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120 La Orgía Del Caserón

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Bolsilibro número 120 perteneciente a la colección Super Terror

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El gato que r?e

ULTIMAS OBRAS PUBLICADAS

EN ESTA COLECCION

115 Miedo en los Sargazos. Curtis Garland.

116 El infierno les trag. Ada Coretti.

117 El yeti. Curtis Garland.

118 Lobos! Clark Carrados.

119 El dueo del infierno. Burton Hare.

RALPH BARBYLA ORGIA DEL CASERONColeccin

SELECCION TERROR n. 120Publicacin semanal

EDITORIAL BRUGUERA, S. A.

BARCELONA BOGOTA BUENOS AIRES CARACAS MEXICO

ISBN 54-02-025064Depsito legal: B. 16.118 -1975

Impreso en Espaa Printed in Spain

1 edicin: junio, 1975

Ralph Barby - 1575Texto Alberto Pujolar - 1975CubiertaConcedidos derechos exclusivos a favor de

EDITORIAL BRUGUERA, S. A.

Mora la Nueva, 2.Barcelona (Espaa)Todos los personajes y entidades privadas que aparecen en esta novela, as como las situaciones de la misma, son fruto exclusivamente de la imaginacin del autor, por lo que cualquier semejanza con personajes, entidades o hechos pasados o actuales, ser simple coincidencia.

Impreso en los Talleres Grficos de Editorial Bruguera, S. A.Mora la Nueva, 2 Barcelona 1975 CAPITULO PRIMERO

La noche era cerrada, tan cerrada que oprima algo dentro del cuerpo, lo mismo poda ser un rgano que el estado anmico. Comenzaba a nevar, eran unos copos muy finos y brillantes, miradas de minsculos copos.

La luna deba de ser grande y redonda por encima del cielo oscuro, encapotado y fro.

Maximiliam Blade subi el cuello de su abrigo oscuro para protegerse mejor del fro mientras los diminutos copos se posaban sobre su sombrero de fieltro negro, pero haba ms fro dentro de su sangre que en aquel suelo que estaba siendo excavado por los dos hombres cubiertos con viejos anoracs.

Haban comenzado silbando, y ahora jadeaban, y entre bufido y bufido soltaban alguna obscenidad que no haca rer a nadie.

Maximiliam Blade, quieto como una estatua ms del cementerio, les vea cavar y cavar en la fosa.

El iluminaba con una linterna cilndrica de goma negra que apretaba entre los dedos de su mano izquierda, volcando el haz de luz hacia el interior de la fosa segn le pedan los dos hombres malcarados, de miradas torvas y enrojecidas por el hbito de la bebida.

La mano derecha de Blade se hallaba hundida en uno de los bolsillos del abrigo. Aquello era spero y horrible... Lo mantena oculto dentro del bolsillo como si ste fuera una minscula fosa de cementerio, oprimindolo hacia el fondo como si temiera que de un instante a otro pudiera surgir hacia arriba, como el globo de feria que escapa de la mano de un nio que lo ve huir hacia el cielo, arrancndole el llanto.

Mas all en el recinto del camposanto, en medio de la noche cerrada y lbrega, aquella noche glida en que nevaba finamente, no sera llanto sino pavor, un pavor que hara crujir las mandbulas de quien pudiera verlo.

Maximiliam Blade apretaba y apretaba hacia el fondo del bolsillo de su abrigo, como si temiera que de un instante a otro no pudiera ya esconderlo y saltara hacia arriba, sorprendindole incluso a l mismo que saba lo que era aquello.

Maldita sea, esta tumba hace por lo menos dos meses que tiene la tierra echada se lament uno de los hombres, sepulturero de da, beodo de noche.

En aquella noche, volva a ser sepulturero, pero sepulturero furtivo, lo mismo que su colega, por un buen puado de billetes.

Maximiliam Blade haba sabido buscar a los dos hombres idneos.

Los haba seguido, acechado y abordado entre copa y copa. Les haba dicho lo que pretenda sin ambages; le haban replicado lo peligroso que poda resultar aquello sin permiso oficial, y Maximiliam Blade haba puesto un fajo de billetes sobre la mesa, aadiendo:

Otra cantidad igual al trmino del trabajo.

Los dos sepultureros se apresuraron a cubrir los billetes con sus manos y despus de mirarse entre s a los ojos, haban mirado en derredor para no ser sorprendidos por alguien.

Comenzaban a cometer un delito antes de llevarlo a cabo; comenzaban a sentirse culpables y por ello teman ser acechados, vigilados por alguien que pudiera enviarles a la crcel.

Qu espera encontrar dentro? le pregunt el ms viejo, secndose el sudor del rostro con el dorso de la bocamanga de su viejo anorac azul oscuro, sucio de tierra y que ahora empezaba a panquear por aquella nieve que, debido a la baja temperatura, cuajaba.

Sigan cavando hasta el final exigi tajante, con una voz que al propio Maximiliam Blade le son lejana, casi con eco.

Le era difcil reconocer su propia voz, emitida all justo al borde de la tumba que estaba siendo violada en medio de la noche.

Blade no sudaba como los dos sepultureros traidores por dinero, cuyo oficio era enterrar a la luz del da y no desenterrar en las sombras de la noche por los billetes venidos de manos de aquel joven plido como la cera, casi barbilampio, que no haba revelado su nombre.

Quiero que abran el atad de Horace Pathros.

El atad de ese tipo est bajo seis pies de tierra. Eso se dice pronto, pero es mucha tierra y le aseguro, joven, que nosotros cavamos con sentido de la profesionalidad.

Verdad, t?

Haba dado un codazo a su compaero cuando se hallaban en la taberna frente a unos vasos de vino barato, vino rojo, algo agrio y fuerte de alcohol, que ola tan mal en el vaso como en las hediondas bocas de los sepultureros.

Maximiliam Blade senta fro, un fro que le congelaba los pies, la boca, los ojos y le encoga el estmago. Senta las mandbulas como alambres, duras y tirantes, y senta como un viento glido recorriendo sus venas.

Mas no haca viento. La nieve caa fantasmalmente, como queriendo cubrir la profanacin nocturna de una tumba, de la paz de un muerto que segn la lpida se llamaba Horace Pathros.

Se escuch un golpe inequvoco: la pala haba dado contra la madera.

Eh, t, vamos a terminar pronto, ya hemos dado con la caja.

Ha odo a mi compaero? Ya hemos dado con el atad.

Sigan su trabajo, tienen que abrirlo, tienen que abrirlo repiti Blade de forma mecnica, obsesiva.

Su propia voz segua llegando a su odo, lejana y desconocida.

Slo tena que escucharse el ruido de las palas rascando la tierra, la tierra cayendo, las respiraciones agitadas de los sepultureros que ansiaban terminar pronto aquel trabajo que ellos saban era algo sucio, algo que tendran que ahogar en vino para olvidarlo, pero tenan dinero, y con aquel dinero podran ahogarlo con el mejor de los vinos si era preciso.

Las palas rasparon la tapa del atad y limpiaron por el costado para poder abrirlo.

Tiene la llave?

Estpidos, cmo voy a tener la llave?

Los sepultureros se miraron entre s. El ms viejo, observando a Blade de reojo, rezong:

Creamos que era pariente del muerto.

Reventad la caja con la pala, con lo que sea, pero abridla de una condenada vez y que Lucifer os confunda.

Bueno, bueno, no se moleste, abriremos la caja. Despus de todo, quin va a enterarse cuando le volvamos a echar la tierra encima?

Comenzaron a forzar el fretro de madera oscura. El cuerpo de los dos sepultureros impeda que la nieve se posara sobre el atad, mientras el filo de las palas trataba de introducirse entre el cierre.

Se escucharon ruidos, la caja se resista. Al final, unos gruidos de granos de tierra hmedos cogidos entre el pliegue de la madera y los cierres metlicos.

Enfoque y ver de una condenada vez lo que desea ver.

El otro sepulturero gru a su compaero:

Cuidado, va a salir gas apestoso. Tpate la chimenea.

Aquellos dos hombres estaban hechos a todo, a todo menos a lo que iban a encontrar.

El haz de luz penetr en el atad, profanndolo.

All estaba el cuerpo que se corrompa, el cadver agusanado de Horace Pathros, de aquel hombre al que Maximiliam Blade haba conocido en vida.

S, all estaba el cadver vestido con un severo traje oscuro, con las manos ahora repugnantes cruzadas sobre el pecho que heda de forma horrible.

Pero lo que atenaz de pavor a la mismsima noche, a la negrura, al fro y al tutano de los sepultureros, fue mirar el cabezal del fretro.

La cabeza de Horace Pathros estaba separada del tronco y era pequea, fantsticamente pequea. Era una miniatura ensartada por la boca con una larga aguja de cabeza negra para que se mantuviera sobre la almohada en el lugar que deba de ocupar la cabeza normal.

Aquella cabeza reducida, cosida por las comisuras de los labios, con los ojos abiertos, les miraba horriblemente, con la larga aguja brotando de su boca.

Los dos sepultureros, avezados a todo, quedaron estupefactos.

Haban visto cadveres corrompidos, calaveras con restos de carne, haban visto lo que a cualquier ser humano le hara vomitar impidindole dormir en mucho tiempo, pero aquello no lo comprendan.

Qu significa esto? balbucieron los dos hombres desde el interior de la fosa.

Maximiliam comenz a rer y a llorar a la vez. El terror no le dejaba mover las plantas de los pies de donde estaba, pero s su mano que fue emergiendo del bolsillo hasta mostrar a los ojos atnitos de los dos enterradores, cogida por los cabellos, otra cabeza reducida exactamente igual a la que se hallaba clavada, como estacada por la aguja negra, a la almohada del fretro.

El enterrador ms viejo comenz a gritar de forma desaforada, como si aquella otra cabeza reducida se le fuera a echar encima.

Su compaero, incapaz de gritar, se le agarr al cuerpo temblando. Sacaba la lengua espasmdicamente mientras en lo alto de la fosa, enfocndoles con su linterna,

Maximiliam Blade les mostraba la otra cabeza reducida y segua llorando y riendo mientras llamaba a alguien que, en su pavor, los dos enterradores no saban reconocer.

La nieve segua cayendo, y la cabeza reducida balancendose en el aire.

El ms joven de los dos sepultureros fue cediendo en su espasmo y entrando en agona asido al cuerpo del viejo sin dejarle escapar, escurrindose contra el atad.

El viejo, cogido por los pies, no poda escapar, era como si el muerto se lo impidiera, pero no era Horace Pathros, aquel cuerpo decapitado y con la cabeza reducida quien le atenazaba por los pies, sino el cadver de su propio compaero que acababa de exhalar su ltimo estertor mientras, arriba, una risa entremezclada con llanto, que no sonaba a cntico de nio desamparado, segua llamando a alguien para que le rescatara de all mientras la cabeza, sostenida en su mano, se balanceaba a impulsos de un viento que no exista.

CAPITULO II

Leonard Blade era un articulista de viajes, costumbres y tipos.

Haba escrito algunos cuentos e incluso le haban animado para que escribiera libros grandes, pero l haba respondido que si madame Mort no opinaba lo contrario, lo hara ms adelante, cuando pudiera arrellanar las posaderas en una buena butaca sin tener que correr a parte alguna o coger un avin apenas sin tiempo para comprar el billete.

