Antropologia de La Sexualidad Y Diversidad Cultural Parte 1

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    1.- Reflexiones en torno al resurgir de la antropologa dela sexualidad

    Jos Antonio Nieto

    Introduccin

    Resurgir es volver a surgir. Y, por tanto, es surgir de nuevo. Para resurgir se necesita que loque resurge haya estado previamente oculto, enterrado. Y, en este sentido, resurgir es resucitar.Emerger de las tinieblas que impiden la visin. Que obstaculiza la mirada sobre algopreexistente. Y, adems, implica que lo que nuevamente surge, lo novedoso, lo hace con fuerzacreciente. Es el caso de la Antropologa de la Sexualidad

    Antes de este resurgir, el registro de la sexualidad en Antropologa se constitua comosilencio o, en menor medida, como la descarga involuntaria e incontrolable del impulsobiolgico en cultura. El resurgir de la Antropologa de la Sexualidad transforma la situacin;viene dado fundamentalmente por lneas de pensamiento propias de la construccinsociocultural de la sexualidad. Lo que equivale a decir del desprendimiento de la interpretacinbiolgica de la sexualidad en cultura; de la sexualidad bioculturalmente entendida. Lasnumerosas aportaciones, en los dos ltimos decenios, de la antropologa a la sexualidad, encomparacin con la postura abstencionista antropolgica de dcadas precedentes, estnmarcadas por el construccionismo social y cultural. Esto no indica que la antropologa enconjunto sea sexualmente construccionista. Contribuciones antropolgicas de la sexualidad enlas que el hecho sexual est determinado, con mayor o menor intensidad, por la biologa,siguen publicndose. Es ms, posiblemente, la construccin sociocultural de la sexualidad, alpropiciar inters por el estudio del hecho sexual, rompiendo silencios clamorosos oaportaciones espordicas, ha supuesto tambin el aumento de las publicaciones en que la basebiolgica sexual da forma y contenido a la sexualidad (vanse algunos ejemplos: Bolin y

    Whelehan, 1999; Fisher, 1995; Frayser, 1985; Gregersen, 1994; Suggs y Miracle, f 993, 1999;Symons, 1990). Este captulo y el libro como tal expondrn exclusivamente como la sexualidadse forja en sociedad y en cultura: el pensamiento construccionista y su crtica a la aproximacinbiolgica, que en Antropologa se presenta en forma biocultural.

    Aspectos importantes que han resaltado los antroplogos construccionistas han consistidoen mostrar las relaciones que existen entre los significados, que dan los sistemas culturales ysociales a la sexualidad, y el poder del sistema, fundamentalmente poltico y econmico. De loque se infiere, por un lado, una perspectiva menos neutra, natural y objetiva pura ficcin ofalsedad interesada del poderde la organizacin sexual. Y, por otro, una perspectiva mspolitizada e (inter)subjetiva de esa misma organizacin de la sexualidad (Parker y Easton.1998).

    Oir aportacin importante de la antropologa construccionista ha sido el estudio delimpacto de la industrializacin, modernizacin, occidentalizacin y globalizacin de lasexualidad, en pases del Sureste asitico, africanos, caribeos y latinoamericanos (Manderson,Bennetty Sheldrake, 1999). Y, de la misma forma relevante, la antropologa construccionista de

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    la sexualidad ha contribuido a la desestabilizacin del fijismo conceptual del sexo y del gnero,favoreciendo la emergencia de la teora de la performatividad, que enfatiza ms la ambigedade indeterminacin de los actores sociales que producen los discursos sexuales, que elsignificado de los mismos (Morris, 1995).

    Siendo de gran inters todas estas aportaciones de la Antropologa para la comprensin de

    la actividad sexual y de las culturas sexuales, lo que une a todas ellas, por encima de losdistintos objetivos de estudio y de las diferencias enfatizadoras que las separan, es suposicionamiento no esencialista. El desvanecimiento biolgico de sus pticas y teoras sobre lasexualidad. Justamente, por su trascendental importancia, para la comprensin e interpretacinde la sexualidad, se incidir a continuacin en el proceso que va del desvanecimiento gradualde la biologa, al nfasis en la organizacin social y cultural. El paso de la biologa a la cultura,a mi juicio, es el sostn en que reposan las columnas de la nueva sexualidad.

    El resurgimiento de la antropologa de la sexualidad

    Para Lindenbaum, en un artculo introductorio (1991), que da entrada a contribuciones dedistintos antroplogos (Leavitt, Jane y Peter Schneider, Tuzin, Vanee), el hecho en s del

    resurgimiento antropolgico sexual est cargado de gran significado. Pudiera decirse que esparadigmtico. Porque para Lindenbaum, la antropologa redescubre el sexo. En efecto, suartculo lleva por ttulo Anthropology rediscovers sex (La Antropologa redescubre el sexo). Laautora manifiesta claramente que, salvo excepciones (Mary Douglas, Gilbert Herd y ThomasGregor), los antroplogos se han mostrado desapegados, remisos, apaados del simbolismocorporal y del estudio de la sexualidad. As, desinteresados por la investigacin de lasconductas sexuales, de la expresin de la sexualidad y de sus significados en distintos contextossociales e histricos, los antroplogos poco pueden hacer para formalizar teoras acerca deldesarrollo de la sexualidad y de la identidad de gnero. Es en los ochenta del siglo pasado y, engran medida, debido a la aparicin y posterior evolucin del SIDA, cuando la antropologaretorna con inters la sexualidad.

    Vanee (1991), antroploga de la Universidad de Columbia, Nueva York, y directora, enconjuncin con Brummelhuis, del programa Sexaality, Culture and Society, de la Universidadde Amsterdam (que a travs de su Instituto de Verano celebrar en 2003 su sptima reunininternacional), propicia, reafirma y profundiza la afirmacin de Lindenbaum. Para Vaneetambin la antropologa redescubre la sexualidad. Su artculo tiene por encabezamientoAnthropology Rediscovers Sexuality: A Theorelical Caminen! (La Antropologa redescubre lasexualidad. Un comentario terico}. Que Lindenbaum use el trmino sexo y Vanee, en sulugar, use el vocablo sexualidad, no implica gran cosa, el fondo de la cuestin permaneceinalterado. La Antropologa retoma con inters el estudio de la sexualidad, despus de unlargusimo lapso de tiempo. Desde la muerte del padre de la Antropologa de la Sexualidad,Malinowski, hasta el ltimo tercio del siglo XX, la sexualidad para la Antropologa se sita enel silencio o en la periferia ms apartada de la disciplina.

    La Antropologa Social y Cultural, para Vanee, a partir de 1975 y, con mayor vigor, desde1990, distancindose de posturas deterministas y esencialistas propias de la biomedicina,adopta interpretaciones innovadoras de la sexualidad. Las innovaciones consisten en laformulacin de ideas y principios, previamente no contemplados, que enmarcan la sexualidaddesde la perspectiva terica de la construccin social. En otras palabras, la Antropologa seaparta del modelo biomdico de sexualidad.

    Vanee opone la construccin social de !a sexualidad al modelo de influjo cultural. Estemodelo imperante en Antropologa desde 1920 a 1990, pudiera decirse que representa laversin antropolgica del modelo biomdico de sexualidad. Y aunque el componente culturallo aleja del modelo biomdico, el esencialismo biolgico del modelo de influjo cultural impideese alejamiento. De modo que biologa y cultura operan contradictoriamente. En el modelo de

    influjo cultural la cultura frecuentemente queda desdibujada, constreida o determinada por labiologa. De manera que las diferencias culturales y la diversidad sexual quedan anuladas oregistradas en un segundo plano. Ya que la sexualidad resulta inseparable de la biologa, esinherente a ella, la cultura es el smbolo intil, como la ganga de los minerales, que

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    acompaa a la inmanencia biolgica. Y, as, la sexualidad, como adherencia biolgica, quedacegada para la antropologa y, al igual que para la medicina, se inscribe en contenidos a los quese da proyeccin y alcance transcultural. universal. Objetivos imposibles de sostener, comodesmiente la prctica etnogrfica.

    Lo ms significativo del salto del modelo de influjo cultural, al modelo de construccin

    social y cultural de sexualidad, se sustancia, en dos grandes apartados. Primero, el salto de labiologa a la cultura, a la hora de interpretar la sexualidad circunscrita por la realidad social.Segundo, el salto de la universalidad comprensiva de la sexualidad a la comprensinparticularizada de la misma. Lo primero, a su vez, lleva en sy envuelve una nueva presentacinde los distintos aspectos de la sexualidad. Puesto que se culturaliza la biologa y, enconsecuencia, no se biologiza la cultura. Lo segundo permite dar mayor relevancia a laparticularidad cultural de sociedades muy concretas. Que se refleja en estudios etnogrficosespecficos, en detrimento de la universalizacin genrica y quimrica de las grandesteorizaciones. stas en sus intenciones, al proyectarse transculturalmente de formaomniabarcante, desconocen o ignoran (cuando no abominan) las etnografas que desdicen susplanteamientos. Actuando, as, como teologas cientficas. Adems de priorizar lo concretoparticular, frente a lo genrico universal, el modelo de construccin social y cultural sita la

    comprensin de la sexualidad con precisin temporal, en tanto que en el modelo de influjocultural, puede decirse que, el factor tiempo queda abstrado, al no establecerse, desde laperspectiva temporal, diferencias sociales y culturales.

    Ya qued apuntada mi reflexin en distintos escritos (Nieto, 1989; 1993; 1996; 1997; 2001)sobre esa especie de erial terico de la sexualidad, favorecido por una antropologa, que al estarpreada de omisiones y orillamientos, silenciaba, ignoraba o marginaba todo acontecer sexual.En concreto, a esa postura antropolgica en que en sus propuestas la sexualidad resultainvisible, est soterrada y no forma parte de la vida, la llam erotofbica. Al vislumbrar sexualantropolgico en que tmidamente se empiezan a manifestar apreciaciones de distintos aspectosde la sexualidad y sus conductas, pero que, sin embargo, la reproduccin sigue considerndosecomo centro nuclear, la denomin erotoliminal. Umbral que conducira ms adelante a la

    crotofilia: el registro etnogrfico de la diversidad sexual.Ese periodo de erotoliminalidad se caracteriza por dos rasgos fundamentales, que hacen del

    mismo un perodo de transicin, aunque duradero en el tiempo. Los rasgos que lo distinguenapuntan en direcciones opuestas. Una, encerrada en s misma, arrastrada por la inercia de unasexualidad, que se caracteriza por las ausencias y abstenciones tericas y etnogrficas, encomparacin a otras lneas de desarrollo antropolgico. Otra, mostrando brotes, que, aunqueempapados de biologa, anticipan el inters antropolgico por el estudio de la sexualidad y laeclosin de sus significados en distintos contextos sociales: la sexualidad del sujeto en sociedady en cultura; la sexualidad desprovista del determinismo esencialista que la oprime y reduce. Laprimera sigue incidiendo en proyecciones de erotolbbia. La segunda empieza a proyectarsignos culturales que pueden interpretarse en clave de iniciacin a la erotofilia.

