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1 Resistir a la Nakba Joseph Massad, profesor asociado de Historia Política Moderna del Mundo Arabe en la Universidad de Columbia, New York 1881 es la fecha exacta en que dio comienzo la colonización de Palestina un proceso, como todo el mundo sabe, que todavía no ha terminado. De manera que, por mucho que se intente presentar a los Palestinos como un pueblo post-Nakba, todos nosotros seguimos inmersos en ella. Lo que se está celebrando este año no es, en absoluto, una conmemoración sino el testimonio de que la Nakba es un proceso diseñado para destruir Palestina y a los palestinos, que sigue su marcha Traducción: Pilar Salamanca Al-Ahram, Kana'an on line Lo mas difícil de entender en la moderna historia de Palestina y de los palestinos es el significado de la Nakba. ¿Es la Nakba un acontecimiento puntual que tuvo lugar, y terminó, en 1948, o es algo más? ¿Qué significan los intentos políticos de cosificar la Nakba y convertirla en un acontecimiento del pasado que se conmemora anualmente y ante cuyo formidable simbolismo nos inclinamos? ¿Cuáles son los efectos de la Nakba, episodio histórico que lamentamos pero que, en última instancia, terminamos aceptando como algo perteneciente al pasado? Me atrevo a sugerir que convertir la Nakba en un acontecimiento del pasado, en un hecho consumado que no podemos sino aceptar, admitir y, finalmente trascender (por más que sea cierto que para ir hacia delante no podemos sino dejar la Nakba atrás), es una decisión que tiene también otras lecturas. Se ha llegado incluso a sugerir que si Israel reconoce y pide perdón por la Nakba, los palestinos perdonarían y olvidarían y los efectos

43706 - MASSAD - Resistir a La Nakba

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Resistir a la Nakba Joseph Massad, profesor asociado de Historia Política Moderna del Mundo Arabe en la Universidad de Columbia, New York

1881 es la fecha exacta en que dio comienzo la colonización de Palestina un proceso, como todo el mundo sabe, que todavía no ha terminado. De manera que, por mucho que se intente presentar a los Palestinos como un pueblo post-Nakba, todos nosotros seguimos inmersos en ella. Lo que se está celebrando este año no es, en absoluto, una conmemoración sino el testimonio de que la Nakba es un proceso diseñado para destruir Palestina y a los palestinos, que sigue su marcha

Traducción: Pilar Salamanca Al-Ahram, Kana'an on line

Lo mas difícil de entender en la moderna historia de Palestina y de los palestinos es el

significado de la Nakba. ¿Es la Nakba un acontecimiento puntual que tuvo lugar, y terminó,

en 1948, o es algo más? ¿Qué significan los intentos políticos de cosificar la Nakba y

convertirla en un acontecimiento del pasado que se conmemora anualmente y ante cuyo

formidable simbolismo nos inclinamos? ¿Cuáles son los efectos de la Nakba, episodio

histórico que lamentamos pero que, en última instancia, terminamos aceptando como algo

perteneciente al pasado?

Me atrevo a sugerir que convertir la Nakba en un acontecimiento del pasado, en un hecho

consumado que no podemos sino aceptar, admitir y, finalmente trascender (por más que

sea cierto que para ir hacia delante no podemos sino dejar la Nakba atrás), es una

decisión que tiene también otras lecturas. Se ha llegado incluso a sugerir que si Israel

reconoce y pide perdón por la Nakba, los palestinos perdonarían y olvidarían y los efectos

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de la Nakba que, a su vez, serían relegados a conmemoraciones históricas no muy

diferentes a las que han tenido lugar este año.

En mi opinión, el significado de la Nakba es completamente diferente y el esfuerzo por

limitarla este año a un 60 aniversario, constituye un grave error. Porque, en efecto, la

