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N uestras reflexiones anteriores nos han permitido iniciar el análisis de los encuentros con Dios de algunos de los hombres y de las mujeres que aparecen en la Biblia. En aras de recibir algunas ayudas pedagógicas con esta tarea, hemos estado utilizando el libro “Encountering God for Spiritual Breakthrough,” (Regal Books, Dic 1998), escrito por el Dr. Elmer Towns. Este libro está disponible libre de costos en la página cibernética de nuestra Iglesia (www.ameccda.org). L os encuentros con Dios a los que hacemos referencia, no son encuentros salvíficos. Se trata aquí de encuentros que provocan transformaciones y provocan visiones ministeriales, llamados afinados por Dios. Se trata de encuentros que nos permiten lidiar con áreas de insatisfacción que muy pocas veces somos capaces de rendirlas ante Dios. Se trata de encuentros con Dios que nos permiten avances espirituales significativos. Por último, casi todos ellos ocurren en tiempos en los que enfrentamos crisis de los niveles más altos. H oy comenzamos el análisis de uno de los encuentros que Abraham tiene con Dios. En esta ocasión analizaremos el que aparece descrito en el capítulo 18 del libro de Génesis. Se hace necesario repasar algunos elementos, características y datos vitales de Abraham en virtud de poder conseguir un mejor aprendizaje de las enseñanzas y principios que se desprenden de este encuentro. Para esto, hemos privilegiado seguir las pistas que nos ofrecen algunos especialistas en este campo tales como Joseph Soloveitchik, Charles Swindoll y Marvin R. Wilson. P ara el primero, la historia de Abraham es “kerygmática.” O sea, presenta un mensaje completo, cuyos principios deben ser entendidos mucho más allá del análisis histórico que podamos hacer de él como sujeto. Este rabino describe que analizar la vida de Abraham nos permite desarrollar una teoría del ser humano, una antropología religiosa y un entendimiento de lo que significa la relación del ser humano con Dios. Esbozando un principio “Nahamanideano,” Soloveitchik argumenta que para los judíos es un principio básico que los eventos que involucran a los patriarcas son señales para sus descendientes. O sea, que los eventos que vive Abraham y/o que lo rodean, deben ser entendidos como “señales del camino” para los hijos de Abraham. P ara Soloveitchik, Abraham sirve como un modelo ético y espiritual. Esto es así porque Abraham cuestiona el “status quo” de la sociedad en la que se desarrolló. Abraham buscó a Dios y decidió obedecer las instrucciones divinas sin reservas, aun cuando esto representaba exilio y sacrificio. En adición a esto, Abraham no temió ser separado para adentrarse en lo santo de Dios. L a obediencia es sin duda alguna un elemento fundamental para llegar a esta clase de encuentros con Dios. En otras palabras, que las personas a las que Dios les sale al encuentro, tienen que estar dispuestas a pagar un precio y a realizar sacrificios que trascienden las dimensiones físicas. Se trata aquí de posiciones que hay que asumir; posiciones que cuestan. Se trata aquí de testimonios de vida que hay que mantener; ejercicios que cuestan. Se trata aquí de anuncios y denuncias que hay que realizar; aseveraciones que pueden traer consigo costos muy altos. Se trata aquí de transformaciones holísticas que hay que experimentar; transformaciones que implican un costo altísimo. S oloveitchik señala que Abraham se presenta en el texto bíblico como un ser humano invitado por Dios a recorrer sus caminos, como un deambulante (“wanderer”), uno que vaga como un nómada hasta encontrar el lugar identificado por Dios. Abraham es también un maestro, un iconoclasta solitario. O sea, uno que va rompiendo normas y desarrollando unas nuevas. 14 de junio de 2015 • Volumen X • No. 485

Boletín El Heraldo AMECCDAi 14 de junio 2015

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Tema: Dios sale a nuestro encuentro: El modelo de Abraham. Mensaje por el Pastor-Rector Mizraím Esquilín García. Fecha: 14 de junio de 2015. Vol. X, No. 485. Iglesia AMEC Casa de Alabanza en Canóvanas, Puerto Rico.

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Page 1: Boletín El Heraldo AMECCDAi 14 de junio 2015

Nuestras reflexiones anteriores nos han permitido iniciar el análisis de los encuentros con Dios de algunos de los hombres y de las mujeres que

aparecen en la Biblia. En aras de recibir algunas ayudas pedagógicas con esta tarea, hemos estado utilizando el libro “Encountering God for Spiritual Breakthrough,” (Regal Books, Dic 1998), escrito por el Dr. Elmer Towns. Este libro está disponible libre de costos en la página cibernética de nuestra Iglesia (www.ameccda.org).

Los encuentros con Dios a los que hacemos referencia, no son encuentros salvíficos. Se trata aquí de encuentros que provocan transformaciones y provocan visiones ministeriales, llamados afinados por Dios. Se trata de encuentros

que nos permiten lidiar con áreas de insatisfacción que muy pocas veces somos capaces de rendirlas ante Dios. Se trata de encuentros con Dios que nos permiten avances espirituales significativos. Por último, casi todos ellos ocurren en tiempos en los que enfrentamos crisis de los niveles más altos.