    La erotoliminalidad supone para la antropologa imbricarse en un juego de tensiones quepermiten, por un lado, la ocultacin y, por otro, la manifestacin. Ocultan: los escritosetnogrficos y antropolgicos que ignoran y silencian, por no ser acadmicamente correcta,la sexualidad. Manifiestan: los mismos escritos que en sus pginas, aunque titubeantemente,hacen emerger la sexualidad. El titubeo de la produccin antropolgica sexuai lleva la firma deprofesionales de la disciplina a los que, desde el poder acadmico, se da poco o nuloreconocimiento, siendo, de hecho, unos proscritos. Por varias razones. Primera, laspublicaciones de los artculos se hacen en revistas que no reflejan el sentir institucional de laAntropologa. La revista American Anthropologist, rgano central de expresin de la AmericanAntliropological Association no muestra gran inters por publicar artculos sobre sexualidad.Las publicaciones aparecen, pues, en revistas que pueden ser consideradas secundarias, cuandono marginales y perifricas a la antropologa. Segunda, no se publican revistas antropolgicasde sexualidad. Sexualilies, revista dedicada al anlisis sociocultural de la sexualidad se publica,por primera vez, en 1998. Previamente, en 1990, se inici la publicacin de una revista, Journalofthe Hintory ofSexuality, de contenidos sexuales marcados, claramente, desde la historiasocial y cultural. Finalmente, en los captulos de libros sobre sexualidad la participacin

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    antropolgica figura en un segundo plano, como addenda al ncleo duro biolgico. Losantroplogos acompaan, a manera de adorno, a bilogos, psiclogos, psiquiatras y otrosespecialistas mdicos. En estos escritos los psiclogos, principalmente, pero tambin otrosprofesionales de la biomedicina, acogen, pues, a los antroplogos. Y, en consecuencia, laPsicologa (y, en menor medida, otras disciplinas) a la Antropologa. Por ejemplo, sobrepasadoel ao 1975, como vimos, emblemtico para Vanee, el psiclogo Frank A. Beach publicaHuman Sexuality in four Perspectves (La sexualidad humanan en cuatro perspectivas). En estelibro de 1977, Beach, como editor, invita a un antroplogo, William H. Davenport, a contribuircon un captulo Sex in Cross-Cullural Perspeclive. El mismo antroplogo contribuye, en 1987,con otro captulo, An Anthropological Approach, en el libro Theory of Human Sexualiy(Teora de la sexualidad humana), editado en esta ocasin por los psiclogos James H. Geer yWilam T. O'Donohue.

    En otras palabras, siguiendo la tradicin iniciada un siglo atrs, estos ejemplos evidencianque, en buena parte, las reflexiones y, en mayor medida, las investigaciones sobre sexualidadtienen lugar en el seno de las diversas especialidades de las ciencias psicolgicas, mdicas ybiolgicas. Ciencias que, por muy rigurosos que sean sus planteamientos biologistas, lo que nose pone en duda, ignoran en sus fundamentos de partida, que la sexualidad humana, a

    diferencia de la sexualidad de las ratas de laboratorio, se ensambla y adquiere significacin pormedio de los lenguajes, smbolos y discursos sociales. Esto es as porque no se concibesociedad alguna exenta de sexualidad; ni tampoco sta fuera de aqulla (donde por cierto lasinterpretaciones biolgicas tambin se concitan). Forzando los postulados pudiera decirse quelos conceptos de sexualidad y sociedad, si no son intercambiables, corren y se expresan enparalelo. En suma, la incorporacin de los antroplogos, como consortes de los psiclogos,representa algo parecido a la servidumbre y al canon que la Antropologa debe pagar a laPsicologa, al haber abandonado aqulla el estudio de las conductas sexuales (Tuzin 1994,1995).

    Antropolgicamente entendidas, todas las culturas instituyen, con el fin de modelar laorganizacin social, procesos polticos formales e informales que troquelan el alcance de lo

    permitido y, por ende, el mbito de lo que no se acopla a lo pautado; la diversidad. De ah quelo pautado sea lo hegemnico. Los indicadores de las restricciones sexuales, como se sabe, sonmuy variables, en los distintos momentos histricos y en las distintas culturas. Segn lasociedad, las tipologas de la pluralidad sexual, de la diversidad, se aceptarn, proscribirn o sedeclararn ilegales. En materia de sexualidad, pues, el discurso de la diversidad se encarna endirectrices polticas y sociales, que no constituyen pruebas cientficas irrefutables. Por ello, sepuede afirmar, que son dos los procesos sociales que intervienen y dan forma a la sexualidad.Uno de ellos, remite a la sociedad. El otro, a los individuos, a los actores sociales. El primeropermite que la sociedad fije los lmites de lo que sexualmente es aceptable o inaceptable. Elsegundo de ios procesos permite al individuo de una sociedad dada abordar su propia sexuali-dad. Los primeros constituyen procesos reguladores que fundamentalmente refieren a laordenacin del deseo, al control corporal de los instintos y a la regulacin del orden simblico,

    dando forma a lo informe (Plummer, 1991). Los anlisis de la sexualidad que sintonizan conlos procesos reguladores, parten de puntos de vista explcitos, como muestra todo tipo denormativa escrita, o implcitos, como son los usos y costumbres de prctica consuetudinariaque no necesitan de la regulacin por escrito. Ambos puntos de vista, sin embargo, reflejanpreconcepciones anuladoras del sujelo. Representan ideas de un discurso formuladoverticalmente. de arriba abajo: de un discurso de poder, por muy enraizadas que estn las ideasen la cultura. Los segundos, son procesos reactivos; tienen al individuo como protagonista,til individuo, como actor social que es, reacciona aceptando o rechazando la hegemona delas pautas culturales de la sexualidad. As, la ordenacin simblica que moldea la sociedad yencuadra al individuo no tiene la uniformidad y consistencia que en s misma sugiere. Lossmbolos y la significacin social que inducen y congregan no son irrompibles eimperecederos. Por el conlrario, potencian modificaciones y. en cierto sentido, en lugar depermanecer fijos y ordenados, tienden a desordenarse. Ms an, segn Plummer (1991:167) elorden simblico siempre implica desorden: aparecern ambigedades, los fenmenos noencajarn, surgir nuevo material que ponga en peligro la pureza del simbolismo vigente.

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    Ambos procesos, los reguladores y los reactivos, hay, pues, que tenerlos en cuenta. paraconstruir modelos culturales especficos de sexualidades. Y, adems, en esta lnea derazonamiento, cabra aadir, que el cientfico dedicado a investigar la sexualidad, como sujetosocial que es, tambin puede incurrir en dos lgicas procesuales. Una que remite a laaceptacin y el continuismo de prcticas cientficas que obvian el constituyente social de lasexualidad, como puede ser el modelo biomdico o el mismo modelo de influjo culturalantropolgico que, sin obviar el componente de cultura adherido a la sexualidad, opta porhacerlo descansar en bases biologistas unlversalizantes. La otra lgica procesual rompe con lacontinuidad imperante en un momento dado y crea nuevos paradigmas interpretativos queremodelan y deconstruyen los fundamentos comprensivos de la sexualidad, como sucede con laconstruccin social y el modelo sociocultural de la sexualidad.

    A tenor de lo indicado, el modelo de influjo cultural es un modelo de rasgos contradictorios.En cuanto refiere a los antroplogos y en cuanto refiere a los contenidos. Los antroplogosquiebran el abstencionismo sexual, pero no logran desunir el vnculo de inmanencia de lasexualidad con la biologa. Por un lado, interrumpen el continuismo de la omisin sexual; porotro, prosiguen con la continuidad, al permanecer aferrados a la inherencia biolgica. Loscontenidos, por otro lado, se sitan entre la determinacin de los instintos e impulsos sexuales y

    la diversidad de las experiencias culturales; entre la sujecin del sujeto y la prctica social quela desmiente; entre la variedad de la riqueza etnogrfica y la pretensin, basada en presupuestosbiolgicos, de constreir esa misma variedad. Los principios que dan contenido al modelo, deforma un tanto esquizoide, se desdoblan, pues, contradictoriamente, en direcciones tericasopuestas y difcilmente sostenibles en la prctica. As, por ejemplo, el modelo de influjocultural sostendr, por un lado, que la sexualidad est determinada biolgicamente. Y, portanto, en este sentido, es un modelo esencialista, en el que las conductas sexuales estnpredeterminadas por a biologa: la gentica, las hormonas y, por extensin, la anatoma y lafisiologa corporal. Igualmente, los actos sexuales en este modelo son, ante lodo, actosnaturales; al igual que la expresin de la sexualidad es una conducta ineludiblementenatural. Por otro lado, el modelo de influjo cultural, en forma opuesta a la anterior, exponeque en la cultura se asientan las bases de la motivacin o desmotivacin sexual de la expresinde la sexualidad. O, lo que viene a ser lo mismo, que actos, actitudes, conductas y relacionessexuales se modelan en sociedad por medio de !a cultura y a travs del aprendizaje de lamisma. Adems, indica que son las etnografas las que han mostrado a las sociedadesoccidentales que las actitudes y prcticas sexuales exticas, por su diversidad, no engarzanen modelos de alcance universal. Ms an, la contradiccin se agranda si los actos sexualesenmarcados en sociedad y cultura, como se nos dice, pueden tener significacin y alcanceuniversal, como tambin se nos indica. En particular, en trminos de identidad y de significadossubjetivos. Cmo puede asumirse, como de hecho sucede, que actos sexuales cultural mentediferenciados, que se nos muestran como idnticos o similares, puedan tener la misma lectura yel mismo significado, en distintas sociedades separadas por el espacio y el tiempo? Larespuesta, en su ltimo y definitivo anlisis: al disponer de la misma esencia biolgica. Con lo

    cual, el uno y trino teolgico se transforma, en el modelo de influjo cultural, en uno ymltiple biolgico; la biologa esencialista se diferencia en forma de mltiples culturasbiologizadas.

