ANTOLOGÍA LITERARIOS 2013_2014

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    Iban a matarlo? Sbitamente, su mundo se haba estrechado tanto queno le caba la menor duda. Pero su consternacin no se deba a laprobable inminencia de aquello, sino al hecho de estar al corriente

    gracias a la efmera irrupcin de realidad que nace de una coincidencia. Elhaberse enterado de un complot letal contra su persona (su pacfica e incolorapersona) era un trance de tal envergadura que primero demandabasedimentarse, para luego ostentar las aristas lgicas del peligro. Pero saberlo apartir del minsculo acto de levantar un auricular (l) y escuchar el cruce dedos dialogantes (ellos), que se comunicaban sin redundar en esos pormenoresque tcnicamente son denominados medios, fines, o cosas por el estilo, peroque s dejaban claro la resolucin de asesinarlo, es decir, de sustraerle su mspreciado e intil patrimonio, era cosa inexplicable.

    No caben dudas, pens, han citado mi nombre completo, el nmero de una

    casa que es la ma, en mi calle, y luego han dicho que ya era el momento deeliminarme, de cepillarme, de pasarme la cuenta, de meterme en el traje depalo. Y para acabar con toda consoladora mala interpretacin, han sidoparticularmente quisquillosos ante la importancia de desaparecer rpidamenteel cadver.

    La sangre, le temen a la sangre, han dicho: no quieren mancharse con misangre.

    No obstante, antes de pensar en s mismo, antes de enmarcar en la

    consecuente red de alarma sensorial el peligro que corra su cuerpo rosablancoy afiebrado, le dio por pensar en las largas horas de su vida que haban estadoconsagradas al telfono. Noches enteras pasaba marcando al azar nmerosdistintos, o simplemente levantando y esperando. Esperando. Hasta queaparecan los ruidos, los cruces de voz, los dilogos sin rostro que lescuchaba desorbitado. Incluso alguna vez, de tanto remarcar series ciegas,haba provocado una coincidencia de nmeros reconociendo del otro lado lamisma exacta voz que dos horas antes le haba hablado. Nunca pens que suhobby, el vicio de las lneas telefnicas imperfectas en una ciudad que se caaa pedazos, fuera a regalarle la noticia de su muerte.

    Las Bestias (fragmento), Ronaldo Menndez, 2006

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    POEMA DE AMOR

    Mi madre, que me encuentra ms delgado,

    y se preocupa porque tengo ojeras.

    Mi padre, cada da ms distante,

    y, sin embargo, cada vez ms cerca.

    Mi hijo, que aparece con sus ganas

    de vivir, y me rompe los esquemas.

    Y, aunque lo dudes, t,

    que me soportas o que te rebelas

    cuando reniego o callo, que compartesmi malhumor y mis miserias.

    Y poco ms... Es todo lo que puedo

    llamar amor a los cuarenta.

    Poema de Amor en Variaciones y reincidencias, Javier Salvago, 1997.

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    o, seor, no soy malo, aunque no me faltaran motivos para serlo. Losmismos cueros tenemos todos los mortales al nacer y sin embargo,cuando vamos creciendo, el destino se complace en variarnos como si

    fusemos de cera y en destinarnos por sendas diferentes al mismo fin: lamuerte. Hay hombres a quienes se les ordena marchar por el camino de las

    flores, y hombres a quienes se les manda tirar por el camino de los cardos y delas chumberas. Aquellos gozan de un mirar sereno y alaroma de su felicidadsonren con la cara del inocente; estos otros sufren del sol violento de la llanuray arrugan el ceo como las alimaas por defenderse. Hay mucha diferenciaentre adornarse las carnes con arrebol y colonia, y hacerlo con tatuajes quedespus nadie ha de borrar ya.

    Nac hace ya muchos aos -lo menos cincuenta y cinco- en un pueblo perdidopor la provincia de Badajoz; el pueblo estaba a unas dos leguas deAlmendralejo, agachado sobre una carretera lisa y larga como un da sin pan,lisa y larga como los das -de una lisura y una largura como usted para su bien,

    no puede ni figurarse- de un condenado a muerte.

    Era un pueblo caliente y soleado, bastante rico en olivos y guarros (conperdn), con las casas pintadas tan blancas, que an me duele la vista alrecordarlas, con una plaza toda de losas, con una hermosa fuente de trescaos en medio de la plaza. Haca ya varios aos, cuando del pueblo sal, queno manaba el agua de las bocas y sin embargo, qu airosa!, qu elegante!,nos pareca a todos la fuente con su remate figurado un nio desnudo, con subaera toda rizada al borde como las conchas de los romeros. En la plazaestaba el ayuntamiento que era grande y cuadrado como un cajn de tabaco,con una torre en medio, y en la torre un reloj, blanco como una hostia, paradosiempre en las nueve como si el pueblo no necesitase de su servicio, sino slode su adorno. En el pueblo, como es natural, haba casas buenas y casasmalas, que son, como pasa con todo, las que ms abundan.

    La familia de Pascual Duarte (fragmento), Camilo Jos Cela, 1942.

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    BERNARDA.(Arrojando el abanico al suelo.) Es ste el abanico que se da auna viuda? Dame uno negro y aprende a respetar el luto de tu padre.

    MARTIRIO.Tome usted el mo.

    BERNARDA.Y t?MARTIRIO.Yo no tengo calor.

    BERNARDA.Pues busca otro, que te har falta. En ocho aos que dure el lutono ha de entrar en esta casa el viento de la calle. Haceros cuenta que hemostapiado con ladrillos puertas y ventanas. As pas en casa de mi padre y encasa de mi abuelo. Mientras, podis empezar a bordar el ajuar. En el arcatengo veinte piezas de hilo con el que podris cortar sbanas y embozos.Magdalena puede bordarlas.

    MAGDALENA.Lo mismo me da.

    ADELA. (Agria.) Si no quieres bordarlas, irn sin bordados. As las tuyaslucirn ms.

    MAGDALENA. Ni las mas ni las vuestras. S que ya no me voy a casar.Prefiero llevar sacos al molino. Todo menos estar sentada das y das dentro deesta sala oscura.

    BERNARDA.Eso tiene ser mujer.

    MAGDALENA.Malditas sean las mujeres.

    BERNARDA.Aqu se hace lo que yo mando. Ya no puedes ir con el cuento atu padre. Hilo y aguja para las hembras. Ltigo y mula para el varn. Eso tienela gente que nace con posibles.

    La casa de Bernarda Alba(fragmento), Federico Garca Lorca, 1936.

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    LA PASIN

    Salimos del amor

    como de una catstrofe area

    Habamos perdido la ropa

    los papeles

    a m me faltaba un diente

    y a ti la nocin del tiempo

    Era un ao largo como un siglo

    o un siglo corto como un da?

    Por los muebles

    por la casa

    despojos rotos:

    vasos fotos libros deshojados

    ramos los sobrevivientesde un derrumbe

    de un volcn

    de las aguas arrebatadas

    y nos despedimos con la vaga sensacin

    de haber sobrevivido

    aunque no sabamos para qu.

    "La pasin en Babel brbara, Cristina Peri Rossi, 1991.

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    LA PREGUNTA

    En la noche avanzada y repetida,

    mientras vuelvo bebido y solitario

    de la fiesta del mundo, con los ojos muy tristes

    de belleza fugaz, me hago esa pregunta.

    Y tambin en la noche afortunada,

    cuando el azar dispone un cuerpo hermoso

    para adornar mi vida, esa misma pregunta

    me inquieta y me seduce como un viejo veneno.

    Y a mitad de una farra, cuando el hombre

    reflexiona un instante en los lavabos

    de cualquier antro infame al que le obligan

    los tributos nocturnos y unas piernas de diosa.

