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© Alonso Ibarrola

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©AlonsoIbarrolaPrimeraversiónenformatolibroelectrónico:mayode2013

ISBN:84-245-0672-3Cubiertayrealización:Tantamount

Edita:TantamountQuedanrigurosamenteprohibidas,sinlaautorizaciónescritadelostitularesdelCopyright,bajolassancionesestablecidasenlasleyes,lareproduccióntotaloparcialdeestaobraporcualquiermediooprocedimiento,conocidooporconocer,comprendidaslareprografía,eltratamientoinformático,yladistribucióndeejemplaresdeellamediantealquileropréstamopúblico.

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Contenido

PrólogodeCesareZavattiniBuchenwaldNaufragioElpecadorEnelpsiquiatraElsuicidaElanticristoEnlaoficinaDeclaraciónamorosaElvendedorEldonanteMilagroAterrizajeforzosoElfusilamientoUnmaridoEneldesiertoElvotoUnacartaLlamanalapuertaElhijoperdidoAnteelaltarRobinsonSalustianoEstampavenecianaEnel“metro”UnamuerteLaapariciónUnextrañoimpulso

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UndesembarcoTorturasLasillaeléctricaEnlaplayaEnelcircoÚltimopárrafodelacartadeunfascistacondenadoamuerteÉxtasisInquisiciónLaaventuraUnaccidenteCartadeAméricaCrisisCáncerElvioladorHistoriabastanteatrozSecuestroaéreoElincineradoMartirioymuertedeNemorinoUnaeducaciónsentimentalElfalsomaestroCiudadanoagresivo

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Prólogo

He estado en España dos o tres veces. Es un país con el quecongenio,dondetengocincooseisamigosqueridísimos, lomismoqueen Milán o en Roma. Ni tan siquiera las corridas son capaces dehacerme sentir las diferencias que, sin embargo, existen. Nosotrospodríamos ser ellos y ellos, nosotros. Como dos hermanos de unamisma familia.Mezclo enmi profundo amor los pimientos a la gallegaconRafaelAlberti,lasmiradasdelasmujeres,quesedisparandeunojosumiso y de otro libre, con García Lorca y esos versos tan bellos deMachadosobrelossenderosdelmar;todolomezclo,comoporejemplounanocheporlascallesdeBarcelona,encompañíadeRicardoMuñozSuay y otros amigos, tratando de concebir un film como si la cámarapudieraalcanzarlavelocidaddelpensamiento.Nosmovíalanecesidadde actuar contra las reglas establecidas y de incorporar el objetivo,eliminando las mediaciones; tal era el ansia de expresarnos rápida ylibremente, costase lo que costase. En tal estado de ánimo ni tansiquierame percaté de que leía en español las narraciones del jovenAlonsoIbarrola.Conozcomuymalsulengua;sinembargo,yocaminabaderechocomoporunalíneadialectal,porqueeneldialectosepuedesersintéticos, lagunosos hasta el máximo, porque algo misterioso, algoconsanguíneo rellena los vacíos. Y aun cuando yo no entendiese,siemprehabíaalgoenloquedecíaelhumoristaAlonsoIbarrolaquemedejaba la impresióndehaberleentendido.Nosécuántovalesegún losparámetros críticos, literarios: Alonso Ibarrola ha alcanzado desde suprimeramanifestaciónliterariaesaseriedaddefondorespectoalavidaquesólopuedeexpresarseatravésdeunarisaquesemideasímisma.Quererhacerreíralosdemásesunaposturasolidaria,unaalarmadadacon generosidad, la confianza en la posibilidad de un coloquio, undiálogo, y de que el prójimo merece nuestra atención como nosotrosmerecemoslasuya.Amén.

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Elhumoristaesunodeesoshombresqueestánsiempreenelbordedel equívoco; la risa de los demáspuedeembriagar y hacer perder elrespetoqueel hombremásdebeal hombre.Evidentementehablamosdel humorismo que se basa en la convicción y no en el efecto, quealimenta la conciencia crítica sin proclamarlo, que nos ayuda a tomarconcienciadenuestralibertad,esalibertadquetantasvecesolvidamos,quecuantomáscontestaalhombre,máslocentraensupropiarazóndevivir, en su dignidad. La insinuación, la alarma del humorista es unaventana fragorosamente abierta de par en par por el temporal. Pero avecesbastaunahoraparareintegrarnosenlafuerzadelacostumbreyenelsilenciofrentealosabusos.

AlonsoIbarrolahumorista(merepito),amalavidaenlamedidaenqueintentadiscutirla.Laalegríadenoserciego,quetanpoéticamentereflejaen una bellísima narración, es la alegría de vivir, un grito deagradecimiento a desconocidos, el júbilo de existir hasta las lágrimas;peroAlonsoIbarrola,enelmododedecirlo,ensusgirossintácticos,enel tono, enel estilo, en suma,queesunade lasmaquinacionesde laironía, consigue advertir que en lo lírico, además de la belleza estátambiénlaverdad,alcanzablesóloatravésdelalucha.

CESAREZAVATTINI

Roma,abrilde1971

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SEGUNDORETRATODELAUTOR

«Escucha, la vida se nos va y no hemos tenido ocasión de abrir laboca.De niños era diferente. ¿Te acuerdas cuando cantábamos en elcoro y el director, con ojos de odio, agudizaba el oído, intentandolocalizaralcausantedeldesafinado?Unabofetadaindicabaelfindelasinvestigaciones. Te confesaré que yo entonces abría la boca y noproferíanotaalgunapormiedo.Ahorahagolomismo.»

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Buchenwald

Estaba sentado, creo más bien que acurrucado, junto a miscompañerosdelbarracón,cuandounavozreciaexclamó:

—¡Aladucha!

—¿Conestefrío?,objeté.

Peronadiecoreómitímidaprotesta.

“Yo no me ducho —me he repetido interiormente para darmeconfianza—.Meopondrécontodasmisfuerzas”.

Miscompañerossehancolocadoyaenfila.

—Venaquí;noseas idiota:“¿Nosducharánatodos juntos?”Hesidotodamividamuyvergonzoso.Nienelserviciomilitarlograronquitarmemi pudor, cuando nos veíamos obligados a ponernos todos juntos encorro,yencuclillas,formandouncírculo.Recuerdoquenospasábamosasíhorasyhoras,yquealguno,derepente,cesabadehablar...Yonopodía.Hastaqueveníaelsargento.

Mimujerapagabasiemprelaluz.Nuncamevioelrostromimujerenesemomento.

—Quétímidoeres,cariño—medecíasonriente.

Estosmismospensamientosmeasaltaronalverlamuerta.Misuegramusitabaunaoración.

—¡Basta!—dije.

Misuegramemiróconsusgrandesojosnegrosyprosiguióelrezo.

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Mehandadounapastillade jabónyunatoalla.Sonamables.“¿Ysimeguardaralapastilla?”.Lafilasehadetenido.Unoficialgrita:

—¡Desnúdense!¡Quítensetodoloquellevenencima!

Nosmiramoslosunosalosotros...Uno,porfin,sedecideycomienzaa desabotonarse. Resto indeciso; pero al ver a algunos de miscompañeroscompletamentedesnudos,meanimoahacerlopropio.Mequedosolamenteencamiseta.Tratodeestirarlaparaquemetapebienporabajo...

Lafilapasaanteunoficialydejaenunamesaelhatilloderopa,queluegovaapararaunconfusoydesordenadomontón.Mientrasllegamiturno,piensoen lodifícilquevaa resultar luegorecuperarelhatilloderopacorrespondiente...Estoyyaanteeloficial.

—¡Tú! —barbota, pegándome en las nalgas con una vara—, ¡Lacamiseta!.

Muertodevergüenza,medesprendodemiúltimaprenda.Eloficialmeobserva, sonriente y divertido de mi vergüenza. Yo no puedo más yemprendovelozcarrerahacialasduchas.

—Señor,Señor,acabaprontoconestasituación—musito.

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Naufragio

Veo... veo... un... El vigía intenta decir algo, pero le embarga laemoción, justificadaenestecasoporque jamáshavistoensuvidauniceberg de semejante tamaño. El choque es terrible y el trasatlánticocruje.Enelgransalóndebailealgunasparejasseintercambianexcusasy prosiguen su danza. El capitán, informado de lo ocurrido, estalla ensollozos.¿Porquéhedeseryoelúltimo?—serepiteconstantemente—,¿Por qué?. “Los hombres primero”, exclama un marinero egoísta.Algunosancianosymujeresconniñosprotestanairadamente.Eldirectorde orquesta busca voluntarios para interpretar un himno religiosoapropiadocon las circunstancias. “Los tenoresamiderecha”, exclamanervioso.Enlapiscina,unseñordelaclasede“lujo”intentaaprenderanadarrápidamente,ayudadoporelprofesordenatación,queselamentadel escaso sueldo que percibe. Minutos más tarde la mole deltrasatlánticodesaparecebajo lasaguas,provocandoungran remolino.Unoscuantosbotessalvavidasperdidosenlaoscuridadseagitanentrelas olas. Algunos náufragos tratan de asirse desesperadamente, en ellímitedesusfuerzas,alosbotes.Peroestányarepletos.Susocupantesles golpean con sus remos furiosamente en los nudillos, mientrasmusitan entre dientes... “Completo... le digo que está completo”. Losnáufragos no pueden protestar porque cuando abren la boca traganaguasalada.Unollegóaresistirtreintagolpesderemo.Muriósindedos.

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Elpecador

Cruzabalacalle,cuandoderepenteunautomóvilhapasadoantemíatoda velocidad, rozando imperceptiblemente mi abrigo. Me he puestopálido.“Hapodidomatarme”,hemusitadoconvozmuyqueda.Miroenderredor.Nadie,nadiesehapercatadodelpeligroquehecorrido.Pasaantemí un hombrecillo. Lo detengo. “¡Por pocomemata!”. “¿Quién?”.Me mira como si estuviese loco. No insisto. Se aleja presuroso,volviéndosedevezencuandoparaobservarme.¿Quédebohacerparasuscitarel interésdelprójimo?¿Acasonoessuficientehaberestadoapuntodeperecer?¿Necesitanmás?¿Esprecisoquememuera...totalydefinitivamente? Un remolino de gente curiosa. Un guardia que repitenerviosamente: “Circulen, circulen...”. Quizá yo esté oyéndolo todo... ysinpodermoverme.¿Seráasílamuerte?Unahorribledudameasalta...¿Estoy o no estoy en pecado mortal? No lo recuerdo. El primermandamiento,elsegundo,eltercero...unsudorfríosehaapoderadodemi cuerpo. Acabo de recordar que estoy en pecado mortal.Afortunadamente,yporconcesiónpapal,quefiguraenuncuadritoenlacabecerademicama,yqueunparienteme trajodeRoma,bastaconquediga“Jesús”yhabrésalvadomialma.Másdifícilhubiesesidorecitaraquellargoactodecontricción...Pero¿hubiesetenidotiempo,conaquelcoche,deexclamar“Jesús”?.Temoqueno.

Vuelveaapoderarsedemíelsudorfrío.Esprecisoquemeconfieseante un sacerdote. Comienzo cautelosamente a caminar, hacia unaiglesia.Porfortuna,noesnecesariocruzarningunacalle.Pegadoalasparedes, temiendo que una teja acabe con mi vida, me dirijofatigosamentealconfesionario...

