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Arrastrados Por La Corriente - IASD

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Hermoso libro de lectura para nuestros niños, adolescentes y jóvenes. Se presentan 25 hermosas historias de amor, paz y esperanza que inspirarán nuestra vida y verán el gran amor de nuestro Dios por su Creación.

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  • I1l1Stracin ele la tapa por Vance Locke

    Copyright 1969, 1970, by

    Pacific Press Pu blishing Association

    Editado e impreso por

    PUBLICACIONES INTERAMERICANAS

    ))j"isin Hispana de la Pacific Press PlIblishing Associatioll

    1350 "illa Strec t, Mountain Vic\\' , Califomi a 94042

    EE . U U. de N. A.

    Relatos publicados anteriormente hajo el ttulo de l.as 1Il ej01'es hislol'ias del Amigo de los Ni /;o s,

    tomo 1 y tomo 2.

    Segunda edicin abreviada 75.000 ejemplares en circulacin

    1977

    Spanish-S ",epI A,,'aJ' by th e SIrca", Off", in U.S.A.

    Indice LA SEORA PETIRROJO 6[) LAS TARJETAS DE ELENA 11

    EL MEJOR REMEDIO . 17

    "ALI-BABA" ENCARCELADO

    ABDUL CUMPLE SU PALABRA 26

    EL CABALLO VIEJO 32

    NICANOR y LAS MANZANAS 36

    LA ALCANCIA DEL GRADO 41

    ZAPATOS ROTOS 46

    UN ATAJO EN EL CAMINO 51

    NERON FUE UN HEROE . 54

    LA HONRADEZ ANTE TODO 57

    3

  • HEBE, LA ELEFANTA . . . . . 65

    UN AMIGO DIGNO DE CONFIANZA 69

    LA DESOBEDIENCIA DE JACINTO 74

    EL PEQUE~O REFUGIADO 78

    EL FLAUTIN DE ISDRA . 84

    LA SORPRESA DE DUNCAN 90

    LAS TIJERAS DE UNA HOLANDESITA 98

    ARRASTRADOS POR LA CORRIENTE 100

    INCENDIO Y NIEVE 106

    EL PERRO COJO . 112

    LA AVENTURA DE ANITA AMSTULDEN 116

    UN PERRO Y UNA CUEVA 121

    LOS NI~OS (Poesa) 124

    ~~lo: ~ U~)L';" ~ 0~'~ ~ La Seora Petirrojo

    UN TIBIO Y resplandeciente sol haca brillar las vas del ferrocarril como si fuesen de plata. Muchas flores y pimpollos primaverales crecan en los campos que bordeaban las vas, y dos niitas que volvan a casa, de la escuela, se detuvieron para juntar unas flores. Un lento tren de carga pas ruidosamente cerca de ellas, y nuestras am~guitas lo saludaron levantando las manos.

    Juan West, un joven guardatrn, de pie en el ltimo vagn miraba el paisaje por la puerta abierta. El joven vio a las dos nias que saludaban al tren, y levantando

    5 4

  • I

    un brazo les devolvi e! saludo. Fue entonces cuando vio un puntito en e! cielo que poco a poco se fue agrandando. Qu poda ser? Observ por un momento y luego se di.rigi a su amigo, Roy Jones, qtlien estaba ocupado en e! interior de! vagn limpiando tinos faroles: -jMira, Roy, hay un pjaro que nos persigue! Roy trabajaba como guardafrenos de ese tren, y dejan

    do a un lado una de las lmparas que estaba limpiando, sali a la plataforma y sus ojos se abrieron por la sorpresa. -j Parece un petirrojo! -dijo-o Pero, qu querr ese

    pjaro con e! tren? Por qu querr corrernos una carrera?

    Juan sacudi su cabeza pensativamente.

    -Yo no s -dijo-, pero lo voy a averiguar.

    El pjaro vol hacia uno de los vagones y se pos

    sobre e! techo, donde qued un momento. Luego volvi a emprender vuelo, describi varios crculos sobre e! mismo vagn y volvi a posarse sobre e! techo. Mientras tan to e! tren segua su marcha lenta pero constante. El pjaro sigui volando en crculos y posndose dea ratos sobre e! techo de! vagn, hasta qUe el tren par en una estacin.

    No bien hubo parado e! tren, Roy y Juan se bajaron de su tarima y caminaron hasta el vagn donde e! petirroj o se haba asentado. Era e! vagn de carga No. 1270 , y sus puertas estaban hermticamente cerradas. El ave volaba en crculos alrededor de la puerta y haciendo ruido como indicando que quera entr~r.

    -Me parece que s lo que pasa -dijo Juan. Sac una llave de un bolsillo de su mameluco azul y

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    abri inmediatamente el candado, despus de lo cual abri la puerta de! vagn lo suficiente como para mirar adentro. Se oy un aleteo vigoroso y el ave vol por encima de su cabeza, entrando en e! vagn. El petirrojo inmediatamente se dirigi a un rincn del vagn. Mientras tanto Juan escuchaba con atencin. Muy pronto oy un coro de agudas vocecitas que se parecan mucho a la voz de pequeos petirrojos que con sus picos abiertos reclamaban la comida.

    - Conque as es la cosa! eh? ---exclam sonriente-o La seora petirrojo construy el nido y empoll sus huevos mientras e! vagn estaba estacionado en un desvo. Cmo se las arreglar para alimentar a sus pichones si tiene que pasarse todo el tiempo corriendo carreras con e! tren?

    -Es imposible -dijo Roy-, y se van a morir de hambre. No podemos detener el tren lo suficiente como para que escarbe y busque gusanos y lombrices con qu alimentar a su familia.

    -Tienes razn -dijo Juan-, pero j tengo una idea! Al decir esto, Juan se encamin al edificio principal

    de la estacin. Tomando un trozo de papel escribi unas palabras, firm su nombre, Juan West, y lo entreg al jefe de la estacin, dicindole:

    -Enve Ud. este telegrama lo antes posible a la estacin de White Cloud.

    -As lo har -dijo el jefe. White Cloud era la prxima estacin donde e! tren

    deba parar. El telegrama de Juan deca lo siguiente: "En e! vagn No. 1270 de nuestro tren hay un nido de

    7

    ~

  • petirrojos. Por favor, tengan lista para cuando lleguemos una buena cantidad de lombrices. Mam petirrojo las necesita".

    Cuando el ruidoso tren de carga entr a la estacin de White Cloud en la plataforma lo esperaba una lata llena de lombrices. Tambin haba un grupo de gente mayormente compuesto por nios y nias acompaados de algunos adultos. Haban recibido la noticia y queran ver el nido.

    Juan les cont el incidente, luego abri la puerta del vagn donde estaba la mam petirrojo, teniendo cuidado de abrir slo lo suficiente como para introducir la lata con las lombrices. Explic a los nios que no deban acercarse a ese vagn porque asustaran a la mam. Adems el tren tena que seguir viaje muy pronto. y as fue, pues en pocos momentos el tren emprendi su marcha.

    La siguiente parada fue un pueblo llamado Big Rapids, en cuya estacin tambin haba una multitud esperando el tren y tambin una lata de lombrices para la seora petirrojo. Los telegrafistas de las estaciones en viaran los mensajes a 10 largo de toda la lnea, y en cada estacin donde paraba el tren Juan y Roy se encontraban con

    mucha gente trayendo ms lombrices.

    -Tenemos suficientes lombrices como para alimentar a dos docenas de pjaros durante una semana -dijo rindose Juan-. Sin embargo, en cada estacin agradeca atentamente a la gente que traa las lombrices.

    Por fin el tren lleg al final de su viaje, en el pueblo de Saginaw, del estado de Mchigan, Estados Unidos. El nido de petirrojos y las latas de lombrices todava estaban

    H

    en e! vagn. Cuando Juan baj del tren, un hombre lo llam:

    -Juancito, e! jefe te quiere ver. Juan se dirigi a la oficina del Sr. Murray, abri la

    puerta y entr. -Tome asiento -dijo e! Sr. Murray, y Juan obedeci. -Joven --dijo e! jefe-, esta compaa ferroviaria le

    paga a Ud. para que acte como guardatrn y no para que se dedique a cuidar pjaros. Tiene Ud. alguna explicacin que darme?

    Estas palabras entristecieron mucho a Juan, quien con su gorra en la mano slo atin a decir:

    -No tengo nada que decir, seor, sino que una hembra de petirrojo haba hecho su nido en mi tren y haba empolla.do sus huevos y que ahora tiene pichones. Quiero pedirle a Ud., Sr. Murray, que deje estacionado ese vagn en un desvo hasta que los pichones puedan volar.

    - Ud. viene a.qu a pedir eso? -S, seor. Una afable sonrisa se dibuj en los labios de! Sr.

    Murray, y luego estall en carcajadas. -Juan -le dijo--, se me ocurre que Ud. no ha ledo

    la orden de! da que acabamos de colocar en e! tablero. -No, seor Murray, no la he ledo. -Bueno, vaya y lala. Eso es todo. El joven guardatrn, sali un poco confundido y se

    dirigi al tablero para leer lo que le haban indicado. Luego, una amplia sonrisa se dibuj en su rostro, pues la orden deca:

    "A todos los ferroviarios:

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  • "El vagn de carga No. I270 debe ser colocado inmediatamente en un desvo. Tmese especial cuidado de no molestar a la familia petirrojo. Este vagn quedar en el desvo mientras las aves permanezcan en el nido.

    "Muchas gracias al guardatrn Juan West y al guardafrenos Roy Jones, por haber sido tan bondadosos con las aves. Sus acciones de hoy han contribuido mucho en favor de la buena voluntad del pblico para con la compaa ferroviaria".

    Arturo J. Murray J efe regional.

    Todo esto sucedi en el estado de Mchigan, en un hermoso da de primavera, hace ya muchos aos. La Sra. Petirrojo se dio un lindo paseo en tren juntamente con sus bebs. Hoy, en el pueblo de Saginaw, cuando los obreros encuentran algunos huevos de color celeste en la propiedad de la compaa ferroviaria, todos opinan que esos huevos fueron puestos por algn pjaro descendiente de los petirrojos que viajaron en el tren de luan . West.

    Elena mostr a Irene la forma de ha cer tarjetas como las de la maestra.

    Las Tarjetas de Elena

    HACIA unos pocos das que se haban mudado los nuevos vecinos. La casa grande del barrio haba estado desocupada por mucho tiempo, y Elena estaba muy contenta de que alguien se mudara a ella. Elena viva en una casa cercana, y no haba otros nios en el vecindario, de manera que la nueva vecinita, nica hija de la familia recin llegada,

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  • fue muy bienvenida. En muy poco tiempo trabaron sincera amistad, y siempre se llevaban muy bien.

    Durante la segunda semana de esta amistad, cuando volvan juntas de la escuela, Elena not que Irene estaba triste y callada. Trat de animarla y conversar alegremente para distraerla, pero cuando llegaron a la casa de Irene, la nia todava pareca un poco desanimada, y Elena, como buena amiga, le pregunt qu suceda.

    -Es que... , resulta que ... -contest Irene-... , es que t supiste contestar ms tarjetas de aritmtica que yo.

    La maestra de ambas nias haba ideado un ingenioso sistema para ensearles a sumar y restar. El sistema consista en dibujar dos nmeros en una tarjeta e indicar, mediante el signo, si era suma o resta. Para ello mostraba las tarjetas a la clase, y el primer nio que saba la respuesta la deca en voz alta. Al dorso de la tarjeta la maestra tena escrito el resultado, de manera que, sin dar vuelta

    la tarjeta, saba inmediatamente si los nios se haban

    equivocado o no. Con tiempo y prctica, los nios podan

    Contestar casi sin pensar.