    Un ejemplo, ya clsico, que desmiente la impronta del determinismo biolgico y sostiene ladiversidad cultural, es el de la homosexualidad. Los actos homosexuales tienen distinta lecturae interpretacin, significados diferentes, segn la sociedad en que se manifiesten: la Grecia deHornero, el Japn feudal, los azande de Sudn, los sambia de Papua Nueva Guinea, los hijrasde la India, los xanith de Omn, el we'wha de los zui de Norteamrica y los gays del barrio deChueca de Madrid (vase Herdt, 1997). Todos los ejemplos apuntados son el resultado deorganizaciones sociales diferentes que facilitan, hacen prescrictiva o restringen la expresin dela homosexualidad. En todos ellos, por encima de parecidos o similitudes, hay posturas depermisividad social o de resistencia colectiva a la restriccin que ejerce la sociedad (paraimpedir que los derechos de los homosexuales alcancen el mismo nivel que el de losheterosexuales). Adems, los roles homosexuales se ejercen cultural mente, de modo que entreellos hay diferencias culturales sustanciales que no permiten ser encuadradas en un mismomarco conceptual; tambin hay prcticas ntidamente diferenciadas; y, sobre todo, hay, detrs

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    de todo ello, una organizacin y una estructura social que hace posible que la manifestacinsexual, en su prctica en sociedad, se exprese de una forma u otra. Pueden distinguirse : a)relaciones homosexuales estructuradas por edad; as relaciones del erosls (adulto) y delramenos (muchacho) de la Grecia homrica; las de los samurai, con los jvenes aprendices aguerrero, del Japn feudal; los matrimonios entre jvenes soldados y muchachos acompaantesde los azande (relacin que permaneci vigente hasta la ocupacin de! Sudn por laadministracin colonial del Reino Unido; las prcticas iniciatorias entre jvenes y nios de lossambia; b) relaciones homosexuales enmarcadas en la transformacin del gnero y de los rolesque le caracterizan: varones biolgicos que adoptan vestidos, actitudes y trabajos propios demujeres y, en general, asumen roles sociales femeninos, como es el caso de los hijras, losxanith y el wc'wha zui; y c) relaciones homosexuales entre iguales, como son los gays delas sociedades (pos)modcrnas.

    El determinismo biolgico que apunta el modelo de influjo cultural queda invalidado en losejemplos de homosexualidad que han quedado ms arriba indicados. Las conductashomosexuales, a tenor de la variedad de prclicas posibles, no son fotos fijas, como sepretende desde posturas esencialistas, enclaustradas en la biologa. Son los esencialistasquienes, haciendo caso omiso de la diversidad cultural, suplantan las homosexualidades y

    reconvierten sus significados plurales en una sola y fija homosexualidad.Sin embargo, cuando a la biologa se la aplican criterios deterministas se la est haciendo un

    flaco favor. No se pueden entender las sociedades, integradas por sujetos con capacidad deautoorganizacin, en trminos exclusivamente biologistas. La biologa no merece tal trato. Eluso y abuso de la biologa con fines i ndeseadosc indeseables no es nuevo. En nombre de labiologa y en detrimento y anulacin de la organizacin social se lian hecho juicios temerariosy excesos implacables, se han dicho verdaderas necedades y rotundas barbaridades. Hacer de lasexualidad un modelo biolgico rene un poco de todos esos ingredientes. A finales del sigloXIX Lombroso afirmaba que el criminal naca y, adems, aada que los rasgos de la cabezay las facciones de su cara se hacan fcilmente reconocibles. Su vida, pues, estabaanticipatoriamenle predeterminada por la biologa. Pocos cientficos, hoy en da, seran capaces

    de invocar las ideas de Lombroso. Sin embargo, hay cientficos que explican lahomosexualidad en clave determinista y base biologisla (Weill, Henry, Le Vay, Alien, Gorski yHamcr son algunos de ellos). Y, sin embargo, sus propuestas no estn contrastadas. Suspostulados se resisten a la demostracin. A veces, en la comparacin que se hace entre dos (oms) autores, aquello que se argumenta, resulta contradictorio. Por ejemplo, para Weill, loshomosexuales tienen desarrolladas las caderas. Para Henry, por el contrario, las tienen pocodesarrolladas. Otras veces, lo que se presenta inconcusamente, no se evidencia eninvestigaciones posteriores. As: para Le Vay, los homosexuales muestran un ncleo intersticialdel hipotlamo ms pequeo que el de los heterosexuales; Alien y Gorski sostienen que elconjunto de fibras nerviosas que constituyen la comisura anterior del cerebro tiene dimensionesms anchas en los homosexuales que en los heterosexuales; y Hamer no duda en afirmar que laconducta homosexual est cuasi determinada por los genes (vase Hamer y Copeland, 1998;

    Horgan, 2001; Jordn, 2001; Le Vay, 1995; Lcwontin, Rose y Kamin, 1996; Plummer, 1981).Haciendo en todos los casos abstraccin de consideraciones sociolgicas y antropolgicas y dela conducta homosexual plural.

    Si la organizacin social humana, con sus desigualdades de status, riqueza y poder, es unaconsecuencia directa de nuestras biologas (....) Lo que somos es natural y, por lo tanto,irrevocable (....} El determinismo biolgico es, entonces, una explicacin reduccionista de lavida humana en la que las flechas de causalidad van de los genes a los humanos y de loshumanos a la humanidad. Pero es ms que una simple explicacin: tambin es poltica(Lewontin, Rose y Kamin 1996: 30). Y en ella radicad hecho de que la justificacin biolgicaanule tericamente la condicin sociolgica del indivi duo, permitiendo en la prctica que lasdesigualdades sociales vayan en aumento (Jordn, 2001). Que las instituciones se caracterizan

    por su hacer poltico es evidente. Vemos-lo, con un ejemplo. El SIDA supuso, entre otrasmuchas cosas, un cambio importante para la investigacin de la sexualidad. Acadmicamenteolvidada y financieramente sin apoyos, la emergencia del SIDA sorprendi a las instituciones,obligando a estas a incentivar proyectos de investigacin sobre sexualidad. No exclusivamente

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    biomdicos, lo que propici la incorporacin de cientficos sociales a tales proyectos deinvestigacin. Sin embargo, poco dur la alegra en casa del pobre. Hl apoyo a la investigacin,financiado institucionalmente, poda significar y, en breve, signific el fbrtaleci-mienlo dela interpretacin hiomdica de la sexualidad y, por extensin, del modelo de influjo culturalantropolgico. La realidad ha mostrado que desde 1991, las instituciones han favorecido ycon creces- la financiacin biomdica de la sexualidad. Una apuesta institucional decididapor una aproximacin que le resulta, con diferencia, menos crtica y complaciente que la quepudiera surgir, en caso de financiarse, de la investigacin social y cultural de la sexualidad.Siendo sta menos conformista con las directrices institucionales y, por ende, menoscontrolable por las instituciones que la encarnan. Sin embargo, a pesar de la falta de apoyofinanciero, la contribucin antropolgica y de otras ciencias sociales, a la sexualidad, desde laconstruccin social ha ido en aumento. Vertiginosamente, puede decirse, sin exageracinalguna, a partir de esa fecha paradigmtica, situada en el inicio de los noventa. Quedan atrs lostiempos en que, segn Vanee (1983), mencionar, en una reunin internacional de sexologa,que el sexo, la sexualidad y el gnero estn configurados por la historia y son productos deexperiencias sociales, adems de resultar chocante, provocaban risitas nerviosas en losoyentes y el ostracismo social de quien las pronunciaba

    Representaciones: sexualidad, sociedad, cultura

    En este epgrafe se indicarn referencias muy concretas de algunos antroplogos estudiososde la sexualidad. Estudiosos que, en !a poca en que la sexualidad estaba desterrada a losinfiernos la que se extiende, por centrarla, aunque sea de forma un tanto rgida, desde1930, hasta 1975, arriesgaban, en caso de dedicarse centralmente a la investigacin sexual,sus carreras profesionales, ante las posturas de desidia, rechazo y erotofobia institucional. Laantisexualidad manifiesta de las instituciones universitarias y, arrastradas por ellas, de lasasociaciones de profesionales de la antropologa fue en 1961, por primera vez, cuando laAmerican Anlhropolgical Assoctation incorpor, como tema de debate pblico, de formaoficial, la sexualidad a su agenda no impidi, sin embargo, que escritos discrepantes, aunque

    marginales y marginados, o poco difundidos (como el artculo de Kluckhohn, al que nosreferiremos a continuacin) mostraran sus reflexiones a aquellos colegas descarriados quequisieran leerlas. De esas representaciones antropolgicas de la sexualidad, de las que aqu serescatan algunas de ellas, que ocupan un periodo transicional, aunque muy largo, que va desdeel cese de las publicaciones de Malinowski, a las primeras contribuciones del construccionismosocial se tratar a partir de ahora. En concreto, se {representarn las contribuciones deKluckhohn, Honigmann, Tragcr y La Barre.

    Kluckhohn es un antroplogo que desde su posicin acadmica en la Universidad deHarvard tuvo gran predicamento entre colegas. Sus escritos relacionados con la sexualidad, sinembargo, son menos conoc dos. Aqu rescatamos un artculo (Kluckhohn, 1948) que permitial autor formular el/su punto de vista desde la antropologa, en relacin al primer tomo de losinformes Kinsey que, como se sabe, refiere a la sexualidad del varn norleamerieano (Kinsey etal, 194K).

    Nada ms iniciar el escrito. Kluckhohn, en su primera frase, afirma algo que alconstruccionista social resultar sorprendente. Nos informa de que el inters de la antropologaradiea en mostrar la variedad biolgica y cultural de la vida humana. Recordemos que, enlos cuarenta, en los departamentos universitarios de Estados Unidos, la Antropologa era elcrisol protector de cuatro vertientes: la cultural, la biolgica, la lingstica y la arqueolgica.Siguiendo los criterios acadmicos del momento, Kluckhohn lo que hace es aplicar a lasexualidad las dos primeras vertientes, de las cuatro que conforman la Antropologa. Aadir,inmediatamente despus a esa primera frase, que un inters adicional es descubrir de qu formaintervienen los factores que precipitan esa variedad, no resta fuerza al hecho de que la cargabiolgica del ser humano se contemple, hoy se dira, pluralmente. Se pregunta;'/; tolo, es decir,

    biolgica y cultural mente, cules son los rasgos que fijan las dimensiones de la variedadhumana. Kluckhonn. con todo, no profundiza en las respuestas a las preguntas que se hace ydeja al lector con la duda de en qu consiste la variedad biolgica. Tambin se pregunta qucaractersticas definen la universalidad de las pautas, aunque en esta pregunta,

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    paradjicamente, se menciona explcita, nica y exclusivamente la cultura; desentendindoseen la pregunta de la formulacin de la universalidad de la biologa. En las respuestas quesiguen, a medida que el artculo progresa, va quedando cada vez ms claro que la variedad, a laque alude Kluckhohn, est impregnada de tintes culturales y la biologa parece tornarse en algoms impenetrable. Como cuando dice (p. 92) que la prctica cultural altera la biologa del sexoy adems la deforma, como sucede en la circuncisin y subincisin masculina y en la excisino circuncisin del cltoris o en !a dilalacin de los labios vaginales. O cuando, refirindose aconductas sexuales, seala (p. 95} que algunas personas han probado casi todo lo que erafisiolgica y anatmicamente posible. Quiero entender que en estas apreciaciones, queKluckhohn extiende sobre el largo transcurrir de la historia del ser humano, la cultura, en susmltiples formas, envuelve a la biologa, como se desprende de la primera de lasformulaciones. Pero tambin parece que la opacidad eubre la transparencia y la biologa seapodera de la cultura, como sucede en la segunda formulacin. Quiere culluralizar la biologa,pero sta, a veces, se le impone como remora, como lastre indescargable. En realidad, el autorse muestra hermtico y ambivalente.

