152597663 Cesare Luporini La Metodologia Del Marxismo en El Pensamiento de Gramsci

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Metodología marxista

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  • La metodologa del Marxismo en el pensamiento de Gramsci

    CESARE LUPORINI

    Este ttulo La metodologa del marxismo en el pensamiento de Gramsci podra dar lugar a un equvoco que es necesario eliminar de inmediato. Podra llevar a atri-buirnos el propsito de reconstruir lo que es esencial, filosficamente, en el pensamiento de Gramsci, como un esfuerzo por comprender e in-terpretar el marxisnrro como si fuera una pura o mera metodologa (que-dando por determinar cul sera el objeto de esta metodologa). Intentos parecidos, respecto al mar-xismo, se hicieron, como es notorio, hace tiempo, y tienen toda una his-toria que no es la ocasin propicia

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    para juzgar y mucho menos para li-quidar en bloque y en abstracto, es decir, independientemente del con-texto de los problemas y de las reglas tericas y de las concretas situacio-nes culturales en las que se origina-

    Pensamiento Crtico, Habana, n 2-3, marzo-abril de 1967. www.filosofia.org

  • ron. Se trata, aparentemente, de una vieja cuestin, y habr quien no de-jar de recordar cmo Croce, en sus escritos de fin de siglo acerca del marxismo, negar sin ms, que el marxismo, o ms exactamente, el materialismo histrico (con cuya in-dicacin se apuntaba entonces a comprender toda la doctrina) pueda considerarse un mtodo, mientras que le negaba tambin el carcter de teora, reducindolo finalmente a un emprico canon de interpreta-cin histrica.^ Aqu, al historiador de las ideas le interesa sobre todo la convergencia de las negaciones, que aparecen como sntoma de una pe-culiar actitud de un pensamiento en formacin. Ms tarde, en efecto, Croce identificar la teora, mejor dicho, la filosofa (toda la filosofa, es decir, su filosofa) con la meto-dologa de la historia. Esa degrada-cin del marxismo, de mtodo a canon, implicaba, a fortiori, tam-bin la negacin (contra Labriola, con quien Croce sostena una discu-sin) de que el marxismo fuera una filosofa, o sea, una autnoma con-cepcin de la realidad.*

    En el clima filosfico actual la pa-labra metodologa se presenta car-gada de nuevas sugestiones y deter-minadas referencias a doctrinas y tendencias filosficas que no estaban "luy desarrolladas en los aos de

    Gramsci, y por lo tanto, entonces, inoperantes en Italia. Se trata de intereses surgidos en un terreno di-verso al de la investigacin histrica y las ciencias humanas (poltica, eco-noma, sociologa, psicologa, etc.) aunque estos intereses, hoy, tratan de alguna manera de asumirlas; pre-cisamente en el mbito de las inves-tigaciones de carcter lgico y lin-gstico en torno a las estructuras ntimas y a los procedimientos de las ciencias matemticas y fsicas. Tales investigaciones parecieran comportar una actitud mental diametralmente opuesta a lo recin sealado, en el Croce de la madurez, en quien toda la filosofa se resuelve en una nica metodologa (la metodologa, al me-nos que nos interesa, del conocimien-to de lo concreto, o sea, de la his-toria). Si estas tendencias filosfi-cas quedaron, en lo que entonces eran sus comienzos (y con ms exac-titud deberamos decir: en lo que fue su primera fase de desarrollo), des-conocidas para Gramsci, sera equi-vocado, creo, considerarlas como ex-traas, de manera radical, a su men-talidad. En efecto, los Quaderni dal carcere se nos presentan muy ricos en observaciones, principios, creen-cias, sugerencias crticas particu-

    1 Benedetto Croce, MaHriaiismo torico ad economa manittiea. Bar, 1927 (cf. par-ticularmente, pp. XI, 9, 13, 15, 79, 86, I I I ) .

    * Croce, ob. cit., p. 90.

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  • lares de carcter metodolgico, referentes a sectores o campos de-terminados de la investigacin cien-tfica (aunque no directamente con-cernientes a las ciencias matemticas y fsicas, de las que Gramsci no tena experiencia), y pertenece a l la afir-macin de que cada investigacin tiene su mtodo determinado y cons-truye una determinada ciencia.' So-meter estos postulados gramscianos a un estudio y a un desarrollo sera, sin duda, algo realmente alentador y quiero agregar, adems, que de-beran estar de acuerdo con ese clima filosfico actual en el cual res-piran tambin en nuestro pas, buena parte de las jvenes generaciones especialistas en filosofa. Induda-blemente, esos principios sealan al-gunos de los intereses ms originales de Gramsci.* Ellos, sin embargo, no son separables si queremos enten-derlos en su total dimensin, si no queremos cometer un atropello in-telectual de la metodologa del marxismo tal como vive y acta en Gramsci: es decir, del procedimiento efectivo mediante el cual l elabora los problemas concretos que lo preo-cupan. Destacar esta efectiva meto-dologa, implcita o explcita, es la tarea primera; y esto es lo que que-remos esclarecer.

    Ahora bien, justamente en este pun-to podra surgir el equvoco al que

    me refera anteriormente. Es conve-niente, por lo tanto, declarar de in-mediato que el marxismo no es para Gramsci solamente un mtodo, sino que es una filosofa, en cuanto es una integral y general concepcin de la realidad o, como l acostumbra a decir, siguiendo las huellas de La-briola, es una concepcin del mun-do." En el pensamiento de Gramsci el momento metdico (que se refiere al conocer y al actuar prctico) y el momento de la concepcin del mun-do se condicionan y prueban rec-procamente, y no son separables sin que se produzca una grave deforma-cin. No se trata solamente de la prueba ya que sta podramos ob-tenerla con slo citar numerosos p-rrafos, sino del nexo profundo, orgnico, de su pensamiento.

    Quisiera aqu llamar la atencin, por un momento, sobre un punto que, al menos para los filsofos especia-listas, pero quizs no slo para ellos,

    ' Gramsci, El mataralitmo histrico y la filosofa da BanodaHo Croea, Ed. Lautaro, Buenos Aires, 1958, p. 140. El p r ra fo es citado de manera particular por Ludovico Geymonat en el ensayo Garatteri e pro-blemi della nuova metodologa, en Saggi di filosofa naeraiionalista, Turn, 1953, pp. 73-74.

    * Me refiero particularmente a las re-flexiones y observaciones de Gramsci en forno a los problemas del lenguaje y de los lenguajes (tcnicos, especficos, etc. ) .

    B Cf. A . Labriola, Ditcorrando di ecia-l'nmo a di filosofa. Bar, 1944. p. 10 a pasffm.

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  • considero no indiferente. Esta posi-cin de Srannsci permite concebir que la filosofa es siempre de alguna manera concepcin del mundo. Esto para Gramsci no era objeto de discusin. Plantear que se puede pro-poner la idea de una filosofa como strenge Wissenschaft, ciencia ri-gurosa, justamente como contraposi-cin a la Weltanschauung, y en cierta manera separada de sta, era una tesis que an no haba tenido, prcticamente, divulgacin en Italia, en los aos en que Gramsci escriba (y, por otra parte, si no me equivoco, tampoco en Francia). Ella haba sido presentada por Husserl en 191!, en un escrito que considero de gran inters para la historia de la cultura filosfica europea de este siglo' (de ese ideal que Husserl vena elabo-rando desde hace tiempo y aplican-do su mtodo). Menciono esto por-que esta tesis se nos presenta, hist-ricamente, como la anunciadora de muchas direcciones posteriores y de muchos procedimientos conceptuales (no me refiero slo a la fenomenolo-ga husserliana, sino a las corrientes de origen muy distinto que pre-cisamente gustan llamarse metodo-lgicas)^ que se difundieron amplia-mente, y que hoy seorean en el mundo filosfico, y con bs cuales el marxismo no puede dejar de estar en discusin.

