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ANARQUISMO€¦ · Cabrera Parra, Fernando. Anarquismo, guerra y exilio. Miradas alternas al exilio republicano español en México, tras las huellas de los refugiados anarquistas

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ANARQUISMO GUERRA Y EXILIO

Miradas alternas al exilio republicano

español en México, tras las huellas de los refugiados anarquistas

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ANARQUISMO GUERRA Y EXILIO

Miradas alternas al exilio republicano

español en México, tras las huellas de los refugiados anarquistas

Fernando Cabrera Parra

Revés Histórico - Pasajes Anarquizantes

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Cabrera Parra, Fernando.

Anarquismo, guerra y exilio. Miradas alternas al exilio republicano español en México,

tras las huellas de los refugiados anarquistas / Fernando Cabrera Parra.- Puebla, México:

Revés Histórico - Pasajes Anarquizantes, 2019.

Este texto sí puede ser reproducido total o parcialmente, por cualquier medio o impresión digital, en forma idéntica, extractada o modificada, en español o en cualquier otro idioma, siempre y cuando sea con fines no lucrativos, se reconozca al autor y se respeten sus derechos morales.

Revés Histórico - Pasajes Anarquizantes Marzo 2019, Puebla, México

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A la memoria de los anarquistas

refugiados en tierras mexicanas

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ÍNDICE

Presentación……………………………………………..………6

Introducción…………………………………………….………8

En torno a la historiografía oficial…………………...……….....16

Legado histórico del anarquismo español………………………28

Segunda República y Guerra Civil Española……………………40

Exilio republicano español en México………………………….50

Tras las huellas del exilio anarquista……………………………63

Consideraciones finales…………………………………...……78

Bibliografía……………………………………..………………82

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PRESENTACIÓN

Existe un acuerdo tácito entre las generaciones pasadas y la nuestra. Nos han aguardado en la tierra. Se nos concedió, como a cada generación precedente, una débil fuerza mesiánica sobre la cual el pasado hace valer una pretensión. Es justo no ignorar esa pretensión…

WALTER BENJAMIN

El historiador de hoy, consciente de la singularidad de su acto de

escribir, busca observar a Clío del otro lado del espejo desde una

perspectiva reflexiva. De esto surge otro término que se expresa

por medio de una doble exigencia: por un lado, de una perspectiva

de los conceptos y nociones utilizadas por el historiador de oficio

y por el otro, la de una atención historiográfica a los análisis

desarrollados por los historiadores de ayer. Por lo tanto, se ve

dibujarse la exigencia de un espacio teórico propio de los

historiadores reconciliados con su propio nombre y que polariza la

operación histórica sobre lo humano, sobre el actor y sobre su

acción.1

Cabe mencionar la importancia que implica el poder señalar

nuestro punto de enunciación en cuanto a lo ya escrito, lo que se

está escribiendo y lo que probablemente se llegará a escribir.

Como afirma Roger Chartier: cuando cada historiador examina su

práctica a partir de su propio campo de trabajo, lo que da sentido a

los análisis historiográficos y metodológicos es su capacidad de

intervenir objetos de investigación, de proponer nuevas categorías

interpretativas y construir comprensiones inéditas de problemas

antiguos.2

Ante ello, no es mi intención escribir de manera amplia la

historia del anarquismo español o de la Guerra Civil Española, ni

1 Alfonso Mendiola, “El giro historiográfico: La observación de observaciones del pasado”, en Luis Gerardo Morales M. (coord.), Historia de la historiografía contemporánea (de 1968 a nuestros días), México: Instituto Mora, 2005. 2 Roger Chartier, El pasado del presente. Escritura de la historia, historia de lo escrito, México: Universidad Iberoamericana, 2005, p. 10.

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mucho menos la del exilio republicano español en México. Ya lo

han hecho distintos especialistas de renombre los cuales han

obtenido resultados positivos para la comprensión histórica de

dicho pensamiento, tan importante guerra y de tan valorado exilio.

No obstante, es fundamental llevar a cabo una revisión y

evaluación de las diferentes categorías de análisis empleadas por

algunos historiadores y sobre todo, hacer un balance

historiográfico general de lo que se ha escrito acerca de estos

grandes sucesos históricos.

Por otro lado, aunque existen distintas investigaciones sobre los

aportes culturales de los exiliados españoles, es necesario abordar

las dimensiones ideológicas y prácticas revolucionarias de estos,

los cuales, en grupos e individualidades, manifestaron los intereses

de su ideal. Me refiero a la presencia de los anarquistas refugiados

en tierras mexicanas; grupo que se movilizó a través de la escritura

de libros, periódicos, revistas, manifiestos entre otros medios. Sin

embargo, minimizados y tergiversados por los mismos

historiadores del exilio republicano.

No cabe duda que las perspectivas oficiales se han ido

conformando acorde a intereses políticos, ignorando las

manifestaciones ideológicas u otras minorías ajenas a lo que fue el

proyecto republicano en México. Así, la recepción de la mayoría de

las investigaciones relacionadas con dicho proyecto, han dado a

promover un “único” exilio. De los refugiados anarquistas (tanto

en México como en otras partes del mundo) poco o nada se sabe,

por lo que aún queda tanto por conocer; escribir, leer, comprender

y valorar.

Anarquismo, Guerra y Exilio es una investigación histórica e

historiográfica que tiene por objeto adentrarse a estos fenómenos

de la historia con repercusión en el presente. A modo

benjaminiano: articular históricamente el pasado no “tal como fue

en concreto”, sino adueñarnos de un recuerdo semejante que brilla

en un instante de emergencia y peligro. El anarquismo en México

es un hecho histórico y también una nueva constelación de lucha:

un tiempo pleno, “tiempo-ahora”.

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INTRODUCCIÓN

La dictadura de Primo de Rivera, instaurada en España en 1923

con anuencia de la Corona y de la iglesia, terminó a principios de

1930 a consecuencia de la intensificación de las protestas

populares y de la lucha obrera. En agosto de 1930 los partidos

republicano, socialista, nacionalista catalán y los representantes de

la Unión General de Trabajadores se unieron para derrocar a la

monarquía y así, el 14 de abril de 1931, proclamar la Segunda

República.3

Este nuevo gobierno tuvo que enfrentar serios problemas que

la antigua monarquía había arrastrado, tales como la permanencia

de la gran propiedad agraria, los nacionalismos vasco, catalán y

gallego, la agitación obrera y las secuelas de la crisis mundial de

1929. Permitiendo que los grupos sociales anti-republicanos

comenzaran a organizarse en contra del gobierno de la República.

Así, en marzo de 1933, las fuerzas anti-republicanas formaron la

Confederación Española de Derechas Autónomas para después,

en diciembre de 1934, constituir un gobierno bajo el mandato de

Alejandro Lerroux el cual permaneció en el poder hasta finales de

1935, periodo mejor conocido como “bienio negro”.

Para unificar la lucha, los jefes de las fuerzas republicanas se

organizaron y firmaron un pacto en enero de 1936 con el

propósito de formar un Frente Popular. Este frente obtuvo la

victoria en las elecciones de abril, constituyendo así, un nuevo

gobierno republicano-democrático. Ante ello, la reacción fascista

optó por el contraataque a través de un complot guiado por los

generales Francisco Franco, Emilio Mola, Gonzalo González de

Lara, Manuel González Carrasco, Manuel Goded, José Enrique

Varela, Luis Orgaz y Andrés Saliquet con el apoyo de los

terratenientes, la oligarquía financiera y el alto clero. Así, durante el

3 Luigi Longo, Las brigadas internacionales en España, México: Ediciones Era, 1977.

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17 y 18 de julio de 1936, estalló la sublevación en el Marruecos

español y en las Canarias. El ejército avanzó hacia las diversas

capitales de España, de tal manera, los sublevados lanzaron una

ofensiva táctica en el bastión republicano a partir de marzo de

1938, resistiendo hasta el 23 de diciembre del mismo año.

Con la caída de Barcelona y la toma de Madrid, el 18 de marzo

de 1939, se instauró el régimen fascista encabezado por el General

Francisco Franco. Después de tres años terribles para los

republicanos antifascistas, debido a la intensa represión entre

1936-1939, Franco se afianzó el gobierno español, ocasionando

que miles de españoles padecieran el peso de la dictadura y que

muchos más, sin ningún remedio, partieran derrotados y

humillados al exilio.

Todos aquellos españoles que emprendieron el camino del

destierro, en el invierno de 1939, lo hicieron por una razón en

común: la derrota de la República Española frente al

levantamiento militar, iniciado tres años antes. Pero si bien, estos

españoles compartieron desde ese momento su condición de

exilados, esto no fue suficiente para borrar las diferencias que

existían entre ellos mismos, generadas por sus divergencias

políticas, distintos orígenes sociales y diversos bagajes culturales.4

Con el estallido de la Guerra Civil Española, en 1936, la vida

intelectual republicana en España se vino abajo, algunos pudieron

escapar al exilio a diversos puntos, esencialmente a tres: Francia,

África del norte y América; específicamente a países como

Argentina y México.5 Éste último fue el país al que llegó la mayoría

de exiliados españoles.

El exilio republicano, consecuencia de la guerra civil en España,

trajo consigo una rica presencia hispánica en México. Esta

inmigración es también singular y única en la historia de ambos

países por el número de los que vinieron, nunca antes habían

llegado tantos juntos y, sobre todo, por la preparación que poseía

una gran parte de ellos.

4 Dolores Pla Brugat, Els exiliats catalans. Un estudio de la emigración republicana española en México, México: Instituto Nacional de Antropología e Historia/Orfeó Catala de Méxic, 1999. 5 Patricia W. Fagen, Trasterrados y ciudadanos. Los republicanos españoles en México, México: Fondo de Cultura Económica, 1975.

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Las primeras oleadas de refugiados españoles que llegaron a

México lo hicieron en los buques Sinaia, Ipanema y Mexique

acogiendo el país cerca de “25, 000 refugiados”, entre 1939 y 1942,

gran parte durante el gobierno de Lázaro Cárdenas del Río. De

estos refugiados, se calcula que cerca del “25 %” del total,

pertenecían al grupo de intelectuales de elite y profesionales,

también se destacó la presencia de obreros y campesinos

competentes.6

Fue a Daniel Cosío Villegas a quien se le ocurrió acoger a

científicos e intelectuales españoles con el propósito de que,

alejados de la guerra civil, continuaran con sus actividades

académicas en México, lo que daría a este país progreso cultural y

económico. Estos españoles exiliados se integraron a la vida

productiva de México en diferentes sectores profesionales como la

ciencia, la poesía, la filosofía, la historia, la educación, la

arqueología, la pintura, las letras, la música, la danza, la

arquitectura, la escultura, la fotografía, la biología, la física, la

química, las matemáticas, la sociología, la economía, la

jurisprudencia, la prensa editorial, el periodismo, el teatro, la radio,

la televisión, el cine, los deportes, las finanzas, la administración y

muchas más actividades de la sociedad mexicana.

Sin embargo, aunque se ha estudiado la presencia social y

cultural de los exiliados españoles, las dimensiones ideológicas no

han sido abordadas debidamente por los historiadores, ya que la

mayoría de las investigaciones relacionadas con el exilio español en

México, han dado a promover el exilio intelectual republicano por

encima de todo, como si fuese el “único”.

En un primer momento, el tema de la República y la Guerra

Civil Española no fue de gran interés en España, sin embargo,

durante los años siguientes a la guerra, fuera de dicho país, se

editaron distintas obras en Francia, Inglaterra y varios países de

América, particularmente México y Argentina. Cabe destacar que

muchas de las obras fueron escritas por los mismos que

6 Por otro lado, hay que considerar que desde 1937 comenzaron a llegar los primeros grupos de refugiados; alrededor de 500 niños invitados por las autoridades mexicanas para protegerlos de la guerra y para que continuaran con su educación bajo los cánones republicanos. Para más detalles consultar Dolores Pla Brugat, Los niños de Morelia: un estudio sobre los primeros refugiados españoles en México, México: INAH, 1999.

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protagonizaron la guerra, estimulados por la necesidad inherente al

ser humano de transmitir “su verdad” a las generaciones futuras.

En lo que respecta a las obras de especialistas, por mencionar

sólo algunas, se encuentran los libros de Hugh Thomas Histoire de

la guerre D´Espagne (París, 1961); los dos libros de Raymond Carr

España 1808-1939 (Barcelona, 1970) y La época de Franco, 1939-1975

(Madrid, 1996-2001). El libro de Gabriel Jackson La República

Española y la Guerra Civil, 1931-1939 (Barcelona, 1985); el libro de

Stanley Payne Falange. Historia del fascismo español (Madrid, 1985); de

Pierre Broué y Émile Témime La Revolución y la Guerra de España

(México, 1979) y de Carlos Rama La crisis española del siglo XX

(Barcelona, 1976).

Desde la década de los años setenta aumentó el interés por

conocer el periodo de la Guerra Civil Española a un nivel más

profundo, es así como aparecieron memorias y toda clase de

documentos históricos que dieron lugar a la perspectiva de los

vencidos y a nuevos puntos de vista, como las investigaciones de

Ramón Tamames La República. La era de Franco (Madrid, 1973); los

tres libros de Manuel Tuñón de Lara La II República (1976), La II

República Española. El primer Bienio (1987) y La II República Española.

Bienio rectificador y Frente Popular, 1934-1936 (1988).

En México, el tema de la República cobró interés desde 1939

con la elaboración de libros, folletos, revistas y periódicos sobre

temas como la guerra y otros asuntos españoles.7 Estudios que han

sustentado las investigaciones actuales acerca del exilio español en

México, pero también, han brindado una visión uniforme y

limitada de dicho exilio.

No cabe duda que hoy en día existe un gran número de

investigaciones que giran en torno al exilio español en México, las

cuales presentan diversas perspectivas de este hecho. Este

fenómeno, como campo de estudio, ha dado vigencia a una

considerable producción historiográfica y a una buena cantidad de

categorías de análisis; las cuales han sido el sustento teórico-

7 Bajo estas características resalta Mauricio Fresco con La emigración republicana española. Una victoria de México (1950), y Carlos Martínez con Crónica de una emigración (1959). Véase Ascensión Hernández de León-Portilla, España desde México. Vida y testimonio de transterrados, México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1978.

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metodológico de los diferentes estudios. Sin embargo, así como

han aportado los elementos necesarios para entrar de lleno al

análisis del exilio español en México, también han configurado

(consciente o inconscientemente) una visión que se ha vuelto

generalizadora y homogénea debido al énfasis en el culto a los

denominados intelectuales y profesionales refugiados. Y sobre

todo, a que los estudios se sustentan en la documentación oficial

de carácter político-diplomático, lo que deja al descubierto la

política benefactora del Estado cardenista hacia los exiliados.

En este sentido, han sido de gran atención e interés, tres de las

diversas investigaciones realizadas por Clara Eugenia Lida: La Casa

de España en México (México, 1992), Inmigración y exilio. Reflexiones

sobre el caso español (México, 1997) y Caleidoscopio del exilio. Actores,

memoria, identidades (México, 2009). Por otro lado, resalta el estudio

de Carlos Antonio Matesanz Las raíces del Exilio. México ante la

Guerra Civil Española 1936-1939 (México, 2000); el libro de José

Luis Abellán El Exilio Filosófico en América. Los transterrados de 1939

(España, 1998); el estudio de Patricia Fagen Transterrados y

ciudadanos. Los republicanos españoles en México (México, 1973); el libro

de Ascensión H. de León Portilla España desde México. Vida y

testimonio de transterrados (México, 1978), además de otras obras

compiladas que muestran el actuar de los refugiados españoles.

Estas características tienen que ver específicamente con los

aportes de los exiliados españoles en actividades de la vida diaria,

social, cultural y productiva, sin embargo, estas investigaciones

muestran sólo los intereses de determinados grupos del exilio

español y evitan el reconocimiento de otro tipo de exiliados como

es el caso de los anarquistas. Grupo que se movilizó, en la mayoría

de los casos, a través de la escritura de libros, periódicos y

manifiestos libertarios.

De otros miles de refugiados españoles anónimos poco o nada

se ha dicho y, sin embargo, participaron igualmente en la vida

cotidiana de México. Su paso se sintió en cafés y restaurantes, lo

mismo en los de cocina internacional española, sin olvidar los que

revivieron las especialidades regionales. Exiliados que ejercieron

oficios “ordinarios” tales como pasteleros, tenderos, panaderos,

sastres, plomeros, porteros, criadas, cerrajeros, boxeadores,

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futbolistas, toreros, “cantaores y bailaoras” y otros más

favorecidos como directores de cine, guionistas, músicos,

escenógrafos, actores entre muchos más.8 Pero cabe preguntar

¿Cuál es el lugar que ocupan los exiliados anarquistas dentro de

estos refugiados anónimos? los cuales han sido olvidados o

simplemente negados dentro de las mismas categorías manejadas

por la mayoría de los historiadores del exilio republicano español.

Es innegable que la presencia de los republicanos españoles en

México contribuyó al progreso del país de diferentes maneras, sin

embargo, estos exiliados padecieron la amargura de la derrota

física y del idealismo perdido. El desarraigo afectó su manera de

ver el mundo, aunque cabe mencionar que otros tantos siguieron

buscando diversas alternativas para poder ubicarse ante el exilio.

Algunos de ellos siguieron discutiendo en el exilio los asuntos

políticos que España experimentaba bajo la dictadura de Franco,

aunque con poco alcance debido a su alejamiento físico. Entre

estos exiliados destacan los anarquistas.

Uno de los pocos ensayos acerca del exilio anarquista en

México lleva por título La política de los anarcosindicalistas españoles

exiliados en México, 1941-1945,9 realizado por Ángel Herrerín

López.10 En este estudio, dicho autor menciona que una vez

finalizada la Guerra Civil Española, los luchadores del bando

republicano (socialistas, anarquistas, etc.), que se quedaron en

España, sufrieron la brutal represión desencadenada por el

8 Eugenia Meyer (coord.a), Palabras del Exilio 4. De los que volvieron, México: Secretaria de Educación Pública /Instituto Nacional de Antropología e Historia/Instituto Mora, 1988. 9 Ángel Herrerín López, “Políticas de los anarcosindicalistas españoles exiliados en México”, en Tzintzun. Revista de estudios históricos, Morelia: Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, núm. 39, enero-junio, 2004. 10 Historiador español, profesor de la Universidad Nacional de Educación a Distancia de Madrid (UNED) y de la Fundación Ortega y Gasset de Toledo. En 1996 logró el premio Fin de Carrera y seis años después el Extraordinario de Doctorado de la UNED. También ha ejercido como profesor visitante de la Universidad de Minnesota (Estados Unidos). Sus principales líneas de investigación han sido el anarquismo durante el franquismo, dentro de España y en el exilio. Entre sus estudios destacan: “La sociabilidad de los anarquistas en España y el exilio tras la pérdida de la guerra civil”, en Revista Historia del Presente, 2003; La CNT durante el franquismo: clandestinidad y exilio (1939-1975), Madrid: Siglo XXI, 2004; La España del presente: la dictadura de la democracia: II Congreso Internacional de la Asociación de Historiadores del Presente, Madrid, 2006; El dinero del exilio: Indalecio Prieto y las pugnas de posguerra (1939-1947), Madrid: Siglo XXI, 2007; El nacimiento del terrorismo en Occidente. Anarquía, nihilismo y violencia revolucionaria, Madrid: Siglo XXI, 2008, entre otros.

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régimen franquista, y los que decidieron abandonar el país

padecieron un exilio que, en determinados casos, se alargó casi

cuarenta años o más.

La presencia de los anarcosindicalistas en la guerra civil

española, fue de gran relevancia por su postura no partidaria

durante el poco tiempo que duró la república. Estos anarquistas,

fueron los que constantemente reafirmaron los objetivos de la

revolución social con el fin de que las tierras y las fábricas se

colectivizaran y fueran manejadas por los mismos trabajadores. Sin

embargo, sufrieron con más rigor la pérdida de la guerra, tanto por

la falta de ayuda internacional, como por su oposición radical a

cualquier poder e institución.

Algunos anarcosindicalistas refugiados llegaron a México desde

1939, a través del Servicio de Emigración de Republicanos

Españoles (SERE) y de la Junta de Auxilio a Republicanos

Españoles (JARE). Una vez en el exilio, algunos de ellos trataron

de replantear sus ideales con la intención de formar alianzas

antifascistas.