Nakba es mucho más antigua que esos 60 años y sigue además, a pleno rendimiento,

recorriendo la historia al tiempo que acumula sobre las espaldas del pueblo palestino más

y mayores calamidades cada día. Sostengo por tanto que la Nakba es un acontecimiento

que dura ya 127 años y que no ha terminado todavía. 1881 es la fecha exacta en que dio

comienzo la colonización de Palestina un proceso, como todo el mundo sabe, que todavía

no ha terminado. De manera que, por mucho que se intente presentar a los Palestinos

como un pueblo post-Nakba, todos nosotros seguimos inmersos en ella. Lo que se está

celebrando este año no es, en absoluto, una conmemoración sino el testimonio de que

la Nakba es un proceso diseñado para destruir Palestina y a los palestinos, que sigue su

marcha. Insisto por tanto, que este año no se conmemora el 60 aniversario de la Nakba

sino el año más que nos toca soportar su brutalidad; insisto también en que la historia de

la Nakba nunca fue un hecho histórico limitado solo a nuestro pasado sino, decididamente, la única y verdadera historia de nuestro presente.

El significado de NAKBA

Aunque la Nakba sea una palabra traducida al Inglés con el significado de catástrofe,

desastre o calamidad, estas traducciones no consiguen abarcar todas las ramificaciones y

matices de su significado en lengua árabe. La Nakba es un acto perpetrado por el

Sionismo y sus colaboradores contra Palestina y los Palestinos que ha convertido a este

pueblo en mankubin (1) Ni la lengua inglesa ni la española tienen una buena traducción

para esta palabra, a menos que la forcemos un poco para calificar a los palestinos como

“pueblo sometido a la catástrofe, a la calamidad”. Pero a diferencia del significado griego

de la palabra catástrofe que significa cataclismo producido por la Naturaleza o del latino

desastre, que significa accidente calamitoso que se produce cuando las estrellas no se

encuentran en el alineamiento correcto, Nakba es un acto de destrucción deliberada

ejercido sobre todo un país y su gente. La palabra fue acuñada por el intelectual árabe

Constantino Zureik en su breve libro AGOSTO 1948 acerca de una Nakba que se estaba

produciendo en el mismo momento en el que él se encontraba escribiendo aquellas

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paginas, de la misma manera que se está produciendo ahora, en el mismo momento en

que yo escribo estas líneas.

Hay que decir también que, desde el primer momento, los Palestinos se resistieron a la

lógica racista y colonial de la Nakba, luchando contra los colonialistas, primero desde 1880

a1890 y, después, en 1910, 20, 30, 50, 60 y hasta nuestros días. Si la resistencia

palestina fue incapaz de prevenir la expulsión masiva de más de la mitad de su pueblo y

no pudo impedir tampoco el descarado robo de la mayor parte de sus tierras, tuvo sin

embargo más éxito por lo que se refiere a la derrota de la memoria oficial sionista. En

efecto, la memoria ha sido siempre un componente clave en la resistencia Palestina.

Cuando los palestinos insisten en nombrar a su país, a sus ciudades y sus pueblos con

sus nombres originales, no sólo están rechazando los vulgares nombres con los que el

Sionismo ha ido re-nombrando su tierra, sino que están construyendo una memoria

geográfica que Israel se ha empeñado en hacer desaparecer incluso, físicamente. La

crueldad sionista ha sido tal que, durante los 50 primeros años después su creación, Israel

ha seguido insistiendo no sólo en que los palestinos no existían como pueblo sino, ni

siquiera, como nombre y que incluso este nombre PALESTINOS no debería siquiera

pronunciarse.

Y es que para los sionistas, esta palabra funciona como una suerte de encantamiento que

tendría el poder de hacerlos desaparecer. No andan muy equivocados pues esta palabra,

en si misma, la mejor forma de resistencia contra la memoria oficial, se constituye a sí

misma en fuente de resistencia, tanto en la vida como en la cultura palestina, en su

identidad y en su sentido de la nacionalidad, cosas que Israel había creído erradicar para

siempre y cuya simple supervivencia constituye una amenaza para esa operación de la

memoria basada en la invención ficticia de una no-Palestina o de unos no-Palestinos.

La contra-memoria Palestina está en directa confrontación con los logros de una Nakba

diseñada para hacer olvidar el nombre de Palestina como nombre geográfico y una

ofensa a los esfuerzos de la Nakba actual y pretende hacernos olvidar que los palestinos son una nación al poner el énfasis en una historia pre-Nakba. La supervivencia de los

palestinos desde que comenzó la Nakba, y a pesar de los continuos esfuerzos que se han

hecho para acabar con ellos, convierte la Nakba en una victoria sionista muy poco

rentable. Es en este contexto es donde se comprende mejor la insistencia israelí de dar a

los ciudadanos palestinos de Israel el nombre de árabes israelíes burdo intento de

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condenar su “palestinidad” al silencio. La insistencia sionista en que los refugiados

palestinos se establezcan en sus actuales ligares de acogida haciendo que esos países

les concedan su nacionalidad, es otro intento más de erradicar su nombre de la faz de la

tierra.

