La Raza Futura

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seres bajo la tierra

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La raza futura

Una fantasa futurista que describe la pesadilla terrorfica de una sociedad en la que el hombre no puede ni sentir ni pensar. Un relato que har que nos estrezcamos. Vril, el poder de la raza venidera es una obra que presenta la deshumanizacin de una sociedad en la que la tecnologa y la manipulacin del lenguaje por parte del poder sirven para anular la capacidad de pensar y de sentir del hombre. Este libro se incluye dentro de una tradicin de utopas negativas que se remonta a autores como Jonathan Swift o a algunas novelas de H. G. Wells, George Orwell o Aldous Huxley. El autor britnico Edward Bulwer-Lytton (1803-1879), reconocido como uno de los autores ms significativos durante la poca victoriana, es considerado con esta obra pionero de la ciencia-ficcin y de la narrativa fantstica.

Edward George Earl Bulwer-Lytton

La raza futura

Vril, El poder de la raza venidera

Ttulo original: The Coming RaceEdward George Earl Bulwer-Lytton, 1871Traduccin: Jorge A. Snchez

Nota del traductor

La raza futura es una obra maestra de la stira utpica y un extraordinario logro de la imaginacin proftica. Anticipa con extraordinaria precisin el moderno surgimiento de la mujer, los desarrollos de la energa nuclear y la tecnologa lser, y los terribles genocidios tnicos que llevaran a cabo pretendidas razas superiores. Una de las primeras novelas de ciencia ficcin de la literatura inglesa. En La Raza futura, lord Lytton representa a un vulgar hombre de nuestro tiempo atrapado por accidente en un pas subterrneo habitado por una raza varios cientos de aos por delante de nosotros en la evolucin. Y, esta teora de la evolucin, introduce algo as como un mtodo cientfico en la novela moderna." George Bernard ShawHace ya bastante tiempo que hemos aprendido a reverenciar el fino intelecto de Bulwer. Podemos coger una cualquiera de las producciones de su pluma con la seguridad de que, al leerla, las ms salvajes pasiones de nuestra naturaleza, nuestros ms profundos pensamientos, las ms brillantes visiones de nuestra fantasa y las ms ennoblecedoras y elevadas de nuestras aspiraciones sern, a su debido turno, encendidas en nuestro interior. Edgar Allan PoeLa novela La raza futura, cuya traduccin al castellano ofrecemos a nuestros lectores, es una exploracin del porvenir; tanto ms sorprendente cuanto fue escrita (1871) en una poca en que la ciencia, la mecnica y la electricidad se encontraban en un estado casi embrionario. En esta obra, Lord Lytton se revela como escritor de clara intuicin, rayana en clarividencia; no de otra manera hubiera podido desplegar ante el lector un panorama del desenvolvimiento humano tan avanzado; el cual, si cuando escribi la obra pudo considerarse como fantasa irrealizable, hoy, ante los progresos de las ciencias, de la mecnica, de la electricidad aplicada y, sobre todo, de la aeronutica y la radio, nos ha de parecer no slo realizable, sino en curso de realizacin.El hecho mismo de situar en el centro de la tierra el escenario y el medio ambiente del relato es, en cierto modo, simblico; parece como si el autor quisiera indicar que la humanidad, para alcanzar el grado de perfeccin de la raza futura y ms avanzada, cuyo cuadro nos presenta, tendr que adentrarse ms en s misma; que ha de descubrir todos los poderes en ella latentes; pues slo as obtendr la fuerza Vril (tema central de la obra) con la cual conseguir dominar no slo a la naturaleza de las cosas, sino tambin a la naturaleza inferior del hombre, a la vez que ayudar a ste a descubrir el ser espiritual superior, que realmente es y que, con el tiempo, habr de manifestarse.En estos tiempos de luchas enconadas, de intereses contra intereses, de ideales contra ideales, y de los sistemas polticos entre s, el panorama de la raza futura, tal como nos la presenta Lord Lytton, puede ser como luz proyectada sobre el caos en que la humanidad se debate, y haga pensar en un mtodo mejor y ms eficaz que la violencia, para solucionar los conflictos entre naciones y establecer las relaciones humanas sobre una base ms justa, ms racional y ms firme, que permita reanudar el avance de la civilizacin. La obra est llena de sugerencias, dignas de que los pensadores las tomen en cuenta.Sir Edward George Bulwer Lytton, primer Barn de Lytton, naci en Londres en 1803 y muri en Torquay, Devonshire, Inglaterra, en 1873. Desde temprana edad se manifest como poeta y dramaturgo. Obtuvo la medalla del Canciller, que se conceda en la Universidad de Cambridge a los poetas noveles, por un poema que compuso. Actu en poltica; fue elegido repetidamente miembro del Parlamento; y en 1858 fue Ministro de las Colonias con un gobierno conservador. Se le concedi el ttulo de Barn en 1866.Fue un escritor muy verstil. Algunas de las muchas novelas debidas a su pluma, han sido traducidas a varios idiomas; entre las ms conocidas figuran: Los ltimos das de Pompeya y Rienzi. Otra obra notable, por su profundidad, es Zanoni, en la cual Lord Lytton se nos revela como estudiante de la filosofa ocultista. En La Raza Futura se nos presenta como profeta y como intuitivo de gran profundidad y clara percepcin.

Captulo 1

Soy nativo de los Estados Unidos de Norteamrica. Mis antepasados abandonaron Inglaterra durante el reinado de Carlos II, y mi abuelo se distingui algo en la Guerra de la Independencia. Mi familia, por tanto, gozaba por su alcurnia una posicin social algo encumbrada y, como adems era opulenta, a los miembros de la misma se les consideraba como poco apropiados para el servicio pblico. As, al presentarse mi padre como candidato al Congreso, fue decididamente derrotado por su sastre. Despus de este fracaso, intervino poco en poltica y dedic la mayor parte del tiempo a su biblioteca. Yo era el mayor de tres hijos y fui enviado a la edad de diecisis aos al viejo pas; en primer lugar para que completara mi educacin literaria y en segundo para que me iniciara en los negocios, entrando a trabajar en una casa de Liverpool. Mi padre muri poco despus de cumplir yo veintin aos. Como qued en situacin econmica muy desahogada y era muy aficionado a los viajes y aventuras, renunci por el momento a la persecucin del todopoderoso dlar y me dediqu a recorrer el mundo sin rumbo fijo.En el ao 18 me encontraba casualmente en y fui invitado por un ingeniero, con quien haba trabado relaciones, a visitar las profundidades de una mina cuya explotacin l diriga.El lector comprender, si es que sigue este relato, las razones que tengo para ocultar todo indicio acerca del paraje a que me refiero y hasta quizs me agradezca que me abstenga de toda descripcin que pueda hacer posible el descubrimiento del mismo.Permtaseme, por tanto, que me limite a decir que acompa al ingeniero al interior de la mina y qued tan extraamente fascinado por las sombras maravillas de la misma y tan intensamente interesado en las exploraciones de mi amigo, que decid prolongar mi estancia en aquellos parajes y durante algunas semanas descend diariamente a las bvedas y galeras, formadas por la naturaleza y por el arte, en las entraas de la tierra.El ingeniero estaba convencido de que en el nuevo pozo, cuya abertura se haba comenzado bajo su direccin, se encontraran yacimientos de mineral mucho ms abundante y rico que los descubiertos hasta entonces. Al profundizar este pozo, dimos un da con un precipicio, cuyos lados aparecan erizados de rocas al parecer chamuscadas, como si en un lejano pasado hubiese sido abierto por fuegos volcnicos. Mi amigo se hizo bajar metido en una especie de jaula, despus de haber probado la respirabilidad de la atmsfera por medio de una lmpara de seguridad. Permaneci cerca de una hora en el abismo. Cuando subi estaba muy plido y una ansiosa expresin meditativa ensombreca su rostro; algo muy ajeno a su carcter ordinario, el cual era franco, jovial y despreocupado.

A mis preguntas, contest secamente que el descenso era poco seguro y que no prometa ningn resultado. Se suspendi todo ulterior trabajo en el pozo y volvimos a las secciones ms conocidas de la mina. Durante el resto de aquel da el ingeniero pareci dominado por un pensamiento fijo. Se mostr extraordinariamente taciturno y en sus ojos se descubra una expresin de espanto y confusin, como si hubiera visto un fantasma. Durante la velada, mientras nos encontrbamos solos, sentados en el alojamiento cerca de la bocamina que habamos compartido durante casi un mes, dije a mi amigo:Dgame francamente, qu ha visto usted en el precipicio; estoy seguro que ha sido algo extrao y terrible. Sea lo que quiera, ha dejado su mente en estado de dudas. S es as, dos cabezas valen ms que una. Tenga confianza en m.El ingeniero hizo cuanto pudo para evadir mis preguntas; pero como mientras hablaba beba, casi sin darse cuenta, el contenido de una botella de brandy en cantidad a la que no estaba acostumbrado, pues era hombre sobrio, su reserva fue desapareciendo paulatinamente. Quienes quieran guardar secretos deben imitar a los animales y beber solamente agua. Al fin, dijo:Se lo dir todo. Cuando la jaula par me encontr sobre el borde de una roca; debajo el precipicio descenda en plano inclinado a considerable profundidad, cuya oscuridad mi lmpara no poda penetrar. Pero del fondo llegaba, con indecible sorpresa para m, una luz fija y brillante. Si se hubiera tratado de algn fuego volcnico, habra sentido seguramente el calor del mismo. No obstante, aunque de esto no me caba duda, cre de la mayor importancia para nuestra seguridad, que deba aclarar lo que hubiese. Examin, pues, los costados del precipicio y vi que poda aventurarme, por las proyecciones y bordes irregulares de las rocas, a lo menos hasta cierta distancia. Sal de la jaula y descend. A medida que me acercaba ms y ms a la luz, el precipicio se ensanchaba, hasta que por fin, ante mi inenarrable asombro, vi en el fondo del abismo, un ancho camino nivelado, iluminado hasta donde alcanzaba la vista, por lo que me parecieron lmparas de gas artificial, colocadas a trechos regulares como en las anchas avenidas de una gran ciudad; o, adems, a distancia, como el zumbido de lo que parecan voces humanas. Me consta, naturalmente, que no trabajan mineros rivales en esta seccin del pas. De quin podan ser tales voces? Qu manos humanas pudieron nivelar el camino y alinear aquellas lmparas?La supersticin corriente entre los mineros, segn la cual los gnomos o espritus malignos habitan en las entraas de la tierra, empez a apoderarse de m. Tembl ante la idea de descender ms y enfrentarme con los habitantes de aquel valle infernal. De todos modos no hubiera podido descender sin cuerdas; puesto que desde el punto en que me encontraba, las paredes del precipicio se ensanchaban en forma de bveda, lo que haca imposible todo descenso. Con alguna dificultad volv atrs. Ahora se lo he contado todo.Volver usted a descender?.Debiera descender pero siento que no me atrevo.Un compaero de confianza divide por la mitad las dificultades del viaje y duplica el valor. Ir con usted. Nos proveeremos de sogas de resistencia y longitud adecuada y perdneme; pero no debe usted beber ms esta noche. Nuestras manos y pies han de estar maana firmes y seguros.