La mayoría de los anarquistas que llegaron a México de alguna

manera procedían de la Confederación Nacional del Trabajo

(CNT) y se estima un número considerable de doscientos

cincuenta afiliados en tierras mexicanas. De este modo, en 1941 se

constituyó en México la primera organización cenetista: la

Delegación de la CNT de España en México; con la pretensión de

unificar las fuerzas antifascistas españolas esparcidas por América

y, así, poder participar en la política española en determinado

momento. Sin embargo, surgieron dos grupos con diversas tácticas

e intereses ideológicos: los “posibilistas” y los “ortodoxos”.11

Esta postura antagónica marcó la derrota para los

anarcosindicalistas españoles exiliados en México y se tradujo en

otra forma de aislamiento, provocando que la dirección del

movimiento libertario en el exilio pasara a manos de los refugiados

cenetistas en Francia, quienes, por su cercanía a España, tomaron

firmemente las riendas del movimiento. De ese modo, se puso fin

al corto pero intenso periodo en que los refugiados cenetistas en

11 Véase Herrerín López, “Políticas de los anarcosindicalistas”…, pp. 141-160.

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México intentaron “ordenar” las relaciones entre los diferentes

núcleos libertarios desperdigados por el mundo, y en el que

tuvieron que hacer frente a los mismos problemas a los que la

CNT estuvo abocada.

En definitiva, lo peor para el futuro de la organización

confederal (la CNT en el exilio) fue que no logró sacar

conclusiones positivas de estos duros primeros años en el exilio

debido a la falta de organización. Su apuesta siguió siendo la

solución más intransigente que, en aras de los sacrosantos

principios anarquistas, significó el inmovilismo ideológico y su

transgresión se resolvió, invariablemente, con la expulsión de sus

militantes o la escisión del movimiento.

Al término de la revolución en 1939, víctimas del ejército

sublevado como instrumento de alianza entre terratenientes y el

alto clero, Franco encarceló a un sinnúmero de anarquistas y

fusiló a muchos más. Sin embargo, algunos anarquistas

influenciados por el sindicalismo revolucionario, resistieron los

embates ideológicos tanto en España como en el exilio.

En síntesis, bajo los parámetros de las versiones oficiales, el

exilio republicano español en México se ha visto monopolizado

por una visión intelectual del mismo, limitando el reconocimiento

de otros grupos como los anarquistas. Estos, en grupos e

individualidades, manifestaron los intereses de su ideal, el cual guió

sus actividades ácratas durante el exilio con repercusiones fuera y

dentro de España.

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EN TORNO A LA HISTORIOGRAFÍA OFICIAL

Un aspecto relevante que ha sido seriamente cuestionado en la

actualidad es la noción de posmodernidad,12 tanto al ser percibida

como una corriente intelectual o como un simple imaginario socio-

cultural e ideológico, sin embargo, ha formado parte de la

problemática que encierra la concepción historiográfica de los

llamados “giros” (específicamente el “giró lingüístico” y el “giro

cultural”).

De esta manera, Franklin Rudolf Ankersmit, al llevar a cabo

una crítica hacia la historiografía en la posmodernidad, afirma que

se está produciendo una cantidad abrumadora de libros y artículos

que hace imposible tener una visión que abarque toda esa

producción. Al parecer, para Ankersmit, se ha perdido toda

moderación en el alcoholismo intelectual de nuestros días. Esta

comparación con el alcoholismo, es muy adecuada, porque el libro

o artículo más reciente sobre un tema en particular siempre

pretende ser el último trago intelectual.13

Esta sobreproducción, si bien es relativamente involuntaria,

extensa y de calidad, representa un foco rojo en toda producción

historiográfica actual. Por ello, es conveniente visualizar la vasta

producción de libros y artículos acerca del exilio republicano

12 El posmodernismo tiene genealogías diversas según se le considere desde el punto de vista del arte, de la filosofía, o de la literatura. Se acostumbra a considerar que tiene su origen en la arquitectura y en el rechazo del “alto modernismo”… Se ha podido decir que nace cuando un edificio “moderno” de Saint Cows es demolido a las 3´32 de la tarde del 15 de julio de 1972. Pero la mayor difusión del posmodernismo fue dada por Jean-François Lyotard con La Condition Posmoderne (1979), un libro donde anunciaba el fin de lo que denominaba “metanarrativas”; de interpretaciones generales como el socialismo, el cristianismo, la ideología del progreso, etc., lo que en el terreno de la historia llevaba al rechazo de las periodizaciones y de las interpretaciones globales, a la substitución del Grand Rècit de la Historia en mayúsculas, considerándolo de naturaleza legitimadora, por el Petit Récit de las historias en minúscula y a la de las afirmaciones sobre la realidad por metáforas. Véase Josep Fontana, La historia de los hombres, Barcelona: Editorial Crítica, 2001, pp. 320-321. 13 Franklin Rudolf Ankersmit, “Historiografía y Posmodernismo”, en Historia de la historiografía…, p. 48.

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español no sólo en México, sino en otros lugares de América

Latina. Producción que año con año va en aumento siguiendo en

su mayoría el patrón dominante de interpretación oficial: el exilio

intelectual.

Bajo una diversidad de ángulos e interpretaciones con intereses

específicos, hoy en día existe una abundante e importante

bibliografía sobre el exilio republicano español en América Latina,

específicamente en México. Estas distintas visiones han hecho de

este exilio una fuente inagotable de reflexión y sobre todo, plato

fuerte de distintos tipos de análisis en diferentes niveles. Sin

embargo, la vasta bibliografía sobre el tema, desde 1939, ha

generado una visión dominante del exilio republicano español en

los diversos países del continente americano, que acogieron a los

refugiados españoles a causa de la guerra civil. Me refiero a lo que

se denomina: “memoria canónica” del exilio en México; es decir, el

propio exilio construyó una memoria colectiva de sí mismo e

impulsó un modelo, el cual ha sido reforzado por un discurso

oficial mexicano (académico-gubernamental) construido por los

que lo estudian.14

Esta construcción del exilio republicano español aún sigue

reafirmándose por los investigadores actuales, quienes refuerzan

cada vez más la interpretación dominante de un exilio que sigue

pareciendo “único”. Me refiero al exilio de la ciencia, las artes y las

humanidades representado de mejor manera por una emigración

intelectual y profesional de carácter elitista. Por ello, es

conveniente tratar de ver más allá del sentido reverencial que se le

ha dado al estudio del exilio republicano español no sólo en

México, sino en otros lugares de Latinoamérica, con el propósito

de llegar a un posible conocimiento de la producción ideológica de

este exilio dentro de sus propios lineamientos.

Con el pasar de los años, los distintos textos relacionados con

el exilio republicano español en México construyeron una línea

homogénea de entendimiento que ha hecho de éste, una

institución oficial producto del interés político de grupos

específicos. De tal manera, actualmente podemos apoyarnos de

14 Clara E. Lida, Caleidoscopio del exilio. Actores, memoria, identidades, México: El Colegio de México, 2009.

17

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estudios tanto historiográficos como testimoniales, sin perder de

vista que estos han sido los causantes de las visiones tan cerradas

que se resumen en conmemoraciones normativas, celebraciones

privilegiadas y homenajes lustrosos del exilio republicano español

en México y en América Latina.15

Hablar del exilio republicano español en México, en materia

historiográfica, es considerar estudios tanto académicos como

escritos testimoniales, los cuales han sido vistos como historia en

toda la extensión de la palabra, ya que en su momento reflejaron

aproximaciones más detalladas de lo sucedido. Sin embargo, es

prudente considerar que todo documento y texto histórico sólo se

hace inteligible si se le remite a su lugar de producción, es decir, lo

real de la historia proviene entonces de las determinaciones de un

lugar, que hace posible la fabricación de un tipo de discurso sobre

el pasado, mediante un cierto instrumental.16

Entre los diversos estudios de dicho exilio, los cuales han sido

referencia desde 1939, de manera general se pretende hacer alusión

a algunos de los más revisados, sin olvidar que a partir de los años

setenta, hasta el día de hoy, podemos hablar de una extensa

producción historiográfica debido a investigaciones más rigurosas

sobre el tema. Estoy hablando de trabajos esenciales como los de

Patricia W. Fagen, Michael Kenny, Ascensión H. de León Portilla,

Clara E. Lida, José Antonio Matesanz y Dolores Pla Brugat, tan

sólo por mencionar a los más conocidos, ya que también hay

quienes han trabajado el exilio en recopilaciones específicas como

Agustín Sánchez Andrés, María Luisa Capella, Alberto Perea

Enríquez, Silvia Figueroa Zamudio, Porfirio García de León,

15 La historiografía en México goza, por un lado, de una gran aceptación social; por otro lado; manifiesta muchas dudas acerca de su potencial crítico y de su función social. No acaba de saber cómo maniobrar adecuadamente frente al impacto creciente representado por los medios de comunicación de masas. Sin embargo existen dos tendencias importantes que reflejan nuevos acercamientos a la historia política y social. Una es la reconstrucción del pasado a través del recuerdo de la memoria; sirviéndose tanto de la memoria de los individuos que lo han vivido y la memoria de un grupo colectivo, tal como una nación, que quiere restablecer o legitimar su identidad. Véase Guillermo Padilla Zermeño, “Del cuerpo al corpus. El médico, el historiador. Reflexiones sobre la situación actual de la historiografía”, en Lilian Illades (coord.a), Recordar la Historia, Puebla: Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades-BUAP, 2006. 16 Michel de Certeau afirma que la historiografía se define como una práctica que al separar el pasado del presente, por medio de la escritura, es capaz de distinguirse del mismo discurso producido.

18

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Gerardo Sánchez Díaz, James Valender y Arturo Souto Alabarce,

así como aquellos que han investigado este fenómeno histórico a

nivel Latinoamérica sin perder de vista el caso peculiar de México.

Entre estos podemos encontrar a José María Narro Calderón y

José Luis Abellán, entre otros.

Las perspectivas de estos autores nos ha llevado a reconocer

las particularidades del exilio en la poesía, la filosofía, la historia, la

antropología, la literatura, la ciencia, la biología, las matemáticas, la

física, la medicina, el cine, la música, la pintura, la arquitectura y un

sin fin de aportaciones tanto en México como en América Latina.

Con ello, es necesario reconocer y calibrar los aportes de algunos

estudios realizados, considerando el tiempo y el espacio de su

concepción, con el propósito de vislumbrar la extensa producción

de libros y artículos que circundan en nuestros días.

Inicios de la uniformidad

En México, el tema de la República y los republicanos cobró

mucho interés desde 1939. Con particular intensidad, de 1940 a

1960; libros, folletos, revistas y periódicos sobre temas españoles

invadieron el ámbito editorial mexicano.17 De tal manera, podemos

hacer mención a documentos y textos considerados por algunos

investigadores.

En primera instancia, es importante para muchos historiadores

apoyarse en la Memoria General de la Comisión Administradora de

Auxilio a los Republicanos Españoles, 1942-1945 (México, 1945); en el

texto escrito por el general Antolín Piña Soria El presidente Cárdenas

y la inmigración de republicanos españoles (México, 1939); el cual es

calificado como una reflexión crítica de corte nacionalista hacia la

postura preferencial de Lázaro Cárdenas ante la llegada de

trabajadores españoles. Por otro lado, resaltan dos textos los

cuales han sido tachados como los causantes de la visión uniforme

que el mismo exilio creó; estos son el realizado por Mauricio

Fresco La emigración republicana española. Una victoria de México

17 Hernández de León-Portilla, España desde México…, p. 15.

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(México, 1950) y de Carlos Martínez Crónica de una emigración. La de

los españoles de 1939 (México, 1959).

Pero existen otros textos que son levemente mencionados

como el de Lois Elwyn Smith: México and the spanish republicans (Los

Ángeles, 1955); los artículos periodísticos de Alfonso Junco México

y los refugiados españoles. Las cortes de paja y el corte de caja (México,

1959); de Julián Amo y Shelby Charmión La obra impresa de los

intelectuales españoles en América, 1936-1945 (California, 1950) y otros

como el de Roberto Reyes Pérez: La vida de los niños iberos en la

patria de Lázaro Cárdenas. Treinta relatos (México, 1940), y de Foulkes

Vera Los niños de Morelia y la escuela española en México. Consideraciones

analíticas sobre un experimento social (México, 1953).

Con esto no pretendo decir que dichos textos han pasado del

todo desapercibidos, sino que debido a las exigencias de las

coordenadas científicas de los investigadores, estos textos poco

mencionados se encuentran fuera de aquella amplia producción de

libros y artículos del exilio.18

Considerando los acercamientos historiográficos hechos a

finales de 1970, ya existían aproximadamente 138 títulos

relacionados con el exilio republicano español en México, lo cual

es considerado como materia abundante.19 La gran mayoría de esos

textos se publicaron en México (el 91%), casi la mitad (el 43%)

eran publicaciones de los propios centros de refugiados en los que

daban a conocer su funcionamiento, sus posturas políticas,

reglamentos e informes. El resto de los textos habían sido escritos

por los mismos refugiados, aunque el exilio español también había

logrado interesar a mexicanos, a españoles en la península,20 y a

personas de otras nacionalidades.21

18 Otros textos ubicados entre los 40´s y 60´s, son de aspecto literario y poético. Entre ellos podemos encontrar a José Ricardo Morales con Poetas en el destierro (Chile, 1943); Francisco Giner y Joaquín Díez-Canedo con Las cien mejores poesías del destierro (México, 1945); Horacio J. Becco y Osvaldo Svanasein con Poetas libres de la España peregrina en América (1947); Max Aub con Una nueva poesía española (1950-1955); José R. María-López con Narrativa española fuera de España, 1939-1961 (Madrid, 1963), entre otros. 19 Dolores Pla localizó cuatro estudios en 1939; cuarenta y seis en los 40´s; treinta en los 50´s; quince en los 60´s y treinta siete en los 70´s. Véase Pla Brugat, Els exiliats catalans…, p. 14. 20 En España también se publicaron obras sobre el exilio y su labor fuera, en conjunto. Con la muerte de Francisco Franco, José Luís Abellán, en 1976, y Javier Rubio, en 1977, pudieron

20

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1970: El exilio ante las miradas académicas

En los años setenta, el tema del exilio comenzó a atraer la atención

de diversos académicos los cuales añadieron a los testimonios de

los refugiados, cierto sustento documental con presunción de

objetividad científica. Los académicos se acercaron a cuestionar los

testimonios de los exiliados españoles hasta llevarlos a un público

más amplio. Realizaron una serie de entrevistas en función de una

historia oral y sobre todo, comenzaron con la búsqueda de

documentos que sustentarán la viabilidad del exilio y de sus

protagonistas en busca de una imagen positiva. Así, la producción

historiográfica de los años setenta brindó mejores conocimientos

del exilio y una nueva apertura hacia la comprensión de los

exiliados respecto a lo que ya era su nueva tierra.

Bajo pretensiones netamente históricas, cuatro son los estudios

más revisados acerca del exilio español en México, los cuales se

han vuelto objeto de análisis en la actualidad. En primer orden

podemos hablar del texto de Patricia W. Fagen Transterrados y

ciudadanos. Los republicanos españoles en México (México, 1973); el cual

resalta la labor de los intelectuales y los profesionales de la

migración y el exilio. Cabe destacar que en este texto, Fagen aplica

el término de intelectuales de manera general para incluir tanto a

los que se caracterizaban así mismos como tales, como, a aquellos

que se ganaron la vida, totalmente, o en parte, escribiendo,

enseñando o trabajando en campos culturales o afines.22

Lo que Fagen nos presenta es una visión general del exilio la

cual parte de la instauración de la República Española, las causas

de la Guerra Civil Española, la inevitable derrota republicana y la

carente ayuda recibida por otras naciones. Posteriormente, la

autora se inserta en el exilio en México considerando la acogida no

sólo de intelectuales y profesionales, sino de trabajadores rurales y

urbanos, sin embargo, se enfoca más en la aportación de los dos

publicar compilaciones sobre el exilio bajo consideraciones generales del mismo (la salida obligada, la llegada a nuevas tierras, la acogida, su integración y su legado cultural). 21 Pla Brugat, Els exiliats catalans…, pp. 14-15. 22 Fagen clasifica a los “intelectuales” como a aquéllos que fueron invitados a venir a México en 1938 y a los “profesionales” como los médicos, abogados, periodistas, editores, administradores, etc. Fagen, Transterrados y ciudadanos…, p. 8.

21

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primeros grupos. De este modo, resalta la actividad política y la

organización social fuera de España, para recaer en la adaptación y

el legado que los exiliados españoles brindaron a México.

Otro texto le corresponde a José Luis Abellán, titulado, El exilio

español de 1939 (Madrid, 1976-1978); el cual no sólo se ocupa del

exilio en México sino también de los refugiados en Francia, países

que Abellán calificó como importantes núcleos demográficos del

exilio republicano español. Así, este autor realiza una analogía

entre los diversos tipos de exiliados tanto en Francia como en

América con el propósito de diferenciar la suerte de dicho exilio.

Abellán afirma que Francia recibió a sectores más populares de

exiliados (obreros), mientras que en América, los protagonistas del

exilio fueron importantes intelectuales y profesionales.

Un tercer texto es el de Ascensión H. de León-Portilla, titulado

España desde México. Vida y testimonio de transterrados (México, 1978).

En dicha obra, la autora plantea analizar tanto la experiencia

republicana en España como la función de los republicanos

españoles en el exilio en México. Define la inmigración

republicana como un hecho singular para ambos países (México-

España) por el gran número de llegados y, sobre todo, por la

preparación que poseía una gran parte de ellos, ya que dejaron

huella profunda en el México contemporáneo, asunto de interés

para españoles y mexicanos.23

Sin embargo, el enfoque de dicha autora está más inclinado a

los testimonios de republicanos trasterrados,24 vocablo acuñado

por José Gaos para los que, recibidos por México se habían

“empatriado” aquí. José Gaos suprimió la “n”, que comunica

“cambio”, mudanza, paso a, del otro lado, mientras que dicha

autora ocupa el vocablo con “n” para hilar la idea del paso a

encontrar la tierra donde se empatrian.25

23 Hernández de León-Portilla, España desde México…, p. 13. 24 Entre los distintos transterrados entrevistados se encuentran Juan Comas, José Ignacio Mantecón, Elvira Gascón, José Puche, Wenceslao Roces, Vicente Guarner, Antonio Sacristán, Antonio María Sbert, Víctor Salazar, Juan Rejano, Francisco Largo Calvo, Rafael Méndez, Anselmo Carretero, José de Tapia, Niceto Alcalá Zamora y Castillo y Bibiano Osorio Taffall. 25 Para Ascensión H. de León-Portilla, José Gaos buscó expresar una cosmovisión del destierro que hiciera soportable el desgarramiento que significaba el abandonar su patria: expresar la realidad vivida por los que se habían empatriado en México. En contraste, Patricia W. Fagen afirma que ello se fundamenta en una ontología que se sostiene en el vínculo cultural que

22

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Y por último, se encuentra el texto compilado por José

Antonio Matesanz: México y la República Española. Antología de

documentos, 1931-1977 (México, 1978), una obra general bajo los

cánones interpretativos en torno a la acogida y adaptación de los

exiliados españoles en México.

A pesar de ser los más citados, estos cuatro textos realizados en

los 70´s, no lo dicen todo. Existen otros con diverso carácter e

intenciones específicas como el de Javier Rubio: La emigración de la

Guerra Civil de 1936-1939. Historia del éxodo que se produce con el fin de

la II República Española (Madrid, 1977); el cual contiene un amplio

panorama del exilio de 1939 y aborda las generalidades de este, la

política de los exiliados y su labor en la ciencia, la filosofía, la

literatura, las artes, etc.

Otros estudios de la misma época corresponden a la visión

antropológica de Michael Kenny con Inmigrantes y refugiados españoles

en México, siglo XX (México, 1979); Francisco Caudet con Romance,

1940-1941: Una revista del exilio (Madrid, 1975) y La España peregrina,

1940 (Valencia, 1976). Por otro lado se encuentra José Fuentes

Mares con Historia de un conflicto México-España. El tesoro del “Vita”

(España, 1975); Eduardo Pons Prados con Los derrotados y el exilio

(Barcelona, 1977) y María Magdalena Ordoñez Alonso con El

Comité Técnico de Ayuda a los Republicanos Españoles. Historia y

Documentos, 1939-1940 (México, 1977).

El exilio y sus temáticas en los 80´s

Durante los años ochenta existían aproximadamente 42 títulos

publicados en México, España y en otros lugares del extranjero, lo

que cubría un 70% de lo publicado en México, un 17% en España

y un 21% en distintos países. Sin embargo, lo importante no es

tanto la aproximación numérica, sino la clara variedad del

comparten los países de habla hispana. Ya que al compartir bases culturales y filosóficas, no podían considerarse como desterrados (exiliados), sino más bien como transterrados, transferidos a una parte de su patria a otra. No eran expatriados de España, sino empatriados en México. Para más detalles véase José Gaos, “Los trasterrados españoles de la filosofía en México”, en Filosofía mexicana de nuestros días, México: Imprenta Universitaria, 1954.

23

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contenido temático y los intereses de estos tres puntos geográficos

donde se originan las obras.

Como factor principal, el tema del exilio fue abordado de

distintas maneras las cuales no atentaron con la versión

dominante, sin embargo, se amplió el estudio de las actividades

profesionales y productivas realizadas por los exiliados. Pero sobre

todo, se realizaron algunos estudios tácticos bajo la idea de

conmemorar y celebrar, en 1989, cincuenta años de exilio.

