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L a Biblia está llena de historias acerca de mujeres que decidieron creerle a Dios por encima de los escenarios adversos que enfrentaban. Historias como las de Ester, Débora, la mujer con flujo de sangre, son solo algunas de ellas. Una de esas historias ha ocupado nuestra atención y el púlpito de nuestra Iglesia en varias ocasiones. Se trata de la historia de Ana, la madre de Samuel (1 Sam 1). Esta es una historia que posee diferentes dimensiones teológicas. Esto es, vertientes y escenarios teológicos que en sí mismos proveen enseñanzas, principios y modelos que tenemos que estudiar. U na de esas dimensiones explica la perspectiva divina sobre asuntos medulares para cualquier creyente. Se trata de asuntos tales como el dolor, la oración, la autoridad sacerdotal, la adoración y muchos otros que no mencionamos por falta de espacio. Otra de esas dimensiones describe uno de los roles proféticos de una mujer. Otra de esas dimensiones define muchas de las herramientas que tiene a la mano una mujer de Dios. Los eventos contextuales al primer capítulo de 1Samuel 1 acontecen durante el período de los jueces de Israel y en la época de Elí, quien fue juez y Sumo sacerdote por cerca de 40 años. Esta era una época de sequía en cuanto a la revelación de Dios se refiere. La Biblia dice en 1 Sam 3:1 que la palabra de Dios escaseaba en esos días y que no había visión con frecuencia. El parecido con la época que nos ha tocado vivir es asombroso. La gente de hoy día gime de hambre por la palabra y la dirección divina, en muchas ocasiones sin respuestas inmediatas a su clamor. Siglos más tarde, después de la historia de Ana, el profeta Amós fue usado por Dios para indicar que algunas generaciones experimentarían estas sequías (Amos 8:11-12). N o existe una sequía más dañina y de detrimento que esta. Se trata de una sequía de palabra profética segura y pura, de consejo espiritual basado en la sana doctrina, de palabra que conmine al pueblo a buscar la salvación en Cristo y a vivir una vida de santidad para Dios. Esa época era además una época en la que escaseaba la disciplina y el autocontrol. Una época sin absolutos morales ni éticos. Leemos acerca de esto en Jueces 21:25; “cada uno hacía lo que bien le parecía.” Da la impresión que la palabra tolerancia se inventó en esos días. Es más, parte de la nueva camada de sacerdotes que se levantó en esos días, fue clasificada como impía y sin conocimiento de Dios (1 Sam 2:12-17). Lo más terrible es que sus mayores no parecían hacer esfuerzo alguno para corregirles (1 Sam 2:17, 22-24). Es obvio que en una época así la gente pierda el respeto por las cosas santa y menosprecien los asuntos de Dios. E s en este escenario que se desarrolla la historia que describe 1 Sam 1. Elí está sentado en el santuario de Silo en el ejercicio de sus funciones sacerdotales cuando observa el cuadro que este capítulo describe. Se trata de una familia que viene a adorar y entre los miembros de ella se encuentra una mujer llamada Ana que se acerca a la casa de Dios. Asuntos medulares que maneja Ana A na se acerca al santuario que se encontraba en Silo (H7887), nombre que significa “lugar de descanso o tranquilidad.” La Biblia dice que esta peregrinación formaba parte de las costumbres de esa familia. O sea, que los tiempos podían ser extraordinariamente complicados, pero había familias que reconocían el inmenso valor que tiene llegar con frecuencia a la Casa de Dios. 10 de mayo de 2015 • Volumen X • No. 480

Boletín El Heraldo AMECCDAi 10 de mayo 2015

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Tema: Mujeres Virtuosas Mensaje: Pastor/Rector Mizraím Esquilín García. Fecha: 10 de Mayo de 2015, Vol. X, No. 480. Boletín Oficial de la Iglesia AMEC Casa de Alabanza en Canóvanas, Puerto Rico.