    Elena era la que mejor saba esos resultados y a ella le gustaba mucho ese sistema. Por este motivo le contest

    a Irene:

    -A m me gustan mucho las tarjetas de la maestra. -S, porque t lo sabes. Pero hoy yo me equivoqu

    en tres. Yo s las respuestas, pero no las puedo decir tan rpido como t -respondi Irene.

    As hablaban las nias en el camino de vuelta a sus

    12

    casas, y cuando estaban llegando cerca de la casa de Irene, Elena, le dijo:

    -Tendrs que estudiar un poco ms en casa, Irene. Si estudias lo sabrs bien.

    -T dices eso porque eres la mejor de la clase -le contest Irene-. Pero aunque yo estudio mucho, no s tanto como t.

    Al decir esto Irene estaba entrando en el patio de su casa, y el dilogo no continu. Elena sigui camino de su casa, pensando en el problema de Irene, quien no poda hacer las sumas y restas tan bien como ella. Se saba la mejor alumna de la clase y estaba orgullosa de ello, pero tambin quera que su amiguita Irene supiese las contestaciones tan bien como ella. Elena saba sus respuestas porque las haba estudiado mucho, y ya le haba aconsejado a Irene que hiciera lo mismo. Sin embargo Elena recordaba que, no haca mucho, ella tampoco saba las respuestas tan bien como ahora. Y tambin crea entonces que nunca las podra aprender.

    Pero en esa ocasin su abuelita, que estaba de visita, le dio una brillante idea. Esta idea le permiti familiarizarse con el juego de las tarjetas, de modo que en la escuela siempre era la primera.

    - Qu te parece, Elena, si hacemos un juego de tarjetas como las que tiene la seorita? -haba dicho la abuelita. , y as hizo Elena. Consigui unos recortes de cartulina

    y con la ayuda de la abuelita prepar un juego de tarjetas iguales o muy parecidas a las de su maestra.

    Para dibujar los nmeros us sus lpices de colores y 13

  • para mostrar a la abuelita como eran las tarjetas de su maestra dibuj un 6 y un 4 en la primera tarjeta, traz una raya debajo del 4 y puso el signo de suma a la izq uierda de los nmeros. Al dorso de la tarjeta escribi el nmero ro, pues 6 ms 4 es igual a ro.

    Una vez terminadas las tarjetas, Elena las estudi detenidamente una por una, y luego las entreg a su abuelita, quien, despus de mezclarlas, se las mostraba sorpresivamente, tal como haca la maestra endase. Hacindolo en la casa, resultaba un juego, y a Elena realmente le agradaba porque, a la vez que se diverta, aprenda su aritmtica. j Por eso era que estaba a la cabeza de la clase!

    Todo esto recordaba Elena mientras trataba de solucionar el problema de Irene. De pronto se le ocurri una idea y se dijo: - Por qu no he de ayudarle a Irene como abuelita

    me ayud a m? Irene era realmente inteligente y aprenda fcilmente

    lo que se le enseaba. Lo que pasaba era que haba perdido muchas clases por causa de la mudanza. Elena saba esto y tambin saba que, si ayudaba a su amiguita, sta pronto la alcanzara y seran dos a la cabeza de la clase. Al pensar en esta posibilidad, el rostro de Elena se nubl un poco, mientras se deca para sus adentros: -Me parece que no le voy a decir nada de las tarjetas. Creyendo haberse tranquilizado con este pensamiento,

    trat de seguir con sus actividades durante el resto del da. Pero no se senta feliz. Ni tampoco se sinti feliz al da siguiente, y como saba cul era la causa de su in

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    felicidad decidi ofrecer su ayuda a su VeCInlta. Saba que no era feliz porque se estaba portando egostamente. Ningn nio egosta es feliz.

    Cuando terminaron las clases del da, al entrar Irene en su patio Elena le dijo:

    -Pdele a tu mam que te deje venir a mi casa por un rato. Juntas haremos un juego de tarjetas para los ejercicios de aritmtica y vers qu divertido resulta estudiar esa materia con ellas. - De veras, Elena? j Qu lindo! -S, Irene, aprate. Tengo cartulina y lpices de

    colores, y en realidad son fciles de hacer. Mi abuelita me ayud a hacer un juego para m y me han sido de mucha ayuda. -jQu buena eres, Elena! No crea que sabas ha

    cer esas tarjetas, ni tampoco se me ocurri esa posibilidad.

    A medida que las dos nias trabajaban con sus tarjetas, Elena iba recobrando su felicidad, y para cuando las tuvieron listas, ya se senta completamente feliz . Entonces se turnaron para jugar a la maestra,y mostrndose las tarjetas una a otra, repasaban su aritmtica.

    Despus de dedicar varias tardes a este juego, Irene aprendi las sumas y las restas m uy bien y las poda repetir tan rpido como Elena. Realmente estaba contenta, y muy agradecida a su amiga, a quien le dijo:

    -Elena, si t no me hubieras ayudado, todava me estara afligiendo.

    -Ahora t sabes las operaciones tan bien como yo -dijo Elena-, de manera que ya no soy la mejor de la

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  • clase. Sin embargo soy feliz igual, y me parece que abuelita tena razn. Ella me dijo que no importaba si yo no era la mejor de la clase, con tal que hiciera lo mejor que poda, no copiase los deberes de otros y fuera generosa con mis compaeros.

    "

    El Mejor Remedio

    MUY enojado por la ofensa, Martn se encaminaba al bosque, resuelto a que Juan le pagase por el atrevimiento. Llevaba un martillo, dos estacas y un trozo de alambre. Adnde iba? Qu se propona hacer?

    Sigmoslo para ver. Se dirige resuelto al centro del bosque. Escoge un lugar apropiado precisamente antes de una curva del sendero. y, mirando que nadie lo vea, clava una estaca a la derecha y la otra la izquierda del caminito. Luego ata un extremo del alambre a unos diez

    17 2 A. C.

    16

  • o quince centmetros de! suelo en una estaca, lo estira a la otra y ata el otro extremo a la segunda estaca, ms o menos a la misma altura. El alambre queda bien tirante y, amarrado como est, no se aflojar con facilidad.

    Qu ocurrencia la de tender una trampa as? Ese alambre escondido en la curva es capaz de hacer caer a cualquiera que pase y no lo vea. Por qu hace eso Martn? Es acaso un malvado?

    Pero continuemos observando lo que sucede. Se oyen pasos, y antes de que Martn se pueda esconder aparece el to Matas, un anciano que desde hace mucho vive en e! pueblo donde todos lo conocen por ese nombre. Es un gran amigo de la juventud y conoce a todos los chicos de! barrio. Se sorprendi cuando vio a Martn tratando de esconderse, y lo llam. - Hola, Martn! Qu haces aqu? - Hola... , to Matas! .. , --contest Martn sin mu

    cha animacin. - Qu ests haciendo aqu hijo? Te pasa algo?

    Qu has hecho? . Martn no respondi. No poda mirar al to Matas

    en los ojos. El anciano lo toma de la mano y juntos caminan hacia la trampa de Martn. Cuando llegan a ella, e! to Matas la ve y dice: -jQuin habr sido el malvado! Sabes quin ha

    hecho esto, Martn? Martn queda callado, baja la cabeza y se turba. -Ya comprendo, ya comprendo -dice e! anciano-o

    Pero, por qu lo has hecho, Martn? -Es, que... Juan... me rob una lanchita y se fue ...

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    'al lago, y ... se le perdi... , y no me puede conseguir otra para devolvrmela --contesta Martn entre sollozos.

    _ Ah! Ya comprendo, ya comprendo. Ahora t le quieres dar una leccin, hacindolo caer y que se d un golpe.

    -S, eso era lo que quera, to Matas. -,No te parece que es una venganza muy ruin? No

    te parece, Martn, que es peligroso hacer estas trampas? No ves acaso que en ellas caen inocentes y culpables? Debes hacer algo que le duela solamente a l. Pero, que sea algo que le sirva como leccin para la vida. Algo que le afecte tanto, que no lo olvide muy pronto.

    -Qu? _ Realmente quieres saberlo? Mira que es muy di

    fcil aplicar ese castigo. _ S, s! Dgame, no importa cun difcil sea! -Bueno, escucha. Lo primero que haces es quitar ese

    alambre de all. Luego invitas a Juan a tu casa una tarde, y cuando llegue le pides a tu mam un poco de limonada para los dos y lo convidas. Luego de refrescarse, lo invitas a pasar al taJlercito de tu pap, pero antes le pides permiso a l, y entonces all le ofreces que le ensears a hacer lanchitas a cambio de su ayuda. Antes que haya pasado la tarde, tendrn dos lanchitas hechas, mejores que la que se te perdi, y le habrs aplicado un castigo que no olvidar nunca. Tal vez no te parezca que es as, pero muchas veces el que le paguen a uno bien por mal duele ms que otra clase de castigo en que se paga mal por mal. Y siempre es una satisfaccin haber podido ganar otro amigo. Lo vas a probar?

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  • -S, to Matas. y s que Ud. tiene razn, porque mi maestra dijo lo mismo hace unos das.

    y ahora que nosotros hemos odo el dilogo de to y sobrino nos vamos para que no sepan que hemos estado espindolos.

    "Al-Bab" Encarcelado

    HISTORIA DE UN BORRICO

    OCURRIQ en Mxico, y lo vi cuando viaj por esa gran repblica.

    -PerQ -dirn los 1ectores:""-, quin es Al-Bab, y por qu lo encarcelaron? Qu hizo?

    Ya vern; es una historia un poco larga, porque primerQ tenemos que hablar algo de Mxico, siendo que muchos lectores no han estado all.

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  • En Mxico hay muchas montaas y por esto la gente usa burros para transportar muchas de sus cosas. Estos animales tienen un paso muy seguro andando por los desfiladeros y caminitos estrechos de las montaas. Adems soportan mucha carga y largas caminatas. Hay burros en casi todos los pases; as pues, no entraremos en ms detalles con respecto a ellos, pero parecera, a veces, que en Mxico se ha reunido la mayor concentracin de ellos.

    Se los ve por todos lados y llevando de todo sobre sus lomos. Los hay que transportan lea para el fuego de los campesinos. Otros llevan jarrones y cacharros que los alfareros hacen con barro cocido. A veces van cargados con verduras y frutas para vender en los mercados. A menudo van con tanta carga que tropiezan y caen.

    No solamente en el campo y las montaas se encuentran muchos burritos, sino que tambin en las ciudades hay muchos, y es all donde las dificultades comienzan, pues como los burros no saben leer, violan muchas reglas de trnsito y causan muchas molestias. Cuando vienen los campesinos a vender sus productos, sueltan sus burros mientras ellos atienden sus negocios, y los animales vagan sin rumbo por las calles buscando qu hacer. Generalmente lo que quieren es comer y de paso los dueos se ahorran unos centavos pues no compran avena o pasto para darles.

    Es fcil ver, entonces, lo molesto que pueden ser estos jumentos, especialmente cuando deciden alimentarse en los parques, comiendo las flores y plantas de adorno. Fue as como el alcalde de un pueblo cercano al lago Chapala, cansado de estos destrozos ocasionados por la negligencia,

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    promulg un decreto que regulaba la circulacin de los burros en la zona urbana. Se colocaron carteles y seales y avisos para indicar las penas que se impondran a los infractores, y la polica qued encargada de velar porque se respetaran los reglamentos.

    Al-Bab era hijo de la burra de un campesino que llevaba carga al pueblo y, como era muy jovencito, iba suelto y liviano, brincando gilmente junto a su mam. El dueo de Al-Bab no saba leer, y cuando fue al pueblo no respet los reglamentos ni cuid tampoco que el burrito los respetara. De manera que, de pasada por el parque, Al-Bab, atrado por el verdor, se qued all y el campesino sigui con la burra hasta el mercado.

    j Qu lindo csped 1 iQu jugosas plantas 1 iCmo tentaban esas hojas grandes y tiernas! Era como un sueo, y siendo que Al-Bab tampoco saba leer, pas muy ufano frente a un cartel que deca "NO SE ADMITEN BURROS" y comenz a pasearse por los caminos del parque, comiendo una hoja aqu, mordisqueando otra all y oliendo el csped a derecha e izquierda. Por fin lleg a un cantero de flores y Al-Bab comenz a comer de ellas. iy qu ricas eran! Era un verdadero festn.