Captulo 2

A la maana siguiente, los nervios de m amigo se haban ya calmado y su curiosidad no estaba menos excitada que la ma. Quizs ms; porque evidentemente crea en su propio relato, mientras que yo tena bastantes dudas. No es que creyera que haba faltado a sabiendas a la verdad; pero yo crea que se encontraba bajo una de esas alucinaciones que se apoderan de nuestra fantasa y de nuestros nervios en lugares solitarios y desacostumbrados en que damos forma a lo sin forma y sonidos al silencio.Escogimos seis mineros veteranos para que vigilaran nuestro descenso. Como la jaula no poda contener ms de uno a la vez, el ingeniero baj el primero; cuando lleg al borde de la roca en que se haba detenido el da anterior, sali de la jaula y sta fue elevada para que yo descendiera a mi vez y muy pronto me encontr al lado de mi amigo. Nos habamos provisto de una larga soga.

La luz atrajo mis ojos como le haba ocurrido a mi amigo el da antes. La galera por la que avanzbamos descenda diagonalmente; me pareci luz atmosfrica difusa, no como la del fuego, sino suave y plateada como la de una estrella nortea. Abandonando la jaula descendimos uno tras otro sin dificultad, gracias a las rocas salientes de los costados, hasta que llegamos al lugar en el que mi amigo tuvo que detenerse, la cual era una proyeccin bastante espaciosa como para que pudisemos estar juntos. Desde este punto, el precipicio se ensanchaba bruscamente hacia abajo como un vasto embudo, y vi distintamente el valle, el camino y las lmparas que mi compaero haba descripto. No habla exagerado nada. O los zumbidos que l haba odo; indescriptible zumbido mezcla de voces y unos pasos apagados. Forzando mi vista, ms abajo percib claramente a distancia las lneas de lo que me imagin edificio muy grande. No poda ser mera roca natural; era demasiado simtrico; se destacaban inmensas columnas de estilo egipcio y todo l alumbrado como desde adentro. Llevaba conmigo un pequeo anteojo de bolsillo y con la ayuda de ste pude distinguir cerca del edificio que menciono dos formas, al parecer humanas, aunque no estaba muy seguro. A lo menos eran seres vivos, porque se movan y ambos desaparecieron dentro del edificio. Procedimos a sujetar un extremo de la soga, que habamos trado, en la roca en que estbamos, con la ayuda de garfios y ganchos que tambin llevbamos junto con las herramientas necesarias.Ejecutamos este trabajo casi en silencio. Trabajbamos como hombres que temieran hablarse. Despus de sujetar un extremo de la soga en la roca, atamos una piedra al otro extremo y la bajamos hasta que descans en el suelo a una profundidad de unos 15 metros. Yo era ms joven y ms gil que mi compaero y por haber servido en un barco en mi mocedad, el deslizamiento por la soga me era ms fcil que para l. En voz baja reclam el derecho de preferencia, con el propsito de una vez en el suelo sostener la soga, a fin de que, estando sta ms fija, pudiera l bajar mejor. Llegu sin novedad al suelo; inmediatamente el ingeniero empez a bajar. Pero apenas haba descendido unos cuatro metros, cuando los ganchos que creamos muy seguros cedieron o ms bien la roca misma se quebr a causa de la tensin y el desgraciado fue precipitado al fondo, cayendo a mis pies y arrastrando con l pedazos de roca, uno de los cuales, afortunadamente pequeo, me dio en la cabeza y me atont por algn tiempo. Al recobrar mis sentidos, vi a mi compaero inanimado a mi lado; su vida completamente extinguida. Mientras estaba inclinado sobre el cadver, lleno de dolor y horror, o cerca de m un extrao ruido, mezcla de ronquido y silbido y volvindome instintivamente en la direccin de donde vena, vi surgir de una oscura grieta en la roca, una enorme y terrible cabeza con las fauces abiertas y ojos abotagados, lvidos y hambrientos. Era la cabeza de un monstruoso reptil, parecido al cocodrilo, pero infinitamente ms grande que el mayor de aquella especie que jams hubiera visto en mis viajes. Me levant de un salto y corr hacia el valle lo ms de prisa que pude. Me detuve, al fin, avergonzado de mi pnico y de mi huda y volv al punto en que haba quedado el cuerpo de mi amigo. Pero haba desaparecido. Sin duda alguna, el monstruo lo haba arrastrado a su guarida y devorado. La soga y los ganchos yacan todava donde haban cado; pero no me daban medio para volver atrs; fue imposible volverlos a enganchar en las rocas de arriba, y los lados de la roca eran demasiados lisos para que los pies humanos pudieran encontrar apoyo en ellos. Me encontraba solo en este mundo extrao en las entraas de la tierra.

Captulo 3

Lenta y cautelosamente me encamin por el camino alumbrado hacia el gran edificio, que he mencionado antes. El camino mismo tena el aspecto de un gran paso alpino, bordeando montaas rocosas de cuya cadena formaba parte la del precipicio por el que haba descendido. A gran profundidad a mi izquierda se divisaba un dilatado valle, que ofreca a mis asombrados ojos la inconfundible evidencia del arte y de la cultura. Haba campos cubiertos de una extraa vegetacin que no se pareca a nada de lo que haba visto en la superficie de la tierra; el color no era verde, sino ms bien de un matiz rojo dorado plido. Se vean lagos y arroyuelos, al parecer formados artificialmente; unos de agua pura; otros brillaban como estanques de nafta. A mi derecha se abran hondonadas y desfiladeros entre las rocas con pasos entre ellos, evidentemente construidos con arte y bordeados de rboles, parecidos en su mayor parte a gigantescos helechos de exquisitas variedades de suave follaje y tallos como los de las palmeras. Otros se parecan ms a las caas, pero ms altos terminados en grandes grupos de flores; otros, en cambio, tenan la forma de enormes hongos con tallos cortos y gruesos, que soportaban un ancho techo a manera de cpula, del cual se elevaban y caan largas y esbeltas ramas. La escena entera delante, detrs y a mis lados, hasta donde la vista poda alcanzar, brillaba a la luz de innumerables lmparas. El mundo sin un sol, brillante y tibio como un paisaje italiano a medioda; pero el aire era menos opresivo y el calor ms suave. La escena ante m tampoco careca de seales de habitacin. Poda distinguir a distancia, en las mrgenes de lagos o arroyuelos, o en las laderas medio cubiertas por la vegetacin, edificios que seguramente servan de hogar a hombres. Pude hasta discernir, aunque muy lejos, formas que me parecieron humanas, movindose en medio del paisaje. En un momento que me detuve a mirar vi a mi derecha deslizarse rpidamente por el aire, lo que pareca ser una pequea embarcacin, impulsada por velas que ms bien parecan alas. Se perdi pronto de vista al descender y ocultarse entre las sombras de una selva. Directamente encima de m, no haba cielo sino nicamente un techo cavernoso. Este techo se elevaba ms y ms con la distancia sobre los valles lejanos hasta que se haca imperceptible. Una atmsfera nebulosa lo llenaba todo.Continuando mi camino, vi que de un matorral, que se pareca a una gran maraa de algas marinas, mezcladas con helechos arborescentes y plantas de largas hojas de forma parecida a las del cactus, sala un curioso animal de tamao y forma del ciervo. Despus de dar algunos pasos, el animal dio vuelta y me mir curioso; entonces me di cuenta que no se pareca a ninguna de las especies de ciervos que hoy existen en la superficie de la tierra y trajo a mi memoria instantneamente una figura de yeso, que haba visto en algn museo, de una variedad de venado que se deca haba existido antes del diluvio. El animal pareca bastante manso; y despus de observarme por unos momentos, empez a pacer del singular yerbajo, sin cuidarse ni preocuparse de m.

Captulo 4

Poco despus, el entero edificio a que me he referido, estaba ante mi vista. Efectivamente, estaba construido por mano del hombre y parcialmente tallado en una gran roca. A primera vista, poda suponerse que el estilo del mismo perteneca a la primitiva forma de arquitectura egipcia. En su frente tena grandes columnas ahusadas sobre macizos plintos, cuyos capiteles, segn vi al acercarme, eran ms ornamentales y ms fantsticamente airosos de lo que la arquitectura egipcia permite. As como el capitel corintio reproduce la hoja del acanto, as los capiteles de aquellas columnas imitaban el follaje de la vegetacin que rodeaba el edificio, algo como el alce y el helecho.Mientras haca estas observaciones, sali de este edificio una forma humana era humana? Se detuvo en el ancho portal, mir alrededor, me vio y se aproxim. Lleg hasta pocos pasos de m. A su vista y presencia, mis pies quedaron clavados en el suelo y se apoder de m indescriptible zozobra que me hizo temblar. Me record las imgenes simblicas de genios o demonios que se ven en los vasos etruscos o se alinean en los muros de los sepulcros orientales; imgenes que reproducen el perfil del hombre, pero que son de otra raza. Era alto, no gigante; pero tan alto como el hombre que ms se aproxime al gigante.Su vestido principal, segn me pareci, consista de grandes alas plegadas sobre su pecho, que le llegaban a la rodilla; el resto de su vestimenta estaba compuesta de una tnica y polainas de material delgado fibroso. En la cabeza llevaba una especie de tiara cuyas joyas brillaban; y en su mano derecha llevaba una delgada varilla de metal brillante, parecido al acero pulimentado. Pero qu rostro! Este fue el que me inspir inquietud y terror; era el rostro de un hombre, pero de un tipo distinto a nuestras razas conocidas. Lo que ms se le aproxima es el perfil y la expresin de la esfinge, tan regular en su serenidad y belleza intelectual y misteriosa. El color era peculiar; ms parecido a la variedad roja que a ninguna otra de nuestra especie; su tono era ms rico y suave; los ojos eran grandes, negros, profundos y brillantes; las cejas arqueadas en semicrculo. El rostro era lampio; pero tena algo indecible en su aspecto, que a pesar de la expresin serena y la belleza de las facciones, despertaba el instinto de peligro que se siente a la vista de un tigre o de una serpiente. Sent que aquella imagen varonil estaba dotada de fuerzas hostiles al hombre. Al ver que se acercaba sent un sudor fro, ca de rodillas y me cubr el rostro con las manos.