    Ahora es interesante sealar que en Gramsci se encuentra, y no acciden-talmente, una concepcin del filso-fo que hace a esa actitud. Se trata justamente de! filsofo, y no en un sentido genrico, sino en el sen-tido profesional. Gramsci que ha sido un crtico tan severo y agudo de la historia de la filosofa elabo-rada, tradicionalmente, sobre la lnea de los filsofos individuales y de la sucesin de sus sistemas no evi-dencia hacia el filsofo profesional el desprecio prejuicioso con el que se complaca Croce. Al filsofo profe-sional, o tcnico, l le asigna un papel preciso; sto tiene en los diversos campos del pensamiento dice Gramsci la misma funcin que en los diversos campos cientfi-cos tienen los especialistas.* Cono-

    Husserl, Philotophie ais ttrang* Wis-senschaft, en Logos, I (1910-11). Es inte-resante observar que Husserl desarrolla su posicin mediante una discusin con el Hi i -torismus. De la Weltanschauung l subraya el elemento sabidura (Waisheit, Welt-weisheit).

    ' Cf. I. M. Bochensky, EuropSisehe PW-losophie der Geganwart. Berna, 1951, p. 32. Sowohl die mathematische Logik ais auch Phanomenologie sind ver alien Methoden nicht inhaltliche Lehren. Beide sind aus einer Besinnung auf die Grundiagen der Wissens-chaft hervorgegangen und versuchen, diese durch eine rationale Methode neu zu be-grnden.

    ' Gramsci, El materialismo histrico..., ed. cit., p.^ 32. Para las prximas citas de El materialismo..., la paginacin ir en el texto entre parntesis ( ). Cuando se trate de otra obra, la referencia ir al pi da pgina.

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  • cimiento del estado de los proble-mas, de su desarrollo hasta l mismo, del punto en que tienen que ser re-tomados, como le sucede o debera sucederle a todo especialista. Pero su tarea ms especfica aparece como la reduccin de los procedi-mientos del pensamiento a ho-mogeneidad, coherencia, logici-dad. En tal sentido, observa Grams-ci, no ser exacto llamar filosofa a toda tendencia del pensamiento, toda orientacin general, etc., y tampoco a toda concepcin del mundo y de la vida. Estamos en el terreno, podramos decir, al menos como actitud de fondo, de las ac-tuales filosofas metodolgicas.

    Sin embargo agrega Gramsci hay una diferencia entre el filsofo especialista y los dems especialis-tas: aqul se acerca ms a los otros hombres que los dems especialistas.

    El haber convertido al filsofo espe-cialista, en la ciencia, en una figura similar a los dems especialistas es lo que determin la caricatura del filsofo. Porque, realmente, es posi-ble imaginar a un entomlogo espe-cialista sin que los dems hombres sean entomlogos empricos; a un especialista de la trigonometra, sin que la mayor parte de los dems hombres se ocupen en trigonometra, etc. (se pueden encontrar ciencias refinadsimas, especializadsimas, ne-

    cesarias, pero no por ello comu-nes), pero no es posible imaginar a ningn hombre que no sea tambin filsofo, que no piense, puesto que pensar es propio del hombre como tal. Esta advertencia de Gramsci no tiene nada que ver con la conocida tesis idealista. O, si queremos, es la tra-duccin de esta tesis, que baja del cielo especulativo a sus trminos reales, que sern siempre, para Gramsci, trminos historicistas. En otra parte deca: No es el pensa-miento, sino lo que realmente se piensa, lo que une o diferencia a los hombres (p. 39). Ahora bien, lo que realmente se piensa no es para Gramsci simple-mente lo que se cree pensar, sino lo que se manifiesta en la prctica, en el actuar prctico: sin embargo, el uno y el otro aspecto, lo que se cree pensar y lo que efectivamente se piensa actuando, constituyen, ambos, esa concepcin del mundo, por la que todos los hombres son filso-fos. La cual, por muy disgregada y contradictoria que sea (en cuanto no est an encarada crticamente), constituye el contenido de lo que se llama el sentido comn. Pero por esta inmanente y siempre presente concepcin del mundo que apa-rece de tal manera ligada, por un lado, a las ideas recibidas y, por el

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  • otro, al obrar prctico no estamos jomes aislados, sino que pertenece-mos siempre a un agrupamiento (e inclusive bajo el aspecto ideolgico, pertenecemos a una multiplicidad de agrupamientos), somos siempre hom-bres-masa, hombres colectivos (p. 12). Permtaseme aqu interrum-pir el hilo de esta inicial reconstruc-cin del pensamiento gramsciano para introducir una consideracin.

    Estos conceptos de Gramsci, recin expuestos, los encontramos en los Quademi del carcere con el ttulo de Introduccin al estudio de la filosofa y del materialismo histrico como puntos de referencia prelimi-nares. Lo cierto es que Gramsci en ese momento no pensaba escribir una Introduccin a la filosofa para las escuelas del Reino {como las que justamente en esos aos entraron en circulacin...); sin embargo, hay en el carcter de estas reflexiones no solamente un nexo lgico vlido por s solo, sino un evidente y muy ex-plcito propsito pedaggico. Es preciso destruir el muy difundido prejuicio as comienza esa serie de apuntes de que la filosofa es algo sumamente difcil por ser la ac-tividad intelectual'propia de una de-terminada categora de cientficos especialistas o de filsofos profesio-nales y sistemticos... Parcese or, en estos prrafos, el eco de las con-

    versaciones personales que Gramsci sostuvo con los obreros de Turn, ios compaeros de persecucin, de des-tierro y de crcel (mientras le fue posible), a quienes l instrua terica y polticamente, y en quienes iba formando la personalidad de [os cua-dros revolucionarios del partido de la clase obrera. No es sta una nota-cin marginal, sino, me parece, nos ayuda a comprender la manera en que Gramsci, concretamente, con-ceba el poder del marxismo, que tiene significado universal. Adquirir una personalidad significa nos dice Gramsci tomar conciencia... de las relaciones (relaciones histrico-sociales de que cada individuo for-ma parte, en su aspecto necesa-rio, es decir, condicionante, y tam-bin en su aspecto voluntario: puesto que se trata de transformar-las. El hombre activo, de masa, (y va subrayado el trmino activo) obra prcticamente, pero no tiene clara conciencia terica de su obrar que, sin embargo, es un conocimien-to del mundo, puesto que lo trans-forma. Y agrega: Su conciencia terica puede estar, incluso histrica-mente, en contradiccin con su obrar (p. 19).

