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LA NIÑA ENCANTADA DEL SALTO DEL PILÓN (Leyenda panameña de amor) Maximino Espino Cedeño

Presentación charco del pilón

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LA NIÑA ENCANTADA DEL SALTO DEL PILÓN

(Leyenda panameña de amor)

Maximino Espino Cedeño

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De Las Tablas, pequeña colonia española, situada en la Península de Azuero en Panamá salían expediciones de españoles y de indios vasallos hacia las regiones montañosas a buscar oro. Don Julián Del Río y otros indios eran unos de ellos.

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Un día explorando el Río Perales llegaron a un sitio desde el cual se oía el ruido de un salto de agua.

Los indios informaron a su amo que no seguirían porque ese era un lugar encantado en el cual salía un espíritu en forma de mujer muy bella peinándose con peines de oro para atraer a los hombres y que el que llegaba hasta allí, había desaparecido misteriosamente

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Don Julián dudó de los indios y avanzó solo… al instante quedó atónito:

sobre el hervidero de las aguas que caen del chorro, vio surgir de entre las espumas una mujer blanca y esbelta.

la mujer haló las trenzas de oro con una mano y con la otra las peinaba con un peine de oro

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Don Julián temblaba de emoción y curiosidad:

la niña encantada lo miró fijamente y le preguntó: ¿A quién quieres más? A mí o al peine de oro.

Don Julián permaneció mudo, presa del asombro y del recelo. Luego, habló casi sin saber lo que decía, para contestar la pregunta:

a ti, oh divina criatura; a ti hermosa mujer cuya belleza me ha hecho sentir una pasión sublime.

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Sonrío la hermosa entonces y le dijo:

te has salvado, Julián, porque te has olvidado del oro envilecedor.

si hubieras mencionado la palabra oro, habrías rodado a ese abismo que se abre a mis pies.

yo cuido los tesoros de estas montañas y castigo a los que andan con sed de oro.

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La niña encantada comenzó a hundirse suavemente.

Don Julián la miraba extasiado, en silencio. Se olvidó de que no era una mujer real y le dijo con la voz emocionada de amor:” te adoro, mi princesa; no me pidas que te deje….”

Acto seguido se lanzó tras ella y se fue hasta el fondo de las aguas, en los brazos de su amada, como en un sueño sobre el lomo liso de la laja hasta el profundo charco del Pilón.

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