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Enelpsiquiatra

Nací en un puerto demar. “Tuu, tuu”, profundo y fuerte, hacían losbarcosalentrarenelmuelle.Mamásiempreseasomabaporlaventanaymirabaalosbarcosconojosexpectantes.Vivíamoslosdossolitos,enaquella buhardilla. Pasaronmuchos años, quince, veinte, no lo sé.Undíamedecidíy lepreguntécariñosamente: “Enalgunodeesosbarcosvendrá algún día papá, ¿verdad?”. “No, hijo, tú no tienes padre”, meaclaró...Prosiga,mediceelpsiquiatra.Estoytumbadoenunsofáymirohaciaeltecho.Quisieraquemimiradaseperdieraenelinfinito,peronoconsigo apartarla de un desconchado ¿provocado por la humedad?.“Buenosdías, creoquesehandejadoungrifoabiertoenel cuartodebaño...”.Mirodesoslayoalpsiquiatra...¿Seráposiblequeél,psiquiatra,haya pronunciado las palabras “grifo-cuarto de baño”?. “Prosiga, porfavor”,meinsisteentonoperentorio.Leodiédesdeaquelmomento.Leodiécomonadieescapazdehacerlo.Acostadoenmilechoescuchabasussollozos,largos,interminablesporlanoche,atravésdeltabiquequeseparaba nuestros lechos... Hubiesen bastado dos golpes, suaves,rítmicos, provocados con los nudillos de mi mano, tan familiares aambos,yquemuchasvecesespantaronmiterrorlosdíasdetormenta...Unanochenopudemás... “Pudoprovocarloquizáunniño,entróenelcuartodebañoy...”.“¿Quépasóaquellanoche?”.Suvozesmonótona.Rebuscadamente monótona. ¿Será posible que no le interese enabsoluto lo que pasó “aquella noche”?. La maté. Me dan ganas dedecirlo...Peronoesposiblementir.Deboayudarle,contarlaverdad,sólolaverdad.¡Calla!,ledije,dandounpuñetazoeneltabique,queretumbóen el silencio de la noche... “Prosiga”. Doctor, perdone, le digoincorporándomedelsofá,¿quéconceptoseestáforjandodemí?...

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Elsuicida

Ha sido un transeúnte bajo de estatura y con gafas quien se hapercatadode la situación. “¡Allí!”, dice indicandocon sudedo índice laazoteadeunaltoedificio.Elpolicíamiraenladirecciónindicada,aligualque otros transeúntes. Sí, efectivamente, hay un hombre asomadopeligrosamentesobreunalero,enlaazotea.Lagentesearremolinaentorno al edificio. El individuo parece decir algo, pero el tráfico impideentenderle. “Grite un poco, por favor”, exclama una anciana de peloblancoybolsitonegro.“¡Memataré,metiraré!.Nadiemeayuda.Soyundesgraciado. Quiero morir. Así terminará todo...!”. El policía correpresuroso a una cabina telefónica callejera. Un transeúnte se alejamurmurando.“Todosdicenlomismoyluegonosetiran”.Llegauncochede bomberos. El tráfico se paraliza. Cientos de curiosos se agolpanfrente al edificio. Los bomberos colocan una lona circular en el lugar,másomenossupuesto,delposibleaterrizaje.Acudenalgunosfotógrafosde prensa con sus cámaras. El policía saludamarcialmente a su jefe,quehallegadovelozenuncoche.“Unsacerdote”,exclamaconvozreciael jefe de policía. “¿No hay ningún sacerdote?”. Sudoroso y jadeantesurge uno, abriéndose paso fatigosamente entre la multitud. “¡A laazotea!”,ordenaperentorioel jefedepolicía.Elsacerdote lesigue.Allíestáelsuicida,peligrosamentesentadoenelestrechoalero. Imposibleacercarse a él. El jefe de policía, a través del megáfono, inquiere:“¿Dónde vive usted?”.El suicida, solícito, da su dirección, y el jefe depolicía bisbisea algo al oído de un subordinado, mientras ordena alsacerdote: “¡Háblele usted!”. Monótonamente, el sacerdote le cuentacosas maravillosas, pero el suicida no se inmuta. “Me tiraré cuandoterminedecontarhastacien”.“Uno,dos...”.Alllegaranoventaynueveaparecesumujer,acompañadadeunaniñapálidaydelgada.“¿Porquéhaces estas cosas, por qué?”, exclama llorosa la mujer, transportadarápidamentedesde sudomicilio enun cochede la policía. “La vidaesmaravillosa—afirmaelsacerdote—.Lequieren,comoverá...Yhayun

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Dios que espera”. Una furtiva lágrima cruza la mejilla demacrada delpresuntosuicida.Fatigosamentesedeslizaporelalerohastaelgrupo.Rápidamente, dos policías, como si temieran que de pronto searrepintiera, lesujetan fuertementepor lasmuñecas.El jefedepolicía,iracundo,lepropinaunasonorabofetada.“¡Tevaacostarmuycaraestabroma!”.Abajo,enlacalle,lamultitudsedispersadesilusionada.

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Enlaoficina

A mi amigo le engaña su mujer. Lo saben todos, pero ¿y él?. Leobservo atentamente durante toda la jornada, mientras trabajamos.Ningúngesto ledelata.Ningunapalabra.Sonríecomo todos,comoyo,cuandoalguiencuentaunchistequealudeasusituación.Losabe,estoyseguroque lo sabe.Me faltael valornecesariopara levantarmedemimesa, o mejor, esperarle a la salida, una vez terminada la jornada ydecirle,sencillay llanamente:“Losé”...Esposibleque llorasesobremihombro. Es factible queme abofetease. Bastaría añadir: “Lo sabemostodos...”. A veces un plural mal aplicado origina estas violencias. Seodian, seodiabanhacíayamuchosaños,peroguardabansiempre lasapariencias. Ningún grito estridente, ningún gesto amenazador. Unmordiscorabioso,silencioso,prolongado,aplicadoaunodelosdedosdesumujer,porejemplo,lebastabaparatranquilizarse.Ellanodecíanada.Aguantaba,resistía,semordía los labios.Alguna lágrima inoportunasele deslizaba por la mejilla. “Basta, por Dios, basta”, balbucía algunasveces,muyquedo,paraquenoleoyesenadie.Elquedabasatisfecho.Ytodo, muchas veces, por una contestación inoportuna delante de ungrupodeamigos.Luegolaexcusaantelasamigasdeldedoaprisionadopor un cajón imprudentemente cerrado. Ahora, cuando sepa lo deladulterio (le he escrito una carta anónima) me consta que la matará.Quedo, muy quedo. “Acaba pronto, por favor”, dirá ella, sumisa yobediente.Mepareceestarviéndolos...

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Elanticristo

El individuo, acercándose a la ventanilla, espetó: “Soy el anticristo”.Habíaensusojosunasdiminutasllamas.Eraelfuegodelailusión,delafe, del propio convencimiento. El funcionario, parapetado en suventanilla, dejó por un momento de masticar su bocadillo, para decir:“¿Ha traído las pólizas?”. El efecto es siempre seguro. Porque nadielleva jamás pólizas. Salga usted a la calle. Pregunte: “¿Tiene ustedpólizas?”.Las respuestasmáspintorescasaflorarána los labiosde losextrañados transeúntes: “Lo siento, no fumo”. “Ahora son las doce ycuarto”.O loqueesmuchopeor: “Dios leampare”.Desgraciadamente,nadieprestaatenciónanadie.Elpresuntoanticristohaabandonado laventanilla.Comienzaacaminar,ysobresushuellasempiezanacrecerflorecillasmaravillosas,detodosloscolores.Mañana,lasmujeresdelalimpiezacomenzaránamurmuraryaquejarsedel trabajo,cadadíaenaumento. El presunto se ha acercado ahora al conserje, que estásentadoenunamesitaconsucampanillita.Tocándoleconlamanoenelhombro,hacomenzadoadecirle:“Dígame,buenhombre...”.Elconserjeestáyacurado.Él todavíanosehapercatadodenada,peroel reumatanmolestohadesaparecidoytambiénlaúlcera.Peroelconserje,ciego,harespondidodemalagana:“Hastamañananopuedohacernada.Hapasado la hora...”. “Media vida—solía decir el conserje a sumujer—,daría media vida porque me desapareciera esta maldita úlcera”. Elanticristosehadirigidoalapuertadesalida.Haabiertolabocayunosmaravillosostrinos,emitidospormilesdecanarios,inundanelambiente.Dibujaunarcoenelaireconsumanoderechayunmaravillosoarcoirissurgederepente.Y,viendoquepasaba juntoaélunaseñoradebuenver, ha exclamado con emoción: “Señora, tiene usted vida para rato”.Una sonora bofetada resuena al mismo tiempo que la palabra“grosero”... El anticristo, con la mano en la mejilla, todavía murmura:“Exactamente hasta el 13 de febrero de 1998. Le quedan por tanto...”Perolaseñora,indignada,sealejapresurosaynopuedeescucharle.Y

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loqueespeor,tampocover,porquesivolvieraunpocosuvista,sialzaraunpocosusojos, contemplaríaunmaravillosoenjambredemariposasquerevoloteanasuladosincesar,enunaarmoníasinpardecolores,amaneradepoéticaescolta...

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Declaraciónamorosa

No soy uno de esos que jura amor eterno inconscientemente...¿Cuántoduraelamor?.¿Cincuentaaños?.Quienescumplensusbodasdeoroapareceninvariablementeenlaprensa.“Sonnoticia”,comodiríaun periodista. Y luego están los accidentes imprevistos, el cáncer, eladulterio...¿Espuronuestroamor?.Sí,espuro.¿Desinteresado?.Nolosé.¿Mequerríaslomismosiarrastraramimediocuerposobreuncarritocon ruedas metálicas?. Lo dudo. Sudas, me consta. Pero mi amorsuperaesedefecto tuyo.Recuerdaqueundía tedije: “Sudas,pero tequiero”.Estaesunamaneradedeclararme, comocualquier otra, perosin ese halo de poesía que deforma las cosas y las transforma enirreales, ridículas, estúpidas... Hay que vivir de realidades y saberafrontarlo todo, porque llegará un día en que desearemos rompernuestra correspondencia amorosa... Lo recuerdoun tanto difusamente.Mimadre,sentadaensubutaquitadesobadorespaldoyjuntoaella,enuna silla, mi padre. Con torpes movimientos rompían en minúsculospedacitos unas cuartillas. Cartas de amor, de sus años juveniles. Lashabíanconservadodurantemuchosañosyenaquellosmomentos, sinsaber en concreto por qué, las destrozaban, las hacían desaparecer.Conocía su contenido, las había leído a hurtadillas en mi juventud.Juramentosdeamor,pasionesreprimidas;ilusionesconvividas,bajezasperdonadas, promesas inconscientes de cara a una realidad terrible eimprevisible...Yconlosaños,demutuoacuerdo,lasrompían.Porpudor,pormiedo,porvergüenza...Lamuerte—losabían—estabaa lavueltadelaesquinayconveníanodejarrecuerdosdelunoparaelotroniparalosdemás.Lavidaesmásllevaderaasí...Esporloqueevitosiemprelascartas.Aunqueresultemáscostoso,espreferibleunallamadatelefónica.Porque también un díamoriremos nosotros. Si yo he de ser el últimopienso ahora que no podré soportarlo, pero luego, con el tiempo, meconsta que se termina pronunciando palabras de amor al oído de unaprostituta.Meexplico,¿verdad?.Memirafijamentealosojos.Diríaque

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su mirada refleja miedo... Un largo silencio. Temo que me hayaentendidomaloquenomehayaexplicadobien.

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Elvendedor

El individuo,plantadoante lapuertademicasa,pretendevendermeun aparato de televisión. Como es natural, alega que es la últimanovedad,modeloúnico y sensacional.Nohepodido sustraermea suspalabras.Lehedejadoactuarporsucuenta.Hainstaladoelaparatoenel comedor, y mientras yo continúo leyendo tranquilamente, él haprocedidoa la instalaciónde laantena. “Yaestá—hadichocongestotriunfal—.¿Quéquiereustedverenlapantalla?”.“Pajaritos”,seguroquepronto me dejará en paz. Pájaros de múltiples colores, pájarosmaravillosos, pájaros de mil diversas razas inundan con sus trinos laestancia. He dejado de leer el periódico. Es curioso. “A mi madre,quisieraveramimadre...”.Alláenlapantalla,lafiguravenerabledemimadre, con su pelo blanco, su collarcito de perlas falsas, su bata demotas negras. “¡Hijo!”, musita mirándome a través de la pantalla.“¡Mamá,mamáquerida!”.Siento quemis ojos se humedecen y que lagarganta se me agarrota. La imagen ha desaparecido lentamente. Lapantalla deja ver ahora unas nubecitas con unos angelitos que tocanunastrompetas.Captoalgúndesafinamiento. ¡Hacetantosañosquetefuiste,madre!¿Veinte, veinticinco?Mispensamientos los interrumpe lavoz del individuo: “¿Qué? ¿Le interesa el aparato?”. Mientras leacompaño a la puerta de la calle, voy esbozando los argumentos: notengodineroahora, la televisiónmecansa lavista...Cuandodenuevomeencuentrosóloen lahabitación,arrellanadoenmisillón, leyendoelperiódico,nologroconcentrarmeensulectura.