Que hace una década, Israel admitiera finalmente la existencia de un pueblo Palestino, fue

sólo al precio de reducir su número a un tercio del total. Al firmar los Acuerdos de Oslo,

Israel acordó con los colaboracionistas palestinos y sus líderes, el precio que la Autoridad Palestina tendría que pagar para que Israel empezara a llamar a Cisjordania y a Gaza

por sus verdaderos nombres. El precio fue, nada menos que la despalestinización del

resto del pueblo palestino. A cambio, los líderes colaboracionistas palestinos, bajo el

disfraz de los Acuerdos de Génova, aceptarían que se triplicara el número de habitantes

de un Israel reconocido públicamente como el Estado de TODOS los judíos del mundo

(2) excluyendo, eso sí, a los ciudadanos palestinos que han vivido siempre ahí y

sobre los que el Estado de Israel, por supuesto, gobierna.

Pero este acuerdo doloso no ha tenido éxito. Por mucho que la Autoridad Palestina haya

intentado legitimarse a si misma, siempre ha sido vista como lo que en realidad es: a

saber, un engendro del ocupante israelí no muy diferente a todos esos regimenes de

marionetas que existen en Asia y África al servicio de sus antiguos amos colonialistas; la

misma función que, por otra parte, cumplieron los Judenraete o Consejos Judíos creados

por los nazis en los getos de la Polonia ocupada y que tenían la misión de controlar la vida

de los judíos a través de los impuestos o de servicios públicos tales como Correos; o,

también, como en los Batustans que la Sud-Africa del apartheid creó como sustitutos de

las tribus. El intento de la Autoridad Palestina de monopolizar el poder de nombrar a los

palestinos o a los judíos, fracasó igual que fracasaron los numerosos intentos que los

precedieron. Y es que los Palestinos insisten en seguir utilizando su nombre dentro de su

propio país y, por otra parte, los Judíos no-israelíes insisten en que están bien donde

están y no quieren adquirir la nacionalidad israelí no importa cuanta ayuda pudiera

prestarles el Gobierno de Israel. Es decir, las políticas de los nombres son las políticas del poder y la resistencia. El poder de nombrar es capaz de crear falsas historias o

ficciones que pudieran ir en contra de la estricta realidad. Mientras que Israel ha

conseguido imponer un cierto número de realidades físicas y geográficas sobre el

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terreno, su esfuerzo por erradicar la memoria histórica, ha fracasado. Los palestinos

siguen estando ahí para impedirlo.

La Nakba es ahora.

Ha existido siempre, es decir desde que el término Nakba empezó a utilizarse para

denominar las tumultuosas acciones de 1948, un esfuerzo subterráneo que intenta

redefinir su significado como algo perteneciente al pasado y no como un acontecimiento todavía en curso. No se trata de un esfuerzo epistemológico sino estrictamente elegido

desde el punto de vista político. Identificar la Nakba como un hecho pasado y acabado es,

a todas luces, declararle irreversible. Es insistir en el matiz de que no se podrá volver a

hacer ningún esfuerzo por redefinirlo, que no existirá posibilidad alguna de levantar ningún

obstáculo a su paso. Es garantizar su legitimidad histórica y política y aceptar todas sus consecuencias como algo perfectamente natural. De esta manera, la resistencia de los

ciudadanos palestinos de Israel, de acuerdo con la versión sionista, no sería una

verdadera resistencia anticolonialista o una que persiguiera legítimos derechos civiles

nacionales sino, más bien una lucha absurda que propondría nada menos que revisar el

significado de la Nakba.