    Cierta ambivalencia se nota tambin en las palabras de Kluckhohn, al indicar la forma oformas en que la antropologa puede relacionarse con el informe Kinsey. Primero, se nos dice

    que la sexualidad, para la antropologa, queda desdibujada, al no investigar conductas sexuales.Y, adems, los datos no se presentan sistemticamente (p. 88). Ka pregunta de rigor es cmose puede presentar sistemticamente lo que no ha sido objeto de investigacin previo? Luego,se nos seala, ms consecuentemente, que, as, la sexualidad que recoge la literaturaantropolgica es incomparablemente ms pobre que la registrada por Kinsey y colaboradoresen el informe, del que los antroplogos pueden aprender y beneficiarse. Salvo el estudiocomparativo sobre la reproduccin humana de Ford (1945), que Kluckhohn califica deexcelente, no hay produccin antropolgica de nivel equivalente. Adems, las publicacionesantropolgicas sobre sexualidad de finales del siglo XIX y principios del XX son de nulointers cientfico y de mencin pornogrfica. La vida sexual de los salvajes es una descripcinmoderadamente satisfactoria, pero no ofrece los mnimos datos para establecer estadsticas yfrecuencias de la expresin de las conductas sexuales. Una mejor calificacin parece tener elescrito de Devereux sobre la homosexualidad institucionalizada de los mohave. Y, con l, losescritos, tambin referidos a la homosexualidad, de Westermarck y, sorprendentemente, los deun antroplogo de expresin no inglesa y, por aadidura, nunca citado por el grueso de laprofesin: Requena.

    A pesar de reconocer que los escritos de Roheim proporcionan informacin de inters paracomprender la vida sexual, su informacin no abunda en cifras y, en conjunto, no salen muybien evaluados, por entender que su aproximacin psicoanaltica es muy sesgada. Con este tipode formulaciones, las preguntas que hay que hacer a Kluckhohn son qu pretende de laAntropologa de la Sexualidad? Trastocar la descripcin cualitativa que caracteriza a laAntropologa, por una aproximacin cuantitativa que recoja cifras, estadsticas y frecuenciassexuales, como parece desprenderse de su reflexin? Sustentar su versin de que los relatos

    antropolgicos del XIX se inclinan hacia la pornografa, por no anticiparse a la lnea seguidapor Kinsey? Finalmente, la ambivalencia se manifiesta cuando hace uso de porcentajes, con elfin de establecer una aproximacin cuantitativa que le permita recurrir a hacer comparaciones,sobre actitudes y conductas sexuales de los navaho, estudiados por l y por Leighton (Leightony Kluckhohn, 1947), con el informe Kinsey. Al forzar de esta manera los principiosantropolgicos de descripcin cualitativa, lo que consigue es un acercamiento cuantitativista alhecho sexual o, por utilizar sus propias palabras, una aproximacin taxonmica de losnavaho. Que de tacto resulta ficticio, por razones diversas: bsicamente relacionadas conconductas sexuales y conductas culturales. De forma que la informacin disponible de algunasconductas sexuales, que el mismo Kluckhohn expone (p. 103), no es la ms apropiada, por sucuantificacin y por sus carencias etnogrficas. Por ejemplo, se refiere cuantitativamente a lastcnicas utilizadas en la masturbacin y en el coito, y al tiempo que se requiere en varones y enmujeres para alcanzar el orgasmo y a las fantasas empleadas para la excitacin sexual.Adems, sin que haya reflejo de descripcin alguna, ios contextos culturales de los navaho ynorteamericanos dan interpretaciones distintas a las mismas prcticas y, consecuentemente,conducen a significados distintos, que resultan por ello incomparables. Por mucho que se

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    quieran lexibilizar los componentes, elementos y factores que les dan la significacin, sin quese nos advierta en ningn momento de tal consideracin. Forzar los hechos, como entiendo quehace Kluckhohn, para acomodarse a una comparacin que resulta ilusoria, es incurrir enposturas ambivalentes. Sobre todo, cuando por encima de las tcnicas y los mtodoscuantitativos de otras disciplinas, se sigue confiando en las tcnicas y los mtodos tradicionalmente cualitativos de la Antropologa (aunque a veces parezca lo contrario). Y, adicin almente, cuando se piensa que los significados de las conductas sexuales, producto de una(difcilmente) cuidadosa observacin antropolgica, permiten unir (difusamente), como quedadicho, biologa y cultura. Las conexiones biolgicas-culturales se ordenan, segn Kluckhohn,por medio de la Antropologa y redundan en puentes unitivos entre el sexo como fisiologa y elsexo corno un factor enmarcado por pautas conductuales integradoras (p. 91)- Resultando, dehecho, un juego equvoco de equivalencias.

    Una formulacin clara de lo que es la sexualidad para la antropologa, la encontramos enHonigmann (1954). El autor, aprovechando el debate que haba generado en Estados Unidoslas publicaciones de Kinsey sobre la conducta sexual de los varones, en 1948, y la conductasexual de las mujeres, en 1953, se suma al mismo, con el fin de dar a conocer la/su versinantropolgica. Honigmann critica el uso que los informes Kinsey hacen del material

    antropolgico, a la hora de establecer comparaciones con la realidad sexual norteamericana. Lacrtica se cierne bsicamente en dos puntos. Por un lado, las comparaciones se hacen parademostrar la universalidad de ciertos patrones sexuales, sin que en ningn caso se tengan encuenta las diferencias culturales de las sociedades que se comparan. Por otro, a Honigmann leparece que los informes usan fuentes secundarias, de manera que la utilizacin esexcesivamente receptiva, no crtica. As, por ejemplo, las referencias a Crawley yWestermarck.

    Dado que la aproximacin antropolgica al objeto de estudio est alejada delcuantitativismo adoptado por Kinsey y colaboradores y que las etnografas sobre sexualidadson escasas, se puede concluir, segn Honigmann, que la prctica norteamericana relacionadacon la masturbacin, con el coito marital y con el coito fuera del matrimonio, as como los

    contactos homosexuales y los contactos sexuales con animales (1954 : 14) no sonprobablemente ni ms ni menos frecuentes que los que presentan otras sociedades. En otraspalabras, con las comparaciones usadas por Kinsey se nos dice poco. No llevan a ningn lugar,se nos hace desplazar etnogrficamente para permanecer en el mismo sitio.

    Por otra parte, las predicciones desarrolladas en el escrito de Honigmann, sealan laposibilidad de que algn da y de alguna forma, las conductas sexuales, gracias a lasaportaciones venideras de la Antropologa Cultural, puedan ser generalizables. En definitiva, sedistancia de los informes Kinsey, por ignorar la cultura, en general, y las diferencias culturales,en particular. Tambin rechaza los criterios de universalizacin que de los informes sedesprenden, pero lo hace para acercarse a esa misma presentacin universal de conductassexuales, basndose en aspectos estrictamente culturales. Llega, en suma, a un mismo objetivo,

    por otra va: la de las leyes de una cultura sexual que refleja conductas universales.El hecho de que el inters antropolgico, como en las ciencias naturales y, ms

    precisamente, en las biorndicas, se centre en la bsqueda de patrones universales, conduce aHonigmann a un dilema no resuelto, especie de callejn sin salida. Para l. el antroplogo tratade relacionar todos los aspectos y los hechos, las acciones y las manifestaciones sociales de unacomunidad concreta, pero el fin ltimo no es el de instituir proposiciones aisladas, descolgadasy particularizadas. Por el contrario, el antroplogo trata de proponer criterios de valideztranscultural.

    Sin embargo, dadas las limitadas contribuciones de las investigaciones antropolgicas aldesarrollo del conocimiento de la sexualidad, el establecimiento de patrones universales, sehace en la prctica imposible. Honigmann es muy consciente de ello, lo que, sin embargo, no le

    impide adoptar criterios de formulacin por anticipatorios que fueranuniversal. La escasezetnogrfica-descriptiva sobre sexualidad es la que obliga a Honigmann a mostrar un pobreelenco antropolgico de referencias bibliogrficas: Pedrals, Malinowski y Ford y Beach. DePedrals (autor, por cierto, difcilmente encontrable en las referencias posteriores de los

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    antroplogos de la sexualidad y que, por otro lado, dice mucho a favor de Honigmann almencionarle, sobre lodo en un mundo acadmico tan autosuficiente como el norteamericano delos cincuenta) y su obra La vie sexuelle en Afrique Noire (La vida sexual en frica Negra),publicada en 1950, y de Malinowski y su Sexual Life oflhe Savages, publicada en 1927(versin espaola.- La vida sexual de los salvajes, Morata, 1975), seala (p. 12) que la informa-cin que facilitan difcilmente tienen el nivel que alcanza el conocimiento de la conductasexual en Estados Unidos. Mejor calificacin le merecen las obras Patterns of Sexual Behavior(versin espaola: Conducta sexual, Fontanella, 1978) que Ford y Beach (este ltimo profesorde psicologa, no antroplogo) publican en 1951 y A Comparative Study of HumanReproduction de Ford (Estudio comparativo de la Reproduccin humana), publicada en 1945,porque permiten hacer algunas generalizaciones de carcter universal.

    Cabe preguntarse si el hecho de que los antroplogos, en aqul entonces, empezaran aacompaar a psiclogos y psiquiatras, a hacer predicciones universales, se debe, en parte, aHonigmann. Este antroplogo, con decisin, siguiendo postulados de la llamada teora decultura y personalidad (vase Honigmann: 1947) intenta hacer ms alcanzables los objetivosde universalizacin de conductas. Sorprende, no obstante, que Honigmann se decante por la vade pagar tributo antropolgico, por ese acompaamiento en su recorrido a la Psicologa, cuando

    sta, al formular sus generalizaciones sobre las conductas sexuales, apenas se distancia de losconocimientos de sexualidad que se tienen en la sociedad norteamericana. Lo que, por lodems, reconoce el propio Honigmann, aunque sea en un difcil juego de prestaciones yequivalencias, que en la prctica le hace incurrir en contradiccin.