Leonard era de familia bien norteamericana, pero como que se haba independizado rpidamente de sus padres, decidiendo no proseguir sus estudios de leyes en Harvard, se le haba calificado como la oveja negra de la familia y antes de que le dijeran que se tena que ganar la vida por s mismo, l ya se haba colocado durante un par de semanas como lavaplatos en un lujoso restaurante al que acostumbraban a ir los Blade. Aquello haba puesto muy furioso a los miembros de la familia.

Despus, se haba alistado en las Air Force, pilotando aparatos Phamton. Pero si algo molestaba a Leonard Blade, esto era la disciplina y por ello haba terminado con el ejrcito del aire, con un fuerte estrechn de manos y una larga lista de pequeas faltas en su hoja de servicio. Sin embargo, saba que sus superiores le apreciaban pese a que no estuviera bien decirlo en voz alta.

Haba encontrado el telegrama en la casilla del hotel donde sola descansar sus huesos cuando un bandazo del huracn en que se mova su vida le enviaba a Pars.

Leonard, te necesito. Maximiliam.

Aquel texto deca muy poco, pero era suficiente para Leonard Blade. Maximiliam era su hermano menor; siempre haba sido algo ms debilucho, pero buen estudiante.

Le gustaban los trajes de seda y su madre siempre lo haba cuidado con mucho mimo, especialmente al ver que a Leonard le interesaba ms el rugby que acompaarla a las visitas de las amigas y conferencias aburridsimas que Maximiliam, en cambio, se tragaba con la misma facilidad que los bombones con que le obsequiaban todas las mujeres protectoras de los desvalidos de la ciudad, del pas y del mundo entero.

Sin embargo, Maximiliam no engordaba. Se pona ligeramente enfermo del pecho, venan los antibiticos, los cuidados extremos y segua delgado pese a los bombones.

Pese a ser tan distintos, Leonard Blade siempre haba apreciado a su hermano menor. Le haba salvado de algunas palizas que otros haban querido darle, quiz por aquello de que era fcil propinrselas, ya que pese a ser alto era ms bien estrecho de hombros y un tanto enclenque.

Fumaba un cigarrillo de un paquete de tabaco que ni siquiera recordaba en qu pas lo haba comprado. Su pasaporte estaba lleno de sellos y visados.

El pitillo era fuerte y saba a tabaco tambin fuerte. Le vena bien en aquella noche fra, cuando el agua nieve que caa sobre el asfalto haca que la gente desapareciera de las calles. Slo automviles, con sus ojos elctricos iluminados, circulaban de una parte a otra de la gran ciudad, con cierto temor de que los frenos no respondieran adecuadamente.

A la estirada y sesentona mujer del ascensor que ascenda al mismo tiempo que Leonard Blade, no le pareca tan bueno el humo del tabaco que l estaba fumando.

Tosi ligeramente y el ascensorista dirigi una mirada hacia un rotulito plateado sobre fondo rojo que deca: NO SMOKING.

Seora, creo que a usted la he visto antes de ahora le dijo, interpelndola abiertamente.

La mujer le devolvi la mirada, suspicaz. Aquel cigarrillo tan prximo a ella era obvio que la estaba fastidiando y se mora de ganas por decir que en el ascensor estaba prohibido fumar.

Lo siento, joven, pero me temo que no nos hemos visto nunca.

Usted no intervino en una pelcula en la que Clark Gable...?

Cmo dice? parpade ella.

--Ver, soy periodista y a m una cara no se me despinta, claro que usted tiene algunos aos ms que entonces, pero quien tuvo, retuvo, es lo que se dice siempre y la vida no lo desmiente.

Ejem, ver, dice que en una pelcula con Clark Gable? Pues yo...

El ascensor se detuvo.

Piso veintids.

Lo siento, es una pena suspir Leonard Blade. Otro da hablaremos, seguro que puedo hacerle una entrevista.

La mujer se qued mirando al alto y atltico periodista que an le pareci ms alto, joven e interesante y muy buen periodista, de eso no caba duda, aunque no supiera de quin se trataba.

Un joven muy amable pudo escuchar Leonard Blade antes de que se cerrara la puerta del ascensor a su espalda, reanudando su viaje hacia los pisos altos del lujoso edificio de apartamentos.

El 228 era propiedad de Maximiliam, un regalo de mistress Blade como fin de carrera.

Llam al pulsador. Son un campanilleo interior y le lleg una voz a travs de un interfono, preguntando:

Quin es?

No caba duda, era la voz de su hermano, pero tena un tono extrao. Era tajante, expeditiva y recelosa a la vez.

Soy Leonard.

Pasa.

Leonard permaneci un instante pensativo. El portero del edificio ya deba de haber avisado a su hermano por el telfono interior de que l suba en el ascensor. Sin embargo, segua mostrndose receloso. En otro momento, Maximiliam habra salido a recibirle.

Qu le ocurrir?, se pregunt.

Empuj la puerta y la vivsima luz que haba dentro del apartamento le hiri en. Los ojos.

Todo el piso era un ascua de luz. No slo estaban absolutamente todas las luces encendidas, sino que, al parecer, haban colocado tres veces ms lmparas de las necesarias, con bombillas y fluorescentes de mxima potencia.

Qu significa tanta luz, Max? Has preparado una fiesta? trat de bromear.

Descubri a su hermano encajado en una mullida butaca de cuero negro de alto respaldo y grandes orejeras. No armonizaba con el aire modernista de la decoracin, pero all estaba y Maximiliam, encajado en ella, miraba hacia la puerta.

Dos cosas atrajeron especialmente la atencin de Leonard Blade: las oscursimas gafas que usaba su hermano, y la otra, una pistola automtica Chester-6 pavonada que empuaba.

Al fin llegaste, Leonard, cre que jams recibiras mi telegrama. Te mand veinte.

Veinte? Vamos, t siempre a lo grande, como mam cuando enviaba invitaciones para sus fiestas. Se te peg, muchacho.

Se acerc; se sent en el brazo del silln y le quit suavemente el arma de las manos.

La observ, comprobando que estaba cargada. Le puso el seguro y se la guard en el bolsillo.

Ahora le vas a contar a tu hermanito el trotamundos qu es lo que te sucede.

Esperas que aparezca por esa puerta algn gngster a lo Corleone para hacerle cosquillas en la barriga con plomo?

No te burles, Leonard, no te burles, por favor pidi.

Como quieras acept al advertir un temblor acusado en los labios de su hermano.

Conoca aquel temblor en Max nio; era cuando senta terror, cuando le haban vapuleado, cuando tema quedarse a solas en su habitacin, pero crea que eso haba quedado atrs, en los aos de la niez; sin embargo, el temblor era ahora ms fuerte.

Qu pasa con esas gafas, Max? Te ocurre algo en la vista?

No.

Por lo oscuras que son, cualquiera dira que sufres fotofobia, claro que viendo la orga de luminotecnia con que has llenado tu apartamento, es comprensible que te pongas esas gafas. Me temo, Max, que aqu no te vas a comer una rosca y no habr chica que resista esto, salvo que sea del strip-tease, y sas no son tu tipo.

Siempre bromeas, siempre ests jocoso y desenfadado.

Y cmo quieres que est, como si me hubieran enterrado hoy?

Noooo!

Maximiliam se haba excitado violentamente. Quiso saltar del silln, pero las manos fuertes de Leonard le contuvieron, sujetndole por los hombros.

Vamos, vamos, a ti te pasa algo y me lo vas a contar, porque si no quisieras contrmelo no me habras enviado veinte telegramas.

S se apacigu Max, veinte telegramas a todos los hoteles donde sueles ir. A Pars, Londres, Roma, Marbella, Beirut, Tokio, ya no s adnde ms. Eres como una langosta, siempre saltando de una parte a otra, de pas en pas.

Voy dando saltos con los ojos bien abiertos para luego escribir lo que veo y enviarlo a mis editores. Es mi trabajo y tambin mi forma de vivir.

T has visto cosas muy raras en este maldito mundo. No es cierto?

S.

Cosas horribles?

S.

Desagradables y repugnantes?

S.

Cosas y sucesos que pueden causar terror?

Depende de lo que uno considere terror, pero no te voy a negar que en algunas ocasiones he tenido un cosquilleo en las plantas de mis pies.

T no sabes lo que es sentir terror, Leonard, no lo sabes.

Por la forma en que hablas, t s pareces saberlo.

He tenido un sueo, un sueo espeluznante. Me he despertado gritando. Han acudido aqu a ver qu me ocurra, me han trado a un mdico y ste me ha dado un calmante.

Leonard Blade suspir. Palme el hombro de su hermano y se levant del brazo de la butaca.

Anduvo por el gran saln del apartamento y fue apagando luces. Su hermano quiso protestar, pero su mano qued en el aire.

Leonard encontr una botella de whisky y se sirvi un trago en una copa de champaa de cristal de Bohemia. Estaba seguro de que la cristalera que se hallaba en la estantera era regalo de su madre.

Bien, bien palade. No se haba quitado el abrigo todava, en el aeropuerto se le haba mojado algo con agua nieve. De modo que me has llamado porque has sufrido una pesadilla.

La he tenido cinco veces y creo que si vuelvo a soarla me morir de terror, no podr soportarlo.

Aqu hay varias cosas que no entiendo, Max. Por qu no has recurrido a mam y en cambio me has llamado a m?

Mam tiene una lista de buenos psiquiatras y no quiero ver a ninguno. No quiero verlos! Ya me hizo pasar por sus consultas en ms de una ocasin cuando era un nio.

De acuerdo, de acuerdo, pero el mdico que te ha administrado el calmante te habr recomendado que...

Se lo cuente a un psiquiatra. S, s, a todos les ha dado por vomitar sus vidas a los psiquiatras.

Est bien, est bien. Y pap?

Tiene mucho trabajo, ya conoces sus ambiciones polticas y a ti no te traga porque en ms de una ocasin te has metido con alguno de sus amigos.

Yo les llamara compinches de poltica y finanzas, pero dejmoslo estar.

Sac el paquete de cigarrillos que tena en su bolsillo y comprob que slo tena un pitillo.

Observ que lo haba comprado en Irn, eso deba de haber sido antes de dirigirse a Pars y llegar al hotel donde haba hallado el telegrama.

Arrug el paquete de tabaco vaco y lo meti dentro de la copa de cristal de Bohemia, tambin vaca, tomndola por papelera.

Adems, pap se lo habra contado a algn polica amigo suyo y yo no quiero ver a los policas.

T no quieres ver a los psiquiatras ni a los policas; sin embargo, te aterra una pesadilla que se repite. Llenas el apartamento de luz y te dispones a no dormir para no volver a sufrir la pesadilla. Te compras una Chester-6 y te preparas para agujerear al primer infeliz que cruce esa puerta sin que t se lo hayas dicho. A lo peor, la finca se

queda sin plomero o sin camarero. Max, tan grave es eso de la pesadilla?

Te la contar, todava no se la he explicado a nadie, pero aunque te la cuente no podrs experimentar ni deducir el terror que yo siento cuando la vivo en mi sueo, con todos los detalles.

De acuerdo, de acuerdo.

Escogi otra copa de cristal de Bohemia. Luego, tom la botella de whisky por el gollete sin quitarse el abrigo y con el cigarrillo en la boca.

Ocup en la butaca el lugar que haba dejado libre su hermano. Estaba cansado, le dolan los pies y tena sueo, pero aguantara lo que su hermano tuviera que explicarle.

Despus de todo, para eso era su hermano. Haca tiempo que no dedicaba unos minutos a la familia, aunque para hacerlo hubiera tenido que recorrer tantos miles de millas.