    El obrar prctico, que ya encierra en s mismo un conocimiento, es el punto de apoyo y de referencia (los fundadores del marxismo haban es-

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  • tablecido en el Manifiesto la nece-sidad de expresar una lucha de clases que ya existe), tendiente a la modificacin de la concepcin del mundo (de la conciencia te-rica), a fin de llevarla a un plano de coherencia de acuerdo con las exigencias y los supuestos de ese obrar, elevndola a un nivel superior, precisamente al de la coherencia y conciencia crtica, engendradas por el anlisis de las relaciones histricas y sociales en que se obra. Es muy interesante la manera como Gramsci une estos conceptos con el propsito educativo que tena presente. A esas relaciones importa conocerlas ge-nticamente, en su movimiento de formacin, puesto que cada indivi-duo no es slo la sntesis de las re-laciones existentes, sino de la historia de estas relaciones, esto es, el resu-men de todo el pasado. Se dir que lo que cada individuo puede cambiar es bien poco, en relacin con sus fiierzas. Esto, hasta cierto punto, es verdad. El individuo puede asociarse con todos aquellos que quieren el mismo cambio, y, si este cambio es racional, el individuo puede multi-plicarse por un nmero importante de veces y lograr una modificacin bastante ms radical que lo que a primera vista parece posible (p. 37). Me detuve en estas palabras, tan simples, porque en ellas est el ABC

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    de la educacin revolucionara de la clase obrera, en su aspecto terco, y coinciden rigurosamente con una introduccin a la filosofa. En ese sentido Gramsci habra podido ini-ciar su ensayo popular. Y ob-srvese que el punto de partida es precisamente el hombre individual, concreto y viviente al cual Gramsci se dirige, miembro, en este caso, de un grupo social subalterno; y antes que nada est planteada la cuestin de su personalidad, de la conquista y la formacin de la mis-ma. Precisamente, en ese mismo contexto leemos: Se puede decir que cada cual se cambia a s mis-mo, se modifica, en la medida en que cambia y modifica todo el con-junto de las relaciones de las cuales es el centro de anudamiento. En este sentido, el filsofo real no es y no puede ser otra cosa que el poltico, es decir, el hombre activo que modifica el ambiente, entendi-do por ambiente el conjunto de las relaciones de que el hombre forma parte. En estas palabras encon-tramos representada en su forma, si queremos ms brusca y elemental (pero que nos hace comprender, justamente por esto, e inmediata-mente, todo su alcance realista) esa identificacin entre filosofa y pol-tica, que en otros prrafos es ela-borada por Gramsci de manera dis-

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  • +inta y enriquecida mediante esla-bones y procesos de mediacin; y de la cual se desprende la consi-guiente conclusin de la tesis XI sobre Feuerbach: Los filsofos, hasta ahora, han interpretado el mundo de maneras distintas; pero ahora se trata de transformarlo.

    Gramsci relacionaba esta tesis con el famoso dicho de que el prole-tariado a'emn es heredero de la filosofa clsica alemana, dicho que, naturalmente, ha tomado un sig-nificado extensivo, general, para el pro'etariado revolucionario. Grams-ci se cuida mucho de no tomar esta sentencia como un smbolo, un bla-sn, como a menudo retrica y su-perficialmente ha sido tomada, sino que trata de comprender y elabo-rar su significado. Y uno de los significados fundamentales es ste: que el marxismo, justamente en cuanto es filosofa, o sea, concep-cin del mundo, concepcin del mundo que tiende a unificar cohe-rentemente, antes que nada, la con-ciencia de la clase revolucionaria en su accin colectiva es, por natu-raleza, filosofa de masa (concep-cin de masa, concepcin unitaria de masa). Y, naturalmente, no en un sentido desgastado y anticient-fico o subcientfico, sino en un sen-tido nuevo y revolucionario del con-cepto tradicional de filosofa. (Es

    cierto que estas expresiones pueden desagradar a aqullos que no saben separarse de este ltimo concepto tradicional). Es decir, es una filo-sofa que, en la historia concreta de su desarrollo, recoge del movi-miento de las masas, de las expe-riencias de ese movimiento y de su direccin, su propia razn de ser y los elementos de su propio de-sarrollo crtico. Pero este hecho, es decir, esta unin entre la concien-cia en transformacin de las gran-des masas humanas y la filosofa con carcter crtico (que natural-mente tiene mltiples grados y ele-mentos de mediacin) es un hecho absolutamente nuevo y revoluciona-rio en la historia, el cual modifica las dimensiones mismas del filosofar (introduciendo en lo que podramos llamar un nuevo parmetro, un nue-vo coeficiente que transforma las re-laciones anteriores) y con esto trans-forma tambin la figura tradicional del filsofo individual, para dar lu-gar a lo que Gramsci llama el filsofo democrtico, es decir, el filsofo convenc ido como l dice de que su personalidad no se limita a su individualidad fsica, sino que se halla en relacin social activa de modificacin del ambiente cultural (p. 35). Las investigacio-nes de Gramsci en torno a los intelectuales, a su funcin en la so-

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  • ciedad y a su historia hay que plan-tearlas, pues, en relacin con este concepto, y en particular con la pregunta que l se hace sobre la funcin que le corresponde todava al gran intelectual en el mundo moderno. La respuesta de Gramsci me parece importante. Esa funcin dice permanece intacta, pero encuentra un ambiente mucho m6s difcil para poder afirmarse y de-sarrollarse: el gran intelectual debe, tambin l, zambullirse en la vida prctica, transformarse en un orga-nizador de los aspectos prcticos de la cultura si quiere continuar diri-giendo; debe democratizarse, ser ms actual: el hombre del Renaci-miento ya no es posible.'

    Muchas crisis repetidamente denun-ciadas, o anunciadas o autoanuncia-das, del filosofar (o de la cultura) en este siglo posterior a Hegel, aparte de los contenidos doctrina-les, tienen su raz real y encuentran su explicacin en lo sealado por Gramsci en estas palabras.

    Este nuevo hecho revolucionario el aparecer, en la historia huma-na, de una filosofa crtica y cient-fica como una filosofa de masa, como una concepcin unitaria de masa constituye el carcter que Gramsci le asigna al marxismo, en cuanto movimiento real entendido en su potencialidad de desarrollo,

    tal como reforma popular de ios tiempos modernos, en el sentido de reforma intelectual y moral. En el trmino reforma, evidente-mente, no hay nada que se contra-ponga a revolucin; no hay ni siquiera el ms lejano matiz de re-formismo. Es una reforma que tiene como origen y contenido propio, precisamente, a ese nuevo hecho revolucionario, el cual antes de to-mar a direccin del movimiento real de las masas lo refleja y lo expresa: expresa una lucha de clases que ya existe. Esta reforma se ex-tiende progresivamente, en la lucha de clases, con distintos ritmos y vici-situdes histricas, pero tiene como punto de referencia esencial, y dis-criminante de sus caracteres, la cues-tin del Estado y del poder, la cual est siempre presente en Gramsci. En efecto, l distingue continuamen-te, medianie tiles anlisis y diferen-tes direcciones de bsquedas, los diversos aspectos que la reforma asu-me antes y despus de la conquista estable del poder por parte de la clase revolucionaria. El significado especfico y global de dicha re-forma constituye para Gramsci, in-dudablemente, una radical revolu-cin cultural. Y todava, a mi ma-nera de ver, l ha empleado lti-

    * Gramtcl , PaMato prMnt, ed. cil-., p. 30.

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  • mmente el trmino reforma no slo porque se trata de un momento distinto del de la revolucin poltica y de la transformacin de las rela-ciones de produccin (los clsicos del marxismo se han preocupado siempre, en general, de esclarecer la diferencia de ritmo entre el mo-vimiento estructural y los movimien-tos de las superestructuras y, en estas ltimas, entre lo que ocurre en el plano de los acontecimientos polticos y las ms lentas transfor-maciones de las conciencias y de las costumbres), sino porque en el concepto de reforma se seala me-jor el aspecto educativo, es decir, la eficiencia de una accin constan-te, expansiva, racionalmente dirigida hacia las conciencias, en conexin, naturalmente, con la lucha poltica y con la revolucin y transforma-cin de las relaciones sociales. La reforma en las ideas y en las con-ciencias no se concibe como algo pasivo que acompaa a la revolu-cin poltica y social, sino que debe ser conducida y realizada activa y conscientemente por quien dirige (e incluye tanto la fase prerrevolucio-naria y preestatal, como la revolu-cionaria y estatal, con grandes dife-rencias entre una y otra). Gramsci na previsto de manera muy aguda la complejidad de los problemas que se le presentan a una clase subalter-

    na cuando se transforma en clase autnoma y dirigente: desde el mo-mento en que un grupo subalterno se torna realmente autnomo y he-gemnlco..., nace concretamente la exigencia de construir un nuevo or-den intelectual y moral (p. 85). En el cuadro de estas cuestiones, estre-chamente soldado con el inters pol-tico emerge el constante inters edu-cativo de Gramsci, ya no dirigido a los individuos, sino que ahora asu-me todo el contenido democrtico del comunismo como movimiento real: los nexos entre dirigentes y dirigidos, gobernantes y gobernados y educadores y educados son los te-mas sobre los cuales l retorna con-tinuamente.

