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BENTOS MARINO: MOLUSCOS, CRUSTÁCEOS, EQUINODERMOS, PECES ___________PAG. N° 01 LOS MOLUSCOS BENTONICOS Y SU UTILIDAD LOS moluscos han sido utilizados por el hombre en su alimentación desde tiempos prehistóricos, como lo revelan los restos de sus conchas que se encuentran en las cuevas y albergues habitados por los pueblos primitivos o en los concheros que han localizado los arqueólogos en diferentes zonas de la costa y que son de tanta importancia para esta ciencia. Las conchas fueron empleadas también por aquellas razas antiquísimas en la fabricación de adornos para sus rudas figuras y no les ha faltado a los moluscos un significado religioso, como lo demuestra el hecho de que sus caparazones fueron objeto de ofrenda grata a los dioses, como el caracol sagrado o "chack" de los hindúes que es un atributo del dios Visnú, o dentro de las culturas prehispánicas en América, como se puede observar en el templo de Teotihuacán en donde aparecen esculpidos en piedra, juntamente con la simbólica serpiente. También algunas sustancias producidas por estos animales tuvieron un significado religioso, como la púrpura extraída de caracoles como el Murex, que fue signo de dignidad entre los fenicios, asirios y sobre todo para los romanos. Su aprovechamiento en joyería es muy antiguo; los vedas hablan ya de pesquerías de perlas en Ceilán, que alcanzaron su máximo esplendor en los tiempos del legendario rey Wijayo, 500 años antes de Jesucristo. Las conchas de los moluscos fueron empleadas a manera de moneda, como la pequeña "ciprea" de la especie Moneta moneta y aún en la actualidad son usadas con este fin por los pueblos africanos o australianos. Los moluscos son animales de agua dulce, marina o terrestres; su cuerpo presenta simetría bilateral, la que puede estar enmascarada, como sucede en los caracoles, cuando sufren el arrollamiento en espiral que les es característico. Su cuerpo tiene consistencia blanda y no está segmentado; puede encontrarse protegido por una concha de naturaleza calcárea, y en algunos casos la concha está envuelta por los tejidos y queda en el interior del cuerpo. Su cuerpo se divide en las siguientes regiones: la cabeza situada en la parte anterior dorsal, en la que se abre verticalmente la boca y lleva uno o dos pares de tentáculos en donde pueden ir los ojos; la masa visceral, que se halla dorsalmente detrás de la cabeza y que es en la que se localizan los órganos internos, está envuelta por un repliegue de la piel denominado manto, capaz de segregar la concha y de evitar que se peguen a ella objetos extraños; y el pie, que tiene una posición ventral, es musculoso e interviene directamente en sus lentos desplazamientos. Los moluscos que habitan el medio marino pueden encontrarse en los diferentes ambientes que este medio presenta. Los que viven en íntimo contacto con el fondo del mar reciben el nombre de bentónicos y pueden hallarse fijos al sustrato, como los mejillones, o gozar de movilidad en la superficie del mismo, ya sea arrastrados por las corrientes o deslizándose lentamente, como los caracoles. Algunos de estos moluscos bentónicos, como los pulpos, son incluso nadadores, pero no se apartan mucho del fondo, y otros viven en el interior del suelo perforándolo o excavándolo.

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BENTOS MARINO: MOLUSCOS, CRUSTÁCEOS, EQUINODERMOS, PECES ___________PAG. N° 01

LOS MOLUSCOS BENTONICOS Y SU UTILIDAD

LOS moluscos han sido utilizados por el hombre en su alimentación desde tiempos prehistóricos, como lo revelan los restos de sus conchas que se encuentran en las cuevas y albergues habitados por los pueblos primitivos o en los concheros que han localizado los arqueólogos en diferentes zonas de la costa y que son de tanta importancia para esta ciencia.

Las conchas fueron empleadas también por aquellas razas antiquísimas en la fabricación de adornos para sus rudas figuras y no les ha faltado a los moluscos un significado religioso, como lo demuestra el hecho de que sus caparazones fueron objeto de ofrenda grata a los dioses, como el caracol sagrado o "chack" de los hindúes que es un atributo del dios Visnú, o dentro de las culturas prehispánicas en América, como se puede observar en el templo de Teotihuacán en donde aparecen esculpidos en piedra, juntamente con la simbólica serpiente.

También algunas sustancias producidas por estos animales tuvieron un significado religioso, como la púrpura extraída de caracoles como el Murex, que fue signo de dignidad entre los fenicios, asirios y sobre todo para los romanos.

Su aprovechamiento en joyería es muy antiguo; los vedas hablan ya de pesquerías de perlas en Ceilán, que alcanzaron su máximo esplendor en los tiempos del legendario rey Wijayo, 500 años antes de Jesucristo.

Las conchas de los moluscos fueron empleadas a manera de moneda, como la pequeña "ciprea" de la especie Moneta moneta y aún en la actualidad son usadas con este fin por los pueblos africanos o australianos.

Los moluscos son animales de agua dulce, marina o terrestres; su cuerpo presenta simetría bilateral, la que puede estar enmascarada, como sucede en los caracoles, cuando sufren el arrollamiento en espiral que les es característico. Su cuerpo tiene consistencia blanda y no está segmentado; puede encontrarse protegido por una concha de naturaleza calcárea, y en algunos casos la concha está envuelta por los tejidos y queda en el interior del cuerpo.

Su cuerpo se divide en las siguientes regiones: la cabeza situada en la parte anterior dorsal, en la que se abre verticalmente la boca y lleva uno o dos pares de tentáculos en donde pueden ir los ojos; la masa visceral, que se halla dorsalmente detrás de la cabeza y que es en la que se localizan los órganos internos, está envuelta por un repliegue de la piel denominado manto, capaz de segregar la concha y de evitar que se peguen a ella objetos extraños; y el pie, que tiene una posición ventral, es musculoso e interviene directamente en sus lentos desplazamientos.

Los moluscos que habitan el medio marino pueden encontrarse en los diferentes ambientes que este medio presenta. Los que viven en íntimo contacto con el fondo del mar reciben el nombre de bentónicos y pueden hallarse fijos al sustrato, como los mejillones, o gozar de movilidad en la superficie del mismo, ya sea arrastrados por las corrientes o deslizándose lentamente, como los caracoles. Algunos de estos moluscos bentónicos, como los pulpos, son incluso nadadores, pero no se apartan mucho del fondo, y otros viven en el interior del suelo perforándolo o excavándolo.

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Según las características de su concha, la disposición de su cuerpo y su reproducción y desarrollo embrionario, los moluscos se han clasificado en siete grupos o clases: aplacóforos, monoplacóforos, poliplacóforos, bibalvos, gasterópodos, escafópodos y cefalópodos. Todos ellos presentan especies marinas, siendo la mayoría bentónicos.

Los aplacóforos se consideran los menos evolucionados; su cuerpo es vermiforme y no está cubierto por una concha, y su pie es rudimentario; como ejemplo tenemos el género Neomenia.

Los monoplacóforos , con concha formada por una sola placa cónica, se consideraban extintos hasta que en la expedición del Galathea en 1952 se colectó la especie Neopilina galathea al oeste de Costa Rica, a 3 570 metros de profundidad.

Los poliplacóforos, también llamados anfineuros, son moluscos marinos que viven fijos en las rocas formando parte del bentos, con su concha dividida en ocho placas imbricadas; la boca y el ano están localizados en los extremos del cuerpo, viven en la región litoral, aunque también se les encuentra en grandes fondos abisales hasta 4 000 metros; en el Océano Pacífico son comunes los del género Chiton que están fuertemente fijos en las rocas y en algunos lugares se utilizan como alimento.

Los bivalvos o lamelibranquios tienen su cuerpo recubierto por una concha formada por dos piezas o valvas, las que presentan formas muy variadas, siendo incluso algunas de rara apariencia. Las valvas están unidas entre sí por la región dorsal y articuladas por una zona dentada llamada "charnela" que hace posible la apertura y cierre, impidiendo el desplazamiento lateral de las valvas.

Los periodos de crecimiento de las conchas de los bivalvos no son continuos, de modo que en ellas quedan marcados en las llamadas líneas de crecimiento. La superficie externa de las valvas no siempre es idéntica: unas veces es lisa, otras presenta estrías y costillas que a su vez pueden, en algunas especies, llevar dispuestos sobre ellas espinas, tubérculos, escamas u otras formaciones semejantes.

El cierre de estas valvas se hace gracias a la presencia de fuertes músculos llamados aductores, que van desde una cara interna de la valva hasta la otra, atravesando el cuerpo del animal. Estos músculos pueden ser del mismo tamaño, como sucede en la almeja, o tener diferente desarrollo, como en el caso del mejillón.

El cuerpo presenta una organización simple, carece de cabeza y el pie relacionado con el movimiento tiene diversas formas según las especies, considerado como un órgano excavador en todos aquellos casos en que la especie vive enterrada en la arena; también puede ser el órgano fijador, como en el caso del mejillón, que en su base tiene una glándula llamada ''biso'', secretora de una sustancia en forma de filamentos que en contacto con el agua se solidifica fijando al animal al sustrato. En las ostras u ostiones el pie está atrofiado como consecuencia de su vida sedentaria de permanente fijeza sobre los objetos sumergidos.

Los bivalvos son animales típicamente bentónicos, tienen todos ellos una relación con el fondo, aunque con tipos distintos de vida, ya que pueden ser excavadores y vivir enterrados en la arena, como es el caso de los llamados "donax"; nadadores, que son los que se

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desplazan por la acción de sus valvas que se abren y cierran rápidamente expulsando agua, como la "almeja peregrino"; sésiles, aquellos que permanecen fijos a un sustrato determinado, como el ostión, y perforadores, los que viven horadando galerías en las rocas o en la madera, a las que atacan por medio de una reacción ácida, ayudando a la penetración con procedimientos mecánicos. La circulación del agua en estos bivalvos perforadores se hace por medio de sifones que salen de la abertura, como en los "teredos".

Entre los bivalvos de gran interés para el hombre se encuentra el ostión, también llamado en algunos países ostra, del que se conocen diversas especies, siendo la más frecuente Ostrea que vive en el bentos del litoral y Crassostrea que se localiza en las lagunas litorales y esteros. Su concha caliza, muy fuerte y resistente, tiene dos valvas desiguales: con la izquierda el molusco se sujeta y adhiere fuertemente a los objetos sumergidos. Estos moluscos son comestibles y muy estimados; su cultivo ha dado origen a una importante industria, la ostricultura, que ha alcanzado un gran desarrollo en algunos países como: Japón, España, Francia, Australia y México.

