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EL HOMBRE EN SU TIEMPO (1965) Su ausencia Janet Westermark, sentada en la oficina, contemplaba a los tres hombres: el administrador, quien pronto quedaría eliminado de su vida; el psicólogo, que entraría a formar parte de ella, y el marido, cuya vida corría paralela a la suya, pero en un curso aislado. No era ella la única que jugaba a observar. El psicólogo, cuyo nombre era Clement Stackpole, estaba encorvado en su asiento, tomándose una rodilla con las manos grandes y feas, y adelantaba su rostro inteligente y simiesco para contemplar mejor a su nuevo Paciente, Jack Westermark. El administrador del Hospital de Investigaciones Mentales hablaba en forma vivaz y entretenida. Como de costumbre, sólo Jack Westermark parecía ausente de la escena. Su problema personal, inquieto Sus manos, puestas sobre el regazo, permanecían inmóviles, pero estaba inquieto, aunque esa inquietud Parecía controlada. Era como si estuviese en otro cuarto, con otras personas, según la impresión de Janet. En un momento en que no lo miraba directamente, él pareció volverse a mirarla; cuando ella le devolvió la mirada, ya estaba lejos, perdido. El administrador le decía: -Aunque el señor Stackpole no ha tenido contacto hasta el momento con su problema personal, tiene gran experiencia en la materia. Sé que... -No dejaremos de hacerlo, por supuesto -dijo Westermark, juntando las manos con una ligera inclinación de cabeza. El administrador, suavemente, tomó nota a lápiz del comentario, garabateó debajo la hora exacta, y continuó: -Sé que el señor Stackpole es demasiado modesto para decirlo, pero es grandioso en el trabajo con la gente. -Si usted lo cree necesario -dijo Westermark-, aunque por el momento ya he utilizado bastante su equipo. El lápiz se movió, la voz suave prosiguió, diciendo: RELATOS DE BRIAN W. ALDISS 1

Aldiss Brian El Hombre en Su Tiempo

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Clásico de la ciencia ficción

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EL HOMBRE EN SU TIEMPO (1965)

EL HOMBRE EN SU TIEMPO (1965)

Su ausencia

Janet Westermark, sentada en la oficina, contemplaba a los tres hombres: el administrador, quien pronto quedara eliminado de su vida; el psiclogo, que entrara a formar parte de ella, y el marido, cuya vida corra paralela a la suya, pero en un curso aislado.

No era ella la nica que jugaba a observar. El psiclogo, cuyo nombre era Clement Stackpole, estaba encorvado en su asiento, tomndose una rodilla con las manos grandes y feas, y adelantaba su rostro inteligente y simiesco para contemplar mejor a su nuevo Paciente, Jack Westermark.

El administrador del Hospital de Investigaciones Mentales hablaba en forma vivaz y entretenida. Como de costumbre, slo Jack Westermark pareca ausente de la escena.

Su problema personal, inquieto

Sus manos, puestas sobre el regazo, permanecan inmviles, pero estaba inquieto, aunque esa inquietud Pareca controlada. Era como si estuviese en otro cuarto, con otras personas, segn la impresin de Janet. En un momento en que no lo miraba directamente, l pareci volverse a mirarla; cuando ella le devolvi la mirada, ya estaba lejos, perdido.

El administrador le deca:

-Aunque el seor Stackpole no ha tenido contacto hasta el momento con su problema personal, tiene gran experiencia en la materia. S que...

-No dejaremos de hacerlo, por supuesto -dijo Westermark, juntando las manos con una ligera inclinacin de cabeza.

El administrador, suavemente, tom nota a lpiz del comentario, garabate debajo la hora exacta, y continu:

-S que el seor Stackpole es demasiado modesto para decirlo, pero es grandioso en el trabajo con la gente.

-Si usted lo cree necesario -dijo Westermark-, aunque por el momento ya he utilizado bastante su equipo.

El lpiz se movi, la voz suave prosigui, diciendo:

-Bien. Grandioso en el trabajo con la gente; sin duda, usted y el seor Westermark os alegraris muy pronto de contar con l. Recordad que estar all para ayudaros.

Janet sonri; desde la isla de su silla, trat de dirigir esa sonrisa al administrador y a Stackpole, diciendo:

-Sin duda, todo saldr...

La interrumpi su esposo, que se levant dejando caer las manos. Volvindose apenas y dirigindose al aire, dijo:

-Me permitira despedirme de la enfermera Simmons?

Su voz ya no vacilaba

-Todo saldr bien, sin duda -dijo ella, apresuradamente.

Stackpole asinti, compartiendo, conspirador, su punto de vista.

-Ver que los tres nos llevaremos bien, Janet -dijo.

Mientras ella asimilaba rpidamente ese empleo inesperado de su nombre de pila, el administrador le dedic esa sonrisa alentadora que tanta gente vena dedicndole desde que rescataran a su esposo del ocano, cerca de Casablanca. En ese momento, Westermark dijo, prosiguiendo su solitaria conversacin con el aire:

-Por supuesto, deb recordarlo.

Empez a levantar una mano hacia la frente (o tal vez hacia el corazn, se pregunt Janet), pero la dej caer, agregando:

-Tal vez venga a visitarnos algn da.

Se volvi sonriendo levemente hacia otro espacio vaco, con un pequeo ademn de la cabeza, como si dijera, halagador: Te gustara, verdad, Janet?.

Ella trat, instintivamente, de atrapar su mirada, en tanto replicaba vagamente:

-Por supuesto, querido.

Su voz ya no vacilaba al responder a la atencin ausente de su esposo.

La luz del sol les permita verse mutuamente

La luz del sol entraba hasta un rincn del cuarto, a travs de las ventanas de un mirador que daba al exterior. Al levantarse, ella vio por un momento el perfil de su esposo a contraluz. Era delgado e introvertido. Inteligente: ella siempre haba pensado que haba en l una sobrecarga de inteligencia, pero actualmente su expresin era ausente. Pens en lo que le dijera un psiquiatra consultado haca poco: Es necesario comprender que la mente despierta est constantemente envuelta por el inconsciente.

Envuelta por el inconscienteTratando de olvidar esas palabras, se volvi hacia la sonrisa del administrador (esa sonrisa que tanto deba haberlo ayudado en su carrera).

-Me ha ayudado mucho -le dijo-. No s qu habra hecho sin usted durante esos meses. Ahora ser mejor que nos vayamos.

Se oy hablar con frases entrecortadas, como si temiera que Westermark replicara entre ellas. Y as fue:

-Gracias por su ayuda -dijo-. Si descubre algo..

Stackpole se acerc modestamente a Janet, en tanto el administrador se levantaba, diciendo:

-Bien, no os olvidis de nosotros si tenis algn problema.

-Sin duda.

-En cuanto a usted, Jack, nos gustara que viniera a visitarnos una vez al mes, para una revisin. Ya que tenemos un equipo tan caro, queremos darle buen uso, y usted es nuestra estrell..., ejem, nuestro paciente.

Al decirlo esboz una sonrisa algo tensa, y ech un vistazo al papel que estaba sobre el escritorio, para verificar la respuesta de Westermark.

ste ya le haba vuelto la espalda; caminaba hacia la puerta; ya se haba despedido, encaramado en la solitaria eminencia de su vida.

Janet, sin poder evitarlo, mir desolada al administrador y a Stackpole. Odiaba ese profesionalismo que los haca tomar nota de la conducta aparentemente equvoca de su esposo. El psiclogo devolvi con amabilidad su mirada, siempre simiesco, y la torn por el brazo con una de sus gruesas manos.