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Eldonante

El cadáver se halla sobre el lecho mortuorio. La viuda, hacendosahasta en el dolor, no descuida el más leve detalle. El aposento estálimpio y ordenado, pero con un plumero prosigue su concienzudabúsqueda de polvo por todos los rincones, mientras musita unasoraciones. Otra señora, de luto riguroso, acurrucada en un rincón,observa sus afanes y musita asimismo unas oraciones. El féretro,colocadoa lospiesdeldifunto,aguarda...Seoyeuntimbrazo.Lasdosmujeres interrumpen sus oraciones y se miran interrogativamente:“¿Seránellos?”.Laviudanorespondeysedirigealapuerta,alisándoseelcabello.Sí,son“ellos”.Elmomentoestrágico,ylaviudacomienzaallorar desconsoladamente, mientras indica con la mano dónde seencuentra sumarido. El caballero, acompañado de una enfermera, seintroduce en la cámara mortuoria. La viuda, abrazada a su amiga,aguarda fuera. “Era tan bueno, tan bueno..., pero no debería haberhechoesto”,musita.Pasaeltiempoy,porfin,elcaballeroylaenfermeraaparecen. “¡Señora, la conducta de su marido es un ejemplo! LaHumanidad necesita de hombres como él, porque la Humanidadnecesita ojos. ¡Gracias, en nombre de los que no ven! Uno de ellos,gracias a su marido, verá...”. La viuda arrecia en sus sollozos. Elcaballerobesasumanoysedirigehacialapuerta,acompañadosiemprede la enfermera. De nuevo a solas, las dos mujeres se dirigen a lacámaramortuoria,comosiquisierancerciorarsedequeelmuertoestáallí...Sí,efectivamente,estáallí,peroahora tieneunavendasobre losojos;mejordicho,sobrelascuencasvacías...Lossollozosdelaviudaseelevan de tono. La amiga la abraza... “¡Es un santo! ¡Es un santo!”,musita. De nuevo, el timbre de la puerta de la calle. Es el caballero:“Perdón, señora. Sumarido usaba gafas, ¿verdad?”. La viuda asientecon la cabeza, con lágrimas en los ojos. “Si no le importa..., seríaconveniente que me las entregara, porque el “otro” las necesitará,naturalmente...”

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Milagro

“¡Ayúdame, papá!”,me ha dichomi hijo pequeño, con su lengua detrapo.Ymealargasuscortosbrazosparaqueleayudeasaltaralsuelodesde la silla a la que se ha subido. Veinte centímetros escasos leseparan del suelo y necesita mi ayuda. Un día, sin darme apenascuenta,medirá“nosvamosacasar”,“nocreoenDios”omepropinaráuna sonora bofetada que nos separará para siempre. Perome constaque al morir, recordaré tan sólo los hechos felices y olvidaré que mepegó. ¿Me admiran mis hijos? Tengo dudas al respecto. Les hacíadesaparecer mi dedo pulgar ante sus ojos asombrados. Su madre sehacía lamuerta.Yo,conunospasesmagnéticosde lasmanosyunaspalabrasmágicas lograba el “milagro”. Palmoteaban de alegría. El díaque besé la mejilla fría de mi mujer y ellos me secundaron,decepcionados, ante los sollozos de las vecinas, todo cambió. Ahorapuedo coger un fusil y hacer la revolución; escribir un bello libro;descubrir un remedio definitivo para el cáncer..., pero todo resultaráinútil.Cuandocolocaronlatapadelataúdperdímiúltimaoportunidad.

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Aterrizajeforzoso

Sólo se percibe un tenue zumbido en el interior del avión. Algunospasajerosdormitan.Otrosleen.Prontoaterrizaremos.Minutosantes,losaltavocesnoshanordenadoabrocharnosloscinturonesdeseguridad.Elavión pierde altura. Diviso una casa perdida en el campo. ¿Algún díaconoceré a susmoradores?No lo creo. Demasiadas cosas estúpidas,banalesy superfluas inundanmiexistencia yme impediránconocerlospersonalmente. Si tuviera tiempo... “Buenas tardes — digointerrumpiendosucomida.Estántodossentadosentornoa lamesa—,pasabaporaquíarribaymehedicho...”Susmiradasmuestranestupor,asombro. No, no sería lógico. Dejemos las cosas como están. Divisomuypróximalapistadeaterrizaje.Deprontoelavióndaunasacudidayremonta bruscamente el vuelo. Me siento inquieto. Una voz, la de laazafata, a través del altavoz, intenta tranquilizarnos. No ha sido nada.Algo en el tren de aterrizaje. Dentro de unosminutos lo intentaremosnuevamente.Tengomiedo.Esinútilquegrite,oquechille:¡Quierosalir!Hayqueesperar, quieto, silencioso, sin verni pensarennada.¿habrállegadomihora?Esimposible,nopuedeser.Estascosasseleenenlosperiódicos, les ocurren a los demás... Pero ¿a mí? Ridículo. El avióndescribe un amplio círculo sobre el aeropuerto. El cielo es de un azulintenso,yallíabajoestálatierra.¡Diosmío!,québelloesvivir.Yoquierovivir,acostadeloquesea.Serépobre,serébueno,amaréamimujer,nolaengañarénuncamás.Perdonaré,amaréatodos,tambiénaPedro,quemeconstaquemeodia.Mañanamismoleabrazaré:“¡Hola,Pedro!”,le diré. ¿Mañana? No, hoy mismo. Desde este mismo instante loprometo, cuando el avión toque tierra habrá nacido un hombre nuevo.Gozaré de todos los pequeños instantes de felicidad. Contaré losminutos, los segundos y daré las gracias por vivir. ¿A quién? A Dios,naturalmente.Sí,existeDios,tienequeexistir.¿Hedudadoalgunavez?Sí,escierto.Peroahoracreo,creo,creo...Amislabiosacudenentropely con dificultad algunas palabras que no logran hilvanar una oración

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completa...Elaviónhatocadoyaconsusruedaslapistadeaterrizajeyaminora la velocidad. ¡Viva!, grito. ¡Viva! Todos gritamos algo. Unaseñora gruesa me abraza. Algunos palmotean. Es un buen momentoparabesara laazafata. Lagranocasión.Meenfundoel gabán.Estoypletórico. ¿Dónde están los pilotos?, pregunto enérgicamente. Quierouna explicación, exijo una explicación.Me quejaré a la Compañía. Noviajaré más en sus malditos aviones. Les romperé la cara a susconsejeros.Locontaréa todosmisamigos.Con lasvidashumanasnose juega. Imbéciles. Mañana formularé la oportuna reclamación. ¡Sincontemplaciones!¡Caigaquiencaiga!.

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Elfusilamiento

¿Eraválida, resultabamoralmente lícitaaquellamaneraque teníaelCoronel P. de divertirse con los prisioneros? Cierto era que los díasresultabaneternosenaquelpáramo,dondeelsolapretabasinpiedad,queelCoronelP.seaburríaenextremoydeplorabaelhechodequeenlacapitalnoseocuparandesuanheladotraslado(eldíaquelosolicitóbesó la carta, antes de enviarla) y que tampoco la vida de aquellosreclusosteníagranimportancia...perohaybromasquepasandelaraya.Porejemplo,elfusilamiento“acuático”.LlamadoasíporelCoronelP.Elprimero que soportó la broma se murió del susto. Todo consistía ensacar de la celda a un prisionero escogido al azar, colocarlo en elparedónfrenteaunpelotóndeejecución,vendarlelosojosparaquenoviera el truco y gritar “¡Agua!”, en lugar de “Fuego”. De los fusiles nosalíanbalas,ni tansiquieraperdigones,sinosendoschorritosdeagua,al igual que en ciertas pistolas de juguete. La broma dejó de ser talcuando,consurepetición,hartonumerosa, losreclusosseenteraronydejaron de asustarse. Lo malo fue cuando el Coronel P., dispuesto aseguirlabromahastaelfinal,gritó“fuego”undíaylosfusilesvomitaronbalas.Eldesgraciadorecluso,quesesintiómás listoybromistaqueelpropioCoronelP.,murióen trajedebaño,con losojos redondoscomoplatos,víctimadelasorpresa...

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Unmarido

Soyenemigodelainjusticia.Melorepitotodoslosdíasanteelespejo,en el cuarto de baño. Mi protesta ante una situación injusta no tienelímites... Perdón, los tiene. Lo admito noblemente. No soy capaz dearrodillarme enmedio de la calle, rociarme con gasolina y prendermefuego. Soy tímido, vergonzoso y mis alaridos de terror provocaríanciertamente laatenciónde todos.Nomegusta llamar laatención.Hayotrasmaneras,otrasformas.“Clic”,laradioquedejadehablar.Resultamás difícil hacer lo mismo con el televisor. Mi familia protesta. Yentonces¿quépuedehaceruno?Unamigomíonosoportaquenadielecontradiga.Sunegativalarespaldaconviolentospuñetazosenlamesa,estrella botellas, vasos y platos contra la pared. ¿Sería yo capaz dehacerlomismo?,medijeundía.¿Porquéno?Yestrelléunajarracontrala pared. Estábamos todos sentados, ocupando un tresillo y el locutordecía estupideces. Hecha añicos, los cristales se esparcieron por lahabitación. “¡Recoge!”, dijo ella, con voz seca y autoritaria. No tuvo lamás mínima consideración hacia mi persona, hacia mi dignidad depadre.Delantedenuestroshijos tuveque recoger, unoporuno, todoslos trozos de la jarra, arrodillado... Al estirar el brazo para recoger untrozodecristalalejado,mihijaprotestó:“Papá,agachalacabezaquenomedejasver...”.

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Eneldesierto

A ochenta kilómetros de Tobruk, en el desierto del Sahara, seencontrabanMassyMoss.¿Habrápetróleoaquí?,habíadichoMossundía de abril lluvioso a las cinco de la tarde, en la terraza de un cafépróximo a la casa de Mass, en París. Y con los ahorros de Mass setrasladaronalpuntoexactoseñaladoporMossconeldedoíndiceenelmapadeAfrica, que el camarero, amigo deMass, les había prestado.Con la ayuda de cinco indígenas, comenzaron a agujerear la arena.Moss lloraba mientras cavaba y decía: “¡No me importa el petróleo!”Mass le recordaba que el dinero lo había puesto él. El calor erasofocante. De pronto una detonación rasgó el aire. Un indígena cayómuerto.Quisodeciralgoantesdecaera tierra,peroseaturullóydijo:“Bramacalaba...”,quenosignificanada.MossyMasscogieronprestossus fusiles, dándose espalda con espalda, decididos a vender por unprecio bastante razonable sus vidas. Los restantes indígenas vivos,llorandoytemblandosehabíanarrojadoalsueloynosemovían.Noseveíaanadie.Lasdunas.Laarena interminable.Unsilencioangustiosoquesóloerarotoporel“glu—glu”delpetróleoalsaliralasuperficie.

Llególanoche.MassyMossseguíanenlamismaposición,peroconlosriñonesdoloridos.Losindígenas,aprovechandolaoscuridad,habíandecididohuirydejarlessolos.

Llegó el día. Mass y Moss seguían rígidos en la misma posición,aferrados a sus fusiles. De pronto oyeron unos gritos terribles,espantosos y al cabo de un rato vieron un espectáculo pavoroso. Loscuatroindígenasquehabíanhuídoaparecierontrasladunayconpasovacilante pasaron delante de ellos, amuy escasa distancia.No teníanojos,nimanos,ninariz,niorejas...Sangrabancomocerdos.“¡Matadnos!¡Matadnos!¡Queremosmorir!”,gritabandesgarradoramente.