    La nocin gramsciana del marxismo como reforma intelectual y moral de la masa tiene tambin otro campo de validez. Esta nocin une terica-mente al comunismo, entendido justa-mente como movimiento real, con otros fenmenos histricos determi-nados, permitiendo la aprehensin de bs elementos analgicos y el sea-lamiento al mismo tiempo, de las diferencias radicales (la nocin sirve, por consiguiente, tanto a la meto-dologa historlogrfica como a la perspectiva o previsin del futuro, en cuya elaboracin participamos co-mo parte activa y voluntarla). Exis-tieron, en efecto, en la historia otras

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  • reformas intelectuales y morales de carcter popular, que tenan profun-das races sociales y que fueron acompaadas, proseguidas y tambin precedidas por varias y particulares elaboraciones conceptuales, filosfi-cas y metafsicas. Gramsc i tiene siempre presente al cristianismo y, sobre todo, en un contexto hist-rico mes cercano a nosotros, a la Reforma protestante y al iluminismo (en los caracteres y repercusiones popularas de este ltimo; y Grams-ci subraya en l, como ya lo haba hecho Bigeis, la novedad del carc-ter laico (p. 91). Pero ninguno de estos fenmenos ha abarcado, de hecho, la totalidad del gnero humano, tal como ocurre con el comunismo. No se trata solamen-te de una diferencia cuantitativa.

    B problema de la toma de concien-cia de las grandes masas, en el seno de la lucha econmica y poltica, el problema de su unificacin cultu-ral, engloba, en un horizonte mSs amplio, el de la unificacin cultural de todos los hombres. Es el horizon-te, virtualmente universal, del desa-rrollo y de la expansin de la socie-dad socialista y comunista, de la que Lenin haba escrito'(1913) que cel punto esencial de la doctrina de Carlos Marx es la interpretacin de la funcin histrica mundial del pro-

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    letariado como creador de la socie-dad socialista.

    Esto concierne, de manera no extrn-seca sino ntima, al carcter de la filosofa marxista que es, antes que nada, la teora revolucionaria de la clase obrera y que se dirige esen-cialmente a ella (Marx, Engeis, Le-nin se preocupan siempre de la edu-cacin terica de los obreros conscientes y se ocuparon atenta-mente de sus progresos y tambin de los pequeos grupos), pero que concede al mismo tiempo, a la re-volucin proletaria, un significado universal de rescate de la humanidad integral del hombre, desgarrada por la divisin de la sociedad en clases antagnicas, las cuales basan su pro-pia existencia en los sistemas de explotacin del trabajo, que se su-cedieron histricamente. La Huma-nidad integral del hombre no es en-tendida en el marxismo (a diferen-cia de los anteriores humanismos re-ligiosos o no religiosos) como un dato metafsico u originario por res-taurar, sino como una exigencia con-siderada en forma determinada por el desarrollo histrico, como una meta y un punto de llegada (y, na-turalmente, tampoco esto hay que entenderlo en sentido absoluto o metafsico). Lo humano es un punto de partida o un punto de lle-gada, como concepto y hecho uni-

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  • tario?, se pregunta Gramsci. Con-siderndolo con^o punfo de partida, la investigacin misnna de esto no es ms que un residuo teolgico y metafsico, contesta (pp. 39-40). Justamente por esto, la concepcin marxista es la respuesta ms satis-factoria acerca de que la natura-leza humana sea el conjunto de las relaciones sociales dice Grams-ci, porque incluye la idea de de-venir (el hombre deviene, cambia continuamente con la modificacin de las relaciones sociales] y porque niega al hombre en general; en verdad, las relaciones sociales son expresadas por diversos grupos que se presuponen entre s, y cuya uni-dad es dialctica, no formal. Y sigue: Se puede decir tambin que la naturaleza del hombre es la his-toria. . . , si se da a la historia el significado de devenir, de una concordia discors que no parte de la unidad, sino que tiene en s( las razones de una unidad posible, pier-de sentido, entonces, desde el punto de vista marxista mediante esta negacin del hombre en' general la pregunta: qu es el hombre?

    Al contrario, podemos decir: me-diante el marxismo ella adquiere un significado concreto, que es un sig-nificado de movimiento, o desarro-llo consciente, y como tal podrta-nos agregar que es directora, prc-

    tica y reguladora. Si pensamos en ello -escribe Gramsci veremos que con la pregunta acerca de qu es el hombre queremos significar: Qu puede llegar a ser el hombre? Puede dominar su destino? Ha-cerse, crearce una vida? Esta pre-gunta nace del hecho de que he-mos reflexionado sobre nosotros mis-mos y sobre bs dems, y de que queremos saber, en relacin con lo que hemos reflexionado y visto, qu somos y podemos llegar a ser, y dentro de qu lmites somos los ar-tfices de nosotros mismos, de nues-tra vida y de nuestro destino." Y ello queremos saberlo hoy en las condiciones dadas hoy da, de la vida de hoy y no de cualquier vida y de cualquier hombre.^^ (p. 35). Se podra pensar que en esa resolu-cin gramsciana del hombre en la historia (el hombre es un proceso y precisamente el proceso de sus actos), aunque la historia es enten-

    10 Pero Gramsci al mismo t iempo nvM-tiga tambin las rafees histricas (y el sig-nificado histrico de mase). La pregunta ha recibido su contestacin de especiales y determinados modos de considerar la vida del hombre: el ms importante de estos mo-dos es la religin, y una religin deter-minada, el catolicismo.

    11 Estas ltimas palabras de Gramsci po-dran remitirnos at

  • dida, como se ha visto, en un sen-tido no formal, se pierde la com-ponente naturalista del marxismo.

    Pero sera una interpretacin unila-teral e incompleta (y se tornara ten-denciosa] del pensamiento de Grams-ci. A l emplear Gramsci una vez la expresin gnero humano (histo-ria del gnero humano), se de-tiene a comentarla, al observar: el hecho que se adopte la palabra g-nero, de carcter naturalista, tiene su significado (p. 40). Qu quiere decir con esto Gramsci? El ha re-chazado decididamente, en el mismo contexto, la idea de que la unidad del gnero humano puede ser dada por la naturaleza biolgica del hombre. Gramsci observa que las diferencias importantes de los hom-bres en la historia, no son las biol-gicas y que tampoco ia unidad biolgica ha significado gran cosa en la historia.** Y, sin embargo, re-petimos, el carcter naturalista de la expresin gnero humano tiene pa-ra Gramsci su significado. El he-cho es que Gramsci no piensa negar la existencia de esa unidad (o co-munidad biolgica del hombre, que se ha engendrado como sea, sino negar su notable incidencia en la historia humana. La naturaleza del hombre, en un sentido puramente biolgico, es para Gramsci, como

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    para todo el marxismo, solamente un presupuesto de la historia humana.