-Vamos? Tengo el coche fuera.

Sin decir nada, asintiendo, pensando y consultando relojes

Asinti, sin decir nada; slo pensaba, sin que le hicieran falta las notas del administrador para ello: Oh, s, esto fue cuando l dijo: "Me permitiran despedirme de la enfermera ... ?" Cmo se llama ... ? Simpson?.

Comenzaba a aprender cmo seguir las huellas de su esposo por ese resquebrajado sendero que era su conversacin. l ya haba salido al corredor, cerrando la puerta tras s, y el administrador deca al aire:

-Hoy es su da franco.

-Usted sabe encontrar las respuestas --coment ella.

Sinti la mano aferrada a su brazo, y apart cortsmente los dedos de aquel horrible Stackpole, tratando de recordar lo que haba pasado cuatro minutos antes. Jack le haba dicho algo, pero no poda recordarlo. Sin decir nada, esquiv su mirada y extendi la mano para estrechar la del administrador.

-Gracias -dijo.

-Au revoir a los dos -replic l, con firmeza.

Ech una mirada rpida sobre cuanto lo rodeaba: el reloj pulsera, las notas, la mujer, la puerta.

-Por supuesto -dijo-, si descubrimos algo. Tenemos muchas esperanzas.

Se arregl el nudo de la corbata y volvi a mirar el reloj.

-Su esposo ya ha salido, seora Westermark -dijo, con ms suavidad, acompandola hasta la puerta-. Usted ha sido muy valiente; en verdad, pienso (todos pensamos as) que debe seguir as. Con el tiempo ser ms fcil; como dice Shakespeare en Hamlet: La costumbre puede alterar el molde de la naturaleza. Le sugiero que haga como Stackpole y yo: anote todo en un cuadernito y mantenga un registro exacto del tiempo.

Los dos hombres notaron que vacilaba un poco. Eran dos, y ella era una mujer de mucha personalidad, no del todo desprovista de atractivo. Stackpole, aclarndose la garganta, dijo, sonriente:

-Es muy fcil que ahora se sienta separado de usted, comprende? Ser indispensable que usted, ms que nadie, conteste a todas sus preguntas. De lo contrario se sentir aislado.

Siempre un paso adelante

Y los nios? -Pregunt ella.

-Es preferible esperar a que usted y Jack pasen juntos unas dos semanas -dijo el administrador-, antes de llevar de nuevo a los nios para que lo vean.

-As ser mejor para ellos y para Jack -agreg Stackpole-; y tambin para usted, Janet.,

No seas falso -pens ella-, Dios sabe que necesito consuelo, pero se es demasiado fcil.

Y apart la cara, temiendo parecer demasiado vulnerable. Ya en el corredor, el administrador dijo, a modo de despedida:

-Supongo que la abuela los estar malcriando terriblemente, seora, pero no se remedia nada con preocuparse, como dice el refrn.

Ella respondi con una sonrisa y se alej rpidamente, seguida por Stackpole.

Westermark estaba sentado en el asiento trasero del auto, frente al edificio de la administracin. Janet subi a su lado. En ese momento, l se ech violentamente hacia atrs.

-Qu pasa, querido? -pregunt.

l no respondi.

Stackpole no haba salido an del edificio; tal vez cambiaba una ltima palabra con el administrador. Janet aprovech el momento para inclinarse a besar la mejilla de su esposo, consciente, al hacerlo, de que una esposa, fantasmagrica lo haba hecho un instante antes, desde el punto de vista en que l estaba situado. Y para ella, a su vez, la reaccin del marido fue otra fantasmagora:

-El campo se ha puesto verde -dijo, mientras su mirada revoloteaba por sobre el edificio de cemento.

-S.

Stackpole baj apresurado los escalones y entr al coche, disculpndose. Solt el embrague demasiado pronto, y el vehculo sali disparado hacia adelante. Janet comprendi entonces por qu Westermark se haba echado hacia atrs haca un momento. Ahora, la aceleracin volva a apresarlo, empujndolo hacia atrs. Mientras el coche tomaba velocidad, se aferr del posabrazos lateral, porque su balanceo no contrarrestaba adecuadamente el movimiento del coche.

Al salir de los terrenos del Instituto se encontraron en el campo; an no haba terminado el da estival.

Sus teoras

Si se controlaba, Westermark poda amoldarse a algunas de las leyes del tiempo continuo que haba bandonado.

Cuando el coche subi por el sendero de su casa (familiar, a pesar del aspecto extrao que le daban los rododendros sin podar), y se detuvo ante la puerta, demor tres minutos y medio en decidirse a abrir la portezuela. Despus baj sobre la grava, mirndola con el ceo fruncido. Era tan real como siempre, igualmente material? Haba sobre ella un ligero resplandor, como si algo brillara desde el interior de la tierra, a travs de todas las cosas? 0 acaso haba una pantalla entre l y todo lo dems?

Era importante escoger entre las dos teoras, porque tendra que vivir segn una de ellas. Esperaba probar que la teora de la permeabilidad era la correcta. as, l sera slo uno de los factores comprendidos en el universo en funcionamiento, junto con el resto de la humanidad. Segn la teora del resplandor, l estaba aislado, no slo del resto de los hombres, sino del cosmos entero (excepto de Marte, quizs). Recin comenzaba; todava tena mucho que pensar. Tras larga meditacin, tras repetidas observaciones, surgiran, indudablemente, nuevas ideas. La emocin no deba decidir el tema; tena que mostrarse imparcial. Bien podan surgir ideas revolucionarias de ese... sufrimiento.

Not que su esposa, junto a l, se mantena algo apartada, como tratando de evitar un mutuo tropezn, que poda resultar embarazoso o molesto. l le dirigi una fra sonrisa, a travs del resplandor que la envolva.

-S -dijo-, pero prefiero no hablar.

Se dirigi hacia la casa, sintiendo el resbalar de la grava, que no se movera bajo sus pies hasta que el mundo lo alcanzara.

-El Guardin merece todo mi respeto, pero preferira no hacer declaraciones, por el momento.

Famoso Astronauta Regresa a su Hogar

Un hombre esperaba al grupo en el porche; emboscado all, presenciaba el regreso de Westermark con una sonrisa despectiva. Se adelant, vacilando, pero formal, y dirigi una mirada interrogativa a las tres personas que acababan de descender del coche.

-Perdn, usted es el capitn Jack Westermark, verdad?

Como Westermark pareca encaminarse hacia l, dio un paso al costado.

-Soy corresponsal psicolgico de El Guardin. Me permite un minuto?

La madre de Westermark haba abierto la puerta de entrada y esperaba all, con una sonrisa de bienvenida, alisando su pelo gris con gestos nerviosos. El hijo pas junto a ella, dejando atrs al periodista.

-Tendr que perdonarnos -se disculp Janet-.En realidad, mi esposo le ha respondido, pero no est an en condiciones de alternar con la gente.

-Cundo respondi, seora Westermark? Antes de escuchar mis preguntas?

-Bueno, no, naturalmente; pero el curso de su vida... Lo siento, no puedo explicarlo.

-Vive adelantado en el tiempo, no es as? Me concede un minuto para contarme cmo se siente usted, ahora que ha pasado el primer impacto?

-Disclpeme, de veras, no puedo -dijo Janet, adelantndose a toda prisa.