Podemos abrir esta caja de pandora con José Antonio

Matesanz: De Cárdenas a López Portillo: México ante la República

Española, 1936-1977. Posteriormente, el proyecto de Historia Oral

del Departamento de Estudios Contemporáneos del INAH

(iniciado desde 1977) que consta de una colección que lleva por

nombre Palabras del Exilio, la cual ha tenido por objeto resaltar la

labor educativa y política de algunos exiliados republicanos. Por

otro lado, sobresale la compilación de El exilio Español en México,

1939-1982 (México, 1982). Esta obra contiene la labor iniciada por

Lázaro Cárdenas hasta José López Portillo, enfocándose

ampliamente en las diversas prácticas profesionales vividas por los

exiliados en México.26

Otras obras de gran interés son las de Dolores Pla Brugat Los

niños de Morelia. Un estudio sobre los primeros refugiados españoles

(México, 1985); Emeterio Payá Valera Los niños españoles de Morelia.

El exilio infantil en México (México, 1985); María Luisa Capella

(coord.a), El exilio español y la UNAM (México, 1987); del

Ministerio de Cultura El exilio español en México (México, 1984);

Clara E. Lida Un refugio en el exilio. La Casa de España en México y los

intelectuales españoles (México, 1987) y en colaboración con José

Antonio Matesanz La Casa de España en México (México, 1988).

Joaquina Rodríguez Plaza con La novela del exilio español en México

(México, 1989); José Luis Abellán con El pensamiento español

contemporáneo (Barcelona, 1989), entre muchos más. Cabe señalar

que otras obras en existencia proceden básicamente de España y

26 Esta obra nos presenta los aspectos más importantes que se dieron en México en disciplinas como la filosofía, la pedagogía, la historia, la antropología, las letras, las poesía, las artes, la arquitectura, la escultura, las ciencias médicas, la biología, las matemáticas, la física, la química, la economía, la sociología, la jurisprudencia, las editoriales, el periodismo, el teatro, la música, el cine, la radio, la televisión y los deportes.

24

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hacen referencia a temáticas específicas,27 además de otros dos

estudios realizados en Estados Unidos como el de Michael Ugarte

Spanish Civil War Exile Literatura (1989) y de T. G. Well México and

the Spanish Civil War (1981).

La expansión de la escritura del exilio en los 90´s

En los años noventa comenzó a elaborarse una bibliografía más

especializada sobre el exilio español. En España se llevaron a cabo

congresos sobre el aspecto cultural del exilio en lugares como

Cataluña, Valencia y el País Vasco debido a la conmemoración de

los sesenta años de tal evento. Sin embargo, en el sentir y pensar

de los españoles se trató de recuperar aquello que Francisco

Franco arrebató a España, aquella inmensa cultura y nivel

intelectual de los que tuvieron que partir al exilio. Mientras que en

México, se realizaron diversos coloquios con especialistas

mexicanos, españoles, ingleses, norteamericanos y canadienses.

Entre las múltiples investigaciones acerca del exilio español, las

cuales forman parte medular del inventario historiográfico de los

años noventa, podemos localizar a Roberto Hernández Oramas y

Gabriel Vargas con Cincuenta años del exilio español en México

(México, 1991); Ricardo Pérez Monfort Hispanismo falange. Los

sueños de la derecha española y mexicana (México, 1992); Víctor

Alfonso Maldonado Las tierra ajenas. Crónica de un exilio (México,

1992) y Elena Aub con Palabras del exilio 5. Historia del ME/59. Una

última ilusión (México, 1992).

A partir de 1995, hasta 1998, aparecieron las obras de Rose

Corral, Arturo Souto Alabarce y James Valender Poesía y exilio. Los

27 Algunas de estas obras son las de Lorenzo Gómez-Escalonilla Diplomacia franquista y política cultural hacia Iberoamérica 1939-1953 (Madrid, 1988); Mariela Zelaya Kolker Testimonios americanos de los escritores españoles transterrados de 1939 (Madrid, 1985); Albert Manent La literatura Catalana al´exili (Barcelona, 1985); San Sebastián Koldo El exilio vasco en América 1936-1946 (San Sebastián, 1988); José María Balcells Revista del Catalans a las Amériques (Barcelona, 1988); Heine Hartmun La oposición política al franquismo 1939-1952 (Barcelona, 1988); Ministerio de Cultura. Ajuntament de Barcelona. L´exili espanyon a México. L´aportació catalana (Barcelona, 1984); Historia general de la emigración española en Iberoamérica, Quinto Centenario-Historia 16, (CEDEL, 1988) y Cuadernos Hispanoamericanos, celebrando cincuenta años de exilio.

25

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poetas del exilio español en México (México, 1995); José María Murià

Diccionario de los catalanes de México (México, 1996); Clara E. Lida

Inmigración y exilio. Reflexiones sobre el caso español (México, 1997);

Adolfo Sánchez Vázquez Del exilio en México. Recuerdos y reflexiones

(México, 1997); María Magdalena Ordoñez y Dolores Pla Brugat

El exilio catalán en México. Notas para su estudio (Zapopan Jalisco,

1997); José Luis Abellán El exilio filosófico en México. Los

Transterrados de 1939 (México, 1998) y Teresa Fèrriz Roure La

edición catalana en México (México, 1998).

A finales de los años noventa, las obras que más destacaron

fueron de Dolores Pla Brugat Els exiliats catalans. Un estudio de la

emigración republicana española en México (México, 1999); Soler Vinyes

Martí La Casa del éxodo. Los exiliados y su obra en la Casa de España y el

Colegio de México, 1938-1947 (México, 1999) y la tesis doctoral de

José Antonio Matesanz México ante la Guerra Civil Española.

Relaciones México-España y su génesis (1999). Por otro lado, España

cuenta con una amplia contribución historiográfica sobre el exilio

que no dista mucho de las perspectivas de la historiografía

mexicana.28 Es así como llegamos al siglo XXI, comprobando la

existencia de una cantidad abrumadora de bibliografía acerca del

exilio republicano.

Multiplicidad bibliográfica en la actualidad

A 80 años del exilio republicano español en México, este

fenómeno sigue siendo un gran banquete para los especialistas en

28 Las obras más relevantes son de José María Narro-Calderón El exilio de la España en la Américas ¿Dónde fue la canción? (Barcelona, 1991); Nicolás Sánchez Albornos El destierro español en América: un trasvase cultural (1991); Francisco Caudet Dialogizar el exilio. El exilio literario español de 1939 (Barcelona, 1995) y del mismo autor Hipótesis sobre el exilio republicano de 1939 (Madrid, 1997). De Alberto Guirona y María Fernanda Mancedo El exilio valenciano en América. Obra y memoria (Valencia, 1995); José Ignacio Cruz La educación republicana en México, 1939-1992 (Valencia, 1994); Pilar Domínguez Prat Voces del exilio. Mujeres españolas en México (Madrid, 1994); Francisco Giral Ciencia española en el exilio, 1939-1989. El exilio de los científicos españoles (Barcelona, 1994); Luis de Llera Esteban El último exilio en América Latina (Madrid, 1996); Juan Marichal La otra cara del exilio. La diáspora del 39 (Madrid, 1990). Los refugiados españoles y la cultura Mexicana. Actas de las primeras jornadas, celebradas en la Residencia de Estudios en noviembre de 1994 (Madrid, 1998) así como las VI jornadas d´Estuds Catalans-Americans (Barcelona, 1992), entre otras.

26

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el tema, quienes han encontrado una amplia gama de aperturas de

interpretación, sin embargo, también ha sido visto como platillo

extravagante para nuevos investigadores quienes pretenden ir más

allá de dichas aperturas. Es por ello que podemos hablar de obras

como la de Robert Surroca i Tallafero Prensa Catalana en México

(México, 2000); Gerardo Sánchez Díaz y Porfirio García León Los

científicos del exilio español en México (México, 2001); Clara E. Lida

España y México durante el primer franquismo (México, 2001) y de la

misma autora Caleidoscopio del exilio. Actores, memoria, identidades

(México, 2009).

De Agustín Sánchez Andrés y Silvia Figueroa Zamudio De

Madrid a México. El exilio y su impacto sobre el pensamiento, la ciencia y el

sistema educativo mexicano (México, 2001); de los mismos autores Un

capítulo de la memoria oral del exilio. Los niños de Morelia (México,

2002). Arturo Parrón Guasch El andamiaje del exilio. Los refugiados

españoles y las políticas de población en México (Tesis de Maestría en

Historia, Puebla, 2002); María del Pilar Suarez Plata Huellas y

memorias de los hijos de los exiliados españoles en la ciudad de Puebla (Tesis

de Maestría en Historia, Puebla, 2003); Dolores Pla Brugat Pan,

Trabajo y hogar. El exilio republicano español en América Latina (México,

2007); James Valender y Gabriel Rojo Leyva Poetas del exilio español.

Una antología (México, 2006) y de José María Murià Los catalanes. Su

presencia en México (México, 2009).

Con este breve recuento, no pretendo abarcar todas las

publicaciones que con el pasar de los años se han realizado, sin

embargo, el interés por mencionar tan sólo una mínima parte de la

totalidad de los estudios del exilio, pone al descubierto la

necesidad de concebir diferentes interpretaciones históricas. Ya

que con lo revisado, podemos inferir de las diversas categorías

analizadas y de las que aún faltan por analizar.

Por último, y no menos importante, es preciso tener en cuenta

la abundancia de las interpretaciones historiográficas del exilio

español; ya que desde el inicio de su uniformidad, hasta su

multiplicidad bibliográfica, la escritura de dicho exilio pocas veces

se ha atrevido a cruzar por caminos inhóspitos, igual o más

atractivos que los ya conocidos. En este caso, por los intensos

caminos político-ideológicos del exilio anarquista.

27

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LEGADO HISTÓRICO

DEL ANARQUISMO ESPAÑOL

El anarquismo fue en España por espacio de casi setenta años

(1868-1939), una fuerza revolucionaria cuya intensidad no tuvo

precedentes en ningún otro país del mundo. Por tanto, es en

España donde puede observarse más claramente el juego de las

afirmaciones y las contradicciones racionalistas de que han

alardeado los anarquistas.29 Sin embargo, no es del todo fácil

delinear el anarquismo que se manifestó en España con mayor

estruendo que en otros pueblos, sobre todo por las características

particulares del tradicionalista pueblo español. Cabe mencionar

que con éxitos y fracasos desde mediados del siglo XIX, el ideal

anarquista ha estado presente en el pensamiento más radical de los

sectores oprimidos de España.30

Los anarquistas españoles dejaron en sí una realidad tangible

que tiene una colosal relevancia para la radicalización social de

nuestros días. Los “heroicos años” del movimiento, desde 1868 a

1936, fueron un proceso fascinante de experimentación de formas

organizativas, decisión a nivel técnico, valores personales, prácticas

educativas y métodos de lucha. Desde los días de la Internacional y

de la Alianza Democrática Socialista a los tiempos de la CNT y de

la Federación Anarquista Ibérica, FAI (en la década de los treinta)

todas las formas del anarquismo español, colectiva, sindicalista y

comunista, habían desarrollado una sorprendente subcultura muy

bien organizada, la que promovió dentro de la sociedad española

29 James Joll, Los anarquistas, Barcelona: Grijalbo, 1968, p. 8. 30 Los éxitos de los movimientos anarquistas eran esporádicos, se organizaban huelgas que se expandían con rapidez y del mismo modo eran contenidas por la policía, sin embargo, se manifestó un fenómeno de radicalización y violencia mutua a principios del siglo XX entre anarquistas armados y pistoleros políticos.

28

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una enorme libertad de acción a través de los sindicatos locales y

los grupos de afinidad.31

Bajo las consideraciones de Jean Bécarud y Guilles Lapouge:

“Apenas asombra que la doctrina anarquista haya descubierto uno

de sus lugares privilegiados. Una España legendaria obsesionada,

romántica y mística, individualista y trágica, ardiente desesperada,

esa España destinada a la fatalidad libertaria”.32

A comienzos del siglo XIX, España era casi exclusivamente un

país agrario que no simpatizaba con el camino del progreso

urbano, por el cual comenzó a avanzar Inglaterra, Francia y los

Estados alemanes. En España, nobles, burgueses, funcionarios y

comerciantes sólo representaban un porcentaje mínimo de la

población frente a los campesinos y en general a todos los

hombres ligados a la tierra. Esta enorme población rural pudo

sobrevivir soportando condiciones precarias y extremadamente

dolorosas, largas y numerosas épocas de carestía y subidas de coste

de vida. Sin embargo, a medida de que el siglo avanzaba, se

originaron algunos cambios en las estructuras como los brotes de

industrialización, particularmente en Barcelona, y cierto tipo de

“leyes de desamortización” (en 1837 y 1855) en Andalucía, ambos

cambios con debidas consecuencias económicas.

La clase media de ideales liberales se comprometió con la lucha

en contra de los sectores más dominantes y tradicionalistas de

España (la nobleza, el alto clero y los propietarios terratenientes).

En Barcelona logró apropiarse del descontento del pueblo, pero

en otras regiones de España, donde el pueblo se encontraba

organizado, la clase media fue frenada constantemente.

En este periodo, efervescente y desolado, maduraron los

movimientos anarquistas de la segunda mitad del siglo XIX,

principalmente en la Cataluña industrial y en la Andalucía rural.

Cabe destacar que el anarquismo aún no estaba teóricamente

formulado, sino que el simple término fue utilizado para amenazar

y aterrorizar a todo burgués. Así, comenzaron a conformarse

sociedades de apoyo mutuo y prácticas de paro laboral.

31 Murray Bookchin, Los anarquistas españoles. Los años heroicos, 1868-1936, Barcelona: Grijalbo, 1980, pp. 433-434. 32 Jean Bécarud y Guilles Lapouge, Los anarquistas españoles, Barcelona: Ed. Laia, 1977, p. 11.

29

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Hay que hacer notar que a mediados del siglo XIX, las ideas

revolucionarias ácratas aún eran desconocidas en España, sin

embargo, se puede hablar de algunos sentimientos asociados con

el anarquismo, tales como el anticlericalismo, la abolición del

gobierno, el malestar campesino, las huelgas generales y otros

conflictos entre obreros y patrones. Si bien, sólo se puede hablar

del anarquismo español bajo aspectos teóricos, a partir de 1868,

diversos autores del anarquismo suelen hacer hincapié en destacar

ciertos rasgos que formaron parte de la concientización del pueblo

ibérico, los cuales son considerados como influencia para lo que

hoy se denomina anarquismo español.

Una idea anterior a la fundamentación del anarquismo teórico

en España, es el conocimiento del socialismo utópico. En cuanto a

esto: “Con el retorno de los emigrados después de la muerte de

Fernando VII, se marcó no sólo el final de una etapa justamente

calificada como ominosa, sino el principio de otra, que la España

liberal anticipaba como halagüeña. Pero como todo periodo de

transición, el lustro que transcurrió entre la amnistía de 1834 y del

tratado de Vergara fue un momento confuso de guerra y crisis, al

mismo tiempo de cambio ideológico inspirado por los desterrados

que volvieron”.33

En el bagaje intelectual, reunido por los liberales durante diez

años de emigración en el resto de Europa, el pensamiento

socialista tomado sobre todo de los utópicos franceses Saint

Simon, Charles Fourier, Étienne Cabet, ocupó un lugar

primordial.34 Posteriormente, otras corrientes del socialismo pre-

marxista se hicieron visibles en España durante 1840: Robert

Owen, Simonde de Sismondi, Louis Blanc, Louis Auguste Blanqui

y Pierre Joseph Proudhon atrayendo a los sectores más radicales y

33 El historiador hispanista, Henry Kamen, en su libro Los desheredados. España y la huella del exilio, investigó seis siglos de exilio español, los cuales han minado la identidad de España como nación, ya que los exilios vividos no han sido por invasiones de extranjeros, sino por los mismos españoles. Kamen analizó las expulsiones desde el siglo XV (desde 1480 con la salida de los primeros judíos); 1609 la expulsión de los moriscos y luego los austracistas; los miembros de la nobleza, de las clases altas e intelectuales partidarios de Carlos de Austria en la Guerra de Secesión, 1701-1715; los católicos heterodoxos entre los siglos XVI –XVII; los jesuitas en el siglo XVIII; los afrancesados, liberales y carlistas del siglo XIX y los republicanos vencidos en 1939. Véase Clío. Revista de Historia, España, año 6, n. 71, septiembre 2007, pp. 14-16. 34 Clara E. Lida, Anarquismo y revolución en la España del XIX, España: Siglo XXI, 1972, p. 23.

30

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políticamente activos. Blanqui en la organización de sociedades

secretas republicanas de tintes revolucionarios, y Proudhon, con

sus ideas federalistas, son los que influyen en la facción más radial

del republicanismo español.

Un importante cambio político e ideológico que tuvo lugar en

España fue la corriente radical que se formó alimentada por los

socialistas utópicos y por la organización de los movimientos

revolucionarios del resto de Europa. Esto permitió que las

sociedades secretas proliferaran durante el primer tercio del siglo

XIX, entablando una lucha política antimonárquica que condujo al

desarrollo de partidos políticos renovadores, bajo el amparo de la

legalidad del parlamento español en busca de reformas.

Al mismo tiempo, los liberales españoles también se

radicalizaron hacia la idea de democracia y reformismo societario,

lo que los llevó a adquirir intensa fuerza dentro de ciertos grupos

de obreros españoles, los cuales se vieron seriamente afectados

por las innovaciones de la industria. Pronto, las organizaciones

obreras existentes adquirieron un matiz político, ya que en 1839 se

originó una crisis económica y un desabastecimiento que se

extendió hasta 1847, lo que provocó el estallido de una

insurrección fallida en diversas regiones de España.

Después de 1848, pese al fracaso revolucionario, el pueblo

español vivió un nuevo periodo de renovación ideológica,

sustentado por la eficaz actividad propagandística societaria que

reavivó a los sectores más radicales bajo un programa de demanda:

libertades individuales, derecho de asociación, abolición de fueros

y privilegios, reformas arancelarias, protección del comercio y

bienes agrícolas, derecho a instrucción pública entre otras

cuestiones. Sin embargo, durante 1849, comenzaron a definirse

por separado los intereses de los grupos políticos y los de las

masas de obreros y campesinos.

Socialismo utópico y socialismo revolucionario

Una vez superada la crisis en España, se presenció la segunda

etapa del socialismo peninsular durante 1854-1856, debido a que el

31

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proletariado comenzó a adquirir una nueva conciencia de lucha y

de clase. En 1854, los obreros llevaron a cabo un levantamiento

violento en torno a la denuncia de sus demandas sociales y

políticas no cumplidas. Con ello, la conciencia de clase se

manifestó ante las ineptitudes de los partidos antimonárquicos.

Fue hasta 1855 cuando se dejó vislumbrar el levantamiento que

condujo a la huelga de Cataluña, donde los obreros, en el mes de

julio, protestaron casi en toda Barcelona exigiendo libertad de

asociación, jurados mixtos, reducción de horas de trabajo,

aumento de jornales y en sí, mejoras a sus condiciones de vida, sin

embargo, en 1856, la lucha radical de los obreros fue arrojada a la

clandestinidad. De nueva cuenta, las sociedades secretas

(masónicas) se convirtieron en espacios de sobrevivencia para los

grupos políticos radicales.

Desde 1860, la llama intentó encenderse debido al descontento

en los campos de Andalucía (en Loja) sin éxito alguno. La vigencia

de los grupos radicales aún se mantuvo en las sociedades secretas

hacia 1863, preparándose para lo que iba a representar el año de

1866: el intento revolucionario más importante que permitió el

triunfo de las fuerzas antimonárquicas.

Con la caída de la monarquía isabelina regresaron los

desterrados republicanos que habían sido expulsados, y con ellos,

nuevas ideas que giraron en torno a la Asociación Internacional de

Trabajadores (AIT). La caída de Isabel II permitió poner en

práctica los principios federalistas y los de la Internacional Obrera,

terminando por encontrase en un debate de gran importancia.

La AIT fue fundada en Londres, el 28 de septiembre de 1864,

en una asamblea pública celebrada en el St. Martin´s Hall. El

esfuerzo del London Trade Council, para establecer relaciones

permanentes con las asociaciones obreras del continente, se vio así

coronado por el éxito. La AIT se inició con la participación de

sindicatos obreros británicos y franceses y la de algunos exiliados

procedentes de diversos países europeos que entonces residían en

Londres. Nació cuando Europa sufría grandes tensiones políticas y

se desarrolló en los años siguientes en medio de guerras y

revoluciones. Cabe señalar que con el estallido de la guerra franco-

32

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prusiana, en 1870, las convulsiones que facilitaron su crecimiento

también marcaron su decadencia.35

Desde 1868, la AIT comenzó a sentir la lucha entre dos

corrientes ideológicas cuyas repercusiones llegaron a España de

inmediato: la bakuninista (simpatizantes de Mijaíl Bakunin) y la de

los partidarios de Karl Marx. Esta división comenzó por una

discrepancia fundamental sobre los fines del socialismo, los

métodos para lograr la revolución social y el modo de organizar la

Internacional Obrera.