    Todo fue bien hasta que Al-Bab not la presencia de un hombre que lo miraba con demasiado inters. De pronto el hombre desapareci y el burrito continu con su florida merienda. Pero el hombre volvi, y esta vez se le arrim un poco ms. Al-Bab levant la cabeza y comenz6 a mover sus orejotas peludas para or lo que aqul le deca. Not que vesta uniforme y que tena botones dorados que brillaban al sol, una gorra con visera y un cinturn

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  • ancho del cual pendan un revlver y un pequeo garrote, pero como las palabras que le hablaba eran cariosas, pens que sera uno de los tantos amigos que siempre lo acariciaban y le convidaban con terrones de azcar, as que no se movi~ Mientras tanto el hombre uniformado, que era I,m polica, se arrimaba cada vez ms, y pronto lleg a su lado y le acarici el pescuezo como un viejo amigo.

    Sin embargo, Al-Bab muy pronto sinti que una soga le rodeaba el pescuezo y, cuando quiso quitar la cabeza, not que se apretaba la soga. Asustado, sali corriendo, pero no haba llegado muy lejos cuando sinti un tirn que casi lo volte. Haba llegado al final de la soga, y el polica sujetando firmemente el otro extremo le deca:

    -Ah, pillo! Ven ac! No escapars, no. Al-Bab tirone, y patale, y rebuzn asustado, pero

    no pudo escapar. El hombre del lindo uniforme se lo llevaba a la crcel. Entonces decidi usar su espritu de burro y, muy terco, se plant sobre sus cuatrO patas, dispuesto a no ceder ni ante un huracn. Pero el polica llam a un colega, y como Al-Bab era muy pequeo lo arrastraron hasta la comisara.

    Entre latigazos, empellones y amenazas lo metieron en la crcel para burros y all lo dejaron hasta que vinieran a buscarlo.

    Cun triste estaba Al-Bab detrs de las rejas! El, que estaba acostumbrado a corretear libremente por todos lados, no poda soportar el encierro. Por fin lleg el dueo, pero como era pobre no poda pagar la multa y sacarlo de all. Al-Bab tendra que quedar en la crcel.

    El dueo se fue muy triste y el pobre burrito qued 24

    solo, llorando para llamar a su mam. Fue entonces cuando lo vi, y me dio mucha lstima. Pero al ratito un seor muy bondadoso, creo que se llamaba Smisor, fue al jefe de polica y pag la multa para que dejaran en libertad a Al-Bab. Cuando sala de la crcel, le tom la foto que acompaa a esta historia, y si se la mira de cerca, se ve una lgrima en el ojo del burrito. Pero esa lgrima se sec muy pronto, pues Al-Bab no tard en alcanzar a su mam y se fue con su dueo.

    Este burrito nos ensea que debemos siempre leer y respetar los carteles en los parques y paseos pblicos, pues no queremos meternos en dificultades como le pas al simptico protagonista de nuestra historia. No es cierto?

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  • ~ _--::_=- --.~~

    ~---

    Abdul Cumple su Palabra ABDUL era un muchachito de Persia que VlV!a con su mam y otro hermano en las altas mesetas del Irn, alejado de todo movimiento y actividades a los cuales nosotros estamos acostumbrados. Pero Abdul, como cualquiera de nosotros, quera educarse. Quera ir a la escuela y aprender ms de Jess; quera saber cmo predicar a otros del amor de Dios que envi a su nico Hijo para que muriese por nosotros.

    A nosotros nos parece muy comn todo esto, porque estamos acostumbrados a ver escuelas y maestros en cada

    26

    pueblo y resulta muy fcil estudiar en nuestros pases; pero en Irn, como se llama ahora el reino de Persia, no hay tantas facilidades y Abdlil tena que irse a Tehern, la capital de su pas, a un colegio que los misioneros haban abierto y en el cual podra aprender a predicar a la gente de su aldea que Jess haba muerto para salvarlos.

    Es as como un da Abdul dijo: -Mam, he decidido ir a la escuela del misionero. -Bueno, hijo, si ests seguro de que quieres hacerlo, di

    vidir tu herencia con tu hermano y te llevars la mitad. Tengo ochenta denarios. Llvate cuarenta, y que Dios te bendiga.

    De manera que Abdul hizo todos sus preparativos para el largo viaje a la escuela del misionero, y cuando pas una caravana en camino a Tehern, Abdul se uni a ella y comenz su viaJe.

    Pero antes repasemos un poco lo que sabemos de los viajes de caravanas en los desiertos de Asia. Se juntan varios viajeros que desean ir a un lugar determinado, y se combinan para viajar con sus camellos y caballos en un grupo, para mejor proteccin contra ladrones y bandidos que asaltan a los viajeros solitarios. Adems, si se va en caravanas, siempre es ms seguro en caso de accidentes o emergencias. Por eso, cuando alguien quiere vi,ajar por esos desiertos, espera que pase una caravana. As hizo nuestro amiguito Abdul. Tras alguna espera, una caravana lleg a su aldea y Abdul termin sus pre~ parativos, y cuando estaba por partir, su madre le habl y le dijo:

    -Abdul, hijo mo, promteme ahora que jams dirs 27

  • una mentira y que nunca retendrs para ti lo que no te pertenezca.

    -S, madre, te lo prometo. Ten confianza en m. Me voy ahora; hasta la vuelta, madre.

    Con esta despedida Abdul comenz su largo viaje por los desiertos, y a medida que los das pasaban y se iban acercando a unas montaas muy solitarias por las cuales deban pasar, varios de los mercaderes de la caravana comenzaron a expresar sus temores por los bandidos que rondaban en la vecindad de esas montaas.

    Abdul no saba mucho de bandidos, salvo que atacaban a las caravanas y se llevaban lo que queran y a veces mataban a los viajeros. Yeso era suficiente para asustar a cualquiera, pero Abdul tena confianza en que Jess quera que l se preparase para ensear a otros del amor del Salvador, y estaba seguro de que a l no le pasara nada.

    Una tarde, cuando ya crean estar fuera de la zona infestada de ladrones, la caravana fue atacada y muchos de los viajeros murjeron a manos de los bandidos. Uno de los ladrones pas cerca de Abdul y le pregunt si tena dinero.

    -S, tengo cuarenta denarios cosidos en mi tnica. - Ja, ja -se ri el hombre, y sigui buscando entre

    otros viajeros algo que robar. Al rato, otro de los ladrones le pregunt a Abdul si

    tena algo de valor, y el muchacho le contest lo mismo que al primero, pero este hombre tampoco le crey y, pensando que Abdul se burlaba de l, le aplic unas bofetadas y lo azot para que aprendiese a no burlarse de ellos.

    28

    Cuando vino un tercer ladrn a preguntarle qu tena, Abdul tema que tambin lo castigase. Pero este ladrn, que tambin crey que Abdul se burlaba de l, decidi llevarlo ante el jefe para ver qu suceda.

    El jefe de los ladrones, al enterarse del episodio, se extra y mand llamar al muchacho para exigirle una explicacin: -Qu es esto que oigo de ti, muchacho? No sabes

    acaso que como jefe de esta banda no puedo tolerar que te burles de nosotros?

    -Pero, seor. .. Ud. tiene que creerme... -contest muy seriamente Abdul tratando de convencer al bandido con el tono de su voz-o Les dije a tres de sus hombres que tengo cuarenta denarios cosidos en el forro de mi tnica. Tiene que creerme!

    El jefe mand abrir la tnica de Abdul, y efectivamente all encontr los cuarenta denarios, pero sorprendido por la extraa actitud del muchachito, le pregunt: - Por qu nos dijiste que tenas ese dinero? Podras

    haber dicho que no tenas nada y no te habramos robado. -Es que... , seor ... , antes de salir de mi casa, mi

    madre me hizo prometer que nunca dira una mentira, y cuando sus hombres me preguntaron si tena dinero les dije la verdad, porque haba prometido a mi madre que siempre lo hara.

    -Nio... comenz a decir el jefe de los ladrones, pero por la emocin no pudo continuar con sus palabras.

    Mi~ntras tanto, todos los ladrones se haban agrupado en derredor del jefe y Abdul y todos estaban admirados de la valenta del nio. Por fin el capitn de los bandidos

    29

  • pudo hablar, y rodeando a Abdul con sus brazos, le dijo: -Nio, hoy hemos recibido una poderosa leccin y,

    no solamente te perdonamos la vida y tu dinero, sino que queremos cambiar nuestras vidas, dejar de ser bandidos y de estar al margen de la ley, devolver todo lo que hemos robado y, de hoy en adelante, vivir como ciudadanos buenos y honrados.

    Abdul casi no crea lo que oa, pero muy pronto se convenci que era realidad, pues uno a uno todos los hombres se llegaban al jefe y le decan:

    -Capitn, t nos has guiado por vidas erradas, sembrando mal, daando, robando y matando; ahora queremos que nos lleves por una vida de bien. Fuiste nuestro gua para mal, ahora slo para bien.

    Despus de este incidente, Abdul se senta muy feliz, y mucho ms cuando los mismos ladrones lo llevaron el resto de su viaje a la escuela en Tehern.

    As termina la historia de Abdul el honrado, un nio que quera servir a Jess y no le importaba salir de su casa y viajar por desiertos y montaas, durante muchos das, para llegar a un lugar donde aprender ms de Jess. Pero lo mejor del caso fue que ni siquiera ante el peligro de los ladrones dijo una mentira sino que, mantenindose firme a su promesa, predic el mensaje a los ladrones de una manera tan ferviente, que los convirti.

    S, Abdul fue un pequeo misionero aun antes de ir a la escuela, y de l aprendemos que todos podemos hacer obra misionera siempre y en todos lados, diciendo la verdad, cueste lo que costare.

    Con nuestros amigos y compaeros de juego, a nues30

    tros padres y maestros y a todos aquellos con quienes entramos en contacto, debemos reflejar las enseanzas de Jess y hacer como hizo Abdul en esa emergencia.

    Siempre vale la pena decir la verdad, y Jess espera que lo hagamos y, mejor an, nos ayuda a ser buenos, si lo intentamos, como Abdul. Nios, recordemos el caso de este muchachito persa, y cuando queramos decir una mentira, hagamos de cuenta que un ladrn de fiera mirada nos est preguntando: - Cunto dinero tienes, muchacho? Te lo voy a

    quitar todo. Qu contestaramos en un caso tal?

    31

  • El Caballo Viejo

    QUE le pasa, abuelito Snchez? -pregunt Ricardo Barrera al anciano lechero a quien todos en el barrio llamaban cariosamente "el abuelito Snchez". - Por qu me preguntas eso, Ricardo? Se me nota

    triste? -jClaro que s! -y bueno... , tendr que cuidarme ms para que no

    se den cuenta todos ... -Pero, por qu est triste? jCunteme! No me ha

    dicho acaso que soy su amigo? -S, Ricardo. Eres mi amigo. Ven, acrcate, que te

    voy a contar lo que me pasa. Resulta que el patrn para quien yo trabajaba repartiendo leche, me ha jubilado, y ...