Maximiliam Blade comenz a pasear por la habitacin como un lince recin capturado y enjaulado. Se haba quitado las gafas y mostraba unas profundas ojeras rodeando sus ojos claros.

Era de noche. Comenzaba a nevar y yo me hallaba al borde de una tumba...

Leonard consumi su cigarrillo, tomando ms whisky de lo acostumbrado.

Al trmino de la narracin, Max le miraba fijamente mientras l observaba la copa de cristal que haca girar entre sus dedos, como pretendindolo ver todo a travs de aquel cristal transparente, algo sucio por los residuos de licor.

Y t crees que eso es algo ms que un sueo, verdad?

Estoy seguro.

Conocas a Horace Pathros, verdad?

Era un catedrtico en biogentica.

Y sabes que est muerto?

No, pero lo creo.

Y por qu lo crees?

En el sueo est claro.

Mira, Max, lo mo no es descifrar problemas onricos. Le a Sigmund Freud a los diecisiete aos y me convert en psiclogo aficionado; comenc a pasarlo muy bien, pero la chica se lo tom en serio y se puso histrica cuando le dije lo que pensaba de sus sueos.

Esto no es una broma, Leonard. Crees que te hubiera llamado si creyera que slo es una pesadilla?

De modo que ests convencido de que es mucho ms que una pesadilla.

S.

Y tienes algo slido para que yo tambin pueda creer que es ms que un sueo?

Maximiliam fue hacia una pared. Apart un cuadro y apareci una caja de caudales empotrada.

Manipul con las ruedas numeradas y, al fin, la puerta de acero se abri. Con cierto temor, Maximiliam Blade sac una caja de cartn y se la tendi a su hermano, volvindose inmediatamente de espaldas.

Leonard mir a su hermano de reojo. Tom la caja y la abri; estaba desprecintada.

Del interior de la caja extrajo una de aquellas cabezas reducidas, obra de los jbaros de Sudamrica o da- yaks de Borneo y que solan venderse a los turistas.

Aquella cabeza momificada tena un aspecto repugnante. Leonard la cogi por el cabello, balancendola en el aire.

Esta es la cara de Horace Pathros?

Maximiliam, sin volverse, asinti con un hilo de voz.

S.

Leonard la examin ms de cerca.

Vamos, Max, no seas chiquillo, si es una reproduccin en plstico. Esto lo venden para engaar turistas, te han gastado una broma.

S que sta es de plstico, pero la que est en el atad, clavada con un largusimo y horripilante alfiler de cabeza negra, es de verdad.

Tonteras, eso te lo has imaginado t.

Sonaron las campanillas del avisador de la puerta. Leonard mir hacia ella. Se acababa de abrir y apareci la figura de un empleado de correos.

Seor Maximiliam Blade? La puerta estaba abierta se disculp, al ver que los dos hombres se fijaban mucho en l.

Max se le acerc. Le pidieron que firmara y pronto se encontr con una caja de cartn en la mano.

Buenas noches dijo el empleado. Ms no se retir hasta que Leonard le puso una moneda en la mano, una moneda que no supo si era una fraccin de dlar o un franco,

Qu ms daba?

Leonard, Leonard, otra caja, otra caja... balbuci Max.

Vamos, muchacho, calma. Si no quieres verla, nos acercaremos a la ventana y la arrojamos por ella. Como est nevando, pasar poca gente por la calle y no le daremos a nadie en la cabeza.

Espera, espera. No puedo resistirlo, quiero saber de quin es.

De modo que ests convencido de que esta caja contiene otra cabeza reducida?

Ojal, ojal me equivocara.

Pronto lo veremos.

Con la ua de su pulgar, Leonard Blade cort las cintas adhesivas que la cerraban.

Meti la mano dentro y not el tacto de algo que no le gust.

Su hermano le apremi con la mirada. Al fin, sac el contenido de la caja y a Maximiliam Blade casi se le desorbitaron los ojos.

Es Laura, es Laura, es Laura! Y se desplom a los pies de su hermano que mantena en el aire, suspendida por los cabellos, aquella cabeza reducida que, sin duda alguna, era de mujer.

Apareca horrible, repugnante; sin embargo, deba de haber sido joven y muy hermosa.

CAPITULO III

El pequeo cottage estaba ubicado dentro del complejo urbanizado para personal pudiente sin llegar a ejecutivos. Lo mejor de aquellos cottages, rodeados de parterres que por unos pocos dlares mensuales cuidaba el propio jardinero de la urbanizadora, con lo que uno no necesitaba comprarse la cortadora de csped ni otros tiles de jardinera, era su aislamiento unos de otros.

Leonard Blade detuvo el sedn de su hermano frente al cottage que ostentaba el nmero cuarenta y siete, pero all no haba nadie, al parecer.

Se acercaron a la puerta y comprobaron que los resquicios haban sido cubiertos con gruesas cintas adhesivas. Lo mismo ocurra con las ventanas y el hueco de la cerradura.

Miraron hacia lo alto y la chimenea estaba tapada tambin,

Han clausurado la casa observ Maximiliam nervioso.

Cerca de su hermano quedaba ms patente la estrechez de sus hombros, comparado con su hermano que era un atleta nato.

Leonard se fij en unos impresos rellenados con bolgrafo y pegados en puertas y ventanas, en los que podan verse varios matasellos.

Desinfeccin y desinsectacin. Con razn no responda nadie al telfono coment Leonard.

Qu crees que habr ocurrido?

A la pregunta de Max, Leonard respondi:

Decas que vivan dos chicas juntas, Laura y Linda?

S, ambas tenan la L como inicial del nombre. Creo que se intercambiaban hasta la ropa ms ntima aunque estuviera marcada.

Vaya, vaya, con Max, cre que seguas atontado.

Bueno, yo, no pienses mal.

No, si no pienso mal, pienso bien. Vamos, iremos a preguntar al guarda de la urbanizadora.

Con el propio coche recorrieron las calles asfaltadas entre cottages y parterres hasta llegar junto a la entrada donde estaba la casita del guarda donde viva ste con su familia.

Era temprano y sali a recibirles una mujer, en bata y casi con legaas en los ojos.

Qu quieren? No hay cottages en venta.

Cllate, imbcil le increp una voz masculina desde el interior.

Apareci un tipo que, de un manotazo, apart a la mujer. Haca fro, pero aquel hombre iba en camiseta.

Meda ms de dos metros y no pesara menos de cien kilos. Sus pantalones estaban sostenidos por tirantes y deban de ser una talla muy extraordinaria porque a l le venan algo grandes, quiz para sentirse cmodo y no irritar sus carnes.

Bueno, si buscan un cottage... Mir a ambos con picarda y baj la voz para aadir: Estos cottages aislados son lo mejor para tener niditos. Nadie se entera de nada, y yo soy muy discreto cuando me piden que lo sea.

Leonard Blade puntualiz:

Queremos saber qu ocurre con el cottage cuarenta y siete.

El cuarenta y siete? Se rasc el cogote y por primera vez movi su cuerpo, como dando sensacin de tener fro.

La maana era desapacible. El cielo estaba encapotado y el suelo mojado, aunque no llova ni nevaba. Tampoco haba nieve por parte alguna, pero el vapor de la respiracin se haca visible cada vez que uno de ellos vaciaba sus pulmones.

Cmo se han enterado de que pronto va a estar a la venta? Las noticias corren, s, seor.

Yo conozco a Laura y a Linda dijo Maximiliam. Dnde estn ellas?

El guardin arrug el ceo, pareca que no iba a haber negocio.

Leonard, con muchas vivencias en el tutano de sus huesos, sac unos billetes que tendi al hombre. Este mir primero el dinero y luego el interior de la casa, por si le vean tomarlo; despus, se los guard en el bolsillo.

Laura muri y la otra chica ha decidido dejar el cottage. Ya sabe, han vivido juntas, como hermanas. Fallece una, la otra no quiere seguir sola y se va a otra parte. Cuando unos vecinos se cambian, se hace la desinfectacin, cosas de rutina. De esta forma, los nuevos inquilinos entran sin reparos. Los hay muy recelosos contra las enfermedades.

De qu muri Laura? pregunt Leonard.

No lo s dijo el corpulento guarda, que deba de impresionar a los intrusos lo mismo que las fauces de un doberman.

Algo sabr.

Toc los billetes en su bolsillo y repuso:

La encontraron muerta y se la llevaron al hospital, ya saben que la polica no va publicando los chismes, pero no hubo crimen ni nada parecido. Fue como un pajarito que se cae un da del rbol y plaf, lo encuentras muerto. As es la vida.

Dnde est ahora la otra chica?

A la pregunta de Leonard, el guarda respondi con otra pregunta:

Son amigos, detectives o periodistas?

Con los billetes que le he dado, creo que quien debe hacer las preguntas soy yo.

Bueno, Linda Perkins vive en el mil veintids de North Road.

De acuerdo dijo Leonard.

Eh, oigan, van a ver a esa joven? Se frot los costados del pecho con los brazos cruzados por delante del mismo. Maldito fro, lo que hay que hacer por unos... Van a ver a Linda Perkins?

Le interesa saberlo? inquiri Leonard.

Es que tengo una cosa para ella. Aguarden, se la pueden dar en mano. Lo trajo un recadero y no tuve que firmar nada.

Al poco, el guarda regresaba, entregndoles una caja de cartn cuadrada, ms bien pequea.

Maximiliam dio un paso atrs; para l, el da se nubl an ms y el fro se hizo ms intenso. Lleg a no sentir los pies, de puro helados.

Leonard Blade recogi la caja, leyendo el nombre y la direccin. No caba duda, era para Linda Perkins.

Est bien, se la llevaremos.

Gracias dijo el guarda, cerrando la puerta.

Su mujer le haba dado un grito, quejndose del fro que entraba del exterior.

Leonard, por qu has cogido esa caja?

No es nuestra, pero si vamos a ver a Linda Perkins se la entregaremos en mano.

Sabes lo que contiene?

Trato de imaginrmelo.

Yo no quiero verlo.

Creo, Max, que vas a tener que explicarme la relacin de estas chicas contigo y con el profesor Horace Pathros. Por lo visto, tenis todos algo en comn.

Maximiliam Blade, como nio que evita una respuesta, hundi las manos en el bolsillo de su abrigo y le dio la espalda, dirigindose al automvil.

Leonard comprendi que su hermano tena un secreto, y deba de ser un secreto desagradable cuando tema tanto a los mdicos como a la polica.

Pareca hallarse en un mar de confusiones y l deba de ayudarle.

Subi al coche y condujo en direccin a North Road, pero antes ech sobre el asiento posterior aquella caja cbica y ms bien pequea que Maximiliam Blade no quera mirar; sin embargo, la vigilaba de reojo.

Por un momento estuvo tentado de preguntarle quin poda gastarle aquella broma macabra de enviarle cabecitas reducidas de plstico imitando rostros amigos, pero se trag la pregunta.

Si Laura haba muerto y posiblemente el profesor Horace Pathros tambin, la broma dejaba de serlo y no caba ms que pensar en algo muy serio.

Sbitamente, se cruz en la carretera un enorme camin de transporte que sali de un camino vecinal sin respetar el ceda el paso.

Como por el carril contrario vena otro automvil a gran velocidad, Leonard se vio obligado a pisar el pedal de freno a fondo.

Los neumticos chirriaron de forma escalofriante y el propio Maximiliam, de no haber estado cogido al cinturn de seguridad, habra saltado hacia delante.