    Pero tambin en casa, en las noches sin juerga,en las noches que observo desde esta ventana,

    compartiendo la sombra

    con el cuerpo entraable que acompaa mis das,

    desde esta ventana, en este mismo cuarto

    donde ahora estoy solo y me pregunto

    durante cunto tiempo cumplir mi condena

    de buscar en los cuerpos y en la noche

    todo eso que s

    que no esconden la noche ni los cuerpos.

    La Pregunta en La Plata de los Das, Vicente Gallego, 1996.

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    I)

    EL MINISTRO: No has cambiado!... Max, yo no quiero herir tu delicadeza,pero en tanto dure aqu, puedo darte un sueldo.

    MAX:Gracias!EL MINISTRO:Aceptas?

    MAX:Qu remedio!

    EL MINISTRO:Tome usted nota, Dieguito. Dnde vives, Max?

    MAX:Dispngase usted a escribir largo, joven maestro: -Bastardillos, veintitrs,duplicado, Escalera interior, Guardilla B-. Nota. Si en este laberinto hiciese faltaun hilo para guiarse, no se le pida a la portera, porque muerde.

    EL MINISTRO:Cmo te envidio el humor!

    MAX:El mundo es mo, todo me sonre, soy un hombre sin penas.

    EL MINISTRO:Te envidio!

    MAX:Paco, no seas majadero!

    EL MINISTRO:Max, todos los meses te llevarn el haber a tu casa. Ahora,adis! Dame un abrazo!

    MAX:Toma un dedo, y no te enternezcas.

    EL MINISTRO:Adis, Genio y Desorden!

    MAX: Conste que he venido a pedir un desagravio para mi dignidad, y uncastigo para unos canallas. Conste que no alcanzo ninguna de las dos cosas, yque me das dinero, y que lo acepto porque soy un canalla. No me estabapermitido irme del mundo sin haber tocado alguna vez el fondo de los Reptiles.Me he ganado los brazos de Su Excelencia!

    II)

    Hora crepuscular. Un guardilln con ventano angosto, lleno de sol. Retratos,grabados, autgrafos repartidos por las Paredes, sujetos con hinches dedibujante. Conversacin lnguida de un hombre ciego y una mujer pelirrubia,triste - v fatigada. El hombre ciego es un hiperblico andaluz, poeta de odas - Ymadrigales, MXIMO ESTRELLA. A la pelirrubia, por ser francesa, le dicen enla vecindad MADAMA COLLET.

    MAX:Vuelve a leerme la carta del Buey Apis.

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    MADAMA COLLET:Ten paciencia, Max.

    MAX:Pudo esperar a que me enterrasen.

    MADAMA COLLET:Le toca ir delante.

    MAX:Collet, mal vamos a vemos sin esas cuatro crnicas! Dnde gano yoveinte duros, Collet?

    MADAMA COLLET:Otra puerta se abrir.

    MAX:La de la muerte. Podemos suicidarnos colectivamente.

    MADAMA COLLET: A m la muerte no me asusta. Pero tenemos una hija,Max!

    MAX: Y si Claudinita estuviese conforme con mi proyecto de suicidiocolectivo?

    MADAMA COLLET:Es muy joven!

    MAX:Tambin se matan los jvenes. Collet.

    MADAMA COLLET:No por cansancio de la vida. Los jvenes se matan porromanticismo.

    MAX: Entonces, se matan por amar demasiado la vida. Es una lstima la

    obcecacin de Claudinita. Con cuatro perras de carbn, podamos hacer elviaje eterno.

    MADAMA COLLET:No desesperes. Otra puerta se abrir.

    MAX:En qu redaccin me admiten ciego?

    MADAMA COLLET:Escribes una novela.

    MAX:Y no hallo editor.

    MADAMA COLLET: Oh! No te pongas a gatas, Max. Todos reconocen tutalento.

    MAX:Estoy olvidado! Leme la carta del Buey Apis.

    MADAMA COLLET:No tomes ese caso por ejemplo.

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    III)

    ZARATUSTRA:Don Gay, y qu nos cuenta usted de esos marimachos quellaman sufragistas.

    DON GAY:Que no todas son marimachos. Ilustres amigos, saben ustedescunto me costaba la vida en Londres? Tres peniques, una equivalencia decuatro perras. Y estaba muy bien, mejor que aqu en una casa de tres pesetas.

    DON LATINO:Max, vmonos a morir a Inglaterra. Apnteme usted las seasde ese Gran Hotel, Don Gay.

    DON GAY: Saint James Squart. No caen ustedes? El Asilo de ReinaElisabeth. Muy decente. Ya digo, mejor que aqu una casa de tres pesetas. Porla maana t con leche, pan untado de mantequilla. El azcar algo escaso.

    Despus, en la comida, un potaje de carne. Alguna vez arenques. Queso, t...Yo sola pedir un boc de cerveza, y me costaba diez cntimos. Todo muylimpio. Jabn y agua caliente para lavatorios, sin tasa.

    ZARATUSTRA: Es verdad que se lavan mucho los ingleses. Lo tengoadvertido. Por aqu entran algunos, y se les ve muy refregados. Gente de otrospases, que no siente el fro, como nosotros los naturales de Espaa

    DON LATINO:Lo dicho. Me traslado a Inglaterra. Don Gay, cmo no te hasquedado t en ese Paraso?

    DON GAY:Porque soy reumtico y me hace falta el sol de Espaa.

    ZARATUSTRA:Nuestro sol es la envidia de los extranjeros.

    MAX : Qu sera de este corral nublado? Qu seramos los espaoles?Acaso ms tristes y menos colricos... Quiz un poco ms tontos... Aunque nolo creo.

    IV)

    LA PISA BIEN:Si no te admiten la prenda, dices que es de un poeta.

    DON LATINO:El primer poeta de Espaa.

    EL BORRACHO:Crneo previlegiado!

    MAX:Yo nunca tuve talento. He vivido siempre de un modo absurdo!

    DON LATINO:No has tenido el talento de saber vivir.

    MAX:Maana me muero, y mi mujer y mi hija se quedan haciendo cruces en laboca.

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    Tosi cavernoso, con las barbas estremecidas, y en los ojos ciegos un vidriadotriste, de alcohol y de fiebre.

    DON LATINO:No has debido quedarte sin capa.

    LA PISA BIEN:Y ese trasto ya no parece. Siquiera, convide usted, Don Max.MAX:Tome usted lo que guste, Marquesa.

    LA PISA BIEN:Una copa de Rute.

    DON LATINO:Es la bebida elegante.

    LA PISA BIEN: Ay! Don Latino, por algo es una la morgantica del Rey dePortugal. Don Max, no puedo detenerme, que mi esposo me hace seas desdela acera.

    MAX:Invtale a pasar.

    Un golfo largo y astroso, que vende peridicos, re asomado a la puerta, ycomo perro que se espulga, se sacude con jaleo de hombros, la cara en una

    gran risa de viruelas. Es EL REY DE PORTUGAL, que hace las bellaquerascon Enriqueta LA PISA BIEN, Marquesa del Tango.

    V)DORIO DE GDEX: Maestro, usted no ha temido el rebuzno libertario delhonrado pueblo!

    MAX : El pico rugido del mar! Yo me siento pueblo!

    DORIO DE GDEX:Yo, no!

    MAX :Porque eres un botarate!

    DORIO DE GDEX: Maestro, pongmonos el traje de luces de la cortesa!Maestro, usted tampoco se siente pueblo! Usted es un poeta, y los poetassomos aristocracia. Como dice lbsen, las multitudes y las montaas se unensiempre por la base.

    MAX :No me aburras con lbsen!

    PREZ: Se ha hecho usted crtico de teatros, Don Max?

    DORIO DE GDEX:Calla, Prez!