Otro bivalvo de interés es la ostra perlera o madreperla, principal molusco productor de perlas, pero no el único; el callo de hacha, los mejillones y el abalón también son capaces de producirlas. La perla no es más que una secreción de nácar producida por el molusco en derredor de un núcleo, que puede ser un parásito de la ostra o un cuerpo extraño que coloca el hombre para cultivar estas perlas. Las principales pesquerías de este molusco están en el Golfo Pérsico, Ceilán, Australia, Tahití, Golfo de California y Costa de Brasil. En el Japón se ha logrado establecer toda una gran industria para el cultivo de la ostra y para el de las perlas.

Sobre las rocas de la zona litoral se puede localizar a los mejillones adheridos mediante filamentos que forman su biso. Miles de estos mejillones de todos tamaños, recubren superficies de unos cuantos metros cuadrados. La producción del biso del mejillón apenas admite comparación con las sedosas y doradas fibras de otros bivalvos del Mediterráneo, que alcanza hasta un metro de longitud; estas fibras fueron antiguamente muy apreciadas por los italianos para fabricar pelucas. Los romanos tejían con ellas costosas telas y extraían una sustancia que, según ellos, curaba el reumatismo.

Entre los bivalvos perjudiciales están los del género Teredo, llamados comúnmente "broma" o "taraza", que producen grandes destrozos en los maderos sumergidos de los muelles, y aun en los cascos de madera de los barcos, hasta el extremo de que se les ha llamado "calamidades navales". Se cuenta con muchos remedios para evitar sus daños, utilizándose actualmente la aplicación de la creosota en las maderas que se emplean para las embarcaciones o para construcciones tales como muelles.

Los bivalvos que no son totalmente fijos se desplazan muy limitadamente, arrastrándose con la ayuda del pie cavador que sacan de su concha; otros trepan indolentes por los vegetales marinos y muy pocos, como la concha peregrina que los biólogos llaman Vieira, son realmente capaces de huir rápidamente ante sus enemigos.

Las vieiras descansan habitualmente sobre la arena con sus valvas entreabiertas y, con ayuda de cilios, pequeñas pestañas vibrátiles, se desplazan bombeando agua a través de su cuerpo, expulsándola al mismo tiempo que cierran bruscamente sus valvas, de manera que producen el efecto de retropropulsión. La llegada de una estrella de mar a una congregación de vieiras ocasiona gran actividad, ya que el animal puede escapar hacia adelante o hacia

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atrás, o bien describir giros. Junto al borde de sus conchas entreabiertas, las vieiras poseen dos filas de puntos luminosos, que forman sus ojos.

Algunos de estos bivalvos alcanzan grandes dimensiones y aunque resulta exagerado decir que estos gigantes atrapan intencionalmente con sus valvas a los buceadores, lo cierto es que si lo hacen y que al menor contacto, cierran de pronto las valvas y pueden aprisionar la mano o el pie del hombre. Esto ocurre con el género Macra, bivalvo de mares cálidos que entierra el largo pedúnculo de sus valvas en la arena y asoma la otra mitad de las mismas, como es el caso de la Tridacna gigante, propia del Océano Índico y de los mares australes.

Los gasterópodos son moluscos que se caracterizan por tener el cuerpo cubierto por una concha de una sola pieza más o menos enrollada en espiral y su nombre significa "pie en el estómago". La concha tiene la forma de un largo cono arrollado en hélice alrededor de un eje; su extremo más adelgazado constituye el "ápice", y el más ancho está abierto y por él sale el animal.

En su cuerpo se distinguen la cabeza, la masa visceral y el pie.

El número de vueltas de la concha varía, teniendo algunos gasterópodos una sola vuelta, como en el caso de las lapas; en otros pocas vueltas, como el abalón, y en la mayoría muchas; como en el Murex. Independientemente del número de vueltas que presente la concha de los gasterópodos, pueden existir diversos ornamentos como surcos, tubérculos, etcétera, que constituyen caracteres tomados en cuenta para la clasificación de estos moluscos. En las conchas se pegan otros organismos como las algas y los corales, entre otros; sin embargo, algunos animales lo impiden cubriendo su concha con el "manto", que se encarga de quitar todo objeto extraño, manteniéndola con una tersura casi perfecta, como en el caso de "ciprea" y "oliva".

Existe gran diferencia en la realización de las principales funciones en las distintas especies de gasterópodos, debido a que es un grupo adaptado a diversos modos de vida. La gran mayoría son bentónicos, y pueden estar casi fijos en un lugar, deslizándose muy lentamente en el sustrato como las lapas y el abalón, o avanzando distancias cortas por la acción de su pie como en los conos. Su alimentación puede ser herbívora, cuando sólo comen vegetales, como las algas que están fijas en las rocas; carnívora, cuando se alimentan de otros animales, tal es el caso de unos pequeños caracoles que son capaces de perforar las conchas de otros moluscos y comérselos con rapidez, por ejemplo los perforadores del ostión que causan grandes estragos en los bancos ostrícolas; suspensívora, cuando se alimentan de partículas en suspensión.

Los gasterópodos comprenden muchísimas especies de caracoles marinos, entre los más comunes están los abalones, las lapas, las bocinas de mar, los estrombus gigantes, los conos, los murex y la ciprea o caracol porcelana. Un grupo de estos gasterópodos, los nudibranquios, reducen totalmente su concha quedando desnudos y se deslizan sobre los vegetales del fondo, confundiéndose con ellos por su forma y coloraciones, como es el caso de las llamadas "babosas del mar" como Doris y las "liebres de mar" como Aplysia.

Muchos de estos moluscos son utilizados por el hombre, ya sea a manera de alimento, como el caracol marino gigante o Strombus que vive en el bentos de aguas tropicales, o como

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adornos formando grandes y valiosas colecciones que han desarrollado una actividad humana importante: la conchología o conquiliología, que permite que el hombre pueda recrearse con la belleza y diversidad de estas conchas.

Los escafópodos son un grupo poco numeroso de moluscos marinos provistos de una concha cónica, tubulosa, que se abre en ambos extremos; el género más común que vive en el bentos es Dentalium, que recibe este nombre por su forma muy semejante a un colmillo de elefante.

Los cefalópodos constituyen la clase más evolucionada del grupo; su característica más destacada y a la que deben su nombre es la de poseer una corona de brazos o tentáculos como prolongación de la cabeza.

La concha está muy reducida en la mayoría de estas especies, llegando a desaparecer en algunas de ellas. Son raros los que presentan concha, como los curiosos Nautilus del Océano Pacífico, que forman un grupo de sobrevivientes que en otros tiempos geológicos estaban representados por muchísimas especies.

Los cefalópodos son principalmente nadadores, por lo que forman parte del necton; sin embargo, durante el día se esconden y solamente en las noches salen a buscar su alimento, constituido por pequeños crustáceos que también tienen una actividad nocturna. Los principales enemigos de los pulpos están representados por algunas especies de pesca de fondo, tales como tiburones y morenas.

El grupo de los moluscos ha llamado la atención de la humanidad desde tiempos remotos y por ello se han logrado cultivar algunas especies, desarrollándose biotécnicas como: la ostricultura o cultivo de ostras, practicada ya por Sergius Orato, 140 años antes de Cristo; la miticultura o cultivo de mejillones (choros), iniciada por el irlandés Patricio Walton en 1235, y la perlicultura o cultivo de perlas, desarrollada en Japón por Kokichi Mikimoto en 1893.

Muchos de estos moluscos bentónicos son objeto de pesca y consumo por el hombre, representando un grupo de importancia para enriquecer la dieta de la humanidad. Sus conchas son también buscadas por la belleza y brillantez de su nácar, como las llamadas orejas del mar que son un tipo de abalón cuya hermosa concha es materia prima para la industria de camafeos y otro tipo de joyería, y para una industria más modesta como la de fabricación de botones. De este modo, el hombre utiliza a los moluscos para resolver problemas alimenticios, y debe motivar a sus semejantes para conservar su belleza natural.

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LOS EQUINODERMOS

LOS equinodermos son animales exclusivamente marinos, que de manera habitual se encuentran formando parte del bentos, siendo frecuentes en las costas rocosas batidas por el oleaje; su cuerpo presenta simetría radiada y está formado, casi siempre, por cinco partes o radios iguales repetidos alrededor del eje del cuerpo del animal.

A causa de su forma llamativa, los equinodermos fueron conocidos por los pueblos de la antigüedad, y también porque algunos de ellos, como los erizos, se utilizan en la actualidad como alimento en ciertos países. La descripción más antigua que se conoce de un equinodermo es la que hizo Aristóteles de un erizo comestible del Mediterráneo en su obra Historia de los animales. En este estudio describió el aparato masticador del erizo, a lo que se debe el que hoy se le dé el nombre de linterna de Aristóteles, en su honor.

Los animales que pertenecen al grupo de los equinodermos presentan un aspecto muy diferente entre sí; sin embargo, el arreglo de su estructura anatómica es uniforme, caracterizado por el aparato locomotor constituido por un sistema de canales, que forman el aparato acuífero, terminado por unas estructuras que en su extremo llevan unas ventosas adhesivas llamadas pies ambulacrales.

Su cuerpo generalmente está recubierto por espinas delgadas o gruesas, localizadas en áreas que se arreglan formando radios que parten del centro del cuerpo, característica que permite identificar a los equinodermos, como en el caso de los crinoideos o "lirios de mar", los ofiuroideos o "bailarinas de mar", los asteroideos o "estrellas de mar", los equinoideos o "erizos de mar" y los holoturoideos o "pepinos de mar".

La mayoría de los crinoideos que se han encontrado son fósiles de los más antiguos estratos geológicos, los cuales semejan extrañas flores que por sus pedúnculos viven fijas al fondo, a las rocas o a las maderas flotantes; poseen brazos plumosos que emplean para capturar el alimento y están libremente expandidos en las aguas. Algunos representantes vivientes carecen de pedúnculo, como la "clavelina de mar"; aunque lo tienen durante su juventud, cuando llegan a adultos estos animales se hacen nadadores o se arrastran por el fondo.

Algunas de las formas de crinoideos más primitivas, fijas en el fondo y pedunculadas, habitan ciertas regiones muy profundas del océano, habiéndose colectado hasta 8 200 metros. En la actualidad se conocen 800 especies. Los brazos de estos animales de color anaranjado llamativo, al igual que los de sus parientes los ofiuroidos, poseen franjas de finos apéndices llamados cirros, que desempeñan una doble función: impulsar al animal por las aguas mediante flexiones rítmicas y ayudar a la captura del alimento.

El oceanógrafo alemán Magnus observó cómo realizan la captura de su alimento las clavelinas del Mar Rojo que viven en aguas poco profundas y se anclan al fondo con algunos brazos, utilizando los restantes para concentrar el alimento de la superficie: las partículas alimenticias que arrastra la marea pasan por las ranuras existentes bajo los brazos y llegan hasta la placa central del cuerpo en donde se encuentra la boca, por donde penetran.