Captulo 5

Una voz me habl con tono sereno, dulce y armonioso; en un lenguaje del que no pude entender ni una palabra; pero sirvi para disipar mi terror. Descubr mi cara y levant la vista. Aquel ser (no me atreva a considerarlo hombre) me miraba con ojos que parecan leer en lo ms hondo de mi corazn. Entonces, aplic su mano izquierda sobre mi frente, y con la varilla que llevaba en la derecha toc gentilmente mi hombro. El efecto de este doble contacto fue mgico.En lugar de mi anterior miedo, experiment una sensacin de contento, de alegra, de confianza en m mismo y en las cosas que me rodeaban. Me levant y habl en mi propia lengua. El desconocido me escuch con aparente atencin, pero haba cierta expresin de sorpresa en sus miradas, y movi la cabeza como para dar a entender que no me comprenda. Despus, me tom de la mano y me condujo en silencio al edificio. La entrada era abierta, pues en realidad no haba puerta alguna. Entramos en un inmenso hall, alumbrado por el mismo sistema que el exterior; pero se difunda por el aire un exquisito perfume. El pavimento era de mosaico, formado por bloques de metales preciosos, y en parte cubierto por una especie de esteras. Una suave meloda se dejaba or por todos los mbitos del hall, tan natural all como el murmullo del agua, en un paisaje montaoso, o el gorjeo de los pjaros en las arboledas.Una figura de traje similar aunque ms sencillo que el de mi gua, estaba inmvil cerca del dintel de la puerta. Mi gua lo toc dos veces con su varilla, la figura se puso rpidamente en movimiento y se desliz por el pavimento. Al fijarme, me di cuenta que no tena vida, sino que era un autmata mecnico.Hara dos minutos que haba desaparecido, por una abertura sin puerta, medio cubierta por cortinas, situada al otro extremo del hall, cuando sali por la misma un muchacho de unos doce aos, de facciones tan parecidas a las de mi gua, que me parecieron evidentemente padre e hijo. Al verme, el muchacho dio un grito y levant en actitud amenazadora una varita parecida a la que llevaba mi conductor; pero a una palabra de ste la baj.Hablaron los dos durante unos momentos, examinndome mientras hablaban. El muchacho toc mis vestidos y acarici mi rostro con evidente curiosidad, emitiendo un sonido como la risa; pero su hilaridad era ms comedida que el regocijo expresado por nuestra risa. De pronto descendi una plataforma, construida como los ascensores de nuestros grandes hoteles y almacenes para subir a los pisos superiores.Mi gua y el muchacho montaron en la plataforma y me indicaron hiciese lo mismo, como as hice. El ascenso fue rpido y seguro y nos encontramos en medio de un corredor con portales a cada lado. Por uno de stos fui conducido a una habitacin amueblada con esplendor oriental; las paredes estaban cubiertas de mosaicos, formados con espatos, metales y piedras preciosas sin tallar; abundaban los divanes y cojines; unas aberturas a modo de ventanas, que arrancaban del suelo, pero sin cristales, daban luz a la habitacin y establecan comunicacin con unas espaciosas terrazas que permitan contemplar el paisaje iluminado de los alrededores. En jaulas colgadas del techo, veanse pjaros de extraa forma y de brillante plumaje, los que, a nuestra entrada, entonaron a coro un canto modulado al estilo de nuestros mirlos. Un delicioso perfume, procedente de pebeteros de oro, delicadamente esculpidos, llenaba el aposento.Varios autmatas, parecidos al que antes haba visto, permanecan de pie, mudos e inmviles, apoyados en la pared. El desconocido me hizo sentar cerca de l en un divn y me habl de nuevo y tambin yo habl; pero sin lograr entendernos uno a otro.Empec, entonces, a sentir ms agudamente los efectos del golpe recibido al caerme encima los fragmentos de roca. Me vino como un desmayo, acompaado de punzantes y muy agudos dolores en la cabeza y en el cuello. Me dej caer en el respaldo del asiento, haciendo vanos esfuerzos para ahogar un gemido. Al verme as, el muchacho, que hasta entonces pareca mirarme con desconfianza y antipata, se arrodill a mi lado para sostenerme, tom una de mis manos entre las suyas, acerc sus labios a mi frente y alent suavemente sobre sta. A los pocos momentos, el dolor haba cesado; me sobrevino un dulce y tranquilo sopor y qued dormido.No s cuanto tiempo permanec en tal estado; slo s que, al despertar, me sent perfectamente restablecido. Al abrir los ojos me vi rodeado de formas silenciosas, sentadas a mi alrededor con la gravedad y quietud de orientales; todas eran parecidas a la del primer individuo con quien me encontr; iguales alas les envolvan; vestan las mismas prendas, tenan los mismos rostros de esfinge, de ojos profundos y de color rojizo; sobre todo, era el mismo tipo de raza; tipo humano, pero de aspecto ms robusto y de mejor presencia, la cual inspiraba un indecible sentimiento de terror. Sin embargo, el semblante era dulce y tranquilo y hasta bondadoso en su expresin. Por extrao que sea, me pareca que en esta misma calma y benignidad estaba el secreto del terror, que su presencia inspiraba. Sus rostros estaban exentos de las lneas y sombras, con que los cuidados y las tristezas marcan los rostros de los hombres; parecan ms bien rostros de dioses esculpidos; algo as como aparece, a los ojos de un cristiano doliente, la serena frente de los muertos.Sent en mi hombro el contacto tibio de una mano; era la del muchacho. En sus ojos se reflejaban piedad y ternura; pero como la que concedemos a algn pjaro o mariposa que sufren. Me encog ante tal contacto y ante tal mirada; me causaban la vaga impresin de que, aquel muchacho poda, si quisiera, matarme, con la misma facilidad que un hombre puede matar a un pjaro o a una mariposa. El muchacho pareci dolerse de mi repugnancia; se separ de m y se retir al lado de una de las ventanas. Los otros continuaban conversando en voz baja; por sus miradas hacia m, me di cuenta de que yo era el objeto de su conversacin. Uno de ellos, en particular, pareca empeado en convencer, al que me haba encontrado, sobre alguna proposicin que me afectaba; el ltimo, me pareci, por sus gestos, a punto de consentir, cuando, de pronto, el muchacho dej su lugar cerca de la ventana y se interpuso entre los otros y yo, como para protegerme y habl con palabra viva y enrgica. Por intuicin o instinto, me di cuenta de que el muchacho, a quien tanto tema antes, estaba abogando en mi favor. An no haba terminado el muchacho de hablar, cuando otro desconocido entr en la habitacin. Aparentemente era de mayor edad que los otros, aunque no era viejo. Su aspecto, menos sereno que el de los dems daba la sensacin de humanidad ms en consonancia con la ma. El recin llegado escuch quietamente lo que le decan; primero mi gua, luego los del grupo y finalmente el muchacho; despus se dirigi a m, no con palabras, sino por signos y gestos. Cre entenderlo perfectamente y no me equivoqu. Comprend que me preguntaba de dnde haba venido. Extend mi brazo y seal hacia el camino que haba seguido, desde el precipicio de rocas; entonces se me ocurri una idea. Ech mano a mi libreta de notas y en una de las hojas hice un croquis del borde de la roca, de la soga y yo colgado de ella; luego deline las rocas cavernosas de abajo, la cabeza del reptil y la forma sin vida de mi amigo. Di este jeroglfico a mi interrogador, quien, despus de examinarlo gravemente, lo pas a su vecino y as recorri todo el grupo. Despus de este examen, el primer ser, a quien yo haba encontrado, dijo algunas palabras y el muchacho, quien se haba acercado y mirado el croquis, movi la cabeza afirmativamente, dando a entender que comprenda lo que significaba. El muchacho se acerc a la ventana, abri las alas, pegadas a su forma, las sacudi una o dos veces y se lanz al espacio.La sorpresa me hizo dar un salto y me precipit a la ventana. El chico estaba ya en el aire, sostenido por sus alas, las que no se movan como las de los pjaros; sino que se elevaban sobre su cabeza y parecan sostenerlo en las alturas, sin esfuerzo de su parte. El nio volaba con la rapidez del guila; observ que llevaba la direccin de la roca, en que yo haba descendido, cuyos perfiles alcanzaban a divisarse a travs de la brillante atmsfera. A los pocos minutos, volva penetrando por la misma abertura, por la que haba salido, dejando en el suelo la soga y los ganchos, que yo haba abandonado al descender por el precipicio.Entre los presentes se cruzaron algunas palabras; uno del grupo toc a uno de los autmatas, el cual avanz y se desliz fuera de la habitacin. Luego, el ltimo, que haba entrado me tom de la mano y me condujo al corredor. All nos esperaba la plataforma en que habamos subido; montamos en ella y descendimos hasta el hall. Mi nuevo compaero, siempre tomndome de la mano, me condujo del edificio a la calle (por decirlo as) que se extenda enfrente, bordeada en cada lado por edificios separados entre s por jardines, cubiertos de brillante vegetacin de colores vivos y extraas flores. En medio de esos jardines (los cuales estaban separados por paredes bajas) o caminando por la calle, se vean muchas formas similares a las que haba visto. Algunos de los transentes, al verme, se acercaron a mi gua; por su tono, sus miradas y gestos, evidentemente le preguntaban por m. En pocos momentos se junt una multitud a nuestro alrededor, que me examinaba con gran inters, como si se tratara de algn raro animal salvaje. No obstante, al satisfacer su curiosidad, mantuvieron una actitud corts y grave y despus de breves palabras de mi gua, quien me pareci que se quejaba de la obstruccin de la calle, se alejaron haciendo una solemne inclinacin de cabeza y siguieron su camino, con tranquila indiferencia.Habamos recorrido la mitad de la calle, cuando nos detuvimos ante un edificio diferente de los que habamos pasado hasta entonces; formaba los tres costados de un vasto patio; en los ngulos del mismo, se elevaban altas torres de forma piramidal; en el espacio abierto entre los costados, haba una fuente circular de dimensiones colosales; de la cual brotaba un chorro de agua que luego descenda, en forma de lluvia deslumbrante, que a m me pareci de fuego. Penetramos en el edificio por uno de los portales y nos encontramos en una enorme sala; en ella se vean grupos de nios, al parecer, ocupados en trabajo, como el de alguna gran fbrica. En una de las paredes, haba una enorme mquina en pleno funcionamiento, con ruedas y cilindros, parecida a nuestras mquinas de vapor; con la diferencia de que estaba ricamente ornamentada con piedras y metales preciosos y emita resplandor plido y fosforescente de luz cambiante. Algunos de los muchachos trabajaban en algo misterioso en aquella maquinaria; otros estaban sentados ante mesas. No se me permiti detenerme bastante tiempo como para examinar en qu trabajaban. No se dejaba or ni una sola voz de aquellos nios; ni una sola cabeza se volvi para mirarnos. Estaban quietos e indiferentes como fantasmas, entre los cuales pasan inadvertidas las formas vivientes.Saliendo de esta sala, mi gua me llev por una galera, ricamente pintada en recuadros, con una extica mezcla de oro en los colores, como los cuadros de Luis Cranach. Los temas descriptos en aquellas paredes se me antojaron episodios de la raza, en medio de la cual haba cado. En todos los cuadros haba figuras, la mayora como las criaturas de parecido humano como las que haba visto; pero no todas con la misma vestimenta, ni todas con alas. Haba tambin representaciones de varios animales y pjaros, completamente desconocidos para m; los fondos reproducan paisajes y edificios. Hasta donde mis escasos conocimientos de arte pictrico me permiten opinar, aquellas pinturas me parecieron exactas en diseo, de excelente colorido y demostraban un conocimiento perfecto de la perspectiva; pero los detalles no se ajustaban en manera alguna a las reglas de composicin aceptadas por nuestros artistas; pues les faltaba, por as decirlo, un centro; de manera que el efecto era vago, diseminado, confuso, desconcertante; eran como fragmentos heterogneos de un sueo de artista.Llegamos a una sala de dimensiones moderadas, en la que estaba reunida la que, despus supe, era la familia de mi gua. Se hallaban sentados alrededor de una mesa como para almorzar. Las formas all agrupadas eran: la esposa de mi gua, la hija y dos hijos. De inmediato reconoc la diferencia entre los dos sexos. Observ que las mujeres eran ms altas y de mayores proporciones que los hombres y de lneas de contornos todava ms simtrico; pero carecan de la suavidad y expresin tmida, que dan encanto al rostro de nuestras mujeres sobre la tierra. La esposa no llevaba alas; las de la hija eran ms largas que las de los hombres.Mi gua dijo unas pocas palabras; al orlas, las personas sentadas se levantaron y con la peculiar dulzura de su mirada y maneras, que haba observado antes y que, en verdad, era caracterstica comn de aquella formidable raza, me saludaron a su manera; la cual consiste en llevarse la mano derecha gentilmente a la cabeza y emitir un monoslabo sibilante: ssssi, cuyo significado es: Bienvenido!La duea de casa me indic un asiento a su lado y me sirvi, en un plato de oro, viandas de una de las fuentes. Al probarlas, no obstante ser viandas desconocidas para m, qued maravillado, ms de la delicadeza y exquisitez del sabor de las mismas, que de su raro aroma. Mis compaeros, entretanto conversaban quietamente entre s; por lo que pude ver, evitaban cortsmente toda referencia directa a m y todo escrutinio de mi apariencia. No obstante, yo era la primera criatura, de la variedad de la raza humana, a que pertenezco, que ellos haban visto; por lo tanto, me consideraban como el fenmeno ms curioso y anormal. Toda rudeza es desconocida para aquella gente; a los nios, desde su primera infancia, se les ensea a desdear toda demostracin emotiva vehemente.Terminada la comida, mi gua me tom nuevamente de la mano y volviendo a la galera, toc una plancha metlica, cubierta de extraos caracteres; la cual conjetur sera algo as como nuestro telgrafo. Descendi una plataforma; pero, esta vez, ascendimos a mayor altura que en el edificio anterior y nos encontramos en una sala de regulares dimensiones, cuyo aspecto general tena mucho que sugera asociaciones con un visitante del mundo superior. Adosados a las paredes haba anaqueles, llenos de lo que pareca ser libros; en efecto as era; la mayora muy pequeos, como volmenes en miniatura, todos encuadernados en hojas delgadas de metal. Distribuidos por la sala, haba varios mecanismos muy curiosos, que me parecieron modelos, como los que se encuentran en el laboratorio de cualquier mecnico profesional. En cada ngulo de la sala haba parado, inmvil como fantasma, un autmata (dispositivo mecnico, del cual se vala aquella gente para todas las labores domsticas). En una alcoba haba una cama baja o divn con almohadones. Una ventana, con las cortinas de material fibroso corridas, se abra sobre una gran terraza. Mi gua sali a ella y yo le segu. Nos encontrbamos en el piso ms alto de una de las pirmides angulares; la vista, que desde all se dominaba, era de belleza imponente y salvaje, imposible de describir. Las vastas cordilleras de rocas cortadas a pico, que formaban el fondo lejano del paisaje; los valles intermedios, cubiertos de plantas multicolores; los destellos de las aguas, muchas de cuyas corrientes parecan de llamas rosat; la serena luz difusa que lo iluminaba todo, procedente de miradas de lmparas, se combinaban en un conjunto que no tengo palabras con que describirlo; tan esplndido era, sin embargo, tan sombro; tan atrayente y, a la vez, tan terrible.Pocos momentos despus, me vi interrumpido en la contemplacin de tan extraos paisajes. De pronto, se difundi por el espacio una alegre msica, que pareca proceder de la calle; luego apareci por los aires una forma alada; luego otra, como en persecucin de la primera; luego otras y otras, hasta que me fue imposible contarlas, tan numerosa y compacta era la muchedumbre que bata el espacio. Pero cmo describir la gracia fantstica de aquellas formas y de sus ondulantes movimientos? Parecan dedicados a algn deporte o entretenimiento; unas veces se reunan en escuadrones opuestos; otras se diseminaban; un grupo siguiendo al otro, remontndose, descendiendo, entremezclndose, separndose; todos los movimientos a comps de la msica de abajo, como en las danzas de las Peris de la fbula.Volv mis ojos a mi husped con asombro febril; me atrev a tocar, con mi mano, las largas alas, plegadas sobre su pecho; al contacto, sent como una descarga elctrica. Me encog temeroso; pero mi husped sonri y, como si quisiera cortsmente satisfacer mi curiosidad, extendi despacio sus brazos. Not que su indumentaria, debajo de las alas, se dilataba como una vejiga que se llena de aire. Los brazos parecan deslizarse dentro de las alas; un momento despus se haba lanzado al espacio luminoso, quedando suspendido all con las alas extendidas, como guila tendida al sol. Luego, cual guila que se precipita, se lanz hacia abajo, al medio de uno de los grupos y, despus de saltar de un lado a otro, se elev de nuevo. Tras de l, se desprendieron de los dems tres formas, en una de las cuales me pareci reconocer a la hija de mi gua, siguindole, como los pjaros siguen uno tras de otro. Mis ojos, deslumbrados por las luces y asombrados por la multitud, dejaron de ver los giros y evoluciones de esos jugadores alados; hasta que mi husped sali de entre aquella multitud y aterriz a mi lado.Lo maravilloso de todo aquello, jams visto por m, empez a afectar fuertemente mis sentidos; mi mente misma empez a desvariar.Aunque no soy supersticioso, ni jams haba credo, hasta entonces, que el hombre pudiera ponerse en contacto corporal con los demonios, sent el terror y la horrible excitacin que, en la Edad Media, hubiera sentido un viajero en presencia de un aquelarre de brujas y trasgos. Tengo el vago recuerdo de que trat de rechazar, con vehe mentes gesticulaciones y frmulas de exorcismo, a mi corts e indulgente husped; quien con amables esfuerzos trataba de calmarme y aquietarme; pues acertadamente comprendi que mi terror y agitacin eran ocasionados por la diferencia de forma y movimiento, los cuales haban excitado mi maravillosa curiosidad y que el espectculo haba excitado todava ms. Me parece recordar su gentil sonrisa cuando, para calmar mi alarma, dej caer las alas al suelo, con la idea de demostrarme que slo eran un dispositivo mecnico. La repentina transformacin no hizo ms que aumentar mi horror; presa del paroxismo extremo, que se manifiesta en supremo atrevimiento, me lanc a su cuello como fiera salvaje. Al instante ca al suelo como tocado por una descarga elctrica; las confusas imgenes que flotaron ante mi vista, hasta que qued insensible, fueron, la forma de mi husped, arrodillado a mi lado, con una de sus manos en mi frente y el hermoso y sereno rostro de su hija, con sus grandes ojos inescrutables, clavados fijamente en los mos.