    Instituir el establecimiento de comparaciones de base sexual, hacindolas emerger depatrones de comportamiento norteamericano, para, a travs de ellos, realizar la proyeccin depautas y patrones sexuales de otras culturas, y, as, llegar a la universalizacin del hechosexual, no dejaba de ser un empeo inalcanzable en la poca. No slo por las dificultadescomparativas, al no brindar la Antropologa suficientes etnografas sexuales, sino tambin pordificultades de tipo conceptual. Si se nos dice, por ejemplo (p. 13), que las mujeres con un altonivel educativo, en comparacin con las de nn bajo nivel de educacin, tienen, segn Kinsey,

    ms facilidad para alcanzar el orgasmo dentro del matrimonio, de qu forma se puedeproyectar la frecuencia de orgasmos de la mujer norteamericana a otras sociedades? Paracomparar, adems de tener elementos de referencia que permitan la comparacin, es decir,etnografas sexuales, se requiere que aquello que se compara sea de base uniforme. De locontrario, los elementos comparables, al diferir y, a pesar de ello, uniformarse, chiman.Resultan incomparables conceptualrneme. Cmo se puede expandir la idea de los sistemas deeducacin formalizada a culturas que carecen de ellos? Con quines se comparan las mujeresnorteamericanas de educacin elevada? Con las trobriandesas, en cuya sociedad estabaausente la escolarizacin? Con las mujeres de alto nivel social que reeiben educacin por vade iransmisin oral, de las distintas etnias grafas africanas, estudiadas por Pcdrals? Y losorgasmos de esas mismas mujeres norteamericanas, con los orgasmos de las mujeres que hansufrido la ablacin sexual y padecido el hecho de que sus dtoris fueran extirpados y sus

    vaginas infibuladas? Slo es posible de una nica forma, por medio de ficticias comparacionesque intentan posibilitar la proyeccin universal. Esencial izando transculturalmente el discurso.

    A Honigmann la Antropologa de la Sexualidad le debe reconocer, y, por ello, estasreflexiones en torno a su forma de interpretar la sexualidad, el mrito que supone formular, enpleno periodo de ostracismo antropolgico sexual, unas hiptesis/predicciones como las deuniversalidad que, como veremos despus, en el epgrafe Reconceptualizar la sexualidaddesde la Antropologa Social y Cultural, no se cumplieron. Sin embargo, el hecho de que loformulado con anticipacin no se cumpliera no resta un pice de valor a unas proyecciones quese realizaron con seriedad, rigor y valenta. Otra cosa es que, aos ms tarde a lasformulaciones de Honigmann, se llegara a conclusiones no vislumbradas en sus escritos, comoes el caso de tener que admitir que no slo las conductas sexuales, sino tambin las propias

    ciencias que entienden la sexualidad, la Psicologa y la Antropologa, sin ir ms lejos, estncondicionadas histrica y cultural mente. Y, adems, los significados que se dan a lasconductas sexuales, lejos de obviar al individuo, constituyen a ste en actor representativo desus actos en sociedad. En las negadas actividades corporales del individuo, que le transforman

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    posterior y centralmente en actor social responsable de sus acciones, es en donde residen laslecturas de sus significados. Que cobran, junto al hecho de entender la sexualidad como unacontecer enmarcado y ajustado a estructuras sociales particulares y concretas, gran relevanciaen el modelo de referencia que fomenta el construccionismo social.

    El tercer caso a sealar es el de Trager (1962). Una vez ms se parte de la base de que

    cualquier antroplogo que quiera investigar sobre sexualidad, en general, o, msconcretamente, sobre la sexualidad de una cultura determinada, se enfrenta a la ausencia deinformacin y a la renuencia y aversin de las instituciones acadmicas a ese tipo de estudios.Y, esto, de forma sistemtica. En palabras del autor (p. 114), esas ausencias impiden alantroplogo extraer de la lectura etnogrfica datos de lo que la gente hace en relacin al sexo,lo que obtiene de esa situacin y que funciones cumple, en relacin al conjunto de la cultura.

    Para llenar ese vaco sistemtico, Trager recurre a una metfora lingstica. Partiendo delacuerdo generalizado de que e lingista, una vez encontrados los sistemas fonolgicos ymorfolgicos, puede pronunciarse acerca de la semiologa de la lengua, decide su aplicacin ala sexualidad. Cmo lo hace? Estableciendo una gua metodolgica que le permite analizarculturalmente la sexualidad. As, segn Trager, siguiendo los pasos sealados por la gua, el

    antroplogo podr ordenar y presentar un material consistente y sistemtico (p. 114), paraque otros antroplogos puedan llevar a cabo comparaciones sexuales. Adems, la actitudmetodolgica comparativa adopta la flexibilidad suficiente como para que los resultadossexuales a obtener refieran a una misma cultura o a culturas diferentes.

    El objetivo de la gua metodolgica de Trager queda meridianamente claro: conseguir lasistematizacin terica de los actos y las funciones sexuales de una o varias cultura/s osociedad/es. Las maneras de alcanzar el objetivo tambin es transparente. Incluso, pudieradecirse que fcil: por medio de tres niveles, que Trager llama procesos. Un primer nivel, losita en el contexto cultural; un segundo nivel, queda establecido en el contenido delsistema cultural; y un tercero y ltimo, en el funcionamiento de ese mismo sistema. Estostres niveles ayudan a desentraar las pautas culturales de la sexualidad por medio de un anlisisprocesual. Una subdivisin posterior permite que los niveles o procesos, una vez analizados,den lugar a la ordenacin de las distintas actividades sexuales, que quedan enmarcadas en reasy constituyen un total de nueve. Trager las llama focos culturales y establece nombresespecficos y concretos para cada una de ellas. El proceso de fragmentar lo ya fragmentado ysubdi-vidir lo ya subdividido no se detiene en los teos. Los nueve focos culturales seramifican en veintisiete mbitos culturales y, en ese desgajamiemo continuo, los mbitosculturales se transforman en ochenta y un sistemas culturales

    Con el fin de ejemplificar de forma concreta lo anteriormente expuesto y tambin de maneraque sirva de gua metodolgica a otros antroplogos, Trager muestra (p. 115) el proceso deelaboracin de uno de los nueve focos. Concretamente el que llama bisexualidad.(Entendindose por tal no el concepto que hoy se tiene de ella, sino los rasgos fsicos deldimorfismo sexual, que diferencian de manera convencional y limitada al varn de la mujer.

    Ajustndose, as, al modelo dos sexos/dos gneros que se desentiende de cualquier tipo dediscrepancia no acomodada a los principios y contenidos de las directrices modlicas; vaseNieto, 2003). Este es, en sntesis, el esquema de anlisis cultural del sexo de Trager.

    La reiterada incidencia de Trager a referencias culturalistas, no conduce, sin embargo, lasexualidad a un umbral cultural. A un marco de cultura, como pudiera parecer en un principio.En consecuencia, lleva a engao. Porque tanto los procesos culturales de los distintos nivelesde contexto, de contenido y de funcionamiento, como los llamados focos culturales, mbitosculturales y sistemas culturales, no tienen la relevancia que indican las continuas subdivisiones.Las ramificaciones culturales que se nos muestran, crean, a medida que se extienden, la falsasensacin de ser generadoras de una acumulacin muy rica en matices, que nacen del fondo dela organizacin social. No es as. El sustrato de la ramificacin cultural de una organizacin

    social dada, para Trager, no tiene fondo cultural. Sus bases estn firmemente encerradas en lanaturaleza biolgica del ser humano (p. 115). El biologismo de Trager es mucho ms radical,con diferencia, que el de Honigmann y el de Kluckhohn. Su determinismo biologista, hace quela cultura de la sexualidad, a pesar de que parezca lo contrario, tenga una presencia real

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    subalterna. Que est determinada, hasta tal punto, por la biologa, que sta haga de aqulla unamera referencia encerrada en puntos ciegos de expresividad y diversi dad sexual. Trager,adems, aade, para dar ms solidez a su reflexin terica, que la biologizacin de la cultura dela sexualidad se sustenta no slo en su proposicin. La mayor parte de los antroplogos de lapoca siguen la misma idea. Y en esto, con las diferencias de nfasis pertinentes, por supuesto,lleva razn. Es, pues, en la biologa, no en la cultura, donde se encuentra la esencia de lasexualidad. Que en Trager se configura fundamentalmente porque el ser humano, ante todo, esun mamfero con presencia sexualmente dimrfica. Es el mamfero de dos sexos lo que leconduce a formular la bisexualidad como foco. Y ms, como epicentro de la cultura.Porque las manifestaciones culturales, cualesquiera que sean ellas, y la sexualidad, como ex-presin de la actividad cultural no es excepcin, estn basadas y predeterminadasbiolgicamente. Sus fundamentos, dice Trager, radican en la naturaleza biolgica yneurolgica del ser humano y, por extensin, en la naturaleza del universo fsico. Yrefirindose de forma precisa a los dos sexos de ese universo, diferenciados biolgicamente,apuntala su visin de la sexualidad del varn y de la mujer, cuando afirma que la actividadcultural (de las actitudes y conductas sexuales, hay que deducir de sus palabras) de ambos,emerge de esos cimientos fsicos y fisiolgicos que procuran y modelan su existencia.

    Menos radical, en cuanto a posicionamientos interpretativos de la sexualidad, es la reflexinterica de La Barre (1971). La inclinacin biologista de este autor es menos firme que la deTrager. Reconoce y da crdito a unas bases primarias biolgicas pero no se identifica con lasobredeterminacin biolgica que resalta los instintos. Lo instintivo, especie de impulsoirrefrenable del ser humano, est sobredimensionado por la biologa. Expresamente, larepresentacin biolgica de tal cuo, para La Barre, es una tentacin que llama (p. 52)sobreinstintividad. Y para un humanista, como el mismo se define, no es de recibo.

    En una serie de subdivisiones, que recuerda el estilo de Trager, la sexualidad del serhumano, para La Barre, puede taxonomizarse en al menos diez niveles, que se renen en tresgrupos. En concreto, hay una sexualidad primaria, otra secundaria y, finalmente, unasexualidad terciaria o de tercer grado. En este orden de presentacin, de grados (o de

    importancia), resulta obvio decir que la sexualidad primaria es la sexualidad bsica, la demayor relevancia, la que da forma y consistencia a las dems. Pues bien, esa sexualidadprimaria y bsica tiene distintos componentes. Cuatro, en total, pero todos ellos estrictamenteenfundados en la biologa o en la morfologa anatmica de ella derivada. Los componentes son:el sexo celular o cromosmico, el sexo gonadal, el sexo genital externo y las estructuras dereproduccin accesorias internas, refirindose, el autor, en concreto, al tero y la prstata. As,la sexualidad primaria, en s misma, constituye una representacin fuertemente biologizada,que predeterminar la representacin cultural del individuo en sociedad.

