares derivados del traslado de la residencia a los pueblos cercanos. Estos cambios en los modos de vida del campo cobran sentido como contrastes entre un antes y un despus; entre la transmisin heredada de lo que era ser agricultor y el escenario en el cual fueron desplegando su accionar:

    Creo que la diferencia estaba en cmo se viva antes en el campo. Hoy tens una demanda de tecnologa, que se tradujo en un costo fijo que en 1930, como puede ser mi pap [no la tena] []. Ellos [pap y mam] no nece-sitaban plata: agarraban un pollo, lo coman; [] agarraban el sulky, no necesitaban ni un litro de combustible: era todo. Hoy si no tens telfono, no marchs; si no tens una camioneta, si no tens un tractor [...] (Juan, 45 aos).

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    Aqu aparecen elementos indicativos de la transformacin de una forma de agricultura familiar, cuya lgica de reproduccin se articulaba estrechamente con la de la unidad domstica. Debemos ir ms atrs en el tiempo para encontrar los trazos iniciales de estos cambios; empero, en los aos noventa a la par de la evolucin tecnolgica y de los nuevos modos de flexibilidad del trabajo se profundizaron y aceleraron. Desde all, debieron hacer frente al cambio de escenario macroeconmico y, posteriormente, a la veloz expansin del nuevo modelo socio- productivo. Estas condiciones reforzaran subordinaciones previas, a la vez que ins-talaran nuevos resortes de vulnerabilidad. A diferencia de otras crisis que nuestros interlocutores evocaron, la particular configuracin de los noventa llevara a que esta vez la crisis terminara en la liquidacin de sus explotaciones.

    En efecto, en primer lugar, participar de la expansin de la soja entra-aba asumir riesgos sin la proteccin que durante dcadas haba ofrecido el marco institucional de desarrollo agrario en el pas. Quienes haban operado al amparo de polticas pblicas ms o menos proteccionistas, se encontraban ahora en una Argentina que desregulaba todas las acti-vidades econmicas. Incluso los tradicionales espacios cooperativistas cambiaron su dinmica interna, y pasaron a funcionar bajo la ecuacin costos/beneficios. Con una institucionalidad tan cambiada, el paisaje rural se volvi rido para nuestros interlocutores.

    En segundo lugar, el nuevo modelo productivo supona otros modos de apropiarse de antiguos factores. De tal manera, si la tierra para los productores del Grupo Cristbal adquiere un nuevo estatus al inscribirse dentro de una gestin integral de la explotacin donde la distincin entre propiedad, herencia y arrendamiento cambia de conte-nido, etre los ex propietarios santafecinos dicha distincin se mantiene en los trminos clsicos: tierras con origen diferencial se manejan con criterios especficos.

    La prdida del patrimonio familiar acarreara para estos productores algo ms que la sola enajenacin de un capital, pues tierra y apellido se han correspondido y fusionado histricamente. Por otro lado, nuestros entrevistados estaban conscientes de que el alza del precio de la tierra registrada por esos aos volva remota la posibilidad de reconstruir aquel patrimonio. Desprenderse del campo era entonces una decisin trascendental, evocada como una situacin en la que se quedan sin nada, aun cuando objetivamente dispusiesen todava de algn recurso ma-terial (casa, maquinarias, y otros). La prdida de ese capital particular

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    de semejante pilar simblico y social comprometi la capacidad de comprensin de la situacin como totalidad.

    En sntesis, el desplazamiento vivido por estos productores puede ser entendido como un proceso de transformacin del perfil social que ope-ra en el marco ms amplio de la descomposicin y recomposicin de la agricultura familiar. Profundicemos ahora siguiendo las trayectorias de Lucas y Juan, las cuales reflejan consecuencias diferentes de dicho proceso de desplazamiento.

