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Amor Salvaje - Elizabeth Lane

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Novela escrita por Elizabeth Lane

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  • Editado por HARLEQUIN IBRICA, S.A.Nez de Balboa, 5628001 Madrid 2003 Elizabeth Lane 2015 Harlequin Ibrica, S.A.Amor salvaje, n. 350 - marzo 2015Ttulo original: Wyoming WildcatPublicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.Publicado en espaol en 2005 Todos los derechos estn reservados incluidos los de reproduccin, total o parcial. Esta edicin hasido publicada con autorizacin de Harlequin Books S.A.Esta es una obra de ficcin. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de laimaginacin del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas omuertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia. Harlequin, Harlequin Internacional y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad deHarlequin Enterprises Limited. y son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas conlicencia. Las marcas que lleven estn registradas en la Oficina Espaola de Patentes y Marcas yen otros pases.Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechosestn reservados. I.S.B.N.: 978-84-687-6054-4Editor responsable: Luis Pugni Conversin ebook: MT Color & Diseowww.mtcolor.es

  • ndice

    PortadillaCrditosndiceUnoDosTresCuatroCincoSeisSieteOchoNueveDiezOnceDoceTreceCatorceQuinceDiecisisDiecisieteEplogoPublicidad

  • Uno

    Territorio de Wyoming12 de junio de 1866

    Molly Ivins revoloteaba por entre la alta hierba de la pradera. Sus piernecitas de siete aos

    golpeaban contra los bajos de su falda de algodn estampado. Los dos cachorros de coyote corrandelante de ella. En sus aullidos juguetones no haba rastro de miedo. Ambos parecan saber, igualque Molly, que la caza era slo un juego.

    Sus trenzas doradas flotaban detrs de ella mientras corra. Era maravilloso estar lejos delpolvoriento y destartalado carromato aunque slo fuera un ratito. Molly saba que deberalamentarse de que la rueda de atrs hubiera perdido una tuerca con la consiguiente rotura delradio, y que eso hubiera obligado a su familia a quedarse rezagada del resto de la caravanamientras su padre la reparaba. Saba que tendran que viajar de noche, solos por la pradera, antesde alcanzar la seguridad del campamento. Pero haca un da tan soleado y caluroso, y la praderatena un aspecto tan maravilloso a alfombra cuajada de flores silvestres, que Molly no era capazde lamentarse. Senta como si pudiera correr sin cesar hasta llegar a Oregn.

    Los dos cachorros de coyote se haban escapado. Molly se detuvo y comenz a inspeccionar porla hierba en su busca, pero lo nico que alcanz a ver fue el vuelo de una langosta. Suspir. Sesenta hmeda y sudorosa bajo el calor de verano. La intencin de Molly no haba sido hacerningn dao a los cachorros, sino slo jugar con ellos. Pero era hora de regresar al carromato antesde que sus padres empezaran a preocuparse.

    La nia se dio la vuelta y comenz a caminar, pensando en recoger restos fecales de bfalo porel camino para alimentar el fuego de la hoguera. Si regresaba con el mandil lleno, tal vez su madreno la regaara.

    Atraves la hierba en zigzag zag con la vista clavada en el suelo, y cuando por fin la levant conla esperanza de encontrarse delante del carromato, descubri que no estaba.

    Molly parpade y se frot los ojos. Estaba completamente segura de que haba ido por ah. Perodaba igual: Volvera sobre sus pasos hasta regresar al lugar en el que haba perdido de vista a loscachorros. Desde all no tendra problemas para volver.

    Sintiendo un creciente desasosiego, la nia busc sus propias huellas por el suelo. Pero parecacomo si la hierba, antes combada, se hubiera puesto tiesa con el paso de sus pies. Lo nico que leresultaba familiar era el sol que brillaba sobre su cabeza.

    Con el corazn latindole muy deprisa, Molly se qued donde estaba y gir lentamente encrculo. La pradera se extenda por todas direcciones como un mar ondulado sin fin. Y ella, MollyIvins, no era ms que un punto en aquella vasta superficie, no era ms que un conejo, o que unpjaro, o que un insecto. Incluso cuando grit con toda la fuerza de sus pulmones, su voz se perdien la inmensidad, como el aullido de un perro de la pradera.

  • Mamaaaa! Papaaaaa!Grit hasta que se qued sin voz. Slo entonces lo escuch. Era el sonido inconfundible de un

    arma al dispararse.A Molly le dio un vuelco al corazn. Sali corriendo en direccin a aquel sonido. No pasaba

    nada. Su padre saba que se haba perdido. Y haba disparado el rifle para guiarla de vuelta haciael carromato.

    Pero mientras corra, supo que algo no iba bien. Se escuchaban demasiados disparos, y ladiferencia de tonos le dijo que provenan de ms de un arma.

    Indios?Muerta de miedo, aceler la marcha, tropezando una y otra vez con los bajos de aquella falda

    que le quedaba tan larga. Los disparos haban cesado, y una terrible calma se haba apoderado dela pradera. Incluso los pjaros haban enmudecido. Molly meti el pie en una madriguera de tejn.Soltando un grito de dolor, cay de rodillas sobre la hierba. Antes de que consiguiera ponerse depie escuch el sonido de unas voces. Voces masculinas. Riendo.

    Los indios se rean? Molly se arrastr por el suelo con el corazn latindole a mil por hora. Atravs de la hierba distingui la lona desteida que cubra el carromato. Unas sombras oscuras semovan a su alrededor. Eran cuatro o cinco hombres desmontando de sus caballos con las pistolastodava calientes. Y no eran indios, descubri Molly apretando con ms fuerza el estmago contrala hierba. Llevaban pantalones largos y sombreros de vaquero. Y tenan los caballos ensillados.Eran hombres blancos.

    Molly sinti una punzada de dolor en el estmago cuando vio salir a un hombre del carromatocon el bal de su madre. Rindose, arroj los vestidos y la ropa interior al suelo y la revolvi,metindose en el bolsillo las pocas cosas de valor que encontr. Alguien de la caravana habacomentado que en aquella zona haba bandidos que asaltaban a los viajeros solitarios. Pero, porqu habran de molestar a su familia? John y Florence Ivins eran buenas personas y tenan muypocas cosas de valor.

    Dnde estaban sus padres? En cuanto aquel pensamiento cruz por la cabeza de Molly,escuch el grito desgarrado de su madre y el sonido de una risa tosca al otro lado del carromato.Los gritos y las carcajadas continuaron como el eco de una pesadilla. Molly se tap los odos conlas manos y apret la cara contra la hierba fresca.

    Por favor, que pare. Por favor, que pare. Por favorSe escuch el sonido de un disparo y los gritos cesaron de golpe.Largumonos de aqu!El bandido ms alto haba desatado los caballos y les haba echado una cuerda por el cuello. Los

    dems se llevaron todo lo que pudieron meter en sus alforjas: Harina, caf, beicon, mantas y unpoco de ropa. Uno de los hombres agarr el rifle de su padre. Otro, advirti Molly, se haba puestosu viejo sombrero de fieltro. Su padre estaba guapsimo con aquel sombrero. Sus ojos azulesdestacaban bajo el ala ancha. La oleada de rabia que atenaz la garganta de Molly estuvo a puntode dejarla sin respiracin.

    Los bandidos subieron a sus monturas. El que estaba ms cerca del carromato arranc unascuantas hojas de la Biblia familiar, les prendi fuego con una cerilla y arroj los papeles ardiendoal carromato. En cuestin de segundos estaba en llamas.

    Mientras el humo gris se elevaba hacia el cielo, salieron corriendo con sus cabalgaduras

  • dejando tras de s una estela de polvo. Molly se qued completamente quieta, sin atreverse apenasa respirar hasta que los jinetes desaparecieron en el horizonte. Entonces, lentamente, se puso depie y se oblig a s misma a caminar hacia el carromato. Pie izquierdo, pie derecho Cada pasoera un acto de voluntad. El olor acre de la lona quemndose hizo que le escocieran los ojos. Atravs del humo distingui a su padre tumbado de espaldas bajo el carromato en llamas. Tena lacamisa teida de rojo a la altura del lugar donde haba impactado la bala. El cuerpo de FlorenceIvins, tendido en el campo abierto, pareca un montn de enaguas arrugadas y sangrientas. Tenalas piernas desnudas y en posicin extraa. Molly se puso de cuclillas a su lado y toc la huella deuna suela de bota desgastada. No fue capaz de atreverse a mirar lo que quedaba del hermoso rostrode su madre.

    Se le haba revuelto completamente el estmago. Doblndose por la cintura, Molly volvi a lahierba, se inclin todava ms y vomit hasta que no qued nada en su interior. Quera llorar. Perollorar era cosa de bebs. Pap y mam la estaban mirando ahora desde el cielo, y les gustara quefuera valiente.

    Molly se incorpor, se limpi la boca con la manga y se gir hacia la senda que haban marcadolas ruedas de la caravana. Para entonces las dems familias estaran ya muy lejos, pero si seguaandando tal vez conseguira llegar al campamento antes del amanecer. All encontrara al seorCampbell, el jefe de la caravana, le contara lo que haba ocurrido y le pedira que enviara aalguien para que enterrara a sus padres.

    Caminar por la senda era ms sencillo que hacerlo por entre aquellas hierbas que le llegaban ala altura de las rodillas. Cegada por las lgrimas que no haba llegado a derramar, Molly camincon dificultad bajo el abrasador sol de medioda. Cuando su blanca piel comenz a quemarse, selevant la parte de atrs de la camisa y se la coloc por encima de la cabeza como si fuera lacapucha de un capa. Se le pas por la cabeza que mam la regaara por haberse dejado elsombrero en el carromato Pero no. El carromato estaba reducido a cenizas y su madre novolvera a regaarla.

    El sol brillaba con fuerza en el cielo. El calor le atravesaba incluso la tela de algodn de lafalda. Molly no haba llevado consigo agua, y la sed se apoder de su pequeo cuerpo. Durantehoras oblig a sus pies a seguir andando. Ni siquiera se dio cuenta de que sus pasos vacilanteshaban abandonado la senda y vagaban sin rumbo por la pradera. El sol haba alcanzado su puntoms alto en el cielo. Su claridad le cegaba los ojos. Enferma, mareada e incapaz de seguir viendo,Molly se tambale. Tena que seguir andando, tena que llegar al campamento antes de que

    Aquel pensamiento se evapor al tiempo que las piernas le fallaban. Su cuerpo fue a dar contrala hierba. Durante un instante el aroma a tierra dulce le inund los sentidos. Luego la oscuridad decerni alrededor de ella como una mano cariosa.

    Molly se quej y se agit, luchando contra los lazos del sueo. Le pareci notar una humedadfra en la parte de atrs del cuello, una humedad que pareca acariciarle el cabello apelmazado porel sudor. Estaba lloviendo? Se tratara de algn animal que la lamera por curiosidad? O sloestaba soando?

    Soltando un gemido, Molly se gir y se puso boca arriba. El sol abrasador haba desaparecido yse dio cuenta de que el cielo tena el azul profundo del anochecer. Un coro de grillos cantaba a su

  • alrededor.Slo cuando escuch el sonido de un poni cercano gir los ojos en direccin hacia aquel sonido.

    Sus labios resecos se entreabrieron al ver a una figura de cuclillas sobre la hierba, cerca de ella.En un principio, su mirada nublada slo distingui una forma oscura. Luego el rostro se le hizo

    visible. Era el rostro de un hombre, tan oscuro y lleno de arrugas como una nuez, un rostro fierode nariz aguilea y ojos de rapaz que parecan observarla desde profundidades insondables.Pareca de la edad de su abuelo, y cuando habl su voz son como el viento atravesando la hierbade la pradera.