Que Israel haya aprobado, en distintos campos, más de 20 leyes cuyo único objetivo es

institucionalizar de alguna manera los privilegios raciales y religiosos de los judíos y

sus deberes sobre los ciudadanos no-judíos, es un hecho que se nos presenta como una

consagración de la normalidad de la Nakba, algo que, por su parte, los Palestinos

continúan negándose a aceptar. En realidad, algunos líderes israelíes, Tzip Livni entre

ellos, han sugerido que los ciudadanos palestinos de Israel deberían emigrar a países

que pudieran garantizarles sus derechos nacionales en lugar de seguir dentro de Israel

donde NUNCA podrán conseguirlos como consecuencia directa del desarrollo de la Nakba

actual. Muy a menudo se dice que “pueblos más importantes que ellos” optaron en

otros tiempos por auto-desplazarse de unos países que se negaban a reconocer sus

derechos y emigraron a otros que se comprometieron a respetarlos. Puede que haga

referencia, sin ir más lejos, a esos judíos europeos en su día responsables de la Nakba

palestina. Según esta teoría, si los Palestinos de Israel quieren seguir dentro de Israel, se

verán forzados a aceptar la normalidad de la Nakba y, por lo tanto, su nuevo status como

mankubin por lo que nunca podrían acceder a los mismos derechos de los Judíos. El

rechazo de estos palestinos a las consecuencias de la Nakba es, precisamente, lo que

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hace que quieran revertir sus efectos exigiendo a Israel que renuncie a sus leyes racistas para que, de esta forma, pueda llegar a transformarse en un verdadero estado israelí, que no judío. Israel siempre y ahora también el Presidente Bush, ha insistido en

que las consecuencias de la Nakba tienen que ser aceptadas por todos los palestinos.

Estas consecuencias son, en primer lugar, que fue la Nakba la que transformó a

Palestina en un “Estado Judío” (y no al revés); En segundo lugar, que se trata de una

situación NO reversible y, por último, que no importa cuanto trabajen los movimientos

civiles por los derechos humanos o lo que pueda conseguir la Resistencia, esta situación no tiene ya vuelta de hoja. Sin embargo, los ciudadanos palestinos de Israel siguen

negándose a aceptar este planteamiento y continúan resistiendo el mero concepto de reversibilidad. Por lo tanto, su difícil situación, dice Israel, no es consecuencia de la

Nakba, sino de su irreductible empeño en resistirse a ella.

Se dice también que los refugiados palestinos que languidecen en los campos desde

hace 60 años tienen las mismas características de otros refugiados que, como

consecuencia de las guerras, llenan el mundo del siglo XX-XXI. Que sus problemas, por

tanto, no tienen relación alguna con las acciones sionistas llevadas a cabo en 1947-1948 y

que son la causa directa de su expulsión. Pero Israel sigue insistiendo que la causa directa

de estas desgracias fue, en primer lugar, su negativa a asentarse en esos lugares de

exilio así como la negativa de los países árabes que los acogieron a darles su

nacionalidad. Los refugiados, siguen insistiendo los sionistas, sufren no a causa de la

Nakba, sino por su negativa a aceptar la Nakba y a ellos mismos como mankubin.

Esto mismo ocurre con los palestinos de Cisjordania, Gaza y Jerusalem Oriental. Sus

problemas, dicen los sionistas, surgieron a raíz de una guerra internacional que tuvo lugar

en 1967 y cuya causa fue, precisamente que los árabes seguían negándose a aceptar la

Nakba de 1948 como un hecho permanente. Si los Palestinos y sus aliados se hubieran

limitado a aceptarla, las calamidades que les afligen hubieran terminado.

Insistir en que la Nakba es un acto de destrucción en presente continuo es negarse a

reconocer que sus objetivos han sido alcanzados. La resistencia palestina es lo único

que, por tanto, explica el incompleto trabajo de la Nakba y su brutalidad siempre creciente.

Israel y sus partidarios internacionales siguen insistiendo en que los Palestinos tienen la

obligación de reconocer la Nakba y aceptar su derrota. Aceptar también su expulsión, su

ciudadanía de tercera dentro del Estado de Israel, aceptar la conquista de 1967…y que,

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una vez aceptadas estas cosas, sus calamidades habrían terminado. El único problema,

según Israel, es que a los palestinos no les da la gana de dejar de luchar contra ella.