    A. Fundirse trabajando

    Lucas (45 aos), como otros chacareros, hered el campo (70 hectreas, bsicamente dedicadas a la ganadera) que haba estado en manos de la familia desde la llegada de su abuelo inmigrante. Desde cuando era adolescente, trabaj en la explotacin ayudando a su padre; al fallecer ste en 1980, Lucas y su hermano quedaron a cargo de la misma. Casi inmediatamente, los dos jvenes decidieron cambiar el sistema productivo y ampliar la superficie agrcola; tambin comenzaron a arrendar campos (110 hectreas). A finales de los aos ochenta, la soja tena una fuerte expansin, y Lucas y su hermano atentos a los altos precios del merca-do buscaron participar de ese proceso. As, tomaron crditos bancarios para adquirir las maquinarias necesarias; pero la hiperinflacin que se desatara a finales de esa dcada complicara su situacin finan-ciera: Compramos herramientas y las pagamos. Al otro ao nos metimos ms, y cuando hubo que pagar los intereses del crdito, se nos escap de las manos. En esa poca, cuando se te escapaba de las manos, para alcanzarlo era muy difcil.

    Lograron finalmente devolver el crdito, pero a costa de comprometer su produccin: puesto que las ganancias estaban destinadas al banco, no tuvieron ms remedio que comenzar a endeudarse con la cooperativa para financiar el capital operativo ao con ao. Buscando generar ma-yor margen, decidieron aumentar la superficie trabajada; arrendaron as ms tierra (180 hectreas en total), pero los porcentajes de pago que negociaron en esos acuerdos no resultaron favorables. En dicho marco, lograran cubrir apenas los intereses de la deuda que haban contrado con la cooperativa. En 1992 comenzaron a vender alguna maquinaria; luego otra; pero seguan contrayendo prstamos para volver a comenzar

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    la campaa de soja. Finalmente, en 1995, ahogados, vendieron el campo para evitar el remate.

    En la reconstruccin que hace Lucas, la deuda y la incorporacin tecnolgica aparecen claramente vinculadas: [] la colonada [los descen-dientes de los chacareros o colonos inmigrantes] se desespera por tener esas tecnologas nuevas, y hay veces que esas tecnologas nuevas son las que te pueden llegar a hacer caer, como me pas a m.

    En el relato de Lucas, la comprensin de tal conexin requiere recurrir a elementos de distinto orden: desde las polticas del gobierno hasta la fiebre por arrendar de los productores, que result en el sobrecalentamiento del mercado de tierras, pasando por el funcionamiento de los bancos, los cuales impusieron complejos requisitos burocrticos. Sin embargo, dichos elementos no estn jerarquizados en su discurso, y las causas se exponen de modo deshilvanado, con titubeos acerca del verdadero peso que hay que asignarles en la explicacin del proceso de endeudamiento.

    Aqu se halla sin duda el nudo problemtico, el punto donde la expe-riencia previa, resultante de la interiorizacin de valores vinculados con la figura del chacarero (como el trabajo sacrificado, hacer uno mismo las cosas) ofrece pocos recursos, no slo para comprender la situacin sino tambin para reflexionar sobre qu y cmo hacer para encauzar la situa-cin en carriles positivos. En otras palabras, trabajar duro, estar en el campo, aguantar a que pase la mala racha (como antao), conduce en la nueva configuracin a una situacin impensable: perder todo trabajando.

    Lucas contina con un elemento sumamente significativo: la falta de apoyo de la cooperativa:

    Llega el momento en que te tapa el agua y []. Yo pensaba que, al estar en un grupo cooperativo, se le daba una mano al que est cado: se le da la se-milla para que siga trabajando y todos los aos se ira devolviendo []. Ah [cuando estas cado], tienen que agarrar y darte una mano, entends? Pero empiezan a cerrarte la puerta y empiezan los retos, empieza el maltrato y te hieren ms.