    32

    -Yeso le causa tristeza? Debera estar contento que no tiene que trabajar ms! Puede leer todo el da, levantarse tarde por las maanas, ya no tiene que trabajar y puede hacer lo que quiere. -Es que t no me has dejado terminar, Ricardo. Con

    tus diez aos tienes demasiado empuje y entusiasmo, y no pude contarte la verdadera razn de mi pesar. Sucede que el patrn al notificarme de la jubilacin, no dijo nada de Toby, el caballo que tan fielmente me acompa durante tantos aos de servicio en el vecindario. Le pregunt qu 'hara con l, y me dijo que lo iba a vender a una fbrica de cola para carpinteros. Por eso estoy tan triste, pues no es justo pagar as los largos aos de fiel servicio y duro trabajo del noble caballo. Es cierto que es viejo ya, pero creo que se merece algo mejor que ir a la fbrica de cola. - Para qu lo usarn en la fbrica de cola? -All compran caballos viejos y los matan. Luego los

    hierven y sacan productos para fabricar la cola que usan los carpinteros. No s bien cmo lo hacen pero s s que Toby no debe ir a parar al colero de algn carpintero. - Claro que no! Qu podernos hacer abuelito Sn

    chez? Tenernos que salvar a Toby! Tan simptico que es, y pensar que lo van a hervir!

    -S, Ricardo, pero no hay nada que podamos hacer. El patrn est decidido.

    Ricardo se despidi de su amigo el viejo lechero, y se fue a su casa, muy perturbado por la triste noticia que haba recibido. Su mam not que estaba preocupado y lo interrog; pero Ricardo no di jo nada hasta la hora de la comida, cuando pregunt al pap:

    33 3- A .C.

  • -Pap, dnde queda la fbrica de cola? -Hay una en el pueblo vecino, hijo. Pero, por qu

    haces esa pregunta? -Es que el abuelito Snchez me dijo esta tarde que

    el patrn lo ha jubilado, y piensa vender a Toby a la fbrica de cola. All lo van a hervir, y hacer cola con l. No hay nada que podamos hacer?

    -Que yo sepa, no. Piensa t algo y veremos. Me parece que es una paga muy injusta para el pobre caballo. - No podramos comprar nosotros a Toby? Yo

    pongo todo lo que tengo en la alcanca. Es una buena idea, pero dnde lo guardaremos? T

    bien sabes que en nuestro departamento no hay lugar para un caballo.

    -S. .. , es cierto... , pero .. . -Hoy le en el diario algo sobre una chacra destinada

    a caballos viejos, que la municipalidad ha comprado en el campo -dijo la mam que haba permanecido en silencio mientras padre e hijo discutan el caso de Toby-. Voy a buscar el peridico a ver si encuentro la noticia esa.. . Aqu est.

    Ricardo y el padre leyeron la nota y, muy contentos por el descubrimiento, hicieron planes para la compra de Toby. -jYo pongo todos mis ahorros! -anunci Ricardo. - y si no te alcanza? -pregunt la mam. -Eso no es problema -dijo el pap-, yo me encargo

    de que tenga suficiente para la compra. Ricardo, despus de la cena, corri a la casa del abue

    34

    lito Snchez y agitando el diario ante los ojos del anciano, le deca: -j Lo salvamos! jLo salvamos! iQu suerte! -Pero, pero.. , No entiendo, Ricardo. -Lea, lea abuelito! El abuelito ley muy atentamente, pero no entenda lo

    que quera decir Ricardo. -Esa chacra est muy bien, pero primero hay que

    comprar a Toby, y yo no tengo dinero. Maana ir al patrn a ver si me deja pagarlo por mensualidades...

    -No, abuelito, yo se lo voy a comprar! Pap me dijo ,que si no me alcanza el dinero, l nos va a dar lo que falte. Ahora Toby podr ir a esa chacra!

    Lgrimas de agradecimiento corrieron por las mejillas del anciano mientras abrazaba a Ricardo y le deca:

    -Jams podr agradecerte lo suficiente. La muerte de Toby en la fbrica de cola me hubiera causado muchsimo dolor. Eres un gran amigo mo, y de Toby. Maana iremos a ver al patrn y se lo compraremos. Cuando Toby est en la chacra, lo iremos a visitar de vez en cuando. Qu te parece?

    -Muy buena idea, abuelito Snchez. Hasta maana, me voy ahora.

    -Hasta maana, Ricardo, y muchas gracias.

    35

  • Nicanor

    y las

    Manzanas

    ASOMANDOSE a la puerta de la cocina con una fuente grande en las manos, la Sra. Meja llam a su hijo: -jN icano o o ot! necesito manzanas para algunos

    pasteles! Antes que terminara sus explicaciones, Nicanor ya

    estaba a su lado esperando que le diera la fuente. -Por favor, Nicanor -aadi su madre-, junta ni

    camente las que hayan cado al suelo. Llena la fuente de modo que tenga suficiente fruta como para hacer cuatro pasteles.

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    -Cunto me gusta el pastel de manzana! -exclam Nicanor mientras corra hacia los rboles frutales.

    Sin embargo, haba una duda en la mente del muchacho, y mientras se diriga hacia los manzanos se preguntaba: - Por qu mam me habr pedido manzanas como

    para cuatro pasteles? Hoyes lunes... , la ta Berta y el to Juan no vendrn hasta el jueves que es el da cuando se inicia la exposicin.

    Mientras iba pensando as, Nicanor lleg al rbol favorito de su padre y all vio las mejores manzanas de la regin, manzanas que su padre presentaba en la exposicin todos los aos y que le aseguraban el primer premio. Eran realmente unas manzanas hermossimas, y mientras Nicanor las miraba con ojos hambrientos, parecan agrandarse y tornarse cada vez ms rojas.

    ""-Seguramente pap no se dar cuenta si me como una, o dos, o tres ... , tal vez cuatro -pensaba Nicanor-; sin embargo, me dijo que no las tocara, .y yo promet obedecerle.

    Cuando casi se haba convencido de que realmente era mejor dejar esas manzanas tranquilas y resignarse a comer las que haban cado al suelo, una nueva tentacin se apoder de l y esta vez lo venci. Nuestro amiguito Nicanor se deca: -Al fin y al cabo son mucho mejores que las que

    estn en el suelo... Arranc dos o tres manzanas del rbol, mientras juntaba las del suelo y llenaba la fuente como su madre le haba pedido.

    Mir en derredor suyo, no vio a nadie y sigui mor37

  • diendo las manzanas con grandes bocados. Sin embargo, por una razn u otra no le parecan tan sabrosas como en las ocasiones cuando su padre se las daba al final de la exposicin despus de haber ganado los premios.

    Cuando tuvo llena la fuente, la llev a su madre, que estaba en la cocina; pero, al subir los escalones de la puerta de atrs, le pareci or voces conocidas. Se arrim a la puerta, espi, y, efectivamente, su padre estaba all!

    El pap de Nicanor haba salido de viaje y no esperaba estar de regreso en casa hasta el da mircoles, pero he aqu que el lunes ya estaba de vuelta. Desgraciadamente no fue una sorpresa muy agradable para Nicanor.

    -Estoy verdaderamente orgulloso de ti, Nicanor -dijo el padre cuando el nio entr en la cocina-o Mam me ha dicho que te has portado muy bien, que has cortado el csped y que has quitado las malezas de la huerta. Todo esto me alegra mucho. Cmo estn esas manzanas especiales para la exposicin ~ Dejar las mejores en el rbol hasta pasado maana, cuando las arrancar y preparar para presentarlas en la exposicin.

    Al decir estas palabras el padre de nuestro amiguito se encamin hacia sus manzanas, luego de haber invitado al nio que lo acompaara. Pero los pies de Nicanor se hacan cada vez ms pesados, y se movan ms lentamente que los de su padre. A los pocos pasos el padre se dio vuelta para buscar a su hijo y, vindolo que se quedaba rezagado, le pregunt: - Qu pasa, hijo? Por toda respuesta Nicanor sacudi su cabeza negati

    vamente.

    38

    Cuando llegaron al rbol de las manzanas favoritas, el padre de Nicanor se detuvo sorprendido. Observ las ramas que tena directamente delante de s, y luego mir alrededor del rbol inspeccionando cuidadosamente las ramas en busca de las manzanas. Pero, por ms que las buscaba, no las poda hallar. - Qu ha pasado con mis mejores manzanas? Qu

    ha pasado con las manzanas que quera llevar a la exposicin? Ha habido otras personas cerca de este rbol, aparte de mam, abuelita y t?

    Todas estas preguntas contest Nicanor en silencio, apenas moviendo su cabeza de un lado a otro.

    -Entonces... , ser posible que?.. Sabes, Nicanor, en qu estoy pensando?

    -Yo. .. yo... las. .. com. .. , pap -atin a decir Nicanor, mientras muy turbado se empeaba en cubrir los dedos de sus pies descalzos con el polvo de la huerta.

    -Pues entonces este ao no ganaremos ningn premio -dijo el pap-o Hay otros granjeros que tienen manzanas tan buenas como stas que quedan. Las nuestras ya no son las mejores. Oye bien, Nicanor; lo que te voy a decir es importante para ti. El dinero que pensaba ganar este ao con los premios lo iba a destinar para que hicieras un viaje a la casa del to Juan y la ta Berta. Ahora, como no hay premio, no habr viaje a la casa de los tos. - No sirven las manzanas que quedan? -No, Nicanor. De ninguna manera. Nicanor hundi su rostro entre sus brazos apoyados

    contra el rbol, llorando desconsoladamente. Su padre se 39

  • retiraba hacia la casa, pero despus de unos pocos pasos se dio vuelta y habl cariosamente a su hijo:

    -Nicanor, t no has obedecido. Tendrs que recordar que "el camino de los desobedientes es duro".

    Sin levantar la vista, Nicanor asinti con la cabeza, y tristemente se fue hacia la casa.

    Si no hubiera comido esas manzanas, al da siguiente de la exposicin, habra podido viajar en el tren con el to Juan y la ta Berta. iQu linda vacacin se haba perdido!

    MientrJ.s se secaba las lgrimas con las mangas de su camisa, se repeta, murmurando:

    -Los caminos de los desobedientes siempre son duros. -y aadi en voz ms alta-: S, me parece que ahora lo s; jams lo olvidar.

    y en verdad Nicanor no olvid el resultado de su desobediencia. Le qued bien grabada la leccin.

    40

    ~ ~~ La Alcanca del Grado

    ERAN los primeros das de clase. Llevo en mi memoria el recu

  • -Seorita, hoy no compr figuritas y traje 5 centavos ... -Yo, seorita, encontr una monedita, y aqu la traje;

    voy a echarla ... -Yo tena unas monedas, compr caramelos, pero

    guard lO centavos para la alcanca ... - Est contenta, seorita? ... - Hacemos bien? .. - Ve, seorita, como no nos olvidamos? .. y mil argumentos ms. Yo las dejaba hablar; les sonrea; de vez en cuando las

    acariciaba, las felicitaba y alentaba esos corazones con frases maternales. Mi alma gozaba intensamente, porque mi obra iba ganando corazones y mis alumnas se disciplinaban en la sabia comprensin del ahorro.

    Los das se sucedan, y nuestra alcanca se adue de mis alumnas y cada da era ms pesada.

    Haba entre mis alumnas una muy humilde, que era hurfana. Era Teresita, quien, aunque tan pequea, haca de madrecita para sus hermanitas menores, a las que cuidaba con sumo cario, y era querida por todas sus compaeras.

    Teresta quiso tambin cooperar como todas en la alcanca y llev su monedita. Yo, que conoca el hogar de ella, donde quiz pudo haber faltado hasta una moneda, pues tantos gastos tuvo su padre en la enfermedad de la madre, me atrev a decirle a Teresita: - T tambin trajiste una monedita? ... -S, seorita. Me regalaron JO centavos. Pens com

    prar caramelos... , luego juntar muchas monedas para comprarme una mueca ... ; pero, son tan pocas las veces

    42

    que me regalan, que prefer depositarlos aqu, como hacen mis compaeras.

    Tom su cabecita entre mis manos, pues comprend las ilusiones que se haba forjado su tierno corazn; la aprision fuertemente como si fuese mi hijita.

    Sigui el tiempo su ritmo habitual, pero qued en mi cierta preocupacin por Teresita.