    Molly movi la boca e hizo un esfuerzo para hablar, pero de su garganta reseca slo emergi unquejido dbil. Las manos del hombre se movieron hacia el rostro de la nia, acariciando susmejillas encendidas y sus labios dolorosamente secos. Las palabras del hombre adquirieron untono de advertencia cuando le levant la cabeza y le acerc el borde de una bolsa de piel llena deagua a la boca. Molly tuvo la impresin de que la estaba advirtiendo para que no bebierademasiado rpido o se pondra mala. Lo mismo que su padre le haba dicho una vez. La nia seesforz en dar sorbos pequeos. El hombre la recompens con un breve asentimiento de cabeza.

    Volvi a hablarle en susurros, como si estuviera tranquilizando a un animal asustado. Deslizsuavemente las manos entre los hombros y las piernas de la nia, la levant y la apoy contra supecho mientras avanzaba hacia su poni. Ola a madera, a caballo y a hierba de la pradera.

    Demasiado cansada para asustarse, Molly apoy la cara contra su suave camisa de pelo decaballo y cerr los ojos.

  • Dos

    Montaas de Absaroka, WyomingNoviembre de 1882

    Ryan Tolliver maldijo entre dientes mientras trataba de comprender las marcas en aquel mapa

    arrugado y desteido. Unos copos fros de nieve le golpearon en la cara, conducidos por un vientoululante que amenazaba con arrancarle el papel de las manos. Para qu le serva, de todasmaneras? Haba seguido el flanco del can equivocado, y ahora se haba perdido. No haba nadaque pudiera hacer excepto encontrar refugio y esperar a que pasara aquella maldita tormenta.

    Con un gruido de protesta, Ryan dobl el mapa y volvi a guardarlo en el bolsillo de suzamarra de piel de oveja. Debi sufrir un ataque de locura cuando accedi a llevar cabo el absurdoplan de Horace Mannington. La recompensa de cinco mil dlares que el anciano ofreca desdehaca mucho por recuperar a su nieta perdida le haba parecido en San Luis una fortuna. Pero nohaba dinero que pagara el soportar el fro helador de las tormentas de nieve de Wyoming!

    El caballo relinch bajo su cuerpo, sacudindose la nieve de la montura mientras Ryan la guiabapor la traicionera pendiente del can. Ms abajo, a lo lejos, un arroyuelo estrecho descenda porel can como un lazo de plata enroscado. Qu demonios, habra podido jurar que conoca aquelpas como la palma de su mano. Pero con aquella tormenta no podra haber dicho el nombre deaquel arroyo ni del maldito can ni por todo el licor y las mujeres bonitas de Laramie!

    Habra dado cualquier cosa por estar en aquellos momentos all. O mejor todava, en el ranchofamiliar, con su hermanastro Morgan, su pelirroja y pizpireta esposa, Cassandra y los tres hijos dela pareja. Las noches de invierno en aquella casa ruidosa estaban siempre repletas de calor, risas yla mejor tarta de manzana del lugar.

    Pero no estaba en el rancho. Ni tampoco en Laramie. Estaba en medio de la nada buscando auna joven de cabello claro que algn trampero solitario haba visto con una banda de rebeldescheyene que no haban querido ir a la reserva, como haba hecho el resto de su tribu.

    Ryan se haba enterado de lo que haba visto el trampero y, como saba que Horace Mannington,un acaudalado especulador de tierras de San Luis, ofreca una generosa recompensa a quien ledevolviera a su nieta desaparecida, l, que conoca las montaas y hablaba cheyene de formapasable, se haba puesto en contacto con Mannington. Los dos haban llegado a un acuerdo:Quinientos dlares si la bsqueda fracasaba despus de tres meses, cinco mil si devolva a MollyIvins viva a casa.

    Mannington le haba contado la historia con lgrimas en los ojos. Florence, su nica hija, habasido una belleza que tena a todos los solteros de oro de San Luis a sus pies. Pero ella los rechaz atodos y se fug para casarse en secreto con John Ivins, un maestro de escuela sin un penique en elbolsillo. Los Mannington, sintindose ultrajados, la haban desheredado y le cerraron la puerta a lajoven pareja.

  • Armndose de valor, los recin casados se mudaron a Kentucky, donde Florence dio a luz a unania. Siete aos despus se marcharon rumbo a Oregn en busca de una vida mejor pero fueronasesinados en el camino. Una cuadrilla de trabajadores del ferrocarril encontraron los cuerpos deFlorence y de John al lado de su carromato quemado. Pero la pequea Molly haba desaparecidosin dejar ni rastro.

    Ryan pens en el pequeo retrato con marco de plata que Mannington le haba dejado y quellevaba cuidadosamente envuelto en un pauelo rojo dentro del abrigo. Florence Manningtonhaba sido una princesa rubia de cuento de hadas de facciones hermosas y ojos dulces. Si MollyIvins haba sobrevivido y se haba hecho adulta, haba bastantes probabilidades de que separeciera a su madre en la actualidad. Excepto en una cosa, record Ryan. l haba visto a mujeresblancas que vivan entre los indios. Las duras condiciones de vida y el trabajo convertan a lamayora de ellas en ancianas antes de cumplir los treinta, sobre todo si tenan hijos.

    Las mujeres rescatadas de su cautiverio tenan un algo triste y roto en ellas. Aunque susfamilias las aceptaran, muy pocas eran capaces de acostumbrarse a la vida del hombre blanco.Ryan no le hara a Horace Mannington ningn favor llevndole a su nieta a San Luis. La pobrecriatura sera seguramente una carga y una vergenza para la familia durante el resto de su vida.

    Pero daba igual. Cinco mil dlares podan comprar muchos sueos. Sus sueos.Londres, Pars, Roma, Egipto, frica Ryan se mora por conocer todos aquellos sitios desde

    que tuvo edad suficiente para colocarse un libro en el regazo y mirar las fotos. Pero la riqueza dela familia Tolliver estaba en las tierras y en el ganado, no en dinero. Los beneficios del ganado sereinvertan en el rancho para pagar la mano de obra, comprar ms cabezas, mantener los corrales ylas construcciones en buen estado y expandir los lmites de la propiedad en cuanto cualquierterreno se pona a la venta. Para propsitos tan frvolos como viajar, Ryan era consciente de quetendra que conseguir su propio dinero.

    Si pudiera encontrar a Molly Ivins, ella sera su pasaje para las maravillas del mundo.La nieve caa ahora con ms fuerza. Daba la impresin de que la tormenta iba a empeorar. Tena

    que encontrar refugio de inmediato, mientras todava pudiera ver.A travs de la nieve cegadora se vislumbraba a lo lejos un conjunto de ramas cadas de los

    rboles que se haban apilado contra los lamos, formando una especie de refugio de troncos yramas. Con suerte habra suficiente espacio para acomodarse debajo. No eran un lugar tan segurocomo Ryan habra deseado, pero en aquel momento no estaba en condiciones de escoger.

    A lo lejos, el arroyo resbalaba contra su cama de piedra. Haba mucha cada hasta el fondo delcan, se record Ryan mientras guiaba al caballo por aquel estrecho desfiladero. Si un hombrecometa la torpeza de caer tendra suerte de sobrevivir con unos cuantos huesos rotos. Peroseguramente se congelara hasta morir.

    Ahora poda ver claramente el refugio de ramas, un amasijo cubierto de nieve. Antes de intentarllegar a l, tendra que encontrar un lugar seguro para que su caballo no vagara bajo la tormenta.

    En aquel momento un bho asustado surgi de entre las ramas. Sorprendido por la presencia dehombre y montura, el pjaro vol directamente hacia la cabeza del caballo.

    El caballo relinch, salt y perdi pie. Ryan tir de las riendas en un esfuerzo titnico porrecuperar el control del animal, pero no sirvi de nada. El mundo blanco y giratorio de la tormentapareci envolverlos mientras ambos se precipitaban pendiente abajo.

    Atrapado en un amasijo de piernas y patas, Ryan trat de sacar los pies de los estribos antes de

  • que el caballo vacilante rodara sobre s mismo y lo aplastara. Retorciendo sus torturadasarticulaciones, consigui sacar un pie. Pero para el otro era demasiado tarde. El movimiento delcaballo lo hizo saltar de la silla. Atrapado por una pierna, Ryan se precipit por la pendienterocosa. Ryan escuch el aullido mortal que solt el caballo al golpearse contra las piedrasafiladas. Un segundo ms tarde su cuerpo corri la misma suerte. Cuando su cabeza choc contrala primera roca, sinti como si algo se le clavara en la parte de atrs de la cabeza. Ryan gimi, fuea dar al fondo y all se qued quieto.

    Mientras el da daba paso a la noche, la nieve lo rode y lo cubri como si fuera una esponjosamanta blanca.

    Halcn de Luna estaba bajando un caballo joven desde la parte superior del can. Tras atarlo auna plataforma con cuerdas, lo guiaba perezosamente por el margen del arroyo en direccin alcampamento de invierno cuando se top con los cuervos.

    Aquellos pjaros negros y ruidosos estaban picoteando un montculo. Al parecer se trataba dealgn animal cubierto por la nieve cada durante la tormenta del da anterior. Fuera lo que fuera,los cuervos se las haban arreglado para dejar al descubierto un poco de pelo oscuro y tiraban de lcon sus picos.

    Halcn de Luna dej la plataforma al lado del arroyo y se acerc un poco ms para investigar.Se avecinaba la estacin dura, y cualquier tipo de carne sera bien recibida por los Tse Tse Stus, elpequeo grupo al que ella consideraba su familia. Si el animal haba muerto limpiamente y el frohaba evitado que se pudriera la carne, valdra la pena avisar a las mujeres para que fueran atrocearlo.

    Cuando ella se aproxim, los cuervos huyeron precipitadamente y se posaron en las ramas de unviejo pino. Esperaron con impaciencia a que Halcn de Luna se inclinara para apartar ms nievecon sus guantes de piel de nutria. La nieve cruja bajo las gruesas suelas de piel de sus mocasines.

    La joven haba esperado encontrar un alce bajo el manto blanco. Pero cuando su mano roz ladureza de una silla de montar, se qued paralizada y abri los ojos azules de par en par.

    All haba muerto un caballo. Un caballo montado por un Ve hoe, los hombres araa.Seguramente habra cado por uno de los flancos superiores. Pero cmo haba muerto era la ltimade las preocupaciones de Halcn de Luna en aquel momento. Si haba una silla de montar, tenaque haber un jinete. Y si haba un jinete, probablemente habra ms. Tal vez muchos ms.

    Soldados? Con el corazn acelerado, Halcn de Luna apart ms nieve. Los habranencontrado finalmente los Casacas Azules? Estara su pequeo grupo rodeado, y se veraobligado a ir a la reserva de River Tongue, donde haban enviado hasta al ms bravo de losguerreros Tse Tse Stus? Record a los grandes jefes: Cuchillo Desafilado, Pequeo Lobo, CaballoAmericano y tantos otros que ahora vivan como ganado encerrado. Ella saba que si los miembrosde su grupo se vieran obligados a hacer lo mismo no sobreviviran.

    Y lo peor de todo fuera tal vez su propio destino. Cuando los soldados vieran su cabello rubio ysus ojos azules la llevaran de regreso al mundo de los Ve hoe. Y no volvera a ver a su queridagente.

    Halcn de Luna aparto ms nieve y dej al descubierto la silla, la manta que tena debajo y elrifle metido en su funda de cuero. Sinti cmo su respiracin se tranquilizaba al darse cuenta de

  • que ni la silla ni el arma eran de los que utilizaban los Casacas Azules. Pero el rifleLo sac de la funda y contuvo una exclamacin de euforia. Era un arma estupenda, bastante

    mejor que el arco y las flechas que ella utilizaba para cazar. Cuando aprendiera a disparar, seracapaz de traer mejores presas. Tal vez incluso bfalos! Ningn miembro del grupo pasarahambre aquel invierno.