Es también en 1868 cuando se da la introducción del

anarquismo en España, el cual provino de la ideología más

radicalizada de la Internacional: la corriente bakuninista, la cual

fungió como el fenómeno más importante de la historia del

movimiento obrero español. Esto se dio cuando Giuseppe Fanelli

llegó a España enviado por Bakunin con el propósito de reclutar

miembros para la Primera Internacional.

A pesar de considerables limitaciones,36 la labor de Fanelli llegó

a concretarse de modo benéfico para el movimiento anarquista

internacional y, sobre todo, para el anarquismo español debido a

que las clases oprimidas de trabajadores fueron muy susceptibles a

una ideología que atacaba a las instituciones, que ellos mismos

percibían como opresivas.

Giuseppe Fanelli se movilizó entre Barcelona y Madrid

distribuyendo ideas y folletos. En Madrid influyó para que se

formara la Sección de Madrid de la Asociación Internacional de

Trabajadores, sin embargo, el anarquismo ganó más seguidores en

Barcelona; ahí se formó una sección de la Internacional la cual

tuvo un enorme auge en diversas villas, ciudades, organizaciones

autónomas y pueblos rurales (Andalucía, Aragón, Levante,

Cataluña, Castilla y Galicia).37

35 Josep Termes, Anarquismo y sindicalismo en España. La Primera Internacional (1864-1881), Barcelona: Editorial Crítica/Grijalbo, 1977, p. 11. 36 Fanelli estuvo poco tiempo en España, sin embargo, pese a que sólo hablaba francés e italiano, fue comprendido por hombres como Tomás González Morago y Anselmo Lorenzo. 37 Se dice que a comienzos de 1870, la sección de Madrid de la Internacional reunía unos 2.000 miembros y había iniciado la publicación de un periódico local, Solidaridad. Véase Murray Bookchin, Los anarquistas españoles…, p. 73.

33

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En junio de 1870, tuvo lugar el Primer Congreso de Obreros de

la Sección Española de la Internacional propuesto por la Alianza

de la Democracia Socialista de Bakunin, facción secreta del

anarquismo en España con vínculos estrechos con la

Internacional. En dicho congreso, se estableció un programa de

acuerdo a las necesidades de una federación más flexible de

sindicatos de obreros y campesinos, además del surgimiento de

tres tendencias: los asociacionistas, el grupo político y los

sindicalistas. Pero sobre todo, lo que el congreso señaló fue la

declinación de la tradición proudhoniana por un colectivismo

bakuninista, así como para determinar sus fines antipolíticos.

En 1872, la Federación Española pudo organizar el Segundo

Congreso Nacional en Zaragoza, teniendo como tema principal la

ruptura entre Bakunin y Marx con el fin de definir la postura que

tomarían. Posteriormente, a finales de ese mismo año, se celebraría

el Tercer Congreso en Córdoba.

En 1873, con la proclamación de la República, los federalistas

tomaron las riendas de España con un programa de tono

centralista a cargo de Francisco Pi y Margall, el cual reducía a la

pasividad a trabajadores y campesinos. Al respecto, los anarquistas

comenzaron a debilitar el gobierno central y a fomentar la

importancia regional y la vida comunitaria. De tal manera, se

emprendió una dura represión en contra de los federalistas más

extremos así como en contra de la sección española de la

Internacional, sin embargo, la Federación Española, con

aproximadamente 60.000 afiliados, perfiló sus intenciones hacia

Andalucía y Levante donde sobreviviría y crecería el anarquismo

durante los primeros años de la restauración borbónica.

En Andalucía y Levante, después de 1870, los aldeanos

abrazaron las ideas anarquistas de un modo particular bajo la

aceptación de un comunismo libertario limitado, equivalente al

reparto de tierras de manera individual y no colectiva. Ello, más su

aislamiento de la ciudades, predestinó la ruina del movimiento

campesino en ese periodo, mientras que en las ciudades, el

movimiento anarquista se dirigió cada vez más a la zona sur de

España debido a la represión sufrida en Barcelona y Madrid.

34

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Dentro de la clandestinidad y la posible decadencia, la

Federación Española padeció la dispersión de la organización

anarquista a partir de 1873, siendo hasta 1881 cuando resurgió la

actividad radical de forma organizada. Al ponerse nuevamente de

pie, la Federación Española no vio grandes oportunidades en las

principales ciudades debido a la dura represión, por lo que en

septiembre de 1881, hizo la tentativa de establecer una federación

laboral. Así surgió la Federación de Trabajadores de la Región

Española formada en Barcelona.

A raíz de la dispersión de los grupos anarquistas citadinos, fue

en Andalucía donde se encontraron aproximadamente 38.000

afiliados. Sobresalió un grupo denominado los “Desheredados” y

otras sociedades secretas de campesinos guiados por tácticas

violentas. Posteriormente, en 1882, otra sociedad secreta llamada

la “Mano Negra” hizo su aparición. Cabe destacar que las

persecuciones contra esta sociedad, provocaron la destrucción de

la Federación de Trabajadores de Andalucía y de la Federación de

Cataluña.

A partir de 1880 se originó un crecimiento industrial y agrícola,

por lo que los sindicatos planearon adecuarse a estas condiciones

bajo la legalidad. Por ello, en 1881 surgió el Partido Socialista

Español y en 1888 su propia federación, la Unión General de

Trabajadores (UGT); la cual influyó entre los mineros de Asturias

y Río Tinto. Sin embargo, a partir de 1890, la creciente tendencia

del anarquismo español hacia la violencia fue fortalecida por un

episodio relacionado con el malestar agrario. Me refiero a la

represión en Jerez, centro de concentración de los

“Desheredados” y de la “Mano Negra”.38

Debido a los actos violentos, en 1896, las autoridades

arremetieron en contra del movimiento anarquista obrero y contra

los republicanos. Fueron arrojados a los calabozos de Montjuic

más de cuatrocientas personas que quedaron abandonadas a

merced del grupo de Brigada Social. Seis meses después, en 1897,

fueron enjuiciados noventa presos; ocho fueron sentenciados a

38 Ibid., p. 173.

35

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muerte y dieciocho condenados a pasar un largo tiempo en

prisión, mientras que cinco fueron ejecutados.

En los últimos años del siglo XIX, prácticamente no existió un

movimiento libertario organizado en España. La organización

anarquista de la Región Española estuvo vacilante, sin embargo, la

acción violenta se hizo cada vez más presente. Otros anarquistas

se inclinaron al campo de la educación iniciando el apogeo de la

“Escuela Moderna” de Francisco Ferrer, ya que muchas de sus

ideas estaban emparentadas con el anarquismo. Por otro lado, el

sindicalismo ganó terreno ante las dificultades económicas

crecientes. Con ese avance del sindicalismo y las nuevas

organizaciones por todo el país, fue posible la aparición de la

Federación Regional de Sociedades Obreras, la cual fue

rápidamente reprimida después de llevar a cabo la huelga fabril en

Cataluña en 1901, en el valle del Ter.

Después de la “Semana Trágica” en Barcelona y otras ciudades

de Cataluña (julio y agosto de 1909), inició el periodo de mayor

“madurez” del anarquismo español alcanzando dimensiones

masivas y un importante desarrollo de las formas tácticas y

organizativas. Por esa época, la CNT se perfiló como la más

importante de las organizaciones libertarias, la cual desempeñó un

papel relevante en la Guerra Civil Española.

Nueva dirección del movimiento anarquista español

La nueva dirección del movimiento anarquista consistió en el

perfeccionamiento de métodos de lucha adquiridos desde la

Internacional, hasta la combinación de los diversos elementos del

anarcosindicalismo (huelga general, insurrecciones locales,

propaganda, fuego de artillería, acción directa individual y

colectiva, participación de pequeños grupos secretos y tenacidad

organizativa de los gremios). Esta combinación de tácticas fue lo

que hizo posible el crecimiento del movimiento anarquista en los

años posteriores.

Después de la “Semana Trágica”, la organización Solidaridad

Obrera había conservado las esperanzas de extender la organización

36

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libertaria a nivel nacional, por ello, en octubre de 1910, convocó a

los delegados de todas las confederaciones locales de España. Así

surgió la Confederación Regional del trabajo (CNT) la cual

comenzó a funcionar en septiembre de 1911.

Entre sus principios se encontraban: la huelga general, una

postura antiburocrática y anticentralista, intereses hacia las

iniciativas locales, comarcales y regionales, rechazo a toda política

e iglesia, aceptación de la democracia, participación voluntaria

entre otras. Sin embargo, al ser reprimida, fue arrojada a la

clandestinidad afrontando huelgas de gran relevancia, los efectos

de la posguerra, problemas internos y la agresión comunista.

El 13 de septiembre de 1923, el general Miguel Primo de

Rivera, capitán general de Cataluña, por medio de un golpe de

estado se proclamó dictador militar de España, liquidando el

parlamentarismo oligárquico que había instaurado Sagasta en la

década de 1870.39 Al día siguiente, los anarquistas y la CNT

declararon una huelga general en Cataluña.

En 1927 se organizó una conferencia secreta de anarquistas

españoles y portugueses en Valencia, de ahí surgió la Federación

Anarquista Ibérica (FAI) para asegurar el compromiso de los

principales anarquistas dentro de la CNT. La FAI pronto alcanzó

notoriedad como una de las más temidas y admiradas

organizaciones surgidas en España.40

Las acciones insurreccionales para la CNT y la FAI resultaron

efectivas, sin embargo, hubo otras tentativas anarquistas con

menos éxito que sufrieron la represión brutal del gobierno como

en el pequeño poblado de Casas Viejas. Como resultado, la FAI

aumentó su influencia imponiéndose a los dirigentes de la CNT,

quienes habían esperado conseguir ventajas y beneficios

inmediatos con el advenimiento del nuevo régimen.41

En 1933 la izquierda sufrió la derrota en las elecciones,

emergiendo una violenta derecha antiobrera y por ende, fuertes

insurrecciones durante el llamado “bienio negro”. La más

importante de estas insurrecciones fue la de los mineros asturianos

39 Idem. 40 Ibid., p. 303. 41 Joll, Los anarquistas…, p. 235.

37

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en octubre de 1934, a cargo de los socialistas y algunos cenetistas.

Sin embargo, este levantamiento fue aplastado por el gobierno

prolongando una persecución contra anarquistas y socialistas.

Debido a la fuerte represión, en el curso del año 1935, se

originó la necesidad de formar un Frente Popular (comunistas,

socialistas, republicanos y anarquistas) capaz de defender las

libertades fundamentales de la clase obrera, lo que permitió que

dicho frente obtuviera el poder en 1936. Posteriormente, cuando

Franco dio el golpe militar al gobierno del Frente, los anarquistas

desempeñaron un papel destacado en la lucha armada, lo cual

condujo a la expansión de la revolución social a gran escala a

través de todo el territorio español, donde las tierras y fábricas

fueron colectivizadas y controladas por los trabajadores.

Los anarquistas se entregaron en cuerpo y alma a la revolución

social, asaltando y tomando cuarteles hasta adueñarse de Barcelona

y de toda la región catalana, siendo reconocidos por el gobierno de

la Generalitat. Pero debido a la falta de organización entre los

grupos anarquistas, surgió la necesidad de una colaboración con el

gobierno, lo que ocasionó ciertas diferencias internas y

contradicciones entre los grupos libertarios.42 Además, debido a las

presiones de socialistas y comunistas, los anarquistas vieron

frustradas sus esperanzas dentro del gobierno.

La revolución comenzó a decaer con el crecimiento de la

afiliación y el ascenso al gobierno a mediados de 1937 del Partido

Comunista de España (PCE), cuya política era determinada desde

el ministerio del exterior de la Unión Soviética estalinista. Éste

inició una política de militarización progresiva y asimilación de las

distintas milicias bajo un ejército profesional (ejército popular)

jerarquizado y bajo control directo de la administración estatal

como un fortalecimiento y recuperación del control institucional

del Estado; incrementando su carácter represivo con el fin de

contrarrestar la influencia de los principales grupos revolucionarios

y milicianos y, así, restringir su libertad y margen de acción, tales

como la prohibición del periódico de la FAI y la censura de otros

medios libertarios.

42 Véase Juan Gómez Casas, Los anarquistas en el gobierno, 1936-1939, Barcelona: Ed. Bruguera, 1977

38

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A esto se añadió la prolongación indefinida de la guerra, que

hizo aflojar los ánimos de muchos y la fuerza revolucionaria del

proceso. Pero el golpe definitivo para toda expectativa de futuro,

respecto al proceso revolucionario, no se consumó hasta el fin de

la guerra, en 1939, con la victoria del ejército sublevado

comandando por Franco, quien hizo ejecutar a miles de

anarquistas y encarcelar a una importante cifra de disidentes como

presos políticos, fundamentalmente republicanos y críticos del

nuevo régimen. Sin embargo, hubo también quienes partieron al

exilio y desde allí emprendieron una nueva labor político-

ideológica con base en nuevas perspectivas ácratas.

La derrota de la Revolución Española privó al anarquismo del

único bastión que tenía el mundo entonces. De aquella dura

prueba salió aniquilado y disperso y, en cierta medida,

desacreditado. Por otra parte, el juicio de la historia ha sido severo

y, en algunos aspectos, injusto. La experiencia de las actividades,

rurales e industriales, que se llevó a efecto en medio de las

circunstancias más trágicamente desfavorables, dejó un saldo muy

positivo. Pero se desconocen los méritos de aquel experimento

que, según algunos, fue subestimado y calumniado.43

43 Daniel Guèrin, El anarquismo, Buenos Aires: Anarres, 2008, p. 175.

39

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SEGUNDA REPÚBLICA Y

GUERRA CIVIL ESPAÑOLA

La Segunda República se había instaurado en España en abril de

1931, desplazando pacíficamente a la desacreditada monarquía

borbónica de Alfonso XIII, por lo que el rey tuvo que abandonar

el trono y el país. El advenimiento del nuevo régimen fue un

momento de esperanza para una gran parte de los españoles que

creyeron que así se habría de satisfacer sus expectativas de tener

un gobierno republicano. De tal manera, campesinos, trabajadores

de la ciudad, regionalistas y sectores medios ilustrados se

integraron a diversos partidos de tendencia republicana. Entre

estos destacaban el Partido Socialista Obrero (PSOE) y la Unión

General de Trabajadores (UGT), contando con cierta simpatía

tácita de los anarcosindicalistas.44

Los españoles celebraron el fin de lo que consideraban una

monarquía decadente apoyada por la jerarquía castrense y

eclesiástica, opresora y reaccionaria. Los liberales y socialistas, los

líderes sindicales y los intelectuales que asumieron el Gobierno de

España en abril de 1931, confiaban en que su mandato resultaría

mejor y más justo que el de cualquier gobierno anterior.45

El gobierno provisional fue encabezado por Niceto Alcalá

Zamora, quien contó con la participación de tres hombres claves

en el Ministerio: Fernando de los Ríos, Indalecio Prieto y

Francisco Largo Caballero (todos ellos de ideología socialista), los

cuales dieron los primeros pasos hacia la revolución democrática

burguesa bajo la coalición republicano-socialista. Sin embargo, el

nuevo gobierno republicano tuvo que enfrentar serios problemas

los cuales había arrastrado la antigua monarquía, tales como la gran

44 Pla Brugat, Els exiliats catalans…, pp. 46-47. 45 Cabe mencionar que el Gobierno de la República estuvo integrado por “políticos” moderados e izquierdistas de la clase media (intelectuales, teóricos, socialistas y autonomistas regionales) fungiendo como primer ministro Manuel Azaña. Fagen, Trasterrados y Ciudadanos…, pp. 10-13.

40

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propiedad agraria, los nacionalismos vasco, catalán y gallego, la

tensión obrera, la crisis mundial y los inicios de la huida de

capitales.

El 28 de junio tuvieron lugar las elecciones para designar

diputados a las Cortes Constituyentes, las cuales, en su mayoría,

fueron ganadas por los republicano-socialistas, quienes

rápidamente trabajaron en la redacción de una Constitución.46

Entre sus objetivos estaba el llevar a cabo una “revolución

pacífica” en busca de una democracia moderna para elevar el nivel

de vida económico, social y cultural de la sociedad española. Sin

embargo, cinco años después, como resultado de la ingenuidad

política y de acontecimientos internacionales, la Segunda

República Española se hundió en una guerra civil que terminó en

su derrota definitiva.47

Durante la Segunda República las diferencias políticas, sociales,

regionales y religiosas dificultaron un intento eficaz de nuevo

gobierno, y provocaron el descontento de todos los sectores de la

sociedad española. En la cuestión económica, el gobierno

republicano intentó una reforma agraria con el propósito de

organizar el número de campesinos sin tierra y beneficiar a los

pequeños propietarios ante las grandes haciendas. Pero en 1932,

los conflictos agrarios se hicieron más evidentes.

En materia educativa, se intentó la construcción de nuevas

escuelas donde la educación fuera laica y gratuita, pero por falta de

dinero éste programa reformador marchó lentamente. En el

aspecto religioso el nuevo gobierno creó una legislación anticlerical

oficial separando la iglesia del Estado y, en el orden militar, se

fomentaron cambios en el ejército, la marina y la guardia civil para

reformar los sobrecargos establecimientos militares.48

46 Esta nueva Constitución se hizo vigente el 9 de diciembre de 1931 resaltando puntos como: la separación de la Iglesia del Estado, la confiscación de bienes y congregaciones religiosas, la suspensión de la orden de los Jesuitas, la abolición de las prestaciones feudales y la iniciativa de una reforma agraria parcial la cual se vio limitada y posteriormente frustrada. Cabe mencionar que dichas reformas sociales no se pudieron llevar a cabo en ningún sentido debido a la tensión vivida entre los grupos antagónicos. Háblese de campesinos, trabajadores de la ciudad, regionalistas, sectores medios ilustrados, diversos partidos de tendencia republicana y monárquica, jerarquía eclesiástica entre otros. 47 Fagen, Transterrados y ciudadanos…, p. 10. 48 Ibid., pp. 14-15.

41

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Así, sus principales tareas (reforma agraria, mejora de

condiciones de vida laboral urbana, otorgamiento de autonomía a

regiones como Cataluña, el País Vasco y Galicia, reforma educativa

y disminución del peso de la iglesia y del ejército) se vieron

contrastadas y seriamente limitadas. Cabe mencionar que sólo la

cuestión educativa y regional en Cataluña, gozó de cierto éxito.

En el caso particular de la región de Cataluña, históricamente la

burguesía catalana, organizada en la Liga Regional, siempre se

sintió incomoda dentro del atrasado régimen social y político

peninsular que le impedía contar con un mercado interno. De tal

manera, esta burguesía tuvo la oportunidad de enarbolar un

catalanismo a fin de lograr una alianza para enfrentar al gobierno

central, sin embargo, en dicho momento no tuvo suficiente éxito

debido a las diferentes perspectivas del proletariado catalán con

relación a sus demandas sociales antiburguesas; el cual forjó

organizaciones por separado como la Confederación Nacional del

trabajo (CNT) en 1911. Esta se convirtió en la principal central

anarcosindicalista de Cataluña cuya radicalidad y apoliticismo la

llevaron a formar otras organizaciones como la Federación

Anarquista Ibérica (FAI) en 1927.49

Los sectores medios catalanistas difundieron sus derechos

creando organizaciones como el grupo Ultranacionalista Estat

Catalá formado por Francesc Macià en 1921; Acción Catalana

creada por Lluís Nicolau d´Olwer en 1922 y la más importante por

ser decisiva durante la República y la guerra civil, Esquerra

Republicana de Cataluñya, apoyada por los grupos federales

49 En Cataluña, Pierre Vilar (historiador y testigo) expresó lo siguiente: “La concreta originalidad, que la guerra hará célebre, es el mantenimiento, raro en Europa de una poderosa central anarcosindicalista, la CNT. Su peso es incontestable. En 1919 contaba en Cataluña con 300.000 afiliados y se le atribuirá un millón y medio durante la República… Una certeza: la CNT puede, con una orden, paralizar Barcelona, y cualquier movilización política en esta ciudad, organizada sin ella o con ella está condenada al fracaso… Y es que el anarquismo catalán tiene su histórica fidelidad a un pasado bakunista, héroes y mártires del proceso de Montjuic (1897), de la Semana Trágica (1909), de la huelga de la electricidad de la Canadiense (1919), victimas del contra-terrorismo policiaco (Seguí, Lairet) ¡Cuantas lecciones militantes! La CNT tiene un proyecto revolucionario y un proyecto de sociedad, pero la revolución debe surgir de la base y construirse sobre comunas y sindicatos… Desde la clandestinidad de los tiempos de Primo de Rivera (1923-1930) los anarquistas puros (grupo “Solidarios”, Federación Anarquista Ibérica, FAI; núcleo más difícil de perfilar) orientan la Confederación. A la cabeza tiene fuertes personalidades (Durruti, García Oliver y los Ascaso). Véase Pierre Vilar, La guerra civil española, España: Grijalbo, 1996, pp. 18-19.