    DON LATINO:Aqu slo hablan los genios.

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    MAX :Yo me siento pueblo. Yo haba nacido para ser tribuno de la plebe y meacanall perpetrando traducciones y haciendo versos. Eso s, mejores que loshacis los modernistas!

    DORIO DE GDEX:Maestro, presntese usted a un silln de la Academia.

    MAX: No lo digas en burla, idiota. Me sobran mritos! Pero esa prensamiserable me boicotea. Odian mi rebelda y odian mi talento. Para medrar hayque ser agradador de todos los Segismundos. El Buey Apis me despide comoa un criado! La Academia me ignora! Y soy el primer poeta de Espaa l. Elprimero! El primero! Y ayuno! Y no me humillo pidiendo limosna! Y no meparte un rayo! Yo soy el verdadero inmortal, y no esos cabrones del cotarroacadmico! Muera Maura!

    Los MODERNISTAS:Muera! Muera! Muera!

    CLARINITO: Maestro, nosotros los jvenes impondremos la candidatura deusted para un silln de la Academia.

    DORIO DE GDEX:Precisamente ahora est vacante el silln de Don Benitoel Garbancero.

    MAX :Nombrarn al Sargento Basallo.

    DORIO DE GDEX:Maestro, usted conoce los Nuevos Gozos del Enano dela Venta? Un Jefe de Obra! Ayer de madrugada los cantarnos en la Puerta del

    Sol. El xito de la temporada!

    CLARINITO:Con decir que sali el retn de Gobernacin!

    VI)

    Su Excelencia toca un timbre. EL UJIER acude sooliento. MXIMOESTRELLA, tanteando con el palo, va derecho hacia el fondo de la estancia,donde hay un balcn.

    EL MINISTRO: Fernndez, acompae usted a ese caballero, y djele en uncoche.

    MAX:Seguramente que me espera en la puerta mi perro.

    EL UJIER:Quien le espera a usted es un sujeto de edad, en la antesala.

    MAX:Don Latino de Hispalis: Mi perro.

    EL UJIER toma de la manga al bohemio. Con aire torpn le saca del despacho,

    y guipa al soslayo el gesto de Su Excelencia. Aquel gesto manido de actor decarcter en la gran escena del reconocimiento.

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    EL MINISTRO: Querido Dieguito, ah tiene usted un hombre a quien le hafaltado el resorte de la voluntad! Lo tuvo todo: Figura, palabra, gracejo. Sucharla cambiaba de colores como las llamas de un ponche.

    DIEGUITO:Qu imagen soberbia!

    EL MINISTRO:Sin duda, era el que ms vala entre los de mi tiempo!

    DIEGUITO: Pues valo usted ahora en medio del arroyo, oliendo aaguardiente, y saludando en francs a las proxenetas.

    EL MINISTRO: Veinte aos! Una vida! E, inopinadamente, reaparece eseespectro de la bohemia! Yo me salv del desastre renunciando al goce dehacer versos. Dieguito, usted de esto no sabe nada, porque usted no ha nacidopoeta.

    DIEGUITO:Lagarto! Lagarto!

    EL MINISTRO: Ay, Dieguito, usted no alcanzar nunca lo que son ilusin ybohemia! Usted ha nacido institucionista, usted no es un renegado del mundodel ensueo. Yo, s!

    DIEGUITO: Lo lamenta usted, Don Francisco?

    EL MINISTRO: Creo que lo lamento.

    DIEGUITO:El Excelentsimo Seor Ministro de la Gobernacin, se cambiarapor el poeta Mala-Estrella?

    Luces de Bohemia(fragmentos), Ramn Mara del Valle Incln, 1920.

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    LUIS.Lstima me das. Lstima y asco! (Lo lleva hasta la puerta y lo echaafuera sin ninguna consideracin. El BADILA, all, protesta sin atreverse aentrar de nuevo.)

    BADILA. Abusas porque puedes, cara de catre! Por no fiarme medio litro

    cmo te pones! Algn da me la pagas, chusquero, sinvergenza! Ladrn delos pobres, que vendes por Valdepeas el Canalillo, ladronazo!Que estssecando el Manzanares, so canalla! Que vendes la pa asiete el litro,caradura! (Segn insultaba, ha ido retirndose prudentemente, de espaldas, ynada ms salir de escena, se oye que grita.)Ay! Ay!

    AUTOR.Qu le ha pasado?

    LUIS.(Desde la puerta, re.) Se ha cado en la zanja esa de lo de la obra, elmamonazo. (Se retuerce de risa.) Ay, qu to! Se ha cado en la zanjay no

    puede salir, el tuercebotas ese!

    BADILA.(Grita, dentro.) Socorro, hijos de puta! Sacadme de aqu, cabrones!

    AUTOR.Voy a ayudarle, a ver...

    LUIS.No, hombre. Djelo que la duerma ah dentro. Lo ms que puedehaberah es algn zurullo, pero l ni se entera. Ya ver como se quedadormido tan agusto.

    AUTOR.Con tal de que no se haya roto una pierna.

    LUIS.Qu va, hombre. Chillara de otro modo, no me comprende?

    BADILA. (Sigue gritando.) Auxilio, cabronazos! Rojos de mierda, cuandosalga os fusilo! A m, la Legin! (El AUTOR desiste de salir).

    La Taberna Fantstica(fragmento), Alfonso Sastre, 1968.

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    e haba dejado llevar por una mezcla de casualidades estpidas: uncamin que le haba adelantado por la derecha, impidindole laincorporacin a ese carril y hacia el centro de Nueva York, como cada

    madrugada, y un coche rojo frente a l, que le hizo frenar permitiendo que otrosvehculos le cerraran el paso por la derecha y dieran al traste con su intencinvaga, triste, incierta, de tomar la misma direccin de cada maana desde hacaexactamente ocho aos, cuatro meses, y veintisiete das. Cuando termin elplato de huevos revueltos con beicon decidi marcharse. Pag, dejando unoscuantos centavos de propina que la camarera no agradeci. Sali del bar, sesubi en el coche, repost, y tom la autopista en direccin al sur. En la radiode su coche sonaba el nico disco de Jeff Buckley. Comenzaban los primerosacordes de Thelastgoodbye. Un avin estaba a punto de estrellarse contrauna de las torres en las que trabajaba, haciendo saltar el mundo por los aires,rompiendo definitivamente la baraja de este enloquecido juego. l segua

    conduciendo. No saba que el no haber tomado el carril de la circunvalacinque llevaba al centro de la ciudad, ahora una barbarie en llamas, le habasalvado la vida. Nunca lo supo.

    A medida que avanzaba hacia el sur el paisaje cambiaba levemente. La voz deJeff Buckley segua poniendo msica a aquella huida que apenas empezaba atomar forma. El mundo del que ahora desertaba estaba compuesto porficheros, informes, datos, mesas, contabilidades, clculos de beneficios yporcentajes. Luego estaba el naufragio en su cama, y el fro, y la piel de ella tanlejana, en otra rbita, en otro silencio, en otro lugar. Entonces sucedi lo de lallamada de telfono la noche anterior: aquella vieja fingiendo equivocarse denmero, aquel silencio espeluznante antes de colgar. Y la culpa, como unimborrable teln de fondo...

    ltimas dos horas y cincuenta y ocho minutos(fragmento), Miguel ngel Maya, 2008.