Mientras segua a su esposo, oy que Stackpole' deca:

.-Yo soy lector de El Guardin, y tal vez podra ayudarlo. El Instituto me ha encomendado permanecer con el capitn Westermark. Me llamo Clement Stackpole; tal vez haya ledo mi libro, Relaciones humanas persistentes, Editorial Methuen. Pero no debe decirse que Westermark vive adelantado al tiempo, porque eso es inexacto. Lo que s puede decir es que algunos de sus procesos psicolgicos y fisiolgicos han sido transpuestos hacia adelante, de algn modo...

-Asno! -se dijo Janet.

Se haba detenido junto al umbral para escucharlo, pero entr bruscamente.

Charla suspendida en el aire entre largas contemplaciones, en la cena

La cena, aquella noche, ofreci sus pequeas incomodidades, aunque Janet Westermark y su suegra lograron imprimirle un tono de melanclica alegra al poner sobre la mesa dos candelabros escandinavos, reliquias de una fiesta en Copenhague, y una fuente de hors d'oeuvre de vistoso aspecto. Pero la conversacin, segn pensaba Janet, se pareca al hors d'oeuvre: pequeos fragmentos de charla, tentadores y aislados, desprovistos de verdadera sustancia.

La anciana seora Westermark todava no le haba tomado la mano a la charla de su hijo, y diriga todos sus comentarios a Janet, aunque miraba a Jack con frecuencia.

-Cmo estn los chicos? -le pregunt l.

Aturdida al comprender que l llevaba largo rato esperando su respuesta, contest en forma bastante incoherente y dej caer su cuchillo. Para aliviar la tensin, Janet trat de pensar algn comentario con respecto al administrador del Hospital. En ese momento, Jack dijo:

- O sea que es, al mismo tiempo, culto y oportuno. Algo muy loable, y no muy comn entre los hombres de su tipo. Tuve la impresin (igual que t, por lo visto) de que estaba tan interesado en su trabajo corno en el adelantamiento. Creo que hasta se podra decir que es agradable. Pero usted, Stackpole, que lo conoce mejor, qu opinin tiene de l?

Stackpole desmigaj un trozo de pan, tratando de Ocultar que ignoraba de quin se estaba hablando.

-Oh, no s --dijo, para ganar tiempo, con una disimulada mirada al reloj-; en realidad, es difcil dar una opinin.

-El administrador es realmente encantador, verdad, Jack? -coment Janet, ayudando a Stackpole tal vez tanto como a Jack.

-S, tiene aspecto de ser un lanzador lento dijo Westermark, con la entonacin de quien concuerda con algo que se ha dicho.

_Oh, l! --exclam Stackpole-. S, es una persona bastante agradable, en todos los aspectos.

-Cit a Shakespeare, y con mucha oportunidad me dijo de dnde provena la frase -dijo Janet.

-No, gracias, mam -dijo Westermark.

-No he tratado mucho con l -continu Stackpole-, pero hemos jugado un par de veces al criquet. Es bueno como lanzador lento.

-De veras? -exclam Westermark.

Eso acab con el dilogo. La madre de Jack ech a su alrededor una mirada de angustia. Al encontrar los ojos brillantes de su hijo, ofreci, para disimular:

-Srvete un poco ms de salsa, Jack.

Mientras lo deca, comprendi que ya haba recibido la respuesta; estuvo a punto de dejar caer otra vez el cuchillo, y perdi las ganas de comer.

_Por mi parte, soy bateador -dijo Stackpole, como si perforara el nuevo silencio con una taladradora.

Al no recibir respuesta, sigui describiendo tozudamente el juego y el placer del mismo. Janet lo observaba, algo sorprendida al notar la admiracin que senta por su excelente desempeo, y preguntndose el porqu de esa sorpresa. Acab por decidir que Stackpole no le gustaba, y de inmediato descart esa decisin. Acaso no trataba de ayudarlos? Y hasta esas manos fuertes y velludas se volvan menos desagradables cuando una las imaginaba en torno a la goma de un palo de criquet. Y esos hombros anchos, al golpear.. Cerr los ojos por un segundo, y trat de concentrarse en lo que l deca.

Por su parte, un bateador

Ms tarde, lo encontr en el rellano superior. Ella llevaba dos almohadas, y Stackpole se interpuso en su camino con un cigarro entre los labios.

-Puedo ayudarle, Janet?

-Estoy tendiendo una cama, nada ms, seor Stackpole.

-No va a dormir con su esposo?

-l prefiere pasar solo una o dos noches, seor Stackpole. Por el momento, dormir en el cuarto de los nios.

-Permtame entonces que le lleve las almohadas. Y dgame Clem, como me llaman todos mis amigos.

Tratando de mostrarse ms agradable, de romper el hielo, de recordar que Jack no la echaba para siempre del dormitorio conyugal, replic:

-Lo siento, pero antes tenamos un terrier que se llamaba Clem.

Sin embargo, no logr que sonara como ella quera.

l puso las almohadas en la cama azul de Peter, encendi el velador y se sent en el borde del colchn para echar una pitada a su cigarro, sin mirarla.

-Tengo que decirle algo, aunque resulte un poco embarazoso --dijo, mientras ella le arrimaba un cenicero y permaneca de pie a su lado-. Creemos que la salud mental de su esposo puede estar en peligro, aunque le aseguro que no presenta ningn sntoma de alteracin mental, aparte de lo que se puede denominar una excepcional absorcin de los fenmenos. Aun en ese aspecto, no se puede decir que su absorcin sea mayor de lo que cabe esperar. Es decir, exceptuando estas circunstancias, que no tienen precedentes. En los prximos das hablaremos ms a fondo de todo esto.

Ella esper que prosiguiera, entretenindose en observar los movimientos del cigarro. Finalmente, l levant los ojos para mirarla.

-Francamente, seora -dijo-, creemos que sera de gran ayuda para su esposo que usted mantuviera relaciones sexuales con l.

Algo desconcertada, ella empez a decir:

-Usted cree que ... ?

Pero se corrigi de inmediato, aclarando:

-Eso debe decidirlo mi esposo Yo no soy inabordable.

Vio que l haba captado su traspi. En un tiro directo, respondi:

-No lo pongo en duda, seora.

Con la luz apagada, viviendo, descansaba en la cama de Peter

Descansaba en la cama de Peter con la luz apagada. Deseaba a Jack por cierto; y mucho, puesto que ahora se permita pensar en ello. Durante los largos meses que dur la expedicin a Marte, mientras ella permaneca en casa y l se aventuraba muy lejos, en aquel otro planeta, se haba conservado casta. Cuidaba de los chicos, paseaba en coche por el campo y disfrutaba de los artculos que deba escribir para las revistas femeninas, o de las entrevistas por televisin, una vez que la nave emprendi el regreso a la Tierra. En parte, haba permanecido en estado latente.

Despus se supo que haba cierta confusin en las comunicaciones con la nave. Al principio se lo oculta

ron, pero un peridico sensacionalista quebr el secreto al declarar que los nueve hombres de la tripulacin estaban dementes. Y la nave haba sobrepasado la zona de aterrizaje para estrellarse en el Atlntico. Su primera reaccin haba sido totalmente egosta; o tal vez, slo egocntrica: Jams volver a acostarse conmigo. Un infinito amor, y mucha pena.