En 1880, cuando los colonos europeos judíos les expulsaron de las tierras que habían

adquirido de los grandes propietarios absentistas y que ellos habían venido cultivando

hacía siglos, los campesinos palestinos se resistieron como pudieron a la Nakba. En 1930

la resistencia palestina adoptó la forma de una gran sublevación que, durante tres años se

enfrentó no sólo a las fuerzas sionistas sino también a los británicos que les apoyaban. En

1947/48 cuando la mayor parte de su país fue conquistado y confiscado por las leyes

racistas del Estado Judío, los palestinos siguieron luchando. Todavía hoy, según Israel y

el New York Times, la resistencia a la Nakba continúa tanto en Cisjordania como en Gaza

lo que, de hecho, ha ido creado un gran número de Nakbas. Si los palestinos aceptaran de

una vez la permanente situación de sitio que Israel ha montado sobre ellos en Gaza, la

mayor prisión del mundo al aire libre, el estado sionista de Israel no se vería forzada a

bombardearles y a matar sus hijos y a destruir sus casas, se limitaría, simplemente a

matarlos de hambre pero manteniéndolos a salvo dentro de los reducidos límites de ese

cómodo apartheid.

Si los palestinos aceptaran de una vez por todas su status de mankubin, la Nakba, un

proceso todavía en marcha, podría, al fin, considerarse acabado. Este visión colonial del

concepto conquista no resulta desde luego excepcional, ni se ve limitado a los israelíes.

¿No fue, ahora hace cinco años, cuando la resistencia iraquí hizo frente a los planes

americanos de inavasión de Iraq que el Presidente Bush proclamó como “misión

cumplida”? También aquí la resistencia iraquí al proceso de destrucción desencadenado

por los americanos sería la verdadera causa de esta destrucción y lo que, en realidad,

impediría que la misión de ejército USA se diese por terminada.

¿Qué es entonces lo que mueve a los palestinos a resistirse a la Nakba impuesta por

Israel? Moshe Dayan dio, hace tiempo, una elocuente descripción de los hechos:”Todos y

cada uno de nuestros pueblos ha sido construida sobre los antiguas pueblos árabes.

Nadie recuerda cómo se llamaban estos pueblos y yo no se lo reprocho, porque los libros

de geografía que incluían esos nombres tampoco existen ya. Y no sólo han desaparecido

los libros: la NAHALAL judía se levantó sobre MAHLUL; GVAT sobre JIBTA, SARID sobre

HANEIFA y KFAR-JEHOSHUA sobre TEL-SHAMAN. No hay un solo lugar en este país

que no tuviera antes alguna población árabe.”

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El éxito de la resistencia palestina a la Nakba ha forzado a un proceso semejante que ha

obligado a dar un nombre a las victorias israelíes y sionistas. Y ese nombre es el nombre

por el que se las conoce hoy día en casi todo el mundo y también, aunque de manera

mucho más limitada, en Estados Unidos. De manera que, haciéndonos eco de las

palabras de M. Dayan, podríamos decir que: La resistencia palestina y su victimización

ha venido a reemplazar el sentido de cada una de las conquistas y victorias sionistas.

Probablemente ninguno de ustedes recuerde ya el nombre de estas victorias y tampoco

nosotros podríamos reprochárselo ya que los libros de historia sionistas y la misma

propaganda que una vez les confirió su legitimidad, ya no las considera legítimas. Y no

solamente han perdido legitimidad estos libros o esta propaganda, sino que las victorias

sionistas e israelíes que reseñaban tampoco son ya reconocidas como tales. El concepto

Nakba ha venido así a ocupar el de guerra de Independencia Israelí; apartheid

reemplazó al de soberanía israelí; expulsión de los palestinos al Plan Dalet o incluso al

de regreso de los judíos a su hogar ancestral; racismo institucionalizado y legal en

Israel ha venido a sustituir al de democracia israelí; el de ciudadanos palestinos de Israel

reemplazó al de Arabes Israelíes; Pueblo palestino al de comunidades-no judías de Pâlestina” tal y como la Declaración de Balfour se había atrevido a describirlas y, last but

not least, el maftul palestino sustituó al cus-cus israelí que, por su parte, continua

intentando reemplazar al maftul palestino original. (3) En fin, que se podría decir que no

hay una sola victoria en este país a la que los palestinos no sigan desafiando,

resistiéndose contra ella.