    La configuracin anatmica de la sexualidad primaria evoluciona con los aos, dando lugara lo que La Barre llama sexualidad secundaria. sta es un resultado de aqulla. La sexualidadprimaria en su evolucin posibilita la emergencia de la sexualidad secundaria. Que no es ms

    que la aparicin en la adolescencia de los rasgos corporales de la diferenciacin masculina yfemenina. Hombros anchos del varn, frente a caderas anchas de la mujer y todo lo dems:distribucin corporal de la grasa, del vello, estatura etc. En este nivel (o tipo) de sexualidad,que pudiramos llamar transicional, la biologa se somete a un ligero y superficial contrastecultural. Si los rasgos biolgicos-anatmicos individuales no se ajustan al estereotipo culturalpor ejemplo, un hombre excesivamente bajo o una mujer excesivamente alta, al norepresentar la estatura que el entorno cultural de la sociedad espera de ellos, aunque stostengan una sexualidad completamente normal (p. 39), pueden tener problemas psicolgicos.Lo que La Barre no explica es por qu la biologa y, por extensin, la sexualidad primaria y se-cundaria, son productoras de diversidad. Especialmente cuando el estereotipo biolgico dedimorfismo sexual, la configuracin biolgica de los dos sexos diferenciados es rota por lapropia biologa. Adems, La Barre indica como la cultura, por medio de sus variantes, hace que

    los mismos rasgos de configuracin anatmico-biolgica tengan distintas lecturas en distintassociedades. Lo hace recurriendo al ejemplo tpico de la obesidad de las mujeres (valorada enTurqua y rechazada en Estados Unidos). Y, como contraste, lo compara con la delgadez de lamujer norteamericana (valorada en Estados Unidos y devaluada en Turqua). La Barre no se

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    plantea, como lgicamente es de esperar cuando escribe es el ao 1971, lasreivindicaciones actuales de las mujeres obesas norteamericanas, para impedir que el espaciocultural que ocupan quede relegado en los mrgenes de la sociedad. Y tampoco la alta estimade la delgadez de las actuales mujeres turcas ms occidentalizadas.

    En la llamada sexualidad terciaria es donde La Barre se inclina por dar ms peso a la

    cultura. Por medio de la asignacin de sexo, del rol de gnero y de la orientacin de gnero.Producindose, as, que las diferencias culturales de masculinidad y feminidad seansignificativas. Hasta el punto de que el estereotipo cultural de lo masculino y lo femenino seresquebraja al someterse a comparacin intercultural. Las normas culturales de una sociedad, alcompararse con otra sociedad, que tambin instituye sus propias normas culturales deregulacin, muestran como las conductas que para ella son signos de expresin sexual, dejan deserlo para la otra. Cuando los bereberes se pasean con las manos entrelazadas, dice La Barre,no es una muestra de inclinacin sexual, es un signo de amistad. Y continua diciendo, el besosagrado, boca a boca, que, tiempo atrs, los hombres de los Apalaches se daban dentro de laiglesia, antes de iniciar el culto de la manipulacin de serpientes, tampoco tiene significacinsexual. Ms an, las normas culturales de las conductas (sexuales, para unas sociedades; y consignificacin distinta, amistosa o de cualquier entidad no sexual, para otras), al compararse,

    permiten, a La Barre, extrapolarlas, a una misma cultura. Pasa, as, de la comparacinintercultural a la comparacin intracultural. El factor que introduce aqu, para permitir lacomparacin, es el factor tiempo. Y, con ello, nos quiere proporcionar la posibilidad decontemplar los cambios histricos de expresin sexual. Esta afirmacin, junto a las diferenciasinterculturales de la sexualidad, podran hacer de La Barre un construccionista social avant lalettre. Un adelantado de la teora de la construccin social de la sexualidad. Pero es difcil lahomologacin en ese sentido porque, aparte del sentido biolgico de algunas de sus ideas, atravs de los ejemplos que utiliza se obtiene la impresin que el nfasis impuesto en el factortiempo se desvanece. Cuando dice (p. 50) que en cada generacin y en cada sociedad seestablecen rgidos estereotipos que estadsticamente pocos individuos pueden cumplir,aduciendo, como ejemplo, las sedas que usaba Luis XIV probablemente el hombre mspoderoso de su tiempo, adems de no ser el ejemplo ms apropiado de la sexualidad de lapoca/ sociedad, Francia de finales del siglo XVII y principios del XVIII, lo que compara noson las conductas sexuales de esos siglos, con, por ejemplo, las conductas sexuales del sigloXX. Lo que realmente compara son las pautas sexuales de unos pocos y, en concreto, LuisXIV, con las pautas sexuales (silenciadas) de la inmensa mayora de los ciudadanos de lapoca. As, desdicindose de la intencin, el factor tiempo es un factor de referencia a unapoca, ms que un factor temporal comparativo, referenciado a distintas pocas.

    En suma, el posicionamiento de La Barre le hace situarse entre dos extremos. En uno sitala sobredimensin biolgica de la sexualidad; en el otro, la sobredimensin cultural, propia delos antroplogos culturales, pronos a los excesos relativistas. Esto para nuestro antroplogo esun caos. Aquello, una certeza en forma de dogma. Alejndose de dogmatismos biolgicos y decaticos relativismos culturales, aboga por un humanismo interpretativo de la sexualidad. Y,

    as, como humanista, seala (p. 52) que sabe que siempre hay cambios de estilo y muchasformas de ser humano. Haciendo hincapi en las diferencias, no en la diversidad.

    Reconceptualizar la sexualidad desde la antropologa

    Hemos visto, en el epgrafe precedente, como la aproximacin biolgica de la sexualidad,no resultaba incompatible con la aproximacin cultural, propia de la Antropologa de esadenominacin. Es ms, no slo no era incompatible, sino que, al ser las bases biolgicas elfundamento de la sexualidad, la biologa jugaba un papel predominante y hegemnico.Biologa y cultura convergan desequilibradamente. As, la interpretacin de la sexualidad, pormuchas capas superpuestas de variantes culturales que tuviera, en ltima instancia, vena dadaen clave biolgica. La superposicin cultural asentada en los cimientos de la biologa, produca,

    a travs de los escritos antropolgicos apuntados con anterioridad, la impresin de estarcontemplndose la imbricacin de un todo consistente y compacto. Sin embargo, laconsistencia de ese todo, de dos polos, biolgico y cultural, resultaba engaoso. No exista dehecho tal bipolaridad. Su existencia hubiera requerido que biologa y cultura tuvieran un mismo

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    nivel de hegemona y prevalencia. Lejos de esa nivelacin que conduce a la consideracin delas dos partes como iguales, la biologa se comportaba con propiedades demirgicas y laantropologa adoptaba caractersticas bioflicas; es decir, de biofilia, de amor a la biologa.La vida en sociedad, lejos de interpretarse con patrones de culturofilia, estaba inyectada,aunque resultara contradictorio, de cultura biologizada. Se trataba, pues, de sociedades bifilas;la vida en sociedad estaba resuelta por la biologa. Porque, en puridad, la programacin de labiologa, al adentrarse en la organizacin social y determinar la cultura, se transformaba enideologa y actuaba en forma de milenarismo cientfico. Aunque, paradjicamente y sinpretenderlo, la biologa se reconverta a s misma en cultura.

    A manera de ejemplo, esa bipolaridad desmedida y desmentida, nos recuerda algo parecidoa lo que sucede, a la bipolaridad de sexos y de gneros. Varones y mujeres y roles masculinos yfemeninos constituyen la representacin de un modelo bipolar. Modelo que no colma lasaspiraciones y expectativas de las mujeres, al haber dado mayor peso hegemnico en sociedada la proyeccin biolgica-cultural de los varones. El modelo unitivo de la biologa y la cultura,como en el modelo de influjo cultural, es, pues, un modelo bipolar ficticio, cuya propensinterica se trunca y quiebra de continuo en la prctica societaria.

    La construccin social de la sexualidad surge del rechazo de esa imbricacin modlica entrebiologa y cultura. Y de su imposibilidad prctica. La tenencia terica del modelo bipolar de lainterpretacin de la sexualidad, sustentaba en sus races un hacer prctico de imposiblecumplimiento. Las prcticas culturales de la sexualidad desbordaban los lmites del modelo debase biologista. A las leyes de la naturaleza, propugnadas por el esencialismo biolgico delmodelo, cabra aplicar lo que Martin Rees (2003) seala para el cosmos: la naturaleza en formade leyes no es otra cosa que la proyeccin de reglamentos locales, presentes en la realidadcomo consecuencia del big bang. As, las leyes biolgicas, su normativa esencialista y sucodificacin de la naturaleza en forma de proyeccin universal, quedan anilladas por lassociedades y por las expresiones culturales de la sexualidad, que en ellas se concitan yproducen. Son las culturas las que posibilitan o entorpecen la naturaleza biolgica de lasexualidad.

    A medida que las interpretaciones hundan sus races en la biologa, el modelo se haca msininteligible desde la cultura. Haba una fisin de ese supuesto todo biolgicocultural. Biologay cultura resultaban divergentes o, al menos, no convergan. La cultura no pareca confirmar losprincipios unlversalizantes de la biologa. Ms an, los transgreda. Por ello, el modelo bipolardeja de tener sentido para el construccionismo social de la sexualidad. Adems, el par deopuestos, desnivelado en trminos de hegemona, que representa, por un lado, el esencialismo yuniversalismo biolgico, y, por otro, las variantes del relativismo cultural, se desvanece en losescritos de los construccionistas sociales de la sexualidad.

    De todo ello se desprende que para los construccionistas sociales comprender la sexualidadsignifica transformarla de sentido. Pasar de un sentido de interpretacin biolgica, a un sentidode interpretacin socioantropolgica. La sexualidad, como el trabajo y el ocio, como la

    gastronoma y las composiciones musicales, y, en general, como todo lo que acaece ensociedad, forma parte de un repertorio que surge como producto del quehacer polivalentehumano. Este es el sentido que daba Rubin (1975) a la sexualidad, cuando en un artculo,considerado como pionero y seminal en el mbito del construccionismo social antropolgico,seala que la sexualidad biolgica en sociedad deja de ser tal, transformndose en sexualidadactivamente humana. Artculo equiparable, en lo que refiere a anticipacin, al de Me Intosh(1968), en relacin a la identidad y los roles de los homosexuales en sociedad; lo que, como sesabe, supuso el inicio de la transformacin interpretativa de significados de la homosexualidad.

    Adems en estos nuevos lindes construccionistas de interpretacin de la sexualidad, lareproduccin deja de ser destino nico. La sexualidad ya no es equiparable a reproduccin. Lareproduccin como objetivo del coito penevaginal, como ncleo duro del acto sexual, se

    transforma en opcin a elegir, y, en consecuencia, su universalizacin se erradica. Con lo quese favorece la supresin de las diferencias convencionales de gnero, en el sentido de que lareproduccin de la mujer, como fin inexcusable a alcanzar, deja de constituirse como el grandiferenciador respecto al hombre. Por extensin, los actos sexuales, con independencia de su

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    expresin, por idnticos, similares o parecidos que sean, para el construccionismo social,tampoco tienen significacin universal. Tienen que pasar por la significacin del tamiz cultural.Y, adems, apartndose de ideas biolgicamente preconcebidas y asumidas como inalterables,se descargan de etnocentrismos, reductores de la diversidad sexual y dejan de ser parmetrosomniabarcantes.