Cuando lo rescataron, milagrosamente indemne, haba resurgido su esperanza, hasta entonces embalsamada, tal como l estaba embalsamado en el tiempo. Trat de imaginar cmo seria ahora el amor; todo le ocurrira primero a l, antes de que ella hubiese empezado a... Y su espasmo de placer, aun antes de que ella... No, no era posible! Pero tena que serlo, naturalmente. Tal vez pudieran resolverlo antes intelectualmente; as, con que ella se relajara y permaneciera quieta... Pero lo que trataba de imaginar, todo lo que lograba imaginar, no era el acto del amor, sino una rendicin formal a las exigencias glandulares y al flujo del tiempo.

Se sent, deseosa de movimiento, de libertad, y salt de la cama para abrir la ventana inferior; an quedaba un dejo de humo de cigarro en el cuarto en penumbra.

Si lo resolvan intelectualmente

Tras un par de das cayeron en la rutina. Era como si el buen tiempo, al perpetuar su benignidad, los ayudara. Deban tener cuidado al atravesar las puertas, conservando siempre la izquierda para no chocar; as lo acordaron despus de echar al suelo una bandeja llena de bebidas. Idearon distintos modos de llamar a la puerta antes de utilizar el bao. La conversacin era una especie de boletn, en donde no entraban ms preguntas que las indispensables. Caminaban a cierta distancia. En resumen, cada uno daba un rodeo para no rozar la vida de los otros.

-En realidad -deca a Janet la anciana seora Westermark-, no es difcil, si uno anda con cuidado. Y Jack es tan paciente!

-Hasta se me ocurre que esta situacin le gusta.

-Oh, querida, cmo podra gustarle una situacin tan infortunada?

-Mam, se da cuenta de cmo hacemos para existir juntos? No, suena demasiado espantoso, no me atrevo a decirlo.

-Bueno, no empieces a pensar tonteras. Has sido muy valiente, y no es el momento de trastornar_ se, justo ahora que las cosas van bien. Si tienes cualquier preocupacin, debes contrsela a Clem. Para eso est aqu.

-Ya lo s.

-As me gusta.

Vio a Jack, que caminaba por el jardn. En ese momento, l levant la vista, sonri, y dijo algo para s; extendi una mano, la recogi y continu caminando, sonriente an, hasta uno de los asientos que haba en el csped; all se sent en un extremo. Conmovida, Janet corri hacia la puerta ventana, para unirse con l

Pero se detuvo. Ya haba visto la secuencia futura de sus propios actos: cuanto ella iba a hacer estaba ya cumplido en lo que a Jack concerna; puesto que la mente de l se adelantaba al tiempo. Pero si ella no sala, si se declaraba en rebelin y segua discutiendo con su suegra las tareas de la jornada... Eso dejara a Jack hablando solo, como un tonto, enfrascado en una fantasa imposible de penetrar. Que as fuera; entonces Stackpole tendra que descartar su teora de que Jack estaba adelantado al tiempo, y tendra que tratarlo por una demencia alucinatoria ms normal. En manos de Clem estara bien atendido.

Pero los actos de Jack probaban que ella saldra. Sera una locura no salir. Locura? Desobedecer una ley del universo era algo imposible, pero no una locura. Jack no desobedeca; simplemente, haba tropezado con una ley de la que nadie saba antes de la primera expedicin a Marte. Por cierto' haban descubierto algo ms trascendente que cuanto se esperaba, y ms imprevisto. Y ella haba perdido... No, an no! Sali corriendo para llamarlo, dejando que la accin calmara su desconcierto.

Y en el hecho repetido vino implcita cierta frescura, porque record que la sonrisa de l, entrevista por la ventana, haba expresado una calidez especial, como si tratara de inspirarle nueva confianza. Qu haba dicho? No haba modo de saberlo. Se encamin hasta el banco y se sent junto a l.

Jack tena pensado un comentario para cubrir el obligatorio e invariable lapso:

-No te preocupes, Janet --dijo-. Podra ser peor.

-De qu modo? -pregunt ella.

Pero l ya estaba respondiendo:

-Podramos estar separados por un da entero. Al menos, con 3,3077 minutos gozamos de cierta comunicacin.

-Es maravilloso ver la filosofa con que lo tomas -replic ella, y el sarcasmo de su propia voz la alarm.

-Quieres que hablemos?

-Jack, hace tiempo que quiero hablar en privado contigo.

Yo?Las altas hayas que protegan el jardn por el lado norte estaban tan inmviles que ella pens: l debe de verlas exactamente igual que yo.

Jack pas uno de los boletines acostumbrados, mirando el reloj. Tena las muecas muy delgadas; pareca ms frgil en ese momento que al salir del hospital.

-Comprendo, querida, que esto debe de serie muy doloroso. Estamos aislados el uno del otro por esta sorprendente alteracin de la funcin temporal, pero al menos yo tengo el consuelo de experimentar con este nuevo fenmeno. T, en cambio...

Hablando de distancias interestelares

-Iba a decirte que ests clavada en el viejo mundo que la humanidad conoce desde siempre, pero supongo que t no lo ves desde ese punto de vista.

En ese momento, al parecer, capt algn comentario de Janet, pues agreg, rompiendo toda secuencia:

-Quera hablar contigo en privado.

Janet iba a decir algo, pero l la interrumpi, levantando un dedo con irritacin.

-Haz el favor de medir el tiempo antes de decir algo, para que podamos entendernos. Trata de decir nada ms que lo esencial. Realmente, querida, me sorprende que no hagas lo que sugiere Clem; debe' tomar notas de lo que se dice, y apuntar la hora.

-Eso... precisamente yo quera... No podernos ha blar como si estuviramos en una reunin de directorio. Quiero saber qu sientes, cmo ests, qu piensas, para poder ayudarte; as, algn da podrs vivir otra vez normalmente.

l, que estaba llevando la cuenta del tiempo, respondi casi de inmediato:

-No padezco ninguna enfermedad mental, y he recobrado completamente la salud fsica despus del choque. No hay razones para prever que mis percepciones volvern a ser como las tuyas. Desde que nuestra nave despeg de Marte, han mantenido un adelanto invariable de 3,3077 minutos con respecto al tiempo terrqueo.

Se detuvo, y ella pens: Segn mi reloj, ahora son las 11.03, y yo quisiera decir muchsimas cosas. Pero para l son las 11.06 y fraccin, y ya sabe que yo no puedo responder. Cuesta un esfuerzo tan grande hablar a travs de estos tres minutos y fraccin... Es lo mismo que hablar a travs de una distancia interestelar.

l tambin pareci haber perdido el hilo, pues sonri y extendi una mano, mantenindola en el aire. Janet mir en su torno. Clem Stackpole se aproximaba con una bandeja llena de bebidas. Se sent cautelosamente en el csped y tom un martini, poniendo la copa entre los dedos de Jack.

-Salud! -dijo, sonriente.

Haba trado una botella de cerveza blanca para s, Y el gin con agua tnica que Janet sola tomar. Se lo entreg, diciendo:

-Aqu tiene su bebida.

-Clem, puede explicarle mi posicin a Janet? No Parece comprenderla todava.

Ella, enojada, se volvi hacia el psiclogo.

-sta iba a ser una conversacin privada, seor Stackpole, entre mi esposo y yo.

-Lo siento. Eso significa que no os estis llevando muy bien. Tal vez pueda ayudaros un poquito. S que es difcil.