    Balas. Las necesitara. Tendran que estar all, tal vez en las alforjas. Estaba metiendo lasmanos ms profundamente cuando algo le llam la atencin. Algo de color marrn que sobresalasobre la nieve, justo bajo el vientre del caballo. Halcn de Luna tir.

    Era una bota de montar de hombre, con tacn diseado para sujetarse al estribo. La jovenagudiz todos sus sentidos para examinarla. El tamao de la bota le deca que su dueo no eraningn nio. Y las suelas gastadas daban a entender que haba caminado con los pies, como hacanlos Tse Tse Stus. Pero, haba sido joven o viejo? Amigo o enemigo? La bota no responda aninguna de las dos preguntas.

    Halcn de Luna escuch un sonido al lado del arroyo que la oblig a girarse. Con la manoenguantada acarici el filo de su cuchillo de esquilmar. Aguantando la respiracin, escuch.Habra sido slo el viento susurrando en las copas de los rboles? Se tratara del espritu deldueo de la bota? Halcn de Luna dej la bota a un lado y se dirigi al lugar de donde habaprovenido el sonido.

    Volvi a escucharlo cuando se acerc al arroyo. Era un gemido. El sonido de un ser humanosufriendo.

    Con el cuchillo en la mano, se acerc un poco ms. Un hombre herido poda llegar a ser tanpeligroso como un animal herido. No poda permitirse el lujo de que la pillara desprevenida.

    Haba una fina capa de nieve entre dos pedruscos elevados. Los ojos escrutadores de Halcn deLuna captaron un leve movimiento ascendente y descendente, como si se tratara de unarespiracin. All haba algo. Algo alto y grande.

    Sin apartar los ojos de la nieve, Halcn de Luna agarr una rama desnuda que haba cado de unrbol. Manteniendo la distancia, hundi la parte puntiaguda en la nieve. Hubo un movimientoconvulsivo y se escuch un sonido que podra haber sido una leve protesta. Ella dio un salto haciaatrs sin dejar de apretar el cuchillo.

    Quin eres?Halcn de Luna todava hablaba un ingls fluido gracias a un hombre de las montaas muy

    instruido que se cas con una mujer de su tribu y permaneci con ellos tres inviernos antes demorir de neumona, cuando Halcn de Luna tena catorce aos. l la haba animado a quepracticara su lengua materna para que algn da pudiera hablar en nombre de su pueblo. Aquel dano haba llegado an.

    Contesta! Quin eres? repiti con tono exigente.No hubo respuesta de la capa de nieve.Repiti la pregunta en cheyene, pero el silencio slo fue interrumpido por el graznido de un

    cuervo. Los ojos de Halcn de Luna no detectaron ningn movimiento bajo la nieve. Ni siquieraun cauteloso pinchazo fue capaz de despertar la vida que haba all debajo.

    Un lento temor comenz a formarse en el estmago de Halcn de Luna, subindole hasta la

  • garganta, explotando con una intensidad que la llev a entrar en accin.Sus manos enguantadas rascaron la nieve con desesperacin. Emergi un hombro cubierto por

    un grueso abrigo de piel que estaba congelado hasta el punto de rigidez. Una mano desnudadescansaba sobre la pechera del abrigo, una mano muy masculina con el dorso cubierto de unasuave capa de vello rubio congelado. Tena los dedos araados. La sangre se le haba congeladopor el fro.

    Halcn de Luna envain el cuchillo y se inclin para apoyar el rostro sobre la mano. La carneestaba casi tan fra como la nieve que la cubra.

    Djalo como est, le susurr una voz interior, advirtindola. Es uno de los ve hoe. Sea cualsea la razn que lo ha trado hasta aqu, no puede tratarse de nada bueno. Ser mejor que muera ydeje a tu gente a tu paz.

    Pero mientras aquel pensamiento se le cruzaba por la mente, Halcn de Luna apart la nieve delrostro del desconocido. Las facciones que surgieron bajo su guante eran fuertes y armnicas:Pestaas doradas congeladas, mejillas plidas, labios azules del fro Por la frente le caan unosmechones helados.

    Era un hombre joven, fuerte y guapo, y estaba helado.Djaselo a los cuervos. Este hombre es un ve hoe. Y aunque sea inofensivo, has llegado

    demasiado tarde para salvarlo.Ignorando los avisos de su mente, Halcn de Luna abri la parte delantera del abrigo del joven y

    apoy la oreja contra su pecho. Al principio no escuch nada y el corazn le dio un vuelco. Luego,apretndose contra l, sinti un latido dbil bajo la gruesa camisa de algodn. Eran tan leve que alprincipio pens que lo haba imaginado. Pero no, all estaba otra vez. Estaba vivo, pero a menosque pudiera llevarlo al campamento no durara mucho tiempo.

    Halcn de Luna retir frenticamente la nieve que rodeaba sus extremidades. Aunque no sintique tuviera ningn hueso roto, poda estar malherido. Moverlo era un riesgo, pero no tenaeleccin. El desconocido estaba ya demasiado dbil como para resistir el fro durante mucho mstiempo. Si lo dejaba all, entre aquellas rocas, morira.

    Tena uno de los pies cubierto por una bota igual a la que ella haba encontrado. Pero la otra,cubierta slo por un calcetn oscuro, podra estar ya congelada. Hara lo que pudiera pordevolverle la circulacin sangunea. Y luego intentara colocarlo sobre la plataforma de madera.

    Halcn de Luna se quit los guantes y coloc el pie del desconocido entre las palmas de susmanos, calientes y desnudas.

    Aquel contacto sorprendentemente ntimo provoc una oleada de sensaciones en su cuerpo.Cinco inviernos atrs, tras la muerte del guerrero que haba sido su esposo, Halcn de Luna sehaba anudado entre los muslos el cinturn de castidad de cuero y haba renunciado a su vidacomo mujer. Su gente haba alabado su decisin y ella no se lamentaba de haberla tomado,excepto durante algunas noches oscuras, cuando se quedaba tendida sobre las mantas de piel debfalo, contemplando en silencio la oscuridad, soando despierta con aquello que apenas habatenido tiempo de conocer.

    Ahora, bajo la potente luz de un da fro de invierno, senta el mismo deseo.Su respiracin hmeda se condensaba al aire glido mientras masajeaba vigorosamente el pie.

    Poco a poco la carne comenz a suavizarse y a entrar en calor, pero senta el pulso deldesconocido muy dbil bajo sus dedos. Necesitaba hacerle entrar en calor, hacer que se moviera.

  • El gemido de dolor que surgi de su garganta la sobresalt. Halcn de Luna alz la vista yobserv su rostro contrado por el esfuerzo de volver al mundo. La joven dej por un momento elpie para masajearle las mejillas y la frente. Luego le apart cuidadosamente el hielo de laspestaas. Con un esfuerzo que pareca sobrehumano, el desconocido parpade, cerr los ojos ydespus los abri completamente.

    Se qued mirando fijamente el rostro de Halcn de Luna, pero no pareca estar vindola deverdad.

    Quin eres? le pregunt ella en un susurro. Cmo has llegado hasta aqu?Durante unos instantes el hombre guard silencio. Varias emociones se dibujaron en su rostro:

    Frustracin, dolor y miedo, el miedo asombrado de un nio que acabara de darse cuenta de que sehaba perdido. Aqul era un miedo que Halcn de Luna conoca muy bien.

    Quin eres? le volvi a preguntar, esta vez con ms dulzura.Yo No lo s consigui decir la boca del hombre, que tembl con cada palabra que

    consigui pronunciar. Que Dios me ayude. No lo s.El hombre cerr los ojos, dej caer la cabeza sobre el hombro y se qued inerte.

  • Tres

    Ryan se vio arrastrado a una espiral de dolor. Durante los momentos de lucidez fue conscientede que estaba en movimiento, del sonido de la plataforma arrastrndose y de la presin de lascuerdas con las que iba sujeto al caballo. Escuch el sonido de unos mocasines de inviernopisando la nieve y la respiracin regular y profunda de la mujer que iba tirando trabajosamente dela plataforma.

    Ryan se dio cuenta entre nebulosas de que era una carga muy pesada y que debera ofrecerse aponerse de pie y caminar al lado de ella, pero por mucho que quisiera era incapaz de mover ni undedo. Ni siquiera poda afrontar el esfuerzo de abrir los ojos. Y el hecho de pensar pareca estartambin fuera del alcance de su cerebro. Cada percepcin se vea nublada por el dolor que sentaen la cabeza, como si le estuvieran martilleando el cerebro.

    Quin era l? Aquella pregunta pareca burlarse de l. No era nada ni nadie. Un pjaromoribundo. Una luz en la cuneta. Haba perdido la memoria.

    Lo nico que pareca slido y real era aquella mujer. Su rostro pareca flotar en medio delvaco. En el recuerdo le pareca muy llamativa: Nariz recta, pmulos altos, boca sensual yaquellos ojos violeta que le resultaban vagamente familiares. Se qued con cada detalle de surostro: La cicatriz que recorra en zigzag el camino desde la sien hasta la ceja izquierda, elpequeo lunar marrn al lado de la boca. Llevaba el cabello escondido bajo la capa de piel decastor con la que se protega del fro. Sera rubia o morena? En cualquier caso, razon Ryan, eramuy hermosa.

    No era ninguna nia. Le calcul veintitrs o veinticuatro aos, tal vez un poco ms. Y aunqueno haba podido comprobar su altura tena la sensacin de que era alta e inusualmente fuerte parauna mujer. Lo suficientemente fuerte como para cargar su cuerpo inerte en la plataforma yarrastrarlo por la nieve.

    Quin eres?, le haba preguntado primero en ingls y despus en cheyene. Curiosamente,Ryan haba comprendido ambos idiomas. Qu estaba ocurriendo all? Ella no era india. Y ltampoco. Nada pareca tener sentido.

    El sol se fue ocultando poco a poco tras la cima del can, dando paso a un cielo gris plomizo.Empez a nevar de nuevo con fuerza. Los copos caan violentamente. Ryan senta la espalda y eltrasero doloridos de fro. En las piernas haba perdido toda sensibilidad. Quera gritarle a aquellamujer que se detuviera y lo dejara descansar, pero no fue capaz de reunir suficiente fuerza comopara hablar.

    Tena tanto fro que comenz a sentirse deliciosamente caliente y adormilado. A ratos se dejaballevar y pareca a punto de caer en unos sueos plcidos y dulces en los que no haba dolor, ni froni peligro. Ryan luch contra aquellos sueos con todas sus fuerzas, porque saba que perderse enellos significara la muerte.

  • Despierta!Halcn de Luna estaba arrodillada al lado de la plataforma, agitando con sus manos

    enguantadas el hombro del desconocido. l tena los ojos cerrados y apenas se le escuchabarespirar.

    La tormenta haba amainado, dejando tras de s un fro cristalino que atravesaba los huesos. Ellalo sinti penetrar a travs de su vestido de piel de ciervo. Mientras se mova y tiraba de laplataforma haba conseguido mantener el calor en su cuerpo. Pero al detenerse para comprobarcmo estaba el desconocido, los dientes haban empezado a castaetearle.

    Despierta! exclam tomndolo de las manos, escondidas bajo una piel de bfalo con laque lo haba tapado.

    Halcn de Luna se las frot para calentrselas, pero el hombre no se movi. Desesperada, leapret el pecho y le sacudi las piernas y los brazos.

    Nada.No es demasiado tarde para abandonarlo, le dijo la voz interior. Si muere en el campamento

    la gente lo ver como un mal presagio. Tal vez hablen incluso de marcharse. Y ya sabes lo que esosignificara para los ms ancianos con este tiempo.