Los ofiúridos , al igual que otros equinodermos, tienen cinco brazos que nacen de un disco central y llegan a ser diez y quince veces más largos que éste; estos brazos los utilizan para arrastrarse con movimientos rítmicos, de aquí su nombre de "bailarinas del mar". En algunas especies los brazos se desprenden al menor contacto como medida defensiva, fenómeno que

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recibe el nombre de autotomía, ya que se desprende por sí mismo, y posteriormente lo vuelven a formar en el proceso llamado regeneración.

Los ofiuroidos abundan en el bentos de todos los mares, aunque los hay en mayor cantidad en los mares fríos como el del Norte, en donde se les recoge en las redes como pesca secundaria, calculando que viven hasta 500 animales por metro cuadrado. En los mares tropicales adquieren gran diversidad de tamaño, forma y color, habitan zonas poco profundas concentrándose de 6 a 10 organismos abajo de cada piedra.

A veces tienen extraños brazos ramificados que se entrelazan y producen marañas indescifrables en continuo palpitar, como en el caso de los gorgoniocéfalos que se encuentran a profundidades de 6 a 8 metros en el Golfo de México y a los que se les da el nombre de "estrellas medusas", porque evocan la cabellera de serpientes culebreantes que la Medusa de la antigua mitología portaba sobre la cabeza.

En los equinodermos se observa que de los brazos prensores y nadadores de los crinoideos se pasa a los reptadores de los ofiuroidos y, de éstos, a los brazos reptadores y adhesivos de los asteroideos o estrellas de mar, animales que gracias a numerosos y diminutos pies ambulacrales, que terminan en una ventosa que forma vacío, pueden sujetarse a cuerpos sólidos para realizar sus desplazamientos.

Los brazos de las estrellas parten de un disco central en cuya cara anterior se sitúa la boca; en el dorso existe una placa con pequeños agujeros llamada "placa madrepórica" por la cual entra el agua al interior del animal; el agua sigue hasta los pies ambulacrales, que se localizan en la cara inferior de los brazos, formándose un mecanismo hidráulico que regula la actividad de los pies. Al aumentar la presión en los canales, los pies salen y con sus ventosas terminales se sujetan al sustrato o se separan de él, según la presión que exista, lo que permite a la estrella desplazarse por superficies lisas y verticales.

Estos organismos viven en todos los océanos, desde las aguas someras hasta profundidades de 4 500 metros, conociéndose unas 2 000 especies.

En las estrellas de mar los procesos de regeneración alcanzan un alto grado de desarrollo, ya que pueden remplazar partes completas de su cuerpo que hayan perdido, y es común encontrar estrellas que estén restaurando uno o varios de sus brazos o que uno de ellos esté regenerando el resto de la estrella, es decir, el cuerpo y los otros cuatro brazos.

Las estrellas de mar son muy voraces en virtud de la capacidad que tienen de expulsar su estómago por la boca para rodear a su presa y digerirla con potentes sustancias; por ejemplo, cuando capturan un mejillón o una almeja la digieren con todo y concha. Se alimentan de bivalvos, erizos y a veces de algunos pececillos, existiendo especies que atacan a los arrecifes de coral causando grandes destrozos en ellos.

La estrella llamada comúnmente "corona de espinas", que pertenece al género Acanthaster, puede alcanzar hasta medio metro de diámetro y presenta de 13 a 17 brazos cubiertos de agudas púas rojas de 2.5 centímetros, impregnadas con una sustancia tóxica. Este animal ha puesto en peligro las formaciones de coral en una región de millones de kilómetros cuadrados del Pacífico y del Índico.

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Cuando se observa esta estrella, no se imaginan su apetito insaciable ni su increíble capacidad destructora; pero en la Gran Barrera de Arrecifes de Australia hay zonas donde la corona de espinas ha destruido el 80% del coral, y en la isla de Guam ha hecho lo mismo en el 90% de los 38 kilómetros de arrecife que se extienden a lo largo de las costas de la isla.

Arrastrándose lentamente, la estrella se instala sobre el coral, saca su estómago y digiere los pólipos con sus jugos estomacales; al retirarse, deja sólo el esqueleto calcáreo del coral, prácticamente sin un solo pólipo vivo, y se calcula que lo hace al ritmo de 200 centímetros cuadrados por día. Todavía hace unos 15 años, la corona de espinas no se consideraba enemigo peligroso de los arrecifes, ya que era una especie rara que no amenazaba mayormente a las colonias vivas del coral.

Fue hace unos 10 años cuando se registró un alarmante aumento de esta especie en los mares australianos, y empezaron a proliferar en Guam, Okinawa y Saipán, donde nunca se les había localizado. Pronto empezó a hacer tales destrozos en Okinawa, que los habitantes de esta prefectura japonesa empezaron a llamarla onihitode, lo que significa "estrella diablo", y se inició la lucha contra estos organismos.

Desde 1969, el Centro Japonés de Parques Marinos elaboró un programa para combatir a la estrella; utilizaron buzos que las destruían con métodos mecánicos, partiéndolas en pequeños trozos; sin embargo, al dejarlos en el mar, éstos proliferaron formando nuevas estrellas debido a su poder de regeneración, lo que hizo la tarea más difícil y fue necesario sacarlas para destruirlas en tierra.

Otro método fue la utilización de organismos competidores de la estrella como caracoles gigantes; y por último, está siendo combatida con drogas, como el formol y la rotenona, pero con ellas se corre el riesgo de matar a otros seres marinos. Hasta la fecha prosiguen estudios y campañas contra la corona de espinas que pone en peligro la existencia de estas importantes zonas de productividad marina que son los arrecifes coralinos.

Los equinoideos o erizos de mar presentan su morfología compuesta por cinco filas radiales de poros por donde salen los pies ambulacrales del animal; cuando se observa el esqueleto se notan mejor estas cinco filas de poros y en las zonas comprendidas entre dichas filas se implanta la maraña de espinas, cortas o largas, a las que deben su nombre este grupo de animales, las cuales utilizan para desplazarse y enterrarse. Además, gracias a sus pies ambulacrales pueden sostenerse sobre superficies lisas.

Los erizos de púas cortas se valen tanto de las espinas como de los pies ambulacrales para pegar a su cuerpo algas, sargazos, conchas y otros cuerpos extraños con los que disimulan su presencia en los fondos, y así se defienden de sus depredadores, como sucede en el género Toxopneustes.

Los erizos de púas largas, como Echinometra, levantan ante sus enemigos todo un bosque de lanzas; estas armas afiladas atraviesan perfectamente lonas e incluso cueros y las heridas que provocan son muy dolorosas y causan inflamación. En los erizos Diadema las púas dorsales alcanzan hasta 30 centímetros de largo; el animal usa las púas cortas inferiores para desplazarse mientras dirige las superiores hacia donde se presenta el peligro; cuando estas púas se clavan en la piel humana causan molestias de consideración.

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Muchos erizos disponen de métodos defensivos complementarios, como introducirse en grietas que ellos mismos cavan mediante giros continuos de sus púas; ahí permanecen escondidos durante el día y al oscurecer salen a comer diatomeas, algas en las rocas y corales, para lo que emplean los cinco "dientes" de su aparato masticador colocado en la cara ventral de su cuerpo.

Otros erizos abandonan los fondos duros para vivir en la arena de zonas de poca profundidad y para adaptarse pierden su forma globosa adquiriendo la de una galleta, de modo que puedan evitar ser arrastrados por las olas y las corrientes. En algunos lugares les llaman "galletas de mar", "dólar de arena" o "comalitos", por tener su cuerpo aplanado como el de una moneda, lo que permite que fácilmente, con ayuda de sus púas, se entierren en la arena.

Los erizos de mar son los equinodermos más conocidos y se encuentran desde aguas someras hasta los grandes abismos, siendo frecuentes en las costas rocosas.

Se consumen como mariscos en muchos países de Europa y América, aprovechándose para ello las cinco masas anaranjadas de sus ovarios; en algunos lugares también se comen las glándulas masculinas que son de color blanquecino.

Los holoturidos o pepinos de mar han encontrado una solución diferente para adaptarse de manera indistinta a fondos rocosos o arenosos: su cuerpo toma una forma cilíndrica y las cinco zonas radiales características del cuerpo de los equinodermos forman una superficie de apoyo, o región ventral. En un extremo de su cuerpo lleva la boca rodeada por diez brazos ramificados a los que se les llama tentáculos, y en el otro se encuentra el ano.

Las holoturias carecen de un esqueleto externo duro, presentando su cuerpo una consistencia totalmente carnosa ya que está formado por fuertes músculos. En su pared corporal existen unas singulares espículas calcáreas, empotradas bajo la piel, que le sirven de sostén y protección, y en algunas holoturias, como la Euapta, tienen la forma de anclas entrecruzadas con paletas de pintor, pudiéndose ver por la transparencia de la pared del cuerpo del animal.

Viven en playas arenosas o entre las rocas, aunque se han recolectado también a grandes profundidades, como la especie Scotoplanes globosa que se encontró a 6 950 metros en la Trinchera de Kermadec en el Pacífico sur.

Estos equinodermos se arrastran lentamente por el fondo, engullendo barro y arena, digieren las sustancias orgánicas que contienen estos materiales y los expulsan después. Algunas especies de holoturia pueden alojar en su ano un delgado y transparente pececillo, que a cambio de casa, se alimenta de los desechos de la holoturia manteniéndola limpia.

Cuando se atrapa una holoturia del bentos, primero reacciona expulsando el agua del interior de su cuerpo por el ano, y después se observa un curioso fenómeno: son capaces de desprender, por autotomía, la mayor parte de sus vísceras, que lanzan con fuerza al exterior. De este modo se defienden de sus enemigos, entre los que se cuentan ciertos peces que se conforman con el intestino sin preocuparse más de la holoturia. Algunos peces aprecian tanto el intestino que aprisionan al animal entero con la boca y lo sacuden hasta conseguir el deseado bocado, que devoran tan pronto aparece.

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El animal no muere por tan importante y extensa mutilación, ya que tiene un gran poder regenerativo, cosa que le permite restaurar el daño y proveerse de nuevas vísceras, y al cabo de varias semanas queda con toda su anatomía completa.

Con la musculatura parietal de las holoturias la cocina china prepara el plato llamado trepang, que cuenta con adeptos en otros países. Las holoturias desvisceradas se secan al Sol, se cuecen y vuelven a secar, repitiéndose este proceso hasta que se obtiene una masa gelatinosa, con la que se hacen sopas fuertemente sazonadas. Algunos países asiáticos han resuelto promover las pesquerías de holoturias por el alto contenido proteínico y gran valor alimenticio de estos animales, casi tres veces mayor que el de los pescados y mariscos más comunes en Oriente.