    All no puede ser buscada esa uni-dad de lo humano que se halla ante nosotros como un objetivo engen-drado por el desarrollo histrico. Pero, por otra parfe, ese presu-puesto de la historia (humana) no es, bajo otro aspecto, inoperante en ella. Podramos decir: no ya en cuanto objeto de la biologa (que al considerar al hombre lo abstrae del desarrollo de su socialidad his-trica), sino en cuanto objeto de la economa poltica, es decir, de una ciencia histrico-humana, que el mar-xismo, al hacerle su crtica, ha in-tegralmente historizado. Bajo este aspecto el hombre sigue siendo, de manera insuperable, naturaleza, pero de una naturaleza ya englobada en la socialidad-histrica humana y en funcin de sta y an ms (contra todo idealismo), un momento irre-ductible de la misma. Esta es la posicin integralmente marxiste; y aqu nos parece se encuentra el ms riguroso fundamento materialis-ta del marxismo. Escribe Marx en El capital: La tecnologa revela el comportamiento activo del hombre hacia la naturaleza, el proceso inme-

    " Tampoco la facultad do la razn o el espfritu agrega Gramsci ha crea-do unidad y puede ser reconocido como un hecho unitario, porque et tolo el concepto formal, categrico.

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  • dafo de produccin de su vida y, por lo tanto, tannbin de su vida social y de las representaciones es-pirituales que de ella derivan.^* Esta posicin nos remite, por su con-tenido, a la revolucin filosfico-metodolgica realizada por Marx y Engeis en los aos que van de 1843 a 1846, y que los llev a la con-quista del materialismo histrico.

    Dicha posicin, en ese mismo prrafo de El capital, Marx la contrapone al materialismo abstracto de tipo cientfico-naturalista (Marx se re-fiere a los cientficos de su poca, voceros de tal materialismo, y ade-ms, a las correlativas representa-ciones abstractas e ideolgicas que ellos esgrimen ni bien se arriesgan en algo que no es de su especiali-dad). Esta es tambin la posicin de Gramsci: La humanidad que se refleja en cada individualidad est compuesta de diversos elementos: i) el individuo: 2) los otros hombres; 3) la naturaleza. Pero el segundo y el tercer elemento no son tan sim-ples como puede parecer. El hom-bre no entra en relacin con los de-ms hombres por yuxtaposicin, sino orgnicamente, es decir, en cuanto forma parte de organismos, desde los ms simples hasta los ms com-plejos. As, el hombre no entra en relacin con la naturaleza simple-mente por el hecho de ser l mismo

    naturaleza, sino activamente, por me-dio de la tcnica y del trabajo (p. 36). Para quien observe con detencin, esta posicin (que hemos comproba-do en Marx y Gramsci) comporta la centralidad del materialismo hist-rico en la filosofa marxiste. Es de-cir, la centralidad que considera al hombre en su nexo permanente y activo con la naturaleza (de cuyo complejo desenvolvimiento histrico se desarrolla toda la historia social humana), como el nico punto de partida concreto que poseemos para cualquier otra consideracin de la realidad. Es el punto de partida teorizado, de manera resumida y mordaz, por Marx en las once Tesis sobre Feuerbach (texto fundamental para Gramsci) y cuyo principio gno-seolgico fue expresado por Lenin como criterio de la praxis. Pero aqu conviene ser muy claro, porque lo que estamos diciendo contiene un exacto elemento polmico. No parecen conciliables con la posicin a la que Gramsci es fiel (y la con-sideramos la nica rigurosamente crtica, adems de correspondiente a la misma gnesis histrica de la doctrina) aquellas formas de expo-sicin del marxismo, aun cuando rea-lizadas con fines didasclicos, en las

    " Marx, El cpai, Roma. 1952. libro I. jec. IV, No. 8?, p. 72 (trad. ital.).

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  • cuates el materialismo histrico se presenta, segn una implcita lgica clasificadora y no dialctica, como caso particular de aplicacin (a la sociedad) de un ms vasto materia-lismo dialctico, y cuya descrip-cin de contenido parece no necesi-tar de la presencia del hombre en el mundo. (Esta observacin de por s no implicara la exigencia de que es la presencia del ser humano, y tanto menos de su pensamiento, la que introduce la dialctica en la rea-lidad). No obstante, esas formas de exposicin son hoy las ms difun-didas y generalmente las ms reco-nocidas.

    Creo que se trata de una cuestin no escolstica y formal sino de con-tenido. Slo esa actitud menta!, nos parece, que guarda como constante punto de referencia la praxis huma-na sensible, puede salvar al marxis-mo de las extraas intrusiones de materialismo metafsico (que no es suficiente rechazar con palabras). Esta actitud mental, que fue propia de los fundadores de la doctrina, nos parece la nica que permite la po-sibilidad de reconstruccin y desa-rrollo permanente del contenido de lo que se ha dado en llamar ma-terialismo dialctico de manera tal que ste quede siempre abierto a los nuevos resultados y a los mto-dos en transformacin de las cien-

    cias de la naturaleza, verificndolos y discutindolos mediante una ade-cuada concepcin filosfica. Exigen-cia sta, si no nos equivocamos, que fue justamente planteada por ios cl-sicos y en particular por Engels, quien se ocup ms de cerca de tales cues-tiones. Y esto en contra de toda contraccin escolsticadogmtica del marxismo mismo.

    La metodologa marxista de Grams-ci, que se ajust, en este sentido, a travs de la discusin crtica del manual de Bujarn (pp. 121-173), y que tiene como hilo conductor el profundo convencimiento de la in-tegral autonoma filosfica del mar-xismo (sin que por esto se corten los hilos que histricamente lo co-nectan con la anterior tradicin del pensamiento) nos mantiene lejos del riesgo aludido. Aqu es necesario agregar que, si es verdad que el marxismo como revo'ucin filosfica es la coincidencia del naturalismo con el humanismo (los cuales en su realizacin se transforman recproca-nnente) puede ser que haya en Gramsci, de hecho, sobre todo por razones de polmica interna (contra las penetraciones de materialismo metafsico en el marxismo), cierto debilitamiento de la instancia o com-ponente naturaKsta respecto a la hu-manista, un desequilibrio en este sentido. Es la opinin de quien es-

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  • cribe. A Sramsci le interes, so-bre todo, el aspecto humano (y por lo tanto tambin el ideolgico, su-perestructural e histrico) de la cues-tin do la obietvidad, en torno a la cual sus reflexiones son de gran importancia y originalidad. Pero en lo que concierne al grave problema del nexo entre esta objetividad y la naturaleza estamos ya como al margen extremo de su inters y de su meditacin. Y aqu precisamente es donde se verifican ciertas vacila-ciones y titubeos. Gramsci no se contenta con repetir formulaciones preestablecidas, por mucho que ellas puedan parecer sugestivas y llenas de contenidos. El se esfuerza para pensarlas y considerarlas siempre en todas sus conexiones y precisamente por esto es un maestro del mtodo.