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comarcales, el grupo republicano de Lluís Companys y la Unión de

campesinos Rabassaires desde 1931.

En lo que respecta a la burguesía catalana, ésta no tuvo más que

seguir pactando con el gobierno central de Madrid, sin embargo,

continuó manifestando el sentimiento catalanista como un rasgo

singular de identidad, fomentando una bandera cultural y educativa

y un genuino espíritu de modernidad catalana. Esta bandera fue

mejor enarbolada por Esquerra al ser instaurada la República

mediante un programa social el cual contenía: el reconocimiento

de Cataluña como región autónoma, la aceptación del catalán

como lengua oficial y la elección de la Generalitat como órgano de

gobierno catalán con todas las facultades ejecutivas y legislativas.

Esto llevó a Francesc Macià, en 1932, y a Lluís Companys a

ocupar la presidencia de la Generalitat y la presidencia del

Parlamento Catalán, respectivamente. Sin embargo, en 1933, las

derechas catalanas recuperaron su fuerza amparándose en la Liga

Regional (después conocida como Liga Catalana) mediante un

programa cada vez más centrista que involucraba casi a toda

España. Así se formó la Confederación Española de Derechas

Autónomas (CEDA), bajo la dirección de José María Gil Robles

con el apoyo del clero, ejército y Falange Española.50

La izquierda se encontraba en crisis en 1933, los gobiernos

republicano-socialistas perdieron el apoyo tanto de campesinos

como de trabajadores urbanos; más volcados al anarquismo y a la

Unión General de Trabajadores (UGT) encabezada por Miguel

Largo Caballero, quien no tuvo más remedio que hacer un llamado

a los trabajadores para votar en las nuevas elecciones. En dichas

elecciones, la fuerza de los partidos conservadores fue más

decisiva colocando a Alejandro Lerroux al frente del poder, que

más que como un fiel conservador, actuó como un verdadero

50 Debido al regreso de las derechas a las Cortes, el 14 de junio, Manuel Azaña, por designios del presidente Alcalá Zamora, trató de formar un nuevo gabinete de unificación republicano-socialista el cual sólo duró tres cortos meses, ya que en septiembre, Alejandro Lerroux formó un gobierno sin socialistas el cual, en un principio, no fue aceptado por las Cortes, por lo que Diego Martínez Barrios encabezó el nuevo gobierno el 9 de octubre hasta que se llevaron a cabo las nuevas elecciones presidenciales. Así, el gobierno de Lerroux quedó constituido el 18 de diciembre de 1934, el cual duró hasta finales de 1935.

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reaccionario. Con Lerroux se consolidó la etapa conocida como

“bienio negro”.

Las dificultades económicas, la depresión internacional, la

polarización política, la violencia de las diversas facciones de

izquierda y derecha (urbanas y rurales) contrarrestaron las

reformas gubernamentales, ocasionando la disminución de la

confianza popular hacia el gobierno republicano. La polarización

más importante se dio entre las dos asociaciones de trabajadores

más significativas: la CNT (anarquista) y la UGT (socialista) y entre

los partidos republicanos. Los anarquistas no participaron en el

gobierno y siempre criticaron a la República, mientras que los

socialistas, algunos intelectuales y otros obreros, trabajaron con el

gobierno y por su propia cuenta.

El gobierno de la República extravió el apoyo de las masas, lo

que alentó a la clase alta a organizarse en octubre de 1933,

teniendo a la Falange como partido fascista español con el

propósito de establecer un Estado Unitario. De tal manera, los

sectores republicanos vivieron sucesos determinantes debido a las

sublevaciones de militantes socialistas y anarquistas.

En octubre de 1934, se originó una severa crisis política al

integrarse tres ministros de la Confederación Española de

Derechas Autónomas (CEDA) al gobierno republicano de

Lerroux, de tal modo, se desató la rebelión del gobierno de la

Generalitat. También en la región minera de Asturias se llevó a

cabo una violenta respuesta revolucionaria, sin embargo, ambos

levantamientos fueron cruelmente reprimidos por el gobierno.

Cabe destacar que esta represión canalizó una nueva unión entre

republicanos democráticos, partidos políticos progresistas, sectores

de campesinos y obreros y jóvenes radicales. Entre enero y febrero

de 1936, todos estos grupos populares se aglutinaron en el Frente

Popular (al modo en que el comunismo internacional lo propuso

en dicho momento).

Las fuerzas izquierdistas se organizaron con el fin de hacer más

sólido su compromiso, por lo que el 15 y 16 de enero de 1936,

firmaron un pacto entre jefes socialistas, burgueses republicanos,

comunistas, la Esquerra republicana, la Unión republicana, la

UGT, el Partido Obrero de Unificación Marxista, el Partido

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Sindicalista y el Partido Republicano Radical con el propósito de

sancionar la alianza con el proletariado, los campesinos, la pequeña

y media burguesía urbana y con los intelectuales progresistas

antifascistas para así formar el Frente Popular. Mientras las fuerzas

derechistas formaban la Falange y el Partido Nacionalista Vasco.

Este Frente Popular lo que efectivamente buscó fue la

unificación en contra de la creciente fuerza de las derechas, así

como del nazismo y del fascismo europeo, ya que en realidad no

pudo definir ninguna política social y económica. Fue la más

drástica oposición entre las distintas facciones que se habían

integrado a la defensa de la República.51

Pese a toda limitación de programa social, el Frente Popular

triunfó en febrero de 1936 bajo la dirección de Manuel Azaña

(elegido como presidente durante el mes de mayo de 1936),

llevando a cabo la política reformista que el primer bienio

republicano había intentado instaurar. Sin embargo, los sectores de

campesinos y obreros de la ciudad emprendieron acciones directas

como la liberación de presos, la colectivización de empresas y la

toma de tierras, por lo que el gobierno tuvo que legalizar estas

acciones al no poderlas frenar.

Nuevamente se polarizó la política en España, por un lado se

encontraba la Unión General de Trabajadores (UGT) con Largo

Caballero; la Confederación Española de Derechas Autónomas

(CEDA) con Gil Robles; Renovación Moral con José Calvo

Sotelo, y en Cataluña, mientras la burguesía catalana seguía al

frente de la Liga, Companys restablecía la Generalitat. Esta

polarización de grupos políticos (de republicanos y de

conservadores) acrecentó los intereses de cada organización,

llevando al desastre social a España a mediados de 1936.

Los problemas que enfrentó la República se debieron

principalmente a la falta de lealtad de la población; a la tenacidad

de una postura liberal y moderada por parte del nuevo gobierno, al

problema del nacionalismo regional, al radicalismo popular, a la

51 La naturaleza del pacto del Frente Popular se caracteriza en que fue asumido por el Partido Comunista de España, el Partido Republicano y reformistas de izquierda. Y su programa consistió en cuestiones inmediatas como en la amnistía general para las víctimas de los mineros de Asturias y la reinstalación en su trabajo.

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influencia y oposición de la iglesia, el ejército y la aristocracia. Y

pese a la unión de los diversos sectores populares en defensa de la

República en 1936, la separación y el descontento con el gobierno

persistieron y aumentaron durante la guerra civil (1936-1939).

Durante la guerra civil, los distintos partidos de la República

enfrentaron una profunda crisis política y, después de su derrota,

padecieron la separación inevitable de sus ideales, incluso durante

el largo exilio del que fueron partícipes.

Lo que se conoce como Guerra Civil Española dio inicio con

un levantamiento militar en Marruecos, encabezado por el general

Franco; el cual fue seguido por revueltas de guarniciones en el

resto de la República y por la invasión de España meridional por

las tropas rebeldes de Marruecos, el 18 de julio de 1936. Las

insurrecciones de los oficiales franquistas ganaron para los

rebeldes cerca de un tercio de España, pero en la mayor parte del

país los soldados rasos, las autoridades civiles locales y los

ciudadanos en general rechazaron el ataque. Donde mejor se logró

la defensa republicana fue en lugares en que la organización y la

directiva sindicales apoyaron a la autoridad civil establecida y

dirigieron la resistencia popular al golpe militar.52

La insurrección militar fue llevada a cabo por el general

Francisco Franco con el objetivo de hacer efectivos los derechos

del ejército, hecho que lo llevó a ser apoyado por los sectores

conservadores de España como terratenientes, industriales, la

iglesia católica, el Vaticano y la Falange Española. Cabe destacar

que la República no cayó en unos pocos días, ya que Franco no

logró el triunfo inmediato debido a la resistencia de las milicias

populares para defender al gobierno republicano, aunque estas

milicias no estaban sujetas a la autoridad central en Madrid.

El mejor ejemplo de ello son los anarquistas de Cataluña,

Aragón y Andalucía, los cuales no lucharon por salvaguardar los

intereses republicanos sino por hacer efectiva una verdadera

revolución social. Los anarquistas decomisaron tierras particulares

y las administraron comunalmente en varias aldeas; las fábricas

fueron arrebatadas a sus dueños y dirigidas por comités obreros.

52 Fagen, Trasterrados y ciudadanos…, pp. 17-18.

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Las milicias de la CNT anarquista sólo aceptaban la dirección de

sus líderes locales, y no de nadie conectado con las autoridades

centrales.53

En el caso de Cataluña, los anarquistas desempeñaron un papel

determinante en la derrota de la insurrección, ya que se

establecieron dos tipos de frentes: el formal representado por la

Generalitat, y el real practicado por el Comité de Milicias

Antifascistas de carácter anarcosindicalista.

Fue en septiembre de 1936 cuando las fuerzas anarquistas

antifascistas de Cataluña aceptaron colaborar con un gobierno

establecido por primera vez, impulsados por el esfuerzo de

unificar la lucha en contra del sublevado ejército fascista.54 Además

se unieron otras fuerzas como el Partido Socialista Unificat de

Catalunya (PSUC) y el Partido Obrero de Unificación Marxista

(POUM). Así, Madrid perdió cierto control sobre la Generalitat de

Cataluña, quien esperaba restablecer su poder como Estado

autónomo.

Debido a que España se encontraba en el centro de la óptica

internacional, la Alemania nazista y la Italia fascista, intentaron

tener a este país como aliado para neutralizar ataques exteriores

hacia ellos. Otros países como Francia e Inglaterra, negaron el

apoyo a la República con el pretexto de respetar la política exterior

de no intervención, pese a que alemanes e italianos nacionalistas

apoyaban con armas, tropas y más equipo bélico al ejercito

sublevado. En lo que respecta a Francia e Inglaterra, sólo

adoptaron esa posición por no tener problemas a futuro con

Alemana e Italia.

Por otro lado, la URSS y México, en sus limitadas posibilidades,

brindaron apoyo a la República, además de la Brigadas

Internacionales Antifascistas de diferentes nacionalidades.55

Aunque la URSS impuso a la República española una política a

tono con sus intereses, también limitó las expectativas de la

revolución social en España hasta aplastarla por completo.56

53 Idem. 54 Véase Gómez, Los Anarquistas en el Gobierno… 55 Consultar Longo, La Brigadas Internacionales en España… 56 En sí, la Unión Soviética envió pocas unidades organizadas de combate a España, pero mandó una cantidad considerable de material bélico y, por medio del aparato de los partidos

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Los comunistas se aliaron a los republicanos y al sector más

centrista del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), sin

embargo, esto limitó la marcha revolucionaria de los anarquistas y

poumistas más radicales de toda España. Los comunistas se

opusieron a la revolución social en España y apoyaron a los

sectores burgueses más conservadores del gobierno republicano.

De esta manera, los comunistas dominaron la actividad política de

las juventudes españolas, ya que la ayuda militar de los soviets

representaba la fuerza más dinámica para ganar la guerra en esos

instantes.

En mayo de 1937, en Barcelona, anarquistas de la

Confederación General del trabajo (CNT), militantes del Partido

Obrero de Unificación Marxista (POUM) y los nacionalistas se

opusieron a los comunistas y se enfrentaron a las fuerzas de la

Generalitat y a miembros del Partido Socialista Unificat de

Catalunya (PSUC). Los anarquistas habían ocupado fábricas e

instalaciones y servicios públicos como la telefónica, por lo que

fueron desarmados, detenidos y arrojados a la lucha clandestina.

En Madrid, el gobierno de Largo Caballero (procedente de la

Unión General de Trabajadores, UGT), fue sustituido por el

socialista moderado, Juan Negrín, quien gozaba de la simpatía de

los comunistas españoles y de la ayuda militar soviética. En

adelante, la política española se concentró en dos hombres: Juan

Negrín como presidente e Indalecio Prieto como Ministro de

Defensa; siendo este quien intentó pactar la paz con Franco sin

consentimiento de Negrín, por lo que fue retirado de su cargo.

Después de los hechos de mayo, Negrín redujo atribuciones a

los catalanes provocando la impotencia y el descontento de estos.

Cataluña sufrió escases de víveres, continuos bombardeos

franquistas y el inevitable avance fascista hasta el centro de la

ciudad. Fue así que en marzo de 1938, el ejército sublevado ocupó

el primer pueblo que estaba bajo la jurisdicción de Cataluña; en

abril entró a la ciudad de Lérida y a fin de mes llegó hasta el mar

dejando a Cataluña aislada de la España Republicana.

comunistas (Comintera), contribuyó a organizar y reclutar las Brigadas Internacionales. También fueron a España varios consejeros rusos que intentaron rearmonizar esfuerzos militares republicanos. Fagen, Transterrados y ciudadanos…, pp. 19-20.

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La caída de Barcelona se aceleró debido a las presiones de los

gobiernos inglés, francés y estadounidense; quienes al reconocer al

gobierno de Franco, permitieron la caída de Madrid el 18 de marzo

de 1939. Cabe mencionar que Cataluña, aún en su precaria

situación, se unió a la última ofensiva de los republicanos en la

batalla del Ebro, la cual fue perdida.

En enero de 1939, el ejército ya reconocido como nacionalista,

inició nuevos ataques sobre Cataluña, hasta entonces firme en el

río Ebro, pero con el avance de los sublevados, comenzó a

retirarse hacia la frontera francesa. Fue hasta el diez de febrero

cuando Francisco Franco tomó la frontera catalana con Francia,

para después, el 20 de enero del año en curso, desfilar triunfante

por Barcelona. Del veintiocho de enero al diez de febrero, casi

medio millón de personas huyeron a Francia como refugiados.

En el centro de Cataluña se había acabado la guerra al mismo

tiempo de comenzar el golpe de Estado en Madrid, durante el mes

de marzo. La República se desplomó por completo, fue así como

el cinco de marzo de 1939, el coronel Segismundo Casado

organizó el Consejo General de Defensa con miembros no

comunistas del Frente Popular, sin embargo, no consiguió nada de

lo que tenía en mente y no tuvo más alternativa que rendirse ante

el ejército franquista.

En abril de 1939, Francisco Franco declaró abiertamente: “La

guerra ha terminado”, perfilándose como dictador absoluto. La

guerra la perdieron los republicanos, socialistas, comunistas,

anarquistas, autonomistas y algunos monárquicos antiautoritarios.

Franco afirmó la victoria total, asumió el poder político de España

y se dispuso a vengarse de todos sus enemigos. Así, mientras

algunos de ellos fueron detenidos, encarcelados, torturados y

asesinados, otros se vieron obligados a partir al destierro por

largos años de su vida, incluso hasta su muerte.

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EXILIO REPUBLICANO ESPAÑOL EN MÉXICO

La guerra comenzó en España como un conflicto civil, en el que

grupos políticos leales a la República y deseosos de conservar la

forma de gobierno parlamentaria liberal, intentaron sofocar una

rebelión iniciada por facciones del ejército, el clero y los sectores

conservadores. Al poco tiempo, la guerra se extendió hasta

convertirse en un conflicto en el que participaron alemanes,

italianos, rusos y contingentes de soldados de casi todos los países

de Europa y América. Así, de 1936 a 1939, España fue vista como

campo de batalla internacional y los ejércitos que se oponían en

esa “guerra civil” representaban esencialmente las mismas fuerzas

ideológicas y políticas que pocos años después combatirían unas

contra otras en la Segunda Guerra Mundial.57

Dentro del marco internacional, los gobiernos de Italia y

Alemania apoyaron militarmente a las tropas nacionalistas del

general Franco, por ello, líderes europeos no quisieron brindar

apoyo a la República por temor a entrar en conflicto con dichos

países. Inicialmente el país francés se solidarizó con la República,

pero fue convencido por los británicos para unirse al comité

contra la intervención en España, así, nueve países europeos

firmaron la no intervención. Sin embargo, cuando Alemania e

Italia violaron dicho acuerdo, la Unión Soviética decidió brindar

apoyo a la República Española.

México, no involucrado en el pacto, comenzó a otorgar armas y

material al gobierno de la República a lo largo de todo el

conflicto,58 criticando constantemente al comité de no

57 Fagen, Transterrados y ciudadanos…, p.26. 58 A escasas semanas de que Franco se amotinase, el presidente de México, Lázaro Cárdenas, ordenó a su Ministro de Guerra enviar a España un cargamento con 20.000 rifles. Muchos otros envíos se sucedieron hasta el fin de la guerra. Cuando la industria armamentista mexicana fue insuficiente para cubrir las necesidades crecientes de la República, Cárdenas instruyó a sus agentes diplomáticos en el exterior para que intermediaran en operaciones de compra de

50

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intervención integrado por los signatarios del pacto de Londres, y

denunciando ante la Liga de Naciones la intervención de Alemania

e Italia en favor de los rebeldes nacionalistas. Esta denuncia fue

protagonizada por los representantes mexicanos Narciso Bassols y,

después de 1937, Isidro Fabela.59

De acuerdo con las versiones oficiales del exilio republicano

español en México, los gobiernos democráticos de Europa y

América dieron la bienvenida a la pacífica revolución española que

en 1931 sustituyó a la arbitraria e ineficaz monarquía por un

gobierno republicano liberal. Y cuando la República Española fue

atacada desde dentro por el ejército rebelde, y desde fuera, en

1936, por la intervención de Alemania e Italia, tan sólo México y la

Unión Soviética estuvieron abiertamente dispuestos a brindarle su

apoyo. Con este gesto de solidaridad, México, mediante el

gobierno de Lázaro Cárdenas, se comprometió en una honda y

duradera responsabilidad para con la España liberal; mejor aún, se

convirtió en el refugio de los transterrados republicanos.60

Es indispensable considerar que la vida en México, en los seis

años correspondientes al periodo gubernamental (1934-1940) del

presidente Cárdenas, cuyos momentos estelares fueron la

expulsión del jefe máximo, la distribución de las haciendas entre

los peones de las mismas, la expropiación de los bienes de las

compañías petroleras y, particularmente, la inmigración masiva de

españoles republicanos se caracterizó, en lo demográfico por

armas realizadas por el gobierno legítimo de España en terceros países. Así mismo, los representantes diplomáticos mexicanos, asumieron la defensa de la República Española ante la Sociedad de Naciones en contra del pacto de no intervención impuesto por Francia y Gran Bretaña. Cuando la República fue derrotada y cientos de miles de refugiados huyeron de España, México recibió en su territorio a tantos como le fue posible, y fue en México, que se negó a reconocer al régimen de Franco, donde se estableció el gobierno de la República en el exilio. Véase Mario Ojeda Revah, México y la Guerra Civil Española, Madrid: Turner Publicaciones, 2004, p. 12. 59 Fagen, Transterrados y ciudadanos…, p. 27. 60 Cabe mencionar que el apoyo de Cárdenas a España tiene un significado profundo. No solamente el significado de la solidaridad revolucionaria, que por sí sólo mostraba el grado de intensidad y de sinceridad del sentimiento revolucionario del equipo cardenista, a pesar del empirismo de su política. Expresaba también la sensibilidad de Cárdenas y de su equipo frente a las exigencias profundas de las masas, aun dentro de su concepción paternalista y estatal de la revolución… Expresaba que la Revolución Mexicana, a través del apoyo a España, buscaba ligarse con la revolución mundial y que Cárdenas buscaba puntos de apoyo mundiales para poder seguir adelante con su política antimperialista. Severo Iglesias, Sindicalismo y Socialismo en México, México: Grijalbo, 1970, pp. 384-385.