    Haban pasado dos meses. Se acercaba el cumpleaos. Pens y suger a mis alumnas la idea de invertir algunas monedas de la alcanca en la compra de una mueca para la pobre Teresita.

    Todas las alumnas me rodearon y aceptaron alegres mi iniciativa. -Qu contenta se va a poner! .. . -Qu sorpresa va a ser para ella! ... iEs tan buena! ... - La queremos tanto! ... Estbamos a un da de la fecha. Las nias se mostra

    ban inquietas. Tom la alcanca, la abr y oh, sorpresa!: un montoncito de monedas de 5, lO Y 20 centavos...

    Las repart por grupos. Todas las nias afanosamente contaban. Era una verdadera clase de aritmtica. Sumamos; total: $8,65. - Cunto dinero! Alcanzar, seorita? ... Dej indicado quines compraran, en el bazar de la

    esquina, una muequita que, orgullosa, se luca en la vidriera.

    Todas deban callar, y aquella que llegara a confiar el secreto sera reprendida.

    Todas fueron fieles a la promesa que me hicieron. Nadie coment el asunto. Lleg el da. Observaron la

    43

  • asistencia de Teresita a clase. Sobre su banco colocaron la caja, y varios paquetitos ms. Ya estbamos a segundos de un momento de ansiedad para nosotras, de dicha sin lmite para la pequeuela.

    Todas fijamos los ojos en Teresita. No queramos perder un solo gesto de su sorpresa ante lo que le esperaba.

    Teresita de inmediato repar en su banco, nos mu a todas; las compaeras la rodearon; se. le ahog un grito en los labios. " qued muda. -Es para ti, s, para ti ... Abrelo, Teresita, todo es

    tuyo! Tom la nia la caja; la abri y, tomando entre sus

    manos la mueca, la levant, vino corriendo hacia m y me bes. -Gracias, gracias, seorita! ... Es la misma que yo

    contemplaba todos los das!... Qu hermoso traje! ... Qu linda cara! Cierra los ojos...

    El grado entero gozaba la dicha que viva Teresita. Yo aclar:

    -Esta muequita no te la he comprado yo ; es el grado, son todas tus compaeras. Es el milagro de la ALCANCIA! ... -j Pero! han gastado todo el dinero para m? .. -No, Teresita; quedan en ella muchas monedas to

    dava. Algunas compaeras le trajeron caramelos, pauelitos,

    libros de cuentos y hasta un vestidito. Fue un da de singuhlr alegra espiritual, donde todos disfrutamos la inmensa satisfaccin de llevar al corazn de Teresita una dicha

    44

    sin par, resultado del depsito de unas moneditas diarias. As sigui su camino la Alcanca del Grado. Compr

    tiles, reparti libros, ayud al necesitado en la medida de sus fuerzas, sembr siempre felicidad a su paso, dando pruebas evidentes de que AHORRAR es COOPERAR, de que ese pequeo esfuerzo diario nos depar.a satisfacciones espirituales grandes, al llevar a un semejante la dicha de verlo feliz.

    45

  • Zapatos Rotos EL BUEN Godofredo no poda rerse como lo hacan sus compaeros. Sus amigos se burlaban de Basilio y de sus zapatos remendados, pero e! corazn de Godofredo sufra al ver los esfuerzos de Basilio por retener las lgrimas que asomaban a sus ojos. Tan crueles eran los muchachos, que, aun cuando Basilio se alejaba de ellos, lo perseguan con gritos burlones y llamndole con un sobrenombre que le haban puesto das atrs: - Zapatitos remendados! -le gritaban. La escena se repiti muchas veces y siempre caus

    gran pena a nuestro amiguito Godofredo. Cuando el 46

    resto de sus compaeros segua en pos de Basilio, burlndose y molestndolo con sus gritos y bromas pesadas, Godofredo se quedaba aparte del grupo, buscando la mejor manera de aproximarse al infortunado y ofrecerle su amistad.

    Basilio era un muchacho pobre y no tena la suerte de poder llevar zapatos nuevos a la escuela. Los dems muchachos tenan zapatos nuevos y se complacan en torturar a este muchachito y molestarlo a causa de! aspecto de sus zapatos viejos.

    Una tarde, cuando Basilio hua de los acostumbrados insultos, Godofredo se le acerc y con una sonrisa trat de demostrarle que deseaba ser su amigo. - Vete, vete! T tambin te burlas de m? -fue

    la respuesta de Basilio, quien ya se haba habituado a ser e! centro y objeto de las pullas.

    Godofredo se retir apenado; pero mientras tanto pensaba:

    " Pobre Basilio! No sabe que quiero ser su amigo" ... y termin en alta voz: "pero ya encontrar la forma de mostrarle que realmente soy sincero".

    Pero para convencer a un muchacho de cosa semejante, se requiere una habilidad especial; y, aunque Godofredo era amigable y de naturaleza simptica, tuvo que pensar largo rato hasta encontrarle solucin al problema.

    Durante las clases siguientes Godofredo no oa nada de lo-que la maestra enseaba a la clase. Estaba tan enfrascado en sus pensamientos buscando la solucin de su problema, que, en cierta ocasin cuando la maestra le hizo una pregunta, no la pudo contestar. Esto sorprendi

    47

  • a todos, pues nuestro amiguito era muy listo y lino de los mejores alumnos de la clase.

    Cuando terminaron las clases del da vio a Basilio que se alejaba a la carrera para no ser visto por el grupo de muchachos. Sin embargo, stos lo vieron, y con toda seguridad que Basilio oy los gritos "Zapatitos remendados! Zapatitos remendados!" con que lo despidieron y que resonaron en los odos de Godofredo, apenando su corazn.

    -Basilio no tiene zapatos nuevos, GOma nosotros -dijo Godofredo a Sl,lS compaeros-, porque su padre ha estado enfermo muchas veces y no ha podido trabajar.

    Estas palabras no surtieron ningn efecto en sus amigos, quienes continl1aron gritando, y rindose de Basilio. Godofredo todava no haba encontrado la solucin al problema, y el resto de la tarde transcurri rpidamente sin que se le ocurriera nada.

    Cuando se fue a la cama, se durmi deseando poder demostrar a Basilio que realmente quera ser su amigo. Pero, cmo?

    A la maana siguiente se despert con una idea que lo hizo salir de la cama como muy pocas veces lo haca. Se levant de un salto. Se visti apresuradamente, y se introdujo en el armario de la ropa, donde trabaj con tanto entusiasmo, que su mam tuvo que llamarlo dos veces antes que bajara a desayunarse. Casi lleg tarde a la escuela, pero estaba satisfecho porque haba trabajado muy duramente para lograr su meta, que era la amistad de Basilio.

    Durante el primer recreo, Godofredo se mostr mucho ms activo que de costumbre. Corri, pate piedras y la

    48

    pelota, y se trep por las cuerdas y columpios, buscando siempre llamar la atencin a sus zapatos. Algunos de sus compaeros lo vieron, y uno de ellos dijo en tono bajo:

    -Tiene zapatos remendados; viste? Pero aunque lo dijo en voz muy baja, Godofredo lo

    oy, yeso era lo nico que esperaba. -iPor supuesto! -les grit--, los uso para que no se

    gasten los nuevos. Pero no les dijo cunto haba trabajado para que esos

    zapatos pareciesen tan viejos y gastados. Eso era lo que haba hecho metido en el ropero, cuando su mam tuvo que llamarlo dos veces. Hasta all sus esfuerzos haban dado resultados, pues se estaba formando un grupo de muchachos, y tambin haba algunas chicas que se unan, y todos alrededor miraban sus zapatos de aspecto desaliado y rotoso.

    A pesar de todo ninguno se rea de l. Todos eran sus amigos y crean que Godofredo tena mucha razn al usar sus zapatos viejos con el objeto de no gastar los nuevos. Hacia el final del recreo, Godofredo divis a Basilio que, solitario y triste, se haba sentado a la sombra de un viejo peral. Mientras el corazn le golpeaba fuertemente, Godofredo se dirigi a Basilio, dispuesto a lograr su amistad una vez por todas.

    Adornando su rostro con la sonrisa ms amable que poda imaginarse, march a grandes pasos, aplicando puntapis a los guijarros y mostrando a Basilio que sus zapatos eran viejos. Los ojos del muchacho bajaron del rostro a los Ries de Godofredo; y luego volvieron al rostro, y bajaron de nuevo a los pies, y volvieron a subir. Esta ltima

    49 4-A.C.

  • vez, cuando Godofredo pensaba que todo haba sido intil, se dibuj una dbil sonrisa en los labios de Basilio. jHaba visto que ya no era el nico centro de atraccin!

    Godofredo quera hablar a solas con Basilio, de manera que con tono amigable le dijo:

    -Corramos una carrera, quieres? Nuevamente Basilio mir los zapatos de Godofredo,

    y luego alz los ojos para estudiar el rostro de Godofredo. Esta vez una amplia sonrisa se extenda de oreja a oreja. -jAceptado! -contest. Godofredo era el mejor corredor de la escuela y todos

    lo saban, pero en esta carrera decidi quedarse un poco atrs y dar a Basilio la oportunidad de ganar. Cuando llegaron al otro extremo del patio, y se detuvieron brevemente para descansar, Godofredo dijo a su nuevo amigo:

    ~Basilio, yo tengo dos pares de zapatos, y quiero darte uno. Mi mam me dio permiso. No quisieras venir a casa conmigo esta noche a buscarlos?

    Por un breve instante Basilio qued con la cabeza gacha, fijos sus ojos en el suelo. Godofredo inmediatamente aadi: -As siempre andaremos con zapatos iguales. Algunos

    das usaremos los remendados y otras veces vendremos con los zapatos nuevos.

    Con una sonrisa de agradecimiento Basilio contest: -j Esto es lo mismo que tener un buen amigo! -j Es claro! -respondi Godofredo-. Siempre an

    daremos juntos y haremos muchas cosas juntos. Desde un principio quise demostrarte que deseaba ser tu amigo, y ahora me alegro porque me aceptaste.

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    Un Atajo en el Camino MAMA, nos permites a Zulemita y a m que vayamos a jugar con Isabel? -pregunt Lucila, una niita de siete aos de edad. Era una hermosa maana, y ella se haba cansado de jugar a la misma cosa todo el tiempo. Zulemita tena cuatro aos y era la menor de la familia.

    -S, Lucila - repuso la mam-, pueden ir , si van por el camino real y no se acercan al puente del ferrocarril.

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  • Ir por el puente del ferrocarril resultaba mucho ms corto, pero era muy peligroso aun para los adultos, y mucho ms, naturalmente, para los nios. Era un puente alto y estrecho, y no haca mucho que un tren haba matado a un hombre que intent cruzarlo. Lucila prometi a su madre que le obedecera, y tomando la mano de Zulemita se dirigieron a la casa de Isabel, por la carretera.

    Despus de jugar durante un buen rato en la casa de Isabel, las nias decidieron ir a visitar a otra amiga. -Es muy lejos ir por el camino real, Lucila -dijo

    Isabel-. Vayamos por el puente. -Oh, no!, mam dijo que debamos ir por el camino

    porque el puente es muy peligroso. - Bah, yo he pasado por all muchas veces -contest

    Isabel-, y, adems, tu mam nunca lo sabr. -Bueno... , este... realmente no deberamos hacer

    lo.. . , pero... tal vez no importe que lo hagamos esta vez solamente; pero no le digas nada a mam... -repuso, vacilante, Lucila.

    Pronto las tres nias iban caminando cuidadosamente por los durmientes del puente. All lejos, abajo, entre las piedras, corra rumoroso un arroyo. El puente estaba construido de tal manera que de a trechos haba unas tablas que sobresalan en los costados. All, una persona que se viera en peligro poda refugiarse y evitar ser arrollada por el tren.