Captulo 6

Segn supe despus, permanec en aquel estado durante muchos das, mejor dicho semanas, segn nosotros computamos el tiempo. Al volver en m me encontr en un cuarto desconocido y mi husped y toda la familia me rodeaban. Con indecible sorpresa para m, la hija de mi husped me habl en mi propio idioma, con slo un ligero acento extranjero.Cmo se encuentra usted? pregunt.Pasaron algunos momentos antes de que pudiese sobreponerme a mi sorpresa, lo suficiente para balbucear: Usted conoce mi idioma? Cmo? Quin y qu es usted?.Mi husped sonri e hizo una seal a uno de sus hijos, quien tom de sobre la mesa varias delgadas hojas metlicas y me las mostr. En ellas haba trazadas diversas figuras: una casa, un rbol, un pjaro, un hombre, etc.En aquellos dibujos reconoc mi propio estilo. Bajo cada figura haba escrito el nombre en mi idioma y escritura, y, debajo, con otra escritura, una palabra para m desconocida.Me dijo mi husped: As hemos empezado; mi hija Zee, que pertenece al Colegio de Sabios, ha sido su institutriz y la nuestra tambin.

Zee entonces puso ante m otras hojas de metal en las que haba escritas con mi escritura, primero palabras y despus frases. Bajo cada palabra y cada frase haba extraos caracteres de otra mano. Concentrando mis sentidos comprend que de aquella manera haban formado un rudo diccionario. Lo hicieron mientras yo soaba? Eso basta, por hoy, dijo Zee con tono imperativo. Descanse y tome alimento.