Como de forma inquebrantable continúan también resistiéndose a la Nakba y negándose a

abandonar sus tierras; con huelgas, manifestaciones y desobediencia civil; a través del

arte, la música y la danza; de la poesía, el teatro y la novela; escribiendo su propia historia

y reafirmando su propia geografía; con denuncias ante los tribunales internaciones y a las

Naciones Unidas. Y también, con piedras y armas. La no aceptación del derecho de

resistencia q ue les acoge (y que está garantizado y legalizado por la ley

internacional) no se limita por supuesto al uso de las armas sino que afecta igualmente, al

arte, los libros, la música, a sus manifestaciones o incluso a sus reclamaciones, en todos

los foros de la ONU, para que se enseñe su historia, se cuente la Nakba, se la recuerde e

incluso, se la rememore.

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La Nakba que, a finales del siglo XIX, planificaron los sionistas planificaron incluía la

ocupación de toda Palestina, la expulsión de la población árabe nativa silgue siendo una

realidad incontestable que, todavía, continua su andadura. Pero mientras que las

adquisiciones de tierra dieron comienzo en 1880 y el saqueo masivo tuvo lugar en 1948,

Israel, a día de hoy, no ha conseguido todavía hacerse con la totalidad de Palestina. La

confiscación permanente de tierras en la Jerusalen Oriental y Cisjordania constituyen una

parte muy importante de la Nakba actual. Los planes sionistas para convertir a la población

de árabes palestinos de Israel en ARABREIN, también. Si de acuerdo con las leyes

internacionales Israel no ha podido todavía expulsar a todos los palestinos ha planeado sin

embargo una astuta alternativa con el objetivo, primero, de esconder detrás de un muro a

todos aquellos a los que no ha podido expulsar, acotando así un espacio al que

denominaría “estado palestino” y, en segundo lugar, confinar dentro de los limites

acotados por ese muro a todos aquellos palestinos que residen “fuera” y, en primer lugar,

a los ciudadanos palestinos residentes en Israel. El resultado, por supuesto, sería la

creación de un ARABREIN ISRAEL incontaminado protegido al otro lado del muro. Hoy

día, la resistencia a esta nueva Nakba esta siendo activamente castigada por Israel con la

colaboración de la Autoridad Palestina y la de los gobiernos árabes patrocinados por los

EEEUU.

La destrucción de más de 500 pueblos palestinos no se produjo, de repente, en 1948. Se

trata de un proceso continuo que se ha venido desarrollando a lo largo de todos los años

que siguieron a la conquista sionista. La expulsión de los palestinos dio comienzo en 1880,

en el terrible mes de Noviembre de 1947 pero es indispensable recordar que los sionistas

habían expulsado a 400.000 palestinos antes del 14 de Mayo de 1948. Muchos cientos de

miles más serían expulsados en los meses y años que siguieron, a lo largo de toda la

década de los 50 y de nuevo a partir de 1967. Pero las expulsiones aún no han terminado.

La sola presencia de los palestinos es la razón principal de que Israel pretenda

deshacerse de ellos. Si los palestinos aceptasen abandonar Palestina por su propia

voluntad, Israel ha asegurado que no habría más expulsiones. Me gustaría señalar que la

insistencia sionista en este tipo de auto-desplazamiento no se dirige sólo contra los

palestinos. Desde su nacimiento hasta nuestros días, el sionismo e Israel han pedido

encarecidamente y siguen pidiéndolo, que toda la Judería del mundo se traslade a Israel.

Igual que los palestinos, la mayoría de los judíos que viven fuera de Israel siguen

resistiéndose a abandonar sus hogares. Mientras que Israel ya no puede atraer a los

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judíos que viven fuera (y hubo tiempos en que si pudo) sigue sin embargo siendo

perfectamente capaz de expulsar a los palestinos no importa cuanto se le puedan resistir.

La resistencia es ahora

La resistencia palestina, ya lo hemos mencionado, es activa en muchos frentes. Una de

las más importantes campañas organizada por los palestinos de Israel se propone la

abolición de todas sus leyes racistas. En este sentido las organizaciones palestinas dentro

de Israel han publicado numerosas propuestas y documentos. Pero esta campaña debería

internacionalizarse. Las Naciones Unidas, y otro tipo de organizaciones y foros

internacionales, tendrían que presionar a Israel para que se deshiciera de ellas. Esta

propuesta, para nada demagógica no como la que se propuso en la ONU en 1975 que

intentaba igualar la definición de sionismo y racismo) intenta demostrar que Israel es un

estado institucionalmente racista que gobierna a través de unas leyes racistas que han de

ser abolidas.