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Moss, compadecido, se aprestó a disparar sobre ellos. Mass,agarrándole por unamano, se lo impidió,mientras decía: “¡Nopuedeshacerlo!”Y le dijo algomuy bajo, al oído.Moss bajó el fusil, preso deterribles remordimientos y angustias. Los desgraciados se perdieronentrelasdunas.

Alasdoshorasdelincidente,lesatacaronlos“tuaregs”.MassyMosslucharonhastaelfinal.Mosscayóconunbalazoentrelosojos.AMasslegolpearonenlacabeza,porlaespalda,mientrastratabadecargardenuevosufusil...

Media hora más tarde, ya recobrado el conocimiento, Mass, ciego,chatoymanco,gritabadesgarradoramente,solo,enmediodeldesierto:¿Moss,dóndeestás?¡¡Moss,esprecisoquememates...!!

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Elvoto

¿Quérecuerdodemipadrequedarámásfijoenmimente?Ciertavezintentóacabarconmigo,presadeunarabiaincontenibleporunplatodegarbanzosquemeneguéacomer.Lointentévariasveces,peroterminévomitando.Con losañosaquellasituaciónsehaconvertidoparamíenalgo afectuoso y entrañable. Nunca le he dado motivos para sentirseorgulloso demí. Y, sin embargo,me quiere. Lo supe el día que se lollevaron,enunacamilla,alasaladeoperacionesquirúrgicas.Estabaenjuego su vida y había tantomiedo a lamuerte en aquellos ojos, tantaternura contenida hacia mí, que quise formular un voto solemne encuanto desapareció tras las puertas del largo corredor del hospital.¿Peroquépodíaprometeryo?Limosnas,vestirunhábitocolorvioleta,caminar descalzo, o de rodillas, un kilómetro..., ¡diez kilómetros!,quemarme con una cerilla el dedo meñique... ¿Cuántos segundossoportaríaeldolor?Muchotiempodebiótranscurrirenfrascadoenestosargumentos. Una mano colocada con dulzura en el hombro, la delcirujano, vino a resolver todasmis dudas: “Siento comunicarle que supadrehamuerto”.

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Unacarta

Queridamamá:

La primera etapa del viaje la cumplimos sin novedad. Cuandollegamosalhotel,élmedejóysefueadarunasvueltaspor laciudad,paralosdosdesconocida.Queríadespejarlacabezaytranquilizarse.Alquedarmeyosola, sentadaen la cama,sinsaberporqué, comencéallorar.Despuésrápidamentemedesnudé,apaguélaluzymeacosté.Meintroduje tantoentre las sábanas, quedesde fuera creoqueno semeveía ni tan siquiera unpelo...Cuandoél volvió, noquisoencender laslucesde lahabitación.Sóloséque,arrastrandosuspies,mepreguntómuyquedo:“¿Estásahí,Ermelinda?”.

Bueno,perdona,mamá,peroapesardetusdeseosnoquieroseguircontándote esas cosas que a ti tanto te gustan. Ya no se trata demísola, sino también de mi marido... ¡Qué extraño suena a lo primero!,¿verdad? “Mi marido”. Hace unos pocos años me hubiese parecidoridículonadamáseloirlo:“Tepresentoamimarido”,ynoshubiésemosreído a carcajadas. De todas maneras, ahora que estoy muy lejos,podría contartemuchas confidencias,muchos secretos,muchas cosasque hasta ahora nunca me había atrevido a decírtelas cara a cara.Podría contestarte a ese reproche tuyo, constante, diario: “Pero, ¿porqué tecasarásconun tranviario?”.Compréndelo,madre, yonoqueríaquedarmesoltera.Siempreme repetía interiormente lomismo: “Quierotenerunhogar,unoshijos,unapersona,unhombreami ladoquemequieraunpoco,unpoquitosolamente,porqueentoncesyoleamarécontodami alma. Pero ¿dónde está ese hombre,Diosmío? ¿Por qué novieneami lado?¿Nosabráqueyotodoslosdíasrezoporél?”.YvinoHumberto, que es tranviario y sabe tocar la campanilla de su tranvíacomo nadie, dulcemente, “tin—tin...”.Mamá: ¿no sabías que yo, en lacama, al apagar la luz y quedarmeen la habitación sola, solía llorar y

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teníaqueapretar fuertementemibocacontra laalmohadaparaquenooyesesmissollozos...?

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Llamanalapuerta

Llamanalapuertayabro:“¿Viveaquífulanode...?”.“Soyyo”.Esunindividuo uniformado y con gorra de plato el que me ha formulado lapregunta.Esmedianocheyestoyenpijama.Silenciosamente,enmediodemiestupor,mevaentregandoununiforme,uncasco,unacantimplorayun fusil.Yaen laescalera,caminode lacalle,medice,amaneradedespedida: “No se olvide.Mañana, sin falta, a las diez de lamañana.Pertenece a la IV Agrupación. Tráigase un bocadillo. Es unarecomendación particular...” Desaparece antemi vista. Mi asombro notienelímites.“¿Quiénera?”—preguntamimujerdesdelaalcoba.“Nadie.Unpobre”.Tengoqueactuar rápidamente.Oculto todo loentregadoenunarmariotrastero.Luegoenchufo,mientrassilboteounacancioncillademoda,laradio.Sehasuicidadounaconocidaactriz.Nada.Unabarcazase ha hundido en el mar del Japón, ahogándose doscientos nipones.Nada.Durante el resto de la noche no logro conciliar el sueño. Veo atodosloscomponentesliquidandosusbocadillos.Depronto,unsilbido.Unhorrorosoestruendo.Meestremezco.“¿Tepasaalgo?”,preguntamimujer.“No”,respondo.Ahora,enelcampo,veomontonesdetrozosdepapelgrasiento,únicotestimoniodelsacrificiodeunoshombresenarasde...¿Dequé?Oigoulularunasirena;nohaypan...Nopuedomás.Metirode lacama,abro laventanaquedaa lacalleymepregunto:¿Porqué? Mi pregunta resuena extraña por las calles vacías, mientras ladesesperaciónmecorroe.¡Quiero!,¡¡exijo!!,¡¡pretendosaberporqué!!Ymi grito desgarrador solamente ha servido para asustar un poco a ungato ladrón que merodeaba entre los desperdicios de los cubos debasura depositados en el borde de la acera. Mi mujer me agarradesesperadamentedelpijamaymearrastraallechoconyugal,mientrascomienzanailuminarselasventanasdealgunosvecinos.

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Elhijoperdido

¿Seráél?Veinticincoañoshabían transcurridodesdesuúltimacartafechada en el frente. “Mamá, tengo miedo y me siento muy solo...”.Confesionesinoportunasquesolamenteservíanparaacrecentareldolorde sus padres. La noche que murió reclamó su presencia en vano,cientos,miles de veces...Nadie le oyó,murió desangradoen tierra denadie,enelanónimomásabsoluto,conlosintestinosaldescubierto,porculpadelametralla.Yahora,uncomunicadooficiallesinvitabaatrabarconocimiento, a examinar a un prófugo cuyas características físicas yciertosdetalles lesignificabancomopresuntohijo...¿Seráél?Nopudoconciliar el sueño en toda la noche. Duerme, mujer, mañana se verá.Paraél era lomismo.Lavidano teníaningúnaliciente.Ynopensaballorarmás.Loimportanteeranopensar.Losojosfijoseneltelevisor,enlos periódicos. Ahora ¿qué significaba el retorno? El tiempo estraicionero.Unrostroinexpresivo,escasopelo,demacrado...¿Eraél?Loexaminarondearribaabajo, incluidoeldedomeñique. “Mihijo teníaeldedo meñique de la mano izquierda torcido. Se lo rompió jugando alfútbol y tuvo mal arreglo...” Aquel individuo tenía un dedo meñiquenormal.Suúnicaanormalidadlaconstituíasucegueraprovocadaporlaguerraquímica.Unagrancontrariedad,desdeluego.Lamujersedioporvencida, y el marido se sintió liberado. La despedida resultó un tantoembarazosa. “Adiós”,musitóella,sinatreversea tocaraquellosbrazosqueintentabanasirla.Unavezenlacalle,lamujertuvounmomentodevacilación...Sedetuvo.“Estoyrecordandoquenoeraelmeñiquede lamano izquierda. Y no me he fijado en su mano derecha...”. “Vamos,mujer, vamos”. El marido la empujó suavemente hacia adelante ylentamentelaparejadoblólaesquina...

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Anteelaltar

¿Quiere usted por mujer a María de Tal y Tal? —me pregunta elsacerdote.Memirafijamente,comosisospechara laverdad.“Sí,claro,¿porquéno?Esnaturalquedespuésdevenirhastaaquí...”

Pero las palabras quedan clavadas enmimente. Todos esperan un“Sí”,rotundoyclarotambién...ylodije.Soycobarde.Cientos,milesdevecesmerepetíaamímismo:“Mañanaselodigo”.Peroaldíasiguienteme callaba. No soporto las escenas patéticas. Ni el llanto. Basta contantacomedia.¿Quésabemosdelamor?SeamaalprójimoporamordeDios,pero¿quiénescapazdeamaralprójimosimplementeporamoralprójimo?Siaunoleabofeteanenunamejillaselerecomiendapresentarlaotra comomedio infaliblepara conseguir la felicidaden laotra vida.Pero ¿quién es capaz de decir “gracias” una vez recibido el segundobofetón?¿Quién?Duranteelrestodelaceremonianofuifelizporculpadelsacerdote...

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Robinson

Una columnade humo se perfiló en el horizonte.Robinson no dabacréditoasusojos.Diezañosllevabaviviendoenaquellaisla,perdidaenel océano y alejada de todas las rutas marítimas. Y sin nadie que leacompañaraenloslargosdíasdesoledad.Lellamaré“lunes”,serepetíaasímismoparadarsevalor,esperandoenvanolallegadadeuncriadonegro,comoélcreíaquesucedíaenestoscasos.Mejordicho,“martes”.Dosañosmástarde,pensóenllamarle“miércoles”.Tresañosmástardeadmitió que bien podría llamarse “jueves”... hasta que la columna dehumoprovenientedelgranbarco,queyasedivisabaen lontananza, lehizoolvidarlacuestión...Subarbaeramuyabundanteylarga.Elbarco,nocabíaduda,sedirigíahaciaél.Sedetuvojuntoalaisla.Arriaronunboteyunosmarinerosconvigorosasyrítmicaspaladasacercaronhastalaorillaaunoficialquecon lasbajerasdelpantalóndobladashasta larodilla y los zapatos en lamano se introdujo en el agua, haciendo ungesto muy expresivo de encontrarla muy fría. En tres zancadas sepresentó ante el náufrago, le saludó marcialmente e inquirió,mostrándole un arrugado pergamino: “¿Ha escrito usted esto?”. Elpergaminodecía:¡Socorro!No,élnohabíaescritonada.Noteníapluma,ni papel, ni unabotella, por supuesto. “Lo siento”, exclamóel oficial, ygirandosobresustalones,volvióameterseenelagua.Diounsaltitoalpaso de una olaminúscula y subió de nuevo al bote, ayudado por unmarinero. Mientras la embarcación se alejaba presurosa, camino delnavío, el oficial agitaba la mano saludando cariñosamente al forzadoRobinson.Noacertóapronunciarpalabraalguna...Seletrabólalengua.Habían transcurrido demasiados años. “No es posible...”, fue lo únicoqueacertóadecir,cuandoyaelbarcoseperdíaen la raya infinitadelhorizonte.Peronadieleoyó...