    Lucila iba delante, a corta distancia de Isabel, quien caminaba ms lentamente porque ayudaba a la pequea Zulema.

    De pronto se oy el silbato de un tren que se aproxi

    52

    maba. Lucila se dio vuelta y vio que un tren de carga se acercaba a toda marcha. Inmediatamente pens en Zulemita y ech a correr hacia ella. Con la ayuda de Isabel tomaron a Zulemita de la mano y, elevando frenticamente una oracin a Dios para que las ayudara, corrieron cuan rpido pudieron hacia la tabla de refugio ms cercana. All se sentaron, aferrndose como mejor podan, teniendo a la pequea Zulemita entre ellas, a quien rodearon con el brazo para protegerla.

    Algunos nios que estaban jugando en el arroyo abajo gritaron: -j El viento las va a hacer caer! jCuidado, chicas! Con las piernas colgando del borde de la tabla, no

    les sobraba un centmetro de espacio, mientras temblando esperaban que el tren pasara. El maquinista, al ver las nias en la va, aplic los frenos del tren mientras haca sonar desesperado el silbato. El tren no poda parar, y al pasar a su lado las nias quedaron paralizadas de miedo, mientras el maquinista, tranquilo porque el tren no las haba arrollado pero temiendo que el viento las derribase, les hizo seas, con los puos cerrados, de que no se soltaran. Cuando el tren pas, tres niitas muy asustadas volvieron al camino real.

    Transcurrieron tres aos antes de que la madre de Lucila supiera la historia. Se la contaron las dos hijas, que ya no podan ocultar su desobediencia. La madre no las reprendi, pues saba que el incidente ya las haba castigado lo suficiente; pero elev una oracin de agradecimiento a Dios por su bondad manifestada al enviar su ngel para que les salvase la vida.

    53

  • Nern Fue un Hroe ERA una tarde muy desagradable en la costa de CornualIes, sudoeste de Inglaterra. El viento soplaba con furia, caan rayos y se oa un trueno tras otro, pero sobre todo se oa el ruido de las olas.

    Los pescadores de la aldea se haban reunido a la orilla del mar, porque haca ya tiempo que se vea un barco que haca seales de angustia. La tempestad lo

    54

    haba empujado hacia la costa, lo haba hecho encallar entre unas rocas y pareca que pronto sera destrozado y todos los que estaban a bordo se ahogaran. Esto suceda hace muchos aos, y cerca de all no haba botes salvavidas. Procurar alcanzar al navo en peligro usando uno de los botes pesqueros, equivala a una muerte segura.

    Cuando los espectadores crean que ya no haba esperanza de salvar a los nufragos, se vio que apresuradamente llegaba un caballero a la playa, acompaado de un hermoso perro Terranova. -Dadme una cuerda! -grit. Se le entreg lo que peda. La desenroll y, poniendo

    un extremo en la boca del perro, le dijo: - Bscalos, Nern! iBscalos! El perro se lanz valientemente al agua y nad hacia

    el barco encallado. Pero, a pesar de todo, no pudo acercarse lo suficientemente como para que algn tripulante alcanzara la soga. El oleaje del mar embravecido se lo impeda.

    Transcurrieron algunos momentos de angustia. Entonces se vio que un tripulante arrojaba una soga

    al perro. El inteligente animal abandon la que tena en la boca y se apoder del cabo que le haba sido lanzado desde el barco. Acto seguido se dirigi hacia la orilla. Cuando, cansado y jadeante, el perro pis tierra firme, fue recibido con una aclamacin entusiasta. Los hombres que estaban en la playa tomaron la soga que Nern haba trado y por ella enviaron otra ms gruesa, a los desdichados tripulantes y, gracias a este cabo ms grueso, todos pudieron llegar a tierra firme sanos y salvos.

    55

  • Los nufragos pronto estuvieron en hogares abrigados pues haba muchas personas deseosas de ayudarlos en esos momentos de penuria y necesidad; y en el corazn de todos los presentes estaba Nern.

    Nern fue el hroe del da , y hasta hoy los pescadores de Cornualles relatan su historia con orgullo.

    La Honradez Ante Todo

    LOS hilos de la vida se entrecruzan. Aln Nelson estaba en Villaturbia sin hacer nada, ya que tena que esperar que sanaran su brazo y su hombro. El Sr. Puebla se encontraba a ocho kilmetros de Villaturbia. El Sr. Puebla era un agricultor que estaba muy disgustado. El Sr. Ziga viva en la ciudad de Lorca a quinientos kilmetros de Villa turbia en lnea recta y ms de seiscientos por la carretera, lo que Aln saba bien, pues l trabajaba en Lorca en una tienda del Sr. Lpez. Y, as es la vida: todos ellos se vieron reunidos en un mismo asunto, el resultado de lo cual fue ...

    5756

  • Un brazo y un hombro de Aln haban quedado muy lastimados cuando un irreflexivo muchacho de la ciudad de Larca lo atropell con su auto y sigui su camino sin detenerse para ver siquiera lo que haba hecho.

    Algunas personas lo socorrieron y le dijeron que era una barbaridad lo que haba ocurrido. Pero el hecho es que el atropellador haba desaparecido, y todo lo que pudo hacer Aln fue ir a un mdico para que le pusiera en su sitio los huesos maltrechos.

    -Mucho me temo -inform Aln al Sr. Lpez, su patrn-, que no podr trabajar durante un buen tiempo. -Lo siento -le contest el Sr. Lpez-j pero no tema,

    cuando vuelva encontrar su puesto. El Sr. Lpez estaba dispuesto a cumplir con su palabra. Aln era tenedor de libros, y despus de sanar y volver

    a su escritorio, su trabajo lo estara esperando. Un trabajo por el cual le pagaban $180 mensuales.

    Aln pensaba en eso: $180 por mes, y no se le iba a pagar sueldo mientras estuviera ausente de su trabajo.

    En la ciudad de Larca los alquileres eran caros y los restaurantes no daban crdito; por eso escribi una carta a su casa y una semana despus lleg a Villa turbia.

    Ya en su casa, se puso a meditar. jNo era justo lo que le suceda! Haba observado todas las reglas de trnsito, mientras que el muchacho que lo haba embestido las haba burlado impunemente. No era justo!

    Pero no ganaba nada preocupndose y meditando. Ms le valdra ver la forma de conseguir dinero, mientras estaba en su casa, para pagar la cuenta del mdico.

    Se puso a considerar el asunto, pero no vea nada que

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    pudier,a hacer. Se sent y mir una casa bien construida aunque deshabitada que quedaba a corta distancia en la misma calle.

    Una casa en Villaturbia no costaba tanto dinero como una casa en la ciudad de Larca. Eso era natural. Pero lo que no era natural era que esa casa vecina a la de sus padres estuviera all vaca y nadie la ocupara ao tras ao.

    -Mam -pregunt Aln-, quin es el dueo de esa casa desocupada en la esquina de la calle Independencia? -El Sr. Ziga --contest su madre. - El Sr. Ziga? -S. Los Ziga vivan antes en este . pueblo, pero

    cuando muri el anciano Ziga, su sobrino de la ciudad de Larca hered la propiedad. El acostumbraba venir ocasionalmente los veranos, cuando era pequeo. - Por qu no la alquilar? -observ Aln-. Por

    qu no la vender? -Le gustara hacerlo, pero no puede. - No me explico . . . Pero despus que su madre le mencion el hecho, se

    acord de que nadie quera alquilar esa casa desocupada debido a un olor insoportable que se senta en ella. -Es algo que enferma -le asegur su madre- o El

    Sr. Ziga ha hecho revisar la casa, vez tras vez, pero no ha podido encontrar la causa de ese desesperante mal olor. Hasta pens que se trataba de un animal muerto que habra quedado debajo del piso, o en el entretecho. Pero no encontraron nada.

    59

    '1.

  • y Aln se acord de eso despus. Pasaban los das, y su brazo y hombro mejoraban rpi

    damente. Pasaron ms das, das largos, das oscuros durante los

    cuales pens en los $400 que deba al mdico. Los $180 slo le alcanzaban para pagar el alquiler, la comida y sus gastos personales. Eso era todo. i Si pudiese conseguir algo ms de diner!

    Cierto da, mientras caminaha por el campo pensando en la forma de pagar su cuenta, vio un aparato perforador de pozos. y entonces fue cuando se encontr con el Sr. Puebla, dueo del campo por el cual caminaba. El Sr. Puebla estaba muy disgustado.

    S, el sol brillaba lindo. Pero! ... S, el tiempo haba sido bueno para la cosecha, pero! .. . - Qu sucede? -le pregunt Aln. El Sr. Puebla mir el aparato de perforacin. A

    continuacin le explic que haba gastado $300 en un pozo y que, no obstante, lo nico que haba sacado era agua sulfurosa. - Qu clase de agua? - pregunt Aln. -Agua sulfurosa -repiti el Sr. Puebla-. Trabaja

    mos mucho y sacamos esa agua. iHulala! iY sbitamente Aln record haber percibido el mis

    mo olor! Y tambin vislumbr la forma de pagar su cuenta del mdico. Cuando lleg de vuelta a Villaturbia, su madre le confirm lo que l pensaba. Si esa casa quedara libre de ese olor tan desagradablemente espantoso, podra venderse en seguida.

    - Pienso que el Sr. Ziga la vendera a muy bajo 60

    precio, tal como est ahora -dijo la madre de Aln. y luego sigui una semana de investigaciones reali

    zadas por Aln. iYa saba de dnde provena el hedor! Slo tena que hallar el lugar por donde sala, y cubrirlo.

    Un da mientras estaba investigando, en el stano,en un lugar donde el piso era solamente de tierra, observ que el olor era ms fuerte que en otras partes de la casa. Fue a su casa y volvi con una pala y comenz a cavar. Y tambin comenz a sentir nuseas. Al fin haba encontrado de dnde sala el olor!

    El hecho era que, en un antiguo pozo donde haba agua sulfurosa, se haba rajado la tapa que le haban puesto para impedir que saliera el olor. All estaba la raz de todo el mal. Y como eso haba sido hecho por el anciano Ziga, su sobrino que viva en la ciudad de Lorca, a tanta distancia, no saba nada. Tan slo haba hecho visitas ocasionales al pueblo cuando era nio, y probablemente nunca habra odo hablar del viejo pozo abandonado.

    Aln se fue a su casa. "La semana prxima -se dijo para s-, ir a Lorca, conseguir dinero prestado y comprar la casa. La obtendr muy barata. La prdida de Ziga ser mi ganancia". Tendra ms que suficiente para pagar la cuenta del doctor!

    No iba a decir nada a su madre acerca de lo que pensaba. "Ella se opondra..." -pens Aln. La razn por la cual no se lo dijo es porque crey que a lo mejor a ella no le iba a parecer muy honrado lo que l estaba por realizar. Su familia y los Ziga haban sido amigos du

    . rante muchos aos.

    61

  • "La mala suerte ser para Ziga", pens otra vez Aln.

    El lunes tom el tren para Larca. En la ciudad ofrecera un bajo precio a Ziga por su casa desocupada; luego hara tapar la rajadura del pozo viejo, y vendera la propiedad con una magnfica ganancia. iAun habra de duplicar su inversin!

    Era una lstima que se perjudicara el Sr. Ziga, pero al fin y al cabo, alguien tendra que sufrir la mala suerte.

    y entonces se le ocurri a Aln que el muchacho alocado que lci haba embestido pensara lo mismo: "Siento mucho haberlo atropellado, pero qu vamos a hacer con la mala suerte".

    El tren segua rpidamente su camino hacia Larca, donde lo esperaba su oportunidad. El Sr. Ziga seguramente iba a dejar la casa casi por nada. El precio que le ofrecera, le iba a parecer muy bueno "La mala suerte le tocar a l", pensaba Aln. Las ruedas del tren parecan repetir su pensamiento: "La mala suerte ser suya, la mala suerte ser suya". Hay que poner en primer lugar los propios intereses.