    Esta vez el argumento fue tan convincente, tan persuasivo, que Halcn de Luna dej las manosen alto. El pequeo grupo de ancianos, viudas y nios que cinco inviernos atrs estaban demasiadodbiles como para hacer el largo viaje hacia territorio indio era su responsabilidad. Era ella la queles provea de caza, la que vigilaba constantemente para protegerlos del mundo exterior.

    Durante aos haban evitado los ojos de los Casacas Azules. Incluso cuando instalaron unanueva reserva para los Tse Tse Stus en el norte, en Tongue River, la gente de Halcn de Lunahaba decidido permanecer libre y vivir a la antigua usanza. Ya que no eran lo suficientementefuertes como para luchar ni tan rpidos como para correr, su nica defensa consista enpermanecer tan ocultos como la guarida de un guila entre las montaas.

    Y ella mejor que nadie debera conocer el riesgo de introducir en el grupo a un desconocido,sobre todo a un hombre blanco.

    Pero mientras vacilaba, otro recuerdo, tamizado por el tiempo, le acarici el corazn como elleve roce del ala de un pjaro. Vio a un hombre mayor con el rostro surcado de arrugas y ojosfieros y oscuros que miraban a una nia pequea aterrorizada antes de levantarla con sus brazos.Pluma de Cuervo debi darse cuenta de que la presencia de una nia blanca sera un peligro parasu gente. Seguramente, igual que le ocurra ahora a ella, la voz de la sabidura le susurrara quedebera dejarla morir en la pradera. Pero Pluma de Cuervo haba seguido los dictados de sucorazn.

    Obligada a tomar una decisin todava ms importante, Halcn de Luna supo que deba hacer lomismo.

    Agarr al desconocido por los hombros con ms fuerza que antes, y al ver que no responda alzla mano y le abofete el rostro con tal fuerza que estuvo a punto de dislocarse el codo.

    Despierta! le orden en ingls. Quieres morir? No? Pues entonces, despierta.Volvi a agitarlo desesperadamente hasta que la cabeza del hombre cay de nuevo sobre el

    hombro. Tras unos segundos de silencio lo escuch gruir.Halcn de Luna suspir aliviada, se puso de pie, se coloc de nuevo los guantes, agarr los

  • extremos de la cuerda e inclin el peso hacia delante. El campamento no quedaba lejos. Casi podasentir el olor de la corteza de pino ardiendo y el aroma a estofado de ciervo. Halcn de Lunaencar el ltimo tramo del camino. All abajo, protegidas por los altos acantilados del can yenclavadas entre un conjunto de lamos se hallaban las diecinueve tiendas que constituan supueblo. Aquella era su familia. Su mundo.

    El nio de nueve aos que vigilaba en la orilla del ro le dedic una sonrisa amigable cuandoella se acerc. El pequeo mir un instante la plataforma en la que estaba el desconocido, envueltode la cabeza a los pies en una piel de bfalo.

    Buena caza? pregunt el chico.Buena caza respondi Halcn de Luna siguiendo su camino sin darle oportunidad de mirar

    ms de cerca.Bastara con que la gente se enterara al da siguiente de que haba un ve hoe entre ellos.Las tiendas se alzaban en la oscuridad. La noche haba cado casi por completo, y la mayora se

    haba ido a dormir. La tienda de Halcn de Luna estaba al final del campamento. Cuando lleg aella tena los msculos agarrotados y los nervios de punta. Y si haba cometido una locura alllevar a aquel hombre blanco herido a su campamento secreto? Y si su presencia pona a su genteen peligro?

    Slo haba una respuesta a aquella pregunta: Si la presencia del hombre blanco demostraba seruna amenaza, sera su deber quitarle la vida.

    Tras mirar alrededor y comprobar que no haba ninguna mirada curiosa cerca, Halcn de Lunalevant la entrada de su tienda y meti la plataforma. El desconocido se movi un poco. Lasbrasas del fuego llenaban la tienda de un calor suave. Hembra de Oso, su vecina ms cercana,haba encendido una pequea hoguera y haba colocado una olla con estofado de venado para quese fuera haciendo lentamente. Su delicioso aroma le dio la bienvenida como si se tratara de unabrazo.

    Apartando la manta de bfalo, la joven observ el rostro del desconocido. Tena los ojoscerrados, y las pestaas de nuevo congeladas. Tambin tena los labios congelados. Halcn deLuna supo que aquella noche no descansara. Y que no tendra paz. Haba llevado a casa unproblema.

    El cuerpo del hombre estaba totalmente congelado. Tena la tela de los pantalones pegada a lapiel. Si no le quitaba la ropa y lo obligaba a moverse, ni siquiera el calor de la tienda conseguirasalvarlo.

    Despierta! exclam golpendole las mejillas con las palmas de las manos.Durante unos segundos, el desconocido permaneci inmvil. Pero ella sigui golpendolo hasta

    que consigui que flexionara los labios en gesto de disgusto.Demonios, mujer! murmur con voz pastosa. Tienes que ser tan bruta?El sonido de su voz, profunda y grave, provoc un escalofro en el cuerpo de Halcn de Luna,

    que se forz a mirarlo a los ojos. Los tena inyectados en sangre por el fro y el agotamiento, perouna chispa de fuego se reflejaba en sus profundidades de color de miel.

    Halcn de Luna sinti de pronto como si la lengua se le hubiera quedado congelada en el cielode la boca. A pesar de hallarse en un estado tan dbil, el desconocido pareca grande y poderoso,tan peligrosamente masculino que ella se dio cuenta de que estaba temblando.

    Tienes que moverte dijo en ingls arrastrando las palabras. Tienes que ayudarme a que

  • te haga entrar en calor.Creo que podr hacerlo respondi l torciendo ligeramente el gesto de la boca.Luego exhal un suspiro y cerr los ojos. Halcn de Luna se coloc de rodillas a sus pies, le

    levant la pierna y le sac la bota que le quedaba con calcetn incluido. Tena el pie helado, perono congelado.

    Sin embargo, el que haba perdido la bota en la nieve tena peor aspecto que antes. Preocupada,Halcn de Luna lo coloc entre las palmas de las manos y comenz a masajearlo con los dedosmientras soplaba para devolverle la circulacin.

    Dnde estamos? pregunt el hombre con voz apenas audible, abriendo otra vez los ojos.Estamos en mi casa respondi ella fingiendo calma, aunque el corazn le lata a toda prisa

    . Y eres mi prisionero.Y a todos tus prisioneros les das un masaje tan delicioso en los pies?Los ojos dorados del desconocido brillaron peligrosamente bajo la luz del fuego.Slo si corren el peligro de perder los dedos respondi Halcn de Luna obligndose a s

    misma a mirarlo a los ojos.Apartar los ojos como una doncella tmida habra supuesto una seal de sumisin, algo que no

    poda permitirse.Quin eres?La voz grave de aquel hombre rasg sus sentidos como el roce de una garra de guila en la piel.Soy yo la que hace las preguntas dijo en el lenguaje de su gente para ver cmo reaccionaba

    . Poda haberte dejado morir en la nieve pero opt por salvarte la vida. Ahora quiero saber quineres y para qu has venido.

    El hombre dud un instante. Luego su boca se curv en una sonrisa amarga.Lamento tener que desilusionarla, seorita contest volviendo al ingls. Tengo los

    mismos recuerdos que un recin nacido. YoEl desconocido compuso un gesto de dolor y cerr los ojos. Entonces dej caer la cabeza hacia

    un lado, dejando al descubierto una herida en el cuero cabelludo que Halcn de Luna no habavisto antes y por la que pareca estar desangrndose.

    La joven agarr un trozo de piel de ciervo que haba en una cesta cercana y se lo aplic sobre labrecha, que tena muy mal aspecto. Trozos de piedra, polvo y cabello se haban instalado en laherida. Habra que limpiarla y desinfectarla con

    Sus pensamientos quedaron interrumpidos cuando el hombre la agarr de la mueca con dedosde acero.

    Aquel leve movimiento bast para que le pusiera la mano a la espalda. Halcn de Luna trat deagarrar el cuchillo con la mano libre, pero antes de que pudiera alcanzarlo, una repentina ydolorosa presin en el codo la oblig a soltar un gemido.

    Nada de trucos o te romper este brazo tan bonito que tienes le susurr al odo. Tengoalgunas preguntas y quiero respuestas rpidas. Dmelas y no resultars herida.

    Halcn de Luna se esforz en respirar, en pensar. Estaba encima del pecho del desconocido. Supecho, su rostro, permaneca a escasos centmetros de los suyos. El hombre tena un cuerpo fuertey musculoso que se senta bajo el abrigo.

    No seas ridculo! murmur ella. Estas rodeado. Lo nico que tengo que hacer es gritary

  • El hombre le retorci todava ms el brazo. Halcn de Luna apret los dientes, decidida a nodemostrar su dolor. Cmo poda estar tan loca para haber salvado a aquel hombre? Deberahaberlo dejado morir en la nieve.

    Sultame dijo Halcn de Luna entre dientes.Y por qu debera hacerlo? pregunt l sonriendo y dejando al descubierto unos dientes

    blanqusimos que brillaron bajo las llamas. Si tu objetivo es derretirme, ests haciendo untrabajo magnfico.

    Halcn de Luna sinti que el rostro se le sonrojaba al darse cuenta de que sus esfuerzos paraliberarse haban conseguido levantar una cresta dura como una piedra entre sus pantalones. Seforz a no pensar en la humedad que se le haba formado a ella entre las piernas y que rezumabapor los lazos trenzados de su cinturn de castidad. En aquel momento ms que en ningn otronecesitaba pensar con claridad, ser fuerte como la guerrera que era.

    El hombre haba dejado claro que quera informacin. Pero, cunta poda darle sin poner a sugente en peligro de ser descubierta?

    Sin soltarle la mano, el hombre alz la que l tena libre y tir de un extremo de la capucha depiel de castor que le cubra la cabeza. Entonces la mir a los ojos con total confusin.

    Quin eres? susurr apretndole el brazo. Una mujer blanca en un sitio as CieloSanto, quin eres?

  • Cuatro

    Ryan observ aquel rostro bello y preocupado, un rostro que le resultaba en cierto mododesconcertantemente familiar. Su cabello tena el color del oro recogido en dos trenzas que lecaan sobre el pecho.

    Ella le haba dicho que era su prisionero. Prisionero en una tienda india, cautivo de una diosa decabellos dorados vestida con pieles de ciervo. Qu demonios, tena que estar soando. Nada deaquella locura poda ser real.

    La joven se estir. Una de las trenzas le roz la garganta. En medio de su ensoacin, Ryansinti deseos de agarrar aquellas trenzas entre sus manos y deshacrselas hasta que su cabello lorodeara como una cortina de seda brillante. Quera hundirse en aquel pelo, refugiarse en l.

    Era consciente del abultamiento de su entrepierna all donde las caderas de la joven presionabanlas suyas. Qu locura. Estaba destrozado y helado, con las extremidades prcticamente congeladasy con un dolor insoportable en la cabeza, y aquella parte de l funcionaba sin embargoperfectamente. Aunque era la nica, de eso estaba completamente seguro. Nunca en toda su vidase haba sentido tan cerca de la muerte.

    Al menos que l recordara.Sultame repiti la joven en ingls de acento marcado. Sultame y te dir todo lo que

    necesites saber.Me dirs todo lo que quiera saber.Ryan aument la presin en el codo de la chica. No le gustaba la idea de hacerle dao a una

    mujer, pero ella haba dicho que era su prisionero. Aquello cambiaba las normas entre ellos.Todo gru. Cuando haya escuchado suficiente, te dejar marchar.Ryan sinti la tensin del cuerpo de la joven, pero no se quej. Ni siquiera parpade. Tuvo la

    impresin de que podra romperle el brazo y aquella mujer orgullosa seguira negndose a mostrarsu dolor.