Pero lo que s salt, rebotando extraamente contra el crista] del parabrisas y yendo a parar a las manos de Maximiliam, fue la maligna caja cuyo contenido no haban descubierto an, pero que ya imaginaban.

Max comenz a gritar de forma histrica, convulsionndose sin saber cmo desprenderse de la maldita caja que tena entre sus manos y que semejaba pegada a ellas, pues no poda soltarla.

CAPITULO IV

Linda Perkins era una chica de abundante cabellera platinada que a Leonard Blade no le pareci natural de color, puesto que sus ojos resultaban demasiado oscuros y sus cejas y pestaas tambin, aunque no poda fiarse de aquellos detalles.

Lo que s era cierto es que Linda Perkins tena sexy.

Vesta un mono-pantie de jersey, totalmente ceido a su cuerpo y de color amarillo.

Rompa la uniformidad de color un cinturn ancho y negro, con hebilla tipo pirata.

Linda Perkins fumaba tan abundantemente que poda parecer uno de aquellos grabados en los que se representaba a las locomotoras pioneras del Oeste, que echaban humo y vapor por todos sus intersticios.

Era muy posible que el humo del tabaco no llegara a sus pulmones ni a su estmago, que deba de esconderse bajo una tersa piel.

Linda Perkins era modelo, pero seguro que no encontraba un solo contrato en la alta costura. Segn las normas vigentes, tena unas libras de ms, que si bien disgustaban a las exigentes damas, encantaban a los hombres, porque aquellas libras de carne estaban muy bien distribuidas en su atractiva anatoma y a juzgar por la cantidad de fotos clavadas con chinchetas por las paredes del reducido apartamento, Linda Perkins tena bastante trabajo como modelo fotogrfica, lo que equivala a ser invitada a muchas fiestas particulares en las que hacan falta caras y cuerpos bonitos para animar.

Esa es Laura, verdad? pregunt Leonard Blade, sealando uno de los retratos en que se poda ver a las jvenes extremadamente ligeras de ropa. Haban tapiado con bolgrafo el anuncio publicitario que daba objeto a la fotografa.

La conoca?

No, pero...

ha visto alguna fotografa suya, verdad? Debe de tenerla Max, un tipo muy... cmo dira? Muy corto o tmido tu hermano.

S, algo introvertido.

Si est en el coche, por qu no ha subido l tambin?

Est durmiendo.

Durmiendo en el coche?

Bueno, entr en una farmacia; he comprado un somnfero y se lo he hecho tragar dicindole que era algo as como una aspirina. Ahora est tranquilo.

Es as como te libras de tu hermano? le pregunt ella acercndosele de frente con las manos separadas del cuerpo. No se detuvo hasta rozarle. No me besas?

No me gusta mezclar los sabores.

Mezclar los sabores? No comprendo.

S, fumamos marcas de tabaco distintas.

Hum, muy fino escurrindote. Te conozco, Leonard Blade, s que eres muy listo, muy viajero y sagaz, y tus artculos se pagan muy bien. Por qu no haces algo sobre m, sobre Linda Perkins?

Y qu podra hacer sobre ti? Por supuesto, no hay duda de que tienes un cuerpo muy hermoso y tu cara es atractiva, haras las delicias de cualquier sediento de amor, pero para hallar a una chica bonita, basta con acudir a cualquier concurso de belleza.

Entiendo. Sabes una cosa?

Qu?

Hace unos meses particip en un concurso de belleza.

Te llevaras el primer premio.

Pues no, me rechazaron, ni siquiera estuve entre las finalistas.

El jurado era de ciegos?

Si hubiera sido de ciegos, al tacto, no me hubiera ido mal la cosa. Puedes cerrar los ojos y probar, vers el efecto.

Oh, no, suelo marearme cuando cierro los ojos y hay mucha curva delante de m.

Eres de piedra? Dime, Leonard, qu puedo hacer para que hagas publicar alguna fotografa ma? Mi cotizacin en el mercado subira. Ya estoy harta de tener que ganarme los dlares asistiendo a fiestas de ejecutivos gordos y ridculos que tienen a sus esposas a ms de tres mil millas de distancia. Linda es una modelo muy cotizada, se dicen. Se volvi hacia el hombre con brusquedad y le pregunt abiertamente: Crees que soy una furcia?

No.

Entonces, qu crees?

No tengo por qu darte explicaciones ni creer ni dejar de creer nada. Es tu vida y haces con ella lo que te viene en gana. Por supuesto, te sentiras ms a gusto haciendo

otras cosas para ganarte la vida.

La vida est muy achuchada. Las chicas que desean ser modelos florecen como langostas. Luego quieren ser maniques, artistas de cine. En fin, unas pocas llegan y millones nos quedamos en lo que yo hago.

No ser tanto.

Bueno, tres cuartas partes quedan en peor situacin, sas s tienen el carnet de furcia. Se dej caer en una butaca y chup el cigarrillo como si quisiera terminarlo de una sola vez. Cuando pudo expulsar el humo, tena los ojos enrojecidos. En ocasiones me aterro pensando que puedo terminar como una de ellas y controlada por los matones de la Mafia.

Sal de la pendiente, no sigas rodando.

Es muy fcil decirlo, pero cuando se desciende rodando es muy difcil agarrarse a los salientes, a menos que surja un rbol por delante y la bola de nieve se parta en mil pedazos. Bueno, Leonard, tu hermano duerme y t has venido a verme. Qu quieres de m? De pronto, se toc la sien. Ah, s, me preguntabas por Laura... Ha muerto.

Eso ya lo s, lo que no s es de qu muri.

Es muy importante saberlo?

Si no me lo dices t, tengo otros medios de averiguarlo.

Me dieron la oportunidad de coger este apartamento algo ms barato para que callara.

Quin?

Los de la urbanizadora, cuando les dije que iba a protestar y que adems no seguira en el cottage cuarenta y siete.

De modo que ellos, en cierto modo, compraron tu silencio.

S, as fue.

Puedes decrmelo a m. Palabra que no lo publico en ninguna parte.

Y qu recibir a cambio?

La mir de arriba abajo y respondi:

Yo te dara muchas cosas, pero me temo que no son las que t deseas recibir a cambio.

Linda Perkins le mir desafiante, casi cubrindose parte del rostro con el cigarrillo, como queriendo mirar a travs de l o medir al hombre tomando como referencia la verticalidad del cigarrillo.

Prueba a decirlo, a lo mejor s me conviene.

Te he trado una caja. Me la ha dado el guarda de la urbanizadora.

Una caja?

S, al entrar la he dejado sobre unos discos.

Volvi al vestbulo, que apenas lo era por sus reducidas dimensiones, y regres con la caja, ponindosela en la mano a Linda. Esta se apresur a abrirla mientras deca:

Si te la ha entregado el guarda, a lo mejor es otra compensacin de la urbanizadora.

Abri la caja. Sus dedos actuaron rpidos, sin soltar el cigarrillo. Era una mujer de dedos giles, largos y estilizados.

Leonard la observaba desde una perspectiva ms alta y pens que en el concurso de belleza deban de haberla rechazado por los pechos.

No era frecuente que una chica, por aquellos das, los tuviera tan abultados como ella; sin embargo, eran fuertes y erectos.

Al sacar lo que contena la caja, Linda mir la cabeza reducida sostenida por los cabellos y se puso plida. Como si le costara reaccionar, solt un grito, arroj la cabeza y continu chillando, mirando la cabeza reducida que rod sobre la moqueta.

Leonard Blade cogi a la mujer con sus manos y la estrech contra s para darle confianza. Ella pas de los chillidos a convulsivos sollozos, girando el rostro para no ver la cabeza.

Escondi la cara entre el abrigo del hombre hasta que se recuper.

Calmada ya?

Maldito seas, Leonard Blade! espet con el rostro hmedo por las lgrimas y los ojos enrojecidos, mantenindose de espaldas a la cabeza reducida.

No debes de odiarme a m puntualiz l.

Ah, no? Qu has pretendido con esta broma macabra?

No es una broma, Linda. Esta caja me la han entregado para ti y no he sido yo quien ha metido esa porquera dentro.

Pero sospecho que t sabas lo que contena, por eso has reconocido a Laura en la foto pese a lo monstruosa que se ve en esa asquerosa cabeza reducida. Acaso habas abierto ya el paquete?

Palabra que no.

Pero lo sabas, verdad?

Lo sospechaba. Mi hermano ha recibido otra igual, por eso he tenido que darle un tranquilizante y ahora duerme dentro del coche.

Ya, como tu hermano se ha puesto histrico, has querido que yo pase por la misma experiencia. Es sa tu forma de trabajar? Hacer estallar al prjimo y luego, mientras salta en pedazos, se le hace una foto y a vender peridicos? Y los que no somos tan listos como t, a ganamos la vida como podemos.

Mira, Linda, yo quiero ayudar a mi hermano a resolver este lo de las cabezas reducidas y veo que t tambin ests metida en l hasta el cuello, por eso hago preguntas. Quin supones que ha podido mandar estas cabezas de plstico?

Lo ignoro.

Leonard tuvo la impresin de que la joven acababa de meterse entre los labios lo que le restaba de cigarrillo para disimular el temblor de su boca, porque estaba seguro de que ocultaba algo como su hermano Max.

Algo os une a ti, a mi hermano y tambin a Horace Pathros.

No s quin es ese tipo.

Puede que sea uno de los que asisten a fiestas a las que t vas como llamita luminosa y burbujeante para que los ejecutivos no se mueran de asco; sin embargo, me da la impresin de que esta cabeza no es la primera que recibes.

Recibi tu hermano otra, acaso?

La de Horace Pathros. T tambin, verdad?

Linda asinti con la cabeza, de espaldas a l.

Se quit el cigarrillo de la boca, lo aplast contra un cenicero de cristal y aadi:

Laura tambin recibi otra idntica. Todava debe de estar colgada en el cottage.

Y la tuya?

La tir al incinerador, me repugnaba.

A Laura le gust?

Era muy extravagante y le hizo gracia. Se ri de mi asco. Le dije que me repugnaba, pero ella insisti en que era de plstico.

Es muy extrao que recibis la imitacin de la cabeza de Laura despus de haber muerto ella, no crees?

Se conoce a mucha gente en mi profesin y siempre puede haber algn luntico suelto, algn morboso.

S, pero me gustara saber de qu falleci Laura.

Le pic un bicho.

Una picadura de insecto?

S,

Qu clase de insecto?

Una araa, creo que dijeron una viuda negra,

Una araa no es un insecto, es un arcnido corrigi Leonard.

Bueno, yo no llego muy lejos en el estudio, slo s que era una araa viuda negra, me acuerdo bien de lo de viuda negra. No me hizo gracia cuando me lo explicaron en la estacin de polica. A Laura se la llevaron a la Morgue para hacerle la autopsia. Despus ya no quise verla, los sdicos de la Morgue la despanzurraran. Cuando una es bonita...

Son mdicos forenses.

Lo que sea. Tienes un cigarrillo de los tuyos?

Veo que a ti no te importa mezclar los sabores dijo l, bromeando.

Cuando yo muera no quiero que me lleven a la Morgue; me da escalofros pensar que me tendern sobre una losa y se ensaarn con mi cuerpo.

S, imagino que te gastas mucho dinero en cosmtica, aunque no te haga falta, para que luego... Bueno, mejor no hablar de ello. Ests segura de que fue una araa viuda negra?

Eso dijeron, y yo no quise permanecer ni un da ms en el cottage estando ese bicho suelto, por eso me largu y, para que no dijera nada, bueno, va sabes la historia.