Hoy comenzamos el análisis de uno de los encuentros que Abraham tiene con Dios. En esta ocasión analizaremos el que aparece descrito en el capítulo 18 del libro de Génesis. Se hace necesario repasar algunos elementos,

características y datos vitales de Abraham en virtud de poder conseguir un mejor aprendizaje de las enseñanzas y principios que se desprenden de este encuentro. Para esto, hemos privilegiado seguir las pistas que nos ofrecen algunos especialistas en este campo tales como Joseph Soloveitchik, Charles Swindoll y Marvin R. Wilson.

Para el primero, la historia de Abraham es “kerygmática.” O sea, presenta un mensaje completo, cuyos principios deben ser entendidos mucho más allá del análisis histórico que podamos hacer de él como sujeto. Este rabino

describe que analizar la vida de Abraham nos permite desarrollar una teoría del ser humano, una antropología religiosa y un entendimiento de lo que significa la relación del ser humano con Dios. Esbozando un principio “Nahamanideano,” Soloveitchik argumenta que para los judíos es un principio básico que los eventos que involucran a los patriarcas son señales para sus descendientes. O sea, que los eventos que vive Abraham y/o que lo rodean, deben ser entendidos como “señales del camino” para los hijos de Abraham.

Para Soloveitchik, Abraham sirve como un modelo ético y espiritual. Esto es así porque Abraham cuestiona el “status quo” de la sociedad en la que se desarrolló. Abraham buscó a Dios y decidió obedecer las instrucciones

divinas sin reservas, aun cuando esto representaba exilio y sacrificio. En adición a esto, Abraham no temió ser separado para adentrarse en lo santo de Dios.

La obediencia es sin duda alguna un elemento fundamental para llegar a esta clase de encuentros con Dios. En otras palabras, que las personas a las que Dios les sale al encuentro, tienen que estar dispuestas a pagar un precio

y a realizar sacrificios que trascienden las dimensiones físicas. Se trata aquí de posiciones que hay que asumir; posiciones que cuestan. Se trata aquí de testimonios de vida que hay que mantener; ejercicios que cuestan. Se trata aquí de anuncios y denuncias que hay que realizar; aseveraciones que pueden traer consigo costos muy altos. Se trata aquí de transformaciones holísticas que hay que experimentar; transformaciones que implican un costo altísimo.

Soloveitchik señala que Abraham se presenta en el texto bíblico como un ser humano invitado por Dios a recorrer sus caminos, como un deambulante (“wanderer”), uno que vaga como un nómada hasta encontrar el lugar

identificado por Dios. Abraham es también un maestro, un iconoclasta solitario. O sea, uno que va rompiendo normas y desarrollando unas nuevas.

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gusta adorar al único y sabio Dios. Abraham, dice Soloveitchik, es un caballero de la fe (“a knight”). O sea, uno que sabe pelear a capa y espada en la defensa de todo lo que significa la fe. El precio que hay que pagar para presentar defensa de nuestra fe puede ser muy alto (1 Ped 3:15). Hay que hacerlo con mansedumbre y con reverencia, como lo haría un caballero, pero hay que hacerlo.

Soloveitchik añade que Abraham es un “ger ve-toshav;” un extranjero y un residente. Esta frase es usada por Abraham en el proceso para

sepultar a Sara (Gn 23:4; RV 1960 lo traduce “extranjero y forastero”). Esta frase ha generado miles y miles de estudios y análisis rabínicos a través de la historia. Tengo que admitir que muchos de estos son engorrosos y hasta carentes de sentido para los occidentales. Sin

embargo, hay algunas de estas discusiones que parecen precursores de posiciones teológicas Cristocéntricas muy importantes.

Los creyentes en Cristo sabemos que somos peregrinos en esta tierra. La Biblia identifica

así a los héroes de la fe en el Antiguo Testamento. Leemos lo siguiente en Hebreos 11:13-16

13 Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. 14 Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria; 15 pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. 16 Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad.

En adición a esto, la Biblia dice esto de aquellos que aceptando a Cristo como Salvador, nos

convertimos en linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, en pueblo que hemos alcanzado misericordia (1 Ped 2:9-12). Ese pasaje no se limita a ordenarnos que anunciemos las virtudes de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable. Ese pasaje sigue diciendo que en esta parte de la vida tenemos que comportarnos como extranjeros y

peregrinos. Así lo dice la Escritura: 11 Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma, 12 manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras. (1 Ped 2:11-12)

Esto no significa que las personas que Dios llama a esta clase de encuentro están autorizados a romper las bases fundamentales y

doctrinales de la fe. Abraham sigue siendo monoteísta y se mantiene en sujeción a las exigencias fundamentales que impone la fe, la santidad, el servicio, la adoración, la oración, etc. Sin embargo, Abraham se ve obligado a romper con todas las normas de su tiempo.