    Dnde estamos? le pregunt.En mi casa murmur ella con los dientes apretados.Y tu casa es una tienda? Diablos T no eres india!Soy lo que yo quiera ser respondi ella con calma digna. Y he escogido vivir aqu.Ryan exhal un suspiro. Se senta mareado y le dola la cabeza. Pero qu demonios, no poda

    disminuir la presin. En aquel momento no.De acuerdo gru en voz baja. Y dnde demonios est esta tienda? Qu hay all fuera?Ms de cien guerreros de la tribu que vosotros llamis cheyene. Una palabra ma y vendrn

    enseguida a cortarte el corazn.Los cheyene? pregunt Ryan tratando de aclarar la confusa nebulosa de su mente. Qu

    grupo? Quin es su lder?Yo.

  • l se arrellan en la manta helada. Le fallaba la visin. Se senta demasiado dbil para seguirsujetndola, as que solt la mano y la dej caer a un costado.

    La joven apart el cuerpo del suyo y se puso en cuclillas sin perderlo de vista.Todava puedo dejarte morir asegur ella con voz fra. Puedo sacarte a la intemperie y

    dejar que te congeles. Es eso lo que quieres?Ryan maldijo entre dientes. La mujer tena razn. No estaba en posicin de dar rdenes all. Al

    menos hasta que estuviera ms fuerte. Lo mejor que poda esperar de aquel momento eraconseguir ponerla de su parte y hacerla hablar.

    Seorita murmur inclinando la cabeza con gesto infantil. Estoy en sus manos.No soy una seorita asegur ella desabrochando con dedos firmes los botones de su abrigo

    . Mi nombre es Halcn de Luna, y si no te comportas como es debido, no vivirs para contarlo.Y ahora dime quin eres y qu has venido a hacer aqu.

    Lo siento, seorita Halcn de Luna consigui decir Ryan esbozando una media sonrisa apesar del dolor. Me temo que mi memoria se ha ido a paseo. Tal vez si me cuentas cmo lleguhasta aqu

    Te caste por uno de los flancos del can. Te encontr en unas rocas, cubierto de nieve.Estabas cerca de tu caballo asegur ella con los ojos violeta brillantes. l estaba muerto. Asque te puse en la plataforma y te traje hasta aqu.

    Mi caballo?Ryan se incorpor hasta quedarse sentado, y luego se dej caer de nuevo en la plataforma.El caballo llevara alforjas. En ellas habra seguramente objetos personales, incluso cartas que

    pudieran ayudarlo a recuperar la memoria.Sacaste algo del caballo? Papeles?Papeles? repiti la joven mirndolo como si fuera un nio tonto. Agarr slo lo que era

    til. El rifle y algunas balas. Lo dems no me pareca importante.Ryan busc las palabras adecuadas para responder a aquello, pero el dolor se haba hecho ms

    agudo, bloqueando sus esfuerzos para hablar. Un escalofro le recorri el cuerpo de arriba abajo.Los dientes empezaron a castaetearle.

    La sombra de la joven se movi como el humo por las paredes de la tienda cuando se puso enpie.

    Hay que hacerte entrar en calor dijo. Tienes la ropa mojada y hay que quitrtela. Serms fcil si me ayudas.

    Sus palabras penetraron la nebulosa de su mente. Sin dejar de apretar los dientes, Ryan coloclos brazos a los lados del cuerpo y trat de colocarse en posicin sentada. Pero las fuerzas lefallaron y volvi a dejarse caer. El rostro de la joven flot a su alrededor durante unos instantespor encima de la neblina hasta que ya no hubo ms que oscuridad y fro. Y despus incluso aquellodesapareci.

    Durante un instante, Halcn de Luna pens que haba muerto. Tena los ojos cerrados y elcuerpo tan inerme que resultaba difcil creer que aquel hombre haba logrado reducirla unosinstantes antes.

    Su voz interior segua advirtindole que era un hombre peligroso. Y que si mora sera lo mejor.

  • Pero el poderoso latido de su corazn indicaba cunto deseaba ella que viviera. Le acerc dosdedos al cuello y se los coloc en la yugular. Halcn de Luna cerr los ojos y aguant larespiracin mientras presionaba con dedos temblorosos.

    Estaba all. Un pulso tan dbil e inestable como el aleteo de un insecto agonizante. La joven sedispuso a sacarle al abrigo medio congelado por los brazos. La camiseta de lana que llevabadebajo estaba empapada. Se la desabroch y se la quit para dejar ms parte de su cuerpo expuestoal calor del fuego.

    Bajo la camiseta, pegada al cuerpo, llevaba una pieza entera de ropa interior de invierno decolor gris. El corazn de Halcn de Luna se contrajo durante un instante. El ltimo hombre al quehaba visto con aquella prenda era su propio padre.

    Mientras frotaba el pecho del desconocido con los brazos para hacerlo entrar en calor, aquelrecuerdo le provoc una punzada de dolor. No sola pensar en aquellos tiempos. Estaban tan lejosde ella que no sola tenerlos presentes a no ser que fuera en sueos: Canciones de cuna, muecas,juegos de caf de juguete, sentarse en el regazo de su madre y llenarse los sentidos con su aroma alavanda

    Halcn de Luna apart de su mente aquellos pensamientos.La ropa interior estaba seca. Pero el desconocido tenas los pantalones congelados. Tal vez

    debera cortarlos para sacrselos. Pero lo ms urgente era aquella herida de la cabeza que tena tanmal aspecto. Halcn de Luna se hizo con las cosas que necesitaba: Unos jirones de ropablanqueada al sol para limpiar la herida y envolverla, un punzn hecho con un hueso de alce paraapartar la porquera y una bola hecha con tiras de plantas para desinfectar. Tras poner el punzn enagua caliente, humedeci una tira de ropa y se arrodill delante de l, sujetndole la cabeza entrelas rodillas.

    A la luz del fuego, su cabello tena el tono de un poni rubio bronceado por el sol. Tras limpiarlela herida y quitarle los restos de piedra y polvo procedi a desinfectrsela. El hombre dio unrespingo inconsciente cuando le toc la carne viva, pero no abri los ojos y segua tan plido comola muerte.

    Qu habra ido a hacer en aquellas montaas solitarias al principio del invierno? En aquelloscaones no haba oro. En el ro vivan nutrias y castores, pero no haba visto que llevara ningunatrampa en el caballo, ni tampoco herramientas que pudieran utilizarse para limpiar el terreno oconstruir una cabaa. Viajaba ligero de equipaje y seguramente muy deprisa. Por qu?

    Un escalofro le recorri la espina dorsal al caer en la cuenta. Slo haba una razn para que unhombre se adentrara en soledad por aquel laberinto de caones y recovecos. Para esconderse.

    De qu estara huyendo? Qu haba hecho, y quin lo persegua?Tal vez estuviera equivocada, pens mientras cambiaba de posicin y se pona a su lado para

    quitarle el cinturn. Pero la hebilla se le resista. Halcn de Luna tir de l, lo gir y, finalmente,en un ataque de impaciencia, sac el cuchillo. Destruir cualquier cosa que fuera til en aquel lugarde escasez era un crimen, pero ya se haba retrasado bastante.

    Qu demonios ests haciendo?Sobresaltada, la joven alz la mirada. El hombre tena los ojos abiertos, y le brillaban con furia

    mientras trataba de incorporarse. Habra estado verdaderamente inconsciente todo aquel tiempo ose habra limitado a esperar a ver qu haca ella?

    Qudate quieto! le orden. No voy a hacerte dao. Slo estoy intentando quitarte la

  • ropa.El hombre murmur algo entre dientes antes de dejarse caer de nuevo sobre la plataforma.No necesitas un cuchillo para que me quite los pantalones, cario asegur arrastrando las

    palabras. Lo nico que tienes que hacer es sonrer y levantar un poco tu lindoYa basta! le espet ella. Yo no soy tu novia. Ni siquiera estoy interesada en ti como

    Como hombre concluy sonrojndose.l la mir fijamente con sus ojos dorados.Sabes mucho de hombres, Halcn de Luna? le pregunt con voz pcara, tantendola.

    Qu es exactamente lo que sabes?Ella tena las mejillas encendidas como brasas. Le habra afectado tanto la herida de la cabeza

    como para hablar como un hombre embriagado de whisky? O sencillamente estaba ponindola aprueba y era completamente consciente de lo que deca y de cmo la afectaran sus palabras?

    Movida por una furia repentina, Halcn de Luna levant el cuchillo. La hoja atraves el cuerodel cinturn con un nico y certero movimiento.

    S lo suficiente asegur con frialdad. Estuve casada.Estuviste? pregunt Ryan alzando una ceja.l muri.Halcn de Luna guard el cuchillo y manej durante unos instantes los botones de sus

    pantalones. Entonces record el modo en que su cuerpo haba reaccionado unos instantes atrs ydetuvo el movimiento de sus dedos.

    Hazlo t murmur.Una sonrisa se dibuj en las comisuras de sus labios mientras se desabrochaba los botones con

    sus dedos congelados.Cmo muri tu marido?Como un valiente.Aquella respuesta era verdad en parte. Nariz Aguilea haba sido un bravo guerrero, pero haba

    muerto de sarampin pocos meses despus de casarse.Era cheyene?S.Y t eres una mujer blancaEn mi corazn no asegur ella apartando los ojos de los pantalones.Los cheyene te capturaron?No respondi Halcn de Luna con voz pausada. Me salvaron.Y amabas a tu marido?Aquella pregunta le molest. No tena ninguna intencin de decirle que haba sido la segunda

    esposa de Nariz Aguilea, ni que haba compartido la tienda con la primera familia al completo.La oscuridad haba sido su nico refugio de intimidad, y poda contar las veces que habandisfrutado de ella con los dedos de la mano. En cuanto al amor Quin tena tiempo parasemejante tontera cuando haba pieles que curtir, mocasines que coser, carne que ahumar y aguaque acarrear? La mayora de las noches caa rendida sobre las mantas de piel de bfalo con elnico deseo de dormir.

    Halcn de Luna?Su voz era como un roce fsico, y la joven dio un respingo.

  • No eres t quien hace las preguntas asegur. Lo que yo sea o deje de ser no importa.Importa mucho respondi Ryan desabrochndose el ltimo botn. Eres una mujer blanca

    y hermosa que vive entre indios. Me culpas por querer saber ms de ti, sobre todo teniendo encuenta que soy tu prisionero?

    Estamos perdiendo el tiempo dijo ella sintiendo que el rostro de le encenda.Eres consciente, Halcn de Luna, de que tus mejillas tienen el color de un atardecer en la

    pradera?Ryan se haba desabrochado el ltimo botn, y aunque tena el cuerpo todava cubierto por la

    ropa interior, ella sinti algo parecido a un ataque creciente de pnico. Luch contra el impulso deapartar la mirada. Hacerlo sera reconocer que tena el poder de perturbarla.

    La cama est all dijo sealando con la cabeza un montoncito de ramas de pino y saucecubierto con mantas de bfalo. Eres capaz de quitarte t solo los pantalones?

    Halcn de Luna vio cmo esbozaba una sonrisa y se prepar para otra de sus bromas de malgusto, pero esta vez no la hubo. Un brillo de decisin se asomaba a los ojos del hombre, y ella sedio cuenta de que se haba tomado sus palabras como un desafo.

    Levantando ligeramente las caderas, trat de bajarse los pantalones, pero seguan rgidos porculpa del hielo.

    Dame un minuto murmur l apretando los dientes de dolor y tratando de ponerse enpie.

    Asombrada por su coraje, Halcn de Luna lo vio levantarse a duras penas y caminar vacilandohacia la hoguera. Se levant a toda prisa y lleg justo a tiempo para sujetarlo entre sus brazoscuando cay.