De igual manera, los palestinos y sus aliados han organizado una campaña internacional

para que no se invierta en Israel y se boicoteen sus proyectos y que habrá de durar, al

menos, hasta que cese en sus violaciones de la ley internacional y deje de ocupar

Cisjordania y Gaza. Esta es otra campaña en marcha que ha obtenido, hasta ahora, un

buen número de victorias.

Pero nada de esto quiere decir que los palestinos no sigan soportando grandes

penalidades. El sufrimiento de los Gazawis no ha hecho sino crecer a lo largo de estos

últimos años puesto que Israel los castiga por negarse a aceptar no sólo el estado de

hecho del PALESTINENSERRAT ISRAEL sino también el que los colaboracionistas

palestinos han impuesto en Cisjordania e intentan con todas sus fuerzas imponer en Gaza

en un esfuerzo ilegítimo por derrotar al gobierno democráticamente elegido por todos los

palestinos. Los crímenes de guerra de Israel contra la población de Gaza son el pan

nuestro de cada día. A los Gazawis, no les queda otra salida que no sea resistir.

Al resistirse a la Nakba, los Palestinos han dado en el clavo del proyecto sionista que se

ha esforzado tanto en transformar la Nakba en un recuerdo. Al resistirse a Israel, los

palestinos han obligado al mundo a ser testigos de la Nakba como una realidad presente;

un hecho que, contrariamente a lo que dicen los sionistas, sigue siendo algo reversible. Y

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esto es precisamente lo que amarga a Israel y al Sionismo: su incapacidad manifiesta para

completar su misión de colonizar toda Palestina, expulsar a sus pobladores palestinos y

reunir en esta colonia a todos los judíos del mundo. Y esto también lo que mantiene a

los sionistas y a su proyecto en estado de continua inquietud y, también, en presente

continuo.

Aunque Israel utilice esta situación para proyectarse a si misma como una víctima de sus

propias víctimas, no le ha quedado otro remedio que ir aceptando, inconsciente pero

también conscientemente, que el proyecto sionista no es irreversible. La crueldad que

ha demostrado, y continúa demostrando, con la población palestina es directamente

proporcional a su convencimiento de que los árabes palestinos siguen siendo capaces de

acabar con los logros obtenidos hasta ahora y reinvertir su proyecto colonial. El problema

de Israel no es que sepa que, en todo ese país de colonos, no existe un solo lugar que no

estuviera antes habitado por palestinos, sino que esta convencido de que, hoy por hoy. no

existe tampoco un sólo lugar en ese imaginario “estado judío” que haya conseguido

librarse de sus habitantes árabes palestinos que, además, piensan seguir reclamando por

lo que es suyo

Que la Nakba sea un proceso inacabado se debe a que los palestinos se han negado

siempre a convertirse en mankubines. Lo que estamos viendo en las conmemoraciones de

este año no es solamente un año mas de la Nakba sino las conmemoraciones de un año

mas en ese esfuerzo de resistir a la Nakba. Aquellos que aconsejan a nuestro pueblo que

acepte la Nakba saben bien que aceptarla sería precisamente lo que les obligaría a tragar

con todas sus consecuencias sin restricción alguna. Pero los palestinos no son tontos y

están convencidos de que la única forma de acabar con la Nakba, es seguir resistiendo.

NOTAS:

1. Transposición fonética de una palabra árabe formada a partir de la raíz NAKBA y que aquí

se traduce como desposeídos. (Nota de la traductora).

2. es decir, no sólo de los judíos que VIVEN YA dentro de él, sino también, de cualquier otro

ciudadano del mundo cuya religión sea la religión judía.

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Joseph Massad es profesor asociado de Historia Política Moderna del Miundo Arabe en la

Universidad de Columbia de New Cork. Es autor del libro Vigencia de la Cuestion Palesina . Este

trabajo apareció en Al- Ahram y se reproduce ahora con el permiso del autor.