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La Biblia está llena de historias acerca de mujeres que decidieron creerle a Dios por encima de los escenarios adversos que

enfrentaban. Historias como las de Ester, Débora, la mujer con flujo de sangre, son solo algunas de ellas. Una de esas historias ha ocupado nuestra atención y el púlpito de nuestra Iglesia en varias ocasiones. Se trata de la historia de Ana, la madre de Samuel (1 Sam 1). Esta es una historia que posee diferentes dimensiones teológicas. Esto es, vertientes y escenarios teológicos que en sí mismos proveen enseñanzas, principios y modelos que tenemos que estudiar.

Una de esas dimensiones explica la perspectiva divina sobre asuntos medulares para cualquier creyente. Se trata de asuntos tales como el dolor, la oración, la autoridad sacerdotal, la adoración

y muchos otros que no mencionamos por falta de espacio. Otra de esas dimensiones describe uno de los roles proféticos de una mujer. Otra de esas dimensiones define muchas de las herramientas que tiene a la mano una mujer de Dios. Los eventos contextuales al primer capítulo de 1Samuel 1 acontecen durante el período de los jueces de Israel y en la época de Elí, quien fue juez y Sumo sacerdote por cerca de 40 años. Esta era una época de sequía en cuanto a la revelación de Dios se refiere. La Biblia dice en 1 Sam 3:1 que la palabra de Dios escaseaba en esos días y que no había visión con frecuencia. El parecido con la época que nos ha tocado vivir es asombroso. La gente de hoy día gime de hambre por la palabra y la dirección divina, en muchas ocasiones sin respuestas inmediatas a su clamor. Siglos más tarde, después de la historia de Ana, el profeta Amós fue usado por Dios para indicar que algunas generaciones experimentarían estas sequías (Amos 8:11-12).

No existe una sequía más dañina y de detrimento que esta. Se trata de una sequía de palabra profética segura y pura, de consejo espiritual basado en la sana doctrina, de palabra que conmine

al pueblo a buscar la salvación en Cristo y a vivir una vida de santidad para Dios. Esa época era además una época en la que escaseaba la disciplina y el autocontrol. Una época sin absolutos morales ni éticos. Leemos acerca de esto en Jueces 21:25; “cada uno hacía lo que bien le parecía.” Da la impresión que la palabra tolerancia se inventó en esos días. Es más, parte de la nueva camada de sacerdotes que se levantó en esos días, fue clasificada como impía y sin conocimiento de Dios (1 Sam 2:12-17). Lo más terrible es que sus mayores no parecían hacer esfuerzo alguno para corregirles (1 Sam 2:17, 22-24). Es obvio que en una época así la gente pierda el respeto por las cosas santa y menosprecien los asuntos de Dios.

Es en este escenario que se desarrolla la historia que describe 1 Sam 1. Elí está sentado en el santuario de Silo en el ejercicio de sus funciones sacerdotales cuando observa el cuadro que

este capítulo describe. Se trata de una familia que viene a adorar y entre los miembros de ella se encuentra una mujer llamada Ana que se acerca a la casa de Dios.

Asuntos medulares que maneja Ana

Ana se acerca al santuario que se encontraba en Silo (H7887), nombre que significa “lugar de descanso o tranquilidad.” La Biblia dice que esta peregrinación formaba parte de las costumbres

de esa familia. O sea, que los tiempos podían ser extraordinariamente complicados, pero había familias que reconocían el inmenso valor que tiene llegar con frecuencia a la Casa de Dios.

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Ella se acerca lidiando con su esterilidad. Este concepto describe mucho más que la incapacidad de concebir y dar a luz. Se trata aquí de un concepto que define impotencia, enfrentar ambientes que denigran al ser humano que los enfrenta,

ansiedades y dolores existenciales y la incapacidad para realizar contribuciones adecuadas para lidiar con los ambientes antes mencionados.Ella se acerca lidiando con el peso que todo esto representa (1 Sam 1:10). En el caso de Ana, esta carga se había convertido en amargura del alma. Esta expresión aparece nueve (9) veces en la versión RV de 1960; 1 Sam 1:10; 30:6; 2 Rey 4:27; Job 7:11; 10:1; Sal 73:21; Prov 14:10; Isa 38:15; Ezeq 27:31. Todos y cada uno de esos pasajes describen ambientes de mucho dolor y de grandes pérdidas. Ana, el pueblo ante la pérdida de sus hijos y esposas, la Sunamita, Job, el salmista ante la actitud de los impíos, el proverbista describiendo lo que conoce el corazón, Ezequías en la descripción que hace Isaías y el dolor que va a causar el juicio de Dios sobre Tiro. Se trata aquí de un dolor que puede paralizar a cualquier persona, pero no a Ana.