En los últimos años se ha puesto de moda el trepang entre los buenos comedores de los países de Occidente, donde el manjar se comercializa conservado en botes; el sabor de la sopa de trepang es muy parecido al de la tortuga.

En este grupo de los equinodermos se ha logrado una de las más importantes conquistas de la biología moderna, el provocar la activación del desarrollo del gameto femenino por medios artificiales, sin la intervención del masculino, siguiendo métodos experimentales adecuados, proceso al que los biólogos llaman partenogénesis. Al activar el gameto femenino de los erizos de mar por medio de soluciones salinas, han llegado a fases avanzadas de su desarrollo embrionario.

El grupo de los equinodermos ha permitido a los científicos conocer fenómenos tan interesantes como la autotomía, la regeneración, la partenogénesis, por lo que su estudio representa un campo de gran interés científico; además, este grupo puede ser utilizado por los biólogos para motivar la enseñanza de tan importante ciencia como es la biología.

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LOS CRUSTACEOS Y SU IMPORTANCIA

LOS crustáceos, de los que se conocen unas 25 000 especies, la mayoría de ellas marinas, constituyen junto con los arácnidos, los miriápodos y los insectos, un mismo tronco animal, el de los artrópodos, que reciben este nombre por presentar sus apéndices formados por pequeños segmentos articulados llamados artejos.

Estos apéndices tienen forma y función muy variable, como de patas para la locomoción, de pinzas para capturar a sus presas, de filamento o antenas que son sensoriales, dentados y dispuestos alrededor de la boca, y otros que intervienen en las funciones reproductoras.

La palabra crustáceo significa que tiene la cubierta de su cuerpo en forma de una verdadera costra denominada caparazón, endurecida por la presencia de sales de calcio. Su cuerpo está típicamente dividido en cuatro regiones: la cabeza, el tórax o pereión, el abdomen o pleón y la cola o el telsón; por lo general la cabeza y el pereión están soldados, formando una sola región llamada cefalotórax.

Cuando se presenta el crecimiento en ciertas épocas del año, el caparazón se desprende y el animal deja su cubierta protectora y, después de aumentar de tamaño, forma otra nueva; este proceso recibe el nombre de "muda".

El grupo de los crustáceos presenta gran variedad de formas y tamaños; por ejemplo, los cangrejos gigantes, como la "araña del Mar del Japón", que mide con sus patas extendidas tres metros, mientras los copépodos del plancton apenas alcanzan unos cuantos milímetros y existen entre ambos una multitud de tallas.

A los crustáceos se les ha dividido en varios grupos, entre los más comunes se encuentran los braquiópodos, copépodos, ostrácodos, cirrípedos y decápodos.

Los braquiópodos , a los que pertenece el género Artemia, pasan casi inadvertidos en el mar; en cambio, los copépodos PLANCTONICOS viven en el océano en cantidades inimaginables y son el principal alimento de muchos peces gregarios, como los arenques del Mar del Norte, que consumen cada año millones de toneladas del copépodo Calanus.

Los cirrípedos son BENTONICOS, no sólo se encuentran viviendo libremente, sino que son parásitos de otros animales y a veces adoptan aspecto de gusano, como cuando se fijan en la boca y sobre las branquias del huésped de cuyos líquidos orgánicos se alimentan. En ocasiones, con ayuda de otros peces y de otros crustáceos, los organismos parasitados pueden desprenderse de estos intrusos.

Los cirrípedos comprenden a organismos sésiles con su cuerpo totalmente envuelto por un caparazón; habitan en todos los mares. Los más abundantes son las "bellotas de mar", las del género Balanus, las "anatifas" Lepas y los percebes Mitella.

Las bellotas de mar, que semejan conos de un centímetro de alto, se fijan sobre piedras, postes y objetos sólidos de la costa, a menudo por encima de la línea de la marea, en la zona de salpicaduras.

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Su caparazón pétreo puede medir desde milímetros hasta 5 o 10 centímetros; la vida activa del organismo sólo puede observarse bajo las aguas, cuando se abre el caparazón y saca de entre sus blancas cubiertas dos apéndices ramificados que baten regularmente las aguas para captar alimento.

Para la industria naviera las bellotas representan un problema, ya que se fijan sobre los cascos de los buques y forman capas que impiden la buena navegación y les causan deterioros. Otras bellotas de mar, de 2 y 3 centímetros de diámetro, viven sobre las ballenas, donde se enraizan en la piel y en la grasa, y no se sabe qué daño le producen al cetáceo.

Los percebes son cirrípedos muy apreciados por los consumidores de mariscos en España y México. Viven adheridos a las rocas por su pedúnculo, generalmente en zonas muy batidas por el oleaje, tales como acantilados o islotes rocosos, por lo que su pesca se hace un poco riesgosa. Son animales hermafroditas, es decir que el mismo individuo tiene gónadas femeninas y masculinas. La parte comestible del animal es el pedúnculo, el cual se ingiere después de la cocción.

Los decápodos se llaman así por tener cinco pares de apéndices de función locomotora. Su forma es muy variada y en general alcanzan grandes dimensiones; en el caso de los "cangrejos araña" que viven en el Océano Pacífico llegan a medir 3 metros de envergadura.

En estos organismos todo el cefalotórax está cubierto por el caparazón; constituyen tres grupos: los macruros, que tienen el abdomen bien desarrollado, como el camarón; los anomuros, que carecen de cubierta quitinosa en el abdomen, protegido sólo por una débil película, como en los cangrejos ermitaños, y los braquiuros, que poseen el abdomen muy reducido y replegado debajo del cefalotórax, que está muy ensanchado, como sucede en los cangrejos comunes.

Los decápodos son unisexuales y se pueden distinguir los sexos fácilmente, ya que el macho tiene el abdomen con sus apéndices abdominales, mientras que la hembra lo presenta ensanchado para poder transportar los huevecillos.

También se observa que las patas de los crustáceos decápodos se separan con facilidad del cuerpo por amputación refleja o autotomía cuando se les trata de capturar, y si la ruptura se hace por sección transversal en un nivel preciso, la pata vuelve a crecer inmediatamente sobre el muñón que ha quedado.

Entre los macruros más comunes de los mares europeos figura la cigala, provista de grandes pinzas y de caparazón fuerte, que se pesca en el Atlántico y en el Mediterráneo. También en esta región se encuentra el langostino que en América es generalmente de agua dulce; vive en los fondos arenosos del Mediterráneo y las costas de Huelva y Cádiz, y se alimenta de gusanos y moluscos.

Típica del Mediterráneo es la gamba, pariente cercano del langostino, y conocida en los mares cálidos del Nuevo Continente con el nombre genérico de Penaeus. Otros macruros de menor tamaño se conocen con el nombre de quisquillas o langostillas que por su abundancia en los océanos son consideradas como uno de los recursos potenciales más importantes para el hombre.

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Los camarones abundan en los fondos moviéndose por los coletazos producidos por la musculatura del abdomen que los impulsa bruscamente hacia atrás, permitiéndoles así escapar de sus enemigos. Se pescan con redes de arrastre de malla fina; a bordo del barco se conservan congelados o en hielo, o bien se cuecen y, una vez pelados, el abdomen sirve para preparar platillos apetitosos. Existen varias especies de camarones en todos los mares que difieren tanto en tamaño como en colorido, de acuerdo con su género de vida y las zonas donde se les encuentra.

El "camarón de arena" puede desplazarse sobre el fondo usando su quinto par de patas, pero cuando reposa queda enterrado en la arena y deja salir sólo los ojos y las antenas. Las quisquillas, en cambio, abundan en los fondos rocosos, mientras que en el Mediterráneo la "quisquilla de pinzas" se suele introducir en las cavidades de las esponjas y en las conchas de algunos moluscos.

La quisquilla de pradera, llamada así por vivir entre las algas y vegetales marinos, se destaca por su asombrosa facultad para camuflarse mediante cambios de color: durante la noche es azul, pero de día adopta color verde, pardo, rojizo y hasta naranja o rosado, según el tono de la planta sobre la que posa, y a veces llega a imitar fielmente el dibujo de algunas plantas marinas. El cuerpo desaparece de la vista gracias a este dibujo y a su propia transparencia. Estos cambios de color son provocados por hormonas que, a su vez, controlan las respuestas de ciertos órganos nerviosos centrales y de los pedúnculos oculares, así como la concentración de pigmentos en las células del tegumento que recubre su cuerpo.

Una fuerte armadura es la característica de los bogavantes del género Homarus y langostas del Panulirus, organismos con abdomen largo. El bogavante americano es una de las especies más arrogantes en su género y alcanza avanzada edad: un ejemplar pescado en la costa de Nueva Inglaterra pesó 22 kilogramos y, según los expertos, contaba por lo menos 50 años.

Los bogavantes viven durante el verano resguardados en sus propios territorios, pero al llegar el invierno realizan largos desplazamientos. Muchos depredadores temen a sus dos potentes tenazas, una de ellas es más fina y prensil, y la otra voluminosa y cascadora; además su defensa queda bien asegurada con el duro caparazón.

Su crecimiento se produce por mudas, es decir, el animal se desprende de su caparazón y fabrica otro nuevo de mayor tamaño; se calcula que a los 5 años y después de 25 mudas, el bogavante mide 25 centímetros y pesa 500 gramos; su tamaño máximo es de medio metro y su peso de 5 kilogramos.

Las langostas carecen de verdaderas tenazas, pero mantienen a raya a los enemigos gracias a sus largas antenas y a que se esconden en las rocas; asomadas en sus cuevas sujetan al atacante con esos largos apéndices que funcionan como "lanzas y confunden e incluso hieren a peces pequeños.

El gran peso del caparazón impide nadar a los bogavantes y langostas, pero en cambio les es útil para resistir los embates del oleaje en las costas arenosas, donde pasan el tiempo bajo

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piedras o en oquedades; durante la noche salen de su escondite y recorren los fondos, cazando su alimento que principalmente son moluscos y otros invertebrados y peces.

Entre los anomuros se encuentran numerosas formas extrañas de crustáceos, una de las más notables es el "cangrejo ermitaño" del género Pagurus, cuyo abdomen es largo pero desnudo de caparazón y se enrolla en espiral.

Ante la necesidad de proteger su vulnerable abdomen, este cangrejo, que marcha pero no nada, busca una concha vacía de caracol en la que introduce su blando abdomen sin perder su libertad de peregrinaje. A partir de entonces, arrastra consigo su "casa portátil". Algunas especies pueden introducirse totalmente en la concha, cerrando la entrada con sus pinzas. Otra ventaja consiste en que la concha retiene agua, muy útil para la respiración branquial cuando el cangrejo queda al descubierto en la bajamar.