3,3077Destap con energa su botella de cerveza y verti el lquido en el vaso. Tras el primer sorbo, dijo:

-Siempre hemos considerado que todo se mueve en el tiempo hacia adelante y a idntica velocidad. Hablamos del curso del tiempo, dando por sentado que su velocidad de curso es una sola. Tambin hemos dado por sentado que cualquier ser viviente de otro planeta, en cualquier sitio de nuestro universo, debe tener la misma velocidad de curso. En otras palabras, aunque hace tiempo que nos hemos acostumbrado a ciertas peculiaridades del tiempo, gracias a las teoras de relatividad, tambin estamos habituados a ciertos conceptos errados. Ahora tendremos que pensar de otro modo. Hasta aqu me entiende, verdad?

-Perfectamente..

-El universo no es en absoluto la simple caja que imaginaron nuestros antepasados. Es posible que cada planeta tenga su propio campo cronolgico, as como cada uno tiene su campo gravitatorio. Segn las evidencias, parece que el campo cronolgico de Marte est adelantado en 3,3077 minutos con respecto al nuestro. Esto se deduce del hecho de que su esposo y los otros ocho hombres que estuvieron con l en Marte no experimentaron ninguna sensacin de diferencias cronolgicas entre ellos, y no notaron nada adverso hasta que partieron de Marte; entonces, al intentar comunicarse nuevamente con la Tierra, se revel de inmediato la discrepancia cronolgica. Su esposo vive an el tiempo marciano. Infortunadamente, los otros miembros de la tripulacin no sobrevivieron al choque. Pero podemos asegurar que si estuvieran vivos, sufriran tambin el mismo efecto. Eso est claro, verdad?

-Completamente. Pero an no comprendo por qu este efecto, si es como usted dice...

-No es lo que yo diga, Janet, sino la conclusin a la que han llegado hombres mucho ms inteligentes que yo.

Lo dijo con una sonrisa, y agreg, como entre parntesis:

-Aunque todos los das desarrollamos nuestras conclusiones, y a veces las alteramos.

-Y bien, por qu no se not un efecto similar cuando los rusos y norteamericanos volvieron de la Luna?

-No se sabe. Hay muchas cosas que no se saben. Suponemos que se debe a que la Luna es satlite de la Tierra, y por lo tanto, al estar dentro de su campo gravitatorio, no guarda discrepancia cronolgica. Pero mientras no tengamos ms datos, mientras no podarnos explorar ms a fondo, sabemos muy poco, y slo podemos hacer especulaciones. Es como tratar de calcular. Es como estimar los tantos de un turno entero cuando recin se ha arrojado uno. Cuando acabe la expedicin a Venus, estaremos en una posicin ms cmoda para armar teoras.

-Qu expedicin a Venus? -pregunt ella, sorPrendida.

-Tal vez tarde un ao en salir, pero estn apresurando el programa. Eso aportar datos invalorables.

El tiempo futuro, con sus usos y abusos

Ella haba empezado a decir:

-Pero despus de esto, no sern tan tontos como para...

Pero se interrumpi. Pens en Peter, que deca: Yo tambin voy a ser astronauta. Quiero ser el primer hombre que llegue a Saturno!.

Los dos hombres miraron sus relojes. En seguida,',,, Westermark baj la vista hacia la grava y dijo:

-Sin duda, la cifra de 3,3077 no es una constante universal. Puede variar (lo doy por seguro) de un cuerpo planetario a otro. Mi opinin personal es que debe guardar relacin, de algn modo, con la actividad solar. En ese caso, es posible que los hombres enviados a Venus denoten, al volver, un leve adelanto con el tiempo terrqueo.

Se interrumpi de pronto, y su expresin concen-i,~ trada se transform en desconcierto.

-Ese aspecto no se me haba ocurrido -dijo Stackpole, tomando nota-. Si preparamos la expedicin a Venus teniendo en cuenta estos aspectos, no tendremos problemas para organizar el regreso. Finalmente resolveremos esta confusin, y estoy seguro de que la cultura de la humanidad saldr muy enriquecida de esto. Las posibilidades son tan vastas que...

-Es horrible! Estis todos locos! -exclam Janet.

Se levant de un salto y corri hacia la casa.

Jack la sigui. Segn su reloj, que indicaba la hora terrquea, eran las once horas, dieciocho minutos Y doce segundos. Pens nuevamente en la posibilidad de comprar otro reloj, para ponrselo en la mueca derecha, ajustado a la hora marciana. No; puesto que rega su vida por la hora marciana, seria mejor llevarla en la mueca izquierda, para consultarla ms cmodamente. La utilizaba hasta cuando deba comunicarse con la raza humana, tan atada a la Tierra.

Comprendi que, segn sus clculos, caminaba delante de Janet. Sera interesante que hubiese alguien cuyas percepciones estuvieran ms adelantadas que las suyas. Por cierto, eso lo privara de la sensacin de ser constantemente el primero en el universo, el primero en cualquier par-te, vindolo todo baado en esa extraa luz. La luz marciana! As la llamarla hasta que le encontrara clasificacin. Era la visin romntica que precede al juicio cientfico, y tena un toque de la grandeza permisible antes de que la disciplina, al estabilizarse, se cerrara. O tambin poda suponerse que las teoras estaban cerradas, y que el efecto perceptivo era un efecto del mismo viaje espacial; suponiendo que el tiempo fuera cuantlico ... Suponiendo que todos los tiempos fueran cuantlicos ... Despus de todo, el envejecimiento no era un proceso lento, sino cuestin de etapas, tanto para el mundo orgnico como para gran parte del inorgnico.

Se haba detenido sobre el csped, casi inmvil. El resplandor pasaba a travs del pasto, dndole una apariencia de fragilidad, casi matizada en cada hoja con un diminuto espectro de luz. Si su tiempo perceptivo estuviera an ms adelantado, seria ms potente la luz marciana, y ms traslcida la terrquea? Qu hermosura tendra todo! Tras un viaje estelar Ms prolongado, uno retornara a la telaraa de un Inundo que haba dejado atrs en su tiempo perceptivo; una mera corporeizacin de luz, un prisma. Lo imagin con avidez. Pero haca falta saber ms.

De pronto pens: Si pudiera entrar en la expedicin a Venus! Si el Instituto est en lo cierto, podra estar a seis, o digamos, a cinco y medio... No, no puede calcularse, pero de cualquier modo estara adelantado al tiempo venusiano. Tengo que ir. Les sera de mucha utilidad. No tengo ms que ofrecerme como voluntario.

Ni siquiera not que Stackpole le tocaba el brazo' en un gesto cordial, al pasar hacia la casa. Sigui all, mirando al suelo; a travs de l vea los valles pedregosos de Marte y los impredictibles paisajes venusianos.

Las figuras se mueven

Janet haba aceptado ir a la ciudad con Stackpole, para retirar los zapatos de criquet que ste haba llevado a reclavar. Tal vez conviniera comprar un rollo de pelcula para su cmara. A los nios les gustara recibir fotos donde estuvieran juntos, ella y el pap.

El coche pasaba entre los rboles, que arrojaban sombras parpadeantes en rojo y verde. Stackpole asa el volante con pericia, silbando bajito. Ese hbito sola fastidiar a Janet, pero en esa oportunidad no fue as; lo tom como una seal de que l no estaba completamente a sus anchas.

-Tengo la horrible sensacin de que ahora usted entiende a mi esposo mejor que yo --dijo.

l no lo neg.

-Por qu? -pregunt, en cambio.

-Creo que a l no le importa el terrible aislamiento to que debe soportar.

-Es un hombre de coraje.