    Sin embargo, a medida que se acercaba a la ciudad, su conciencia le iba haciendo notar cada vez ms claramente que lo que iba a cometer era un robo encubierto, aunque l lo llamase un "negocio". En realidad se trataba de un engao.

    Luch largo rato con sus escrpulos, y al fin pens que lo mejor sera proceder honradamente. "Quiz -se dijo para s-, en recompensa por mi acto de honradez, el Sr. Ziga me venda la casa a un precio bajo".

    62

    Pero no fue as. El Sr. Ziga escuch lo que le deca, y le contest:

    -Nunca se me haba ocurrido que la causa de ese mal olor fuera el agua sulfurosa. Y nunca se me ocurri revisar prolijamente el stano. - Vendera Ud. la casa? -le pregunt Aln. -Ahora no -le replic el Sr. Ziga moviendo la

    cabeza-o Me alegro mucho por lo que Ud. me ha dicho. Esa casa ha pertenecido a nuestra familia durante mucho tiempo y pienso conservarla y convertirla, como de costumbre, en nuestra residencia de verano.

    Despus de algunas expresiones de agradecimiento, termin la entrevista.

    Aln Nelson fue despus al almacn donde estaba empleado.

    El Sr. Lpez quiere verte, Aln -dijo uno de los compaeros de trabajo.

    Nuestro amigo entr en la oficina del jefe, con el corazn latiendo violentamente. iA lo mejor el Sr. Lpez no le dara su puesto de vuelta! iY esas cuentas del mdico que deba pagar!

    -Tome asiento, Aln -lo invit el Sr. Lpez. y entonces, mientras hablaba el jefe, el temor dio paso

    a la emocin, y la emocin dio lugar a la admiracin al ver el resultado de las cosas. Pues el Sr. Lpez le dijo:

    -Necesitamos un ayudante para el cajero. El sueldo ser de $300 por mes. No sabamos a quien poner en ese puesto. Se necesita una persona honrada, estricta, de una honradez a toda prueba.

    Y, para terminar la corta entrevista, el Sr. Lpez dijo: 63

  • -y Ud. Aln, ha sido designado para ese puesto. Ser ayudante del cajero.

    S, en la vida se entrecruzan los hilos de los hombres. El Sr. Lpez, el Sr. Ziga, una casa abandonada, un accidente, un agricultor que hizo perforar un pozo intil y sac agua sulfurosa, todos se unieron a la larga en este juego del destino. El Sr. Ziga conoca al Sr. Lpez, y le haba contado lo de la prueba de honradez de Aln.

    64

    HebeI la Elefanta

    PARECERlA que los elefantes no slo reconocen un acto de bondad sino que lo recuerdan por varios aos.

    Hebe era una elefanta hermosa y de gran valor que perteneca a un circo. Se haba clavado una astilla en una pata, y estaba furiosamente desesperada por el dolor. El dueo del circo llam a un veterinario y le rog que viniera lo ms pronto posible.

    El Dr. Lpez lleg a los terrenos del circo, y el dueo lo present al domador de la elefanta. Los tres hombres se encaminaron al corral donde estaba Hebe.

    Escuchemos al mismo veterinario: -Desde lejos podamos or los quejidos tremendos y lastimeros de la elefanta, y cuando llegamos al lugar vimos al animal parado

    65 S-A.C.

  • en tres patas, moviendo la pata herida de adelante para atrs y lanzando sus lastimeros lamentos. -No se acerque -me advirti el domador-, podra

    matarlo. Luego entr al corral y habl con la elefanta. El ani

    mal pareci dar muestras de entender el idioma, extrao para m, en que le hablaba el domador. Luego el domador me llam:

    -Ahora no tenga miedo; Hebe entiende bien. Me fui acercando con precaucin. Los dems hombres

    del circo se alejaron un poco, pero se detuvieron a cierta distancia. Yo me acerqu ms para examinar la pata. Mientras estaba revisndola y tocndola con el mayor cuidado, sent una ligera presin en mi cabeza. -No tema -me dijo el domador- ; solamente le est

    peinando el cabello. -Tengo que hacerle una incisin profunda -previne. Entonces el hombre dirigi6 algunas palabras misterio

    sas al animal, que la bestia pareci entender. Luego me dijo con toda tranquilidad:

    -Corte. Su confianza me anim. All estaba l sin ninguna

    defensa, frente a ese enorme animal con el cual conversaba tranquilamente como si nada notable hubiese sucedido. Entonces le hice una incisin con mi navaja, y sent que la trompa del animal se apoyaba sobre mi cabeza, aunque no de una manera brusca. Sud de angustia.

    ~ Podr cortar? -pregunt. -Corte -fue la respuesta. Abr el absceso e hice salir el pus.

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    Saqu la espina, lav la pata y la vend. El alivio que sinti el animal ha de haber sido inmediato porque las caricias de su trompa fueron ms suaves y lanz, adems, un suspiro prolongado muy semejante al humano; pero yo me retir medio muerto de miedo.

    Como ao y medio ms tarde, llegu a una ciudad donde saba que estaba el mismo circo. Quise saber qu haba sido de mi antigua paciente, y fui a ver al domador.

    -Hebe est muy bien, y sana -me dijo el hombre-o Venga a verla; estoy seguro que ella tendr placer en verlo a Ud. - Vaya una necedad! -dije yo, aunque sent curio

    sidad de ver si el animal me reconocera. Entramos en la tienda, y all estaba la elefanta, muy

    bien cuidada. Primero me mir con indiferencia, luego fijamente, y por fin mostr algo de inters en mi persona. Acto seguido, extendi su trompa y la apoy sobre mi hombro; a continuacin la coloc sobre mi cabeza y comenz a acariciarme. Luego, poco a poco, .wmenz a levantar la pata que le haba curado, ahora enteramente sana, y me la mostr. Hebe no me haba olvidado!

    Ahora, amiguitos, quiero decirles: As como Hebe record un acto de bondad, seguramente habra recordado otro de crueldad, y podra haberse vengado. Si bien el encontrarnos curando elefantes no es cosa que fcilmente pueda ocurrimos, no obstante siempre tendremos oportunidades de mostrar bondad hacia los animales. Puede ser que el perrito de un . vecino se encuentre acorralado por nios malvados que lo martirizan, y entonces nuestra oportunidad ser impedirlo. En caso que tengamos un pe

    67

  • rrito, o un gatito, o cualquier otro animal como compaero de juegos, debemos tratar de cuidarlo siempre, evitar que se lastime y, por sobre todo, no debemos maltratarlo intencionalmente. Si los amamos y tratamos cariosamente, los animales sern amigos muy fieles .

    Un Amigo Digno de Confianza

    CUANDO el mnibus se detuvo frente a la escuela, Ramn se puso de pie bruscamente y, empujando a un lado a dos nios del primer grado, ocup el primer puesto frente a la puerta. El quera bajar primero y lo iba a lograr. No le importaban los derechos de los dems, sino slo su propia comodidad. Tena diez aos, y era grande con relacin a su edad, de manera que se poda permitir algunos abusos con sus compaeros, pues casi todos respetaban su tamao.

    Cuando terminaron las clases y los nios se disponan a regresar a sus casas, Ramn descubri que haba algunos antes que l en la parada del mnibus, pero para satisfaccin suya eran pequeuelos. No tuvo dificultad alguna en apartarlos y subir al vehculo primero, y ocupar el mejor asiento, que estaba justamente detrs del conductor. Egostamente se sent de costado, ocupando casi

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  • todo el asiento, mientras simulaba mirar por la ventanilla los edificios de la escuela.

    Un nio se haba sentado en el poco lugar que l haba dejado, y ciertamente que estaba incmodo. Ramn lo mir de reojo y vio que era un muchacho de su tamao, de ms o menos su edad. Era un desconocido y Ramn se sent ms derecho, dejndole ms lugar. El muchachito le sonri, y Ramn sinti que gustaba de l.

    Vesta casi la misma ropa que nuestro amiguito Ramn, pero las uas del extrao estaban limpias, la cara aseada y el cabello peinado. Ramn crea que esas cosas no quedaban bien en l, sino que eran para una nia. Sin embargo, tena a su lado un muchacho de su misma estatura, limpio y aseado, y, con todo, tan varonil como l, si no ms.

    Cuando el nuevo muchacho le agradeci, Ramn pens que le quedaba bien ser corts. Realmente la cortesa no haca mal a ninguno, y vendra bien un poco ms de ella en la escuela. Sin darse cuenta, Ramoncito pens en los pocos amigos que tena. Realmente no tena ninguno, e inmediatamente dese que este nuevo nio fuese su amigo.

    Ramn no era un mal muchacho, sino que era un poco egosta, y no pensaba en los dems. No tena hermanos, ni hermanas, ni padre, y viva con su mam, quien trabajaba todo el da. Muchas veces Ramn se senta solo y aburrido. Cuando encontraba nuevos amigos, muy pronto los perda . No saba por qu, pero los dems nios muy pronto dejaban de visitarlo, y no lo invitaban a jugar a sus casas tampoco.

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    Su mam haba notado eso, y un da dijo a su hijito: -Mucho me temo que siempre quieras ser el que

    manda, y a los dems chicos no les gusta eso. No puedes pretender que tus amigos jueguen siempre a lo que a t te guste. Eso es ser egosta.

    Ramn no haba contestado a su mam, pues no le gustaba que le criticara sus faltas de esa manera, pero la seora tena razn.

    Ella trabajaba todo el da, y cuando volva a casa estaba muy cansada y atareada con otras cosas y no poda jugar con Ramn.

    Cuando el mnibus en que viajaban Ramn y los dems nios de la escuela se aproxim a la esquina donde deba bajarse, nuestro amiguito se levant y se encamin hacia la puerta de salida. Cuando hubo bajado, descubri que su compaero de asiento bajaba tambin. Juntos echaron a andar por la vereda.

    -Vivo por all -dijo el extrao, sealando unas casas con la mano, a lo que respondi entusiasmado Ramn: -jSomos vecinos! Yo vivo all tambin. Cmo te

    llamas? Yo me llamo Ramn. -Juan, para servirte -contest el desconocido, que

    ahora ya no lo era-o Hace dos das que nos mudamos a esa casita blanca.

    Ramn vena pensando en las palabras de su mam, y decidi no ser egosta. Le gustaba la compaa de Juan, y quera conservarla. Quera que Juan fuese su amigo, pues se daba cuenta que sera digno de su confianza.

    Estaban frente a la casa de Juan, y ste se dispona a entrar cuando Ramn le dijo:

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  • - Por qu no vienes a jugar a mi casa? Mi mam no llega hasta ms tarde, y nos divertiremos un rato... -Lo siento mucho, Ramn, pero debo quedar en casa.

    Quiero ayudar a mi mam un poco, y luego jugar con mi hermanito; as ella podr descansar.

    -Entiendo... -dijo Ramn, aunque realmente no entenda, pues no saba qu era ayudar a la mam, salvo unos rpidos mandados que haca en su bicicleta; y como no tena hermanos, no podra entender lo que significara para una madre poder descansar un momento del cuidado de un beb.

    Entonces habl Juan, e invit a Ramn: -No quisieras pasar y saludar a mi mam? A ella

    le gusta conocer a mis amigos. -Encantado, Juan! Pero ... ve t adentro, pues ir a

    casa y dejar mis libros. Volver dentro de unos minutos. Lo que Ramn pensaba no era que deba guardar sus

    libros, sino que quera lavarse las manos y la cara, y quera recortarse y limpiarse las uas. Le daba vergenza que lo viese tan desaliado la mam de Juan, siendo ste tan cuidadoso y aseado.

    As hizo Ramn, y al cabo de diez minutos se detuvo a la puerta de calle de la casa de Juan. En ese momento se puso nervioso y sinti deseos de marcharse, pero Juan apareci bien a tiempo y lo hizo pasar. La mam de Juan era muy simptica y con sonrisa amable dio la bienvenida a Ramn, quien se sinti perfectamente en casa.