Ana llega al santuario creyendo. Sí, Ana cree y por eso ora. Ana cree y por eso persevera (1 Sam 1:12). Ana cree y por eso se derrama delante de Dios (1 Sam 1:15). La Biblia dice que esta debe ser la actitud del corazón de aquellos que

confían en el Señor (Sal 42:4) y de aquellos que ruegan e imploran por su misericordia (Lam 2:19). Ana cree y por eso le hace promesas a Dios. El niño que ella le pide a Dios. De alguna manera ella sabe que tienen que ser un varón), ella lo dedicará al servicio del Eterno. Ana cree y por eso prevalece (1 Sam 1:18-19); Dios se acuerda de ella. O sea, que es similar a decir que Ana fue puesta como un sello sobre el corazón de Dios. La Biblia dice que Dios se acordó de Noé (Gn 8:1), se acordó del pacto (Gn 9:15; Ex 2:24), se acordó de Abraham (Gn 19:29), se acordó de Raquel (Gn 30:22). O sea, que Ana se ha colocado aquí entre las figuras de mayor preponderancia de la historia de su Nación. No existe otra manera de alcanzar otras dimensiones en la fe; hay que creer y poner en acción lo que creemos. Cuando la Biblia dice que Dios se acordó de ella, está diciendo algo muy profundo. Este concepto (acordarse), señalan algunos léxicos, es la traducción del vocablo hebreo “zakkar” (H2142) que proviene de la idea de que la memoria es como una prenda que perfora la piel. Creer y poner en acción la fe siempre producirá resultados inefables. Ana cree y por eso adora. 1 Sam 2:1-10). Esta expresión se convierte en la descripción de una herramienta espiritual que toma aquí una dimensión profética. Esto es, sus expresiones de alabanza se convierten en frases que una virgen tomará prestadas cuando se le anuncie que ha sido escogida para ser al madre del Salvador del mundo (Lcs 1:46-55).

Roles proféticos de esta mujer

La actitud de Ana la hace meritoria de un adelanto de lo que el Profeta Joel describiría en su libro (Joel 2:28-32) como una de las señales del último tiempo: “y profetizarán

vuestros hijos y vuestras hijas.” El hijo varón que Dios le da se convierte en profeta, en juez y en sacerdote. El cumplimiento de la promesa que recibe Ana abre las puertas para que se establezca el Trono de David, el trono mesiánico del que nace el Rey de reyes y el Señor de señores. Ana decidió creer que ese era su tiempo; el tiempo de Dios para cambiar su destino y el destino de la nación. En algún sitio en su espíritu debe haber recibido que Dios señala profetas desde el vientre materno (Jer 1:4-10). Ana cree que posee un vientre santo. Un vientre que va a parir agentes de cambios, instrumentos en las manos de Dios. Ana creyó que Dios la había escogido para caminar por una ruta especialmente diseñada por Dios para realizar buenas obras (Efe 2:1).

Ana pudo haberse detenido ante los obstáculos que le salieron al paso. La relación tierna y amorosa con Elcana su marido le pudo haber hecho pensar que ella ya había alcanzado su tarea de vida (1 Sam 1:8). Ana pudo haberse detenido ante

los atropellos que sufría por parte de personas cercanas a ella (1 Sam 1:6). Esto último pudo haber desarrollado en Ana un problema de autoestima. Ese problema pudo haberla detenido. Ana no se dejó amilanar por nada de esto. Ana decidió seguir unos principios básicos que pare la fe que se pone en acción. El primero de ellos es que ella decidió levantarse y ejercer su autoridad como creyente. La historia del ser humano está llena de experiencias de esta naturaleza. Si Rosa Parks no decide levantarse e irse a sentar en el asiento que le negaban, Martin Luther King no se habría puesto de pie. Si Susana Wesley no hubiera decidido levantarse para desarrollar un hogar lleno de disciplinas espirituales y familiares, Juan y Carlos Wesley habrían sido solo sueños sin materializar. Los creyentes en Cristo observamos esta verdad teniendo a la mano unas ventajas extraordinarias: estamos sentados en lugares celestiales para tomar decisiones extraordinarias (Efe 2:6-7). Los creyentes en