Algunos ermitaños no se conforman con la protección de la concha, y se asocian con anémonas que imponen respeto a los depredadores con sus tentáculos urticantes. La anémona se fija encima de la concha y también resulta beneficiada con el continuo traslado, que le permite capturar un mayor número de presas.

El estar enclaustrados les plantea algunos problemas, ya que el crecimiento de estos cangrejos es igual que el de otros crustáceos, es decir por medio de mudas, por lo que debe cambiar cada cierto tiempo el caparazón por uno nuevo que se endurece después de que el cangrejo abandona la antigua concha. A veces se producen fuertes luchas entre cangrejos para conseguir la nueva vivienda y puede ocurrir que uno de los rivales ocupe el interior de la concha y siga fuertemente entrelazado con el otro por las tenazas; el vencido se contenta con ocupar la vieja concha del vencedor.

Un segundo problema se le presenta al ermitaño que poseía una anémona sobre su vieja concha, y es que ésta no se traslada por sí sola a la nueva vivienda y necesita ser cambiada por ellos: el cangrejo rasca y estimula a la anémona hasta que ésta se contrae y se deja trasladar prendida en las tenazas, esta acción la realiza con delicadeza, pues las anémonas en ocasiones se parten en pedazos antes de desprenderse de su base.

Existen anémonas que ahorran al ermitaño el trabajo del cambio de concha, ya que segregan en la base de su cuerpo una sustancia dura que van depositando en la entrada de la concha, y de este modo amplían progresivamente la vivienda del cangrejo a medida que éste crece.

Otros cangrejos ermitaños introducen el abdomen en una colonia del llamado "coral de fuego" del género Millepora, la cual va creciendo junto con el cangrejo, por lo que la relación es permanente.

Los braquiuros , con su abdomen corto, forman el grupo más grande de los crustáceos decápodos; está representado por los comunes "cangrejos de mar" de los géneros Callinectes, Carcinus, Cancer, entre otros, con unas 4 500 especies. Su cola se ha atrofiado y por lo general marchan lateralmente.

En muchos cangrejos de mar las patas están conformadas para desempeñar distintas funciones. Algunos de ellos poseen patas remadoras y son destacados nadadores; entre

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éstos los hay que se mueven en nutridos grupos por la superficie del mar. Otros, con sus patas cavadoras, son capaces de enterrarse con gran rapidez en la tierra o el lodo cuando acecha el peligro.

Las hembras de muchas especies tienen el extremo del abdomen dilatado, lo que les sirve como "cuna" para portar los huevecillos; el "cangrejo azul americano" puede llevar hasta 2 millones de huevos. Una vez fecundados, la hembra los carga en su abdomen hasta que nacen las larvas.

En muchas costas cálidas pueden encontrarse grupos compactos de cangrejos pequeños que manifiestan una conducta muy curiosa; hasta más de 50 organismos llegan a congregarse en una superficie de un metro cuadrado. Al observarlos de cerca se descubre el porqué de la inquietud reinante, ya que los individuos machos tienen una de las tenazas descomunalmente crecida y la mueven rítmicamente de arriba abajo cada fracción de segundo, con el fin de atraer a las hembras para el apareamiento. Cuando una pareja de los organismos empieza con esta actividad cesa la reunión con la estampida general de los cangrejos, que desaparecen en las galerías que ellos mismos excavan, cuyas entradas obstruyen con un tapón de cieno.

Resulta sorprendente contemplar la huida del cangrejo corredor, propio de las costas tropicales, aunque también existe en el Mediterráneo; se eleva mucho sobre sus patas y corre lateralmente por las arenas a tal velocidad que le ha valido el sobrenombre de la "liebre de los cangrejos". Tienen tanta rapidez para enterrarse en la arena con sus patas posteriores como para correr por ésta y, como su cuerpo es transparente, se dificulta localizarlos.

No faltan cangrejos que son maestros del camuflaje; cubren su caparazón dorsal con algas y conchas que sujetan a ciertas espinas y cerdas de su propio cuerpo. Algunas especies usan estos restos animales o vegetales como escudo, pudiéndose observar que, cuando algún enemigo se aferra a la cubierta, el cangrejo la deja tras de sí y logra escapar.

El "cangrejo felpudo" mide 5 centímetros de longitud y corta con sus tenazas trozos de esponja adecuados para cubrir su caparazón, los que mantiene sujetos con las patas posteriores, que están diferenciadas por su forma y cortedad, apropiadas para su cometido. Si a pesar de todo el animal fuera sorprendido y obligado a huir, se desprende de la esponja; en otras ocasiones la esponja sigue su crecimiento y recubre el cuerpo del cangrejo.

Algunos cangrejos de mar tienen importancia económica, como el Cancer pagurus, que llega a pesar casi medio kilo, por lo que se pesca sistemáticamente por su tamaño y buena carne. En España, donde se le conoce con el nombre de "cangrejo buey", es objeto de un consumo muy elevado; su carne es sabrosa y los ejemplares llegan a medir hasta 30 centímetros de ancho, presentando potentes pinzas que producen heridas muy dolorosas.

En México existe la "jaiba" del género Callinectes, muy apreciada por el sabor de su carne y en algunos lugares representa una pesquería importante.

La centolla habita en Alaska, y se le llama "cangrejo rey de Alaska", famoso en el mundo entero no sólo por su exquisito sabor, sino también por sus magníficas dimensiones. Las hembras llevan en el vientre, durante 6 u 8 semanas, los huevecillos fertilizados hasta que

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salen los nuevos individuos. Las minúsculas larvas flotan en el océano cierto tiempo formando parte del plancton y luego se hunden hasta llegar al fondo, para dirigirse hacia aguas más profundas. Ahí maduran y permanecen todo el invierno, retornando a las aguas someras en la primavera para reproducirse.

Gigante entre los crustáceos es el cangrejo araña japonés Macrocheira kaimpferi, que recordarán quienes visitaron el viejo Museo de Historia Natural de la Ciudad de México, donde se exhibía un ejemplar disecado. De color escarlata, este cangrejo tiene un cuerpo de sólo 30 centímetros de diámetro, pero sus patas se extienden a más de 3 metros de punta a punta; a pesar de su arrebatador aspecto, el cangrejo gigante no es lo suficientemente fuerte para enfrentarse a un enemigo y prefiere ocultarse o escapar.

El grupo de los crustáceos bentónicos es característico por las adaptaciones que presentan para poder habitar los diferentes nichos de los fondos marinos. Además es importante en la alimentación humana, por lo que también es necesario conocer los métodos para su explotación racional.

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LOS PECES DEMERSALES, SUS ADAPTACIONES Y SU IMPORTANCIA

Los peces son animales acuáticos, con una mayoría de organismos marinos, que viven en las diferentes regiones oceánicas, desde la costa hasta las mayores profundidades. Por la característica de su esqueleto se pueden distinguir dos grandes grupos, los elasmobranquios o peces cartilaginosos, cuyo esqueleto está formado por cartílagos, como es el caso del tiburón y las rayas, y los peces óseos, que ya presentan esqueleto óseo, como el atún, el robalo, etcétera.

Se consideran peces demersales los representantes de estos grupos que viven en o cerca del fondo de las zonas litoral, eulitoral y plataforma continental, llegando hasta profundidades de más o menos 500 metros. Estos peces, en general, presentan poco movimiento y se mantienen en contacto con el fondo, pero pueden efectuar movimientos migratorios según sus necesidades alimenticias o su ciclo de vida.

En la zona litoral algunos peces que viven en el fondo desarrollan costumbres curiosas y suelen desplazarse tierra adentro para hacer cortos recorridos antes de regresar al mar.

En las regiones tropicales, especialmente en los manglares en donde el agua es salobre, se encuentran peces que se podrían considerar "anfibios", ya que se arrastran por el suelo y trepan por las raíces de los mangles con ayuda de sus musculosas aletas pectorales. Estos peces han sido observados en Australia y cuando el hombre se aproxima a ellos, se arrojan al agua de un salto de manera parecida a como lo hacen las ranas. Nadan en la superficie con gran rapidez, dejando en ella una sola estela. Los "peces anfibios" también se localizan sobre las piedras que salen del agua en la orilla de la playa.

Los peces llamados anabas , que viven en el litoral de los mares tropicales, tienen un comportamiento análogo a estos peces capaces de vivir en los dos medios, con la ventaja de que están dotados de un órgano respiratorio suplementario abajo de las branquias, que les permite retener suficiente cantidad de agua para humedecerlas, de modo que pueden respirar normalmente cuando se hallan en tierra firme.

Los peces del género Gobius, llamados comúnmente "góbidos", saltarines, miden 15 centímetros de longitud y viven en las inmediaciones de las costas de todos los mares, a profundidades que oscilan entre 2 y 20 metros, cuyo fondo es cenagoso, rico en vegetación y de aguas tranquilas, pudiendo encontrarse en zonas arenosas y rocosas donde el flujo y reflujo de las mareas dejan descubiertos grandes espacios, y no les afecta la abundancia ni la disminución del agua. Durante la bajamar, al quedar en seco en el lodo, levantan del fondo la primera porción del cuerpo, apoyándose en las robustas aletas pectorales y miran en torno suyo como si quisieran cerciorarse de que no corren peligro; luego, empleando esas aletas a modo de patas, se arrastran hasta subir a la orilla, pudiendo brincar de piedra en piedra por la acción de la fuerte parte posterior del cuerpo; por esto se les ha llamado "saltadores del barro".

La larga exposición al aire y al Sol no les perjudica, porque los intercambios gaseosos pueden llevarlos a cabo también en el medio atmosférico en donde cazan insectos, gusanos y moluscos que abundan en el fango. Están de tal manera adaptados a esta vida que, como señalan los especialistas en el estudio de los peces o ictiólogos, mueren si no pueden salir del agua de cuando en cuando. Estos saltarines son muy comunes en ciertas regiones y se

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capturan con fines alimenticios; así lo hacen, por ejemplo, los tailandeses que los llaman con el curioso nombre de "platin".

Los peces de la familia Gobidae se consideran como los más diversificados de los peces costeros y sus 600 especies tienen en común el hecho de no rebasar los 20 centímetros de longitud y el vivir en los charcos formados durante la retirada de las mareas, en los fondos pedregosos y en las praderas de fanerógamas y de algas marinas, donde presentan un comportamiento marcado de territorialidad, ocupando áreas de aproximadamente un metro de diámetro que el macho defiende de otros organismos, delimitando así su zona de cría. Estos peces han logrado adaptarse de forma admirable a las condiciones costeras para obtener de ellas el máximo beneficio y quizá sean parientes de los peces que originaron a los anfibios como las ranas.