    Durante la noche se fue poniendo peor. Halcn de Luna lo haba arrastrado hasta la cama y lehaba quitado la ropa interior helada, obligndose a s misma a no mirar aquel cuerpo musculoso,fuerte y bello de guerrero. Apartando la vista, lo cubri con mantas de bfalo y ech ms lea alfuego.

    El hombre durmi a ratos, estremecindose a pesar del calor que haba en la tienda. De vez encuando gema de dolor o murmuraba incoherencias, pero incluso cuando abra los ojos pareca noreconocer nada tras aquellas profundidades doradas.

    Halcn de Luna se coloc a su lado, tapndolo con la manta cada vez que l, en su delirio, se laquitaba. A pesar de su estado febril, era tan fuerte que supona una lucha constante el estar todo eltiempo tapndolo. Pero para bajar la fiebre era imprescindible mantenerlo caliente y hacerlesudar.

    Cuando se calmaba un poco, la joven le levantaba la cabeza y lo obligaba a beber unos sorbosde corteza de sauce que la mayora de las veces no consegua hacerle tragar.

    La agotada mente de Halcn de Luna trat de recordar otros remedios que Hembra de Oso lehaba ido enseando durante las muchas estaciones que el grupo llevaba junto. La anciana habatomado a Halcn de Luna bajo su tutela siendo una nia, cuando empez a mostrar un talentoprecoz como sanadora. Pero despus tuvo que centrarse en proveer de alimentos a su gente, yhaba olvidado muchas enseanzas.

    Tendra que haber despertado a Hembra de Oso nada ms llegar al campamento, se lament la

  • joven. No haba querido molestarla, pero haba otras razones que se lo impidieron. Cuando erajoven, Hembra de Oso estuvo casada con un guerrero de los Tse Tse Stus del sur. En una ocasin,cuando estaban acampados en San Creek bajo una bandera de la paz, un batalln de CasacasAzules entr a galope gritando y disparando contra todo y contra todos. El marido de Hembra deOso y tres de sus hijas murieron en el asalto. La propia Hembra de Oso fue herida mortalmente yla dieron por muerta. No era de extraar que el odio de la anciana por los ve hoe formara ya partede la esencia de sus huesos.

    Como si el pensamiento pudiera conjurar a los espritus, Halcn de Luna sinti de pronto unarfaga de aire fro. Mir alrededor y vio a una figura levantando la abertura de la tienda.

    El fuego provocaba que la silueta de Hembra de Oso proyectara sombras grotescas mientras laanciana arrastraba por el suelo de la tienda una pierna inutilizada por la bala que recibi en lacadera. Se detuvo al lado de Halcn de Luna. Slo el sonido del viento rompa el silencio sepulcralque se hizo cuando se inclin a mirar al hombre blanco.

    Qu es lo que has hecho? pregunt con voz cortante.Halcn de Luna se forz a hablar con la voz de la sabidura.Lo encontr en el can. Si no lo hubiera trado hasta aqu habra muerto.Debiste dejarlo. Su presencia no puede traernos nada bueno.Las palabras de la anciana eran un reflejo de las que ella haba escuchado en su mente. As que

    decidi responder del mismo modo que se haba contestado a ella misma.Pluma de Cuervo poda haberme dejado morir tambin. Pero en lugar de hacerlo me trajo

    hasta los Tse Tse Stus y me cri como a una hija.Pluma de Cuervo trajo a casa a una nia. T has trado a un hombre adulto y peligros. Ha

    dicho algo?Algo. Lo suficiente para saber que ha perdido la memoria con el golpe.Razn de ms para no confiar en l.La anciana acarici con su mano artrtica las vendas que cubran la herida del desconocido. Slo

    entonces repar Halcn de Luna en que llevaba al hombro la bolsa hecha de cuerdas en la queguardaba las medicinas.

    Qu extrao y ancestral instinto haba despertado a aquella mujer en medio de la noche y lahaba llevado hasta all con su coleccin de hierbas y races salvadoras?

    La anciana inclin la cabeza hacia el hombre. Su cabello gris estaba perlado de nieve, que cayen forma de gotas sobre el rostro del desconocido. Abri los ojos y mir a las dos mujeres conojos adormilados. Movi los labios como si quisiera decir algo. Y luego, como si aquel esfuerzohubiera agotado sus fuerzas, regres al mundo de los sueos.

    Es joven y fuerte. Y muy guapo para ser un ve hoe murmur Hembra de Oso clavando suspupilas inteligentes en Halcn de Luna. Llevas muchos inviernos sin un hombre, hija ma.

    Yo ya no tengo esos pensamientos! protest la joven acaloradamente.Todas las mujeres los tienen. Por eso le pedir a Maheo que te ilumine.Los dedos curvados de la anciana tiraron suavemente de una de las tiras que sobresala en el

    vendaje.La corteza est bien murmur. Pero son mejores las agujas de pino. Y para la fiebre,

    gaulteria.Hembra de Oso movi un poco los hombros para que la cesta con las medicinas cayera al suelo

  • muy despacio.Todava no ha amanecido. Esta vieja est cansada y necesita dormir. No me despiertes.Sin decir una palabra ms, Hembra de Oso se dio la vuelta y sali de la tienda arrastrando la

    pierna lisiada y dejando un rastro de nieve por el suelo. Halcn de Luna se la qued mirando,sabiendo que la anciana acababa de otorgarle el precioso don de la confianza.

    Un don y una carga.El desconocido gimi y movi los labios cuarteados como si quisiera pronunciar alguna

    palabra. Halcn de Luna cay de rodillas y comenz a abrir la bolsa de las medicinas, recorriendocon manos ansiosas los tesoros que salvaran la vida de aquel hombre.

  • Cinco

    Se despert por el hilito de agua en que se convirti la nieve al derretirse y por la brillanteclaridad que se colaba a travs de sus pestaas cerradas. Durante unos instantes permaneci muyquieto mientras sus sentidos tomaban nota de dnde estaba: La spera manta de bfalo sobre supiel desnuda, el crepitar de las brasas de pino y el sabroso aroma a estofado de venado concebollas salvajes. Amortiguado por la distancia se escuchaba el murmullo de un ro y los gritos deunos nios jugando.

    Dnde estaba? Y quin era?Recuerdos relacionados con el fro, el dolor y la oscuridad aparecieron en su cabeza, y con ellos

    la visin de unos ojos intensos de color violeta y una cara de ngel enmarcada por un cabellodorado.

    Un ngel vestido con piel de ciervo, con el nombre de caza de Halcn de Luna.Lentamente, Ryan se forz a abrir los ojos. Durante un instante lo ceg la claridad. Inclin la

    cabeza hacia un lado intentando controlar el dolor que tena en la sien. Cuando trat deincorporarse se dio cuenta de que estaba dbil como un gatito. Le dola la cabeza y tena unagujero en el estmago de hambre, pero daba igual. Tena que vestirse y salir de aquel lugar.Haba algo que tena que hacer, algo importante.

    Tal vez si se mova recordara de qu se trataba.Mareado, Ryan consigui por fin sentarse. Su cuerpo apestaba a sudor, pero vio que la entrada

    de la tienda estaba abierta y no haba nadie a la vista. Si pudiera hacerse con un arma y un caballoenseguida estara lejos de all. Pero, Adnde ira? Y a quin buscara? All donde antes estaba sumemoria no haba ms que un vaco aterrador. Quin era l?

    Apenas haba puesto las piernas desnudas en el suelo cuando escuch unas risas detrs de unapila de lea. Ryan se volvi a echar la manta sobre el regazo en el momento justo en que dos niasindias de unos cinco o seis aos salan corriendo de su escondite. Una de ellas se dio sin querercontra la esquina de la tienda, provocando que la tela que cubra le entrada volviera a caer en susitio.

    Ryan sonri mientras avanzaba por la oscuridad con la manta de bfalo anudada a la cintura.Los nios eran iguales en todas partes. Lo nico que esperaba era que aquellas dos no alertaran atodo el campo de que se haba levantado.

    Cuando dio el primer pas sinti que le fallaban las rodillas. Avanz a duras penas por laoscuridad y se acerc al rincn donde colgaba su ropa. Cualquiera que entrara desde el exteriornecesitara unos segundos para acostumbrarse a la oscuridad, as que aquel espacio de tiemposera su nica ventaja.

    No haba rastro de su ropa interior, as que se puso directamente los pantalones, se los abroch ala cintura y se puso la camisa. Para sobrevivir en su huida necesitara algo para los pies y algunaproteccin contra el fro. Seguramente cuando lo llevaron all llevara un abrigo y botas, pero no

  • haba ni rastro de ellos. Con toda probabilidad los tendra algn guerrero cheyene de los cientosque Halcn de Luna le haba dicho que andaban por ah.

    Pero aquello era muy extrao. Cinco aos atrs, los cheyene del norte se haban rendido ante elejrcito de los Estados Unidos y accedieron a emprender la marcha hasta Oklahoma, dondemuchos de ellos haban enfermado para despus morir. En otoo de mil ochocientos setenta yocho, lo que quedaba de la tribu, dirigida por los jefes Cuchillo Desafilado y Pequeo Lobo habahuido de la reserva para dirigirse luchando hacia el norte, decididos a llegar hasta su hogar. Perofueron detenidos en la frontera con Dakota y obligados a regresar a Fort Robinson, en Nebraska,adonde regresaron al final del invierno. En esta ocasin muchos ms fueron asesinados. Lossupervivientes vivan ahora en una Reserva de Montana, cerca de Tongue River, donde losmisioneros y los agentes del gobierno hacan lo que podan para convertirlos en blancos desegunda categora.

    Cmo poda recordar todo aquello y no acordarse de su propio nombre?Los ojos de Ryan escudriaron entre las sombras de la tienda buscando en balde sus botas. Nada

    de lo que vea le recordaba al llamado mundo civilizado. No haba cajas ni barriles, ni utensiliosde metal, ni libros. Pareca como si hubiera retrocedido veinte aos en el tiempo. No saba dndeestaba, pero sin duda no se trataba de una reserva. Un ligero murmullo proveniente del exterior dela tienda lo sac de sus pensamientos. Durante un instante se deleit en la visin de aquella mujer.El cabello rubio le caa suelto sobre los hombros. Los largos flecos de su tnica de piel de ciervose movan con el mnimo roce. Su mirada reflejaba un brillo feroz al tratar de acostumbrarse a laoscuridad.

    Era un ngel. Pero aqul no era momento para contemplaciones. Ryan tena preguntas quehacerle, y slo ella conoca las respuestas. Y las conseguira en aquel momento.

    Cuando la joven pas por delante, l reuni todas sus fuerzas y se movi a la velocidad del rayo.Con una mano la sujet de la cintura. Con la otra le tap la boca y le coloc la cabeza a la alturade su cuello. Ella gimi y se puso rgida bajo su llave. Bajo la suave tela de la tnica, su cuerpopareca fuerte y duro. Ryan le apart muy despacio la mano de la boca.

    Qu es lo que quieres? susurr Halcn de Luna con voz ronca.Quiero que me digas dnde estoy y cmo puedo salir de aqu le murmur l al odo.No puedo hacerlo. Sultame y te explicar la razn.Los brazos de Ryan apretaron con ms fuerza en una amenaza sin palabras.No te har dao a menos que me vea obligado. Pero tendrs que esforzarte un poco ms,

    seorita Halcn de Luna. Hay cosas que necesito saber y no puedo esperar.Puedo contestarte algunas preguntas asegur la joven tratando de zafarse. Pero ests

    demasiado dbil para salir de aqu. Llevas cuatro das enfermo. Necesitas descansar, comerYo decidir lo que necesito la interrumpi Ryan. Dame el resto de mi ropa y un caballo.