    S

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    no de los carritos de un gran supermercado del barrio donde yo vivarodaba solo, sin que nadie lo empujara. Era un carrito igual que todoslos otros: de alambre grueso, con cuatro rueditas de goma (las de

    adelante un poco ms juntas que las de atrs, lo que le daba su formacaracterstica) y un cao cubierto de plstico rojo brillante desde el que se lomanejaba. Tan igual era a todos los dems que no se lo distingua por nada.Era un supermercado enorme, el ms grande del barrio, y el ms concurrido,as que tena ms de doscientos carritos. Pero el que digo era el nico que semova por s mismo. Lo haca con infinita discrecin: en el vrtigo quedominaba el establecimiento desde que abra hasta que cerraba, y nohablemos de las horas pico, su movimiento pasaba inadvertido. Lo usabancomo a todos los dems, lo cargaban de comida, bebidas y artculos delimpieza, lo descargaban en las cajas, lo empujaban de prisa de gndola engndola, y si en algn momento lo soltaban y lo vean deslizarse un milmetro o

    dos, crean que era por la inercia.

    Solamente de noche, en la calma tan extraa de ese lugar atareadsimo, sehaca perceptible el prodigio, pero no haba nadie para admirarlo. Apenas si devez en cuando algn repositor, de los que empezaban su trabajo al amanecer,se sorprenda de encontrarlo perdido all en el fondo, junto a la heladera de lossupercongelados o entre las oscuras estanteras de los vinos. Y suponan,naturalmente, que se lo haban dejado olvidado all la noche anterior. El sperera tan grande y laberntico que no tena nada de raro, ese olvido. Si en esaocasin, al encontrarlo, lo vean avanzar, y si es que notaban ese avance, queeran tan poco notable como el del minutero de un reloj, se lo explicabanpensando en un desnivel del piso o en una corriente de aire.

    El Carrito (fragmento), Csar Aira.

    U

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    NO VOLVER A SER JOVEN

    Que la vida iba en serio

    uno lo empieza a comprender ms tarde

    -como todos los jvenes, yo vine

    a llevarme la vida por delante.

    Dejar huella quera

    y marcharme entre aplausos

    -envejecer, morir, eran tan slo

    las dimensiones del teatro.

    Pero ha pasado el tiempo

    y la verdad desagradable asoma:

    envejecer, morir,es el nico argumento de la obra.

    No volver a ser joven en Poemas pstumos, Jaime Gil de Biedma, 1968.

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    I)

    ue el primero que se baj del automvil, cubierto por completo por elpolvo ardiente de nuestros malos caminos, y no tuvo ms que apareceren el pescante para que todo el mundo se diera cuenta de que Bayardo

    San Romn se iba a casar con quien quisiera.

    Era ngela Vicario quien no quera casarse con l. Me pareca demasiadohombre para m, me dijo. Adems, Bayardo San Romn no haba intentadosiquiera seducirla a ella, sino que hechiz a la familia con sus encantos. ngelaVicario no olvid nunca el horror de la noche en que sus padres y sushermanas mayores con sus maridos, reunidos en la sala de la casa, leimpusieron la obligacin de casarse con un hombre que apenas haba visto.Los gemelos se mantuvieron al margen. Nos pareci que eran vainas demujeres, me dijo Pablo Vicario. El argumento decisivo de los padres fue queuna familia dignifica da por la modestia no tena derecho a despreciar aquelpremio del destino. ngela Vicario se atrevi apenas a insinuar elinconveniente de la falta de amor, pero su madre lo demoli con una sola frase:

    -Tambin el amor se aprende.

    A diferencia de los noviazgos de la poca, que eran largos y vigilados, el deellos fue de slo cuatro meses por las urgencias de Bayardo San Romn. Nofue ms corto porque Pura Vicario exigi esperar a que terminara el luto de lafamilia. Pero el tiempo alcanz sin angustias por la manera irresistible con que

    Bayardo San Romn arreglaba las cosas.

    II)

    El da en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levant a las 5.30 de lamaana para esperar el buque en que llegaba el obispo. Haba soado queatravesaba un bosque de higuerones donde caa una llovizna tierna, y por uninstante fue feliz en el sueo, pero al despertar se sinti por completo salpicado

    de cagada de pjaros. Siempre soaba con rboles, me dijo Plcida Linero,su madre, evocando 27 aos despus los pormenores de aquel lunes ingrato.La semana anterior haba soado que iba solo en un avin de papel de estaoque volaba sin tropezar por entre los almendros, me dijo. Tena unareputacin muy bien ganada de interprete certera de los sueos ajenos,siempre que se los contaran en ayunas, pero no haba advertido ningnaugurio aciago en esos dos sueos de su hijo, ni en los otros sueos conrboles que l le haba contado en las maanas que precedieron a su muerte.

    Tampoco Santiago Nasar reconoci el presagio. Haba dormido poco y mal, sin

    quitarse la ropa, y despert con dolor de cabeza y con un sedimento de estribode cobre en el paladar, y los interpret como estragos naturales de la parranda

    F

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    de bodas que se haba prolongado hasta despus de la media noche. Ms an:las muchas personas que encontr desde que sali de su casa a las 6.05 hastaque fue destazado como un cerdo una hora despus, lo recordaban un pocosooliento pero de buen humor, y a todos les coment de un modo casual queera un da muy hermoso. Nadie estaba seguro de si se refera al estado deltiempo. Muchos coincidan en el recuerdo de que era una maana radiante conuna brisa de mar que llegaba a travs de los platanales, como era de pensarque lo fuera en un buen febrero de aquella poca. Pero la mayora estaba deacuerdo en que era un tiempo fnebre, con un cielo turbio y bajo y un densoolor de aguas dormidas, y que en el instante de la desgracia estaba cayendouna llovizna menuda como la que haba visto Santiago Nasar en el bosque delsueo. Yo estaba reponindome de la parranda de la boda en el regazoapostlico de Mara Alejandrina Cervantes, y apenas si despert con elalboroto de las campanas tocando a rebato, porque pens que las haban

    soltado en honor del obispo..

    III)

    Nadie poda entender tantas coincidencias funestas. El juez instructor que vinode Riohacha debi sentirlas sin atreverse a admitirlas, pues su inters dedarles una explicacin racional era evidente en el sumario. La puerta de laplaza estaba citada

    varias veces con un nombre de folletn: La puerta fatal. En realidad, la nicaexplicacin vlida pareca ser la de Plcida Linero, que contest a la preguntacon su razn de madre: Mi hijo no sala nunca por la puerta de atrs cuandoestaba bien vestido.

    Pareca una verdad tan fcil, que el instructor la registr en una nota marginal,pero no la sent en el sumario.

    Victoria Guzmn, por su parte, fue terminante en la respuesta de que ni ella nisu hija saban que a Santiago Nasar lo estaban esperando para matarlo. Pero

    en el curso de sus aos admiti que ambas lo saban cuando l entr en lacocina a tomar el caf. Se lo haba dicho una mujer que pas despus de lascinco a pedir un poco de leche por caridad, y les revel adems los motivos y ellugar donde lo estaban esperando. No la previne porque pens que eranhabladas de borracho, me dijo. No obstante, Divina Flor me confes en unavisita posterior, cuando ya su madre haba muerto, que sta no le haba dichonada a Santiago Nasar porque en el fondo de su alma quera que lo mataran.En cambio ella no lo previno porque entonces no era ms que una niaasustada, incapaz de una decisin propia, y se haba asustado mucho ms

    cuando l la agarr por la mueca con una mano que sinti helada y ptrea,como una mano de muerto.