    La cuestin que tenemos ante nos-otros es la de la difcil cohesin objetiva (es decir, no ya solamente en el sujeto humano, como praxis sensib'e-racional] entre naturaleza e historicidad, que indudablemente es, creo, el punto terico ms delicado de toda la filosofa marxiste. Desde ese margen extremo, antes mentado, Gramsci sealaba, sin embargo, el desarrollo sucesivo de la bsqueda que consiste en el ahondamiento de la tesis de Engeis: la unidad real def mundo est demostrada por el largo y laborioso desarrollo de la

    filosofa y dd las ciencias natura-les. Donde Gramsci al comentar-la, expresaba que esta formulacin contiene realmente el germen de la concepcin justa, porque se recurre a la historia y al hombre para de-mostrar la realidad objetiva (p. 146). Anotacin historicista esencial-mente gramsciana. Con" todo eso, slo quien tuviera los ojos vendados por el dogmatismo y el escolasticis-mo podra encontrar en ella cierto alejamiento de la posicin de los clsicos (que no fue jams ni em-pirista, ni positivista, ni materialista-vulgar). Engeis, justamente, al con-cluir en 1885, su prefacio de la segunda edicin del Anti-Dhring subrayaba dicha complejidad hist-rica de la filosofa y de las ciencias (unas en relacin con otras) cmo nico punto de referencia posible para librarse de toda visin meta-fsica de la naturaleza y de la filo-sofa de la naturaleza.**

    ^* . . . Esos contrastes polares que M crean irreconciliables e indisolubles, esas lneas divisorias y diferencias de clase esta-blecidas violentamente eran, precisamente, las que daban a las modernas ciencias na-turales tericas su mezqund carcter mef-ffsico. La^ conciencia de que esas antfte y diferencias, aun presentindse n la natu-raleza, slo tienen una vfidei ^1at^ va,'de que, por e| contrario, su aparenW ri^ifta y virtud absoluta son introducidas en t naturaleza por nuestra reflexin, esta con-ciencia forma la midul de la crfcepiiaa dttctica de la natufato; A la CdB-Ciencia puede llegarse' obligddd pw 1^ he-cho* que la* cinie< Kturelet Vatf dar

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  • El giro del discurso parece habernos alejado del punto principal en tomo al cual versaba, esto es, en torno a la interpretacin gramsciana del marxismo como concepcin unita-ria de masa y reforma intelectual y moral, reforma popular de los tiempos modernos. Y sin embargo, es un alejamiento slo aparente, por-que el contenido crtico del marxis-mo no est concebido por Gramsci como algo indiferente y superior y separado del carcter concreto del movimiento real del cual es la teo-

    ra. La exigencia de reconciliar histri-camente el aspecto de filosofa de masa del marxismo con la solucin de las tareas tericas y cientficas ms elevadas y complejas, es decir, la exigencia de una cultura inte-gral que sobre la base de la clase revolucionaria realice una expansin ilimitada entre los hombres, se pre-senta por ello, en Gramsci, como esencial a la dinmica misma del marxismo y caracteriza su originali-

    dad. Tampoco la identificacin dia-lctica realizada por Gramsci entre fibsofa y poltica (mediante los mo-mentos: historia, cultura, ideologa, etc.) que tiene aspectos cualitati-vamente diversos: si se remite al pasado {como criterio de interpreta-cin historiogrfica)** o si se pro-yecta hacia el futuro sera com-prensible si esa nueva dimensin del filosofar (no tiene nada que ver),

    * Al respecto es importante, por ejem-plo, la nocin gramsciana que considera lo que es la filosofa do una poca: Desde el punto de vista que nos interesa, el estu-dio de la historia y de la lgica de las diversas filosofas de los filsofos no es suficiente. Por lo menos como orientacin metdica, es preciso atraer la atencin ha-cia otras partes de la historia da la filoso-fa, esto as, hacia le concepciones del mundo do las grandes masas, hacia las da los ms estrechos grupos dirigentes (o inte-lectuales) y. finalmente, hacia las relaciones existentes entre estos distintos complejos culturales y a la filosofa de los filsofos. La filosofa de una poca no es la filosofa de tal o cual filsofo, de tai o cual grupo de intelectuales, de tal o cual sector de las masas populares: es la combinacin de todos estos elementos que culmina en una determinada direccin y en la cual esa cul-minacin se torna norma de accin colec-

    mulando; pero os mes fcil remontarse a ella aplicando a^ carcter dialctico de estos hechos la conciencia de las leyes del pen-samiento dialctico. El caso es que hoy las ciencias naturales han hecho tales progresos quo ya ro pueden sustraerse a la sntesis dialctica. Pero este procaso se let har mes fcil n ohndando que los resultados en que se resumen sus experiencias son otros tantos conceptos, y que el arte da operar con conceptos no lo da la naturaleza ni so adquiero con la vulgar conciencia de la realidad cotidiana, sino que reclama un

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    discurrir real, discurrir que tiene detrs de s una larga historia emprica, ni mes ni monos que la investigacin emprica de la naturaleza. Precisamente por eso, porque van aprendiendo a asimilarse los resultados de dos milenios y medio de evolucin filo-sfica, es por lo que estn desprendindose, por una parfe, de toda asa priunia filo-sofa especfica de la naturaleza, extraa y superior a ellas, y por otra, tambin del mezquino mtodo especulativo del empi-rismo ingls |F. Gngols, Ant-OOhring, d. Hemisferio. Buenos Aires, 1956, p. 17).

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  • por ejemplo, con una identificacin verbal de tipo actualista). Tambin la polmica contra el idea-lismo, que se desarrolla en Sramsci mediante una serie de motivos muy diferentes (ligados en la mayor parte a circunstancias de la cultura italia-na, y especialmente a la discusin con el crociansmo), y que conduce adems a una serie de traducclo-nes> y rescates del lenguaje espe-culativo de la filosofa idealista al lenguaje concretamente historicista del marxismo, antes que nada, se basa fundamentalmente en la in-capacidad de la filosofa idealista de transformarse en una integral concepcin del mundo (p. 231), vlid para todos los hombres, en nuestra realidad actual, es decir, fe y sentido comn no de grupos limi-tados, ligados al privilegio social, sino de toda la humanidad asocia-da. Por el contrario, la polmica de Gramsci contra las incrustacio-nes de materialismo vulgar y metaf-sico en el seno del marxismo, aun-que se desarrolle en un plano es-

    trictamente terico, comporta, tam-bin, la correspondiente justificacin histrica de esas incrustaciones, co-mo caractersticas de una fase an atrasada del movimiento real (revo-lucionario) del cual el marxismo es la expresin.*'

    Tanto en una polmica como en la otra est constantemente presente el convencimiento de la autonoma crtica y de la originalidad filosfica del marxismo, que, como ya hemos dicho, es el hilo conductor de todo el pensamiento de Sramsci. Frente al idealismo contemporneo tambin esas traducciones y rescates, a las que ya hicimos referencia.*^ estn enlazadas en gran parte con este punto central, ya presente, en ger-men, en la obra de Antonio La-

    ' Gramsc! vuelve con frecuencia sobre este concepto, estudiando los distintos as-pectos de la cuestin. Cf. en particular, El materialismo histrico... ed cit DD S i ' 89, 92. 155. 167-168, 227. " '

    " Ello interesa sobre todo con respecto al idealismo o neohegelianismo italiano de Croce y Gentile, que comenz a fin de siglo, a partir de la discusin con el mar-xisnio. y a ste se ha quedado siempre li-gado de alguna manera.

    tiva, esto es, deviene historia concreta y compleja (integral).

    La filosofa de una poca histrica no es, por consiguiente, otra cota que la histo-ria de dicha poca; no es otra cosa que la masa de las variaciones que el grupo dirigente ha logrado determinar en la rea-lidad procedente: historia y filosofa ton inseparables en ese sentido, forman un bloqae. Se 'pud distinguir los elemen-

    tos filosficos propiamente dicho, en todoi sus diversos grados, como filosofa de los filsofos, como concepciones de los grupos dirigentes (cultura filosfica) y como reli-giones de las grandes masas; vase cmo en cada uno de estos grados es preciso vrselas con formas diversas de combina-cin ideolgica (Gramsci, Ei'nwf*r{IMi histrico.... ed. etc.; p. 30; cf. tambin pp. 155 y 235).