    As relata el distanciamiento respecto de la institucin madre, el cual re-fleja a su vez el cambio de escenario macroeconmico y poltico. En efecto, la cooperativa que siempre haba sostenido a los productores en momentos crticos ahora era la que le exiga responder desde el signo de la racionalidad del mercado por sus deudas. El tradicional soporte

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    de una forma de agricultura familiar cambiaba en sus exigencias, acom-paando con un (mal)trato hasta all desconocido por estos productores, reflejo de procesos ms amplios de transformacin:

    [] cuando vos vens bien, est todo de primera: asado, una atencin br-bara; despus, cuando empezs a caer, empiezan los agravios: que no te sabas administrar, que no sabas [...]. [Nunca hubo], por ejemplo, un con-sejo, alguien que venga a decir: Miren, muchachos: se les est escapando de las manos. O gente que diga: Lo que estn haciendo est bien, pero ojo que ac es as. A lo mejor nos pegbamos igual una pifiada, pero no a tal extremo.

    Incluso los interlocutores de la cooperativa y sus marcos de referencia cambian: en vez de otros chacareros, Lucas tiene en frente a un profesio-nal, cuyo discurso pertenece a una retrica desconocida y que le provoca estupor:

    [] haba un abogado de la cooperativa, un tipo muy estricto; cuando te deca las cosas te daba miedo porque lo que deca era drstico, pero era la realidad. Por ejemplo, decir: De acuerdo a la deuda que tens, vendiendo el campo llegs a saldarla. Viste? Que te digan as [uno piensa]: ste est loco. Vmonos; qu sabe l. Y era as. Al ao siguiente tuvimos que vender y, encima, nos quedamos con deudas.

    Tomar tal tipo de decisiones comportaba una manera de pensar la gestin de la explotacin y la relacin con la tierra radicalmente diferen-te: marcada por la eficiencia y la racionalidad tcnica, la de los nmeros. El pasado perda valor en este nuevo espacio de significaciones, en el que determinados saberes quedaban caducos al tiempo que tomaba cuerpo la exigencia de una mayor profesionalizacin, la cual inclua gestin finan-ciera, organizacin flexible de recursos productivos, gestin profesio-nalizada de aspectos econmicos y contables, planeamiento. Dichas nuevas aptitudes no se adquiran va la transmisin de padre a hijo. La repercusin de los cambios tecnolgicos, los aleatorios mrgenes de ren-tabilidad que requeriran una planificacin ms ajustada, los nuevos modos de gestin, diluyen la eficacia de los saberes prcticos acumulados o ms exactamente demandan por parte del productor una revisin y actualizacin de dichos saberes en funcin del nuevo contexto.

    Ante la intervencin y sugerencia del abogado de la cooperativa, Lucas se extraa: Qu sabe l!. Los problemas radicaban segn su

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    interpretacin en otro nivel: el macroeconmico (inflacin, tasas de inters, precios), y hacerles frente requera de otra lgica de accin, como la institucional. Desde ese modo de definir los escenarios, las si-tuaciones crticas no parecan cuestionar la capacidad de los chacareros, aunque sin dudas definieran su suerte.

    En su relato no se advierte cul debera haber sido su conducta para que resultase exitosa en la nueva realidad. No puede explicar(se) qu debera haber hecho. Por el contrario, establece una oposicin con los nuevos actores que surgen en las ltimas dcadas, sintetizados en la caracterizacin de los inversionistas extra agrarios: Ac ha aparecido gente ofertando buena plata en quintales y lo mata al que trabaja. A lo mejor le est haciendo un beneficio al dueo del campo, si vos fueras dueo de campo.

    Y ms adelante insiste sobre este modo de desplazamiento y lo que en l va implcito:

    LUCAS: Ac hay una competencia brbara con eso [el arrendamiento]: se empez con 10 quintales fijos [por hectrea]; despus se fueron a 12; a 14; y ahora hay ofrecimientos de hasta 16 quintales la hectrea. Si tens el campo, por ah lo penss y guards tus herramientas.

    ENTREVISTADORA: Hay mucha gente por aqu que dio sus campos para que los trabajen otros?

    LUCAS: Claro, te llaman y sacs las cuentas, viste? Ac hay gente que quiere trabajar el campo de puro campechano: de puro gente de campo que lo llevan en el alma! Porque es como una raza eso! A lo mejor, este ao, una soja en la zona est en un promedio de 22/23 quintales; y vos pagaste 15: te queda poco. Si vos sos dueo del cam-po, la penss; decs: Que me la trabaje el que me da tantos quintales y listo.