Hacia ya una semana que Westermark haba vuelto a su casa. Janet vea que se apartaba ms y ms con cada da que pasaba; le hablaba cada vez menos, y sola quedarse inmvil, como una estatua, con la vista clavada en el suelo. Record algo que no se haba atrevido a expresar frente a su suegra; con Clem sera ms fcil.

-Usted sabe cmo hacemos para vivir en una relativa armona -dijo.

l disminuy la velocidad y la mir de soslayo. Janet prosigui:

-Slo podemos convivir eliminando todas las sorpresas de nuestra existencia, los nios, las estaciones del ao. De otro modo, tendramos que enfrentarnos a cada instante con la certeza de que somos extraos.

Stackpole capt el tono de su voz, e intent tranquilizarla:

-Usted tiene tanto coraje como l, Janet.

-Al diablo con el coraje! Lo que no puedo soportar es... nada!

Al ver la seal al costado de la ruta, Stackpole ech una mirada al espejo retrovisor y cambi de marcha. Hacia adelante y hacia atrs, el camino estaba desierto. Volvi a silbar entre dientes, y Janet sinti el impulso de seguir hablando.

-Ya hemos interferido mucho con el tiempo; me refiero a todos. El tiempo es una invencin europea. Dios sabe en qu embrollos nos meteremos si... Buerio, si continuamos as.

No poda hablar con su habitual coherencia, y eso la irritaba. Stackpole condujo el coche hacia un aparcadero y se detuvo all, bajo los arbustos. Se volvi hacia ella con una sonrisa tolerante.

-El tiempo es invento de Dios -dijo-, si usted cree en Dios, como yo. Nosotros lo observamos, lo domesticamos y hasta lo explotamos cuando es posible.

-Explotarlo!

-No piense en el futuro como si fuera un ro de melaza en el que todos debemos andar, metidos hasta la rodilla --dijo l, apoyando las manos en el volante con una breve risa-. Qu tiempo maravilloso! Estaba pensando... El domingo voy a jugar al criquet en la ciudad. Le gustara venir a ver el partido? Despus podramos tomar el t en cualquier parte.

Todas las sorpresas, los nios, las estaciones del ao

A la maana siguiente recibi una carta de su hija Jane, que tena cinco aos. Deca, tan slo: Querida mam: gracias por las muequitas. Carios de Jane., " Pero ella saba el esfuerzo que haban costado esas le tras enormes. Por cunto tiempo sena capaz de tener a los chicos lejos de la casa, de sus cuidados?

En cuanto se present ese pensamiento, record su vaga ocurrencia de la noche anterior: si iba a tener algo que ver con Stackpole, sera mejor que los nios no estuvieran all..., pero lo haba pensado slo por su propia comodidad y la de Stackpole. Entonces no haba pensado en los nios, sino en Stackpole, que no le interesaba, a pesar de su inesperada delicadeza.

-Y otro pensamiento intolerablemente inmoral -murTnur tristemente en el cuarto vaco-: qu alternativa me queda con Stackpole?

Saba que Westermark estaba en su estudio. Era un da fro, demasiado fro y hmedo para que l hiciera su diario paseo por el jardn. Saba que l se iba hundiendo ms y ms en el aislamiento, y ansiaba ayudar, tema sacrificarse a ese aislamiento, ansiaba mantenerse aparte, vivir.. Dej caer la carta y se tom la cabeza entre las manos, cerrando los ojos, como si en el hueso curvo de su crneo pudiera or todas las decisiones posibles entremezcladas, futuras lneas de la vida que se aniquilaban mutuamente.

En ese momento, la madre de Westermark entr en la habitacin.

-Te estaba buscando -dijo-. Ests muy triste, querida, verdad?

-Mam, la gente siempre trata de ocultar ante los otros sus sufrimientos. Es que todo el mundo lo hace?

-No hace falta que me los ocultes a m.... sobre todo porque no puedes, supongo.

-Pero no s si usted sufre, y esto debera ser recproco. Por qu este horrible dsimulo? Qu es lo que nos da miedo? La compasin o la burla?

-La ayuda, tal vez.

-La ayuda! Tal vez tenga razn. Es una idea pasrnosa.

-Casi nunca hablamos as, Janet.

-No.

Habra querido hablar ms. Quizs hubiese podido hacerlo con cualquier desconocido, en un tren. Pero all le era imposible. La seora Westermark, viendo que el tema se haba agotado, dijo:

-Quera decirte, Janet, que tal vez sera mejor que los nios no volvieran mientras las cosas no cambien. Si quieres ir a verlos y quedarte con ellos en la casa de tus padres, yo puedo cuidar de Jack y del seor Stackpole por una semana. No creo que Jack quiera por ahora verlos

-Es usted muy gentil, mam. Lo pensar. Le promet a Clem... Bueno, le dije al seor Stackpole que quiz vaya a verlo jugar al crquet maana por la tarde. No es nada de importancia, por supuesto, pero como ya le dije... De cualquier modo, podra ir a ver a los nios el lunes, si usted puede arreglarse con la casa.

-Si tienes ganas de ir hoy, tienes tiempo de sobra. Y el seor Stackpole no dejar de comprender tus sentimientos maternales.

-Preferira dejarlo para el lunes -replic Janet, con cierta frialdad.

Empezaba a sospechar el motivo oculto tras la sugerencia de su suegra.

Hasta donde el Americano Cientfico no llegaba

Jack Westermark dej el Americano Cientfico a un lado y se qued mirando la superficie de la mesa. Puso la mano derecha sobre su corazn, para sentir el latido. La revista traa un artculo sobre l, ilustrado con fotografas suyas, tomadas en el Hospital de Investigaciones. Ese artculo, bien pensado, estaba lejos de sensacionalismo publicado en los dems peridicos, aquellos frvolos prrafos donde lo llamaban el hombre que ha sobrepasado a Einstein en cuanto a acabar con nuestra imagen del universo. Precisamente por eso era ms sorprendente; presentaba aspectos del tema que ni siquiera Westermark haba tenido en cuenta.

Mientras meditaba sobre esas conclusiones, poda descansar del esfuerzo que le costaba leer libros terrqueos. Stackpole estaba sentado junto al fuego, fumando un cigarro, mientras esperaba el dictado de Westermark. La simple lectura de una revista representaba una proeza en el espacio-tiempo, una colaboracin, una conspiracin. Stackpole volva las pginas a intervalos fijos, para que Westermark pudiera leer. Para l era imposible volverlas en el momento en que, dentro del limitado continuo terrqueo, deban permanecer quietas; sus dedos no las encontraban entre aquel resplandor gelatinoso, aquella alucinacin visual que representaba una inercia csmica incosquitable.

La inercia daba un brillo especial a la superficie de la mesa; mientras lo contemplaba, hurgaba en su propia mente para determinar la verdad del artculo publicado en el Americano Cientfico.

El escritor del artculo comenzaba con una consideracin de los hechos, observando que apuntaban hacia la existencia de tiempos locales en todo el universo; y que, de ser as, poda surgir una nueva explicacin para el receso de las galaxias y los diferentes clculos efectuados en cuanto a la edad del universo (sin olvidar, por supuesto, el tema de su complejidad). A continuacin, enfocaba el problema que sacaba de quicio a tantos otros escritores especializados; concretamente, por qu, si Westermark haba perdido el tiempo terrqueo al llegar a Marte, no haba perdido recprocamente el tiempo marciano al volver a la Tierra. Esto, ms que ningn otro argumento, sugera que los tiempos locales no eran puramente mecnicos, sino una funcin psico-biolgica, al menos hasta cieno punto.