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  • briola. Los intelectuales puros escribe Gramsc' como elabora-dores de las mes extendidas ideolo-gas de las clases dominantes, como leaders de los grupos intelectuales de sus pases, no podan dejar de servirse de algunos elementos de la filosofa de la praxis, para robustecer sus concepciones y nnoderar el en-vejecimiento filosfico especulativo con el realismo historicista de la nueva teora, para entregar nuevas armas al arsenal del grupo social al cual se hallaban ligados. Por otra parte, la tendencia ortodoxa luchaba con la ideologa ms difundida en-tre las masas populares, el trascen-dentalismo religioso, y crea superar-lo con el ms crudo y trivial mate-rialismo, que era tambin una estra-tificacin no indiferente del sentido comn, mantenido vivo, ms de lo que se crea y se cree, por la reli-gin misma, que en el pueblo tiene una expresin trivial y baja, supers-ticiosa y brujeril. y en la cual la riateria tiene una funcin no peque-a. Labriola se distingue de los unos y de los otros por su afirma-cin (no siempre segura, es verdad) de que la filosofa de la praxis es una filosofa independiente y origi-na', que tiene en s misma los ele-mentos de un desarrollo ulterior que te permite transformarse, de interpre-tacin de la historia en filosofa ge-neral.

    En estas palabras, para quien ob-serve, hallanDos ya delineado, en sus trminos polmicos y en los cons-tructivos, el mbito total en que se mueve, en el aspecto terico y metodolgico, el pensamiento de Gramsci. Adems, hay que consi-derar otra advertencia que estimo de gran inters: esa independencia y originalidad del marxismo es ob-servada por Gramsci no como un simple dato, como una cosa acaba-da, sino como un elemento de de-sarrollo y de conquista permanente en sus ms profundas implicaciones. Y todo esto en el cuadro de una lucha terica en la que estn pre-sentes no pura y simplemente los abstractos trminos ideolgicos (es-quematizados en sus extremos en idealismo y en un tipo de materla-iismo) sino los concretos portadores de ellos: por un lado bs intelec-tuales puros, elaboradores de las ideologas de las clases dominantes, por el otro, las masas populares de-positaras, en cierta medida, del sentido comn. Esa lucha terica, en la que el marxismo asume y de-sarrolla, de hecho, su autonoma f i -losfica se presenta inmediatamen-te, como un momento necesario de una compleja lucha real. En Gramsci, este nexo no se pierde ni se olvida jams. Ese mismo nexo determina, nos pa-rece, su manera de concebir el de-

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  • sarroiio y la exposicin del marxis-mo como filosofa. Sobre todo en la poca en que el desarrollo his-trico ha planteado a la clase revo-lucionaria el problema de la hege monta (direccin poltica y cultural sobre el conjunto de la sociedad); Gramsci considera particularmente abstracta e insuficiente toda expo-sicin del marxismo que se desa-rrolle solamente en relacin pol-mica con los sistemas filosficos tra-dicionales, sin englobar tambin y de manera sustancial la discusin con el sentido comn. Por lo tanto la nocin de sentido comn se torna fundamental.

    En el contexto gramsciano, ella es mucho ms compleja que la con-vencional referencia que bajo tal denominacin sirve generalmente a los filsofos para sealar una pre-sunta actitud contrapuesta esttica-mente al carcter crtico de la filosofa o de la metodologa cien-tfica (salvo, eventualmente, al con-siderar a esta presunta actitud, en ltimo anlisis, conci'iable con la nocin del sentido comn). El sentido comn no es para Gramsci unvocamente representable y reduc-tible en sus contenidos, como si fue-ra la expresin de una actitud natu-ral Para l es siempre producto histrico que contiene, estratifica y cristaliza contradictoriamente las dis-

    tintas herencias pasivas del pasado, adems, naturalmente de elaborar y l iberar" los elementos activos. Esto es, el terreno en el cual ejercen su accin, y su conquista las ideologas de los grupos y de las clases domi-nantes (en el cual, por ejemplo, su verdad se impone a las clases sub-alternas como supersticin).** Es el terreno en que se producen y mantienen, mediante la divisin de la sociedad en clases antagnicas, las oposiciones a todo empuje que tienda a unificar la conciencia hu-mana. El compromiso imp l c i t o presente en muchas exposiciones dogmticas del marxismo de una conciliacin en cierta medida aprio-rstica con el sentido comn (com-promiso que comporta la falta de profundizacin de esta nocin en su efectiva realidad histrico-social) es incompatible con el pensamiento de Gramsci, puesto que reprime el de-sarrollo de la filosofa de la pra-xis en su capacidad renovadora de la conciencia de las grandes masas humanas. (Y conviene, aqu, recor-

    1 Cf. referente a la discuiin del sen-tido comn. El n!\ater;eli$nDo hiitrico..., ed. cit. pp. 13-15. 17. 19. 33-35, 55-56. 122-125. 127 y passim.

    1* . . . para las grandes masas de le poblacin gobernadas y dirigidas, la filoso-fa o la religin del grupo dirigente y da tus intelectuales se presenta siempre como fanatismo y supersticin, como motivo ideo-lgico propio de une mase servil.

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  • dar que tal compromiso no fue nun-ca propio de los clsicos del mar-xismo). Esta exposicin de la posicin de Gramsci podra ser entendida tam-bin de manera unilateral. A Grams-ci que se haba formado y haba luchado en continuo contacto con las masas trabajadoras no le pasa inadvertido el aspecto sobre el cual Lenin haba puesto el acento al es-cribir: Sera el ms grande y el peor de los errores que puede co-meter un marxiste si creyera que las masas populares, constituidas por millones de seres humanos (y sobre todo por la masa de los campesinos y artesanos) condenados a las tinie-blas, a la ignorancia y a los prejui-cios, por toda la sociedad moderna, pudieran salir de estas tinieblas si-guiendo tan slo la recta va de una instruccin puramente marxis-te.*" Es, ms bien, un problema de tal naturaleza el que gua su bs-queda. La discusin sobre el senti-do comn que l presenta como ele-mento esencial del desarrollo cons-tructivo y de la difusin del mar-xismo, al lado de la lucha poltica y social (y como esclarecimiento de sta], no est concebida jams como fractura con ese mismo sentido co-mn. Y esto se debe no slo a razones de oportunidad o solidez po-ltica y educativa, sino a lo que

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    ese sentido comn encierra de po-sitiva experiencia histrica de las masas subalternas (la cultura demo-crtica en ellas histricamente in-manente y por liberar, tal como haba declarado Lenin), y en ltimo anlisis, a la estructura misma, gen-ricamente humana, del sentido co-mn, a los elementos de experimen-tacin que l contiene como resulta-do y condicin del obrar prctico.