    Lucas contrapone as la racionalidad del chacarero, tal como l la entien-de, y la del rentista. Se enfrentan el ser agricultor en el que se encarnan lgicas econmicas, sentimientos y pertenencias previas a la raciona-lidad del agente econmico, donde estos otros saberes se entremezclan con la profesionalidad.

    Tambin aparecen las tensiones respecto de otro tipo de actor experto: el ingeniero que muestra la distancia simblica mantenida con el discurso cientfico. En efecto, en el modelo de la agricultura familiar, la traduccin del conocimiento tcnico en trminos accesibles y su asimilacin prctica

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    se hacan mediante relaciones interpersonales, en la cooperativa o en el bar, espacios donde las cuestiones tcnicas se conversaban. La confianza operaba as como elemento fundamental para la transmisin y apropia-cin de saberes, primando sobre el sistema experto. De hecho, nuestros interlocutores no circulaban por espacios de sociabilidad como los que proponen congresos, ferias, jornadas. El acceso a tales mbitos no slo es costoso sino tambin visualizado como algo totalmente lejano a sus necesidades.

    Hace ms de 10 aos Lucas vendi el campo, instal un taller de herre-ra y adquiri un camin para transporte de cereales. Apenas en 2004 logr saldar las deudas con la cooperativa. Entre tanto, su hermano se mud a otro pueblo, donde consigui arrendar tierras.

    Lucas no se define como ex productor; habla de s mismo como hombre de campo: sigue al tanto de las novedades del sector, discute con otros productores sobre lo que sucede en la actividad. No obstante, esa adscripcin identitaria (la raza, como lo refiri en un momento de la entrevista) reconoce el cambio de perfil y al hacerlo muestra tambin una resultante material y simblica de su trayectoria de desplazamien-to, una suerte de desdoblamiento de difcil gestin: Estoy al tanto, pero al mismo tiempo separado de [] s lo que pasa del otro lado del ro.

    B. Formas precarias del nuevo espritu empresarial

    Juan (43 aos) trabaj desde joven en el campo familiar junto a su padre. Su abuelo y su padre comenzaron arrendando campos; luego fueron comprando, parcela a parcela, las 260 hectreas que conformaban la propiedad familiar, de explotacin mixta. El primer hito temporal fue el catastrfico ao 1991, cuando una inundacin en la zona lo hizo perder toda la cosecha. Sin dinero para iniciar la campaa siguiente, su nica opcin fue pedir un crdito al banco, hipotecando el campo. La espiral de intereses y obligaciones atrasadas (sumada a nuevas in-clemencias climticas) dificult la devolucin del capital. En su relato aparece claramente el extraamiento frente al desenlace impensable que tuvo el endeudamiento, pues nada indicaba que tomar crditos pudiese conducirlo a la enajenacin total de su patrimonio:

    Siempre hemos tomado crditos. Venamos acostumbrados a pagar un in-ters del 20, 30%! Entonces, cuando aparece esto [se refiere a las cdulas

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    hipotecarias], al 9, 11, o 7% [de inters], era la panacea! Resulta que la rentabilidad era cero, entonces no lo podamos pagar: ni al 7 ni al 2% [...].

    Frente a esa situacin compleja y, sobre todo, desconocida nuestro en-trevistado calcula que su deuda ascenda a cerca de 200 mil dlares, en 1997 decidi vender el campo para pagar al banco:

    Entonces tomamos una decisin: salvamos una parte o jugamos a Que sea lo que Dios quiera. Y dijimos: Salvemos lo que nos queda; vendamos, paguemos y nos quedamos con algo, y vemos qu hacemos. Y ah, arranca-mos con la prestacin de servicios.

    En el momento de reconstruir desde su posicin actual el modo como tal decisin fue delinendose, observamos la puesta en juego de un sujeto que expresa una racionalidad econmica pura, se demarca de legados previos (la tierra familiar puede ser hipotecada mas no em-bargada) para mantener cierto control sobre la situacin.