Captulo 7

Se me asign una habitacin en aquel vasto edificio. Estaba bella y fantsticamente dispuesta; pero sin la esplendorosa obra de metal y piedras preciosas que haba en los salones pblicos. Las paredes estaban, cubiertas con variedad de colgaduras hechas de tallos y fibras de plantas y el pavimento estaba cubierto por alfombras del mismo material.La cama careca de cortinas, los soportes de hierro descansaban sobre bolas de cristal; la ropa de cama era de un material delgado blanco parecido al algodn. Haba adems diversos estantes y repisas conteniendo libros. En un compartimiento cubierto con una cortina haba una pajarera llena de aves canoras, entre las cuales no pude reconocer ninguna que se pareciera a las vistas en nuestra tierra, excepto una hermosa variedad de paloma, aunque se distingua de las nuestras por una alta cresta de plumas azuladas. Todas estas aves haban sido amaestradas para que cantaran en artstico tono que exceda grandemente al de nuestros mirlos, los cuales rara vez pueden cantar en concierto. Uno se crea transportado a la pera, al escuchar las voces de mi pajarera. Haba dos, tros, cuartetos y coros, todo combinado como en una partitura. Quera yo hacer callar a mis pjaros? No tena ms que correr la cortina y su canto cesaba al quedar en la oscuridad.Otra abertura formaba la ventana, sin vidrios; pero tocando un resorte ascenda del suelo una especie de persiana, hecha de una sustancia menos transparente que el vidrio, pero lo bastante traslcido para permitir una vista amortiguada del exterior. El ventanal daba salida a una amplia terraza; mejor dicho, un jardn colgante, en el que crecan esbeltas plantas de brillantes flores. La habitacin y sus enseres tenan as un carcter que aunque extrao en detalle, era familiar en conjunto a la moderna nocin de lujo y hubiera causado admiracin de haberse encontrado en alguna casa aristocrtica inglesa o del autor francs de moda. Antes de mi llegada, esta era la habitacin de Zee, quien hospitalaria la haba cedido para m.Algunas horas despus de haber despertado, segn expliqu en el captulo precedente, me encontraba tendido en mi cama tratando de coordinar mis ideas y haciendo conjeturas acerca de la naturaleza y gnero de la gente entre la que me encontraba, cuando mi husped y su hija Zee entraron. Mi husped hablando en mi idioma nativo, me pregunt con mucha cortesa si me sera agradable conversar o prefera estar solo. Le contest que me consideraba muy honrado y agradeca la oportunidad que me proporcionaba para expresarle mi gratitud por la hospitalidad y atenciones de que se me haca objeto en un pas en el que yo era un extrao, como tambin para aprender algo de sus costumbres y maneras a fin de no ofender a causa de mi ignorancia.Al hablar, me levant naturalmente de la cama; pero Zee, con gran confusin de mi parte, me orden que me tendiera de nuevo; percib algo en su voz y mirada gentil que me impuso obediencia. Ella se sent sin ceremonia al pie de mi cama mientras su padre se acomodaba en un divn a pocos pasos de nosotros.Pero de qu parte del mundo viene usted, me pregunt el padre, que aparezcamos tan extraos a usted y usted a nosotros? He visto tipos individuales de casi todas las razas, diferentes de la nuestra, excepto las ms primitivas que habitan en remotos rincones sin cultivar. Estas no conocen otra luz que la que emana de fuegos volcnicos y se contentan con vivir casi a oscuras como muchos seres que se arrastran, gatean y hasta vuelan. Pero usted ciertamente no puede pertenecer a esas tribus brbaras; aunque por otra parte no parece que pertenezca a ningn pueblo civilizado.Me lastim un poco su ltima observacin y le repliqu que tena el honor de pertenecer a una nacin considerada una de las ms civilizadas de la tierra y que en cuanto se refera a la luz, aunque admiraba la ingenuidad y esplendidez con que mi husped y sus conciudadanos haban conseguido iluminar las regiones en que la luz del sol no poda penetrar, no alcanzaba yo a concebir que quien haba contemplado los cuerpos celestes pudiera comparar su brillo con las luces artificiales, inventadas por las necesidades del hombre. Pero mi interlocutor insisti en que haba visto tipos de casi todas las razas diferentes de la suya, salvo los atrasados brbaros que haba mencionado. Ahora bien, era posible que jams hubiera estado en la superficie de la tierra y se refiriese nicamente a comunidades enterradas en las entraas de la misma?Mi husped guard unos momentos de silencio. Su semblante expres alguna sorpresa, cosa que rara vez manifiestan los de su raza bajo ninguna circunstancia por extraordinaria que sea. Pero Zee era ms inteligente y exclam: 'Ve usted, padre mo, como es verdad la antigua tradicin. Hay siempre algo de verdad en toda tradicin comnmente mantenida en todo tiempo por todas las tribus."Zee, dijo mi husped dulcemente, t perteneces al Colegio de Sabios y debes ser ms inteligente que yo; pero como Jefe del Consejo Conservador de la Luz, mi deber es no dar nada por admitido hasta que lo compruebe con la evidencia de mis propios sentidos. En esto volvindose hacia m, me hizo preguntas acerca de la superficie de la tierra y de los cuerpos celestiales; a las que contest lo mejor que mis conocimientos me permitieron; pero mis contestaciones no parecan satisfacerle ni convencerle. Movi la cabeza en silencio y cambiando el tema casi bruscamente, me pregunt cmo haba bajado y pasado de un mundo a otro.Le expliqu que bajo la superficie de la tierra haba minas que contenan minerales, o metales, esenciales para satisfacer nuestras necesidades y para el progreso de nuestras industrias y artes; luego le expliqu brevemente la manera como explorando una de estas minas, mi desgraciado amigo y yo habamos vislumbrado algo de las regiones a las que habamos descendido y cmo al bajar mi amigo haba perdido la vida. Mencion la soga y los garfios que el muchacho haba trado a la casa en la que fui primeramente recibido, en testimonio de la verdad de cuanto haba relatado.Mi husped continu hacindome preguntas sobre las costumbres y manera de vivir de las razas que habitan la superficie de la tierra; especialmente las consideradas ms avanzadas. l defina la civilizacin como el arte de difundir en una comunidad la serena felicidad que corresponde a un hogar virtuoso y bien ordenado. Naturalmente procur presentar al mundo, del que vena, con los ms favorables colores y me refer ligera, aunque indulgentemente, a las anticuadas instituciones europeas, con idea de contrastarlas con la presente grandeza y futuro predominio de la gloriosa Repblica norteamericana a la cual Europa envidiosamente trata de emular presintiendo su ruina.Como ejemplo de la vida social de los Estados Unidos, escog la ciudad en la cual el progreso avanza con la mayor rapidez y me entretuve en una animada descripcin de las costumbres de Nueva York. Me sent mortificado al ver en los rostros de mis oyentes que no les causaba la favorable impresin que yo esperaba, y elev mi tema, tratando de las excelencias de las instituciones democrticas, como promotoras de sereno bienestar, por mediacin del partido que gobierna, y la manera como tal bienestar se difunde por toda la comunidad, la cual elige para el ejercicio del poder a los ciudadanos ms probos, de mayor cultura y buen carcter.Afortunadamente record en aquellos momentos la peroracin, sobre los efectos purificadores de la democracia americana, destinada a difundirse por todo el mundo, de cierto elocuente orador (por cuyo voto la compaa ferroviaria a la cual dos de mis hermanos pertenecan, acababa de pagar 20.000 dlares), termin repitiendo las entusiastas predicciones sobre porvenir magnfico que la humanidad tena ante s, una vez que la bandera de la libertad ondeara en todo el continente y que doscientos millones de ciudadanos inteligentes, acostumbrados desde su infancia a la diaria manipulacin de los revlveres, aplicara a un universo acobardado la doctrina del patriota Monroe.Al concluir, mi husped movi ligeramente su cabeza y adopt una actitud meditativa, hacindonos una seal a su hija y a m para que callramos mientras l reflexionaba. Despus de un rato, dijo con tono serio y solemne: Si usted cree, como dice, que aunque extranjero ha recibido atenciones de mi parte y de los mos, le recomiendo que nada revele a los dems respecto al mundo de donde usted viene, a no ser que yo le d permiso para ello. Consiente usted en lo que le pido?.Ciertamente, le doy mi palabra, dije algo sorprendido y tend mi mano para tornar la suya; pero l coloc mi mano suavemente en su frente y su mano derecha en mi pecho, que es la costumbre de esta raza para sellar todas las promesas u obligaciones verbales. Entonces volvindose a su hija, le dijo: Y t, Zee, no repetirs nada de lo que el extranjero ha dicho, o diga, de otro mundo que no sea el nuestro. Zee se levant y, besando a su padre en las sienes, dijo con una sonrisa:La lengua de una Gy es suelta, pero el amor la sujeta fuertemente. Pero, padre mo, si temes por un momento que una palabra ma o tuya puede poner en peligro a nuestra comunidad a causa del deseo de explorar el mundo ms all, no bastara una oleada de Vril, adecuadamente dirigida, para borrar de nuestro cerebro hasta el recuerdo de lo que hemos odo decir al extranjero?Qu es Vril?, pregunt.A esta pregunta, Zee entr en explicaciones, de las que entend muy poco; porque no existe palabra alguna en ningn idioma, de los que yo conozco, que sea sinnimo exacto de la palabra Vril. La llamar electricidad; pero abarca en sus mltiples ramificaciones otras fuerzas de la naturaleza, a las cuales en nuestra nomenclatura cientfica se da otros nombres, tales como: magnetismo, galvanismo, etc. Aquella gente crea que en el Vril haban alcanzado a la unidad de las energas naturales, conjeturada por muchos de nuestros filsofos y de la que Faraday habla, bajo el ms cauteloso trmino de correlacin:Por largo tiempo he mantenido la opinin, dice el ilustre experimentador, que casi es una conviccin, en comn, segn creo, con muchos otros amantes de los conocimientos naturales, que las varias formas, bajo las cuales se manifiestan las fuerzas de la materia, tienen un origen comn; o, en otras palabras, estn tan directamente relacionadas y en mutua dependencia que son convertibles, por as decirlo, una en otra y poseen equivalencias de poder en su accin.Estos filsofos subterrneos afirman que, mediante una operacin del Vril, al que Faraday quizs llamara: magnetismo atmosfrico, pueden ellos influenciar las variaciones de temperatura; en otras palabras, el clima; que con otras operaciones, por el estilo de las atribuidas al mesmerismo, fuerzas electro-biolgicas, fuerza dica, etc., pero aplicadas cientficamente mediante conductores de Vril, pueden influenciar nuestras mentes y los cuerpos animales y vegetales, a un grado no sobrepujado por los relatos de nuestros msticos. A la combinacin de todos estos agentes le dan el nombre comn de Vril.

Captulo 8

Durante largo rato estuvimos Zee y yo conversando sobre las propiedades de la fuerza Vril, tratando Zee de hacerme comprender la enorme influencia que tal fuerza haba tenido en el desenvolvimiento tan notable de aquella raza.Zee me pregunt si en el mundo, de donde yo vena, no se saba que las facultades mentales pueden ser agudizadas a un grado desconocido en estado de vigilia, de trance y telepata, en los cuales los pensamientos de un cerebro pueden ser transmitidos a otro y de esta manera establecer un intercambio rpido de conocimientos. Repliqu que se hablaba entre nosotros de tales casos de trance y telepata; que yo mismo haba odo mucho sobre ello y haba presenciado algo del modo de proceder al provocarlos artificialmente en experimentos de clarividencia mesmrica; aad que tales prcticas haban cado en desuso y descrdito a causa, en parte, de los torpes engaos que en ellas se cometan y, en parte, debido a que, aun en casos en que los efectos sobre ciertos sujetos de constitucin anormal eran genuinos, tales efectos, examinados y analizados seriamente resultaban decepcionantes y no se poda tener confianza en ellos como verdad sistemtica o para fines prcticos. En cambio, resultaban perjudiciales para las personas crdulas por las supersticiones a que daban origen.Zee escuch mis argumentos con muy benvola atencin y dijo que casos similares de abuso y credulidad haba ella comprobado en su experiencia cientfica en los preliminares de tales conocimientos y mientras las propiedades del Vril fueron mal comprendidas; pero se reserv dar mayores explicaciones sobre el tema para cuando estuviera yo mejor preparado para emprender tal estudio. Se content con aadir que, precisamente, valindose del Vril mientras me encontraba en estado de trance, haba yo aprendido los rudimentos de su idioma; y que ella y su padre, los nicos de la familia que haban tomado parte en el experimento, haban adquirido un conocimiento de mi idioma mucho mayor que lo que haba yo aprendido del suyo, debido en parte a que mi idioma era ms sencillo que el suyo, pues contena ideas mucho menos complejas, y en parte porque el organismo de su raza era, en razn de cultura hereditaria, mucho ms dctil y mucho ms capaz que el mo de adquirir conocimientos. Esto no pude admitirlo, aunque no lo di a entender. Habiendo tenido que aguzar mi inteligencia en el curso de mi activa vida en mi pas y en mis viajes, no poda aceptar que mi constitucin cerebral fuese menos viva que la de gentes que haban vivido siempre bajo luz artificial. Pero mientras mi mente desenvolva tales pensamientos, Zee tranquilamente dirigi su dedo ndice a mi frente y me hizo dormir.Al despertar de nuevo, vi al lado de mi cama al muchacho que haba trado los ganchos y la soga a la casa en la que fui primeramente recibido; la cual segn supe despus, era la residencia del magistrado jefe de la tribu. El muchacho cuyo nombre era Ta era el hijo mayor del magistrado. Descubr que durante mi ltimo sueo o trance haba yo hecho grandes progresos en el aprendizaje del idioma del pas y que poda conversar con relativa facilidad y soltura.