    Luego de una corta visita, Ramn volvi a su casa, pues su mam quera que quedase all a su vuelta de la escuela. Cuando entr en la cocina, Ramn vio los platos

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    y la loza que haban usado para el desayuno, todava sucios en la pileta. Record las palabras de Juan, quien haba dicho que ayudaba a su mam, y tambin record lo que su mam le deca, que era mejor dar que recibir.

    Sin mucha demora Ramn se dedic a lavar la loza y la sec tambin, dejando la cocina limpia y lista para la cena. Cuando volvi su mam y descubri la cocina limpia, abraz a Ramn y, dndole un beso carioso, dijo: -Mi muchachito est creciendo muy rpido. Ramn vio que haba lgrimas en los ojos de su mam,

    y comprendi que haba hecho algo que realmente la haba conmovido. Luego le cont de su amigo Juan, y de lo corts y limpio que era, y de cmo ayudaba a su mam. Todo eso pensaba hacer Ramn, pues quera ser amigo de Juan, y quera ser igual a l.

    -Juan siempre alegra a los dems -le cont Ramn a su mam-o Siempre es amable con todos, y todos lo quieren mucho. Vaya ser como l.

    Al da siguiente, cuando ambos amigos estaban por subir al mnibus para ir a la escuela, llegaron corriendo dos niitas que se haban atrasado un poco. Juan qued a un lado esperando que subieran, y aun ayud a una con sus libros. Ramn qued a un lado l tambin, y lo observ todo. La prxima vez l tambin hara as.

    Estaba descubriendo que los verdaderos hombres son corteses y considerados con los sentimientos de los dems, y no bruscos y atropelladores. Adems es ms lindo que a uno lo reciban con sonrisas placenteras, que con miradas de temor. Ramn estaba muy contento que Juan se hubiese mudado tan cerca de su casa y fuese su amigo.

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  • ~M~;; r::-:

    La Desobediencia de Jacinio JACINTO era muy amante de las mquinas. Tena apenas doce aos pero ya saba manejar un automvil. Saba de locomotoras ms que todos sus amigos, pues siempre que encontraba algo escrito sobre trenes y locomotoras lo lea afanosamente y con inters. Tambin saba de tractores, pues haba pasado largas horas observndolos mientras trabajaban en una calle cercana a su casa.

    Podremos comprender entonces su alegra cuando, al llegar una maana a la escuela, encontr un tremendo tractor oruga en el patio, practicando una excavacin, para los cimientos del nuevo edificio. Inmediatamente comenz Jacinto a dar explicaciones a sus amigos sobre las diferentes maniobras y posibilidades del tractor.

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    Algunos maestros se acercaron y escucharon con inters las explicaciones de Jacinto, pero muy pronto son la campana y todos tuvieron que entrar a las clases. Sin embargo, ya en el primer recreo tena Jacinto un pblico atento que escuchaba sus palabras.

    CJando salieron al segundo recreo, Jacinto tena decidido que durante la hora del almuerzo se trepara al tractor y dara ms explicaciones a sus admiradores. Durante el tercero y ltimo recreo, Jacinto anunci que se sentara detrs de los controles del tractor. Los dems nios lo admiraron an ms, pero un maestro lo oy y le prohibi que hiciera cosa semejante, y tambin avis al director de los planes de Jacinto. El director llam a nuestro amigo y lo amonest dicindole que no se acercase al tractor.

    Mientras los nios salan para el almuerzo, los maestros y el director anunciaron que no deberan ir cerca del tractor. Jacinto se disgust y decidi ir de todos modos. Al fin y al cabo il conoca esos tractores!

    Cuando hubieron terminado sus meriendas, Jacinto encontr dos muchachos que estaban dispuestos a acompaarlo hasta el tractor, de manera que, aprovechando el descanso de los obreros los tres aventureros se encaminaron a la inmensa mquina.

    Una vez a su lado, Jacinto mostr a los otros cmo se suba, y los tres se encaramaron sobre el tractor. Nuestro hroe les mostr el botn de arranque y las diferentes palancas para maniobrar el tractor. Mientras Jacinto buscaba el contacto para detener el motor, uno de los nios apret el botn de arranque y, con un rugido, el poderoso motor Diesel se puso en marcha. Los amigos de Jacinto

    75

  • se asustaron y saltaron a tierra, mientras l buscaba afanoso la forma de parar el motor.

    Quiso la mala suerte que, al saltar, uno de los nios pisara la palanca de embrague y el tractor se puso en marcha. Los dos nios gritaron aterrados a Jacinto que saltara y se pusiera a salvo, pero nuestro hroe buscaba la forma de parar el tractor.

    Prob de mover la palanca de embrague, pero una vez en marcha la mquina, se necesitaba la fuerza de un hombre para sacarla de velocidad. Jacinto busc el acelerador, pero no encontr nada, pues no saba que ese tractor marchaba con regulador automtico. Mientras tanto el tractor segua marchando derecho hacia el viejo edificio de la escuela. Si nadie lo detena, se llevara por delante la escuela y la derribara.

    Adems, arrollara un cerco de madera, apenas unos veinte metros distante, detrs del cual coman sus meriendas los niitos del jardn de infantes. Ni las maestras ni los niitos prestaban atencin al ruido del tractor, pues haba estado trabajando todo el da, y ya se haban acostumbrado a l, de manera que si Jacinto no lo detena, arrollara el cerco y matara a varios nios. Qu hacer?

    Jacinto se estaba asustando, y no saba qu palancas mover. Adems eran muy duras y l no tena fuerza. Sin embargo, pronto descubri que una de las palancas que hacen dar vuelta a los tractores oruga era ms fcil de mover que otras, y la acometi a puntapis hasta que se movi un poco, y el tractor se desvi de su ruta hacia los indefensos nios. Sin embargo, todava se encaminaba

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    hacia la escuela, y derribara una esquina si no lo desviaba / /

    aun mas.

    Armndose de todo el valor disponible, Jacinto volvi a patear la palanca ya mencionada, y poco a poco el tractor se desvi. Ya para entonces los amigos que haban saltado del tractor haban sembrado la voz de alarma y los maestros y el director, como tambin todos los nios, estaban observando aterrados a Jacinto que trataba de detener el tractor.

    Por fin Jacinto logr maniobrar el tractor contra un rbol grande en el patio, y al chocar contra ese obstculo, el motor del tractor se detuvo, y Jacinto baj ileso.

    Atrados por la gritera y el ruido del tractor, los obreros llegaron a la carrera. Despus de inspeccionar la mquina, dieron a Jacinto varios consejos oportunos.

    Claro est que si no se hubiese arrimado al tractor en primer lugar nada hubiera pasado. Pero, a pesar del peligro se haba mantenido sereno y de este modo salv la escuela y la vida de muchos nios.

    Jacinto aprendi bien la leccin, y no volvi a desobedecer a sus maestros; pero estaba muy agradecido a Jess, porque saba que aun cuando haba desobedecido, l le haba ayudado a mover las palancas y as haba evitado un desastre.

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  • ,

    El Pequeo Refugiado UN RELATO DE FE

    PEPITO era un muchachito italiano cuando su patria entr en guerra en el ao 1940. Su pap fue llamado al ejrcito y tuvo que dejar solos a Pepito y su mam. El nio no comprenda mucho acerca de la guerra y los ejrcitos, pero s saba que era muy triste quedarse sin el pap.

    Todos los das Pepito oraba a Jess para que cuidara de su pap y que lo trajera de vuelta pronto.

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    Un da, para alegra de Pepito su pap volvi a casa. Vesta un lindo uniforme y pareca ms joven y delgado que antes. Al principio todos estaban muy contentos, pero muy pronto Pepito not que su mam tena lgrimas en los ojos y que, aunque su pap trataba de consolarla, l tampoco poda disimular su preocupacin.

    Resulta que el pap vena a casa a despedirse de su esposa e hijito. Tena unos das de licencia antes que su regimiento se embarcase con la expedicin al Africa. S, su pap se iba a la guerra y no vendra a casa por mucho, mucho tiempo.

    En ese tiempo la guerra estaba siendo muy favorable para Alemania e Italia, y todos esperaban que los soldados expedicionarios al Africa volviesen al cabo de pocos meses. As lo esperaban el pap y la mam de Pepito, y con la promesa de volver pronto se fue el pap, dejando solos a sus amados.

    Pepito continu orando a Jess para que cuidase de su pap y lo trajese de vuelta pronto. Lejos estaba l de soar lo que sucedera en el Africa. Su pap era soldado enfermero, y su deber era atender los heridos en el campo de batalla. El no quera llevar armas ni matar a nadie, de modo que se dedicaba nicamente a atender a los heridos. No necesitaba la proteccin de un fusil porque crea que Dios lo protegera de todo peligro.

    En una de las primeras escaramuzas, el pelotn en que l serva qued separado del resto de la compaa por un ataque con tanques que sorpresivamente lanzaron los ingleses. Luego vino la infantera, detrs de los tanques, y el pap de Pepito se vio en medio de una recia batalla.

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  • Sin embargo, no tuvo mucho tiempo de pensar en su situacin puesto que haban cado muchos heridos que requeran sus cuidados y primeros auxilios.

    El teniente a cargo del pelotn orden la retirada y los soldados COmenzaron a replegarse, abandonando a los heridos y, con ellos, al fiel enfermero que, con una oracin en el corazn, se arrastraba de un herido a otro mientras por sobre su cabeza silbaban las balas y estallaban las granadas.

    Cuando la infantera inglesa que persegua a los italianos lleg cerca de donde trabajaba con los heridos el padre de Pepito, todos contuvieron el fuego y ninguno da al valiente enfermero. En ese momento l estaba entablillando la pierna rota de un soldado, y los soldados enemigos lo rodearon en silencio y sin molestarlo. U nicamente alzaron las armas que se hallaban tiradas en la arena del desierto. Luego vino un oficial que habl en ingls a dos soldados.

    El italiano no entendi lo que dijo el oficial, pero vio que esos dos hombres se sentaban y lo observaban. Los dems continuaron avanzando. Sin duda lo llevaran prisIOnero.

    Pero esos ingleses no tenan apuro, sino que esperaron pacientes mientras el enfermero terminaba con sus curaciones. Entonces, usando un pequeo transmisor de radio, pidieron varias ambulancias para que llevaran los heridos. Cuando lleg la ltima ambulancia, bajaron de ella dos soldados que hablaban algo de italiano. Estos dijeron al pap de Pepito que ahora l era prisionero de guerra y que 10 llevaran bajo custodia a un campamento donde

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    haba muchos heridos italianos para que ayudase a los mdicos ingleses en su cuidado.

    y as pas el resto de la guerra este enfermero cristiano. Su esposa e hijito no saban que estaba prisionero, y de a ratos lo crean muerto, pues el gobierno lo haba declarado desaparecido. Pero seguan orando a Jess que les devolviese el pap . Entonces, un da muy feliz recibieron una carta de l, y aunque no les deca dnde estaba, por lo menos les deca que estaba bien.

    Pepito saba que Jess contestaba las oraciones de los nios que tienen fe, y l siempre confi en que el Maestro cuidara de su pap. Pas el tiempo y los norteamericanos invadieron el norte del Africa. Luego se propusieron invadir a Italia y expulsar a los alemanes.

    Pepito viva en un pueblo cerca de Npoles y vea los poderosos aviones que volaban hacia el norte cargados de bombas. Tambin poda or el ruido de los bombardeos lejanos, pero un da los ruidos se hicieron ms fuertes y venan de ms cerca. Provenan del sur y, segn deca la gente, se estaba peleando una gran batalla.

    Por el pueblo de Pepito pasaban camiones con soldados, y soldados caminando con mulas y caballos, con c