En las costas rocosas de la zona eulitoral se encuentra gran diversidad de peces de fondo o demersales; entre ellos se pueden mencionar a las "morenas", que tienen cuerpo serpentiforme y están provistas de extraordinarias mandíbulas, no tienen aletas ventrales y sólo un vestigio de las pectorales, quedando la dorsal y la anal cubiertas por la piel y formando un simple repliegue que el animal no utiliza para la natación, la cual lleva a cabo perezosamente por ondulaciones de su cuerpo.

Estos peces con frecuencia hacen sus guaridas en las oquedades rocosas situadas inmediatamente bajo el nivel mínimo de las mareas, y su cuerpo alargado y cilíndrico, salvo en el extremo posterior, donde se comprime lateralmente, lo acomodan fácilmente entre las piedras que forman su escondite.

La cabeza de las morenas es pequeña en relación con el tamaño de su cuerpo, pero su hocico es cónico y llevan una boca ancha provista de fuertes dientes, puntiagudos y numerosos; en el paladar portan glándulas que segregan sustancias tóxicas, las cuales producen transtornos más o menos graves, incluso en los humanos, cuando las inocula al morder. Su alimentación es carnívora; algunas veces son muy voraces y agresivas y desde sus guaridas se lanzan con enorme agilidad sobre todos los animales que pasan cerca de ellas. Su aspecto es feroz, como lo saben los pescadores submarinos, y poseen una vitalidad notable, ya que, en ocasiones, cuando son arponeadas, han podido escapar.

Las morenas , conocidas desde la antigüedad, fueron objeto de extravagantes creencias, como que podían seguir viviendo después de haberles cortado la cabeza y que morían inmediatamente si se les amputaba la cola, donde residía su gran fuerza. Los romanos apreciaban tanto su carne, que las llegaron a criar y engordar en estanques anchos y profundos, construidos con sumo arte cerca de las playas, en los cuales el agua salía y circulaba libremente. Las morenas eran servidas por los romanos en los banquetes en que celebraban sus triunfos y así satisfacían su apetito.

Como algunos creían que tales peces resultaban más exquisitos si se les alimentaba con carne humana, arrojaban en los estanques esclavos presuntos culpables de cualquier delito para que los devorasen. En la actualidad las morenas se comen en las costas españolas e italianas y además se aprovecha su piel, que es gruesa y resistente, para confeccionar bolsas y diversos objetos de peletería.

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Otros de los peces que más abundan en las costas rocosas son la "lubina" de las costas atlánticas de España, que también se conoce con el nombre de "lobo" en el Mediterráneo y que pueden alcanzar hasta un metro de longitud y pesar varios kilos.

Su extraordinaria rapidez y habilidad, así como sus hábitos voraces, convierten a los robalos en el peor enemigo de los cardúmenes de pececillos y de las agrupaciones de crustáceos que viven en las costas; por esta razón también se les puede considerar como especie para pesca deportiva, puesto que se prenden bien a los anzuelos.

Los "meros" de la familia Serranidae , son peces carnívoros de dientes cónicos, que habitan en los fondos rocosos o coralinos, adornando su cuerpo con manchas de muy variados tonos.

Las chernas son peces demersales de cuerpo poderoso, a veces de proporciones considerables, que viven a unos metros de profundidad en todos los mares tropicales y subtropicales, pero pueden llegar a localizarse hasta 300 o 400 metros; su carne es muy apreciada en el mercado.

Dentro de esta fauna demersal de las costas rocosas llaman la atención los "caballitos de mar" del género Hippocampus, que son peces cuya forma extraña ha llamado la atención de los científicos desde tiempos remotos. Existen en todos los mares cálidos y templados del mundo, tienen el cuerpo comprimido lateralmente y su cabeza está separada del tronco por una región que podría llamarse "cuello", hecho único en el grupo de los peces, formando un ángulo de 90 grados con el resto del cuerpo.

Su aspecto recuerda a la cabeza esquematizada de un caballo con el hocico tubular, no muy largo, en cuyo extremo se abre la pequeña boca; sus ojos son grandes y redondos y cerca de las aberturas branquiales se implantan las aletas pectorales en forma de abanicos. El cuerpo aplanado ancho termina en un extremo cilíndrico adelgazado que se enrolla hacia adelante. Los machos presentan en la región ventral una bolsa incubadora donde colocan a las crías durante su desarrollo; éstas salen cuando alcanzan de 10 a 12 milímetros de longitud por uno de grosor.

El extrañísimo cuerpo de estos peces tiene color variable: grisáceo, amarillo, rojo, acastañado, verdoso, etcétera, y presenta anillos transversales recorridos a lo largo por crestas y puntas.

Los caballitos de mar son depredadores de organismos de tamaño reducido que habitan las costas, como crustáceos y otros peces que constituyen su alimento, los que son capturados mediante la fuerte succión de la boca en forma de trompa. La corriente provocada arrastra a las pequeñas presas con tal fuerza, que hasta las de mayor tamaño se estrellan contra el orificio bucal y se destrozan, ingresando fragmentados al tubo digestivo de su depredador. Estos peces se encuentran casi siempre entre las algas ramificadas, a las que se sujetan utilizando la cola en posición vertical, haciéndose casi invisibles para el ojo humano; de cuando en cuando sueltan la cola y hacen vibrar sus aletas que funcionan como hélices, gracias a las cuales avanzan despacio.

En estas zonas rocosas, pero a mayor profundidad, se encuentran también gran diversidad de especies de peces demersales, que además de sus diferentes adaptaciones para vivir en este medio, son de gran importancia para la pesca comercial. Por ejemplo, se tiene la cherna, que

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llega a medir hasta dos metros de longitud y pesar 50 kilos; este pez se caracteriza por tener una mandíbula prominente; es un animal fuerte que se alimenta de invertebrados y peces, y presenta carne blanca, firme y de magnífico sabor.

Los huachinangos, guachinango o pargos colorados son peces demersales de roca de la familia Lutjanidae , con cuerpo robusto de coloración característica en rojo, que viven en mares tropicales. Los ingleses les llaman snappers que significa "mordedores" y, por su color, red snappers. Se les encuentra formando bancos de varios individuos y su carne es muy apreciada, siendo alimento común en todas las regiones del planeta. También están presentes en estas zonas de fondos rocosos las "cabrillas", Sciaenidos o “corvinas”.

En los fondos blandos de la plataforma continental, formados por arena y limo, se localiza una variada fauna de peces demersales. En estos fondos, los peces encuentran abundante alimentación y las especies que ahí habitan no se parecen en nada a las que viven en los medios rocosos. Las adaptaciones de los peces planos, como los lenguados, son un ejemplo muy notable del acomodo para vivir en este tipo de fondos.

En los lenguados la simetría bilateral, característica de los peces, se pierde, ya que su cuerpo se aplana, toma una forma oval y sus estructuras se desplazan a una de las caras del cuerpo, la cual también conserva los pigmentos, mientras que la otra cara que está en contacto con el fondo pierde su estructura y pigmentos. Particularmente sobre la cara pigmentada, en la cabeza, se encuentran los ojos muy próximos, la boca se tuerce quedando lateral y las aletas son más grandes en la cara coloreada.

Estos peces se entierran en la arena por movimientos de sus aletas, dejando fuera sólo los ojos, que tienen gran movilidad; en tal posición cambian de color en su porción pigmentada, adecuándolo de tal forma al medio, que hace casi imposible el descubrirlos. Llevan a cabo su natación por movimientos ondulatorios del cuerpo.

Durante su reproducción, los lenguados depositan sus huevecillos en el fondo del agua y de ellos se desarrollan larvas muy diferentes a los adultos, con cuerpo simétrico y que nadan libremente, pero esta forma cambia del todo en cierto momento de su metamorfosis. Un ojo se traslada al lado opuesto de la cabeza y termina por estar casi en contacto con el otro; a esta variación se agrega la distorsión de la boca, la presencia de pigmentación del lado destinado a mirar hacia arriba y la desaparición de la vejiga natatoria. Así transformados los jóvenes, cambian también de hábitos, bajan al fondo y se apoyan en él como los adultos.

Los lenguados son carnívoros voraces, devoradores de pececillos, crustáceos, gusanos, etcétera. Suelen vivir a moderada profundidad, aunque existen algunas especies decididamente abisales, encontrándoseles en todos los mares la mayoría son pequeños o de mediano tamaño, aunque algunos llegan a medir tres metros y pesar varios kilos; son muy estimados por el buen sabor de sus carnes blancas.

Las rayas son organismos cartilaginosos que viven en los fondos de arena y que se caracterizan por su cuerpo aplanado de la región dorsal a la ventral y por tener sus aletas pectorales enormemente desarrolladas, también aplastadas, formando con la cabeza y el tronco un solo disco romboidal, de donde parte un pedúnculo caudal más o menos largo, terminado en aleta. En la zona donde sale la cola se localiza una espina o aguijón con el cual

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puede causar heridas muy graves y dolorosas al inocular sustancias tóxicas. Dentro del grupo de las rayas existe gran diversidad, siendo las más comunes las "rayas látigo", los "torpedos" o "raya eléctrica", la "mantarraya" o "diablo del mar", el "pez guitarra", etcétera.

Además de estos peces de fondo, en la plataforma continental se encuentran nadando cerca del fondo gran variedad de peces demersales, que constituyen una población muy significativa para las pesquerías del mundo.

El "bacalao" del género Gadus es un hermoso pez que suele medir unos 50 centímetros, aunque algunos ejemplares alcanzan metro y medio de longitud y pesan varias decenas de kilogramos. Tienen el dorso coloreado negrusco y el vientre blanco; su cuerpo es alargado, más bien pesado y macizo, cubierto de escamas pequeñísimas, con la línea lateral marcada dividiendo la región dorsal de la ventral. Prefieren las aguas frías, en las que se hallan entre 0°C y 7°C, siendo organismos gregarios que viven ac ompañados de otros de su misma especie, formando bancos a profundidades de 500 metros, o sea, en el extremo límite de la meseta continental.

Para reproducirse, el bacalao busca aguas menos profundas y más cálidas; su fecundidad es extraordinaria, pues una sola hembra puede poner entre 5 y 10 millones de huevos. Es muy voraz, y todas las presas que están a su alcance son buenas para él, incluso los bacalaos pequeños; pero sus manjares favoritos son el calamar y el bucino ondulado, molusco de concha dura. Las principales zonas para la pesca de bacalao son, actualmente, la plataforma continental islandesa, los bancos de Terranova, la costa occidental de Groenlandia y el Mar de Barents.