S, por eso he encontrado la casa clausurada. Debe estar llena de gas insecticida.

Cualquiera sabe si ese bicho la dia como Laura. A lo peor fue ms astuto y se larg antes de que convirtieran el cottage en una cmara de gas.

Leonard Blade permaneci callado. Recogi la cabeza reducida, que representaba el rostro de la fallecida Laura, y la guard en el bolsillo de su abrigo para que Linda no volviera a verla.

Se produjo un silencio que a la chica se le antoj largusimo.

No dices nada? Vamos, habla, No queras saber de qu haba muerto? Pues ya lo sabes.

Una forma muy extraa de morir. Por aqu no hay araas del tipo viuda negra, aunque se supone que en algunas ciudades pueda haberlas por haberse escapado de colecciones privadas. Un terrario que las contiene se rompe un da, la araa escapa y no se vuelve a saber de ella. Uno desea que haya muerto, pero a lo peor estaba fecundada y se reproduce. Es una posibilidad, sin embargo...

Queda otra?

S.

No me digas que crees en un asesinato. Ya tuve que soportar a la polica, pero a la muerte de Laura no se le ha dado el calificativo de crimen.

La verdad, me gustara saber de qu ha muerto Horace Pathros.

Sospechas que tambin por culpa de una araa viuda negra?

Mira, Linda, he corrido mucho mundo y s que hay varias cosas coincidentes.

Cules?

Opino que quienes reciben las cabezas reducidas pueden sumarse a la lista.

Qu lista?

Digamos que a la de personas difuntas.

De modo que crees que estoy amenazada de muerte.

Si dices lo que sepas, puedes librarte. Si existe un luntico, intentaremos descubrirlo.

Yo no s nada, nada! chill.

Bien, bien, no te excites. Todava queda lo ms interesante.

Y qu es?

Aunque los jbaros no han sido los nicos en practicar el macabro arte de reducir cabezas como todo el mundo cree, pues tambin algunos occidentales lo han practicado con monos, comentndose que quienes lo han conseguido han terminado sus das violentamente, digamos que los convencionales reductores de cabezas son los jbaros de la Amazonia y es en Amrica del Sur donde se da esa clase de arcnido, me refiero a la araa viuda negra. S que en determinadas plantaciones de caf y cacao, estas temibles araas de picadura mortal han aparecido por millares, como una maldicin, y nadie ha podido recoger la cosecha; una autntica plaga. Son dos cosas coincidentes: una araa negra y alguien aficionado a la reduccin de cabezas.

Es que slo son cabezas de plstico y eso lo puede hacer cualquiera con una mquina de moldear plstico. Hay automovilistas que llevan miniaturas de esa clase en goma o plstico colgando del cristal posterior de su coche, como una gracia para los nenes.

Leonard Blade record la pesadilla espeluznante de su hermano, pero prefiri no contrsela a Linda. Despus de todo, Max poda sufrir una pesadilla por culpa de la cabeza que haba recibido. El era ms sensible y, al parecer, Linda tambin lo era. Laura no, pero Laura ya estaba muerta.

Me gustara saber cuntas personas han podido recibir esas cabezas.

No lo s, diez, quiz.

Por qu diez? Anda, Linda, por qu no te estiras en el sof? Amortiguaremos la luz y me explicars lo que sucedi. Ser como si se lo contaras al psiquiatra.

Es que t no eres psiquiatra sino periodista y eso es ms peligroso.

Palabra que no publico nada. Esto es personal, trato de ayudar a mi hermano.

Es peligroso insisti Linda. Las pacientes odian a los psiquiatras o se enamoran de ellos.

Correr el riesgo. Si empezamos por abrir la puerta a lo sucedido, a lo que tanto a ti como a mi hermano os pone nerviosos, habremos dado un gran paso y es posible que hasta se pueda evitar alguna nueva desgracia.

Evitar desgracias? Es que crees que habr ms muertes por culpa de esas cabezas?

Yo no creo que esas cabezas maten, ms bien dira que son un aviso, quiz una amenaza.

Y piensas que alguien puede llegar a recibir una cabeza reducida que sea mi propia cara?

Por un momento, en la mente de Leonard el rostro hermoso de Linda Perkins se convirti en una de las horribles y repugnantes cabezas reducidas.

Apart la idea violentamente, pero Linda, que le miraba con fijeza, semej captar algo y pregunt:

Leonard, qu te pasa? Qu has pensado? Dios mo... Dmelo, dmelo!

CAPITULO V

Jimmy Crow fue quien nos llam por telfono.

Laura y yo atravesbamos una mala racha, no siempre llueven los contratos para hacer spots publicitarios.

Jimmy Crow nos prometi cien dlares a cada una. Yo respond que ciento cincuenta y slo de animadoras en la fiesta, nada ms.

Os conozco bien. S que sois buenas chicas y slo hacis un favor a quien os agrada, no sois del oficio.

Nosotras no hacemos favores a nadie, Jimmy Crow, mtetelo en la cabeza por si se te entrecruzan las ideas y llegas a creer lo que no es.

Slo se trata de una fiesta, lo dems es asunto de cada cual.

Dnde es la fiesta?

A las nueve de la noche, en el aeropuerto deportivo.

Se celebra en los salones del aeropuerto deportivo?

No, la fiesta ser lejos de aqu.

Oye, Jimmy, trampas no, eh?

No se trata de una encerrona, es una fiesta del excntrico Saturn Rophiel.

Silb de admiracin y luego me quej.

Y para una fiesta de Saturn Rophiel, el millonario, slo ciento cincuenta dlares?

Tacao, ms que tacao!

Las dos sumis trescientos y tengo que atenerme a los presupuestos, mueca.

Podras aflojar un poco ms el grifo, tacao.

Imposible.

Bien, quines sern los invitados?

No seas indiscreta. Ya sabes que las chicas como vosotras, cuanto menos sepan de los invitados, mejor, y ellos de vosotras, otro tanto. Ponos ropa de coctel y estad en el aeropuerto a la hora en punto. Muchas sonrisas con los que vayan, si se quejan de aburrimiento no os contrato ms.

No protestes, tacao, nosotras siempre respondemos bien, claro que si alguien se cree lo que no es, que se consuele emborrachndose.

Colgu.

A Laura le pareci bien. Nos pusimos ropa adecuada con un abrigo encima por si haca mucho fro en el lugar donde se iba a celebrar la fiesta. En estos casos, una no sabe nunca adnde va a parar, especialmente si la meten en un avin particular.

Subimos al Pipper birreactor propiedad de Saturn Rophiel.

Laura y yo nos dijimos que tenamos mala suerte. Si un fotgrafo de prensa nos hubiera sacado una instantnea subiendo al avin particular de Saturn Rophiel, habramos dado el golpe en las revistas de consumo, hay que cotizarse, pero nada, no haba ni un mal fotgrafo y s los matones de siempre, vigilando.

A medida que llegbamos nos apuntaban en la lista y nos hacan pasar al Pipper que aguardaba en la pista.

All ya haba un camarero sirviendo champaa. En las paredes del aparato haba colgados unos cuadros preciosos y el tapizado de las butacas era de pieles autnticas variadas, leopardo, tigre, cebra, marta, en fin, puedes suponer cmo se gasta el dinero un tipo como Saturn Rophiel.

Laura y yo flotbamos. Llegaron ms invitados. Al fin ramos cinco mujeres y cinco hombres, aparte del piloto, su copiloto y el camarero, que era de color.

Sin embargo, Saturn Rophiel no estaba all y no era fcil que se me despintase.

Le conoca bien por las revistas ilustradas; incluso, le haba visto en alguna fiesta, pero l siempre se mantena a distancia, como si nosotras furamos vulgares call-girl.

Nos pidieron que nos abrochramos el cinturn de seguridad y as lo hicimos entre bromas y chistes.

El aparato despeg. La verdad es que no sabamos en qu rumbo bamos, lo que s recuerdo es que tu hermano Max era uno de los invitados.

Merodeaba cerca de Babby, la secretaria de Saturn Rophiel. Le lleva los asuntos particulares y no de negocios, por ello viajaba en el Pipper y Max pareca muy interesado por ella.

Las otras dos mujeres eran algo raras. Una era espiritista y la otra, para no s qu, lo que s era evidente es que no se tragaban mutuamente. Se tiraban continuas puyas y no parecan que fueran a divertirse mucho. En cuanto a los hombres, eran todos unos cerebros, ratones de biblioteca. La verdad es que no s mucho de ellos ni me acuerdo de sus nombres de pila, no me interesaron demasiado. Tampoco eran tipos ricos y recuerdo que Laura y yo comenzamos a preguntarnos qu pretenda Saturn Rophiel con aquella reunin de personas tan diferentes, pues las nicas que nos parecamos ramos Laura y yo.

Pronto decayeron las conversaciones, aunque no lleg a producirse el silencio completo. El piloto nos advirti que nos colocramos en los asientos y nos sujetramos los cinturones porque bamos a tomar tierra.

La pista de aterrizaje no deba de ser muy buena, porque lo pasamos bastante mal dando botes en la toma de tierra. Al fin, el aparato se detuvo y nos dijeron que podamos descender.

Al salir, la noche era ms que negra. Haba niebla y haca un fro hmedo que penetraba hasta los huesos; sin embargo, no llova.

Nos encontramos los diez fuera del avin y nos dimos cuenta de que aquello no era una pista de aterrizaje. Tena todas las trazas de una carretera en desuso.

El centro tena asfalto viejo y los lados haban sido apisonados para darle algo ms de anchura, adaptndolo como pista de aterrizaje.

Frente a nosotros haba algo ms negro que la noche misma. No comprendimos cmo el Pipper haba logrado tomar tierra si no se vean luces de sealizacin.

De pronto, se encendieron unas luces plidas en lo que semejaba ms negro que la noche y comprendimos que deba de ser una casa.

De inmediato nos lleg una voz con claridad; deba de ser a travs de un altavoz que no veamos.

Mis queridos invitados, no se salgan de la carretera y acrquense a la casa. Aqu est la fiesta, aqu les aguardo a ustedes.

Estremecindonos, ateridos bajo nuestros abrigos, pues aquella maligna niebla casi se poda araar con las uas, descubrimos un enorme casern de dos pisos. Era de construccin muy antigua y aspecto siniestro.

No me gusta esto, Linda musit Laura.

A m tambin me parece muy espectral este casern, pero ya sabes lo excntricos que son los millonarios cuando organizan fiestas.

Espero que no se trate de una misa negra de sas que sacan en las pelculas.

Yo pens en lo que me haba dicho Laura y me estremec an ms.

All no pareca haber luz elctrica. La luz parta de grandes y pesados candelabros.

El saln era grande, antiguo. No me gust. Del techo penda una gran lmpara de velas que llameaban; sin embargo, no daban calor.

Lo que nos dej perplejos primero y recelosos despus fue encontrar a cuatro extraas mujeres. No s si eran ms viejas de lo que parecan o parecan ms viejas de lo que eran.

Las cuatro vestan de negro y como si estuvieran a principios del mil ochocientos.

Se cogan de las manos y giraban en el crculo que formaban mientras entonaban una cancin infantil con voces agudas, chillonas y muy entusiasmadas en lo que hacan.

Uno de los hombres fue el primero en romper el silencio de los que habamos llegado y lo hizo en voz baja para que slo le oyramos los que componamos el grupo de espectadores ante las cuatro esperpnticas mujeres que danzaban en un corro infantil, cantando una cancin que, por la lengua que empleaban, no entendimos en absoluto, pero sonaba a infantil, de eso estoy segura.