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Salustiano

Me pregunto si sería capaz de suicidarme. Soy feliz, no tengo unmotivo...Sevuelcamiautomóvil.Aduraspenaslogrosalirdeentre lasllamas y el humo, forzando la portezuela e impotente y desesperadoasistoalhorriblefinaldemimujerehijos.¿Entonces?Enciertaocasiónme asaltó una angustia tan irracional y deprimente que llegué a laconclusióndequeteníaqueponerfinamividainmediatamente...Perome tropecé con Salustiano, que me contó su vida: hechos vulgares,pequeñas tragedias, mediocridad, tristezas... Le escuché en silencio ymeestrechó lamanoaldespedirse. “Séquenovolveremosavernos”.Fue inútilqueprotestara reiteradamente.Salustiano insistió.Apartirdeaquelmomentoleílosperiódicos,ávida,ansiosamente...Traséliríayo.Mis razones eran más poderosas. Inútil. Las crónicas de sucesos nodabannoticiaalgunaal respecto.Bienesciertoque loscadáveres,merepitoamímismo,tardanvariosdíasensaliralasuperficieyflotar.Unvientre horriblementehinchado y unapiel blanquísima.Así vi al primermuerto de mi existencia y luego a mi tío. Por culpa de la hidropesía—”vidadeprimerayentierrodetercera”,erasulema—;lepincharoneldeformevientre.“Elañoqueviene...”,planeabaelinconsciente,mientrasel líquido salía y con él la vida... A no ser que se hubiese atado unapiedraalcuello.Cabíaesaposibilidad,tratándosedeSalustiano...

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Estampaveneciana

Nadie me moverá de aquí. Es inútil que roguéis, que lloréis, quesupliquéis.Mequedoaquí,enelCampanile.Soplaelvientoconfuerzayresulta difícil echar un vistazo al panorama con tranquilidad. Elascensoristasehaido,dejándomesolo.Mehamiradoconsuspicacia,aligualqueelencargadodevendermelosbilletescuandoleheinsistidoenquemedescontaraelserviciodebajadadelascensor(siemprehesidounhombrepráctico).Peroyonoquieromorir.Poresoestoyaquí.Luego,cuandoel agua les lleguea las rodillas, querránhacer lomismo, peroserá ya tarde. La muerte está siempre aquí presente. Presencié larecogida de cadáveres, cuando vino el tornado a traición. Los turistasescuchaban“TornaaSorrento”enlaplazadeSanMarcos,rodeadosdelas palomas, que toman la píldora anticonceptiva, suministrada por elMunicipio. Tú también debiste haberla tomado, amor mío. Ahora sussollozosnosimpidendormiryunasprofundasojerasseincrustanenturostro.Vendrálamuerteytendrátusojeras.Perolossesentapasajerosdelvaporettonolapresintieronporquellovíaycerraronlasventanillasypuertas.“Cerraronsupropioataúd”.Estolodecíaunsupervivienteaungrupodeperiodistas, rodeadosporunbuennúmerodecuriosos,entrelos cuales me encontraba yo. Sus ropas, sus cabellos estabanempapadosporelagua,ynomecansabademiraraunapersonaquehabía visto a la Muerte. Se fueron todos y el hombre se sintióembarazadoantemisilenciosapresencia.Sediolavueltaycomenzóacaminar. Unos metros más adelante me miró furtivamente, temeroso.Hubo personas que aquella noche hicieron el amor, porque no seenterarondenada.Aldíasiguiente lodecíaa todaplana IlGazzettino.Suena bien, ¿verdad?, Il Gazzettino. Terminaremos todos huyendo omuriendo,como losdelvaporetto.PoresohesubidoalCampanile.Yonohuyo.Quieroserelúltimo.Soyuncapitánquenoabandonalanave.Cuando el agua me llegue al cuello no haré ningún gesto. Además,resultaría inútil. Y es posible que salga en los noticiarios televisivos.

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Agitaréunamanoa la cámaraemplazadaenel helicóptero.Ypudieraserqueunapalomapermanezcasobremicabezaysiasínofuera,bienpodríaprepararsedeantemanolaescena,colocándomeunasmigasdepanentreloscabellos...

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Enel“metro”

Unaavalanchahaplantadoantemíauncura.(“Unsacerdote”,comodiríamimujer).Joven,enjuto,congafas.¿Igualqueyo?No,mejor,tienequesermejor,casiunsanto.LaSociedad, laComunidad,nosotros, lesexigimos que sean santos, absoluta y totalmente santos. Yo pagomisimpuestos, luego exijo. Está ante mí. El convoy se pone en marcha.Cadamovimiento suyo, cada uno de sus gestos, caen bajomimiradaimplacableydespiadada.¿Seráposiblequeseestéapoyandoenmí?¡Él,quedebesercasiunsanto!Esciertoqueelmovimientodelconvoysehahechomuyacentuado,dada lavelocidadquehaadquirido,perono es posible que él se apoye enmí. Los otros pueden hacerlo. Sonhombres.¡Peroél...!No,noseapoyaenmí.Hayquereconocerlo.Sehaagarradoaunasideroyprocuranomoverse.Diríacasiquenorespira,paraocuparmenorsitio.Coincidimosen lamismaparadadeestación.Yovoytrasdeél.SoycomounespíadelaSociedad,delaComunidad.Soysucensor.Su testigooculto.Llegamos juntoal letrerode lasalidaquedice: “Por favor,depositensusbilletesaquí”.Elsacerdotemetesumanoenelbolsillodelasotana,extraesubillete...Porunmomentohepensadoqueelbilleteibaacaeralsuelo.Dadalavelocidadqueimprimeasucuerpo...,perono,elbilletehacaídoensulugarpreciso.Continúoobservándole, le sigo. Le queda otra difícil prueba. Ahora, justamente,camino tras él. Pocos centímetros nos separan. Abre la puerta. ¿Ladejarásinmiraratrás?¿Sinpercatarsedeunposibleprójimoquepuedeir trasél?No.Hamiradohaciaatrásyhasostenido lapuertagiratoriahasta que yo me he hecho cargo de ella. Ha subido las escalerasapresuradamente, y ya en la calle, su figura se ha perdido entre lamuchedumbre... ¡Estos curas! (sacerdotes, como diría mi mujer) ¿porqué tendrán siempre tanta prisa? La rabia me ha dominado variosminutos.

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Unamuerte

Cuandoentréaverlaaúnhablabaconplenoconocimiento.Sedabacuentade loquesucedía,estabamuynerviosa,rezandoconel rosarioqueteníaentresusdedos.Amímereconoció,mequisohablar,intentódecirmealgo,peronopodía.Noseleentendíaloquedecía,aúnpodíaverynohacíamásquemirarme...Dioungransuspiroyfalleció.Miréalreloj.Eranlasdoceytreintaydosminutos.Loanotéenmiagenda.Mishermanos lloraban y María se abalanzó al lecho, diciendo “¡Madre!”.“¡Compórtate!”,objeté.

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Laaparición

Paseabasoloporelmonte,enun terrenosolitario,y repentinamenteexperimenté una extraña sensación.El vientomovía los árboles y creídesvanecerme. ¿Serán éstos los momentos previos a una apariciónmilagrosa?Unestremecimientorecorriómicuerpo.Podíaecharacorrer,peropermanecíaquieto,clavadoenelsuelo.Mentalmenterepasabalaspreguntas que le formularía, las entrevistas que posteriormente meharíanenlatelevisiónyenlosperiódicos,lomuchoquepodríaobtenercon una entrevista en exclusiva, y las posibilidades de venta del aguamilagrosa, previamente embotellada. ¿En qué lugar exactamentesurgiríaelchorro?Porunmomentolleguéapensarenlaposibilidaddepedirle... me da vergüenza decirlo. Empieza por p... Una nube negraocultóel solporunosmomentose intuíque todaposibilidadmehabíasido denegada. Lentamente, perezosamente, reanudémi camino... Detodaslasmaneraslosnegociospetrolíferosresultanmuycomplicados.

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Unextrañoimpulso

Amoalospobres,quieroalospobres,ayudoalospobres.EsperoqueDioslotengaencuenta.Mivecinonolosama,nolosayuda.Meconsta.Leespíoatravésdelamirilladelapuerta.Balbuceaunaspalabras,peronolesdanada.Undía,alcerrarlapuerta,unodeellosescupió...Hadesaberlo.Esjustoquelosepa...Leescribiréunacartaanónima.Pero¿nome traicionará la mirada cuando alguna vez coincidamos en elascensor? Siempre he tenido que luchar en la vida contra estosimpulsos.EnOstendehubederendirmeaellos.Mesucedióenelpaseomarítimo, juntoalKursaal,enunanoche invernal.Elvientoarreciabayunafigurainmóvilserecortabaalaluzdelasfarolas.Erayo.Meinvadíauna infinita tristeza. Al morir, mis ojos añorarán aquel lugar, situado amiles de kilómetros demi presunto lechodemuerte.Cuando llegue lahorapostrera,mepondrémimejorpijama,elderayasverdesyblancas,y aguardaré... Anhelo una espera larga, que me permita repasar losescasos momentos felices de mi vida. Será la única manera de que,después demimuerte, la comisura demis labios delate una felicidadinterior que nunca existió en mí, pero me satisface imaginar que, almenos, suscitaré envidias... Al dirigirme al hotel, por las desoladascalles, una puerta me sugirió un extraño impulso... Miré en derredorfurtivamente. Nadie. Arremetí contra ella. Dos tremendos puntapiésresonaron en la noche. Eché a correr... Ante la puerta del hotel medetuve unos instantes para controlarmi respiración y sofocar el jadeo.Pedí la llave demi habitación al conserje con gran naturalidad. Al díasiguientepartí.Ahora,amilesdekilómetros,suelorecordarelhechodevezencuando.¿Loachacaríanaunbromista,aun fantasma, talvez?Locomentaránconciertotemoralacostarseyapagarlaluz.”¿Volveráasucederestanoche?”Enelconfesonariounavozsusurra: “QuizáhayasidounavisodeÉl.Recen,recentodoslosdías...”.

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Undesembarco

Seaproximarona lacostaunosgrandesbuquesdeguerraydurantesiete días estuvieron disparando enormes proyectiles que fueron aestallar junto a la orilla. A continuación, hicieron su irrupción rápidaslanchasanfibias,queabríansuscompuertasyvomitabancentenaresdesoldadosarmadoshastalosdientes.Lasbombasnocesabandeestallarjuntoa laorilla.Unoficial conmuchosgalonesyunpequeño revólver,gritaba a los buques: “¡Idiotas, más allá!”. Pero los buques de guerraseguían disparando imperturbablemente contra la orilla. Los soldadoscaíancomomoscas.Otrooficialdijo:“¡Alataque!”,peroenelmomentode echar a andar, se aturdió, tropezó y cayó al suelo. El resto de lossoldadosqueleseguían,indecisos,seecharonasimismoalsuelo.Unocomenzó a llamar a su madre. Otro gritó “¡traición!”, al ver que sucompañerocaíamuertoconuntiroenlaespaldaeincrepóduramenteaotro por su descuido. Al final todos se retiraron en desorden,exclamando: “¡Volveremos!”. Mientras, en el buque— insignia, elalmirante, consultando detenidamente los mapas, exclamó sencilla yllanamente:

—Noshemosequivocadodeorilla.Esladeenfrente...

Yconvozuntantoenérgica,gritó:—¡Adelaaaaaaaaaaaaaaante...!

EldedoíndicedesumanoderechaseñalabaunpuntoimaginarioenelhorizontesinfindelOcéano.

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Torturas

Dejadmeenpaz. Lodiré, lo confesaré todo. Loquequeráis.Habéisvencido.Peroestaderrotalavislumbrémuchosañosatrás.Eraincapazde soportar cualquier dolor. El dentista, la rozadura del zapato, lasinyecciones, los reglazos en la punta de los dedos de aquel fraile deterriblemirada. “Fueronésos”, ledije, conunsollozo,señalandoadosdemiscompañeros.Aquellanochenopudedormirymimadrenosupopor qué. Entonces intuí que jamás sería capaz de sobreponerme a latortura.¿Quéqueréissaberdemí?Lodirétodo.Peromehabéisrotolosdedos, cortado la lengua, quitado los ojos, estrujado los testículos,hinchadoelvientreconcientos,miles,quizá,litrosdeagua...Porlotantono puedo hablar ni escribir. Mis palabras resuenan con fuerza en elcuartodebaño.Mihijogolpeainsistentementelapuerta,porqueaguardasuturnoyyomeapresuroparanollegartardealaoficina.