51

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poblacionista; en lo económico por industrializador, nacionalista y

bisectorial; en lo social por agrarista indigenista y obrerista; en la

política interior por un presidencialismo puro y patriarcal; en la

política exterior por antimperialista proaliado; en lo cultural por la

educación socialista, la literatura y el arte populacheros y la ciencia

asumida con profesionalismo y especialización sin antecedentes.61

Son seis años que alteran las estructuras existentes y preparan,

en especial por la reforma agraria y la recuperación del petróleo

controlado hasta entonces por compañías extranjeras, el

crecimiento que habría de seguir. En la presidencia de Cárdenas se

colocan nuevas bases de la economía mexicana: redistribución y

reparto de la tierra, política de industrialización tendiente a evitar

que las riquezas de México se utilicen por los extranjeros sin

provecho para el país, y, desde este punto de vista, nacionalización

del petróleo en 1938 y creación de la Comisión Federal de

Electricidad.62

Esta política habría de tener como consecuencia la suspensión

de las inversiones extranjeras; pero la situación internacional, la

armonía con Roosevelt y el comienzo de la guerra en 1939

permitieron que México superara estas dificultades. Sin embargo,

Cárdenas no se proponía abatir el capitalismo, se proponía a abrir

campo a su desarrollo sobre bases “más justas” y “más humanas”,

eliminar las formas peores de la explotación imperialista, ampliar el

mercado interno y las bases de desarrollo de un capitalismo

61 Luis González, “Los días del presidente Cárdenas”, en Historia de la Revolución Mexicana, 1934-1940, México: El Colegio de México, p. 317. 62 Para más detalles en torno a la política cardenista véase Arturo Anguiano. El estado y la política obrera del cardenismo, México: Ediciones Era, 1980; Arnaldo Córdova, La política de masas del cardenismo, México: Ediciones Era, 1974; Adolfo Gilly, El cardenismo. Una utopía mexicana, México: Ediciones Cal y Arena, 1977; Luis González, “Los artífices del cardenismo”, en Historia de la Revolución Mexicana, 1934-1940, México: El Colegio de México, 1981; Alicia Hernández Chávez, “La mecánica cardenista”, en Historia de la Revolución Mexicana, 1934-1940, México: El Colegio de México, 2005; Enrique Krauze, El sexenio de Lázaro Cárdenas, México: Clío/México Siglo XXI, 1999; Victoria Lerner, “La educación socialista”, en Historia de la Revolución Mexicana, 1934-1940, México: El Colegio de México, 1982; Tzvi Medin, Ideología y Praxis políticas de Lázaro Cárdenas, México: Siglo XXI Editores, 1977; Luis Medina, “Del cardenismo al avilacamachismo”, en Historia de la Revolución Mexicana, 1940-1952, México: El Colegio de México, 1978; Jean Meyer, El sinarquismo, el cardenismo y la iglesia, 1937-1947, México: Tusquets, 2003; Armando R. Pareyón Azpeitia, Cárdenas ante el mundo, México: Populibros “La Prensa”, 1977; Raquel Sosa Elizaga, Los códigos ocultos del cardenismo, México: Universidad Nacional Autónoma de México/Plaza Valdés Editores, 1996, entre otros.

52

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nacional que, en su concepción, preparaba las condiciones para

llegar paulatinamente, en un futuro distante, al socialismo. No era

pues una idea socialista, sino burguesa.63

El exilio español republicano en México comenzó bastante

antes de las batallas finales de la guerra civil y alcanzó su

culminación en los primeros meses de la Segunda Guerra Mundial.

Primero llegaron unos cuantos centenares de niños, luego un

importante grupo de intelectuales españoles y, finalmente, llegaron

en masa los españoles republicanos.64

Para México, esos quinientos niños que llegaron eran símbolos

vivos del primer compromiso mexicano de cuidar y adoptar a los

refugiados españoles. Sin embargo, la invitación mexicana que

hicieron Daniel Cosío Villegas, en nombre del presidente Lázaro

Cárdenas, el 18 de julio de 1937, a los intelectuales españoles más

renombrados para participar en la recién fundada Casa de España

(hoy Colegio de México) de creación mexicana, fue mucho más

significativa para el futuro de México.

México propuso traer en 1937, a esa élite cultural española, dar

medios para trabajar en artes, humanidades, ciencia y otros

campos para así contribuir a la vida intelectual mexicana en las

aéreas académicas. Gran labor de invitación de Alfonso Reyes,

Daniel Cosío Villegas y Eduardo Villegas entre otros. Después de

la guerra, otras Instituciones académicas-técnicas comenzaron a

invitar ampliamente a ciertos intelectuales, con fondos del

gobierno Republicano español o con sus propios recursos.65

A partir de 1939, el gobierno mexicano dirigió su atención a los

españoles que habían huido a Francia, los cuales, se encontraban

encerrados en campos de concentración. Esta labor recayó en las

manos de Isidro Fabela, representante de la Liga de las Naciones,

quien recorrió campos de concentración en Francia con el objeto

de examinar la posibilidad de ayudar a los transterrados españoles

más respetables e inteligentes; para traerlos a México y no fueran

extraditados a la España franquista.

63 Iglesias, Sindicalismo y Socialismo…, p. 358. 64 Fagen, Transterrados y ciudadanos…, p. 29. 65 Ibid., pp. 30-31.

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Los motivos del gobierno mexicano eran prácticos y ventajosos

para el desarrollo del país, de tal modo se pudo trasladar a miles de

refugiados españoles de Francia a México entre 1939-1943, en la

plena ocupación alemana. Cabe destacar que los transterrados en

Francia pertenecían a diferentes grupos políticos radicales, por lo

que las diferencias entre estos (regionales, políticas, culturales, etc.)

también se vieron seriamente reflejadas en tierras mexicanas.

Los dos grupos españoles con mayor influencia eran el

conformado por el último ministro Juan Negrín, a cargo del

Servicio de Emigración para Republicanos Españoles (SERE) y

por el del socialista Indalecio Prieto, responsable de la Junta de

Auxilio a los Refugiados Españoles (JARE), ambos con sus

propios intereses políticos. Cabe señalar que México inclinó la

balanza en favor del SERE conformando el Comité Técnico de

Ayuda a los Españoles en México, debido a que el SERE, a partir

de 1939, había seleccionado a algunos grupos privados y

privilegiados de transterrados,66 mientras que la JARE, después de

1940, logró asumir aquella responsabilidad que anteriormente tenía

el SERE.67

Los republicanos españoles que buscaron refugio en América,

además de México, marcharon a Cuba, la República Dominicana,

Argentina, Chile y Venezuela, pero México destacó en proporción

de inmigrantes rurales y urbanos. Sin embargo, la inmigración más

privilegiada fue la de la elite cultural de intelectuales, los cuales se

inmiscuyeron rápidamente en diversas áreas académicas-técnicas y

productivas de México (filosofía, historia, antropología, leyes,

sociología, medicina, biología, física, química, matemáticas, arte y

literatura, poesía, pintura, música, teatro, cine, editoriales,

periodismo, etc.) entablando fuertes relaciones sociales, políticas y

culturales y creando asociaciones republicanas, colegios y centros

recreativos con el propósito de mantener la unidad y el espíritu

colectivo durante el exilio.

66 Fue así como el SERE, entre 1939-1940, organizó cuatro barcos de transporte: el Sinaia en junio de 1939, con 1599 pasajeros; el Ipanema el 7 de julio, con 994 pasajeros; el Mexique el 27 de julio con 2091 pasajeros y a Nueva York el De Grasse con 206 pasajeros que posteriormente, por tren, llegaron a México. Idem., p. 39. 67 La JARE asumió la responsabilidad de tres barcos después de 1940: El Cuba (después Saint Dominique), el Quanza y el Serpa Pinto. No hay exactitud de fechas.

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En general, la actitud del gobierno mexicano fue bien vista por

la mayoría de los ciudadanos mexicanos, sin embargo, hubo unos

cuantos oponentes a ello (parte de la prensa mexicana y el sector

católico conservador), quienes consideraban a los transterrados

como elementos de extrema izquierda, los cuales con seguridad se

involucrarían en la política mexicana y competirían en la vida

económica del país.

El gobierno cardenista supo justificar su política ante los

opositores, aclarando que seleccionaría a los transterrados más

aptos e inteligentes negándoles toda participación en la política

mexicana (no utilizarían a México como “base de operaciones”

políticas), además, no se gastaría nada en el traslado de la mayoría

de los transterrados, sólo los intelectuales estarían exentos de estas

restricciones. Cabe destacar que la oposición de algunos

mexicanos hacia los exiliados españoles continuó hasta mucho

después de que estos se instalaran en México; hasta ver que no

constituyeron gran amenaza sino una vida útil y productiva.

Aunque la emigración española pudo conseguir éxito

económico e intelectual, políticamente fue menos afortunada, ya

que los reducidos grupos políticos no fueron capaces de coordinar

esfuerzos para una acción conjunta. Por ello, la historiografía

oficial acerca del exilio español, tanto en México, como en

América Latina, ha logrado revivir tan sólo la calidad e intensidad

de la vida intelectual y cultural de dicho exilio, generalizando en

mayor grado las características ideológicas de los diversos grupos

políticos exiliados, así como sus particularidades en cuanto a su

lugar de origen. Sin embargo, para evitar caer en generalizaciones,

hay que pensar en exilios y no únicamente en exilio.

Es preciso señalar que con exilios, no sólo es referirse a los que

se llevaron a cabo de manera colectiva (exilio catalán, andaluz,

vasco, asturiano o exilio de Castilla la Vieja etc.) sino también, los

que se hicieron presentes de manera individual y que tienen como

principal cualidad, la afinidad política e ideológica con el

anarquismo y el anarcosindicalismo. Estos serían los otros exilios,

los cuales también forman parte de la tragedia que generó la

Guerra Civil Española. Sin embargo, la visión que se ha

constituido del exilio ha sido tan aplastante que pareciera que sólo

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existió una emigración republicana. De ahí la dificultad de

encontrar dentro de la bibliografía del exilio español algún estudio

de estos grupos e individuos, ya que todos los señalamientos que

se han hecho de esta otra parte de la inmigración, se reducen

prácticamente a simples referencias aisladas que más que ampliar la

perspectiva de comprensión, oscurecen más bien la presencia de

estos exiliados.68

Desde el principio, los transterrados reunidos en la ciudad de

México o en provincia desearon hacerse compañía mutua y tener

sus formas habituales de actividad, construyendo sus propias

comunidades acorde a sus intereses culturales y políticos. En un

principio se reunieron en cafés públicos, colegios y asociaciones

como el Centro Vasco y el Orfeó Catalá y otros clubes sociales

como el Casino Español, el Club España, la Casa regional

Valenciana, Cultura Gallega, la Casa Andalucía y el Centro

Montañés.69 Sin embargo, el Centro Vasco y el Orfeó Catalá

fueron los más importantes en un primer momento, ya que

después se crearon dos organizaciones relevantes en el periodo de

la posguerra: Los Amigos de las Españas y el Ateneo Español.70

El exilio en México fue muy diversificado, ya que entre los

principales contingentes de exiliados se encontraban originarios de

Cataluña, del País Vasco, de Castilla la Vieja, de Asturias, de

Galicia y de Andalucía y otras regiones en distintas proporciones y

rasgos sociales, culturales y políticos

La presencia significativa de los catalanes en México es muy

reciente y dista mucho de parecerse a la de otros pueblos ibéricos,

68 Jairo Francisco Castillo Díaz, La literatura del anarquismo mexicano (1901-1921) y los anarquistas del exilio español del 39 en México, México: Facultad de Filosofía y Letras-Universidad Nacional Autónoma de México, 2003, pp. 236-237. (Tesis doctoral en Letras). 69 Café París, El Tupinamba, El Papagayo, El Latino, El Café do Brasil, El Campoamor… Colegios como el Instituto Vives en 1939, La Academia Hispano-Mexicana en 1940 y el Colegio Madrid en 1941… Asociaciones como la Junta de Cultura Española, La Unión de Profesores Españoles en el Extranjero, el Centro Vasco, el Orfeó Catalá, el Centro Leones (de Castilla la Vieja), el Centro Asturiano y el Centro Gallego entre otros. 70 El primero, mediante su órgano de difusión, Las Españas, buscó redefinir el papel de los transterrados de volver a España a través de una reconciliación con los dirigentes de España. Mientras que el segundo, con un enfoque más cultural en principio, intentó patrocinar en 1952 la reunión de todas las organizaciones y los partidos políticos en el exilio para dar solución a la problemática de España. Cabe mencionar que ambas asociaciones fracasaron en sus respectivos intentos. Véase Fagen, Transterrados y ciudadanos…

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en virtud de que la Corona Española, tal vez porque nunca vio en

aquella gente una clara vocación de obedecer sus mandatos,

durante mucho tiempo les prohibió el paso a sus colonias de

América. No fue sino hasta el siglo XVIII cuando su presencia en

la colonización del noroeste de México fue sumamente notoria. La

ulterior independencia de México truncó la presencia de

comerciantes catalanes, sólo unos cuantos pudieron mantenerse

durante el siglo XIX y una parte del XX, hasta que sobrevino el

año de 1939.

A partir de entonces, la ciudad de México se convirtió en cierto

modo en la capital de la cultura catalana. Artistas e intelectuales

catalanes marcharon al exilio para salvar sus vidas y preservar sus

expresiones más propias. En México, muchos encontraron el

campo más propio de libertad y respeto que les permitió subsistir

con dignidad. Si bien el aporte de tales catalanes a muchos

aspectos de la vida mexicana ha sido de enorme valor, también

puede calificarse como muy alta su contribución a favor de la

cultura catalana misma. Libros, revistas, exposiciones de pinturas,

representaciones teatrales, concursos literarios, actividades

políticas, etc., fueron manifestaciones de una cultura que no se

dejó exterminar, convirtiéndose así en los catalanes de México.71

José María Murià concibe una prehistoria de la presencia

catalana en México iniciada desde finales del siglo XV hasta inicios

del siglo XX, para después dar paso a la etapa del exilio

republicano a partir de 1937 y por último, poder hablar de otro

principio a partir de 1977.72

Cataluña aportó el mayor contingente al exilio en México,

provenientes principalmente de Barcelona, Tarragona y Lérida, la

mayoría de ellos eran de origen urbano pertenecientes al sector

terciario, sobre todo profesionales, maestros y catedráticos,

intelectuales, artistas y comerciantes. Estos catalanes se

establecieron tanto en la ciudad de México como en Jalisco,

71 José María Murià (coord.), Diccionario de los catalanes de México, México: El Colegio de Jalisco/Generalitat de Cataluñya, 1996, pp. 9-11. 72 Consultar Murià, “Los catalanes. Su presencia en México”, en revista Divulgata, n. 2, México: Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2009.

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Veracruz, Nuevo León, Puebla, Morelos, Coahuila, Querétaro y

Baja California.73

En un principio, el exilio catalán contó con la ayuda de la

antigua colonia de catalanes ya establecidos en México, sufrieron al

salir de su tierra pero tuvieron la fortuna de ser recibidos por el

sentimiento de catalanidad. Ya que en muchas ocasiones, el

catalanismo estuvo por encima de las diferencias políticas como lo

reflejaba el Orfeó Catalá, creado desde 1906 por maestros de

obras, intelectuales, artistas, músicos y presidido por Enric Botey.

Desde su creación, el Orfeó Catalá funcionó como club social,

casino, salón para bailes, veladas literarias, conferencias,

excursiones y otras actividades, aunque siempre bajo la

prohibición de cualquier actividad política en su interior.

Posteriormente, en 1931, vio de buena manera el establecimiento

de la Segunda República manteniendo buenas relaciones con la

Generalitat de Catalunya y, en 1937, recibió a niños españoles

refugiados para después dar la bienvenida a los exiliados

republicanos catalanes en 1939. Sin embargo, muchos de los recién

llegados, debido a su postura política y ante la prohibición de la

misma, optaron por crear otros espacios alejados del Orfeó Catalá.

Ese fue el caso de los anarquistas.

A partir de 1950, algunos radicales, entre ellos los anarquistas,

se separaron del Orfeó Catalá y se integraron a otras

organizaciones españolas más cercanas a su pensamiento. Hay

casos como el del anarquista Ricardo Mestre, el cual afirma que

nunca asistió al Orfeó Catalá por considerarlo centro nacionalista y

catalanista, cuestión que siempre rechazó por completo.74

A partir de 1948 se crearon otras asociaciones como la

Institutió de Cultura Catalana, la Fundación Ramón Llull, Edicions

Catalonía, la Delegació dels Jocs Florals de la Llengua Catalana, el

Pen Club Catalá, la Associasión Protectora de I´Enseyanca

Catalana, la Agrupació de Periodistes de Catalunya a Méxic,

Edicions B. Costa-Amic y el Club del Libre Catalá i la revista

Lletres. Desde 1949 funcionaban, además, la Borsa del Metge

Catalá, la Agrupació Catalana de Profesionals de I´Ensenyament y

73 Véase Murià, Diccionario de los catalanes… 74 Pla Brugat, Els exiliats catalans…, p. 254.

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una Comissió d´Estudis Económics i Socials. Además de un

Centre Catalá en Guadalajara y una Casal Catalá en Puebla y en la

ciudad de México.75

No cabe duda que, con la llegada de los exiliados republicanos

de 1939, la presencia catalana adquirió más relevancia. Con su

arribo, se produjo un auténtico trasplante cultural y se publicaron

en México unas sesenta revistas y boletines y unos doscientos

libros opúsculos, todos en lengua catalana.

Durante dos décadas el movimiento cultural catalán fue

floreciente y substituyó al que no podía existir en Catalunya

porque la voluntad genocida del general Franco se ensañaba con la

lengua y la cultura catalanas. Pero la llegada de los exiliados

significó una gran riqueza porque, en México se establecieron

grupos de élite: cuadros de la administración catalana,

profesionales de la medicina, el derecho, la ciencia, la economía, el

ejército, la política, la literatura, la música, la pintura, las artes

gráficas, la industria, el comercio, etc.76 Aunque también se

encuentra el sector de simples ciudadanos de a pie (obreros,

deportistas, profesores de educación básica y media, etc.) que

dieron tono, timbre y textura a un gran segmento de la vida

nacional.77

Sin duda, el significado más importante de los catalanes en

México, se reflejó, en buena medida, en la edición de una serie de

publicaciones periódicas que constituyeron la voz de los

intelectuales y de la comunidad catalana en el exilio. La vida de

estas publicaciones es muy variada y refleja las dificultades de la

prensa por sobrevivir en el exilio, tarea que no fue fácil si tenemos

en cuenta que la mayor parte de las publicaciones se hacían en

catalán desde un país ajeno a su realidad.78

75 Ibid., p. 315. 76 Albert Manent resalta obras escritas en catalán por Avel li Artís-Gener como Méxic, una radiografía i un munt de diapositives (1980); de Miquel Martí Soler L´Orfeó Catalá de Méxic, (1989); de Artur Bladé i Desumvila De l´exili a Méxic (1993); de Vicenç Riera Llorca Els exiliats catalans a Méxic (1994) y en edición bilingüe elaborada por El Colegio de Jalisco De aquí y de allá. Cuentos mexicanos de autores catalanes en el exilio 81994). Véase Murià, Diccionario de los catalanes…, pp. 13-14. 77 Murià, “Los catalanes. Su presencia en México”…, p.7. 78 Roberto Surroca i Tallaferro realizó el catálogo sistemático Prensa catalana en México, 1906-1982, México: El Colegio de Jalisco/Generalitat de Cataluñya, 2000.

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Pensando más que nada en libros, revistas, conferencias, etc.,

podríamos decir que, en conjunto, resulta ser más importante de lo

que mucha gente cree. Se pueden encontrar cerca de un centenar

de publicaciones periódicas, aparecidas en México después de

1939, así como más de trescientos libros escritos por catalanes.79

Los exiliados republicanos catalanes encontraron en México un

espacio de libertad para desarrollar sus proyectos colectivos. Así,

las editoriales, junto con otras empresas culturales como las

revistas, fueron “una de las razones del exilio, para que los

intelectuales y el público recuperaran el hilo roto por el

desmoronamiento de 1939”, una voluntad de subsistencia

colectiva, un compromiso político, mesiánico e idealista, de

sensibilidad propia sin dejar de lado su participación en el

ambiente intelectual mexicano.80

El libro catalán en el exilio tuvo su razón y sentido bien

definidos, conservar y estimular su tradición, pese a la derrota

republicana, siendo la conservación de la lengua y escritura

catalana el factor decisivo, tanto para recobrar su pasado, alimentar

su presente y proyectarse hacia el futuro. En un principio, las

editoriales recibieron apoyo tanto de asociaciones como de

partidos, sin embargo, la labor más ardua fue de carácter

individual, por lo que el editor tuvo que enfrentar serios

obstáculos sociales y económicos, para editar con mayor calidad

sus libros.81

79 Murià, “Los catalanes. Su presencia en México”…, p. 32. 80 Teresa Fèrriz Roure, La edición catalana en México, México: El Colegio de Jalisco/Generalitat de Cataluñya/Orfeó Catalá de México, 1998, pp. 16-20. 81 Se habla de dos momentos diferentes de la edición catalana en México: El primero de 1939 a 1947 caracterizado por el aumento más o menos progresivo de libro y folletos publicados. Hay un punto culmínate entre 1946-1947 representado por la imposibilidad de poder derrotar a Franco. Ante ello se aumentó la publicación de los clásicos y panfletos con el propósito de mantener la cultura catalana y reforzar la ética del exilio. Después de los cuarenta, algunos proyectos editoriales desaparecieron debido al desengaño político, a la desunión de los exiliados y a la crisis económica de México. Mientras que en un segundo periodo, de 1948 hasta la muerte de Franco, ligado a los altibajos de la política del exilio, entre 1953-1959, se regularizó la publicación de libros. Sin embargo, decayó el sentido político de estas publicaciones debido a la lenta apertura de la Península Ibérica. A partir de los años cincuenta, muchos escritores mayores regresaron a Cataluña, mientras que los más jóvenes hicieron lo contrario, alternando entre el catalán y el castellano. A partir de 1960, ya no puede hablarse con propiedad de libros del exilio debido a la relativa tolerancia franquista, al descenso demográfico de exiliados y a la poca actividad política. Las editoriales, ahora en Cataluña,

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La mayoría de los editores se enfocaron en los clásicos, sin

embargo, hubo quienes se interesaron en autores contemporáneos.