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    Santiago Nasar atraves a pasos largos la casa en penumbra, perseguido porlos bramidos de jbilo del buque del obispo. Divina Flor se le adelant paraabrirle la puerta, tratando de no dejarse alcanzar por entre las jaulas de pjarosdormidos del comedor, por entre los muebles de mimbre y las macetas dehelechos colgados de la sala, pero cuando quit la tranca de la puerta no pudoevitar otra vez la mano de gaviln carnicero. Me agarr toda la panocha -medijo Divina Flor-. Era lo que haca siempre cuando me encontraba sola por losrincones de la casa, pero aquel da no sent el susto de siempre sino unasganas horribles de llorar. Se apart para dejarlo salir, y a travs de la puertaentreabierta vio los almendros de la plaza, nevados por el resplandor delamanecer, pero no tuvo valor para ver nada ms. Entonces se acab el pitodel buque y empezaron a cantar los gallos -me dijo-. Era un alboroto tangrande, que no poda creerse que hubiera tantos gallos en el pueblo, y pensque venan en el buque del obispo. Lo nico que ella pudo hacer por el

    hombre que nunca haba de ser suyo, fue dejar la puerta sin tranca, contra lasrdenes de Plcida Linero, para que l pudiera entrar otra vez en caso deurgencia.

    IV)

    Nadie hubiera pensado, ni lo dijo nadie, que ngela Vicario no fuera virgen. Nose le haba conocido ningn novio anterior y haba crecido junto con sus

    hermanas bajo el rigor de una madre de hierro. Aun cuando le faltaba menosde dos meses para casarse, Pura Vicario no permiti que fuese sola conBayardo San Romn a conocer la casa en que iban a vivir, sino que ella y elpadre ciego la acompaaron para custodiarle la honra. Lo nico que le rogabaa Dios es que me diera valor para matarme me dijo ngela Vicario-. Pero nome lo dio. Tan aturdida estaba que haba resuelto contarle la verdad a sumadre para librarse de aquel matrimonio, cuando sus dos nicas confidentes,que la ayudaban a hacer flores de trapo junto a la ventana, la disuadieron de subuena intencin. Les obedec a ciegas me dijo porque me haban hechocreer que eran expertas en chanchullos de hombres. Le aseguraron que casi

    todas las mujeres perdan la virginidad en accidentes de la infancia. Leinsistieron en que aun los matrimonios ms difciles se resignaban a cualquiercosa siempre que nadie lo supiera. La convencieron, en fin, de que la mayorade los hombres llegaban tan asustados a la noche de bodas, que eranincapaces de hacer nada sin la ayuda de la mujer, y a la hora de la verdad nopodan responder de sus propios actos. Lo nico que creen es lo que vean enla sbana, le dijeron. De modo que le ensearon artimaas de comadronaspara fingir sus prendas perdidas, y para que pudiera exhibir en su primeramaana de recin casada, abierta al sol en el patio de su casa, la sbana de

    hilo con la mancha del honor.

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    V)

    Flora Miguel despert aquel lunes con los primeros bramidos del buque delobispo, y muy poco despus se enter de que los gemelos Vicario estabanesperando a Santiago Nasar para matarlo. A mi hermana la monja, la nica que

    habl con ella despus de la desgracia, le dijo que no recordaba siquiera quinse lo haba dicho. Slo s que a las seis de la maana todo el mundo losaba, le dijo. Sin embargo, le pareci inconcebible que a Santiago Nasar lofueran a matar, y en cambio se le ocurri que lo iban a casar a la fuerza conngela Vicario para que le devolviera la honra. Sufri una crisis de humillacin.Mientras medio pueblo esperaba al obispo, ella estaba en su dormitoriollorando de rabia, y poniendo en orden el cofre de las cartas que SantiagoNasar le haba mandado desde el colegio.

    Siempre que pasaba por la casa de Flora Miguel, aunque no hubiera nadie,Santiago Nasar raspaba con las llaves la tela metlica de las ventanas. Aquellunes, ella lo estaba esperando con el cofre de cartas en el regazo. SantiagoNasar no poda verla desde la calle, pero en cambio ella lo vio acercarse atravs de la red metlica desde antes de que la raspara con las llaves.

    -Entra -le dijo.

    Nadie, ni siquiera un mdico, haba entrado en esa casa a las 6.45 de lamaana. Santiago Nasar acababa de dejar a Cristo Bedoya en la tienda deYamil Shaium, y haba tanta gente pendiente de l en la plaza, que no era

    comprensible que nadie lo viera entrar en casa de su novia. El juez instructorbusc siquiera una persona que lo hubiera visto, y lo hizo con tantapersistencia como yo, pero no fue posible encontrarla. En el folio 382 delsumario escribi otra sentencia marginal con tinta roja: La fatalidad nos haceinvisibles. El hecho es que Santiago Nasar entr por la puerta principal, a lavista de todos, y sin hacer nada por no ser visto. Flora Miguel lo esperaba en lasala, verde de clera, con uno de los vestidos de arandelas infortunadas quesola llevar en las ocasiones memorables, y le puso el cofre en las manos.

    Aqu tienes -le dijo-. Y ojal te maten!

    VI)

    Mi impresin personal es que muri sin entender su muerte. Despus de que leprometi a mi hermana Margot que ira a desayunar a nuestra casa, CristoBedoya se lo llev del brazo por el muelle, y ambos parecan tandesprevenidos que suscitaron ilusiones falsas. Iban tan contentos -me dijoMeme Loaiza-, que le di gracias a Dios, porque pens que el asunto se haba

    arreglado. No todos queran tanto a Santiago Nasar, por supuesto. PoloCarrillo, el dueo de la planta elctrica, pensaba que su serenidad no era

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    inocencia sino cinismo. Crea que su plata lo haca intocable, me dijo. FaustaLpez, su mujer, coment: Como todos los turcos. Indalecio Pardo acababade pasar por la tienda de Clotilde Armenta, y los gemelos le haban dicho quetan pronto como se fuera el obispo mataran a Santiago Nasar. Pens, comotantos otros, que eran fantasas de amanecidos, pero Clotilde Armenta le hizover que era cierto, y le pidi que alcanzara a Santiago Nasar para prevenirlo.

    -Ni te moleste -le dijo Pedro Vicario-: de todos modos es como si ya estuvieramuerto.

    Era un desafo demasiado evidente. Los gemelos conocan los vnculos deIndalecio Pardo y Santiago Nasar, y debieron pensar que era la personaadecuada para impedir el crimen sin que ellos quedaran en vergenza. PeroIndalecio Pardo encontr a Santiago Nasar llevado del brazo por Cristo Bedoyaentre los grupos que abandonaban el puerto, y no se atrevi a prevenirlo. Seme afloj la pasta, me dijo. Le dio una palmada en el hombro a cada uno, ylos dej seguir. Ellos apenas lo advirtieron, pues continuaban abismados en lascuentas de la boda.

    La gente se dispersaba hacia la plaza en el mismo sentido que ellos. Era unamultitud apretada, pero Escolstica Cisneros crey observar que los dosamigos caminaban en el centro sin dificultad, dentro de un crculo vaco, porquela gente saba que Santiago Nasar iba a morir, y no se atrevan a tocarlo.Tambin Cristo Bedoya recordaba una actitud distinta hacia ellos. Nos

    miraban como si llevramos la cara pintada, me dijo. Ms an: Sara Noriegaabri su tienda de zapatos en el momento en que ellos pasaban, y se espantcon la palidez de Santiago Nasar. Pero l la tranquiliz.

    -Imagnese, nia Sara -le dijo sin detenerse-, con este guayabo!

    Crnica de una muerte anunciada(fragmentos), Gabriel Garca Mrquez, 1981.

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    a abuela de Bertha Jensen muri maldiciendo.

    Ella haba vivido toda su vida en puntas de pie, como pidiendo perdn por

    molestar, consagrada al serviciode su marido y de su prole de cinco hijos,esposa ejemplar,madre abnegada, silencioso ejemplo de virtud:jams unaqueja haba salido de sus labios, ni mucho menos una palabrota.