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Lasillaeléctrica

El grupo de personas de severo aspecto se detuvo ante una de laspuertas de los calabozos destinados a los condenados a muerte. Unvigilanteabriósolícito.Unafigurahumanaseperfilabaenelcatre,ocultatotalmente por una manta. Al oír el rumor de pasos, asomó justo lafrente, un ojo y un mechón de cabellos, ocultándose nuevamente porcompleto. “¡Vamos, John, no nos hagas perder el tiempo! Sabes queestonosdisgustatantocomoati...”.Johnnoseinmutóyelgobernadorde la prisión,molesto, tiró de lamanta. John, descubierto, se limitó asonreír...Seirguiódelacamayefectuóunosmovimientosgimnásticos.Uno de los vigilantes, visiblemente molesto, no pudo por menos queobjetar:“¡Vamos,John,¿paraquéquiereshacergimnasia?”.Johnacusóel impacto y de repente lanzó un grito terrible: “¡Mamá!”. Un grito queresonóen todos lospasillosycorredoresde laprisión.Ungritoalquesiguieronotroyotros...Lollevarondeprisaycorriendo,losentaronenlasillaeléctrica,leatarondepiesymanosyJohnsecalmó.“Tepondremosla venda, John...”, le aclaró paternalmente uno de los verdugos. Johnsonriótristemente.Dosgruesaslágrimassurcabansurostro.SehizounprofundosilencioysegundosmástardeelcuerpodeJohnseestremecióporunmomento.Los testigosasistíanmudosygravesalespectáculo.Cuandotodohuboterminado,unodeelloscomentóenvozbajaconsucompañero: “Hasta el último momento esperé que le indultaran. Almenos,enlaspelículassiempreocurreeso...”.

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Enlaplaya

Observo cómo se dirige como una centella hacia la orilla, hacia lasolasquese rompenapacibley lánguidamente. ¡Carlos!PeroCarlosnomeoye.Carlossiguecorriendo.Suspieschapoteanenelagua.Unaolalemojalasrodillas.Carloscontinúacorriendomaradentro.Soyincapazdemoverme.Comosiestuvieraclavado.Carlos.Heevitadoadornar lapalabra con diez o veinte signos de admiración. Prefiero explicarlo enpocaspalabras:migritofueprofundo,desgarrador,salvaje.PeroCarlosya no podía oírlo porque había desaparecido entre las olas. Entoncescomencé a correr hacia la orilla. Justo cuando el agua comenzó amojarmeloscalcetinesmedetuve.Misojosatónitoscontemplaronelmartranquilo,lasolasapacibles.Luegogirésobremímismoyvilashuellasdelaspisadasdemihijosobrelaarena,queseesfumabanjustamenteamispies.Dentrodepoco lasolassubiráncon lamareaaltayborrarántodorastro.Entrelasolasdivisounobjeto,lagorrademihijo.Lasolas,pocoapoco,melatraen.¡Noesposible!,exclamo,enunsollozo.Noesposible.Yahoraesnecesariovolveracasa,tratardeexplicaramimujerelcaso,hacerlecomprenderloocurrido,evitarquesussollozosygritosescandalicenalvecindario,intentarquelagorrarecuperadanolauseelhermanitomáspequeño,mi hijomenor, porquenopodría resistirlo, nopodríasoportarlavisióndeunagorraconolorasalitresobrelacabezadeotrohijomío.

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Enelcirco

“¡Mehe cansadodeesta vida! ¡Estoyharta!¿Porquénohemosdevivircomolosdemás?¿Quéseguridadtenemosanteelfuturo?Vivimosenelaire,sinpensarloqueserádenosotroseldíademañana.¿Tedascuenta, Grock? ¿Te das cuenta...?”. La mujer estalló en sollozos y elsilencioreinódurantelargosminutosenelcamerino.Luego,reanudóelmonólogo... “¡Al menos, dime algo! ¡Consuélame! ¡No memires así!”.Unos golpes discretos sonaron en la puerta y una voz alertó: “¡A lapista!”.ElmatrimonioGrock,minutosmástarde,enlomásaltodelmástildelcirco, realizabaunavezmásel “saltode lamuerte”,ante lamiradaasustadadecentenaresdeespectadores.ConunaprecisiónadmirableGrock recogió en el aire a su mujer tras haber realizado ésta dosvolteretas.Losaplausosresonaronenlagrancarpa.Grockaprovechóelbarulloparadecirasumujer,allíenloalto,mientrassaludaban:“¡Tienesrazón, Ketty, he pensadomuchas veces lo mismo! Compraremos unagranja y viviremos tranquilos y solos, ¿te parece?”. “Los novios de lamuerte”,asílesanunciabanloscartelespublicitariosrepartidosportodalaciudad,semiraronconlosojosradiantesysonrieron.

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Últimopárrafodelacartadeunfascistacondenadoamuerte

“...noquieroinsistirmásenello.Creoqueresultaríainútil.Desdeaqueldíaquenosmiramosalosojosypreferimosnohablar,medicuentadequeunmuro,mejordicho,unabismoseabrióentrenosotros.AhorameesperalamuerteypidoaDiosfuerzas,valoryserenidadparaafrontarla.Miscompañerosconfíanenmíynolosdefraudaré.Nohabrávendaenlosojosysíunpechodescubierto.Yomismodarélavozdeorden,sieloficialquedirigeelpelotónmelopermite.Ymiúltimogrito,nuestrogrito,esperoquesurjademigargantavibranteyhenchida.Ungritoque,sinduda, resonará en el mundo entero y despertará a las concienciasdormidas.¡Adiós!”.

(Firmailegible)

Postdata.— Antes de publicarla en los diarios de costumbre y dedifundirlaporlasemisorasderadio,repasadlaycorregidla.

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Éxtasis

Elenfermerodelsanatoriopsiquiátricomeintrodujoenunahabitación.“Él lo llama celda”, me aclaró. Las ventanas estaban cerradasherméticamente y el sol radiante del exterior no encontraba resquicioalguno.Mi hermano estaba arrodillado sobre un reclinatorio, el mismoquecompróestandoconnosotrosencasayquehubimosdetrasladaralsanatoriocuandoeldoctordecidiósuingresoaquí.Deestoyahaceunaño.Hoymehanpermitidovisitarle.Conlosojosmuyabiertos,mirandofijamenteaunaimagenpiadosaquecuelgadelaparedyconlaúnicayexclusiva iluminación de una vela, no parece darse cuenta de mipresencia...Nomeatrevo a interrumpir su soliloquio.En casa lanzabafuriosos denuestos contra su madre, cuando ésta interrumpía sussoliloquios,paraanunciarlequelacomidaestabaenlamesa.Eldíaquese subió sobre ella — cumplía años nuestro padre y había variosinvitados— y comenzó a recitar las bienaventuranzas, decidimos, sinmás, internarlo.Ahorasehapercatadodemipresenciaymemira.Ensus ojos hay lágrimas... “¿Por qué —me dice sollozando—, por quéconmigosecomportaasí?”¿Quién?“Él—meaclara, indicandoconungesto la imagen...—. ¿Sabes? Es terrible tener que confesarlo yadmitirlo,peronopuedosoportarmásestepeso,estesecreto...Cuandomehabla(suvozesunsusurro) tartamudea...Sí, tartamudea.¡Júramequenoselodirásanadie!”.

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Inquisición

Laluzdelasantorchasresultabaescasaparaellóbregosótano,ylassombras se proyectaban agigantadas sobre los húmedos muros. Undesgraciado,desnudoysumiso,exhibía lablanquísimapiel y conojosdeterrorpresenciaba lasoperacionesde losverdugos,queatabansuspies y manos a la “rueda de la muerte”. Formalizadas aquéllas, losverdugosseapartaronparadarpasoauninquisidordeterriblemiradayvoz ronca. “Por última vez —preguntó—¿Cree en Dios o no cree enDios?”. El maniatado semantuvo en obstinado silencio, hasta que ungesto del inquisidor a los verdugos provocó un terrible alarido delprimero.Solícitoelinquisidorseaproximóalrostrodeltorturado:“¿Quémedice?”El desgraciado, jadeando,acertóabalbucir: “Algunasvecessí,otrasno...depende”.“¿Dependedequé?”—inquirióconvozterribleel inquisidor—. “No losé...Resultadifícil precisarlo.Hayvecesenquemesientofeliz,arrobado,transportadoaloscielos,sinsaberporqué,sincausasquejustifiquenesafelicidad,yentoncescreo.Perootrasveces,tambiénsinsaberporqué,deprimido,cansado,harto,generalmentealdespertarme, por las mañanas, con mal sabor de boca...”. Aquellasexplicaciones, más bien elucubraciones, no parecieron satisfacer endemasíaalinquisidorporqueirguiéndoseysindejardemirarfijamentealacusado, exclamó con un gesto decidido de su mano derecha:“¡Adelante!”.

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Laaventura

Sonóelteléfonodemidespacho.EraAna.Mecausógranextrañezaporque jamás me había requerido directamente para nada. Era sumarido quien trataba siempre conmigo. Una amistad íntima, fraterna,surgida hacíamuchos años, que su posterior matrimonio no truncó nienfrió.Anaestabanerviosa,excitada...yyonosupedetenerlaatiempo.Tenía necesidad de desahogarse con alguien. Eso supuse al oír lasprimerasfrases.Luego,laconfesión,deimproviso,setornómásíntima,más personal, más alusiva, más directa... ¿Estaba loca? Con cuatrohijosasucuidadoymeproponíaunahuída... “¡Compréndelo,Ana!Noes posible...”. Pero Ana no quiso comprender nada y colgó. Aquellamisma tarde hablé con su marido, le conté todo y no pareciósorprenderse.“Escucha—medijo—,¿porquénoaceptas?”.Miasombrofue tan grande que no pude replicar ni decir nada... “Pero si...”. Elinsistió: “Escúchame con calma. No dramaticemos. Ella necesita unaaventura, un escape... Está harta demí, del hogar, de los hijos... Susnerviosestándeshechos.Túeresmimejor amigo, tengo confianzaenti...Sinofueraasínomeatreveríaadecirteque,porsupuesto,todoslosgastosqueocasionevuestroviaje...—porcierto,¿adóndeiríais?—lospagaría yo...¿Quémedicesaesto?”. “Nosé—balbucí—.Tendréqueconsultarloconmimujer...”.

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Unaccidente

El cadáver del niño estaba en la acera, oculto celosamente a lasmiradas,bajounamanta.Unospolicíascuidabandequeloscuriososnose acercaran demasiado, mientras aguardaban la llegada de lasautoridades.Muycerca,unaseñorallorabadesconsoladamente,gemía,gritaba,sollozaba...“¡Esmihijo,esmihijo!”,repetíaincesantemente.Elconductordelcamión,pálido,desencajado,explicabaalagentedetráficolosucedido.LLegóunfotógrafodeprensaysepusoatrabajar.Elchóferno advirtió el flash, continuaba dando interminables explicaciones. Lamadre seguía sollozando, ocultando el rostro entre sus manos. Laspersonasquepiadosamentelaasistían,increparoncongestosmudosalfotógrafoparaquesealejaraynolamolestara.Perolamujer,advertida,al ver que el hombre se alejaba, tuvo ocasión de preguntarle,entrecortadamente,avozengrito:“¿Paraquéperiódicotrabajausted?”.