    Entonces me marchar y tus preocupaciones habrn terminado.Ella sacudi la cabeza, rozndole la barbilla con su cabello suave. Ryan pudo sentir la

    determinacin de su mandbula contra la mueca.Quin me lo va a impedir, seorita? Ese ejrcito de cientos de bravos guerreros cheyene

    que dijiste que me esperaban fuera?Ella se revolvi ligeramente entre sus brazos y no dijo nada.Acabo de conocer a dos de esos temibles guerreros dijo Ryan con sarcasmo. Tenan

  • trenzas y los ojos muy grandes. Y cuando vieron que estaba despierto se rieron y salieroncorriendo. En qu ms me has mentido, Halcn de Luna? murmur aspirando la suavefragancia de su cabello. Me has mentido respecto a ti? Respecto a este lugar?

    Sultame susurr la joven. S, te he mentido. He mentido para protegerte. Aqu seesconden secretos. Y cuanto menos sepas, mejor.

    Eso no basta respondi Ryan girndola y sujetndola de los hombros para obligarla amirarlo. Nada de lo que haya visto o escuchado en este lugar tiene sentido. No s dnde estoy nicmo he llegado hasta aqu. Y para colmo, he perdido la memoria. Nada de esto me parecer real.

    Tienes razn asegur Halcn de Luna bajando la vista hasta su pecho. Nada de esto esreal. Siempre y cuando pienses as estars a salvo.

    Eso no es verdad dijo l irritado. T eres real, y este lugar tambin. Y sea lo que sea loque me ests escondiendo, es demasiado tarde. Dijiste que mi caballo haba muerto. Y qu pasacon las sillas y las cosas que llevaba dentro? Fue alguien a buscarlas mientras yo he estadoenfermo?

    La joven abri un poco ms los ojos y neg con la cabeza.Lo intent. Regres al can con la plataforma para traer tu silla y el ciervo que haba matado

    yo. Pero haba una familia de osos en torno al caballo muerto, una madre con sus dos cachorros.Los oseznos haban arrancado la silla y haban esparcido todas las cosas por los alrededores delarroyo. No me atrev a acercarme.

    Ryan maldijo entre dientes. Pero era consciente de que aquel lo no era culpa de ella. No eraculpa de nadie. Haba sido slo mala suerte.

    Alz la mano derecha para acariciarle la mandbula, y le levant el rostro para obligarla amirarlo a los ojos. Tena los iris de un ndigo profundo y las pupilas grandes y oscuras como lanoche. Haba algo en su rostro que le resultaba familiar. La haba visto antes? La conocera?Ryan se esforz por centrar sus facciones y fracas.

    Hay muchas cosas que no recuerdo asegur. Pero s que no he venido a haceros dao nia ti ni a tu gente. Me crees?

    Ella vacil un instante y luego hizo un movimiento enftico con la cabeza.T no lo entiendes. Yo soy la responsable de la seguridad de todos los que estamos aqu.Me has salvado la vida. Estoy en deuda contigo. Y yo pago mis deudas.Ryan se sinti invadido por la impaciencia. Aquella conversacin no llevaba a ninguna parte.Y cmo ests tan seguro? respondi Halcn de Luna. Ni siquiera sabes quin eres niSus palabras fueron interrumpidas por su propio gemido cuando l la agarr con ms fuerza de

    la mueca, le dio la vuelta y la empuj por delante de l, obligndola a salir de la tienda.El reflejo de la luz del sol contra la nieve le ceg dolorosamente los ojos. Un fro hmedo se

    abri paso a travs de las plantas de sus pies desnudos, recordndole que no haba conseguidoencontrar las botas. Mareado por la luz y por su propio movimiento, Ryan comenz a tambalearse.Trat de mantenerse firme, de estar alerta por lo que pudiera ocurrir a continuacin. Pero no pudoevitar la oleada de oscuridad que se apoder de sus sentidos, y que dur unos segundos antes dedesaparecer como haba venido.

    Cuando se le aclar el campo de visin cay en la cuenta de que ya no estaba sujetando aHalcn de Luna. La joven estaba a su lado y lo sujetaba con el brazo izquierdo, presionndolotambin con el hombro para ayudarlo a mantener el equilibrio.

  • Te encuentras bien? pregunt alzando la vista para mirarlo con las facciones en tensin.Estoy perfectamente minti Ryan arrugando los ojos para enfrentarse a la claridad.Adelantes entonces dijo ella sintiendo un escalofro que le recorri todo el cuerpo. Mira

    a mi gente.En aquel momento los ojos de Ryan se haban acostumbrado ya a la claridad. Desde donde

    estaba poda ver dieciocho o diecinueve tiendas situadas alrededor de un grupo de lamos blancoscomo fantasmas. Todas las entradas estaban abiertas para recibir el sol de aquella maana deinvierno. En el exterior de la tienda ms cercana, una anciana con el rostro cubierto de cicatricesmola hierbas secas en un cuenco de madera. Un poco ms all, una mujer ms joven de grandestrenzas negras y un rostro hermoso pero estropeado estaba lavando una piel de ciervo a la orilladel ro. Tras ella, a la entrada de su tienda, un hombre muy anciano con los ojos blancos estabasentado con las piernas cruzadas sobre una piel de bfalo de cara al sol mientras trenzaba unosjirones de cuero.

    Entre las tiendas haba ms mujeres cheyene, algunas jvenes, otras de ms edad. Todas ellasestaban trabajando: Preparando la comida, curtiendo pieles o cosiendo mocasines. Ningunapareca ociosa.

    Un puado de chiquillos de piel morena corra entre los rboles jugando a perseguirse. Las dosnias que haban aparecido en la tienda de Halcn de Luna tambin estaban all, junto a otras dospequeas y tres nios. Todos parecan tener la misma edad. Pero extraamente, no haba a la vistanios ms pequeos. No haba bebs. Y a excepcin del anciano ciego, tampoco hombres.

    Ryan senta las miradas de soslayo de las mujeres sobre ella. Pero ninguna lo mir fijamente.Estaba claro que haban sido informadas de su presencia y que sta no les sorprenda.

    Cientos de guerreros cheyene dispuestos a cortarme el corazn. No fue eso lo que me dijiste,Halcn de Luna? pregunt mirndola.

    Ella dej escapar un suspiro, como si se hubiera liberado de una carga para volver a echarse otraa la espalda.

    Entremos otra vez dijo la joven. Te llevar algo de comida. Luego podremos hablar.La oscuridad de la tienda supuso un agradable refugio tras la claridad cegadora del sol. Ryan se

    sent con las piernas cruzadas sobre la piel de bfalo en la que haba dormido durante tantotiempo. Cuatro das, segn Halcn de Luna. Quin le haba curado durante todo aquel tiempo?Quin le haba quitado la ropa hmeda, quin haba atendido sus necesidades, quin lo habamantenido caliente y vivo?

    Slo poda haber una respuesta a aquella pregunta.Ella reapareci en la entrada de la tienda, flanqueada por el aura dorada de la luz del sol. En las

    manos llevaba un cuenco lleno hasta el borde de un aromtico estofado de venado. La conjuncindel aroma de la carne con el de las hierbas silvestres le llen los sentidos cuando Halcn de Lunalo coloc en el suelo delante de l. Ryan reprimi las ansias de lanzarse sobre el cuenco como unperro hambriento. Pero se dijo que aquel acto no dira mucho a favor de su buena educacin.

    Neaese dijo dndole las gracias en cheyene. Quieres compartir esta comida conmigo?Ella neg con la cabeza. Tena los ojos bajos, un gesto que la haca parecer recatada, incluso

    tmida. Ryan agarr un trozo de carne con las yemas de los dedos y se lo llev a la boca,obligndose a masticar lentamente. De dnde habra sacado aquel conocimiento de lascostumbres cheyene? Si pudiera recordarlo

  • Hblame de tu gente le pidi.Halcn de Luna alz muy despacio la mirada. Su rostro pareca como iluminado. Las

    profundidades de sus ojos expresivos brillaban como amatistas. Cuando habl, lo hizo en cheyene.Muchas estaciones atrs, los Casacas Azules vinieron a llevarse a nuestro pueblo al sur, al

    territorio indio que ellos llamaban Oklahoma.S, lo s. Y s lo que les ocurri.No lo sabes todo asegur ella torciendo la boca. Algunos miembros de la tribu no eran

    fuertes. Los ancianos, las madres con sus bebs, las que estaban a punto de dar a luz, los nios mspequeos Sabamos que todos ellos no sobreviviran a semejante viaje. Que moriran por elcamino.

    Y t? pregunt Ryan observndola, anticipando lo que iba a decir.Yo era fuerte. Pero saba que si los Casacas Azules me vean me llevaran consigo y

    castigaran a mi gente por haberme tenido con ellos. Para entonces mi esposo haba muerto y yohaba escogido el camino del guerrero. Consult con nuestro jefe, Pequeo Lobo, y juntostrazamos un plan.

    Ryan se la qued mirando fijamente. Se haba olvidado de comer. Se le venan a la cabezamuchas preguntas, pero se oblig a s mismo a contenerse para no interrumpir la fluidez de suspalabras.

    Los hombres que escribieron el tratado le haban prometido a Pequeo Lobo que la gentepodra regresar a casa si transcurrido un ao no les gustaba la nueva tierra.

    Halcn de Luna entrecerr los ojos con rabia al recordar aquella promesa incumplida.Nuestro plan consista en que yo me encargara de aquellos que no podan viajar y los

    ocultara en las montaas. Le promet a Pequeo Lobo que les proporcionara comida y losmantendra a salvo hasta que l regresara y

    En aquel instante se le quebr la voz y durante unos segundos pareci perdida en s misma,sobrecogida por la tristeza de lo que haba ocurrido despus.

    Pequeo Lobo regres hace mucho murmur Ryan rozndole la manga del brazo.Lo s.Halcn de Luna apart la vista. La luz del sol se reflej en sus ojos.Hay gente que se escapa de la reserva de Tongue River para venir a visitarnos. Y nos cuentan

    lo que est ocurriendo all.Entonces sabrs que Pequeo Lobo ya no es jefe.S. Nos ha llegado la noticia.La joven trag saliva y despus abri mucho los ojos.Pero t Cmo puedes saber t algo as si has perdido la memoria?Yo No estoy seguro.Era curioso cmo su mente haba sacado a la luz aquel hecho. Recordaba perfectamente aquella

    trgica historia. Pequeo Lobo, en un arrebato de ira, haba matado a un guerrero que le estabaprestando demasiada atencin a su hija. Como consecuencia de aquel acto imperdonable, elanciano jefe se haba viso obligado a repartir sus pertenencias y a trasladarse a la zona ms aisladade la reserva, exiliado de por vida.

    Ryan se forz a volver a comer. Halcn de Luna lo observaba con ojos que reflejaban susmismas preguntas.

  • Tendra la reserva de Tongue River la llave de su memoria perdida? Habra estado all hacapoco, habra hablado quiz con alguien que podra reconocerlo? El hecho de que comprendiera ellenguaje daba a entender que en el pasado haba estado conectado de alguna manera con loscheyene.

    Por qu tu gente no fue a la reserva? le pregunt. Muchos de ellos deben tener familiaall. Y estaran a salvo. Tendran comida, ropa, educacin

    Cualquiera que quiera ir a la reserva es libre de hacerlo! asegur Halcn de Luna con losojos brillantes. Se lo he dejado muy claro a todos. Pero ninguno ha querido marcharse. Sabemoscmo son las reservas. Hemos odo historias

    Y quin cuenta esas historias? la interrumpi l mirndola fijamente. T? Estspresionando a esta gente para que se quede porque si se renen con el resto de la tribu t tequedars sola?