    Cuando la enfermedad la derrib, llamo al marido,lo sent ante la cama yempez.Nadie sospechaba que ella conoca aquel vocabulariode marineroborracho. La agona fue larga.Durante ms de un mes, la abuela vomit desdela camaun incesante chorro de insultos y blasfemias de los bajos fondos.Hastala voz le haba cambiado. Ella que nuncahaba fumado ni bebido nada que nofuera agua o leche,puteaba con voz ronquita. Y as puteando, muri;y hubo un

    alivio general en la familia y en el vecindario.

    Muri donde haba nacido, en el pueblo de Dragor,frente a la mar, enDinamarca. Se llamaba Inge.Tena una linda cara de gitana. Le gustaba vestirde rojo y navegar al sol.

    La abuela en El libro de los abrazos, Eduardo Galeano, 1989.

    L

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    I)

    e observado atentamente el rostro blanco de Elena. Su palidez ya no estan macilenta como en el momento de la muerte. Sencillamente haperdido todos los colores. Quizs la muerte sea transparente. Y

    heladora. Durante las primeras horas he sentido la necesidad de mantener sumano entre las mas, pero poco a poco me he encontrado unos dedos sincaricias y he sentido miedo de que fuera se el recuerdo que quedara grabadoen mi piel insatisfecha. Llevo varias horas sin tocarla y ya no soy capaz dereposar junto a su cuerpo. El nio s. Ahora yace exhausto acurrucado junto asu madre. Por un momento he pensado que pretenda devolver el calor alcuerpo inerte que le sirvi de refugio mientras dur el zumbido de la guerra.

    S. Hemos perdido una guerra y dejarnos atrapar por los fascistas sera lomismo que regalarles otra vez otra victoria. Elena ha querido seguirme y ahorasabemos que nuestra decisin ha sido errnea. Quiero pensar que jams secometi un error tan generoso. Debimos hacer caso a sus padres, a los quepido perdn por permitir que Elena me acompaase en mi huida.

    Que te quedes, no te harn dao, le dije. Que te sigo. Que me matan. Que memuero. Hablbamos de la muerte para dejar la vida al descubierto. Pero nosequivocbamos. Nunca debimos emprender un viaje tan interminable estandoella de ocho meses. El nio no vivir y yo me dejar caer en los pastos quecubrir la nieve para que de las cuencas de mis ojos nazcan flores que irriten a

    quienes prefirieron la muerte a la poesa.

    II)

    Con un gesto rpido retir la botella de la mesa y fue a la cocina a guardarla enla fresquera. La casa estaba a oscuras y la tenue luz del pasillo slo insinuabalos perfiles de las cosas. Aun conociendo la casa como la palma de la mano,haba momentos en los que tena que caminar a tientas. Cuando Elena regresal comedor, la luz estaba encendida y su marido asomado a la ventana abierta

    de par en par. Pese al fro, casi todas las ventanas estaban abiertas para queel olor a manteca quemada y a coliflor revenida no impregnara su pobreza.Seran las diez de la noche y Lorenzo haca tiempo que dorma.

    Como si quisiera protegerle de una lengua de fuego, se precipit sobre Ricardocon tal vehemencia que le hizo caer al suelo. As permanecieron, arrebujndolecon su cuerpo, hasta que comprobaron que otras voces y otros silencios dabanlos hechos por no ocurridos. Nada alteraba el fro.

    Casi inmviles, fueron desplazando suavemente con sus cuerpos el aire que

    mediaba entre sus cuerpos, entrelazndose hasta guarecerse mutuamente dela noche y sus miradas. Escondidos el uno en el otro hablaron del miedo, de

    H

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    Lorenzo y su entereza cmplice, de Elena huida, de la necesidad de no caer enel desnimo.

    No es eso, Elena, es estupor. No por haber perdido una guerra que yaestaba perdida el da en que empez, es otra cosa.

    El qu?

    Que alguien quiera matarme no por lo que he hecho, sino por lo quepienso... y, lo que es peor, si quiero pensar lo que pienso, tendr que desearque mueran otros por lo que piensan ellos. Yo no quiero que nuestros hijostengan que matar o morir por lo que piensan.

    III)

    Los documentos que fueron generando los guardianes del laberinto y las pocascartas que escribi son los nicos hechos ciertos, lo dems es la verdad. Pudocontarlo, porque tuvo oportunidad de hacerlo, pero prefiri guardar silencioporque estaba saldando su deuda con los usureros de la guerra.

    Sabemos que fue trasladado a unos hangares del aerdromo de Barajas,donde el ejrcito vencedor y su justicia fueron agrupando a los militares degraduacin para someterles a juicios sumarsimos que acabaron, sinexcepcin, en condenas a muerte.

    Durante el periodo de su reclusin en el aerdromo de Barajas, los militaresfieles a la Repblica debieron de ignorarle e incluso evitarle, dado que en otracarta que escribe a su novia Ins, que lleg slo tres meses ms tarde porrazones incomprensibles, describe crpticamente su situacin como la de unamnada de Leibniz. No le hablaron, desconfiaron de Alegra como sedesconfa de un enemigo, orillndole en aquellos momentos en que todospensaban ms en lo que abandonaban que en lo que les esperaba. Todo habatenido lugar con tal vrtigo, se haba precipitado de tal manera que la vida delcapitn Alegra se desvaneci en sentimientos crepusculares, en soledadeshostiles, en miedos irreverentes. No se atrevi a rezar para no llamar laatencin de Dios y de su ira.

    Estuvo en el desabrido hangar de Barajas desde el da cuatro al ocho de abril,debilitndose, ajndose como un odre seco, desparramando su eternacompostura en cada vmito, en cada desmayo, en cada tiritona, en cadaretortijn del hambre. Un grupo de falangistas tom la filiacin a cada uno delos presos, que, en posicin de firmes, recibieron ultrajes, golpes yhumillaciones antes de ser despojados de los distintivos del grado militar en

    sus uniformes, de su documentacin y de todos sus objetos personales. Elcoronel Luzn no constan ms datos en su filiacin se neg a entregar las

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    estrellas de su grado porque las haba conseguido merecidamente en el campode batalla, y un pistoletazo le arranc de cuajo el rango, las estrellas y la vida.Intento de fuga, reza escuetamente el registro de su muerte.

    IV)

    Hubiera preferido Elena que separara al nio de la placenta que le rodea,atara su cordn umbilical con una de mis botas e intentara que humillramos alos vencedores con la vida germinal de la revancha? Pienso que ella no hubieraquerido un hijo derrotado. Yo no quiero un hijo nacido de la huida. Mi hijo noquiere una vida nacida de la muerte. O s?

    Si el dios del que me han hablado fuera un dios bueno, nos permitira elegir

    nuestro pasado, pero ni Elena ni su hijo podrn desandar el camino que nos hatrado hasta esta braa que ser su sepultura.

    Esta madrugada me venci el sueo y me qued dormido apoyado en la mesa.Me despert el llanto del nio, ahora menos vigoroso, ms convaleciente. Surabia de ayer me produca indiferencia, su lamento de hoy me ha dado pena.No s si es que estaba aturdido por el sueo y el fro o que a m tambincomienzan a faltarme las fuerzas al cabo de tres das sin comer nada, pero locierto es que, impensadamente, me he encontrado dndole a chupar un trapomojado en leche desleda en agua. Al principio no saba si vivir o dejarse llevar

    por mi proyecto, pero al cabo de un rato ha comenzado a sorber el lquido deltrapo. Ha vomitado, pero ha seguido chupando con avidez. La vida se leimpone a toda costa.

    Creo que ha sido un error tenerle en brazos. Creo que ha sido un error alejarleun instante de la muerte, pero el calor de mi cuerpo y el alimento que halogrado ingerir le han sumido en un sueo desmadejado y profundo.