La "merluza" del género Merluccius es uno de los peces demersales de mayor estima, por la bondad y fácil digestión de su carne. Su cuerpo es alargado y poco comprimido lateralmente, la cabeza fuerte y puntiaguda, la boca grande, los dientes robustos y la mandíbula más larga. Mide de 30 a 80 centímetros de largo, aunque en algunos casos puede llegar a medir hasta un metro y medio. Son animales voraces que comen de preferencia otros peces, como sardinas, y van desde el fondo, en que descansan durante el día, a la superficie en busca de presas. Se pueden capturar todo el año, pero son más abundantes en los meses de febrero a mayo.

Los peces demersales representan un grupo de gran potencial pesquero, por lo que muchos países están haciendo esfuerzos por localizar nuevos fondos para su captura. Durante muchos años este tipo de peces se pescaron en la plataforma continental cerca de la costa, pero cada vez los barcos se tienen que retirar más para obtener estos recursos, siendo necesario dejar descansar los fondos donde tradicionalmente se habían capturado, con el fin de que se restablezcan, respetando a los peces jóvenes y protegiendo ciertas zonas en forma de reservas naturales.

Este problema lo conocen muy bien los biólogos nacionales e internacionales, lo que se necesita es hacer comprender a los gobiernos y a la industria pesquera que primero está el interés de la humanidad que los intereses particulares de pequeños grupos.

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BENTOS DE LOS FONDOS ABISALES

HACE unos cuantos años, las profundidades marinas permanecían casi completamente ignoradas por el hombre, debido a la carencia de medios para explorar la enorme masa acuática; tan sólo la fantasía, la leyenda y la genial intuición reflexionaban sobre las formas vivientes y su distribución en los dominios abisales.

Con el desarrollo de la tecnología, el hombre ha podido asomarse a los fondos marinos y contemplar directamente la faz de la naturaleza en los niveles donde la distancia a la superficie impide la llegada de la luz solar: el reino de la oscuridad y la penumbra.

En la columna de agua que separa el fondo de la superficie marina se establece una gradación de los factores ecológicos. La luz, a profundidades superiores a los 400 metros, ha desaparecido por completo.

El oxígeno, por otra parte, decrece con la profundidad y, si bien en las zonas intermedias se encuentra disuelto en el agua en suficiente cantidad para soportar la vida animal, en ciertas fosas abisales puede desaparecer por completo y originar regiones abióticas en las que únicamente es posible la existencia de bacterias anaerobias.

La temperatura también alcanza en los fondos valores mínimos: nunca supera los 4°C y, en las zonas más profundas, se acerca a los cero grados. Finalmente, la presión adquiere un extraordinario aumento al descender en la masa de agua: por cada 10 metros de profundidad se incrementa en una atmósfera, lo que supone valores cercanos a las 1 100 atmósferas en los enclaves más profundos.

En el siglo pasado nadie se imaginaba que las grandes profundidades oceánicas tuvieran vida; los hombres de ciencia alegaban que una región tan fría, tan oscura y tan estéril debía estar privada de vida. Los primeros trabajos de investigación en estos fondos del mar tenían como objeto colectar partículas del sedimento por medio de sondas, y entonces pudieron percatarse de que había vida en aquellas profundidades, a medida que sacaron seres de formas extrañas que parecían pesadilla.

El rigor de las condiciones ambientales determinará, por tanto, una comunidad viviente no muy numerosa, pero provista de adaptaciones para prosperar en un medio que presenta condiciones tan adversas para la vida. Desde ese momento, se iniciaron programas para el estudio de tan extraordinaria forma de vida, y han ido diseñándose equipos especiales para recoger muestras, así como vehículos sumergibles en donde audaces investigadores han desafiado la profundidad para penetrar en ese mundo bajando a muchos millares de metros.

En 1934 la marca de esas zambullidas era tan sólo de 800 metros bajo la superficie del mar, pero un cuarto de siglo después, los exploradores han logrado descender hasta profundidades de 13 000 metros.

Después de los 200 metros de profundidad la espesa capa de agua actúa como obstáculo insuperable que no permite que los rayos del Sol lleguen hasta los grandes fondos del mar. La

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vida en estas zonas del océano está representada únicamente por animales, ya que los vegetales, al no contar con luz, no pueden habitarlas.

La vida en lugares poco iluminados, algunos de los cuales alcanzan las tinieblas, determina que los animales se acomoden a estas nuevas circunstancias y que la estructura de su cuerpo se moldee para adaptarse mejor a ellas.

La falta de luz solar en los grandes fondos hace que la vida de los vegetales no sea posible, con excepción de las bacterias, por lo cual la elaboración de materia orgánica es mínima, efectuándola sólo las bacterias a través de la quimiosíntesis; por ello los animales que habitan los fondos oceánicos no tienen otra posibilidad que depredarse unos a otros o esperar que caigan de la superficie restos de los animales y plantas que viven en las capas superiores.

Por lo tanto, las profundidades de los mares no están vacías: aunque carecen de los inmensos cardúmenes de peces de las aguas superficiales, tienen una vida propia que apenas se está empezando a conocer. Hay asombrosas criaturas que se mueven en esas profundidades en las que reina un terrible silencio, donde no se sienten las acciones de los vientos, del Sol, ni oleaje, de modo que el medio se encuentra casi inmóvil, oscuro y enteramente frío.

Sus músculos y medios de locomoción son débiles y consecuentemente de escasa eficacia, apenas sirven para su lento y perezoso caminar sobre el fango que tapiza el fondo o para producir, mediante ellos, una lentísima y torpe natación. Sólo efectúan los movimientos indispensables para la búsqueda y captura de sus presas o la defensa contra enemigos que son tan torpes e ineficaces como ellos.

Estos organismos dan la apariencia de estar mal desarrollados, ineptos para una vida activa y bulliciosa, seres raros pertenecientes a un mundo distinto al que el hombre está acostumbrado a observar. Cuerpos con estructuras faltas de armonía y equilibrio, pero largísimo con un desarrollo descomunal, casi innecesario, ya que realizan torpes y lentos movimientos; quietud y moderación son las notas y características de estas criaturas, de cuyo vivir no se sabe mucho porque las muestras que han llegado a los científicos todavía resultan escasas.

En el frío cieno del fondo se arrastran pequeñas criaturas con cuerpos de colores vivos que el ojo humano no puede registrar a menos que se iluminen las profundidades con potentes lámparas.

Las esponjas representan a los organismos menos evolucionados de la región abisal y como están completamente abiertas al agua, debido a que su cuerpo está recorrido por gran número de canales, no tienen problema de presión a cualquier profundidad, ya que siempre están llenas de agua a la misma presión de la que las rodea. Son organismos resistentes y elásticos que sólo sirven de alimento a muy pocos animales, por lo que son menos atacados. El esqueleto de algunas esponjas está estructurado por una sustancia llamada espongina, que es muy fuerte y flexible; otras tienen esqueleto de carbonato de calcio y son casi tan duras como la piedra, mientras que algunas de las más hermosas tienen esqueleto de sílice formado por agujas y filamentos entrelazados, dando la apariencia de vidrio hilado.

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Las esponjas silicosas que parecen de vidrio, como la del género Euplectella o regadera de Filipinas, de la que algunos ejemplares llegan a medir medio metro de longitud, se levantan delicadamente del fondo del océano, soportando presiones que convertirían al instante un automóvil en lámina aplastada.

A pesar de la belleza de su esqueleto, las esponjas silicosas, que son las que abundan en las profundidades oceánicas, encontraron muy pocos admiradores entre el equipo investigador de la expedición Galathea, ya que tuvieron que ser muy precavidos al subir las redes de colecta para que los fragmentos de estas esponjas no penetraran como astillas de vidrio en su piel.

A los organismos del género Monurraphis, que se encuentran en el Océano Índico a lo largo de las costas del África, los llaman esponja de una aguja, porque está sujeta al fondo del mar por una gruesa espícula en forma de aguja de vidrio en su extremo inferior. Otras esponjas de las profundidades están ancladas por fuertes cuerdas de vidrio, o aun con apéndices en forma de garfio que se asemejan a las anclas utilizadas en las embarcaciones, pero en casi todas ellas el cuerpo tiene forma de largos tallos o troncos para que el lodo del fondo no obstruya sus poros.

Entre los celenterados se encuentran algunas anémonas actinias, que viven generalmente aisladas, y son más grandes que los habitantes individuales del coral: llegan a una longitud de 30 centímetros o más. Han tomado posesión de los declives continentales, de las llanuras de los abismos y del fondo de las trincheras más profundas.

Las plumas de mar, que son celenterados coloniales, presentan una parte blanda y prolongada que hunden en el limo, sosteniendo el resto de la colonia que se ve libre de enterrarse. Las colonias de estos organismos toman la forma de largos tallos en los que los individuos se agrupan en manojos parecidos a plumas. Su aspecto es muy semejante al de una pluma de ave antigua y llegan a tener hasta dos metros de longitud. A menudo las plumas de mar que habitan en los abismos son luminiscentes.

A una profundidad de 6000 metros en el Océano Índico, el Galathea encontró la gran pluma de mar del género Umbellula, cuya colonia está reunida en forma de flor en la parte superior del tallo. En esta expedición, las plumas en ocasiones se recogían todavía vivas y los exploradores daneses podían contemplar su delicada luz azulada, antes de que murieran, como la especie Penatula, que se ilumina cuando se le toca; el fulgor comienza en el punto de contacto y se extiende de rama en rama hasta que brilla toda la colonia.

En las profundidades del océano se han encontrado animales vivos que han existido desde hace millones de años, como es el caso de Neopilina, que se ha colocado dentro del grupo de los moluscos, aunque hubo problemas en su identificación, ya que posee características de gusano, de molusco y de artrópodo. El biólogo inglés Yonge llamó al descubrimiento de Neopilina "un acontecimiento zoológico de primer orden" que por sí solo justificaba el viaje del Galathea alrededor del mundo, por la luz que proporcionó a uno de los objetivos fundamentales de la biología, que es el proceso de la evolución.

En 1957 su descubridor, el doctor danés Henning Lemche, le encontró parecido a un fósil llamado Pilina, extinguido hacía más de 560 millones de años, por lo que le llamó "nuevo Pilina" o Neopilina. El fósil Pilina parece que es un gusano en proceso de convertirse en

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molusco, pero cuenta también con características de artrópodo. Un autor los ha llamado "gusanos-caracoles", para indicar que son eslabones de unión entre dos grupos animales muy distintos.

En 1958 el barco de investigación Vema encontró una variedad de neopilinas a más de 5 700 metros de profundidad a lo largo de la costa del norte de Perú. El análisis de la historia evolutiva de esas antiguas criaturas mantendrá ocupado a los hombres de ciencia en los años venideros.