    Halcn de Luna se haba puesto rgida. Pareca que en lugar de rostro tuviera una mscara.Eso no es justo dijo con voz trmula. No sabes nada de nosotros. No sabes nada de m!S lo que veo respondi Ryan con dulzura. Veo una mujer guapa, valiente y sola. Una

    mujer blanca.Entonces, tus ojos te traicionan.Ella habl con calma, pero el tono intranquilo de su voz la delataba.Yo soy cheyene. Y nosotros, los que vivimos en libertad, somos los ltimos guardianes de los

    viejos tiempos.Los viejos tiempos han muerto, Halcn de Luna. Han desaparecido.Una cierta tristeza recorri el hermoso rostro de la joven.Para nosotros no asegur. La gente de las reservas mira esperanzada a nuestro pequeo

    grupo. Mientras nosotros sigamos aqu, los viejos tiempos, los tiempos sagrados, sobrevivirn.Pluma de Cuervo, el anciano ciego que has visto es el guardin de nuestras historias y el artesanoque fabrica los arcos. Y Hembra de Oso, la mujer lisiada, es la guardiana de la curacin. Gentecomo esa es nuestro tesoro, y mi responsabilidad es mantenerlos a salvo.

    Ryan sacudi la cabeza y, a falta de una buena respuesta, se inclin para seguir comiendo.Despus de todo, tal vez todo aquello fuera un sueo. Una banda de cheyenes indefensa y perdidacustodiada por una amazona de cabellos dorados que se haba erigido como guardiana de sustradiciones. No era posible que nada de aquello fuera real.

    Un destello de la memoria le dijo que eran habituales las historias de mujeres indiasconvertidas en cazadoras y guerreras. Pero que lo hubiera conseguido una blanca cautiva, queadems se hubiera ganado el respeto del mismsimo Pequeo Lobo Aquello resultaba difcil decreer.

    Pero daba lo mismo. Aquel lugar y aquella gente no eran de su incumbencia. Lo que Ryandeseaba de verdad era dejarlos atrs como si fueran un sueo extrao y volver a ser la persona quehaba sido antes de despertarse enterrado en nieve con aquella criatura hermosa y salvaje inclinadasobre l.

    Ryan la mir fijamente a los ojos y sopes las palabras que iba a decir.Tu pueblo puede tener sus secretos y su modo de vivir a la antigua usanza. Lo nico que yo

    quiero es marcharme. Dame el resto de mi ropa, un caballo y me marchar maana al alba. Puedesquedarte con el rifle y las balas, por las molestias O vuestras reglas no os lo permiten?

  • Cualquier cosa que sirva para alimentar a mi pueblo ser bienvenida asegur Halcn deLuna. Pero el regalo no cambia las cosas. No puedo dejarte marchar.

    Ryan se la qued mirando asombrado. Cuando ella le dijo que era su prisionero haba dado porhecho que se trataba slo de un farol. Pero no se le pas por alto la seriedad que reflejaban susojos y la decisin de su mandbula.

    Qu demoniosNo podemos arriesgarnos a que nos traiciones y traigas a los Casacas Azules asegur

    Halcn de Luna con voz pausada. Hasta que sepamos cmo es tu alma, debes quedarte aqu. Connosotros.

    Ryan murmur una maldicin entre dientes.Y cunto tiempo llevar eso?Depende de ti. Cuando demuestres que podemos confiar en ti sers libre para marcharte.l torci el gesto y medit aquellas palabras. De verdad podran impedir que se fuera? Desde

    luego por la fuerza no, concluy. Pero haba otros modos de mantenerlo prisionero. Si queraregresar sano y salvo a la civilizacin necesitara su abrigo y unas botas. Necesitara provisiones ya ser posible un caballo. Sin alguno de aquellos elementos bsicos era como estar entre rejas.

    Y si no consigo ganarme vuestra confianza? pregunt sin pararse a pensar en lo que deca. Tienes pensado mantenerme aqu para siempre, Halcn de Luna?

    Sorprendida por la pregunta, la joven alz la vista para mirarlo a los ojos. Tena la bocaligeramente abierta y los ojos le brillaban en la oscuridad con tal expresin que a Ryan se le erizel pelo de la nuca.

    Sinti un escalofro al obtener la respuesta. Era la respuesta que menos quera escuchar.

  • Seis

    La fuerza de su mirada azot a Halcn de Luna como si fuera una rfaga fuerte de viento. Nohaca falta decir nada. El desconocido haba adivinado la respuesta a su propia pregunta. Al primersigno de traicin perdera su vida. Sera su deber arrebatrsela como protectora que era de supueblo.

    El silencio se instal entre ellos, hacindose ms pesado a cada respiracin. Halcn de Lunaestaba pensando ya en una excusa para levantarse cuando una figura pequea entr brincando porla puerta de la tienda.

    Ala Brillante!Halcn de Luna se agarr a la pequea con la desesperacin de alguien que estuviera a punto de

    ahogarse.Qu ests haciendo aqu? le pregunt abrazndola fuerte. Por qu no ests jugando con

    los dems?Quera ver al ve hoe.Ala Brillante mir de reojo al desconocido durante un instante. Luego, cuando la vergenza se

    le hizo insoportable, se ech a rer y escondi el rostro en la manga de Halcn de Luna.Ryan miraba a la pequea con un brillo de diversin en sus ojos dorados. La joven pens que al

    menos a aquel hombre pareca que le gustaban los nios. Tal vez tuviera sus propios hijos y unaesposa esperndolo en aquel mundo que ahora quedaba ms all de su memoria.

    Pero Halcn de Luna se record que aquellas cosas no deban importarle.Hblame, Ala brillante dijo l en su cheyene rudimentario. Dime lo que me queras

    decir.Cmo te llamas, ve hoe? se atrevi a preguntar la nia tras soltar otra risa nerviosa.No recuerda su nombre le explic Halcn de Luna. Se ha dado un golpe en la cabeza y se

    le ha olvidado.Todo el mundo necesita un nombre asegur Ala Brillante con solemnidad. Si ha perdido

    el suyo, tendremos que darle uno nuevo.Sera un honor para m que me escogieras uno contest Ryan con sonrisa amable.

    Cmo te gustara llamarme?La nia torci la boca un instante mientras pensaba. Entonces sus ojos oscuros comenzaron a

    brillar.Llegaste a nosotros surgido de la nieve en una noche fra. Te llamar Etonto.Etonto. Eso significa Hace fro. Es un buen nombre asegur asintiendo con la cabeza

    con fingida solemnidad. Gracias, pequea.Ala Brillante se retorci como un cachorrillo al que acabaran de felicitar. Halcn de Luna sinti

    deseos de esbozar una sonrisa, pero se contuvo. Ala Brillante era confiada y vulnerable. Igual quelos dems nios del poblado, haba crecido sin padre. Se sentira naturalmente inclinada hacia

  • cualquier hombre que le hiciera caso y la tratara con cario. Pero en el caso de este desconocidoblanco, esa inclinacin slo servira para herir su tierno corazn.

    Tras dirigirle al desconocido, ahora llamado Etonto, una mirada de advertencia, Halcn deLuna se puso de pie y agarr con firmeza la mano de la nia.

    Vayamos a ver qu estn haciendo los dems nios le dijo.Sin mirar atrs, sali de la tienda. Poda sentir la resistencia de Ala Brillante mientras la nia se

    giraba para despedirse con la mano de su nuevo amigo, pero la joven no disminuy el paso.La cabeza de Halcn de Luna daba vueltas mientras caminaba. Mientras el hombre blanco

    estuvo enfermo haba compartido su tienda con l y haba pasado las noches en una cama separadaal otro lado del fuego. Nadie se lo haba cuestionado. Despus de todo, haba seguido el camino delos cazadores y los guerreros, y tena el cinturn de castidad fuertemente atado. Pero ahora queestaba recuperado, Halcn de Luna senta una creciente sensacin de peligro.

    El cinturn de castidad constitua ms un smbolo que una verdadera barrera fsica. Halcn deLuna saba de muchas mujeres cheyene que lo llevaban puesto durante sus primeros das decasadas e incluso despus. Aquello permita que los esposos se fueran sintiendo cmodos el unocon el otro antes de consumar su unin. En cualquier caso, ningn hombre cheyene que serespetara a s mismo se atrevera a violar la barrera del cinturn de castidad de una mujer por muynecesitado que estuviera o por muy fuerte que fuera. Pero, y un hombre blanco? Aquello ya eraotra cuestin.

    Halcn de Luna record el modo tan ntimo en que haba hablado con ella cuando lo llev a latienda, bromeando y preguntndole sobre su vida amorosa. Record el modo en que sus ojoshaban recorrido sus facciones, y cmo ante el mnimo roce de sus manos se le haba sonrojado elrostro. Incluso ahora poda sentir el calor invadindole las mejillas, provocando que le ardieran lasmejillas.

    Halcn de Luna saba que no poda seguir compartiendo la tienda con aquel hombre blanco. Elmotivo, sin embargo, la desconcertaba. Tena miedo de lo que l le pudiera hacer? O haba algoque tema todava ms, algo dentro de ella?

    Pero no poda perder el tiempo con preguntas tan tontas. Ya que no haba otra tienda en la queEtonto pudiera quedarse, ella se trasladara con Hembra de Oso. La anciana roncaba como unbfalo, pero haba cosas ms importantes en juego que una noche de sueo reparador. Hembra deOso le dara seguridad, calor y la sabidura hasta que el desconocido se marchara.

    Halcn de Luna estaba perdida en sus pensamientos cuando un grito de desesperacin sacudilos cimientos de su cabeza.

    El grito provena de Alce Roto, un joven de catorce aos que se haba quedado con el gruporezagado a causa de una pierna invlida. Estaba al final del claro. Su joven y delgado rostro estabatan plido como la nieve.

    Halcn de Luna! grit acercndose a ella con ayuda de su muleta hecha con una rama denogal. Es Mujer Nutria! La he encontrado en el can, al lado del arroyo! Est

    El chico se dej caer sobre la nieve, agotado y sollozando.Halcn de Luna sinti cmo la mano de Ala brillante se pona rgida. Mujer Nutria era la madre

    de la pequea.Muerta de miedo, la joven la agarr de los hombros y la mir fijamente a los ojos.Vas a ser una nia valiente?

  • Ala Brillante asinti con la cabeza y apret los labios.Qudate aqu con los dems le pidi Halcn de Luna. Yo ir con Alce roto a ver qu ha

    ocurrido.Yo cuidar de ella dijo una mujer dando un paso adelante y agarrando la mano de Ala

    Brillante.Halcn de Luna sinti un nudo en la garganta al verlas marchar. La vida en aquellas montaas

    recnditas estaba llena de peligros. Haba animales salvajes, cornisas empinadas y tormentasimprevistas que podan atrapar a quien no hubiera logrado encontrar refugio. Y sin embargo, elpequeo grupo se las haba arreglado bien a lo largo de aquellos aos. Slo haba habido unoscuantos accidentes y muy pocas muertes, a excepcin de las de los ancianos.

    Pero el horror que haba vislumbrado en los ojos del muchacho le dijo que algo espantoso lehaba ocurrido a Mujer Nutria. Preparndose para lo que poda encontrarse, se encamin hacia ellugar en el que Alce Roto se haba derrumbado. Por el rabillo del ojo vio al hombre al que habanbautizado como Etonto de pie delante de la tienda. Pareca como si tuviera en mente seguirla,pero sus pies desnudos lo mantendran en su sitio, se record Halcn de Luna. No tena tiempopara preocuparse de l en aquel momento.

    La joven se inclin para ayudar a Alce Roto a levantarse.Puedes venir conmigo a buscarla?Asintiendo con la cabeza, el muchacho agarr la muleta, le tom la mano y se puso de pie.

    Grulla Voladora, la ta corpulenta y de cabello gris de Mujer Nutria, se uni a ellos con su bolsade medicinas, una manta de bfalo y una plataforma vaca.

    Halcn de Luna se oblig a s misma a no mirar hacia atrs mientras sala d