Parece que nos han preparado algo que tiene que ser divertido dijo el hombre de la cabeza reducida, Horace Pathros, creo que se llamaba.

Creo, seor Pathros, que esto no es divertido. Estas mujeres no son actrices, sino psicpatas regresivas puntualiz uno de los invitados, que luego supimos era psiquiatra.

Escuchamos dos secas palmadas procedentes de la gran escalinata y las cuatro danzarinas, torpemente aniadas siendo viejas y enlutadas, rompieron el crculo y dieron gritos antes de salir corriendo como nias a las que llaman a fila tras advertirles con un timbrazo que el recreo ha terminado.

Todos miramos hacia la escalinata.

All estaba Saturn Rophiel, vestido de frac, muy elegante pese a sus cincuenta y tantos aos. Era un hombre cuellicorto pero recio, fuerte de hombros y mandbula poderosa.

Sus ojos eran intensos y su crneo, desnudo de cabello. Aquel hombre deba de tener una mente privilegiada para haber obtenido tan gran fortuna en el mundo de los negocios, pero, al parecer, no se conformaba con ganar dinero, sino que preparaba estrambticas fiestas. Y nosotras, Laura y yo, estbamos en una de ellas.

Yo hubiera preferido una fiesta en un esplndido club privado, martimo o de aviacin, algo deslumbrante, lleno de fotgrafos.

De entrada, la fiesta no me agrad. Pens en volver al aparato, esperar all el regreso y olvidarme de los ciento cincuenta dlares que me haba prometido Jimmy

Crow, el hombre de relaciones pblicas que haba utilizado Saturn Rophiel para organizar tan extraa velada.

Ni siquiera sabamos dnde estbamos; slo sabamos que haca mucho fro, que el casern era siniestro y que segn la opinin de un psiquiatra, haba cuatro viejas locas bailando al corro infantil, cantando Dios saba en qu idioma.

Mis queridos invitados, pasemos al saloncito. Les agradezco que hayan sido puntuales a la cita, no se arrepentirn de haber venido. Esta ser una noche inolvidable.

Cada uno de ustedes ha sido elegido cuidadosamente. Espero qu hayan tenido tiempo para conocerse durante el trayecto hasta esta mansin que perteneci y pertenece a los Rophiel desde hace muchos aos. Por favor, sganme.

Nadie os replicar y le seguimos hasta un saloncito que ola a lea quemada.All haca ms calor, puesto que en una gran chimenea ardan varios troncos.

Entonces, comenz a sonar una msica nostlgica en un clavicordio.

Yo no entiendo, pero me pareci una msica desconocida y no me gust. Lo ms extraa fue que quien tocaba el clavicordio era una de las cuatro enlutadas viejas que habamos visto. Pareca tan ensimismada en lo que haca que nos ignoraba por completo.

All haba una mesa larga, iluminada con dos grandes candelabros de diez veas cada uno.

La mesa estaba, muy bien preparada, pero con una vajilla, cubertera y mantelera muy antiguas. Creo que los cubiertos eran de plata y la vajilla, de finas porcelanas.

Por favor, tomen asiento en los lugares correspondientes. Me hubiese gustado que todos vistiramos segn la poca adecuada; sin embargo, creo que todo marcha bien.

En efecto, en cada lugar haba una tarjeta con el nombre de cada cual.

Yo qued cerca de Saturn Rophiel y pude observarle con atencin.

A la izquierda del millonario y frente a m, puesto que l ocupaba la cabecera de la mesa, se hallaba Carla, la parapsicloga, creo que ahora lo he dicho bien.

Me pareci que sonrea escptica. Pareca saber o intuir algo. Confieso que todo segua parecindome muy raro y me tranquiliz saber que Laura estaba all.

Entre ambas- se hallaba el mdico con una barbita recortada. El tambin se mostraba muy escptico y lo expres con palabras.

Qu es lo que espera conseguir con esta reunin, seor Rophiel, una posterior sesin de espiritismo? El casern es idneo para ello, admito que tiene todos los requisitos.

Doctor Wagner, pens por algn momento rechazar mi invitacin?

Seor Rophiel, es difcil que alguien, por importante que sea, rechace una invitacin suya aunque sea para asistir a algo tan raro como esta cena, pero, por favor, abra una puerta a mi curiosidad que debe de ser la de todos los que hemos acudido aqu esta noche. Por otra parte, todos los que estamos aqu conocemos su poder y tambin se habla de sus represalias. Parece que, adems de millonario, es usted un ser desptico, exigente y caprichoso,

Es un diagnstico como psiquiatra? pregunt sin afectarse lo ms mnimo por lo que acababan de decirle.

Se cuenta que persigue usted a los que no se doblegan a su voluntad hasta destruirlos de una forma u otra. Usted sabe que se le teme, Rophiel, y se es uno de los ases que utiliza para lograr xitos en el mundo de los negocios.

Usted tambin me teme, doctor Wagner?

No.

Entonces, por qu no se ha negado a venir?

Por curiosidad.

Cientfica o personal?

Digamos que el cincuenta por ciento. No le conoca personalmente y por lo que he observado, a excepcin de su secretaria, los dems tampoco. Por qu nos ha reunido en derredor de esta mesa, seor Rophiel?

Muy sencillo. Deseo celebrar con todos ustedes una fecha importante para la familia Rophiel. Brindaremos con champaa francs y de la mejor cosecha, por supuesto.

Dio dos secas palmadas y aparecieron las otras tres mujeres enlutadas, sonriendo estpidamente, con la mirada perdida y llevando sendas camareras rodantes. En ellas haba champaa y alimentos surtidos y muy bien preparados.

Maximiliam Blade se atrevi a preguntar en aquel momento:

Y cul es la fecha de celebracin? Me refiero al motivo de que esta fecha sea tan importante para la familia Rophiel.

Todo lo sabrn a su debido tiempo. No tengan prisa, por favor. Brinden conmigo.

Una fiesta como sta slo se celebra cada dcada en la familia Rophiel, pero esta ocasin es todava ms especial porque es el segundo centenario. Por favor, servid el champaa pidi a las tres mujeres viejas, esperpnticas y enlutadas, mientras la cuarta segua tocando el clavicordio, amenizndolo ahora con su voz patticamente infantilizada.

CAPITULO VI

Leonard Blade saba lo difcil que resultaba abordar al multimillonario Saturn Rophiel.

Utilizaba siempre servicios privados, no facilitaba a nadie sus horarios de trabajo ni de idas o venidas y siempre estaba protegido.

Como buen reportero que era, logr filtrarse del parking pblico del complejo de edificios Rophiel al parking privado para ejecutivos.

Medio escondido entre unos automviles, aguard pacientemente, hasta ver llegar a un Ford celeste. Lo conduca una mujer joven, de belleza serena.

Tena el cabello negro, abundante, y lo llevaba recogido, dejando la nuca al descubierto y mostrando un largo cuello,

La joven aparc cerca de los ascensores privados. En uno de ellos, un rtulo rojo adverta que no funcionaba. Por los otros dos subieron y bajaron varios ejecutivos con semblantes preocupados que luego se dirigieron a sus respectivos automviles.

Uno de ellos se acerc al Ford de la joven, se acod en la ventanilla y cruz algunas palabras con ella. Parecan amigos. Despus se despidieron y l subi en su coche ltimo modelo, saliendo rpidamente del garaje en un alarde de maniobrabilidad.

Leonard Blade segua esperando y la joven, al parecer, tambin. Repasaba unas notas; dej luego de hacerlo y puso msica en cassette. Como tena la ventanilla abierta, la meloda lleg hasta el reportero, era de Strauss.

Ella se retoc el rostro con un poco de maquillaje. Leonard, que la observ a distancia, dedujo que deba de ser muy inteligente y que estaba segura de s misma.

Se abrieron las puertas del ascensor que, segn el rtulo, no funcionaba y salieron dos hombres gigantescos. Vestan impecablemente, pero sus rostros advertan que estaban acostumbrados a recibir golpes.

Quiz alguno de ellos portara pistola, pero si haba pelea, les bastara con emplear sus manazas.

Miraron en derredor y luego hacia atrs. Hicieron un gesto indicando que el camino estaba libre y apareci Saturn Rophiel.

Vesta de negro, con traje de seda, y cubra su cabeza con un sombrero de fieltro tambin negro.

La joven del Ford celeste toc el claxon con una especie de contrasea y despus sali del coche, portando una cartera de mano ms bien pequea, de color azul como el coche, pero mucho ms intenso.

Los dos agentes o guardaespaldas que protegan los pasos de Saturn Rophiel, la miraron y sonrieron. Rophiel tambin sonri, mostrando sus dientes agudos.

Era obvio que a Saturn Rophiel la joven le caa bien, y quiz lamentaba su juventud perdida al observar la elegante anatoma, las curvas de la mujer que si no eran exuberantes, s resultaban perfectas y atractivas.

Ella vesta un traje-pantaln color esmeralda, sobrio, con pocos adornos, que no consegua oscurecer su presencia.

Hablaron unos momentos. A Leonard Blade le lleg el rumor de las palabras, pero no pudo entenderlas.

Los agentes, observando a la chica, limitaron su atencin en derredor, como si estuvieran seguros de que nada ocurra. Fue entonces cuando Leonard Blade sali de entre los coches y se les acerc fumando un cigarrillo.

Nada ms or sus pasos, los agentes, como dos perros de presa, se encararon con l abiertamente.

Cerraron filas y ocultaron a Saturn Rophiel tras ellos. De haber tenido Leonard Blade una pistola, hubiera necesitado tumbar primero a los dos gigantes para poder alcanzar a balazos al financiero, ya que ste qued completamente oculto a su vista. Aquella maniobra de proteccin deban de tenerla muy bien ensayada.

Qu busca? interrog uno de los gorilas.

Quiero cambiar unas palabras con el seor Rophiel. Soy Leonard Blade, el reportero, pero no vengo como informador pblico, sino como hermano de Maximiliam Blade.

Los dos agentes esperaron hasta or alguna palabra de su patrn que les indicara cmo se defina respecto al intruso. Al fin, la escucharon.

Qu quiere? No recuerdo a su hermano.

Los dos guardaespaldas se separaron y entre ellos qued el multimillonario. La joven estaba junto a l, un tanto oculta tras uno de los gigantes.

Seor Rophiel, me gustara saber qu celebr en su bicentenario.

Rophiel parpade. Leonard Blade dud. O aquel hombre finga muy bien o ciertamente ignoraba de qu le estaba hablando.

Seor Rophiel, estoy preocupado por mi hermano. Usted es muy excntrico, adems de millonario.

Puedo permitirme ese lujo, joven. Le molesta? Acaso va a publicarlo en alguna revista?

Leonard capt el tono burln y sarcstico de Rophiel.

No, ya se escribe bastante sobre usted para que tambin lo haga yo. Sin embargo...

Qu?

Me gustara saberlo todo sobre la fiesta que organiz en el casern.

Casern? Usted est ebrio, Tade, Lade o como se llame.

Blade, y creo que lo sabe bien.

Lo siento, no puedo perder mi tiempo con usted.

Ech a andar. Leonard le cort el paso, no tena suficiente con lo que le haba dicho.

Mientras, la joven se diriga hacia el ascensor que, segn el rtulo, no funcionaba, lo que no dejaba de ser un truco para que quedara siempre libre para ser empleado por Rophiel.