Cristo sabemos que nada nos puede hacer daño (Lcs 10:19). El segundo principio que Ana hace suyo es que decide seguir un impulso divino que hay en su corazón. ¿Qué evidencia tenemos de que ese impulso estaba allí? Ella prometer

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dedicar al servicio de Dios y del templo una criatura que no ha concebido. ¿Cómo sabe ella que sería un varón? Ella

tiene que despertar de su letargo, sobreponerse a su amargura y permitir que Dios la transforme en la mujer que Dios quiere que ella sea. Cualquier parecido con el llamado que Dios le hace a Débora es puramente circunstancial (Jue 5:12). Samuel aprende esto de su madre. La Biblia dice algo de esto en 1 Samuel 3:19: “Y Samuel creció, y Jehová estaba con él, y no dejó caer a tierra ninguna de sus palabras.”

Herramientas que ella tiene en su mano

El tercer principio es que Ana decidió alcanzar todo esto poniendo en acción las herramientas que tenía a la mano.

Ya conocemos algunas de las herramientas que ella pone en acción. Ana cree y por eso ora. Ana cree y por eso persevera. Ana cree y por eso se derrama delante de Dios. Ana cree y por eso le hace promesas a Dios. Ana cree y por eso prevalece. Ana cree y por eso adora. Hay otras herramientas que Dios ha puesto en las manos de sus hijos. He aquí algunas de ellas:

• batir las manos ante el Señor - Sal 47:1-9• los dones del Espíritu - 1 Cor 12:7• alabar a viva voz – Jos 6:16• el Nombre de Jesús – Mc 16:17-18• ofrendar con el corazón – Mt 26:6-13 (la mujer con el perfume)•la oración y el ayuno profético – Dan 10:2-3, 12•danzar para Dios – Sal 149:3-4• oración para atar y desatar – Mt 16:19• ponerse de acuerdo con otros para la oración – Mt 18:19

Hoy celebramos a ese grupo inmenso de mujeres que son madres por virtud de la concepción o de la crianza. Es a

estas mujeres a quienes invitamos hoy a hacer suyo, a copiar el modelo de Ana. Dios las conmina a insertar la perspectiva divina en esos asuntos medulares que ustedes manejan hoy. Dios las llama a desarrollar sus roles proféticos como mujeres al servicio del Altísimo. Dios las reta a utilizar las herramientas que tienen a la mano como mujeres que Dios creó. Las invitamos a no dejarse amilanar ante el tiempo de sequía que vivimos. Las invitamos a no ceder ante un tiempo en el que escasea la disciplina y el autocontrol. Una época sin absolutos morales ni éticos. Las invitamos a cancelar la esterilidad que permea en este tiempo y a producir agentes de cambio, profetas y profetizas que alterne el curso de la historia de nuestro país.

Pastora Becky Parrilla......Washigton, USAAlex Cirino................................New York Carmen Carmona............................Hogar Dr. Jose Luís Carlo...........................HogarEdwin F. Marcano....Hosp. CardiováscularEsmirna Prieto.................................HogarFrandiego Romero Parrilla......Washington Gloria Huertas Martínez..................Hogar Gustavo A. Lozada..........................Hogar Josefina Vega...................................Hogar Lillian Casillas.................................HogarLuz A. Díaz.....................................HogarLuis Ramos........................Centro Médico Marie Delgado................................Hogar Moises Encarnación Figueroa..........HogarNilda González...............................HogarNydia Ortiz...........................PhiladelphiaRosa M. Gonzalez........Hosp. Aux. Mutuo Roberto Negro Guadalupe..............Hogar Sonia Rodriguez.......................Washigton Wilma Rivera Pizarro........Centro Médico Xiomara Fernandez.................New Jersey Victor Pérez....................................Hogar

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