Un ejemplo de esto lo tenemos en la narrativa de Génesis 22. La antropología religiosa de la Palestina del segundo milenio antes de

Cristo, nos deja saber que era común encontrar que las divinidades de esa época exigieran sacrificios humanos. Esto podía incluir a los hijos. En Gn 22 Abraham puede ser visto como alguien que ha recibido de parte de Dios una instrucción similar a la que harían otros dioses de la región. Esto colocaría a Dios en el mismo nivel de los otros dioses de la zona. Sin embargo, la experiencia que tiene con Dios los lleva a concluir que el Altísimo, el Todopoderoso, no acepta sacrificios de este tipo. Al contrario, quiere que el ser humano conozca acerca del sacrificio sustituto (una tipología cristológica); un carnero que se ofrece en lugar del ser humano. Abraham sale de esa experiencia destruyendo una norma existente y abrazando una norma nueva.

Este elemento es esencial en la vida de aquellos que vienen a esta clase de encuentros con Dios.

Ciertamente los fundamentos de nuestra fe no pueden cambiar. Una sola fe, un solo Dios (Trino), un Salvador, un bautismo, una Iglesia Apostólica, autoridad de las escrituras, la operación del Espíritu Santo como para convencer al ser humano de su pecado y traerlo a la conversión, la capacitación (empoderamiento) que sólo Él puede hacer en el creyente, la resurrección de entre los muertos, la Segunda Venida de Cristo, son solo algunos de los fundamentos que nadie puede cambiar. Esto tiene que estar claro en nuestras mentes y corazones. Sin embargo, a menudo traemos con nosotros costumbres, actitudes, visiones, interpretaciones y comportamientos que hemos vestido con etiquetas religiosas. Muchas de estas cosas son destruidas cuando llegamos a esta clase de encuentro con Dios.

Por otro lado, nos sucede exactamente lo mismo con costumbres y normas establecidas en el tiempo que

nos toca vivir; particularmente cuando las calificamos como parte de nuestra religión. Dios nos transformará en iconoclastas en todas las ocasiones en que estas normas choquen con lo que dice la Palabra de Dios.

Para Soloveitchik, Abraham es además de todo esto un especialista, un maestro en sacrificios. Esta expresión no puede ser separada de su

conexión con la adoración. A Abraham le gustaba adorar a Dios. No hay manera en que podamos ser invitados a este tipo de encuentros si no nos

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El pasaje es claro y su mensaje contundente. Tal y como le sucedió a Abraham, nos sucede a nosotros hoy (Heb 11:9). Hemos sido

llamados por Dios a habitar en esta tierra como hombres y mujeres que pasamos por ella pero que no pertenecemos a ella. Nuestro testimonio aquí tiene que ser uno de altura, cónsono con el “país celestial” del que somos ciudadanos. No podemos empañar con nuestro testimonio la ciudad celestial a la que hemos sido llamados. Hay una manera de vivir que se nos exige mantener.

Ahora bien, esta expresión (“ger ve-toshav”) implica que los encuentros que tenemos con Dios tiene como norte “prepararnos

para la mudanza.” Los extranjeros y residentes tenemos que vivir esperando “la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios” (Heb 11:10). No se confunda con las expresiones antes expuestas. Sin duda alguna, hay que admitir que los encuentros con Dios producen y provocan una serie de bendiciones y condiciones que nos ayudan en este lado de la vida. Esta es una verdad absoluta. Sin embargo, estos encuentros no pueden ser vistos a base de los beneficios que tendremos aquí. La prioridad de esos encuentros estriba en la preparación para lo que vendrá después; para lo que ha sido definido como “ya pero todavía no.”

Por último, quedan algunos elementos que necesitan ser estudiados antes de analizar el encuentro que Abraham tiene con Dios que da

a luz a esta batería de reflexiones. Uno de esos elementos tiene que ver con las formas y maneras con las que Abraham maneja sus crisis. Recordemos que las crisis son parte fundamental de estos encuentros. Otro de esos elementos tiene que ver con las formas y maneras que Abraham usa para manejar sus bendiciones. Estos dos aspectos formarán parte de nuestra próxima reflexión. Algunos materiales de Charles Swindoll y Marvin R. Wilson nos ayudarán en ese proceso.

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A nuestra Hna Rosamy Gutierrez al alcanzar su grado de Maestría en Educación con Especialidad en Consejería Profesional de la Universidad del Turabo. Que Dios la continúe sorprendiendo para su gloria, con sus muchas

bendiciones!

A nuestro hermano Toño Salas, el Mazai, en su cumpleaños el sábado 13 de junio de 2015. ¡Que la

gracia de Dios sea sobreabundante día a su vida!

A nuestro hermano Dr. Manuel Anguita en su cumpleaños el miércoles 17 de junio de 2015. ¡Que el Señor continue derramando de su gloria y ungiendo sus

manos para la hermosa tarea que realiza !

A nuestra hermana Carmín Serrano “Azúcar” en su cumpleaños el jueves 18 de junio de 2015. ¡Que Dios te renueve con sus fuerzas como el águila y te bendiga

cada día con su presencia!