Westermark se vio a s mismo en el reflejo de la esa; le pedan que volviera a viajar a Marte, que formara parte de una segunda expedicin hacia esos continentes de arenas bermejas, donde la elaboracin del espacio-tiempo estaba, por una razn misteriosa e y inextricable, 3,3077 minutos adelantado a las normas terrqueas. Volvera a saltar hacia adelante su reloj interior? Y qu pasara entonces con el brillo de las, cosas terrestres? Qu se experimentara al alejarse gradualmente de las frreas leyes que haban regido la. vida humana, desde su fugaz infancia pleistocena?

Impaciente, se dio a imaginar el da en que la Tierra albergara muchas horas locales, recogidas en viajes a travs del vaco espacial; esos vacos cruzaban tambin el tiempo, y ese concepto difcilmente comprendido (McTaggart haba negado su realidad externa, verdad?) quedara al alcance del entendimiento humano. No era se el secreto ltimo, que permitira, comprender el flujo en donde juega la existencia, asi como un sueo juega en las capas primitivas de la mente?

Y.. Pero... No sera aquello la aniquilacin del: tiempo local terrqueo? l haba comenzado todo,, aquello. Slo poda significar que el tiempo local no era un producto de elementos planetarios; el escritor del Americano Cientfico no se haba atrevido a' profundizar bastante: el tiempo local era puramente 1 un producto de la psiquis. Ese algo penumbroso e ntimo, que poda mantener un adecuado registro del tiempo an cuando uno estaba inconsciente, aquello 1 era slo autctono; pero se lo poda educar, para ser ciudadano del universo. Comprendi que, era el primer individuo de una nueva raza, que pocos meses antes ni el cerebro ms delirante se haba atrevido a imaginar. Estaba libre del enemigo que amenazaba a sus contemporneos ms duramente que la muerte misma: el tiempo. Encerraba en l un potencial totalmente nuevo. El Superhombre haba llegado.

Dolorosamente, el Superhombre se agit en su asiento. Llevaba tanto tiempo acurrucado que los miembros se le haban entumecido.

Los pensamientos universales pueden presentarse slo cuando uno mide cuidadosamente el tiempo de su circumbendibus en torno a una mesa dada-Dictado -dijo.

Esper impaciente a que su orden penetrara hacia atrs, hacia el limbo que ocupaba Stackpole junto al fuego. Quera decir algo de tremenda importancia, pero deba esperar a que esa gente...

Segn su costumbre, se levant para caminar en torno a la mesa, hablando con frases cortas y rpidas. se haba de ser el testamento de la nueva forma de vida.

-La conciencia no es prescindible, pero s concurrente... Tal vez hubo muchos ndulos temporales en los comienzos de la raza humana---. Con frecuencia, los trastornados mentales retoman tiempos diferentes. Para algunos, el da parece prolongarse eternamente. Sabemos por experiencia que los nio s ven el tiempo en el espejo convexo de la conciencia, agrandado y distorsionado ms all del punto focal...

Lo irrit momentneamente el rostro asustado de su esposa, que apareci en la ventana del estudio, mirndolo desde fuera, pero lo descart rpidamente para proseguir:

-... el punto focal... Sin embargo, el hombre, en su ignorancia, sigue fingiendo que el tiempo es una especie de corriente monodireccional y homognea..., a pesar de las pruebas que demuestran lo contrario... Nuestra concepcin de nosotros mismos.. No: esta errnea concepcin se ha convertido en un supuesto bsico para nuestra vida...

Hijas de las hijas

La madre de Westermark no era dada a las especulaciones metafsicas. Sin embargo, al salir del cuar-', to se volvi para decir a su nuera:

-Sabes lo que pienso algunas veces? Jack es tan extrao que a la noche me pregunto si los hombres y las mujeres no se estn diferenciando ms y ms en el modo de pensar y en el carcter, con cada generacin que pasa. Casi como razas distintas, me entiendes? Mi generacin hizo un gran esfuerzo para acercar los dos sexos en cuanto a igualdad y todo eso, pero parece haber terminado en la nada.

-Jack mejorar -dijo Janet, percibiendo en su propia voz la falta de confianza.

-Pens lo mismo cuando se mat mi esposo; me refiero a la separacin entre hombres y mujeres.

Repentinamente, Janet dej de sentirse solidaria con su suegra. Haba reconocido el tema familiar que entraba en escena, y conoca bien el tono cauteloso con que la anciana eliminaba toda autocompasin La dej proseguir:

-Bob se apasionaba por la velocidad, como sa bes. En realidad, fue eso lo que lo mat, y no aquel tonto que sali a la ruta frente a l.

-Su esposo no tena ninguna culpa -dijo Janet-. Deje de preocuparse por eso.

-Sin embargo, ves el parecido? Este asunto del progreso. Bob, enloquecido por ser el primero en doblar el recodo, y ahora Jack... Oh, bueno, las mujeres no podemos hacer nada.

Cerr la puerta tras de s. Janet, distrada, recogi el mensaje por la siguiente generacin de mujeres: Gracias por las muequitas.

Las resoluciones y los sbitos riesgos que implican

l era el padre. Tal vez sera mejor que Jane y Peter volvieran, a pesar de los riesgos que eso involucraba. Janet tom la sbita decisin de abordar a Jack. Estaba irritable, inabordable, pero al menos ira a ver si estaba ocupado antes de interrumpirlo.

Al salir a la salita lateral, para dirigirse a la puerta del fondo, oy que su suegra la llamaba.

-Un momento! -contest.

El sol se haba abierto paso, absorbiendo la humedad del jardn empapado. Haba llegado el otoo, inconfundiblemente. Gir en la esquina de la casa, bordeando el cantero de rosas, y mir por la ventana del estudio.

Sobresaltada, vio a su marido apoyado contra la mesa, con las manos sobre la cara; entre los dedos corra la sangre, cayendo en gotas en una revista abierta sobre la mesa. Stackpole, en tanto, permaneca sentado junto a la estufa, indiferente.

Janet solt un pequeo grito y corri otra vez hacia la puerta trasera, donde encontr a la seora Westermark.

-Oh, estaba... Janet, qu pasa?

-Jack, mam! Se ha dado un golpe, o algo as!

---Pero, cmo lo sabes?

-Rpido, hay que telefonear al hospital. Debo ir a ver.

La seora Westermark la tom del brazo.

-No sera mejor que dejramos todo en manos del seor Stackpole? Tengo miedo de...

-Mam, tenemos que hacer lo que se pueda. S que somos aficionadas, pero por favor, djeme...

-No, Janet, nosotras... Ellos viven en otro mundo. Tengo miedo. Si nos necesitan, vendrn a buscarnos.

Empezaba a contagiar su temor a Janet. Por un momento se miraron, asustadas; de inmediato, Jane se liber, exclamando:

-Debo ir a ver.

Corri por la sala y abri de un empujn la puerta' del estudio. Su esposo estaba en el otro extremo de la habitacin, junto a la ventana, mientras la sangre segua manando de la nariz.

-iJack! -exclam.

Al correr hacia l, algo proveniente del vaco la golpe en la frente; se tambale a un lado y cay contra una biblioteca; sobre ella y a su alrededor cayeron en lluvia los libros pequeos del estante superior. Stackpole, con una exclamacin, arroj su cuaderno y corri a ayudarla. Pero al ir en su auxilio no dej de mirar la hora: las diez y veinticuatro minutos.