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CartadeAmérica

He recibido carta de los Estados Unidos de América. Mañana elcarteromemirará conmás respeto. Tras haber cenado, la abriremos.Maríarecogeráelmantel.“Dobladlasservilletas”,dirá.Yoladoblaréencuadro,porquemihijomayorladoblaentriánguloysuhermanahaceunnudo.Yenel silenciode lanochesóloseoyeel rasgueodelpapelalromperse.“Queridospadresyhermanos...”Comienzoaleerlacartaenvozalta,pausada,untantomonótona...Vivebien.Allítodosvivenbien.Tiene automóvil, frigorífico, dice “quiero” y al momento se lo llevan acasa.Luegotienediez,veinteaños,todaunavida,siesnecesario,parapagar. He terminado la lectura. Silencio.Mimujer llora. Yo procuro nopensarennada.Peronopuedeser:pienso.Meesimposiblenopensarennada.Resultaridículo,peroveounascataratas,lasdelNiágara,queconozcoatravésdeunapelícula.MihijoviveadosmilkilómetrosdelascataratasdelNiágara, pero yo le veo tranquilamentepaseandobajo eltorrentedeaguaconunparaguas...Ahoramimujermepreguntará:“¿Enquépiensasenestemomento?”Lapregunta repetidamilvecesaldía.“Pensabaen las cataratas...”No,me resulta imposible. Inventaré si esprecisoalgunahistoriamaravillosa.Laúltimavezmedije:basta.Porque,sinreflexionar,alaacostumbradapreguntacontesté:“PiensoenlodifícilqueseríatrasladarunataúddeAméricaanuestrastierras...”Lloróymereprochómistontasideas.Peroyosiempretengoladuda:¿Subiránlosataúdes a los barcos como los automóviles, con grúas? Tiene queresultarmuyextrañoverunataúdsuspendidoenelaire...

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Crisis

De repente me he percatado de que mi vida se ha perdido, la heperdido para siempre. Y es tarde para volver a empezar.¿Verdaderamente es tarde? ¿Y si lo dejara todo? Mis ojos inquietosrecorrenlahabitacióndondetrabajo.Cadaobjeto,cadamuebleesmudotestigodemisafanes.¡Escaparélejos!

¡Lejosdeaquí,lejosdetodos...!¿SepuedecreerenDios?Lasdudasmeasaltancuandoestoyen la iglesia.Lagentequemerodeacantaacoro, algunos rezan el rosario por su cuenta. Es el momento de laConsagraciónysehahechounprofundosilencio,rotosolamenteporel“¡pa!”deunniño,quesemaravilladelecoestrepitosopromovidoporsugritoenelanchoámbitodeltemplo.¿Ysitodoestofuerauntinglado,unfalsotinglado?Misojosescrutanalaspersonasquemerodean...

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Cáncer

Quisieraviolaratodaslasmujeresdelmundo.Unaporuna.Blancas,negras,amarillas,esquimales...Perotemoquemividaseextingaantes.Encincuentaañosdeexistencia,hasta la fecha,solamenteheanotadounnombreenmiagenda:eldemimujer.Sedicepronto:memuero.¿Ylas funestas consecuencias que acarrea? ¿Y las tristezas quepromueve?¡Lamuerte,quéresponsabilidad!Mimujeryyo,cuandonosencontramosenel lechocomún,ni tansiquieranosrozamos.Nuestroscuerpospermanecenseparados,comonuestrasmentes,nuestrasideas,nuestrasilusiones...Yocreíaquelamuerteveníaderepente.Peroahorasé que no, que no ocurre así, que anuncia su llegada, que se haceesperar, que nos acecha, que nos vigila, que nos susurra al oído¡pronto!, complaciéndose enmolestarnos, en asustarnos... “Pálpese elcuerpo.Toque.Toque.¿Dóndeestáésecáncerque tanto temeusted?¿Dónde...?”Y laangustiamehacesollozaren laoscuridaddelcuarto.“¿Te ocurre algo?”, pregunta la mujer, semidormida. “Nada, nada” Agusto le diría: “Es el cáncer, ¿sabes?”. Al día siguiente me levantosilbando una cancioncilla de moda y salgo a la calle. Le besaría alportero.

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Elviolador

¡Esése!,exclamólaniñadebuclesdeoroyojosazules,consudeditoque apuntaba implacable e inexorablemente a un hombre demedianaestatura, de unos cuarenta años, regordezuelo y con cara de buenapersona. De todas formas, nadie se dejó llevar de las buenasapariencias—algunas veces engañan— y se abalanzaron sobre él. Elacusadointentódeciralgo,perounpuñetazolerompiótresdientesylepartióellabio.Otrogolpelecerróunojoyunrodillazoenelbajovientrele obligó a soltar un gemido. La niña, ante tanta violencia, comenzó alloriquear, siendo retirada del lugar.Mientras tanto, la justicia, “in situ”,había comenzado a torturar al corruptor demenores que semostrabacallado y sumiso. A lo sumo un gemido..., especialmente cuando leextirparon los testículos. También resultó doloroso el arranque de susojos. La lengua, no se sabe por qué, la respetaron. Las uñas no. Lefueronarrancandounaauna, tanto lasde lasmanos como lasde lospies,asícomoelcabello.Conunastenazaslearrancaronlasorejas.Yun sádico, con una aguja, se dedicó a introducírsela por el ano hastaprofundidades tan remotas que todos supusieron —la sangre fluíaabundanteynegra—quehabríallegadoadesgarrarmuchosórganosytejidosdesuorganismo.Ningunovital,desde luego,porqueelvioladorseguíaviviendo.Yesasí—llegadosaestemomento—que lospadresdelacriaturavolvieronpresurosamentealagranplazadondeseestaballevandoacaboelsuplicioparaadmitirquesuniñasehabíaequivocadoyqueelvioladoreraotro.Lagenteprotestó,losverdugosrefunfuñaronyel juez abandonó el lugar acompañando a los padres de la niña aldomiciliodelauténticoyúnico responsabledel vil atentado.Yelpobredesgraciado, torturado, desangrado, destrozado, roto y medio muerto,sóloacertóadecir...¿Yahora,qué?

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Historiabastanteatroz

LaconductadeJohnFoster resultaba lógicaenunbuenprofesional.“Quierounaoportunidad”,afirmóbalbuceando,unatardedeotoño,eneldespachodelredactor-jefedeunimportantediarioneoyorquino.SiuntalGarcíarecibióelmensajeenlasmontañasdeCuba;siStanleylocalizóaldoctorLivingstone,tambiénélteníaderechoaunaoportunidad...,ylatuvo. Partió camino del Pakistán Oriental con una cámara fotográficabajoelbrazo.Elhorrorylamiseriasepresentaronimplacablementeantesus ojos. ¿Qué pensó, qué sintió, qué hizo John Foster ante aquellatremendarealidad?Nadasupierondeéleneldiariohastavariosmesesdespués.Y su ausencia la atribuyeron a la vergüenzapadecida por elfracasoenlamisión.Laescenamástrágica,lafotomáspatéticadetodoeldramabengalínoeradeJohnFoster.Elmundonoolvidaráfácilmenteelrostrodeaqueldesgraciadoquetratabainútilmente,consusdébilesytemblorosas manos, de frenar la trayectoria implacable de aquellabayoneta calada en el fusil, que esgrimía un militar. Su cuerpo seapoyabaeneldeuncompañeroyasacrificadoydentrodepocoseríauncadáverexangüe...Lamultitud,curiosaysonriente, rodeabaal trío... ynadie protestó ante el asesinato atroz. Los reporteros gráficoscumplieron con su deber y solamente John Foster, alejado de todos,vomitóy lloró.Arrojó lejosdesí, furioso, lacámara fotográficaypensóque lavidanomerecía lapenavivirla,queyanoseríaelmismoJohnFosterdesiempreydecidiónovolvernuncamásaNuevaYork.DicenqueeltiempotodoloborraydetalhabitualformaoperóenJohnFoster.A losdosaños sepresentóenel diario, siendoperdonadoyadmitido.AhoraJohnFosteraguardaunanuevaoportunidad.Noestádispuestoafracasar nuevamente. Si fuera preciso hablaría con el de la bayoneta,llegarían a un acuerdo económico, trataría de hacer un trabajo “enexclusiva”ycuidaríaelenfoque.Elde labayoneta, firmeydecidido; lavíctima,enelsuelopanzaarriba,conojosdeterror,yélenladistanciaconveniente... ¡Ahora!,gritaríaJohnFosteryelde labayonetaactuaría

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sin vacilar. El “clic” de su cámara coincidiría casi con el “¡hag!” de lavíctima.Mirandotodoatravésdeunacámarasesienteunomásalejado,másdistanciadodelarealidad...

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Secuestroaéreo

“¡Manos arriba!”, exclamó con voz temblorosa el hombrecillo de vozatiplada y gafas aconchadas. Nadie se inmutó. La azafata le sonrióamablementealpasar.ElaviónhabíainiciadoelvuelohorasantesysedirigíadeNuevaYorkaSanFrancisco.“¿Peronocomprenden—insistióel hombrecillo, casi con un sollozo— que se trata de un secuestroaéreo?”. El pasajero de su vera, que leía atentamente un periódico,refunfuñó: “Ya estamos..., lo de siempre”. Los demás le miraron conasombro. Algunos con temor. Erguido, encima de un asiento, ysosteniendo en susmanos un revólver, queriendo apuntar a todos noapuntaba a nadie. Casi todos se ocultaron tras los respaldos de susasientos delanteros y el secuestrador chilló: “¡Quiero verlos a todos!”Nadieseinmutó.“¡Repitoquequieroverlosatodos!¡Cuentohastatres!Uno ..., dos... y tres...”. Nadie se asomó. Una azafata surgió tras lascortinasqueseparanhabitualmentelaclaseprimeradelallamadaturistayletocótímidamentesuhombro.Elhombrediounrespingoysevolviórápidamente,apuntándolaconelrevólver.Laazafatanoseinmutó:“Diceelcomandanteenquépuedeservirle”.Traslosasientosseasomaronlosojos y narices de los pasajeros. “Quiero un millón de dólares y unparacaídas”, exclamó con un rugido el hombrecillo. “De acuerdo —respondió la azafata—, espere un momento”. Desapareció tras lacortinilla, pero antes el hombrecillo añadió envalentonado: “Dígale queestoydispuestoatodo.Nadiellorarámimuerte,estoysoloenelmundoytengocáncer.Losmédicossólomedantresañosdevida...¡Yquierovivirlosacuerpoderey!”.Girósurostroparaquetodoslospasajerosleoyeranconclaridadyesperó.Unosminutosmástarde,traslascortinillasaparecióel comandantede la aeronave. “¿Esustedel secuestrador?”,preguntó obviamente al hombrecillo que empuñaba el revólver. Este,impresionado por la altura y envergadura del inquirente, afirmó con lacabeza.“Tome.Unmillóndedólares.Cuéntelossiquiere.Yaquíestáelparacaídas”. El hombrecillo miró los dólares y cogió uno. Lo examinó

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atentamenteyexclamó: “Perfecto...Yahorameayudaráaponermeelparacaídas”. “No faltabamás”, replicó el comandante.Solícito, asistidoporlaazafata,ayudóalsecuestradoraenfundarseelparacaídas.Luegoleacompañaronhastalaportezueladesaluda,situadaencola,seguidospor todos los pasajeros.Cuandoel comandante abrió la portezuela, elsecuestrador, con el rostro risueño, exclamó: “Gracias, muchasgracias...”Ydesapareció.

El comandante soltó un suspiro de satisfacción y comentó: “No sepreocupen.Vuelvanasusasientos.Noirámuylejos.Elparacaídasquelehedadonofuncionayademáslosdólareseranfalsos.Lacompañíatiene previstos estos casos...”. Cuando aterrizaron, le fue facilitada laidentificacióndelsecuestrador,destrozadoentrelasrocasdelCañóndelColorado: “Cuarentaaños.Casado.Concuatrohijosyesperandootro.Sinempleoyenperfectasalud”.“Típicocasodesesperadodeunpobrepadre de familia”, se titulaba la crónica, insertada en la página desucesosdelosdiarios...