Uno de los agentes quiso apartar de un codazo a Leonard Blade, pero ste le hizo una llave de pies, con tanta habilidad y elegancia, que aquel gigante midi el suelo sin saber cmo haba ocurrido.

El otro gorila, al percatarse de ello, cerr los puos, encarado con Leonard Blade, dispuesto a dejarle el sello de sus nudillos en la cara. Pero Leonard, sin retroceder, sbitamente sac de su bolsillo la cabeza reducida de Laura, cogindola por los cabellos.

La suspendi en el aire, por delante de l mismo.

Anda, pgale a ella invit al gigante que trataba de vengar el tropiezo del compaero zancadilleado con la llave de judo.

Quietos! orden Rophiel.

La conoce? le pregunt Leonard.

No me gustan las estupideces, Blade.

Vaya, ahora s recuerda mi apellido.

Lrguese de aqu si no quiere que llame a los vigilantes. Usted es un tipo listo y no querr que los vigilantes de mi edificio lo capturen. Debajo de este Parking hay stanos y usted puede encontrarse en ellos con un disgusto. Luego, dentro de tres o cuatro das, puede que alguien lo entregue a la polica o simplemente desaparezca.

Es una amenaza, Rophiel?

Tmelo como quiera, pero no me subestime. Tengo el poder suficiente como para hacerle desaparecer si me apetece. Me fastidian los mosquitos y usted, para m, no es ms que eso. A los periodistas los hago bailar como tteres, me entiende? Como tteres, con dinero o simples advertencias. Tengo demasiados hilos para mover, no se entrecruce ms en mi camino, es peligroso. Por esta vez ha tenido usted suerte.

Acaso ha sido mi aliada esta cabeza momificada, seor Rophiel?

No s de qu me habla.

Saturn Rophiel, molesto, le dio la espalda y se alej hacia un automvil negro y muy lujoso que Leonard, a juzgar por el grosor de las ruedas, supuso estaba blindado.

Los dos agentes le miraron con ira y desafo, mas no volvieron a meterse con l, se alejaron con su jefe. Al poco, el coche ascenda raudo por la rampa sin demostrar que era muy pesado por el blindaje. No en vano tena un potentsimo motor.

Cuando ya casi se perda el ruido del motor, Leonard se volvi hacia la puerta de los ascensores. En el umbral descubri a la joven con la cartera azul intenso.

Estaba plida y no se mova.

Leonard Blade se le acerc y ella hizo ademn de querer desaparecer en el ascensor, pero l se interpuso entre la puerta y pas al interior de la cabina, quedando a solas con ella.

Este ascensor es muy privado advirti la joven con gravedad.

El hombre an sostena la cabeza reducida en su mano.

No se asuste, es slo una imitacin de plstico.

Ella, con voz apagada, no pudo evitar asentir.

Lo s.

Porque usted tambin las ha recibido. No es cierto?

No s de qu me habla!

Vamos, Babby, usted tambin fue al casern, usted estuvo all con mi hermano y los dems. Usted particip en aquella esperpntica cena presidida por Saturn Rophiel y servida y amenizada por las cuatro brujas vestidas de negro.

Si lo sabe, para qu pregunta? inquiri mientras el ascensor suba hacia lo alto del ms elevado de los edificios del complejo Rophiel.

Porque conozco bastante de lo que ocurri.

Pero, al parecer, no lo suficiente.

Exacto.

Pues, no cuente conmigo para nada. Soy la secretaria personal del seor Rophiel y ya ha visto cmo se ha definido l.

Muy mal. Despus de todo, l inici esta macabra broma. Nunca me han gustado las excntricas fiestas de multimillonarios que desean sorprender a sus invitados con extraas representaciones. Se venden chicas, se humillan a hombres que un da fueron algo.

Yo no me vendo, ni creo que se vendiera nadie replic ella cuando el ascensor se detuvo y comenzaba a abrirse la puerta.

Mas, Leonard puls de nuevo el botn del parking, impidindole salir.

Llamar con el pulsador de alarma advirti ella, pero no pudo cumplir su amenaza porque Leonard le sujet la mueca.

Si hace una tontera como sa, publico la fiestecita del casern en las tres revistas de ms tirada del pas y se sabra todo de costa a costa.

Todo, qu es todo? pregunt con un ligero sarcasmo.

Para comenzar, los nombres de quienes asistieron y el asunto de las cabecitas como sta. Sabe usted que Laura, es decir, una de las chicas que estuvo en la fiesta, ha muerto?

No, no lo saba.

Pero, ha recibido una caja con una cabecita. Al parecer, las reciben todos los que asistieron a esa fiesta de conmemoracin que organiz su jefe.

No tengo por qu responder a nada.

Esta chica ha muerto por la picadura de una araa que se llama viuda negra. Para m fue un asesinato. Tengo muchos amigos y he recibido un informe, quiere verlo?

Desdobl una hoja delante d los ojos de la joven secretaria.

Horace Pathros, fallecido a consecuencia de la picadura de una araa viuda negra

ley Babby.

Al parecer, sufrimos una invasin de ese tipo de araas que no son de este territorio, sino de Amrica del Sur.

Ella le mir desafiante e inquiri:

Pretende asustarme?

A ciencia cierta no lo s. Quiz ya lleve una araa de sas en el bolsillo.

Ella hizo un gesto espontneo de repugnancia, mirando hacia los bolsillos de su ajustada chaqueta.

Me parece una broma infantil.

No es una broma, Babby. Diez fueron los invitados a la fiesta conmemorativa del seor Rophiel y dos ya han muerto por la picadura de una araa viuda negra. Una imitacin de sus cabezas reducidas, en plstico, ha sido enviada a cada uno de los que asistieron a esa cena en un casern antiguo y siniestro. Acaso el seor Rophiel tiene intencin de acabar con todos sus invitados, qu pretende con las cabezas reducidas?

Qu ocurri realmente en la fiesta?

Si usted no lo sabe, yo tampoco dijo ella saliendo del ascensor rpidamente al abrirse ste.

De pronto, aparecieron cuatro vigilantes armados por la rampa de acceso al parking.

Ella les mir y dijo a Leonard:

Venga a mi coche. Si le atrapan, va a pasarlo mal. Saturn Rophiel no tolera a los intrusos y sus hombres se ensaan con ellos.

Leonard agradeci el favor y la sigui hasta el Ford. Cuando suban al mismo, los cuatro guardianes les rodearon.

Buenos das, seorita Babby. Todo bien? pregunt el que llevaba unos galones en el brazo.

S.

El jefe mir significativamente a Leonard y Babby aclar:

Es un amigo personal mo. Buscan a alguien?

Parece que ha entrado un intruso y estamos buscndolo.

Yo he visto subir a alguien en el ascensor, a toda prisa. Llevaba algo en la mano.

Algo en la mano?

S, como una bolsa, quiz esconda algo en ella. En fin, a lo peor veo demasiados telefilmes policacos.

Oh, no, seorita Babby, hay que estar siempre alertas. Gracias por la informacin. Se apart y orden a los dems: Hacia los ascensores!

Babby maniobr rpida con el coche y Leonard, sentado junto a ella, pronto se vio en el asfalto de la calle, rodando hacia un semforo que se puso rojo bruscamente, cortndoles el paso.

Por qu me has salvado de la paliza, Babby?

Seguro que no ha sido por instinto maternal.

Es un alivio, as me libro del complejo de Edipo respondi l, acaricindola con su intensa mirada.

Ella, que aparent ignorarla, tuvo que or el claxonazo del coche que la segua, advirtindole que el semforo ya se haba puesto verde para reanudar la marcha sobre el abigarrado asfalto de la gran ciudad.

CAPITULO VIILinda Perkins despert sbitamente, sin parpadeos, dejando desnudos los hermosos ojos que posea a la vista de quienes la observaban.

Babby, Leonard... Qu me ha pasado?

Somnferos. Sufriste un ataque de nervios y como me sobraron pastillas de las que le hice tragar a mi hermano por el mismo motivo, pens que si iban bien para uno, seran buenas para el otro.

Y Max?

Duerme en el sof. Por lo visto, tiene el sueo ms profundo que t, es algo hipotenso.

Te encuentras bien, Linda? le pregunt Babby con seriedad, sin concesiones.

Mantena una actitud algo fra y distante. No le haban gustado las fotografas clavadas por las paredes con chinchetas metlicas. Le parecan demasiado descaradas, ms propias de la revista Play-boy que para adornar una estancia, claro que como pertenecan a la misma Linda, sta tena derecho a contemplar su propia belleza, una belleza exuberante muy del gusto de los hombres que haban rebasado los cincuenta y de los jvenes que no haban llegado a los veinte.

Yo te estaba contando algo, verdad, Leonard? inquiri Linda con expresin fatigada.

Pues s, pero no terminaste y la verdad es que estaba muy interesado en tu relato.

Linda mir a Babby. Se senta cansada, extenuada sobre el lecho. Se percat de que se hallaba desvestida bajo las sbanas, pero no quiso mirar a Leonard para preguntar al respecto. Haca mucho tiempo que haba dejado a un lado los enrojecimientos.

T lo recuerdas todo?

Babby sostuvo la mirada de Linda y movi la cabeza despacio y negativamente.

Al parecer, nadie recuerda por completo lo que ocurri observ Leonard Blade.

Una nueva voz son tras ellos. Era la voz pastosa de alguien que semejaba despertar despus de una borrachera.

Nos drogaron.

Ah, Max, por fin despiertas.

Hermanito, creo que voy a tener que irme acostumbrando a que me droguen. La verdad, es una sensacin desagradable que le tomen a uno por un pelele.

Yo no te drogu, Max, slo te di un somnfero porque pens que lo necesitabas aclar Leonard.

Hola, Babby. Cmo te encuentras, Linda? Alguien tiene un cigarrillo?

Leonard se lo ofreci y tambin le prendi fuego.

Ya s lo que ocurri hasta la cena, al menos en parte, gracias al relato de Linda, pero ignoro lo que hubo despus. Al parecer, todos sabis algo ms o menos conscientemente, y me da la impresin de que deseis ocultarlo porque temis algo. No debi de gustaros lo que sucedi; sin embargo, debo conocerlo para intentar libraros de esta pesadilla.

La conmemoracin del bicentenario que celebr el seor Rophiel en el casern fue una fiesta estpida asever Babby. Y deberamos poner punto final a esta historia.

No ser fcil, ha habido dos muertes puntualiz Leonard. La polica las considera accidentales y nada ms. Araas viuda negra las hay en algunas ciudades importantes, escapadas de colecciones de tipos raros; en ocasiones, tambin llegan en embarques de productos agrcolas pese a los controles. Luego, se aclimatan y aunque su hbitat no es el ideal y no se reproducen con la misma prodigalidad que en su pas de origen, s consiguen sobrevivir las suficientes como para dar un disgusto a ms de uno, y eso es lo que piensa la justicia de las muertes de Horace Pathros y Laura. Pero yo podra decirle a la polica que es demasiada coincidencia que dos personas que asistieron a una extraa y siniestra reunin hayan muerto de la misma forma, por idntica picadura. Por ahora es posible que la justicia no relacione las dos muertes entre s, no vea punto de contacto entre Horace Pathros y Laura.

Creo que vas demasiado lejos al hablar de crmenes objet Babby con mucho aplomo.

A Leonard le gust su forma de hablar aunque no compartiera su opinin. Aquella mujer tena algo o quiz muchas cosas que le gustaban, pero se dio cuenta de que tambin atraan a su hermano, pudiera ser porque ambos llevaban la misma sangre, pens.