    V)

    Me reconoceran mis padres si me vieran? No puedo verme pero me sientosucio y degradado porque, en realidad, ya soy tambin hijo de esa guerra queellos pretendieron ignorar pero que inund de miedo sus establos, sus vacasfamlicas y sus sembrados. Recuerdo mi aldea silenciosa y pobre ajena a todomenos al miedo que cerr sus ojos cuando mataron a don Servando, mimaestro, quemaron todos sus libros y desterraron para siempre a todos lospoetas que l conoca de memoria.

    He perdido. Pero pudiera haber vencido. Habra otro en mi lugar? Voy acontarle a mi hijo, que me mira como si me comprendiera, que yo no hubiera

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    dejado que mis enemigos huyeran desvalidos, que yo no hubiera condenado anadie por ser slo un poeta. Con un lpiz y un papel me lanc al campo debatalla y de mi cuerpo surgieron palabras a borbotones que consolaron a losheridos y del consuelo que yo dibujaba salieron generales bestiales que

    justificaron los heridos. Heridos, generales, generales, heridos. Y yo, en medio,con mi poesa. Cmplice. Y, adems, los muertos.

    VI)

    Ahora lamento no haber dicho a mis padres que el hermano Salvador mevigilaba, porque el da que se present en casa de improviso no estabanprevenidos. Lleg dando patadas a la puerta y gritando. Mi madre no tuvo msremedio que dejarle pasar. Recuerdo que la casa estaba casi sin muebles

    porque se los estaba llevando gente desconocida por razones que no me atreva preguntar pero que yo atribua a su pobreza y no a la nuestra.

    Entr como una exhalacin llamndome y no dej de vociferar hasta que meencontr en la cocina fingiendo leer Alicia en el Pas de las Maravillas. Mepregunt cmo estaba, me arranc el libro de las manos, me lo devolviinmediatamente y me pidi, sin esperar mi respuesta, que le dejara hablar unmomento con mi madre.

    Durante muchos aos, me ha atormentado el remordimiento por haber

    invocado a los leprosos para que se comieran a ese energmeno que estabahaciendo dao a mi madre, porque cuando acud aterrorizado al or sus gritos,vi cmo mi padre, desangelado e impotente, se abalanzaba sobre el hermanoSalvador que estaba a horcajadas sobre ella, que se protega el rostro con lasmanos para evitar el aliento de aquel puerco que hocicaba en su escote. Mipadre haba salido del armario.

    Los girasoles ciegos(fragmentos), Alberto Mndez, 2004.

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    Por encima del mar, desde la oril la americana del Atlntico

    Si yo hubiera podido, oh Cdiz, a tu vera,

    hoy, junto a ti, metido en tus races,

    hablarte como entonces,

    como cuando descalzo por tus verdes orillas

    iba a tu mar robndole caracoles y algas!

    Bien lo merecera, yo s que t lo sabes,

    por haberte llevado tantos aos conmigo,

    por haberte cantado casi todos los das,

    llamando siempre Cdiz a todo lo dichoso,

    lo luminoso que me aconteciera.

    Sinteme cerca, escchame

    igual que si mi nombre, si todo yo tangible,

    proyectado en la cal hirviente de tus muros,sobre tus farallones1

    hundidos o en los huecos

    de tus antiguas tumbas o en las olas te hablara.

    Hoy tengo muchas cosas, muchas ms que decirte.

    Yo s que lo lejano,

    s, que lo ms lejano, aunque se llame

    Mar de Sols o Ro de la Plata2,

    no hace que los odos

    de tu siempre dispuesto corazn no me oigan.

    Por encima del mar voy de nuevo a cantarte.

    Por encima del mar... en Ora martima, Rafael Alberti, 1953.

    1Farallones:rocasaltasopeascosabruptosquesobresalenenelmar.2EstuariodelosrosParanyUruguay,enelAtlntico.

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    I)

    ecase que haba entrado en el seminario para hacerse cura, con el finde atender a los hijos de una su hermana recin viuda, de servirles depadre; que en el seminario se haba distinguido por su agudeza mental

    y su talento y que haba rechazado ofertas de brillante carrera eclesisticaporque l no quera ser sino de su Valverde de Lucerna, de su aldea perdidacomo un broche entre el lago y la montaa que se mira en l.

    Y cmo quera a los suyos! Su vida era arreglar matrimonios desavenidos,reducir a sus padres hijos indmitos o reducir los padres a sus hijos, y sobretodo consolar a los amargados y atediados y ayudar a todos a bien morir.

    Me acuerdo, entre otras cosas, de que al volver de la ciudad la desgraciada hijade la ta Rabona, que se haba perdido y volvi, soltera y desahuciada,

    trayendo un hijito consigo, don Manuel no par hasta que hizo que se casasecon ella su antiguo novio Perote y reconociese como suya a la criaturita,dicindole:

    Mira, da padre a este pobre cro que no le tiene ms que en el cielo.

    Pero, don Manuel, si no es ma la culpa!

    Quin lo sabe, hijo, quin lo sabe! y, sobre todo, no se trata deculpa.

    Y hoy el pobre Perote, invlido, paraltico, tiene como bculo y consuelo de suvida al hijo aquel que, contagiado de la santidad de don Manuel, reconoci porsuyo no sindolo.

    II)

    En el colegio conoc a nias de la ciudad e intim con algunas de ellas. Perosegua atenta a las cosas y a las gentes de nuestra aldea, de la que reciba

    frecuentes noticias y tal vez alguna visita. Y hasta al colegio llegaba la fama denuestro prroco, de quien empezaba a hablarse en la ciudad episcopal. Lasmonjas no hacan sino interrogarme respecto a l.

    Desde muy nia aliment, no s bien cmo, curiosidades, preocupaciones einquietudes, debidas, en parte al menos, a aquel revoltijo de libros de mi padre,y todo ello se me medr en el colegio, en el trato, sobre todo con unacompaera que se me aficion desmedidamente y que unas veces mepropona que entrsemos juntas a la vez en un mismo convento, jurndonos, yhasta firmando el juramento con nuestra sangre, hermandad perpetua, y otras

    veces me hablaba, con los ojos semicerrados, de novios y de aventurasmatrimoniales. Por cierto que no he vuelto a saber de ella ni de su suerte. Y

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    eso que cuando se hablaba de nuestro Don Manuel, o cuando mi madre medeca algo de l en sus cartas -y era en casi todas-, que yo lea a mi amiga,esta exclamaba como en arrobo: Qu suerte, chica, la de poder vivir cerca deun santo as, de un santo vivo, de carne y hueso, y poder besarle la mano!Cuando vuelvas a tu pueblo, escrbeme mucho, mucho y cuntame de l.

    Pas en el colegio unos cinco aos, que ahora se me pierden como un sueode madrugada en la lejana del recuerdo, y a los quince volva a mi Valverde deLucerna. Ya toda ella era Don Manuel; Don Manuel con el lago y con lamontaa. Llegu ansiosa de conocerle, de ponerme bajo su proteccin, de quel me marcara el sendero de mi vida.

    III)

    -Lo primero -deca- es que el pueblo est contento, que estn todos contentosde vivir. El contentamiento de vivir es lo primero de todo. Nadie debe querermorirse hasta que Dios quiera.

    -Pues yo s -le dijo una vez una recin viuda-, yo quiero seguir a mi marido...

    -Y para qu? -le respondi-. Qudate aqu para encomendar su alma a Dios.

    En una boda dijo una vez: Ay, si pudiese cambiar el agua toda de nuestrolago en vino, en un vinillo que por mucho que de l se bebiera alegrara siempre

    sin emborrachar nunca... o por lo menos con una borrachera alegre!.