Auxilio despus de las 10.24 y la cama limpia

La madre de Westermark apareci en la puerta.

-Qudese donde est! -grit Stackpole-. Que no haya ms problemas. Janet, ya ve lo que ha hecho. Salga de aqu, quiere? Jack, en seguida estoy con usted. Dios sabe cmo se habr sentido, sin nadie que le prestara ayuda por tres minutos y un tercio!

Irritado, se acerc a su paciente y arroj su pauelo sobre la mesa.

-Seor Stackpole -llam tmidamente la madre de Westermark desde la puerta, tomando a Janet por la cintura.

l le ech una mirada por sobre el hombro, diciendo:

-Traiga toallas! Llame al Hospital de Investigaciones para que manden una ambulancia, y dgales que se apresuren.

A medioda Westermark estaba arriba, confortablemente acostado en su cama limpia; el personal de la ambulancia, despus de atenderlo (despus de todo, no haba sido ms que una hemorragia nasal) se haba marchado. Stackpole cerr la puerta de entrada y se volvi hacia las dos mujeres.

- Me siento en la obligacin de preveniros --dijo- que otro accidente como ste puede resultar fatal. Esta vez escapamos por muy poco. Si vuelve a pasar algo semejante, me ver obligado a recomendar la internacin del seor Westermark.

Definicin comn de un accidente

-Pero l no estara de acuerdo -dijo Janet-. Adems, lo que usted dice es absurdo. Ha sido un accidente. Ahora voy a subir a ver cmo est.

-Antes de que se vaya, permtame sealar que lo ocurrido no fue un accidente, al menos, segn lo entendemos habitualmente; usted vio los resultados de su interferencia antes de entrar, a travs de la ventana del estudio. Por lo tanto, es la responsable.

-Pero eso es absurdo -dijeron las dos a la vez.

Fue Janet quien continu:

-No habra entrado al cuarto de esa manera si no hubiera visto desde la ventana que habra problemas.

-Lo que usted vio fue el resultado de su posterior interferencia.

La seora WesterTnark, en una especie de quejido, confes:

-No entiendo nada de todo esto. Contra qu choc Janet?

-Al entrar corriendo, choc contra el sitio en donde haba estado su esposo 3,3077 minutos antes., Supongo que a esta altura habris comprendido esta elemental nocin de inercia temporal.

Las dos empezaron a hablar al mismo tiempo. l las mir fijamente; las mujeres callaron.

-Ser mejor que vayamos a la sala -dijo Stackpole-. Por mi parte, me gustara tomar algo.

Se sirvi solo. Cuando tuvo el vaso de whisky en la,, mano, continu:

-Y ahora, sin nimo de daros una conferencia, seoras, es hora de que comprendis que ya no vivs en el viejo mundo seguro, cuya mecnica clsica estaba en manos de un Dios inventado por el iluminismo del siglo xviii. Cuanto ha ocurrido aqu es perfectamente racional, pero si vais a simular que supera vuestro entendimiento femenino...

-Seor Stackpole -interrumpi Janet, secamente-, hara el favor de limitarse al tema y dejar a un lado los insultos? Quiere explicarme por qu dice que esto no fue un accidente? Comprendo ahora que, al mirar por la ventana, vi a mi esposo sangrando por un golpe mutuo que l recibi tres minutos y algo antes, y que yo slo recibira tres minutos y algo despus. Pero en ese momento me asust tanto que olvid...

-No, no, esas cifras no son correctas. El lapso total es de 3,3077; cuando usted vio a su esposo, l haba recibido el golpe haca 1,65385 minutos antes (la mitad del lapso) y faltaban otros 1,65385 para que usted completara la accin, al entrar corriendo en la habitacin y chocar contra l.

-Pero si ella no choc contra l! -exclam la anciana.

Stackpole, firme, distrajo su atencin slo por el tiempo de responderle:

-Ella choc contra l a las 10.24 hora terrestre, que equivale a las 10.20 ms unos cuantos segundos en la hora marciana, la de l; que equivale a 9,59 o cualquiera sea la hora de Neptuno, que equivale al 156 y medio en la hora de Sirio. El universo es grande, seora! Seguir sin entender en tanto siga confundiendo los hechos con el tiempo. Me atrevera a sugeriros que os sentis y tomis algo.

-Dejando a un lado las cifras -dijo Janet, retomando el ataque (qu detestable oportunista era ese hombre)-, cmo puede decir que eso no fue un accidente? No querr insinuar que golpe a mi esposo deliberada-mente, supongo. Segn lo que usted dice, yo no poda hacer otra cosa, desde el momento en que lo vi por la ventana.

-Dejando a un lado las cifras ... -remed l-. All est su culpa. Lo que usted vio por la ventana era el resultado, de su accin; para entonces, era inevitable que usted la completara, porque ya haba sido completada,

Brisas de tiempo entran por la ventana-No entiendo! --exclam Janet.

Se oprimi la frente y acept agradecida el cigarrillo que le ofreca su suegra, aunque rechaz su consolador No trates de comprender, querida.

-Supongamos -dijo- que cuando vi sangrar a Jack yo hubiese mirado mi reloj, pensando: Son las 10.20, o lo que fuera, y l puede estar sufriendo las consecuencias de mi interferencia; por lo tanto, ser mejor que no vaya. Y supongamos que yo no hubiese entrado. La nariz se le habra curado milagrosamente, acaso?

-No, por supuesto. Usted ve el universo desde un punto de vista muy mecanicista. Trate de lograr un acercamiento mental, trate de vivir en su propio siglo! Usted no poda pensar lo que dice, porque no est en su temperamento, as como no est en su temperamento consultar el reloj, as como deja siempre las cifras a un lado, como usted dice. No, no la estoy criticando: todo eso es muy femenino y atractivo, en cierto sentido. Lo que quiero decir es que antes de mirar por la ventana, usted pudo haber sido de la clase de personas que piensan: No importa cmo vea a mi esposo ahora; debo recordar que tiene una experiencia adicional de los prximos 3,3077 mnutos. En ese caso, al mirar por la ventana, lo habra visto sano, y no habra entrado corriendo como lo hizo.

Ella aspir el humo de su cigarrillo, dolorida y confusa.

-Me est diciendo que soy un peligro. para mi propio esposo.

-Es usted quien lo dice.

-Dios, cmo odio a los hombres! -exclam Janet-. Son tan repulsivamente lgicos y presumidos. l termin su whisky y dej el vaso sobre la mesa que estaba junto a ella, para acercrsele.

-Est muy alterada -dijo.

-Por supuesto! Estoy alterada! Qu piensa?

Luch contra el deseo de llorar, de darle una bofetada. Se volvi hacia la madre de Jack, y ella la tom suavemente por la mueca.

-Por qu no pasas el fin de semana con los nios, querida? Vuelve cuando te parezca. Jack est bien, y yo puedo cuidarlo..., si es que quiere cuidados.

Ella ech una mirada por la habitacin.

-Eso har. Ahora mismo voy a empacar. Se pondrn contentos de verme.

Al pasar junto a Stackpole, agreg con amargura:

-Al menos, no me molestarn con la hora local de Sirio.

imperturbable, Stackpole, replic, desde el centro del cuarto:

-Tal vez lo hagan, algn da.

Todas las sorpresas, los nios, las estaciones del ao

RELATOS DE BRIAN W. ALDISS

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