Yo tengo sospechas dijo Leonard.

Yo tambin las tengo mascull Max. Maldito sea el momento en que acept ir all.

No te quejes. Tienes un empleo estupendo gracias al poder de Rophiel puntualiz

Babby.

Leonard mir a su hermano, sorprendido.

Ignoraba que trabajaras para Rophiel.

Y no trabajo para l, lo que ocurre es que Rophiel controla la firma en la que estoy empleado, la sociedad de abogados Kramer. En ella, Rophiel, como en muchos otros asuntos en los que no paga impuestos, est metido hasta el cuello. Cuando recib su invitacin para la fiesta, me di cuenta de que no poda negarme. Si lo haca, poda quedarme sin empleo, no me lo dijeron pero as era. Por otra parte, si las cosas rodaban bien, poda haber un ascenso en mi carrera, todo hay que decirlo. No es as, Babby? Por cierto, cmo ests t aqu? Nada ms y nada menos que a secretaria personal de Saturn Rophiel. Cmo has encontrado este antro?

Mir en derredor, clavando sus ojos en las mltiples fotografas clavadas por las paredes.

Tu hermano Leonard ha tenido un dilogo poco amistoso con Rophiel y despus me ha trado aqu -explic Babby.

Diablos. Intentas quitarme la chica, Leonard?

Ah, es tu chica?

Babby mir a Maximiliam cortante, hacindole retroceder en sus palabras sin haber pronunciado ella tan siquiera una.

Bueno, yo quisiera ser su chico, que es diferente.

Yo me quedo con el que no tenga pareja dijo Linda, bostezando dentro del lecho ya ms tranquila.

Sin poneros histricos, me gustara que recordarais un poco ms lo que sucedi. En cuanto a ti, Babby te agradecera me facilitaras la lista completa de los que asistieron a la fiesta, porque he comprendido que entre vosotros no os conocais todos.

No s si debo...

No creo que se entere tu jefazo si le das la lista a mi hermano le dijo Maximiliam.As podremos advertir a los dems respecto a lo que piensa Leonard y quiz alguien recuerde algo ms sobre lo ocurrido. Yo jurara que la droga estaba en la comida, es decir, la cena fue muy variada, pero me temo que con las salsas y condimentos mezclaron las drogas.

Pero hay ms, mucho ms, estoy seguro de ello insisti Leonard, Cuando os decidis a hablar, aclararemos este desagradable asunto y si hay que llevar a Saturn Rophiel ante la justicia, lo haremos.

Yo no quiero verme involucrada en nada advirti Babby. Slo he odo historias y me cuesta creer que haya crmenes donde, al parecer, ni siquiera la justicia lo sabe.

Podramos exhumar los cadveres.

Por qu? exclam Max aterrado, dando un paso hacia atrs.

Tuviste una pesadilla, Max, t me la contaste.

No me la recuerdes... pidi palideciendo.

Vosotras no habis sufrido pesadillas?

Linda asinti con la cabeza. Por su parte, Babby aclar:

Cuando no puedo dormir, me tomo una pastilla. Necesito estar muy despejada a la maana siguiente, el seor Rophiel es muy exigente con sus empleados.

Bueno, Babby, qu te parece si averiguamos, dnde est el casern y quines son esas cuatro viejas chifladas con regresin infantil?

Yo no s dnde est el casern, lo ignoro como los dems. Llegamos en un Pipper a reaccin, te lo pueden confirmar ellos.

Habr algn modo de averiguarlo.

Creo, Leonard, que intentas complicarme la vida y ya he hecho bastante por esta maana. Me marcho. Si averiguis algo importante...

Leonard le cort el paso.

Aguarda. Tienes que darme una lista y, adems, l nombre de los aviadores, aunque es posible que ellos tampoco suelten prenda y ese casern sea un refugio secreto de Rophiel para sus excntricas fiestecitas.

Te dar el nombre de los pilotos que, a lo peor, ahora estn en las Haway o Dios sabe dnde, pero no creo que consigas nada. En cuanto a m, soy sincera al decir que slo he estado una vez en aquel lugar y nunca antes lo haba odo nombrar. Ahora, me voy. Te dar la lista por telfono si me dices adnde puedo llamarte.

Est bien, est bien, me hospedo en el Hotel San Antonio, pero localizar ese casern se encuentre donde se encuentre. S que es algo real, algo que no habis soado y averiguar lo que all sucedi pese a quien pese, porque estoy seguro de que las muertes de Horace Pathros y Laura y el asunto de las cabezas reducidas tiene mucho que ver con la siniestra fiesta.

Crees que existi una bacanal satnica al estilo de las organizadas por Charles Mason?

A la pregunta de Babby, Leonard repuso:

No lo s, pero lo averiguar. Por supuesto, el que ha sido drogado con engao y en contra de su voluntad queda exento de culpas.

Hablas como si estuviramos ya en una corte de justicia observ Babby irnica, reacia a aceptar los puntos de vista del reportero.

Puede ser que cuando todo este asunto llegue a la corte de justicia ya sea tarde para alguien ms aparte de Pathros y Laura.

No soy ninguna nia, no me asusto fcilmente. Buenos das a todos.

Babby abandon el apartamento sin que Max ni Leonard Blade pudieran retenerla.

CAPITULO VIII

Por su condicin de secretaria personal de Saturn Rophiel, en vez de usar un bolso normal y corriente, Babby utilizaba un pequeo portafolios de piel teida en azul y que tena una correa accesoria retrctil que se esconda por completo dentro del portafolios y en caso de necesidad serva para colgarse la cartera al hombro a modo de bolso o macuto, liberando as sus manos para lo que pudiera hacerle falta.

Aquel portafolios se lo haba regalado el propio Saturn Rophiel y Babby lo cuidaba y apreciaba en lo que vala. Una B en oro estaba all fijada.

Dentro portaba los blocs de notas, algo de correspondencia y los objetos usuales en una mujer, como algo de polvos para quitar la brillantez de la punta de la nariz si haca falta, un peine y una lima de uas. No usaba carmn porque el color de sus labios era suficientemente fuerte. Portaba chicles mentolados por si el hambre la acuciaba en momentos inoportunos y alguna tontera ms que poda encontrarse en cualquier bolso femenino, sin llegar al casi bazar en que convertan sus bolsos algunas mujeres.

Haba conseguido reunir la lista completa de invitados a la extraa fiesta con sus direcciones, y pudo comprobar que no todos vivan en la ciudad.

No entenda cmo se haba reunido aquel grupo de personas tan diferentes entre s, pero de reuniras se haba encargado Jimmy Crow, el public relationes que en algunas ocasiones haca trabajos para Saturn Rophiel.

El propio Jimmy Crow le haba proporcionado los datos que necesitaba por su condicin de secretaria personal del multimillonario.

Babby pens que si su jefe se enteraba de aquella pequea investigacin, la pondra en la calle y Rophiel siempre se haba portado bien con ella para que ahora le traicionara, pues se senta como si estuviera traicionndole.

Se hallaba vestida con un salto de cama que haca vaporosa su silueta. Estaba en la alcoba de su lujoso y confortable apartamento, pues el salario que le pasaba Rophiel era alto, propio de cualquier ejecutivo con responsabilidades.

La msica ambiental funcionaba con suavidad, sin estridencias, con piezas tocadas a toda orquesta sobre partituras de Strauss, Tchaikovski y Mozart.

Se hallaba tendida sobre el lecho con las manos cruzadas bajo la nuca, con el espeso y hermoso cabello suelto y tuvo la sensacin de que no estaba sola.

Aquello le produjo un ligero desasosiego. Mir hacia la puerta que daba al living-room; haba odo algo, pero no estaba segura.

Ser el cardenal venezolano, pens.

No obstante, se levant de la cama y se fue hacia el living-room. De sbito, not una gran frialdad que la estremeci y al dirigir su vista hacia el ventanal que daba a la terraza donde tena diversas plantas que ella misma escoga y cuidaba como contrapeso a las funciones de secretaria personal que la absorban, lo encontr abierto.

No comprenda cmo poda estar el ventanal abierto, entrando por l el fro de la noche inverna!. Se acerc a cerrarlo, corriendo la cristalera, y el salto de cama se hinch.

Por su pecho se aplast la seda, moldeando su figura, pero not como si algo helado y desagradable se le pegara al cuerpo.

Inmediatamente, se acerc a las rejillas por las que llegaba el aire caliente del acondicionador. Fue cuando descubri la jaula del pjaro rojo venezolano que un da recibiera como regalo en su casa, el regalo de un desconocido, pero que le haba gustado.

El pjaro yaca inmvil en el fondo de la jaula. Pesarosa, abri la puertecilla y tom al ave entre sus manos. Estaba fra, rgida.

Mir hacia el ventanal y, de pronto, la solt.

El animal tena una aguja clavada en el cuerpo, una aguja con cabeza negra.

Retrocedi un paso, horrorizada.

Dios mo... Quin habr podido hacer tamaa crueldad?

No hallaba respuesta para lo sucedido, tampoco comprenda cmo haba podido estar abierto el ventanal que daba a la terraza. Habra entrado alguien?

Record la siniestra noche del casern, la macabra conmemoracin de Saturn Rophiel y todo lo que le haba dicho Leonard Blade acerca de los asesinatos.

Ella tambin haba recibido aquellas cabezas reducidas, pero las haba tirado directamente al incinerador comunitario. No quera verlas ni pensar en ellas, pero en su imaginacin se reprodujeron las cabezas y todas las dudas que albergaba sobre lo que deba de hacer con la lista obtenida, se desvanecieron.

Se la entregar a Leonard Blade. El esclarecer este asunto.

Tom el portafolios dentro del cual guardaba la lista; estaba sobre una mesita y cerca del telfono. Movi el portafolios y observ que estaba entreabierto. No le dio importancia y se sent en el sof.

Llam a la centralita del lujoso edificio de apartamentos.

Por favor, pngame con el Hotel San Antonio, no s el nmero.

Hubiera podido buscarlo en la gua telefnica, pero no tena ganas de hacerlo y encomend aquel trabajo a la telefonista.

Mas, estaba ocurriendo algo que hubiera sobrecogido an ms a Babby de percatarse de ello.

Por la ligera abertura del portafolios asomaban dos negras y largas patas, duras y brillantes, que intentaban escapar del encierro.

Estaba nerviosa. El ventanal abierto y luego la aparicin del cardenal venezolano yerto dentro de su jaula, la haban inquietado. Necesitaba un cigarrillo.

Instintivamente, aproxim su mano a la abertura del portafolios azul en el que sola llevar tabaco y su encendedor de oro. Lleg a tocar la unin entre las dos partes del portafolios y las repugnantes y delgadas patas se acercaron a sus dedos rpidamente,

pero cuando iban a alcanzarlos, Babby los apart para coger el telfono que acababa de sonar.

S, diga.

Seorita, la pongo con el Hotel San Antonio.

De acuerdo, gracias.

Dese aquel pitillo que no haba llegado a tomar, pero ahora tena en la diestra el auricular mientras aquellas patas, que ya eran tres, trataban en vano de abrir las dos partes de la cartera para escapar del encierro.

Por favor, pngame con la habitacin del seor Leonard Blade pidi.

La telefonista del Hotel San Antonio, que deba de ser muy eficiente, la puso inmediatamente en comunicacin con el reportero, quien se hallara cerca del aparato telefn