Este muchacho era singularmente bello, aun teniendo en cuenta la belleza de la raza a la que perteneca. De semblante muy varonil para su edad, posea una expresin ms vivaz y enrgica que la serena y desapasionada de los hombres que hasta entonces haba visto. Me trajo la tableta en la que yo haba dibujado mi descenso y la cabeza del horrible reptil que me haba aterrorizado, haciendo que me alejara del cadver de mi amigo. Sealando a esta parte del dibujo, Ta me hizo algunas preguntas con respecto al tamao y forma del monstruo, as como de la cueva o el precipicio de donde haba salido. Su inters en mis contestaciones pareca tan absorbente que le hizo olvidar su curiosidad con respecto a m o mis antecedentes. Pero con extraordinaria confusin de mi parte, a causa de lo que haba prometido a mi husped, haba empezado a hacerme preguntas sobre el mundo del que haba yo venido. Afortunadamente, entr Zee, quien al orlo, dijo: Ta, da a nuestro husped cuantos informes desees, pero no se los pidas t en cambio. Preguntarle quin es, de dnde viene, o por qu esta aqu sera quebrantar la ley que mi padre ha dictado para esta casa.As sea, dijo apoyando su mano sobre su corazn: desde aquel momento hasta que lo vi por ltima vez, aquel muchacho, con quien trab gran intimidad, ni una sola vez me hizo ninguna de las preguntas que le haban sido prohibidas.

Captulo 9

Pas algn tiempo antes de que, por repetidos trances, si se pueden llamar as, mi mente quedara debidamente preparada para cambiar ideas con mis huspedes y fuera ms capaz de darme cuenta de sus diferentes usos y costumbres. Hasta entonces eran demasiado extraas y nuevas en mi experiencia para que mi razn las pudiera comprender y fuera capaz de coordinar los detalles del origen e historia de esta poblacin subterrnea, la cual formaba parte de una gran raza familiar llamada Ana.Segn las primitivas tradiciones, los progenitores ms remotos de la raza habitaron en un mundo en la superficie de la tierra, sobre el mismo lugar que los descendientes entonces habitaban. Se conservaban todava en sus archivos mitos de aquel mundo y con los mitos, leyendas, segn las cuales en la bveda de aquel mundo haba luminarias que ninguna mano humana encenda. Pero tales leyendas eran consideradas por algunos comentadores como fbulas alegricas. Segn las mismas tradiciones, la tierra misma, en la poca a que la tradicin alcanzaba, ya no estaba realmente en su infancia, sino abocada y en los dolores de una transicin de una forma a otra; sujeta a muchos y violentos cataclismos de la naturaleza.En uno de tales cataclismos, la porcin de la superficie habitada por los antepasados de esta raza sufri inundaciones, no repentinas, sino graduales e incontrolables en las que fueron sumergidos y perecieron todos, salvo un pequeo nmero. No me atrevo a conjeturar, si este relato se refiere a nuestro histrico y sagrado diluvio o a alguno anterior supuesto por los gelogos; aunque comparando la cronologa de aquel pueblo con la de Newton, tal diluvio debi haber ocurrido muchos miles de aos antes de la poca de No. Por otra parte, los relatos de los escritores no van de acuerdo con las opiniones ms en boga entre los entendidos en geologa, por cuanto aquellos sitan la existencia de una raza humana sobre la tierra en pocas muy anteriores a la asignada a la formacin terrestre, adecuada para la introduccin de los mamferos. Un grupo de la desdichada raza, invadida por la inundacin, se refugi huyendo de ella en cavernas entre las ms altas rocas y vagando por hondonadas cada vez ms profundas perdieron de vista para siempre el mundo superior. En efecto, la entera faz de la tierra haba cambiado en aquel grave cataclismo; el mar se haba convertido en tierra firme y sta en mar. En las entraas de la tierra, aun en la poca de mi relato, segn me aseguraron, se encontraban restos de habitaciones humanas; no en chozas y cavernas, sino en vastas ciudades cuyas ruinas atestiguan la civilizacin de las razas que florecieron antes de la poca de No, las que se han de confundir con las generaciones a las cuales la filosofa atribuye el empleo del pedernal y el desconocimiento del hierro.Los fugitivos llevaron con ellos el conocimiento de las artes que haban practicado sobre tierra; artes de cultura y civilizacin. Su primera necesidad debi ser la manera de proporcionarse bajo tierra la luz que haban perdido arriba. Al parecer nunca, ni en sus primeros tiempos, la raza a que perteneca la tribu con la que yo viva, haba ignorado el arte de obtener luz de gases, manganeso o petrleo. Estaban acostumbrados en su estado anterior a luchar con las rudas fuerzas de la naturaleza. En efecto, la continuada batalla con su conquistador, el ocano, que haba tardado siglos en extenderse, haba aguzado su ingenio para encauzar las aguas en diques y canales. A esta habilidad deban su conservacin en la nueva residencia. Durante muchas generaciones me deca mi husped, con una especie de menosprecio mezclado con horror nuestros primitivos antepasados tuvieron, segn se dice, que degradar su rango y acortar sus vidas comiendo carne de animales, muchos de los cuales, como ellos mismos, escaparon del diluvio y se guarecieron en las cavernas de la tierra. Otros animales que se supone eran desconocidos en el mundo de arriba, habitaban estas mismas cavernas.Cuando lo que podramos llamar la poca histrica emergi del crepsculo de la tradicin, la raza Ana se haba ya establecido en diferentes comunidades y haba alcanzado un grado de civilizacin muy anlogo al que hoy disfrutan las naciones ms avanzadas de sobre la tierra. Conocan la mayora de nuestros inventos mecnicos, incluso la aplicacin del vapor y del gas. Las comunidades mantenan fiera competencia entre ellas: tenan sus ricos y sus pobres; sus oradores y conquistadores y guerreaban sea por un dominio o por una idea. Aunque diversos estados reconocan varias formas de gobierno, empezaban a preponderar las instituciones liberales; el poder e influencia de las asambleas populares creca; las repblicas pronto se generalizaron; la democracia, a la que los polticos europeos ms inteligentes aspiran como meta final del progreso poltico. Este sistema an prevaleca en la poca de mi relato en algunas razas subterrneas, consideradas con desprecio como brbaras, por la ms avanzada comunidad de los Ana (a la que perteneca la familia con la cual yo viva) pero se la consideraba como uno de los ms crudos e ignorantes experimentos de la infancia de la ciencia poltica. Era la poca del odio y de la envidia, de fieras pasiones, de cambios sociales constantes, ms o menos violentos, de lucha de clases, de guerra entre estado y estado. Esta fase de la sociedad no obstante, dur algunas edades y termin finalmente, a lo menos entre las poblaciones ms nobles y ms intelectuales, gracias al gradual descubrimiento de las potencias latentes, almacenadas en el omnicompenetrante fluido que ellos denominaron Vril.Segn las explicaciones que me daba Zee, la cual como erudita profesora del Colegio de Sabios, haba estudiado tales cuestiones ms diligentemente que los dems miembros de la familia de mi husped, tal fluido es susceptible de ser obtenido de toda clase de materia, animada o inanimada, y convertido en un poderoso agente. Puede destruir como el rayo; en cambio, aplicado diferentemente, puede restablecer y vigorizar la vida, curar y preservar. Se valen del mismo para curar las enfermedades o, mejor dicho, para ayudar al organismo fsico a restablecer el equilibrio de sus poderes naturales y, por consiguiente, a curarse por s mismo. Por medio del mismo agente atraviesan las sustancias ms slidas y abren valles al cultivo a travs de las formaciones rocosas de su subterrnea inmensidad. Del mismo extraen la luz que les proporcionan sus lmparas, la que es ms fija, suave y saludable que la obtenida de las sustancias inflamables que utilizaban antiguamente.Pero los efectos de este descubrimiento de los medios para dirigir la fuerza terrible de Vril se dejaron sentir ms particularmente en las relaciones poltico-sociales. A medida que tales efectos fueron conocidos y hbilmente dirigidos, la guerra entre los conocedores de Vril ces; por la sencilla razn de que desarrollaron el arte de destruccin a tal grado de perfeccionamiento que anularon toda superioridad en nmero, disciplina y estrategia militar. El fuego, concentrado en el hueco de una varilla manejada por la mano de un nio, era capaz de abatir la ms resistente fortaleza y abrir su camino incendiario desde la vanguardia a la retaguardia de los ejrcitos. Si un ejrcito se enfrentaba con otro y ambos dominaban tal agente no poda ocurrir otra cosa que la aniquilacin mutua. Por tanto, los das de guerra haban pasado. El hombre estaba tan a merced del hombre (puesto que si queran, se podan destruir en un instante) que desapareci toda nocin de gobierno por la fuerza, y se anularon todos los sistemas polticos y formas de ley. Slo por la fuerza se pueden mantener unidas vastas comunidades dispersas en grandes extensiones del espacio; pero con tal agente ya no exista la necesidad de luchar por la propia conservacin; ni haba necesidad de engrandecerse para que un estado pudiese predominar sobre otro.Los descubridores de Vril, por tanto, en el transcurso de varias generaciones, se dividieron pacficamente en comunidades de poblacin moderada. La tribu, en la que yo haba cado, estaba limitada a 12.000 familias. Cada tribu ocupaba una extensin de territorio suficiente para satisfacer todas sus necesidades. A determinados perodos, la poblacin sobrante se separaba para formar otras tribus. Aparentemente no haba necesidad de seleccin alguna de los emigrantes, porque haba siempre voluntarios en nmero suficiente para marchar.Estos estados subdivididos pertenecan todos a una vasta familia general. Hablaban el mismo idioma, aunque tenan dialectos ligeramente diferentes. Se casaban entre s; conservaban las mismas leyes y costumbres generales. El conocimiento de la energa Vril constitua un vnculo muy fuerte entre aquellas comunidades. La palabra A-Vril era sinnimo de civilizacin y Vril-ya significaba Naciones civilizadas, nombre comn por el cual las comunidades que utilizaban tal agente se distinguan de las que estaban todava en estado de barbarie.El gobierno de la tribu Vril-ya que nos ocupa era aparentemente muy complicado; pero en realidad era muy sencillo. Estaba basado en el principio, admitido en teora, aunque poco practicado, sobre la tierra, de que