    Juan plantea entonces el desplazamiento desde su inscripcin como propietario a la de prestador de servicios como un trnsito hacia otra posicin que tambin haba estado presente en su historia:

    Nosotros siempre fuimos fierreros; no es que nos sacaron la tierra y nos quedamos sin saber qu hacer. Nosotros salimos haciendo servicios de ve-rificacin, de siembra. [...] Nosotros salimos con la sembradora de SD en un momento en que no haba [ese tipo de servicios]. Antes, habamos sa-lido con los rollos de pasto, que tampoco prcticamente haba. Entonces, siempre fuimos pegando [para] adelante.

    Sin embargo, tal movimiento hacia adelante requiri de un capital que no tenan y nuevamente recurrieron al crdito. En su anlisis del emprendimiento de prestar servicios, Juan deja ver los trazos de una nueva flexibilidad, rasgo central de los jugadores exitosos del nuevo escenario:

    Tena dos cosechadoras chicas y las cambi por una grande. Compr la sem-bradora de SD. Porque la pregunta era: Me compro un pedacito de cam-po, que podan haber sido 60 hectreas, o me juego por este otro lado?. Yo deca: Si con 200 hectreas no pude pagar el crdito, con 60 me va a quedar el mismo agujero. Entonces, si lo mirs desde el punto de vista de la inversin, decs: La tierra siempre es tierra; pero esto [prestar servicios] dejaba ganancia. Entonces, si con esto tengo ganancia, a lo mejor puedo.

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    Vemos en dicha reflexin el cambio de estatus de la tierra: ya no en-traa un smbolo familiar sino que inserta en el nuevo sistema se ha transformado en pura mercanca (deja o no una renta). Tambin su propia posicin en el sistema debe ser revisada: si pretende mantenerse dentro del sector, deber aceptar el nuevo rol de prestador de servicios. La evolucin del modelo productivo obliga a flexibilizar y reasignar valores a los distintos elementos: los servicios, la presencia del capital financiero y el rol del capital fijo tierra; incluso algo tan duro como los nmeros ya no pueden leerse de la misma manera, pues no se hallan sometidos a las mismas reglas operatorias:

    En el 2001 se volvi a producir un quiebre para lo que era lo nuestro. Por qu? Porque todo mejor y lo que nosotros hacemos ahora, hay 200 mil [que lo hacen]. Entonces, ya tenemos que cambiar. Por eso te deca: lo me-jor es cambiar. Nunca te pods dedicar, decir yo soy, yo hago esta actividad. Tens que venir a los golpes, viendo dnde est el negocio.

    El desplazamiento adquiere, entonces, otra connotacin: es algo as como un modo de vida. Juan nos habla de un proceso en el que ser y hacer se diferencian, distancian y tensionan. Reconstruir ese hacer deviene una tarea permanente para el actor. La actividad es resultado de una creacin individual, no exenta de incertidumbres y golpes, fruto de un proceso en el cual la identidad del sujeto que se construye no remi-te a las formas estabilizadas por el clsico mercado de trabajo agrario: pen, productor. En el nuevo sistema, la trayectoria de Juan ilustra la disposicin requerida en tanto emprendedor: alguien siempre abierto a revisar el contenido de su perfil, demostrando la flexibilidad material y simblica que debe aceptar en adelante quien se desempea en este paisaje tan dinmico. De la venta de servicios pasa a trabajar tierras de terceros a porcentaje o a administrar campos de productores ganaderos; combina dichas actividades o las desarrolla de manera alternativa, segn las oportunidades que se presenten.

    La trayectoria de Juan como la de otros ex propietarios entrevis-tados permite vislumbrar la aceleracin del tiempo entre cambio y cambio, as como tambin la fluidez entre ellos. Ninguno entraa en s una ruptura radical o un pasaje a otra cosa totalmente diferente. Por el contrario, Juan vuelve, retoma, reacomoda las distintas actividades, segn su anlisis le vaya indicando. Aqu tambin pueden entonces suponerse los rasgos de los nuevos actores que van surgiendo en la agricultura familiar.