En cuanto a los géneros abundaban novelas, cuentos, teatro,

historia, biografías, ensayos y textos proselitistas enfocados a

temas esencialmente catalanes. Aun así, las editoriales se perfilaron

como protagonistas de una labor de verdadera resistencia cultural,

más allá de haber sido negocios prósperos.

Algunos editores como Bartomeu Costa-Amic, Avel-lí Artís

Balaguer, Ramón Fabregat y Miquel Ferrer entre otros, y

editoriales como Costa-Amic, Catalònia, Xaloc, Edicions

Catalanes, de Mèxic, Club del Libre Catala, Addenda: Nómina

complementaria de sellos editoriales catalanes, Editorial Minerva,

Col-Lecció Lletres, Unión de Catalans Independientes, Quaderns

de I´Exili, Mediterrani, Edicions Costa-Brava, Institució de

Cultura Catalana, Edicions de la Fundació Sara Llorens de Serra,

Patronat dels Jocs Florals de la Lengua Catalana, Horitzons y

Nous Horitzons, Et Caetera. Col-lecció en català y muchos otros,

fueron de gran importancia debido a que hicieron sentir con gran

fuerza la presencia catalana en México.82

No cabe duda que los editores catalanes en México

manifestaron una gran vocación cultural y económica al preservar

y renovar, de cierta manera, sus raíces a través de la literatura

catalana en el exilio, bajo su propia lengua, animando la lucha

desde el exterior a pesar de las dificultades económicas y políticas.

Sin embargo, hubo también quienes continuaron la labor de la

edición, directa o indirectamente, en la industria mexicana de

libros. Los cuales forjaron el camino para que posteriormente, la

industria editorial mexicana fuera una realidad prominente.83

Entre estos editores, hubo quienes se preocuparon más por las

ganancias económicas, y otros por una vocación de servicio

recobraron su popularidad en el interior, mientras, aun en los inicios de los sesenta, había catalanes en México quienes se aferraron a editar libros en México. Ibid., pp. 35-38. 82 Teresa Fèrriz Roure elaboró un estudio acerca de los editores y las editoriales creadas por catalanes en México, con el objetivo de acercare a dos aspectos principales. En primer lugar describió la tarea de continuidad catalana realizada fuera de Cataluña bajo un entorno hispanohablante y, en segundo lugar, conocer la continuidad de dichas editoriales a cargo de sus descendientes. Ibid., p. 12. 83 Murià, “Los catalanes. Su presencia en México”…, p. 37.

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público.84 El ámbito temático que abordaron fue de gran amplitud,

abarcando todos los campos de las ciencias y las artes, bajo la

responsiva de hacer trabajos de calidad. Sin embargo, cada

profesional del libro, en la medida de sus posibilidades y distintos

puestos, contribuyó a la formación de multitud de lectores de

habla española, tanto en México como en otros muchos países

americanos.85

84 Algunos de los impulsores de esta labor fueron Joan Grijalbo con Editorial Atlante y Ediciones Grijalbo; Estanislau Ruíz Ponseti igualmente con Atlante y después con UTEHA (Unión Tipográfica Editorial Hispano Americana); Tomàs Espresate Pons y Enrique Naval con la empresa Crédito Editorial y Librería Madero; Jordi y Neus Espresate, Vicente Rojo y José Azorín con Era; Antoni López Llausàs (desde Buenos Aires) y Miquel Marín con editorial Hermes; y Fidel Miró Solanes con México Lee, Libro Méx Editores y Editores Mexicanos Unidos. Véase Fèrriz, La edición catalana…, pp. 110-118. 85 Ibid., p. 98.

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TRAS LAS HUELLAS DEL EXILIO ANARQUISTA

Si hay algo que defina el carácter fundamentalmente político del

exilio español, es que este estuvo determinado por diversas

coordenadas, rasgos culturales y divisiones políticas. Una vez fuera

de España se produjo, además, el enfrentamiento entre dos

grandes programas o líneas de actuación políticas, a saber: el

legitimismo republicano (que toma forma de la resurrección de un

gobierno republicano en el exilio) y la “solución plebiscitaria”, es

decir, el reconocimiento de la muerte efectiva de la II República y

la construcción de un sistema alternativo a Franco, contando con

la opinión interior de España y con la aquiescencia o participación

de los distintos grupos políticos de la oposición.86

En mayor grado, la política de los exiliados españoles estuvo

determinada por la situación internacional como la Segunda

Guerra Mundial, el pacto germánico-soviético y, posteriormente, el

fin oficial de la guerra y la postura de los comunistas frente al

mundo. Hechos que no significaron esperanzas para los exiliados,

sino la decadencia del apoyo internacional.

Cada posición política del exilio republicano (el legitimismo

republicano y la solución plebiscitaria) reaccionó de forma distinta

ante la influencia de diversos factores, mostrando un ostracismo e

utopismo revolucionario respectivamente pese a la conexión con

otros grupos exiliados. Así, el exilio político español fue minado

por acontecimientos europeos.

La evolución de la línea política del exilio en América es punto

clave para establecer el papel jugado por cada una de las partes

involucradas en la Guerra Civil Española (la oposición exterior, la

oposición interior y el régimen mismo)87 así como los motivos de

86 Luis Esteban De Llera (coord.), El último exilio en América Latina, Madrid: MAPFRE, 1996, pp. 121-314. 87 Ibid., p. 123.

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la división de las diversas fuerzas políticas tras la derrota de la

guerra civil y las reconfiguraciones que cada grupo realizó estando

en el exilio (republicanos, socialistas, comunistas, falangistas,

monárquicos, masones, nacionalistas, la Junta Central de Acción

Republicana Española en México, la Junta Suprema de Unión

Nacional, la Junta Española de Liberación entre otras) pero sobre

todo, para nuestro interés, el proyecto político de los anarquistas

españoles y su presencia histórica en el exilio en México.

Sin duda alguna, un aspecto relevante que la historiografía del

exilio español ha ignorado es el exilio anarquista y su participación

político-ideológica, tanto en España como en México y gran parte

de Latinoamérica. De ahí la dificultad de encontrar dentro de los

estudios del exilio español algún aporte acerca de este grupo

exiliado, ya que la mayoría de las investigaciones realizadas se

apoya en una extensa documentación oficial y en intereses

político-académicos específicos.

Después de una revisión bibliográfica, de leer parte de la gran

cantidad de estudios que se han realizado sobre el exilio español,

uno termina por creer que todo ya se ha dicho, que el tema ha sido

estudiado hasta la saciedad. Sin embargo, un análisis más detallado

nos permite entender que dichos estudios no van más allá de la

serie de tópicos con los cuales se ha instituido lo que comúnmente

se conoce como exilio republicano español.

La visión que en este sentido se ha elaborado del exilio, cuyo

inicio se podría fijar en el año de 1938, fecha en la cual arribó a

México el primer contingente de intelectuales españoles, ha

imposibilitado el reconocimiento de otros exilios como bien

podría ser el caso de los anarquistas.

La preeminencia de esta visión, particularmente en las esferas

de la cultura, fue determinante en la consolidación de la imagen

socio-cultural que se institucionalizó del exilio: en la serie de libros,

monografías, artículos, memorias, entrevistas, etc., escritos por

esos intelectuales republicanos, se evidencia el proceso mediante el

cual se elaboró e instituyó esta monovisión del exilio español. En

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tanto que opera como un concepto ideológico el término de

“transterrados” ejemplifica adecuadamente este proceso.88

La visión que instituyeron los intelectuales de 1938,

particularmente reforzada y consolidada por los refugiados que

ingresaron al país a partir de 1939, marginó a todos aquellos

grupos políticos que, al no incorporarse de lleno tanto en la cultura

oficial mexicana como en la republicana-española, fueron

relegados a un segundo plano.

Los intereses políticos han sido prácticamente los móviles que

han llevado a relegar o ignorar todas aquellas manifestaciones

ideológicas que nada tienen que ver con el proyecto político de los

republicanos, como bien podría ser el caso de los masones, los

cuáqueros, los vascos católicos, los monárquicos, los nacionalistas,

los anarquistas y todos aquellos grupos que, aun cuando fueron

minorías con respecto al predominio republicano, también

formaron parte de las personas que llegaron a México a raíz del

conflicto armado en España.89

Los anarquistas exiliados

Una vez en América, los anarquistas se repartieron por todo el

continente, siendo México el lugar donde se concentró el mayor

número; podemos cifrar, según las actas de las asambleas que

celebró la central anarcosindicalista durante los primeros años, en

doscientos cincuenta el número de afiliados que la organización

libertaria llegó a aglutinar en tierras mexicanas. Cabe recordar que

la CNT fue la central laboral más fuerte en la España republicana

y, aunque no todos sus miembros eran anarquistas confederados,

la mayor parte de ellos compartía la orientación anarquista de la

directiva.90

Mientras las esferas políticas negaron apoyo a campesinos y

obreros hacia una participación directa en los asuntos sociales, el

movimiento anarquista en torno a la CNT alentó las sublevaciones

88 Castillo, La literatura del anarquismo mexicano…, pp. 233-234. 89 Idem. 90 Idem.

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revolucionarias populares así como los atentados, las acciones

directas y las respuestas espontaneas con el propósito de vincular a

grupos independientes a acciones conjuntas bajo una organización

coherente y decisiva.

A partir de ello, surgió una comunidad orgánica y las relaciones

íntimas con el movimiento obrero y campesino de esa época,

además de la conformación de comités de trabajadores y

colectividades agrarias que seguirían a la revolución de julio en

España, como el movimiento que creó las bases para las

estructuras sociales libertarias, el propio movimiento anarquista

español.91

Todo un bagaje político e ideológico y experiencias, tanto de

éxitos y fracasos, fue expresado por los anarquistas que

participaron en la Guerra Civil Española y que, tras su derrota,

partieron al exilio. Fue así como ésta carga ideológica se dejó sentir

en los diversos lugares donde fueron acogidos los anarquistas

exiliados, quienes siguieron discutiendo los problemas sociales,

políticos y económicos de la España derrotada por el franquismo.

Es justamente en el exilio donde se puede distinguir otra etapa

del anarquismo español, el cual se encontró en una transición

ideológica obligada. Y más allá, este periodo de transformaciones

experimentadas por los anarquistas españoles, se vio reflejado en

los diversos lugares donde se encontraban exiliados. Es decir, no

sólo se presenció una etapa más del anarquismo español, sino

varias fases experimentales del anarquismo tanto en países de

Europa como de Latinoamérica. Uno de ellos fue México.92

Una vez finalizada la Guerra Civil Española, los luchadores del

bando republicano que se quedaron en España sufrieron la brutal

represión desencadenada por el régimen franquista, y los que

91 Bookchin, Los anarquistas españoles…, p. 434. 92 México fue destino de muchos ácratas por la afinidad de los sindicatos adscritos a la AIT, e incluso de los Estados Unidos, donde las sociedades libertarias americanas prestaron ayuda económica y profesional a muchos españoles, a los que consiguieron situar incluso en las Naciones Unidas. México recibió a anarquistas como Juan García Oliver (Ministro de Justicia), Aurelio Fernández (presidente de la Junta de Gobernación de Aragón), Ángel Samblancat (novelista), Viñuales (ministro de Educación de Aragón), Ballano Bueno (Ministro del Gobierno de Aragón) y Durán (Alcalde de Gerona). Véase De Llera, El último exilio español…, p. 196.

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decidieron abandonar el país, un exilio, que, en determinados

casos, se alargó durante casi cuarenta años.93

En efecto, los luchadores antifascistas que permanecieron en

España tuvieron que hacer frente a una represión extremadamente

sanguinaria que supuso la liquidación física de muchos de ellos.

Entre los que, tristemente, ocuparon un lugar destacado se

encontraban los militantes sindicalistas, tanto socialistas

pertenecientes a la Unión General del Trabajo (UGT), como

anarcosindicalistas, afiliados a la Confederación Nacional del

Trabajo (CNT).94

Cuando algunos abandonaron España, se dirigieron a tres

puntos geográficos: Francia, África del norte y a América, siendo

en Francia donde se concentró un mayor número de exiliados

debido a la cercanía con España ante un posible retorno.95 Sin

embargo, su estancia en Francia resultó problemática, ya que la

mayoría fueron encerrados en campos de concentración,

padeciendo la Segunda Guerra Mundial y la invasión nazi, razón

por la cual, muchos comenzaron a buscar ayuda para partir a otros

lugares. Cabe mencionar que así como llegaron a México un gran

sector de refugiados españoles a través de ayuda gubernamental,

hubo quienes también lo hicieron individualmente con sus propios

recursos.

Los exiliados confederales llegaron a México desde el mes de

julio de 1939. Estos libertarios fueron los más perjudicados al

momento en que les fueron limitadas las plazas para embarcarse.

Ante ello, los anarquistas con destino a América fueron objeto de

entrevistas a cargo del SERE, cuestionando su afiliación a la CNT

durante la guerra y su participación activa como anarcosindicalistas

en contra del gobierno de Negrín. Fue así como el SERE, con

ayuda del gobierno mexicano a través del Comité Técnico de

93 Herrerín, “Políticas de los anarcosindicalistas”…, p. 141. 94 Ibid., 142. 95 La mayoría de los transterrados de la CNT, como los de la UGT, permaneció en Francia, sin embargo, a diferencia de los teóricos socialistas, la mayor parte de los teóricos anarquistas importantes también se quedó en Francia. Para ellos, Toulouse siempre fue el centro de actividad mucho más importante que México, aunque debe insistirse en las medidas políticas decididas por los anarquistas o por los líderes de la CNT en Toulouse, a diferencia de los socialistas, no fueron obligatorias para sus afiliados de otros lugares. Fagen, Trasterrados y ciudadanos…, p. 127.

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Ayuda a los Españoles en México, limitó la llegada de un mayor

número de exiliados anarquistas. Posteriormente, del mismo modo

actuó la JARE después de 1940, quien facilitó la llegada de más

socialistas y republicanos fieles a Indalecio Prieto, y de menos

anarquistas y comunistas.96

Dentro de la militancia antifascista española, los

anarcosindicalistas experimentaron de diverso modo y con más

rigor la pérdida de la guerra, tanto por la falta de ayuda

internacional, como por su oposición a cualquier poder o

institución que los cobijara como a los refugiados republicanos.

Por ello, la misma CNT tuvo que enfrentar problemas internos y

externos y una profunda desmoralización, ya que además de tener

que huir de España por la pérdida de la guerra, tuvieron que

afrontar la imposibilidad de una revolución meramente anarquista.

Ante tales circunstancias, hubo protestas de los exiliados

anarquistas porque en realidad nunca habían confiado en los

partidos republicanos ni en otros grupos políticos exiliados. A

pesar del carácter colaboracionista que los anarquistas llegaron a

manifestar en cierto momento, este se caracterizó por ser limitado

y táctico para conformar una alianza antifranquista. Sin embargo,

no se trató nunca de un oportunismo, sino de una colaboración

hasta cierto nivel con los republicanos y socialistas bajo el

propósito de no quedar fuera de la lucha antifascista. En la

práctica, nunca hubo ninguna cooperación concreta o prolongada

entre los anarquistas y otros grupos, debido a la desconfianza con

que la mayor parte de los anarquistas consideró la estructura

política organizada de la República en el exilio.97

Inicios de la organización cenetista

La primera organización de la CNT en tierras mexicanas estuvo

relacionada con el Consejo General del Movimiento Libertario,

formado en París en 1939. Bajo el reconocimiento de éste, se

96 De un 20% de plazas designadas para anarquistas, la JARE tan sólo ocupó el 5%. Véase Herrerín, “Políticas de los anarcosindicalistas”…, p. 144. 97 Fagen, Transterrados y ciudadanos…, p. 128.

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organizaron comités en México, el primero de ellos fue dirigido

por el anarquista Juan Rueda.98 Sin embargo, con el estallido de la

Segunda Guerra Mundial y con la ocupación alemana en Francia,

el consejo se disolvió dejando un vacío en la dirección el cual se

resolvió hasta terminada la guerra.

En 1941 se constituyó en México la primera organización

cenetista, la “Delegación de la CNT de España en México”,

teniendo como primer secretario al anarquista Progreso Alfarache.

Esta organización nació con la pretensión de unificar los esfuerzos

en el exilio en América, teniendo como puntos específicos:

gestionar la representación colectiva en los organismos de ayuda y

desde allí a los camaradas, además de actuar cerca de los partidos y

organizaciones a fin de intervenir en el proceso político español.99

En ese mismo año, apareció en México el primer periódico

libertario España en el Exilio, el cual, al mismo tiempo de su

primera publicación, celebró su editorial en homenaje a México,

agradeciendo al pueblo mexicano por el recibimiento además de

denunciar los actos del SERE y de la JARE y, sobre todo, justificar

su posición política como delegación. Este primer periódico

libertario expresaba: “Atentan contra las vidas hispanas refugiadas

en México y en las demás repúblicas americanas negándoles lo

necesario para vivir en tanto no puedan bastarse por sí mismas”.

La cuestión primordial de su crítica consistió en denunciar la

mala administración de los fondos destinados para ayudar a los

refugiados españoles en general; además de poner en claro los

intereses políticos en juego del SERE y de la JARE. Sin embargo,

comenzó a manifestarse el espectro de la división que persiguió

por mucho tiempo al movimiento libertario.

Se reanimó el enfrentamiento entre la misma militancia

libertaria. Este enfrentamiento lo llevaron a cabo dos grupos

anarquistas ya conocidos desde la guerra civil: “posibilistas” o

“colaboristas” con su fe en la colaboración con otras fuerzas

antifascistas españolas para derrocar a Franco, y “ortodoxos”, con

98 Informe de la Delegación General de la CNT de España en México, Archivo Fundación Anselmo Lorenzo, Fondo Federación Local de la CNT en Inglaterra. Véase Herrerín, “Políticas de los anarcosindicalistas”…, p. 145. 99 Idem.

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su objetivo de recuperar los principios radicales sin la colaboración

de otras fuerzas políticas.

Estos enfrentamientos tuvieron mayor estruendo con la

llegada a México del exministro de Justicia, Juan García Oliver,

quien desde su llegada, defendió la creación de un Partido Obrero

del Trabajo que funcionara como “órgano político de combate”

fuera de la central anarcosindicalista. Lo que García Oliver

manifestaba, era la colaboración con el resto de los partidos

políticos, conservando los comités regionales en el exilio bajo la

creación de un comité nacional, además de defender los acuerdos

emanados del interior de España como autoridad.100

Todo ello causó el descontento de la Delegación en México,

quien se pronunció por la no colaboración. De tal manera, las

intenciones de García Oliver fueron frustradas, sin embargo, en

1945, Oliver representaba, con los negrinistas y los republicanos

legitimistas, el núcleo más recalcitrante opuesto al plebiscitario de

Indalecio Prieto.

Esta división del movimiento libertario en México dio nuevos

pasos, García Oliver y Negrín continuaron con sus pretensiones

junto con el recién llegado Segundo Blanco, quienes pusieron en

marcha los comités regionales y el Comité Nacional de la CNT

con Pedro Canet, al frente. Con ello se reconoció la Constitución

Republicana de 1931 y el estatuto de Cataluña. Este acuerdo fue

llevado a cabo entre: Juan Camorrea, J. G. Matés y J. Marles por el

PSUC; J. Moix, j. Moliner y Aragó, por la UGT de Cataluña

comunista; José Clavet por la Unión de Rabasaires; García Oliver,

Antonio Muñoz, Aurelio Fernández, Jaime Nebot y Ramón García

Ruiz por la Regional de la CNT de Cataluña.101

Fue un hecho muy preocupante el acuerdo y el trasvase de

miembros del movimiento libertario a las filas comunistas. Por

ello, el mayor recelo de los anarquistas (incluso de los más

dispuestos a la colaboración) tuvo por objeto a los comunistas, a

100 Esto fue plasmado por García Oliver en una ponencia en 1942, la cual fue firmada por Luis Gracia y Miguel Benítez (Andalucía); Gregorio Villacampa (Aragón, Rioja y Navarra); Ramón Fernández Posada (Asturias, León y Palencia); García Oliver y Manuel Rivas (Cataluña); José María Pastor y Cardona Rosell (Centro) y José Prego (Galicia). Ibid., p. 149. 101 Informe de la Delegación General de la CNT de España en México, 11-nov-1942. Ibid., pp. 150-151.

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los que llamaban “chinos”. Pero les unió a ellos una ocasional y no

unánime defensa de los medios de acción violenta, los cuales

tuvieron su manifestación más sonada en la capital mexicana.