    La crtica, pues, de los contenidos heredados del sentido comn se apoya, dialcticamente, en l mismo y apunta no a su destruccin, que sera una actitud insensata, sino a su reforma y su reemplazo por una concepcin ms coherente, que se transforme en fe, es decir, en norma intrnseca del obrar. Esto no se pro-duce ni en un da, ni en abstracto, es decir, como educacin abstracta, verbal y libresca, sino en conexin con la lucha poltica y de clase. Es necesario, por lo tanto, dice Grams-ci, que la nueva concepcin... se presente ntimamente fundida con un programa poltico y una concep-cin de la historia reconocidos por el pueblo como la expresin de sus necesidades vitales (p. 225). Y agre-ga: No es posible pensar en la vida y en la difusin de una filosofa

    20 Lenin, II significato del materialismo militante en Marx-Engels-Marxismo, Roma, 1752, p. 445 (trad. ital.).

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  • que no sea simultineamente poltica actual, estrechamente vinculada a la actividad preponderante en la vida de las clases populares: el trabajo; y que no se presente, por lo tanto, dentro de ciertos lmites, como vin-culada necesariamente a la ciencia. Esta nueva concepcin asumir, sin embargo, inicialmente formas supers-ticiosas y primitivas como las de la religin mitolgica, pero hallar en s misma y en las fuerzas intelectua-les que el pueblo extraer de su seno los elementos para superar esta fase primitiva. Estas ltimas palabras de Gramsci, tan estrechamente vinculadas a la idea del marxismo como concepcin unitaria de masa y reforma popu-lar nos conducen al problema de su fase moderna de desarrollo, quie-ro decir, respecto de la totalidad de la poca histrica en la que vivimos. La cuestin es considerada por Gramsci sientipre en relacin con el problema del poder y del Estado y de su conquista por parte de la clase obrera. No es posible aqu en-trar en particularidades (adems el tema es objeto de otro relato), pero s es esencial recordar que mediante esta unin acta en Gramsci, de manera decisiva, la nocin leninista que l seala constantemente con I trmino de hegemona: y no solamente la nocin, sino su realiza-cin, es decir la experiencia hist-

    rica de la Revolucin de Octubre. Se trata de los problemas concretos que se te han planteado a la clase obrera en la poca del imperialismo y de las revoluciones proletarias, los problemas de las alianzas de clases, de la direccin poltica sobre otros grupos sociales adems de la implcita lucha terica, y, despus de la conquista revolucionaria del poder, los problemas de la organiza-cin de la sociedad poltica y civil y de la direccin cultural. Mediante tales problemas se ha agrandado ex-traordinariamente, en contacto con el desarrollo social de nuestro siglo, la problemtica marxiste del Estado de la que Lenin fue el maestro. Aho-ra es importante sealar que aqu se agrupan y se articulan todos los elementos tericos del pensamiento de Gramsci: La hegemona reali-zada escribe (refirindose a la Re-volucin de Octubre) significa la crtica real de una filosofa, su real dialctica** (p. 80). Esta asevera-cin, a esta altura, no tendra nece-sidad de ulteriores esclarecimientos.

    21 Y allt, ademit, leemos: La funda-cin de una clase dirigente (esto es, de un Estado) equivale a la creacin de una Weltanschauung. La expresin de que el proletariado es el heredero de la filosofa clsica alemana, cmo debe %r entendi-da? No querr(a indicar Marx que la fun-cin histrica de su filosofa es convertirle en teora de una clase que devendri E> tado? Para Ilich esto ha acontecido real-mente en un territorio determinado. Cf. p. 40 y paisim.

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  • Pero si la proyectamos en un con-texto conceptual ms amplio, ella adquiere la total plenitud de su sig-nificado. En otro lugar, as, escribe Gramsci: La proposicin contenida en la Introduccin a la Crtica de la economa poltica, respecto de que los hombres toman conciencia de los conflictos de la estructura en el terreno de las ideologas, debe ser considerada como afirmacin de valor gnoseolgico y no puramente psicolgico y moral. De ello resulta que el principio terico-prctico de la hegemona tiene tambin un sig-nificado gnoseolgico; por lo tanto, tn este campo es menester buscar el aporte terico de Ilici (Lenin) a la filosofa de la praxis (p. 48). Un imponente grupo de problemas tericos, metodolgicos, historiogr-ficos, que nos vemos obligados a omitir, se vincula con esta afirma-cin. Son los problemas referentes a la realidad e historicidad de las su-perestructuras (la discusin de Grams-ci con el historicismo idealista est en gran parte ligada a este tema), a la herencia histrico-cultural, al nexo entre ideologa, ciencia, filoso-fa, y, una vez ms, entre filosofa y poltica; son, sobre todo, los proble-mas referentes a la cuestin de la ol^vtividad (y correlativamente de l subjetividad, pero no solamente ndivtdual, sino de grupo) en tomo

    a los cuales Gramsci, como ya lo hemos sealado, expone sugestiones y planteos para posibles y ulteriores desarrollos. H hombre conoce obje-tivamente, en cuanto el conocimien-to es real para todo el gnero hu-mano histricamente unificado en un sistema cultural unitario; pero este proceso de unificacin unitaria ad-viene con la separacin de las con-tradicciones internas que laceran a la sociedad humana, contradicciones que son la condicin de la formacin de los grupos y del nacimiento de las ideologas no universal-concretas y tornadas inmediatamente caducas debido al origen prctico de su sus-tancia. Existe, por consiguiente, una lucha por la objetividad (por librarse de las ideologas parciales y falaces), y esta lucha es la misma lucha por la unificacin del gnero humano. Por consiguiente, lo que los idealistas lla-man espritu no es un punto de partida, sino de llegada, el conjunto de las superestructuras en devenir hacia la unificacin concreta y obje-tivamente universal, y no ya un pre-supuesto unitario, etc. La ciencia ex-perimental ha ofrecido hasta ahora el terreno en el cual tal unidad cul-tural alcanz el mximo de exten-sin. . . (p. 146). Es una manera de considerar las cosas que plantea inmediatamente el problema del marxismo coit io, iu-

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  • perestructura. Sin embargo, dce Sramsci, hay una diferencia funda-mental entre la filosofa de la praxis y las otras filosofas: las otras ideolo-gas son creaciones inorgnicas en tanto que contradictorias, porque estn dirigidas a conciliar intereses opuestos y contradictorios; su histo-ricidad ser breve porque la con-tradiccin aflora despus de cada acontecimiento del que ha sido ins-trumento. La filosofa de la praxis, en cambio, no trata de resolver pac-ficamente las contradicciones exis-tentes en la historia y la sociedad; antes bien, es la teora de tales con-tradicciones. . . (p. 235). La filoso-fa de la praxis no apunta, pues, a ponerles las bragas al mundo, como las filosofas idealistas (aunque fueron distintos los propsitos),^* a presentarse como sntesis ideal ilu-soriamente resolutiva de los contras-tes reales. Al contrario, ella es la conciencia plena de las contradic-ciones, a travs de las cuales el fil-sofo, entendido individualmente o como grupo social entero, no slo comprende las contradicciones, sino que se coloca a s mismo como ele-mento de la contradiccin, eleva este elemento a principio de conocimien-to y. por lo tanto, de accin (p. 99). Aquf est el meollo de la manera en que Gramsci entiende la dialctica, tal como l la haba aprendido, si-

    multneamente, de su valiente expe-riencia de lucha y de la leccin de los clsicos (obsrvese, en particular, el mtodo con el cual Marx desarrolla la^polmica contra Proudhon en Mi-seria de la Filosofa, considerada por Gramsci como un momento esencial de la formacin de la filosofa de la praxis." De esta manera, la mis-ma interpretacin del marxismo como superestructura acenta la irreducti-ble autonoma filosfica y a la vez la historicidad (o mundanidad o terrenidad) de toda exigencia ab-, soluta puesta ms all del proceso de la experiencia humana. Al tomar nota de una afirmacin de Graiiadei, que presentaba a Marx como la unin de una serie de cientficos Gramsci comenta: Error fundamental: ningu-no de los dems ha producido una concepcin original e integral del mundo. Marx inicia intelectualmente una edad histrica que durar pro-bablemente siglos; esto es, hasta la desaparicin de la Sociedad poltica y el advenimiento de la Sociedad re-gulada. Slo entonces su concepcin del mundo ser superada. (p. 80)

    Tomado de Gramsc! y el Marxismo.

    * La expresin poner las bragas al mundo retomada por Gramsci contra Cre-ce para sealar e! moderetitmo de su filo-sofa, haba sido empleada por el mismo -Croce n la introduccin al primar n(inro d U Crftiea.

    ** Gramsci, N ( M lobre MaquUvclo..., d. cit., p. 31. n.

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