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    VII. CONCLUSIONES

    Las transformaciones que atraves el agro argentino en las ltimas d-cadas comprometieron todos los niveles posibles: escalas productivas, requisitos de capitalizacin, niveles de rentabilidad. Los cambios no han sido slo de magnitud; ms importante an, se han redefinido relaciones bsicas: las que estructuraban la constitucin y la dinmica de la estruc-tura agraria argentina en torno a la propiedad de la tierra.

    Como sealamos en las pginas anteriores, el nuevo modelo vinculado con la expansin biotecnolgica requiere de una organizacin flexible de los recursos, los cuales ya no slo incluyen la tierra, el trabajo y la tecno-loga: tambin interviene de manera no mediada el conocimiento. Este ltimo se afirm como factor de produccin central y es todava necesario plantear el debate sobre la medida en que ello altera el modo de pro-duccin de valor y su apropiacin. En tal contexto es de subrayar que la propiedad de la tierra cambia de estatus: despojada de la dimensin social (soporte de identidades familiares; fundamento de jerarquas sociales y rela ciones de poder; expresin material de una geografa social local, y otros factores), la tierra tiende a devenir pura mercanca.

    El modo como los distintos actores se relacionan con los condiciona-mientos del nuevo modelo, tiene consecuencias sobre sus posibilidades de persistencia o expansin. En tal sentido, se reactualizan interrogantes clsicos: Qu tipo de actores queda excluido? Cules pierden centrali-dad? Cmo persisten los que siguen en la produccin? En qu medida se mantienen o modifican sus rasgos preexistentes? Los casos analizados en este trabajo nos permiten abordar tales interrogantes en relacin con un sector social: los productores familiares, que otorg caractersticas particulares al desarrollo capitalista agrario en Argentina. Con toda su heterogeneidad, la presencia de explotaciones basadas en la propiedad familiar de la tierra y en el empleo de la fuerza de trabajo domstica, tuvo como rasgo distintivo su capacidad para participar en procesos de cambio tecnolgico, insertarse en los circuitos de capitales y en los mercados internacionales. De all que debamos destacar una vez ms el origen comn de los productores cuyas trayectorias y perfiles diversos hemos analizado.

    Los procesos que afectaron a este sector social aumentaron su heteroge-neidad caracterstica, a la vez que generaron una fuerte recomposicin de perfiles socioproductivos. No se trata nicamente de plantear que algu-nos de tales productores se dinamizaron, mientras que otros persistieron

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    o aun fueron expulsados de la actividad agropecuaria. Ms bien hemos intentado, mediante los registros particulares, estudiar tal heterogeneidad de comportamientos mostrando en qu medida ella es indicadora de nuevos cortes que se producen en la estructura social agraria argentina.

    Un primer punto que hemos de destacar es el arrinconamiento y de-bilitamiento de cierta forma de produccin familiar. Hay relacin entre la expulsin de productores, la escala de sus explotaciones y las dificultades para la incorporacin tecnolgica. Sin embargo, es necesario recuperar la dinmica de dicha relacin. Como vimos en el caso de los productores santafecinos, la ampliacin de la escala as como la incorporacin de equipos modernos no estuvo ausente en sus trayectorias. Sin embargo, tales decisiones no se inscribieron en un nuevo marco de interpretacin de la actividad, de la cual da cuenta la nocin de gestin empresarial. Ella supone al menos la incorporacin de una administracin contable rigurosa; el manejo de recursos y procesos organizativos en trminos expertos;9 la planificacin y la articulacin comercial y financiera. En de-finitiva, si hablamos de un nuevo marco de interpretacin es porque se ha operado un cambio en el modo de entender y practicar la actividad: del oficio a la profesin, y de all a la gestin managerial.