    El contraste de significados que ofrecen las distintas sociedades y las culturas que lasforman, en el construccionismo social se resaltan. De realidades sociales diferentes no se puedeasumir que los actos sexuales que las configuran puedan tener el mismo significado, pudiendoextraer de ellos una sola lectura. Lafellatio de los sambia no tiene el mismo registro culturalpara la sociedad aludida que el que viene dado por las culturas occidentales. Sus significadosdifieren. Las sociedades regulan la sexualidad. El significado de las conductas sexuales esresultado de la organizacin social. El semen que un adolescente sambia traga, por medio delafellatio, le sirve para crecer, masculinizarse y hacerse adulto. As lo concibe y regula lasociedad sambia (vase artculo de Herdt, en este libro). Nada que ver con la concepcin delafellatio en las sociedades occidentales. Ms an, para un esencialista, la ingesta de semen deun nio sambia, estara ms prxima a la biologa, que a la cultura. Sera una etapa de creci-miento del varn, una hormona que ayuda a masculinizarse. Claro que esto es una

    apreciacin esencialista, hecha por alguien que no lo es. Una ficcin que sirve para ilustrarcomo lafellatio es alterable en significados. Es su contenido cultural, no el biolgico, lo que leconfiere significado y diversidad. Idear lafellatio, es idearla so-cialmente.

    La sexualidad en conjunto es ideada socialmente. Las culturas dan forma y contenido a lasconductas, a las experiencias y a los actos sexuales en sociedad. Las culturas articulan,vertebran, codifican y perfilan las prcticas sexuales de sus ciudadanos. Enmarcan, etiquetan yregulan la vida sexual. En la cultura radica el marco que posibilita establecer esquemas deanlisis sexual. Por esta razn, hoy, el esquema del anlisis cultural del sexo de Trager seraredundante, casi constituira un pleonasmo. Porque si se parte de un.marco cultural de lasexualidad, no de un marco biolgico, la resultante de un anlisis sexual, aplicado a ese marco,tiene que ser necesariamente cultural. Enmarcar la sexualidad culturalmente, por lo dems,

    significa expandir su concepto y comprensin. Porque el concepto cultural de normal, nosometido al imperativo y preprogramacin de lo biolgico, tambin se expande. La muestraplural de la sexualidad, las sexualidades, las culturas sexuales lo permiten. Y no slo eso.Tambin permiten establecer criterios interpretativos de la sexualidad, que arrancan de raz lospatrones etnocentristas. De hecho, la construccin social y cultural de la sexualidadproporciona herramientas de interpretacin que horadan conceptualizaciones que quisieran serfijas y estables. As, se pasa de la perversidad sexual, a la diversidad sexual. De la hipocresa dela doble moral, al reconocimiento de lo plural. Un nuevo diapasn afina la sexualidad.

    Por otro lado, la sexualidad al expandirse comprensivamente, al pluralizarse y diversificarseculturalmente, resalta no slo conductas y prcticas mltiples, sino que tambin las corporaliza.Las da cuerpo. Pasa de la presentacin conductual, a la concrecin corporal. Materializa, en

    carne, proyecciones y tendencias, hechos y conductas. Encarna los cuerpos; y en su hacer lesda vida. Les hace centro de sus observaciones. Y en la observacin, observadores y observadosdevienen inseparables, para dar sentido a la relacin que se establece entre ellos. Yulteriormente, para dar sentido a los actos que se observan, analizan e interpretan. Seincorporan los cuerpos a la cultura de la sexualidad. Y, adems, la sexualidad de los cuerpos seagranda. Ya no se trata slo la genitalidad corporal; la genitalizacin de las conductas deja deser nicho excluyente. El hecho genital, como configuracin central y exclusiva de la sexuali-dad, impide la comprensin de la expresin y manifestacin de otros nichos erticos delcuerpo. Adems de que el hecho genital, al actuar exclusivamente como mediador de lareproduccin, limitaba lo plural de la expresin sexual de los cuerpos. As la expansin de lasexualidad, al observar, en concreto, los cuerpos, hace de stos una pasin polimorfa. Porque ala mayor dimensin ertica de los cuerpos, a la fsica corporal en su totalidad, hay que aadir

    sentimientos, fantasas y sensaciones. Potencindose, pues, otras vas de comprensin de locorporal. No interesan slo los actos sexuales en s mismos, tambin interesan los sentimientosque subyacen en la accin. De la misma forma, las conductas sexuales, como puntos aobservar, se acompaan de otras expresiones difcilmente observables, pero de igual inters,

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    como las fantasas (vase, por ejemplo, Tuzin, 1995). Finalmente, las funciones corporales y loque significan para los poseedores de los cuerpos que las propician y dirigen se entiendentambin en relacin a las sensaciones que procuran. La dualidad cartesiana mente-cuerpo sediluye.

    Se infiere, de todo lo anterior, que hay una transmutacin de intereses. La construccin

    social y cultural de la sexualidad trastoca lo singular genital, para reconvertirlo en pluralcorporal. Y, as, el protagonismo de los cuerpos conduce al protagonismo de los individuos, delos actores sociales. Y al significado de sus acciones. Al significado que los individuosconfieren a sus conductas, a su quehacer sociosexual. En otras palabras, ya no se concibe quelos discursos sobre sexualidad sean en su significacin exclusivamente culturales. A losdiscursos debe incorporarse la significacin subjetiva. Los individuos, como actores sociales,no se sujetan al guin cultural parasitariamente, como lapas humanas. Antes al contrario,tambin hay en ellos capacidad innovadora. Que les permite crear, disentir y diferenciar.Enjuiciar, valorar y dar sentido y significado diferenciado a conductas y prcticas fsicamenteidnticas y similares. Que les lleva a la evaluacin cultural de los actos sexuales; a lainterpretacin de la valoracin que una cultura dada haga de las prcticas sexuales, permitiendounas, impulsando otras y prohibiendo las dems. De esta forma, a la lectura interpretativa que

    el individuo confiera a los significados culturales de la sexualidad, se debe integrar la lecturaque los individuos hagan de sus actos. Habindose pasado de una innovacin subjetivatitubeante en los primeros momentos del construccionismo social, a la ms reciente disidenciaindividual formulada por la teora queer. Vemos, pues, que, a manera de cadena detransformacin, los significados de la expresin sexual han pasado de tener una plasticidadbiolgica, a tener una plasticidad cultural.

    Y sin abandonar esa representacin cultural han alcanzado una plasticidad corporalsubjetiva. Los mismos actos, pues, tienen significaciones distintas segn los sujetos que lasinterpreten: bilogos, antroplogos culturalistas-biologicistas, antroplogossocialconstruccionistas. Y tambin los simples actores sociales. En este sentido, eltransgnero y las formas en que los transgeneristas conciben la transexualidad constituyen

    puntos esclarecedores de la afirmacin aludida (vase artculo de Boln, en este libro; Nieto,1998 y 2002). Y, en general, conviene resaltar las palabras de Castro y Castro (2003: 25), alreferirse al libro de Marina, El rompecabezas de la sexualidad, y su Gran Proyecto tico de lasexualidad: Nos parecera ms valioso y sensato cualquier intento de reflexin sobre laantropologa de la sexualidad y su relacin con la filognesis de una razn humana anegada devalores, que un Gran Proyecto tico que, llevado por una exaltacin digna de mejor causa,pretende sentar las bases de una metatica de la felicidad sexual. No hay sexualidad expresivaque se ajuste antropolgicamente a un universo sin fracturas, a una Gran Teora sincontrastacin etnogrfica, a una interpretacin desprovista de diversidad. Antropolgicamente,la sexualidad no necesita devenir orquesta, siempre lo fue. Otra cosa es que su interpretacin sehiciera con un solo instrumento.

    Precisamente, las crticas del feminismo y de los escritos gays y lsbicos a la sexualidadhegemnica, la heterosexualidad, fueron puntales firmes que facilitaron el surgimiento delconstruccionismo social. Los escritos feministas pro sexo, entre otras informaciones, nosmuestran como las mujeres desestabilizan la interpretacin del coito penevaginal. Los gruposfeministas de discusin de sexualidad de los setenta, permiten entender como el coito, para lamujer, deja de ser un deber marital y el orgasmo mltiple clitoridiano pasa a ser un objetivoa alcanzar. Procediendo as, el axioma cientfico de la pasividad sexual de la mujer sedisuelve. De igual forma, las feministas pro sexo nos advierten como el control de nacimientosdesliga la sexualidad de la reproduccin (vase Vanee, 1989 y 1991). Por otro lado, los escritosgays y lsbicos tambin desvinculan la sexualidad de la reproduccin. Igualmente, separan lasconductas homosexuales de la identidad gay: las relaciones sexuales entre personas del mismosexo no deben confundirse con la identidad (vanse los trabajos de Tan y Weston en este libro;

    Parker y Gagnon, 1995)La construccin social de la sexualidad no implica ni espera que sus arquitectos

    construyan todos de la misma forma. Partiendo de un mismo paradigma, el anlisis y lainterpretacin social y cultural de la sexualidad, la construccin sociocultural se diversifica, a

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    mi juicio, en tres grandes itinerarios. Todos ellos relacionados con la significacin y relevanciaque alcanza la cultura. A saber: la cultura como transformacin de la biologa, la cultura comoentidad interpretativa predominante y la cultura como determinante explicativo de lasexualidad.

    En primer lugar, la cultura como transformacin de la biologa implica que es aqulla y

    no sta la que explica la sexualidad y sus actos. De hecho, se trata de una inversin del modelode influjo cultural. En este dar la vuelta a lo observado e interpretado, las bases desustentacin biolgica dejan de tener la relevancia que previa mente se les atribua. Por muybiolgicamente predeterminado que est el deseo sexual, su carta de naturaleza no es ley. Latransformacin prctica del deseo no es fija, tampoco estable. El producto de esatransformacin, es decir, el deseo en accin, es cultural y plural. El fijismo biolgico de losdeseos se transforma por medio de los actores sociales. Que convierten los deseos sexuales dela naturaleza en actos sexuales de la cultura. El individuo y sus conductas sociales instituyen elsentido de la sexualidad, al tiempo que la proveen de significado.

    En segundo lugar, la cultura como entidad interpretativa predominante de la sexualidadrequiere de mltiples formas de sustentacin y apoyo. La sexualidad parte, pues, de bases que

    no se estrechan o encierran en el fijismo biolgico. La transformacin biolgica en culturatambin se da en este apartado, pero con una addenda, matiz importante a tener en cuenta. Eldeseo sexual no viene dado en trminos de fijacin. No es fijo, ni consustancial dadas susmanifestaciones variasal sujeto. Y mucho menos a sus experiencias sexuales, que leconfiguran como actor social de las mismas. Pudiera decirse, incluso, que hay pluralidad dedeseos sexuales. Diversidad de la expresin biolgica de los deseos. La intersexualidad o,mejor dicho, las intersexualidades son un ejemplo muy apropiado. La pluralidad intersexualque registra la biologa es evidente. Como transforman sus deseos en sociedad los intersexualesviene delimitado por la flexibilidad del modelo cultural de la sociedad que habiten. Laorientacin sexual de los intersexuales, partiendo de biologas alteradas y, por tanto, no fijas,se multiplican en sociedad por medio de las experiencias subjetivas.