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Elincinerado

¡Me iré! ¡A la India si es preciso!, exclamó fuera de sí, pegando unpuñetazoenlamesa,antelamiradaasustadadetodoslossuyos.Nadielereplicó.Ensilencio,todossiguieroncomiendo.Habíacomenzadotodoa propósito de un panteón. El periódico insertaba un anuncio porpalabrascomunicandolaventadeunoenelcementeriomásimportantedelaciudad.“Departicularaparticular”,decía.Sumujer,alleerlo,emitióunprofundosuspiro.Anhelabadisponerparatodalafamiliadeundigno,amplio y confortable panteón..., pero ¡eran tan caros!. Un día,inevitablemente,falleceríaalgúnmiembrodelafamilia...¿ydóndeseríainhumado? Doña Águeda estaba convencida, además, que sería laprimeraen“ser llamadaporDios”.Sehabíahechotantoa la idea,quetambién daba por descontado cuál sería la causa de su muerte: elcáncer.“Todosmuerendecáncer”,asegurabaconstantemente.Cuandoalguienleconfiabaqueibaaseroperadodeapendicitis—unejemplo—,doña Águeda añadía siempre: “No se fíe... a lo peor es cáncer. Losmédicosnuncanosdicenlaverdad...”.Noalbergabadudaalgunadequeel cáncer estaba hace tiempo instalado en sus entrañas. Cuando lasseñoritas postulantes se le acercaban en el Día de la Lucha contra elCáncer, solicitando un donativo, con las habituales palabras “Para elcáncer”, doña Águeda respondía sonriente y ausente: “Gracias, ya lotengo...”. Sumarido, pacífico y bonachón sufría con estamanía de sumujer.Porotraparte,noestabadispuestoainvertirpartedesusahorros,biensudadosporcierto,enunpanteón...Siempredabalargasalasunto.Hastaqueundíadescubriólaexistenciadelincinerador.¡Yaestabatodosolucionado!,pensó.Peronoreparóenelgestodesumujer...,porqueadoñaÁguedano leagradabaenabsoluto la ideadeser incinerada.Denadavalieron lasargumentacionesdesumarido:“Coneldineroquetedenpormisojosylosriñones,tendrásparaunabuenaincineración”;“Notequedarássinningúnrecuerdo:entreganunacajaconlascenizas”;“Nohuele mal el cadáver al quemarse: adoptan las medidas necesarias”;

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“Usanbutano”,etc.Inútil,erainútilyesasíque,nopudiendocontenersemás,hartodetantaincomprensión,fueradesí,trajoacolaciónlaIndia...

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Martirioymuertedenemorino

Un silencio expectante se apoderó del circo romano. Miles degargantasenmudecieron.Seabriólacompuertayseoyóungranrugidoproveniente del interior de la galería. Unos soldados introducían suslanzas a través de unas aberturas verificadas en la parte superior...Evidentemente, la fiera no quería salir al exterior. Fuera, en el círculocentral, ungrupodecristianos,acurrucados, temblorosos, seapiñabanen tornoaunancianodebarbasvenerablesy rezaban.Finalmente,elleón surgió del fondo del túnel, siendo recibido con una clamorosaovación.Anteaquelgriteríosedetuvo.Después,sumiradaseposóanteelgrupodecristianos,quepermanecíaquietoeinmóvil.Deunenérgicozarpazo arrojó por tierra a una mujer de unos cincuenta años, queprofirió un terrible grito. Luego, el silencio... El resto de los cristianosproseguíansusoraciones,yel leóniniciósufestín,acompañándosedeunmolestocrujirdedientes.“¿Podíahacersealgoparaimpedirqueestoocurriera?”,sepreguntóNemorino,rodillasentierra.Levantólosojosalcieloyobservóqueseguíasiendoazul,comocuandoeraniño.El leóncontinuaba su orgía. De la inicial docena de cristianos mártires, sóloquedaban dos: el anciano, que, tembloroso y angustiado, se habíapostradoderodillasenelsuelo(quizáparafacilitarlemejor lascosasasuverdugo,elleón),yél,Nemorino.Observóconterrorydetenimientoalleón,pero,desesperanzado,comprobóque jamás lohabíavistoantes.Ni, por supuesto, curadodientealguno...Aquel leónno ledebíanada.Deotroterriblezarpazoenlaespalda,elleónechóportierraalanciano.Un carrillo y un ojo desaparecieron en el acto en su zarpa, que serelamiócongusto.Con laotrapatamantenía inmóvil a la víctima,quegemía.Despuéshundiósusdientesenuncostado.Todoslosintestinosquedaronaldescubierto...Nemorinovomitó.Quisolevantarse,perosusrodillasnolerespondieronalprimerintento.Elleónengullíaconrapidezuno de los muslos, flácidos y blanquísimos, del anciano. Nemorinorecordó a su madre, que de pequeño le decía: “Con este signo

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vencerás”. Un grito terrible se oyó en el circo: “¡Madre, repítemelo denuevo! ¡Es necesario! ¿Comprendes? ¡Es necesario!”. Un profundosilenciosehizoenelcirco.Nemorinofueasaltadoporunprofundoterror.Elleónsedirigíaaél,últimosupervivientedelgrupo.Nemorinoperdióelcontroldesímismoyechóacorrercaminodelapresidencia.Unprimerzarpazo de la fiera le desgarró la espalda, y la sangre salió aborbotones... “¡César, reniego, César! ¿Me oyes? ¡César, reniego!¡Sálvame!¡Quierovivir!...”.Nodijomás.Elleónclavósusdientesensuhombro derecho y un alarido se oyó en toda Roma. César, con unmovimientodesucabeza,dioaentenderasussúbditosqueyaeratardeyquenadapodíahacerse.Yarriba,muyarribadelanfiteatro,enmediode la muchedumbre, un ciudadano anónimo confiaba a otro, en vozqueda: “Lástima,unpocomásquehubiese resistidoyhubierasalvadosualma...”.

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Unaeducaciónsentimental

La pequeñaMaría era feliz. Pese a todo, se sentíamuy feliz. Granpartedelméritocorrespondíaasuspadres.¡Cuántaslágrimas,cuántossollozos reprimidos! Pero ante su presencia todo eran sonrisas,atenciones y diversiones. ¡Ironía del destino! Ella, la pequeña María,cuyaimagenpatéticahabíadadolavueltaalmundo,veíaamuyescasaspersonas,leíapoquísimoslibros—todosellossinilustracionesdeningúntipo,desdeluego—ydesconocíalaexistenciadelaconvivenciasocial,delcine,delatelevisión...

Maríanoteníabrazosporculpade losefectosdeunadrogatomadapor sumadre durante el embarazo. ¡Cuántos trucos, cuántos recursostuvieron que inventar sus padres para que no se diera cuenta de sudefecto! Todos los que la visitaban se enfundaban en una especie dejerseys y camisas sinmangas y ella los aceptaba en su condición desereshumanosdesprovistosdebrazos. Igualesqueella. Ignorabaquesupadrellegóacolocar,unanochequedormía,elcañóndeunpequeñorevólver en su sién. Hay algunos momentos en que nos invade ladepresióny ladesesperanza.Esto llegóadecirelpadredeMaríaasumujercomotodaexcusa.Yellaloaceptóporquetambiéntuvo“inmente”la idea de acabar con la dulce, bella y tímida María. ¿Cuántos añoshabría de durar aquella comedia? A decir verdad, no duró mucho.Cuandoundíasupohuirde lavigilanciadesuspadresyabandonó lahabitacióninterior,deunasolaventana,quedabaaunminúsculopatiosinvistanirastrodevidaalguna,quehabíasidotestigodesudespertaralavidaydescubriólaverdad,nodijonada...Susojosquedaronfijosenaquellosniñosqueenlacallejugabansaltandoalacuerda.Vioaquellosbrazosyaquellasmanosquelahacíangiraryprovocaban—casi—unoscírculosenelaire.Ycuando,mástarde,supadre llegóanteellacomosiempre,conlasonrisaenlabocayeljerseysinmangasenfundado,nopudopormenos que escupirle a la cara, con unos ojos inyectados en

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odio. El padre, asombrado, sin saber frenarse ni dominarse, no pudoevitar que su mano derecha, falta de control, propinara una sonorabofetadaenelrostrodelaniña.

Hastasumuerte,acaecidamuchosañosmástarde,eldesgraciadoseatribuyó la total culpabilidaddeldescubrimientohechoporsuhija.Y lahija,nosesabeacienciaciertaporqué,tampocoleofrecióelconsuelodedecirleundíalaverdad...

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Elfalsomaestro

Dirigióseel falsoMaestro,seguidodealgunos incautosdiscípulos,alpueblomáspróximo.Unavezenlapanadería,elfalsoMaestropidióunabarritadepan...¡Paga!,ordenóperentorioaldiscípulomáspróximoaél.Este pagó sin rechistar. Una vez en la calle, una turba comenzó aseguirles. ¡Maestro! —exclamó con voz triunfante un paralítico deaspectoandrajosoydesnutrido—.¡Unapalabra,unasolapalabray...!Elfalso Maestro no pronunció palabra alguna y apartó hacia un lado alinoportuno. La turba se sintiódefraudadayempezóa lanzarpiedras yguijarros al falso Maestro y sus discípulos, que con las túnicaslevantadas hasta las rodillas corrieron cuesta abajo, alejándose delpueblo... Jadeantes y sedientos llegaron hasta un pozo donde unacampesinadesanoaspectoyatractivorostrollenabasucántarodeaguafresca... ¡Dame de beber!—exclamó el falsoMaestro—. Como quieraque la campesina se resistiera, el falsoMaestro le arrebató el cántaropor la fuerza almismo tiempo que ordenaba: ¡Ultrajadla, violadla!Unavez cumplida su misión, el falso Maestro y los discípulos llegaron aorillasdeunlago.Propinaronunatremendapalizaaunpescadorquesenegó a prestarles su embarcación y montaron en ella. Una vez maradentro se desató una terrible tormenta. ¡Maestro, sálvanos, queperecemos!, gritaron los discípulos ante las encrespadas olas, losvaivenesybandazosdelaembarcación...¿YquiénoshadichoqueyoseaelMaestro?—gritóel individuoconvozdetrueno—.Minutosmástarde zozobró la embarcación y perecieron todos sus ocupantesahogados.Unode losdiscípulos tuvo fuerzas, ánimoy valor, antesdeahogarse,paraexclamar:¡Ánimo,Maestro,unospasitos...!

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Ciudadanoagresivo

Soyunciudadanopacífico,amantedelorden,enemigodelainjusticia.

Perocuandomeprovocan,cuandoasistoaespectáculosbochornosos—dondelaleydelmásfuerteseimponesincausalógicanijustificada—a situaciones aceptables, a incidentes penosos, donde el débil esfustigado y escarnecido, entonces, una nube roja ofusca mi mente yprovocaenmíreacciones insospechadas. Ibayoelotrodía,sin irmáslejos,enel“metro”.Eranescasoslospasajeros,perotodoslosasientosestaban ocupados. Yo permanecía en pie. En una de las estacionesentró en el vagón una señora en estado interesante, muy avanzado...Conestoquierodecirqueasimplevistaeraostensiblesuembarazo...Bien, no debía pensar lo mismo aquel tipejo, sentado junto a ella, demirada distraida. Me puse nervioso... y no pude más. Me acerqué alindividuo:—Oiga,usted,¿esquenosehadadocuenta...?El individuoparecíanoquererentender.Lepropinéunpuñetazoen lanarizque lehizo saltar la sangre a borbotones.Un hombrecillo sentado junto a él,salióensudefensa...Lepropinéunatremendapatadaenelbajovientre,ycayócomofulminadoenelsuelo.Elrestodelospasajeros,asustados,nisemovieron...Solamente lamujerembarazada—yestomemolestómucho— se atrevió a increparme... No pude resistirlo. Le propiné talpatada en el vientre que será difícil, supongo, que su parto no resulteprematuro... El convoy se paró en la siguiente estación y me fuiapretando el paso. Los viajeros se quedaron atendiendo a loscontusionados. Al día siguiente, leyendo el periódico, me sorprendiódesagradablemente el hecho de que la parturienta había muerto,“salvajemente golpeada por un desconocido en un vagón del metro”.Perolomássorprendenteeraqueentremisvíctimashubiesetambiénunciego.

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