    No obstante, la expulsin no slo se traduce en la venta o cesin de tierras y en la constitucin de una capa de rentistas, como han sealado distintos autores. Tambin puede significar el reingreso, tal como hemos mostrado aqu. De acuerdo con lo que fuimos subrayando, dicho rein-greso no supone reponer la condicin de agricultor con caractersticas similares a las preexistentes sino que por el contrario parece asumir la radicalidad de la ruptura que el nuevo modelo instala en la agricultura familiar, cristalizando la inestabilidad y la flexibilidad como sus rasgos constitutivos. As, se toman campos cuando el mercado de tierras ofrece posibilidades; se venden servicios debiendo innovar permanentemente en su oferta en la bsqueda de clientes. Encontramos ejemplos de producto-res que suerte de trashumantes ao con ao deben desplazarse de sus lugares de residencia para arrendar tierras ms baratas o simplemente disponibles; o bien para prestar servicios.

    La segunda cuestin que subrayamos en la presente conclusin con-cierne al fortalecimiento de una franja de tales productores de origen

    9 Por ejemplo, la realizacin de anlisis estadsticos de la relacin entre cantidad de fertilizantes utilizados y rendimientos por hectrea por campaa, parcela, cultivo; o la organizacin de series de informacin para evaluar la relacin entre peso/consumo de alimentos/hectreas en la ganadera.

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    familiar: los empresarios. El elemento ms interesante en este caso no es, sin embargo, su expansin en trminos de los recursos que controlan, sino el modo como dicha expansin acarre modificaciones sustantivas en el perfil de los productores mencionados. En efecto, los empresarios rurales desplegaron ante nosotros una cantidad importante de empren-dimientos que muestran la flexibilidad social y la polivalencia cognitiva que poseen (Hernndez, 2007). El valor que otorgan al conocimiento como factor productivo central se refleja en sus prcticas cotidianas: renovacin permanente de las tcnicas agronmicas y ganaderas utilizadas; flexibili-dad productiva; amplitud para integrar y articular nuevos negocios, sean stos tpicos o no tpicos del sector; dedicacin de tiempo, dinero y energa a la participacin en espacios donde se concentra el saber experto; concepcin de la educacin y de la formacin personal.

    Tales actores explican su dinamismo a partir de la incorporacin de una nueva manera de entender la actividad agropecuaria, desde la pro-fesionalizacin del viejo oficio que desarrollaban sus padres. El criterio de gestin, antes que el de propiedad, deviene fundamental. Es decir, para ellos la gestin y el manejo experto de los recursos (basados en criterios cientficos) constituyen un verdadero patrimonio. Sin embargo, ello opera en un contexto no exento de tensiones respecto de su procedencia social; como vimos, la herencia familiar y el manejo de las tierras de ese origen an constituyen un asunto que los compromete. De este modo, constru-yen su perfil y definen sus prcticas entre dos figuras: por un lado, bus-cando distanciarse de la del chacarero, a quien ven hoy arrinconado pero que tambin es su origen; por el otro, teniendo en su horizonte a los nuevos empresarios, a los que buscan emular.

    La actitud que los empresarios innovadores tienen respecto del conocimiento experto puede ser caracterizada como acrtica; la ubican en su universo simblico como parmetro unvoco de la realidad (otros, como los polticos, los morales o emocionales, quedan subordinados o directamente anulados). En este modo de representacin se evidencia la doble funcin de la tecnociencia: como factor de produccin y como norma ideolgica (Habermas, 1973; Hernndez, 2006). Un ejemplo escla-recer el punto. Nuestros interlocutores justificaron la adopcin de la SD mediante un discurso puramente cientfico. Hablaron de sus facultades para conservar las propiedades del suelo, de los beneficios en materia orgnica. Sin embargo, la adopcin de dicha tcnica no slo hace jugar elementos tcnicos y cientficos: tambin acarrea nuevas relaciones labo-rales; trae consigo costos sociales; y cambia los contenidos de la ecuacin

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    inversin/beneficio. Sin embargo, tales otros factores no fueron tematiza-dos por ellos como si la sola dimensin tecnocientfica bastase para legiti-mar el cambio emprendido. As expulsados del debate, los argumentos de tipo social, econmico y poltico quedan enmascarados, y queda expuesto en toda su eficacia el rol ideolgico de la norma tecnocientfica.