    Finalmente, la cultura como determinante explicativo de la sexualidad implica, comopostura interpretativa ms extrema, la negacin del deseo sexual biolgico. Aqu se produce, loque pudiera entenderse en algunos construccionistas sociales, la liberacin corporal del yugobiolgico. La expresin del deseo sexual y de sus mltiples facetas se confiere en exclusiva alcuerpo cultural. El cuerpo, como tal, lo es en tanto que reside en la cultura. Y en su versinms determinista pertenece a esa misma cultura. Como las culturas no son fijas ni estables en eltiempo, tampoco lo son los cuerpos que las forman. La historia y los individuos se encargan detransformarlos, proporcionando lecturas divergentes de actos sexuales idnticos, similares oparecidos. En las historias culturales de las sociedades y en la intencin individual, no en lasanatomas y fisiologas corporales, radican las races comprensivas e interpretativas de losdeseos sexuales. El deseo sexual, como impulso biolgico no sometido a nada ni a nadie,campeando en sociedad sin lmite alguno, sin fuerzas culturales que lo restrinjan, pierde su

    esencialismo, cuando se da a la cultura predominio exclusivo para interpretar la sexualidad. Dehecho, determinndola.

    Estos tres grandes itinerarios, a pesar de sus diferencias interpretativas de la sexualidad,tienen un mismo denominador comn: la discontinuidad o, si se quiere, la deconstruccin delas contribuciones antropolgicas sexuales que les precedieron. Puesto que, como ya queddicho, cualquier interpretacin de la sexualidad, en un momento dado, y el construccionismosocial no es excepcin, parte de un cuerpo de pensamiento precedente. Es decir, de prismasinterpretativos de la realidad sexual, formulados, unas veces, expresa y explcitamente, y, otras,de forma tcita e implcita. Y, como la doble moral, los prismas de interpretacin tienen(cuando menos) un doble rasero expresivo. Unas veces se expresan con claridad ycontundencia; otras estn pseudoformulados y tienen que inferirse. El antroplogo que portradicin investigaba las sociedades exticas, tambin parta de esos prismas deinterpretacin que estaban enraizados en su sociedad de origen.

    Ese mismo antroplogo si quiere investigar la sexualidad extica de las sociedades nooccidentales, se encuentra tambin ante dos ideas preconcebidas, en forma de premisas,

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    fuertemente instaladas en sociedad. La primera parte del supuesto de que la sexualidad estdeterminada biolgicamente. De forma que le hace situarse ante un dilema. La sexualidad porsu determinacin biolgica no es asunto de su competencia profesional, su estudio pertenece alas ciencias biomdicas. O, en el caso de rechazar este planteamiento e interesarse por suestudio, el antroplogo debe asumir el criterio biolgico determinante de la sexualidad (querepercutir, obviamente, con firmeza en la investigacin cultural a llevar a efecto). Caminoseguido por el modelo de influjo cultural. La segunda premisa parte de la idea preconcebida deque la sexualidad no debe ser objeto de estudio, no sera serio. El dilema, como se ha visto, seresuelve durante muchos aos no investigando apenas la sexualidad; con el silencio de laAntropologa ante el hecho sexual. As, el antroplogo convencional, de las dos opcionesposibles que tiene ante s, la continuidad o la discontinuidad del cuerpo de pensamiento que leprecede, decide optar por la primera. Por el contrario, el antroplogo que sigue directrices de laconstruccin social y cultural de la sexualidad opta por la discontinuidad y, si se quiere, rupturade ese mismo cuerpo de pensamiento, de las ideas-cuerpo precedentes. Discontinuidadmanifiesta, en trminos de inters por el estudio de la sexualidad y su diversidad y por elabandono de la biologa como herramienta de interpretacin sexual. Acaso sea esta rupturapersonal del antroplogo social-construccionista, su rechazo a seguir predicamentos

    acadmicos previamente instituidos, lo que le ha hecho observar e interpretar las conductassexuales de forma discontinua, sin entidad fija. O viceversa.

    Causa o efecto, lo que aqu intento resaltar es el hecho de que una de las principales crticasal construccionismo sociocultural de la sexualidad, formuladas por los esencialistas, es que losconstruccionistas ven discontinuidad de conductas e identidades por todas partes. A lo quehabra que responder que la percepcin est en el ojo del que mira, como se dice a la hora decentrar lo que constituye pornografa. Miradas, pues, diferentes, para unos y para otros, paraesencialistas y construccionistas. Para estos, no slo lo observado, tambin la observacin y elobservador de la sexualidad se sitan histrica y culturalmente. Consecuencia de esa situacin,antes del construccionismo, los esencialistas no necesitaban definirse como tales yconsiguientemente tampoco necesitaban de etiquetas de identificacin. No exista oposicinconstruccionista. Todo investigador de sexualidad, independientemente de su especificidadprofesional, era esencialista, sin necesidad de autodenominacin alguna. No se requera, pues,presentacin. Con el construccionismo social y los construccionistas surge la denominacin yla presentacin (en la sociedad cientfica) del esencialismo y los esencialistas. Estos, incluidoslos antroplogos que siguen parmetros del modelo de influjo cultural, en su insuperabledeterminismo, no admiten, sin embargo, que se les denomin con esa etiqueta. Y, en estesentido, tambin abogan por la continuidad. Esta postura si antes resultaba comprensible, ahoralo resulta todava ms, dado que la globalizacinde la gentica, como causa final que explicatodo lo que sucede en sociedad, se ha superado a s misma en el ltimo decenio. Es en esaimperiosa globalizacin de antes, y mucho ms de ahora, que incide insistentemente enargumentos explicativos que se sustentan en el esencialismo, en la que se basa el rechazo de laetiqueta. Y la que hace que el nmero de cientficos que se autodenominen esencialistas sea

    muy reducido, nfimo. Al fin y al cabo, el esencialismo, como la heterosexualidad, se presentaen trminos de asuncin y, como tal, se asume y se da por descontado y seguro. Enconsecuencia, el autorreconocimiento identitario no procede. Las cosas que se dan por segurono necesitan demostrarse. Por lo mismo, son muchas las tradiciones acadmicas que todavahacen de la sexualidad odos sordos (vase Weston, 1998).

    Sexualidad y trabajo de campo

    Terica es la causa, prctica la consecuencia. Si la biologa es el sustrato bsico de lasexualidad, el antroplogo de influjo cultural toma el concepto acrticamente, como unaconstante. De l parte y con l se va a realizar su trabajo de campo. Reacio a admitir que laconstancia intelectiva de la sexualidad como parmetro, y, por tanto, no sometida a

    contingencia alguna, es una fantasa. Un supuesto que no necesita de la constatacin emprica,inviolable en sus principios. Para Simn, a quien el construccionismo social debe muchasideas, es una pura ilusin. En un contexto, como el presente, en que la rapidez de los cambiossociales se suceden con velocidad de vrtigo, entender la sexualidad como entidad biofsica y

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    ahistrica y, adems, hacer de sus usos una realidad permanente, es ignorar que, conanterioridad, la humanidad nunca haba experimentado transformaciones de tal magnitud(Simn, 1996: 2-3).

    La ceguera de la interpretacin biomdica de la sexualidad, as, se constituye en ideologa.Y, de la misma forma, la sexualidad biomedicalizada aspira ya se dijo a tener alcance

    universal. Por ideologa y universalizacin, es por lo que el trabajo de campo extico delmodelo de influjo cultural, en este sentido, es mera proyeccin, con algunas variantes, de lasexualidad biomdica. El seguimiento de sus pautas biolgicas fija los criterios e incluso parecegarantizarlos, para una disposicin sexual saludable. Ante la presencia de una expresin sexualdiferente a la de la realidad social de la que proviene el antroplogo, la Antropologa posibilitala diferencia, sin embargo, la variedad sexual etnogrfica de campo diferentes contextossexuales, diferentes significados sexuales no contempla la diversidad. La biomedicina y sumodelo sexual universal, de hecho, limita y, en su extremo, rechaza la diversidad sexual. Y ensu proyeccin, al seguir el modelo de influjo cultural sus criterios, el etngrafo deviene unobservador alejado de la sexualidad o contempla a sta como permanencia biolgica. Sobretodo, cuando la informacin biolgica (Tiefer, 1997) deriva a un modelo de salud de normas ydesviaciones. Y, as, para la autora (p. 112), si lo que queremos es algo ms que una retrica de

    la salud sexual, no hay ms remedio que mirar fuera del mbito de la medicina. De lo contrario,lo normal ser lo sexualmente saludable (y, cabe aadir, la postura del misionero suproveedora, adems de su destino) y lo desviado (es decir, la diversidad) lo sexualmenteenfermo. Siendo as la biomedicina de la sexualidad una discursiva moralizante, adems deesencializante.

    Que el modelo de influjo cultural tomara como gua de campo la biologa del modelobiomdico no contribuy a esclarecer y desarrollar el concepto de diversidad sexual. Tal asertoresulta ahora ms evidente, cuando la propia biomedicina reconoce que la sexualidaddescontextualizada social y culturalmente pierde sentido. Heiman, de la Facultad de Medicinade la Universidad de Washington, parece haber recogido el testigo de Tiefer. La revista TheJournal of Sex Research (JSR), dedic, en el ao 2000, un nmero especial a los avances

    mdicos y la sexualidad humana. En un artculo, que introduce los contenidos de ese nmero,Heiman (2000: 193-94) seala que la medicina por s sola nunca podr disear lo que es ypuede ser la sexualidad humana. Basndose en que las referencias de la medicina son losdiagnsticos, los trastornos y las enfermedades. Aunque, indica literalmente, el objetivo sea laprevencin (de esas enfermedades).

    En consecuencia, para Heiman, la contextualizacin de las conductas y respuestas sexualesdeben realizarse priorizando lo social, lo cultural y lo histrico. Siendo consciente, por lodems, que el inters creciente por la perspectiva sociohistrica y sociocultural de la sexualidadse topa con grandes impedimentos para su desarrollo: la ausencia de apoyos financieros o lasayudas irrisorias, en comparacin con las que obtiene la biomedicina. El monopolio mdico deldiscurso cientfico de la sexualidad, sin embargo, no es bice, segn Heiman, para que el papel

    jugado por los investigadores y estudiosos de la sexualidad, profesionalmente fuera del mbitode la medicina, sea ms y ms relevante. No obstante, habra que puntualizar que muchos?mdicos, invitados a participar con un artculo en el nmero