La acción directa (sostenida, por lo demás, por la cúpula

oficial) se tradujo en una serie de operaciones protagonizadas en

buena medida por figuras más asimilables a aventureros que a

sindicalistas.102 Sin embargo, una cosa era la acción violenta y otra

las tácticas recomendadas por las cabezas del movimiento liberal;

perfilados a una acción directa ya sin bombas ni pistolas, sino

mediante un trato directo entre trabajador y patrón para resolver

sus diferencias y, en el caso de no resolverse, optar por la huelga.

Debido a la tensa situación originada por García Oliver y sus

seguidores, la CNT experimentó su primera escisión en el exilio

que se alargó durante más de tres años. El grupo de García Oliver

editó el periódico CNT, mientras la Delegación en México editaba

Solidaridad Obrera. Sin embargo, pese a esta división, la CNT en

México llegó a ser vista como órgano rector del movimiento

libertario en el exilio.

Un primer problema se manifestó en 1942 con la instauración

de la Delegación en México y la pretensión de crear un centro

coordinador para la organización libertaria en el exilio, cuestión

que causó descontento entre los exiliados españoles en Inglaterra.

Sin embargo, en tierras mexicanas fue donde se estableció el

secretariado general, mientras que en Inglaterra, sólo la delegación

de los asuntos europeos.

Esto se llevó a cabo mediante votaciones directas entre la

delegación integrada por: Progreso Alfarache (secretario general),

Emilio Maldonado (secretario de exteriores), Diego Calderón

(secretario del interior), José Jiménez (secretario de organización),

Francisco Freixenet (secretario de actas y archivo), Abelardo

Iglesias (secretario de propaganda), Manuel Higareda (tesorero),

102 Se trata de actos como el atraco a los fondos del Vita, la muerte del general Llano de la Encomienda, el atraco a la fábrica de la Cervecería Modelo por Francisco Alcón, la muerte del cajero de la fábrica, la muerte del cónsul español José Gallostra y Coello de Portugal por Fleitas Rouco, entre otros. Véase Milagrosa Romero Samper, “Análisis del éxodo y actividad política”, en De Llera, El último exilio español…, p. 197.

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Mariano Chávez (delegado de ayuda), Juan Papiol y José María

Aristegui (vocales).103

Pese a esta designación, los exiliados en Inglaterra se

opusieron hasta el grado de cambiar los papeles del movimiento

en general y así establecer la base de operaciones en Londres. Este

problema de la coordinación y representatividad del movimiento

libertario se alargó debido al apoyo que los exiliados en Inglaterra

recibieron de los exiliados en el norte de África, sin embargo, con

el fin de la Segunda Guerra Mundial, el problema de dirección del

movimiento pasó a ser discutido por los anarcosindicalistas

franceses y la CNT española. De tal manera, los exiliados en

México tuvieron que padecer además de esta fractura, las diversas

alianzas que se estaban configurando, una de ellas fue entre la

UGT (socialista) y la CNT (anarcosindicalista) el 13 de septiembre

de 1942.

Debido a las divisiones, alianzas y designios del Consejo de

París, los anarquistas mexicanos nunca decidieron aliarse con los

comunistas ni con los nacionalistas para la restauración de la

República, tampoco estuvieron ampliamente en la Junta Española

de Liberación creada en 1943, aunque si se unieron bajo la

responsabilidad de la Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas

formada en 1944.104 Las razones fueron porque siempre los

partidos republicanos y socialistas dejaban al margen la cuestión

social y económica del movimiento obrero.

Nuevamente se revivió el serio problema entre “colaboristas”

y “ortodoxos”, quienes a través del periódico Tierra y Libertad, se

postularon en favor del apoliticismo y antiautoritarismo,

denunciando a los denominados “colaboristas” de México, así

como a los cenetistas de España. Cabe destacar que la postura de

las diferentes delegaciones ante las alianzas, distó mucho de

mantener la unanimidad para mostrar un bloque completo ante las

103 Herrerín, “Políticas de los anarcosindicalistas”…, p. 153. 104 A pesar de que la CNT favoreció la colaboración con otros grupos antifascistas en los años cuarenta, esta organización no formó parte primaria de la Junta de Liberación, responsabilidad de socialistas republicanos. Con el papel secundario, prefirió mantenerse al margen de una coalición política real, sin embargo, como asociación obrera, no limitó sus intenciones por llegar a unir fuerzas con el sector obrero de la UGT.

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demás fuerzas antifascistas y sobre todo, ante las potencias

occidentales.

Las resoluciones de la CNT de España siempre fueron

aceptadas transitoriamente por la mayoría de las delegaciones

existentes en el exilio, pero la CNT en Francia, con

aproximadamente “treinta mil afiliados”, se reorganizó después de

la Segunda Guerra Mundial y acaparó la atención del movimiento

libertario en el exilio. Mientras tanto, la Delegación General de la

CNT en México, antes de abandonar su papel de órgano

coordinador de los libertarios refugiados, promovió el fin de la

primera escisión confederal entre sus militantes y a aquellos que

habían seguido a García Oliver. Reunificación que tuvo lugar el 18

de agosto de 1945.105

Un mes después, la Delegación en México hizo el traspaso de

poderes a la organización en Francia, quedando sólo la

subdelegación de la CNT. Así se puso fin al corto pero intenso

periodo en el que los refugiados cenetistas en México intentaron

“ordenar” las relaciones entre los diferente núcleos libertarios

desperdigados por el mundo, y en el que tuvieron que hacer frente,

a pequeña escala, a los mismos problemas a los que la CNT en

Europa estuvo avocada, con resultados mucho más graves para el

futuro del anarcosindicalismo durante su largo exilio.106

México padeció el traspaso de militantes cenetistas a otras

organizaciones, específicamente las comunistas. La formación de

partidos libertarios y la firma de las primeras alianzas antifascistas,

son situaciones a las que se enfrentaron estos militantes

confederales en México y cuya resolución, como hemos visto,

pasó por determinismos exteriores y por cuestionamientos

ideológicos como: replantear los principios del anarquismo, olvidar

o no lo sucedido en la guerra civil, participar como partido o como

organización sindical y sobre todo, confiar en las configuraciones

con otras fuerzas antifascistas a sabiendas de sus intereses como

grupo.

Lo peor para el futuro de la organización confederal fue que

no logró sacar conclusiones positivas de estos duros primeros años

105 Herrerín, “Políticas de los anarcosindicalistas”…, p. 158. 106 Idem.

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en el exilio. Ante los problemas se optó por la solución más

intransigente, que, en aras de los sacrosantos principios

anarquistas, significó el inmovilismo ideológico e invariablemente

la expulsión.

Después de 1947, con el acercamiento de los monárquicos a la

Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas, los anarquistas y

socialistas se retiraron, y aunque la CNT no volvió a formar parte

de ningún gobierno republicano, no significó el fin de su actividad

política. En México se intentó un acercamiento con la UGT por

cuestiones de organización obrera, pero el movimiento libertario

en México era visto como la oveja negra de todos los movimientos

revolucionarios en comparación con Europa. Incluso se puede

hablar de censura: cuando en 1958, Fidel Miró Solanes escribió

“Prieto y el entendimiento de la CNT-UGT” y la revista anarquista

Siempre, de México, no lo publicó. Cabe mencionar que en Francia,

tampoco lo hizo España Libre por considerarlo inoportuno el

Subcomité Nacional de la CNT de España.107

El acuerdo con otras fuerzas sindicales tomó fuerza a medida

del debilitamiento del gobierno republicano en los años cincuenta.

Por ello, en 1953, militantes de la CNT y de la UGT fundaron en

México Alianza; tribuna periodística con la intención de polarizar

corrientes de opiniones y diálogos entre republicanos cenetistas,

socialistas y anarcosindicalistas, para aglutinarse en un movimiento

de liberación nacional.108

Sin embargo, el programa de Alianza sólo se limitó a querer

liberar a España de Franco y fundar una democracia política sin

ver a fondo el papel de las instituciones republicanas en el exilio. Si

bien, Alianza brindó papel efectivo al pueblo español en la

reconquista por sus libertades, a los partidos y a la organización en

el interior y el exterior, les correspondía orientar este movimiento

de carácter nacional. Cuestión que nunca fue tomada en

consideración por el exilio oficial.

A partir de 1953, los partidos republicanos “a diferencia de

Alianza”, reconocieron el papel predominante de los grupos de

España. Estos partidos, en 1957, tenían una base política más

107 De Llera, El último exilio español…, p. 199. 108 Ibid., p. 200.

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amplia a favor de un gobierno de transición que ofreciera igualdad

de oportunidades, incluso para los monárquicos. Ante ello, el

anarquista Fidel Miró consideró esto como una etapa más de

“oportunismo político”.109

Otro aspecto del movimiento libertario en México, fue el

acercamiento entre anarquistas y nacionalistas catalanes con el

Proyecto de Bases de Unidad Catalana, presentado en México en

abril 1958 para la conformación de un nuevo Estado plurinacional

bajo los principios de democracia, tolerancia y superación de la

guerra civil. Pero sólo se trató de un régimen provisional admitido

por catalanes en Cataluña. Los catalanes exiliados que firmaron el

Proyecto de Bases de Unidad Catalana fueron: Roc Boronot, Artur

Costa, Fidel Miró, Ramón Peypoch y Antony M. Sbert.110

Es importante notar que para los exiliados anarquistas en

México, el sindicato como base de organización sindical no era

suficiente: había que contar con el movimiento corporativista y

con el municipio como un modelo orgánico y funcional que dejaba

ver hasta un acercamiento de los falangistas a la CNT, con los

sectores más radicales de la falange en función de un Estado

sindicalista. De las filas anarquistas partió un utópico proyecto no

sólo de Estado, sino de convivencia nacional, un modelo funcional

orgánico en contra del parlamentarismo tradicional.111

Las páginas del periódico CNT de México, acogieron en 1957

artículos de Salvador de Madariaga sobre un nuevo sistema

político-educativo con tintes federalistas, el cual penetró en los

proyectos utópicos del exilio como la denominada “Tercera

España”.112 Esta denominación fue una expresión acuñada por un

sector crítico de la república durante la misma guerra que

designaba a los españoles que no se identificaban con ninguno de

los dos bandos o mejor, que disentían del curso que habían

tomado los acontecimientos. Pero pronto, el término pasó a

designar una realidad, un proyecto, una utopía.

109 Fidel Miró Solanes, ¿Y España cuándo? El fracaso político de una emigración, México, Libro-Méx Ed., 1959. 110 De Llera, El último exilio español…, p. 202. 111 Ibid., p. 204. 112 Idem.

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Después de los años sesenta, la CNT en México pasó del

Ateneo Español al Centro Republicano para llevar a cabo sus

reuniones, compartiendo dicho espacio con republicanos y

socialistas de la UGT de México. De esa manera se fue

convirtiendo en parte de la estructura republicana establecida en

México, aunque siguió manteniendo contacto con los grupos de

exilados anarquistas en Toulouse y los clandestinos en España. La

principal facción de la CNT en el exilio en México, aun afirmaba

que se trataba de un fenómeno temporal, y con la muerte de

Franco, volverían a surgir los ideales anarquistas en España, así

como las organizaciones sindicales.

En lo que respecta a los líderes de la CNT en el exilio, estos

decidieron mantener su militancia y estar preparados para la

revolución cuando Franco muriera. Sin embargo, en 1962,

nuevamente se manifestó una escisión entre los anarquistas

exiliados. El grupo criticó la postura tradicional de la CNT. Fidel

Miró, miembro de dicho grupo, comenzó a publicar sus denuncias

en el periódico Comunidad Ibérica, siendo oficialmente expulsado en

1966.

En cuanto a la juventud española en el exilio, se vislumbra

poca participación de ella (ya que no todos compartieron los

ideales políticos-ideológicos de sus padres, además de estar

sumergidos en una problemática más mexicana, que española). Sin

embargo, un esfuerzo importante se dio en 1960 con el

Movimiento 59.113 Este movimiento estuvo integrado por jóvenes

entre quince y treinta años de edad con pocos vínculos políticos, el

cual fue obstaculizado por los políticos más viejos. A fin de

cuentas, en 1963, el Movimiento 59 dejó de existir debido a los

pocos alcances obtenidos.114

Es una realidad latente que al tratar de concebir un exilio

anarquista en México, esta concepción se vea marginada ante los

estudios oficiales del exilio republicano. Sin embargo, es preciso

aclarar que la poca atención prestada al pensamiento anarquista de

113 El Movimiento 59 recibió ese nombre debido a las protestas de los estudiantes españoles por la visita del presidente Dwight Eisenhower a Madrid en el año de 1959. Fagen, Trasterrados y ciudadanos…, p. 133. 114 Para más detalles véase Elena Aub, Palabras del exilio 5. Historia del ME/59. Una última ilusión, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/INAH, 1992.

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este exilio, responde a la falta de interés qué ha existido por llevar

a cabo un análisis acerca de lo que el pensamiento anarquista ha

representado a nivel internacional, para así recaer en la experiencia

de los exiliados anarquistas españoles en tierras mexicanas.

Con ello, es conveniente afirmar que si actualmente el estudio

del exilio anarquista no es tomado con cierto interés, no es tanto

porque no ofrezca hechos, personajes y cierta documentación

verificable, sino por la falta de comprensión con relación a la

ideología anarquista en general. Sin que ello marque una barrera

para nivelar el exilio anarquista ante la participación política de los

demás grupos de exiliados.

Es notorio que el movimiento libertario compartió con los

demás del exilio republicano las principales características, sin

embargo, se puede decir que el anarquismo en el exilio se encasilló

en posiciones ideológicas antagónicas entre “ortodoxos” y

“colaboracionistas”. El choque de estas dos posturas produjo el

grave problema ya viejo de escisión pero ahora en el exilio. En este

sentido, el exilio en México no sólo fue testigo de una etapa de

transición ideológica del anarquismo español a causa de la guerra

civil, sino de las diferentes etapas del anarquismo de cada país

donde los libertarios españoles vivieron exiliados.

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CONSIDERACIONES FINALES

Casi todos los libros de historia política se circunscriben a la

secuencia institucionalizada por los gobiernos en un Estado

determinado. Se apoya esa historiografía en las publicaciones

oficiales, las leyes, discursos, proclamas o declaraciones oficiales.

Esto muestra la realidad social, económica y hasta ideológica que

transcurre vigorosa, aunque escondida, bajo la costra de la

actividad representativa de cierta elite de la clase dominante en

turno.115

De tal manera, debido a la poca atención brindada al tema de

los anarquistas del exilio republicano español, y las dificultades

para estudiar las corrientes políticas “no oficiales”, resulta

complicado desentrañar la historia de algunas ideologías como el

anarquismo: una fuerza política contemporánea de gran peso y

legado histórico.

Hablar de anarquismo, es adentrarse a uno de los pensamientos

revolucionarios más radicales de la historia de las ideas políticas.

Un ideal infinito, una heterodoxia permanente, un fenómeno de

reacción antiautoritaria, de autorganización libertaria; un

comportamiento moral (individual y colectivo) difícil de

encuadrarlo o someterlo a un marco único encerrado en sí mismo.

Por estas características, diversas han sido sus manifestaciones

teóricas y prácticas, así como sus principales exponentes a través

de una historia consensualmente tergiversada.

Los anarquistas han sufrido, más que cualquier otra minoría, las

consecuencias del culto al triunfo profesado por los historiadores:

jamás salieron victoriosos de ninguna revolución; sus teorías

políticas abundan en diversos juicios y presunciones; las simpatías

han quedado siempre invalidadas por la violencia y los terrorismos

implacables y demoledores, esgrimidos como bandera por otra

115 Carlos M. Rama, Fascismo y anarquismo en la España contemporánea, Barcelona: Ed. Bruguera, 1979, p.5.

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escuela o práctica anarquista. Sin embargo, hay que afirmar que el

movimiento anarquista es un producto del siglo XIX; resultado del

impacto que las máquinas y la industria produjeron en una

sociedad fundamentalmente campesina y artesana, así como la

impotencia de las revoluciones políticas y las reformas

constitucionales para satisfacer las necesidades sociales,

económicas y morales.116

Son estos revolucionarios fracasados las víctimas preferidas de

los historiadores, quienes, un mayor número de ellos, sólo se

interesan en los triunfos debido a que las frustraciones

revolucionarias suelen conceptuarse como callejones sin salida y

los hombres y las ideas que las inspiran, raramente se estudian por

el interés que en sí puedan tener.117 Esto, inevitablemente conlleva

a la omisión de ciertos acontecimientos de gran relevancia y a

profundas acotaciones en las perspectivas de aquellos que escriben

la historia.118

Ante tal reflexión, no sólo nos topamos con la carencia de

comprender en qué consistía el pensamiento de los más ilustres

anarquistas, sino de aquellos no tan conocidos. Hombres y

mujeres que no han gozado de una reflexión posterior por parte de

un sector interesado, y que quizá nunca lo hagan, viéndose

sumergidos en un completo abismo histórico. Esto podría

definirse bajo las características de un grupo importante, sin

embargo, poco abordado como son los anarquistas del exilio

republicano español. Quienes, sin duda alguna, tuvieron gran

presencia colectiva e individual en España, sin embargo, al ser

orillados al exilio, el modo de concebir sus actos y su pensamiento

revolucionario se vio transformado por circunstancias no

controlables.

116 Joll, Los anarquistas…, pp. 8-9. 117 Idem. 118 Es frecuente entre los historiadores y sociólogos que se ocupan hoy del anarquismo afirmar que éste representa una ideología del pasado. Si con ello se quiere decir simplemente que tal ideología logró su máxima influencia en el pueblo y en el movimiento obrero a fines del siglo XIX y durante la primera década del XX, nada podemos objetar. Pero si ese juicio implica la idea de que el anarquismo es algo muerto y esencialmente inadecuado al mundo del presente, si pretende que él no puede interpretar ni cambiar la sociedad de hoy, creemos que constituye un notorio error.

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Fuera de España, distribuidos por diversas partes del mundo,

estos exiliados buscaron adaptarse a un espacio, a un tiempo y a

una nueva perspectiva internacional que no admitiría más su modo

de pensar. Desde el exterior de España trataron de mantener

contactos y seguir con su lucha de diferentes maneras, sin

embargo, la realidad los separó cada vez más del interior hasta

darse cuenta que poco podían hacer estando tan lejos.

Hubo quienes decidieron regresar y otros que prefirieron vivir

fuera de las presiones del franquismo, sin embargo, ambos tienen

las cualidades de haber sido parte de una historia que los condenó

a sobrevivir en el exilio; alejados de su familia y amigos, de su

respectiva tierra, de sus labores, de sus grupos político-ideológicos

afines y, sobre todo, de sus inmensas esperanzas de llevar hasta el

último grado el pensamiento anarquista en España y tratar de

reorganizar la vida social, política, económica y cultural después de

la anhelada revolución social.

Es justamente en el exilio donde se puede distinguir otra etapa

del anarquismo español, el cual se encontró en una transición

ideológica obligada. Sin embargo, este periodo de

transformaciones experimentadas por dichos anarquistas, se vio

reflejado en los diversos lugares donde se encontraban exiliados.

Es decir, no sólo se presenció una etapa más del anarquismo

español, sino varias fases experimentales del anarquismo tanto en

países europeos como latinoamericanos. Uno de ellos fue México.

Los anarquistas, como todos los demás grupos del exilio

republicano, experimentaron los estragos de la división interna, la

diversidad de vertientes políticas, el aislamiento y la desintegración.

Todo ello se produjo desde la guerra civil, sin embargo, durante el

exilio se hicieron más visibles estas fisuras ocasionando

repercusiones de gran trascendencia. Esto lo podemos considerar

a partir de la escisión entre los anarquistas refugiados en Francia,

los llegados a América (especialmente en México) y los que se

encontraban en el interior de España, lo que ocasionó la inevitable

ruptura del Consejo del Movimiento Libertario en el exilio.

Tras considerables intentos por unificar las fuerzas antifascistas,

a pesar de la división ya definida entre los demás grupos exiliados,

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los anarquistas refugiados en México vieron caer sus esperanzas

más inmediatas.

Es innegable que la presencia de los exiliados republicanos

españoles en México contribuyó al progreso del país de diferentes

maneras (lo justifica una extensa bibliografía especializada), sin

embargo, estos exiliados padecieron la amargura de la derrota

física y del idealismo perdido. Aunque otros siguieron buscando

diversas alternativas para poder ubicarse políticamente ante el

exilio; entre ellos, los refugiados anarquistas.

Sin duda alguna, reviviendo el punto fundamental de esta

investigación, de los anarquistas del exilio republicano español

(tanto en México como en otras partes del mundo) aún queda

tanto por conocer; escribir, leer, comprender y valorar.

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Anarquismo, guerra y exilio. Miradas alternas al exilio republicano

español en México, tras las huellas de los refugiados anarquistas.

Revés Histórico - Pasajes Anarquizantes Marzo 2019, Puebla, México.

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