    Los santafecinos tambin evocaron el cambio tcnico como factor esencial para crecer en la produccin; sealan asimismo la dificultad que experimentaron al recorrer ese sendero. Recordaron la caducidad de sus equipos, las dificultades para controlar las deudas contradas y el desconocimiento de la gestin correcta para saldarlas. Si bien pode-mos reconocer en ellos el carcter normativo de la tecnociencia (la SD es evocada del mismo modo que lo hacen los empresarios), tambin se corrobora la parcialidad del orden experto para dar cuenta de todos los aspectos de su realidad. En efecto, para significar la situacin vivida de-bieron incluir adems de criterios tcnicos, otros de tipo social, afectivo, poltico y aun moral, implicados en el proceso de salida. Tematizaron de diversas maneras la transformacin del rol de la cooperativa, el lazo establecido con un patrimonio que no puede ser reducido a su dimensin meramente econmica, la representacin de su actividad en tanto chacare-ros y no como empresarios, la llegada de actores extra agrarios, portadores de una relacin estrictamente econmica con la tierra.

    Al contrastar ambos perfiles, es posible identificar los elementos que en el caso de los empresarios permanecen aproblemticos y por lo mismo resultan de difcil aprehensin para el analista social. Aproble-mticos porque lograron reinvertirlos en sus dinmicas cotidianas, pro-duciendo empresas compatibles con los cnones del nuevo contexto. Al contrario, los ex propietarios santafecinos resisten al modo de produccin hegemnico; apropiarse del nuevo marco interpretativo no les resulta fcil ni desde un punto de vista simblico ni en el plano de las prcti-cas. Pensar por fuera del orden ideolgico que legitima determina-dos argumentos y prcticas, y sanciona otros es una accin de difcil realizacin; vemos en su lugar razonamientos fraccionados, discur-sos quebrados por el trauma que no logra resignificarse en trminos del presente. En definitiva, en el espacio de autonoma relativa del que dispone todo campo social respecto de los sistemas autorregulados (Habermas, 1987), unos (los empresarios) gracias a la disposicin hacia el conocimiento experto, al capital social con el que contaban por posicin en la estructura de clases, al patrimonio familiar tal como lo hemos definido lograron construir estrategias colectivas y desarrollar

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    prcticas individuales capaces de mantenerlos en la actividad, as como darle contenidos nuevos. Correlativamente, en el segundo caso (los chacareros), la expulsin no puede ser entendida como mero resultado de una inadecuacin tecnocientfica al modelo, sino que refleja ms bien las tensiones experimentadas al interactuar subjetiva y colectivamente en las condiciones sociales, polticas, econmicas y tcnicas, implicadas en la nueva configuracin global.

    En los dos casos, lo que los unifica es que se trata de sujetos que estn transitando por la experiencia de un periodo de transicin entre un modelo productivo basado en conocimientos de tipo material y a mano (Schultz, 1974) sea por la propia experiencia cotidiana, sea por la transmisin heredada de generaciones anteriores, a otro modelo basado en conocimientos de tipo inmaterial y mediados por los sistemas expertos (sean stos los clsicos: universidades, institutos, asociaciones, empresas; o nuevos: redes, internet, congresos, y as por el estilo). En tal sentido, podemos calificarlos de generacin testigo, en tanto poseedores de una experiencia social: conocieron un mundo que ya no est y vivencian el que lo reemplaz; as pueden dar testimonio de las diferencias entre ambos.

    No obstante, las mismas reglas de juego pueden tener efectos dife-renciales para los participantes: dadas determinadas condiciones, hay quienes logran instrumentar reflexivamente los elementos a su dispo-sicin para responder de manera exitosa al nuevo contexto; y quienes tienen menos recursos objetivos y subjetivos para hacerlo. Hay aqu un problema de distribucin desigual de esos recursos que complejiza la prctica reflexiva, tal como nuestro anlisis ha permitido apreciar. En este sentido, al postular la autonoma relativa de los campos sociales construida mediante la accin intersubjetiva es posible dar cuenta de los cambios observados en el tiempo largo en funcin de la dinmica concreta de los agentes.

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    Recibido: 3 de noviembre de 2006.Aceptado: 25 de febrero de 2008.