el objeto de todos los sistemas de pensamiento filosfico tienden a alcanzar la unidad, o el ascenso a travs de todos los laberintos intermedios hacia la simplicidad de una nica causa primera o principio. As, en poltica, hasta los escritores republicanos coinciden en que una benevolente autocracia asegurara la mejor administracin, si ofreciera suficientes garantas de continuidad o contra el gradual abuso de los poderes a ella acordados.En consecuencia, la comunidad a que nos referimos elega un nico Supremo Magistrado, al que titulaban Tur. Nominalmente el cargo era vitalicio; pero rara vez se poda inducir a quien lo ocupaba a retenerlo una vez llegado al principio de su vejez. Verdaderamente, nada haba en aquella sociedad que hiciera que sus miembros ambicionaran la retencin del cargo. No haba honores, ni distintivos de alto rango inherente al mismo. El Supremo Magistrado no se distingua de los dems ni por su residencia ni por sus emolumentos. Por otra parte los deberes que sobre l pesaban eran maravillosamente ligeros y fciles; pues que no demandaban un grado preponderante de energa o inteligencia. No habiendo temores de guerra no haba que mantener ejrcitos; no existiendo un gobierno de fuerza, no haba fuerzas de polica que nombrar ni dirigir. Lo que llamamos crimen era algo desconocido entre los Vril-ya y no haba cortes de justicia criminal. Los raros casos de diferencias civiles eran zanjados por el arbitraje de amigos elegidos por las partes, o decididos por el Consejo de Sabios, que describir ms adelante. No existan los abogados profesionales; pues, en realidad, las leyes eran convenios amigables, puesto que no exista ningn poder capaz de aplicar la ley a un ofensor que llevaba en su varilla el poder para destruir a sus jueces.Existan costumbres y reglas al cumplimiento de las cuales la gente se haba tcitamente habituado, en el transcurso de varias edades y si en algn caso algn individuo encontraba dificultad en cumplirlas, abandonaba la comunidad y se iba a otra parte. De hecho, exista en aquel estado apacible un conjunto muy similar al de nuestras familias privadas, en el que virtualmente decimos a los miembros adultos independientes que recibimos y entretenemos: Qudate o vete, segn que nuestros hbitos y reglas te gusten o desagraden. Pero, aunque no haba leyes como las nuestras, ninguna raza sobre la tierra es tan respetuosa de la ley como lo era aqulla. La obediencia a la regla adoptada por la comunidad se haba hecho instintiva en ellos, como si fuera implantada por la naturaleza. En cada hogar el jefe del mismo estableca reglas para su direccin, que no eran resistidas ni discutidas por quienes pertenecan a la misma. Tenan un proverbio, el significado del cual se pierde en gran parte al parafrasearlo; deca: No existe felicidad sin orden, no existe orden sin autoridad; no hay autoridad sin unidad.La dulzura de todo gobierno, civil o domstico, entre ellos se pone de manifiesto en las expresiones idiomticas que tenan para tales trminos como ilegal o prohibido. Decan: Se pide no hacer tal o cual cosa. La pobreza entre los Ana era tan desconocida como el crimen. No es que la propiedad fuera en comn o que todos fueran iguales en la extensin de sus posesiones o en las dimensiones y lujo de sus moradas; sino que, como no exista diferencia en rango o posicin entre los grados de riqueza o en la eleccin de las ocupaciones, cada uno segua sus propias inclinaciones sin despertar envidias o rivalidades. Unos gustan de una vida modesta, otros una ms esplndida, cada cual es feliz a su manera. Debido a esta ausencia de rivalidades y el lmite puesto a la poblacin era difcil que una familia cayera en la miseria. No haba especulaciones arriesgadas, ni competidores que ambicionaran mayor riqueza o ms alto rango. Sin duda alguna, en cada asentamiento todos reciban originalmente la misma porcin de tierra; pero algunos, ms aventureros que otros, haban extendido sus posesiones a la selva lindera o haban mejorado sus campos para darles ms fertilidad, o emprendieron el comercio o la industria. As, necesariamente, unos se haban hecho ms ricos que otros, pero ninguno haba llegado a ser absolutamente pobre o a faltarle nada de lo que pudiera desear, segn sus gustos. Si tal caso llegaba podan siempre emigrar o, en el peor de los casos, solicitar sin desdoro y en la seguridad de obtenerla, la ayuda de los ricos; porque todos los componentes de la comunidad se consideraban como hermanos de una afectuosa y unida familia. Volver a ocuparme incidentalmente de este tema a medida que avance en mi narracin.El principal deber del Supremo Magistrado consista en mantenerse en relacin con ciertos organismos encargados de la administracin de detalles especiales. El ms importante y esencial de tales detalles era el relacionado con la provisin de luz. De este departamento, mi husped, Aph-Lin, era el jefe. Otro departamento, que podramos llamar de Relaciones Exteriores, se relacionaba con los diversos estados vecinos; mayormente para enterarse de todos los nuevos inventos; otro departamento estaba dedicado a tales nuevos inventos y a los perfeccionamientos de la maquinaria sometida a prueba.Dependiente del departamento ltimamente nombrado estaba el Colegio de Sabios, cuyos miembros eran principalmente los Ana viudos y sin hijos o las muchachas solteras; de stas Zee era una de las ms activas y, si entre aquella gente se reconoca lo que llamamos distincin o renombre (reconocimiento que como veremos ms adelante no exista), Zee era una de las ms renombradas y distinguidas. Eran las mujeres Profesoras de este Colegio las que estudiaban las materias de menos aplicacin a la vida prctica, tales como: filosofa puramente especulativa, historia de tiempos remotos; y ciencias tales como: entomologa, conquiliologa, etc. Zee, cuya mente activa como la de Aristteles, con la misma facilidad abarcaba los ms amplios temas y los ms minuciosos detalles, haba escrito dos volmenes sobre un insecto que se aloja entre la pelusa de las garras del tigre; obra considerada de gran autoridad sobre el tema. Pero las investigaciones de los sabios no se limitan a estudios tan sutiles y abstrusos. Comprenden otros ms importantes, especialmente las propiedades del Vril, a la percepcin del cual la ms fina organizacin de los Profesores femeninos es eminentemente sensible. De este Colegio escoge el Tur, o Supremo Magistrado, los Consejeros, limitados a tres, en los raros casos en que la novedad de un acontecimiento o circunstancia dificulta su propio juicio.Existen otros departamentos, de menor importancia; pero todos son llevados con tanto sigilo y quietud que desaparece toda evidencia de gobierno; y el orden social es tan regular y sin incidencias como si fuese una ley de la naturaleza. La maquinaria se emplea en medida inconcebible en todas las operaciones del trabajo, dentro y fuera de los edificios y la mejora y rendimiento de los mecanismos es el principal e incesante cometido de la administracin. No existe la clase de jornaleros o sirvientes, sino que los necesarios para ayudar a manejar la maquinaria se escogen entre los jvenes y nios, desde que dejan el cuidado materno hasta la edad matrimonial, que es a los diecisis aos para las Gy-ei (mujeres) y de veinte para los Ana (hombres). Estos jvenes estn organizados en grupos y secciones, bajo sus propios jefes. Cada uno sigue sus propias inclinaciones, o aquello para lo que se siente mejor adaptado. Algunos se inclinan a las artes manuales, otros a la agricultura, otros a las labores domsticas y algunos a los nicos servicios peligrosos a fin de proteger a la poblacin de los riesgos a que est expuesta. Los nicos peligros que amenazan a la tribu son: en primer lugar los temblores ocasionales de la tierra, para prevenir y resguardarse de los cuales emplean la para lo cual mxima ingenuidad; las erupciones de fuego y agua; las tormentas de vientos subterrneos y escape de gases. En los confines del dominio y en todos los lugares susceptibles de que se produzcan tales peligros tienen guardas que se pueden comunicar telegrficamente con el local en que constantemente se encuentran sabios de guardia, stos se turnan. Los citados guardias se eligen entre los jvenes de mayor edad, prximos a la pubertad, eleccin que se basa en el principio de que a tal edad la observacin es ms aguda y las fuerzas estn ms alerta que en ninguna otra.El segundo servicio peligroso, menos grave, es la destruccin de todas las criaturas peligrosas para la vida, o la cultura y hasta la comodidad de la raza Ana. De estas la ms formidable son los inmensos reptiles, de los cuales se conservan reliquias antediluvianas en nuestros museos, y ciertas especies aladas gigantescas, mitad ave y mitad reptil. Estos, junto con los animales salvajes menores, equivalentes a nuestros tigres o serpientes venenosas, son cazados y destruidos por los ms jvenes; pues segn los Ana, para tal empresa se requiere no tener piedad y los muchachos cuanto ms jvenes ms sin piedad destruyen.Hay otra clase de animales para cuya destruccin hay que aplicar cierto discernimiento y para lo cual se eligen los muchachos de edad intermedia. Son los animales que no amenazan la vida del hombre, pero que destruyen el producto de su trabajo; variedades del alce o ciervo y de un animal ms pequeo muy parecido a nuestro conejo, aunque infinitamente ms destructivo de las cosechas y ms sagaz en sus depredaciones. El primer deber de los nios, elegidos en este caso, es procurar domesticar a los ms inteligentes de tales animales, ensendoles a respetar los lmites marcados, de la misma manera que se ensea a los perros a respetar la despensa o a cuidar la propiedad de su amo. nicamente se destruye a los animales de esta clase que resultan indomables. Nunca se matan animales para alimento o por sport; pero tampoco se salva a los que sean indomables o peligrosos para los Ana. Simultneamente con estos servicios y tareas fsicos va la educacin mental de los muchachos, hasta el trmino de la edad juvenil. Es costumbre general que despus sigan un curso de instruccin en el Colegio de Sabios; en el cual, adems de los estudios ms generales, el pupilo recibe lecciones especiales, segn la vocacin o direccin de su intelecto, que l mismo elige. Algunos, no obstante, prefieren invertir este perodo de prueba, viajando, y emigran o se establecen enseguida en el campo o en el comercio. No se ponen restricciones a las inclinaciones individuales.