    Una vez pas por el pueblo una banda de pobres titiriteros. El jefe de ella, quelleg con la mujer gravemente enferma y embarazada, y con tres hijos que leayudaban, haca de payaso. Mientras l estaba en la plaza del pueblo haciendorer a los nios y aun a los grandes, ella, sintindose de pronto gravementeindispuesta, se tuvo que retirar, y se retir escoltada por una mirada de congojadel payaso y una risotada de los nios. Y escoltada por Don Manuel, que luego,en un rincn de la cuadra de la posada, la ayud a bien morir. Y cuando,acabada la fiesta, supo el pueblo y supo el payaso la tragedia, furonse todos ala posada y el pobre hombre, diciendo con llanto en la voz: Bien se dice, seorcura, que es usted todo un santo, se acerc a este queriendo tomarle la manopara besrsela, pero Don Manuel se adelant, y tomndosela al payaso,pronunci ante todos:

    -El santo eres t, honrado payaso; te vi trabajar y comprend que no slo lohaces para dar pan a tus hijos, sino tambin para dar alegra a los de los otros,y yo te digo que tu mujer, la madre de tus hijos, a quien he despedido a Diosmientras trabajabas y alegrabas, descansa en el Seor, y que t irs a juntarte

    con ella y a que te paguen riendo los ngeles a los que haces rer en el cielo decontento.

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    Y todos, nios y grandes, lloraban, y lloraban tanto de pena como de unmisterioso contento en que la pena se ahogaba. Y ms tarde, recordando aquelsolemne rato, he comprendido que la alegra imperturbable de Don Manuel erala forma temporal y terrena de una infinita y eterna tristeza que con heroicasantidad recataba a los ojos y los odos de los dems.

    IV)

    Por entonces enferm de muerte y se nos muri nuestra madre, y en susltimos das todo su hipo era que Don Manuel convirtiese a Lzaro, a quienesperaba volver a ver un da en el cielo, en un rincn de las estrellas desdedonde se viese el lago y la montaa de Valverde de Lucerna. Ella se iba ya, aver a Dios.

    -Usted no se va -le deca Don Manuel-, usted se queda. Su cuerpo aqu, enesta tierra, y su alma tambin aqu en esta casa, viendo y oyendo a sus hijos,aunque estos ni le vean ni le oigan.

    -Pero yo, padre -dijo-, voy a ver a Dios.

    -Dios, hija ma, est aqu como en todas partes, y le ver usted desde aqu,desde aqu. Y a todos nosotros en l, y a l en nosotros.

    -Dios se lo pague -le dije.

    -El contento con que tu madre se muera -me dijo-ser su eterna vida.

    Y volvindose a mi hermano Lzaro:

    -Su cielo es seguir vindote, y ahora es cuando hay que salvarla. Dile querezars por ella.

    -Pero...

    -Pero...? Dile que rezars por ella, a quien debes la vida, y s que una vez

    que se lo prometas rezars y s que luego que reces...

    Mi hermano, acercndose, arrasados sus ojos en lgrimas, a nuestra madre,agonizante, le prometi solemnemente rezar por ella.

    -Y yo en el cielo por ti, por vosotros -respondi mi madre, y besando el crucifijoy puestos sus ojos en los de Don Manuel, entreg su alma a Dios.

    -En tus manos encomiendo mi espritu!-rez el santo varn.

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    V)

    Y no me olvidar jams del da en que dicindole yo: Pero, Don Manuel, laverdad, la verdad ante todo, l, temblando, me susurr al odo -y eso queestbamos solos en medio del campo-: La verdad? La verdad, Lzaro, es

    acaso algo terrible, algo intolerable, algo mortal; la gente sencilla no podra vivircon ella. Y por qu me la deja entrever ahora aqu, como en confesin?, ledije. Y l: Porque si no, me atormentara tanto, tanto, que acabara gritndolaen medio de la plaza, y eso jams, jams, jams. Yo estoy para hacer vivir alas almas de mis feligreses, para hacerles felices, para hacerles que se sueeninmortales y no para matarles. Lo que aqu hace falta es que vivan sanamente,que vivan en unanimidad de sentido, y con la verdad, con mi verdad, noviviran. Que vivan. Y esto hace la Iglesia, hacerles vivir. Religin verdadera?Todas las religiones son verdaderas en cuanto hacen vivir espiritualmente a los

    pueblos que las profesan, en cuanto les consuelan de haber tenido que nacerpara morir, y para cada pueblo la religin ms verdadera es la suya, la que leha hecho. Y la ma? La ma es consolarme en consolar a los dems, aunqueel consuelo que les doy no sea el mo. Jams olvidar estas sus palabras. -Pero esa comunin tuya ha sido un sacrilegio! -me atrev a insinuar,arrepintindome al punto de haberlo insinuado.

    VI)

    Despus de aquel da temblaba yo de encontrarme a solas con Don Manuel, aquien segua asistiendo en sus piadosos menesteres. Y l pareci percatarsede mi estado ntimo y adivinar la causa. Y cuando al fin me acerqu a l en eltribunal de la penitencia -quin era el juez y quin el reo?-, los dos, l y yo,doblamos en silencio la cabeza y nos pusimos a llorar. Y fue l, Don Manuel,quien rompi el tremendo silencio para decirme con voz que pareca salir deuna huesa:

    -Pero t, Angelina, t crees como a los diez aos, no es as? T crees?

    -S creo, padre.

    -Pues sigue creyendo. Y si se te ocurren dudas, cllatelas a ti misma. Hay quevivir... Me atrev, y toda temblorosa le dije:

    -Pero usted, padre, cree usted?

    Vacil un momento y, reponindose, me dijo:

    -Creo!

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    -Pero en qu, padre, en qu? Cree usted en la otra vida?, cree usted que almorir no nos morimos del todo?, cree que volveremos a vernos, a querernosen otro mundo venidero?, cree en la otra vida? El pobre santo sollozaba.

    -Mira, hija, dejemos eso!

    Y ahora, al escribir esta memoria, me digo: Por qu no me enga?, por quno me enga entonces como engaaba a los dems? Por qu se acongoj?Porque no poda engaarse a s mismo, o porque no poda engaarme? Yquiero creer que se acongojaba porque no poda engaarse para engaarme.

    -Y ahora -aadi-, reza por m, por tu hermano, por ti misma, por todos. Hayque vivir. Y hay que dar vida.

    San Manuel Bueno, mrtir(fragmentos), Miguel de Unamuno, 1931.

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    lo la hipocresa farisaica y cerril de los espritus de ordenque subordinan la marcha del mundo a la preservacin de susprivilegios bastardos a costa decualquier injusticia y de

    cualquier sufrimiento ajeno, podra escandalizarse o sorprenderse ante loshechos. Pues, qu sucedi sino que la prosperidad inmerecida de loslogreros, los traficantes, los acaparadores, los falsificadores de mercaderas,los plutcratas en suma, produjeron un previsible y siempre mal recibidoaumento de los precios que no se vio compensado con una justa y necesariaelevacin de los salarios? Y as ocurri lo que viene aconteciendo desdetiempo inmemorial: que los ricos fueron cada vez ms ricos, y los pobres, mspobres y miserables cada vez. Es, pues, reprobable, como algunospretenden, que los desheredados, los dbiles, los parientes pobres de lainhumana e insensible familia social recurriesen a un nico camino, al solomedio que su condicin les deparaba? No, slo un insensato, un torpe, un

    ciego, podra ver algo censurable en tal actitud. En la empresa Savolta, debodecirlo, seores, y entrar as en uno de los ms oscuros y penosos pasajes demi artculo y de la realidad social, se pens, se plane y se intent lo nicoque poda planearse, pensarse e intentarse. S, seores, la huelga. Pero losdesamparados obreros no contaban con (me atrever a pronunciar sunombre?) ese cancerbero del capital, esa sombra temible ante cuyo recuerdotiemblan los hogares proletarios

    La verdad sobre el caso Savolta(fragmento), Eduardo Mendoza, 1975.

    ...S