Otros moluscos son poco comunes en las profundidades; los que se encuentran presentan como características mayor tamaño y el que sus conchas tienden a ser más delgadas a medida que aumenta la profundidad, como en el caso de los grandes bivalvos localizados a 3 800 metros en la fosa submarina Nankai del Mar de Japón, cercanos a los manantiales calientes de donde obtienen el metano que utilizan para producir su energía.

Es posible considerar que los animales más numerosos en los abismos son los crustáceos, los cuales se caracterizan por tener las patas articuladas y su cuerpo protegido por una cubierta quitinosa.

La capa de fango blanda y tenue que tapiza el fondo de los océanos hace que los cangrejos de cuerpo pesado se hundan en ella, quedando así resguardados y protegidos, en tanto que otros tienen delgadísimas y largas patas, a modo de zancos, para sortear el peligro de verse cubiertos por el fango.

Entre estos animales son notables los individuos del género Colosendis, que presenta sus patas inmensas y su cuerpo reducido a su mínima expresión, por esto se les coloca en el grupo de los pantópodos, nombre muy descriptivo que traducido fielmente quiere decir "todo patas", aludiendo a que son las extremidades las partes más evidentes del cuerpo, constituyendo el resto un insignificante y ridículo esbozo.

La vida en perpetua tiniebla tiene como consecuencia que los órganos del tacto alcancen dimensiones extraordinarias. Los crustáceos, como los camarones, quisquillas y langostas, tienen los órganos de los sentidos llamados antenas, de dos o tres veces la longitud de su cuerpo. Sus patas son también desmesuradamente largas.

Aunque generalmente las langostas prefieren vivir en aguas poco profundas, algunos ejemplares de esos grandes e importantes crustáceos se han localizado en las profundidades. La expedición Galathea encontró una langosta blanca a una profundidad de 5 200 metros a lo largo de las costas de Indonesia. A 3 000 metros en las costas del Pacífico, en América Central, recogió una langosta ciega con grandes pinzas delanteras y frágil aspecto.

Los camarones se encuentran frecuentemente a grandes profundidades. Los que viven de 4 500 a 6 000 metros abajo de la superficie del mar no son de aspecto muy diferente a los que llegan a nuestras mesas, a excepción de que son más grandes, hasta de 30 centímetros de largo, y a veces de color más vivo.

El camarón rojo de las profundidades, llamado Acantephira, lanza una sustancia bioluminiscente a través de sus glándulas situadas a los lados de la boca, con la que atrae a

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sus presas para capturarlas. Otro notable camarón de los abismos, el Sergestes de color escarlata, lleva una larga antena gruesa, flexible como látigo, en la punta semejando una caña de pescar. De esta antena salen muchos ganchos curvos hacia adelante, capturan a sus presas y las jalan luego hasta que quedan al alcance de sus terribles pinzas.

Entre los equinodermos, las holoturias o pepinos de mar de los grandes fondos son muy distintas y extrañas unas de otras; presentan muchos apéndices y prolongaciones que hacen que apenas se reconozcan, pero todas ellas, dentro de esta gran diversidad, tienen como rasgo común la existencia de una superficie ventral plana que les permite deslizarse suavemente por el fondo sin hundirse.

La expedición del Galathea encontró una gran cantidad de extrañas especies de holoturias recogidas a 7 000 metros en la trinchera Kermadec, del sur del Pacífico. Tenían aproximadamente 7.5 centímetros de largo y extrañas protuberancias.

Las estrellas de mar se han visto a profundidades de 4 000 metros, conociéndose unas 2 000 especies; los individuos comúnmente tienen cinco brazos, sin embargo, también los hay con 6, 12 y aun 50 brazos; varían de tamaño desde 2.5 centímetros de diámetro hasta varios metros.

Los ofiúridos o bailarinas de mar abundan en los fondos oceánicos y las cámaras fotográficas han revelado grandes masas de ellas en las profundidades, con sus brazos semejantes a culebras entrelazadas, de tal modo que forman una sola y gruesa masa. Se han encontrado hasta 500 de ellas por metro cuadrado y son tan frágiles que es muy difícil atraparlas con redes, ya que muchos centenares se rompen y desaparecen por las mallas de las redes antes de llegar a la superficie.

Los erizos de mar de las profundidades presentan glándulas cuya picadura puede ser mortal. Otro tipo de equinodermo es el lirio de mar o crinoideo, criaturas de largo tallo con una corona de cinco "hojas" semejantes a plumas en su extremo. Son los primeros fósiles vivientes dragados del mar; actualmente sus esqueletos fosilizados forman una masa de piedra caliza de 60 a 150 metros de espesor.

Se creía que estos lirios de mar se habían extinguido hasta que en 1850 el pastor noruego Michael Sars sorprendió al mundo científico con algunos ejemplares vivos. Se han encontrado a profundidades hasta de 8 200 metros y actualmente se conocen unas 800 especies.

La sabiduría de la naturaleza al diseñar a las criaturas de las profundidades es aún más impresionante al estudiar a los peces de los abismos. Los cuerpos de los peces de las grandes profundidades son elásticos y blandos, sus huesos son flexibles y su carne se asemeja a la de una medusa.

No es necesario que se adapten especialmente a la presión, porque es la misma dentro y fuera de ellos; el agua penetra en sus tejidos a una compresión de 7 u 8 toneladas por cada 10 centímetros cuadrados de su cuerpo, por lo que proporciona toda la protección que necesitan estos peces.

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Como en el abismo no hay olas ni tempestades, sino tan sólo débiles corrientes, los peces no requieren sólidos esqueletos que les ayuden a resistir la turbulencia del mar. Además, el calcio, la sustancia principal para la formación de los huesos, es muy escaso en las aguas profundas, y la vitamina D, indispensable en la composición de los huesos, no puede producirse en una región sin luz solar, por lo que los habitantes de las profundidades son raquíticos.

Causa asombro que estos peces de las tinieblas tengan ojos inmensos, pero también, por la falta de luz, algunos seres abisales carecen por completo de ojos o los tienen tan reducidos que no pueden serles muy útiles. Sin embargo, peces con ojos muy pequeños logran ver bien; carecen de las células visuales llamadas conos que controlan la apreciación de los colores y la agudeza visual, pero tienen bastones extraordinariamente bien desarrollados, células que reaccionan a la luz y dan imágenes en blanco y negro.

Los peces abisales, además, poseen detrás de la retina del ojo una capa de refuerzo llamada tapetum. En esta capa se refleja la luz que ha entrado en el ojo, y por lo tanto, pasa dos veces por la retina; de este modo, su gran sensibilidad luminosa les permite percibir una presa en la oscuridad casi completa. Además, esos extraños ojos están adaptados para reaccionar al más débil destello de luminiscencia, por lo que los colores más vivos quedan desperdiciados en los peces de profundidad, la mayoría son de color negro o pardo.

La bioluminiscencia, el proceso de la producción de la luz, es una propiedad muy común en la oscuridad de los abismos. Los seres luminosos emiten destellos que se ven constantemente en las profundidades donde nunca llega la luz del Sol. Se trata de una energía lumínica sin pérdida de calorías, emitida en unos órganos llamados fotóforos en los que se realiza un proceso químico, mediante un fermento, la luciferasa, que reacciona con la luciferina, con desprendimiento de luz.

La mayor parte de los peces abisales se encuentran provistos de fotóforos, y las transformaciones distintas que adquiere su cuerpo en orden a los diferentes tipos de caza son innumerables. Sin embargo, tal vez el método más extendido es el de situar el órgano luminoso en el extremo de un apéndice que, a manera de caña de pescar, atrae a los incautos pececillos y crustaceos.

Otros peces abisales están provistos de aletas desflecadas cuyos radios se transforman en eficaces órganos táctiles y aparentan ser los ciegos de los mares, valiéndose de sus largos apéndices como si éstos fueran su bastón, en cuyo extremo se localiza la sensibilidad de sus fibras nerviosas.

El abismo está poblado de criaturas que comen carne; los habitantes de las profundidades presentan adaptaciones especiales, como enormes quijadas desarticuladoras provistas de feroces y afilados dientes como dragas que se hunden en su enemigo de cualquier tamaño, y un estómago inmenso, dilatable, capaz de engullir presas de descomunal tamaño, si se las compara con las dimensiones propias de estos animales.

En los encuentros al azar que ocurren en la oscuridad, los pequeños pueden devorar a los grandes. Hay algunos peces que sólo parecen cabeza y quijadas; hay otros con dientes

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enormes que no pueden caber dentro de la boca y quedan fuera de ella cuando las quijadas se cierran.

Si se pregunta la razón de esas formas extrañas, la explicación reside en la continua falta de alimento, que obliga a cada especie a aprovechar cuanto cae de las capas de aguas superiores. Cuentan siempre con que la siguiente comida se hará esperar mucho.

Así, al ser el alimento demasiado escaso en la región abisal, no pueden crecer los organismos en proporciones considerables, teniendo sus habitantes unos cuantos centímetros de largo. Un pez, el pescador, que pertenece a los ceratoideos, presenta conductas extrañas: el macho pasa su juventud buscando una hembra y cuando la encuentra se sujeta con sus quijadas a cualquier parte de su cuerpo y no la suelta, alimentándose a través de la corriente sanguínea de ella. Cada hembra lleva dos o tres machos adheridos, cuyos tamaños apenas pasan de unos centímetros.

Muchos peces engullen grandes cantidades de limo o fango que tapizan uniformemente el fondo. En medio de esta sustancia, que puede resultar indigesta y no nutritiva, se esconden partículas alimenticias, trozos de sustancias orgánicas, microorganismos, etcétera, que son aprovechados. Como este alimento tiene escasísimo poder nutritivo, el animal compensa tan pobre dieta ingiriendo grandes volúmenes.

Entre los peces más comunes en profundidades superiores a 1 000 metros se encuentran los macrúridos o "colas de rata", que tienen un aspecto sumamente raro: sus cabezas son muy gruesas y fuertemente blindadas, pero sus cuerpos se adelgazan rápidamente hasta convertirse en largas y delgadas colas. Sus ojos son muy grandes, de 3 centímetros de diámetro, y presentan una cola de rata de 30 centímetros de longitud. Algunas especies viven a 900 metros, pero otras llegan hasta los 3 900 metros de profundidad.

Las expediciones científicas emprendidas para explorar los grandes abismos del océano han proporcionado datos muy interesantes acerca de la manera en que los organismos están distribuidos en los grandes fondos. Parecería lo natural que estuvieran uniformemente repartidos, dada la estabilidad de las condiciones del ambiente; sin embargo, un hecho curioso es la extensa dispersión que presentan.

Apenas se está penetrando en los misterios del abismo, pero todavía falta recorrer un largo camino para llegar a comprender y estructurar perfectamente la vida en los dominios abisales, los más recónditos e ignorados enclaves de todo el planeta azul.