Captulo 10

En idioma de los Vril-ya la palabra Ana corresponde a nuestro plural hombres. An, al singular hombre. La palabra para mujer es Gy, que se pronuncia gui, que para formar el plural se transforma en Gy-ei, con la pronunciacin ms suave ji-ei. Tienen un proverbio, segn el cual esta diferencia en pronunciacin es simblica, en el sentido de que el sexo femenino colectivamente, es ms dctil; pero individualmente es difcil de manejar. Las Gy-ei gozan de todos los derechos de igualdad con los hombres, a lo cual se oponen algunos filsofos de la superficie de la tierra.Durante la infancia, las nias desempean las funciones del trabajo, indistintamente con los muchachos. Como stos, se dedican en sus primeros aos, a la destruccin de animales dainos; para esto se prefiere con frecuencia a las muchachas; por ser por naturaleza ms implacables bajo la influencia del miedo o del rencor. En el intermedio entre la infancia y la edad matrimonial, se suspende la relacin familiar entre los sexos, la cual se restablece al llegar la Gy a la edad de casarse, sin que esta relacin llegue en ningn caso a dar lugar a lo que nosotros llamarnos faltas contra la moral. Las artes y las ocupaciones propias de un sexo estn tambin abiertas al otro sexo; no obstante, las Gy-ei se atribuyen cierta superioridad en los estudios abstractos y msticos, para los cuales, dicen ellas, los Ana no son aptos por su embotada inteligencia, ms adaptada a la rutina de las ocupaciones de ndole prctica; de la misma manera que algunas mujeres de nuestro mundo se consideran entendidas en las ramas de la ciencia y de la filosofa ms abstrusas, a las cuales muy pocos hombres dedicados a los negocios tienen aficin, por faltarles los conocimientos y la agudeza intelectual que ellas se atribuyen.Sea a causa de su entrenamiento en ejercicios gimnsticos, o a su organizacin constitucional, las Gy-ei son ordinariamente superiores a los Ana en fuerza fsica (elemento importante para el mantenimiento de los derechos femeninos). Son de mayor estatura, y bajo sus curvas proporcionadas se ocultan msculos y tendones tan resistentes como los del sexo opuesto. En efecto, afirman que, de acuerdo con las leyes originales de la naturaleza, las hembras deben ser mayores que los machos y apoyan este principio en la vida primaria en los insectos y de las ms antiguas familias de vertebrados; como los peces, en los cuales las hembras son bastante grandes como para merendarse a los machos, si as les place. Sobre todo, las Gy-ei poseen un ms pronto y concentrado dominio sobre el misterioso fluido o agente que contiene los elementos destructivos; el cual aplican con sagacidad mucho mayor, acentuada por el disimulo. De manera que no slo se pueden defender a s mismas contra toda agresin de los hombres, sino que pueden, en cualquier momento y ante el menor peligro, dar fin a la existencia del esposo infiel. Hay que decir, para crdito de las Gy-ei que no hay constancia, desde hace muchas edades, de que hayan abusado de esta terrible superioridad en el arte de destruccin. El ltimo caso de esta naturaleza, ocurrido en la comunidad a que me refiero, tuvo lugar (segn su cronologa) unos dos mil aos antes. Se cuenta que una Gy en un arrebato de celos, mat a su marido. Este acto abominable inspir tal terror a los hombres, que stos emigraron en masa y dejaron a las Gy-ei abandonadas a s mismas. Parece que esto desesper a las Gy-ei, las cuales, cayeron sobre la matadora mientras dorma (y por tanto desarmada) y la mataron y entonces juraron solemnemente renunciar para siempre al ejercicio de sus extremados poderes maritales, e inculcar la misma obligacin en sus hijas. Con este espritu conciliador, enviaron una delegacin a los fugitivos consortes y persuadieron a muchos de ellos a que volvieran; pero los que volvieron, en su mayor parte, fueron los viejos. Los jvenes, sea porque no tuvieron bastante confianza en sus esposas o porque estimaron demasiado sus propios mritos, rechazaron la invitacin y se quedaron en las comunidades en donde se haban acogido y all encontraron otras compaeras, en lo cual probablemente, no ganaron gran cosa. Pero una prdida tan grande de juventud masculina sirvi de saludable advertencia a las Gy-ei, lo que las afirm ms en su determinacin de mantener su juramento. En efecto, es creencia popular que, debido al desuso hereditario, las Gy-ei han perdido la superioridad ofensiva y defensiva que tenan sobre los Ana, de manera similar a como algunos animales inferiores, de la superficie de la tierra, han perdido muchas peculiaridades de su formacin primitiva, de que la naturaleza les haba dotado para su proteccin, las cuales han desaparecido gradualmente, o han quedado atrofiadas bajo las nuevas circunstancias. De todos modos, sera peligroso que un Ana, que tratara de inducir a una Gy a probar quin de los dos es ms fuerte.El incidente relatado fue el origen de ciertas modificaciones en las costumbres matrimoniales, con tendencia a beneficiar algo a los hombres. Ahora se unen nicamente para tres aos; al trmino, de los cuales, uno y otro pueden pedir el divorcio y casarse de nuevo. Al trmino de diez aos, el An tiene el derecho de tomar una segunda esposa, dejando libre a la primera para retirarse si le place. Estas reglas son en su mayor parte letra muerta; los divorcios y la poligamia son muy raros y el matrimonio parece ser ahora un estado feliz y tranquilo entre este sorprendente pueblo. La Gy, no obstante su reconocida superioridad en fuerza fsica y habilidad intelectual, se inclina a conceder un trato gentil por temor a la separacin o a una segunda esposa; pero los Ana son esclavos de sus hbitos y, salvo en casos extremos, no son muy inclinados a cambiar lo conocido, rostros y maneras, a las que ya se han acostumbrado, por novedades dudosas.Pero hay un privilegio que la Gy retiene con ahnco, el cual constituye quizs el motivo oculto de muchos que defienden los derechos de la mujer sobre la tierra. Las Gy-ei reclaman el derecho, usurpado por los hombres entre nosotros, de declarar su amor; en otras palabras de ser festejadora en vez de festejada. Tal fenmeno como la solterona no existe entre las Gy-ei. En efecto, muy raro es que una Gy no obtenga el An en quien haya puesto su corazn, si el afecto de ste no est puesto en otra. No obstante, por tmido, remilgado y mal dispuesto que se muestre el hombre al principio, ella, con su perseverancia, ardor y poder persuasivo, ms su dominio sobre los msticos agentes de Vril, tiene hoy, gran probabilidad de conseguir que l someta su cuello al yugo. Los argumentos en que apoyan esta inversin de tal relacin entre los sexos, que la ciega tirana de los hombres ha establecido en la superficie de la tierra, parecen convincentes y se presentan con tal franqueza, que bien merece la consideracin imparcial. Dicen que, por naturaleza, la mujer es de disposicin ms amorosa que el hombre; que el amor ocupa una gran porcin de sus pensamientos y es ms esencial para su felicidad y, por tanto, ella debe ser la parte cortejante; que por otra parte el hombre es indiferente y vacilante; que a veces siente egosta predileccin por el celibato; que frecuentemente pretende no darse por entendido ante tiernas miradas y delicadas insinuaciones; que, en otras palabras, ha de ser resueltamente perseguido y capturado.A lo anterior aaden que, si la Gy no consigue el An que ha elegido y tiene que aceptar a otro que ella no elegira, no slo sera menos feliz, sino que demostrara que sus cualidades emotivas estn poco desarrolladas. En cambio, el An es una criatura menos perseverante y no concentra sus afectos por mucho tiempo en un mismo objeto; si no puede conseguir la Gy que l prefiere, fcilmente se conforma con otra; y finalmente, que, en el peor de los casos, con tal que sea amado y cuidado, le es menos necesario para el bienestar de su existencia el que ame con la misma intensidad que es amado; l se contenta con las comodidades y con las muchas ocupaciones intelectuales que l mismo se proporciona.Cualquiera que sea el criterio con que se reciba este razonamiento, el sistema va bien para el hombre; pues, estando seguro de que es amado verdadera y ardientemente y que cuanto ms tmido y poco dispuesto se muestre con mayor determinacin ser pretendido, generalmente procura hacer depender su consentimiento de ciertas condiciones que l calcula que le asegurarn una vida, si no beatfica, por lo menos tranquila.Cada An individualmente tiene sus aficiones, su propia manera de ser, sus predilecciones; sean stas las que quieran, exige la promesa de que sern respetadas plenamente y sin restricciones. Esto, persiguiendo su objetivo, la Gy lo promete de buena gana y como la caracterstica de este pueblo extraordinario es una implcita veneracin a la verdad, y la palabra, una vez dada, nunca es quebrantada por la ms voluble de las Gy-ei, las condiciones estipuladas son religiosamente observadas. En efecto, a pesar de todos sus abstractos derechos y poderes, las Gy-ei son las esposas ms amables, conciliadoras y sumisas que yo he visto aun en los hogares ms felices de sobre la tierra. Es un aforismo entre ellas el que cuando una Gy ama, se complace en obedecer.Se observar que al hablar de la relacin entre los sexos me he referido nicamente al matrimonio; porque es tal la perfeccin moral que ha alcanzado esta comunidad, que toda relacin ilcita es imposible entre ellos.

Captulo 11

Al tratar de reconciliar mis conocimientos con la existencia de dilatadas regiones bajo la superficie de la tierra, habitadas por seres que, si bien diferentes en ciertos aspectos, eran similares a nosotros en lo fundamental del organismo, nada me tena ms perplejo que la contradiccin que tal existencia estableca en relacin con la doctrina en la cual, segn creo, muchos gelogos y filsofos concuerdan, de que, no obstante ser el sol para nosotros la gran fuente de calor, a medida que penetramos ms y ms en la corteza de la tierra, mayor es el calor; pues, segn se dice, ste aumenta a razn de un grado por pie, comenzando a cincuenta pies de profundidad. Sin embargo, en los dominios de la tribu que nos ocupa, en los terrenos ms altos, tan relativamente cerca de la superficie, me explicaba que hubiese una temperatura adecuada para la vida orgnica; pero las hondonadas y valles de aquella regin eran menos calientes de lo que los filsofos hubiesen considerado posible a tal profundidad; ciertamente no ms calientes que el sur de Francia o de Italia. Segn me contaron muchos, haba vastas extensiones inmensamente ms profundas, en las cuales uno habra de creer que nicamente las salamandras podran vivir y, sin embargo, estaban habitadas por innumerables razas organizadas como la que nos ocupa.No puedo en manera alguna explicar un hecho tan en contradiccin con las leyes de nuestra ciencia, ni tampoco pudo Zee ayudarme a resolver el problema. Esta nicamente conjetur que los filsofos no habran tenido en cuenta la gran porosidad del interior de la tierra; la inmensidad de las cavidades e irregularidades, las cuales servan para crear corrientes libres de aire y frecuentes vientos y los diversos modos en que el calor se evapora y se disipa. Ella concedi, sin embargo, que haba una profundidad en que el calor se consideraba intolerable para la vida organizada, conocida por la experiencia por los Vril-ya, aunque sus filsofos crean que incluso en dichos parajes se encontrara, activa y abundante, alguna modalidad de vida; vida sensible, vida intelectual, si los filsofos pudieran penetrar en ellos. Dondequiera el Supremo Bien edifica deca ella all seguramente pone habitantes. l no ama las habitaciones vacas. Aadi que muchos de los cambios de temperatura y de clima se deban a la habilidad de los Vril-ya, para cuyos cambios haban utilizado con xito el agente Vril. Zee me describi un sutil medio vivificador llamado Lai, que se me antoja idntico al oxgeno etrico del Dr. Lewins, en el cual actan todas las fuerzas correlativas comprendidas bajo el nombre de Vril; y afirmaba que dondequiera tal medio pudiera expandirse lo suficiente para que todas las modalidades del Vril pudieran actuar ampliamente, se poda obtener una temperatura adecuada para las ms elevadas formas de vida.Dijo tambin que sus naturalistas crean que, mediante la accin de la luz, constantemente aplicada, y el gradual mejoramiento del cultivo, se obtuvieron originalmente flores y vegetacin, sea de semillas tradas de la superficie de la tierra en las primeras convulsiones de la naturaleza, o importadas por los primeros que buscaron refugio en las cavernosas hondonadas. Aadi que, desde que la luz de Vril haba reemplazado a todos los cuerpos luminosos, los colores de las flores y del follaje se haban vuelto ms brillantes y la vegetacin haba adquirido mayores proporciones.Dejando estas cuestiones a la consideracin de personas ms competentes para tratar de ellas, voy a dedicar algunas pginas a las muy interesantes cuestiones relacionadas con el lenguaje de los Vril-ya.

Captulo 12

El idioma de los Vril-ya es particularmente interesante, porque en mi concepto, pone claramente de manifiesto las trazas de tres transiciones principales, por las que todo idioma pasa hasta alcanzar su forma perfecta.Uno de los fillogos modernos ms ilustres, Max Mller, al tratar de la analoga entre los estratos del lenguaje y los estratos de la tierra, establece lo siguiente como dogma absoluto: Ningn idioma, puede en manera alguna llegar a